Bruno Bettelheim - Los Tres Cerditos
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Bruno Bettelheim - Los tres cerditos 11:00 a. m. Bettelheim Bruno , Ensayo No hay comentarios. :
Principio del placer frente a principio de la realidad
El mito de Hércules trata de la elección entre el principio del placer y el principio de la realidad.
El cuento de «Los tres cerditos» se basa también en el mismo tema.
Historias como la de «Los tres cerditos» son muy apreciadas por los niños por encima de
todos los cuentos «realistas», especialmente si el narrador las presenta con sentimiento. Los
niños quedan extasiados si se representa ante ellos la escena de los soplidos y resoplidos del
lobo ante la puerta del cerdito. «Los tres cerditos» enseña al niño pequeño, de forma
agradable y dramática a la vez, que no debemos ser perezosos ni tomarnos las cosas a la
ligera, porque, si lo hacemos, podemos perecer. Los planes y previsiones inteligentes
combinados con el arduo trabajo nos harán vencer incluso a nuestro enemigo más feroz: el
lobo. Esta historia nos muestra, también, las ventajas que comporta el crecimiento, puesto que
al tercer cerdito, que es el más listo, lo pintan normalmente como el mayor y el más grande.
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Las casas que construyen los tres cerditos son símbolos del progreso en la historia del
hombre: desde una choza sin estabilidad alguna, a una de madera, llegando finalmente a la
sólida casa de ladrillos. Desde el punto de vista interno, las acciones de los cerditos muestran
el progreso desde la personalidad dominada por el ello hasta la personalidad influenciada por
el super-yo, pero controlada esencialmente por el yo.
El más pequeño de los tres cerditos construye su casa con paja y sin cuidado alguno; el
segundo utiliza troncos, pero ambos completan su refugio lo más rápido que pueden y sin el
menor esfuerzo, pudiendo así jugar el resto del día. Al vivir de acuerdo con el principio del
placer, los dos cerditos pequeños buscan la gratificación inmediata sin pensar en absoluto en
el futuro ni en los peligros que implica la realidad, aunque el mediano dé muestras de madurez
al intentar construir una casa algo más sustancial que el pequeño.
De los tres tan sólo el mayor ha aprendido a comportarse según el principio de la realidad: es
capaz de posponer su deseo de jugar, y actúa de acuerdo con su capacidad para prever lo
que puede ocurrir en el futuro, incluso es capaz de predecir correctamente la conducto del
lobo, del enemigo o extraño que intenta seducirnos y atraparnos; por esta razón, el tercer
cerdito puede vencer a fuerzas mucho más poderosas y feroces que él. El lobo destructor y
salvaje representa las fuerzas asociales, inconscientes y devoradoras contra las que tenemos
que aprender a protegernos, y a las que uno puede derrotar con la energía del propio yo.
«Los tres cerditos» causa en los niños un impacto mucho mayor que la fábula de Esopo «La
cigarra y la hormiga», semejante pero claramente moralista. En dicha fábula, una cigarra, que
se está muriendo de hambre en invierno, pide a una hormiga el alimento que, durante todo el
verano, ha estado recogiendo laboriosamente. Ésta pregunta a la cigarra qué ha hecho
durante todo el verano, y al enterarse de que había estado cantando, sin preocuparse de
trabajar, le niega su ayuda, aduciendo: «Ya que pudiste cantar durante todo el verano, puedes
también bailar durante el invierno».
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Este es un final típico de las fábulas que son, igualmente, cuentos populares que han ido
pasando de generación en generación. «Una fábula es, en su estado original, una narración
en la que, con fines moralistas, unos seres irracionales, y a veces inanimados, actúan y
hablan como si tuvieran intereses y pasiones humanas» (Samuel Johnson). Ya sea de modo
beato o divirtiéndonos, las fábulas afirman siempre, y explícitamente, verdades morales; no
hay ningún significado oculto, no queda nada para nuestra imaginación.
Por el contrario, el cuento de hadas deja cualquier decisión en nuestras manos, incluso la
posibilidad de no tomar decisión alguna. Depende de nosotros si queremos aplicar algo del
cuento a la vida real o, simplemente, regocijarnos con los sucesos fantásticos que nos relata.
Nuestra propia satisfacción es lo que nos lleva a responder, en la diversión, a los significados
ocultos, relacionándolos con nuestra experiencia de la vida y con nuestro actual estado de
desarrollo personal.
La comparación de «Los tres cerditos» con «La cigarra y la hormiga» acentúa las diferencias
entre el cuento de hadas y la fábula. La cigarra, al igual que los cerditos y el niño mismo, se
dedica a jugar sin preocuparse lo más mínimo por el futuro. En ambas historias, el niño se
identifica con los animales (pues sólo un hipócrita podría identificarse con la odiosa hormiga,
del mismo modo que únicamente un niño mentalmente enfermo se identificaría con el lobo);
no obstante, después de proyectarse en la cigarra, no queda ya ninguna esperanza para el
niño, según la fábula. Relegada al principio del placer, la cigarra no puede esperar más que la
perdición; se trata de una situación de «dos alternativas», en la que, una vez hecha la
elección, las cosas permanecen invariables para siempre.
Sin embargo, el hecho de identificarse con los cerditos del cuento nos enseña que existe una
evolución; posibilidades de progreso desde el principio del placer hasta el principio de la
realidad, que, después de todo, no es más que una modificación del primero. La historia de los
tres cerditos aconseja una transformación en la que gran parte del placer permanece
reprimida, puesto que ahora la satisfacción se busca respetando las demandas de la realidad.
