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CAPITULO 6. Las aulas: el papel de la inteligencia repartida El papel del profesor en el aula no es solo explicar los contenidos de un programa previamente establecido y ejercer la autoridad, sino que además debe intentar que se produzca algún tipo de comunicación entre los alumnos durante el proceso de aprendizaje. Durante su vida, la persona va encontrando toda una serie de herramientas e instrumentos físicos, recuerdos, pensamientos, ideas e información con la cual interactúan socialmente. Entonces sostenemos que la cognición humana óptima casi siempre se produce de una manera física, social y simbólicamente repartida. Los seres humanos funcionan de manera más inteligente según la modalidad de la persona más el entorno, y no según la de la persona sola. Ahora bien, a pesar de las diferencias de conceptualización entre inteligencia y cognición repartida, ambos efectos forman parte del fenómeno de la persona más el entorno, por lo que resulta conveniente buscarlos. Lo verdaderamente importante no es dónde se encuentra el conocimiento, sino las características de acceso que se tienen ante el mismo. Esto es lo que se denomina como “inteligencia repartida”, que trata de reflejar el hecho de que la comprensión de los contenidos de aprendizaje se produce por parte de todo el grupo de alumnos, de forma que unos y otros pueden colaborar entre sí para dar lugar a un conocimiento conjunto que abarque a todos los alumnos, aunque cada uno elabore su propio saber individual. Para esto son importantes los materiales y los métodos que se utilicen por parte del profesor para mostrar los temas a los alumnos. Una de éstas herramientas, la constituyen los diarios, tanto para la correcta comprensión de la asignatura, como para el desarrollo metacognitivo del estudiante. Así mismo, el avance tecnológico de los últimos años ha proporcionado una gran variedad de vehículos físicos en apoyo de la cognición de los alumnos, tales como calculadoras, procesadores de palabras, hojas de cálculo, sistemas de dibujo y diseño, bases de datos, y hasta los

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CAPITULO 6. Las aulas: el papel de la inteligencia repartida

El papel del profesor en el aula no es solo explicar los contenidos de un programa previamente establecido y ejercer la autoridad, sino que además debe intentar que se produzca algún tipo de comunicación entre los alumnos durante el proceso de aprendizaje.

Durante su vida, la persona va encontrando toda una serie de herramientas e instrumentos físicos, recuerdos, pensamientos, ideas e información con la cual interactúan socialmente. Entonces sostenemos que la cognición humana óptima casi siempre se produce de una manera física, social y simbólicamente repartida. Los seres humanos funcionan de manera más inteligente según la modalidad de la persona más el entorno, y no según la de la persona sola.

Ahora bien, a pesar de las diferencias de conceptualización entre inteligencia y cognición repartida, ambos efectos forman parte del fenómeno de la persona más el entorno, por lo que resulta conveniente buscarlos. Lo verdaderamente importante no es dónde se encuentra el conocimiento, sino las características de acceso que se tienen ante el mismo.

Esto es lo que se denomina como “inteligencia repartida”, que trata de reflejar el hecho de que la comprensión de los contenidos de aprendizaje se produce por parte de todo el grupo de alumnos, de forma que unos y otros pueden colaborar entre sí para dar lugar a un conocimiento conjunto que abarque a todos los alumnos, aunque cada uno elabore su propio saber individual.

Para esto son importantes los materiales y los métodos que se utilicen por parte del profesor para mostrar los temas a los alumnos. Una de éstas herramientas, la constituyen los diarios, tanto para la correcta comprensión de la asignatura, como para el desarrollo metacognitivo del estudiante.

Así mismo, el avance tecnológico de los últimos años ha proporcionado una gran variedad de vehículos físicos en apoyo de la cognición de los alumnos, tales como calculadoras, procesadores de palabras, hojas de cálculo, sistemas de dibujo y diseño, bases de datos, y hasta los buscadores de Internet y toda aquella herramienta que proporcione un pensamiento de orden superior.

Es también necesario dar la importancia que merece a la inteligencia socialmente repartida, pues se reconoce como la repartición física de la inteligencia.

