Boletín Cultural y Bibliográfico · 2019. 4. 4. · Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel...

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Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. 1 H 1 1 dchía transmitirse era el conju nt o de con el que poder rci nve ntar. con la espontünea ino ce n- cia de la acción. In que huh ie r" suce- dido en el pasado. Lo más va li oso que hicieron los hombres. lo que va a la pe na que vo lviera a suceder. Y la cla - ve de esa herramienta era el estilo. Seg ún esa teoría. entonces. el arte era más útil que el discurso"J. J ti AI' CA MI LO SI F. R RA 1. Bcrs ic r. La les procédés. l'lriswire ( .l" edición). París. Be rgc r-Lcvrau t. 1998. 2. lbíd. 3- César Aira. Un episodio en la vida del pintor viajero, Bea triz Yite rb o Edito ra. Buen os Air es. 2 000. Minuciosidad confundida con talento Cogollo Varios auwres Ediciones Forma y Color Colombia y Gcorgc Nader La tinameric an Art , Bogotá. 2000. 1 óo págs .. il. Heriberto Cogo ll o ( Carta gena. 1945) es un pintor poco conocido en Colombia. Pa só la mayor parte de su vida adu lt a en Francia, y allí, en París. de la mano de los g rande s maestr os clásicos expuestos en los mu seos y siempre informado de lo que iba suce di endo en el curso de sus treinta años en la ciudad, apren- di ó. con pericia. la lab or de pintar sobre tel a. Apre ndió el oficio que implica tomar un pincel y lograr de- jar figuras y o bj etos re tr atados so- bre un li enzo en blanco. En el cu rso de esos treinta años, se dedicó con j ui cio y di sciplina a observar cómo se plasman sobre el li enzo un cuer- po desnudo. la piel de un ga to , la de un caballo, un paisaje , el interior de un a casa. un trozo de te la pl egada. Y. en un acto meritorio, logró tras- ladar sus observaciones al cuadro con conocimi e ntos técnicos de co m- posic ión. de luz y de equ il ibrio. con la aplicación de un buen alu mn o. En los desnudos femeninos -te- ma ce ntral de sus obras a lo la rgo de todos estos años-. ca da una de las mujeres p in tadas ha sido cuida- dosamente estudiada. ap rendida y puesta sobre la tela. Lo mismo su- cede con los paisajes o los espacios interiores entre los que pinta sus personajes. y de ig ual forma con sus caba ll os o sus gatos, todos meticu- losamente pintados. Cogo llo , en esta med ida, es el más aplicado y el más superado de los pintores colombia- nos de su generación en Francia. Pero a Cogo ll o se le pasó por alto que la pi ntura no es exclusivamente la minuciosidad con la que sea ca- paz de seguir las hue ll as de lo apren- dido en su labor diari a. Se le pasó por alto convertirse en artista y se quedó en un limbo al que pertene- cen los hombres que aprendieron la técnica de un oficio pasando por al to la necesidad de un contenido. ¿De qué vale la pena pintar cuadros que no son nada m ás allá de la factura con la que fueron ejecutados? ¿ Qué sentido tiene llegar a la pintura para quedarse en la demostración técn i- ca de cómo lograr un buen desnudo, un paisaje perfectamente copiado o un animal que parece, además, he- cho a partir de un modelo disecado que se copió en un museo de histo- ria natural? El universo del hiperr ealismo - tan en boga en Estados Unidos e Inglaterra hacia fi nales de la década de 1960 y la de 1 970 , y categoría en la que podemos colocar a Cogo ll o por su destreza técni ca-, fue mu- cho más a ll á de lo que propone el carta ge ne ro. Para ar tistas co mo R ESEÑAS Richard Estes. Chuck Close o Don Eddy. se trata de fotografiar una rea- lidad por un reto técnico. y su traba- jo consiste en ge nerar un mundo a partir de ese esquema de retrato. Los paisajes urbanos de Richard Estes. ejecutados a par ti r de fotografías de distint os lugares con l as que crea sus ciudades imaginadas. son la rec rea- ción del m undo de l artista. un cm·roon realista de lo que para él representa la urbe norteame ri ca na. Inclusive. el trabajo del chileno Claudio Bravo - a quien también podemos considerar hiperrea li sta por la factura de sus retratos- va más lejos en el reto con que pinta a sus jóvenes árabes ·'fotografiados" - conve rti do s po r el pi nce l en e fe b os de la actua li dad-. para ll e- gar a una suerte de tr omp d 'oe il , de truco, con el que busca hacer de sus cuadros ventanas por las que quien soporte el mal gusto que siempre lo ha ca racterizado acceda a un mun- do idealizado: el Tánger de sus sue- ños. dón de la vida transc urre en una sue rte de Ed én, amañado y casi pornográ fi co, y sus habitantes, ves- tidos o desnudo s, son portadores de una be ll eza sica que, más que de ca rne, parece de porcelana. Sí colocamos a Cogollo entre el grupo de los hiperrealistas, por la destreza técni ca a la que se hizo re- ferencia antes, notamos, además , que no ha hecho grandes aportes en este ca mpo. Aprendió, sí, como tam- bién comentamos, la forma en que se debe ejecutar un cuadro, pero en el vacío infinito de un no di sc urso, de un nada que contar, lo que lo saca de las grandes ligas , en las que nece- sitaría estar para que considerára- mos como vá li do su reto técnico. Sus mujeres parecen modelos tomados de las esculturas de l norteamerica- no John De Andrea o de un museo de cera. Sus pieles no son las pieles del modelo vi vo que pretende pintar. Se trata más bien de fi gu ras diseca- das en el ti empo. Un hiperrealismo kitsch; es decir, la mezcla de elemen- tos técnicos que lo acercan a cierta perfección en el retrato y el mal gu s- to con el que ejecuta su trabajo. Y este concepto 'k it sch' se ve acentua- do cuando Cogo ll o dec ide incorpo- B Olf. l fr< tU II U MAI Y 81811U<.MÁfiCO , YOl J9. PI ÚM 60 , 20 () 2

