Camacho y Menjivar - Movimientos_Populares_en CA - Educa

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  • MOVIMIENTOS POPULARES EN CENTROAMERICA

    BIBLIOTECA PERSPECTIVAS DE AMERICA LA TINA

    COLECCION SEIS

  • Portada: Foto tomada de/libro "Nicaragua" de Susan Meise!as.

  • ' MOVIMIENTOS POPULARES EN

    CENTRO AMRICA Coordinacin

    Daniel Camacho y Rafael Menjvar

    EDITORIAL UNIVERSITARIA CENTROAMERICANA (EDUCA) FACULTAD LATINOAMERICANA DE CIENCIAS SOCIALES (FLACSO)

    UNIVERSIDAD DE NACIONES UNIDAS (UNU) INSTITUTO DE INVESTIGACIONES SOCIALES DE LA UNIVERSIDAD

    AUTO~OMA DE MEXICO (IISUNAM)

  • 322.44 M935m

    .Primera Edicin EDUCA, Centroamrica, 1985

    Publicado para el proyecto Perspectivas de Amrica Latina (PAL) y FLACSO, con el auspicio

    de la Universidad de Naciones Unidas (UNU)

    Reservados todos los derechos Hecho el depsito de Ley

    .Movimientos populares en Centroamrica 1 Daniel Camacho, Rafael Menjvar (y otros). San Jos, C.R.: EDUCA, 1985. P. 524.

    ISBN 9977-30-068-2

    l. Amrica Central - Poltica. 2. Movimien-tos campesinos. 3. Movimientos de libera-cin nacional. 4. Movimientos estudianti-les. 5. Movimientos feministas. 6. Movi-mientos sociales. l. Camacho, Daniel l. T-tulo.

    PAL y FLACSO, en espaol The United Nations University, otros idiomas.

    EDITORIAL UNIVERSITARIA CENTROAMERICANA -EDUCA-

    Organismo de la Confederacin Universitaria Centroamericana CSUCA, integrada por: Universidad de San Carlos de Guatemala, Universidad de El Salvador, Universidad Nacional Autnoma de Honduras, Universidad Nacional Autnoma de Nicaragua, Universidad Nacional de Costa Rica, Universidad de Costa Rica, Universidad Nacional de Panam.

    Ciudad Universitaria Rodrigo Facio, Costa Rica.

  • PRESENTACION

    Los trabajos que se incluyen en este libro muestran, de mo-do particular, las diferentes expresiones de la sociedad civil centro-americana en el pedodo comprendido entre 1970 y 1983. Las tensiones, muchas veces violentas, entre los movimientos popul-res y la sociedad polftica indican un alto grado de polarizacin y de conflicto. El enfoque de hechos y circunstancias del proceso histrico revelan que los sujetos sociales de la conflictiva realidad de Centroamrica se mueven y articulan en una misma direccin frente al Estado.

    Los autores, con material de excelente calidad y proceden-cia, establecen certeramente el origen y desarrollo de los movi-mientos sociales en los diferentes pa1ses centroamericanos. La lectura nos sita en un contexto de alta polarizacin, al filo de una crisis que se ha configurado en la ltima dcada pero cuya na-turaleza est en la estructura econmico-social que sustenta las re-laciones de poder existentes en el rea. Un hecho indiscutible es que los modelos de desarrollo capitalista dependientes no funcio nan ya ms en la regin, por lo menos en los trminos de equili-brio y desigualdad actuales, y tambin el que los sistemas pol(ti-cos -tanto los basados en las instituciones autoritarias como el ci-vilista de Costa Rica- requieren de una transformacin profunda.

    Todos los trabajos incluidos en esta obra fueron presenta-dos al seminario "Los movimientos sociales en Amrica Latina"

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    coordinado por Daniel Camacho y Rafael Menj(var, proyecto aus-piciado por la Universidad de las Naciones Unidas (UNU), la Uni-versidad Nacional Autnoma de Mxico a travs de su Instituto de Investigaciones Sociales y la Facultad Latinoamericana de Cien-cias Sociales (FLACSO). El seminario tuvo lugar en noviembre de 1983 en Costa Rica y en l participaron catedrticos e investiga-dores del rea latinoamericana. Tres volmenes sern, por lo me-nos, editados dentro de esta temtica de gran actualidad. El libro correspondiente a Centroamrica sale ahora bajo el cuidado de FLACSO y la Editorial Universitaria Centroamericana (EDUCA).

    "Los movimientos sociales en Centro Amrica" forma par-te de la Biblioteca "Amrica Latina: Actualidad y Perspectivas" que dirige el prestigiado socilogo mexicano Pablo Gonzlez Ca-sanova, biblioteca cuyo propsito fundamental es contribuir al desarrollo de la conciencia cient(fica, tcnica y po/(tica de nues-tros pa(ses.

    La publicacin no hubiera sido posible sin la valiosa ayuda del personal de FLACSO, especialmente de /talo Lpez Va//eci-1/os, a cargo de la edicin, Mar(a Francia Utard, Asistente del Se-cretario General, Cristina Zeledn y Sara Fernndez, del Centro de Documentacin, y Vilma Herrera, Mercedes Flores Rojas y Ri-ta Ziga, del personal administrativo.

    San Jos, agosto de 1984.

  • EL MOVIMIENTO POPULAR EN CENTROAMERICA: 1970-1983. SINTESIS Y PERSPECTIVAS

    Daniel Camacho Rafael Menj(var

    l. INTRODUCCION

    Especialmente a partir de la segunda mitad de la dcada de los aos setenta y en el contexto de la crisis econmica, se han venido pro-duciendo profundas transformaciones en las tradicionales relaciones de poder de los diferentes paises de la regin. Una serie de elementos y condiciones generadas en un largo proceso se fusionan, provocando -para usar una afortunada expresi.1 de Althussr:r- una condensacin, una unidad ruptura!.

    En dos pases, El Salvador y Guatemala, la guerra civil es una cla-ra manifestacin de la desarticulacin de las bases histricas de Estados cuyas dictaduras militares han sido expresin de formas de excepcin. En I'Jicaragua y a partir de 1979, en el seno de grandes dificultades -unas propias de la transicin, entendido el trmino en sentido amplio, y otras, la mayorla, de presiones externas- se intenta configurar una nueva articulacin de fuerzas y clases sociales al interior del Estado, en bsqueda de una nueva hegemonla. En Honduras, una vez finalizado el llamado periodo de reformismo militar (1972-1978), un equilibrio ines-table es mantenido, pasando por pactos interpartidarios, elecciones, una pol(tica de contrainsurgencia y el esfuerzo creciente de la polltica nor-teamericana para convertirla en eje militar que sustituya el desarticula-do Consejo de Defensa Centroamericano (CONDECA). En Costa Rica, una nacin con fuerte arraigo democrtico liberal y con reglmenes po-

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  • 1 ticos que logran estabilidad especialmente a partir de 1948, la necesi-dad de cambios en torno al proyecto poi tico-econmico se evidencia en las reflexiones de dirigentes polticos, en la creciente lucha de ten-dencias al interior de los partidos y en la ascendente movilizacin social que se inicia con los aos ochenta. .

    En la mayora de los casos y observada la situacin desde la pers-pectiva del binomio sociedad poltica-sociedad civil, no puede menos que rememorarse la caracterizacin que Gramsci haca de la forma ex-trema del primero de los trminos: " ... o para luchar contra lo nuevo y conservar lo que vacila consolidndolo coercitivamente o como ex-presin de lo nuevo para destruir las resistencias que encuentra en su desarrollo" .1

    En cuanto al segundo, es evidente que ni an a nivel puramente 'factual podra escaparse el peso que en tales situaciones tienen los mo-vimientos populares. Entre otros cientficos sociales que se han referi-do a la problemtica regional, Edelberto Torres Rivas ha acotado recien-temente: " ... Si se me preguntara cul es el elemento que califica la cri-sis actual, yo dira: las masas populares en Centroamrica que por lo general han marchado tras banderas reformistas, o tras banderas avntu-reras de "foquismo", o que si se organizaron lo hicieron en partidos que no eran propiamente partidos de clase, hoy da estn superando sus problemas: se han organizado de una manera -yo lo subrayara- au-tnoma".2

    Esta ltima constatacin, en amplio abanico de formas y conteni-do para las distintas formaciones sociales, con diferentes grados de arti-culacin y elaboracin de demandas, con variadas formas de relacin y perspectivas frente al Estado u otras instituciones de la misma sociedad civil, puede ser objetivamente generalizada para toda la regin.

    En la compleja acumulacin de determinaciones de esas transfor-maciones en las actuales relaciones de poder y, ms an, en sus perspec-tivas, sera una verdadera miopa ignorar las externas, fundamentalmen-te la poi tica norteamericana de las administraciones Carter-Reagan, en torno a la cual se han movido, en forma contrdictoria, una serie de fuerzas internacionales.

    En ,el marco de la problemtica anteriormente planteada, el obje-l. Gramsci, A., Notas sobre Maquia1 elo, sobre la pol/tica y el Estado moder-

    no. Ed ic. Nueva Visin, Argentina, 1982.

    2. Torres Rivas, E., "Irrupcin de las clases subalternas: factor determinante de la crisis en la regin", en Sol, R. U reto democrtico en Centroamri-rica. t:'ntre lo indito y lo ;fable. E dic. D[l, Costa Rica, 1983.

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  • to de este trabajo, expresado en trminos generales, es el de avanzar en el estudio de los movimientos populares, concebidos en el conjunto de los movimientos sociales y como expresin dinmica de la sociedad civil en relacin al Estado. El perodo de estudio, escogido por las nuevas modalidades que adquiere el movimiento popular, corresponde al lapso trnscurrido entre 1970 y 1983, procu randa derivar las tendencias cen-trales en perspectiva.

    La exploracin del tema exigi de un mnimo marco conceptual que permitiendo una interpretacin global evitase caer en un reduccio-nismo de la rica realidad que muestra la regin centroamericana en el perodo de estudio. Los resultados del trabajo confirmaron, en efec-to, la necesidad de avanzar en el aspecto terico de los movimientos po-pulares, abandonando alganas concepciones que han prevalecido en el campo.

    Sin dejar de tener presente la compleja pal mica en torno a la pro-l:11emtica Estado-Sociedad Civil y recogiendo de ella planteamientos centrales como el de su existencia real en el Estado moderno, como dos posiciones estables que expresan la anttesis fundamental del sistema, o el hecho de que la Sociedad Poltica no agota el momento superestruc-tura!, se intent operacionalizar un poco ms los conceptos. En tal sentido, y considerando la sociedad civil como "espacio social en que se derimen las relaciones de fuerza" 3 , en ella se encontraran ".toda suer-te de asociaciones locales, sindictos, escuelas, partidos, medios de co-municacin, iglesias, etc.", donde es innegable "el peso de los sectores de mayor poder e influencia en la sociedad. Pero se puede detectar, al mismo tiempo, la emergencia creciente de nuevos sectores sociales que van organizando alrededor de otros valores, demandas e intereses y que preparan otros modelos de sociedad ... y es posiblemente a partir de esas nuevas formas de organizaciones sociales, que se pueden estar ofre-ciendo caminos alternativos al proceso de modernizacin concentrador y excluyente".4

    En ese "espacio" la investigacin busc estudiar aquellas fuerzas -de las que las organizaciones son mediaciones- que en el marco de la crisis centroamericana vienen configu randa esas alternativas de nuevas formas de organizacin social; fuerzas que expresadas en movimientos articulan -en mayor o menor grado en los diferentes momentos- los

    3. Portantiero, J.C., "Sociedad civil, Estado, sistema polltico". Cuadernos 1-LACSO, Serie B, No.1. Mxico,nov.1981.

    4. Gmez de Souza, l.A., "La crisis del desarrollo y la partiLipacin en Am-rica Latina". Cuadernos de f'l~nillcacin, No. 1 de CON ADE, julio de ,.981.

