Black Halo Grace Series S.L. Naeole · —Oh, de acuerdo, ahora mismo voy a poner manos a la obra...

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Sinopsis

Traducido por Lizzie

Corregido por LizC

intiéndose traicionada y con el corazón roto, Grace

Shelley está encontrando imposible seguir con su vida,

especialmente cuando el ángel que le rompió el corazón

se niega a alejarse. Pero, lidiar con verlo cada día puede ser el menor de

sus problemas cuando un viejo enemigo regresa. Esta vez más atento que

nunca para terminar lo que empezó, sólo que esta vez, él está buscando

destruir su alma.

Tercer libro de la Serie Grace.

S

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Contenido Sinopsis Capítulo 10 Capítulo 22 Capítulo 34

Prefacio Capítulo 11 Capítulo 23 Capítulo 35

Capítulo 1 Capítulo 12 Capítulo 24 Capítulo 36

Capítulo 2 Capítulo 13 Capítulo 25 Capítulo 37

Capítulo 3 Capítulo 14 Capítulo 26 Capítulo 38

Capítulo 4 Capítulo 15 Capítulo 27 Capítulo 39

Capítulo 5 Capítulo 16 Capítulo 28 Capítulo 40

Capítulo 6 Capítulo 17 Capítulo 29 Capítulo 41

Capítulo 7 Capítulo 18 Capítulo 30 Epílogo

Capítulo 8 Capítulo 19 Capítulo 31 Grace of Day

Capítulo 9 Capítulo 20 Capítulo 32 S.L. Naeole

Capítulo 21 Capítulo 33

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“Para el corazón cuyos males son legión,

Es esa una apacible y consoladora región;

para el espíritu que camina en sombra

ese es, ¡oh, ese es un Eldorado!

Pero el viajero, viajando a través de él

¡Puede no atreverse a verlo!

Nunca sus misterios son expuestos

para el débil ojo humano sin cerrar.

Entonces la voluntad es Rey,

a quién le tiene que prohibir

el levantamiento del borde del párpado

y así la triste alma que aquí pasa

lo contempla pero a través de oscuros cristales

por un camino oscuro y solitario

embrujado sólo por los ángeles malos

donde un Eidolon llamado NOCHE,

en un trono negro reina vertical

me he desviado a casa, sin embargo nuevamente

desde esta remota y sombría Thule.”

Dreamland

—Edgar Allan Poe

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Prefacio

Traducido por Lizzie

Corregido por LizC

l fuego en mi pecho ardía, la necesidad de aire luchando

contra mi necesidad de seguir corriendo, de no parar

hasta que la oscuridad estuviera detrás de mí. Los

sonidos a mí alrededor estaban burlándose, burlándose de los dolores

disparados a través de mis brazos y piernas. Su risa siniestra, se hizo eco

detrás de mi alusión a la promesa de algo oscuro y diabólico que yo había

invitado a sabiendas, y ahora corría de él.

Los árboles, debajo de la cubierta de su cielo sin estrellas,

comenzaron a moverse y balancearse con alegría en la actividad que se

arremolinaba a su alrededor. Chillé mientras mi pie se atoraba a sí mismo

en el pequeño hueco de una curiosa raíz, y caía al suelo, el sonido de

huesos rompiéndose y desgarrando la carne silenciando los sonidos a mí

alrededor.

La tranquilidad nunca había sonado tan mortal.

E

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1 Sólo Acéptalo

Traducido por Whiteshadow

Corregido por Xhessii

l comienzo del capítulo final del último año por lo

general comienza con increíble entusiasmo, sólo quedan

tres meses antes de la graduación, y luego la

universidad y el resto de tu vida. Pero el sentimiento en torno a mi casa no

podría haber sido más sombrío.

Levantarse para ese primer día de regreso se sentía como la cosa

más difícil que jamás haya tenido que hacer, probablemente porque ni

siquiera había ido a dormir todavía. Miré el reloj en mi aparador y halé el

edredón por encima de mi rostro, sin querer admitir que eran las seis de la

mañana. No había estado durmiendo bien, o durmiendo nada en lo

absoluto estos últimos días, cada noche la pasaba dando vueltas y vueltas

hasta que finalmente me daba por vencida y me quedaba viendo agujeros

en el techo hasta que ya era la hora de dejar de fingir.

Un fuerte golpe en la puerta fue seguido por un fuerte temblor de la

cama cuando mi mejor amigo, y ahora mi compañero de piso, Graham

Hasselbeck, saltó a mi lado.

—¡Santo cielo, tienes los pies fríos! —grité, mientras rápidamente

me retorcía lejos de él hasta que se me acabó el espacio en la cama y caí

con un resonante “pump” en el piso alfombrado—. ¿Por qué estás aquí tan

temprano? ¿Y con glaciares por dedos de los pies?

E

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—Porque oí tú alarma apagarse. Y en la planta baja hace frío; creo

que el calentador está roto. Oye, ¿sabías que nevó anoche?

Arrastrándome hasta la ventana me puse de rodillas para mirar por

encima del umbral. De hecho, la calle y las casas a través de ella estaban

cubiertas con un manto agradable de nieve pura, blanca.

—Eso es raro… no ha nevado después de primavera desde que

teníamos diez años.

—Lo sé. Me acuerdo de eso. Resbalaste en la acera y te torciste el

tobillo mientras caminabas hacia el autobús. Tuve que cargarte de vuelta

al interior y luego yo me resbalé al salir. Nos la pasamos los siguientes dos

días viendo viejas películas y comiendo palomitas de maíz rancias en la

planta baja.

—Y la tradición RHPS1 nació —me eché a reír antes de voltear—.

¡Oye, sal de mi cama!

—Te lo dije, ¡en la planta baja hace frío! —exclamó mientras tiraba

mi edredón hasta la barbilla, desafiante—. Yo me quedo aquí hasta que

prepares el desayuno, así que si me quieres fuera, vas a tener que ponerte

manos a la obra.

—Oh, de acuerdo, ahora mismo voy a poner manos a la obra —le

contesté y me lancé sobre la cama. Reí mientras trataba de cubrirse la

cabeza con la manta—. ¡Eso nunca funcionó de niños y, ciertamente, no va

a funcionar ahora!

Luchamos en la cama, cada uno compitiendo por el control, antes

de caer abruptamente y aterrizar en el suelo entre carcajadas.

—Me alegro de que ambos parezcan estar disfrutándolo.

Me asomé por entre el desorden de mi cabello, mientras que

Graham retiró el edredón de su cara para ver a mi padre de pie en la

puerta, una maleta en una mano, una caja blanca en la otra.

—Uh... hola, papá —me las arreglé para decir, mientras que

Graham tartamudeó una respuesta incoherente.

—Hooo… Señor Shelley, Grace, mañana, hola.

1 RHPS: The Rocky Horror Picture Show.

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Papá se echó a reír y sacudió la cabeza.

—Está bien, Graham. No soy tan tonto como para pensar que tú y

Grace fueran a hacer algo incorrecto.

—¿Por qué estás en casa tan temprano, papá? —pregunté—. Y,

¿dónde está Janice?

Papá se acercó a mí y me entregó la caja antes de señalar la maleta.

—Está en el auto, ha estado teniendo contracciones y el doctor dice

que es demasiado pronto, así que estamos aquí para dejar esta caja y

recoger la maleta para el hospital, antes de ir allí.

Le entregué la caja de color blanco a Graham, quien la abrió y

exclamó ante el contenido.

—¡Donas! ¡Gracias, Señor S!

—Bueno, yo voy también —anuncié.

Papá sacudió la cabeza vigorosamente.

—No. Vas a la escuela. No sabemos lo que está pasando, así que no

hay necesidad de que pierdas ninguna clase. Si algo ocurre, voy a llamar.

¿Está bien?

Asentí con la cabeza de mala gana y me puse de pie para darle un

abrazo.

—Dile a Janice que le deseo lo mejor, ¿de acuerdo?

—Por supuesto —respondió, devolviendo mi abrazo—. ¿Has estado

comiendo bien? Pareces... más delgada.

Asentí con una agitación leve de la cabeza y me aparté de papá.

—Estoy bien, papá.

—Bueno, sé que dejaste la boda sintiéndote algo enferma. A

propósito, ¿cómo te sientes? ¿Cómo esta Robert?

Me encogí de hombros y aparte la mirada, incapaz de responder.

—Señor S, ella ha estado mayormente atascada en la cama, y

Robert ha estado ocupado en el trabajo, por lo que no hemos visto mucho

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de él últimamente —dijo Graham a toda prisa. Articulé la palabras

“gracias” a él y luego volvió a asentir con la cabeza en acuerdo.

—Bueno, supongo que es mejor de lo que esperaba —admitió—.

Hubo un momento que tuve miedo de entrar y descubrirte con Robert

aquí... solos. Es agradable ver que puedo confiar en que te comportes,

Grace —dijo papá, palmeando mi hombro con una pizca de reserva—. Está

bien, cariño, voy a recoger la maleta ahora. ¡Ve a la escuela! ¡Y no dejes

que Robert te lleve a la escuela en la motocicleta con esta nieve!

Asentí y lo vi salir de mi habitación. Tan pronto como escuché la

puerta de su dormitorio abrirse, me dejé caer al suelo.

—No puedo librarme, ¿verdad?

—¿Low-dudow-muwcho? —respondió con voz ahogada detrás de

mí.

Volví la cabeza para ver a Graham empujar el último pedazo de una

dona glaseada en su boca.

—No importa —le dije, y tomé la caja—. ¿¡Te las has comido todas!?

—grité, mirando la cara golosa de Graham en estado de shock—. ¡Uff!

—¿Qué? —Rápidamente se tragó la dona que masticaba y se limpió

la boca con la esquina de mi edredón—. Sabes bien que no debes meter

comida en mis manos. Además, te dije que preparases el desayuno, te

dormiste, perdiste mujer.

Tomé mi manta de sus manos, miré con disgusto la esquina teñida

de azúcar, y luché contra la necesidad de darle un puñetazo en el

estómago lleno de donas.

—¿Sabes qué? He cambiado de idea. No quiero que hables más con

Lark, no hay nada en este mundo que ella podría haber hecho para

merecer un novio como tú.

Su boca se abrió por la sorpresa, mientras me observaba, sus ojos

sin poder creerlo.

—¿En serio?

Mantuve el rostro serio, el mayor tiempo posible antes de comenzar

a reír.

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—¡Oh Dios, duh! Sabes a qué me refería cuando dije que hablaras

con ella.

Fue en serio. Había una verdadera conexión entre Lark y Graham,

las dos personas con menos probabilidades de enamorarse, sin embargo,

acababan de hacerlo en medio de todo lo que estaba pasando a su

alrededor incluyéndonos a mí y al hermano de Lark. Pestañeé rápidamente

antes de que el último pensamiento causara que la ardiente humedad

apareciera.

Graham asintió, cerrando la mandíbula poco a poco aunque

todavía me miraba con ojos dudosos.

—Bueno, pensé en hacerlo hoy. Ya sabes, ya que probablemente

vamos a verla en el almuerzo y todo eso.

Le sonreí con tristeza y luego volví mi cuerpo para mirar por la

ventana. Me puse de pie y me acerqué a ella, subiendo por encima de la

cama en el proceso y empujándola hacia arriba, abriéndola un poco, lo

suficiente para permitir que un toque de aire fresco del amanecer fluyera

mientras que el aire viciado escapaba.

—Voy al baño… no regreses a mi cama —le advertí antes de salir de

la habitación, cerrando la puerta mientras lo hacía.

—Ten, cariño. Pensé que era mejor salvar una extra —dijo papá

cuando me entregó una dona envuelta en una servilleta. Estaba de pie en

el pasillo, un pequeño bolso de lona al hombro y una pequeña maleta de

viaje en una mano.

—Gracias, papá —le dije, agarrándola. Mordí la blanda pasta y

cerré los ojos por un momento, disfrutando de la dulzura no tan sutil del

glaseado sobre el anillo de masa frita en mantequilla—. ¿Te vas ahora? —

murmuré.

—Sí. No quiero mantener a Janice esperando más tiempo. No ha

tocado la bocina aún, así que sé que no he demorado demasiado tiempo,

pero las carreteras son un desastre en estos momentos de tanta nieve y no

quiero que tenga que sentarse en el auto más de lo necesario —

respondió—. Pórtate bien y yo te llamaré más tarde esta noche, si no

ocurre nada más, ¿de acuerdo?

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Se inclinó para presionar un beso rápido en la parte superior de mi

cabeza antes de bajar por las escaleras. Lo seguí y le ayudé a mantener la

puerta abierta cuando se inclinó para agarrar el periódico de la mañana

caído sobre la alfombra de bienvenida.

—Ah, y, ¿podrías hacer algo acerca de todas estas macetas? —dijo

al pasar por el cementerio de lirios que había sido una vez nuestro patio

delantero—. No sé lo que está pasando con todas ellas, pero son

desagradables a la vista, Grace, y me gustaría pensar que cuidarás de la

casa mejor que esto.

—Papá, lo siento —le respondí, evitando mirar a la masa de

macetas que cubrían el césped, cada una de ellas conteniendo lirios en

diferentes estados de descomposición. Durante la última semana, las

entregas habían sido incesantes, y éstas representaban sólo el último par

de días de dignidad de esas flores, el resto habían encontrado su destino

en otra parte.

Alcancé a ver la figura de mi nueva madrastra en el asiento

delantero del auto de papá.

—Hola Janice —dije mientras la saludaba con la mano. Ella sonrió

y agitó una mano perezosa hacia mí, la otra descansando protectora sobre

su abdomen. La vi hacer una mueca de dolor y supe que aunque papá no

había tardado demasiado tiempo en buscar lo que necesitaba, estaba

partiendo bastante cerca.

—¡Conduce con cuidado, papá! —grité cuando se metió en el auto

después de cargar las bolsas en el asiento trasero.

—Recuerda lo que dije acerca de Robert y la motocicleta, Grace —

dijo de nuevo antes de salir.

Simplemente asentí y saludé, las palabras no queriendo salir de mi

boca.

Una vez se hubo marchado, me acerqué a la cocina a servirme un

vaso de leche y me senté en la penumbra para terminar el resto de mi

dona. El tic-tac del reloj en la pared era el único sonido en toda la casa, y

conté cada uno de ellos hasta que me vi perder la cuenta. Me levanté para

lavar el vaso y terminar de alistarme para la escuela.

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El sol se asomaba por las ventanas, lanzando rayos dorados de luz

a través de las paredes y el suelo, convirtiendo las motas de polvo, de otro

modo invisibles que flotaban en el aire, en pequeños destellos de brillo.

Hubiera sido una hermosa vista si no fuera un recordatorio de que no

había limpiado la casa en más de dos semanas.

—Estoy hecha un ama de casa horrible —murmuré para mí misma,

sin darme cuenta de lo que estaba diciendo, y empecé a subir las

escaleras. Entré en el cuarto de baño y tomé mi cepillo de dientes, con la

intención de eliminar cualquier rastro de leche descremada y donas de mi

aliento antes de tomar una ducha. Cuando empecé a lavarme los dientes,

miré a la puerta de mi dormitorio. No pude evitar la sonrisa que cruzó mis

labios, y sólo esperaba que mi intromisión hubiera dado sus frutos.

Después de enjuagar mi boca, me di cuenta que no tenía la ropa

conmigo, así que corrí a mi habitación.

—¡Oh, queridas bananas!

Un nervioso y avergonzado Graham se alejó de una Lark

igualmente nerviosa y avergonzada, ya que estaban en medio de mi

habitación, sus ojos vidriosos, sus bocas esbozando sonrisas secretas.

—Uh… hola, Grace —dijo Lark, con un leve movimiento de sus

dedos. Graham sonrió.

—Hola, Lark —le dije, sonriendo—. Sólo voy a tomar un poco de

ropa y saldré de aquí en un segundo.

—Oh, no, no hagas eso. Me tengo que ir de todos modos, no tengo

nada que ponerme para la escuela, y estas ropas han pasado su cuarto de

hora —dijo en tono de disculpa. Ella se acercó a mí, sus movimientos

lentos y vacilantes—. ¿Grace?

La miré, confundida. —¿Sí?

—Gracias.

—¿Por qué?

Ella me abrazó y me tuve que alejar, el olor de su piel y cabello eran

demasiado familiar, cada nota como un cuchillo cortando en los

andrajosos restos que quedaban de mi corazón.

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—Yo... lo siento —dije, tapándome la boca y la nariz con la mano—.

No puedo hacer esto.

Salí corriendo y me dirigí hacia el único lugar donde pensaba que

era seguro. La habitación de Matthew era un desastre en ese momento,

con cajas sin desembalar y ropa esparcida por todo el piso, pero la cuna

estaba casi terminada de ensamblar, una barandilla exterior todavía no se

había colocado, lo que hizo de ella un lugar perfecto para sentarse y

calmarme.

Llevé mis rodillas hasta el pecho y apoyé la barbilla en ellas, la

presión de mis muslos contra mi pecho fue suficiente para ayudar a aliviar

la tensión dolorosa que había estado construyéndose en mi interior. Se

supone que las cosas deberían ser más fáciles con cada día, sin embargo

parecían ser sólo más difíciles.

¿Cuánto tiempo se tarda en reparar una herida física que nadie

más puede ver? ¿Cuáles son los límites de lo que uno puede hacer para

aliviar el dolor que simplemente crece en intensidad a medida que cada día

pasa? No lo entendía; traté de mantenerme ocupada después de que estar

tirada como un bulto simplemente no funcionó… no había funcionado la

primera vez, no sé por qué pensé que funcionaría ahora, pero sólo el más

mínimo indicio de una fragancia había sacado los restos huecos de mi

corazón, de adentro hacia afuera, dejando al descubierto nuevas áreas

para que el dolor las consumiera.

Bajé la cabeza, presionando mis ojos frente a la parte superior de

las rodillas y tratando desesperadamente de evitar que las lágrimas fluyan.

El dolor en un pequeño recordatorio que casi había eclipsado el dolor de la

traición que había sufrido a manos de la única persona cuya palabra

debería haber sido infalible.

Robert debería haber sido la última persona en este mundo que me

hiciera daño, él no era un ser humano con debilidades y defectos

humanos. Nació como un ángel, una de las criaturas divinas que

deambulan por el mundo disfrazados de seres humanos normales, si no

como extraordinarios seres humanos que poseen poderes aparentemente

ilimitados y habilidades que muchas veces los define, si no dictan cual

será su Llamada, el único propósito en su vida divina.

Y ninguna Llamada podría desempeñar un papel tan importante en

la sociedad humana como la que Robert había recibido. Había nacido en

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medio de las llamas y la muerte, dotado de vida eterna que sería utilizada

a cambio de quitar la vida. El Llamado de Robert, su propósito en su

mundo y en el mío, era servir como la Muerte misma. La realidad de tal

hecho era horrible y perturbador para mí al principio, pero amaba a Robert

tan intensamente, de manera total y sin condiciones, que mi miedo

desapareció casi tan rápidamente como había aparecido, porque sabía que

no tenía nada que temer de él, para mí, no era la Muerte. Era simplemente

Robert.

Pero, también había llegado a darme cuenta de que tan divinos

como los ángeles podían ser ante nuestros ojos, su misma existencia

dependía del engaño. Sin ello, nunca serían capaces de mezclarse en la

sociedad como lo hacían desde el comienzo de la humanidad. Y fue ese

engaño que había dado por sentado, cuando la representación de Robert

en su papel de un ser humano cruzó la frontera entre su especie y la mía.

Él me mintió. Me mintió acerca de la muerte de mi madre, me

escondió el hecho de que Samael, el arcángel de la muerte que había

servido como mentor de Robert y su mejor amigo, había sido enviado para

matar no sólo a mi madre, si no a mí también. Era inexplicable por qué no

había muerto como estaba previsto, pero incluso pudiendo o no haber

ocurrido, Robert decidió no revelarme nada de eso, en su lugar me dejó

creer que el accidente de auto que había matado a mi madre no había sido

intencional y se limitaba a un evento al azar.

Pero, como había aprendido no una sino dos veces, no se puede

escapar de la muerte, sólo posponerla. Robert había convencido de alguna

manera a Sam para que no me quitara la vida después de ser derribada

por un conductor ebrio. Pero esto sólo había puesto en marcha una serie

de acontecimientos que más tarde convencerían a Sam de que yo era más

bien una amenaza para él de lo que él era para mí, así que trató de

quitarme la vida... otra vez.

Debo haber tenido un ángel de la guarda a mi lado esa noche

porque me las arreglé para sobrevivir a su ataque. Los hechos ocurridos

después siguen siendo un misterio para mí, pero fui llevada por Robert a

creer que Sam estaba muerto y que no podría dañarme a mí ni a nadie

más. Pero Sam no estaba muerto. Hasta la confesión de Robert hace dos

semanas, no tenía ni idea de eso porque yo no había muerto como se

suponía que debía; Sam no había hecho nada malo, y nunca había sido

castigado. Yo era la que debería estar muerta.

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Debido a que había elegido permanecer en la ignorancia acerca de

lo que Robert había hecho, y cómo lo había logrado, nunca le pregunté

cómo sabía que debía morir. No querer saber era simplemente mi manera

de tratar de apaciguar la creciente obsesión en mí para mantener un

sentido de normalidad en mi vida, lo poco que pudiera, de todos modos.

Y ahora estaba claro que por el tiempo que me quedara por vivir, mi

vida estaría tan lejos de lo normal como fuera humanamente posible.

Las campanas sonaron en los pasillos de la escuela y en las aulas

como un grito, anunciando la tensión que se había acumulado en mi

pecho. El primer período apareció en el horizonte mientras los estudiantes

a mi alrededor comenzaban a ponerse de pie y recoger sus bolsos y libros,

la clase ya había terminado.

El Sr. Frey, quien había muerto de una embolia aórtica poco

después de confesar el choque y huída que casi me mata, había dejado

muchas preguntas sin respuesta que los estudiantes todavía

murmuraban. Su confesión había servido más para confundir y excitar a

mis compañeros de clase, quienes encontraban de alguna manera, la idea

de mí siendo una clase de amuleto de mala suerte bastante divertida.

Había algo de mérito en la idea, por supuesto, cuando uno miraba

la evidencia que había sido compilada en mi contra. El primer punto era

que Graham Hasselbeck, Mariscal de campo estelar de la Secundaria

Heath, se las había arreglado para llevar a Heath a su mayor derrota en su

historia en “La Bienvenida” el año pasado, con la más grande diferencia de

puntos, en probablemente, todo Ohio. Tal vez incluso del mundo.

Erica Hamilton, la ex novia de Graham, había sido públicamente

humillada durante una tarea de primer trimestre conmigo. No había sido

mi intención; sólo quería evitar ser desechada como basura frente a lo que

luego supe que era casi la mitad de la escuela… pero los resultados fueron

exactamente los mismos. Me había cimentado como la enemiga número

uno ante los ojos de Erica.

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Stacy Kim, una de mis mejores amigas, había sufrido como

resultado de aquel odio cuando Erica la había confundido conmigo y la

empujó hacia una puerta, causando una herida considerable en su cabeza

y una conmoción cerebral. Erica había recibido una suspensión suave,

pero no hasta después de que chantajeó a la subdirectora.

Y luego estaba mi profesor de biología, el Sr. Branke, a quien había

acusado primero de ser la persona que me había atropellado. Él había sido

conocido como el “Pulpo” en la escuela porque siempre estaba poniendo

sus manos sobre todas las chicas de su clase, incluyéndome. Mi acusación

había destruido la poca buena fe de los estudiantes en él, y él se había

retraído. A pesar de que ya no tocaba a las chicas, también parecía haber

perdido lo que fuera que había hecho sus clases tolerables e incluso semi-

agradables.

Por último, el Sr. Frey. Nadie quería creer que el tranquilo Sr. Frey

había sido un alcohólico que había perdido a su familia por su manera de

beber, y mucho menos un conductor que atropellaba y huía dejándome a

mi suerte, pero su confesión no podía ser ignorada. Por desgracia, la

importancia se había perdido en la noticia de que había muerto tan

repentinamente como había confesado.

He pasado una década desde que comenzaron a llamarme Grace

“La Fenómeno” por mis compañeros de clase e incluso por los adultos,

pero parecía que iba a pasar el resto de mi carrera en la preparatoria

siendo llamada Grace “La Sepulturera”: mataba reputaciones, carreras, y

ahora... hasta la gente.

E incluso ahora, cuando todo el mundo comenzaba a dirigirse

hacia la puerta, sus murmullos en voz baja se hacían eco en mí como si

estuvieran en los altavoces. Hice lo mejor que pude por ignorarlos, pero era

difícil cuando sólo había dos voces ausentes en el abrumador consenso de

que yo era, sin lugar a dudas, un amuleto de mala suerte andante, y una

de esas voces ausentes pertenecía a una muy pálida y agotada Stacy.

—Entonces, ¿qué ha dicho el médico acerca de la droga

experimental? —le pregunté mientras me colgaba mi mochila sobre el

hombro.

—Dijo que soy una buena candidata para el ensayo de la droga,

pero que sólo puede ocurrir cuando mis marcadores lleguen a un cierto

nivel. Eso significa que voy a tener que conseguir una partida completa de

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malestares y enfermedad antes que me dejen ser parte de eso —respondió

ella, mientras lentamente se puso de pie, su cuerpo bajo una tensión

evidente.

Stacy había sufrido de leucemia cuando era niña, finalmente, había

entrado en remisión justo después de su octavo cumpleaños. Hace unos

meses, un examen de rutina y análisis de sangre mostraron que el cáncer

había regresado. Tercamente, había optado por no decirle a nadie, salvo a

Graham, y los médicos le habían dado menos de un año de vida.

—Creo que Sean está tratando de apurar mi llegada a la tumba;

atrapó un resfriado de su nueva novia y lo llevó a casa a todos los demás.

Estuve despierta toda la noche pasada tosiendo. Debo de haber escupido

la mitad de un pulmón y todas las sobras de la lasaña de la escuela del

mes pasado.

Stacy empezó a caminar y me uní a ella, sin importarme en

absoluto que su ritmo fuera inusualmente lento, lo que fuera para

posponer la inevitabilidad de entrar en el salón de clases de Madame

Hidani y enfrentar a Robert.

—Gracias por la imagen —le dije medio bromeando—. Realmente

me ayudará a mantener mi dieta.

—Hablando de eso, realmente deberías empezar a comer más,

Grace. Te ves peor que yo, y soy la que está muriendo aquí, ¿recuerdas? —

me reprendió Stacy.

Me encogí de hombros ante su regaño.

—Ya sabes, tampoco estoy exactamente en la lista de vida-larga-y-

próspera. Además, comí una dona esta mañana para el desayuno, mi

padre las trajo.

El cambio de tema pareció levantar el estado de ánimo de Stacy

considerablemente.

—¿Han vuelto ya? ¿Cómo fue la luna de miel? ¿Alguna noticia

sobre el bebé?

Asentí, pero no sonreí en respuesta.

—Janice comenzó a tener algunas contracciones tempranas, por lo

que mi padre la llevó al hospital esta mañana después de recoger su

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maleta para el hospital. El médico dice que es demasiado pronto para que

ella tenga a Matthew, así que creo que van a tratar de detener las

contracciones.

—Guau. Esa debe haber sido una luna de miel muy agitada.

La miré en estado de shock y semi-asco.

—¡Stacy! ¡Es mi papá de quién estás hablando! Asco… hay algunas

cosas que una chica nunca debería tener que... ¡Asco!

Ella se rió de mi reacción y su ritmo se aceleró como resultado.

—Creo que es lindo… todavía están todos acaramelados a su edad.

La única cosa que mis padres hacen entre sí, es preguntarse si pueden

pasarse la salsa de soya.

—Bueno, debería ser bastante obvio que están profundamente

involucrados el uno con el otro, acaban de casarse, después de todo —

señalé.

—Eso es cierto, pero un montón de gente se casa, y simplemente

tienen en común entre ellos una cuenta de banco y algunas deudas.

Contuve una réplica cuando me di cuenta de que habíamos llegado

a la puerta de mi salón de clases. Estaba cerrada, lo que significaba que

mi entrada llamaría la atención de todos.

—Puedes hacerlo, Grace. Es sólo Francés —dijo Stacy de manera

tranquilizadora—. Además, no creo que él vaya a estar ahí.

La miré, sorprendida. Abrí la boca para preguntar por qué, pero la

cerré rápidamente. No quería saber por qué. Al menos, eso era de lo que

intentaba convencerme a mí misma.

—Adiós, Stacy. Nos vemos en el tercer período —dije con una

tímida sonrisa y abrí la puerta.

Como esperaba, todas las miradas estuvieron sobre mí tan pronto

como entré en la clase. Madame Hidani me sonrió débilmente. Me las

arreglé para evitar el contacto visual con todo el mundo y encontré mi

asiento en la parte posterior de la clase. La silla a mi lado estaba vacía, tal

como Stacy lo había sugerido, y en lugar de sentir alivio, sentí la

quemadura de la decepción.

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Mientras la campana sonaba, y comenzaba la clase, sentí las

miradas ocasionales, pero opté por no volver la cabeza para ver de quién

eran los ojos al que pertenecían. En cambio, me centré en las lecciones

que Madame Hidani tenía reservadas para nosotros en ese trimestre.

Habló del final del año, y qué era lo que esperaba que nosotros

supiéramos. Empecé a escribir algunas notas, escuchando su francés

melodioso mientras ella explicaba los diferentes métodos de prueba que

nos serían dados, y preguntándome cuándo fue que me había vuelto capaz

de escribir tan bien y eficientemente.

El resto de la clase pasó a paso de tortuga. Tomó un gran esfuerzo

para no creer que Madame Hidani se había transformado de alguna

manera en uno de esos maestros que se ve en todas esas caricaturas de

Peanuts2 mientras luchaba contra las fuerzas del agotamiento. Sentí una

silenciosa y alegre porra correr a través de mí cuando la campana anunció

el final de la clase. Recogí mi mochila y salí fuera del aula lo más

rápidamente posible, evitando cualquier intento de distracción y

conversación de las chicas a mí alrededor, que sabía que iban a ser

condescendientes en el mejor de los casos.

El camino a la segunda clase, Cálculo, con la Sra. Hoppbaker, se

sintió como un cortejo fúnebre, y yo era el cadáver. Mis piernas se sentían

entumecidas, pero me seguían impulsando hacia adelante hasta que

estuve una vez más sentada en una silla demasiado familiar, tratando de

ignorar el creciente número de ojos a mí alrededor.

Cuando sonó la campana, y la profesora se lanzó a su monólogo

cómico habitual que precedía a cada clase, saqué el libro de texto y

cuaderno, preparándome para una hora de lo que esperaba fueran

números que adormecieran la mente, y todo junto me ayudase a olvidar

todo lo que mantenía arrastrándose el borde de mi mente, listo para saltar.

La risa que me rodeaba era escalonada; era prueba de que una vez más,

estaba siendo tema de discusión en susurros y miradas ocultas de

curiosidad... o algo peor.

Como el humor dio paso a las derivaciones, la clase se calmó y me

dejó a la deriva en mis pensamientos. Traté de no preguntarme por qué

2 Peanuts: (conocido como Snoopy, Rabanitos, Charlie Brown o Carlitos) es una tira de prensa desarrollada por Charles M. Schulz desde 1950 hasta su muerte en 2000. Schulz

siempre detestó el título de Peanuts (cacahuetes o maní), impuesto por su editor original.

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Robert no estaba en la escuela. Ya no era más de mi incumbencia y no

quería saberlo, tampoco.

Pero la pregunta estaba allí, sentada frente a mí como un estúpido

pastel de cumpleaños, y yo era un niño muerto de hambre, enloquecido

por el azúcar necesitando una solución.

Miré el reloj y gruñí cuando vi que todavía tenía más de media hora

antes que la clase terminara. Tomé el lápiz y abrí mi cuaderno —cuál era

el punto de pensar si mis pensamientos no iban a cooperar— y me resigné

a trabajar en fórmulas por el resto de la clase.

Reprimí un chillido.

Cerré mi cuaderno y miré hacia el asiento a mi lado, riendo

nerviosamente cuando vi que estaba vacío.

Algunas cabezas se volvieron en mi dirección para mirarme por lo

que probablemente suponían era un comportamiento anormal, típico de

mí, antes de regresar a sus asuntos, moviendo la cabeza con disgusto.

Apreté los dientes, presioné la mano contra mis labios una vez más, abrí el

cuaderno.

En una sola hoja de papel había un dibujo impecable de Robert.

Hubiera sido notable si no hubiera sido por un detalle que sabía que

habría sido pasado por alto por otra persona que no fuera yo.

Las líneas que componían el ángulo de su mandíbula cincelada, la

curva y los picos de su cabello, las elipses y los arcos de su boca, incluso

el plateado de su iris estaban hechos por las letras de mi nombre. Grace

Anne Shelley corría a lo largo de la constitución de su rostro, hasta su

torso, y, finalmente, extendiéndose hacia el exterior, en las alas oscuras

que lo separaban del resto de su tipo. El detalle era increíble, la escritura

pequeña y estrecha, sin embargo, fluyendo libremente y en movimiento,

fluyendo en su propósito. Estaba asombrada.

Y enojada.

Y dolida.

Puse mi mano en la hoja y empecé a apretar los dedos alrededor de

ella, dispuesta a arrugarla y tirarla a la basura a mi salida, pero me

detuve. La imagen era demasiado intrincada para destruir, no iba a ser la

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persona responsable de eso, y de este modo simplemente cerré mi

cuaderno una vez más y esperé hasta el final de la clase.

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2 Protección

Traducido por Whiteshadow

Corregido por Xhessii

l tercer período (período libre pasado en la biblioteca) lo

anduve con Stacy enumerando los pros y contras de

caminar por el campus sin ella o Graham a mi lado.

Después de haberla dejado preocupada cuando sin saberlo había

deambulado del segundo al tercer período sin esperarla para

acompañarme, había hecho de su misión el recordarme hasta el punto del

agotamiento en el peligro que me encontraba.

—Sabes que esa psicópata está esperando simplemente empujarte

escaleras abajo o algo así —criticó desde su asiento—. No puedes

simplemente salir a caminar por allí, Grace. Graham y yo hemos hablado

sobre esto; tengo la primera mitad, cuando me siento más fuerte, y él se

encargará de la segunda mitad, después de que haya almorzado.

Negué con la cabeza ante lo ridículo que el plan sonaba.

—Vamos a ver si lo entiendo. ¿La chica con cáncer terminal se

supone que me proteja de Erica en la mañana, y Graham se supone que

me proteja después de comer los desechos tóxicos que toma por almuerzo?

Oh, sí. Me siento más segura sólo de pensarlo.

Stacy entornó los ojos, y señaló a un mapa dibujado a mano de la

escuela.

—Sólo mira esto, ¿de acuerdo? Erica tiene tres clases en el segundo

piso, al mismo tiempo que tú. Ustedes dos se cruzan entre el cuarto y

E

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quinto período, además de compartir el sexto período juntas. Eso le da

tiempo más que suficiente para intentar algo.

—Y, ¿qué si lo hace? —pregunté—. No es como que me fuera a

matar. Eso arruinaría totalmente su cabello. —El intento de aligerar el

estado de ánimo, fracasó miserablemente.

—Esto no es divertido, Grace. Tú viste lo que me hizo. Ella no va a

parar hasta que algo malo te suceda, Graham y yo estamos convencidos de

que eso hasta podría significar tratar de matarte —dijo Stacy en voz baja.

La miré y le sonreí.

—Stacy, sabes que mi tiempo aquí no es exactamente largo, oíste

por ti misma que Sam sigue vivo porque no estoy muerta. Deberías estar

más preocupada por mantenerte saludable y dejar de preocuparte tanto

por mí. Puedo cuidar de mí misma.

—De eso se trata, Grace, no puedes. Mira, lo que sea que esta

persona/ángel/cosa… Sam tiene en tu contra, Graham y yo no podemos

protegerte de él; y ahí es donde Robert y Lark entran. Pero Erica es una de

los nuestros y nosotros podemos encargarnos de ella.

Empecé a roer la mesa con el pulgar, mirando el pequeño orificio

que estaba haciendo mientras trataba con mucha dificultad, responder sin

sonar demasiado enojada.

—Stacy, sé que tanto tú como Graham tienen buenas intenciones.

Sé que Lark también las tiene. Pero esta es mi vida, y me gustaría vivir lo

más normalmente posible. Eso incluye no tener guardaespaldas

interpretados por mis mejores amigos, mi ex novio y su hermana, ¿de

acuerdo?

Stacy dejó escapar un “jumm” y cruzó los brazos sobre el pecho,

con una línea obstinada tomando forma en su frente. Me miró con

curiosidad.

—Espera. ¿Has dicho “ex novio”?

La observé y luego aparté la mirada, asintiendo con la cabeza

mientras trataba de concentrarme en los numerosos libros que se

encontraban en la repisa, a mi derecha.

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—¡Guau! Pensé... quiero decir, creo que tenía la esperanza de que...

guau. ¿Estás segura?

—No puedo pretender que no pasó nada, Stacy. Él…

Ella levantó la mano para cortarme.

—Comprendo eso, Grace, pero, honestamente, lo que hizo no fue

para dañarte. Fue exactamente lo contrario. Lo hizo porque quería

salvarte. No puedes romper con el chico por eso.

Empujé su mano hacia abajo, furiosa por estar defendiéndole a él.

Mis ojos se estrecharon, y mi voz bajó a un silbido apenas audible.

—Lo hizo por sí mismo. Él sabía lo que Sam nos había hecho a mi

madre y a mí, y puso en peligro mi vida de nuevo porque quería hacer las

cosas a su manera.

»Todo ha sido a su manera desde el principio, y no he tenido más

remedio que aceptarlo porque es él quién tiene la sabiduría divina,

¿recuerdas? Él nunca me dio a elegir sobre este asunto, nunca se detuvo a

pensar lo que podría hacerme. Sólo siguió adelante y tomó la decisión de

mantenerme ignorante, así no tendría que lidiar con las consecuencias de

su relación con Sam. Puedo romper con él por eso, rompí con él por eso.

—Grace, estás enojada y por las razones correctas. Pero, ¿qué

sucederá cuando la ira se vaya? ¿Qué quedará con eso? —preguntó Stacy.

—La misma cosa que siempre he tenido, Stacy. Nada —repliqué

antes de agarrar mis cosas y salir a toda prisa de la biblioteca, dejando un

camino de profesores y alumnos conmocionados mirando cuando me fui.

La puerta abierta al salón de clase vacío fue como un regalo del

cielo. Entré y encontré un rincón escondido detrás de las sillas apiladas y

mesas cubiertas de polvo. El suelo de baldosas frías me ofreció una

extraña comodidad cuando me senté, tirando mi mochila en el suelo a mi

lado. La luz del sol brillaba radiante a través de las ventanas cerradas

arrojando cintas de luz dorada a través de todo en la habitación.

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Tomé mi bolso y saqué la carpeta. La abrí y me quedé mirando el

dibujo que me había impresionado hace menos de dos horas.

—¿Cómo puede alguien tan hermoso causar tanto dolor? —me

pregunté antes de rasgar la hoja y destrozarla en varias piezas pequeñas.

—Me pregunto lo mismo sobre ti.

Los restos triturados de papel cayeron de mis manos cuando la voz

llenó la habitación vacía. Encogí mi cuerpo y puse las manos en el suelo

para mirar debajo de los escritorios. No había nadie allí.

Riendo, regresé a mi posición sentada, y alcancé los trozos de papel

en el suelo. No estaban allí.

—¿Qué?

Mis ojos se movieron a la carpeta que se había caído de mi regazo,

y oí una brusca inspiración proveniente de mi interior. El dibujo estaba

completo, el papel liso y recto, encerrado en la carpeta como si nunca

hubiera salido.

—¿Robert?

—¿Sí, Grace?

Sentí una burbuja de ira comenzando a elevarse en mí.

—¿Por qué me seguiste hasta aquí?

—Porque eres tú.

Bufé ante la respuesta que parecía venir de ninguna y de todas

partes al mismo tiempo.

—¡Oh, qué conveniente! Sólo vete, Robert. —Agarré la hoja de papel

de la carpeta y la arranqué. Arrugándola y arrojándola sobre los montones

de sillas y mesas—. Y llévate eso contigo.

—Um... gracias, pero no voy a ninguna parte.

Di un salto ante la extraña voz.

—¡Oh!

—¿Por qué estás en mi salón de clase?

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Me volví hacia la puerta y chillé. De pie delante de mí se encontraba

una mujer muy alta, casi demasiado alta, que tenía la cabeza ladeada

hacia mí, obviamente observándome mientras que yo hacía lo mismo. Su

cabello era de un feroz tono borgoña profundo, y estaba jalado con

demasiada fuerza en un moño conservador, sus ojos del color del bronce

inclinados hacia arriba en un ángulo antinatural.

—Te hice una pregunta.

Confundida, la miré fijamente. Caminó hacia mí y me tocó el

hombro, pero todavía era incapaz de responderle.

—¿No hay mucho para decir o tienes miedo de lo que puedas

responder? —Su voz era profunda, ronca, mientras me miraba al rostro

con la misma curiosidad que yo lo había hecho—. ¿Cuál es tu nombre?

—Gr-Grace —tartamudeé.

—Está bien, Gr-Grace. Vamos a intentarlo de nuevo. ¿Por qué estás

en mi salón de clase?

—Vine aquí para pensar. Tenía que alejarme de una amiga

entrometida y la puerta estaba abierta. —Mi respuesta fue honesta y ella lo

sabía.

—Bueno, eres un tanto rara por venir a un salón de clases para

escapar. La mayoría de las niñas va al baño o a dar un largo paseo, Gr-

Grace, no a un aula vacía.

Solté un bufido.

—No he tenido mucha suerte con los baños, y estoy teniendo un

poco de cuidado con los paseos largos por el momento, así que un aula

vacía se ve muy atractiva para mí. Y es Grace.

—¿Cómo dices?

—Mi nombre; es Grace.

Ella sonrió, sus dientes eran largos y blancos.

—Bueno, gracias por la aclaración, Grace. Si no importa que te

pregunte, ¿en realidad qué clase estás saltando con el fin de escapar de tu

amiga entrometida?

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Era imposible no regresarle la sonrisa, su rostro era tan cálido y

acogedor.

—No estoy saltando ninguna clase; tengo un período libre ahora

mismo. Normalmente lo paso en la biblioteca, pero Stacy (mi amiga)

simplemente no quiere dejar las cosas tranquilas. No quería terminar

diciendo algo que acabaría lamentando más tarde, así que me fui.

Ella asintió y agitó su brazo en un semicírculo, que indicaba el

salón de clase mientras hablaba.

—Bueno, bienvenida a mi clase, Grace. Soy la nueva profesora de

psicología. Me contrataron para sustituir a uno de sus maestros que ya no

trabaja aquí, creo que su nombre era… ¿un tal Sr. Oliver Frey?

—Oh. —Acerté a decir mientras apartaba la mirada, de repente

nerviosa.

—¿Lo conocías? ¿Estuviste en alguna de sus clases?

Asentí, y continué mirando a otra parte, incapaz de dar una

respuesta verbal.

—He escuchado algunas historias sobre él que no son muy

halagadoras. Va a ser un obstáculo muy difícil de superar, pero creo que

voy a estar bien. ¿Qué piensas tú?

Forcé una sonrisa en mi cara y asentí una vez más, antes de girar y

dirigirme a recoger mi carpeta y bolso. Empujé la carpeta en mi bolso y

luego me apresuré hacia la salida.

—¿No olvidas algo?

Poco a poco, me volví hacia ella e hice una mueca cuando me

tendió la hoja que había arrugado, pero, aun así, sin una sola arruga en el

papel.

—Es muy hermoso. No sé quién hizo esto, pero debe de haberle

tomado un montón de tiempo y esfuerzo conseguir poner un mensaje en

esto. ¿Quién es él?

Tomé el dibujo de ella y lo metí en la mochila junto a la carpeta.

—Un entrometido —le contesté antes de salir.

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Había dado cuatro pasos fuera de la puerta cuando fui a dar

directamente a una pared. Levanté la mirada para ver a mi entrometido de

pie directamente en frente de mí, una expresión contrariada en su rostro.

—Estás en mi camino —dije, hirviendo de furia. Traté de caminar

alrededor de él, pero sabía que al momento de pensar en ello, él estaría

allí, bloqueando mi camino una vez más.

—No voy a dejar que te pongas en peligro de esta manera, Grace —

dijo en un tono suave, uno que me causaba un dolor anti natural

quemando a través de mi pecho.

—En el único peligro en el que alguna vez estuve, fui puesta allí por

ti. ¡Fuera de mi camino, Robert!

—No. Te dejé sola una vez, y el resultado fue una persona jugando

con tus recuerdos. No voy a dejar que eso suceda de nuevo, Grace, sin

importar donde tú y yo estemos de momento.

—¿De momento? Donde estamos no va a cambiar, Robert, y no

estoy de humor para hablar de mis recuerdos, o mi seguridad contigo o

alguien en este momento. Simplemente quiero que me dejen en paz.

Traté de empujarlo para pasar junto a él, pero agarró mi brazo

sosteniéndolo firmemente. Miré su mano y luego a él, rápidamente

cerrando los ojos a la mirada de dolor que provenían de esos irises de

plata.

—Voy a dejarte ir, Grace, cuando sepa que estás a salvo. No te

molestaré, pero no voy a irme de tu lado. Tu seguridad es primordial, no

sólo para mí, sino también para tus amigos y familiares. Piensa en cómo se

sentiría tu padre, sabiendo que fuiste herida una vez más justo cuando

Janice está en el hospital. Piensa en lo que le ocurriría a él si algo te

sucediera.

La verdad en sus palabras hería, y no podía admitirlo.

—Bien. —Fue lo único que pude decir.

Él asintió. No lo vi. Simplemente lo sentí. Fue un movimiento de

alivio, casi eufórico, y entonces la presión de su mano había desaparecido.

Abrí los ojos y vi que él también lo había hecho.

—¿Todavía estás aquí, Grace?

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La profesora en el interior del salón de clases estaba de pie en la

puerta. Me observó con una mirada curiosa, su postura mostraba una

ligera molestia de que todavía estuviera allí.

—Um. Sí —contesté—. ¿Cuál era su nombre otra vez, señora...?

—Deovolente. Sra. Deovolente.

Rápidamente miré hacia su mano izquierda y sentí mis labios

fruncirse cuando vi el brillo de la plata en su dedo anular.

—¿Está casada?

Ella sonrió y asintió, rápidamente ocultando su mano detrás de su

espalda.

—¿Hay alguna razón en particular por la cual quieras saber eso

Grace?

—Simplemente... curiosidad.

—Bueno, curiosidad o no, parece algo osado que un estudiante

haga tales preguntas. Sin embargo, quid pro quo, ¿verdad? Te he hecho

algunas preguntas que probablemente se sintieron atrevidas para tu

gusto, y ahora tú has hecho lo mismo conmigo. Ahora bien, si no te

importa, creo que voy a ir a la cafetería a comer algo.

Pasó por delante de mí y se detuvo a varios metros de distancia,

con la cabeza girando de izquierda a derecha.

Se dio la vuelta para mirarme, abriendo su boca para hacer la

pregunta a la cual yo ya sabía la respuesta. Señalé a la izquierda y la

observé mientras ella sonrió y se dirigió en esa dirección.

Escuché el sonido de sus tacones repiqueteando en el suelo,

desvaneciéndose, y luego suspiré.

—Ella es nueva en Heath.

—¡Arrg! ¿Por qué sigues aquí? —Elevé mis manos frustrada

mientras Robert parecía triste—. Dije que podías seguirme. No he dicho

que puedas andar alrededor de mí como si nada.

—Grace, un día tendremos que hablar de lo ocurrido. No podemos

dejar las cosas de la manera en las que están.

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Lo fulminé con la mirada y meneé la cabeza.

—No tenemos que hablar de nada. Se ha acabado lo que había

entre nosotros. Probablemente nunca debería haber comenzado, pero lo

hizo, y ahora ya se acabó. No hay nada que puedas decir o hacer para

cambiar mi forma de pensar.

—Todavía me amas, Grace.

—Por supuesto que sí —le dije, tragándome el dolor que

acompañaba a la admisión, sin embargo, incapaz de disimular la grieta en

mi voz—. Eso no desaparece porque mi corazón esté muerto, no importa lo

mucho que lo quiera. Pero va a desaparecer o va a ser reemplazado, uno

de los dos.

Lo vi. Un destello de ira que oscureció la plata en sus ojos a un

profundo y antiguo color peltre. Dio un paso hacia mí y se detuvo.

—A veces puedes ser tan... tan...

—¿Qué? ¿Humana?

Pasó las manos por su cabello, las hebras oscuras se deslizaron

fácilmente a través ellas acomodándose perfectamente de nuevo, la imagen

causó un dolor tan indeleble que se disparó a través de mi pecho, casi

arrojándome al suelo.

—Tan increíble.

¿Qué podía decir a eso? ¿Qué había que decir? Me quedé allí, en

silencio mientras él se apoderó de mi mano derecha y la llevó a su cara.

Sentí la frescura de su piel contra la mía y en contra de mi voluntad, la

conexión eléctrica que siempre había existido entre nosotros se encendió

en llamas. Consumiéndolo todo y el calor comenzaba a apoderarse del

poco sentido que podría haber poseído.

—¿Dónde está tu anillo?

La pregunta actuó como un amortiguador, e inmediatamente las

llamas se habían ido.

—¿Qué?

Señaló el dedo desnudo, con la mirada de sus ojos acusadores.

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—¿Tu anillo? ¿Dónde está? ¿Te deshiciste de él como hiciste con

todo lo demás? ¿Tirándolo a la basura como un insignificante pedazo de

basura?

Me quedé mirando mi dedo y traté desesperadamente de recordar

qué era lo que había hecho con él, pero me quedé en blanco. Lo miré y vi

que mi incapacidad para responder a su pregunta sólo confirmaba lo que

él creía.

—No lo sé. Sinceramente, no sé qué pasó con él. No puedo

recordar.

Soltó mi mano y se apartó de mí.

—Lo tiraste a la basura. Como la ropa y las fotos... puedo entender

eso. Eran cosas sin significado. Pero ese anillo… te di el anillo como

prenda de mí mismo. Fue una promesa de que siempre estaría contigo,

siempre te amaría, y sólo lo arrojaste a un lado como si fuera inútil. Como

si lo que nosotros éramos careciera de valor.

Aunque quería pedir disculpas, en lugar de eso me enojé.

—¿Te refieres a lo inútil que opinaste que era mi confianza? Tú eras

la única persona con la que alguna vez me sentí segura, y desechaste eso

por ambición y quién sabe qué más. Sinceramente, no recuerdo lo que

pasó con el anillo, pero en este momento, desearía haberlo tirado, ya que,

obviamente, tiene más valor para ti de lo que yo jamás tuve.

Caminé tempestuosamente en dirección a la cafetería justo cuando

la campana sonó. No me siguió. Él no se arriesgaría a continuar con esta

discusión en frente de toda la escuela. La pequeña mesa redonda donde

habían tenido lugar tan lindos recuerdos unas pocas semanas antes,

ahora parecía un lugar frío y solitario.

Puse mi mochila en el suelo a mi lado y mi cabeza en la superficie

de la mesa. Escuché como rápidamente, el nivel de ruido en la cafetería

crecía a su estado normal, una cacofonía de risas y sillas raspando contra

el suelo, tenedores chocando contra platos, y líquidos sorbidos con pajitas

delgadas. Esperé por los sonidos familiares de las sillas a mi lado al ser

arrastradas, esperé por los golpes pesados de las bandejas llenas de

comida contra la mesa; sólo... esperé.

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Se sintió como una eternidad hasta que sentí una mano conocida

en mi hombro. Me asomé a mirar a un par de ojos verdes cálidos y

acogedores y sonreí.

—Hola.

—Hola tú —dijo él sonriendo. Puso su tenedor en un montículo de

algo irreconocible y lo llevó hasta su boca, y masticó un poco antes de

empezar a hablar—. Así que Lark me dijo que estás de acuerdo con que

Robert te siga. ¿Vas a estar bien con eso?

Negué con la cabeza.

—Aunque, ¿tengo alguna opción? Él va a hacerlo tanto si quiero

como si no, si bien creo que ya no querrá hacerlo.

El tenedor de Graham quedó suspendido en el aire con esas

últimas palabras.

—¿Qué quieres decir? ¿Qué hiciste?

Le mostré mi mano, mi dedo desnudo mostrando la evidencia de un

anillo que una vez estuvo allí.

—Ouch. ¿Lo tiraste? —pregunta.

Negué con la cabeza.

—No recuerdo lo que pasó con él. Además, sé que no lo tiré a la

basura. No podría haberlo hecho.

Él tocó mi dedo con el pulgar y frotó la banda pálida que el anillo

había dejado en mi piel.

—Por supuesto que no lo habrías hecho. Él se dará cuenta tarde o

temprano.

No sabía por qué esas siete palabras significaban tanto para mí,

sobre todo cuando los sentimientos de Robert eran la última cosa por la

cual debería estar preocupada, pero oírlas me dio un poco de consuelo.

Racionalicé eso como simplemente no querer ser la mala de la película de

ninguna manera posible, ese título le pertenecía por completo a él.

Stacy y Lark pronto se unieron a nosotros, Stacy sentada a mi lado,

mientras que Lark se sentó junto a Graham. Su rostro era excepcional, la

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sonrisa en sus labios era de verdadera felicidad y era suficiente para

causar que la mayoría de las personas que pasaban parasen y miraran por

un momento.

—Te ves como una lunática —bromeó Stacy mientras llevaba una

cucharada de gelatina de naranja a su boca.

—Espero que una feliz y contenta lunática —dijo Lark. Ella volvió

su atención a Graham, quien había olvidado de pronto la montaña de

comida que tenía delante de él. En su lugar, sólo tenía ojos para ella, y

cuando los dos se quedaron mirando el uno al otro, la boca sin moverse,

supe exactamente por qué.

Y lo odiaba.

Agarré mi mochila y me levanté.

—Tengo que... ir al baño.

También oí otro roce de silla contra el suelo y vi a Stacy de pie a mi

lado.

—Iré contigo.

Me quejé en desacuerdo, pero vi que no iba a aceptar un no por

respuesta. Suspiré y asentí ante la derrota.

Al salir de las puertas de la cafetería y dirigirnos hacia el baño, un

rápido estallido de dolor en mi cabeza me hizo cerrar los ojos. Detrás de

mis párpados, pude ver un borrón en movimiento, un destello de

mechones dorados antes de que fuera tragado por la oscuridad de mis ojos

cerrados.

Cuando los volví a abrir, todavía estábamos caminando, como si

nada hubiera pasado. Stacy estaba divagando sobre algo que uno de sus

hermanos le había hecho a otro, y estaba riendo, obviamente por fuera lo

fuera divertido, me había perdido por completo la broma. Pude ver la señal

en el techo con la flecha azul apuntando hacia el pequeño cuarto de baño

sólo a unos metros de distancia, y suspiré de alivio.

Al pasar por la escalera que conducía a las aulas del piso de abajo,

oí un silbido exagerado, seguido por el taconeo de pies contra las baldosas.

Una cortina de oro apareció de repente, y fui sacudida desde el suelo. La

gente dice que a veces cuando te sucede algo que es traumático, las cosas

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parecen pasar en cámara lenta, como para ayudarte a recordar mejor

cuando preguntan sobre ello más adelante.

Este no fue mi caso, todo sucedió en tiempo real. Vi el borde de la

cima de la escalera por delante de mí y vi la esquina de un escalón más

abajo acercarse a mi rostro antes de que se pusiera en contacto con mi

mejilla izquierda. Cerré los ojos ante el sonido de los huesos contra el

concreto y los abrí de nuevo para ver a mis pies caer sobre mi cabeza

mientras rodaba escaleras abajo, aterrizando de mala forma sobre mi

brazo con un crujido muy alto y claro que se pudo escuchar en la escalera

vacía.

Los gritos furiosos de Stacy se oían por encima de mí, pero lo único

que podía ver era el patrón desigual de la baldosa debajo de mi cara. Pude

ver un lento goteo de sangre más allá. Sabía que estaba saliendo de mi

boca, a raíz de la atracción natural de la gravedad hacia abajo, y vi como

trazaba su camino a través de la brecha entre las escaleras.

La conmoción en la parte superior de las escaleras fue cada vez

más fuerte, pero nadie parecía estar viniendo en ayuda. Traté de mover

mis brazos para empujarme hacia arriba, pero sólo uno quería trabajar, el

otro testarudo yacía inútil debajo de mí. Solté un gruñido cuando el dolor

se disparó a través de mí, pero finalmente logré llegar a una posición

sentada, empujándome a mí misma contra la pared. Dolía respirar, pero

estaba agradecida de que lo pudiera hacer.

Mis piernas estaban bien, pero mi brazo izquierdo colgaba a mi

lado. Estiré la mano derecha en lo alto de la pared y logré ponerme de pie,

gimiendo cuando un dolor atravesó mi costado. El gruñido, a su vez, hizo

que mi rostro picara, y con cautela presioné los dedos sobre la mejilla

izquierda, siseando mientras lo hacía.

—¿Grace? ¿Estás bien? —gritó la voz de Stacy por encima de mí y

levanté la cabeza para ver una multitud de espectadores de pie en la parte

superior de las escaleras, sus miradas curiosas todas ellas dirigidas

directamente a mí.

—Estoy bien, Stacy. Sin embargo, creo que tengo un hombro

dislocado, y una costilla rota —le contesté, haciendo una mueca—.

También me mordí el interior de la mejilla, pero eso va a sanar.

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Vi a la multitud moverse y Graham vino corriendo hasta donde me

encontraba, su cara teñida de preocupación y furia.

—¿Estás bien? ¿Tienes algo roto?

—Estoy bien, Graham. Aunque, probablemente no sabré todo lo

que está roto hasta que llegue al hospital —le dije y le permití que poco a

poco me incorporara y llevara por las escaleras. El tumulto de estudiantes

se hizo a un lado cuando salimos de la escalera, y miré a la persona que

luchaba, detenida por una muy enojada Stacy.

Erica estaba furiosa, sus cabellos de oro eran una serie de enredos

salvajes mientras luchaba contra el agarre de Stacy.

—¡Déjame ir, fenómeno!

Me acerqué a ella, mi cabeza resonaba mientras lo hacía, y la miré

fijamente. Ella me miró con ojos vidriosos, y fruncí el ceño al ver el vacío

en ellos.

—Robert tenía razón. No hay nada allí —susurré.

—¿Por qué no puedes simplemente morir, fenómeno? ¡Sólo muere!

—me gritó, con los ojos cada vez más salvajes, con las manos en puños

apretados.

Traté de negar con la cabeza, pero incluso dolía parpadear. Me volví

lentamente hacia los pasos apresurados que se nos acercaban por el

pasillo. Varios profesores y el Sr. Kenner, el subdirector, estaban viniendo

a toda marcha hacia nosotros con una determinación de acero. La única

pregunta era: ¿para qué?

Stacy inclinó la cabeza hacia mí y me susurró al oído antes de que

nos interrumpieran.

—¿Entiendes ahora por qué necesitas guardaespaldas?

Miré a Erica y asentí sombríamente. No tenía ninguna duda cuando

miré a sus ojos en blanco que de haber estado sola, ella habría continuado

su asalto hacia mí. Lo único que se lo había impedido fue la presencia de

Stacy.

—Sabías que Robert no estaba aquí. Es por eso que viniste

conmigo.

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Era su turno de asentir ahora, y yo negué con la cabeza ante el

extraño giro que mi vida había tomado. A medida que los maestros

comenzaron a hacer sus preguntas, temía que las cosas sólo fueran a

complicarse más. Había estado de vuelta en la escuela sólo durante medio

día y ya había logrado cabrear a un ángel y casi ser asesinada por la ex

novia de mi mejor amigo. Si era así como el resto del año iba a ser, la vida

iba a resultar muy difícil.

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3 La Vida o

Algo Diferente a Eso Traducido por Andy Parth

Corregido por Curitiba

a primera vez que pude apreciar realmente tener dieciocho

fue cuando me di cuenta de que la escuela no tenía que

llamar al hospital para informar a papá de que había sido

herida. Fue una revelación del tipo que podía evitarle, al menos por un

rato, el conocimiento de que una vez más, alguien había tratado de

matarme.

El Sr. Kenner, habiendo escuchado los detalles de lo que había

pasado, parecía desecho en disculpas para Stacy y para mí mientras

llevaba a Erica a su oficina a esperar la llegada de la policía. Había sido

Stacy la que exigió que llamaran a la policía tan pronto como un

estudiante pudiera llegar a la oficina para retransmitir el mensaje.

Graham y Stacy caminaron conmigo hacia su auto. Él nos condujo

al hospital mientras Stacy quedó atrás para dar su relato de lo sucedido a

la policía. Estacionó torcidamente en el carril de la sala de emergencias,

saltando fuera y casi deslizándose a través del techo del auto para llegar a

mi lado. Abrió la puerta y cautelosamente me sacó, insistiendo en

cargarme al interior a pesar de mis protestas.

—¿Grace? ¿Eres tú?

L

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Volví mi cabeza hacia la voz familiar y sonreí.

—¡Doctor Ambrose! Sí, desafortunadamente soy yo. De nuevo.

El Dr. Ambrose sonrió, una suave carcajada encontrando su

camino hacia mí.

—Bueno, desearía poder decir que es un placer verte, pero bajo

estas circunstancias puedes entender por qué preferiría que no.

Le hizo señas a Graham para que lo siguiera y entramos en un

largo pasillo antes de girar finalmente en una pequeña habitación con una

cama de hospital estándar situada en el centro, una cortina rosa pálido

halada a medio camino alrededor de la misma.

—Puedes ponerla ahí joven.

Graham asintió y suavemente me sentó en el borde de la cama.

—Voy esperar afuera. ¿Está bien?

—Bien —respondí y observé como caminaba rápidamente por la

puerta—. A él no le gustan mucho los hospitales —le expliqué al Dr.

Ambrose, quien mantuvo su sonrisa.

—No conozco a alguien a quién le gusten los hospitales. Incluso yo

temo venir aquí cuando sé que muchos nunca lo dejan. Pero no parece que

será el caso contigo, así que vamos a ver que está mal aquí. ¿Podemos?

Empezó a hacerme la habitual ronda de preguntas mientras

examinaba mi rostro y brazo. Presionó contra mi costado cuando expliqué

el dolor que había experimentado allí al estar de pie y chasqueó su lengua

en desaprobación mientras grazné y me estremecí a la presión.

—Voy necesitar hacer algunas radiografías, pero creo que te has

fracturado varias costillas. Necesitarán ser vendadas, lo que significa nada

de ir de fiestas ni deportes extremos por algunas semanas. También voy

tener que realizar una reducción en tu hombro para volver a colocar el

brazo en su lugar. Lo haremos después de las radiografías sólo para estar

seguros de que nada más esté roto, ¿está bien?

Asentí.

—¿Cuánto tiempo crees que tomará esto?

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Alzó su brazo y miró su reloj.

—Probablemente estarás en casa en unas dos horas. ¿Por qué?

¿Tienes una cita ardiente?

Sacudí mi cabeza y reí. Él frunció el ceño a eso y sacudió su propia

cabeza.

—Lástima. Si tuviera tu edad, estaría invitándote a salir en un

santiamén. Como son las cosas, mi esposa probablemente tendría mi piel

si siquiera me atrevo a mirar a otra mujer.

—¡No sabía que estabas casado!

Sonrió y tendió su mano. El anillo plateado en su dedo brillaba bajo

la luz fluorescente.

—Casi diez años este junio. Ella es mi balance, me impide ser

demasiado serio y me aleja de perder todo el control. No sé dónde estaría

de no ser por Vanessa.

Abrió un armario al lado de la cama y sacó una bata y una manta.

—Tendrás que cambiarte en esto, pero la manta debería ayudar a

mantenerte caliente. Iré e informaré a tu amigo afuera acerca de lo que

está pasando.

Le agradecí y procedí a desvestirme después que se fue. Luché para

quitarme la ropa, el frío en la habitación destacó una vez que tuve éxito.

En mi ropa interior y debajo de la fina tela de la bata de hospital y la

escueta manta de hospital blanca, comencé a temblar.

Después de unos minutos, una enfermera entró con varias bandas

para envolver alrededor de mis muñecas. Se fue, sólo para regresar con

una silla de ruedas.

—Voy a llevarte a rayos x para hacer tu radiografía del pecho y

luego te traeré de vuelta directo aquí —me dijo con una sonrisa alegre.

Parecía antinatural que alguien se viera tan feliz en un hospital y forcé una

sonrisa en respuesta, la que sólo pareció hacer la suya crecer más amplia.

Subí a la silla de ruedas y observé como fui rápidamente rodada fuera de

la habitación y por pasillo tras pasillo hasta que entramos a una

habitación que olía a vendajes y blanqueador.

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—¿Crees que puedes subir en esa cama tú misma? —me preguntó

la enfermera animada y asentí. Por supuesto, como con todas las cosas, es

más fácil decirlo que hacerlo. Tratando de mantener la espalda de mi bata

cerrada mientras intentaba saltar en una mesa sin la ayuda de mi otro

brazo resultó ser bastante difícil.

—Frank, baja la mesa —gritó una voz. Casi inmediatamente, la

mesa comenzó a deslizarse ante mí hasta que fui capaz simplemente de

deslizarme en ella.

La enfermera sonrió mientras comenzó a juguetear con varios

rectángulos de finas cajas de metal que llevaban marcas extrañas sobre

ellas. Las deslizó debajo de la mesa en la que estaba encaramada y luego

volvió a sonreírme una vez más.

—Muy bien, ahora voy a necesitar que te acuestes.

Hice como me dijo y seguí sus instrucciones; me dejó sola a los

zumbidos y chasquidos de la máquina que tomaría las imágenes de mi

pecho y los pondría en la película. Terminó antes de que supiera y estaba

una vez más en la silla de ruedas siendo empujada hacia mi lejana

habitación.

—¿Has visto a mi amigo por aquí? —le pregunté mientras buscaba

a Graham—. Él no estaba afuera cuando nos fuimos y no lo veo ahora.

—Probablemente fue a la cafetería para comer. Es lo que la mayoría

de los novios y esposos hacen cuando no pueden hacer nada más.

—Oh, él no es mi novio —le expliqué rápidamente—. Es mi mejor

amigo.

—¿Tienes un mejor amigo hombre? —Su tono me dijo claramente

que la idea era ajena para ella, y tan simplemente asentí—. Bueno, todos

son iguales, probablemente está comiendo.

Asentí, sabiendo que probablemente tenía razón. La solución de

Graham para la mayoría de las cosas usualmente venía en la forma de algo

comestible. Suspiré y no dije nada más mientras la enfermera me

regresaba a la habitación de exámenes. Esperé hasta que se fue antes de

subirme a la cama. Halé la manta sobre mis piernas expuestas y esperé a

que el Dr. Ambrose volviera con los resultados de mis rayos x.

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Debo haberme quedado dormida porque fui despertada por la

suave sacudida de una mano fría en mi hombro bueno. Abrí mis ojos y

miré fijamente en los ojos marrón oscuro del doctor.

Me sonrió y sus dientes casi antinaturalmente blancos brillaron.

—Tengo tus radiografías de vuelta. Parece que tienes dos costillas

rotas y una clásica dislocación del hombro anterior lo que requerirá que

lleve a cabo una reducción en él para conseguir que ese hombro vuelva a

plena forma.

Sonreí y asentí a las noticias, poniéndome en una posición sentada.

—Así que, ¿qué hacemos ahora?

—Bueno, voy a darte un poco más de analgésicos por vía

intravenosa y entonces una enfermera y yo estaremos recolocando tu

hombro. Esperemos que no sientas ni una cosa. —Se estiró por mi mano y

comenzó a tomar mi pulso.

De la manera en que dijo “esperemos” causó que un nudo se

formara en mi estómago. No me gustaba la idea del dolor y estaba

comenzando a racionalizarme a mí misma cómo vivir con un hombro

dislocado no sería algo tan malo después de todo. Miré al rostro del Dr.

Ambrose y observé mientras se concentraba en contar las pulsaciones

debajo de sus dedos fríos. Su piel era increíblemente suave sin asomo de

una sombra.

Sonreí ante el infinito cuidado que debe tomar en orden de

mantener a su esposa de tener que lidiar con los parches ásperos del vello

facial. Era un hombre bastante atractivo con su amplia sonrisa y ojos

marrón oscuro, su cabello cobrizo esquilado para rizarse justo en la parte

delantera, todo lo demás bien aseado y presentable.

Mi mirada viajó por su suave garganta donde se detuvo. Miré

fijamente y esperé, cada segundo que pasó, infructuoso.

—Bueno, algo parece haberte puesto nerviosa de repente en la

forma en que tu pulso simplemente escaló a alta velocidad aquí. ¿Tienes

miedo de un poco de dolor? La aguja no es tan mala… es pequeña y

afilada, mucho más que las que usaban hace décadas. Y mucho más

agudas que los dientes. Es una broma, por cierto.

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Traté de tragar la bilis que comenzó a subir por mi garganta y

asentí rígidamente, sabiendo que no había nada que pudiera hacer para

detener que la sangre se drenara de mi rostro, dejándolo pálido y casi sin

vida. El Dr. Ambrose echó una mirada a mi rostro y comenzó a alejarse

lentamente.

—¿Grace? ¿Hay algo mal?

Apunté a su cuello y asentí una vez más. Su mano voló a su lado y

volteó para mirar en el espejo. Suspiró con alivio y se dio la vuelta para

reírse de mí.

—Pensé que había un tercer ojo o algo creciendo fuera de mí. ¡No

asustes a un hombre así!

—No tienes un tercer ojo creciendo fuera de tu cuello. No tienes

nada pasando en tu cuello. Ni siquiera pulso.

Su cuerpo se puso rígido y el marrón oscuro de sus ojos creció más

oscuro mientras sus pupilas se ampliaron.

—No sabes de qué estás hablando.

Sacudí mi cabeza y señalé una vez más hacia su cuello.

―No tienes pulso. Puedo verlo. —Me estiré por su mano fría y

presioné mis propios dos dedos contra su muñeca—. Puedo sentirlo, Dr.

Ambrose… está muerto.

Se alejó de mí y giró, sus manos agarrando furiosamente los lados

de su cabeza. Pude ver en el espejo que su rostro parecía desgarrado, sus

ojos salvajes con confusión e incertidumbre.

—¿Por qué no estás gritando? ¿Corriendo alrededor y llamando por

ayuda? —susurró él.

—Tengo un montón de familiaridad con las cosas muertas —me las

arreglé para murmurar.

Se giró para enfrentarme, una sonrisa bastante peculiar en su

rostro.

—Así es. Olvidé que tú eres su compañera.

—No soy la compañera de nadie.

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Su cabeza se inclinó a un lado ante mi respuesta.

—¿Ha elegido a otra entonces? ¿Alguien más adecuado a su estilo

de vida y… ahm… duración de vida?

—Usted parece saber mucho acerca de él. ¿Qué eres?

Sonrió otra vez, sus dientes demasiado brillantes.

—Debo haber pensado que era claramente evidente,

considerando…

Sacudí mi cabeza.

—Mira. Puedo saber mucho más que los seres humanos sobre lo

que pasa en tu mundo, pero no sé todo. Y lo que sí sé todavía es muy

difícil de aceptar, no es que esté buscando estar alrededor de él mucho

más tiempo para empezar, así que si no sé lo que eres, ¿podrías al menos

seguirme la corriente y decirme de modo que no siga sentada aquí

pareciendo una idiota?

Se rió de mí, y entonces tomó mi mano. El frío de su piel debía de

ser otra pista pero seguí permaneciendo en blanco.

—Él te dijo acerca de mi clase. Ya descubrí esto… puedo verlo en

tus ojos. ¿Es realmente tan difícil de averiguar? ¿No encajo en la imagen

que has construido en tu mente? ¿El último que encontraste fue tan

odioso?

—No sé lo que eres, así que, ¿cómo puedo haber formado una

imagen de tu… clase?

Su sonrisa fue desconcertante mientras él empezó a acariciar mi

brazo arriba y abajo con un dedo frío. Miré a su rostro y luego de vuelta a

las manos que sostenían mi brazo tranquilo, los dedos que se arrastraban

a lo largo de mi brazo interno. Pude escuchar mi sangre bombeando en

mis venas, las mismas que él estaba acariciando con un dedo adorador, mi

pulso repiqueteando a un ritmo nervioso en mis oídos mientras el

amanecer del reconocimiento comenzó a afianzarse. Cuando levanté la

mirada a sus ojos, el rico marrón oscuro había sido reemplazado con

anillos rojos alrededor de irises verde jade. Mi corazón casi derrapa hasta

detenerse.

—Tú… tú eres… tú eres un erl…

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Él presionó un dedo frío contra mis labios y sonrió una vez más.

—No tienes que temerme Grace.

Tosí ante su consuelo.

—Es fácil para ti decirlo, el último que conocí trató de comerme.

Eso es como un coyote diciéndole a un conejo que no tiene nada que

temer. ¡Soy el almuerzo para ti!

Sacudió su cabeza con un destello divertido en sus ojos.

—He estado “sobrio” durante muchos años ahora y no planeo caer

fuera del… vagón en ningún momento pronto.

De la manera en que habló me hizo pensar que de alguna manera

él había confundido nuestra conversación con otra cosa. Pero cuando una

enfermera entró con una bandeja de jeringas etiquetadas, me di cuenta

que él había cambiado el tono de la conversación para mantener a la

inconsciente enfermera ignorante del tema de discusión.

—¿C-cuánto tiempo has s-sido… así? —le pregunté mientras la

enfermera empezó a limpiar mi brazo con un algodón embebido en alcohol.

Él me miró y comenzó a hablar, pero sus palabras no salieron en

inglés. En su lugar, para mi sorpresa, tomaron el flujo cadencioso y

plegado del francés.

—Ha sido cerca de cien años. Los primeros días fueron como si

estuviera viviendo una pesadilla. Era un animal, pero mi mente todavía

era… humana. Mi cuerpo era tan grotesco que me escondí en las

alcantarillas y sombras hasta la oscuridad, y entonces sólo deambulé por

las calles odiando a las personas durmiendo en sus camas, ajenas a lo que

yo era, a lo que me había sucedido.

»No podía comer, no podía beber, pero me sentía tan hambriento.

Maté a algún borracho sin darme cuenta una noche, con la esperanza de

robar el pastel de carne que tenía en su mano. Todavía estaba

sosteniéndolo cuando murió, y lo comí. No me di cuenta hasta que estuve

lleno que había comido todo el brazo del hombre, junto con el pastel.

Estaba horrorizado. Había matado a alguien por encima de la comida, y

ahora quería matar de nuevo, porque aunque el pastel había sabido

maravilloso a mi estómago vacío, su carne sabía… mejor.

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»La culpa al darme cuenta de eso fue tan poderosa, sentí que me

había matado a mí mismo. Y traté. Traté de ahogarme, traté de quemarme,

colgarme; nada funcionó porque no puedes matar lo que no está vivo. Es

una cosa sorprendente, darse cuenta de que estás muerto. También es

increíblemente solitario.

»Volví a mi hogar de la infancia, donde todavía vivía mi madre.

Tenía tanto miedo de que viera en lo que me había convertido y me alejara.

Oré mucho para que ella me reconociera, que supiera que yo era su hijo y

cuando abrió su puerta y me vio, de pie allí en trapos, mi cuerpo

temblando con la necesidad de alimentarse, me abrazó. “Una madre

conoce a su hijo” me dijo.

—Pero, ¿cómo? —pregunté, confusa—. ¿Cómo supo ella que eras tú

cuando te veías… cuando te veías de la manera en que lo hacías?

—Ese es el asunto. Ya no parecía un monstruo. Había cambiado a

mi antigua forma, con mi rostro y cuerpo antiguo, simplemente por pensar

en ello. Mi madre nunca supo cómo me veía bajo el falso rostro. Pero notó

que cuando comía, no tocaba nada excepto la carne que ella había

preparado. Y lo continuó notando cuando le dije que no la cocinara en

absoluto.

»Pero los pequeños trozos de cerdo o pollo no eran suficientes para

mantener mi hambre calmada. Y cuando ella vino un día de la iglesia más

temprano de lo que esperaba, me encontró… terminando los restos de un

hombre que había llegado a la casa rogando por comida. Ella debió haber

estado aterrorizada. En su lugar, lloró por mi alma.

»Viéndola de esa manera, viendo que se rehusaba a rechazarme por

el monstruo que era, cambió algo dentro de mí. Ella me había aceptado

por lo que me había convertido, pero dijo que no podía continuar

quedándome con ella si continuaba matando personas inocentes. Así que

le prometí que encontraría alguna manera para… pelear la adicción.

»Resultó que mi decisión para… renunciar llegó en el momento

justo. Los métodos de almacenamiento de sangre sólo se estaban volviendo

populares y con mi formación en el campo médico, fui idóneo para los

papeles en la adquisición de sangre y almacenamiento. Este método

mantuvo mi promesa a mi madre y eso, junto con comer mucha carne de

cerdo cruda, me mantuvo alimentado, aunque nada se compara con la

llenura de la carne humana.

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»Con el tiempo crecí mucho más acostumbrado a las variedades

pre-empacadas que pueden ser calentadas y enfriadas a temperaturas de

mi elección. Además, tengo una afinidad por el tipo B. Tiene el mejor

sabor.

Hice mi mejor esfuerzo para evitar las náuseas mientras hablaba de

sus preferencias de comida igual a que si estuviera leyendo algún menú

macabro, pero era difícil ocultar el asco en mi rostro y él lo notó.

—Oh, te he hecho enfermar, ¿cierto?

Asentí y miré a la enfermera, quién asumió comprensiblemente que

estaba verde por las agujas y lo que se avecinaba a mi brazo.

—Lo siento Grace. No he sido capaz de hablar con alguien nuevo

sobre esto en décadas y a veces me olvido. Sólo pensé que, bueno,

considerando con quién es que estás, um, bueno… con quién estabas

saliendo, asumí que estarías bien conmigo, con lo que soy.

Miré una vez más a la enfermera, y viendo que era ajena a la

naturaleza de la discusión, finalmente le respondí con algo más que sólo

un asentimiento o una mirada en blanco.

—Dr. Ambrose, en un corto período de tiempo he tenido todo mi

modo de ver al mundo alterado de alguna manera bastante inquietante. He

sufrido varios atentados en contra de mi vida; he aprendido que existen

cosas como tú.

»Y he aprendido que las personas en las que más confías son los

mismos que probablemente te herirán, aunque esa lección obviamente la

tuve que aprender dos veces, así que, si no parezco demasiado emocionada

por descubrir realmente que un monstruo está trabajando en el hospital,

no lo tome de la manera equivocada. Sólo soy yo, ajustándome a las

noticias realmente de mierda que no importa cuán duro trate, nunca voy a

ser normal.

Rió y asintió a la enfermera que me ayudó a acostarme.

