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BREVE NOTA SOBRE NUEVOS MATERIALES ARQUEOLÓGICOS DE LA CUEVA VALLOJERA (AMEYUGO, BURGOS) 161 KOBIE SERIE PALEOANTROPOLOGÍA Nº 32: 161-168 Bizkaiko Foru Aldundia-Diputación Foral de Bizkaia Bilbao - 2013 ISSN 0214-7971 Web http://www.bizkaia.eus/kobie BREVE NOTA SOBRE NUEVOS MATERIALES ARQUEOLÓGICOS DE LA CUEVA VALLOJERA (AMEYUGO, BURGOS). New archaeological materials of the Vallojera cave (Ameyugo, Burgos). Jacinto Campillo Cueva 1 (Recibido 30.XI.2012) (Aceptado 11.I.2013 ) Palabras clave: Ameyugo. Burgos. Cerámica. Cueva Vallojera. Neolítico. Keywords: Ameyugo. Burgos. Ceramic. Neolithic. Vallojera Cave. Gako-hitzak: Ameyugo. Burgos. Neolitikoa. Vallojera kobazuloa. Zeramika. RESUMEN. El hallazgo de nuevos materiales cerámicos en la ladera exterior donde se abre la cueva Vallojera, situada en la localidad burgalesa de Ameyugo, permite replantear la ocupación humana de la cavidad. Esta cerámica destaca por poseer unas características morfológicas muy afines (engobe anaranjado u ocre, pastas poco decantadas y acabados alisados o con rugosidades) y por un repertorio decorativo a base de cordones con digitaciones, mame- lones y ungulaciones que permiten datar este hábitat a partir de la fase final del Neolítico Interior (inicios del IV milenio a. C. o finales del V) en adelante. SUMMARY. The discovery of new ceramic material in the outer slopes where the Vallojera cave is located, close to the village of Ameyugo (Burgos), allows you to reconsider the human occupation of this habitat. This ceramic stands out for having very similar morphological characteristics (orange or ochre covers, little focused paste and rough or smooth finish) and by a decorative repertoire based on cords with fingerings, rounded bulge and curves in a nail-shape which allow dating this habitat since the final phase of Interior Neolithic (end of the 5th Millennium BC or early 4th) in future. 1 Fundación Cultural "Profesor Cantera Burgos" Petronila Casado, 22 Burgos. [email protected]

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BREVE NOTA SOBRE NUEVOS MATERIALES ARQUEOLÓGICOS DE LA CUEVA VALLOJERA (AMEYUGO, BURGOS) 161

Kobie Serie PaleoantroPología nº 32: 161-168Bizkaiko Foru Aldundia-Diputación Foral de BizkaiaBilbao - 2013ISSN 0214-7971 Web http://www.bizkaia.eus/kobie

BREVE NOTA SOBRE NUEVOS MATERIALES ARQUEOLÓGICOS DE LA CUEVA VALLOJERA (AMEYUGO, BURGOS).

New archaeological materials of the Vallojera cave (Ameyugo, Burgos).

Jacinto Campillo Cueva1

(Recibido 30.XI.2012)(Aceptado 11.I.2013 )

Palabras clave: Ameyugo. Burgos. Cerámica. Cueva Vallojera. Neolítico.Keywords: Ameyugo. Burgos. Ceramic. Neolithic. Vallojera Cave.Gako-hitzak: Ameyugo. Burgos. Neolitikoa. Vallojera kobazuloa. Zeramika.

RESUMEN.

El hallazgo de nuevos materiales cerámicos en la ladera exterior donde se abre la cueva Vallojera, situada en la localidad burgalesa de Ameyugo, permite replantear la ocupación humana de la cavidad. Esta cerámica destaca por poseer unas características morfológicas muy afines (engobe anaranjado u ocre, pastas poco decantadas y acabados alisados o con rugosidades) y por un repertorio decorativo a base de cordones con digitaciones, mame-lones y ungulaciones que permiten datar este hábitat a partir de la fase final del Neolítico Interior (inicios del IV milenio a. C. o finales del V) en adelante.

SUMMARY.

