Boltanski El Amor y La Justicia Como Competencias Cap I

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    Esta obra, editada en cl marco del Programa de Ayuda a la PublicacionVictoria Ocampo, recibio el apoyo del Ministcrio deAsuntos Extranjeros ydel Servicio Cultural de 13Embajada de Francia en IaArgentina.

    EI Amor y la -Iusticiacomo competenciasTres ensayos de sociologia de la acci6n

    Luc BoltanskiAmorrortu editores

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    Biblioteca de sociologiaL'Amour et L a . Justice comme competences. Trois essais de sociologiede Taction, Luc Boltanski Editions Metailie, Paris, 1990Traduccion, Ines Maria PousadelaUnica edicion en castellano autorizada por Editions Meitulie, Paris, ydebidamente protegida en todos los paises. Queda hecho el depositoque previene la ley n" 11.723. Todos los derechos de la edici6n encastollano rcservadcs per Arnorrortu edit-ores S . .L~Tj Paraguay 12.25,7piso (1057) Buenos Aires.La reprodnccion total 0 parcial de este libra en forma identica 0 rno-dificada por cualquier medio mecanico 0 electronico, incluyendo fo-toeopia, grabacion 0 cualquier sistema de almacenarniento y recupe-racion de informacion, no autorizada par los editores, viola derechosreservados. Cualquier utilizacion debe ser previamente solicitada.Industria argentina. Made in ArgentinaISBN 950-518-184-1ISBN 2-86424-083-1, Paris, edici6n original

    Irnpreso en los Talleres Graficos Color Efe, Paso 192, Avellaneda,provincia de Buenos Aires, en diciernbre de 2000.

    Para ElisaIn insecurity to lie,Isjoy's insuring quality.

    Emily Dickinson

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    Indice general

    11 Prologo

    15 Primera parte. Aquello de que Lagente es capaz17 1. Una sociologia de Ia disputa29 2. Las bases politicas de las forrnas generales37 3. Denuncias ordinarias y sociologfa crftica53 4. La sociologia de la sociedad critica63 5. Un modele de la competencia para e1juicio76 6. Principios de equivalencia y pruebas justificables92 7. Pruebas y ternporalidad105 8. Cuatro rnodalidades de la accion119 9. Del otro lado del informe

    129 Segunda parte. Agape, una iniroduccion a los estadosde paz

    131 1.Disputa y paz131 1.1 Los hmites de Iajusticia138 1.2Antropologia y tradicion146 1.3La tradicion tcologica151 2. Tres forrnas del amor151 2.1 Un primer inventario152 2.2 El amor como reciprocidad: la philia155 2.3 El erosy la construccion de la equivalencia general160 2.4 EI agape y la cancelacion de las equivalencias166 2.5 La despreocupacion del agape169 2.6 La duracion y la permanencia174 2.7 El ejemplo de losFioretti180 2.8 Parabola ymetafora

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    187 3. E1 agape y las ciencias sociales187 3.1 E1 ,.agape: (,mocielopractice, ideal a utopia?191 8.2 Marx y la teoria de 1ajusticia199 3.3 Las paradojas dol don y el contra-don207 4. Hacia una sociologia del agape20 721 421822 2226

    4.1 E1 modele del "agape" puro4.2 E] acceso a los estados de agape4.3 Del amor a Iajusticia4.4 De la justicia a1 amor4.5 Agape y emociones

    23 5 Tercero:parte. La denuncia publica2~3724 726026 827 629029 931 032 4

    L E1 caso como forma social2. E1 sistema actancial de Ia denuncia3. La exigencia de des-singularizacion4. La dificil denuncia de los allegados5. Maniobras de engrandeeimiento6. Lo que no hay que haeer par S1 mismo7. Generalizaci6n y singularidad8. La dignidad ofcndida9. La confianza traicionada

    331333

    Anexo L La construccion del analiais factozialAnexo 2. Muestra de cartas tipicas

    341 Referencias bibliograficas

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    Prologo

    Los tres ensayos sobre el a1110r y Ia justicia reunidos en este vo-lumen presentan las principales lineas de fuerza de una investiga-cion realizada desde haee varies afios. La denuncia publica (Terce-ra parte) fue objeto, can una forma diferente, de una primera publi-cacion en 1984 en la revista de Pierre Bourdieu, Aczes de la Recher-che en Sciences Sociales, Agape, una introduccion a los estados depaz (Segunda parte) fue escrito en 1989. El texto de Ia Primeraparte, Aquello de que lagente es capaz, apunta a hacer de lazo en-tre "La denuncia yAgape-xretrazando e1camino recorrido, asf co-mo a sugerir posibles prolongaciones. Para 10 cual serfa necesariopasar par Le8 economies de Lagrandeur [Las economias de Lamagni-tud]; (en adelanto, EO), obra redactada en cormin con Laurent The-venot, publicada por primera vez en 1987 y que estamos reelabo-rando en vista de una nueva publicacion. Los capitulos 5 y 6 de laPrimera parte se refieren a esa obra, cuyos principales elementosera necesario recordar para asegurar Ia coherencia de los textosaquf reunidos. Por un lado, porque algunos temas que aparecen enLa denuncia en forma intuitiva estan clarificados y desarrolladosen EG. POl' el otro, y sobre todo en la medida en que Agape se apo-ya en el modele de competencia para la justicia que fOS 81 objeto deEO, para tratar de arrojar a1guna luz sabre las conductas que se re-fieren al arnor y no a lajusticia, La cual significa que el lector debepractical' un ida y vuelta mental entre estes diferentes trabajos queconforman una totalidad.

    Estos tr abajos han sido realizados en el marco del Groupe deSociologic Politique et Morale [Grupo de Sociologia Polftica yMoral}(GSPM) de la ERESS y el CNRS.* Se han beneficiado de Ia intensaactividad intelectual que reina en esc grupo, de las investigacionescolectivas y de las discusiones en 01 seminario. En 10 que 5e refiere a"La den uncia publica (Terccra parte) estoy particularmente endeuda con Marie-Ange Schiltz, quien se oncargo, con una notable

    * ERESS; Ecole des Hautes Etudes en Sciences Sociales [Escuela de Altos Estu-dios en Ciencias Sociales]; CNHS: Centre Nationale de la Rech,'rcbc Scient.ifique[Centro Nacional de Investigaciones Ciontfficas]. (N. de la T.)

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    autoridad, de la parte informatica y estadfstica, y can Yann Darre,qui en colaborc conmigo en 01 diftcil trabajo de codificacion del mate-rial de base. Agape (Segunda parte) es, en gran medida, productode rnis conversaciones con Elisabeth Claverie. Debo mencionar 1adeuda que he contraido can esta exigente profesora que me perrnitiocompartir Btl erudicion en un terreno que yo desconocia. La presenteobra t.ambi en debe mucho a las discusiones entabladas, en lasdiferentes etapas de su elaboraci6n, con -Iean-Elie Boltanski: a susaber, a su rigor de razonamiento y a su paciencia incansable queme devolvian, cada vez que me encontraba pres a de la duda, Iacertidumbre de la existencia de mi objeto. Me he beneficiado delmismo modo de mi relacion con Bruno Latour y con su obra y, enparticular, de Ia lectura de sus ult.irnos tr abajos. Agradezco sugenerosidad. Finalmente, una observacion deMichael Pollak sobrela virtual ausencia de reflexi6n acerca del amor en sociologia meestirnulo en mi trabajo; espero que este texto no decepcione susexpectativas, Esta obra fue leida y discutida por muchos otros co~legas. He intentado tomar en cuenta sus observaciones, siemprepertinentes, aunque sin lograr resolver en todos los cases loscomplicados problemas que ellas planteaban. POl' 10 tanto, el debatepermanece abierto a futuras controversias. Agradezco particu-larmente, por las discusiones en 81 curso de Ia redaccion del texto 0por 8U Iectura atenta y a menudo critica, a Nicolas Dodier, CharlesFredriksen, Francois Heran, Francis Krarnarz, Paul Lad riere,Sebastien Mac Evoy, Pierre-Michel Menger, Patrick Pharo y HeinzWismann. Durante el afio en que prepare y redacts el texto sobre elagapeme resulto extremadamente estimulante la presencia, en elseno del GSPM, de Denes Nemedi (Universidad Eotvos Lorand deBudapest) --quien trabaja sobre teoria de Ia acci6n-- y deAllan Sil-ver (Universidad de Columbia), quien en este momento conduceinvestigaciones de gran interes sobre la amistad. En 10 que se re-fiere a la Primera parte, Aquello de que Ia gente es capaz _cuyosesgo a veces LUl tanto polernico refleja basicamente 10 diftcil del de-bate que el autor ha debido entablar con su propio trabajo=-, fue dis-cutida en el curso de seminaries realizados en el marco del GSPM.Estoy particu1armente en deuda can Francis Chateauraynaudy Philippe Corcuff, cuyas pertinentes observaciones me resultaronde gran ut.ilidad; can Nathalie Heinich y Claudet.te Lafaye; y, fi-nalmente, con Jean-Louis Derouet par 81 estimulante debatemantenido con 81.Agradezco igualmente a Colette Platre y a Da-nielle Burre, quienes me han sido de gran ayuda en Ia elaboraciondel manuscrito. Perc debo decir que mi reconocimiento se dirigeamy particularmente a Alain Desrosieres, quien me alent6 constan-

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    temente en este trabajo; y, por ultimo, a Laurent Thevenot, sin cuyapresencia Ia empresa que nos ocupa desde haec cinco afios simple-mente no hubiera sido posible, S610queda decir que, de acuerdo canla f6rmula consagrada, la version final de esta obra no cornprometemas que a su autor.

    15 de febrero de 1990

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    Primera parte. Aquello de que Ia gente es capaz

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    1,Una sociologiade 1a disputa

    Las disputas atrajeron nuestra atencion enelcurso de los traba-jos de,campo, Ilevados a cabo entre 1976 y 1981, ,que acornpanaronla investigacion que condujimos sobrela construccion de Ia catego-ria del personal directive [cadres] (Boltanski, 1982). Dentro del cen-tenar de cuadros dirigentesque entrevistamos a 10 largo de ese pe-rfodo -a menudo largamente y en el curso de repetidos encuen-tros-, urios cuantos, reencontrados en muy diversas ocasiones, du-rante entrevistas procuradas por conocidos comunes, en los sindica-tos 0 incluso en pasantias de forrnacion, habian experimentado, ene 1 curso de su vida profesional, accidentes de trayectoria -paraemplear Ia pudica denomiriacion que can frecuencia ellos mismosutilizaban- que los habfanmarcado profundamente, a veces demodo irreversible. Esos accidentes, que habian conducido a Iama- .'yoria de eIlos al desempleo, no consistian en despidos en buena y de-bida forma, sino en largos procesos de exclusion y de abandono quelos habian llevado a pres entar su renuncia y tambien, en numerososcasos, a perder definitivamente Ia confianza en BU aptitud para lIe-var adelante una vida activa como Ia que habfan desarrollado hastaesc momenta. EHos describian esos procesos de modo de resaltar sucostado absurdo, imprevisible, incomprensible, de la misma mane-ra en que describen e1mundo las novelas picarescas, en las cualescualquier cosa puede ocurrir: un dia el favor del principe, al dfa si-guientc el destierro 0 Ia priaion. Repentinamcnte se habfan acu-mulado reproches sobre sus cabezas, segun elIos sin fundamentos.Quienes en la vfspera los felicitaban por su exito y par su entusias-rna en el trabajo y los alentaban a asurnir responsabilidades, alanzarse, a comprometerse cada vez mas, de pronto, sin que se su-piera bien por que, ya no los invitaban a las reuniones, colocabanpor encima de ellos aj6venes directores incornpetentes, les quita-ban su secretaria, su telofono, S11 oficina, los dejaban durante largosmeses sin mision sin trabajo, en esa situaci6n humillante en quela ocupacion de cada dfa debe ser mendigada y en que la tarea a rea-lizar (barrel', par ejemplo) no se corresponde en nada con el titulo, elsalario y las responsabilidades oficialmente concedidas. Poco a poco,

