Bonilla - Lectura Filosófica Intercultural de Algunos Enigmas Del Multiculturalismo

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1 Lectura filosófica intercultural de algunos enigmas del multiculturalismo A Miguel Andrés Brenner, María Pilar Cavina, Alexandra Otto y Eduardo J. Vior, con mi agradecimiento por su colaboración desinteresada para la realización de este trabajo. En tanto la perspectiva intercultural que anima el Programa de investigaciones “Derechos humanos, migración y participación” toma en cuenta de modo particular el impacto mundial que tiene el fenómeno del multiculturalismo en las últimas tres décadas 1 , en el comienzo de este artículo parece indispensable recordar que la categoría de “multiculturalismo” excede en varios de sus empleos actuales los límites de una mera función descriptiva y se le reconoce potencialidad como una categoría normativa que parece facilitar diversas institucionalizaciones pluralistas de la heterogeneidad cultural en los Estados democráticos contemporáneos (Colom, 1998: 11-12), incluida su aptitud para reorientar las políticas migratorias de diversos gobiernos (Mármora, 2004b: 27). En este sentido amplio “multiculturalismo” se entiende aquí en tres dimensiones principales: el fenómeno, las prácticas y las teorías. En sentido político estricto el “multiculturalismo” como fenómeno alude a la coexistencia en un Estado de grupos humanos pertenecientes a culturas diferentes. También puede referírselo a prácticas gestionadas desde una voluntad multicultural democrática de participación y/o representación de tales grupos y de los individuos que los integran en diversas instancias de la existencia social y política. Por último, se encuentra un conjunto de teorías políticas y filosóficas, principalmente, que se autodenominan o son denominadas multiculturalistas (Colom, 1998:12). De tales aportes teóricos es deudor un giro particularmente novedoso en las discusiones de gran proyección en la instancia práctica de las políticas concretas, tal como se lo describe en la cita siguiente: “Mientras que la teoría liberal y socialista del último siglo y medio veía en los grupos étnicos meros ejemplos de supervivencia frente a un supuesto proceso general de homogeneización modernizadora, en la actualidad existe la creciente convicción de que estos grupos representan formas de vida social capaces de persistir y renovarse” (Colom, 1998:58-59). En estos párrafos iniciales resulta oportuno aclarar igualmente que los antecedentes latinoamericanos que fueron mencionados en la “Introducción” (Bonilla / Vior, 2006: ) no aparecen en los discursos habituales de las discusiones teóricas de y sobre el multiculturalismo. Éstos se mantuvieron y se mantienen en lo fundamental limitados a las dimensiones del fenómeno, de las prácticas y de las investigaciones propias de América del Norte y de otros países vinculados a tradiciones anglosajonas como Australia y Nueva Zelanda aunque su campo de aplicación pueda excederlos muchas veces. Siendo Canadá uno de los países pioneros en consagrar constitucionalmente los derechos de las minorías en términos de “multiculturalismo” y generándose una gran producción teórica como consecuencia de ello, por tal carácter paradigmático resulta útil a nuestras investigaciones estudiar aquí la experiencia y las concepciones multiculturales 1 Como señaláramos en la “Introducción” (Bonilla / Vior, 2006: ).

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    Lectura filosfica intercultural de algunos enigmas del multiculturalismo

    A Miguel Andrs Brenner, Mara Pilar Cavina, Alexandra Otto y Eduardo J. Vior, con mi

    agradecimiento por su colaboracin desinteresada para la realizacin de este trabajo.

    En tanto la perspectiva intercultural que anima el Programa de investigaciones Derechos humanos, migracin y participacin toma en cuenta de modo particular el impacto mundial que tiene el fenmeno del multiculturalismo en las ltimas tres dcadas1, en el comienzo de este artculo parece indispensable recordar que la categora de multiculturalismo excede en varios de sus empleos actuales los lmites de una mera funcin descriptiva y se le reconoce potencialidad como una categora normativa que parece facilitar diversas institucionalizaciones pluralistas de la heterogeneidad cultural en los Estados democrticos contemporneos (Colom, 1998: 11-12), incluida su aptitud para reorientar las polticas migratorias de diversos gobiernos (Mrmora, 2004b: 27).

    En este sentido amplio multiculturalismo se entiende aqu en tres dimensiones principales: el fenmeno, las prcticas y las teoras. En sentido poltico estricto el multiculturalismo como fenmeno alude a la coexistencia en un Estado de grupos humanos pertenecientes a culturas diferentes. Tambin puede referrselo a prcticas gestionadas desde una voluntad multicultural democrtica de participacin y/o representacin de tales grupos y de los individuos que los integran en diversas instancias de la existencia social y poltica. Por ltimo, se encuentra un conjunto de teoras polticas y filosficas, principalmente, que se autodenominan o son denominadas multiculturalistas (Colom, 1998:12). De tales aportes tericos es deudor un giro particularmente novedoso en las discusiones de gran proyeccin en la instancia prctica de las polticas concretas, tal como se lo describe en la cita siguiente:

    Mientras que la teora liberal y socialista del ltimo siglo y medio vea en los grupos tnicos meros ejemplos de supervivencia frente a un supuesto proceso general de homogeneizacin modernizadora, en la actualidad existe la creciente conviccin de que estos grupos representan formas de vida social capaces de persistir y renovarse (Colom, 1998:58-59).

    En estos prrafos iniciales resulta oportuno aclarar igualmente que los antecedentes latinoamericanos que fueron mencionados en la Introduccin (Bonilla / Vior, 2006: ) no aparecen en los discursos habituales de las discusiones tericas de y sobre el multiculturalismo. stos se mantuvieron y se mantienen en lo fundamental limitados a las dimensiones del fenmeno, de las prcticas y de las investigaciones propias de Amrica del Norte y de otros pases vinculados a tradiciones anglosajonas como Australia y Nueva Zelanda aunque su campo de aplicacin pueda excederlos muchas veces.

    Siendo Canad uno de los pases pioneros en consagrar constitucionalmente los derechos de las minoras en trminos de multiculturalismo y generndose una gran produccin terica como consecuencia de ello, por tal carcter paradigmtico resulta til a nuestras investigaciones estudiar aqu la experiencia y las concepciones multiculturales

    1 Como sealramos en la Introduccin (Bonilla / Vior, 2006: ).

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    canadienses considerando las variedades normativas y polticas con las que se conciben y se organizan desde el Estado las relaciones entre las culturas (las de los pueblos originarios, las de los conquistadores y colonizadores europeos, y las posteriores, de proveniencia inmigratoria), as como las formas de subjetivacin poltica a que tales relaciones dan origen.

    Considerando el contexto terico y poltico predominantemente liberal desde el cual inicialmente se emplea tanto descriptiva como normativamente el concepto de multiculturalismo en Canad, conviene recordar que la mayora de las corrientes liberales definen y practican el multiculturalismo partiendo de dos premisas interrelacionadas: a) como los miembros de las diferentes culturas en tanto seres humanos son moralmente iguales, b) es necesario considerar y respetar las diferentes identidades o pertenencias culturales como constitutivas del bienestar y de la identidad individuales. Esta posicin, que bien podra calificarse multiculturalista dbil, se expresa, por ejemplo, en la definicin de L. Blum, es ampliamente compartida y contrasta con la oficial y otras ms radicales:

    El multiculturalismo implica comprensin, apreciacin y evaluacin de la propia cultura y respeto informado y curiosidad acerca de las culturas tnicas de los otros. Encierra una valoracin [positiva] de las otras culturas, no en el sentido de una apropiacin de todos los aspectos de ellas, sino de una atencin hacia los modos en los cuales una cultura dada puede expresar valor para sus propios miembros (May/Sharrat, 1991:2).

    A continuacin se revisarn algunos tpicos y pasajes significativos de la legislacin y de los documentos oficiales canadienses sobre el tema como asimismo trabajos de filosofa poltica y de ciencias sociales en los que la categora de multiculturalismo es empleada para el tratamiento de las cuestiones sobre la ciudadana que se abren a partir del reconocimiento de la heterogeneidad de su poblacin mayoritaria y del incremento de los contingentes migratorios. A los efectos de integrar estas discusiones en los marcos tericos de nuestro Programa de investigaciones, en una segunda instancia se expondrn diferentes interpretaciones de la categora de interculturalidad. Por ltimo, como hiptesis central, defender uno de los enfoques interculturales vigentes como la alternativa ms eficaz para el estudio de la convivencia de distintas culturas dentro y entre Estados cada vez ms heterogneos y para la formulacin de polticas pblicas que articulen democrticamente dicha convivencia.

    El empleo de la categora de multiculturalismo en Canad Para aproximarnos al caso canadiense parece adecuado comprender el

    multiculturalismo como un lenguaje poltico que, a diferencia de otros discursos modernos, en lugar de apelar inicialmente a un individuo poltico homogneo, se constituye en la tensin entre dos voluntades polticas, la del reconocimiento pluralista de determinadas minoras que residen en un territorio de manera ms bien estable y la del fortalecimiento de la unidad.

    Representante de esta retrica en sus instrumentos normativos y en las polticas derivadas de ellos, en Canad la nocin de multiculturalismo (multiculturalism) designa de modo habitual las relaciones entre el pas como un todo y las diversas culturas a las que pertenecen quienes lo habitan. Si para autores importantes como R. J. F. Day la Canadian experience tiene un sentido unificador (Bilbeny, 2002:70), muchos documentos oficiales y escritos de pensadores y comunicadores canadienses que refuerzan el aspecto del

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    reconocimiento del pluralismo reproducen la representacin imaginaria del Canadian mosaic2. Sin embargo, para paliar sus posibles efectos disgregantes, con frecuencia se contrasta esta imagen con la del crisol de razas (melting pot), acuada en los Estados Unidos 3.