—Grace, déjame decirte algo. Normal es una experiencia

sobrevalorada. Ser igual que todos los demás, perdiéndote en la multitud

no es nada por lo que esforzarse. Especialmente cuando eres tan especial

como tú lo eres.

El bufido me dejó antes del gruñido de dolor.

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—Allí está. Todo listo.

Lo miré con sorpresa.

—¿Qué todo listo?

La cama se levantó y pronto estaba sentada.

—Con tu hombro. Lo pondré en un cabestrillo y entonces estarás

lista para ir a casa.

—¿Arreglaste mi hombro? ¿Ya? —Sonaba incrédula.

—Así como vendé tus costillas. Estarás sintiendo dolor por unos

días, pero para eso está el ibuprofeno.

Lo miré mientras pensaba que me había acabado de hablar en otro

idioma.

—¿Está listo?

Él esperó hasta que la enfermera se fuese para recuperar mi receta

antes de girarse hacia mí, una mirada seria en su rostro.

—Grace, ¿crees que tus ángeles son los únicos con una increíble

velocidad? Mi clase no es ni de cerca tan rápida, estamos limitados a lo

que puede permitir la física, pero podemos hacer algunas cosas bastante

rápidamente sin que te des cuenta. Como envolver una costilla o dos

mientras giro tu brazo alrededor para reubicarlo en tu hombro.

Lo miré fijamente inexpresivamente.

—¿Grace?

—Lo siento, ¿qué?

Él sonrió y sentí un escalofrío espeluznante bajando por mi espina

dorsal cuando miré en sus ojos una vez más.

—Lo siento, ¿te he asustado no? Supongo que todo esto ha sido

demasiado para un día.

Asentí y le permití que me ayudara a bajar de la cama, vacilando

un poco ante la sensación fría y húmeda de sus manos contra mi piel.

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—Me gustaría vestirme ahora —le dije y empecé a halar las

lengüetas de la bata de hospital tan pronto como se hubo ido.

Desafortunadamente, me encontré con algunas dificultades cuando

llegó el momento de ponerme mi camiseta. Estuve allí en la fría habitación

de hospital en mi sujetador y vaqueros, mirando fijamente mi camiseta de

la misma manera que un soldado miraría a un campo minado.

—Podrías pensar que la parte menos desafiante de hoy sería

ponerte una camiseta —murmuré para mí misma.

Mientras pensaba como ponerme mi camiseta sin redislocar de

alguna manera mi hombro, me di cuenta de que el aire en la habitación

estaba haciéndose más cálido. Levanté la mirada hacia el ducto de aire

acondicionado, esperando que el chorro de aire frío hubiera parado, pero

pude sentirlo soplando, el aire seguía frío.

—Pensé que sería más cómodo para ti.

Él.

Volteé lentamente, mis brazos cruzados sobre mi pecho en un

pobre intento de modestia sabiendo que todo lo que podía verse ya había

sido visto.

—Por favor dame una buena razón de por qué estás aquí y por qué

no debo gritar. —Lo miré fijamente, vergüenza luchando contra la furia

dentro de mí mientras miraba al par de ojos de plata líquida.

—Sigo fallándote Grace. Siempre resultas herida cuando no estoy

alrededor, como si alguien supiera que no estoy allí para protegerte. Esto

es el comienzo… sólo aumentará hasta alcanzar el objetivo final y no

puedo permitir que eso suceda —explicó Robert.

Le fruncí el ceño.

—¿No puedes permitir que eso suceda? Si hubieras permitido que

sucediera cuando se suponía, no estaría aquí ahora, sintiéndome de la

manera en que lo hago, teniendo que escuchar que pretendes preocuparte

acerca de lo que me pase.

—Sé que no puedo convencerte de que lo que hice, lo hice porque te

amo. Sé que no vas a creer nada de lo que diga por cómo te sientes ahora.

Pero sé que no crees que no me preocupa lo que te pase. Te amo, Grace. Te

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amo y debí haber sido honesto contigo pero no lo fui y si no estar contigo

es el precio por eso entonces lo acepto, pero lo que no aceptaré es que te

pase algo por eso.

Comenzó a desabrochar su camisa y mis ojos se ampliaron en

sorpresa.

—¿Qué estás haciendo?

Él me miró mientras alcanzaba el último botón y quitó la camisa de

su cuerpo. Me volteé, no queriendo mirar. Pero más que eso, me volteé

porque quería mirar.

Sentí la camisa presionada contra mi espalda y luego hacerse…

más suave. Intenté girar pero pronto estuve rodeada por una espesa nube

negra que me mantuvo inmóvil. La sensación de la niebla contra mi piel

desnuda era diferente a cualquier cosa que había sentido antes. El lento y

aterciopelado rizo de eso mientras se deslizaba contra mis hombros y abajo

en mis brazos hizo imposible evitar que un quejido dejara mis labios.

Estaba en agonía; se estaba erigiendo algo dentro de mí que

necesitaba algo, simplemente no sabía qué. Pero la agitación de la niebla

oscura en mi piel estaba instando a lo que sea que fuera ese sentimiento a

un punto que me hizo morder mis labios para evitar que ese quejido se

convirtiera en un gemido. Pronto, demasiado pronto y no demasiado

pronto, se había ido, y Robert estaba de pie delante de mí, sus dedos

ocupados abotonando la blusa que ahora estaba colgando sobre mí como

una ceñida, capa color crema.

—Tanto como me habría encantado haber tenido una razón

diferente para hacer eso, esta fue la única manera que pude ver para

vestirte sin causar ningún dolor significativo. Habría preferido sanarte,

pero algo me dice que preferirías que no lo hiciera tampoco.

Esperé hasta que llegó el segundo en el último botón antes de

finalmente hablar.

—Pude haberme vestido yo, pero gracias. Y tienes razón; no quiero

que me sanes. Ya no más. Pero… gracias.

La puerta se abrió detrás de mí y escuché el jadeo de sorpresa

antes de ver el rostro de la enfermera que entró con un cabestrillo pre-

empacado y una botella de píldoras en otra bandeja pequeña.

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—Yo… yo… yo —tartamudeó mientras asimilaba la constitución sin

camisa de Robert.

No sé por qué, pero sentí una barra de ira cortar a través de mí

mientras miraba sus ojos hacerse más amplios y sus pupilas dilatarse a la

vista de Robert. Ella parecía tan contenta y sentí una desconocida

necesidad de sacarle los ojos. Una suave carcajada detrás de mí me trajo

de vuelta a mis sentidos y sonreí a la mujer cuyos ojos estaban casi

dolorosamente fijos en Robert.

Tomé la botella de píldoras de la bandeja y agarré el cabestrillo,

rasgando el paquete con mis dientes. Robert removió la tela triangular de

mi mano y rápidamente creó un descanso bastante cómodo para mi brazo.

—Gracias —balbuceé antes de girarme hacia la puerta.

—¿Puedo irme ahora? —pregunté a la enfermera quién señaló a

algunos documentos sobre la bandeja sin quitar nunca sus ojos de Robert.

Los agarré y miré, rápidamente firmando mi nombre en las fichas

pre-designadas con el lápiz provisto y, a continuación los dejé allí. Salí

hacia el pasillo y vi a Graham sentado en el suelo, su cabeza apoyada en

sus manos, su cabello rubio sobresaliendo de entre sus dedos como

doradas briznas de hierba.

—Hola —le dije.

Él levantó su mirada y saltó a sus pies, sus brazos envolviéndose a

mí alrededor tensamente. Muy tensamente.

—Ouch. Ouch, Graham… ¡Auu!

Sucedió bastante rápido. Robert estaba junto a mí, una mano

manteniéndome presionada a su espalda, la otra sosteniendo a Graham

contra la pared, su mano sujeta alrededor de la garganta de Graham.

—Estabas hiriéndola —siseó él.

—Estaba abrazándola —resolló Graham—. ¡Suéltame!

Robert sabía que Graham estaba diciendo la verdad y suspiré con

alivio cuando vi los músculos tensos en sus brazos comenzando a

relajarse. Graham se deslizó al suelo, tosiendo y chisporroteando mientras

lo hacía. Corrí alrededor de Robert para reconfortar a Graham y volví los

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ojos acusadores hacia Robert quien se veía sin arrepentimiento por su

reacción exagerada.

—¿Es así cómo planeas protegerme? ¿Estrangulando a mis amigos?

—gruñí. No esperé por una respuesta y en su lugar presioné mi mano

contra las marcas oscuras que estaban extendiéndose en el cuello de

Graham—. ¿Estás bien? —susurré y exhalé cuando asintió.

—Lo siento Grace. No quise lastimarte —respiró mientras

comenzaba a frotar las marcas en su cuello—. Y, ¿qué está haciendo él

aquí? ¿Se reconciliaron?

Miré a Robert y luego a Graham y sacudí mi cabeza.

—No.

Graham dio un vistazo a la blusa que colgaba flojamente sobre mí y

puso sus ojos en blanco.

—Seguro. Es por eso que él está medio desnudo y tú estás usando

su camisa.

Antes de que pudiera protestar, se empujó a una posición de pie y

dio la vuelta, su cabeza sacudiéndose a un lado para advertirme. Miré

hacia esa dirección y vi a dos policías acercándose con un Dr. Ambrose

que parecía muy nervioso intercalado entre ellos.

Gemí cuando los reconocí como los mismos oficiales que habían

llegado a la casa para discutir la muerte del Sr. Frey. No se les escapó que

algo había acabado de pasar entre nosotros tres e intenté adoptar mi mejor

aspecto tranquilo. Graham empezó a frotar su cuello ferozmente. Y Robert

se movió frente a mí, sus manos apretadas en puños.

La mirada en el rostro de Ambrose debía haber sido acompañada

por sudor, pero me di cuenta de que si él no estaba vivo, tampoco sudaría.

Simplemente se veía frenético y no podía decir si era porque estaba

franqueado por dos oficiales de policías uniformados o si era porque la

Muerte en sí misma estaba parada en frente de mí.

—Grace, estos oficiales están aquí para tomar tu declaración —dijo

nerviosamente mientras sus ojos se movían rápidamente de los míos a los

de Robert. Miró brevemente a Graham, pero podía decir que lo vio como de

poca o ninguna consecuencia y no pude evitar sentir un poco de enojo por

eso.

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Asentí rígidamente, pero no me moví. Si van a hacerme cualquier

pregunta, tendrían que hacerlo por detrás de Robert, quien desprendía un

muy bajo ruido retumbante que realmente causó que uno de los oficiales

se persignara. Sonreí con suficiencia.

—Srta. Shelley, ¿podría decirnos qué pasó exactamente? Ya

tenemos alguna información por su amiga Stacy, pero todavía necesitamos

tu versión de los eventos antes de presentar nuestro informe —dijo aquel

que no parecía estar a punto de orinarse encima—, también necesitaremos

su declaración, Sr. Hasselbeck.

Graham asintió pero se quedó a mi lado, su postura rígida pero

cautelosa. Suspiré y comencé a explicar a los oficiales lo que había

sucedido, tratando lo mejor posible para mantener el melodrama fuera de

ello y simplemente apegándome a los hechos. Cuando describí la caída, el

aire a nuestro alrededor se volvió glacial, Robert obviamente no estando

contento con lo que Erica había hecho esta vez. Podía escuchar el

retumbar en él crecer más fuerte con cada palabra y lancé una mirada de

disculpa a Graham cuyos dientes estaban traqueteando.

Fue sólo después de que Graham hubiera dado su declaración y

que ambos las habíamos leído y firmado que Robert finalmente se

tranquilizó y enderezó su postura. Esperó hasta que los oficiales se

hubieran ido antes de acercarse al Dr. Ambrose, quien una vez más debía

haber estado transpirando de nerviosismo y miedo, y en su lugar

simplemente se veía pálido y… frío.

Un silencioso intercambio pasó entre ellos y yo ansiaba saber lo

que estaban discutiendo, la escena surrealista y paradójica tomando lugar

ante mí era demasiado intensa de curiosidad y extrañez para simplemente

voltearme e ignorarla. La Muerte, en sí misma, estaba de pie en medio de

un pasillo de hospital, hablándole a un hombre que ayudaba a salvar

vidas, aunque él mismo estaba muerto.

El Dr. Ambrose asintió entusiastamente a algo, luego me miró y

sonrió, una sonrisa conocedora que no hizo nada para tranquilizarme. En

cambio, me preocupaba que otro jugador estuviera siendo añadido a este

juego sin necesidad, y aunque sonaba ridículo, temía por su vida.

Graham me codeó y lo miré, estremeciéndome cuando vi los

moretones con forma de mano que se envolvían alrededor de su cuello.

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—¿Qué crees que Robert le esté diciendo a ese doctor? Deben

conocerse mutuamente para que esté hablándole así, ¿eh?

Asentí y luego me encogí de hombros.

—No sé de qué están hablando, pero lo más probable es que tenga

que ver conmigo. Se siente culpable de que él no estuviera allí para

impedir que Erica me empujara por las escaleras.

Graham asintió en acuerdo.

—Bueno, se supone que él se preocupa por ti y sin embargo,

siempre está lejos cuando te lastimas. ¿Qué hace de todos modos? ¿A

dónde va?

Lo miré y fruncí el ceño.

—¿Sabes que no puedes saber eso cierto?

Él sacudió su cabeza.

—Lark y yo no hemos hablado exactamente sobre… las reglas.

Todavía no, de cualquier forma.

Sacudí mi cabeza a eso.

—Debe al menos haberte dicho algunas de ellas. Como esa, por

ejemplo. No está permitido que sepas el llamado de otro ángel a menos que

te digan ellos mismos.

Él asintió, comprendiendo algo.

—Pero él es el hermano de Lark. ¿Eso no me hace casi familia?

Me reí a eso.

—No llegaré a saber cuál es el llamado de Lark a menos que ella me

diga. Tú tampoco. Es como son esas cosas. No tiene nada que ver con la

familia o a quién conozcas.

Me miró confuso.

—Pero tú sabes acerca del llamado de su madre… Lark me dijo que

sabías y que ella no te dijo.

Abrí mi boca para protestar, pero me detuve.

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—Oh. Dios. Mío.

—¿Qué? —dijo él, asombrado.

—Acabo de darme cuenta de algo —le dije, y comencé a jalarlo con

mi brazo bueno—. Vamos. Tenemos que buscar el auto y llegar a casa. Hay

algo que necesito comprobar, algo que necesito averiguar primero.

Me permitió tirarlo a medio camino por el pasillo antes de

preguntar acerca de Robert.

—¿Ustedes están juntos de nuevo o qué? Porque si lo están, no

creo que sea una buena idea simplemente dejarlo aquí.

Miré detrás de mí y vi que Robert ya se había ido, como también el

Dr. Ambrose.

—No creo que tengamos que preocuparnos por ellos, Graham. Y no,

no estamos juntos de nuevo. Deja de preguntar eso, ¿lo harás?

Se encogió de hombros mientras me seguía hacia el ascensor.

—Sólo digo… chicos, no actúan como si no estuvieran juntos.

—Es una camisa. Él me ayudó con una camisa —murmuré cuando

las puertas se abrieron y subimos.

—Bueno, recuerda eso cuando me veas medio desnudo y a Lark

usando una mía —murmuró de vuelta mientras las puertas se cerraban.

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4 Al Máximo

Traducido por Xhessii

Corregido por Curitiba

speraba ser capaz de hacer un poco de investigación

cuando llegara a casa, pero la presencia de Graham, sin

mencionar la de Stacy y Lark me alejó de seguir los

planes que había formado en el camino a casa desde el hospital. Lark

decidió permanecer abajo con Graham mientras Stacy y yo subimos las

escaleras para discutir qué era lo que ella le había dicho a la policía.

—Básicamente les dije que Erica se volvió en una completa loca de

mierda y te empujó por las escaleras sin razón —me explicó mientras me

recostaba en la cama—. El tipo raro de la policía siguió sacudiendo su

cabeza cuando le dije cómo controlé a la loca mientras tú estabas al final

de las escaleras. No creo que él verdaderamente entienda la clase de

persona que Erica es. Espero que fuera a ver tus heridas… tal vez eso lo

asuste un poco.

Sacudí mi cabeza y suspiré.

—Todo lo que vio fue mi cabestrillo. No iba a levantar mi blusa y

mostrarle los vendajes que estaban enrollados alrededor de mis costillas.

Además, puede mirar las radiografías si quiere.

Stacy asintió y luego le dio un tirón al dobladillo de la blusa.

—Así que, ¿dónde conseguiste a los nuevos amigos?

Miré abajo y gruñí.

—Realmente no tengo que explicarte esto también, ¿o sí?

E

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Sonrió y asintió en serio, su mente estaba girando en numerosas

posibilidades, y ninguna de ellas era correcta.

—Como le dije a Graham, Robert me la dio porque no podía

ponerme mi camisa. Era fácil quitarse la camisa cuando no sentía mi

brazo colgando todo flojo e inútil, pero el después es una historia

completamente diferente.

Stacy se enfurruñó con mi explicación.

—Pudiste dejar que él te curara, sabes, entonces no habría habido

necesidad de que él caminara medio desnudo por el hospital.

Jadeé y le tiré una almohada.

—¡Ya sabías! Tú y Lark estaban espiando, ¡pequeñas ratas!

Se rió y esquivó la almohada con destreza.

—Lark quería saber qué estaba pasando, y yo también, ¡así que

claro que espiamos! Pero sólo después de que Robert estuviera a punto de

estrangular a Graham, recuérdame agradecerle por esa visión, fue

totalmente entretenido verlo, aunque creo que Lark no está muy feliz con

él en este momento, y no escuchamos ninguno de tus pensamientos

privados o cualquier otra cosa.

Gemí y agarré la almohada sobrante y la usé para cubrir mi rostro.

—No puedo creer que de todos los ángeles en el mundo, te has

vuelto mejor amiga con una de las que puede leer las mentes a kilómetros

de distancia.

—Oh, deja tus protestas. Si no fuera por la habilidad de Lark de

hacer eso, Robert nunca hubiera llegado al hospital y tú probablemente

seguirías intentando averiguar cómo ponerte tu camisa.

Gruñí ante su razonamiento y sacudí mi cabeza debajo de la

almohada.

—Me habría traído la bata del hospital a casa.

Ella se rió con mi respuesta y quitó la almohada de mi cabeza.

—No, no lo habrías hecho y lo sabes. Admítelo; estás agradecida de

que él apareciera.

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Sacudí mi cabeza y alcancé la almohada, quitándosela de las

manos y cubriendo una vez más mi cabeza.

―¿Sabes? Creo que le deberías dar a Robert otra oportunidad.

Me quité la almohada de mi cabeza y la miré.

—¿Qué?

Movió sus dedos mientras miraba por la ventana, reacia e incapaz

de mirarme a los ojos mientras empezó a pedir clemencia por el caso de

Robert.

—Él te ama, Grace. Y tú lo amas. Tendrías que ser ciego para no

verlo, y Lark está bien ciega y aun así se da cuenta. No estarían tan

molestos el uno con el otro si no lo hicieran.

—Tú y Graham pelean un montón, pero no los veo a ustedes dos

dándose declaraciones de amor —me burlé.

—Eso es diferente. Graham y yo nos agradamos como amigos.

Nunca nos miramos el uno al otro y supimos instantáneamente que

estábamos destinados a estar juntos… eso está reservado al amor, y eso es

lo que tú tienes con Robert. Vamos, supo que te amaba desde el momento

en que te vio. ¿Qué chica alguna vez tiene eso en su vida, eh?

Gruñí y subí la almohada a mis ojos, pero Stacy me la arrebató.

―Robert cometió un gran error, Grace. Él sabe que lo hizo, y lo

admitió. Esa es otra cosa que no encuentras en la mayoría de los chicos…

alguien que admita que se equivocó. No, no sólo equivocarse; realmente,

en serio, estúpidamente, se súper equivocó. Lo gritaría desde la azotea si

tuviera que hacerlo… ¡Y sabes eso! Y no lo hizo porque pensara herirte, lo

sabes. Lo hizo porque quería mantenerte a salvo.

Traté de sentarme pero el vendaje alrededor de mis costillas, junto

con los latidos de mi corazón sólo me permitieron girar ligeramente, lo

suficiente para encararla.

—¿Mantenerme a salvo de qué? ¿Qué mayor peligro que el que ya

conozco, Stacy? ¡Me dirás eso! Sam quería matarme. Fin de la historia. No

importaba si sabía o no que él había matado a mi madre porque él estaba

apuntándome a mí.

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»Robert me dejó bailar con él, me dejó bailar con el ángel que mató

a mi madre, ¿sabías eso? ¿No? Supongo que Lark dejó fuera esa pequeña

parte de la historia cuando te dijo lo que pasó, ¿verdad?

Stacy sacudió su cabeza y me frunció el ceño por mi arrebato.

—Él no mató a tu madre, Grace. Estaba haciendo su trabajo. Lark

odia a este sujeto Sam, y aun así entiende lo que él estaba haciendo. ¿Por

qué tú no?

—Porque era mi mamá. Él me la quitó porque su nombre estaba en

una estúpida lista invisible. Tú no sabes lo que eso es, Stacy; no tienes

idea de lo que es crecer sin una madre y luego averiguar que la persona

que más amabas en este mundo era el mejor amigo del sujeto que me la

arrebató, y lo sabía —lloré.

Ella me dio una mirada que no ofrecía compasión a medida que se

lanzaba a una réplica de las suyas.

—No lo entiendes, ¿verdad? Las madres de todos están en esa lista,

Grace. Sólo que no se las llevan al mismo tiempo. Y tienes razón; no sé lo

que es crecer sin una madre. Pero, ¿sabes qué? Mi madre va a descubrir

pronto que ella va a envejecer sin una hija.

»Lark me dijo que con salvar tu vida, Robert puso la suya en

peligro, y tú no pareces valorar eso. Él sacrificó a su mejor amigo por ti,

Grace… él lo hizo, no Sam, y en todo lo que puedes pensar es que Robert

no te dijo algo que aun así no cambiaría el pasado. Crees que lo que hizo

Robert es horrible, pero no te das cuenta que al menos alguien pudo evitar

que murieras, mantenerte a salvo, evitar que tu padre pase por el dolor

que mis padres tendrán que experimentar pronto.

Se paró y salió enojada de la habitación, sin molestarse en cerrar la

puerta mientras lo hacía. Miré a la entrada vacía y me sentí avergonzada.

Era fácil olvidar que Stacy no estaba tan saludable como se veía, y que su

tiempo aquí se había reducido a unos cuantos meses en lugar de las

décadas que todavía me quedaban. Me moví para sentarme y traté de ir

detrás de ella, pero para el momento en que llegué al escalón inferior, pude

oír al auto salir de mi entrada.

Graham estaba parado en la entrada principal, su cabeza estaba

contra el marco mientras observaba que ella se iba. Me di cuenta que Lark

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no estaba en ninguna parte de la sala y sabía que ella debió irse con Stacy.

Ver solo a Graham en la puerta incrementó mi sentimiento de culpa.

—Sabes, no estás haciendo esto fácil —dijo él, mientras se

enderezaba y empezaba a cerrar la puerta—. Si estás molesta con Robert

es una cosa, pero estás alejando al resto de nosotros a los que también

nos importas.

Se giró para encararme y vi la tristeza en sus ojos que no estaba

ahí cuando llegamos a casa.

―Stacy, Lark y yo vemos lo que estar alejada de Robert te está

haciendo, Grace. Vemos que lo extrañas, vemos que estás herida cuando él

no está cerca, y también cuando lo está. Lo que no vemos es por qué no

puedes verlo tú.

Lo miré y sentí que una oleada caliente llegaba a mi cara.

—Lo veo —le dije mientras mi corazón subía a los bordes de mis

ojos, sacando la humedad de ellos y mojando mis mejillas con lágrimas

abrasadoras—. Lo veo, pero preferiría vivir como me siento ahora que con

la posibilidad de que él vuelva a lastimarme, y que esconda la cabeza como

un avestruz. No puedo vivir de esa manera, Graham. No lo haré.

Sacudió su cabeza con mi respuesta, decepcionado.

—Y, ¿vas a alejar a todos porque tienes miedo de salir herida de

nuevo? Yo te podría herir de nuevo, Grace, pero me diste otra oportunidad.

¿Por qué?

Traté de mirar a otro lado, pero él forzó a mi rostro a mantenerse.

En cambio, aparté la mirada.

―¿Por qué, Grace? ¿Por qué me darías una segunda oportunidad

después de lo que te hice? Rompí tu corazón, ¿recuerdas? Te hice la

comidilla de la escuela. Soy la razón de que Erica esté atentando contra tu

vida ahora. Todo fue mi culpa y ahora tú y yo somos los amigos más

cercanos, incluso más que antes. ¿Por qué?

—Porque te amo —murmuré.

—Y tú amas a Robert —murmuró él—. Lo amas más de lo que me

amaste a mí.

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Sacudí mi cabeza y me negué a mirarlo mientras explicaba.

—No es lo mismo. Te he conocido toda mi vida, crecimos juntos,

conocíamos todo el uno del otro.

—¿Y qué es lo que tenemos, Grace? Ambos nos iremos después de

la graduación, ¿cierto? Te vas a California y yo a Florida… a confines

completamente opuestos del país.

»Y no tengo ninguna razón verdadera para regresar una vez que el

divorcio haya terminado… papá está vendiendo la casa, así que no tendré

ningún lugar para quedarme. Stacy… bueno, encarémoslo, Stacy estará

ida para el momento que el semestre de otoño inicie, y Lark ya insistió que

se va a ir a Florida conmigo, así que, ¿qué es lo que tenemos por esa

amistad de toda una vida, Grace?

Sentía la crítica saliendo de sus palabras cuando apuntó a su bolso

que estaba empacado junto al sofá.

—¿Te vas?

—Voy a regresar a mi casa mañana —dijo en voz baja—. Papá está

en rehabilitación así que la casa está vacía. Si él la va a vender, tiene que

limpiarse y Lark dijo que ella podría ayudarme desde mañana.

—Así que te vas.

—Grace, ¿qué es lo que esperas? No puedo estar exactamente con

Lark si cuando ella está alrededor te recuerda demasiado a Robert, e

incluso si ese no fuera el caso, ella no está exactamente muy feliz contigo

ahora después de lo que pasó en las escaleras con Stacy, así que no va a

querer estar aquí. Te amo, Grace, pero has decidido poner todo en pausa

hasta que empieces a sentirte mejor, y yo no puedo dejar mi vida

paralizada.

—Entiendo. —Me las arreglé para murmurar, luego me giré y subí

las escaleras hacia mi habitación.

—Grace. —Lo escuché llamar, pero seguí caminando. Cerré mi

puerta y fui a mi cama, sin molestarme en recoger las almohadas, sólo

dejé que mi cabeza descansara en el colchón.

No le tomó demasiado a él tocar suavemente la puerta y abrirla, sin

molestarse en esperar por mi respuesta.

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―Grace, lo siento —dijo mientras se sentaba al borde de la cama—.

No quería herirte. Sólo quería que vieras que me permitiste regresar a tu

vida por mucho menos, y aunque te amo, y sé que me amas, lo que

teníamos no es nada comparado con lo que tú y Robert tienen. Cuando

dice que te va a amar para siempre, en verdad se refiere a eso. No te puedo

dar eso. Ni siquiera puedo darle eso a Lark… me arrancaría la cabeza,

incluso por decir esa palabra.

Lo miré y me reí.

—Eso es verdad. Ella ya me lo ha hecho unas cuantas veces.

—Te creo —dijo él, riéndose conmigo.

Nos quedamos de esa manera por un rato, riendo suavemente con

la idea de que Lark nos daba la misma cantidad de miedo a ambos, y todo

por una simple palabra. Era como el placer sencillo que uno podía obtener

de un mejor amigo, y la idea de que pronto nos separaríamos por miles de

kilómetros y un continente entero, estuvo a punto de apoderarse de mí.

—Y, ¿te vas a mantener en contacto?

—¿Qué, cuándo me mude a la siguiente puerta? Seguro, te enviaré

unas cuantas señales de humo desde el patio trasero —bromeó mientras

yacíamos acostados en la cama, su cabeza hacia mis pies y la mía hacia

los suyos.

—No. Me refiero cuando te mudes a Florida. ¿Te mantendrás en

contacto?

—Si Lark está conmigo, no hay manera de que pueda evitarlo.

Tiene una línea directa con su hermano, ¿recuerdas?

No dije nada de esto, porque no tenía nada que decir.

―Grace, cual sea que tu decisión sea sobre Robert, tienes que ser

consciente que él no dejará de estar a tu lado. Te ama. Puedo decir eso

viéndote a la cara y sin dudar porque conozco lo que significa amar a

alguien de la manera que él lo hace contigo. También reconozco que lo que

siento por Lark probablemente palidece en comparación de lo que él siente

por ti, lo que con sus alas y su… alacencía y todo eso, pero si pudiera, me

quedaría a su lado por siempre.

Empujé su rostro con mis pies y sonreí.

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—Mírate, poniéndote todo cursi y meloso.

—Oye, mira dónde pones tus pies. O mejor aún, lávate los pies.

Me empecé a reír de nuevo y me imaginé que cada ataque de risa

estaba disipando una parte de la tristeza que estuvo a punto de

consumirme justo unos momentos antes, enviándola a un lugar lejano. Me

empecé a sentir ligera, relajada, y no pasó mucho tiempo antes de que la

calma me hizo dormir, cerrando mis ojos con la vista de los pies de

Graham cubiertos con su calcetines junto a mi cara.

Eran los mismos pies que me hicieron despertarme apenas dos

minutos después cuando me preguntó algo que no esperaba.

—¿Has pensado en ir a la Iglesia?

Conmocionada, contesté con un confuso―: No. ―Seguido de un

más confundido―. ¿Por qué?

—Supongo por lo que Robert y Lark son. ¿Sabes? Son ángeles. Son

de buena fe, ángeles con alas. Es cierto que Lark se ve más sexy de lo que

pensé que un ángel podría, pero todavía son las cosas de las que se habla

en la Iglesia y esas cosas. Sólo pensé que si voy a estar saliendo con uno,

al menos debería conocer más sobre ellos, y me imaginé que la Iglesia sería

una buena manera de iniciar. ¿No lo has siquiera considerado?

Sacudí mi cabeza.

—No. Robert ni siquiera me preguntó si iba, ni siquiera sacó el

tema a colación. Cualquier cosa que necesite saber, que él me lo diga.

—Supongo que le puedo preguntar a Lark, ¿verdad?

Asintiendo, le dije que ella era la mejor fuente de respuestas.

—No sé qué serías capaz de aprender en la Iglesia que ella no te

pueda enseñar.

—Eso es verdad, supongo. Sólo que sentí que debería saber mucho

más. Quizás es porque tú ya lo sabes.

Le di unas palmaditas en su rodilla y suspiré.

—Graham, lo que sé siquiera es mucho, y la mayoría tiene que ver

más con Robert que con los ángeles en general, lo que de cualquier

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manera no serás capaz de saber. Sólo confía en que Lark te dirá todo lo

que necesites saber, y quizás la mayoría de lo que quieras saber, ¿de

acuerdo?

—Supongo —concedió Graham—. De todas formas, ¿cómo funciona

todo esto? Ella puede leer mi mente así que no puedo guardarle secretos,

lo que significa que si me dice algo que me saque de las casillas, no seré

capaz de escondérselo.

No pude evitar reírme de su miedo.

—Graham, eres la única persona que ella eligió no leer la mente. Al

principio lo hacía, pero creo que cuando se dio cuenta de que realmente le

gustabas, lo dejó de hacer. Te permite mantener tus pensamientos en

privado, y no veo por qué ahora empiece a hacerlo sólo porque están

saliendo.

Podía sentir la tensión dejarlo con mis palabras, mientras exhalaba

con alivio.

—Debes entender por qué estoy tan preocupado, Grace. Soy un

chico… algunas veces no puedo evitar hacia dónde van mis pensamientos.

Me reí aún más.

—Sé exactamente a dónde van tus pensamientos, Graham.

—Supongo que lo sabes, ¿eh? Así que, es una pregunta totalmente

personal que no tienes que contestar si no quieres hacerlo, pero, ¿tú y

Robert alguna vez…? Me refiero a que, sé que dijiste que no, pero no sé

qué esperar si las cosas se ponen calientes y pesadas entre Lark y yo, y si

tienes algún consejo… ya sabes, podría necesitarlo.

Alcé mi cabeza para mirarlo, una conmoción se registró en mi

rostro.

—¿En serio me estás pidiendo consejos sobre sexo?

Puso los ojos en blanco con mi pregunta.

—¿A quién más se supone que le pregunte? No es como si pudiera

hablar con los chicos sobre esto, sabes.

Suspirando, bajé la cabeza.

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—Para ser honesta contigo, nada ha pasado entre Robert y yo.

Quería que algo pasara, cualquier cosa, pero él siempre retrocedió. Dijo

que no podía controlarse o algo así, y que todo esto son nuevos

sentimientos para él.

Graham se sentó y me miró, su boca estaba abierta.

—Espera, ¿todo esto son nuevos sentimientos para él? Guau…

¿estás diciendo que el chico ángel es un V volador?

Pateé su hombro por el tono de su pregunta.

—También soy virgen, Graham. Y si no estoy equivocada, tú

también lo eres, así que te sugiero que quites el tono de falsa conmoción.

—Oh, no estoy falsamente conmocionado, estoy genuinamente

conmocionado. ¿Él es tan viejo y nunca ha hecho la acción? ¿Nunca?

Cubrí mi rostro, y gemí entre mis manos.

—¿Eso es en lo que vas a pensar cada vez que lo veas desde ahora?

¿Qué él todavía es virgen?

Se inclinó hacia mí y agarró mis manos, removiéndolas

efectivamente de mi rostro.

—De hecho, estoy contento de que puedas hablar sobre él sin

estallar en lágrimas, y que lanzaste la indirecta de que estará más seguido

por acá.

—Te dije que podía seguirme por todas partes, para mantenerme a

salvo por el bien de papá. No dije que estaría “más seguido” por acá. Lo

más probable es que ni siquiera lo veas cuando esté por acá, así que no te

hagas esperanzas —murmuré—. Y además, se supone que estás de mi

lado. ¡Eres mi mejor amigo!

—Ese es exactamente el por qué espero que cambies de parecer y te

des cuenta de que estás cometiendo un grave error en no darle una

segunda oportunidad. Veo lo bueno que es para ti, Grace, aún si no me

guste lo que hizo, incluso si algunas veces no lo entiendo. Y sé que te ama

tanto que no haría nada deliberadamente para herirte.

—¿Qué sabes sobre el amor? Creíste que estabas enamorado de

Erica Hamilton.

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Él asintió como una concesión sobre ese punto, pero luego bajó su

mirada hacia mí y frunció el ceño.

—Sé que nunca has sido tan feliz como cuando Robert llegó a tu

vida. Sé que él te dio una razón para empezar a vivir tu vida en la manera

que la debiste estar viviendo todo este tiempo: como tú y no como alguien

que se pegaba a mi saco, esperando que algún día, los idiotas con los que

salía te aceptaran.

»Antes de Robert no había manera que entraras a un concurso de

disfraces, o que usaras un vestido que se mirara tan bien en ti como para

ser legal. Antes de él, nunca habrías sido amiga de alguien como Stacy o

Lark, y definitivamente nunca le hubieras puesto un alto a Erica.

»Amas a Robert, y por eso, haces cosas que nunca antes habías

sido capaz de hacer. Sé que no soy completamente inteligente, sé que mi

reputación de ser un tonto es merecida, pero incluso yo puedo ver que

Robert te ha dado el coraje para finalmente salir de tu caparazón y

mostrarle a todos la gran persona que siempre he sabido que eras.

Alcé mi brazo bueno y envolví el cuello de Graham, halándolo en un

abrazo torpe.

—Te quiero, Graham.

—Lo sé.

Me reí y golpeé su hombro.

—Y eres también, oh, tan modesto.

Se frotó el punto donde lo había golpeado y se rió conmigo.

—Oye, ¿qué puedo decir? Soy delicado con las damas. También te

quiero, Grace. Siempre lo he hecho.

Me sonrió, con una sonrisa tonta, varonil, con un rastro del tiempo

cuando éramos más jóvenes y el amor involucraba figuras de acción y

personajes de caricaturas. Era la clase de amor que era seguro y sin

restricciones de otras cosas; como la vida.

Y me di cuenta que era exactamente la clase de amor que me

mantenía en el caparazón del que él había hablado porque tenía miedo de

qué más podría estar allá afuera. Era seguro enamorarme de él, seguro

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pretender que él estaba verdaderamente buscado y necesitado en la vida,

porque incluso cuando me lastimó, no lo había hecho. No en realidad.

Comparado con el dolor cuando Robert me contó sobre Sam, me di cuenta

de que Graham apenas había rozado la superficie que Robert fue capaz de

destruir. Simplemente no tenía base para compararlo con Graham, y por

lo tanto la primera herida se sintió como la más profunda.

Pero también sabía que el riesgo que involucraba enamorarme de

Robert había cosechado grandes recompensas, más grandes de las que

había experimentado con Graham. No podía negar eso, ni siquiera ahora,

pensando que él todavía podía causar que mi corazón muerto se sintiera

completo en mi pecho, moviéndose como si nunca se hubiera detenido.

Simplemente no sabía si ya había sido suficiente.

—Grace, prométeme que lo pensarás, sobre darle a Robert una

segunda oportunidad, ¿de acuerdo?

Lo miré mientras respondía.

—¿Es más por ti o por mí?

—Bueno, para ser honesto, haría las cosas más fáciles para mí,

estoy empezando a entender qué tan difíciles son las cosas cuando Robert

y yo no nos llevamos bien, pero no te veo ser feliz con nadie más, Grace.

De todas maneras, ¿quién podría competir con tener un ángel como ex

novio? Sabes, pusiste la barra muy alta.

Me reí de eso.

—Es verdad. Está bien, de acuerdo, lo pensaré, pero eso es todo.

Saltó hacia mí y me jaló muy fuerte hacia su pecho en un duro

abrazo entre hermanos.

—Gracias, Grace.

—¡Ay, ay, ay, estás apretando demasiado fuerte mis costillas y mi

hombro, ay!

Me soltó gentilmente, y sonrió avergonzado.

—Ups.

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5 April

Traducido por Simoriah

Corregido por Samylinda

olver a la escuela al día siguiente atrajo un montón

de quejas de parte de Graham mientras seguía

señalando mi brazo y la hinchazón que se había

formado en mi mejilla donde había sido golpeada.

—Tienes vendas en las costillas. ¿Cómo se supone que camines por

la escuela como una momia?

Eso siguió por un largo rato mientras comíamos el desayuno frío de

cereal y leche, mientras me lavaba los dientes en el baño, y mientras de

alguna manera me las arreglaba para encontrar una camiseta por la que

pudiera pasar el brazo sin causarme serio dolor. Finalmente había tenido

suficiente cuando llegamos al auto y él se negó a abrir la puerta,

insistiendo en que me quedara en casa.

—¡Graham, por favor ayúdame, si no abres ésta puerta le diré a

Lark que mojaste la cama hasta que tuviste nueve años!

Era un golpe bajo, pero se me había acabado la paciencia. Él jadeó

ante mi amenaza pero destrabó y abrió la puerta, sin decir nada mientras

yo subía.

—Lo lamento —dije mientras entrábamos al estacionamiento de la

escuela, el silencioso viaje finalmente volviéndose demasiado para

soportar.

—Me lo merecía, supongo —murmuró antes de estacionarse en un

espacio y detenerse—. Todavía pienso que es una mala idea.

V

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Suspiré y reconocí su preocupación.

—No puedo huir de esto, Graham. La escuela casi termina. Dos

meses más y nunca tendré que volver a ver su rostro de nuevo.

—No estaba hablando de ocultarte durante dos meses, sólo un par

de días. Quizás incluso unas pocas semanas, sólo hasta que todo esto se

calme y la gente deje de hablar al respecto.

Miré afuera por la ventanilla a los grupos de chicos reunidos fuera

de la entrada de la escuela y suspiré.

—No importa si paso dos meses escondida en casa, Graham; sabes

que a los chicos les gusta un buen chisme, y estoy bastante segura de que

se los estoy dando. Puedo lidiar con esto.

—¿Estás segura?

Asentí.

—Además, tengo mi guardaespaldas de confianza conmigo,

¿verdad?

Riendo, asintió en respuesta.

—Síp.

Salió rápidamente del auto para ayudarme, y juntos caminamos

hacia las puertas dobles de vidrio de la escuela. Sorprendentemente, nadie

tuvo una ocurrencia o hizo un comentario, bromas o comentarios de doble

sentido murmurados cuando pasamos. Sonrieron y asintieron, algunos

incluso nos saludaron con la mano y nos dijeron “hola”. Era una

experiencia muy diferente por así decirlo.

Cuando atravesábamos la entrada, el Sr. Kenner estaba de pie

fuera de su oficina, su rostro expectante. Tan pronto como me vio, me

llamó.

—Srta. Shelley, podría venir a mi oficina, ¿por favor?

—E-está bien —respondí mientras lo seguía, sin que Graham

dejara mi lado.

—Por favor, siéntese justo aquí mientras busco algunos formularios

para que firme —dijo el Sr. Kenner mientras señalaba una fila de asientos

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vacíos ubicados frente a un largo mostrador. Detrás pude ver a la

secretaria, sus mejillas sonrosadas mientras observaba al Sr. Kenner

pasar apresuradamente.

—¿Por qué no está en su oficina, Sra. Mayhew? —le preguntó

Graham. Lo miré sorprendida. ¿Quién sabía el apellido de la secretaria?

—Oh, la Srta. Lampley tuvo una emergencia familiar y la asistente

de la oficina, la Sra. Vickers, está de vacaciones así que como no tengo

mucho que hacer hasta el verano, me ofrecí para ocupar el puesto. ¿Y

cómo estás tú, Graham? Todavía guapo como siempre, veo. ¿Y con quién

estás? Oh, pero si es la Srta. Shelley. Hola Grace, ¿cómo estuvo tu año

escolar?

La miré con incredulidad.

—¿Está bromeando?

Ella rió y me hizo un gesto de desdén con la mano, descartando mi

sorpresa.

—Oh, querida, me temo que no tengo la oportunidad de oír tantos

chismes cuando estoy en mi oficinita… estas jóvenes aquí en el frente

consiguen oír algunas cosas maravillosas, sin embargo, y me temo que me

tomará al menos hasta el comienzo del año que viene para ponerme al día.

Miré a Graham confundida.

—¿Cómo puede saber quién es quién y aun así no saber qué está

sucediendo? —susurré.

—¿Cómo podría saberlo? —contestó y luego le sonrió a la Sra.

Mayhew—. Así que, ¿qué tipo de chismes ha oído hasta ahora?

Aunque ella hizo el intento de una sonrisa taimada, en su lugar

lució más como una sonrisa constipada, y se inclinó sobre el mostrador

para que sus palabras susurradas pudieran ser oídas mejor.

—Bueno, supuestamente el Sr. y la Sra. Hoppbaker están pasando

por un mal momento… parece que el Sr. Hoppbaker no tomó tan bien la

pérdida de peso de la Sra. Hoppbaker como ella esperaba y ahora piensa

que podría estar engañándolo con otro profesor.

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Mis ojos se agrandaron ante ésta información y miré a Graham

quien sonreía como una marioneta drogada.

—¿Qué más? —insistió.

—Hay un rumor que dice que el Sr. Chen de Física Avanzada está a

punto de proponerle matrimonio a la hija del Sr. Paulson de contabilidad

éste verano, lo cual supuestamente tiene al Sr. Paulson enfurecido. No

cree que el Sr. Chen gane el suficiente dinero, y no cree que el salario de

un profesor podrá encargarse de su hija, ¿pueden creerlo?

Sacudí la cabeza ligeramente mientras la de Graham se movía de

lado a lado casi con demasiado entusiasmo. Él presionó a la Sra. Mayhew

para que siguiera con su chismorreo, revelando algunos detalles de

algunos profesores que o bien me hicieron jadear o reír tontamente antes

de que ella se pusiera seria.

—Me fue informado ayer que August Branke está pidiendo un

traslado para el siguiente año.

Sentí que mi estómago perdía su agarre y le pregunté por qué,

aunque podría haber hecho una suposición muy acertada yo sola.

—Bueno, todavía me estoy poniendo al día con las noticias, pero

aparentemente fue acusado de atropellar a una pobre chica y eso ha

manchado su reputación entre los estudiantes de aquí. Dijo que no puede

enseñarles en la manera que se merecen así que quiere un nuevo

comienzo, dijo que se mudaría de vuelta a su estado… Nebraska, creo.

—Guau —murmuramos Graham y yo.

Los ojos de la Sra. Mayhew se volvieron furtivos en ese momento,

su cabeza acercándose para que pudiéramos oírla.

—También oí que tiene una hija y una esposa allá, y que ella huyó

de casa un tiempo atrás. Su esposa lo culpó y lo echó, razón por la cual

está aquí enseñando. Creo que va a intentar reconciliarse con ellas o algo

así.

—¿Cuál era el nombre de la hija? —preguntó Graham en un

suspiro conspirativo.

—No lo sé.

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Con sorprendente velocidad, ella volvió detrás del mostrador y

comenzó a revisar unos papeles cuando el Sr. Kenner de repente apareció

con una pila de papeles en su propia mano.

—De acuerdo, Srta. Shelley, tengo algunos formularios de descargo

aquí para usted, así como un reporte del incidente que irá en su archivo.

Tomé los papeles que me ofrecía y comencé a revisarlos, siempre

sospechosa de sus acciones desde que había intentado convencerme de

que no había necesidad de suspender a Erica por atacar a Stacy poco

antes del día de San Valentín.

—¿Por qué éste formulario dice que no demandaré a la escuela? —

pregunté, señalando el formulario de descargo que descansaba encima de

la pila—. En serio no espera que firme esto, ¿verdad?

La postura del Sr. Kenner se hizo más tensa y enojada casi

instantáneamente ante mi sugerencia, y supe enseguida que de hecho así

se sentía.

—Ése es un formulario de descargo estándar, Srta. Shelley, y todos

los alumnos deben firmarla después de un altercado como el que ha tenido

con la Srta. Hamilton.

Mi gruñido de desagrado fue bastante audible a medida que

comencé a romper la hoja de papel blancuzco.

—Lo lamento, Sr. Kenner, pero no voy a firmar esto cuando ha sido

advertido acerca de Erica antes y decidió no hacer nada. Atacó a Stacy

hace menos de dos meses y todo lo que obtuvo fueron dos días de

suspensión. ¿Ahora que ha intentado matarme, sólo quiere meterlo debajo

de alguna alfombra? Lo lamento… no va a suceder.

—Verá, Srta. Shelley, tengo la declaración de Erica de que usted

comenzó el altercado ésta vez, y no haré…

—¿“No hará”? —lo interrumpí—. ¿Quién usa esas palabras? Mire,

no me importa si tiene la declaración de toda la familia de Erica, Sr.

Kenner; no voy a firmar ese formulario. Ella me empujó por las escaleras

mientras caminaba hacia el baño. Me disloqué el hombro y me fracturé

dos costillas por su culpa. Eso figurará en el reporte del hospital que la

policía levantó ayer, sólo en caso de que se pregunte si estoy fingiendo mis

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heridas, y estoy bastante segura de que puedo hacer que el médico que me

atendió venga y confirme mis heridas si todavía no me cree.

Miré los otros formularios que me había entregado y sólo firmé el

que decía que había dejado la escuela más temprano ayer para ir al

hospital. Todo lo demás estaba redactado de forma tal que me hacía

cómplice de que Erica me empujara por las escaleras.

—¿Hizo que Stacy firmara formularios como éste? —demandé

mientras le devolvía los papeles al Sr. Kenner.

Me miró con ojos entrecerrados y sacudió la cabeza.

—Ella también se negó a firmarlos.

—Bien. ¿Eso es todo? ¿Podemos irnos ahora?

Nos miró a Graham y a mí y luego asintió antes de volverse sobre

los talones y salir rápidamente de la oficina. Sentí una oleada de ira fluir a

través de mí mientras miraba las hojas de papel roto que yacían en el piso

junto a mis pies y casi grité de frustración.

—Oh querida, realmente está tratando de salvarse el trasero, ¿no?

Miré a la Sra. Mayhew quien había vuelto a inclinarse sobre el

mostrador.

—¿Salvar su qué?

—Su trasero, querida, su trasero. Ya sabes, ¿sus nalgas? ¿Su cola,

su asiento de carne, su culo?

—Sé eso, Sra. Mayhew pero, ¿por qué?

Dobló un dedo y nos hizo un gesto para que nos acercáramos.

Graham y yo nos acercamos furtivamente hacia el mostrador e inclinamos

nuestras cabezas mientras susurraba.

—Las heridas de los estudiantes en Heath se han cuadruplicado

desde que él se convirtió en subdirector. Agréguenle a eso permitir que un

alcohólico venga a clases borracho todos los días y lo que sucedió con el

Sr. Branke, y tienes a un hombre al borde de la suspensión y quizás una

revocación de su licencia de enseñanza. Si puede mantener ésta cosa que

sucedió entre la Srta. Hamilton y tú en secreto; o al menos mantener a sus

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padres felices, será capaz de mantener su trabajo lo suficiente para ser

ascendido a director en otro lado y dejar todo esto detrás.

—No quiero ofender, Sra. Mayhew, pero creo que está mucho más

enterada de lo que está sucediendo de lo que admite, lo cual la convierte

en una mentirosa bastante mala —bromeó Graham.

—Oh, Sr. Hasselbeck, sólo soy la secretaria. Nada más.

Nos despedimos de la Sra. Mayhew y salimos de la oficina, casi

chocándonos con tres individuos de pie fuera de la puerta.

—¿Así que no los firmaste? —preguntó Stacy ansiosamente.

—No, no los firmé —respondí, aliviada de que la advertencia de

Graham de la noche anterior no estuviera siendo probada como correcta—.

Sé que no debo confiar en ese hombre.

—Oigan, ¿estaban escuchando? —preguntó Graham, mirando las

sonrisas conspirativas de Lark y Stacy.

—Sí. Acostúmbrate —respondió Stacy antes de que Lark pudiera

decir una palabra, y luego frunció el ceño hacia la puerta de la oficina—.

Ese pequeño hombre es débil. ¡Débil-débil-débil! Está más interesado en

avanzar en su carrera que en mantenernos a salvo de psicópatas como

Erica.

—Oigan, ¿escucharon esa parte sobre que el Sr. Branke se va a ir?

—pregunté, necesitando decir algo para evitar prestar atención a ese par

de ojos plateados que me miraban silenciosamente desde detrás de Lark.

—Sí… ¡quién sabía que tenía una familia! —exclamó Stacy.

—Tiene una esposa y una hija en Nebraska pero ha estado viviendo

aquí en Ohio. Tiene que haber hecho algo bastante malo para estar tan

lejos de ellas —remarcó Graham mientras comenzamos a caminar por el

corredor.

—Su hija huyó, ¿recuerdas? Eso es lo que dijo la Sra. Mayhew…

huyó y la esposa lo culpó por alejar a su hija —le recordé—. Me preguntó

qué es lo que hizo o dijo para hacer que ella odiara tanto estar en casa.

Lark sacudió la cabeza y suspiró.

—Ella no huyó.

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Stacy, Graham y yo dejamos de caminar y la miramos.

—¿Qué quieres decir con que no huyó? —preguntó Stacy,

pronunciando la pregunta que todos nos estábamos haciendo.

Lark cerró los ojos y su cabeza se movió ligeramente hacia arriba y

abajo, los dedos presionando contra su sien.

—La secretaria estaba equivocada… supongo que eso es lo que

obtienes por prestar atención a los chismes, la hija del Sr. Branke no huyó

de casa. Estaba enojada con su padre, eso es verdad, y sí se fue de casa

enojada, pero no huyó… sus padres sólo pensaron que lo había hecho.

La miramos, intrigados por éste nuevo fragmento de información.

—¿Por qué creyeron eso? —pregunté.

—Porque no volvió a casa —fue la respuesta.

Stacy resopló, molesta por la respuesta de Lark.

—¿Esa no es la definición de huir? ¿Irte de casa y no volver?

Lark sacudió la cabeza.

—Lo sería si ella no hubiera tenido la intención de volver a casa.

La mano de Graham se extendió para envolverse alrededor del

hombro de Lark, su mano frotando el brazo en un movimiento

reconfortante.

—¿Qué sucedió?

—Su cuerpo fue encontrado al costado de un camino dos días

después. Había sido herida gravemente, y la policía sospechó que había

sido atropellada por un auto y dejada ahí para que muriera. La esposa del

Sr. Branke lo culpó porque su hija se fuera, lo acusó de ser parcialmente

culpable de su muerte. Lo echó de la casa unas pocas semanas después

del funeral y él se mudó aquí después de aceptar una oferta de trabajo

como docente.

Era difícil sentir algo que no fuera compasión por el Sr. Branke en

ese momento. De repente tuvo sentido por qué él se mantenía tan cercano

a sus estudiantes mujeres, y por qué se había preocupado tanto como

para ir a mi casa después de que hubiera sido atropellada por el Sr. Frey.

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—El Sr. Frey… él admitió haber atropellado a otra persona en

Nebraska —susurré—. Fue él.

Lark asintió, Stacy y Graham ambos jadearon al entenderlo.

—Por eso debe ser que se está yendo a casa. Tiene que decirle a su

esposa lo que sucedió —racionalizó Stacy.

—¿Él lo sabe? —le pregunté a Lark quien sacudió la cabeza.

—Todavía no lo sabe. La policía no ha revelado al público qué decía

la declaración del Sr. Frey, y dudo que hayan enviado algo de ello a la

Policía Estatal de Nebraska para ver si coinciden las fechas con los

choques y huidas que puedan haber tenido durante ese mismos período de

tiempo. Sí es que lo hacen y cuando lo hagan, será la policía de Nebraska

la que informe al Sr. Branke, y no la de Ohio.

Stacy sorbió por la nariz.

—Pobre hombre. Nosotros sabemos quién mató a su hija, y no

podemos decir nada porque querrían saber cómo lo sabemos.

Graham gruñó y comenzó a frotarse la cabeza.

—Esto va a llevar tiempo hasta que nos acostumbremos… toda esto

de compartir información y todos estos secretos me están dando un dolor

de cabeza. No puedo imaginarme cómo debe ser para ustedes —le dijo a

Lark justo antes de que presionara un beso en su cabello.

Me alejé, el pequeño gesto trayendo demasiados recuerdos a mi

mente.

Gran error.

Robert estaba de pie con su espalda contra los casilleros, los ojos

fijos en los míos. Podía ver en su rostro que mis recuerdos eran los suyos,

y que los sentimientos que sacaba a la luz eran iguales en ambos lados.

—Veo que encontraste algo que no era muy difícil para ponerse —

dijo suavemente, notando la camiseta demasiado grande que colgaba como

una túnica sobre mis jeans.

—Sí, bueno, tengo bastantes recursos —respondí, intentando con

gran dificultad evitar mirarlo.

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—Siempre lo he sabido —dijo, su suave voz.

Bajé la mirada y observé mis pies, sin decir nada cuando los suyos

se unieron a ellos.

Grace… ¿podemos hablar?

Levanté la cabeza, pero no me pude obligar a mirarlo así que volví

mi rostro a un costado.

—¿Sobre qué?

Sentí su mano rozar suavemente una parte suelta de cabello que

había caído sobre mi hombro, y peleé contra la automática necesidad de

inclinarme hacia su contacto.

Cualquier cosa.

Lo miré y abrí la boca para responder pero la campana eligió ese

momento para sonar y cualquier tregua silenciosa que hubiera sido forjada

entre nosotros desapareció. Sacudí mi cabeza y comencé a caminar hacia

el salón de registro tan rápidamente como mis pies podían llevarme. No le

presté atención a los pasos detrás de mí, mientras Stacy corría para

alcanzarme.

—Sabes cómo es el asunto, Grace. Se supone que te quedas

conmigo por la primera mitad del día, con Graham la segunda —jadeó una

vez que me alcanzó—. Ugh, estoy fuera de forma. ¿Sabes que me llevó casi

un minuto inmovilizar a Erica ayer? Éste cáncer está haciéndome mal.

Dejé de caminar. Miré a Stacy con una intensa sensación de

preocupación apoderándose de todo lo demás dentro de mí.

—No deberías estar haciendo esto, Stacy. Deberías concentrarte en

mejorar y no en quién o qué está intentando atraparme allá afuera. Tienes

tu propio monstruo con que pelear.

Ella sacudió la cabeza y rió.

—No puedo ganar ésta guerra, Grace. Lo he aceptado. —Comenzó a

caminar una vez más, sus pies moviéndose rápidamente, su cola de

caballo rebotando detrás de ella. Se volvió para sonreírme—. ¿Vienes?

Asentí y me apresuré hacia ella. Caminamos en silencio hasta que

llegamos a nuestro salón de asesoría.

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—Stacy, acerca de ayer —comencé a decir.

—No digas otra palabra, Grace —me interrumpió—. No tengo el

tiempo para darme el lujo de darle vueltas a cosas estúpidas dichas en un

momento de enojo o frustración. No vale la pena. Prefiero que sólo seamos

las amigas que se supone que debemos ser, y dejar todas las otras cosas

detrás, ¿de acuerdo?

Asentí y sonreí.

—De acuerdo.

—Bien.

Caminamos hacia el salón de clases y tomamos nuestros asientos,

la usual charla alrededor acallándose a la vez que lo hacíamos.

Normalmente me pondría roja de vergüenza y me escondería detrás

de la cortina de mi cabello. Pero hoy sentía algo más que vergüenza. Hoy,

me sentía… enojada.

—¿Hay algún problema? —estallé, mirando alrededor a todos los

rostros que se habían vuelto para mirarnos a Stacy y a mí—. ¿Me han

crecido cuernos desde ayer? ¿De repente me salió un tercer ojo o algo?

Una a una, las cabezas se giraron, sus rostros ruborizados ésta vez,

en lugar del mío. Fruncí el ceño, sin encontrar satisfacción en el resultado

de mi estallido.

—Guau, qué duro —dijo Stacy mientras miraba a todos apartar la

mirada—. Supongo que se lo merecían. —Esa última parte la dijo con voz

más alta de lo normal mientras me guiñaba un ojo.

—No lo entiendo. ¿Por qué siempre tienen que mirar?

Ella miró a su alrededor en la parte posterior de las cabezas de

todos y sonrió.

—¿Sabes lo que sucede cuando comes lo mismo, una y otra vez,

cada día por un largo tiempo?

—Sí, te enfermas o te aburres.

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—Exactamente. Nunca nada sucede en Heath, sabes eso. Al menos,

nunca nada sucedió. Todo aquí es tan… beige, mientras que tú eres…

cachemira, así que cuando tú haces algo, se nota.

Miré hacia el frente de la clase, el escritorio vacío, donde el Sr. Frey

se recuperaría de sus resacas, destacándose como una advertencia

silenciosa. Ningún maestro sustituto que se le había asignado su clase

desde su arresto y posterior muerte se había sentado alguna vez allí,

dejando todo tal como había estado el último día del Sr. Frey.

—Es difícil no ser notada cuando eres la razón por la cual dos

profesores fueron arrestados —murmuré.

—Oh, detente —me retó Stacy—. No tienes la culpa de nada de eso.

Además, creo que todos están más interesados en lo que sucedió ayer que

en lo que pasó el mes pasado.

—¿Qué sucedió ayer, Stacy? ¿Qué sucedió con Erica después de

que Graham y yo nos fuéramos?

Su mirada viajó alrededor de la habitación mientras bajaba la voz.

—Esa es la parte más rara de todo, la cosa en la que creo todos

deberían concentrarse en lugar de concentrarse en ti. Fue como si un

interruptor hubiera sido apagado dentro de ella al minuto en que te fuiste.

Dejó de pelear, dejó de gritar, sólo… se detuvo. Estaba tan calmada

cuando dio su declaración a la policía que fue escalofriante. Le dijeron que

tendrían que llevarla a la estación de policía y ella sólo se volvió y puso las

manos detrás de la espalda, sin pelear en lo más mínimo.

—¿Así que básicamente estás diciendo que el único momento en

que mostró algo de emoción fue cuando yo estuve allí?

Stacy asintió, una mirada seria apareciendo en su rostro.

—Fue como si tú la detonaras o algo.

—O algo.

—Oye, cambio de tema, Lark me dijo cuál era el nombre de la hija

del Sr. Branke.

Le di la bienvenida a éste cambio y ansiosamente esperé que Stacy

revelara lo que Lark había descubierto.

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—Su nombre era April.

—No es un nombre inusual. Bastante bonito, de hecho —

remarqué—. En cierta forma pone las cosas en perspectiva, ¿no?

Stacy asintió.

—Sí. Si no fuera por Robert, podrías haber terminado como April.

Dudé en aceptar esa declaración, la verdad en sus palabras

siempre había sido conocida para mí, pero de alguna manera se habían

convertido en más por la mera adición del nombre de April Branke. Tenía

que vivir con el recuerdo del dolor de mis heridas, y el terror de ser dejada

ahí para morir en ese camino, pero el punto de que estaba viva siempre

parecía trivial, un regalo.

Había tomado el hecho de que no había muerto por sentado,

porque, al contrario que April, de alguna manera había sabido que las

cosas estarían bien. Había sabido eso porque tenía a Robert. ¿Qué había

hecho April por su lado?

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Traducido por nahirr

Corregido por Samylinda

diferencia de ayer, Robert estaba en la clase de Francés, y

más tarde en Cálculo. No intentó hablar conmigo, pero sí

encontré más dibujos en mi carpeta. Quería admirarlos,

quería tomarme el tiempo para mirarlos y apreciarlos en la forma que se

merecían, pero no podía. Todavía me sentía herida y enojada y esos dos

sentimientos luchaban entre sí dentro de mí, no dejándole espacio al

perdón.

La clase de teatro en el último período pasó sin incidentes, con

excepción de las preguntas sin parar de parte de Chad, Dwayne y Shawn,

el trío conocido como Chips, Dip y Salsa; los únicos otros chicos, además

de Robert y Graham, que alguna vez me habían hablado por voluntad

propia. Cuando Erica no se presentó a la clase, sirvió como confirmación

para todos nosotros que había sido suspendida, y las compuertas se

abrieron.

—¿Sabes por qué lo hizo? —me preguntó Chips, con sus ojos

amplios por la curiosidad.

—¿Se veía loca, como un conejo de mascota rabioso en una olla con

agua? —preguntó Dip, interviniendo.

—¿Se veía caliente? ―agregó Salsa.

Robert, quien había ignorado mi pedido de no sentarse a mi lado,

miraba a los tres mientras yo me reía y me esforzaba al máximo para

responderles.

A

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—Nunca sé por qué hace lo que hace, pero sí sé que tuvo que estar

bastante desequilibrada para empujarme por las escaleras. Y no sé si se

veía caliente o no, Shawn. Estaba muy ocupada lidiando con el dolor de mi

hombro dislocado y las costillas rotas.

Chips silbó ante eso.

—Tienes que estar emparentada con la Mujer Maravilla o algo así,

Grace. Has sido golpeada por un auto, te has roto la cabeza en la clase del

Sr. Branke, y has sobrevivido al ser empujada por las escaleras.

Dip negó con la cabeza en desacuerdo.

—Yo digo que debe ser en parte irlandesa, ellos son naturalmente

suertudos. Shelley es definitivamente un nombre irlandés.

—Sólo dices eso porque eres irlandés —gritó Chips.

—Yo creo que debes tener una especie de ángel guardián

vigilándote, Grace. He visto suficientes películas para saber que cuando lo

psicópata se junta con lo bonito, sólo lo sobrenatural te puede mantener a

salvo. Eso o una alarma de incendios bien ubicada —dijo Salsa con una

gran sonrisa flotando en su rostro.

La conversación se prolongó de esta forma durante el resto de la

clase, continuando afuera cuando me encontré caminando con los tres por

el pasillo y hacia las puertas delanteras, con Robert siguiéndonos con una

expresión perpleja en el rostro. Sólo cuando me fijé en la forma en que me

esperaba Graham me di cuenta de lo que había sucedido.

—Bueno, chicos, mi transporte me está esperando —les dije e hice

un gesto hacia Graham con la cabeza.

Todos miraron de Robert a Graham con curiosidad, pero eligieron

no decir nada y en su lugar saludaron y se despidieron, con Salsa

guiñando un ojo mientras doblaba la esquina hacia el otro lado del

estacionamiento de estudiantes.

—¿Qué pasa con el trío de bobos? —preguntó Graham mientras me

acercaba.

Ignoré su pregunta y en su lugar le hice una yo.

—¿Dónde está Lark?

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Frunció el ceño y miró a sus zapatos.

—Va a ir con Stacy a su cita con el médico.

Entendí su decepción demasiado bien.

—Bueno, eso no debería tomar demasiado tiempo. Ella volverá lo

suficientemente pronto para ayudarte a limpiar tu casa, y hasta entonces,

yo te ayudaré.

Su estado de ánimo se iluminó casi de inmediato y sonrió.

—Genial. Empecemos ahora mismo. Iré a buscar el auto.

Empecé a oponerme, a decirle que caminaría con él hasta el auto,

pero se largó y lo maldije silenciosamente porque sabía, por la sensación

de dos ojos quemándome la espalda, que lo había hecho a propósito.

—Le gustas.

Respiré profundo y conté hasta diez antes de darme vuelta y

enfrentarlo.

—¿A quién le gusto?

—A Shawn. Le gustas. Su mente está llena con imágenes de tu

rostro.

No pude evitarlo. Me eché a reír.

—¿Shawn? ¿Salsa? Lo dudo. Tiene novia. Además, sabe cómo me

siento...

Me mordí la lengua y aparté la mirada, maldiciéndome

silenciosamente por mi casi desliz. Por supuesto, no importó que me haya

detenido, él vio los pensamientos, supo qué es lo que había querido decir.

—Grace...

Levanté mi mano porque no quería que dijera nada más, pero la

empujó hacia abajo, sin soltar mis dedos. El breve contacto envió destellos

de fuego a través de mi brazo y directamente hasta mi corazón,

precipitándolo a una carrera desenfrenada.

—Grace, me tengo que ir. No voy a estar aquí ésta noche para

cuidarte así que quiero que seas extra cuidadosa.

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Quité mi mano de la suya y froté mi brazo con fuerza, tratando casi

con desesperación de quitar la sensación de hormigueo, de eliminar la

sensación en mi piel.

—No me importa si vas a estar aquí o no, Robert —mentí—. Te dije

que estaba bien que me siguieras a todas partes durante el día, pero no te

di permiso para que te escondas afuera mientras estoy durmiendo.

Lo vi tensarse, vi su cuerpo volverse rígido al oír mis palabras. Pero

entonces, con la misma rapidez, se relajó y sonrió, una sonrisa triste que

dolía mirar, era tan hermosa. Me di vuelta y susurré una silenciosa

oración de agradecimiento cuando vi la verde carcacha oxidada de Graham

remontar por la acera.

—Quédate en la casa de Graham esta noche, Grace. —Oí decir a

Robert en voz baja mientras me alejaba. No te quedes sola esta noche.

Quería gritarle que la única razón por la que estaría sola ésta noche

era porque no me había dado otra opción, pero me mordí la lengua y

caminé hacia el auto.

Vi la cabeza de Graham levantarse, su mirada dirigiéndose más allá

de mí, y gruñí con frustración al verlo asentir una vez, después dos.

—No lo escuches —demandé mientras me subía al asiento del

pasajero—. No lo escuches, Graham.

Graham no dijo nada mientras nos alejábamos y nos dirigíamos a

casa, sus ojos continuamente mirando por el espejo retrovisor, como si

estuviera huyendo de algo. Me di vuelta varias veces para asegurarme que

no lo estuviera, y sentí la ira crecer en mí por tener mi vida organizada por

mi ex-novio y mi mejor amigo.

Por primera vez, Graham se detuvo en la entrada de su casa y

estacionó el auto. No dijo nada por un rato, sólo se sentó allí y miró el

volante. Lo miré fijamente, prometiendo no salir del vehículo hasta que él

prometiera que no iba a hacer lo que sea que Robert le dijo que haga.

Graham se inclinó hacia adelante y apoyó la frente contra el dorso

de sus manos, con un débil gemido saliendo de su boca.

—¡Esto apesta!

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Golpeó su cabeza contra las manos varias veces antes de voltear y

mirarme, su cara cubierta de emoción.

—No sé cómo lo hiciste.

—¿Hice qué?

Cerró los ojos y volvió su rostro al volante.

—Esto. Lidiar con Lark, Robert y un mejor amigo, y tratar de hacer

funcionar las cosas sin lastimar a nadie. Tengo a Lark en mi cabeza

diciéndome que deje que soluciones sola las cosas con Robert, y luego

Robert me dice que no te pierda de vista, y tú estás aquí odiándome por

ello.

»No sé qué hacer… si escucho a Lark y algo te pasa, estoy bastante

seguro que Robert me matará. Si escucho a Robert, Lark va a pensar que

no puede confiar en mí. De cualquier forma voy a lastimarte, y esa es la

última cosa que quiero hacer. ¿Así era contigo?

Le di una media sonrisa y asentí.

—Cada día.

—Y no te lo hice fácil, ¿verdad?

Negué con la cabeza y él rió.

—Ahora entiendo por qué los ángeles y los humanos se quedan con

los de su especie… esto es simplemente demasiado complicado.

—Graham, nada de esto se supone que sea fácil. Si lo fuera, no

valdría la pena.

Sonrió.

—Espero que sea así.

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La oscuridad golpeó muy temprano. Graham y yo nos arreglamos

para limpiar la sala de estar de botellas y latas, pero nos quedamos sin

lugar donde ponerlas a medida que avanzábamos hacia la cocina.

Al darnos cuenta de que no había forma de preparar una verdadera

comida cuando la casa todavía apestaba a licor añejo y quién sabe qué

más, por no mencionar el hecho que la última vez que el refrigerador de

Graham contuvo algo comestible fue probablemente antes de navidad,

terminamos de vuelta en mi casa para pizzas congeladas y ensaladas

mixtas.

—Hay cerca de dos semanas de trabajo en esa casa —se quejó

Graham mientras se llevaba una porción a la boca.

—No si Lark lo hace —le recordé—. La he visto limpiar una

recepción y una tienda de bodas completas en menos de veinte minutos

con su madre. Bueno, realmente no la vi hacerlo, más bien miraba

mientras las cosas simplemente empezaban a desaparecer.

Los ojos de Graham se ampliaron mientras describía otro detalle

sobre Lark que él no conocía.

—¿Estás hablando en serio?

—Sí. Es otra cosa, de verdad, verlas trabajar. Jurarías que

simplemente chasqueaban los dedos y todo se acomodaba mágicamente,

pero no. Simplemente se mueven así de rápido.

—Así que, ¿lo que estás diciendo es que prácticamente no tengo

oportunidad de superar a cualquiera de ellos si se me ocurre molestarlos?

Negué con la cabeza.

—No son así, Graham. No puedes alterarlos de la misma forma que

puedes alterar a alguien como nosotros. Son increíblemente pacientes…

tienen que serlo para poder hacer lo que hacen, ser lo que son, y son

capaces de leer nuestras mentes y ver nuestro pasado para entendernos

en el mismo tiempo que a nosotros nos toma parpadear, lo que les facilita

elegir cómo comportarse entre nosotros. Son creados para manejar

nuestras debilidades humanas de ira, furia y celos sin experimentar

ninguna de ellas por sí mismos. Es parte de lo que los separa de nosotros.

—Explica los celos de Robert, entonces.

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Eso me hizo detener. Lo miré y no pude contener la sonrisa que se

formaba en mis labios.

—Se había enamorado. Era algo que nunca antes había

experimentado y eso abrió la puerta a un montón de emociones

relacionadas, incluidos los celos. Al menos eso es lo que me dijo.

—¿Y qué pasa con éste tipo, Sam? Entiendo que se supone que esté

haciendo su trabajo y todo eso, pero de lo que tú y Robert discutieron,

entiendo que la tiene contra ti… ¿por qué? ¿Por qué está tan enojado? ¿Y

cómo incluso pudiste huir de él si son tan rápidos?

Empujé la porción de pizza fría alrededor de mi plato mientras

trataba de encontrar la manera de explicarle cosas cuando todavía no

sabía muy bien las respuestas. La mirada en su rostro, sin embargo, me

dijo que no importaba lo que le dijera, él sólo quería escuchar, y así fue

como supe que estaba bien decirle la verdad.

—Realmente no lo sé, Graham. Me gustaría poder decirte que es

porque estaba celoso, que estaba con el corazón roto por un amor perdido

o que estaba enojado, pero de todo lo que aprendí de él, honestamente no

creo que sea capaz de sentir algo. Me dijo tantas mentiras que no sé qué es

y qué no es verdad cuando viene de él.

»En cuanto a cómo pude huir de él, la verdad es que no lo hice.

Graham comenzó a ahogarse con su ensalada y rápidamente le

serví un vaso de leche, que se bebió rápidamente.

—¿Qué quieres decir con que no lo hiciste?

—Quiero decir que no lo hice. No estoy viva porque haya escapado,

Graham.

Hizo a un lado su plato y alcanzó mi mano, apretándola

confortablemente.

—Estás viva porque Robert te salvó.

—Bueno, sí, pero eso no es toda la verdad. Sam... se tomó su

tiempo; quería torturarme, disfrutar de mi dolor. No sé qué me hizo

pensarlo, pero lo apuñalé en los ojos con una de las plumas de Robert...

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—Espera, ¿lo apuñalaste en los ojos con una pluma? ¿Estás

hablando en serio?

Asentí pero sonreí ante lo ridículo que sonaba.

—Sé que no tiene sentido, pero sabía que no iba a poder lastimarlo

sólo con mis manos. Quiero decir, es un ángel; no puede ser arañado,

golpeado o pateado… nos lastimaríamos a nosotros mismos muchísimo

más de lo que podríamos imaginar hacer con ellos. Créeme, lo sé.

—¿Qué hay con dispararles? Papá tiene un arma en alguna parte

en el armario de su habitación.

Suspiré sacudiendo la cabeza.

—Graham, no me estás escuchando. No se les puede lastimar.

—Pero acabas de decir que apuñalaste a ése tipo Sam con una

maldita pluma, suena mucho a que puedes lastimarlos, Grace.

—Dije que lo apuñalé con una de las plumas de Robert. Sólo puedo

imaginar que los ángeles se pueden lastimar entre sí, que es por lo que

funcionó, pero no murió por ello. Ni siquiera lo hizo enlentecer. Después

trató de estrangularme, pero algo lo detuvo, algo que no puedo explicar.

El rostro de Graham tenía una mirada de escepticismo.

—No lo entiendo, Grace. Éste tipo Sam se supone que es el arcángel

de la muerte, ¿por qué no simplemente te tocó o chasqueó sus dedos o

algo? Si su trabajo es matar personas, y lo ha estado haciendo por tanto

tiempo, ¿por qué tomarse el tiempo de lastimarte?

Empecé a frotarme el cuello, el recuerdo haciéndome sentir el

fantasma de dedos invisibles apretados contra mi garganta.

—Te lo dije, no lo sé. Hay mucho sobre esa noche que sigue sin

explicación.

—Bueno, no te lo tomes a mal, Grace, pero me alegra que se haya

tomado su tiempo.

Miré su mano, todavía sosteniendo la mía, y sonreí.

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—Entiendo lo que quieres decir, Graham. Tengo que admitir que

hay momentos en los que también me alegra que se haya tomado su

tiempo.

Nos sentamos en silencio por un rato después de eso, la pizza

volviéndose fría, la grasa congelándose, la ensalada marchitándose en el

tazón. No teníamos la habilidad de leer la mente del otro, pero ambos

sabíamos lo que el otro estaba pensando mientras pasaba el tiempo.

Ambos nos estábamos preguntando cómo habíamos llegado al punto en el

que estábamos, agradecidos de la sádica necesidad de Sam de causar

dolor, y lo que posiblemente sigue después de tal cosa.

Las instrucciones de Robert hacia Graham no pudieron ser

evitadas mientras que limpiaba la cocina. En un compromiso —aunque

ciertamente yo no lo veía así, considerando que no creía que Robert tuviera

derecho alguno en darle órdenes de ninguna clase a Graham— él accedió a

pasar otra noche en el sofá después de volver a su casa a buscar algo de la

ropa que se había llevado, como también tomar una ducha.

Subí las escaleras para tomar yo misma una ducha antes de

arrastrarme bajo mis sábanas y quedarme dormida.

Los sueños vinieron rápido.

Habían empezado la noche de la boda, la noche en la que la verdad

de Sam salió a la luz, siempre repitiéndose como un DVD atascado en

repetir.

Estaba sentada en una silla en el medio del largo campo en el retiro

de la familia Bellegarde. No podía moverme a pesar de que mis manos y

pies no estaban atados. Era el mediodía; el sol caía sobre mí y me

quemaba con su calor intenso. No estaba usando nada más que una

camiseta y unos bóxers, y mi piel lucía los resultados de la exposición por

el brillo rojo brillante que despedía.

Una risa familiar detrás de mí me hizo voltear la cabeza, las

quemaduras en mis hombros y cuello enviando ríos de dolor por mi cuerpo

y luché para no gritar.

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—Pobre nena. No te gusta demasiado la luz, ¿verdad?

Negué con la cabeza sin quererlo en realidad. Simplemente sucedió.

—¿Duele? ¿Quema?

Otra vez, contra mi voluntad, contesté.

Sentí una presión caliente contra mi hombro y gemí, mordiendo mi

labio para permanecer lo más silenciosa posible. Me volví para mirar qué

es lo que había en mi hombro y perdí la batalla.

Grité. Una mano, seca y frágil me estaba presionando, la piel

brillando blanca... caliente.

—Hola, Grace.

—S-Sam —susurré.

—Sólo mis amigos me llaman Sam. ¿Somos amigos, Grace?

—N-no. Nunca seremos amigos… mataste a mi madre.

La piel arrugada y polvorienta con una edad antinatural se agitó al

escapar una risa gutural y aireada de los labios secos que se curvaban

sobre la única parte de él que había permanecido intacta de la luz extraña

que se había llevado su juventud y belleza. Sus ojos estaban cerrados,

ocultando los huecos que había creado cuando lo había apuñalado.

—Estaba muerta mucho antes de que incluso llegara a ella, Grace.

—¿Qué se supone que significa eso?

—Lo siento, eso es algo que sólo le digo a mis amigos —se burló.

Miré con mudo horror mientras su mano se cerraba en un puño,

dejando un dedo levantado. Arrastró ese dedo por mi garganta en llamas, a

lo largo de la curva de mi mandíbula, deteniéndose cuando llegó a la

esquina de mi boca.

—¿Recuerdas esto? Nunca llegué a terminar lo que empecé. ¿Por

qué es eso, te lo has preguntado?

Ligeramente negué con la cabeza, el pequeño movimiento

empujando mi piel contra la uña afilada en la punta de su dedo extendido.

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Quitó su dedo para mostrarme la sangre que ahora había en la punta de

su dedo y sonrió.

Lo miré desafiante, pero permanecí en silencio mientras se llevaba

el dedo a los labios, las gotas escarlatas cayendo en las grietas profundas y

formando estrías rojas en toda la superficie seca.