Es así entonces, en el entorno escolar, que el aprendizaje cooperativo es una manera en que los alumnos se agrupen en equipos compartiendo los mismo temas, repartiendo los trabajos en pequeños grupos o en parejas, a manera que cada alumno represente tanto el papel de educador como de educando.

Al comprender la repartición física y social de la cognición, encontramos la distribución simbólica de la misma, puesto que los diversos sistemas simbólicos, tales como palabras, diagramas, ecuaciones, etc., representan el medio habitual de intercambio entre las personas, siendo la distribución física, social y simbólica de la inteligencia en las aulas, el fomento de toda innovación, conduciendo así, al desempeño de la escuela inteligente.

Otro factor de gran importancia dentro de la escuela inteligente, es lo que se conoce como efecto oportunista, pues es la facilidad de dar al estudiante la posibilidad de oportunidades, totalmente al alcance de su mano, que le sean de utilidad y de fácil obtención, pues se supone que si el docente pone a disposición de los jóvenes aquellas estructuras físicas o sociales de las cuales se sirvan para su aprendizaje, a medida que los aprovechen el cambio se producirá de manera natural.

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Si bien el carácter del efecto oportunista no resulta automático, son más las razones que lo justifican, tales como reconocer las oportunidades no reconocidas, aporta una gran carga cognitiva, y dado su carácter innovador puede representar para el estudiante una gran fuerte motivación de entrada, pues su mayor atractivo radica precisamente en la creencia de que los cambios, para que resulten en positivo, deben efectuarse de manera natural y no forzada.

La escuela inteligente proporciona un enfoque de la enseñanza y del aprendizaje centrado en la persona mas el entorno, y para que ello sea posible, es importante el papel del profesor como estimulante del aprendizaje para los alumnos.

Para que este tipo de aprendizaje compartido sea posible es necesario que la autoridad del profesor esté bien establecida, delegando ocasionalmente autoridad en los miembros del grupo, guiando y exhortando constantemente, para que no quepa interferencia alguna en el proceso de enseñanza-aprendizaje.

Conclusiones:

La escuela inteligente habrá de proporcionar al proceso educativo las herramientas necesarias para que el aprendizaje surja de manera espontánea, no obligada. Para ello, los lineamientos que aporta el entendimiento de la inteligencia repartida, son de gran importancia. Sin embargo, desde mi punto de vista, será necesario para el docente contar con total libertad de acción y decisión por parte de sus superiores, siempre que sus ideas o sugerencias no interfieran con la normatividad escolar y social.

CAPITULO 7. Motivación: La economía cognitiva de la educación

Si podemos entender el proceso de enseñanza-aprendizaje como una economía, nos queda claro que ésta labor también genera costos (tiempo y esfuerzo invertidos, aburrimiento, fracaso, rivalidades) y beneficios (crecimiento académico y curricular, interés, dominio de ciertas áreas, interacción social) a nivel cognoscitivo.

Si bien en muchas ocasiones, para el alumno no existe un evidente beneficio ante determinada materia e incluso con la elaboración de algún trabajo, el precisamente labor del docente que se encuentra frente al aula, la motivación de hacerle ver que tal actividad no solo es requerida para cubrir un programa de clase, sino para obtener de la misma un beneficio posterior, tomando entonces el aprendizaje que le deje al alumno, como una inversión de corto, mediano y largo plazo.

Es muy importante señalar en éste apartado, que muchas veces las clases y los planes de estudio convencionales ofrecen al estudiante pocas fuentes de información, y éstas, en su mayoría, se reducen a textos que terminan por resultarle aburridos y de poco interés.

Es aquí donde el papel del docente cobra suma importancia, pues no solo es la persona que se encuentra al frente del grupo, calificando y pasando de gado al estudiante, sino que, al poseer una fuerte dosis de motivación intrínseca, la labor del docente se transforma en una inversión cognoscitiva que le genera la ganancia de saber que sus estudiantes van aprendiendo conforme a sus propias metas.

