Caminaba en la oscuridad

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relato corto de terror

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Page 1: Caminaba en la oscuridad

Ricardo Valdez cayó por el abismo envuelto en eterna oscuridad. Sin poder distinguir la tierra del cielo.Cayó por el abismo una noche en que la luna se ocultaba tras un infinito manto de nubes, no pudiendo Tpenetrarlas con sus rayos que tal vez habrían podido salvarlo.

Por mucho tiempo continuó cayendo, llegando a perder la noción del tiempo. Por momentos, mientras giraba sobre su cuerpo podía ver una extensa línea tan solo un poco más clara que el resto de la oscuridad a su alrededor. Era como el tajo que infringe la espada justiciera sobre abominables monstruos del mal. Supuso que se trataba de nuestro aquella noche nublado cielo.En determinado momento llegó por fin al fondo, colisionando como un saco de arena contra el suelo. Aunque pudo sentir el frío de la superficie, no tardó en comprobar que podía levantarse. Estaba ileso.

Así pues, resolvió salir de allí. El oscuro sendero era estrecho.Tan pronto como se puso en marcha tuvo la sensación de que algo lo observaba oculto en la oscuridad.El muchacho caminaba con ambas manos extendidas a los costados y por momentos tanteaba hacia adelante, cuando tropezaba con algún pozo en el suelo.

Los ojos se le fueron acostumbrando a la oscuridad y comenzó a ver mejor. El sendero era de piedra al igual que las paredes a los costados. Y más adelante se alcanzaba a ver un pequeño punto amarillo. Lejos y en línea recta. Podría tratarse de la salida, pensó él y aceleró el paso, ahora que podía ver mejor

donde pisaba.

Fue entonces cuando los ruidos comenzaron. Primero una risa burlona a sus espaldas. Luego escuchó algo raspando contra la superficie de piedra. Le fue imposible no pensar en las extremidades de una descarnada alimaña de la noche, o ¿acaso alguna difunta mascota, que venía a ajustar cuentas? Ricardo no se había portado nada bien con los gatitos de su tía abuela Paola. Había sido un muchacho dañino durante su infancia.

Apurar el paso le pareció una idea espectacular, y si lo pensamos mejor, tal vez tú o yo correríamos en un momento así.El aire se espesaba conforme avanzaba en su camino hacia lo que, por puro optimismo, creyó firmemente era una salida.Arriba en las alturas se escuchó el batir de unas alas y gritos horrendos reclamando la carne del intruso. El corazón se le encogía y una fría gota de sudor le bajaba por la nuca, dibujándole una delgada línea que se congeló un poco más abajo. Concentraba allí todo su temor, y toda su desesperación, pegándose a su cuerpo, robándole el valor, y helándole la espalda.

Tanteó una vez más a los costados, mientras avanzaba, cada vez más de prisa hacia el punto amarillo. A sus espaldas escuchó una vez más a ese algo en la oscuridad raspando las uñas, tal vez, contra las piedras. Jadeaba ahora, mas ya no reía.

Pero entonces, Ricardo sintió sus manos pegajosas. Una

especie de mucosidad cubría las paredes. En algunas partes podía sentir hendiduras que estaban limpias y más lisas que el resto de la superficie.Esto continuó así por un par de metros más, hasta que las hendiduras revelaron el terror.

De repente, sintió dos extremidades húmedas que se aferraron con odio alrededor de sus muñecas. Lo habían capturado, y tironeaban con furia de ambos brazos, en una lucha por conseguir el pedazo más grande.

-¡Suelten!- exclamó asustado, la voz casi convertida en un lloriqueo- ¡No pertenezco aquí! No pertenezco…

Ni bien hubo dicho esto lo soltaron, perdonando su vida luego de aquella declaración. Pero a sus espaldas, “eso” nunca descansaba, a pesar de estar agotándose, pues podía escucharlo respirar con dificultad conforme se acercaba al punto amarillo, que iba convirtiéndose en un resplandor mas y mas grande a medida que avanzaba. Pero atrás, aquello jadeaba al tiempo que arrastraba los pies.

La línea de sudor en su espalda se había quebrado luego del forcejeo, y Ricardo sintió que recuperaba el valor que le había impedido mover las piernas con frenesí durante todo este tiempo. Ya no sentía miedo. Largó entonces a correr, sin tropezar jamás ni nunca más con los pozos que había en el suelo, cómplices de aquella presencia a sus espaldas.