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dchía transmitirse era el conjunto de · h~rramicn tas · co n el que pode r rcinventar. con la espontünea inocen­cia de la acción. In que huhier" suce­dido en el pasado. Lo más va lioso que hicieron los hombres. lo que va lía la pena que volviera a suceder. Y la cla­ve de esa herramienta era el estilo. Según esa teoría. entonces. el arte era más útil que el discurso"J.

J t i AI' CA MI LO SI F. R RA

1. Jcan-E ug~· nc Bcrs ic r. La ~:rc1vw·e: les procédés. l'lriswire (.l" edición). París. Bergcr-Lcvraut. 1998.

2. lbíd. 3- César A ira . Un episodio en la vida del

pintor viajero, Beatriz Yite rbo Editora. Buenos Aires. 2000.

Minuciosidad confundida con talento

Cogollo Varios auwres Ediciones Forma y Color Colombia y Gcorgc Nader Latinamerican Art, Bogotá. 2000. 1 óo págs .. il.

He ribe rt o Cogo ll o (Cartage na. 1945) es un pintor poco conocido en Colombia. Pasó la mayor parte de su vida adulta en Francia, y allí, en Pa rís. de la mano de los grandes maestros clásicos expuestos en los museos y siempre informado de lo que iba sucediendo en el curso de sus treinta años en la ciudad, apren­dió. con pericia. la labor de pintar sobre te la. Aprendió el oficio que implica tomar un pincel y lograr de­jar figuras y objetos retratados so­bre un lienzo en blanco. En el curso de esos tre inta años, se dedicó con juicio y disciplina a observar cómo se plasman sobre el lienzo un cuer­po desnudo. la piel de un gato, la de un caballo, un paisaje, e l inte rior de una casa. un trozo de tela plegada. Y. en un acto meritorio, logró tras­ladar sus observaciones al cuadro con conocimientos técnicos de com-

posición. de luz y de equil ibrio. con la aplicación de un buen alumno.

En los desnudos femeninos -te­ma central de sus obras a lo la rgo de todos estos años-. cada una de las mujeres pin tadas ha sido cuida­dosamente estudiada. aprendida y puesta sobre la tela . Lo mismo su­cede con los paisajes o los espacios interiores entre los que pinta sus personajes. y de igual forma con sus caballos o sus gatos, todos meticu­losamente pintados. Cogollo, en esta medida, es el más aplicado y el más superado de los pintores colombia­nos de su generación en Francia. Pero a Cogollo se le pasó por alto que la pintura no es exclusivamente la minuciosidad con la que sea ca­paz de seguir las huellas de lo apren­dido en su labor diaria. Se le pasó por alto convertirse en artista y se quedó en un limbo al que pertene­cen los hombres que aprendieron la técnica de un oficio pasando por alto la necesidad de un contenido. ¿De qué vale la pena pintar cuadros que no son nada más allá de la factura con la que fueron ejecutados? ¿Qué sentido tiene llegar a la pintura para quedarse en la demostración técni­ca de cómo lograr un buen desnudo, un paisaje perfectamente copiado o un animal que parece, además, he­cho a partir de un modelo disecado que se copió en un museo de histo­ria natural?

