Cambio de rumbo y recomposición política

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Isidoro Cheresky

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    Argentina. Cambio de rumboy recomposicin poltica

    Isidoro Cheresky

    El 25 de mayo del presente ao Ns- tor Kirchner cumpli un ao en elgobierno de Argentina, con logros quedesmintieron los pronsticos pesimis-tas formulados en el momento de sueleccin. La recuperacin poltica y eco-nmica del pas ha sido sorprendente.El presidente goza an de ndices de po-pularidad muy altos e incomparablescon los que obtenan sus antecesores aesa altura del mandato1, y ms all deese reconocimiento pblico, su auto-ridad se ha restablecido en asociacin

    con una revalorizacin de la poltica. Setrata, en efecto, de un gobierno que re-montando las tendencias dominantesdesde inicios de los aos 90 intervieneintensamente en los asuntos pblicos aexpensas del poder corporativo. Enparticular, el Estado ha recuperado unrol regulador de la economa que la ciu-dadana ve ahora con aprobacin.

    La economa, a su vez, ha experimen-tado una recuperacin acelerada, al-canzando los ndices de crecimiento

    Isidoro Cheresky: politlogo argentino; profesor de Teora Poltica Contempornea, Universidadde Buenos Aires; miembro de la Fundacin Carlos Auyero.Palabras clave: elecciones presidenciales, crisis de representacin, protesta social, Argentina.1. La popularidad del presidente, que alcanz ndices superiores al 80% en los primeros meses degobierno, se hallara actualmente en alrededor del 70%.

    Nstor Kirchner cumple un ao de gobierno

    El artculo analiza el primer ao de gobierno del argentinoNstor Kirchner, cuyo ascenso ha significado un viraje enel sistema poltico que apunta a su recomposicin. Losdesafos son grandes y difciles. Mientras se debe atendera la extendida exclusin social y a los desafos del frenteexterno, existen demandas colectivas divergentes. Larestitucin de la autoridad poltica se basa en un respaldociudadano directo, lo que plantea no pocas interrogantes.

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    ms altos en el mundo (superiores al10% en los ltimos 12 meses)2 comoconsecuencia de una tasa de cambiofavorable al desarrollo de una produc-cin sustitutiva de importaciones, y alas exportaciones en particular las debienes primarios, alentadas por unacoyuntura internacional propicia paralos productos argentinos. El Gobiernoha comenzado la cesacin de pagos dela deuda pblica (default) con una po-ltica que confronta las orientacionesde los organismos internacionales demonitoreo, en particular el Fondo Mo-netario Internacional, pero sin haberabandonado la negociacin, lo que leha valido un mayor reconocimientopblico.

    La evolucin de la Argentina ha supe-rado las expectativas ms optimistasde hace apenas un ao. Sin embargo,han surgido nuevas incertidumbres. Eslgico considerar que el lugar de laArgentina en el mundo es incierto yque el proceso de reinsercin debe re-montar las prevenciones de los agen-tes econmicos y polticos, pero losmayores interrogantes se relacionancon la evolucin del rgimen democr-tico. Kirchner aparece como un lderque atac con audacia los dispositivosinstitucionales que haban albergadola corrupcin y los privilegios, y quealej los intereses de los principalesnegocios as como de las burocraciaspblicas y de los mbitos de decisinpoltica, a la vez que cuestionaba lasprcticas tradicionales que haban per-mitido que esos variados intereses se

    valieran de las instituciones pblicas.Ante lo inesperado y espectacular dealgunas decisiones, se gener una granesperanza entre una ciudadana hastaentonces escptica. La autoridad presi-dencial se reconstituy a la par de unarenovada confianza en la accin polti-ca, en la medida en que las acciones degobierno trasuntaban un sentido dejusticia. Los poderosos parecan ex-puestos a la ley comn; quienes se be-neficiaban de la manipulacin de re-cursos pblicos parecan expuestos ala sancin de la ley.

