Caen pájaros literalmente del cielo. Libro de obras de teatro

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Caen pájaros literalmente del cielo (teatro) Maximiliano de la Puente

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Libro de obra de teatro del dramaturgo y director teatral argentino Maximiliano de la Puente

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Caen pájaros

literalmente

del cielo

(teatro)

Maximiliano de la Puente

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Agradecimientos

Este libro es el fruto de una gran cantidad de años de mi vida dedicados al teatro. Comencé a estudiar teatro a mis 19 años, allá por 1994, cuando no sabía qué hacer de mi vida. Y no es que ahora lo sepa, sino que simplemente de puro cabeza dura que soy, sigo persistiendo en esta actividad, tanto desde la escritura, como desde la dirección y la actuación, intentando generar aunque más no sean algunos minutos de ruptura de esa gran inercia predigerida en que puede convertirse a veces la vida cotidiana.

Por eso, deseo agradecer a aquellos con quienes me formé: Miguel Pittier, Gabriel Correa, Marcelo Bertuccio, Rafael Spregelburd y Rubén Szuchmacher.

A Alejandro Tantanián, por haberme apoyado en los distintos proyectos que intenté generar a lo largo de estos años, y por el generoso y bello prólogo que encabeza esta edición.

A los distintos equipos de trabajo (actores, escenógrafos, ilu-minadores, asistentes) de mis puestas, que me han brindado lo mejor de sí y me han permitido crecer artísticamente.

A mis padres, a mi hermano, a Francisco, gracias a los cuales soy. Y sé que con eso está todo dicho.

A L. mi compañera de vida a lo largo de estos últimos diez años, por iluminar mis días, en todos los sentidos posibles.

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Sobre el autor

Maximiliano de la Puente nació en Buenos Aires en 1975. Es dramaturgo, director teatral, actor y realizador audiovisual. Es Licenciado en Ciencias de la Comunicación, de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires. Entre 1998 y 2009, ha escrito más de veinte obras teatrales. Ha estudiado actuación, dramaturgia y dirección teatral con Rafael Spregelburd, Marcelo Bertuccio, Mauricio Kartun, Rubén Szuchmacher y Alejandro Tantanián.Como actor, ha participado entre otros espectáculos en: Bizarra, Una saga argentina y Fractal, una especulación científica de Rafael Spregelburd; Candy y El viaje de Mirna, con dramaturgia y dirección de Matías Feldman; y en Yace al caer la tarde y Diagnóstico: rotulismo, de autoría y dirección propia.En el año 2000 su obra teatral De la indolencia de él, fue distinguida por el Jurado con Mención de Honor en los Premios Estímulo a la Creación Literaria y Teatral, convocado por la Secretaría de Cultura de la Nación. Sus obras teatrales, Instantes en la noche fría y Caen pájaros literalmente del cielo, fueron seleccionadas en la 1ª Convocatoria Internacional de Textos Teatrales Breves, realizada por el Centro de Formación e Investigación Teatral La Casona, para efectuar un montaje de dichas obras, el cual se estrenó en noviembre de 2005 en la ciudad de Barcelona, España.Su obra teatral Yace al caer la tarde obtuvo el Primer Premio del 5to. Concurso Nacional de Obras de Teatro, Nueva Dramaturgia Argentina, organizado por el Instituto Nacional del Teatro, en

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marzo de 2004, y el Segundo Premio en el Concurso de Obras Inéditas de Teatro-Año 2003 del Fondo Nacional de las Artes. Fue publicada en el libro: Siete autores. La nueva generación, (Buenos Aires, Inteatro, Editorial del Instituto Nacional del Teatro, 2004). La obra permaneció en cartel entre los meses de abril y junio de 2006, en el Teatro del Pueblo. En noviembre de ese año estrenó como dramaturgo y director, el espectáculo Hecho para la ocasión, un homenaje al dramaturgo irlandés Samuel Beckett, en el Centro Cultural Rector Ricardo Rojas. Esta obra se realizó gracias a una coproducción entre el Centro Cultural Rector Ricardo Rojas, la Alianza Francesa y la Embajada de Francia en Argentina, en el marco del centésimo aniversario del nacimiento del escritor irlandés.En 2007 estrenó Diagnóstico: rotulismo, obra ganadora del Primer Concurso de obras teatrales Konex-Argentores para jóvenes autores. La obra se mantuvo en cartel entre octubre de ese año y septiembre de 2008, en Ciudad Cultural Konex, primero, y en la sala Puerta Roja, después, con muy buena recepción de crítica y público. Además ha escrito, junto con los directores y autores Martín Flores Cárdenas y Santiago Loza, Bajo cero, un espectáculo teatral que combina tres obras en una, tres miradas a partir de un mismo hecho ocurrido en julio de 2007, en la Ciudad de Buenos Aires. El proyecto obtuvo en 2009 una Beca Nacional de Creación en Teatro del Fondo Nacional de las Artes.Su proyecto teatral Migraciones ha obtenido una ayuda a la creación dramatúrgica otorgada por el Fondo Iberoamericano , en el marco de la convocatoria 2009/10.

Por otra parte, el autor se encuentra ensayando, desde el 2009, el espectáculo de creación colectiva Todos quieren lágrimas, junto con los actores Valeria Carregal, Pablo Ciampagna y Sebastián Saslavsky. La obra se estrenará durante el corriente año.Las obras recopiladas en este volumen abarcan un período de escritura que se desarrolla entre 1999 y 2008.

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Prólogo

Viaje de invierno

Estas nueve piezas de Maximiliano de la Puente forman – sí – un viaje de la noche hacia la noche

sonidos exactos de unos pasos titubeantes sobre una superficie en tinieblas

nada parece suceder y – sin embargo - todo se desmorona.

En tiempos en donde la anorexia no sólo parece atacar los cuerpos sino también las emociones y el centro mismo de cualquier deseo, este conjunto de obras pareciera querer resistirse al inefable signo de la época.

¿Cómo poder religarse a ese espacio único que precede a cualquier creación en estos tiempos tan profundamente asociados a la distracción, al consumo, a la saturación del deseo?

El deseo – entonces – es el que gesta.

Pero nuestro deseo está cooptado, arrasado, desbordado por las novedades

el yo se disuelve – entonces – en miles de paraísos artificiales.

Y perdemos el centro.

Y olvidamos – sí – que somos seres espirituales.

La enfermedad ataca al cuerpo, anestesia el deseo y la creación.

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Tiempos difíciles, estos.

O tan oscuros como otros –

El teatro – los textos – de Maximiliano de la Puente dan testimonio de este síntoma.

No es casual que algunos de sus textos remitan a Beckett y otros estén dedicados a Fassbinder.

En esa tensión se cifran y en esa misma tensión se resuelven.

Ante la presencia de esos dos dioses tutelares - usted, lector – (ése que esto lee y leerá lo por venir) pensará en la furia creativa de Fassbinder y la – aparente – parsimonia beckettiana como dos caras de una misma moneda

síntesis que habilite el estallido que nos arranque – de una vez y para siempre – de este invierno eterno en el que nos hundió Beckett (o mejor: que predijo Beckett y el tiempo supo cumplir sin reparos)

seres arrojados al lenguaje, bocas que se sustraen a la desaparición, miembros que repiten los discursos de los otros, ajenidades, sujetos ateridos, fragmentados, en esquirlas, rotos, ortopédicos, mancillados, manipulados, lejanos – esa lista de personajes beckettianos que hoy pueblan el mundo – seres vacíos

los hombres huecos.

Y a ese paisaje de invierno – quieto y silencioso como los cuerpos bajo la inmensidad blanca de la nieve – estos textos de Maximiliano de la Puente le contraponen la enfermedad, la

espera y la furia, logrando – entonces – el despertar del deseo y el estallido de la creación.

Un lujo en estos tiempos de anorexia

Bienvenidos al Banquete. Alejandro Tantanian,Barrio de Belgrano, Ciudad de Buenos Aires,Septiembre de 2009.

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Ficha técnico artística

Actuación: Tomás Montoya, Bárbara Sáez.Dirección: Fernando Griffell

Esta obra ha integrado el espectáculo “El día de la gloria ha llegado”, creado por la Compañía teatral Via Moria, con dirección general de Fernando Griffell. Dicho espectáculo estuvo compuesto por las obras Canciones alegres de niños de la patria, de Rafael Spregelburd; Últimas estaciones, de Darío Levin; y Caen pájaros literalmente del cielo e Instantes en la noche fría, (que se encuentran en este libro). Fue estrenado en el Centro de Formación e Investigación Teatral La Casona, ubicado en Barcelona, en noviembre de 2005. Web: www.lacasona.es/eldiadelagloriahallegado

Escena única

Hombre: Rayos. Truenos. Anuncio de tormentas.

Mujer: Tormentas. Catástrofe nuclear. Suba de mareas. Efecto invernadero. Golpeteo de tambores hasta altas horas de la noche. Que te despiertan. Y te dejan un sabor amargo en la garganta. Y te hacen delirar. Por la fiebre. Hombre: A veces estoy despierto cuando golpean. No me duermo tan fácilmente.

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Mujer: Árboles desolados, pájaros desmembrados, lluvia que cae. Todo cae. Cae. Cae. Cae todo. Arrasa. No queda nada. Nada. Arrasa. Nada. Arrasa con todo. Permanece, sí. Una luz. Al final del pasillo. ¿Al final? En calma.Hombre: Diluvia. Torrencialmente. Caen piedras. Nieve. Escarcha. Caen canarios. Literalmente. Del cielo. La gente que está ahí afuera, si es que todavía se le puede llamar gente, se congela. Se muere congelada. De frío. De dolor. De pena. Los pocos que todavía gatean o que pueden permanecer parados sobre sus dos patas, se pelean. Se huelen. Olisquean sus carnes. Se destrozan salvajemente. Se arrancan los brazos y las piernas, los unos a los otros. Para poder comer. Por última vez. Un pedazo de carne. Los más débiles hace mucho que murieron. Fueron devorados por los otros. Los más fuertes. Los más cerdos. Los que necesitan más alimentos. Pronto, cuando los glaciares se deshielen, no quedará nadie. Ni siquiera éstos. Caníbales. Enfermos de carne ajena. Y entonces. Sólo entonces. Será el final. El fin de todo esto.Mujer: Gente pugnando por salir. Violentamente. Manos detrás de manos. Manos que se suman a manos. Se suman, se multiplican. Uno tras otro tras otro. Manos arriba adelante detrás de manos. Manos sucias. Manos calientes. Desesperadas. Una más una más una. Más. Siempre más. Siempre una más. Tras otro. Más una. Se multiplican tanto que al final se dividen. Se pierden. Se dispersan. Se fragmentan. Se restan. Son un resto. Un cero. Un cero total. Absoluto. Kelvin. Y no queda nada. Uno arriba del otro. Nada. Una pila. Una pila de nada. Una pila de zapatillas. Una pila de zapatillas rotas, gastadas, usadas, descosidas. Sin dueños. Se quedaron sin dueños. Se fueron. Se quedaron sin nada. Con las manos vacías. Sufriendo. En dolor. Y en silencio. Se fueron en hilera. Una hilera. Una fila. Una fila.

India. Una fila de indios. Una fila de indios vagos, atorrantes, desempleados. Una fila de sudacas borrachos. Desconsiderados. Desagradables. Bárbaros... Silencio.Hombre: ¿Qué pasa? Mujer: No puede ser.Hombre: ¿Qué?Mujer: No puede ser cierto.Hombre: ¿Qué cosa?Mujer: Caen pájaros del cielo.Hombre: ¿Del cielo?Mujer: Del cielo. Todos, pero todos se están muriendo. Ahora mismo. En este momento. Hombre: No puede ser cierto.Mujer: Esas cosas pasan. Todo el tiempo. Y nunca las vemos. Porque no queremos.Hombre: “Salgan ordenadamente en fila con las manos en alto, negros, subnormales, parásitos, criminales sin rumbo, vagos, indocumentados, sin provocar disturbios, sin causar incidentes, sin hacer desmanes, como están acostumbrados. No se desbanden, no se descontrolen. Recátense. Cálmense, que no cunda el pánico. Recátense. A ver si se recatan que acá no pasa nada. No pasa nada. Nada. Es todo solucionable. Nada. Es todo… digerible, domesticable. Pero eso sí, salgan. Salgan que si no después… si no después…” Salen. Los que pueden. Los que se acordaron. Los que tuvieron tiempo. Ganas. Hambre. Salen. Salen en filas. Muchas filas. Filas horizontales. Filas como fiambres.

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Salen. Como fiambres. Desordenados. Esparcidos por el suelo como trapos sucios. Como trapos. Viejos. A la buena de Dios. A la buena… Una pila humeante de mierda. Un hedor a mierda. Un hedor insoportable, putrefacto. Mierda. Mierda humeante... Mujer: Las ventanas se tiñen de color rojo sangre. Por los canarios y los pájaros muertos. Y también por los lamentos. Del cielo llueven pájaros y canarios a toneladas. Hombre: Brazos amputados, restos de cuerpos, de vísceras, de venas, piernas podridas, desolladas, cabezas despellejadas, pero todavía vivas, golpean las ventanas, las puertas de todas las habitaciones y los techos de todas las maderas podridas. Hombres mancos, con las piernas cortadas, ensangrentadas, golpeando las puertas y las ventanas con sus muñones infectados.

Mujer: Se pisan. Se atrapan. Se quedan atrapados. En calma. En calma claman. En el final, la calma. La resignación. Quebrados. Oscuridad. Humo. Quebrados. Pese a todo pugnan. Quebrados. A la miseria. A la pobreza. A la… Algunos se salvan. No, nadie se salva. No hay tiempo. No hay tiempo que perder. Y sin embargo se pierde. El tiempo pasa y se pierde. Ya está. Ya se perdió. Lo perdimos. Uno a cero. Diez mil a cero. Mil millones a cero. Una goleada. Una…Hombre: Nos miran. Nos miran y se avergüenzan. Yo tomo un whisky mientras tanto y digo: “qué tragedia”. Mujer: ¿Qué quieren de nosotros? ¿Para qué nos buscan? ¿Qué podemos hacer por ellos?Hombre: “Señor, no diga nada, no tiene derecho a nada...” Yo no fui, no hice nada, me mandaron, me mintieron, me dijeron que pasaba nada. Sí, eso. Que pasaba nada, que no estaba haciendo

nada malo, una travesura nada más. Fue una travesura. Cosas de chicos. Tienen que creerme. O no. No me importa. No me crean. ¿A quién le importa si no me creen? A mí no. No me importa. Pero eso sí, por favor, perdónenme. ¿No me van a perdonar?... ¿No?... Pobrecito de mí. Pobrecito de ese bebé tan chiquitito. Si ni siquiera sabía lo que hacía. Era un joven muy inexpresivo. Un nene que no decía nada. Una crianza. No prometía nada. Me prometieron. Me prometieron otra cosa. Además yo también sufro. A mí también me robaron la casa, las joyas, el auto, las pertenencias. Las posesiones. Los bienes inmateriales. Las… consecuencias. Me las robaron. Tengo sentimientos. Me robaron porque tengo sentimientos. Como tengo tantos sentimientos, me robaron. Decidieron robarme. Por ser tan sentimental, emotivo. Buena persona. Buen amigo. Buen compañero. Empático. Buen… Me dejaron desnudo, completamente al descubierto, sin cobertura social ni médica, en la calle. En... Mujer: Vientos huracanados, ciclones, tifones que arrasan con todo, afuera. Adentro. En el medio. En... Los árboles pasan volando por delante de la ventana. Tranquilamente. Como si nada sucediera. La habitación misma, (alguna, no importa cuál, cualquiera), está a punto de volarse entera, de ser despedazada por el huracán. Quizás al final, cuando el Apocalipsis de afuera, el de adentro, el del medio termine, y ceda, la habitación sea lo único del mundo que quede en pie. Quizás. Quizás se abran grietas en el piso y en las paredes. Y se vean las cañerías, y haya ratas, y las ratas nos saluden, transpiradas, contentas. Alegres por la vida que van a empezar a vivir. Planeando el futuro. Nuestra muerte. Después del Apocalipsis, quizás todo lo que esté en la habitación quede agrietado o roto. Todo objeto agrietado o roto.

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Hombre: Afuera hacía mucho frío. Gritaba, pero hacía frío igual, o hacía frío porque gritaba. No sé. No me acuerdo. Para mí siempre hace frío. Para los que gritan. Siempre. Frío. Y entonces yo qué podía hacer, qué podía hacer yo. Nada. No hice nada. Me tomé un whisky y miré la tele, que para eso anda. Y gime. Y me reclama. Me obliga. Me obliga a que la encienda. A que la atienda, la quiera y la comprenda. Pobrecita, mi amor. Qué compañera. Pobrecita... Mujer: ¿Me busca? ¿Para qué? ¿Qué puedo hacer por usted? Hombre: Estoy obligado. Estamos obligados. Todos. Todos no. Los ciudadanos. Ayer votamos. Mañana vamos a votar. Anteayer también. Anteayer fue una fiesta. Ayer ya fue una tragedia. Y hoy... hoy mejor ni te cuento. ¿Y pasado? Pasado también. Es el fin del semestre. El fin del plan quinquenal. El fin. Terminamos. Al fin terminamos. Con esta farsa. Con esta...Mujer: No. Eso no. Eso no puedo hacerlo. Ni quiero.

Hombre: Hay que votar. Ciudadanos a votar. Hay que votar para que nos digan a quién tenemos que atacar. Ataquemos. Ataquemos ya. Ataquemos, ataquemos, ataquemos. Ataquemos antes de votar. Para qué esperar. Me tiene harto la espera. Ataquemos. Ya. Un, dos tres, ya. Ya. Ya. Ya. Ya... Vamos. A la carga mis valientes. Vamos.Mujer: ¿Y?Hombre: Nada. Mujer: ¿Nada?Hombre: Nada. No quedó nada. Atacamos. Atacamos y ganamos. ¿Cuánto? Ah, no sé cuánto. Ellos… cinco, nosotros... ¿diez mil? Sí, diez mil, creo. O diez millones. O diez. Sí, creo que

diez. Uno y cero. Diez. Son números, no importa. El target. No importa. Ganamos, eso importa. Nos la cobramos. Se la hicimos pagar. Tuvimos nuestra venganza. Nuestra venganza fue una vergüenza. Pero nos vengamos. Qué vergüenza...

Mujer: La ropa, antes blanca, ahora completamente negra. Por la suciedad. Por el humo. Por la muerte. La boca, los cachetes, las mejillas y los pómulos, magullados, de arriba-abajo, de izquierda a derecha. Escupen sangre de la boca. Escupen sangre y se ríen. Con esa risa vacía y asquerosa de muerto.Hombre: Nos vengamos de lo… porque una vez ellos nos hicieron la… entonces nosotros no podíamos dejarlo pasar. No señor. No. Ni locos. Eso sí que no...

Mujer: ¿Por qué fue que empezó todo esto?Hombre: ¿Por qué?... No sé... No sé por qué....

Silencio. Piensa.Hombre: Ah, sí, ya sé, fue por la… Los símbolos patrios. Sí, creo que fue por eso. Por eso o por la escarapela. O el atril. O… la que flamea… ¿Cómo se llama la que flamea? Algo. Algo patrio seguro. Algo. Por algo fue. Mujer: Marcas de lastimaduras y moretones en sus brazos. Algunas heridas están cicatrizadas, otras se están abriendo en este mismo momento y comienzan a sangrar abundantemente, en todos sus cuerpos. Todo el tiempo, en sus cuerpos, hay heridas que se están abriendo y que sangran sin cesar. Abren las piernas lo máximo que pueden. Hacen fuerza para seguir abriéndolas. Cada vez más. Hasta que el dolor sea insoportable. Y lloren. De dolor. De rabia. De bronca. Y no aguanten más. Desde la planta de sus pies hasta la parte superior de sus muslos, sienten impotencia, odio

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y terror. No por ellos. Sino por las generaciones que ya vienen. Con la mano derecha, se abanican la cara con una hoja de papel. Tiemblan. Con la mano izquierda, se tapan el oído izquierdo. El piso de madera, (no importa cuál, un piso cualquiera), comienza a crujir y a astillarse debido al horror que se vive afuera. Adentro. En el medio. Gritan. Gritan cada vez más intensamente. Gritan hasta que las gargantas se les ponen rojas de cansancio y de dolor por gritar tanto. Por tanto espanto. Utilizan sus culos y sus brazos, apoyados en el piso, de palanca, para balancearse hacia atrás y hacia adelante. Ese movimiento atenúa ligeramente sus dolores. Respiran muy entrecortadamente, pero muy fuerte, por la boca, de la que emana un líquido negro. Se mueven cada vez más rápido, hamacándose. Miran hacia una ventana de marco blanco, que tiene una calcomanía pegada en su parte superior izquierda, con la leyenda Closed. Sobre el vidrio de la ventana, pegados, varios cuerpos muertos, inertes y ensangrentados. Se escucha el estruendo de brazos, piernas, torsos y otras partes de cuerpos humanos, que golpean contra el vidrio de la ventana de la habitación. El impacto de los cuerpos estrellándose contra la ventana provoca un ruido ensordecedor. El vidrio de la ventana, aunque resistente, comienza a resquebrajarse luego de varios impactos. Se escucha el mismo golpeteo, y el mismo impacto, contra el techo de la habitación, de madera clara. Se escuchan también voces que articulan gritos de horror, llamadas y pedidos de auxilio que provienen desde afuera, desde muy cerca. Silencio. Breves instantes de silencio. Gritos. Voces. Gritos. Se balancean. En silencio. Nuevamente en silencio. Todo en silencio. A medida que se astillan sus piernas, y se abren sus heridas, gritan. A medida que sale sangre y hollín negro de las heridas de sus cuerpos, gritan más fuerte. Después de un instante, callan. Las

vigas de madera del techo comienzan a ceder. El techo se está por caer. Las maderas del techo crujen. Están por vencerse... Hombre: ¿Y los otros? Gritan. Gritan allá afuera, en la noche, en la tarde, en el día. Gritan todo el tiempo. Sobretodo en la noche. Sobredosis. Sobredosis en la noche. Cuando más se oye. Cuando más duele. Cuando la luna es testigo de las… Gimen de dolor. Aúllan. Insoportables. Malos perdedores. Cagones. No saben perder. No saben. No nos dejan dormir de tanto grito pelado. Allá afuera. En la tormenta. Llueve tanto allá afuera. Tanto. Diluvia. Truena. Nieva. El llanto de los justos… El llanto de… La televisión dice que llueve mucho. A cántaros. Caen baldes de agua helada. Baldes de ácido. Baldes de agua helada ácida, mientras yo me divierto. Juego a las cartas y tomo café con leche. Qué lindo. Tomar. Qué placer. Tomar. Qué delicia. El solitario. Café con leche. Con mermeladas, con tostadas. Estoy acá, sí, acá mismo, al lado tuyo, abrigadito, mientras los otros se... mientras se… Qué bueno. Mientras… Qué lindo espectáculo. Mujer: Vino. Sangre en la lengua muerta. Caminar sobre tumbas...Hombre: No digas que me desconocés. Nadie te lo va a creer. No te lo van a permitir. No estás autorizado… Mujer: Abren las piernas lo máximo que pueden y paren hijos con mucho dolor, con mucha angustia. Con suerte. Los hijos se desprenden inmediatamente de sus madres y caen rápidamente al suelo. Se cortan en muchas partes de sus cuerpecitos nuevos, prácticamente vírgenes. Se cubren de sangre: Se mueren. Las madres permanecen tiradas, en el suelo, sin moverse. El suelo, agrietado, se llena de las placentas y del líquido amniótico de las madres. Hombre: No te escuchan. No te pueden escuchar. Lejos de mi whisky y de la tele no hay nada. No existe nada. Nadie anda.

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Cero. Cero. Nadie más. No te pueden escuchar. No, no. No podés salir. No sabés cómo salir. Lo intentaste y no funcionó. Lo nuestro no funcionó. Tampoco lo de otros. No va a funcionar. Sé que no. No. Seguro que no. No hay motivos. No hay...Mujer: Afuera... afuera... afuera... veo... veo... basura... mucha... mucha... basura... mierda... pilas... montones... toneladas... de... excrementos... objetos... inservibles... algunos... muy... pero muy... muy viejos... muebles partidos... al medio... restos de... de casas... oficinas... edificios... restos de... de... ¡Sí!... ¡Sí!... comida... restos... partes... de... de huesos... pedazos de concreto... de asfalto... incluso... hormigones... enteros... tablas de madera... armas... cuchillos... de... de carnicero... pinzas... tijeras muy afiladas... pistolas de todos los calibres y tamaños... legales... ilegales... re... reglamentarias... trajes de... de policías... por ahí... tirados... todo junto... una cosa... encima de... de la otra... y además... no sólo eso... sino también... gente... sí... gente... sonriente... muerta... no... no... no hay cuerpos enteros... no... sólo... sólo sonrisas... ¡Sí!... ¡Sí!... sólo sonrisas... dentaduras... dentaduras sueltas... sin... sin... sin... sin bocas... sin rostros... sin... sin... ¡Sin nada!... por ahí... rodando... dando vueltas... y vueltas... y vueltas... y más vueltas... dando... dando...Hombre: Ayer pensaste: ¿y si lloro? ¿Y si me ahogo? Lloraste. No resultó. Te ahogaste. Tampoco. Hay que hacer mucho más. Si querés sobresalir, destacar, dar lástima, hay que hacer mucho más. Hay que… Mujer: No... no... no... no hay... no hay más dueños... están... están... están todos... todos... todos muertos... afuera... miles... millones... miles de millones... de cuerpos... con cabezas... gigantes... cabezas con... con... tumores... inmensos... con... con

cánceres... radiografías de... de cabezas... cabezas y... y cuerpos... destrozados... por... la... radioactividad... cáncer de piel... de mama... de pulmón... de estómago... de páncreas... cáncer en los huesos... cuerpos... cuerpos y más cuerpos... apilados... muertos... despedazados... intoxicados... por... sobredosis... por... indiferencia... otros... ahorcados... fusilados... desmembrados... despellejados... hechos... colgajo... tirados... por ahí... afuera... en las calles... en avenidas... en los barrios... en las escuelas... en las fábricas... en supermercados... en shoppings... en disquerías... en discotecas... en los cines... en los saunas... en las empresas... en las casas... en las ciudades... en los campos... en Internet... millones... de cuerpos... inertes... inertes... inertes... inert...Hombre: Soy fuerte y sano. Tengo nariz, ojos, manos, brazos, piernas, tórax. Tengo tanto por delante. Tengo mucho por delante. Tengo tanto porvenir. Por eso me río. Por eso soy sano. Porque me río. Porque yo… mientras los otros…

Mujer: Sí... sí... sí... sí puede... puede ser... están pasando cosas... ahora... muy... muy... muy raras... muy... muy... muy extrañas... siniestras... un misterio... un... un... un milagro... yo no sé... yo no sé... no... no... no puedo... no... no...

Hombre: No fui ni soy ni era: hermoso, precioso, delicado, bello, agradable, de buen trato, con mucha dinámica, gentil, sensible, solidario, amable, con espasmos. No. Nada de eso. No. Qué asco.Mujer: ...ahora... ahora mismo... en este... momento... caen páj... caen pájaros... literalmente... del cielo... Hombre: Mi padre era un hombre muy encorvado, viejo, feo. Sucio, arrugado. Surcos en la frente. Nariz chata. Manchas blancas en los labios. Piernas de barro. Pis de gato. Canas. Tantas canas. No nos parecemos en nada. Sí, en el café con leche. En eso me reconozco

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en él. Me reconozco. A veces. Ojos café con leche. En eso y en el algodón con el que me vestían. Puro algodón. Puro. Siempre. Me vistieron. Alguna vez me vistieron. Nunca me miraron. Crecí sin ser mirado. Crecí. Alguna vez… Mujer: Sus... sus alas... doloridas... ensangrentadas... desgarra-das... desplumadas... se... se... se quiebran... ya no... no vuelan... nunca más... van a poder... volar... vivir... sentir... tener cría... emigrar... morirse... al final... de esa vida... de... de pájaros... sus ojos... esos ojos... fijos... paralizados... café con... café con leche... feos... nos miran... pidiendo... pidiendo... los pájaros... golpean... a los cuerpos... muertos... inertes... golpean... a las... a las... dentaduras sonrientes... sin cuerpos... sin bocas... pero sin embargo... todavía... pese... pese a... a... a todo... sonrientes... justo... justo... ahora... se ríen... ahora... que... todos... están ya... muertos... antes... cuando... cuando... vivían... nadie... pero nadie... pero nadie... se... se... se reía... mamita...Hombre: Mi madre, dolor de ovarios. Eso, nada más. Un fuerte, agudo, intenso dolor de ovarios.Mujer: Las dentaduras... nos miran... mamá... papá... sí... eso... aunque no... no lo creas... nos... nos miran... es decir... sus... sus... sus risas... apuntan... apuntan hacia... hacia... hacia acá... se ríen... papá... nos sonríen... de qué... de qué... de qué se reirán, mamá... Hombre: Vivíamos en una covacha. Habitación de madera. Madera podrida. Hinchada. Podrida. Podrida por la humedad de estas lluvias sin fin. Madera harta de la lluvia. Habitación de madera llena de ratas, de cucarachas, de arañas. Las cucarachas y las ratas me dejaban… (Nos dejaban, ¿te acordás? No digas que no. Te estoy mirando), cicatrices, llagas, marcas de fábrica. Las arañas no. Nada. Pobrecitas las arañas. Cómo me querían. Pobrecitas. Qué lástima.

Mujer: No hay más adentro... ni... ni... afuera... no hay más... arriba... ni... abajo... no hay más... allá... ni... acá... a todos... nos... afecta... la misma... somos... somos... somos murmullo... vocerío... continuo... molesto... grito... estallido... gemido... estampido... aullido... ruido... entropía... un ruido... insoportable... que... lastima... los oídos... que... causa... tumores... cerebrales... en medio... del... silencio... de los... muertos... todo... todo... todos... lo mismo... una... misma... cosa... una... misma... mierda... una especie... de... de... de basura... inmensa... de... de... de... desperdicios... de... de... de... desechos... cósmicos... nucleares... radioactivos... de la peor... clase... papito... como... como dijo mami... hace tanto... tanto... tanto... pero tanto ti...Hombre: Una amenaza. Eso es todo. Soy una amenaza para todos. Así de fácil. Basta. Basta de eso, algodón frágil. Basta de risas y de protestas. Basta.Mujer: Se cae... se cae... se cae... se cae... ya... ahora... en este momento... se... está... cayendo... el cielo... a... a pedazos... se están muriendo... todos... todos los seres... bichos... que... que conocemos... y... y... y... los que... los que... no... no... no... también... mamá... mamá... mamita... ya no está más... acá... para salvarnos... a todos... a vos... papá... sobre todo... y a mí... sí... a mí... desde hace tanto... tanto... tanto... tanto... tanto... tan...Hombre: Basta de llantos. Quieto. Quieto. No te muevas. No te muevas de donde estás. A ver si a vos te pasa lo mismo que a mí. A ver si te toca vivir mi misma suerte. Mujer: ¡Las voces! ¡Oigo voces! ¿Oís? Son voces... de... de protesta... de... de lamento... de... de llanto... queja... tristeza... cantan... cantan algo que... no entiendo... algo muy... muy viejo... algo... arcaico... milenario... borrado... en el tiempo...