—Miki estaría orgullosa de mí, ¿no lo crees?

Inmediatamente mi visión cambió a una escena de un campo de

batalla lleno de cuerpos de incontables víctimas, con su piel pálida y del

color de la cera, con sus ojos abiertos y ensangrentados, mirando sin ver la

infinidad de sus propias muertes. A un lado había una colección de

algunas de las personas más hermosas que existen, las personas más

hermosas que alguna vez había visto.

Su piel era impecable, su cabello —aunque variaban en diferentes

tonos del más pálido de los blancos hasta el más profundo azul oscuro—

brillaba como la seda, reflejando la luz del mediodía que brillaba muy alto

sobre la espantosa escena. No hablaban, aunque era bastante claro que

una conversación acalorada se estaba manteniendo entre ellos.

Dos rostros de entre el grupo se destacaron de inmediato. Ameila,

con su largo cabello puesto hacia atrás y trenzado con un lazo de cuero,

estaba discutiendo con un ángel masculino cuyo cabello a la altura de los

hombros de color borgoña colgaba alrededor de su cuello. Era el único del

grupo que tenía sus alas extendidas, la blanca expansión de ellas haciendo

sombra a varios que estaban detrás de él.

Su rostro era increíblemente atractivo, pero sus ojos me atraparon

con la guardia baja. Uno era dorado brillante, mientras que el otro

resplandecía como la plata radiante. Su cabeza se levantó y volvió su

mirada en mi dirección, observando como si pudiera sentir que estaba allí.

Tragué saliva, incapaz de moverme, incapaz de correr, sólo capaz de mirar

hacia él. Finalmente sacudió su cabeza y se volvió para enfrentar a Ameila,

la conversación volviendo instantáneamente al mismo nivel de intensidad.

Y a continuación estaba Sam, con su inconfundible cabello dorado

entre el mar gris que creaban los cuerpos alrededor de él. Su rostro estaba

congelado en ira y decepción, tenía una sospecha del por qué, pero miré

mientras la conversación silenciosa cesaba, todo el mundo volviéndose

hacia Sam con expresiones sombrías.

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El que había estado discutiendo con Ameila sacudió la cabeza y

miré mientras Sam se abalanzaba hacia él, sus dientes peligrosamente

descubiertos, sus manos formando garras que lo agarraron

implacablemente. Se detuvo en pleno vuelo, colgando torpemente como si

se sostuviera de un trozo de cordel.

—Samael, esto es lo mejor. No podemos hacer esto por ti…

pondríamos en peligro las vidas de aquellos que juramos proteger si lo

permitimos —le dijo el ángel que lideraba, su voz extrañamente suave y

melódica—. Encontrarás otra persona para amar, alguien de tu propia

especie, y olvidarás todo acerca de hoy, todo acerca de ella.

—Nunca olvidaré, Lem —dijo Sam entre dientes.

El sonido hizo que mi cabeza comenzara a palpitar y caí de rodillas,

el dolor golpeando rápidamente, mucho más rápido de lo que lo había

hecho antes.

—Por supuesto que no olvidarás, Samael. Era una forma de decir;

perdona mi pobre intento de ser humano. Sólo quise decir que ésta

necesidad desaparecerá. Encontrarás otra muy pronto, siempre lo haces, y

será una de nosotros. Lo he visto.

Sam negó con la cabeza.

—La quiero a ella.

El que se llamaba Lem rió.

—Estás actuando como un niño petulante, Samael. Esto no es

sobre lo que quieras, no tienes nada que decir en éste asunto, Juvenile.

¿Crees que simplemente porque ya te han crecido las alas puedes opinar?

Somos Serafines… tú eres prescindible. Si no estás dispuesto a ayudarnos

a terminar ésta hazaña ahora entonces te sugiero que nos dejes antes de

que decidamos convertirte a ti en su lugar.

Los ojos de Sam se pusieron fríos pero hizo lo que le dijeron y la

visión cambió una vez más, entre un torbellino de colores que se

arremolinaban a mi alrededor con tanta rapidez que tuve que cerrar los

ojos para evitar marearme.

No sé cuál fue mi pista, qué me dijo que estaba bien abrirlos otra

vez, pero cuando lo hice estaba tendida en el suelo mirando dos orbes

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negras mientras que manos fuertes y furiosas se envolvían alrededor de mi

garganta, silenciándome e impidiéndome respirar.

Su rostro estaba contorsionado en dolor mientras se levantó,

llevándome consigo. Los brillos en blanco y negro que comenzaban a

aparecer mientras lentamente comenzaba el proceso de perder la

conciencia casi bloquearon algo que me había perdido. Vi... tristeza. Era

difícil reconocerla porque los ojos horriblemente desfigurados sesgaban mi

percepción de sus emociones, pero no pude confundir la angustia en su

rostro; era tan familiar, casi demasiado, y sentí una punzada de

compasión hacia él.

Y entonces todo se había ido y estaba de vuelta en mi cama, las

sábanas cubriendo mi pecho y presionadas contra mi garganta y boca. Las

bajé y empecé a jadear por aire, con cada respiración sintiendo como si no

pudiera tener suficiente, cada exhalación una lucha.

La oscuridad en mi habitación era imponente; me senté y me

incliné hacia la ventana, mirando la calle a oscuras. Las farolas apagadas

eran evidencia de un apagón mientras que el cielo era una interminable

hilera negra, la luna y las estrellas habiendo aparentemente desaparecido.

Todo estaba oscuro con excepción de unas pocas ventanas iluminadas por

velas y la luz de una o dos linternas.

Por costumbre mi cabeza se volvió para echar un vistazo a mi

tocador y suspiré cuando no vi ningún número luminoso diciendo la hora.

—Por supuesto, sin energía, no hay reloj.

Al no verle sentido, me volví a acostar en la cama y miré el techo,

mis pensamientos llenos con las escenas que se habían reproducido en mi

sueño. Nada había cambiado; nada se había desviado de él en ninguna

forma. Después de más de dos semanas viendo las mismas situaciones

repitiéndose una y otra vez en mi cabeza me sorprendió que recién ahora

me diera cuenta de algo que no había visto antes.

—Es sólo un sueño —me dije a mí misma mientras que el auto-

desprecio comenzaba a elevarse en mí—. No es real… No me siento de esa

manera.

Una repentina ráfaga de luz me llamó la atención y me senté

rápidamente. Miré por la ventana y suspiré con alivio, la energía había

vuelto. Parecía como si nadie en el vecindario hubiera leído sus manuales

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de seguridad para apagones porque parecía que cada luz en cada casa de

mi calle estaba encendida, incluida una que aparentemente todavía no

había quitado las luces de navidad. El sonido de múltiples televisores

puestos en su volumen máximo se mezclaron con varias radios y perros

ladrando —que estaban tan sorprendidos por la repentina reaparición de

la luz como yo— creando un concierto casi intolerable de sonidos

ininteligible.

La calle brillaba con el vibrante uso excesivo de electricidad y no

parecía como si alguien estuviera listo para apagar algo pronto. Parpadeé

mientras que las luces de los porches comenzaban a encenderse, llenando

la calle con aún más luz. Gimiendo, cerré la cortina y me tiré a la cama

una vez más, cruzando un brazo sobre mis ojos para bloquear la luz que

se seguía viendo.

Mientras que los sonidos afuera poco a poco cesaban, esperé

pacientemente a que pronto las luces lo siguieran —sin duda era

demasiado tarde para que la mayoría de mis vecinos esté despierto— pero

el brillo que se asomaba por las rendijas que mi brazo dejaba sobre mis

ojos no desaparecía. En su lugar, se volvió más brillante, como si alguien

hubiera encendido la luz de mi habitación.

Apreté mis ojos cerrados y presioné con más fuerza el brazo contra

mi rostro, pero el brillo todavía se filtraba.

—¡Esto es ridículo! —resoplé mientras me sentaba, protegiendo mis

ojos de la luz con una mano.

Aparté la cortina y vi que las luces en la calle estaban apagadas,

todo el mundo estaba durmiendo. No había ni una sola luz encendida.

—¿Qué está pasando? —murmuré para mí mientras me giraba.

El resplandor que llenaba mi habitación era de un tono dorado que

no venía de las luces de la calle o de las casas de mis vecinos. La calle

estaba oscura y silenciosa detrás de la cortina. No, el resplandor que casi

me cegaba provenía de una sola fuente, que me sonreía desde el centro de

mi habitación, una sonrisa engañosamente hermosa y amistosa

enmarcada por un rostro que podría haber encantado a cualquiera.

Sus ojos brillaban, su iris dorado líquido de una alegría sin nombre

y sus manos estaban extendidas para alcanzarme con una intención

desconocida. Había desaparecido la piel seca y el cabello descolorido.

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Había desaparecido el cuerpo frágil y débil. Sam estaba parado en mi

habitación, fuerte, joven y hermoso. Y aterradoramente real.

Por lo que grité.

Al instante la luz se había ido, mi habitación lanzada una vez más

en la oscuridad. Podía escuchar mi corazón latiendo fuerte en mi pecho

por el miedo de haber visto esa cara otra vez, y mis manos estaban frías y

húmedas cubiertas de un sudor nervioso.

—¡Grace!

Me di la vuelta para ver a Robert parado junto a la cama, su rostro

inundado con preocupación y miedo. Apenas tuve tiempo de registrar su

presencia antes de que viniera hacia mí y rápidamente me envolviera en su

abrazo, y por un momento me olvidé de todo excepto del sentimiento de

estar en sus brazos, de estar a salvo, de ser amada.

—Grace, te escuché gritar… ¿qué pasó? ¡Tú!

Me giré y vi la expresión enojada de Graham ser seguida por un

puño cerrado a una rápida velocidad hacia la cara de Robert. Me tiré

delante de él sin pensar —o tal vez pensé muy rápido— y recibí el golpe

dirigido a Robert de lleno en mi ojo derecho.

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7 Una Elección

Traducido por Whiteshadow, Lizzie y Dai (SOS)

Corregido por Zeth

aí como un ladrillo, aterrizando a los pies de Robert, mi

mano inmediatamente se elevó para cubrir mi palpitante

rostro. Él se agachó junto a mí, su mano presionando

contra la mía, su voz suave y reconfortante mientras rozaba mi frente con

sus labios varias veces.

Graham simplemente se quedó allí, mirándome fijamente en estado

de shock, con el puño levantado en el aire.

—Tú... ¿por qué...? ¡Oh Dios mío, te golpeé! Oh, Dios mío. Oh. Dios.

Mío.

—No fue tu intención —murmuré cuando comencé a sentir el calor

del flujo de la mano de Robert a través de la mía, su curación se producía

mucho más rápido de lo esperado.

—Es sólo superficial —murmuró Robert, sus labios aún contra mi

cabeza—. Esto se irá rápido.

—¿Qué estás haciendo en su habitación? —preguntó Graham

enojado—. ¿Por qué la asustaste de ese modo? ¿Qué estabas tratando de

hacer?

Robert ignoró sus preguntas, pero yo no.

—No grité por él, Graham. Fue Sam, estaba en mi habitación.

C

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6

Robert no se inmutó ante mi explicación, él ya sabía lo que había

sucedido, pero Graham se puso de rodillas y se arrastró hacia mí,

poniendo sus manos sobre mis piernas en actitud de súplica.

—Lo siento, Grace. Lo siento… estaba abajo, estaba aquí y aun así

él entró. Pudo haberte hecho daño y yo estaba aquí… ¿qué hubiese pasado

si te hubiera lastimado? ¿Qué hubiese pasado si...? Y te golpeé, el ángel

asesino en serie entra en tu habitación y soy el que te hace daño. ¡Oh,

Dios!

Me aparté de Robert y envolví mis brazos alrededor de un

tembloroso Graham, preguntándome cuándo fue que me convertí en la que

brindaba consuelo y él en la víctima asustada.

—Estoy bien, Graham. Estoy bien, ¿ves? Graham, mírame.

Sus ojos se elevaron para mirarme a la cara y mientras reparaba en

la falta de daños, yo me fijé en sus ojos enrojecidos y la tez enrojecida.

—Graham, no te castigues por esto. Es mi culpa, me puse delante

de Robert.

—¿Por qué?

Robert y Graham, se miraron entre sí, ambos sorprendidos por la

pregunta que salió de sus bocas.

Miré a ambos, con la cabeza oscilando entre uno y luego el otro,

sorprendida de que no lo supieran.

—Graham, ¿no me escuchaste más temprano? No puedes hacerles

daño. No los puedes golpear y esperar a tener otra cosa más que no sean

todos los huesos de la mano y el brazo rotos.

Me miró con incredulidad y no podía echarle la culpa.

Probablemente no lo habría creído si no lo hubiese experimentado de

primera mano. Suspirando, golpeé la pierna de Robert. El audible crujido

de mis dedos al romperse por el impacto fue suficiente para poner a

Graham al borde de la histeria.

—¿Qué diablos te pasa? ¡Te creo! ¡No tenías que ir y romper tu

mano! ¿Estás loca?

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7

Robert intervino, su enojo por haber sido utilizado como una pieza

de demostración, por no hablar de un saco de boxeo, fue eclipsado sólo por

su enojo por haberme herido.

—Esto es altamente irresponsable de tu parte, tu seguridad es lo

más importante para mí, ¿y vas y te lesionas para probar un punto? Él no

es Einstein, pero entendió cuando estaban hablando de nosotros, no

exagerabas, Grace.

Me quedé viéndolos a los dos, y luego volví la atención a mi mano,

la cual ahora parecía un cristalino racimo de uvas.

—No me duele.

Robert y Graham, ambos, detuvieron su regaño ante mi

comentario.

—¿Qué quieres decir, con que no te duele? —preguntó Graham.

—Como la última vez —comentó Robert mientras tomaba mi mano.

El conocido panal de moretones que cubría mi mano y descendía

en espiral hacia mi muñeca hizo a Graham sacudir la cabeza varias veces

mientras asimilaba todo.

—¿Qué pasa con el maldito patrón?

—No lo sé. Siempre lo hace y nada de lo que he aprendido acerca

de la anatomía humana, explica por qué sus moretones siempre tiene este

aspecto —respondió Robert antes de llevar mi mano a su boca. Dejó

escapar un suspiro entre mis nudillos lastimados y sonrió cuando casi al

instante, la piel comenzó a sonrosarse—. Te estás recuperando mucho más

rápido de lo normal. El daño no fue tan amplio.

—Así que realmente puedes curar a la gente, ¿eh? —comentó

Graham mientras era testigo del cambio.

—Ya no es así. —Fue la triste respuesta de Robert.

—¿De qué estás hablando, hombre? ¡Acabas de sanar a Grace dos

veces en menos de diez minutos! Si eso no es curación entonces, ¿qué es?

Robert me miró y luego volvió a mirar a Graham, su única

expresión era de decepción.

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—Perdí la capacidad de curar a los demás cuando obtuve mi

llamado. La única persona que soy capaz de sanar ahora es a Grace.

—¿Has tratado de sanar a otros?

—Sí, lo he hecho. He intentado varias veces y déjenme decirles que

sólo hay una cosa en este mundo que es más decepcionante que no ser

capaz de salvar la vida de otra persona. —Volvió la cabeza una vez más

para mirarme y vi el dolor que llenó sus ojos.

—¿Cuál es tu llamado de todos modos, Robert?

Su cabeza giró para mirar a Graham.

—¿Por qué?

La expresión de Graham se mantuvo sincera al responder.

—Porque amo a Grace. Me has pedido que la mantenga a salvo.

—Lo cual no pudiste hacer…

—Sí, pero todavía confías en que lo haga, y creo que si vas a

pedirme ese tipo de cosas, por lo menos debería saber que me estás

pidiendo que haga.

Robert negó con la cabeza.

—No.

—¿Por qué? ¿Tienes miedo de que vaya a decirle a alguien? Ya sé lo

que eres, Robert. Confías en Grace, ¿verdad? Bueno, ella confía en mí. Y

también lo hace tu hermana. Ya soy parte de esto, te guste o no, y creo

que tengo derecho a saber.

—No.

El cuerpo de Graham se puso rígido con furia y saltó

incorporándose sobre sus pies.

—No puedo creer esto. Esperé a un lado para que me aceptases

como amigo de Grace. He aceptado el hecho de que te encuentras

incómodo con nuestra amistad y mantengo la nariz fuera de su relación en

su mayor parte. Te defendí ante Grace después de que le rompiste el

corazón, e incluso traté de convencerla de que te aceptara de nuevo.

Estuve de acuerdo en quedarme con ella, aunque no sabía por qué, y

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todavía no confías en mí. ¿Sabes qué? Me retracto de todo. Grace, él es un

idiota. Olvídate de tratar de perdonarlo, obviamente, la única persona que

le importa es él mismo.

Graham salió enojado de la habitación. Miré con ojos acusadores a

Robert y sacudí la cabeza.

—No puedo creerte. —Salí tras Graham, casi tropezando por las

escaleras en el proceso, y logré llegar hasta él antes de que cerrara la

puerta—. ¡Graham, espera!

Se detuvo al escucharme llamarlo, pero siguió caminando, dejando

la puerta abierta detrás de él. Le seguí afuera y traté de ponerme en frente

de él, pero me había olvidado cuán rápido era.

—¡Graham, por favor, detente!

Buscó a tientas algo en su bolsillo y gruñí mientras sacaba las

llaves. Aunque, en lugar de caminar a su casa, se dirigió hacia su auto.

Subió al asiento del conductor y encendió el motor. Me quedé fuera y lo vi

poner el vehículo en reversa y salir.

Estaba lista para dar la vuelta cuando vi la puerta del

acompañante abierta. Volví la cabeza para mirar a la ventana de mi

dormitorio. A través de la oscuridad pude distinguir la silueta de alguien

que estaba parado allí, y me mordí el labio mientras luchaba con la

decisión que estaba delante de mí.

A pesar de que seguía estando intensamente molesta con Robert

por lo que había hecho, el hecho de que todavía lo amaba no me dejaba

querer hacerle daño de la misma manera en la que él me había dañado y

sabía que al marcharme con Graham, eso sería exactamente lo que estaría

haciendo. Y luego estaba Graham, quien había sido dejado de lado por mí

demasiadas veces a causa de mi amor por Robert, y sin embargo había

vuelto siempre, su amistad y lealtad más fuerte de lo que eran antes. Sin

embargo, ¿sería capaz de perdonarme otra vez?

Sentí el tirón en ambas direcciones y me sorprendió que mi corazón

empezara a palpitar pesadamente, el dolor comenzó a expandirse a través

de mi pecho cuando simplemente me alejé de los dos y comencé a caminar

por la acera, eligiendo en su lugar salir del juego.

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Dije una oración silenciosa de agradecimiento dado que todo el

mundo estaba dormido mientras más me alejaba de la casa, más me daba

cuenta de que estaba escasamente vestida con mis bóxers y camiseta

habituales. La tranquilidad de la noche sólo amplificaba los ruidos que

venían desde el interior de las casas que pasaba, un testimonio de la mala

calidad del aislamiento.

Ronquidos, risas, incluso el ocasional sonido del agua del retrete se

podía oír mientras caminaba por enfrente de las casas que eran idénticas a

la mía en forma, pero no en decoración. Por supuesto, ahora mismo mi

jardín parecía un cementerio de lirios, lo cual me hizo reír, el sonido de

ésta resonó por la calle más de lo que había previsto. Fue cuando llegué al

final de la manzana que finalmente había tenido suficiente de aquel aire

frío y ruidos personales, y di la vuelta.

—¿Por qué estoy alejándome de mi casa? Es mi casa por Dios santo

—murmuré para mí cuando empecé a pasar las casas familiares una vez

más, sus frentes oscuros, las cortinas de todos cerradas al negro vacío de

la calle.

Pude ver la luz del porche de mi casa abriendo una franja de luz de

color ámbar en la calle mientras me acercaba. En silencio esperé que

Graham no hubiera cerrado la puerta, no estaba interesada en escalar a

través de la ventana de la cocina.

Cuando estaba a tan sólo unos metros de distancia vi a dos figuras

de pie en la acera, ambos de frente a mí, con los brazos cruzados sobre el

pecho en pose desafiante.

El auto de Graham ahora se encontraba estacionado en frente de la

entrada de la casa, los faros aún encendidos, iluminando directamente la

puerta del garaje y revelando lo mucho que necesitaba volverse a pintar.

Caminé hacia ellos y, cuando no hicieron ningún intento de decir

algo, los pasé de largo y me dirigí directo a mi casa. Me dirigí a mi

habitación, sin importarme que mis pies fueran probablemente un

mugroso desastre, o que mi ropa estuviera un poco húmeda por el sudor

frío, y me recosté en la cama, boca abajo, la cara enterrada en el hueco de

mi brazo.

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La puerta de mi habitación se abrió poco a poco y me volví para ver

a Robert y Graham entrar, sus rostros solemnes, su estado de ánimo

tranquilo. Los miré fijamente, incapaz de decir nada a ninguno de los dos.

Graham y Robert se miraron entre sí, obviamente, cada uno de

ellos igual de dispuestos a ser el primero en hablar. De pie uno junto al

otro hacía fácil ver las notables diferencias entre ambos. A pesar de que

eran casi de la misma altura, con Robert de pie siendo unos pocos

centímetros más alto, era claro de ver que Graham era más musculoso,

aunque sólo fuera en apariencia. El cabello oscuro de Robert era más largo

que el de Graham, y colgaba un poco sobre su rostro, mientras que el de

Graham era corto y en puntas. Los ojos de Robert, esos ojos de plata que

siempre podían enviar a mi corazón al galope, eran mundos aparte del

verde oscuro de Graham que una vez me habían hecho sentir como la

persona más importante en el mundo.

Incluso la forma en que se encontraban parados era un estudio en

comparación. Graham era tan tranquilo y relajado, su postura era

perezosa, con los pies separados, las rodillas flexionadas. Robert, por otro

lado, serio e intenso, permanecía erguido, con los pies muy juntos, sus

rodillas bloqueadas. La elección de la ropa sólo hacía hincapié en las

diferencias entre ellos, luz y oscuridad, despreocupado y centrado.

—Grace, queríamos pedirte disculpas por ponerte en el centro de

nuestro… desacuerdo —dijo a la final Robert, rompiendo mi

concentración.

—Sí, lo sentimos —coincidió Graham.

No podía decirles nada a ellos; simplemente los miré.

—Tu vida está en peligro y hemos hecho girar esto en torno

nuestro, fue un error de nuestra parte hacerlo, y hemos llegado a un

acuerdo —añadió Robert.

Graham asintió.

—Sí, Grace. Hablamos sobre ello, sobre lo que pasó esta noche, y

hemos llegado a una clase de compromiso en un par de cosas.

—¿Compromiso en qué? —preguntó mi voz apagada desde detrás

de mi brazo.

Robert y Graham, se miraron una vez más y luego a mí.

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—No puedo mantenerte a salvo, Grace. He demostrado eso ésta

noche y me mata el saberlo, el admitirlo, pero tengo que hacerlo con el fin

de ayudar a Robert a hacer lo que estamos de acuerdo en que se supone

que debe hacerse. Por lo tanto, Robert accedió…

—He accedido a contarle a Graham cuál es mi llamado, si él se

compromete a mantener tu paradero en secreto a todos, incluyendo a tu

padre —interrumpió Robert.

Las palabras no calaron en mí ni siquiera un poco y miré a los dos,

desconcertada por lo que acababa de oír.

—Grace, Robert te llevará a su casa, y yo me voy a quedar aquí, así

nadie sabrá que te has ido. Cuando tu padre llegue a casa, le voy a decir

que te estás quedando en la casa de Stacy o visitando a Lark.

Me senté, sorprendida y enojada.

—¿Vas a mentirle a mi padre?

Él asintió y sonrió.

—No es como si no lo hubiese hecho antes. ¿Recuerdas la vez que

rompí la ventana delantera con la honda que mis papás me regalaron para

mi décimo cumpleaños?

Le fruncí el ceño.

—Sí, le dijiste a mi papá que yo lo había hecho y fui castigada

durante todo un mes.

—Lo sé, pero si se hubiera enterado de que yo lo hice, me habría

prohibido venir, al menos todavía podía hacer eso mientras estabas

castigada —me recordó Graham.

La mezcla de diversión y de culpa en su voz lo decía todo, y suspiré

en respuesta.

—No voy a ir. Ésta es mi casa. No voy a dejar a Sam sacarme de mi

propia casa.

—Grace, esto no está en discusión —dijo Robert, la autoridad en su

voz era algo a lo que yo no estaba acostumbrada—. Tú vienes a casa

conmigo. No es seguro para ti estar aquí.

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—¿Oh, pero es seguro para Graham? —repliqué.

—Sí, es seguro para Graham —respondió con calma—. A Sam no le

interesa Graham, y no importa cuáles sean las intenciones de Sam, no

puede hacerle daño a los inocentes. La vida de Graham no está en peligro.

—¿Por qué no se le permite hacer daño a los inocentes, Robert?

¿Debido a las reglas? ¿Las mismas reglas que dijiste me mantendrían a

salvo porque soy tu Portadora de Alas? ¿Las mismas reglas que me dijiste

te impedían mentir? Disculpa si ya no creo nada de lo que dices —

argumenté, el veneno en mi voz sorprendiéndome incluso a mí—. No voy a

ir. La idea de permitir que me sigas a todas partes fue bastante difícil de

aceptar… no estoy preparada, o dispuesta, a aceptar estar bajo el mismo

techo contigo cuando lo único que puedo escuchar en mi cabeza es tu

traición.

—No tienes elección, Grace —insistió Robert—. Graham está de

acuerdo conmigo en que no estarás a salvo aquí. Si no puedes confiar en

mí entonces confía en él.

Lo miré y sonreí con suficiencia, la duda y la presunción de repente

me llenaron de oscuridad.

—Dile primero a él.

Su rostro se volvió de piedra ante mi demanda.

—No.

—Me iré contigo si le dices, voy a ir a donde quieras, siempre y

cuando le digas la verdad. Vamos a ver si todavía quiere que vaya contigo

una vez que sepa lo que eres, Robert.

Graham nos miró a los dos y frunció el ceño, la oscuridad en

nuestros rostros hablando de cosas de las que de repente no estaba

seguro, cosas que él no creía que quisiera saber.

Robert lo miró, entrecerrando sus ojos mientras buscaba en la

mente y el corazón de Graham por la posible reacción que se encontraba a

la espera de la verdad de lo que Robert era en realidad. Cuando su

expresión se mostró consternada, me sentí emocionalmente dividida en

dos: una parte de mí celebraba lo que él había visto, la pequeña victoria

una señal de que me quedaría en casa, mientras que la otra parte sentía

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arrepentimiento por haberlo herido una vez más por despecho,

traicionando la fachada de alevosía que había instalado en mí.

—Graham… —comenzó Robert, su voz grave y baja, la mirada baja,

incapaz de mirarnos a Graham o a mí mientras hablaba—. Mi llamado,

que es para lo que nací, para hacer, no es algo que se acepta fácilmente, y

no tengo ninguna duda de que encontrarás lo que hago repugnante y

reprobable, pero si esto es lo que quiere Grace, si es lo que necesita, te lo

diré.

Sacudiendo la cabeza, Graham se negó a la explicación.

—No. No me digas, Robert. Esto está mal. Esto está mal, Grace. Tu

vida está en peligro, ¿y estás tratando de poner a Robert en desacuerdo

conmigo sólo para que puedas sentirte mejor acerca de todo esto? ¿Qué te

ha pasado? ¿Desde cuándo te has vuelto tan rencorosa y vengativa?

—¿Qué? —pregunté, mi voz sonaba angustiada—. ¡No puedes estar

de su lado!

—No lo estoy —respondió con seguridad—. Estoy eligiendo el tuyo.

La última cosa que necesitas es vernos a los dos odiándonos el uno al otro

una vez más, Grace, y eso es lo que Robert parece pensar si me lo dice.

Ahora lo entiendo, entiendo por qué no me lo dirías, Robert.

Caminó hacia la cama y se sentó a mi lado. Envolvió su brazo

alrededor de mis hombros hundidos y apoyó la cabeza contra la mía.

—No importa qué tan enojada podrías estar en él, Grace, aún lo

amas. Es por eso que no viniste conmigo. Es por eso que estás luchando

muy duro para no ir con él, tienes miedo de que al hacerlo, tendrás que

admitir para ti misma y para él cómo te sientes, y eso te asusta más de lo

que ésta persona Sam hace.

—No sabes de qué estás hablando —murmuré sarcásticamente.

—Creo que sí. Probablemente soy la única persona que te conoce

mejor que Robert, y él puede leer tu mente. Sé que lo amas, Grace. No

pasas dos semanas con tu corazón llorando todas las noches por alguien

que no amas. No te niegas a hacerle daño a alguien que no te importa. No

tratas de encontrar razones para permanecer lejos de ellos a menos que

sepas que estar cerca de ellos significa que tienes que hacer frente a cómo

te sientes.

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Meneé la cabeza en negación, incluso mientras las lágrimas caían

por mi rostro en calientes arroyos.

—No sabes de qué estás hablando —repetí, mi voz mucho más

suave en esta ocasión.

—Ve con Robert, Grace. Ve con él y ponte a salvo. Sabes que él es

la única persona que puede protegerte de esa manera.

Levanté la cabeza para mirar a sus llorosos ojos verdes, la visión

borrosa por la pantalla de mi propio líquido.

—Tengo miedo —le susurré.

—Lo sé. Tengo miedo, también, pero él te ama. Es la única persona

que te ama más que yo, y es la única persona que puede mantenerte a

salvo. Por favor, Grace. Has esto, si no por él, y si no por ti, entonces por

mí.

Suspiré.

—Está bien.

Los brazos de Graham me llevaron en un fuerte abrazo feroz

mientras su cabeza se inclinaba hacia adelante y apretaba sus labios

contra los míos, un acto agridulce que empujó las lágrimas en nuestros

ojos hacia adelante, más allá de las puertas de nuestra pestañas y

bañándonos con nuestros recuerdos húmedos. Éste era un momento que

había soñado. Éste era el acto que debería haber sido separado de los

demás. En su lugar, separaría el resto de mi vida de la que había vivido

hasta ahora.

Desde algún lugar profundo dentro de mí, escuché el sonido de algo

demoledor, y pieza por pieza, las imágenes rotas de un recuerdo de un

momento en el tiempo que aún tenía que existir, pero que había sido

testigo, se desvaneció en la oscuridad, cayendo con cada lágrima que caía

de mis ojos cerrados.

Nos quedamos así por lo que podrían haber sido sólo unos pocos

minutos, o podrían haber sido horas. Sólo sabía que no me sentía

preparada para dejar sus brazos cuando finalmente soltó su agarre. Me

besó en la cima de mi cabeza y me acarició el cabello, una cosa casi

fraternal por hacer.

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—Vamos a empacar —dijo a través de una media sonrisa triste.

Asentí lentamente, vacilante. No podía mirar a Robert, quien había

permanecido de pie junto a los dos, captando cada palabra, cada simple

señal de afecto. No me di cuenta hasta más tarde que no podía enfrentarlo

debido a la culpa que sentía.

Me puse de pie y me dirigí hacia el armario. Lo abrí y empecé a

hurgar en una bolsa lo suficientemente grande como para llevar algo más

que un par de jeans y algunas camisas. Los metí en la bolsa que siempre

había tenido conmigo cuando íbamos de campamento.

Dando la vuelta para hacer frente a mi tocador, me puse a escarbar

entre mis cajones y meter la ropa en la bolsa. Cuando estuve convencida

de que había preparado todo lo que sentía que necesitaba a partir de ahí,

me dirigí hacia el baño para tomar mi cepillo de dientes, pero Robert me

detuvo.

—Déjalo. Tu padre tiene que pensar que todavía estás aquí.

—Nunca entra aquí, no se dará cuenta si falta mi cepillo de dientes

—espeté.

—Él lo hará. Te ama, lo cual significa que se dará cuenta si algo

tuyo no está.

Suspiré, sin querer extender el tema.

—Está bien. Estoy lista.

Robert tomó la bolsa de mí, y luego tomó la mochila que Graham

tenía en sus manos. Se dirigió hacia la ventana y desapareció en un mar

de humo negro.

—¡Guau! —exclamó Graham ante la vista, su rostro se iluminó de

asombro—. ¿Cómo hace eso? ¿Pueden todos hacer eso?

Asentí, y sonreí ligeramente, incapaz de resistirme a la magnética

atracción de la emoción y curiosidad de Graham.

—Lark tiene niebla blanca, por si acaso alguna vez percibes algo

que se ve como humo arrastrándose a tu alrededor.

—Genial —dijo, sonriendo.

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—Graham —empecé a decir—, no sé qué decirte ahora. No sé lo que

tengo que decir. Eres mi mejor amigo, y siento que te voy a dejar enfrentar

a los lobos solo.

Él negó con la cabeza y me alcanzó, envolviendo sus brazos

alrededor de mi espalda, mi cabeza apoyada en su pecho, encajando tan

bien que parecía que pertenecía a ese lugar. Sólo que no lo hacía.

—Grace, voy a estar bien. Tengo más miedo por Stacy, que de esta

persona Sam. Y además, no soy al que quiere, ¿recuerdas?

—Prométeme que no vas a ir y tratar de ser el héroe, Graham. Los

héroes sólo pertenecen a películas y libros.

Él se rió y apoyó la barbilla en la cima de mi cabeza.

—Te prometo que me vas a ver mañana en la escuela, Grace. Voy a

estar bien, y, afortunadamente, tú también. Todo va a salir bien. Confía en

mí.

Asentí, sollozando.

—Es hora —dijo Robert desde la ventana.

Los brazos de Graham aflojaron su agarre sobre mí una vez más y

se apartó de mala gana.

—Es mejor que cuides de ella, hombre —dijo con fiereza, sus ojos

nunca dejando los míos.

—No tengo ninguna intención de hacer algo más que eso —dijo

Robert, su mano extendida hacia mí.

Miré el rostro sombrío de Graham y articulé un rápido adiós. Él

forzó una valiente sonrisa en su cara cuando acepté la mano de Robert y

fui empujada rápido a través de la ventana y perdí la sensación de la tierra

bajo mis pies.

Mis brazos instintivamente se envolvieron alrededor del cuello de

Robert y enterré mi rostro allí mientras nos elevamos a través del tranquilo

cielo. No me atreví a abrir mis ojos para mirarlo a él o a cualquier otro

lugar. No estaba lista para la confrontación que sabía que iba a venir.

En cambio, escuché el sonido del aire rozando al pasar en mis

oídos, y el susurro de las alas que sabía que Robert había extendido. Mis

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dedos rozaron las suaves plumas de seda y por un breve momento, pude

relajarme.

Cuando aterrizamos en la puerta trasera de la casa de Robert, me

di cuenta de lo mucho que daba por sentado el hecho de que siempre se

tomaba su tiempo cuando viajaba de esta manera de su casa a la mía.

Sólo estuvimos en el aire unos pocos minutos, una fracción de tiempo de

lo que normalmente tardaba el mismo viaje otras veces.

La puerta se abrió y Lark estaba ahí parada, su rostro un arco iris

de emociones mientras me halaba hacia el interior.

—Te quedarás en mi habitación, Grace.

—No, ella se quedará conmigo. —Contradijo Robert.

—Reglas de mamá, Robert. Se queda conmigo —dijo firme Lark

mientras me arrastraba por el largo pasillo que pasaba por delante de la

habitación de Robert, la cocina y dentro de la sala de estar—. Lamento

todo esto, Grace —dijo tristemente cuando comenzó a dirigirse hacia las

escaleras.

Abrió la última puerta en el piso de arriba y me hizo entrar en su

gran habitación. El dormitorio de Lark era el más grande en la casa.

Ameila había optado por la más pequeña de las tres habitaciones en el

piso de arriba mientras que Lark usaba el dormitorio principal. Cada una

de las paredes estaba pintada de un color diferente, desde naranja

brillante a un azul turquesa, un amarrillo que te gritaba, y un rosado que

nunca permitiría en mi armario, y mucho menos en mi habitación.

Su cama grande y moderna estaba hecha de retazos de los mismos

colores, aunque la tela era una mezcla de gamuza y felpilla, algodón y

seda, y varios patrones muy variados tan bien pensados que de alguna

manera todos encajaban con las paredes tan bien como decoración.

Colgadas en las paredes en cuadros negros estaban las grabaciones

de lápidas que había tomado de los diferentes cementerios que había

visitado. Hacía una hermosa, y no macabra exposición de su hobby, y

contrastaban con el brillo de la habitación.

—¿No te parece irónico? ¿La habitación de una chica ciega pintada

como una explosión de colores? —Había bromeado ella cuando la vi por

primera vez hace meses.

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Sabía muy bien como para concordar… había aprendido que podía

ver los colores a través de mis propios ojos, aunque me explicó algo que no

me había dado cuenta hasta entonces.

—Todos ven las cosas diferentes. Mientras que tú ves los colores

brillantes y hermosos, otros podrían verlos y pensar que son chillones y

ofensivos. Yo sólo puedo ver las cosas desde la perspectiva de los ojos a

través de los cuales veo. Es una de las cosas por las que confío en ti,

Grace. Ves las cosas como son... no enmascaras las cosas con etiquetas e

ideas preconcebidas formadas de las opiniones de los demás. Sé que lo que

ves es la verdad.

Ahora la habitación lucía como una prisión colorida, y yo era su

nueva residente.

—Deja de quejarte —me espetó mientras caminaba hacia la cama y

sacaba las mantas—. Te sugiero que duermas. Tienes que volver a tener

una vida normal tan pronto como sea posible de modo que nadie piense

que algo está pasando. Sam escudriñará a través de la mente de aquellos a

tu alrededor para ver si algo cambió.

La miré con un extraño sentimiento de decepción recorriéndome.

Me subí a la gran cama y metí mis pies debajo de las sábanas y del

edredón, recostándome lentamente hasta que mi cabeza tocó una de las

numerosas almohadas que ella había apilado contra la cabecera

acolchonada.

—¿Qué? ¿Esperabas pasar la noche con Robert en su habitación?

—preguntó, riendo cuando atrapó mi expresión horrorizada—. Oh, por

favor, es eso, ¿no? ¡Querías dormir con él! Bueno, lamento decepcionarte,

Grace, pero a diferencia de tu padre, mamá sabe cuando tenemos...

invitados en nuestras habitaciones. No tiene nada que ver con propiedad,

así que no la confundas con ser una mojigata o algo de eso.

—¿Entonces por qué estaba bien para Robert pasar la noche

conmigo, pero no de la otra forma? —No pude evitar preguntar.

—No lo está.

Me senté para preguntar por qué pero Lark se había ido, estaba

sola.

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Suspirando me giré sobre un costado y me recosté una vez más.

Las luces se apagaron lentamente y mis ojos las siguieron a medida que se

cerraban, cerrando el paso a los colores apagados en la habitación,

cerrando el paso a todo y a cada uno de los pensamientos excepto a uno.

Para mejor o peor, había elegido seguir a Robert y eso muy

probablemente había puesto a mi mejor amigo en peligro. ¿Sería capaz de

aceptar las consecuencias de mis actos si algo le pasara a cualquiera de

ellos? ¿Y si algo le pasaba a uno de ellos? ¿Sería capaz de encarar al otro?

Y exactamente, ¿qué estaría evitando al estar aquí? Sam había

encontrado mi casa, mi habitación. Estaba en mi cabeza ahora. ¿Cómo no

iba a saber que algo había cambiado?

Entonces me di cuenta de que ya sabía cómo mantenerlo fuera... la

habilidad para esconder mis pensamientos se había manifestado por

accidente, pero todavía estaba disponible para hacer lo mismo, y había

aprendido a controlarla de alguna manera, permitiéndome elegir a quién

dejar entrar. Abracé esta información conmigo, contenta por su existencia,

y cerré mis ojos.

Los abrí de nuevo cuando sentí la presencia de alguien en mi

habitación.

—¿Lark? —llamé, pero sabía que no era ella—. ¿Robert?

Cuando no hubo respuesta, salí de la cama y me acerqué a la

puerta. La abrí, un raudal de luz brillante desde el pasillo iluminó la

oscuridad del dormitorio y reveló dónde se encontraba el interruptor de la

luz. Lo encendí y miré alrededor de la habitación.

Estaba vacía.

Sacudiendo la cabeza, apagué la luz, pero dejé la puerta

entreabierta para que un rayo de luz fuera visible desde la cama. Subí

despacio, tirando de las mantas sobre mis piernas y mi pecho antes de

acostarme.

—Qué dem... —Levanté la cabeza y puse mi mano sobre la

almohada, extrayendo el objeto que había sido colocado allí.

Me senté y me incliné hacia el rayo de luz que brillaba a través de

la puerta y llevé el objeto hacia él, un temblor de calidez me recorrió

cuando me di cuenta de lo que era.

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El marrón moteado con flores blancas y rosas era perfecto, sus

cinco pétalos abiertos, como en una súplica. Deslicé la punta de mi dedo

contra la suave y lisa superficie de cada uno, el tallo del centro gentilmente

espolvoreando polen amarillo brillante en la parte de atrás de mi mano que

se aferraba a él desesperadamente.

Sentí el tirón de mis labios hacia arriba inconscientemente, la

sonrisa traicionando al dolor que todavía sentía. Levanté me brazo para

arrojar la flor lejos de mí, pero de nuevo, en contra de todo lo que me dije

que era lo correcto por hacer, bajé mi brazo y acerqué más la flor. Me

recosté y apoyé la cabeza en la almohada, la flor ahora bañada en

oscuridad pero todavía hermosa en su silueta.

—¿Por qué me haces esto? —susurré—. ¿Por qué me haces sentir

estas cosas cuando todo lo que quiero hacer es olvidar?

No esperaba una respuesta, por lo que me sorprendió cuando

después de no recibir una, sentí el ardor de las lágrimas a medida que mis

ojos se humedecieron decepcionados. Apoyé la flor en la almohada a mi

lado y la miré hasta que mis ojos se cerraron.

Por primera vez en dos semanas, no soñé con Sam.

No soñé nada.

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8 No Apto Para

los Oídos de los Niños Traducido por Vanehz

Corregido por Zeth

e levanté para ver a Graham sentado en la cama a mi

lado, había olvidado dónde estaba y me moví para

sentarme, pero mis pies no tocaron el suelo. Por el

contrario, encontraron más cama, más sábanas, más comodidad; más de

todo lo que no estaba acostumbrada.

—¿Qué? —murmuré mientras frotaba mis ojos y miraba a mi

alrededor, el brillo casi cegador—. Oh, queridas bananas. ¿Cómo puede

levantarse así todas las mañanas?

—Me gusta —dijo Graham animadamente, su gran sonrisa luciendo

casi cómica.

—Deberías —murmuré mientras me giraba alrededor para salir de

la cama, esta vez completando la tarea con un poco de dificultad—. ¿Qué

hora es?

—Casi las siete. Te llevaré a la escuela hoy; sin cambios de rutina;

eso es lo que indicó Robert.

M

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—¿Desde cuándo te convertiste en su perro faldero? —gruñí

mientras rebuscaba a través de mi bolso por ropa—. No puedo creerlo,

¡olvidé empacar mis botas!

La sonrisa burlona de Graham se volvió imposiblemente más

amplia.

—Creo que sólo deberás tomar prestado algo de Lark.

Respingando, sacudí mi cabeza.

—Uh-uh. No voy a llevar ninguno de sus remilgados zapatos con

mis jeans. Eso se vería tan… no como yo, ¿de acuerdo?

Se encogió de hombros y se echó hacia atrás en uno de sus codos.

—Bien, puedes ir descalza, supongo. Es algo bueno que haya

comenzado el invierno, ¿eh?

—No estás ayudando, Graham —dije, mi voz adoptando un tono

más bien desagradablemente melindroso—. Necesito mis botas.

Lark entró y me dio un vistazo completo, sacudiendo su cabeza a lo

que vio a través de los ojos de Graham.

—Eres espantosa en la mañana, Grace. Pensarías que dormir en mi

habitación ayudaría con tu disposición, o al menos con tu apariencia, pero

aparentemente algunas personas no pueden ser ayudadas. Ten —dijo,

lanzando una bolsa sobre la cama.

—¿Qué es esto? —pregunté estirándome para alcanzarlo, pero sin

obtener respuesta. Levanté la mirada y sacudí mi cabeza.

Lark y Graham se miraban el uno al otro, sus manos unidas, sus

frentes presionadas juntas. A mi pesar, sentí una leve punzada de envidia.

Suspirando, volví mi atención de regreso a la bolsa y saqué una

caja grande. Removí la envoltura y grité con alegría.

—¡Mis botas!

Las saqué y las abracé contra mi pecho entonces rápidamente las

alejé de mí, mirando para estar segura de que nadie hubiera notado eso.

—Oh, vi eso —rió Lark.

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—También yo —rió Graham entre dientes.

Arrugué mi nariz hacia ellos y rápidamente tomé un par de jeans y

una camisa y entonces entré al baño, con las botas agarradas

apretadamente en mi mano. Cambié mis ropas precipitadamente, sin

darme cuenta de que me había puesto la camisa al revés… dos veces, y

entonces lavé mi rostro. Vi el cepillo de dientes empacado junto al lavabo y

lo abrí.

Cepillé mis dientes y luego pasé mis dedos a través de mi cabello,

haciendo mi mejor intento de alisarlo antes de salir y encarar las miradas

divertidas de Lark y Graham, quienes no habían exactamente cambiado de

posición, sólo movido sus rostros para poder verme.

—Listo, vamos —dije mientras tiraba mis ropas de dormir en la

gran maleta y mientras cogía mi bolso en el piso al lado de la cama.

—¿No vas a desayunar? —preguntó Lark, sorprendida ante mi

prisa.

—¿Lo hizo tu madre?

Cuando Lark asintió entusiasmadamente, fruncí el ceño y sacudí

mi cabeza.

—No gracias. Sólo tomaré una manzana o algo en el camino.

Graham me siguió fuera de la habitación y bajando las escaleras,

su voz teñida con confusión y un poco de ofensa.

—¿Por qué no vas a comer lo que la mamá de Lark preparó para el

desayuno?

Me detuve y giré para mirarlo.

—Porque ella no sabe cocinar, la mujer no puede hacer siquiera

gelatina, ¿de acuerdo? No quiero comer algo que ella cocine, si ni siquiera

puede hacer algo que no requiere cocinarse.

Oí su jadeo, viendo sus ojos sobresalir, y supe; instintivamente,

desde las mismas puntas de mis zapatos, que simplemente me las había

arreglado para tragarme monumentalmente mi zapato entero mientras

giraba para encarar una sonriente y aun visiblemente contrariada, Ameila.

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—Uh, yo, eh —tartamudeé mientras trataba de encontrar las

palabras correctas que decirle para disminuir el impacto de mi declaración

sin pensar, pero sabía que no había razón de hacerlo cuando vi que

elevaba una ceja, curiosa y divertida ante el estado nervioso en el que me

encontraba—. Oh, demonios, lo siento pero es verdad. Pienso que no

puedes cocinar, lo que es decir mucho ya que estoy segura de que puedes

hacer todo lo demás perfectamente.

Me preparé para la reacción que sabía que vendría, incluso cerré

mis ojos y me encogí, pero nada vino.

Nada excepto el hermoso y casi tintineante sonido de la risa de

Ameila.

—Oh Grace, es simplemente algo maravilloso tener algo de

honestidad a mí alrededor. Tienes que entender que hasta que entraste en

nuestras vidas, la única cosa que había hecho era un vaso de agua. E

incluso estoy segura de que eso lo hice de forma incorrecta. No me ofende

tu opinión, querida. Es bienvenida, de hecho.

—¿Gra...cias? —Me las arreglé para decir antes de que se alejara

caminando.

Repentinamente recordé algo que había estado pensando en mi

mente el último par de días y no quería perder la oportunidad que se

extendía ante mí, así que corrí tras ella y le bloqueé el paso.

—Um, Ameila, ¿puedo hablar contigo? Ya sabes, ¿hacerte algunas

preguntas personales?

Me miró, sus ojos arrugándose con diversión y sonriendo.

—Por supuesto, pero no hasta después de la escuela, a la cual creo

que vas a llegar tarde si no te apresuras.

Su tono era uno que decía que no admitía negativas, a pesar de ser

maternal. Asentí y sonreí, agradecida de que estuviera de acuerdo en que

le preguntara, y giré para encarar a Graham, quien aún lucía estupefacto.

—No luce lo suficientemente mayor como para ser su madre —se

las arregló para decir cuando le di una patada en la espinilla.

—¿Es así? ¿Es todo lo que vas a decir? —me reí—. Vamos,

llegaremos tarde.

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—Lark se parece a ella. ¿Crees que se parece a ella? ¿Piensas que

va a envejecer bien? Creo que va a envejecer bien —continuó murmurando

Graham detrás de mí, mientras salíamos por la puerta delantera, el auto

de Graham esperaba al frente.

—Ella no envejece en absoluto, Graham, ¿o no te diste cuenta

cuando te enteraste que tenía quinientos años?

Me giré para ver si Lark estaba detrás de mí y fruncí el ceño cuando

no estaba.

—¿A dónde fue Lark? Estaba justo…

—Ya estoy en el auto. Vamos, ya oíste a mamá; vamos a llegar

tarde —gritó su voz de coral desde el asiento trasero del Buick verde.

Sonriendo, abrí la puerta del lado del pasajero y entré. Graham

parecía molesto porque Lark no estuviera sentada junto a él hasta que

Lark se inclinó hacia adelante con los brazos envueltos en el asiento para

abrazarlo. Escuché el ligero crujido del metal, mientras se doblaba bajo

sus fuertes brazos, y no puede contener las risitas que escaparon cuando

los ojos de Graham sobresalieron de nuevo.

—¿Acabas de dañar mi auto?

—No —respondió Lark, aunque la hendidura con la forma de sus

brazos dejada en el asiento era claramente evidente—. Sólo conduce, ¿de

acuerdo? —Me miró e hizo un gesto hacia los daños, una mirada de

preocupación en su rostro.

Simplemente sacudí mi cabeza y sonreí. Me estiré para alcanzar mi

bolso de entre mis rodillas y me detuve.

La flor que había estado sobre mi almohada estaba ahora fijada a

mi bolso, una pequeña nota doblada junto a ella.

Halé la nota del alfiler y la abrí, la elegante y familiar letra

formando dos simples palabras y un nombre que hacía que mi corazón

latiera un poco más rápido en mi pecho, recordándome que aún estaba

ahí, aún vivo, a pesar de toda la evidencia en contra.

Decidí dejarlo continuar para probar que estaba equivocada.

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Quizá era porque mi mente estaba en cualquier parte, o quizá era

porque era aún otro día sin el miedo de encontrarme —o ser derribada

por— Erica Hamilton en los pasillos, pero el día pasó con bastante rapidez,

la campana final un bienvenido alivio. Como había hecho el día anterior,

Robert caminó a mi lado después de clases, aunque se mantuvo a un lado

y ligeramente detrás de mí. Me di cuenta de que estaba haciendo esto para

darme algo del espacio que necesitaba, y no me molesté en luchar contra

la sonrisa que se formó en mis labios.

Graham me encontró fuera y rápidamente, casi demasiado rápido,

estuve de vuelta al auto, yendo hacia la casa de Lark y Robert. Lark había

optado por quedarse atrás con Stacy, quien aún no sabía lo que estaba

pasando. Esto me molestó, pero como Lark había explicado, ya tenía

mucho en su plato por lo que preocuparse; agregar otra preocupación

encima de todo lo que ya tenía que hacer frente sólo sería cruel y egoísta

por parte de todos nosotros.

El camino a la casa Bellegarde durante el día era un espectáculo

digno de ver. Las paredes altas y blancas que rodeaban la propiedad

daban lugar a ornamentadas puertas de hierro forjado flanqueadas,

irónicamente, por dos estatuas de ángeles de gran tamaño.

—¿No es eso un poco peligroso? —preguntó Graham mientras las

pasábamos una vez que las puertas se abrieron—. Quiero decir, es como

un vampiro viviendo en una casa que tiene ataúdes situados en el camino

de entrada.

Mi risa llenó el auto, el sonido de mi risa sorprendiéndonos a

ambos.

—Graham, nadie sabe que los ángeles viven aquí excepto otros

ángeles y el electus patronus.

—¿El qué-us pa-quién?

Miré su expresión perpleja y comencé otra vez con el ataque de risa.

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—El electus patronus, Graham; los EP. En realidad, no sé mucho

acerca de ellos. He conocido a algunos de ellos, uno que realmente salía

con Robert hace mucho tiempo, y son un grupo… muy interesante. Son

todas familias que cuidan del secreto de los ángeles. Estoy segura de que

cuando Lark finalmente te introduzca en ellos, aprenderás un montón de

cosas más que yo.

Mientras Graham estacionaba el auto en frente de la casa, se

recostó hacia atrás en el asiento, con la frustración corriendo a través de

su cuerpo.

—¿Por qué Grace? ¿Por qué es que siempre te mantienes en la

oscuridad de estas cosas? No entiendo por qué Robert no es directo

contigo cuando arriesgas tanto sólo por estar con él.

Mirando hacia afuera por la ventana, sentí un poco de tristeza

arrastrarse de nuevo en mí. La risa ahora se había ido.

—Tampoco lo entiendo, Graham. Pero tengo la intención de obtener

algunas respuestas a mis preguntas hoy, y no serán de Robert.

Graham asintió, su mirada en la puerta azul del frente de la casa

Bellegarde.

—Espero que las obtengas, Grace. Y espero que me digas todo lo

que hayas aprendido para que no me meta en esto ciegamente.

Lo abracé y salí del auto, parada fuera de la puerta delantera por

mucho tiempo luego de que se fuera antes de finalmente reunir el coraje

para entrar.

La puerta se abrió inmediatamente, Robert de pie en el lado

opuesto esperando por mí. Pasé junto a él, entrando en la casa como si

fuera la primera vez, el brillante sol de la tarde llenándola con calidez y luz

que insinuaba la iluminación que recibiría hoy, ya sea libremente o

demandada por mí.

Ameila estaba parada en la sala, sus manos extendidas en

bienvenida, y caminé hacia ella con entusiasmo, la promesa en su rostro

un indicio muy positivo de hecho.

—Grace, finalmente estás aquí; ese Graham debería aprender a

conducir un poco más rápido —dijo mientras me llevaba hacia el gran

sofá.

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—No es su culpa —reí, sintiéndome relajada por su cálida y

amigable sonrisa—. Su auto es más viejo que él.

Asintió, conociendo ya la historia.

—Bien, si sigue viendo a Lark, va a necesitar encontrar un medio

de transporte más rápido, ¿no?

Mi cabeza rebotó de arriba abajo en acuerdo mientras contenía otra

risa.

—Aunque, ama a ese auto. Tenemos un montón de recuerdos en

ese auto.

—No tengo duda de ello. Ahora dime, ¿qué es eso que quieres

saber, Grace?

Me moví para girarme, pero Ameila colocó su mano contra mi

barbilla, forzándome a mirarla de vuelta.

—No te preocupes por Robert; no está aquí, lo envié lejos así no

puede hacerte sentir nerviosa por nuestra charla de chicas. Así que dime

lo que hay en tu mente, querida.

La miré y tomé dos grandes y profundas respiraciones, para darme

el coraje de hacerle las preguntas que había acumulado por los pocos

meses pasados.

—¿Puedo preguntarte cualquier cosa?

Sonrió y asintió.

—Sí.

—¿Y vas a responder?

—Sí, Grace, lo haré. Creo que es hora de que finalmente recibas las

respuestas que has estado esperando.

Sentí una inmensa cantidad de peso despegar de mis hombros ante

su respuesta y empecé mentalmente a examinar a través de las docenas de

preguntas en mi mente, cada una pareciendo tener más importancia que

la otra mientras más pensaba.

—Grace, ¿lo haría más fácil para ti si simplemente leyera tu mente

y respondiera las preguntas mientras vinieran?

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Había olvidado que Ameila había elegido bloquear los pensamientos

de los humanos a su alrededor; las oscuras escenas que jugaban fuera de

nuestras mentes eran demasiado perturbadores para ella. Si no lo hubiera

hecho, temía que hubiera perdido su deseo de continuar ayudando a los

de mi clase, y eso iba en contra de la misma naturaleza de todo llamado de

ángel. Era una decisión dolorosa, pero lo hizo por ambos, por sí misma y

por los otros como yo.

—Seguro —le dije, mi sonrisa tranquilizadora.

Se inclinó más cerca de mí.

—Qué lindos ojos marrones, Grace —dijo con una suave cadencia,

su acento suave y envolvente—. Tienes tantas preocupaciones, tantas

preguntas. Pobre cosita, tu cabeza debe sentirse tan llena.

Pasó su mano por mi cabello, poniéndolo detrás de mis orejas, y

atrayendo su rostro al mío de modo que la miraba directamente.

—La primera pregunta es: ¿Es cierto lo que Robert te dijo sobre mi

llamado? Sí, Grace, lo es. Uso mi habilidad para cambiar de forma para

ayudar a otros a encontrar la paz con aquellos que han perdidos, aquellos

a los que han hecho mal, y algunas veces, sólo los ayudo a aliviar un

sentimiento de culpabilidad injustificada.

—¿Así que realmente puedes transformarte en otra cosa como… un

perro?

Como si respondiera a mi pregunta, el rostro de Ameila empezó a

cambiar, casi disuelto ante mí en una forma amorfa que tenía un parecido

asombroso con un helado derretido. Antes de que pudiera acostumbrarme

a la apariencia de la carne derretida, la mancha sin forma empezó a

transformarse en la cara familiar que pertenecía a Stacy.

Todo cambió a su alrededor, su cuerpo disminuyendo en altura, su

piel oscureciéndose ligeramente, su cabello tirado hacia arriba en su cuero

cabelludo por lo que el largo era mucho más corto. Las manos aferradas a

las mías aumentaron en calor, casi demasiado calientes, y me quedé

mirándola fijamente impresionada mientras se volvían más pequeñas, las

perfectas uñas manicuradas volviéndose cortas e irregulares.

—Santo…

—¿Ahora me crees?

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Mi mandíbula cayó abierta ante el sonido de la voz de Stacy.

—No creo que realmente dudara de ti, pero sí, te creo.

La sonrisa de Stacy me sonrió de vuelta antes de desaparecer una

vez más en una mancha de carne de tono viscosa por lo que debió ser sólo

una fracción de segundo antes de que el rostro impecable de Ameila

apareciera.

—Siguiente pregunta —dijo, ahora que la voz de Stacy se había ido,

reemplazada por el coro de campanas que era tan suyo—. Quieres saber si

alguna vez me he convertido en alguien de tu vida. Debo responder esto

honestamente, Grace, pero quiero que sepas que es lo que estás pidiendo,

porque la verdad no es algo que vayas a aceptar.

—Quiero la verdad, Ameila, no importa cuán difícil sea de llevar —

le dije honestamente—. Estoy harta de los secretos.

—Sí es así. Sí, Grace, he tomado la forma de aquellos en tu vida

que tienen un lugar de importancia, el más reciente fue la bibliotecaria

poco después de que llegara a estar demasiado enferma para trabajar.

Asentí lentamente, aceptando su explicación con un poco de

vacilación.

—Fuiste la que me dijo que leyera ese poema, no la Señorita Maggie

—dije suavemente. Mi voz vacilando ligeramente por el peso de la verdad

que había sospechado por mucho, pero nunca llegué a aceptar por

completo hasta ahora.

—Sí. Sentí que necesitabas mantener tu cabeza y corazón a flote

cuando se trataba de mi hijo… entender el llamado y ser paciente cuando

llega es una cosa muy difícil de soportar para un ángel, mucho más para

un humano. Y sabía que la única forma de que podía hacer esto era ser

alguien en quien confiabas, alguien cuyas opiniones aceptarías. La Srta.

Maggie fue la elección perfecta. Convertirme en ella me permitió vigilarte

sin que parezca que lo hago, y me dio todas las oportunidades para

ayudarte.

Lo acepté y le permití fermentar dentro de mí, agradecida de

encontrar que no me dejaba inquieta.

—¿Quién más? ¿Hubo alguien más?

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—Nadie importante, realmente; un paramédico luego de que ese

auto te atropellara, una enfermera que se aseguró que el doctor fuera

consciente de tu importancia para esta familia, un vecino que mantuvo el

interés enfocado en cualquier otro lugar, excepto en tu casa. He tratado de

mantener distancia en mi verdadera forma para que no fueras capaz de

sentir mi presencia cuando estaba en otra; no quería que te sintieras

traicionada, Grace. Es una emoción difícil de aceptar, e incluso más difícil

de olvidar. Nunca quise que te sintieras de esa forma con esta familia.

La miré, mistificada por sus palabras. ¿No sabía lo que pasaba

entre Robert y yo? ¿Era ajena a su traición?

Antes de que tuviera una oportunidad de preguntarle acerca de

eso, empezó a responder otra pregunta, una en la que no había

reflexionado mucho, pero, obviamente, una que sentía era necesario

abordar.

—La razón de que seas capaz de aprender sobre mi llamado es

porque no sólo eres la novia de mi hijo, o incluso su Portadora de Alas.

Ambos son dos mitades de un todo, trabajando juntos por algo que va más

allá de lo ángel o humano.

»Él es tan humano a través de ti como tú eres ángel a través de él;

sus mentes no están separadas; no son individuales, lo que te permite

saber nuestros secretos sin las consecuencias que otros de tu especie

podrían enfrentar. Éste es el por qué la primera unión de pensamientos

hizo que te desmayaras; tu mente estaba llamando a los pensamientos a

casa, dándoles la bienvenida; sus pensamientos son tuyos, justo como los

tuyos son de él.

Mi cabeza se echó hacia atrás con confusión perpleja.

—No entiendo. Soy humana; Robert es un ángel. ¿Cómo puede su

mente no estar completa sin la mía cuando la suya es mucho más… bien,

simplemente más?

—¿Cómo puede el sol ser el sol sin la luna que lo complementa en

el cielo? La luna es incapaz de brillar por su propia cuenta porque no es

una estrella, y el sol nunca puede ser apreciado verdaderamente sin la

belleza de la luna porque sólo entonces puede uno mirarlo directamente

sin quedar ciego. Tú, Grace, eres la calidez del sol, mientras que Robert es

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la fría luna, y sólo mientras le traigan balance al cielo, se darán balance el

uno al otro.

Por muy duro que tratara, fue difícil para mí no digerir lo que había

dicho, su explicación sonaba demasiado bella para describir el horror en lo

que se había convertido lo que ahora yacía entre Robert y yo.

—Ameila —empecé, mis labios curvados hacia abajo en un gesto

alterado—. ¿Cuánto sabes acerca de mi relación con Robert?

Sus labios se curvaron hacia arriba con placer, sus ojos brillando

con lo mismo.

—Sé que te ama mucho, y que valora tu vida más que la suya

propia. Desde el primer momento en que posó los ojos en ti, cambió en

alguien de quien me siento inmensamente orgullosa. Estas pocas semanas

pasadas, ha buscado la orientación de los Serafines, lo que me dice que se

está preparando para dar un paso importante. He decidido dejar de buscar

en sus pensamientos, creo que estoy segura de que me lo habría impedido

de todas formas, pero hay momentos cuando me pregunto qué ha

planeado para ustedes dos.

Parecía tan serena y feliz; no podía echar a perder sus nociones

idílicas con la verdad, sin importar lo mucho que ésta rogara para ser

dicha. Simplemente sonreí a través de los dientes apretados y miré hacia

afuera de la gran ventana detrás de ella.

—Y entonces hemos llegado al quid de la cuestión, la pregunta que

destaca de todas las demás. Me impresiona que no le hayas pedido a

Robert que te lo explique, pero entonces otra vez, incluso él no puede creer

la verdad. Pobre Grace, estar tan cerca de las respuestas y sin embargo

negarlas una y otra vez.

Confundida. Volví mi mirada hacia ella, sus ojos plateados suaves y

cálidos con genuino afecto y preocupación.

—¿De qué estás hablando?

—Estoy hablando sobre las relaciones físicas, Grace. Has estado

preguntándote por qué, a pesar de que amas a Robert, y sabes que él te

ama, aún no han consumado su relación. ¿Estoy en lo cierto?

Abrí mi boca, pero la cerré rápidamente porque no sabía qué

contestar, cómo contestar. Abordar el tema siempre había sido difícil con

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Robert, y nunca pensé en preguntarle a Lark acerca de ello, aunque estaba

bastante segura de que tenía conocimientos mucho más amplios sobre ese

tema de los que él podría, lo que dejaba a Ameila. Pero la idea de

preguntar a su madre acerca de lo que significaba estar… físicamente con

uno de su especie siempre se había sentido mal. Sería como si Robert le

preguntara a mi padre acerca de lo que significaba tener intimidad con

otro ser humano; sería simplemente incómodo e inimaginable, por no

mencionar brutal.

Pero mientras miraba a Ameila, vi la triste sinceridad en su rostro,

sentí una extraña sensación de tranquilidad venir sobre mí. Tomé una

profunda respiración y empecé a explicarle por qué era tan frustrante para

mí en gran medida.

—Quiero saber por qué siempre me aleja, por qué cuando trato de

acercarme sigue diciéndome que no está listo, que tiene que aprender a

controlarse primero. Ha habido veces en las que empezamos a perdernos

en el momento, pero entonces él simplemente… se detiene. Dice que está

tratando de protegerme, pero sé que no es eso. Él quiere más. Lo siento en

la forma que me sostiene, la forma en que me mira.

»¿Por qué se frena? ¿Duda de sí mismo? ¿O es sólo porque soy yo?

Quiero decir, sé que no soy hermosa como el resto de su especie; ¡son

ángeles, por el amor de Dios! Nadie se ve tan hermoso como ustedes. Pero

siempre se empeñaba en decirme que era hermosa, y le creía; pero ahora

no sé. No sé qué pensar.

La sonrisa de Ameila se tornó dolida, la tristeza que se formaba

ante lo que acababa de describir flagrante en sus ojos. Me acarició la mano

y lanzó un suspiro de decepción. Temí entonces lo que iba a decir, una

intensa necesidad de huir se apoderó repentinamente de mí. Debió haberlo

intuido también, porque sostuvo mi mano más firme, su expresión

cambiando de seria a una medio esperanzada.

—Grace, estoy a punto de decirte algo que sin duda te dejará

sintiéndote confusa y aún más frustrada de lo que ya estás, pero las

respuestas a todas tus preguntas se encuentran en lo que estás a punto

de escuchar. No vas a ser feliz con ellas, pero encontrarás una sensación

de cierre y quizá verás con ojos claros todo lo que exactamente se espera

de ti.

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Cerré los ojos, mientras Ameila comenzaba su historia, su voz

fluyendo dentro y fuera de mí, rodeándome con su cadencia musical.

—Los ángeles son criaturas que tienen gran afinidad por el amor.

Nacemos sin conocer nada más que ese primer contacto, ese primer

vistazo del amor incondicional. A medida que envejecemos y aprendemos

acerca de lo que somos, cuál es nuestro propósito en la vida y existencia,

olvidamos el amor y en su lugar lo reemplazamos con el deber y la

ambición. Nos consume, nos lleva a la distracción de modo que olvidamos

qué se siente en primer lugar amar y ser amado.

»Así que cuando regresa a nosotros, nos golpea como un cohete,

una explosión de energía y calor que acaba con todo lo demás, aunque sea

por un tiempo. Desafortunadamente para los ángeles, al igual que los

humanos, tendemos a confundir la lujuria con el amor porque ambos

incitan los sentimientos iniciales dentro de nosotros. A pesar de que somos

retratados como perfectos por los de tu clase, estamos lejos de serlo.

Somos deficientes en muchas formas razón por la cual es que tenemos

tantas leyes, tantas reglas, y aquellos que terminan siendo heridos cuando

rompemos esas leyes son aquellos a los que nacemos para proteger, para

enseñar… para amar.

»Pero al igual que los humanos, están esos de mi especie que se

rebelan contra las reglas establecidas ante ellos. Van contra las reglas de

Dios y de nuestro propio sistema de leyes y el resultado final más leve

puede ser un guardián errante que tome su posición demasiado

literalmente hacia un grupo de ángeles que vuelven su vida al revés,

creando caos y estragos en ambos mundos.

Hizo una pausa y podría haber jurado que se veía nerviosa, su piel

tomando una tonalidad extraña de color rosa que sabía que no venía de la

sangre corriendo por sus mejillas sino algo más. Después de estudiarla en

su silencio supe que era el resplandor de ira que irradiaba hacia el exterior

con tal intensidad que creaba una pantalla de rojo a su alrededor. Sus ojos

cerrados mientras peleaba contra la creciente agitación dentro de ella, sus

manos apretando casi cruelmente las mías, su cuerpo vibrando con la

furia que temí al instante.

—¿A-Ameila? —dije, mi voz baja en mi garganta. No me moví, ni

siquiera parpadeé mientras silenciosamente soportaba su propio trastorno

interior.

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Finalmente, lentamente, abrió sus ojos y suspiró con alivio, a pesar

de que era evidente que había luchado contra una rabia sobrenatural que

había amenazado con consumir todo a su alrededor, incluyéndome,

simplemente porque estaba recordando algo que pronto iba a descubrir.

Sus ojos estaban teñidos con un tono rojizo, remanentes del espeso velo de

ira que había caído sobre ella, y rápidamente parpadeó para alejarlo en

una lluvia de lágrimas rojo rubí que caían en su mano en espera.

—Perdona, Grace. Necesitaba prepararme a mí misma para esto;

nunca he hablado de esto a ningún humano y las consecuencias de

decírtelo sin soltar algo de la ira que aún fluye dentro de muchos de

nosotros habría sido grave, realmente.

Sacudí mi cabeza, desechando su disculpa porque no era

necesaria.

—Sólo me preocupa si quieres o no realmente decirme todo esto; si

te molesta mucho, quizás debería no saber nada de esto.

La frialdad de sus ojos me dijo sin palabras que era demasiado

tarde para detenerlo ahora. Debía oír la verdad, quisiera o no.

—Ahora, vamos a hablar sobre los Nephilim —dijo con voz grave.

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9 Nephilim

Traducido por Vanehz

Corregido por NayeliR

a voz de Ameila era fina como papel mientras hablaba, sus

ojos enfocados en algo invisible.

—Los ángeles que has visto, aquellos de nosotros

que caminan entre ustedes, son la segunda generación. Había otros que

vinieron antes que ellos, antes que hubiera reglas y leyes que los

protegieran a ustedes de nuestros impulsos. Eran los Grigori, los

vigilantes. Bajaron desde los cielos para vigilar a los hombres, para ayudar

a guiarlos por los caminos adecuados, y para escudarlos de las tormentas

que vienen de la guerra y el hambre, la codicia y el odio.

»Algunos de los Grigori fueron obedientes a su deber, siguiendo sus

llamados a lo que fueron destinados. Actuaron como guías, como

sanadores, como líderes para los hombres mientras sus civilizaciones

crecían y prosperaban. Y luego estaban los otros que impedían a los seres

humanos vivir la vida a la que estaban destinados, libres de mente y libres

de espíritu.

»Dios no creó a tu raza para ser perros obedientes, Grace. Los

bendijo con el pensamiento, un propósito e impulso; muy en cierto modo

al igual que los ángeles, pero además les dio algo que es más valioso que

todo lo demás que pudieran poseer. Les dio elección.

»Como resultado, hubo muchos de los Grigori que se enojaron con

la humanidad. Resentían el hecho de que los humanos, con sus mentes,

retrasadas e ignorantes cuando las comparaban con la nuestra, se les

permitiera la libertad para hacer lo que quisieran, mientras nosotros

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estábamos atados por el deber y la obligación de nuestros hermanos, a

nuestro llamado sin preguntar y ciertamente sin dudar, y con castigos que

podían alargarse por siglos si fallábamos en esto.

»De este modo los Grigori que habían crecido con resentimiento

hacia el hombre, resintiendo lo que los humanos poseían, simplemente se

detuvieron; empezaron a vivir sus vidas como dictaban no por las leyes de

los ángeles, sino por las libertades humanas y las debilidades del hombre.

A los humanos, les revelaron nuestros secretos, nuestra historia, nuestra

existencia para todo aquel que pudiera escuchar, todo aquel que hiciera

como esperaban que ellos hicieran y esparcieran los cuentos. A cambio de

esto, los humanos comenzaron a adorarlos a ellos, olvidando las razones

de por qué los ángeles existen en primer lugar.

»Estos Grigori descarados, se emborrachaban sobre ídolos

trabajados y el poder que se dieron cuenta que poseían sobre el hombre,

pronto adoptaron y se adaptaron a los vicios de sus cargos humanos,

cambiando de criaturas inteligentes de nacimiento divino a poderosas y

criaturas hambrientas de poder cuyo único objetivo era demostrar que

tenían la fuerza para desafiar a Dios y Sus leyes. Crearon un cielo para

ellos mismos entre los humanos que ahora veían como sus mascotas. Sus

vidas estaban ahora libres de secretos y podían vivir abiertamente entre

los seres humanos en un mundo de su propia creación, Dioses en sus

mentes y corazones.

»Los Grigori se perdieron para nosotros entonces, todos ellos

cayeron de la gracia de Dios únicamente por los actos de unos pocos. Esos

ángeles caídos, los perdidos como son conocidos por nosotros, sabiendo

que tenían ahora denegada la entrada al Cielo, comenzaron a vagar por la

tierra como si se tratara de su propio cuarto de juegos, destruyendo y

creando sin cuidado, sin importarles las consecuencias.

»Y siento que debo compartir este poco de información de manera

que entiendas cuántas cosas pueden volverse tan desastrosas en lo que

equivale a un corto lapso de tiempo para los de mi clase: Los ángeles del

sexo masculino, en particular, son muy… viriles.

»Los perdidos, con su belleza y su habilidad para encantar a los

humanos, pronto encontraron que era un juego de niños el atraer chica

tras chica, mujer tras mujer, sin importar si eran vírgenes, casadas,

viudas, pobres ricas, campesinas, aristócratas, no era un problema. No

conocían preferencias, sólo que sentían una necesidad, un deseo lujurioso

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de aparearse con todas y cada una de las mujeres humanas que pudieran

encontrar hasta que la tierra estuvo llena de los resultados de éstas

uniones.

»Estos descendientes fueron los Nephilim; niños mitad ángel, mitad

humanos, que poseían los dones divinos de sus padres. Algunos fueron

niños maravillosos, por supuesto, que poseían la belleza de sus padres y la

humanidad de sus madres, igualmente equilibrados para crear un niño

tan indistinguible de sus contrapartes humanas, tanto que no se sabe

hasta este día cuántos de ellos no lo eran.

ȃstos Nephilim fueron bendiciones para las personas, con sus

habilidades para curar, para enseñar, para ver el futuro y advertir sobre

hambrunas, guerras, e incluso la llegada de la muerte a sí mismos. Fueron

pronto indispensables para sus villas. Los humanos por un tiempo vieron

a estos niños como regalos de Dios, y es bastante fácil ver por qué los

perdidos fueron justificados en su creencia de que habían, de hecho,

creado su propio cielo.

»Pero aunque había Nephilim cuya sangre fluía pura e inocente,

como en todas las cosas, estaban los otros quienes no eran otra cosa que

monstruosidades, pequeñas malvadas perversiones que tenían el poder de

lo divino fluyendo en sus venas. Esos eran los gigantes, demonios que

aterrorizaban a sus contrapartes humanas y Nephilim, gobernaban por

encima de ellos con su tamaño antinatural, fuerza y habilidades; y

manipulados por sus padres quienes estaban hambrientos de control.

Pronto, el mundo se convirtió en un caos, el balance natural de las cosas

habiendo sido alterado más allá de cualquier forma de redención.

Se paró y empezó a pasearse delante de mí, sus movimientos

suaves y con gracia en una forma que sólo podía ser sobrenatural y divina.

Era sólo en su rostro que podías ver la agitación que burbujeaba justo

debajo en la superficie.

—Lo que estos perdidos hicieron, lo que trajeron sobre el mundo,

puso en marcha algo que no se podía deshacer, algo que cambiaba cada

uno de los mundos: humano, ángel, criatura; y no necesariamente para

mejor.

»¿Has oído la historia de Noé, Grace?

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—¿No es esa la historia del anciano con el gran barco lleno de

animales? —dije en respuesta, mi recuerdo tristemente pobre.

Asintió solemnemente mientras me sonreía en respuesta.

—La mayoría de la gente sólo conoce una parte de la historia. Noé

construyó un arca y la llenó con dos de cada criatura, según las

instrucciones de Dios, y vivió con su familia junto a los animales mientras

Dios inundaba la tierra. Lo que no saben es que la razón real de por qué la

inundación fue llevada a cabo. La historia de que Dios estaba molesto por

la maldad de los hombres es sólo una verdad a medias.

»Al arcángel Uriel, el primero de mi especie y el único al que se le

permitía pasar a través de las puertas entre el Cielo y la Tierra durante la

dominación y destrucción de los Grigori, se le dio la tarea de informar a

Noé lo que tenía que hacer, lo que Dios deseaba de él. Noé era un hombre

simple que amaba a su Dios, pero también amaba a su prójimo. Le dolía

saber que aquellos a quienes llamaba amigos, iban a morir por los pecados

de los ángeles rebeldes y sus descendientes, pero también era un hombre

de fe. Creía en las palabras de Uriel, y así hizo lo que se le dijo, obediente y

sumisamente a pesar de sus dudas.

»Construyó un arca que contenía en su interior las criaturas del

mundo que no podían volar o nadar durante la gran inundación, y tan

pronto vio como el mundo que conocía se ahogaba justo ante sus ojos, el

asesinato de los tiempos quemado para siempre en su memoria.

»Millones murieron: humanos, Grigori, Nephilim, todos ellos

perecieron bajo los ondulantes océanos y lagos mientras el castigo de Dios

llovía llevándose la inmortalidad de aquellos que podrían haber

sobrevivido. Los inocentes, junto con los culpables fueron condenados por

las acciones de los perdidos y su prole. Noé entonces preguntó a Uriel

mientras los cuerpos comenzaban a ensuciar la superficie del agua,

extendiéndose por millas alrededor del arca: “¿por qué?” y Uriel no pudo

mentir.

»Le dijo que los ángeles habían empezado a pelear entre ellos, que

estaban aquellos que estaban de acuerdo con los Grigori acerca de las

libertades que se les permitía disfrutar a los humanos y que a los ángeles

no. Y nosotros, quienes habíamos nacido predestinados, teniendo toda

esta habilidad y aún no libertad para hacer lo que quisiéramos. Esto trajo

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rabia sobre muchos de nosotros, dividiéndonos, y se hizo evidente que la

guerra era inminente.

»“¿Sabes lo que esto hará a los cielos?” preguntó Uriel a Noé, quien

siempre lleno de fe, respondió: “El sol desaparecerá del cielo y el mundo

será cubierto por la oscuridad.” Uriel estaba impresionado ante esta

respuesta, porque era correcta.

»El cielo es la esperanza para la gente del mundo. Es la luz que

mantiene los pies cansados en movimiento, es el pan que mantiene al

hambriento trabajando, y es el agua que mantiene al sediento buscando.