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  • principios de defensa, de oposicin y de totalidad, ltimo que cuestiona la orientacin de la sociedad. 5 Excluidos los partidos poi ticos, que forman parte de una investigacin distinta a integrar posteriormente, se intent seguir el proceso de desarrollo y sobre todo la mutua articula-cin, de movimientos clasistas o pluriclasistas, con diferentes grados de conciencia, formas organizativas, de lucha y demandas (obrero, campe-sino, femenino, estudiantil, religioso, pobladores, capas medias, etc.). Ello es lo que, para efectos del trabajo y en un esfuerzo por obtener una categora lo suficientemente amplia y flexible como para englobar las diferentes situaciones nacionales y regibnales centroamericanas, se de-fini como Movimiento Popular : una categora que - como han seala-do Pease y Bailn- hace referencia ya a un sujeto social y poi tico, ya a una voluntad colectiva que sintetiza a la masa y que t iene a las clases como su principal determinante . Es el pueblo actor, sin que lo dicho signifique necesariamente que tenga una permanente direccin poi tica y sin que implique la fusin vanguardia y masa. 6

    Lo popular tiene, adems, . un significado preciso : hace relacin a la categort'a pueblo que es una instancia o un momento en el proceso de constitucin de las clases, que se van formando en las prcticas y lu-chas cotidianas y en cuyo seno acta la clase obrera, con diferente pe-so y formas segn la formacin social y el momento histrico. Este en -foque, por otro lado, evita caer en el reduccionismo clasista, en el que ha estado ausente una articulacin de las interpelaciones popular-lar-democrticas al discurso socialista. En el caso centroamericano ello permite reconocer la especificidad de la contradiccin pueblo-bloque de poder; la existencia de la especificidad y autonoma de las ideologas popular democrticas, que no pueden ser reducidas a meras consignas. Se hace necesar io, por tanto, estudiar las formas de articulacin de cla se de las ideologt'as populares. 7

    En el caso en estudio, la utilizacin de una categort'a, real y con -tradictoria, como la de pueblo .permite' interpretar la creacin de un su -jeto social y poltico que actuando al interior mismo de la sociedad ci-

    5 . Cf. Tourai ne, A. , Las sociedades dependientes. Ensayos sobre Amrica f.o-tina, Ed it. Si glo XX 1, Mex ico , 1978, p . 169.

    6 . Pease, H. y Ba il n , E., " L (mites y pos ib ilid ades d e los mov imi entos popu-lares : su imracto e n el p ro ceso po l(ti co". Cuadernos Dilogo sobre la parti-C[JaCin. UNRISD , Gi neb ra , a b r il d e 1982.

    7 . Cf. Lac lau , Ernesto., Politica e idcolog(a en la teoria marxislO del capita-lismo, fascismo, popu/ismo, Edi tori a l Siglo XX 1, Mxico, 1980, pp . 146-150.

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  • vil, y no fuera de ella, ha ven'ido no slo desarrollando prcticas contra-hegemnicas sino, en algunos casos, elaborando proyectos alternativos de organizacin social. Esta misma categora es la que permite expli-carse el contenido de esos mismos proyectos y las alianzas de clases. 8

    Si la categora pueblo es aceptada para interpretar, -implcito desde luego el complejo proceso de formacin de las clases sociales-, lo ocurrido con el movimiento popular, es necesario, igualmente, inte-grarla en un todo con las de nacin y estado. Abordar desde tal pers-pectiva la problemtica de algunos de los pases -se piensa en Guatema-la y Nicaragua, especialmente- es importante, casi imprescindible, para acercarse a una compleja realidad; pero lo es ms y en ello habr de profundizarse en el futuro, para entender a Centroamrica como re-gin. Si alguna duda ha habido sobre su unidad como regin debe re-flexionarse sobre los efectos en tal sentido qe la poi tica norteameri-cana est teniendo en el marco de su propio proyecto, en el que predo-mina el enfoque geopol ltico.

    La aceptacin de tal enfoque permite, por otro lado, trascender las a veces ridas discusiones en torno al problema Estado-Sociedad Civil, olvidando las mediaciones que se dan en la realidad y a las carac-tersticas espciales que asumen las realidades regionales de las diferen-tes formaciones.

    Si como ha anotado Pablo Gonzlez Casanova en el trabajo an-teriormente citado, "la bsqueda de lo especifico, dentro de lo nece-sario y universal, es tarea desmitificadora", no se debe evadir, sobre to-do en la temtica del movimiento popular, los grandes aportes de la ciencia polltica teniendo presentes las propias realidades.

    Una forma, en efecto, de articular en una unidad las tres catego-r(as -nacin, pueblo, Estado- en el marco de la crisis en que se ha de sarrollado el movimiento popular es partir de los planteamientos de Gramsci sobre lo nacional-estatal y lo nacional-popular, especialmente en su trabajo sobre El Risorgimento.9 Estos planteamientos y crite-rios metodolgicos han venido siendo desarrollados, con importantes avances para Amrica Latina; su utilidad para la interpretacin centroa-mericana, con sus propias particularidades, es innegable. 10

    8. Para una profunditacin sobre la categor(a, ver Gonzlez Casanova, P., La hegemonia del pueblo y la lucha centroamericana, EDUCA, Costa Ri-ca, 1984.

    9. Cramsci, A., Cuadernos de la crcel : El risorgimento, Juan Pablos Editor, Mxico, 1980.

    10. Cf. especialmente los trabajos de Portantiero, J.C., "Lo nacional popular y la alternativa democrtica en Amrica Latina" y Ames, R., "Movimien-

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  • Si, como seala ' Portantiero, la Nacin Estado -como parece ser en muchos de los casos centroamericanos- se muestra incapaz de seguir corporativizando lo poltico, mantenindolo como choque de intereses al interior de un orden hegemnico dotado de legitimidad en el que esa fragmentacin es recompuesta, estamos en presencia de un proceso de desagregacin de lo "nacional-popular" frente a lo "nacional estatal"; de un acto de expropiacin por parte del pueblo de la percepcin na-cional que se haba enajenado en el Estado. As, y no de otra forma de-be ser entendido el sentido profundo de la produccin de contrahege-monaY El quiebre de esa solidaridad estatal es lo que inicia crisis or-gnicas, convertidas en algunas de las formaciones en crisis revolucio-narias_

    Los movimientos populares centroamericanos expresan una ten-dencia, con fluctuaciones en el tiempo cuyas causas es importante es-tudiar, a integrarse -manteniendo su propia identidad- en frentes o bloques, aunque con una prctica y una filosofa claramente distinta a las de la antigua teora frentista. Se trata de amplias alianzas popula-res, de sectores explotados y reprimidos, que rechazan en su proceso de constitucin el tipo de alianzas que caracterizaron los movimientos po-pulistas latinoamericanos. Si bien estos frentes surgen, en algunos pa-ses, al margen e incluso con claro rechazo a los partidos tradicionales, posteriormente, procurando mantener su autonomia, adhieren a lneas polticas de, organizaciones o partidos polticos. Ello es vlido, con sus propias especificidades, para los casos de Guatemala, El Salvador y Ni-caragua, en mayor grado.

    Coordinados con la elaboracin del presente ti-abajo que intenta explorar los movimientos populares en relacin al Estado, se trabaj a nivel monogrfico aquellos movimientos que indicaban una mayor di-nmica y trascendencia, con base a cinco criterios centrales, utilizados con mucha flexibilidad: 1) que expresaran cierto grado de organici-dad; 2) que se presenten con algn grado de continuidad en el tiempo; 3) que los sectores sociales representados incidan a nivel nacional o regional, aunque estn geogrfica o socialmente ubicados; 4) que sean significativos en algn proyecto contra-hegemnico, y 5) que existan elementos que los caractericen y definan.

    Finalmente resultaron monografas sobre movimiento campesino y asalariado agrcola; movimiento popular religioso, movimientos t-

    to popular y construccin de ra democracia", ambos en DESCO , Amrica Latina 80: Democracia y Moimiento Popular, Per, 1981.

    11. Portantiero, .C., /.o nacional popular. Op. cit.

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  • nicos, con los casos de Guatemala y Nicaragua, movimiento estudiantil, movimiento femenino y movimientos gremiales de capas medias. Dada la existencia de trabajos sistemticos realizados por la Universidad Na-cional Autnoma de Mxico, que cubren hasta el ao de 1977, no se dedic un trabajo destinado especialmente a movimiento obrero; con base a ellos se busc las tendencias centrales, ,hasta completar el pero-do de estudio.

    Es comprensible que por los objetivos globales perseguidos por la investigacin se utiliz la bibliograf(a que a nivel de paises exista so-bre cada una de tales monograHas para obtener una interpretacin orientada al objeto de estudio. Hubo necesidad, no obstante, de recu-rrir -especialmente para los ltimos aos- a otro tipo de fuentes: en-trevistas, peridicos, manifiestos, volantes de organizaciones, etc. Ello fue necesario, a la vez que difcil, en aquellos pases como El Salva-dor y Guatemala, donde los movimientos populares han tendido a la clandestinizacin ante la ofensiva gubernamental.

    Ms all de la especificidad regional de la cual -por qu no de-cirlo?- forma parte por su socializacin la experiencia del resto de Amrica Latina, el anlisis de los movimientos a nivel histrico concreto exige mayor trabajo futuro; l mostrar los vaclos o enfoques inadecua-dos en su estudio en el marco de la actual sociologa poi tica . Se trata, como ha sealado en alguna oportunidad Norbert Lechner de superar el dficit terico que deja una rpida y cambiante lucha poi tica, de la cual los movimientos populares son eje.

    11. EL MOVIMIENTO POPULAR EN 1970-1983: UNA NUEVA FASE

    1. ANTECEDENTES

    El desarrollo de ciertos elementos y el aparecimiento de otros que pueden ser considerados como inditos, especialmente a partir de me-diados de la dcada, hacen que el movimiento popular centroamericano alcance, como objeto de estudio, grados de desarrollo sin precedente. Algunos de ellos, o sus nuevas formas de articulacin, rermiten afirmar la existencia de una nueva fa~e y distintas perspectivas, cualesquiera sean los resultados de los procesos poi ticos que estn en marcha. Con-viene enumerar tales elementos:

    a) El reaparecimiento, con nuevas formas de organizacin y grados

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  • de conciencia, en rpido desarrollo, del proletariado agrcola y fraccio-nes del campesinado que, en la mayora de pases, se haban retrado desde la dcada de los aos treinta. 1 ncluso en el caso costarricense, donde el movimiento ha sido permanente, habt'a sufrido un notable des-censo desde fines de la dcada de los sesenta y su repunte puede ser ubi-cado claramente sio hasta el inicio de los aos ochenta. En el caso de Honduras, sus antecedentes inmediatos, despus de la huelga del 54, re-miten a finales de la dcada de los sesenta.

    b) El aparecimiento, como actores sociales organizados, de las mu-jeres y los pobladores de barrios marginales y, en algunos de los pases, sectores de capjs medias, especialmente empleados pblicos, que de he-cho o de derecho haban sido mantenidos al margen.

    e) La irrupcin del movimiento tnico que se expresa en dos direc-ciones y en dos momentos histricos distintos: el indgena guatemalte-co y el miskito en Nicaragua, desde principios de la dcada del setenta el primero y del ochenta el segundo.

