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GRUPO DE ESTUDIOS E INVESTIGACIONES MARTINISTAS & MARTINEZISTAS DE ESPAÑA -G.E.I.M.M.E.- Fundado el 12 de Octubre de 2.003 Inscrito en el Registro Nacional de Asociaciones con el Número Nacional 171370 de la Sección 1ª. Ministerio del Interior. España. BOLETÍN INFORMATIVO Nº 43 21 de Septiembre de 2.014 SUMARIO LA IGLESIA INTERIOR SEGUN EL FILOSOFO DESCONOCIDO EDIFICACIÓN MÍSTICA DE LA IGLESIA CELESTE EN EL CORAZÓN DEL HOMBRE por Jean-Marc Vivenza LAS ESCRITURAS MÁGICAS Entre el Ángel y el hombre por Gilles Le Pape LA ORDEN DE LOS CABALLEROS BIENHECHORES DE LA CIUDAD SANTA Y SU FUNCIÓN MÍSTICA SOBRE LA FILIACIÓN DE LOS ÉLUS COHEN Y LA CHOSE Notas de Robert Amadou (1924 - 2006)

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  • GRUPO DE ESTUDIOS EINVESTIGACIONES

    MARTINISTAS & MARTINEZISTASDE ESPAA

    -G.E.I.M.M.E.-Fundado el 12 de Octubre de 2.003

    Inscrito en el Registro Nacional de Asociaciones con el Nmero Nacional 171370 de la Seccin 1.Ministerio del Interior. Espaa.

    BOLETN INFORMATIVON 43

    21 de Septiembre de 2.014

    S U M A R I O

    LA IGLESIA INTERIORSEGUN EL FILOSOFO DESCONOCIDO

    EDIFICACIN MSTICA DE LA IGLESIA CELESTEEN EL CORAZN DEL HOMBRE

    por Jean-Marc Vivenza

    LAS ESCRITURAS MGICASEntre el ngel y el hombre

    por Gilles Le Pape

    LA ORDEN DE LOS CABALLEROSBIENHECHORES DE LA CIUDAD SANTA

    Y SU FUNCIN MSTICA

    SOBRE LA FILIACIN DE LOS LUS COHENY LA CHOSE

    Notas de Robert Amadou(1924 - 2006)

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    LA IGLESIA INTERIORSEGN EL FILSOFO DESCONOCIDO

    EDIFICACIN MSTICA DE LA IGLESIA CELESTEEN EL CORAZN DEL HOMBRE

    1

    Jean-Marc Vivenza

    I.- NATURALEZA DE LA IGLESIA INTERIOR

    La paradoja, en forma de milagro positivo, es que, pese a los considerables erroresacumulados y sucesivos de los ministros que han pretendido representarla, la Iglesia subsisteinalterable, santa y luminosa. Ni los defectos de los seres pecadores, ni las debilidades y ultrajesde pastores indignos que han obrado para desfigurar a la esposa mstica del Cristo, han podidomancharla. Esta subsistencia es uno de los ms bellos misterios de la Revelacin evanglica.

    Esta asamblea fue fundada por el Divino Reparador. Posee un carcter inalterable,sobrenatural, que -y este punto es esencial para Saint-Martin- en su naturaleza espiritual noest comprometida con el mundo, en su ser interior tal y como le fue dado, y que debera haberconservado en toda su pureza desde el momento de su fundacin: S, est establecida estaIglesia, pese a los daos que ha podido sufrir; sin ella no habra mediacin alguna entre el amorsupremo y los crmenes de la tierra; est establecida esta Iglesia y tanto las puertas del hombrecomo los portales del infierno no prevalecern jams contra ella; est establecida la Iglesia(Ecce Homo, 8).

    Esta sentencia es tan cierta que Saint-Martin, demostrando que su amor por la autnticaIglesia es absoluta y completamente inalterable, no dud en sostener en una frase admirable:cuando se considera la Iglesia en sus funciones, es bella y til. Nunca debera salir de esoslmites. Por este medio se convierte naturalmente en una de las vas del espritu (Retrato, 114).

    No hay, por lo tanto, rechazo alguno de lo que representa la Iglesia, en su serfundamental, en el pensamiento de Saint-Martin, sino acceso, apertura y devocin hacia unaIglesia de dimensin secreta y naturaleza celeste, la santa esposa del Cristo, la cual est unida,como cuerpo mstico, con la misma Persona del divino Reparador, pero de manera ntima. Y, enSaint-Martin, por este misterio que tiene que desvelarse en el corazn del alma de deseo, existeuna memoria llena de reverencia y una consciencia orante sobre lo que Jess dijo a Pedroacerca de la Iglesia en el Evangelio: Replicando Jess le dijo: Bienaventurado eres Simn, hijo de

    1 Extracto de La Iglesia y el sacerdocio segn Louis-Claude de Saint-Martin, Jean-Marc Vivenza, Ed. La Pierre Philosophale,Hyres, Francia, 2014, Segunda parte: La prctica del culto divino en el seno del Santuario del corazn, 4, pp. 181-227.Hemos puesto las notas al final del texto, dado la extensin de algunas de ellas, y hemos mantenido el mismo nmero dereferencia que figura en la obra original. Aconsejamos una primera lectura sin leer las notas y ya en una segunda ir a ellas, parano perder el hilo en la comprensin del texto.

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    Jons, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que est en los cielos. Yyo a mi vez te digo que t eres Pedro, y sobre esta piedra edificar mi Iglesia, y las puertas delHades no prevalecern contra ella. A ti te dar las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates enla tierra quedar atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedar desatado en los cielos(Mateo XVI:18-19).

    Jess habla aqu de su Iglesia, por la que se entiende, sin lugar a dudas, la sociedadsobrenatural que funda hasta el final de los tiempos. La Iglesia forma el cuerpo Mstico cuyacabeza es Cristo (Efesios, I:22-23), y es mediante ella que la multiforme sabidura de Dios seaahora manifestada a los Principados y a las Potestades en los cielos, mediante la Iglesia,conforme al previo designio eterno que realiz en Cristo Jess, Seor nuestro (Efesios, III:10-11).De la Iglesia, como esposa del Cristo, San Pablo nos revela: como Cristo am a la Iglesia y seentreg a s mismo por ella, para santificarla, purificndola mediante el bao del agua, en virtudde la palabra, y presentrsela resplandeciente a s mismo; sin que tenga mancha ni arruga nicosa parecida, sino que sea santa e inmaculada (Efesios V:25-27). San Juan deca: este misterioes grande, y seguramente, despus de la Encarnacin, la Pasin y la Resurreccin de Jesucristo,nada es ms grande que la formacin de esta Iglesia, nueva Israel, morada permanente delEspritu Santo, destinada a compartir la gloria de Cristo, estando unida con l tan ntimamentecomo l mismo est unido al Padre (Juan XVII:20-26). Es esta Iglesia de la que se dice, en losprimeros tiempos del cristianismo: Las Iglesias por entonces gozaban de paz en toda Judea,Galilea y Samaria; se edificaban y progresaban en el temor del Seor y estaban llenas de laconsolacin del Espritu Santo (Hechos IX:31) [112].

    Sin embargo, Saint-Martin nos aclara que la Iglesia, en cuanto a lo que debera ser yhubiera debido permanecer como misterio, sufre por las abominables humillaciones de las quees vctima. Est horriblemente triste por las degradaciones que sufre a lo largo de los siglos; estprofundamente herida, internamente afectada, desfigurada en su imagen verdadera por lasterribles deformaciones que se vio obligada a aceptar en silencio, velando su cara ante tantasignominiosas maldades sufridas desde hace siglos por la indiferencia general y la complicidadactiva de aquellos que se auto designaron como maestros, pastores o doctores, los cuales eransus hijos y tenan como deber velar por ella.

    Sin embargo, no cabe duda de que, algn da, la Iglesia pida cuentas a los ministrosinfieles de los que es vctima por sus ultrajes inaceptables. Esta cuenta la pedir ante el tribunaldel Eterno: () pero es para testificar algn da contra aquellos de sus ministros que le han sidoinfieles, para servir de juicio y condena, cuando se queje ante el tribunal soberano de las injuriasque le fueron hechas al cambiar sus hbitos de gloria por hbitos de duelo e indigencia; tal comoha defendido aqu abajo la causa del amor, el mismo amor defender a su vez la causa de estaIglesia ante el juez eterno del que habrn provocado los temibles juicios, y pensad cun terriblessern esos juicios, ya que sern juicios del amor ultrajado y herido hasta en sus misericordias. Siestos juicios por venir os asustan, si por desgracia tenis que haceros algunos de estos reprochesde los que acabis de ver su enumeracin, volver lo antes posible a los senderos de vuestrosublime ministerio, y prevenid estas terribles justicias con las que estn amenazados losapstoles de la mentira, que tan a menudo se han sentado en la ctedra de la verdad. Es a ellosa quien se dirige David, salmo 93:20: Podr asociarse a ti un tribunal inicuo, que perpetre

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    desastres bajo capa de ley? Ellos acometen la vida del justo y la sangre inocente condenan. Es aellos a quien se dirige Sofonas 3:3, hablando de los crmenes de Jerusaln: sus prncipes, enmedio de ella, son leones rugientes; sus jueces son lobos nocturnos que no guardan nada para lamaana siguiente (Ecce Homo, 8).

    Nada puede justificar este distanciamiento de los principios divinos que presidieron lafundacin de la Iglesia. Nada puede disculpar el hecho de que la santa sociedad sagrada, unidahasta confundirse con el Divino Reparador [113], haya sido maltratada tan brutalmente, suprincipio fundacional traicionado, sus leyes mancilladas, su misin tan escandalosamenteolvidada y desfigurada en beneficio de objetivos falaces.

    Saint-Martin, al buscar hacernos entender cmo los ministros de la institucin sagradallegaron a expandir la iniquidad dentro del Santuario, declar: cmo esos ministros trampososllegaron a esas injusticias? He aqu cmo. Empezaron por hacer la vista gorda sobre la santidadde nuestra propia naturaleza, la cual nos llamaba a ser signos y testigos del Dios de Paz en eluniverso. Ms an, hicieron la vista gorda sobre este decreto que abraza toda la familia humanaen el humillante carcter del Ecce Homo. Y desde entonces, ya no percibieron el ro del amorsobre el que su ministerio los estableca para saciar la sed de las naciones. Su oscurecidainteligencia ya no reconoci las confirmaciones de las verdades que estn escritas en todas laslneas de las sagradas Escrituras y al no poder explicar esas Santas Escrituras por la verdadera ynica llave que les conviene, se esmeraron en explicarlas primero por la falsa llave de suignorancia, luego por la de sus codicias, despus por la de sus furores. Es entonces cuando seconvirtieron en exterminadores de nuestras inteligencias segn Isaas 5:20. Llamaron al mal bieny al bien mal, a las tinieblas luz, a la luz tinieblas; hicieron pasar por dulce lo que es amargo ypor amargo lo que es dulce. Los mismos, quienes, segn el profeta 5:18 (Ay, los que arrastran laculpa con coyundas de buey y el pecado como con bridas de novilla!), se sirven de la mentiracomo si fueran cuerdas para arrastrar una larga sucesin de iniquidades y arrastran con ellos elpecado igual que las riendas tiran del carro. Los mismos que segn 3:12 son los saqueadores quedespojaron al pueblo.... (A mi pueblo le oprime un mozalbete, y mujeres le dominan. Pueblo mo,tus regidores vacilan y tus derroteros confunden), que lo sedujeron dicindole bienaventurado ycortan los caminos por donde deba pasar. Como dice Jeremas, en vano querrn justificar suconducta y beneficiarse de la gracia del Seor, ya que ellos mismos ensearon a los dems el malque hicieron y se encontr en sus manos la sangre de las almas que asesinaron. Es decir,atacaron la verdad hasta en su santuario, el cual es el pensamiento del hombre y el verdaderocrimen del que deben responder (Ecce Homo, 8).

    a) La Iglesia interior o la comunidad de la luz.