The discovery of new ceramic material in the outer slopes where the Vallojera cave is located, close to the village of Ameyugo (Burgos), allows you to reconsider the human occupation of this habitat. This ceramic stands out for having very similar morphological characteristics (orange or ochre covers, little focused paste and rough or smooth finish) and by a decorative repertoire based on cords with fingerings, rounded bulge and curves in a nail-shape which allow dating this habitat since the final phase of Interior Neolithic (end of the 5th Millennium BC or early 4th) in future.

1 Fundación Cultural "Profesor Cantera Burgos" Petronila Casado, 22 Burgos. [email protected]

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LABURPENA.

Burgosko Ameyogo udalerrian dagoen Vallojera kobazuloa zabaltzen den kanpo hegian material zeramiko berriak aurkitu dira; horrek haitzuloan gizakiak bizi izan zirela pentsatzera garamatza. Zeramika hori nabarment-zen da oso antzeko ezaugarri morfologikoak izateagatik (laranja edo okre koloreko engobea, oso dekantaturik ez dauden pastak eta akabera lisatuak edo zimurdunak) eta bertan digitazioak, mamelonak eta ungulazioak dituen kordoi apainketako errepertorioa agertzeagatik; horrek guztiak ahalbidetzen du habitat hau Barne Neolitikoaren azken fasetik aurrera datatzea (K.a. IV.aren hasiera edo V.aren amaiera).

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1. INTRODUCCIÓN.

La provincia de Burgos dispone de un entrante territorial en tierras alavesas y riojanas, frente al con-dado de Treviño, donde se halla Miranda de Ebro, ciudad rayana con Álava. Este sector está recorrido, en sentido NO a SE, por los Montes Obarenes que conectan los páramos de Sedano con las estribaciones septentrionales del Sistema Ibérico y con los Montes Vascos. Al norte de la cordillera se localiza la cuenca mirandesa que, por la existencia de áreas lacustres, ha rechazado el poblamiento prehistórico hacia sus bor-des. En cambio, la Bureba, sita al sur, presenta condi-ciones más favorables para el hábitat humano.

En esta zona, desde el Neolítico, el hombre priori-zó su asentamiento junto a los pasos excavados trans-versalmente en los Montes Obarenes, sobre todo por el río Oroncillo (el desfiladero de Pancorbo), pero tam-bién por el Matapán (la hoz de Foncea) y el arroyo de San Miguel (el paso de la Morcuera). Estas vías natu-rales adquirieron un gran valor por sus posibilidades estratégicas de vigilancia, control y dominio de los accesos y sus entornos. Sin embargo, el hombre primi-tivo tampoco desaprovechó las ventajas que deparaban los montes y, en consecuencia, ocupó alturas y cuevas.

La cueva Vallojera es la cavidad más conocida en este sector de los Obarenes, como lo prueban las numerosas noticias acerca de su ocupación prehistóri-ca y la dedicación de un estudio monográfico (Campillo 1996:25-39)2. No obstante, el hallazgo posterior de nuevos materiales justifica una segunda aproximación al tema pues permite matizar conclusiones anteriores y relacionar su vida con poblados al aire libre localiza-dos en los desfiladeros y piedemontes inmediatos. Esta relevancia se acrecienta por la falta de otros yaci-mientos cavernícolas cercanos, dado que los materia-les aportados por un covacho innominado situado más al NO3 y por el abrigo rocoso citado por Abásolo (1975:38) apenas permiten documentar un hábitat de naturaleza paupérrima.

2. LA CUEVA VALLOJERA.

La villa de Ameyugo se encuentra al final del des-filadero de Pancorbo, al norte de los Obarenes. Dista 11 km de Miranda de Ebro y se halla al pie de una angostura excavada por el río Oroncillo, entre las altu-ras de El Arenal y El Castro. La cueva Vallojera, en principio llamada cueva de Ameyugo y luego cueva Vallejera, se localiza a unos 1.750 m al SE del caserío, en un paraje agreste y boscoso denominado El Arenal,

2 En este artículo se recoge toda la bibliografía arqueológica anterior a su publicación por lo que, en adelante, se omitirá para agilizar el discurso y por ser, casi siempre, simples citas que no aportan nada nuevo al conjunto.