    Esta ltima representacin fue portadora en su pas de origen de la pretensin asimilacionista de incorporar a los inmigrantes europeos al american way of life. No slo la traigo aqu como referencia por el valor contrastivo que se le adjudica desde hace algunas dcadas en Canad, sino tambin para pensar la experiencia canadiense desde nuestro medio. En efecto, este mito norteamericano influy ampliamente sobre el imaginario argentino desde la Generacin del Ochenta. As, en trminos generales, las polticas educativas, por ejemplo, procuraron homogeneizar culturalmente la poblacin para formar una ciudadana uniforme y persistieron en ese objetivo durante casi un siglo (Neufeld/Thisted, 1999:1-53)4.

    Despus de estas aclaraciones, a continuacin analizar algunos documentos oficiales canadienses para reconstruir a partir de ellos la idea de multiculturalismo utilizada y su papel en la formulacin de las polticas pblicas, incluidas las migratorias, y en el apartado siguiente tratar aportes tericos que precedieron al empleo generalizado de la categora de multiculturalismo completndolos con algunas discusiones posteriores sobre la misma.

    A modo de indicador recurro a los datos del censo de 1991. En ese momento Canad tena una poblacin diversificada en la que se inclua a ms de un milln de aborgenes o descendientes de los pueblos originarios, estando compuestos los grupos mayoritarios por los descendientes de britnicos y franceses. Antes y despus de esa fecha se han ido conformando minoras originadas en la inmigracin desde pases europeos, asiticos, latinoamericanos, caribeos y africanos, las cuales, segn el censo de 1996, constituyen el 44% de la poblacin. El concepto de Canad como sociedad multicultural para los ciudadanos de ese pas, empero, no denota exclusivamente estas informaciones demogrficas, sino que implica al menos cuatro acepciones: descriptiva, prescriptiva, poltica y dinmica. De acuerdo con esta clasificacin M. Leman sintetiza dichos usos de multiculturalism del modo siguiente:

    Como hecho, multiculturalismo en Canad hace referencia a la presencia y persistencia de diversas minoras raciales y tnicas que se definen a s mismas como diferentes y que quieren permanecer as. Desde el punto de vista ideolgico, el multiculturalismo se compone de un conjunto relativamente coherente de ideas e ideales que se corresponden con la celebracin del mosaico cultural de Canad. En

    2 A pesar de las crticas y debates en torno a este modelo, en Canad han contribuido para su

    aceptacin tanto el sentido de tolerancia de la mayora liberal como la comprensin por parte de las minoras, incluidas las no liberales, de que este multiculturalismo de raz liberal posibilita un nivel de convivencia y de respeto aceptables (Bilbeny, 2002:70).

    3 Resulta ilustrativo el uso de este contraste en la introduccin a diversos textos y documentos sobre el tema en un manual universitario canadiense (Soifer, 1992: 291-293).

    4 Acepto la ampliacin sugerida por Miguel Andrs Brenner, que en una lectura crtica de este texto me indic generosamente que la homogeneizacin cultural perseguida a travs de la educacin sigue persistiendo entre nosotros de otra manera. Aun cuando los procesos de descentralizacin parecen apuntar, supuestamente, a potenciar las unidades escolares locales, el intento homogeneizador aparece en la centralizacin ideolgica, la centralizacin normativa y el currculum pensado desde la evaluacin que es elaborada centralmente.

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    el nivel de polticas el multiculturalismo est estructurado en torno al gobierno de la diversidad por medio de iniciativas formales en los mbitos federal, provincial y municipal. Por ltimo, el multiculturalismo es el proceso en el cual minoras raciales y tnicas compiten con las autoridades centrales para el cumplimiento de ciertos objetivos y aspiraciones (Leman, 1999).

    A continuacin trato dos leyes relevantes para el anlisis de las categoras que interesan en este trabajo5: la Canadian Multiculturalism Act (CMA) (1988) y la Immigration and Refugee Protection Act (IRPA) (2002). A modo de adelanto sealo que mientras en la primera el uso de la categora multiculturalismo tiene un lugar central y prevalece una acepcin ms bien esttica de la misma, en la segunda su empleo es ms restringido, a mi entender debido a que el carcter dinmico de las migraciones no se condice con la representacin habitual del mosaico. A este argumento habra que aadir el dato de que esta ltima normativa entr en vigor despus de los atentados terroristas del 11 de setiembre de 2001, de gran impacto emotivo y prctico en la opinin pblica, las autoridades y los polticos canadienses (Abu-Laban, 2002).

    En su Prembulo la CMA da el marco legal e institucional no slo para la prctica estatal del multiculturalismo, sino tambin para la convivencia entre las culturas. Sus bases reconocen la igualdad ante la ley y el derecho de todas las personas a igual proteccin y beneficios, garantizando a varones y mujeres sin discriminacin alguna las libertades fundamentales caractersticas del liberalismo moderno: the freedom of conscience, religion, thought, belief, opinion, expression, peaceful assembly and association. Como antecedentes normativos de estas bases se citan igualmente en el documento la Canadian Citizenship Act (1947)6 y la Canadian Human Rights Act (1977).

    Para reforzar la obligacin de respetar y promover el multiculturalismo, la CMA se fundamenta en la Constitucin7 que a su vez reconoce la importancia de preservar y reforzar la herencia multicultural de los canadienses as como los derechos de los aboriginal peoples. Tambin se citan los documentos referidos en el prrafo anterior consignndose que en el segundo se proscriben todas las formas de discriminacin, including discrimination on the basis of race, national or ethnic origin or colour y reforzando esta posicin con la mencin del hecho de que Canad sea parte de la Convencin Internacional sobre la Eliminacin de todas las formas de discriminacin

    5 Por razones de espacio, no se mencionan cronolgicamente todos los antecedentes de estos

    documentos, el primero de los cuales es la adhesin del Canad a la Declaracin Universal de los Derechos Humanos de 1948. Con referencia al multiculturalismo tambin deberan estudiarse la Canadian Heritage Languages Institute Act (1991) y la Canadian Race Relations Foundation Act (1991).

    6 Vale la pena destacar que en este Acta los canadienses son definidos como British subjects. Con posterioridad se plantearon diversas crticas y luchas contra la hegemona britnica sobre todo a partir del arribo de inmigrantes desde Europa terminada la Segunda Guerra Mundial, del surgimiento del nacionalismo quebequense y de la presencia cada vez mayor y ms exigente de los grupos descendientes de los pueblos originarios. Sin alcanzar los trminos de la CMA, la Canadian Charter of Rights and Freedoms (1982) da un paso decisivo hacia el multiculturalismo. En efecto, adems de la eliminacin de las expresiones discriminatorias, se garantiza la igualdad y la equidad ante la ley para todos, sealando en su seccin 27 que esta Carta podra ser interpretada in a manner consistent with the preservation and enhancement of the multicultural heritage of Canadians.

    7 Constitution Act, 1982.

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    racial (1965) y de que haya firmado y puesto en vigor el Pacto International de Derechos Civiles y Polticos8 (1966).

    La CMA hace explcita la conviccin de que va ms all de los documentos que la preceden para exponer luego, en el mismo Prembulo, las razones y alcances del multiculturalismo canadiense. Al definir el multiculturalismo como un rasgo fundamental de la sociedad canadiense lo entiende como the diversity of Canadians as regards race, national or ethnic origin, colour and religion. Esta definicin aparentemente descriptiva del multiculturalismo en realidad toma en cuenta slo dos variables, la diversidad de origen tnico-racial9 y la diferencia cultural, en tanto en el texto la religin es visualizada como componente cultural fundamental (la cultura catlica latina, por un lado, y la protestante anglosajona, por otro). Si se considera la formacin y la historia de Canad se observa que mediante este recurso retrico la CMA otorga un lugar privilegiado slo a dos culturas, la britnica y la francesa, las cuales, por otra parte, en casi todos los textos legales y en los trabajos historiogrficos se consignan explcitamente como fundadoras del Canad. Tambin los considerandos mencionados anteriormente en el mismo documento refuerzan el peso de este dualismo cultural mencionando el bilingismo ingls / francs, reconocido por la Constitucin y en la Official Languages Act y que aparece igualmente en otros instrumentos legales que se citan.

    La poltica multicultural del Canad expuesta a continuacin en la CMA subraya la conviccin de que el multiculturalismo es a fundamental characteristic of the Canadian heritage and identity con el aadido de una visin prospectiva que enfatiza el carcter normativo del mismo, visible en numerosos pasajes de la CMA. En efecto, la declaracin explcita de que el multiculturalismo proporciona an invaluable resource in the shaping of Canadas future puede ser considerada como la manifestacin utpico realista de una voluntad que se considera compartida por la dirigencia poltica y gran parte de la ciudadana y de la poblacin. Estas declaraciones resultan consistentes con respecto a las restantes que se refieren a la remocin de barreras con respecto a la participacin equitativa tanto de individuos como de comunidades de todos los orgenes in the continuing evolution and shaping of all aspects fo Canadian society, al reconocimiento de las diversas comunidades, al igual trato con respeto y estima por las diversidades, a un desarrollo institucional amplio que preste atencin al carcter multicultural del pas y sea inclusivo del mismo, a la promocin de las expresiones propias de cada cultura, a la preservacin y promocin del empleo de las lenguas que pertenecen a cada uno de los grupos, etc.