Arriba en el cielo, se escuchaban criaturas voladoras reuniéndose y agitando sus alas en una perturbadora danza

maligna. A los pocos segundos, Ricardo ya no sentía el suelo. Le pareció que flotaba. Sin embargo sus piernas nunca dejaron de moverse.Y cuando llegó al final del sendero, se lanzó de cabeza hacia el resplandor amarillo.

A sus espaldas hoyó un grito de furia. Y después todo era luz, más clara y blanca cada vez. Ya no amarilla. Entonces, cerró los ojos, sintiéndose seguro al fin.

No más oscuridad ni gritos perturbadores al momento siguiente cuando los abrió.

La luz penetraba las cortinas de su habitación y su sonrisa fue la más hermosa cuando descubrió que todo había sido un sueño.

Sobre el perchero colgaba su traje de doctor, el cual usaría el fin de semana para la fiesta de noche de brujas. Una jeringa de juguete se asomaba por uno de los bolsillos. Su contenido no brillaba tanto a la luz del día como lo hacía en la oscuridad, pero seguía pareciéndole muy convincente. Y en la identificación abrochada al bolsillo del pecho se podía leer: “Dr. Ricardo Valdez - Re-animator”.

Todo estaba en orden. Sólo había tenido un mal sueño.

Page 2: Caminaba en la oscuridad

Este es un cuento que escribípara un concurso en homenaje

a H.P. Lovecraft. Si bienno resulté ganador,

fue una linda experiencia.Espero lo disfrutes.

Ricardo Valdez cayó por el abismo envuelto en eterna oscuridad. Sin poder distinguir la tierra del cielo.Cayó por el abismo una noche en que la luna se ocultaba tras un infinito manto de nubes, no pudiendo Tpenetrarlas con sus rayos que tal vez habrían podido salvarlo.

Por mucho tiempo continuó cayendo, llegando a perder la noción del tiempo. Por momentos, mientras giraba sobre su cuerpo podía ver una extensa línea tan solo un poco más clara que el resto de la oscuridad a su alrededor. Era como el tajo que infringe la espada justiciera sobre abominables monstruos del mal. Supuso que se trataba de nuestro aquella noche nublado cielo.En determinado momento llegó por fin al fondo, colisionando como un saco de arena contra el suelo. Aunque pudo sentir el frío de la superficie, no tardó en comprobar que podía levantarse. Estaba ileso.

Así pues, resolvió salir de allí. El oscuro sendero era estrecho.Tan pronto como se puso en marcha tuvo la sensación de que algo lo observaba oculto en la oscuridad.El muchacho caminaba con ambas manos extendidas a los costados y por momentos tanteaba hacia adelante, cuando tropezaba con algún pozo en el suelo.

Los ojos se le fueron acostumbrando a la oscuridad y comenzó a ver mejor. El sendero era de piedra al igual que las paredes a los costados. Y más adelante se alcanzaba a ver un pequeño punto amarillo. Lejos y en línea recta. Podría tratarse de la salida, pensó él y aceleró el paso, ahora que podía ver mejor

donde pisaba.

Fue entonces cuando los ruidos comenzaron. Primero una risa burlona a sus espaldas. Luego escuchó algo raspando contra la superficie de piedra. Le fue imposible no pensar en las extremidades de una descarnada alimaña de la noche, o ¿acaso alguna difunta mascota, que venía a ajustar cuentas? Ricardo no se había portado nada bien con los gatitos de su tía abuela Paola. Había sido un muchacho dañino durante su infancia.

Apurar el paso le pareció una idea espectacular, y si lo pensamos mejor, tal vez tú o yo correríamos en un momento así.El aire se espesaba conforme avanzaba en su camino hacia lo que, por puro optimismo, creyó firmemente era una salida.Arriba en las alturas se escuchó el batir de unas alas y gritos horrendos reclamando la carne del intruso. El corazón se le encogía y una fría gota de sudor le bajaba por la nuca, dibujándole una delgada línea que se congeló un poco más abajo. Concentraba allí todo su temor, y toda su desesperación, pegándose a su cuerpo, robándole el valor, y helándole la espalda.

