Busbee Shirlee - Becomes 01 - Cita Con La Pasion

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    Shirlee BusbeeShirlee Busbee

    BBECOMESECOMES, 01, 01

    CITA CON LA PASINCITA CON LA PASIN

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    A mi hermano, Bill Egan, que ha tenido queesperar demasiado tiempo su libro. Hay

    hermanos y hermanos;tengo suerte y estoy orgullosa de que t seas

    el mo. Lo has hecho bien, chico.Y, por supuesto, a Howard, mi marido, que

    comparte la aventura conmigoy menudas aventuras vivimos!

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    NDICE

    NDICE......................................................3

    Captulo 1..........................................................4Captulo 2........................................................15Captulo 3........................................................26Captulo 4........................................................37Captulo 5........................................................48Captulo 6........................................................59Captulo 7........................................................70Captulo 8........................................................81Captulo 9........................................................92Captulo 10....................................................104

    Captulo 11....................................................116Captulo 12....................................................127Captulo 13....................................................138Captulo 14....................................................150Captulo 15....................................................161Captulo 16....................................................172Captulo 17....................................................183Captulo 18....................................................194Captulo 19....................................................206Captulo 20....................................................218

    Captulo 21....................................................229Captulo 22....................................................241

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    Captulo 1La pesadilla surgi inesperadamente de las profundidades de un

    sueo apacible. Nell estaba profundamente dormida y, de repente, cayen sus garras. Se retorci bajo las sbanas para intentar huir de lashorrendas imgenes que le pasaban por la cabeza, pero fue en vano; losaba de otras noches terribles.

    Como otras veces presenci impotente la sucesin de atrocidades. Lasituacin era la misma: un lugar oscuro que deba de encontrarse enalguna mazmorra olvidada, oculta bajo los cimientos de una antigua casa

    solariega. Las paredes y el suelo eran de enormes piedras grises cortadasa mano y manchadas de humo la temblorosa luz de las velas mostrabainstrumentos de tortura de un perodo anterior, ms brbaro, deInglaterra: instrumentos que l usaba cuando le apeteca.

    Esa noche, como otras veces, la vctima era una mujer joven,hermosa y asustada. Tena los ojos azules desorbitados, llenos del msabsoluto terror, un terror que pareca complacer a su torturador. La luz delas velas siempre iluminaba las caras de las mujeres, y aunque el hombrepermaneca en la oscuridad de modo que jams le vea por completo elrostro o la figura, Nell poda observar con horripilante claridad todo eldao que infliga a cada joven. Y, al final, despus de que hubiera acabado

    con ella y hubiera tirado su cadver por la compuerta de la cloaca de lamazmorra, la luz se iba apagando y Nell lograba abandonar, por fin, elmundo de las pesadillas.

    Esa noche no fue distinta. Liberada de las aterradoras imgenes, Nellse incorpor de golpe a punto de gritar, con los ojos llenos de lgrimas y elhorror todava fresco en la memoria. Contuvo el grito mientras echaba unvistazo a su alrededor y sinti un gran alivio al darse cuenta de que slohaba sido, efectivamente, una pesadilla; al ver que estaba a salvo en lacasa de su padre en Londres, y observar el resplandor del fuego casiapagado de la chimenea y la tenue luz del alba que entraba por lasventanas a travs de las cortinas de terciopelo, que iba dando forma a losvagos contornos de los muebles de su habitacin. Oa el familiar ruidoprocedente del exterior: los cascos de los caballos y las ruedas de loscarros, las carretas y los carruajes de los que tiraban los animales en lascalles adoquinadas. De lejos llegaban los gritos de los vendedoresambulantes que pregonaban su mercanca: escobas, leche, verduras yflores.

    Un escalofro le recorri el cuerpo. Hundi la cara en sus manostemblorosas preguntndose si las pesadillas desapareceran algn da. Lonico que le impeda enloquecer era que fuesen espordicas; estabaconvencida de que nadie poda mantenerse cuerdo si presenciaba

    semejante violencia noche tras noche.Inspir hondo y se apart un mechn de pelo leonado que le haba

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    cado sobre el pecho. Se inclin hacia delante para buscar a tientas la jarrade agua que su doncella le haba dejado en la mesa de mrmol rosa quehaba junto a la cama. La encontr, y tambin el vasito que haba a sulado; se sirvi un poco de agua y bebi con avidez.

    Sintindose mejor, se sent en el borde de la cama y contempl la

    penumbra que la rodeaba mientras intentaba ordenar sus pensamientos yreconfortarse sabiendo que estaba a salvo a diferencia de la pobremuchacha de su pesadilla. Tuvo que esforzarse por llevar su cabeza porotro derrotero. Se record que, despus de todo, slo haba sido unapesadilla. Espantosa, pero irreal.

    Eleanor Anslowe, Nell, no haba tenido pesadillas de pequea. Ningnsueo terrible haba turbado su sueo hasta despus del trgico accidenteque casi acaba con su vida a los diecinueve aos.

    Se dijo que era extrao lo maravillosa que haba sido la vida antes deese momento y lo mucho que la haban cambiado los meses posteriores asu encontronazo con la muerte. En la primavera de aquel ao nefastohaba triunfado en la temporada social de Londres y se haba prometidocon el heredero de un ducado.

    Torci el gesto. Acababa de celebrar su vigsimo noveno cumpleaosen septiembre y, cuando recordaba lo sucedido haca una dcada, lepareca increble que fuera ella misma la joven despreocupada y segura des que se haba prometido con el mejor partido, el hijo mayor del duque deBethune. Cuando esa primavera de 1794 Aubrey Fowlkes, marqus deGiffard, heredero del ducado de su padre, haba manifestado su intencinde casarse con la hija de un simple, aunque muy acaudalado baronet, lapareja haba dado mucho que hablar. Y ms an, pens Nell con un

    resoplido, cuando el compromiso se haba cancelado ese mismo ao. Elmismo en que haba sufrido la terrible cada del caballo que casi la habamatado y que la haba dejado con una pierna que jams se le habacurado por completo, de modo que segua cojeando, sobre todo cuandoestaba cansada.

    Se levant de la cama y se acerc a una de las altas ventanas quedaban al jardn lateral de la casa. Descorri la cortina de tonos rosados yabri la puerta doble para salir al balcn. Una vez fuera, ech un vistazo ala terraza de piedra inferior y a los arriates y los arbustos que la rodeabanmientras la luz malva del amanecer se iba apagando y los primeros rayosdorados del sol empezaban a tocar los rosales ms altos. Iba a ser un

    precioso da de octubre, la misma clase de da fro y soleado de octubre enla que haba dado ese fatdico paseo a caballo que le haba cambiado lavida para siempre.

    Esa maana, diez aos antes, en Meadowlea, la finca que la familiaposea cerca de la costa de Dorset, se haba levantado temprano y habaido enseguida a las cuadras. Sin hacer caso de las advertencias de suexasperado padre de que no cabalgara sola por los acantilados, habaprescindido de los servicios del mozo de cuadra. En cuanto su monturafavorita, Firefly, una impetuosa yegua castaa, estuvo ensillada, se alejal galope de la casa y de sus cuidados terrenos. Tanto a ella como a la

    yegua les gustaba mucho disfrutar del sol de la maana. A lo largo delrecorrido, el aire fro haba sonrosado las mejillas de Nell y los ojos le

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    brillaban de placer.Jams lleg a aclararse la causa del accidente, y Nell, una vez volvi

    en s, no haba logrado recordarla nunca. Al parecer, su caballo habatropezado o se haba encabritado y precipitado con su amazona por elborde irregular de un acantilado. Lo nico que haba evitado que Nell

    muriera ese da haba sido un pequeo saliente en el que haba aterrizado,a unos diez metros de la cima del escarpadsimo precipicio. Fireflyhabamuerto al pie del acantilado, estrellada contra las rocas baadas por elmar.

    Pasaron horas antes de que alguien se diera cuenta de la ausencia deNell, y cuando la encontraron ya empezaba a anochecer. A la luz insegurade un farol, uno de los miembros de la partida de bsqueda habadetectado la tierra removida al borde del acantilado y se le haba ocurridomirar hacia abajo. Su grito haba atrado al lugar a los dems. Habantardado horas en subirla desde el pequeo saliente sobre el mar y,afortunadamente, Nell no haba recobrado la conciencia en ningnmomento. Ni siquiera se haba movido cuando finalmente la habanllevado a casa y el mdico la haba atendido para entablillarle los huesosrotos del brazo y de la pierna. Esos primeros das, mientras yaca comomuerta, haban temido por su vida.

    Por supuesto, haban avisado inmediatamente a lord Giffard. Y Nelltena que decir en su honor que haba ido inmediatamente a Meadowlea,donde se haba quedado dos semanas mientras todos esperaban a queella despertara, preguntndose si llegara a hacerlo.

    Una vez hubo vuelto en s, estuvo varios das confundida, y todo elmundo crea que haba quedado mal de la cabeza. Ante semejante

    perspectiva, a nadie le sorprendi demasiado que su padre, sir Edward,comunicara a Giffard y al duque que entendera que quisieran romper elcompromiso. Giffard haba aceptado la oferta al instante; despus de todo,su esposa sera duquesa algn da, y la mujer lisiada y balbuceante queyaca en la cama en Meadowlea no era la esposa que haba tenido enmente cuando haba hecho su propuesta matrimonial. El compromiso serompi discretamente ese noviembre, cinco meses despus de haberloanunciado.

    La recuperacin de Nell haba sido lenta, pero la primavera siguientesu confusin mental haba desaparecido, su brazo haba sanado porcompleto y poda cojear por los terrenos de Meadowlea con la ayuda de un

    bastn con la empuadura de marfil. Pasado el tiempo, las nicas secuelasde su encuentro casi definitivo con la muerte eran su cojera y laspesadillas.

    No recordaba la mayor parte de lo que haba sucedido durante surecuperacin. Lo nico claro de ese perodo era la pesadilla que la habaasediado durante su inconsciencia. La primera, que se haba repetido unay otra vez al principio, no era como las que perturbaban su sueoltimamente. En ella, la vctima era un hombre, crea que un caballero, yse desarrollaba en un bosquecillo. Pero el final era el mismo: una muerteterrible a manos de una figura misteriosa. Despus, las presas de sus

    pesadillas empezaron a ser mujeres, y la mazmorra, el escenario de labrutalidad y de los asesinatos.

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    A medida que se recuperaba, Nell tena la esperanza de que laspesadillas remitieran, de que fueran una especie de secuela extraa de sucada. El primer verano sin ellas estaba eufrica. El otoo y el inviernoposteriores disfrut mes tras mes de un sueo profundo y tranquilo.Estaba feliz, segura de que por fin haba dejado la tragedia y sus

    consecuencias atrs. Hasta que la pesadilla, en su forma actual, habavuelto a asediar sus noches.

    Dej de mirar el jardn con un suspiro y se acerc lentamente a lachimenea para atizar el fuego casi apagado. Las pesadillas, como sucojera intermitente, parecan haberse convertido en algo permanente.Pens, agradecida, que no la afligan con la misma frecuencia que sucojera. A veces transcurra un ao entero sin que tuviera ninguno de esossueos terribles, y despus de tener uno rezaba para que fuera el ltimo.Pero nunca lo era, claro. Siempre volva a tenerlos. Lo nico que cambiabaeran las caras de las mujeres y el grado de violencia. Se percat con unescalofro de que esa noche era la tercera vez que pasaba por aquellaespantosa experiencia ese ao.