Si los ángeles en el Cielo hubieran empezado una guerra entre ellos

mismos, el Cielo no albergaría nada para las almas que se dirigieran allí,

excepto dolor y sufrimiento, imagina dejar a los que amas detrás para

entrar en una zona de guerra que nunca puedes dejar. Este conocimiento

oscuro se reflejaría en las almas que aún existían en la tierra, y la

oscuridad de la desesperación y la ira envolverían todo, sofocaría todo. La

fe moriría; sin fe, no seríamos más necesarios, lo que significaba que

nosotros, también, moriríamos.

Ameila regresó a su lugar en el sofá junto a mí y sujetó mis

hombros fuertemente, su expresión intensa, la plata en sus ojos fría y

dura como esferas de acero suspendidas en el tiempo.

—Grace, cuando los ángeles vieron lo que Dios estaba dispuesto a

hacer a todo lo que había creado, a todo lo que habíamos cuidado por

tanto tiempo, nos sacudió a todos. La inundación tuvo un propósito divino,

para matar a los mortales e inmortales por igual: Portadores de Alas,

Nephilim, y niños, todos fueron sacrificados para traer la paz a los cielos.

»Y sin embargo Noé se mantuvo firme en su fe; a pesar de la

carnicería que lo rodeaba, a pesar de la traición por debilidad de los

ángeles y seres humanos por igual, y eso nos sorprendió a todos. A partir

de entonces, crecimos para ser una entidad rígida. Las leyes y reglas

reemplazando la fe y la comunión que teníamos para garantizar a aquellos

como Noé que nunca los decepcionaríamos de nuevo con nuestros fracasos

inmortales.

»Se nos ha encomendado proteger a la raza humana, y desde

entonces todos nos convertimos en vigilantes: Serafines, Arcángeles,

Tronos, y otros… y empezamos a limpiar el mundo mientras la lluvia aún

caía, borrando la pizarra, por así decirlo.

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»El primer y más significativo acto de los ángeles después que la

lluvia hubo terminado y el sol emergió, fue la prohibición de cualquier

intimidad física entre los humanos y ángeles. Cualquier violación de esto

resultaría en la muerte instantánea para el ser humano y el destierro del

ángel, asegurándose de que ninguno de los acontecimientos que habían

conducido a la inundación podrían volver a ocurrir.

Esta última parte fue dicha suavemente, como si pretendiera que

no la escuchara del todo. Pero lo hice.

—Ya ves, Grace —dijo con aire esperanzado—, la razón por la que

Robert te aleja no es porque no te desee. Es que te ama demasiado y no

quiere perderte.

—Ya veo —susurré.

—Sin embargo, esto no significa que ambos no puedan intimar.

Hay una forma de que ambos estén juntos que podría ser aceptable.

Ya sabía la respuesta a eso.

—Tengo que convertirme. —Mi voz fue baja, áspera con la emoción

y el caos que sus palabras habían causado en mí.

Sus manos cayeron sobre las mías, su sonrisa sincera mientras

asentía.

—Sí, tienes que convertirte, pero eso no es todo. Eres humana,

Grace, los humanos convertidos o no, poseen la habilidad de atraer a los

ángeles porque aún retienen la cosa que nosotros más queremos de todo.

Es… difícil para algunos resistir la tentación que representas.

»Por esto, demandamos que te comprometas con nosotros, en

cuerpo y alma. Falla en hacer eso resultará en consecuencias fatales, tanto

para humanos como para ángeles por igual.

—Espera —la interrumpí, las palabras de Lark viniendo de regreso

a mí tan claramente como si estuviera susurrándolas en mi oído—. Creí

que las únicas razones por la que moría un ángel eran si mentían, o

hacían algo seriamente incorrecto.

La frente de Ameila se frunció mientras luchaba con cómo

responder. Podía verla plantearse si continuar o no con lo que había

estado a punto de decir antes de que la interrumpiera, la decisión en

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apariencia de lejos más difícil de lo que podía haber imaginado. Tomando

una profunda respiración, asintió para sí misma, o quizás estaba

asintiendo a alguna voz en su cabeza que pertenecía a alguien más; y

levantó su mirada hacia mí con ojos determinados.

—Un ángel puede morir por muchas razones, razones casi tan

numerosas como lo son para los humanos. Y mientras no nos detenemos

en la muerte, le tememos y por buenas razones. Dolorosa como una

muerte por mentir puede ser, y tan lenta como la muerte como mortal

puede ser, ésas no son las más temidas. Simplemente las más comunes.

—¿Entonces cuáles son? —Me atreví a preguntar a pesar de que no

estaba exactamente segura de que quisiera saber.

—Rabia. —Fue todo lo que dijo. Miraba a lo lejos y se levantó

rápidamente, su cuerpo vibrando con alguna emoción contenida.

—Ameila, si pregunté algo incorrecto, lo siento —dije, mi voz

temblando de miedo mientras veía la reacción de Ameila a su propia

respuesta.

—Los ángeles no tienen el propósito de entender o sentir rabia. No

estamos destinados a experimentar celos u odiar. Pero hay raras ocasiones

en que lo hacemos, y la mayoría de las veces, no lo entendemos. Sentir

celos es lo más común de los tres.

»Pero la rabia… puede cambiar físicamente a un ángel, matando el

perdón, la caridad, incluso el amor de nuestros corazones. Un ángel lleno

de rabia perseguirá a la fuente de su enojo y la destruirá junto con todo lo

viviente alrededor de él, finalmente destruyéndose a sí mismo una vez que

todo lo demás se ha ido. ¿Entiendes lo que esto significa, Grace?

Admito no saber mucho en lo que se refiere al mundo que Ameila

describió, con Dios y reglas que dictan lo que es pecado y lo que no. Pero

entendí lo que quería dar a entender.

—El ángel comete suicidio.

Asintió seriamente, su piel casi volviéndose gris con disgusto.

—Un alma no puede entrar en el Cielo cuando comete suicidio. No

hay excepciones, ya sea humano o ángel. Condenado por toda la

eternidad, ese es el resultado de la rabia, Grace.

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—Y… los Nephilim y Grigori. ¿Sus almas van al cielo?

No respondió por mucho tiempo, en cambio su mirada viajó a la

ventana lentamente oscureciéndose, el rojo-anaranjado cielo ardiendo

como una advertencia para todos aquellos que se atrevieran a mirar hacia

arriba. Después de que el sol finalmente desapareciera y el terciopelo

negro del cielo emergiera, habló otra vez, su voz mucho más baja y grave.

—Los inocentes y culpables, fueron todos condenados.

—¿Por qué es que sólo he oído hablar de los Nephilim de ti, Ameila?

¿Dónde está su descripción en la historia? Quiero decir, los ángeles están

en todas partes, y la historia del arca de Noé ha sido dicha tan

frecuentemente como una historia de Seuss3. ¿Por qué no hay nada acerca

de estos monstruos?

Ameila se levantó y señaló con la cabeza a una estantería de libros

que flanqueaba la chimenea en el centro de la pared del fondo, de cara a la

sala de estar. Sin siquiera mirar, jaló un libro negro y grueso

encuadernado en cuero. Lo abrió, las páginas cayendo exactamente como

quería que lo hicieran. Una imagen de un niño sosteniendo una cabeza

que era al menos tres veces el tamaño de la suya miraba hacia afuera a

nosotras, un gran cuerpo tendido en el suelo detrás de él.

Señaló al niño, su cabello oscuro lleno de brillantes risos, su rostro

presumiendo con orgullo.

—David. Mató al gigante Goliat, no una, sino dos veces en una

batalla por un reino, por la libertad, y por la esperanza. —Ondeó su mano

negligentemente sobre las páginas y éstas comenzaron a girar como si una

fuerte briza justo las hubiera volado. Cuando las páginas se detuvieron

sobre otra imagen, revelaron una niña envuelta en una esfera, medio

oscurecida y medio llena de luz, que llevaba un vestido hecho de plumas,

sus pies flexionados de manera que estaba parada sobre los dedos de sus

pies, sus brazos extendidos como la alas de un ave. Detrás de ella, un

hombre joven parado con sus brazos estirados para alcanzarla, una

mirada de encantamiento en sus ojos.

3 Theodor Seuss Geisel: escribió libros tan populares como Hop on Pop, Cómo el Grinch

robó la Navidad ("How The Grinch Stole Christmas"), The Lorax y The Cat in the Hat (“El Gato en el Sombrero”). Que a menudo se caracterizan por sus personajes imaginativos,

rimas y el uso frecuente del contador de trisílabas.

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—Odette —dijo Ameila mientras señalaba a la chica—. A pesar de

que no era su nombre original, el tiempo la ha llamado así, de modo que

ella es Odette. Era una cambia-formas que podía tomar la forma de

cualquier criatura, aunque ella prefería la de un gracioso cisne. La

oscuridad que vez aquí, que se convirtió en el malvado Rothbart quien

lanzó un hechizo sobre Odette y la convirtió en un cisne. Rothbart nunca

existió, pero es más fácil aceptar la historia de una bella mujer siendo

maldecida con el cuerpo de un animal que una chica joven que nació con

la habilidad de cambiar en esa forma por sí sola.

»Así que, ya ves Grace, una historia bíblica o un famoso ballet,

estas son las pruebas que existen historias de los Nephilim.

—Entonces, lo que acabas de contarme, ¿es un cuento o es una

historia? —pregunté, necesitando oírla hablar, para llenar el silencio que

amenazaba con destruir la poca resolución que me quedaba para

impedirme gritar por todo lo que acababa de decirme.

—Yo no cuento cuentos —dijo simplemente. Esa era toda la

respuesta que conseguiría y no preguntaría nada más.

Mientras la oscuridad empezó a desplazarse a nuestro alrededor,

Ameila caminó hacia la lámpara y tocó su sombra, la luz suave

parpadeando instantáneamente. Parecía estar al borde, algo que nunca

había visto antes en ella. Me hacía sentir un poco tensa.

—Has visto tanto en el corto tiempo desde que has estado en esta

tierra, tantas cosas que alguien tan joven nunca debería haber visto.

Desearía… desearía poder decirte que de ahora en adelante las cosas sólo

serán más fáciles, pero no puedo. Tus días de oscuridad aún tienen que

venir, y eso me da miedo.

—¿Por qué? —vacilé en preguntar.

Elevó sus ojos hacia mí y a la luz de la lámpara, la plata se

convirtió en oro, y lo supe.

Me senté en la semi-oscuridad con Ameila a mi lado por algún

tiempo antes de que el rugido de mi estómago me recordara que a pesar de

que estaba entre ángeles, aún era humana, con necesidades humanas. Los

ojos de Ameila se iluminaron ante la simple señal, y gemí para mis

adentros.

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—Tengo un nuevo método de cocinar que creo que disfrutarás

inmensamente, Grace —dijo animadamente, alegre por el cambio de

ánimos.

—Oh… bien. —Me las arreglé para decir mientras me guiaba a la

cocina.

Sacó una banca para que me sentara y me balanceé encima de ella,

horrorizada ante el despliegue que iba a tener lugar delante de mí. Sonrió,

rió como alguien que había perdido la cabeza realmente, y movió sus

dedos mientras caminaba hacia el refrigerador. Abrió la puerta de la

nevera y recuperó varios contenedores.

—Voila, mi nuevo método de cocina: comida pre-cocinada y

congelada. Las ordené esta mañana. ¿Cuál prefieres? ¿Está la lasaña

vegetariana, macarrones con salsa de ostiones y crema de ajo, y pollo

Marsala bañado en farfalle?

La miré con asombro y culpabilidad, y elegí el pollo.

—Excelente elección. Sólo ordené platos para uno, ya que eres la

única que realmente necesita comer aquí, pero si tienes invitados, siempre

puedes llamar a domicilio. Hay una lista de números detrás del teléfono de

los lugares que conocen esta casa —explicó mientras colocaba el

contenedor del pollo y la pasta en el microondas.

Mientras el zumbido del microondas llenaba la tranquilidad de la

cocina, observé a Ameila mientras, por turnos, miraba el plato giratorio.

Su rostro mantenía una expresión de tristeza casi irreversible y sentí un

cosquilleo en la base de mi cuello cuando se volvió a mirarme.

—Grace, sé que parece un momento poco oportuno para discutir

ciertas cosas, pero siento que debo preguntarte cuándo tienes planeado

convertirte. Robert no me ha hablado acerca de ello, pero siento que

mientras más pronto sea hecho, mejor. Sólo podemos mantener a tu yo

mortal seguro por poco tiempo. Lark aún no ha experimentado su llamado,

pero cuando lo haga, se irá.

»Tengo mi propio llamado al que debo responder, y no puedo estar

aquí contigo todo el tiempo, tampoco. Robert tiene más flexibilidad con su

llamado que la mayoría, tiene otros que pueden cumplir con sus deberes, y

de ese modo será el único que estará contigo, mucho más que Lark y yo,

pero si cambiaras, estarías más a salvo de que Sam te alcance.

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—Ameila, yo…

Sacudió su cabeza secamente, ya sabiendo cuál era mi respuesta.

—Ya veo. Estoy decepcionada, Grace. Pensé que quizás habrías

visto cuán ventajoso sería para ti. Sobre todo después de lo que te he dicho

esta tarde.

—Ameila, no entiendes —empecé a decir, pero el intempestivo

sonido del microondas señaló que mi pollo ya estaba recalentado.

—Entiendo, Grace —dijo con calma mientras sacaba el humeante

plato de comida caliente, el plato chisporroteó en su mano. Lo colocó en

frente de mí, un tenedor y un cuchillo aparecieron junto a él como si

hubiera salido del aire—. Robert te hirió y ahora quieres herirlo de vuelta.

Algunas veces es fácil olvidar que eres humana… hasta que haces cosas

que nos lo recuerda.

—Si sabías que Robert y yo ya no estábamos saliendo, ¿por qué

entonces me dijiste acerca de los Nephilim, o acerca de cómo Robert y yo

podíamos estar juntos físicamente? —pregunté, la rabia tiñendo mis

palabras.

—Porque aún querías saberlo, y te prometí que respondería todas

tus preguntas; no puse ninguna condición a mi promesa.

Su cabeza se giró como si alguien la hubiera llamado por su

nombre y miró hacia afuera a la parte trasera de la casa.

—Debo dejarte ahora, Grace. Pero antes de que me vaya déjame

hacerte esta pregunta: ¿Por qué te hirió tanto saber que nunca podrías

tener intimidad física con Robert como humana si no planeas estar con él?

Abrí mi boca para responder, lista para recitar la larga lista de

razones que nunca podrían haber sido lo suficientemente buenas, pero se

había ido.

Me senté sola en la cocina, el plato de comida congelada en frente

de mí, pero no pude comer. Empujé el plato lejos y me dirigí escaleras

arriba a la habitación de Lark. Estaba vacía, como sabía que estaría.

Caminé hacia el gran bolso al lado de la cama y reuní varias prendas, sentí

la intensa necesidad de limpiar el sentimiento de culpa que no sentí que

merecía.

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El baño de Lark era grande, con brillantes azulejos azules que te

daban la impresión de que de alguna manera habías caminado dentro de

una profunda piscina. La gran tina que ocupaba el centro del cuarto sólo

aumentaba la sensación y suspiré felizmente. No podía recordar la última

vez que tomé un baño en una tina. Abrí las llaves y dejé que el agua

vaporosa aumentara mientras me giraba para observar mi reflejo en el

espejo.

Mis ojos parecían vacíos, los círculos oscuros alrededor de ellos

como medias lunas púrpuras. Me incliné más cerca para inspeccionar los

anillos marrones de mis irises y parpadeé varias veces ante los anillos

dorados que rodeaban la banda externa. ¿Habían estado siempre allí?

Me alejé y suspiré al ver lo que estaba delante de mí. Me veía como

un cadáver, mi piel estaba demasiado pálida, mi cuerpo demasiado

delgado y estaba temerosa de admitir que me había hecho esto a mí

misma.

La tina estaba casi llena a rebosar para cuando cerré el agua y

suspiré mientras entraba en el líquido caliente. Actuó como un bálsamo

para las heridas que no sabía que tenía, disipando las preocupaciones y

haciéndome olvidar todas las cosas que había oído excepto una.

Robert nunca podría estar conmigo.

El simple reconocimiento de la idea se sintió como una pequeña

muerte. Era todo lo que podía hacer para evitar temblar por la helada

verdad de este hecho en una tina de baño caliente. La pregunta de Ameila

había sido solo una, ¿por qué me preocuparía si ya no estaríamos juntos

nunca más? ¿Por qué me dolía tanto saber algo que nunca podría ser

cuando ya me había exigido tanto?

Quizás era porque si fuera honesta conmigo misma, si pusiera a un

lado todas mis protestas y encarara la verdad, sería forzada a admitir que

se estaba volviendo casi doloroso estar sin Robert. Aun cuando me sentía

angustiada siempre que estaba cerca, se sentía incluso más devastador no

estar con él. Enojada y herida como podría estar, saber que estaba cerca

de mí me había ofrecido una sensación de seguridad que nunca supe que

necesitara o quisiera.

Y mi rabia había aumentado porque él lo sabía. Había tanto que él

sabía y yo no, tanto que me había ocultado bajo la pretensión de

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mantenerme a salvo… sólo que ahora tenía que admitir que no había

ninguna pretensión.

Ahora sabía que estar conmigo no había impulsado de alguna

manera su ambición; sino que, lo había puesto en peligro. Presioné mis

dedos sobre mis labios y estremeciéndome ante todas las veces que me

había quejado, todas las veces que lo había hecho sentir culpable por no

hacer más, y sin embargo había cedido algo para complacerme,

conociendo las duras sanciones que podrían derivarse como resultado.

Tiré del tapón de la tina y salí, rápidamente poniéndome sobre

puntillas hacia la ducha para enjuagarme y lavar mi cabello. El vapor de la

ducha llenó muy rápidamente la gran habitación y busqué a tientas la

botella de champú, esparciendo una cantidad un poco demasiado generosa

en mi mano y comencé a lavar mi cabello.

Arrugué mi nariz ante la esencia, la marca desconocida demasiado

dulce para mi gusto, pero no podía quejarme porque no me había

molestado en traer algo del mío. Enjuagué mi cabello y cerré el agua,

abriendo la puerta y tratando de alcanzar la toalla que estaba a un lado.

No estaba allí.

El vapor de la ducha hacía difícil ver dónde estaba yendo y busqué

a tientas a lo largo del mostrador y la pared por cualquier cosa que se

sintiera como una toalla.

Un charco de agua se había formado alrededor de mí por mi cabello

goteando y en un momento de antinatural torpeza, resbalé en él, mis pies

precipitándose o deslizándose de lado sobre el frío piso de piedra. Me

preparé para la caída, sabiendo que mi cabeza y manos estaban yendo

directamente contra la pared de vidrio de la ducha.

Sin embargo se encontraron con la suave blandura de los confines

de una gran toalla que se envolvió alrededor de mí como un cabestrillo

antes de que cayera contra algo duro o amenazante. Un fuerte par de

brazos envolviéndome, empujando la toalla alrededor de mi cuerpo y

remetiendo los extremos de manera que no cayera.

No respiré, no me moví.

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Lentamente el vapor comenzó a disiparse, las formas a mí alrededor

volviéndose claras, los colores ya no más apagados por la neblina del calor

y la humedad.

Volteé mi cabeza, no para mirar quién era el que me sostenía, sino

más bien al espejo, su superficie de vidrio empañada como sabía que

estaría, previniéndome de tener la visión de lo que sentía que no estaba

lista para ver. Cerré mis ojos e inhalé profundamente, la esencia de jabón

y champú incapaz de enmascarar el reconfortante olor de viento y nieve,

cuero y dulce lluvia.

Lentamente bajé mi cabeza hasta que descansó contra la prenda

cubriendo la superficie que era más pared que pecho, y contuve un

suspiro ante el silencio familiar que me saludó.

Un duro golpeteo en la puerta del baño hizo que mis ojos se

abrieran de golpe y me viera a mí misma en el espejo; la fresca toalla

blanca, envuelta alrededor de mi cuerpo apretadamente, mi cabello

húmedo colgando lánguidamente por mi espalda, chorreando

perezosamente en el suelo.

Y eso fue todo. Estaba sola, mis brazos envueltos a mi alrededor,

un auto abrazo que se sentía incómodo e irreal.

—Grace, ¿estás bien? ¡Has estado ahí dentro por horas! —oí el grito

de Graham desde el otro lado, su voz crepitando con preocupación.

—Sí, estoy bien —respondí nerviosamente—. Ya voy a salir.

Alcancé mis ropas y me las puse precipitadamente, usando la toalla

en la que había estado envuelta para envolver mi cabello. Mientras lo

hacía, capté un atisbo de olor a cuero en mi brazo.

Sobresaltada, llevé mi otro brazo a mi nariz, inhalando el complejo

pero simple aroma que se mezclaba con la esencia del jabón. Mi estómago

se sacudió y casi jadeé, mientras un zumbido comenzó en mi pecho.

Presioné mi mano contra mi pecho y me balanceé por la súbita

carrera de mi sangre. Me estiré para alcanzar el mostrador del tocador

para sostenerme a mí misma y parpadeé rápidamente. Otro lirio yacía

sobre una hoja de papel que contenía cuatro palabras distintas de una

mano familiar sueltas y fluidas.

“Para ti, cualquier cosa”.

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—Ya veremos —murmuré, y entonces sonreí a pesar de mí misma.

Tomé la hoja de papel del mostrador y, por alguna razón

desconocida, volteé el papel.

Grité y vi el piso acercarse a mi rostro mientras la hoja de papel se

deslizaba a través de mis dedos, revelando lo que estaba al reverso.

“Muere, mestiza”.

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10 Resentimiento

Traducido por Lorenaa

Corregido por NayeliR

l fin de semana pasó rápido. No ocurrieron otros

incidentes después de la nota en el baño, pero el caos

que se produjo por su culpa duró lo suficiente como

para haber tomado la misma cantidad de tiempo y energía que si hubieran

sido una docena.

—Quisiera saber cómo pudo llegar a escribir eso —le había gritado

Graham a Lark y Robert cuando se paseó por la habitación enfadado,

recorriendo rápidamente sus manos a través de su cabello para

mantenerlo de hacer otras cosas—. Ella está aquí porque se supone que tú

la tienes que proteger… él ha llegado a ella otra vez, aquí. ¡En tu casa! Si

no está a salvo aquí, ¿dónde lo está?

Lark había hecho todo lo posible para tranquilizarlo, parándose en

su camino y actuando como un obstáculo improvisado, parándolo con sus

manos cuando todo lo que él parecía hacer era un agujero en el suelo.

—Él nunca ha estado en la casa, Graham. Lo sabríamos.

—Entonces, ¿cómo ha escrito esto? —Tomó la hoja de papel sobre

la cama y le dio una palmada a las palabras de la parte de atrás—. Muere,

mestiza. ¿Es un asesino y racista? Simplemente perfecto, ¿no?

El rostro de Robert se había mantenido en calma a lo largo de los

arrebatos de ira y frustración de Graham, pero la mención de la nota le

hizo poner una profunda mueca en el rostro.

E

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—Eso no es algo que Sam habría escrito. Quien haya escrito esto,

no fue Sam.

—Lo estás defendiendo —anunció Graham incrédulo—. No lo

puedo creer. Intentó matar a tu novia tres veces, hombre. ¡Tres jodidas

veces! ¿Cuándo vas a ver que él no es bueno? ¿Eres incluso capaz de hacer

eso por alguien que no es humano?

Robert suspiró y le arrebató el papel a Graham de entre los dedos.

—Esto no viene de Sam. Lo he conocido por siglos. Sabría si Sam

hubiera escrito esto o no.

—Entonces, ¿quién lo hizo? ¿Quién escribió esto y como lo hicieron

si el baño estaba cerrado?

Robert miró a su hermana, su mirada intensamente concentrada

en los pensamientos no dichos que pasaban entre ellos. Como en una

señal, cerró los ojos. Lark tenía los ojos cerrados también, en un minuto,

un movimiento rápido debajo de sus párpados casi indetectable mientras

ella buscaba pensamientos de la persona que había escrito la nota, o

alguien que supiera algo.

Graham y yo los miramos, parecían como si se hubiesen quedado

dormidos de pie, congelados en el tiempo, como una estatua. Graham de

vez en cuando se acercaba a la inmóvil forma de Lark, aproximaba sus

dedos vacilantes y los rozaba contra la piel de Lark, sus ojos centrados en

el débil latido que se podía ver por debajo de la piel de su garganta.

—Todavía estoy viva, Graham. Ten paciencia —había dicho ella

entre dientes, y él retrocedió obedientemente.

—Lo siento —murmuró él, empujando sus manos dentro de los

bolsillos y haciendo un puchero como un niño caprichoso al que le habían

negado un caramelo.

—La charla es muy animada —murmuró ella, balanceando su

cabeza mientras seguía la multitud de voces que había permitido entrar—.

Hay algunos indicios de que alguien sabe algo, pero aún no puedo

descubrir quién, los pensamientos son demasiado confusos.

Graham se quejó por la críptica declaración.

—¿Qué quieres decir con confusos?

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Ella abrió sus ojos y suspiró.

—Imagínate tomando todas las piezas de cada rompecabezas del

mundo y luego tirarlas todas dentro de una caja grande. Luego intenta

volverlas a montar todas juntas. Eso es con lo que estoy tratando,

Graham, así que si no te importa, me gustaría ser capaz de montar este

rompecabezas antes de que algo más ocurra.

Esto no le sentó muy bien a Graham, quien estaba convencido de

que yo estaría más segura en casa con él y argumentó su respuesta en voz

alta, sólo para ser callado por la respuesta fría y calculada de Robert.

—La vas a sacar de esta casa sobre tu propio cadáver.

El resultado de esa amenaza fue tan bien como yo esperaba, con

Lark yendo inmediatamente a la defensa de Graham, y de repente Graham

insistiendo que a lo mejor Robert había ayudado a quien fuera que había

escrito esa nota, ya que nadie le había explicado aún cómo alguien podría

haber escrito una nota sin ni siquiera estar en la misma habitación.

Robert me sorprendió cuando se acercó con calma al escritorio de

Lark y recuperó la nota de papel lavanda. La arrugó en una bola y se la

tiró a Graham, dándole con habilidad en la cabeza.

—Ábrela —le gritó, y Graham lo hizo, aunque de mala gana.

La expresión de Robert nunca perdió su seriedad cuando miró al

rostro de Graham, el efecto que buscaba garantizado.

—Santa… ¿Cómo… Tú… Has…? —murmuró Graham mientras su

mirada cambiaba del papel a Robert.

—¿Qué es? —pregunté, y me acerqué para ver por mi cuenta lo que

había escrito.

Un retrato de Graham ocupaba toda la hoja, las líneas, como era de

esperar, se comprendían por letras que formaban una simple palabra que

se repetía por todo el dibujo.

—¿Cómo has podido escribir “tonto” con letras tan pequeñas? —

preguntó Graham, más impresionado que enfadado por el insulto.

—¿Cómo puedes respirar sin alguien que te recuerde que tienes

que hacerlo? —contestó Robert, con su voz saturada de desprecio.

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—Eso no fue agradable —siseé, enfadada con él porque le hablara

de esa manera a Graham después de todo lo que él había hecho hasta

ahora para mantenerme a salvo.

—Tienes razón —dijo Robert, disculpándose—. Lo siento, Graham.

Estuvo mal de mi parte decirte tal cosa. Aunque, el dibujo sigue siendo

correcto.

Graham se rió de eso y sacudió su cabeza.

—Grace, no hagas que el chico se disculpe por algo que fue

gracioso. En momentos como estos, nunca hay que desacreditar las cosas

graciosas.

Lark y yo miramos hacia él, nuestras expresiones eran casi

idénticas. Sentía mi cabeza girar de lado a lado en absoluta confusión,

mientras Lark simplemente lo miraba, con una sonrisa perpleja

formándose en sus labios.

—Grace está a salvo aquí, Graham —insistió Lark—. Nunca estará

sola, y vamos a descubrir quién escribió la nota pronto.

Eso había sido suficiente para Graham, quien creía sin ninguna

duda que Lark nunca le mentiría, y así fue que finalmente dejó la casa y se

dirigió hasta la suya, sabiendo que a excepción de Stacy y mi padre, no

había más necesidad de mantener fingiendo que yo estaba en casa.

Y así también pasó bastante rápida la semana. Robert manteniendo

las distancia pero sin irse muy lejos, y Lark, Graham, Stacy y yo de alguna

manera encontrando la manera que nos permitiera disfrutar de la

parafernalia de la vida en el instituto sin tener que discutir de temas

morbosos como el cáncer, los arcángeles de la muerte, o la comida de la

cafetería.

Cuando el viernes llegó, me apresuré a preguntarle a Lark si ya

había hablado con Stacy sobre lo que estaba pasando. Su respuesta

tranquila me dijo que aún no lo había hecho, y de inmediato me hice la

idea de que tendría que decírselo yo misma, ignorando las protestas que

surgieron instantáneamente de la boca y mente de Lark.

Decidí evitar revelárselo todo en la clase de asesoría, estaba

demasiado atestada de gente y demasiado ruidosa para mantener una

conversación privada, en vez de eso elegí decírselo en nuestro tercer

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período cuando estuviéramos en la biblioteca. La suspensión de Erica sólo

había durado tres días, una eternidad según algunos estudiantes que

casualmente lo mencionaron en una conversación no tan casual cuando

yo pasaba, pero no me preocupaba que estuviera al acecho en algún

rincón oscuro, simplemente para empujarme en otra pelea por las

escaleras.

No había necesidad de preocuparse. Lark me había prometido que

nunca me dejaría sola, sólo lo habría dicho si fuera verdad, así que lo era.

Me giré para ver la forma oscura de Robert a varios pies de distancia, con

sus ojos grises intensamente centrados en mí. Aparté la vista antes de que

pudiera ver la dureza en ellos suavizarse, sabiendo que si lo hacía,

probablemente olvidaría a dónde estaba yendo en primer lugar.

Las mesas del fondo detrás de una fila de estanterías estaban

vacías, estaba feliz de esperar a que Stacy llegara, ensayando lo que le iba

a decir en pocos minutos, me estaba sintiendo ansiosa cuando el tiempo

se acercaba para que sonara la campana. Stacy siempre había sido

puntual. Cuando finalmente llegó viéndose sin aliento y un poco pálida,

cambié mi opinión sobre decirle. Lark había tenido razón; no haría ningún

bien en decirle a Stacy algo cuando ella se estaba debilitando y era menos

como la Stacy del día a día.

—Creo que voy a necesitar visitar un sitio de esos de falso horneado

en el centro comercial pronto… estoy pastosa —resopló, cuando dejó caer

su mochila al suelo y se hundió en la fría silla—. Intenté ponerme un poco

de maquillaje esta mañana y el color era demasiado oscuro para mí, así

que tuve que pedir prestado el de mi madre. Me siento como si tuviera el

cuerpo de una chica de dieciocho años, la energía de un recién nacido y el

rostro de una mujer de cincuenta años.

Me reí nerviosamente y empecé a juguetear con un profundo

rasguño de la mesa.

—Pareces muy cansada. ¿Alguna palabra sobre esa prueba?

Ella se encogió de hombros.

—No sabré nada por un tiempo. Mi segundo análisis de sangre es el

lunes por la mañana. No estaré en el colegio, así que simplemente tendrás

que soportar un día entero sin mí.

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—Creo que lo manejaré. —Me reí antes de caer en un incómodo

silencio.

—Así que, ¿qué pasa contigo? ¿Cómo están Janice y el bebé?

Nunca me había sentido tan aliviada y agradecida por hablar de

Janice antes, y me deleité contándole sobre cómo lo estaba haciendo

Janice durante su estancia en el hospital.

—Hablé con ella la otra noche por teléfono; papá estaba empezando

a molestar a las enfermeras, pero se negaba a alejarse de su lado, y dijo

que ha ganado casi cinco kilos simplemente estando en el hospital. El bebé

lo está haciendo bien, pero aún está teniendo contracciones, por lo que el

médico dijo que podía ponerse de parto en cualquier momento. Le están

dando algún tipo de medicina para parar las contracciones, pero no parece

que esté funcionando muy bien. El obstetra le dijo que si aguantaba una

semana más, le permitirían progresar de forma natural, lo que significa

que Matthew probablemente nacerá en una semana o dos.

El rostro de Stacy se iluminó con entusiasmo.

—Oh, un bebé. ¡No puedo esperar para verlo! ¡Debes estar muy

ansiosa por verlo!

—Lo estoy. Quiero decir, la primera vez que me dijeron que Janice

estaba embarazada, la última cosa que quería hacer era conocer el

pequeño germen que llevaba en la barriga, pero ahora tengo que admitir

que es agradable saber que voy a tener un hermanito pequeño corriendo

alrededor, queriendo que lo agarre y lo abrace.

—No te olvides de cambiarle el pañal y limpiar su vómito —añadió

Stacy, riéndose por mi reacción.

—Es algo bueno que me vaya pronto, entonces —dije, mi risa

uniéndose a la suya—. A medida que vaya creciendo, sus desastres serán

más grandes también.

—¿Te vas a ir, ya sabes, sola?

Sentí que mis hombros se tiraron hacia arriba.

—No lo sé. Una parte de mí no sabe si quiero ir. Pero tengo que salir

de aquí, de Ohio, y oye, Berkley en realidad me quiere, imagínate.

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—Me encantaría ir contigo. Amaría viajar a través del país, para ser

honesta. Pero, paso a paso. Quiero hacer primero esta prueba del

tratamiento.

Asentí con entusiasmo y golpeé mi puño en el aire.

—Va a funcionar, Stacy. Sé que va a hacerlo.

—Bueno, mamá dice que si no lo hace, será por mi culpa por no

escucharla cuando me dice que me cuide mejor —dijo, en un tono casi

sarcástico.

—¿Qué?

—Sí. El oncólogo me dijo que había pasado demasiado tiempo

haciendo cosas estresantes. Ya sabes como el colegio, y esa mierda. Él dijo

que si no me tomo las cosas con calma ayudaré al cáncer a prosperar, en

vez de combatirlo. Mi madre tuvo un ataque, dijo que lo que estaba

haciendo nos iba a matar a ella, a mí, y a todos los antepasados que

tuviésemos. Es un poco morbosa y tétrica si me preguntas, pero no lo

dejaría pasar.

»Para la cena, sirvió, con gran parafernalia si me preguntas, un

“guiso para sucumbir al cáncer” acompañando por “una ensalada de Stacy

es una desobediente y deshonorable hija”. Fue, para ser honesta contigo,

una de las mejores cenas que hemos tenido en mi casa.

—Oh, Stacy ¡lo siento mucho! Sé que tu madre es algo neurótica,

pero ¡Jesús! —exclamé, imaginándome en mi cabeza las desaprobadoras

miradas que su madre debió darle después de recibir esa llamada—. ¿Aún

va a dejarte hacerte esas pruebas?

Stacy sonrió cuando contestó:

—No tiene elección. Tengo dieciocho años, ¿recuerdas? Quizás no

tenga permitido volver a casa si funcionan, pero no es exactamente como

si no tuviera permitido salir, tampoco.

—Deseo tener tu valentía —le dije cuando la miré con asombro—.

No puedo ni decirle a mi padre que me estoy quedando en la casa de Lark.

Tengo a Graham fingiendo que me estoy quedando allí, así él no enloquece.

—¿Por qué te estás quedando en casa de Lark?

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Miré hacia ella sin que su pregunta conectara conmigo.

—¿Qué?

—Dijiste que te estás quedando en casa de Lark. ¿Por qué?

—Yo…. —Intenté recordar lo que había dicho exactamente y me

mantuve quedando en blanco. —Um…

La expresión de Stacy fue de confusa a molesta y luego enfadada en

menos de dos segundos.

—Has estado allí toda la semana, ¿no? Con las cosas como están

entre tú y Robert, sólo hay una razón por la que estarías allí… algo pasó.

Algo pasó y no me lo dijiste. —Fue más una aclaración que una pregunta y

no pude hacer otra cosa que asentir, de repente sintiéndome

increíblemente tonta por abrir la boca sin pensar en las palabras que iban

a salir.

—No puedo creer esto. ¿Qué pasó? ¿Fue Sam?

—Sí. Estuvo en mi habitación —contesté, el miedo de ver su rostro

aún tan potente, mis palabras vacilaron.

—¿Qué él estuvo en tu habitación? ¿Qué hizo? ¿Intentó herirte? ¿Te

atacó o te dijo algo?

Mi cabeza se sacudió con mi respuesta.

—Sólo estuvo allí, parado, mirándome. Estaba dormida y estaba

soñando con él, soñando con lo que me hizo. Cuando me desperté, estaba

allí, y era… no era el mismo. La última vez que lo vi, parecía un hombre

viejo, su cabello era blanco y su piel toda arrugada y seca.

»Pero cuando estuvo en mi habitación, parecía mucho más joven.

Su cabello rubio otra vez, su cuerpo era joven. Todo lo que le había pasado

en ese campo fue revertido —dije en voz baja—. Fue como si nada le

hubiera pasado, y eso es lo que más me asusta.

La expresión de Stacy no fue una de simpatía o miedo, y su

lenguaje corporal no parecía emanar ningún tipo de compasión. En

cambio, la ira que había estado allí, sólo parecía condensarse, cada vez

más gruesa e intensa.

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—Así que, déjame entenderlo. Siempre he estado apoyándote,

guardando tus secretos, básicamente siendo una buena amiga, y cuando

algo importante te pasa, ¿de repente no soy suficientemente buena para

que me lo digas? Se lo dices a Robert, pero ¿no a mí?

—No es eso, Stacy —intenté explicarme, ignorando cuando entornó

sus ojos—. No queríamos decírtelo porque no queríamos preocuparte. Tú

ya estás pasando por mucho y Lark estaba preocupada por lo que todo

esto podría hacerle a tu salud. No queríamos que retrocedieras o algo, que

te pusieras enferma de alguna manera o algo así.

Stacy se burló de mi intento de justificación, estrechando sus ojos

con irritación.

—¿Estás diciéndome que me han estado ocultando algo, porque

tenían miedo de que me hiriera o me pusiera enferma?

Asentí vigorosamente, el movimiento exagerado por la necesidad

que creyera que nunca habíamos tenido la intención de herirla.

—No me lo creo. ¿Sabes que, Grace? Eres una hipócrita. Una gran

y asquerosa hipócrita.

Su acusación me escoció y no podía descubrir de dónde salía, o por

qué. Ella sacudió su cabeza con disgusto y empezó a recoger sus cosas. Me

agaché a recoger su bolso y me sorprendí cuando me apartó las manos con

bastante facilidad. Estaba sorprendida también.

—Stacy, no te vayas. Lo siento, no era nuestra intención

molestarte. Nos preocupamos por ti. Somos tus amigos. Todo esto es

mucho incluso para mí, pensé… pensamos que era mejor para ti de esta

manera. Eso no me hace una hipócrita —intenté explicarle, el

razonamiento sonaba bien en mi cabeza.

Stacy, obviamente no estaba de acuerdo, cuando se dirigió a su

bolso y la apartó de mis dedos con éxito.

—No, tienes razón. Eso no te hace una hipócrita. No hay una

palabra para describir lo que eres. —Se paró mirándome, su pecho

subiendo y bajando rápidamente por la emoción que yo había instigado.

—Dime, ¿por qué está bien para ti ocultarme secretos si eso

significa mantenerme a salvo, pero no está bien para Robert hacerte lo

mismo a ti?

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Me paré allí, con mis pies clavados en el suelo cuando ella salió en

un arrebato. No pude decirle nada, no pude discutir, ni siquiera pude

llamarla. Simplemente me quedé de pie en la parte trasera de la biblioteca,

rodeada de libros que contenían la descripción para cada emoción que

podía sentir, y estaba bastante segura que ninguno de ellos podría

describir cuán mal me sentía.

Cuando el timbre para el almuerzo sonó, no pude encontrar la

fuerza de irme. No quería hacerle frente a Stacy, no quería ver la mirada de

decepción en los rostros de Lark y Graham cuando supieran de qué forma

tan tonta había admitido la verdad. Y no quería tener que hacerle frente a

Robert sabiendo que yo había sido cómplice de ocultarle algo a Stacy de la

misma manera que él lo hizo conmigo.

Uno de los bibliotecarios del colegio hizo su ronda a través de los

pasillos, sacando a los alumnos después del estudio rápidamente para

tener un poco de paz y tranquilidad en la hora del almuerzo. Ella me

alcanzó con bastante rapidez y ondeó un dedo hacia mí.

—Conoces las reglas, Grace. Es hora de irse.

—¿Podría quedarme sentada aquí? —pregunté, sin preocuparme de

lo cobarde que me hacía eso. No podía ir allí y enfrentarme a las personas

que más me importaban, simplemente no podía.

—No hoy. Tendrás que encontrar otra oscura esquina que ocupar.

Ahora, ve.

Me pasó mi bolso, y apuntó hacia la salida, como si me recordara

que cualquier otra dirección que tomara estaba fuera de cuestión. Suspiré

y caminé pasándola, encontrando mi camino hacia fuera de la biblioteca,

en el pasillo vacío.

El aroma de ajo y algo abrumadoramente picante hicieron mis ojos

llorosos. El sonido de las voces de los estudiantes viajaba desde la

cafetería, y nunca había temido tanto un sonido antes en mi vida.

—No tienes que ir a almorzar, Grace.

Me giré para ver a la profesora pelirroja delante de mí, con un plato

de comida en la mano.

—Vuelvo a mi salón de clase. ¿Quieres unirte?

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Asentí, agradecida por la oferta. Andamos en silencio hacia la clase,

sus tacones resonando contra el suelo de linóleo como un cronómetro, a

cada paso un segundo menos que pasaba sin tener que hacerle frente a las

consecuencias de mi gran boca.

—Entonces, ¿por qué estás tan asustada de la cafetería? ¿Es la

comida? —preguntó cuando aguantaba la puerta del salón para que

pasara—. Porque si es eso, no te culpo, estoy bastante segura que les dan

las recetas de comida para perros que fallan.

Cuando me senté en el escritorio delante del suyo, miré a su plato

sospechosamente.

—¿Entonces por qué estás comiéndolo?

Ella miró al desastre de comida de su plato y sonrió.

—Porque no puedo cocinar ni para salvar mi vida y algo es mejor

que morirse de hambre.

Sabía que no podía estar en desacuerdo con ella. ¿No había sido

testigo de Graham apartando la misma bazofia culinaria casi cada día

antes de que nos mudáramos?

—Supongo que tienes razón, pero me gustaría pensar que me

mordería mi brazo antes de comerme la mitad de lo que sirve la cafería.

Una carcajada salió de su garganta y una gran sonrisa cruzó su

rostro.

—De hecho, ya he tenido momentos como esos. Hoy, de cualquier

modo, el masoquismo y cualquier cosa que sea esto, han ganado.

Cuando ella comenzó a examinar el contenido de su plato, miré

alrededor de la habitación, observando los cambios que ella había hecho

desde la primera vez que estuve aquí. Algunos afiches de películas y

álbumes cubrían las paredes, un panorama inusual para una clase de

psicología.

—¿Qué pasa con los afiches? —pregunté cuando me giré

haciéndole frente otra vez, casi dándome náuseas por la cantidad de

comida que ya había consumido.

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Ella rápidamente tragó el contenido de su boca y apuntó hacia los

más cercanos.

—Todos estos son thrillers psicológicos; películas que juegan con tu

mente. Me ayuda a hacerles entender a los chicos algunas de las otras

aplicaciones de la psicología.

Asentí entendiéndola.

—Como algo más que un sofá y un tipo barbudo con un blog de

notas en sus manos, ¿verdad?

—Exactamente. Esa de ahí es mi favorita —dijo ella, apuntando

firme hacia el que estaba más cerca—. Es una película que hace a ambos,

al hombre y la mujer pensar en lo que están haciendo y las consecuencias

de sus acciones, es muy difícil de conseguir normalmente; los chicos por lo

general piensan sobre las escenas de acción o las chicas, mientras las

mujeres empatizan con la protagonista femenina o se desmayan por los

masculinos.

»Esa de ahí no te da otra opción que apreciar la lección ya que no

hace énfasis en el atractivo de los actores, y no hay escenas de acción

significantes. Es todo diálogo e imágenes.

El afiche era bastante inocuo en comparación con algunos de los

otros, con sólo la imagen del rostro de una mujer, con su boca silenciada

por una polilla.

—Disfruté mucho más del libro que de la película, pero entiendo

por qué sueles ver películas.

—¿Ah?

—Sí, ya que la mayoría de los chicos de mi edad no disfrutan

leyendo, especialmente si son libros buenos, que terminan siendo películas

de todos modos —expliqué—. Lo que pasa es que yo prefiero la lectura.

Ella dejó el tenedor dentro de su plato vacío y se limpió la boca con

una servilleta.

—A mí también, pero tu generación, es más… visual. Tienen que

ser capaces de ver las cosas antes para creérselas. Las películas me

facilitan el hacerles obtener una idea o un punto en concreto.

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—¿De verdad piensas eso? Que tenemos que ver las cosas para

creer que existen, o que son reales, ¿cierto?

Su cabeza se balanceó hacia abajo una vez, sus ojos estudiándome

mientras yo la observaba.

—He visto eso con mis propios ojos. Por cualquier razón, sus

mentes requieren pruebas que sean visualmente tangibles. Supongo que

es un problema de confianza, pero puede ser algo muy desconcertante

cuando tratas con algo como la psicología.

—¿Qué le hiciste a mi hermana? —demandó una profunda voz

desde la puerta.

La Srta. Deovolente giró la cabeza hacia la dirección de la voz y

sonrió.

—Lo siento; creo que estás en la clase equivocada.

Sacudí mi cabeza y me levanté.

—No, él está en la correcta.

Enfrenté al inquisidor, vi el dolor y la angustia en su rostro y al

instante sentí la culpa en el interior de mi estómago.

—Sean, este no es el sitio o el momento adecuado para discutir

esto.

Me frunció el ceño, su rostro machacado por la ira. Estaba parado

en una postura ofensiva, una que reconocí por las pocas clases que tomé

en la escuela de Tae Kwon Do de su padre y levanté mis manos en súplica.

—Sean. ¿Qué pasa? ¿Qué pasó con Stacy?

Él apuntó con su dedo mi hombro y siseó.

—La hiciste enfermar, eso es lo que pasa. Sabes lo que está

pasando con ella y no te importó, simplemente hiciste algo o dijiste algo

para molestarla y ahora está yendo al hospital. Siempre supe que tú y esos

amigos tuyos no eran buenos y ahora me han dado la razón.

Empezó a salir y me apresuré detrás de él, tomando su brazo y

girándolo.

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—¿Qué pasó, Sean? Dime que está pasando. ¿Qué está mal con

Stacy?

—No es de tu incumbencia, estúpida honhyol4. Ya has hecho

suficiente. —Me gritó antes de sacudir su brazo y salir en estampida.

Miré hacia donde se había ido y fruncí el ceño. Una confortable

mano se apoyó en mi hombro y me giré para ver a una consternada Srta.

Deovolente parada a mi lado, con su mirada siguiendo a Sean cuando giró

la esquina.

—Ese fue el estallido más apasionado que alguna vez he

escuchado. ¿Qué es un honhyol?

Agaché mi cabeza y le susurré la respuesta, un picor sofocante se

arrastraba por mi rostro, viajando hacia arriba y deteniéndose en mis ojos.

—¿Mestiza? ¿Él te llamó Mestiza? ¿Cómo sabes lo que eso significa?

Me encogí de hombros.

—Simplemente lo sé. —Volví al salón de clase y tomé mi bolso—. Lo

siento Srta. Deovolente, pero necesito irme. Averiguar lo que está pasando.

Ella me siguió al interior y se detuvo en la puerta, impidiendo mi

camino.

—Creo que estás cometiendo un error, Grace. Si el hermano de tu

amiga se siente de esa manera, es probable que el resto de su familia

también lo hagan. Puede que moleste más a tu amiga si apareces allí y

enfadas más a su familia.

Miré más allá de ella y sentí una leve oleada de alivio correr a

través de mí cuando capté el destello plateado de Robert mirándome de

vuelta.

—Aprecio su preocupación, pero conozco a Stacy. Puede estar

enfadada conmigo, pero no va a dejar que su familia dicte su vida.

—No puedo dejar que te vayas, Grace. La escuela aún está en

marcha. Tendrás que esperar hasta el final del día —insistió, levantando

su brazo para bloquearme la salida.

4 Honhyol: Un término usado en Corea, que se refiere a una persona de sangre mixta.

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Mis ojos parpadearon de Robert hacia ella otra vez.

—No lo creo.

La mano de Robert me alcanzó por debajo del brazo de ella y tomó

la mía, empujándome rápidamente a través de la pequeña apertura entre

el marco de la puerta y su cintura. El movimiento fue tan rápido que ella

no pudo hacer otra cosa aparte de retroceder.

Estaba siendo arrastrada en los brazos de Robert, sus

pensamientos silenciosos confirmando lo que ya sabía y asentí cuando él

me preguntó si quería irme con él.

—Gracias por la charla, Srta. Deovolente —grité mientras ella se

hacía más pequeña detrás de mí—. ¡Nos vemos el lunes!

Cuando nos acercamos a la puerta principal de la escuela, Lark y

Graham estaban parados allí esperándonos, el rostro de Lark lucía tan

desesperado como el de un ángel podía lucir, y se sujetaba a la mano de

Graham fuertemente, con evidente dolor en su rostro, pero eclipsado por

su propia preocupación por ella.

—¿Qué pasó?

Mi pregunta hizo que Graham apartara la mirada inmediatamente,

mientras la expresión de Lark crecía en enfado.

—No pudiste mantener tu boca cerrada. Eso es lo que pasó.

—Lark —dijo Robert suavemente—. Ella no es como los otros

humanos… mantener secretos y decir mentiras es difícil para ella, lo

sabes. Ya se siente lo suficientemente mal por lo que ha pasado. No

empeores las cosas.

Los rasgos de Lark se suavizaron cuando admitió las palabras de

su hermano.

—¿Se lo dijiste? —le preguntó a Robert, y luego sacudió su

cabeza—. No. No lo hiciste. ¿Entonces quién?

—Sean —respondí—. Él me encontró en la clase de la Srta.

Deovolente.

—¿Quién? —Ambos, Graham y Lark, miraron hacia mí, perplejos.

Robert torció la cabeza a la pregunta no contestada.

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—Es la nueva profesora de psicología en la clase 1-43. La conocí

hace unos días cuando estaba… —Me giré hacia Robert y suspiré—….

huyendo de mis problemas. Sean vino y me dijo lo de Stacy, dijo que fue

mi culpa.

—Eso no fue todo lo que dijo. —Lark frunció el ceño, sus ojos se

estrecharon de ira cuando se deslizó a través de mis pensamientos.

—Ese imbécil —espetó Graham, asomando su cabeza—. Él nunca

me ha gustado, sé eso muy bien, pero decirte eso… lo está pidiendo.

Miré hacia Lark cuando su intrusión se convirtió en conocimiento.

—¿Eso fue necesario?

—Sí, lo fue —dijo tercamente, inclinando su mentón con desafío—.

Eres demasiado condenadamente agradable para habernos contado lo que

pasó, y lo que él dijo te está comiendo. Lo sabes, Grace.

Robert se metió entre Lark y yo, y habló con calma, sus palabras

fueron para ella pero sus ojos sólo para mí.

—Lo que le dijo a Grace fue para sus oídos únicamente hasta que

ella se sintiera lo suficiente cómoda como para contárnoslo. Ahora no es el

momento de excavar por información; Stacy esté en camino al hospital y

necesita de la gente que le importa con ella.

Graham asintió solemnemente y Lark giró su cabeza, demasiado

avergonzada para mirarme o decirme algo. Robert sacudió su cabeza por la

gravedad de la situación y luego me miró a los ojos, los suyos con

preocupación y remordimiento, su voz baja y gentil.

—¿Quieres ir con Graham y Lark? Lo entenderé si quieres…

—Iré contigo —dije antes de que mi mente pensara en todas las

razones por las que no debía hacerlo. Me sorprendió, pero no tanto como

lo sorprendió a él.

—Espera aquí. —Se fue antes de que pudiera responder, y sabía

que sería un mero momento antes de que volviera, su velocidad limitada

sólo por la velocidad de su moto. Sentía la mirada de Graham y Lark sobre

mí y evité hacer contacto visual con ellos, sin estar segura si quería este

nuevo descubrimiento con ellos o no, pero sabiendo que no era el

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momento. No estaba realmente segura, si incluso alguna vez admitiría lo

que estaba pasando.

—No es nada grande, Grace. Sólo es un paseo. Cálmate —me

tranquilizó Lark, y gemí.

—Estás en mi cabeza otra vez —me quejé—. ¿Quieres parar de

hacer eso? Digo, ¿sólo por un rato?

Levantó sus brazos en modo conciliador, con una sonrisa pasiva en

su rostro.

—Lo siento.

—¿Vas a estar bien? —preguntó Graham, sus ojos viajaban desde

el estacionamiento hacia mí—. Quiero decir, realmente no vas a ir a

ninguna parte una vez que estés en la parte trasera de esa moto.

—Estaré bien —insistí, ocultando la ligera punzada de

incertidumbre detrás de mi sonrisa apretada.

El sonido de la moto deteniéndose frente a los escalones mató

cualquier posibilidad de conversación, y miré al pequeño asiento detrás de

Robert, de repente insegura de mí misma.

—¿Cómo hiciste esto la primera vez? —preguntó Graham cuando se

paró a mi lado, con su mano en la parte baja de mi espalda.

—¿Qué? —pregunté, confundida por la pregunta.

—La primera vez que subiste con él, ni siquiera sabías su nombre

pero subiste a la moto. ¿Cómo lo hiciste?

Me encogí de hombros.

—Simplemente lo hice. Supongo que realmente no pensé que tenía

mucho que perder: tú estabas con Erica, fingiendo que yo no existía; papá

no estaba muy contento conmigo; acababa de hacer el ridículo.

—Entonces, ¿qué te está deteniendo ahora? —dijo en voz baja.

—Estoy asustada —contesté con sinceridad.

—¿De qué?

—De lo que significa.

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Él presionó el lado de su cabeza contra la mía y suspiró.

—¿Qué pasa si no tiene que significar nada?

Asentí con entendimiento y tomé una profunda respiración.

Cuando exhalé, mis pies empezaron a empujarme hacia delante y los seguí

ciegamente, sin detenerme a pensar hasta que sentí mis brazos envolver la

cintura de Robert y el viento comenzó a azotar mi cabello hacia atrás.

Inexplicablemente, sentí mi cabeza caer hasta que descansó contra

la espalda de la chaqueta de cuero de Robert. Inhalé la esencia y me relajé,

cerrando mis ojos a todo y disfrutando de este rato de calma, aunque sólo

fuera por un momento.

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11 Melodía

Traducido por Little Rose y mariaozuna

Corregido por Angeles Rangel

ramos once en esa sala de espera en emergencias, siete

de un lado, cuatro del otro, como dos ejércitos guerreros

separados por una pared invisible. Sean le había vuelto

a relatar la historia a sus padres y hermanos mayores con lujo de detalles,

e intenté mi mejor esfuerzo en mezclarme con los muebles mientras siete

pares de ojos me lanzaban dardos, sintiendo tanta ira y frustración en el

aire a mi alrededor que me costaba respirar.

Cuando una enfermera vino con papeleo para que los padres de

Stacy llenaran, suspiré aliviada; que ya no hubiera dos pares de ojos

mirándome era como que me hubieran quitado un peso de veinte kilos del

pecho, y observé mientras los hermanos de Stacy comenzaban a moverse

en sus asientos, aburridos de mirarme enojados con la esperanza de que

me fuera.

Cuando la enfermera se alejó, sus zuecos de hospital se deslizaron

con su distintivo chirrido en el piso de linóleo, y un rostro familiar apareció

para hablar con la familia de Stacy. Su sonrisa era cálida, su tranquilidad

aplastante mientras explicaba en voz baja que Stacy se había desmayado

por el agotamiento y la deshidratación. Bajó el tono para susurrarle

confidencialmente a sus padres que ella admitió haber estado haciendo

más actividad física de la necesaria, y que no había dormido mucho la

noche anterior, lo que llevó al agotamiento, lo cual disminuyó

significativamente su apetito, llevando a ataques de náuseas que

terminaron en la deshidratación.

É

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Las últimas líneas sellaron la opinión de la familia Kim sobre mí

cuando el doctor dijo gravemente:

—Con todas las pruebas y los procedimientos que ha tenido que

soportar los últimos meses, sin mencionar los exámenes y la graduación,

ha pasado por mucho estrés y esto sólo ha exacerbado la situación.

Sugiero que mantengan el estrés en su casa al mínimo por los próximos

días, y minimicen todo lo que pueda molestarla.

Como si se hubieran coordinado, siete pares de ojos volvieron a

mirarme como si tuviera cuernos de diablos en mi frente, y desvié la

mirada, avergonzada. Una mano se estiró para cubrir la mía, ofreciendo

apoyo y consuelo. La seguí hasta Robert, quien estaba mirando a los Kim,

con el rostro rígido.

Entrelacé sus dedos con los míos y le sonreí cuando los suyos se

adaptaron con una facilidad familiar. Él miró a los hermanos de Stacy,

pasando por Sean, y lo vi fruncir el ceño frustrado por lo que sea que

encontró en la mente de Sean.

Inclinó a un lado la cabeza, más cerca de la mía, y sentí las

palabras pasar de su cabeza a la mía propia, como agua cayendo de la

canilla a un vaso.

Está anormalmente enojado, pero tiene la ira mal canalizada. Se

siente más cercano a Stacy por su unión en el útero, y se siente culpable

porque está sano y ella no. No sabe cómo expresar esto sin enfurecerse. Es

difícil sentir algo más que lástima por él cuando veo qué tan angustiado está

por lo que te dijo.

Mi concentración fue a los otros hermanos de Stacy y vi la mirada

de simpatía en sus rostros mientras miraban a sus padres recibir todas las

instrucciones para cuidar de ella. El papeleo interminable seguía

apareciendo, entregado a ellos por una enfermera tras otra; esto fue

seguido por varias bolsitas blancas con medicamentos.

Una hora más tarde Stacy apareció, guiada por el Dr. Ambrose. Él

me sonrió dolorosamente y asintió en reconocimiento de Robert. Le sonreí

a medias, y miré a Stacy, sorprendida por su apariencia enfermiza. Había

palidecido mucho, haciendo que su piel pareciera de cera.

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—Va a necesitar mucho descanso, y nada de visitas —insistió él—.

No debería haber efectos duraderos si minimiza las actividades por un

tiempo.

Stacy levantó la cabeza ante esto y preguntó débilmente:

—¿Qué hay de la escuela?

—¡Sun-hi! —oí sisear a su madre, y Stacy se dio vuelta para

enfrentarla, con los ojos entrecerrados de furia.

—No voy a dejar de vivir, mamá. Ya te lo he dicho. No tengo mucho

tiempo. ¿Quieres que lo pase viviendo como yo quiero o simplemente

subsistiendo?

El Dr. Ambrose chasqueó la lengua desaprobatoriamente y puso

una mano en el hombro de Stacy, con la mirada molesta en la familia de

ella.

—Esto es exactamente de lo que les hablaba, Sr. y Sra. Kim. Stacy

necesita su apoyo, no sus reproches.

Stacy se hundió deprimida en la silla de ruedas, poniendo la cabeza

en una mano.

—No importa lo que les diga, doctor. A mi madre no le importa lo

que quiero ni lo que necesito. Sólo le importa lo que piensen sus amigos,

en dónde entro en la escala social de sus hijas. Siempre y cuando cumpla

sus expectativas, no importará lo que me ocurra.

Un jadeo, seguido por varias voces hablando en diferentes idiomas

llenó la habitación. El padre y la madre de Stacy comenzaron a gritarle al

Dr. Ambrose mientras sus hermanos se ponían de pie y les gritaban para

que oyeran sus opiniones.

Entre el lío que armaron, Stacy yacía desolada, con el rostro

hundido, el cuerpo derrotado. Miré a Lark quien no tuvo que mirarme para

saber lo que pensaba. La mano de Robert aferró la mía con más fuerza, y

esperé pacientemente mientras Graham se ponía de pie y comenzaba a ir a

la salida. Lark permaneció sentada hasta que los gritos se acaloraron.

Luego se hubo ido.

Igual que Stacy.

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Robert apretó mi mano en advertencia, y luego me sentí siendo

levantada, un movimiento tan suave que de no haber sido por los borrones

de color en mí entorno fundiéndose como una pintura impresionista,

habría creído que todo seguía a ritmo normal.

El agarre que Robert tenía en mí era suave pero seguro, y

abrumadoramente protector mientras las luces fluorescentes daban paso

al verdadero sol, el viciado aire desinfectado desapareciendo en la brisa del

césped recién cortado y las flores de primavera.

Todo terminó demasiado pronto, antes de lo que me habría gustado

admitir que quería, y mis pies pronto estuvieron en el suelo, rodeados por

el ambiente de la casa de Robert.

—Llegarán en diez minutos —dijo suavemente mientras me

ayudaba a sentarme—. Vienen en el auto de Graham, así que, supongo

que eso es algo bueno.

Sentí una sonrisa en mis labios y me di vuelta para que no la viera.

—Diría que veinte entonces, treinta si se da cuenta que tiene

hambre.

Una risilla presionó con más fuerza mis labios y sentí una

intranquilidad rara al respecto.

—Grace, está bien. No estamos aquí por nosotros. ¿Podríamos

simplemente concentrarnos en Stacy?

Asentí y me pregunté por qué de repente estaba tan decepcionada.

No tuve mucho tiempo para ello, sin embargo, cuando el ruido de algo

viniendo nos llamó la atención. Robert fue a la puerta, un movimiento tan

rápido que parecía haberse desvanecido para aparecer a tres metros de mí.

Movió la cortina que tapaba el panel de vidrio y sonrió ampliamente por lo

que vio.

Abrió la puerta y entraron Lark y Graham; Lark llevando en sus

brazos a una agotada Stacy.

—Voy a ponerla en mi habitación —nos informó mientras pasaba a

nuestro lado camino a las escaleras.

Los ojos de Graham fueron a la puerta, al vehículo aún encendido

que estaba afuera. Mordió su labio inferior mientras veía a su auto

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tambalearse y ronronear mientras moría como un animal mecánico. Vi que

se le hundían los hombros lentamente, mientras el auto crujía una última

vez hasta quedar en silencio. Caminé hacia él, envolviendo mi brazo por su

cintura y abrazándolo reconfortantemente.

—No quería presionarla. Sabía que no sería capaz de soportarlo —

gruñó, tan dolido que uno pensaría que perdió a un familiar o algo así—.

Lark insistió en conducir, y luego se limitó a empujar. Fue demasiado para

Skylark, y ahora se ha ido.

Lo abracé y sacudí la cabeza ante el cadáver de metal.

—Fue un buen auto y murió ayudando a un buen amigo.

—Voy a extrañarla.

—Yo también.

El cuerpo de Graham comenzó a sacudirse con su risa.

—Sonamos como idiotas.

Asentí estando de acuerdo.

—Sí, lo hacemos. Ven, mi amigo idiota. Vamos a ver cómo le va a

Stacy.

Robert, Graham y yo subimos las escaleras y esperamos

pacientemente fuera de la habitación mientras Lark dejaba a Stacy

cuidadosamente sobre el colorido acolchado, acomodando las almohadas

alrededor y debajo de la cabeza de Stacy para que estuviera cómoda y

semi-sentada.

—Gracias, Lark —murmuró débilmente—. Gracias, chicos —dijo,

viéndonos apiñados en el umbral.

Lark se sentó en una esquina de la cama y acarició a su alrededor,

su mirada viajando a Graham y a mí. Ambos lo entendimos y nos

acercamos, Graham rodeando la cama para sentarse junto a Lark,

mientras yo me sentaba más cerca de Stacy, sosteniendo su mano con las

mías en súplica.

—¿Necesitas algo? —preguntó Lark, con líneas de preocupación

dibujadas en su frente.

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—Me gustaría algo de agua —graznó Stacy. Lark sonrió y se salió

de la habitación, con el rostro en una peculiar sonrisa.

Graham se acercó a Stacy tan pronto Lark se fue del cuarto y tomó

su mano, su rostro divertido por el cambio de roles.

—Nunca pensé que habría un día que no temería sostener tu mano,

pero al menos por hoy, aquí me tienes.

Una risita emergió de sus labios mientras sacudía la cabeza.

—Espera hasta mañana.

—Oh, no lo dudo. Sólo asegúrate de que pueda correr primero —rió

Graham.

La mirada de Stacy pasó a la mía y vi un destello de algo: ¿ira?,

¿resentimiento? Pero se desvaneció cuando vio a Robert a mi lado.

—Lark me contó lo que dijo Sean. Lamento eso, Grace —dijo, con la

voz ronca—. Puede ser un imbécil a veces, quiero que sepas que no es tu

culpa. Estuve trabajando de más los últimos días, intentando aumentar mi

aguante; supongo que me pasé un poco.

—¿Por qué? —Me oí preguntar mientras notaba lo delgada que

estaba Stacy. Sus brazos parecían palillos con piel saliendo de su torso, y

me sentí avergonzada cuando comparé su figura con la mía, nuestros

cuerpos similarmente demacrados, aunque el mío había sido por elección

propia mientras el de ella no tuvo otra opción.

—Te lo dije. Debo cuidar de ti. Erica no será expulsada a tan poco

de la graduación y fui demasiado lenta la última vez… me atrapó por

sorpresa y podrías haberte roto el cuello con esa caída. —La lista de

razones sólo añadió más culpa a la que estaba sintiendo, y sabía que un

poco más y me rompería a llorar en el piso.

—Stacy, tienes que preocuparte por ti misma. He accedido a que

Robert me siga todo el tiempo, y hasta ahora todo está bien, ¿de acuerdo?

Nada realmente malo ha ocurrido, por lo que Lark hizo bien en sugerirme

que me quedara, sólo que, no lo hizo en decirme que no te dijera.

—Espera, ¿cómo que nada realmente malo ha ocurrido? ¿Qué cosa

mala ocurrió?

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Graham me lanzó una mirada de advertencia antes de contar con

todos los detalles lo ocurrido en el baño. Su rostro expresaba el disgusto

que sentía al describir lo que había sido escrito en la parte trasera de la

nota de Robert, y vi el color de Stacy volver a su rostro por la ira.

—Esto es malo, Grace —dijo agitadamente—. Esto es muy malo.

—Finalmente, alguien tiene sentido —aplaudió Graham—. Yo digo

que es Sam, pero todos insisten en que no es por su caligrafía o algo así.

Me retorcí, dándome vuelta para enfrentar la puerta, y conté.

Cuando llegué a trescientos, miré a Robert ansiosamente. Ya había

descubierto lo que me tenía tan preocupada y su rostro se tensó mientras

rebuscaba, aunque su cuerpo seguía justo a mi lado.

Lo vi inclinar muy ligeramente la cabeza, fruncir el ceño, gesto

seguido por una breve sonrisa que fue reemplazada por un gran ceño

fruncido y una línea tensa. Esta alteración rápida de cambios de humores

ocurrió en un simple segundo, aunque pude verlos todos y apreciar cada

uno mientras escuchaba los pensamientos que llenaban la mente de su

hermana.

—¿Robert? —lo llamé. Se sentía tan raro, tan… extraño el hacerlo

después de no haber pronunciado su nombre a propósito por las últimas

semanas, pero también se sintió increíblemente bienvenido, reconfortante.

—Está pasando —dijo en voz alta. Su mirada se fijó en la mía y

ausentemente estiré la mano, la suya cubriéndola rápidamente. Fue una

ola que me golpeó, una ola de información e imágenes que me

bombardearon intensamente. Me sacudí, y Robert rápidamente presionó

mi cuerpo contra el suyo mientras veía lo que él estaba viendo.

El rostro de Lark al oír un sonido desconocido, ninguno que se le

ocurriera o recordara; su lucha contra ello mientras intentaba

concentrarse en tomar un vaso del aparador; su cuerpo tensándose por la

insistencia del sonido demandando en ser escuchado; reconocimiento: esto

llenó mi visión.

Su cabeza se levantó, hacia el techo —no, no el techo, hacia el

cielo— y sonrió. La parte trasera de su camiseta se abultó con intensión, y

abrí mi boca sorprendida mientras sus alas salían por el material,

deslizándose por la tela como plumas filosas. Cerró los ojos y sonrió, su

rostro con una expresión de delicia, y fue difícil no hacer lo mismo.

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Fue con esa misma sonrisa que apareció en la habitación, la visión

en mi cabeza mezclándose con la de mis ojos, dos perspectivas

fundiéndose en una.

—Ha venido —dijo sin aliento—. Mi llamado ha venido.

Graham se puso de pie y se apresuró junto a Lark, sus manos

cerniéndose en los brazos de ella, dudando tocarla por algún motivo.

—¡Eso es genial!

Stacy se impulsó hacia delante y sonrió complacida.

—¡Completamente genial!

—Ni siquiera sabía lo que era… no lo reconocí, no esperé que

sonara de esa forma —comenzó Lark. Levantó los brazos para cruzarlos

detrás del cuello de Graham mientras tiraba de él y presionaba sus labios

con los suyos.

Sabía que debía haber apartado la mirada, pero no pude. Jugué el

papel de voyeur mientras los veía abrazarse en tranquila celebración, y

supe que no era la única.

Stacy arrulló la escena delante de nosotros, incluso yendo tan lejos

como para aplaudir.

Robert, por otro lado, ahumado bajo su calma exterior. Sabía que

Stacy no podía verlo, y Graham definitivamente no era consciente del calor

creciente que se formaba dentro de Robert, pero yo lo vi. En contra de mis

mejores esfuerzos, me había vuelto mucho más en sintonía con él de lo

que me hubiera gustado, y sentía sus emociones casi más fácil de lo que

podría detectar las mías.

Mis pensamientos fueron suficientes para distraerlo. Su mirada

firme se dirigió a la mía, y me sentí casi atrapada en ella mientras él

rebuscaba en mi interior. Pude ver las manchas brillantes de platino en el

mercurio líquido de sus irises y juro que si no miraba hacia otro lado

pronto, caería en ellos y me ahogaría... pero qué manera de morir.

—Me tengo que ir —dijo Lark, rompiendo la unión entre Robert y

yo, y pronuncié una maldición y una oración de agradecimiento al mismo

tiempo.

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—Espera, ¿qué quieres decir, con que tienes que irte? —le preguntó

Graham, molesto—. ¿Ir a dónde?

—Oh, Graham —se lamentó mientras acunaba su rostro en una de

sus pequeñas manos, la otra sostenida ferozmente entre las suyas—. No

pensé que esto fuera a suceder tan pronto. Pensé que tendría más tiempo

contigo antes que esto sucediera; me tengo que ir... para allá arriba… —

señaló con un solo dedo—, para hablar con los Serafines, conocer la

historia completa de mi especie, y aprender acerca de lo que realmente

consiste mi llamado.

La cabeza de Graham se balanceó con cada palabra, pero estaba

claro que él no entendía lo que quería decir.

—Entonces te irás por… ¿qué? ¿Un par de días, una semana?

Ella sacudió la cabeza lentamente, dolorosamente.

—No sé. No puedo darte una respuesta honesta, porque no hay

forma de saberlo.

Se dio la vuelta para hacer frente a Stacy y su rostro se hundió aún

más con la depresión lentamente creciente.

—Stacy, no me esperaba que esto sucediera, no sabía. ¡No puedo

creer que vaya a dejarte así! —Se acercó a ella y se sentó a su lado,

ajustando su cuerpo de modo que sus alas rozara contra el lado de la

cama.

Stacy le dirigió una sonrisa abrumada y le dio un golpe suave en la

rodilla.

—No me vas a dejar como cualquier cosa. Voy a estar bien. No es el

cáncer lo que me noqueó el día de hoy, fue mi propia obstinación. Voy a

aflojar con el ejercicio y tan pronto como la náusea desaparezca, voy a

empezar a comer como Graham.

—Oh, no hagas eso, Stacy —se río en voz baja Lark—. Vas a

terminar pareciéndote a un dirigible, y no serás capaz de caber en tu

vestido de graduación.

—¿Graduación?

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Lark nos miró a Stacy y a mí, y su frente se surcó con preguntas

frustradas.

—Sí, graduación. Han pensado en ello, ¿verdad? ¡Está a menos de

un mes!

Stacy y yo negamos con la cabeza.

—Estás por ir a cumplir tu destino, algo que has esperado cinco

siglos, ¿y estás preocupada acerca de mi vestido de graduación? —le

preguntó Stacy, desconcertada—. Tus prioridades son algo asimétricas,

¿no te parece?

—Creo que ambas hemos estado demasiado preocupadas con otras

cosas para considerar siquiera la fiesta de graduación, Lark —le expresé,

la cabeza llena de nuevas ideas y nuevas inquietudes—. Nunca pensé en ir

de todos modos.

—Bueno, ¿por qué diablos no? —protestó Lark—. ¡Es el baile de

graduación! Sólo tienes una oportunidad de disfrutarlo… Bueno, si eres un

ser humano, sólo tienes una oportunidad de disfrutar todo… ¿Por qué no

ir?

Robert se acercó a su hermana y la miró determinadamente.

—Lark, es hora de irse. Están esperando por ti.

—No, no me voy hasta que consiga una respuesta de por qué no

van al baile. Esto se supone que es un evento significativo en la vida de

toda chica humana y ustedes dos están intencionalmente perdiéndola por

razones desconocidas —argumentó, sus alas temblando de agitación.

—Bueno, no tengo una cita así que ahí tienes —dijo Stacy

fácilmente.

—Odio los vestidos —fue mi respuesta.

Lark alzó las manos derrotada y se dio la vuelta sobre sus talones.

—Bien. Pasen la noche más importante del año en casa, como dos

ancianas.

Graham sonrió como un tonto en su exasperación, con las manos

en los bolsillos mientras daba una patada en el suelo con timidez.

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—Yo ni siquiera sabía que estaba tan cerca, y ahora parece que no

voy a tener una cita, tampoco, y dado que no me gusta arreglarme casi

tanto como a Grace, creo que me voy a quedar en casa.

Una sonrisa divertida se arrastró por sus labios mientras Lark

miraba a Graham y su postura de apoyo. Se acercó a él y me di la vuelta,

sabiendo que el momento se había convertido repentinamente en muy

privado para su visualización. Stacy, también, volvió la cabeza,

encontrando algo muy interesante para mirar en la pared.

Un suave arrullo fue nuestra única pista de que alguien se nos

había sumado cuando Ameila apareció ante Lark, su mano presionada

sobre el corazón con orgullo.

Graham se alejó de ellos y vino a pararse a mi lado, mientras

Robert, Lark, y su madre permanecieron en un pequeño círculo, con las

cabezas inclinadas una hacia la otra, sus manos entrelazadas. Vi ondular

el cuerpo de Lark con diversión y levantó la vista para sonreír a Robert,

una sonrisa satisfecha que trajo una sonrisa a mis labios.

—Siempre fuiste el niño bueno, siempre el que hizo lo que se le

dijo, mientras yo era la oveja negra que se fugaba con el novio perdedor,

¿cómo se siente, Robert, saber que me costó un tercio de la cantidad de

tiempo que a ti el conseguir mis alas y mi llamado?

Robert se encogió de hombros, su rostro no mostrando ninguna

emoción.

—Me alegro de que por fin vayas a dar a mamá una razón para

estar orgullosa cuando mencione tu nombre, Lark.

A pesar de la animosidad que dio a entender en sus palabras, su

rostro lo decía todo en cuanto al intenso apego entre ellos. Los envidiaba;

no podía evitarlo.

—¿Ambos vienen conmigo? —les preguntó Lark, su voz temblorosa

de repente con los nervios.

—Sólo yo voy a ir. Alguien tiene que quedarse aquí para cuidar de

Grace —respondió Ameila.

Asintiendo en comprensión, Lark se volvió para mirarnos una vez

más, con una sonrisa de orgullo en su rostro.

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—Los veré a todos más tarde.

Y sin decir una palabra más, tanto ella como Ameila se habían ido,

su salida fue tan rápida que era difícil discernir hasta qué punto se habían

ido. Graham se acercó a la ventana y miró fuera, levantando su mirada,

sus ojos brillando con lágrimas no derramadas.

Stacy se miró las manos en su regazo mientras jugueteaba con el

edredón, unas gotas visibles de humedad en los bordes de sus pulgares.

Los ojos de Robert estaban cerrados, viendo el viaje de su hermana

detrás de sus párpados cerrados.

Y yo permanecí lejos de todo, la salida de Lark causando un

desorden confuso de felicidad y dolor dentro de mí. Era doloroso ver esos

rostros angustiados entre la gente que amaba tanto, sabiendo que sin

importar lo que cualquiera de nosotros sintiéramos, esto no era más que

un juego de espera para ser jugado entre nosotros.

Sería más duro para Graham, por supuesto, ya que él no entendía

muy bien lo que estaba sucediendo realmente, por mucho que no me había

dado cuenta. Quería asegurarle que ella volvería a él sin cambios, pero

sabía que no sería posible sin mentir. Sin embargo, no me preocuparía por

él. Tenía suficiente fe en sus sentimientos hacia ella para comprender y

perdonar cualquier cosa… me perdonó por haberle mentido, ¿no?

No, me preocupaba más por Stacy, quien había encontrado apoyo y

simpatía en Lark mientras que yo me había revolcado en mi propia

autocompasión. No podía pasar por alto el hecho de que había sido una

amiga horrible, teniendo en cuenta todas las cosas, y a pesar del gran

insulto, no podía culpar a la ira de Sean hacia mí. Había hecho daño a

Stacy emocionalmente, mientras que su cáncer la atacaba físicamente; yo

había hecho lo que el cáncer no pudo, y no había palabras para expresar

lo horrible que se sentía, pero ignoré esto.

Stacy me había dado su amistad cuando nadie más lo haría, y ya

no podía esquivar eso. Tuve que admitir ahora que había tenido miedo del

compromiso que requiere este tipo de amistad, miedo de lo que me costaría

si la relación se agriaba.

Pero esto no era sobre mí. Ese momento había pasado. Stacy

estaba muriendo y no había nada que pudiera hacer al respecto.

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Graham carraspeó y se secó los ojos con una mano cerrada.

—Uff. Me entró polvo en mis ojos. Lark tiene que aspirar este lugar

con más frecuencia.

Miré a Robert, con los ojos aún cerrados, su cuerpo inmóvil,

sumergido en la visión de bienvenida de su hermana.

—¿Quieres ir? —dije en voz alta.

Cuando levantó los párpados y su mirada gris brillante encontró la

mía, la cama me ofreció el apoyo que no estaba preparada para necesitar.

—Estoy exactamente donde quiero estar —respondió en voz baja.

—¿En la habitación de tu hermana? —murmuró Stacy mientras se

recostaba, hundiéndose en la montaña de almohadas.

