Capitulo Oriental 26- Paco Espinola

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fasciculo del escritor maragato

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Paco Espínola

Este fascículo ha sido preparado por elDr. Carios Maggi y adaptado por elDepartamento Literario del Centro Edi·torde América Latina.

Vida y obra

CAPITULO ORIENTAL presentará semanalmente, en su,treinta y ocho fascículos, la historia de la literatura uruguaya.El conjunto abarcará un panorama completo, d.esarroUado ene..xtensión y en profundidad, de las obras más representativasde la producción literaria nacional, desde la Conquista y laPatria Vieja hasta nuestros días. El lector -podrá coleccionarel texto ilustrado de estos fascículos, para contar con un volu~

me!! completo al cabo de su publicación; simultáneamente.separando las tapas podrá disponer de una valiosa íconograf,íaáe la historia del país.Lt)s libros que acompañan a los fascículos fm-maPán la,; Biblioteca Uruguaya Fundamental".

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PACO ESPINOLA~

VIDA Y OBRA

1 - AUTOBIOGRAFfA

---<Nací en Son José de Moyo el 4 de octubrede 1901, yo. Mis primeros recuerdos son de undía y, -como ero en 1904, tendría menos de tresaños- me acuerdo de uno moñona, que estabadurmiendo, y uno primo mío me arrebato delo como yero que había venido papá de loguerra; que I/egó con uno herido, creo que conun brozo en cabres/il/o, no sé. En Masol/er lepegaron dos balazos; es uno imagen corroído,pero me acuerdo. Es lo primero que me acuerdo.

Eso fue en la casa del abuelo materno (Fer­nando Cabrera) hacendado del Rincón delPino, que vivía, por ese tiempo, en la capitaldel departamento, en una gran residencia po­blada de agregados y recogidos; una casaenorme y señorial, pe grandes patios descu­biertos, con piso de piedra y, en cuyo fondose alinean las caballerizas.

-Muy religioso, mi abuelo; aunque eso sí:nunca lo vi ir o la iglesia.

Era hijo, ese gran viejo, de Sebastián Ca­brera, soldado en la Guerra Grande y estan­ciero también, con campos en Valdés.

-De nueve años, durante el Sitio de Montevi­deo, mi abuelo se venía de lo estancia del podrey mós de una vez, cuidó lo tropilla de azulejosque tenía Oribe. Así que miró si somos blancos,nosotros.

No de Jo realídad -que debió ser máscompleja y contradictoria, inabarcable- perosí de las espontáneas imágenes que primeroevoco Espínola al ser. preguntado por su fa­milia y sus primeros años, se puede obtener

-por pura deducción- lo fundamental de supersona: formación cristiana, tradición criolla,devoción filial por los caudillos -su padre esuno de ellos- paternal conmiseración por losinfelices desheredados a quienes se da amparoen la casa del abuelo y en su propia casapaterna.

-Mi abuelo nace a los dos años de seresta nación independiente. Yo apoyé mi me­jilla de muy pequeño niño en sus grandes bar­bas blancas para oír la tradición de mi fami­lia, de mi partido y de nuestra raza- diráPaco en un discurso.

Este nieto del patriarcal estanciero de labarba florida, el hijo de don Paco, coman­dante en las patriadas, habrá de ser pues,por destino, un señorito criollo, un ·joven feu­dal, el heredero de un castillo imaginario:su condición de hijo de una antigua, impor­tante familia en un pequeño pueblo de pro­vincia.

-Mi padre, siendo como ero, me decía siempre,yo tendría ocho o nueve años, me decía: Usted tie­ne que tener un cuidado bórbaro, mós que nadie,porque usted es noble. Si, tomando mote, che, ungaucho imponente como ero. Y entonces me ha­cía el relato de Betancour, porque él ero canario;vino de cinco años, que Juan Betancour fue elque conquistó los Canarios. Y de al/í venimosnosotros, no de él sino del sobrino, Mació. Y tedigo mós (que esto se sobe no por documentos,que cado uno escribe lo que quiere, sino portradición oral de lo familia, en nuestro coso mitía, lo mujer de Alfonso; el/a y los demós, todagente honrado, incapaz de decir uno coso por

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otra} sabemos que nosotros... estamos emparen­tados con una princesa guanche y si vas más atrás,venimos de los atlantes. ¡Capaz que no sabíasque era noble, yo!-y atlante, todavía.-¡Pero qué cosa, che! Y no parezco ... Pero,

¿sabés para qué me decía que éramos nobles?No para compadrear, sino porque así yo tenía laobligación de cumplir con los de atrás, siendocomo ellos, imponiéndome deberes con todo elmundo, sirviendo a todos, y ¿qué es lo que notoyo, o,hora? Papá me leía también y !=staba tem­plándome. Me hacía querer y admirar a los gran­des personajes. Los hombres. Podía ser "El 93" deVíctor Hugo, o los poemas homéricos -yo sétodavía de memoria el canto VI de la Odiseaen la versión de Hermosil/a y no por las clases,que trabajo con la traducción de legalá- yeroel Cid, también, o pedazos de Balzac, aunque yo,los qutores, ni me enteraba de quiénes eran. Eranesos hombres imponentes los que me hacía cono­cer. Yo temblaba de admiración y de angustia.

Creo que con mucho angustio temblaría, por­que el muchachito que oía o su padre que­riendo estar de igual a igual, tomando matecon él, bajo un árbol, cerca de los caballosque habían estado en lo guerra, era un serinmensamente tierno y fantasioso, con sensi­bilidad de artista y no de jefe. No es difíciladivinar la vergüenza, el sentimiento de culpo

que habrá agobiado a ese niño y después 01adolescente y aún al joven escritor que no sesentia capaz de ser así -un héroe- y que,po' el contrario, se ahogaba de ternura y decompasión y aún de miedo ante la agresivi­dad del mundo y su obligación de ser fuerte yluchar en él con grandeza. Una cpsa era eldestino que su origen y situación le estabanmarcando y otra su manera de ser, imaginati­va, sensible .