El universo del hiperrealismo - tan en boga en Estados Unidos e Inglaterra hacia fi nales de la década de 1960 y la de 1970, y categoría en la que podemos colocar a Cogollo por su destreza técnica-, fue mu­cho más allá de lo que propone el ca rtagenero. Para artis tas como

R ESEÑAS

Richard Estes. Chuck Close o Don Eddy. se trata de fotografia r una rea­lidad por un reto técnico. y su traba­jo consiste en generar un mundo a parti r de ese esquema de retrato. Los paisajes urbanos de Richard Estes. ejecutados a parti r de fotografías de distintos lugares con las que crea sus ciudades imaginadas. son la recrea­ción del mundo de l artista. un cm·roon realista de lo que para él representa la urbe norteamericana. Inclus ive. el t rabajo de l chileno Claudio Bravo - a quien también podemos considerar hiperrealista por la factura de sus retratos- va más lejos en el reto con que pinta a sus jóvenes árabes ·'fotografiados" - convert idos por e l pincel en efebos de la actualidad-. para lle­gar a una suerte de tromp d 'oeil, de truco, con el que busca hacer de sus cuadros ventanas por las que quien soporte el mal gusto que siempre lo ha caracterizado acceda a un mun­do idealizado: el Tánger de sus sue­ños. dónde la vida transcurre en una suerte de Edén, amañado y casi pornográfico, y sus habitantes, ves­tidos o desnudos, son portadores de una belleza física que, más que de carne, parece de porcelana.

Sí colocamos a Cogollo entre el grupo de los hiperrealistas, por la destreza técnica a la que se hizo re­ferencia antes, notamos, además, que no ha hecho grandes aportes en este campo. Aprendió, sí, como tam­bién comentamos, la forma en que se debe ejecutar un cuadro, pero en el vacío infinito de un no discurso, de un nada que contar, lo que lo saca de las grandes ligas, en las que nece­sitaría estar para que considerára­mos como válido su reto técnico. Sus mujeres parecen modelos tomados de las esculturas del norteamerica­no John De Andrea o de un museo de cera. Sus pieles no son las pieles del modelo vivo que pretende pintar. Se trata más bien de figuras diseca­das en el tiempo. Un hiperrealismo kitsch; es decir, la mezcla de elemen­tos técnicos que lo acercan a cierta perfección en el retrato y el mal gus­to con el que ejecuta su trabajo. Y este concepto 'kitsch' se ve acentua­do cuando Cogollo decide incorpo-

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RE SEÑ AS

rar elementos narrativos en sus cua­dros. Caballos de circo que saltan en un gesto congelado. montados por jinetes desnudos a los que se les ven algunos de sus huesos por sobre la piel - rezago de su época influen­ciado por el arte de Wifredo Lam-. rodeados por paisajes. que vienen de paisajes por otros retratados; acom­pañados de símbolos como prolon­gaciones del cuerpo: flechas y más huesos que salen del cuerpo detalla­do. Símbolos que no son anécdota, ni complemento necesario e n la composición, que no son siquiera recurso de forma que nos permitan distinguir un intento en la búsqueda por algo que vaya más allá de la sim­ple representación cuidadosa y amanerada.

Al leer sus textos en el libro pu­blicado, encontramos todo un ima­ginario de ritos africanos y de filo­sofías ancestra les a los que presta profunda atención el artista. Cogo­llo entra en un discurso veíbal de magia y fuerzas vitales, con el que pretende sustentar de alguna mane­ra su tiempo invertido pintando. Alta dosis de palabras en las que se enfrasca y de las que no sale ni si­quiera para referirse a sus obras, para situar lo que dice en el ámbi to de su trabajo. Un discurso verbal, para nada aplicado al contexto al que pareciera estarse refiriendo: sus cuadros. Como si Corín Tellado nos hablara de literatura zen.