    Pero con el paso de los meses se hapuesto en evidencia la fragilidad delformato de poder y de los recursos delequipo gobernante. El poder presiden-cial, concentrado y ejercido de mododecisionista, puesto que evita o mini-miza la deliberacin pblica y hastafrecuentemente la parlamentaria, haido generando un malestar social queno se manifiesta an ampliamente por-que no aparecen una oposicin o lide-razgos con alternativas polticas vero-smiles. El microclima setentista quecubre al presidente y su entorno ha idoenvolviendo su accin pblica. Pare-ciera que el primer mandatario y sus

    2. En el primer trimestre de 2004 la economa auncreci a un ritmo del 11,2%. Se estima que el cre-cimiento para este ao rondar el 7,5%. Esta tasade crecimiento influy en los ndices de empleo,aunque menos de lo esperado. Segn las medi-ciones ms recientes, la desocupacin afecta al14,4% de la poblacin activa, pero si no se inclu-ye a los que se benefician de planes de desem-pleo y efectan alguna contraprestacin, ese n-dice se eleva al 17,4%. V. La Nacin, suplementode Economa y Negocios, 18/6/04.

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    allegados guardan la esperanza de re-vivir actores sociales correspondientesal momento de plenitud de la socie-dad industrial, y sobre todo parecenactuar en una perspectiva ms con-frontativa y moralizante que ordena-dora de los actores actuales (grandesempresarios, sindicalistas, militares,fuerzas de seguridad), o aun mezcln-dose en la polmica de los protagonis-tas de la protesta social como si el pre-sidente fuese un compaero ms y nouna figura cuyas funciones principa-les son la representacin y la regula-cin3. Este punto crucial, referido almodo en que un presidente deberaactuar en funcin de un mandato y desus convicciones, pero llevando stasadelante en una relacin de dilogo,persuasin y rectificacin con la ciuda-dana y con las instancias instituciona-les, mantenindose a la vez como ga-rante del Estado de Derecho y siendoen ese sentido el representante de lanacin, aparece como una de las caren-cias mayores de este rgimen de presi-dencialismo sustentado en la opinin.

    Por ltimo, otra fuente de incertidum-bre proviene de la tensin entre el apo-yo ciudadano al presidente a travs dela figura de la opinin pblica, y la re-presentacin parlamentaria, en la queel jefe de Estado obtiene mayoras gra-cias al voto de los legisladores pero-nistas, reticentes a su liderazgo y lealesa su socio y adversario, el ex-presi-dente Eduardo Duhalde. Es decir, elsostn parlamentario del presidente esinestable. Por ahora acta sustentado

    en su popularidad y confiado en unaamenaza catastrfica que esgrime im-plcitamente, puesto que la divisindel bloque parlamentario y el debili-tamiento de su figura acarrearan con-secuencias perjudiciales para todos losperonistas. Sus iniciativas no consen-suales entre sus sostenes instituciona-les lo hacen aparecer como si estuvie-se dispuesto, en aras de sus conviccio-nes, a no detenerse en erosionar lasbases del peronismo tradicional, auncon los riesgos de desestabilizacinque ello comporta.

    El advenimiento de un presidenteinesperado

    Para tener una perspectiva de la situa-cin presente debemos remontarnos alproceso que culmin con la eleccin deKirchner. Los comicios presidencialesde 2003 ilustraron en su momento laprofundidad de la crisis que se arras-traba desde fines de diciembre de 2001,cuando el descontento ciudadano ex-presado en el cacerolazo y el descon-trol de la protesta social, a la que sesum la transgresin expresada en lossaqueos de grandes y pequeos co-mercios, sobre todo del conurbano bo-naerense, terminaron por provocar larenuncia del presidente de entonces,Fernando de la Ra. Su sucesor, electopor la Asamblea Legislativa para ter-minar el mandato interrumpido, fue elperonista Eduardo Duhalde, quien

    3. Por momentos las intervenciones presidencia-les han connotado una idealizacin de los actorescontestatarios del pasado de violencia poltica.

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    asumi la declaracin de cesacin depagos de la deuda pblica anunciadapor su efmero predecesor, y declarel fin de la convertibilidad, con lo quela moneda nacional se apreci, favore-ciendo el renacimiento de la produccinpara el mercado interno y estimulan-do las exportaciones.

    Lo que el gobierno interino no pudosobrellevar fue la desconfianza ciuda-dana hacia el poder y hacia los lderespolticos en general. La desestabiliza-cin resultante de una sangrienta re-presin de la protesta social llev alpresidente interino a adelantar la rea-lizacin de las elecciones para proveerel sucesor, y a prometer una transfe-rencia anticipada del poder4.

