Breve Antología Barroca

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Creada por LARISSA RAMIREZ CASTRO. Sonetos, Poesías, Cartas, Dedicatorias, Selvillas, Fábulas, Coplas y Epistolas de Lope de Vega, Quevedo, Sor Juana, Garcilaso y Góngora.

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A mis soledades voy (Poesía)

A mis soledades voy,

de mis soledades vengo,

porque para andar conmigo

me bastan mis pensamientos.

¡No sé qué tiene la aldea

donde vivo y donde muero,

que con venir de mí mismo

no puedo venir más lejos!

Ni estoy bien ni mal conmigo;

mas dice mi entendimiento

que un hombre que todo es alma

está cautivo en su cuerpo.

Entiendo lo que me basta,

y solamente no entiendo

cómo se sufre a sí mismo

un ignorante soberbio.

De cuantas cosas me cansan.

fácilmente me defiendo;

pero no puedo guardarme

de los peligros de un necio.

El dirá que yo lo soy,

pero con falso argumento,

que humildad y necedad

no caben en un sujeto.

La diferencia conozco

porque en él y en mí contemplo,

su locura en su arrogancia,

mi humildad en su desprecio.

O sabe naturaleza

más que supo en otro tiempo,

o tantos que nacen sabios

es porque lo dicen ellos.

Sólo sé que no sé nada,

dijo un filósofo, haciendo

la cuenta con su humildad,

adonde lo más es menos.

No me precio de entendido,

de desdichado me precio,

que los que no son dichosos,

¿cómo pueden ser discretos?

No puede durar el mundo,

porque dicen, y lo creo,

que suena a vidrio quebrado

y que ha de romperse presto.

Señales son del juicio

ver que todos le perdemos,

unos por carta de más

otros por carta de menos.

Dijeron que antiguamente

se fue la verdad al cielo;

tal la pusieron los hombres

que desde entonces no ha vuelto.

En dos edades vivimos

los propios y los ajenos:

la de plata los extraños

y la de cobre los nuestros.

¿A quién no dará cuidado,

si es español verdadero,

ver los hombres a lo antiguo

y el valor a lo moderno?

Dijo Dios que comería

su pan el hombre primero

con el sudor de su cara

por quebrar su mandamiento,

y algunos inobedientes

a la vergüenza y al miedo,

con las prendas de su honor

han trocado los efectos.

Virtud y filosofía

peregrinan como ciegos;

el uno se lleva al otro,

llorando van y pidiendo.

dos polos tiene la tierra,

universal movimientos;

la mejor vida el favor,

la mejor sangre el dinero.

Oigo tañer las campanas,

y no me espanto, aunque puedo,

que en lugar de tantas cruces

haya tantos hombres muertos.

Mirando estoy los sepulcros

cuyos mármoles eternos

están diciendo sin lengua

que no lo fueron sus dueños.

¡Oh, bien haya quien los hizo,

porque solamente de ellos

de los poderosos grandes

se vengaron los pequeños!

Fea pintan a la envidia,

yo confieso que la tengo

de unos hombres que no saben

quién vive pared en medio.

Sin libros y sin papeles,

sin tratos, cuentas ni cuentos,

cuando quieren escribir

piden prestado el tintero.

Sin ser pobres ni ser ricos,

tienen chimenea y huerto;

no los despiertan cuidados,

ni pretensiones, ni pleitos.

Ni murmuraron del grande,

ni ofendieron al pequeño;

nunca, como yo, afirmaron

parabién, ni pascual dieron.

Con esta envidia que digo

y lo que paso en silencio,

a mis soledades voy,

a mis soledades vengo.

Ay, amargas soledades (Poesía)

¡Ay, amargas soledades de mi bellísima Filis,

destierro bien empleado del agravio que la hice!

Envejézcanse mis años

en estos montes que vistes, que quien sufre como piedra

es bien que en piedras habite.

¡Ay, horas tristes, cuán diferente estoy

del que me vistes!

¡Con cuánta razón os lloro, pensamientos juveniles

que al principio de mis años cerca del fin me trujaste!

Retrato de mala mano,

mudable tiempo me hiciste sin nombre no me conocen aunque despacio me miren.

¡Ay, horas tristes,

cuán diferente estoy del que me vistes!

Letra ha sido sospechosa, que clara y escura sirve,

que por no borrarla toda, encima se sobre escribe.

Pienso a veces que soy otro hasta que el dolor me dice

que quien le sufre tan grande ser otro fuera imposible.

¡Ay, horas tristes,

cuán diferente estoy del que me vistes!

Boscán, tarde llegamos (Soneto)

-Boscán, tarde llegamos. ¿Hay posada?

-Llamad desde la posta, Garcilaso.

-¿Quién es? -Dos caballeros del Parnaso.

-No hay donde nocturnar palestra armada.

-No entiendo lo que dice la criada.

Madona, ¿qué decís? -Que afecten paso,

que ostenta limbos el mentido ocaso

y el sol depongan la porción rosada.

-¿Estás en ti, mujer? -Negóse al tino

el ambulante huésped. -¡Que en tan poco

tiempo tal lengua entre cristianos haya!

Boscán, perdido habemos el camino;

preguntad por Castilla, que estoy loco

o no habemos salido de Vizcaya.

De la abrasada eclíptica que ignora (Soneto)

De la abrasada eclíptica que ignora

intrépido corrió las líneas de oro

mozo infeliz, a quien el verde coro

vio sol, rayo tembló, difunto llora.

Centellas, perlas no, vertió el aurora,

llamas el pez austral, bombas el toro,

etnias la nieve del Atlante moro,

la mar incendios y cenizas Flora.

Así me levanté, y a la presencia

llegué de un sol; así también me asombra

cayendo en noche eterna de su ausencia.

Así a los dos el Po Faetontes nombra,

pero muertos con esta diferencia,

que él quiso ser el sol y yo la sombra.

Ruego a la muerte (Poesía)

Enseñé, no me escucharon;

escribí, no me leyeron;

curé mal, no me prendieron;

maté, no me castigaron.

Si con morir satisfice,

¡Oh Muerte, quiero quejarme!

Bien pudieras perdonarme

por los servicios que te hice.

A celestina (Poesía)

Yace en esta tierra fría,

Digna de toda crianza,

La vieja cuya alabanza

Tantas plumas merecía.

No quiso en el cielo entrar

A gozar de las estrellas,

Por no estar entre doncellas

Que no pudiese manchar.

A Lope de Vega (Soneto)

Las fuerzas, Peregrino celebrado,

afrentará del tiempo y del olvido

el libro que, por tuyo, ha merecido

ser del uno y del otro respetado.

Con lazos de oro y yedra acompañado,

el laurel con tu frente está corrido

de ver que tus escritos han podido

hacer cortos los premios que te ha dado.

La envidia su verdugo y su tormento

hace del nombre que cantando cobras,

y con tu gloria su martirio crece.

Mas yo disculpo tal atrevimiento,

si con lo que ella muerde de tus obras

la boca, lengua y dientes enriquece.

A una mujer flaca (Poesía)

No os espantéis, señora Notomía,

Que me atreva este día,

Con exprimida voz convaleciente,

A cantar vuestras partes a la gente:

Que de hombres es en casos

importantes

El caer en flaquezas semejantes.

Cantó la pulga Ovidio, honor Romano,

Y la mosca Luciano,

De las ranas Homero; yo confieso

Que ellos cantaron cosas de más peso:

Yo escribiré con pluma más delgada

Materia más sutil y delicada.

Quien tan sin carne os viere, si no es

ciego,

Yo sé que dirá luego,

Mirando en vos más puntas que en

rastrillo,

Que os engendró algún miércoles

Corvillo;

Y quien pez os llamó, no desatina,

Viendo que tras ser negra, sois espina.

Dios os defienda, dama, lo primero,

De sastre o zapatero,

Pues por punzón o alesna es caso llano

Que cada cual os cerrara en la mano;

Aunque yo pienso que por mil razones

Tenéis por alma un viernes con

ciciones.

Mirad que miente vuestro amigo,

dama,

Cuando «Mi carne» os llama,

Que no podéis jamás en carnes veros,

Aunque para ello os desnudéis en

cueros;

Más yo sé bien que quedan en la calle

Picados más de dos de vuestro talle.

Bien sé que apasionáis los corazones,

Porque dais más pasiones

Que tienen diez Cuaresmas con la

cara,

Que Amor hiere con vos como con

jara;

Que si va por lo flaco, tenéis voto

De que sois más sutil que lo fue Scoto.

Y aunque estáis tan angosta, flaca

mía,

Tan estrecha y tan fría,

Tan mondada y enjuta y tan delgada,

Tan roída, exprimida y destilada,

Estrechamente os amaré con brío,

Que es amor de raíz el amor mío.