3 El descubrimiento se debe a Isaac Rubio quien nos comunicó la noticia.

muy próxima a la divisoria con el término riojano de Foncea. La entrada se sitúa en la parte alta de la solana de un vallejo, en la base de la crestería rocosa, que da vista a una cuenca intramontana excavada por el Oroncillo dentro de los Montes Obarenes. La boca principal está constituida por un pequeño hueco cuya forma viene impuesta por el buzamiento de los estra-tos calizos. Su altura es muy modesta lo cual obliga a agacharse para acceder al interior (fig. 1).

Enfrente de la entrada, aparecen unos declives con algunos diminutos rellanos cubiertos de vegetación que un incendio fortuito quemó dejando a la vista una tierra negruzca con restos arqueológicos deslavados por las aguas.

El interior de la cavidad ofrece pocas condiciones de habitabilidad no solo por la exigüidad del espacio, sino también por la inclinación del suelo y por los numerosos desprendimientos pétreos del techo. Consta de tres salas, la mayor de unos 10 m2, conectadas por un estrecho pasadizo.

La historia arqueológica de este yacimiento está marcada por cuatro momentos. El primero de ellos se remonta al mes de septiembre de 1910 cuando Carballo (1911: 149-151) realizó unas excavaciones arqueoló-gicas cuyos descubrimientos sirvieron de base a muchos autores posteriores, a pesar de que sus citas siempre se redujeran a la simple mención de los mate-riales más significativos. Las piezas halladas se repar-tieron posteriormente entre el monasterio burgalés de Santo Domingo de Silos (Delibes 1988:72-73 y lám. XI) y el entonces Museo de Prehistoria y Arqueología de Santander (González Echegaray y García Guinea 1963:51).

En 1975 el grupo espeleológico burgalés Ramón y Cajal recuperó un punzón de cobre y varios fragmen-tos cerámicos que permitieron reconstruir ocho vasijas (Osaba 1978:78-79, fot. 4 y 5).

Pocos años después, se publicaron nuevos materia-les cerámicos y óseos cuya procedencia exacta y cir-cunstancias se ignoran (Abásolo et al. 1982:18).

Finalmente, el hallazgo de otro lote cerámico (fig. 2), descubierto en las rastras situadas al pie de la entra-da, justificó un estudio monográfico de la cueva que permitió el establecimiento de una secuencia ocupa-cional y la recopilación y análisis de la bibliografía precedente (Campillo 1996: 25-39).

3. LOS NUEVOS HALLAZGOS ARQUEOLÓGICOS.

Una segunda visita a la cueva posibilitó el descu-brimiento de nuevos materiales, hasta hoy inéditos. El hallazgo se produjo en el mismo paraje donde apare-

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cieron los anteriores, es decir, en la ladera situada frente a la entrada y a muy poca distancia de esta, gracias a la quema fortuita de los arbustos y por la arroyada de la tierra por las aguas.

A excepción de unos pocos fragmentos lisos que muestran paredes finas y superficies cuidadas, los demás presentan unas características similares, a pesar de las diferencias de grosor y de engobes. La exposi-ción de los mismos a la intemperie ha modificado sustancialmente el acabado de las superficies introdu-ciendo porosidades y palidez a los engobados origina-les.

Aparte de la decoración, el aspecto más destacable son los engobes. Estos aparecen, sobre todo, en las caras externas de los vasos y, a veces, también en las internas, con el fin de realzar el alisado y embellecer la vasija. Las tonalidades oscilan desde los tonos roji-zos a los anaranjados y ocres.

La presencia de cascotes de paredes muy gruesas (entre 1-1,20 cm) parece corresponder a recipientes de grandes dimensiones cuya función principal sería la de almacenar alimentos.

En todo caso, las pastas están poco decantadas, a juzgar por la perceptibilidad de desgrasantes de calibre fino o grueso, sobre todo en los recipientes de paredes gruesas. Su realización a mano les resta cohesión y, por ende, resistencia, de ahí que, al menor golpe, se quiebren y se rompan en pedazos muy pequeños. La tonalidad negra se debe al uso del fuego reductor, si bien algunos trozos muestran manchas de tonos diver-sos, fruto de una cocción rudimentaria.

Hay cuatro fragmentos correspondientes a bases, todos ellos de fondo plano aunque con una clara ten-dencia a adelgazarse hacia su interior, mientras que las paredes del cuerpo del recipiente adoptan una forma abierta.