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Hombre: No te muevas. No te muevas ni un milímetro de donde estás que te transformás en mí. Y ahí te quiero ver. Quiero ver que hacés ahí. Quiero verte. Te quiero. Te…Mujer: No. No sé. No sé para qué vienen. Para llevarnos. Para encerrarnos. Para torturarnos de maneras inenarrables. En algún lugar muy oscuro. Hasta que estemos muertos de hambre. De sed y de frío. Hasta que vomitemos toda la bilis y la sangre que llevamos dentro. Hasta que no podamos más del dolor. Del espanto. Y del miedo. Pero no va a hacer falta. No va a haber tiempo. Hombre: Quieto. Quieto, te dije. No llores. No. No vale la pena. Me quedo solo. Se apaga todo y yo me quedo acá, solo. Mientras se oscurece. Nos oscurecemos y nos apagamos. Solos. Sin compañía. No hace falta. No vale la pena. Mujer: Vi cosas muy horribles en esa época. Muy feas. Muchas cosas. Cosas que ustedes nunca se podrían imaginar siquiera. Hombre: No. No me parezco a nadie. Es cierto. Pura casualidad. Pura coincidencia. Cualquier semejanza. Con la vida real. Por supuesto. Con la…Mujer: Sí, cosas. Muchas cosas. Gente violada, mutilada, con los brazos partidos, con las piernas quebradas, bajo un cielo color rojo. Rojo garganta con anginas. Disfónico. Por haber gritado tanto. Por tener que soportar tanta lluvia. Tantas lágrimas. Lágrimas de gente pidiendo limosnas. Llorando en las calles. Pero llorando con todo. Como si no hubiera mañana. Con un desconsuelo palpable. Y un dolor que ulcera todos los estómagos. Una pena. Que corrompe todos los huesos. Y destroza todas las entrañas. Esa gente lloraba como si no pudiera llorar nunca más ya. Como si los ojos, de tanto dolor, de tanta rabia, estuvieran a punto de secárseles. Lloraban como si fuera la última vez que

lloraban. Llenaban de lágrimas las ciudades y los campos de gritos y aullidos desesperados. Las lágrimas se hacían cada vez más espesas. Se condensaban. Llenaban primero vasos de agua. Y después baldes. Y más tarde tanques. Y represas. Y se convertían en riachos. En ríos. En pequeñas lagunas. En mares gigantes. Todos, pero todos, lloraban. Nadie dejaba en ningún instante de lagrimear a cántaros. Hombre: ¿Querés saber algo? Me río. Sí. Estoy contento. ¿No ves como me río?Silencio. Hace un esfuerzo. Lo intenta. No puede. Hombre: ¿No ves?Silencio. Hace un esfuerzo. Lo intenta. No puede. Hombre: ¿No se ve?... Silencio. Deja de intentarlo.Hombre: Un último café con leche. Uno solo. Ahora. Uno. Ya. Uno solo. Uno más. Un… Mujer: Y esos ríos, esos mares, esos rápidos de lágrimas nos arrastraban con fuerza a todos los que llorábamos. A la canaleta. A la cloaca. A las afueras de las ciudades. A la miseria. A ninguna parte. Así empezó todo esto. Así llegamos hasta acá.

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Domingo

Silencio.Luz.Voz: Domingo por la tarde. Planta baja de un departamento. En el living, un arbolito de Navidad sin desarmar del todo. Sus restos están desparramados por el suelo: son de un color verde musgo apagado, descolorido, aguado. Hay restos de ropa, de cáscaras de naranja y de comida, esparcidas por el suelo del departamento. Un vapor húmedo y sofocante llena el aire del lugar. A través de la puerta entreabierta del cuarto de baño, adyacente al living, vemos la silueta desnuda de una mujer que se está bañando, recortada sobre el vidrio ligeramente transparente de la puerta del baño. Un hombre regresa de la calle con un niño. El hombre, con el niño a su lado, de la mano, entra sigilosamente y observa, a través de la puerta entreabierta, la silueta desnuda de la mujer que se está bañando. El hombre ve cómo ella se baña. La ve desnuda, sin que ella se dé cuenta ni sospeche nada. Atisba su figura. Trata de adivinarla.A su lado, el niño, que registra la mirada del hombre. Y su silencio. El niño ve todo y no dice nada. Pero sabe.

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Se queda un largo rato viéndola bañarse, siempre con el niño a su lado. En algún momento, el niño quiere preguntar algo, pero el hombre se da cuenta y lo observa de una manera tal, que obliga al niño a ahogar en su garganta lo que iba a decir. El hombre lo mira y le dice, en voz muy baja, apenas audible: Hombre: Por favor no digas nada.Voz: Una súplica.Un ruego.Una lágrima cae por su mejilla.El hombre llora.Copiosamente.En silencio.Para que el niño no diga nada.Entonces hace caso.Y no dice nada. Cumple con su promesa. La que le había hecho al hombre. Sólo con la mirada. Una vez que sabe que el niño no piensa decir nada, dirige la vista hacia el cuarto de baño. Vuelve a contemplar la silueta de la mujer desnuda, bañándose, a través del vidrio empañado. No quiere perderse nada. Ni un solo segundo de esa mujer desnuda.

Y no se lo pierde. Observa a la mujer, que ha cerrado la llave de la ducha del baño y comienza a secarse. Y sólo entonces se da cuenta de que ella ha terminado de bañarse. Si él permanece un minuto más en ese lugar, ella saldrá completamente desnuda por la puerta entreabierta del baño. Se topará con el hombre. Y con el niño.Que quizás sea de ella. Su niño.Reaccionará.Gritará terriblemente.Armará un escándalo.Hombre: ¿Y si ella no reaccionara así?Voz: Eso es lo que se pregunta el hombre, mientras vemos que sigue observándola a través del vidrio empañado, con el niño a su lado. Niño: ¿Qué mirás?

Voz: Eso es lo que el niño le va a preguntar al hombre.Tarde o temprano. El hombre sabe lo que el niño va a preguntarle. Sabe que le va a preguntar: Niño: ¿Qué es lo que mirás?Voz: Por eso le dice, en voz muy baja, apenas audible: Hombre: Por favor no me preguntes eso. No me preguntes nada.

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Voz: El niño entiende. Y calla. Hombre: Ella tiene que reaccionar así. ¿De qué otra forma podría reaccionar?Voz: Eso es lo que piensa el hombre. Mientras sigue espiándola.Y tiene razón. No hay ninguna otra posibilidad. Ninguna.Toma entonces, sin pensarlo, al niño de la mano y le dice:Hombre: Vamos. Voz: Justo cuando se están marchando, justo cuando ya, el niño y el hombre, están prácticamente fuera del departamento, la mujer sale del baño.Los mira. En silencio. No se dicen nada.Por un largo rato. El hombre, aterrorizado. El niño, expectante.Ella, aterrorizada, expectante, silenciosa también. Todo junto. Todo lo que sienten ellos dos, se da en ella al mismo tiempo. De un sola vez. Simultáneamente. Sin embargo, pese a los temores del hombre, no grita.

Ni arma ningún escándalo. Los mira, eso sí. A los dos. Muy intensamente. A los ojos, primero. Recorre después con la mirada sus cuerpos. Se detiene en cada detalle. Las arrugas del hombre. Su boca.Las comisuras de sus labios. Los hombros. La línea del pecho. La panza. La cintura. Los pantalones. Su sexo.Las rodillas. Los zapatos. Su sexo.Al niño lo mira de un solo y rápido vistazo. Eso es lo que le demora observarlo todo de ellos. Completamente. No queda nada de él que no haya registrado.No hay ni un milímetro que no haya inspeccionado de ambos.

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Por un momento, el hombre y el niño se sienten desnudos.Incómodos.Molestos.Examinados hasta en su intimidad más profunda.Vejados. Sin embargo la que sigue desnuda es ella. Así es como salió del baño.Así permanece todavía. No obstante, ellos se olvidan de su desnudez. Y ella también se olvida.Hasta que se acuerda. Se mira y se da cuenta de que ella es la única persona de esa habitación que está desnuda. Recuerda su desnudez. Al verse a sí misma.Sus senos. Su vientre.Su sexo.Entonces se avergüenza. De pronto. Como si nada hubiera pasado.Vuelve rápidamente sobre sus pasos. Se dirige hacia el baño. Entra.

Cierra la puerta. Se esconde ahí dentro. En el cuarto de baño. Por un largo, larguísimo rato. Los dos allí, parados. Sin decir nada. Sin mover ni una pestaña.Pálidos.Ni ganas de hablar tiene el niño ya.Ni ganas. El hombre, aterrorizado. El niño, expectante. Luego de mucho tiempo, la mujer sale. Envuelta en una toalla. Completamente. De su desnudez no quedan rastros. Ni un ápice. Nada.Los tres se miran. Al unísono. En un mismo instante. Los tres deciden en una sola mirada cómplice que queda todo olvidado. Que no ha pasado nada.

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Que nadie ha visto nada. Que el episodio ha sido borrado.Que... Un instante de tiempo que nunca existió.Y sólo entonces los tres: hablan, se ríen y se abrazan.Hasta que el niño, cansado, le pregunta al hombre:Niño: ¿Qué es lo que mirabas antes? Voz: Y la magia se acaba. No ríen, no hablan, no se abrazan.Nada. Observan al niño. Eso es lo que hacen. El hombre y la mujer contemplan en silencio al que rompió el encanto.Y el niño se observa a sí mismo.Sus manos. Sus piernas.Su sexo. Sabe que dijo algo malo. Pero no entiende qué. Entonces la mujer, mirando al niño, se quita la toalla.Revela, otra vez, su desnudez. El hombre mira nuevamente al niño, espiando y señalando al mismo tiempo, el cuerpo desnudo de la mujer, que se le ofrece. Le dice en voz muy baja, apenas audible:

Hombre: Eso es lo que miraba antes, y vos lo sabés. Ya lo sabías. Lo supiste siempre. Voz: La mujer sale. Huye hacia el cuarto de baño.Aterrorizada.Avergonzada. Expectante.Todo sucede en unos brevísimos instantes.El hombre, dedicándole al niño una última mirada distante, se marcha.En silencio. El niño permanece. Detrás del vidrio empañado del cuarto de baño.Ahí está el niño.Ocupando el lugar del hombre. Ahí sigue el niño.Exactamente ahíDetrás de ese vidrio.Espiando a la mujer. Desnuda.Que abre la llave de la ducha del baño. Y vuelve a bañarse. Como antes.Silencio.Oscuridad

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Yace al caer la tarde

a R. W. Fassbinder

“De la sensación de pesar y dolor seremos liberados;No sentiremos, porque no seremos.

Aunque la tierra en los mares, y los mares en el cielo estén perdidos,

No nos moveremos, sólo seremos suprimidos” De Rerum Natura (Lucrecio)

Ficha técnico artística

Actuación: Lorena Damonte, Maximiliano de la Puente, Germán de Silva, Débora Dejtiar, Marianela Portillo, Mariano Speratti, Roberto TominoVestuario: Carolina FerraiuoloDiseño de luces: Juan Manuel WatheletDiseño sonoro: Marcelo Mamany, Ariel TremariAsistencia de dirección: Solana Landaburu, Leonel LivchitsDirección: Maximiliano de la PuenteWeb: http://yacealcaerlatarde.blogspot.com/Estrenada en el Teatro del Pueblo, en abril de 2006

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Escena 1: rubia, morocha.

Dos mujeres, una rubia y una morocha, caminando en medio de una calle desierta, a la tarde de un día agradable. A la hora de la siesta. La morocha le da el brazo a la rubia. La rubia lo acepta. Caminan tomadas del brazo, con lentitud. Llevan vestidos ceñidos, muy cortos.Rubia: El mío es muy bueno. Morocha: El mío también. Rubia: Cuando me toca me hace sentir cosas. Morocha: A mí también me toca. Pero lo de las cosas... no sé. No las siento.Rubia: Me hace regalos. Morocha: El mío no. Rubia: Algo. Casi cualquier cosa. Morocha: Pero no importa igual. Porque siempre se porta muy bien. Rubia: Lo que sea. Morocha: Aunque a veces no. Rubia: Siempre. O mejor dicho: casi siempre.Morocha: Se porta muy mal. O tiene la intención de portarse muy mal. Rubia: No quiero. No me gusta cuando hace eso. Morocha: Me respira fuerte muy cerca de la nuca. Otras veces me mira como si estuviera en celo.

Rubia: Se lo digo todos los días. Pero no me hace caso.Morocha: Le tengo miedo. Ése es el problema.

Rubia: Sigue haciéndome regalos tontos. Que no me sirven. Ni me interesan.Morocha: Le tengo tanto miedo porque sé que un día me va a partir un palo por la cabeza.

Rubia: Pero creo que no se da cuenta. Morocha: Claro. Eso es lo peor. Yo ni siquiera me voy a dar cuenta. Rubia: Y lo sigue haciendo.Morocha: Es muy peligroso para nosotros dos todo esto.Rubia: Me da uno de esos regalos tan feos. Y me mira con una cara. Con una expresión. Como si me tuviera miedo.Morocha: Y es muy delicado que él me provoque tanto pavor.Rubia: O peor todavía: me mira como si me tuviera terror. Como si fuera una arpía, una descarada. Morocha: Creo que voy a tener que alejarme del mío.Rubia: Como si en cualquier momento yo estuviera a punto de arrancarle el corazón. Morocha: Poner distancia. Irme lejos. Esperar que las cosas se aclaren. Que su maldad ceda. Rubia: No sé por qué siente eso. Si yo no doy esa impresión, ¿no?Morocha: Poner un poco de paños fríos a la cuestión. Rubia: Soy más bien cálida con el mío. Lo protejo. Lo apoyo. Le doy valor.Morocha: Frialdad. Mirar todo desde afuera. Como si lo que me pasa no me perteneciera. Como si no tuviera ningún valor. Rubia: Espero que el mío alguna vez sepa ver todo eso.

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Morocha: Algún día se va a dar cuenta de todo lo que nos unió.Silencio.Escena 2: extranjero, rubia.

El extranjero y la rubia caminan a lo largo de una calle desierta, a la tarde de un día agradable. A la hora de la siesta. La rubia camina agarrando del brazo al extranjero. Éste camina con la mirada fija, perdida en el vacío.

Rubia: Es hermoso todo esto, ¿no?Silencio.Rubia: Digo... la hora. El clima. La tarde. La siesta.Silencio. El extranjero la mira.Rubia: Me encanta estar con vos. Te quiero. El extranjero comienza a mirarle las tetas fijamente. Sin parpadear.Rubia: ¿Y a vos? ¿No te gusta estar conmigo?

El extranjero mira cómo las tetas de ella suben y bajan a medida que la rubia respira.

Extranjero (tocándole las tetas a la rubia): Éstas. Gustan. Éstas.Rubia: ¿Éstas solas te gustan? ¿O también te gustan las de otras?Extranjero (con las manos en las tetas de la rubia): Éstas. Sí. Gustan.Rubia: ¿Y las de otras... te gustan?Extranjero (distraído, sin escuchar a la rubia, absorto en sus tetas): Éstas. Gustan. Gustan mucho. Estas... estas...Rubia: Tetas.Extranjero (repitiendo con dificultad): Te-tas.

Rubia: ¿Me vas a llevar a Albania algún día?Extranjero: Albania. Sí. Linda.Rubia: Te quiero. Silencio. El extranjero le sigue mirando las tetas.Rubia: Te quiero porque no sabés hablar. Y eso es lo mejor que me puede pasar.Silencio.Escena 3: extranjero, morocha.

El extranjero y la morocha caminan por una calle desierta, a la tarde de un día agradable. A la hora de la siesta. La morocha camina agarrando del brazo al extranjero.Éste camina con la mirada fija, perdida en el vacío. Morocha: Es hermoso, ¿no?Silencio.Morocha: Digo... el día... El clima... La tarde... Este sol... este día... Silencio. El extranjero la mira.Morocha: Me encanta estar a tu lado. Te quiero. El extranjero da un paso hacia atrás, baja la cabeza y comienza a mirarle el culo fijamente. Sin parpadear.Morocha: ¿Y a vos te gusta estar conmigo?Silencio.Extranjero (tocándole de improviso, pero con firmeza el culo a la morocha): Éste. Gusta. Éste.Morocha: ¿Y éste solo te gusta? ¿O también te gusta el de otras?Extranjero: Éste. Gusta. Éste.

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Morocha: ¿Y el de otras... no te gusta?Extranjero: Éste. Gusta. Gusta mucho. Este... este...Morocha: Culo.Extranjero (repitiendo con dificultad): Cu-lo.Silencio.Morocha: ¿Cuándo me vas a llevar a Albania?Extranjero: Albania. Sí. Albania linda.Morocha: Te quiero. Silencio. El extranjero la mira.Morocha: Te quiero porque me mirás siempre a los ojos cuando me hablás. Sin pestañear.Silencio.Escena 4: hombre 1, hombre 2, extranjero.

Mesa de un bar. El hombre 1, el hombre 2 y el extranjero toman una cerveza. Brindan.

Hombre 1 (al hombre 2, mirando al extranjero): Es un hijo de puta éste.Hombre 2: Ya va a ver.Hombre 1: Va a saber lo que es bueno.Hombre 2: ¡Cómo puede ser tan hijo de puta como para curtirse a nuestras mujeres!Hombre 1: Habría que cortársela en mil pedacitos. Hombre 2: Así va a aprender a quién se la puede meter y a quién no. Hombre 1: Y encima este albanés de mierda labura de lo lindo.

Hombre 2: Trabaja por lo que sea. Lo que le den. Una miseria. Cualquier cosa le viene bien.Hombre 1: Y nosotros nos tenemos que cagar de hambre porque este cerdo asqueroso labura por monedas. El extranjero, que tenía la vista perdida, los mira de pronto, levanta su vaso de cerveza y brinda con ellos. Los tres sonríen y gritan efusivamente.Hombre 1: Hijo de mil puta. Hombre 2: Albanés de mierda.Hombre 1: ¿Me querés decir para qué mierda se tuvo que venir para acá este cerdo? Hombre 2: Habría que rociársela con kerosén, y prendérsela fuego. Hombre 1: O tendríamos que agarrar un cuchillo, entrar a su habitación, cuando esté durmiendo, y ¡zas!, chau pija albanesa. Hombre 2: Me encantaría cortarle los huevos.Hombre 1: Así va a aprender a no curtirse a mi mujer.Hombre 2: Y que con nosotros no se puede joder.El extranjero levanta de nuevo su vaso de cerveza. Vuelve a brindar con ellos. El hombre 1 y el 2 le sonríen. Los tres toman y gritan efusivamente.

Escena 5: hombre 1, extranjero.

El hombre 1, apoyado sobre una pared, en una calle vacía, mirando hacia el frente, con la vista perdida.Entra el extranjero, vestido con saco y corbata.Hombre 1: Adónde va.

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Page 24: Caen pájaros literalmente del cielo. Libro de obras de teatro

El extranjero se le queda mirando, sin decir palabra.Hombre 1: Adónde va. Extranjero (pronunciando con mucha dificultad): Tra-ba-jo.Hombre 1 (sorprendido): ¿Trabajo?Extranjero: Tra-ba-jo.Hombre 1: ¿Pero cómo? Si acá no hay trabajo.Extranjero: No... no comprendo.Hombre 1 (gritando): ¡Que acá no hay trabajo!El extranjero se queda mudo, sin decir palabra. Hombre 1: Acá no trabajo.Extranjero: Sí. Acá sí trabajo.Hombre 1: No. Acá no trabajo.Extranjero: Sí. Acá sí trabajo. (Señalándose) Para mí.Silencio. El hombre 1 lo mira.Hombre 1: ¿Y le pagan? El extranjero se queda mudo, mirándolo.Hombre 1: ¡Le pregunto si le pagan!Extranjero: No... no comprendo.Hombre 1: ¡Plata! ¿Le dan plata en el trabajo? Extranjero: ¡Plata! Sí. Sí. (Con dificultad) Pla-ta. Hombre 1: ¿Y en Albania, que pasó, no tenía trabajo?Extranjero: ¡Albania!Hombre 1: Sí. Albania.Extranjero: Albania no trabajo. No plata.

Silencio.Hombre 1: ¿Y le gusta acá?El extranjero se queda mudo, mirándolo.

Hombre 1 (gritando): ¡Le pregunto si le gusta acá!Extranjero: ¡Ah! ¡Ah! ¿Acá? Hombre 1: ¡Sí, acá!Extranjero: Acá. Sí. Gusta. Hombre 1: ¿Extraña?Extranjero: Frío. Acá frío. Albania calor.Silencio.Hombre 1: ¿Es casado?Silencio. El extranjero lo mira.Hombre 1 (gritando): ¡Es casado!Extranjero: No comprendo.Hombre 1: Mujer. Hijos. Extranjero: Mujer. Sí. Hijos. Sí. Hombre 1: ¿Y dónde están? Extranjero: Mujer. Hijos. Sí.Hombre 1 (gritando): ¡Dónde están!Extranjero: Mujer. Hijos. Albania.Hombre 1: Hijos. Cuántos. (Contando con las manos) Uno... Dos... Tres...Extranjero: Hijos. Dos. Silencio.

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Escena 6: rubia, morocha, Gunda, hombre 1, hombre 2,

hombre 3, extranjero.

Todos ellos están apoyados sobre una pared, en una calle vacía, inmóviles.La rubia toma del brazo al hombre 1. La morocha hace lo mismo con el hombre 2. Gunda y el hombre 3, apartados uno del otro.Rubia: ¿Hermoso, no?Hombre 2: Sí. La verdad que sí. Gunda: Tampoco creo que sea para tanto. Hombre 3: A mí me parece que es muy hermoso.Hombre 1: Yo también estoy de acuerdo. Gunda: Sí, pero podría ser mejor.Rubia: Como poder ser... siempre puede ser mejor. Morocha: Sin embargo a mí me parece que está muy bien así. Gunda: A mí no.

Silencio. Todos permanecen quietos.Entra un extranjero vestido con saco y corbata, cargando una valija.Gunda: ¿Y usted quién es?Silencio. El extranjero la mira.Gunda: ¿Quién es usted?Hombre 3: Conteste, hombre. Le hicieron una pregunta.Silencio. El extranjero mira ahora al hombre 3.Hombre 1: ¿Pero qué le pasa, no sabe hablar, no tiene lengua?Rubia: ¿Le duele algo? ¿Se siente mal?

Morocha: ¿Tiene algún problema?Hombre 2: ¿Y?Hombre 1: ¿A quién busca?Gunda: ¿Qué quiere?Silencio. El extranjero mira a todos. Deja la valija en el piso.Extranjero (con mucha dificultad): Yo... no... no... acá... No...Hombre 2: ¿Qué quiere decir? Hombre 1: No es de acá.Morocha: Es extranjero. Eso quiere decir.Rubia: ¡Un extranjero! ¡Qué bueno! ¿De dónde es? Hombre 3: Es italiano. Gunda: ¿Cómo que es italiano?Hombre 3: Sí. Es italiano. Creo.Gunda: ¿Y vos cómo sabés?Hombre 3: Por el parecido físico. Por el perfil. Por el tipo. ¿No se dan cuenta?Rubia: Sí. Me parece que sí. Es italiano. Morocha: No creo que sea italiano. No lo veo muy parecido a los otros italianos que conocí.Gunda: ¿Qué, vos conociste a muchos italianos?Morocha: No lo dije en ese sentido.Gunda: Yo no lo dije en ningún sentido. No sé por qué lo decís.Rubia: Por qué no le preguntamos directamente a él de dónde es.Hombre 1: ¿Te parece?

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Rubia: Sí. Creo que es lo mejor.Hombre 3: Yo también. Así nos sacamos la duda.Rubia (dando unos pasos hacia el frente, en dirección al extranjero): Señor, por favor, ¿podría decirnos de dónde es usted?Silencio. El extranjero advierte la presencia de la rubia. Contempla su figura. Después de un instante comienza a mirarle las tetas.

Hombre 1: No. Así no va a funcionar. Tenés que hablarle de otra manera si querés que te entienda. Rubia: ¿Cómo?Hombre 1: Así. Mirá. Vas a ver. (Acercándose al extranjero, gritando) ¡De dónde es usted!El extranjero deja de mirar las tetas de la rubia. Observa al hombre 1.Hombre 1: ¡Sí! ¡Usted! (Señalándolo) ¡De dónde es usted!Extranjero (señalándose, hablando con gran dificultad): Yo... Albania... Silencio. Todos lo observan con gran atención.Extranjero (señalándose): Yo... Albania.Gunda: ¿Y a quién busca? ¿Qué vino a hacer acá?Extranjero: Albania. Trabajo. No. Acá. Trabajo. Sí.Hombre 2: ¿Acá trabajo?Extranjero: Albania. Trabajo. No. Acá. Trabajo. Sí.Hombre 1: Pero cómo puede ser que a este tipo le den trabajo acá.Rubia: ¿Y por qué no?Hombre 1: ¡Pero mirá lo idiota que es! ¡Y cómo está vestido!Rubia: ¡Si está muy bien vestido!

Hombre 2: Debe ser lo único decente que se puso en años. Rubia (al extranjero): Y dígame señor, ¿a quién busca? El extranjero mira a la rubia. Busca un papel en su bolsillo, lo encuentra y se lo alcanza.Rubia (leyendo el papel): Es esta dirección.Hombre 2: Debe ser un inquilino nuevo.Hombre 3: Justo acá nos viene a tocar un extranjero. Y encima uno como éste.Morocha (al extranjero): Es por allá. Señor.Silencio. El extranjero la mira.Morocha (señalando): Por allá.El extranjero se queda en silencio, mirando a la morocha. No se mueve.Hombre 1 (gritando y señalando al mismo lugar que la morocha): ¡Le dijo que es por allá!

El extranjero mira al hombre 1, toma su valija y se va en la dirección que le indicaban.Hombre 2: ¡Que asco de tipo!Hombre 1: ¡Qué mierda de extranjero más insoportable!Hombre 3: Y justo tenía que venir a caer acá.Morocha (a Gunda, en voz baja): Tiene algo... un no sé qué... que me gusta mucho.Gunda: ¿Quién? ¿Ese albanés?Morocha: Sí. Ya sé lo que es. Cuando te habla te mira siempre directo a los ojos. Sin pestañear.Silencio.

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Escena 7: Gunda, extranjero.

Gunda y el extranjero caminan en medio de una calle desierta, a la tarde de un día agradable. A la hora de la siesta. Gunda camina agarrando del brazo al extranjero. Éste camina con la mirada fija, perdida en el vacío.Gunda: Lindo, ¿no?... Lindo...Silencio.Gunda: ...Muy lindo...Silencio.Gunda: ...Todo esto.Silencio. El extranjero la mira.Gunda: A veces quisiera poder tener pesadillas... Silencio.Gunda: ...para tener algo en qué pensar.Silencio. El extranjero saca un cigarrillo y un encendedor de un bolsillo interior de su saco, lo enciende y fuma muy lentamente.Gunda: ...Quisiera que todas las cosas que conozco desaparecieran... Silencio.Gunda: ...Quisiera poder envejecer en paz...Silencio. El extranjero fuma y la mira.Gunda: ...No... no quisiera envejecer...Silencio.Gunda: ...nunca...

Silencio. Gunda deja de caminar. Mira al extranjero.Gunda: ¿Cómo te llamás?

Silencio.

Escena 8: Gunda, hombre 3.

Habitación de Gunda. Ella, sentada en el piso: la columna erguida, la vista al frente, fija en la pared. El hombre 3, parado frente a Gunda, observándola, en completo silencio. Gunda: ¿Tenés plata?Hombre 3: Sí. Yo puedo pagar. Trabajo. Tengo mi sueldo.Gunda (señalando la mesa): Dejálos ahí.Silencio. El hombre 3 saca su billetera de uno de los bolsillos de su pantalón. Toma varios billetes, los cuenta y los deja en el piso.Silencio.Gunda mira hacia donde está el dinero. Silencio.Gunda: Pienso en él sólo como si fuera un regalo.Silencio.

Escena 9: morocha, hombre 2.

La morocha y el hombre 2 caminan en medio de una calle desierta, a la tarde de un día agradable. A la hora de la siesta. La morocha camina agarrando del brazo al hombre 2.Éste camina con la mirada fija, perdida en el vacío. Morocha: ¿Qué vamos a hacer?Silencio. El hombre 2 la mira.Morocha: ¡Te pregunté qué vamos a hacer!

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Hombre 2: Querrás decir qué vas a hacer.Morocha: Hijo de puta. Hombre 2: Tenerlo no es una posibilidad.Morocha: Basura.Hombre 2: Pero eso no me corresponde decirlo a mí.Morocha: ¿Qué querés decir, cerdo?Hombre 2: Porque es prácticamente imposible que yo haya tenido algo que ver con eso.Morocha: ¿Y quién tuvo que ver si no?Hombre 2: No sé. Ese extranjero. Te vieron con él. Morocha: No estuve con él. No me pueden haber visto. Hombre 2: Sin embargo te vieron.Morocha: ¿Quién?Silencio. El hombre 2 se frena y la mira. Morocha: ¿Quién me vio?Silencio. El hombre 2 saca un cigarrillo del bolsillo interior de su pantalón, lo enciende y comienza a fumarlo, muy lentamente.Morocha: ¡Te pregunté quién me vio!Hombre 2: Gunda. Silencio.Pausa.Morocha: Es cierto. Tenés razón. Tenerlo no es ni siquiera una opción. Silencio.Morocha: ¿Me vas a ayudar?

Silencio. La morocha lo mira mientras él continúa fumando. Hombre 2: Te voy a ayudar.Morocha: ¿Cómo? Hombre 2: Te voy a pegar bien fuerte en la panza.

Morocha: ¿Y eso no me va a doler mucho?

Hombre 2: Sí. Un poco. No mucho. Al principio.Silencio.Morocha: ¿Y qué voy a hacer si no funciona?Hombre 2: Si eso no da resultado, te voy a tirar al río. Morocha: ¿Y eso sí va a funcionar?Hombre 2: No hay manera de que no funcione. Morocha: ¿Pero no es un poco peligroso?Hombre 2: ¿Peligroso para vos?Morocha: Sí. Hombre 2: No. Para vos no.Morocha: Ah. Está bien. Entonces me quedo tranquila.Silencio.

Escena 10: hombre 1, hombre 2, hombre 3, extranjero.

El hombre 1, el hombre 2 y el hombre 3 están apoyados sobre una pared, frente a una calle vacía. A la tarde. El hombre 1 fuma, el hombre 2 se rasca la cabeza con fuerza, el hombre 3 mira al piso. Silencio. Entra el extranjero. Silencio.

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El hombre 1 tira el cigarrillo al suelo. Mira al extranjero. El hombre 2 y el hombre 3 dejan de hacer lo que estaban haciendo para observar al extranjero, quien a su vez les devuelve la mirada.Silencio.Los hombres 1, 2 y 3 se miran entre sí. El extranjero comienza a caminar. El hombre 3, con un movimiento brusco, le corta el paso. Los hombres 1 y 2 se abalanzan sobre el extranjero y lo agarran de los brazos. El hombre 3 se suma a ellos, golpeando al extranjero en el estómago varias veces. El extranjero se dobla y cae al piso. Grita. Los hombres 1 y 2 se agachan para golpearlo con más fuerza. El hombre 3, desde arriba, lo patea salvajemente. A veces le da en el estómago y otras en la cara. El extranjero se cubre como puede. Sangra. Silencio.

Escena 11: morocha, extranjero.