    La campaa electoral mostr un esca-so inters de los ciudadanos, al menosen su prolongada fase inicial, y unadispersin de las preferencias entreuna diversidad de candidatos. Una ex-presin de la crisis de representacinla constitua el hecho de que los cincoprincipales competidores lo hacan consiglas inditas. Tres de ellos provenandel peronismo, pero esta fuerza, inca-paz de decidir un procedimiento deseleccin entre ellos, los reconoci atodos como originados en su tronco,pero no atribuy a ninguno la etique-ta partidaria. Otros dos se situaban enla centro-izquierda y la centro-derechadel espectro aunque se trataba de lde-res provenientes del otro gran partidotradicional, la Unin Cvica Radical(UCR).

    Por sobre la fragmentacin, se deli-neaba un clivaje decisivo entre CarlosMenem y el resto de los candidatos. Elex-presidente de los aos 90 que aspi-raba regresar al poder logr llegar a lapunta del pelotn de candidatos encompetencia, saliendo de un cuasi os-tracismo, convirtindose de hecho enel preferido del electorado peronistapopular tradicional y concitando la ad-hesin de los ncleos empresarios quesoaban con reeditar las polticas neo-liberales de sus anteriores presidencias.Pero una mayora compacta de ciuda-danos rechazaba al ex-presidente, con-siderndolo responsable de polticasque haban acarreado la decadenciaeconmica, el endeudamiento interna-cional y la pobreza5. El presidente enejercicio, Duhalde, adversario tenaz deMenem, hizo ensayos sucesivos paraencontrar un delfn, hasta que apenastres meses antes de las elecciones seresign a promover la figura de Kirch-ner6, hasta entonces gobernador pero-

    4. Luego que la represin de una manifestacinpiquetera causara dos vctimas el 26 de junio de2002, Duhalde decidi acortar su mandato en casisiete meses, prometiendo transmitir el mando el25 de mayo de 2003. Inicialmente el primer tur-no de las elecciones presidenciales fue convoca-do para el 30 de marzo de 2003 y luego posterga-do para el 27 de abril, previndose el ballotagepara el 18 de mayo.5. Las encuestas preelectorales coincidan en re-gistrar alrededor de un 70% de electores quemanifestaban que en ningn caso votaran porMenem para la presidencia.6. Aunque Duhalde se haba presentado comoun representante de la tradicin peronista, esdecir, aferrado a las polticas sociales y al desa-rrollo nacional, su bsqueda se orient primerohacia C. Reutemann y luego J.C. de la Sota, diri-gentes presumiblemente aptos para confrontara su adversario, Menem, pero ambos favorables

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    nista de la provincia de Santa Cruz yconocido por sus reticencias a los ali-neamientos en la estructura partidaria.

    El candidato oficialista no era un diri-gente nacional muy conocido, y paraaspirar a estar entre los dos primerosen la primera vuelta, de modo de po-der competir en el ballotage, debi su-mar a su popularidad incipiente uncandidato a vicepresidente de perfilms atractivo para los sectores medios,y la promesa de mantener en el cargoal ministro de Economa Nstor La-vagna. ste gozaba de popularidad yde cierto reconocimiento en los secto-res del establishment en razn de haberestabilizado la economa e iniciado unproceso de recuperacin del crecimien-to luego de la prolongada recesin,dando de este modo una garanta degobernabilidad econmica que atem-peraba la tonalidad nacional y popu-lar del discurso de campaa de Kirch-ner. Estos factores, sumados al apoyooficial y a la campaa del renuenteperonismo bonaerense para sumarvotos conquistados entre el electora-

    do peronista cautivo del conurbano, lepermitieron a Kirchner llegar a un se-gundo puesto a la hora de contar losvotos. Su voto, sin embargo, tena or-genes variados y por mitades prove-na de electores que haban preferidoanteriormente la centro-izquierda oque haban votado en blanco.

    Una vez conocidos los resultados dela primera vuelta, las intenciones devoto que arrojaban las encuestas pro-metan una derrota estrepitosa paraMenem. Kirchner, como probablemen-te hubiese sucedido en mayor o me-nor medida con los otros candidatosdel pelotn principal, se haba conver-tido en el depositario de un voto-re-chazo. Ante la evidencia de la derrotaanunciada, y pese a su primaca en elprimer turno, Menem desisti de pre-sentarse al ballotage y Kirchner fue pro-clamado ganador. Por ese entonces la

    Cuadro 1

    Transferencia de votos segn el sufragio en las anteriores elecciones presidenciales

    PJ Alianza AR Black News

    Menem 42,8 9,1 17,7 14,5 10,1Kirchner 34,1 25,2 11,3 24,4 33,3Lpez Murphy 4,5 20,7 45,2 12,2 21,2Rodrguez Sa 11,9 9,5 4,8 8,4 9,1Carrio 3,6 22,7 14,5 14,5 13,1

    Fuente: Centro de Estudios de la Opinin Pblica (Ceop).

    a la ortodoxia econmica de los aos 90 y de po-siciones polticas convencionales. Kirchner, porsu parte, haca campaa intentando construir unafuerza renovadora de centro-izquierda, no conmiras a las elecciones inmediatas, aunque com-pitiera en ellas, sino a las ulteriores de 2007.