Haciendo caso omiso de eso, una vez más, Robert cerró los ojos,

pero no antes de que él me sonriera, capaz de ver qué tan desconcertada

me había dejado por el silencio feroz que acechaba detrás de ellos.

—Oh, ¿qué voy a decir a mis padres? ¿Cómo voy a explicar esto? —

gimió Stacy mientras envolvía un brazo alrededor de un cojín de color

naranja brillante—. Probablemente están desesperados a estas alturas,

parecerá como si simplemente desaparecí y mi madre es una persona

supersticiosa, jurará que fui secuestrada por demonios.

—No, sólo nosotros —reflexionó Graham.

—Tus padres no están muy preocupados, Stacy. Han recibido una

explicación que es satisfactoria hasta cierto punto —la consoló Robert,

aunque no la miró—. Un automóvil llegará en una hora para llevarte a

casa, y un médico te acompañará para que no sea causa adicional de

preocupación de tus padres.

—¿Quieres decir que no se va a quedar aquí? —le pregunté, mi voz

sonó casi frenética en su desesperación por seguir cerca de ella.

—No es posible, Grace —suspiró Robert, sus ojos se abrieron—.

Tiene una familia esperando en casa, dos padres en cuestión que se

preocupan por su bienestar.

—Y yo no —murmuré mientras miraba al suelo.

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—Tu padre te ama como ningún otro padre jamás podría, Grace,

pero en el fondo sabe que estás a salvo, de lo contrario no habría permitido

que te quedaras en casa sin supervisión.

Fulminé con la mirada al suelo inmóvil y me encontré con sus

fallos, nudos y marcas que estropearon la superficie convirtiéndose en los

chivos expiatorios para mi ira en mi falta de respuesta. Él estaba en lo

cierto, no podía argumentar en contra de eso, y eso me enfureció.

—Grace, me encantaría quedarme aquí contigo y tener una fiesta

de pijamas extendida, pero aún yo sé que permanecer lejos de mis padres

después de lo ocurrido hoy no me va a hacer ningún bien. Será un milagro

si siquiera me permiten salir de la casa después de esto.

—Stacy, debes descansar un poco antes de que el auto llegue.

Tengo la sensación de que no conseguirás mucho más a partir de hoy.

Stacy asintió a las instrucciones de Robert y cerró sus ojos,

dejando fuera a todo el mundo a medida que rápidamente caía en un

sueño tranquilo.

Me acerqué a la ventana donde Graham permanecía de pie y apreté

mi mano contra el cristal de gran tamaño.

—Ella va a volver —le dije.

—¿Quién, Stacy? Por supuesto que volverá. Es demasiado

entrometida como para que sus padres la mantengan encadenada a su

cama.

Sentí que entorné mis ojos ante su comentario y pateé su espinilla

a la ligera, molesta.

—No, no Stacy; Lark va a volver, Graham. Robert regresó después

de un mes, por lo que podrías llegar a ir a la graduación, después de todo.

Su risa sonó más como una tos ahogada mientras procesaba ese

pensamiento.

—¿Sabes cómo supe que estábamos destinados a ser amigos,

Grace? —Cuando negué con la cabeza, sonrió y continuó—: Ni siquiera

pensé en el baile tampoco.

—¿En serio?

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Asintió y empezó a frotar la parte posterior de su cuello,

avergonzado por su falta de conciencia.

—Quiero decir, sí, el verano pasado, Erica habló de la fiesta y como

un idiota acordé que la llevaría, pero esa fue la última vez que incluso

pensé en ello. No estoy precisamente deseando llevar un traje de mono,

pero si eso significa que Lark va a volver, lo haría.

—No dudo que lo harías, Graham.

—¿Qué está haciendo? —preguntó en voz baja, mientras hacía una

seña a Robert con un tirón rápido de la barbilla—. Es como si estuviera

durmiendo la siesta o algo así.

—Sólo puedo imaginar que está viendo la bienvenida de Lark —le

contesté—. Probablemente está viendo la visión de Ameila, pero en

realidad viene de Lark.

—Entonces, ¿cómo supo Lark que se trataba de su tiempo? Quiero

decir, sé que escuchó algo, pero ¿qué? Pensé que tendría mucho más

tiempo para hacerle estas preguntas, ¿sabes? Ahora te estoy preguntando

como si tú lo supieras —dijo Graham con resignación—. Lo siento, Grace…

—Dios, no te disculpes, Graham —lo corté—. Necesitas saber estas

cosas si vas a estar con Lark —le expresé con el mayor tono de aliento que

fui capaz de reunir; era difícil, sin embargo, el temor racional de lo

irracional de él haciéndose daño poco a poco empujándose al frente de mis

pensamientos.

La voz de Robert me sorprendió cuando empezó a hablar, sus ojos

se abrieron y se concentró en nosotros dos, su postura suelta, su rostro

relajado.

—Cuando un ángel escucha su llamado, es una canción destinada

sólo para ellos. Escuchan en ella el propósito de su nacimiento, la historia

detrás de la posición que toman entre aquellos que han ascendido antes

que ellos, y el futuro que ayudarán a asegurar mediante el cumplimiento

de su destino. Todo se reproduce en una melodía de las voces de aquellos

que vinieron antes que ellos. Un día, otro ángel recibirá el mismo llamado,

y él o ella escuchará la voz de Lark entre el canto los demás.

—¿Y qué es lo que escuchó? —preguntó Graham, su rostro

marcado con curiosidad—. ¿Qué está diciéndole su llamado?

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—No puedo decirte eso, Graham… su llamado es suyo para

compartir o no.

—Bueno, ¿puedes decirme al menos si tengo que ir a alquilar un

traje de mono o no?

Los ojos de Robert se cerraron y negó con la cabeza. —No parece

así.

Una mezcla de alivio y decepción cruzó el rostro de Graham cuando

se apoyó en la pared.

—Bueno, eso lo responde, supongo.

Le sonreí y sacudí mi cabeza. —Ya compraste uno, ¿cierto?

—Sí —contestó él, mirando a otro lado mientras se frotaba los ojos.

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12 Una Pregunta

Traducido por Areli97

Corregido por Angeles Rangel

omo había esperado, una vez que dejamos a Stacy en su

casa, se volvió casi imposible contactarla. Las llamadas

telefónicas siempre habían sido difíciles con su madre

desaprobándolas antes de cierta hora, pero ahora no se les permitía,

punto. Para agregar al casi encierro, cuando finalmente le permitieron

volver a la escuela, fue bajo la estricta supervisión de su hermano, Sean.

Era llevada precisamente un minuto antes de que sonara la campana del

principio de clases, e inmediatamente después de que la última clase

hubiera terminado, Sean la estaba arrastrando de vuelta a su auto.

Stacy admitió que sus padres trataron de cambiar su horario de

clases para que así no estuviéramos en ninguna clase juntas, pero con el

final del año escolar tan próximo, fue imposible. En cambio, Sean la

escoltaba hacia cada clase, saltándose por completo al salón de asesorías

para sentarse junto a Stacy y prevenir que tuviéramos cualquier tipo de

conversación normal.

Solamente durante el tercer período fuimos capaces finalmente de

discutir lo que había estado pasando desde su colapso y Lark recibiendo

su llamado.

—La peor cosa acerca de todo esto es que el doctor que viene a mi

casa cada dos días para revisarme, está de acuerdo con cada cosa que

dicen mis padres. Podría matar a Robert por eso —se quejó, golpeando la

mesa con el puño.

C

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—Robert sólo estaba haciendo lo que pensaba que era mejor —

discutí.

—Oh, mira quién decidió deducirlo un par de semanas demasiado

tarde —replicó mientras sacudía la cabeza—. Sé que estaba pensando en

mi salud, Grace. Tengo cáncer, ¿recuerdas? No Alzheimer.

—Lo siento —murmuré—. El Dr. Ambrose no es tan malo, ¿cierto?

—¿El Dr. Ambrose? ¿Ese es su nombre? Sigue diciendo que le diga

Dr. Bro por alguna razón, pero creo que me gusta el Dr. Ambrose mucho

más. ¿Cómo sabes su nombre?

—Es una larga historia, que no creo que te pueda contar en

únicamente en el tercer período —dije suavemente—. Pero sé que es un

buen sujeto, una vez que te acostumbras a sus… peculiaridades.

—Oh, ¿te refieres a cómo siempre usa guantes, y cómo sólo lava

sus manos en agua helada?

—Uh… sí —concordé, mirando hacia otro lado nerviosamente antes

de que viera la mentira en mis ojos.

—De cualquier modo, dile a Robert que aprecio su ayuda y haz que

le diga al Dr. Bro que le diga a mis padres que estoy bien. He pasado los

últimos tres días en casa, escuchando telenovelas Coreanas y con mi

madre haciendo miserable a mi padre con sus quejas sobre mí… si no

consigo un respiro pronto, tal vez me vea forzada a tomar medidas

drásticas.

—Como…

—Como empapelar la cocina con todas las porno de mi hermano, y

quizás algunas de mi papá, o esconder algo de kim chi debajo de los

cojines del sofá. ¡No sé, Grace! ¡Soy prisionera en mi propia casa! Ni

siquiera puedo hablarte durante las horas de escuela sin Sean el Guardián

parado cerca, listo para empezar a maldecirte en el único Coreano que

sabe, ese asqueroso pedazo de mie…

—Está bien —dije, riendo—. Lo capto. Hablaré con Robert acerca de

esto.

—Gracias —dijo, su risa uniéndose a la mía—. Entonces, ¿ustedes

dos están en términos de hablarse de nuevo?

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—Es difícil no hacerlo dado que estoy bastante encerrada en su

casa —repliqué, la risa muriendo en mi garganta.

—Eso supuse. También eres prácticamente una prisionera, ¿eh?

Atrapada en una casa con alguien con quien prefieres ni siquiera hablarte,

un ángel loco queriendo matarte, Erica acosándote, y ahora mi hermano

tratando de que no tengamos una conversación decente. Si no fuera por

todo este asunto de morirse, te preguntaría si quieres intercambiar vidas.

—Desde que tengo esa cosa de “un ángel loco queriendo matarme”

colgando sobre mi cabeza, creo que estamos más o menos en el mismo

bote. —Un sonido de detrás de las estanterías me hizo callarme más

pronto de lo que tenía planeado, y empujé mi asiento hacía atrás para

echar un vistazo, inclinándome en las dos patas traseras de la silla.

—¿Qué es? —siseó Stacy.

—Alguien ha estado escuchando —susurré mientras apuntaba a la

estantería.

Asintió entendiendo y se paró lentamente, cubriéndonos las

espaldas y dirigiéndose en la dirección contraria.

Cuando alcanzó el final, con un acuerdo silencioso, nos lanzamos

hacia delante; Stacy en sus pies, yo en mi espalda después de caer de la

silla y aterrizar boca abajo sobre el suelo.

—Uh… hola, Grace.

Levanté la vista hacia la cara sonrojada de Shawn y gemí ante las

probabilidades si escuchó algo que no debía. Parecía que sabía

exactamente qué estaba pensando y empezó a sacudir su cabeza

vigorosamente negando lo que todavía no lo había acusado de hacer.

—Estaba tratando de encontrarte; sabía que tenías el tercer período

libre y deduje que si estabas en algún lugar, sería aquí, así que pregunté

en el frente y me apuntaron aquí atrás —se precipitó a decir, sus ojos

lanzándose de Stacy a mí, sus manos apretándose nerviosamente contra

las piernas de su pantalón como si lo estuviera fortaleciendo de alguna

manera.

—¿Qué quieres, Shawn? —le pregunté calmadamente, no quería

llevarlo a un tartamudeo completo.

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—No quiero exceder mis límites —empezó, el sudor empezando a

gotear de su frente.

—No te preocupes —le dije con una sonrisa forzada—. No hay nada

que puedas decir que pueda hacerme pensar eso. Créeme.

—Bueno, me he estado preguntando si tú y Robert siguen juntos.

Verás, los he estado viendo a los dos y las cosas no parecen ir muy bien, si

sabes lo que quiero decir.

—Sé lo que quieres decir, y la respuesta es no, Shawn. No lo

estamos, pero no entiendo cómo eso es de tu incumbencia. —Mi voz vaciló

mientras las palabras pasaban por mi lengua.

—Está bien entonces, bueno, eso hace esta próxima parte más

fácil. —Se hinchó mientras tomaba una respiración alentadora; casi

demasiado cuando empezó a toser por el estiramiento excesivo de sus

pulmones y pecho, luego me sonrió, sus hombros hacia atrás y su cabeza

en alto orgullosamente—. Grace, quería saber si te gustaría ir al baile de

graduación conmigo.

—Yo-yo...

Lo miré fijamente, asombrada. Sólo podía emitir sonidos

ininteligibles mientras trataba de averiguar por qué había pensado en mí

para preguntar. El aspecto ansioso de su cara no ayudaba a acercarme a

la respuesta.

—Oye, ¿no tienes novia? —preguntó Stacy, finalmente hablando.

Se dio la vuelta y sonrió, una sonrisa triste que fue rápidamente

remplazada por una más peculiar.

—Bueno, tenía, pero decidió que los finales eran más importantes

que el baile de graduación así que obtuve dos boletos para el baile y

ninguna cita. Sé que probablemente pienses que estoy muy fuera de tu

liga, pero…

Lo corté abruptamente.

—¿Qué yo pienso que estás fuera de mi liga? ¿Quién te dio esa idea

tan loca?

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—Bueno, mira a tus amigos: sales con Lark y Stacy; tu mejor amigo

es Graham Hasselbeck. ¡Salías con Robert Bellegarde, por amor de Dios!

Es una caída bastante grande ir de eso al Chico Salsa. —Su cara se

sonrojó de vergüenza, la primera vez que había visto tal cosa en él, y

repentinamente me sentí apenada.

—Shawn, no sé de dónde sacaste la idea que de alguna manera

pensaras que soy mejor que cualquiera, pero tengo que decirte, no creo

que estés fuera de mi liga. No tengo u-una liga, punto. Sí, Graham y yo

somos amigos, pero hemos sido amigos desde que teníamos dientes de

leche, somos vecinos; es como una ley que seamos amigos, ¿sabes?

»En cuanto a Robert… eso fue una casualidad. Yo soy la que está

fuera de su liga… Muy, muy, muy fuera de su liga. Es sólo… nunca pensé

en ir al baile, y no soy el tipo de persona de usar un vestido.

Sonrió, el orgullo inflándose en él.

—Entonces ¿eso quiere decir que soy la primera persona en

preguntártelo?

Mis cejas se juntaron mientras asentía, insegura de hacia dónde se

dirigía con esto.

—Bueno, entonces si te pido que vayas conmigo al baile y te digo

que puedes usar lo que quieras, ¿irías conmigo?

Miré a Stacy, mis ojos ampliándose en una pista abierta para que

me diera algún tipo de asesoramiento, pero estaba demasiado ocupada

observando sus uñas —uñas de las que nunca antes pareció preocuparse,

uñas que estaban masticadas tanto que sería más probable que te

rasguñara con los callos de sus nudillos— para incluso seguirme la

corriente con una respuesta.

Cuando mi mirada regresó a Shawn y vi el aspecto esperanzado de

su cara, no tuve corazón para decepcionarlo. Suspirando con una

profunda resignación, asentí de una manera poco entusiasta, tan

superficial fue el movimiento que dudé haberlo hecho hasta que tomó mi

mano y empezó a sacudirla, aplaudiéndola contra la suya varias veces

antes de darme un saludo militar y una reverencia que llevó su cabeza tan

cerca del suelo, que temí que se estampará contra el embaldosado.

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—Gracias, Grace —canturreó mientras se daba la vuelta para irse—

. Te prometo que no te arrepentirás de esto.

—Oh, pero tal vez tú lo hagas —masculló Stacy detrás de mí,

repentinamente perdiendo el interés en sus manos, sus brazos, o cualquier

otra extremidad mientras observaba a Shawn pasearse por las hileras de

libros hacia la salida.

—¿Qué se supone que significa eso?

La mirada que me dio me dijo sólo cuán estupefacta estaba, y me

senté, intrigada por su reacción.

—Grace, acabas de aceptar ir al baile de graduación con Shawn

Bing. ¿Sabes lo que la gente asumirá cuando lo descubra? ¿Cuándo te

vean?

—Sí, que Robert me dejó y que Shawn es mi cita de despecho —

repliqué ásperamente.

—¿Y qué pensará Robert?

Descarté su pregunta con una rápida sacudida de mi mano.

—Él puede leer mentes, ¿recuerdas? Shawn no está interesado en

mí, no realmente. Y ciertamente no estoy interesada en él de ese modo

tampoco, entonces, ¿a quién le importa? Además, ¡ahora tienes una razón

para ir al baile también!

—Y qué razón sería esa, porque déjame decirte, con el fin de que

vaya al baile, por el modo en el que van las cosas en casa tendría que ser

con un chico Coreano pre-medicado cuyos padres sean más ricos que el

promedio nacional.

—Puedes ir con Graham —contesté simplemente—. Lark no irá, y

sé que de hecho tiene un esmoquin escondido en algún lugar sólo para

esta ocasión.

La mirada en el rostro de Stacy no tuvo precio mientras empezaba

a tomar en cuenta la sugerencia.

—Bueno, esa es una nueva. Yo ir al baile de graduación con mi ex-

novio que ahora está saliendo con mi mejor amiga. Eso va a cabrear a mis

padres, eso es seguro, y probablemente termine siendo encadenada a la

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cama hasta que el cáncer se apropie de mí o cometa suicidio por kim chi.

De cualquier forma, supongo que eso funciona para un muy buen epitafio.

—Esa es una manera de verlo —dije, no viendo exactamente el lado

divertido de su mórbida respuesta—. Así que eso es todo. Tú irás con

Graham y yo iré con Sal…eh, Shawn.

—¿Graham sabe que va a ir al baile? —preguntó Stacy mientras

empezaba a recoger sus cosas.

—Lo hará, tan pronto como suene la campana —dije, sonriendo.

—Bueno, supongo que debería estar contenta de que estaré

jugando el rol de presa por las próximas tres horas y media entonces —se

rió—. Cuando se lo digas a Graham, por favor asegúrate de que sepa que

esto fue tu idea y no mía.

—Oh, gracias —bromeé—. Qué manera de cubrir mi espalda.

El gorjeo de la campana se hizo eco en la biblioteca y Stacy sonrió

casi maniáticamente.

—Creo que observaré esto desde el fondo de la cafetería ahora que

lo pienso. Oh, esto va a ser divertido… tú tratando de convencer a Graham

que me llevé al baile.

Poniéndome de pie, repentinamente sentí una burbuja de miedo

crecer en mi estómago.

—Tal vez esperaré hasta que termine la escuela.

—Oh no, le vas a contar esto ahora mismo.

Stacy haló mi brazo, arrastrándome hacia la salida con un brillo

alegre en sus ojos. Eso me asustó más que la posible reacción de Graham.

—¿Qué hay de Sean? Va a estar afuera y no creo que le guste

verme sugerir a Graham que te lleve al baile.

Para un intento de mantenerla alejada, fue débil. Stacy sonrió y

continuó jalándome a través de la biblioteca. Me empujó detrás de un

estante de referencia de libros y se apretujó a mi lado, un largo y delgado

dedo descansando sobre los labios para silenciarme.

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Me tomó menos de un minuto averiguar qué estaba haciendo

cuando vi a Sean pasarnos de largo, dirigiéndose a la parte trasera de la

biblioteca con tal propósito que pudo haber dejado profundas marcas en el

suelo por la fuerza.

—¡Ugh! —gruñí a medida que Stacy me tiraba rápidamente de

nuestro escondite y a través de la puerta de la biblioteca, casi estrellando

mi cabeza contra ella mientras la pasábamos.

—Date prisa… ¡quizás sólo tenga algunos minutos!

Corrimos por el pasillo, Stacy pasando expertamente a través del

espacio lleno de gente hasta llegar a la cafetería.

—Asqueroso, es día de estofado —gemí, llevando mi mano sobre mi

nariz y respirando a través de la manga de mi camisa.

—¡Ahí está! —Stacy me llevó a nuestra mesa habitual, una ancha

sonrisa formándose en su rostro, caricaturesca en tamaño, aterradora en

intención.

—¡Stacy! ¿Qué pasó, ya conseguiste la libertad condicional? —

vitoreó Graham, parándose para darle un rápido abrazo antes de ver la

forma en que sostenía mi brazo—. ¿Qué pasa? ¿Pasó algo?

Me sentí increíblemente irresponsable tan pronto como las líneas

de preocupación empezaron a formarse en su cara y sacudí mi cabeza.

—No, no pasó nada. Es sólo que... quería preguntarte algo —dije

lentamente. Cuando asintió, esperando mi pregunta, le lancé una mirada

rápida a Stacy, cuya sonrisa presumida no hizo nada para alentarme.

—Bueno, verás, Shawn Bing vino a la biblioteca y me pidió ir con él

al baile de graduación…

—¿El Chico Salsa te invitó al baile? —bramó Graham.

—Sí, lo hizo, y dije que sí —vino mi réplica, y le pegó como una

cachetada en la cara. Por lo menos, así era como se vio para mí cuando su

expresión divertida se convirtió instantáneamente en una que estaba cerca

de la histeria con miedo.

El agarre flojo de la mano de Stacy fue rápidamente remplazado

con el apretado de Graham. Me haló a un asiento y llevó su cabeza cerca

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de la mía cuando él, también, se sentó. Levantó la vista hacia Stacy y

luego de vuelta a mí, su voz una baja combinación de un siseo y un

susurró.

—¿Estás loca? ¿Sabes lo que Robert le hará a Shawn? ¡Viste lo que

me hizo a mí y todo lo que hice fue abrazarte!

—Primero que nada —empecé, mi voz tan baja como la de él, mi

enojo tan palpable—, Robert nunca me pidió que fuera con él al baile, y

dudo que tuviera intención alguna de hacerlo. Segundo, quiero que lleves a

Stacy al baile. Y tercero, con quien voy al baile de graduación no es asunto

tuyo.

—¿Por qué Robert te invitaría al baile? Rompiste con él,

¿recuerdas? Y odias usar vestidos… tienes que usar uno en el baile, Grace,

sólo en caso de que pensaras que podías ir con jeans y una camiseta. Es

como, la ley o algo así… ¿quieres que yo qué?

—Ella quiere que me lleves al baile —intervino Stacy.

—¿Por qué demonios debería hacer eso? —Graham se veía tan

confundido como yo me sentía de terrible—. Quiero decir, lo haré, pero

tiene que haber una buena razón. El baile de graduación no es barato, y si

voy a llevar a Stacy, voy a tener que rentar un guardaespaldas, o quizás

sólo a Robert, simplemente para evitar ser mutilado por sus hermanos, sin

mencionar sacar una póliza de seguro de vida para pagar mi funeral si

Robert dice que no.

—Deberías hacerlo porque es el baile de graduación. Deberías

hacerlo porque todos somos amigos, y quizás esta sea la última vez que

estemos todos juntos antes… bueno, sólo antes.

—Debo estar loco —gimió Graham—. Está bien. Llevaré a Stacy al

baile.

Me tomó un minuto reconocer que había aceptado, y luego grité

con emoción.

—Sí, siempre pareces hacer eso cuando todo el mundo se queda

callado —se rió, y me di cuenta con la cara roja de vergüenza que tenía

razón.

Cada ojo en la cafetería se había girado hacia mí.

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—Oh-oh —jadeé—. Problemas, Stacy.

—¿Qué? —Sus ojos se movieron para ver en la misma dirección que

los míos y una muy audible maldición escapó de sus labios antes de que

empezara a caminar lentamente hacia dos personas que parecían muy

enojadas de pie cerca de la salida lejana de la cafetería.

—¿No debería uno de nosotros ir y ayudarla? —murmuró Graham

en mi oído mientras veía los hombros de Stacy hundirse milímetro a

milímetro con cada paso.

—¿Y hacer qué? Son sus padres, Graham, y nos odian, ¿recuerdas?

Con una última mirada hacia nosotros, Stacy siguió a sus padres

fuera de la cafetería, viéndose mucho más pequeña de lo que era y eso me

enfadó, ver cuán derrotada se había vuelto y sabiendo que nada de ello era

debido al cáncer.

—Así que, ¿le vas a contar a Robert acerca del Chico Salsa o vas a

dejar que lo averigüe por su cuenta?

No quería contestar esa pregunta. Ni siquiera quería pensar acerca

de contestar esa pregunta.

—No tendrás que responder esa pregunta. ¡Hola, Robert! Eh… ¡era

tiempo de que aparecieras! —La voz de Graham sonaba chillona con

nerviosismo y miedo.

Miré el rostro de Graham y pude ver el reflejo de Robert en el verde

de sus ojos. Incluso a través de sus cristalinos esmeraldas, podía ver la

tristeza que se reflejaba ahí, sentirla como si fuera propia.

—¿Escuchaste? Voy a ir al baile con Stacy —dijo Graham en un

estallido de palabras, sus ojos pasando de los míos a los de Robert.

Permanecí inmóvil, incapaz de enfrentarlo.

—Lo sé. También sé que Shawn Bing le pidió a Grace ir al baile con

él. Es un buen hombre por preguntar, dado que yo no lo hice.

Me giré, con una pregunta propia ahora posada en la punta de mi

lengua. —¿Lo ibas a hacer? ¿Ibas a pedírmelo?

Sus ojos grises bajaron hacia mí, su rostro inerte mientras sacudía

la cabeza.

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—No, no lo iba a hacer.

Fue una respuesta brusca, una que había esperado, pero que no

tenía idea que doliera tanto oírla. Asentí y luego me giré hacia otro lado.

—Bueno, entonces supongo que es algo bueno que Shawn haya

preguntado.

—Sí, lo es.

Y luego sin otra palabra, Robert se dio la vuelta y se alejó. Graham

giró mi cuerpo para verlo alejarse, pero no pude. Mi cabeza colgó baja,

combinándose con mi ánimo.

—No estoy seguro de que esa haya sido una buena idea, Grace.

Cerré mis ojos y me hundí en una silla.

—¿No te has dado cuenta todavía que nada que salga de mi boca es

bueno, Graham?

Se sentó a mi lado y suspiró, su mano sujetando la mía.

—Eso no es del todo cierto, Grace. Es verdad en la mayor parte,

pero no completamente, y es esa pequeña parte en la que estás

equivocada, la que importa.

—Tú realmente sabes cómo reconfortar a una chica —bromeé—.

Metí la pata de nuevo, ¿verdad?

—No, no lo hiciste. Creo que es una buena idea, tú yendo al baile

con el Chico Salsa. Te dará una probada de lo que es salir con un humano

y te hará jurárnosla totalmente de por vida.

—¿Jurársela de por vida a qué, los humanos o los chicos?

Se rió entre dientes. —Sí.

El bullicio de los estudiantes en la cafetería amortiguó nuestra

conversación, y me sentí lo suficientemente reconfortada después de un

tiempo de apoyar mi cabeza en el hombro de Graham y hablar

suavemente.

—Así que, ¿por qué tú no me invitaste al baile, eh? ¿Por qué la

primera persona en invitarme al baile tenía que ser Shawn Bing?

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—Probablemente porque es inofensivo.

Una carcajada; esa risa rara que suena casi como si te estuvieras

ahogándote con tu propia saliva, salió de mi boca.

—Supongo que tienes razón. Aunque puedo decirte esto por mucho,

Graham. Nunca me imaginé yendo al baile de graduación, pero si lo

hubiera hecho, definitivamente no habría sido con el Chico Salsa.

—¿Con quién sería entonces?

No pude evitar que mi vista se levantara y mirara hacia la salida,

mis ojos esforzándose por ver más allá cada vez que la puerta se abría,

esperando un vistazo de mercurio.

—No lo sé…

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13 Hermana Mayor

Traducido por Carmen170796

Corregido por Lizzie

uince de abril. Esa era la fecha de parto de Janice. Tenía

la fecha marcada en el pequeño calendario que estaba

pegado en la tapa de adentro de mi carpeta, el pequeño

círculo rojo era un constante aviso de que pronto, sería responsable de

alguien más.

Aunque había llamado al hospital cada día, todavía no había ido de

visita, cosa que estaba segura Janice y papá se habían tomado personal

aunque ellos nunca lo mencionaban cuando hablábamos por teléfono. Las

visitas de papá a la casa siempre eran recibidas con un emocionado

Graham, quien había ensayado sus diferentes excusas tantas veces, que

algunas veces las usaba en la escuela.

El catorce, la llamada telefónica que había estado esperando llegó,

aunque de una fuente que no había esperado.

Estaba sentada en el sofá de la sala de Robert con uno de los viejos

libros encuadernados del estante sobre mi regazo. Había leído varios de

ellos semana y media atrás, cada uno tenía una historia que nunca había

escuchado, eventos que tenían lugar siglos, milenios atrás que solo habían

sido capturados en uno o dos volúmenes que no habían sido dejados el

cuidado de ciertas familias. Este libro en particular contaba sobre el

electus patronus que nadie me había explicado.

“Y aunque el dolor de las personas empezó a esparcirse como una

infección de la carne, los pocos que estuvieron ahí se pararon y expresaron

la inconformidad de la disolución de confianza. Ellos quemaron la carga de

Q

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semejante dolor y sufrimiento, sus números se redujeron terriblemente por

represalias y enfermedades forzadas hasta que quedaron menos de cien en

el mundo”.

La idea de que tan pocos individuos hubieran sido dejados para

proteger la incontable cantidad de ángeles que existieron en la tierra me

anonadaba.

Sabía que los electus patronus juraron proteger los secretos de los

ángeles, pero no sabía que también habían jurado proteger su existencia, y

a costa de sus vidas.

Los dibujos de las torturas que ellos tuvieron que soportar me

recordaban a las pinturas y grabados de la inquisición española que había

visto de vez en cuando en mis libros de historia. Los dibujos era muy

vividos: niños prendidos en fuego. Mujeres embarazadas eran cortadas y

dejadas para ser comida de los perros hambrientos que las acorralaban.

Padres que eran obligados a ver a sus hijos ser torturados, sus hijas

violadas… el dolor y horror en las caras de las víctimas era tan palpable,

casi podía escuchar los gritos alrededor de mí.

Y luego fue mi propio grito el que escuche mientras el teléfono

sonaba, agudo e impaciente.

Agarré el auricular inalámbrico y presioné el botón de hablar.

—¿Hola?

—¿Grace?

—¿Sí?

—Grace, es el Dr. Ambrose. Quería avisarte que tu madrasta está

en trabajo de parto.

El teléfono se resbaló de mis dedos y peleé por atraparlo, fallando y

luego frunciendo el ceño mientras hacía un ruido estrepitoso contra el

suelo, la tapa de la batería salió volando y cayó debajo del sofá frente a

donde estaba sentada.

—Espere, Dr. Ambrose —grité mientras gateaba en el piso

buscando el teléfono. Lo recogí y sostuve fuertemente, presionando el

auricular contra mi oreja y esperando que mi vergüenza no se notara en

mi voz—. ¿Todavía está ahí?

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—Sí, todavía estoy aquí. Estoy llamándote para decirte que la

cesárea de tu madrasta es en una hora. El bebé se giró de forma

imprevista de la noche a la mañana, haciendo que un parto natural sea

imposible. Tu padre ha tratado de localizarte en tu casa, pero no hay nadie

ahí. Apúrate.

Se cortó la línea y presioné hablar una vez más, colgando el

teléfono. Si nadie contestaba el teléfono significaba que Graham no estaba

ahí, lo que significaba que no podía contactarme con él para que me

llevara al hospital. Eso dejaba una sola opción.

—¿Robert?

No esperaba una respuesta. Desde el incidente en la cafetería, su

conducta había sido fría y permanecía sólo tan cerca como fuera

necesario. La casa era un lugar tranquilo y vacío cada vez que Graham no

estaba alrededor, y aun cuando sabía que no estaba sola, se sentía de esa

manera.

—¿Robert, estas aquí?

—Sí —respondió su voz, aunque no apareció.

—Tengo que ir al hospital —le dije a la habitación vacía—. Janice

está en trabajo de parto… Matthew está en camino y necesito estar ahí.

—Sal en dos minutos.

Miré al reloj y conté los tic tac mientras el segundero se desplazaba

por, una, dos veces.

Apenas la segunda rotación estuvo completa, corrí afuera. Robert

estaba de pie en la penumbra pero pude ver que sus alas estaban

desplegadas, su postura era tensa.

—¿Qué pasa? —pregunté rápidamente.

—Nada.

Asentí con temor y me acerqué a él lentamente.

—Está bien.

Él agarró mis brazos y los colocó alrededor de su cuello. Contuve la

respiración cuando mis dedos tocaron la negra seda de su cabello,

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pequeños estallidos de sorpresa se dispararon por mi piel y directamente

hacia mi pecho. Se agachó, un brazo acunando detrás de mis rodillas, el

otro en mi espalda y con una rapidez anormal, estuvimos en el aire,

volando sobre las copas de los árboles de las grandes casas que rodeaban

la suya. No había ruido y temía que el silencio en el cielo, el silencio entre

nosotros me forzaría a decir algo que no estaba lista para decir.

Tomó menos de dos minutos llegar cerca del hospital, Robert

escogió dejarme detrás de la estructura del estacionamiento. Apenas mis

pies tocaron el suelo, estaba removiendo mis brazos de él y colocándolos a

mis costados, me sentía una niña pequeña.

—Sigue —dijo en voz baja.

—¿No vienes conmigo? —pregunté, optimista de una extraña

manera.

Él sacudió su cabeza evitando mirarme.

—Estaré aquí cuando estés lista para irte.

Quería pedirle que fuera conmigo, pero no tuve el coraje. Él

continuó sin mirarme, su mirada se fijó en algo oculto. Sin querer empezar

una discusión, me fui, corriendo como él había dicho, casi tropezando y

cayendo al piso mientras daba traspiés dirigiéndome de la estructura del

estacionamiento al pasillo principal del hospital.

La sala de maternidad estaba en el tercer piso, de acuerdo con el

letrero en el vestíbulo, así que busqué un elevador que me llevara ahí.

Cuando las puertas dobles se abrieron y entré en la pequeña caja, suspiré

de alivio. Presioné el botón circular y esperé mientras el lento tirón de los

cables se iniciaba.

Cuando las puertas se abrieron de nuevo, me apresuré a salir, casi

dirigiéndome en otra dirección. La recepcionista detrás de la ventanilla de

registro me sonrió mientras me acercaba.

—¿Estás aquí para visitar a alguien?

—Sí, ¿Janice Shelly? Se supone que está teniendo una cesárea —

respondí, sonaba sin aliento por alguna razón.

—Oh sí, espera. —Ella agarró el auricular del teléfono que estaba a

su lado y empezó a hablar, sus movimientos muy animados.

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Aproveché ese momento para dar un vistazo a la sala de

maternidad rosa pálido. Había pinturas suaves y de colores pasteles

colgadas en las paredes con imágenes de mujeres cargando bebés en

diferentes poses mezcladas con retratos florales de lirios y orquídeas.

—Bien, ya ha sido llevada a la sala de operación, pero parece que a

su esposo todavía no se le ha permitido entrar. Estará afuera en un

minuto —dijo la recepcionista con una voz cantarina.

—Gracias —le dije rápidamente, mis manos agarrando

impacientemente el cordón de mis pantalones mientras esperaba.

Una puerta a mi derecha se abrió y me volteé para ver la cara

emocionada de mi papá mirándome; estaba vestido de pies a cabeza con

un uniforme quirúrgico azul, un gorro de baño cubría su cabello castaño.

—¡Grace! —chilló cuando me vio, y corrí hacia sus brazos,

inhalando la familiar esencia de café y crema de afeitar de mi papá—. Me

alegra que vinieses. Janice está siendo preparada ahora mismo. No puedo

entrar hasta que esté lista, pero le está yendo bien. El bebé está bien.

—Eso es genial, papá —dije alegremente, mis ojos empezaron a

empañarse por sólo verlo, por el sonido de su voz.

—Vamos. No puedes entrar a la sala de operación conmigo, pero

puedes esperar afuera. —Me llevó por la misma puerta y caminé con él por

un largo corredor, pasando a dos enfermeras y varias habitaciones donde

los sordos quejidos de mujeres en trabajo de parto enviaron escalofríos por

mi columna.

—Oh, antes de que lo olvide, Janice quería darte esto. —Papá sacó

algo de su dedo y lo colocó en mi palma—. Dijo que se lo habías prestado

para la boda, pero ya que te fuiste más temprano durante la recepción, no

tuvo la oportunidad de devolvértelo.

Miré fijamente al pequeño objeto en mi mano y sentí una oleada de

algo que casi se sintió como si una parte de mí hubiera encajado de nuevo

en su lugar.

—Es el anillo que Robert me dio —susurré—. Ella necesitaba algo

azul… me olvidé que lo tenía.

—Bueno, tuvo puesto el anillo hasta el final de la luna de miel, sólo

se lo quitó el día antes de que nos fuéramos porque le preocupaba que sus

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dedos se hincharan demasiado como para sacarlo —explicó, cerrando mi

mano alrededor del aro de plata con la redonda piedra azul—. No quería

perderlo, y esperaba dártelo antes, pero entiende que tienes un montón de

cosas de las que preocuparte ahora mismo.

»¿Entonces, cómo va la escuela? Has estado pasando un montón de

tiempo estudiando con Stacy, así que espero que te vaya bien. ¿Cierto?

—Sí, sí. Seguro, papá —dije alentadoramente.

—¿Y las formas del programa de trabajo para Berkley, también las

enviaste a tiempo?

—Sip.

Puso su brazo alrededor de mis hombros y me jaló a su lado,

abrazándome de la manera que había hecho muchas veces durante toda

mi niñez.

—Bueno, eso está bien. ¿Alguna respuesta?

Me le quedé mirando, incapaz de responder. No había revisado mi

correo en semanas.

—Ah, ya veo. Bueno, sabes que entraste, Grace. Si tengo que

vender la casa para pagar tus clases, lo haré.

—Papá, yo…

La cabeza de papá se alzó de golpe mientras alguien se acercaba.

—Bueno, parece que es hora —dijo, sonriendo, agarrándome y

abrazándome de una manera que me hacía sentir que necesitaba mi fuerza

más de lo que yo lo necesitaba a él.

—Está bien —chillé, abrazándolo fuertemente antes de dejarlo

seguir a la enfermera vestida con la misma ropa y gorro de baño.

—¡Cuando salga, serás una hermana mayor! —dijo antes de

desaparecer alrededor de la esquina.

Al minuto que se fue, mi mano se abrió para revelar el anillo

dentro.

—No puedo creer que te había dado a Janice —le susurré. Tomé el

anillo y examiné la gran piedra azul zafiro. Cuando Robert me lo había

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dado para mi cumpleaños la Navidad anterior, había habido una brillante

estrella blanca brillando en el centro de la piedra. Por alguna razón, la

estrella había desaparecido, dejando sólo la piedra azul intensa en una

sencilla montura de plata.

Me puse de nuevo el anillo y parpadeé rápidamente para rechazar

la traidora humedad que amenazaba con escapar mientras el peso del

anillo traía de vuelta el recuerdo de cuando me había sido dado, un

momento íntimo en mi habitación lejos del resto, donde pistas del futuro

estaban expuestas ante mí. Fue la primera vez que Robert me había

pedido que me convirtiese, y la primera vez que lo había rechazado,

diciéndole que valoraba demasiado ser normal como para siquiera

considerarlo.

La mirada en su rostro había sido difícil de observar, cortándome

como si hubiera estado sintiendo mi propio rechazo, pero había

permanecido firme en mi rechazo. Y aún a pesar de eso, Robert había

jurado ser el ángel guardián de Matthew; él cuidaría de mí, de mis

amigos…

—¿Eres Grace?

Me volteé para ver a la misma enfermera que había venido por mi

papá de pie detrás de mí, su rostro pálido, su expresión una mezcla de

enojo y diversión.

—Sí, soy Grace —le dije—. ¿Ya nació el bebé?

Ella sacudió su cabeza y después me pasó algo que no había

notado en sus manos.

—Ponte esto, por favor. Tu madrastra te necesita.

Bajé la mirada hacia lo que me había dado y después de vuelta a

ella, perpleja.

—¿A qué se refiere con que me necesita? ¿Qué hay de mi papá?

—Él no escuchó y trabó sus rodillas, lo que causó que se

desmayara; el colapso más rápido que he visto. Tu madrastra está sola ahí

dentro y está llamándote.

Asentí y luego me quedé mirando las ropas color azul oscuro en mis

brazos.

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—¿Cómo…?

—Sólo ponlas sobre tu ropa. Puedes hacer eso mientras caminas,

¿verdad? —Tiró de mi brazo y la seguí, poniéndome la camiseta y los

pantalones torpemente mientras lo hacía.

—Lávate las manos aquí —ordenó mientras entrabamos al cuarto

donde varios lavamanos estaban alineados en una fila ordenada—. Usa

esto. —Ella me pasó una esponja amarilla con un cepillo naranja fijado a

un lado—. Mójala y restriega tus manos y brazos. Rápido.

Hice como ella me indicó, estremeciéndome por la espuma marrón

creada por la esponja antes de enjuagarme y tirar la esponja dentro del

bote de basura que señalaba. Sin decir una palabra me empujó por un par

de puertas dobles que se abrieron cuando pisó una lámina de metal en el

suelo. Siguieron otro par de puertas y luego estuvimos en una habitación

redonda llena de varias personas. Ellos también estaban vestidos con las

mismas ropas azules, máscaras blancas sobre sus rostros, solo sus ojos

eran visibles.

Janice estaba abierta de piernas sobre la mesa, tubos por todo su

brazo y en su cara. Se volteó para mirarme y sonrió, sus rasgos tan

serenos que sentí las lágrimas empezando a salir de nuevo.

—Me alegra que vinieses. Tu padre no es bueno en hospitales,

¿verdad?

Sacudí mi cabeza y sonreí.

—No, no lo es.

Una de sus manos se abrió y me hizo una seña para que me

acercara. Miré a la enfermera que me había traído aquí y ella asintió.

—Adelante, puedes sentarte a lado de ella si quieres. Hay un banco

ahí mismo. —Señaló a un asiento redondo cerca de la cabeza de Janice, y

me acerqué corriendo a él, sentándome y agarrando su mano apenas

pude.

—Está bien, Sra. Shelley, vamos a empezar ahora —dijo uno de los

individuos enmascarados sobre la cortina azul que estaba colocada sobre

el pecho de Janice.

—De acuerdo —respondió ella, su voz ronca con emoción.

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Los sonidos de una sala de operación no eran muchos; las voces de

los doctores y las enfermeras llenaban el silencio mejor de lo que cualquier

pitido hubiera hecho, pero no era suficiente para enmascarar los quejidos

de dolor que pronto salieron de Janice.

—Aguanta, sólo un poco de presión —replicó una voz al sonido

detrás de la tela azul.

—Eso se siente más que sólo un poco de presión —gruñó Janice,

sus dedos apretando los míos dolorosamente.

—Muy bien, aquí viene.

Algo inexplicable hizo que me pusiese de pie en ese momento, mi

altura permitiéndome tener una clara vista de la carnicería que la cortina

había escondido de la vista. Pero no presté atención a eso. En cambio

estaba mirando extasiada a la pequeña persona que acaba de ser sacada

de Janice.

Estaba muy pálido, cubierto de sangre y otra sustancia pegajosa,

con un parche de cabello negro en la parte superior de su cabeza. Él no

lloró, no hizo nada; colgaba de las manos del doctor como un muñeco, y

era el silencio que había reemplazado todo parloteo e instrucciones lo que

indicaba que algo no estaba bien.

Sentí los movimientos en mi pecho, una opresión de emoción que

quemaba de una manera extraña pero a la vez familiar. Me volteé para ver

a Janice quien miraba fijamente el techo, esperando.

—¿Por qué no está llorando? —El pánico en la voz de Janice era

marcado y lo sentía en mi propio cuerpo, hacia juego con el que había

adoptado tan pronto como me había dado cuenta que algo estaba mal.

—Espere, Sra. Shelley —le dijo el doctor. El cuerpo sin vida de mi

hermano pequeño fue llevado a un rincón de la habitación donde fue

colocado en una estéril bandeja de observación, una lámpara brillando por

encima de él revelando el tinte azul en sus labios que había empezado a

extenderse por su cara.

—¿Qué está pasando? ¿Grace, qué pasa con el bebé? ¿Qué está

mal con Matthew? ¿Por qué no está llorando? ¡Por favor dime qué está

mal con mi bebé!

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Las plegarias de Janice y mi propio miedo penetrante me movieron

hacia la multitud de gente que ahora rodeaba a Matthew, un sordo diálogo

revoloteaba dentro y fuera de mi comprensión. Los tubos fueron sacados

de sus envoltorios y el sonido de aspiración se volvió la única cosa que

reconocí.

—No está respirando —dijo alguien rotundamente.

—No tengo pulso.

—Empiecen con la reanimación cardiopulmonar.

—Ya empezamos.

Todos hablaban con frialdad, con tan poco sentimiento que se

sentía como si estuviera observando robots, controlados por alguna figura

oculta escondida detrás de una cortina en algún lugar. Se movían en una

especie de caótico pero organizado baile, corriendo alrededor entre sí,

pasándose otros paquetes, tubos y almohadillas, y todo el rato el jugador

más pequeño en todo eso permaneció tranquilo y quieto.

—No mueras —susurré, mi cabeza zumbando con demasiadas

emociones para catalogar—. No mueras, Matthew, no mueras. No dejaré

que pase. No le dejaré llevarte.

Alguien estaba presionando sus dedos contra su pecho, haciendo

compresiones en él mientras alguien más apretaba una bolsa pegada a

una máscara sobre su pequeña cara. Su cuerpo apenas se movía, sin vida

bajo la actividad, y cada doloroso segundo traía otro susurro de mis labios.

Se sintió como una eternidad —llena de extrañas palabras,

intensas miradas, y miedo silencioso— antes de que finalmente, una

pequeña tos, seguida de un llanto chillón y lastimero rompiera la última

barrera que había contenido y prevenido que mis lágrimas bajaran y

dejaran huella en mi rostro con mi propio alivio. A través de una niebla de

sal y agua, vi la pequeña forma rosa retorcerse poco a poco, con sus

pequeños puños cerrados y sacudiéndose furiosamente por el abuso que

había soportado de manos de aquellos que acababan de salvar su vida.

—Buen chico —dijo una enfermera con un gimoteo, prueba de que

no era un robot después de todo, y empezó a vestirlo, colocando una

gorrita tejida en su cabeza, envolviéndolo en una mantita blanca y

gruesa—. Ven a conocer a tu mamá, ahora.

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Lo levantó y se volteó para mirarme, una sonrisa en su cara que

parecía relajaba, traicionando al estrés y seriedad que había abrumado a

casi todos en la habitación momentos antes.

—¿Te gustaría sostenerlo, hermana mayor?

No tuve la oportunidad de responder a medida que movía el

caliente bulto a mis brazos, el abrazo un poco torpe mientras luchaba por

sostener la forma que se movía inquietamente, su cuerpo caliente

llenándome con un extraño calor.

—¿Cuál es su nombre? —me preguntó, esforzándose por

distraerme de la inseguridad que sentía al sostenerlo.

—Matthew —suspiré, mientras con cautela daba unos pasos de

regreso a lado de Janice—. Matthew James Shelley.

Al ver a su hijo, Janice empezó a llorar, lágrimas gruesas y pesadas

caían de su rostro hacia el piso.

―¿Él está bien? —preguntó con hipo—. ¿Está bien?

Miré a la enfermera quien asintió.

—Si Janice, está bien. —Me puse de rodillas para que así la cabeza

de Matthew estuviera al nivel de la de su mamá.

—Oh, es hermoso —susurró ella entre sollozos—. Siempre supe que

sería hermoso. Gracias a Dios que está bien.

Con sus ojos abiertos, pude ver un tono plateado en sus ojos que

terminaría sido del mismo tono marrón oscuro que los míos. Su cabello

oscuro se sobresalía por debajo del gorrito, y tenía ondas en las puntas.

—Tiene el cabello de papá —dije sonriendo.

—Tiene muchos de los rasgos de tu padre —concordó Janice—.

Pero puedo verte en él, también. Tiene tus labios, y la misma barbilla

prominente; no, no prominente, su barbilla es fuerte; al igual que la de su

hermana mayor.

Me sonrojé por el halago, suponiendo que Janice se había

enamorado tanto de su hijo recién nacido que iría lanzando cumplidos

hasta que su hijo luciera como una reina de belleza o yo terminara

sonando como un hombre destacado.

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La enfermera que me había conducido a la habitación surgió junto

a mí y extendió sus brazos.

—Tengo que llevarlo a la enfermería ahora.

Una sensación de sobreprotección se apoderó de mí y dudé,

mirando el rostro de Janice, midiendo su reacción antes de finalmente

entregar a Matthew. Él se había quedado dormido en mis brazos y el

movimiento le molestó, causando que un llanto molesto y perturbado

saliera de su pequeña boca.

—Lo llevaremos a la habitación cuando sea revisado por el pediatra

—nos dijo la enfermera a Janice y a mí de modo tranquilizador—. Serás

llevada a la Unidad de Cuidados Intensivo por unas pocas horas para

monitorizarte y cuando estemos seguros de que has manejado bien la

cesárea, te llevaremos a la sala de recuperación.

Fui conducida fuera del siguiente cuarto, instruida a quitarme la

ropa azul que me había permitido mezclarme con todos en la sala de

operaciones, y me habían dado el número de habitación a donde Janice

sería trasladada, y donde papá estaba actualmente durmiendo.

Cuando abrí la puerta, pude escuchar un extraño ronquido que me

dijo que era la habitación correcta. Entré y sonreí; papá estaba hecho un

ovillo en la cama, el azul del uniforme quirúrgico resaltaba contra el

blanco de las sábanas.

—Papá —dije suavemente, sacudiendo su hombro—. Papá,

despierta.

Él masculló algo acerca de tocino y envases de ensalada, y se dio la

vuelta, sus ojos permanecían cerrados. Lo empuje un poco más

enérgicamente y dije su nombre más fuerte esta vez, mi boca mucho más

cerca de su oído, amplificando mi voz.

—Papá… Matthew está aquí. Papá.

—¿Qué, qué fue eso? —bufó y se frotó los ojos, parpadeando varias

veces cuando los alrededores se tornaron claros—. ¿Dónde estoy? ¿Qué

pasó?

—Te desmayaste, papá; en la sala de operaciones. Te trajeron aquí

y yo entré con Janice para que no estuviera sola —le dije ayudándolo a

sentarse.

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00

Él frotó sus ojos y bostezó; estirando sus brazos y luego

repentinamente luciendo afligido.

—¿Me lo perdí? ¿Me perdí el parto de Janice? ¿Oh, cómo me pude

perder eso?

—Papá, está bien. No creo que Matthew vaya a recordar que no

estuviste ahí. Además, creo que si hubieras estado ahí dentro cuando las

cosas se pusieron un poco delicadas, te habrías puesto susceptible. —

Traté de explicar.

—¿A qué te refieres con, cuando las cosas se pusieron delicadas?

¿Qué pasó? —El pánico estropeó sus rasgos y tuve que agarrar su rostro y

forzarlo a prestarme atención mientras repasaba los eventos en la sala de

operaciones, examinando rápidamente las partes que sabía que lo

enviarían a la enfermería o peor, a la sala de operaciones, y le transmití

que Janice había dicho que Matthew se parecía a él.

Cuando le dije que Janice estaría en la Unidad de Cuidados

Intensivos por las siguientes horas, él plantó un beso en la cima de mi

cabeza y luego se fue, dejándome con una breve explicación de cómo iba a

estar con su esposa.

—Está bien —dije en voz baja después de que la puerta se cerró.

Me acerqué a una silla rosada que estaba situada en una esquina

de la habitación y me senté, el cojín incómodamente fino no hacía nada

para evitar que los resortes de metal se presionaran hacia arriba.

—¿Estás bromeando? —me quejé, ajustando mi posición hasta que

los resortes evitaron cada parte de mí excepto una pequeña sección de mis

muslos.

—Esas sillas le han dado al área de quiroprácticos un montón de

trabajo por los últimos años.

Mi cabeza se giró hacia la puerta y sentí una sonrisa en mi cara.

—Hola, Dr. Ambrose… No puedo terminar de agradecerle por

llamarme. Mi papá se desmayó en la sala de operaciones; si no hubiera

estado ahí, Janice hubiera pasado por todo esto sola.

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01

—De nada. —Él parecía complacido, y sorprendido—. No sabía si

estaba bien llamarte a... esa casa. Sólo sabía que si te perdías tan

importante evento, nunca te lo perdonarías.

Me acerqué a él y envolví mis brazos alrededor de él, la manifiesta

dureza de su cuerpo frío envió un escalofrío por mi columna. Lo ignoré, sin

embargo, y lo abracé, mi gratitud era abrumadora.

—No olvidaré esto, Dr. Ambrose. Ha hecho mucho por mí

últimamente y no sé por qué, pero lo aprecio.

Con manos gentiles, bajó mis brazos y los colocó a mis costados.

—Sólo hacía lo correcto, Grace.

—No sólo me refiero a lo que hizo hoy. Es lo que ha estado

haciendo… también está ayudando a Stacy.

—Sólo estoy haciendo lo que Robert me pidió —dijo en voz baja.

—Sí, pero ¿por qué? No hay razón para que la ayude, especialmente

cuando su familia no puede pagar visitas a domicilio. Hablando de eso,

hay algo que quiero pedirle. ¿Podría bajar el tono de perdición y tristeza

con los padres de Stacy?

Se enderezó y ladeó su cabeza.

—¿Por qué haría eso?

—Porque ella es una de mis mejores amigas, probablemente mi

mejor amiga y sus padres están dominándola y sobreprotegiéndola y eso

la está asfixiando. Si sus padres no empiezan a soltarse, va a terminar

haciendo algo que sólo empeorará su condición. —Había pura verdad en

mis palabras y él no podía ignorarlo. Lo vi en sus ojos oscuros.

—Sólo estoy haciendo lo que creo que es mejor para ella, Grace —

dijo disculpándose—. No quiero hacer que se cause más daños de los que

ya se ha hecho, pero sus padres necesitan saber de los peligros que hay

ahí afuera para ella.

Un resoplido burlón se me escapó y sacudí mi cabeza por la ironía.

—¿Así que asumo que les ha informado de su pequeño… problema?

—Temo que no entiendo a qué te refieres.

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Agarré su muñeca y coloqué mis dedos donde su pulso debería

estar.

—Esto, Dr. Ambrose. El hecho de que usted no está exactamente

vivo. Y el hecho de que tampoco es exactamente humano.

—Soy humano, Grace —contestó, pero entorné mis ojos.

—No es humano, Dr. Ambrose, es un erlking; ¡come personas, por

amor de Dios! Y aunque lo dejo pasar en cierto modo, no creo que la

familia de Stacy alguna vez pueda, o lo haría ya sea el caso.

Puso cara larga por la dura verdad.

—Grace, si bien es cierto que aprecio el hecho de que no has

revelado mí… condición a Stacy o a su familia, tiene poco que ver acerca

de cómo trato su enfermedad.

—Tiene mucho que ver con ello —repliqué con una inesperada

dureza—. Tiene el lujo de saber que va a vivir por siempre, bueno,

mientras que nadie lo apuñale en el corazón con una estaca o lo que sea

que mate a los de su especie; pero Stacy no, no puede. Ella va a morir un

poco más pronto de lo que debería debido a algo que la ha seguido desde

su niñez, y está volviendo el poco tiempo que le queda para vivir su vida en

algo absolutamente miserable.

—Grace, no entiendes…

—Entiendo más de lo que sabe —interrumpí sus palabras con mi

mordaz exclamación—. Sé que se siente morir, y puedo decirle que no me

gustaría pasar mis últimos días, semanas, meses, sentada encerrada en

mi habitación mientras mis padres y mi doctor me dicen cómo respirar,

cómo dormir, cómo manejar el estrés.

»Stacy nunca se ha quejado por estar enferma, Dr. Ambrose,

porque nunca le han impedido vivir su vida. Pero ahora que sabe que va a

morir, todos ustedes la harán dejar de vivir totalmente. Después de todo lo

que ha pasado, eso es lo que le ofrece. No es mucho consuelo, ¿verdad?

El Dr. Ambrose parecía avergonzado, y metió sus manos dentro de

los bolsillos de su bata blanca, su identificación moviéndose con ello. Era

en mi opinión, una bandera blanca de rendición.

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03

—Hablaré con los padres de Stacy mañana cuando vaya después de

mis rondas, pero no te garantizo nada, Grace. Están convencidos de que la

única forma de mantenerla con vida es que se quede en casa.

Le di una sonrisa pícara.

—Bueno, puede convencerlos de exactamente lo opuesto.

—Puedo ver por qué te ama; tu devoción por tus amigos es

admirable y bastante poco común.

Me le quedé mirando, sorprendida por el comentario fuera-de-lugar.

—Lo siento, ¿dije algo indecoroso?

Sacudiendo mi cabeza, permití que las arrugas en mi frente se

relajaran.

—No, no lo hizo. Es sólo… no importa, Dr. Ambrose. Ha sido un día

lleno de incidentes, estoy cansada. Creo que iré a encontrar a mi papá

para decirle que me voy a casa.

—Déjame caminar contigo, entonces. —Él abrió la puerta y la

sostuvo mientras yo pasaba—. Tengo que bajar de nuevo de todas formas.

Sin decir nada, caminamos juntos hacia la UCI donde Janice

estaba siendo monitorizada. Estaba sentada, con una sonrisa pacífica en

su cara, las manos de papá entre las suyas. Me hizo señas para entrar, un

tubo aún colgaba de su brazo balanceándose y golpeando a papá en la

cara cómicamente.

—¿Cómo te sientes?

—Un poco adolorida, pero además de eso muy bien y feliz.

—Siento vergüenza pero creo que lo superaré tan pronto como ya

no vea a los doctores y enfermeras.

Papá y Janice se miraron el uno al otro, ahora confundidos

respecto a quién me estaba refiriendo. Yo simplemente sonreí y palmeé a

papá en la espalda y a Janice en su pie.

—Sólo quería decirles que me voy a casa. Tengo que estudiar,

además quería llamar a todos para decirles que Matthew ya nació.

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Pude ver un atisbo de decepción en sus ojos, pero la sonrisa de

papá traicionó eso.

—¿Quién te va a recoger?

—Robert me está esperando afuera. Tengo que irme, pero trataré de

regresar mañana.

Él se puso de pie y me atrajo a su pecho, su mejilla descansando

en la cima de mi cabeza.

—Gracias, Grace. Gracias por estar aquí para Janice y Matthew, y

para mí. Eres más de lo que merezco, pero me alegra tenerte.

—No hay problema, papá ―mascullé.

—Te amo, niña.

—También te amo, papá.

Los dejé con una despedida de mi mano, y me dirigí al ascensor, el

Dr. Ambrose caminó a mí lado.

—Tienes una linda familia, Grace —dijo después de presionar el

botón de llamada.

—Lo sé —concordé.

Él no me dijo nada más hasta que estuvimos de nuevo en el primer

piso, la sala de emergencias estaba en una dirección, el estacionamiento

en la otra.

—Grace, quiero que sepas que hablaré con los padres de Stacy. Te

lo prometo.

Él estiró su mano y yo la tomé con mucho gusto.

—Gracias, Dr. Ambrose, en serio.

—Me gustaría, sin embargo, pedirte un favor, si no te importa.

Miré a sus ojos oscuros y asentí, dispuesta a hacer cualquier cosa

si eso significaba que él ayudaría a Stacy a recuperar su vida normal de

nuevo.

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—Si pudieras continuar guardando mi secreto de tus amigos, lo

apreciaría. No hay muchos que estarían encantados de saber que algo

como yo está en esta ciudad, mucho menos trabajando en el hospital. De

hecho, si pudieras olvidar lo que soy, no pensar en ello en lo absoluto…

—Hecho, Dr. Ambrose.

Me dio una sonrisa de agradecimiento y dio una palmada de alegría

con su mano libre alrededor de la mía.

―Gracias. En momentos extraños, tú realmente eres un ángel por

derecho propio, Grace.

Lo dejé de pie cerca de los ascensores, y sabía que él observaba

mientras me alejaba. Y se sentía reconfortante y seguro de una manera

extraña, tenerlo haciendo eso. No pude evitar sonreír por lo extraño que

era… sentirme segura dejando a mi hermano recién nacido en un hospital

que contrataba a un erlking, sentirme segura sabiendo que confiaba en él.

—Momentos extrañísimos. —Me reí entre dientes mientras pasaba

por las puertas del hospital.

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14 De la Duda y Otras

Cosas Dudosas Traducido por LizC

Corregido por Lizzie

uando las puertas del hospital se cerraron detrás de mí, el

silencio poco natural que me rodeó fue mi primera

advertencia. Con las luces intensamente brillantes detrás

de mí filtrándose a través de las puertas de cristal del hospital, no pude

hacer nada más que entrecerrar los ojos mientras trataba de mirar todo

delante de mí, temerosa de la oscuridad salpicada con un puñado de luz

ambarina opaca junto con el silencio que no pertenecía a una estructura

llena de autos.

Olvidando que estaba allí, me tropecé con el pequeño escalón al

entrar en la estructura, a punto de caer una vez más, y maldiciendo mi

repentino ataque de torpeza antes de enderezarme y recuperar la

compostura.

—¿Robert? —susurré, dando pasos tentativos hacia la pared del

fondo donde lo había dejado parado, mis pies haciendo sonidos suaves

acolchados a medida que avanzaba.

Concreto y cableado de acero integraba las paredes improvisadas

custodiando fila tras fila de autos en el estacionamiento. Las luces

amarillas colgando del techo volvieron sus colores en tonos grises y

apagados, que oscurecían la atmósfera bastante considerablemente, e hice

C

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mi mejor esfuerzo por mirar simplemente hacia adelante, ignorando el

vacío que los vehículos inmóviles despedían mientras mi respiración y mis

pasos rebotaban y se hacían eco a mi alrededor.

Con una ignición, escuché el crujido metálico de llaves a unos

pocos metros y vi la figura de una persona subida en lo que sólo podía

suponer era un sedán. Al darme cuenta de que no estaba sola, sentí una

sensación increíblemente rica de alivio apoderándose de mí, y me permití

fluir el nombre de Robert de mi lengua cuando llamé en voz alta por él,

haciéndole saber que había llegado y me dirigía hacia él.

Caminé con más seguridad en mis pasos a medida que me

acercaba a un punto de encuentro, todo el tiempo escuchando la ignición

del motor del sedán mientras me acercaba, mis oídos atentos al sonido de

una radio o un ventilador, cualquier cosa que indicaría que al menos el

motor estaba en marcha. Cuando mis pies me llevaron junto al auto, pude

ver el contorno de la cabeza oscura del conductor en el interior y al verla,

reconociendo que, efectivamente, había una persona allí, hizo que me

preguntara qué le podría tomar tanto tiempo a quien fuera aquel que

estaba sentado en el asiento del conductor arrancar el motor.

Cuando me acerqué hasta el final del estacionamiento, al ver la

oscura extensión de espacio que ocupaba el desconocido, el gran peso del

terror comenzó a establecerse en mí. El auto todavía no había encendido y

con cada minuto que pasaba, una realización de hundimiento se adhirió a

mí como una sanguijuela, drenándome de toda esperanza que pudiera

tener, finalmente, dejándome sin nada más que duda y una curiosidad

morbosa por igual.

Me detuve, aquietando mis pies sobre la superficie de concreto en

bruto y me volví con una extraña y combativa mezcla de determinación y

aprensión.

—Esto es una locura —me dije a mí misma a medida que mis pies

me llevaron de nuevo al auto de color mostaza—. He llegado a ser una de

las más estúpidas personas en Heath; la persona más estúpida en Ohio.

¿Cuántas películas de terror he visto? ¿Quién es el primero en morir? La

chica tonta, por supuesto, es siempre la de hacer algo estúpido, como

acercarse a un auto extraño en un estacionamiento oscuro. Por lo menos

soy virgen... nunca mueren primero. A menos que hagan algo estúpido...

como lo que estoy haciendo ahora mismo.

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No era reconfortante, esta conversación que estaba teniendo

conmigo misma, pero por lo menos borraba el silencio que hacia las cosas

sentirse mucho peor.

Me paré detrás del auto, esperando a que sucediera algo, algún tipo

de actividad desde el interior. Me incliné sobre mis rodillas y me ladeé

hacia un lado para tener una mejor vista desde el parabrisas trasero, pero

no había nada, ninguna luz desde el interior, ningún movimiento, nada.

Me estremecí cuando una de las lámparas amarillas por encima de mi

cabeza se apagó, sumiendo la mitad del auto más allá de la oscuridad.

Tomando una respiración profunda, caminé hacia el lado del

conductor. Pude ver el contorno de una mano apoyada en el volante y dejé

escapar un suspiro de corto alivio ―quienquiera que estuviese en el auto,

él o ella simplemente estaba a punto de irse, sólo tomándose su tiempo― y

me empecé a apartar.

Mis ojos, mis estúpidos ojos, curiosos, indiscretos brevemente

alcanzaron a ver algo en el asiento de atrás y me vi obligada a hacer una

pausa. Una etiqueta impresa con un nombre familiar cubría la mitad de

un recipiente grande de plástico lleno de botellas y tarros colocados en el

asiento. Un libro de texto de anatomía estaba junto a él, uno que había

dejado recostado en la mesa en la sala de Lark, me di la vuelta y golpeé en

la ventana del lado del conductor, golpeando sobre el mismo más duro

cuando no tuve respuesta de la primera ronda.

—¿Sr. Branke? —grité con incertidumbre—. Sr. Branke, ¿está bien?

Apreté mi cara contra el cristal cuando de nuevo no recibí

respuesta alguna, y sentí que mi boca caía floja, el pánico en mi pecho

llegando a tal punto que sabía que en cualquier momento, saldría

apresurado en un grito espantoso. Di varios pasos atrás sólo para

encontrar mi vía de escape obstaculizada por otro auto. Salí

tambaleándome de entre los dos vehículos y caí al suelo, mi cara

golpeando el concreto y raspando en contra de la áspera textura.

—Oh, Dios mío, Dios mío, que alguien me ayude —chillé mientras

presionaba una mano contra mi cara punzando—. ¡Que alguien me ayude,

por favor!

Trepé a una posición en cuclillas y me impulsé hacia atrás hasta

que me encontré con un pilar de cemento. Mantuve la cabeza en mis

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manos, mis dedos empujando mi cabello en todas direcciones mientras

trataba de controlar la sensación de vértigo que comenzó a hacerse cargo,

mi respiración demasiado fuera de sincronización para enviar suficiente

oxígeno a mi cerebro.

—Robert, Dr. Ambrose, alguien —gemí, la imagen sin vida del Sr.

Branke, los ojos incoloros mirando al frente desde su incruento rostro, con

la boca destrozada y sangrante colgando abierta en un grito solidificado

permanentemente grabado en mi mente. Cerré los ojos, frotándome los

párpados con los dedos extendidos, presionando con fuerza, dando vueltas

alrededor, como si el acto en sí mismo borraría lo que había visto. Empecé

a balancearme sobre los talones, sintiendo la locura comenzando a

arrastrarse dentro de mí y no gustándome, pero me sentía impotente para

detenerlo cuando los destellos de la muerte llenaban mi visión cerrada.

Un fuerte par de brazos me rodearon, tirando de mí hacia arriba y

envolviéndome en un abrazo tan fuerte que me habría ahogado si no

supiera de inmediato en qué brazos me encontraba, si no supiera con cada

nervio de mi cuerpo quién era el que me abrazaba tan protectoramente.

—Robert, es... es el Sr. Branke. Está muerto —jadeé en su camisa,

mis dedos crispados sobre la delgada tela desesperadamente—. Lo vi

entrar en su auto, pero no lo encendió. Esperé y no encendió el auto y

sabía que algo estaba mal, sabía que algo no estaba bien así que tuve que

ver cómo estaba. Volví y lo vi... Está muerto, Dios mío, está muerto.

Robert no se movió, no dijo nada. Él simplemente me abrazó hasta

que mi respiración disminuyó a un ritmo normal y me relajé un poco. Sólo

cuando estuvo seguro de que estaba más allá de la histeria de lo que había

visto fue que aflojó su agarre sobre mí. Inmediatamente, sentí una

tremenda sensación de pérdida e involuntariamente me apoyé en él, no

queriéndome separar de él, no ahora.

—Grace, tengo que mirarlo —murmuró en mi oído, su aliento

caliente y frío al mismo tiempo.

De mala gana, asentí y le permití retirarse. Me quedé quieta, mi

puño apretado contra mi boca, mordiendo los nudillos para no llamarlo de

vuelta, mi otro brazo a mi alrededor, necesitando algo a qué aferrarme.

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Miró a la figura en la sombra detrás del auto y luego se volvió para

mirarme, una máscara de confusión en su rostro. Rodeó a lado del auto y

golpeó en el cristal antes de volver, igual a como yo había hecho.

Sólo que a diferencia de mi experiencia, la puerta se abrió.

Y el Sr. Branke salió del auto, una mirada de fastidio en su rostro

sin mancha.

—¿Qué significa esto, Sr. Bellegarde? ¿Por qué llama a mi ventana?

—Él le dio a Robert una mirada más y, a continuación, como si acabara de

darse cuenta de que él y Robert no estaban solos, se volvió hacia mí, la

irritación visible en cada línea en su rostro—. Oh. Es usted, Srta. Shelley.

¿Qué es exactamente lo que están haciendo? ¿Por qué están merodeando

alrededor de mi auto? —gruñó, su voz llena con algo mucho más áspero

que simple animosidad.

Mi boca colgó abierta en muda conmoción. No podía formar

ninguna palabra —ninguna sensata y coherente de todos modos—, y

simplemente me quedé mirándolo mientras ruidos guturales de alguna

manera lograron salir de mi garganta. Sus ojos se estrecharon en ranuras

oscuras ante el sonido.

—Parece que Grace pensó que estaba en peligro, Sr. Branke —

explicó Robert, su mano extendida en una oferta de disculpas—. Estaba

preocupada por su bienestar, señor, nada más. Lamento si lo molestamos.

El Sr. Branke rechazó la mano que le ofrecía a él y clavó sus

pálidos ojos verdes en mi dirección. Vi el destello de cólera allí, otra

advertencia.

—Dudo mucho que la señorita Shelley sea capaz de preocuparse

por nadie más que sí misma, a juzgar por su comportamiento en la escuela

y el comportamiento de aquellas personas a las que ella llama sus

amigos… En cualquier caso, como puede ver, estoy perfectamente bien.

Simplemente me quedé dormido en el auto por un momento, y estaba

teniendo una siesta bastante decente, también, hasta que fui despertado

bruscamente por usted y su novia.

—Lo vi. —Mi voz se deslizó entre los dos hombres, sonando más

como un animal estrangulado que la mía—. Lo vi… no estaba dormido.

Vi...

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—Grace, ¿estás segura de lo que has visto?

Me volví a Robert, aturdida.

—Sé lo que vi. —¿Cómo podía dudar de mí? Podía ver por sí mismo,

la visión en mi cabeza, y sin embargo, me miró como si estuviera hablando

acerca de algo ajeno a él.

Él asintió, el movimiento rígido, cortante, como si sólo fuera un

gesto conciliador frente a la prueba evidente de que lo que vi no podía ser

la verdad.

—Robert, estaba muerto. Él estaba sentado en su auto y estaba

muerto. Estaba sangrando por la boca; sus ojos estaban desorbitados

como si hubiera sido estrangulado… —Decir las palabras en voz alta hacía

parecerlo absurdo, con él allí de pie justo en frente de mí, pero sabía que

estaba diciendo la verdad. No había imaginado verlo muerto, de eso estaba

segura.

Me volví para mirar al Sr. Branke y sus ojos saltones de hecho,

pero esta vez por la incredulidad en la descripción que estaba dando

cuando claramente no estaba muerto, no estaba siquiera herido. Mis ojos

recorrieron su rostro y su cuerpo, explorando por incluso el más mínimo

indicio de daño, cualquier cosa que corroboraría mi historia, pero estaba

impecablemente vestido, su camisa lisa, sus jeans todavía con el pliegue

que había sido presionado en él. Incluso sus zapatos parecían estar

perfectamente pulidos, como si hubiera estado todo ese tiempo en el auto

haciéndolos brillar.

—No puedo creer que estoy aquí escuchando esto —dijo, con voz

fría y áspera—. No es suficiente que haya arruinado mi carrera, arruinado

mi reputación. No, ahora tiene la fantasía de verme muerto también.

Nunca me he detenido mucho a escuchar los rumores acerca de usted,

Grace, pero cuanto más lo pienso, más convencido estoy que podría haber

algún mérito real para ellos.

Robert tosió en señal de desaprobación, pero su tono no dijo nada

por el estilo cuando animó al Sr. Branke.

—Siento que sus palabras lo hayan molestado, Sr. Branke. Ella ha

tenido un día muy emotivo, su madrastra acaba de dar a luz a un bebé, y

estoy seguro de que el agotamiento le hizo ver algo que no estaba allí, fuera

de su interés por usted.

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El Sr. Branke le lanzó una mirada de desaprobación y meneó la

cabeza.

—Si yo fuera usted, señor Bellegarde, me desharía de ésta y

encontraría algo mucho más adecuado, algo que no se parezca a un ratón

ahogado, algo que no cause tantos malditos problemas. Ella sólo va a

causarle excesivo dolor y sufrimiento, recuerde mis palabras. Su clase

siempre lo hace.

Con esto se volvió y se dirigió a su auto, subiendo en el asiento del

conductor y cerrando la puerta de golpe. El vehículo encendió con un

fuerte y retumbante rugido que hacía juego con la enemistad de lo que

había mostrado al aire libre cuando estuvo frente a mí. Las luces blancas

de señalización de reversa se encendieron, cegándome, y Robert me

empujó a un lado a medida que el auto encolerizado retrocedía,

suspendidas perfectamente en el lugar que había ocupado poco antes de

despegar, estaban las huellas negras de caucho quemado todavía

humeando en el suelo cuando las luces rojas se desvanecieron.

—No puedo creer que no me defendieras. —No reconocí mi voz, la

falta de fe en ello haciéndola cambiar, profundizar—. No puedo creer que

viste lo que había en mi cabeza, sabías que lo había visto, y todavía le

hiciste pensar que yo estaba simplemente cansada.

Robert no trató de evitar mi mirada, en cambio me miró fijamente,

igualando mirada por mirada.

—Sé lo que piensas que habías visto, Grace. Lo vi, lo vi como si

fuera mi propia memoria, pero incluso tú sabes que la mente humana es

capaz de grandes decepciones. Tienes recuerdos que ni siquiera te

pertenecen, recuerdos de acontecimientos que nunca ocurrieron, y sin

embargo son tuyos propios.

Apunté un dedo acusador en él y dejé que mi voz subiera de tono lo

que hacía juego con mi dolor y rabia.

—Y tú dijiste que fueron plantados allí, pero no hay manera de que

esta memoria, lo que vi fue plantado porque lo vi cuando estaba pasando,

y estaba sola, Robert… no había nadie más aquí. Vi al Sr. Branke entrar

en el auto y lo vi sentado en el asiento del conductor, muerto, con sangre

saliendo de su boca. Esos no son falsos recuerdos, Robert. Esos son

hechos reales. Esto es real.

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—¿Cómo puedes estar tan segura, Grace? ¿Estás segura de que no

estabas alucinando? No has estado durmiendo bien, no has estado

comiendo bien; acabas de pasar por un acontecimiento muy difícil y

emocional con Janice y tu padre. Todo eso combinado hace un ambiente

perfecto para producir alucinaciones y recuerdos falsos.

Sonaba tan clínico, tan seguro de lo que estaba diciendo que si

hubiera sido de cualquier otra persona de la que estuviera hablando,

habría estado de acuerdo con él de inmediato. Pero no era de otra persona

que estaba hablando. Él estaba hablando de mí, y estaba hablando de mí

como si yo fuera un paciente y no...

—¡No estoy loca! Sé lo que vi, y no me vas a convencer de que no

fue real. —Era doloroso, tener que defenderme de él, tener que defender lo

que mis ojos habían visto.

No dijo nada, estoico como siempre cuando se trataba de mi propia

angustia de modo que seguí.

—No lo entiendo. Sigues diciendo que yo era diferente, que podías

confiar en mí, pero siempre parece ser todo lo contrario, ¿no?

Observé su reacción cuando los pensamientos comenzaron a

desplazarse a través de mi cabeza, los recuerdos individuales que todavía

escocían como heridas frescas.

—Tú no confías en mí, Robert. No sé por qué no lo había visto

antes, pero lo hago ahora. No confías en mí; eso es lo que me he estado

perdiendo todo este tiempo, el por qué he tenido que ir a tu hermana o a

tu madre en busca de respuestas. No confías en mí con Graham, no

confías en mí sobre el anillo, y no confías en mí ahora acerca de lo que vi.

Ni siquiera sé por qué me has dicho acerca de lo que eres. No sé por qué

siquiera te molestaste en hablar conmigo en absoluto.

Nunca puedes realmente entender cuán capaz es el corazón

humano de sentirse herido, incluso después de que estás convencido de

que se ha roto, dañado más allá de toda salvación. Y a medida que decía

aquellas palabras, los fragmentos dispersos de mi corazón fueron

consumidos por este dolor, y no pude permanecer allí, viendo su rostro sin

responder, tan hermoso a pesar de todo el dolor que era capaz de hacer

frente. Empecé a caminar lejos, de regreso hacia la entrada del hospital.

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Estaba cegada por la falta de confianza, sorda a cualquier cosa, pero mi

corazón rompiéndose una vez más… lo poco que quedaba de él.

Fue inútil, por supuesto, pensar que simplemente podría haberme

ido tan fácilmente.

Inútil y tonto.

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15 Tortuoso

Traducido por Lizzie

Corregido por Marina012

n todas las innumerables veces que Robert había

entrado a mi habitación para hacerme desaparecer

rápidamente en una vía de escape hacia el cielo o a un

momento privado en donde sea, como sea, él nunca lo había hecho con

tanta determinación y velocidad que no me hubiese dado cuenta de lo que

estaba pasando hasta que lo que me rodeaba parecía haberse

transformado en algo completamente distinto.

Atrás quedaron los pilares de concreto y las paredes, los autos sin

conductor, o la iluminación de color amarillo chillón. Atrás quedaron el

hospital, papá y Janice, Matthew y el Dr. Ambrose.

En su lugar, el familiar sitio de una negra cama con dosel con el

portarretrato de un collage de varias fotografías en blanco y negro en

marcos a juego se solidificaron en calidad de una cabecera.

—¿Por qué estoy aquí? —le pregunté cuando había contado lo

suficientemente como para calmarme.

—Porque no pensé que fuera apropiado tener esta conversación en

un estacionamiento.

Fue una respuesta simple, honesta, y sin embargo me enfureció.