Los once bordes tienen dimensiones reducidas y parecen corresponder a vasijas de paredes delgadas y muy alisadas en superficie. Entre ellos, predominan los remates redondeados, a excepción de uno que es apuntado. No obstante, dos trozos muestran un engro-samiento en el labio. Suelen dibujar perfiles sinuosos o globulares, con cuellos más estrechos y panzas bas-tante voluminosas. Rompen esta uniformidad un borde exvasado y dos fragmentos con cuello recto hasta el mismo borde. Además, llama la atención un labio que lleva dos impresiones digitales con su correspondiente ungulación.

Con todo, son los fragmentos decorados los más significativos, a pesar de que los motivos ornamenta-les sean muy habituales en el mundo de las cuevas. Su presencia está atestiguada en una treintena de ejem-plos. La decoración plástica está representada por los

cordones, los mamelones y los apliques, quizás perte-necientes a arranques de asas (fig. 5). Las decoracio-nes más significativas y típicas son las unguiculares o ungulaciones, existentes en 18 fragmentos. La impron-ta de la uña suele aplicarse directamente sobre la superficie exterior del recipiente mediante una ligera impresión unguicular. En estos casos, se advierte una tendencia a cubrir todo el espacio formando composi-ciones lineales o carentes de ordenación. También la uñada puede aparecer dentro de una incipiente digita-ción que, ocasionalmente, desarrolla una rebaba lateral (fig. 3 y 4).

La decoración a base de cordones aplicados suele adoptar una disposición curvilínea, posiblemente for-mando dibujos muy recargados, aunque en un caso el trazado es rectilíneo (fig. 5). El remate presenta varias huellas digitales cuyo fondo suele llevar la correspon-diente uñada de impresión bastante liviana.

Los mamelones aparecen en tres ocasiones, más con fines ornamentales que de prensión. Su forma suele ser redondeada u oblonga, con terminación apuntada o aplastada (fig. 5).

Las rugosidades, realizadas deliberadamente por el alfarero, pueden considerarse también como una modalidad ornamental muy típica de este yacimiento pues, aunque solamente se documenta en cuatro frag-mentos, en ocasiones anteriores han aparecido con profusión. De todas formas, estas rugosidades nunca crean esquemas compositivos determinados ni recono-cibles, por lo que habría que hablar más que de un tipo de decoración de un tratamiento particular dado a la superficie externa del vaso (fig. 3).

En función de estos materiales cerámicos y de lo ya publicado con anterioridad, se puede distinguir, no sin serias dudas, una secuencia ocupacional de la cueva y de sus inmediaciones al aire libre que iría desde el Neolítico tardío hasta la fase plena de Cogotas I. Sin embargo, esta hipótesis no significaría que hubiese existido una ocupación ininterrumpida del yacimiento por espacio de más de dos milenios, sino más bien una frecuentación discontinua y estacional de la cavidad, coincidiendo básicamente con los momentos postreros del Neolítico.

La abundancia de los vestigios cerámicos de crono-logía antigua parece decantarse a favor de una ocupa-ción intensa, cuando no prolongada, de la cueva por un espacio de tiempo bastante dilatado. No obstante, si se pudiera demostrar aquí que las digitaciones, los cordo-nes y los mamelones tienen una perduración cronoló-gica muy amplia, extremo poco probable en este caso, habría que presuponer una ocupación más larga y, quizá, continua, pues se mantendrían las tradiciones neolíticas hasta el último momento ocupacional. Con todo, esta hipótesis parece a priori poco probable, dada la amplitud cronológica y las escasas posibilida-

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des de habitabilidad de la cueva que la reducirían a un simple hábitat estacional, para ciertas épocas del año, aunque sin descartar una frecuentación de la misma en épocas diversas.