    Saint-Martin, quien se dio cuenta de que los ultrajes que haba sufrido la Iglesia visibleeran irreversibles y ya no permitan que el hombre pudiera reencontrar en ella los fundamentosoriginales de la santa institucin divina constituida por el Divino Reparador, sostendr que nopercibe en las formas externas actuales las bendiciones iniciales recibidas en Jerusaln enPentecosts; sostendr que, ahora, la Palabra fundadora, como en el principio, sabiendo que elreino est en nosotros [114], solo puede hacerse or y encontrar un eco en el corazn delhombre, pronunciando de nuevo la famosa frase del Seor a Pedro: eres Pedro y sobre esta

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    piedra ...., gracia de eleccin capaz de edificar la verdadera Iglesia llamada con razn Iglesiainterior, la cual nos es confiada con el fin de hacer de ella el Templo efectivo de la Divinidad.Cuando el hombre ora con constancia, con fe, y busca purificarse en la sed activa de lapenitencia, puede suceder que oiga en su interior lo que el reparador dijo a Cefs: eres Pedro ysobre esta piedra edificar mi iglesia, y los portales del infierno no prevalecern contra ella (ElHombre Nuevo, 8).

    Esta fundacin de la Iglesia, hecha necesaria por la degradacin manifiesta de lainstitucin visible, se convirti en una operacin del Espritu sobre un fundamento nicamenteinterior, puesto que lo externo, que ahora est mancillado, ya no puede ser el lugar de acogidade la revelacin del misterio de la verdadera Iglesia: Esta operacin del espritu en el hombrenos ensea que es la dignidad del alma humana, ya que Dios no teme tomarla por piedraangular de su templo: nos ensea cuanto debemos alimentarnos con dulces esperanzas; ya queesta eleccin nos pone a cubierto de los poderes del tiempo y, an ms, de los poderes de lastinieblas y los abismos; por ltimo, nos ensea lo que es la verdadera Iglesia y, por lo tanto, nohay en ningn sitio ninguna Iglesia donde no se sienta esta accin invisible (El Hombre Nuevo, 8).

    Siendo evidente que tal afirmacin no deja de sorprender, por qu razn esta operacindel espritu representa hoy la verdadera Iglesia?

    La respuesta de Saint-Martin es esencial, ya que, esta fundacin, en contra de todas lasinstituciones humanas, se realiza por la accin directa de la Palabra eterna en el corazn delhombre: pero veamos por qu razn esta operacin del espritu constituye la verdadera Iglesia.Porque es la palabra eterna la que se graba a s misma en la piedra angular que elige, como elReparador grab su propia palabra Divina en el alma de San Pedro, a quien hablaba cara a cara.Sin la impresin de esta Palabra divina en nuestra alma, la Iglesia no se levanta; lo mismo quevemos que, en el orden temporal, los edificios que se proponen construir los reyes slo empiezana elevarse cuando, segn el uso, el nombre del fundador se inscribe en la piedra que se supone lmismo ha colocado. Desde este momento, nos vemos comprometidos a velar cuidadosamentesobre la construccin espiritual que nos es confiada; cuya construccin debe ser tanto msatractiva cuanto ms encontremos en nosotros mismos sus materiales y, bajo la inspeccin y conla ayuda de Aquel que nos ha hecho este anuncio, podemos volver a ser a la vez el arquitecto, eltemplo y el sacerdote por quien el fundador Divino ser honrado. Debemos, como un artistameticuloso y agradecido, trazar sobre todas las partes de nuestro edificio el nombre de aquelque nos ha encomendado el trabajo, sin olvidar ni un slo instante que el nombre sagrado,inscrito en la piedra angular, es tambin el que debe acompaar todos los crecimientos que laIglesia va a experimentar en nosotros, marcar el decorado exterior e interior, regular lasdivisiones del templo, fijar sus horizontes y definir todos los detalles del culto que debecelebrarse dentro eternamente (El Hombre Nuevo, 8).

    Para Saint-Martin, la Iglesia de hoy en da, la nica que es digna de este nombre, esevidentemente la Iglesia interior, la iglesia celeste que est llamada a existir en el seno delReino de los cielos, hacia el cual debemos avanzar, puesto que es nuestro Reino, el reino delespritu, el reino de Dios (El Hombre Nuevo, 21). Es el reino celeste donde debe residir la

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    Iglesia, Reino que hay que buscar: buscad primero su reino y su justicia, y el resto se os dar poraadidura (Mateo, VI:33), un reino por recibir, puesto que fue dado al pequeo rebao de lasalmas de deseo: Buscad ms bien su Reino, y esas cosas se os darn por aadidura. No temas,pequeo rebao, porque a vuestro Padre le ha parecido bien daros a vosotros el Reino (Lucas,XII:31-32), un Reino que hay que aceptar por la fe: los tiempos se han cumplido y el reino deDios est cerca. Arrepentos y creed en la buena nueva (Marcos, I:15).

    De esta forma, la Iglesia interior forma la comunidad de las almas regeneradas en Cristo,la comunidad de la luz, segn la expresin que Karl Von Echartshausen (1752-1803) emplea enLa Nube sobre el Santuario: esta comunidad de la luz fue llamada en todos los tiempos la Iglesiainvisible e interior o la comunidad ms antigua [115]; es esta Iglesia la que fue anunciada porCristo; es esta asamblea la que est oculta y preservada en su corazn evidentemente, en la quese encuentran conservados la verdadera religin, la prctica del culto y los conocimientosmisteriosos reservados a los elegidos del Eterno [116].

    b) Edificacin de la Iglesia interior en el corazn del hombre.

    El Divino Reparador, unido con su obra, anunciaba la prxima venida del reino y velabasobre l, protega el acceso y reservaba a la esposa mstica que es su Iglesia - por su amorespecial- sus bendiciones que le eran concedidas; pero este Reino donde reside ya y volver avivir eternamente su Iglesia formada por los elegidos del Seor, semejantes a soles [117], estesencialmente por nacer en nosotros desde que las vas externas han sido degradadas: el reinode los cielos y el corazn del hombre estn unidos por una alianza que les hace inseparables (ElHombre Nuevo, 47); y cuando consagramos nuestros esfuerzos a construir el templo interior,como el arquitecto trazando los planos y las formas precisas de su Iglesia, si las fuerzas vienen afaltarnos, entonces nos corresponde llamar a aquel por quien el edificio espiritual est porconstruir: En una palabra, la idea de este ser poderoso, en adelante, debe ser tan inseparablede nuestra obra como el pensamiento lo es de nuestras palabras, y de todas las obras que son sufruto. Cuando nos sentimos contrariados en nuestra empresa o nuestras fuerzas se mermen,tenemos el derecho de interpelar con sus propias palabras a aquel que nos dijo que queraedificar su iglesia en nosotros; tenemos el derecho de recordarle que su palabra no puede pasaren nosotros; como prometi (Isaas, 55:11), la palabra que sale de mi boca no volver a m sinfrutos; sino que har todo lo que quiero, y producir el efecto para el cual la he enviado.Honramos a Dios al utilizar as los ttulos que nos da, y lo nico que nos pide es que hagamos deellos un uso similar y la prueba de que lo honramos, al actuar as es que no tardamos en recibirel premio de nuestra confianza, y pronto renacen la paz y la luz en nuestro ser cuando hemosempleado este medio (El Hombre Nuevo, 8).

    Desde la maana, cuando sale lentamente el sol, el alma procurar construir su Templo,edificar los recintos para la oracin volviendo su espritu hacia el cielo que es la verdaderapatria, puesto que el poder de edificacin que har del alma una de esas doce perlas que debenalgn da servir de puertas a la ciudad santa, no es otro que la capacidad diaria para entrar ens mismo y trabajar sin descanso y con una firme determinacin en permanecer y vivirintensamente en el interior: hombre, levntate cada da antes del alba para acelerar tu obra.Es una vergenza para ti que tu incienso diario arda solo despus de la salida del sol. No era el

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    alba de la luz la que antao deba llamarte a la oracin para que rindieras homenaje al Dios delos seres y solicitar sus misericordias, sino que es tu misma oracin la que deba llamar al alba dela luz y hacer que brillara sobre tu obra, a fin de que pudieras, desde lo alto de este orienteceleste, verter sobre las naciones dormidas en su inactividad y sacarlas de sus tinieblas. Solo poresta vigilancia es por la que tu edificio crecer y tu alma podr llegar a ser semejante a una delas doce perlas que deben servir algn da de portales a la ciudad santa (El Hombre Nuevo, 8).

    El alma, de esencia divina, ha sido emanada precisamente para obrar espiritualmente, yes importante no dejarla congelarse por la inaccin, no esterilizar en ella, por la pereza y elsueo intil, el trabajo que debe realizar; este trabajo, siendo su vida, su respiracin y sufelicidad, puesto que todo en ella, absolutamente todo, debe contribuir a la construccin de laCiudad santa que no es otra que la Jerusaln Celeste, donde estaremos reunidos por laeternidad al final de los tiempos: puesto que el alma del hombre fue creada para servir a la vezde receptculo e intermediario de la luz; y del mismo modo que los vasos transparentes y llenosde agua lmpida nos transmiten la dulce y viva emanacin de esos numerosos rayos reagrupadosy preparados en su seno, del mismo modo nuestra alma debe abrazar los rayos del infinito quesalen del centro de la ciudad santa, y unirlos a nuestras propias facultades que son finitas, a finde que, al vivificarnos nosotros mismos por esta divina alianza y hechos resplandecientes por laclaridad de sus rayos, podamos sacar esta luz de nosotros, concentrada, ms templada y msapropiada a las necesidades de los pueblos que cuando acta en su libre dispersin y en su vastainmensidad; y tal ser el empleo y el destino de los portales de la futura Jerusaln (El HombreNuevo, 8).