Aun la sarna no os come con su gula,

Y sola tenéis Bula

Para no sustentar cosas vivientes;

Por sólo ser de hueso tenéis dientes,

Y de acostarse ya en partes tan duras,

Vuestra alma dice que tiene

mataduras.

Hijos somos de Adán en este suelo,

La Nada es nuestro abuelo,

Y salístele vos tan parecida

Que apenas fuisteis algo en esta vida.

De ser sombra os defiende no el

donaire,

Sino la voz, y aquello es cosa de aire.

De los tres enemigos que hay del alma

Llevárades la palma,

Y con valor y pruebas excelentes

Los venciérades vos entre las gentes,

Si por dejar la carne de que hablo,

El mundo no os tuviera por el diablo.

Díjome una mujer por cosa cierta,

Que nunca vuestra puerta

Os pudo un punto dilatar la entrada

Por causa de hallarla muy cerrada,

Pues por no deteneros aun llamando,

Por los resquicios os entráis volando.

Con mujer tan aguda y amolada,

Consumida, estrujada,

Sutil, dura, büida, magra y fiera,

Que ha menester, por no picar,

contera,

No me entremeto: que si llego al

toque,

Conocerá de mí el señor San Roque.

Con vos cuando muráis tras tanta

guerra,

Segura está la tierra

Que no sacará el vientre de mal año;

Y pues habéis de ir flaca en modo

extraño

(Sisándole las ancas y la panza)

Os podrán enterrar en una lanza.

Sólo os pido, por vuestro beneficio,

Que el día del juicio

Troquéis con otro muerto en las

cavernas

Esas devanaderas y esas piernas,

Que si salís con huesos tan mondados,

Temo que haréis reír los condenados.

Salvaros vos tras esto es cosa cierta,

Dama, después de muerta,

Y tiénenlo por cosa muy sabida

Los que ven cuán estrecha es vuestra

vida;

Y así, que os vendrá al justo, se

sospecha,

Camino tan angosto y cuenta

estrecha.

Canción, ved que es forzosa

Que os venga a vos muy ancha

cualquier cosa:

Parad, pues es negocio averiguado

Que siempre quiebra por lo más

delgado.

A una vieja que traía una muerte de oro (Poesía)

No sé a cuál crea de los dos,

Viéndoos, Ana, cual os veis:

Si vos la muerte traéis,

O si os trae la muerte a vos.

Queredme la muerte dar

Por que mis males remate:

Que en mí tiene hambre que mate

Y en vos no hay ya qué matar.

Diana y Acteón (Soneto)

Estábase la Efesia cazadora

Dando en aljófar el sudor al baño,

En la estación ardiente, cuando el año

Con los rayos del Sol el Perro dora.

De sí (como Narciso) se enamora;

(Vuelta pincel de su retrato extraño),

Cuando sus ninfas, viendo cerca el daño,

Hurtaron a Acteón a su señora.

Tierra le echaron todas por cegadle,

Sin advertir primero que era en vano,

Pues no pudo cegar con ver su talle.

Trocó en áspera frente el rostro humano,

Sus perros intentaron de matadle,

Mas sus deseos ganaron por la mano.

De Dafne y Apolo (Fábula)

Delante del Sol venía

Corriendo Dafne, doncella

De extremada gallardía,

Y en ir delante tan bella,

Nueva Aurora parecía.

Cansado más de cansarla

Que de cansarse a sí Febo,

A la amorosa batalla

Quiso dar principio nuevo,

Para mejor alcanzarla.

Mas viéndola tan cruel,

Dio mil gritos doloridos,

Contento el amante fiel

De que alcancen sus oídos

Las voces, ya que no él.

Mas envidioso de ver

Que han de gozar gloria nueva

Las palabras en su ser,

Con el viento que las lleva

Quiso parejas correr.

Pero su padre, celoso,

En su curso cristalino

Tras ella corrió furioso,

Y en medio de su camino

Los atajó sonoroso.

El Sol corre por seguilla,

Por huir corre la estrella;

Corre el llanto por no verla,

Corre el aire por oírla,

Y el río por socorrerla.

Atrás los deja arrogante,

Y a su enamorado más,

Que ya, por llevar triunfante

Su honestidad adelante,

A todos los deja atrás.

Mas viendo su movimiento,

Dio las razones que canto,

Con dolor y sin aliento,

Primero al correr del llanto

Y luego al volar del viento:

«Di, ¿por qué mi dolor creces

Huyendo tanto de mí

En la muerte que me ofreces?

Si el Sol y luz aborreces,

Huye tú misma de ti.

»No corras más, Dafne fiera,

Que en verte huir furiosa

De mí, que alumbro la Esfera,

Si no fueras tan hermosa,

Por la noche te tuviera.

»Ojos que en esa beldad

Alumbráis con luces bellas

Su rostro y su crueldad,

Pues que Sois los dos estrellas,

Al Sol que os mira, mirad.

»¡En mi triste padecer

Y en mi encendido querer,

Dafne bella, no sé cómo

Con tantas flechas de plomo

Puedes tan veloz correr!

»Ya todo mi bien perdí;

Ya se acabaron mis bienes;

Pues hoy corriendo tras ti,

Aun mi corazón, que tienes,

Alas te da contra mí.»

A su oreja esta razón,

Y a sus vestidos su mano,

Y de Dafne la oración,

A Júpiter soberano

Llegaron a una sazón.

Sus plantas en sola una

De lauro se convirtieron;

Los dos brazos le crecieron,

Quejándose a la Fortuna

Con el ruido que hicieron.

Escondióse en la corteza

La nieve del pecho helado,

Y la flor de su belleza

Dejó en la flor un traslado

Que al lauro presta riqueza.

De la rubia cabellera

Que floreció tantos mayos,

Antes que se convirtiera,

Hebras tomó el Sol por rayos,

Con que hoy alumbra la esfera.

Con mil abrazos ardientes,

Ciñó el tronco el Sol, y luego,

Con las memorias presentes,

Los rayos de luz y fuego

Desató en amargas fuentes.

Con un honesto temblor,

Por rehusar sus abrazos,

Se quejó de su rigor,

Y aun quiso inclinar los brazos,

Por estorbarlos mejor.

El aire desenvolvía

Sus hojas, y no hallando

Las hebras que ver solía,

Tristemente murmurando

Entre las ramas corría.

El río, que esto miró,

Movido a piedad y llanto,

Con sus lágrimas creció,

Y a besar el pie llegó

Del árbol divino y santo.

Y viendo caso tan tierno,

Digno de renombre eterno,

La reservó en aquel llano,

De sus rayos el Verano,

Y de su hielo el Invierno.

La pobreza. El dinero (letrilla satírica)

Pues amarga la verdad,

Quiero echarla de la boca;

Y si al alma su hiel toca,

Esconderla es necedad.

Sépase, pues libertad

Ha engendrado en mi pereza

La Pobreza.

¿Quién hace al tuerto galán

Y prudente al sin consejo?

¿Quién al avariento viejo

Le sirve de Río Jordán?

¿Quién hace de piedras pan,

Sin ser el Dios verdadero

El Dinero.

¿Quién con su fiereza espanta

El Cetro y Corona al Rey?

¿Quién, careciendo de ley,

Merece nombre de Santa?

¿Quién con la humildad levanta

A los cielos la cabeza?

La Pobreza.

¿Quién los jueces con pasión,

Sin ser ungüento, hace humanos,

Pues untándolos las manos

Los ablanda el corazón?

¿Quién gasta su opilación

Con oro y no con acero?

El Dinero.

¿Quién procura que se aleje

Del suelo la gloria vana?

¿Quién siendo toda Cristiana,

Tiene la cara de hereje?

¿Quién hace que al hombre aqueje

El desprecio y la tristeza?

La Pobreza.

¿Quién la Montaña derriba

Al Valle; la Hermosa al feo?

¿Quién podrá cuanto el deseo,

Aunque imposible, conciba?

¿Y quién lo de abajo arriba

Vuelve en el mundo ligero?

El Dinero.

Los sueños (Obra satìricomoral)

SUMA DEL PRIVILEGIO.

Tiene privilegio de su Majestad por diez años don Francisco de Quevedo Villegas, Caballero de la Orden de Santiago, para imprimir

este libro, intitulado Juguetes de la niñez y travesuras del ingenio, como consta de su original, despachado en el oficio de Lázaro de

Ríos, Secretario de su Majestad, y Escribano de Cámara. Fecho en Madrid a 28 de enero 1631.

SUMA DE LA TASA.

Los señores de Consejo tasaron este libro, intitulado Juguetes de la niñez y travesuras del ingenio, a cuatro maravedís cada pliego, y

tiene veinticuatro pliegos, que monta noventa y seis maravedís cada libro, en que se ha de vender en papel, como consta de la fee

que dio Lázaro de Ríos, Secretario de su Majestad, en 17 de marzo de 1631.