    La tercera vez ese ao. Contuvo el aliento. La idea que haba estadoeludiendo desde que se haba despertado le vino de repente a la cabeza:la frecuencia de las pesadillas iba en aumento y el rostro de las mujerescambiaba con una regularidad espantosa. Peor an, tena la sensacin dehaber visto antes, de conocer a la joven de la pesadilla de aquella noche.

    Se alej de la chimenea, recogi la bata de una silla cercana y se lapuso. Que creyera haber reconocido a la vctima de esa noche significabaque realmente se estaba volviendo loca. Era una cosa absurda. El sueoera desagradable, terrible, s, pero irreal. Y si era tan tonta que crea haber

    reconocido a la mujer, pues, bueno, era mera coincidencia. Slo era unamaldita pesadilla, por Dios!En el vestidor contiguo al dormitorio verti agua de una jarra con un

    dibujo en tonos violeta en la jofaina. Se frot la cara y se lav los dientesmientras alejaba esas inquietantes imgenes de su cabeza. La esperabaun da ajetreado; faltaba una semana para que la familia se trasladara aMeadowlea a pasar el invierno y quedaba mucho por hacer.

    Cuando Nell lleg al comedor, no le extra encontrar all a su padrea pesar de lo temprano que era.

    Le dio un beso en la calva cuando pasaba a su lado camino de unaparador de caoba situado contra una pared. Eligi una tostada y unosarenques ahumados entre los distintos alimentos expuestos, se sirvi unataza de caf y se reuni con l en la mesa.

    A sus sesenta y nueve aos, sir Edward segua siendo, salvo por sucalvicie, un hombre apuesto. Su hija haba heredado sus ojos y suconstitucin alta y esbelta, pero el pelo leonado y los rasgos hermososeran de su madre, Anne, lo mismo que la mirada risuea que sola alegraresos ojos verdemar de pestaas doradas.

    Esa maana, la mirada de sus ojos no era risuea y, al ver las

    sombras oscuras bajo ellos, sir Edward la observ atentamente.Otra pesadilla, cielo? pregunt a su hija.

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    Nada por lo que tengas que preocuparte asegur Nell tras asentircon una mueca. He logrado dormir casi toda la noche antes de tenerla.

    Quieres que avise al mdico para que venga a verte? insisti sirEdward con el ceo fruncido.

    No, ni hablar! Me har tomar algn brebaje repugnante con

    aspecto de tenerlo todo controlado y te cobrar una fortuna por susservicios. Sonri de oreja a oreja. Slo ha sido una pesadilla, pap, note preocupes.

    Como tiempo atrs lo haban despertado de vez en cuando sus gritoscuando las pesadillas eran insoportables, sir Edward tena sus dudas, perono insisti. Nell era muy testaruda. Sonri. Eso tambin lo haba heredadode su madre.

    Se entristeci un momento. Haca catorce aos que su esposa habamuerto, y aunque haba aprendido a vivir sin su dulce presencia, habaveces en que la segua extraando muchsimo, especialmente cuando Nelllo preocupaba. Anne hubiese sabido qu hacer. Una joven necesitaba losconsejos de una madre.

    El ruido de la puerta al abrirse lo sac de sus cavilaciones. Al ver a suhijo, sonri.

    Te has levantado temprano, hijo coment. Tienes algoimportante que hacer hoy?

    Robert hizo una mueca y se sirvi una loncha gruesa de jamn y unoshuevos cocidos del aparador.

    Promet a Andrew que lo acompaara a ver no s qu caballo que,segn l, ganar sin ninguna duda al rucio de lord Epson. El animal estno s dnde, en el campo, y tuve que aceptar salir esta maana antes de

    las ocho. Debo de haberme vuelto loco.Con treinta y dos aos, Robert era el heredero y el mayor de los treshijos varones de sir Edward. Se pareca bastante a su padre: alto ydelgado, con el mismo color de ojos, el mismo mentn resuelto y la mismamandbula fuerte. Pero, como Robert agradeca a menudo a laprovidencia, haba heredado el pelo leonado de su madre, que, por suerte,era grueso y segua en su sitio.

    Normalmente, Robert no se alojaba en la casa familiar de Londres.Tena su residencia en la calle Jermyn. Sin embargo, la haba cerrado enjulio para irse a Meadowlea, y slo la necesidad de conducir hasta all elnuevo faetn que haba ordenado al constructor de carruajes de Londres

    le haba hecho regresar a la ciudad. Su hermano Andrew se haba ofrecidoa llevarle el vehculo, pero Robert no haba querido ni or hablar delasunto.

    Le agradezco su oferta haba dicho a su padre ese jueves, a sullegada a la ciudad. Te aseguro que s. Pero preferira que lo condujeraun ciego antes que ese cabeza hueca de mi hermano. Drew ira a parar ala cuneta antes de haber recorrido diez kilmetros.

    En su fuero interno, sir Edward estaba de acuerdo con l. Todo elmundo saba que Drew era imprudente.

    Te habl sobre ese caballo que est tan empeado en comprar?

    pregunt Robert a su hermana mientras empezaba a desayunar.Ya lo creo afirm Nell tras tomar un sorbo de caf. Lleva quince

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    das cantndome sus alabanzas.Crees que hay alguna posibilidad de que el animal sea la mitad de

    bueno de lo que asegura Drew?Nell sacudi la cabeza con un brillo alegre en los ojos.Lo vi el primer da que su propietario lo trajo a la ciudad. Es un

    semental bayo precioso, muy bonito a la vista, pero no tiene madera niresistencia: la tpica cara bonita que atrae siempre a Drew.

    Oh, diablos! Lo saba gimi Robert. Esperaba que hubieraaprendido la leccin la ltima vez, cuando compr ese jamelgo.

    No seas tan duro con el muchacho murmur sir Edward. l notiene la culpa de no tener tan buen ojo para los caballos como Nell y comot.

    Muchacho? solt Nell con una carcajada. Has olvidado quetanto Andrew como Henry ya tienen treinta aos, pap? Ninguno de losdos es un muchacho.

    Los temas de conversacin entraron en el comedor y saltaba a lavista que eran gemelos; Andrew apenas unos centmetros ms alto y diezminutos mayor que Henry. Pocas personas, salvo aquellas que losconocan bien, podan distinguirlos, ya que ambos tenan la misma narizaguilea y la misma mandbula firme, adems de los ojos castaos y elpelo leonado de su madre. Ambos, que medan algo ms de metroochenta, eran ms bajos que Robert, pero tenan la misma constitucinesbelta que el resto de la familia.

    Andrew, comandante de caballera, serva bajo las rdenes delcoronel Arthur Wellesley en la India. Como haba resultado herido degravedad durante los ltimos das de la guerra contra los mahrattas,

    llevaba varios meses recuperndose en Inglaterra. Tena quereincorporarse justo despus de fin de ao. Henry, tambin comandante,como era mucho menos gallardo que su hermano gemelo, haba elegidoservir en un regimiento de infantera. Haba combatido mucho en Europa,pero, para su disgusto, lo haban destinado a la Guardia Montada deLondres. Que el ao anterior se hubiera reanudado la guerra contraNapolen le daba esperanzas de abandonar pronto sus tareas detrs deun escritorio para volver a entrar en accin en la Europa continental.

    Vaya coment Andrew con una sonrisa en la cara. Te haslevantado. Haba apostado con Henry a que tendramos que despertarte.

    Pues has perdido sentenci Robert a la vez que corra la silla de la

    mesa y se levantaba. Estoy listo. Vayamos a ver ese caballo tanincreble que encontraste.

    Por encima del hombro de Andrew, Henry hizo una mueca y sacudila cabeza. Es una prdida de tiempo, articul silenciosamente a Robert.

    Robert se encogi de hombros, se despidi de sir Edward y de Nell, yse fue. El comedor se qued un momento en silencio tras la partida de lostres hombres.

    Y qu piensas hacer hoy, cielo? pregunt entonces sir Edward.Nada tan apasionante como comprar un caballo respondi Nell

    con una sonrisa. Si vamos a irnos el lunes como dijimos, tengo que

    organizar los ltimos detalles con la seora Fields y con Chatham. Vas adejar algunos criados aqu o va a venir todo el mundo a Meadowlea con

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    nosotros?No se me ocurre ninguna razn para tener que dejar a nadie aqu,

    y a ti?Por si entran ladrones?Sir Edward neg con la cabeza.

    Nos llevaremos toda la plata y no habr mucho que robar, salvo losmuebles asegur.

    Y la bodega? sugiri Nell, y el brillo de sus ojos se habaintensificado.

    Est bien protegida por una puerta maciza cerrada con aldaba.Chatham me asegura que mis vinos no corrern ningn peligro.

    Muy bien entonces. Voy a ponerme manos a la obra dijo antes delevantarse. Nada ms lejos de mi intencin que contradecir a Chatham.

    Al pasar junto a su padre, ste le sujet una mano.Qu pasa? le pregunt, sorprendida.Te lo has pasado bien, Nell? le pregunt su padre en voz baja.

    Es la primera vez que has estado conmigo en Londres desde hace muchosaos. Ha sido una mala experiencia? La mir con preocupacin yaadi: Te result difcil ver a Bethune y a esa esposa suya?

    Bethune? solt Nell, asombrada. Oh, pap, lo super hacemucho. Al fin y al cabo, han pasado diez aos. Al ver que no estaba deltodo convencido, le bes la cabeza y murmur: Estoy bien, pap. Notengo el corazn roto, aunque alguna vez creyera que s. Y en cuanto aesa esposa suya dijo con una sonrisa burlona, Bethune tiene lo que semerece. No tendra que haberse dado tanta prisa en dejarme.

    Si yo no me hubiera dado tanta prisa en ofrecerle la posibilidad de

    liberarse del compromiso, ahora seras duquesa, alguien prominente en lasociedad, en lugar de estar encerrada en el campo haciendo de seora demi casa coment mientras la miraba atentamente.

    Y estara muy aburrida y sera tremendamente desdichada asegur Nell, arrugando la nariz. Me alegro de que le ofrecieras romperel compromiso, y de que l lo aceptara. Si me quera tan poco que pudodeshacerse tan deprisa de m, estoy mucho mejor sin l. Le dio unaspalmaditas en el brazo. No paro de decrtelo, pap, soy muy feliz con lavida que llevo. Me gusta el campo. S que podra acompaarte a Londressiempre que quisiera, pero prefiero quedarme en Meadowlea asegur, ycuando su padre iba a protestar, le cerr los labios con un dedo. Y no, no

    me quedo all por que me d miedo encontrarme con Bethune y suesposa, ni con ninguna otra persona, en realidad. Ocurri hace diez aos.Estoy segura de que poca gente recuerda que estuvimos prometidos. Yono me lamento de ello, y t tampoco deberas hacerlo dijo con suavidad,y sonri al aadir: A no ser que lo nico que desees sea un ttulo para tuhija, claro.