Al explicar CÓJ:l10 empezó a escribir, Pacodice que su primer cuento fUf:1 Visita de dueloy que en él procuró meterse~ en lo hondo dela gen~e y mostrar que bajo iisa aparienciahosca, bajo esa indiferencia áspera del ca­rácter español y criollo, está oculta la ternura.Era un modo de justificarse.

-Fijáte: en ese cuento se muere el hijo Y elviejo no había confesado que lo quería: Es nuestramanera de ser. Estamos cerrados.

-¿Su padre era así?-Claro. Si fue por eso. Me parecía que mi

padre era duro conmigo.En el único fragmento de memo~ias que

Espínola escribiera bajo el título de Las ratas,puede leerse:

"Me veo, siendo muy niño, siguiendo unatnañana hacia el fondo de la vieja casonadel abuelo a una criada que, entre aspavien­tos, portaba una gran caldera de agua hir-

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viente. El fondo era extenso:·.A un lado estabala caballeriza y el altillo para los forrajes,largo de diez metros. Al frente, las piezas dela servidumbre y de los recogidos. Cuando lacriada se detuvo frente a una trampa de alam­bre que encerraba dos ratas, el espanto estru­jó mi corazón.

"Al vernos, ellas se debatieron contra lasparedes de la jaula, arañando los alambres.Luego, se echaron con las cabecitas pegadasal suelo, jadeantes. Sus oiillos abiertos noquerían mirar.

"De pronto, profiriendo a gritos:"-¡ Destrocen ahora! ¡Traigan pestes, aho­

rol- la mujer alzó la caldera."Un chorro humeante, un solo, breve cho­

rro, cayó sobre las ratas, cuyos lomos hu­mearon, despeinándose y se encogieron entreahogados chillidos. La maldita jaula se estre­meció, se dio vuelta, rodó, saltó, despidiendoun pegajoso tufo a carne recocida. Como osi­tos se paraban en dos patas las infortunadas,rascando con las uñas los fatales alambres.y caían. Y en botes de epilepsia se destroza­ban los hocicos buscando salida. Inexorable,lo criada dejó caer un nuevo chorroj esta vezprolongado, perseguidor. Sin voz de horror,yo permanecía inmóvil, con los ojos secos,vueltos vidrio. Entre el clamor de los chillidos,la jaula daba tumbos, crujía a influjo de las

El padre, Francisc(> Espínola

Lo "madre, Justina Cobrera

pequeñas garras' urgidas. Y aparecían losdientecillos. en las crispaciones del martirio.

"-¡Destrocen, ahora! ¡Traigan pestes,ahora!

"Hasta que una cayó, encogiéndose bruscay estirándose luego,' imperceptiblemente. En­tonces, enloquecida, la otra quiso guarecer lacabeza bajo el cuerpo inerte. Pero alcanzadaotra vez por el agua, tocó el techo, de unbrinco, rodó también, temblando, 'y quedóquieta.

"Cayó todavía más agua, acabaneÍo con latersura de Qquellas pieles grises. la mujer sealejó sin mirarme. Yo ... yo no había recibidotodavía el golpe de saber que las oracionesaprendidas eran sólo para los humanos; quelo demás, las plantas, 'las bestias, la tierratoda quedaba fuera, en el horrorosodesam­paro de la nada. Al salir de mi anonada­miento, pues, me arrodillé. Y elevé mis precesa Dios por las almas de las dos bestiecillasquemadas.

"Momentáneamente, una dulce paz se po­sesionó de mí. Volví al patio.

"Entré al cuarto donde mi madre yacía encama, enferma. No sé por qué, guardé el se­creto de la escena que acababa de presenciar.Ella extendió el brazo y acarició mis mejillas.Estaba ojerosa y pálida. Bella como la que,allí mismo, rodeada de flores, me 'contempla-

PACO: VIDA YDESTINO; CRONOLOGIA

Francisco Esplno/a nace en San José el 4de octubre de 1901. Cur.;a en esa ciudad susestudios primarios y liceales y luego, enMontevideo, inicia sin completar, preparato­rios de medicina.

Amigo de juventud de Luis Gil Sa/guer9,de Javier de Viana, por los años veinte y,hacia la década siguiente, de Carlos Rey/es.Participa de la revolución armada contra ladictadura de Terra y es tomado prisioneroen la acción de Morlán (1935).

Publica los siguientes libros: en 1926,Raza ciega (cuentos); en 1930, Saltoncito(relato para niños); en 1933, Sombras sobrela tierra (novela); en 1937, La fuga en elespejo (teatroj; en 1950, El rapto y otroscuentos; en 1954, Milón o el ser del cirCe)(ensayo sobre estética); en 1968, Don Juan,el Zorro (tres fragmentos de novela).

Es profesor de lenguaje en el InstitutoNormal desde 1939 y de literatura en Ense­ñanza Secundaria, desde 1945.

Ha dado varios cursos de composiciónliteraria y estilística en la Facultad de Hu­manidades y Ciencias, a partir de 1946.

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Espinola CI los seis meses

"

El C~m¡sario Tigre, según Adolfo Pastor.

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ba desde su nicho, a la luz permanente de unaveladora.

"Mi madre me cantaba siempre la canciónde un viejo arpista muy pobre, con varios ni­ñitos, a quienes tenía muy poco que darlesde comer. Una noche de lobos en que llegósin nada, al oír «¡Danos pan! ¡Tenemos ham­bre!», desesperado, se puso a tañer el arpa.Ellos danzaban. Danzaban hasta caer dormi­dos, a sus pies, para no abrir ya nunca máslos ojos. .

"Bajo la mano de mi madre, el recientemartirio y la idea de los roedores que todavíavivían en sus cuevas del fondo volvieron a tur­bar mi corazón. Asocié la canción del viejoarpista con sus niños hambrientos.

"-Mamá -dije, trepándome a la cama­cántame lo de los niños.

