Capítulo II Globalización y orden mundial

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Capítulo II

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Nos consolábamos a veces con comidasa las que buenos amigos nos invitaban,

chismes, discusiones sobre Sartre, el estructuralismoy esa broma que las derechas quieren universal,saben pagar bien a sus creyentes, y la bautizan

posmodernismoJuan Carlos Onetti

Nos parece conveniente comenzar este capítulo con unasreflexiones clarividentes de los jesuitas latinoamericanos,59

que hacen referencia a una porción importante de los te-mas que han sido objeto de análisis en este libro. Luegode detallar las medidas neoliberales aplicadas en el conti-nente, de reconocerles algunos aciertos (elevar la oferta debienes de mejor calidad y menores precios, reducción dela inflación, conciencia generalizada de las ventajas de laausteridad fiscal, incremento de las relaciones comercia-les intrarregión), estos pensadores sociales afirman:

Pero estos elementos están lejos de compensar los inmensosdesequilibrios y perturbaciones que causa el neoliberalismoen término de concentración de los ingresos,60 la riqueza y lapropiedad de la tierra; multiplicación de masas urbanas sintrabajo o que subsisten en empleos inestables y poco produc-

59 Superiores Provinciales de la Compañía de Jesús en América Latina, Elneoliberalismo en América Latina, Santiago de Chile, mayo de 1997.

60 Un 20% de los habitantes del planeta gozan de más del 82% delingreso mundial, mientras el 60% de la población sobrevive con menosdel 6% del ingreso mundial. Los países ricos, con menos de un cuartode la población mundial, consumen el 70% de la energía en el planeta,el 75% de los metales, el 85% de la madera y el 60% de los alimentos(PNUD, Informe sobre Desarrollo Humano, Ginebra, 1997).

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tivos; quiebras de miles de pequeñas y medianas empresas;destrucción y desplazamiento forzado de poblaciones indí-genas y campesinas; expansión del narcotráfico basado ensectores rurales cuyos productos tradicionales quedan fuerade competencia; desaparición de la seguridad alimentaria;aumento de la criminalidad provocada no pocas veces en elhambre; desestabilización de las economías nacionales porlos flujos libres de especulación internacional; desajustes encomunidades locales por proyectos de empresas multinacio-nales que prescinden de los pobladores.Detrás de esta racionalidad económica hay una concepcióndel ser humano que delimita la grandeza del hombre y lamujer a la capacidad de generar ingresos monetarios; exa-cerba el individualismo y la carrera por ganar y poseer; enmuchos casos desata la codicia, la corrupción y la violen-cia; y al generalizarse en los grupos sociales, destruye radi-calmente la comunidad.Se impone así un orden de valores donde prima la libertadindividual para acceder al consumo de satisfacciones y pla-ceres; una libertad que rechaza cualquier interferencia delEstado en la iniciativa privada, se opone a planes sociales,desconoce la virtud de la solidaridad y sólo acepta las le-yes del mercado.Por el proceso de globalización de la economía esta manerade comprender al hombre y la mujer penetra nuestros paí-ses con contenidos simbólicos de gran capacidad de seduc-ción; gracias al dominio sobre los medios de comunicaciónde masas, rompen raíces de identidades culturales localesque no tienen poder para comunicar su mensaje.La injusticia estructural del mundo tiene sus raíces en el sis-tema de valores de una cultura moderna (posmoderna) queestá teniendo impacto mundial; al decir que el mercado escorrecto y justo lo convertimos moralmente en legitimadorde actividades cuestionables, hacemos que desde el merca-do se defina la vida y la realización humana; al desapare-cer el objetivo del bien de todos, desaparece el sentido del

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hogar común o público, los partidos políticos como propues-ta de construcción de sociedad y nación pierden razón deser; la mujer pasa a ser simplemente fuerza de trabajo másbarata, la naturaleza se convierte en una fuente de enrique-cimiento rápido para las generaciones presentes, el campe-sino es un ciudadano ineficiente que tiene que migrar.No es de extrañar que, en este contexto, donde la comuni-dad es irrelevante y el bien común inútil, la violencia se acre-ciente, la producción y el consumo de droga se disparen yse refuercen los elementos más contrarios a la realizaciónhumana contenidos en la cultura actual, mientras se dejande lado los aportes más valiosos de la modernidad y laposmodernidad.

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Posindustrialismo ycambio tecnológico

El saber cambia de estatuto al mismo tiempo que lassociedades entran en la edad llamada posindustrial

y las culturas en la edad llamada posmodernaJean-François Lyotard

El siglo XX trae consigo los rasgos oscuros del totalitarismoque suspende la tendencia progresista que se inicia en laIlustración y hecha por tierra la esperanza de humanizarla convivencia social entre los sujetos, que la modernidadhabía convertido en individuos. La violencia y la barbarieson signos de la primera mitad del siglo XX: “de Horkheimery Adorno (…) hasta Heidegger, Foucault y Derrida, los ras-gos totalitarios del siglo se han convertido en un instrumentode los mismos diagnósticos. Pero a estas interpretacionesnegativas (que se dejan atrapar por el horror de las imáge-nes) se les escapa el reverso de las catástrofes”.61

En efecto, este shock en los pueblos que participaron ofueron afectados por la masacre, si bien necesitaron dece-nas de años para ser conscientes de la dimensión de lo queles había tocado vivir, se embarcaron en la búsqueda deproducir un viraje hacia una situación mejor, la misma quese da a partir de 1945. Pero bien es cierto que la derrotadel fascismo se anuncia en la cita que se dieron en Espa-ña, para defender la República, liberales y fuerzas de iz-quierda y revolucionarias. De todos modos, lo que impor-ta es que se produjo un clima cultural que llegó a florecer61 J. Habermas, “Nuestro breve siglo”, en sitio web: www.noucicle.org.

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en las artes y que constituyó la base de un período de bo-nanza de tres décadas (les treinte glorieuses, lo llaman losfranceses) que permitieron cambiar el rostro del último si-glo: surge la guerra fría, la descolonización y se instala elestado de bienestar como ideal político-económico.

Al final de los años 60 y comienzos de los setenta, al-gunos prominentes científicos sociales produjeron una seriede reflexiones sobre la sociedad contemporánea a la quecalificaron como sociedad posindustrial, diferenciándolade las sociedades capitalistas subdesarrolladas por su gra-do de desarrollo industrial y la condición socioeconómicade su población.62 Alvin Toffler alertaba sobre el tremen-do cambio que esto significaba, sobre la difícil transicióna la que se asistía, y evaluaba que el cambio tenía la mag-nitud que había tenido el paso de la sociedad agraria a lasociedad industrial. Bell, al describir la nueva sociedadposindustrial ponía de relieve la preeminencia del cono-cimiento teórico como fuente de valor agregado y multi-plicador del desarrollo, en el cual se incluían los nuevosavances de la tecnología de la información. De este modo,la fuente del progreso de la nueva sociedad se definió apartir de los métodos para adquirir, procesar y distribuirla información. Concepto de sociedad de la informaciónque se ajustaba bien a la tradición moderna, al mantenerviva la fe en la racionalidad y el progreso.

Sin embargo, estas discusiones alentaron los estimulan-tes debates que se produjeron en la década del 70; surgie-ron a la vista los posibles defectos de la sociedad posin-dustrial: se advertía que existían límites al crecimiento, pro-venientes de la incapacidad de la sociedad para sostenerun crecimiento indefinido y mantener una política demo-crática de distribución de los beneficios. Volvía Malthus y62 Los teóricos más conocidos del posindustrialismo son Peter Drucker

(The age of discontinuity, publicado en 1969), Alvin Toffler (Futureshock , 1970) y Daniel Bell (The Coming of post-industrial society, 1973).

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el sentimiento de crisis reemplazaba al optimismo de lainmediata posguerra. Los partidos conservadores de de-recha capitalizaron este pesimismo naciente predicandoel regreso a valores victorianos y el retorno al laissez-faire.La élite conservadora exigió el abandono inmediato de laplanificación y de la intervención estatal keinesiana, lascaracterísticas más evidentes del arreglo institucional quese había fraguado desde 1945 y que constituía la premisaclave de la idea posindustrial. Por su parte, los partidos deizquierda, sorprendidos por el incipiente “capitalismopopular”, analizaron esta nueva etapa del capitalismo, ala que denominaron “posfordismo”, sobre la base de lanueva división social del trabajo.

Contemporáneamente a estos desarrollos de la teoríaeconómica surgen las nuevas ideas posmodernas. Estanueva corriente filosófica (que se nutrió del pensamientode no pocos teóricos posmarxistas), en su vocación de crí-tica deconstructiva, pretende abarcar todos los ámbitos delcambio (cultural, social, político y económico). En este sen-tido, los postulados implícitos en el posfordismo, pero tam-bién en el concepto de la sociedad de la información, hansido reducidos a simples componentes de este ambiciosoproyecto de desarrollo conceptual, que refleja el eclecti-cismo de la época. Sus críticos advierten que sus postula-dos heterodoxos y elusivos conducen con excesiva frecuen-cia hacia el círculo de la autorreferencialidad. No obstan-te, muchas de las formulaciones y críticas realizadas bajola cobertura posmoderna tienen la virtud de atraer irre-misiblemente la atención del público culto, frente a lacondición contemporánea de incredulidad y subjetivismo.

La fragmentación y el pluralismo postulados por lasideas posmodernas están ligadas, sin duda, con los cam-bios en la organización del trabajo y la tecnología que ha-bía señalado la teoría posfordista. Y, del mismo modo, tam-bién pueden establecerse claras relaciones con el debilita-

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miento del Estado-Nación y una cierta pérdida de legiti-midad de las culturas nacionales, como ya fuera señala-do. El carácter global de los fenómenos que impactan enla vida política, económica y cultural, tampoco les es aje-no: una consecuencia inesperada de la globalización hasido la renovada importancia que ha adquirido lo local yla tendencia a valorizar y estimular las culturas étnicas yregionales (“think globally, act locally”, es desde los 80 ladivisa de los ejecutivos de los reconcentrados conglome-rados empresariales multinacionales). Eso significa que lasinstituciones y prácticas típicas del Estado-Nación ya noparecen ser viables: los partidos de masa tradicionales ce-den su lugar a los nuevos movimientos sociales, basados és-tos en el género, la raza, la localidad, la orientación sexualo la edad. Las identidades colectivas que se fundamenta-ban en la experiencia de clase social o de la vida laboraltienden a disolverse en formas cada vez más plurales y pri-vadas (la idea de una cultura o identidad nacional pierdevigor) que van convirtiéndose en polos de organización co-lectiva. La sociedad posmoderna se declara multiétnica ymulticultural, y promueve la llamada política de la diferen-cia. Pero al mismo tiempo, como ya fue dicho, surgen par-tidos neofascistas y se multiplican los reclamos de protec-ción contra la invasión del trabajador extranjero.

El desarrollo de la globalidad de contenidos así comola internacionalización de la economía y de la cultura (so-bre todo la norteamericana) inciden en las sociedades alminar las culturas nacionales pero, al mismo tiempo, comodesafían las estructuras y culturas locales, logran movi-mientos de reforzamiento de tradiciones localistas. Asimis-mo, se advierten ciertos cambios en las características delas concentraciones urbanas que se habían impuesto en lamodernidad: si ésta había provocado la concentración ur-bana, el neoliberalismo de la época posmoderna facilita el

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movimiento de desconcentración urbana, de descentrali-zación laboral y administrativa.

Respecto del siglo que concluyó, consideramos nece-sario recordar unos párrafos del historiador conservadorPaul Johnson:

mientras que en la época del Tratado de Versalles (1919) lamayoría de las personas inteligentes creía que un Estadomás poderoso podía aumentar la felicidad de los hombres,hacia los años ’90s esa opinión no merecía el apoyo de na-die, salvo el de un grupo reducido, decreciente y desanima-do (…) la acción oficial había sido la causa de la muerte vio-lenta o antinatural de unos 125 millones de personas a lolargo del siglo, quizás más de lo que había logrado destruira lo largo de toda la historia humana hasta 1900.63

La caída del Muro de Berlín en 1989, símbolo del fin dela Guerra Fría, hacía presagiar para no pocos optimistas quela bipolaridad se tornaría en multipolaridad: Europa, conuna Alemania unificada, aceleraba su proceso de integra-ción a través de la adopción de una serie de normas tendien-tes a una mayor homogeneización del espacio europeo, alpunto de poner en vigor una moneda única; un Japón in-novador y con fuerte crecimiento económico era percibidocomo locomotora del sudeste asiático. Hoy, ya entrado el si-glo XXI, estos dos polos que debían restar capacidad de ma-nejo y control exclusivo a Estados Unidos en los grandes te-mas mundiales (economía, comercio, finanzas, innovacióncientífico-tecnológica, cultura), compitiendo en paridad conlos EE.UU. para dar forma al nuevo orden mundial de laposguerra fría, han cedido plenamente al esquema de “pazamericana” que impone el nuevo gendarme mundial.

Según el historiador posmarxista Hobsbawm, la de laposguerra (hasta los años 80) fue una época dorada, a laque algunos (principalmente desde la izquierda) percibieron63 Paul Johnson, Tiempos modernos, Vergara, Buenos Aires, 2000.