    No digas tonteras! Sabes muy bien que mi mxima preocupacines que seas feliz. A la porra el ttulo. Pareca pensativo. Aunque deboconfesar que estaba orgulloso de lo bien que ibas a casarte. Pero, ya seacon o sin ttulo, me gustara ver a todos mis hijos casados y con familia

    suspir. Te ser franco, Nell, me desconcierta que ninguno de vosotrosse haya casado. Robert es mi heredero. A estas alturas, debera estar

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    casado y tener un montn de hijos. Me gustara mecer en las rodillas a unnieto o dos antes de morir. Y en cuanto a los gemelos me imaginaba quepor lo menos uno de los dos ya estara casado.

    Nell no supo qu decir. Daba por sentada su soltera. Enseguida sehaba dado cuenta de que, a pesar de su fortuna, haba muy pocos

    hombres que quisieran tener una esposa tullida. No importaba que sucojera no fuera ni remotamente tan evidente como los primeros aosdespus de la cada; el estigma segua ah. Y tambin estaba el hecho deque, al menos por una temporada, haba sido del dominio pblico en laalta sociedad que, al principio, despus de recobrar la conciencia, habaestado, bueno, un poco rara. Ningn caballero de alcurnia quera unaesposa que pudiera terminar en Bedlam, la casa de los locos. Su mirada seendureci. Tena que agradecer a Bethune que ese rumor hubieraarraigado. Como se haba querido asegurar de que nadie pudiera culparlopor romper el compromiso, l y su familia se haban cerciorado de que sepregonara a los cuatro vientos que su salud mental era mucho peor de loque haba sido en realidad. El muy cerdo.

    Conmovida por la preocupacin de su padre, se sent en una silla,cerca de l, y se inclin hacia delante para hablarle de todo corazn.

    Sabes que no quiero casarme, pap. Lo hemos comentado muchasveces, y no, no es porque Bethune me rompiera el corazn. Simplemente,no he conocido a ningn caballero que despierte mi inters explic conuna sonrisa. Con mi fortuna, no tengo necesidad de casarme. Inclusocuando t ya no ests, para lo que ruego que falten todava muchos aos,mi situacin econmica ser holgada. No tienes que preocuparte por m.

    Pero no es natural que sigas soltera murmur. Eres una joven

    hermosa y, como acabas de decir, eres rica, y aunque puede que noposeamos un ttulo, nuestro linaje no tiene nada que envidiar a ningnotro de Inglaterra.

    Nell baj la mirada y adopt una actitud recatada.Bueno, est lord Tynedale sugiri arrastrando las palabras.Sir Edward inspir con fuerza, horrorizado.Ese sinvergenza! Se ha jugado o gastado en prostitutas toda su

    fortuna. Se rumorea que debe tanto dinero que, por muy par que sea,acabar en la crcel para deudores. La seal con un dedo. Todo elmundo sabe que est desesperado y ansioso por encontrar una esposarica. Lord Vinton me cont que haba intentado raptar a la heredera de los

    Arnett. Dijo que su padre los alcanz antes de que hubiera podidoperjudicarla. Ten cuidado con l. Si no, podras encontrarte en la mismasituacin advirti a la vez que la amonestaba con ms firmeza con eldedo. No estoy ciego, sabes? Este ltimo mes lo he visto rondndote.Es probable que crea que tu fortuna le ira la mar de bien. Recuerda lo quete digo, cielo, te va a dejar sin blanca para salir a flote. No te estarsplanteando en serio semejante unin, verdad? pregunt, ansioso.

    Pap! exclam Nell, que mir a su padre con ojos alegres.Cmo se te ocurre! Claro que no me planteara nunca entregarme asemejante personaje. Conozco su reputacin, incluso el rumor sobre la

    heredera de los Arnett, y te aseguro que voy con mucho cuidado cuandoestoy cerca de l. Si tuviera que casarme, no sera nunca con alguien tan

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    penoso como Tynedale.Sir Edward sonri, relajado.No deberas gastar estas bromas a tu padre, cielo la reprendi.

    Podras provocar que me reuniera con Nuestro Seor antes de lo queninguno de nosotros querramos.

    Nell resopl. Se puso de pie, bes de nuevo la calva de su padre y seacerc a la puerta.

    Te preocupas demasiado por nosotros, pap dijo con la cabezavuelta hacia l. El da menos pensado, Robert se casar, y estoy segurade que los gemelos no lo harn mucho despus. Podrs mecer en lasrodillas a tus nietos, como deseas, dentro de pocos aos. Ya lo vers.

    Unas horas despus, al otro lado de la ciudad, en la majestuosa casalondinense de los condes de Wyndham, tena lugar una conversacin desimilar argumento. Despus de haber tenido que soportar un matrimonioinfeliz por el bien de su ttulo y de su familia, el actual lord Wyndham, eldcimo conde, no iba a contraer otro. Daba igual las lgrimas quederramara y las escenas que hiciera su joven madrastra.

    A ver si te he entendido bien murmur lord Wyndham con lamirada puesta en los ojos humedecidos de lgrimas de su madrastracuando estaban acabando de desayunar. Quieres que me case con tuahijada porque, si me muriera, tu ahijada, que seguramente me habradado un heredero, se asegurara de que no te faltara nada en el futuro?

    La condesa de Wyndham, que pareca demasiado joven para ser sumadrastra, le devolvi la mirada con resentimiento. Era una mujer

    hermosa, con unos expresivos y aterciopelados ojos castaos y unosencantadores rizos morenos que enmarcaban un rostro igualmenteencantador. Con treinta y cinco aos era, adems, tres aos ms jovenque su hijastro.

    No entiendo por qu tienes que hablarme en ese tono murmur.Tan difcil de comprender es mi situacin? Si te mueres sin tener unheredero, tu primo Charles tendr que sucederte. Pero qu digo; no tendrque hacerlo, lo har encantado. Y sabes muy bien que nos dejar a mipobre hija y a m en la calle.

    Crea que Charles te caa bien replic lord Wyndhaminocentemente, con un brillo malicioso en los ojos.

    Y me cae bien admiti su madrastra. Puede ser muy divertido,pero es un calavera, y un alocado. Y sus mujeres! Sabes muy bien que siCharles hereda, no nos querr a Elizabeth y a m a su lado. Sabes que nosdejar en la calle.

    S sonri lord Wyndham, seguro que os dejar en la calle, dondeElizabeth y t pediris un carruaje que os lleve a la casa viudal deWyndham.

    Su madrastra aferr la taza de t con sus delicados dedos.Es verdad que podramos vivir ah sepultadas en el campo, en una

    casa que lleva dcadas vaca y que necesita reformas. Tambin es cierto

    que tu querido padre, que en paz descanse, dej una buena cantidad a minombre cuando nos casamos dijo, y se inclin hacia delante para aadir

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    : Pero no se trata slo de dinero, Julian. Tienes que recordar que a lomejor no ser Charles quien herede; no olvides que el ao pasado casiperdi la vida cuando su yate se hundi y que el mes pasado tuvo eseterrible accidente con sus caballos. Con lo imprudente que es, puede queCharles muera antes que t y que sea Raoul quien herede.

    Me cae bien Sofie Weston prosigui, pensativa, pero tienes queadmitir que la madre de Raoul es una mujer muy resuelta. Si Raoulheredara, se encargara de que se casara enseguida, y puedes estarseguro de que lo hara con alguna mujercita a la que la seora Westonpudiera dominar. La seora Weston sera la condesa de Wyndham a todoslos efectos salvo en el nombre, no mi dulce ahijada, Georgette. Si Charleso Raoul heredan, es probable que no pueda volver a pisar estos salonesnunca ms. Hundi la nariz en un pauelo de encaje. Los mismossalones a los que tu queridsimo padre me trajo hace cinco aos al salir dela iglesia coment. Qu distintas seran las cosas si te pasara algo yt estuvieras casado con Georgette! Ella se encargara de que fuerasiempre bienvenida. Y tambin Elizabeth. Eso si no se ha fugado antespara casarse con el espantoso capitn Carver. Lo mir por encima delpauelo. Ya sabes a quin me refiero; a ese capitn de caballera tanapuesto que tiene un aspecto tan romntico con el brazo en cabestrillo.Estoy convencida de que no lo necesita y de que slo lo lleva paraimpresionar a mi querida hija.

    Julian suspir. Seguir el hilo de los pensamientos de Diana acababasiempre con su paciencia, pero lo que deca esa maana le pareca msdeslavazado y confuso que de costumbre. Observ sus curvas y susrasgos delicados, y comprendi, al menos en parte, por qu haba

    cautivado tanto a su padre. Pens con irona que sa era la diferenciaesencial entre su padre y l: l habra tenido un romance discreto con lajoven viuda en lugar de casarse con ella. Suspir de nuevo. Pero noculpaba a su padre. Su madre haba muerto haca alrededor de veinteaos, y l haba estado casi doce solo, salvo por alguna que otra amiguita,antes de fijarse en la atractiva viuda Diana Forest.

    La alta sociedad se haba quedado anonadada cuando el novenoconde de Wyndham se haba casado de repente con la pobretona viuda deun teniente de infantera. No slo era pobre, y ms joven que su nicohijo, sino que tambin aportaba al matrimonio una hija, Elizabeth, de doceaos.

    Pero el matrimonio haba funcionado, y Diana haba hecho feliz a supadre. Y mucho. Su padre la haba adorado, y tambin a Elizabeth, hastael punto de haber destinado una buena suma de dinero a su hijastra paraevitar que pudiera quedarse sin un centavo. Fue una lstima que murieraa los dos aos de casarse, haca tres, y que dejara a su hijo encargado delcuidado de su joven madrastra y de su hermanastra. Aunque Elizabeth nole causaba ningn problema. La joven, risuea y complaciente, lo adoraba,y Julian tena debilidad por ella. Por supuesto, tambin la tena por Dianacuando no le colmaba la paciencia.

    Como la experiencia le indicaba que Diana haba llegado por fin al

    tema crucial de su conversacin, se dirigi a ella como si tal cosa.Quieres que hable con alguien de la Guardia Montada sobre el tal

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    capitn Carver? dijo. Quiz puedan destinarlo a algn otro sitio. Porejemplo, a Calcuta?

    Podras hacer eso? se sorprendi Diana.S respondi Julian, con una sonrisa en su rostro de rasgos

    severos, muy atractivo de repente. Si eso te hace feliz.

    Bueno, no creo que Calcuta sea demasiado saludable para unhombre herido, verdad? coment ella, indecisa. Me sentira muy malsi le pasara alguna desgracia. No podras pedir a tus amigos de laGuardia Montada que se encargaran de tenerlo muy ocupado, demasiadoocupado para andar detrs de mi hija? Se detuvo, asaltada por unanueva preocupacin. Vaya, puede que no sea prudente. Supn que sedescubre que los mantienes separados. Puede que se sientan obligados acometer una insensatez solt con voz asustada. No creers queElizabeth aceptara fugarse para contraer matrimonio con l, verdad,Julian? Es tan inocente, tan dulce y acomodadiza que es imposible saberde qu sera capaz de convencerla ese hombre.

    Julian, al lmite de la paciencia, se levant. Tena que huir de all antesde cometer l mismo una insensatez.

