CANDY, LA DULZURA DEL EMPUJE A LA MUERTE 1

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CANDY, LA DULZURA DEL EMPUJE A LA MUERTE 1 Jose Guillermo Reyes 2 Docente Asesora Carmen Eugenia Cobo Montenegro 3 UNIVERSIDAD DE SAN BUENAVENTURA FACULTAD DE PSICOLOGÍA SANTIAGO DE CALI 2016 1 Este artículo se deriva del estudio realizado como trabajo de grado para optar el título de Especialista en psicología clínica con orientación psicoanalítica. Inicio Agosto 2014, finalización Marzo 2015 2 Psicologo de la Universidad San Buenaventura de Cali. [email protected] 3 Magister en Historia, Universidad del Valle, Docente de la facultad de psicología Universidad San Buenaventura de Cali

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CANDY, LA DULZURA DEL EMPUJE A LA MUERTE 1

Jose Guillermo Reyes2

Docente Asesora

Carmen Eugenia Cobo Montenegro3

UNIVERSIDAD DE SAN BUENAVENTURA

FACULTAD DE PSICOLOGÍA

SANTIAGO DE CALI

2016

1 Este artículo se deriva del estudio realizado como trabajo de grado para optar el título de Especialista en

psicología clínica con orientación psicoanalítica. Inicio Agosto 2014, finalización Marzo 2015 2 Psicologo de la Universidad San Buenaventura de Cali. [email protected] 3 Magister en Historia, Universidad del Valle, Docente de la facultad de psicología Universidad San

Buenaventura de Cali

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Candy, la dulzura del empuje a la muerte

Jose Guillermo Reyes Mesa

Resumen

Hay una relación estrecha en el psicoanálisis entre las adicciones y el papel del padre; En el

presente documento se realiza un análisis de caso a partir de la película Candy (2006) para dar

cuenta de la posición fallida del padre en la que se hace ausente una separación que permita al

sujeto la articulación de un deseo propio por fuera del deseo materno. Lo que se articula mediante el

análisis es la idea de la adicción como una respuesta del sujeto en la búsqueda de hacer frente a la

angustia, sin embargo el objeto droga implica la obturación del deseo en tanto que reniega de la

inscripción del cuerpo en la cultura.

Palabras Clave: Narcisismo primario, metáfora paterna, adicción, deseo materno, goce.

Introducción

A lo largo de la construcción conceptual, Freud se apoyó en la experiencia como base de la

formulación conceptual, esto es lo que permite que a lo largo de su obra se den variaciones en su

comprensión de las diferentes patologías que intenta explicar a partir de la teoría psicoanalítica; la

observación clínica orienta la elaboración conceptual en psicoanálisis en tanto que este se ocupa de

lo singular en cada uno de los casos.

El cine como forma de representarse la realidad en un momento temporal determinado

presenta una posibilidad para el psicoanálisis situar mediante el análisis de películas un decir acerca

del malestar de una época determinada. El instrumento cinematográfico sirve para “hacer una

lectura clínica de los personajes, articulando lo simbólico en tanto que se le da un sentido

determinado a una escena propuesta y recortada por quien la analiza” (…) Al igual que cuando se

lee un texto, a un film se lo despedaza al modo de un juguete para ver que tiene adentro,

pretendiendo saber cómo funciona una escena y qué produce el movimiento de un personaje”

(Fundín y Espiño, sin fecha)

En el presente documento se realiza un análisis de caso a partir de la película Candy, obra

cinematográfica que aborda la temática de la adicción a partir de la narración de la historia de una

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pareja de adictos, Candy y Daniel; la relación que sostienen entre sí, y la relación que sostienen con

los familiares y amigos, mostrando en su desarrollo el lugar que ocupa la heroína como un tercero

que interviene en la pareja para obturar el malestar que posteriormente retorna, tanto en el

malentendido entre ambos protagonistas, como en el síndrome de abstinencia. De esta manera a

partir del análisis de las escenas que se consideran cruciales en la película se realiza un anudamiento

entre lo que expone en la cinta y algunos de los planteamientos teóricos del psicoanálisis acerca de

las adicciones, así como la relación que es posible establecer entre estas y la configuración del

complejo de Edipo en cada sujeto.

La temática principal que orientará el análisis de la película es la indagación acerca de las

posibilidades de la operatoria de la metáfora paterna, que al decir de Lacan en tanto metáfora se

trata de una separación; la función del padre es la de ser un significante sustituido al significante

materno. El padre simbólico, en tanto operatoria en el complejo de Edipo se ubica en el lugar de la

Ley, como una interdicción del incesto que instaura un límite al desborde pulsional que se presenta

en el goce.

La discusión que se propone intentará mostrar a partir del análisis de diferentes escenas de la

película cómo la función paterna en tanto operatoria de una separación se encuentra desligada de la

figura del padre como objeto real, en continuidad con lo expuesto por Lacan en el seminario La

relación de objeto donde señala que hay una diferencia entre la presencia o ausencia del padre de

forma concreta en la familia y en el complejo de Edipo. Se tratará de mostrar cómo la presencia de

un padre en la familia no implica una presencia de la función paterna en el complejo a partir de lo

que es posible interpretar de la postura de varios de los personajes en la película.

Lo que el lector encontrará en las siguientes páginas es la descripción de la película, precedida

por una sinapsis en la que se esboza un conjunto de temáticas que se abordan desde algunos de los

conceptos del psicoanálisis entre los que cabe resaltar la relación de objeto, el goce, el padre, la

adicción y la interdicción. Posteriormente se hace el análisis de algunas de las escenas del film y

finalmente se establecen algunas conclusiones respecto a una posible lectura psicoanalítica de las

escenas de la película que se consideraron más relevantes para anudarla con aspectos puntuales de

conceptos de la teoría psicoanalítica.

