C ró nica am b ien tal | agosto 2015

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Transcript of C ró nica am b ien tal | agosto 2015

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Crónica ambiental, año 2, No. 14, agosto 2015, es una publicación mensual editada por dn3 Comunicación sc. Chapultepec 540, interior 609, colonia Roma, delegación Cuauhtémoc, cp 06700, México, df. Teléfono 5514 1577. Editor responsable: Jorge Lestrade Sadurní. Número del certificado de Reserva de Derechos al Uso Exclusivo 04-2014-060613205000-102. Número issn 2007-994x ante el Instituto Nacional del Derecho de Autor. Certificado de Licitud de Título en trámite, Certificado de Licitud de Contenido en trámite. Impresa en Servicios Profesionales de Impresión sa de cv. Mimosas 31, colonia Santa María Insurgentes, delegación Cuauhtémoc, cp 06430, México, df. Teléfono 5117 0100. Crónica ambiental tiene un tiraje mensual de 5 000 ejemplares; esta edición terminó de imprimirse en agosto de 2015. Distribución controlada. El contenido de los artícu-los es responsabilidad exclusiva de los autores y no refleja el punto de vista de Crónica ambiental. Todos los derechos reservados. Queda prohibida la reproducción total o parcial del material publicado sin consen-timiento por escrito de Crónica ambiental.

CON T E NIDO

Este producto fue impreso en papel Domtar Lynx White FSC de 118 g, 100% sustenta-ble. Cuenta con el certificado del Forest Stewardship Council, lo que garantiza el uso responsable de los recursos naturales con que se fabrica.

CENTR ALTras la pista de la vaquita marina Gerardo Lammers

ARTÍCULOEmbargo atunero: crónica de una infamiaErnesto Murguía

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32GLOSARIOAcidificaciónLa Redacción

PAR ALIPÓMENOSLa ecología oscura o la nueva visión de los vencidos (ii)Daniel Sánchez Poitevin

CONSUMO INTELIGENTEMaru Monroy

QUIÉN ES QUIÉNBerta Cáceres: La voz del pueblo lencaNatalia Álvarez

OPINIÓN¿Por qué miles de aves abandonan México?Enriqueta Velarde y Exequiel Ezcurra

OPINIÓNEl acuario del mundoFedro Guillén

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OPINIÓNCómo nos tranquiliza sentirnos culpables por el ambienteSlavoj Žižek

MIS PRIMEROS DESASTRESCatarinas y cementoGabriel Rodríguez Liceaga

OBITUARIOAdiós, baijiNatalia Álvarez

PORTAFOLIOSHuéspedes exóticosVesta Mónica Herrerías

ARTÍCULOPrisioneros del espectáculoÁgata Szèkely

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DIREC TORIOCOL A BOR A DOR E S

DIRECCIÓN GENERALBárbara Hernández

Edgar Chahín

DIRECCIÓN EDITORIALJorge Lestrade

[email protected]

EDICIÓNNora Torres

[email protected]

ASISTENTE EDITORIALMariana Ruiz-González

[email protected]

CORRECCIÓN DE ESTILOIsrael Galina

[email protected]

DIRECCIÓN DE ARTE Carolina Mendieta

[email protected]

DISEÑOLorenzo Vera

[email protected]

EDICIÓN DE FOTODiego Treviño

[email protected]

EDICIÓN WEBPablo Ampudia

[email protected]

DESARROLLO WEBVíctor Lozano

[email protected]

ADMINISTRACIÓNCésar Puerta Higuita

Estudió Biología en la unam. Cursó diplomados en Gestión Ambiental y Conservación de aves acuáticas

y humedales. Recientemente ha reunido su interés por la Biología y la Gastronomía coordinando

proyectos relacionados con estos temas.

NATALIA ÁLVAREZ

Se ha desempeñado como reportera y editora en medios nacionales como Reforma, Travesías, Gatopardo, GQ, Forbes, Bleu & Blanc y Chilango.

MARU MONROY

Estudió en la Escuela Activa de Fotografía, el Centro Cultural Arte Contemporáneo y el Centro de la

Imagen. Ha colaborado con firmas como Gatorade, Mercedes Benz, Disney, Opel, Honda, Pepsi

y Adidas. Se especializa en retrato, publicidad, arquitectura y editorial.

PAUL BR AUNS

Curadora, investigadora y editora independiente de proyectos fotográficos. Dirige Ediciones Ve y ha

publicado Manuel Álvarez Bravo (Francia, 2012) y Mexican Portraits (Estados Unidos, 2012).

VESTA MÓNICA HERRERÍAS

Profesor de Ecología y Doctor por la Universidad Colegial de Gales del Norte; es director del Instituto

para México y los Estados Unidos (uc Mexus) de la Universidad de California en Riverside.

EXEQUIEL EZCURR A

Asistente de edición en la revista Etiqueta Negra. Dicta cursos de redacción y literatura en la Pontificia Universidad Católica del Perú. Sus trabajos han sido

publicados en la revista Somos.

NATALIA SÁNCHEZ LOAYZA

Escritor, guionista y colaborador freelance en revistas de difusión científica; ganador del Premio

Nacional de Cuento Agustín Yáñez 2007 y del Premio Nacional de Novela Rosario Castellanos

2012 por Sobredosis de neón para el señor Felicidad.

ERNESTO MURGUÍA

Estudió filosofía. Cofundador y editor de la revista La Peste. I elinfiernoson.blogspot.com

DANIEL SÁNCHEZ POITEVIN

Director de arte, ilustrador y artista visual; su trabajo está enfocado en la moda. Ha trabajado para Chanel, Givenchy, Vogue, H&M y Luisa Via Roma.

PR INCE L ÁUDER

Periodista y escritora especializada en temas de salud y wellness. Sus artículos se publican en medios nacionales e internacionales, y han sido traducidos

a varios idiomas.

ÁGATA SZÈKELY

Escritor. Ha publicado las novelas El siglo de las mujeres y Balas en los ojos, así como los libros

de cuentos Niños tristes, Fiera de la Balbuena y Perros sin nombre, merecedor del

Premio Bellas Artes de Cuento San Luis Potosí.

GABRIEL RODRÍGUEZ L ICEAGA

Investigadora del Instituto de Ciencias Marinas y Pesquerías y de la Universidad Veracruzana. En 2014 recibió el premio de la National Geographic “Héroes por naturaleza”, por su trabajo en Isla Rasa. Autora

de Islas del Golfo de California (México, 1988).

ENRIQUETA VEL ARDE

cronicaambiental.com.mxCrónica ambiental@cronicaambient

Diseñador editorial e ilustrador. Ha colaborado en revistas como Wired USA, Wired Italia, Expansión, Quo y Accent. Editor gráfico de las revistas Picnic,

Yaconic, La Peste e Indie Rocks! behance.net/israelgevargas

ISR AEL G. VARGAS

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La organización Sustainable Trip se distingue por ofrecer ex-periencias recreativas en destinos, hoteles y con pro-veedores preocupados por minimizar su impacto am-biental y apoyar a las comu-nidades en las que operan. Sus propuestas de viajes se hallan por América Latina y el Caribe, e incluyen bellos escenarios natu-rales donde los turistas pueden participar en programas de conservación de la flora y fauna local.

Una de las principales preocupaciones de cualquier padre es que sus hijos se lleven a la boca juguetes tóxicos. Como solu-ción a esta problemática, existe Playmais, un juguete fabri-cado en Alemania, hecho de maíz y pintado con colorantes comestibles, que se ensambla al mojar levemente las piezas. Además, es degradable y sirve como abono (disponible en la librería El Sótano de los Niños. Costo: $200 pesos).

Esta firma de productos deportivos, en unión con la organización Parley for the Oceans, lanzó un nuevo modelo de tenis fabricados con redes de pesca recuperadas del fondo marino. Dichas mallas fueron extraídas por la asociación Sea Shepherd, que durante más de 100 días rastreó embar-caciones dedicadas a la pesca ilegal. La ini-ciativa comercial busca llamar la atención sobre la contaminación que existe en estos ecosistemas, y desarrollar proyectos que contribuyan con su limpieza.

adidas-group.com

sustainabletrip.orgplaymais.com

POR MARU MONROY I @marumonroyv

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Adidasl i m p i a l o s o c e a n o s

La compañía también dejó de

entregar BOLSAS DE PLÁSTICO en sus tiendas.

Los RESIDUOS de la producción del juguete se

REUTILIZAN para generar ELECTRICIDAD.

A jugar c o n p i e z a s d e m a i z

Turistas u s t e n t a b l e

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Aquellos ciclistas que buscan ser más visibles mientras pedalean en la oscuridad, pueden confiar en Cyclee; se trata de un ref lector para bicicletas que proyecta imágenes con dis-tintos mensajes sobre la espalda de los conductores. Este dispositivo se coloca en la base del asiento y las señales que emite pueden editarse a través de una aplica-ción telefónica.

Detentequ e vo y p e da l e ando

@Seasteading

Sustentable, flotante y autosuficiente son características que definen a la prime-ra urbe desarrollada por el Seasteading Institute que, se calcula, estará lista en 2020 y que busca establecer comuni-dades autónomas oceánicas. Este pro-yecto contará con una población inicial de 250 habitantes e incluirá atraccio-nes turísticas, un centro de investiga-ción, viviendas y un parque industrial; asimismo, venderá energía eléctrica y agua limpia al país que la acoja (varias naciones están interesadas en alojar el proyecto).

LOS INTERESADOS EN ALBERGAR

ESTA URBE pueden aplicar en seasteading.org

Primerac i u d a d f l o t a n t e

elnurbabayev.com

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Solar Bike, diseñada por el ingeniero danés Jesper Frausing, es un prototi-po de bicicleta eléctrica que funciona como cualquier otra; la diferencia ra-dica en que ésta emplea la luz natural para ponerse en movimiento. Mientras la unidad está estacionada, los rayos del Sol cargan los paneles que incluye; una vez en marcha, recurre a la energía almacenada en el motor. Alcanza una velocidad de 50 kilómetros por hora, y la electricidad que acumula rinde 70 kilómetros.

El despacho italiano Luca Curci Architects pro-yectó una ciudad que será construida sobre el mar del Oriente Medio, y que estará soporta-da por una estructura modular rodeada de un sistema fotovoltáico que abastecerá las necesi-dades energéticas del inmueble. Con 200 000 metros cuadrados de áreas verdes —equivalen-tes a más de la mitad de la superficie de Central Park— y capacidad para acoger a 2 500 residen-tes, contará con comercios, oficinas, casas habi-tación y pisos subterráneos.

Mi papá estuvo en la selva, escrito por Gus-ti (reconocido ilustrador argentino), es un libro infantil que, por un lado, busca incen-tivar la lectura entre los niños y, por el otro, sensibilizarlos sobre el cuidado del ambien-te. Pequeño editor, la casa que lo publica, creó este libro-árbol que se planta al ter-minar de leerlo, pues en sus tapas lleva in-crustadas semillas de jacaranda; sólo debes mojarlo, ponerlo a la sombra y esperar a que germine para sembrarlo.

pequenoeditor.com

lucacurci.com

solar-bike.weebly.com

LaPUBLICACIÓN

está confeccionada con PAPEL

RECICLADO.

El edificio tendrá 18 pisos (750 METROS

DE ALTURA).

Libro eresy e n a r bo l t e conv e r t i r a s

Metrópoliv e r d e y v e r t i c a l Bici

s o la r

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Straw Bale México es una iniciativa nacio-nal enfocada en la construcción de vivien-das con pacas de arroz que, a decir de sus impulsores, son un aislante natural muy re-sistente (similar al concreto). Esta técnica, que se popularizó en la década de los 90 en Estados Unidos, Europa y Australia como una alternativa inmobiliaria sustentable y de bajo costo, utiliza como materia prima residuos que, de otra forma, simplemente serían incinerados.

bigbelly.com I @BigBellySolar

Existe un contenedor inteligente que está re-volucionando los sistemas convencionales de recolección, almacenamiento y reciclaje de re-siduos a nivel mundial. Se trata de Bigbelly So-lar: dispositivo cuya tecnología sorprende por su acierto; este nuevo “bote de basura” funciona sólo con energía solar y se comunica vía inter-net con una central que monitorea las condi-ciones y el contenido del equipo.