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    mayora de los anlisis pronosticabaun presidente con escasa legitimidadpropia, dada su magra performance enel primer turno, y sumamente depen-diente de su padrino poltico, el presi-dente saliente y caudillo del peronismobonaerense.

    El presidente que hizo lo que no se podahacer

    Desde el inicio, la accin del gobiernoelecto el 27 de abril desminti los pro-nsticos descalificatorios. Rpidamen-te el presidente ejercit una voluntadpoltica audaz que iba a contracorrien-te de los lmites implcitos y explcitosde lo que se poda hacer. Las princi-pales corporaciones vieron cuestiona-dos sus privilegios y sus vnculos pre-bendarios con el poder. La cpula delas Fuerzas Armadas, sospechosa deconnivencia e intervencin poltica afavor de Menem, fue ampliamente re-novada en sus cuadros superiores; laPolica Federal y la de la provincia deBuenos Aires, as como el sistema pe-nitenciario, experimentaron sucesivasreformas y desplazamientos de susmandos. En su mayora, los miembrosde la Corte Suprema, acusada de con-nivencia corrupta con el gobierno deMenem, fueron enjuiciados y sustitui-dos por nuevos magistrados sometidosal escrutinio pblico y al procedimien-to de designacin fijado por la Consti-tucin. La obra social para los jubila-dos (el Instituto Nacional de ServiciosSociales para Jubilados y Pensionados- PAMI), que maneja sumas considera-

    bles en contrataciones de salud y me-dicamentos, fue intervenida, inicindo-se una reorganizacin que apunta adesalojar los negocios espurios de losque se beneficiaban sindicalistas y mi-litantes de los partidos mayoritarios.

    En el mbito de los contratos con lasempresas que se haban hecho cargode la provisin de bienes pblicos lue-go del proceso de privatizacin efec-tuado a inicios de los aos 90, el Go-bierno encar una pulseada que abar-c a buena parte del mundo de losgrandes negocios. En esta esfera tam-bin se hizo sentir con intensidad unareforma institucional orientada a dar-le al Estado un rol regulador y de mo-nitoreo en la ejecucin de inversionesy en la fijacin de tarifas. Esta tarea dedesintrincacin de los empresarios res-pecto de los funcionarios pblicos sevio, sin embargo, opacada por una ten-dencia del Gobierno a desafiar y ame-nazar ms que a imponer marcos re-gulatorios. A ello se sum una crticamoralista de las ganancias empresariasen la dcada precedente, cuya finali-dad parece de corto alcance en unasociedad de mercado y que aleja delcentro de atencin el debilitado rol es-tatal, que haba sido, por entonces, laverdadera carencia. El presidente mis-mo tenda a colocarse ms como unchallenger de los hombres de negociosque como el representante de un Esta-do que los contena y limitaba.

    Otro mbito de accin gubernativainnovadora ha sido el de la relacin

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    con los organismos internacionales decrdito y monitoreo, en primer lugarel FMI, y con los acreedores privadosde la deuda pblica. La estrategia decesacin de pagos ha colocado al Go-bierno en conflicto reiterado con losfuncionarios de los organismos credi-ticios externos, pero el resultado hasido una politizacin de los acuerdosy las decisiones que ha permitido salirde la lgica en que las decisiones na-cionales deban someterse a los im-perativos del mercado. El criterio depagar la deuda, pero sin un ajusteque prive al pas de la posibilidad deinversiones pblicas y de polticas so-ciales, constitua sin duda una innova-cin respecto a los criterios preceden-tes, que privilegiaban el pago en lasmejores condiciones para los acreedo-res, con la idea de que as los inversoresrecuperaran la confianza en el pas einvertir, producindose as un proce-so espontneo de reactivacin econmi-ca. Esta politizacin ensanch el mar-gen de decisiones del Estado nacionaly contribuy a restablecer un sentidode dignidad para los argentinos.

