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cajón de sastre En La paz (Tusquets, pp. 66-67), Ernst Jünger escribió sobre nuestro santo patrono Heródoto: Heródoto vivió en un tiempo en que la consciencia helénica estaba desarrollándose a pasos de gigante. Nació en Halicarnaso, ciudad del Asia Menor, y pasó gran parte de los años de su vida realizando viajes que a menudo lo llevaron a regiones en las que aún hoy resulta difícil penetrar o vuelve a ser difícil hacerlo. Estuvo en Babilonia, ciu- dad que ocupaba un espacio inmenso; en su muralla cuadrada se abrían cien puertas de bronce y en lo alto de ella podían cruzarse las cuadrigas. Doscientas cincuenta to- rres la defendían. Mucho antes de que Alejandro Magno llegase a esa ciudad los ojos de Heródoto se habían posado sobre aquel paradigma del poder mágico. De Babilonia dice Heródoto que "es más bella que todas las ciudades que yo he visto" -ya estaba en decadencia, sin embargo, y Jerjes ya había robado la estatua del dios, una estatua que medía doce codos de altura, estaba hecha de oro macizo y se alzaba en el último piso de la famosa torre. En el norte Heródoto llegó hasta la región del mar Negro y en Egipto penetró has- ta Elefantina. Con su celo infatigable, que lo llevaba a recoger por doquier datos y co- nocimientos, abre el desfile de nuesuos grandes viajeros, que se prolonga hasta Vasco da Gama, Colón, Cook, Alejandro de Humboldt y sus sucesores. Frente a las expedi- ciones dirigidas únicamente a la guena y el botín y también frente a los comerciales viajes fenicios, en los viajes de Heródoto aparece una novedad, a saben que el puro descubrimiento proporciona un placer que compensa todas las fatígas y peligros. Un único motivo del viejo mundo resuena acaso en ellos: la peregrinación a los oráculos, santuarios y tumbas. Este motivo se ha conservado en Heródoto como una dote propia 173

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cajón de sastre

En La paz (Tusquets, pp. 66-67), Ernst Jünger escribió sobre nuestro santo

patrono Heródoto:

Heródoto vivió en un tiempo en que la consciencia helénica estaba desarrollándose a

pasos de gigante. Nació en Halicarnaso, ciudad del Asia Menor, y pasó gran parte de

los años de su vida realizando viajes que a menudo lo llevaron a regiones en las que

aún hoy resulta difícil penetrar o vuelve a ser difícil hacerlo. Estuvo en Babilonia, ciu-

dad que ocupaba un espacio inmenso; en su muralla cuadrada se abrían cien puertas

de bronce y en lo alto de ella podían cruzarse las cuadrigas. Doscientas cincuenta to-

rres la defendían. Mucho antes de que Alejandro Magno llegase a esa ciudad los ojos

de Heródoto se habían posado sobre aquel paradigma del poder mágico. De Babilonia

dice Heródoto que "es más bella que todas las ciudades que yo he visto" -ya estaba

en decadencia, sin embargo, y Jerjes ya había robado la estatua del dios, una estatua

que medía doce codos de altura, estaba hecha de oro macizo y se alzaba en el último

piso de la famosa torre.

En el norte Heródoto llegó hasta la región del mar Negro y en Egipto penetró has-

ta Elefantina. Con su celo infatigable, que lo llevaba a recoger por doquier datos y co-

nocimientos, abre el desfile de nuesuos grandes viajeros, que se prolonga hasta Vasco

da Gama, Colón, Cook, Alejandro de Humboldt y sus sucesores. Frente a las expedi-

ciones dirigidas únicamente a la guena y el botín y también frente a los comerciales

viajes fenicios, en los viajes de Heródoto aparece una novedad, a saben que el puro

descubrimiento proporciona un placer que compensa todas las fatígas y peligros. Un

único motivo del viejo mundo resuena acaso en ellos: la peregrinación a los oráculos,

santuarios y tumbas. Este motivo se ha conservado en Heródoto como una dote propia

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y le otorga una gravedad que lo preserva de la ciencia vana. En este aspecto Heródoto es superior a los que vienen después de él, pues conoce los límites que le están traza- dos al ser humano. Siempre sabe más cosas de las que relata.

El mundo que Heródoto investiga no sólo tiene una imagen expuesta a la luz, sino que posee además una imagen interior, escondida en celdas, criptas y misterios, unos fondos que el iniciado silencia.

Esta parte de la obra de Heródoto ha provocado sonrisas entre los eruditos y en ra- zón de ella han preferido a él un espíritu como Tucídides. Pero Heródoto se parece a esas escombreras que permanecen desatendidas durante mucho tiempo, hasta que se descubre en ellas un meral dorado de virtudes milagrosas. Ya Creuzer y Bachofen en- contraron en él un rico botín [...]