La morocha y el extranjero caminan por una calle desierta, a la tarde de un día agradable. A la hora de la siesta. La morocha se mueve con mucha dificultad, agarrándose del brazo del extranjero, quien apenas puede caminar. Tienen la mirada fija, perdida en el vacío. Ambos están llenos de moretones, de cicatrices y de sangre seca.Extranjero: Acá. Frío. Feo.Silencio.Extranjero: Acá. Frío. Feo. Albania no. Silencio.Extranjero: Albania linda. Silencio. La morocha saca un cigarrillo con mucha dificultad. Trata de agarrarlo torpemente con sus dedos, pero no puede. Se le cae al piso.

Sus manos tiemblan.Extranjero: Albania linda. Silencio.Extranjero: Acá feo. Silencio.Extranjero: Acá gente mala. Silencio.Extranjero: Albania gente buena. Silencio.Extranjero: Acá duele. Silencio.Extranjero: Albania no duele. Albania gente buena.Silencio. La morocha lo mira.Morocha: ¿Me vas a llevar a Albania?Silencio.

Escena 12: rubia, Gunda.

La rubia y Gunda, apoyadas sobre una pared. En una calle vacía. A la siesta. La rubia fuma un cigarrillo muy lentamente. Gunda se maquilla, mientras se mira en un espejo de mano.Gunda: Sí. Fue horrible. La verdad que fue horrible. Rubia: ¿Pero quién te contó como fue?Gunda: Nadie. Rubia: ¿Cómo nadie?Gunda: Lo vi yo.

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Page 30: Caen pájaros literalmente del cielo. Libro de obras de teatro

Rubia: Ah. Silencio.Rubia: No entiendo muy bien. ¿Qué le hizo primero? ¿La tiró al río o le pegó en la panza?Gunda: Le pegó en la panza.Rubia: ¿Y dio resultado?Gunda: No. Rubia: Entonces la tiró al río para ver si funcionaba.Gunda: Sí.Rubia: ¿Y funcionó?Gunda: No. Rubia: ¿Pero le pasó algo?Gunda: Sí. Ella quedó muy maltrecha. Y se enojó con él. Rubia: Claro. Porque la tiró al río. Gunda: No. Porque ninguno de los dos métodos dieron resultado. Silencio.

Escena 13: hombre 1, hombre 2.

Los hombres 1 y 2 caminan por una calle desierta, a la hora del almuerzo. Ambos fuman. Hombre 2: ¿Le paga? Hombre 1: Sí.Hombre 2: ¿En serio?Hombre 1: Sí.Hombre 2: ¿Cuánto?

Hombre 1: Ah, no. Tanto no sé. Hombre 2: ¿Cada cuánto lo hacen?Hombre 1: Cada vez que él cobra su sueldo. Hombre 2: ¿Y hace mucho que pasa esto?Hombre 1: Hace un tiempo.Silencio.Hombre 2: Qué raro, ¿no?Hombre 1: ¿Por qué?Hombre 2: Siempre pensé que tu mujer o la mía podían cobrar por hacerlo. Digo... las dos son muy atractivas físicamente. Hombre 1: Sí. Es cierto.Hombre 2: ¡Pero que Gunda cobre por hacerlo!... Hombre 1: ¿Qué?Hombre 2: Eso jamás me lo podría haber imaginado.Hombre 1: ¿Por?Hombre 2: Bueno, es que ella no es muy agraciada que digamos. Es fea.Hombre 1: Seguro que por eso tiene que cobrarle a él. Hombre 2: Claro, porque si no le cobra a él, nunca va a tener una oportunidad para hacerlo. Hombre 1: Además no te olvides que juega con su desesperación.

Silencio. Los dos siguen fumando. Pausa.Hombre 2: ¿Creés que Gunda nos cobraría a nosotros dos?

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Page 31: Caen pájaros literalmente del cielo. Libro de obras de teatro

Silencio. El hombre 1 lo mira.Hombre 2: Quiero decir, si se nos ocurriera ir...Silencio.Hombre 1: No sé.Hombre 2: ¿Pero qué te parece?

Silencio. El hombre 1 observa primero, detenidamente, al hombre 2 y luego a sí mismo.Hombre 1 (con amargura): Creo que sí. Creo que nos cobraría.Silencio. Pausa.Hombre 2 (dudando): ¿Y creés que le cobraría a él?Hombre 1: ¿A quién?Hombre 2: A él. A ese extranjero.Hombre 1 (con mucha amargura): No. A ése seguro que no.Silencio.

Escena 14: rubia, morocha, Gunda, hombre 1, hombre 2, hombre 3, extranjero.

Todos ellos están apoyados sobre una pared, ante una calle vacía, al atardecer, inmóviles.La rubia toma del brazo al hombre 1. La morocha hace lo mismo con el hombre 2. Gunda y el hombre 3, apartados uno del otro.Silencio.Entra el extranjero, vestido de traje. Se detiene. Fuma. Los comtempla un instante en silencio.

Ahora

Dos hombres sentados en la penumbra, bañados apenas por la luz azulina que sale de una heladera entreabierta. Primero: Mañana me voy.Segundo: ¿Mañana?Primero: Mañana mismo.Segundo: ¿Es necesario?

Primero: SíSilencio.El primero mueve levemente la puerta de la heladera. Busca cerrarla. El segundo lo frena. Segundo: Papelitos. Primero: ¿Cómo?Segundo: Me gustaría que cayeran papelitos. Primero: ¿Ahora?Segundo: ¿Por qué no?Primero: Tendríamos que estar en un estadio. Segundo: ¿No estamos en un estadio?Primero: ¿En dónde creés que estamos?Segundo: En un estadio.Primero: No. No estamos en un estadio. Silencio.Segundo: Me gusta imaginarme que...

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Primero (interrumpiendo): No.El segundo entreabre la puerta de la heladera. Segundo: La luz es más fría.Primero: Es por la hora. Segundo: ¿Qué tiene que ver la hora?Primero: A esta hora, la heladera da una luz más azulada. A la mañana, la luz es distinta. Segundo: No puede ser.Primero: Es así. De día la luz es distinta. Más amarilla. Segundo: ¿Desde cuándo prestás tanta atención a la luz de la heladera?Primero: Desde siempre. En la puerta, cuando no hay nada, ni yogurt, ni leche, ni mermelada, la luz es casi verde. Eso es por la pared de la heladera, que también es verde. Entonces todo es verde. No importa el color de la bombita. No importa nada en realidad. Es la pared la que da la dominante cromática. Silencio.Primero: Me volví impaciente. Segundo: Ya lo sé. Primero: Quisiera tener un gato. Segundo: Un gato a esta hora sería peligroso. Primero: ¿Por?Segundo: No lo podrías ver bien. La falta de luz. Se cruzaría por tu camino en cualquier momento. Te esperaría. Maullaría toda la noche, para que lo lleves afuera, al balcón. Te llamaría a

gritos para que lo dejes en algún lado. Lejos de vos. No le gusta tu compañía.Primero: No haría eso.Segundo: Creéme. Haría eso. Primero: Sería incapaz de pedir.Segundo: Nadie es incapaz de pedir. Primero: Él sí. Segundo: Quién.Primero: El gato. Segundo: Cómo se llama. Primero: Henry. Mi gato se llamaría Henry. Segundo: Henry. Mucho gusto. Primero: Mi gato negro. Segundo: Henry.Primero: Henry. Segundo: Todavía acá. Primero: ¿Cómo?Segundo: Todavía estás acá. A esta hora. Primero: Todavía. Sí. Silencio.Segundo: ¿Y Henry? ¿Cómo anda?Primero: Muy bien, gracias.Segundo: No me gusta que mueva tanto la cola. Primero: A mí tampoco. Pero lo hace cada vez más seguido.

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Segundo: No es una buena señal. Está disconforme. Primero: No está disconforme. Está enojado. Segundo: Ya lo sé. No soy pelotudo. Primero: Nunca tuve gatos antes.Segundo: Yo sí. Ahora.

Silencio. El primero cierra la puerta de la heladera de un golpe seco. Quedan a oscuras. Voz del segundo: Te busqué por toda la ciudad. Una noche bien oscura. No sé bien por qué, se me ocurrió doblar por una calle que no conocía. Una calle con niebla. Vi a un hombre en la esquina. Un hombre con un impermeable. Me preguntó si me pasaba algo. Se dio cuenta de que yo tenía una curita sobre mi ceja derecha. Le dije que no. Perdí el rumbo, eso fue lo que me pasó. Un día, de tanto caminar, perdí el rumbo. Como si me hubiera olvidado para dónde quedaba mi casa. Empecé a deambular en círculos. A adentrarme por barrios que no conocía. Eso es peligroso en esta ciudad. Uno no sabe en dónde... Primero: ¿Trató de venderte algo?Segundo: ¿Cómo?Primero: Ese hombre, ¿no te quiso vender algo?Segundo: No.Primero: No te creo.

Silencio. El primero abre la puerta de la heladera. Vuelve la luz.Segundo: No entiendo. ¿No somos más amigos? Primero: Sí.

Segundo: ¿Entonces?Primero: Eso no le puede pasar a nadie. Segundo: Mañana. Primero: ¿Cómo?Segundo: Mañana te va a pasar algo parecido. Primero: No lo creo. Segundo: No importa lo que nadie crea. Un día estás parado ahí, en la vereda de una calle cualquiera, y de pronto ya no te acordás de nada: quién sos, cómo te llamás, qué hacés en tu vida para sobrevivir, por qué todo esto se fue al carajo. Y te descubrís a vos mismo buscando basura en los tachos. Para comer.Primero: No te puedo ayudar. No tengo monedas. Segundo: Yo tampoco. Silencio.Segundo: ...Y estuve tratando de alejarme de ese momento desde entonces. Primero: ¿Se puede?Segundo: ¿Qué?Primero: AlejarseSegundo: No. Nadie puede. Al final todo se nos viene encima y nos aplasta.Primero: ¿Y entonces?Segundo: Lo intento. No dije que lo lograra. Primero: Claro.Segundo: Claro.

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Silencio.Primero: La luz titila. Segundo: ¿Cuál luz?Primero: Nuestra luz. Titila. Segundo: Eso no es nada nuevo. Primero: Para vos. Segundo: Para vos tampoco es nuevo. Creéme. Primero: No me acuerdo. Segundo: De qué. Primero: De que nuestra luz titilara. No me acordaba. Segundo: Es por el frío. Hace tanto frío de noche. Primero: De día es peor. Segundo: Peor o igual, lo mismo da. Primero: Nada puede ser peor que esto. Segundo: No lo creas. Primero: No me importa. Silencio.Primero: Henry tiene un amigo nuevo. Segundo: Qué bien. Primero: No me parece bien. Me preocupa. Es ese tipo de amistad que puede terminar en una tragedia. Segundo: ¿Por?Primero: Es un gato malo, hosco. Anda buscando un hogar.Segundo: Si está buscando un hogar, no puede ser un gato tan malo.

Primero: Es muy malo. Segundo: Debe tener hambre.Primero: Todos tenemos hambre con este frío. Pero ya no hay más comida. Segundo: Todos tenemos hambre siempre. En especial cuando las heladeras están vacías. Primero: Si están vacías es porque no hay plata. Segundo: ¿En dónde hay plata?Primero: En la heladera, ¿qué hay?Segundo: Fijáte. Silencio. El primero se levanta. Mira dentro de la heladera. Vuelve a sentarse. Primero: Nada. Segundo: ¿Cómo?Primero: En la heladera no hay nada.Segundo: Podríamos comernos a Henry. Primero: No quiero comerme a Henry.Segundo: Era una idea, nada más. Primero: Sólo lo comería en caso de extrema necesidad. Segundo: Como ahora. Primero: Como ahora no. Para eso falta. Segundo: No tengo ganas de comer. Primero: ¿No?Segundo: No. Ahora no.

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Primero: Pero no comemos desde hace semanas. Segundo: Y un día no vamos a comer más. Ni una papilla vamos a poder comer. Imposibilitados de tragar. De viejos. Primero: Ya soy viejo. Y todavía puedo tragar. Segundo: De más viejo. Primero: No. Mucho más ya no voy a vivir. Silencio.El primero cierra la puerta de la heladera de un golpe seco. Oscuridad total. Voz del segundo: Estoy en un lugar muy grande. Inmenso. Una especie de centro cultural viejo, en decadencia. Con habitaciones muy altas y espaciosas. Bien separadas unas de otras. Un salón de conferencias con múltiples salas, para distintos usos. Me encuentro con el mismo hombre del impermeable. El de la otra vez. Sólo que esta es una noche distinta. Muy fría. Lluviosa. Me mira y me hace un gesto familiar. Me invita a que me acerque a él. Se sonríe, amigable. Me pregunta qué hago ahí. Le digo que me estoy escapando, que me persiguen. Quién, me pregunta. Un hombre, digo yo. ¿Sabe cómo es ese hombre?, me vuelve a preguntar. No, le contesto. Sólo sé que me persigue para matarme, desde hace mucho tiempo. Años, creo, desde que empezó todo esto. Tiene un cuchillo enorme. Bañado en sangre. Y ahora viene por mí. Por eso llegué hasta acá, porque es un lugar muy grande, con muchas habitaciones, lleno de gente, y no creo que me encuentre. No se confíe, me dice el hombre del impermeable. No es bueno estar tan seguro. Ese hombre que lo anda persiguiendo, hoy se va a encontrar directo con usted. De frente. Lo va a mirar bien fijo a los ojos. Y antes de rematarlo, le

va a dar las gracias. Y usted cómo sabe, le pregunto. Porque ese hombre que anda tras sus pasos, con un cuchillo gigante, soy yo, me dice el hombre del impermeable. Voz del primero: No me gusta. Voz del segundo: A mí tampoco. Pero es lo que hay. Silencio. El primero abre la puerta de la heladera. Vuelve la luz.Primero: Nunca me pasó algo parecido.Segundo: No es mi culpa.Silencio.Segundo: Bajó bárbaramente la temperatura.Primero: A esta hora siempre baja. Segundo: Y llueve. Primero: Sí. Llueve...Silencio. Se escucha la lluvia. Segundo: ¿Seguro mañana?Primero: Sí. Mañana. Segundo: Cobarde. Primero: ¿Cómo? Segundo: Me siento un cobarde. Primero: Yo también.Segundo: No tenés por qué. Primero: Vos tampoco.Segundo: Yo sí. Escuché los gritos. Durante la lluvia, gritos y ráfagas de viento. Afuera. En la calle. Muy entrada la madrugada. Y pese a lo que escuché, y a lo que creí ver, no hice nada.

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Primero: Es común no hacer nada. Es lo que hacen todos. Segundo: Es común, sí. Cobarde. Y común.Silencio. La luz de la heladera titila. Está a punto de apagarse. Primero: Está fallando todo. Ahora. Silencio. Se escucha la lluvia.Segundo: Esta heladera es muy vieja. No le haga caso. Primero: Ataque primero. Segundo: ¿Yo?Primero: ¿Quién si no? O ataca usted o lo hago yo. Segundo: No quiero. Alguna vez fuimos amigos. Primero: Pero ya no. Segundo: No dije eso.Primero: Yo tampoco. Silencio. La luz titila.Segundo: En el desierto. Una noche fría. Me encontré con un hombre. No el del impermeable. Esta vez no, por suerte. Otro. Un hombre de facciones clásicas. Figura redondeada. Estaba haciendo un recorrido parecido al mío. Copiaba mi caminata. Sólo que yo no lo sabía. Primero: En realidad, usted copiaba la suya. Segundo: ¿Cómo?Primero: Usted copiaba su caminata. Y no él la suya. Segundo: Exacto. Eso fue lo que él me dijo. Por qué me sigue, me preguntó. No lo sigo, le dije. Desde chiquito quería venir para acá. Y ahora estoy cumpliendo con mi sueño. Quería conocer

el desierto. Se ven todas las estrellas, las constelaciones, en una noche como ésta. Es hermoso. Primero: Es perfecto...Segundo: Lo mismo me dijo él. Dos veces. Volvió a repetir lo que yo le había dicho. Como si no pudiera creerlo. Parece que los dos pensábamos en las mismas cosas. Al mismo tiempo. Miramos las estrellas. Noche cerrada. Negra. Llena de luceros azules brillantes. Las estrellas...Primero: Una maravilla....Segundo: Nos quedamos pasmados mirando un largo rato ese cielo increíble, y después nos fuimos. Dimos media vuelta. Yo seguí caminando para un lado, digamos la derecha. Y él se fue por el otro, digamos la izquierda. Nunca más nos vimos. Primero: ¿Cómo era?Segundo: Quién. Primero: El hombre. Segundo: No sé, no me acuerdo. Primero: ¿Era el del impermeable?Segundo: Ya te dije que no. Primero: ¿No era el mismo entonces?Segundo: No. Silencio.Segundo: Quizás sí. Sin el impermeable. Quién sabe. Silencio.Primero: Por qué no se fueron juntos.

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Segundo: Miramos las estrellas. Nos miramos a los ojos. En esa oscuridad de la noche del desierto, no podía ver sus ojos, en realidad. Veía dos huecos negros. Dos huecos sin fondo. Sin ninguna expresión. Miré los huecos de sus ojos y me fui. Y él hizo lo mismo. Cada uno por su lado.Primero: Por qué no se fueron juntos entonces. Segundo: Quién sabe.Silencio.Primero: Anoche tuve fiebre. Segundo: La falta de comida.Primero: El dolor de cabeza era insoportable. Segundo: No hay dolor de cabeza que no lo sea. Primero: Un dolor muy agudo y constante sobre las sienes. Los movimientos atolondrados. El andar vacilante. Cada cosa que tenía que hacer, un trabajo inmenso: ir al baño, por ejemplo. Levantarme. Mover primero una pierna, después la otra. Ya incorporarme sin que me dolieran todos los huesos era un triunfo enorme...Segundo: Conozco esa sensación.Primero: Me produjo euforia cuando dejaron de dolerme las sienes. Saber que eso no iba a molestarme más... Segundo: No por mucho tiempo...Primero: Que iba a poder levantar la cabeza otra vez. Mirar a la derecha y a la izquierda. Caminar sin estar condicionado... Los recuerdos de la fiebre me dan asco. Como si tuviera que volver a comer comida ya digerida. Y sin embargo, eso es lo más raro, los

días que pasé en cama fueron los mejores de mi vida. Segundo: Los míos también....Primero: Sin pretender nada. Sin desear nada. Sin tener fuerza para hacer nada. Dejando pasar las horas, en un estado adormilado, semiinconsciente... Un estado de paz, de tranquilidad interior como nunca tuve en mi vida. Quién pudiera estar así todo el tiempo. Segundo: Quién pudiera. Silencio.Segundo: ¿Y Henry?Primero: Quién.Segundo: Henry. ¿Por dónde andará? Primero: Por ahí. A los gatos les gusta salir de noche. Segundo: Sí, pero adónde van. Primero: Quién sabe. Silencio.Primero: Quizás no vuelva más. Silencio.Primero: No creo que me vaya mañana. Segundo: ¿No?Primero: No. Mañana no. Pasado mañana. Segundo: Mañana va a hacer frío. Primero: Mucho frío, parece. Segundo: Frío y niebla.

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Primero: Sí. Silencio. La luz de la heladera se apaga de golpe. Completa oscuridad. Voz del primero: Está fallando todo. Ahora.

Boris

Dos hombres, a la madrugada, encerrados en una habitación sórdida y diminuta. Las paredes están descascaradas, al igual que el cielo raso, con grandes trozos de ladrillo y cemento al descubierto. Una mesa cubierta de cartas. Dos sillas: una vacía, otra ocupada. El Hombre 1, sentado en una de las sillas, junto a la mesa.El Hombre 2, parado a su lado.Ambos llevan saco, camisa y pantalón de vestir. El Hombre 1 sonríe cálidamente. El Hombre 2 observa alternativamente las cartas y el rostro del Hombre 1. El Hombre 1 se inclina sobre la mesa para agarrar una carta. Está jugando un solitario. Toma la carta, la da vuelta con delicadeza y la coloca en otra parte. Mientras hace esto, silba muy bajo y muy suavemente. Es un silbido extraño, sin melodía.

Hombre 2: Hermosa mano.Hombre 1: Gracias.Silencio. El Hombre 1 agarra otra carta, la mira con indiferencia y vuelve a ponerla en otro lugar de la mesa.Hombre 2: ¿Qué hace en su tiempo libre?Hombre 1: Duermo de día. Hombre 2: ¿Y además?Hombre 1: No sé. No mucho.Silencio.

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Hombre 2: ¿Le gusta su trabajo?Hombre 1: ¿Y a usted?Hombre 2: Le pregunté primero. Hombre 1: Lo que me gusta es que puedo dormir de día. De noche nunca pude.Silencio. El Hombre 1 cambia otra carta de lugar. Flexiona los dedos de su mano derecha. Mira las cartas. Piensa. Duda. No se decide todavía a agarrar otra.Hombre 2: ¿Cansado?Hombre 1: No contestó la pregunta.Hombre 2: Cuál.Hombre 1: Su trabajo, ¿le gusta?Hombre 2: Estoy acostumbrado.Hombre 1: No le gusta.Hombre 2: Saque sus propias conclusiones...Silencio. El Hombre 1 agarra decidido una nueva carta. La ubica en otro lugar de la mesa. Una vez que lo hizo, se decepciona.Hombre 2: Se puso difícil ahora.Hombre 1: No voy a ganar, ya me di cuenta.Hombre 2: Debería empezar otra mano, si ya sabe que va a perder...Hombre 1: No quiero empezar otra mano. ¿Y usted?Hombre 2: Por mí no empecemos nada. No me gustan las cartas. Prefiero el ajedrez. Hombre 1: Me lo hubiera dicho antes. A mí también me gusta el ajedrez.

Hombre 2: No lo sabía.Hombre 1: Nunca me preguntó lo que me gustaba.Hombre 2: Usted tampoco.Silencio. El Hombre 1 agarra todas las cartas que están sobre la mesa. Arma una pila con ellas. Hombre 1: ¿Cansado?Hombre 2: Agotado.Hombre 1: No debería meterse en asuntos tan complicados. Nunca va a salir bien parado.Hombre 2: No debería. Es cierto. Pero no puedo evitarlo.Silencio. El Hombre 1 mezcla las cartas y las dispone nuevamente en hileras sobre la mesa, boca abajo.Hombre 2: Usted nunca mató a nadie, ¿no?Hombre 1: No. Y usted tampoco. Silencio.Hombre 2: Me doy cuenta de que el trabajo le gusta.Hombre 1: No esté tan seguro.Hombre 2: No me hubiera dicho eso si no.Hombre 1: Hace muchos años que trabajo acá. Estoy acostumbrado. Nada más.Hombre 2: ¿Logra muchas confesiones?Hombre 1: Ese no es mi trabajo. Lo mío es estar acá, siempre firme, a la noche. Hombre 2: Atento, vigilando...Hombre 1: Nunca vigilé a nadie.

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Hombre 2: Eso dice usted.Hombre 1: Piense lo que quiera...Hombre 2: Entonces qué hace acá, cuál es su tarea.Silencio. El Hombre 1 agarra una carta cualquiera, la da vuelta y la pone en otro lugar de la mesa.Hombre 1: Hace mucho tiempo que a usted lo tenemos clasificado. Hombre 2: Por qué me tienen acá.

Silencio. El Hombre 1 mira su reloj de pulsera.Hombre 1: Podríamos pedir algo de comida. A esta hora siempre me da hambre...Hombre 2: Preferiría un café.Hombre 1: ¿Un café?Hombre 2: A esta hora siempre tomo un café bien negro y cargado.Hombre 1: Nunca duerme de noche.Hombre 2: No. Igual que usted.Silencio. El Hombre 1 agarra otra carta, la da vuelta y la pone en otro lugar de la mesa.Hombre 1: En cualquier momento le traen el café. Pero no le prometo que sea igual al que usted está acostumbrado.Hombre 2: ¿No?Hombre 1: No.Silencio.Hombre 2: Si yo no maté a nadie, entonces quién...

Hombre 1 (interrumpiendo): Eso es lo que les molesta.Hombre 2: No saben quién fue.Hombre 1: Exacto. Silencio. El Hombre 1 agarra otra carta, la da vuelta y la pone en otro lugar de la mesa.Hombre 2: Ahora sí que no viene nada bien.Hombre 1: Qué.Hombre 2: Esta mano.Hombre 1: Ya va a cambiar. En cualquier momento puede llegar a cambiar. Silencio. El Hombre 1 mira las cartas. Piensa. Duda. No se decide todavía a agarrar otra.Hombre 2: Ya no hay nada que ocultar. Quedó todo al descubierto.Hombre 1: Hace tiempo que no hay nada que no sepamos de usted. Eso no es nuevo. Hombre 2: Cuánto tiempo más me van a tener encerrado.Hombre 1: Mañana por la mañana se lo van a venir a llevar.Hombre 2: Adónde.Hombre 1: Eso no lo sé.Hombre 2: No lo sabe o no me lo quiere decir. Hombre 1: No lo sé. Si lo supiera, se lo diría. Yo no gano nada con esto.Hombre 2: Claro que gana. Sus mañanas libres, para poder dormir. Hombre 1: Es cierto. Es lo único que gano. Hombre 2: No se olvide de su sueldo.

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Hombre 1: Que ya casi no me alcanza para nada.Hombre 2: Únase a la lista. No es el único. Ni tampoco el primero.Silencio. Después de mucho reflexionar, el Hombre 1 agarra otra carta. Cuando la tiene en el aire, el Hombre 2 interrumpe.Hombre 2: Si yo fuera usted, no haría eso. Hombre 1: Qué.Hombre 2: Esa carta. No la jugaría.Hombre 1: ¿Cómo sabe?Hombre 2: Tengo un mal presentimiento. Silencio. El Hombre 1, aún con la carta en la mano, se arrepiente, la deja donde estaba antes y agarra otra. Hombre 1: A esas sensaciones siempre hay que hacerles caso. Vengan de quien vengan.Silencio. El Hombre 1 agarra otra carta, la da vuelta y la pone en otro lugar de la mesa.Hombre 1: ¿Y ahora? Hombre 2: Perfecto. Esta vez no tuve ninguno. Silencio.Hombre 2: La comida…Hombre 1: Qué.Hombre 2: Cuándo va a venir. Hombre 1: Cambió de opinión. Ahora quiere comer.Hombre 2: ¿Y usted?Hombre 1: Siempre quise comer. A esta hora es lo más adecuado.

Hombre 2: Tengo revuelto el estómago. Pero igual prefiero comer. No sé por qué.Hombre 1: Si tiene el estómago revuelto, siempre es mejor comer que tomar un café. Hombre 2: No esté tan seguro.Hombre 1: El café no hace nada bien. Hombre 2: A mí me encanta. Hombre 1: A mí también. Se lo digo por eso.Silencio. El Hombre 1 mira la mesa. Piensa. No sabe qué carta agarrar.Hombre 2: ¿No está cansado de este juego?Hombre 1: No más que usted.Hombre 2: Yo estoy reventado.Hombre 1: Yo también. Silencio. Un pequeño fragmento del cielo raso se desprende y cae sobre el piso.Hombre 1: No se preocupe. Ya va a pasar. Es cuestión de tiempo.Hombre 2: No creo que sea tan fácil.Hombre 1: Nada es fácil. Pero de un momento a otro esto se va a terminar. Silencio.Hombre 2: Antes tuvo problemas, ¿no?Hombre 1: De qué habla.Hombre 2: Quiero decir, con el café. Tuvo problemas…Hombre 1: Siempre me trajo problemas. Pero nunca pude

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evitarlo. No puedo todavía. Me encanta y me hace mal. Una combinación fatal.Hombre 2: Le encanta porque le hace mal…Hombre 1: Nunca lo había pensado de esa manera.Hombre 2: Nunca se había encontrado con alguien como yo.Hombre 1: Leí mucho sobre usted.Hombre 2: ¿Sobre mí?Silencio. El Hombre 1 hace un gesto afirmativo con la cabeza.Hombre 1: Le asombra.Hombre 2: No pensé que todos leyeran cosas sobre mí. Hombre 1: No dije que los demás leyeran. Dije que yo leí mucho sobre usted. Hombre 2: Tiene interés en mí.Hombre 1: Interés no. Curiosidad. Hombre 2: Por qué no me lo dijo antes. Hombre 1: Hay muchas cosas que no sé sobre usted.Hombre 2: Y yo no sé nada de usted. Al menos usted pudo leer algo sobre mí.Hombre 1: Los archivos.Hombre 2: Qué.Hombre 1: Leí lo que había en los archivos. Hombre 2: Qué dicen.Hombre 1: No confío en los archivos. Nunca dicen la verdad. No son gran cosa.

Hombre 2: ¿Mis archivos?Hombre 1: No solamente los suyos. Los de todos. Incluso el mío.Hombre 2: ¿A usted le abrieron un archivo?Hombre 1: Tienen archivos de todos. Y más si son empleados. Silencio.Hombre 1: Si quiere lo puede leer.Hombre 2: Qué.Hombre 1: Mi archivo. Si quiere, lo puede leer. Se lo traigo. Hombre 2: No hace falta.Hombre 1: Usted dijo que tenía interés en mí.Hombre 2: Interés no. Curiosidad. Como usted.Hombre 1: No quiero tener secretos con usted. Se lo traigo ya mismo.Hombre 2: Muchas gracias, pero no. Todavía no. Hombre 1: ¿Más tarde?Hombre 2: Más tarde puede ser…Silencio. Cae un nuevo fragmento de cielo raso.Hombre 2 (señalando las cartas dispuestas sobre la mesa): ¿No piensa jugar más?Hombre 1: Estoy harto.Hombre 2: Debería seguir jugando.Hombre 1: Me cansé. Es un juego muy aburrido.Hombre 2: Las cartas son muy aburridas.Hombre 1: Es cierto. Ya me dijo que prefería el ajedrez. ¿Se siente mejor del estómago?

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Silencio. El Hombre 2 hace un gesto afirmativo con la cabeza.Hombre 1: Mejor. Así va a poder comer.Hombre 2: Si llega.Hombre 1: Si llega qué.Hombre 2: Si llega la comida alguna vez.Hombre 1: En cualquier momento llega. No sea impaciente.Hombre 2: Qué dicen. Hombre 1: No entiendo.Hombre 2: Mis archivos, qué dicen sobre mí.Hombre 1: Muchísimas cosas.Hombre 2: ¿Hablan bien de mí?Hombre 1: Ningún archivo habla bien de nadie. Nunca. Usted debería saberlo mucho mejor que yo.Silencio. Hombre 1: Si quiere, se los traigo. Por mí no hay problema.Hombre 2: ¿Mi archivo?Hombre 1: Sus archivos.Hombre 2: Son varios…Silencio. El Hombre 1 hace un gesto afirmativo con la cabeza.Hombre 1: ¿Le interesa?Hombre 2: No sé.Hombre 1: ¿No quiere que se los traiga?Hombre 2: Me gustaría saber qué dicen de mí.Hombre 1: Por eso. Se los traigo.

Hombre 2: No. Todavía no. Más tarde.Hombre 1: Como quiera.Hombre 2: Todavía no puedo. No sé si estoy preparado.Silencio.Hombre 2: Me gustaría leer su archivo primero. Silencio.Hombre 2: Quisiera saber quién es usted.Silencio. Tres golpes sucesivos a la puerta. El Hombre 1 se levanta de la silla. Camina en dirección a la puerta. Sale. El Hombre 2 queda solo. Observa con atención el lugar. Se escucha al Hombre 1 hablar con alguien. Y luego pasos. El Hombre 1 entra. Sostiene una caja de cartón con sus dos manos. La apoya sobre la mesa. Mira al Hombre 2.Hombre 1: La comida…Silencio.Hombre 1: ¿No está contento?Hombre 2: Se me fue el hambre.