FE DEL CORRECTOR.

Este libro, intitulado Juguetes de la niñez y travesuras del ingenio, compuesto por don Francisco de Quevedo, está bien y fielmente

impreso con su original. Dada en Madrid a 12 días de marzo de 1631. El Licenciado Murcia de la Llana.

CENSURA DEL P. M. FRAY DIEGO de Campo, Calificador de la General Inquisición y examinador Sinodal del Arzobispado de Toledo.

Por remisión del señor don Juan de Velasco y Acevedo, Vicario general en esta Corte, vi un libro que se intitula, Juguetes de la niñez y

travesuras del ingenio, de don Francisco de Quevedo Villegas, Caballero de la Orden de Santiago, dividido en estos tratados, la Culta

Latiniparla, el Cuento de Cuentos, el Sueño de las Calaveras, la Visita de los Chistes, el Entremetido, y la Dueña, con la Caldera de

Pero Gotero, las Zahúrdas de Plutón, el Alguacil Alguacilado, el Mundo por de dentro, el Caballero de la Tenaza. Y todo es de buena y

sana doctrina, sin tener cosa en contrario, por ser un discurso de grande agudeza y ingenio, para mostrar los naturales de algunas

naciones y los peligros y daños que padecen algunos oficios y maneras de vivir; antes podrían sacar del escarmiento y buena

enseñanza, y esto con tan gran primor y sutileza, que se aventaja mucho al Dante y a los otros autores que han seguido el mismo

intento; y así juzgo que se le puede dar la licencia que pide para imprimirle. En san Felipe de Madrid en 23 de agosto de 1629. Fr.

Diego de Campo.

El Licenciado don Juan de Velasco y Acevedo, Vicario general de la Villa de Madrid y su Partido, etc. Por la presente, habiendo hecho

ver este libro, no tiene cosa contra la Fe y buenas costumbres, y por lo que nos toca se puede imprimir. En Madrid a 28 de agosto de

1629 años. Lic. Velasco y Acebedo.

Por su mandado.

Simón Jiménez, Notario.

APROBACIÓN DEL P. JUAN VÉLEZ Zabala, de los Clérigos Menores, Calificador del Consejo Supremo de Inquisición, a quien el Real de

Castilla cometí este libro.

No tiene cláusulas que contradigan las verdades católicas ni discursos que ofendan la pureza de buenas costumbres este libro que he

visto por orden de V. A. donde están no ya adulteradas algunas de las obras de don Francisco de Quevedo Villegas, ocupaciones

sabrosas con que desterraba la ociosidad en sus menores años y esfuerzos del ingenio suyo, que ofrecía en estos amagos

desempeños mayores: antes hay en ellos tanta propiedad de voces, tanta admiración de estilo, tanta viva y clara significación de

importantes verdades en palabras tan breves, que le asustan como a Lucil las con que Séneca encarecía y admiraba lo grande de su

escribir en lo menor de su edad, prometiéndose obras ingeniosas, y serias en mayores años. Cap. 59 Habes verba in potestate praesa

sunt omnia, et rei apta loqueris quantum vis, et plus significas, quam loqueris hoc maioris rei inditius est . Por tanto merece muy bien

que V. A. le dé la licencia que pide para que salgan a luz. En esta casa del Espíritu Santo de los Clérigos Menores de Madrid, último de

setiembre 1629. Juan Vélez Zabala, de los Clérigos Menores.

DEDICATORIA.

A NINGUNA PERSONA DE TODAS CUANTAS DIOS CRIÓ EN EL MUNDO.

Habiendo considerado que todos dedican sus libros con dos fines que pocas veces se apartan, el uno, de que la tal persona ayude

para la impresión con su bendita limosna; el otro, de que ampare la obra de los murmuradores; y considerando (por haber sido yo

murmurador muchos años) que esto no sirve sino de tener dos de quien murmurar, del necio que se persuade que hay autoridad de

que los maldicientes hagan caso, y del presumido que paga con su dinero esta lisonja, me he determinado a escribirle a trochimoche

y a dedicarle a tontas y a locas, y suceda lo que sucediere, que el que le compra y murmura, primero hace burla de sí, que gastó mal

el dinero, que del autor, que se le hizo gastar mal. Y digan y hagan lo que quisieren los mecenas, que como nunca los he visto andar a

cachetes con los murmuradores sobre si dijo o no dijo, y los veo muy pacíficos de amparo, desmentidos de todas las calumnias que

hacen a sus encomendados, sin acordarse del libro del duelo, más he querido atreverme que engañarme. Hagan todos lo que

quisieren de mi libro, pues yo he dicho lo que he querido de todos. Adiós, mecenas, que me despido de dedicatoria. Yo.

A LOS QUE HAN LEÍDO Y LEYEREN. Yo escribí con ingenio facinoroso en los hervores de la niñez, más ha de veinte y cuatro años, los

que llamaron sueños míos, y precipitado, les puse nombres más escandalosos que propios. Admítaseme por disculpa que la sazón de

mi vida era por entonces más propia del ímpetu que de la consideración. Tuve facilidad en dar traslados a los amigos, mas no me

faltó cordura para conocer que en la forma que estaban no eran sufribles a la imprenta, y así los dejé con desprecio. Cuando, por la

ganancia que se prometieron de lo sabroso de aquellas agudezas, sin enmienda ni mejora, algunos mercaderes extranjeros las

pusieron en la publicidad de la imprenta, sacándome en las canas lo que atropellé antes del primer bozo, y no solo publicaron

aquellos escritos sin lima ni censura, de que necesitaban, antes añadieron a mi nombre tratados ajenos, añadiendo en unos y

dejando en otros muchas cosas considerables, yo, que me vi padecer no solo mis descuidos, sino las malicias ajenas, doctrinado del

escándalo que se recibía de ver mezcladas veras y burlas, he desagraviado mi opinión y sacado estas manchas a mis escritos, para

darlos bien corregidos, no con menos gracia, sino con gracia más decente, pues quitar lo que ofende no es disminuir, sino

desembarazar lo que agrada. Y porque no padezcan las demasías del hurto que han padecido los demás papeles, saco de nuevo el de

la Culta latiniparla y el Cuento de cuentos, en que se agotan las imaginaciones que han embarazado mi tiempo. Tanto ha podido el

miedo de los impresores, que me ha quitado el gusto que yo tenía de divulgar estas cosas, que me dejan ocupado en su disculpa y

con obligación a la penitencia de haberlas escrito. Si v. m., señor lector, que me compró facinoroso, no me compra modesto,

confesará que solamente le agradan los delitos, y que solo le son gustosos discursos malhechores.

ADVERTENCIA DE LAS CAUSAS DESTA IMPRESIÓN. DON ALONSO MESÍA DE LEYVA.

Habiendo visto impresos en Aragón y en otras partes fuera del Reino, con nombre de don Francisco de Quevedo Villegas, estos

discursos, con tanto descuido y malicia que entre lo añadido y olvidado y errores de traslados y imprenta se desconocían de su autor,

y más teniéndolos yo trasladados de su original, determiné, dándole cuenta, de restituirlos limpiándolos del contagio de tantos

descuidos, porque se vea cuán de otra suerte en su primera edad jugaba con la pluma sin apartarse de la enseñanza. Salen enteras,

como se verá en ellas, con cosas que no habían salido, y en todas se ha excusado la mezcla de lugares de la Escritura y alguna licencia

que no era apacible, que aunque hoy se lee uno y otro en el Dante, don Francisco me ha permitido esta lima, y aseguro en su nombre

que procura agradar a todos sin ofender a alguno, cosa que en la generalidad con que trata de solo los malos, forzosamente será

bien quisto; sujetándose a la censura de los ministros de la Santa Iglesia romana en todo, con intento cristiano y obediencia rendida.

Estos discursos en la forma que salen corregidos y en parte aumentados, conozco por míos, sin entremetimiento de obras ajenas que

me achacaron. Y todo lo pongo debajo de la corrección de la Santa Iglesia Romana, y de los ministros que tiene señalados para

limpiar de errores y escándalos las impresiones. Y desde luego con anticipado rendimiento me retrato de lo que no fuere ajustado a

la verdad Católica, o ofendiere a las buenas costumbres.

Pasiones de ausente enamorado (Poesía)

Este amor, que yo alimento de mi propio corazón, no nace de inclinación, sino de conocimiento.

Que amor de cosa tan bella,

y gracia, que es infinita, si es elección, me acredita, si no acredita mi estrella.

¿Y qué deidad me pudiera

inclinar a que te amara, que ese poder no tomara

para sí, si le tuviera?

Corrido, señora, escribo en el estado presente,

de que estando de ti ausente, aún parezca que estoy vivo.

Pues ya en mi pena y pasión,

dulce Tirsi, tengo hechas de las plumas de tus flechas

las alas del corazón.

