Calderón Rodelo - De Cómo Uno Se Vuelve Una Disidente

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1 De cómo uno se vuelve una disidente Pinina Flandes /Yecid Calderón Rodelo Cuando era pequeña constituía mi realidad de hombre como varón, a pesar de que sentía de modo diferente. Los lineamientos impuestos sobre mi cuerpo, en una sociedad racista, clasista, sexista y heterosexuada, me hicieron pensar que mi relación con el género masculino me constituía sustancialmente (deontológicamente). Asumí que mi cuerpo tenía un deber ser, un modo unívoco, exclusivo, homogéneo al ser interpretado. Pero, al ir por la calle, notaba que los vecinos murmuraban, me señalaban y se reían de mi afeminamiento, mi cuerpo estaba desencajado de la norma, algo en mí (que yo desconocía) me convertía en objeto de un estigma sobre mi condición sexual (para entonces, ni siquiera me había percatado que todo aquello tenía que ver con conductas y prácticas sexuales determinadas por tabúes, vergüenzas sobre el sexo); mi cuerpo no me correspondía y mi subjetividad se des-centraba de los cánones señalados por una sociedad que, hoy en día, comprendo como efecto y producto de una régimen colonial hetero/patriarcal/capitalista y global[1]. Ahora, luego de un arduo y largo trabajo por intentar asimilarme a esas formas dominantes de producción de subjetividad y cuerpo, he permitido que emerja en mí aquello que siempre había reprimido, razón por la cual, hoy, más que hombre, soy un cuerpo en construcción y una subjetividad en devenir, un sujeto/cuerpo[2] que expresa desde su lugar particular; no estoy hecha, no me termino de relacionar con un género determinado en una correspondencia de identidad exacta y uso el artículo femenino para generar una fisura en el lenguaje, poniendo en tensión el habla cotidiana; manejo metonimias de género en el vestido e irrumpo con un toque de ironía en algunos espacios públicos; no me identifico con la mujer, pero, me refiero a mí como si fuera una “ella” porque, al enunciarme como sujeto femenino, se crean rupturas y se demuestra la precariedad del lenguaje binarista a la hora de determinar ciertos cuerpos extraños, des-centrados, excéntricos. Juego con ello para comprobar el modo en que se privilegian ciertos cuerpos respecto de otros, así como ciertas subjetividades respecto de otras, en las prácticas sociales y en las estructuras políticas del mundo contemporáneo capitalista/global. Esta praxis paródica del lenguaje, a través de una performatividad[3] que se instala en el corazón de lo cotidiano, confirma las formas del pensamiento sujetas a regímenes de disciplinamiento ponderados por la modernidad, es decir, revela los modos de una dominación vigente moderna que aún se mantiene como estructura de las relaciones de producción social, de conocimiento y de instituciones políticas. En ese sentido nos suscribimos a los pensadores de la teoría decolonial (giro decolonial) en cuanto que se considera que, el mundo globalizado y en creciente exclusión de privilegios, es un mundo en el cual se replican estructuras centro-periferia que producen modos de sujetos, de cuerpos, de prácticas sociales y políticas que operan en función de posiciones de privilegio y posiciones de subordinación establecidas por la dominación o colonización del mundo por parte de Europa[4]. Estas posiciones, al sostenerse estructuralmente en las prácticas sociales y políticas de la globalización, mantienen los modelos hoy cuestionados de la modernidad, entendida ésta como expansión colonialista de Europa sobre el mundo. En ello conservamos la consonancia con la teoría de la decolonialidad, según la cual “el capitalismo global contemporáneo resignifica, en un formato posmoderno, las exclusiones provocadas por jerarquías epistémicas, espirituales, raciales/étnicas y de género/sexualidad desplegadas por la modernidad”[5]. Mediante el laboratorio performático Pinina Flandes acudo en persona a la tensión que provoca la diferencia radical en el campo del género y de la sexualidad, tensión que se manifiesta de distintas formas según sea el caso de cada subjetividad interpelada, pero, manifiesta mediante sentimientos de reprobación que atraviesa sutilmente las relaciones con el extraño des-centrado. El juego dialéctico entre centro-periferia, sostenido por la teoría decolonial como una estructura moderna que gobierna las prácticas sociales y políticas (epistémicas, ontológicas) actuales, muestra relaciones de jerarquía en cuyo análisis no se puede excluir término alguno que enuncie las categorías claves de sus empoderamientos y subordinaciones, de ahí que, muchas veces, nos encontremos con encadenamientos de categorías como este: sistema mundo capitalista/patriarcal moderno/colonial o este otro encadenamiento: grupo latino/latinoamericano modernidad/colonialidad; se alude a estos encadenamientos porque no omiten aquellos marcadores o signaturas por los que operan formas de represión, de exclusión y de rechazo que es preciso desactivar, toda vez que la modernidad ha demostrado, con creces, su capacidad violenta y destructiva como proyecto civilizatorio. Entendido ésto podemos señalar que, desde el análisis de esta teoría, se da cuenta de una jerarquía --incrustada en una gran y compleja heterarquía de poderes--- en la que el género y la sexualidad son tenidos en cuenta, en lugar de ser