    El primero, de gr.an trascendencia incluso a nivel latinoamerica-no, cuya articulacin y constitucin se produce por diferentes canales. En primer lugar, la experiencia misma del movimiento ind(gena en el marco de proyectos reformistas en el seno de la iglesia para ir virando al enfrentarse a la represin gubernamental y finalmente articularse en el movimiento revolucionario-popular. La segunda vertiente, es la im-portante discusin terica que se desarroll en torno a las causas de la no participacin de los indgenas en las luchas de la dcada de los aos sesenta la cual se produce tanto en el mbito acadmico, como en el seno de los movimientos revolucionarios. En . estos ltimos, como una tercera vertiente, sobre la base del convencimiento de que no es posible cambiar la correlacin de fuerzas para un cambio de la sociedad sin la participacin del movimiento indgena. Sobre ello insistieron Turcios Lima, del Frente Edgar lbarra, tan temprano como 1966 y luego el Ejrcito Guerrillero de los Pobres.

    El segundo, es la problemtica planteada en Nicaragua, a partir del triunfo de la Revolucin Sandinista en torno a la etnia miskita, por cu.atrocientos aos desintegrada de la nacin.

    d) El desarrollo de grmenes que se inician en 1955 en Panam y posteriormente en el caso hondureo, de lo que cobrarla gran fuerza en la dcada d~ los setenta como movimiento religioso popular que, aun' que no constituye propiamente un nuevo contingente diferente al que integran al resto de movimientos, aporta al proceso nuevas formas org-nicas, nuevos espacios institucionales que amplifican y profundizan el movimiento social mismo.

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  • e) Las experiencias que tienen lugar en Guatemala, El Salvador y Nicaragua, antes y despus del triunfo sandinista, en el seno de los po-deres populares que se crean en las zonas controladas po~ los movi-mientos revolucionarios en armas.

    Desde cierta perspectiva la mayor expresin de los movimientos populares se encuentra en tal experiencia. Son hechos que han venido a configurar lo que, al estudiar un perodo histrico de Bolivia, Ren Zavaleta Mercado ha caracterizado como una dualidad de poderes: ante la idea de la unidad del poder que es connatural al Estado Moderno, se da una situacin anormal, un episodio fundamental en la desorganiza-

    , cin del Estado opresor Y f) El desarrollo, en los mismos pa(ses, de sistemas de autodefensa

    armada de parte de las diferentes organizaciones de masa ante el recru-decimiento de la represin, hecho que quiz slo tenga antecedentes en su regularidad y organizacin en el caso de los mineros bolivianos.

    Lo anterior no significa, desde luego, que algunas de estas formas y el movimiento popular mismo hayan estado ausentes en la historia cen-troamericana y que su accin actual sea una explosin en el vaco. Por el contrario, ste corresponde a la maduracin de un proceso; al esul-tado de toda una historia y una lucha; de concepciones de avance y de defensa; de actitudes de oposicin y de combate; de alianzas e identifi-caciones de clase. Todo desarrollado no sobre un continuo uniforme si-no sobre grandes y pequeos acontecimientos.

    Observada la regin como unidad, podra sealarse tres coyuntu-ras histricas, tres momentos de condensacin a la vez que constituti-vos del movimiento popular: la dcada de los aos treinta, el perodo de posguerra y el que se produce a finales de la dcada de los sesenta.

    El papel que en cada uno de tales momentos jugaron determina-dos sujetos sociales y poi (tic os, sus formas organ izativas y de lucha; el horizonte mismo que las masas tenan, independientemente de si ste corresponda o no a las circunstancias del movimiento, son momen-tos y experiencias sin los cuales es difcil, sino imposible, entender el carcter, formas y objetivos globales del movimiento popular en cada una de las formaciones y en la regin misma. Son parte de una expe-riencia socializada a nivel regional y de la memoria histrica de sus pueblos.

    De la primera coyuntura son expresin la gesta sandinista, la in-

    12. Cf. Zavaleta M., R., El poder dual en Amrica Latina. Edit. Siglo XXI, Mxico, varias ediciones,

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  • surreccin salvadorea de 1932 y la huelga bananera de 1934 en Cos ta Rica.

    De la segunda, las movilizaciones c{vico populares que culminaron con la derrota de tres dictaduras militares en tanto la somocista logra-ba sostenerse hasta 1979, seguidas de la guerra de 1948 en Costa Rica y la huelga bananera en Honduras, que conmoviera toda la estructura de la sociedad.

    2. CRISIS ECONOMICA Y MOVIMIENTOS POPULARES

    En la mayora de trabajos de cada uno de los movimientos po pulares aparece clara la relacin entre la crisis econmica, que se gene-ra a mediados de la dcada de los aos sesenta y cobra su mayor agudi zacin a partir de los aos 1972-74, y el desarrollo del movimiento po-pular como expresin de una lucha de clases que encuentra tambin sustentacin en sus formas poi {ticas, jurdicas y en el sistema de repre-sentaciones que los mismos participantes portan.

    Visto el movimiento popular centroamericano a nivel general -y con ms claridad en los casos de El Salvador, Nicaragua hasta 1979 y de Guatemala- se hace evidente la interrelacin entre elemen-tos estructurales y superestructurales. La lucha popular profundiza la crisis econmica -se habla ya de "economas de guerra"-, mientras aqulla va incidiendo en la definicin de clases y fracciones y las for-mas organizativas y de lucha a medida que sta se agudiza.

    En este plano y a partir de la misma realidad toman cuerpo las aserciones de Marx sobre el significado ontolgico de la economa, en el marco de lo que llamaba las "interacciones complejas". Las "deter-minaciones econmicas", no se han desarrollado fuera del complejo histricamente cambiante de las mediaciones especificas, incluso de las ms "espirituales". Ella es vital como forma interpretativa para todo el movimiento popular, pues se hace ms clara en las luchas de algunas capas o sectores; tales los casos del religioso y el tnico, pero igualmen te el estudiantil, aparecido en la escena desde tempranas pocas de la vida centroamerica~a. 13

    Es obvio, pero la realidad obliga a repetirlo hasta el cansancio, que los determinantes fundamentales del m_ovimiento popular y de su lucha son internos. Lo externo ha jugado un importante papel, pero en 13. No sobra tener presente la tantas veces esgrimida y citada carta de Engels

    a . Block el 21 de sept. de 1890, Marx, C. y Engels, 1 . Obras Escogidas, en dos tomos, Edit. Progreso. Mosc, 1966, T. 11, pp. 192-195.

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  • todo caso condicionante, especialmente para intentar detener el movi-miento popular para sostener11as estructuras tradicionales de poder_

    No abundaremos sobre la situacin econmica de la regin que ha sido trabajada e n extenso.14 La crisis del modelo de acumulacin se evidencia a fines de la dcada del sesenta; uno nuevo, implementado a pr incipios de los setenta, se atasca en medio de la lucha popular y la cri-sis mundial. Algunos ndices globales permitirn una apreciacin gene-ral de la situacin . Para 1981, y ello se agrava en 1982, el producto in-terno bruto registraba para toda la regin un crecimiento negativo en re-lacin al anterior, del 1 Oj o, con tasas mximas negativas del 9.5 Ojo pa-ra El Salvador y 3 .5 Oj o para Costa Rica y slo positivas para el caso de Nicaragua e n 8.9 Oj o y de Guatemala , 1.0 oj o. Ello se tr.adujo en tasas per cpita de - 1.4 Oj o en el rea, con el caso extremo en El Salvador de - 13.2 Oj o y nicamente positiva en Nicaragua de 6.4 Ojo. La demanda inte rna slo fue positiva para Guatemala, 3.6 Oj o y negativa para el res-to, con las mayores en los casos de El Salvador y Costa Rica con -9.2 Oj o y -14.2 , respectivamente. Con excepcin nuevamente de Guatemala y Nicaragua, la inversin pblica descendi, en relacin al ao anterior, en el resto de pases, alcanzando su mximo en los casos de Honduras con - 25 .3 o j o y Costa Rica con el -21.0 o j o, mientras la privada man-t e na en todos ellos tasas negativas sensibles. Igual tendencia, con ex-cepcin d e Nicaragua, se registr en el consumo, tanto pblico como privado , mientras los ndices de inflacin alcanzaban el 33 o j o para la regin, fluctuando entre el 54 oj o para el caso costarricense y el 11 oj o en Guatemala .

    La deuda externa alcanzaba, para el mismo ao, un total de 8.594 .2 millones de dlares, y un servicio de la misma por 1.326.4. Ello sign ificaba una relacin entre este ltimo y el total de exportacio-nes d e l 25.5 o j o; mientras, los dficits en cu~nta corriente y de capital aume ntaban, con fo que las re.servas internacionales netas que para 1981 se reducan, registrando los dficits ms altos en Costa Rica y El Salvador con cifras, en monedas nacionales, de 6 .304.9 y 360.0 mi-llones.

    Esto justifica, en parte, el calificativo de la centroamerica-na como una "Economa Enferma", mantenida en .algunos de los pases en el nivel m(nimo por la ayuda directa norteamericana -casos de El

    14 . En tre otros recie ntes tra ba jo s ver: Ari as , S. , La Crisis Cmtroamericana, Mx ico , agosto 1983 (m imeo). To rres Rivas, E., La crisis econmica cen-troamericana: una propuesta de anlisis histrico pol/tico, (m im eo ) s/f Y Quin destap la caja de Pandora?: otras rellexiones sobre la crisis cen-troam,.ricana. No v. de 1982 (mim eo ).

    19

  • Salvador y Honduras-, incluso para las importaciones y presupuestos fiscales mensuales. 15

    Ello basta para explicar los grados de miseria a que han llegado los sectores populares y capas medias, en un esquema secular de distribu-cin de bienes e ingresos de gran concentracin que ha caracterizado a los pases del rea, con las diferencias de Costa Rica y ahora Nicaragua, pero igual en medio de crisis que ponen mrgenes a sus proyectos. S-lo otras cifras. En toda la regin y para 1980, el 1 O O/ o ms pobre de la poblacin captaba nicamente el 1.7 O/o del producto -111 dlares promedio per cpita anuales-, mientras el 5 0/o ms rico obtena el 20 O/o, con un promedio de 5.378 dlares per cpita. El 62.8 O/o de la poblacin est en condiciones de pobreza y de extrema pobreza (25 O/o en el caso de Costa Rica, pero ascendiendo al 45 ojo en 1982). Tasas de desempleo abierto de 30.20 y 20.3 O/o para El Salvador, Hon-duras y Nicaragua y de 9.5 Y 10.0 O/o para Costa Rica y Guatemala, respectivamente, con diferentes grados de sub-empleo . Ninguno de los pases alcanz para 1980 los niveles mnimos de ingestin de caloras, acercndose ms al lmite Nicaragua y Costa Rica; los dficits de pro-tenas se presentaban ms agudos. Los dficits de vivienda alcanzaron la cifra de 3.5 millones, mientras la mayora de las existentes slo con-taban con una habitacin. 16

    Los elementos anteriores, no obstante, han tenido una constan-te presencia como consecuencia de las formas adoptadas por el desa-rrollo capitalista de la regin. Ni el proceso de industrializacin de la dcada de los cincuenta, ni los proyectos reformistas contemplados en la Alianza para el Progreso los modificaron en su esencia. La pro-funda crisis actual -comparable en sus efectos a la de los aos trein-ta- los ha recrudecido, en un marco en que las fronteras agrcolas o las migraciones de algunos de los pases -que fueran vlvulas de escape-han terminado; en que los procesos de integracin fracasaron y en que los procesos industriales, desarrollados en una fase nueva del capitalis-mo mundial, encontraron sus mrgenes. Estos procesos, por otro lado, fueron conformando y diferenciando, objetivamente, clases y sectores.