Hombre 1: A mí también.Hombre 2: De tanto esperar, se nos fue el hambre.Silencio. Permanecen parados. Miran la caja de cartón que está sobre la mesa.Hombre 1: ¿No piensa comer ni una porción?Hombre 2: Coma usted si quiere. Yo no. No tengo hambre. Silencio. Hombre 2: ¿Y el café?

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Hombre 1: No lo trajeron. Hombre 2: ¿Estaba pedido?Hombre 1: Por alguna razón no lo trajeron. Quién sabe por qué.Hombre 2: Me encantaría tomar un café a esta hora.Hombre 1: A mí también. Hombre 2: Me va a dejar salir...Hombre 1: No puedo. Eso va contra las reglas. Y usted lo sabe.Hombre 2: Un rato nada más. Hombre 1: No puedo. No insista. Hombre 2: A tomar un poco de aire fresco. Dos pasos y enseguida vuelvo.Hombre 1: No me crea tan ingenuo.Hombre 2: Saldríamos los dos. A usted también le vendría bien. Alguna vez debería salir de este encierro.Silencio. El Hombre 1 hace un gesto negativo con la cabeza.Hombre 2: Ellos quieren que usted me saque algo. Silencio.Hombre 2: Dígame qué es lo que quieren que les cante y listo. Se los digo. Así después me puedo ir tranquilo.Hombre 1: No es tan sencillo.Hombre 2: Quisiera saber adónde me van a llevar mañana.Hombre 1: No lo sé. Ya se lo dije.Hombre 2: No me van a dejar ir. Es eso, ¿no?Hombre 1: No se impaciente.

Hombre 2: Nunca me van a dejar ir.Hombre 1: Usted no hizo nada malo. Hombre 2: Eso lo dice usted, que está de mi parte porque leyó los archivos. Pero ¿y ellos?

Hombre 1: Ellos saben tanto como yo. Y saben mucho más también. Hombre 2: Nunca me van a dejar ir.Hombre 1: Usted no es culpable de nada.Hombre 2: Dígaselo a ellos.Hombre 1: Se los digo todo el tiempo. Cada vez que los veo. En algún momento me van a creer.Silencio.Hombre 1: Tome asiento.Silencio.Hombre 1: Siéntese.Silencio.Hombre 2: ¿Usted no se sienta?Hombre 1: Prefiero quedarme parado. Si no le molesta.

Silencio. El Hombre 2 se sienta en una de las sillas.Hombre 1: Más tarde quizás, salgamos a dar una vuelta. Los dos juntos. A tomar un poco de aire fresco.Silencio. Hombre 1: Ahora no. Todavía no es tiempo.

Silencio. Cae otro fragmento de cielo raso.

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Hombre 2 (para sí, en voz baja): Cómo estará Boris ahora...Hombre 1 (escuchándolo, atento): Quién.Hombre 2: Boris, mi perro.Hombre 1 (asombrado): Tiene un perro...Hombre 2: Me encantan los perros. Silencio. El Hombre 1 lo observa, desconcertado.Hombre 2: ¿Eso no estaba en los archivos?Hombre 1: No se menciona nada de perros.Hombre 2: No sé cómo pueden perderse un dato tan importante.Hombre 1: No es relevante. Por eso.Hombre 2: Todo es relevante. No sea ingenuo.Hombre 1: De qué raza es.Hombre 2: De ninguna. Hombre 1 (sorprendido): ¿No es de raza?Hombre 2: No. Silencio.Hombre 2: Es de la calle. Como yo. Silencio.Hombre 2: Marca perro.Hombre 1: Cuántos años tiene.Hombre 2: No sé.Hombre 1 (molesto): Cómo que no sabe. Me está engañando.Hombre 2: No sé cuantos años tiene porque lo levanté de la calle.

Hombre 1: Pero alguna idea tiene...

Hombre 2: Unos tres años. Como es de la calle no se puede saber con certeza. Hombre 1: ¿Lo saca a pasear?Hombre 2: Todos los días. Dos o tres veces.Hombre 1: Hace bien. Los perros necesitan salir a pasear.Hombre 2: Es gris. Tiene el hocico muy grande. Puntiagudo. Hombre 1: Es raro. Nunca vi a un perro totalmente gris. Hombre 2: Y sin embargo es un perro muy común. Cada vez que salimos, me encuentro con algún vecino que se acerca, lo acaricia y me dice que alguna vez tuvo un perro igual a él.Hombre 1: Se lo quieren robar. Tenga cuidado. Es un perro simpático. Hombre 2: Simpático, comprador y muy roñoso.Hombre 1: ¿Nunca lo baña?Hombre 2: Una vez al año, siempre. Hombre 1: ¿Una vez nada más?Hombre 2: Es todo lo que necesita.Hombre 1: Aunque se ensucie enseguida.Silencio. El Hombre 2 asiente afirmativamente con la cabeza. Hombre 2: A los dos minutos ya anda revolcándose por el pasto y la tierra. Hombre 1: Debería enseñarle buenos modales.Hombre 2: No quiero. Me gusta así como es: roñoso y loco.Hombre 1: Debe ser un tipo de perro muy común. Hombre 2: Si quiere se lo muestro. Tengo una foto en mi billetera.

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Hombre 1: Me gustaría verla.Silencio. El Hombre 2 se levanta. Se acerca al Hombre 1. Abre su saco. Saca de su bolsillo una vieja billetera negra de cuero muy gastado. Saca una foto. Se la entrega al Hombre 1. Ambos miran fijamente la foto durante un largo rato.

Hombre 1 (con la foto en la mano): Es cierto. Es increíble. Es totalmente gris. Hombre 2: Se lo dije.Silencio. El Hombre 1 le entrega la foto de Boris al Hombre 2, quien la agarra y la guarda en su billetera.Se mete la billetera en el bolsillo del saco. Permanecen parados los dos. Muy cerca uno del otro. Observándose.Nuevos fragmentos del cielo raso y de las paredes caen al piso.Hombre 1: ¿Es mimoso?Silencio.Hombre 1: Quiero decir, le gusta que lo acaricien...Hombre 2: Demasiado. De noche siempre se queda a mi lado y me pica con el hocico para que le haga caricias en el lomo o en la cabeza. Hombre 1: ¿Nunca se queda satisfecho?Hombre 2: Nunca tiene suficiente. Siempre pide más. Lo mismo con el paseo. Cuantas más veces al día lo saque, mejor. Apenas me pongo el saco, empieza a ladrar y a saltar en dos patas. Arma un escándalo terrible para que lo saque aunque sea hasta la vereda. Pero a veces no puedo. No tengo tiempo. Se me hace tarde. Y si me voy apurado sin saludarlo, se ofende y a la noche, cuando llego, se queda lejos, recostado en el colchón que tiene

en el piso. Ni se me acerca, hasta el día siguiente, cuando parece haberse olvidado de mi ofensa. Y me saluda con un entusiasmo desbordante, como si me viera por primera vez. O como si hubiera vuelto de un largo viaje.Hombre 1: Qué lindo. Hombre 2: Usted no tiene perros.Hombre 1: Nunca tuve. Silencio.Hombre 1: No tengo espacio. Toda mi vida viví en departamentos de un ambiente. Y trabajé en lugares como éste.Hombre 2: Esta noche Boris me va a extrañar. No lo voy a poder acariciar...Hombre 1: Lamento oír eso.Silencio.Hombre 1: De verdad, lo lamento.Silencio.Hombre 1: Pero no hay nada que pueda hacer.Silencio. Se desprende un fragmento grande de cielo raso. Cae muy cerca del Hombre 1, cubriéndolo de polvo.Hombre 2: Qué quieren de mí. Silencio.Hombre 2: Les doy lo que quieran.Hombre 1: No lo sé. Ya se lo dije. Silencio.Hombre 1: Un chivo expiatorio, supongo.

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Silencio. Hombre 1: Eso es usted para ellos. Silencio.Hombre 1: Una cara y un nombre a quien echarle la culpa. Silencio. Hombre 1: Ya no van a venir. Hombre 2: Cómo sabe.Hombre 1: Mi reemplazo tendría que haber llegado. Ya es casi de día. Hombre 2: No puede ser.Hombre 1: No van a venir. Ya me di cuenta. Hombre 2: Qué vamos a hacer.Hombre 1: No lo sé. Irnos tal vez.Hombre 2: No podemos irnos. Hombre 1: Usted no puede. Yo sí. Hombre 2: Si yo me voy, usted va a estar en serios problemas.Hombre 1: Es cierto.Hombre 2: Piense mejor antes de responderme. Le conviene.Hombre 1: Usted no mató a nadie. Eso ya es suficiente para mí.

Hombre 2: Yo no le dije eso.Hombre 1: No hace falta que me lo diga. Está en los archivos.

Hombre 2: Tiene una fe ciega en esos archivos de mierda.Hombre 1: Se le nota con sólo mirarlo. Es inocente. No tiene idea.

Silencio. El Hombre 2 se acerca aún más al Hombre 1.

Hombre 2: Déme las llaves.Silencio. El Hombre 1 saca un manojo de llaves del bolsillo interno de su saco. Hombre 1 (entregándoselas al Hombre 2): Acá las tiene.Hombre 2: ¿Así nomás, tan fácilmente me las entrega?Hombre 1: Claro. Hombre 2: ¿No piensa oponer ninguna resistencia?Hombre 1: Ninguna.Silencio.Hombre 1: Esto no se soluciona con su huida. Hombre 2: Ni tampoco quedándome.Hombre 1: Exacto. Ahí está el problema.Silencio.Hombre 1: No hay ninguna solución posible. Silencio.Hombre 1: O si la hay, no tengo idea de cuál puede ser. Silencio.Hombre 1: Sé lo que son capaces de hacer si no les da lo que quieren. Silencio.Hombre 1: Se van a enojar. Silencio.Hombre 1: Lo van a ir a buscar por todas partes. Silencio.

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Hombre 1: No va a estar seguro en ningún escondite.Silencio.Hombre 1: Lo van a golpear donde más le duela.Silencio.Hombre 1: Si se va ahora, nunca más podrá ver a Boris con vida. Silencio.Hombre 2: En algún momento usted también va a tener un perro igual a Boris, como esa gente que nos saluda en la calle, cuando salimos a pasear. Silencio.Hombre 2: Lo va a querer acariciar. Silencio.Hombre 2: Y no va a poder. Silencio.Hombre 2: Le va a pasar lo mismo que a mí.Silencio.Hombre 2: Se va a encontrar con alguien como usted.Silencio.Hombre 2: Que lo va a encerrar y no lo va a dejar salir. Silencio.Hombre 2: Que no le va a ofrecer ninguna alternativa.Silencio.Hombre 2: Como hace usted conmigo, ahora. Silencio.

Hombre 2: Entonces usted también se va a desesperar. Silencio.Hombre 2: Como me pasa a mí en este momento.Silencio.Hombre 2: Cuando eso pase, les voy a pedir que me llamen. Silencio.Hombre 2: Me va a encantar estar presente.Silencio.Hombre 2: Para poder ver su sufrimiento. Silencio.Hombre 2: En vivo y en directo.Silencio. El Hombre 2 guarda las llaves en el bolsillo interno de su saco.Caen nuevos fragmentos del cielo raso.El Hombre 1 y el Hombre 2 miran hacia el techo.Hombre 1: Hace años que está así. Ya no hay nada que se pueda hacer sin dinero.Hombre 2: Esta noche Boris no va a poder comer. Silencio.Hombre 2: Ni mucho menos dormir. Silencio.Hombre 2: Nadie va a estar con él para acariciarlo. Silencio.Hombre 2: Y tranquilizarlo.Silencio.

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Hombre 2: Si se duerme, va a tener pesadillas. Silencio.Hombre 2: Le van a temblar compulsivamente las patas.

Silencio.Hombre 2: Mientras está tendido en su colchón.Silencio.Hombre 2: O en el piso de la cocina. Silencio.Hombre 2: Se va a quejar.Silencio.Hombre 2: Va a aullar y a lloriquear. Silencio.Hombre 2: Persiguiendo quién sabe qué cosas en sueños. Silencio.Hombre 2: Es muy probable que mañana ya no lo encuentre. Silencio.Hombre 2: Cuando vuelva a casa.Silencio.Hombre 2: Si es que vuelvoSilencio.Hombre 2: Si es que alguna vez llego a escaparme de esto. Silencio.Hombre 2: Es muy probable que Boris esté subido a la terraza.

Silencio.Hombre 2: Ahora mismo.Silencio.Hombre 2: Balconeando.Silencio.Hombre 2: Observando el movimiento de toda la cuadra.Silencio.Hombre 2: Quién entra. Silencio.Hombre 2: Quiénes se van. Silencio.Hombre 2: Y especialmente, observando si yo estoy llegando.Silencio.Hombre 2: Para ir corriendo a recibirme. Silencio.Hombre 2: Si esta noche no vuelvo, hasta mañana no me va a esperar.Silencio.Hombre 2: No tengo dudas de eso. Silencio.Hombre 2: Se va a tirar de la cornisa. Silencio.

Hombre 2: Va a caminar por las calles, buscando algún otro dueño.

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Silencio.Hombre 2: Alguien diferente. Silencio.Hombre 2: Que lo quiera lo suficiente para no abandonarlo nunca.Silencio.Hombre 2: Ni por una sola noche.Silencio.Hombre 1: No se equivoque conmigo.Silencio.Hombre 1: Yo no soy el problema.Silencio.Hombre 1: Lo entiendo perfectamente.Silencio.Hombre 1: Nunca quise hacerle daño.Silencio.Hombre 1: Ojalá me crea.Silencio. Se miran fijamente. El Hombre 1 acerca una de las sillas al Hombre 2. Se la ofrece.El Hombre 2 se sienta.El Hombre 1 acerca la otra silla y también se sienta. Cada uno mira hacia un punto fijo de paredes opuestas.Hombre 2: Esa noche no pude alcanzar a salir.Hombre 1: Mi reemplazo no es como yo.Hombre 2: No crea que no lo intenté.

Hombre 1: Es completamente diferente. Hombre 2: Hice todo lo posible por salir de ahí. Pero no era nada sencillo. Hombre 1: Otro mundo, una persona distinta. Hombre 2: Ya no había nadie en el edificio. Era casi fin de semana.Hombre 1: Gustos y personalidades totalmente distintas. Hombre 2: Por eso encaré directo al ascensor. Hombre 1: Somos el día y la noche. Dos universos paralelos. Que no se tocan en ningún punto. Hombre 2: Sabía que nadie podía encontrarme a esa hora.Hombre 1: Aunque no lo conozco lo suficiente.Hombre 2: Sólo quedaba un guardia de seguridad, que ni se dio cuenta.Hombre 1: Apenas si cruzamos un par de palabras en todos estos años.Hombre 2: Me sofocaba dentro de ese ascensor. Hombre 1: Una de las pocas veces que le hablé, le pregunté por su familia.Hombre 2: Quería que me encontraran el lunes a la mañana.Hombre 1: Me dijo que no tenía a nadie. Que no lo moleste.Hombre 2: Apenas abrieran las oficinas.Hombre 1: Como yo, que tampoco tengo a nadie. Ni mujer ni hijos. Hombre 2: Me arrepentí pero ya era tarde.Hombre 1: Después de esa vez, nunca más nos saludamos. El entra y yo salgo. Siempre en silencio.

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Hombre 2: Supongo que me desmayé por el calor.Hombre 1: Somos dos extranjeros. No tenemos ni un sí ni un no.

Hombre 2: Cuando el guardia estaba haciendo su ronda, me descubrió. Hombre 1: Ni siquiera sé si su trabajo es parecido al mío.Hombre 2: Al borde de la asfixia. Hombre 1: Sospecho que su turno es más fácil.Hombre 2: Un rato más y hoy ya no estaría acá, con usted, para contar el cuento. Hombre 1: No. No sospecho nada. Estoy totalmente seguro. Siempre fue un vago.Hombre 2: En esa época Boris no había entrado en mi vida.Hombre 1: Hace muy poco le aumentaron el sueldo. Gana mucho más que yo. Hombre 2: Nunca lo hubiera intentado si no.Hombre 1: Lo sé de muy buena fuente. Hombre 2: Es una suerte que el guardia me haya encontrado.Hombre 1: A la noche hago lo que quiero. Reviso todos los recibos de sueldo.Hombre 2: Cuando pueda, voy a intentarlo de nuevo.Hombre 1: Cuando consiga la llave de la caja fuerte, levanto campamento. Hombre 2: Ahora que Boris ya no está, prefiero terminar asfixiado en el ascensor.Hombre 1: Sé dónde esconden la plata.

Hombre 2: O debajo de los escombros de esta habitación. Hombre 1: Me voy a llevar todo, hasta los archivos. Nunca más me van a ver la cara.Hombre 2: Es exactamente igual. El mismo final. Eso es lo que cuenta.Hombre 1: Ya no voy a tener que vivir más en departamentos de un ambiente. Ni trabajar en lugares como éste.Hombre 2: Eso y ninguna otra cosa más.Hombre 1: Voy a ir a repartir personalmente, casa por casa, los archivos de cada una de las personas que están fichadas. Silencio.Hombre 1: Para que ya no se sepa nada de nadie. Nunca más.Silencio.Hombre 1: Voy a poder tener todos los perros que quiera. Silencio.Hombre 1: Alguno igual a Boris voy a encontrar. Estoy seguro.Silencio. Se miran. Se levantan.Permanecen muy cerca uno del otro.Hombre 2: Podríamos salir a pasear.

Hombre 1 (sorprendido): ¿Ahora?Hombre 2: Ahora. Silencio.Hombre 2: Nos haría bien tomar un poco de aire fresco.

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Silencio. El Hombre 1 asiente afirmativamente con la cabeza.Se miran.Hombre 1: Usted tiene las llaves. No se olvide de eso.Silencio. El Hombre 2 saca el manojo de llaves del bolsillo interno de su saco.Ambos caminan hacia la puerta.Caen grandes fragmentos del cielo raso y de las paredes, cubriendo de polvo la habitación entera, incluida la mesa repleta de cartas. Ellos ni se inmutan.Sólo se limitan a salir. En silencio.

Acá y Allá

1.

Prólogo.

Una Nena le deja mensajes grabados a su padre, quien vive “Allá” (en un desconocido y extraño país foráneo). Ella vive “Acá” (en

un conocido y familiar país cercano), junto con su madre. Los mensajes grabados serán enviados por correo postal al padre. Cuando se dirige a su padre, la Nena le habla al grabador. De pronto, se interrumpe para preguntarle algo a su madre, quien está muy cerca de ella, escuchándola atentamente.

Nena: Mami, ¿le digo a Papi que Juana lloró cuando él se fue?Madre: Decíle lo que quieras, mi amor. Nena: Papi, cuando vos te fuiste Juana lloró. Madre: Decíle a Papi que estamos bien.Nena: Papi, Mami dice que estamos bien, que está todo bien. Madre: No, no digas “mami dice que estamos bien”. Decíselo vos misma, mi amor. Por tu cuenta. Es importante que nazca de vos, así papi se siente tranquilo allá.Nena: Papi, mami dice que te diga que estamos bien, que está todo bien.Madre: No, mi amor. Decíle lo que quieras a papi. Pero no le digas que yo te obligo a decirle que estamos bien. Nena: Está bien, mami. Le voy a contar cosas lindas a papi. Ya vas a ver.

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Madre: Eso es lo que quiere escuchar papi, mi vida. Tu papá se va a poner muy feliz cuando te escuche, mi amor. Pausa.Nena: Papi: te quiero y te extraño muchísimo. ¿Cuándo vas a volver?

2.

Año Uno. Amanecer cubierto de nieve.

Padre: Querida princesita mía:¿Cómo está mi adorada?... Espero que bien. Acá hace mucho frío, como siempre. Mucho frío y mucha nieve. Casi tanto que da asco. Da asco ver tanta nieve junta. Hay que sacarla en baldes, en palanganas... Quizás te resulte curioso todo esto. O incomprensible. No lo sé. Eso me lo dirás vos, con los años. Cuando seas más grande. Nena: ¿Pronto, papi? ¿Vas a volver pronto?Padre: La habitación en donde vivo es muy fría. Cuando me voy a acostar uso diez frazadas. Así se vive acá. Nos tapamos hasta la cabeza. Cada uno con su gorro, a ver si uno se resfría. Si se resfría no se recupera más. Y es posible que termine muerto. O viviendo en la calle.Nena: Estamos muy bien sin vos, papá. ¿Por qué carajo te fuiste?Padre: Espero que mi princesita esté bien. Quiero que sea buena con sus compañeritos. Sí, ya sé que es linda. Pero además de linda hay que ser buena. No sólo con su familia. Sino también con sus compañeritos. Tiene que compartir, tiene que prestarle sus muñecas a sus amiguitas. Tiene que ser una nena buena. Sé que es muy difícil ser buena. Pero justamente por eso tenés que

serlo, mi pulguita. Espero que me entiendas, princesita mía. Sé solidaria, por favor.Nena: A veces me parece que te extrañamos un poco. Sobretodo mami. Y yo también. Un poco. No mucho.Padre: Acá todos parecen tener frío. Caminan rápido. Sienten el frío en los huesos. Nadie quiere estar en la calle por mucho tiempo. Viajan en micros de larga distancia, o en taxis, que acá son verdes. Algunos van en bicicleta. Lo de las bicicletas es un tema aparte. Prefiero contártelo en otro momento. A la tardecita ya no hay nadie afuera. Excepto por los que viven en la calle. Que son muchos. Miles. Millones. No sé cuántos. Hay más gente afuera que adentro de las casas. Adentro no hay nadie. Son muy pocos los privilegiados. Por eso te pido que hagas un esfuerzo y seas solidaria, mi amor. Aprendé a compartir por favor. No. Tengo que ser claro en esto. No sirve la persuasión: COMPARTÍ, CARAJO. No seas egoísta, nena malcriada.Nena: En las navidades sobretodo. ¿Cuántas navidades pasaste lejos de nosotras, papá?Padre: El idioma es tan raro. No tiene nuestro alfabeto. No logro entender cómo se forman esas letras. Lo intento todos los días. Vivo tomando clases. Pero todavía no puedo. Y eso me dificulta muchísimo las cosas. Nena: Mami lloraba de una manera tan rara. Tan profunda. Con tanto dolor. No sabía que mamá era capaz de llorar hasta que te fuiste. Nunca había llorado antes, que yo recuerde.Padre: Me duermo muy tarde. Miro a la gente que está en la calle, desde mi ventana. Duermen o juegan para mantenerse despiertos y no morirse de frío. Si se duermen se mueren.

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Especialmente de noche. Por eso prefieren dormir de día. En un sótano, en una escuela, donde sea. Tienen el pelo blanco. Blanquísimo, casi fosforescente. Duele a los ojos mirarlos. Los que tienen pelo. Porque hay muchos pelados. A los pelados se les llena la pelada de nieve. Nena: Y escribía mucho. Hasta muy tarde. Empezaba a escribir recién muy entrada la noche. ¿Qué era lo que escribía? No lo sé. Siempre quise averiguarlo. Pero mami escondía todo. Nunca supe lo que le pasaba por la cabeza. Ni lo que hacía. Nunca supe nada de ella. Supongo que te escribiría a vos, papá. No sé para qué se tomaba el trabajo. Pero lo hacía. Padre: Acá se sufre mucho el frío. Ya te lo mencioné, ¿no? Perdonáme. Es que el frío está en todas partes. Todo el tiempo. Hasta en el cerebro. Algunos dicen que es el habitante más viejo. El que nunca se fue. Porque de acá se fueron todos. Hubo un éxodo tremendo. ¿Y el verano? Imposible saberlo. Desde hace décadas que por acá no hay verano. Hay de todo. Agua. Viento. Lluvia. Nieve. Escarcha. Granizo. Pero lo que no hay es verano. Y como son todos tan jóvenes, nadie se acuerda de nada. O se acuerdan de muy pocas cosas. Además tienen una práctica: hay que olvidarse de todo. Más que práctica es un dicho. Pero un dicho que se convierte en práctica. Y todos se olvidan de todo. Siempre. Por eso todos los días uno tiene que volver a presentarse. Todos los días es un renacer. Todos los días una nueva posibilidad. A empezar de nuevo. A buscar. A encontrar. Todos los días. Nena: Todos los días lo mismo con mami. A escribir. Siempre a escribir. Todas las noches. Me acostaba y se ponía a escribirte. Se creía que yo no sabía lo que hacía. Pero yo sí sabía. La espiaba. Dormía muy poco. Pobrecita.

Padre: Sí, ya sé que te parecerá raro. Pero acá es así. A nosotros no nos parece raro. A ellos, quiero decir. A mí todavía un poco sí. Nena: Sé que te parecerá raro. Pero es así y vos no sos quién para decirme nada. ¿Quién te creés que sos para venir a darme órdenes ahora? No tenés derecho. Para mí ya no sos nadie, papá. Padre: El trabajo me queda cerca. Unas pocas cuadras. Pero no se puede ir caminando. Si lo hiciera, me multarían. Tengo que tomar el subte. O un colectivo. En una parada ya estoy en la oficina. Nena: ¿Siempre hace frío allá? ¿O es como acá, que a veces hace calor y otras frío? Cuando hace calor es terrible. El trópico parece esto. Y la humedad, Dios mío. Un asco. El invierno en cambio es agradable, se deja llevar. Suave, templado y manso. Se agota lentamente. Y hasta el año que viene no vuelve más. Como vos. Sólo que el invierno vuelve todos los años. Pero en cambio vos no. Nunca volviste ni vas a volver. No es cierto, ¿papi?Padre: El problema es que ahí, justo en esa parada, se bajan millones de personas. Millones, literalmente. Aunque nunca los conté a todos, un día me gustaría hacerlo. Me voy a parar en el medio de la estación y cuando se empiece a bajar la gente, los voy a contar uno por uno. Va a ser difícil. Pero quizás logre saber cuántos son.Nena: No quiero prestarle mis muñecas a nadie. No. No. No. No. No me gusta. No quiero. Me las van a romper esas nenas. No me importa lo que digas, papi. No quiero.Padre: ¿Te dije cómo nos conocimos con tu mami? Era un verano hermoso. El sol a flor de piel. La vida en su máximo esplendor. Las promesas... La juventud... El deseo... Ella estaba escuchando la radio... Yo... no sé qué hacía, creo que pasaba por

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ahí, nada más... como un idiota... Fuimos muy felices. Hasta que me vine para acá. Fue algo consensuado. Hubo muchas lágrimas de los dos. Lo pensamos mucho y creímos que era lo mejor para todos. Para vos también, claro.Nena: “Fuiste mía un verano”. Eso es lo que cantaba mami en una época, todo el tiempo...Padre: En otras estaciones pasa lo mismo. Se bajan millones en cada una. Es un espectáculo impresionante. Te agobia. Cada uno es una cabeza de alfiler que va directo a su trabajo. Algunos no vuelven más. Quedan en el camino, perdidos, enfermos, muertos. Pero entonces al día siguiente vas a ver a otros que los van a reemplazar. No se sabe de dónde aparecen. Ni por qué antes no estaban. Pero justo en ese momento se hacen presentes. Como si hubieran estado esperando, agazapados, la oportunidad de sus vidas. Algunos dicen que los envía el poder. Para que no se note la ausencia. Nena: Salió con muchos hombres, papi. Hay que decírtelo. Tenés que saberlo. Pero no es culpa suya. Más bien es tu culpa. Quizás haya sido algo consensuado entre ustedes, quién sabe. En un momento, casi se vuelve a casar. ¿Cómo se dice? Una bígama. Sí, eso era mamá. Una bígama. Doble vida. Doble personalidad...Padre: Me pagan por hacer lo que quiero. Y eso es un gran alivio. Me hace extrañarte menos. No tengo un horario fijo. A veces voy a la mañana y otras a la noche. Y siempre me dejan entrar. Cada día hago algo nuevo. Una tarea distinta. Un día tengo que hacer algo con las manos. Otro, algo más de la cabeza, del intelecto. Y nunca faltan las artesanías, claro. Mi jefe es uno de los pelados de los que tanto te hablé.

Nena: No creas que no te extrañaba. Mami no podía vivir sin vos. Por eso salió con muchos hombres. Para olvidarte mejor.Padre: Después que termino de hacer todo eso, vuelvo a casa. La empresa tiene una bicicleta para cada empleado. Pero sólo nos la dejan usar a la salida. No sé por qué. Nunca pregunto esas cosas. Las acepto. Es muy difícil andar en bicicleta en estas calles. Son tan escarpadas. En los hospitales siempre hay ciclistas. Ellos son casi los únicos pacientes. También se hacen muchas operaciones de estómago. La comida es pésima. Algunos prefieren no comer. Hay gente que dice no haber comido nunca. Nunca es por lo menos siete años. Toman mucha agua, eso sí. Una botella de agua mineral de un litro cada dos minutos. Y nunca van al baño. Dicen que lo pueden controlar. Pero yo no les creo.Nena: En verano sobretodo. Le gustaba salir con hombres en verano. Era en esa época cuando más se acordaba de vos. Cuando más te extrañaba.Padre: Todo se ve igual. Todo es del mismo color. No hay diferencias. Es lo mismo un amarillo, un pastel, o un verde crema. Lo negro es fatal. Está de moda. El rojo nunca le maravilla a nadie. Y el azul... es azul despreciado. Creo que le tienen miedo. Da mucho temor quedarse solo, a la noche, hambriento, sin hogar, ciego. Como les pasó a muchos. Como les pasa a tantos. Y todo eso, para ellos, es el azul. El azul es sin hogar. Es hambre. Es miseria. Nena: Mi primer novio lo tuve a los catorce años. Él tenía dieciocho, pero mucho no se le notaba. Quiero decir que era un nabo. ¿Qué otra cosa podés esperar de un chico de dieciocho años?

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3.

Padre: ...zapatilla... Nena: ...illa.Padre: ...zanahoria...Nena: ...oria.Padre: ...remera...Nena: ...era.Padre: ...calzoncillo...Nena: ...illo....Padre: ...pantalón...Nena: ...lón... Pausa. Nena: Papi.Padre: Qué, mi amor.Nena: ¿Qué es la primavera, papi?Padre: Es una estación del año, mi vida.Nena: ¿Y es linda?Padre: Es hermosa. Es cuando la naturaleza florece, las personas se quieren y se portan mejor con los demás, mi vida. Todos cantan y bailan, están más alegres y contentos. Hace calor. El sol brilla. Los días se alargan. Las noches se acortan. Es la época del año en la que la esperanza y el amor resurgen entre los seres humanos, dulzura mía.Nena: ¿Y ahora estamos en primavera?

Padre: No, mi amor. Estamos en invierno. Nena: ¿Y cuándo te vas de viaje, papi?Padre: Cuando empiece la primavera, mi cielo. Nena: ¿Vas a volver?Padre: Claro, tesoro. ¿Cómo no voy a volver a verte a vos?

4.

Año número dos. Amanecer sin sol.