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cerca del fin con la caída del Muro de Berlín y de la URSS,en 1989: “El corto siglo XX termina con problemas para losque nadie tiene una solución, ni parece tenerla. Mientraslos ciudadanos del fin de siglo se abrieron un camino a tra-vés de la niebla global rumbo al tercer milenio, sólo sabíancon certeza que una época histórica llegaba a su fin. Nosabían mucho más que eso. Los antiguos problemas de lapaz y de la seguridad internacional, de las desigualdadeseconómicas entre Norte y Sur, así como el peligro de losdesequilibrios ecológicos eran, desde entonces, de natura-leza global”.64 La reforma y reducción del estado de bie-nestar social fue el efecto inmediato de una política orienta-da hacia la oferta, que impone privatización de activos es-tatales, desregulación de mercados, reducción de subven-ciones, facilitación de la inversión que implica reducción deimpuestos y ablandamiento de controles, y políticas anti-inflacionarias en lo fiscal y monetario. Los costos socialesemergentes de estas políticas neoliberales no tardaron enhacerse sentir, luego de un boom de consumo inicial, y esque las crisis siempre latentes que un Estado fuerte y regu-lador en lo económico-social había logrado conjurar, se ha-cían presentes con todo su dramático efecto social: desem-pleo, profundización de desigualdades sociales, exclusión.Pero, además, la crisis se vuelve política y moral: la faltade solidaridad social termina destruyendo la cultura libe-ral que, y al decir de Habermas, es un proyecto universalimprescindible para las sociedades democráticas. Se tratade advertir que en ese clima resurge una atmósfera favora-ble a los proyectos de la derecha populista.

El neoliberalismo, la globalización y sus consecuenciasperversas nos llevan a una situación sobre la cual es difí-cil encontrar una salida: conservar la capacidad competi-tiva de una economía nacional en un mundo altamenteinterdependiente, conectado y extremadamente competi-64 J. Habermas, artículo cit.

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tivo, sin caer en fracturas sociales ni quiebre de las liberta-des y garantías fundamentales del hombre, en un marcoinstitucional doméstico donde el Estado parece haber per-dido casi toda su capacidad de acción (ya no puede orien-tar su estrategia económica hacia la demanda, ni el pro-teccionismo —al menos si no es un país desarrollado—) quepermitiría amortiguar la incesantes sacudidas de los mer-cados internacionales en la economía nacional. Habermasconcluye que la globalización de la economía ha destrui-do la tradición histórica que hizo posible el compromi-so del Estado con el bienestar social, que logró mantenerlos costos sociales en límites aceptables en las economíasabiertas o capitalistas.

En el marco internacional, asimismo, resulta muy difí-cil de conciliar los intereses de los países posindustrialescon los recientemente industrializados y los que continúansiendo países en desarrollo debido a las asimetrías que seprofundizan en la sociedad global. La única esperanza delpensador alemán es el surgimiento de una conciencia desolidaridad cosmopolita entre las sociedades civiles (a tra-vés de ONG que trasciendan fronteras) y en los espaciospúblicos ampliados que presentan las opciones de integra-ción económico-política con gobiernos supranacionales.

Es evidente que la panoplia de pos, neo, anti, hiper yotros prefijos reciclados (para tratar de nombrar y compren-der al mundo y a los fenómenos contemporáneos) no sola-mente refleja la dificultad inherente y la falta de una ciertaperspectiva o distancia necesaria para identificar y delimi-tar los fenómenos sociales que no cuadran en las definicio-nes tradicionales; sin duda, también expresa un estado deánimo particular, la nostalgia que produce la pérdida delas certezas. Por ejemplo, cabría calificar de posmodernoal movimiento zapatista, pues no parece conformarse a loscánones establecidos de lo que es una guerrilla o un movi-miento social tradicional, pero calificarlo de pos, neo, hiper,

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etcétera, también revela la estrategia discursiva subyacen-te: agregar un valor de novedad a un fenómeno que de-seamos presentar como singular… Y la novedad, hoy porhoy, es un valor en sí mismo. Si no, no estaría tan extendi-do en las técnicas de comercialización: de un tiempo a estaparte es difícil encontrar en la góndola de un supermerca-do un envase que no destaque la palabra “nuevo”.

La posmodernidad es un término polisémico, queincluso nos habla de un fin de la historia. Pero JeanBaudrillard manifiesta que ésta es probablemente lamayor de las ilusiones, porque “en el fondo, ni siquiera sepuede hablar del fin de la historia, ya que no tendría tiem-po de alcanzar su propio fin”. Cioran, por su parte, se re-fiere a la poshistoria:

el fin de la historia está inscripto en sus comienzos; la his-toria, el hombre presa del tiempo, llevando los estigmas quedefinen, a la vez, al tiempo y al hombre… Así como los teó-logos hablan, y con justa razón, de nuestra época como deuna época poscristiana, así se hablará un día de las venta-jas y desventajas de vivir en plena poshistoria… El tiempohistórico es un tiempo tan tenso que es difícil no ver cómopodría no estallar.

El síndrome “fin de la historia” (Francis Fukuyama)pone de manifiesto el predominio en gran parte del pensa-miento de los filósofos norteamericanos (Rawls, Nozick,Dworkin) de una concepción histórica eurocéntrica (poroccidental) y judeocristiana, en donde se excluye al restodel mundo, salvo conversión al liberalismo democrático yeconómico. Cuando John Rawls es empujado al límite desu concepción de la Teoría de la Justicia (¿hasta dónde lle-ga lo aceptable en el hombre?) se topa con los límites de lacivilización occidental. Tanta necesidad de reafirmar losvalores occidentales, en momentos en que la hegemoníanorteamericana (campeón del occidentalismo) impone sus

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reglas (su derecho interno) al mundo, ha llevado a reflexio-nar a Jacques Derrida sobre si el triunfo del capitalismo, co-ronado con su omnipresencia en los medios de comunica-ción, no se deberá a que nunca ha estado en una situaciónde tal fragilidad, donde la opinión pública occidental estácuestionando gravemente la tradición democrática. La agre-sión que está sufriendo el mundo islámico no coincide conla idea de superioridad cultural, ideológica, económica, cien-tífica que pregonan los campeones de Occidente. ¿Cuántomiedo se esconderá detrás de esa agresión?

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Hegemonía norteamericana

Los brasileños no votan,sólo los Estados Unidos lo hace,

como en la antigua Romaúnicamente votaban los ciudadanos.

George Soros,

en entrevista de Folha de São Paulo

Conscientes de su poder y apoyados en el orgullo de unaeconomía floreciente, los Estados Unidos retoman su aspi-ración de regentar la política internacional, imponiendo loque Brzezinski llama “American global system”. Estados Uni-dos es la única superpotencia mundial que domina las cua-tro dimensiones clave del poder: militar, económico, tecno-lógico y cultural. Se constata que el papel que ha jugadosu “musculosa” diplomacia en los últimos años ha sido de-terminante en la resolución de las cuestiones de mayor ten-sión internacional de los últimos tiempos65 (aunque última-mente, luego del 11/09/2001, se han vuelto generadoresde agresión). Así:

• definen la primera guerra del Golfo, haciendo que unaamplia coalición internacional defienda sus interesescontra las pretensiones del Iraq de Saddam Hussein;

• reestablecen la democracia en Haití, restituyendo en elpoder político al depuesto mandatario electo Jean-Bertrand Aristide;

• responden a las intimidaciones de Corea del Norte y lofuerzan a dialogar con sus vecinos del Sur;

65 F. A. Gardella, op. cit.

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• reafirman su vigor militar cuando China amenazó aTaiwan realizando ejercicios bélicos muy cerca de lascostas formoseñas;

• imponen los acuerdos de Daytona que frenaron la beli-gerancia en Bosnia, frente a la impotencia europea;

• otorgan el visto bueno para que las tropas de Kabiladerroquen al régimen de Mobutu en Congo (ex Zaire);

• fuerzan a la Federación Rusa a firmar un acuerdo con laOTAN para extender la alianza militar occidental haciael Este europeo;

• apoyan decididamente el diálogo lanzado por la admi-nistración Blair entre los independentistas católicos ir-landeses, los protestantes proingleses y el gobierno deGran Bretaña;

• no permiten la reelección del entonces Secretario Gene-ral de la ONU Butros Butros-Ghali;

• rechazan las pretensiones de Francia de ubicar a ungeneral europeo al frente del Comando Sur de las fuer-zas de la OTAN;

• actúan permanentemente en el frente medio-oriental,ahora dando patente de corso a Sharon para poner derodillas a los palestinos, “enemigos de la humanidad”en tanto consumados terroristas;

• continúan jaqueando a Cuba, extorsionando a los paí-ses latinoamericanos para que se sumen a esta lucha deGoliat contra David;

• bombardean masivamente a Afganistán en procura dela captura de un solo hombre, al que todavía no hallan,e imponen a ese país el gobierno de su conveniencia;

• amenazan con hacer otro tanto con Iraq, Sudán, Libia,Corea del Norte y con todo aquel país que albergueterroristas (definición que no corre por cuenta de la ONUo de un consenso internacional, sino de la maniqueavisión de la CIA);

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• castigan despiadadamente al que fuera su alumno mode-lo entre los PED, la Argentina, luego que lo forzaron portodos los medios a su alcance para que declarara el default—como se lo pedían los mercados financieros internacio-nales que ya habían hecho su apuesta— y la devaluación—para licuar la deuda de las grandes empresas—;

• crean una nueva condicionalidad en el FMI, quien pre-tende ingresar en el derecho interno de sus socios (impo-sición de la derogación de la ley de quiebras y de la leyde subversión económica del derecho interno argentino);

• Bush y gran parte de su gabinete salen indemnes delcaso Enron, uno de los escándalos económicos indivi-duales más graves de la historia de los EE.UU. (empre-sa que había financiado su campaña y repartido accio-nes entre su equipo de gobierno);

• imponen al mundo una medida de alto contenido pro-teccionista para el comercio internacional de produc-tos agrícolas con la nueva farm bill (¡los subsidios agrí-colas alcanzarán los 20 000 millones de dólares al año!);

• pese a todo (notablemente, los escándalos financieroscomo Enron, World Com, Xerox, etc., y la desaceleraciónde la economía doméstica) el partido de gobierno, Re-publicano, gana las elecciones de fines de 2002;

• el presidente Bush anuncia, en octubre de 2002, un cam-bio de doctrina militar; ha nacido la peligrosa y ambi-gua doctrina de “la guerra preventiva” que es aplicadacontra Iraq (segunda guerra del Golfo), a partir del 20de marzo de 2003, día del comienzo de los bombardeosnorteamericanos.

Respecto del affaire Enron y subsiguientes, conviene ci-tar la opinión del pensador francés Alain Minc, quien hamanifestado con acierto que en los recientes escándalos eco-nómicos y financieros del mercado estadounidense se pro-yectan las obras contrapuestas de dos grandes intelectuales

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de comienzos del siglo XX: el economista Joseph Schumpetery el sociólogo Max Weber. En efecto, si seguimos a Schumpeter,estos escándalos confirman que el “espíritu del capitalismo”vive avatares que son excesivos pero que también deben con-siderarse inherentes al capitalismo desarrollado, excesosprovenientes de la pulsión por el enriquecimiento del “ca-ballero empresario”. Por su parte, Weber podría contrapo-ner los principios, la “ética capitalista”, que están en los fun-damentos del modelo económico que da ciertos privilegiosal capital: honestidad, esfuerzo de largo aliento, disciplina,rigor y rectitud del creyente protestante.66

La crisis de la Argentina de fines del siglo XX y que seextiende hasta nuestros días es un caso digno de analizaren cuanto al poder de las finanzas internacionales sobre lospaíses en desarrollo. La Argentina en los últimos 10 años sepuso en una situación tan vulnerable que continuaba, has-ta comienzos del año 2003, esperando la benevolencia delos organismos internacionales de crédito, y parecería toda-vía confiar en que aquellos países socios del FMI que poseenla mayoría de los votos en su asamblea se apiaden de losmás de 17 millones de nuevos pobres (51% de la población)que habitan su territorio nacional. El avance en las condi-ciones que se le imponen es tal, que cuando el gobierno creeque ya las ha satisfecho surgen nuevos reclamos. Estos or-ganismos (en particular el FMI) han llegado, incluso, a in-miscuirse en el derecho interno argentino, presionando paraeliminar leyes y artículos en busca de un oasis de impuni-dad jurídica para banqueros, empresarios extranjeros y lo-cales, custodios de intereses foráneos. Y lo han logrado.

Coincidentemente, se volvieron moneda corriente laspropuestas de “expertos” de los Estados Unidos sobre laconveniencia de manejar la economía argentina desde el exte-rior. En estos ‘tiempos blandos’ en que vivimos parecería que66 A. Minc, en artículo “La bataille classique du capitalisme”, periódico

Le Monde, Paris, 24/09/2002.

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ya nada nos sorprenderá, ni siquiera la publicidad —firma-da por sus autores— de propuestas directas de avasalla-miento de la soberanía de un país independiente desde hacedos siglos: el filántropo George Soros, quien manifestó su de-seo de ayudar a la Argentina haciéndose cargo del manejode la recaudación fiscal; los preocupados Rudiger Dornbuschy Ricardo Caballero que parecen ofrecerse desinteresa-damente como Ministros de Economía de la Argentina.

Ultimamente, el sensible Sebastian Mallaby, columnis-ta del Washington Post, quien desde Foreign Affairs alientaacciones imperialistas directas sobre los que él llama failedstates (estados fracasados), para el bien de sus inocentespoblaciones: “Los estados fracasados están cada vez máscautivos de un ciclo de pobreza y violencia. La solución,tanto para los Estados Unidos como para sus aliados, se en-cuentra en lograr que el imperialismo vuelva a ser desea-do”.67 Todo parecía apuntar al proyecto de establecimien-to de una nueva forma de protectorado en la Argentina,bajo el siguiente lema: “¡Dios, perdónalos porque no saben loque hacen!”. Quizá se trate de una propuesta neocolonia-lista, adaptada a nuestros tiempos posmodernos. Protecto-rado sin intervención militar directa, light, que cree que pue-de aprovecharse del desprestigio de la clase política, del de-sasosiego de las clases medias pero, por sobre todo, del mie-do de ricos y poderosos locales como su base de apoyo (¡nohay mejor colaboracionista que un burgués asustado!).