    15. Todos los datos corresronden a estadsticas de CEPAL y 1 MI sobre datos ofidales. Ver, adems, IN 1 ORPRESS Centroamericana. Centroamrica 1982. An,lisis econmicos y polticos sobre la regin. junio de 1982. Guatemala.

    16. Datos tomados de Arias, S., op. cit., y co nfrontados con INIES-CRIES Diagnstico de las condiciones socioeconmicas y politicas de los sectores populares en C.entroamrica, Nicaragua, junio de 1983.

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  • El desplazamiento del campesinado a los procesos de proletariza-cin a que ha llevado la introduccin de algunos productos de exporta-cin o los proyectos de desarrollo capitalista en el agro, en el marco de la transnacionalizacin; el aumento del desempleo por la baja inversin o el desmantelamiento de empresas transnacionales de las zonas francas; la disminucin de los gastos pblicos, el ascenso de los precios de pro-ductos y servicios por la inflacin y las imposiciones de organismos prestatarios, como el Fondo Monetario Internacional; la baja de la de-manda interna y del poder de compra. Todos ellos son elementos que han llevado a los sectores sociales, en ntima relacin con su concien-

    . cia histrica, a luchar por sus demandas reivindicativas y a ligarlas -paso a paso, pero con los ritmos del tiempo polltico- a las clasistas y a crear espacios, flsicos y poi ticos, propios para la organizacin. Pen-samos en el espacio ciudad-miseria que -en contra de las tesis clsicas que relevan al lumpen-proletariado- concentran obreros desplazados o empobrecidos con migradores de las zonas rurales desplazados de sus tierras o por la falta de ocupacin. Pensamos en el mbito de clase que se van definiendo pasando por otros elementos mediadores, como los tnicos y religiosos.

    En este marco, con especificidades en los diferentes pa (ses, la cri-sis ha devenido en situaciones de crisis orgnica en cuando menos tres de las formaciones sociales, en la dcada: Guatemala, Nicaragua y E 1 Salvador y que llevaron a configurar la llamada crisis revolucionaria, con sus tres indicios centrales.

    Como referente, y a la vez una sntesis de las investigaciones rea-lizadas, debemos precisar, lo ms posible, tal categora de crisis orgni-ca. Tomarenos como marco de reflexin un conocido trabajo de Juan Carlos Portantiero. 17

    Si se excepta Costa Rica, existe una enorme tentacin de consi-derar a los Estados Centroamericanos como de "excepcin" a partir de la crisis de los aos treinta y, acaso como algunos sostienen ello sea correcto aunque ignora los matices y las particularidades del desarrollo histrico. Sin embargo, como Edelberto Torres Rivas seala muy agu-damente en un trabajo, 18 desde la dcada de los sesenta todo indicaba

    17. Portantiero, ).C., "Lo nacional-popular y la alternativa democrtica en Amrica Latina". En DESCO,AmricaLatina 80: Democracia y Movimien-to Popular, Lima, Per. Enero de 1981.

    18. Torres Rivas, E., "Ocho claves para comprender la crisis en Centroamrica", en Crisis del Poder en Centroamrica. EDUCA, Costa Rica, 1981, pp. 99 y subsig.

    21

  • las tendencias al apuntalamiento de un "estado de excepcin", es de-cir "un poder que se enfrenta a una situacin de crisis" y que surge, como l mismo indica, ante "dificultades en la hegemont'a en el bloque en el poder y en las relaciones del mismo con las masas populares". Seala, relacionando Estado y rgimen, que aqul "constituye una dic-tadura militar contrarrevolucionaria. Es la presencia militar y no otra cosa lo que califica el nuevo carcter del Estado aunque es cierto que la represin constituye uno de los rasgos caractersticos de toda relacin de poder, el aparato represivo se recoQstituye de manera especfica y ocupa el ncleo central del Estado, el "epicentro del poder".

    Esto, siguiendo a Torres R ivas, como una forma, no necesariamente extrema, de absorber la crisis y sobre todo, ante el impulso de los movimientos populares.

    Teniendo ello presente e incorporando en nuestro razonamiento a Portantiero, ese Estado en Centroamrica y si se utilizan dos princi-pios de agregacin: uno, el dominante, "nacional-estatal"; otro, el do-minado "nacional-popular", contaba con algunos elementos de legiti-midad, por lo menos "reflejada en la conciencia" de algunos sectores sociaes, como dira Luckcs. ("La nacin aparece como el ms englo-bante vnculo de lealtades y compromisos ltimos; se metamorfiza en una figura paternal -la patria- y sta se expresa en el Estado. Por supuesto que esta unidad no es eterna en la conciencia de las masas"). Esta legi-timidad, ya no es vlida para algunos sectores, fue deteriorndose en reformisme!Y o modernizaciones que agravaban y frustraban; en "proce-sos electorales" fraudulentos; en la represin creciente y la situacin econmica desesperada, hechos en los cuales el pueblo haca sus expe-riencias, caminando y definindose como clases en la prxis.

    La legitimidad de los Estados se ha roto. Las masas intentan -y lo han logrado en Nicaragua- recuperar para s, desestabilizndolo, el sentido de lo nacional. "Fetichizada en el Estado, la nacin -como dice Portantiero- comienza a ser reclamada en propiedad por el Pueblo. Lo nacional-estatal pasa a . ser lo nacional-popuar. El acto de la revolu-cin se desagrega de tal modo en infinitos actos de soberana, en los que los sujetos polticos se producen a s mismos".

    Esa ruptura, ese quiebre, es lo que constituye la crisis orgnica. "Ya no se trata -dice Portantiero- de una crisis de gobierno, -previsi-ble, porque los compromisos sobre los cuales stos se constituyen son siempre inestables- sino, precisamente de una crisis estatal. Si la Na-cin-Estado se muestra incapaz de seguir corporativizando lo poi ti-co, mantenindolo como choques de intereses en el interior de un or-den hegemnico dotado de legitimidad en el que esa fragmentacin es

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  • recompuesta, estamos en presencia de un proceso de desagregacin de lo "nacional-popular" frente a lo "nacional-estatal", de un acto de ex-propiacin por parte del pueblo y de la percepcin nacional que haba enajenado en el Estado. Asl y no de otra forma, debe ser entendido el sentido profundo de la produccin de contrahegemonla" .19

    Pero -y sto es una polmica en otras regiones latinoamerica-nas, tanto en la praxis de ciertas corrientes, como a nivel terico- la cohesin de los movimientos particulares, hasta convertirse en lo que hemos categorizado como Movimiento Popular no est aislada en Cen-

    . troamrica de la discusin primero y en la prctica luego, que se da al interior de los partidos u organizaciones pollticas de clase y que tienen como punto central la discusin de la estrategia y tctica para la toma del poder y, en ellas, el papel de los sectores populares; la relacin or-ganizaciones o partidos y pueblo, alianzas, etc.

    En Guatemala, viniendo de la derrota de los aos sesenta, el movi-miento guerrillero se replantea, evala sus experiencias en torno al mo-vimiento popular, en torno a ciertas clases o grupos tnicos y a su estra-tegia misma. En El Salvador, la lucha armada se inicia dentro de perspectivas distintas a la experiencia foquista, hasta llegar a una articulacin masa-organizaciones polltico-militares a mediados de los setenta. Aunque en menor grado, por lo menos hasta 1975 y funda-mentalmente 1978, lo mismo ocurre en Nicaragua. En difl'ciles condi-ciones, por su propio desarrollo y por la polttica de contra-insurgencia y la debilidad del movimiento popular lo mismo se perfila en Honduras a fines de la dcada.

    111. SINTESIS DEL DESARROLLO DEL MOVIMIENTO POPULAR. PERIODIZACION

    Es posible intentar una periodizacin del Movimiento Popular considerando el rea como conjunto, sin perder de vista las particulari-dades y ritmos de cada pals y de los movimientos de los distintos secto-res. Ello resulta menos difl'cil a partir de 1975 en que se produce un evidente aumento de las luchas en toda la regin, con sus propias for-mas, y una tendencia a la constitucin de frentes o bloques.

    19. Portantiero, j.C., op. cit., pp 218-219.

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  • 1. PERIODO 1970-14

    Hay una serie de elementos que a nivel regional, caracterizan el desarrollo del movimiento popular en este perodo:

    1. Una intensa lucha ideolgica al interior de las fuerza,s de izquier da o una revisin de errores cometidos -caso de Guatemala- en cuan to a la estrategia de la toma del poder y en la que el punto central son las concepciones sobre el papel del movimiento popular y en especial sobre el papel y tctica en el sindicalismo obrero. 2. Esta discusin no se da en el vac(o y, en gran parte, est relacio-nada con la intensa lucha que, en forma podra decirse autnoma -al-gunos la calificab)n de espontnea-, surge en el seno de las capas me-dias con posiciones radicalizadas. Algunas de ellas hacan su aparicin recientemente en algunos pa(ses, como el caso de la lucha magisterial por sus propias reivindicaciones -salarios, jubilaciones, carrera docen-te- y que nuclearon sectores que luego se ir(an organizando, como es-tudiantes de nivel secundario, pobladores, etc. 3. La radicalizacin del movimiento estudiantil universitario no s-lo en sus propias demandas o las demandas universitarias instituciona-les y en apoyo a otros sectores, sino en cuanto a las perspectivas de la lucha popular misma. En esto incidan no slo las propias condiciones internas sino, en algunos sectores, el efecto de los movimientos estu-diantiles que a nivel mundial (Alemania, Francia, Mxico) se haban dado a fines de la dcada anterior. 4. En la mayora de los pat'ses centroamericanos el reinicio de la or-ganizacin campesina y del proletariado rural, desaparecidos de la esce-na, o fuertemente reprimido donde pudo mantenerse . En algunos de tales pases su participacin se da en el marco de concepciones refor-mistas impulsados bien por los propios gobiernos, o bien por fuerzas como la Iglesia y /o la Democracia C1 istiana, mientras se reprime fuerte-mente otros intentos. En el caso del papel del campesinado, conviene sealarlo, hab(a subsistido en algunas corrientes polticas el viejo deba-te iniciado en el siglo XIX.

    La importancia de estas clases es obvia si se toma en cuenta que aproximadamente el 56 o j o de la poblacin centroamericana corres-ponde al sector rural, con porcentajes que fluctuan entre el 61 .5 en Guatemala y el 45.6 en Nicaragua. 20

    20.