Debido a que es hermético, evita que los líquidos producidos por los desechos se filtren en el suelo, e impide la aglomeración de fauna nociva (como insectos y roedores). Además, reduce considerablemente el número de viajes necesarios para acopiar y transportar la basura.

Una de las características más interesan-tes de este sistema es que todos los materiales (orgánicos e inorgánicos) son compactados en el interior para lograr una mayor capacidad de almacenaje (recibe hasta cinco veces más de-sechos que un contenedor tradicional).

Una vivienda de 150 M2 cuesta 400 000 PESOS

y se construye en OCHO SEMANAS.

CON PAJA.

Casas d e pa j a

Nuevas s o l u c i o n e s a

v i e j o s p ro b l ema sPOR LAKE VEREA

ARTÍ

CULO

¿POR QUÉ MILES DE AVESABANDONAN MÉXICO?

POR ENRIQUETA VELARDE Y EXEQUIEL EZCURRA

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El aumento anómalo en la temperatura del mar y la gran presión que ejerce la industria pesquera local han alejado a grandes concentraciones de gaviota ploma y charrán elegante de sus sitios ancestrales de anidación en el Golfo de California.

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A nivel internacional, México es reconocido por sus impresionantes agregaciones de especies mi-

gratorias, como la mariposa monarca (en Michoacán y Estado de México), la ballena gris (en Baja California Sur) y las aves marinas de Isla Rasa (en la Región de las Grandes Islas del Golfo de California). Además de im-portantes fuentes regionales de ingreso, estas colonias reproductivas son un escaparate mundial en el que se exhiben los éxitos nacionales en materia de conservación de recursos naturales.

Por ejemplo, más de 95% de la población total mun-dial de charrán elegante (Thalasseus elegans) y de gavio-ta ploma (Larus heermanni) —más de medio millón de aves marinas— se reúnen cada año (de marzo a julio) para anidar en Isla Rasa. Desde que el naturalista L. W. Walker describió el fenómeno en 1951 en un destacado artículo de la revista National Geographic, este ecosiste-ma ha sido imán y fuente de inspiración para turistas, naturalistas, productores de cine e investigadores. Tan es así que cruceros ecoturísticos de empresas internacio-nalmente famosas, como Lindblad Expeditions, llegan con regularidad a la región y dejan a su paso ingresos en Guaymas, Loreto y La Paz.

Sin embargo, en ciertos años el arribo de tal cantidad de ejemplares no se ha concretado: en las últimas dos dé-cadas las aves marinas han llegado fielmente a la isla en abril, como normalmente lo hacen, pero en ocasiones la han abandonado poco después, sin haber anidado. El primero de estos sucesos ocurrió en 1998, cuando El Niño colapsó el éxito reproductivo de las aves marinas a lo lar-go de todo el Pacífico oriental, desde Chile hasta Canadá. Luego, la deserción de la colonia en Isla Rasa volvió a ocu-rrir en 2003, pero sólo en el Golfo de California. A par-tir de entonces, el abandono de la colonia se ha vuelto un episodio con creciente frecuencia: 2009, 2010, 2014 y 2015.

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FOTO: Michael Nolan.

Según la nom-059, es una especie sujeta a protección especial.

Vuelan en un radio de 50 kilómetros de su sitiode anidación en busca de alimento.

nombre científico: Thalasseus elegans.

CHARRÁN ELEGANTE

Los investigadores nos hemos preguntado a dónde van las aves, y cuál es la causa para que desistan de anidar en su ámbito histórico (el Golfo de California), en el que han encontrado cobijo y alimento por siglos, como lo demues-tran las grandes acumulaciones de guano en las islas. Para encontrar las respuestas, un gru-po de científicos de México y Estados Unidos (liderado por la autora de este artículo) se pro-puso analizar qué estaba sucediendo con los charranes elegantes, especie cuyo éxito demo-gráfico es muy sensible a la disponibilidad de alimento y que es usada como indicador de la dinámica del océano.

Los resultados,* publicados recientemente en la re-vista Science Advances de la Asociación Americana para el Avance de las Ciencias (advances.sciencemag.org), se-ñalan que el cambio en la oceanografía y la sobrepesca están produciendo, de manera combinada, el colapso ecológico de la Región de las Grandes Islas (rgi) en el Golfo de California.

Por medio de censos de nidos en México y Califor-nia, el estudio demostró que en las últimas dos décadas el charrán elegante ha expandido sus sitios de anidación desde el Golfo de California hacia las costas del sur de California, pero que dicho crecimiento fluctúa de un año al otro de manera irregular. Cuando los charranes perciben que las condiciones en el golfo son inapropia-das para asegurar su éxito reproductivo, emigran en busca de refugios alternativos, por lo que muchos aca-ban en el sur de California, incluyendo la Bahía de San Diego, la Reserva de Bolsa Chica y la Terminal de Con-tenedores del Puerto de Los Ángeles.

La decisión de permanecer o emigrar está relacio-nada con el hecho de que durante los últimos 15 años el Golfo de California ha estado anómalamente caliente durante algunas temporadas. Cuando la temperatura de las aguas sube por encima de su media histórica, el agua superficial más cálida forma una tapa que impide que las aguas frías del fondo, ricas en nutrientes, afloren al exterior. La productividad marina disminuye y, con ella, decae también la disponibilidad de peces pelágicos menores —como sardina y anchoveta—, de los cuales se alimentan las aves marinas.

Las imágenes de satélite muestran que estos pul-sos de calor se han hecho cada vez más frecuentes en la rgi desde los inicios del milenio, en congruencia con las predicciones del Panel Internacional de Cambio Climático (ipcc) que vaticinan un incremento en la va-riación local de las temperaturas; es decir, anomalías térmicas locales cada vez más frecuentes, como las que han ocurrido alrededor de la Isla Rasa. Pero las anoma-lías térmicas son sólo parte de la historia. El estudio ade-

¿Qué está pasando?

* Enriqueta Velarde, Exequiel Ezcurra, Michael H. Horn y Robert T. Patton. “Warm oceanographic anomalies and fishing pres-sure drive seabird nesting north”, en Science Advances, 22 de junio de 2015. Vol. 1, No. 5.

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más muestra que el colapso en el alimento de las aves se agrava con la reducción de la población de sardina generada por la captura intensiva en México. Al encon-trarse sin alimento, las aves marinas dejan el golfo para dirigirse a la costa del sur de California donde la produc-tividad del mar es mayor.

La sobrepesca no sólo es un problema para las aves marinas; también es un inmenso conflicto económico para la flota pesquera, la cual, sin escuchar las voces de cautela lanzadas por científicos, aumentó su esfuerzo pesquero sin imponerse límite alguno, hasta capturar más de medio millón de toneladas de sardinas en 2009, para caer hasta cero en 2015, con graves consecuencias financieras para toda la región. El declive de las pesque-rías impacta a las aves marinas, pero también afecta con fuerza a los mamíferos marinos, los peces mayores y a las poblaciones humanas del Golfo de California, ya que actividades como la pesca ribereña y la deportiva, el buceo deportivo, el ecoturismo y sus industrias conexas ya están siendo dañadas por la devastación de la base del ecosistema.

La mayor frecuencia con que actualmente se produ-cen las anomalías cálidas en la temperatura superficial del agua en el Golfo de California, aunada a la sobrepes-ca de sardinas y otros peces pelágicos menores, fuerzan a las aves marinas a alejarse en busca de ambientes más productivos, aun cuando esto represente abandonar su sitio ancestral de anidación a favor de entornos altamen-te transformados por la industrialización, como la Bahía de San Diego o la terminal de contenedores del Puer-to de Los Ángeles.

Por un lado, estos resultados obligan a México a redoblar esfuerzos para lograr acuerdos concretos en el Convenio de Cambio Climático, pero, por otro lado, nos orillan a repensar nuestra estrategia pesquera en términos más sustentables, porque el análisis además nos muestra que no es posible seguir extrayendo peces del océano como si fueran un recurso inextinguible sin enfrentar, más temprano que tarde, serias consecuencias para todo el ecosistema y las economías regionales y na-cionales que dependen de él.

ARTÍCULO ¿Por qué miles de aves marinas abandonan México?

Cuando la temperatura del Golfo de México aumenta, las aves marinas buscan

refugio en las aguas del sur de California.

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Cáceres: La voz del pueblo lencaPOR NATALIA ÁLVAREZ I @Pimiientta

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G lobal Witness es una ong internacional cuyo objetivo es revelar información contundente

sobre corrupción, violación de derechos huma-nos y violencia ligada con la explotación de recur-sos naturales; en su informe ¿Cuántos más?, dado a conocer en abril pasado, expone cifras escandalosas y preocupantes relacionadas con el ambientalismo: tan sólo el año pasado ocurrieron 116 muertes de defensores de la natureza a nivel mundial, y tres cuartas partes de éstas tuvieron lugar en Centro y Sudamérica; con 101 asesinatos entre 2010 y 2014, Honduras se posicionó como el país más peligroso para los protectores del ambiente.

En foros globales, los gobiernos discuten so-bre el cambio climático y sus estrategias de acción, pero pocas veces concretan algo trascendental; sin embargo, de pronto nos llegan historias como la de Berta Cáceres, en la que la fuerza de esta mujer lo-gró salvar una comunidad entera de su país natal.

Después del golpe de Estado en 2009, el Con-greso Nacional de Honduras aprobó la Ley General de Aguas, que hizo posible la concesión a terce-ros de los recursos hídricos de esa nación. Para el caso que ahora nos ocupa, la empresa de capital hondureño Desarrollos Energéticos promovió la construcción de Agua Zarca, proyecto hidroeléc-trico que sería ejecutado por Sinohydro, la compa-ñía china constructora de represas más grande a nivel mundial, con fondos del Banco Centroameri-cano de Integración Económica. En principio, po-dría parecer una iniciativa de provecho, encamina-da a la generación de energías limpias; no obstante, fue cuestionada por la comunidad lenca (la mayor etnia indígena de este país) cuyos integrantes se en-teraron del proyecto hasta que vieron maquinaria pesada acercarse al río Gualcarque (afluente del río Ulúa), hecho que implicaba una clara violación a sus

derechos debido a que el montaje de la obra repre-sentaría la inundación de sus tierras de cultivo.

Berta Cáceres no se quedó a observar los hechos: concentró la voz que se alza por la justicia social, la defensa de los recursos naturales, los derechos de la mujer y de los pueblos indígenas. Como funda-dora y coordinadora del Consejo Cívico de Organi-zaciones Populares e Indígenas de Honduras, unió a las comunidades lencas para expresar su incon-formidad votando en contra del proyecto durante los cabildos creados por los gobiernos municipales de la zona, así como en el marco de la Asamblea In-dígena, que se ampara en el Convenio 169 de la Or-ganización Internacional del Trabajo sobre pueblos indígenas y tribales.

Las protestas fueron subiendo de tono, y a pesar de ser madre de cuatro hijos, las amenazas de muer-te a ella y a su familia no la doblegaron; tampoco el asesinato de uno de sus compañeros de lucha.

Las movilizaciones pacíficas que dirigió consi-guieron detener definitivamente la obra, desincen-tivaron a los inversionistas y atrajeron la atención de la opinión pública a nivel internacional. Esta lu-cha la hizo acreedora del Premio Ambiental Gold-man para América Central y América del Sur 2015, conocido también como el Premio Nobel Verde. Actualmente, continúa encabezando movimientos locales en favor de los derechos del pueblo lenca.

“Nos consideramos custodios de la naturaleza, de la tierra y, sobre todo,

de los ríos”.

QUIÉN ES QUIÉN Berta Cáceres: la voz del pueblo lenca

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del mundo

Doctor en Ciencias y articulista; autor de los libros Crónica alfabética del nuevo milenio y La sala oscura.

POR FEDRO GUILLÉN I @fedroguillen

H ace unas semanas comentaba con un reconocido actor de muchos lances ambientales en el país —y además muy

querido por mí—, acerca de la enorme paradoja asociada con la falta de políticas ambientales en relación con nuestras zonas costeras y regiones marinas nacionales.

Si bien en México existe una secretaría que regula la pesca y un instituto que supuestamente define acciones de conservación, es evidente que los resultados son magros, como puede apreciarse en la devastación de manglares o en el uso de artes de pesca de-predadores que han puesto en serio riesgo de extinción a especies como la vaquita marina en el Alto Golfo de California.