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Reflexiones en torno de la disidencia sexual y el activismo político.

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    De cmo uno se vuelve una disidente

    Pinina Flandes /Yecid Caldern Rodelo

    Cuando era pequea constitua mi realidad de hombre como varn, a pesar de que senta de modo diferente. Los lineamientos impuestos sobre mi cuerpo, en una sociedad racista, clasista, sexista y heterosexuada, me hicieron pensar que mi relacin con el gnero masculino me constitua sustancialmente (deontolgicamente). Asum que mi cuerpo tena un deber ser, un modo unvoco, exclusivo, homogneo al ser interpretado. Pero, al ir por la calle, notaba que los vecinos murmuraban, me sealaban y se rean de mi afeminamiento, mi cuerpo estaba desencajado de la norma, algo en m (que yo desconoca) me converta en objeto de un estigma sobre mi condicin sexual (para entonces, ni siquiera me haba percatado que todo aquello tena que ver con conductas y prcticas sexuales determinadas por tabes, vergenzas sobre el sexo); mi cuerpo no me corresponda y mi subjetividad se des-centraba de los cnones sealados por una sociedad que, hoy en da, comprendo como efecto y producto de una rgimen colonial hetero/patriarcal/capitalista y global[1].

    Ahora, luego de un arduo y largo trabajo por intentar asimilarme a esas formas dominantes de produccin de subjetividad y cuerpo, he permitido que emerja en m aquello que siempre haba reprimido, razn por la cual, hoy, ms que hombre, soy un cuerpo en construccin y una subjetividad en devenir, un sujeto/cuerpo[2] que expresa desde su lugar particular; no estoy hecha, no me termino de relacionar con un gnero determinado en una correspondencia de identidad exacta y uso el artculo femenino para generar una fisura en el lenguaje, poniendo en tensin el habla cotidiana; manejo metonimias de gnero en el vestido e irrumpo con un toque de irona en algunos espacios pblicos; no me identifico con la mujer, pero, me refiero a m como si fuera una ella porque, al enunciarme como sujeto femenino, se crean rupturas y se demuestra la precariedad del lenguaje binarista a la hora de determinar ciertos cuerpos extraos, des-centrados, excntricos. Juego con ello para comprobar el modo en que se privilegian ciertos cuerpos respecto de otros, as como ciertas subjetividades respecto de otras, en las prcticas sociales y en las estructuras polticas del mundo contemporneo capitalista/global.

    Esta praxis pardica del lenguaje, a travs de una performatividad[3] que se instala en el corazn de lo cotidiano, confirma las formas del pensamiento sujetas a regmenes de disciplinamiento ponderados por la modernidad, es decir, revela los modos de una dominacin vigente moderna que an se mantiene como estructura de las relaciones de produccin social, de conocimiento y de instituciones polticas. En ese sentido nos suscribimos a los pensadores de la teora decolonial (giro decolonial) en cuanto que se considera que, el mundo globalizado y en creciente exclusin de privilegios, es un mundo en el cual se replican estructuras centro-periferia que producen modos de sujetos, de cuerpos, de prcticas sociales y polticas que operan en funcin de posiciones de privilegio y posiciones de subordinacin establecidas por la dominacin o colonizacin del mundo por parte de Europa[4].