Sin embargo, no siempre es una labor sencilla para el docente, pues se topa con fuertes contratiempos de acuerdo a la cultura escolar y social al momento de proponer exigencias, actividades “pretenciosas”, evaluar, etc., llegando a sentir que no está cubriendo las exigencias de los programas impuestos, las de sus superiores, e incluso las de sus alumnos y los mismos padres.

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Para evitar que tales circunstancias desmoralicen y desmotiven al docente, es entonces que se propone adoptar una estrategia que le permita llevar a cabo “la inversión en pequeñas dosis”, es decir, invertir sus recursos un poco en cada cosa, apoyándose en un criterio equilibrado para que no termine por sobreentenderse como una labor egoísta o irresponsable.

Así mismo, y con la finalidad de reducir los costos de la cognición compleja, se nos ofrece una recapitulación de las distintas teorías enfocadas al desarrollo de la inteligencia cognitiva, enfocadas ahora a la economía cognitiva, tales como los elementos básicos de la enseñanza y del aprendizaje, la estimulación de la motivación intrínseca, el entrenamiento y la enseñanza socrática, el desarrollo de una pedagogía de la comprensión que gire en torno de las actividades de comprensión, de las imágenes mentales y de las representaciones potentes, así como los temas generadores, los lenguajes del pensamiento, las pasiones intelectuales, enseñar a transferir, la inteligencia física, social y simbólicamente repartida, procurando en todos y cada uno de los casos, evitar en las trampas de inversión que pudieran crearse a partir de la implantación de los métodos.

Al haber encontrado el punto de equilibrio generador de la economía cognitiva, la escuela se enfrenta ahora con paradigmas que pudieran provocar el lento resultado en la evaluación.

Con frecuencia ofrece un examen equivocado al alumno, que no pone a prueba las actividades que realmente le interesa, por lo que resulta más adecuado avocarse hacia un examen auténtico, que requiera de soluciones flexibles y no de una única respuesta correcta.

Esto podría ejemplificarse con “la evaluación de la carpeta” del programa piloto de Vermont, en el cual la calificación corre a cargo del contenido acumulado en la carpeta y asimilado por el estudiante a lo largo del periodo escolar.

Conclusiones:

Considero que la motivación debe ser la preocupación central de los educadores, ya que un alumno sin motivación no hace esfuerzos ni consigue aprendizajes significativos. La educación, al ser un esfuerzo de tipo cognitivo, para tener buenos resultados necesita estar bien ajustado, siendo los medios de los que dispone el alumno, su propia capacidad y los estímulos que le aporta el profesor. El equilibrio entre los medios del alumno y las dificultades que le supone el aprendizaje es lo que lo hace posible. Un aprendizaje muy difícil o muy fácil no es origen de una economía cognitiva adecuada, sin embargo, un aprendizaje con cierta dificultad, adaptado a los medios de los que dispone el alumno, si da lugar a una economía cognitiva equilibrada. Los métodos de evaluación son importantes para motivar o desmotivar al alumno. Los exámenes son siempre una obligación y una exigencia para él, pero sabiendo aplicarlos con habilidad, pueden ser también una oportunidad de mostrar lo que sabe y, por tanto, pueden llegar a ser motivadores.

CAPITULO 8. Jardines de la victoria para revitalizar la educación.

En los capítulos anteriores, se han tocado temas de gran trascendencia enfocados al perfeccionamiento del sistema educativo.

Ahora es momento de ver la manera de cómo se ha plasmado la teoría a la práctica en distintos campos académicos.

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Es por ello que el autor hace mención en éste apartado a los Jardines de la Victoria, que refieren a los pequeños jardines hogareños de la época del racionamiento en EEUU durante la Segunda Guerra Mundial, ofreciendo el concepto como una metáfora aplicable a la labor de enseñanza aprendizaje, partiendo de la afirmación de que, para mejorar la educación, a parte de los conocimientos prácticos, es necesario proveer de “tiernos y amorosos cuidados a nuestra pequeña parcela”.