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    a medida que, para dernostrar su buena voluntad 0 poner de relievela injusticia que se eometia con ellos, acumulaban metidas de pata(gaffes], mezclando los excesos verbales, los pedidos de explicaci6n"de hombre a hombre, las apelaciones a los sindicatos y las amena-zas de acudir a recursos legales, sus colegas yamigos se aparta-ban de ellos, ya no los reconocian y los evitaban como si ternieranque el simple contacto los arrastrara en e1mismo proceso de deca-dencia y exclusion. Esos temores no carecian de fundamento, puestoque e110sreclamaban sin tregua el apoyo de los domas, tratando dellevarlos a testimonial' en 3Ufavor y a recordar sus exitos del pasado--en sintesis, procurando movilizarlos en aquello que en 10 sucesivodenominarian su caso [affaire] J' cuyo resultado era frecuente-mente un estado cuasi pato16gico que solia ser descripto por quienes10sufrfan como depresion nerviosa mientras que sus adversaries,y tambien a veces sus antiguos arnigos, designaban, a media voz y"en privado, con el termino parancia-.!

    Ante todo nos dedicamos a describir esta clase de casos, tratan-do de conservar, en 1amedida de 10 posible, las caraeteristieas queIes eran propias y, (mprimer terrnino, la extraordinaria incertidurn-bre que los rodeaba. En cada caso examinado, las veraiones de losdiferentes actores eran divergentes. La de la victima no coincidfacan la de los representantes de los sindicatos, ni can la de su mejoramigo, ni con Ia deljefe dejiersonal-niconla-de-su mujer, etc. Cadauno tomaba partido; producfa una interpretacion.mas veraz, mejorinformada ymas inteligente que lad~ los otros interlocutores. Pare-cia imposible abordar estes casos sin quedar de inmediato atrapadoen esa situacion, sin caer a su vez en ellae, es decir, sin alinearse H.su turno con una u otra de las interpretaciones propuestas 0 sin pro-porcionar una interpretacion plausible propia; es decir, sin tomarpartido y elegir un banda. En cuanto sociologos, estabamos bien pro-vistos para ello. Disponiamos, en nuestro arsenal, de multiples he-rramientas interpretativas y, por no deeir mas, de una ciencia quenos autorizaba a sefialar, en ultima instancia, de que se trataba. Dehaberlo heeho, habriamos sido reclutados a nuestro turno por la vic-tirna, por el sindicato, por la asistentesocial, etc. Nos rehusamos aello. Loque nos interesaba era e1caso en S1 mismo, su desarrollo, suforma y las constantes formales que parecian surgir al compararcasos en apariencia muydiferentes,

    Nuestro proyecto consistio en constituir la forma caso en cuantotal y en haeer del caso un coneepto de 1asociologia. Para ello resulta-ba necesario recopilar un cuerpo sufieientemente importante de ca-sos, surgidos en los contextos mas diversos que fuera posible. No sepuede acceder a un objetosemejante por medic de los metodos habi-tuales de la sociologia: el cuestionario 0 la entrevista, Ello seria co-mo buscar una aguja en un pajar, Tras habertomado contacto con jlos protagonistas de easos suficienternente prolongados e importan- ,(;tes como para haber tenido ecoen la prensa, y observado que las per- ::.:'sonas involucradas en ellos escribian sin descanso -frecuentemen-te a los peri6dieos- para movilizar a Ia mayor eantidad de genteposible en torno de su causa, nos dispusimos a averiguar, en las re-dacciones de varios diaries, si podiamos encontrar rastros de esascartas que nos pondrian sobre la pista de objetos interesantes.Nuestros esfuerzos fueron recompensados euando nos pusimos eneontacto con la redaccion de la seecion sociedad de Le Monde, di-rigida entonces por Bruno Frappat. Este tenia Ia buena costumbre-pO" motives que todavia no hemos aclarado pOI"completo, pero en

    .I Las entrevistas mas intercsanLes fueron realizadas a partir de un dispositivoreprobado PO ]08 manu ales metodol6gicos dado que pareee romper can las exigcn-cias de cxterioridad, de neutralidad, de objetividad y de no implicacion que duranteIargo tiempo fuer an consideradas criterios de cierrtificidad en la relaci6n entreinvestigador e investigado. Est.as cntr evistas seproducran, en efecto, en el curse deuna comida 0 en vcladas en que se enccntraban presentes los amigos comunes queh ahian concert.ado la reunion entre el sociologo y los ejecutjvos [cadresl entrevista-dos. Ahora bien, este dispositive -que, segrm Ia clasificacion propuesta en EG, po-dria ser calificado como domcstico=- presentaba numerosas ventajas para cl objetode la mvestigacion, sobre todo la de generur entre entrevistador y entrevistado unclima de confianza que raramente se obtiene cuando la persona entrevistada es con-tactada directamente en Iaempresa, en especial cuando el sociologo le es presentadopor miembros de Ia jerarquia, 10que Io haee facilrnente sospechoso de cornp'licidudcon la -direccion. Este dima de confianza facilitaba elrelato de las injust.icias sufri-das y la adopeion de un

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    los que se mezclaban sin duda Ia curiosidad del investigador y lacompasi6n del humanista- de responder todas las cartas que le lle-gaban directamente oque eran reenviadas a su equipo por otras sec-ciones del diario, y de conservar esa importante correspondencia. Ytuvo Ia generosidad de perrnitirnos acceder a ella. Nos encontrarnosentonces frente a varias decenas de cajas llenas de cartas acompa-fiadas de expedientes, a menudo voluminosos. Esos expedientescontenfan montones de documentos heterogcneos -testimonios,folletos, aetas notariales, recibos, resoluciones procesales, fotocopiasde cartas, etc,- que los remitentes incluian en sus envies Dura exhi-birlos a titulo de prueba de su buena fey Ia legitimidad d~ sus raze-nes. Hicimos entonces la experiencia que tan bien conocen los 'histo-riadores especializados en el examen de archivosjudiciales. Una vezabierto, cada uno de esos expedientes ponia de relieve un caso com-plejo, a primera vista impenetrable, a veces muy antiguo, a menu-do tragico, con una multitud de protagonistas, un sequito de perso-nas, objetos, pruebas y sentimientos tales como devociones, adiosinexpiables, injusticias abominables, etc. Pasamos muchos mesessimplemente leyendo, tomando notas, intentando clasificacionessiempre provisorias y hablando con los periodistas. En esas conver-saciones se porna enseguida en primer plano el problema de la nor-malidad. Algunas de estas historias son reales, nos decian. Pero enmuchos casas estamos tratando con paranoicos. En otros, finalmen-te, no podemos saberlo. Les preguntamos cuales eran los signos porlos cuales decian deseubrir, de una sola ojeada, la locum del remi-tente. Su serniologfa era mas a menos Ia misma que nosotros utili-zabamos espontaneamente. Pues tambien para nosotros ciertascartas parecian normales mierrtras que otras parecian provenir deenfermos a locos. La cuestion de Ia paranoia, con 1a cual ya nos ha-biamos topado en las entrevistas realizadas en las empresas, termi-no por coloearse en e1centro de nuestros interrogantes. Tomamos ladecision de considerarla no a la manera del psiquiatra --0sea, darde ella una definicion sustancial que pudiera servir de punta de apo-yo para un diagnostico 0un peritajejuridico-- sino ala manera del

    '.....sociologo ~--es decir, intentar describir e1tipo de competencia quepermite a cualquiera realizar el mismo diagnostico Y , tam bien, es-forzarnos por comprender las situaciones en que personas hasta en-tonces norm ales se veian inducidas a eomportarse de un modo talque debia atraerles infaliblements la calificaeion de Iocas-. Lo quenos interesaba no era, entonces, Ia locura en cuanto tal, sino lasdiferentes manifestaciones del sentido ordinaria de la normalidadque todos somos capaces de panel' en practica en 1avida cotidiana.En este camino nos habian precedido diferentes trabajos, sabre todo

    norteamericanos, y en particular el articulo pionero de Lernert(reproducido en Lemert, U)67), asi comoaigunas de las investigacio-nes realizadas en torno de la Law and Society Review, especialmen-te la de Festinger y su equipo (Festinger, Abel y Sarat, 1981).2 La2 Utilizando metodos de tipo etnografico, E. M. Lemert estudio casas de personas

    sometidas a cuidados psiquiatricos y con un diagnostico deparanoia, a raiz de situ a,eiones originadas en su Iugar de trabajo. Apartir de la rcconstruccion de su histm-iay de entrovistas en las empresas donde el caso habia comenzado, E. Lemert se re-manta hasta las ofens as sufridas pOI'la victima y fundamenta en la realidad 10queel abordaje psiquiutrico trata can la forma del fantasma (.la seudo comunidad eons,pirativa). Pertenecient.es a Ia corriente de la labelling theory [teoria del et.iqueta-miento], esas investigaciones --que presentaron la inmensa ventaja de despejar 81camino para un abordaje sociologico de fenoruenos considerados hasta entoncescomo puramente psicologicos a psiquiatrioos-i- tienen el defecto de colocarse en unarelacion polernica con la psiquiatrfa, cuya posicion simplemente invierten.La postura adoptada por los trabajos publicados alrcdedor de Ia decada de 1980 en

    la Law and Society Review -ligados al programa norteamericano de estudio de loslitigios (Ci.r;il Litigation Research. Prcjeciv- es mas radical. Este programa, que te-nia como prioridad 1amiddle range disputing [Iitigios de alcance medial =-excluyen-do, pOI'un lado, los lrtigios personales que permanecen enteramente al margen de Iainstitucion judicial y,por el otro, los grandes conflictos con una dimension explicita,mente colectiva 0poirtica-s-, esinteresante porque descansa en un metoda que apun-ta a reconst.ituir la logica a que obedece la evolucion de las disputas en eltiempo. L,Festinger, RAbel yA. Sural distinguen asf tres fases: enla primera (ncfming) [deno-rninacion], 01perjuicio as identificado, nombrado y constituido como tal a tftulo deperceived injurious experience l-experiencia percibida como agraviante}; en unasegunda fasa, la rosponsabilidad del perjuicio se imputa a otro actor contra elcual seplantea un reclamo (blaming) [acusacion]; por ultimo, en la tercera fase la acusacionse pone en conocimiento de otras personas ~-en particular del causante del preble-ma-c- acompanada por una demanda de reparacion (claiming) [demanda]. El princi-pal interes de este enfoque consiste en que aplica la perspectivay los metodos cons-tructivistas a objetos que hasta entoncesse trataban dentro de un marco juridico 0sociologico, y cuya especificidadse definia;e~grl!n medida, en oposici6n al derecho.La ut.ilizacidn de la perspectiva constructivistaperrnitio en ese campo Ia rnismaaportura que, por ejemplo, en los dominios de1iisoeiologia de las crisis poifticas(Dobry, 1986) 0 de las controversias cientificas (Latour cd, 1982). En el caso de lostrabajos de la LSR (Law and Society Review), esta perspectiva esta limitada por elhecho de que postula, en el punta de partida de toda d:isputa-,'la,~",istencia de unaunperceived injurious experience iexperienciaagraviante.'(lo percibida] que precede asu torna de conciericia y a au califica-cion;'y p o , ' labusquedade-un-metodo que parmi-ta definir, registrar y eventualmente calcular esos perjuicios no advertidos par losadores (Coates, Penrod, 1980; Miller, Sarat, 1980),10 eual tiende a reinscribir en laperspectiva adoptada preocupaciories ligadas a una concepcion esencialista de losconflictos y de sus causas. Es precisamente para escapar a ega forma de esencialismoque, en su cstudio de losIitigios de consumidores -parciatmente inspirado por losrnetodos puestos en practica por la Law and Society Revieu--, J,~L. Trepos hace usadel concepto de -cristahzacion de un caso, que remite a la vez alfortalecimiento queIe aporta SU inscripcion en formas y a la movilizaci6n que acompafia BU despliegue enel tiempo (Trepos, 1988), y que permite ahorrarse conjeturas invelif'icables relat.ivasa las causas pr-inu)ras de los casos considerados.