Tanteó una vez más a los costados, mientras avanzaba, cada vez más de prisa hacia el punto amarillo. A sus espaldas escuchó una vez más a ese algo en la oscuridad raspando las uñas, tal vez, contra las piedras. Jadeaba ahora, mas ya no reía.

Pero entonces, Ricardo sintió sus manos pegajosas. Una

especie de mucosidad cubría las paredes. En algunas partes podía sentir hendiduras que estaban limpias y más lisas que el resto de la superficie.Esto continuó así por un par de metros más, hasta que las hendiduras revelaron el terror.

De repente, sintió dos extremidades húmedas que se aferraron con odio alrededor de sus muñecas. Lo habían capturado, y tironeaban con furia de ambos brazos, en una lucha por conseguir el pedazo más grande.

-¡Suelten!- exclamó asustado, la voz casi convertida en un lloriqueo- ¡No pertenezco aquí! No pertenezco…

Ni bien hubo dicho esto lo soltaron, perdonando su vida luego de aquella declaración. Pero a sus espaldas, “eso” nunca descansaba, a pesar de estar agotándose, pues podía escucharlo respirar con dificultad conforme se acercaba al punto amarillo, que iba convirtiéndose en un resplandor mas y mas grande a medida que avanzaba. Pero atrás, aquello jadeaba al tiempo que arrastraba los pies.

La línea de sudor en su espalda se había quebrado luego del forcejeo, y Ricardo sintió que recuperaba el valor que le había impedido mover las piernas con frenesí durante todo este tiempo. Ya no sentía miedo. Largó entonces a correr, sin tropezar jamás ni nunca más con los pozos que había en el suelo, cómplices de aquella presencia a sus espaldas.

Arriba en el cielo, se escuchaban criaturas voladoras reuniéndose y agitando sus alas en una perturbadora danza

maligna. A los pocos segundos, Ricardo ya no sentía el suelo. Le pareció que flotaba. Sin embargo sus piernas nunca dejaron de moverse.Y cuando llegó al final del sendero, se lanzó de cabeza hacia el resplandor amarillo.

A sus espaldas hoyó un grito de furia. Y después todo era luz, más clara y blanca cada vez. Ya no amarilla. Entonces, cerró los ojos, sintiéndose seguro al fin.

No más oscuridad ni gritos perturbadores al momento siguiente cuando los abrió.

La luz penetraba las cortinas de su habitación y su sonrisa fue la más hermosa cuando descubrió que todo había sido un sueño.

Sobre el perchero colgaba su traje de doctor, el cual usaría el fin de semana para la fiesta de noche de brujas. Una jeringa de juguete se asomaba por uno de los bolsillos. Su contenido no brillaba tanto a la luz del día como lo hacía en la oscuridad, pero seguía pareciéndole muy convincente. Y en la identificación abrochada al bolsillo del pecho se podía leer: “Dr. Ricardo Valdez - Re-animator”.

Todo estaba en orden. Sólo había tenido un mal sueño.

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Ricardo Valdez cayó por el abismo envuelto en eterna oscuridad. Sin poder distinguir la tierra del cielo.Cayó por el abismo una noche en que la luna se ocultaba tras un infinito manto de nubes, no pudiendo Tpenetrarlas con sus rayos que tal vez habrían podido salvarlo.

Por mucho tiempo continuó cayendo, llegando a perder la noción del tiempo. Por momentos, mientras giraba sobre su cuerpo podía ver una extensa línea tan solo un poco más clara que el resto de la oscuridad a su alrededor. Era como el tajo que infringe la espada justiciera sobre abominables monstruos del mal. Supuso que se trataba de nuestro aquella noche nublado cielo.En determinado momento llegó por fin al fondo, colisionando como un saco de arena contra el suelo. Aunque pudo sentir el frío de la superficie, no tardó en comprobar que podía levantarse. Estaba ileso.

Así pues, resolvió salir de allí. El oscuro sendero era estrecho.Tan pronto como se puso en marcha tuvo la sensación de que algo lo observaba oculto en la oscuridad.El muchacho caminaba con ambas manos extendidas a los costados y por momentos tanteaba hacia adelante, cuando tropezaba con algún pozo en el suelo.