    Pero, cmo fue posible que un gobier-no nacido en condiciones tan precariaspudiera avanzar a tal punto en los te-mas considerados tab segn la pers-pectiva consagrada sobre los requeri-mientos de la gobernabilidad? Cierto,el Gobierno se benefici de condicio-nes particulares de libertad polticadebido a la descompresin producidapor la cesacin de pagos y el abandonode la convertibilidad en el plano eco-

    nmico, y al debilitamiento de las ins-tituciones y los factores tradicionalesde poder en el plano poltico. Estas l-timas circunstancias posibilitaron queel creciente nmero de ciudadanos in-dependientes se entusiasmara rpida-mente con el curso de la accin de go-bierno. Las acciones anticorporativasy anticorrupcin alimentaron la per-cepcin de un gobierno que no estabaatado a compromisos con los podero-sos, y aunque la mejora en la dis-tribucin del ingreso no se hizo sentiro fue limitada en razn del modo es-tricto en que se cumplieron las metasde equilibrio y supervit fiscal7, se creun sentimiento de justicia que est enla base de la ilusin ciudadana con elgobierno de Kirchner. El nuevo presi-dente, de modo virtual despus delprimer turno y luego por obra de suaccin de gobierno, constituy unasuerte de electorado poselectoral.Ese apoyo ciudadano se expres esen-cialmente como estado de la opininpblica a travs de los sondeos, y fueun sustento tan poderoso que llev aun alineamiento de las instancias ins-titucionales con el Gobierno, particular-mente del Parlamento que vot a favorde numerosas iniciativas que meses an-tes haba abandonado o rechazado.

    7. La presin tributaria lleg a un rcord histri-co en Argentina al alcanzar el 21% del productointerno bruto, o el 23% incluyendo las provin-cias. En los aos 90 el promedio era del 17%. Estamejora en la fiscalidad, siendo notoria, no modi-fica el hecho de que la recaudacin en Argentinaes muy inferior a la de los pases desarrollados,e incluso est por debajo de la de los pases veci-nos. V. La Nacin, suplemento de Economa yNegocios, 21/6/04.

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    Esta reconstitucin de la autoridad po-ltica basada en el respaldo ciudadanodirecto inaugura un estilo polticonovedoso. Aunque puede comparar-se con el liderazgo populista tradicio-nal y alertar sobre los peligros institu-cionales que acarrea, lo cierto es queen este caso no se trata del pueblo mo-vilizado fuente plebiscitaria de poderen su reunin multitudinaria en la Pla-za de Mayo y sostenido en dispositivosorganizacionales permanentes, encompetencia con o en detrimento delos partidos polticos democrticamen-te organizados, sino de una ciudada-na frecuentemente confinada a un rolde opinin pblica de presencia virtualen el espacio pblico. Puesto en pers-pectiva, los cambios en el funciona-miento de la vida poltica y en parti-cular en los modos de reproduccin dela legitimidad, se hacen evidentes.

    En los aos 80, el ciclo de la construc-cin democrtica presidido por RalAlfonsn estuvo signado por la conso-lidacin de la voluntad ciudadana or-ganizada en los partidos polticos tra-dicionales, de cuya fuente emanaba laautoridad presidencial frente al poderde las corporaciones, principalmentela militar y en menor medida la sindi-cal. Los partidos mismos se fueron con-formando como instituciones democr-ticas, abandonando en parte los rasgosmovimientistas que inhiban la compe-tencia inter e intrapartidaria. Pero esaconsolidacin tarda del sistema departidos iba un poco a contracorrientede la tendencia, en aumento en las so-

    ciedades occidentales contemporneas,al debilitamiento de las identidadespartidarias y en muchos casos a la dis-minucin de la participacin ciudada-na en los asuntos pblicos. El deficien-te desempeo de los lderes polticos,especialmente en la dcada de los 90,acentuara la potencial crisis de repre-sentacin8.