    No te preocupes, Diana dijo con una reverencia. Me encargarde ello. Y aadi con irona: Como siempre.

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    Captulo 2Como era sbado y dudaba de encontrar a su amigo, el coronel

    Stanton, en la Guardia Montada, Julian pospuso la tarea de decidir eldestino del capitn Carver. El problema podra esperar hasta principios desemana. Pero Diana no estaba tan segura, y para anticiparse al histerismoincipiente que haba detectado en ella, esa tarde, antes de salir de la casapara dedicarse a sus cosas, escribi a Stanton para pedirle una reuninprivada el lunes por la tarde. No le preocupaba la situacin, y dudaba deque Elizabeth fuera a liarse la manta a la cabeza por un simple capitn,

    por ms apuesto que fuera. Elizabeth tena la cabeza muy bien puesta.Torci el gesto. A diferencia de su madre.Varias horas despus, cuando bajaba por la calle St. James en

    direccin a Boodles, decidi que su madrastra estaba loca. Lo estaba sicrea que volvera a casarse alguna vez slo para complacer a su familia.Frunci los labios. Su matrimonio con Catherine le haba enseado queeso era una locura!

    Catherine, una heredera, hija nica del duque de Bellamy, haba sidouna mujer muy hermosa. A su padre le haba satisfecho esa unin; Juliantena entonces veintinueve aos y, para desesperacin de su padre, nohaba mostrado el menor inters en casarse.

    Piensa en el ttulo lo haba exhortado lord Wyndham muchasveces. Cuando yo ya no est, y t te vayas de este mundo, quiero quesea tu hijo y no el de Daniel, a pesar de lo buen chico que es, quien tesuceda. Tienes que casarte, hijo, y darme nietos. Es tu obligacin. Supadre le haba guiado el ojo. Una obligacin muy agradable, por cierto.

    Cuando unos meses despus la atractiva lady Catherine se habacruzado en su camino, Julian haba pedido su mano para complacer a supadre. Su boda haba sido el evento social ms esperado de la temporadael ao 1795. Cuando su nueva esposa y l se marcharon del banquete,lord Wyndham se haba frotado las manos con regocijo al pensar en losnietos que, sin duda, iban a bendecir pronto la unin.

    Pero, como record Julian con tristeza, Catherine no tena demasiadosdeseos de tener hijos, y l averigu casi enseguida que, tras ese rostrohermoso, haba una nia malcriada y caprichosa. Antes de que hubierantranscurrido demasiados meses, ya se estaban atacando abiertamente, yantes de que llevaran casados un ao, rara vez se los vea juntos si no eraestrictamente necesario. Admita que ninguno de los dos haba sido feliz, yera probable que Catherine lo encontrara tan aburrido, inspido yexasperante como l a ella. Pero haban aguantado as unos cuantos aos,como muchas otras parejas en su situacin, y todava podran seguirjuntos si Catherine, embarazada y sin ningunas ganas de estarlo, no

    hubiera fallecido en un accidente de carruaje. Julian suspir al recordarlo.A pesar de que el matrimonio haba sido un error, no haba deseado

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    llegara a ocurrir nunca. Por qu iba a ocurrir? John slo tena veintidsaos y yo ni siquiera era mayor de edad; todava no haba cumplido losdieciocho. Quin iba a imaginrselo? Julian baj la mirada mientras suspensamientos lo llevaban lejos de all, y sigui hablando con gravedad:Quin iba a imaginarse que asesinaran a mi primo cuando su hijo apenas

    tena once aos? Quin que iba a convertirme realmente en el tutor deDaniel? Julian hizo una pausa y cerr con fuerza un puo, imponente.John me confi el cuidado de su hijo para que lo mantuviera a salvo prosigui; no slo de un calavera como su propio hermano, sino decualquier otro peligro que pudiera cruzarse en su camino. Y yo estaba tanocupado asegurndome de que su to Charles no corrompiera a Daniel queno logr protegerlo de gentuza como Tynedale termin con amargura.

    Daniel no estaba, bajo tu tutela cuando Tynedale lo desplum y sesuicid replic Talcott sin rodeos, y aadi con cierta impaciencia: Sque queras mucho al padre de Daniel, s que John era tu primo favorito ytambin s que su asesinato te dej destrozado. Pero nada de todo esofue culpa tuya! Ni el asesinato de John, ni el suicidio de Daniel. Por elamor de Dios, hombre! Si t ni siquiera estabas en Inglaterra cuandoTynedale lio al chico. Estabas haciendo de espa para Whitehall. Sujetcon fuerza el hombro de Julian. No tienes nada de que culparte. Olvdaloinsisti, y al ver que sus palabras parecan dejar indiferente a Julian,aadi en voz baja: Esta primavera lo venciste en duelo y le marcasteesa cara tan bonita. Y no olvides que dispones de los medios paraarruinarlo. No es eso venganza suficiente?

    Julian sonri de golpe, como un depredador ante una presa fcil.Qu amable por tu parte recordrmelo! Por un momento se me

    haba olvidado. Observ a Tynedale. Sospecho que, a estas alturas, yaha averiguado que soy el tenedor de todos sus pagars. Tiene que estarbastante desesperado, preguntndose cundo voy a exigirle su pago, ysabe muy bien que no voy a permitirle aplazarlo. Adopt una expresinpensativa. Haba pensado que me complacera verlo retorcerse un pocoantes de exigirle el pago, pero he cambiado de parecer. Maana ir averlo anunci con una sonrisa desagradable. Bueno, olvidmonos deTynedale por hoy. Me apetece un trago. Vamos?

    Nell tena por costumbre cenar temprano con sir Edward y pasar

    despus unas horas tranquilas dedicadas a la lectura en la biblioteca. Ensus ocasionales viajes a Londres, sola visitar libreras y museos. Nunca lehaban interesado demasiado los bailes, las veladas y esas cosas. Perocomo haba aceptado a regaadientes una invitacin a uno de los ltimosbailes de la temporada en casa de lord y lady Ellingson, esa noche nosigui su rutina.

    Los Ellingson eran viejos amigos de su padre; sa era una de lasrazones por las que haba accedido a asistir al baile. sa, y la insistenciade su padre, que la acompa feliz.

    Una vez que sir Edward vio que su hija se haba reunido con unas

    amigas, y lord Ellingson hubo hecho las veces de anfitrin, los doshombres se fueron a la sala de juego. Pasaron varias horas antes de que

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    sir Edward volviera al saln principal a buscar a Nell.Le llev un rato encontrarla; estaba escondida en un rincn tranquilo,

    conversando muy concentrada con un hombre rubio. Al reconocer a lordTynedale, frunci el ceo. Qu rayos estaba haciendo all ese hombre?Entonces record que Tynedale estaba emparentado con lady Ellingson.

    Lord Ellingson se haba quejado muchas veces en su presencia de tenerque invitar a ese sinvergenza slo para que su mujer pudiera tener unadeferencia con l. Ella lo adoraba. Como la mayora de las mujeres.

    Al ver su estupenda figura ataviada con una chaqueta ajustada decolor azul oscuro y unos pantalones negros, bien almidonados yrelucientes, sir Edward tuvo que admitir que su aspecto era inmejorable.Con el pelo rubio y rizado, y esos ojos azules de pestaas largusimas, eramuy apuesto. Sus rasgos eran aristocrticos, desde la nariz fina hasta lamandbula fuerte, tena una sonrisa encantadora y haca gala de unaestudiada elegancia. A pesar de los signos evidentes de libertinaje en surostro y de una cicatriz fina que le cruzaba una mejilla, no era extrao,dados todos sus encantos, que las mujeres se dejaran engaar por susmodales y hasta consideraran su cicatriz muy atractiva. Cuando estaba apunto de reunirse con su hija para alejar a un hombre al que calificabaclaramente de crpula, sir Edward record la conversacin que habatenido esa maana con ella y vacil. A Nell no iba a gustarle que hicieralas veces de padre indignado. Se dijo, adems, que su hija se bastaba solapara cantar le las cuarenta a Tynedale.

    Con el rabillo del ojo, Nell haba visto a su padre salir de la sala dejuego y haba sentido un alivio enorme. Tynedale haba sido irritantementeatento con ella desde su llegada haca un rato y no haba dejado de

    revolotear a su alrededor como una abeja alrededor de una flor. Lasatenciones de un hombre atractivo la impresionaban como a la que ms,pero era consciente de que lo que despertaba el inters de Tynedale erasu fortuna y no ella, as que haba intentado mantenerlo a distancia; perohaba sido en vano. Concluy que era muy burro, que estaba muydesesperado o que los insultos no hacan mella en l.

    Ah, ah est mi padre dijo, mirndolo a los ojos. Seguro que creeque ya es hora de que nos vayamos. Yo lo creo. Tengo ganas de irme adescansar.

    Tiene que irse? pregunt Tynedale con una mirada afectuosa.Me temo que la velada se volver anodina sin que su encantadora

    presencia la anime dijo con una expresin seductora en el atractivorostro.

    De veras? Nell le sonrea con dulzura. Cuando hay por lomenos dos herederas ms a la vista?

    Por qu cree que slo estoy interesado en su fortuna? se quejTynedale. Su mirada se haba vuelto dura. No se le ha ocurrido que,entre todas las fminas que hay en este saln, usted y solamente usted esla que me ha llamado la atencin?

    Oh, tiene toda la razn! Se dio unos golpecitos con un abanico deseda pintada en los labios. Cmo he podido pensar otra cosa? Qu

    tonta soy! Despus de todo, slo se sospecha que estoy medio loca y sesabe que estoy lisiada y que soy lo ms parecido que hay a una solterona.

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    Claro que tengo una fortuna bastante considerable dijo con airepensativo. Al ver su expresin, sonri burlona y aadi: Eso debe desituarme muy arriba en su lista de posibles esposas, por supuesto.

    No es el momento ni el lugar que yo hubiese elegido para abordarel tema murmur Tynedale con los puos cerrados y la cicatriz de la

    mejilla enrojecida por la rabia, pero podramos formar una buena pareja,usted y yo. No se puede negar que me ira bien su fortuna y a usted leira bien un marido. Puede que ahora mismo no tenga dnde caermemuerto, pero eso cambiara con su fortuna. Tynedale se inclin haciaella, impaciente. Debera plantearse la posibilidad; podra ser una uninventajosa para usted despus de todo. Recuerde que poseo un ttuloantiguo y valioso.

    No, gracias respondi Nell, ofendida y molesta. Como estaconversacin ya es impropia, le dejo con un comentario: prefiero que meconsideren un muermo a estar casada con usted.

    Se volvi para irse, pero Tynedale la sujet por el brazo y la oblig agirarse de nuevo hacia l.

    Lamentar estas palabras solt, inclinndose para acercar su caraa la de Nell y, a continuacin, vacil. Entindame: he recibido malasnoticias y estoy en un apuro, desesperado. Su voz adquiri un carizamenazador: Y los hombres desesperados adoptan medidasdesesperadas. Le advierto que no es buena idea jugar conmigo.

    Quteme la mano de encima exclam Nell, airada. Los ojos lebrillaban de indignacin. Mire, le dar un consejo: el lunes me voy deLondres. No s cundo volver a la ciudad pero, cuando lo haga, no se meacerque. No me apetece su compaa!