    Estas posiciones, al sostenerse estructuralmente en las prcticas sociales y polticas de la globalizacin, mantienen los modelos hoy cuestionados de la modernidad, entendida sta como expansin colonialista de Europa sobre el mundo. En ello conservamos la consonancia con la teora de la decolonialidad, segn la cual el capitalismo global contemporneo resignifica, en un formato posmoderno, las exclusiones provocadas por jerarquas epistmicas, espirituales, raciales/tnicas y de gnero/sexualidad desplegadas por la modernidad[5]. Mediante el laboratorio performtico Pinina Flandes acudo en persona a la tensin que provoca la diferencia radical en el campo del gnero y de la sexualidad, tensin que se manifiesta de distintas formas segn sea el caso de cada subjetividad interpelada, pero, manifiesta mediante sentimientos de reprobacin que atraviesa sutilmente las relaciones con el extrao des-centrado.

    El juego dialctico entre centro-periferia, sostenido por la teora decolonial como una estructura moderna que gobierna las prcticas sociales y polticas (epistmicas, ontolgicas) actuales, muestra relaciones de jerarqua en cuyo anlisis no se puede excluir trmino alguno que enuncie las categoras claves de sus empoderamientos y subordinaciones, de ah que, muchas veces, nos encontremos con encadenamientos de categoras como este: sistema mundo capitalista/patriarcal moderno/colonial o este otro encadenamiento: grupo latino/latinoamericano modernidad/colonialidad; se alude a estos encadenamientos porque no omiten aquellos marcadores o signaturas por los que operan formas de represin, de exclusin y de rechazo que es preciso desactivar, toda vez que la modernidad ha demostrado, con creces, su capacidad violenta y destructiva como proyecto civilizatorio.

    Entendido sto podemos sealar que, desde el anlisis de esta teora, se da cuenta de una jerarqua --incrustada en una gran y compleja heterarqua de poderes--- en la que el gnero y la sexualidad son tenidos en cuenta, en lugar de ser

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    silenciados u omitidos, como ocurre en el discurso de otros anlisis sociales ubicados dentro de la epistemologa impuesta por la misma colonizacin del saber que opera a travs de la universidad y la academia. Las relaciones de jerarqua establecidas a partir de marcadores tnico/raciales y de gnero/sexuales, por el patriarcado/capitalista del sistema mundo, permiten afirmar, de entrada, que el asunto de la colonialidad no est acabado y que no asistimos a una globalizacin que realiza la pluralidad de una democracia avanzada sino que, por el contrario, acudimos a una reproduccin global de la colonizacin mediante el sostenimiento de jerarquas que operan, explcita e implcitamente, a travs de marcadores con los que se determinan complejos entramados de empoderamiento y de subordinacin[6]. Es en esta comprensin de las exclusiones y de las represiones de formas diversas, en cuanto al asunto de gnero y de sexualidad, en la que me interesa aportar e incidir mediante el performance.

    Como es sabido ---gracias a estudios de algunos intelectuales que se han opuesto al social-conformismo terico que opera en el mbito del anlisis social--- la colonialidad es un modo especfico de produccin social, erigido sobre un tipo especfico de economa y de cultura, todo articulado perfectamente con asuntos de raza/etnia, clase/riqueza, gnero/sexualidad, ubicados como despliegues de la forma estructural de la modernidad, a saber, la relacin jerrquica centro/periferia. Esta forma de produccin social se rige por la acumulacin de riqueza, objetivo que funge como una de las bases de configuracin social y de poderes, no suficiente para explicar los fenmenos de exclusin, negacin y rechazo de ciertos sujetos/cuerpos, pero clave en la construccin de imbricados tejidos de poder en los que se dan privilegios a unos y se les restan a otros. De esta manera la produccin y acumulacin de riqueza es entendida como una de las grandes bisagras que, sumada a otras, producen un complejo entramado o red, en las prcticas sociales globales y en las configuraciones de la dominacin heteropatriarcal/global; al respecto Ramn Grosfoguel seala: Debemos entender que el capitalismo no slo es un sistema econmico (paradigma de la economa-politica) y tampoco es un sistema cultural (paradigma de los estudios culturales/poscoloniales en su vertiente anglo), sino que es una red global de poder, integrada por procesos econmicos polticos y culturales, cuya suma mantiene todo el sistema[7].