    No se trata por lo tanto de desanimarse, malgastar el tiempo en vanos ejercicios externostotalmente carentes de inters, desviarse del camino recto y puro, puesto que el DivinoReparador provee sin cesar los dones necesarios en nosotros, incluso, insensiblemente,alimenta permanentemente en nuestro corazn las esencias necesarias para la vida del espritu;aunque tendramos que estar atentos a ello, sabiendo que lo esencial de la obra est hecho porel Creador, quien est esperando nuestra regeneracin: no te relajes, hombre de deseo, porqueel mismo Dios de los seres no desdea venir a establecer una alianza con tu alma, ni desdeavenir a realizar con ella esta divina y espiritual generacin en la cual te aporta los principios devida y quiere encargarte del cuidado de darles forma. Si quisieras observarte atentamente, notarasque todos esos principios divinos de la esencia eterna deliberan y actan poderosamente en ti,cada uno segn su virtud y su carcter; te daras cuenta de que te puedes unir a esas supremaspotencias, hacerte uno con ellas, transformarte en la naturaleza activa de su agente y ver quetodas tus facultades crecen y se avivan por divinas multiplicaciones; sentiras que esas divinasmultiplicaciones se mantienen y se expanden diariamente en ti, porque la impresin que losprincipios de vida habran transmitido a tu ser los atraeran cada vez ms hasta que, finalmente,no haran otra cosa que atraerse ellos mismos en ti, ya que te habran asimilado a ellos. Podrasentonces hacerte una idea de esas alegras futuras cuyas premisas habras probado ya; tendrasdeliciosos presentimientos de que, gracias a los misericordiosos favores de aquel que te hacreado y quiere regenerarte, tu entrada en la vida est garantizada por l, y puedes decir conuna santa seguridad inspirada por l: Mi alma no me fue entregada en vano; se dign hacerque renazca para aplicarla a la obra activa que me corresponda por mi sublime emanacin, yme promete adems hacerme recoger los frutos del campo que l mismo quiso cultivar por mis

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    manos. Que este Dios de todo poder y todo consuelo sea por siempre honrado por los hombres,como debera ser, y como lo sera si fuera mejor conocido (El Hombre Nuevo, 8).

    II.- ALUMBRAMIENTO DE LA IGLESIA INTERIOR

    El trabajo que debemos realizar no es en absoluto inaccesible, complejo, imposible a lavista humana; dejando de lado las vas externas y sus ejercicios infructuosos, dejando de perderconsiderablemente el precioso tiempo, el cual nos es contado, en empresas carentes de sentido,simplemente nos basta con volvernos hacia lo interno, tomar muy en serio la misin que nos esconfiada, acallando la agitacin perifrica de la que el tumulto es una fuente continua dedesviaciones variadas, y desde nuestro desierto donde sentimos las amarguras del espritu dedolor o mejor dicho el dolor del espritu, confiados en los relatos de aquellos que ya hanrecorrido el camino nupcial hacia el invisible, tendremos en cada momento esta firme convic-cin ante los ojos del alma: el Divino Reparador, y sta es la verdad del trabajo que realiza ennosotros, quiere fundar en nuestra alma, ms exactamente, su Iglesia, y nos enva para ello a sungel anunciador y a su Espritu conceptor, a fin de alumbrarnos por su Santa Presencia: Yapodemos apercibir los beneficios que se nos han prometido si seguimos manteniendo ennosotros el espritu de dolor o ms bien el dolor del espritu, es decir, esta penetrante amarguraoculta a la medicina espiritual por donde debe empezar toda nuestra obra; puesto que noolvidemos que todava estamos en el desierto y no divisamos la Tierra prometida salvo en losrelatos e imgenes que nos ofrecen los fieles enviados que lo han recorrido; y si resulta ser unconsuelo para nosotros tener que esperar una herencia tan magnfica, no perdamos de vista elnico camino que puede llevarnos a ella. Digmonos sin cesar los unos a los otros: la medicinaespiritual quiere devolvernos la salud y la vida; el Dios universal quiere pasar por completo pornuestro ser con el fin de llegar hasta el amigo que lo acompaa; quiere pasar por all consufrimiento, antes de pasar en su gloria. Quiere romper las ataduras que nos encadenan en lacaverna de los leones y animales feroces y venenosos. Quiere regenerar nuestra palabra por laimpresin de su propia palabra y quiere fundar su Iglesia sobre nuestra alma, a fin de que losportales del infierno nunca prevalezcan contra ella. Quiere unirse con nosotros para realizar connosotros una generacin espiritual cuyos frutos sean tan numerosos como las estrellas delfirmamento, y puedan, como ellas, hacer que brille su luz en el universo. Y todos esos beneficiosque nos quiere proporcionar, los quiere realizar en nosotros por la anunciacin de su ngel y porla santa concepcin de su espritu, ya que ste es la culminacin de todos sus deseos y todas susmanifestaciones: lomoslo en la magnificencia de sus maravillas y en la abundancia de sustesoros; pero entreguemos nuestros pensamientos al camino y sigamos nuestra senda, a fin deque esas santas meditaciones nos sirvan para suavizar las fatigas del viaje, y no paradetenernos (El Hombre Nuevo, 8).

    No nos engaemos, la obra que est por cumplir no consiste en imaginar que vamos, pornuestras propias fuerzas, por nuestra voluntad y por nuestra decisin subjetiva, a edificar solosla Iglesia invisible; si nos es anunciada por el ngel del Seor, si debe alumbrar en nosotros, estosignifica que nos basta nicamente con responder, como Mara, cuando recibamos laanunciacin: Hgase tu voluntad! (Lucas, I:38) [118].

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    La accin activa es, de esta forma, una accin de gracia, una accin de gracia delpensamiento de Dios que posee el ser, el movimiento, el poder y la gloria. Es decir, que nodebemos pensar por nosotros mismos [119], nos hace falta, al contrario, dejarnos pensar,instruir y fecundar por Dios: De esta sublime verdad se deduce una verdad no menos sublime, asaber, que no estamos en nuestra ley si pensamos por nosotros mismos, ya que para llenar elespritu de nuestra verdadera naturaleza slo debemos pensar a travs de Dios, sin lo cual ya nopodremos decir que somos el pensamiento del Dios de los seres, sino que nos declaramos el frutode nuestro pensamiento; nos anunciamos como si no tuviramos otra fuente que nosotrosmismos, y como si hubiramos sido nuestro propio principio, de modo que desfigurando nuestranaturaleza destruimos al nico del que la recibimos; lo cual es una ciega impiedad que quiereiluminar sobre el camino que han recorrido todas las prevaricaciones (El Hombre Nuevo, 3).

    a) La espera de la Gracia o la va del puro abandono.

    No estamos en nuestra ley si pensamos por nosotros mismos, este punto en el queinsiste Saint-Martin es extremadamente importante, puesto que aunque se pueda sentir lanecesidad del nacimiento en nosotros, no significa que pueda ocurrir el alumbramientosobrenatural del Santo Templo de manera natural slo por pensarlo, como consecuencia dereflexiones mentales o del esfuerzo personal; aqu querer no es poder, especialmente en lasregiones espirituales, y nada sera tan errneo como esperar un resultado de la voluntaddiscursiva y prolija, o considerar eficaces, edificantes y creadoras las consideraciones racionalesdel intelecto, por el inmenso ro de agua fangosa e infectada que nos constituye [120].

    Tratndose de la fundacin y el alumbramiento de la Iglesia interior, estamos aqu en elcampo de la gracia pura, y en este campo conviene, sobre todo, dejarse actuar, permanecer a laespera de la iniciativa de la Divinidad, esperar la gracia, o esperar a Dios [121] segn laexpresin de algunas personas espirituales [122]. Esta espera, siendo precisamente en lo queconsiste nuestra obra, es la parte de la labor que nos est reservada. De esta manera debemosaprender a practicar el santo abandono por el cual nos dejamos laborar interiormente por elobrero divino, hasta que, desde el mismo corazn del abismo del no conocimiento, desde lo msprofundo de la nada, del centro de esta verdadera nada, surja, cuando llegue el momento, ysolamente en ese momento, elegido no por nosotros sino por el Cielo, el edificio de luztransformadora [123]. Debemos convencernos de que intentar conquistar la trascendencia porlas habilidades humanas es apartarnos fatalmente de la gracia, puesto que la unin misteriosaes un don, no el fruto de vanos procedimientos. Es una iluminacin inmediata, directa ytrascendente. La orgullosa pretensin humana, por este mismo hecho, debe imperativamenterenunciar a sus artificios por los cuales intenta alanzar a Dios, si desea realmente probar losfrutos de la unin [124]: Es con la voz del Seor que [el alma] visitar los campos de la nada, delas tinieblas y de la mentira, y despus de destruir los falsos grmenes de la palabra, har revivirlos cnticos que deba cantar toda la creacin (El Hombre de Deseo, 82).

    Estamos pues, con lo que nos instruye Saint-Martin, en una autntica y muy concreta vadel abandono, en relacin vertical directa, sin ninguna especie de mediacin con lo Invisible[125]: estoy plenamente de acuerdo con usted sobre las disposiciones esenciales para avanzaren la va, y como dice usted muy bien, stas consisten en una aniquilacin profunda ante el Ser

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    de los seres, para quedarse slo con su voluntad, entregndose a l en un abandono sin lmites yuna confianza tambin sin lmites; aadir, suprimiendo en nosotros cualquier movimientobueno del hombre y reducindonos (permteme la comparacin) al estado de un can que estesperando que le prendan fuego a la mecha (Saint-Martin, carta a Kirchberger, 12 de julio de1792) [126].

    Adems, Saint-Martin afirma que este abandono, que consiste en la entrega plena delcorazn en manos de Dios esperando la accin divina para que venga a edificar su Templo, es lamarca efectiva, la seal fehaciente de la verdadera fe, pero de una fe que avanza en la noche[127], de una marcha oscura, puesto que el tiempo de espera, si para algunas almas elegidas(evidentemente no en funcin de sus mritos, puesto que cada criatura es una autntica nadaontolgica de depravacin, sino por razones sutiles que escapan a la razn humana), puede serbreve, incluso sbita e instantnea como una iluminacin fulminante, es, en cambio, para otrasalmas, en razn de las necesidades conocidas nicamente por lo Invisible, a veces relativamentelargo y puede extenderse durante muchos aos: es entonces cuando sentirs lo que es laverdadera fe, que no es otra cosa que ver a Dios como propietario de la casa que le concedes porel pacto que l y t hacis; por consiguiente debes dejarle plena y entera libertad de usar a suvoluntad todo lo que compone esta casa; por ltimo, que esta verdadera fe consiste en que nohaya un solo lugar de ti mismo que reservas y donde conservas la ms pequea propiedad, yaque el mismo Dios, su voluntad, su operacin, su espritu que deben ocupar y llenar todos esoslugares que te constituyen, ya no pueden ser tuyos, porque se han convertido en su propiedad[128]. De esta forma, nos demos cuenta de ello o no, por nuestra unin con el Divino Reparadorsomos puestos constantemente bajo la mirada silenciosa y atenta del Altsimo [129]. Y en elfondo de nosotros mismos, en el santo Abismo donde habita el Eterno, la gracia acta, obra sinruido, sin que lo sepamos, realiza su misin, ya que nuestro deseo de Dios ha desatascado lasvas del alma de deseo [130], sin que tan siquiera seamos conscientes de ello: sentira al mismotiempo todo el premio de esta revelacin del Reparador, es decir, de la obra que vino a realizarpara la liberacin de nuestra palabra, ya que solo es por esta revelacin del Reparador y por lasvirtudes de su obra por los que podemos esperar todos lograr nuestra revelacin particular, o elnacimiento del hombre nuevo... (El Hombre Nuevo, 21).