    Tynedale la solt con una sonrisa desagradable en la cara.Eso ya lo veremos. Hasta la vista dijo con una reverencia. Nell semarch sin dignarse a responder, con la falda de su vestido de colorcrema adornado con lentejuelas ondendose al moverse.

    Sir Edward la vio acercarse y achic los ojos al ver la expresin de suhija. Mir hacia donde estaba Tynedale.

    Debera retar a duelo a ese petimetre? pregunt tras sujetar elbrazo de Nell.

    Oh, no, Dios mo! No pienses ms en l exclam Nell, y despussonri con picarda. Te prometo que yo no lo har. Pellizccariosamente la mejilla de su padre. No te preocupes, pap. Te

    confieso que fue lo bastante descarado como para sugerir una unin entrenosotros; supongo que sus acreedores lo estn acosando. No dejes que tealtere. Te aseguro que le he parado los pies. No volver a molestarnos.

    As que te ha sugerido matrimonio. Y sin decirme nada a m? coment sir Edward, ofendido. Sinvergenza insolente! Cmo seatreve? Voy a decirle unas palabritas.

    Pap! Nell sujet el brazo de su padre. No lo hagas, te losuplico. Por favor, recuerda que no soy ninguna jovencita inocentedeslumbrada en su primer viaje a Londres. No necesito que nadie meayude a rechazar las atenciones de alguien tan despreciable como l. Te

    ruego que no perdamos ni un segundo ms de nuestro tiempo pensandoen ese hombre.

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    Su padre la examin atentamente y, satisfecho con lo que vio en elsemblante de su hija, asinti, y aparte de gruir un poco sobre el descarode ciertos individuos no dijo nada ms sobre el tema.

    Cuando sir Edward baj con su hija la escalinata de la residencia delos Ellingson para subir a su carruaje, estaba lloviendo. Nell haba visto los

    nubarrones a ltima hora de la tarde, pero haba esperado que sequedaran slo en una amenaza y que el viento se los llevara.

    Lleg empapada al automvil y, una vez en su interior, se cerr bienla capa de terciopelo e hizo una mueca al or cmo el agua golpeaba eltecho. Si la tormenta era violenta y no cesaba, el lunes, cuando semarcharan, las carreteras se encontraran en psimas condiciones.

    Un relmpago rasg el cielo negro. Se estremeci. Vaya por Dios.Seguramente el viaje a Meadowlea sera largo, hmedo, embarrado y, sinduda, angustioso.

    Unos momentos despus, Nell y sir Edward llegaban a casa y corranpara refugiarse de la lluvia. Tras dar las buenas noches a su padre, Nellsubi enseguida la escalera y se dirigi a sus aposentos para cambiarse yacostarse.

    Veinte minutos despus, cmodamente metida en la cama trashaberse quitado el traje de noche mojado y haberse puesto, encantada,un camisn de batista suave, se qued dormida al instante.

    Al principio no so nada, pero, despus, se fue sintiendo msincmoda, empez a respirar con dificultad y a notar que tena lasextremidades atrapadas. Gimi dormida y se retorci en la cama,

    intentando escapar de las ataduras invisibles que la inmovilizaban.Mientras intentaba despertarse, pens que estaba teniendo otra pesadilla.Y se trataba de una especialmente desagradable, que le produca una

    sensacin de agobio y de asfixia casi insoportable. Todava mediodormida, se esforz para huir de aquella negrura opresiva, pero se leenredaron las manos en la misma oscuridad envolvente de su sueo.

    Al notar que se deslizaba por la cama, abri los ojos de golpe ydescubri, horrorizada, que estaba realmente atrapada, cubierta por unatela pesada que la asfixiaba, y que la sacaban apresuradamente de lacama. Aterrada, se retorci y se agit, y se aferr con los dedos a la telaque la sepultaba.

    Estate quieta! susurr una voz que reconoci de inmediato.Tynedale! exclam. Est loco? Mi padre lo matar por esto

    Si no lo hago yo antes!Correr el riesgo dijo Tynedale tras soltar una risita nerviosa.

    Creo que, cuando seas mi mujer, tu padre cambiar de parecer.Pero yo no! jur, y se esforz ms por liberarse.Cuando Tynedale se la carg al hombro, la dej sin aire. Y, tras

    rodearle el trasero con un brazo, sali a toda velocidad de la habitacin.A Nell, totalmente despierta entonces, las ideas se le agolpaban en la

    cabeza. Tynedale slo poda haber entrado en la casa de una forma: por

    su balcn, cuya puerta de cristal no estaba cerrada con llave. Pero cmohaba sabido en qu habitacin dorma? Un escalofro le recorri la

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    espalda. Tena que haberla espiado, seguido a casa desde el baile de losEllingson. Habra supuesto que su padre no se acostara de inmediato,pero que lo ms probable era que ella s. Prcticamente le haba dicho quelo hara. Eso la enfureci. Lo nico que haba tenido que hacer eraobservar el piso superior y fijarse en qu habitacin se apagaban pronto

    las velas. Desgraciado! Y pens con tristeza la mala suerte que habatenido de que su habitacin fuera una de las pocas que tenan balcn. Sele cay el alma a los pies. Por los ruidos y por el movimiento, pareca quese la estaba llevando por el mismo sitio por donde haba entrado.

    Como saba que cada segundo contaba, consciente de que en cuantose hubiera alejado de la casa y de la proteccin de su padre todo estaraperdido, inspir hondo y grit.

    Tynedale, con los nervios de punta, se sobresalt al orla. Casi se caydel balcn sin dejar de maldecir.

    Hija de puta! Vuelve a hacer eso y te estrangulo la amenaz,iniciando el peligroso descenso.

    Nell cerr los ojos al notar, aterrada, que se balanceaba en el aire.Deba de haber utilizado una cuerda. La haba sujetado de algn modo albalcn para subir por ella. Y ahora la estaba bajando. Que Dios losayudara!

    Pensar que si se le caa a Tynedale o si a ste se le resbalaba lacuerda se estrellara contra la terraza de piedra inferior la asustaba tantoque se qued inmvil durante el descenso. En cuanto not que los pies desu raptor tocaban el suelo, volvi a gritar y empez a dar patadas y aretorcerse en su hombro.

    Te lo he advertido gru Tynedale.

    La dej de pie en el suelo. Acto seguido recibi un golpe en la cabezay todo se oscureci.

    Pero los gritos de Nell no haban pasado desapercibidos. Por encimadel ruido de la tormenta, Robert apenas oy el primero. Pero haba odoalgo y, a punto de entrar en la casa, se detuvo en la puerta a escuchar.Justo cuando acababa de decidir que estaba imaginando cosas, le llegotro tenue sonido. El viento, la lluvia y el eco lo haban distorsionado, peroestaba convencido de haber odo algo. Un gato? El aullido de un perro?

    Entr en la casa con el ceo fruncido. Sir Edward estaba recorriendo

    el vestbulo de mrmol blanco y negro y le sonri.Ha comprado Drew el caballo? pregunt con una ceja arqueada.Ha estado a punto rio Robert, pero Henry y yo lo hemos

    convencido de que no sera prudente. Volvi a fruncir el ceo. Hasodo algo raro esta noche? dijo a su padre.

    Raro? No. Slo los crujidos y los chirridos acostumbrados de unatormenta. Por qu?

    Me ha parecido or algo Se encogi de hombros. Seguro queno ser nada, pero creo que echar un vistazo antes de irme a la cama.

    Unos minutos despus, como no haba visto que pasara nada, Robert

    llamaba a la puerta de Nell sintindose bastante tonto. No lo alarm queno respondiera; sir Edward haba mencionado que se haba acostado nada

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    ms llegar a casa. Estara, sin duda, dormida. Sonri porque Nell dormacomo un tronco incluso cuando haba tormenta, y nada, salvo un rayo quecayera junto a su cama, la sacara de su sueo. Su sonrisa se desvaneci:un rayo o una de aquellas dichosas pesadillas.

    Se qued all, sin saber si molestarla, pero la intuicin lo incit a

    llamar de nuevo y, al no obtener respuesta, abri la puerta y entr. Cruzla antesala con una vela en la mano y se asom a la alcoba, dondedistingui el contorno de la cama y del resto del mobiliario gracias a la luzdel fuego que danzaba en la chimenea. Un relmpago hizo que dirigieralos ojos a la puerta doble.

    Y vio dos cosas: la cama de Nell se encontraba vaca, y las puertas decristal de su balcn estaban abiertas de par en par. La llam por sunombre mientras, con tres zancadas, recorra el espacio que lo se parabadel balcn. No haba nadie. Slo la tormenta bramaba en respuesta a losgritos casi frenticos con que llamaba a su hermana.

    Tuvo una sensacin terrible al recordar las noches en que Nell habadespertado a toda la casa con los alaridos que le provocaban laspesadillas que la asediaban. Habra salido al balcn, dominada por Diossaba qu espantos, y se habra cado? A oscuras, bajo la lluvia, con elcorazn en un puo, se oblig a asomarse por encima de la barandillapara echar un vistazo abajo. Cuando la llama parpadeante de su vela lemostr que el cuerpo de Nell no yaca en la terraza de piedra inferior,sinti un alivio enorme.

    Pero el alivio le dur poco. Si Nell no estaba en la cama, dndeestaba entonces? Una bsqueda rpida en sus aposentos no sirvi paraencontrarla. La llam una y otra vez, con creciente nerviosismo, pero slo

    oa el ruido de la tormenta. Corri a la planta baja con una gran inquietud,y encontr a su padre sirvindose una copa de coac en la biblioteca.Ests seguro de que Nell se ha acostado? le pregunt.Eso dijo respondi sir Edward, sorprendido por el inters de

    Robert por el paradero de su hermana. Has entrado en su alcoba?S, y no est. No la encuentro por ninguna parte. La he buscado.

    Robert se mordi el labio. Las puertas de su balcn estn abiertas de paren par.

    Sir Edward dej la copa, alarmado, y pas junto a su hijo. Se dirigientonces a los aposentos de Nell con Robert pisndole los talones.

    El viento y la lluvia entraban por el balcn, que Robert, debido a su

    ansiedad, haba dejado abierto. Sin hacer el menor caso de eso, los doshombres encendieron deprisa unas cuantas velas.

    La habitacin de Nell qued completamente iluminada y, a esa luz,ambos vieron asustados las huellas de barro que unas botas habandejado en la alfombra crema y rosa que cubra el suelo. Unas huellas debarro que iban del balcn a la cama, y regresaban al balcn.

    Lo saba! Saba que no tena buenas intenciones. Ha sido esemalnacido de Tynedale! solt sir Edward con una mezcla de horror y derabia en la cara. La ha raptado! Y lo ms seguro es que en estemomento la est llevando a Gretna Green para casarse con ella. Tenemos

    que detenerlos.Espera! dijo Robert cuando sir Edward se dispona a salir

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    corriendo de la habitacin. S que parece sospechoso, pero cmosabes que Tynedale se ha llevado a Nell? Estoy de acuerdo en que pareceque alguien se la ha llevado, pero antes tenemos que registrar a fondo lacasa. Quedaremos como unos imbciles rematados si todo esto tiene unaexplicacin sencilla.