    Con respecto a las instituciones federales se ordena que las mismas aseguren a los Canadians of all origins la igualdad de oportunidades para el empleo y el progreso social, que promuevan polticas, programas y prcticas para estimular la contribucin de

    8 Resulta llamativo que slo se haga referencia a este Pacto y no al Pacto Internacional de Derechos

    Econmicos, Sociales y Culturales del mismo ao. Estimo que el respeto de los derechos enunciados en el articulado de este ltimo resulta indispensable para la formulacin de polticas de corte multicultural. Sin la mencin de este segundo Pacto, hacia el final en el Prembulo que comento se proclama empero la voluntad de trabajar para que se haga efectiva la igualdad de todos los canadienses en los mbitos de la vida econmica, social, cultural y poltica.

    9 Diversos estudios sealan que esta interpretacin oficial del multiculturalismo se hace desde coordenadas tnicas y, por consiguiente, como la variante democrtica de las polticas de integracin. Al respecto cf. entre otros A. Floras y J. L. Elliot, Multiculturalism in Canada, 1992, cit. por Colom (Colom 1998:13, n.4).

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    todos los individuos y comunidades a the continuig evolution of Canada y, consecuentemente, para promover el entendimiento y el respeto por las diversidades. Tambin se obliga a las instituciones a llevar estadsticas de los ndices que sealan la evolucin del multiculturalismo10, a emplear las herramientas lingsticas y culturales apropiadas y, finalmente, a cuidar que todas las actividades sean acordes con la realidad multicultural del pas.

    Dejando de lado los alcances de esta normativa en las prcticas polticas y la creacin de instituciones acordes con ella, parece oportuno destacar la sucesiva aparicin de documentos provinciales y hasta municipales que resignifican el multiculturalismo desde la ptica de las mayoras y minoras predominantes. El caso Qubec, de mayora francfona, es, obviamente, el ms significativo en este sentido, pero tambin los de Saskatchewan o Manitoba y otras provincias, con un elevado porcentaje de grupos que provienen de pueblos originarios. En tanto forma algo diversa de presentar la multiculturalidad, a ttulo de ejemplo cito la Manitoba Multiculturalism Act (1992). En ella se asume la sociedad local como siendo multicultural desde sus orgenes indudablemente anteriores a los de la dominacin colonial: Manitoba has been a multicultural society from the time of its original population, the Aboriginal peoples. En razn de esto no slo se alienta the continuation of a multicultural society as a mosaic of different groups and cultures, sino que reconoce de modo explcito los beneficios de la sociedad multicultural y multilinge que, sin embargo, puede pensarse como nica y unida por medio de leyes, valores, aspiraciones y responsabilidades compartidas. La existencia de un ministerio especfico (Minister responsible for multiculturalism) con una Secretara especial de gobierno son las dos consecuencias institucionales inmediatas de lo establecido en el documento.

    Paso a considerar la Immigration and Refugee Protection Act (IRPA) (2002)11 con el objetivo ya enunciado de mostrar cules son los alcances y lmites del discurso multiculturalista en el que se funda la democracia liberal canadiense12 segn esta norma. Puesto que en mis investigaciones actuales no me ocupo de cuestiones sobre refugio, slo me referir a aspectos generales del documento y a la forma cmo aparece vinculado el tratamiento oficial canadiense de la multiculturalidad con la cuestin migratoria.

    Consistente con documentos anteriores, que se toman como hitos normativos bsicos (sobre todo se hace referencia a la Canadian Charter of Rights and Freedoms, 1982), la IRPA plantea en primer trmino una distincin entre diversas clases de inmigrantes. A mi propsito interesan dos de ellas: el inmigrante al que se denomina permanent resident / rsident permanent, vale decir, aquella persona que ha adquirido

    10 No estimo forzar demasiado la letra del documento cuando leo de esta forma el 3. (2) (d): collected statistical data in orden to enable the development of policies, programs and practices that are sensitive and responsive to the multicultural reality of Canada.

    11 Este documento est precedido por la Immigration Act de 1977 y la creacin en 1993 del Departamento de Ciudadana y Migracin. Un trabajo ms completo debera tomar en cuenta la reglamentacin vigente con respecto a las ofertas para la inmigracin a Canad y tambin la nueva legislacin antiterrorista canadiense (2001) que en nombre de la seguridad enarbola criterios de seleccin tnicos (ethnic profiling) olvidando que las polticas multiculturales han sido propiciadas sobre la base del ideal liberal de tratamiento igualitario.

    12 Con referencia a la IRPA pero tambin a las restantes leyes de migracin- debe ser interpretada en toda su fuerza la afirmacin de Yasmeen Abu-Laban: Immigration is also relevant to examine because it is a policy site in which liberal democratic states even without explicit public legislation- are known to be prone to systematic biases and discrimination (Abu-Laban, 2002: 473).

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    el estatuto de residente permanente y no ha renunciado a l, y el foreing national / tranger. Bajo esta ltima categora quedan incluidas personas que no sean ni ciudadanos canadienses ni residentes permanentes y tambin aqullas que carecen de ciudadana con respecto a algn otro pas. La distincin resulta fundamental para cualquier tratamiento contemporneo del reconocimiento de derechos de los inmigrantes y el establecimiento de formas estatales nacionales o de categora ms limitada para la participacin poltica de los inmigrantes (vale decir, del acceso total o parcial al derecho de ciudadana) por la va constitucional u otra.

    En ningn momento el texto de la IRPA reconoce un derecho humano a la migracin o insiste en los antecedentes del mismo que pudieran figurar en documentos de rango nacional o internacional preexistentes. Es ms, parecera que el carcter positivo que se les adjudica a los inmigrantes deriva de una conjuncin de los beneficios que los inmigrantes pueden brindar al pas de acogida13 , pero siempre bajo un control estricto que se establece a travs de polticas de regulacin de la distribucin poblacional14, polticas de integracin cultural, lingstica y social, y polticas de control fronterizo. Con respecto a las polticas de control poblacional, despus de vincular la inmigracin con el fortalecimiento econmico interno y externo del pas, ahora pensado en la totalidad de sus regiones, se seala la necesidad de trabajar en cooperacin con las administraciones provinciales.

    El segundo objetivo mayor de la ley queda expresado con la frase successful integration of permanent residents into Canada. Las declaraciones del documento al respecto son demasiado generales, pero claramente sealan que tal integracin se construye sobre el mutuo reconocimiento de obligaciones (tanto por el lado de los inmigrantes como de la sociedad de acogida), aunque tambin por el aporte de los inmigrantes al enriquecimiento y ampliacin de the social and cultural fabric of Canadian society, incluido el desarrollo de las lenguas minoritarias, pero fundamentalmente respecting the federal, bilingual and multicultural character of Canada. Este bilingismo oficial se refuerza igualmente en otros lugares del documento en trminos parecidos.

    Al concluir este apartado resulta evidente que el gran interrogante del multiculturalismo canadiense es el del alcance de la vigencia de la igualdad y la equidad plenas y de todos los derechos humanos, habida cuenta de los lugares en principio secundarios que parecen haber sido adjudicados en este mosaico tanto a los descendientes de los pueblos originarios como, sobre todo, a los inmigrantes posteriores a la colonizacin francesa y britnica.

    Me pregunto si la frondosa normativa y las polticas vinculadas con los derechos de los primeros pueden producir el efecto de un ejercicio pleno de la ciudadana, en paridad, por ejemplo, con el de las personas y grupos de origen francs, si se consideran las condiciones histricas de subordinacin y dominacin simblica como horizonte de la formulacin de esos mismos derechos15.

    13 El primer objetivo de la IRPA est formulado en este tenor: to permit Canada to pursue the

    maximum social, cultural and economic benefits of immigration. 14 Para el caso de Qubec (sociedad francfona y pluralista), donde se impone un trato intercultural

    consistente en un tipo de aceptacin, comunicacin e interaccin entre comunidades culturales sin que esto implique una igualdad intrnseca entre ellas, desde el White Paper de 1990 se preconiza con respecto a los inmigrantes la firma de un contrato moral entre stos y los ciudadanos oriundos de la provincia (Leman, 1999).

    15 Dada su magnitud, no puedo citar la bibliografa que abona esta discusin todava no saldada.

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    En cuanto a los segundos, hay que destacar en primer trmino que la IRPA no formula observacin alguna acerca del ejercicio de derechos polticos por parte de residentes extranjeros permanentes y, en segundo trmino, parecera que la norma de correccin poltica busca sujetos que puedan adaptarse integrativamente a los patrones de la multiculturalidad cultural y lingstica caractersticos de las distintas variedades de la sociedad de acogida. Esta integracin, como intento mostrar con algunos modelos de adaptabilidad vigentes en las ciencias sociales, corre el riesgo de culminar en diversos estilos ms o menos traumticos de asimilacin16 a los grupos hegemnicos que descienden de los pueblos fundadores.