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    cuestion de Ianorrnalidad y del sentidode Ia normalidad tenia unvinculo directo c~I1b cl:lesti6n de la justicia y del sentido de la justi-cia hacia Ia cual habiamos encaminado Ia interrogacion sobre los ca-sos, En efecto, en los casas es siemprelajusticia 1 0 que esta en cues-ti6n aun cuando, como ocurre a menudo, no terrninen en los tribuna-les, En un caso, quienes protestan 10 hacen porque su sentido de lajusticia ha sido ofendido. Pero ineluso antes de examinar si estan 0no en su legftimo derecho, debe resolverse otra cuestion, que es Iaprecondici6n de la admisibilidad de su demanda: Ia de saber S 1 quienla formula es 0no normal. As!, se ponia de manifiesto que, mas allade los riurnerosos obstaculos -a menudo muy reales-- que se opo-nen al reclamo, y que son del orden de la violencia -0, 10 que vienea ser 10 mismo, de la amenaza y del temor->, existe una coaccion nomenos importante constituida pOl' las reglas de normalidad que elautor de Ia queja debe observar para que su demanda sea considera-da como digna de ser examinada. Ahora bien, nada indica a priorique siempre sea posible respetar esas reglas. Asi pues, ciertas pro-testas no podrian, en ausencia de toda violencia y de toda presionexplicita 0implicita, llevarse sin riesgos al espacio de los debates pu-blicos. La cuesti6n que tomamos par objeto paso a SCI' entonces la si-guiente: que condici6n debe satisfacer la den uncia publica de unainjusticia para SCI' considerada admisible (sea cual fuere el cursu da-do a la demanda). Aportar un esbozo de respuesta a esta cuestionsuponia tratar con los mismos instrumentos las dcrnandas juzgadascomo norrnales y las estimadas como anormales, en vez de conten-tarse -COIno basta entonces era frecuentemente el caso-----con unaclasificacion previa, ya efectuada por los dispositivos sociales que 5eocupan de las protestas y de los protestatarios -sindicatos, ins-tancias medicas, psiquiatricas, judicialos, policialos, de trabajo so-cial, etc.-. Habia que renunciar asimismo a 1adivision entre disci-plinas, que remite ciertos objetos a Ia sociologia y otros a 1apsico-logia social, ala psico1ogia, e incluso a 1apsiquiatria. Era necesariauna recoleccion de casos previa a todo reparto entre disciplinas y, encierto modo, desordenada, para tratar de establecer las propiedadesde los casos en general e identificar los rasgos distintivos de los ca-sas normales en oposicion a los casas anormales; en sintesis, paraintentar constituir unagrani6.ttca --entendida como un conjunto decoacciones que se imponen a todos- de 1aprotesta contra la injusti-cia y en Ia acusacion que Ie es inhcrente.i' Puesto que, para exigir3 Podemos encontrar otro ejempJo de eIloen eJanalisis roalizado por V. Dolamourd

    (Delamourd, 1988) deun corpus detrescienta5 cartas enviadas por desempleados alPresidente de la Republica can elfin deexponerle su caso y pedirJe que intercedieraen su favor para que les fuera otorgado un empleo. f~lanalisis serellere a las opera-

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    reparaci6n, quien protesta contra la injusticia que Ieha sido infligi-da debe necesariamente designar a su autor y, por tanto, poner enmarcha un proceso de acusacion que aquel a quien seriala tambienpuede, a GU vez, destacar comouna inju.Gticia. En_:,stos casos no_pue-de saberse a priori quien es el persegmdor, y quien, el perseguido.

    Pero la intencion de tamar los casos como objeto y tratarlos comouna forma social, propia de una S9_G~Q.dad..de.tenninadacuya histo-ria podria elaborarse.f conducia a una ruptura aun mas temible. L~lenln!'esaii6efaposible mas que a condici6n de renunciar a la parti-cj6~ sabre la cual descansa la division de.las disciplinasdentro delas ciencias humanas -y,en cierto modo, las ciencias sociales mis-mas-entre 10 que remite a 10 singular y 10que remite a 10 general-0, para conservar ellenguaje habitual de Ia sociolo~fa: d~}Qsqlec-tivo----y, de esa manera, dejar de tomar en cuenta la distincion entrel o q u e remitirfa a un nivel microsocial y 10que remitiria a un nivelmacrosocial. En efecto, entre los casos que habiamos recolectado,

    cinnes cognitives puestas en practica en esc ensayo epistolar y, en especial, a las rna-niobras de justificacion rcalizadas par los solicitantes con eJfin de que se adr.nitierala validez de su tramite. Asi, eJestudio de ese corpus penmte captar las coacciones aque debe someterse, para ser acept.able, una carta que redame Ja intercesio~ delPresidente. Esas restricciones, que funcionan del mismo modo que una gramal.ica,constituyen un ejemplo de saber compartido, como 10testimonian las numerosa:figuras dialogicas que hacen referencia a las objeciones_de un interlocutor (

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    algunos eran mimisculos, involucraban a un pequerio nurnero de ac-tores durante un periodo limitado ymovilizaban pocos recursos (parejemplo, una -agarrada entre dos tecnicos una manana en un ta-ller); otros, en cambia, eran enormes, se extendian a 10 largo de mu-cho tiempo y movilizaban un mimeroimportante de adores y unarnultitud de rocursos heterogeneos. Empero~'al comienzo de un casonadie puede decir a. priori hasta donde llegara. Quien hubiera creidoque ladegradaci6n de un capitan del ejercito.judfo y pres unto espfaa sueldo de Alomania, movilizaria en pocos aDOS a Ia casi totalidadde 1anacion francesa y Iatotalidad de los recursos de que sus miem-bros dispoman para crear una causa y exponer sus razones ~pren-sa, ciencia, literatura, polftica=-, llegando a separar incluso a quie-nes 58 encontraban unidos POl'los lazos mas solidos: integrantes deuna misrna familia, de un mismo partido, de una misrna corrienteliteraria, de un mismo cfrculo de amigos, etc. EI estudio de los casossupone, pues, Ia renuncia a calificar previamente el objeto deestudio y, particularmente, a establecer sus dimensiones.f Ahorabien, la dist.ribucion deun proceso entre las disciplinas clepende fun-damentalmente de sus dimensiones. 8i una secrctaria protestacontra una injusticia, S8obstina en su protesta sin lograr movilizara una cantidad importante de personas ni comprometer en su causaa representantes de instituciones, sindicalistas, periodistas, etc" suproblema sera tratado como puramente personal. Ella sigue siendoun caso singular. Loque se pondra en cuestion sera su personalidad,por 10 que se la enviara a ver a la asistente social, al medico laboralo al perito psiquiatrico. Pero si, pOI' el contrario, su protesta cs escu-chada, si ella consigue que Ia sigan, si ciertas instancias autorizadas~particularmente los sindicatos-s- establecen una equivalencia en-tre su casa y otros casos considerados sirnilares; si 5U caso, defini-do entonces como ejemplar, se utiliza al servicio de una causa quepasa a ser considerada general, podra en consecuencia ampliar-se, movilizar a 1.Ulnumero importante de personas, acceder al statusde problema colectivo y atraer la atenci6n del sociologo. Lejos deaceptar la particion a priori entre 10 que es individual ---que serfaentonces materia de Ia psicologta=- y0 que es colectivo -y quecorresponderfa por ello a su propia diseiplina-, el sociologo debe

    tratar Ia calificaci6n singular 0colectiva del caso como producto deIa actividad misma de los actores. En lugar de tratar con colectivosplenamente constituidos y, en cierto modo, ya preparados para suusc, puede entonces aprehender las operaciones de construccion delos colectivos exarninando Ia formacion de las causas colectivas, esdecir, Ia diriamica de la accion politica.

    Son, pues, los procesos mismos que el sociologo plariea analizarlos que establecen, a fin de cuentas, e1caracter individual 0 colectivodel objeto. POI ' su eonstruccion, esos procesos se Ie escapan si aceptacomo autoevidentes las clasificaciones que los actores logran esta-blecer, Pues en el curso de un caso la apuesta principal de la disputaen que se eneuentran involucrados los diferentes protagonistas esprecisamente el caracter individual 0 colectivo, singular a generalde aqueL Segun Ia configuracion del case, ciertos actores se lasingenian 'para desinflarlo, para mostrar que ha sido completa-mente montado, para reducirlo a sus justas proporciones, mien-tras que otros, par e1contrario, se apresuran en todos los sentidospara revelar su verdadero rostra, mostrar sus -facetas ocultas yhacer vel' can ello que el caso concierne, "en realidad, a bastariteIllaS gente de 10 que hubieramos podido imaginar a primera vista:que concierne a todoel mundo, Es a ese precio que se 10 transfer-rna en una causa colectiva. Pues las causae -de las mas pequefias alas mas grandes, de las mas extrafias a prim era vista a las mas evi~dentemente legitimas para nuestro sentido de Iajusticia=-- tuvieronque elaborarse, const:ruirse, establecerse, probarse en algiin mo-mento6 y, por s61idamente instaladas que parezcan, siernpre pueden

    5Podcrnos encontrur un indicia de la pregnane;a de las categorias de losingular yde 10colectrvo en 01trubajo que se toma un historiador -tan versado, sin embargo,en los procesos de constituci6n de entidadcs colcctjyas~- como el autor de The Making of the English Worki!ig Class, E, P. Thompson, para dcmostrar que las cartasanonimas del siglo XVIII que toma por objeto de aniiJisis (Thompson, 1:J75) no re-miten a individuos singulares, aislados 0 incluso dementes -10 cual, desde BUpuntade vista, les quitarfa todo inter6s-- sino que se inscriben en moyimientos colectivos.