    En este contexto se puede comprender el valor de devenir Pinina Flandes desplegando dispositivos de comunicacin y resistencia, usando plataformas de difusin de pensamiento crtico, invitando e inoculando ideas de indocilidad, para hacer del performance un arma revolucionaria[8]. Es esta performatividad la que apunta a la construccin de lugares de enunciacin diversos que cuestionan prcticas cotidianas de dominacin hetero/patriarcal; lugares que permiten minar, desgastar, los hilos de poder en sectores de la gran retcula de dominacin que se impone en la sociedad del sistema mundo capitalista vigente.

    Con este performance logro revelar, desentraar, formas de poder propios de la modernidad, heterarqua compleja de dominacin a partir de varios marcadores, uno de ellos, la sexualidad. Se pretende con ello ayudar, contribuir a la descolonizacin que promueve el grupo de estudios de la decolonialidad; una descolonizacin que, en palabras de Ramn Grosfoguel tendr que dirigirse a la heterarqua de las mltiples relaciones raciales, tnicas, sexuales, epistmicas, econmicas y de gnero que la primera descolonizacin (se refiere a la independencia de las repblicas latinoamericanas en el siglo XIX) dej intactas[9]. Esta es la consigna bajo la cual el laboratorio performtico se ejecuta desde varias estrategias comunicacionales en las redes sociales.

    Otro factor que se problematiza y se muestra a la luz es el asunto de que la posmodernidad, no tiene ningn efecto real sobre una sociedad perifrica como la nuestra, o sea, Amrica Latina, lo cual nos lleva a asumir que la modernidad no ha sido superada en la historia, como pretende sealar la posmodernidad, sino que ha permanecido intacta en las formas especficas y concretas de las relaciones de poder y dominacin entre sujetos/cuerpo. Por ello, antes de presuponer que la modernidad ha cado y se ha desmoronado, indicamos que, bajo ese alud de sus supuestos escombros, siguen las mismas prcticas de colonialidad vigentes a travs de sistemticas formas de privilegios y exclusiones, con un juego de marcadores o signaturas en cadena como el siguiente: patriarcado/racista//eurocentrado/burgus/heterosexual/clasista/falogocntrico/machista/homofbico/transfbico. Todo lo cual nos indica que la globalizacin no es la inauguracin de un sistema mundial que efecta el fin de las dominaciones arbitrarias, sino que es, ms bien, la continuidad del proyecto colonial, mediante la reproduccin a escala global de formas extremas de exclusin y de empoderamientos efectivos, complejos y heterrquicos, de un puado de hombres, igualados por el derecho, sobre inmensas mayoras plurales y diversas, ajenas a las formas de legitimidad del poder y objetos de violencia brutal.

    La teora decolonial sirve de plataforma de comprensin de los fenmenos sociales complejos que encontramos en latitudes distintas y distantes de la europea/norteamericana, construidas sobre esquemas heterrquicos de poder y de exclusiones. La tica, la poltica, la moral que, mediante la ontologa, la epistemologa, la esttica, erigieron al hombre europeo como el humano ejemplar, como la humanidad por antonomasia, como el modelo general del hombre, han

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    sido slo sistemas ideolgicos, establecidos localmente, pero dados a la venta como universales, cuando, en realidad, no son ms que esquemas sesgados de tica, de poltica y de moral, fundamentados en modos de produccin de pensamiento y de cultura muy tiles a la dominacin del macho blanco heterosexual europeo. Por ello afirmamos que, ante la posmodernidad y la gran plyade de pensadores europeos que viajan por el mundo llenando auditorios, sucumbimos tan slo como meros consumidores de ideas generalizadas de prisa y dadas, manipuladamente, como muy pertinentes para la comprensin de nuestra realidad actual y universal. Por ello, consideramos relevante la emergencia de sujetos/cuerpos en franca resistencia con estas sutiles formas de produccin social y cultural que no modifican el sistema de opresin y de exclusin de la modernidad. Proponemos, como labor necesaria, generar una visibilidad de las signaturas o marcadores que establecen el trmino clave para reconocer modos especficos de dominaciones, lo cual significa, identificar lugares de produccin de sujetos subordinados, articulados en la heterarqua de dominacin correspondiente a la estructura centro-periferia, propia de la modernidad.