Y sin poder consolarme, ausente, y amando firme,

más hago yo en no morirme, que hará el dolor en matarme.

Tanto he llegado a quererte, que siento igual pena en mí,

del ver, no viéndote a ti, que adorándote no verte.

Si bien recelo, señora,

que a este amor serás infiel, pues ser hermosa y cruel

te pronostica traidora.

Pero traiciones dichosas serán, Tirsi, para mí,

por ver dos caras en ti, que han de ser por fuerza hermosas.

Y advierte que en mi pasión,

se puede tener por cierto, que es decir ausente y muerto,

dos veces una razón.

Prevención para la vida y para la muerte (Soneto)

Si no temo perder lo que poseo,

ni deseo tener lo que no gozo,

poco de la Fortuna en mí el destrozo

valdrá, cuando me elija actor o reo.

Ya su familia reformó el deseo;

no palidez al susto, o risa al gozo

le debe de mi edad el postrer trozo,

ni anhelar a la Parca su rodeo.

Sólo ya el no querer es lo que quiero;

prendas de la alma son las prendas mías;

cobre el puesto la muerte, y el dinero.

A las promesas miro como a espías;

morir al paso de la edad espero:

pues me trujeron, llévenme los días.

Significase la propia brevedad de la vida, sin pensar, y con padecer, salteada de la muerte (Soneto)

Fue sueño ayer; mañana será tierra. Poco antes, nada; y poco después, humo.

Y destino ambiciones, y presumo apenas punto al cerco que me cierra.

Breve combate de importuna guerra,

en mi defensa, soy peligro sumo; y mientras con mis armas me consumo,

menos me hospeda el cuerpo que me entierra.

Ya no es ayer; mañana no ha llegado; hoy pasa, y es, y fue, con movimiento que a la muerte me lleva despeñado.

Azadas son la hora y el momento

que, a jornal de mi pena y mi cuidado, cavan en mi vivir mi monumento.

A una rosa (Poesía)

Rosa divina, que en gentil cultura

Eres con tu fragante sutileza

Magisterio purpúreo en la belleza,

Enseñanza nevada a la hermosura.

Amago de la humana arquitectura,

Ejemplo de la vana gentileza,

En cuyo ser unió naturaleza

La cuna alegre y triste sepultura.

¡Cuán altiva en tu pompa, presumida

soberbia, el riesgo de morir desdeñas,

y luego desmayada y encogida.

De tu caduco ser das mustias señas!

Al que ingrato me deja, busco amante (Poesía)

Al que ingrato me deja, busco amante;

al que amante me sigue, dejo ingrata;

constante adoro a quien mi amor maltrata,

maltrato a quien mi amor busca constante.

Al que trato de amor, hallo diamante,

y soy diamante al que de amor me trata,

triunfante quiero ver al que me mata

y mato al que me quiere ver triunfante.

Si a éste pago, padece mi deseo;

si ruego a aquél, mi pundonor enojo;

de entrambos modos infeliz me veo.

Pero yo, por mejor partido, escojo;

de quien no quiero, ser violento empleo;

que, de quien no me quiere, vil despojo.

Amor inoportuno (Poema)

Dos dudas en que escoger

Tengo, y no se a cual prefiera,

Pues vos sentís que no quiera

Y yo sintiera querer.

Con que si a cualquiera lado

Quiero inclinarme, es forzoso

Quedando el uno gustoso

Que otro quede disgustado.

Si daros gusto me ordena

La obligación, es injusto

Que por daros a vos gusto

Haya yo de tener pena.

Y no juzgo que habrá quien

Apruebe sentencia tal,

Como que me trate mal

Por trataros a vos bien.

Mas por otra parte siento

Que es también mucho rigor

Que lo que os debo en amor

Pague en aborrecimiento.

Y aun irracional parece

Este rigor, pues se infiere,

Si aborrezco a quien me quiere

¿qué haré con quien aborrezco?

No se como despacharos,

Pues hallo al determinarme

Que amaros es disgustarme

Y no amaros disgustaros;

Pero dar un medio justo

En estas dudas pretendo,

Pues no queriendo, os ofendo,

Y queriéndoos me disgusto.

Y sea esta la sentencia,

Porque no os podáis quejar,

Que entre aborrecer y amar

Se parta la diferencia,

De modo que entre el rigor

Y el llegar a querer bien,

Ni vos encontréis desdén

Ni yo pueda encontrar amor.

Esto el discurso aconseja,

Pues con esta conveniencia

Ni yo quedo con violencia

Ni vos os partís con queja.

Y que estaremos infiero

Gustosos con lo que ofrezco;

Vos de ver que no aborrezco,

Yo de saber que no quiero.

Sólo este medio es bastante

A ajustarnos, si os contenta,

Que vos me logréis atenta

Sin que yo pase a lo amante,

Y así quedo en mi entender

Esta vez bien con los dos;

Con agradecer, con vos;

Conmigo, con no querer.

Que aunque a nadie llega a darse

En este gusto cumplido,

Ver que es igual el partido

Servirá de resignarse.

Detente sombra (Poesía)

Detente, sombra de mi bien esquivo,

imagen del hechizo que más quiero,

bella ilusión por quien alegre muero,

dulce ficción por quien penosa vivo.

Si al imán de tus gracias, atractivo,

sirve mi pecho de obediente acero,

¿para qué me enamoras lisonjero

si has de burlarme luego fugitivo?

Mas blasonar no puedes, satisfecho,

de que triunfa de mí tu tiranía:

que aunque dejas burlado el lazo estrecho

que tu forma fantástica ceñía,

poco importa burlar brazos y pecho

si te labra prisión mi fantasía.

Feliciano me adora y le aborrezco (Soneto)

Feliciano me adora y le aborrezco;

Lizardo me aborrece y yo le adoro;

Por quien no me apetece ingrato, lloro,

Y al que me llora tierno, no apetezco.

A quien más me desdora, el alma ofrezco;

A quien me ofrece víctimas, desdoro;

Desprecio al que enriquece mi decoro,

Y al que le hace desprecios enriquezco.

Si con mi ofensa al uno reconvengo;

Me reconviene el otro a mí ofendido;

Y a padecer de todos modos vengo;

Pues ambos atormentan mi sentido:

A que este con pedir lo que no tengo;

Y aquél con no tener lo que le pido.

Este amoroso tormento (Poesía)

Este amoroso tormento

que en mi corazón se ve,

se que lo siento y no sé

la causa porque lo siento

Siento una grave agonía

por lograr un devaneo,

que empieza como deseo

y para en melancolía.

y cuando con mas terneza

mi infeliz estado lloro

sé que estoy triste e ignoro

la causa de mi tristeza.

Siento un anhelo tirano

por la ocasión a que aspiro,

y cuando cerca la miro

yo misma aparto la mano.

Porque si acaso se ofrece,

después de tanto desvelo

la desazona el recelo

o el susto la desvanece.

Y si alguna vez sin susto

consigo tal posesión

(cualquiera) leve ocasión

me malogra todo el gusto.

Siento mal del mismo bien

con receloso temor

y me obliga el mismo amor

tal vez a mostrar desdén.