Quizá uno de los lugares más bellos de nuestro país y que mayores riquezas naturales contiene (Jacques Cousteau lo llamó “el acuario del mundo”) es el Mar de Cortés o Golfo de Califor-nia, como usted prefiera, querido lector. Este paraíso mari-no se extiende a lo largo de poco más de 1 200 kilómetros entre la península de Baja California y los estados de Sonora y Sinaloa. Los primeros españoles que llegaron a México creían que era una isla, cosa que ocurrirá en algunos millones de años cuando la península, debido a la falla de San Andrés, se separe por com-pleto del continente.

En el Golfo están distribuidas muy diversas islas, que son Patrimonio de la Humanidad, entre las que se cuenta isla Tiburón, la más grande de nuestro país. Debido a su ubicación, este extra-ordinario ecosistema es muy rico en nutrientes, lo que favorece una enorme diversidad biológica que incluye múltiples varieda-des de mamíferos marinos y cetáceos (como la vaquita), así como aves, reptiles y más de 800 especies de peces, con un alto porcentaje de endemismo; es decir, organismos que habitan únicamente en esa zona del planeta.

Las propiedades oceanográficas de la zona la han convertido en un espacio privilegiado para la investigación cien-tífica, y la difusión de su belleza natural ha atraído oleadas crecientes de turistas que visitan las islas que componen la región y conviven con la fauna marina.

Inicié esta colaboración expresando mi azoro ante la falta de políticas de pro-tección de dichos santuarios; es incom-prensible que no exista una secretaría de costas y mares que vele por la sustenta-bilidad de nuestros casi tres millones de kilómetros cuadrados de regiones ma-rinas nacionales. Esta inacción arriesga un patrimonio natural invaluable.

En el Mar de Cortés se deben regu-lar las amenazas asociadas a la pesca sin control o al turismo no reglamentado, y esto sólo puede lograrse creando los estudios que lleven a un programa de manejo y a un decreto que venturosa-mente el Presidente Peña anunció ape-nas el 10 de julio de este año. Esperemos que no sean palabras al viento regidas por coyuntura política y representen un verdadero compromiso de atención. El tristísimo caso de la vaquita marina no da mucho lugar para la esperanza… al tiempo.

El acuarioOPI

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Encantadora criatura del Alto Golfo de California, la vaquita marina corre severos riesgos de desaparecer para siempre. Las alarmas internacionales están encendidas y el gobierno mexicano ha puesto en marcha una ambiciosa estrategia de emergencia para salvarla, que incluye a las comunidades de pescadores que habitan esta región, entre Baja California y Sonora. Crónica ambiental viajó hasta el puerto de San Felipe para lanzarse en busca de este mamífero, el más pequeño de los cetáceos del planeta.

T r a s l a p i s T a d e l a

vaquita marina

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CEN

TRAL

POR GERARDO LAMMERS I FOTOS: PAUL BRAUNS (ENVIADOS)

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Comunidades ribereñas.

Área de refugio para la protección de la vaquita (Phocoena sinus).

Reserva de la Biosfera Alto Golfo de California y Delta del Río Colorado.

Zona de suspensión temporal del uso de redes de enmalle.

“ ¡Estas vaquitas que no quieren verse!”, dijo Mar-tín Sau con ese acento desparpajado que tienen

los norteños, aprovechando que nuestra embarca-ción, la panga Pepe Campoy, tenía el motor apagado. El día anterior se había reportado marejada, pero este lunes 7 de julio, el mar amaneció tranquilo y el cielo mayormente despejado; de otra forma no hubiéramos salido en este pequeño bote, similar en tamaño y po-tencia a los de la mayoría de los curtidos pescadores que aquí abundan y que por estos días se han mos-trado contrariados, pues hace sólo unas semanas —el

jueves 16 de abril— que vino el presidente Peña Nieto a ratifi-car una suspensión de dos años a la pesca con redes agalleras en el Alto Golfo de California, a cambio de un subsidio de 540 millones de pesos anuales, con el propósito de evitar la extin-ción de la vaquita marina, una peculiar marsopa endémica, encantadora para quienes han tenido el privilegio de verla. Una semana después, un velero de la Sea Shepherd Conserva-tion Society realizaría el más reciente avistamiento, en algo que esta organización bautizó como la “Operación milagro 2015”. El video —disponible en cronicaambiental.com.mx— mues-tra un acercamiento a un mar en calma, de donde surge de pronto una aleta afilada y oscura que, al cabo de tres o cua-tro segundos, desaparece.

El subsidio a los pescadores de estas comunidades es parte de una estrategia que contempla el desarrollo sustentable in-tegral —que incluye la experimentación y uso de nuevas artes y métodos de pesca—, así como el reforzamiento de la super-visión y vigilancia, a través de aviones no tripulados y lanchas que patrullan la zona.

Además de la causa conservacionista, esta suspensión está motivada por presiones internacionales —de gobiernos como el de Estados Unidos, a través de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (noaa), la Comisión de Mamíferos Marinos, y organismos como la Comisión Ballenera Interna-cional (que agrupa a 80 países) y Greenpeace— que con el paso del tiempo se agudizan y que se traducirían, como lo señalan todos los funcionarios y académicos entrevistados para este reportaje, en el peor de los casos, en un embargo pesquero, como el que en 1991, a propósito de los atuneros mexicanos que atrapaban delfines de manera incidental en sus redes, golpeó a Ensenada.

Llevábamos poco menos de tres horas mar adentro en el Alto Golfo de California, a unas 56 millas náuticas del puer-to de San Felipe, un pueblo de pescadores, pero de la vaquita marina ni sus luces. Hacía rato que nos encontrábamos en el polígono protegido (2 235 km2), la zona donde se han produ-cido más avistamientos desde que la vaquita marina —especie descubierta apenas en 1958, cuando el científico estadouni-

La vaquita marina es una especie tímida que sueLe nadar en parejas; de ahí que Las posibiLidades de avistamiento sean aún menores. por taL motivo, Los censos se estabLecen a partir de registros acústicos que permiten a Los científicos determinar un número estimado de ejempLares.

de acuerdo con información proporcionada por Luis fueyo mcdonaLd, quien estuviera aL frente de La conanp de 2010 a abriL de 2015, en Los úLtimos dos años hubo un decLive de 42% en La cantidad de grabaciones, Lo que coLoca a este mamífero marino en peLigro inminente de extinción.

La disminución ha sido así:

además:se necesitan entre 15 y 17 años para aLcanzar Los 250 individuos, y 20 más para LLegar a Los 1000 (sóLo con esta cifra La vaquita marina dejará de estar en riesgo).

Situación crítica

en 2008 había 250 ejempLares.

en 2014 había 100 ejempLares.

mayo 2015: había 80 ejempLares.

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La vigilancia en las zonas de avistamiento corre a cargo de 17 patrullas marinas, tipo Comander FC-33. Estas embarcaciones impiden la presencia de pescadores ilegales.

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dense K. S. Norris encontró varios cráneos en alguna playa cercana— comenzó a ser estudiada por los cien-tíficos. Hace apenas unos minutos que fuimos inter-ceptados por un buque de la Marina que se acercó casi al filo del encontronazo. Un grumete uniformado con cara de pocos amigos pidió que nos identificáramos, como parte de las nuevas tareas de vigilancia para im-pedir la presencia de pescadores ilegales.

No bien ingresamos a esta área de líneas imagi-narias, Ramón Arozamena, uno de los guardaparques de la Comisión Nacional de Áreas Protegidas (Conanp), que venía a mi lado, agarrado de la estructura que resguarda la zona de controles, acercó su cabeza para decirme en un tono lo suficientemente alto para sobreponerse al ruido del vehículo, con un aire solemne y viéndome a los ojos: “Ésta es la casa de la vaquita”.

Un lobo marino nos había seguido a una distancia prudente, espe-rando que le arrojáramos comida, según especuló el biólogo Francisco Valverde, el otro guardaparque de la Conanp, el de mayor experiencia y conocimiento, y quien funge como capitán de la panga. Poco antes de arribar a la Roca Consag, refugio de decenas de éstos —un peñón de 90 metros de altura que parece nevado; en realidad, está cubierto de guano de aves como el pelícano y el pájaro bobo de patas azules— nos salió al paso una caguama despistada que, al darse cuenta de nuestra cercanía, se sumergió en las turbias aguas. Paul, el fotógrafo germano-chilan-go con el que viajé desde la Ciudad de México, se arrojó de inmedia-to, como un guardameta, a la proa para realizar varios disparos con su cámara. Pero de la aleta casi mítica de la vaquita marina (Phocoena sinus) —que a diferencia de los delfines, no salta—, nada.

Sabíamos que avistar a una de estas pequeñas y tímidas marsopas en peligro de extinción —que deben su nombre a sus peculiares man-chas alrededor de ojos y boca y que se alimentan de calamares y peces pequeños— sería algo extraordinario. Según el último ejercicio esta-dístico del Comité Internacional para la Recuperación de la Vaquita (Cirva), quedan menos de 100 ejemplares. Sin embargo, a decir de Luis Fueyo, extitular de la Conanp, el número se ha reducido a sólo 80.

“(Las vaquitas marinas) se dejan oír, pero no ver”, agregó Sau, di-rector de la Reserva de la Biosfera Alto Golfo de California y Delta del Río Colorado, un tipo moreno, sólido como uno de estos peñones y de un humor chispeante, ecólogo originario de Hermosillo. Su comenta-rio alude a lo que en la proa de la panga sucede: Valverde y Arozamena jalan la cuerda con el ancla que hace unos minutos arrojaron a las pro-fundidades. Toman un descanso y siguen jalando. Cuando el ancla por fin sale a la superficie, tiene enganchado un artefacto tubular de poco más de medio metro con una etiqueta que lleva el número 2258. Se trata de uno de los más de 50 hidrófonos; es decir, micrófonos submarinos que se han instalado para monitorear a las vaquitas. Se sabe que este

mamífero —no mayor al metro y medio y de 35 kilos, catalogado como la más pequeña de las marsopas—, que suele andar en parejas, se comunica por medio de chasquidos.

El biólogo Valverde pone el aparato en una tina de plástico y enseguida lanza, atado a otra ancla ne-gra, más pequeña que la anterior, un nuevo micrófono al mar. Cada uno de éstos tiene un chip donde que-dan almacenadas las grabaciones que son analizadas por un equipo de expertos.

El constante monitoreo acústico de la vaquita es una parte del complejo y enorme esfuerzo que las au-toridades mexicanas están haciendo para evitar que esta huidiza y —a los ojos de los afortunados que la han visto— simpática especie se borre para siempre del mapa mundial.

Entrevistado algunos días después, en el nivel 37 del edificio donde aún están las oficinas de la Secreta-ría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semar-nat), al sur de la ciudad de México, Rafael Pacchiano, director del Programa para la recuperación de la va-quita marina, dirá que éste es un esfuerzo intersec-torial sin precedentes en el que participan no sólo el Instituto Nacional de Pesca (Inapesca), la Comisión Nacional de Acuacultura y Pesca (Conapesca), el Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático (inecc) y la Procuraduría de Protección al Ambien-te (Profepa), sino también la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol) y los gobiernos de Baja California y Sonora; además del Instituto Nacional de Migración

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(inm) y aduanas, así como organizaciones no guberna-mentales como Noroeste sustentable; sin faltar, claro, las propias comunidades de pescadores de las dos pes-querías más importantes de la zona: San Felipe y Golfo de Santa Clara. La gravedad del problema es tal que la propia Semarnat le ha pedido a la Secretaría de Marina se haga cargo de coordinar el programa, la cual, a su vez, ha solicitado la participación del Ejército, de la Policía Federal y del propio Centro de Investigación y Seguri-dad Nacional (Cisen).

¿A qué se deben tantas agencias involucradas? Bue-no, dirá Pacchiano, entre otras cosas a que en el Alto Golfo se ha detectado la presencia de pescadores ilega-les, que usan las ya mencionadas redes agalleras donde fácilmente se pueden enredar y morir por asfixia las po-cas vaquitas marinas que aún quedan: “Nuestros ins-pectores —de Semarnat y Profepa— van armados con un block de actas y una pluma; y estos cuates pescan con AK-47”.