Padre: Mientras desayuno miro el diario, que está lleno de dibujos. Tres dibujos, una palabra. Esa es la proporción. Dicen que es para que la gente entienda. Para que sea más visual. Porque sólo unos pocos saben leer. Los que van a la escuela. Los funcionarios. Y los que son ciudadanos. El desayuno es un tema aparte. Pan y tostadas secas. Crocantes, eso sí. De manteca y de mermelada ni hablar. No se conoce. Hasta acá no llega. Es comprensible. Nadie quiere atravesar el estrecho. Nena: Una mañana temprano, mami fue al médico. Ahí empezó todo. Lo que parecía ser algo de rutina, se convirtió en una cosa muy seria. Cáncer de estómago. El cáncer fue que tuviera que esperarte a vos.Padre: ¿Qué estás haciendo, mi princesita adorada? No recibí ninguna cartita tuya ni ningún dibujito. A ver si te sentás y me dibujás un montón de dibujitos, así yo me pongo contento porque todos los dibujitos que vos hacés, a mí me gustan mucho. Y como también yo te quiero mucho, quiero a tus dibujitos. Yo te voy a mandar unos míos. Al final. Cuando todo haya terminado. Decíle a tu mami que te haga grabar, así me mandás el casete y yo me divierto mucho escuchando lo que contás en la grabación.

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Nena: Ese día me hice pis encima. En el colegio. En plena clase de Lengua. La maestra se paró delante de mi banco y me preguntó cómo se llamaba mi papá y a qué se dedicaba. Así nomás. En seco. No supe qué decir. Me quedé muda. Y me hice pis. Ahí mismo. Inmediatamente. Todavía me sigo haciendo pis cuando me hacen esa pregunta.Padre: Ahora llueve. Mientras te escribo, amanece. A veces, cuando dejo de escribirte, miro por la ventana. La lluvia es finita y persistente. Muy fría. Llena de gotitas que calan los huesos. Y las entrañas. Llueve con esa lluvia desde hace veinte días. Ese día, justo a esta hora, salió el sol. Estaba muy frío. Era un día como hoy. Pero con sol. Sólo durante quince minutos. La gente caminaba por la calle con sombreros y trajes de color blanco y negro. Y paraguas. Siempre paraguas. Inclusive de noche. Para protegerse de las malas sombras. Nena: Ese día teníamos que escribir una composición sobre nuestros padres. Y después había que pasar al frente a leerla. Cuando llegó mi turno, no pude. Me puse muy nerviosa, me dolía todo tanto, que empecé a tartamudear y volví a hacerme pis encima. Una vez más. Justo enfrente de todos. Mi maestra se enojó muchísimo. Y me obligó a limpiar ese charco inmenso de pis. Ahí mismo, mientras todos mis compañeros me miraban. Se reían y no me sacaban los ojos de encima. Me tuve que quedar durante todo el recreo, para terminar de limpiar. Ni siquiera quería salir, por la vergüenza de tener que mirarlos a la cara a ellos. A esos desgraciados. Mis compañeros. Cuando la maestra me llamó al frente para leer la composición, yo no había escrito nada. Ni una sola palabra.

Padre: Te cobran peaje para salir de tu propia casa. Una locura,

pensarás. Pero acá es normal. El precio es estándar, eso sí. Los pobres, los ricos y los del medio pagan todos lo mismo. Una fortuna para los pobres. Para los ricos es una ganga. Nena: Ya no recuerdo casi nada de ese momento. Es un resplandor en la cabeza. Un destello más y ya está. Listo. No me voy a acordar de nada más.

Padre: Hay un señor vestido de frac esperando a que uno salga a la calle, listo para cobrar el estipendio. La suma requerida. Uno abona y se acabó. Fin de la cuestión. Ellos tienen siempre el mismo humor. Ni bueno ni malo. Me acuerdo que una vez hicieron huelga. Hubo huelga de los señores de frac que cobran peaje en las puertas de las casas. Un caos. Un descontrol total. Nena: Decidí ir a buscarte, después de tantos años. Quise saber por qué no habías regresado. Qué había sido de vos, papá. Qué te había pasado. Por qué nos habías abandonado.Padre: La huelga duró dos semanas y al final todo se arregló. Hubo algunas muertes. Nada que lamentar, según dijo el gobierno.Nena: Me dijeron que no lo hiciera. Que me iba a arruinar la vida si iba para allá. Que nunca te iba a encontrar. Que nadie sale con vida de allá. Es un lugar espantoso. Lleno de ciclistas. Que no dejan de pedalear. Los pocos que se atreven a seguir viviendo son fantasmas, despojos, restos de personas.

Padre: Y después ya no nos enteramos de nada más. Los vimos volver a sus trabajos. Y ya nadie pensó nunca más en ellos: los señores de frac.Nena: Soy muy cabeza dura, papá. Si no lo sabías, es hora de que te enteres. Soy muy terca. Cuando una idea se me mete en

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la cabeza, listo, ya está, se acabó. Y entonces ya ves, esa idea me llevó hasta allá...Padre: Ya es muy tarde. Me tengo que ir, princesita mía. Contále todo a mamá. Con lujo de detalles. No te olvides de nada. Mañana te escribo. Hoy a la noche no. Quién sabe a qué hora regrese del trabajo. Muy tarde seguramente. Quizás trabaje veinticuatro horas seguidas para tratar de olvidarte. Para pensar menos en vos.

Nena: Y por eso fui a buscarte. Quería que me vieras. Que supieras quién soy yo en realidad. En qué me había convertido. Y también quería verte. Saber cómo eras. No te recuerdo, papi. Papá. Papito. No recuerdo nada de vos: ni tu ojos, ni tu cara, ni tus bigotes. Lo único que tengo es una foto tuya que me dio mamá. Muy vieja y ajada. Y con eso solo esperaba encontrarte. Lo espero todavía. Espero encontrarte, papá.

Padre: Hasta mañana, princesita. Decíle a mamá que voy a volver muy pronto. Cada vez falta menos para verlas...

5.

Año número dos. Madrugada con lluvia.

Padre: Mientras duermo, te escribo. Nena: Mientras te escribo,

duermo

O pienso que te escribo. O pienso que me duermo. (Para soñar con vos)O sueño. Y sueño con vos.

No voy a dejar de escribirte. No voy a dejar de soñarte, papá.

Ni de pensar en vos. Ni de pensar en vos.Ni de soñarte... Ni de extrañarte...

6.

Año número tres. Atardecer con nubes.

Padre: En el trabajo me encontré con Willian, mi único amigo acá. Sé que te parecerá extraño, pero se llama así, Willian con “n”. Parece que no es un nombre inglés, sino que proviene de una colonia cercana a Inglaterra, en la que les gusta deformar el idioma inglés, por simple odio hacia los colonizadores. ¿Llegaste a esa parte en la escuela? ¿A tu edad ya vieron ese tema, o eso llega más tarde, con el tiempo? Espero que no estés faltando a clases. No es broma. No te lo voy a perdonar... Así que Willian con “n” me dice que la vida es muy dura acá. Es un tipo raro Willian. A veces creo que es la diferencia lingüística. Por eso no nos entendemos. Por eso somos amigos. Tiene una cara tan sajona. El pelo ensortijado. Rubio como el sol. El cuello largo como un junco. Y los hombros firmes, hermosos. Sí, por qué no puedo decir que son hermosos. ¿Porque es hombre? Si es lo que son. Sus hombros. Hermosos. Se lo dije el otro día, y él me dijo que no sea tan maricón. Pensé que lo iba a entender. Pero no. No entendió nada. Una pena.

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7.

Padre: ¿Esto qué es?Nena: Remera. Padre: ¿Y esto?Nena: Pantalón. Padre: ¿Y esto qué es?Nena: Camisa. Padre (tomando un corpiño y mostrándoselo): ¿Y esto? Nena: La bombacha de las tetas.

8.

Año número cinco. Madrugada con niebla.

Padre: ¿Cuántos años tenés, mi amor? Desde acá, después de todo este tiempo lejos, se me hace muy difícil sacar la cuenta. La próxima vez que me grabes un mensaje, acordáte de ponerme tu edad: dieciséis, catorce, diez, no sé. El número que corresponda. Y un nombre, por favor. Necesito un nombre. Quiero saber tu nombre. Recordarlo. ¿Te lo cambiaste? A veces los chicos hacen esas cosas. Esperan a ser mayores de edad y se cambian el nombre. Porque no les gusta el que le pusieron los padres. Espero que vos no te lo hayas cambiado. Me dolería mucho. Lo elegí personalmente. Aunque ahora no me lo acuerde.

9.

Año número seis. Mediodía con bruma.

Nena: Un día llamaron a mamá. De la escuela. Mi maestra le dijo a mi mamá, muy enojada, que su hija se había hecho la ciega en

clase. De pronto, yo había dicho que no veía. Fingía que no podía ver. Cuando cortó con mi maestra, mamá entró a mi cuarto y me preguntó si era cierto que me había hecho la ciega en clase. Lo negué hasta que me quedé sin fuerzas. Hasta que mamá me dijo: “por favor, mi amor, decíme la verdad. No te voy a hacer daño”. Ahí ya no pude negarlo más. No tenía fuerzas. Admití lo que le había dicho mi maestra. Mami me dio un cachetazo tan fuerte que todavía me lo acuerdo. Me hizo doler todos los huesos. Me traicionó. Así nomás. Como si nada, la muy perra.

10.

Año número cuatro. Mediodía. Sol de invierno.

Padre: Willian es dibujante, o dice serlo, porque yo nunca vi un solo dibujo suyo. No me los quiere mostrar. Tiene miedo de que le haga una crítica despiadada. Vos me conocés: ¿sería capaz de hacerle una cosa así? Por favor, contestáme en serio. Con el corazón. De veras. ¿Alguna vez te hice algo semejante? ¿Cuándo? ¿Cómo? ¿De qué manera te herí? ¿Cómo llegamos a estar así, tan lejos? ¿Sería capaz de decirle a Willian?: “Willian, en este dibujo está distorsionada la perspectiva, las líneas fugan para distinto lado, los ejes de la cara están mal trazados, el escorzo deja mucho que desear, y mirá esas proporciones, son horribles, si es que querés dibujar una figura naturalista, como parece ser tu objetivo; y ese cabello es un desastre, por no hablar de las líneas del pecho y de los hombros.” ¿Sería capaz?... Puede ser que lo sea. En el fondo soy un monstruo. Lo sé. Espero no haberlo sido nunca con vos. El monstruo, quiero decir. El monstruo de papá que hace cosas malas. No quisiera haberlo hecho. No pude. No debí haberlo hecho. Lo hice. Perdón. Perdón, yo...

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Nena: Papi, cuando me retan tiemblo toda por dentro, porque mis huesos se me ponen a llorar.

11.

Año número cinco. Mañana de verano incipiente.

Padre: En 1971, acá había un bosque enorme. Más grande que el del Amazonas...

Nena: Tu foto se iba poniendo cada día más y más arrugada, a medida que la sacaba una y otra vez del bolsillo de mi abrigo. Era lo único que me servía de consuelo en mis primeros tiempos. Al final ya ni siquiera necesitaba verla. Conocía perfectamente tus rasgos. Aquellos rasgos tuyos, no los de ahora. Me gustaría ver tu cara hoy. Y compararla con esa foto vieja, doblada y sucia: tus bigotes, tus ojos marrones, bien grandes, bien abiertos, (en eso soy igualita a vos, saqué tus mismos ojos abiertos, ya vas a ver), una barba espesa que te surcaba las mejillas y esa nariz puntiaguda, tan tuya. Tu nariz es lo que más me gusta de vos, papá. Me encanta esa narizota enorme que tenés. La mía en cambio es chata y fea. Tengo nariz de boxeador, papá. La nariz de mamá. Saqué su nariz, no la tuya. Una pena...

Padre: En esa época todavía había caballeros. ¿Podés creerlo? Caballeros medievales. Con armaduras. Con cascos. Montados arriba de caballos. Vivían en un bosque inmenso. Se negaban a abandonar esa forma de vida. Se negaron tanto que los expulsaron. No se sabe en dónde viven ahora. Pero viven. No acá, claro. Pero viven. En los alrededores, en...

Nena: Me enamoré de tu foto. La camisa blanca con una mancha enorme de mostaza. ¿Qué fue lo que comiste ese día

para mancharte tanto, papá? ¿O fue mamá la que te manchó a propósito?

Padre: Un caballero albino. Una armadura de hierro oxidada. Muy joven. Muy buen mozo. Pelo largo y blanco. Lo conocí en el trabajo. Hablamos largo y tendido. Le convidé con un café. Se negó de forma tan cortés, que no pude menos que quedar encantado. Son tan corteses estos caballeros... Me ofreció un coñac, que yo acepté gustoso. Y hablamos. Horas. Días sin dormir... ¿Y cuando lo veas escrito? Cuando veas escrita la frase: “Acá vivió un caballero” ¿Me vas a creer? Espero que sí. Espero que creas todo lo que te cuento. Ahora ya no vive más. Murió. Cáncer de estómago. Yo tuve el privilegio de conocerlo.

12.

Nena (disfrazada de dama antigua para actuar en una fiesta escolar): Papi, ¿me veo ridícula? Padre: No, mi amor. Estás hermosa. Nena: Papi, ¿qué quiere decir ridícula?

13.

Año número diez. Tarde de otoño con lluvia.

Padre: Descompensación. Me van a operar de la panza, nena. Era hora. Lo sabía. Es grave. Mañana. Tenía que contártelo. Quería que lo supieras. Ya está. Te lo dije. Ahora me siento mejor. Si no salgo adelante quiero que sepas... quiero que sepas... Que sepas... Ya lo sabés. Sabélo. Por favor. Te lo ordeno.Nena: Suerte para mañana, papi. La vas a necesitar. Padre: Gracias, mi amor. Es cierto, te necesito.

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14.

Año número once. Medianoche.

Nena: Justo antes de morirse, mami volvió a dar clases. Decía que le hacía bien. Que solamente así podía olvidarse de su condición. Y como siempre quería dar una buena imagen, no repetía jamás el mismo vestuario en los distintos lugares a los que iba a dar clases. Así de obsesiva era mami. Todos los días, anotaba en una hoja de papel lo que se había puesto. Ese día. En ese curso. Para no repetir la misma combinación de blusa, pollera o pantalón al día siguiente. Alternaba todo el tiempo. Con tal de variar lo que llevaba puesto, terminaba vistiéndose de manera ridícula. Siempre me decía que en la primera clase se decidía todo. La primera clase es fundamental. Es la vida o la muerte. Es donde se definen las reglas de juego. Donde se establecen los límites. Y fue justo ahí, después de un primer día de clases, cuando se decidió su suerte.

15.

Año número diez. Hora de la siesta.

Padre: La operación fue un éxito. Maravilloso. El frío arrecia. Fueron meses muy duros. Extremos. Meses de frío extremo. La mayoría los pasé anestesiado. Sin conciencia... Nena: Cuando yo sea hombre, ¿voy a poder usar bigotes como vos, papi?Padre: Creo recordar tu nombre. Empezaba con “M”. O con “N”. Ni Marta ni Natalia. De eso estoy seguro. Ya me voy a acordar. Pronto. Lentamente, poco a poco, empiezo a recordar. Una vez que pase el efecto de la anestesia, voy a poder acordarme de cosas

de las que ahora no soy ni remotamente conciente. De una letra, por ejemplo. De tu letra. De tu comienzo. Recuerdo cómo te engendré. Yo te nombré. Eso es un principio. Nena: Nunca encontré a papá. Nunca lo encontré ni supe de nadie que pudiera decirme dónde estaba. Sé que está muerto. Debe estar muerto. Siento que está muerto. Lo siento profundamente. Muy dentro de mí. Quisiera que lo esté. Lo siento, papi. Ojalá estés muerto. Padre: En el hospital me trataron muy bien, mi amor. No tenés nada de qué preocuparte. Lleno de ciclistas. El hospital. Imaginá cientos de bicicletas estropeadas, de metales retorcidos, ocupando los pasillos del hospital. Una, dos, tres... Millones de bicicletas. Con el caño roto. El manubrio quebrado. Los frenos destrozados. Los pedales arrancados. El que se sube a una bicicleta sabe que emprende un viaje de ida. Y lo hace gustoso. Es casi un suicidio. Los suicidas de la bicicleta. Nena: Y cuando sea grande, ¿voy a seguir usando chupete?Padre: Cuando fui dado de alta, otro vino a ocupar mi lugar. Mi lugar de enfermo del estómago. Para que sigan siendo cincuenta. Los enfermos. Así se procede acá. Así procedemos. Cuidamos los números. Y las proporciones. Las cuentas claras. Siempre. Nena: Estás muerto. O estás lejos, vaya a saber dónde. O quizás te enteraste que iba a venir a buscarte y preferiste desaparecer. Te hiciste humo, papá. Igual no pierdo las esperanzas. Este lugar es enorme y quién sabe, algún día quizás salgas de tu escondite y quieras verme. Si hacés eso te advierto que nunca te lo voy a perdonar. Y también te advierto que si nos encontramos, no te voy a dejar ir. Nunca más.

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Padre: Cada cosa te pertenece. Cada cosa que papi hace es para vos, mi amor. Te la dedica. Es en tu honor, mi princesita. Cada cosa que papi hace, vive, o sueña, forma parte de vos. Incluso lo que nos duele, mi amor. Sobretodo eso: lo que más me duele, mi sol. Nena: Ah, me olvidaba, una cosa más: tenías razón con lo de los ciclistas. Jamás vi algo igual. Es maravilloso.Padre: No te ofendas por favor, pero ¿puede ser Sofía? Sí, ya sé que te dije con “M” o con “N”. Pero de pronto pensé que eras Sofía. Y no sé por qué. Pero me gustó mucho. Bueno, Sofía: te amo. Te lo digo así nomás, sin rodeos. Me cuesta tanto decírtelo. No sé por qué. Pero cuesta. A esta altura no sé como tratarte. Sé que te tengo que tratar, eso sí. Estoy obligado a tratarte. No por ser tu papá Sino porque si no me muero. Me muero, Sofía. No, del corazón no. Ni tampoco del estómago. Me muero por...Nena: Papi, cuando yo sea una mamá. ¿voy a poder pintarme?Padre: Cómo te engendré. Te lo cuento. Una mañana mientras iba... Una tarde estábamos... Quiero decir, tu mamá y yo... No, sos muy chica para leer estas cosas. O sos muy grande, y entonces ya te parece una pelotudez enorme todo esto. Algo obvio. Algo por lo que quizás vos misma ya pasaste hace años... ¿Es hermoso?... Todos dicen eso. Yo siempre dudé. Pero sí, supongo que es hermoso. Fue hermoso tenerte. Sería hermoso estar ahora juntos, allá. Compartir con vos mis últimos momentos. Sería hermoso tenerte. Tenerte de nuevo. Sería único. Cosa de un solo día. Una excepción. Un regalo del cielo. Eso sos para mí. Un regalo. Una cosita perfecta... No. No lo haría nunca más. Tenerte. No. Un error que no volvería a cometer. Nunca.Nena: Una vez, cuando tenía cinco años, me desperté en medio de la noche, angustiada, y te pregunté: “Papi, ¿cuándo es mañana?

¿Hoy? ¿Hoy es mañana?” Ese día te me quedaste mirando y no supiste qué responderme. Igual que muchas otras veces. Con respecto a muchas otras cosas. Padre: Una foto tuya. Me gustaría muchísimo. Cómo quisiera. La añoro. Pero no tengo ninguna. Una foto en la que estés... Una foto... Es tan difícil recordarte. Tanto... Nada colabora. Algo recuerdo, sin embargo. Nos une algo. El pelo. Sí. Eso. Un mismo color de pelo. Negrísimo. Gracias. Gracias por el pelo...Nena: Y cuando sea más grande, ¿voy a poder usar vestido también?Padre: ¿Y si nunca te tuve? No, no quiero. Me niego. No quiero que seas un invento. No podés ser un invento, Sofía. Marta. Natalia. María. Mara. Porque no. Porque no quiero. Por lo tanto, pasemos a otra cosa. Lo importante es... El testamento. Cuando yo me fui, con tu mamá dejamos bien en claro que si a mí... Y si me... Ahora si no fuera así, lo que habría que hacer es... O si no, podrías... Espero que haya quedado claro. Si no es así, lo repetimos. No tengo ningún problema. Cuantas veces sea necesario. De nada... De nada, te dije... Yo también te extraño, mi vida... Nena: ¿Hoy es el mismo día que ayer? A veces me parece estar viviendo siempre el mismo día, papá. Desde que te fuiste. Desde que nos dejaste. Una y otra vez. Sin parar. Sin pausas. Sin volver la cabeza atrás.

16.

Año número quince. Diluvio.

Padre: ¿Mujeres?... Ninguna. En serio. No hay muchas por acá. Cero mujeres. Las que hay son todas iguales. Rubias de

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ojos oscuros. Como las suecas. Pelo largo que les sobresale del sombrero. Sonrisa cristalina. Límpida. Blanca. Nena: Cada vez que uno de los novios de mamá desaparecía, ella me decía que se había ido al extranjero. Pero yo sabía cuál era la verdad. Los hombres no la soportaban. No se habían ido a ningún otro lado. Estaban todos acá. Pero no querían verla más.Padre: Vestidos negros. Es lo que llevan puesto. Las mujeres rubias. De pelo largo. Largo, largo... Hasta las rodillas. Con sombrero. Todas lo mismo. La misma historia. Los mismos rasgos. La misma tristeza... Sonríen todo el tiempo. Aunque les duela por dentro. Y les duele. Muchísimo. Un dolor espantoso. Se les nota tanto. Tienen un lema: “Sonrisa ciento por ciento, Amargura cero.” Nena: Hace mucho que no sé nada de Juana. Desapareció, sólo eso. Sé que un día, cuando nos despertamos, ya no estaba. Se fue así, de golpe, sin avisar. Ni una carta de despedida. Ni una advertencia. Nada. No la vimos más. Se borró. Se esfumó. Por completo. Mamá intentó buscarla por todos lados. Fue con todos sus amigos. Preguntó en cada lugar que ella frecuentaba. Pero no hubo caso. Nunca supimos más de ella. Y ahora que mamá ya no está, no me interesa saber nada de Juana. Padre: Nieve, nieve, nieve. Negro, negro, negro. Negro sobre la nieve. Una manera de hacerse ver. Hacerse notar. Decir presente. “Las mujeres de acá decimos presente, ¿Cómo? Vestidos negros sobre la nieve. Hoy y siempre”.Nena: Una vez le propuse a mamá que te enterráramos, papi. Pero ella me dijo que no. Porque vos eras el único papá que yo tenía. Y nunca iba a poder tener otro, por más que quisiera.

17.

Meses después...

Padre: Tengo los pies congelados. Los siento como cubitos de hielo. Tan duros que no creo que pueda levantarme ni caminar. Así es como empiezan las gripes. Un día estás escribiendo, con las plantas de los pies entumecidas. Y al otro día te engripás. Y al siguiente te morís. Y al otro te entierran. O te recuperás milagrosamente. Justo cuando te están sepultando. En pleno entierro te levantás. Y les das un buen susto. Un susto que no se lo olvidan más. Un gran susto. Qué bueno sería asustarlos. Asustarte. Qué bueno...Nena: Amarte. Desearte. Desear tu presencia...Padre: Te voy a ser sincero, mi amor: creo que perdí el rumbo hace muchos años. Ya desde la época en que estaba allá, con ustedes, me sentía muy mal. Fui muy infeliz mientras vivía con ustedes. Ahora que ya sos grande te lo puedo decir. Nena: ...Quererte en silencio. Llorar por vos todos estos años...Padre: Vivo casi como una piedra. Sin moverme. No te pongas triste. Hacé de cuenta que nunca te escribí. Sigamos adelante como si nada. Por favor, mi vida, sigamos adelante con nuestra ficción. Nena: ...Llorar de dolor por no tenerte cerca. Por no tenerte...Padre: ¿Alguna vez tuviste rulos? Yo te recuerdo con rulos. Tenías dos años, jugabas con autitos y tenías muchos rulos. Rulos morochos. Como yo. Un negro bien morochón. Yo también jugaba con vos y tus autitos...Nena: ...Por no estar en tus brazos. Por no poder ver todo el tiempo tu sufrimiento...

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Padre: A los tres ya podías escribir tu nombre. A los cuatro te reías muchísimo. A los cinco llorabas por cualquier cosa. Fuiste una privilegiada. No hiciste jardín. Durante un año no hiciste nada. Entraste directo a preescolar. Fue la mejor época de tu vida. Ese año sabático. Nena: ...Por no poder ver cómo te estás muriendo... Porque estás lejos. Estás muy lejos, papá...Padre: Mientras yo me iba a trabajar, dormías todas las mañanas como un angelito. Mientras yo lloraba, vos vivías. Vivías lo que yo no podía vivir. Cómo te envidiaba. Cuando los demás chicos comenzaban a sufrir los horrores de la escuela, vos dormías, como un ángel, liberada... Los cuatro años. Los mejores cuatro años. Lejos del jardín. Qué lindas épocas. Quién pudiera. Nena: ...Muy lejos y muy enfermo. Agonizando...Padre: A los seis años, vos... A los seis... No. Ya no. A los seis no. Ya no intervengo. Hay un blanco. Un agujero enorme. No estoy. Me borré. Estoy ahí, en alguna parte. Retirado. Ido. Enfermo. Con cara de ido. Con aspecto de haberme ido. Me fui. A tus seis años me fui de casa: me levanté de la silla, les di un beso a cada una, les dije “chau”, les hice así con la mano, salí por la puerta y se acabó. Nunca más las vi. Ni siquiera las recuerdo ya. Qué difícil es recordar algo. Cómo se borra todo. Un resplandor y ya está. Un resplandor en la cabeza y después todo desaparece. Listo. Se terminó. Así de fácil fue olvidarlas...Nena: ...Prácticamente muerto... Padre: ...Me pierdo... Los recuerdos se nublan en mi cerebro... las calles… los días… las noches… el cielo… la nieve... Mi casa... Se va... Se fue... Desapareció... Voló... Te recuerdo... No te

recuerdo... Más... No te recuerdo más... Ya no me acuerdo más de vos...

Nena: ...Lejos de mí...

18.

Nena: Papi.Padre: Qué, mi amor.Nena: ¿Para qué existe la muerte?Padre: No sé, mi amor. Nena: ¿Y todos nos vamos a morir, papi?Padre: Sí, preciosa.Nena: ¿Y entonces para qué nacemos, papá?

19.

Año número veinticinco. Amanecer sobre los tejados.

Padre: Un día de primavera, cuando mi nena era muy pequeña, le regalé tres plantas con flores. Las plantas crecían fuertes y sanas. Mi chiquita las regaba todos los días. Estaba muy feliz con sus plantitas. Pausa.Un día vino un vendaval que arrancó todas las flores de las tres plantas. Quedaron muy mal las pobres plantitas. Mi nena estaba muy triste. Cada vez que iba a ver cómo estaban las plantas, se quedaba sola, con una flor en la mano, desconsolada, llorando. Pausa.

La única vez que mi hijita me quiso... Una pena.

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20.

Epílogo.

La madre está a punto de leerle a su hija la carta que le escribió su padre.

El padre está “Allá” (en un desconocido y extraño país foráneo). La madre y la nena están “Acá” (en un conocido y familiar país cercano). Madre: ¿Te leo la cartita que papi te escribió para vos, mi vida, o querés que cenemos primero? Nena: No, mami. Leéme la carta ahora, por favor. Quiero saber qué dice papi. ¿Me va a traer muchos regalos? ¿Cuándo vuelve?Madre: Justo habla de eso. Prestá atención, mi amor:

Mi Querida:

Estoy acá, en una ciudad muy grande, con muchas lucecitas y muchos ciclistas que van todo el día de un lado para el otro. Acá hay muchas bicicletas rotas tiradas por todas partes y edificios de piedra inmensos. Pienso todo el tiempo en vos, mi pulguita adorada. Te extraño mucho. Estoy viendo juguetes en los negocios de acá, para comprarte algunos lindos juguetitos que te gusten, y podamos divertirnos cuando yo regrese, mi princesita. Cuando papá vuelva en avión, vos me vas a ir a esperar y a decirme: “hola papi”... y me vas a hacer así con tu manito. En estos días hizo bastante frío y llovió varias veces. Es un país muy lindo. Pero muy raro. Y muy, muy frío.Bueno, amorcito: te mando un abrazo fuerte, fuerte, fuerte y

muchos besitos y besotes. Hacéle caso a tu mami y no la pongas nerviosa. Es casi seguro que voy a volver pronto, mi amor. Muy pronto, mi sol.Te quiere con toda el alma.

PAPI

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Instantes en la noche fría

Ficha técnico artística

Actuación: Gina Méndez, David Pertejo. Dirección: Fernando Griffell

Obra estrenada en el Centro de Formación e Investigación Teatral La Casona, ubicado en Barcelona, en noviembre de 2005.

Personajes:

Mujer herida.Hombre inexpresivo.Bebé de ojos verdes.

En una habitación hay una silla de madera y una canasta de mimbre. El Hombre, sentado sobre la silla, está encorvado. Sostiene en su mano derecha una taza que contiene café con leche, de la que bebe. Está de espaldas a la Mujer. Ella se encuentra parada en el centro de la habitación. Tiene en su mano derecha un cepillo de cerda. La canasta de mimbre se encuentra en el piso. Dentro de ella hay un bebé, que está vestido con un conjunto blanco de algodón. Sobre una de las paredes de la habitación, hay una ventana cerrada que da a un balcón.

Mujer (peinando muy lentamente su cabello con el cepillo de cerda): Sos fuerte y sano, pero no sos una preciosidad, por más que digan lo contrario. Te pareces a él, pese a que nunca te mira. Tenés una nariz chata, fría, perfectamente azulada. Te amamos, aunque nos desconozcas. Estoy obligada a amarte. Mirás sin ver más allá de tus ojos verdes. Yo también te miro así, desconfiada, incrédula. Tu pelo es gris, opaco, parece cubierto de cenizas. Cuando llegaste,

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estaba triste y descontenta. Me regalaste una cicatriz que quedó marcada para siempre como una llaga en mi vientre. El tuyo en cambio es liso e inapetente. Nada sabés de los instrumentos, de la asepsia y de otros problemas. El Hombre, encorvado en la silla, hace un ruido sordo al beber el café con leche de la taza. Tose con gran fuerza y luego se queda quieto.Hombre: No tengo un lugar para vivir. Busco una casa. La necesito. Persigo los clasificados de los diarios, los abro, los leo y nunca encuentro nada. No tengo un espacio para mí. Paro hijos por doquier. Y después regresan a mí como un castigo y una amenaza: me confrontan, me comprometen. A algunos les creo, les noto el parecido. Pero hay otros que no existen más allá de sus ojos verdes. Me miran. Esperan que les diga algo. No tengo excusas para ofrecerles. No los amo. Nada más. No es mi tarea. Busco un lugar que está más allá de mí. Pero no cedo. Alguno debe haber. No puedo abandonar mi búsqueda.Mujer: Los labios son de tu abuelo, los ojos, de quien fue tu padre. Tus brazos y tus dedos son desmesuradamente gordos. Una gordura que se pierde en la flaccidez de tus carnes y de tus huesos apenas constituidos, que se mecen en una jerarquía caótica, todavía sin orden. Sos una masa informe que mirás más allá de tus ojos verdes hacia ninguna parte. El adentro y el afuera no existen. Tu pelo crece, comienza a tapar tu rostro, te rodea las orejas, luego las mejillas y ya no sabés cómo salir. Comenzás a ahogarte, vas a llorar, lo intentás, pero nadie te escucha. No te pueden escuchar. Nadie puede hacerlo, porque sos lo único que existe ahí afuera, en la noche.Hombre: Poco dinero. No hay más. Innumerables juicios. Procesos desgastantes, argumentos, contraargumentos,

inquietos intereses que buscan explicar lo inexplicable. Paternidades adjudicadas por decreto. Pero la cuestión es muy simple. Es una amenaza para todos, para mí y para ella. Eso es todo. Por eso el disgusto. Y la obturación definitiva de ese agujero oscuro. Y de ese líquido viscoso, amable, placentero, que sale incluso cuando ya no lo quiero. Basta de eso. Hice que me duela. Lo logré. Le puse fin al deseo. Aunque no pueda hacerlo.Mujer: Conozco tu amenaza. Ni siquiera me altero. Unos instantes al frío y ese saquito de algodón frágil, molesto, ya no protesta, no ríe ni sonríe. No llora. Se queda quieto. Y yo me quedo sola. Uso un cepillo de cerda. Me froto con fuerza la cicatriz hasta que mi piel colorada, pardusca, se deshaga y sangre. Hasta que él se ría, contento.