Los ojos se le fueron acostumbrando a la oscuridad y comenzó a ver mejor. El sendero era de piedra al igual que las paredes a los costados. Y más adelante se alcanzaba a ver un pequeño punto amarillo. Lejos y en línea recta. Podría tratarse de la salida, pensó él y aceleró el paso, ahora que podía ver mejor

donde pisaba.

Fue entonces cuando los ruidos comenzaron. Primero una risa burlona a sus espaldas. Luego escuchó algo raspando contra la superficie de piedra. Le fue imposible no pensar en las extremidades de una descarnada alimaña de la noche, o ¿acaso alguna difunta mascota, que venía a ajustar cuentas? Ricardo no se había portado nada bien con los gatitos de su tía abuela Paola. Había sido un muchacho dañino durante su infancia.

Apurar el paso le pareció una idea espectacular, y si lo pensamos mejor, tal vez tú o yo correríamos en un momento así.El aire se espesaba conforme avanzaba en su camino hacia lo que, por puro optimismo, creyó firmemente era una salida.Arriba en las alturas se escuchó el batir de unas alas y gritos horrendos reclamando la carne del intruso. El corazón se le encogía y una fría gota de sudor le bajaba por la nuca, dibujándole una delgada línea que se congeló un poco más abajo. Concentraba allí todo su temor, y toda su desesperación, pegándose a su cuerpo, robándole el valor, y helándole la espalda.

Tanteó una vez más a los costados, mientras avanzaba, cada vez más de prisa hacia el punto amarillo. A sus espaldas escuchó una vez más a ese algo en la oscuridad raspando las uñas, tal vez, contra las piedras. Jadeaba ahora, mas ya no reía.

Pero entonces, Ricardo sintió sus manos pegajosas. Una

especie de mucosidad cubría las paredes. En algunas partes podía sentir hendiduras que estaban limpias y más lisas que el resto de la superficie.Esto continuó así por un par de metros más, hasta que las hendiduras revelaron el terror.

De repente, sintió dos extremidades húmedas que se aferraron con odio alrededor de sus muñecas. Lo habían capturado, y tironeaban con furia de ambos brazos, en una lucha por conseguir el pedazo más grande.

-¡Suelten!- exclamó asustado, la voz casi convertida en un lloriqueo- ¡No pertenezco aquí! No pertenezco…

Ni bien hubo dicho esto lo soltaron, perdonando su vida luego de aquella declaración. Pero a sus espaldas, “eso” nunca descansaba, a pesar de estar agotándose, pues podía escucharlo respirar con dificultad conforme se acercaba al punto amarillo, que iba convirtiéndose en un resplandor mas y mas grande a medida que avanzaba. Pero atrás, aquello jadeaba al tiempo que arrastraba los pies.

La línea de sudor en su espalda se había quebrado luego del forcejeo, y Ricardo sintió que recuperaba el valor que le había impedido mover las piernas con frenesí durante todo este tiempo. Ya no sentía miedo. Largó entonces a correr, sin tropezar jamás ni nunca más con los pozos que había en el suelo, cómplices de aquella presencia a sus espaldas.

Arriba en el cielo, se escuchaban criaturas voladoras reuniéndose y agitando sus alas en una perturbadora danza

maligna. A los pocos segundos, Ricardo ya no sentía el suelo. Le pareció que flotaba. Sin embargo sus piernas nunca dejaron de moverse.Y cuando llegó al final del sendero, se lanzó de cabeza hacia el resplandor amarillo.

A sus espaldas hoyó un grito de furia. Y después todo era luz, más clara y blanca cada vez. Ya no amarilla. Entonces, cerró los ojos, sintiéndose seguro al fin.

No más oscuridad ni gritos perturbadores al momento siguiente cuando los abrió.

La luz penetraba las cortinas de su habitación y su sonrisa fue la más hermosa cuando descubrió que todo había sido un sueño.

Sobre el perchero colgaba su traje de doctor, el cual usaría el fin de semana para la fiesta de noche de brujas. Una jeringa de juguete se asomaba por uno de los bolsillos. Su contenido no brillaba tanto a la luz del día como lo hacía en la oscuridad, pero seguía pareciéndole muy convincente. Y en la identificación abrochada al bolsillo del pecho se podía leer: “Dr. Ricardo Valdez - Re-animator”.