Los empeños de una casa (Dramática) En casa de don Pedro Salen doña Ana y Celia Ana: Hasta que venga mi hermano, Celia, le hemos de esperar. Celia: Pues eso será velar, porque él juzga que es temprano la una o las dos; y a mi ver, aunque es grande ociosidad viene a decir la verdad, pues viene al amanecer. Mas, ¿por qué ágora te dio esa gana de esperar,.....10 si te entras siempre a acostar tú, y le espero sola yo? Ana: Has de saber, Celia mía, que aquí esta noche ha fiado de mí todo su cuidado; tanto de mi afecto fía. Bien sabes tú que él salió de Madrid dos años ha, y a Toledo, donde está, a una cobranza llegó,...........20 pensando luego volver, y así en Madrid me dejó, donde estando sola yo, pudiendo ser vista y ver, me vio don Juan y le vi, y me solicitó amante, a cuyo pecho constante atenta correspondí; cuando, o por no ser tan llano como el pleito se juzgó,..... ......30 o lo cierto, porque no quería irse mi hermano —porque vive aquí una dama de perfecciones tan sumas que dicen que faltan plumas para alabarla a la Fama, de la cual enamorado aunque no correspondido, por conseguirla perdido en Toledo se ha quedado, ....... 90 como en depósito, a ella me la entregasen a mí, y que luego al apartarse, como que acaso ellos van descuidados, al galán den lugar para escaparse, con lo cual claro es arguye que él se valdrá de los pies huyendo, pues piensa que es la justicia de quien huye;........ .... 180 Salen dos Embozados y doña Leonor. Embozado: Señora, aunque yo no ignoro el decoro de esta casa, pienso que el entrar en ella ha sido más venerarla que ofenderla; y así, os ruego que me tengáis esta dama depositada, hasta tanto que se averigüe la causa porque le dio muerte a un hombre otro que la acompañaba190 Y perdonad, que a hacer vuelvo diligencias no excusadas en tal caso. Véanse los Embozados. Ana: …………¿Qué es esto? Celia, a esos hombres llama que lleven esta mujer, que no estoy acostumbrada a oír estas liviandades. Celia: (Aparte.) Bien la deshecha mi ama hace de querer tenerla). Leonor: Señora,—en la boca el alma 200 tengo, ¡ay de mí!—si piedad mis tiernas lágrimas causan en tu pecho —hablar no acierto—, te suplico arrodillada que ya que no de mi vida, tengas piedad de mi fama, sin permitir, puesto que ya una vez entré en tu casa, que a otra me lleven adonde corra mayores borrascas210 mi opinión; que a ser mujer, como imaginas, liviana, ni a ti te hiciera este ruego, ni yo tuviera estas ansias. Hablan doña Ana y Celia aparte. Ana: (A lástima me ha movido su belleza y su desgracia. Bien dice mi hermano, Celia.) Celia: (Es belleza sobrehumana; y si está así en la tormenta ¿cómo estará en la bonanza?)..... ...... 250 pues son tales los indicios que tengo de estar culpada, que por culpables que sean son más decentes sus causas; y así, escúchame. Ana: …El silencio te responda. Celia: ………¡Cosa brava! ¿Relación a media noche y con vela? ¡Que no valga! Leonor: Si de mis sucesos quieres escuchar los tristes casos.....260 con que ostentan mis desdichas lo poderoso y lo vario, escucha, por si consigo que divirtiendo tu agrado lo que fue trabajo propio sirva de ajeno descanso, o porque en el desahogo hallen mis tristes cuidados a la pena de sentirlos el alivio de contarlos. .... ...270 Yo nací noble; éste fue de mi mal el primer paso, que no es pequeña desdicha nacer noble un desdichado; que aunque la nobleza sea joya de precio tan alto, es alhaja que en un triste sólo sirve de embarazo; porque estando en un sujeto, repugnan como contrarios, .. 280 entre plebeyas desdichas haber respetos honrados.

Decirte que nací hermosa presumo que es excusado, pues lo atestiguan tus ojos y lo prueban mis trabajos. Sólo diré... Aquí quisiera no ser yo quien lo relato, pues en callarlo o decirlo dos inconvenientes hallo; ........290 porque si digo que fui celebrada por milagro de discreción, me desmiente la necedad del contarlo; y si lo callo, no informo de mí, y en un mismo caso me desmiento si lo afirmo, y lo ignoras si lo callo. Pero es preciso al informe que de mis sucesos hago.. 300 —aunque pase la modestia la vergüenza de contarlo—, para que entiendas la historia, presuponer asentado que mi discreción la causa fue principal de mi daño. Inclinéme a los estudios desde mis primeros años con tan ardientes desvelos con tan ansiosos cuidados, .... .....310 que reduje a tiempo breve fatigas de mucho espacio. Conmuté el tiempo, industriosa, a lo intenso del trabajo, de modo que en breve tiempo era el admirable blanco de todas las atenciones, de tal modo, que llegaron a venerar como infuso lo que fue adquirido lauro. .. 320 Era de mi patria toda el objeto venerado de aquellas adoraciones que forma el común aplauso; y como lo que decía. fuese bueno o fuese malo, ni el rostro lo deslucía ni lo desairaba el garbo, llegó la superstición popular a empeño tanto, 330 que ya adoraban deidad el ídolo que formaron. Voló la Fama parlera, discurrió reinos extraños, y en la distancia segura acreditó informes falsos. La pasión se puso anteojos de tan engañosos grados, que a mis moderadas prendas agrandaban los tamaños. ........ 390 que un afecto tan preciso se forjase de un acaso?— don Carlos de Olmedo, un joven forastero, mas tan claro por su origen, que en cualquiera lugar que llegue a hospedarlo, podrá no ser conocido, pero no ser ignorado. Aquí, que me des te pido licencia para pintarlo, ...400 por disculpar mis errores, o divertir mis cuidados; o porque al ver de mi amor los extremos temerarios, no te admire que el que fue tanto, mereciera tanto. Era su rostro un enigma compuesto de dos contrarios que eran valor y hermosura, tan felizmente hermanados, .. 410 que faltándole a lo hermosos la parte de afeminado, hallaba lo más perfecto en lo que estaba más falto; porque ajando las facciones con un varonil desgarro, no consintió a la hermosura tener imperio asentado; tan remoto a la noticia, tan ajeno del reparo, .. .......420 que aun no le debió lo bello la atención de despreciarlo; que como en un hombre está lo hermoso como sobrado, es bueno para tenerlo y mal para ostentarlo. Era el talle como suyo, que aquel talle y aquel garbo, aunque la Naturaleza a otro dispusiera darlo, .... .430 sólo le asentara bien al espíritu de Carlos; que fue de su providencia esmero bien acertado, dar un cuerpo tan gentil a espíritu tan gallardo. Gozaba un entendimiento tan sutil, tan elevado, que la edad de lo entendido era un mentís de sus años. .. ...... 520 algunos; y aunque pudiera la fuga salvar a Carlos, por no dejarme en el riesgo se detuvo temerario, de modo que la justicia, que acaso andaba rondando, llegó a nosotros, y aunque segunda vez obstinado intentaba defenderse, persuadido de mi llanto.... .........530 rindió la espada a mi ruego, mucho más que a sus contrarios. (¡Cielos! ¿qué es esto que escucho? Al mismo que yo idolatro es el que quiere Leonor... ¡Oh, qué presto que ha vengado.. 550 Amor a don Juan! ¡Ay triste!) Señora, vuestros cuidados siento como es justo. Celia, lleva esta dama a mi cuarto mientras yo a mi hermano espero. Celia: Venid, señora. Leonor: .............Tus pasos, sigo, ¡ay de mí!, pues es fuerza obedecer a los hados. Véanse Celia y doña Leonor. A la continuación de la primera jornada de Los empeños de una casa.

Pues estoy condenada (Poema)

Pues estoy condenada,

Fabio, a la muerte, por decreto tuyo,

y la sentencia airada

ni la apelo, resisto ni la huyo,

óyeme, que no hay reo tan culpado

a quien el confesar le sea negado.

Porque te han informado,

dices, de que mi pecho te ha ofendido,

me has, fiero, condenado.

¿Y pueden, en tu pecho endurecido

más la noticia incierta, que no es ciencia,

que de tantas verdades la experiencia?

Si a otros crédito has dado,

Fabio, ¿por qué a tus ojos se lo niegas,

y el sentido trocado

de la ley, al cordel mi cuello entregas,

pues liberal me amplías los rigores

y avaro me restringes los favores?

Si a otros ojos he visto,

mátenme, Fabio, tus airados ojos;

si a otro cariño asisto,

asístanme implacables tus enojos;

y si otro amor del tuyo me divierte,

tú, que has sido mi vida, me des muerte.

Si a otro, alegre, he mirado,

nunca alegre me mires ni te vea;

si le hablé con agrado,

eterno desagrado en ti posea;

y si otro amor inquieta mi sentido,

sáqueseme el alma tú, que mi alma has sido.

Mas, supuesto que muero,

sin resistir a mi infeliz suerte,

que me des sólo quiero

licencia de que escoja yo mi muerte;

deja la muerte a mi elección medida,

pues en la tuya pongo yo la vida.

A LA MUY MAGNIFICA SEÑORA DOÑA JERÓNIMA PALOVA DE ALMOGÁVAR

Si no hubiera sabido antes de agora dónde llega el juicio de Vuestra Merced, bastárame para entendello ver que os parecía bien este

libro. Mas ya estábades tan adelante en mi opinión, que pareciéndome este libro bien hasta aquí por muchas causas, la principal por

donde agora me lo parece es porque le habéis aprobado, de tal manera que podemos decir que le habéis hecho, pues por vuestra

causa le alcanzamos a tener en lengua que le entendemos. Porque no solamente no pensé acabar con Boscán que le tradujese, mas

nunca osé poner en decírselo, según le vía siempre aborrecerse con los que romanzan libros, aunque él a esto no lo llama romanzar,

ni yo tampoco; mas, aunque lo fuera, creo que no se excusara mandándolo Vuestra Merced. Estoy muy satisfecho de mí, porque

antes que el libro viniese a vuestras manos, ya yo le tenía en tanto como entonces debía; porque, si ágora después que os parece

bien empezara a conocerle, creyera que me llevaba el juicio de vuestra opinión. Pero ya no hay que sospechar en esto, sino tener por

cierto que es libro que merece andar en vuestras manos para que luego se le parezca donde anduvo y pueda después andar por el

mundo sin peligro. Porque una de las cosas de que mayor necesidad hay, doquiera que hay hombres y damas principales, es de hacer

no solamente todas las cosas que en aquella su manera de vivir acrecientan el punto y el valor de las personas, mas aun de guardarse

de todas las que pueden avasalle. Lo uno y 1o otro se trata en este libro tan sabia y tan cortesanamente que no me parece que hay

qué desear en él sino vello cumplido todo en algún hombre, y también iba a decir en alguna dama, si no me acordara que estábades

en el mundo para pedirme cuenta de las palabras ociosas. Demás de todo esto, puédase considerar en este libro que como las cosas

muy acertadas siempre se extienden a más de lo que prometen, de tal manera escribió el conde Castellón lo que debía hacer un

singular cortesano, que casi no dexó estado a quien no avisase de su oficio. En esto se puede ver lo que perdiéramos en no tenerle. Y

también tengo por muy principal el beneficio que se hace a la lengua castellana en poner en ella cosas que merezcan ser leídas;

porque yo no sé qué desventura ha sido siempre la nuestra, que apenas ha nadie escrito en nuestra lengua sino lo que se pudiera

muy bien excusar, aunque esto sería malo de probar con los que traen entre las manos estos libros que matan hombres.