El Hombre se levanta. Se dirige hacia la canasta, le acerca su taza al bebé y le da de beber el café con leche. Levanta la canasta, se dirige hacia la ventana, la abre, deposita al bebé en el balcón, cierra la ventana y vuelve a sentarse en la silla. Se encorva nuevamente. Tose.Se queda quieto.Mujer: No se parece a nadie mi niño. Es una masa informe, azul, quieta.

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Hecho para la ocasión

Creación colectiva

Ficha técnico artística

Dirección: Maximiliano de la PuenteActuación: Esteban Bigliardi, Paco Fernández Onnainty, Verónica Hassan, Laura Paredes, Roberto TominoVoz en off: Claudio PereiraEscenografía: Karina ClaramuntDiseño sonoro: Marcelo Mamany, Ariel TremariDiseño de luces y video: Lorena Díaz Quiroga Asistencia de dirección: Leonel LivchitsProducción: Paco Fernández Onnainty

Estrenada en la sala Biblioteca del Centro Cultural Rector Ricardo Rojas, en noviembre de 2006, coproducción entre el Centro Cultural Rector Ricardo Rojas y la Embajada de Francia en Argentina, en el marco del centésimo aniversario del nacimiento de Samuel Beckett. Reestrenada en marzo de 2007, en la misma sala.Nota: (El video finalmente no fue incluido en la puesta, pero figura en esta edición, en respeto del guión original).Personajes: E, V, P, L , R y C (Voz en off ). Las iniciales de los personajes se corresponden con los nombres de los actores de la obra.

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1. Falso Krapp.

Una sala totalmente a oscuras. Luego de unos breves instantes, mientras el público termina de acomodarse en sus butacas, vemos la silueta del actor E, un hombre alto y desgarbado, quien camina lentamente, acercándose a la puerta de acceso por la que acaba de ingresar el público. Comienza a cerrar una de las hojas de la puerta, que había quedado entreabierta, con exasperante lentitud, produciendo un chirrido molesto, hasta que en un momento dado le da un golpe seco, cerrándola por completo.Inmediatamente después, mientras la sala queda a oscuras, se escuchan diferentes sonidos: jadeos, murmullos, risas, quejidos, lamentos, llantos, ruidos guturales, palabras entrecortadas, estornudos, ruidos de papeles que se rasgan, golpes metálicos a ritmo constante, etc., que provienen de un espacio off indeterminado y difuso, y que inundan toda la sala. Simultáneamente, la actriz L enciende la luz de un velador que se encuentra dentro de la escena. Durante los sonidos en off ya descritos -que continúan sin interrupciones y a ritmo sostenido- se ve la silueta en contraluz de L, de espaldas a publico, con la cabeza gacha, sentada sobre una banqueta alta, vestida con un impermeable azul, frente a un aparador. L realiza distintas acciones: se despereza, levantando la cabeza y moviendo sus manos en forma circular. Estira bien alto sus brazos, con lentitud y desgano, como si se despertara de una larga siesta. Los baja, intentando recuperar y hacer conciente el movimiento de cada parte de su cuerpo dormido. Empieza a poner en circulación sus extremidades. Mueve con lentitud su cuerpo, sólo del torso hacia arriba. Saca una banana del bolsillo derecho de su impermeable, ubicándose de perfil a público, la observa con atención, la pela hasta la mitad, se mete

en la boca sólo la punta de la banana y suspende la acción, quedando congelada en esa posición. A sus espaldas vemos a la actriz V que la espía, oculta detrás de una de las ventanas de vidrio transparente del aparador. L muerde finalmente la punta de la banana. Mastica lentamente. Traga. Vuelve a morder otro trozo. Mastica. Traga. Ahora con mayor rapidez que antes, naturalizando la acción. L deja el resto de la banana en el aparador, en donde vemos un antiguo grabador de audio, pilas de casetes amontonados y a un costado, el velador. A continuación, registra los bolsillos de su impermeable, primero uno y luego el otro, en busca de objetos inservibles que guarda en ellos. Saca uno por uno los objetos que encuentra allí, los examina y los ubica sobre el aparador: un sobre, papelitos arrugados, un desodorante, distintas llaves, etc. Explora con minuciosidad cada cosa que saca de sus bolsillos. Encuentra un sobre. Lo eleva bien alto, por encima de la altura de sus ojos. Lo observa atentamente, de un lado y del otro. Hacia la derecha y hacia la izquierda. Lo vuelve a colocar en su bolsillo. Hace lo propio con cada objeto que encuentra. Lo último que saca es un llavero. Lo eleva bien alto, por encima de la altura de sus ojos. Elige una llave. La observa atentamente, de un lado y del otro. La coloca en el aparador. Una vez que termina su ritual de acciones metódicas, obsesivas y repetitivas, L apaga la luz del velador. La sala queda a oscuras durante unos treinta segundos.Los sonidos en off continúan, escuchándose pasos y golpes metálicos a ritmo constante.La escena dura en su totalidad tres minutos y diez segundos.

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Primer Interludio.Video 1: Ojo.

Sobre una pantalla blanca, dispuesta en mitad de la sala, vemos un video de unos veinte segundos de duración: un primerísimo primer plano de un ojo humano, que se abre y se cierra a un ritmo regular y mecánico. La imagen está intervenida, al haber sido retocada digitalmente.Cuando finaliza el video, la escena queda totalmente a oscuras.2. Film de Partida.

En la oscuridad, L interpreta una melodía popular con una flauta dulce, V la escucha con atención.La luz vuelve progresivamente. Vemos que L y V están paradas cerca de una de las ventanas de la sala.El actor R, peinado con gomina, vestido con un traje marrón claro y camisa blanca, se encuentra parado sobre uno de los peldaños más altos de una de las dos escaleras de la sala, en el fondo de la escena. Lee con atención un viejo libro sin tapas. Saca una naranja del bolsillo de su pantalón y le da un mordisco. Retoma la lectura del libro. Sigue leyendo y dándole mordiscos a la naranja. La come con cáscara. L le cede la flauta a V, quien intenta repetir la melodía que había interpretado L, pero no puede. No funciona. Desafina horriblemente. Mientras L intenta enseñarle a V las notas de la melodía, por la puerta de acceso, entra E violentamente. Abre y cierra con fuerza la puerta. Entra agitada y frenéticamente , como si fuera víctima de una persecución. Viste un sobretodo oscuro, usa anteojos negros, un sombrero del mismo color y una bufanda que le cubre completamente el rostro. E da dos pasos hacia delante. Al ver a V, L y R, intenta cubrirse con lo que tiene a mano. Desea ocultarse por todos los medios

posibles de la mirada de los otros. Da un brusco salto hacia uno de los rincones más alejados de la sala. Permanece allí, hecho un ovillo, cubriéndose el rostro con sus manos. Está de espaldas a V, L y R y también al público. Tiembla. V, L y R miran en dirección a E, sobresaltados. Interrumpen sus respectivas acciones. R oculta rápidamente la naranja en uno de los bolsillos de su saco. Baja el libro. Continúa sosteniéndolo en sus manos por un instante. Lo deja luego sobre uno de los peldaños de la escalera. Baja los escalones muy lentamente, hasta llegar al piso.Muy lentamente, E sale de su rincón. Da pequeños y titubeantes pasos en dirección hacia una de las puertas interiores de la sala. Justo cuando se está dirigiendo hacia allí, el actor P , vestido con camisa blanca, corbata bordó y pantalón azul oscuro, sale bruscamente en dirección contraria, por esa misma puerta. Al verlo tan cerca suyo, E se sobresalta y grita. P hace lo propio. Por un momento, quedan muy cerca el uno del otro. Prácticamente se chocan. Por el susto recíproco, P arroja al suelo la pila de revistas que traía en sus manos.E se acurruca en una de las esquinas de la sala. Regresa al mismo rincón, en el que se había escondido al comienzo. P se agacha y recoge, con sumo cuidado, las revistas.L, R y V los observan detenidamente. Luego de recoger las revistas, P camina lentamente hacia el fondo de la sala, para reunirse con los otros, sin dejar de estar atento a los movimientos de E, quien continúa acurrucado en el rincón y tiembla frenéticamente. E da dos pasos hacia uno de los aparadores de la parte delantera. Toma un cartón blanco y desvencijado, que se encuentra allí. Lo levanta y lo utiliza como escudo, protegiéndose de las miradas de L, R, V y P, como

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así también de las del público. El cartón lo cubre por completo. Con esa protección, comienza a caminar a paso vacilante, en dirección al fondo de la sala. Se agacha bruscamente en dos oportunidades, cuando pasa por delante de los espejos de la sala, ubicados sobre los aparadores. Respira siempre en este trayecto muy agitadamente. L, R, V y P siguen cada uno de sus movimientos con total atención. E se acurruca sobre el piso. Comienza a avanzar como si fuera una rana, dando saltos bruscos hacia el frente. Impulsa su cuerpo contra V y L, quienes, asustadas, buscan esquivarlo. E se mueve en zig zag, persiguiéndolas. Luego de un momento de tensión, L y V logran escaparse, huyendo junto con P a la otra punta de la sala. R queda arrinconado contra el aparador del fondo, cercano a una de las ventanas. E se incorpora, permanece de espaldas a R. Comienza a avanzar hacia atrás dando pequeños pasos, siempre con el cartón a modo de escudo protector, vuelto hacia L, V y P. Para resguardarse, R se ha subido al aparador. E se acerca, sin saberlo, cada vez más a la posición de R. E se da vuelta. Observa desde abajo a R. Se sobresalta. Grita. R salta hacia el piso, asustado. Se dirige a pasos apresurados para reunirse con V, L y P, en la otra punta de la sala. E llega finalmente al fondo, en donde hay amontonadas butacas negras, similares a aquellas en las que están sentados los espectadores. Va hacia el último aparador, el que se encuentra más abajo de todos. Comienza a hurgar con desesperación en ese rincón. Arroja por el aire, con extrema violencia, las pilas de revistas, diarios y papeles que encuentra. Revuelve todos los objetos que hay allí hasta encontrar el que buscaba: un pequeño recorte de un artículo de una revista. Lo aparta, y lo guarda en uno de los bolsillos de su sobretodo.

P saca una linterna del bolsillo de su pantalón, e ilumina la zona, tratando de ver lo que está haciendo E. E deja de hurgar. Se vuelve hacia L, V, P y R, siempre con el cartón como escudo. L, V, P y R se reúnen cerca del centro de la sala. Se miran. Sin saber qué hacer. Murmuran, buscando respuestas que no van a obtener. E toma carrera desde la zona de penumbras en la que está parado, se lanza contra L, V, P y R, quienes se dispersan, asustados. Al final del salto, E llega a la otra punta de la sala, muy cerca de la puerta de acceso por la que había ingresado minutos antes. Se dirige hacia esa puerta. Luego de un mínimo momento de duda, decide no salir. Busca donde esconderse, hasta que lo hace dentro del hueco inferior del aparador, cercano a la puerta de acceso. Tiembla compulsivamente. Sigue ocultándose de las miradas de los otros, utilizando el cartón blanco. L, V, P y R emprenden la emboscada: se miran entre sí y respondiendo todos a la señal que da P, quien sostiene un palo de madera, agarran una enorme tela negra, se acercan en puntas de pie a la posición de E y, como si fueran a cazarlo, lo cubren por completo con ella. E sale de su escondite, sobresaltado. Grita. Arroja manotazos a su alrededor, como una fiera enjaulada. L, V, P y R se apartan, esquivándolo. E se agacha. Toca el piso con las manos. Se incorpora. Luego de un momento de inquietud y zozobra, E permanece inmóvil, sin poder ver, cubierto completamente por la tela negra.Silencio. L, R, V y P lo observan con atención. Están tensos y expectantes.E vacila. Duda. Espera. E: Por favor, ¿serían tan amables de llevarme al centro?Silencio.

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L, R, V y P se miran, sorprendidos frente al hecho de que E pueda hablar. E extiende hacia el frente su brazo derecho. Abre la mano. Espera. E: Eventualmente, hoy estoy no pudiendo ver. Por favor, ¿serían tan amables de llevarme al centro?Silencio.E sigue con el brazo extendido. Y la mano abierta.V se acerca con mucha cautela hacia E, le tiende la mano, E la agarra con fuerza. V lo lleva hasta el fondo de la sala, hacia el lado opuesto, muy lejos del centro. Lo hace con mucha suavidad. Durante todo el trayecto, P los acompaña, sosteniendo de manera amenazante el palo de madera. E continúa totalmente cubierto por la tela negra. V lo deja en el fondo y se marcha hacia el otro extremo, a reunirse con L, P y R. E comienza a moverse y a inspeccionar el lugar en que V lo ha depositado. Registra minuciosamente cada sector. Se da cuenta de que no lo han llevado al centro de la sala. Durante su inspección, E se tropieza con sillas y con distintos objetos dispuestos en la zona. Comienza a murmurar insultos por lo bajo. Deja de tropezarse. Se detiene. Ahora putea más claramente porque V lo ha dejado en cualquier lugar. Silencio. E vacila. Duda. Espera. E: ¿Estoy justo en el centro?Silencio. V, L, P y R, se miran. Luego de un instante de deliberación, V se adelanta un paso y responde tímidamente:

V: Sí. E se mueve con rapidez. Estira los brazos e intenta ubicarse en el espacio. Se da cuenta de que no está en el centro.

E: No es cierto. ¿Por qué me mienten?Silencio.Pausa.E: Por favor... Alguien... amable... ¿Me podría llevar hasta el centro?Silencio.E extiende ahora ambos brazos. Y abre sus manos, con las palmas hacia arriba, en actitud de solicitar ayuda.L, P, R y V se miran, sin saber qué hacer. Después de un breve instante de duda, P se acerca con cuidado hacia E y lo lleva raudamente hacia el centro exacto de la sala.P lo suelta. E cae al suelo y desde allí inspecciona el nuevo lugar en que fue depositado por P. Tantea. Estira lo más que puede sus brazos, comienza a moverlos hacia atrás y hacia delante, formando un semicírculo. Toca el suelo con sus manos. Murmura para sí palabras de gozo. Abre los brazos. Se estira. Se da cuenta de que está ubicado en el centro exacto de la sala. Se siente satisfecho. Disfruta del hecho de estar en el centro. Sigue cubierto por completo con la tela negra. Después de un instante de inmovilidad, E efectúa un nuevo pedido.

E: Mi perro... Silencio.E: Quiero a mi perro...Silencio.E: ¿Está listo mi perro?Pausa.L, V, P y R se miran. Dudan. Luego de un breve instante, comienzan

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a buscarlo por toda la sala. R revuelve con vehemencia en los aparadores del fondo, Luego sube por la escalera de ese sector. Busca en los aparadores del piso de arriba. L y V registran el contenido de las cajas de cartón que están en los huecos de los aparadores de abajo, ubicados frente al público. P atraviesa corriendo la sala, ingresa en una de las habitaciones internas, la revisa. No encuentra nada. L, V, P y R no dejan sin revisar ninguno de los rincones, recovecos y esquinas de la sala.De pronto, desde el piso de arriba, se escucha un grito enérgico. Es R, quien ha encontrado al perro, y baja lentamente por los peldaños de la escalera del fondo. Sostiene, con su mano derecha en alto, un Bambi de juguete al que le falta una pata. Luego de consultar con la mirada a V, P y L, se dirige con mucha cautela hacia el centro de la sala, en donde se encuentra E y, con movimientos muy lentos, se lo alcanza. Cuando lo recibe, E lo agarra firmemente. Acuna con suavidad al perro en sus brazos. Lo acaricia, le murmura palabras cariñosas al oído. Lo llama “Colita”. Le explica cuánto lo extrañó. Le canta una dulce melodía.E: Hocico seco come pasto para curar la fiebre...L y V sonríen, enternecidas. R y P, indiferentes. De pronto, E se agacha. Deposita al Bambi “Colita” en el suelo. Intenta pararlo, aunque es difícil, pues al Bambi le falta una pata. No obstante, lo logra. Lo deja parado en tres patas, a un metro de su posición.Pese a todos sus esfuerzos, E duda. E: ¿Se tiene en pie?

Silencio.E se incorpora. Abre los brazos. Comienza a formular, una tras otra sin parar, una serie de preguntas sin respuesta. Durante este monólogo ininterrumpido, V, L, R y P desarrollan una coreografía, por la cual van variando de ubicación. Se van moviendo cada vez que E efectúa una pregunta o un comentario, de manera tal que cambian constantemente sus posiciones en el espacio.Las palabras de E van creciendo en ritmo, intensidad y, en última instancia, desesperación, hasta que al final de esta secuencia E termina por hablar a los gritos, volviéndose insoportable a los oídos de V, L, R y P.E: ¿Cómo me está mirando mi perro? ¿Me mira como si me pidiera salir a pasear?Silencio. V, L, R y P se mueven.E: ¿O como si me pidiera un hueso? Silencio. V, L, R y P se mueven nuevamente.E: ¿Me está moviendo la colita? ¿Me mira con cara de “por favor, ponéme la correa y lleváme a pasear al parque”? ¿O me mira como si no pudiera aguantar más el dolor y se estuviera por morir? Silencio. L, V, R y P sin dejar de moverse, lo observan azorados. E: Alguien. Algún alma caritativa, samaritana, cristiana, de esas que leen la biblia todos los días, me podría decir con qué carita me está mirando mi perro... Pausa.

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E: Eventualmente, hoy me levanto a la mañana y estoy no pudiendo ver. Es uno de esos días, malditos días, en que no puedo ver... Con qué cara me está mirando Colita. Con cara de que por favor lo lleve al parque. O con carita de “por favor, sáquenme de este infierno”. Pausa.E: ¿De qué color es mi perro? ¿Es blanco? ¿Y el sexo? ¿Qué sexo tiene mi perro? ¿Es machito o hembrita?... Pausa.E: Digamos que mi perro es un perro musulmán, adorador de Mahoma. O un perro que no hace maldades... Alguien... algún alma cristiana, de esas buenas almas que habitan este mundo, me podría decir con qué... Alguien... por favor... me puede decir con qué carita... R, harto de escucharlo, se acerca hacia donde está ubicado “Colita”, el Bambi de juguete y, después de un instante, lo levanta. Hace fuerza para arrancarle la cabeza. Lo logra. Y lo arroja violentamente contra el piso. El bambi rebota, el cuerpo cae en una dirección y la cabeza en otra. Al escuchar el sonido del golpe contra el piso, E se calla bruscamente. Se queda inmóvil por un instante. Pausa. Se arrodilla. Aún sin poder ver, intenta palpar el cuerpo de “Colita”, pero no lo encuentra. Al darse cuenta de lo que ha sucedido, E acusa el golpe. Se conmueve. Comienza a llorar desgarradoramente, con un desconsuelo inmenso. Se arroja con violencia al piso. Gime de dolor. Su cuerpo sigue cubierto totalmente por la tela negra. Llora, grita y patalea. Clama por su perro. E es un bulto oscuro que gime y murmura desde el piso. L y V miran con desaprobación a R.

Al ver a E en ese estado tan agitado, V busca una silla, mientras L se acerca a la posición de E. Juntas lo calman y lo sientan en la silla que ha traído V, mientras E continúa llorando. L y V se acurrucan junto a él.P recoge la cabeza y el cuerpo de “Colita”. Los coloca sobre uno de los aparadores. Sin embargo, al hacer esto, la cabeza de”Colita” se le cae involuntariamente al suelo. E escucha el sonido de la cabeza al caer, y, comprendiendo lo que ha ocurrido, lanza un último estertor. Luego se calma. Permanece en silencio, recuperándose de su dolor. P y R se suman a L y V. Los cuatro quedan acurrucados junto a E durante unos minutos, L y V lo abrazan desde los costados. P y R están agachados, abrazados a las piernas de E. Luego de un instante muy prolongado, en el que E progresivamente se ha ido calmando, vuelve a tomar la palabra. E: Bésenme.Silencio. L, V, P y R se sobresaltan.E: Bésenme. Por favor... Silencio. L, V, P y R se miran entre sí, desconcertados.E: Un beso... En cualquier lado.... En la frente...Silencio.E: Por favor...Silencio. L, V, P y R vuelven a mirarse. Dudan. Discuten. Nadie quiere besar a E. Finalmente R, con evidente desagrado y reticencia, se acerca y besa a E en la frente, quien sigue oculto, cubierto por la tela negra.

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Después de un instante, V y L se incorporan y se acercan a E. Le quitan la tela que cubría su cuerpo. Lo despojan de anteojos, bufanda y sombrero. V se dirige hacia el aparador más próximo. Agarra una toalla que se encuentra allí. Vuelve hacia donde está sentado E. Le seca la frente con la toalla. L saca un peine fino del bolsillo de su impermeable azul y lo peina. Una vez que terminan ambas acciones, E las mira directamente a los ojos por primera vez. Se detiene primero en L. Luego en V. Las recorre por completo, de arriba a abajo. L y V bajan la vista, avergonzadas. Mientras tanto, R y P se incorporan y retiran de uno de los aparadores, un espejo grande, con lamparitas en sus tres costados, utilizados frecuentemente para maquillaje. Lo traen. Lo sostienen entre ambos, colocándolo frente a E. E se contempla, hipnotizado por su imagen ante el espejo. Luego de un instante, R y P comienzan a mover el espejo a lo largo de la sala. E, aún en trance, se levanta de la silla. Sigue el rastro del espejo. Fascinado por su imagen reflejada, no puede dejar de mirarse con extrema atención. Una música incidental inquietante, primero casi inaudible, luego con una presencia cada vez mayor, acompaña el trance hipnótico en el que se encuentra sumido E. R y P llevan el espejo hasta la zona cercana a la puerta de acceso. Lo dejan en el suelo. E se estira completamente a lo largo en el piso. Queda de frente al espejo. Sigue observando con fascinación su imagen reflejada. No registra nada de lo que sucede a su alrededor. R y P salen por la puerta de acceso. L y V hacen lo propio. E permanece solo, observándose ante el espejo. La luz de la sala se desvanece progresivamente. La música cesa.De pronto, las lamparitas que están alrededor del espejo se encienden. Vemos nuevamente a E contemplando su imagen, en la misma

posición en que lo habíamos dejado antes. Las lamparitas permanecen encendidas durante unos veinte segundos. Luego se apagan. La música retorna durante ese mismo lapso de tiempo. Luego cesa, Segundo Interludio.

Video 2: E ante el espejo.

Sobre la misma pantalla blanca en la que se ha proyectado el Video 1, vemos un video de unos quince segundos de duración: varios planos, (de distintos tamaños y angulaciones de cámara, montados por fundidos encadenados), de E sentado, contemplando su imagen ante un espejo similar al visto en escena, en un lugar indeterminado. En la imagen, E está vestido de la misma manera que en la escena que acaba de terminar. Observa primero su perfil izquierdo. Luego el derecho. En algunos planos sonríe. En otros se lo ve muy serio. Cuando finaliza el video, la escena queda totalmente a oscuras.

3.

Gag de las sillas.

Esta escena se juega utilizando todo el largo de la escena, en los extremos opuestos de la sala. Al fondo, R armará una estructura de sillas, y en la parte de adelante, cerca de la puerta de acceso, E montará otra distribución, usando las mismas siete sillas. R ingresa por una de las puertas de acceso. Se dirige hacia el fondo de la sala y comienza a llevar de una en una, una serie de siete sillas apiladas que se encuentran allí. Las lleva hacia la otra punta de la sala, en la parte de adelante, cerca de la puerta de ingreso, y las dispone en forma de auditorio, armando filas e hileras con ellas.R agarra la primera silla. La lleva hacia la parte de adelante. La deja en el suelo. Se cerciora de que esté en la posición correcta. Una vez hecho esto, camina en dirección al extremo opuesto. Va a buscar

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la segunda silla. R camina encorvado, con el cuerpo inclinado hacia adelante. A paso decidido y firme.E, quien está parado cerca de la escalera que se encuentra al lado de la puerta de ingreso, observa detenidamente el accionar de R. R trae la segunda, tercera y cuarta sillas sin novedades. Coloca la segunda y la tercera a cada lado de la primera, y la cuarta por delante de las otras. Cada vez que R ubica una de las sillas en el suelo, les saca lustre. Las cuida y las contempla con atención, antes de darse vuelta para ir a buscar una nueva.E, muy interesado en el accionar de R, se ha ido acercando cada vez más a la estructura de sillas. Intenta robar la cuarta sin que R se dé cuenta, pero se arrepiente a último momento, soltándola justo antes de que R regrese con una nueva y lo descubra. Vuelve a colocar entonces la cuarta silla en su lugar. R busca la quinta silla. La lleva al extremo delantero de la sala. La coloca en su lugar, al lado de la cuarta. Cuando se dirige hacia el fondo de la sala, para ir a buscar la sexta silla, E aprovecha y sustrae una de las sillas del auditorio a medio armar por R. Para evitar ser visto y descubierto por él, E se esconde en uno de los recovecos de la sala, un rincón ubicado entre los aparadores del centro. Su presencia es, no obstante, absolutamente visible y evidente para el público, excepto para R, quien no se percata de la existencia de E, por estar totalmente absorto en el armado del auditorio, generando así una secuencia típica de gag mudo.Luego de esconderse brevemente en el mencionado rincón por unos segundos, E se dirige con la silla que ha robado al fondo de la sala. Camina dando grandes zancadas. Cuando deja las sillas en el fondo, en el extremo opuesto del auditorio a medio armar por R, E arroja las sillas con inusitada violencia, como si fueran bolas de boliche.

A partir de ese momento comienza una competencia frenética entre ambos. R intenta de todas las formas posibles, sin medir las consecuencias de sus actos, armar su auditorio, pese a que nota con profunda desesperación que las sillas que ha ido trayendo, han ido desapareciendo una tras otra. E, mientras tanto, sustrae cada vez más sillas del auditorio que R está armando. Se genera así una secuencia con un ritmo creciente: a medida que E roba cada vez más sillas del auditorio de R, este último trae nuevas sillas para rearmarlo. E inventa nuevas formas para “pasar desapercibido” cada vez que sustrae una nueva silla: en uno de los tantos trayectos de R, quien continúa yendo una y otra vez a buscar una silla más para agregar a su estructura, E se frena y hace “de estatua viviente”, quedándose paralizado cuando R pasa a su lado. En el cruce siguiente entre ambos, E ejecuta unos pasos de baile mientras sostiene dos sillas, una con cada mano, siempre con la clara intención de no ser visto por R.Paralelamente, comienza a escucharse una música incidental de piano, que remite a melodías generadas para películas mudas. La música va asumiendo un ritmo crecientemente frenético, a medida que la escena avanza y el desenlace se aproxima. La situación continúa con un increscendo, un vértigo y un ir y venir asfixiantes: E y R corren de un lado al otro llevando y trayendo sillas, hasta que ambos, totalmente agotados y exhaustos, se sientan en sendas sillas ubicadas en el centro de la escena, dispuestas una al lado de la otra, respirando al unísono agitadamente. Desde la puerta de acceso, se escuchan primero pasos apresurados y luego irrumpen con violencia V, P y L, quienes retiran raudamente todas las sillas de la escena, incluidas aquellas en las que estaban sentados R y E, desalojándolos.

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V, P y L salen con las sillas por la puerta de acceso. R y E se miran por un breve instante y luego salen a paso firme, detrás de V, P y L. La escena queda totalmente vacía. A continuación, se oyen ruidos de sillas en off, durante unos diez segundos , como si la situación continuara en un espacio contiguo. Las luces bajan progresivamente. No se apagan completamente, sino que permanecen en una clave menor durante la siguiente escena.4.Persecución.

P y L juegan una escena de persecución muda, por la cual L acecha a P sin darle tregua jamás. P ingresa a la sala por una de las puertas de acceso. Lleva un portafolios marrón. Viste traje azul oscuro, pantalón del mismo color, camisa blanca y corbata bordó. Se dirige hacia uno de los aparadores del fondo, el más cercano al espacio en el que se desarrolló la primera escena, “Falso Krapp”. Apoya el portafolios sobre el aparador. Lo abre. De su interior, saca un sobre con quince fotografías (las mismas que observará con atención durante la siguiente escena). En el momento en que P se encuentra totalmente absorto, contemplando la primera foto, ingresa L por la misma puerta de acceso. L viste un abrigo marrón oscuro, que la cubre casi en su totalidad, un discreto vestido, de color claro, y zapatos negros. Sostiene una bolsa enorme de cartón en sus manos.P se sobresalta al verla, y reacciona inmediatamente guardando las fotos en el maletín. L se acerca a la posición de P. Apoya el peso de su cuerpo en la primera hilera de aparadores. Actúa distraídamente, como si no quisiera nada de él. P hace lo propio. Luego de un breve cruce de miradas, P se dirige al fondo de la sala.