    6Al estudiar litigios ocurridos en el marco de la SNCF [Societe Nationale desChemins de Fer], Philippe Corcuff'{Corcuff, 1989) proporciona asf el ejemplo de ca-80Sque, basados en un principio sobre otros eases similaros, se redujcron a 10indivi-dual 0, por el contrario, se generalizaron hasta adquirir un caract.er colcctivo. Deigual modo esclarece el rol que en esas operaciones tuvieron psic6logos y sindicalis-tas e,indirectamente, las disciplinas sobre las que fundan, al menos en parte, la legi-tirnidaci de sus acciones -es decir, la psicologia para los primeros y la sociologfa deltrabajo para los segundos----. Cunsiderense, en primer lugar, dos cases de -bnja demaqui na, es decir, de cese del trabajo de conduecion -uno de clJos temporario- yde recategurizacion, En los dos cases analizados, la mcdida de suspension de Ia con-duccion se torna a ratz de "problemas nerviosos de los rnaquinistas cuestionados. Laintcrvencion medico-psicclogica perrnite reducir elcaso al orden de 10singular luegode un esbozo de protesta y de recurso a los sindicatos El exito de la intorvencionparece est.ar ligado al establccimiento de lazos personales y de una relacion de con-fianza entre los agentes sancionados y sus terapeutas. Los condudores renuncian aerigir la baja de maquina de que han sido objeto en Jucha colectiva", y Joa8umen atitulo de decision personal con el fin, segun parece, de no tener que soport.ar eJcosta de una nlpt.ura de lazos persanales con los terapeutas que los han tom ado a Sllcargo. As! es como uno de estos maquinistas explica, mas adelante, su historia:

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    deshacerse, de igual modo, mediante esos mismos procedimientos.Indirectamente buscabarnos tam bien proveernos de un metodopara analizar l{imanera en que las personas crean causas, buenascausas, causas colectivas, prolongando do escmodo nuestra tentati-va de arrojar luz sabre el inrnenso esfuerzo colectivo que fuera nece-sario, entre las decadas de 1930 y 1960, para hacer del personal di-rectivo, como categoria social, una causa digna de existir y de serapoyada (Boltanski, 1982).En este lugar no reproduciremos en detalle Ia descripei6n delmetodo utilizado ni los resultados del analisis que e1lector encontra-ra en la Tercero. parte de este volumen, que retoma -can una formamodificada-i- e1 trabajo de 1984. Hemos renunciado, en efecto, asometerlo a modificaciones dernasiado profundae -que includable-mente nos hubieran llevado a recomenzar Ia tarea desde cer()---, porindolencia pero tarnbien para dejar a 10.vista e1trabajo de investiga-cion que el producto terminado -0 considerado provisoriamentecomo tal-- necesariamente conduce a desdibujar, Nos contentare-mas, entonces, con recalcar 10 que nos parece hoy particularmentedefectuoso en ese trabajo ya antiguo, y tambien can volver a indicarbrevemente el modo en que la reflexion sabre el modelo sumario alque habiamos llegado nos condujo hacia modelos mas sofisticados,al punta de hacer surgir nuevas preguntas. Ante todo, una palabraacerca del metodo. En e1.trabajo de 1984 optamos par un procedi-miento que pasaba par la codificacion yel.analisis estadistico =-masprecisamente, por e1 analisis factorial de corresporidencia=-. Lo eD-

    contramos acertado. Tras un comienzo a tientas, codificamos unpoco todo 1 0 que se presentaba, 1 0 que sobresalia y parecfa teneralguna pertinencia -ya fueran, par ejemplo, tanto las caracteristi-cas del caso, el contexto en que habia surgido, su duracion, etc., co-mo ciertas propiedades estilisticas 0 graficas tales como el uso deuna maquina de escribir 0 de papel con membrete, la presencia denumerosos subrayados, de insultos, etc.v-. Pese a todo, ese trabajose sostenia gracias ados operaciones sin las euales el analisis no hu-biera sida legible. Por un lado, la constitueion de un jurado, com-puesto par personas comunes que pusiercn en juego su sentidocorriente de Ia normalidad y de Ia justicia y que se encargaron deotorgar, luego de una primera lectura rapida de los documentos, unacalificacion de normalidad a cada expediente. POI' otro lado, la defi-nici6n de un sistema -actancial" de la denuncia que comprende acuatro actantes: una victima, un denunciantc, un perseguidor y unjuez. Cada uno de los actantes fue codificado segun su tamaiio[tame] sobre un eje singular-general. La Introduccion de estas dosnociones dependfa directarnente de las operaciones de codificacion.Lo que nos incit6a irivestigar las dimensiones que perrnitian califi-car nuestros objetos en su forma mas general fue ante todo la volun-tad de reducir 1aextrema diversidad del material codificando con lasmisrnas nomenc1aturas casos en apariencia completarnente disfmi-lea, Pero a] mismo tiempo nos vefamos en la necesidad de efectuardesplazamientos en relacion con algunas de las nociones mejor esta-blecidas de la sociologfa, 10 que nos libraba de su tutela y abrta nues-tro esquema a Ia posibilidad de tomar en cuenta una diversidad demagnitudes posibles, Asi, la sustitucion de la oposicion individual/colectivc=-cnas familiar a la literatura sociol6giea- por Inoposicion-singular/general autorizaba Ia diversificacion de las operacioriesconcebibles sobre esc eje del cual el pasaje de 10 individual a 10colectivo no es mas que un caso particular. Del mismo modo, hablarde tamano (nocion que B.Latour utilizaba en su analisis de las COl1-troversias cierrtificas) perrnitio, en un primer memento, no especifi-car que la constitufa y, asf, prescindir de conceptos tales como los destatus, poder, capital, etc. Can este sistema muy general de co-dificacion podiamos integral' todos los casas reunidos. Asf, por ejem-plo, un desconocido agredido en la calle se codificaba como una vic-

    -Entonces, ahi ernpece a no entender 10que pasaba, asf que, claro, criticaba todo.Criticaba la estruct.ura sindical, la est.ructu r patronal, etc. Cuando, en rea liriad, nose trat.aba de cso, sino de rni est.r uctur a..En un tercer case examinado, eJde una empleada contratada que trabajaba en la

    ventanilla de una estacion y que fue despedida por incapacidad fisica ..luego de unexamen psiquiatrico, elresultado es totalmente distinto. Este caso, en efecto, sera laoportunidad para que la CT construya una causa colectiva demmciando la utiliza-cion de Jil medicina y de la psicologf a con fiues reprosivns. Para ello rnovil iza los reogistros de 1avoluntad colectiv a y de Ia opinion publica: conferencias de prcnsa, 11amamiento a personalidades (como Felix Guattari), etc E1 soci6logo misrno, cuyaprincipal part.icipacion en el case es aindical, es objeto de un trabajo de reclutamien-to. Al adquirir caracter colectivo, el caso conduce a 1adircccion, a los medicos y a lospsicologos a comprometerse a su vez can mayor determinacion y vigor a fin de acu-mular pruebas de Ia onfermedad mental de Ia ernpleada cucstionada y at.ribu ir-leungrado elevado de irreversibilidad. Pero el mot.ivo psiquiatrico del despidu no se haceoficial. j

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    tima menor, mientras que un militants que invocaba una causa co-Iectiva 0,mas aun, una asociacion, se codificaban como victimas demayor tamano. S610 eljuez nofue codificado. Consideramos, en efec-to, que en ese caso se trataba siernpre de la opinion publica, ins-tancia que qui ere referirse a la pretension de aparecer en Ull perio-dico como Le Monde y, por tanto, actante de gran dimension. Parotra parte codificamos los grades de proximidad de Ia relacion entrelos actantes, proximidad que podia variar desde la identidad (porejemplo, cuando Iavictima y el denunciante son una sola y lamismapersona) hasta la alteridad maxima, cuando victima y denuncianteriunca tuvieron ninguna relacion previa a Ia situacion de injusticiaque los reline (como, por ejemplo, cuando alguien escribe porque havisto a un joven magrebi ser maltratado por policias a la salida delsubte), La codificacion y e1analisis de correspondencia nos permitie-ron acceder rapidamente y, en cierto modo, de manera sintetica, ahip6tesis sobre Ia gramatica de la protesta y el tipo de coaccionesque reconoce el sentido de Ia normalidad y de la justicia, Locierto esque, por definicion, este metodo conducfa a aplastar e1material y aconstituir equivalencias a priori (ese es e1sentido misrno de laope-racion de codificacion, y e1analiais factorial de correspondenciapuede reducirse a una codificacion de codificaciones). No nos permi-tia seguir paso a paso las relaciones establecidas por las personasmismas entre las diferentes vinculaciones que componian los expe-dientes y el trabajo de interpretacion que realizaban todo el tiempo.Sabre todo, el metodo resulto perjudicial porque ya no nos autori-zaba a tener en cuenta el lugar que ocupaban los diferentes docu-mentos en la historia del caso. Ahora bien, en los casos y, especial.mente, en los de larga duraci6n, la dimension temporal es eseneial,tanto mas cuanto que, can e1tiempo, numerosos casos diferentes seincorporan unos a otros y se entrelazan.?

    7 Esta critica nos ha side forrnulada por E Chateauraynaud, cuyos esfuerzos seconsagran actualmente [I la busqucda de una herramienta informatica capaz deasistir al investigador en su expioracion de casas sin provacar 01efecto de aplasta-mierico de los datos que produce el analisis estadistico (Chateauraynaud y Mac-quart, 1988).

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    2. Las bases politicas de las formas generales

    La crttica principal que podemos hacer retrospectivemente a esetrabajo se refiere al heche de que e1modelo descansa, en 10 esencial,en Ia posicion ocupada por los diferentes actantes sobrenngJQejeparticular-general, Nuestra interpretacion era, suci~tam-ente, la si-guiente. Una denuncia de injustieia aparece como anormal cuandolos diferentes actantes no ocupan Iamisma posicion sabre el eje sin-gular-general. Ahora bien, comoeljuez siempre es, en los cases ana-lizados, un actarrte de grandes dimensiones, los casos euya expos i-cion permanece en el orden de 10 singular --es decir, los que no hansido objeto deun trabajo de des-singularizacion a traves de su apro-piacion por parte de una instancia cuyo caracter colectivo puedasostenerse de manera crefble- aparecen como anorrnales (es, porejemplo, el caso en que e1querellante escribe para aeusar de injusti-cia a su vecino, quien a su vez 10 aeusa de haberle robado una esca-lera). Lo que es mas, hemos considerado que los querellantes juzga-dos anormales poseian el mismo sentido de Ia normalidad que laspersonas normales, y que producian todo un conjunto de elementosinterpretados por los dernas como signos de anormalidad precisa-mente para tratar de satisfacer los requerimientos de la normalidaden situaoiones particularmente delicadas. En efecto, 10 qUB pareceanormal en estos documentos son precisamente la..~.maniobras quelos querellantes despliegan para tratar de engrandecerse y, en con-secuencia, para ponerse a 1a altura del juez-z=eminenternente colec-tivo puesto que se trata de laopinion publica- al que someten sucaso (por ejemplo cuando se presentan como silos apoyara un co-mite de defensa del cual son e1presidente y el unico miembro, e in-c1uso al atribuirse titulos rimbombantes, acumular sellos y subra-yados, etcetera).