Ya Heródoto se percara con toda claridad del significado que posee el choque entre el este y el oeste. La impresión causada por un acontecimiento que nosotros califica- mos de "histórico-mundial" no puede basarse ni en su extensión ni en su duración; a eso habrá de agregarse un sentido simbólico que irradie su luz por encima de los tiem- pos y de los imperios. Es lo que ocurre en este caso; en el encuentro entre lo griego y lo orienral la libertad y el despotismo reclaman para sí un poder que concierne a toda persona singular y a todo tiempo.

Alemania recuerda la masacre de los hereros y pide perdón. Hace 100 años, en lo que es la actual Namibia, en el suroeste de África, los hereros se levantaron con- tra el colonialismo alemán. La represión (1904-1907), llevada a cabo por el gene- ral Lothar von Trotta y por el padre de Hermann Goering, costó la vida a 60 mil personas. "No hay herero bueno, sino muerto." Hannah Arendt no dudó en ver en esa erradicación un antecedente de los genocidios del siglo XX. El 12 de agos- to de 2004, la ministra alemana de cooperación participó en la conmemoración oficial en Namibia.

En Yekaterinenburgo, en el cuarto donde fue masacrada en julio de 1918 toda la familia imperial rusa y sus acompañantes, alguien escribió en alemán, en la pared, esos versos del famoso poema de Heine, "El banquete de Baltasar":

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Baltazar ward sdbiger Nacht

Von seinen Knechten umbegracht.

(En esa misma noche / Baltazar fue asesinado por sus servidores.)

Alfonso Reyes, diplomático en Francia, dejó análisis tan penetrantes como infor-

mados sobre los extranjeros en Francia, que 80 años después retoman una extraña

actualidad. Pueden leerse en su Misión diplomática, tomo I, México, Fondo de

Cultura Económica, 2001, pp. 299-306 y 447-470.

En 1940, los soviéticos procedieron a la eliminación física de más de 20 mil oficia-

les y suboficiales polacos; luego trataron de atribuir esa matanza selectiva a los

alemanes y hacerla contar entre los crímenes de guerra juzgados en Nürenberg.

Fallaron en su intento, no fueron tan exitosos como Henry VII, pero mantuvieron

su versión mentirosa hasta 1990. Mijaíl Gorbachov apunta en sus Memorias (Nue-

va York, Doubleday, 1996, pp. 480-481):

Después de la visita del general Jaruzelsid a Moscú en 1987, las labores de la comisión

soviético-polaca de historiadores, suspendidas desde 1974, se reanudaron. Necesitá-

bamos toda la verdad sobre la guerra soviético-polaca de 1920, la represión del partido

comunista por parte de Stalin y, en especial, sobre la masacre de Katyn, el punto más

doloroso para los polacos. (...) Ahora sabemos por qué las investigaciones anteriores

habían terminado en un callejón sin salida: los documentos habían sido destmidos por

órdenes de la dirigencia de la KGB en tiempos de A Shelepin. Los documentos encon-

trados por el grupo certificaban de manera indirecta pero convincente la responsabi-

lidad directa de Beria, Merkulov y sus colaboradores en el crimen del bosque de Ka-

tyn. Lo dije públicamente al entregar los documentos a Jaruzelsid el 13 de abril de

1990. (...) Encontramos hasta diciembre de 1991 el documento que implicaba direc-

tamente a los responsables de la masacre, unos días antes de mi salida de la presiden-

cia de la Unión Soviética (...) un memorándum de Beria (...) terminando con la reco-

mendación de ejecutar a todos los presos polacos. Esa última parte subrayada y

anotada con el lápiz azul de Stalin: "Resolución del Politburó" y las firmas "a favor

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-Stalin, Molotov, Voroshilov". (...) Mostré el documento a Yeltsin y a Yakovlev y decidimos entregárselo a los polacos. "Pero ahora, dije, ésa es su tarea, Boris Nikolaevich".

Boris Yeltsin no tardó en hacer la entrega. Sin embargo, Polonia tuvo que esperar hasta el verano de 2004 para conseguir el acceso a los expedientes de la investi- gación sobre Katyn y las otras fosas comunes cerca de Jarkov, en Ucrania. Eso anunció el 4 de agosto León Rieres, director del Instituto Polaco de la Memoria Nacional, en una visita a Moscú. Sin embargo, la justicia rusa, a diferencia de la justicia polaca, se niega a hablar de genocidio. La PGR rusa informó a la delegación polaca que todos los expedientes con los apellidos de las víctimas fueron destrui- dos en 1959 y que, por lo tanto, no será posible establecer la lista de las víctimas. Polonia sigue buscando a siete mil militares suyos muertos en "circunstancias des- conocidas". {Le Monde, Moskovskie Novosti, 6 de agosto de 2004.)