Escribe el pintor:

La fuerza vital, según R . P Tempels (La filosofía bantú , Pre­sencia africana), sería el valor supremo en los pueblos bantúes. Las prácticas religiosas tienen

por meta reforzar la vida, asegu­rar la perennidad empleando las fuerzas naturales. La felicidad no es otra cosa que la más gran­de potencia vital, y la desgracia su aminoración. Parece ser que encontramos esa noción de fuerza vital en la ma­yor parte de los pueblos aji·icanos. Ella no está, por otro lado, limi­tada a los seres humanos, sino que se extiende a los muertos y a la naturaleza y circula a la manera de una corriente eléctrica. E in­cluso hay acumuladores de fuer­zas (ciertas personas, ciertos al­ta res). Pueden por otra parte existir diversas fuerzas, dotadas de caracteres particulares. En los Dogones, la fuerza vital NY A M A reside en la sangre del ser humano. Ella es la vida, el movi­miento, la palabra. Maree! Griaule (D ieu d!eau, 1948) la describe

1' " • • como una energza en mstancza, impersonal, inconsciente, reparti­da en todos los animales, vegeta­les, en los seres sobrenaturales, en las cosas de la naturaleza, y que tiende a hacer perseverar en su ser el soporte al cual ella está destina­da temporalmente (ser mortal) o eternamente (ser inmortal)".

Y continúa más adelante:

Cuando el pintor Roberto S. Malla me dijo: "Tienes que cam­biar de apellido ", pasé ese día del Cuadrado al Cogollo que es mi apellido materno. Según M atta la figura del cuadrado simboliza e implica la idea de estat?nación, de solid~ficación; como la estabiliza­ción en la perfección y yo era aún muy joven para esa "Küevonada ": en cambio el cogollo es el hrote de una planta, un árbol, un sím­bolo de júerza creadora, que está por devenir, símbolo fá lico. Es también corazón y cewro vital del ser humano. Sin objeción trl!?una delante de esos mxumenros. en ese día y mo­mento "iniciátic:o" en el taller de las Ediciones (ieor!?t:·' Visat. Cua­drado vio nacer a CowJI!o, afir­mando mi Línea genealógica ma-

A R T l:

terna!. Como en ciertas sociedades africanas matriarcales (Ashanti, Costa de Oro), La sangre viene de la madre y después de la muerte se reencarna en una mujer de la fa­milia maternal.

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En la década de 1960, Cogollo hizo la tarea surrea lista a la zaga de Wifredo Lam y Roberto Sebastián Matta. Cuando correspondía. hacia la década de 1970, apareció en sus cuadros el discurso político. en el momento en que proliferaba el dis­curso político. Como anillo al dedo. el hiperrealismo inglés y el norte­americano dejaron su impronta en el pintor con los eternos elementos que utilizan los hiperrealistas para decirnos: " 1 ama camera". Todo nos dice: miren qué bien lo hago: todo nos dice: estudié la pintura del Renaci­miento italiano. o nos dice: miren mis desnudos a lo Andrew Wyeth, miren mis caballos a lo George Stubbs, ob­serven mis Wifredo Lam o mis Ro­berto Sebastián Matta, qué bien he­chos es tán. El proble ma radica. como se mencionó an tes, en que no hay nada dentro. en que su preocu­pación excesiva por la factura. en­tre otras cosas. lo aleja de la rea li­dad que desea representar. De ahí que sus cuerpos y sus animales y sus paisajes aparezcan es t<íticos. iner­tes. como pasados por una cámara de hibernación. En parte. el miste­rio de l<l pintura consiste en ese L)t)%

de técnica que posee Cogollo. pero también requiere el 1% ele conte­nido y talento que muchos confun­den -es el caso que nos ocupa­con ta minuciosidad.

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En un mundo con una di,·isión del t rabajo cada vez mayor y un énfasis creciente en los rasgos individua les. donde hay mercado para todo, es de contrastar e l tamaño de 1(1 població n de creadores. cada vez más exte nso. con la reducida parce la de la consa­gración profesional q ue se ubica en lo grandes museos. en las coleccio­nes públicas. en la historia de l a rt e. A escala mundial hay. incluso pode­res decisorios ace rca de qué artistas atrav iesan el umbral hacia e l reco­nocimiento paradigmático. Bonito Oliva. ex directo r de la Bie nal de Venecia, se re fie re a los sie te centros de poder que controlan el gusto de l público: e l Centre Na tional d'Art e t de Culture Georges Po mpido u de París. e l Museum of Modern Arr y e l Metropolitan Museum de Nueva Yo rk , e l Ludwig Museum de Colo­nia. la Tate Gallery de Londres, el G uggenhe im Muse um de Nueva Yo rk y e l multimillonario George Soros. Lo mismo ocurre en escalas geográficas más pequeñas. En Co­lombia. son las colecciones públicas. principalmente. y algunos pocos crí­t icos especializados - Casimiro E ige r, Marta Traba y Juan Friede, entre los desaparecidos- . quienes tienen ese poder consagrato rio.