    Las siguientes etapas del trabajo, conducentes a Ia elaboraciondel modele de justicia presentado en EO y realizadas en colabora-cion con Laurent Thevonot, se dedicaron esencialmente, en primerlugar, a 13 reflexion sobre la oposicion entre 10 particular y 10 generaly sobre 10 que se debia entender aqui par general; en segundo lu-gar, a la sustitucirin del concepto de tamafio por el de 0 a g _ r z . _ i ~ u . g _ ~ . y ,

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    finalmente -innovaci6n que ocasion6 una profunda modificaci6ndel modelo---, al pasaje de un universo que abarcaba un solo eje par-ticular-general a un universo que incluia varies ejes particular-ge-neral, numerosas maneras de constituir 10 general y, por ]0 tanto,una plura1idad de magnitudes posibles. El recurso al concepto demagnitud nos permitia subsumir en una forma mas generalla di-mensi6n que habiarnos intentado aprehender al hablar de tam a-no,nocion ligada a la posibilidad de un reconocimiento pOl'parte delos demas y que, en e1marco deEO, serfa en consecuencia asignadaa una manera particular de constituir la magnitud que denomina-mos renombre. POI' otra parte, la reflexion sobre 10que colocabamosen el extremo superior del eje particular-general condujo al esta-blecimiento de un nexo entre la forma de generalidad que ejeree unacoaccion sobre la denuncia de injusticia y la forma de generalidadque sostiene la constitucion de un orden politico. La postulaci6n deese nexo resulto rnuy facilitada por Ia lectur a de los trabajos deLouis Dumont (Dumont, 1966 y 1977) y de Francois Furet sabre IaRevoluei6n Francesa (Furet, 1978) y la vision comparatista de 'Ioc-queville (Furet, 1981), que nos permitieron reconocer, en 10 que lossociologos denominan, sin demasiadas ceremonias, 10 colectivo,una forma politica particular que ha sido objeto de una extensa ymiriuciosa descripcion enla fUosofia politica.

    Para comprender lascoaccicines que pesan en Francia sobre Iadenuncia publica de las injusticias, era necesario interrogar en pri-mer lugar el modo en que se conform6 alh ese actante que nuestrotrabajo de 1984, retomado en este volumen, deja en las sombras, yque es sin embargo.el.personaje principal del drama que constituyeun caso, es decir, eljuez, Pero para captar mejor 10 que hasta enton-ces llamabamos opinion publica debimos fijar nuestra atencion so-bre el modo en que se constituyo en Francia la definicion del cuerpopolitico, de la ciudadania, y por 10 tanto la relacion entre cada ciuda-dano, considerado en particular, y la t.otalidad del cuerpo politico alque pertenece. En efecto, la definicion de 10 que es 0no posible hacervaler en publico, del genera de argumentos y de pruebas que puedenaportarse y de 10 que parece aceptable 0 inaceptable, normal 0 anor-mal, licito 0 escandaloso, depende del modo en que se constituyo, enun regimen politico particular, 1arelacion de las partes con 01 todo,como dice Louis Dumont (Dumont, 1977, pag. 80). Nuestro trabajoapuntaba, en primer lugar, a captar mejor en que consistfa la formade magnitud (civica) que confieren las operaciones de representa-cion. Estes analieis resultaron utiles porque nos permitieron consi-derar, a continuacion, las diferentes formas de magnitudes comodiferentes modos de comprender a los otros -es decir, de dupliearlos

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    en BU persona (encarnarlos, identificarlos, etc.j->, de los cuales Iarepresentacion originada en el sufragio no constituia mas que unamodalidad particular. El trabajo se consagro luego, mas precisa-mente, al analisis del esc6.ndalo, cuya denuncia figuraba con tantafrecuencia en los documentos que componian nuestro corpus. Enefecto, en nuestra sociedad la denuncia de escandalo asume siempreuna misma forma. Consiste en desenmascarar ]0 par'ticular pordebajo de 10general, a la persona singular pOI' debajo del represen-tante 0 e1magistrado, 81 interes particular oeulto bajo Ia proclarna-cion meramente superficial de una adhesion al interes general, lossecretos vmculos porsonales que subyacen a relaciones presenta-das como oficiales: el magistrado a quien vieron cenando en un res-taurante con el acusado; e1promotor inmobiliario que construye unnuevo barrio y que es, en realidad, el prime del alcalde que le con-sigui6la autorizacion. Unos y otros en connivencia,Asi, 81escandalo es siempre la conspiracion, es decir, Ia alianza

    secreta en aras de un interes particular allf donde s610deberfa exis-tir el acuerdo de todos en pro del bien comun, Los jurados, repre-sentantes de 1a voluntad general, "en realidad se han puesto deacuerdo en la hosteria e1dia anterior, y ademas provienen todos delmismo pueblo (Claverie, 1984), etc. Ahora bien, el esquema de laconspir acion, tan presente en las de.nuncias que estudiabamos,posee una dignidad politica: seencuentra, enEl contrato social, conla forma del concepto de intr:iga (Rousseau, 1964). En Rousseau laintriga es, precisamente, esa alianza secreta en interes de particula-res que rompe el acuerdo en aras del bien comun, Nada fue mas utilpara nuestro trabajo que la leetura de los escritos politicos de Rous-seau y de algunos de los numerosos comentarios que ellos origin a-ron, en particularel de Derathe (Derathe, 1970). La arquitectura dela totalidad en el Contrato hace ver como se penso y constituyo enFrancia el cuerpo politico, y quiza pone demanifiesto, mas alla, al-gunas de las coacciones fundamentales a las que tiene que obedecerla construcci6n de un orden politico que aspire a la validez general--es decir, a la Iegitimidad=-. Como es bien sabido, el nucleo de Iaconstruccion rousseauniana descansa sobre Ia oposici6n entre lavoluntad de todos y la voluntad general: lavoluntad de todos noes la voluntad general. La voluntad general no puede constituirsesumando las voluntades de cada uno de los eiudadanos, tornado enparticular, como persona individual y con su interes espedfico. Susurgimiento depende de la capacidad de los ciudadanos de ignorarsus intereses particulares y volcarse a1objetivo del bien comiin. As!pues, el cuerpo politico se compone de dos conjuntos entre los cualesse establecen complejas relacicnes: el de las personas particulares,

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    encerradas en Ia impureza de sus propios intereses y libradas per 10tanto a la disparidad y, por otro lado, el conjunto de los ciudadanosreunidos por el objetivo de un mismo bien comun, Estos dos con-juntos comprenden a las mismas personas, pero en estados diferen-tes, de modo tal que es correcto decir, como 10 subraya Derathe, queen Ia arquitectura del Contrato social cada uno suscribe un contratoconsigo mismo, Ahara bien, para que e1pasaje de lID conjunto al otropueda producirse, para que las personas humanas puedan escapara la tirania de los intereses particulares, a Ia disparidad, a Ia indife-rencia 0 a la guerra y constituirse comocuerpo politico, es necesarioque Ies sea dada la posibilidad de identificarse por referenda a unprincipia de orden. POl' media de ese trabajo de identificacion es-taran en condiciones de realizar las posibilidades comprendidas ensu naturaleza y, par consiguiente, de acceder a la plenitud de su hu-mariidad. En ese senti do laconstruccion de Rousseau puede conrazon calificarse de metafisica, del rnismo modo, pOl' otra parte, enque puede serlo la construccion de la sociedad en Durkheim, en Iamedida en que comporta dosniveles, uno delos cuales noes ocupadopor esos seres incorporados que son las personas. Ese segundo niveles, en efecto, el de las convenciones que definen Ia humanidad de laspersonas y que califican su valor, es deeir, e1 aspecto en que sonsusceptibles de grandeza (sobre las relaciones entre la voluntadgeneral en Rousseau y la conciencia colectiva en Durkheim, cf EG, 5.1.5). Esta construccion en dos niveles es 10que hemos denornina-do una ciudad.Asf, para construir una ciudad no alcanza can un conjunto de

    personas. Es necesario, ademas, definir un bien corruin. que las su-pere y que pueda establecer equivalencia entre elIas. El caracterjusto 0 injusto de las relaciones que mantienen unas con otras podraestablecerse, precisamente, sabre la base de esta equivalencia, porhque del principio de equivalencia seleccionado, que califique la for-ma de magnitud a que las personas pueden acceder, dependera laposibilidad de instaurar entre ellas un orden de magnitud que nosea arbitrario y que pueda, por 10 tanto, calificarse comojusto. Nosabemos definir lajusticia de otro modo que no sea pOI'referencia aIa igualdad. Como bien 10 indica 01 comentario que Michel Villeyconsagra a Ia justicia en Arist6teles (Villey, 198;), Ia justicia estaasegurada on un orden politico cuando Ia distribuci6n entre las per-sonas de 10 que tiene valor se realiza por referencia a un principio deigualdad. Pero el rcspeto de ese principio no supone la divisionaritmetica de todo entre todos. Pues debe tener en cuenta e1valor 0,si se prefiere, la magnitud relativa de aquellos entre quienes serealiza Ia distribucion, Ahara bien, para tomar en consideracion esa

    rnagnitud, eljuez debe poder apoyarse SObTO un principio de equiva-lencia que el no ha elegido y que, situado por encima del juicio, sos-tiene la construccion del order; politico en su conjunto.J:'] modelo decompetencia para el juicio presentado en EG =-cuyas prinClpales li-neas recordarcmos en un momento- se consagra, precisamente, aldespliegue de esta metaffsica polrtica. As!, por ejemplo, en Ia eiudadque, de manera tautclogica, hemos calificado de crvica para distin-guirla de otras ciudades fundadas sobre principios de equivalenciadiferentes, y que es justamente aquella cuyo diseno se cncuentra enIa construccion de Rousseau, 108 grandos SOD quienes encarnan 10colectivo, quienes representan a los demas y sirven a la expresion dela volun tad general. El magistrado es una generalidad encarnada,Debe hacer olvidar su cuerpo porque su cuerpo, que le pertenece, nopuede albergar mas que intereses particulares. Esa es, sin duda, larazon por la cuallos panfletos que amcnudo acompafian las protes-tas de injusticia en las cuales se denuncia un escandalo hacen usotan a menudo de alusiones escatologieas 0 pornograficas (Angenot,1983). Al poner en primer plano los intereses que el magistrado queincurnplio BU mision debe al hecho de poseer un cuerpo =-cuyas sa-tisfacciones Ie pertenecen exclusivamente y no pueden, por defini-cion, ser cornpartidas can otros- se llega, con la mayor fuerza deconviccion, a develar su miseria --es decir, su singularidad-> bajo. las apariencias de Ia grandeza que leconfiere Iapretension de serviral bien comun.