Todo estaba en orden. Sólo había tenido un mal sueño.

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Ricardo Valdez cayó por el abismo envuelto en eterna oscuridad. Sin poder distinguir la tierra del cielo.Cayó por el abismo una noche en que la luna se ocultaba tras un infinito manto de nubes, no pudiendo Tpenetrarlas con sus rayos que tal vez habrían podido salvarlo.

Por mucho tiempo continuó cayendo, llegando a perder la noción del tiempo. Por momentos, mientras giraba sobre su cuerpo podía ver una extensa línea tan solo un poco más clara que el resto de la oscuridad a su alrededor. Era como el tajo que infringe la espada justiciera sobre abominables monstruos del mal. Supuso que se trataba de nuestro aquella noche nublado cielo.En determinado momento llegó por fin al fondo, colisionando como un saco de arena contra el suelo. Aunque pudo sentir el frío de la superficie, no tardó en comprobar que podía levantarse. Estaba ileso.

Así pues, resolvió salir de allí. El oscuro sendero era estrecho.Tan pronto como se puso en marcha tuvo la sensación de que algo lo observaba oculto en la oscuridad.El muchacho caminaba con ambas manos extendidas a los costados y por momentos tanteaba hacia adelante, cuando tropezaba con algún pozo en el suelo.

Los ojos se le fueron acostumbrando a la oscuridad y comenzó a ver mejor. El sendero era de piedra al igual que las paredes a los costados. Y más adelante se alcanzaba a ver un pequeño punto amarillo. Lejos y en línea recta. Podría tratarse de la salida, pensó él y aceleró el paso, ahora que podía ver mejor

donde pisaba.

Fue entonces cuando los ruidos comenzaron. Primero una risa burlona a sus espaldas. Luego escuchó algo raspando contra la superficie de piedra. Le fue imposible no pensar en las extremidades de una descarnada alimaña de la noche, o ¿acaso alguna difunta mascota, que venía a ajustar cuentas? Ricardo no se había portado nada bien con los gatitos de su tía abuela Paola. Había sido un muchacho dañino durante su infancia.

Apurar el paso le pareció una idea espectacular, y si lo pensamos mejor, tal vez tú o yo correríamos en un momento así.El aire se espesaba conforme avanzaba en su camino hacia lo que, por puro optimismo, creyó firmemente era una salida.Arriba en las alturas se escuchó el batir de unas alas y gritos horrendos reclamando la carne del intruso. El corazón se le encogía y una fría gota de sudor le bajaba por la nuca, dibujándole una delgada línea que se congeló un poco más abajo. Concentraba allí todo su temor, y toda su desesperación, pegándose a su cuerpo, robándole el valor, y helándole la espalda.

Tanteó una vez más a los costados, mientras avanzaba, cada vez más de prisa hacia el punto amarillo. A sus espaldas escuchó una vez más a ese algo en la oscuridad raspando las uñas, tal vez, contra las piedras. Jadeaba ahora, mas ya no reía.

Pero entonces, Ricardo sintió sus manos pegajosas. Una

especie de mucosidad cubría las paredes. En algunas partes podía sentir hendiduras que estaban limpias y más lisas que el resto de la superficie.Esto continuó así por un par de metros más, hasta que las hendiduras revelaron el terror.

De repente, sintió dos extremidades húmedas que se aferraron con odio alrededor de sus muñecas. Lo habían capturado, y tironeaban con furia de ambos brazos, en una lucha por conseguir el pedazo más grande.

-¡Suelten!- exclamó asustado, la voz casi convertida en un lloriqueo- ¡No pertenezco aquí! No pertenezco…

Ni bien hubo dicho esto lo soltaron, perdonando su vida luego de aquella declaración. Pero a sus espaldas, “eso” nunca descansaba, a pesar de estar agotándose, pues podía escucharlo respirar con dificultad conforme se acercaba al punto amarillo, que iba convirtiéndose en un resplandor mas y mas grande a medida que avanzaba. Pero atrás, aquello jadeaba al tiempo que arrastraba los pies.