"Ella sonrió, melancólica. Me siluó de ma­nera que yo no tocara su vientre, y accediócon su cara junto ala mía. Pero su acento,ahora, evocaba en mí más que niños dan­zando hasta morir bajo los sones del arpa.Yo veía también ratas, muchas ratas, exte­nuándose hasta caer inanimadas ...

"De pronto, algo cálido cayó sobre mi me­jilla. Alcé la cabeza. Estaba llorando mi ma­dre. Evocaba por su parte, sin duda, ahoralo comprendo, algo más que los hijos del ar­pista. Y derramaba lágrimas por dos niños,yo y el que iba a nacerle, que nos hundiría­mos pronto en el incierto, hosco porvenir. Re­cién terminaba una guerra. El padre, herido,todavía no había llegado; en los fogones re­volucionarios las brasas ardían, aún ... "

2 - ALMAS POR DENTRO Y POR FUERA,UN BRILLO SATINADO

Dieciséis cuentos y una novela integran elciclo de San José de Mayo, dentro de la obrade Espínola.

la acción de esos relatos sucede, sin ex­cepción, en esa ciudad o en las zonas ruralesadyacentes.

Pero poco tiene que ver esta literatura conla gauchesca.

-A mí no me gustaba la literatura gauches­ca -dice el autor -yo quería algo más de­licado.

¿Y qué entiende Espínola por delicado?NotorialJlente dos cosas: contar subjetiva­

mente, atendiendo al exquisito mundo interiorde sus personajes y no a ·10 pura acción exterior.Zum Felde diría con razón: " ... estos senti­mientos de heroicidad, de justicia, de vengan­za, de sacrificio, no son ya aquellos puramen­te instintivos y personales que llenan la na­rrativa americana -y sobre todo el cuento­con su realísmo sensual y semibárbaro; no,

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Con SU~ dos hermanas, María Victoria y Enriqueta.

En \" redacción de "Mundo Uruguayo", en 1933.

Con su esposa y sus hijos Carlos y, María Mercedes

son fuerzas, en gran porte, de índole moral ... "" ... no se trato ya de caracteres, sino de ol­mos, es decir: de lo esencial y lo abismal delhombre".

Pero, por delicadeza, Espínolo entiende,además del cambio de materia -concienciaen vez de hechos- un cambio más esencialdesde el punto de vista artístico: un cambioen el modo mismo de contar.

No procuran sus narraciones "enterar" 01lector, no son una mera información que per­mita conocer determinados suCesos del mundofáctico o -como acabamos de ver- delmundo psíquico o del alma de los personajes.Espinola "compone" sus cuentos, hace deellos una máquina productora de efectos cal­culados. Su intención formol es, o veces, tanimportante, o más, que el propio contenidoargumental de su narración. El elenco de pa­labras que usa, la expresividad y tono dellenguaje y de los imágenes concitadas, el or­den en que se don los hechos, su s~lección

y el juego de omisiones son, a veces, el cuen­to mismo; hay una atmósfera virtual que creaJa factura artística. Como sucede en los escri­~ores cuando son realmente creadores, lo for­ma se hace, en sus cuentos, contenido. Lasnotas de realidad y realismo, que son siempreexactas, se alternan libremente con el humory la distorsión y asi, rompiendo y rehaciendola realidad aludida y sin dejar de presentar­la como verosímil, lo hocen esencialmente or~

.tificiosa, literario en el mejor sentido de lopalabra.

El propio Espinola explicó alguno vez estedoble fenómeno de delicadeza que se da ensu escritura, al referirse a dos autores quereconoce como influyentes en él: "Los casosde Gorki y de Andreiev son diferentes. El pri­mero me infundió, creo, el modo, lo actítudton francamente respetuoso, -reverencial, me­jor- y tierno de recibir en el alma al perso­naje que se está creando; en la necesidad dedescubrirlo, más poro admirarlo y amarlodesde una intenso' soledad intima, que paraponerlo en escrituro; aunque es preciso adver­tir que, sin duda con menos rotunda eviden­cio, Cervantes se comporta así; y así los de lanovelo picaresca. En cuanto o Andreiev, técni­camente más reflexivo que Gorki, más "artis­ta", de él recibí, ~n lo que me es dado dis­cernir, ese modo inicial de conducir lo narra­ción, no en su formo externa sino en el movi­miento interior, yeso satinación diría, quehoy o veces en mis cosos: como un brillo liso,algo que no encuentro ahora palabras ()araexplicar".

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DE LAS ARMASY DE LAS LETRAS

-Mi madre me enseñaba coplas popula­res y décimas de la revolución, que todavíasé de memoria. Algunas de ellas no las vinunca escritas:

; Lamas y Saraviay Acevedo Díazson los tres amoresde la patria mía.

Rompa la lira de aceroDe la musa nacionalEn una canción marcialAl invicto guerrillero;Que donde labra el horneroSu vivienda de terrónLa saravista canciónRecorra el cdmpo florido,Como si fuera un crujidoDe nuestro patrio pendón

Con su esposa, Ana Raquel Baruch.

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3 - "SOMBRAs SOBRE LA TIERRA"SEGUN ALBERTO ZUMFELDE

"Otros novelistas habían pintado antes, congran maestría, el ambiente del burdel; entreellos dos chilenos ilustres, Edward· Bello, enEl roto, y ·Eduardo Barrios en Un perdido,obras ambas que se cuentan entre lo mejorde la narrativa hispanoamericana;. pero lapintura se mantiene alli en el plano dé laobjetividad, del carácter (aunque, en otrossentidos, la obra contenga valores psicoló­gicos) .

la proeza literaria de Espinola ha consisti­do, sobre todo, en que ha sabido manejar condifícil y delicadísima justeza el contrapuntoparadojal de los dos planos, el objetivo y el­subjetivo, en un terreno que le ofrecía el má­ximo de riesgo y de triunfo. Pues, mientrasexteriormente se ve a las pobres mujeres mo­verse como autómatas, en el bajo y tristeajetreo de su menestery>desu oficio -sin quese ahorre ningún detalle< brutal o repugnantesino con lujo de ellos, pues.~se lujo está den­tro del procedimiento necesario para el con­traste- interiormente nos las muestra, nos lastransparenta, en un sueño, casi en un sonam­bulismo de cosas, ingenuamente románticas~

como si sus pequeñas almas, milagrosamentedefendidas -y compensadas- por la caridadentrañable del novelista, vivieran en un pia­no ajeno a las realidades de su comercio.Aun cuando.su estructura general, de conjlJn­to,r:sulteen cierto modo indefinida, Sombrassobre la tierra es una de las producciones másvaliosas de la novelística uruguaya.