    Nicolas-Antoine Kirchberger, en una correspondencia ya citada y evocada, que seextendi durante varios aos con Saint-Martin, de 1792 a 1797, y en la cual fueron abordadaslas preguntas centrales que tocan la va espiritual que corresponde a cada uno resolver ydespus realizar en este mundo, resumi magnficamente la situacin del alma puesta bajo losefectos de la accin reparadora: no depende del querer ni del corazn de la criatura conocer lasprofundidades de la Divinidad. El alma ignora el centro de Dios y cmo la sustancia divina esalumbrada. La manera como Dios quiere revelarse al hombre depende de la voluntad divina; y siDios se manifiesta en qu medida el alma contribuye a ello? Slo tiene el deseo de serregenerada; dirige su atencin hacia Dios, en quien vive, y con quien la luz divina se vuelveresplandeciente, luz que cambia el primer principio severo, el origen del movimiento del alma enla alegra triunfante [131].

    No se trata, por lo tanto, de obstaculizar la accin divina por procedimientos materialesde los que se espera ingenuamente conseguir resultados, imaginndose ms sabio o ms eficaz

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    espiritualmente que el Espritu de Dios. La gracia ni es un encargo, ni una exigencia tampoco. Deningn modo puede ser encerrada en un sistema, sometida a procesos, sojuzgada a prcticas deninguna especie - incluidas las sacramentales - puesto que en ella todo es absolutamente contrarioa esta idea humana, tan alejada de su naturaleza, de que uno puede conseguir los dones delCielo por la voluntad, por mtodos, recursos, recetas o prcticas; ya no puede ser cuestin, eneste campo, de quedarse con una iniciacin por las formas (Retrato, 307).

    Es por ello que la infinita gracia concedida por Dios nos es completamente incompren-sible, nos supera y se mofa de las estratagemas de la naturaleza humana. Es un enigma y loseguir siendo por siempre, porque hace entrar al hombre en la intimidad del Dios infinito en elseno del cual todo es un don gratuito, pura caridad y Sabidura que nos cambia por completo.Hay, pues, un misterio profundo e inasequible en el don de la gracia, un don bajo la forma detesoro divino: Alma del hombre, no le corresponde en absoluto al hombre retratar las deliciasque te pueden abrazar cuando despus de establecer por la gracia superior una medida justa,fuerte, duradera y resistente a toda prueba en tu ser exterior, que es como la frontera delestado, sientas que descienden en ti las aguas divinas, esas delicias divinas, esas luces divinas,esas virtudes divinas que te dan a la vez la vida y el sentimiento de la vida que te aportan, y lasanta confianza de que ests participando de su inmortalidad (El Hombre Nuevo, 33).

    Adems, en esta gracia nadie puede pretender controlar la ley. Escapa a todos los intentosde dominacin y sometimiento. Es libre y se entrega, como Dios, cuando se une con el fondodel alma [132] en la caridad total; y es en este punto en el que insiste San Agustn: en el estadode la naturaleza cada e impura en la que est puesta la descendencia de Adn, no se puedeconseguir nada por mritos imaginarios. La situacin actual de la criatura es la de un cadver,est inmersa en una decadencia, en un estado de completa corrupcin [133], y es por ello que laprimaca de la caridad distingue enteramente el Evangelio de la antigua Ley.

    Saint-Martin, habiendo entendido que el estado terrible de descomposicin en el que seencuentra la criatura desde la Cada [134] insistir, en forma de oracin, sobre la necesidadimperativa para el hombre de liberar su voluntad personal a fin de que pueda ejercerplenamente la accin de la gracia divina, en un tono extremadamente desgarrador: quita mivoluntad, Seor, qutame mi voluntad; puesto que si en un solo instante puedo suspender mivoluntad ante ti, los torrentes de tu vida y de tu luz entrarn en m con mpetu, como si ya notuvieran obstculo alguno que les parara. Ven a ayudarme a romper mis funestas barreras queme separan de ti; rmate contra m, a fin de que en m nada resista a tu poder, y triunfes en msobre todos tus enemigos y todos los mos, triunfando sobre mi voluntad. Oh, principio eternode toda alegra y toda verdad, cundo estar renovado hasta el punto de no apercibirme a mmismo sino en el permanente amor de tu voluntad exclusiva y vivificante? Cundo las privacionesde todo tipo me parecern un beneficio y una ventaja, en el sentido de que me preservan detodas las esclavitudes y me dejan ms medios para unirme a la libertad de tu espritu y de tusabidura? (...). Apresrate, Dios de consuelo, Dios poderoso; apresrate para hacer descenderen mi corazn uno de esos puros movimientos divinos para establecer en m el reino de tueternidad, y para resistir constante y universalmente a todas las voluntades ajenas que vengan aunirse para combatir en mi alma, en mi espritu y en mi cuerpo. Es entonces, cuando meabandone a mi Dios en la dulce efusin de mi fe, que har pblicas sus maravillas. Los hombres

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    no somos dignos de tus maravillas, ni de contemplar la dulzura de tu sabidura y la profundidadde tus consejos. Pero, acaso soy digno yo mismo de pronunciar nombres tan bellos, vil insectocomo soy, cuando solo merezco las venganzas de la justicia y la ira? Seor, Seor, haz quedescanse en m la estrella de Jacob, y la santa luz se establecer en mi pensamiento como tuvoluntad pura en mi corazn! (Plegaria n 5).

    Y para aquellos que se imaginaban lejos de la meta, atormentados por el aspecto, a susojos inasequible, del encuentro de unin con la divinidad por la gracia a la que nos invita elFilsofo Desconocido, unin vital para el alma de deseo y de la que desarrolla las etapas, lasmodalidades y los frutos esenciales y espiritualmente fundamentales a travs de largosprogresos en sus distintas obras, los siguientes sabios consejos, prodigados por Saint-Martinprecisamente en respuesta a la inquietud de un hombre que se consideraba alejado y se juzgabaincapaz, segn l, de alcanzar las regiones superiores del Invisible, son para conservarpreciosamente: Sus disposiciones morales me parecen perfectamente buenas. Sin embargo, nose atormente usted si piensa que est alejado de la meta que he presentado en mis libros. Notengo miedo de mostrar esta meta en toda su extensin, hasta donde me lo permitan mismedios, porque s que los hombres me rebatirn siempre, bien por sus falsas instrucciones, bienpor su negligencia. Pero el hombre de verdad, humilde discpulo de Cristo, se conforma conimitar a su divino maestro en la prctica de todas las virtudes evanglicas y en la sumisin yresignacin en medio de las tribulaciones de esta vida; sobre todo, en la confianza y el amor deesta fuente divina de la que hemos cado y hacia la cual debemos volver a subir. Solo se ocupa deestar preparado, dejando a su soberano el cuidado de llamarlo cuando le plaza y para lo que leplazca. Para con este soberano, slo somos responsables de lo que nos encarga. Ahora bien,manda a todos la piedad, la fe, la caridad: he aqu a lo que estamos todos comprometidos. Sialgn da juzga necesario contar con nosotros entre sus servidores, estaremos obligados aconformarnos entonces con todo lo que exija de nosotros; hasta entonces, slo responderemosde los deberes generales que obligan a todos los hombres y en especial al hombre de deseo[135].

    Si hiciera falta una confirmacin de esta posible regeneracin realizada desde estemomento, no en un estado que suceder despus de la muerte, sino en cada hora de nuestravida presente, los escritos de Saint-Martin a Kirchberger son un testimonio elocuente: Seguid lacomparacin de San Pablo, 1 a los Corintios, cap 15, sobre la vegetacin espiritual y corporal, yveris claramente la verdad de esta palabra del Salvador: Nadie puede ver el reino de Dios a noser que nazca de nuevo. Ev. de Juan, III:3. Aadid slo que este renacimiento del que habla elSalvador puede hacerse en vida, donde San Pablo hablaba slo de la resurreccin final. En estaobra es en la que debemos trabajar todos, y es laboriosa. Tambin est llena de consuelos porlos auxilios que recibimos cuando nos decidimos valientemente a realizarla. Independientementedel gran jardinero que siembra en nosotros, hay otros que la riegan, que talan el rbol y facilitansu crecimiento, siempre bajo la atenta vigilancia de esta divina sabidura, la cual slo tiende aadornar sus jardines, como todos los dems labradores, pero que slo puede adornarlos connosotros porque somos sus bellas flores. Entiendo que es en la naturaleza de esos jardineros enla que se centra su pregunta y su duda de saberlos discernir; pero no olvidemos la dulce va delas progresiones. Empecemos por sacar provecho de los pequeos movimientos de virtud, de fe,de oraciones y de acciones que se nos dan; stos nos atraern otros que llevarn tambin su luz

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    consigo, y as sucesivamente hasta completar la medida especial de cada persona, y veremosque la nica razn por la que los hombres tienen obstculos e inquietudes es que se saltansiempre las pocas de su vegetacin; mientras que si se ocuparan muy prudente y decidida-mente de la poca y del grado en que se encuentran, el camino les parecera natural, fcil, yveran por s mismo nacer la repuesta a sus preguntas (Saint-Martin, carta a Kirchberger, 8 dejunio de 1792).

    b) El divino nacimiento obtenido nicamente por el efecto de la gracia.

    El nacimiento se realiza de manera comparable a la creacin de una realidad celeste, encuanto Dios emite el pensamiento: De esta sublime verdad que el hombre es un pensamientodel Dios de los seres, se deduce una amplia luz sobre nuestra ley y nuestro destino; a saber, quela causa final de nuestra existencia no puede estar concentrada en nosotros, sino que serelaciona con la fuente que nos engendra como pensamiento, que nos separa de ella para queobremos fuera aquello que su unidad indivisa no le permite realizar por s misma; pero, de lo quedebe ser el trmino y la finalidad, como todos estamos aqu abajo, el objetivo y el trmino denuestros pensamientos que alumbramos, los cuales son tanto rganos como instrumentos queempleamos para cooperar con la realizacin de nuestros planos cuyo objeto somos nosotrosperpetuamente; es por ello que este pensamiento del Dios de los seres, este nosotros, debe serla va por donde debe pasar la Divinidad por completo, igual que nos introducimos diariamenteen nuestros pensamientos para llevarlos a alcanzar la meta y el fin del que son la expresin y paraque lo que est vaco en nosotros quede lleno en nosotros, puesto que tal es el deseo secreto ygeneral del hombre y, por consiguiente, tal es el de la Divinidad de la que el hombre es laimagen (El Hombre Nuevo, 3).