—¿No creías que fuera una conversación apropiada para tener en

un estacionamiento? Era el lugar perfecto para probar que la conversación

era necesaria. Era el lugar perfecto para que confirmaras al Sr. Branke que

sólo soy una chiflada. Era el lugar perfecto para preguntarme por qué

E

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consideré incluso darte una segunda oportunidad. ¿Por qué no era

también el lugar perfecto para hablar de la grande idiota que soy por

confiar en ti cuando claramente no podrías hacer lo mismo por mí?

Una contracción en su mandíbula, el ligero endurecimiento de la

misma fue todo lo que conseguiría en forma de cualquier reacción física.

Se me quedó mirando, inmóvil, enigmáticamente.

—Si tu intención era traerme aquí y así la conversación pudiera

morir, Robert, estás muy equivocado. Ya he acabado con ser mantenida en

la oscuridad.

Sentí mis dedos enroscarse en la palma de mi mano y a mi

respiración ralentizarse mientras tomaba varias veces profundas

respiraciones para armarme de valor para lo que tenía que decir a

continuación.

—Yo no voy a seguir con esto, Robert. Confiaba en ti con todo.

Confiaba en ti con cada pensamiento, cada recuerdo, incluso con lo que no

me di cuenta que tenía, y no pudiste hacer lo mismo conmigo, no pudiste

siquiera intentarlo. Dijiste que me amabas, pero el amor no es nada sin la

confianza, Robert. Es una emoción inútil y sin sentido si no puedes confiar

en mí.

»Incluso después de que me mentiste, todavía confiaba en ti con mi

vida, porque, tan duro como he tratado de no hacerlo, todavía te amo.

Tanto es así que me duele sólo decir tu nombre y saber que cuando lo

hago, no es porque estoy contigo, sino porque estoy tratando de

convencerme a mí misma para dejar de sentirme de la manera en que me

siento por ti.

La voz de Robert, suave pero firme llenó el vacío que dejó la mía.

—También te amo, Grace. Ni siquiera puedes empezar a entender lo

que siento por ti, no puedes comprender la profundidad de mis

sentimientos por ti. No tienes ni idea de lo que es sentirme de la forma en

que lo hago porque eres…

Lo corté con un gesto de mi mano.

—¿Humana? Ese es el quid de todo esto, ¿no? Eres un ángel y yo

no lo soy, y por lo tanto todo lo que siento es simplemente incomparable.

Puedes mentirme, pero eso está bien porque me amas demasiado. Puedes

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hacer que parezca una chiflada y eso está bien porque tu amor es más

profundo que el mío. Puedes guardar secretos de mí, pero yo soy un libro

abierto porque soy incapaz de comprender lo mucho que te preocupas por

mí.

—Grace, estás siendo ridícula. Esta es la razón por la que nuestra

especie no se supone que se mezcle, no somos compatibles

emocionalmente, no te puedes sentir de la misma manera que lo hacemos

nosotros.

—He terminado con que me hagas sentir que mis sentimientos son

intrascendentes ¡porque se me ocurrió haber nacido humana, Robert!

¡Tienes razón! No puedo sentir de la misma manera que lo haces, al igual

que tú no puedes sentir las cosas de la misma manera en que lo hago yo

porque no eres humano.

Suspirando, me di la vuelta para ver de frente la puerta, la

superficie en blanco, un blanco mucho más reconfortante que la expresión

de su rostro.

—Mira, nada de esto importa más, Robert. Voy a volver a mi casa.

Ya no quiero que me protejas. Ya no te quiero cerca de mí. Si Sam me

encuentra allí, entonces que así sea. Él únicamente va a hacer lo que se

suponía debía hacer, tú lo has dicho por ti mismo: Yo no iba a llegar tan

lejos y te has arriesgado demasiado para mantenerme viva.

No esperé a escuchar un argumento, no quería oír un argumento.

Simplemente lo dejé allí de pie, inmóvil, sin hablar, sin tocar.

Me dirigí a la habitación de Lark y comencé a recoger mis cosas, no

tratando de ser ordenada, simplemente rápida. Tan pronto como estuve

segura de que todo lo que había traído estaba metido ahora en mi bolso y

la mochila, alcancé el teléfono junto a la cama y marqué el número de

teléfono de Graham.

Después de tres timbres, lo escuché atender y di un suspiro de

alivio.

—Graham, ¿podrías venir a buscarme?

—¿Grace?

—Sí. Necesito que vengas por mí, ¿de acuerdo?

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—¿Qué pasa, Grace? ¿Pasó algo?

—¿Podrías sólo venir?

Hubo una pausa. Y entonces...

—No.

Alejé el receptor a cierta distancia y lo miré con incredulidad, como

si fuera a ser capaz de ver una explicación allí, algo que me diera una

justificación de por qué esa fue la respuesta que recibí.

—¿Qué? ¿Por qué?

—Grace, estás huyendo de nuevo. Es hora de dejar de huir. —Podía

oír la tensión en su voz, escuchar lo difícil que era para él, pero había

también una resolución que no iba a ser capaz de romper—. Te quiero,

Grace.

—Te quiero, también —dije en voz baja en el teléfono antes de

colgar.

Me quedé mirando los dos bolsos colocados en la cama de Lark, mi

vida contenida en dos sacos de lona, oscura y constreñidas en un contexto

de brillo y luz que siempre había estado fuera de mi alcance.

—Tenías razón.

Mi cuerpo se sacudió con la voz, pero no me delaté de ninguna

manera. No me volví a mirarlo, me permití eso.

—Tienes razón. No confié en ti. No cuando importaba, cuando te lo

merecías. Estuve equivocado cada vez que dudé de ti, y cada vez, me

prometí a mí mismo que iba a demostrarte que podías confiar en mí,

incluso si nunca sabías que podías… rompí mis votos casi tan

rápidamente como vinieron.

»Lo siento, Grace. Sé que podría decirlo con cada segundo que pase

por el resto de mi existencia y no sería suficiente para una décima parte de

lo que he hecho para hacerte daño, pero no puedo dejarte ir sin escuchar

lo tengo que decir. Por favor. Dame la oportunidad de explicarte, y luego, si

todavía quieres, yo te llevaré a casa y nunca te volveré a molestar.

—¿Qué tienes que decirme que no se haya dicho ya?

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—Todo.

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16 Innominado

Traducido por Elenp y yumigood

Corregido por Marina012

abes por qué los ángeles tienen llamados,

Grace?

Lo miré y fruncí el ceño. ¿Por qué me

estaba haciendo preguntas cuando se suponía

que debía darme las respuestas?

—Lo siento. Estaba siendo retórico. Déjame empezar de nuevo; la

razón por la que los ángeles tienen llamados es porque no tenemos libre

albedrío. No podemos escoger los caminos que toman nuestras vidas, sin

importar nuestra habilidad, sin importar nuestras esperanzas, nuestros

sueños. Si no fuera por el llamado, habría miles de guardianes y no habría

videntes; habría sanadores, pero no ángeles de la muerte. O bien, lo

contrario sucedería y la humanidad sería arrasada.

»Hasta que obtenemos nuestro llamado, somos como niños

perdidos en un centro comercial gigante, mirando a todas las tiendas, sin

dinero para gastar, y sin padres alrededor para guiarnos, mantenernos

seguros, pero tenemos un conjunto de reglas que sabemos que debemos

seguir. Y las seguimos.

»La mayoría de nosotros, de todos modos. Algunos de nosotros...

bueno, no lo hacemos. Los lazos que nos unen a nuestra especie no son

tan fuertes porque no hemos recibido nuestro llamado todavía. Y esta

pequeña cantidad de libertad puede actuar como un virus, extendiéndose

dentro de nosotros. Esto es como ser ese niño perdido y ver dos caminos a

—¿S

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seguir: un camino conducirá a ayudar, el otro a los juegos llenos de

caramelos desconocidos.

»Yo estaba destinado a ser la Muerte a causa del origen de mi

nacimiento, la naturaleza de mi nacimiento. Si hubiese podido elegir, me

habría convertido en un sanador, pero entonces, ¿a quién iba a curar

cuando mis manos sólo pueden salvar a una persona?

Sus ojos miraban a los míos de una manera que podía sentir el

alcance de ellos tangible.

—Te refieres a mí.

—Sí, tú. Acepto que tú eres la única persona cuya vida puedo

salvar, cuyo cuerpo puedo sanar. Me gustaría que fuera de otra manera.

Pero, si hubiera elegido ser un sanador, y fuera incapaz de curar la muerte

a mí alrededor, a los enfermos, habría sido un ángel sin un llamado,

perdido.

»Madre te habló sobre los Grigori… ellos decidieron abandonar

nuestras leyes pero aun así respondiendo a sus llamados. El resultado fue

la tierra siendo inundada y la relación de la humanidad con los ángeles

alterada para siempre.

»Pero hay los que se niegan a responder al llamado del todo. Han

probado el libre albedrío, han visto las cadenas invisibles que aquellos que

responden se ven obligados a usar, y no tienen ningún deseo de eso. La

canción del llamado, primero cantada en una invitación, se convierte

lentamente en furia y condena. Esto modifica el corazón de un ángel en

algo oscuro, lleno de horrible e incontrolable odio.

»Pierden su capacidad de oír los pensamientos de los demás, lo

único que les proporciona consuelo de los gritos duros y penetrantes en

los que el llamado se ha convertido. Nada más que los más negros

pensamientos e ideas, la más enferma intención de la mentira y el engaño

pueden ahora penetrar la rabia increíble que llena sus mentes, y hay

demasiado de eso en este mundo humano para bloquearlo.

»Se les llama los Innominados, aquellos que han llegado a estar tan

perdidos para nosotros que son simplemente desconocidos. Son nómadas,

existiendo aisladamente y evitando todo lo que vive. No se preocupan por

nada, no aman nada, y debes ver que para algo que ha nacido para amar

increíblemente, amar intensamente, es una cosa dolorosa y horrible de

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soportar. Ya no queda nada para ellos, nada más que rabia, y ya sabes lo

que viene de eso.

Robert dejó de hablar, su mirada triste y su mano apretada contra

su pecho, como si el corazón que ya no late en su pecho le doliera. Dio un

paso tentativo hacia mí y luego se detuvo, moviendo la cabeza antes de

retroceder varios pasos en la dirección opuesta, su cuerpo ahora

descansando en el umbral de la puerta, con un pie en el pasillo, y el otro

en la habitación de Lark.

—Sé que te preguntas por qué te estoy contando esto, qué podría

tener que ver esto con la forma en que te he tratado, a pesar de mis

declaraciones. Es muy sencillo, de verdad. Por toda mi existencia, cada

uno de los momentos despertando estuvo lleno de expectativa por el día en

que finalmente recibiría el llamado.

»Hasta que tú apareciste.

En una fracción de segundo, estuvo a mi lado, con las manos sobre

las mías, una expresión intensa y entusiasta en su rostro.

—Grace, siempre he sido respetuoso, obediente y fiel. Nunca he

dado motivos a nadie para dudas o desconfianza. Pero en aquel momento

en que me hice consciente de ti, sentí tu presencia, todo cambió.

»Toqué tú cabello, modificando su apariencia, fue la primera vez

que había hecho eso para alguien, y la ruptura de tan pequeña norma

actuó como un catalizador para algo que yo no sabía que estaba esperando

profundamente dentro de mí. Y entonces me tocaste…

—En realidad, me estrellé contigo —le corregí.

—Sí, para ti se sintió como si hubieses chocado conmigo, y con

razón, te estrellaste en mi vida, pero para mí, fue algo completamente

distinto. Fue como un bautismo, el sentimiento de tu vida humana en

contra de mi vida inmortal. Cambió la forma en que veía las cosas, cambió

la forma en que quería ver las cosas.

»Eché un vistazo a tu vida, desde tus primeros recuerdos formados

hasta los pensamientos que corrían en tu mente por Graham. Quería ver

los momentos que te formaron, te moldearon. Y cuando vi a Sam allí, vi lo

que ocurrió, lo que debería haber tenido lugar, supe de inmediato qué era

lo que yo debería haber hecho.

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Mis manos en las suyas estaban a sólo milímetros de su rostro

mientras las miraba, sus ojos revoloteando de un dedo al otro, antes de

llevarlos a su mejilla, la piel fría descansando contra el calor de las mías.

—Una canción que hablaba de tu nombre en la muerte comenzó a

tocarse en mi mente. ¿Y por qué no lo haría? Tú habías escapado de morir.

Nadie hace eso; nadie que está destinado a morir sobrevive. Eras un

milagro, un milagro físico.

»Tomé la decisión después de no alertar a Sam de tu presencia. Te

mantuve en secreto, mi secreto. No podía soportar la idea, incluso después

de un breve encuentro, la idea de tú no existiendo en este mundo. No me

importó nada más, nada más importaba sino saber que estabas a salvo,

que vivirías para ver otro día, y luego otro.

»La noche de la boda de Hannah, te dije que tenía la esperanza de

recibir el llamado a sanar, porque la verdad es que, todo lo que quería

hacer era ser capaz de sanarte. Recé por eso, deseé eso, necesitaba saber

que sin importar nada, podía mantenerte a salvo, mantenerte con vida y

conmigo porque mis sentimientos por ti corren más profundo que la

sangre. Ellos van más allá de la vida, del tiempo.

»Tenías razón sobre yo no confiando en ti, pero no tenía nada que

ver contigo, Grace… nunca fue por ti. Sabía, sabía sin duda que debía

confiar en ti, pero simplemente no podía. ¿Cómo podría, si con sólo existir

ya me habías seducido a romper las leyes divinas?

»Pero la ironía aquí es que, con todos mis secretos, yo era quien no

merecía confianza. Estaba rompiendo las leyes de mi propia especie, una

tras otra, y todo porque sabía en mi alma que mientras te amara, eso era

justificación suficiente para cualquier cosa que te mantuviera a salvo.

Mi voz sonó desconocida cuando le pregunté qué quería decir con

cualquier cosa, que qué era lo que había hecho.

Contuve la respiración mientras él respondía.

—La canción que se reprodujo en mi mente ese primer día, la

canción que hablaba de ti en la muerte, no era sólo otra parte de ser un

ángel, Grace. No era yo viendo tú pasado y lamentándome contigo por las

cosas que habías perdido.

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Se detuvo, su cuerpo tranquilizándose mientras sus palabras

llenaron el silencio que siguió.

—Fue mi llamado.

Saqué mis manos de las suyas, el frío que recorría a través de mi

parecía venir directamente de su tacto. Sus ojos estañados se habían

aclarado a un color casi blanco plateado, casi incoloro a excepción de un

anillo fantasmal que rodeaba el iris exterior.

—Me dijiste que los ángeles no obtienen su llamado hasta que

reciben sus alas, ¿cómo podrías conseguir tu llamado antes de conseguir

tus alas?

—No lo entiendo tampoco. No lo reconocí por lo que era porque he

sido llevado a creer que el llamado sólo puede ser escuchado por aquellos

cuyas alas han surgido. No fue sino hasta mucho después que me di

cuenta que el llamado se presenta a sí mismo a cada ángel cuando sus

corazones y mentes están abiertos para el fin al que han sido destinados.

»Desde el momento en que te vi, supe que estaba destinado para ti.

La sanación, ser un ángel, todo pasó a ser secundario. Tenía que tenerte,

conocerte... amarte. No puede haber un mayor deseo que por lo que no se

puede tener, y no puede haber amor más grande que al que estás

destinado. Eres los dos, lo cual entra en conflicto con lo que tengo que

hacer.

»Yo soy la Muerte, personificada y encarnada. Soy la razón de que

la vida sea a la vez significativa y sin sentido, y la razón de que nada en

este mundo debería tener algún valor para mí. Pero no estoy entero, no

como un ángel de todas formas, hasta que complete mi llamado. No estoy

completo hasta que cumpla la intención de la canción.

En la fracción de segundo que me llevó averiguar qué era lo que

aún no había hecho, actuó. Estábamos ahora en su habitación, el

marcado interior negro y blanco siendo un cambio dramático de las

paredes de colores brillantes que habían sido las de Lark. Yo estaba como

lo había estado en la de ella, de pie junto a la cama, dos bolsos colocados

allí, ahora mezclándose en lugar de destacándose. Él, en cambio, estaba

en la pared del fondo, cerca de los grandes ventanales que daban a la

parte trasera de la casa.

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Al ver que él no sería capaz de expresar el hecho a sí mismo, lo hice

yo.

—Necesitas matarme —dije en un tono irónico, triste pero contenta

de haber finalmente escuchado la verdad, incluso si eso significaba que

sería lo último que oyera.

—Puedo ayudar a millones de personas a morir, enviar sus almas

para que se regocijen en el Cielo, o marchitarse en lo más profundo del

Infierno, pero mantenerte con vida, Grace, estoy, en esencia, evitando mi

llamado, ignorándolo.

—Entonces, ¿eso significa que eres un ángel caído? —le pregunté,

no entendiendo completamente.

—No, Grace, no lo soy. Los caídos siguen optando por responder a

su llamado, ya que los mantiene conectados a su divinidad. Se han ido en

contra de la misma razón por la que somos ángeles, ellos han destruido la

fe de la humanidad en nosotros y perder su lugar en el Cielo es uno de los

peores destinos que un ángel puede sufrir. Pero, llega un momento en que

ser juzgados como caídos es el menor de dos males.

Mi gruñido de incredulidad sonó como un disparo en el silencio

grave entre nosotros.

—¿Cuándo? ¿Exactamente qué es peor que ser expulsado del

Cielo?

La voz de Robert, en calma y tranquila, desmintió las palabras que

pronunció mientras me miraba con una tristeza casi inquebrantable.

—Cuando escuché la canción por primera vez, y la ignoré, puse en

marcha el comienzo de algo que no entendí, jamás podría haberlo sabido.

Al ignorar el llamado antes de mi ascensión, aunque sea por un corto

período de tiempo, dejé que la oscuridad de los Innominados entrara en

mí. Esta oscuridad contamina todo lo que toca, Grace. Es un tinte negro

que se propaga, haciéndome ver y sentir cosas que de otro modo no

sentiría cuando estoy contigo… ira, odio, celos.

Tomó mi mano derecha, girando el anillo de plata que se adhería a

mi cuarto dedo.

—Cuando vi que no estabas usando tu anillo, sabía que no era

debido a que lo habías arrojado lejos, sabía que no habrías hecho eso. Pero

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este sentimiento abrumador de ira se hizo cargo. Sólo sabía cómo acusar,

cómo herir, y lo hice. Nunca podré perdonarme a mí mismo por no ser lo

suficientemente fuerte para detenerme. No hay otra manera de detener

esto, Grace, aparte de responder finalmente al llamado. Pero no puedo

hacer eso.

Observé en silencio mientras él caminaba hacia el collage de

fotografías sobre la cama, imágenes de los dos recopiladas durante las

diversas etapas de nuestra relación. Me di cuenta que había más, ahora,

algunas que incluían a Lark, Stacy y Graham.

—Nunca lo dijiste, pero sabía que te preguntabas por qué había

armado esto, ¿por qué un ángel necesitaría fotografías de algo cuando

podemos ver y recordar todo en nuestras mentes? He armado esto, porque

cuando la oscuridad finalmente tome el control, quiero ser capaz de ver

que una vez fui capaz de amar, y que había sido amado. No sabré lo que

significa, pero rezo para que sea suficiente y evite que te haga daño.

—¿Es por esto que querías que me convirtiera, Robert? ¿La

verdadera razón? —No sé por qué hice la pregunta, pero sentí que

necesitaba hacerla, aunque sólo fuera porque necesitaba escuchar mi

propia voz, convencerme a mí misma que estaba en verdad aquí.

—Es parte de la razón, aunque sólo una parte. Que te mantengas

viva significa más para mí que cualquier otra cosa. Estoy dispuesto a

sacrificar mi propia alma para mantenerte con vida, Grace. Me temo que

cuando la oscuridad finalmente se haga cargo, no voy a ser capaz de

detenerme a mí mismo ni a nadie de tomar tu vida humana. Pero si fueras

convertida, no serías susceptible a la muerte y a morir de la manera que lo

harías como una mortal. Convertida, estarías a salvo. Incluso de mí.

Y fue en ese momento que todo cambió dentro de mí. Todo lo que

había pensado, todo lo que había conocido hasta ese momento era ya

intrascendente.

Porque, aunque había estado enojada, a pesar de que había sido

herida monumentalmente, eso había pasado con el conocimiento de que

fueran cuales fueran las consecuencias para mí, al menos Robert seguiría

existiendo en este mundo. Era, supongo, un testimonio de la permanencia

del amor que podría aceptar al morir, independientemente de la manera

involucrada, siempre y cuando supiera que él viviría.

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Porque lo amaba, no se puede negar o evitar. Lo amaba de una

manera que desafiaba la lógica misma. Tenía sentido, y a pesar de todo no,

corría por mis venas como mi sangre, y a pesar de todo se coagulaba a la

vez, espeso como lodo e inmóvil con el peso de su propia intensidad. Me

consumía, y demandaba que también se le consumiera, y mientras más lo

aceptaba, mientras más le daba la bienvenida, más sabía que no podría

existir sin ello.

Y cuando él me miró, cuando la plata de sus ojos se encontró con

la siena tostada de los míos, había un entendimiento. No con palabras o

con gestos, pero sí con el imperceptible oscurecimiento de los irises.

Entonces se movió a mi lado, arrodillándose frente a mí, sus manos

una vez más tomaron las mías y las llevó a su cara, su mejilla ajustándose

al corazón de la palma de mi mano, mis dedos rozando su oreja.

—Grace, no puedo retirar lo que hice para hacerte daño. No puedo

deshacer nada de eso, no importa lo mucho que lo quiera. Sólo puedo

decirte que desde este momento, desde este mismo instante hasta que ya

no pueda verte por el amor que te tengo, seré honesto contigo, te diré todo,

no habrá secretos entre nosotros.

»Lo único que te pido es que me perdones. No espero que me

permitas volver a tu vida. No me atreveré a pedirlo, ni siquiera tendré

esperanzas de que lo hagas. Sólo pido que me perdones por los agravios

que he cometido contra ti, por lastimarte a pesar de tu amor, a pesar de mí

amor.

La sensación de su piel fría contra el calor de la mía fue una

distracción, pero eso no me podía convencer de decirle los pensamientos

que resonaban como un disturbio vicioso en mi cabeza.

—Robert, por favor, mírame. No puedo decir esto sin ser capaz de

ver tu rostro.

Como si con sólo pensar en ello se perdiera mucho tiempo, su

cabeza se levantó de golpe, sus manos soltándose de las mías, dando la

impresión de que ahora yo ejercía el control.

Sus ojos estaban imperturbables a los pensamientos en mi cabeza,

pero podía ver la cruda emoción en ellos, la más mínima pizca de

esperanza tiñendo sus ojos de estaño.

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—Y así lo hiciste, Grace. Lo he negado durante demasiado tiempo,

te dejé con la más elemental de las verdades y los resultados no te han

mantenido a salvo. El camino al Infierno está empedrado de buenas

intenciones dice el dicho, y yo he añadido mis piedras con mi falta de fe en

ti y en mí mismo.

»No confié en ti, no del todo, pero el hipócrita en mí, el bastardo que

soy exigió que confiaras en mí de manera inequívoca. Y durante todo este

tiempo yo era el mentiroso, mientras que tú fuiste siempre sincera, más

divina que yo, y he pagado el precio, perdiéndote.

Mis dedos se movieron de un lado de su rostro a su boca,

presionando para silenciarlo y de ese modo poder hablar.

—Robert, por favor. Escúchame antes de que pierda los nervios

porque no sé si puedo hacer esto de nuevo antes de que mi mente empiece

a divagar, y piense en cada razón por la cual no debería hacer esto.

»Te perdono. Es difícil decir por qué, pero lo hago, y no lo voy a

cuestionar, no cuando hay otras respuestas que necesito más que esta.

»Te amo. Te amo y no puedo ignorar eso. Lo he intentado. Cuando

cierro los ojos veo tu rostro, cada pensamiento que sé que es mío, todos los

recuerdo que sé que son reales, están llenos de ti y lo odié. Lo odié tanto

porque sentía que sin importar qué hiciera, no podría alejarme de ti. Fue

como si me hubieran condenado a ver tu cara por el resto de mi vida como

un recordatorio de qué era lo que me había atrevido a pensar que merecía.

»Quiero decir, mírame. No soy hermosa, no soy especial y, sin

embargo, algo dentro de mí se atrevía a esperar que realmente encontraras

algo en mí por lo que valiera la pena darlo todo… y ahora me entero que en

cierto sentido, eso es exactamente lo que has hecho.

»Aunque fueras egoísta en tus acciones, yo también lo he sido. Te

traté como si fueras humano, esperé que tuvieras las mismas reacciones

humanas, el mismo condicionamiento humano y cuando no lo hacías,

descargué mis frustraciones en ti en vez de entenderlas.

»Mira, yo también soy una hipócrita; te condené por pensar tan

poco en mí porque soy humana, mientras que esperaba mucho más de ti

porque no lo eres, y fui yo quien había estado pensando tan poco de mí

misma todo este tiempo. Es una cosa típica de los humanos, supongo, ser

tan autocrítico, pero eso hace que todo sea más mortificante de admitir,

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porque te seguía culpando por hacerme sentir de esa manera, sólo para no

tener que culparme a mí misma.

»Y cuando pienso en las decisiones que tuviste que tomar, sabiendo

que estaba colocando en ti mi propia incapacidad para aceptarme a mí

misma por lo que era cuando me comparaba contigo, no puedo evitar

sentirme como una idiota.

»Y quiero que sepas, que ahora entiendo por qué hiciste lo que

hiciste con respecto a Sam, porque si los lugares se invirtieran, yo hubiese

hecho lo mismo…

Sacudió su cabeza, negando mi admisión.

—No lo creo ni por un segundo. Tú hubieras sido sincera conmigo

desde el principio.

—Si se reducía a decirte y arriesgar tu vida, o no decírtelo y

mentirte con tal de mantenerse a salvo, mentiría, Robert. Llevaría ese

secreto conmigo a la tumba si eso significaba que vivirías —argumenté.

»No te puedo imaginar no formando parte de esta vida, no cuando

tu existencia es vital para el equilibrio de este mundo. ¿Qué soy yo sino un

pequeño problema en el gran esquema de las cosas? No estoy destinada a

salvar almas, o salvar vidas. Sólo soy buena en una cosa y no he estado

haciendo un buen trabajo en eso últimamente.

Me puse de rodillas y, todavía sosteniendo su rostro en mis manos,

apreté mi frente con la suya.

Tienes que hacer lo que necesites hacer, Robert; por tu madre, tu

hermana, y por ti mismo. No puedes arriesgarte por mí por más tiempo.

Tienes que responder a tu llamado, tienes que matar…

Él se apartó de mí violentamente, sus manos sujetando mis

muñecas con fuerza, dolorosamente. Traté de liberarme, pero podría haber

estado tratando de que me brotaran alas y volar, el intento fue tan inútil

que supe que mis muñecas se romperían como ramitas.

Nunca me pidas que haga eso otra vez, nunca lo pienses. Prefiero ver

el mundo entero en llamas a que yo o cualquier otra persona te hagan daño.

Sus ojos se habían endurecido en un acero frío, inmóvil mientras

me miraban sin inmutarse e inquebrantablemente.

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Nunca voy a responder a esa parte de mi llamado; nunca. Tu vida es

demasiado importante, demasiado valiosa para mí como para destruirla. No

seas egoísta como para negarme esto, Grace.

—¿Y qué clase de vida tendré, viendo cómo te conviertes en un

monstruo por mi culpa, muriendo por mí?

Su apretón se aflojó y mis manos cayeron sin fuerzas a mis lados,

palpitantes y adoloridas.

—No voy a hacerlo, Grace.

—¿Ameila sabe de esto? —Él asintió—. ¿Y Lark? ¿Ella lo sabe?

—Lo hará si no lo sabe ya.

—¿Y están de acuerdo con esto? ¿Están de acuerdo con que te

estés sacrificando para mantenerme con vida? ¿A un ser humano?

—Ellas quieren lo que yo quiero, Grace. Saben que no puedo vivir

con la idea de que ya no estés aquí, y lo entienden.

Me burlé por la respuesta tan simplista, la ignorancia corrompida

era impactante.

—No quieren ver morir a su hijo, a su hermano, a causa de una

chica humana, Robert; no me importa lo que digan. Esta es la única

manera y lo sabes.

—Este no es el camino, Grace; no para mí. Elegí ir en contra de las

leyes de los de mi clase, conociendo cuales eran las consecuencias. Rompí

regla tras regla, e ignoré la cosa que había estado esperando durante

quince siglos porque por primera vez en mi existencia, tenía dudas acerca

de qué era lo que se suponía que debía hacer, lo que estaba destinado a

ser. No podía entender por qué tu muerte era tan necesaria para que

cumpliera mi destino, y me di cuenta de que no me importaba, tampoco.

Todavía no me importa.

Sentí que mis dedos se curvaban en la palma de mi mano,

formando puños que sacudí por la frustración en cada lado.

—Pero voy a morir, no importa lo que hagas. ¿No te das cuenta?

Sam no va a dejar de intentar matarme, no ahora, ni aunque me convierta;

sabes que esto ya no es él cumpliendo su destino, esto es personal. Y si no

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me convierto, sigo siendo humana, Robert… cualquier cosa me podría

pasar. Deberías saberlo ya.

—¿Quieres morir? ¿Es eso lo que estás diciendo? ¿Quieres dejar

atrás a tu padre, tu hermano, tus amigos para que yo pueda seguir

matando gente? —Había ira en su voz, ira junto con decepción, y yo sacudí

la cabeza.

—Por supuesto que no quiero morir, pero entiendo y acepto que

simplemente no hay una opción aquí. No para mí, no cuando me siento

así. Aunque Sam se rinda, aunque me convierta, no estaría viviendo. Me lo

dijiste antes una vez, estamos simplemente existiendo. No comenzaste a

vivir hasta que me conociste. ¿No puedes ver que así me pasa a mí

también? Hasta que llegaste tú, siempre me sentía fuera de lugar, como si

la parte que me permitiría encajar de alguna forma estuviera perdida. Si tú

no estás más aquí, las cosas no volverán a ser como antes; serán peor

porque sabré lo que me he estado perdiendo. Seguiré viviendo, pero no

estaré viva.

Se movió lentamente, sus brazos viniendo a mi alrededor y tirando

de mí en un suave abrazo, mi cabeza descansando contra la curva de su

cuello, su olor increíblemente fuerte aquí. Una de sus manos me acarició

el cabello mientras que la otra acariciaba la parte baja de mi espalda.

Suspiró cuando mis manos lo rodearon para sostenerlo, y el círculo se hizo

más pequeño cuando me apretó más fuerte.

—Lo sé. Lo sé... pero debes entender, si hubiese otra forma de

mantenerte a salvo, ya lo habría hecho, me habría asegurado de ello. Pero

he agotado todas las opciones.

Él mostró una especie de tímida sonrisa a continuación, seguido de

un suspiro triste de reconocimiento.

—Incluso he enfadado a los Serafines, acusándolos de saber cómo

parar esto y simplemente negarse a decirme por estar enojados. Sin

embargo, incluso si lo supieran, no puedo culparlos por no revelarme

nada; están decepcionados de mí por negarme a seguir el llamado y por

prevenir a Sam de seguirlo. No ayuda al asunto de que me convertí en un

delincuente en el momento en que te conocí.

Sentí mi cabeza inclinarse una vez, comprendiendo.

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—Pero te contuviste a ti mismo de romper una regla, cierto. —Fue

una afirmación, no una pregunta. Un punto que nunca pensé que sería

capaz de traer a colación, y ahora aquí estaba, y estaba temblando con la

implicación de la misma, la enormidad de esa regla cargando un peso

mucho mayor que todas las otras combinadas, las consecuencias de ello

oscurecía las historias de ambos. Tan pronto como el pensamiento se

escapó de mi mente, quise tomarlo de vuelta y enterrarlo para siempre

bajo montones de recuerdos inútiles, pero ya era demasiado tarde.

Robert se alejó para mirarme y sus ojos se abrieron de par en par,

el frío metal ablandándose mientras la plata comenzaba a arder y, Dios me

ayudara, sentí un calor dentro de mí florecer a algo familiar, algo casi...

desesperado.

—Entiendes ahora porque me seguía deteniendo, Grace. Sabes que

no fue porque no me sienta atraído por ti. Por el contrario; había

renunciado a sentir algo físico por alguien, ángel o humano, hasta que te

conocí.

Alargó una mano para acariciar mi cabello.

—Eres más atractiva que una ninfa, la forma en que me tientas con

esa sonrisa; tan genuinamente dulce y generosa.

Las yemas se sus dedos se arrastraron a las esquinas de mis ojos,

revoloteando sobre los párpados cuando los cerré, suspirando ante el

toque ligero como de pluma.

—El café en tus ojos son tan ricos, mirar en ellos es como correr

por un bosque de secuoyas y nunca ser capaz de encontrar la salida…

nunca quiero encontrar la salida.

La mano de Robert se trasladó después hacia un lado de mi cara, el

dorso de sus manos acariciando mi mejilla y deslizándose a lo largo de la

línea de mi mandíbula.

—Tu piel… la primera cosa que he sido capaz de sentir realmente,

siempre será lo que imagine cada vez que escuche la palabra “suave”.

Un dedo índice trazó a lo largo del puente de mi nariz,

arrastrándose hacia abajo y luego a través de debajo de mis ojos, el tacto

casi reverente en su dulzura.

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—Pecas. Me prometí que un día te besaría por cada una. Planeo

mantener esa promesa, Grace, si me lo permites.

Cuando mis mejillas se empezaron a calentarse a partir del rubor

que se deslizó dentro de ellas, él acarició el color con ese mismo dedo.

—Qué adorable.

Con la yema de su dedo pulgar, frotó la curva de mi labio inferior,

la fricción ligeramente tirando un poco de él hacia abajo.

—Tu boca es perfecta… nunca he visto a nadie, humano o ángel,

cuyos labios sean tan suave y generosos como los tuyos. Admito que

quería besarte ese primer día. Cuando escuché tu nombre, pensé en lo

dulce que sería besar a Grace Shelley. Cambié mi horario sólo para poder

estar al menos en la mitad de tus clases.

Lo miré con sorpresa, esta noticia era nueva para mí.

—¿En serio? ¿Por qué?

Una sonrisa pícara se dibujó en su rostro.

—Bueno, ¿de qué otro modo iba a presentarme? No soy bueno para

el trato social. Nunca lo he necesitado, los de tu clase acuden a mí, es

instintivo. Pero tú… tú huiste de mí. Eso nunca me había ocurrido antes y

estaba un poco... confundido por eso. Así que le eché un vistazo al

pensamiento de la secretaria y vi tu horario de clases y simplemente...

alteré el mío para coincidir. No estás enojada conmigo, ¿verdad?

—No, no lo estoy, pero ¿por qué no pudiste haber cambiado tu

horario para estar en todas mis clases? —Me reí.

—Eso hubiera sido un poco demasiado obvio, creo yo, pero queda

suficiente tiempo en el año para hacer algunos ajustes...

Su expresión juguetona y la sugerencia de cambiar sus tres clases

restantes por las próximas cinco semanas me llenó de un calor que había

estado ausente durante tanto tiempo, que no lo reconocí al principio. Y

cuando me miró, el calor se convirtió en algo mucho más caliente… tuve

que mirar hacia otro lado; si no lo hacía, estallaría en llamas con sólo

mirarlo a los ojos.

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—Qué extraño… eres tímida, como si ésta fuera la primera vez que

me has visto de esta manera.

Su comentario me tomó por sorpresa. Tuve que parar y pensar

sobre lo que había dicho, y si había o no algo de verdad en ello. Mis ojos

volvieron a los suyos y la calidez que se había enfriado después de que

había alejado la vista se encendió una vez más, más rápido y más

intensamente. Una vez más mi mirada se desvió hacia otra parte para

evitar la auto-combustión.

Una risa suave contra mi mejilla, seguida de una caricia tan suave

que pensé que me lo imaginé, precedió las palabras susurradas que

llenaron mis oídos.

—Así que, nos volvemos a encontrar.

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17 El Interruptor de

Encendido/Apagado Traducido por Whiteshadow

Corregido por LizC

iempre me he preguntado sobre eso —reí cuando

me dio una sonrisa inocente—. Con mil quinientos

años de conocimiento a tus espaldas, uno podría

pensar que habrías aprendido una nueva línea.

Él sonrió y sacudí la cabeza mientras sus hombros subían y

bajaban en un gesto descuidado.

—Te dije que no tengo realmente habilidades sociales. Además, la

línea funcionó muy bien contigo.

—Bueno, soy fácil de complacer.

Gemí para mis adentros ante el comentario y sentí que mi cara se

ruborizaba de vergüenza.

—¿Por qué te sientes tan avergonzada, Grace? ¿Tanto han

cambiado las cosas entre nosotros?

—Bueno, sí —contesté en voz baja—. Estás siendo honesto conmigo

por primera vez, por lo menos creo que lo eres; las cosas… son diferentes,

estás diferente. Y no estoy segura de por qué eso debería afectar a cómo

—S

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me siento, pero lo hace, y no exactamente en la forma en que pensé que

sería, o debería hacerlo.

Nos sentamos en el suelo de su habitación, recostados contra el

lado de la cama que daba a las ventanas con vistas al patio trasero.

Nuestras manos yacían a nuestro lado, su dedo pequeño apenas tocando

el más pequeño de los míos, y aun así fue suficiente para sentir como si

una tormenta pasase entre nosotros.

—Grace, también has cambiado. Eres más fuerte, más segura de ti

misma de lo que eras cuando te conocí. Supongo que es por eso que

encuentro esta timidez tan entrañable.

El sol empezaba a levantarse, la luz arrastrándose lentamente

tornando el rocío que se aferraban a la hierba en un revés del cielo

nocturno.

—Es hermoso —suspiré, cerrando los ojos ante el singular

centelleó—. Qué apropiado, has vuelto mi vida de cabeza y ahora el cielo

está del mismo modo.

Tomó sólo unos momentos, y los bien recibidos dedos de Robert

entre los míos, antes de que el dulce sueño finalmente me venciera.

Dicen que el amanecer de un nuevo día siempre trae consigo

tiempo para la reflexión. ¿Qué dicen cuando has dormido durante el día y

despiertas en la tarde? ¿Y qué dicen cuando te despiertas en una cama

que no es la tuya, y estás sola?

Abrí los ojos y gemí, estiré mi cuerpo para deshacer la tensión que

se había formado en mis miembros. El sol de la tarde fluía a través de la

ventana de Robert, el polvo que flotaba en la habitación brillaba como

diminutas hadas de una fantasía infantil.

—Estoy volviéndome loca —murmuré para mí antes de rodar. La

otra mitad de la cama estaba perfectamente sin usar; el vacío encontró a

su pareja dentro de mí cuando me di cuenta que tenía la esperanza de que

Robert estuviera allí.

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Con un gruñido de desaprobación, me senté, deslicé las piernas

sobre el borde de la cama y un chillido de sorpresa se me escapó cuando

algo fluyó alrededor de mis piernas. Miré hacia abajo y vi la falda de lo que

sólo podría haber sido el más largo camisón que había visto en mi vida.

Tocaba el suelo y se arremolinaba alrededor de mis piernas como si

acabase de pisarlo y jalarlo hacía abajo en un montón. El tejido era más

blanco que cualquier cosa en la habitación, y más suave que mis antiguas

camisa. Se arrastraba hacia arriba, una hilera de pequeños botones que

partían desde mi ombligo y continuaban hasta la línea del cuello justo

debajo de mi clavícula, acompañado de cintas gruesas de encaje, que se

apoyaban suavemente en mis hombros.

Y lo único en lo que pude centrarme más que en eso fue en el

hecho de que no me lo había puesto, lo que significaba que alguien más lo

había hecho.

Me puse de pie y corrí hacia el espejo para mirarme. No me veía

diferente, no había ningún cambio dramático en mis características o

expresión. Sólo me veía sorprendida. Mi cabello se parecía a Kansas

probablemente después de que el tornado Dorothy tocase tierra, pero eso

era normal.

El sonido de actividad más allá de la puerta cerrada me hizo saltar

y me apresuré a volver a la cama, zambulléndome debajo de las sábanas y

tirando de ellas hasta mi barbilla. Cuando la puerta se abrió y apareció

Robert con una bandeja en la mano, me sentí nerviosa... y mareada.

—Traté de ser lo más rápido posible, pero no importa lo capaz que

soy en otras cosas, simplemente no soy capaz de cocinar a un ritmo más

rápido que el de un ser humano. —Estaba sonriendo de una manera

bastante peculiar mientras colocaba la bandeja en la cama junto a mí.

Miré el contenido con gran temor. Había un pequeño plato de pan

tostado con mantequilla, una pequeña taza de mermelada de fresas junto

a él, y un plato más grande que sostenía lo que parecía una pequeña pila

de panqueques y unas rebanadas de tocino.

—¿No te gustan los panqueques? ¿O es el tocino? No estaba seguro

de si eras fanática del tocino, aunque sé que Graham come una cantidad

excesiva…

Detuve su monólogo con una simple sacudida de la cabeza.

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—No es eso. Me gustan los panqueques. Y el tocino, me gusta el

tocino. Es sólo que...

Se sentó a mi lado y tomó mi mano, la confusión deslizándose por

su rostro.

—¿Qué?

—Bueno, es sólo que tu madre no es exactamente tan buena en la

cocina, lo cual es sorprendente dado lo que ella es, y creo que estoy un

poco indecisa a probar algo que está hecho por alguien que sólo la tuvo a

ella por ejemplo de cómo cocinar.

La confusión pronto fue sustituida por humor y diversión mientras

sus ojos se arrugaban y su boca se ampliaba en una sonrisa plena.

—Puedo asegurarte que no aprendí a cocinar de mi madre, aunque

debo decirte que cuando mi madre trata de ser buena en algo, por lo

general tiene éxito, lo que probablemente significa que quería hacerlo mal

en la cocina.

Tomé una tira de tocino y poco a poco la llevé a mi boca, el olor

traicionando mi estómago, ya que comenzó a hacer ruidos. Le di un

pequeño mordisco y cerré los ojos, preparándome para la enorme

decepción... y luego procedí a consumir toda la bandeja de comida, sin

decir nada, permitiendo sólo el sonido del tenedor al golpear el plato llenar

el espacio que me rodeaba.

Robert permaneció a un lado, sonriendo.

Cuando terminé, tomó la bandeja y desapareció por menos de un

minuto, volviendo con un paño de cocina en sus manos.

—Comiste más rápido de lo que esperaba. ¿Creo que acabo de

probarme a mí mismo en la cocina?

Riendo, asentí con seriedad.

—Y algo más. Por supuesto, si me hubiera tomado mi tiempo,

Graham habría aparecido… puede oler el tocino a un condado de

distancia.

—Bueno, es una buena cosa que hiciera el paquete completo para

cuando llegue entonces, ¿no es así? —bromeó.

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—Así que, ¿va a venir?

Él asintió y luego hizo una seña a mis bolsos, depositados en el

extremo de la cama, asentados en el baúl que descansaba allí. Todavía se

encontraban empacados.

—Deberías cambiarte. Viene a recogerte, y te llevará al hospital

para ver a Janice y al bebé.

—¿Su auto llegará tan lejos? Quiero decir, ha estado luchando sólo

para ir y volver de la escuela.

—Tendremos que averiguarlo, ¿no?

Comenzó a dirigirse hacia la puerta y finalmente le hice la pregunta

que había estado en mi mente desde el momento en que desperté.

—Robert, nosotros... quiero decir, ¿tú y yo...? —De acuerdo, en

realidad no se lo pregunté; era una pregunta demasiado personal para

hacer, sobre todo porque no sabía cómo decirlo, pero podía ver la pregunta

flotando en mi cabeza, luchando por salir, y sus ojos se agrandaron.

—No. No, Grace, no. Nada de eso sucedió.

—Oh. —Traté de ocultar mi decepción, sólo permitiéndome mostrar

alivio. Creo que debo haberlo entremezclado.

—¿Por qué piensas eso?

—Bueno, porque estoy vistiendo una ropa que no es mía, y estaba

en tu cama.

Su sonrisa divertida no hizo nada para animarme a hablar con más

franqueza, y sólo se rió de mi reacción.

—Grace, te quedaste dormida en tu ropa, y pensé que te sentirías

más cómoda en algo destinado para dormir.

—¿Así que cambiaste mi ropa?

—Bueno, sí. Pero no miré, lo prometo.

Mi cara se sintió muy caliente ante la inmediata negación, y tuve

que apartar la mirada. Él entendió por qué y estuvo sentado en la cama

junto a mí en un instante. Giró mi rostro para que lo mirase, sus ojos

buscando los míos.

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—Grace, lo siento. Eso salió mal, te lo dije, no soy bueno para estas

cosas, y con el paso del tiempo sólo voy a empeorar.

—¿Tú... deseabas ver?

Era imposible. Absolutamente imposible, pero ahí estaba: un

destello de color rojo en su rostro que me dijo que de alguna manera, se

sentía avergonzado por la pregunta, y más aún por su respuesta.

—Sí.

—Oh.

—Sin embargo, no lo hice. Tú no sabías lo que estaba haciendo y yo

no quería estar demasiado... involucrado. Pero quería. No puedo negar eso.

—Pero me viste en la ducha —le respondí.

—No, no lo hice.

Sentí mi mandíbula trabarse en una línea obstinada y lo miré con

duda y desesperación.

—¿Cómo es eso posible? Tienes que haber visto algo con el fin de

atraparme.

—No necesito verte para saber dónde te encuentras, Grace. Puedo

sentirte cerca de mí, oírte, olerte. Todo en ti es algo físico para mí. Y, ya

que estoy siendo totalmente honesto contigo, tengo que admitir que es

mucho más… tentador saber que estás desnuda y no verte.

Allí iba otra vez, la oleada de calor en mis mejillas. De repente no

tenía ganas de preguntar más.

—Bueno, ¿qué tal si yo hago una?

Lo miré y asentí.

—¿De verdad crees que sería tan malo, o tan poco memorable, si

nosotros estuviéramos juntos... íntimamente?

—¿Q-qué? —balbuceé, demasiado sorprendida por la pregunta

como para comprender plenamente qué era lo que quería saber.

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—Me preguntaste si habíamos estado juntos, ¿crees que habría

sido tan horrible que lo olvidarías por completo y necesitarías que te lo

recuerden al día siguiente?

Su rostro mostró decepción, pero sus ojos brillaban con diversión.

No podía evitar sentirme un poco molesta por eso.

—No es justo —le susurré, mi voz baja y con rabia.

—¿Qué no es justo, Grace?

—Esto —respondí, señalándolo a él y luego a mí—. Crees que el que

asumiera que habíamos dormido juntos es divertido, pero no lo es. No es

gracioso, y no es justo porque nunca podremos estar juntos, no de esa

manera, de todos modos, a causa de algo que ocurrió mucho antes de que

cualquiera de nosotros naciera. Y eso fue hace un maldito largo tiempo

atrás, mucho, por si acaso se te olvidó o algo así… y puedes vivir con eso

porque tienes esa ridícula y divina paciencia mientras que yo soy una

humana con la paciencia de una pulga en una sartén, y…

Robert había tenido suficiente de mi cabreo. No tenía que decirlo.

Simplemente lo demostró sosteniendo mi rostro entre sus manos y tirando

de mí hacia él, sus labios haciendo contacto con los míos bruscamente, no

habría dudado de que se hubiesen lastimado ante la fuerza de ello.

Sin embargo, cualquier duda, cualquier idea que podría haber

tenido en mis pensamientos, volaron con el último poco de oxígeno en mi

cuerpo mientras sentía su boca abierta y su aliento fresco tocando el arco

de mi labio superior. El aroma dulce, seguido por la astucia suave de algo

más que trazaba la curva del labio, hizo a mi corazón estrellarse contra la

pared vacía de mi pecho. Vi la plata en sus ojos oscurecerse tornándose en

algo tormentoso, casi aterrador, antes de que todo se perdiera en una

tormenta de blanco y negro.

—¿Grace? —¿Grace?

Es por mucho, la cosa más rara oír tu propio nombre dicho de tal

manera. Dos voces, ambas en mi cabeza, una se escuchaba a través del

filtro de mis oídos, la otra, no contaminada y más clara que el vidrio.

Y sabía que tenía que estar delirando cuando las voces dieron paso

a una especie de urgente presión en contra de mi rostro, la sensación

siguiendo la línea de mi mandíbula hasta que finalmente terminaba en el

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vértice donde mi cuello empezaba. La presión se mantuvo allí durante un

minuto, dulce y suave contra el pulso que latía debajo de él antes de

continuar definitivamente descendiendo.

Una vez más, sentí que el aire me dejaba, pero esta vez regresó a mí

cuando la presión se encontró frente al hueco entre mis hombros. Mis ojos

se abrieron y se encontraron con la parte superior del cabello negro de

Robert provocándome cosquillas con su barbilla y nariz.

—Parece que he descubierto el interruptor de encendido y apagado

—dijo sonriendo, levantando la cabeza colocándose a mi altura para que yo

pudiera ver lo mucho que disfrutaba su nuevo descubrimiento.

—Eso no es gracioso —le contesté, jadeando ligeramente a medida

que mi pecho se acostumbraba a la respiración renovada.

—Oh, pero lo es. Basta pensar en todas las discusiones que podría

haber terminado si hubiera sabido acerca de esto.

—Yo... —¿Qué podía decir a eso? No es como si no lo habría

disfrutado, o preferido incluso.

—Me alegro de que lo veas a mi manera.

—Pero no puedes poner fin a las discusiones de ese modo, Robert.

Hay algunas cosas que necesitan ser discutidas. Como, ¿qué haremos con

respecto a nosotros?

Inclinó la cabeza hacia un lado y sonrió.

—Pensé que deduciríamos eso.

—¿Hacerme perder el conocimiento es tu solución?

—No. Hacer que te desmayes y luego despertarte con besos, lo es.

La cabeza me empezó a doler cuando me di cuenta que él no tenía

idea de a dónde era que estaba tratando de llegar. Tomé sus manos y las

apreté contra mi rostro, sus dedos acariciando suavemente las comisuras

de mi alicaída boca.

—¿Pasaremos el resto de nuestro tiempo juntos de este modo?

¿Contigo sosteniendo mi rostro como si se fuera a caer de mi cabeza? ¿O

tratándome con guantes de seda porque se supone que debo morir en

cualquier momento? Santo cielo, ahora entiendo cómo se siente Stacy.

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Las manos de Robert se tornaron más intensas mientras escapaban

de mi agarre y viajaban a mis hombros, apretando suavemente.

—Grace, hay una diferencia entre tú y Stacy. Stacy va a morir.

—Sí, y yo también La única diferencia entre nosotras es que ella

sabe cuándo va a morir.

—No voy a dejarte morir, Grace. No por mi mano y no por la de

nadie más.

Se veía tan determinado cuando dijo eso, que casi le creí.

—No vas a sacrificarte por mí, Robert. No te dejaré.

—¿No me dejarás? Grace, en caso de que lo hayas olvidado, yo soy

el que tiene que matarte para cumplir con los deberes de mi llamado, y no

hay nada que puedas hacer para que te mate.

Gruñí frustrada por su arrogancia, pero sobre todo por el hecho de

que tenía razón.

—Graham está aquí… acaba de pasar por la puerta. —Robert me

levantó sin esfuerzo de la cama y plantó mis pies en el suelo—. Te sugiero

darte prisa y cambiarte antes de que él entre.

Me saqué el camisón y lo miré interrogante.

—¿Estás seguro de que no miraste?

—Grace, ¿cuánto va a tomarte para llegar a creerme cuando digo

que no miré? Mantuve mis ojos cerrados todo el tiempo; no quise que te

sintieras como si estuviera aprovechándome de ti. Creo que he actuado

muy honorable en estos últimos meses contigo, considerando todas las

cosas, y nunca te he dado motivos para pensar de otra manera en ese

departamento en particular, así que sí es posi…

Me empujé hacia adelante y permití que mi boca cubriera la suya,

el impulso demasiado grande para resistirse. Fue un estallido de euforia

que se apoderó de mí cuando no me rechazó, y respondí tirando

juguetonamente de su labio inferior con los dientes antes de dejarlo ir.

—Bueno, ¿quién sabría? También tienes un interruptor de apagado

—dije con sorna.

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Se llevó la mano a los labios y sus ojos se llenaron de sorpresa ante

mi ataque.

—Touché —dijo en voz baja.

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18 Libertad Condicional

Traducido por nahirr

Corregido por LizC

o voy a decir que te lo dije, pero… eh, te lo dije,

Grace. Sabías que tenía razón.

Graham estaba sentado junto a mí con sus

manos en el volante del Charger de Robert, su cara petulante con

satisfacción, y me peleé las ansias de golpearlo... a penas.

—Me alegro, por supuesto, porque cuando tú estás de un mejor

humor, él está de un mejor humor. ¡Y... —agitó sus manos alrededor del

interior del auto—... yo consigo conducir esto!

—Graham, hay momentos en lo que lo único bueno sobre ti es que

puedes conducir —dije en voz baja mientras miraba por la ventana—.

¿Cuánto más hasta que lleguemos al hospital?

—Actúas como si no lo supieras.

Me incorporé y apunté mi dedo en el velocímetro, el dial pegado en

un número sorprendentemente bajo.

—Y tú actúas como si no supieras dónde está el acelerador. Sé de

lo que es capaz este vehículo, Graham. Sé que es capaz de ir a más de

cuarenta kilómetros por hora.

—Mira, Robert dijo que podía conducir su auto porque sabía que el

Buick no podría dar vuelta a la cuadra mucho menos llegar al hospital,

pero también me dijo que cuidara de ella, así que eso es exactamente lo

que estoy haciendo.

—N

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—Y cuando dijo que “cuides de ella”, ¿no pensaste por un minuto

que pudo haberse referido a mí?

Me miró, con una especie de mirada desconcertada en la cara.

—Estás bromeando, ¿cierto? Mira, entiendo que Robert es un ángel

y todo, pero en el fondo todavía es un chico, Grace. Si no, hubiera

comprado un Saab o un Volvo o algo así. Éste, éste bebé de aquí es de un

chico, y los chicos nunca, nunca llaman a sus autos otra cosa que no sea

un ella.

—A veces puedes ser tan obtuso, Graham.

—Gracias.

Afortunadamente, presionó un poco más el acelerador y nos

apresuramos a unos saludables cincuenta y cinco kilómetros por hora,

aunque todavía íbamos penosamente más lento que todos a nuestro

alrededor… ¿por qué no lo estaríamos? ¡Estábamos en la autopista!

Sin embargo, sabía por qué quería que se apurara. No podía

explicarle bien lo que había sucedido entre Robert y yo ya que nos

afectaría en resolver los asuntos. Había muchas cosas que ya sabía que lo

podría poner en peligro; no necesitaba saber que el hermano de su novia

tenía que matar a su mejor amiga o de lo contrario él mismo moriría.

—Entonces, ¿has oído algo de Stacy?

Sacudí mi cabeza como respuesta.

—Hablé con el doctor que la está tratando en casa para ver acerca

de hablar con sus padres sobre disminuir sus restricciones, pero es muy

pronto para saber si lo hizo o no.

—No entiendo a sus padres. Está muriendo, por el amor de Dios.

¿No pueden ver que si la mantienen encerrada como un maldito poodle

simplemente va a morir más rápido? —La ira de Graham igualaba la mía,

pero además de sacarla a la fuerza de su propia casa, no había mucho

más que pudiéramos hacer.

El hospital estaba mucho más activo cuando entramos que lo que

estaba la noche anterior, el vestíbulo estaba lleno de gente luciendo

expresiones preocupadas en sus rostros, miradas preocupadas entre una

persona y otra. Era una escena caótica, de verdad.

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—¿Qué está pasando? —Mi pregunta no estaba dirigida a nadie en

particular y la mirada en el rostro de Graham me dijo que él tampoco

sabía nada.

—Hubo un incendio en el Centro Comercial Indian Mound —dijo un

hombre llevando un periódico enrollado mientras pasaba—. Dos tiendas y

el cine se convirtieron en humo; hay por lo menos cincuenta personas

heridas.

—Oh, Dios mío —mi voz baja se las arregló para exclamar mientras

lo veía alejarse—. Eso es por lo que Robert no está aquí.

—¿Qué quieres decir con eso de que es por lo que Robert no está

aquí? Pensé que había renunciado.

La pregunta de Graham me atrapó con la guardia baja y no pude

hacer otra cosa que mirarlo con mi boca abierta en estado de shock. La

noticia que Robert había renunciado a su trabajo era una total sorpresa.

—Grace, ¿qué es lo que va a hacer allí? No puede sanarlos; él

mismo dijo que eras la única persona a la que puede sanar, ¿así que por

qué iría allí?

—Es un ángel, Graham. ¿Dónde más iría si no adonde un montón

de personas han sido heridas? —No era una mentira, no del todo. Pero

tampoco era la completa verdad. Era una de esas medias verdades con las

que los ángeles, había aprendido, podían salirse con la suya al decir, y me

di cuenta que había estado pasando demasiado tiempo con ellos si podía

inventar algo como eso tan rápido y decirlo con tanta facilidad que

Graham ni siquiera parpadeó.

—Así que eso es lo que va a pasar cuando Lark vuelva… ¿sólo va a

levantarse e ir a un choque de trenes, un terremoto o algo así?

—¿Quién sabe? Todo depende de su llamado, supongo.

—¿Sabes lo que es? ¿Robert te ha insinuado algo?

Sentí mi cabeza oscilar de lado a lado en respuesta.

—Ella te lo va a decir antes que a mí, eso es un hecho, así que te

sugiero que simplemente seas paciente y esperes.

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Gruñó decepcionado, sus manos metidas en los bolsillos de su

abrigo con frustración.

—Odio esperar.

Sonreí, sabiendo exactamente cómo se sentía. Nos apresuramos a

un ascensor abierto y nos dirigimos a la sala de maternidad en el tercer

piso, el sonido de bebés llorando y pronto-a-ser-madres en dolor tomaron

a Graham por sorpresa.

—Oh, nunca voy a tener hijos —prometió mientras sacaba las

manos de los bolsillos y cubría sus oídos—. Esto tiene que estar igualado a

que te depilen el pecho con cera.

—Primero necesitas pelo en el pecho, Graham. —Riendo, lo llevé a

la habitación de Janice, golpeando suavemente antes de abrir la puerta y

entrar. Janice yacía en su cama, con papá desmayado en una silla a su

lado. En una cuna de plástico yacía un Matthew dormido.

—Hola, Janice —susurré cuando me vio.

—¡Grace! Tenía la esperanza de que vinieras. Hola, Graham, ¡qué

bueno verte!

Graham asintió y miró al inmóvil Matthew.

—¿Ese es el bebé? —preguntó suavemente, su rostro cauteloso.

—Sí. Lo acabo de dejar después de una muy dolorosa experiencia

de alimentarlo, pero creo que voy a aprender el truco de la lactancia

materna pronto.

La cara que hizo ante las palabras “lactancia materna” fue clásica:

su nariz y frente se arrugaron con desagrado, su boca se volvió hacia

atrás, sus labios se abrieron con horror ante la sola idea, la imagen que se

había formado en su cabeza sólo cimentando su opinión que ver tal cosa

era ahora completamente poco apetecible. Bufé, divertida con su reacción.

—Así que, ¿cómo te estás sintiendo? —pregunté mientras me

inclinaba para examinar a mi nuevo hermano pequeño más de cerca; la

última vez que lo había visto estaba cubierto de sangre y pegoteado. Ahora

que estaba más limpio, podía ver que su cabello era un tono más claro que

el mío, mucho más parecido al de papá, y tenía mejillas muy regordetas y

rosadas con un mohín rosado a juego.

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—Estoy bien, los puntos están bien y probablemente me den de

alta pasado mañana.

—¿Tienes puntos? —Graham miró al rostro de Janice y se

estremeció cuando ella señaló a su abdomen.

—Está bien, Graham. Los puntos se ven mucho mejor que las

grapas que solían usar.

Cuando su rostro se volvió verde, Janice y yo comenzamos a reír,

alarmando tanto a papá como al bebé que empezó a gemir suavemente.

Papá se restregó los ojos y parpadeó varias veces para ver qué es lo que

estaba pasando.

—Hola, niña, ¡Graham, finalmente estás aquí! —Se paró y estiró,

haciendo girar su cuello para aliviar algo de la rigidez que había obtenido

por haber dormido en la silla—. Extraño mi cama —refunfuñó antes de

caminar hacia mí y envolver sus brazos a mi alrededor en un abrazo

paternal.

—Estarás en casa pasado mañana —dije felizmente, devolviendo su

abrazo—. Y entonces nunca podrás dormir.

—Como si no lo supiera. —Se rió mientras me dejaba ir y después

dio golpecitos en el hombro de Graham—. Entonces, ¿cómo te va,

Graham? Hablo contigo más que con Grace, pero no tengo idea qué ha

estado pasando con ustedes; supongo que me tendré que acostumbrar a

eso, con ustedes dos yéndose a la universidad en un par de meses. Dime

cómo está la casa. Todavía está en una sola pieza, ¿verdad?

—Sí, está en una pieza —le aseguró Graham—. En realidad estoy

planeando en mudarme de nuevo a mi casa cuando vuelvan. Mis padres la

van a vender así que Grace y yo hemos pasado algo de tiempo limpiándola,

pero todavía necesita mucho trabajo antes de que esté presentable.

Además, con los finales viniendo pienso que será más fácil estudiar en una

casa sin un recién nacido. —Miró a Matthew que todavía lloraba, con una

leve aversión evidente en su cara.

Papá no se perdió nada y asintió conscientemente.

—Lo entiendo completamente. Sólo deseo que fuera tan fácil para

Grace.

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—Aw, papá, estaré bien. Siempre puedo cerrar mi puerta —le dije.

Me incliné sobre la cuna y luego miré a Janice—. ¿Está bien si lo levanto?

Asintió con una amplia sonrisa extendiéndose en su cara.

—Bien puedes hacerlo todo ahora. Cuando llegue mi hermana no

creo que pueda hacer otra cosa que alimentarlo.

Sentí rechazo sacudir mi cuerpo a medida que la noticia de la

hermana de Janice, Katie, viniendo a quedarse me golpeaba.

—¿Viene de visita o se queda? —El tono de mi voz fue plano, y pude

notar por la reacción de Janice que su respuesta no me iba a agradar en lo

absoluto.

—Se va a quedar un mes para ayudarme con el bebé mientras estoy

recuperándome de la cesárea.

Inmediatamente supe que no estaría yendo a casa después de todo,

y mientras levantaba a Matthew, su cuerpo caliente y pequeño

descansando entre mis brazos ofreciéndome una comodidad que no me

había dado cuenta que necesitaba, miré a Janice y sonreí.

—Puede dormir en mi habitación. Iré a quedarme en la casa de

Stacy.

—¿Qué? —dijeron papá y Janice al mismo tiempo, mientras que

Graham casi se ahoga con su propia reacción.

—Bueno, a Graham no le importa dormir en el sofá, pero no pienso

que a tu hermana le guste eso demasiado, así que puede dormir en mi

cama y yo me voy a quedar a lo de Stacy.

Otra media verdad deslizándose fuera de mi boca demasiado fácil, y

me odié por eso, odié la forma en la que papá y Janice lo aceptaron tan

rápido sin ninguna queja ni pregunta.

—Bueno, al menos estarás allí cuando lleguemos a casa, ¿verdad?

—preguntó papá, su mano acariciando la cabeza de Matthew, mientras

que con la otra tomaba mi barbilla—. Soy padre de dos ahora, lo que

significa que tengo el doble de lo que preocuparme.

—Sí, incluso prepararé la cena —dije en voz baja. Cuando se

inclinó para besar mi cabello sentí que mis ojos comenzaban a arder, y

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sabía que necesitaba concentrarme en algo más antes de que las cascadas

comenzaran. Papá no necesitaba verme llorar, y yo no necesitaba decir

más mentiras para librarme de decir la verdad.

—Eso es dulce, Grace —dijo Janice con un suspiro de

agradecimiento—. Me temo que Katie no es exactamente una buena

cocinera. Si fuera completamente honesta, la mujer probablemente podría

hacer lucir a la mamá de Robert como un chef gourmet.

Graham se carcajeó con eso, y papá levantó una ceja

reflexivamente en mi dirección.

—¿Cómo está Robert, de todos modos? Ustedes dos están

usualmente unidos por la cadera…. ¿acabo de decir eso sin querer

estrangularlo?

Me reí de la expresión sorprendida y confundida que comenzó a

extenderse en su cara.

—Sí, papá, lo hiciste, y él está... ocupado.

—Oh. Bueno, asegúrate que esté allí cuando lleguemos a casa. Y

dile que lleve a su madre y a Lark. Quiero que la casa esté completamente

llena cuando lleguemos, de ese modo cuando sólo quede Katie, se sentirá

vacía.

—¡James! —La boca de Janice estaba abierta con una mueca de

sorpresa simulada, y yo luché contra una risa.

—Trataré, pero creo que Lark y Ameila están ocupadas esa noche,

papá —le dije mientras llevaba a Matthew a mi hombro, dándole

palmaditas en la espalda para aliviar la repentina inquietud que se había

apoderado de él.

—Creo que tal vez tenga hambre, Grace. Pásamelo —dijo Janice,

estirando sus brazos hacia mí.

Le entregué el bebé y miré, asombrada, mientras ella se

desabrochaba la parte superior de su vestido y llevaba el bebé a su pecho.

Dándome cuenta que éste era un momento intensamente íntimo me di

vuelta, tirando a Graham conmigo.

—¿Estaba haciendo lo que creo que estaba haciendo? —susurró él

con dureza.

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—Sí, y tú estabas mirando —le susurré de vuelta, golpeando su

brazo en el proceso—. Pervertido.

—¡Ay!

Un golpe en la puerta hizo que papá pasara a nuestro lado para

atenderla. Sus palabras murmuradas fueron indistinguibles, y un gran

ramo de flores con un globo incluso más grande, bloquearon el rostro de la

persona que acababa de entrar.

—Grace, Graham, ¡miren quién ha venido a visitar!

Dio un paso atrás, manteniendo su brazo en alto para indicar el

camino hasta nosotros.

—¡Stacy! —me escuché gritar.

Me sonrió, una sonrisa ridícula, agradecida y muy emocionada que

decían más que las palabras pudieran decir de cuan aliviada se sentía de

estar en un lugar diferente a su habitación.

—He traído el kit de hospital de bienvenida para el bebé: flores,

globos, una canastilla y algo más que comida de hospital.

Levantó la bolsa de comida para llevar y casi pude escuchar cómo

se le hacía agua la boca a Janice mientras decía en voz alta detrás de

nosotros—: ¡Gracias!

—¿Está ocupada? —preguntó Stacy, señalando sobre mi hombro.

—Está alimentando al bebé ahora mismo —explicó papá, tomando

las cosas de sus manos—. ¿Por qué ustedes tres no van a darse una vuelta

por media hora? Eso le dará el tiempo suficiente para alimentar y cambiar

a Matthew.

Todos asentimos y salimos de la habitación, aliviados por la

capacidad de hablar sin tener que explicarles demasiado a papá y Janice.

Los pasillos estaban llenos con personas dirigiéndose desde y hacia la

enfermería y otras habitaciones, así que nos dirigimos escaleras abajo

hacia la cafetería.

Como era de esperar, estaba prácticamente vacía.

—¿Qué hay en la palabra “cafetería” que hace que la gente piense

en “regurgitación”? —preguntó Stacy con una sonrisa.

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—Creo que es porque tiene la misma cantidad de sílabas —

contesté.

Graham carraspeó y sacudió la cabeza.

—Mientras que ustedes dos discuten sobre vomitar y los

fundamentos del inglés, me voy a pedir una hamburguesa con queso y

papas fritas.

Mientras se alejaba Stacy no pudo evitar sonreír.

—Comerá lo que sea en donde sea, ¿verdad?

—Más o menos —concordé.

Reímos y miramos a Graham pedir su orden, señalando algunas

cosas del menú y lanzando sus manos al aire cuando encontraba algo que

despertaba su interés. Su cabeza se balanceó de arriba a abajo cuando la

mujer detrás del mostrador le hizo una pregunta, y cuando aplaudió, él

rompió en un pequeño baile.

—Así que, escucha —empezó Stacy, desviando su atención de

Graham y mirándome—. Quería agradecerte por hablar con el Dr. Bro. No

sé qué le dijo a mis padres, pero estuvieron muy... arrepentidos. Fue casi

como si hubieran metido el temor a la muerte en ellos o algo así.

Sentí un tirón en los labios mientras luchaba con la sonrisa que

quería deslizarse en mi cara.

—No fue nada, Stacy. ¡Simplemente me alegro de que estés

finalmente afuera! ¿Entonces, manejaste?

Negó con la cabeza e hizo una pequeña mueca mientras se miraba

las uñas.

—Sean me trajo. Él y yo hemos pasado mucho tiempo hablando;

probablemente es la única cosa buena de todo este encarcelamiento, y

hemos llegado a una especie de acuerdo acerca de las cosas.

—¿Un acuerdo?

—Sí. Voy a vivir estos últimos pocos meses de vida de la forma que

quiera y él ya no insultará a mis amigos. Y yo no volveré y lo cazaré

después de que muera.

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—Bueno, ese es un gran acuerdo —me reí.

—Es condicional, por supuesto, y él todavía tiene que disculparse

contigo por llamarte mestiza. Se siente como un completo idiota por eso,

Grace, pero tiene ese estúpido orgullo y no lo admitiría hasta que prometí

que lo maldeciría con una calvicie prematura si no lo superaba.

—Aw, Stacy, no tenías que hacer eso. Créeme, soy más tolerante

con él por llamarme una mestiza que... —me detuve, insegura si le decía o

no acerca de la nota.

—¿Que qué, Grace?

No. No podía ocultarle esto también. Mi culpa prácticamente se

había hecho un festín conmigo por lo que había pasado la última vez, y no

quería pasar por eso de nuevo. Le dije acerca de la nota que Robert me

había dejado en el baño. Stacy escuchó atentamente y luego su boca formó

una línea sombría mientras cruzaba los brazos sobre su pecho, indignada

y molesta por lo que acababa de escuchar y porque le había ocultado otra

cosa.

—Voy a olvidar el hecho de que te tomaste una eternidad para

contarme esto. Voy a necesitar unos minutos para hacerlo, pero lo

superaré. Lo que más me molesta es que esto pasó cuando Robert y Lark

estaban allí. ¿Cómo es posible?

—Sé que Robert puede escribir y dibujar cosas sin estar en la

habitación. Lo he visto hacerlo. Supongo que no es exactamente una

habilidad única ya que ni él ni Lark se preguntaron cómo lo habían hecho

sino quién lo había hecho —expliqué.

—¿Entonces piensas que quienquiera que haya escrito eso estaba

afuera? ¿Pero no lo sabrían? ¿No lo sentirían?

Me encogí de hombros, sin saber cuál era la respuesta.

—Sólo sé que desde entonces nada más ha pasado; Robert ha

estado súper vigilante para asegurarse de que esté a salvo.

—¿Y cómo está yendo eso? ¿Al menos lo estás tratando un poco

mejor?

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—Oh, lo está tratando muy bien. Estaba en su habitación cuando

la fui a recoger —le contestó Graham, poniendo una bandeja de comida

sobre la mesa en frente de nosotras—. Creo que durmió allí anoche.

Una sonrisa de complicidad se formó en los labios de Stacy, y le

asintió a Graham, quien tenía una mirada de suficiencia en su rostro que

la complementaba.

—Era tiempo. Estaba pensando que tal vez esperarías hasta que

estuviera en mi lecho de muerte o algo así; lo que habría sido

completamente romántico, pero totalmente no al estilo Grace, aunque

ahora está bien.

—Sí, buenas noticias por todas partes, supongo. Tú has sido

puesta en libertad condicional, Grace ha dejado de ser obstinada, al menos

por ahora, de todos modos, y Janice ha dado a luz. Ahora todo lo que

necesitamos es que Lark vuelva y todo va a estar perfecto —dijo

rápidamente Graham antes de empujar una grasienta hamburguesa con

queso en su boca.

—No sé si perfecto, Graham. Se me permite salir de casa, pero sólo

unas pocas horas al día, y sólo durante el día. Todavía tengo que

convencer a mis padres que me dejen ir al baile de graduación —dijo

Stacy, con sus dedos tomando una papa frita de su bandeja y rápidamente

metiéndosela en la boca antes de que pudiera detenerla.

—Bueno, sólo tendremos que convencerlos de que te dejen salir

durante la noche, ¿verdad, Grace? —se las arregló para decir Graham

mientras masticaba—. Oye, acabo de pensar en algo; si todo está bien

entre tú y Robert, ¿todavía vas a ir al baile de graduación con el Chico

Salsa?

—Le dije a Shawn que iría con él; no estaría bien decirle de pronto

que no podré porque Robert y yo estamos solucionando las cosas —

contesté.

—Es bueno que tengas principios, Grace, pero si tuviera que elegir

entre Robert y el Chico Salsa, yo elegiría a Robert —intervino Stacy, su voz

teñida de exasperación—. Es tu novio, tu alma gemela por el amor de Dios.

No puedes ir a la ocasión más importante del último año, además de la

graduación, con alguien más. No es... kosher.

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—Le di mi palabra a Shawn y no la voy a romper, ¿está bien?

Además, lo que no es kosher es que vayas al baile de graduación con el

novio de tu mejor amiga.

—¡Tú fuiste la que lo sugirió! —gritaron tanto Graham como Stacy

antes de reírse al unísono.

—Sé que yo lo sugerí… ¿alguno de ustedes tuvo que estar de

acuerdo? No. Lo van a hacer porque es mejor que vayan juntos y se

diviertan que quedarse en casa y preguntarse qué estaré haciendo con el

Chico Salsa.

Graham me miró con suspicacia.

—¿Y qué vas a estar haciendo con el Chico Salsa?

—Con mi suerte, probablemente conseguir que lo maten —contesté

con poco humor—. Simplemente debería no ir y punto. Ni siquiera he

empezado a buscar algo que usar y es en menos de tres semanas. Ni

siquiera sé cómo comprar un atuendo para el baile.

Stacy gimió mientras se frotaba las sienes.

—Un vestido, Grace; vas a usar un vestido de graduación. No un

atuendo, no jeans, no una camiseta… un vestido. Y ahora que tengo un

poco de libertad planeo aprovecharla al máximo, empezando con un viaje

de compras al centro comercial mañana para que así podamos tener algo

de tiempo de chicas.

Graham negó con la cabeza y dijo con la boca todavía llena de

comida—: No-lo-ceo. El-cnto-cmercal-se-incdió, ¿ecuenda?

Stacy y yo nos miramos y después volvimos la mirada a él.

—¿Qué?

Tragó su parcialmente masticada hamburguesa con queso y bebió

un trago de soda antes de repetir lo que había dicho.

—Dije, no lo creo. El centro comercial se incendió, ¿recuerdan?

—Ése no es el único centro comercial en Heath, Graham —señaló

Stacy—. Además, todo el mundo va a ir a las mismas tiendas en Indian

Mound de todas formas. Quiero ir a algún otro sitio, algún lugar donde no

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hallan una docena del exactamente mismo vestido colgados, donde

podamos encontrar algo que sea único.

—Bueno, no esperes que yo sea único. Conseguí mi esmoquin del

mismo lugar donde el resto de los chicos lo consiguieron. Los compramos

como grupo de modo que pudiéramos obtener un descuento —dijo Graham

con orgullo antes de golpear su estómago—. Me voy a ver caliente.

Miré a Stacy disculpándome y suspiré.

—Graham, si sigues comiendo de la forma cómo has hecho, vas a

parecerte a un jamón caliente.

—Con mal gusto —añadió Stacy.

—Por no mencionar barato —me reí.

—Oh, ¿así que debería dejar que ustedes dos me vistan? ¿Tú,

Grace, cuyo novio te compró tu vestido para tu primera cita? ¿Y tú, Stacy,

quien no ha usado un vestido en su vida que no fuera alguna clase de

disfraz? Gracias, pero no gracias, soy perfectamente capaz de elegir mi

propio esmoquin, muchas gracias.

Graham se paró a vaciar su bandeja y de espaldas, Stacy se volteó

hacia mí y bajó su voz.

—No me importa lo que diga o lo que pagó; no va a usar uno de

esas cosas tipo esmoquin embolsado que todo el mundo va a usar. Por

Dios, probablemente va a conseguir una faja que combine con su corbata

de lazo. —Gimió mientras se formaba una imagen mental en su cabeza y

no pude evitar imaginármelo yo misma, riendo mientras lo hacía.

—No te rías —susurró Stacy—. Sabes que tengo razón. Se verá bien

en las fotos del cuello para arriba si lo dejo elegir qué va a usar, pero ya

que soy unos cuantos centímetros más baja que él, todo el mundo se verá

forzado a ver... todo. Nop, no va a suceder. Los voy a llevar a los dos de

compras mañana.

—Buena suerte convenciéndolo sobre eso —reí, señalando a

Graham mientras regresaba.

—¿Todavía están hablando de lo que voy a usar? —Graham volvió,

con una mueca todavía pegada en la cara.

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Asentí y Stacy le frunció el ceño.

—Vas a venir con nosotras mañana. Si me tengo que sacar fotos

contigo, por lo menos vas a lucir como si hiciste el esfuerzo de

complementar mi vestido.

—Trabajas rápido, mujer —murmuró Graham.

—Lark lo hizo, si quieres saber la verdad.

—Lástima que no está aquí para hacer algo por Grace, ¿eh?

—No hay vestido que pueda ser hecho o comprado que me haga ver

lo suficientemente bien para el baile de graduación —me quejé.

Hizo caso omiso a mi comentario y comenzó a juguetear con una

gota de agua que había caído sobre la mesa.

—Robert y Janice te compraron vestidos que se vieron geniales en

ti, así que estoy bastante segura que, con un poco de determinación, podré

hacer lo mismo. Sólo eres difícil para comprar porque tienes esta idea en la

cabeza de que no eres lo suficientemente bonita para usar vestidos, Grace.

Ya deberías saber que eso simplemente no es verdad. Si tengo que hacerlo

incluso conseguiré que Robert venga con nosotros.

Graham golpeó su puño contra la mesa de acuerdo.

La miré, mortificada.

—¿Estás bromeando? Una cosa es tenerlo comprando algo sin mí.

Es completamente diferente tenerlo eligiendo vestidos para que yo use

mientras estoy parada allí... ¡para un baile al que ni siquiera me va a

llevar!

—Sí, hablando de eso, dijiste que vas a mantener tu cita con el

Chico Salsa, ¿pero qué pasa si Robert tiene otros planes?

La pregunta de Graham fue algo que no había considerado. ¿Por

qué lo haría? Robert había dejado bastante claro que no tenía intención de

invitarme al baile… y en frente de Graham y Stacy, nada menos; así que él

teniendo alguna objeción sobre mí yendo al baile con Shawn simplemente

no era un problema.

—No lo hará —fue todo lo que diría.