    En apoyo de esta ltima crtica puedo aducir an otro argumento de carcter ms general y vlido para toda la legislacin analizada que se funda en el ya aludido carcter esttico del mosaico y en la presencia escasa, casi larvada, de normativa y estmulos para polticas de intercambio intercultural real. En efecto, an cuando la CMA incluye entre las polticas que propicia un reconocimiento a la mutua comprensin y creatividad que podran surgir from interaction between individuals and communities of diferent origins, ste ocupa un lugar por completo secundario y resulta opacado por la enftica celebracin del Canadian mosaic.

    Las discusiones en torno a la categora de multiculturalismo En el pensamiento filosfico y poltico contemporneo y en las prcticas polticas,

    sociales y culturales existen diversas formas de entender el multiculturalismo. Charles Taylor, con su defensa de la recognition, y Will Kymlicka, propugnando un liberal culturalism de carcter novedoso, aparecen en la filosofa y las teoras polticas y sobre la cultura con el rango de fundadores de los estudios sobre multiculturalismo en Canad y a nivel mundial17.

    Desde su aparicin en 1992, la primera edicin de la obra de Taylor Multiculturalism and The Politics of Recognition ocasion debates que excedieron el marco canadiense inicial y su proyeccin en los debates norteamericanos e instalaron de modo permanente la cuestin del multiculturalismo en la filosofa prctica18 (Taylor 1994). Buen conocedor del pensamiento hegeliano, Taylor recurre al reconocimiento (Anerkennung), categora bsica de la tica en los escritos juveniles de Hegel que ste mantiene incluso en los trabajos de madurez (Honneth, 2003: 11-105).

    La preocupacin de Taylor por el tema y el carcter de categora mayor del pensamiento poltico otorgado al reconocimiento, sin embargo, tiene su origen en las luchas por el reconocimiento de los grupos de origen francs en Canad y especialmente por el estatuto lingstico, cultural y poltico diferencial del Qubec. Este debate, a mi entender, influye decisivamente a Taylor puesto que le proporciona el contexto histrico poltico para una reflexin de aspiracin universalista que lleva a cabo para relevar los aspectos filosfico prcticos entraados en l. Este punto de vista sensible a las diferencias y a las identidades culturales se manifiesta de modo positivo en el propsito de criticar los

    16 A partir del denominado Book Four de la Royal Commission on Bilingualism and Biculturalism en los documentos oficiales se defiende una idea de integracin que la diferencia de asimilacin, si bien en la Irpa resulta poco visible esta diferenciacin, al menos respecto de los inmigrantes.

    17 La visualizacin externa del Canad como el lugar del multiculturalismo se debe en gran medida a los efectos tericos y polticos de la obra de ambos autores (Abu-Laban, 2002: 460).

    18 Como ejemplo de lo afirmado arriba, cf. J. Habermas, Struggles for Recognition in the Democratic Constitutional State (en Taylor, 1994: 107-148).

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    modelos procedimentalistas liberales. Al formular algunos argumentos de peso decisivo contra la rigidez de tales modelos que se abstienen de tomar en cuenta las cuestiones referidas a la vida buena, seala que tal abstinencia en nombre de principios abstractos de justicia conduce a estos pensadores al rechazo de las metas colectivas, a la actitud intolerante frente a las diferencias19 y a una posicin de ahistoricidad que parece inhabilitarlos para toda prctica futura (Taylor, 1994: 60-61). Sin embargo, este contexto quebequense que da cabida a la diferencia de la identidad francfona y catlica resulta encubridor y sesgante en sentido general y tambin para los alcances tericos ms amplios del planteo de Taylor y lo habilita slo parcialmente para el tratamiento de otras cuestiones y debates vinculados con el multiculturalismo.

    Entre varios argumentos posibles a favor de mi crtica, puedo aducir el siguiente. Si bien los ejemplos de posibilidades de dilogo multicultural y de reconocimiento que Taylor aduce incluyen igualmente a los pueblos aborgenes, el fenmeno inmigratorio y hasta la controversia surgida a partir de los Versos Satnicos de S. Rushdie, tales ejemplos no bastan para acercarlo realmente a un empleo efectivamente dialgico e intercultural de la categora gadameriana de fusin de horizontes que invoca hacia el final de su exposicin en calidad de instrumento metodolgico terico y prctico preferido. En efecto, desde la ptica quebequense Taylor entiende el derecho a la identidad cultural y, sobre todo, moral, y el reconocimiento de la misma en trminos de mera survivance (supervivencia a travs de las generaciones). De este modo descuida el dilogo en su significacin bsica aunque lo invoque, puesto que olvida las mediaciones que ste puede llegar a establecer y que de algn modo redundan en cambios en los sujetos implicados que tambin son cambios en sus identidades culturales de origen. Por consiguiente, desde el punto de vista terico, reduce la eficacia de los argumentos aducidos repetidamente por l mismo en defensa de un modelo liberal no exclusivamente procedimentalista y vuelve ineficaz el intento de superar con un mismo gesto argumentativo tanto el liberalismo de la dignidad igualitaria como las formas ms radicales de la poltica de la diferencia.

    Por su parte, el modelo del liberal culturalism20 propuesto por Kymlicka a lo largo de casi todas sus obras pretende hacerse cargo del abismo existente entre la teora poltica liberal, declamativamente igualitaria, y la realidad de las democracias liberales mismas que, en trminos generales, se han debido implicar en cuestiones relacionadas con la nacionalidad y los derechos de las minoras (Kymlicka, 2003: 14). En virtud de tal desideratum este modelo se desarrolla a partir de una teora amplia de la ciudadana. Obviamente, ciudadana designa ante todo un estatuto legal particular. Excediendo y ampliando esta acepcin, el filsofo la concibe en trminos ms cercanos a la tica como un ideal normativo democrtico de participacin plena e igualitaria de todos los individuos en los procesos polticos21. Siendo que en este sentido el concepto de ciudadana denota

    19 Como dato complejo de esta crtica, en clara referencia al protestantismo de los conquistadores

    anglosajones, Taylor seala que bajo esta intolerancia subyace un modelo de secularizacin de formas intolerantes del cristianismo.

    20 El propio autor distingue su modelo de otras variantes de culturalismo liberal (Kymlicka, 2003: 67-71).

    21 Esta idea se refuerza en la obra de 2001, donde se destaca el papel positivo para la estabilidad de las democracias que cumplen los ciudadanos dotados de autonoma y educados en determinadas virtudes cvicas, tales como su sentido de identidad y las formas de comprender la identidad nacional, regional, tnica o religiosa, su capacidad de tolerancia, su deseo de participar en el proceso poltico, etc. (Kymlicka, 2003: 341-372).

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    tambin un rasgo de identidad comn a los miembros de una sociedad, en los pases cuya poblacin proviene de diversos orgenes se presenta en consecuencia el problema de la concepcin y del ejercicio pleno de la autonoma moral bsica (condicin de posibilidad de la ciudadana para la modernidad) en individuos que pertenecen a contextos culturales diversos en el seno de la misma sociedad.

    Si bien constata el hecho de que los derechos y deberes comunes de la ciudadana en nuestras sociedades han estado determinados por los grupos dominantes y que stos no han tomado en cuenta para la formulacin de tales derechos y deberes las necesidades y aspiraciones de los grupos marginados, el creciente pluralismo social y cultural de las sociedades contemporneas seala la necesidad de investigar los modos de articulacin de la identidad comn con la existencia de grupos diversos que en la actualidad estn mejor visibilizados de lo que lo estaban dcadas atrs. Para cumplir este objetivo Kymlicka recurre a los trabajos de Iris M. Young en los que se postula la nocin de ciudadana diferenciada, vale decir, se defiende la necesidad de integrar a los miembros de los grupos marginados en la comunidad poltica precisamente a partir de dicha pertenencia grupal. Segn Kymlicka, por su parte, con esta tesis se introduce una idea revolucionaria de ciudadana que slo aparentemente representara una contradiccin en los trminos, tal como la ven quienes se aferran a los patrones tradicionales.

    Para responder a diversas objeciones que esta idea suscita, Kymlicka distingue entre dos categoras de ciudadanas diferenciadas. Existen grupos amplios de pobres, mujeres, minoras raciales e inmigrantes que demandaran derechos grupales como modo de alcanzar mayor inclusin y participacin en la mayora social, por un lado. Otro caso sera el de las minoras nacionales que define como comunidades histricamente distintivas que comparten un territorio, una lengua y una historia. Tales grupos exigiran en cambio el derecho a gobernarse autnomamente dentro de un rgimen federal o confederal para asegurar el libre desarrollo de su propia cultura. En este segundo caso el ejercicio de derechos al autogobierno dara lugar a una especie de ciudadana dual y por lo tanto a conflictos de lealtad.

    Kymlicka aborda los dos costados de este ltimo dilema: los derechos diferenciados y la construccin de la unidad. Con respecto a lo primero, sostiene que el ejercicio de la ciudadana multicultural est ligado a tres formas de derechos especficos en funcin de la pertenencia grupal. Como resultado se tornan visibles tres formas diferenciadas de ciudadana que responden respectivamente a 1) los derechos de autogobierno que seran concedidos a las minoras nacionales, poniendo el acento en los beneficios que se derivan de la aceptacin de una federacin multinacional (Kymlicka, 2003: 166); 2) los derechos politnicos que se reconoceran a las comunidades de inmigrantes; y 3) los derechos especiales de representacin cuyo objetivo es remediar las desventajas sistemticas para la participacin poltica de ciertos grupos. La representacin por grupo no es intrnsecamente iliberal o antidemocrtica (1996: 208), defiende Kymlicka. Si bien considera el alto valor simblico de la representacin legislativa, estima igualmente oportunas otras modalidades alternativas de representacin para los grupos, aunque seala el carcter impreciso de estos otros institutos representativos. Sea como fuere, la ampliacin de la tradicin democrtica existente se muestra normativamente positiva: Habida cuenta de que resulta vital que las minoras dispongan de procedimientos justos para que se escuche su voz en el proceso poltico, parece obvio que las propuestas orientadas a lograr la representacin de grupo les proporcionan tales procedimientos (Kymlicka, 1996: 208-209).