    Los pensamientos de Dios son pensamientos creativos, pensamientos de alumbramiento,pensamientos fecundos, y esto sin olvidar que Dios piensa alumbrando su imagen, y que elreflejo, el receptculo de la imagen de Dios, es el hombre, un hombre que ve multiplicarse en llas santificaciones, las ordenaciones y las consagraciones cuando el pensamiento de Dios esplenamente recibido en su espritu: Esta operacin se realiza mediante leyes de multiplicacinespiritual por parte de la Divinidad en el hombre, cuando le abre su vida por completo: entoncesDios desarrolla en nosotros todos los productos espirituales y divinos en relacin con sus planes,como vemos que, por lo que est relacionado con los nuestros, llevamos constantementenuestras fuerzas y potencias en nuestro pensamiento ya producido para que pueda alcanzar superfecta realizacin. Pero con la diferencia de que los planes divinos que nos unen a la mismaunidad nos abren sus fuentes inagotables cuando quieren asociarnos a ellos; y como son vivospor s mismos, obran en nosotros una sucesin de actos vivos que son como multiplicaciones deluces, multiplicaciones de virtudes, multiplicaciones de alegra que van creciendo siempre; esms que una lluvia de oro que cae sobre nosotros; es ms que una lluvia de fuego, es una lluviade espritus, de todo rango y todas las propiedades; puesto que es una verdad ya conocida queDios nunca piensa sin alumbrar su imagen; ahora bien, slo hay un espritu que pueda ser laimagen de Dios; es por aqu como recibimos en nosotros las multiplicaciones de santificacin,multiplicaciones de ordenaciones, multiplicaciones de consagraciones, y podemos expandirlas anuestra vez, de manera activa, sobre los objetos que estn fuera de nosotros y sobre laspersonas que se nos acercan (El Hombre Nuevo, 3).

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    Cada ser, cada alma es revelada por la presencia de la imagen divina de la que esportadora, una imagen que manifiesta la unin del alma con Dios, pero no slo sta, sinotambin la accin de la gracia que nos convierte en hijos de Dios por el efecto de una adopcinsobrenatural [136], puesto que la accin de la gracia concede auxilios importantes al almapermitindonos eliminar todas las incertidumbres, puesto que estamos guiados por la voluntadde la Divinidad: Hombre que, como pensamiento del Dios de los seres, se ha observado hasta elpunto de que ha sometido sus propias facultades a la direccin y a la fuente de todos lospensamientos, ya no tiene dudas en su conducta temporal, si la debilidad lo sigue arrastrandotodava a situaciones ajenas a su verdadero objetivo debe esperar los auxilios ms eficaces, yaque, al tratar de seguirlo y alcanzarlo, sigue la voluntad Divina, la cual es la misma que loempuja e invita a que se dedique a ello con ardor (El Hombre Nuevo, 4). La anunciacin delngel, seguida por la concepcin del Espritu Santo, suceden cuando el hombre, que debe servirde rgano y de canal para toda la Divinidad, si quiere que su ngel disfrute de la paz y lasfelicidades Divinas, sabe que su vida no tiene sentido sino cuando la perspectiva de laregeneracin se convierte en su nico objetivo, su nica estrella de luz, a fin de que seantrazados en l los planos del templo: La sabidura no nos descubre este gran combate hastael ltimo momento, para que, estando preparados de antemano por las dulzuras que se nos hanprometido por el Dios benefactor, y por los medios que nos han ofrecido por el Dios que sufre,podamos lanzarnos valientemente al campo de batalla y congratularnos con la victoria; pues conesta victoria es con lo nico con que se trazan en nosotros los planos del templo y las diferentesmoradas que tiene, entre las que se encuentra una por donde el Santo de los Santos se comunicacon nosotros, como se comunicaba antao con el Sumo Sacerdote en el templo de Jerusaln; sloentonces es cuando se confirma en nosotros la anunciacin y la parte del ngel, y la concepcinpor la operacin del Espritu santo, de la que podemos esperar un feliz alumbramiento Divino sicumplimos con todas los requisitos de los que ya hemos hablado sobre este asunto, los cualesnos son impuestos a la vez por la sabidura y por la necesidad de nuestra propia regeneracin(El Hombre Nuevo, 7).

    III.- LA NATURALEZA CELESTIAL DE LA IGLESIA

    La Iglesia, desde el punto de vista sobrenatural, no es pues una institucin mundana ytemporal, un sistema religioso. Representa la unidad, la unin ntima de todos aquellos quehan establecido una unin directa con lo invisible, la comunin de aquellos que han realizado launin entre Dios y su alma, conforme a la peticin del Reparador: Qu todos sean uno. Comot, Padre, en m y yo en ti, que ellos tambin sean uno en nosotros, para que el mundo crea queT me has enviado (Juan, XVII:21). ste es adems el sentido de esta observacin de Saint-Martin, a veces incomprendida y de la que pocos perciben que se refiere a la vida de la familiadivina, e incluso toca directamente la pregunta de la asamblea celeste formada por los elegidosdel Eterno: La unidad no se encuentra en las asociaciones, sino que se encuentra nicamente ennuestra unin individual con Dios. Slo despus de que se haya realizado sta, es cuando nosencontramos como hermanos (los) unos en (los) otros (Retrato, 1137).

    La historia de la Iglesia visible, segn Saint-Martin, no es otra cosa que la historia, no de laInstitucin fundada en Pentecosts, sino de la corrupcin del hombre, que sabe que la Iglesia,

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    desde los primeros siglos, se convirti en un sistema que abandon lo que Dios habaestablecido por el hecho de que cuanto ms los hombres construan marcos estructuralescoercitivos para el espritu, ms se intentaba encerrar las verdades evanglicas en definicionesdogmticas, ms se corrompa la idea de lo que es la verdadera Iglesia, y finalmente se ibaperdiendo poco a poco, inexorablemente [137].

    Es por ello que la Iglesia real est en permanente alumbramiento, y su difcil condicin essubsistir milagrosamente en medio de la corrupcin y de las falsas representaciones de su ser,en virtud del Espritu de vida que la anima. Y este alumbramiento, que cuenta con un proceso degeneracin segn lo interno, que pasa por la unin del alma con Dios, es la iniciacin central ala que deben consagrarse enteramente las almas de deseo: () es por all, sobre todo, pordonde debe caminar la ley de nuestra iniciacin central divina, por la cual, presentndose aDios tan pura como sea posible, al alma que nos ha dado, que es su imagen, debemos atraer elmodelo a nosotros y formar de esa manera la ms sublime unin que jams haya podidohacer ninguna tergia, como tampoco ninguna ceremonia misteriosa que cargan las demsiniciaciones (Saint-Martin, carta a Kirchberger, 19 de junio de 1797).

    Saint-Martin se benefici del poderoso presentimiento visionario de lo que es la Iglesiaceleste: ver a la Iglesia de los santos formada por los hijos de la sapiencia. La ver fija einmutable en medio de sus innumerables revoluciones, lleg a decir, y esta dimensin celestepermite a la Iglesia del Cielo, contrariamente a la de la tierra [138], atravesar las incertidumbresde la Historia conservando intacta e inalterada su esencia. Se mantiene fija e inmutable, ahoraintacta en su naturaleza: Me dejar llevar sobre las alas del espritu, y me har recorrer todoslos senderos de la verdad; ver con qu sabidura Dios ha dispuesto los planos de los mundos, ycon qu inteligencia se ocupa del progreso de los seres. Es l quien alegra nuestra mirada con losfrutos de sus obras y con la magnificencia de sus obras. Es l quien coloca a los ngeles paravelar por los pueblos; y cuando se cumplen los tiempos de estos ngeles, los pueblos quevigilaban caen en la decadencia. Es l quien deja a veces a los pueblos enfrentados con el ngelde las tinieblas, y por eso mismo vuelca sus consejos para mantenerlos en el temor y la justicia.Los pueblos triunfan, los pueblos se vanaglorian, los pueblos sucumben; y es l el que los muevea su voluntad, porque todo en el universo est en sus manos, en un globo que gira en el sentidoque le place. Ver la iglesia de los santos formada por los hijos de la sapiencia. La ver fija einmutable en medio de sus innumerables revoluciones. Camina en medio de los pueblos, sigue elcurso de su ambiente. Sin embargo no conoce ni sus variaciones ni sus cadas. Viaja con ellos,pero sin coaccionar su libertad; es este don sagrado el que Dios haba concedido al hombre comoun poder posible, pero no como un poder determinado, porque slo debe existir el Poder de Dios.Este es el don sagrado del que el hombre ha extrado todos los males, cuando poda hacer queproduzca todos los frutos de la vida y de la luz! (El Hombre de Deseo, 236).

    El templo de Dios est formado por las almas en las que mora el Espritu de Dios (ICorintios III:16), lo cual demuestra que la Iglesia, en este mundo, pero no del mundo, esconcretamente el habitculo del Espritu de Dios. As que ya no sois extranjeros ni advene-dizos, sino conciudadanos de los santos y familiares de Dios, edificados sobre el fundamento delos apstoles y profetas, siendo piedra angular Cristo mismo, en quien toda edificacin bien

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    trabada se eleva hasta formar un templo santo en el Seor, en quien tambin vosotros estissiendo juntamente edificados, hasta ser morada de Dios en el Espritu (Efesios, II:19-22).

    No existe jefe en esta Iglesia, sino el Divino Reparador en el Cielo, quien es la Cabeza dela Iglesia o de la Asamblea, quien es su cuerpo: que despleg en Cristo, resucitndole de entrelos muertos y sentndole a su diestra en los cielos, por encima de todo Principado, Potestad,Virtud, Dominacin y de todo cuanto tiene nombre no slo en este mundo sino tambin en elvenidero. Bajo sus pies someti todas las cosas y le constituy Cabeza suprema de la iglesia, quees su Cuerpo, la plenitud del que lo llena todo en todo (Efesios I:20-23). El Cristo, desde el Cielodonde permanece, es la cabeza de la Iglesia: l es Imagen de Dios invisible, Primognito de todala creacin: porque en l fueron creadas todas las cosas, en los cielos y en la tierra, las visibles ylas invisibles, los Tronos, las Dominaciones, los Principados, las Potestades: todo fue creado porl y para l, l existe con anterioridad a todo, y todo tiene en l su consistencia. l es tambin laCabeza del Cuerpo, de la Iglesia: l es el Principio, el Primognito de entre los muertos, para quesea l el primero en todo, pues Dios tuvo a bien hacer residir en l toda la Plenitud, y reconciliarpor l y para l todas las cosas, pacificando, mediante la sangre de su cruz, lo que hay en latierra y en los cielos (Colosenses I:15-20).

