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Capitulo 3

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  • III CONCIENCIA CRISTIANA LATINOAMERICANA Es necesario poder discernir lo que sea la con- ciencia, la autoconciencia latinoamericana, y la auto- conciencia cristiana de Latinoamrica, para as vis- lumbrar un neo-humanismo configurado por las exi- gencias de nuestro presente dramtico y revoluciona- rio. 1. CONCIENCIA Y AUTOCONCIENCIA Cuando hablamos de conciencia no nos referimos a la mera conciencia psicolgica(48), ni a la concien- cia individual(49), sino a la conciencia histrica y co- lectiva(50) que se ha dado en llamar intersubjetivi- dad(51). El hombre no es un espritu ni un cuerpo, sino ambos indisoluble y substancialmente unifica- dos. La relacin de cuerpo a cuerpo en el espacio permite descubrir una subjetividad en el otro, una interioridad, que siendo recproca y original constitu- ye la conciencia interpersonal(52). Ampliando esta descripcin, y ubicndonos en el plan socio-histrico podemos hablar de la Conciencia de un pueblo(53), del Espritu de una nacin, comunidad, sociedad. En

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  • este sentido, la conciencia no se constituye en los hechos histricos, sino que, como nos deca Merleau- Ponty, son los hechos histricos los que existen pa- ra ella(54), siendo la conciencia el antecedente de todo hecho temporal. Esa conciencia, por un acto que le es propio, puede llegar a tomar conciencia de s misma (autoconciencia)(55). En la historia de un hombre, y sobre todo de un pueblo(56) este momen- to es de suma importancia, porque marca como un salto cualitativo en la historia. La conciencia se opo- ne a s misma, se distancia de las cosas de la co- sidad(57) entre las cuales se encontraba alienada, perdida, como extranjera a s misma, exteriorizada en los tiles sin tener dominio sobre ellos. Hay cier- tos momentos en la vida, en la historia, momentos crticos, edades originales, donde gracias a un desqui- cio es decir, salindose de los cauces normales la conciencia se vuelve a s misma y hacia las otras conciencias para reconocerse como subjetividad, co- mo una interioridad autnoma, suficiente(58). Esta toma de conciencia se ha producido en ca- da pueblo que ha cumplido alguna funcin en la his- toria universal: Grecia tuvo su siglo de Pericles, Ro- ma la de sus Csares, Israel la de sus profetas, Eu- ropa su siglo XIII, Espaa su siglo de oro, Alemania fue despertada por la generacin hegeliana(59). Y bien, creemos que Amrica Latina le toca en nuestro tiempo liberarse de la enajenacin, de la alienacin en la que se encuentra postrada tanto como civiliza- cin que como cultura. 2. AUTOCONCIENCIA LATINOAMERICANA Creemos que ha habido en Amrica hispnica tres momentos y por lo tanto tres generaciones, porque la toma de conciencia colectiva e histrica determina una "generacin" simultneamente, tres edades decisivas de su historia, en los que la moder- nidad, invasora se ha opuesto a una tradicionalidad bien instalada. La primera, fue la de la invasin co- lonizadora, bajo el temple del conquistador guerrero

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  • y el heroico misionero (poca finalizada aproxima- damente en 1550), que configuran despus la socie- dad colonial y la cristiandad amrico-hispnica. La segunda, fue la generacin criolla que comenzando por ser conservadora e hispnica desde 1808, rompi con su pasado en torno al 1850-1870, adop- tando la cosmovisin liberal y positivista. Destruyen- do las instituciones coloniales, esta generacin abri Amrica hispnica y constituy las naciones latino- americanas, por medio de las tcnicas que lenta- mente fue introduciendo. La tercera poca la estamos viviendo, y signifi- ca el nacimiento de la conciencia popular, de las re- voluciones en la lnea de la socializacin, superando las posiciones tradicionales conservadores y libe- rales, y los estrechos nacionalismos, para entrar a jugar en el plano de la integracin latinoamericana y mundial. Cada momento anterior ha tenido su poca de entusiasmo y expansin, y despus su decadencia y hermetismo. Lo que Ortega denomina la tibetiza- cin. Lo cierto es que el estancamiento de las fuerzas tradicionales, y las dictaduras, han permitido tomar conciencia de su misin a una nueva generacin la- tinoamericana y entre ellos, especialmente, una nueva generacin cristiana (la primera generacin cristiana constituida por laicos y con ciertos lazos de unin latinoamericana). Ser muy difcil actuar en Amrica Latina sin tener en cuenta la autoconciencia latinoamericana de estas juventudes. 3. CONCIENCIA Y AUTOCONCIENCIA CRISTIANA