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    Con respecto a la construccin de la unidad, la bsqueda de nuevas fuentes de unidad social se convertira as en los pases multinacionales en una cuestin fundamental tambin para el desarrollo de teoras de la ciudadana. A diferencia de los comunitaristas, Kymlicka afirma su adhesin a un individualismo igualitarista liberal compatible con el reconocimiento de las diversas culturas societales. En consecuencia, ms que de resolver un dilema, se trata de gestionar las diferencias de forma pacfica y justa en los lmites del estado nacional (aunque adoptara la forma de una federacin multinacional). Reaparece as en un contexto liberal la idea de una cultura nacional en tanto sta proporciona a la gente un contexto de eleccin significativo, sin limitar su capacidad para cuestionar determinados valores o creencias (Kymlicka,1996: 132). Para que los derechos de las minoras nacionales jueguen un papel valioso dentro de una teora de la justicia liberal, los liberales deberan asegurar la igualdad en dos direcciones: la igualdad entre los grupos y la libertad y la igualdad dentro de los grupos mismos (Kymlicka, 1996: 266).

    En este punto recojo y amplo algunas objeciones de Colom porque pone al inmigrante como caso testigo de los lmites de la teora de la ciudadana defendida por Kymlicka en tanto los inmigrantes ocuparan un lugar secundario en una sociedad poltica multicultural organizada sobre esta forma de entender la ciudadana. Segn l, Kymlicka insiste normativamente en la idea de que la cultura societaria es la condicin de posibilidad de toda vida buena (el horizonte del tlos vital). Sin embargo, tal nexo carecera de necesidad en trminos absolutos; en efecto, siguiendo a Kymlicka, la defensa de la autonoma del individuo lo conducira a conceder a dicha cultura un valor meramente instrumental, en tanto [...] la determinacin del nomos de nuestra conducta recaera sobre la libertad moral de cada persona (Colom, 1998:131).

    Colom proporciona dos contrargumentos complejos sobre la base de que estas premisas no resultaran del todo satisfactorias para juzgar acerca de las injusticias que puedan sufrir diversas minoras culturales, entre otras, los colectivos de inmigrantes. El primer contrargumento parte de la contradiccin en la que incurre Kymlicka si se extiende su funcionalismo hasta las ltimas consecuencias: si desde un punto de vista funcional los recursos proporcionados por las distintas culturas societarias son equivalentes, la asimilacin paulatina a una cultura ajena no supondra necesariamente un perjuicio (Colom, 1998: 131), con lo cual queda anulado de principio el multiculturalismo. Como corolario cabra aadir que Kymlicka olvida que la prdida de pertenencia cultural lo es de pertenencia concreta y que, por consiguiente, sus consecuencias son la cada en la anomia y la imposibilidad del ejercicio de la autonoma que redundan en la supresin de hecho de la posibilidad de un ejercicio real de la ciudadana.

    El segundo contrargumento hace pie en la distincin de Kymlicka entre minoras nacionales, que constituyen una comunidad intergeneracional tnica, territorial, lingstica e histrica, y meros grupos etnoculturales generados por los flujos migratorios. Con esta distincin se estara confinando a estos ltimos en una especie de limbo ciudadano o, en el caso mejor, se los destinara a una asimilacin voluntaria pero, en definitiva, fatal. En efecto, cuando Kymlicka considera la migracin como resultado de una decisin voluntaria, tal voluntariedad establecera una diferencia normativa fundamental a la hora de medir la legitimidad de sus exigencias al pas de acogida (Colom, 1998: 132). En consecuencia, los colectivos de inmigrantes carecen de legitimidad moral al momento de reclamar derechos diferenciales y slo podran reclamar proteccin si son vctimas de acciones discriminatorias en el pas de acogida.

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    Continuando con este estilo de crticas merecen ser tomadas en cuenta al final de este apartado las que Abu-Laban dirige a los autores citados en nombre de un liberalismo compatible con el multiculturalismo y desde el cual a su entender puede hacerse frente a los intentos ms contemporneos de trato discriminatorio excluyente sobre la base de la procedencia tnica. Aunque la autora admite la necesidad de una ingerencia estatal para garantizar la igualdad, seala una diferencia importante entre argumentos justificatorios de la misma basados sobre una nocin esencialista de la cultura, o, por el contrario, sobre el principio de equidad. A su entender, los filsofos estudiados trabajan con el primer tipo de argumentaciones. Efectivamente, ambos han subrayado la necesidad que tienen las personas de pertenecer a una cultura y de ser reconocidas como miembros de la misma y ambos entienden la cultura de pertenencia en un sentido esencialista y esttico, como una sola y homognea. De este modo, para Abu-Laban no cabra diferenciar entre el modo de entender las culturas que subyace a los escritos de estos filsofos abogados del multiculturalismo y la inclusin, y el de los autores que desde comienzos de la modernidad han defendido, segn la expresin de David T. Goldberg, la posicin de un racismo liberal generador de exclusiones22.

    Por el contrario, ella admite una perspectiva que reconoce el solapamiento y el entrecruzamiento de culturas que resultan de los procesos de colonialismo, de los flujos migratorios y tambin de diversos fenmenos de globalizacin cultural (informacin, imgenes y msica). Vale decir, para Abu-Laban es impensable, si se conserva un mnimo de realismo, una nocin esencialista o monoltica de cultura, debindose reconocer que las culturas son dinmicas y diferenciadas y que, en consecuencia, un individuo podra tener identidades culturales mltiples. A su entender, y el de otros autores que cita, la estrategia esencialista puede resultar contraria a los fines que se proponen algunos partidarios del multiculturalismo, el cual aparece mejor defendido sobre la base del principio de equidad.

    Sin desarrollar argumentos demasiado elaborados, me permito indicar que ms all de las buenas intenciones de la autora, de su sensibilidad ante situaciones mltiples de discriminacin y de su compleja denuncia de los problemas ocasionados por el modo esencialista de entender las culturas, subsisten lagunas argumentativas en su apuesta por un liberalismo inclusivo que, en definitiva, intenta salvar con la referencia a tpicos y estrategias anlogas ya desarrolladas en la literatura de gnero liberal en torno al trato equitativo respecto de las mujeres23.

    Por ltimo sealo que en una nota la autora desarrolla una argumentacin similar a la aducida por m ms arriba al indicar que los derechos reconocidos por Taylor y Kymlicka a los francocanadienses y a los pueblos originarios son mayores que los derechos diferenciados acordados a los grupos procedentes de la inmigracin que ha llegado de otros pases. Se hace patente, adems, que esta forma de marcar las diferencias para el otorgamiento de derechos no hace sino reforzar las estructuras coloniales y el status quo canadiense (Abu-Laban, 2002: 478 n.2), de modo tal que no se garantiza de modo suficiente la inclusin y el trato igualitario al menos respecto de la ciudadana24.

    22 Autor citado en el artculo de referencia (Abu-Laban, 2002: 466-467). 23 Al respecto, vanse el trabajo de Susan Moller Okin y las rplicas al mismo (Cohen / Howard /

    Nussbaum, 1999). 24 Para el caso de los musulmanes, por ejemplo, Abu-Laban relee desde la situacin contempornea

    un pasaje de Taylor que deja traslucir una imagen colonial (Abu-Laban, 2002: 467).

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    La nocin de interculturalidad y los argumentos a favor de su adopcin para un tratamiento filosfico del fenmeno migratorio

    Antes de desplegar la hiptesis central del artculo, me parece conveniente prestar atencin a algunos equvocos que se suscitan debido a la vigencia tanto en un empleo lato como en el tcnico de diversos modos de entender la nocin de interculturalidad, incluidas sus relaciones con los conceptos de multiculturalidad y, en menor medida, el de pluriculturalidad. Igualmente me referir a las actitudes interculturales que se derivan de ellos por su posible influencia en la formulacin de polticas pblicas y en la constitucin de formas de socialidad.

    Interculturalidad en el sentido corriente, tal como lo reflejan numerosos textos en los mbitos de las Public Relations o de la Business Ethics, podra ser definida como el conjunto de intercambios funcionales que se establecen entre seres humanos y grupos con identidades y usos culturales diferentes y que se dan en un espacio multicultural comn25. Pese a que esta acepcin de interculturalidad produce efectos indudablemente visibles en el mercado y en las polticas estrechamente vinculadas con ste, por su carcter externo y meramente funcional est lejos del punto de vista intercultural ms estricto que aparece en los mbitos de las ciencias sociales y de la filosofa y, obviamente, tambin en los desarrollos tericos que sustentan el que proponemos en nuestras investigaciones.