EI.·se~tido ••·de·•• laobra supera .. y trasciendeel plano simplemente social y moral del pro­blema de la prostitución, de tesis más fácil yde primer grado, para un escritor, Ahonda enlo psicológico; plantea problemas • humanoscuya solución no es de índole realista, sinoespiritual. Esta novela señala así, en la horade su aparición, la excepción más categóricacon respecto al predominio de la manera obje­tivista y regional del género en el Plata".

"El sentimiento místico de la comunión delas almas ante el. dolor, el pecado, la respon­sabilidad, la salvación, sentimiento neta y es­pecíficamente cristiano, que hace a uno solida­rio de todo el mal del mundo, la esenciamisma del amor como caridad (como caridady no como instinto) cuya suprema encarnaciónes el Cristo (el Cristo que no rechaza ni alaadúHera, ni a la cortesana, ni al publicano,ni al ladrón), es el que alcanza, en el prota­gonista de esta novela, una representaciónexcepcional en la literatura americana.

"El personaje central de Sombras sobre latierra -para que su parecido psiquico con el

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autor sea más fiel- es un joven «intelectual»torturado por el pensamiento reflexivo, quevive, ante todo, el problema de su propia con­ciencia trascendental; y tanto más aromáticocuento que no es un creyente",

4- "MARIA DEL CARMEN" SEGUN,MARIO BENEDETTI

"La clave del cuento no es la credibilidaddel suceso, la verosimilitud de los caracteres;la clave está dada por el modo atrevido ycreador con que el escritor maneja auna solade sus criaturas, a una sola de sus almas: lade Rudecindo, el padre de la muerta. En defi-

nitiva, no importa que éste no siga las reglasde un personaje ortodoxo; Espinola lo ha he­cho vivir artísticamente y, a partir de esa com­probación, claudica la retórica. Como siem­pre, la única receta es el talento. El atractivocasi estremecedor del relato, es precisamenteque el hecho narrado pueda ser absurdo, yhasta ridículo, pero también que haya un re­quisito que acude a salvarlo, a recatarlo parael más legitimo patetismo: Rudeciodo cree e"la licitud de la ceremonia, cree en la justiciade su propio crimen, y no sólo él lo cree, tam­bién Nicanor, el consuegro póstumo, balbuceatembloroso; «Ustétenia derecho»".

El Remington de Espínola en el Combate deMorlón, integrando la guerrilla del comandanteOvidio Alonso.

En 1928, con Doña Basilia ~stro de Silva queasistió con su amor al escritor y, que éstepintó en oSambres sobre la tierra".

Con el entonces Ministro de Relaciones Exteriores,Pral. Osear Secco Ellauri y el Dr. Arturo Ardao,en Perís, en 19S8, integrando la delegación delUruguay en In X Conferencia de Unesco.

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El es<ritor en 1<1 actualidad.

5 - "¡QUÉ LÁSTlMAlw SEGUNCARLOS MAGGI

"Un ¡Qué lástima! solo, que crecía y em­bargaba todas las cosas del mundo y con ellassubía más allá de las nubes y las mostrabaasí -desoladas, míseras- a alguien capaz,si mirara, de acomodarlas mejor" - escribeEspínola.

los escritores son seres esencialmente indi­rectos que cuando hablan de una cosa estándiciendo esa cosa y confesando, sin querer,otras muchas. Al describir desaforadamenteeste "¡Qué lástima!", Paco' Espinola está sir­viendo a su relato y está definiendo -porañadidura- a Paco Espínola. 1:1 es eso. Unamanera de colocarse y mirar. Quedarse solo,crecer, difundirse y luego embargarse en lacontemplación y embargar el mundo, embria­gándolo de afecto. Subir y colocarse allá arri­ba, amorosamente. Todo se hace entonces máspequeño, más indefenso, más inerme y entre-

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godo; todo reclama y logra nuestra piedadporque se ve desolado y mísero. la pequeñogente es ton poquita coso que está pidiendoternura, aunque al mismo tiempo, por insufi­ciente, nos haga sonreír; pero sin burla, porpura simpatía. También nosotros somos así.¡Estamos hechos de algo tan frágil y tan tor­pe! No se llega a saber qué sentido tiene quela gente viva y se desviva, doliéndose tanto.Sí. Habrá que quererla por eso mismo, porquesu destino es triste.

Uno que la JTIira así -sufriendo por elloy por sí mismo, tratando de echar a risa parono 1I0rar- siente que debería haber alguiencapaz de acomodar todo esto, si mirara. Peronadi,e mira. Sobre nosotros, la intemperie me­tafísica está vacía y él, Paco, observa las cria­turas y las ve caer en el error, en el ridículo,en el dolor inútil; y las compadece. Por esoPaco se queda ahí, impávido, como un ángelequivocado, lleno de cosas para trasmitir y sin

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Durante 1" memcrable ccnversQcióndiantes del liceo Nocturno enCarlos Gnrdel.

n los1960,

estu­sobre

,,

nadie o sus espaldas ante quien intermediar;como tomado en falto por haber acumuladotonto misericordia -tanto miseria en el co­razón- sin tener a quien presentárselo; sinDios a quien mover, paro mejorar el mundo.lo _más angustiante de este observador ex­traordinario es esto de colocarse sobre loshombres, llenarse de compasión, y luego noencontrar un Quien al cual conmover con elsacrificio de su propio entraña. Su angustio eston potente que se llega a sentir el ámbitosin fondo de esa ausencia. En el hueco queobre ese ¡No hoy nadie! se quedo el amorsolo, colgando de sí mismo como uno notolarga, como un eco sin sonido anterior, comoalgo que sigue vibrando, sonando indefinida­mente, hasta más allá de lo posible, estirán­dose, ávido de hallar quien lo escuche y loentiendo.