    El cristianismo, es bien sabido, es mucho ms que una cosmovisin o una moral. Ante todo es una relacin intersubjetiva, interpersonal. El objeto pro- pio, el constituyente esencial del cristianismo, no es una idea, una ideologa, ni una moral, sino una Per- sona. En ltimo trmino no es sino una relacin en-

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  • tre las personas creadas e histricas en tanto par- ticipan existencialmente de la misma Interpersonali- dad divina. Por ello el cristianismo compromete toda la persona, a un nivel concreto, absoluto, radical. Por cuanto compromete toda persona, el cristia- nismo tiene una cosmovisin, una moral el mar- xismo, en cambio, es una ideologa y una moral, un sistema de donde se origina el partido y un tipo de sociedad. El cristianismo, no como esencia sino como su elemento intencional tiene una cosmovisin, un mo- do de ver, de juzgar, de obrar en el mundo natural, profano. Si la visin cristiana del hombre, de la his- toria y el cosmos no tuviera ninguna incidencia en lo real temporal, el cristianismo sera un supernatura- lismo intil y quiz an el opio del pueblo(60) , tal es, al fin la posicin nestoriana(61) que defenda en Jesucristo la existencia de dos personas (sepa- rando radicalmente lo sobrenatural de lo natural). Podra caerse en otro extremo el de los monofisi- tas, que pretendan la existencia en Jesucristo de una sola naturaleza, el de la identidad del cristia- nismo con un sistema poltico, econmico o social (los sistemas de cristiandad). La conciencia cristiana debe situarse entonces claramente entre ambos extremos: la existencia, el compromiso cristiano no puede ser sino temporal, poltico, sindical, histrico, y sin embargo lo tras- ciende, es decir, nunca ser esclavizado, ligado por un sistema, cosmovisin o postura determinada. Son justamente los profetas (pro-fem= el que habla ante o contra) los que saben tomar distancia, depurarse de la mera cosidad de la cotidianeidad, to- mar auto-conciencia cristiana de los acontecimientos y juzgarlos a la luz de la Fe en toda su heroica y trascendente exigencia. Un Bartolom de Las Ca- sas, un Pedro Claver, un Padre Hurtado en Chile son esos profetas que anuncian las exigencias cristianas, por muy duras que sean, a las conciencias adorme- cidas de su tiempo.

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  • 4. AUTOCONCIENCIA CRISTIANA DE LATINOAMRICA Veamos rpidamente, partiendo de los niveles analizados arriba, una indicacin posible para una re- flexin sobre la conciencia cristiana en nuestro con- tinente. a) Autoconciencia cristiana y civilizacin latino- americana En primer lugar, el cristiano consciente de las exigencias de su fe, debe enfrentarse resueltamente ante la estructura actual del sistema civilizador de nuestras naciones. Ante estas estructuras solo cabe una postura de reforma o de revolucin a fin de permitir a la gran mayora de nuestros pueblos, urbanos y rurales, las masas proletaria y del campe- sinado, beneficiar de los frutos de la civilizacin tc- nica, mundial y contempornea. Pero el sistema de la civilizacin latinoamericana (agricultura, industria- lizacin, infraestructuras, urbanizacin, etc.) est perfectamente trabado en un crculo vicioso. Los be- neficiarios de este sistema son aquellos que poseen la clave del ciclo, y stos son: las oligarquas crio- llas capitalistas y burguesas, y los capitales extran- jeros evidentemente norteamericanos. Nuestra civilizacin latinoamericana no slo ha dejado de crecer, sino que decrece, aumentando sin embargo el nmero de sus habitantes que en vez de ser sus beneficiarios son sus prisioneros. Los tiles, los instrumentos de civilizacin que el hom- bre ha inventado, acumulado, transmitido, reproduci- do se transforma en un medio de alienacin, de des- humanizacin de la gran mayora. La conciencia cristiana, autoconciencia de la historia, no puede sino armarse de la palabra y la ac- cin, y promover as una autntica reforma y re- volucin si fuera necesario en consonancia con sus postulados: la suma libertad del hombre ante los