Aterrizamos en el diminuto aeropuerto de Mexicali el sábado 4 de julio, una fecha especial en más de un sen-tido para la gente que vive en la frontera. Poco antes de bajar del avión y recibir el golpe seco de calor que les da una bienvenida asfixiante a los recién llegados, comencé a charlar con el pasajero que venía a mi lado: buscaba una recomendación de algún lugar para comer. Aquel tipo era un ingeniero nativo de la capital bajacalifor-niana; nos sugirió uno de las docenas de restaurantes chinos que tapizan la ciudad, al que añadió el núme-ro preciso del menú que, según él, debíamos ordenar.

Cuando se enteró que Paul, el fotógrafo, y yo nos dirigíamos a San Felipe y al Golfo de Santa Clara para investigar sobre la vaquita ma-rina, nos propuso contactar al académico Alberto Tapia Landeros, quien escribe la columna “Ecoanálisis” en La Crónica de Mexicali. Planteó también una idea que al final del viaje resultó reveladora: ir a un sitio llamado Coco’s Corner, ubicado después del poblado de San Luis Gonzaga, algunos kilómetros al sur de San Felipe. El dueño del lugar, Coco, es un hombre que sabe mucho de la región y seguramente va a saber de la vaquita marina, dijo. También nos habló sobre un pescado famoso de la zona: la totoaba. Entre bromas y veras, nos dio un consejo: que no se nos ocurriera ordenar totoaba, pues seríamos mal vistos (es un pez en veda desde 1975).

En vez de ir al establecimiento chino, enfilamos a San Felipe; al llegar, luego de atravesar la majestuosa Sierra de San Pedro Mártir con sus paisajes lunares, nos encontramos —a una cuadra del ma-lecón— con el restaurante La Vaquita Marina. Aunque con los mi-

PrinciPaLes acciones en favor de La vaquita marina:

Establecimiento de la zona de refugio para todas las especies (desde la

desembocadura del Río Colorado hasta el estero Santa Clara, en Sonora).

Suspensión temporal de la pesca comercial en el norte del Golfo

de California.

Veda indefinida para la totoaba.

Lanzamiento de la Estrategia Integral para el Manejo Sustentable de los

Recursos Marinos y Costeros en el Alto Golfo de California (Pace-Vaquita)

Creación del Comité Técnico para la Preservación de la Vaquita

y la Totoaba (ctpvt).

- Establecimiento del Área de Refugio para la protección de la Vaquita.

- Publicación del Programa de Protección para la Vaquita.

abril 2015

1955

2008

1975

2005

1992

La extracción, acopio, transporte, posesión

y comercio de especies marinas protegidas se

castiga con 12 años de cárcel y multas de hasta

tres millones de pesos.

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Decreto de la Reserva de la Biosfera del Alto Golfo de California y Delta del Río Colorado.

Publicación de la NOM-059-ECOL-1994 que clasifica a la vaquita como especie en peligro de extinción.

Inicio de operativos de inspección y vigilancia coordinados por Profepa.

Creación del Comité Internacional para la Recuperación de la Vaquita (cirva).

2001

1993

1997

1994

Las imágenes de totoabas casi del mismo tamaño que sus pescadores reflejan la gran riqueza natural que albergaron las aguas del Mar de Cortés.

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nutos nos arrepentíamos de no haber elegido el cuarto refrigerado que nos ofreció la mesera cuando entramos, decidimos aliviar el bo-chorno con pescado frito y cervezas. Al atardecer, el malecón se inundó de pick ups, y la playa, de gente y… cuatrimotos. Y música de banda. Y ruido. Demasiado ruido para un lugar que ha sido decla-rado Reserva de la Biosfera.

No tardó en comenzar la pirotecnia, celebrando la independen-cia de Estados Unidos. Aquel bombardeo, violento, sin ton ni son, era definitivamente nocivo para cualquier aparato auditivo que estuviera varios kilómetros a la redonda, incluido, estábamos seguros, el de las vaquitas marinas que tenían una razón más para irse más lejos.

Al día siguiente fuimos a desayunar. El lugar había amanecido en completa calma luego de las fiestas. A las ocho de la mañana el Sol ya caía a plomo. Por sugerencia del biólogo Valverde, fuimos a Rosita’s. Puede que ahí preparen los mejores huevos con machaca de este pue-blo de más de 20 000 habitantes, que en 1930 era tan sólo un embarca-dero que reunía a 300 pescadores; en 1939 se convirtió en pesquería; y para 1980, en puerto. El restaurante tiene las paredes cubiertas de fotografías de todo tipo: chicas en bikini, personajes de la farándu-la, atardeceres y, en una de sus esquinas, recuerdos de los célebres concursos de pesca deportiva que aquí se llevaban a cabo. En parti-cular me llamó la atención una serie de imágenes en blanco y negro, fotocopiadas tal vez de algún diario o revista, donde vimos, por vez primera en el viaje, ejemplares gigantescos de totoabas. Algunos de estos pescados colgados de ganchos, con una apariencia prehistóri-ca, eran de la misma altura que sus pescadores. Cuando le pedimos más información a la mesera, una chica morena muy gentil, fue a preguntar a la mujer de la caja. Regresó para aconsejarnos visitar una exposición fotográfica sobre la totoaba, montada en la biblioteca de San Felipe.

Ese día habíamos decidido ir en busca del mentado Coco’s Cor-ner y, de pasada, visitar el Valle de los Gigantes, ese hermoso lugar en el desierto donde se pueden ver familias de saguaros —cactáceas típicas de la zona— de hasta cuatro o cinco metros de altura. An-tes de salir a carretera, me di una vuelta por las tiendas de artesa-nías que estaban abiertas. Sentí curiosidad por saber hasta qué punto la vaquita marina formaba parte del imaginario del lugar. Pregunté en uno de esos puestos de objetos hechos de conchitas. Vi llaveros oxi-dados de sirenas, tiburones y delfines, pero no tenían un solo objeto representando a la vaquita. Después me metí en una pequeña bou-tique donde vendían ropa y bisutería. La mujer que me atendió me mandó a un local de artículos de vidrio soplado que había a la vuelta, sobre la avenida del malecón. Ahí conocí al artesano Antonio Badillo que, aunque aprendió la técnica del vidrio soplado en Tonalá, Jalisco, nació en Apizaco, Puebla. Ahí mismo, sobre la calle, a la vista de to-dos, se sienta en un banquito a trabajar las figuras con su soplete. De nueva cuenta, vi delfines, tiburones, ballenas, pero ninguna vaquita

Encontrar a la vaquita marina es una misión imposible en San Felipe, por lo que es necesario

conformarse con pequeñas réplicas hechas por artesanos

del lugar.

marina. Cuando le pregunté, me dijo que no tenía. “Pero te puedo hacer una”. Cuando me la entregaron descubrí que el artesano había hecho una creación fantástica, producto de su imaginación.

La expedición para buscar a la vaquita marina me tenía un poco nervioso. Sobre todo cuando me enteré de que nos internaríamos en el mar en lo que consideré una frágil y bamboleante lanchita —una panga— de a lo mucho cinco metros de eslora. Me imaginé vomitando sin parar en un mar infestado de tiburones y orcas. La cualidad turbia de las aguas del Alto Golfo, ocasionada por la desembocadura del Río Colorado, que baja desde Estados Unidos y se interna —aunque hace décadas que lo hace a cuentagotas— en el te-rritorio mexicano, hizo de esta parte del Mar de Cortés una zona rica en nutrientes y, por lo tanto, en fauna. Ése es uno de los tantos factores que influyeron para que se desarrollaran especies endémicas como la vaquita marina, la totoaba y la curvina golfina.

Antes, sin embargo, nos reunimos en las oficinas de la Conanp, a un costado de La Vaquita Marina, el restauran-te, en un edificio un tanto abandonado que alguna vez fue un mercado de pescados y mariscos. Ahí nos encontramos con Martín Sau, el director de la Reserva del Alto Golfo,

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quien venía especialmente de San Luis Río Colorado, en la frontera, para platicar con Crónica ambiental.

Pegado en uno de los muros, me encontré con un recorte de periódico, con una nota publicada el miércoles 21 de sep-tiembre de 2011 en el diario regional La Crónica: “Avistan nueve vaquitas marinas en Alto Golfo de California”, acom-pañada de una fotografía donde se aprecia un mar en calma, azul turquesa, en el que sobresalen tres aletas dorsales, del-gadas, y un par de lomos apenas asomándose. Sau, enfun-dado en su uniforme —una camisa en color azul cielo y un pantalón café—, comenzó a hablar aceleradamente y a sacar un documento tras otro, mientras yo intentaba tomar notas. Lo recuerdo mostrándome una fotocopia donde aparece una vista aérea de la figura del polígono de protección de la vaqui-ta, más cargada hacia el lado de San Felipe, en Baja California, que a Puerto Peñasco, en la otra orilla del Alto Golfo, en So-nora. A final de cuentas, una construcción mental, humana, que podrá tener la forma de un corral, pero al que es imposi-ble ponerle murallas para asegurar el cuidado de una especie en peligro.

Más tarde, durante la comida, Arozamena, el fortachón guardaparque que presume ser nieto de la primera mujer nacida en San Felipe —Rosa Albina Castro— explicaría los motivos por los que no zarpamos esa mañana con un lugar común tantas veces repetido, que no por eso deja de ser cier-to: “Al mar hay que tenerle respeto”.

En la exposición La totoaba: gigante del Alto Golfo de Califor-nia había una fotografía que, por muchas razones, era la más impactante de todas: una imagen en blanco y negro, un tanto difusa, publicada por la revista National Geographic, en la que se ve a un hombre con el agua hasta las rodillas, tratando de pescar totoabas con las manos. Fue tomada en 1943 en alguna orilla cercana. En el texto que acompaña a la imagen, escrito por Alberto Tapia Landeros —el académico al que me sugirieron buscar en el avión—, el curador e investigador de la muestra, asegura que en realidad se trataba de delfines que se quedaron varados en su intento de seguir a un cardu-men por aguas someras. Sean delfines o totoabas, la foto es una constancia de la extraordinaria abundancia que llega-ron a albergar estas aguas.

La muestra, organizada por la Universidad Autónoma de Baja California a través del Instituto de Investigaciones Culturales-Museo, funciona como un llamado a la concien-tización de los pescadores de la zona. Aunque la pesca de esta especie está prohibida desde los años 70 y no obstante que científicos mexicanos han conseguido su reproducción en cautiverio —lo que en principio aseguraría su sobreviven-

cia—, desde 2012 se detonó una fiebre en la pesca ilegal de totoaba, principalmente por el mercado negro chino que ha pagado hasta en 10 000 dólares —en playa, lo cual hace suponer que el precio final en Asia es mayor— el kilo de vejiga natatoria de totoaba, a la que se le conoce popularmente como “buche”, y a la que se le atribuyen propie-dades medicinales y afrodisíacas.

Lo que se conoce hasta el momento, según explicó Tapia Lan-deros en entrevista telefónica, es que hace más de un siglo que los chinos saben que la vejiga de totoaba es muy parecida, en sabor y pro-piedades, a la vejiga de un pez asiático muy apreciado: la bahaba. De hecho, se especula que de ahí viene la palabra totoaba que, contra lo que se podría suponer, no tiene relación con la cultura de los indios cucapá que habitan esta parte de Baja California. La desenfrenada entrada del capitalismo en China provocó un aumento de propor-ciones estratosféricas en la demanda de vísceras exóticas, como la de la totoaba, con las que preparan —luego de ponerse a secar— sopas que se ofrecen en ocasiones especiales a invitados más especiales aún. Se habla también de que hay restaurantes chinos tanto en América como en Asia que ofrecen estas sopas por “debajo del agua” a ciertos clientes distinguidos.

Las ganancias económicas obtenidas por el buche de totoaba son tan lucrativas que atrajeron el interés del crimen organizado —varios pescadores entrevistados mencionan a narcotraficantes provenien-tes de Sinaloa—, el cual, con la complicidad de algunos nativos, ter-minó por hacer suyo este negocio ilegal. A partir de las detenciones de traficantes de estas vejigas, tanto del lado mexicano como del es-tadounidense, especialistas como Tapia Landeros, especulan sobre la existencia de al menos dos rutas hacia el gigante asiático: una saliendo de Ensenada y la otra, de San Francisco.

La exposición concluía con un par de notas policiacas: delin-cuentes que han sido aprehendidos con buches de totoabas.