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19 El Pozo de los Deseos

Traducido por Areli97

Corregido por Xhessii

os planes de Stacy para el día siguiente no se realizaron

gracias a una cita con el doctor que había olvidado por

completo, así que fui con Graham a su casa para ayudarle

a limpiar. Había estado haciendo un trabajo bastante decente por su

cuenta; los mostradores de la cocinas estaban ahora completamente libres

de licor y botellas de cerveza, pero la alfombra todavía olía como si

perteneciera a un bar.

Mientras él estaba empacando algunas cosas para su viaje a

Florida, se encontró con una vieja fotografía de nuestras dos familias

juntas en una casa abierta cuando teníamos sólo seis años.

—¿No es raro cómo las cosas se ven totalmente diferentes cuando

eres un niño que cuando eres mayor? —comentó mientras observaba la

foto—. Quiero decir, sé que cuando tenía seis, pensaba que nadie era más

feliz que mi mamá y mi papá, pero ahora que pienso acerca de ello,

siempre se estaban peleando. Normalmente era sobre cosas estúpidas,

como dejar las luces encendidas o el asiento del inodoro arriba, pero a

veces discutían sobre papá bebiendo, o mamá y sus salidas de compras.

»Sin embargo, creo que debo haberlo sabido, que algo estaba mal

porque una vez deseé haber tenido a tus padres en vez de los míos. Tu

mamá siempre estaba abrazándote y besándote, como si fueras la niña

más perfecta en el mundo. Siempre tenía que tratar aún más duro en

algunas cosas, ser el mejor sólo para obtener alguna clase de cumplido.

Era sólo cuando ganaba en algo que sentía como si estuviera haciéndolo

bien.

L

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Era extraño, escucharlo hablar sobre la niñez que había mantenido

en secreto. Yo siempre había sido la que admiraba su vida, su

popularidad, su supuesta normalidad, y mientras él miraba nuestras

caras de seis años era fácil ver que la normalidad dependía del ojo del

espectador.

—Incluso después de que tu mamá murió, tu papá siempre te

aceptó como eras. Nunca tuviste que tratar de ser algo más, nunca tuviste

que tratar de impresionarlo porque siempre lo hiciste. Él estaba feliz

contigo. Estaba celoso de eso. Raro, ¿cierto?

Mi cabeza se levantó en reconocimiento, y sentí mi rostro crisparse

cuando pensé acerca de cómo debió haber sido para él, vernos a mi padre

y a mí riéndonos y jugando mientras sus padres estaban demasiado

ocupados peleándose para darse cuenta de cuánto quería su aprobación.

—Graham, sabes que mi papá nunca pensó en ti solamente como el

niño vecino, ¿verdad? Quiero decir, aparte de lo que pasó el verano

pasado, has sido prácticamente el hijo que mi padre nunca tuvo.

Se encogió de hombros antes de poner la foto dentro de un libro y

empujarlo en una caja llena con otros libros.

—Bueno, ahora tiene un hijo, y si todo va bien entre tú y Robert,

quizás terminé con dos.

—Ya quisieras —mascullé.

—¿Qué fue eso?

—Nada —mentí rápidamente.

—Mmm. Bueno, creo que eso es todo por los libros y los trastos.

Los trofeos están todos en una caja por allá, y las ropas que no necesitaré

están en el garaje para donación. La única cosa que queda aquí adentro

son los muebles. —Miró a la cama y sonrió—. Pienso que cuando Lark

vuelva, empezaré a dormir en la habitación de mis padres.

—¿Por?

Me guiñó un ojo.

—No creo que eso sea algo para oídos vírgenes.

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Una burbuja de pánico empezó a erigirse en mi interior mientras

las palabras de Ameila llenaban mi cabeza.

Leyes.

Prohibido.

Muerte.

—Graham, si estás pensando en tener sexo con Lark, hay algo que

deberías saber.

—¿Qué? ¿Tiene once dedos de los pies o algo así?

—Ojalá fuera tan sencillo.

Estábamos sentados en la cama sin hacer de Graham, las sábanas

hechas bola en la esquina para ser lavadas. Miré su rostro y quise

mantener la expresión divertida que había ahí, pero sabía que lo que tenía

que decirle la borraría, tal vez para siempre. Y mientras escuchaba, traté

de medir su reacción, esperando que el entendimiento en lugar de la ira y

decepción reinaran sobre sus emociones.

—Grace… entiendo lo que estás tratando de decir, pero no me

importa. Amo a Lark.

—No lo entiendes, Graham. Amarla no es suficiente. Tienes que

convertirte, y eso no es algo que simplemente puedas escoger. No es como

tomar unas vacaciones de ser humano. Es para siempre.

—Pero estabas dispuesta a hacerlo antes de que todo pasara —me

recordó Graham—. ¿No lo quieres todavía?

Seguí las muescas en el colchón que el edredón había creado, mis

dedos rodeando el ancho patrón de una flor, sabiendo cual era mi

respuesta, pero insegura de la que pudiera dar sin tener que explicar mis

razones del por qué.

—¿Grace?

—No. Pensé que era la mejor opción para mí pero la verdad es que

no lo es. Robert parece pensar que si me convierto estaría a salvo, pero

está equivocado. Sé que lo está.

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La sospecha nubló los pensamientos de Graham mientras me

miraba a través de ojos entrecerrados.

—¿Qué sabes, Grace?

—Nada que pueda decirte. Desearía poder, Graham, en serio, pero

simplemente no hay nada que pueda contarte sin que te enteres del

llamado de Robert, y eso no es algo que necesites saber. No es algo que

puedas saber.

—Si es acerca de ti, entonces necesito saber. Soy tu mejor amigo,

Grace. Te conozco mejor que nadie… no me importa si Robert puede ver

cada maldito recuerdo que alguna vez tuviste; él no puede vivirlos y

sentirlos del modo que yo lo hago. Si algo va a pasarte necesitas contarme.

—No es como si tú me contaras todo, Graham —me burlé—. Tú

también guardas secretos; no lo niegues.

Graham se puso rígido, su mirada se estaba volviéndose fría antes

de que se parara de la cama y después se arrodillara y buscara algo debajo

del colchón, levantándolo y casi derribándome en el proceso. Sacó algo y

después me lo tendió.

—No quiero tu porno, Graham —le dije con disgusto.

—No es una revista porno, Grace. Míralo.

Forcé a mis ojos a bajar la vista y fruncí el ceño cuando vi que me

tendía un cuaderno de composición ordinario, su cubierta gastada y

descolorida de tanto uso y la edad, un garabato extrañamente familiar

formando el título que había sido escrito en el único espacio disponible

visible.

—El Pozo de los Deseos —leí en voz alta, confundida—. ¿Qué es

esto?

—Ábrelo —contestó, sentándose de nuevo en la cama y subiendo

sus piernas, cruzándolas en frente suyo.

Con dedos lentos, levanté la cubierta y expuse la primera página,

un susurro de sorpresa saliendo de mí mientras notaba la cantidad de

escritura que llenaba la hoja de papel. La caligrafía, aunque infantil, a

menudo era limpia y organizada, pero había veces cuando el cansancio y

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la fatiga causarían un deslizamiento de las líneas estables y las cosas se

volvería casi ilegible.

Cada página tenía fecha, la primera volviendo al día del accidente

de auto que había matado a mi madre.

—Léelo —me dijo suavemente, inclinándose hacia atrás para

ponerse cómodo.

Con su mirada ávida en mí, empecé a ir a través de las palabras

que habían sido escritas ahí, las frases de un niño de siete años

demasiado simple pero aun así me golpearon con la fuerza de un tren.

Grace estuvo en un accidente de auto. Ella es mi mejor amiga y no

quiero que muera. Desearía que Grace nunca tuviera que morir.

Giré la página, la fecha en la parte alta ahora varios meses

después, la escritura un poco más suave, más clara.

Mamá y papá están peleando otra vez. Fui a casa de Grace y

miramos películas todo el día. Grace dijo que no quería que fuera a casa. Yo

no quería ir a casa. Desearía que me pudiera quedar con Grace y su papá.

Desearía que Grace fuera mi familia. Desearía que Grace y yo fuéramos

amigos por siempre.

Varias páginas más, meses de diferencia, estaban llenos con la

misma, casi desesperada necesidad, y luego las fechas saltaron por años.

Mientras alcanzaba la mitad del libro, la caligrafía de Graham se había

vuelto casi frenética en su necesidad de apurarse y escribir sus

pensamientos antes de ser interrumpido. Era el primer año en el instituto,

y él apenas estaba empezando con el equipo de fútbol.

Hoy me quitaron los frenos. Grace estaba ahí conmigo, sosteniendo

mi mano ¡porque esas cosas duelen! Le dije a Grace que era una increíble

amiga y que no sabía que haría sin ella. Ella me dijo que no iba a ir a

ninguna parte, que seríamos amigos por siempre. Desearía que eso fuera

verdad porque ella es la única animándome durante las prácticas. Todos los

demás me llaman el renacuajo. Incluso papá. Pero Grace siempre me

defiende, inclusive cuando se burlan de ella por eso. Desearía que un día la

gente dejara de burlarse de ella porque es una buena persona, no importa lo

que digan los demás.

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Sonreí ante eso, recordando ese día cuando casi fui tirada de las

gradas por llamar a Gregory Capelli un imbécil. Las animadoras me

habían puesto instantáneamente en su lista de odio, y de ahí en adelante,

sólo me toleraban porque Graham probó que tenía cualidades para estar

en el equipo.

Fue cuando alcancé la página que había cambiado nuestra amistad

por siempre que perdí mi sonrisa. Había obvias machas de lágrimas que

empañaban las palabras escritas con tanta prisa, y la borrosidad líquida

de mis propias lágrimas no ayudaban a aclarar nada mientras luchaba por

leer lo que había escrito después de que había efectivamente roto mi

corazón.

Herí a Grace hoy. No quería hacerlo, pero tuve que hacerlo. Me dijo

que estaba enamorada de mí. Quería decirle que yo también la quería pero

no pude. ¿Por qué no me lo dijo antes? ¿Por qué las chicas siempre tienen

que esperar hasta después de que un chico tome la decisión de decir algo?

Desearía poder retirar lo que dije. Desearía poder retirar todo lo que

he hecho este pasado par de meses, especialmente aceptar salir con Erica.

No es como si tuviéramos algo en común. No me hace reír, no entiende mis

bromas. Las cosas serían mucho mejores con Grace.

Pero es mejor de esta forma. Ella aprenderá a pararse en sus propios

dos pies, viendo finalmente que es la más fuerte de los dos. Nunca cambió

quien era para hacer a alguien más feliz, incluso si eso hubiera significado

que los demás la trataran mejor. Desearía que me perdone algún día por no

ser lo suficientemente fuerte para contarle la verdad, y por herirla. Desearía

que un día encuentre a alguien que no quiera que cambie todo en su vida

sólo para hacerlo feliz. Desearía que encuentre a alguien que la ame del

modo que es.

Me senté ahí sin habla, incapaz de procesar lo que las cortas líneas

de texto significaban. Si hubiese podido ser honesto conmigo, si me

hubiera dicho como se sentía, las cosas habrían sido muy diferentes para

nosotros; drásticamente diferentes.

No habría Erica Hamilton. Habríamos sido él y yo de pie en el

primer día de clases comparando los horarios de clase, riéndonos mientras

acariciaba mi cabello. Él habría estado allí para consolarme cuando me

enteré de papá y Janice. Habría estado con él en lugar de en ese camino,

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cuando el Sr. Frey se dirigía a casa borracho… podría haber sido capaz de

evitar que el Sr. Frey condujera en absoluto.

No habría habido rostros abatidos en el salón de asesoría, y no

habría sentido ninguna extraña inclinación en confiar en la oferta de

amistad de Stacy. Ella habría continuado con su vida y habría sufrido sola

cuando el cáncer volviera. Lark habría seguido encontrando a los humanos

desagradables, su corazón bajo llave, y Robert…

Instantáneamente, mi mente recordó la visión que había tenido de

un viejo Graham y de mí, muriendo juntos en una cama llena de

fotografías de nuestras vidas juntos. Habíamos sido felices el uno con el

otro. Era el futuro que habríamos compartido. Pero entonces la visión se

volvió dolorosa cuando recordé a Robert entrando en la habitación.

Él había escrito algo en una pedazo de papel que estalló en llamas,

sólo momentos antes de observarlo morir. La imagen todavía tenía el

mismo impacto en mi corazón mientras se retorcía en mi pecho con

espasmos de miedo y angustia ante la idea de él muriendo, de él no

estando ahí… conmigo.

Miré a Graham y supe, sin un sólo gramo de duda en mi cuerpo

que al no decirme como se había sentido, Graham había salvado mi vida.

Nos había salvado a ambos.

—Lee la última —dijo entonces en voz alta Graham.

No fue una petición, así que volteé las páginas para encontrar la

última entrada, insegura de lo podría posiblemente revelar.

Esta estaba fechada sólo unos pocos días antes de que Lark

recibiera su llamado. Lo miré, mis ojos inseguros, y luego empecé a leer.

Desearía que hubiera más horas en un día, más tiempo para pasar

con Lark, más minutos para hablar con ella y decirle cosas. Me dice que

quiere que hable con ella. Ya no quiere leer más mis pensamientos, sólo oír

mi voz. Hablamos por horas acerca de todo. Es increíble.

Me contó acerca de su niñez y yo le conté sobre la mía, y no había

nada que no pudiéramos decirnos el uno al otro. Es algo que no había sido

capaz de compartir con nadie aparte de Grace. Nunca me sentí más cerca de

alguien en toda mi vida.

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Lark me dijo que quiere estar conmigo. No sabía que decir. Desearía

haber sido más romántico acerca de esa idea, pero sólo tartamudeé como un

idiota. Dijo que era encantador. Dijo que nunca se había sentido de esta

forma antes, y yo le dije que yo tampoco.

Fue la cosa más increíble que alguna vez haya experimentado. No

puedo escribir cómo se sintió o qué fue, pero ahora sé que no quiero nada

más por el resto de mi vida. Siento como si pudiera hacer cualquier cosa

ahora. Excepto volar. Ella se ocupa de eso.

El libro se cayó de mis dedos, y miré a Graham, mis manos

temblando de miedo. Estaba estoico, mi reacción obviamente la esperada,

y me sentí inclusive más enojada, más molesta de lo que era

humanamente posible.

—¿Cómo pudo ella? —jadeé, hundiendo mis dedos en mis palmas,

luego haciéndolos puños que se clavaban en el colchón—. Ella sabía… ella

sabía lo que pasaría y no le importó.

Me lancé fuera de la cama y salí furiosa de la habitación, mis pies

pisando fuerte escaleras abajo con un ruidoso retumbar. No le presté

atención a los pasos que me siguieron, no me importó. Abrí la puerta

delantera y miré el cielo, el crepúsculo que había dividido el cielo en un

antes y después del tiempo.

Presioné mis manos contra mi cabeza y me concentré en mis

pensamientos. ¿Cómo pudiste? ¿Cómo pudiste hacerle eso a él?

Una y otra vez, las preguntas repitiéndose en mi mente y me sacudí

con la fuerza de mi ira. Graham estaba junto a mí, una mano tirando de

un brazo hacia abajo, la otra presionando algo contra mi pecho.

—Grace, por favor termina de leerlo. Por favor.

Mis ojos se sobresaltaron al mirar el libro que él había obligado en

mis manos.

—¿Qué más hay ahí? Vas a morir, Graham. ¿Qué más hay ahí para

leer? ¿Qué importa?

—Léelo, Grace.

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Arranqué el libro de su agarre flojo y rápidamente volví a la última

página. No había nada después de la última oración que había leído, nada

más que líneas en blanco donde lo había dejado.

—¿Qué? Leer qué, Graham… no hay nada aquí.

Levantó su dedo y apuntó al fondo de la página donde una simple

línea estaba escrita en letras pequeñas, la letra de Graham era más clara y

suave que cualquier otra cosa que había escrito en el libro entero. Llevé el

cuaderno hacia mi cara para inspeccionarlo más de cerca, las palabras en

sí de ninguna preocupación hasta que vi una sola palabra.

Fue entonces que realmente leí lo que había sido escrito, y jadeé.

Lo miré, preguntándome por qué no lo había visto, por qué no me

había dado cuenta. No se veía diferente; no se veía diferente para nada.

—¿Por qué no me contaste? —susurré—. ¿Por qué no me dejaste

saber?

—Lark me dijo que no te contara, que tenías suficiente de que

preocuparte. Dijo que cuando fuera el momento para ti, tenías que ser

capaz de hacerlo sin ninguna influencia externa influenciando tu decisión,

lo que sea que signifique eso.

—Pero soy tu mejor amiga —le dije, mi voz fue más suave esta vez.

—Hay un montón que no sabemos acerca del otro, Grace, un

montón de secretos que mantenemos del otro. Este fue solamente uno de

los míos.

Sacudí mi cabeza, sorprendida, conmocionada, entristecida todo

luchando por el control en mi interior.

—Pero esto es… este no es un secreto que sólo te afecta a ti,

Graham. Esto es algo que también afecta a tus padres.

—¿Mis padres, Grace? Mi padre está en rehabilitación, tratando de

dejar el alcohol. Mamá está en Florida con su nuevo novio, demasiado

ocupada bronceándose y tratando de ser toda… bronceada y mierdas como

esa como para importarle que esté haciendo, con quién estoy, o cuáles son

mis planes. Me quiere en Florida porque sabe que eso enfadará a mi papá;

eso es todo.

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»La única persona a la que le importado un poco aparte de ti, era tu

papá, ¿y por qué tendría que descubrirlo?

—Graham, ¿hiciste esto con permiso?

—Sí.

—¿Estás seguro? ¿Estás absolutamente seguro?

—Sí, Grace. Ameila estaba ahí.

Mis ojos se ampliaron, la conmoción ganando.

—¿Lo estaba?

La cabeza de Graham asintió una vez en confirmación y me tropecé

hacia atrás, casi tropezando con las cajas de basura que habíamos apilado

afuera para la recolección.

—Ella fue la que lo hizo. Insistió hacerlo.

Miré de nuevo a la oración de una línea en la última página y

sacudí mi cabeza, insegura de si era desilusión o celos lo que ahora

causaba el tartamudeo en mi pecho.

Fui convertido esta noche. Para siempre no son ahora sólo unas

simples palabras.

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20 Casa Llena

Traducción por Areli97 (SOS) y Vanehz

Corregido por Curitiba

asé la mayor parte del día siguiente en mi cocina,

cocinando para la llegada de Janice a casa desde el

hospital. Robert ayudó con la preparación, su velocidad

mucho más útil que cualquier procesador de comida o licuadora, mientras

Graham aspiraba toda la casa. Sean dejó a Stacy una hora antes de la que

estaba programada para la llegada a casa de Janice con papá y Matthew,

sus manos llenas de paquetes de pañales.

—Hice una búsqueda en internet y leí que un recién nacido puede

necesitar hasta doce pañales al día; ¡doce! —anunció mientras se dejaba

caer en el sofá, los pañales cayendo alrededor de ella e interrumpiendo la

limpieza de Graham—. ¡Eso es un montón de mierda! Pienso que Janice

apreciará tantas de estas cosas cuando pueda conseguir.

—Te agradecería que los levantaras y los llevaras arriba —se quejó

Graham—, y los pusieras en el cuarto del bebé donde pertenecen.

—Oh dame un minuto, ¿podrías?

Graham, no dispuesto a esperar un minuto o incluso un segundo,

se agachó para recoger los paquetes y con una rabieta, subió furioso las

escaleras.

—Es tan fácil —se rió Stacy, saltando y viniendo a abrazarme—.

¡Qué emocionante, el bebé llega a casa hoy!

P

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—Necesitas ser más amable con Graham —le dije con una risa,

devolviéndole el abrazo—. Va ser tu cita para el baile, ¿recuerdas? Si

quieres verte bien en las fotos, vas a tener que darle una buena razón.

—Oh, él lo hará, no te preocupes. Hablando de eso, mañana

después de la escuela, vamos a ir a ésta asombrosa tienda de ropas de

época que vi ayer camino al doctor. Hay un vestido ahí que sé que se verá

fabuloso en ti.

Me guiñó el ojo antes de que su sonrisa desapareciera.

—Oh, hola, Robert.

—Hola, Stacy —dijo casualmente, su cuchillo borroso mientras

convertía cebollas y pimientos en cubos minúsculos en la tabla de cortar—

. Así que, vas a llevar a Grace de compras por su vestido para el baile de

graduación, ¿mañana?

—Um, sí —respondió nerviosamente, sus ojos parpadeando hacia

los míos en una disculpa silenciosa.

—Bueno, estoy seguro de que se verá hermosa en él. Sólo trata de

asegurarte de que no esté demasiado hermosa. Preferiría que eso fuera

guardado para mí.

Le guiñó un ojo y vi el indicio de un sonrojo en las mejillas de Stacy

mientras Robert rápidamente pasaba los vegetales en un tazón y empezaba

a trabajar en los tomates para la ensalada.

—Bueno, sí, está bien —tartamudeó antes de llevarme lejos de la

estufa—. Entonces, ¿él está bien con esto?

Miré a Robert y asentí. No tenía la intención de discutir el tema con

él para nada, sin querer tener que tomar una decisión entre romper mi

promesa a Shawn y rechazar a Robert en caso de que me lo hubiera

pedido, pero parecía como si no tuviera que hacer cualquiera de las dos.

—Grace, te dije que no tenía intenciones de invitarte al baile. Eso

no ha cambiado —dijo mientras acomodaba hábilmente gajos de tomate en

la ensalada. Tomó un pepino y comenzó a cortarlo también—. Le dijiste a

Shawn que ibas a ir con él al baile. No voy a detenerte de hacer eso.

Stacy frunció el ceño, su cara igualando la mía.

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—¿Por qué no quieres ir al baile de graduación con Grace? ¿Por qué

estás dejando que vaya con el Chico Salsa?

Lo miré expectante, queriendo escuchar la respuesta de lo que

había estado demasiado asustada para preguntar por mí misma.

Robert nos miró a ambas mientras continuaba cortando.

—Porque Grace merece tener un baile de graduación normal; no

puede tener uno conmigo como su cita.

—De toda la… —empezó Stacy.

—El hecho de que voy a ir al baile en sí es anormal —dije,

cortándola. Suspirando, volví a la estufa, añadiendo las cebollas y

pimientos que Robert había picado a la olla—. Vamos a ser la pareja más

tonta del lugar.

Stacy gruñó, insatisfecha con mi respuesta pero sabiendo que no

había nada más que discutir si yo no estaba dispuesta a cambiar mis

planes.

—¿Qué estás preparando? —preguntó, parándose de puntas para

echar un vistazo dentro de la olla.

—El relleno para las pechugas de pollo. Vamos a tener eso más la

ensalada y tengo un pastel enfriándose en la mesa—. Señalé a las

bandejas redondas detrás de nosotras y ella se giró para examinarlas.

—Bueno, ¿en qué puedo ayudar? —preguntó, viendo que no había

demasiado que pudiera hacer para superar las habilidades de cuchillo

rápido de Robert.

—Puedes asegurarte que la habitación del bebé esté ventilada y que

todo esté organizado —contesté.

—Está bien. ¡No puedo creer que vaya a haber un bebé en la casa!

—Aplaudió—. ¿Eso no te hace desear tener uno por tu cuenta, Grace?

El tintineo metálico fue la única advertencia. La cabeza de Robert

se giró tan rápidamente, su cuerpo lanzándose hacia adelante a una

velocidad tan intensa que se convirtió en un borrón y sentí el estruendo de

una especie de grito en mi interior cuando el cuchillo que había estado

utilizando cayó al suelo, la mitad de la cuchilla ahora faltante.

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Los ojos de Stacy ampliándose antes de que desapareciera, el

cuerpo de Robert empujándola fuera del camino de la punta descarriada.

El sonido estrangulado que se había formado en mi garganta logró su

salida cuando Graham dio un paso adelante, directamente en la

trayectoria de la afilada pieza de metal.

—¡Graham! —grité, mi mano arremetiendo para agarrar nada más

que el aire, mis pies atrapados en la pierna de la mesa. Logré liberarlo y

me precipité hacia él, mis ojos abiertos de par en par mientras observaba

el trozo de metal, siguiéndolo mientras se dirigía a su destino final.

Hubo un suave sonido de crujido cuando la cuchilla entró en su

hombro. Sus ojos se ampliaron y alargué una mano para cubrir la herida,

mi aliento entrando en rápidas ráfagas mientras el pánico empezaba a

apoderarse.

—Está bien, todo está bien, Graham. Lo sacaremos, vas a estar

bien. Todo va a estar bien.

Esperé que el cálido goteo de la sangre empezara a fluir a través de

mis dedos, y vi cambiar la expresión de Graham de asustada a

confundida. Apartó mis manos de la herida y ambos jadeamos ante lo que

vimos.

La hoja rota del cuchillo se había incrustado profundamente en su

hombro derecho, el corte en la camisa era limpio, la herida suave, un

destello de metal visible fuera de ella. Pero no había sangre.

—No lo entiendo —susurré, y levanté la vista hacia él—. No estás

sangrando.

—¿Qué quieres decir con que no está sangrando? ¿Por qué no está

sangrando? —preguntó Stacy mientras Robert la ayudaba a recuperarse

del impacto de ser tacleada por él—. ¿Qué demonios? ¿Por qué no estás

sangrando, Graham? ¿Por qué diablos no tienes un maldito sangrado,

Graham?

Robert se acercó a mí y lentamente me puso a un lado, sus dedos

sujetando el borde restante de la cuchilla que quedaba afuera y tirando de

él. Stacy y yo pronunciamos improperios cuando la herida comenzó a

sellar una vez que el objeto extraño había sido retirado.

Graham, por otro lado, sólo tuvo una palabra como respuesta.

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—Genial.

La mano de Robert se apretó alrededor de la hoja del cuchillo y me

estremecí cuando chispas volaron por entre sus dedos. Su mano se abrió y

una esfera perfecta de acero cayó al suelo y rodó hacia mis pies, el

abrasador metal caliente de la presión que necesitó para alterar su forma

tan drásticamente.

—¿Cuándo? —demandó mientras sujetaba la camisa de Graham,

levantándolo como si la camisa no estuviera unida a toda una persona.

—¿Qué?

Robert estrelló el cuerpo de Graham en el marco de la puerta de

entrada, la acción causando que toda la casa se estremeciera.

—¿Cuándo? —dijo de nuevo, esta vez su voz tomando un profundo

y retumbante tono.

—U-unos días antes de que Lark se fuera —Graham tragó saliva,

miedo genuino inundando sus ojos.

—¿Por qué?

—Yo-yo amo a tu hermana. No puedo estar sin ella, y después de lo

que atravesó con esta persona Luca, ella no quería estar sin mí. Tuvimos

permiso, Robert. Todo fue hecho legalmente, lo juro.

La cara de Stacy era una de absoluta confusión… y desengaño.

Sostuve mi mano hacia la de ella y cuando la agarró, la apreté de modo

tranquilizador.

—Entonces… esto significa que él ha sido convertido —me dijo con

suavidad.

Asentí, incapaz de decirlo con palabras.

—Adivino que eso me deja como la tercera en discordia —dijo con

una triste risita—. Como de costumbre, supongo. Estoy feliz por ti,

Graham.

—Gracias —replicó tímidamente desde su posición en el suelo, con

el agarre de Robert todavía fijándolo al marco—. No quería exactamente

que se descubriera de esta forma, lo sabes. Siento que no te lo hayamos

dicho.

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Robert miró para otro lado, sus ojos buscándome, y viendo en ellos

el conocimiento de que yo me había enterado, y no se lo había contado.

Pude ver el destello de dolor en ellos antes de que se volvieran oscuros.

—Robert —empecé, mi mano buscando alcanzarlo, pero él era

demasiado rápido, mucho más rápido. En menos de un parpadeo, se había

ido. Era como si nunca hubiera estado ahí, para empezar.

—Oh Dios —gemí. Lo había lastimado al no contarle acerca de

Graham, rompiendo la frágil confianza que había empezado a crecer entre

nosotros con una estúpida omisión.

—Grace, l-lo siento —me dijo Graham desde su posición en el

suelo. Se paró, sus manos rápidamente envolviéndose a mi alrededor—. No

debí decirte a ti sola. Todo esto es mi culpa.

El puño de Stacy salió y se estrelló a su costado, provocando un

gruñido en voz alta de parte de él.

—Tú, idiota… tienes razón, todo esto es tu culpa. ¿Por qué no me

dijiste a mí primero?

—Porque no estaba planeando decírselo a nadie —respondió,

soltándome sólo lo suficiente para frotar el área que Stacy había atacado—

. No hasta que Lark volviera, de cualquier forma. Pero quería que Grace

viera que podía confiar en mí, y con el fin de hacer eso tuve que decirle

acerca de… esto. No pensaba que algo como esto pasaría. Por Dios, ¿qué

pasó?

Stacy se inclinó para recoger la bola de metal que había rodado

hacia la cocina, parando apenas por debajo de la puerta.

—Creo que hice la pregunta equivocada.

Graham frotó su hombro, el hoyo en su camisa todavía visible pero

la carne debajo de ello suave y sin daños.

—No quería que esto saliera todavía… Ameila dijo que todavía

puedo resultar herido, sólo que no moriré por ello. No creí que averiguaría

tan pronto que tenía razón. Y no quería que pasara en frente de Robert.

Dios, soy un descomunal metedor de pata.

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—No es tu culpa, Graham —dije con voz baja—. Debí haberle dicho

la noche pasada cuando me recogió, pero seguí pensado que era tu

secreto, que debías ser el que le dijera. Creo que fue lo correcto.

—Bien, fuera o no lo correcto ahora no importa porque estás

quemando la cena, Grace —habló Stacy, su cabeza moviéndose hacia la

cocina.

—¡Oh no! —grité, deshaciéndome del abrazo de Graham y corriendo

hacia la estufa humeante—. ¡Está todo arruinado!

Todo lo que había estado puesto en la estufa, estaba ahora

chamuscado, y sacudí mi cabeza en disgusto mientras retiraba mis ollas

de las hornillas, cubriendo mi nariz para bloquear la esencia acre del arroz

quemado y cebollas.

—¿Qué voy a hacer? No tengo tiempo para ir a la tienda y comprar

más ingredientes.

Stacy se agachó para recoger el mango del cuchillo destruido.

—O un nuevo cuchillo de chef.

Graham sostuvo las dos piezas de madera.

—O una nueva tabla de picar.

—¿Qué hora es? —pregunté, girando alrededor para mirar el reloj

sobre la estufa y gimiendo mientras me daba cuenta de que no había fijado

la hora desde el apagón hace un mes.

—Son casi las cinco —dijo Stacy, señalando al reloj en la pared.

—Yo tengo las cuatro treinta —respondió Graham, sus ojos

señalando a su reloj.

—Bien cualquiera que sea la correcta, no tenemos tiempo suficiente

para tener la cena hecha antes de que Janice y el bebé lleguen. Todos mis

planes están arruí… ¡el pastel!

Sólo en ese momento me di cuenta que la pequeña mesa que

estaba en medio de la cocina descansaba ahora de lado, y todo lo que

había estado sobre ella, incluyendo mi pastel, estaba ahora desperdigado

por el piso a su alrededor.

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—¿Qué demonios voy a hacer ahora? —Caí sobre mis rodillas para

tratar de recoger las migajas y trozos que cubrían las baldosas, sabiendo

que era algo desesperado tratar de salvarlas, pero encontrando mi

motivación para hacer cualquier otra cosa más estaba completamente

desaparecida.

Stacy y Graham se arrodillaron junto a mí, ayudándome a limpiar

el desastre, ninguno de ellos diciendo algo. Graham levantó la mesa

volviéndola a poner sobre sus patas, mientras Stacy empezaba a barrer el

piso. Los dos tranquilamente empezaron a vaciar la comida arruinada en

el bote de basura mientras me sentaba en el piso, sintiéndome

absolutamente miserable.

—Vamos, Grace. Tienes que levantarte y ayudar a limpiar este

lugar. Pediremos una pizza o algo así. —Stacy se agachó para levantarme,

sus manos fuertes alrededor de mi brazo.

Graham tomó mi otro brazo y juntos, me pusieron sobre mis pies.

—Grace, vamos. Yo limpio, tú secas. —Me condujo al lavabo y

empezó la tarea de ordenar las ollas y sartenes, tirando el cuchillo roto y la

tabla de cortar partida mientras lo hacía.

—Creo que sé cómo se rompió el cuchillo. La pregunta ahora es,

¿cómo vamos a encubrir este hecho? —preguntó Stacy, señalando la

profunda grieta en el mostrador, donde Robert había estado cortando los

pepinos.

—Stacy, una cosa a la vez, ¿de acuerdo? —La reprendió Graham,

su cabeza asintiendo en mi dirección.

—Oh, cierto. No importa, Grace.

Tomó veinte minutos tener todos los platos lavados, y me senté en

una silla enderezada mientras miraba con tristeza las hornillas de la

estufa vacía mientras Graham tiraba la bolsa de basura que contenía mi

cuidadosamente preparada y rápidamente arruinada, cena.

—Iré ordenar esas pizzas ahora —dijo Stacy, a Graham más que a

mí, antes de dirigirse a la sala.

El timbre de la puerta sonando me hizo levantar un poco la cabeza,

pero no me moví para responder. No podía ser papá, él tenía llave, así que

dejé que Stacy fuera a ver quién era. Escuché la conversación murmurada

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mientras Stacy hablaba a quienquiera que fuera que estaba fuera, luego oí

la puerta cerrarse. Stacy entró en la cocina con los brazos cargados de

cajas, el olor de comida flotando de ellas, un bienvenido cambio al aroma

de carbón que aún permanecía en la habitación.

—Es comida —dijo ella con una sonrisa en su rostro—. ¡Toda

pagada!

Colocó las cajas en frente de mí y comenzó a escudriñar a través de

ellas, bailando cuando vio el logo del restaurante.

—¡Es del mismo lugar que atendió la boda de tu papá!

Miré el logo estampado a mano y sabía bastante bien que Robert

había sabido lo que le había pasado a mi cena; él había salvado el día con

una llamada rápida.

—Ves, todo está bien —dijo Graham entusiastamente—. Él sólo

necesita algo de tiempo para calmarse.

—Nunca estuve enojado con Grace, para empezar —dijo Robert

parado en la entrada de la cocina—. Simplemente sabía que lo más natural

era encontrar la forma de terminar la cena y con todo el trabajo que le

tomó, no podía dejar a Grace fallar.

Peleé para hacer retroceder las lágrimas de alivio y gratitud y entré

en los brazos abiertos de Robert, prácticamente necesitando dar un único

paso, él ya me había alcanzado, abrazándome y sosteniéndome tan

estrechamente como era posible, casi al punto del dolor.

—Lo siento, lo siento, lo siento, lo siento —repetí en su hombro,

demasiado abrumada como para decir algo más.

Su mano acarició mi cabello mientras sus pensamientos se

mezclaban con los míos. No hay nada por lo que disculparse; no te

disculpes conmigo cuando fui yo el que se fue. No hiciste nada malo. Si me

sentí enojado, incluso en lo más infinitesimalmente, se fue de mí tan rápido

como llegó. No puedo culparte por hacer por Graham lo que has hecho por

mí.

Justo entonces se puso rígido, su cabeza alzándose, girando hacia

la puerta.

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—Stacy, apresúrate y desempaca esa comida, James y Janice

estarán aquí en cinco minutos.

Robert se liberó a sí mismo de mí y dio un rápido vistazo a la

cocina, sus ojos recayendo sobre el daño que había causado en el

mostrador. Me dejó y empezó a moverse rápidamente de ida y vuelta, sus

movimientos tan rápidos, que no era sólo un borrón sino simplemente

invisible. Graham permaneció detrás de mí y silbó con asombro mientras

la ranura que había estado marcando el mostrador desapareció, Robert no

dejó rastro alguno de que algo le hubiera pasado en absoluto.

Cuando las llaves pudieron oírse en la puerta, la cocina estaba

inmaculada; la comida había sido sacada de los contenedores de entrega a

domicilio, y estos contenedores ocultos en un basurero calle abajo. Robert

se paró detrás de mí, un brazo de soporte colocado alrededor de mi

cintura, su barbilla descansando sobre mi cabeza. Graham y Stacy

flanqueaban mi otro lado, y esperamos mientras la puerta se abría,

animando suavemente cuando papá sostuvo la puerta abierta para Janice,

Matthew acunado cómodamente en sus brazos.

—Hola, chicos —dijo con una sonrisa, luciendo exhausta pero

aliviada de finalmente estar en casa—. Algo huele fabuloso; espero que sea

lo que sea ya esté hecho, porque estoy lista para cualquier otra cosa que

no sea la comida del hospital.

—Todo está listo, Janice —dijo Graham con una sonrisa.

—Oh, bien. Voy a poner a este pequeño chico en su cuna y

entonces volveré abajo.

Caminé hacia adelante y sostuve mis brazos hacia ella.

—Déjame hacerlo. No deberías estar subiendo y bajando tanto esas

escaleras con tus puntos.

Asintiendo en acuerdo, colocó el caliente bulto en mis brazos, con

cuidado de no despertarlo. Miré el diminuto rostro y no pude evitar la

amplia sonrisa que cruzó mi semblante. Me encaminé a las escaleras hacia

la habitación al final del pasillo, abriendo despacio la puerta y entrando en

la habitación de colores brillantes.

—Muy bien, Mathew, ésta es tu habitación. Espero que te guste. Si

no, puedes culpar a tu mamá; ella escogió la decoración. Esta era mi cuna,

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la que usé cuando tenía tu edad. Leí todos los libros de seguridad para

bebés que tu madre dejó tirados alrededor así que sé que está bien para tu

uso, sólo en caso de que de alguna manera hubieras heredado esa cosa de

estreñimiento de ella.

»Vas a tener que usarla porque es tu madre, y es una enfermera,

pero de cualquier forma, está bien. Me gusta por mucho. Sólo que no se lo

digas o podría usarlo en mí contra algún día.

Lo recosté suavemente sobre el edredón y me incliné, presionando

un beso sobre su cabeza. Su cabello y piel eran increíblemente suaves, su

esencia tan dulce, sentí algo tirando dentro de mi corazón, algo raro y

totalmente desconocido.

—Espero que no estés dándole algunas ideas extrañas —le oí decir

a papá desde la entrada.

—¿Qué? Oh no, no, papá, no —le respondí, riendo nerviosamente

desmintiendo mis palabras—. Sin ideas, nada de idea. Ninguna. Cero.

—Es bueno saberlo —rió entre dientes antes de que su rostro se

ensombreciera, caminando con pasos firmes hacia la cuna—. Grace, no sé

si te agradecí…

—Lo hiciste, papá, en el hospital.

—No, Grace —dijo, su mano acariciando mi cabeza como solía

hacer cuando era pequeña—. Me refiero a ser mi hija. No puedo imaginar

cómo hubiera sido mi vida sin ti. Haces que levantarme en las mañanas

sea más fácil, me das una razón para ver hacia adelante, para ir a la cama

cada noche, y no sé qué voy a hacer sin ti cuando te vayas.

Dijo con voz ahogada esa última parte y sentí la sensación de cierre

en mi pecho mientras pensaba sobre cómo sería para él cuando me fuera

para siempre. Parpadeé las lágrimas de vuelta que trataban de caer

cuando oí el suave lloriqueo detrás de mí, el sonido calmante de alguna

forma. Tendría a Matthew y a Janice. No estaría solo, y por eso le estaría

eternamente agradecida a Janice.

—Te amo, papá —le dije con la voz temblorosa.

—También te amo, Grace. ―Revolvió mi cabello juguetonamente

antes de sucumbir a la necesidad paternal de abrazarme. No me resistí, en

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vez de ello disfruté de este momento de tranquilidad con él antes de que

tuviera que irme.

—Vamos, dejemos a tu hermano dormir y vamos a cenar.

Sonreí ante la palabra “hermano”, y caminamos de la mano fuera

de la habitación. Me detuve en mi puerta, notando la luz que brillaba por

debajo de ella.

—Oh, Katie está ahí desempacando sus cosas —dijo papá

casualmente, tirando de mí—. Bajará más tarde.

Sabía que había acordado alojarla en mi habitación; incluso lo

sugerí, pero no pude evitar la sensación de violación de alguna forma con

ella ahí junto a mis cosas. Quería establecer algunas reglas pero sabía que

sería grosero.

No más grosero que ella tratando de ocultar una de tus mejores

cualidades.

Sonreí mientras miraba hacia debajo de las escaleras, contenta por

el soporte silencioso de mi lado.

—Vamos y tomemos esa cena, entonces —dije animadamente,

tirando de papá hacia las escaleras. Aunque no pude evitarlo, cuando

susurré—: Sólo asegúrate de que se vaya con lo que vino —en su oído a

medio camino en las escaleras.

Papá se giró hacia mí y guiñó, entendiendo completamente mi

vacilación y sospecha. Iba a extrañarlo.

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21 El Ajuste Perfecto

Traducido por Elenp y Areli97 (SOS)

Corregido por Xhessii

na semana después de que Janice llegó a casa, Stacy

se dejó caer en la casa de Robert para que por fin

pudiéramos ir a comprar mi vestido para el baile. Ella

trató de engatusar a su hermano para que viniera con nosotras, pero él

todavía estaba demasiado avergonzado para mirarme. Al menos, eso fue lo

que ella me dijo.

—¿Graham va a venir aquí o Robert nos llevará? —me preguntó

cuando la llevé al piso de arriba a la habitación de Lark.

—Todos vamos juntos. Se supone que Graham debe estar aquí en

unos diez minutos, y luego todos vamos a salir en el auto de Robert. Ha

estado nervioso en los últimos días y no se fía que esté fuera de su vista

nunca más.

Sus ojos vagaron por nuestro entorno y luego levantó la mano en

interrogación.

—Entonces, ¿por qué sigues en la habitación de Lark?

Con un gemido, me arrojé sobre la cama, cayendo de espaldas con

un suspiro, y miré fijamente el techo.

—Es complicado.

—Oh, dame un respiro. Todo este “es complicado” es muy

malditamente molesto, Grace. Sólo tienes que escupirlo, ¿de acuerdo?

Sálvame de tener que formar conjeturas erróneas en mi cabeza, por favor.

U

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Frustrada, y necesitando decirle a alguien, dije finalmente—:

Porque si me quedaba en la habitación de Robert, nada nos impediría... ya

sabes.

—¿Y qué hay de malo en eso? —preguntó—. Ustedes dos se aman,

¿verdad? Están destinados el uno para el otro y planean estar el uno con

el otro. ¿Qué hay de malo en hacer el acto? Dios, me voy a morir como una

puñetera virgen; ¡consigue un poco mientras puedas!

Me sentí como un disco rayado, habiéndole ya explicado esto a

Graham, pero le dije lo mismo que Ameila me había dicho, explicándole a

ella las reglas y las consecuencias que vienen con romperlas.

Stacy se sentó en silencio una vez que se lo expliqué, con el rostro

registrando decepción y conmoción. Abrió la boca varias veces para decir

algo, pero negó con la cabeza, cambiando de opinión antes de que las

palabras pudieran salir.

Sólo cuando sonó el timbre y la hora de irnos había llegado,

finalmente dijo lo que había estado rondando en sus pensamientos.

—Deberías hacerlo de todas maneras. Al diablo con las reglas; no

están planeando poblar el planeta con gigantes y monstruos. ¡Por el amor

de Dios! Y vas a morir de todos modos, así que: ¿qué es lo que hay que

perder?

Me quedé boquiabierta, sorprendida por su sugerencia, pero más

aún por el hecho de que había tenido los mismos pensamientos.

Stacy se levantó y me hizo levantar, con una sonrisa de simpatía en

su rostro.

—Ven, vamos a ir antes de que los chicos se pongan inquietos y

Graham empiece a rebuscar alrededor por comida.

—Sí, una vez que eso sucede, nunca vamos a conseguir que se vaya

—me reí.

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Le tomó casi una hora a Stacy recordar dónde estaba la tienda de

antigüedades que quería visitar, y otros diez minutos a Robert maniobrar

en el estacionamiento atestado, hasta que encontró un puesto de

estacionamiento que nos permitió abrir nuestras puertas.

—Podrías sólo habernos dejarnos y luego encontrar un puesto —se

quejó Stacy—. Quiero decir, nos va a tomar casi el mismo tiempo caminar

a la tienda como lo hizo buscar este puesto.

—Para ti, tal vez —dijo Robert con un guiño hacia mí. Él se apoderó

de mi mano y con una ráfaga de viento y un borrón de color, estábamos

parados delante de una pequeña tienda de baratijas; un maniquí de rejilla

de alambre posicionado en la ventana estaba adornado con un vestido de

color rojo brillante.

Sonreí, divertida por la mirada de fastidio y frustración en el rostro

de Stacy, mientras ella y Graham se apresuraban a alcanzarnos.

Inmediatamente sentí una ola de sentimiento de culpa cuando me di

cuenta de la palidez de Stacy; la caminata bajo el sol había sido un poco

demasiado para ella.

—Me debes… un… latte… helado —le resopló a Robert.

—Con mucho gusto —le dijo Robert, ofreciéndole su brazo para que

ella se apoyara.

Ella lo tomó de buena gana, mientras yo puse los ojos en blanco

por la cara desconcertada de Graham. Entramos juntos en la pequeña

tienda, el olor a naftalina e incienso se combinaban para hacer un aroma

más nocivo.

—Uff, no me puedo quedar aquí —se quejó Graham, cubriéndose el

rostro con la mano abierta—. Voy a esperar por ustedes afuera.

Stacy se encogió de hombros, demasiado ocupada hurgando los

bastidores, centrada en su cacería. Robert se acercó a mí, su mano una

vez más encontrando la mía, nuestros dedos enredándose uno alrededor

del otro.

—Así que... te escuché hablar con Stacy… —su voz se apagó

mientras veía a Stacy luchar con un gancho enredado.

—¿Y?

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Ya sabía a dónde se dirigía la conversación, pero no quería llevarla

allí.

—¿Reamente estás de acuerdo con ella?

Mis ojos revolotearon hasta Stacy para asegurarme de que ella

estuviera demasiado involucrada en la guerra con un perchero felpudo

para prestar atención, antes de darme vuelta para mirarlo de frente.

No voy a mentir y decir que no lo hago. Estoy de acuerdo con ella,

pero también sé que las consecuencias son demasiado graves para sólo

unos pocos momentos de sentirse bien.

Sus cejas se levantaron simulando estar ofendido, su boca

colgando abierta.

¿Unos pocos momentos? Me gustaría pensar que sería un poco más

que unos pocos momentos.

Me reí suavemente antes de ponerme seria rápidamente cuando él

se inclinó, su aliento fresco mezclado con el calor del mío, la suavidad de

su frente presionando contra la mía. Las puntas de nuestras narices

apenas rozándose una a otra mientras llevaba sus labios a los míos y

supe, hasta los extremos de los dedos de mis pies que por unos pocos

momentos, sin duda valdría la pena morir.

—¡Lo encontré!

Robert se alejó y lanzó un suspiro, sus ojos líquidos y oscuros,

tormentosos mientras me rozó el labio inferior con un dedo errante.

—Ella lo ha encontrado —dijo con una sonrisa irónica.

Arrugando la nariz, me volví con gran resignación para ver qué era

lo que Stacy había encontrado. Su rostro lucía triunfal mientras sostenía

lo que parecía ser una bolsa llena de cintas de color negro.

—¿Dónde está la araña? —bromeé mientras trataba de averiguar

qué era exactamente lo que Stacy sostenía con tanto orgullo en sus

manos.

—¡Es tu vestido! Bueno, parte de él de todos modos, todavía

tenemos que conseguir la enagua que vaya por debajo de él, pero es

vintage, su corte es la perfección para tu forma y altura, y nadie más va a

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tener uno como él. Este es tu vestido. —Ella movió la bolsa para la ropa, el

fondo atado para evitar que el final del vestido se arrastre por el suelo, y

no pude dejar de sentirme escéptica con el bulto de negro que estaba justo

detrás de la cubierta transparente.

—Pero, ¿qué es exactamente, Stacy? —Extendí la mano para tomar

la percha de ella, necesitando echarle un vistazo más de cerca.

—Es un vestido muy elegante, Grace. Este vestido tiene más de

cien años, estamos hablando de vintage, un clásico. Ya no hacen vestidos

como este. —Miró a Robert y se lo tendió a él—. Dime si este vestido no es

perfecto para ella.

Mis manos se quedaron vacías cuando Robert tomó la percha de

ella y la sostuvo en alto, la mala iluminación en la tienda no me revelaba

nada, pero sus ojos se iluminaron mientras su mirada recorría el oscuro

artículo en sus manos.

—Stacy, no sé cómo llegaste a este vestido en particular, pero

tienes razón, es perfecto para ella.

Con una sonrisa de suficiencia, Stacy tomó de nuevo el vestido de

Robert y se acercó a la vendedora que estaba de pie delante de una caja

registradora antigua, las teclas de forma circular y todas ellas ocupando

sólo dos filas. La misma caja registradora estaba muy adornada, su

carcasa alternando metal brillante y oxidado en relieve con una flor de lis y

volutas intrincadas enmarcando cada esquina. Junto a ella, la vendedora

regordeta parecía bastante poco elegante y sencilla, pero supongo que

cualquiera lo estaría.

—Bueno, ahora, vamos a ver lo que tienes aquí, señorita —dijo a

Stacy en una ronca, cantarina voz—. Oh, éste es uno de mis favoritos. Yo

me lo hubiera quedado, si mi figura me lo permitiera, pero como pueden

ver, no soy precisamente un peso pluma. Podemos dar gracias a mis seis

hijos por eso. —Ella comenzó a desatar el fondo de la bolsa y una vez que

se deshizo, suavemente la levantó sobre el vestido, revelando que la cinta

era en realidad un elaborado encaje.

»Este vestido fue hecho en el siglo diecinueve o dieciocho para una

mujer joven como parte del ajuar de su boda, lo que hace este vestido casi

tan antiguo como Dios —se rió mientras lo sacudía al sacar, una pequeña

etiqueta que había sido clavada en la costura se deslizó suelta colgando

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por su cadena—. Bueno, no sé si ustedes, jóvenes damas tienen mucho

dinero, pero este vestido es bastante caro. No me había dado cuenta hasta

ahora.

—Yo me ocuparé de ello —dijo Robert, sorteando a Stacy para

pararse frente a la mujer, con una pequeña tarjeta en la mano.

Su reacción fue evidente ante los encantos de Robert, ya que la

media sonrisa que se había formado en los labios al ver el precio, y que

había reemplazado con la sonrisa significativa para sólo clientes, de

simplemente unos momentos antes, desapareció. En su lugar, surgió una

nueva sonrisa, una que era cálida y de aceptación, casi amorosa. Pero, lo

que quedó en mi mente, lo que me hizo sentir un estremecimiento de rabia

inexplicable, fue la chispa de deseo que veía en sus ojos.

—Bueno, es muy amable de tu parte comprar esto para tu hermana

—le dijo, su voz ahora una octava más baja, el tono ronco más

pronunciado—. Sin embargo, sólo aceptamos efectivo. —Señaló la caja

registradora, la vergüenza tiñendo su piel con un color rojo brillante.

—Está bien —respondió Robert simplemente, alcanzando el bolsillo

de su chaqueta y sacando su billetera.

—No tienes que comprarlo, Robert —le dije en voz baja,

avergonzada de que incluso había considerado el pago de un vestido que ni

siquiera me iba a ver puesto—. Tengo algo de dinero ahorrado. Voy a pagar

por ello.

—Son mil doscientos dólares, Grace —jadeó Stacy mientras espiaba

el número escrito en la etiqueta.

—¡Oh Dios mío!

—Lo siento, Grace, no tenía ni idea que iba a ser tan caro. Voy a

llevarlo de regreso. —Stacy llegó hasta el vestido en las manos de la

vendedora, su clara intención en su rostro, incluso si ella no la había

declarado.

Robert sujetó su mano y sacudió la cabeza.

—Yo me encargo, Stacy, no te preocupes.

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—No, Robert esto es demasiado caro —dije en voz baja, todavía

incapaz de comprender cómo algo tan viejo y carente de... bueno, tela,

podría costar tanto—. Voy a buscar otra cosa.

Bajó su mirada hasta mí, sus ojos no habían perdido su oscuridad,

y dejó sus labios acariciar los míos, una vez, dos veces, la tercera vez sólo

un ligero roce de la piel. Lo sentí luchar contra el deseo de añadir presión

al beso, y yo en silencio rezaba para que perdiera.

—No esta vez —susurró él contra mis labios, besándome una vez

más antes de incorporarse y volviéndose hacia nuestro público

asombrado—. Vamos a llevarlo.

—Oh, vamos, Grace, todavía no puedes estar molesta sobre lo que

costó el mantelito. —Graham estaba sentado frente a mí, un plato de

papas fritas y una hamburguesa puesto frente a él, un vaso de refresco

bien sujeto en su mano—. Si Robert quiere pagar la misma cantidad por

eso que lo que un auto usado costaría, yo digo que lo dejen.

—Déjalo, Graham —susurró Stacy, golpeando sus costillas con un

codo certero antes de tomar un sorbo de su ambicioso café helado—. Creo

que fue un gesto muy romántico, Robert, sólo desearía que pudieras

disfrutar de verla usándolo.

—Stacy —le advertí.

—Voy a hacer la pregunta, Grace, incluso si eres demasiado gallina

para hacerla tú. —Ella volvió todo su cuerpo para hacer frente a Robert, la

mesa circular que ocupábamos ahora su escenario mientras dirigía su

mirada hacia él.

—¿Por qué no quieres ir al baile con Grace?

Tiré mis manos al aire, exasperada por su curiosidad. Y sin

embargo... me esforcé por escuchar cuál era la respuesta de Robert.

—Sé que quieres que te dé alguna excusa elaborada, Stacy, algo

romántico como que todo es acerca de proteger su seguridad, o tal vez algo

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práctico, como que soy alérgico a las actividades escolares formales, pero

la simple verdad es que sólo quiero que Grace tenga un baile de

graduación tan normal como sea posible.

Stacy no iba a aceptar esa respuesta, y ella lo presionó por más.

—¿Cómo puede ser un baile de graduación normal si ella va con

otra persona? Tú eres su novio. Se supone que la lleves.

Él negó con la cabeza, una sonrisa desconcertada extendiéndose en

su rostro.

—¿Y qué pasa cuando tenga que salir corriendo debido a mi

llamado? Grace será abandonada por su cita… justo lo que todas las

chicas quieren experimentar en su baile de graduación. Ella va a pasarla

mucho mejor con Shawn, y eso es todo lo que quiero.

Sabía que no era la única que miraba a Robert con una mirada

apreciativa; yo no había planeado cambiar de opinión acerca de ir al baile

con Shawn, independientemente de cuál fuera la respuesta de Robert. Pero

al escuchar sus razones, a sabiendas de que no era que él no quería ir

conmigo, sino más bien que él no quería que mi experiencia sea otra cosa

más que agradable, me hizo sentir más culpable.

El rostro de Robert se consternó mientras escuchaba los

pensamientos en mi cabeza, y vi que no estaba de acuerdo con mis

sentimientos.

Por supuesto que no estoy de acuerdo. ¿Por qué te sientes culpable

Grace?

Mis ojos revolotearon a Stacy y Graham, quienes ahora ensalzaban

las virtudes de Robert por no ir al baile conmigo, y dejé que mi mirada

viajara a la prenda de lienzo en blanco que yacía a mi lado.

Me siento culpable porque ahora todo lo que voy estar pensando

cuando esté con Shawn es lo mucho que preferiría estar contigo.

Su risa ahogada pasó desapercibida por los demás y me sonrojé, el

calor incómodo en mis mejillas molesto y frustrantemente obvio.

—Muy bien, así que tenemos que conseguir la enagua y tus zapatos

y entonces estarás lista. Sólo tengo que escoger un nuevo esmalte de uñas,

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y entonces es todo acerca de ti, Graham —dijo Stacy, marcando una lista

invisible en sus dedos.

—Whoa… whoa… whoa. Ya te dije, tengo un esmoquin —

argumentó Graham—. Es uno bueno también, con una corbata a juego,

chaleco y faja.

Stacy me miró, con el rostro gritando: “Te lo dije”, y estallé en un

ataque de risa. Ella le devolvió la mirada a la cara en blanco de Graham,

una delgada línea formándose donde la boca debería haber estado.

—No vas a usar una faja.

—Pero es un paquete. Todo lo que tengo que saber es de qué color

es tu vestido y luego ellos van a tratar de que haga juego con él. Incluso

tienen cachemira, si quieres probar algo funky —respondió Graham antes

de tomar un bocado de su hamburguesa.

La cabeza de Stacy se volvió hacia la mía una vez más, sus ojos

diciendo todo tipo de cosas que sabía que su boca no lo haría, y me

empecé a ahogar con la risa, la expresión de la mortificación absoluta en

su rostro era demasiado para soportar.

—Él dijo cachemira —jadeó.

—Podría haber sido peor —dijo Robert mientras tomaba un rápido

sorbo de su agua—. Pudo haber dicho que era de cachemira neón.

—Oh, Dios —se quejó Stacy entre sus manos antes de lanzarme

una mirada acusadora—. Esto es tú culpa. Si aparece usando un

esmoquin de cachemira o de neón, voy a perseguirte por el resto de tu

vida. Perseguiré a tus hijos, y a tus nietos. Incluso perseguiré a tus perros

y a tu pez dorado. No puedo creer que me metieron en esto.

Robert estiró una mano reconfortante a Stacy, su risa no tan

bulliciosa como la mía pero llena de la misma diversión.

—Me aseguraré de que use lo mejor, Stacy —dijo

tranquilizadoramente—. Sólo preocúpate por lucir hermosa.

El rostro de Stacy se suavizó ante sus palabras.

—No tienes un hermano escondido en alguna parte, ¿o sí? O,

¿quizás un amigo que no sea un psicópata? ¿Por si acaso?

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—No, no tengo un hermano, y me temo que hay muy pocos de mi

especie tan abiertos a la idea de salir con humanos como lo estamos mi

hermana y yo —le contestó, su voz mezclándose con tristeza.

—Bueno, deberías, tú sabes, si llegas a encontrar alguien que

casualmente comparte sus puntos de vista antes del baile, ¿me lo podrías

dejar saber? Tal vez necesite un respaldo.

La cabeza de Graham se levantó ante eso y frunció el ceño.

—¡Oye! ¡Estoy justo aquí!

Stacy, Robert y yo nos reímos de la cara indignada de Graham y

pronto, se nos unió en nuestra diversión mientras terminábamos nuestro

almuerzo y nos preparábamos para dirigirnos a la próxima tienda en la

lista de Stacy.

Resultó que era en el Centro Comercial Indian Mound, y nos dio la

oportunidad de ver el daño del cine y las dos tiendas contiguas.

Era una escena perturbadora, por decir lo menos, ver las puertas

que alguna vez nos había guiado dentro del vestíbulo del cine, ahora

estaban desaparecidas. El marco de la puerta estaba carbonizado, el olor

de madera y plástico quemado todavía permanecía en el aire a pesar de los

filtros del aire acondicionado y la gran cantidad de flores que estaban

apiladas en frente la ennegrecida entrada en un improvisado memorial.

—¿Alguien sabe cuántas personas resultaron heridas en el

incendio? —pregunté a nadie en particular.

Stacy asintió, una expresión sombría remplazando la divertida, una

que había tenido desde el almuerzo.

—Veinte personas resultaron heridas, cuatro murieron, incluyendo

al nuevo gerente del cine.

Miré a Robert y, aunque sabía que el fuego no le hubiera causado

ninguna herida, la idea que pudo haber estado en ese incendio todavía

hacía que se me apretara el pecho, lo cual fue tanto incómodo como

doloroso cuando me di cuenta que él había estado aquí.

—Quiero conseguir algunas flores —dije, mi voz baja con la

abrumadora sensación de pena que llenaba esta esquina del centro

comercial.

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Robert asintió y envolvió su brazo alrededor de mi hombro,

alejándome amablemente.

—Vamos y hagamos eso ahora mismo.

—Voy con ustedes —gritó Stacy, corriendo para alcanzarnos.

Sin embargo, Graham, no nos siguió.

Mis pies se detuvieron cuando me giré para mirar a su figura

inmóvil, sus hombros desplomados hacia adelante con algo que no pude

identificar.

—¿Graham? ¿Vienes?

—Si todavía hubiera estado trabajado aquí, tal vez hubiera sido

capaz de salvarlos. —Su voz fue áspera, atrapando en cada palabra el

dolor que se había formado en su interior.

—Graham, no lo sabes —le dije, volviendo a su lado. Miré su rostro

y vi la mirada de culpa y desesperación en sus ojos que sabía que no tenía

lugar ahí.

—No voy a morir, Grace. Al principio eso sonaba asombroso, pero

tenías razón. Me olvidé acerca de todos los demás, olvidé que los demás

todavía van a morir. Si hubiera estado aquí, podría haber evitado que

murieran. Pude haberlos salvado porque no habría estado asustado de

morir… no habría estado preocupado de tratar de ponerme a salvo. ¿Eso

tiene sentido?

—Graham, tu mortalidad ha sido alargada, pero eso no quiere decir

que eres invencible. Nada es invencible, ni siquiera la fe —dijo entonces

Robert, su voz baja para prevenir que otros escucharan—. Hubieras

entrado en ese incendio, habrías salvado a algunas personas, seguro,

¿pero qué si ellos estuvieran destinados a morir? Habrías estado

interviniendo, y convertir o no tu vida aún está sujeta a los caprichos de

aquellos que te hicieron. ¿Nunca te paraste a pensar hasta qué punto llega

tu inmortalidad?

Cuando Graham sacudió su cabeza, Robert lo haló a un lado, su

rostro severo, su postura rígida.

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—Viste lo que sucedió el otro día cuando el cuchillo perforó tu piel.

Todavía posees las mismas fragilidades que tenías mientras eras mortal,

Graham.

»Todavía puedes ser quemado, todavía puedes ser cortado… no eres

insensible al daño, no importa cómo te sientas o qué pienses; sanarás

cuando de otra manera no lo habrías hecho antes de que fueras

convertido. Tu piel regresará a su estado anterior, no sangrarás, no

tendrás cicatrices. Es debido a esto que no puedes jugar al héroe y

arriesgarte a revelarle a los otros qué eres. La humanidad adora la idea de

los superhéroes, pero no están preparados para aceptar realmente su

existencia o cómo es lo que son.

Graham pareció entender el mensaje que Robert estaba tratando de

darle, sin embargo la culpa todavía era visible en sus ojos. Asintió, el

movimiento nervioso… habría jurado que era un gesto desafiante si no lo

hubiera conocido mejor.

—Terminemos con el resto de la lista de Stacy —dijo con una

sonrisa débil.

—¿Vas a estar bien, Graham? —preguntó Stacy, sus planes

obviamente tomando un segundo plano para preocuparse por él.

—Estaré bien. ¿Sabes? Sólo tomará algo de tiempo acostumbrarse.

La respuesta de Graham era poco entusiasta, pero era todo lo que

íbamos a obtener de él —todos lo sabíamos— así que en vez de presionar

el asunto, nos dimos la vuelta y nos dirigimos hacia el extremo opuesto del

centro comercial, la idea de las flores amontonadas entre todo lo demás

ahora olvidada.

Mientras Stacy y yo caminábamos delante de ellos, Graham y

Robert siguieron discutiendo lo que había pasado en la escena del

incendio. Aunque no podía verlos, y aunque era imposible escuchar su

conversación sin darme la vuelta, todavía era capaz de oír lo que estaban

diciendo.

—Sé que te metiste en esto sin pensar del todo en las

consecuencias, Graham, pero no pienses que cometiste un error. Te fue

dado permiso para convertirte porque tienes en ti el proteger ahora no sólo

mi secreto, pero sino también el tuyo.

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»Has probado que amas a mi hermana, y ya sé que amas a Grace.

No hay mucho más que puedas hacer para probarme que permitir

convertirte fue la decisión correcta.

Stacy me miró y sonrió, tan aliviada como yo que Robert estuviera

aceptando a Graham, tanto como el novio de Lark como mi mejor amigo,

pero también como alguien recientemente convertido.

—Ustedes dos se ven bastante satisfechas —comentó Robert

mientras se deslizaba entre nosotras, su mano encajando en la mía.

—Entre otras cosas —se rió entre dientes Stacy.

Cuando nos aproximamos a la tienda departamental donde Stacy

tenía la intención de adquirir el resto de las cosas en su lista, Robert llevó

a Graham en una dirección opuesta mientras Stacy me arrastraba en otra.

—Aparté algo para ti el otro día —dijo ella mientras nos

acercábamos a la vendedora—. Es lo que vas a usar debajo del vestido. Sé

que probablemente no puedas imaginarte como se supone que se verá

exactamente el ensamble completo pero te garantizo que cuando te pongas

esto junto con el vestido, vas a ser una creyente en mí.

Me encogí de hombros, totalmente indiferente. Un vestido era un

vestido. No importaba como fuera llamado, o lo que alguien más pensara

sobre él.

—Hola, tengo algo apartado a nombre de Stacy Kim —dijo a la

mujer que nos miró de arriba abajo, un escalofrío de asco corriendo a

través de ella mientras notaba mis pantalones agujereados y mi camiseta

desgastada.

—¿Estás segura?

—Sí —dijo Stacy con una sonrisa conocedora.

Insegura, la mujer caminó hacía una pared lejana y abrió una

puerta oculta, revelando un armario lleno de ropas colgadas, etiquetas de

“Apartado” prendidas a las bolsas de ropa que las cubrían. Se cernió a

través de varias de ellas antes de encontrar la etiqueta con el nombre de

Stacy.

—El vestidor está justo al dar vuelta a la esquina —nos dijo

mientras le tendía la prenda a Stacy.

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—Gracias —le dijo Stacy y me tiró detrás de ella hacia una

habitación lateral llena de puertas cubiertas de espejos. Caminó hacia la

más lejana de la entrada y me empujó dentro del área del vestidor que era

aproximadamente del tamaño de un baño público.

—Ponte esto primero —me instruyó, tendiéndome la prenda que

había hecho que la vendedora recuperara—, y luego pon esto sobre eso. —

Me entregó la bolsa de ropa sosteniendo la ropa restante.

Una vez que la puerta se cerró detrás de ella, me giré para

enfrentar mi reflejo tres veces, la pared de espejos rodeándome era

bastante abrumadora.

—Deja de volverte loca por los espejos y ponte el primer vestido —

exclamó Stacy desde detrás de la puerta.

Mordí mi lengua para abstenerme de soltar una réplica mientras

me desvestía y luego inspeccioné meticulosamente un vestido plateado de

tirantes tipo camisola desde su gancho colgado, la luz del techo rebotando

en la tela brillante. Recogí el material y pasé la tela sobre mi cabeza,

permitiendo que cayera a mi alrededor, el sedoso material fluyendo

libremente, los extremos cubriendo un poco del suelo. Es delgado, con

tirantes muy delgados apenas rozando mis hombros y la tela tan ligera,

que se sentía como si no llevara nada del todo.

El vestido se aferraba a mí como si mi piel estuviera húmeda,

abrazándome de una forma que daba la impresión de que mi figura era

mucho más exuberante de lo que era, las curvas de mi cuerpo

repentinamente entrando en foco, sorprendiéndome; el vestido era como

una máscara que escondía el verdadero yo debajo de ella. Después de

tomar el tiempo necesario para apreciar todo lo que este primer vestido

podía hacer, saqué el sobrevestido de su bolsa, finalmente capaz de verlo y

sentirlo después de solamente haberle dado un vistazo en el mostrador.

Era muy frágil, hecho completamente de malla de encaje negro con

adornos y decorativos ataviados acentuando todo desde el corpiño hasta

las mangas largas. Había remolinos y corazones tejidos en el encaje

utilizando el mismo hilo negro, y variando en espesor desde tenue y

delicado a grueso y rígido y casi como aplicaciones. La parte trasera del

vestido con broches tipo corchete me hizo preguntarme cómo iba a ser

capaz de cerrarlo cuando me lo pusiera mientras me metía en él,

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levantándolo hacia mi pecho y metiendo mis brazos a través de las

mangas.

—¿Estás lista?

—Sí —respondí, y abrí la puerta para dejar pasar a Stacy dentro de

la limitada habitación.

En el momento en que me vio, incluso con la espalda del vestido

totalmente abierta, juntó sus manos y las llevó a su cara, satisfecha de lo

que veía.

—Amo cuando tengo la razón. Date la vuelta, déjame cerrarlo por ti.

Con unos cuantos tirones rápidos, se las arregló para cerrar la

parte trasera, el encaje ahora abrazando mi cuerpo contra el vestido

plateado debajo, el contraste de la brillante tela asomándose a través del

encaje negro bastante sorprendente.

Los escotes de ambos vestidos se unían con exactitud, encajando

en una prenda perfecta. El bajo del sobrevestido se desplegaba detrás de

mí, el efecto mucho más dramático de lo que había esperado de algo que

no era más que un montón de tiras negras.

Stacy no necesitó nada más para confirmar que había, de hecho,

escogido la combinación perfecta de prendas cuando la vendedora vino

para revisarnos y su mandíbula cayó en conmoción ante la imagen que

hacía, parada en frente de una habitación llena de espejos, vestida en

plata y negro.

—Voy a asumir que vas a llevar el vestido —le dijo a Stacy, aunque

me miraba a mí, sus ojos brillando con apreciación—. ¿Pusiste los dos

juntos?

Stacy asintió entusiastamente.

—Sip.

—Tienes un ojo para estas cosas. Deberías llenar una aplicación…

podríamos usar a alguien como tú —remarcó la vendedora mientras

caminaba a mi alrededor, admirando la combinación de los dos vestidos

juntos.

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—Me encantaría, pero me temo que no voy a estar por aquí durante

mucho más tiempo —replicó Stacy, un pequeño matiz en su voz.

—¿Oh? Entonces, ¿Te vas lejos a la universidad?

Stacy sacudió su cabeza y me miró, una mirada más bien irónica

en su rostro.

—Nop, sólo me estoy muriendo.

Estupefacta. Esa era la única palabra que podía usar para describir

la reacción de la vendedora a la respuesta de Stacy, y se fue en picada. Me

pregunté cuán seguido Stacy había dejado caer esa pequeña bomba a

gente de paso, y si fueron o no similares sus reacciones.

Con la vendedora distraída, me concentré en quitarme ambos

vestidos, entregándole a Stacy el plateado por encima de la puerta

mientras cuidadosamente colocaba el negro de vuelta en su gancho y

dentro de su bolsa.

Después, nos paramos en frente de la registradora donde la

vendedora jugueteaba con una etiqueta de seguridad, todavía incapaz de

conversar en cualquier nivel con Stacy, demasiado nerviosa para decir algo

significativo o simplemente conversacional. El total del vestido plateado fue

una marcada diferencia con el negro, y casi me sentí como si los

estuviéramos engañando a ambos de alguna manera, las diferencias de los

precios tan grandes que era casi de risa, pero el hecho de que ambos

parecían haber sido hechos el uno para el otro no podía ser ignorado,

inclusive para mí y mi ignorancia de la moda.

Stacy y yo nos dirigimos al área de hombres para buscar a los

chicos y encontramos a Robert sentado en una silla de cuero mientras

Graham permanecía de pie frente a una pared con espejos, sus manos

descansando en los bolsillos de una chaqueta blanca a rayas. Debajo de

ella vestía una camisa negra con un chaleco blanco a rayas en

combinación, y una corbata que era de un color granate profundo.

Se veía como una estrella de cine vestido como estaba, con su

cabello rubio y sus ojos verdes y su sonrisa de mil watts. Si no hubiera

estado usando sus gastados tenis, la visión hubiera sido perfecta.

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—¿Cómo hiciste eso? —le dijo Stacy a Robert, sin aliento mientras

miraba a Graham tomar un par de pasos y posar, examinando su reflejo—.

¿Cómo lo llevaste desde los desechos de basura humana a eso?

—Él siempre ha sido… eso, Stacy. Sólo necesitaba que su envoltura

cambiara —dijo Robert con una sonrisa satisfecha—. ¿Te va bien el color?

Ella caminó hacia Graham y tomó la corbata, sonriendo como

chiflada cuando descubrió que no era de clip, su cabeza sacudiéndose

hacia abajo a la de ella cuando ella tiró de la corbata. —Este es el

exactamente el mismo color de mi vestido… ¿Cómo supiste eso?

—Sólo digamos que un ángel me lo dijo —dijo Robert con una

sonrisa maliciosa.

—Estoy impresionada.

—Gracias —dije en voz baja a Robert mientras Stacy examinaba las

líneas del esmoquin y Graham levantaba sus manos, parado como si

estuviera siendo registrado por la policía.

—Quiero que disfrutes tu baile de graduación, Grace. Con el fin de

hacer eso, debo asegurarme que tus guardaespaldas también sean felices

—bromeó.

—Lo sé, pero has hecho mucho para alguien que ni siquiera va a ir.

—¿Quién dijo que no voy a ir?

Lo miré, aturdida.

—Pero pensé…

Me silenció poniendo su mano sobre mi boca, su sonrisa todavía

caprichosa, aunque ahora con un toque de malicia añadido.

—Quizás no vaya como tu cita, pero aún voy a ir, Grace, aunque

sea sólo para asegurarme que el Chico Salsa mantenga sus manos para sí

mismo.

Empujé lejos la mano de Robert para protestar.

—Shawn no se atrevería…

Robert se rió entre dientes y remplazó su mano por sus labios,

acabando efectivamente cualquier queja que pudiera tener.

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22 El Error

Traducido por Simoriah

Corregido por Curitiba

race, Grace levántate.

Faltaban tres días para la graduación.

Bueno, dos días y media noche, pero el tiempo no

importaba. Era el urgente sacudón, las luces que

perforaban mis ojos cuando la oscuridad debería, sería, mucho más

amable, lo que importaba.

—Mmm. ¿Qué sucede? —Miré los ojos grises y pestañeé para

ajustar la visión. Estaban mal.

—No hay nada malo con mis ojos… es sólo tu vista que necesita

ajustarse. Por Dios, ustedes los mortales y sus defectos.

Me enderecé en la cama, mi cuerpo saltando mientras observaba

ese rostro que tanto había extrañado.

—¡Lark! —Mis brazos se lanzaron alrededor de ella y la atraje en un

patético abrazo; patético porque, muy simplemente, es bastante imposible

atraer a un ángel a algún lado.

—¿Esperabas a alguien más? —gruñó, volviendo las cosas hacia mí

y atrayéndome hacia ella, abrazándome en la forma en que yo debería

haber sido capaz de abrazarla. Si no lo hubiera sabido, diría que era un

acto que estaba lleno de una sensación de desesperación.

—Bueno, sí. Has estado lejos... sólo hemos estado Robert y yo en

esta casa. ¿Qué estás haciendo aquí? ¿Cuándo volviste? ¿Robert sabe que

—G

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estás aquí? ¿Qué hay de Graham? ¿Lo viste? ¿Por qué no me contaste que

lo convertiste?

—Caray… cálmate. Soy un ángel pero no puedo responder todas

esas preguntas a la vez. —Se puso de pie y caminó hacia la cómoda,

volviendo con una camisa y un par de jeans que había sacado de mis

bolsos, la acción tan rápida, que ni siquiera la había visto—. Ponte esto y

te explicaré mientras lo haces.

Tomé la ropa de sus manos e hice lo que se me pedía, esperando

sólo hasta que comenzó a hablar.

—Estoy aquí para llevarte a casa, Grace. Y sí, Robert sabe que

estoy aquí. Casi me arrancó la cabeza cuando aparecí… está al borde

ahora. —Me miró, viendo que había hecho una pausa, una pierna dentro

de mis jeans, la otra fuera—. No te detengas, sigue vistiéndote o de otro

modo te vestiré yo. En lo que respecta a Graham, él es en parte la razón

por la que estoy aquí.

Me puse la camiseta y até mi cabello en una cola, mi atención toda

suya ahora.

—¿Qué sucede? ¿Qué sucede con Graham?

—Ha habido un accidente, Grace.

—¿Qué quieres decir? ¿Qué sucedió? ¿Qué le sucedió? —Sentí el

pánico comenzar a inundar mi pecho mientras corría hacia el dormitorio

de Lark, abriéndolo de repente para encontrar a Robert de pie allí, su

oscuro cabello parado, sus ojos medio locos.

—¿Qué sucede? —Mi respiración estaba agitada y sentí la sangre

en mis manos volverse hielo cuando vi sus ojos enfriarse de la misma

forma.

—Alguien murió en tu casa esta noche, Grace.

¿Sabes cómo en las películas, cuando al personaje femenino se le

dice algo sorprendente, su mano vuela a su boca para cubrir un grito, un

jadeo, lo que sea? Eso no sucede en la vida real. No. En su lugar, tus

manos van a la parte de ti que comienza a doler primero. Las mías volaron

a mi estómago y a mi corazón, cada uno convulsionando simultáneamente

de dolor.

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—¿Quién?

Robert miró a Lark, y mi mirada siguió la suya, justo a tiempo para

ver un destello en sus ojos que dijo mucho en comunicación silenciosa.

Dejé salir un suspiro de alivio y en esa fracción de segundo de diálogo

silencioso supe que no era Papá o Matthew. Pero Graham…

—Vamos —ordenó Lark, sus manos extendiéndose hacia mí.

Me alejé y volví mi mirada a Robert, la confusión apoderándose de

mí cuando él se alejó, su rostro contrayéndose de dolor y una casi infinita

tristeza que no pude definir.

—¿Qué sucede?

—Te lo explicaré en el camino. Vamos, basta de demorar. —Lark

tomó mi brazo y me llevó hacia la ventana, sus movimientos sin esfuerzo

aunque peleé contra ella, rogándole a Robert que me dijera qué estaba

sucediendo aun cuando él se quedó allí, inmóvil.

Y entonces estábamos fuera, Lark sosteniéndome como si fuera su

hija, acunándome en sus brazos mientras yo miraba hacia atrás, la casa

haciéndose más pequeña en la oscuridad del cielo de la medianoche.

—¿Por qué me estás llevando y no Robert? ¿Por qué no viene?

Lark no me respondió, y su silencio hizo maravillas para acrecentar

una ira marcada y casi peligrosa dentro de mí mientras pasábamos sobre

los techos, el vecindario haciéndose lentamente más familiar hasta que

supe exactamente sobre qué calle estábamos, y cuánto más faltaba para

que llegáramos a mi casa.

—Dijiste que me dirías qué estaba sucediendo. No se supone que

mientas, ¿recuerdas? Si no me lo dices en este momento, vas a lamentarlo

mucho…

—Se supone que te proteja, Grace. —Era una respuesta con

peligrosas esquinas.

—Sí, me lo imaginé cuando comencé a dormir en tu habitación.

Ella sacudió la cabeza y cerró los ojos con fuerza, su rostro

luciendo dolido.

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—Mí llamado… Dios, es como si las cosas tuvieran que ponerse

más difíciles, nunca nada puede quedarse en calma por un maldito

minuto. Mi llamado es protegerte, mantenerte con vida.

—¿Qué tiene eso que ver con que Robert no me lleve a casa?