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  • tiles inventados para el uso y no para la mutua ex- plotacin, ya que en los casos de necesidad todo es comn(62); el respeto supremo a la dignidad humana de los que sufren un sistema civilizador in- justo los campesinos, muchas masas urbanas, los indios, etc. o la dictadura. b) Autoconciencia cristiana y "ethos" latinoamericano En el nivel ms profundo, pero totalmente soli- dario del primero por cuanto el sistema de civiliza- cin condiciona y es condicionado por el estilo pro- pio de un pueblo, la autoconciencia cristiana se enfrenta con un ethos social profundamente estable- cido y difcil de discernir en Latinoamrica. As co- mo en el plano de la civilizacin es necesario rea- lizar una revolucin en la lnea de la socializacin, as aqu ser necesario igualmente una reforma para modificar el ethos burgus descubriendo las moda- lidades existenciales de un nuevo humanismo. La burguesa es un grupo, entre tantos, pero el ms influyente, de nuestra sociedad latinoamericana. Posee el espritu del capitalismo mundial en ese tan propio estilo de apropiacin privada, egosmo fami- liar, ascetismo en el trabajo, culto a la personalidad y al desarrollo de las cualidades de cada individuo, respeto por los que han alcanzado su misma clase, etc. evidentemente, todos estos factores no son negativos, pero pueden transformarse en un mo- mento de la evolucin de un pueblo, en trabas muy importantes para una etapa superior del progreso(63). Junto al ethos burgus del homo homini lupus coexiste un ethos pre-histrico. La resignacin pasi- va del sbdito y an del esclavo del Imperio Inca o Azteca, de la mujer del indio, de los vencidos, de los pueblos secundarios. Resignacin pasiva an- te el destino, tradicionalismo mtico y cuasi-religio- so de nuestros campos que nada tiene que ver con el profetismo y la responsabilidad histrica de la conciencia judeo-cristiana.

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  • Por ltimo, la indolencia propia del hombre que tiene lo absolutamente necesario y que permanece en su estado recibido sin creatividad. Rpidamente se transforma en indiferencia y hasta irresponsabili- dad social. No interesa destruir esto o aquello, pa- ga el Estado dicho y redicho tan latinoamericano. Ante el egosmo, la pasividad, la resignacin, la indolencia, la indiferencia, la irresponsabilidad, el individualismo, el miedo a expresar su propio pen- samiento, debe levantarse un nuevo humanismo y en ello la autoconciencia cristiana tiene un gran pa- pel a cumplir de la solidaridad social, de amor al prjimo y en especial a los ms necesitados de la pobreza voluntaria de la burguesa. Una esperanza contra toda desesperanza, un entusiasmo contra to- do infortunio, una rebelda contra todo falso confor- mismo, una vehemencia por la justicia contra todo egosmo, un comunitarismo contra el pseudo indivi- dualismo, un personalismo que respete la dignidad y trascendencia de cada interioridad humana. c) Autoconciencia cristiana y ncleo tico-mtico(64) Ante los ltimos valores que justifican los com- portamientos de un grupo, la conciencia cristiana adulta se enfrenta ante una problemtica ms comple- ja que ante la mera civilizacin. En los tiempos de las cristiandades sea la Nueva cristiandad colonial ame- ricana o la europea medieval los valores de la ci- vilizacin se confundan con los valores cristianos. En esos tiempos, los valores religiosos del Islm, del confucionismo o el vedanta posean los lmites geo- grficos de sus respectivos Imperios, naciones o rei- nos. La civilizacin se unificaba con la religin, y esta era el fundamento de todo valor. En nuestro tiempo y gracias a la autonoma de lo temporal, consecuencia necesaria y exclusiva del Cristianismo (65) la masa se autonomiza y va tomando progre- sivamente un mayor poder de eleccin. La masa de nuestra civilizacin contempornea y mundial no