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La Película y sus puntos de anclaje con el psicoanálisis.

La familia que se presenta en esta obra cinematográfica cifra una paradoja en relación al padre

en tanto que a pesar de encontrarse presente materialmente -hay por lo menos dos personajes que

representan este rol social: Jym, el padre de Candy, Casper, a quien Daniel describe como el padre

que siempre quisiste- no hay una operación de la función en el complejo en tanto representantes de

la Ley que prohíbe el incesto; el padre como palabra interdictora (Milmaniene, 1995) se encuentra

por fuera de escena en la posición que asumen los personajes ante los distintos llamados que hace

Candy a través de la droga. Lo que muestra la película es que por el contrario delegan

reiterativamente a Daniel esa función, y este a su vez reniega de ésta función a través de la relación

con el objeto. La heroína proporciona una separación que no se realiza a nivel simbólico como

metáfora sino en el registro de lo real, pues no implica una separación con lo materno que lleva a la

inscripción en la cultura a partir del reconocimiento de un deseo propio, sino que conlleva a una

ruptura con el discurso en lo que Braustein nombra como un cortocircuito con la palabra (Braustein,

1990) en el que el goce no encuentra una regulación por el falo.

Desde la posición de espectador de la película es posible pensar la adicción como un síntoma,

y en este sentido realizar el trabajo de análisis que posibilite el cuestionamiento de esta conducta

para indagar acerca del posible intento de restitución en que consistiría el consumo del objeto droga,

abriendo la posibilidad de considerar la adicción como un llamado al padre. Al respecto señala

Piedinielli:

“Pero, ¿qué se puede entender por hacer de la adicción un síntoma? La posición es

paradójica; ella designa la operación en la cual la adicción es cuestionada y desarticulada por

el sujeto, quien se sitúa a la vez como productor – y ya no como víctima- de las conductas

concretas de adicción y como capaz de producir un discurso propio, en el cual la adicción

aparece como un acontecimiento del cual no domina ni el sentido, ni la causa, ni la

repetición.” (Pedinielli 2008, pag 9)

Lo que recurrentemente muestra Candy en la película es un llamado a que se ejerza esta

función, un llamado al padre y cada uno de los personajes ocupa este lugar desde una posición que a

partir de los planteamientos de Milmaniene (1995) podría estar basada en la debilidad o impotencia

de un hombre para asumir los emblemas fálicos, lo que se muestra expresamente en el delirio de

Candy sobre el final de la película, al nombrar a Daniel como “débil, poco macho”.

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No obstante se presenta un punto de quiebre en el que se da una ruptura entre lo que

continuamente expresan los personajes, y que se configura a partir del embarazo de Candy; la

respuesta de Daniel es una negativa a la propuesta de abortar, con lo que finalmente asume algo de

la función paterna en tanto interdicción del goce, y abre finalmente la posibilidad de una respuesta

en la dirección del deseo, invita a una articulación en el Otro.

A continuación se presenta un análisis de las escenas de la película que se consideran

determinantes para comprender el devenir de la pareja en la relación con el objeto droga, las

posibilidades de cambio de postura subjetiva frente a este modo de goce y los elementos

conceptuales que pueden ser comprendidos a partir de lo que se escenifica.

La fuerza centrífuga como una metáfora del a drogadicción

En la primera escena de la película Candy y Dann entran con un grupo de niños a una

maquina de fuerza centrífuga. Esta al encenderse empieza a girar y la fuerza que se genera mantiene

a todos los que se encuentran en su interior sobre las paredes externas, sin poder ejercer un

movimiento por voluntad propia y distantes siempre del centro. Esta puede ser entendida como una

metáfora de la drogadicción en tanto que se trata de una fuerza que los mantiene en constante

movimiento pero orientado siempre hacia el consumo, en un punto fijo y ante la cual pierden el

dominio del cuerpo y de la voluntad; se trata de una fuerza que los desborda, manteniendo sobre

ellos una tensión que les impide un movimiento propio, que en el psicoanálisis consistiría en la

emergencia del deseo.

En el artículo La economía psíquica de la adicción Mc Dougall aborda el tema de las

adicciones estableciendo una relación entre la conducta adictiva y una imposibilidad de adquirir en

la infancia la representación de una madre interna protectora, lo que hace que los objetos de la

adicción reemplacen los objetos transicionales que permitirían una separación a la dependencia de

la madre. De esta manera no puede investir libidinalmente los objetos exteriores, en tanto que toda

la libido se encuentra investida sobre el objeto de la adicción.“De hecho, un impulso psíquico se

transforma en el espíritu del adicto, quien lo traduce como una necesidad somática. Es en esto que

la solución adictiva deviene una solución somato-psíquica al stress mental” (Mc Dougall, 2001).

Tal como la fuerza centrífuga imposibilita un movimiento propio y aleja al cuerpo del centro, en la

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adicción se inhibe la emergencia de un deseo propio, en tanto que la sustancia obtura la posibilidad

de una articulación con la cultura a partir de la energía libidinal.