    En los aos 90, la autoridad presiden-cial que sustent el giro de moderni-zacin conservadora fue de naturalezapersonalista, pero con una base orga-nizacional heredada y otra agregada.La eleccin presidencial de Menemarrastr al peronismo a un giro polti-co, alent una alianza del electoradopopular peronista con el mundo de losnegocios reconstituido al calor de esamodernizacin, y neutraliz la oposi-cin social popular, para lo cual lamatriz peronista del presidente y delgrupo dirigente fue decisiva. La auto-

    8. Bernard Manin considera que la desafeccinhacia los partidos polticos y la creciente auto-noma ciudadana, as como la disolucin de lasdivisiones socioeconmicas que parecan ser elfundamento de las identidades polticas originanlo que l llama una metamorfosis de la repre-sentacin. Luego de la democracia de partidos,la mayor autonoma ciudadana y la fluctuacinen sus adhesiones partidarias conducira a unarepresentacin diferente. Ahora sta sera contin-gente, cambiante, ms depositada en las imge-nes de los lderes vehiculizada por la televisiny otros mass media, con mayor independencia delas etiquetas partidarias y an de las tradicionespolticas. Por cierto, an en este contexto de de-mocracia de opinin o de audiencia se pro-ducen verdaderas crisis de representacin, comola que se evidenci en Argentina desde las elec-ciones legislativas de octubre de 2001 con el votonegativo y que tuvo su expresin ms elocuen-te en el cacerolazo.

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    ridad de Menem tena sustento socialy organizativo, pero su consistenciadependi de decisiones instituyentesque por su xito produjeron alinea-mientos sociales y ciudadanos a pos-teriori.

    La coalicin aliancista entre la UCR yel Frente Pas Solidario (Frepaso), na-cida en la segunda dcada de los aos90, se constituy bajo el signo de lasnuevas condiciones de liderazgos depopularidad. El radicalismo revivi alcalor de un conglomerado heterogneoque prometi saneamiento institucio-nal y reformismo social, pero el apoyomayoritario de la opinin pblica conalgo de sustento organizacional se di-luy por la incapacidad gubernamen-tal, lo que aparej el divorcio con laopinin y el estallido de la coalicin.

    Los momentos iniciales de la gestinde Kirchner han estado marcados porla formacin, posterior al proceso elec-toral, de una autoridad poltica. El no-vel presidente contaba con un umbralde autoridad, concedido por el gene-ralizado respeto a los procesos elec-torales, que no debera ser percibidocomo contradictorio con la desconfian-za ciudadana antes aludida9. Es decir,puede considerarse que Kirchner en-carn una voluntad poltica que le dioun sustento ciudadano considerable yla capacidad de actuar de un mododecisionista. Se configur, entonces,una situacin de excepcin en dondela embrionaria salida de la crisis y delderrumbe poltico habilitaba al presi-

    dente para ejercer poderes extraordi-narios10.

    Con miras a consolidar su poder deri-vado del vnculo directo con la ciuda-dana, Kirchner aprovech la campaacontinua de las elecciones pospresi-denciales que se sucedieron a lo largode 2003 (comicios legislativos nacio-nales, de gobernadores y de otras au-toridades provinciales y locales), paracomenzar a hilvanar una trama orga-nizacional de apoyo. En algunos casos,como los de la ciudad de Buenos Airesy la provincia de Misiones, impuls lis-tas afines configuradas bajo su influen-cia decisiva; en otros casos favorecialianzas donde sus partidarios no eranmayora pero figuraron en las boletasganadoras. Finalmente, se agregaronpartidarios provenientes sobre todo deotras corrientes del peronismo, con larelatividad que tienen los alineamien-tos con el oficialismo cuando ste esten alza. Es decir, el presidente Kirchnerencar una construccin poltica basa-da en la cooptacin dentro del pero-nismo, pero tambin en la transver-

    9. Tanto el voto negativo de las elecciones legis-lativas de octubre de 2001, como la protesta ur-bana del cacerolazo tenan un componente derespeto de la legalidad y aun de reclamo de re-novacin poltica por canales legales; en ningnmomento se esboz un liderazgo autoritarioextrainstitucional.10. Kirchner se benefici de la delegacin de ca-pacidades legislativas que se haba atribuido alEjecutivo a cargo de Duhalde en medio de la cri-sis, y adems emiti decretos de necesidad y ur-gencia en muchos mbitos de la accin guberna-tiva, es decir, el Parlamento fue claramente rele-gado.

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    salidad, a la vez que desdeaba sernominado al frente del Partido Justi-cialista e incluso saboteaba su norma-lizacin. No obstante al cabo de un aosus recursos institucionales no son su-ficientes, y en realidad el resorte de supoder contina siendo su popularidad,aunque sta haya menguado un poco.