La clase dirigente argentina es la principal, aunque no ex-cluyente, responsable de la crisis económico-social, políticay ética que sufre el país. La Argentina necesita renacer y yaestá surgiendo, aunque aún inorgánicamente, una partici-pación comprometida de la sociedad. Se trata de una inci-piente solidaridad, creativa y sensible, orgullosa de poder

67 Sebastian Mallaby, artículo “Failed states”, Foreign Affairs, March-April 2002.

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ser protagonista de la refundación de la República. Esa nue-va fuerza creadora encarnará, llegado el caso, la resistenciaal atropello de su dignidad.68

A fines de enero del año 2003 la “cuestión argentina”(el acoso al que fuera el mejor alumno del neoliberalismoen el tercer mundo) perdía interés frente a la preparaciónde la guerra al Iraq de Saddam Hussein y la amenaza nu-clear de Corea del Norte, al tiempo que el gran censor dela “corrupta Argentina”, el secretario del Tesoro Paul O’Neil,perdía su puesto frente a su fracaso en el manejo de la eco-nomía norteamericana (cuyas multimillonarias estafas y es-cándalos financieros parecen no manchar su bandera), yque Europa presionaba fuertemente para dar un respiro ala Argentina, el FMI daba por cumplido el castigo de másde dos años y acordaba una carta de intención de corto pla-zo para salir del default.

La Argentina recupera plenamente la institucionalidadcon la eleccción presidencial de mayo de 2003 (que ganóel gobernador de Santa Cruz Néstor Kirchner, del Parti-do Justicialista). Se instala un nuevo gobierno (frente alabandono en la segunda vuelta electoral de parte delneoliberal ex presidente Carlos Menem) que tiene el cora-je de negociar con firmeza y dignidad con el FMI, y deplantear claramente a los acreedores privados que proce-derá a imponer un recorte del 75% a lo adeudado. Estapostura realista, ampliamente resistida al principio, va to-mando visos de acuerdo hacia fines de 2003.69 Si los acree-dores se vieron favorecidos por altas tasas de retorno es68 F.A. Gardella, artículo “Dignidad” en diario El Peruano, Lima, 15/07/2002.69 Al punto que logrado el primer acuerdo con el FMI que habilitó al

gobierno argentino a negociar con los privados, el Premio Nobel deEconomía 2001, Joseph Stiglitz, comentó que “está claro que tienemás sentido usar el dinero en estimular el crecimiento, la inversión yla justicia social que mandar un cheque a Washington”, lo que fuerecogido por la prensa mundial con titulares como “Modelo argentino

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porque se estuvo pagando el riesgo que ellos asumieronal prestar dinero a un país de riesgo, explicó el presidenteKirchner. Y es que la Argentina remuneró conveniente-mente a los acreedores la posibilidad que una situación deinestabilidad o empobrecimiento pudiera hacer peligrar susinversiones en bonos de la deuda argentina. Al momentoque se redactan estas líneas, ese riesgo se volvió cierto de-bido a la difícil situación económica que atraviesa la Ar-gentina, posibilidad que ningún acreedor puede manifes-tar que desconocía al momento de buscar altos réditos to-mando deuda argentina.

El avance desembozado de las ideas imperialistas, pre-senta un nuevo episodio a través de un supuesto mentorde la “sociedad abierta”, a propósito del avance imparableen la carrera presidencial del Brasil del líder sindical LulaDa Silva, en el año 2002. Quien se dice discípulo del pen-sador austriaco, luchador de la libertad Karl Popper, co-mete una boutade tan extemporánea como reveladora delespíritu hegemónico norteamericano impregnado en casitoda la clase dirigente de los EE.UU. En efecto, el financistaGeorges Soros es consultado por el prestigioso matutinoFolha de Sao Paulo sobre la situación económica interna-cional y las perspectivas del Brasil en ese escenario. Sorosse sale del libreto propuesto por el periodista para excla-mar su rechazo al avance de Lula, al punto que realizauna intromisión insultante en el proceso político brasile-ño (con el consecuente impacto negativo para el Brasil res-pecto de los mercados internacionales, siempre atentos alas predicciones del gran especulador húngaro): “Brasil es-tá condenado a elegir como presidente al candidato oficia-lista Serra o a sumergirse en el caos… En el capitalismomoderno, global, sólo votan los norteamericanos, los brasi-leños no votan. Recuerde que en la Roma antigua sólo

marca futuras negociaciones con acreedores internacionales”,periódico El Comercio, Lima, 29/09/2003.

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votaban los romanos”.70 Es evidente que Soros no mereceautodenominarse discípulo de Popper y, en todo caso, deberíarevisar sus apuntes de clase de la London School of Economics.

A la intención de los Estados Unidos de internaciona-lizar su derecho interno, su neoimperialismo y su ambi-güedad respecto de la globalización, se suma su posiciónequívoca respecto de las organizaciones multilaterales engeneral y en particular, respecto de algunos convenios in-ternacionales. En efecto, los EE.UU. no se integraron a los178 países que, horas después de concluida la Cumbre delG-8 de Génova, firmaron en Bonn un acuerdo para evi-tar el recalentamiento del planeta,71 que justamente se es-taba demorando por la negativa de ese país que lo consi-dera perjudicial para su economía (siendo EE.UU. el paísproductor de mayores emisiones contaminantes). Tambiénestán contra el Tribunal de Justicia Internacional, contrael Tratado sobre Misiles Antibalísticos, contra la Conven-ción para Prohibir las Armas Biológicas contra el Tratadode Prohibición de Ensayos Nucleares.

Nueve días después de los ataques del 11 de septiembrede 2001, el presidente George W. Bush declaraba, en so-lemne sesión del Congreso, la guerra al terrorismo inter-nacional e incluía en las represalias a toda nación que co-bije organizaciones de este tipo. Convocada la OTAN y ha-biendo sido presentadas a sus miembros las “pruebas” queinvolucraban a la organización terrorista islamista AlQaeda y al saudita Osama Bin Laden como el inspiradory financista de los ataques, se invocó el artículo del trata-do constitutivo de la alianza militar del Atlántico Norte porel cual todas las partes concurren en ayuda del agredido.Bin Laden (financista del grupo político talibán que con-70 Retomado del periódico argentino Clarín del 02/05/2002, Buenos Aires

( sitio www.clarín.com)71 Ello revivió al Protocolo de Kyoto que establece una reducción global

de las emisiones que producen el efecto invernadero en un 5,2%,entre 2008 y 2012.

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trolaba Afganistán, entre quienes se albergaba), si bien sa-ludó la acción, no aceptó ser el autor intelectual del hechodenunciado. En octubre, fuerzas de los Estados Unidos ydel Reino Unido bombardearon copiosamente las regionesafganas controladas por los talibanes, en preparación dela invasión terrestre que no logró asegurar el éxito de lacacería de Bin Laden. Previamente, se desplegó una inédi-ta ofensiva diplomática en busca de ampliar la alianza con-tra el terrorismo internacional, en la cual el presidente Bushy el primer ministro Blair se entrevistaron con mandata-rios de las principales potencias.

La respuesta frontal al terrorismo fundamentalista islá-mico pudo así contar con el expreso apoyo de los socios dela OTAN, del resto de Europa Occidental, Rusia, China,Latinoamérica y del conjunto de la comunidad internacio-nal a través de la ONU. Ante la emergencia, la adminis-tración estadounidense cambiaba urgentemente la direc-ción de su política exterior, hasta entonces desdeñosa de lanegociación multilateral: el nuevo vector internacional pa-recía revalorar la eficacia de los acuerdos internacionales,sin que esta necesidad coyuntural lo lleve a la reconsi-deración de sus actitudes unilaterales. Resulta evidente queel fenómeno del terrorismo internacional requiere una res-puesta basada en la cooperación entre naciones. Sin em-bargo, quien lidera esta nueva “cruzada” tiene una largahistoria de alianzas contradictorias e inestables, tenden-cia que parece confirmarse en la actualidad: si los talibanesfueron apoyados —e incluso entrenados— por los EstadosUnidos cuando eran “héroes de la libertad” por enfren-tarse a la invasión soviética de la década del 80, si Iraq fuesu aliado cuando enfrentaba al Irán de Ruhollah Khomeinyen la misma década, la Alianza del Norte afgana oposito-ra a los talibanes sabe que no puede esperar una fidelidadde mediano plazo de parte de los EE.UU., como tampo-co la dictadura paquistaní (seriamente enfrentada con la

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India, un aliado más tolerante y que por lo tanto deberíaser preferible para los EE.UU., por la zona de Cachemira—conflicto que está al borde del estallido—).72

La nueva doctrina Bush (“se atacará a Estados o gru-pos terroristas que amenacen la seguridad de los EE.UU...y, aunque se persiga el apoyo internacional, no se vacila-rá en actuar solo”), anunciada en septiembre del 2002, de“guerra preventiva” (y que continúa a la de algunos me-ses atrás: “strike first, explain yourself later”), viene a rom-per con cuatro siglos de tradición de “guerra justa”: “yaque no se puede confiar sólo en una posición reactiva,como se hizo en el pasado”, justificó insuficientemente elpresidente Bush. En efecto, el Tratado de Westfalia (1648),que dio fin a treinta años de guerras religiosas en Euro-pa, consolidó la doctrina del legítimo uso de la fuerza endefensa propia y vetó la posibilidad de recurrir a las ar-mas para cambiar un sistema de gobierno en otro país. LaDoctrina Truman, la de la “contención y disuasión”, quefue continuada durante la guerra fría apuntando a con-tener a la amenaza soviética, se inscribe en el espíritu deWestfalia. Esta doctrina fue reforzada por Reagan, perosin salirse del cauce, y Clinton, luego de la caída del Murode Berlín, volvió informalmente a la menos agresiva va-riante original, a través de retomar la estrategia de firmartratados de control de armas (esfuerzos de no prolifera-ción que, según Bush, hoy han fracasado).

Clinton creía que los EE.UU. debían tener la capacidadpolítica y militar de disuadir y, llegado el caso, derrotar ados enemigos en dos teatros internacionales de operacio-nes distantes entre sí y en simultaneidad. Lo que la presen-te administración norteamericana pretende es que la ame-naza de sus armas sea tan evidente (tanto como la acciónbélica antes que el enemigo esté listo para amenazar la se-guridad de los EE.UU.) que su país no pueda desde nin-72 F.A. Gardella 2001.

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gún punto de vista ser desafiado. En efecto, Bush anuncióla construcción de una eficaz defensa contra misiles ba-lísticos y que actuará contra los enemigos antes de que es-tén totalmente desarrollados sus medios de agresión, ya que“las nuevas amenazas provienen de redes de individuos quepueden penetrar en las sociedades abiertas y, con el uso delas modernas tecnologías, actuar en su contra”.

El nuevo episodio bélico contra Iraq es el primer emer-gente de la nueva doctrina internacional norteamericanapero, además, tiene serias consecuencias sobre el futurodel sistema mundial. En principio, porque hay serias du-das sobre la legitimidad del ataque norteamericano respec-to del derecho internacional vigente, ya que no se puedeinvocar legítima defensa ni las tropas de los EE.UU. es-tán amparadas por una resolución del Consejo de Segu-ridad de la ONU. En segundo lugar, será difícil restaurarla credibilidad de la Organización de Naciones Unidas lue-go de esta violación de su carta constitutiva por la prime-ra potencia mundial (la administración Bush dejó en cla-ro que no necesita a la ONU si de proveer a su seguridadse trata, consideración ésta que sólo le compete a losEE.UU.). Tercero, a partir de la oposición de Francia (quejunto con Rusia amenazó con utilizar su derecho a veto atoda resolución del Consejo de Seguridad que apoyarala agresión a Iraq) se abre una profunda brecha entrelos socios de la OTAN y, cuarto, en la Unión Europea porlas contradicciones que oponen al Reino Unido de Blair yEspaña de Aznar, quienes decidieron acompañar lacampañara “liberadora”, a Francia y Alemania.

Si toda guerra es signo de fracaso del derecho inter-nacional, este nuevo enfrentamiento bélico creó una cri-sis inédita, de la cual sólo se podrá salir a través de unreequilibrio de fuerzas. Pero para ello se deberá recompo-ner la unidad de criterio en la Unión Europea y, quizá,esperar de China un papel más activo en el escenario

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internacional. De lo que no caben dudas es que comienzaa diseñarse un nuevo orden internacional, cuya piedra detoque es el 11 de septiembre de 2001. Inédita ha sido tam-bién la reacción de la opinión pública mundial que se hamanifestado masivamente en todo el globo contra estainaudita guerra.

Consideramos que la política exterior de los EstadosUnidos desde hace mucho tiempo está tironeada por dosfuerzas: la de sus intereses económicos (petróleo, en estecaso) y la de sus convicciones liberales (tolerancia política,impulso antiimperialista e, incluso, tendencia al aislamien-to). De otro modo sería muy difícil explicar su alianza conlos intolerantes jeques sauditas (origen de Osama Bin Ladeny con cuyo dinero se financiarían escuelas islamistasformadoras de jóvenes fundamentalistas), frente al enemi-go iraquí que es mucho más tolerante fronteras adentro.73

Son tiempos en que el gendarme del mundo ha cam-biado la doctrina de la “guerra justa”, la de la legítimadefensa por la de la “guerra preventiva”. Y en nuestromundo unipolar los criterios dependen de la exclusiva vo-luntad de quien ejerce el monopolio de la fuerza en el mun-do. Noam Chomsky opina que “Estados Unidos es el cam-peón mundial del terrorismo, ¿o acaso no fue terrorista enNicaragua, no ha dejado de apoyar a países terroristascomo Turquía o Indonesia, no respaldó a Saddam Husseinen su plan de aniquilación de los kurdos, no fue aliadode Osama Bin Laden?”.74

Para Jürgen Habermas los ataques a las Torres Geme-las del WTC fueron “ataques a la ciudadela capitalista dela civilización occidental”, que no hizo otra cosa que ex-plotar la tensión existente entre la sociedad secular y lareligión: “el que quiera impedir una guerra de culturas73 F. A. Gardella 2001.74 Noam Chomsky, “La nueva guerra contra el terrorismo”, conferencia

en el MIT, Massachusetts, octubre 2001.