Poco es un creyente retrasado, un habitan­te del siglo primero, alguien poro morir en lo

estelo de fervor reciente que deja un profeta.Pero nació y vive en este tiempo desierto y nopuede abrigarse en los valores absolutos quereclamo su alma; están gastados. En mediode un modo positivo de pensar y de sentir,camino como un rey mago anacrónico, absur­do; avanza sabiendo que en Belén ya no existeel pesebre.

Es un cristiano dos veces desterrado. Poreso no quiere darles el gusto a Dios de creerlo,porque tampoco Dios se ocupo mucho de mirarlo que nos está pasando. Es un fanático ini­cial que no encuentra dónde descargar su fey qu~ sublima este fracaso reinventando estemundo dejado de la mano de Dios.

¡Qué lástima!, ¡qué lástima que la genteseo tan pobre! de dinero, de espíritu, tan po­bre de felicidad, de grandeza, de sentido.

Un ¡Qué lástima! sin rabia, sin rencor, sinculpar o nadie, como si de las desgracias delmundo los hombres no fueran responsables.

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CARTA A VAl FERREIRA DESDE LA GUERRILLA

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Colonia, 11 de febrero de 1935.Sr. Cclrlos Voz Ferreira.Mi querido don Carlos: Aquí estoy, en el

cuartel del 11 de Infantería, gozando detodos las comodidades que humanamentepuede ofrecer esto gente. Supe que Ud. sequedó preocupado por esto mi primer so·lida, preocupación de lo que se enterótodo Montevideo. Me ha vuelto Ud. o ha·cer un honor que ~'e obligará a trabajarde firme, justificando en lo posible lo con·fianza en mí depositada.

El día 28 de diciembre· peleamos en elPaso de Morlán. Recién caíamos al paso,cuando los jefes gritaron "A las armas".Corrí para ir a formar la primera y únicalínea de combate. Recién me habían dadoun remington desesperantemente viejo. A miizquierda entró un joven profesor del Liceode Mercedes, fino, cultísim~, valiente. Seinició el fuego. Nos llovían las balas. Miprimera bala no salió. Volví a cargar y atirar. Idéntico resultado. Y me envolvían losendemoniados silbidos. Cargué de nuevo,rabioso. y. se atracó la bala de tal manera,que no hubo forma de hacerla mover. Notenía baqueta. El jefe se me acercó y meordenó que me quedara inmóvil, en el suelo,para no hacer tanto blanco. Era imposibleretroceder, pues detrás nuestro hervía uninfierno de balas. Y allí me quedé, exacta·mente, una hora y cinco minutos. Hubo unmomento en que el fuego nos llegó por laizquierda y la derecha, también. Cr,eí quenos rodeaban. Pero nuestro fuego los obligóo restablecer su línea.

¿Qué se piensa cuando se está así, impo·tente en el suelo, sintiendo picar las balasalrededor, o pasar silbando "finito"? Poco.y todo dentro de una terrible soledad. Nohay madre, padre, mujer querida. Eso sehunde en un abismo sin fondo. Exactamente,lo que experimentaba ero una infinita me·lancolía. Aquella batallita, aquel trastoinútil ...

Había puesto delante de mí el remington,paro preservarme un poco la cara. Pero lodeslicé a un lado por no verlo, ya que esome producía una sensación de comicidadque me deso/abó. La muerte allí, en aquellugar, se me aparecía de una manera difícilde expresar; tal, -valiéndome de la compa·ración más aproximada que encuentro- talcomo lo que sentiría quien supiera que loobligab~n a no bañarse nunca más en la

vida. Una desgracia así, achicante, mise­rable. Y solo, solo, solo. Desgarrado. Frío.Algo de lo que yo había presentido (algono, exactamente lo mismo) poro lo segundacrucifixión de Jesús. Qué tremendo intuición,don Carlos, ¿eh? Se muere con un melan·cólico fastidio.

Pero continuemos. Veinte minutos antes decesar el fuego, se me hizo ir a buscar quie­nes transportaron un herido grave que see~taba desangrando. Me arrostré hasta unacuadra, más o menos, del monte. Después,me incorporé, siempre con mi inútil arma·toste. Y llegué ileso. Al I/egar la noche ter·minó la pelea. Tratábamos de enviar losheridos en los autos hacia los pueblos cerocanos. Los muertos quedaron en el campo.Y, de pronto, un espantoso y potente¡Cuaaaad como una carcajada inconcebi·blemente burlona, resonó en la noche. Aunlos acostumbrados a la vida de campo nosestremecimos. Era tan fuerte que no parecíade zorro. "¡Se burlan dfi! nosotros!", rugióuno. El enemigo, que se había retirado,¿había vuelto y nos tendría rodeados? No,era .un zorro. En mi vida olvidaré aquelgrito. Un rato después, a pie, con nuestrojefe herido en un brazo, nos pusimos enmarcha. Sin comer, entre espinos de la cruzy cardales que nos martirízaban, hicimosesa noche, dando vueltos, para despistar,siete leguas a pie. Marchamos todo la noche,con brevísimos descansos. Yo había dormidodos horas el viernes, en Montevideo. Dos enSon José, el sábado por la moñona. En 10madrugada del domingo, muertos de frío,dormimos un ratito en la carretera, dentro delauto descubierto, cuando veníamos paraaquí. Después, ni un momento en todo eldomingo y el lunes. En ese estado siete le-­guas a pie. En uno de los brevísimos des­can;os, cargado de cosos, puse el codo enla tierra y la cabeza sobre las manos paraestar más cómodo-; Y me quedé dormido.Esos segundos de sueño me fueron fatales.El descanso cansaba más, todavía. Cuandoentramos a un monte, amanecido ya, meeché sobre el suelo y quedé como piedra.Ese día, martes, por la noche, volvimos amarchar a pie. En silencio. Sin pausas. Entrelas malditas espinas de las que todavía, to­dos los días nos sacamos porción. Dormi­mos en un monte, durante el día. Cuandose estaba asando la comida, llegó un aero·plano, volando muy bajo. Nos considera-