Ordenando aquellos conocimientos prácticos en tres etapas, se hace un reconocimiento breve de los principios que elaboran la escuela inteligente, su proceso y sus teorías (la Teoría Uno, la pedagogía de la comprensión, el metacurrículum, la inteligencia repartida así como la economía cognitiva), para entonces dar paso a la explicación de cómo hacer crecer los jardines de la victoria.

Con un primer ejemplo comprendemos la importancia de la tutoría individualizada, pues decididamente no ofrece la misma calidad de enseñanza el profesor que atiende las demandas de un alumno a pretender proveer de conocimiento a 20 ó 30 reunidos en una misma aula, lo cual resultaría utópico para un sistema educativo comunitario, como lo es el nuestro.

Sin embargo a fin de equilibrar, el autor propone al docente perfeccionarse constantemente, procurando a cada paso brindar una tutoría experta ante cada uno de los alumnos con quienes habrá de enfrentarse a lo largo de su carrera profesional, aplicando constantemente las cinco dimensiones que ofrece la escuela inteligente.

En un segundo apartado, se ejemplifica la propuesta de implementar la metodología de la escuela inteligente, ahora enfocada a las aulas y los programas académicos que el sistema proporciona, adecuándose de acuerdo a las exigencias y enfocando en todo momento la mejora en la calidad de la enseñanza.

El siguiente ejemplo evidencia la economía cognitiva intensa a pesar de no haber una evidente cognición repartida, pues la importancia dada a la comprensión, al pensamiento, al análisis y resolución de conflictos, a las tareas auténticas, etc., propicia en el estudiante un aprendizaje con sentido de los hechos y no a su mera acumulación.

Al paso del tiempo, las metodologías de la enseñanza han sufrido muchos cambios, algunos han sido significativos y trascendentes, mientras que otros principalmente en materia tecnológica, han ocasionado en el docente más perjuicios que soluciones.

Por ello, en el cuarto ejemplo encontramos la propuesta de reimplementar en la labor educativa materiales menos exigentes, pues en estos momentos que pretendemos con urgencia rehacer la educación dentro de las aulas, volvemos la mirada a aquellos textos redactados en un estilo pedagógicamente nutritivo.

El sexto ejemplo refleja la importancia de implementar con urgencia lo que el autor denomina “metacurso” de programación al docente.

Aplicado a la actualidad, podemos observar que el sistema educativo ya imparte este tipo de cursos y actualizaciones al futuro docente e incluso al profesionista dedicado a la educación en todos sus niveles.

Por último, la enseñanza de Jaime Escalante ejemplifica el paradigma que encierra la Teoría Uno, demostrando que la comprensión queda clara mediante representaciones concretas y vívidas, dando como consecuencia imágenes mentales lúcidas.

Podemos entender la escuela inteligente como aquel lugar donde no solamente maestros y alumnos trabajan generalmente de un modo reflexivo, sino como el intrincado mecanismo social en el que los diversos factores

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cognoscitivos se engranan para sustentar una enseñanza y un aprendizaje informados y dinámicos, además de reflexivos.

Conclusiones:

Hay muchos ejemplos de cómo es posible cambiar las formas tradicionales de la educación por otras más avanzadas. Los profesores, junto con sus alumnos, pueden crear métodos de aprendizaje basados en la investigación y la capacidad creativa del alumno. Las clases pueden convertirse en proyectos reducidos de investigación en los que el aprendizaje se estimula de forma mucho más intensa que mediante la simple exposición de los temarios. En todas las disciplinas que engloban el curriculum hay posibilidades de expandir la inteligencia y los conocimientos de los alumnos proponiéndoles actividades diferentes. Sin embargo, observando desde una perspectiva realista y actual, estas posibilidades de innovación están limitadas por las exigencias del curriculum y por las evaluaciones, además de por las prisas con las que suelen darse las clases debido a la carga de temas que hay en la mayoría de las asignaturas y el excesivo número de estudiantes a los cuales habrá que atender.

CAPITULO 9. El desafío de un cambio a gran escala

Como todo cambio, el implementar una metodología educativa como la que ofrece la escuela inteligente, puede suponer grandes riesgos.