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debe ser consciente de que tampoco Occidente ha resueltoaún los problemas dejados por la secularización”. Al reci-bir el Premio de la Paz (octubre de 2001), que otorgan loslibreros alemanes en la Feria Internacional del Libro deFráncfort, consideró que las raíces de ese terrorismo están,más que en la pobreza del mundo, en los sentimientos dehumillación: “en el terrorismo se expresa también un cho-que de mundos que, más allá de la violencia silenciosa delos terroristas, deberán desarrollar un lenguaje común”.75

La posguerra iraquí está siendo poco clemente con laalianza occidental, no sólo porque han sufrido más bajasque durante el conflicto bélico, sino porque se ha eviden-ciado el engaño con que Bush y Blair trataban de involu-crar a la comunidad internacional. En el caso del PrimerMinistro inglés, su situación se complicó por la muerte (su-puestamente, suicidio) del científico inglés David Kelly,quien habría podido declarar fehacientemente en contra dela posición oficial sobre las evidencias de armas de destruc-ción masiva en el Iraq de Saddam Hussein. Por su parte, elcostado más débil del presidente Bush (además del fracasoen la gestión económica) son dos guerras cuyo objetivo prin-cipal declarado se le escapó: Bin Laden y Saddam. Granparte de la opinión pública comienza a dudar de las ver-dades/virtudes de la actual administración, y consecuen-temente sube en las encuestas el principal candidato de-mócrata a la presidencia (cierto es que la victoría del ac-tual republicano Arnold Schwarzenegger a la gobernaciónde California acerca agua al molino de Bush).

Con razón, el periodista y profesor de comunicaciónrosarino radicado en el Perú Guillermo Giacosa, al hacerun balance de la aventura iraquí de la alianza británico-estadounidense, manifiesta que “todo parecería indicar quelas temidas armas iraquíes no eran aquellas que aparecían75 J. Habermas, en artículo “Diálogo de culturas en la actual confla-

gración”, en sitio www.jornada.unam.mx.

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en los informes que se inventaban, sino este boomerang for-midable que ya ha iniciado el camino de regreso desde elMedio oriente y que se dirige implacable a cortar cabezasen Washington y Londres”. 76

Los Estados Unidos de G.W. Bush, supuesto líder delliberalismo democrático y de los derechos humanos, de he-cho manejan a su arbitrio el derecho internacional y boi-cotean groseramente toda iniciativa que pueda compro-meter el más mínimo de sus designios. Aplican masiva-mente todo su poderío militar contra los que ellos mismosdeclaran “enemigos de la humanidad, de Occidente, delas libertades públicas” pero rechazan someterse a la ju-risdicción de una Corte penal internacional. En la que seconsidera la más avanzada de las economías capitalistases donde se están produciendo escándalos financieros iné-ditos por su magnitud (Enron, World Com, Xerox, etc.).El país que mayores recursos destina a la lucha contra ladrogadicción es el mismo que se niega a controlar los flu-jos ilegales de fondos y continúa protegiendo a los paraí-sos fiscales, por donde se escurren los dineros del narco-tráfico y de la corrupción administrativa. Son demasiadascontradicciones. O quizá no tantas para la época que nostocó en suerte, sin certezas, sin principios universales, sinrigor: tiempos blandos, en definitiva.

Hacia comienzos de noviembre de 2003, el panoramaen Oriente Medio no podía ser menos alentador, frente ala impotencia de la administración Bush. Los ataques querecibían las fuerzas de ocupación de parte de los iraquíesse ampliaron a edificios de las Naciones Unidas (dondefallecieron, entre otros empleados de la ONU, un alto fun-cionario enviado por el Secretario General) y sufrió unatentado una instalación de la fuerzas armadas italianas

76 G. Giacosa, artículo “Cayó la mentira, ahora le toca a los mentirosos”,diario Perú. 21, Lima, 29/09/2003.

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destacadas en teritorio iraquí, con considerables bajas desoldados italianos. A estos hechos terroristas se sumaron,en Afganistán, los enfrentamientos producidos contra losnorteamericanos y sus aliados por los talibanes “remanen-tes” y las fuerzas nacionalistas, en un territorio supuesta-mente pacificado por la intervención norteamericana. Entanto, en Arabia Saudita (aliada de los Estados Unidos),estallaba un artefacto terrorista en una confitería que cau-só una importante cifra de muertos y heridos. Del mismomodo, en la disputa israelo-palestina no aparecen atisbosde pacificación sino todo lo contrario, en gran parte porla intransigencia de la administtración Sharon.

¿Qué está por venir?, se pregunta Der Derian, cientí-fico político de la Massachusetts University:

creo que la mejor declaración sobre lo que seguirá al 11 deseptiembre la dijo Paul Valery: “el futuro no es más lo quesolía ser” (…) Mi gran inquietud no es tanto el futuro, sinolos futuros pasados que se reproducen, es decir, cómo pare-cemos incapaces de escapar de los círculos de retroalimen-tación de mala inteligencia, pensamiento burocrático e ima-ginación ineficaz; para el futuro cercano, creo que la guerravirtuosa mientras sea librada por la cadena de entreteni-miento de medios de comunicación, industrial y militar, seránuestro pan de cada día y nuestro circo de cada noche. Eluso de analogías sentimentalistas de resistencia así comoinsignificantes luchas internas en la Izquierda no nos damucha esperanza de un unificado movimiento antibélico.Por el momento, necesitamos reconocer que la mayoría denorteamericanos, ya sea por patriotismo, trauma o apatía,piensan que es mejor dejar los asuntos en las manos de losexpertos. Creo que para el futuro inmediato, la tarea serádistinguir nuevas formas de viejos peligros, efectos reales yvirtuales, y el terror de la lucha contra el terror en la guerrade las cadenas de noticias.

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Globalización y economíamundial

Como nunca antes se cuenta con enormes capacidades téc-nicas para atender los auténticos problemas de la huma-nidad. Sin embargo, se verifica que al cabo de un par dedécadas el mundo no se ha vuelto más seguro ni menosdispar en el reparto de la riqueza. La visión optimista dela globalización integradora y constructiva de nuevos ho-rizontes se reveló incierta en su impacto doméstico y con-testada por turbulencias en las relaciones económicas in-ternacionales, en crispaciones de identidad, de agresióncultural y religiosa, de violaciones de los derechos huma-nos y de una insuficiente, por decir lo menos, cooperacióninternacional. Si la mayoría de la población del tercer mun-do percibe que la globalización la afecta, al propio tiempono se siente incluida. El mercado unificado (de bienes nosólo comerciales, sino también culturales), en efecto, haahondado diferencias en todos los campos.

La dimensión social de este fenómeno deja disconfor-mes, sino alarmados, a una gran masa de la opinión pú-blica mundial, la que incluye no pocos “parias” del pri-mer mundo: es que el ritmo económico —y financiero par-ticularmente—, es infinitamente más veloz que el de la re-gulación social de los mercados, debido a un desencuentro

No es la ausencia de progreso, sino por el contrario,el desarrollo tecnocientífico, artístico, económico

y político lo que ha hecho posible el estallido de lasguerras totales, los totalitarismos,la brecha creciente

entre norte y sur, el desempleo y la nueva pobreza…Jean-François Lyotard

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entre actividad económica, empleo y calidad de vida. Lasdos últimas variables siguen y seguirán siéndolo, segura-mente, los invariables objetivos deseables de todo buenplan macro-económico, en lo nacional, y de toda coordi-nación económico-financiera internacional. Si se sigueviendo el empleo desde la óptica neoliberal, es decir, comoun insumo más de la producción, se seguirá errando elcamino y profundizando el dolor. El desarrollo es algo másque acumulación de capital y una asignación de recursosmás eficiente: es una transformación de la sociedad. Paraasegurar un desarrollo equitativo perdurable y democrá-tico se requiere, como afirma Stiglitz, reformar la arqui-tectura económica internacional.

Joseph Stiglitz, Premio Nobel de Economía 2001 y ex fun-cionario del Banco Mundial, manifiesta que la globalizacióny el neoliberalismo imperantes además de haber vinculadolas economías (lo que las vuelve vulnerables al contagio endominó), han desmantelado las instituciones anticíclicas queson las encargadas de limitar las crisis económicas desde laposguerra. Hasta las naciones desarrolladas han perdido lapotestad de imponer controles efectivos sobre los flujos decapitales. Por ello suele ocurrir que medidas de estímulo dela economía resultan en fugas de dinero, cuando lo que sepretende es el incremento del empleo. “Las políticas origi-nales de los organismos financieros internacionales (talescomo el FMI, cuyo propósito original era el reestablecimientodel equilibrio de economías en dificultades —políticasreactivadoras—) han sido reemplazadas por la receta únicade la austeridad sobre la base de ajustes estructurales queno hacen más que profundizar el ciclo recesivo”.77

Pero esto no es lo único que falla. En las últimas cum-bres que se ocuparon de pobreza y desarrollo, en Doha,Monterrey y Johannesburgo, se llegó a un compromiso77 Joseph Stiglitz, El Malestar en la globalización, Taurus, Buenos

Aires, 2002.

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entre países ricos y países en vías de desarrollo (PED) so-bre la necesidad de acelerar la reducción de la pobreza yasegurar los objetivos del llamado “desarrollo del milenio”,los que incluyen mejor salud y educación para los paísesmás pobres. ¡Sólo buenos deseos! Desde luego, el primerpaso es facilitar el acceso de las exportaciones de estos paí-ses a los mercados de los países industrializados (PI), paralo cual se requiere reducir aranceles y subsidios y elimi-nar las medidas proteccionistas y otros obstáculos a estasexportaciones, las que mayoritariamente son agrícolas.Pero resulta que el Banco Mundial (su presidente, JamesWofensohn) estimó que en el 2002 los PI gastaron alrede-dor de 350 000 millones de dólares en subvenciones paraprotección de sus productores agrícolas (nada más y nadamenos que ... ¡unos 1 000 millones de dólares por día!),que son claramente ineficientes en el mercado mundial(por ejemplo, el azúcar triplica su precio en los mercadosdomésticos de Europa y EE.UU. respecto del precio inter-nacional, precio que es el de venta de la producción delos PED). En tanto, en ayudas externas, esos mismos paí-ses gastaron en 2002 unos 50 000 millones de dólares (7veces menos que las subvenciones agrícolas).78

En el sistema económico actual se evidencia la necesi-dad de su crecimiento cuantitativo, pues este crecimientoes la clave para un mayor beneficio económico. El motordel sistema es la producción y el consumo masivo, siguien-do una lógica que se reproduce en los medios de comuni-cación: hay que mantener alto el consumo para que asíaumente la producción y por lo tanto el empleo; a mayorempleo más recursos en manos de las familias y por lotanto mayor demanda. Utilizando la dinámica de siste-mas se diría que consumo y producción son los elementoscon relación causal que podrían conformar un bucle de78 J. Wolfensohn, en artículo “Pasar de la palabra a la acción”, diario La

Nación, Buenos Aires, 27/09/2002.

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realimentación positiva (cualquier aumento en uno de ellosrepercute en un incremento del otro), lo que aporta unasensación de crecimiento indefinido en el tiempo. Sin em-bargo, pese a que en el curso del siglo XX la población delplaneta se ha triplicado y la economía multiplicado porveinte,79 sabemos que ningún sistema puede crecer violan-do las reglas del equilibrio sin pagar costos, por lo que elcrecimiento económico se realiza a costa de mayor desor-den en otras partes fuera y dentro del propio sistema; esinteresante ver que los impactos ecológicos y sociales enla economía clásica se consideran como “externalidades”,ya que el sistema sólo internaliza los beneficios y costosdirectamente relacionados.

La crítica se centra en que las actuales tendencias eco-nómicas toman como eje central el crecimiento y desta-can la obligatoriedad de una competitividad continua enalza y una constante ampliación de los mercados comoelementos clave para su desarrollo, supeditando a ellocualquier tipo de consideración extraeconómica, ya seasocial o ambiental. Esta visión parcial limita el problemaa la convergencia de unos parámetros macroeconómicos(PBI, índices de precios, índice de actividad económica,etc.) de los que se excluyen otros que tengan en cuenta eldesarrollo social, el desarrollo sostenible, etc. El aparenteorden del crecimiento económico y productivo lleva aso-ciado ciertos desórdenes que normalmente no se conside-ran, o no se lo hace en toda su magnitud. Así, sería con-veniente sustraer del índice de Producto Bruto Interno ladisminución y degradación de los recursos naturales: conun PBI floreciente puede coexistir la bancarrota ecológica.79 Esto da una idea de progreso y orden económico muy relacionado con

la visión mecanicista que impera bajo la concepción que hoy se conocecomo “determinismo tecnológico”, ello es una confianza ciega en quela ciencia y la tecnología proveerán progreso económico y, por lo tanto,mayor progreso social.