A partir de ese momento, comienza a escucharse una música incidental que sugiere una situación de suspenso y misterio. El fondo sonoro, compuesto especialmente para la escena, remite a las bandas de sonido de las películas de cine negro de los años cuarenta. Se trata de sonoridades que generan otros espacios: la sirena de un barco que se oye a lo lejos, como si estuviera a punto de zarpar; el sonido de los truenos durante una tormenta que arrecia, etc. Por momentos, la música acompaña el increscendo de la tensión de la escena, enfatizando de esa manera la situación de persecución. L observa con atención los movimientos de P, quien agarra una pequeña caja de cartón de uno de los aparadores, vuelve sobre sus pasos y se dirige hacia la puerta de acceso. Sale, cerrando con suavidad la puerta tras de sí. L hace lo propio. Antes de salir, mira brevemente hacia atrás. Unos segundos después, P vuelve a ingresar por la misma puerta de acceso. Ya no lleva la caja, pero sí el portafolios, que lo acompañará hasta el final de la escena. Apenas ha entrado P, L hace lo propio, siguiéndole los pasos. P se dirige hacia el fondo. Simula buscar algo allí. L acompaña sus pasos. Se desvía, aproximándose a la ventana del fondo. Simula ver el exterior a través de la ventana abierta.P vuelve sobre sus pasos. Camina a lo largo de la sala, en dirección a la puerta de acceso. L sale de las cercanías de la ventana y con suma cautela, se para detrás de P, a unos pocos centímetros de distancia. P se detiene a mitad de camino. Presiente algo extraño. Una presencia indeseada. Da un paso hacia adelante. L hace lo propio. P se detiene. L también. P mira hacia atrás dos veces, primero hacia su derecha, luego hacia su izquierda. En el momento en que P gira su cabeza hacia la derecha, L arquea su cuerpo hacia el lado opuesto, para evitar ser capturada por la mirada de P. L se mantiene tensa en esa posición

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hasta que P gira nuevamente su cabeza hacia el frente. P da un paso hacia adelante, en dirección a la salida. L hace lo propio. Exactamente lo mismo que antes, sucede cuando P mira hacia atrás, pero esta vez hacia su izquierda. L arquea su cuerpo hacia la derecha, evitando la mirada de P. Se mantiene tensa en esa posición, hasta que P vuelve a girar su cabeza hacia el frente. Este momento debe jugarse a la manera de un típico gag mudo. Sin haber logrado “descubrir” la presencia de L, pero sabiendo que ella se encuentra detrás suyo, P da dos pasos lentos hacia el frente y se dirige luego aceleradamente hacia la puerta de acceso. L hace lo propio. Ambos salen. L cierra la puerta tras de sí. La persecución es ahora directa y franca. Luego de unos pocos segundos, P ingresa bruscamente, por la misma puerta de acceso. La cierra. Permanece unos breves instantes en la sala. Se lo ve agitado. Luego sale corriendo por otra de las puertas. L ingresa a paso acelerado por la puerta de acceso. Revisa rápidamente las puertas internas de la sala, abriéndolas y cerrándolas. Al no encontrarlo, sale inmediatamente por la misma puerta por la que ha salido segundos antes P. La música incidental continúa ganando en volumen e intensidad. P entra nuevamente por la puerta de acceso. Sin dudarlo, se dirige rápidamente hacia una de las puertas internas de la sala, (la misma que había examinado antes L), la abre y se esconde en esa habitación. Cierra la puerta tras de sí. L ingresa por la puerta de acceso, cerrándola tras de sí. Mira hacia arriba, examinando el entrepiso, pero no se le ocurre fijarse en la habitación donde se esconde P. Sale por otra puerta.P abre la puerta de la habitación interna en donde se escondía. Sale caminando en puntas de pie, en dirección a la escalera del fondo. A

mitad de camino, L ingresa nuevamente por la puerta de acceso. Corre tras P, quien se dirige a paso acelerado hacia el pie de la escalera del fondo. L vuelve sobre sus pasos y se dirige hacia la escalera opuesta, la de adelante. Ambos suben con rapidez los primeros seis peldaños de sus respectivas escaleras. Se detienen bruscamente. Durante todo este momento, cada uno observa al otro con mucha atención. Sus cuerpos soportan una tensión extrema. P baja lentamente un peldaño. L hace lo propio. L busca reproducir de manera idéntica los movimientos de P, de forma tal que es siempre P quien propone los desplazamientos básicos de la escena, mientras L intenta seguirlo. P sube lentamente un peldaño. L hace lo propio. P baja uno. L hace lo propio. P sube rápidamente tres peldaños. L hace lo propio. P baja con lentitud dos peldaños. L hace lo propio. P se detiene. En vez de mirarla, dirige su vista hacia el frente. L también se detiene, pero continúa observándolo, expectante.Sin contemplar los movimientos de L, P comienza a bajar lentamente de uno en uno los peldaños de la escalera, hasta llegar al suelo. L hace lo propio. P permanece detenido junto al pie de la escalera, con la cabeza gacha y su mano derecha apoyada firmemente sobre la baranda. De pronto, P se da vuelta y comienza a correr con todas sus fuerzas en dirección a la puerta de acceso. L se coloca frente a él, obturándole la salida y la posibilidad de escape. Cuando quedan frente a frente, L le arroja a los pies la bolsa de cartón que sostenía en sus manos. P la esquiva, y aprovecha ese momento para huir por la puerta de acceso. Luego de un breve instante de desorientación, L lo sigue, cerrando la puerta tras de sí.

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La luz baja. Por un momento, la escena queda completamente a oscuras. La música incidental se desvanece. Escuchamos el ruido que hace la puerta de acceso al abrirse. La luz vuelve lentamente. Vemos a P, parado junto al aparador más cercano a la puerta. Firme. Inmutable. Luego de un breve momento, L ingresa por la misma puerta. Ambos vienen de atravesar una franca y abierta situación de persecución sostenida en el tiempo, que ha sucedido en parte fuera de campo. Sus rostros, descompuestos y alterados, así lo delatan. Gruesas gotas de sudor les recorren sus mejillas. P se mantiene en la misma posición, parado junto al aparador, sosteniendo el portafolios con ambas manos, y la vista al frente. De vez en cuando, P mira de reojo en dirección a L. En otros momentos, cierra los ojos. Respira siempre agitadamente,L se acerca lentamente a la posición de P. Su cuerpo pegado contra la pared, sin dejar de mirarlo ni por un solo momento. Se para justo a su lado, a unos escasísimos centímetros de distancia. P estira su mano derecha lo más que puede. Tantea, intentando agarrar el picaporte de una puerta que no existe. Su mano queda suspendida en el aire. Ambos miran hacia el frente. P sostiene firmemente, con sus dos manos, el portafolios marrón, que se encuentra justo entre medio de sus cuerpos. L, con mucha lentitud y cautela, estira su mano izquierda lo más que puede, hasta agarrar la manija del portafolios. Al mismo tiempo, mira alternativamente hacia el otro costado y hacia el frente. Comienza una disputa callada por la posesión del portafolios. Ambos forcejean. Ninguno quiere ceder. L ejerce cada vez más presión sobre el cuerpo de P, pese a que ambos apenas si alcanzan a moverse. La presión de L hace que el cuerpo de P

finalmente se desestabilice y que se mueva, de manera descontrolada, unos pasos hacia el costado. P aprovecha entonces para salir por la puerta de acceso más cercana, aún con el portafolios en sus manos. L, pegado a él, lo sigue.Las luces bajan por completo.

5.Didascalias.

Comienza a subir lentamente la luz. Todos los actores de la obra, E, V, R, P y L, se harán presentes progresivamente en la escena y desarrollarán diversas acciones. V sentada sobre una banqueta, de espaldas a público, frente al aparador, realiza acciones similares a las de L en “Falso Krapp”. Usa el mismo impermeable azul utilizado por L en dicha escena. V entra a oscuras. Escuchamos sus pasos en off. Enciende la luz del velador. Levanta la cabeza y los brazos. Se despereza. Se estira. Saca una cajita de fósforos del bolsillo derecho de su impermeable. Extrae un fósforo. Lo prende. Toma un sahumerio. Con el fósforo que sostiene en su mano, lo enciende. Coloca el sahumerio en uno de los huecos de la ventana, pegada al aparador. Registra los bolsillos de su impermeable, primero uno y luego el otro, en busca de objetos inservibles que guarda en ellos. Saca cada uno de los objetos que encuentra allí, los examina y los ubica sobre el aparador: un sobre, papelitos arrugados, un desodorante, etc. Saca una banana, la observa con atención, la pela hasta la mitad, se mete en la boca sólo la punta de la banana y suspende la acción, quedando congelada en esa posición, imitando las acciones de L en la primera escena. Muerde finalmente la punta de la banana. Mastica lentamente. Traga. Vuelve a morder otro trozo. Mastica. Traga. Ahora con mayor rapidez que antes, naturalizando la acción. Deja el resto de la banana en el aparador. Continúa

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extrayendo objetos de los bolsillos de su impermeable. Lo último que saca es un llavero con una sola llave. Lo eleva bien alto, por encima de la altura de sus ojos. Observa atentamente la llave, de un lado y del otro. Con la llave en la mano, se levanta y camina hacia uno de los aparadores del fondo de la sala, ubicado detrás de la escalera. Regresa con un bibliorato enorme y arrugado. Lo abre. Consulta sus páginas, buscando una indicación. Una vez que la encontró, cierra el bibliorato y lo apoya sobre el aparador. Comienza a revolver los casetes de audio que se encuentran amontonados allí. Elige un casete, lo coloca dentro de un antiguo grabador. Pone “play”. Intenta reproducirlo sin éxito. Pone “stop”. Saca el casete del grabador. Agarra el bibliorato y lo lleva hacia el aparador del fondo, de donde lo había sacado. Una vez que lo deja allí, se sienta en la banqueta. La misma secuencia de acciones vuelve a tener lugar: V tomará nuevamente la llave. Irá con ella hacia el aparador del fondo, para buscar el bibliorato. Regresará con él, consultará sus páginas y, luego de encontrar lo que busca, revolverá entre los casetes. Colocará uno de ellos dentro del antiguo grabador, intentando reproducirlo sin éxito. Repetirá varias veces, a lo largo de la escena, esta secuencia de acciones, obteniendo siempre el mismo resultado. Sobre el final, arrojará con una violencia creciente y desenfrenada los centenares de casetes de audio que se encuentran sobre el aparador, los que se romperán en muchas partes. Algunos de sus fragmentos caerán sobre los espectadores.E ingresa por la puerta de acceso. Se acerca caminando lentamente en dirección al aparador más cercano a la puerta, frente al público. Lleva puesto una camisa color crema y un saco azul oscuro. Se acerca progresivamente hacia uno de los espejos que tiene lamparitas en sus tres lados, utilizados frecuentemente para maquillaje, ubicado sobre uno de los aparadores. Sólo las luces de las lámparas lo iluminan. Comienza a observar con total atención su imagen reflejada en el

espejo, como si se reconociera por primera vez, de manera similar al final de la escena “Film de Partida”. A medida que avance la escena, realizará distintas acciones, lo que ocasionará que su imagen reflejada se modifique sustancialmente: dará en ocasiones unos pasos hacia atrás, otras veces caminará hacia adelante, variando las velocidades; aparecerá de golpe por debajo de la línea de reflejo del espejo, se acercará o se alejará de él, etc. Sobre el final de la escena, cuando la intensidad sea cada vez más creciente, dará unos pasos hacia atrás, estirará los brazos hacia los costados, y comenzará a saltar, primero con una pierna, luego con la otra. En ocasiones variará esta secuencia de acciones, estirando ambos brazos hacia adelante, sin dejar de saltar. Incrementará progresivamente el ritmo y ya no se detendrá más, hasta que finalice la escena.P ingresa por la puerta de acceso. Trae una silla y su portafolios marrón. Ubica la silla cerca de la escalera más próxima, frente al público. Se sienta. Lleva puesto una camisa blanca, una corbata bordó y un pantalón azul oscuro. Abre el portafolios, al desabrochar sus correas. Del interior del maletín, saca un sobre de color claro. Extrae a su vez de él, una serie de quince fotografías en blanco y negro totalmente distintas (algunas familiares, otras de paisajes, unas más pertenecientes a perfectos extraños, etc.). Comienza a observarlas, una tras otra, con total concentración. Recorre cada foto por completo, de arriba a abajo, a lo largo de sus diversos centros de interés visuales. Cuando termina de mirar cada una de las quince fotografías, vuelve a empezar. Repetirá la misma secuencia de acciones una y otra vez, durante toda la escena. Cerca del final, eligirá una de las fotos y la romperá prolijamente en cuatro partes proporcionales. Tirará los trozos de esta foto al suelo. Muy lenta y suavemente. Esta última acción, la rotura de una foto, la

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efectuará sólo una vez. Guardará las fotos restantes en el sobre claro. Y la misma secuencia de acciones volverá a recomenzar. L ingresa detrás de P. Se acomoda sobre el aparador cercano a la puerta de acceso. Lleva puesto el mismo abrigo marrón de la escena anterior. Extrae un cigarrillo y un encendedor de uno de los bolsillos de su abrigo. Lo prende. Fuma. A lo largo de la escena, contemplará cada uno de los movimientos de P. Espiará y observará su accionar y sus gestos en detalle, en una suerte de continuación de la escena anterior. Con este fin, se esconderá por momentos detrás de la escalera. Al igual que los demás, L repetirá varias veces la secuencia de sus acciones, entrando y saliendo una y otra vez.En el momento en que P rompa una de las fotos y la arroje al suelo, L se agachará a su lado, recogerá los pedazos rotos y la rearmará. Sobre el final, permanecerá arrodillada, contemplando en silencio la foto. R ingresa por una de las puertas de acceso. Realiza un trayecto repetitivo y monótono, obsesivo-compulsivo, utilizando todo el largo de la sala. Se desplaza de una punta a la otra, entrando y saliendo por una de las puertas internas de la sala. Camina primero en diagonal, en dirección al público. De allí se desplaza en línea recta hacia el fondo de la sala. A continuación retorna al punto de comienzo, saliendo por la misma puerta de acceso por la que había ingresado. Durante la escena, irá variando la aceleración, la intensidad y su postura corporal, manteniéndose por momentos derecho y firme, y en otros, muy encorvado. Sin solución de continuidad, cubrirá su trayecto a una velocidad rapidísima, y en la “vuelta” siguiente, lo hará a paso muy lento, cansino y desgarbado. Quebrará el ritmo en repetidas oportunidades, de tal forma que no pueda preverse lo que hará cada vez. Como todos los demás, R repetirá su secuencia de acciones hasta el final de la escena.

Simultáneamente a esta multiplicidad de acciones, se escuchará en off, en un volumen muy alto que inundará pr completo la sala, la voz gruesa, grave y decidida del actor C, quien no ha participado de ninguna de las anteriores escenas. C jugará con distintas velocidades y entonaciones a lo largo de su relato. Por momentos, su voz se tornará mucho más fina y aguda, semejante a la de un muchacho joven. En otros, acelerará y/o alargará cada una de las palabras. A veces disminuirá el ritmo en que pronunciará las frases, hasta frenarse casi totalmente. En otros momentos, su voz se asemejará a la de un relator de fútbol. Para producir estos efectos sonoros, la voz de C ha sido procesada digitalmente. Voz en off de C: Una calle completamente recta. Ni laterales ni transversales. Época: hacia 1929. Mañana de verano incipiente. Barrio de fábricas diminutas. Movimiento moderado de obreros caminando sin apuro hacia el trabajo. Todos en la misma dirección y todos en parejas. Ninguna bicicleta. Todos tranquilamente percibiendo de alguna manera una vitrina, un baño, una ventana, etc.P inmóvil, buscando a L con los ojos. Por fin aparece L con precipitación ciega sobre la baranda, apretujándose contra el muro de su izquierda, en dirección contraria a los demás. Abrigo largo y oscuro. Con cuello levantado. Sombrero calado hasta los ojos. Maletín en mano izquierda. Avanza furioso. El ojo indagador de P la capta en un ángulo que supera el de inmunidad. L reacciona, (después de haberse movido lo suficiente para que se note su modo desagradable de caminar), deteniéndose y encogiéndose hacia pared.

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Con paso apurado, L atropella bruscamente a una pareja de ancianos de aspecto elegante y desarrapado. De pie. Ojos fijos en el diario. Abre la boca para insultar. L lo contiene con un gesto y un “¡shhh!” suave. P da un codazo a su compañera y se vuelve hacia ella, quitándose los anteojos. L siente la mirada de P y se vuelve para mirarlo, llevando los impertinentes a sus ojos. Indiferencia del mono, mirando rostro de su dueña. Cierran sus ojos, bajando ella sus impertinentes y se alejan apresuradamente en dirección a todos los demás. Muy por delante y fuera de visión, aceleración inmediata del perseguidor P. L reaparece, va agrandándose desmesuradamente hasta que comienza a seguir a P, a igual ángulo y distancia. L desaparece repentinamente a través de puerta de sala de barras abierta a su derecha. P aprovecha para ingresar al baño. Descansa. Se relaja. Toma aire. Aguanta. L comienza súbitamente a extrañar a P. Reaparece por puerta del pasillo. Andar pesado. Pies cansados. Tránsito confuso de elementos encontrados. P inmóvil a pie de escalera. Mano derecha sobre la baranda. Cuerpo sacudido por jadeo. P sube unos pocos escalones, levanta cabeza, escucha, vuelva a bajar rápidamente y se agazapa en ángulo. L, enclenque, aparece en el rellano. Lleva bandeja de flores colgada al cuello por una correa. Pasos torpes. Absorta por dificultad de descenso. Mira a P de frente. Cierra los ojos. Cae al suelo y yace con rostro entre flores desparramadas. P se entretiene. Salto adelante y hacia arriba de P que alcanza a L en segundo tramo. Le pisa literalmente los talones cuando L llega a

nivel de arriba. P maniobra, durante lo que sigue, hasta el asedio propiamente dicho. Entran juntos al baño. Salen.En el suelo, uno junto a otro, Bambi y Gaby, Fofó y Milicky. Calidad irreal. Inmóviles hasta expulsión. P parado junto a puerta. Portafolios en mano. Fofó y Milicky mirándolo fijamente. Bambi y Gaby mirando en dirección a L. P deja portafolios en suelo. Se aproxima a ventana desde costado y sale a través de ella. Regresa con manta. Sosteniendo manta por delante suyo se acerca a Gaby desde costado y lo cubre con manta. Levanta portafolios y se dirige hacia silla. Se sienta en ella. L hace lo propio. P abre portafolios cuando le inquieta estampa con el rostro de Dios Padre. Coloca portafolios sobre su rodilla. Saca un envoltorio. Deposita portafolios en el suelo, a su izquierda. L hace lo propio.P abre envoltorio. L hace lo propio. P se quita sombrero y lo deposita sobre portafolios a su izquierda. Pelo escaso o ausente. L, cinta estrecha y negra que rodea cabeza, para facilitar identificación. Inspección y destrucción de fotografías. L, se supone, inmediatamente detrás de silla, observando por encima de hombro izquierdo de P. P abre envoltorio. Saca de él un paquete inmenso de fotografías. Las inspecciona en orden impar y decreciente de 25 a 1. Cuando

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ha terminado con 25 la deja sobre sus rodillas. Inspecciona 23. La deja sobre 25 y así sucesivamente. Cuando termine de inspeccionarlas todas, 25 estará en la base del todo y 1 encima del montón. Mirando 9, toca con dedo índice ojo izquierdo de mujer ensangrentada. Describe la foto. Con palabras. Y gestos. Luego la rompe en 4 pedazos y arroja los fragmentos al suelo, a su izquierda. L junta los pedazos o los rearma. P, indiferente. Lo mismo con las restantes. Manos en tensión. Asedio propiamente dicho. L empieza a girar en círculo a su izquierda. Se aproxima a ángulo máximo y se detiene. Su mirada atraviesa el sueño ligero de P, que se despierta, revelando sorpresa. Luego de un breve instante de lucidez, P se adormila de nuevo. Cabeza hundida en el pecho. Manos colgando fláccidas. L reinicia su cautelosa aproximación. Avanza unos pocos pasos y se detiene justo enfrente de P. P salta a medias de asiento. Queda rígido, mirando a L. Intensa atención. Clavo grande junto a la sien derecha. P se cubre el rostro con las manos. Sostener mientras la mirada de L y la oscuridad van cesando...Silencio.Las distintas secuencias de acciones de E, R, P, V y L continúan por unos quince segundos más, hasta que van finalizando de una en una, de manera desfasada. La luz se desvanece lentamente sobre la sala. Los actores permanecen inmóviles y ya completamente a oscuras, mientras en off se escuchan sonidos de gritos, murmullos, risas, jadeos, quejidos, lamentos,

onomatopeyas, ruidos guturales, palabras entrecortadas, estornudos, llantos breves, etc.Simultaneamente vemos sobre la pantalla blanca el último video:

Video 3: P en “Play”

De unos diez segundos de duración, vemos distintos planos cercanos únicamente del rostro y las manos de P, quien realiza distintas acciones, utilizando sólo esas partes de su cuerpo. El efecto logrado es tal, que pareciera que P carece de torso.Cuando finaliza el video, la escena queda totalmente a oscuras.Inmediatamente después, escuchamos en off las voces grabadas de E, R, P, V y L, que inundan la sala, y repiten una y otra vez la misma frase. Las voces comienzan a superponerse unas a otras a lo largo de tres minutos, hasta generar un murmullo de distintas entonaciones e intensidades, que hace que la frase se pierda y desaparezca por completo.

Voces de E, R, P, V y L:

hasta que al fin el día llegó al fin llegó al final de un largo día cuando ella se dijo a sí misma a quién si noes tiempo de parar

El coro de voces se corta de golpe. Silencio.Oscuridad.

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Diagnóstico: rotulismo

Ganadora del primer concurso de autores teatrales jóvenes Konex-Argentores en 2005.

Ficha técnico artística

Actuación: Maximiliano de la Puente, Gonzalo Kunca, Carolina ZaccagniniEscenografía: Karina ClaramuntIluminación: Lorena Díaz QuirogaPrensa: Carolina AlfonsoDirección: Maximiliano de la Puente, Carolina ZaccagniniWeb: http://rotulismo.blogspot.comEstrenada en Ciudad Cultural Konex, en octubre de 2007. Reestrenada en septiembre de 2008 en la sala Puerta Roja.

Consultorio de una fonoaudióloga. Ella, Gladys, de cuarenta y tres años, está sentada en una silla, delante de un escritorio de madera recién barnizado, enfrente de un hombre joven, Leo, de unos veintiséis años. Las paredes del consultorio y la mesa del escritorio están completamente decoradas con hojas que tienen dibujos y garabatos infantiles. Sobre el escritorio hay una lata llena de lápices y lapiceras, y un cuaderno de tapa dura, de color rojo. El departamento, que se usa como consultorio, es pequeño. A la derecha hay una puerta que comunica con la cocina; y a la izquierda, otra, por la que se ingresa a la sala de espera del consultorio. En el comienzo, Leo se encuentra realizando intensamente unos ejercicios de foniatría, propuestos por la profesional. El desempeño de

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Leo es desastroso, lo que obliga a Gladys a interrumpir abruptamente la rutina de ejercicios. Gladys (jugando con una lapicera en su mano): Estás nervioso.Leo: No.Gladys: Sí, estás nervioso.Leo: No.Gladys: ¿Sabés por qué estás nervioso?Leo: No. No sé.Gladys: ¿Pero es por algo en particular? Hombre joven: No.Gladys: ¿Te está pasando algo?Leo: No. Creo que no.Gladys: Yo creo que sí. Que te está pasando algo. Leo: ¿Sí... por qué?Gladys: No sé. Me parece...

Leo: ¿Por qué le parece?Gladys: Ya te dije que podés tutearme si querés. Leo: ¿Por qué le parece?Gladys: Porque estás hablando muy lento. Para no ponerte nervioso. Leo: No creo.Gladys: Yo creo que sí. Leo: Eso lo hago siempre.Gladys: Pero hoy lo estás haciendo más.

Leo: ¿En serio?Gladys: Sí. Silencio. Gladys sonríe nerviosamente mientras sigue jugueteando con la lapicera. Gladys: Pero igual estás respirando mucho mejor.Leo: Gracias. Gladys: De nada. Silencio. Se miran.Leo: ¿Cuándo se dio cuenta de eso?Gladys: Ahora. Escuchándote hablar.Leo (sonriendo, nervioso, buscando las palabras): Qué poder de observación... Gladys (sonriendo): Y bueno... es mi trabajo.Silencio.Pausa. Gladys: ¿Practicaste lectura con bigote?Leo: ¿Cómo?Gladys: Lectura con bigote. ¿La hiciste?Leo: Sí. Gladys: Vamos a ver entonces.

Silencio. Gladys abre un cuaderno. Lo coloca enfrente de Leo.Pausa. Gladys y Leo se miran a los ojos.Gladys: ¿Cuál querés?Leo: ¿Qué?

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Diagnóstico: rotulismo 169

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Gladys (señalando la lata llena de lapiceras): ¿Cuál querés?Leo: No sé. Cualquiera. Gladys: Bueno. Silencio. Leo mira la lata pero no se decide. Gladys: ¿Y?Leo: No sé. Gladys: Dale. Elegíla.Leo: ¿No son todas iguales?Gladys: Sí, es lo mismo. Cualquiera. Leo: No sé cuál.Gladys: Ya te dije que no me importa cuál. La que te quede más cómoda. Silencio.Pausa.Leo: Elegíla vos. Gladys: ¿Yo?Leo: Sí, prefiero que la elijas vos. Gladys: ¿Pero cómo la voy a elegir yo?Leo: ¿Por qué no?Gladys: Porque la vas a tener que usar vos. Leo (angustiado): Pero yo no sé cuál elegir. No puedo. Gladys: Vos podés. Tomá una decisión. Mirá que la sesión se acaba. No tenemos mucho tiempo.Silencio. Leo agarra una lapicera de la lata.

Gladys (pidiéndole a Leo que se la alcance): A ver, dáme. Silencio. Leo le alcanza la lapicera, sorprendido porque ella se la pida, ya que nunca lo hace. Gladys estudia atentamente la lapicera a la luz de la lámpara. La hace girar. Gladys: No. Ésta no. Leo: ¿Por qué no?Gladys: Porque no. No es la mejor opción. Silencio. Gladys agarra otra lapicera de la lata y se la alcanza. Leo toma la lapicera, la coloca sobre su labio superior, que está fruncido, como el inferior. Leo: ¿Desde el principio?Gladys: Sí.Silencio. Leo comienza a “leer con bigotes”: intenta leer una lista predefinida de palabras, sosteniendo la lapicera con sus labios fruncidos. Cuando la lapicera se le cae de los labios, frena. La recoge, frunce nuevamente los labios y retoma la lectura desde donde había dejado. Lee durante aproximadamente cinco minutos. La lapicera se le cae constantemente de los labios. Alcanza a “leer con bigotes” sólo algunas líneas. Cuando se le cae, debe retomar de nuevo desde el principio. Mientras tanto, Gladys observa atentamente. Hace un gesto negativo con la cabeza, y anota en su cuaderno cada caída de la lapicera de Leo. Gladys: Bueno. Listo. Leo (sosteniendo la lapicera con sus manos): ¿Paro?Gladys: Sí.Silencio. Leo deja la lapicera sobre el escritorio. Gladys cierra el cuaderno.

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Gladys: Se te está cayendo muchas veces. Diecisiete. Esa cifra tiene que bajar. Leo: Sí, ya sé, yo...Gladys: En serio. No puede ser.

Leo: No sé qué paso. La semana pasada...Gladys (con firmeza y contundencia, levantando la voz): Para la próxima esa cifra tiene que bajar. Leo (en voz muy baja, avergonzado): Sí. Silencio.Pausa. Gladys: Es mejor que por hoy paremos.Leo: ¿Por?Gladys: Porque estás muy nervioso. Leo: No estoy nervioso. Gladys: Sí. Y me da mucha pena. Porque estábamos haciendo muchos avances. Leo: No sé qué pasó, la semana pasada no se...Gladys: Además yo te quería contar algo personal, que me da mucha vergüenza, pero como vi que estabas así, mejor decidí que no. Leo: ¿Qué?Gladys: No. Mejor no. Leo: No, dale. Contáme. En serio.Gladys: En serio. Mejor no. Leo: ¿Por qué no?

Gladys: Porque como vi que estabas así, pensé que por ahí me mandabas a la mierda. Leo: No. Yo nunca te mandaría a la mierda.Gladys: Gracias.Leo: De nada.Silencio.Pausa. Se miran.Gladys: Estoy sin comer nada desde la mañana. ¿No querés un cortado? Leo (dudando): ¿Vos vas a tomar uno?Gladys: Sí.Leo: Bueno. Entonces sí. Está bien.Gladys: ¿Por qué? ¿Si yo no tomaba vos no ibas a tomar?Leo: No sé. Creo que no. Gladys: ¿Y por qué no ibas a tomar?Leo: Porque vos no me ibas a ofrecer... Gladys: Si yo no tomaba...Leo: Sí...Gladys (sonriendo seductoramente): Ah, claro. Por eso.Leo: Sí, por eso.Silencio.Pausa. Gladys (igual): ¿Por eso?Leo (avergonzado): Sí, claro...

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Diagnóstico: rotulismo 173

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Gladys: Enseguida te lo traigo.Silencio. Gladys se levanta con lentitud, mirando siempre fijamente a Leo, y se dirige hacia la cocina.

Voz de Gladys: Mirá que no tengo ni azucar ni edulcorante. ¿Lo querés igual?Leo (mirando por donde ha salido Gladys): Sí. No hay problema. Pausa breve.

Leo (igual): Deberías comer algo en vez de tomar un cortado, ¿sabés? No te hace bien... Pausa. Leo vuelve la cabeza, mira la lapicera que Gladys le ha prohibido usar, la agarra e intenta el ejercicio nuevamente, llevándosela a sus labios fruncidos. Apenas mueve la boca, pronunciando la lista de palabras en voz bajísima.Voz de Gladys: ¿Pensaste en lo que te dije la otra vez?Silencio. Aún con la lapicera en sus labios, Leo se sobresalta. Antes de responder, deja de practicar el ejercicio, para evitar que Gladys se dé cuenta de que ha estado ejercitándose a escondidas, con la lapicera prohibida. Sostiene la lapicera en sus manos. Leo: ¿Qué?Voz de Gladys: Lo del beso.Leo (impactado por la pregunta): No. ¿Por?...Voz de Gladys: Por nada. Quería saber. Leo (sin poder hablar, arrastrando las palabras): No, no... La verdad que no... Voz de Gladys: ¿Cómo que no?Leo (igual): No. Creo que no. No lo pensé...

Gladys (entrando desde la cocina, con los cortados sobre una bandeja): ¿Pero lo vas a pensar?Silencio. Aún con la lapicera en sus manos, Leo la deja inmediatamente sobre la mesa con un movimiento brusco, torpe y notorio, que no pasa inadvertido para Gladys.Leo: Sí. No sé. Gladys: Pensálo. Silencio. Gladys apoya la bandeja sobre el escritorio. Al hacerlo, su cuerpo se acerca peligrosamente al de Leo. Se queda parada. Parece que va a decir algo más, pero no lo hace. Gladys: Como te dije, sin azúcar. Silencio. Los dos toman sus cortados.Pausa.Gladys: ¿Y?Leo (sobresaltado): ¿Qué?Gladys: ¿Está rico?Leo (aliviado, contento): Sí. La leche está muy bien. Gladys: A mí no me gusta. Tiene gusto a lavandina. Leo: ¿Qué, la leche?Gladys: No, el cortado. Silencio. Los dos toman sus cortados.Pausa. Durante lo que sigue, Leo y Gladys se miran fijamente a los ojos, sin poder apartar sus miradas uno del otro.Leo: Mirá, disculpáme... yo quería...Gladys (interrumpiendo, muy ansiosa): Sí, qué.

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Leo (muy nervioso): No... no, no es eso... Yo quería...Gladys (sonriendo, ansiosa): Decíme, dale. Leo (sonriendo, nervioso): No. No. No es eso... (Balbuceando) Quería... saber... si podía pasar al... al baño...Gladys: ¿Me estás haciendo una pregunta?Leo: Sí. ¿Paso al baño, puedo?Gladys: Sí, claro.Silencio. Leo se la queda mirando, sin moverse.Gladys (seca, cortante): Pasá.Silencio. Leo continúa observándola, sin reaccionar.Gladys (enfática, levantando la voz): Pasá. Andá y pasá.Silencio. Leo asiente nerviosamente y se levanta para ir al baño.Gladys (levantándose): Te acompaño.Leo (amable): No. Está bien. No hace falta... Gladys: Pero yo te quiero acompañar...Leo: No hace falta. No me voy a perder.Gladys: Ya sé. Pero te quiero acompañar igual.Leo (levantando la voz, entrando en pánico): No. No. No...Silencio. Leo sale, huyendo despavorido hacia el baño. Glayds, desairada por Leo, permanece parada en medio del consultorio, sin saber qué hacer. Suena el teléfono. Pausa. Gladys permanece quieta en su posición, sin mirarlo. Vuelve a sonar otra vez. Y una vez más. Gladys sigue sin reaccionar.

Voz de Leo: ¡Teléfono!...