¿Y qué tiene que ver todo esto con la vaquita marina, la cual, por cierto, no aparece ni mencionada en la edición de 1989 del Diccionario Enciclopédico de Baja California que hay en la biblioteca?

Las ganancias económicas obtenidas por la venta

del buche de totoaba son tan lucrativas que

atrajeron el interés del crimen organizado.

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Ramón Franco, de 63 años, es presidente de la Federación de Coope-rativas Ribereñas Andrés Rubio Castro, que agrupa 14 asociaciones de pesca. Antes de dedicarse a dicha labor, este hombre —origina-rio de Durango— que exhibe desde el primer momento su don de gentes, fue pescador en buques de altura desde los 11 años. Nos re-cibe en su modesta oficina, en el centro de San Felipe. Su lugar de trabajo está adornado por un clásico velero a escala y varias foto-grafías. En una de ellas aparece abrazado por el exgobernador José Guadalupe Osuna Millán. Pegada a la pared con cinta adhesiva hay una fotocopia a color con dos imágenes: a la izquierda, una totoaba con brillos plateados y un apunte con marcador: esta especie tiene cuatro orificios en la mandíbula inferior; la imagen contigua mues-tra dos buches de este animal, entre rojizos y color carne, con el se-ñalamiento de que su característica principal es el olán que la masa oblonga tiene alrededor. Contra esquina, bajo el silencioso equipo de aire acondicionado, un tanto escondido, hay un póster de un par de vaquitas marinas dibujadas al modo naturalista: madre e hija, como un par de ballenitas. Para Franco no hay duda: la razón prin-cipal del decrecimiento poblacional de la vaquita (y de su probable extinción) está relacionada con la pesca ilegal de totoaba. Las redes usadas para pescarla son las mismas en las que terminan enredadas, de manera incidental, las marsopas.

El líder explica que los pescadores nada ganan con capturar va-quitas marinas, pues es un animal sin valor comercial. “He tenido la dicha de verla varias veces y puedo decir que cuando te la encuentras es un animalito tan simpático que no te dan deseos de matarlo”, dice.

Conocedor de las artes y hábitos de los pescadores en el Alto Gol-fo, Franco lo explica de este modo: “(los pescadores ilegales) se van en la mañana, tienden las redes y regresan al otro día”.

— ¿Hay mucho totoabero?— Mucho. Yo no entiendo por qué la autoridad no hace

su chamba.— ¿Hay pescadores que dan “mordida”?— Es lo más fácil. En opinión de este líder, el problema no se solucionará

si no se amplía la vigilancia y si no se endurecen severamen-te los castigos. Hasta ahora, la pesca ilegal no está tipificada como delito grave en nuestro país.

Además de San Felipe, la otra gran comunidad de pescado-res afectada por la suspensión de pesca de dos años, es Golfo de Santa Clara, en el estado vecino de Sonora, con una po-blación de 10 000 habitantes. Después de la expedición que hicimos —en la que no registramos ningún avistamiento de vaquita marina—, viajamos por tierra hasta esta población ubicada en las proximidades del delta del Río Colorado, en un territorio aún más desértico.

Yo había preguntado por la vaquita marina a todo aquel pescador, funcionario o investigador que tuvo la posibili-dad de verla en el mar, viva de preferencia: ¿Cómo es en rea-lidad la vaquita marina? ¿Por qué hay pescadores que han dicho que ya no existe?

No bien acabábamos de instalarnos en un hotel a la ori-lla de la playa, cuando llegó a buscarnos en una cuatrimoto Iram García, un ingeniero pesquero que hace siete años tra-baja en la Conanp. “¿No la han visto?”, preguntó refiriéndose a la vaquita. “Parece artificial, como si fuera un salvavidas de plástico”.

Por la noche, visitamos a Mario García, uno de los con-tados expescadores que aprovecharon desde 2008 la oferta del gobierno para entregar sus redes, sus botes y adoptar otro modo de vida (aunque parezca que el asunto es nuevo, las au-toridades mexicanas llevan varios sexenios empujando dis-tintos programas de protección a la vaquita marina), inserto en lo que se conoció como el Programa de Acción para Con-servar Especies (pace). En su caso, aprovechó los subsidios otorgados para construir cabañas que, en principio, contri-buirían a desarrollar el turismo en la región. El problema es que el turismo, como la pesca, se acabó o es insignificante. Primero dejó de venir la gente de Estados Unidos y ahora, con la suspensión, dejaron de venir los compradores de ca-marón y, en fechas más recientes, hasta los inspectores. La criminalidad, dijo, ha aumentado de forma notable.

Durante sus años como pescador, más de 20, en embar-caciones mayores —barcos camaroneros que permanecían varios días en el mar—, nunca vio una vaquita marina, por lo que para él es una cuestión de fe: “Salimos del agua por la protección a la vaquita; creímos en ella. Yo no la he visto, pero si existe, pues qué bueno”.

La razón principal del decrecimiento poblacional

de la vaquita (y de su probable extinción) está relacionada con la pesca ilegal de totoaba. Las redes

usadas para pescarla son las mismas en las que

terminan enredadas, de manera incidental, las marsopas.

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A la mañana siguiente, día de nuestro regreso a la Ciudad de México, fuimos los primeros en llegar al restaurante El Delfín. Teníamos cita con Carlos Tirado, uno de los dos líderes de pescadores de Golfo de Santa Clara. Es presidente del con-sejo de administración de la Federación Regional de la Socie-dad Cooperativa Pescadores de la Reserva de la Biosfera S.C. de R. I. de C.V. (del Alto Golfo de California), que agrupa 69 organizaciones (en total, unos 800 pescadores).

Mientras lo esperaba, me entretuve, para variar, contem-plando tres fotografías de un tiburón gris, capturado y exhibi-do como trofeo con un letrero en rojo con la leyenda “El Golfo presente”. El autor de estas imágenes es el propio Tirado quien, por alguna razón, llegó a la cita con todo y cámara, guardada en un estuche de cuero. Por si acaso dudábamos de sus pa-labras, sacó de algún cajón la mismísima dentadura de aquel escualo y posó para que lo retratáramos. Hace pocas semanas que tiene un motivo extra para sonreír a la lente: se hizo una

Los chasquidos que emite oscilan en una frecuencia de entre 120 y 150 Khz.

Área de conservación: 5 000 km2.

Periodo de gestación: Entre 10 y 11 meses.

COCHITOla vaquita marina también es conocida como:

Carlos Tirado, líder pescador en Golfo de Santa Clara, en 2014 fotografío una vaquita marina muerta que un colega le regaló.

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operación de estómago con la que se quitó al menos la mitad del peso que llevaba encima.

A partir del informe del Cirva, explicó, sus representados reco-nocieron la gravedad de la situación y, a tiros y tirones, aceptaron la suspensión de pesca; sin embargo, hay malestar entre ellos y, se diría, que enojo. El motivo, explicó, tiene que ver con que las autoridades mexicanas —sea porque la vigilancia es insuficiente o por corrupción (sobornos a agentes de la Policía Federal, por ejemplo)— no han po-dido eliminar la pesca ilegal de totoaba.

Tirado sostiene que es urgente que todas las partes involucradas en la protección de la vaquita marina se reúnan para analizar quién específicamente está incumpliendo su tarea. Se dijo consciente de que, no obstante los subsidios durante este par de años, será necesa-rio desarrollar artes sustentables de pesca: “Si no lo hacemos, puede que desaparezcan las comunidades. No creo que el gobierno nos quie-ra mantener toda la vida”.

Estábamos a punto de salir rumbo al aeropuerto de Mexica-li, cuando le pregunté si había tenido algún encuentro cercano con vaquitas marinas. A diferencia de Ramón Franco, su colega en San Felipe, Tirado, que estudió Contabilidad, no adquirió el oficio de pescador, lo que no impide que, de cuando en cuando, salga al mar a tomar fotos. Respondió que sí: en 2008 fue invitado a un viaje cien-

tífico a bordo del barco David Starr Jordan de la noaa, con investigadores que monitoreaban a estas raras marsopas en el polígono protegido. Navegaban próximos a la Roca Consag cuando detectó a una pareja de vaquitas con sus bi-noculares. Vio el par de aletas rompiendo las olas, una, dos veces, y luego no las vio más. Antes de ese encuentro, sólo las había visto muertas: “Son chiquitas, muy bonitas. Si las ves, crees que son de hule. Tienen los ojos y la boquita muy marcados, como cuando se pinta una mujer”.

Pidió entonces que lo acompañáramos hasta su casa, pues nos mostraría algo. En la cochera tenía sillas y una me-sita con plantas. Al cabo de unos instantes, regresó con una foto enmarcada de una vaquita muerta que llegó a entregarle un pescador. La retrató justamente ahí, en el piso de ese lu-gar, con una de esas cámaras que reproducen la fecha en una esquina: 30 12 ’04.

Le di entonces la razón a Tirado y a todos aquellos pes-cadores que hablan de la vaquita marina como algo irreal.

Antes de despedirnos, Paul le hizo varios retratos afuera, en las calles con piso de arena que caracterizan a este pueblo. Tirado posó con un ejemplar de la revista Audubon, donde aparece en su anterior versión, antes de operarse. Y refirién-dose a la vaquita, remató: “Todos somos culpables”.

La suspensión de redes agalleras durante dos años en el Alto Golfo, coinciden todos los funcionarios y expertos entrevis-tados, debe ser vista sólo como un primer paso en la recu-peración de la vaquita marina y de ninguna forma como su salvación. Llegada a su madurez sexual —a los seis años, de los 30 que viven— este pequeño cetáceo tiene una sola cría cada dos años. Según los cálculos de Luis Fueyo, si la estrate-gia puesta en marcha da resultados, se necesitarían entre 35 y 40 años para tener una población suficiente de vaquitas que no se considere en riesgo. Este número, para Armando Ja-ramillo —investigador de la Coordinación de Investigación y Conservación de Mamíferos del inecc y el experto en el programa de monitoreo acústico del que se habló al inicio— debe ser de 1 500 vaquitas, que es, según su tesis de doctora-do, la mitad de la población que tuvo esta especie antes del comienzo de las pesquerías en la región.

Jaramillo considera que estos 24 meses deben ser toma-dos como un espacio de oportunidad para crear condicio-nes necesarias para que, de aquí en adelante, no se utilicen nunca más redes agalleras en esta parte del Mar de Cortés. Desde su perspectiva, la combinación perfecta sería el de-

“Son chiquitas, muy bonitas. Si las ves, crees que son de hule. Tienen los ojos

y la boquita muy marcados, como cuando

se pinta una mujer”.

sarrollo de artes de pesca alternativos —con excluidores para animales como la vaquita ma-rina, pero también, por ejemplo, para tortugas, delfines y otras especies protegidas— y de mer-cados verdes o, en este caso, azules, en donde los consumidores paguen, convencidos y gustosos, un sobreprecio por productos pesqueros que certifiquen que no dañan a las poblaciones de estas especies.

Coco’s Corner resultó ser una chocita surrealista en medio del desierto, cuya cerca está decorada con latas vacías que brillan como espejos y pro-ducen melodías con el viento. Su propietario es un hombre solitario, viudo, que alguna vez traba-jó como mecánico en la Carrera Panamericana. Se podría decir que tiene un impedimento, pero en realidad no lo tiene. Gana un poco de dinero vendiendo cerveza a los incautos que pasan por aquí. Cuenta que alguna vez fue pescador, pero en las aguas de Ensenada. El techo del recibidor está decorado con calzones de mujeres, algunos francamente grotescos. “Yo no sé nada de vaqui-tas marinas, nunca las he visto”.

Poco antes de irnos, Coco sacó un cuaderno de visitas para que nos registráramos. Cuando me disponía a firmarlo, vi que las páginas estaban llenas de sencillos dibujos hechos con bolígrafo y coloreados: carritos, plantas. Dibujé entonces una vaquita marina con cuernos y saltando del agua. Le devolví el cuaderno abierto. Lo miró por un momento y después sacó un bote con lápices de colores, bien afilados, y comenzó a completar el dibujo. Le puso una panga con dos pescadores pescando con cañas y, a un lado, una isla. Le puso pájaros y dibujó un Sol en el horizonte. “¿De qué color son las vaquitas?”, preguntó el hombre.