    T despierta a los criados y pdeles que la busquen le espet sirEdward, que mir a su hijo como si hubiera perdido la razn. Yo llamarel carruaje y enviar una nota a los gemelos; puede que necesitemos suayuda. No hay tiempo que perder.

    Drew y Henry llegaron poco despus, ansiosos y llenos de curiosidad.Tras or sus temores, ambos, indignados y sedientos de la sangre deTynedale, estaban impacientes por salir en su busca. El registro de la casatermin y, aparte de un pedacito de delicada tela enganchado en unarbusto prximo a la casa, no haba ni rastro de Nell.

    Pocos instantes despus de encontrar el pedacito de tela, sir Edwardy Robert recorran las calles de Londres en el carruaje familiar. Drew yHenry, envueltos en sobretodos, con la cabeza agachada bajo la lluvia,haban decidido ir a caballo, y sus monturas chapoteaban junto alvehculo.

    Hasta que el coche sali de Londres, sir Edward y Robert estuvieronsentados con una expresin seria y los labios fruncidos, sin ganas dehablar. Cuando por fin dejaron la ciudad tras de s, sir Edward dio unosgolpecitos en el techo y se asom por la ventana.

    Hostguelos! grit al cochero.

    Este restall el ltigo y los caballos salieron disparados hacia delante.El vehculo, escoltado por los gemelos, iba dando bandazos en laoscuridad de la noche, iluminada de vez en cuando por la luz plateada delos relmpagos.

    Tynedale no tena nada tan lujoso como un carruaje; lo haba vendidounas semanas antes para pagar sus deudas ms urgentes. Conduca sucarrocn e, incluso con la capota puesta, Nell y l tenan que soportar lalluvia mientras azuzaba los dos caballos alquilados. No crea que nadiehubiera odo los gritos de Nell, pero no iba a correr ningn riesgo. Adems,

    tena que esconderla antes de que se hiciera de da. Desde el principiohaba sabido que Gretna Green, en la frontera escocesa, no era una opcinporque sera el primer sitio donde la buscara su familia. Sonri feliz. Habaotras formas de precipitar una boda Estaba convencido de que, cuandola hubiera comprometido, su matrimonio se celebrara de inmediato. Slotena que seguir con ella las siguientes veinticuatro horas y se habransolucionado todos sus problemas.

    Mir a Nell, sentada a su lado. Vio que se mantena rgida mientras sesujetaba con una mano a la correa de cuero para no perder el equilibrio,sin apartar los ojos de los caballos al galope que tena delante. Envuelta

    de pies a cabeza en la capa de Tynedale, era poco probable que nadie, dehaber alguien lo bastante loco como para salir en una noche como sa, la

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    reconociera. Aunque la oscuridad los hubiera protegido de todos modos, latormenta haba sido un golpe de suerte.

    Hubiese preferido planear mejor el rapto y no haber elegido uncarrocn para escapar, desde luego, pero al enterarse de que Nell iba airse de Londres el lunes no haba tenido tiempo para organizar otra cosa.

    Enterarse de eso y saber que Wyndham haba comprado todos suspagars. El muy cabrn! No le bastaba con haberlo vencido ese mismoao en un duelo y haberlo marcado para toda la vida? No era culpa suyaque el muchacho que estaba bajo la tutela de Wyndham hubiese sido dbile incapaz de afrontar la prdida de su fortuna. Su lema era juega opaga, y si el muchacho no poda soportarlo, no debera haber jugadoTynedale sonri. Sobre todo porque los dados estaban cargados. Era unalstima que hubiera pasado aquello, y tena que admitir que de habersabido que el muchacho iba a hacer algo tan drstico y definitivo podrano haberlo arruinado por completo. Pero sus necesidades estaban antes, yhaba necesitado la fortuna de Weston para salir adelante.

    Tendra que haber seguido mi primer impulso y, una vez tuve lafortuna de Weston en mis manos, haber arreglado mis asuntos, se dijocon tristeza. Suspir al pensar en la oportunidad perdida. Pero quien nacejugador muere jugador, y en aquel momento estaba convencido de quepor fin le haba cambiado la suerte. Con el respaldo de la fortuna quehaba conseguido con malas artes, estaba seguro de que podra recuperartodas sus prdidas anteriores. Si una fortuna era agradable, dos todava loseran ms. Con esa idea en mente, haba seguido jugando y frecuentandoprostitutas sin moderacin. Hasta que, haca unos meses, no se habaencontrado de nuevo al borde de la ruina, no haba empezado a buscar

    una forma de resolver sus dificultades. El matrimonio con una herederapareca la nica salida.Mir de nuevo el rostro decidido de Nell. S. El matrimonio con una

    heredera era la solucin ms sencilla. Y Eleanor Anslowe le vena bien.Haba visto mundo y, como haba alcanzado la mayora de edad, podadisponer de su fortuna, que pasara a pertenecerle a l cuando sehubieran casado. Sir Edward podra resoplar y clamar en contra, pero nopodra hacer nada. Cuando Nell estuviera casada con l, se habranacabado todas sus preocupaciones.

    Nell contemplaba la oscuridad de la noche y su valor disminua concada kilmetro que se alejaban de Londres. Estaba agotada. El miedo le

    estaba pasando factura, y la pierna le dola de un modo insoportable. Perono estaba derrotada. No iba a facilitarle las cosas a Tynedale. Tena unaidea bastante clara de lo que haba planeado y, con gran desazn, sabaque no podra impedir que la violara. Se jur a s misma que no se casaracon l, aunque consiguiera llevar a cabo sus malvados planes y tuvieraque vivir avergonzada y escondida lo que le quedara de vida. Inspirhondo. Huira de l. De algn modo.

    Como no era probable que hubieran odo sus gritos ni quedescubrieran su ausencia hasta la maana, su huida tendra que ser cosasuya. Examin el paisaje empapado de lluvia que los relmpagos

    iluminaban. No saba cunto se haban alejado de Londres y, en cualquiercaso, todo tena un aspecto distinto a oscuras. Dud de que Tynedale

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    fuera a detenerse pronto, pero decidi que, cuando por fin lo hiciera, serael mejor momento para intentar escapar. Y si haba ms gente por losalrededores, mucho mejor. No era nada reacia a dar a conocer la maldadde aquel individuo.

    La oportunidad de huir se le present antes de lo que esperaba. Un

    rayo cruz el cielo y cay delante de los caballos, a menos de veintemetros de distancia. El suelo se estremeci y el carrocn se bambole.Tras el rayo gigantesco, un trueno reson como si el mundo se acabara enese instante. Los caballos relincharon, se encabritaron y se rebelaroncontra el tirn de riendas nervioso de Tynedale. Uno de los animalesresbal en el barro de la carretera y se enred con los tirantes delvehculo. El otro no dejaba de encabritarse ni de intentar escapar.Tynedale no pudo dominarlos y el carrocn se desplaz hacia la cuneta.Cuando cay en ella dando tumbos, un caballo se solt y sali disparado algalope hacia la oscuridad.

    En el accidente, Nell estuvo a punto de salir despedida del carrocn,pero logr permanecer dentro del vehculo. Tynedale no tuvo tanta suerte.La sacudida y la cada del coche lo lanzaron a la cuneta.

    Se puso de pie sin dejar de maldecir. Se sujet el hombro con unamano y revis los desperfectos. En medio de una de las peores tormentasque haba visto en su vida, haba perdido un caballo, su vehculo estabaatascado en una cuneta embarrada y, si no se equivocaba, se habafracturado la clavcula. La noche no poda empeorar demasiado.

    Pero s que poda. Nell no dud ni un instante. En cuanto el carrocnse detuvo, sali como pudo de l sin prestar atencin al dolor de su piernay corri hacia la proteccin que le ofrecan los rboles que flanqueaban

    ese lado de la carretera. Oy los gritos de Tynedale tras ella, pero eso slodio alas a sus pies.Los rboles la envolvan y agradeci fervientemente que fuera de

    noche y hubiera tormenta. Sigui adelante sin hacer caso de las ramasque la azotaban ni del barro que se le pegaba a los pies, y se adentr cadavez ms en el bosque que la ocultaba. Con la capa de Tynedale le costabaavanzar, pero no se atreva a deshacerse de ella porque su camisnblanco la delatara en caso de que l la siguiera. Se detuvo una vez yescuch atentamente, pero aparte del rugido furioso de la tormenta, nooy nada salvo el latido frentico de su corazn y su respiracin jadeante.De repente sonri. No tena la menor idea de dnde estaba; tena fro y

    estaba empapada y asustada, pero, gracias a Dios, se haba escapado del.

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    Captulo 3Nell estuvo unos instantes bajo las ramas de un roble recobrando el

    aliento y decidiendo su siguiente paso. La violencia de la tormenta nohaba disminuido, y era consciente del peligro de quedarse bajo el objetoms alto de la zona.

    Se tap la cabeza con la capa para protegerse de la lluvia torrencial,dej su cobijo y empez la ardua tarea de encontrar la salida del bosque.No era fcil; se cay de rodillas muchas veces porque resbalaba con lasramas y los arbustos que pisaba con los pies descalzos. El agua, los rayos

    y los truenos no la ayudaban demasiado. Ni tampoco la completaoscuridad nocturna y el viento que ululaba en las copas de los rboles.El tiempo pareca haberse detenido, y Nell se desorient por

    completo. De vez en cuando, avanzando a ciegas, tuvo la espantosasensacin de que andaba en crculos y tema encontrarse de cara conTynedale. La euforia inicial por haber logrado librarse de l se habadesvanecido haca mucho. Con el paso de los minutos estaba msempapada y exhausta, todo le dola y empezaba a arrastrar los pies. Casideseaba tropezarse con l. Casi.

    Se oy un trueno y, un segundo despus, un relmpago rasg laoscuridad justo delante de ella. Cay tan cerca que lanz a Nell al suelo.

    Varios minutos despus, aturdida y temblorosa, pero ilesa, se levant condificultad. Y lo ms importante era que, gracias a ese destello cegado susincrdulos ojos haban visto una casita o una choza unos cuantos metrosms adelante.

    Con esperanzas renovadas, corri a trompicones hacia la promesa deun refugio. Otro relmpago le confirm que no se haba equivocado, yjadeante, se abri paso como pudo hacia el pequeo edificio que estabaen el claro, muy cerca de los rboles.

    Era, efectivamente, una casita, y sinti un alivio inmenso. Estaba asalvo! Iba a conseguir ayuda. Pero entonces se percat, consternada, deque no haba ningn parpadeo de velas en las diminutas ventanas niningn otro indicio de que estuviera habitada. Contuvo un sollozo y seapoy en la jamba de madera, decepcionada al comprobar que la casaestaba abandonada y desierta.

    Pero, por lo menos, le ofreca cobijo. Con las pocas fuerzas que lequedaban, empuj la puerta. sta cedi sin dificultad, y otro relmpagorevel que dentro de la casa no haba nada aparte de una mesa, tres ocuatro sillas destartaladas y un jergn contra la pared.