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mos perdidos. En seguida volvió a pasar.Nos echamos al suelo pensando que nos ibaa bombardear. Pero siguió buscando enotros lugares del monte. ;No nos había visto!El resto del día pasó tranquilo. El miércolesse asó carne para dos días a fin de no ha­cer fuego tan seguido. Yo no comí cuando lohicieron todos para no comer caliente aque­lla carne. Cuando lo quise hacer, estabatan cuidadosamente arreglada con hojas yramas para conservarla fresca y libre demoscas, qlle no me animé a pedir. El díamiércoles pues, no comí. Esa noche marcha­mos. El jueves, la carne se había aqueresado.Preferí tomar mate. ;Y qué mate! ;La ceba­dura tenía que durar todo el día! Por lanoche volvimos a marchar. Los compañerosque habían salido en busca de caballos re­gresaron con unos pocos que no alcanza­ban ni para los viejos. A las 10 de la ma­ñana del viernes, nos agarraron prisioneros.

Se sintieron unos tiros. Yo había podidoconseguir, hacía un momento, un tarro deconservas de durazno que encargué a unoque tenía que pasar por una pulpería.Cuando oí los tiros, hundí mi cuchillo en lalata, me eché al suelo, detrás de un árbole, indiferente a todo, me comí casi todo elcontenido. Era viernes de mañana y no co­mía desde el mediodía del martes. Sin esosduraznos me hubiese muerto de debilidad.Porque no volví a comer hasta el sábadoa mediodía.

Muchas cosas sobre sus ideas he pensadoen estos días. Cada vez me parece ustedmás grande. Y este país más chico y menosdigna de usted (J). Está Ud. condenado amorir como, por distinta causa, yo creímorir: con un melancólico fastidio; lo máshorrible que puede acontecer a un ser' hu­mano. Debe de ser usted, sin duda, uno delos hombres más desdichados del mundo.Menos mal que el espíritu es indestructiblee indestructibles son sus obras. Algún día,se irá a beber en la fuente que usted llenóabriéndose el pecho sin piedad. Y de esafalta de piedad consigo, chuparón piedadlas generaciones venideras. Duro como eldiamante, se dice. No, duro como el espí­ritu, hay que decir. Un abrazo fuerte de

Francisco Espinola (hijo).Me mandaron al cuartel los Evangelios

Apócrifos. Después se los pasaré. Hay unestudio muy erudito de Gonzólez Blancoque me es m'uy útil. (1) Todavía estoy con élEs de grandísima importancia la demostra­ción de que el Evangelio de San Juan, esanterior a los otros. ¿Y la importancia que seda a Filón, de la que yo no tenía noticias?

(1) En el Evangelio del pseudo Mateo, está es­crito: "No puedo sostener su palabra. Huiré deesta ciudad porque no puedo comprenderlo".

N. de R. Se refiere al plan de una novelaen el cual trabajaba en ese tie-mpo Espinola:la historia de Jesús después de su Crucifixión.

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6 - "RANCHO EN LA NOCHE"· SEGUNÁNGEL RAMA

"Lo fractura del vIvir cotidiano que, enRaza ciQ9a, se operaba por la acción de larepentina tragedia y revelaba la esencialidadhumana, al ofrecernos una hendidura dondeemergía una realidad escondida, ahora estraspasada por Espínola a otros coordenadas:los del querer ser. Es un desaforado quererser que inventa un universo ilusorio, torpemen­te proyectado más allá del mero ser y estaren la circunstancia real de los personajes: sonlos caballos de arpillera de Los cinco; la fra­ternidad de los borrachos de ¡Qué lástima!;la transposición en figuras ideales de los dis­frazados de Rancho en la noche.

"La distorsión de lo real ya no viene im­pregnada de patetismo sufriente, sino queobedece a un ilusionismo cuya eficiencia lite­raria depende en mucho de que se ha acre­centado el efecto de distanciamiento -el autorpercibe sus criaturas narrativas lejos, desdelo alto- yola incorporación más desemboza­da del humorismo. No hay aquí sátiro ni iro­nía. Se trata de un humorismo tierno, capazde simpatía sonriente y de gracia, que poneun aura cordial a las historias contadas. Peroen él está infiltrado el habitual descreimien­to que viene anejo o este tipo de humor.

"Descreimiento, porque el efecto de humorradica en la distancia que va del ambiciosoquerer ser de los personajes, posesionados desus papeles ilusorios, a la realidad de su serque el autor les opone con esguince de picar­día, un poco al modo lopista de burlar conla verdad (Recuérdese lo feliz Gatomaquiacon que al final de sus días transforma Lopea su dolorida Dorotea juvenil). Espínola hadejado atrás el período trágico de su Razaciega y su Sombras sobre la tierra y eslá yaen los coordenadas que lo conducen a DonJuan, el Zorro.

"La frustración, en última instancia, del ilu­sionismo, es igual en los hombres que en lanaturaleza y ya Los cinco la habían experi­mentado en triste carne propia. Pero de ellaqueda un sutil arabesco artístico impregnadode indulgente efectividad. .

"Es el prodigio del arte que Espínola hallegado a entender hondamente, y con el cualha enriquecido, soberanamente, nuestra litera­tura".