Aparte de esa especie de aristo­cracia, no necesariamente vinculada al mercado. existe una gruesa pobla­ció n de individuos q ue viven -a veces con un alto nivel, otras sa ltan­do matones- de aquello que pintan. Pinturas que se regalan en los ma­trimonios. que decoran las salas de una clase media que prefiere un a

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esté tica ~a digerida por los cuatro estómngos de rumiante q ue tiene el g usto méls con\'encional. Pi nturas que decoran los despachos de pro­fes ionales medianamente prósperos. idóneos en su materia. pe ro imper­meables a lo que está en los muscos. eso sí. dispuestos a una pintu ra "bien hecha ... e n fin. aq uel unive rso q ue sintetiza la frase de un comprador: ··to que no sea bodegones o paisajes es pornografía": frase q ue no alcan­za a recoger todo ese universo. por­que - sin se r pornografía- abarca también cierto tipo de desnudos con suficiente dosis de morbo como para volverlos a tractivos. pero con sufi ­ciente limitación como para que sean aceptados en una sala de familia.

Heriberto Cogollo pertenece a ese grupo de pintores con cierto éxito en el comercio. que ha hecho todo el recorrido en cuanto a la evolución de su destreza personal, donde lo que hay es un persistente empeño en de­mostrarse y demostrarnos su habili­dad para lograr que sus cuadros se confundan con fotografías en color.

El libro. editado con su nombre. es el típico libro promociona! de un producto , pe ro no es propiamente un libro que a traviese el umbral ha­cia e l reconocimiento de ese o tro nive l más serio. como son la histo ri a del arte o los museos. Y como libro­oferta es. también, un libro que as­pira a encontrar en unas o bras al ó leo los valores simbólicos conven­cionales previamente existentes a los cuadros que no se modifican ni ad­quie re n nue vos aspectos por los aportes que Cogollo hace a la histo-

R t: SEÑAS

ría de las formas vacíns. al prontua­rio de q uienes pre te nden reempla­za r e l talento po r la habilidad. En suma. un libro. publicado por un comerciante de cuadros. como catá­logo de ventas del producto que él . . m1smo promociOna.

J UAN CA MIL O SIE RR A

Inventario comentado

----Caricatura y costumbrismo. José María Espinosa y Ramón Torres Méndez, dos colombianos del siglo XIX Bearriz Gonzá/ez Ministe rio de Relaciones Exteriores de Colombia. Catálogo de la exposición, Museo de América, Madrid (España), Bogotá. 1999, 100 págs .. il.

Pocas personas como Beatriz Gon­zález han profundizado en el acervo visual del siglo XIX colombiano . A ella se deben, entre otros, un volu­men sobre la obra de Ramón Torres Méndez y otro sobre la de José Ma­ría Espinosa - los dos artistas inclui­dos e n el ca t álogo Caricatura y costum brismo. José María Espinosa y Ramón Torres Méndez, dos colom ­bianos del siglo XIX- , así como in­vestigaciones y exposiciones. como las que ha hecho sobre caricatura en Co lombia. Aparte de ser una muy reconocida artista, su labor como historiadora del arte y museóloga se centra cada vez más en la lectura del siglo XIX desde la perspectiva de nuestra realidad actual.

En la primavera de 1999 se llevó a cabo, en el Museo de América de Madrid (España), la exposición que reseña este catálogo, con obras de la colección del Museo Nacional de Colombia, de los dibujantes y pin­to res bogotanos José María Espino­sa (1796- 1883) y Ram ó n Torres Méndez (1809-1885)·

Lo primero que sorprende, de for­ma grata, es la excelente colección de dibujos y acuarelas que de estos dos artistas posee el Museo Nacio-

II U I ( tf,._ C\.. l lt.. RAI Y BIH L IO(,X.o\fi (O. V O l ,\Q . N Ú M 60 , l: 0 01