    Al demostrar y promover ests formas de comprensin de la realidad social y poltica (de paso esttica y ontolgica) ayudamos a desvirtuar el ya desprestigiado mito de que estamos asistiendo al comienzo de una globalizacin capitalista que garantiza el bienestar para la mayora ya que, si no se superan las formas de dominacin de la modernidad, mantendremos las estructuras de dominacin de la colonialidad en medio de un mundo globalizado. Adherirnos a estas posturas dominantes significara que estamos dando razn al capitalismo y su radical hegemona, conservando las formas de exclusin y de violencia propias de sociedades represivas, sujetas a la tradicin y a sus modos recurrentes de maltrato y violacin de derechos incondicionales de la persona. Podemos, por el contrario, pensar que es posible despojarse de los prejuicios con los que han performado nuestra subjetividad y alertar nuestra deliberacin; pensar el significado de democracia, la pertinencia de una apertura a horizontes reflexivos que nos ayuden a construir una simblica menos sujeta a la exclusin, pensar acerca de la discriminacin y la falta de privilegios de ciertos sujetos excntrico o descentrados en las prcticas sociales, relacionar estas formas de dominacin con el sistema de produccin de capital, construir propuestas de sentido en modos diversos, generar quiebres, fisuras y ayudar a que se desmoronen las ideas represivas que impiden la existencia de un pensamiento como proceso de liberacin y, en la medida de lo posible, como prctica de la libertad, es decir, un pensamiento que establece acciones (performances) libertarias y efectivas[10].

    El asunto es que, en la poltica, el tema del gnero ha sido algo que se ha subestimado por considerarlo menos urgente que otro tipo de reivindicaciones sociales, reivindicaciones de gentes que han sido excluidas por otro tipo de marcadores distintos a las de la sexualidad, por ejemplo, de raza, de clase, de gnero. Marx hizo una filosofa desde el punto de vista de una economa capitalista para liberar al obrero, al campesino, al pobre; el feminismo, aprendiendo de Marx, hizo una filosofa para las mujeres; Frantz Fanon, haciendo lo mismo, cre un pensamiento que intentaba comprender la exclusin de los negros, y ahora los cuerpos "cuir"[11], los ex-cntricos, buscamos unos pensamientos que permitan hablar de estas corporalidades que no logramos encajar en las funciones de rol de gnero convencionales y que, a los ojos de la heteronormatividad, se presenta como un asunto bizarro, algo as como meros maricones y locas con ganas de llamar la atencin.

    En vez de ello, se trata de mostrar que no somos un grupo de personas ex cntricas porque se nos dio el antojo de hacer una disidencia, algo as como un capricho de gente ansiosa de visibilidad. Nuestra ex -centricidad es la denuncia y la resistencia de formas predeterminadas de rol, de performatividades que van constituyendo sujetos y cuerpos, estilos y modos de ser, estableciendo hegemonas del rol, es decir, dominaciones de unas sexualidades correctas sobre otras consideradas incorrectas, distincin que apela a argumentos llenos de sofismas y de prejuicios religiosos que el pensamiento decolonial, la filosofa de la liberacin y el posfeminismo hoy nos permiten impugnar. El argumento ms destacado dentro de estas consideraciones es la famosa falacia naturalista que pretende considerar que en el reino de lo humano hay cosas que son naturales, cuando, en realidad, son normas y convenciones establecidas por la fuerza de la costumbre. Contra esa forma preestablecida y prejuiciosa que nos considera monstruosidades y abyecciones, fruto de la decadencia social, luchamos, peliamos y decimos: nuestra abyeccin no existe, no somos sujetos/cuerpos que exceden o sobran, no somos el bagazo social, el afrecho de la poltica, pues, tal consideracin es slo fruto de una cierta incapacidad de comprender la realidad articulada geopolticamente segn paradigmas de dominacin, colonizacin y despojo; abyeccin sobre nos-otras originada en una cierta incapacidad propia de mentes estrechas, sectarias, segregacionistas y discriminativas, mentes del blanco macho europeo soberbio y vergonzante.