7 - "DON JUAN, EL ZORRO", UNPRODIGIO DEL ESTILO

Esta eS la §infónic;a toc;Qndo toda y el circog,ªsfilallclg 1:11 mismo tiempo; la arquitectural;!n ~randes dimensiones, la epopeya en qui-

nientas páginas y dos tiempos simultáneos:eplca y antiépica, porque en ella se oyen so­nar notas y ruidos, gauchos, griegos y esca­pados del mundo pícaro español¡ los pulimen­tos del alabastro y el batifondo más plebeyo,trazos de brocha a grandes rayas, amarillocromo y rojo sangre y, de pronto, negro, gris,tristeza, un pozo bajo los pies. Es, además,el gran friso criollo que nunca se vio; MartínFierro y cuarenta personajes, pero a través deun cierto cristal de ironía, como si esta vezfuéramos más .viejos o más sabedores delmundo o más descreídos, en mejor proporcióncon la larga historia del hombre¡ aquí es unrincón perdido. ¡Somos tan poco importantes!

Pero se abre el cofre y desborda la orfebre­ría verbal mientras se oyen los planchazos delos sables de lata y se ven los chirípás de ar­pillera y más de una alpargata desflecada.

Así como Espínola eS un ser contradictorioy contrastante -desde el esqueleto hasta lagesticulación- así ésta, su mayor obra, semantiene en pie por el entrechoque interno,sabiamente administrado. Nada hay en estoextraña narración que no ~asque y arranquechispa, aunque todo parece girar en el aire,sin frotamiento¡ es porque en esta insólita ypreciosa manera de contar son tan útiles yqueridas, y minuciosamente puestas, las mássutiles pinceladas como el enchastre más des­fachatado. Se diría que son como unos gau­chos que no llegan a ser gauchos -se creen­y por eso causan gracia¡ es la historia de uno~

bichitos de Dios que, contados así, se hacencriaturas de Dios a imagen y semejanza de

• las personas; pero como, pese a todo, nuncadejan de ser el Aperiá, el Tigre, el Zorrina, <:,1Cuervo, el Chancho o la Mulita, todo cen eliosestá permitido y todo se puede creer, aunqueuno no tenga ante sí más que los relámpagosde una figuración imaginaria que avisa, a cadapaso, que es pura figuración¡ es que se siguetan de cerca esa peripecia que se la sientecomo el sueño, desde adentro, viviendo en eseotro mundo que no es éste, pero que se haceverdadero porque sus leyes naturales son tanfirmes y fieles a sí mismas como éstas que nesgobiernan.

Está ocurriendo, eso que cuenta, aunque nohaya una línea, un suceso, un giro· del hciblade cualquiera de estos seres que repita elmundo cotidiano; pero los puntos de un ~s­

quema son unidos por quien los ve y los bam­boleos de la distorsión son compensados ynaturalizados por quien los percibe. Por esoesta obra flagrantemente literaria, luminosa­mente artificial, impone al lector, sin que éllo note, el trabajo de rearmarla y darle elsoplo vital con su propio aliento; ella es unamáquina y como tal, invención completa de la

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Ccn Vaz Ferreira, en la Facult~d de Humanidades,en 1956.

En (racovia, en 1948. Fotografía toma::!a por elescritor Enrique Amorim.

ingeniería; y es por eso que resulta tan armó­nica consigo misma; todo pertenece a una mis­ma materia, todo viene de la misma mina yllevo en cada una de sus plJrtes, en la com­posición mayor y en el más nimio de sus de­talles~ Ja medida áurea del creador que fueinventando y midiendo desde el principio.

El humor calculado a grado de sonrisa, risoo carcaíad"" es la sangre ligera que recorre yalimenta esta historia. Lo extraordinario esque, dentro de ese tintineo alegre que no nosabandona en todo el recorrido, caben los másdiferentes matices -aunque atenuados o odistancia-: desde el horror hasta la ternura,y aun la angustia o el suspenso. Aunque enningún punto de ese libro encantado irrumpela obscena realidad, capaz de provoc'ar reac­ciones como en la vida.

La historia de estos pobrecitos sucede anuestros pies, pero está tan en proporción, estan humana, que participamos de ella, aunqueen ningún momento podamos confundirla connuestro alrededor. Es algo más verdadero queel mundo, es la ilusión del mejor arte, algocapaz de derrotar y borrar el ml,lndo, porql,l~,

~orno ~l, ~stá f!-!!Jipdo ¡:JI'! fH:¡rnero~ ~in .ql,!lil s~no~e - según el decir de Quintiliano,

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LOS DOS MAESTROS PARADOJALES DEL 45

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La generac/on del 45 -si no todos, mu­chos de sus integrantes- aceptó dos maes­tros: Paco Espínola y Onetti. Por admiraciónlos apartó desde el principio de su feroci­dad destruclora, y después, llegado el mo­mento de crear, los aprovechó y los conti­nuó según la medida y orientación defini­tiva de cada uno. Sin embargo, no hayejemplos -y esto es extraordinario- deque nadie, entre esos admiradores, hayaimitado la literatura de esos dos predilectos.

Los "parecidos a Onetti" son posterioresy pueden situarse hacia el 60; y tratándosede narraciones de tierra adentro, la maneraMorosoli tuvo más seguidores inmediatosque el estilo Espino/a, que no fue intentado. , .lamas.

La rectoría de Onetfí y de Paco se ejer­ció, pues, en un plano más profundo que elde la pura exterioridad. Kafka, Hemingway,Malraux, Faulkner, Proust, Joyce, pueden ha­ber marcado, en. una u otra ocasión, laprosa de uno u otro, pero tales sellos adhe­ridos a la cubierta verbal, no pasaron deser la inevitable y eterna y legítima influen­cia que todo joven escritor recibe cada vezque descubre algo ajeno y siente que esaperfección o ese encanto le eran propios des­de antes de haber sido escritos. Por eso,en todos los principiantes hay apropiaciónde los recursos de destreza que otros inten­taron, recibo de instrumentación manual, he­rramientas que se toman en préstamo,Mario Arregui acuñaba verbos y adjetivosborgianos y declaraba, con sinceridad: "T0­

do; venimos de Paco". Y tenía rozón por­que el magisterio es diferente y es másque la mera influencia. El magisterio esfiliación y es herencia; modifica el ser y nolos meros procedimient9s del beneficiado.