    IV.- LA IGLESIA CELESTE: UN MISTERIO OCULTO EN LA ETERNIDAD

    En el Evangelio, el Divino Reparador revel su intencin de fundar una Asamblea, estaAsamblea o Iglesia no aparecer visiblemente hasta que Cristo resucitara de entre los muertosy fuera glorificado a la derecha de Dios. El Apstol Pablo subraya que la Iglesia no fue reveladaantes de los tiempos para las generaciones anteriores; la Iglesia estaba oculta en Dios: Aaquel que puede consolidaros conforme al Evangelio mo y la predicacin de Jesucristo:revelacin de un Misterio mantenido en secreto durante siglos eternos, pero manifestado alpresente, por las Escrituras que lo predicen, por disposicin del Dios eterno, dado a conocer atodos los gentiles para obediencia de la fe, a Dios, el nico sabio, por Jesucristo, a l la gloriapor los siglos de los siglos! Amn (Romanos XVI:25-27). La Iglesia oculta en Dios, es tambindesignada como un misterio oculto en toda la eternidad: si es que conocis la misin de lagracia que Dios me concedi en orden a vosotros: cmo me fue comunicado por una revelacinel conocimiento del Misterio, tal como brevemente acabo de exponeros. Segn esto, leyndolopodis entender mi conocimiento del Misterio de Cristo; Misterio que en generaciones pasadasno fue dado a conocer a los hombres, como ha sido ahora revelado a sus santos apstoles yprofetas por el Espritu: que los gentiles sois coherederos, miembros del mismo Cuerpo ypartcipes de la misma Promesa en Cristo Jess por medio del Evangelio, del cual he llegado a serministro, conforme al don de la gracia de Dios a m concedida por la fuerza de su poder. A m, elmenor de todos los santos, me fue concedida esta gracia: la de anunciar a los gentiles lainescrutable riqueza de Cristo, y esclarecer cmo se ha dispensado el Misterio escondido desdesiglos en Dios, Creador de todas las cosas, para que la multiforme sabidura de Dios sea ahoramanifestada a los Principados y a las Potestades en los cielos, mediante la Iglesia, conforme alprevio designio eterno que realiz en Cristo Jess, Seor nuestro, quien, mediante la fe en l, nosda valor para llegarnos confiadamente a Dios (Efesios, III:3-12).

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    Despus de estar oculto desde el comienzo de las generaciones, el misterio oculto desdesiempre y a todas las generaciones es ahora desvelado a sus santos. Sale a la luz pues y esproclamado, viendo acercarse a l a muchas almas [139]: Ahora me alegro por los padecimientosque soporto por vosotros, y completo en mi carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo, enfavor de su Cuerpo, que es la Iglesia, de la cual he llegado a ser ministro, conforme a la misinque Dios me concedi en orden a vosotros para dar cumplimiento a la Palabra de Dios, alMisterio escondido desde siglos y generaciones, y manifestado ahora a sus santos, a quienesDios quiso dar a conocer cul es la riqueza de la gloria de este misterio entre los gentiles, que esCristo entre vosotros, la esperanza de la gloria (Colosenses I:24-27).

    Pero, del mismo modo que la misin confiada a los discpulos de los primeros siglos fueanunciar la Iglesia, revelar el misterio que estaba oculto en Dios, disimulado desde el comienzode las generaciones, ahora se trata, para el hombre nuevo, desde una perspectiva hechainterna, nicamente interior y especial, de descender en su interior y expandir la verdad de laAsamblea e irradiar esta realidad: Este es el momento en que el hombre nuevo, igual que losdiscpulos del Reparador, va a ir a predicar a los pueblos y ciudades de Israel qu es el hombre.ste es el momento en que, en nombre del espritu, podr seguir la huella de los doce discpulos,desarrollando en s los dones que destacaron en los doce enviados por el Reparador. Ofrecer ens mismo un reflejo de esta decisin, en razn del poder secreto y de la operacin continua,aunque invisible, de una antigua ley que estableci primitivamente doce canales para comunicarla luz, el orden y la medida entre las naciones; esta ley a la que fueron fieles todos losdispensadores de las leyes divinas, y que fue observada en todos los tiempos, incluso por lossimples sectarios de las ciencias elementales que han consagrado doce signos en las regiones delfirmamento material. () El Espritu que enva as al hombre nuevo en su propia tierra le avisarque le enva como un cordero en medio de lobos, y le recomendar que sea prudente como laserpiente, y cndido como la paloma. Le avisar de todas las resistencias que encontrar porparte de los hombres, es decir, de las naciones impas e incrdulas que habitan en el reino deeste hombre nuevo (El Hombre Nuevo, 40).

    a) El corazn del hombre es la piedra angular de la Iglesia interior.

    Histricamente se nos presenta la Asamblea en los Hechos de los Apstoles, despus enlas Epstolas de Pablo. Pero ste se dirige a la Asamblea en siete lugares distintos, a saber:Romanos, Corintios, Glatas, Efesios, Filipenses, Colosenses y Tesalonicenses; por ltimo en elLibro del Apocalipsis, siete asambleas distintas son evocadas, que no corresponden a unaorganizacin humana sino a una institucin divina que forman el conjunto de las siete como unnico candelabro para el Altsimo. Estas siete asambleas representan igualmente las sietefuentes activas de vida, las siete potencias sacramentales [140] sobre las cuales es edificado eledificio sacerdotal en el hombre, y que dan testimonio de la sabidura de Dios [141]. Son lassiete columnas producidas por la piedra angular donde se establece la Iglesia interior: la raznpor la que el hombre nuevo, al unirse con la fuente de vida, es depositario de tesoros tangrandes y pueda manifestar en s mismo tan grandes y saludables multiplicaciones es que estafuente de vida le hace descubrir, en el fondo de su ser, siete fuentes activas que, al poner encomn sus diversas fuerzas, desarrollan unas con otras sus propiedades particulares de unamanera que ya no se puede interrumpir, y que hace que estas fuentes sean inagotables, ya que

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    es la fuente de la vida la que las anima y las mantiene. Son como tantas bases sacramentalesque llevamos todos con nosotros, y sobre las que debe construirse el edificio sacerdotal al que elhombre estuvo destinado por su naturaleza primera, segn los planes de su origen. stas son lassiete columnas levantadas por esta piedra innata en nosotros, y sobre la cual el Reparador dijoque quera construir su Iglesia (El Hombre Nuevo, 46).

    Es pues en el corazn del hombre donde debe existir y vivir en adelante la Asamblea deDios, una Asamblea que no se corresponde con ninguna organizacin humana, ni con ningnsistema religioso procedente de sistemas religiosos de las instituciones formadas y moldeadaspor los hombres desde el advenimiento del cristianismo. Es una Iglesia edificada por el Espritu,que tiene por nico Soberano al divino Reparador, una Iglesia constituida para adorar al Eternoy estar en comunin con l; y esta secreta Asamblea de Dios, esta Iglesia interior permanece enel corazn del hombre de deseo: El mundo no la conoce (Juan XIV:17). Saint-Martin declaraMi reino no es de este mundo. Esta verdad evanglica, a mi parecer no se refiere slo a lasnicas codicias humanas, por las que me he preocupado ms bien poco, sino tambin a lascodicias espirituales inferiores donde he visto a gente precipitarse como si fuera un torrente yestaban muy por debajo del puesto que me atraa. Incluso me atrevo a creer que este puesto erael verdadero significado del pasaje evanglico arriba citado, ya que veo sin cesar que San Pablo ytodos los profetas no le dan otra explicacin. Cmo hubiera podido pararme en todas lasrevoluciones espirituales que he visto pasar en mis tiempos, que me hablaban, como todo serespiritual, de aquel cuyo reino no es de este mundo, pero no me llevaban a este reino, y tambinefectivamente se contentaban casi siempre con su representacin; diciendo que este reino no erade este mundo, se establecan en este mundo por todas las especulaciones estrechas, por susfenmenos inferiores, plegando sin cesar el espritu de las Escrituras sobre los eventostemporales, mientras que l [el reino], como los cedros del Lbano, solo tiende a levantar lacabeza hasta el cielo de los cielos (Retrato, 29, Mi reino no es de este mundo).

    De esta manera, esta Iglesia interior no tiene a ningn Pontfice, a ningn SumoSacerdote nombrado por una asociacin religiosa mundana, a ningn Soberano humano. Sunico Maestro est en el Cielo. Es l quien ha depositado en el alma la piedra angular esencialsobre la que estn construidas todas las diferentes partes invisibles del Templo de Dios, Templodonde es honrado el santo Nombre del Eterno: no busquemos otro jefe. Acaso no fue l quienllam al alma del hombre y le dijo: sobre esta piedra construir mi iglesia? Sin embargo, nuestraalma abraza y penetra todo nuestro ser, como el Espritu del Seor abraza y penetra todo eluniverso; as cada porcin de nosotros, cada una de nuestras facultades, cada uno de nuestrospensamientos, cada uno de nuestros movimientos puede pues transformarse en tantas iglesiasdonde el Nombre del Seor sea perpetuamente honrado; es por ello que el nombre del Seorser alabado de Oriente a Occidente, de Norte a Sur, y en toda la superficie de la tierra (ElHombre Nuevo, 12).

    b) Las cuatro operaciones fundadoras del Templo interior.

    La alabanza al Nombre del Seor en las distintas iglesias procedentes de la nica Iglesiainterior, es una funcin sagrada reservada al ministerio del alma que debe santificar las cuatroregiones del Templo interior y forma parte del sacerdocio mstico [142]. Pero en lo que hay que

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    insistir en este momento, y en lo que insiste mucho Saint-Martin, es en que nuestro nacimientoprocede de la Divinidad y la forma de nuestra Iglesia del espritu. Estos alumbramientos noestn exentos de inevitables sufrimientos, pero conducen a alegras superiores absolutamenteincomparables, ya que conducen al Centro nico y universal: Pero, digmoslo una vez ms, esen las ms huecas profundidades del alma humana donde el arquitecto debe venir a colocar loscimientos de la Iglesia; y es necesario que lo cimente con la carne, la sangre y la vida de nuestroverbo y de todo nuestro ser. He aqu el trabajo ms duro de la regeneracin; es el que se llevasobre esta ntima sustancia de nosotros mismos. En medio de los suplicios que nuestro cuerpopuede sufrir, en nuestra alma podemos sufrir suplicios ms grandes an. Porque si estuvisemosdecididos a hacer que penetrase nuestro espritu vivo en todas las subdivisiones y zonas denuestro ser, para llevarles la vida y el renacimiento, no tendramos en cuenta para nada losmales ordinarios a los que nos exponen nuestra naturaleza y nuestra vida temporal y no habraya ningn dolor que pudiese compararse con el nuestro; pero, al mismo tiempo dnde estaranlas alegras que podran finalmente compararse con las nuestras? Conoceramos con ello, enpoco tiempo, toda nuestra historia. Nos enteraramos de que nacemos en la Divinidad, quetomamos forma en el espritu, que rectificamos la apariencia y que separamos la iniquidad yestas cuatro grandes operaciones se realizan por la impresin de la fuerza, del amor y de lasantidad sobre nuestro cuerpo, nuestro corazn y nuestra frente, todo ello bajo el aspecto delgran nombre central que planea por encima de nosotros, para vivificarnos, como vivifica a todoslos seres cuyo centro nico y universal es l por siempre (El Hombre Nuevo, 12).