El tercer cerdito, listo y juguetón, engaña al lobo varias veces: primero, cuando éste intenta,
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en tres ocasiones, atraer al cerdito fuera de la seguridad de su casa, apelando a sus deseos
orales y proponiéndole excursiones en las que ambos encontrarán deliciosos manjares. El
lobo intenta persuadir al cerdito diciéndole que podrían robar primero nabos, luego manzanas
y, más tarde, incluso visitar a un hada.
Sólo después de fracasar en estos intentos, el lobo trata de entrar para matarlo. Pero para ello
ha de penetrar en la casa del cerdito, que vuelve a vencer, pues el lobo se desliza por la
chimenea hasta caer en agua hirviendo y quedar convertido en carne cocida para el cerdito.
Se ha hecho justicia: el lobo, que ha devorado a los otros dos cerditos y quería devorar
también al tercero, termina siendo comida para este último.
Así, además de dar esperanzas al niño, al que durante toda la historia se ha invitado a
identificarse con uno de los protagonistas, se le muestra que, desarrollando su inteligencia,
puede vencer a contrincantes mucho más fuertes que él.
De acuerdo con el primitivo (e infantil) sentido de justicia, sólo son destruidos aquellos que
han hecho algo realmente malo, sin embargo la fábula parece decirnos que es erróneo
disfrutar de la vida cuándo resulta satisfactoria, como en verano. Todavía peor, en esta fábula
la hormiga se convierte en un animal odioso, sin ningún tipo de compasión por el sufrimiento
de la cigarra, y aquélla es la figura que el niño debe tomar como ejemplo.
Por el contrario, el lobo es, evidentemente, un animal malo porque desea destruir. La maldad
del lobo es algo que el niño reconoce en su propio interior: su deseo de devorar, y sus
consecuencias, es decir, la angustia ante la posibilidad de experimentar en sí mismo igual
destino. Así pues, el lobo es una externalización, una proyección de la maldad del propio niño;
y la historia muestra cómo ésta puede manejarse de modo constructivo.
Las distintas excursiones en las que el cerdito mayor obtiene comida de modo honesto suelen
olvidarse fácilmente, pero constituyen una parte importante de la historia, ya que ponen de
manifiesto la diferencia existente entre comer y devorar. El niño, inconscientemente, la asimila
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como la diferencia que hay entre el principio del placer descontrolado, cuando uno quiere
devorarlo todo en seguida, ignorando las consecuencias, y el principio de la realidad, según el
cual se consiguen alimentos de manera inteligente. El mayor de los cerditos se levanta
temprano para traer a casa los dulces antes de que el lobo aparezca en escena. ¿Cómo se
puede demostrar mejor en qué consiste y cuál es el valor de actuar según el principio de la
realidad, sino presentando al cerdito, que se levanta pronto por la mañana para asegurarse la
deliciosa comida y evita, así, los malvados deseos del lobo?
Normalmente, en los cuentos de hadas es el niño más pequeño quien al final se alza
victorioso, aunque en un primer momento le creamos insignificante y lo menospreciemos.
«Los tres cerditos» se sale de esta norma, al ser el mayor quien, a lo largo de todo el cuento,
muestra ser superior a los otros dos. Podemos encontrar una explicación al hecho de que los
tres cerditos sean «pequeños» e inmaduros, como lo es el propio niño. Éste se identifica
progresivamente con cada uno de ellos y reconoce la evolución de esta identidad. «Los tres
cerditos» es un cuento de hadas por su final feliz, y porque el lobo recibe lo que se merece.
El sentimiento de la equidad del niño queda satisfecho cuando el lobo recibe su castigo, pero
se ofende su sentido de la justicia al dejar morir de hambre a la cigarra, aunque ésta no
hiciera nada malo. Los tres cerditos representan los distintos estadios del desarrollo humano,
y, por esta razón, la desaparición de los dos primeros cerditos no es traumática; el niño
comprende, inconscientemente, que tenemos que despojarnos de nuestras primeras formas
de existencia si queremos trascender a otras superiores. Al hablar a los niños del cuento de
«Los tres cerditos», encontramos sólo regocijo en cuanto al merecido castigo del lobo y la
astuta victoria del cerdito mayor; no se manifiesta dolor alguno por el destino de los dos
pequeños. Incluso un niño de corta edad puede comprender que los tres cerditos no son más
que uno solo en sus distintas etapas, cosa que adivinamos por sus respuestas al lobo,
utilizando exactamente las mismas palabras: «No, no, no, que me vas a comer». Si
sobrevivimos únicamente en una forma superior de identidad, es porque así debe ser.
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«Los tres cerditos» guía el pensamiento del niño en cuanto a su propio desarrollo sin decirle
nunca lo que debería hacer, permitiendo que el niño extraiga sus propias conclusiones. Este
método contribuye a la maduración, mientras que si explicamos al niño lo que debe hacer lo
único que conseguimos es sustituir la esclavitud de su inmadurez por la servidumbre que
implica seguir las órdenes de los adultos.
En algunas versiones más recientes los dos cerditos pequeños sobreviven, lo cual despoja al
cuento de su impacto original. Existen algunas modificaciones en que los cerditos poseen un
nombre, cosa que disminuye la posibilidad de que el niño los considere como
representaciones de los tres estadios de desarrollo. Por otra parte, algunas versiones afirman
que la búsqueda del placer impidió que los cerditos pequeños construyeran sus casas más
sólidas, y, por lo tanto, más seguras; el más pequeño hace su refugio de barro porque resulta
muy agradable revolcarse en él, mientras que el segundo cerdito se sirve de coles para
construir su vivienda porque le encanta comerlas.
En Psicoanálisis de los cuentos de hadas