La belleza en la entrada a la adicción

En el inicio la película se muestra con una frase la relación que tiene Candy en adelante con el

objeto droga: “Quiero probar a tu modo esta vez” le dice a Daniel para expresar que quiere

inyectarse la heroína y no inhalarla. La entrada de Candy al consumo se da a través del amor; sin

embargo lo que muestra la película es que en Candy se dan más excesos, en la escena siguiente

entra en crisis por la cantidad inyectada, y en contraste con la angustia en la que se encuentra Daniel

y su amigo, al despertar Candy, dice: “estuvo hermoso. Un poco más”. Este encuentro habla del

desborde en la drogadicción y la pulsión de muerte que habita en el consumo en tanto desconexión,

y de cómo esto configura la compulsión a la repetición en un más allá del principio del placer, el

goce. A pesar de querer probar a su modo, hay en Candy una posición diferente en relación al

consumo, la relación con la droga la lleva a trasgredir los límites que Daniel no sobrepasa tal y

como lo muestra la prostitución a la que llega para conseguir el dinero.

La pintura ocupa un lugar central para Candy que se pone de manifiesto en diferentes

momentos de la película. Al inicio, en el Cielo le presenta a Dan el cuadro “tarde de extravagante

deleite”. El diccionario de la real academia de la lengua española define extravagante como algo

que es excesivamente original, extraño, o se aparta de lo normal. La pintura le permite a Candy en

este primer momento de la película simbolizar lo que viene ocurriendo en la relación con dan; algo

de ese exceso de ese desborde en el que se encuentran puede ser escenificado en el cuadro.

La figura del padre ligada a la perversión

Como ha sido señalado anteriormente un aspecto central para el análisis del caso de la película es el

del lugar que ocupa el padre. El primer referente de padre que se presenta en la película, y que es

descrito por Daniel es Casper, sobre este señala:

“Casper era como el padre que siempre quisiste. El que te dejaba comer dulces y beber.

El que te dejaba ver películas hasta tarde”

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En la descripción se muestra un aspecto que va a ser común a todos los personajes que lo

encarnan: la insuficiencia de estos como representantes de la ley. El psicoanálisis otorga un lugar

determinante a la función paterna para la emergencia de un sujeto de deseo, al respecto señala

Milmaniene que es la palabra interdictora del padre la que funda el sistema normativo que distancia

del goce siniestro en aras del placer desiderativo (Milmaniene, 1995). Casper a pesar de ser

nombrado como un padre, desempeña un papel de continuidad con el goce, es el padre ligado a la

perversión en tanto que sostiene el consumo de heroína, no hay en principio la intención de impedir

el acceso de la pareja al objeto droga a pesar de que advierte a Candy del desborde que implica la

relación con la droga:

“Tu eres muy nueva en esta senda de salvaje abandono. Cuando puedes detenerte no

quieres hacerlo. Cuando quieres detenerte, no puedes. Uno de los pequeños enigmas de la

vida”

Esta expresión encuentra relación con la escena inicial de la película con la fuerza centrífuga

en tanto que es una fuerza que desborda la posibilidad de un movimiento voluntario; lo que expresa

Casper en su decir es que por medio de la voluntad no es posible un cambio en la relación con las

drogas; a diferencia de los presupuestos bajo los que trabajan la mayoría de las instituciones para

drogadictos, la perspectiva que plantea el psicoanálisis señala que solo mediante la emergencia de

un deseo propio es que se puede configurar otra posición subjetiva frente al objeto droga en tanto

que es el deseo lo que permite una inscripción en el Otro, una entrada en el discurso.

La figura fallida del padre

La forma en la que se posiciona la figura del padre con relación al dinero es síntoma de la

posición fallida como representantes de la ley; en todos los momentos que la pareja acudía a alguno

de los personajes que encarnaban al padre lo hacía para pedir dinero y encontraban en estos la

entrega sin condición de pago puesto que ninguno de los personajes esperaba la devolución del

dinero que prestaban. Hay entonces una permisividad del goce por medio de la cual se distancian de

la operatoria de la metáfora paterna que implica la imposición de un límite.

La relación entre el dinero y el goce es advertida por Navarro (2012) señalando que “El

dinero no es un objeto neutral. Por el contrario, es el representante imaginario del goce ilimitado o

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el símbolo concreto del significante del goce”, goce que mantiene a este objeto encadenado a la

demanda, sosteniendo la “ilusión de que la castración puede ser evitada”. Este punto permite hacer

una equiparación entre el dinero y la droga, en un primer sentido por que ambos son objetos para el

goce; si el dinero es el representante imaginario del goce ilimitado, el objeto droga es un vehículo

para acceder a este en lo real que implica el efecto de la sustancia en el cuerpo.

En la película todo el dinero que obtiene la pareja está destinado al consumo, y es el dinero lo

que va a permitir que se mantenga una relación con el Otro puesto que este es indispensable para la

obtención de la sustancia, por eso todas las formas de obtención de dinero por parte de la pareja

implica siempre la trasgresión de la ley; el robo, la prostitución, y la entrega de este por parte de los

padres. Milmaniene (1998) señala el llamado al padre que implica el acto trasgresor:

“Todo aquel que delinque lo hace buscando el castigo proveniente de la realidad, que lo

libere de una tensión superyoica insoportable. (…) Todo aquel que transgrede convoca al

padre para que instaure el límite liberador, que no es sino aquel que previene de la caída en la

instintualidad desaforada y culpógena” (Milmaniene, 1998. pag 54)

Son pocas las intervenciones que se observan del padre de Candy en la película, en esta lo que

se puede observar es que es a Daniel a quien increpa para que ejerza una influencia sobre la hija;

esto se hace evidente cuando le dice: “El dinero no es la cuestión. La cuestión es el futuro de mi

hija. La cuestión eres tú. ¿Cuándo vas a hacer algo? Ya no eres un adolescente”. Mediante su

reclamo ubica el futuro de la hija en manos de un tercero, Daniel, sin que Candy aparezca en el

discurso de su padre como responsable por “hacer algo”, no hay una ley que opere sobre ella. En