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  • solo las oligarquas, por medio de la informacin, el transporte, la movilidad, etc., conoce suficiente posibilidades para elegir personalmente (dentro del margen que la propaganda y el mecanismo colectivo le permite). Desde ese momento, diferentes cosmovi- siones son preferidas por diversos grupos, y la civili- zacin no es ya monoltica, unitaria: la civilizacin no coincide con un ncleo tico-mtico que es al mis- mo tiempo una religin o al menos el foco inten- cional central de la religin. Estamos en una civi- lizacin pluralista y profana, autoconciente de su li- bertad! En el Imperio Romano, el cristianismo vivi den- tro de un mundo que posea un pluralismo relativo (66), y fue en ese mundo donde no solo naci, sino donde creci y descubri su temple propio y univer- sal. El Imperio mediterrneo se ha dilatado y es hoy una civilizacin universal, y en esa civilizacin es ne- cesario saber valorar todo lo positivo tal como los primeros cristianos supieron ser romanos y apreciar lo que esto significaba, teniendo conciencia sin em- bargo que era necesario trascenderlo. Ante los l- timos valores, ante los fundamentos de nuestra civi- lizacin latinoamericana, la conciencia cristiana de- be saber sentirse solidaria de la primera generacin de cristianos misioneros que supieron distinguir entre civilizacin hispana y religin cristiana, sintindose indio con los indios aunque hubiera que luchar contra gobernadores y virreyes. Como un Bernardino Saha- gn o un Jos Acosta se debe hoy analizar esos va- lores positivos de nuestro pueblo para saber mostrar como el sentido de la evolucin atraviesa el mundo en un anhelo escatolgico Teilhard de Chardin, di- ra crstico. La historia latinoamericana no la escribir exis- tencialmente un grupo ni siquiera el de los cristia- nos, sino todos los latinoamericanos. En la medi- da en que la conciencia cristiana sepa asumir todos los valores positivos podr cumplir su misin en nuestro continente.

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  • d) Autoconciencia cristiana y grupos sociales Es evidente que una revolucin en el nivel de la civilizacin, una reforma contra el ethos social bur- gus, y la instauracin de una comunidad pluralista de derecho no puede realizarse sin tener bien en cuenta cules grupos sociales deben cumplir dicha tarea. La conciencia cristiana debe saber comprender la evolucin de nuestra vida social. En la cristiandad colonial, la Iglesia por sus Obispos nombrados por el Rey, por las Ordenes religiosas verdaderos pode- res espirituales y temporales en Espaa, Portugal y Amrica significaba una clase social dirigente, aristocracia cultural, y an econmica. Por el contra- rio, en el siglo XIX, la progresiva secularizacin, la universalizacin anti-inquisitorial, el parcelamiento nacional, las guerras fraticidas, la expulsin de Obis- pos, la desorganizacin de los centros de enseanza la prdida de bibliotecas, sumi a la Iglesia a un gra- do de postracin indescriptible. Perseguida hbilmen- te por liberales, positivistas y laicistas termin por comprometerse con ellos sobre todo en tanto cla- se ms que en tanto ideologa, es decir, se torn burguesa; en algunos de nuestros pases conserv sin embargo su preponderancia ininterrumpidamente desde la poca colonial. Ante esta situacin bien que con numerosas excepciones, ante una reforma o revolucin de es- tructuras en vistas a una socializacin creciente pa- ra bienestar de las clases proletarias, campesinas y medias, permanecer slidamente comprometido a la clase o grupo propietario, terrateniente, oligrquico, aristocrtico o burgus es simplemente constituirse en un marginal histrico. Muy por el contrario, la nueva generacin com- prende la importancia de un compromiso con la ma- sa. El nacimiento de movimientos sindicales obreros, universitarios, la conciencia poltica creciente, la or- ganizacin de ciertos grupos de intelectuales, mues- tra que la conciencia cristiana descubre poco a poco