La línea de sudor en su espalda se había quebrado luego del forcejeo, y Ricardo sintió que recuperaba el valor que le había impedido mover las piernas con frenesí durante todo este tiempo. Ya no sentía miedo. Largó entonces a correr, sin tropezar jamás ni nunca más con los pozos que había en el suelo, cómplices de aquella presencia a sus espaldas.

Arriba en el cielo, se escuchaban criaturas voladoras reuniéndose y agitando sus alas en una perturbadora danza

maligna. A los pocos segundos, Ricardo ya no sentía el suelo. Le pareció que flotaba. Sin embargo sus piernas nunca dejaron de moverse.Y cuando llegó al final del sendero, se lanzó de cabeza hacia el resplandor amarillo.

A sus espaldas hoyó un grito de furia. Y después todo era luz, más clara y blanca cada vez. Ya no amarilla. Entonces, cerró los ojos, sintiéndose seguro al fin.

No más oscuridad ni gritos perturbadores al momento siguiente cuando los abrió.

La luz penetraba las cortinas de su habitación y su sonrisa fue la más hermosa cuando descubrió que todo había sido un sueño.

Sobre el perchero colgaba su traje de doctor, el cual usaría el fin de semana para la fiesta de noche de brujas. Una jeringa de juguete se asomaba por uno de los bolsillos. Su contenido no brillaba tanto a la luz del día como lo hacía en la oscuridad, pero seguía pareciéndole muy convincente. Y en la identificación abrochada al bolsillo del pecho se podía leer: “Dr. Ricardo Valdez - Re-animator”.

Todo estaba en orden. Sólo había tenido un mal sueño.

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Page 5: Caminaba en la oscuridad

Ricardo Valdez cayó por el abismo envuelto en eterna oscuridad. Sin poder distinguir la tierra del cielo.Cayó por el abismo una noche en que la luna se ocultaba tras un infinito manto de nubes, no pudiendo Tpenetrarlas con sus rayos que tal vez habrían podido salvarlo.

Por mucho tiempo continuó cayendo, llegando a perder la noción del tiempo. Por momentos, mientras giraba sobre su cuerpo podía ver una extensa línea tan solo un poco más clara que el resto de la oscuridad a su alrededor. Era como el tajo que infringe la espada justiciera sobre abominables monstruos del mal. Supuso que se trataba de nuestro aquella noche nublado cielo.En determinado momento llegó por fin al fondo, colisionando como un saco de arena contra el suelo. Aunque pudo sentir el frío de la superficie, no tardó en comprobar que podía levantarse. Estaba ileso.

Así pues, resolvió salir de allí. El oscuro sendero era estrecho.Tan pronto como se puso en marcha tuvo la sensación de que algo lo observaba oculto en la oscuridad.El muchacho caminaba con ambas manos extendidas a los costados y por momentos tanteaba hacia adelante, cuando tropezaba con algún pozo en el suelo.

Los ojos se le fueron acostumbrando a la oscuridad y comenzó a ver mejor. El sendero era de piedra al igual que las paredes a los costados. Y más adelante se alcanzaba a ver un pequeño punto amarillo. Lejos y en línea recta. Podría tratarse de la salida, pensó él y aceleró el paso, ahora que podía ver mejor

donde pisaba.

Fue entonces cuando los ruidos comenzaron. Primero una risa burlona a sus espaldas. Luego escuchó algo raspando contra la superficie de piedra. Le fue imposible no pensar en las extremidades de una descarnada alimaña de la noche, o ¿acaso alguna difunta mascota, que venía a ajustar cuentas? Ricardo no se había portado nada bien con los gatitos de su tía abuela Paola. Había sido un muchacho dañino durante su infancia.

Apurar el paso le pareció una idea espectacular, y si lo pensamos mejor, tal vez tú o yo correríamos en un momento así.El aire se espesaba conforme avanzaba en su camino hacia lo que, por puro optimismo, creyó firmemente era una salida.Arriba en las alturas se escuchó el batir de unas alas y gritos horrendos reclamando la carne del intruso. El corazón se le encogía y una fría gota de sudor le bajaba por la nuca, dibujándole una delgada línea que se congeló un poco más abajo. Concentraba allí todo su temor, y toda su desesperación, pegándose a su cuerpo, robándole el valor, y helándole la espalda.