Uno de ellos, es lo que en la materia se conoce como el efecto del síndrome de Escalante, donde el éxito inicial atrae la atención de los medios, a lo que le siguen los festejos, para por último, caer en la apatía del desesperanzador “no pasa nada”.

Para evitar tal actitud, se propone reconocer y comprender la naturaleza de los tres desafíos fundamentales ante los que se topa toda innovación pedagógica de largo alcance: afrontar las necesidades de la escala, poner en funcionamiento el cambio y desarrollar un profesionalismo reflexivo.

El afrontar las necesidades de la escala implica algunas condiciones que habrá que tener en cuenta, tales como el hecho de que la innovación a gran escala no debe abrumar a los maestros y les permita cumplir su función creativa, así mismo, no debe exigir del maestro talentos y habilidades extraordinarios, debe incluir materiales didácticos que proporcionen un apoyo sustancial, al tiempo que no aumente demasiado los costos.

Una innovación a gran escala debe cumplir, al menos con la misma eficacia, muchos de los objetivos de la educación convencional.

Sin embargo, para poner en funcionamiento el cambio, toda innovación a gran escala suele confrontarse ante el fracaso luego de la etapa inicial de novedad. Es por ello que la iniciación y la instrumentación cobran gran importancia para que al paso del tiempo, la innovación no pierda fuerza ni vigencia.

Una iniciación exitosa conlleva un proceso en el cual las necesidades deben estipularse claramente, habrá que estudiar meticulosamente el que la implementación de la innovación resulte viable y se cuente con los recursos suficientes para llevarla a cabo, habrá que razonar y argumentar positivamente la naturaleza del cambio que se pretende, y ejercer presión apoyos suficientes para que el mismo se instale y perdure.

Ahora bien, la instrumentación es el período de lanzamiento del programa, el cual generalmente tiene una duración de dos o tres años antes de comprobar resultados tangibles.

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Por lo general, es en ésta etapa donde la mayoría de las innovaciones fracasan, dado que a pesar de que el plan se instrumenta y desarrolla conjuntamente sobre la marcha y esto sirve para ir corrigiéndolo y aportando mejoras, los participantes en la mayoría de los casos se muestran reacios al cambio, surgiendo fricciones.

Por ello es que durante ésta etapa se recomienda comenzar de a poco, pero pensando en grande, así como de proveer a los participantes de un asesoramiento constante y prolongado, que surja del interior hacia el exterior.

La experiencia también ha demostrado que ofrece mejores resultados el que el docente vaya comprendiendo gradualmente el nuevo programa, sobre la marcha, mientras lo va poniendo en práctica, ofreciendo que la experiencia vuelva visionario al profesor, y en su caso, se permita compartir el control del mismo con sus compañeros, pudiendo resultar más sencilla la resolución de los conflictos que surjan, siendo en equipo y compartiendo experiencias.

Habiendo llevado a la práctica lo anterior y pasado el periodo inicial, es la continuidad la que cobra importancia ante la innovación, pues solo institucionalizando aquello que ha tenido éxito es como se genera el cambio real, sin importar que los iniciadores no se encuentren ya dentro del grupo, y desarrollando un profesionalismo que lleve al docente a la reflexión.

Conclusiones:

A partir de las ideas expuestas en los capítulos anteriores se proponen cambios que se den de forma generalizada en la educación. La mayor participación de los alumnos en sus propios procesos de aprendizaje y que el alumno sea capaz de aprender por sí mismo son los dos grandes objetivos que se plantean para el cambio de las estructuras educativas tradicionales. Los cambios en la educación suelen venir dados por los cambios en las leyes que la regulan, pero también por las innovaciones que los profesores ponen en práctica de forma particular con sus alumnos. La extensión de estas innovaciones de unos colegios a otros pasa por una mayor comunicación entre los distintos educadores y por la preocupación por la formación continua de los profesores.

Al mismo tiempo es importante conservar los criterios y los métodos que se han mostrado efectivos a lo largo del tiempo.