    Ahora bien, los marcadores o signaturas que se establecen sobre los cuerpos raros o ex cntricos, funcionan desde la norma, pero, como ya hemos dicho, no slo aluden a un aspecto de los cuerpos y de los sujetos que cuestionan y segregan; casi todas las veces, como en mi caso, el asunto es ms complejo toda vez que la discriminacin opera, no slo mediante un marcador o signatura, sino mediante varios marcadores establecidos transversalmente por la moral

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    dominante y por las formas sexuales deontolgicas y estticas convencionales. Yo no he sido un sujeto/cuerpo socialmente privilegiado, provengo de una familia humilde, pobre, por lo cual se me tacha de emergente en un intento de despolitizar mi lucha y de despojarla de relevancia en el mbito pblico; el clasismo quiere operar en m como factor de depotenciacin del nimo transgresor en muchos crculos acadmicos, sociales, artsticos, etc; aunque no lo logra porque, justamente, mi lucha establece el lugar desde el que enuncio sin pretender camuflar u ocultar el locus social desde el que yo hablo; smese a eso el racismo, propio de quien sobrevalora la belleza blanca, por considerarla prestante: andar entre blancos es un plus social y ms si se tiene el fenotipo adecuado, en mi caso parezco una beduina nortsahariana, delgada, con barba, nariz protuberante, en fin; al lado de un camello no hay diferencia entre una beduina y mi persona, cosa que, en vez de deshonrarme, me conecta con mundos que tambin han sido excluidos y denostados racial y corpo-polticamente, con los cuales mi subjetividad y mi cuerpo encontraran una cierta equivalencia en tanto que sujetos/cuerpo perifricos. Dado ese marcador de raza, lo bizarro de mi propuesta me ha llevado a ser tachado, incluso en el mismo mbito de los travestis, como alguien de esttica grotesca que desprestigia al travestismo, porque asumen que el canon de belleza es el que venden los medios de comunicacin-dominacin: gentes blancas, burguesas y europeizadas; a esto hay que sumarle otro marcador relacionado con el asunto de gnero, de rol, de heterosexualidad, que tambin preconiza una forma de sexualidad viril, varonil, de macho. Toda esta transversalidad de marcadores es lo que me impulsa a performar, a resistir de otra manera, es decir, devenir Pinina Flandes.

    Los marcadores segregacionistas se reflejan en todos los mbitos, incluyendo el mbito acadmico. En este lugar la enunciacin del varn, blanco, europeo, sigue siendo privilegiada. La voz con la que se construyen textualidades es una voz de hombre, flica, logocntrica, dominante. El modo mismo de la argumentacin es agnico; se despliega como una lucha de poderes donde el ms fuerte vence y domina, en este caso, con-vence. La articulacin del logos acadmico est ceida a la centralidad masculina, fuertemente heterosexuada, en la que el debate se constituye a partir de los errores de otros, mientras se ejerce un saber como poder-dominacin y una informacin eurocentrada. A travs de teoras social-conformistas, es decir, vinculadas a las escuelas de moda (la posmodernidad, por ejemplo) los acadmicos subestiman el trabajo de algunos intelectuales crticos que ponen el dedo en la llaga al evidenciar marcadores de exclusin como la raza, la procedencia social, la sexualidad, mediante la conspiracin ms audaz entre editorial, crculo acadmico y teora descarnada, ajena a la realidad poltica y social en medio de la cual se produce el saber; se publica a los logocentrados, el resto queda excluido, el saber se confunde dejando de ser concebido como producto de procesos histricos, geopoltica y corpo-polticamente[12] situados; el conocimiento se consolida como si fuera algo propio de lites, una forma nica que instituye la mayora de eruditos europeizados, cuyo perfil se establece por ritualidades y performatividades de varones heterosexuales, sin cuestionar su lugar de enunciacin, ubicado en medio de innegables exclusiones; con ello se dificulta ver la realidad como un campo infinitamente habitable, desde el cual nos corresponde ejercer la labor de sujeto crtico, en proceso de emancipacin.

    Todo esto es lo que significa el trabajo performtico del Laboratorio Pinina Flandes, un experimento en el que el saber se torna encuentro, en lugar de logomaquia; la esttica se vulgariza al extremo para mostrar la banalidad de lo kitsch y el valor de estticas des-centradas, anormales o ex cntricas; la tica se convierte en exposicin e mpetu des-centrador del s mismo sobre s mismo, al indicarse la radical diferencia de la subjetividad mltiple (no monoltica) y en construccin, abierta, en devenir; la academia se des-centra para abrirse a dispositivos de inoculacin de informacin disidente, una especie de memes informtivos ex -cntricos; la heterosexualidad se cuestiona en todos los mbitos y se denuncia el carcter falogocntrico que atraviesa la produccin de saber y de cultura, favorable y propicia a un modo de produccin capitalista global, depredador, sostenido sobre la miseria, la opresin y la represin de mayoras mediante heterarquas de relacin. Esta es la pertinencia y este es el sentido de este laboratorio que me ha llevado a transformar mi estatus de varn pobre, moreno, feo, latino, ladino y de sexualidad diversa, en una femenina y abrupta disidencia.