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  • el modo de situarse de manera original y adecuada en el ritmo de la evolucin y desarrollo necesario e integral. Es ante todo junto a la masa de trabajadores in- dustriales, de naciente proletariado, junto a los nu- merosos y misrrimos campesinos de nuestros cam- pos, junto a los dirigentes universitarios y profeso- res, junto a los polticos de avanzada social, junto a los ncleos de poblacin de las grandes ciudades donde se juega el destino de Latinoamrica. La con- ciencia cristiana cumplir all su funcin o no cumpli- r ninguna! 5. HACIA UN NEO-HUMANISMO LATINOAMERICANO Unos meses antes de su muerte, Teilhard de Chardin escriba a Claude Cunot a propsito de un trabajo que pretenda escribir sobre Humanismo y humanismo: Un neo-humanismo evolutivo (es necesario), do- minado por la conviccin que existe un Ultra-huma- no... El Humanismo del Cosmos, antiguo y sin valor est en vas de ser reemplazado por un Humanismo de Cosmo-gnesis".(67). Y en su obra clebre El Medio Divino escriba Hay un medio de conciliar, despus de nutrir uno por el otro, el amor de Dios y el sano amor de Mundo, el esfuerzo de trascender y el esfuerzo de desarrollar.(68). Estas dos tendencias estn inscriptas en el cora- zn mismo de nuestra civilizacin y cultura latino- americana del Humanismo que pretenda significar el fundamento antropolgico y activo de su nueva cons- titucin. El momento de la Amrica indiana se opone dia- lcticamente a la poca hispana de Amrica; sta por su parte al proceso tcnico del positivismo liberal;

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  • y ste se opone nuevamente al nacimiento de una conciencia de socializacin de las masas campesinas y proletarias que significan el segundo momento necesario emprendido por la tecnificacin positivista. La visin y prxis esto es un Humanismo que pueda dar cuenta de la aspiracin profunda y latente es aquel que asuma como propio los valores del mun- do en desarrollo tcnico, proletario, campesino pero que los trascienda permitiendo abrir la persona humana al universalismo y a la convergencia en el Hiper-personal, donde encuentre un centro definitivo de permanencia y unidad. Esto es necesario, porque en el interior de la Historia, el hombre se encuen- tra referido, siempre, en realidad, objetivamente, a situaciones concretas, que no pueden, en cuanto ta- les, permitirle actualizar la totalidad de su ser. Si no existe un fin de la Historia, no hay tampoco una rea- lidad positiva que corresponda a la amplitud del ser humano y que le conferir su realidad efectiva(69). Ese humanismo, evolutivo, totalmente humano y sin embargo abierto a la trascendencia por una exi- gencia histrica latinoamericana y natural del hombre en general, es el nico, a nuestro criterio que pue- de cumplir con los valores positivos que se proponen otros humanismos parciales, reducidos o unilatera- les: La comunidad (Gesellschaft) es la perfecta uni- dad esencial del hombre con la naturaleza, la verda- dera resurreccin de la naturaleza, el acabamiento naturalista del hombre y el acabamiento humanista de la naturaleza.(70). Esta posicin. que llamaramos el humanismo cerrado a lo meramente humano, es asumido por otra actitud: Se instaura una dialctica entre dos trascenden- cias. En primer lugar, el hombre es trascendencia, en el sentido que constituye una historia sin fin, que por su parte es bsqueda y suspenso ante la totalidad. Esta primera trascendencia es ella misma mediacin de otra trascendencia, que es el pasaje hacia un

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  • ms alla de lo humano: hacindose en la historia comprendiendo esta historia, el ser humano com- prende igualmente que l mismo es tambin apertu- ra infinita y que no puede realizarse y efectuarse sino refirindose a una realidad trascendente, trans-hist- rica(71). Una conciencia cristiana se expresa como lo ha- ce el antes nombrado paleontlogo: No existe Progreso en la Tierra sin primado y triunfo de lo Personal en la cima del Espritu. Si con- sideramos la actualidad, en toda la superficie de la noosfera, el cristianismo representa la nica corrien- te del pensamiento lo bastante audaz y progresista para saber abarcar prctica y eficazmente el mundo en un gesto perfecto, e indefinidamente perfectible. Solo, absolutamente solo sobre la Tierra moderna, muestra su capacidad de sintetizar en un solo acto vital la Totalidad y la Persona... Es el eje principal de la Evolucin. a) Considerado objetivamente, a ttulo de fen- meno, el movimiento cristiano, por su enraizamiento en el pasado, y por sus desarrollos incesantes, pre- senta los caracteres de un phylum.

    b) Ubicado en la evolucin, que debe ser con- siderada como un ascenso de la conciencia, este phylum, por su orientacin hacia una sntesis fundada en el amor, progresa exactamente en la direccin presumida por la flecha de la biognesis.