    24

    C..SUCA, Programd de Cienti

  • 5. La discusin sobre el papel que en el fracaso de la guerrilla de los aos sesenta tenlan los enfoques sobre el ind {gena-campesino; la pro-fundizacin del problema a nivel terico-polmico y la propia experien-cia del movimiento tnico que fue recorriendo sus propias etapas de de-sarrollo, especialmente a partir del terremoto de 1972, en el caso gua-temalteco. 6. La revaloracin de las experiencias gestadas en la dcada anterior y de los primeros aos de la del setenta en el seno de las comunidades cristianas de base y que llevaron a un planteamiento autocr{tico ante la .actividad desarrollista e intraeclesisticas realizada, por ejemplo, en el caso salvadoreo, en el sentido de estar formando "minicuras", en vez de dirigentes campesinos. Ello llevar a una 1 {nea de "desmasificacin" y de orientacin hacia las organizaciones populares emergentes. 21

    Veamos con mayor detalle algunos de estos elementos, desarro-llados en los estudios de n:JOvimieni:os por sectores o clases.

    El movimiento obrero, en grandes sectores, se encuentra cruzado por diferentes corrientes. Una cuya influencia ha venido creciendo -expresada en nmero de afiliados- controlado por la ORIT, tenden-cia que se mantiene hasta mediados de la dcada; de la CLAT, de orien-tacin cristiana; por centrales gobiernistas y por los partidos comunis-tas, mientras unos sectores se declaran independientes. Igualmente en la mayor{a de pa{ses viene de una poca de gran represin gubernamen-tal ante su prdida de control de las direcciones.

    Lo que salta a la vista en los primeros aos, como hecho que re-quiere anlisis, es un movimiento de capas medias, especialmente magis-terial, y estudiantil que se intensifica y que arrastra al movimiento obre- . ro y a los partidos pol{ticos existentes, estos ltimos con apreciaciones distintas sobre el hecho. Son los aos de las luchas magisteriales que vienen, en algunos pa{ses, desde finales de la dcada anterior y que de-sembocan en movilizaciones y huelgas de solidaridad: la de 1971, de la Asociacin Nacional de Edus_adotes de El Salvador (ANDES), de la huelga magisterial y de mdicos en Guatemala, a principios de 1972, de lucha contra compat'as transnacionales como ALCOA. en Costa Ri-ca, encabezada por el movimiento estudiantil, igual que la de EXMIBAL en Guatemala.

    La importancia de estas luchas es la rpida trascendencia de plan-teamientos puramente reivindicativos -salarios, pensiones- hacia plan-teamientos de importancia nacional -lucha contra la reforma educati-

    21. Cl. 0pd70, A., "El movimiento popular religioso". Seminario. p. 45.

    25

  • va planteada en el marco de la Alianza para el Progreso, a la cual se an-teponen proyectos nacionales y revolucionarios- y anti -imperialistas por el saqueo de los recursos nacionales, como en los casos de ALCOA y EXM 1 BAL.:'. Estas luchas -en medio de las discusiones sobre su carc-ter- se expresan en grado ascendente, desde manifestaciones pacficas, hasta enfrentamientos contra los organismos represivos y control tem-poral de ciudades, pasando por h_uelgas largas de los movimientos, que ocasionan otras de solidaridad.

    Los planteamientos de las organizaciones representativas de estos sectores, igual que el apoyo mutuo, trascendi de lo nacional a lo regio-nal, en la medida en que existan Confederaciones a nivel centroame-ricano.

    En el seno de la lucha ideolgica estos movimientos eran contem-plados desde diferentes perspectivas: como luchas espontanestas que arriesgaban el proceso de acumulacin de fuerzas; como reflejo de fe-nmenos externos, como los movimientos estudiantiles europeos, con tendencia anrquica. En el fondo la discusin se ubicaba sobre el van-guardismo y sobre los sujetos histricos, en el marco de las estrategias . A ello contribua la posicin de algunos sectores estudiantiles o magiste-riales con sus planteamientos sobre su posicin de vanguardia de todo el movimiento popular.

    Lo cierto, como se ha sealado, es que tales movimientos -estu-diantil y de capas medias- nucleaban el movimiento popular en general.

    Por su lado y fuera an del escenario, en algunos pases se viene reorganizando desde diferentes vertientes, el movimiento campesino. Para poder apreciar su impacto es necesario sealar que desde la insu -rreccin de 1932, el campesinado y el proletariado salvadoreos fueron siempre los grandes ausentes y si hubo organizaciones stas eran de ex-trema derecha, como la denominada "Caballeros de Cristo Rey" con-trolada por la Iglesia o la organizacin Democrtica Nacionalista (OR-DEN) , organismo paramilitar creado por el ejrcito para el control y re-presin y un movimiento, sin gran trascendencia, la Unin Nacional d Obreros Cristianos (UNOC), de la que saldra luego la Federacin Cris-tiana de Campesinos Salvadoreos (FECCAS). Por otro lado, la sindica-lizacin campesina era totalmente prohibida de acuerdo a las normas constitucionales. En el caso guatemalteco su participacin, luego del derrocamiento de Arbenz en 1954, haba desaparecido debido a la re-presin, sin haberse incorporado, salvo individualmente, en el movi-miento guerrillero de los aos sesenta. En Nicaragua, desde 1931 en que interviene en el marco del Partido Trabajador Nicaragense, no apa-rece orgnicamente sino en los aos setenta y cinco con los llamados

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  • Comits de Trabajadores del Campo, muy ligados al movimiento reli-gioso popular y al FSLN y que desembocan en la formacin de la Aso-ciacin de Trabajadores del Campo (ATC), en marzo de 1978, en plena guerra. En Honduras el movimiento campesino guarda una relacin con las luchas del proletariado bananero en el Atlntico a partir de 1954, aunque muy reprimido entre esa fecha y finales de la dcada de los sesenta. En el caso especial costarricense, con una permanencia igualmente ligada al movimiento del .proletariado bananero primero y luego al desarrollo capitalista en el centro que configur los diferentes .componentes de la clase, entra a la dcada ~como resultado de un pro-ceso que arranca en 1968- con mucha fuerza.

    En Honduras, sus luchas y las de los bananeros, nuclean el movi-miento popular dentro de una etapa histrica que ellos y el movimien-to obrero contribuyen a conformar: la llamada de "reformismo mili-tar", a partir del golpe de Estado de Lpez Arellano. En el marco de organizaciones campesinas con diferentes tendencias -OR IT, social cristianas, comunistas- impulsarn el Decreto No. 8 de Reforma Agra-ria mediante tomas masivas de tierra e implementarn -fenmeno que sigue las mismas tendencias en Costa Rica- las empresas asociativas. Este perodo termina con el golpe contra Lpez Arellano, que desac-tiva la reforma y monta la represin. A finales del per(odo el campesi-nado y proletariado reinicia las tomas de tierra, pero en una nueva modalidad: la de "operativos conjuntos", en una accin coordinada de las organizaciones campesinas y el apoyo del resto de movimientos.

    En Costa Rica, 1972-74, constituye un per(odo de luchas en me-dio de represin, desde luego con grados distintos al resto de pa(ses, que se inicia con la toma de aproximadamente 40.000 hectreas en Co-to Sur y la lucha por consolidar sta y otras con las empresas comu-nitarias.

    En Guatemala, el movimiento se enmarca en proyectos cooperati-vistas del gobierno que, es importante, crean experiencias sobre las eLla-les avanzarn en las formas de lucha, hasta desembocar en el ltimo ao en la preparacin para la formacin de frentes de masa y la alianza obre-ro-campesina.

    En el caso salvadoreo, es un per(odo en que una organizacin cristiana campesina, FECCAS, (ntimamente ligada a las comunidades cristianas de base, se enfrenta a una crisis, de la que resulta consolida-da una tendencia que trasciende el reformismo. En otras zonas del pas, se desarrolla una nueva organizacin -la Unin de Trabajadores del Campo (UTC)- ntimamente ligada a una organizacin pol(tico-mi-litar. Mientras en el primer caso la organizacin se extiende en la zona

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  • central del pa(s y cubre sectores medios y pobres del campesinado, la otra crece en la zona norte y oriental donde predominan campesinos pobres, jornaleros y proletariado ru ral.22

    En Nicaragua el movimiento se encuentra mediatizado en sus lu-chas por los partidos tradicionales -liberal y conservador- y por una estrategia errada del Partido Socialista Nicaragense, aunque su partici-pacin como individuos es creciente en el seno del FSLN. 23

    Como una de las dimensiones del problema campesino en el mar-co de la lucha revolucionaria guatemalteca est el problema tnico. El campesinado, en su mayor(a indgena, estuvo ausente en la guerrilla y en las luchas populares de los aos sesenta. En parte ello tenia su ori-gen en interpretacio1nes inadecuadas del problema de las mediaciones entre las dimensiones clase-etnia. Ya en 1966 Luis Turcios, Comandan-te de las FAR, sealaba en una entrevista: "Dadas las profundas ralees, la magnitud de sus proporciones y el entrelazamiento estrcho que tie-ne con la lucha de clases, parece imposible soslayar el problema de las agrupaciones nacionales al plantear la revolucin y sobre todo al ela-borar una linea para su conduccin ... ".

    En 1972 al reiniciarse la guerra popular con el surgimiento de ORPA y el EGP y como resultado de las reflexiones y evaluaciones del periodo anterior comienza, por un lado, una e'xperiencia nueva y, por otro, se abre un debate terico que se polariza en dos posiciones aparen-temente extremas planteadas por Severo Mart(nez Pelez y Guzmn Bocker.24 "Un papel decisivo en el crecimiento y desarrollo de los des-tacamentos guerrilleros regulares tendr la poblacin ind lgena. Sin ella -seala Rolando Fernndez en 1972- nuestra guerra no puede ser popular, ni garantiza el balance favorable de fuerzas a nuestro favor". 25

    22. Cf. Cabarrus, R., L/ Saliudor: de mol"imiento campesino a revohnin po-pular, trabajo presentado al Seminario y 1 TC. "Los trabajadores del cam-po y la rerorma agraria en 11 Salvador"., El Salvador, s/1.

    23. Ver adems del trabajo sobre Movimiento campesino en Nicurayta, de Men-jt'Vdr, Li Kam y Portugue1 presentado al Seminario , 1 onseca, Carlos, Nica-raqua hora cero, Obras, Tomo 11, Managua, oct. de 1982 y Ortega S., Hum-berta, 50 wios de /uchu Sandinista, vdl"ias ediciones.

    24. Mdftt'ne PeleL, S., /.a patria del criollo, fDUCA, Costa Rica, varias edi-ciones. GuLmn Bod,ler y Herbert, )can-Loup, Guatemala, u11a interpre-tacin histrica, Siglo XXI, Mxico. Ver resumen del debate en Arias, A., 11 mo1imiento indi,cna en Guatemala, presentado al Seminario, San )o-s, nov. 1983.

    25. Citados por jimneL, 0., 11 movimiento campesino en Guatemala, presen-tado al Seminario, San os, nov. 1983.

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  • A las dimensiones etnia y clase se suma la religiosa. Elementos ind(genas provenientes de la experiencia desarrollista de la Iglesia co-mienza en el Quich trabajos hacia una organizacin, a ello se suma el trabajo de Accin Catlica Rural Obrera y su rama femenina y otras organizaciones reivindicativas, como la Asociacin 1 ndlgena pro Cul-tura Maya-Quich y la llamada Pastoral lndlgena. En este periodo fue-ron desarrollndose paralelamente - como seala Arturo Arias- los trabajos en las comunidades del interior y los de las cabeceras departa-mentales indlgenas . Ambas lineas y el estrechamiento de lazos con el campesinado ladino, slo se encuentran despus del terremoto en 1976.