“Introducción del Narcisismo” Freud (1914) plantea el Ideal del yo como la introducción de un

ideal de la cultura que plantea a cada sujeto los ideales a alcanzar para llegar a la satisfacción y es a

partir de este ideal que se renuncia al narcisismo primario para introducirse en una dimensión de

temporalidad siempre que este se trata de un estado a alcanzar. Ubicar el futuro de Candy en el

“hacer” de otro imposibilita la emergencia de esta como sujeto, en tanto que los ideales no la

atraviesan subjetivamente y le permiten reconocer un deseo propio.

En la escena inmediatamente siguiente a esta se encuentran Candy y la madre en la cocina,

esta muestra el reclamo materno que de manera caprichosa censura lo realizado por Candy en la

preparación de un postre; lo que prepara no sirve para la madre, es desaprobado por ella y en su

lugar lleva un plato diferente privando a Candy, en continuidad con lo expresado anteriormente por

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el padre, de la posibilidad de darle un valor a su creación. Ni en el grito con el que responde a la

madre es escuchada, la madre desaprueba su palabra y no le permite un lugar a su decir.

Lo que se muestra en ambas escenas que inauguran para el espectador la relación de Candy

con los padres es un no lugar para esta como un sujeto de deseo propio; el padre no la ubica en una

posición responsable sobre su futuro en tanto que es a su pareja a quien otorga este lugar, y su

madre le reprocha que en su hacer se aleje de los designios, desaprobando la creación que esta

realiza. Este aspecto de la película encuentra relación con lo planteado por Braustein (2006) quien

establece una relación entre lo que denomina la “sordera del Otro” y la adicción como respuesta del

sujeto puesto que es el Otro quién establece la posibilidad de una articulación del deseo y la

emergencia de un sujeto, al respecto señala:

“El sujeto es aniquilado por la sordera del Otro y elige el mutismo. Las drogas que

embriagan y ofrecen un atajo al goce sin pasar por el deseo, que llegan al cerebro y actúan sin

mediación del diafragma de la palabra, permiten desprenderse de los compromisos que atan al

cuerpo con la cultura. De la abolición del sujeto queda, como resto, el cuerpo hecho objeto a”

(Braustein, 1990. pag 283)

De lo anterior da cuenta la escena de la prendería en la que se inaugura la desconexión con el

cuerpo que sostiene en adelante Candy y que le permite prostituirse para obtener el dinero necesario

para adquirir la droga. Tras intentar empeñar unos objetos no logran obtener la suma requerida, lo

que lleva a Candy a regresar nuevamente al almacén puesto que el dueño le ha insinuado la

posibilidad de intercambiar dinero por sexo. En este punto resalta el hecho de que no accede

inmediatamente, sino que previamente se dirige a Daniel, se lo comunica a este y luego sí regresa a

realizar el intercambio. Lo que salta a la vista en esta escena es la búsqueda de un límite en Daniel,

de una regulación que impida la desinvestidura libidinal de su cuerpo que pasa desde ese momento

a ser un instrumento más, una herramienta para obtener la sustancia que perpetúa la compulsión. La

respuesta de Daniel mantiene una continuidad en las posiciones observadas anteriormente por los

otros personajes que rodean a Candy. Él se queda impotente frente a la posibilidad de establecer un

límite, de instaurar una prohibición que permita la operatoria de la separación con el goce; su

respuesta es por el contrario una disculpa luego de lo sucedido, reafirmando a través de esta su

incapacidad. Lo que permite esta escena para la indagación clínica del caso es que existe en Candy

un lugar al padre simbólico si bien es muy frágil, en su actuar hay un llamado a la ley, que sin

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embargo no encuentra una repercusión en el otro; Daniel es un representante más de la sordera al no

reconocer el llamado que le hace.

El psicoanálisis comprende la drogadicción como un estar fuera del discurso del Otro,

desligado de lo social. Braustein plantea que en esta salida del discurso hay una elección del sujeto

y sería éste el elemento que diferencia a un sujeto en a-dicción de uno psicótico en tanto que en la

psicosis no hay una entrada en el discurso.

“El determinismo propio de la psicosis ha de buscarse en la relación del sujeto con el

lenguaje: el significante que sería el eje de toda articulación no tomaría su lugar en la cadena

y todos los demás vagan sin rumbo” (Braustein, 1990. Pag 272)

Por el contrario en un sujeto drogadicto este significante eje, el significante del-nombre-del-

Padre, se encuentra presente aunque reniega de este mediante el consumo de la sustancia.

“El alcohólico, el droga-a-dicto, impugna la deuda simbólica, deuda eterna y externa

que no contrajo y que no quiere pagar. Porque para él, es impagable. (…) Hay que insistir en

esta relación entre droga y deuda (simbólica) con el Padre, con el Otro, con el acreedor

omnipotente que exige renunciar al goce y entrar a comerciar” (Braustein, 1990 pag 281)

El Otro que se desvanece

Esta salida del discurso es metaforizada en la película en la escena de la fiesta de matrimonio

entre Candy y Daniel. En esta reunión familiar, Daniel se encuentra hablando con un familiar de

Candy quien le explica acerca de las dinámicas de la bolsa de valores, se excusa por un momento y

se dirige al baño para inyectarse heroína, al regresar retoma la conversación pero al instante cae

dormido en el flash. La escena muestra como el cuerpo y la voz del familiar se desvanecen debido a

los efectos de la sustancia, sin embargo es Daniel quien se desvanece para el Otro, queda por fuera

de la ceremonia en la que se encuentra su cuerpo como objeto @, sin un sujeto que lo habite.