    A pesar de la suciedad del suelo, de las hojas, las ramas y losdesperdicios que haban dejado sus anteriores habitantes, el interior lepareci un palacio, y entr para guarecerse de la tormenta. Una vez

    dentro, aprovech los relmpagos para explorarlo con pasos vacilantes.La casa era pequea, de slo dos habitaciones, la primera en la que

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    acababa de entrar y otra. En una burda chimenea de piedra todavaquedaban unos haces de lea, pero no le servan de nada por que no tenaforma de encender un fuego.

    Una vez termin la inspeccin, se acerc a una de las sucias ventanasy mir fuera. A travs de la lluvia, vislumbr, gracias a la luz de los

    relmpagos, un tramo de carretera ancha y embarrada, y su puso quehaba ido a parar a la casita abandonada de un puesto de peaje. En su da,los viajeros tenan que pagar peaje por recorrer esa carretera, pero ya no,desde haca tiempo, a juzgar por el estado de la casa.

    En aquel momento, nada de aquello importaba a Nell, quesimplemente agradeca haberse librado de la tormenta y de Tynedale.Maltrecha y exhausta, demasiado cansada para pensar qu hara unsegundo despus, se arrebuj en la capa mojada y se acomod concuidado en el jergn.

    Se sent con la espalda apoyada en la pared y las piernas dobladasbajo el cuerpo y vio cmo los relmpagos rasgaban la oscuridad ydeslumbraban el paisaje con su luz. Tiritaba de fro, le dolan los pies,magullados y lastimados, y no poda con su alma. Pens, soolienta, quepor lo menos la tormenta estaba remitiendo: los truenos eran un gruidolejano y los relmpagos ya no caan tan aterradoramente cerca.

    Dio un bostezo descomunal y parpade de sueo. Tynedale seguasiendo un peligro para ella, pero estaba derrotada. Ya no poda correr msy era posible, realmente probable, que lo hubiera despistado. Torci elgesto. Claro que tambin era posible que la carretera que haba delantede la casita fuera la principal, la que conduca al norte, la que Tynedalehaba tomado al salir de Londres, y que en cualquier momento entrara por

    la puerta. Bostez otra vez. Le daba igual. Haba corrido mucho y ya nopoda ms. Se le cay la cabeza y, un segundo despus, la sigui el restodel cuerpo. Se qued dormida en el jergn, con el cuerpo menudo ocultobajo la capa.

    Julian fustig el caballo maldiciendo la tormenta, a su madrastra y,muy especialmente, a su hermanastra. Lo que haba ocurrido era de loms molesto y desconsiderado! Todava no acababa de creerse queestuviera en la oscuridad, lejos de Londres, de madrugada, cabalgandobajo una de las tormentas ms fuertes que haba visto en muchos aos.

    Maldita Elizabeth! Si iba a fugarse para casarse con Carver, no podrahaber elegido un da que no hiciera tan mal tiempo?

    El viento le atravesaba el sobretodo y la lluvia le caa encima. Losrayos y los truenos asustaban al caballo, que avanzaba a trompicones porla carretera. No culpaba al animal, l tambin lo estaba pasando mal. Yestaba empapado. Y cansado. Los rayos que iluminaban el cielo oscuro nogustaban demasiado al semental bayo, que resoplaba y se encabritabacada vez que caa uno. Era un viaje absolutamente desagradable.

    Julian pens con amargura que a esa hora tendra que haber estadoen casa, calentito y dormido en su cama, y lo habra estado si Diana no se

    hubiera abalanzado sobre l en cuanto haba regresado a casa. Mientrasintentaba zafarse de ella, se haba dado cuenta de que su espacioso

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    vestbulo estaba lleno de gente. Al cruzar su mirada con la de Dibble, elmayordomo, ste haba aspirado por la nariz y haba manifestado que nosaba nada del asunto. La doncella de Elizabeth haba dejado de repentede retorcerse las manos y haba gemido que ella slo estaba cumpliendolas rdenes de la seorita Elizabeth al no entregar antes su nota a lady

    Wyndham. Aferrada a l, Diana le haba plantado la nota, hmeda delgrimas, bajo las narices, dicindole entre sollozos que tena que salvar asu nia. De inmediato.

    Sin prestar atencin a la nota que Diana insista en darle, Julian se laapart de la cara y sujet el brazo de su madrastra, se la llev al saln y lepidi que le contara lo sucedido. Al parecer, la seorita Forest,acompaada de lady Milliard, la ta abuela de Julian, todava no habavuelto del baile que se celebraba en la residencia de los Ellingson. No eratarde, y lady Wyndham, que haba asistido a un acto social, haca pocorato que haba vuelto a casa. No le haba alarmado la ausencia deElizabeth hasta que la doncella de sta le haba entregado, haca apenasdiez minutos, una nota en la que su hija le anunciaba que se fugaba con elcapitn Carver.

    Julian era reacio a salir en su busca. En el trayecto a casa en la sillade manos que haba pedido al salir de Boodles haba visto que seavecinaba una tormenta violenta. Y si Elizabeth era lo bastante tontacomo para arruinar su futuro con Carver, all ella. Pero, al final, el llanto ylas splicas de Diana haban podido ms que su sentido comn y lo habanconvencido de que su deber era impedir esa unin tan imprudente.

    Orden refunfuando que le prepararan el caballo y se cambi deropa. En cuestin de minutos, con un sombrero de ala ancha calado sobre

    la frente y envuelto en un sobretodo muy grueso, cabalgaba como almaque lleva el diablo para salir de Londres. Mientras avanzabaobstinadamente en medio de unas condiciones meteorolgicas queparecan empeadas en convertir su trayecto en una pesadilla, no tenapensamientos demasiado amables hacia su hermanastra. De hecho, tenaganas de darle un buen bofetn a Elizabeth y de estrangular al jovenCarver si los atrapaba.

    La tormenta sigui empeorando y se plante buscar refugio hasta quehubiera pasado lo peor, pero si quera alcanzar a Elizabeth y a su galn,tena que apresurarse. El tiempo y el estado de la carretera, que poco apoco se estaba convirtiendo en un lodazal resbaladizo, eran muy adversos,

    y Julian maldijo otra vez haber tenido que salir en una noche como sa. Sunico consuelo era saber que Carver y Elizabeth estaban tambin por ahfuera, y esperaba que lo estuvieran pasando tan mal como l.

    Esboz una sonrisa forzada cuando se le ocurri que aquella tareaingrata era el final apropiado para un da que se haba torcido en cuantohaba visto a Tynedale en Boodles. Haba pasado un rato bastanteagradable, s, pero incluso cuando estaba ms relajado haba tenido aTynedale y la muerte absurda de su sobrino en la cabeza. Faltaba pocoms de un mes para que se cumpliera un ao del suicidio de Daniel, ysospechaba que podra afrontarlo con mucha ms serenidad si haba

    llevado a Tynedale ante los tribunales.Pero antes de sellar el destino de Tynedale tena que atrapar a su

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    hermanastra y rescatarla, tanto si ella lo deseaba como si no, del apuestocapitn Carver.

    Al distinguir un vehculo tumbado al borde de la carretera, se leaceler el pulso. Estara la suerte de su parte? Habra desbarata do losplanes de los enamorados la tormenta?

    Detuvo el caballo y observ el carrocn, indignado. Slo un idiota, yperdidamente enamorado adems, habra elegido un vehculo as parafugarse con su amada, y en una noche como sa. Analiz la escena a laluz de los relmpagos. El par de caballos que haban tirado del carruaje yano estaban, ni tampoco los ocupantes del vehculo.

    Cuando la luz incandescente de un rayo ilumin de nuevo el cielo,ech un vistazo a la carretera y sonri. Ahora podra atraparlos.Conociendo a Elizabeth, le pareci improbable que le apeteciera cabalgarbajo una tormenta tan violenta. Seguramente se habran refugiado en lacasa o en la taberna ms cercana. Y concluy que sa era la primeradecisin razonable que habran tomado esa noche.

    El tramo de carretera que estaba recorriendo estaba desierto, ydespus de cabalgar unos cuantos kilmetros ms, empez a perder laconfianza. No crea que le hubiera pasado desapercibida ninguna morada,pero con la oscuridad y la lluvia era posible.

    Un relmpago cegador provoc que su caballo relinchara y seencabritara. El semental, nervioso, perdi el equilibrio en el sueloresbaladizo de la carretera y, a pesar de los intentos de Julian porcontrolarlo, cay hacia atrs con su jinete.

    Instintivamente, Julian sac los pies de los estribos y se ech hacia laderecha. No quera que el animal lo aplastara. Ambos se dieron un buen

    golpe, y Julian hizo un gesto de dolor al chocar con el hombro contra elsuelo enfangado. Ambos se levantaron con dificultad y Julian se abalanzhacia las riendas que colgaban del cuello del caballo sin tener en cuentasu brazo lastimado. El semental se asust, dio media vuelta, y Julianobserv, consternado y furioso, cmo desapareca en la oscuridad.

    Maldijo su suerte mientras se sacuda el sombrero destrozado en lospantalones de cuero. Por Dios! Slo le faltaba eso!

    Se olvid por completo de Elizabeth. Encontrar cobijo y comprobar lagravedad del dao que se haba hecho en el hombro haban pasado a sersus prioridades. Como los ltimos lugares habitados por los que habapasado quedaban kilmetros atrs, no tena sentido seguir al caballo.

    Resignado a una caminata espantosa, parti en direccin contraria a laque haba tomado su montura al huir.

    Cuando antes haba credo que su situacin era deprimente, no habaimaginado lo mucho ms deprimente que poda llegar a ser, pero pronto loaverigu. El barro se le pegaba a las botas, el viento lo azotaba sin piedady la lluvia caa sin cesar. Eso sin contar con que poda partirlo un rayo ocaerle un rbol encima. De hecho, despus de haber avanzadopenosamente tres kilmetros desde donde se haba separado de sucaballo, casi lo deseaba.

    Haba empezado a plantearse buscar refugio en el bosque cuando se

    dio cuenta de que reconoca la zona, en particular un roble nudoso, mediomuerto, que haba junto a la carretera. Si no se equivocaba, un poco ms

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    adelante estaba la casita abandonada de un antiguo puesto de peaje.Agach la cabeza para enfrentarse al viento y sigui avanzando.Finalmente, tras doblar una curva, su perseverancia se vio recompensada;a travs de la lluvia divis la construccin que buscaba.

    Corri los ltimos metros hasta la puerta, la empuj y entr en la

    casita oscura que ola a cerrado. Estaba extasiado. Daba igual que fuerapoco ms que una casucha: lo que importaba era que haba dejado deestar a merced de los elementos. Cerr la puerta y dej fuera la tormentay su violencia.

    Se abri camino cuidadosamente por la habitacin desordenada a laluz brillante de los relmpagos del exterior, con la mano se hizo con unade las sillas y se sent delante de la chimenea fra. Estuvo as variosminutos dejando que lo invadiera el silencio de la casita despus de lafuerza incontrolable de la tempestad.

    Helado y tiritando, se oblig a moverse. Ante todo tena que encenderun fuego. Los haces de lea eran viejos y estaban secos, y como llevaba lacaja de yesca en un bolsillo del sobretodo, adems de un par de pistolas,poco despus haba conseguido que una pequea hoguera parpadeara enla chimenea manchada de holln. La lea no durara demasiado, as quesacrific sin piedad una de las sillas para mantener el fuego encendido.