Y supo Vuestra Merced muy bien escoger persona por cuyo medio hiciésedes este bien a todos; que siendo a mi parecer tan

dificultosa cosa traducir bien un libro como hacerle nuevo, diose Boscán en esto tan buena maña que cada vez que me pongo a leer

este su libro o (por mejor decir) vuestro, no me parece que le hay escrito en otra lengua: Y si alguna vez se me acuerda del que he

visto y leído, luego el pensamiento se me vuelve al que tengo entre las manos. Guardó una cosa en la lengua castellana que muy

pocos la han alcanzado, que fue huir del afectación sin dar consigo en ninguna sequedad, y con gran limpieza de estilo usó de

términos muy cortesanos y muy admitidos de los buenos oídos y no nuevos ni al parecer desusados de la gente. Fue, demás de esto,

muy fiel traductor, porque no se ató al rigor de la letra, como hacen algunos, sino a la verdad de las sentencias y por diferentes

caminos puso en esta lengua toda la fuerza y el ornamento de la otra, y así lo dexó todo tan en su punto como lo halló, y hállalo tal

que con poco trabajo podrían los defensores de este libro responder a los que quisieren tachar alguna cosa dél. No hablo en los

hombres de tan tiernos y tan delicados oídos que entre mil cosas buenas que terná este libro les ofenderá una o dos que no serán

tan buenas como las otras, que de estos tales no puedo creer sino que aquellas dos les agradan y las otras les ofenden; y podríalo

probar con muchas cosas que ellos fuera desto aprueban.

Mas no es de perder tiempo con éstos, sino remitirlos a quien les habla y le responde dentro en ellos mismos, y volverme a los que

con alguna apariencia de razón podrían en algún lugar desear satisfacción de algo que les ofendiese, y es que allí donde se trata de

todas las maneras que puede haber de decir donaires y cosas bien dichas a propósito de hacer reír y de hablar delgadamente, hay

algunas puestas por ejemplo, que parece que no llegan al punto de las otras, ni merecen ser tenidas por muy buenas de un hombre

que tan avisadamente trató las otras partes; y de aquí podrían inferir una sospecha de no tan buen juicio ni tanta fineza del autor

como le damos. Confieso a Vuestra Merced que hube tanta envidia de veros merecer sola las gracias que se deben por este libro, que

me quise meter allá entre los renglones o como pudiese. Y porque hube miedo que alguno se quisiese meter en traducir este libro o

(por mejor decir) dañarle, trabajé con Boscán que sin esperar otra cosa hiciese luego imprimirle por atajar la presteza que los que

escriben mal alguna cosa suelen tener en publicarla. Y aunque esta traducción me diera venganza de cualquier otra que hubiera, soy

tan enemigo de cisma que aun ésta tan sin peligro me enojara. Y por esto , casi por fuerza le hice que a todo correr le pasase; y él me

hizo estar presente a la postrera lima, más como a hombre acogido a razón que como ayudador de ninguna enmienda. Suplico a

Vuestra Merced que, pues este libro i está debajo de vuestro amparo, que no pierda nada por esta poca de parte que yo del tomo,

pues, en pago de esto, os le doy escrito de mejor letra, donde se lea vuestro nombre y vuestras obras.

GARCILASO DE LA VEGA

Al Emperador Carlos V (Carta)

Al Emperador Carlos V

S.C.C.M.

La orden que el Príncipe a dado en el caminar de la gente es que se dembarquen en Baya o en Saona y de allí tomen el camino la

vía de Alexandria y paren en medio de esta ciudad y de Alexandria lo cual se pone luego en obra y yo me parto delante para

tener proueydo lo necesario en Saona.

El capitán Sabajosa va a lo que el príncipe y el embajador escriben; la gente que viene según todos afirmantes muy buena.

Nuestro Señor la Sacra persona de Vuestra Majestad guarde con acrecentamiento de nuevos Reynos y señoríos. De Génova XX

de mayo de 1536.

S.C.C.M.

Criado de V. S. M.

Coplas (De la l a la V)

HABIÉNDOSE CASADO SU DAMA

Culpa debe ser quereros,

Según lo que en mí hacéis,

mas allá lo pagaréis

do no sabrán conoceros,

por mal que me conocéis.

Por quereros, ser perdido

pensaba, que no culpado;

mas que todo lo haya sido,

así me lo habéis mostrado

que lo tengo bien sabido.

¡Quién pudiese no quereros

tanto como vos sabéis,

por holgarme que paguéis

lo que no han de conoceros

con lo que no conocéis!

Yo dejaré desde aquí

de ofenderos más hablando,

porque mi morir callando

os ha de hablar por mí.

Gran ofensa os tengo hecha

hasta aquí en haber hablado,

pues en cosa os he enojado

que tan poco me aprovecha.

Derramaré desde aquí

mis lágrimas no hablando,

porque quien muere callando

tiene quien hable por sí.

Acaso supo, a mi ver,

y por acierto quereros

quien tal yerro fue a hacer

como partirse de veros

donde os dejase de ver,

Imposible es que este tal

pensando que os conocía,

supiese lo que hacía

cuando su bien y su mal

junto os entregó en un día.

Acertó acaso a hacer

lo que si por conoceros

hiciera, no podía ser:

partirse y, con solo veros,

dejaros siempre de ver

Pues este nombre perdí,

Dido, mujer de Siqueo,

en mi muerte esto deseo

que se escriba sobre mí:

"El peor de los troyanos

dio la causa y el espada;

Dido, a tal punto llegada,

no puso más de las manos."

De la red y del hilado

hemos de tomar, señora,

que echáis de vos en un hora

todo el trabajo pasado

Y si el vuestro se ha de dar

a los que se pasearen,

lo que por vos trabajaren

¿dónde lo pensáis echar?

El dulce lamentar de dos pastores (Fragmento de Égloga l)

El dulce lamentar de dos pastores,

Salicio juntamente y Nemoroso,

he de contar, sus quejas imitando;

cuyas ovejas al cantar sabroso

estaban muy atentas, los amores,

(de pacer olvidadas) escuchando.

Tú, que ganaste obrando

un nombre en todo el mundo

y un grado sin segundo,

ágora estés atento sólo y dado

el ínclito gobierno del estado

Albano; ágora vuelto a la otra parte,

resplandeciente, armado,

representando en tierra el fiero Marte;

agora de cuidados enojosos

y de negocios libre, por ventura

andes a caza, el monte fatigando

en ardiente jinete, que apresura

el curso tras los ciervos temerosos,

que en vano su morir van dilatando;

espera, que en tornando

a ser restituido

al ocio ya perdido,

luego verás ejercitar mi pluma

por la infinita innumerable suma

de tus virtudes y famosas obras,

antes que me consuma,

faltando a ti, que a todo el mundo

sobras.

En tanto que este tiempo que adivino

viene a sacarme de la deuda un día,

que se debe a tu fama y a tu gloria

(que es deuda general, no sólo mía,

mas de cualquier ingenio peregrino

que celebra lo digno de memoria),

el árbol de victoria,

que ciñe estrechamente

tu gloriosa frente,

dé lugar a la hiedra que se planta

debajo de tu sombra, y se levanta

poco a poco, arrimada a tus loores;

y en cuanto esto se canta,

escucha tú el cantar de mis pastores.