    Habitualmente los trabajos sobre interculturalidad provenientes de la filosofa y las ciencias sociales se inician con una aclaracin acerca de lo que en ellos se entiende por cultura a identidad cultural. No voy a discutir aqu tales nociones previas, puesto que la bibliografa al respecto es amplsima y hay estudios sobre la categora de interculturalidad que desarrollan de modo suficiente este debate26. A los efectos prcticos remito a la nocin de cultura que hemos adoptado en nuestro Programa de investigaciones:

    el resultado de procesos continuos de aprendizaje colectivo para poder adaptarse a las cambiantes condiciones circundantes al mismo tiempo que resultados de complejos procesos de entendimiento entre las personas y los grupos componentes sobre reglas racionales y simblicas de convivencia como condicin de supervivencia (Vior, 2005:2).

    Las culturas no se definen, entonces como esencias cerradas e inconmovibles, sino que participan del carcter frgil e histrico de los seres y grupos humanos que las van configurando. De este modo se vuelven permeables y se desdibujan sus lmites y la interculturalidad, instalada como un factum, puede llegar a convertirse en condicin de posibilidad y desideratum de la convivencia.

    En razn de lo afirmado estimo eficaz recurrir a algunos ejemplos de los equvocos de tipo terico aludidos. As en uno de los ltimos trabajos de Len Oliv, investigador mexicano ampliamente ledo en todo el continente (Oliv, 2004), se recoge el desafo contemporneo de reelaborar o forjar categoras aptas para la comprensin de la sociedad actual, plantendose igualmente un ejercicio de utopismo crtico que propone una nocin de justicia social adecuada a las sociedades multiculturales27. El modo dbil y confuso con el

    25 Esta definicin, elaborada por m, sintetiza el punto de vista de un nmero significativo de manuales para este tipo de formacin profesional (Bonilla, 2005d).

    26 Hay buena informacin sobre estos aspectos en A. Bonilla (Bonilla, 2005a), F. Colom (Colom, 1998), Ral Fornet Betancourt (Fornet, 2003, 2004), en la compilacin realizada por C. Hidalgo y A.Tamagno (Hidalgo / Tamagno, 1992), en C. Lvi Strauss (1977), en J. Seibold (Seibold, 2006) , entre otros trabajos.

    27 Si bien Oliv parece aceptar la definicin corriente de sociedad multicultural, como aqulla en la que conviven pueblos (y / o culturas) diversos o comunidades significativas que se identifican con algn pueblo (Oliv, 2004: 79), en su trabajo de 1999 y en ste supera la posicin ms neutral de su publicacin de

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    que el autor emplea el concepto intercultural aparece desde el ttulo mismo: Relaciones interculturales y justicia social: una fundamentacin pluralista, reforzndose cuando formula el segundo objetivo de su contribucin como intento de fundamentacin pluralista a un modelo social de relaciones interculturales til para comprender nuestra plural realidad social y para orientar la toma de decisiones (Oliv, 2004:56). En efecto, el trmino intercultural aparece las dos veces empleado descriptivamente y slo aade la idea de interaccin a las relaciones que se establecen en un espacio multicultural, quedando reservado el potencial propositivo y normativo para el trmino pluralista.

    El cuerpo del artculo confirma estas sospechas. Oliv critica la idea de un consenso racional universal posible tanto sobre cuestiones fcticas como sobre cuestiones normativas que descuide el hecho del pluralismo de perspectivas y formas de razonar (modelo compartido por autores racionalista convergentistas como Rawls, Apel, Habermas, Putnam). Oponindose, plantea que los seres humanos en virtud de sus capacidades pueden arribar a acuerdos de diverso contenido segn los contextos para la obtencin de una convivencia armoniosa y una cooperacin constructiva entre pueblos distintos (Oliv, 2004:60).

    El nuevo modelo se articula sobre una reformulacin del principio de justicia y del principio de aceptabilidad. La frmula del primer principio (Una condicin necesaria para que una sociedad sea justa es que establezca los mecanismos que garanticen las condiciones que permitan la satisfaccin de las legtimas necesidades bsicas de todos sus miembros, Oliv, 2004: 71), parecera ser de aplicacin problemtica en una sociedad multicultural en el caso de existir una incompatibilidad entre los planes de vida de los grupos que la componen. Entonces se recurrira al segundo principio de carcter moderador:

    Diremos que determinadas acciones o costumbres de un grupo son aceptables socialmente (en el contexto de la sociedad democrtica) si, aunque ofendan convicciones de los miembros de otro grupo, no les impiden la satisfaccin de las legtimas necesidades bsicas de los miembros de este otro grupo (Oliv, 2004:73).

    Esta solucin pasa por el cultivo de la tolerancia como virtud social y la creacin de instituciones donde participen representantes de los diferentes sectores sociales involucrados que mediante procedimientos legtimos y aceptados por los miembros de esa sociedad diriman los conflictos bajo la gida del principio de aceptabilidad. Si bien se insiste en que este tipo de Estados con una sociedad multicultural requiere instituciones que no haran falta en alguno ms homogneo (nos preguntamos: cul actualmente?), Oliv no toma en cuenta las luchas reales por la hegemona y postula un Estado neutral ideal cuya funcin sea la de velar por el funcionamiento de las instancias jurdicas e institucionales apropiadas para la realizacin de la justicia entendida del modo aludido.

    Resulta indudable que la propuesta de Oliv supera las posiciones criticadas, siendo esto importante puesto que dichas posiciones todava gozan de amplia acogida en los pases democrticos no slo occidentales. Sin embargo, se le pueden realizar al menos tres crticas. La primera es que parte de la situacin de hecho de la existencia de sociedades multiculturales, a las que considera prcticamente como compuestas por grupos culturalmente cerrados o al menos carentes de necesidades de interaccin significativas. En 1993, en donde slo llega a hablar del hecho de la diversidad cultural y los problemas particularmente agudos que sta plantea en casos de posibilidad y necesidad de interacciones entre diversas culturas (Oliv, 1993: 5).

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    este sentido se lo podra pensar como proclive a suscribir la metfora del mosaico en su forma ms extrema y sealar que olvida fenmenos dinmicos de enorme importancia tales como contactos fronterizos y migraciones. La segunda crtica es que el intercambio entre culturas (todas las formas de accin y de pensamiento propiamente interculturales) no es estimado como un bien en s sino como meramente instrumental aunque basado en razones de justicia y derivado de las necesidades de convivencia, que en su forma ms dbil tambin pueden leerse como gobernabilidad, en un mismo territorio. La denotacin ms amplia de necesidades bsicas permite de manera indiscutible a Oliv encaminarse hacia una teora poltica de la justicia que al menos de modo procedimental reconoce las distintas culturas instaladas en un territorio y autoriza al Estado un papel slo garantista con respecto a los derechos. Sin embargo esto est muy lejos de implicar posiciones positivas respecto de los intercambios culturales y, sobre todo, y sta es la tercera crtica, no permite derivar ningn principio de reconocimiento con respecto a los migrantes, que no slo no se nombran en el texto sino que no se les podra dar lugar en este esquema porque las culturas que entran en contacto son vistas como adheridas a identidades ms bien fijas, preexistentes, segn se aclar antes.

    Otro ejemplo significativo de estos equvocos se encuentra en la propuesta de corte cognitivista y normativo de una tica para la diversidad desarrollada por Norbert Bilbeny28. Tomo en cuenta para las crticas su texto ms importante al respecto (Bilbeny, 2002) reconociendo que ste y otros escritos del autor fueron motivados tanto por la experiencia de los conflictos suscitados a partir de la raz religiosa y tnica de los inmigrantes que trabajan y/o habitan en diversos pases europeos como por la prctica del multiculturalismo canadiense y las discusiones tericas sobre este ltimo. Intento demostrar a continuacin que esta propuesta -a entender del autor, tericamente aun no concluida- sostiene una alternativa interculturalista dbil, ante todo como antdoto posible a determinadas formas de multiculturalismo que critica, y que no llega a responder cabalmente las cuestiones que las migraciones contemporneas plantean a la filosofa prctica.

    Bilbeny parte de las diversas prcticas polticas de nuestro tiempo y considera que no hay una sola va para la inclusin democrtica de las diferencias en un todo respetuoso con ellas (Bilbeny, 2002:65). Una primera distincin entre modelos monoculturalistas y pluriculturalistas le sirve de base para una clasificacin de cuatro modelos de inclusin democrtica de individuos y grupos, entre los que coloca el suyo, si bien este ltimo se esboza ms al modo de un desideratum racional que con apoyo en experiencias concretas.

    Entre los modelos monoculturalistas, el segregacionista (en sus dos variantes de segregacin impuesta o ms o menos voluntaria), que resulta de un monoculturalismo extremo, considera que la exclusin es conveniente para la coexistencia. En consecuencia no elimina ni expulsa del territorio a grupos o minoras, pero las excluye de la participacin poltica e igualmente las discrimina con respecto al acceso a determinados bienes y derechos. Quedando histricamente comprobada la potencialidad para generar conflictos de este modelo, ha de rechazrselo tambin desde el punto de vista normativo. El modelo

    28 Las fuentes para esta tica de la diversidad se encuentran en obras anteriores del autor, citadas en

    la bibliografa de este artculo.

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    asimilacionista predominante29, de un monoculturalismo moderado, tiende a uniformizar las identidades culturales diferentes en una nica que pretende hegemona en nombre de la unidad30, pudiendo los individuos entrar en las asociaciones y comunidades del grupo hegemnico para despus incluirse en la esfera pblica cuando estos procesos de asimilacin cultural estn totalmente cumplidos. Ms all de la crtica terica, hechos recientes ponen en evidencia la fragilidad de la prctica de este modelo que igualmente potencia conflictos cuando los individuos y grupos que fueron obligados a asimilarse cobran conciencia de la imposicin forzada de la asimilacin, como lo registra el fenmeno de las actitudes reactivas de diverso signo que se dan en la tercera generacin de ciudadanos descendientes de inmigrantes en las sociedades asimilacionistas.