Gerardo Lammers. Periodista cultural. Sus crónicas y reportajes han sido publicados en distintas revistas latinoamericanas. Autor de Historias del más allá en el México de hoy (Producciones El Salario del Miedo/Al-madía, 2012).

27CENTRAL Tras la pista de la vaquita marina

EMBARGO ATUNERO

ARTÍ

CULO

Un barco de pesca atunero despliega un tipo de red cónica, que aún aprobada por Estados Unidos para la protección de delfines es criticada porque otros animales —además del atún— quedan atrapados en su interior.FOTO: Pdil vía Getty Images.

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EMBARGO ATUNEROCRÓNIC A DE UNA INFAMIA

En mayo, la Organización Mundial del Comercio (omc) dio resolución final a una querella de más de dos décadas: el atún mexicano por fin podrá co-mercializarse en Estados Unidos sin certificaciones discriminatorias, utilizadas más como estrategia co-mercial proteccionista que como verdadera herra-mienta para la preservación de la especie.

S i bien la historia pesquera de nuestro país se remonta a la época prehispánica (Michoacán, por ejemplo, provie-

ne del vocablo náhuatl Mechuacan: “lugar de pescadores”), puede decirse que la verdadera explotación industrial de los mares nacionales se inició en los años 20 del siglo pa-sa-do, cuando surgió la Dirección de Pesquerías, que es-tableció las bases de este mercado. Durante las décadas posteriores, los diferentes gobiernos buscaron formas de impulsar la pesca mexicana, contar con una flota propia y conservar nuestros mares al margen de la explotación ex-tranjera. Por ello, en los años 50 se estableció el programa Marcha al Mar, como una forma de crear conciencia entre la población sobre la importancia de los océanos e impulsar el consumo local de pescado. Otras acciones incluyeron la creación de entidades gubernamentales para brindar crédi-tos pesqueros (como Banpesca), además de la firma de trata-

POR ERNESTO MURGUÍA I @ernestomurguia

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dos internacionales. Estos esfuerzos se consolida-ron a principios de los 80, cuando se creó la Secre-taría de Pesca.

Uno de los principales proyectos de esta nueva dependencia era impulsar la comercialización del atún como eje del desarrollo pesquero nacional. Así, invirtió en infraestructura: México iba a con-tar con flota tan competitiva como la de Estados Unidos, que hasta ese momento había violado acuerdos internacionales y continuaba explotan-do una zona designada a aguas mexicanas*. De-bido a que las costas de Baja California son ricas en atún, esto daba a nuestro país una tremenda ventaja competitiva. Incluso nuestra armada se vio obligada a detener —el 4 de julio de 1980— embarcaciones norteamericanas, lo que generó tensión entre ambos países. Diez días más tarde, la reacción de nuestro vecino del norte fue imponer el primer embargo atunero; la decisión prohibía la compra y distribución de atún mexicano en aque-lla nación, lo que obligó a nuestros empresarios a buscar nuevos mercados.

Aunque en ese momento los norteamericanos eran nuestros principales compradores, pronto México empezó a exportar exitosamente atún a Canadá, Asia y Europa. En sólo seis años, el embargo había sido superado y la industria atu-nera nacional era más sólida que nunca. Incluso la prohibición fue levantada y el atún mexicano reinició relaciones comerciales con Estados Uni-dos en 1986. El futuro de la pesca nacional lucía

promisorio, mientras que la pesquería norteame-ricana de atún se sumía en una crisis cada vez más profunda.

Entonces, llegó un segundo embargo.

A finales de los 80, la empresa atunera StarKist y la organización ambientalista Earth Island Institute impulsaron la certificación Dolphin Safe (algo así como “libre de delfín”), que fue adoptada por el gobierno estadounidense. Esta

“El embargo atunero fue una prohibición de carácter proteccionista,

lejana a intereses ambientales”, Julia Carabias.

Los “matadelfines”

* De acuerdo con la onu la soberanía de un Estado se ex-tiende, fuera de su territorio y sus aguas interiores, a una zona de mar adyacente a sus costas, designada como mar territorial. A esta franja se suma la denominada zona contigua: una extensión de 12 millas a partir del límite del mar territorial para la explotación exclusiva nacional.

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certificación estableció criterios para la reducción de los niveles de pesca y mortalidad accidental de delfines. En 1990, Panamá, Ecuador, Venezuela y México, entre otros, fueron catalogados como países “matadelfines” y se prohibió la importación de su atún. No sólo eso: dos años más tar-de se estableció un bloqueo secundario a las naciones que compraran atún a países no certificados y quisieran vender sus productos a Estados Unidos. La exportación de atún mexi-cano se fue a pique; nuestra incipiente flota (y la inversión que ello representaba) quedó paralizada. Antonio Suárez, presi-dente del Grupo Mar, recuerda que los daños a la pesca me-xicana fueron devastadores, los empresarios quebraron, no había a quién venderle. Por su parte, Ramón Corral, quien fuera dirigente de la Comisión Nacional de Acuacultura y Pesca (Conapesca) de 2003 a 2012, reconoce que al principio, cuando se estableció el embargo, existían irregularidades en la captura de atún (como la pesca nocturana y el uso de ex-plosivos), pero éstas se resolvieron.

Por un lado, nuestro país implementó la “pesca de cerco”, técnica que consiste en rodear los cardúmenes de atún con redes al ras de la superficie marina; en caso de que un del-fín quede aprisionado por accidente, puede saltar fácilmente y huir de las redes. Para garantizar el bienestar de los ma-míferos, esta pesca va acompañada de buzos, quienes se aseguran de que no quede un solo delfín prisionero antes de cerrar el círculo. Otras medidas fueron la prohibición de pesca nocturna y con explosivos, además de sanciones para pescadores negligentes. Las reformas a la Ley de Pesca de 1992 privilegiaban también la conservación de recursos y especies, así como la pesca sustentable. Estas medidas han sido exito-sas y, de acuerdo con la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa), México presenta desde hace muchos años una mortandad acciden-tal de delfines a un nivel cercano al cero estadístico. Ninguna de estas medidas, sin embargo, fue suficiente para el gobierno estadounidense en turno.

De acuerdo con Julia Carabias, quien fuera titular de la Secre-taría del Medio Ambiente, Recursos Naturales y Pesca (Se-marnat): “Ésta fue una historia ilustrativa de imposición del poder económico, de presiones y chantajes, en la que la parte

en eL segundo embargo 40 000 personas perdieron su empLeo en La zona deL océano pacífico orientaL mexicano.

eL método de pesca empLeado por La fLota atunera mexicana es reconocido por La organización de La naciones unidas para La aLimentación y La agricuLtura (fao) como eL de mayor sustentabiLidad en eL mundo.

méxico probó en 1999 cumpLir Las exigencias deL gobierno estadounidense, aL modificar sus técnicas de captura de atún e ingresar a La comisión interamericana de atún tropicaL, responsabLe de La conservación y ordenación de atunes y otras especies marinas en eL océano pacífico orientaL.

EL CONTEXTO

acusadora se evidenció como carente de moral, y con una gran habilidad de planeación estratégica basada en la mentira, la mercadotecnia y en el mercenaris-mo”. La mayoría de especialistas coincide con la vi-sión de Carabias al señalar que el embargo atunero fue una prohibición de carácter proteccionista, lejana a intereses ambientales, donde se sancionaba al atún bajo el argumento de la conservación de los delfines, y que sólo aplicó a la zona de pesca mexicana, no al resto del océano Pacífico donde navegaban las flo-tas estadounidenses, francesas y españolas.

Aunque el embargo, como tal, permaneció hasta 2004, sus consecuencias siguen padeciéndose has-

Certificación pendiente

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Las restricciones impuestas a México

desde 1991 implicaron pérdidas cercanas a los 1 400 millones de dólares.

ta la fecha. Con las puertas cerradas en el exterior, la industria atunera se vio obligada a mirar hacia el sector interno. El mercado mexicano recibió nuestro atún de una forma inusitada. Según la Sagarpa, en 2013 la industria atunera mexicana registraba una captura anual superior a las 153 000 toneladas, y gene-raba ingresos por 1 880 millones de pesos. De acuer-do con Corral, es tal el consumo de atún, que nuestra producción actual prácticamente ya no alcanza para satisfacer la demanda interna. Pero eso no quita a nuestra pesca la etiqueta de “matadelfines”. Debido a que México seguía sin recibir certificación alguna, las grandes cadenas distribuidoras de ese país (Walmart y Kmart) no lo incluían en su línea de productos, pre-textando que no portaba el sello Dolphin Safe. Es por eso que la decisión de la omc es tan importante. No sólo abre las puertas a los Estados Unidos, también a los socios internacionales, en especial Europa, un mercado considerado por Francisco Mayorga, Secre-tario de Agricultura, más importante que el nortea-mericano. “Esta situación provocaba una especie de preembargo con Europa, cosa que ahora ya no ten-dremos y nos dará una gran oportunidad”, mencionó el funcionario en entrevista para diferentes medios. Si consideramos que, de acuerdo con Corral, las res-tricciones impuestas a México desde 1991 implicaron pérdidas cercanas a los 1 400 millones de dólares, la industria atunera de nuestro país se prepara prepara enfrentar nuevos desafíos. Por un lado, tiene ante sí la oportunidad de aumentar la inversión en infraes-tructura y el volumen de pesca que amplié el merca-do; por el otro, también afronta la responsabilidad de continuar una captura libre de delfín que, al mismo tiempo, garantice artes de pesca sustentables, respe-tuosas de toda la vida existente en el fondo marino.

A C I D I F I C A C I Ó N DE LOS OCÉANOS

El intercambio de gases entre el mar y el aire es un proceso natural; sin embargo, éste se ha intensificado desde que aumentó la concentración de dióxido de carbono (CO2) en la atmósfera, como consecuencia directa de las actividades industriales.

Cuando el CO2 entra en contacto con el agua, se forma ácido carbónico (H2CO3), con lo que disminuye la concentración de sales de calcio como el carbonato, integrante esencial de la estructura corpo-ral de organismos marinos como corales, cangrejos y plancton, entre otros.

Se refiere al:Proceso mediante el cual el pH del océano

disminuye; por tanto, se vuelve ácido.

POR LA REDACCIÓN

(O por qué está padeciendo el mar, principalmente los arrecifes).

Fuentes: Inquiry to Insight I Oceana

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En 1998, Theodore Kaczynski —un genio matemático profesor de Harvard, conocido como Unabomber— fue condenado a ca-

dena perpetua por el asesinato de tres personas. Las víctimas, que recibían cartas que explotaban al abrirlas, no eran objetivos arbitra-rios; el fuego se dirigía al progreso y al avance tecnológico en aras de una retorcida crítica a la modernidad. En su manifiesto, un extenso documento polémicamente publicado por el The New York Times, llamaba a una revolución que terminara con la sociedad tecnológi-ca, responsable por el colapso de la civilización.

El escritor Paul Kingsnorth evoca los textos del Unabomber en Ecología oscura. Buscando certezas en un mundo post-verde para reflexionar también desde un punto de vista radical: “Últimamente he estado leyendo las obras de Theodore Kaczynski. Me preo-cupa que puedan cambiarme la vida”. El desencanto de Kings-north no es distinto al de Kaczynski; comparten una visión desgarrada del mundo cuyas alternativas son tajantes: La ecolo-gía oscura rechaza la esperanza de un mundo mejor, y en cam-bio expone cinco formas de vivir una existencia ya condenada. Una de ellas, dice Kingsnorth, es Retirarse: “Te dirán que tienes la obligación de trabajar por la justicia climática. […] Ignóralos, y participa de una tradición muy antigua y práctica. […] Retírate. No de manera crítica, sino con sentido crítico”. Otra es Construir refugios: “¿Puedes pensar como el bibliotecario de un monasterio en la Alta Edad Media, protegiendo los libros antiguos mientras los imperios se levantaban y se hundían más allá de sus muros?”