    Articulando experiencias anteriores a 1968 en Panam, Honduras y Guatemala y las nuevas 1 lneas surgidas del CELAM de Medell In de 1968, se configuran en el inicio de la dcada los grmenes del movi-m iento popular religioso que, con sus propias especificidades, se exten-de r poste riormente en toda la regin, con la excepcin de Costa Rica. Como se ha sealado a partir del trabajo de Andrs Opazo, se trata de un mov imiento en el que el elemento espedfico que permite su dife-renciacin es el religioso, que se expresa no como un contingente que se suma al proceso de movilizacin popular, adoptando formas olgni-cas, espacios institucionales y bases de legitimidad, capaces de amplifi -ca r y profundizar el movimiento mismo. Su soporte social concreto no es un contingente diferente al comprendido en otras formas orgnicas d el pueblo (pa rtido, sindicato, organizacin revolucionaria, etc.). Es un movimiento que "cabalga entre el campo religioso y el polltico, pe-ro su identidad se define en el primero" .2 6

    Asume rasgos generales que pueden sintetizarse en: una prctica terica , en tanto "la comprensin del mundo y de las relaciones socia-les se organiza en torno a la interiorizacin de ciertas verdades religio-sas qu e vuelven inteligible el entorno flsico y social del grupo . De es-tas mismas verdades se desprenden ciertos valores que van a regir la accin en el campo interpersonal y en el campo social", los contenidos concretos que adquiere se definen en funcin del contexto social en que surge; sus particularidades organizacionales variadas y fluidas y abiertas a la composicin social del medio y, por ltimo, cierta indeter-minacin constitut iva desde el punto de vista de las opciones en el cam-po soc ial y poi ltico, cuya proyeccin depender de una percepcin critica de la realidad y del encuentro y articulacin con movimientos sociales y poi (tic os que operan en el campo profano .

    26. Op a1o, Andr s, Mo1imicnto religioso popular, presentado a l Semin ario , Parte l .

    29

  • Son estos rasgos los que condicionan su desarrollo en las diferen-tes formaciones en el perodo y los que determinan su relacin con la jerarqua al interior de la Iglesia, que en sus inicios fue vista en algunos casos como una estrategia supletoria ante la carencia de sacerdotes y como la expresin de una situacin de opresin.

    En Guatemala tiene impacto en regiones ind(genas con las comu-nidades juveniles (Kataj, Saj La Tat, Kim Akua Bej), desembocando en 1973 en los Encuentros Pastorales Indigenistas, como el de Cobn, y que han sido mencionados antes. En una perspectiva desarrollista y de liberacin social y polltica se extiende a Ouezaltenango, Huehuetenan-go, Petn, Escuintla y Cobn, hasta que estas luchas encuentran la re-presin, en muchos casos avalada por sectores de la alta jerarqu (a ecle-sistica, con lo que, sumado al trabajo del EGP, las luchas se radicalizan.

    En El Salvador se constituye como el movimiento de base cristia-no ms importante de la regin en cuanto a potencialidad: se forman siete centros de dirigencia campesina y se liga al movimiento campesi-no en FECCAS, UTC y A TACES. De experiencias reformistas camina rpidamente a posiciones que encuentran expresin en la "pastoral de acompaamiento" de 1976, en la que la presencia de los cristianos no reclama conduccin de la lucha, sino que consiste en la explicacin de la motivacin y significacin religiosa en el mbito de la comunidad cristiana. En ello es determinante el papel de Monseor Romero.

    En Honduras, se desarrolla en un contexto campesino, politizn-dose espec-ialmente en el perodo del reformismo militar de 1972 y 1975 y desembocando en contradicciones con la Democracia Cristiana. En tanto las lucha~ campesinas se estancan frente a la represin, tiende igualmente a producirse un estancamiento en el movimiento religioso, en el perodo que se estudia y no resurge sino en relacin a las masacres en la frontera El Salvador-Honduras, a un nivel local.

    En el caso nicaragense se expresa en 1969 muy t{midamente incrementndose a parti'r de 1972, despus del t:erremoto de Managua,_ con la intensificacin en la formacin de los "delegados de la palabra" y adoptando diferentes formas de accin en la etapa insurrecciona!.

    En Costa Rica entre 1970 y 1975 se inician experiencias que ter-minan bruscamente en el ltimo ao. Se crean grupos como "Iglesia Joven", el "Grupo Ecumnico Exodo"; aparece la participacin en ma-nifestaciones de sacerdotes y religiosas; experiencias comunales en al-gunos lugares del pa(s como Puntarenas y Palmar Sur, hasta -llegar al pronunciamiento del Obispo de Tilarn sobre 1~ concentracin de Tie-rras en Guanacaste.

    Esto, como seala Opazo, constituye una paradoja en la regin

    30

  • en la medida en que la costarricense, era una iglesia dinmica, la nica en la regin, en la dcada de los 40, bajo el arzobispado de Monseor Sanabria, quien organiza Accin Catlica Obrera e impulsa, en alianza con el Partido Comunista y el gobierno de Caldern Guardia, las refor-mas sociales.

    2. PERIODO 1915-1980

    Por lo menos en tres pases -Nicaragua, Guatemala y El Salva-dor- aparecen, claramente definidas, tendencias que tienden a hornoge-nizarse en el seno del movimiento popular . . En las otras dos, por dife-rentes razones . las luchas populares decrecen por lo menos hasta 1979. En el caso hondureo por la desactivacin de la reforma agraria entre 1975 y 1978 a raz del golpe de Melgar y en el que an se da margen para el movimiento popular y a partir de esa fecha en que se produce otro golpe que encabeza Policarpo Garca, por la finalizacin del reformis-mo militar, al que se hab(a atado el movimiento popular en su mayo-ra y el inicio de una poltica de seguridad nacional . En el caso de Costa Rica como consecuencia de una pol(tica econmica que tiende a palear y trasladar la crisis, privilegiando las medidas anti-crisis en rela -cin a las anti -inflacionarias y modificando el modelo de acumulacin? 7

    Esas tendencias podran sintetizarse:

    1. La formacin de uno o ms frentes o bloques de masas, no a par-tir de llamamientos, sino como rsultado del desarrollo de los movi-mientos de diferentes clases y sectores, a los que se suman otras organi-zaciones surgidas en el nterin, como pobladores y organizaciones feme ni nas. 2 . Tales frentes se articulan en tGrno a plataformas comunes que li-gan las luchas propiamente reivindicativas de los diferentes movimien-tos, con las polticas . Ello lleva a luchas coordinadas que permiten, igualmente, resistir la represin que se intensifica. 3 . Tales frentes de masas, manteniendo su propia identidad y la au-tonom (a en su direccin y 1 neas poi ticas, adhieren a organizaciones poi tico-mil ita res a las que reconocen como vanguardia .

    27. Cf. Al varado , H., e t a l, " De los empresa rios poi (ti cos a los pol(ti cos em-presar ios", Uni ve rs id ad Nac io nal. Costa Ri ca, Sept. de 1981 y Sol(s, M. y Esq uive !, 1 ., Las perspectii!OS del reformismo en Costa Rica, EDUCA, Co sta Ri ca .

    31

  • 4. A finales de la dcada se producen movimientos unitarios entre tales frentes. lo que da mayor impulso a los movimientos. 5. El desarrollo de la auto -defensa como respuesta al incremento de la represin de los ejrcitos y de los g ~upos paramilitares .

    1 ntentaremos un resumen de estos elementos. En el caso de Nicaragua el desarrollo del movimiento popular y

    su constitucin en frentes pu'ede observarse desd e la ptica del FSLN . Desde la constitucin de ste en 1962 (como FLN), como resultado de la integracin de una serie de movimientos, se plantea la preocupacin por el movimiento de masas . En una evaluacin de Pancasn , Fonseca Amador seala que en el Frente "no se vincul el trabajo insurrecciona! a la lucha popular general, especialmente a la lucha campesina, estudian-til, obrera ... ".28

    Humberto Ortega seala igualmente este hecho : "Aunqu e desde 1956 hasta la actualidad nuestro pueblo trabajador ha venido demos-trando su superacin constante e n las formas de organizacin econ-micas, sociales y poi lticas a travs de la lucha sindical , comun itar ia, de barrios, estudiantil, etc ., stas se vinieron generando, sobre todo has-ta la dcada de 1970, de manera espontnea . . . "? 9

    A partir de 1977 en especial el movimiento popular se va a rt icu -lando a la lucha del Frente y, hasta el triunfo, se da una rica expe ri en-cia en la relacin masas-vanguardia y un apre ndi zaje reciproco. Entre octubre de 1977 y febre ro d e 1978 el movimiento Pueblo Un ido (MPU), despus de pasar por otras expe riencias. En efecto ste se crea en marzo de 1978, impulsado por las tres tendencias e n que se habla dividido el FSLN. Sus ncleos sern el Frente Estudiantil Revolucio-nario (FER), de la GPP; la Asociacin de Mujeres ante la Probl emtica Nacional (AMPRONAC) que despus de l triunfo adoptarla el nomb re de Asociacin de Mujeres Luisa Amanda Espinoza (AMLAE) 30 , lo s comits d e barrio, la Asociacin de Trabajad o res del Campo (ATC) y los Comits Obreros, de la tendencia p roletaria, mi entras la t endencia

    28. 1 onseca, Car los, Nicaragua hora cero (escr ito a fi nales de 1969),en Obras, to mo 1, t.d . Nu eva Ni caragua, oct. 1982.

    29. Ortega S. , H. , 50 arios de lucho sondinista, Min isterio de l 1 nterior, Mana-gua, 1978.

    30. Cl . Navas d e Melga r , Ca nd ela ri a, U movimiento femenino en (entroam-rico. Prese ntado al Sem in ario, nov. 1983.

    32

  • insurrecciona! enviaba a las ciudades columnas guerrilleras del Frente Norte en apoyo al movimiento popular urbano. 31

    Para 1979, antes del triunfo y con el FSLN unificado, el MPU es-t compueno por los siguientes movimientos: la Central de Accin y Unificacin Sindical (CAUS), el Movimiento Sindical del Pueblo Tra-bajador, la Confederacin General del Trabajo, el Comit de Lucha de los Trabajadores, el Movimiento Obrero Revolucionario, la Asociacin de Trabajadores del Campo, la Unin Nacional de Empleados, La Aso-ciacin Nacional de Empleados, la Asociacin de Mujeres (AMPRO-

    . NAC), el Frente Estudiantil Revolucionario, el FEA-Marxista-Leninis-ta, el Centro Estudiantil de la Universidad Privada, el Movimiento Estu-diantil de Secundaria, la Juventud Revolucionaria de Nicaragua, la Juventud Revolucionaria Sandinista, la Juventud Sandinista Nicara-gense, la Federacin de Movimientos Juveniles de Managua, la Asocia-cin de Estudiantes de Secundaria y el Centro Universitario de la Uni-versidad Nacional Autnoma de Nicaragua (CUUN), uno de los prime-ros integrantes a 1 constituirse el FS LN.

    Es por medio del MPU que el pueblo impulsa huelgas e insurrec-ciones hasta el triunfo. Una recomposicin de fuerzas se da para 1983.32

    En el caso salvadoreo conviene antes de observar la integracin de Frentes sealar algunos aspectos relevantes de los distintos movimien-tos que los integran.