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No podríamos dejar de citar una voz muy autorizadaque rescata muchos logros de la globalización de la econo-mía internacional sin dejar de señalar otras consecuenciasperversas. Así, el Premio Nobel de Economía, Paul Samuelson,quien ha influido en los fundamentos intelectuales de mu-chísimas generaciones de economistas. Hacia fines del año2002, manifestaba que si bien la desigualdad salarial seincrementó, la pobreza ha mostrado signos de disminución.Hace 50 años un ejecutivo de alto nivel en los EE.UU. te-nía un sueldo promedio 40 veces mayor al sueldo de unempleado medio. En la actualidad esa diferencia es de 400veces (¡se multiplicó por 10!), tendencia que es similar entodo el mundo. Por otra parte, Samuelson cita un estudiode la Universidad de Columbia, de mediados de 2002, queindica que en los últimos 20 años se ha registrado un des-censo significativo de la cantidad de habitantes del mundoque viven con 1 dólar diario (235 millones) al igual que lafranja que vive con 2 dólares al día (450 millones). En granmedida estas cifras están influenciadas por éxitos de las eco-nomías asiáticas (con gran impacto del buen desempeño dela economía de China), en tanto en América Latina ese pro-greso se detuvo en la década del 80, correspondiendo alÁfrica el peor desenvolvimiento. Es decir, los países más po-bres no han gozado de progresos significativos. Sin embar-go, para Samuelson la globalización no presenta tan bue-na salud, y recomienda extremar medidas para equilibrara las modernas economías mixtas, compensar sus mecanis-mos de laissez-faire con políticas públicas apropiadas (en elcampo doméstico y en el internacional) destinadas a “la re-gulación y el mejoramiento de las terribles inequidades queserían absolutamente inevita-bles en mercados totalmentelibres”.80 Guy Sorman, el economista neoliberal francés, porsu parte, sigue insistiendo en que el mundo se enriquece80 P. Samuelson, artículo “¿Adiós a la pobreza?” en diario Clarín, Buenos

Aires, 22/09/2002.

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(Sorman al parecer sólo mira los «grandes agregados» dela economía internacional), y destaca logros (certeros) enChina, India y Chile, y otros (más dudosos) en Brasil,Malasia, Sudáfrica, Malí y Túnez.

El crecimiento espectacular de las transacciones finan-cieras caracteriza, más que ningún otro proceso económi-co, la economía mundial de los 90, que se proyecta al si-glo XXI. Existe un nexo directo entre la globalización fi-nanciera y el resto de los elementos constitutivos del sis-tema capitalista mundial de fines del siglo XX: modifica-ción de los regímenes salariales, acentuación del repartoregresivo del ingreso (doméstico e internacional), repartodel ahorro mundial entre inversiones productivas y espe-culativas (en desmedro de las primeras), nuevas caracte-rísticas de la acumulación de riqueza (aparición de ingre-sos cada vez más importantes por rentas). Además, unadiferencia relevante respecto de otros procesos históricosde interdependencia ampliada de la economía mundial;diferencia importante la constituye el hecho de que la ma-yor parte de los actuales flujos financieros se desarrollanen un sistema cerrado y autogenerador, entre institucio-nes especializadas, que está totalmente desconectado dela producción y transacción de mercaderías y servicios. Setrata de 1,4 billones de dólares estadounidenses en tran-sacciones financieras cotidianas, de las cuales entre un 5%y un 8% corresponderían a movimientos internacionalesreales (de bienes). Lo que no quiere decir que no existannexos muy fuertes, y de un gran impacto económico y so-cial, entre la esfera de la producción y del comercio conaquella de las finanzas internacionales.81

En efecto, la esfera financiera se nutre de la riqueza crea-da por las inversiones y la movilización de la fuerza labo-ral de múltiples niveles de calificación. Los capitales, quelos operadores financieros multiplican a través de coloca-81 F. A. Gardella 2001.

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ciones financieras y arbitrajes que efectúan entre diferen-tes tipos de activos, nacen invariablemente en el sector pro-ductivo a través de ingresos provenientes de la produccióny del intercambio de bienes y servicios. Una elevada frac-ción de esos ingresos es captada por la esfera financiera.Una vez realizada esta transferencia tienen lugar una se-rie de procesos de valorización ampliamente ficticios, queinflan el monto nominal de estos activos financieros testi-monian la ficción de esta “economía virtual”. La explosiónde “productos derivados”, que en una cadena virtual dereaseguros de riesgo accionario se alejan notablemente dela base productiva sobre la cual se han creado los títulosoriginales inundan a los actuales mercados financierosglobalizados. A través de la utilización de estos instrumen-tos que le son propios autogeneran riqueza simulada, cu-yas transferencias superan en 50 veces al intercambio realde bienes y servicios. Lo que agrava la situación económi-ca mundial es que en este nuevo proceso los bancos hansido reemplazados por organizaciones financieras que go-zan de mayores libertades y de prácticamente ninguna res-ponsabilidad internacional. Los montos en activos financie-ros detentados por estas organizaciones triplican los fon-dos que manejan los bancos y grandes sociedades de segu-ros en los mercados internacionales.

La desconexión entre la economía real, representadapor la producción y el comercio, y la virtual, (la mayoríade los mercados financieros) hace que los que detentan lostítulos de estos valores ficticios sean altamente volubles acualquier estímulo, lo que constituye una característica deinestabilidad intrínseca del sistema. De allí que los movi-mientos de contagio entre mercados se hayan aceleradoen los últimos tiempos ya que los mercados no sólo estáníntimamente interconectados en tiempo real, sino que lavolubilidad de los mercados suele exasperar el nerviosis-mo de los operadores. Las consecuencias de estas carac-

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terísticas (volubilidad más interdependencia de precios demonedas, niveles de tasas de interés y decisiones especu-ladoras y procíclicas de los administradores de portafoliosde inversión) sobre las políticas macroeconómicas en ge-neral son considerables (Soros vs Libra en 1993) y puedencobrar una amplitud decisiva en los países con mercadosfinancieros emergentes (crisis asiática de 1997/98). Unbreve repaso de estas crisis debería comenzar con la caí-da bursátil de Wall Street en octubre de 1987, seguida porla del mercado de los “bonos basura” (junk bonds) que, asu vez, anunció la explosión de la burbuja especulativa enel sector inmobiliario norteamericano que arrastró a nu-merosos bancos e instituciones financieras en varios paí-ses, principalmente en Japón (1990-1991). El ciclo críticocontinuó con la especulación masiva sobre las monedasdel sistema monetario europeo (1992/1993), para volvera golpear al sector inmobiliario de los EE.UU. (a comien-zos de 1994). A la crisis mexicana de 1994/1995, que afec-tó gravemente a muchas economías latinoamericanas (yque repercutió en la caída del valor del dólar norteameri-cano), se sumó la quiebra de la Baring Bros. (febrero de1995). Durante todo 1996 y 1997 se suceden quiebras enJapón y los mercados asiáticos tienen en vilo al mundo,hasta la gravísima crisis coreana de fines de 1997, que re-quirió de un salvataje de 92 000 millones de dólares.82

Otra notable característica de la economía internacio-nal actual presenta un festival de fusiones y adquisicio-nes empresariales, a través de las cuales las grandes cor-poraciones internacionales han violado uno de los princi-pales presupuestos del liberalismo económico, al concen-trar su poder de mercado de forma de lograr tener posi-ciones hegemónicas, lo que va en contra de las reglas dela competencia. En efecto, fusión tras fusión, las mega em-presas multinacionales han adquirido tanto poder que su-82 F. A. Gardella 2001.

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peran el de intervención de los gobiernos, anulan los efec-tos positivos de la competencia comercial leal, sólo rindencuentas ante sus accionistas y, como denuncia la activis-ta-periodista canadiense Naomi Klein, al tiempo que “lapromesa de que disfrutaríamos de un acervo mucho ma-yor de alternativas culturales fue traicionada por el po-der de las fusiones, las franquicias despiadadas, la siner-gia y la censura que practican” se conspira “contra los trespilares sociales que son el empleo, las libertades públicasy el espacio cívico”.83 Respecto de las empresas transna-cionales y las marcas (“logo”) que se imponen en el mer-cado, conviene repasar algunas frases de Beatriz Sarlopara entender el porqué de su fuerza:

Hoy el mercado puede tanto como la religión o el poder:agrega a los objetos un plus simbólico fugaz pero tan po-tente como cualquier otro símbolo (…) el tiempo fue abolidoen los objetos comunes del mercado, no porque sean eter-nos sino porque son completamente transitorios (…) su uti-lidad y belleza son subproductos de ese sentido que vienede la jerarquía mercantil, pero siempre el puntaje que el mer-cado otorga a una etiqueta, una marca, o una firma tieneotros fundamentos además de las cualidades materiales, desu funcionamiento o de la perfección de su diseño (…) fren-te a una realidad inestable y fragmentada, en proceso de me-tamorfosis velocísimas, los objetos son un ancla, pero unancla paradójica, ya que ella misma debe cambiar todo eltiempo, oxidarse y destruirse, entrar en obsolescencia el mis-mo día de su estreno (…) el mundo de los objetos se ha am-pliado y seguirá ampliándose, y hoy no existe un territoriodonde el mercado, en su imponente marea generalizadora,no esté plantando sus tiendas (…).84

Con relación al fenómeno de la globalización y al im-perio de la economía de mercado, merecen mencionarse83 Naomi Klein, No logo, Paidós, Barcelona, 2001.84 B. Sarlo 1994.

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dos aspectos que han profundizado su curso de los últi-mos años: la proliferación de reuniones internacionales quetratan temas de economía mundial y son enmarcadas pormanifestaciones antiglobalización (mal llamadas así, pues-to que mayoritariamente proponen una globalización al-ternativa), lo que constituye un verdadero revulsivo paramantener vivo el debate; los intentos por establecer ciertagobernabilidad de la globalización. Las “marchas globa-lofóbicas” fueron inauguradas con la manifestación deprotesta que enmarcó la reunión de la Organización Mun-dial de Comercio (OMC) de Seattle en diciembre de 1999,que debía relanzar la nueva ronda de negociaciones co-merciales multilaterales. Surge un grupo informal contes-tatario de la globalización tal como hoy se presenta, quese hizo presente con diversos grados de combatividad, encada ocasión que tuvo lugar una reunión internacional derelevancia para los destinos de la economía mundial. Hastaque pierden vigor después del sacudimiento que vive laopinión pública mundial por los atentados de la torres ge-melas del World Trade Center de Nueva York el 11 deseptiembre de 2001. Hasta ese momento se multiplicaronlas ocasiones de manifestarse: con motivo de todas las re-uniones del Foro Económico Mundial de Davos, en losmeses de enero o febrero desde el año 2000, incrementan-do con el tiempo el número de activistas, lo mismo quedurante las Asambleas Anuales del FMI-Banco Mundialy en las Cumbres de la Unión Europea (que en la ciudadfrancesa de Niza, en 2000, llegó a juntar unos 60 000 ma-nifestantes). En el escenario internacional, Francia es con-siderado como el país desarrollado de la contestación(patria de ATTAC —Asociation pour la Taxation des Tran-sactions Financières—, de la defensa de la excepción cul-tural, del dirigente agrícola radical Joseph Bové, etc).En tanto los Estados Unidos aparecen, a la inversa, comoel emblema de la globalización (Microsoft, Mac Donald’s,

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los fondos de pensión y el capitalismo desbocado).85 En lasreuniones internacionales los delegados no siempre pue-den despegarse de estos clichés, y suelen representar lasposiciones consecuentes.86

A comienzos de 2001 dos encuentros se desarrollaronen paralelo: la edición anual del Foro Económico Mundialde Davos y, en paralelo, el Foro Social Mundial de PortoAlegre, que encarnaron las dos caras de la globalización.Una videoconferencia entre los dos foros puso de mani-fiesto un diálogo de sordos, a través de las invectivas queviajaron por el ciberespacio entre Suiza y Brasil. Los or-ganizadores de la reunión de Davos, lejos de ignorar aPorto Alegre, titularon sus debates “Superar las Diferen-cias” para centrarlos en la articulación entre lo económicoy lo social, pero hicieron un par de propuestas irrelevan-tes relacionadas con lanzar un diálogo con las ONG. Elfinancista y mayor especulador mundial Georges Soros fueterminante: “a las empresas no se les puede imponer sudesnaturalización, que es la de los negocios”, con lo quepareció llamar a la “responsabilidad” de los gobiernos ylos organismos multilaterales.

La tensión fue in crescendo desde Seattle hasta el esta-llido en Génova, a fines de julio de 2001, batalla que dejóel saldo de un muerto entre los manifestantes y numero-sos heridos en ambos bandos. En ese lapso, el informal co-mando antiglobalización vio incrementarse la cantidad demiembros, los apoyos internacionales por parte de la pren-sa internacional crecieron y su organización se perfeccionó.Se estimó que acudieron más de 200 000 manifestantes.85 La opinión pública francesa, según encuestas de la ATTAC, acompaña

esta percepción: el 65% estima que la globalización agrava ladesigualdad social y que favorece principalmente a los accionistas;en tanto, de acuerdo a las mismas fuentes, en los Estados Unidos un61% opina que su influencia es positiva para las empresas, aunquesólo 31% piensa que es benéfica para ellos mismos.

86 F. A. Gardella 2001.

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Tal fue la presión que impusieron los manifestantes queel G-8 incluyó, con astucia, en su comunicado final que“creemos en la importancia fundamental del debate abier-to sobre los importantes desafíos que enfrentan nuestrassociedades (...); promoveremos soluciones innovadorasbasadas sobre una amplia asociación con la sociedad ci-vil y el sector privado”, acusando recibo por primera vezdel descontento, aunque sin comprometerse demasiado.