    Ciudadana y protesta popular

    A lo largo de los ltimos aos se hanperfilado dos polos sociales diferencia-dos. Desde los inicios del proceso dedemocratizacin argentino en 1983 seha constatado una evolucin en la di-reccin de una creciente autonomaciudadana en detrimento de las perte-nencias partidarias u organizacionales.La opinin pblica como sujeto virtualconstruido por los sondeos se ha idoconstituyendo como una referencia cen-tral en la vida poltica, mientras el es-pacio pblico en donde se configurany reproducen las identidades polticasve coexistir partidos polticos debili-tados con liderazgos de popularidadque desempean un rol crecientemen-te central. La ciudadana configuradacomo opinin pblica adquiri la po-tencialidad de un sujeto virtual, antici-pando, entre otras cosas, las intencionesde voto. Pero su posicin elemental ypasiva de opinin alternaba frecuen-temente con formas de presencia p-blica indita, como fueron el cacerola-zo y ms recientemente las moviliza-ciones en reclamo de seguridad, enparticular la cruzada por Axel, a laque nos referiremos ms adelante.

    El otro polo es el constituido por losexcluidos, sector social que experimen-t en la ltima dcada un crecimientovertiginoso propulsado por el desem-pleo y la pobreza, esta ltima tambinoriginada por la cada de los ingresos.Los movimientos piqueteros nacidoshacia finales de los aos 90 se consoli-daron y fraccionaron en grupos en com-petencia en el periodo ms reciente.

    Esta variada realidad social est pre-sente en la configuracin del rgimenpoltico y condiciona la accin del Go-bierno. El comportamiento electoral esilustrativo de la creciente autonomaciudadana, puesto que la mayora delos electores redefinen sus preferenciassegn la oferta poltica que encuen-tran, prestando menor atencin a lasetiquetas partidarias e incluso votan-do por etiquetas distintas segn el tipode cargos representativos que est enjuego. Pero tambin se verifica una cre-ciente crtica a la representacin y aunun desentendimiento de los actos elec-torales, expresado en el constante incre-mento del abstencionismo. Una mayorabstencin y sobre todo el voto nulo yblanco en las elecciones legislativas del14 octubre de 2001 fueron el preanun-cio de una profunda crisis de represen-tacin que se evidenci ms amplia-mente en los cacerolazos iniciadospoco despus, el 19 de diciembre deese ao. En las elecciones presidencia-les de 2003 la preocupacin por encon-trar una salida a la crisis alent unaconducta electoral ms positiva, perode todos modos la abstencin fue su-

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    perior a la de las presidenciales prece-dentes.

    Como se ha visto, con Kirchner y laconformacin de un gobierno innova-dor en el plano institucional y con pre-tensiones de justicia social se recons-tituyeron la autoridad y la confianzapoltica pero, pese al empeo del pro-pio presidente en involucrarse en lacampaa electoral y promover corrien-tes afines a su proyecto, las eleccioneslegislativas y provinciales ulterioresmostraron la persistencia del absten-cionismo y la desconfianza hacia la re-presentacin poltica en proporcionesque se acercaron en algunas de sus ex-presiones al voto protesta de 2001.

    Sorpresivamente, en mayo de 2004 elpadre de la vctima (Axel Blumberg)de un secuestro extorsivo gener unamovilizacin masiva de rasgos espon-tneos y ajenos a la representacinpoltica institucional, que hicieron re-cordar al cacerolazo. En este caso lamovilizacin, identificada con un per-sonaje convocante que incida en lanaturaleza de los reclamos y su cana-lizacin, fue ms institucional y seorient a procurar la aprobacin de

    leyes y a la sensibilizacin de los otrospoderes. De modo que la ciudadanaautnoma, expresada ya sea electoral-mente o como opinin pblica pasivao movilizada, sigue teniendo cen-tralidad en la vida poltica argentina.

    El otro polo, el de la exclusin social,ha sustentado tambin la emergenciade un actor no tradicional: el movi-miento piquetero. El corte de ruta esuna modalidad de accin pblica quecomenz a experimentarse hacia finesde los aos 90. En la mayora de loscasos fuerzas sindicales o polticas deexistencia nacional lograron convocara desocupados y pobres a una accinsignificativa, pues el corte de ruta tie-ne la capacidad de bloquear la circu-lacin de vehculos y confrontar a losdamnificados del hecho con la efecti-vidad de la protesta11. Su transmisinpor la televisin transforma estas ac-ciones en exhibicin espectacular deuna capacidad de interrumpir la vidanormal y exhibe tambin los rostrosde los necesitados, a veces venidos enfamilia, y en ocasiones a los encapu-chados portadores de un mensaje msinquietante. De modo que el piquete-ro es un actor constituido tambin enel espacio pblico como lo han sidolos caceroleros y los demandantes deseguridad por individuos sustradosa la impotencia por la posibilidad de

    11. Los cortes de ruta, que en algunos casos sepracticaron en localidades del interior paradig-mticas por la interrupcin de actividades eco-nmicas y por el desempleo, se han concentradoen los ltimos aos en el Gran Buenos Aires y enlos accesos a la ciudad de Buenos Aires.