Resalta en este punto la mirada del padre de Candy, este es un testigo presencial de lo que ocurre

con Daniel, sin embargo no interviene, se mantiene distante frente a lo ocurrido. Braustein aborda

esta situación en la que el Otro no es un agente articulador del deseo, al respecto señala:

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“No siempre el Otro pide; a veces es más letal cuando no lo hace. La a-dicción no es

tan solo la renuncia a pronunciar las palabras que representarían al sujeto frente al Otro

exigente. La vida en el mundo del capitalismo tardío muestra otra manera de disponer la

capitulación del hablante, la derrota de la palabra. Sucede así cuando el Otro no dice ni pide ni

espera, cuando el Otro calla. Propongo que en tal caso hablemos de A-dicción” (Braustein

1990, pag 282)

Al final de la escena la madre interroga a Candy sobre lo sucedido, sin embargo este reclamo

tiene la particularidad de referirse continuamente al objeto droga sin nombrarlo, nuevamente la

palabra se encuentra por fuera de la relación entre los miembros de la familia. La madre no abre la

posibilidad de nombrar lo que acontece y en el reclamo no configura la posibilidad de establecer un

límite, de darle un lugar al malestar. No es un reclamo que exija una palabra en la que se haga

responsable frente a lo que acontece, sino que mantiene una culpa a la que no le abre un lugar en el

discurso.

Al final de esta escena aparece una pregunta de Candy donde manifiesta expresamente la

búsqueda de un límite: ¿crees que debemos parar?, sin embargo con su respuesta Daniel continúa

saliéndose de esa posición: “cuando tu lo digas”. No hay un sujeto responsable de la relación que

sostienen con el objeto droga; Daniel no toma partido por continuar pero se muestra impotente para

detener el consumo. Como se muestra al inicio de la película en la máquina centrífuga, ambos

personajes se encuentran sumidos en una fuerza que desborda la voluntad.

La dimensión imaginaria del objeto droga

La ultima escena del primer segmento de la película, correspondiente al cielo, Daniel se

refiere a la situación en la que se encuentra la pareja:

“Nos estaba yendo bien; habíamos descubierto el pegamento secreto que mantenía todas

las cosas unidas, en un sitio perfecto donde el ruido no interfería. Nuestro mundo estaba tan

completo”

Al referirse al objeto droga como “el pegamento secreto”, Daniel da cuenta de lo que ha

planteado la teoría psicoanalítica sobre la función que psíquicamente cumple esta en un sujeto; tal

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como se ha venido observando en lo analizado hasta este punto en el documento se trata del

desconocimiento de una falta; que la pareja se encuentre unida a partir del consumo de heroína

implica los lleva a estar por fuera de la articulación con el Otro, a desconocer la deuda que implica

estar en la cultura y que permite a su vez la instauración de un deseo. Al respecto señala Pedinielli

(2008)

“Para evitar la sujeción al otro, para escapar de la insoportable dependencia alienante,

para intentar constituirse como sujeto, el individuo adicto utiliza un objeto (sin deseo, sin

palabra) o un acto, lo que, paradójicamente, entraña su destitución de esta posición de sujeto,

y lo sumerge en una dependencia de múltiples facetas —biológica, social, material y

psíquica—, dependencia sin duda más importante todavía. La característica de la Adicción es

anular lo que el funcionamiento psíquico debe al Otro”. (J. Pedinielli, 2008 pag 7)

El retorno del malestar

Sin embargo esta deuda que los adictos niegan a través de los efectos de la sustancia en el

cuerpo reaparece; en la película se muestra en el malestar que vive la pareja, el pegamento es

insuficiente ante la imposibilidad de la completud, de la descarga completa a la que hace referencia

Freud en El proyecto de psicología para neurólogos (1845) debido al apremio de la vida que rige la

tendencia a la descarga del aparato anímico, y que en esta dinámica como se configura la

compulsión a la repetición; el consumo de una sustancia implica siempre la búsqueda de un más allá

del placer, de la descarga de tensión que al no poder ser completa más que en la muerte, aparece

nuevamente ante una situación que lo evoque.

Candy mediante una queja a Daniel habla de las marcas que el consumo de heroína a dejado

sobre su cuerpo y en la práctica de la pintura, síntomas ambos que hablan de la salida de discurso

que implica la adicción. En tanto que se encuentra ausente un ideal del yo que marque el

distanciamiento con el estadio del narcisismo primario no es posible la articulación con la Cultura.

A dicha articulación le es inherente un malestar tal como lo expone Freud en El malestar en la

cultura donde propone que el sentimiento de culpa, en tanto variedad tópica de la angustia, se

encuentra en la base del desarrollo cultural:

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“…pero ello responde enteramente al propósito de situar al sentimiento de culpa como

el problema más importante del desarrollo cultural, y mostrar que el precio del progreso

cultural debe pagarse con el déficit de dicha provocado por la elevación del sentimiento de

culpa” (Freud, 1929. pag 130)

Es por esto que el consumo de la sustancia que se establece como solución a este malestar,

obstaculiza a su vez la emergencia del deseo en tanto que éste se encuentra determinado por la

articulación con la Cultura. La adicción conlleva un estado de autoerotismo pulsional en el que la

descarga de la tensión solo encuentra este medio como único recurso, el consumo de una sustancia

se establece como el único recurso para alivianar el dolor psíquico y se obstaculiza la investidura

libidinal de objeto en tanto que toda la libido se encuentra recogida en el objeto droga.