Un común denominador de las organizaciones convo-cantes87 es el reclamo por el establecimiento de la “tasaTobin” a las corrientes financieras internacionales, como delmismo modo lo han hecho otras muchas ONG (comoOxfam, Jubilée) y hasta el sindicato norteamericano AFL-CIO. También han incorporado entre sus reivindicacionesla llamada “ecotax” (impuesto general sobre las activida-des contaminantes), así como el perdón liso y llano de lasdeudas externas de los países menos desarrollados.

Sobre las violentas manifestaciones que enlutaron lareunión del G-8 en Génova, el Premio Nobel de Economía1998, el indio Amartya Sen, opinó que se requiere unamejor comprensión de las cuestiones fundamentales quetienden a diluirse en la retórica de la confrontación. Eneste sentido, pone de relieve que “la globalización no esen sí misma una locura (...), lo que necesitamos es una dis-tribución más adecuada de sus beneficios (...), la cuestiónfundamental no puede ser si se va a utilizar más o menosla economía de mercado”. Agrega que los acuerdos deBretton Woods, que crearon el FMI y el Banco Mundialestán en relación a una “estructura internacional econó-mica, financiera y política mundial que fue en gran partecreada en los años 40” y, por lo tanto, han sido superados87 Entre otras, ATTAC de Francia (que es la más popular, y que ya

cuenta con representantes en gran parte del mundo), la inglesa Waron Want, Preamble de los EE.UU., Halifax Initiative de Canadá, sonlas más representativas.

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por la nueva situación internacional. Sen concluye que “laestructura global es la respuesta necesaria a las dudasglobales: las protestas contra la globalización son parte delproceso de globalización, del que es imposible sustraerse,y para sustraerse del cual no existe motivo válido”.88

Frente a los planteamientos sobre la ineluctabilidad delproceso de globalización tal cual hoy se presenta (carac-terizado por un mundo efectivamente transnacional en lofinanciero e internacionalizado parcialmente en lo econó-mico), seguimos al científico y filósofo argentino MarioBunge, quien afirma que “el futuro de una cosa naturalfuera de nuestro alcance ‘llega’ sin nuestra asistencia”, entanto no ocurre lo mismo con “el futuro de una cosa cons-truida, como una institución, que no ‘llega’ en absoluto,sino que lo hacemos nosotros”. Bunge concluye que “al-gunos se ven forzados a esperar el futuro, otros lo sueñany muy pocos lo planean, aun cuando todos trabajamos enel lugar de su construcción”.89

Asimismo, coincidimos con el pensador italiano Anto-nio Negri cuando considera que no es correcto hablar demovimiento “antiglobalización“ ya que “los manifestan-tes están unidos en contra de la forma actual de globa-lización capitalista” pero no son aislacionistas; que, enefecto “las protestas en sí se han convertido en movimien-tos globales y uno de los objetivos más claros es la demo-cratización de los procesos de globalización” donde se ex-presa, como en la década del 60, que “un futuro mejor ydiferente es posible (...), buscan transformar la agendapública creando deseos políticos para un futuro mejor (...),y pedir lo aparentemente imposible es decir algo nuevo”.9088 A. Sen en “Contradicciones del descontrolado grupo antiglobalización”,

artículo en el periódico Ámbito Financiero , Buenos Aires, 24/07/2001.89 M. Bunge: Las Ciencias sociales en construcción, Sudamericana,

Buenos Aires, 1999.90 A. Negri en “El objetivo es democratizar la globalización”, artículo en

el diario Clarín, Buenos Aires, 26/07/2001.

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Consideramos que las opiniones expresadas por los in-telectuales citados, si bien fragmentarias, constituyen undiagnóstico acertado del revulsivo político que representanestos manifestantes, cuya utilidad es evidente en tantomantiene activo el debate sobre el mundo en el que desea-mos vivir. Sin embargo, hacia fines de 2001 creíamos que“se corre el riesgo que los principios progresistas que guíana los manifestantes se diluyan y el movimiento no avancemás allá de la protesta, para terminar en una expresiónde la reacción. En este sentido, su institucionalización per-mitirá encauzar el justificado descontento y la frustración,para dar paso a mejores propuestas concretas tendientesa asegurar la gobernabilidad de la globalización”.91

Ya en el segundo semestre de 2003, creemos que lue-go del impasse que produjo la crisis de septiembre de 2001,estos movimientos que reclaman una globalización de laque se puedan beneficiar los pobres y los excluidos del sis-tema neoliberal, están aclarando sus propuestas y deses-timando la violencia (separándose de los grupos violen-tos) al tiempo que proponen una “globalización con ros-tro humano”, es decir, una alternativa que permita “go-bernar la globalización” para extender su influencia be-néfica a los más necesitados para hacer del mundo un pla-neta más equitativo y justo.

El fracaso de la Cumbre de la OMC, reunida en Cancúnen octubre de 2003, pareció dar nuevos brios al movimien-to que propugna una globalización alternativa. En efec-to, un extenso grupo de países (22) que no subsidian a laproducción agrícola-ganadera (encabezados por la Indiay Brasil, postura a la que adhirieron explicitamente, enprincipio, casi todos los países latinoamericanos) adopta-ron una común posición negociadora muy firme frentea los países de la Unión Europea y los Estados Unidos,91 F. A. Gardella 2001.

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quienes fueron conminados a desarmar sus estrucuturasproteccionistas, en cuanto al agro se refiere, para poderproseguir las negociaciones. Lo que no ocurrió y dejó aldenominado G-22 (al menos así lo reflejó la prensa con-servadora de los países desarrollados) como culpable deobstruir las negociaciones. En días posteriores este grupoinformal se fue desarmando por el retiro explícito de va-rios países de centroamérica, Perú y Ecuador, entre otros,como resultado de las presiones de la diplomacia comer-cial norteamericana.

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Incertidumbre en el siglo XXI

Pervirtamos el buen sentido y desarrollemosel pensamiento fuera del cuadro ordenado

de las semejanzasMichel Foucault

Ante los “daños colaterales” del neoliberalismo, resurgede pronto la necesidad del Estado, incluso —como diceUlrich Beck— en su variante hobbesiana más antigua: lagarantía de seguridad. La resistencia a la globalizaciónneoliberal parece profundizarla. El temor al renovado te-rrorismo internacional lleva al deseo transnacional de unapolítica global de redes de inteligencia estratégica y de co-operación policíaca. Beck nos alerta sobre la necesidad decomprender esta paradoja: se esté en favor o en contra,la realización del proceso de globalización progresa porambas vías. El alemán afirma, de esta manera, la caracte-rística ineluctable de la globalización, pero agrega queante esta realidad “más conviene que los riesgos de laglobalización sean previsibles y que las libertades y otrosfrutos de este proceso sean repartidos más equitativamen-te, que se debe preservar la dignidad de las culturas y re-ligiones del mundo”. Se trata, en definitiva, de evitar lavía de las construcción de Estados-Fortaleza, por el máshumanista modelo de Estados-Cosmopolita.92

Conviene también destacar, en otra parte del espectropolítico contemporáneo, la opinión de un pensador marxista92 U. Beck, Sobre el terrorismo y la guerra , Paidós Ibérica, Barcelona, 2003.

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como James Petras. Él describe el actual sistema mundialno como un amorfo “capitalismo mundial”, sino como unsistema imperialista que no está controlado por un «cen-tro» sociológicamente vacío, sino por los Estados Unidosque han vuelto a colonizar al tercer mundo y han subor-dinado a sus rivales imperiales en Europa y Asia. Petrasdestaca que el sistema imperialista ha emprendido variasluchas simultáneas: la de conquista del mundo a travésde la guerra (Afganistán, Iraq) con presencia militar (Co-lombia), bloqueos económicos (Cuba, Venezuela), conamenaza de utilización de armas de destrucción masiva(Corea del Norte) y chantajes diplomáticos; el enfrenta-miento con los movimientos antiimperialistas y pacifistasen todo el mundo (inclusive en EE.UU.); la lucha entreinversionistas de los países centrales que en su afán de con-quistar mercados en todo el mundo se enfrentan a los asa-lariados locales que intentan evitar mayores deterioros ensus economías nacionales. Este intelectual prevé un fuer-te impacto mundial por la coexistencia de las guerrasimperialistas de conquista y la recesión económica mun-dial. Esta circunstancia haría renacer con vigor los movi-mientos de liberación en el tercer mundo, que terminaríanrepercutiendo en el surgimiento de movimientos de masaen Europa y, en menor grado, en Japón y los EE.UU. Pre-vé, asimismo, una gran presión sobre los regímenes de cen-tro izquierda en América Latina, que intentan navegarentre dos aguas combinando acuerdos con EE.UU. y lasreformas sociales en política doméstica (el Brasil de Lulay la Argentina de Kirchner son un buen ejemplo). Petrasafirma que el eslabón más débil de la cadena del imperiomundial de Washington se halla en América Latina.93

Por su parte, James Der Derian, catedrático norteame-ricano en Ciencias Políticas, opina que el 11 de septiembre93 J. Petras, El nuevo orden criminal, El Zorzal, Buenos Aires, 2003.

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de 2001 será recordado no por el ataque mismo sino porlos aumentos de los ciclos de violencia que siguieron. DerDerian manifiesta que tenemos un mejor sentido de lo queno será que de lo que será efectivamente: desde el presi-dente, el Ministro de Defensa y todos los demás que si-guen en la jerarquía de la seguridad nacional, hemos es-cuchado que esto no será una guerra entre estados:

no será la guerra del Golfo o Kosovo y no será Vietnam oMogadisho; y quizás tengan razón, quizás más razón quelos comentaristas de ambos partidos de Derecha (“el 21/09es Pearl Harbor”) e Izquierda (“es parte de la lucha antiim-perialista”) que se basan en analogías ideológicas sentimen-tales para entender este hecho. Desde mi punto de vista el11 de septiembre es una combinación de nuevas y viejas for-mas del conflicto, incluyendo: la retórica de la guerra santadesde ambas partes, una guerra entre las cadenas de noti-cias virtual en los medios e internet; una guerra de vigilan-cia de alta tecnología en el exterior pero también en nues-tros aeropuertos, ciudades y casas; y una guerra sucia decontraterrorismo y contrainsurgencia, utilizando una cam-paña aérea y operaciones especiales limitadas para matara los líderes y para intimidar a los que apoyan a Al Qaeday al Talibán. Llamo a este nuevo conflicto híbrido “guerravirtuosa”. Ha evolucionado de las tecnologías utilizadas enel campo de batalla de la guerra del Golfo y las campañasaéreas de Bosnia y Kosovo; recurre a una doctrina de gue-rra apropiada (cuando es posible) y a la guerra santa (cuan-do es necesario); clona la guerra de información de vigilan-cia mundial y la guerra de las cadenas de noticias de múl-tiples medios de comunicación.94

Se podría considerar que en defensa del orden inter-nacional (mercados libres mundiales, estados soberanos de-mocráticos e intervenciones humanitarias limitadas), “los94 James Der Derian, Virtuous war: Mapping the military-industrial-

media-entertainment network , Westview Perseus, Oxford, 2002.

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Estados Unidos se han dirigido hacia una revolución enlos asuntos militares, la cual sirve de fundamento para la‘guerra virtuosa’”. EE.UU. posee la voluntad política y losmúsculos, que representa su capacidad técnica y ética im-perativa para amenazar y, si es necesario, llegar a la ac-ción violenta (“pero otra vez con bajas mínimas cuandoes posible”), como medio de reasegurar sus fronteras, man-tener su hegemonía y volver a traer un mínimo de ordenimperial a la política internacional: “la diferencia despuésdel 11 de septiembre es que ahora tenemos un enemigocon rostro; con 22 rostros, de hecho, que se encuentran anuestra disposición en el website de los terroristas másbuscados del FBI”. Va de suyo que Der Derian expresa uncierto consenso nacional norteamericano, decididamenteconservador pero popular y, por ello, relevante.

El problema que se planteó a partir del ataque a lasTorres Gemelas es que no existe un intento por parte delgobierno norteamericano (ni de los medios) de transfor-mar estas imágenes de horror en discursos responsablesde reflexión y acción, tal es el mesianismo patriótico de laadministración Bush. Con el derrumbamiento de las to-rres, una creencia común fue destruida: “aquí no ocurri-rá jamás”. En este vacío, las cadenas de noticias se apre-suraron a ofrecer transparencia sin profundidad, un simu-lacro de horror, una forma pura de nihilismo. En círculosoficiales hubo un esfuerzo concertado para separar elvacío, el uso crítico del lenguaje, imaginación, aun el hu-mor fue bastante delimitado por sanciones morales y ad-vertencias gubernamentales. El primer golpe contra el pen-samiento crítico adquirió una forma peculiar de debatesemántico sobre el significado de “cobarde”: en parte dela prensa mundial, incluso en medios progresistas norte-americanos, surgió el debate sobre si es más cobarde apro-piarse de una aeronave comercial y dirigirla al WorldTrade Center o bombardear a los serbios desde 15 000 pies

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de altura o dirigir un ataque de misiles crucero contra BinLaden desde miles de millas. La respuesta oficial fue rá-pida, con advertencias, condenaciones en talk-shows y conel Secretario de Prensa de la Casa Blanca, Ari Fleischer,afirmando que gente como Bill Maher de la revista de iz-quierda Politically Incorrect deberían cuidar lo que dicen ylo que hacen.