    c) En el eln que gua y sostiene su marcha ha- cia adelante, esta flecha que sube implica esencial mente la conciencia de encontrarse en relacin ac- tual con el polo espiritual y trascendente de conver- gencia universal No es acaso el fenmeno cris- tiano, que surge del corazn del fenmeno social justamente ese phylum...?(72). Esto no quiere decir que sea el cristianismo la nica posicin que unificara el pasado y futuro lati- noamericano. Mas bien habra que decir que sera un humanismo falto de su columna vertebral aquel que

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  • pretendiera imponerse en latinoamrica sin poseer, junto a otros, los valores contenidos en la tradicin judeo-cristiana, que expresa en nuestro continente, lo mejor: la actitud de un humanismo trascendente. El humanismo que pareciera vislumbrarse y que deberemos analizar poseer al mismo tiempo los valores de un personalismo que superar el mero liberalismo burgus, con su individualismo y egosmo propio, para descubrir una nueva relacin de hombre a hombre, y sobre todo de hombre opues- to a los instrumentos y la natura1eza, es decir, una nueva relacin de hombre y trabajo(73). Un huma- nismo en la lnea de la socializacin y planificacin que no pretendiendo ni la dictadura del proletaria- do ni la sociedad comunista permita que la solidari- dad social prime sobre todo tipo de propiedad pri- vada. Un humanismo que instaure una comunidad pluralista oponindose al integrismo de una Cris- tiandad monoltica e intolerante o a una Nueva Cris- tiandad equvoca, pero igualmente a toda dictadura, totalitarismo, fachismo de extrema derecha. Un hu- manismo latinoamericano que por su historia, su ci- vilizacin, su ethos propio, por las necesidades del subdesarrollo que le son propias, va tomando y confi- gurando su personalidad ante la Amrica anglosajona. la Europa trans-atlntica, el Mundo rabe, el frica negra, las Repblicas socialistas de tipo comunista, el Asia post-confuciana, post-budista, la India. Si Amrica Latina no sabe asumir los trminos aparentemente contradictorios de una dialctica pro- pia, superndolos en una unidad superior, permane- cer a la deriva, siendo una cultura marginal, una ci- vilizacin colonial y estancada, un pueblo sin perso- nalidad. CONCLUSIN Nuestro llamado se dirige especialmente a esta nueva generacin latinoamericana que ha luchado contra las tiranas, contra el imperialismo, contra el

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  • conformismo, contra las posiciones tradicionales que no responden ya a las exigencias de nuestro tiem- po. A ella le pedimos, ante todo, tomar un tiempo suficientemente largo de formacin y reflexin. S- lo con la distancia y la separacin que da el estudio la meditacin, el silencio, nos permitir atacar los males con plena autoconciencia. Porque como es ne- cesario ir contra la corriente, debemos primeramente ver su curso y saber contemplarlo objetivamente. Cada uno en su campo especfico, sea tcnico, cien- tfico, humanista o telogo. En un segundo momento, es necesario que cada uno en su campo se comprometa en la accin. No queremos decir, que sea necesario hacer poltica, ni mucho menos. Es necesario, en cambio, tomar algu- na responsabilidad social, sindical, educacional, mu- nicipal, comunitaria, religiosa, econmica, en donde aportemos un espritu nuevo, un nuevo humanismo. Ser necesario el dilogo y la comprensin en- tre las fuerzas vivas, y entre los grupos ms con- cientes de dichas fuerzas. La construccin de Am- rica Latina no es obra de algunos sino de todos. Ser necesario igualmente fijar una prioridad de objetivos. Los valores comunes y necesarios deben ser respetados en primer lugar: la justicia social que permitir a los ms pobres adquirir una cultura hu- mana y un nivel de vida suficiente. Para ello habr que cambiar muchas estructuras. Debemos oponernos a los que viven sobre dichas estructuras y pretenden eternizarlas. Las nuevas generaciones cristianas latinoameri- canas, tomando conciencia de todas estas situacio- nes, podrn ser un elemento motor de primera im- portancia en el desarrollo de nuestro continente (*). _______________ (*)Esta conferencia dictada en 1964 haca suponer lo que hoy se ha transformado en una realidad, pero, como toda rea- lidad histrica, es una realidad equvoca.

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