Así nació el Proyecto de la Montaña Oscura (The Dark Mountain Project), el refugio que Paul Kingsnorth fundó junto con el escritor Dougald Hine, amparado por un categórico manifiesto nombrado

“La tierra tiene una piel, y esa piel tiene enfermedades. Una de esas enfermedades se llama hombre”,

Friedrich Nietzsche.

o la nueva visión de los vencidos (ii)POR DANIEL SÁNCHEZ POITEVIN I @Dapoitevin

Uncivilisation, un texto que llama a negociar el fi-nal y la decadencia de la humanidad desde el punto artístico. Ahora sin política, sin protesta callejera, sin esperanzas, y en cambio desembrujar la reali-dad a través de la escritura, la pintura, la música, la arquitectura y la reunión entre oscuros monta-ñeses: Que la estética supla a la ética, que lo bello reemplace a lo bueno. Como un nuevo jardín de Epicuro, apartados de la confusión y sinrazón de la polis, los filósofos, naturalistas y matemáti-cos se reúnen nuevamente a concebir el misterio de la vida. Si Theodore Kaczynski dio aliento al ludismo del siglo xix en su furia contra la má-quina, Kingsnorth halló en el arte la redención.

The Dark Mountain Project tiene miles de seguidores en el mundo, varios libros publicados y celebra festivales en el corazón de los bosques de Gran Bretaña. Es un llamado a la honestidad, a abandonar los mitos y las falsas esperanzas que dan los ambientalistas: “cada vez que escucho la palabra esperanza, busco mi botella de whisky”, declaró Kingsnorth en una entrevista. Aunque no ha causado pocas críticas esta ecología oscura —el reconocido escritor y ambientalista inglés George Monbiot ve en la renuncia de Paul una pe-nosa pérdida del activismo serio1—, para otros es un refugio inusitado. Mientras las páginas de ésta y muchas publicaciones hablan del progre-so, las buenas intenciones y la esperanza, estas líneas están dedicadas a aquellos que dejaron de luchar, a quienes tiraron la toalla. La barba-rie es intrínseca a la civilización, una sólo está a un nivel más bajo que la otra. Como si de aquella honestidad que raya en el cinismo se revela-ra una verdad: La ecología oscura ya no quie-re soluciones ni salvar al planeta, pues sabe de antemano que eso ya no tiene sentido: “Ante el colapso ecológico, que no es un resultado in-evitable, pero es evidente que es posible, tie-ne que haber un espacio en el que podamos llorar”, dijo la periodista Naomi Klein sobre The Dark Mountain Project.2

1 Recomiendo un airado intercambio epistolar entre Paul Kingsnorth y George Monbiot sobre este debate, publicado por The Guardian (http://www.theguard-ian.com/commentisfree/cif-green/2009/aug/17/environ-ment-climate-change).2 http://www.nytimes.com/2014/04/20/magazine/its-the-end-of-the-world-as-we-know-it-and-he-feels-fine.html?_r=1

La ecología oscura PA

RALI

PÓM

ENO

S

Por 45 años, la orca Lolita (que fue capturada en aguas de Seattle en los 70 y vendida en 6 000 dólares) ha vivido en el tanque del acuario marino de Miami, considerado por peta uno de los más pequeños del mundo. Para conocer la historia completa, visita savelolita.org

ARTÍ

CULO

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35

Sólo en el último cuatrimestre del año pasado, la empresa de espectáculos acuáticos más grande

del mundo, SeaWorld, reportó pérdidas económi-cas por más de 25 millones de dólares. Los medios bautizaron el fenómeno como “Efecto Blackfish”, debido al documental del mismo nombre que cuen-ta la historia de la orca Tilikum utilizada en ese establecimiento e involucrada en tres muertes hu-manas (entre ellas, la de su entrenadora). Blackfish (lanzado en 2013), dirigido por la estadounidense Gabriela Cowperthwaite, tuvo amplia repercusión y prolongó una polémica que aún no acaba acerca del modo en que viven orcas, delfines y leones ma-rinos en cautiverio, y del maltrato intrínseco que

esto conlleva; además, logró que varios artistas cancelaran sus shows programados en ese centro de diversiones y que disminuyera la asis-tencia a dichos predios de Orlando, San Antonio y San Diego.

En la película se muestra cómo este tipo de cetáceos, que en su ambiente natural nadan entre 95 y 160 kilómetros al día, se estresan y padecen secuelas graves al ser separados de sus familias y encerra-dos en tanques de agua cuyas dimensiones son insuficientes para su desarrollo. Personalidades internacionales respaldan la presión po-pular: por ejemplo, Jane Goodall, reconocida zoóloga, opinó en una entrevista reciente con el Huffington Post que estos parques deberían cerrarse de forma definitiva. La empresa respondió a la alarma con una fuerte campaña de relaciones públicas y acusó al filme de ma-nipular a los espectadores con información inexacta y sin base cien-tífica, y a sus detractores de “activistas extremistas”.

Unos años atrás, en 2009, la cinta que acompañó un debate simi-lar fue el aclamado The Cove, en el que el exentrenador de delfines Ric O’Barry y su equipo documentaron la cacería de delfines en Japón. O’Barry fue instructor de la famosa serie de televisión Flipper, y en los 60 participó en la captura de delfines silvestres para amaes-trarlos. El hecho de que tiempo después uno de estos animales se “suicidara” en sus brazos (al dejar de respirar voluntariamente), lo llevó a arrepentirse y cambiar de rumbo profesional, para luego lu-char por los derechos de los mamíferos marinos alrededor del plane-ta. En enero pasado, realizó una gira por Quintana Roo con el fin de denunciar el daño, cautiverio y condiciones alimentarias que sufren los delfines usados en espectáculos dentro de acuarios, parques y

PRISIONEROS DEL ESPECTÁCULO

POR ÁGATA SZÉKELY I @agataszekely

Hoy, más que nunca, el cautiverio de animales es el centro de un debate

internacional que reúne las voces de un gran número de especialistas —científicos,

activistas, académicos y políticos— quienes llaman la atención sobre este asunto con

denuncias y propuestas de cambio.

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delfinarios. En esa ocasión, comparó el encierro de los ejemplares con la prostitución y la esclavitud humana, y aseguró que mantener a un animal en-cerrado, trabajando y condicionándole la comida a cambio de trucos, es además un mensaje nocivo para los niños.

En México operan 29 delfinarios en los que viven —según el inventario realizado hasta marzo de 2015 por la ong Derecho sin Fronteras— 330 delfines en cautiverio. Al cierre de esta edición, dos de éstos (el Parque Acuático Atlantis, en el Dis-trito Federal, y el que funcionaba en el hotel Moon Palace de Cancún) recibieron denuncias por aban-dono y malas condiciones (el primero), e incumpli-miento de la ley (el segundo).

Aunque a partir de 2005 el gobierno mexicano prohibió la captura e introducción de delfines en el país, por lo que ahora se opta por reproducirlos en cautiverio, de acuerdo con el jurista Víctor Hirales, director de esta organización, “todos los delfinarios en México operan de forma ilegal bajo el cobijo de las autoridades de la Semarnat. Las estrictas dis-posiciones del Código Federal Penal en su Artículo 420 Fracción I, así como el Artículo 60 Bis de la Ley General de Vida Silvestre prohíben y penalizan el aprovechamiento y daño de mamíferos marinos, a menos de que haya una finalidad científica y de edu-cación superior de instituciones acreditadas”, ase-guró el experto a Crónica ambiental, y agregó que “la finalidad de los delfinarios es el lucro, pues son establecimientos mercantiles que cobran a sus visi-tantes por la explotación y encierro de los animales. Ningún delfinario es un centro de conservación ni de investigación científica, y ninguno cuenta con la infraestructura para serlo. La Semarnat otorga a las empresas permisos de cautiverio bajo el pretexto de

tener un objeto ‘científico’. En 30 años jamás se ha presentado un plan de manejo con resultados de investigación y aporta-ción científica; tampoco se cuenta con un centro especiali-zado de rehabilitación de mamíferos marinos en México”.

Los espacios reducidos de poca profundidad en los que viven los delfines en cautiverio (distribuidos en función de la comodidad de los visitantes) producen trastornos en su com-plejo sistema de ecosonar. Las principales causas de muerte de los delfines cautivos son enfermedades e infecciones res-piratorias. También pueden sufrir úlceras gástricas, gastritis, esofagitis y alteraciones del sistema digestivo e inmunológi-co. La organización internacional Delfines en Libertad rea-lizó este 2015 un informe exhaustivo sobre el estado de los delfines en cautiverio en México (que puede leerse completo en dolphinsfree.org/es) y reportó heridas y muertes de crías con testimonios de exempleados, actuales trabajadores y asesoría de expertos.

Además del trabajo de los activistas, las redes socia-les han sido protagonistas en la defensa de estos animales. Recientemente la intensa campaña con el hashtag #Libere-nalosdelfines, que denunció con fotografías las condiciones de abandono del mencionado Parque Acuático Atlantis en el que habitaban seis lobos marinos y siete delfines, provocó que la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Pro-fepa) trasladara los ejemplares a otros delfinarios.

En el mundo, ya han prohibido el espectáculo y exhibi-ción de orcas y delfines en India, Costa Rica, Hungría, Chile y Croacia, y dos entidades estadounidenses (Hawái y Maui). En México se encuentra en la agenda legislativa una propuesta de reforma a la Ley General de Vida Silvestre que contempla la prohibición del cautiverio de mamíferos marinos, su crianza con fines comerciales y su uso en espectáculos, presentada por Derecho sin Fronteras en agosto pasado. En septiembre próximo, además, especialistas de esa organización propon-drán otro proyecto de legislación de política biodiversitaria que también considera el fin del cautiverio de animales sil-vestres —incluidos los mamíferos marinos— con intereses comerciales, así como santuarios, centros de rehabilitación y programas para aquellos ejemplares que puedan ser rein-troducidos a sus hábitats naturales.

El show debe terminar

Fuentes: Animal Welfare Institute I bbc I cnn I derechosinfronteras.com I dolphinsfree.org I emptythetanks.org mexiconservacion.org I Profepa I wwf.

37ARTÍCULO Prisioneros del espectáculo

3 500 cetáceos viven en cautiverio en el mundo.

350 000 mueren cada año por redes de pesca en el océano.

México cuenta con 8% de los delfinarios a nivel mundial y tiene la industria de cautiverio de delfines más grande de Latinomérica.

En 2013 se capturaron 158 delfines en Japón que luego se vendieron en diferentes delfinarios internacionales.

Menos de 1% de los delfines cautivos han muerto por causa natural de vejez.

La mayoría de las orcas en cautiverio mueren cuando todavía son muy jóvenes para los estándares de las orcas salvajes. Ninguna de las más de 200 en reclusión en el mundo se acerca a la vejez (60 años para machos y 80 para hembras).

los números del cautiverio

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by.

H ay algo engañosamente tranquilizador en asumir nuestra culpa y responsa-

bilidad por las amenazas al medio ambien-te. Nos gusta pensar que si somos culpables, todo depende de nosotros. Controlamos las cuerdas y, en principio, también nos pode-mos salvar si cambiamos nuestra vida. Lo que es difícil de aceptar es que estamos reducidos al rol puramente pasivo de un observador im-potente, que sólo puede sentarse a mirar lo que será el futuro. Para evitar esta situación, esta-mos dispuestos a asumir actividades frenéticas y obsesivas: reciclar papel, comprar comida orgánica o lo que sea. Sólo para que podamos estar seguros de que estamos haciendo algo,

OPI

NIÓ

N

de que estamos ayudando de algún modo, así como un fan de futbol o de beisbol que apoya a su equipo frente a la pantalla de su televisor gritando y saltando desde su asiento en la supersticiosa creencia de que, de alguna manera, influye en el resultado.Es cierto que la forma típica de negación fe-tichista sobre el ambientalismo es: “Sé muy bien que todos estamos amenazados, pero no lo creo realmente; entonces no estoy listo para hacer nada radical y cambiar mi estilo de vida”. Pero yo postulo que existe también una forma opuesta de negación: “Sé que no puedo inf luenciar el proceso que puede llevar a mi ruina —como un terremoto—,

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sentirnos culpables por el ambiente

como nos tranquiliza

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pero es muy traumático para mí aceptar esto; por ello no puedo resistir la urgencia de hacer algo, aunque sé que es insignifican-te al fin y al cabo”. ¿No compramos comida orgánica por la misma razón? ¿Quién cree que estas semiputrefactas y sobrevaloradas manzanas orgánicas son más saludables? El punto es que, al comprarlas, no sólo es-tamos comprando y consumiendo un pro-ducto, sino que también estamos haciendo algo significativo, demostrando nuestra capacidad de preocupación y conciencia global, participando en un noble y enorme proyecto colectivo.