Una guerra mimética es una batalla de imitación y repre-sentación en la cual la relación de lo que somos y lo queellos son, es librada en un gran espectro de familiaridad,amistad, indiferencia y tolerancia, distanciamiento y hosti-lidad. Puede resultar en la apreciación o denigración, recon-ciliación o separación, asimilación o exterminación. Trazafronteras físicas entre las personas, así como fronteras me-tafísicas entre la vida y la oposición más radical de la vida,la muerte. Separa a los humanos de Dios, crea la cerca quehace a los buenos vecinos, construye la pared que confinaa todas las personas. Algo más que un cálculo racional deintereses nos lleva a una guerra. La gente va a la guerra porcómo ven, perciben, imaginan a los demás y hablan de ellos:es cómo construyen la diferencia de los otros así como lassimilitudes de nosotros mismos a través de las representa-ciones. Desde la tragedia griega y espectáculos de gladia-dores romanos a reuniones fascistas y arte futurista, la mez-cla mimética de imagen y violencia ha probado ser más po-derosa que el discurso más racional.95

El Senado norteamericano aprobó un Acta Americanade Unidad y Fortalecimiento que permitía la intervenciónitinerante de múltiples líneas telefónicas, una vigilancia másfácil del correo electrónico y el tráfico en Internet, así comola difusión de las transcripciones de intervenciones telefó-nicas, incluso, a las agencias de inteligencia. La consejerade Seguridad Nacional, Condoleeza Rice, realizó personal-mente llamadas a ejecutivos de las cadenas de televisión95 J. Der Derian, op. cit.

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pidiéndoles que examinen los vídeos de Al Qaeda antes detransmitirlos y que consideren su edición debido a posiblesmensajes codificados. La información fluyó lentamente enpequeñas cantidades de la Casa Blanca y el Ministerio deDefensa después de que se manifestaran duras palabras eimpusieran fuertes restricciones contra las fugas de infor-mación. Se llevaron a cabo operaciones psicológicas en lasintervenciones humanitarias al dejar caer panfletos de pro-paganda y paquetes de comida. La Voz de América empe-zó a transmitir mensajes anti-talibanes en pashtu. Despuésque pusieran en la red a los “22 Terroristas más buscados”en el website del FBI, un programa de televisión (“Los másbuscados de América”) difundió un gran especial sobre suscasos individuales. Un periódico de la industria del entre-tenimiento divulgó la noticia sobre una reunión entre fun-cionarios de la Casa Blanca y ejecutivos de Hollywood, don-de la Casa Blanca pidió a la industria del cine reunirse “al-rededor de la bandera” como reminiscencia de los prime-ros días de la segunda Guerra Mundial. Estas iniciativasacentuarían los esfuerzos para fortalecer la percepción delos Estados Unidos en el mundo, “difundir el mensaje” so-bre la lucha contra el terrorismo y movilizar los recursosexistentes como satélites y cable “para promover el mejorentendimiento mundial”.

Se supone que la globalización señala la victoria de losvalores e instituciones occidentales: la democracia liberaly la economía de mercado como únicas opciones viables;culminación de la historia del siglo XX, sembrada en todosu camino por alianzas de los valores de la democracia yla libertad. En esta inteligencia, el fin de la guerra fría (su-puesto fin de la historia) debería haber marcado el fin delos conflictos, liberando gran cantidad de energía y recur-sos para asegurar el progreso y la libertad con equidad.Sin embargo, hacia el fin del siglo XX el concepto de looccidental entra en crisis, surge el hegemonismo norteame-

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ricano que coarta hasta los gobiernos socialistas europeos,que al sentirse libres de la amenazas cruzadas (¡se deberecordar que para Reagan Europa era un escenario posi-ble para un enfrentamiento nuclear limitado!) se dejanseducir por las ofertas del libremercado neoliberal. Hoy,cuando la guerra con la que EE.UU. venció a Iraq se topacon la oposición de las administraciones alemana y fran-cesa, comenzamos a asistir a lo inevitable: el resquebra-jamiento progresivo del sentimiento de valores compartidos.Por lo que vale preguntarse si el concepto de globalizaciónplena planta sus límites en las fronteras de Occidente conel resto del mundo, o incluye sólo a los países altamentedesarrollados (EE.UU., Europa y Japón), o sólo a los EE.UU.En el primer decenio del nuevo siglo esta cuestión debe-ría quedar resuelta.

Lo que propone el posmodernismo respecto de laglobalización es pensar este proceso más en términos deenlaces y mensajes, de red, que de principios compartidos.Los mensajes ya no pretenden tener validez universal, porlo que no transmiten fundamentos, ni principios, ni mu-cho menos ideas éticas. Aunque sigan teniendo una fun-ción vital para la estabilidad social y ecológica del plane-ta, estas ideas están enraizadas en sus categorías históri-cas y culturales. En ese sentido será la estética, más blan-da que la ética, la que podrá portar los mensajes de coor-dinación necesarios para la supervivencia: si lo que se ex-traña son la falta de estructuras estables morales y lega-les, lo que se propone (y de hecho ya está ocurriendo) esla formulación de estructuras más ágiles, flexibles, prácti-cas, adaptadas al momento y casi efímeras (¿acaso no esflexible práctica y, seguramente, efímera la “doctrina dela guerra preventiva” de Bush?). Lo que resulta evidentees que, si se persigue un objetivo común, al menos se re-quieren “interfases” de conexión entre individuo y socie-dad y de éstas con el resto del escenario internacional, que

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proponga soluciones que permitan un compromiso entrelo estable, lo deseable y lo posible.

De lo que no caben dudas es de que los desórdenes so-ciales de nuestros tiempos comprometen el futuro, tantodel primer como del tercer mundo. Al respecto se desta-can unas pocas variables a modo de ejemplo, como sigue:

• la explosión demográfica en los PED (para el 2100 seesperan unos 10 000 millones de habitantes en la Tie-rra, incremento poblacional que se concentrará en un90% en los PED); pero, además, el desequilibrio en laestructura de edad de estos países se reforzará al au-mentar la población económicamente activa y con ellose agravarán los problemas de desempleo;

• la creciente concentración urbana (hacia el 2025 se cal-cula que el 90% de la población será urbana en los PED)por lo que fácilmente se puede prever un agudizamientode la conflictividad social e ingobernabilidad de estos es-pacios llevados más allá de su límite ecológico y de haci-namiento que hará muy difícil mantener la paz social;

• la expansión de la pobreza ligada a las migraciones eco-nómicas y ambientales (el neoliberalismo produjo tan-ta riqueza concentrada como proliferación de pobreza,hasta hoy inéditas en nuestra historia); hoy padece ham-bre una mayor cantidad de seres humanos que en cual-quier otro momento de la historia, lo que está provo-cando una marea incontenible de emigrantes a los quese les aplican barreras cada vez más estrictas de tipoeconómico, físico, policial y hasta militar que intentanpreservar los territorios de los PI del “aluvión zoológi-co”; y, si quizá, no se pueda afirmar que la mayoría dela población está peor ahora que hace diez años es por-que en China se están manteniendo políticas bastantesensatas que limitan el impacto del “pensamiento único”en economía en tanto se aprovechan las ventajas de la

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globalización —contradiciendo la recetas de los gurúeseconómicos que fueron escuchados en la transición dela ex URSS, con los resultados conocidos;

• al tiempo que campea en todo el mundo (occidental, almenos) un creciente desinterés político y social.

Reiteramos que resulta esclarecedor considerar variablesque tengan en cuenta no sólo los aspectos de los grandesagregados macroeconómicos (los llamados fundamentals dela economía) sino también medioambientales y sociales,para poder tener una idea más precisa de la situación eco-nómica dinámica de un país o conjunto de ellos. Si se com-para, por ejemplo, el PBI con el índice IBES96 de un paíscomo Estados Unidos, se evidencia una diferente evolucióndel desarrollo económico según se utilice un parámetro bajouna óptica reduccionista u otro que considere la situaciónde forma dinámica y sistémica, como mandan los tiempos.

En tanto las preocupaciones de nuestros líderes, en laúltima reunión de Davos en febrero de 2003, dejaron al des-cubierto que los temas más convocantes para los cerca de2000 empresarios, agentes gubernamentales y de organiza-ciones internacionales, continúan enfocando la miopía delcorto plazo. Reseñó el Wall Street Journal que imperó du-rante todo el encuentro una “expresión masiva de angus-tia” cuya causa principal fue el inminente ataque de los Es-tados Unidos a Iraq, que se sumó a la incertidumbre eco-nómica que lo que menos necesita es un conflicto que pro-voque alzas incontenibles en los precios del petróleo. Pero

96 IBES, es el índice Daly-Cobb de bienestar económico sustentable,que incluye el PBN medio per cápita ajustado por desigualdades en ladistribución de ingresos, la disminución aguda de recursos norenovables por la erosión y la urbanización, el costo de la conta-minación del agua y del aire, y estimaciones del daño ambiental alargo plazo por causa de cambios planetarios, como la disminución dela capa de ozono, el calentamiento planetario, etc.

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lo que verdaderamente quitó el sueño a los empresarios ylíderes políticos fue:

• La “despiadada” capacidad manufacturera de Chinacontinental y su enorme fuerza laboral, que ha reempla-zado con éxito gran cantidad de productos que antes sefabricaban en los EE.UU., la India y México. Arreciaronlas quejas sobre la “piratería china”. En tanto la admi-nistración económica china ha fijado su tipo de cambioen condiciones ruinosas para la competencia. Esta quejafue liderada por el presidente mexicano Vicente Fox.Por otro lado, líderes empresariales indios se pronuncia-ron insistentemente sobre un supuesto dumping chino(ante precios tan bajos que hace pensar que difícilmentepuedan cubrir costos de producción), a lo que un finan-cista chino respondió con lógica de hierro: “de tener talnivel de subsidios estaríamos ya en bancarrota”;

• Se analizó la complacencia de la opinión pública alema-na, en general, que vive la ficción de una supuesta eco-nomía floreciente, sin percibir que otros países se estánadelantando notablemente a la primera economía euro-pea. Por su parte, Japón no habría caído en tal ensueñoy, muy por el contrario, se manifiesta preocupado perotambién desanimado porque sus autoridades guberna-mentales, su sistema financiero y la economía en gene-ral, no están respondiendo a los desafíos de la época;

• Asimismo, los ejecutivos norteamericanos presentes fue-ron el grupo nacional más optimista: supervivientes delestallido de la burbuja “puntocom”, de las crisis y es-cándalos bursátiles de Wall Street. Sin embargo, permeócierto temor de sectores tales como líneas aéreas, te-lecomunicaciones, por no sentirse en condiciones depoder asegurar ganancias futuras aun si la economíamundial se recupera.

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Respecto del papel de los Estados Unidos y de la globa-lización, consideramos muy esclarecedor de la nacienteconfrontación entre posmodernos progresistas con los“viejos” (o modernos) progresistas, reseñar el debate queha girado en torno del libro Imperio (escrito entre la Gue-rra del Golfo y la crisis de Kosovo, por el pensador italia-no de extracción marxista Toni Negri en colaboración conMichael Hardt). En este texto se exponen dos conceptos quefundarán ideas muy controvertidas: la primera es que existeun mercado global sin ordenamiento jurídico, el que nopuede preservarse sin un poder que garantice su eficacia;la segunda se refiere al orden político del mercado global,que es imperial, y que no designa simplemente una nuevaforma de poder supremo, sino que también comprendefuerzas de insubordinación y de luchas de clases novedosasen sus formas. Esta nueva organización del poder mun-dial, el imperialismo, tendría como objetivo esencial, segúnNegri, asegurar la primacía de la libertad del mercado glo-bal, que constituye en sí el nuevo orden mundial.

Se presenta de este modo, una interpretación nueva deun viejo paradigma; este Imperio, no representaría un so-metimiento mundial más allá de su objetivo que es la su-pervivencia eficaz de la globalización económica y finan-ciera. El imperio implica desde siempre una organizaciónsupranacional que comprende todos los signos de sobera-nía: el poder militar, el económico, el cultural y, hoy másque nunca, el de la comunicación de masas. Sin embar-go, el italiano desea distinguir este nuevo imperialismo, entanto forma de gobierno mundial, del clásico dominio im-perial. En la actualidad, sin Estado-Nación, el Imperio asu-me las tres características esenciales de la soberanía (mili-tar, política, cultural) y no existe colonialismo sino orga-nización centralizada.

Ante la consulta de por qué llamar imperio a la simpleorganización hegemónica norteamericana surgida luego

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de la caída del Muro de Berlín, Negri responde que, con-trariamente a lo que sostienen los defensores de los úl-timos bastiones del nacionalismo, el imperio actual no esnorteamericano, sino que es capitalista, sin banderas,“… del capital colectivo, fuerza ésta que ha ganado la gue-rra civil del Siglo XX”.97 Por ello Hardt y Negri expresanque luchar desde el nacionalismo contra el “Imperio” su-pone una olímpica falta de comprensión de la realidad del“comando supranacional, de su forma imperial y de sunaturaleza de clase.”.98 En el “Imperio del capital colecti-vo” participan tanto los capitalistas norteamericanos comolos europeos, así como “aquellos que han constituido sus for-tunas sobre la corrupción rusa y también los del mundoárabe, asiáticos y africanos que pueden permitirse enviara sus hijos a Harvard y sus dineros a Wall Street”. Claroque los EE.UU. no rechazan hacerse cargo de la respon-sabilidad del gobierno mundial pero, continúa Negri, “elpoder monárquico de la presidencia norteamericana, estáfuertemente influenciado por el poder aristocrático de lasgrandes empresas multinacionales, sean financieras o pro-ductoras de bienes, así como deben tener en cuenta la pre-sión de las naciones pobres y de los organismos interna-cionales (en particular la que hace a la defensa de los de-rechos de los trabajadores), es decir, del poder democráti-co de los representantes de explotados y excluidos”.

Concluye que el famoso fin de la historia de Fuku-yama, debe referirse a ese equilibrio de funciones “reales”,“aristocráticas“ y “democráticas”, “fijados por una cons-titución norteamericana ampliada de manera imperial almercado mundial”. Negri no puede dejar de aceptar, sinembargo, que la unificación económica financiera utiliza-da como instrumento de autoridad del “derecho imperial”,97 T.Negri y M. Hardt, Imperio, Paidós, Buenos Aires, 2002.98 T. Negri artículo “L’impire, stade supreme de l’imperialisme”, en Le

Monde Diplomatique, Janvier 2001, Paris.