    BILOGRAFA:

    ALTHUSSER, La filosofa como arma de la revolucin, Siglo XXI, vigesimoprimera edicin, Mxico, 2010.

    BUTLER, Judith: Cuerpos que importan: sobre los lmites materiales y discursivos del sexo, Paids, Mxico, 2002.

    CASTRO-GMEZ, Santiago y GROSFOGUEL, Ramn, Comp., El giro descolonial, Siglo del Hombre, Universidad Central, Instituto de Estudios Sociales Contemporneos y Universidad Javeriana, Instituto Pensar, Bogot, 2007

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    CORNEJO, Giancarlo, en La guerra declarada contra el nio afeminado. Una autoetnografa queer en conos, revista de ciencias sociales. N., 39, FLACSO, Quito, 2011.

    FOUCAULT, La hermenutica del sujeto, F.C.E, Mxico, 2002

    FANON, Frantz, Los Condenados de la Tierra, F.C.E, Mxico, 1963.

    GIACCAGLIA, Ma.; MNDEZ, Laura y otros autores: Sujetos y modos de subjetivacin en Ciencia Docencia y Tecnologa Vol., XX, N.,38, Universidad Nacional de Entre Ros, Argentina, 2009.

    GROSFOGUEL, Ramn: La Descolonizacin de la Economa Poltica y los Estudios Postcoloniales, Transmodernidad, pensamiento fronterizo y colonialidad global en Grupo decolonial de traduccin, (Visitado en agosto de 2013)

    _____________________La descolonizacin del conocimiento: dilogo crtico entre la visin descolonial de Frantz Fanon y la sociologa descolonial de Boaventura de Soussa Santos en (Vistado en agosto de 2013).

    RABINOVICH, Silvana, La huella en el palimpsesto, lecturas sobre Levinas, Universidad Autnoma de la Ciudad de Mxico, Mxico, 2005

    ROITMAN, Marcos, El pensamiento sistmico, los orgenes del socialconformismo, Siglo XXI, CEIICH-UNAM, Mxico, 2004

    [1] Aludimos, con esta cadena de categoras, a las formas en que se han visibilizado sujetos/cuerpos en el mbito de produccin de conocimiento social y que la teora de las decolonialidad ha puesto en uso para no omitir esos lugares no tematizados por los estudios sociales tradicionales, eurocentrados y falogocntricos. Aprovecho para aclarar que toda mi propuesta performtica se nutre de la amistad y el trabajo guiado con Ramn Grosfoguel (Berkeley, Universidad de California), uno de los tericos del pensamiento decolonial. Igualmente mi propuesta bebe de la filosofa de la liberacin de Enrique Dussel (UNAM), del anlisis social de Marcos Roitman Rosenmann (Complutense de Madrid) y de los anlisis utopolgicos de Horacio Cerutti Guldberg (UNAM), todos ellos amigos cercanos que animan a continuar en esta lnea de crtica y de anlisis poltico-esttico y de prcticas culturales descentradas. Tambin es importante sealar que este trabajo ha recibido el respaldo de varias autoras feministas como Ran Lozano de la Pola, Marisa Belasteguigoitia y Helena Lpez del PUEG-UNAM.

    [2] Sujeto/cuerpo es una categora propuesta en mi trabajo doctoral para aludir a los cuerpos y su subjetividad, sin entrar en el problema de quien causa a quien o de la relacin causal entre subjetividad y cuerpo, pues, los dos son, para nuestra propuesta, un solo complejo, una unidad.

    [3] Entendemos performatividad en el mismo sentido que lo establece Judith Butler: Cfr, Judith Butler, Cuerpos que importan: sobre los lmites materiales y discursivos del sexo, Paids, Mxico, 2002, pgs. 18 y ss.

    [4] Cfr: Ramn Grosfoguel: La Descolonizacin de la Economa Poltica y los Estudios Postcoloniales, Transmodernidad, pensamiento fronterizo y colonialidad global en Grupo decolonial de traduccin, (Visitado en agosto de 2013)

    [5] Santiago Castro-Gmez, y Ramn Grosfoguel, editores El giro decolonial: reflexiones para una diversidad epistmica ms all del capitalismo global Ed. Siglo del Hombre, Universidad Central, Instituto de Estudios Sociales Contemporneos y Pontifica Universidad Javeriana, Instituto Pensar, Bogot, 2007, pp, 14.