    V.- LA IGLESIA SEGN EL ESPRITU

    El alma regenerada, resucitada por el Nombre Sagrado en el seno de la que la Iglesiainvisible ha sido edificada, va a establecer su morada permanente en el Este Divino, es decir, elcorazn del templo, lugar reservado para la estancia de la Santa Presencia: Cul es este almaque parece tan contenta y llena de alegra? Es un alma que Dios acaba de visitar y a la queacaba de dejar las pruebas preciosas de su amor y de su riqueza. Ves cmo rebosa de delicias yabundancia? Es porque se ha mantenido con ella fiel a la promesa que ha hecho de atender aquienes lo invocasen. Adems, despus de recibir estas riquezas, el alma va a imponer la justiciaentre sus prevaricadores, va a restablecer el orden y la medida sobre la tierra, va a afiliarse atodas las sociedades espirituales que la reconozcan como uno de sus miembros, va a morar parasiempre en el Este Divino, su primera patria, porque el Seor ha pronunciado sobre ella lapalabra creadora que ha desarrollado a la vez todas las propiedades, todos los dones, todos losatributos de los que ella es el ensamblaje y el agente. Ha pasado por encima de ella su ojovivificante y ella se ha visto regenerada en todo su ser, lo mismo que toda la naturaleza seregenera ante las miradas vivificantes del sol (El Hombre Nuevo, 14). Este alma, que ha sidovisitada por Dios, puede entonces decir con alegra: Dios vive en m, Dios va a vivir en mipenitencia, Dios va a vivir en mi humildad, va a vivir en mi valor, va a vivir en mi caridad, va avivir en mi inteligencia, va a vivir en mi amor, va a vivir en todas mis virtudes, porque haprometido que sera uno con nosotros tantas veces como lo invoquemos en el nombre del que lnos ha enviado para que nos sirva de seal y testimonio entre l y nosotros. Esta seal o estetestimonio es eterno como el que nos lo ha enviado. Asimilmonos a esta seal y a este testimonioy participaremos de su divina y santa seguridad y estaremos como l tan llenos de vida que

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    quedarn lejos de nosotros la segunda y la primera muerte y nos sern completamente ajenas(El Hombre Nuevo, 14).

    Conviene pues nicamente, para que pueda vivir e irradiar la Iglesia interior en nuestrointerior, desobstruir las vas del espritu para dejar completamente sitio a su accin, permitir alpoder del Verbo cumplir con su obra y expandir su luz benfica: Es el interior o el centro el quees el principio de todo (). Si nuestro corazn est en Dios, si es divinizado realmente por elamor, la fe y el ardor de la oracin, ninguna ilusin nos sorprender. Si Dios est con nosotros,quin estar en contra de nosotros? () ya no hay iniciacin sino la de Dios y de su Verboeterno que est en nosotros, y que debe manifestarlo todo en nosotros y por nosotros, segn suvoluntad (Saint-Martin, Carta a Kirchberger, 6 de marzo de 1793).

    a) Dejar sitio al Espritu para iluminar el corazn del hombre

    De esta forma se impone como nica regla central para esta Iglesia situada en el corazndel hombre esta expresin tan estrechamente ligada a la va propuesta por el FilsofoDesconocido: dejad sitio al Espritu.

    Dejar sitio al Espritu para permitirle que ilumine las profundidades del hombre, iluminarsu edificio, expandir las santas bendiciones en el Templo interior para que, apoyndose en lassiete columnas religadas con el Cielo, est capacitado para hacer circular en nosotros toda lasavia espiritual trascendente, y nutrir el conjunto de nuestros altares particulares sobre los quebrillan las leyes de la Divinidad: Dejad sitio al Espritu. Mira cmo se apresura por pasar entrela multitud; es que tiene que realizar una obra tan importante, y tiene tanto esmero en noperder ni un solo instante. Adems, tiene una distancia tan grande por recorrer que teme nollegar hasta el final antes de que el tiempo que le es dado para esta obra expire. Debe ir al lugarde su morada hasta en las profundidades del hombre. Slo acude a este lugar para depositar lapalabra santa, desde donde el hombre ver crecer en l a la vez las siete virtudes, que sern lassiete columnas de este edificio fundado sobre una roca viva, y que debe convertirse en la Iglesiaeterna de nuestro Dios. Cmo podra derribarse esta Iglesia? Sus siete columnas descansan enla santidad, y se elevan hasta en la morada del Altsimo; all, sacan continuamente la saviadivina, la vuelven a traer hasta los santos cimientos del templo. Cmo esta Iglesia podra serderrumbada? Sus siete columnas estn ntimamente ligadas a la base y a su cumbre, todo a lavez. La base, las columnas, la cumbre del edificio, todo es uno: es imposible que se mueva todo elconjunto y que alguna fuerza pueda separar jams la mnima parte (El Hombre Nuevo, 19).

    El Espritu trae las palabras vivas, generando la vida que dar una duracin eterna alTemplo, lo cual significa claramente que la construccin no est sometida a una limitacintemporal, aunque las esencias que definen la arquitectura interior y la simiente reproductora[143] estn colocadas sobre una base humana, pero religadas a la Divinidad, haciendo casiimperceptible el crculo del tiempo: Dejad sitio al Espritu; viene a traer a la base del templotodos los medios para elevar su edificio, y mantenerlo intacto a pesar de los celos de losSamaritanos, har que el templo se atraiga el respeto y la admiracin de todos los pueblos.Cmo esta admiracin podra ocurrir, cmo este edificio podra ser tan majestuoso, si el mismoeterno arquitecto no hubiese proporcionado los planos y trazado las distintas partes, y si no lo

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    engendrara continuamente desde su propia fuente? Es por ello que su espritu viene a aportarhasta nuestro centro ms interior las palabras vivas que se activan mutuamente por sus diversaspotencias y propiedades, y hacen salir de s mismas esta luz, y esta vida que aseguran una eternaduracin a este Templo que han construido con sus propias manos (El Hombre Nuevo, 19).

    b) La consagracin del Templo.

    De esta manera, cuando el plan ha sido trazado y las proporciones definidas, hay quepasar de la arquitectura a la consagracin del templo, meditando estas palabras divinas: Soy elhijo del Seor, palabras restauradoras de los tres dones santos primitivos: la consagracin delcuerpo, la distribucin de lo incorporal y la exclamacin, pero que igualmente darn acceso alcuarto don: la superioridad, una superioridad que toca al eminente valor del templo interior conrespecto a todos los edificios visibles construidos por las instituciones religiosas; todo ellodesarrollndose en el silencio y el retiro [144].

    Decid dentro de vosotros mismos: soy el hijo del Seor. Decidlo hasta que esta palabrasalga del fondo de vuestro ser: y sentiris las tinieblas desvanecerse a vuestro alrededor. Nopreguntis cuales eran esos inmensos poderes de los que todas las tradiciones anuncian que elhombre es depositario: haba nacido para manifestar el nombre del Seor, porque era el hijo delSeor. Por qu ha perdido este sublime puesto? Es porque no ha dicho en su corazn: soy el hijodel Seor. Es porque ha dejado de fijar esta fuente de movimiento. Scate las lgrimas,desgraciado mortal, elimina tus temores. Un hombre ha venido desde arriba; ha venido a decirpor ti: soy el hijo del Seor. Por esta palabra sus adversarios fueron vencidos, tembl el abismo,el Oriente terrestre retom su lugar para servir de escalera y gua a la posteridad humana.Repite esta palabra con l, repite tras l; pero reptela sin parar, porque es posible que se tepresente sin parar nuevas enfermedades que curar y nuevos peligros que repeler. No tenas tresdones primitivos: la conservacin de lo corporal, la distribucin de lo incorporal y la exclama-cin? Aquel que dijo por ti: soy el hijo del Seor, ha venido a traerte los tres para llevarte alcuarto, que es la superioridad. Cundo me ser permitido pararme? La menor de mis negligenciasno debe ser contada como un homicidio? No es en vano que me es dado decir hoy, todavamejor que en el origen: soy el hijo del Seor. Y no estar en absoluto preparado si en cadainstante de mi existencia no estoy ocupado en meditar y pronunciar esta sublime palabra (ElHombre de Deseo, 233).

    c) La recepcin al rango sacerdotal.

    La palabra sagrada proferida, la palabra sublime reveladora de nuestra verdaderanaturaleza, de nuestro estado divino, habiendo sido pronunciada ya en el templo por Aquel quevino de lo alto a decir en nuestro lugar la palabra determinante, es desde entonces cuando elReparador va a concedernos un rango entre sus sacerdotes y va a declararnos solemnementede la raza sacerdotal. Pero, qu nos quedar por hacer despus, despus de beneficiarnos,en la noche del espritu, mientras el Templo es edificado y consagrado, y eso a pesar de nuestrainmensa miseria y terrible indignidad, de estas recepciones que nos instituyen comosacerdotes de la raza sacerdotal?

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    Pues bien, Saint-Martin nos lo explica claramente, y nos indica bajo la forma de precepto:Revstete con el efod [tnica sacerdotal hebrea] y la tiara. Comparece ante la Asamblea lleno dela majestad del Seor (El Hombre de Deseo, 245). Revestirse con el efod y la tiara, he aqualgo completamente impresionante, pero qu representan exactamente esos adornos? Qusignifica esta sorprendente recomendacin que nos hace el Filsofo Desconocido?

    Este precepto consiste simplemente, en el seno de nuestro Templo particular, enenvolvernos con la tnica de los sacerdotes del Templo de Jerusaln, porque el efod es lavestimenta que adorna el pecho del Sumo Sacerdote: piedras de nice y piedras de engastepara el efod y el pectoral (xodo XXV:7); Hars las vestiduras siguientes: un pectoral, unefod, un manto, una tnica bordada, una tiara y una faja. Harn, pues, a tu hermano Aarn y asus hijos, vestiduras sagradas para que ejerzan mi sacerdocio (xodo XXVIII:4); Bordarn elefod de oro, prpura violeta y escarlata, carmes y lino fino torzal (xodo, XXVIII:6). Igual que alponerse la tiara, o sea, lo que lleva el Soberano Sacrificador, la tiara tena la caracterstica deuna lmina de oro atada por un cordn delante, y en ella estaban grabadas las palabras:Santidad al Eterno. Hars, adems, una lmina de oro puro y en ella grabars como segraban los sellos: Consagrado a Yahveh. La sujetars con un cordn de prpura violeta, demodo que est fija sobre la tiara; estar en la parte delantera de la tiara. Quedar sobre lafrente de Aarn; pues Aarn cargar con las faltas cometidas por los israelitas en las cosassagradas; es decir, al ofrecer toda clase de santas ofrendas. La tendr siempre sobre su frente,para que hallen favor delante de Yahveh. Tejers la tnica con lino fino; hars tambin la tiarade lino fino, y la faja con brocado (xodo, XXVIII:36-39).

    He aqu lo que escribe Saint-Martin al respecto: Qu se dilate tu corazn! Buscas a Dios,l te busca todava ms, y siempre fue el primero en buscarte. Rzale. Ten fe en el xito de tuoracin. Aunque fueras dbil para orar malamente, acaso no tendras al amor rogando por ti?Se te darn a conocer todos los beneficios del amor. El hombre ingrato los olvida; el hombredecepcionado los desdea; pasan de largo y los dejan tras de s. T has recibido un rayo de estefuego que se va a expandir y te traer nuevos rasgos de este amor y un nuevo calor cuatro odiez veces ms activo. Hombre, levntate. Te llama, te otorga rango entre sus sacerdotes; tedeclara de la raza sacerdotal. Revstete con el efod y la tiara. Comparece ante la Asamblea, llenode la majestad del Seor. Se enterarn todos que eres el ministro de su santidad, y que lavoluntad del Seor es que su santidad recobre la plenitud de su dominio. Toca todos losinstrumentos de msica; estn preparados para devolverte los sonidos. A todo lo que te acerquesen la naturaleza se animar en tu mano y manifestar la gloria del seor. Son las lgrimas lasque les devolvern las palabras. Has usurpado su poder y lo has ocultado en ti como un bienrobado. Hace falta que salga de ti por la va del dolor, ya que ha entrado por la va de lainjusticia. El universo por completo reclama ante ti su deuda, no te demores ms tiempo endevolverle su retribucin. Ahoga a todos los prevaricadores en el diluvio de las lgrimas; slosobre este mar es donde hoy puede navegar el Arca Santa. Slo por esta senda es donde seconservar la familia del justo, y que la ley de la verdad vendr a reanimar toda la tierra (ElHombre de Deseo, 245).