Saliendo de las ondas encendido,

rayaba de los montes al altura

el sol, cuando Salicio, recostado

al pie de un alta haya en la verdura,

por donde un agua clara con sonido

atravesaba el fresco y verde prado,

él, con canto acordado

al rumor que sonaba,

del agua que pasaba,

se quejaba tan dulce y blandamente

como si no estuviera de allí ausente

la que de su dolor culpa tenía;

y así, como presente,

razonando con ella, le decía:

Salicio:

¡Oh más dura que mármol a mis

quejas,

y al encendido fuego en que me quemo

más helada que nieve, Galatea!,

estoy muriendo, y aún la vida temo;

témola con razón, pues tú me dejas,

que no hay, sin ti, el vivir para qué sea.

Vergüenza he que me vea

ninguno en tal estado,

de ti desamparado,

y de mí mismo yo me corro ágora.

¿De un alma te desdeñas ser señora,

donde siempre moraste, no pudiendo

de ella salir un hora?

Señor Boscán, quien tanto gusto tiene (Epístola)

Señor Boscán, quien tanto gusto tiene

de daros cuenta de los pensamientos,

hasta las cosas que no tienen nombre,

no le podrá faltar con vos materia,

ni será menester buscar estilo

presto, distinto de ornamento puro

tal cual a culta epístola conviene.

Entre muy grandes bienes que consigo

el amistad perfecta nos concede

es a que este descuido suelto y puro,

lejos de la curiosa pesadumbre;

y así, de esta libertad gozando,

digo que vine, cuanto a lo primero,

tan sano como aquel que en doce días

lo que sólo veréis ha caminado

cuando el fin de la carta os lo mostrare.

Alargo y suelto a su placer la rienda,

mucho más que al caballo, al pensamiento,

y llévame a las veces por camino

tan dulce y agradable que me hace

olvidar el trabajo del pasado;

otras me lleva por tan duros pasos

que con la fuerza del afán presente

También de los pasados se me olvida;

a veces sigo un agradable medio

honesto y reposado, en aquel discurso

del gusto y del ingenio se ejercita.

Iba pensando y discurriendo un día

a cuántos bienes alargó la mano

el que del amistad mostró el camino,

y luego vos, del amistad el ejemplo,

os me ofrecéis en estos pensamientos,

y con vos a lo menos me acontece

una gran cosa, al parecer extraña,

y porque lo sepáis en pocos versos,

es que, considerando los provechos,

las honras y los gustos que me vienen

de esta vuestra amistad, que en tanto tengo, ninguna cosa en

mayor precio estimo

ni me hace gustar del dulce estado

tanto como el amor de parte mía.

Éste conmigo tiene tanta fuerza

que, sabiendo muy bien las otras partes

del amistad y la estrechez nuestra

con solo a que éste el alma se enternece;

y sé que otramente me aprovecha

el deleite, que suele ser pospuesto

a las útiles cosas y a las graves.

Llévame a escudriñar la causa de esto

ver continuo tan recio en mí el efecto,

y hallo que el provecho, el ornamento,

el gusto y el placer que se me sigue

del vínculo de amor, que nuestro genio

enredó sobre nuestros corazones,

son cosas que de mí no salen fuera,

y en mí el provecho solo se convierte.

Mas el amor, de donde por ventura

nacen todas las cosas, si hay alguna,

que a vuestra utilidad y gusto miren,

es gran razón que ya en mayor estima

tenido sea de mí que todo el resto,

cuanto más generosa y alta parte

es el hacer el bien que el recebirle;

así que amando me deleito, y hallo

que no es locura este deleite mío.

¡Oh cuán corrido estoy y arrepentido

de haberos alabado el tratamiento

del camino de Francia y las posadas!

Corrido de que ya por mentiroso

con razón me ternéis; arrepentido

de haber perdido tiempo en alabaros

cosa tan digna ya de vituperio,

donde no hallaréis sino mentiras,

vinos acedos, camareras feas,

burletes codiciosos, malas postas,

gran paga, poco argén, largo camino;

llegar al fin a Nápoles, no habiendo

dejado allá enterrado algún tesoro,

salvo si no decís que es enterrado

lo que nunca se halla ni se tiene.

A mi señor Durall estrechamente

abraza de mi parte, si pudieres.

Doce del mes de octubre, de la tierra

do nació el claro fuego del Petrarca

y donde están del fuego las cenizas.

A cierta dama que se dejaba vencer antes del interés que del gusto (Soneto)

Mientras Corinto, en lágrimas deshecho,

la sangre de su pecho vierte en vano,

vende Lice a un decrépito indiano

por cien escudos la mitad del lecho.

¿Quién, pues, se maravilla de este hecho,

sabiendo que haya ya paso más llano,

la bolsa abierta, el rico pelicano,

que el pelícano pobre, abierto el pecho?

Interés, ojos de oro como gato,

y gato de doblones, no Amor ciego,

que leña y plumas gasta, cien arpones

le flecharon de la aljaba de un talego.

¿Qué Tremecén no desmantela un trato,

arrimándole al trato cien cañones?

A los celos (Soneto)

¡Oh niebla del estado más sereno,

furia infernal, serpiente mal nacida!

¡Oh ponzoñosa víbora escondida

de verde prado en oloroso seno!

¡Oh entre el néctar de Amor mortal veneno,

que en vaso de cristal quitas la vida!

¡Oh espada sobre mí de un pelo asida,

de la amorosa espuela duro freno!

¡Oh celo, del favor verdugo eterno!,

Vuélvete al lugar triste dónde estabas,

o al reino (si allá cabes) del espanto;

mas no cabrás allá, que pues ha tanto

que comes de ti mismo y no te acabas,

mayor debes de ser que el mismo infierno.

A un caballero que, estando con una dama, no pudo cumplir sus deseos (Décima)

Con Marfisa en la estacada

entrasteis tan mal guarnido

que su escudo, aunque hendido,

no lo rajó vuestra espada.

¿Qué mucho?, si levantada

no se vio en trance tan crudo,

ni vuestra vergüenza pudo

cuatro lágrimas llorar,

siquiera para dejar

de orín tomado el escudo.

Ándeme yo caliente (letrilla)

''Ándeme yo caliente

y ríase la gente''.

Traten otros del gobierno

del mundo y sus monarquías,

mientras gobiernan mis días

mantequillas y pan tierno,

y las mañanas de invierno

naranjada y agua ardiente,

''y ríase la gente''.

Como en dorada vajilla

el Príncipe mil cuidados,

como píldoras dorados;

que yo en mi pobre mesilla

quiero más una morcilla

que en el asador reviente,

''y ríase la gente''.

Cuando cubra las montañas

de blanca nieve el Enero,

tenga yo lleno el brasero

de bellotas y castañas,

y quien las dulces patrañas

del Rey que rabió me cuente,

''y ríase la gente''.

Busque muy en hora buena

el mercader nuevos soles;

yo conchas y caracoles

entre la menuda arena,

escuchando a Filomena

sobre el chopo de la fuente,

''y ríase la gente''.

Pase a media noche el mar

y arda en amorosa llama

Leandro por ver a su dama;

que yo más quiero pasar

del golfo de mi lagar

la blanca o roja corriente,

''y ríase la gente''.

Pues Amor es tan crüel,

que de Píramo y su amada

hace tálamo una espada

do se junten ella y él,

sea mi Tisbe un pastel,

y la espada sea mi diente,

''y ríase la gente''.

Angélica y Medoro (Poesía de romance)

En un pastoral albergue

que la guerra entre unos

robles

lo dejó por escondido

o lo perdonó por pobre;

do la paz viste pellico

y conduce entre pastores

ovejas del monte al llano

y cabras del llano al

monte,

mal herido y bien curado,

se alberga un dichoso

joven

que sin clavarle amor

flecha

le coronó de favores.

Las venas con poca sangre,

los ojos con mucha noche,

lo halló en el campo

aquella

vida y muerte de los

hombres.

Del palafrén se derriba,

no porque al moro conoce,

sino por ver que la yerba

tanta sangre paga en

flores.

Límpiale el rostro, y la

mano

siente al Amor que se

esconde

tras las rosas, que la

muerte

va violando sus colores.

Escondióse tras las rosas,

porque labren sus arpones

el diamante del Catay

con aquella sangre noble.

Ya le regala los ojos,

ya le entra, sin ver por

dónde,

una piedad mal nacida

entre dulces escorpiones.

Ya es herido el pedernal,

ya despide el primer golpe

centellas de agua, ¡oh

piedad!,

hija de padres traidores.

Yerbas le aplica a sus

llagas,

que si no sanan entonces

en virtud de tales manos

lisonjean los dolores.

Amor le ofrece su venda,

mas ella sus velos rompe

para ligar sus heridas;

los rayos del sol perdonen.

Los últimos nudos daba

cuando el cielo la socorre

de un villano en una yegua

que iba penetrando el

bosque.

Enfrénanle de la bella

las tristes piadosas voces,

que los firmes troncos

mueven

y las sordas piedras oyen;

y la que mejor se halla

en las selvas que en la

corte,

simple bondad, al pío

ruego

cortésmente corresponde.