Una cosa es escribir "después de haberleído" tales obras, que se consideran ejem­plares, y otro más esencial y redoblante GS

recibir en vivo el ejemplo de un escritorcontagiando, con alma y vida, su modointegral de crear, de opinar y de actuar yser en el mundo.

* * *

Lo más asombroso de esa auténtica yhonda relación establecido entre Espínolay Onetfi y los jóvenes del 45, es la contra­dicción que revela entre la; máscaras, apa­riencias o falsa fama de estos dos grandesescritores, y su verdadera personalidad.

Espínofa habla, queridamente, con lostonos y la~ palabras y los errores de lospaisanos anaffabetos, y así induce a creerque no sabe nada, que es un genial im­provisador, un.l1lentiroso entretenido, unjuglar o charlistC1,asistido por una granfantasía y ponchadas. de sentimiento, peroignorante. y en <bruto q>n. respecto a lascreaci~nes de la. cuftura. Cierta vez, parasubrayariC.'lueno conocía a un autor muyleíc!~rPacoconfesó ingeniosamente:

__Si yo dijera las cosas que no leí, lagerltr"cf~ria que lo hago adrede, paradarme corte.

Paco Espínola es, sin enibargo, el mástécnico de nuestro. <;!scritores, el mós cono­cedor de los trucos a que puede y deberecurrirse, el que mejor sabe desmontar y ex­plicar una obra propia o ajena, poniendo demanifiesto, uno a uno, los medios por loscuales se logran y se trabc:m y se multiplican,unos por otros, los efectos. Nadie es mássutil ni mós refinado que Espínola en elmanejo de los hilos invisibles de la escritura.

Ángel Rama escribió con acierto, lo quellamó "el testimonio de quien pertenece auna generación en la que Espínola ha puestouna huella permanente". Allí explicaba estomismo al decir: "en un momento en que pa­reció romperse la hilación generacional delas letras uruguayas, Espínola restablecióel equilibrio, la necesaria comunicación en­tre mayores y nuevos ... ". "Sirvió y siguesirviendo para orientar a una juventud denuevos escritores en el dominio de lo quese ha dado en llamar cm oficio ... "

Nadie contribuyó mós que Paco Espínola-escritor esencialmente artista y gran me­cónico de la composición literaria- a quela generación del 45 encarara su laborcomo un oficio y por eso terminaró hacien­do una renovación técnica. Su obra demaestro fue desarrollada en inmensas, In­

cansables, innumerables charlas llenas de

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Ante lo Cotedrdl de 50nto Morío, en Crocovia.

humor apaisanado y en cientos de clasesdel más alto nivel cuyo riqueza de imagi­nación y su afinamiento eran toles que po­dían detenerse preciosamente -dos años ysin repetirse- en el análisis estilístico delcanto quinto de lo Odisea. Pese o seme­ion te alarde crítico -oídos los giros tonpoco profesorales del analista y sus tonoston del pueblo de Son José--- esos clasesmagistrales pudieron rotularse, secretamente,con uno bromo cariñoso: moteando con losgriegos.

Esto enorme distancio entre aparienciaexterior y realidad que distingue o Espínola,se do también en Onetti -el fabuloso indi­ferente, el descreído, el distante de lo moraly del entusiasmo, el cínico y tenebroso ymaldito: es el gran maestro de lo nuevoético del 45.

Así como Espínola enseno en su creaclony en su discurso que el arte es un artificioregido por ciertos normas que hoy queaprender y cumplir, así, o su turno, Onettienseñó con su escrituro y con su vida, que,para un escritor, lo primero es escribir y losegundo es escribir y lo demás no importo.Lo lección absoluto de Onetti no deia lugarni o los iustificaciones de lo infecundidad,ni o lo ambición de nodo; ni aun o lo so­litario egolatría: se escribe como quieTl hoceel amor y en eso está todo; es pueril y esmolo y, lo que es peor, es ridículo esperarremuneración en aplausos, dinero u honores.Un artista -pienso Onetti y hoce pensar,con variantes- e; un gozador de su talentoy no un distinguido ciudadano. El privilegiode un creador consiste en vivir. más que losdemás (en el" mundo y ademas en el arte)y no en ser tratado de otro modo por jo

sociedad que integro.Por su parte, Paco Espínola explica sobre

sí mismo: "Cuando escribía los cuentos deRaza ciega; después, componiendo Saltoncitoy algunas otras cosas, yo mantenía uno ac­titud vigilante respecto de las técnicos, olos procedimientos de realización cuyos pro­blemas íbanseme presentando y debía, enla ocasión, resolver como podía; pero que,en su mayoría, era preciso seguir meditandoa fin de llegar a saber con exactitud si no

tendrían soluciones más ventaiosas. Yeroéste un honrado afán. Porque, en arte, eldeseo de dominar en lo posible uno. técnicono nace del propósito de aderezor, de ha­cer que las cosos sean más lindos, sino paraque ellos puedan posar 01 receptor, 01 lec­tor, tal como son, tal como están en uno,lo más fielmente posible. Es lo necesidad deno herir lo materia o expresar; de mante­ner indemne eso que se ha hecho de natu­raleza espiritual aunque hoyo llegado delmundo exterior concreto, y que debe obieti­varse de nuevo, en cosos materiales -en unpapel con unos signos convencionales o enlo tela de un cuadro, o en lo piedra o enel bronce de uno estatuo poro, desde allí,eiercerse como causo irresistible o fin de quelo imagen espiritual, intransferible en lomayoría de los hombres, por milagro delprodigio técnico, se levante idéntico en elolmo de otro ser".

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Page 18: Capitulo Oriental 26- Paco Espinola

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Page 19: Capitulo Oriental 26- Paco Espinola

CAPÍTULO ORIENTAL

27ENRIQUE AMORIM y LA LITERATURA SOCIALy junto con el fascículo, el libro

'L~ DESEMBOCADURA, de Enrique Amorim

Índice

- LITERATURA SOCIAL.

ENRIQUE AMORIM.- ~l¡ OBRA.

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