Tanteó una vez más a los costados, mientras avanzaba, cada vez más de prisa hacia el punto amarillo. A sus espaldas escuchó una vez más a ese algo en la oscuridad raspando las uñas, tal vez, contra las piedras. Jadeaba ahora, mas ya no reía.

Pero entonces, Ricardo sintió sus manos pegajosas. Una

especie de mucosidad cubría las paredes. En algunas partes podía sentir hendiduras que estaban limpias y más lisas que el resto de la superficie.Esto continuó así por un par de metros más, hasta que las hendiduras revelaron el terror.

De repente, sintió dos extremidades húmedas que se aferraron con odio alrededor de sus muñecas. Lo habían capturado, y tironeaban con furia de ambos brazos, en una lucha por conseguir el pedazo más grande.

-¡Suelten!- exclamó asustado, la voz casi convertida en un lloriqueo- ¡No pertenezco aquí! No pertenezco…

Ni bien hubo dicho esto lo soltaron, perdonando su vida luego de aquella declaración. Pero a sus espaldas, “eso” nunca descansaba, a pesar de estar agotándose, pues podía escucharlo respirar con dificultad conforme se acercaba al punto amarillo, que iba convirtiéndose en un resplandor mas y mas grande a medida que avanzaba. Pero atrás, aquello jadeaba al tiempo que arrastraba los pies.

La línea de sudor en su espalda se había quebrado luego del forcejeo, y Ricardo sintió que recuperaba el valor que le había impedido mover las piernas con frenesí durante todo este tiempo. Ya no sentía miedo. Largó entonces a correr, sin tropezar jamás ni nunca más con los pozos que había en el suelo, cómplices de aquella presencia a sus espaldas.

Arriba en el cielo, se escuchaban criaturas voladoras reuniéndose y agitando sus alas en una perturbadora danza

maligna. A los pocos segundos, Ricardo ya no sentía el suelo. Le pareció que flotaba. Sin embargo sus piernas nunca dejaron de moverse.Y cuando llegó al final del sendero, se lanzó de cabeza hacia el resplandor amarillo.

A sus espaldas hoyó un grito de furia. Y después todo era luz, más clara y blanca cada vez. Ya no amarilla. Entonces, cerró los ojos, sintiéndose seguro al fin.

No más oscuridad ni gritos perturbadores al momento siguiente cuando los abrió.

La luz penetraba las cortinas de su habitación y su sonrisa fue la más hermosa cuando descubrió que todo había sido un sueño.

Sobre el perchero colgaba su traje de doctor, el cual usaría el fin de semana para la fiesta de noche de brujas. Una jeringa de juguete se asomaba por uno de los bolsillos. Su contenido no brillaba tanto a la luz del día como lo hacía en la oscuridad, pero seguía pareciéndole muy convincente. Y en la identificación abrochada al bolsillo del pecho se podía leer: “Dr. Ricardo Valdez - Re-animator”.

Todo estaba en orden. Sólo había tenido un mal sueño.

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Page 6: Caminaba en la oscuridad

Ricardo Valdez cayó por el abismo envuelto en eterna oscuridad. Sin poder distinguir la tierra del cielo.Cayó por el abismo una noche en que la luna se ocultaba tras un infinito manto de nubes, no pudiendo Tpenetrarlas con sus rayos que tal vez habrían podido salvarlo.

Por mucho tiempo continuó cayendo, llegando a perder la noción del tiempo. Por momentos, mientras giraba sobre su cuerpo podía ver una extensa línea tan solo un poco más clara que el resto de la oscuridad a su alrededor. Era como el tajo que infringe la espada justiciera sobre abominables monstruos del mal. Supuso que se trataba de nuestro aquella noche nublado cielo.En determinado momento llegó por fin al fondo, colisionando como un saco de arena contra el suelo. Aunque pudo sentir el frío de la superficie, no tardó en comprobar que podía levantarse. Estaba ileso.

Así pues, resolvió salir de allí. El oscuro sendero era estrecho.Tan pronto como se puso en marcha tuvo la sensación de que algo lo observaba oculto en la oscuridad.El muchacho caminaba con ambas manos extendidas a los costados y por momentos tanteaba hacia adelante, cuando tropezaba con algún pozo en el suelo.