“La Adicción aparece así como una transformación del funcionamiento psíquico que

descansa en la fantasía, la investidura libidinal del objeto, y que opera una reducción del

deseo a la necesidad, del otro a un instrumento, del objeto perdido a un objeto material

siempre reemplazable, del cuerpo a lo somático” (Pedinielli, 2008. Pag 7)

La visita de desalojo

Renegar del malestar en la cultura conlleva una posición cínica en la que el Otro,

desvanecido, no obliga a una posición responsable del sujeto adicto, esto se pone en evidencia en la

película en la escena en que ante la exigencia de un funcionario estatal a la pareja para realizar el

pago del dinero que deben por el arriendo del lugar para evitar el desalojo inminente, Candy le

responde: “Escucha Phillip: somos adictos. Yo soy una prostituta. El no hace nada. En este

momento las cosas son complicadas. No tenemos dinero” Esta respuesta se enmarca por la ausencia

de un sentimiento de culpa, que a su vez implica la carencia de una posición responsable ante el

otro.

“El alcohólico, el drogadicto, impugna la deuda simbólica, deuda eterna y externa que

no contrajo y que no quiere pagar. Porque, para él, es impagable (…) Hay que insistir en esta

relación entre droga y deuda (simbólica) con el Padre, con el Otro, con el acreedor

omnipotente que exige renunciar al goce y entrar a comerciar” (Braustein, pag 281)

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Sin embargo, con la forma en la que responde Daniel a la situación logra ubicarse en otro

lugar respecto a lo que señala Candy sobre él. Después de esta escena Daniel “hace algo” que si

bien implica una transgresión, comporta una relación con la Ley que lo introduce en el discurso. Así

mismo, otro elemento salta a la vista en Daniel que permite dar cuenta de que se sostiene en los

significantes del Otro; se trata de la negativa que expresa para prostituirse como medio de conseguir

dinero para la droga. Este punto indica un límite que Daniel no trasgrede y que posibilita en él una

posición otra a la de no hacer nada, en la que asume los emblemas fálicos y pasa a convertirse en un

proveedor que si bien obtiene los recursos a partir de la transgresión por medio de un engaño a otro,

esta se encuentra precedida por una investidura libidinal de su cuerpo.

El embarazo de Candy.

Hay una escena que marca una ruptura con lo que se ha descrito hasta el momento con la

operación de la metáfora paterna que no había establecido un límite al goce mortífero. Candy se

encuentra en estado de embarazo, y al decírselo a Daniel le propone inmediatamente abortar, ante lo

que este responde de manera negativa; con esto asume su paternidad, se hace responsable de la vida

que espera Candy y reconoce la necesidad de establecer un límite al consumo.

Lo que muestra seguidamente la película es el intento de la pareja por romper la relación con

la sustancia ante lo cuál aparece el síndrome de abstinencia, como el retorno de la deuda de la cual

han renegado, pero que permanece en tanto que es un requisito para estar en la cultura. El

sufrimiento corporal al que se ven enfrentados muestra de manera cruda el retorno de la angustia y

les hace saber de su deuda con el Otro. Durante este momento el televisor está todo el tiempo

prendido manteniendo un ruido que viene del Otro pero que no se puede hacer palabra en el

sufrimiento al que se encuentran enfrentados.

La parte final de esta escena muestra un intento de Daniel por invitar a Candy a la pintura, en

el momento en que esta se encuentra más desesperada por el malestar del síndrome de abstinencia le

lleva las pinturas reconociendo en estas un lugar para la posibilidad de simbolizar algo de ese real

que presenta en el cuerpo.

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Sin embargo el cuerpo de Candy, invadido por el goce y reducido al deshecho no puede

cargar con la vida, lo que ocurre entonces es que Candy debe dar a luz a un bebé muerto, metáfora

por medio de la cual se expresa la desarticulación del cuerpo con la cultura, no hay una investidura

libidinal que introduzca el cuerpo en una dimensión simbólica.

La discusión en la cocina.

La escena que marca el inicio de un cambio en la posición subjetiva de Candy y que permite

comprender la adicción como respuesta a la ausencia de la separación con el deseo materno es la

que presenta la discusión entre Candy y la madre que se da nuevamente en la cocina de la casa. A

pesar de haber invitado a los padres a comer, la comida no se encuentra preparada y al descubrir

esto la madre inmediatamente inicia un reclamo en el que finalmente nombra expresamente la

relación que tiene la pareja con la droga, al tiempo que increpa a Daniel como causante de la

situación que atraviesa su hija. La reacción de Candy es muy diciente sobre la relación que tiene

ésta con la madre: tensiona su cuerpo y aprieta los puños al tiempo que le dice a la madre “¿No

puedes ver? He estado apretando los puños desde que tenía seis años”.

Esta tensión que se hace presente en el cuerpo de Candy en esta escena contrasta con el

estado de relajación en el que se encuentra al inicio de la película después de inyectarse heroína; por

medio de esta escena muestra la función que cumple el objeto droga en la mitigación la angustia

que se puede ver referida a la relación con la madre por lo expresado mediante el cierre de los

puños. Freud en El malestar en la Cultura señala que es la angustia ante el superyó lo que se

encuentra como origen del malestar; Lacan abre la discusión alrededor del origen paterno del

superyó en la teoría Freudiana, para preguntarse por la existencia de uno de origen materno aún más

primitivo:

“¿es que no hay, detrás del superyó paterno, un superyó materno todavía más exigente,

todavía más oprimente, todavía más devastador, todavía más insistente, en la neurosis, que el

superyó paterno?” (Lacan 1956, pág. 163).