Humilde se apea el villano

y sobre la yegua pone

un cuerpo con poca

sangre,

pero con dos corazones.

A su cabaña los guía,

que el sol deja su

horizonte

y el humo de su cabaña

le va sirviendo de norte.

Llegaron temprano a ella

do una labradora acoge

un mal vivo con dos almas,

una ciega con dos soles.

Blando heno en vez de

pluma

para lecho les compone,

que será tálamo luego

do el garzón sus dichas

logre.

Las manos, pues, cuyos

dedos

De esta vida fueron dioses,

restituyen a Medoro

salud nueva, fuerzas

dobles,

y le entregan, cuando

menos,

su beldad y un reino en

dote,

segunda envidia de Marte,

primera dicha de Adonis.

Corona un lascivo

enjambre

de cupidillos menores

la choza; bien como

abejas,

hueco tronco de

alcornoque.

¡Qué de nudos le está

dando

a un áspid la envidia torpe,

contando de las palomas

los arrullos gemidores!

¡Qué bien la destierra

Amor,

haciendo la cuerda zote,

porque el caso no se

infame

y el lugar no se inficione!

Todo es gala el africano,

su vestido espira olores,

el lunado arco suspende

y el corvo alfange depone.

Tórtolas enamoradas

son sus roncos a tambores

y los volantes de Venus

sus bien seguidos

pendones.

Desnuda el pecho anda

ella;

vuela el cabello sin orden;

si lo abrocha, es con

claveles,

con jazmines si lo coge.

El pie calza en lazos de oro

porque la nieve se goce,

y no se vaya por pies

la hermosura del orbe.

Todo sirve a los amantes,

plumas les baten veloces,

airecillos lisonjeros,

si no son murmuradores.

Los campos les dan

alfombras,

los árboles pabellones,

la apacible fuente sueño,

música los ruiseñores.

Los troncos les dan

cortezas

en que se guarden sus

nombres

mejor que en tablas de

mármol

o que en láminas de

bronce.

No hay verde fresno sin

letra,

ni blanco chopo sin mote;

si un valle Angélica suena,

otro Angélica responde.

Cuevas do el silencio

apenas

deja que sombras las

moren,

profanan con sus abrazos

a pesar de sus horrores.

Choza, pues, tálamo y

lecho,

contestes de estos amores,

el cielo os guarde, si

puede,

de las locuras del conde.

Con la estafeta pasada (Décima)

Con la estafeta pasada

me dio aviso un gentil hombre

de que asombraís con mi nombre

y que mataís con mi espada;

Vivís, señora, engañada;

que el amor que os he propuesto

no es hijo de Marte en esto;

antes es de él tan distinto,

que si me hablaís en el quinto

no os he de hablar en el sexto

De las Lusiadas de Luis de Camoes, que tradujo Luis de Tapia, natural de Sevilla (Silva)

Suene la trompa bélica del castellano cálamo,

dándoles lustre y ser a las Lusíadas, y con su rima angélica en el celeste tálamo

encumbre su valor sobre las Híadas, Napeas y Hamadríadas:

con amoroso cántico y espíritu poético

celebren nuestro Bético del Mauritano mar al mar Atlántico,

pues vuela su Calíope desde el blanco francés al negro etíope.

Aquí la fuerza indómita del Pacheco diestrísimo

descubre de su rey el pecho y ánimo, la India deja atónita

con su valor rarísimo, y al Samorín soberbio, pusilánimo.

Muéstrese aquí magnánimo Alburquerque, y solícito

capitán integérrimo, que al amador misérrimo

crudamente castiga el hecho ilícito, y a Goa y su potencia

dos veces la[s] sujeta a su obediencia.

Almeida, que a los árabes con la venganza horrida

sus muros y edificios va talándoles, y a los rumes y alárabes,

debajo de la tórrida, con valerosa espada domeñándoles,

y mayor pena dándoles con el hijo belígero,

que en el seno Cambaico contra el moro y hebraico

muere mostrando su furor armígero, sirviéndole de túmulo

de mamelucos el sangriento cúmulo.

Cuanto pechos heroicos te dan fama clarífica,

oh Lusitania, por la tierra cálida, tanto versos estoicos te dan gloria mirífica,

celebrando tu nombre y fuerza válida: dígalo la Castálida,

que al soberano Tapia hizo que (más que en árboles,

en bronces, piedras, mármoles) en su verso eternice su prosapia,

dándole el odorífero lauro, por premio del gran dios lucífero.

La más bella niña (Poesía de romance)

La más bella niña

de nuestro lugar,

hoy viuda y sola

y ayer por casar,

viendo que sus ojos

a la guerra van,

a su madre dice

que escucha su mal:

Dejadme llorar,

orillas del mar.

Pues me distes, madre,

en tan tierna edad

tan corto el placer,

tan largo el penar,

y me cautivaste

de quien hoy de va

y lleva las llaves

de mi libertad.

Dejadme llorar,

orillas del mar.

En llorar conviertan

mis ojos de hoy más

el sabroso oficio

del dulce mirar,

pues que no se pueden

mejor ocupar

yéndose a la guerra

quien era mi paz.

Dejadme llorar,

orillas del mar.

No me pongáis freno

ni queráis culpar,

que lo uno es justo,

lo otro por demás.

Si me queréis bien

no me hagáis mal;

harto peor fue

morir y callar.

Dejadme llorar,

orillas del mar.

Dulce madre mía,

¿quién no llorará,

aunque tenga el pecho

como un pedernal,

y no dará voces

viendo marchitar

los más verdes años

de mi mocedad?

Dejadme llorar,

orillas del mar.

Váyanse las noche,

pues ido se han

los ojos que hacían

los míos velar;

váyanse, y no vean

tanta soledad

después que en mi lecho

sobra la mitad.

Dejadme llorar,

orillas del mar.

Por una negra señora (Poesía)

Por una negra señora

un negro galán doliente

negras lágrimas derrama

de un negro pecho que tiene.

Habló la un negra noche,

y tan negra que parece

que de su negra pasión

el negro luto le viene.

Lleva una negra guitarra,

negras las cuerdas que tiene,

negras también las clavijas,

pues negro es el que las tuerce.

"Negras pascuas me dé Dios,

si más negros no me tienen

los negros amores tuyos

que el negro color de allende.

Un negro favor te pido,

si negros favores vendes,

y sí con negros favores

un negro pagarse debe."

La negra señora entonces,

enfadada del negrete,

con estas negras razones

al galán negro entristece:

"Vaya muy en hora negra

el negro que tal pretende,

que para galanes negros

se hicieron negros desdenes."

El negro señor entonces,

no queriendo ennegrecerse

más de lo negro, quitóse

el negro sombrero y fuese.

¿Qué lleva el señor Esgueva? (letrilla)

¿Qué lleva el señor Esgueva?

Yo os diré lo que lleva.

Lleva este río crecido,

Y llevará cada día

Las cosas que por la vía

De la cámara han salido,

Y cuanto se ha proveído

Según leyes de Digesto,

Por jueces que, antes de esto,

Lo recibieron a prueba.

¿Qué lleva el señor Esgueva?

Yo os diré lo que lleva.

Lleva el cristal que le envía

Una dama y otra dama,

Digo el cristal que derrama

La fuente de mediodía,

Y lo que da la otra vía,

Sea pebete o sea topacio;

Que al fin damas de Palacio

Son ángeles hijos de Eva.

¿Qué lleva el señor Esgueva?

Yo os diré lo que lleva.

Lleva lágrimas cansadas

De cansados amadores,

Que, de puro servidores,

Son de tres ojos lloradas;

De aquél, digo, acrecentadas

Que una nube le da enojo,

Porque no hay nube de este ojo

Que no truene y que no llueva.

¿Qué lleva el señor Esgueva?

Yo os diré lo que lleva.

Lleva pescado de mar,

Aunque no muy de provecho,

Que, salido del estrecho,

Va a Pisuerga a desovar;

Si antes era calamar

O si antes era salmón,

Se convierte en camarón

Luego que en el río se ceba.

¿Qué lleva el señor Esgueva?

Yo os diré lo que lleva.

Lleva, no patos reales

Ni otro pájaro marino,

Sino el noble palomino

Nacido en nobles pañales;

Colmenas lleva y panales,

Que el río les da posada;

La colmena es vidriada

Y el panal es cera nueva.

¿Qué lleva el señor Esgueva?

Yo os diré lo que lleva.

Lleva, sin tener su orilla

Árbol ni verde ni fresco,

Fruta que es toda de cuesco,

Y, de madura, amarilla;

Hácese de ella en Castilla

Conserva en cualquiera casa,

Y tanta ciruela pasa,

Que no hay quien sin ella beba.

¿Qué lleva el señor Esgueva?

Yo os diré lo que lleva.