    En respuesta a los problemas que surgen de los modelos anteriores, aparecen los dos modelos multiculturalistas. En el modelo agregacionista, caracterstico en Canad, Nueva Zelanda y Australia, la sociedad poltica se construye por adicin, implicando un diferencialismo liberal y multiculturalista, pero no impositivo (Bilbeny, 2002:69). Para el autor, este modelo resulta exitoso en momentos de prosperidad pero muestra su flanco ms dbil cuando se producen situaciones de precarizacin de las condiciones de vida por falta de trabajo y de empleo siendo vulnerable a los conflictos de intereses; adems, siempre permanece en estado latente el peligro de segregacin que la guetizacin de grupos puede provocar cuando no se producen entre ellos contacto e intercambios positivos. En respuesta a las dificultades prcticas y tericas mencionadas se propone el bosquejo de un cuarto modelo, al estilo de un multiculturalismo moderado, que el autor denomina integracionista y sostiene que es el modelo propio de una inclusin social intercultural (Bilbeny, 2002:72), en tanto fomenta la inclusin desde la diferencia y el dilogo.

    Al modelo propuesto por Bilbeny pueden plantersele por lo menos una objecin ms externa, con respecto a la eleccin de su denominacin, y algunas objeciones de principio, aun si se toma en cuenta el estado poco desarrollado de la presentacin. Si bien es corriente hablar de integracin en documentos oficiales sobre polticas pblicas con respecto a migrantes y comunidades no homogneas y tambin este trmino es usado por los investigadores, algunos de sus empleos ms habituales en los documentos y escritos citados manifiestan tal integracin como primer peldao de un proceso que necesariamente conduce a la asimilacin31; vale decir que Bilbeny estara recayendo al menos desde la perspectiva terminolgica en el segundo modelo criticado.

    Las objeciones de principio son serias y atienden al reclamo de la integracin como un deber ser dialgico, planteado prcticamente como un a priori que ni siquiera alcanza el nivel comunicativo en tanto el dilogo intercultural queda meramente mencionado. No se evidencia trabajo alguno sobre formas posibles del mismo que tomen en cuenta los contextos. El paso ms osado en este sentido, que Bilbeny ya defendi en obras anteriores ms generales (Bilbeny, 1996 y 1998) o referidas a otros temas prcticos (Bilbeny: 2000), se da en la direccin de una formulacin consensuada de mnimos morales que reposan en el reconocimiento de valores compartidos por los seres humanos y grupos implicados en

    29 Se seala la pertenencia a este modelo tanto del liberalismo poltico rawlsiano como del patriotismo constitucional de J. Habermas (Bilbeny, 2002:68). Sus crticas, que aqu no se desarrollan, resultan atinadas, a mi entender, aunque merecedoras de ulterior profundizacin.

    30 Ampliando la crtica de Bilbeny, sealo que esta pretensin de unidad deriva en realidad de las exigencias de un universalismo abstracto que estima las diferencias como irrelevantes o peligrosas.

    31 En este sentido basta recordar los pasos acerca de la integracin de inmigrantes tratados en las propuestas de Shmuel N. Eisenstadt, Milton M. Gordon y Hartmut Esser (Han, 2000: 300-313).

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    los conflictos normativos a partir del cual se establezcan las normas que hagan posible la convivencia. Quedan abiertos muchos interrogantes que el propio Bilbeny pudo haber tratado si se toman en cuenta las contribuciones que realiz en otros textos. As no hay claridad acerca de la eleccin de los valores que se sealan y falta igualmente una elaboracin seria sobre las diferencias entre diversas representaciones de la ley as como sobre las caractersticas y la posibilidad de formacin del juicio moral (condicin subjetiva de la autonoma) en cada grupo. De este modo queda imposibilitada la formulacin misma de las normas en las que habra de basarse la convivencia y, con ella, la pretendida inclusin social intercultural.

    En el final de este trabajo pretendo mostrar un modelo de interculturalidad fuerte que resiste las crticas hechas a los anteriormente presentados y que responde mejor que las teoras multiculturalistas a los desafos del multiculturalismo de hecho32. Este modelo, de vastas implicaciones prcticas y polticas, tiene su base terica en una forma determinada de la filosofa intercultural contempornea y, a mi entender, se adecua mejor a las necesidades de reconocimiento y emancipacin existentes en pases que, como Argentina, participan de historias signadas por prcticas de dominacin (en primer trmino la conquista y la usurpacin perpetradas por las potencias coloniales sobre los pueblos originarios) y de exclusin/discriminacin de claro sentido racista con respecto a pueblos originarios, esclavos y descendientes de esclavos negros, mestizos y mulatos, e inmigrantes pobres, sobre todo aquellos cuyas marcas tnicas resultan inocultables33.

    Para ello me basar fundamentalmente en las contribuciones de Ral Fornet Betancourt y las de Josef Estermann, junto con algunos trabajos de Antonio Sidekum, quienes conciben la filosofa intercultural como filosofa de la interculturalidad, vale decir principalmente como una reflexin sobre las condiciones y los lmites de un dilogo entre las culturas, al que denominan propiamente pollogo, para evitar confusiones con algunas tradiciones dialgicas o mejor, dialcticas, tanto excluyentes como superadoras o armonizadoras- del pensamiento occidental (Estermann, 1998: 9). Dos experiencias se citan como fundamentales para el nacimiento de la filosofa intercultural: la conciencia creciente de la condicionalidad cultural de la filosofa, que lleg al extremo del etnocentrismo de la tradicin dominante de la filosofa occidental34, y las tendencias actuales, contradictorias entre s, del proceso acelerado de la globalizacin cultural por

    32 En la seccin introductoria de este trabajo se lo designa como multiculturalismo entendido como fenmeno.

    33 Como el artculo se incluye en este volumen sobre estudios migratorios, no me refiero pormenorizadamente a los orgenes y a las diversas variantes de la denominada filosofa intercultural, que se sealan en los textos indicados en la bibliografa (Kimmerle, 2002; Salas Astrain, 2003, 2004; Wimmer, 2004), sino solamente a aquellas contribuciones que de modo tangencial o pleno hacen referencia a los fenmenos migratorios. En otros trabajos me he abocado al tratamiento filosfico de las migraciones y tambin al lugar que ocupan estas investigaciones en la filosofa actual (Bonilla, 2005, 2005b, 2005c, 2005d). Retomando lo ya enunciado en la Introduccin (Bonilla / Vior, 2006: ), me parece til aclarar que en la filosofa contempornea las dos corrientes filosficas principales que convierten al tema migracin en motivo especfico de sus reflexiones son algunas versiones de la tica discursiva, que basan la norma fundamental en los principios de respeto moral y reciprocidad igualitaria (por ejemplo, Benhabib, 2005), y los desarrollos tericos de la denominada por m Escuela de Aquisgrn (Estermann, 1998; Fornet Betancourt, 2003, 2004), que elaboran un universalismo de cuo diferente.

    34 Este etnocentrismo se manifiesta en una idea extremadamente restrictiva sobre la filosofa misma, vale decir en el no reconocimiento con carcter de filosofa genuina y legtima de las formas de pensamiento ajenas a algn canon filosfico vigente en Occidente. No podemos tratar aqu este debate dada su gran extensin, fuera y dentro de las lneas de la filosofa intercultural.

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    medio de una supercultura econmica y comunicacional por un lado, y el incremento de conflictos y de guerras alimentadas por razones tnicas y culturales, por otro (Estermann, 1998: 30).

    Para el propsito de este texto uno de los rasgos de esta modalidad de la filosofa intercultural ms valioso reside en su reconocimiento y defensa de la contextualidad no relativista de la razn, en virtud de la cual toda expresin filosfica aunque sea de lo divino y absoluto- tiene una connotacin cultural particular (Estermann, 1998: 34). De este modo, la universalidad no se da como esencia sobre-cultural a priori, sino como el resultado sinttico de un esfuerzo intercultural mediante el dilogo o pollogo de culturas, incluidas las filosficas, que en proceso abierto e inacabado (tambin, inacabable) y partiendo siempre de las experiencias vivenciales histricas de los pueblos (Estermann, 1998: 36) van constituyendo el lgos del intercambio que se establece y reestablece cada vez.

    Como consecuencia inmediata de esta postura se manifiesta una crtica expresa del metarrelato racionalista de la modernidad occidental, incluidas sus variantes escptica y relativista, ambas proclives a defender el atomismo o solipsismo cultural en la creencia de la inconmensurabilidad e incomunicabilidad de las culturas. Sin embargo, tal crtica no se hace desde la superacin vertical o diacrnica de la modernidad occidental (Estermann, 1998, 31) caracterstica del pensamiento postmoderno35, sino desde la concepcin de un horizonte racional contextual posible.