    [6] Ibid. Concebimos la nocin de heterarqua como un complejo entramados de relaciones de poder y subordinacin heterogneo, es decir, que no son slo jerarquas de raza, sino que se entremezcla con jerarquas de clase social, gnero y prcticas sexuales, haciendo un complejo entramado de diversos empoderamientos y subalternancia segn los marcadores puestos en juego en cada caso del sujeto/cuerpo.

    [7] Castro-Gmez y Grosfoguel, Op.Cit., pp., 18.

    [8] Referencia a la obra de Louis Althusser: La filosofa como arma de la revolucin, Siglo XXI, vigesimoprimera edicin, Mxico, 2010.

    [9] Castro-Gmez y Grosfoguel, Op., Cit., pp., 17.

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    [10] Distingo proceso de liberacin de prcticas de la libertad, siendo las dos categoras centrales en dos corrientes de pensamiento contemporneo; la primera se ubica como eje de la filosofa de la liberacin segn la cual el pensamiento habra de destruir la ontologa moderna por su fosilizacin (a la manera en que Heidegger cuestiona el ser al mencionar el olvido de la pregunta por el Ser); destruccin en el sentido de recuperar el sentido de la pregunta por el ser desde otro modo que la tradicin ontolgica de occidente; as mismo, la bsqueda, por ejemplo, en Dussel, sobre una tica ontolgica, inspirada en Levinas, lo lleva a plantear que el papel del pensador, ubicado geopolticamente, no puede incurrir en la asimilacin de lo mismo del ser que propone el pensamiento europeo, sino que, al estar ubicados ms all de la franja abisal (Fanon haba analizado como estructural de la modernidad la existencia de zonas antitticas del ser y del no-ser [centro- periferia] asunto que Carl Schmitt tambin establece en El gnomos de la tierra y que hoy ha sido retematizado por Boaventura de Sousa Santos y el pensamiento decolonial) nos ubicamos en una geopoltica que desestima la produccin de pensamiento de la periferia, pues, al surgir en terreno brbaro, salvaje (perifrico, o sea, ms all de la lnea del ser o de la franja abisal) requiere, para adquirir el estatuto de pensamiento filosfico como tal, suscribirse al pensamiento europeo y sus dictmenes. La liberacin, entendida como proceso, seala la aurora de un pensamiento propio latinoamericano en consonancia con el pensamiento de otros lugares perifricos como frica y Asia. De otro lado, prcticas de la libertad es una categora estrictamente foucaultiana, la cual se comprende como el ejercicio de apertura a un horizonte negado, en esto Foucault asume que los procesos de liberacin son una prctica de la libertad, aunque guarda cierto recelo en la categora porque en ella puede presuponerse la existencia de una naturaleza negada que luego puede ser afirmada, lo cual es un exabrupto en el pensamiento foucaultiano dado que, justamente, lo que ponen en tela de juicio las prcticas de la libertad son los fijismos sustancialistas basados en la idea de la existencia de una naturaleza; Foucault evita caer en la falacia naturalista mencionada en este ensayo-- por lo cual toma con pinzas la categora proceso de liberacin, aunque le da el mismo estatus de prctica de la libertad si se seala las advertencias de no incurrir en esencialismos de tipo tnico-antropolgico y/o poltico. Cfr: Entrevista con Michel Foucault realizada por Ral Fornet-Betancourt, Helmut Becker y Alfredo Gmez-Muller el 20 de enero de 1984, en la Revista Concordia, N. 6 (1984), Materialis Verlag, Frankfurt a. M., 1983pp., 96-116.

    [11] Usamos una nomenclatura propuesta por Sayak Valencia en varias de sus conferencias y seminarios. La misma es la autora del libro Capitalismo Gore con el cual compartimos varios puntos de encuentros y consonancias. Cfr: Sayak Valencia Capitalismo gore, Melusina, Barcelona, 2010.

    [12] Cfr: Santiago Castro-Gmez y Ramn Grosfoguel, Op. Cit., pp., 71.

    Leer ms: http://pininaflandes.webnode.mx/performanceyarte/de-como-uno-se-vuelve-una-disidente/

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