    Pero -yes aquf donde se opera Ia ruptura con el modele que sos-tenia las primeras investigaciones sobre la Iogica de la acusacionpublica-e-To que aparece comomiseria por referencia al bien cotnunde una ciudad caracterizada de manera definida y capaz, parconsiguiente, de suministrar un principia de equivalencia quepermita establecer un orden entre las personas y expresar sumagnitud, puede a su vezserconsiderado grandeza en otra ciudadconstruida sobre otro Ptincipio de equivalencia quela prirnera ig-nora. Nuevamente, 1apliiralidaddelas ciudades se nos manifest6en primer lugar a traves del analisis de la estructura del escandalo.Para ello nos apoyamos en la posibilidad ~hacia la cual nos ha-bran conducido particularrnente los trabajos de Louis Dumont-de tratar simetrrcamente formas de construccion del lazo politico(

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    asociacion con fines filantropicos, etc. Esa es Ia razon por Ia cual s610las denuncias de injusticia que habtan sido sornetidas a 'un trabajode des-singularizacion podian, como bien mostrara e1trabajo empi-rico, Ilevarse a1 espacio publico de debate sin ser objeto de una des-calificacion par motives de anorrnalidad. Los actores de esos casesnunca figuraban, en el acta de denuncia, a titulo personal, Call sunombre propio y sus rasgos singulares, sino en calidad de encarna-cion de entes colectivos ---en cuanto cuasi personajes, comodice PaulRicceur en su analisis de lapuesta en intriga (Ricceur, 1986)---_Nosetrataba ya del senor X, que conocia bien al senor Y,un viejo amigo deIa familia que lo habfa contratado en su ernpresa, sino, como tanbien se ve en los panfletos sindicales, de la patronal- los asalaria-dos, el Estado patron, etcetera. 1

    Pero, por un lado, la profundizacion del analisis de las multiplesrelaciones que tienen vigencia en un caso -yno solamente de aque-llas de las que es posible valerse en publico (ante una comision pari-taria de arbitraje, pOl' ejemploj-s- porua de relieve otras situacionesen que la acusacion podia asumir "Lillaorma singularizada y seguirsiendo aceptable sin ser tachada de anormal. Par otra parte, Ia ex-tension de las investigaciones sobre 81 modelo de la ciudad mas allade Ia ciudad civica hacia surgir otros modos de constituir la totali-dad politica y de fundarla sabre un bien com6n; en sfritesis, otrasformas de generalidad. AS1, no es posible comprender, par ejernplo,Ia construcci6n de la ciudad civica en su version rousseauniana S1seignora que esta enteramente orientada hacia la denuncia de las re-Iaciones de dependencia personal que prevalecian en elAntiguo Re-gimen. Precisamente la liberacion de las dependencias personaleses 10 que define, para Rousseau, 10 que el denomina Iibertad-.e Pero

    1En ciertos casosdispusirnos deuna serie de textos de protesta, de afiches, depan-fletos, aparecidos en difcrentes Iases del desarrollo de casos que ponian en cuestirinlas relaciones de trabajo en la empresa. De ese modo Iuc posibJe seguir los cambiosdel modo de designacion de los principales adores a medida que 81casu adquirfa am-plitud y pasaba del cstadio de laprotest.a individual alde su upropiucion por parte deinstancias colectivas, en particul ar los sindicatos. Las personas cuestionadas, que enlos primeros cextos se designaban par su nombre, por 811 apellido 0 por un apodo,cran reemplazadas, a rnedida que el caso se desarrol.aba, por personas designadaspor su titulo 0por entidades representativas de cuasi porscr.ajes (como, par ejemplo,la patrrmnl). Cf., sabre este punta, "Itrubajo de B. Urlachcr (Urlacher, 1984).2 En Ia obra de Rousseau, Ia cuest.ion de Independencia personal es eJ nucleo tanto

    de los escritos politicos como de los escritos fntimos. En este ssntido, los escritos po-liticos aportan una solucion general a un problema singular. Los conflict.os entremagnitudes -y, en particular, la tension entre la magnitud cfvica, que no conoeemas que relaciones des-singulal'izadas, y la magnitud domestica, que no conoce sinorelacjones personalizadas" ..que son trat"dos con los recursas de 1afilosoHa politicaen El contra/o social, ocupan as. numerosas pasajes de las Con{es;ones, donde se de-

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    no podemos quedarnos en Ia descalificacion delAntiguo Regimen 80-bre la que InRevolucion funda 13construccion del orden republicanoy en In forma en que construye 31 ciudadano en tanto hombre sinatr'ibutoa, desvinculado de toda pertenencia basad a en el estableci-miento de lazos personales como, por ejemplo, las pcrtenencias loca-les 0, en el case de Ia profesi6n, las pertenencias a la corporaci6n y aloficio.v Pues como 10 muestra, pOI' ejemplo, el analisis de losescritospoliticos de Bossuet (ef EG, 2.2.2), las relaciones de dependenciapersonal tarnbien pueden construirse como un principio de equiva-Iencia apto para sostener un orden legitimo y, por consiguiente, ca-paz de servir de cimiento para 13 construccion de una ciudad, Ahorabien, aun si en la actualidad yano sirve para fundar la le-gitimidad,del Estado, ese principio de equivalencia no ha desaparecido denuestro mundo, y es posible mostrar que en numerosas situaciones,a menu do calificadas como privadas, los juicios que los actoresemiten sobre 10que es justa 0 injusto, conveniente 0 inconveniente,no son comprensibles sino en cuanto se remiten a1principia de equi-valencia de Ia ciudad domestica y a Ia definicion del bien cornun so-bre Ia cual esta descansa.

    Almismo tiernpo, podia tomarse distancia respecto de las denun-cias de maniobras escandalosas tal como aparecian en los documen-tos de nuestro corpus. La definicion de otra ciudad en que los rasgosmiserables deseubiertos en los fracasadospodian, en otras situacio-nes, ser considerados como magnitudes, perrnitia reintroducir unasimetria que toda la denuncia apuntaba a excluir, Al definir 1a de-nuncia de las relaciones escandalosas entre las personas publicae

    sarrollan en el registro de las emociones y los sent.imientos. En gran medida, 10quese 11adenominado la locura de Rousseau (Star-obirisk i, 1971a) podria sin duda in-terpr'etarse como elresultado de una tension imposible de asrimi r entre magnitudesjncompat.ihles (cf., sobre este punto, EG, 2.2.4).

    3EI c6digo electoral se dcdica a separar el Iazo civico del law domestico. Asi, 58sabe que, segun esc codigo, -cn las cornunas de mas de quinientos habitantes, losascendientes y los deseendientes, los herrnanos y las hermanas no pueden ser simul-tarieamente miembros del consejo municipal". Del misrno modo, la ley que enumeralas irrcompat.ibi lidaries preve que no son elegibles para elconsejo municipal los con-tratistas de servicios rnunicipales y los empleados de la comuna que puedan estar li-gados a los magistrados en funciones pOT una relacion de dependencia personal 0 porun vinculo comercial. (Sobre la den uncia de las relaciones dornesticas desde una ciu-dad civica, cf. EG, 4.2.4.) Mas generalmente, Ia definicion del ciudadano comohom..bre sin atributos y Ia dificultad para representar politicarnente los intereses en laconstrucci6n politica de la nacion francesa surgida de la Revolucion y furidada sobrela abolici6n de la sociedad eorporativa constitujran un problema polft.ico mayor queconducini a la busqucda de dife,entes soluciones -tles como elcorporativismo 0 laplanificad6n--, en especial entre 1930 y 1950 (Boltanski, 1982).

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    como un develamiento de relacioncs domesti cas manterridas ensecrete, nos dabamos Ia posibilidad de construir tambien la figurainver-sa, es decir, la denuncia de las maniobras indecentes deaquellos que, en situaciones familiares, de amistad 0 inc1uso rnun-danas, sornetidas a1 principio de magnitud que prevalece en Ia ciu-dad domestica, se obstinaban en comportarse con 1afrialdad, la im-personalidad, la distaneia y la altivez que caracterizan las relacio-nes legitimas en la ciudad civica (cf EG, 4.2.2). Estas dos ciudadesno son las uriicas sabre las cuales las personas pueden hoy apoyarsepara constr'uir lazos duraderos 0 para denunciar el caracter injustode las relaciones entre Ia gente. Examinamos variaa otras en e1mo-delo de justicia a que se consagra EG. Pero antes de recordar sucin-tamente la arquitectura del modele -yella can el fin de facilitar Ialectura del texto presentado en la Segunda parte de este volumen,que se apoya en los resultados ya obtenidos-s- esnecesario volver ra-pidamente a Ias reglas de metodo que hemos seguido en esta em-presa y a 10 que ellas nos ensefian acerca de la tarea del sociologo.

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    3. Denuncias ordinarias y sociologia critica

    No sin ciertas reservas men tales nos habiamos decidido a tamarpor objeto las disputas entre las personas, el sentido de la justiciaque estas ponen en accion en elIas y las denuncias de injusticia quepresentan unas contra otras tanto en las situaciones mas corrientesde la vida cotidiana como en contextos marcados por la rareza 0 laextravagancia. La denuncia nos interesaba tambien par otros moti-vos, mas personales en la medida en que atafifan a nuestra propiaactividad profesional ya 108 intereses que volcabamos en ella. Pueslas personas que el sociologo denomina comunes cuando las tornapor objeto no son las tinicas que formulan denuncias de injusticia ylas trasladan al espacio publico. En efecto, en la Iiteratura sociologi-ea - ..-y, sin duda, en particular en los trabajos realizados en Franciaen losultimos treinta anos=- es posible senalar una multitud de de-nuncias que, si bien no siempre se presentan como tales, no son me-nos similares punta por punta a las acusaciones de injusticia queaparecen en los documentos que constituian nuestro objeto de anali-sis. La pretension de mantener una distancia radical entre la activi-dad de denuncia de-las personas y la actividad cientifica de los socio-logos exhibia una dificultad Iigada al propio trabajo de campo. Encredo, no resultaba infrecuente que, para probar y respaldar su po-sicion, las personas involucradas en cases de injusticia retornaranexphcitamente, y practicarnente en los mismos terminos, tal anali-sis 0 tal concepto tornados en prostamo a los soci61ogosdel momento,a los que conocian por haber leido sus textos a a traves de articulosde diarios 0 de libros desti.nados al gran publico, por haberlos vistopor television a escuchado en la radio e incluso por haber recibidouna formacion que contenia elementos de ciencia social. Esta cons-tatacion planteaba dos cuestiones. POl' un lado, nos impulsaba a tra-tar de comprender mejor Ia postura que el sociologo ----quellamare-mas, de manera esquematica y, para decirlo brevemente, clasico--c-introducia en su tarea, tan proxima a la de los propios actores. Peronos incitaba tambien, por otra parte, a intentar definir un senderocapaz de darnos los medias para analizar la den uncia en cuanto taly tomar par objeto e1trabajo critico operado por los adores misrnos.