    Como seala Fornet Betancourt, la asuncin filosfica de la contextualidad de la razn no conduce a la produccin de islas de razn (vlidas en y para s mismas), sino a zonas de traduccin mutuamente posibles (Fornet, 2003: 19). La aparicin de la nocin de traduccin en el marco de la filosofa intercultural no es casual. En efecto, el lenguaje y las filosofas que se expresan necesariamente a travs de aqul, puesto que son determinados modos discursivos, forman parte, dicindolo con expresin sartreana, del mundo histrico-prctico de los seres humanos (Fornet, 2003: 121). As, esta relacin ntima entre la filosofa, el lenguaje y el ser se manifiesta desde los inicios de la filosofa occidental de modo no casual en la polisemia ampliamente investigada de la palabra lgos.

    Estas breves referencias a la situacionalidad e historicidad del lenguaje y de las filosofas conduce a la formulacin de cuestiones determinantes que integran el mbito de la filosofa prctica. Si la generacin y la legitimacin de los discursos filosficos ha dependido y depende todava hoy en vastas regiones del globo de patrones de una dominacin que tambin es lingstica, se impone como deber el anlisis de la importancia y las consecuencias de la invasin cultural, poltica y religiosa de un mundo lingstico ajeno (Fornet, 2003: 121)36. Entre stas consecuencias, y no las menores, merecen explicitarse el carcter modlico de la filosofa nacida en Europa y su pretensin de universalidad, ambas trasportadas por la lengua del dominador.

    35 El texto de Estermann respecto de la crtica postmoderna la seala como crtica intra-cultural,

    endgena: La crtica postmoderna tiene como terminus a quo una concepcin monocultural (occidental) de lo moderno, pero la supone universalmente vlida y definitiva (Estermann, 1998: 31).

    36 El captulo de donde est tomada la cita est dedicado a la filosofa latinoamericana intercultural del lenguaje y concretamente se refiere a las consecuencias del encuentro conflictivo de las lenguas amerindias con una lengua europea (el castellano) dotada de una gramtica de factura moderna (la de Antonio de Nebrija) y que sirvi como vehculo del plan imperial de conquista poltica y religiosa. Sobre el mismo tema, y atendiendo de modo particular, a determinadas formas narrativas que adquiri la dominacin lingstica y filosfica, vase mi artculo sobre Filosofa y utopa en Amrica Latina (Bonilla, 2003).

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    En calidad de ejemplo de lo expuesto, valga la propia indicacin de Fornet acerca de que la filosofa en Latinoamrica se institucionaliz sin relacin alguna con el mundo categorial y simblico de las lenguas y culturas originarias, a travs del trasplante coercitivo de determinados productos escritos en latn y, contemporneamente y despus, en espaol o portugus37, que constituyeron las fuentes de un determinado modo fragmentario o sectorial de hacer filosofa signado por el monoculturalismo y el monolingismo. A partir de estas sugerencias se podra llegar a sostener que, planteada desde la perspectiva intercultural, la historia de la filosofa38 debera hacerse cargo de la historia lingstica y conceptual de dominacin y exclusin que acompaa todo desarrollo tmporoespacial del pensamiento filosfico y rehacerla desde la multiplicidad de las y los sujetos que filosofaron y filosofan en diversas pocas y latitudes (Fornet, 2003: 131). Como lo ha mostrado Fornet en otro texto (Fornet, 2002), este trabajo crtico de denuncia y desocultamiento debera tambin realizarse con respecto a la filosofa europea misma.

    Dado que el potencial universalizante de esta idea de una traducibilidad mutua de las razones contextuales es explicitado por la metfora de las zonas de traduccin, con el objetivo de profundizar el anlisis eo ipso quedara autorizado un trabajo de puesta en relacin con teoras filosficas de la traduccin. En los prrafos siguientes, a modo de ejemplo, slo se har referencia a El paradigma de la traduccin de P. Ricoeur, habida cuenta de las filiaciones filosficas compartidas por este autor y los aqu citados. El empleo del trmino paradigma desde el ttulo da testimonio de la intencin de ir ms all de una pregunta ontolgica acerca de la traduccin o del acto de traducir39, para abordar, en cambio, la traduccin como un problema prctico de alcances hasta ahora no previstos: La traduccin no plantea solamente un trabajo intelectual, terico o prctico, sino un problema tico (Ricoeur, 2001: 135)40, se dice en primera instancia, para desplegar despus toda la riqueza del valor paradigmtico para la praxis adjudicado a la traduccin.

    A diferencia de la mayor parte de las actividades humanas, de modo habitual la traduccin se ve sometida a la prueba del otro en su faceta ms lejana: el extrao, el extranjero (ltranger). Recurriendo a tonos freudianos, Ricoeur seala que todo trabajo de traduccin, que sintetiza en la metfora de la hospitalit langagire (la hospitalidad de los lenguajes, podramos traducir), resulta as una conquista contra nuestras resistencias ntimas motivadas por el miedo o el odio al otro, en tanto ste es percibido como amenaza a nuestra identidad (lingstica en este caso). En definitiva, en la traduccin se da necesariamente un trabajo de rememoracin y duelo dirigido a la superacin del sueo de la traduccin perfecta o de la hiperlengua superadora de los lenguajes contextualizados e histricos, una confesin de nuestro lmite que se hace patente en la diferencia insuperable entre lo propio y lo extranjero/extrao. La metfora de la hospitalidad de los lenguajes se vuelve entonces un paradigma analgico de otras formas de relacin humana posibles, como por ejemplo el dilogo entre confesiones o religiones diversas. Pero, igualmente, la inadecuacin inherente a la traduccin, que se expresa en la frase popular traduttore,

    37 Por razones de espacio no es posible explorar aqu el esquema denso en variables a tomar en cuenta para el anlisis de las relaciones entre el lenguaje (oral y escrito), las lenguas y la filosofa que aporta el autor citado (Fornet, 2003: 122-127).

    38 Asumo el riesgo de hablar en singular de la historia de la filosofa para no entrar en otros debates propiamente historiogrficos que nos llevaran muy lejos de la intencin de este artculo.

    39 Pregunta paradjica y tal vez carente de respuesta posible para Ricoeur, si se siguen los desarrollos del comienzo del artculo.

    40 Asumo los riesgos de la traduccin.

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    traditore, avanza ms all de s misma en el dilema tico fidelidad/traicin e introduce la dimensin del conflicto en la dinmica de la traduccin, y tal vez ms an en su empleo metafrico. La traduccin no slo comporta instancias esencialmente paradjicas, sino esencialmente en el nivel prctico.

    Ricoeur, siguiendo lneas exploradas por G. Steiner en Despus de Babel que se sintetizan en la frase comprender es traducir, intenta superar tales paradojas mediante un retorno analtico a la capacidad reflexiva de los lenguajes tomados en su dimensin intrnseca, vale decir, en su reflexividad lingstica (Ricoeur, 2001: 127). En efecto, la posibilidad de decir algo de otra manera propia de los lenguajes naturales nos instala ante este rasgo extrao y de extranjera para s mismo que acusan cada uno de los lenguajes histricos y es esta forma de reaparicin del enigma de lo mismo y de lo otro en la comunicacin lingstica que se da en el seno de nuestra comunidad de pertenencia (traduccin ad intra) la que tiende un puente entre los lenguajes (traduccin ad extra) y entre los seres humanos y, a la vez, preserva abierto el dilema fidelidad/traicin y la distancia en la proximidad de los mejores encuentros.

    De este modo, al explorar la metfora modlica de la hospitalidad de los lenguajes no slo se encuentran los recursos para caracterizar otras formas de la hospitalidad, sino, y de modo fundamental, segn mi juicio, para pensar en esta posibilidad de encuentro de razones contextuales. Es ms, si en el sentido de Ricoeur es entendida la traduccin como mutua hospitalidad de los lenguajes, se puede extender an ms esta idea sealando la indispensabilidad de la comunicacin mutua de la instancia reflexiva, vale decir, de la del mutuo asombro ante la extranjera del mismo y la mismidad del otro no carente de conflictividad. Eo ipso se convierte al portador de otra cultura, de otro pensamiento, de otra filosofa, en un intrprete tanto del s mismo (de los otros) como del nosotros, ampliando al infinito los alcances de la racionalidad como escuela de traduccin (Fornet, 2003: 14).

    La negacin de un universal lingstico, corre pareja con la negacin de universales culturales, mejor dicho, supraculturales, porque sobre todo se toma en cuenta la existencia de desniveles fcticos entre las culturas que corresponden al diseo de lneas de dominacin y opresin en gran medida. No se trata entonces de una negacin de la universalidad de la razn, sino de la negacin a entenderla como universalidad constituida e impuesta en una dialctica sobre lo universal y lo particular conducida monolgicamente. Sintetizando, sera

    bsqueda programtica de una configuracin de la razn como tejido de modelos de razonamientos mediante un proceso de aprendizaje intercultural que ampla los criterios de discernimiento y compensa las unilateralidades de la razn en su figura histrica de razn sometida a la dinmica del desarrollo cultural-civilizatorio de la modernidad occidental-capitalista (Fornet, 2003: 16).

    En consecuencia, la adopcin de esta perspectiva intercultural no significa la negacin de lo humano por parte de la filosofa intercultural, sino, por el contrario, su afirmacin como presupuesto tico y prctico en cada intercambio y encuentro intercultural (Estermann, 1998: 38). La interculturalidad es teora y prctica de la proximidad, de la convivencia de los seres humanos y de las culturas, siempre y cuando la convivencia sea una convivencia que comparte y, compartiendo, transforma a todos los que conviven (Fornet, 2003: 116), sean nativos de diversos orgenes o migrantes.

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