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Esto es lo que abre la posibilidad de plantear la discusión alrededor del estrago materno a

partir de la dependencia en la que se encuentra el infante de la madre nutricia. Zarwady realiza una

discusión al respecto para dar cuenta la complejidad que rodea la relación madre – hijo.

“En efecto, la dependencia del Otro primordial, soporte de las primeras demandas articuladas

en el lenguaje, deja al sujeto presa de un imperativo absoluto e insensato, dado que de allí proviene

toda la ley de la significación. Se trata de una forma del superyó a cuyo comando se puede retornar

en momentos en los cuales la referencia paterna se revela incapaz de sostener el espacio del deseo”

(Zawady, 2012. pag 182)

Es a partir de esto que resulta fundamental para la emergencia de un sujeto de deseo la

operatoria de la metáfora paterna que posibilite la separación a partir de la prohibición del incesto,

aspecto que se encuentra ausente en la figura del padre y al cuál se hace un llamado a partir del

consumo de droga; el objeto droga alivia la tensión que implica la exigencia del superyó materno

que sin embargo se mantiene latente en tanto que no hay una regulación en lo simbólico.

El delirio como posibilidad de un decir

“Con relación a la génesis de las formaciones

delirantes, algunos análisis nos han enseñado que el delirio se

presenta como un parche colocado en el lugar donde

originariamente se produjo una desgarradura en el vínculo del

yo con el mundo exterior”. (Freud, 1924. pag 153)

Este encuentro con los padres permite a Candy poner algo del malestar en palabras, por lo que

permite una ruptura y lo que se muestra en seguida en la película es el delirio que abre las

posibilidades de un decir para el otro, de tramitar por medio de la palabra el goce en el que ha

permanecido sin palabra por la adicción.

Lo que marca el inicio del delirio es la aparición de otro hombre con el cual Candy establece

una relación que no se encuentra delimitada por el objeto droga; la entrada en la adicción estuvo

marcada por el amor al quererlo hacer al modo de Daniel, y es en la figura de otro hombre como

establece las posibilidades de distanciarse de esta conducta. Por esto lo que ocurre al principio es un

rechazo hacia Daniel que está enmarcado en un reproche a este en por su insuficiencia en la

posibilidad de encarnar los emblemas fálicos, así lo describe en el momento en que empieza a rayar

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las paredes de la casa; luego de nombrar a su madre como “perra, puta” lo describe como débil,

poco macho. Es de resaltar que sean estos dos personajes los que define en un principio en razón del

estrago producido por la relación con la madre y la insuficiencia de una figura paterna.

Dan, llega después de trabajar a la casa y encuentra todas las paredes rayadas. Candy en su

delirio a escrito la historia de ambos en las paredes, al leerlo se muestra aturdido y se dirige a la

casa de Casper para inyectarse nuevamente. En este punto hacen un contraste entre Daniel bajo el

efecto de la heroína y Candy postrada en el piso derramando un tarro de miel y tocándola con los

dedos, con esto hace posible una metáfora de la dulzura propia del estado de flash a través del

contacto con la miel.

La separación

Después de la escena del delirio, los padres de Candy llaman a Daniel y se dirigen con él al

hospital donde se encuentra recluida su hija. Al salir, Jym, el padre de Candy le dice a Daniel: “Es

difícil para todos, ¿sabes? No me interesa cuán mal estés tú. Me interesa mi hija. Has lo que seas

capaz de hacer. Lo que ella necesite”, al igual que en el inicio de la película la responsabilidad sobre

hacer algo es delegada a Daniel, sin embargo en este punto Daniel asume la posición a la que está

siendo llamado y marca una distancia con los padres de Candy que se muestra en el hecho de no

regresar nuevamente en el carro con ambos. Luego de esto regresa a la casa de Casper y lo

encuentra muerto de sobredosis.

La pantalla en negro marca una ruptura para la película, y al instante la voz se la toma Daniel

en primera persona; este último segmento es narrado por este personaje lo que habla acerca de un

cambio de posición en tanto que es la primera vez que aparece con un decir sobre lo acontecido;

puede ponerle palabras a aquello que ha vivido, y aparece en su discurso algo nuevo que le permite

marcar una separación con la fuerza centrífuga, un goce en el que se desvanece como sujeto, señala:

“El mundo estaba lleno de asombrosos conceptos nuevos. Pero yo no podía pensar. No podía

respirar. Estaba esperando que ella volviera porque ella era todo. Lo era todo para mi”.

Esto se evidencia en la aparición, durante el último beso que se da la pareja, de un fragmento

de la escena de la maquina a la que suben al inicio de la película. Es así entonces como a pesar de

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pensar que lo era todo para él, a partir del reconocimiento de algo de la imposibilidad de la descarga

completa, de la castración y su falta, puede impartir un límite que está simbolizado en la separación

de la pareja. Durante este momento su cuerpo se encuentra tensionado, estado que contrasta con el

estado de descarga, de relajación propio del efecto de la sustancia sobre el cuerpo inherente a la

articulación de este con la cultura.