Pausa.Voz de Leo: ¡Teléfono!...Pausa. Gladys se dirige hacia el teléfono. Levanta el aparato.Gladys: ¿Hola?... sí... sí... no... ¿Cómo?... ¿Qué pasó?... Sí... Ay, Dios mío... ¿Pero está bien?... ¿Está bien?... Qué complicaciones... ¡Qué complicaciones!... No, listo, termino acá y voy para allá... sí, voy para allá...Silencio. Gladys corta abruptamente el teléfono. Durante la conversación, al mismo tiempo que Leo ha vuelto del baño, ella ha ido alarmándose progresivamente. Leo regresa dolorido del baño. Se agarra la panza con ambas manos. Permanece atento a la conversación telefónica. Una vez que Gladys corta, Leo camina hacia la silla, toma su campera y su mochila para irse.Gladys: ¿Qué hacés?Silencio. Leo la observa, inmóvil.Gladys: ¿Adónde vas? Leo: Pasó algo...Gladys: Nada. Nada. Leo: ¿Cómo nada? Algo pasó.Gladys: Nada. Nada. Un accidente. Leo (balbuceando): ¿Pero qué pasó? Gladys: Nada. Ya te dije. ¿Podemos seguir?... Leo: No, yo...

Gladys: ¿Podemos seguir, por favor? Sentáte. Leo: Pero yo...

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Gladys (neurótica): Podemos seguir, por favor. (Sentándose) Te voy a cambiar la lista... Sentáte, por favor... Gladys comienza una actividad frenética: ordena compulsiva y nerviosamente sus carpetas, busca entre sus papeles las nuevas listas de palabras que quiere darle de leer a Leo. Se ordena y se calma a sí misma, colocándose con aparente pulcritud y control sus anteojos, sentándose perfectamente erguida sobre su silla giratoria. Luego, observando la lata repleta de lapiceras, le pregunta con aparente calma a Leo:

Gladys: ¿Cuál querés?Silencio. Leo la mira sin entender, angustiado.

Gladys (señalando la lata con las lapiceras): ¿Cuál querés?Silencio. Leo sigue contemplándola de la misma manera.

Gladys: No la voy a elegir yo...Silencio.Pausa. Leo (angustiado): No... no... Hoy no. Hoy no puedo...

Gladys: ¿No estás conforme con lo que hacemos acá?

Leo: Tengo un problema.... Hay un problema.

Gladys: ¿Te pasó algo?

Pausa.Leo (balbuceando, muy avergonzado): ...El baño... Se me tapó... creo... Perdón... Gladys: Ah, pero eso es normal. Pasa siempre acá. Leo (igual): No, no es normal. Perdón... Perdón, yo...

Gladys (interrumpiendo): Quedáte tranquilo. Es un problema del consorcio... Leo (enfático): Entonces tienen que arreglarlo. Gladys: Cuando está por llover siempre hay mal olor.Leo: Es el inodoro... Gladys: En unos minutos más vamos a estar rodeados de mal olor. Leo: Hay que llamar al plomero.Gladys (imprevistamente enojada): El plomero... el plomero no puede hacer nada. Es un pelotudo. Ya lo llamé otras veces. Y nunca pudo arreglar el baño. Leo: ¿Pero pasó otras veces antes?Gladys: Sí, un montón. Yo compré este lugar hace siete años...Silencio. Suena el portero eléctrico, que interrumpe el discurrir de Gladys. Ninguno de los dos se mueve. Suena otra vez. Y una vez más, con insistencia.Gladys: ¿Podés atender vos?Silencio. Leo, fastidiado, se dirige hacia el portero. Atiende.Leo: ¿Hola?... sí... sí, es acá... sí.... menos mal que vino... ya hay mucho olor... ¿le abren?... bueno...Silencio. Leo (en voz baja): El plomero... Gladys (para sí): ...Seis años hace, no siete...Leo (en voz alta): El plomero...Gladys (para sí): ...seis años...Leo (en voz alta): Vino el plomero.

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Silencio.Pausa. Gladys lo observa incrédula.Gladys: Me estás jodiendo...Leo: No. Gladys: En serio... Leo: En serio. Vino el plomero.Gladys: ¿Está abajo?Leo: No. Ya le abrieron abajo. Está subiendo.Gladys (alarmada): ¿Está subiendo para acá?Leo: Sí. Gladys (súbitamente nerviosa): Bueno, con él acá adentro, no vamos a poder seguir más.Leo: ¿Por qué no?Gladys: Es que así no se puede atender. No tenemos intimidad para trabajar. Llamáme por teléfono, me fijo en mi agenda y combinamos una nueva cita. Leo: ¿No quiere que arreglemos ahora para la semana que viene mejor?Gladys: No, ahora no. (Mientras se arregla el pelo) Quedáte tranquilo que vos estás muy bien, mejoraste mucho en este tiempo... Silencio. Suena el timbre. Gladys (en voz baja, entrando en pánico): Es él. Andá vos. Leo: ¿Yo? ¿Por qué yo? Gladys (igual): Andá vos, por favor.

Silencio. Gladys se sienta en su silla. Saca un espejo de mano del cajón de su escritorio. Controla su aparienca. Lo guarda. Leo, mientras tanto, sale rápidamente. Luego de unos breves instantes, regresa con Carlos, el plomero.

Leo (a Carlos): Es derecho por acá. Al fondo.

Carlos (a Leo): Sí, ya sé por donde es. Al entrar y ver a Gladys, Carlos se queda paralizado. Silencio. Carlos: ¿Cómo estás? Gladys: Bien ¿Y vos? Carlos: Bien. Silencio.Pausa. Gladys y Carlos se miran. Leo se queda parado, incómodo, sin saber qué hacer.Gladys: No cambiaste nada... Carlos: Vos tampoco...Silencio. Los dos continúan mirándose con intensidad. Pausa. Gladys: ¿Querés un cortado, Carlos?Carlos: Sí, gracias. Gladys: Mirá que no tengo ni azúcar ni edulcorante. Carlos: No fuiste al supermercado...Gladys: ¿Lo querés igual?Carlos (observando primero detenidamente a Leo, y luego a Gladys): Es un paciente...

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Gladys: Sí.Carlos: Es jovenGladys: Sí.Carlos: ¿Qué tiene?Gladys: Rotulismo. Carlos (observando nuevamente a Leo): Se le nota.Pausa.Carlos: ¿Hace mucho que es paciente tuyo?Leo (a Carlos): No, yo vengo...Gladys (interrumpiéndolo): No. No hace mucho.Pausa. Por un segundo, Carlos y Gladys lo observan. Leo baja rápidamente la vista, avergonzado.Gladys (a Carlos, alcanzándole una silla vacía): Por favor, sentáte. Silencio. Carlos se sienta.Gladys: Enseguida te traigo el cortado.Carlos: No, por favor. Gladys. No te molestes. Gladys: Si no es molestia. Silencio. Gladys sale. Carlos (a Gladys): ¿Vas a tomar uno vos también?Voz de Gladys: No, ya tomé.Carlos (a Gladys): ¿Pero no querés otro? Voz de Gladys: No, Carlos, ya tomé.Pausa. Carlos agarra del escritorio la lapicera que Gladys le prohibió usar a

Leo, durante el ejercicio de lectura con bigotes. Juega con ella. Sonríe. Leo lo observa, extrañado. Carlos deja la lapicera sobre el escritorio.Leo (intentando iniciar una conversación): ¿Y... tiene muchos años...usted.. en el... oficio...?Carlos: Varios.Pausa. Leo: Está difícil, ¿no?Carlos: Sí. Pausa.Carlos: ¿Qué?Leo: No sé. El trabajo. Carlos: Sí. Está difícil. Leo: Claro.Pausa.Leo: Pero le gusta... Carlos: ¿Qué?Leo (nervioso): No sé. El oficio... Ser plomero... Le gusta...Carlos: No. Leo: Pero le da para vivir. Carlos (fastidiado): Sí... No, no siempre. A veces. Pausa.Entra Gladys con una bandeja sobre la que hay una taza de café. Lo apoya sobre el escritorio.

Gladys: Bueno, listo. Carlos, servíte.

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Silencio.Gladys: Como te dije, sin azúcar. Silencio. Carlos agarra su taza de café. Gladys y Leo lo miran. Gladys (a Leo): Perdonáme. No te pregunté si querías otro cortado. Leo (con humildad, sin querer molestar): No, está bien. Igual no quería. Gladys (sonriendo, nerviosa): Perdonáme. Me olvidé por completo de vos. Y encima te dejé ahí parado, como una estatua. Andá al baño... Leo: ¿Al baño? Gladys(corrigiéndose): Andá a la cocina, por favor...Silencio. Leo duda un instante. Luego sale, en dirección a la cocina.Gladys (sonriendo, a Carlos): Me olvidé por completo, lo borré del mapa...Silencio.Pausa. Carlos la observa.Gladys (a Leo): ¿Ves un banquito?Voz de Leo: ¿Uno verde?Gladys: Sí. Traélo, por favor.Silencio. Entra Leo, sosteniendo un banquito.Gladys (a Carlos): Y encima lo dejé ahí parado, como una estatua. (A Leo) ¿Te traigo un cortado?Leo (humilde, sin querer molestar): No, está bien. No quiero un cortado. Gladys: Sentáte, por favor. No te quedes ahí. Sentáte.Leo (igual): No, gracias, estoy bien así.

Gladys: Me olvidé de preguntarte si querías un cortado. Perdón.Carlos (enfático, a Gladys): Te dijo que no quería otro cortado. No le pidas más perdón. Silencio.Gladys (a Carlos): Tenés razón. Gladys se sienta. Leo lo mira.Pausa.Gladys (a Carlos): Disculpáme.Carlos (enfático): No pidas más perdón.Gladys (a Leo): Leo, sentáte, por favor...Silencio. Leo apoya el banquito en el suelo, cerca de uno de los bordes del escritorio. Se ubica entre Gladys y Carlos. Se sienta.Gladys: ¿Y? ¿Está bueno?Carlos: Sí. Está bien.Gladys: ¿Te gusta así, con leche?Carlos: Sí, aunque tiene gusto a lavandina. Gladys: ¿Qué, la leche?Carlos: No, el café. Leo (a Carlos): Yo no me di cuenta. Silencio. Gladys y Carlos lo miran. Pausa.Gladys (a Carlos, sonriéndole): Yo sí.Carlos le devuelve la sonrisa a Gladys. Suena el teléfono. Silencio. Gladys continúa sonriéndole a Carlos. Leo los mira.

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Pausa. Suena nuevamente el teléfono. Leo (tímidamente): Teléfono...Pausa.Leo (igual): Teléfono...Silencio. Sin levantarse, Gladys gira su silla y se acerca al teléfono. Levanta el tubo.Gladys: ¿Hola?... sí... sí... ¡Hola, cómo estás, sos vos!... No... no te había reconocido... no... ¿Cómo andás?... ¿En serio?... ¡Qué bueno!... Sí... sí, pero ya termino... sí... (riéndose seductoramente, se levanta y queda de espaldas a ambos) ...Ay, no... no... pero que decís... no... eso no... ay, no por favor... no... ay, no me digas esas cosas por teléfono... no... no puedo... vos sabés que no puedo... ahora no... tengo un paciente acá... sí... ese, sí... el mismo... (riéndose) y encima también está el plomero... sí... Carlos... no... el baño... claro... sí, otra vez... bueno... sí... te tengo que dejar... sí... está bien... está bien... hablamos después... sí... besos... sí... besitos (hace ruido de beso contra el tubo) ¿Cómo?... ¿Otro más?... bueno... (ruido de beso)...Chau... sí... No seas cerdo... después nos vemos... yo también... muchos besitos... chau... Silencio. Gladys corta la comunicación, todavía risueña. Carlos y Leo la miran, sin poder creerlo. Se da vuelta. Queda de frente a ellos. Pausa.Carlos: ¿Quién era?Gladys: Yo no te tengo que dar explicaciones a vos. Carlos: No te pedí explicaciones. Gladys: Sí, me preguntaste quién era.Carlos: Sí, ¿y?

Gladys: Bueno, y eso es como pedirme explicaciones. Carlos: No.Gladys: Sí, es así.Silencio.Pausa.Gladys: Me olvidé los puchos... Silencio. Gladys sale, caminando a paso apurado. Leo y Carlos se miran. Leo (a Gladys): ¿Y?Voz de Gladys: ¿Qué?Leo: ¿Quién era?

Voz de Gladys: ¿Quién era quién?Leo: El del teléfono. ¿Quién era?Gladys (entrando, con los cigarrillos en la mano): Nadie. Un amigo. (A Leo, ofreciéndole un cigarrillo) ¿Querés?Leo: No, gracias. Silencio. Gladys enciende un cigarrillo.Leo: No sabía que usted fumaba. Gladys: Sí, fumo un poco.Carlos (a Leo): No. No fuma. Fuma solamente cuando está nerviosa. Como ahora.Gladys (a Carlos): Pero yo no estoy nerviosa. Carlos: Sí, estás nerviosa Gladys. Gladys: No estoy nerviosa. Carlos: Sí. Admitílo. Te va hacer bien.

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Gladys: No estoy nerviosa. ¿Por qué iba a estar nerviosa?Carlos: No sé. Pero estás nerviosa. Silencio. Gladys se sienta sobre el escritorio, interponiéndose entre Leo y Carlos. Fuma nerviosamente. Gladys (a Leo): Ahora te quedan tres sesiones más en diciembre. Yo en enero no voy a atender. Volvemos en febrero. ¿Te parece bien?Leo: ¿Por qué no va a atender?Gladys: ¿Cómo?Leo: ¿Por qué no va a atender el mes que viene?Gladys: Porque me voy de vacaciones.Silencio.Pausa. Gladys: ¿Vas a estar en febrero?Leo: ¿Ahora tenemos que hablar de esto?Gladys: Sí.Leo: ¿No puede ser en otro momento?Gladys: No.Leo: ¿Por qué no?Gladys: Porque quiero saber cómo va a ser mi próximo año. Carlos: Todos queremos saber eso. Pero no siempre se puede. Hay imponderables.Gladys: Pero en este caso, sí se puede. Leo (a Gladys): ¿No podemos hablar de eso después?Gladys: Ya te dije que no.

Leo: En otro momento, cuando él no esté...

Carlos: Si molesto me voy. Gladys (a Carlos): No.Carlos: Si quieren que me vaya, me voy. Gladys (a Carlos): No. Vos te quedás. Tenés un trabajo que hacer. Para eso estás acá.Silencio.Pausa.Leo: Me parece bien. Gladys: ¿Qué?Leo: Febrero. Me parece bien. Silencio. Gladys se levanta del escritorio. Se dirige hacia su silla. Se sienta. Agarra su agenda. La abre. Busca una página en particular. Toma una lapicera y escribe. Cierra la agenda. Gladys: Listo. Ya está. Febrero. Dos veces por semana. Leo: ¿Cómo dos?Gladys: Sí, dos. ¿No habíamos hablado de eso?Leo: No. No me dijo nada...Gladys: Bueno, entonces hablamos ahora. Me gustaría que vengas dos veces por semana a partir de febrero.Leo: Pero si hasta ahora vengo una sola vez, nada más. Gladys: Sí, pero me gustaría que a partir de febrero vengas dos. Leo (alarmado): ¿Por qué? ¿Ando mal?Gladys: No. No andás mal. No es eso.Leo (igual): ¿Y entonces qué es?Gladys: Nada... No es nada.

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Leo: Algo tiene que ser. Si no, no me vas a pedir que venga dos veces. Ando mal, ¿no?, ando muy mal.Gladys: No tiene que ver con eso. Ya te dije que no andás mal. Al contrario. Estás muy bien. Mejoraste mucho en este tiempo. Si querés una devolución a priori...Carlos (a Leo): Es mentira. Andás mal. Silencio. Leo y Gladys lo miran.Carlos: Tenés que andar muy mal para que ella te pida venir dos veces por semana. Nunca lo hace con nadie. Excepto con los que andan muy mal. Como vos.Gladys (muy nerviosa, a Leo): No le hagas caso. Él no sabe nada. Vos estás bárbaro. Cada vez mejor. Leo (a Carlos): ¿Y usted como sabe?Carlos: Porque yo me atendí con ella cuando tenía tu edad, más o menos. Leo (a Carlos): ¿Qué tenía?Pausa. Carlos observa atentamente a Gladys, quien le implora con la mirada para que no le diga nada a Leo. Pero ya es muy tarde, Carlos está decidido a hablar. Carlos: Rotulismo. Lo mismo que vos. Silencio.Leo (observándolo, asombrado): No se le nota para nada. Carlos: Es que no lo tengo más. Ella me curó. Es una excelente profesional.Gladys: Gracias Carlos. Carlos (riéndose): Aunque un poco indiscreta a veces, ¿no?

Silencio.Pausa.Leo: Sí, es cierto. Es muy buena. En muy poco tiempo hice grandes avances. Gladys: Ya te dije que sí, que hiciste grandes avances. Carlos (a Leo): Sí, se te nota. No sé como estarías antes, pero ahora hablás mucho mejor.Leo (sonriéndole a Carlos): Gracias. Carlos: De nada.Gladys (a Leo): Ahora que te lo dice él le creés. Leo: Sí, claro.Gladys: Pero cuando yo te lo dije, no me creíste.Leo: Es que él sufrió y luchó mucho para poder recuperarse. Y usted no.Gladys: Claro. Yo no. Nunca sufrí...Silencio.Pausa.Leo (a Carlos): ¿Fue difícil la cura?Carlos: Fue muy jodido. Leo: ¿Tardó mucho?Carlos: Sí, sobretodo porque ya era muy grande cuando empecé con ella. Como vos. Leo: ¿Pero cuánto tardó?Carlos: No sé. No me acuerdo. Varios años, creo.Leo (para sí, con enorme pesar): Claro. Varios años.

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Carlos: En un momento llegué a estar tan mal, que tuve que venir tres o cuatro veces por semana. Gladys: Tres no, Carlos. Cuatro. En ese momento estabas tan mal, que tuve que pedirte que vinieras cuatro veces por semana. Leo (alarmado, observando alternativamente a ambos): ¿Por cuánto tiempo? Carlos: Tres años. Silencio.Pausa.Leo: Entonces yo no estoy tan mal si tengo que venir dos veces por semana nada más, ¿no?Silencio. Gladys y Carlos se miran. Pausa.Gladys: No. No estás tan mal. Carlos: No, claro. No estás tan mal. Silencio.Pausa.Carlos (a Gladys, señalando la puerta que da a la sala de espera): El baño es por allá, ¿no?Gladys: Te acompaño. Carlos: No hace falta. Gladys: Te acompaño. Carlos: No hace falta, Gladys. Gladys: Pero te quiero acompañar.Carlos (enfático): No, Gladys. Hoy no. Tengo que ir al baño a trabajar. Nada más...

Gladys (en voz baja): Hacé lo que quieras...Silencio.Pausa.Carlos (a Leo): Chau, pibe. Suerte. No creo que nos veamos más. Leo: Chau. Si me voy antes, te paso a saludar.Silencio. Carlos sale. Pausa. Gladys y Leo se quedan mirando por un instante por donde él ha salido. Gladys camina hacia uno de los bordes del escritorio, dándole la espalda a Leo. Enciende un cigarrillo. Fuma. Leo permanece sentado, acurrucado en su silla, observando la espalda de Gladys. Leo: ¿Y cuándo va a venir el próximo paciente?Gladys (dandose vuelta, observando fijamente a Leo): ¿Quién?Leo: El próximo. Esa nena. Cómo se llama...Gladys: Tatiana.Leo: Tatiana. La que viene después de mí.Gladys: No sé. Hoy creo que no viene. Leo (molesto): Ah, hoy no viene. Gladys: No. Silencio.Pausa. Gladys se acerca a su silla, caminando lentamente. Se sienta. Gladys: ¿Qué hora es?Leo: Son más de las siete. Gladys: Qué raro. Ya tendría que haber venido. Leo: ¿Quién? Si Tatiana no iba a venir.

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Gladys: No, el siguiente. Ernesto. Leo: No lo conozco.Gladys: Es que no viene después de vos.Leo: Claro.Gladys: Además no podés conocer a todos mis pacientes. Leo: Yo no dije eso.Gladys: Tengo muchos...Leo: Me imagino. Gladys: Después de todo, es natural, ¿no? Vivo de esto. Es mi trabajo... Leo: Sí, claro... Gladys: No sé como podés pretender conocerlos a todos. Leo: Yo no pretendo eso.Gladys: Vamos. Te conozco... Silencio. Gladys enciende otro cigarrillo.Gladys: Me vas a recomendar a tus amigos, ¿no? Leo: ¿En qué sentido?Gladys: Quiero decir, si estás conforme con lo que hacemos acá.Silencio.Pausa.Gladys: Porque nunca está de más tener nuevos pacientes.Silencio.Gladys: Viste como es... Algunos se van curando y hay que reemplazarlos por otros nuevos. Silencio.

Gladys: Y nunca es fácil conseguir pacientes nuevos. Y menos en estos tiempos.Silencio.Gladys: Porque además yo no tengo ningún nombramiento en un hospital.Leo: ¿Ah no? ¿No tiene?Gladys: No. Entonces así todo se hace más difícil para mí, ¿te das cuenta? Silencio.Gladys: Imagináte que yo tengo que ir igual a todos los congresos y a todas las conferencias.Leo: No puede dejar de ir.Gladys: Tengo que estar al tanto de lo que está pasando... de las últimas novedades... de las ponencias de mis colegas... de los últimos descubrimientos... de...Leo (levantando la voz, interrumpiendo): La voy a recomendar a mis amigos... Silencio.Pausa.Leo: Les voy a decir que usted es una excelente profesional.Silencio. Gladys apaga el cigarrillo.Gladys: Te lo agradezco. Es un gesto muy generoso de tu parte...Leo (interrumpiendo, cortante): Claro que la mejor manera de recomendarla va a ser a través de mí.Gladys: Vos les vas a decir que yo soy muy buena. Leo: No. A través de mí.

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Gladys: ¿Cómo a través de vos?Leo: A través de mí. No de mis palabras. Gladys: No entiendo.

Leo (levantándose y acercándose peligrosamente a Gladys): Cuanto más rápido me cure, más pronto van a creer mis amigos que usted es buena. Gladys: No entiendo. Vos querés decir...Leo: ...Si me cura enseguida, va a tener muchos pacientes muy pronto. ¿Entiende ahora?Gladys: Sí, pero tenés que entender que el rotulismo no es algo fácil de curar. Leo: Usted me pidió que la recomiende a mis amigos, ¿no?Gladys: Sí.Leo: Bueno. Yo solamente quiero lo mejor para usted. Gladys: Yo también quiero lo mejor para vos...Leo (gritando, furioso): No me quiero pasar el resto de mi vida encerrado acá adentro con usted. Como tuvo que hacer Carlos. Que encima todavía sigue hablando mal.Gladys: No, claro.Leo (caminando dos pasos hacia Gladys): ¿Entonces?Gladys: Voy a tratar de hacer lo posible para...Leo (interrumpiendo, igual): ¿Quiere o no quiere tener pacientes nuevos?Gladys: Voy a tratar de hacer lo mejor posible para...Leo (igual): ¿Le interesa o no le interesa mi propuesta?

Gladys: Te voy a curar en menos de un mes.Leo: A partir de ahora.Gladys: No. A partir de ahora no. En enero tengo vacaciones.Leo: A partir de ahora o no hay trato.Gladys: Bueno. Está bien. En un mes a partir de ahora.Leo: Y en enero no se va de vacaciones.Gladys: No puedo. Las necesito...Leo (terminante): Y en enero no se va de vacaciones.Gladys: Y en enero no me voy de vacaciones. Leo: Muy bien. Así está muy bien.Gladys: Pero tenemos que tener cuatro sesiones por semana por lo menos. Si no, no te lo puedo prometer.Leo: Perfecto. Ningún problema. Silencio.Pausa. Leo se relaja. Deja de mirar a Gladys. Se aleja de su posición. Camina hacia la silla del paciente. Se sienta cómodamente. Agarra una pelotita de metal del escritorio y comienza a jugar con ella. Gladys: ¿Querés otro cortado?Leo: No, gracias.Gladys: Te lo hago si querés. Leo (levantando la voz, harto): Basta de cortados.Silencio.Pausa. Leo juega con la pelotita a un ritmo crecientemente frenético. De pronto, Gladys, dando un manotazo, se la quita. Permanece por un instante con la pelotita en sus manos. Se miran fijamente a los ojos.

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Gladys: ¿Pudiste pensar lo del beso?Leo (terminante): No.Gladys: No pudiste...Leo (igual): No. Gladys (con tristeza): Entonces no te puedo dar un beso.Silencio.Pausa. Leo hace un gesto negativo con su cabeza.Gladys: Qué lástima. Es una pena.Silencio.Pausa breve. Leo: Me va a poder dar un beso. Gladys: ¿En serio? ¿Cuándo?Leo: Cuando me vaya. Gladys: ¿Me vas a dejar darte un beso?Leo: Sí. En la mejilla. Gladys (con tristeza): Claro. En la mejilla.Silencio.Pausa. Gladys: Está bien. Te perdono. Hablás así porque estás nervioso. Es natural.Leo: Otra vez con eso. No estoy nervioso. Gladys: Sí, estás nervioso.Leo: No, no estoy nervioso.Gladys: Pero ahora sé por qué estás nervioso.Silencio.

Pausa.Gladys: Vos estás nervioso porque a mí me querés. Yo te importo, y mucho. Silencio.Pausa.Gladys: ¿No te importa lo que te dije?Leo: Ya sabés lo que pienso. Gladys: No. Nunca me dijiste.Leo: A mí solamente me interesa curarme. Y a vos te tendrían que interesar tus nuevos pacientes. Nada más.Silencio. Entra Carlos.Carlos: Listo. Ya está, Gladys. Fue jodido, pero ya está. (Viendo a Leo, sorprendido): Vos todavía por acá.Leo: Sí, ¿por?Carlos: Por nada. Pensé que ya te habías ido.

Leo: Si molesto me voy. Gladys (A Leo): No.Leo: Si quieren que me vaya, me voy.

Gladys (A Leo): No. Quedáte. Él no te quiso decir eso.Carlos (a Leo): Yo no te quise decir eso.Silencio.Pausa. Gladys: ¿Entonces... terminado?Carlos: ¿Qué?Gladys: El trabajo.

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Carlos: Ah, sí. Terminado.Gladys: ¿Cuánto te debo?Carlos: No, no es nada.Gladys: ¿Cómo que no es nada?Carlos: No me debés nada.Gladys: Decíme cuánto te debo. No quiero tener deudas con vos. Carlos (terminante): No me debés nada, Gladys. A mí me paga el consorcio del edificio. No vos.Silencio.Pausa.Leo (a Carlos, olfateando): ¿Y por qué sigue el mal olor?Carlos: No sé. Debe venir de otro lado.Silencio.Pausa. Gladys se quita los zapatos. Los deja en el suelo.Gladys: ¿Se quieren quedar a comer?Carlos: ¿Pero cómo, no tenés más pacientes?Gladys: Sí, pero parece que no van a venir. Carlos: ¿Qué hora es?Leo (mirando su reloj): Son más de las ocho. Gladys: No. Ya no vienen. Silencio.Leo: ¿Qué raro, no?Carlos: Sí. Pausa.Gladys: ¿Y, se quedan?

Silencio.Pausa. Carlos y Leo se miran.Carlos (a Leo): ¿Vos qué decís?... ¿te querés quedar a comer?... Leo (a Carlos): Si vos te quedás, me quedo. Si no...Carlos (a Leo): Bueno, entonces nos quedamos. (A Gladys, entusiasmado): Nos quedamos, Gladys. Vamos a comer.Silencio.Pausa.Carlos: ¿Y qué vamos a comer?Gladys: No sé. Lo que quieran.Leo (a Gladys): ¿Tenés algo en la heladera?Gladys (piensa): Tomate, apio, zanahoria...Leo: ¿Y algo más no tenés?Gladys: No sé. Me tengo que fijar. No soy una máquina, a esta hora de la noche...Silencio.Pausa. Gladys se levanta y sale.Voz de Gladys: Ah, sí, también tengo manzanas. Como estoy a dieta...Carlos (a Gladys): Pero nosotros no, Gladys.Leo: Eso es como una entrada nada más.Carlos (a Leo): Ni siquiera, flaco, qué decís.Leo: Sí, es cierto. Ni para picar sirve...Carlos: Yo no quiero comer algo que engañe al estómago. Tengo hambre.

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Silencio. Entra Gladys con una fuente grande, sobre la que hay una tarta de jamón y queso.Gladys (señalando el escritorio): Despejen...Silencio. Leo y Carlos retiran los objetos que hay sobre el escritorio, para que Gladys pueda apoyar la tarta. Pausa. Leo y Carlos miran fijamente la fuente.Leo: Tarta.Carlos: ¿De qué es?Gladys: De jamón y queso.Carlos (a Gladys): Pero cómo no nos dijiste que tenías esto.Gladys: Es que no sabía que estaba. Me fijé recién.Leo: ¿De cuándo es?Gladys: De ayer creo.Carlos: ¿La hiciste vos?Gladys: No me acuerdo.Silencio. Pausa. Los tres miran la tarta. Carlos: Se ve bien.Gladys: Sí, la verdad que sí.Silencio. Gladys: ¿Quieren agua, prefieren vino o alguna otra cosa?Carlos: Yo, vino.Leo: No. Agua, yo.Gladys (para sí): Un vino y un agua.

Silencio. Gladys sale. Ambos están a la expectativa. Carlos, con mucha hambre.Pausa.Carlos: Tomá un poco de vino. Te va a hacer bien para los ejercicios.Leo: ¿Cómo, hace bien el vino?Carlos: Sí, te relaja. Te abre las cuerdas vocales. Empezás a modular mejor.Silencio. Entra Gladys con una botella de agua y una de vino. Deja todo sobre el escritorio, distribuye los platos, los vasos y los cubiertos. Deja también sobre la mesa un rollo de cocina. Corta dos porciones de tarta y las reparte. Luego comienza a servir. Le sirve a cada uno una porción. Se sienta. Ella ha traído para sí una manzana. Los tres comen en absoluto silencio. Carlos termina su porción y se sirve otra más. Come rápido, con la mano. Después de terminar la segunda, se sirve una tercera. Y una cuarta porción. Leo toma un sorbo de vino. Come apenas la mitad de una porción, no más. A diferencia de Carlos, usa los cubiertos para comer. Carlos (a Leo, mirando su plato, por la mitad de porción que ha dejado): ¿No la vas a comer? Leo: No.Silencio. Carlos agarra con la mano la porción que dejó Leo y se la come de un bocado.Pausa.Leo (a Carlos, refiriéndose al vino): Está muy bueno. Me gusta. Tenías razón.Carlos: Viste que te dije que hace bien.

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Pausa.Gladys: Carlos.Carlos: ¿Qué?Gladys: Estás respirando muy bien.Carlos: Gracias.Silencio.Gladys: Y estás hablando mucho mejor. Carlos: Sí, ya sabía. Pausa.Gladys (para sí): Hay que confiar... confiar. Todo es cuestión de tiempo...Leo (olfateando): ¿Sienten? Pausa.Leo: El olor ya se fue. Carlos: Sí, es cierto. Desapareció.Leo: ¿Qué habrá pasado?Carlos: No sé.Leo: Qué raro, ¿no?Carlos: Sí.Silencio.Pausa. Carlos se inclina sobre la fuente para agarrar otra porción. Leo permanece inmóvil, sentado en su silla de paciente. Se sirve otro vaso de vino. Gladys, abstraída, sigue dándole mordiscos a su manzana. Apagón lento.

Indice

Prólogo 9Caen pájaros literalmente del cielo 13Domingo 29Yace al caer la tarde 39Ahora 61Boris 75Acá y allá 103Instantes en la noche fría 131Hecho para la ocasión 135Diagnóstico: rotulismo 167

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