    En el seno del movimiento obrero se produce entre 1975 y 1976 un profundo cambio en la correlacin de fuerzas que se expresa en sindicatos y afiliados en las distintas Federaciones existentes. El nmero de afiliados a la central oficialista CGS que en 1971 controlaba el 41.4 O/o del total desciende en 1976 al 19.2 ojo; la FUSS, de d irec-cin comunista, se ve reducida en su afiliacin del 20.2 O/o al 11.6 O/o. En gran medida estas reducciones se producen por desprendimientos de sindicatos que integran nuevas Federaciones -como FESTIAVCES y FENASTRAS- que se ligan a nuevas organizaciones de masas;des-prendimientos, igualmente, que se declararn independientes y otras, finalmente que se trasladan a la federacin controlada por la ORIT, FESI NCONSTRANS, que aumenta sus afiliados de 4.602 a 20.681

    31. E.quipo interdisciplinario latinoamericano, Teor(a y (lrctica reoluciona-rias en Nitaragua, Fd. Contempornea, Managua, 1983, p. 129.

    32. Menj"vJr, Li Kam y Portugue1. U movimiento campesino en Nicaracua, Seminario, San Jos, nov. 1983.

    33

  • en el perodo. 33 Posteriormente se crearn agrupamientos en la izquier-da como la CUTS que resulta en 1977 de la unificacin de FUSS y FESTIAVCES, con hegemona del Partido Comunista; el Comit Coor-dinador de Sindicatos "Jos Guillermo Rivas" y el Comit lntersindi-cal con influencia del Bloque Popular Revolucionario (BPR) y del Frente de Accin Popular Unificada (FAPU), respectivamente. Estos ltimos se unirn en 1980 en el Comit Unificado Sindical (CUS) .

    En el perodo, especialmente a partir de 1977, se produce un au-ge del movimiento obrero que desemboca en huelgas como la de agosto de 1980 y que marca el paso de una huelga de tipo clsico a una de tipo i nsu rreccional.

    En lo que respecta al movimiento campesino, se produce la uni-dad de las dos ms importantes organizaciones surgidas en el perodo anterior - FECCAS y UTC- para integrar la Federacin de Trabaja-dores del Campo (FTC). A partir del ao 1976 se plantean ante los or-ganismos de gobierno -Asamblea, Ministerio de Trabajo, Ministerio de Agricultura- innumerables proyectos de ley, plataformas reivindicati-vas referentes a mejoramiento de salarios y alimentacin para los tra-bajadores estacionales, reduccin de precios de insumos, reduccin del arrendamiento de tierras en la siembra de cereales, crditos a campesi-nos pobres y medios. Como respuesta el gobierno lanza operativos con-tra el movimiento mientras el campesinado expresa su lucha en tomas de Ministerios ( 1978-79); toma del Banco de Fomento Agropecuario ( 1978-79); tomas de tierras en diferentes departamentos ( 1977-78-79-80) .; huelgas; participacin en movilizaciones urbanas en apoyo al mo-vimiento obrero (1977-1978) .

    Las luchas magisteriales y estudiantiles crecen en el marco de los frentes de masa, lo que trae represin y asesinatos selectivos. Despus de dos intervenciones en la dcada que han mantenido cerrada por va-rios aos la Universidad Nacional, el ejrcito lanza el 26 de junio de 1980 un operativo de tres mil hombres contra el campus universitario, manteniendo bajo fuego durante varias horas a 6.000 miembros _de la Universidad. A partir de tal momento sta se mantiene ocupada militar-mente, a pesar de lo cual la lucha contina. En el caso de otra Univer-sidad , la Catlica, la represin se expresa en asesinatos, desaparecimien-tos y bombas. 3 4

    33 . CJDAMO , Carta I nformativa, Mx ico , may o d e 198 0 y Me nj lva r, R. / or-macin ,, lucha del proletariado industrial safladorcJ!o, E DU CA , 2a . edi -ci n, San jas , 1982.

    34. Gomlcz, P. , f. 1 moimienco estudiantil en Centroam rica, p rese nt ado al Se min ario.

    34

  • Surge en septiembre de 1979 un nuevo mov1m1ento, la Asocia-cin de Mujeres de El Salvador (AMES), que se ubica en et marco del feminismo revolucionario, entendido "como el proyecto de las mujeres por sus propias reivindicaciones, dentro de un proyecto de transforma-cin total de la sociedad". 3 5

    A partir de 1975 todos estos movimientos se integran a los si-guientes Frentes de masas: Bloque Popular Revolucionario ( 1975); Frente de Accin Popular Unificado (FAPU) 1975; Ligas Populares 28 de Febrero (1977); Movimiento de Liberacin Popular (1979) y

    . Un n Democrtica Nacionalista ( 1972) y que adhieren respectivamen-te a las organizaciones poltico-militares: Fuerzas Populares de Libe-racin -FPL- Farabundo Mart; Ejrcito Revolucionario del Pue-blo; Partido Revolucionario de los Trabajadores Centroamericanos y Partido Comunista Salvadoreo . Tales frentes se integran en enero de 1980 en la Coordinadora Revolucionaria de Masas (CRM).

    En Guatemala, el perodo est igualmente cruzado por los movi-mientos populares que tienden a integrarse en Centrales Obreras y Cam-pesinas y frentes de masas similares a los de El Salvador al cerrarse todo espac.io.

    El movimiento campesino -que para el caso debe verse en sus tres dimensiones: clase, etnia, religin- recorren un rpido camino a partir de 1976, ao del terremoto, que se expresa en apoyo a otros movi-mientos, como la marcha de los minero.s de lxtahuacn, y que concluye con la creacin del Comit de Unidad Campesina (CUC) en abril de 1978. Casi un mes despus de su participacin en el desfile del 10 de Mayo se produce la masacre de Panzos. El CUC se extiende y ante las ofensivas del ejrcito en el norte de Quich y todo el Altiplano en 1979 cambia sus mtodos de lucha, pasando a acciones combativas -sabota-jes, bloqueo de carreteras, barricadas, etc.- y de autodefensa. En enero de 1980 se produce la masacre de kis icyoabtes de la Embajada de Es-paa, como respuesta el CUC organiza en febrero una huelga de prole-tarios y semiproletarios de la costa sur que paraliza un total de 16 inge-nios y 30.000 campesinos, la ms importante desde 1954, y en la que, adems obtuvieron reivindicaciones salariales.3 6 Ello marca el punto de incorporacin del movim iento indgena a la guerrilla .

    El movimiento obrero se expresa en huelgas y luchas en la Central Nacional de Unidad Sindical (CNUS) a las que se suman en el perodo

    35. Na vds d e Me lgar , C., op cit., p. 5 1 .

    36 . C1 . Arias, A . y im ne1, D., op. cit.

    35

  • . las huelgas magisteriales en 1973, dirigidas por el Frente Nacional Ma-gisterial, la huelga de empleados pblicos en 1978 de la Coordinadora de Empleados del Estado, las luchas de 1979 dirigidas por el CNUS en contra del aumento de tarifas del transporte.

    3. PERIODO 7981-83

    El perodo se inicia, con sus propias particularidades con un as-censo sin precedentes de los movimientos populares. En el caso de Costa Rica se mantiene in crescendo hasta alcanzar niveles superiores a los que iniciaron la poca, 1972. En el caso de Nicaragua se inicia una nueva experiencia con la parti"cipacin en diferentes niveles poi ticos y de produccin y en la lucha por articularse en el nuevo Estado. En los casos de El Salvador y Guatemala los movimientos populares despus de u na intensa lucha abierta deben buscar nuevos mtodos de lucha clandestina en el marco de la guerra popular, ante el embate de la repre-sin al enfrentar la poltica norteamericana de genocidio y etnocidio, como seala Arturo Arias, al calificar este perodo. Esto ltimo, ms selectivamente, se produce en el caso del movimiento popular hondureo.

    El ao 1982 marca un punto de ascenso del movimiento popular costarricense, claramente como respuesta al recrudec miento-de la crisis econmica. Se inicia en agosto de 1982 con los paros de los trabajado-res de BANDECO, de la Standard Fruit Co. y de los trabajadores de FE COSA; en setiembre del mismo ao se produce una marcha de tra-bajadores en la ciudad de San Jos por la FDT y la CUT y una huelga de BANDECO, con enfrentamientos con la Guardia Civil. En octi,Jbre se inician mitnes en San Jos como protesta de las familias ante el IMAS por el mal funcionamiento de la distribucin de alimentos. 37 Durante la primera mitad del ao de 1983 se produce un movimiento de pobladores de las ms importantes ciudades y cantones del pals, en contra del aumento de las tarifas elctricas, con el uso incluso de barri-cadas y el cierre de caminos. En medio de luchas sindicales por el au-mento de salarios, irrumpe el movimiento campesino y proletariado ba-nanero ocupando tierras en la zona de Coto Sur, como respuesta a la poi (ti ca de la Ca. Bananera y a la crisis, que luego se extienden a otras regiones del pas. El tipo de organizacin adoptada indica la concre-cin de toda una experiencia y el resultado de un movimiento aseen-

    37. Aportes, 11, nov-dic. de f982.

    36

  • dente que se inicia en 1980.38 En marzo de 1983 se da otro movi-miento nuevo que indica la diferenciacin al interior del movimiento campesino; se trata de la marcha que en demanda _de financiamien.to, precios de productos en insumas organiza UPANACIONAL, una orga-nizacin independiente de campesinos medianos y pequeos. Esta mar-cha se combina con toma de carreteras, movilizacin de tractores y ba-rricadas, lo que constituye formas inditas de lucha de este sector.

    Con el triunfo del movimiento sandinista en Nicaragua se produ-cen procesos de integracin en el movimiento popular, quedando las siguientes organizaciones de masa del FSLN, que se declaran indepen-dientes del gobierno y del partido mismo: la Central Sandinista de Tra-bajadores (CST), que resulta de la fusin de la CL T, MORE y MSPT y a la que se suman ANDEN, la Unin de Periodistas de Nicaragua (UPN) y los trabajadores de la salud; la Asociacin de Trabajadores del Cam-po (ATC), que agrupa a jornaleros y asalariados agr(colas. Ambas re-presentan el 89.5 O/o del total de trabajadores sindicalizados; la Unin Nacional de Agricultores y Ganaderos, en que se agrupa el campesina-do; los Comits de Defensa Sandinista 19 de Julio, resultado de la unin de MES, JAN, AES y FEA. y la Asociacin de Nios Sandinistas, Luis A. Velsquez (ANS) y MISURASATA, la organizacincuyoobjetoesin-corporar al proceso a las etnias de la costa Atlntica. 39

    Datos recientes indican que el total organizado se encuentra en alrededor de seiscientas mil personas, comparado con 900 mil de la PEA.40

    Estas organizaciones participan en los diferentes niveles de go-bierno. En el Consejo de Estado con 20 de 47 representantes, en el Ejecutivo en diferentes Comisiones; en organismos de direccin inter-media y en los organismos de produccin. Se han sumado a las cam-paas nacionales de alfabetizacin.

    En el marco de una agresin externa imp\,Jisada por Reagan, con el apoyo del ejrcito hondureo y el movimiento contra-revoluciona-rio articulan, como se sealaba, un nuevo Estado, en cuyo espacio es-tn presentes.

    38. Para los movimientos de 1983 ver resmenes periodi'sticos en parte 5 de Movimiento Campesino en Costa Rica . Presentado al Seminario, no v. 1983.