Mc Dougall en el análisis que realiza sobre la economía psíquica de la adicción plantea el

espíritu del adicto como una variación dinámica del aparato anímico en él, quien trasnforma los

impulsos psíquicos en sensaciones somáticas; la condicta en la adicción impide la posibilidad de

exteriorización de la libido que está constituida por la pulsión, impulso psíquico.

La consecuencia de este viraje dinámico que consiste en una traba libidinal (estar trabado es

una forma de nombrar el efecto de las sustancias), es el retorno al estadio del narcisismo primario.

Estado que describe Freud a partir del replegamiento de la energía libidinal sobre el organismo y en

el que la madre se confunde con la función nutricia, de allí que la madre-nutricia sea el primer

objeto de extensión libidinal, primer objeto sexual al que Freud asigna en el tipo de apuntalamiento

anaclítico como referente de la elección de objeto. (Freud, 1914) Una característica de este estado

es la ausencia de una intromisión de la cultura a través de un ideal (el ideal del yo).

La película escenifica esta dinámica por medio del la posición que asumen los personajes que

encarnan al padre; posición que expresa una insuficiencia en la operatoria de la metáfora, de la

separación con el deseo materno. Sin embargo, sobre el final de la película se dan unos puntos de

quiebre que marcan un cambio definitivo en la posición subjetiva de Daniel. El rechazo por parte de

Jym, el padre de Candy, y la muerte de Casper le hacen saber de la castración, permitiendo la

entrada de “asombrosos conceptos nuevos” que lo llevan finalmente a la separación con el todo que

le representa Candy.

En Introducción del narcisismo primario (Freud, 1914) encuentra Freud un punto de anclaje

pulsional entre el bebe y la madre; para el tipo de mujeres narcisistas “en el hijo se les enfrenta una

parte del cuerpo propio como objeto extraño al que pueden brindar , desde el narcisismo, el pleno

amor de objeto” (Freud, 1924, pág. 87). Al tiempo plantea que la madre para el bebé es una figura

limítrofe entre el yo y los objetos; este implica entonces que el narcisismo primario es un estadio

anterior a la corporalidad puesto que el bebé no se diferencia en el cuerpo de la madre; madre e hijo

se confunden en una viscosidad pulsional donde no existe un límite claro entre ambos, en tanto que

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no hay una exteriorización de la libido se configura una estasis libidinal en el yo. Más adelante en el

texto plantea la siguiente pregunta: ¿en razón de qué se ve compelida la vida anímica a traspasar los

límites del narcisismo y poner (setzien) la libido sobre los objetos? (Freud, 1914. pág 82) En la

respuesta señala que la estasis libidinal sobrepasa cierto limite y debe ser descargada entendiendo la

tendencia a la descarga que rige el funcionamiento del aparato anímico.

No hay un cuerpo en el narcisismo primario; este es posible a condición de la palabra

interdictora del padre que limite la voracidad del deseo materno que estaría relacionado con la

renegación de la castración a través del cuerpo del niño, devorarlo. La adicción es una respuesta a

esta tensión en tanto que el sujeto no interiorizó la imagen de una madre protectora (Mc Dougall,

2012), lo que mantiene latente la angustia frente al superyó materno.

“Para evitar la sujeción al otro, para escapar de la insoportable dependencia alienante, para

intentar constituirse como sujeto, el individuo adicto utiliza un objeto (sin deseo, sin palabra) o un

acto, lo que, paradójicamente entraña su destitución de esta posición de sujeto, y lo sumerge en una

dependencia de múltiples facetas –biológica, social, material, y psíquica- dependencia sin duda más

importante todavía. La característica de la Adicción es anular lo que el funcionamiento psíquico

debe al Otro” (Pedinielli, 2008. Pág 7)

El cuerpo es entonces un elemento central para comprender el lugar que ocupaba la adicción

en Candy; la dulzura que implica el empuje a la muerte reposa sobre la búsqueda de una descarga

en la que hay un empuje cada vez más cercano a la completud y en la que el cuerpo se desconecta

de la cultura. Por esto resulta determinante en la trama de la película la escena en la que Candy

conquista un decir sobre la tensión de su cuerpo, principalmente de sus puños, expresando con esto

algo sobre la angustia frente a la madre. Esta contrasta con la escena inicial en la que tras inyectarse

heroína entra en un estado de distención que bordea la muerte. El delirio aparece como un medio

para decir, como posibilitador de la palabra ante la reiterada ausencia de esta en el padre.

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Referencias Bibliográficas

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Editores.

Fundín y Espiño (sin fecha). Reseña Psicoanálisis y Cine libro de Mónica Fudín y Gabriel

Espiño (compiladores). Comunicarte editorial / 2000 / 204 páginas consultado el 21 de septiembre

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Freud, S. (1924). “El malestar en la cultura”. Tomo XXI. Buenos Aires: Amorrortu.

_______. (1845). “Proyecto de psicología”. Tomo I. Buenos Aires: Amorrortu.

_______.(1914). “Introducción del narcisismo primario”. Tomo XIV. Buenos Aires:

Amorrortu

_______. (1924).”Neurosis y Psicosis”. Tomo XIX. Buenos Aires: Amorrortu.

Mc Dougall, J. (2001). “La economía psíquica de la adicción. En: Anorexie, addictions et

fragilités narcissiques.

Pedinielli, J. (2008). Aporte del psicoanálisis a la cuestión de las adicciones. En:

Psychotropes, 2008/3 Vol. 14, pp. 41-54

Zawady, M. “La clínica del estrago materno y la forclusión de lo femenino en la estructura”.

En: Desde el Jardín de Freud [n.° 12, Enero - Diciembre 2012, Bogotá]