En 1951, Jean Paul Sartre, Simone de Beauvoir, Francis Jeanson y otros desarro- llaban en su revista Les TempsModemes una odiosa campaña contra Albert Camus, "lacayo del imperialismo yanqui". Fue cuando Sartre escribió: "Si usted [Camus] no quiere ni el comunismo ni el capitalismo, entonces no veo sino un solo lugar para usted: las islas Galápagos." Textual.

Fueron hallados en Kabul 22 mil objetos artísticos que se creían perdidos, vendi- dos o destruidos por los señores de la guerra y por los talibanes, y que habían sido escondidos en un sótano del centro de la capital afgana. {National Geographk, no- viembre de 2004.)

Pushkin comparaba a Pedro el Grande con Robespierre: "Una revolución desde arriba, el terror blanco." D. Merejkowsky veía en ese tsar a "un nihilista" y decía: "En Occidente, el papa-césar; en el Oriente, el tsar-papa, la misma herejía teo- crática, invertida. El problema: ¿quién es el jefe de la Iglesia, el papa de Roma o

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el basileus? Son dos dioses terrestres idénticos, dos usurpadores." ("Le tsar et la

révolution", en Mercure de France, París, 1907.)

Después del 26 de diciembre de 2004: el tsunami más antiguo de la historia (me- jor dicho, del cual tengamos mención) es el de 1480 antes de Cristo, provocado por la explosión de la caldera del volcán de la isla de Thera (Santorin) en el mar Egeo; causó la destrucción de la civilización minoense y, posiblemente, creó el mito de la Atlántida. Los primeros documentos japoneses relativos a los tsunamis son del año 684. Chile fue víctima de un terrible tsunami en 1562, Alaska en 1788, las islas Hawai en 1821, las Anrillas alrededor de 1850. En los 100 úkimos años, se registraron 796 tsunamis en el Pacífico (Laboratorio Tsunami de Novosibirsk), de los cuales la quinta parte tuvo lugar alrededor de Japón.

Recomendamos la lectura del ensayo-reseña de Charies Townshend intitula- do "Religión, War and Identity in Ireland". {Journal ofModem History, 2004-4,

pp. 882-902.)

Y hablando de religión, sugerimos la lectura de Tiempo de transiáones, de Jürgen Habermas (Madrid, Trotta, 2004), confrontada con la de Por una ética sin teología. Habermas como filósofo de la religan, de Juan Antonio Estrada (Madrid, Trotta, 2004).

La filosofía y la religión nos llevan al misterio del tiempo y del cosmos. "Un cam- bio en el nivel de gases del efecto invernadero congeló la Antártida hace 32 mi- llones de años", cuando había estado libre de hielo durante 150 millones de años. (Paloceano^aphy, diciembre de 2003.)

Y un clima subtropical reinaba en el Polo Norte hace 55 millones de años, anun- ciaron el 16 de noviembre de 2004, en Brema, los responsables científicos de la

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misión Arctic Coring Expedition (ACEX), financiada por un consorcio europeo. {Le Monde, 19 de noviembre de 2004.)

Fue detectada una colosal erupción generada por un agujero negro {Nature, prime- ra semana de 2005). En la imagen captada por el telescopio Chandra de la NASA se aprecia una colosal erupción que ha provocado un agujero negro supermasivo. Hay dos cavidades enormes, cada una de 600 mil años luz de diámetro, a los lados del agujero oculto. "Me asombró descubrir que una masa equivalente a 300 mi- llones de soles fue tragada", comenta Brian McNamara (Ohio University in Athens), autor del descubrimiento.

Con Tutankamón, quien reinó entre 1333 y 1323 antes de Cristo, regresamos a una escala temporal humana. Un equipo de radiólogos egipcios ha obtenido la primera imagen digital con los rasgos exactos del faraón. {El País, 7 de enero de 2005.)

Un par de agradecimientos:

Hace varios años que los servicios culturales de la Embajada de Francia en México sufragan las excelentes traducciones del francés al español realizadas por elCPTI.

El Foro Cultural México-Japón, presidido por Carlos Prieto, ha pardcipado generosamente al financiamiento de algunas de las traducciones del japonés en IstorZX.

Fe de erratas: en el número pasado de Istor registramos un par de errores. En el mapa de la página 9, dice "Japón ocupada" en lugar de "Japón ocupado". Por otro lado, omitimos el nombre del autor de The Japáñese and the Jesuits, J. F. Moran, en la página 99.

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