    Queda por saber qu hacer con este sacerdocio, conocer los principios, instruirse de laprctica del culto divino del que es detentor, estar capacitado para comprender los misterios,

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    instruirse de la forma como se puede ejercer este ministerio provisto de la majestad del Seor,de modo que se realicen los ritos de este sacerdocio segn lo interno, con la evidencia de unanaturaleza tan diferente, tan alejada y radicalmente diferente de la que el conjunto de lasinstituciones religiosas profesan en el cristianismo - todas las denominaciones eclesiales -,iglesias, capillas o sistemas constituidos y organizados que poseen unas clases sacerdotalesostensibles confundidas. Y este conocimiento representa precisamente la ciencia espiritualverdadera de la Iglesia interior a fin de que se desarrolle sobre el altar situado en el Santuariodel corazn la divina liturgia en espritu y en verdad, sabiendo segn la indicacin evanglica:Pero llega la hora (ya estamos en ella) en que los adoradores verdaderos adorarn al Padre enespritu y en verdad, porque as quiere el Padre que sean los que le adoren (Juan IV:23).

    N O T A S

    [112]. La iglesia, como dir Bossuet en una frmula mgica, no es otra cosa que Jesucristo expandido ycomunicado (Bossuet, carta IV. Sobre el misterio de la unidad de la Iglesia y las maravillas queencierra; in O.C., t. XI, 1836). San Agustn resumi previamente esta idea tan importante de la unidadentre Cristo y la Iglesia: la Iglesia al completo, difundida por todas partes, es el cuerpo del que Cristo esla cabeza: los fieles son no slo los vivos ahora, sino tambin los que estuvieron antes que nosotros y losque vendrn despus hasta el final del mundo, los que forman juntos su cuerpo. l es la cabeza, aquelque subi al cielo (Ref Enorr. in P LXII; n 2).

    Tocando un sublime misterio, la Iglesia es Cristo, no por la imagen, sino por la naturaleza comn, poridentidad del ser cuya propiedad es la atribucin, en buena lgica metafsica escolstica: el seratribuido segn la sustancia significa lo que es (Sto. Toms, De Potentia, q. 7a. 5 arg). Ahora bien, laesencia divina, por el mismo hecho de que se identifica con la actualidad desplegndose en su existenciapara la Iglesia como Cuerpo mstico de Cristo, es el Ser mismo subsistiendo y se ofrece a nosotros y nosproporciona la razn de su infinidad perfeccionndose (Ref. 24 tesis tomistas, tesis XXIII, 1971). SanIreneo (siglo II), obispo de Lyon, tendr esas sobrecogedoras palabras: All donde est la Iglesia, allest el Espritu de Dios; y donde est el espritu de Dios, all est la Iglesia y toda la gracia (Adversushaereses, libro III, cap. 24, n I). Adems, he aqu lo que Cathrine de Sienne (1347-1380), en una carta albienaventurado Raymond de Capoue (+ 1399), escrita el 16 de febrero de 1380, pocos das antes demorir, peda a Dios en una bella oracin: Oh Dios eterno, recibe el sacrificio de mi vida por el cuerpomstico de la santa Iglesia. Slo puedo darte lo que T mismo me diste. Toma mi corazn y exprmelosobre la cara de la Esposa. R.P. Humbert Clrissac, o.p. (1864-1915), en El Misterio de la Iglesia (1918),obra que esclarece con una extraordinaria profundidad la naturaleza misteriosa y mstica de la Iglesia,explica que: la vida de la Iglesia es la misma vida de Cristo; la vida del alma es la gracia santificante. Elavituallamiento de esas dos ciudades se hace desde dentro y desde arriba. Vayamos pues a la Iglesia porrazones eternas y divinas. Conozcamos y amemos la Iglesia en la idea en que Dios mismo la quiso, Dios laconoce, Dios la ama. Esa idea slo pertenece a Dios; no es una deduccin de nuestra razn, ni unpostulado de nuestra naturaleza; es sobrenatural. Y aunque podamos probar su belleza y riqueza, no lapenetraremos hasta el fondo, porque encierra un misterio. No hay que buscar nada menos en el misteriode la Iglesia. Es un misterio ejemplar y tipo; es un misterio operante. La idea en la que Dios ve y ama laIglesia, es su Hijo - In Ipso benedicentur omnes gentes [En l sern bendecidas todas las naciones]. Estabendicin va ms all de Abraham y Adn. La mirada eterna que fija la compasin del padre en el Hijo veen l al jefe de un inmenso cuerpo y descansa tambin en la Iglesia que es ese cuerpo. Este lugar, laIglesia, lo tiene en el pensamiento divino, primero porque participa ms ntima y ampliamente con la

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    Creacin natural, a la perfeccin del Hijo en quien Dios se contempla. El Hijo es el pensamiento y larazn viviente de Dios, donde resplandece no precisamente la multitud dispersa de los ejemplares deseres, sino su orden, es decir, sus perfecciones y sus fines, todos armonizados segn un deseo nico: InIpso constant. Y qu es lo que representa ms que la Iglesia la perfeccin de este orden? El Hijo respirael amor que hace la unidad de las divinas Personas, VERBUM SPIRANS AMOREM [el verbo de dondeprocede el Amor]: y qu es lo que ms representa amor y ms unidad que la Iglesia? Se arraiga pues,por as decirlo, en las grandes profundidades del ser divino. Antes de nacer del costado perforado delSeor en la Cruz, estaba eternamente concebida en el Verbo. El mismo inters de la Revelacin que Diosquera hacernos de Su Verdad por su Verbo llamaba a la Iglesia y la pona en primera lnea en el plandivino. Todo el misterio de la Iglesia gime en la ecuacin y convertibilidad de estos dos trminos: el Cristoy la Iglesia. Este principio esclarece todos los axiomas teolgicos relacionados con la Iglesia. Por ejemplo:fuera de la Iglesia, no hay salvacin - realmente no significa otra cosa que fuera de Cristo, no haysalvacin. (..). La Iglesia es Jesucristo, pero Jesucristo expandido y comunicado. He aqu la unidad viva eintangible del Cuerpo mstico de Cristo. He aqu la importancia capital de la Iglesia: ma jus omnibus. Estunida con el Hijo con el mismo lazo que une al Hijo con el Padre, est tanto en la mano del Padre comoen la mano del Hijo, su esposo. He aqu el misterio de Cristo en la iglesia y de la Iglesia en Cristo (R.P.Humbert Clrissac, El Misterio de la Iglesia, editorial Georges Crs, 1918, p 15).

    [113]. Santo Toms de Aquino escribi: Toda la Iglesia es un nico cuerpo mstico... y Cristo es laCabeza. Ahora bien, en la cabeza podemos considerar tres cosas: el lugar que ocupa, su perfeccin y suinfluencia; su lugar: es la parte ms eminente del hombre...; su perfeccin: encierra todos los sentidosinternos y externos...; su influencia: de ella proceden la fuerza y el movimiento de los dems miembros yel gobierno de su actividad. Esta triple preeminencia pertenece a Cristo de manera espiritual. Primero,por su cercana a Dios, recibi una gracia que prima sobre la de cualquier otra criatura... puesto quetodas las dems han recibido el don de la gracia como consecuencia de la gracia de Cristo, segn elApstol a los Romanos (VIII:29). A aquellos que conoci previamente, Dios les ha predestinado a serconformes con la imagen de su Hijo, para que sea el primer nacido entre muchos hermanos. En segundolugar, Cristo es superior en perfeccin, porque posee la plenitud de todas las gracias segn lo que dicesan Juan (Jn I:14): lleno de gracia y de verdad. En tercer lugar, tiene el poder de influir y producir lagracia en todos los miembros de la Iglesia, segn esta palabra de San Juan (Jn I:16): Todos hemosrecibido de su plenitud. Por lo tanto, es con razn que Cristo es llamado la Cabeza de la Iglesia (Sommethologique, III, q.8.a.1).

    [114]. Un da, los Fariseos le preguntaron cundo llegara el reino de Dios. Jess les respondi: El reinode Dios viene sin dejarse sentir. Y no dirn: vedlo aqu o all, porque el Reino de Dios ya est entrevosotros (Lucas, XVII:20-21).

    [115]. K. Von Eckarthausen, La Nube sobre el Santuario o algo de lo que duda la Filosofa orgullosa denuestro siglo, 1802.

    [116]. Nadie mejor que Eckartshausen pudo describir la verdadera naturaleza de la Iglesia celeste quedenomina la iglesia interior, compuesta por los elegidos del Seor, que naci inmediatamente tras laCada y es depositaria de los misterios de la Revelacin, celebrados en espritu y en verdad: Esnecesario, queridos hermanos mos en el Seor, daros una idea pura de la Iglesia interior, de estaComunidad luminosa de Dios que est dispersa en el mundo; pero que es gobernada por una verdad y

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    est unida por un espritu. Esta comunidad de la luz existe desde el primer da de la creacin del mundo ydurar hasta el ltimo da de los tiempos. Es la sociedad de los elegidos que conocen la luz en lastinieblas, y la separan de lo que tiene en propiedad. Esta comunidad de la luz posee una Escuela en laque el mismo Espritu de Sabidura instruye a aquellos que tienen sed de luz; y todos los misterios de Diosy de la naturaleza estn conservados en esta escuela por los hijos de la luz. El perfecto conocimiento deDios, de la naturaleza y de la humanidad son los objetos de las enseanzas de esta escuela. Es de ella dedonde proceden todas las verdades en el mundo; ha sido la escuela de los profetas y de todos aquellosque buscan la sabidura; y slo en esta comunidad se encuentran la verdad y la explicacin de losmisterios. Es la comunidad ms interior y posee miembros de diversos mundos; stas son las ideas que sedeben tener de ella. Desde siempre, lo exterior tena por base un interior del que el exterior slo era laexpresin y el plan. As es como, desde siempre, ha habido una asamblea interior, la sociedad de loselegidos, la sociedad de aquellos que tenan ms capacidad por la luz y que la buscan; y esta sociedad esllamada el santuario interior o la Iglesia interior. Todo lo que la Iglesia exterior tiene en smbolos,ceremonias y ritos, es la letra cuyo espritu y verdad estn en la Iglesia interior. As, la Iglesia interior esuna sociedad cuyos miembros estn dispersos por el mundo entero, pero que un espritu de amor yverdad les une en el interior, y que desde siempre fue ocupada en construir el gran templo para laregeneracin de la humanidad, porque el reino de Dios ser manifestado. Esta sociedad reside en lacomunin de aquellos que tienen ms receptividad por la luz, o los elegidos. Estos elegidos estn unidospor el