Pienso que esto ya no es un fenómeno aislado, sino que está asumiendo un papel central en cómo funciona el capitalismo de hoy. El mejor ejemplo es lo que llamo The Starbucks Logic: lo que siempre se encuen-tra cuando vas a una cafetería de Starbucks. Básicamente el mensaje es verdad: “Nuestro café es más caro, pero un centavo de cada taza va para los niños de Guatemala, cinco centavos van para el agua y bla, bla, bla”. En otras palabras, la lógica es la siguiente: “En los viejos tiempos éramos consumi-dores y luego nos sentíamos mal, y si que-rías pretender ser ético, tenías que hacer

OPINIÓN Cómo nos traquiliza sentirnos culpables por el ambiente

Fragmento de la conferencia “The Situation is Catastrophic, but Not Serious” (“La situación es catastrófica pero no seria”), de Slavoj Žižek, organizada por The Committee on Globalization and Social Change. Nueva York, abril de 2011 (Traducción de Natalia Sánchez Loayza).

algo para contrarrestarlo. Pero aquí lo hemos simplificado todo para ti, creamos el producto, tú te puedes quedar sólo como consumidor porque tu naturaleza altruista y solidaridad por los po-bres está incluida en el precio”.

Recuerdo que cuando era joven, los de iz-quierda hablaban de esta urgencia: “Tú que vives en tu mundo desarrollado, en tu torre de marfil, ¿no estás consciente de que los niños en África están muriendo de hambre?” ¿Han notado que ahora a las personas les gusta que Bill Gates ha-ble de esa manera? ¿Por qué? El mensaje es el si-guiente: “Paremos con nuestro aburrido debate sobre el capitalismo, el socialismo, etcétera. Las personas están muriendo de hambre. Juntémo-nos todos: hombres de negocios, hombres del gobierno, ong, y hagamos algo”. En otras pala-bras: “No pienses. Haz”. O, de forma contraria: “Haz, de manera que no tengas que pensar”. Lo que encuentro asqueroso son todas estas pu-blicidades en los periódicos o en la televisión usualmente de un niño negro con los labios tor-cidos y luego el eslogan: “Por el precio de un par de capuchinos, tú puedes salvar su vida”. Pero el verdadero mensaje sabemos cuál es: “Por el pre-cio de un par de capuchinos, puedes olvidarte del niño. Has cumplido tu deber. Puedes irte a tomar tus capuchinos”.

Filósofo esloveno quien, para ejemplificar sus teorías, emplea referencias de la cultura popular. Es autor de En defensa de la intolerancia (2007) y ¡Bienvenidos a tiempos intolerantes! (2013).

POR SLAVOJ ŽIŽEK

40

PORT

AFO

LIO

S

D e b b i e “T h e R a t L a dy ” a n d Pe a nu t (Debbie , L a d a m a d e L a s R a t a s , y Pe a nu t) . C h ic o, C A .

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POR VESTA MÓNICA HERRERÍAS I FOTOS: ALEX ARZT

HUÉSPEDES EXÓTICOS

E l estadounidense Alex Arzt había estado fotografiando exhibiciones de gatos; sin embargo, motivado por la cu-

riosidad y por un interés genuino para comprender cómo un chango, un oso, un venado, un camello o un armadillo —por mencionar algunas especies— se adaptan al estilo de vida propio de los humanos, creó la serie Human-Animal (en 2009).

A través de decenas de cartas, correos electrónicos, visitas y llamadas telefónicas, el artista conversó y convivió, hasta ganarse su confianza, con personas que habitan en Estados Unidos y que poseían alguna mascota inusual.

Para Artz (quien creció en una granja de Maryland), no hay respuestas absolutas cuando se trata de profundizar en la percepción que los animales pueden tener sobre los humanos, sobre todo en las sociedades contemporáneas, en las que cada vez es más común que una familia tenga una víbora, un cer-dito, un hurón o una cabra como animal de compañía. Ni en estos casos ni cuando se trata de especies que representan un verdadero peligro para la seguridad de una persona, sus due-ños se cuestionan si una casa convencional es apta para dicho

animal, o si es suficiente con una jaula ubicada en el interior o exterior del inmueble.

Un caso extremo ref lejado en Human-Animal es el de la venadita cola blanca Dillie —que nació ciega y enferma, con nulas pro-babilidades de sobrevivir si no fuera por los cuidados de la veterinaria Melanie, su dueña actual—. ¿Realmente tiene la capacidad para disfrutar las cenas que comparte con sus pro-pietarios en el comedor de la casa o para gozar la comodidad de su recámara instalada en el segundo piso?

¿Cómo nos perciben los animales?, ¿cómo logran adaptarse a su nuevo entorno? Siempre en busca de la objetividad, y guiado por estas preguntas, Arzt logra un acercamiento muy personal a su centro de estudio. A partir de su instinto, en cada fotografía revela aristas de la complicada relación entre humanos y mascotas: la intimidad del día a día, el humor de la situa-ción, la sutil o exagerada presencia de objetos que tienen que ver con los animales en la vida diaria de las personas. Todas éstas nos indican hasta qué punto está comprometida una mez-cla de emociones.

Por un lado, sentimientos de afecto y do-minación pero, por otra parte, la necesidad de compañía o la imposibilidad de construir rela-ciones afectivas efectivas.

La percepción que los animales tienen de nuestro mundo es y seguirá siendo un misterio para los hombres aunque, sin duda alguna, esta serie da cuenta de que la imagen es terreno fér-til para sorpresas y revelaciones, así como una ventana para descifrar enigmas.

La relación entre humanos y animales domésticos es compleja y apasionante. No obstante, la conexión entre el hombre y las especies consideradas como exóticas es aún más enigmática.

El trabajo completo de Alex Arzt está disponible en: alexarzt.com

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We l d e Fa m i ly O f f i c e (O f ic i na de l a fa m i l i a We lde). My a k k a Cit y, F L .

Tra i n e r a n d B e a r (E nt renador y os o) . My a k k a Cit y, F L .

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Ha r r y a n d D og s (Ha r r y y los p er ros). K nox v i l le , T N.

C o n ni e ’s Liv i ng Ro o m (L a s a l a de C on n ie) . Fe st u s , MO.

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Pe g g y a n d Ma c a qu e (Pe g g y y e l mac ac o). Ona nc o c k , VA .

S u zy t h e Li o n’s G rave s i t e (L a t u mba de l a le ona S u zy) . Ro c k we l l , NC .

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K e v i n w it h s k u n k (Ke v i n c on e l z or i l lo). R id ge v i l le , OH .

Me l a ni e a n d D i l l i e (Me l a n ie y D i l l i e). C a na l Fu lton, OH .

PORTAFOLIOS Huéspedes exóticos

46

POR GABRIEL RODRÍGUEZ LICEAGA

MIS

PRI

MER

OS

DESA

STRE

S

L o primero que quiero contar es esto:Mis primeros años de vida los sobrellevé

en el barrio bravo de Tepito. Regresar de la es-cuela entre pilas de desperdicios y jugar a las trais esquivando clavos oxidados era mi día a día. Yo no sabía que existían calles sin la ba-sura de los fayuqueros o cielos sin marañas de cables pelones. Cuando nos mudamos a Ciudad Jardín (el mismo nombre de la colonia era en sí una metáfora luminosa) se abrieron ante mí las amarillas hojas de otoño que aplastaba sólo por el placer de escuchar su quebranto. La casa donde aún viven mis padres tenía un pequeño jardín en el que enterramos a mis tres tortugas y sabrá Dios a cuántos canarios. Me evoco regan-do el césped y asustado porque de un balonazo había fracturado alguna de las plantas que mi madre ahí tenía. El patio estaba lleno de bichitos fantásticos. Destaco en esta narración a las ca-tarinas. Eran primorosas, parecían signos orto-gráficos con vida. De repente aparecían todas monas atravesando el cómic o las líneas en la mano de la menor de mis hermanas.

Se me ponen los pelos de punta nada más de acordarme cuánto disfrutaba matando ca-

47MIS PRIMEROS DESASTRES Catarinas y cemento

tarinas. Vaya. Era yo un niño, si acaso esa es una justificación válida. Las colocaba en la rueda de mi bicicleta y luego pedaleaba lentamente hasta dar toda una vuelta de llanta. El giro me devolvía los cadáveres de los insectos hechos papilla en el neumático. Un día, mientras ofendía a una catarina, pensé que aquella era la últi-ma del mundo.

Por alguna coincidencia mágica, dejaron de aparecer catarinas en ese jardín. Noto que cada vez hay menos. Al menos en la ciudad. Dicen que son de buena suerte. Cuando al-guna se cruza en mi camino, trato de jugar con ellas un rato, es mi manera de pedirles disculpas por las acciones del niño que fui.

Lo segundo que quiero contar es esto:Siempre he sentido que decepcioné a mi padre por-que no seguí ninguna de sus juveniles búsquedas místicas. En la mitología que he construido a su alrededor, un día se marchó con su hermano rum-bo a Norteamérica para enlistarse en el ejército y pelear alguna guerra. En el trayecto a Estados Uni-dos conocieron los valores hippies y se quedaron por San Luis Potosí. Mi padre se entusiasmaba contándonos sus aventuras. Detallaba los paisajes y las emociones, la idea de ser uno con la natura-leza, de sentir vivo al viento y entender que el Sol es un monstruo benévolo.

Varios años más tarde, llegó el internet a casa de mis progenitores. Yo los visito cada domingo que me es posible. En una ocasión descubrí a mi papá buscando algo en YouTube. Le pregunté si ne-cesitaba ayuda y me dijo que quería ver unos videos que había visto en el hostal (trabajaba como cho-fer en uno) acerca de los viajes videograbados de las nuevas generaciones que, como él, subieron al cerro. Encontré cosas terribles de jóvenes hacien-do señales con las manos y tomándose como cosa poca seria la subida en auto al Cerro del Quema-do, evidentemente intoxicados. Eso no fue lo que afectó el humor de mi padre. Señalando la panta-

lla, me dijo: antes eso se subía a pie, ahora está pavimentado. No agregó más; siempre ha sido hombre de pocas palabras. Noté que algo en él se rompió. La idea de que el cemento facilitara el acceso a esa bella fase de su vida jodió todo.

Cada centímetro de concreto en ese místi-co camino de subida es una catarina muerta. Es decir: algo que estamos destrozando a lo menso y desde una suerte de inconsciencia infantil. Infantil en el sentido peyorativo de la palabra.

Cierro esta crónica con pesadumbre. Desde el año pasado el jardín en casa de mis padres no existe más, ahora hay un enorme tubo que sostiene un anuncio espectacular. Ellos ren-tan el espacio, vaya, necesitaban el dinero. Al igual que mi padre, mis recuerdos adorables ahora yacen aplastados por una capa de ce-mento sordo y gris.

Todavía a la fecha los exámenes psicológi-cos le piden al sujeto de estudio que dibuje un árbol. Antes de que nos demos cuenta, estare-mos dibujando edificios para determinar qué tan amolados estamos de la cabeza. Todavía a la fecha hay gente que quiere conocer el mar y ver a un oso polar y desayunar leche franca. Todavía pero por cuánto.

Adiós, baijiPOR NATALIA ÁLVAREZ | @Pimiientta

En 2006 se rumoraba que era imposible encontrar a este cetáceo en las aguas del río Yangtsé (el más largo de Asia), su hábitat natural. En 2008, una expedición cientí�ca con�rmó la mala noticia: el baiji ya no existe. La construcción de grandes obras hidroeléctricas (entre éstas, la mayor del mundo: la presa de las Tres Gargantas) afectó de�nitivamente el delicado equilibrio ecosistémico del que dependía; además, la conta-minación que padece ese cuerpo de agua y el trá�co de lanchas con las que colisionaba fueron su perdición.

Endémico del río Yangtsé (China).

Debido a que las aguas del Yangtsé son turbias, contaba con una visión poco desa-rrollada, pero con un sentido de ecolocali-zación muy agudo que usaba para moverse, comunicarse y encontrar alimento.

El delfín del río chino era un mamífero endémico altamente evolucionado y su desaparición implica el �n de 20 millones de años de evolución.

Por cierto, ahora que esta especie ya no existe, el cetáceo más amenazado o de inminente extinción en el mundo es la vaqui-ta marina.

Crónica ambiental lamenta la extincióndel delfín de río chino.

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