    39. Cf. Eckart Boege y Lpc; y Rivas, Gilberto, Los Misltos y la Cuestin Nacional en Nicaragua, Seminario, nov. 1983.

    40. Cf. Wheelock, )., L/ gran dcsa(/o, Edit. Nueva Nicaragua, Managua, 1983, p. 129.

    37

  • En El Salvador el movimiento popular alcanza sus mayores nive-les en la huelga de agosto de 1980 que desemboca en la ofensiva de 1981. La represin posterior, ha obligado al movimiento popular a clandestinizarse o a sumarse a las estructuras mil ita res revolucionarias en las ciudades y a desarrollar una importante experiencia en los pode-res populares constituidos en las zonas de control.

    Una situacin. similar se presenta en Guatemala en donde a par-tir tambin de la represin y masacres surgen organizaciones clandesti-nas de masa que se orientan a la preparacin de la insurreccin. Tal el caso del Frente Popular 31 de Enero, conformado con el CUC, el Fren-te Estudiantil Revolucionario Robin Garc(a, los Cristianos Revolucio-narios "Vicente ~enchu", la Coordinadora de pobladores y los ncleos obreros revolucionarios.

    IV. DE LO CORPORATIVO A LO POLITICO: PROYECTOS ALTERNATIVOS (GUATEMALA Y EL SALVADOR)

    Como ha sealado Ren Poitevin, los planteamientos pol(ticos de los movimientos populares parecieran pasar por etapas sucesivas, en las que se van esbozando distintas versiones de proyectos que, al principio, en una forma no explcita y balbuciente, van dando cuenta no slo de la identidad propia como actores sociales, sino de su visin del futuro. Encuentra que un punto comn, y desde luego obligado, es la transfor-macin de la sociedad, cuyo carcter es planteado en la lucha misma, primero como parte de las tcticas y despus de las concepiones estra-tgicas. Es a este nivel que los problemas fundamentales se empiezan a esbozar.41 Lo anterior es comprobable para el movimiento popular de toda la regin centroamericana.

    Solamente por el grado de coordinacin de los sectores y por el de elaboracin de los documentos se ha escogido, para un ligero exa-men, dos casos: el de la Plataforma Programtica del Gobierno Dem-crtico Revolucionario de E 1 Salvador y la Proclama Unitaria de las Or-ganizaciones Revolucionarias del Pueblo de Guatemala.42 Igual podr(a hacerse con los programas del Movimiento Pueblo Unido y el de los

    41. Poitevin, R., "Poder y utop(a", en DEl, La esperanza en el presente de Amica l.utina, Costa Rica, nov. 1983.

    42. Coordinadora Revolucionaria de Masas (CRM), El Salvador, 23 de feb. de 1980 y Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG), Guate-mala, enero de 1982.

    38

  • Doce en el caso nicaragense; sin embargo, en este ltimo caso su an-lisis adquiere una mayor perspectiva en el anlisis del movimiento po-pular en el perodo de transicin que se inicia a partir de julio de 1979.

    Es posible encontrar en ambos documentos grandes coinciden-cias, lo que encuentra explicacin en la similitud del desarrollo hist-rico social y el carcter que la lucha de clases ha asumido en ambas for-maciones:43

    1. En ambos documentos se pone nfasis en la necesidad de termi-nlr con el poder establecido y con el Estado en que ste se cristaliza, especialmente en sus dimensiones econmica y poi tica (Plataforma, p. 225; URNG, p. 8). 44 2. Se insiste en alcanzar la paz social, asocindola precisamente a la destruccin del poder del Estado actual (Plataforma 226; U RNG, p. 8). 3. En ambos "el pueblo" aparece definido como sujeto impulsor de los proyectos. Las definiciones de la categora, especialmente en el ca-so salvadoreo, reflejan toda la reflexin sobre el sujeto poi tico a la cual se hizo relacin anteriormente. 4. En el documento guatemalteco la reforma agraria es definida como instrumento fundamental para lograr la paz y la transformacin de la sociedad y de ello deriva la posibilidad de poi ticas de vivienda, salud y educacin (URNG, p. 9). Ello como ha sealado Poitevin no slo tiene base en la estructura misma guatemalteca, sino en los antece-dentes histricos que culminaron en 1954 con la intervencin nortea-mericana y la cada de Arbenz y en los que la reforma agraria tenia un alto contenido. La Plataforma Programtica va ms all al plantear, igual que en el caso nicaragense, una economa mixta, con lo que se entra a otro sistema econmico (Punto 5, p. 226). 5. Ambos son explcitos en lo que se refiere a la creacin de un sis-tema democrtico, definindolo como popular o social. Esta demanda, claramente poi tica, cruza permanentemente stos y otros documentos de los mismos paises, pareciendo constituir uno de los puntos nodales en la constitucin de actor y sujeto poi itico. (Plataforma, punto 4; URNG, punto V).

    43. El anlisis wmparativo se basa en trabajo ya mencionado de R. Poitevin y otros documentos de las organiLaciones mencionadas.

    44. Las citas de pgina wrresponden a la versin de la Plataforma publicada como anexo en el libro de R. Menjr'var /:/ Sali ador: el eslabn ms peque-lio, EDUCA, 1981 y a una mimeografiada en el caso de Guatemala.

    39

  • 6. En ambos documentos se plantea la necesidad de una interven-Cion del Estado y, consecuentemente, la necesidad de un proceso de planificacin econmico-social.

    Poitevin se plantea, en el anlisis de los documentos una preocu-pacin central: " ... no queda claro -dice- cmo se organizar esta participacin popular dentro del Estado, ni qu es lo que se entiende como 'poder popular' ya en trminos de Estado". Esta preocupacin encuentra respues.ta en la prctica misma de la construccin de tales po-deres en las zonas controladas por el movimiento revolucionario en am-bas formaciones, o en el tipo de desarrollo asumido por el movimien-to en las zonas en disputa en los casos que se analizan. En el caso nica-ragense ello es ms claro en el perodo de transicin, entendido el tr-mino ampliamente, en el sentido de transformacin profunda.

    Conviene asomarse a la problemtica del nuevo Estado que se vis-lumbra como proyecto histrico. Al hacer referencia a los gobiernos a que se aspira son definidos como "revolucionario, patritico, popu-lar y democrtico", en el caso guatemalteco; en el salvadoreo, como "democrtico revolucionario".

    En el ltimo caso es claro que tal caracterizacin es la que corres-ponde al nuevo Estado a construir en un proceso que, desde luego, no puede estipular tiempos. El trmino de democrtico-revolucionario es evidente que no signific al darse la unidad del movimiento de masas de la C RM con los partidos que constitu lan el Frente Democrtico, su simple confluencia . Las organizaciones de masas que advenan a la lucha armada, estaban conscientes de que la democracia pasaba nece-sariamente por la revolucin y los partidos polticos reconocieron que slo mediante la lucha armada se alcanzara la democracia.

    La caracterizacin significaba ms. Tena dos sentidos. Expre-saba, por un lado un rechazo a la aspiracin, con toda su connotacin, de luchar por un Estado de democracia burguesa. Ello, por las condi-

    cior.~es concretas de la amplia alianza de clases que sustentaba el proyec-to popular, por la composicin de las mismas fuerzas motrices, por el carcter monoltico de la gran burguesa y su carcter hegemnico al interior de toda la clase y por lo que en trminos de tctica y estrategia 'haba significado el trmino por largas dcadas.

    Por otro y en un sentido positivo -'de ello es expresin la Plata-forma- significaba la adopcin de un proyecto poi tico propio de las clases populares, en el cual stas tendran hegemona y al cual podran sumarse sectores de la burguesa. Al contrario de los proyectos refor-mi.stas, o populistas o simplemente modernistas en que aqullas fueron

    40

  • atadas a los proyectos de sectores dominantes, la Plataforma plantea el proyecto de clases explotadas y dominadas.

    Tal caracterizacin del Estado a construir equivale al de demo-cracia popular, factible como resultado de las formas que adopt la lu-cha de clases en El Salvador: del tipo de alianzas, de las formas de desarrollo histrico poi ltico de la formacin social, elementos que en definitiva determinan la estrategia revolucionaria y las tareas mismas del nuevo Estado.

    Algunos elementos centrales de este Estado democrtico revolu-.cionario son: a) El hecho de iniciar esta fase -independientemente de su dura-cin- significa una correlacin de fuerzas favorable para el pueblo, lo que se expresar en el control predominante de los aparatos de Estado. b) Esta fase postula una "colaboracin condicionada" con sectores, grupos y personas de la gran burgue(a. Lo condicional parte del supues-to -refrendado por la experiencia- de que despus de un tiempo po-I ltico cabe esperar, en funcin de las tareas, una lucha de clases prove-niente de algunos de ellos para recobrar sus posiciones. Ello ha ocurri-do en Chile, Cuba, Argelia, Mozambique, Zimbawbe. e) No se trata, en consecuencia y como resultado mismo de la carac-terizacin, de excluir sectores de pequea y mediana burguesla, por el contrario, la Plataforma los incluye expresamente y considera sus inte-reses identificados con el proceso, independientemente de su actitud polltica. Tampoco Sf trata de excluir individuos o grupos, como se seal, de la gran burgues(a que pudiesen identificarse con el proyecto popular. De lo que se trata es de tener el control de los puntos estrat-gicos en lo econmico, no con criterios cuantitativistas, sino de calidad. d) Tomado el poder, lo econmico pasa a ser un escenario importan-te de la lucha de clases, reforzado por los planes externos (desestabi-lizacin, boicot econmico, sabotaje, etc.), de alll que lo que garantiza los avances o retrocesos del proceso revolucionario sea el punto de partida. e) Se puede, para iniciar tal fase, partir de situaciones mlnimas o mximas, segn la correlacin de fuerzas, pero nunca abajo del mlni-mo que garantice el avance.

    V. MOVIMIENTO Y PODERES POPULARES

    La probl~mtica de los llamados poderes populares admite b ms bien exige diferentes puntos de abordaje, desde lo que podr(a definirse como formas de lucha del pueblo en la toma del poder hasta aquel que

    41

  • explique la forma en que se articule a Estados emergentes, pasando por la prctica diaria en el ejercicio de la democracia. En el tema, por otro lado cbe la bsqueda de las formas de organizacin en que tal poder se manifiesta: consejos de fbrica, Comits de Defensa, organizaciones de barrio, cooperativas autogesti onarias, etc.

    En el caso centroamericano se proyecta investigaciones en esta ltima direccin que, con la riqueza de situaciones, podrn significar un aporte en la temtica.45 En el presente trabajo, en el que se buscaba profundizar en la relacin Estado-Sociedad Civil en la crisis se busc una relacin entre la forma de participacin en las luchas populares y la expresin organizativa, teniendo como base la certeza, obtenida a lo largo del trabajo, de que la democratizacin de la vida en la mayor(a de pases, est ligada al proceso de activacin y autonomizacin de las clases populares y no a la instauracin de estados constitucionalmente liberales y socialmente oligrquicos que se formaron con la independen-cia. En otras palabras, buscar cmo se vienen construyendo procesos contrahegemnicos en la articulacin de organizaciones populares -sindicatos, movimientos urbanos, etc.- que integran "la red de ins-tituciones dentro de las cuales se desarrolla el proceso revolucionario".

    En espera de tal investigacin, se fue rastreando en la mayora de monogratlas dos situaciones poco trabajadas, por lo inditas, en la regin: . lbs poderes populares constituidos en las regiores controladas por los movimientos revolucionarios donde se desarrolla una intensa lucha armada, que seran los casos de Guatemala y El Salvador y el caso nicaragense, especialmente a partir