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termina prolongándose, profundizando su control sobretodos los aspectos de la vida como lo hace un imperio tra-dicional: “El Imperio construye un orden biopolítico por-que la producción se volvió biopolítica…, el Imperio desa-rrolla sus dispositivos de control (sin dinámica de consen-so) que involucran todos los aspectos de la vida y los re-compone a través de esquemas de producción y de ciuda-danía correspondiendo a una manipulación totalitaria delas actividades, de las relaciones sociales y culturales”. Laglobalización a través de su característica desterritoria-lización, si bien alienta la movilidad y flexibilidad sociales,también refuerza la estructura piramidal del poder y delcontrol global de un modo irreversible. Marxista, al fin, in-terpreta que las luchas obreras contra el taylorismo acele-raron la revolución tecnológica que desemboca en la so-cialización e informatización de la producción, por lo quela constitución del imperio bien podría representar la re-acción capitalista a la crisis de los viejos ordenamientos quebuscaron disciplinar a la fuerza laboral a escala mundial:“inaugura una nueva etapa de la batalla de los explota-dos contra el poder del capital; el Estado-Nación que con-tenía la lucha de clases, agoniza como antes lo hizo el Es-tado colonial y el viejo Estado imperialista”.99

Posmoderno, sin duda, Negri nos sorprende al afirmarque “estamos en el interior del mercado mundial y bus-camos ver interpretada aquella imaginación que soñó undía con la unión de las clases explotadas en el seno de laInternacional Comunista; porque asumimos que estamosviendo nacer fuerzas nuevas y rechazamos a los nos-tálgicos de un reformismo social impregnado del resenti-miento de los explotados y de los celos que, comúnmente,recubren la utopía”. El imperio, que representa la organi-zación actual del capitalismo en plena reestructuracióndespués de un siglo de luchas obreras sin precedentes,99 T. Negri, artículo citado.

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“sólo podrá ser contestado por luchas masivas e incisivasque logren desestabilizar hasta desestructurar la comple-ja organización del Imperio… Nuestro libro implica, con-secuentemente, un cierto deseo de comunismo”.

La tesis de “imperio” es violentamente contestada des-de la izquierda tradicional, siendo una de las más estruc-turadas la crítica de Atilio Borón,100 quien comienza criti-cando que los autores olvidan destacar la inevitable conti-nuidad de los parámetros fundamentales del imperialismo:“La globalización, en suma, consolidó la dominación im-perialista y profundizó la sumisión de los capitalismosperiféricos cada vez más incapaces de ejercer un mínimode control sobre sus procesos económicos domésticos”. Enun momento en que existe una importante movilizaciónantiglobalización, que se extiende (desde Seattle hasta elForo Social Mundial de Porto Alegre con un breve impasseproducido por los atentados producidos el 11 de septiembredel 2001 cuyo objeto es poner límites a la regresión social através del dominio ideológico del imperio sobre los paísesen desarrollo) a la pérdida de valores ciudadanos en las so-ciedades de mayor desarrollo económico así como en losPED por igual, al envilecimiento de los regímenes democrá-ticos dominados por el mercado, así como a las decisionestomadas por los países centrales que afectan miles de mi-llones de vidas alrededor del mundo, particularmente lue-go del militarismo que se ha vuelto omnipresente en las de-cisiones internacionales luego del 11 de septiembre de 2001.

Las ideas de Hardt y Negri, al contener “gravísimos erro-res de diagnóstico e interpretación”, pueden, según AtilioBorón, echar por tierra tanto esfuerzo movilizador demo-crático. Este catedrático sudamericano señala que el argu-100 Atilio Borón es Secretario Ejecutivo del Consejo Latinoamericano de

Ciencias Sociales, CLACSO. Nos referiremos a su libro Imperio eimperialismo: una lectura crítica de M. Hart y T. Negri, CLACSO,Buenos Aires, 2002.

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mento central de Imperio evidencia una sorprendente si-militud con las principales tesis de los ideólogos defensoresa ultranza de la globalización y del “pensamiento único”:que se ha extinguido el Estado-Nación y no queda más queresignarse y buscar nuevas fórmulas de adaptación; que lalógica global gobierna indefectiblemente al mundo; que sólola “multitud” (idea tan ambigua como amorfa y desideo-logizada), no ya el pueblo organizado, podría desafiar estaineluctable estructura, no contesta la pregunta central depor qué la ciudadanía debería rebelarse, cómo, y para crearqué sociedad; si el capitalismo en esta fase tardía es critica-do por inhumano, opresor, injusto, la crítica se “desvaneceen el diáfano aire de la posmodernidad que a falta de cla-ridad aparece totalmente impotente”. En efecto, los auto-res en cuestión liquidan de un plumazo el proyecto incon-cluso de la modernidad y proponen la reivindicación de unademocracia de nuevo cuño: la democracia alternativa dela multitud (“nueva, absoluta, ilimitada e inconmensura-ble”), tan difusa que no les permite identificar los sujetosde semejante proyecto emancipador, ni definir las formasinstitucionales que debería asumir. Por ello, Borón conclu-ye que difícilmente los luchadores antiimperialistas puedanencontrar en el ensayo Imperio algún argumento realista ypersuasivo que ilumine sus pasos o los ayude a compren-der lo que está pasando en el mundo.

En todo caso, es nuestra impresión que el texto de Hardty Negri parecería funcional al actual estado de cosas, yaque ofrece una crítica blanda que descomprime en parte laprotesta que ataca el statu-quo del imperialismo reinante(el concepto de multitud de Virno va en el mismo sentido).Apoya nuestra idea el eco elogioso que recibió el libro departe del New York Times, el Time Magazine e incluso porThe Observer de Londres. Coincidimos con Borón en que seconstata que “el resultado de esta empresa (el libro Imperio)

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es ofrecer una visión del imperio tal y como él mismo seobserva desde su cumbre” y que si se manifiesta formalmen-te un compromiso de los autores en la construcción de unasociedad socialista, “el argumento de Imperio no se relacio-na para nada con la gran tradición del materialismo histó-rico”. En efecto, Borón contrasta Imperio con otras obrasde autores tales como Samir Amin, Noam Chomsky, RobertCox o Immanuel Wallerstein.101 Y es que, a nuestro pare-cer, la tesis del ensayo es de naturaleza contradictoria: elimperio ha emergido y el imperialismo ha muerto, dondeno son los mercados los dominantes sino que lo sería laONU (?). Por lo que a las Naciones Unidas se le otorga unpapel sobredimensionado en este nuevo orden mundial,donde su producción jurídica es considerada una verdaderaguía ética de gran eficiencia, lo que no es cierto desde nin-gún punto de vista. En principio, teniendo en cuenta el ses-go elitista del Consejo de Seguridad sobre todo el sistemade la ONU, donde los EE.UU. mantienen una supremacíacasi hegemónica, al punto que siempre terminan por legiti-mar los esfuerzos bélicos norteamericanos, pero ademásavanzan inusitadamente al afirmar que bajo este nuevoimperio queda legitimado porque responde a valores uni-versales (saliéndose del discurso posmoderno), tesis quedestruye la realidad descrita por Borón.

El profesor de Clacso recuerda que Rousseau destaca-ba que los dominados eran inducidos a creer que la obe-diencia era un deber moral donde la moderna tiranía,al decir de Tocqueville, no castiga el cuerpo como antañosino que se ataca directo al alma. En efecto, manipulación(a través de los medios) y control ideológico (permitido porla blanda educación a todo nivel) mostraría que se está

101 S. Amin con Empire of chaos y capitalism in the age of Globalization;N. Chomsky con The conquest continues world orders: old andnew; I. Wallerstein, The modern world after liberalism; R. Cox,Production, power and world order.

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produciendo el cambio que vislumbró Foucault en el pasode la sociedad disciplinaria a la sociedad de control (auto-control).

Hardt y Negri ven en el imperio una forma evoluciona-da, del mismo modo que Marx veía en el capitalismo unamejor forma de sociedad y de modos de producción queen los sistemas anteriores a él. Al respecto, Borón destacaque tal aseveración implica que el imperio (como actual or-den capitalista mundial) es distinto al capitalismo a secas;“los autores de Imperio ven a este sistema como la supera-ción histórica de la modernidad, época sobre la cual ellostienen una visión un tanto distorsionada”. Si es verdad quela fase más actual de la modernidad es de naturaleza trá-gica, no deberían ligarse tan estrechamente los resultadosdevastadores a cierto protagonismo del Estado-Nacióncomo si éste fuera el único culpable, opina Borón al tiempoque parafrasea a Negri: “el Estado-Nación ha sido condiciónineludible para la nación imperialista y el estallido de nu-merosas guerras y si ahora esa aberración está desapare-ciendo del escenario mundial, de buenas nos libramos”.También se equivocan cuando afirman que el principal obs-táculo que impide la simple “comunicabilidad” de las luchases la ausencia de reconocimiento de un enemigo en común:“Olvidan que la rebelión chiapaneca del SubcomandanteMarcos, las llamadas marchas antiglobalización, los reite-rados foros sociales mundiales en Porto Alegre, entre otrasmanifestaciones, han identificado claramente al neolibera-lismo como el oponente a derrota”.

Consideramos que éstas son las objeciones principalesde las muchas que hace Borón a la tesis de Imperio, sobrelas cuales nos resulta difícil no estar de acuerdo. Pero parafinalizar con el análisis del libro de Hardt y Negri, que ten-dría en la actualidad un gran predicamento en ciertos secto-res académicos y de la juventud preocupada por nuestrofuturo, creemos útil a los fines del presente trabajo hacer

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algunas consideraciones extras sobre la lógica posmo-dernista del capital global que pregonan Hardt y Negri. Esalógica que enfatiza lo instantáneo, el perfil cambiante de losdeseos, el culto al individualismo, el consu-mismo de mer-cancías e imágenes, la diferencia y la multiplicidad, el feti-chismo del dinero y los simulacros, así como la fascinaciónpor lo nuevo es difícilmente contestable en tanto diagnósti-co. Sin embargo, cuando Hardt y Negri avanzan al afirmarque esta lógica posmoderna produce cambios en el marke-ting que se diversifica según el target de los consumidoresa los que apunta, impone una superación de “las antiguasformas modernas de la teoría racista y sexista, que son losenemigos explícitos de esta nueva cultura corporativa”, nopodemos coincidir. Concluimos que los autores de Imperiocreen, al igual que Fukuyama, que la cultura corporativaactual representa una dinámica de emancipación (!), ya quelas empresas globales desean incorporar las diferencias cul-turales “con lo cual maximizan la creatividad y la diversi-dad en el ambiente laboral”. Basta preguntar ¿y los exclui-dos del sistema? para mostrar gran parte del inaceptableerror que cometen estos autores al alabar el marketing neo-liberal y posmoderno como si se tratara de una formidableenergía vital: como si marketing y capital, al movilizarse porla exclusiva atracción del incremento en las ganancias, pu-dieran tener algún tipo de consideración ética, cultural, so-cial o medioambiental. O que, aun sin tenerlas, pudieranproducir algún beneficio en cualquiera de los campos cita-dos. Como en el mundo virtual, todos somos iguales segúnBill Gates, vivimos en el mejor de los mundos. Salvo que setrata de un mundo al que accede un mínimo de la pobla-ción mundial (y sólo podrían disfrutarlo plenamente aque-llos que tienen la capacidad inmoral de eludir el más míni-mo atisbo de conciencia sobre las misérrimas e inhumanascondiciones en las que vive prácticamente la mayoría de lahumanidad).

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Para mostrar las nefastas consecuencias de la neoliberalcultura corporativa, tan liberadora según (Hardt, Negri,Fukuyama y Gates), deseamos destacar una publicidad apa-recida en las primeras páginas de una prestigiosa publica-ción internacional (Foreign Affairs, referencia obligada de lasmás altas estructuras gubernamentales, de directivos cor-porativos, de la prensa internacional y de todo aquel quese considere formador de opinión) por la empresa interna-cional de seguridad corporativa Guardmarks:102 sobre elfondo de una foto donde se ven empleados comunes sa-liendo desordenadamente y cariacontecidos de un edificiode oficinas (podría ser en cualquier capital del mundo oc-cidental, incluida la parte de Asia convertida al capitalis-mo tardío) donde se destaca un texto que dice: “A loyalemployee for 22 years. Last month was off. This morningis come back. No one was ready for him”103. Y en letras máschicas: “Workplace violence is a heart-stopping reality, thatcan happen anywhere, anytime. Even best run companiescan be victimized by it… workplace violence costs businessbillons of dollars annually”.104

Si Wardmarks publica este aviso en la doble página másimportante del prestigioso bimensuario, es decir la más cara,será porque la nueva y liberadora cultura corporativa estáprovocando una banalización de tremendos hechos de vio-lencia a partir del maltrato a los que estas grandes empre-sas someten a antiguos empleados leales, cuya pérdida deltrabajo representada la pérdida de sí mismos. Es ésta la rea-lidad que nos presentan estos usuales collateral damages.102 Foreign Affairs Magazine, september-october 2001, vol. 80, number 5.103 Un empleado leal por 22 años. El mes pasado fue echado del trabajo.

Esta mañana volvió. Nadie estaba preparado para él.104 La violencia en los lugares de trabajo es una realidad inquietante, que

puede ocurrir en cualquier parte y en cualquier momento. Incluso lascompañías mejor manejadas pueden ser victima de estos… la violenciaen los lugares de trabajo cuesta a las compañías miles de millones dedólares al año.

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