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    Para e110 era necesario renuneiar a la intencion critica de la sociolo-gia clasica.En efecto, (,c6mo habria abordado 81 sociologo clasico nuestro

    campo ---el de los casos- S1, por casualidad y sin haber establecidoel correspondiente concepto, se hubiera sentido atraido por un obje-to semejante? Se habria trasladado al lugar a habria enviado a uninves tigad or. Sin duda habria realizado entrevistas y completadocuestionarios con el fin de recolectar datos sabre las caracterfsticasdel publico estudiado, es decir, inforrnaciones sobre los rasgos masestables de los agentes, aquellas caracterfsticas imposibles 0 difici-les de modificar ---en otras palabras, las mas irreversibles, tales co-mo la edad, el sexo, la profesion, Ia profesi6n de los padres 0 el nivelde estudios-. Una vez terminada la investigaci6n, y sobre la basede las informaciones recolectadas, el sociologo clasico habria escritoun informe ---0, mas precisamente, segUn los terrninos vigentes, uninforme de investigacion.s-=. La concepcion de un informe de ese ti-po suscita esencialmente dos observaciones. POI' un lado, un infer-me de investigacion es portador de una pretension de verdad. ~EIinvestigador en ciencias sociales reivindica su capacidad de aportaruna perspective de Ia.realidad diferente y superior a In de los acto-res. Por otro Iado, su validez no depende de la conformidad de los ac-tores. Muy par e1contrario, aun cuando reconozca haber producidouna interpretacion que no agota Ia realidad, e1soci61ogoclasico estaconvencido de Behar luz sabre una dimension de Ia realidad que noaparece como tal a los ojos de los adores. POI' lo tanto tendra ciertatendencia a deducir, de las reticencias de los actores para reconocerla verdad del informe que 11aredactado, una confirmacion de 10 bienfundado de su analisis, 10 que 10 asemeja al psicoanalista cuyo siste-rna de interpretacion preve e integralasreaistenciaa del analizado.!Precisamente porque son parte interesada en el caso que les toea decorea, los actores no podrian acceder a la verdad de sus acciones,Ligados a1mundo social por intereses, tenderfan pues ya sea a disi-mular Ia verdad cuando es contraria a sus intereses 0, en los mode-los mas sofisticados empleados en Ia sociologfa modern a, a ocultarse

    1Segun nos parcce, 10que debe tcncrso en cuenta en primer lugar cs, por 01contra-rio, la facilidad con que las personas corr ientes aceptan las explicuciones que propo-nen los sociologos. En eso sent.ido puedc aplicarse a la sociologia la inversion queWittgenstein efectuaba en 01caso del psicoanalisis: "Con su anansis, Freud briridaexplicadones que muchas personas estan inclinadas a acepta)', f

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    lar, en los trabajos do Bruno Latour (cf., especialmente, Latour,1989b )-, la capacidad adquirida en ellaboratorio se basa en un sa-crificio. El cientifieo puede domesticar y haeer hablar a su objetoprecisamente parque renuncia a aprehender la realidad en su tota-lidad y se limita a fragmentos aislados y trasladados al espaciocerrado de los instrumentos; es posible mostrar como un renuncia-miento de este tipo ha perrnitido la constitucion misma de las cien-cias experimentales.f EI sociologo clasicoconsiente tambien un sa-crificio que no es menor: el de Ia ilusion, Porque renuncia a las ilu-siones de los adores --ya sus propias ilusiones cuando 61mismo noes otra cosa que un actor-e-, puede adquirir un ascendiente sobre larealidad y develar su verdad.La oposicion entre la realidad y Ia ilusi6n, la idea segun Ia cual

    los actores estan dominados par sus ilusiones, y la concepcion de unorden social apoyado en el marrtenimiento de una ilusi6n son cen-trales en la arquitectura de In sociologia tal comose constituyera enel siglo XIX, en la cual ocupan un lugar tan eminente como en Ia psi-cologia freudiana. La asimilaci6n de la actividad cientffiea a unaoperaci6n dedesenmascaramiento delas ilusiones puede encontrar-se, bajo formas diversas, en las obras de Marx, Durkheim, Weber 0Pareto, quienes designan las ilueiones sociales can terrnirios dife-rentes: ideologtas, preconceptos, representaciones, creeneias, resi-duos, etc.4 Ahora bien, segun nos pareee es posible mostrar que la

    de institute 0de "centro de estudios de, , ."),que se desarrollan a partir de fines dela decada de 1950 y sobre todo desde mediados de la docada de 1960 (Pollak, 1976), arnenudo a raiz de intcrvcnciones ligadas al plan Marshall (Boltanski, 1982, pag.212). Estas urridades de investigaci6n adrninistrntiva se t.ransfor-man en un irnpor-tante lugar de contactos entre universitarios, funcionarios del sector p,)blicll, plani-ficadores, empresarios, sindicalistns, etc., es decir, entre los diferentes adores quedefinen la demanda social de ciencias sociales.3 Cf. el analisis que realiza B. Latour (Latour, 1990) de la obra de S. Shapin y S.

    Schaffer tLeuiatnan and the Air Pump. Hobbes , Boyle and the Experimental L ife,Princeton: Princeton University Press, 1985) corrsagr-ada ala invenci6n del lsborato-rio como ambito separado dellugar de las querellas polrticas oteol6gicas, enel que esposible desarrollar cont.roversins bajo el control de los hecbos observables --y, por 10tanto, escapando a la violencia->- 0 llegar a acuerdos conforme a la razon, lejos de to,da dominaci6n arbitraria. La que interesa a B. Latour eneste ejemplo esque perrniteresituurse en eJ momento hisL6rico en que se produce la escisi6n, siempre actual,entre la polfticu y la ciencia --entre 10 que compctHriu, pOTun lado, al lazo entre loshombres, y, por el otro, at n.;xo .;ntre las cosas.

    4 Como base del paradigma te6rico que sustenta un gran numero de investigacio-nes realizadas en Francia en los anos 1960,1980 encontramos, en gran medida, uncompromiso entre Marx y Durkheim instrumentado par medio de tecnieas de otTOorigen, tomadas en prestamo, en S\l mayoda, de Ia psicologia social norteamerieana

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    atenci6n que se pone en las ilusiones de los hombres en sociedadparte de una reflexion sabre la religion, La sociologia clasica ha1l6 almenos dos problemas fundamentales, que eran los de las sociedadesy Ia epoca en que se constituyo. En primer lugar, e1problema de laconservaci6n del orden social en una situacion historica marcadapor fuertes desigualdades y por el pauperismo y todavia impregna-da par el recuerdo de los motines revolucionarios de 1792; 1830 y

    del periodo de entreguerras (como, pay ejemplo, las tecnicas de encucstas pOT son-den). A fines dela decada de 1950 ' I durkheirnisrno recupero posiciones en Ia sociolo-gia frances a por medio de la antropologin -en particular la de cufio estructuralista,a traves de la obr a de Claude Levi-Strauss->, En cuanto a la importancia acordadaal.marxis1l1o. =-termino vago que en aquel momenta seaplicaba mas amenos a tan-tas construcciones diferentes como comentaristas existfan-i-, evideritemente se ladebe relacionar con los debates politicos que, en el campo de las ciencias sociales, seentablan alrededor de Ia presencia de un fuerte contingente de intelectualos co-munistas.,;,Porque Marx y Durkheirn, Marx con Durkheim? Con frecuencia se los opone, en

    el sentido en que elprimero habrra insist ido en las dimensiones conflictivas y el Se-gundo, en los aspectos consensuales del orden social. Pero const.ituye un aporte im-portante de la obra de Pierre Ansar-i (Ansart, 1969) ol haber rnostrado precisamentetodo 10 que Marx debe a la nueva concepcion de la realidad formada a comienzos delsiglo XIX en Francia y una de cuyas primeras exposiciones sistematicas se encuen-tra en I l l . obra de Saint-Simon. Contra la antigua filosofia, dice Saint-Simon, es nece-sario buscar las Ieyes reales de la sociedad, concebida como un organismo natural.Esta extension positivista del derecho natural opone =-como dira mas tarde Durk-heim en ese texto tan iluminador que es la leccion inaugural de su curso de cienciasocial de Bordeaux de 1887 (Durkheirn, 1970)--l.a5 -Ieyes naturales de la sociedada las ..Ieyes civiles que hacen los prmcipes. A 10 largo de todo elsiglo XIX la inven-cion de la soci.edad como organismo con una realidad propia, independiente de losindividuos que la cornponen, encontrara en Iaostadfstica -y,en particular en elpro-medio (Desrosieres, 1988)-- un poderoso apoyo: 01promedio, cuyovalor no pertcnecea ninguno de los elementos, esta encargado de dar prueba ernpirica de Ia existenciadel grupo como realidad supraindividual. Ahora bien, este esquema, explicitamenteprcsente.en Durkheirn, puede tambien imputarse a Marx, al menos cuando soh aceuna interpretacion holista de su obra, para retomar los terminos de Louis Dumont(sobre interpretaciones que, por elcnntr-ar io, ponen de relieve ellugar que Marx con-cede a 10singular, cf. Segunda parte, 3.2). Apoyado en cstas dos obras, permiteconstr-uir uri espacio de dcvelamiento definido par la oposicion entre 1ainfraestruc-tura y la supcrestructura. Por uri lado, un conocimiento superficial consciente peroartificial: el derecho, el Estado, los preconceptos, las ideologias; por el otro, una rca-lidad profunda, opaea, exterior a las conciencias, cuyo modo de existencia es compa-rable al de las realidades bio16gicas que obedecen a leyes que ies son propias. Su de-velamiento, que exige ignorar los motivos de las personas, a priori sospechosos, su-pone 1a utilizaci6n de m6todos especificos, y especialrnente del metoda -,!stadisticoencargado de descubrir regularidades objetivas que hacen las veces de TeY~'8n'Il'turaies,

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    1848,5 Este problema no es otro que 81 de la justicia, es decir, masprecisamente, el de las condiciones adecuadas para asegurar la jus-ticia social y, can ella, un eonsenso relative qUHpermita escapar a lag'uerra civil permanente, en el marco de un Estado nacion. EI segun-do problema es el de la religion. Se presenta menos con la forma deuna critiea radical de la religion dirigida a extirpar la ilusion religio-sa par media de Ia relativizacion 0de la ironia --0ncluso can la for-ma de una empresa de reconstruccion orientada a hacerla aeeptable'gn,cias a su fundamento en la razon (como en los tiernpos de las Lu-ces)~ que con Inapariencia de un intento de preservar loque es ver-daderamerite Mil en ella para los hombres en sQdeclad.J~ara ello esnecesario desmontar la religion, descubrir suprincipio, 10que debehacerposible su reernplazo por una construccionmenoealejada dela reaJidad, menos ilusoria y men os absurda para los hombres mo-dernos. Efoctivamente, en los prirneros soci6logos ~y mas alla desus diferencias en otros aspectos-s- la critica de la religion es indiso-ciable de una t801'1a de Iamodernidad que todos e110scomparten, almenos en su estructura --s decir, de una filosofia de la historia queacepta como un hecho Ia existencia de una ruptura radical entre losviejos tiempos y los tiempos modernos y Iaeoacci6n de una evoluei6nal mismo tiernpo deseable y necesaria-c-. La intencion de proveer unsustituto aceptable de Inantigua creencia religiosa, que es particu-larmente visible en Durkheim, se encuentra ligada a la cuesti6n dela justicia, y par 10 tanto al problema de Ia conservaci6n del ordensocial, por medic del reconocimiento de un imperative demoralidad,Como 10 afirmara Durkheim sin remilgos ----en especial en sus es-eritos pedag6gicos destinados a fundar sabre Ia ciencia sociologica laposibi1idad de una moral laica transmitida par la escuela (Durk-helm, 1963, en particular la leccion introductoria, pags. 1-12), 0tarnbien en sus disputas con los utilitaristas (Durkheim, 1975, vol,2) y con los socialistas (Durkheim, 1971)-., e1abandono de Iamoralconduce a una sociedad anornica 0 anarquica y, en ultima instaneia,a la guerra de todos contra todos (cf. infra, Segunda parte, 2.3).Ahara bien, hasta entonces Ia moral se basaba en 1&ilusion religio-sa. Por 10 tanto la tarea de la sociologia consiste no solarnente en eli-minar esa ilusian sino tambien en salvar Ia moral por medio de unanueva fundacion capaz de reconciliarla con la realidad social.