Los ojos se le fueron acostumbrando a la oscuridad y comenzó a ver mejor. El sendero era de piedra al igual que las paredes a los costados. Y más adelante se alcanzaba a ver un pequeño punto amarillo. Lejos y en línea recta. Podría tratarse de la salida, pensó él y aceleró el paso, ahora que podía ver mejor

donde pisaba.

Fue entonces cuando los ruidos comenzaron. Primero una risa burlona a sus espaldas. Luego escuchó algo raspando contra la superficie de piedra. Le fue imposible no pensar en las extremidades de una descarnada alimaña de la noche, o ¿acaso alguna difunta mascota, que venía a ajustar cuentas? Ricardo no se había portado nada bien con los gatitos de su tía abuela Paola. Había sido un muchacho dañino durante su infancia.

Apurar el paso le pareció una idea espectacular, y si lo pensamos mejor, tal vez tú o yo correríamos en un momento así.El aire se espesaba conforme avanzaba en su camino hacia lo que, por puro optimismo, creyó firmemente era una salida.Arriba en las alturas se escuchó el batir de unas alas y gritos horrendos reclamando la carne del intruso. El corazón se le encogía y una fría gota de sudor le bajaba por la nuca, dibujándole una delgada línea que se congeló un poco más abajo. Concentraba allí todo su temor, y toda su desesperación, pegándose a su cuerpo, robándole el valor, y helándole la espalda.

Tanteó una vez más a los costados, mientras avanzaba, cada vez más de prisa hacia el punto amarillo. A sus espaldas escuchó una vez más a ese algo en la oscuridad raspando las uñas, tal vez, contra las piedras. Jadeaba ahora, mas ya no reía.

Pero entonces, Ricardo sintió sus manos pegajosas. Una

especie de mucosidad cubría las paredes. En algunas partes podía sentir hendiduras que estaban limpias y más lisas que el resto de la superficie.Esto continuó así por un par de metros más, hasta que las hendiduras revelaron el terror.

De repente, sintió dos extremidades húmedas que se aferraron con odio alrededor de sus muñecas. Lo habían capturado, y tironeaban con furia de ambos brazos, en una lucha por conseguir el pedazo más grande.

-¡Suelten!- exclamó asustado, la voz casi convertida en un lloriqueo- ¡No pertenezco aquí! No pertenezco…

Ni bien hubo dicho esto lo soltaron, perdonando su vida luego de aquella declaración. Pero a sus espaldas, “eso” nunca descansaba, a pesar de estar agotándose, pues podía escucharlo respirar con dificultad conforme se acercaba al punto amarillo, que iba convirtiéndose en un resplandor mas y mas grande a medida que avanzaba. Pero atrás, aquello jadeaba al tiempo que arrastraba los pies.

La línea de sudor en su espalda se había quebrado luego del forcejeo, y Ricardo sintió que recuperaba el valor que le había impedido mover las piernas con frenesí durante todo este tiempo. Ya no sentía miedo. Largó entonces a correr, sin tropezar jamás ni nunca más con los pozos que había en el suelo, cómplices de aquella presencia a sus espaldas.

Arriba en el cielo, se escuchaban criaturas voladoras reuniéndose y agitando sus alas en una perturbadora danza

maligna. A los pocos segundos, Ricardo ya no sentía el suelo. Le pareció que flotaba. Sin embargo sus piernas nunca dejaron de moverse.Y cuando llegó al final del sendero, se lanzó de cabeza hacia el resplandor amarillo.

A sus espaldas hoyó un grito de furia. Y después todo era luz, más clara y blanca cada vez. Ya no amarilla. Entonces, cerró los ojos, sintiéndose seguro al fin.

No más oscuridad ni gritos perturbadores al momento siguiente cuando los abrió.

La luz penetraba las cortinas de su habitación y su sonrisa fue la más hermosa cuando descubrió que todo había sido un sueño.

Sobre el perchero colgaba su traje de doctor, el cual usaría el fin de semana para la fiesta de noche de brujas. Una jeringa de juguete se asomaba por uno de los bolsillos. Su contenido no brillaba tanto a la luz del día como lo hacía en la oscuridad, pero seguía pareciéndole muy convincente. Y en la identificación abrochada al bolsillo del pecho se podía leer: “Dr. Ricardo Valdez - Re-animator”.

Todo estaba en orden. Sólo había tenido un mal sueño.

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