    Cuadro 2

    Abstencin, voto en blanco y nulo.Elecciones para diputados nacionales

    (1999, 2001 y 2003)

    1999 2001 2003

    Abstencin 17,7 24,58 30,03Voto blanco 5,6 10,76 11,75Voto nulo 0,97 13,23 1,26

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    NUEVA SOCIEDAD Argentina. Cambio de rumbo y recomposicin poltica

    participar en actos de significacinpblica. No obstante la red piqueteratiene continuidad, porque las diferen-tes organizaciones que se han forma-do administran parte de los subsidiosal desempleo (los ms conocidos hansido los denominados Trabajar y Je-fas y Jefes de Hogar) y los distribu-yen o canalizan segn sus criterios, loque les da la capacidad de imponerobediencia entre sus miembros.

    La realizacin de los cortes de ruta y lasmanifestaciones piqueteras se han vis-to favorecidas sobre todo en el ltimoperiodo por el no intervencionismo gu-bernamental y estatal y por una actitudparcialmente tolerante de parte de lapoblacin. Es decir, que si el nmero demiembros de las organizaciones pi-queteras se ha, por cierto, multiplicadoen los ltimos aos, su proporcin enrelacin con los desocupados totales oaun en relacin con los beneficiarios deplanes sociales para el desempleo esmnimo. Con frecuencia quienes cortanuna ruta o bloquean el acceso a una de-pendencia oficial son unos pocos, perologran su propsito de bloqueo y difu-sin pues son portadores de una repre-sentacin virtual, ilustran la situacinen que se encuentra buena parte de losargentinos y cuentan con el hecho deque actualmente existe una concienciapblica al respecto.

    La actividad piquetera constituye undesafo para el gobierno de Kirchner.La poltica del Ejecutivo ante la multi-plicacin de la actividad piquetera ha

    consistido, por una parte, en el incre-mento de las polticas sociales y en sureorientacin hacia un menor asisten-cialismo y un mayor hincapi en lareinsercin social y, por otra, en no cri-minalizar ni reprimir la protesta social.Un resultado de esta orientacin hasido una mayor tolerancia social y unacierta aceptacin del principio por elcual el respeto a la ley debe resultartambin de un aprendizaje social, y deque ese camino es ms apropiado queel de la inmediata represin ante lastrasgresiones. De todos modos, la ma-yora de los ciudadanos sigue siendohostil a la actividad piquetera, aunqueno a sus reclamos.

    La disposicin negociadora ha dadosus frutos porque una parte de las or-ganizaciones se ha alineado con laorientacin oficial y coopera con lamisma, abandonando el corte de rutay otras expresiones consideradas deagresividad social. Sin embargo los lla-mados piqueteros duros continanen muchos casos con esa actividad yhan extendido la protesta a otras for-mas de incitacin a la desobedienciacivil, tales como desbaratamiento depeajes en autorrutas, bloqueo de bole-teras en las estaciones ferroviarias odel metro invitando a los pasajeros aviajar gratis, y copamiento de instala-ciones pblicas o trenes, e incluso re-cientemente la ocupacin de una co-misara. Una organizacin piqueteraha cercado o invadido locales comer-ciales y la sede de una empresa petro-lera reclamando bienes u otro tipo de

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    NUEVA SOCIEDAD Isidoro Cheresky

    compensaciones a cambio del desblo-queo de las instalaciones. Es decir, seha ido extendiendo una lgica de rela-ciones de fuerza en la que participantambin grupos que se proponen ex-plcitamente crear las condiciones paraun acceso revolucionario al poder.

    El malestar social es creciente y se hacesentir un reclamo de responsabilidad

    gubernamental para asegurar el ordenpblico. El desafo para el Gobiernoconsiste en mantener una poltica decontencin social y de reconocimientode la protesta legal, sin favorecer unacompetencia por la accin espectacu-lar de las vanguardias polticas, quetermine generalizando la confronta-cin violenta y amenazando la estabi-lidad institucional.