    Dado que ya haba satisfecho su necesidad ms inmediata, ech unvistazo general a la habitacin; observ el jergn y los andrajos revueltosque haba encima, por si tena que utilizarlos ms adelante. El junco deljergn le servira para que el fuego no se apagara, y tambin la mesa y lassillas; desde luego, no tenan ninguna otra utilidad.

    Se quit el sobretodo empapado y us una silla para dejar la pesada

    prenda junto al fuego. Apoyndose en la mesa, se quit las botas y loscalcetines, consciente de que estaban echados a perder. Se encogi dehombros y busc el cuchillo que llevaba escondido en la bota derecha.Llevaba cuchillo desde que en un recado en el continente para el duque deRoxbury haba estado a punto de perder la vida. Lo localiz y se lo metidespreocupadamente bajo la cinturilla del pantaln. Dej las botas, con loscalcetines encima, cerca de la silla del sobretodo. Sentado en otra, estirlas piernas hacia el fuego y movi los dedos de los pies desnudos con unplacer sibarita mientras el calor de las llamas se los calentaba.

    Se mir el hombro y le alegr ver que lo que se haba hecho al caerno era grave y se curara solo. Suspir satisfecho mientras se quitaba la

    chalina del cuello. Despus, la lanz sobre la mesa y se desabrochdistradamente la camisa de lino.

    Ahora me vendran bien un pastel de cordero, una botella de oportoy una moza servicial, pens medio dormido, y sonri. Se le inclin lacabeza hacia delante y el sueo lo venci.

    El padre y los hermanos de Nell no podan dormir tan fcilmente.Haban salido de Londres y llegado al carrocn accidentado antes queJulian. Despus de inspeccionar superficialmente el vehculo abandonado,

    haban seguido adelante. Nada les permita comprobar que el carrocnperteneciera a Tynedale; poda ser de algn otro desventurado. Pero, por

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    si se era de hecho el vehculo utilizado para llevarse a Nell, siguieronadelante bajo la lluvia torrencial intentando detectar a cualquiera quefuera a pie. Pasaron ante la casita abandonada del antiguo puesto depeaje, pero como no haba nada que delatara su presencia, la oscuridad yel aguacero les impidi verla.

    Sir Edward y sus hijos viajaban deprisa con una mezcla de ansiedad yde rabia en el corazn. La mxima prioridad de sir Edward era que su hijavolviera a casa sana y salva; la de sus hijos era de un cariz ms agresivo.Cuando finalmente alcanzaran a Tynedale, y no haba duda de queacabaran hacindolo, ste tendra suerte si viva para contarlo.

    Se paraban el tiempo suficiente en cada posada o taberna, e inclusoen las pocas casas prximas a la carretera que encontraban, paraconvencerse de que Tynedale no haba buscado refugio en ellas. Con elpaso de las horas, se fueron cansando y desanimando, y los gemelosempezaron a perder la confianza. Como haban optado por hacer eltrayecto a caballo, haban sufrido ms las inclemencias del tiempo infernalque haca esa noche, y cuando, llegada la madrugada, vieron unadesvencijada taberna a su derecha, decidieron detenerse en ella.

    La taberna estaba algo apartada de la carretera, casi oculta tras unbosquecillo espeso; de no ser por la parpadeante luz amarilla que procedade una de las ventanas, habran pasado de largo. Haba unos cuantoscaballos huesudos atados al amarradero, con el lomo encorvado bajo lalluvia.

    Tras dejar sus monturas al cuidado del cochero de la familia y al mozode cuadra mugriento que haba salido a trompicones de la taberna alorlos llegar, los cuatro hombres entraron en el edificio. La taberna no

    tena aspecto de servir a la aristocracia, pero estaban demasiadodesanimados y agotados para que les importara que la frecuentaransalteadores de caminos y gente por el estilo ms que caballeros comoellos. Lo nico que queran era entrar en calor junto al fuego y tomar unponche caliente y quizs algo de comer.

    La llegada de cuatro caballeros caus revuelo. Tras mirarlosdisimuladamente, unos cuantos parroquianos se marcharon por la puertade atrs. Los dems observaron a los aristcratas con curiosidad.

    Sir Edward haba empezado a quitarse el sobretodo cuando detect alhombre sentado a una mesa de roble cerca del fuego.

    Tynedale! bram, y cruz a zancadas la habitacin. Llevaba a sus

    tres hijos, que haban visto a su presa a la vez, pisndole los talones conuna expresin asesina en la cara.

    Al or su nombre, Tynedale dej de contemplar ensimismado la jarraque tena delante y alz los ojos. Palideci y se levant de un salto. Busccon la mirada una va de escape, pero no haba ninguna, ya que losAnslowe lo haban acorralado en el oscuro rincn que ocupaba. Los demsparroquianos observaban la escena con inters, pero ninguno de ellos hizoademn de intervenir.

    Dnde est? pregunt Robert, con el rostro contrado por la rabiamientras sujetaba a Tynedale por el cuello y lo zarandeaba como un perro

    hara con una rata. Hable! Si quiere vivir un segundo ms, dganos quha hecho con ella.

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    comentar la situacin. Como no saban qu hacer a continuacin,decidieron que sir Edward y Robert volvieran a Londres, pendientes deencontrar pistas de Nell por el camino. Estuvieron de acuerdo en nodescartar a Tynedale como sospechoso de haber raptado a Nell. Debido aeso y a la imposibilidad de poder pasar desapercibidos con el carruaje,

    Drew y Henry fingiran irse con ellos, pero se quedaran cerca y vigilaran yseguiran a Tynedale. Era posible que hubiera escondido a Nell en algnsitio cercano. Y si lo haba hecho

    El dolor de la pierna despert a Nell. Al incorporarse vio que la luz dela maana se colaba en la casita. Haca fro, sin embargo, y el cielo estabanublado, y cuando mir por la ventana se percat de que el da sera gris.

    Haba pasado lo peor de la tormenta; todava llova sin parar, pero noera la lluvia torrencial de la noche anterior. Y Tynedale no la habaencontrado. Con la espalda apoyada de nuevo en la pared, se desperez yse frot los ojos, todava desorientada despus de lo acaecido la nocheanterior.

    La habitacin estaba ms caldeada, y Nell se despoj de la capa deTynedale y la dej aun lado. Se mir el camisn e hizo una mueca. A pesarde la proteccin de la capa, estaba desgarrado, salpicado de barro y asaber qu otras porqueras.

    Oy un ruido: un ronquido? Una tos? Eso la alert de que no estabasola. Se levant insegura, con el corazn a punto de estallarle en el pecho.Vio el sobretodo y las botas un segundo antes de observar la cabezamorena del hombre que dorma en una silla delante del fuego medio

    apagado.Solt un grito ahogado y retrocedi, aterrada. Lo de Tynedale habasido terrible, pero estar a merced de un desconocido, puede que unbandido, un asesino o un salteador de caminos, era mucho peor. Tynedale,por lo menos, no la asustaba. No de veras.

    Haba sido un grito muy bajo, pero haba bastado, y con unmovimiento gil el hombre de pelo negro se levant de un salto y se volvihacia ella con un cuchillo reluciente en la mano.

    Nell abri unos ojos como platos mientras el despeinado pelo leonadole caa precioso sobre sus finos hombros. Se qued mirando, impotente, alhombre alto que se enfrentaba a ella, pensando que no haba visto nunca

    una cara tan sombra y peligrosa. Tena el ceo fruncido y unoscentelleantes ojos verdes; iba despeinado, y el pelo negro, enmaraado, lecubra la frente ancha. Al mirarlo, la palabra peligroso le acudi denuevo a la mente.

    No lo habra llamado apuesto, pero esos rasgos cincelados tenan algoque le hicieron pensar que, en otras circunstancias, podra haberloencontrado atractivo. La nariz recta y altiva era, desde luego, atractiva, ylos ojos color jade, de prpados cados y con las pestaas espesas, eranfascinantes. Tena la boca ancha y bien formada, con el labio superiordelgado y el inferior carnoso. Al verla, sus labios perdieron su expresin

    adusta y esbozaron una sonrisa. Una sonrisa muy, pero que muy atractiva.Perdneme dijo con una voz muy refinada para un hombre de

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    aspecto tan rudo. No pretenda sobresaltarla.Ante la mirada atnita de Nell, el cuchillo desapareci.No me di cuenta de que aqu viva alguien aadi.Oh, yo no Nell se contuvo y desvi la mirada, maldiciendo su

    lengua impetuosa.

    Una vez superada la primera impresin al descubrir que no era elnico habitante de la casita, Julian frunci el ceo mientras estudiaba a lapersona esbelta que tena delante. Ech un vistazo alrededor de lahabitacin y frunci an ms el ceo. La casa era un cuchitril, apenascuatro paredes y un techo, y no haba ninguno de los objetos que solanencontrarse hasta en el ms pobre de los hogares. Y la muchacha No,decidi que no era ninguna muchacha; era una mujer, joven, desde luego,pero ya haba dejado atrs la inocencia de la juventud. Aqul no era sitiopara esa mujer. La puntilla del cuello y de los puos de su camisn hechojirones era demasiado fina, y aquella cara La intuicin le deca a gritosque no era lo que pareca.

    Ver ese rostro tan hermoso lo haba dejado aturdido, como si lehubieran dado un puetazo en el vientre. Estaba sin aliento y mareado ala vez. La sensacin haba sido tan fuerte, tan inesperada, que eraasombroso que hubiera podido recuperarse tan deprisa de la impresinque le haba causado. Intranquilo, tanto por el efecto que esa mujer tenaen l como por la sensacin de que haba algo muy raro en todo aquello,entrecerr los prpados para observarla.

    Tena los ojos clavados en el suelo y se morda, nerviosa, el labioinferior. Un labio inferior fascinante y que de repente le hizo desear quelos dientes que lo mordan fueran los suyos. Ese labio sera clido y muy

    dulce Recorri su figura esbelta con la mirada y not una reaccin de loms indecorosa en la entrepierna. Maldijo, enojado por su distraccin, elrebelde miembro que cobraba vida bajo su pantaln y, tras rechazar lainesperada e inoportuna idea del coqueteo, analiz la situacin.

    Ese no era sitio para aquella mujer, de eso estaba convencido. Esamujer tena algo Su atuendo nocturno indicaba riqueza, aunque fuerapasada, y aparte del efecto que tena en l, sus facciones eranaristocrticas. Su piel era demasiado plida y fina para haber sufrido losefectos de una mala alimentacin y las condiciones in salubres de muchade la gente corriente. Y ella no tena nada de corriente. No era ningunatabernera tosca, ninguna campesina corpulenta ni ninguna lechera de

    mejillas rosadas. Tena algo, un aire, un aspecto de ser de alta cuna, quelo desconcertaba. Su figura era delicada y atractiva; el cabello leonado lebrillaba lleno de vida, sin piojos por lo que pareca.

    Se encogi de hombros. No iba a averiguar nada si se limitaba aobservarla, aunque, para su desasosiego, le resultaba de lo ms agradable.

    Ah, no? pregunt en voz baja, siguiendo el hilo de laconversacin.

    Nell alz los ojos y lo mir, confundida. Tard un momento en caer enla cuenta de que se refera a