La presencia de grandes recipientes cerámicos de perfiles globulares y cuello recto con asas, avalaría una datación neolítica, a pesar de la falta de los típicos motivos y técnicas ornamentales del Neolítico Interior a no ser que se considere de tal época el repertorio ornamental representado por el aplique de cordones provistos de digitaciones y los mamelones como que-ría Osaba (1978:78-79) y que también Estremera (2003:789) ha documentado en los niveles neolíticos de la cueva segoviana de La Vaquera y Apellániz y Domingo (1987:252-253) en la Galería del Sílex de Atapuerca, por solo citar los más representativos del entorno. Jiménez (2010:478), por su parte, coloca en el Neolítico IB las cerámicas decoradas con apliques plásticos e impresos que dibujan motivos complejos. En apoyo de esta datación antigua parece decantarse la aplicación de ciertos engobes, sin duda eco de la téc-nica de la almagra, como se comprueba en otros yaci-mientos al aire libre situados en el piedemonte de los Obarenes (Campillo y Varón 2002:442) cuyas tonali-dades rojizas no desentonan de sus modelos andaluces y meseteños (Estremera 2003:103). La ausencia de sílex así como la presencia de una lámina de tipo dol-ménico también parecen respaldar esta cronología neolítica junto con los peines óseos descubiertos en las excavaciones de 1910. Aunque, en un principio, la mayoría de los asentamientos neolíticos conocidos se circunscribieron a cuevas, recientemente se han descu-bierto numerosos poblados al aire libre (Díez y Rodríguez 2009:189-200). En las proximidades de la cueva Vallojera, tanto en las vegas cercanas del Oroncillo (San Pelayo) y de la cuenca mirandesa (La Quintanilla) como en el desfiladero de Pancorbo (San Miguel y Las Campas) o en los bordes de la Bureba (El Muerto) hay una importante concentración de poblados neolíticos, al parecer de nueva creación, que, en gran medida, continuaron su existencia en períodos posteriores (Campillo y Varón 2002:441-442).

Según esto, y obviando la hipotética perduración de los apliques plásticos, el momento de esplendor de este yacimiento debe corresponder al final del Neolítico que habría que colocar, provisionalmente, en la segun-da mitad del V milenio a.C., o inicios del IV, muy lejos de los momentos álgidos de la neolitización en la pro-vincia de Burgos centrados en la segunda mitad del VI milenio a.C. como permiten suponer las dataciones de las cuevas de El Portalón (Díez y Rodríguez 2009:194) y de La Vaquera (Estremera 2003:186-188).

Otros autores (Fabián 2006:66), sin embargo, pre-fieren atribuir al Calcolítico los temas unguiculados y los mamelones, asegurando así la perduración del hábitat hasta el tránsito del III al II milenio a.C. En este momento tendría cabida un punzón de cobre

(Osaba 1978:78-79). Con todo, esta fase, a tenor de los vestigios atribuibles a ella, debió ser bastante inconsis-tente por lo que bien podría asociarse con la cultura posterior.

Todo parece indicar que la cueva Vallojera volvió a ser visitada, de forma esporádica, a mediados del II milenio a.C., coincidiendo con la difusión de Cogotas I por estas tierras. No obstante, de momento, faltan los motivos decorativos típicos de esta cultura meseteña, con excepción del zigzag pseudoexciso (Delibes 1988:72-73 y lám. XI). La mayor parte de los materia-les cerámicos adscritos a este período corresponden a pequeños recipientes de superficies pulidas, a bordes exvasados y a carenas muy marcadas. Rodríguez y Arnaiz (1993:84) atribuyeron los materiales de esta cueva a Cogotas I Pleno.

A lo largo de una centuria ha quedado refrendada la importancia de esta cueva en infinidad de mencio-nes que pusieron de relieve su interés, primeramente dentro de la denominada Cultura de las Cuevas y luego dentro del Neolítico y Cogotas I. Mayor prota-gonismo, si cabe, le ha conferido su excepcionalidad dentro de la provincia de Burgos por ser uno de los pocos yacimientos atribuidos, con más o menos rotun-didad, al Neolítico desde la década de 1970. Además, su localización en el extremo oriental de la provincia permite su relación con otros hábitats treviñeses y alaveses (Díez y Rodríguez 2009:200-201) o vascos en general (Apellániz y Domingo 1987:247-254), así como replantearse la implantación del Neolítico en estas zonas como una consecuencia de la evolución cultural de las poblaciones autóctonas del alto Ebro, como parecen certificar los yacimientos de El Montico de Charratu y Mendandia con fases de ocupación mesolítica (Alday 2002:19-50) o epipaleolítica (Díez y Rodríguez 2009:200-201).

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Figura 1. Entrada de la cueva Vallojera.

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Figura 2. Cerámica de la cueva Vallojera.

Figura 3. Cerámica de la cueva Vallojera.

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Figura 4. Cerámica de la cueva Vallojera.

Figura 5. Materiales de la Cueva Vallojera.