    Pero 01 desenmascaramiento sociologico de 1a ilusion religiosapuede apoyarse tambien en versiones mas radicales, es decir, menas

    5 El pape! jugado por el recuerdo de la Revolucion Francesa en 1a formaci6n delpensamiento socio16gico ha sido senalado pOT numerosos antores (cf. en especialA,on, 1967; Dumont, 1977; Nisbet, 1984).

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    en el marxismo, incomodo can la homologia entre Ia filosofia de Iahistoria sobre Ia que descansa y la escatologia cristiana (Kolakows-ki, 1987), que en construcciones inspiradas en el metodo empleadopor Nietzsche para objetivar y someter a una critiea ironica el mun-do de los valores en su totalidad, y que impregn6 a la sociologia consus esquernas durante mucho tiempo, particularmente par la inter-mediaci6n de Max Weber (cf, EO, pags. 278-90). Ese metoda consis-te, para dccirlo rapidarnente, en apoyarse en cada uno de los valo-res particulares para cuestionar la validez del valor que se Ie opone--en e1desinteres del artists para hacer ver Ia bajeza del calculoburgues 0, a Ia inversa, en Ia omnipotencia de los intereses para im-pugnar toda pretension hip6crita de desinteres, etc.-, y en revisar-.de esa forma los valores a fin dereduc~rlQEiredpfQGClIDentemedian-te comparaciones sucesivas. EI desenrnascaramiento de Ia ihrsion''-1'eligi0sahaservido implicitamente -yen la mayorfa de los casossin que quienes 10 practicaban tuvieran conciencia de ella--- comoparadigma para abordar dominies cada vel, mas alejados de la ac-tividad social --n primer lugar aqueUos concernientes a la teoria .:del eonoeimiento 0 a la teoria del arte, que podian reinterpretar-se facilrnente aplicandoles la teorfa de la religion de Durkheim(Durkheim, 1960a)-, hasta alcanzar, paso a paso, la tota1idad delmundo social, concebido como Ull..sistema de relaciones simbolicascuyo analisis se agota cuando se 10revela como representaci6n 0COInOcreencia. Asf, para esta sociologia polernica todo eS~Greenda,pero todo DO es masque" creencia, 10 que es tambien un modo dedecir que la creencia no esnada y, por 10 tanto, de sugerir -aJ menosimplicitamente y en el registro de Ia nostalgia- que podria 0 de-beria existir algo que no fuera apariencia. Pues el desenmascara-miento de Ia creencia no puede.tso-pena de caer en un nihilismo difi-eilmente sostenible.f renunciar po'r complete a apoyarse en un pun-to fijo, en una realidad mas verdadera que la ilusi6n, a partir de laeualla creencia pueda ser desenmascarada como tal? Ese punto fijo6La paradoja del nihilismo esenunciada por Nietzsche en los siguientes terminos:

    Unnihilista es un hombre quejuzga que el mundo tal como 8S nO deberia existir, yque eJ mundo tal como deberia ser no exist,e. Asf, pues, vivir (actual', sufrir, desear,sent.ir) carece de senti do: 10 que el nihihsrno tiene depatetico esel saber que "todo esen vano" y el patetismo mismo es una inconsecuencia mas en el nihilista (Nietzs-che, 1948, pag; 11).7 Puede verse, por ejemplo, en Goffman, y part.icu Iarrncnto en sus prirneras obras,

    cionde establece los principales conceptos -actor, publico, .rcpr'eserrt.acion , escena,bastidores, etc.- que le perrniten desplegar BU vision del mundo como teatro y,deese modo, renovar una tradicion en Ja cual se inscriben, en especial, los moralistasfronceses de] siglo XVl1 (como La Rochefoucauld, La Bruyere y,en ciertos aspectos,Pasco!), Puesto que mostrar elmundo como tcatro es tambien, necesariamente, apli-

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    10 constituyen en primer termino el laboratorio y la ciencia sabre lacual cste se asienta. Son tambien, en segundo Iugar, los objetosasociados a las personas y tratados como formas simbolicas destin a-das a sustentar su identidad. Ellaboratorio sirve ante todo para re-conocer yeeoger e80S objetos. Pues -yesto es 10 que los distinguede las personas-los objetos son considerados incapaces de mentir.Su objetividad -s decir, su estabilidad en la existencia-Ies impi-de desplazarse a voluntad y, por 10 tanto, les prohibe Ia duplicidad, Adiferencia d.e las personas, ignoran Iamala fe, y segun esta perspec-tiva estas pueden traicionarse y revelar su verdad debido a su apegea los objetos que las traducen y las simbolizan,El sociologo, entonces, se apoyara en e1 laboratorio para con-

    validar su trabajo frente a las ilusiones de los adores. Puesto que e1inforrne de investigaci6n que ha realizado no esta destinado uni-camente a un publico de colegas, Si ese fuera e1caso, no se entende-ria cual es el sosten de sus aspectos polemicos. Debe tarnbien regre-sar, a menudo por vias indirectas -por ejemplo, pOl'media de los 01'-ganismos de Estado que 10 han requerido 0 tambien a traves de los'",medios de comunicacion: prensa, radio, television, etc=->,al espaciopublico donde los actores resuelven sus disputas. P Ol ' 1 0 demas, esprecisamente por e110que el sociologo clasico puede decirse eritico-y reivindicar, indisociablemente, la autoridad de Ia ciencia y unautilidad social. La idea de una critica eternamente desvinculada deaquellos a quienes critiea, eternamente oculta, es contradictoria.Pero, reinscripto en el espacio publico, el informe del sociologo criti-co entrara a competir, como hemos visto, con una multiplicidad deotros informes producidos por los mismos aetores -

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    courel, 1979, pag. 51); la diferencia es menos rnarcada que en lasciencias Ilamadas "de la naturalcza en las cuales, por ejemplo, paradar cuenta de los movimientos de los organos internes del cuerpo,los investigadores recurren a explicaciones que no son accesibles ala introspeccion 0 a la experiencia ordinaria. Pero, en el orden de 10social, la realidad que conocen 108 actores y la realidad que devela elinvestigador IlO son mundos reciprocamente opacos.l' Asf, un granmimero de teorfas sociales producidas por especialistas puedentratarse como modelos de competencia de los adores, en e1sentidoen que reelaboran con una forma sistematica, con pretensiones deexplicitacion y coherencia, construcciones que subyacen a los argu-

    j) Las relaciories entre las constr ucciones cientificas de Ia sociologia y Ia cornpet.en-cia-que las personas comunes porien en practica para orientarse en elmundo socialfuoron claramente est ablecidas en una invest.igacion experimental Ilavada a caboentre 1980 y J.982 en colaboraci6n conL. Thevenot, que apuntaba a recapturar, pormedio de una serie de tests y de jucgos, la capacidad de las personas, en prime!'lugar, para efectuar clasificaciones compararido forrou larios extraidos del ccnso enlos que figuraban, adernas de la profesion, otras informaciones como el sexo, la edady el titulo; en segundo lugar, para ponerse de acuerdo, atraves de la negociaci6n,sobrc una taxonomia de profesiones accptable para tod.os y considerada, por con-siguientc. como genBraJmente valida; y, pOI' ultimo, para averiguar la profesi6n deuna persona a par tir de otras informaciones rclativas, par ejernplo, a las actividadesculturales, los ritmos de vida 0 los objetos de su propiedad, es decir, mediante laexplcr acion del arbol coguitivo de las asociaciones mas probables (Boltanski y'I'hevenot, 1983). EI analisis de los resultados de estes ejorcicios mostr-aba, por unlado, Ia difusi6n y la pregriancia ent.ro los no especial ist.as de las clasificacionessociales --en particular de las clasificaciories socioprofosionalos- utilizadas tantopor los gr andes organisrnos de produccion estadfstica --eJ INSEE [Institut Nationalde 1a Statistique et d'Etudes Economiquos] en primer lugar- como por la sociologfay, por el otro, la capacidad de las personas para hacer el tipo de inducciones queguian el conocimiento sociologico del rnundo social cuando toma por objeto las reJa-ciones entre conduct.as consideradas contingent.es y at.riburos cousiderados mas estables 0mas duraderamente vinculados ala identidad de los indivirluos, corno la pro ..fesion. Es eviderite que no se puede dcd uci.rde esos resultados que las personus co-munes movilizan este tipo de competcncia, que puede emparentarse con una sociolo-gfa determinista, entodas las situacioncs en que se encuentran, sino solamente que,sometidas a las coaccioncs cspccificas de la situacion experimental, son por 10 cornuntotalmente capaces de movilizarla, aunque en gradas desiguales ssgun los indivi-duos. Estas desigualdades de la competencia para poner en accion un esquema de-terminista parecen estar en funcion, particularrnentc del grado en que las personas,para adquirir un dominic practice de Sll ambiente y hacar pr'evisirmes accrca del fu-turo, deben claborar interpretaciones sohre la gente que las rodea y, en especial.sobre aquellos de quienes dependen directamente, en vez de contentarse con apo-yarse en reglas 0 hubitos convencionales. Sin duda es esa la raz6n pOl' la ellal est acompetencia parece estar particularmente desarrollada en las personas que se enfrerltan a menudo a situaciones en que estin bajo 1adependencia personal de ot.ros,es deciI', en situacionos domesticas, 10que sucede con frecuencia en el caSDde las mu-jeres (on ca1idad de esposas, secretarias, etcetera).

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    mentos que los actores ponen en juego cuando deben dar euenta delas situaciones en que so eneuentran y explicar los motives de susacciones 0 de las acciones de otros, Mas min, la reinscripcion de losinforrnes de invcstigacion en los debates del espacio publico abas-teee a los actores de recursos cuyo origen directamerite sociologicopuede atestiguarse.I'' Se pucde captar este movimiento de reapro-piacion en el curso rnisrno del trabajo de campo. As], pOI' ejernplo, Iainvestigacion Ilevada a cabo por Claudette Lafaye sobre las activi-dades de crrtica y dejustificacion en los servicios municipales deuriaeiudad demediana importancia del norte de Francia perrnitio ponerde relieve un gran mirnero de argumentos que se apoyaban directa-mente en recursos crrticos aport-ados por las ciencias sociales 0,masgeneralmente, pOT las ciencias del hombre. Cuando procuran com-prender las causas de la injusticia de que creen haber sido objeto, laspersonas construyen interpretaciones que recurren a nociones deri-vadas del psicoanalisia (

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    neficio de la busqueda de poder y que, sin el apoyo que Ies brinda Iareferenda a las Ieyes naturales de Ia sociedad reveladas por lasciencias sociales, serian inmediatamente denuneiadas como cinicase irricuas.I!

    En otras palabras, es rnuy dificilllevar hasta el final la hipotesisde uri inconsciente social, de una discontinuidad radical entre laaprehension consciente de las personas y las realidades del mundosocial en que viven. Ahora bien, Ia hipotesis de un inconsciente cons-tit.uyo ciertamente uno de los elementos centrales del paradigmaque ha dominado la sooiologra -y,mas en general, las ciencias so'ciales- en Ia Francia de los iiltimos treinta aries. Aun sin haber sidorealmente construida teoricarnente (salvo en psicologia), 13.hipote-sis del inconsciente fue sin duda el principia unificador de las cien-cias del hombre en la decada de 19GO.Constituye, en sentidos pOI'dcmas diferentes,12 Is. piedra angular de la lingufstica, de Ia etno-

    11 Asi, por ejemplo, los agenlt's publicit.arios se dest.acan