—Grace, sé que te contó sobre su llamado, así que deberías ver

dónde está el conflicto aquí.

—No, no lo veo. Él no planea matarme, Lark. Yo… le dije que lo

hiciera… quiero que lo haga. Se ha negado, así que no sé por qué habría

un conflicto.

Mientras nos acercábamos a mi calle pude ver los destellos de

luces, rojas, azules, amarillas, la señal universal de que algo malo sucedía,

y una vez más el pánico comenzó a asentarse. Lo aplasté, sin querer que

nada me distrajera de lo que Lark me estaba contando.

—Dime qué está sucediendo, Lark. Necesito saber qué está

sucediendo aquí. No me dejes entrar a ciegas en esto…

Ella suspiró, nuestros cuerpos ya no navegando a través del cielo

sino bajando lentamente, aterrizando a pocos metros de mi casa en la

oscuridad del patio de luces apagado. Me miró, su expresión casi

lastimosa, pero la lástima no era para sí misma. No, era toda mía.

—Grace, el llamado de Robert como la Muerte incluye tomar tu vida

porque tu nombre está en el manifiesto final. Registra el nacimiento de

cada humano y cuándo se supone que mueran. Tu nombre está en esa

lista y no hay manera de borrarlo; él es una amenaza para ti, bien quiera

matarte o no. Va a continuar peleando contra el llamado hasta que se

vuelva completamente negro y enojado, comiéndose todo lo que él es hasta

que no quede nada que evite que él oiga otra cosa que enojo y odio. Si no

te mata, comenzará a lastimar a la gente, gente que no se supone que

lastime, y comenzará a enfurecerse. Sabes lo que eso significa.

—Se suicidará —exhalé, las palabras actuando como un cuchillo en

mi estómago, la idea de que Robert muriera me cortaba en dos.

—Él tiene la intención de destruir su alma para mantenerte segura,

pero cuando la furia finalmente lo golpee, lo que fuera que él quisiera,

cualquier razón que tuviera para rechazar su llamado será olvidada. Es tu

vida o la suya…

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Fue la forma en que su voz tembló, la forma en que sus ojos se

humedecieron antes de que la divinidad apartara rápidamente cualquier

cualidad semi-humana de sus lágrimas, lo que finalmente me dio una idea

de dónde yacía el conflicto.

No era entre Robert y Lark.

Era entre Lark y yo.

—No quieres protegerme.

Ella asintió, una furiosa risa saliendo de su boca mientras miraba

hacia la calle.

—Esto es todo una gran broma. Tiene que serlo, porque no es un

error… no puede ser. Me han enseñado eso desde el primer momento en

que oí la canción del llamado en mi cabeza. Se supone que debo

mantenerte segura, lo cual significa que tengo que ayudar a que mi

hermano muera. ¿Cómo demonios se supone que quiera protegerte

sabiendo eso?

—Entonces no lo hagas —dije simplemente.

—No, dice ella —se burló Lark—. ¿Y entonces qué? ¿Terminar en el

mismo bote que Robert? ¿No es suficiente que uno de nosotros vaya a

morir por ti… quieres que ambos muramos para que puedas vivir tu

mediocre vida mortal?

—¿Qué? ¡N-no! No quiero que nadie muera. Soy yo la que debería

morir. Soy yo la debería estar muerta ahora mismo y no…

Volví mi cabeza hacia la conmoción que tomaba la mayor parte de

la calle más adelante. Lo supe en ese momento.

—Katie —exhalé—. Estaba durmiendo en mi habitación. Oh, Dios.

Mis pies comenzaron a moverse por cuenta propia, cayendo uno

tras otro en una rápida sucesión mientras corría hacia la casa. La escena

que se desplegaba frente a mí era caótica: vecinos de pie por ahí en sus

pijamas, el cabello desordenado, algunos sin zapatos en el aire nocturno

de primavera… charlas sobre quién era, qué había sucedido se mezclaban

con el intermitente estruendo de la radio de la policía y un teléfono celular

que sonaba.

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Y el arrollador tema de conversación de todos era la otra muerte

que había tenido lugar en la familia Shelley.

Uno de los beneficios de ser socialmente invisible es que nadie

pareció notar mi llegada, y usé eso a mi favor mientras rodeaba el lado de

la casa, entrando en ella por la puerta de la cocina. Janice estaba sentada

en la pequeña mesa que estaba en el medio de la habitación, su espalda

hacia mí, sus hombros hundidos por el peso de la perdida tirando de ella

hacia adelante a la vez que la empujaba hacia abajo, haciéndola parecer

más pequeña, casi como una niña.

Papá estaba sentado junto a ella, su cabeza descansando en sus

manos. Un ajetreo de actividad continuaba más allá de ellos mientras

oficiales de policía y paramédicos discutían entre ellos qué era lo que

habían visto.

—¡Grace! ¿Cómo… cuándo… cómo llegaste aquí? Intenté llamar a la

casa de Stacy pero nadie contestaba y Graham dijo que tampoco podía

ponerse en contacto contigo.

La voz de papá se estaba rompiendo, la emoción ahogando cada

palabra mientras se ponía de pie, la silla cayendo con fuerza detrás de él.

—¿Importa cómo llegué aquí? ¿Qué sucedió?

Él no me respondió, simplemente me tomó y casi me sofocó en un

abrazo que hablaba de todos sus miedos y su arrollador alivio. Casi podía

olerlo tanto como podía sentirlo en cada sacudida de su cuerpo

tembloroso.

—Papá, dime qué sucedió —intenté una vez más. No estaba segura

de sí me había oído porque mi boca estaba perdida en los pliegues de su

espesa bata, y mis pensamientos estaban demasiado confusos por el

aroma que se mantenía en la felpa para volver a decirlo.

—Matthew estaba llorando. Fui a verlo y vi que no estaba en su

cuna, así que me imaginé que estaba con Katie —dijo Janice detrás de

mí—. Fui a tu habitación; no encendí la luz porque no quería asustar a

Matthew. Lo vi acostado junto a Katie en la cama, así que lo levanté…

Su voz perdió fuerza antes de que un sollozo saliera como

arrancado de su cuerpo. Papá me permitió que me apartara, aunque sólo

para terminar donde Janice había dejado la historia, aunque no era más

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fácil para él hacerlo a juzgar por la forma en que su voz temblaba con cada

sílaba.

—Janice quería agradecer a Katie… ha sido tan buena

despertándose con Matthew a cambiarlo y traérnoslo para que lo

alimentáramos; así que se inclinó para besar su mejilla. Estaba fría, fría

como el hielo. Janice me llamó y vine a ver qué sucedía. No pensé, sólo

encendí las luces… —Tampoco él pudo terminar.

Pero no necesitaba hacerlo. Podía ver la imagen en mi mente, ver el

cuerpo retorcido y el rostro ennegrecido. Sabía que lo que sucedía no era

causado por algo natural. Más importante aún, sabía que Katie había sido

torturada y asesinada porque había estado en mi cama en mi lugar.

—Lo lamento tanto, Janice. —Mi escasa oferta se las arregló para

salir antes de oír los sonidos de fuertes pasos resonando en las escaleras,

un golpe repetitivo acompañándolos mientras se hacían más cercanos y

más fuertes.

Un hombre vestido con un mono azul emergió de la escalera, su

cuerpo mirando en la dirección opuesta mientras sus manos, detrás de él,

sostenían una camilla. Una bolsa negra de vinilo yacía en ella, pesada con

su contenido. Katie.

Janice comenzó a llorar cuando se dio cuenta de lo que estaba

sucediendo y se adelantó con sorprendente velocidad, sus manos

aferrándose a los bordes de la camilla. Papá la detuvo, sosteniéndola con

un fuerte brazo, acariciando su cabello mientras ella aullaba de dolor.

—¿Dónde está Matthew? —Miré alrededor de la cocina buscando

una señal de que él estaba allí pero no vi nada que indicara tal cosa—.

¿Dónde está el bebé?

El dedo de papá señaló hacia arriba, y me apresuré a rodearlo, a

rodear al paramédico que traía la parte trasera de la camilla, un oficial de

policía intentó detenerme de subir las escaleras, y me lancé hacia la

habitación de Matthew. El olor que me golpeó cuando llegué al descanso

de la escalera fue una combinación de putrefacción y destino. Me sacudió

de una forma que no parecía afectar a nadie más que estuviera cerca de la

puerta, espectadores de una horrorosa escena.

En silencio me dirigí por el corredor hacia la última habitación de

allí. La puerta estaba cerrada y la abrí cuidadosamente, insegura de quién

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o qué encontraría, pero sabiendo que el sonido del silencio significaba que

Mathew estaba dormido.

Graham estaba de pie en el medio de la habitación, el bebé

descansando cómodamente contra su hombro. Estaba siendo acunado con

mucha gentileza a la vez que Graham repetía una rima de cuna algo

extraña.

—… Y cuando todo sale bien, cuando has hecho todo justo como

habías practicado, terminas con posiblemente el mejor equipo de aderezos

para hamburguesas que has visto jamás.

—¿Graham?

Él se volvió lentamente y el instante en que vi la expresión ajena en

su rostro sentí mi corazón sacudirse en mi pecho. Lucía mayor, cansado.

Más que eso, sin embargo, lucía cambiado. El mundo como él lo conocía

ya no era suyo, había cambiado; ahora debería ser testigo de cómo

aquellos que conocía, aquellos que le importaban morían. Había

descubierto el lado oscuro de la inmortalidad.

—Nadie más parecía estar preocupado por él… pensé que si tú

estuvieras aquí, querrías que él estuviera con alguien —dijo, su voz llena

con los peñascos donde la desilusión lo había desgastado.

—Gracias, Graham. Eso significa… esto significa tanto para mí —

dije en tono alentador, queriendo que el ánimo en mis palabras llegara a

él—. Eres su héroe, mi héroe.

—Tu padre dijo que estaba con ella, que ella estaba muerta cuando

Janice entró a buscarlo. Quién sabe cuánto estuvo aquí, sostenido por un

cadáver. ¿Qué crees que eso le hace a una persona, a un bebé?

—Graham, sólo tiene un mes. No creo que vaya a estar molesto por

esto tanto como crees…

Moví mis brazos para tomar el bebé, queriendo que estuviera a

salvo en su cuna. Graham suspiró y se rindió, permitiéndome que

levantara suavemente al bebé de su pecho y lo acostara en su cuna,

haciendo una pausa cuando él se agitó.

Cuando estuve segura de que Matthew había vuelto a un sueño

profundo, remplacé el tibio vacío en los brazos de Graham conmigo misma,

sosteniéndolo, reconfortándolo.

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El sonido de un arañazo vino de la ventana a la vez que se abría.

Una esbelta tira de humo entró silenciosamente con el primer empujón de

aire que fluyó hacia adentro. Se retorció alrededor de la cuna,

manteniéndose por un rato sobre el cuerpo durmiente de Matthew antes

de volverse hacia Graham, espesándose, volutas de niebla formando

miembros y cabello, ropa y ojos que eran tan oscuros como ceniza mojada.

—¡Lark! —exclamé.

Ella se volvió para mirar a Graham, su expresión desafiante y aun

así, entristecida al mismo tiempo. Escuché mi inhalación cuando Graham

comenzó a cambiar, su rostro haciéndose más delgado, luciendo casi

demacrado, su cabello oscureciéndose y alargándose en un rápido

movimiento. Su altura disminuyó y su cuerpo se hizo más pequeño,

femenino, sus anchos hombros remplazados por huesos delicados, su

ancho pecho ahora angosto con un par de pechos que presionaban a

través de un vestido plateado oscuro que ahora cubría su cuerpo.

No. No su cuerpo.

—¿Ameila? ¿Qué está sucediendo aquí… por qué pretendes ser

Graham? ¿Dónde está?

—Lo lamento, Grace, pero no tuvimos elección.

—¿No tuvieron elección? ¿De qué están hablando?

Ameila estaba rígida en su forma usual, la informal soltura que era

Graham ahora se había ido.

—Cosas están sucediendo ahora que podrían destruir el tenue

balance que hemos logrado mantener aquí. Debido a lo que sucedió entre

tú y Sam, y ahora con Lark y Robert obligados a llevar a cabo una guerra

interna contra su propia carne y sangre por ti, una grieta se ha formado

entre los de mi raza; algo que no ha sucedido desde…

—Desde los Nephilim —terminé por ella.

Miré a las dos, madre e hija luciendo tan similares que hubiera sido

difícil para la mayoría de la gente diferenciarlas. Pero yo podía.

Podía ver la ira en los ojos de Lark, tan ciegos como pudieran ser.

Brillaban con el mismo desagrado que tenían la primera vez que los había

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visto, y contrastaban tanto con la profunda compasión y tristeza que se

mantenía en los ojos más oscuros de Ameila.

—¿Y así, por esto una vez más somos enemigas, Lark? —pregunté

suavemente, sin saber qué más decir.

Su voz estaba en mi cabeza, helada y apuñalando mis

pensamientos como un millón de agujas, cada una buscando un punto

específico como blanco… y encontrándolo.

Mi llamado me dice que tengo que mantenerte segura, sabiendo que

hacerlo significará que Robert muera. Si voy en contra de eso, significa que

yo moriré. Pero debido a lo que sucedió aquí esta noche, Sam se ha llevado

a Graham. Si no voy contra mi llamado y te llevo con él, Sam lo matará. Me

queda elegir entre mi llamado y mi corazón.

La sensación que se había apoderado de mí la primera vez que

había visto el rostro de Graham, en realidad, el de Ameila, volvió con

fuerza, sólo que esta vez traía a sus amigos: desesperación y un gran

miedo que rugió profundamente dentro de mí.

—Tenemos que salvarlo —le dije, frenética, en pánico—. Tenemos

que conseguir a Robert y hacer que ayude a recuperar a Graham. Él sabrá

cómo, lo arreglará.

Sonaba desesperada, mi fe tanto como la de una niña que creía que

su papá podía hacer cualquier cosa, y no me importaba. Ignoré la forma en

que los ojos de Lark se movieron con movimientos rápidos, viendo mi

expresión a través de la visión de su madre, sabiendo que podía oír mis

pensamientos.

—Grace, no hay nada que Robert pueda hacer para detener esto —

me dijo Ameila con falsa calma.

—¿Qué quieres decir con que no hay nada que Robert pueda

hacer? Es la Muerte. Si no puede evitar que alguien muera, ¿quién puede?

—Sam todavía es un arcángel de la muerte. A pesar de este…

error…

—¿Un error? —expulsé—. ¿Un error? ¿Llamas asesinar a Katie

frente a mi hermanito un error?

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Mi estallido asustó a Matthew, quien abrió la boca para dejar salir

un aullido penoso… hasta que Ameila suavemente canturreó, y su boca se

cerró, su cuerpo relajándose casi instantáneamente a la vez que caía en un

sueño innatural.

Ella volvió ojos desilusionados hacia mí y suspiró.

—Debes entender, a pesar de lo que has visto, lo que has

experimentado, no podemos decir que Sam no hiciera nada sin intención.

Él tenía la intención de matarte esta noche y en su lugar te confundió con

tu tía. Fue un error.

Le devolví la mirada decepcionada con una enojada mientras me

burlaba de su expresión.

—Él no mató a Katie. La asesinó porque no era yo. Esto no fue un

error y lo sabes. Los ángeles no cometen errores, Ameila.

—Entiendo tu frustración, Grace, pero si no escuchas…

—No. No, he terminado de oír esto. —Me volví y busqué a Lark,

concentrándome en mantener mis pensamientos tan simples y claros como

pudiera. No necesitaba oír otra explicación o peleas. No necesitaba más

persuasiones porque sabía lo que era necesario.

Amo a Graham tanto como tú, si no más. Es mi mejor amigo; lo he

conocido por más tiempo que tú. Pero también sé que no se supone que lo

conozca por el resto de su vida, sólo por el resto de la mía. Tu llamado dice

que tienes que mantenerme viva pero sólo hasta que muera.

Y voy a morir. Sam no va a dejar de intentar matarme… está aún

más decidido que antes. No valgo una vida, mucho menos dos, Lark; me

entregaré a Sam.

Aunque ella había desplegado vehemencia y completo desagrado

por mí momentos antes, el rostro que vi en ese momento hablaba de algo

completamente diferente; era uno de desesperanza y arrepentimiento.

—Grace, no quise decir… no tienes que…

Sacudí la cabeza mientras las palabras de Lark venían a mí

suavemente, su voz abrazando mi mente de forma tanto gentil como feroz,

casi dolorosamente, en la forma que siempre lo hacía.

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—Tengo que hacerlo. No puedo permitir que la gente que amo

muera porque Sam se equivocó y me dejó viva. Si no es Graham o Robert

será alguien más… mi papá, o Matthew… incluso Janice. No puedo vivir

con eso.

Caminé hacia la cuna y ubiqué la mano en la cabeza de Matthew, el

suave cabello cosquilleó mi palma, y sentí la caliente ira mezclándose con

una tristeza aún más ardiente, convirtiéndolas en emoción líquida que caía

por mis mejillas y aterrizaban junto a él.

—Lamentaré no estar aquí para verte crecer, niño. Desearía que

hubieras nacido con una hermana mayor normal, pero me tienes a mí en

su lugar. Sólo espero que cuando sí crezcas, te des cuenta de que a veces,

ser normal simplemente significa no ser interesante. No habrá muchos

chicos allí afuera en el parque de juegos con genuinos ángeles guardianes

que los cuiden… vas a estar bien, Matthew. Lo prometo.

Me incliné y presioné un suave beso en su tibia mejilla, y luego me

volví rápidamente, sin querer que se agitara de nuevo.

—Tengo que hablar con mi papá.

Con expresiones serias en sus rostros, Ameila y Lark asintieron

silenciosamente mientras me dirigía hacia la puerta y el corredor. El grupo

de gente que estaba fuera de mi habitación se había reducido un poco,

aunque todavía había una cantidad significativa de actividad afuera. Me

arrastré por las escaleras y me dirigí de vuelta hacia la cocina donde

estaba Janice con el rostro manchado y los ojos rojos de pie frente al

fregadero de la cocina, una taza de café rota en la mano, un charco de

líquido marrón a sus pies, papá de pie detrás de ella con sus manos en los

hombros.

—¿Papá?

—¿Sí, Grace? ¿Cómo está tu hermano? ¿Cómo está Graham?

Mi boca dejó de trabajar por un momento; no lo suficiente para que

él se diera cuenta de que algo malo sucedía, por supuesto, pero lo

suficiente para armar una respuesta razonable.

—Matthew está dormido y Graham está… bastante cambiado…

realmente se ha encariñado con Matthew.

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—Bueno, eso está bien. Escucha cariño, creo que sería mucho

mejor si vuelves con Stacy, o quizás incluso ir con Robert. Las cosas aquí

van a estar locas por un rato y Janice y yo todavía tenemos que ir a la

estación de policía y responder algunas preguntas. Con los finales y la

graduación aproximándose, lo último que necesitas es pensar en dormir en

una escena del crimen.

—¿Qué hay de Matthew?

—Janice lo necesita ahora, cariño. Y yo… yo también lo necesito.

Me molestaba infinitamente que esto fuera a ser mucho más fácil

de lo que había pensado, que él estaba haciendo muy fácil que me fuera.

Quería que me pidiera que me quedara, que me quedara porque también

me necesitaba. Quería decirle que me iba a quedar con él para siempre,

que no iba a abandonarlo, o a Janice o a Matthew, pero esa mentira sería

mucho más difícil para decir que cualquier otra mentira que hubiera dicho

en los últimos meses.

En su lugar, fui hacia él y lo abracé. Lo abracé como una niñita

temerosa de los monstruos debajo de su cama. Lo abracé como la joven

mujer que lo había visto explicar con vergüenza el funcionamiento interno

del cuerpo femenino para que no estuviera asustada cuando la pubertad

llegara. Lo abracé como la adolescente a la que su mejor amigo le había

roto el corazón. Y lo abracé como la mujer que nunca sería, la mujer que él

nunca conocería porque sabía que probablemente nunca lo volvería a ver.

—Te amo, papá —susurré contra su oído, y cerré los ojos con

fuerza cuando sentí sus brazos apretarse más y más, su asidero

haciéndose más y más fuerte alrededor de mí, y no me importó porque

necesitaba cada gramo de eso para darme la fuerza que necesitaba para

finalmente dejarlo ir.

Justo antes de que nuestro abrazo se debilitara, justo antes de que

la supervivencia se apoderara de mí y borrara los planes que había hecho,

papá apartó su cabeza para mirarme y susurró:

—Te amo, cariño. —Y luego vi sus ojos centellear con una

insoportable tristeza que sabía se originaba de la muerte de Katie, pero

que no podía evitar sentir que estaba destinada a mí. No podía quedarme

más tiempo allí. Me alejé de él y me volví, con sólo una persona de la que

despedirme.

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Le di una palmadita a Janice en el brazo, una silenciosa despedida

porque no había palabras que pudiera decirle para disminuir su dolor… o

prepararla para la tristeza que todavía estaba por venir. Ella levantó la

cabeza para mirarme, los ojos rojos y torturados por la pérdida. Su mano

se cerró alrededor de mis dedos y ella los palmeó, una débil sonrisa apenas

formándose en sus labios… le tomó todo lo que tenía darme ese pequeño

regalo, y lo sostuve cerca de mí a medida que me alejaba.

Y luego me fui por la puerta trasera a la calle una vez más, lejos de

los luces centelleantes y los vecinos curiosos, lejos de mi familia, antes de

que Lark descendiera y me llevara en brazos hacia el cielo de la ahora

temprana mañana, el sol comenzando a elevarse, la señal del amanecer

asustando la oscuridad que había envuelto a Heath, tan sólo

temporalmente.

—¿A dónde vamos? —pregunté cuando las calles ya no fueron

conocidas para mí y el silencio era demasiado para soportarlo más.

—Te estoy llevando de vuelta a mi casa. Si vas a hacer esto, si vas a

entregar tu vida a Sam para jugar a la maldita heroína entonces vas a

tener que ser la que se lo cuente a Robert.

—Pero va a intentar detenerme —protesté—. ¡No me va a permitir

acercarme a Sam, y definitivamente no va a permitirme sacrificarme para

proteger a Graham!

—Gracias por la lección en lo obvio, Grace, estaba un poco

atrasada en eso —dijo sarcásticamente—. No, vas a decírselo porque no lo

aceptará viniendo de nadie más excepto tú. Va a necesitar ver que estás

haciendo esto porque tú quieres hacerlo, que has llegado a esta

conclusión, a esta decisión sola. Necesita estar convencido de que no fuiste

obligada.

—¿Y qué hay si no le interesa? ¿Qué pasa si intenta detenerme de

todos modos?

El rostro de Lark se hizo más sombrío y afligido de lo que creía

posible, aun para un ángel mientras decía las palabras que ninguna de

nosotras quería oír.

—Entonces lo detendré.

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23 Naturaleza Humana

Traducido por Lizzie

Corregido por Samylinda

uanto más nos acercábamos a esa casa blanca rodeada

por el muro blanco y sus estatuas de ángel de la guarda,

más nerviosa me ponía. Podía sentir los latidos

irregulares de mi corazón, casi escuchar el disparo de la sangre por mis

venas con cada golpe salvaje. ¿Cómo iba a explicar esto a Robert? ¿Cómo

iba a ser capaz de hacerlo entrar en razón cuando me di cuenta que la

oscuridad que ya había empezado a hacerse cargo de él lo bloquearía de

cualquier cosa salvo el hecho de que yo estaba haciendo su sacrificio

inútil?

Al pasar por encima del muro y los arbustos, el jardín y la casa

quedaron a la vista. Lark ralentizó su vuelo y llegamos a un suave

aterrizaje justo delante de la puerta trasera, la puerta más cercana a la

habitación de Robert.

—Te voy a dejar aquí, Grace. Tienes que hacer esto por tu cuenta.

Quería preguntarle a dónde iba, así como miles de otras preguntas

que necesitaban ser contestadas, pero ella se había ido, su marcha

demasiado rápida y en silencio para que yo hiciera otra cosa que gemir en

señal de desaprobación por su rapidez.

Me quedé mirando el vacío que dejó atrás, y en furioso silencio

mientras respiraba las palabras que hace unos meses no me habrían

permitido salir cuando papá me había oído decirlas. Se suponía que Lark

me protegería, y sin embargo a la primera señal de problemas ella se había

ido. Pero... así es como se supone que debe ser. Éste era mi inevitable

C

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camino. Lo había sido durante los últimos once años y había engañado a

la muerte el tiempo suficiente.

No importaba más qué pensaban los ángeles. Mi decisión de dar a

Sam lo que él quería, a cambio de la vida de Graham, y proteger a Robert y

Lark de las crueles ironías de sus llamados negadas por lo que fuera que

pudieran decir de mí, porque yo no existiría más.

Aceptando esto, me di la vuelta para hacer frente a la casa.

Con gran renuencia, abrí la puerta de atrás y me dejé entrar,

caminando por el pasillo oscuro que conducía a la cocina y la sala de

Robert. Traté de mantener mi mente clara, y contener a mi corazón de

saltar de mi pecho con nerviosismo por qué él no llegaría a la conclusión

de que algo andaba mal. Pero también sabía que se trataba de Robert, él

no iba a creer que simplemente porque yo no estaba nerviosa de alguna

manera, estaba bien. Si mis pensamientos no lo revelaban, la forma en que

mis manos temblaban, o la forma en que mi piel de repente se volvió fría y

húmeda lo haría.

Me detuve frente a su puerta, apenas capaz de controlar el temblor

que había empezado a extenderse hasta los brazos. Sabía que detrás del

panel de madera estaba la única persona cuya vida valoro por encima de

todos los demás, tan egoísta como suena, y valoraba tanto la mía que

estaba arriesgando no sólo su vida sino también su alma para

mantenerme con vida, me sentía indigna de una manera abrumadora de

tal sacrificio. No se podía estar negando ahora, no importa cómo yo podría

haber dudado antes. Robert me amaba. Ese conocimiento, la aceptación de

eso era suficiente para superar cualquier cosa.

Pero ahora tenía la hercúlea tarea de tratar de alguna manera de

convencerlo que no había sentido en posponer más lo inevitable. Él no iba

a dejarme ir tan fácilmente, no más de lo que yo estaba dispuesta a

dejarlo. Sin embargo, cuando el costo de la vida de cualquiera de nosotros

era la muerte del otro, no había duda de que entre nosotros dos, el mundo

no se acabaría si yo fuera a morir. No era más que uno de los miles de

millones, un bache insignificante. Pero el mundo no podía perderlo, su

contribución, su vocación era demasiado grande. Era lo que le daba

sentido a la vida, que él continué viviendo daría sentido a mi muerte.

Y tan comprometida como estaba con esto, no podía negar la parte

de mí que gritaba insoportable. Que estaba siendo estafada con la vida que

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siempre había querido. Yo tenía una familia, un padre que se sentía

completo de nuevo después de perder a mi madre, un hermano pequeño

que necesita a alguien para protegerlo de los matones que se burlen de él

por su relación conmigo. Tenía una madrastra que trataba de ser lo que yo

necesitaba, en lugar de lo que ella pensaba que yo quería. Mi mejor amigo

y yo estábamos más cerca que nunca, y tenía nuevos amigos que al igual

eran una gran parte de mi familia, como ellos podrían ser.

Y, más importante aún, tenía a alguien que quería estar conmigo

para siempre. Se sentía totalmente injusto y no podía apreciar lo que el

entendimiento de ésta lección me enseñaba, porque todo lo que sentía era

la desesperación total y absoluta.

Y entonces me paré frente a la habitación de Robert con ésta carga

que pesaba sobre mí como el mundo mismo, tratando de ocultarlo con una

determinación que fue disminuyendo con cada momento que pasaba. Mis

ojos cansados miraron a su puerta, estaba cerrada, no había luz

asomando por abajo, era como un recordatorio de que no había esperanza

para mí ahora.

Me armé de valor, en silencio prometiendo no dejar que mis

emociones se apoderaran de mí, para permitir que el sentido común y la

lógica ganaran a cualquier argumento que fuera a arrojarme porque sabía,

hasta mis huesos, que no tardaría mucho para que él me convenciera de

que me quedara con él para siempre…

Tomé una respiración profunda, llenando mis pulmones a su

máxima capacidad para evitar que las expresiones emocionadas escaparan

de mis labios, y levanté la mano para llamar a la superficie sólida, de

madera... sólo para descubrir que la puerta se había abierto, el pecho de

Robert ahora presionando en contra de mi puño.

Lo miré, las palabras, el argumento que había puesto rápidamente

en mi cabeza desapareciendo en el instante en que tomé la expresión

demacrada y triste que empañaba la belleza de su rostro. Las líneas que se

formaban en el fruncimiento entre las cejas y el giro debajo de su boca

eran más que meros atisbos de la confusión que se agitaba en su interior.

Agarró mi muñeca en su firme mano y tiró de mí dentro, el portazo detrás

de mí con una finalidad casi sobrenatural.

—No hagas esto —me susurró, su voz ronca.

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—No queda nada por hacer, Robert —le contesté con falsa

terquedad, mordiéndome los labios para evitar que temblaran.

—Queda todo por hacer, puedo conseguir que Graham vuelva.

Puedo proteger a tu familia.

—¿Cómo? —le pregunté desesperada—. Incluso si todo eso fuera

posible, finalmente, las consecuencias de no responder a tu llamado, las

cosas serían tan peligrosas para nosotros que Lark tendría que separarnos

y nunca podría volver a verte. Eso es peor que cualquiera de nosotros

muera, porque los dos sabremos que el otro está vivo, y que no podemos

estar el uno con el otro, no puedo vivir con eso. Al menos de ésta manera,

voy a saber que la gente que quiero está segura, voy a saber que todavía

estarás vivo, y sabrás que nada puede hacerme daño.

Él negó con la cabeza al oír mis palabras, arrojándolas de su

memoria, como la dispersión de rocío de una hoja agitándose.

—Estar vivo sin ti no sería vida en absoluto. Existir meramente por

existir fue lo que me pasé haciendo los últimos mil quinientos años, ahora

que sé lo que es vivir, lo que es amarte, quince segundos sin ti serían

insoportable.

—No hay otra manera —le dije sin remedio, todo mi cuerpo

empezando a temblar por el enorme impacto de sentir el tiempo que me

quedaba con él cada vez más y más corto con cada segundo marcado—. No

puedo permitir que tú y Lark comiencen a odiarse el uno al otro por mi

culpa. No puedo permitir que mi familia termine siendo eliminada uno por

uno para que yo pueda seguir contando los días hasta que te hayas ido,

también. No puedo vivir con eso, Robert.

Robert me tomó en sus brazos y me presionó contra él, mi

estómago retorciéndose y girando como una alteración del litoral, cuyas

olas se estrellaban en la orilla mientras inhalaba su esencia de cuero y

dulzura, no queriendo salir del enclave que me mantenía a salvo de todo

excepto de mí misma. Él empezó a frotar mi espalda con movimientos

lentos y lánguidos, y la agitación se volvió en temblores cuando su aliento

me hizo cosquillas en la oreja mientras inclinaba la cabeza hacia abajo

para susurrar palabras dulces de amor y remordimiento, angustia y

sueños no cumplidos.

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Sentí mis ojos llenarse con las lágrimas que me había prometido en

silencio no permitir aportar. Había tanto por hacer, mucho por ver y decir

y el hecho de que simplemente no había suficiente tiempo en el mundo

para nada, eso sólo empeoró las cosas.

—Hay tiempo —insistió, al oír mis miedos como si yo hubiera

gritado en voz alta—. Hay tiempo para todo.

—¿Tiempo para qué? No sé cuándo va a volver Lark, pero lo hará

y... me temo que cuando lo haga, yo no querré dejarte.

Era tan honesto como todo lo que le he dicho. Él lo sabía y eso nos

rompió sabiendo que la próxima vez que nos separáramos, sería para

siempre.

—No puedo dejarte hacer esto —dijo con firmeza, con los brazos

apretándose a mí alrededor, mi corazón palpitaba en mi pecho con tanta

fuerza, que se sentía como un animal desesperado tratando de rasgar a

través de su propio silencio. Sonreí con tristeza al pensar en la letra de la

canción que asociaba con él, con lo que sentía por él. Cuán cierto era que

mi corazón latía sólo por él.

—Grace, no lo hagas. Quédate conmigo… permanece conmigo.

Levanté la cabeza, el repentino silencio en mi respiración quitando

todas las palabras que podría haber sido de otra manera capaz de decir en

respuesta.

—Quédate conmigo Grace. Al diablo con las consecuencias,

malditos sean los Serafines, las reglas, todo lo que importa. Puede que no

hayamos sido destinados a estar juntos, pero estamos aquí juntos ahora.

Ya hemos perdido demasiado tiempo… ya he perdido demasiado tiempo.

Él se apartó de mí lo suficiente como para eliminar con rapidez la

camisa gris claro, los botones estallando y dispersándose en torno a

nuestros pies mientras lo hacía.

—Nos he negado esto a los dos porque no quería hacer nada que

pudiera hacerte daño. No quería darle a nadie ninguna razón más para

hacerte daño, pero no hay ningún propósito, ninguna razón para

abstenernos por más tiempo si ni siquiera vamos a luchar por vivir. Quiero

estar contigo, Grace. Quiero abrazarte y amarte… por favor.

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La sangre en mi cuerpo gritó ante la vista de él, con las manos

extendidas sobre su pecho desnudo, con suavidad descansando allí

mientras él me tiraba de nuevo contra él. Su piel era tan perfecta, sólo más

suave y tersa de como sabía que iba a ser, cálido y firme bajo mis

hormigueantes dedos. Nunca me había tomado el tiempo para apreciar

cómo lucía cuando me había dado su camiseta en el hospital, y ahora

sabía que si lo tenía, podría nunca irme.

—¿Debería sentirme amenazado por eso? —Se rió en voz baja

mientras cubría mis manos con las suyas. Su sonrisa se desvaneció

cuando se dio cuenta de que una mano estaba sostenida directamente

sobre su corazón, la carne inmóvil debajo de mi palma de la mano en un

contraste bastante agudo con el suave pulso que se hacía eco debajo a la

suya—. ¿Te molesta?

Negué con la cabeza y se inclinó hacia mi rostro más cerca,

presionando un cálido beso al lugar que contenía la cosa más preciosa que

ésta tierra tenía para mí.

—Ojalá el mío pudiera latir por ti para siempre.

Levanté la cabeza de repente y lo miré con una determinación de

acero. Había algo que quería, algo que sabía que tenía que hacer para

asegurarme de que mis planes no fueran en vano.

—Quiero convertirme. Quiero hacerlo ahora. Si no para otra cosa,

para que sepas que quería estar siempre contigo.

Sus manos dejaron las mías con una velocidad sorprendente,

pasando a abrazar mi rostro con tanto amor, tan suavemente que casi me

rompió el corazón. Él entretejió sus dedos en mi cabello mientras atraía mi

frente a la suya, nuestra respiración se aceleró ya que nuestros

pensamientos se mezclaban.

He esperado toda una vida para escuchar esas palabras.

He esperado toda una vida para decirlas.

Él me sonrió, una lenta, perezosa sonrisa, satisfecho que hizo cosas

en mi interior, y luché muy duro para evitar cambiar de opinión y decirle

que podíamos esperar a eso, también. Se rió de mis pensamientos fugitivos

y sin decir una palabra, me tomó entre sus brazos y levantó mis pies del

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suelo, balanceando mis piernas en la parte interior de un fuerte brazo,

mientras mi espalda la apoyaba contra el otro.

Enganché mis propios brazos alrededor de su cuello, asegurándolos

con un nudo de mis dedos, y le observé con el mismo asombro inflexible

que siempre sentía. Las plumas negras tragando todos los colores

alrededor de nosotros, volviendo a todo lo que tenía el privilegio en un

oscuro y brillante arco iris, mientras se desplegaban desde su espalda

desnuda, los músculos se tensaron y apretaron mientras los dos miembros

masivos de plumas se alejaban de su carne, estirándose y llenando la

habitación. Pronto bloquearon cualquier luz que se filtrara a través del

muro de ventanas que se encontraba justo detrás de nosotros.

—¿A dónde vamos? —le pregunté mientras se movía hacia uno de

los grandes ventanales y lo abría de una patada.

—Al único lugar donde no te verás afectada —respondió antes de

que la casa, el suelo, y mi vida como yo la conocía quedaran detrás de

nosotros.

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24 En un Bosque Lleno

de Ojos Traducido por Xhessii

Corregido por Samylinda

o había pensado en éste lugar desde que descubrí la

verdad sobre la muerte de mi madre. El área boscosa

que rodeaba la mayoría del terreno de la familia de

Robert me traía recuerdos oscuros. Incluso con la luz de media mañana,

no podía quitarme los sentimientos miserables que me embargaban al

estar en el bosque, anhelando tener una semilla más de duda plantada en

mi mente.

Robert no dejó que mis pies tocaran el suelo mientras él caminaba

rápidamente por la tranquila oscuridad, que ofrecía luz de una pequeña

manera, a excepción del rastro de luz solar que salía de una que otra

docena de árboles o algo así. Instantáneamente reconocí el punto donde

Lark recibió sus alas, la alegría de ese evento trascendental fue eclipsada

por el hecho de que yo era la que le trajo sus alas, y no Graham o Stacy.

Éste era también el lugar donde aprendí sobre la muerte de mi

madre; donde aprendí que no se suponía que sobreviviera al accidente.

Pronto, detrás de nosotros, los árboles y los arbustos se volvieron más

densos, el suelo era más suave mientras nos movíamos más adentro en la

oscuridad.

N

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—Bala —dijo Robert cuando dejamos de movernos y me bajó

cuidadosamente al suelo. Temblé mientras el nombre me traía recuerdos

vívidos de las imágenes aterrorizantes de la planta verde con forma de

mujer con ojos negros y el cabello de musgo—. Bala, sé que estás aquí.

Un ruidito de risitas vino del lado del tronco que parecía de un viejo

sauce, sus ramas, pesadas con hojas, colgaron hacia nosotros como un

paraguas. La corteza en un tronco imposiblemente ancho, casi invisible

contra la manta de musgo que colgaba de él como una segunda piel. Los

helechos estaban girados y anudados en la base, mirándose como plumas

de un pollo desplumado, y los pequeños botones estaban regados por todo

el musgo, como pequeñas estrellas de pétalos.

Había varias áreas oscuras en el árbol, hoyos donde animales o

insectos entraban para escapar del diluvio de lluvia o nieve que

indudablemente cubriría ésta área con innecesaria humedad. Y fue

entonces cuando me di cuenta que nos habíamos aproximado a la orilla de

un lago pequeño. Las hojas que colgaban en la parte baja gentilmente

rozaban el agua quieta y temblé mientras miraba el líquido oscuro.

El ruido de risitas creció más y regresé mi atención al árbol, que

brilló varias veces antes de que pudiera concentrarme en los dos puntos

que estaban en el árbol, espaciados lo suficiente para que le dieran la

apariencia al árbol de que tenía ojos.

Y esos ojos parpadearon.

—¡Santa mierda! —grité, tirándome a los brazos de Robert.

—Está bien —dijo él, reconfortándome—. Bala no es peligrosa.

—Lo que te gusta pensar —dijo una voz rasposa casi sensual del

fondo del árbol.

El árbol empezó a vibrar, las hojas y las ramas sobre nuestras

cabezas empezaron a menearse gentilmente mientras los ojos que

parpadeaban se definían, la corteza que los rodeaba se hizo más suave,

más tensa. Una figura empezó a emerger, alejándose del tronco del árbol;

las ramas pequeñas y bajas empezaron a formar brazos largos y flexibles.

El musgo se alejó de la corteza para convertirse en cabello que

rápidamente se movió para cubrir el torso y la cintura de la mujer que

ahora se paraba enfrente de mí, las flores que todavía colgaban ahora se

abrían y cerraban con cada levantada y caída de su pecho.

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Ella se movió hacia mí mientras estaba flotando en las hojas, fluida

y agraciada a pensar del denso follaje que estaba debajo de ella.

—¿No estás feliz de verme, pequeña Grace? —me preguntó. La

manera en que dijo mi nombre hizo que escalofríos bajaran por mi brazo y

no puede hacer nada más que mirarla, demasiado temerosa para

responder.

—Cómo tiembla ella, tu Grace quien mira a un Erlking —se rió. Su

mano se estiró para tocar mi mejilla y sus ojos negros como el carbón se

cerraron con un suspiro—. Tan cálida, tan suave.

Yo, en cambio, me encogí con el toque frío y húmedo de ella. No se

perdió eso.

—Siento que no sea placentera para ti. Sabes, una vez fui como tú.

Con la piel tan suave, tan cálida como la tuya.

—No entiendo —empecé a decir, mirando sus rasgos y

preguntándome cómo era posible que una persona que se miraba como

ella fuera alguna vez humana.

—Claro que no, niña. Has vivido en tu propio mundo pequeño, pero

yo estoy en un cuento de hadas, una historia en un libro que tú sólo lees

cuando no tienes otra cosa que hacer. Pero mi vida no es un cuento de

hadas. A diferencia de ti, a mí no me preguntaron si quería ser cambiada.

Me giré para ver con sorpresa a Robert, cuya expresión me decía

que no había palabras que decir. Me giré para ver a Bala, y cómo su cara

era una mezcla de coraje y tristeza, y le pregunté que le había pasado. Las

emociones en su cara rápidamente fueron reemplazadas con placer, la

sonrisa cómica que levantó las esquinas de su boca que era tan bonita

como atemorizante. Casi.

—Ha pasado mucho tiempo desde que alguien me preguntó eso. Y

tú me preguntaste porque genuinamente quieres saber… qué raro en un

humano que esté tan afectado. Sentémonos. —Ella agarró mi mano y me

jaló hacia el suelo.

Me tropecé, indispuesta a sentarme en la superficie lodosa debajo

de mis pies, pero era débil en comparación con la fuerza anormal que Bala

poseía. Aunque, antes de caerme, una rama desenterrada se levantó para

encontrarse conmigo, curveándose para ser una silla. Miré fascinada

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mientras otra raíz se alzaba de los pies de bala para formar una silla para

ella, algo primitiva que se miraba un poco como una silla de bar, pero se

relajó en ella como si fuera la silla del cuero más suave. Robert, perplejo

por la escena delante de él, simplemente se paró detrás de mí, con una

mano que descansaba en mi hombro de manera tranquilizadora, y la otra

corría de manera juguetona por mi cabello.

—No he contado ésta historia en tanto tiempo, que no sé cómo

empezar —me dijo Bala con risa y sentí la vibración de su risa en la raíz

que estaba debajo de mí.

—Vivía en una cabaña pequeña en la orilla del área boscosa con mi

familia. Tenía dieciséis, estaba lista para el matrimonio, lista para una

familia. Mis dos hermanas mayores ya se habían casado y tenían bebés, y

mis dos hermanas más jóvenes estaban comprometidas. Era la única sin

una pareja, la designada a cuidar a mis padres hasta su muerte, así que

puedes imaginar cómo me sentí cuando lo vi.

»Él se acercó a mi cuando estaba recogiendo el agua. Me sentí…

atraída a él, como las hormigas a la miel. Era un dios, un dios que había

caído del cielo sólo para mí. Iría a cualquier parte con él. Y lo hice. Lo

seguí hasta tan profundo en los árboles que habían muerto ese día, y los

que la noche se había llevado.

»Y él me dijo: “Porque te encontré entre los árboles, así es como

siempre serás recordada”. Creí que esas palabras eran las más bonitas que

jamás me habían dicho. Su voz me llenó con alegría y esperanza.

»Él me besó, era mi primer beso, y fue como si hubiera invadido mi

mente, llenando mi cabeza con tantos pensamientos que me perdí en ellos.

Estaba tan perdida que no pude encontrar la manera para salir de ellos:

salí de ese mundo y desperté en éste. Traté de caminar a casa, pero no era

capaz de moverme más que unos cuantos pasos. Era como si hubiera

tratado de hacer algo, algo pesado e inmovilizante. Y aunque estaba

oscuro, todavía podía ver todo como si el mundo estuviera lleno con luz. Vi

que no había nada cegándome, y traté nuevamente de caminar a casa,

pero mis pies estaban sujetos al suelo.

»Sólo entonces me di cuenta de que mi piel había cambiado. La que

solía ser como arcilla suave se había convertido del color del pasto

embarrado, y mi cabello que mantenía cubierto con un pañuelo como mi

madre y mis hermanas hacían, estaba suelto y colgando alrededor mío,

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más largo de lo que solía ser. Grité cuando me di cuenta que no era oscuro

como el de mi madre, sino que era verde como el musgo, y también tan

espeso como él. Se movía como si estuviera vivo, y se sentía como si

estuviera en el sueño eterno de la muerte.

»Cuando desperté la segunda vez, el sol se estaba levantando. Podía

oír los gritos de mi padre y lo llamé, esperando que me encontrara.

Cuando él me vio empezó a maldecirme, me dijo que no era su hija, sino

una clase de monstruo que se la había comido. Él huyó, asustado por lo

que vio. Esperé que regresara: tres veces el sol se levantó y se puso antes

de que él finalmente lo hiciera, y cuando escuché que se aproximaba, me

paré para ver que estaba sosteniendo un hacha en su mano.

»Él no había regresado para salvarme. Había regresado para

matarme. Me giré para escapar, corriendo entre los árboles y las sombras,

hasta que sentí que era empujada hacia un árbol grande. Parecía

llamarme, murmurando mi nombre. Corrí hacia el árbol y me escondí

detrás. Mi padre pasó junto, mirándose como poseído. Estaba tan

asustada, mi cuerpo estaba temblando. No lo sabía entonces, que no

estaba escondiéndome detrás de él, sino adentro de él, y que mis

emociones viajaban por el árbol, convirtiendo mi miedo en el suyo,

moviendo sus ramas y hojas.

»Mi padre vio eso, vio éste árbol grande y tembloroso y regresó a

casa, tirando el hacha en el suelo mientras se iba. Fue la última vez que lo

vi, y la última vez que vi a alguien por un gran tiempo. No abandoné la

seguridad de ese árbol, convencida de que había cometido un pecado grave

al seguir a ese extraño, y al permitir ese beso, ésta era la manera de pagar

mi castigo eterno.

»Así fue, hasta un día que vi pasar a una hermosa mujer. Era

magnífica, con el cabello oscuro y piel brillante, y estaba cantando la más

hermosa canción. No podía entender las palabras pero sabía que tenía que

hablarle, y que ella no huiría.

»Pero ella ya lo sabía. Vino a mi árbol, y extendió una mano sin

siquiera verme. Su sonrisa era tan cálida, tan amigable, tan aceptadora, y

lloré. Lloré como un recién nacido mientras dejaba la seguridad del árbol

que me había protegido por tanto tiempo, y me sostuvo como una madre

sostendría a su hijo, permitiendo mi aflicción. Me dijo: “He visto tu pasado

y también lloré por ti”, y lo hizo.

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»Después de eso, reveló que era un ángel, y que uno de ellos me

había cambiado. Lo llamó “convertido”. Me explicó lo que eso significaba

para mí. Ella podía ver las limitaciones que tenía, y podía ver de lo que yo

era capaz, todas las cosas que nunca consideré, que nunca pensé porque

me había resignado a estar por siempre sola y perdida en mi árbol, y me

ayudó a entenderlo y a usarlo para mi provecho.

»Mi árbol no sólo es mi casa, es mi corazón. Si le haces daño a mi

árbol, me lo haces a mí. Sólo puedo viajar tan lejos como mis raíces han

crecido, lo cual es el por qué no pude huir cuando mi padre me encontró:

mi árbol todavía era joven, así que mis raíces sólo habían crecido unos

cuantos pies en el suelo.

»Le pregunté porque me estaba ayudando. Dijo que era porque la

libre voluntad era preciosa para ellos, y que no creía que alguien debería

tomarla. Cuando ella me dejó, me prometió que regresaría cuando lo

necesitara. No le creí.

»Entonces, llegó el fuego.

Los ojos de Bala, casi oscuros como el carbón, se profundizaron.

—Había pensado que mi padre nunca más hablaría de mí después

de ese día en el bosque, de que él simplemente pretendería que nunca

existí. Pero un día, los niños empezaron a llegar a mi bosque. Ellos

estaban buscando a la “mujer árbol”, golpeando cada árbol para ver cuál

contenía a la persona que llenaba sus pesadillas. Su búsqueda pronto se

volvió violenta, y su ataque en un árbol muerto hizo que se derrumbara

sobre uno de ellos.

»Los otros volaron, dejando al chico debajo de un viejo tronco que

levanté de él, pero era demasiado tarde. Era tan joven, no pasaba de un

bebé. Lo moví al borde de la línea de árboles para que su familia lo

recuperara y pensé que sería el final, pero los chicos que no habían sido

heridos… ellos contaban historias de culpa. Y que el cuerpo del chico

hubiera terminado en la orilla del bosque probaba que sus cuentos eran

verdad.

»Los aldeanos estaban molestos, la superstición controlaba cada

decisión, cada miedo, y fui culpada también por eso. Los aldeanos

decidieron encender en llamas el bosque completo.

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»No podía escapar; mis miedos de estar en el infierno, finalmente,

se hicieron realidad. Los animales que vivían junto a mí volaban, podía

escuchar los llantos de dolor de los árboles que me rodeaban. Mi muerte

estaba cerca, y no podía hacer nada más que abrazarla. Y entonces, como

si el Cielo hubiera abierto sus puertas para mí, el ángel regresó…

»Ella me dijo que me retirara a mi árbol y que permaneciera en él

como si estuviera muerta. Tuve que tomar una decisión: confiar en ella o

morir en el fuego, que estaba cerca, las puntas de mis hojas estaban

convirtiéndose en cafés por el calor. El dolor de eso sólo estaba cercano a

insoportable y sabía que haría lo que fuera para escapar de esa tortura.

Así que hice lo que me dijo y cerré mis ojos al mundo mientras empezaba

la excavación.

»Tomó sólo unos minutos para que ella desenterrara mis raíces. Las

había acercado tanto como me era posible, alejándolas del calor abrasador

del fuego que estaba a unos pies de distancia. Y entonces no hubo tierra a

mí alrededor, no había tierra debajo de mí. Estaba más vulnerable que

nunca, el peligro de morir era más palpable que incluso en el fuego.

»No sé qué tanto tiempo pasó mientras nos movíamos: se sentía

como si estuviéramos persiguiendo al sol por el cielo porque la calidez

nunca terminó, pero finalmente reconocí el frío y familiar abrazo de la

tierra, rica en cosas deliciosas para mi cuerpo hambriento.

»Mis raíces, oh, ellas estaban tan cansadas de estar apretadas, se

estiraron por la suave tierra hasta que estuve firmemente asentada en mi

nueva casa. El ángel me dijo que este era su bosque, y que estaría segura

aquí. Me permití abrir los ojos y me encontré en este lugar, en este lugar

con inmensa soledad y belleza.

»Pero era débil, casi demasiado débil para apreciar el gran esfuerzo

que el ángel había hecho para traerme aquí, para salvarme. Ella me trajo a

su hijo, una compañía que me mando para que me acompañara mientras

me “remendaba”, como ella dijo. Él me dijo cómo el mundo había

cambiado desde que había sido convertida, cuántos siglos habían pasado,

y cómo el mundo cambió. Lloré por la alegría y la tristeza de eso, y lloré

porque perdí mi casa.

—¿Dónde llamabas casa? —pregunté, hablando por primera vez

desde que ella empezó su historia.

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—Grecia.

—Así que esa es la razón de que tengas esos mitos sobre ninfas.

—¡No son mitos! Son una realidad. Puedes ver eso ahora.

Entonces se paró, su cabello se movió para tapar su desnudez

mientras se movía hacia mí, nunca caminó de verdad aunque su cuerpo se

moviera como si lo hiciera. Tomó mi mano y luché contra el rechazo que

producía el choque con esa piel fría y húmeda.

—He hablado demasiado… ni siquiera he preguntado por qué están

aquí. —Miró a Robert, su altura era igual a la de él así que estaban al nivel

de los ojos—. No trajiste aquí a tu Grace para escuchar sobre mí, N’Uriel,

así que dime porqué viniste. ¿Quizás es otra lección del miedo?

Robert sacudió su cabeza.

—A Grace se le preguntó si quería ser convertida. La he traído para

alejarla de ser molestada. Quería que ayudaras para asegurar eso.

Un resplandor de reconocimiento brilló en los ojos de Bala y yo

miré fascinada como los dos empezaron a hablar el uno con el otro, en su

propia lengua griega, mientras Robert pasaba por sus pensamientos. Era

una imagen irreal: ésta mujer parecida a un árbol, de forma extraña era

hermosa y de otra forma hablaba de manera tan casual con mi ángel

oscuro, con alas que había sobre él. Cómo llegamos a ese punto, donde

esas cosas no dependían de lo profunda que fuera mi imaginación sino iba

más allá en la longitud de lo que le permitía a mis propios ojos ver. Con

unos cuantos asentimientos bruscos y una sonrisa pequeña dirigida a mí,

Bala empezó a retirarse hacia su árbol, y la raíz en la que estaba sentada

me puso gentilmente de pie y desapareció en la tierra. Tan pronto ella se

fue, se perdió una vez más en el árbol, y los puntos oscuros que reconocí

como sus ojos ahora me eran invisibles.

—¿Fue real? Me refiero, la vi, hablé con ella y la sentí, ¿pero en

realidad todo eso fue real? —pregunté incrédula.

—Tan real como yo lo soy —respondió Robert con una sonrisa

socarrona.

—Así que… —dije, mi voz se apagó mientras luchaba por encontrar

las palabras correctas para preguntar lo siguiente—. ¿Y ahora?

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—Esperamos —dijo simplemente.

Asentí con limitado entendimiento, y decidí mirar alrededor de

nosotros, caminando hacia la orilla del agua sin importar lo que él y Bala

habían discutido. El agua estaba quieta, extrañamente inmóvil como si

estuviera sobre una tierra extraña y aterciopelada. La miré, esperando ver

una sombra turbia de un fondo poco profundo. En cambio me quedé

asombrada con la claridad del agua casi color verde esmeralda que

reflejaba el árbol y el cielo que colgaba sobre él.

—¿Qué hace que el agua esté tan verde?

—El agua está llena de sal y otros minerales: mi madre hizo éste

lago para Bala así ella tendría algo que siempre le recordara a su casa, me

temo, que esto es lo más cercano a las playas de Grecia en Ohio.

Me agaché, mi mano alcanzó el agua para rozarla y la encontró

inusualmente cálida.

—¿Se supone que debe estar a ésta temperatura?

—Sí, aunque debe quedar más caliente.

—¿Qu…?

Fiel a su palabra, el agua empezó a calentarse rápidamente. Removí

mis dedos justo antes de que el vapor empezara a flotar en la superficie, y

brinqué hacia atrás cuando el agua empezó a rugir como si estuviera en

un hervidero.

—Aléjate —dijo Robert, jalándome detrás de él mientras el agua

empezaba a subir.

—¿Qué pasa? —Mi voz fue tensa, e hice una mueca de dolor

mientras salpicaduras de agua caliente aterrizaban en mis jeans,

empapándolos y quemando mi piel.

—Maldición —maldijo antes de girarse y levantarme del suelo, sus

alas se cerraron rodeándonos, cubriéndonos de las olas crecientes de

líquido hirviente. Temblé con miedo con el sonido del agua brincando y

girando debajo de nosotros, mi pierna latía mientras el tejido de mis jeans

empezaba a pegarse en mi piel quemada.

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—¿Qué pasa, Robert? ¿Por qué está hirviendo el agua? —grité a

través de los dientes apretados, alcanzando mi pierna para disminuir el

dolor de alguna manera.

—Bala está gastando un montón de energía ahora… lo que causa

que el agua se caliente de más. Terminará pronto, en unos cuantos

minutos más.

No sabía que era peor, el dolor en mi pierna o el miedo que crecía a

cada minuto, escaldando agua caliente por las plumas oscuras y derretían

lo que quedaba. Me enfoqué en el suave brillo que venía de la piel de

Robert, el color de un azul apagado convirtiéndose en violeta: lo que fuera

que estuviera pasando afuera de la seguridad de sus alas, le agradaba.

Finalmente el ruido cesó, el agua hirviendo se calmó. Lentamente,

Robert alejó sus alas. Me bajó gentilmente al suelo, cuidadosamente por

mi pierna herida, y exclamé ruidosamente—: ¡Santa mierda!

El lago se había calmado considerablemente, a pesar de que en la

superficie estallaban millones de pequeñas burbujas, pero el agua no

estaba verde. Una isla que no había estado ahí momentos antes ahora

flotaba en medio como una corona, su orilla estaba alineada con árboles

que crecían juntos de manera apretada que daban una densa pared de

cortezas y hojas, sus cimas estaban inclinadas en un ángulo afilado, era

seguro que ninguna luz podría pasar.

Una cortina de musgo plateado, empapado con agua lodosa, se

levantaba como si hubieran sido alejados, revelando una estrecha entrada,

que conducía a la oscuridad y a la premonición.

—¿Qué es eso? —respiré mientras me acercaba.

—Un Santuario.

—¿Qué?

—Es donde los ángeles van cuando quieren estar solos. Una vez

dentro, nadie puede entrar hasta que nos vayamos, y nadie más que sólo

los que viven ahí.

—Pero tú no vives ahí —le recordé.

Él se rió y sacudió su cabeza mientras me alzaba a sus brazos,

flotando la corta distancia hacia la isla.

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—Ya no. Pero una vez, éste era el lugar donde vivíamos. La

simplicidad de los árboles y el cielo era todo lo que necesitábamos; no

teníamos humanos que engañar, ni falsas vidas. Era el único lugar que se

sentía realmente como casa. Tú eres la única persona que he traído aquí.

Cojeé entre la cortina de musgo, mis zapatos se estaban pegando

en la superficie mojada de la tierra.

—¿Por qué?

—Porque ahora sé que casa puede ser más que sólo un lugar.

Puede ser también una persona, un corazón. He encontrado mi casa en ti.

Y éste es el último lugar que he guardado de ti.

—Pero, ¿por qué convertirme aquí?

Su boca giró las esquinas hacia abajo, su fruncido fue

desconcertante.

—Porque cada persona es diferente. Cuando un humano es

convertido sin permiso, los resultados casi siempre son desastrosos, pero

el verdadero cambio se siente como dormir. Es esa la facilidad de

transición que lo hace tan deseable a aquellos que no entienden las

consecuencias.

»Sin embargo, cuando un humano es convertido con la bendición

de los Serafines, la transición es poderosa, casi violenta. Si permaneces

despierta por todo, sentirás olas de poder por tu cuerpo que no serás

capaz de controlar mientras tu lado humano muere y tu lado inmortal

nace.

»Quiero protegerte tanto como me permitas, Grace… si es lo que

realmente quieres.

Miré la apertura oscura y luego a los ojos plateado claro de Robert.

Sabía que mi camino estaba junto al suyo, sin importar a dónde

condujera, así que le ofrecí mi mano, suspirando cuando él la tomó

gustosamente y lo seguí por la cortina de musgo. Como siempre, corrientes

de emociones, y pensamientos corrían entre nosotros, la conexión entre

nosotros sólo crecía más fuerte mientras nuestro tiempo juntos se hacía

más corto.

El rostro de Robert crecía de dolor mientras escuchaba mis

pensamientos, y me dolió ver eso. No quería causarle dolor… es por eso

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que había elegido esto. Sólo que no podía negar el hecho que sin importar

cuál fuera mi decisión; alguien iba a terminar perdiendo todo, y las

consecuencias serían magistrales.

Mientras Robert me jalaba suavemente a la oscuridad de los

árboles, me detuve un momento para mirar por última vez al mundo que

había conocido como humano por los últimos dieciocho años. Miré al cielo,

al sol que se deslizaba hacia el oeste, la tarde aproximándose lentamente

al crepúsculo. ¿Se miraría diferente cuando regresara? ¿Se miraría más

brillante de lo que ya se miraba? Miré al ordinario sauce, con sus hojas

que rozaban lentamente el agua, el tronco nudoso se miraba tan normal,

que nunca daría una sospecha de lo que había debajo de su corteza. ¿Me

vería Bala de diferente manera después de hoy, sabiendo que había

escogido el mismo camino que ella había sido forzada a elegir? ¿La vería de

nuevo?

—Robert, ¿por qué se fue Bala?

—Ella es la única que puede levantar el santuario; está situado

dentro de lo profundo del lecho del lago, y ella lo sostiene aquí por sus

raíces, y para hacer eso, necesita permanecer en su árbol. Requiere una

enorme cantidad de fuerza, y es más fuerte cuando está dentro del árbol

mismo.

—Pero ahora está aquí la isla. ¿Por qué no salió? En realidad me

estaba empezando a agradar.

—Está manteniendo los ojos del bosque alejados —contestó.

—¿Ella qué?

Él salió de las sombras para apuntar la oscuridad del bosque que

estaba en frente de nosotros.

—¿Recuerdas que te dije que hay cosas que tú nunca verías, cosas

que pueden ser muy peligrosas?

Asentí cuando él continuó.

—Ésta es la tierra de mi familia, pero hay cosas aquí que no están

invitadas o permanecen aquí porque no tienen otro lugar al que ir y culpan

a tu especie por eso. Bala está alejando los ojos del bosque de nosotros

para que no puedan ver qué tan vulnerable estás… ahora, más que nunca,

tendrás el olor de la muerte en ti, Grace…

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—Pero me gusta tu olor —le dije suavemente, inhalando

profundamente para enfatizar mi punto.

—No ese olor —dijo, acariciando mi mejilla con su palma—.

Escogiste morir, lo que cambia tu carácter, altera la forma en que hueles

para aquellos que lo buscan. Bala está evitando que las criaturas del

bosque te encuentren, aunque puedan olerte si se acercan. Haciendo eso,

mantiene sus pensamientos alejados de ti, y por lo tanto, nos mantiene

libres de una invasión por Sam. Si él no puede encontrarte en los

pensamientos de otros, no puede encontrarte.

No podía imaginar que tendría que agradecerle a un árbol por

mantenerme a salvo, incluso si fuera por un poco tiempo más, pero

enviaría una plegaria silenciosa para agradecerle a Bala. Ella nunca pidió

ser convertida, nunca quiso la vida que tiene, y aun así no odia a las

personas que causaron que perdiera tanto. En cambio, los estaba

ayudando, y ayudándome también a mí.

Era muy humilde.

Robert tiró gentilmente de mi mano y con una última mirada, me

giré para seguirlo a la oscuridad, mis pasos firmes aunque mi pierna latía

inmensamente.

Habíamos caminado sólo unos cuantos pies cuando la pared de

árboles pareció gemir alrededor de nosotros, tragándonos en un

aplastamiento de oscuridad y de esencia de tierra y verdor. La falta de luz

aunándose al miedo creciente dentro de mí a medida que los gemidos se

convirtieron en un gruñido largo y sonoro. La cortina de musgo cayó

detrás de nosotros, cortando al mundo exterior.

Dentro de la eterna oscuridad, caí en un estado de pánico. Casi

podía oír mi corazón mientras galopaba en mi pecho que ahora se sentía

encerrado como yo lo estaba. Mis manos tantearon en la oscuridad,

buscando algo familiar y tranquilizador.

—Está bien, Grace —dijo Robert en un tono gentil. La luz suave que

fluía a través de él era un poco de un naranja opaco, justo lo suficiente

brillante para que viera su sonrisa divertida. Él llenó mis manos

desesperadas con una suya y me jaló a su lado, sosteniéndome con una

autoridad posesiva que nunca había sentido antes. Escuché un sonido de

clics amortiguados antes de que una luz blanca difusa pasara a mi lado,

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revelando los pequeños rizos de una planta de vida que rozó mi brazo

mientras nos movíamos adelante hacia el centro de la isla.

—¿Cómo haces eso? —pregunté asombrada.

—¿Cómo hago qué?

—Crear esa luz —contesté, mi mano apuntó al brillo que lo rodeaba

débilmente que parecía venir de la corteza.

Él se rió con eso.

—Alguna clase de baterías doble-A y una luz de cúpula que compré

en la Tienda del Dólar junto al cine. Las venden en paquete de tres… es un

buen trato si me preguntas.

Procedió a guiarme a lo largo junto a él, urgiéndome por las

cubiertas blancas y redondas de unas cuantas luces más, y eventualmente

llegando a un pequeño claro que casi era tan brillante como una neblina

en sueños.

Se giró para encararme, sus ojos brillaban con esperanza, luego

habló:

—¿Estás lista?

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25 Uniendo

Traducido por Andy Parth

Corregido por Zeth

abía la respuesta a la pregunta. La sabía.

Simplemente no podía decirla.

—Entiendo si estás nerviosa. También estoy

nervioso. Nunca he hecho esto antes.

—Espero que no —dije con una carcajada nerviosa.

—Ven —me dijo él, su expresión seria ahora. Se arrodilló y sostuvo

mi tobillo con una mano tierna, calidez radiando a través de su palma y

hacia arriba de mi pierna, calmando el dolor que se disparó a través de mí.

Con un movimiento rápido, arrancó la mitad de la pierna de mis jeans con

la otra mano, el rasgado subiendo hasta mi muslo, exponiendo la carne

ampollada y derretida que cubría mi pierna.

—No está cicatrizando tan rápidamente como debería —balbuceó,

poniendo su mano ahora libre en la herida, el calor dentro de mí bailando

en arroyos calientes con el calor que se generaba de su mano.

—¿Necesita ser curado? —pregunté, sabiendo que esto estaba

tomando un tiempo precioso, tiempo que no teníamos.

—Sí. Si hacemos esto mientras estás herida, la lesión podría

mantenerse en ti para siempre.

—Pero —comencé, mirándolo tristemente—. No voy a estar aquí

para siempre.

S

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Bajó su cabeza y escuché sus dientes rechinar en frustración

mientras luchaba contra la verdad de mis palabras.

—Lo siento —susurré, odiándome a mí misma por lastimarlo. Se

levantó bruscamente y agarró mis hombros, sacudiéndolos tan

violentamente como se atrevió, las duras líneas grabadas en su rostro

diciéndome el tormento que yace dentro de él. No importa donde

estuviéramos, las duras realidades todavía existían afuera, esperando por

nosotros, esperando por mí.

—No te disculpes por nada Grace. No eres la culpable aquí. Si

hubiese sido más fuerte o te hubiera dejado sola desde el comienzo, quizás

nada de esto hubiera ocurrido.

Mis ojos saltaron abriéndose ampliamente a lo que estaba diciendo.

—¿Por qué dirías eso? ¿Por qué dirías tal cosa? Si me hubieras

dejado sola… ¿crees que mi vida habría sido mejor si no hubieras estado

en ella, que habría sido así de feliz?

—Sé que lo habrías sido.

—¿Por qué? ¿Porque habría vivido una vida larga? ¿Porque

terminaría con Graham y moriríamos como una vieja pareja casada, solos

en nuestra cama sin niños, ni familia y contigo muriendo de todas formas?

¿Eso es lo que llamas mejor? Esa no es la vida que quiero, nunca lo fue.

Preferiría morir mañana después de haber pasado los últimos ocho meses

contigo que vivir mil sin saber nunca que siquiera existías. Incluso si

nunca nos hubiéramos conocido, te habría extrañado.

Él me miró en estado de shock, la imagen que había dibujado en su

cabeza una directa y precisa descripción del sueño que había tenido poco

después de nuestra ruptura.

—Eso no fue un sueño Grace. Lo que acabas de describir era una

posibilidad, una predicción de lo que pudo haber pasado, lo que había

seguido si yo no hubiera estado en la trayectoria. Nunca he compartido eso

con nadie; ¿cómo viste eso?

No tuve la oportunidad de responder. Sus manos dejaron mis

hombros, en su lugar llenando sus palmas con los lados de mi rostro,

halándome hacia el suyo mientras se agachaba para presionar su suave

frente contra la mía.

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Al instante los pensamientos comenzaron a agitarse alrededor de

mi mente. Él tamizó a través de las visiones que se movían ahí. Los

recuerdos que aún picaban con su amargura, los pensamientos que

llenaron las esquinas interminables con miedo, los sueños que me habían

asolado perseguido desde el momento en que me di cuenta que podía

perder a Robert. Era todo oscuridad y esperanza negra.

Y entonces vio algo inesperado, algo que lo sorprendió y sentí su

cuerpo sacudirse bruscamente en respuesta. Hurgó más profundo en mis

pensamientos, buscando, su cuerpo moviéndose y deteniéndose con cada

cosa que encontró.

Y luego rompió lejos de mí, una mano presionada contra su cabeza

como si estuviera previniendo el sangrado de una herida, su mirada

amplia y llena de asombro.

No sé por qué no lo vi antes.

—¿Ver qué?

Él agarró mi mano y el recuerdo de lo que parecía hace una vida

comenzó a reproducirse en mi mente como una película en miniatura.

Nosotros dos estábamos sentados en una banca, su mano sostenida

firmemente en las mías, una sonrisa extraña, satisfecha en su rostro y yo

estaba mirando a nuestras manos agarradas con curiosidad, sorprendida

de que una cosa así estuviera sucediendo. Y entonces la avalancha de

pensamientos vino fluyendo a mi cabeza desde ese toque como un grifo

roto, llenando de enormes cantidades de información, las cosas que había

hecho no tenían sentido para mí, cosas que no tenían cabida en mi estado

despierto porque eran cosas que nunca podría ver pasando, nunca creí

posibles.

Esos eran sus pensamientos, sus sueños, sus visiones, todos

bombardeándome la mente como soldados asaltando una playa y tomando

el control, mis propios recuerdos retrocediendo en derrota. Mi cabeza

había palpitado debido a eso, a causa de cuánto había estado fluyendo y

llenándome, estirando mi mente en maneras que parecían imposibles. Me

había desmayado como resultado y me di cuenta de que la visión que

estaba viendo no era mía sino más bien de Robert porque yacía sin fuerzas

en su regazo, sangre saliendo de mi nariz a un ritmo poco saludable, la

visión todavía estando enfocada en mí.

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Él rápidamente rompió una tira de tela de su camisa, nunca me di

cuenta que el paño que había sido usado para limpiar la sangre de mí

había sido parte de la camisa que había usado ese día, y comenzó a

limpiarme lo mejor que pudo. Tocó mi cabello y acarició una mejilla con un

dedo errante, una sonrisa formándose en sus labios que causó que mi

estómago cayera en mi interior.

Pero entonces su rostro se tornó confundido, inquieto, su cuerpo

tensándose a algo que había esperado pasara, todavía no lo hacía. Su

mano se movió hacia la parte posterior de mi cabeza y presionó su palma

allí, su otra mano presionando contra mi frente. Minutos pasaron sin un

sólo movimiento de él, ni una sacudida o parpadeo, él había dejado de

pretender respirar, dejó de parpadear, viéndose para todo el mundo como

una estatua realista que sólo entonces pasó a tener una chica comatosa

sangrando en su regazo.

Un parpadeo en sus ojos de plata fue la única señal de que algo

había comenzado, y con un suspiro, se relajó. Lo que sea que había estado

esperando obviamente sucedió.

—¿Qué era? —respiré, todavía tratando de recuperarme de esa

lenta sonrisa que había cruzado su boca—. ¿Qué estabas esperando?

Cuando mis pensamientos superaron los tuyos y causaron que

perdieras la consciencia, se quedaron en tu cabeza mucho más de lo que

deberían. Al hacerlo, ardieron en tu mente como si hubieras vivido a través

de ellos, experimentado tú misma. No creí que fuera posible. El poder de

sugestión es una cosa, pero mis visiones se convirtieron en tus sueños, tus

recuerdos.

Sus ojos resplandecieron mientras me hablaba, realización y

reconocimiento naciendo en él como el sol en sí mismo.

Grace, ¿no ves lo que pasó? Has tomado posesión de algunos de mis

propios pensamientos y ahora los ves como tuyos. Tienes un pedazo de mí

dentro de ti.

Él me sonrió como un tonto, como si hubiera ganado la lotería

mental o algo así. Se rió a mis pensamientos y tiró de mi mano, mi cuerpo

efectivamente colisionando con el suyo dolorosamente. Pero ignoré el dolor,

incluso lo olvidé completamente, cuando sus labios se estrellaron en los

míos.

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Fue fácil olvidar todo justo entonces y allí. Con el mundo exterior

lejos de nosotros y la seguridad de saber que nadie sabía dónde

estábamos, la boca de Robert se volvió insistente. Besó las comisuras de

mi boca antes de buscar la curva de mi mandíbula, regando besos alternos

y mordisqueando abajo hacia su ápice, y entonces presionando sus labios

ahora cálidos contra mi pulso mientras golpeaba erráticamente justo

debajo de mi piel.

Mis manos se movieron por sí mismas para enterrarse en su

cabello, los filamentos sedosos deslizándose a través de mis dedos y

convirtiendo los nervios en una explosión de petardos en miniatura. Mordí

mi labio cuando sentí su boca abierta, caliente contra mi garganta, y

sofoqué un gemido cuando la punta húmeda de su lengua lamió el latido

acelerado que persiguió el de mi pecho.

Estaba muy cerca de ceder a los sentimientos que hacían hervir mi

sangre debajo de mi piel, especialmente cuando mis manos se movieron

abajo y entraron en contacto con la piel desnuda de su espalda, sintiendo

los músculos mientras él, también, peleaba para mantener algún tipo de

control. Escuché el sonido de tela rasgada y sentí sus manos y luego sus

labios contra mi hombro, cada pensamiento racional repentinamente

reemplazado con deseo, necesidad, fuego.

Mi respiración era rápida y superficial, la vertiginosa falta de

oxígeno convirtiéndome en un zombi servicial y sabía que si las cosas no

paraban ahora, nunca lo harían.

Dolió, oh querido Dios, dolió. Pero logré exhalar la palabra “detente”

varias veces antes de que sonara lo suficientemente alto como para que

nosotros lo escucháramos y nos apartáramos. El cuerpo de Robert estaba

sacudiéndose, ¿o era el mío? Con el intenso deseo de seguir adelante, sus

ojos dilatándose con hambre. Podía ver mi reflejo en ellos y vi que mis

irises estaban casi superados por el negro de mis pupilas también, mi

pecho subiendo y cayendo violentamente mientras trataba de controlar mi

respiración, mi cuerpo volviéndose contra mí en frustración.

Robert me miró con comprensión triste pero sus manos estaban

todavía sosteniendo mis brazos y no protesté cuando me tiró de vuelta a él,

mi palpitante corazón golpeando contra mis costillas, las vibraciones

atronadoras directo a través de las suyas.

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—Es tiempo —susurró desigualmente, su aliento soplando a través

de mi rostro en dulces olas.

—¿T-tiempo para qué? —jadeé, sin darme cuenta de cuán difícil iba

a ser esto.

—Tengo que convertirte… ahora, de otra forma no pasará en

absoluto.

—¿P-por qué? —siseé.

—Porque apenas soy capaz de resistir, Grace… No soy capaz de

detenerlo otra vez, ya no tengo la fortaleza o la fuerza de voluntad. Ya no

quiero hacerlo más. Estoy perdiendo el control aquí y si no me enfoco en

hacer esto, puede que ambos lo lamentemos.

Entendí, hasta el tuétano de mis huesos, lo que eso significaba, y

me ruboricé profusamente. Asintiendo, puse mis manos en frente de mí,

presionándolas contra su pecho y cerrando mis ojos a la vista.

—De acuerdo.

Un suspiro de mucho tiempo en llegar escapó de sus labios

mientras me trajo lo más cerca posible a su cuerpo. Haló mi cabeza debajo

de su mandíbula y bañó la parte superior de mi cabeza con besos, cada

uno seguido de palabras de aliento, amor y promesas que ambos sabíamos

nunca podría mantener.

Envolví mis brazos alrededor de su cintura, posados contra las alas

que él no había retraído, la suave textura sedosa de las plumas negras

cosquilleándome. Presioné un rápido beso en el hueco de su garganta y

juré silenciosamente nunca dejar de amar a este hombre, sin importar lo

que pasara a partir de este momento.

Robert empezó a zumbar. Era un sonido bajo, algo que me habría

perdido si hubiéramos estado en cualquier otro lugar excepto aquí. Mis

ojos volaron abiertos y miré como las paredes que nos rodeaban

empezaron a vibrar, aunque no cayó tierra y la red de raíces que se

entrecruzaban no temblaron ni se agitaron. El murmullo se hizo más

fuerte, convirtiendo todo en replicas borrosas de lo que eran. Las luces que

Robert había encendido parecían estar bailando contra las paredes

oscuras, similar a pequeñas lunas en el cielo nocturno.

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Mi cuerpo, todavía cálido por los besos de Robert, comenzó a

calentarse de nuevo. No era un calor incómodo al principio, pero el nivel de

incomodidad incrementó rápidamente cuando mis ropas comenzaron a

humedecerse mientras succionaba la humedad que se formó contra mi

piel.

Las partes de mí que Robert había tocado fueron calentándose a un

ritmo acelerado, la quemadura en mi pierna haciéndola sentir como si

hubiese sido rociada en fluido de encendedor y prendida en fuego, pero no

grité porque a pesar del dolor, no sentí la urgencia de hacerlo. Era como si

el dolor fuese una ocurrencia tardía, una distracción de mi verdadero

objetivo.

Me di cuenta de que las vibraciones que habían parecido rodearme

estaban de hecho viniendo desde dentro de mí, el zumbido que había

creído era de Robert, realmente procedía de lo más profundo dentro de mí,

entumeciéndome. Mientras las vibraciones aumentaban la velocidad, el

zumbido lo hizo en tono hasta que el sonido fue ensordecedor, alto, un

sonido desgarrador que excavó en mi mente como uñas en una pizarra.

Mis ojos empezaron a estrecharse mientras la luz en la habitación

comenzaba a crecer cada vez más brillante. Pestañeé a la combinación de

ataques sensoriales y bizqueé cuando me di cuenta de que las luces del

techo que se encontraban en la pared se estaban volviendo ahora manchas

oscuras en el inmenso y blanco brillo que bloqueaba todo, como una

cortina siendo halada sobre mis ojos, ya ni siquiera podía ver a Robert.

Como si allí no estuviera Robert.

Jadeando, me di cuenta de que mis brazos estaban vacíos, mis

manos estirándose en medio de un inmenso vacío blanco agarrando nada

excepto aire.

Las vibraciones habían parado, el zumbido desapareciendo con

ellas.

—¿Robert? —llamé, vacilando mientras mi voz regresó en un eco,

pervirtiendo el nombre que significa el mundo para mí.

—¿Robert? —repetí de nuevo, esta vez mi voz más firme, el eco

resultante rebotó sonando más débil, más tonto.

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—Bueno, no es esto simplemente genial —murmuré para mí

mientras giraba, la vista nunca cambiando, sin importar a dónde miraba.

—Así que has escogido convertirte después de todo.

Un sobresalto corrió a través de mi cuerpo ante la voz.

—Sabes que sólo estás haciendo esto porque quieres salvar a

Graham.

Giré alrededor en mis talones, queriendo atrapar a la persona que

me hablaba en esta habitación llena de nada.

—¿Habrías hecho la misma elección si nada de esto hubiera

sucedido?

Cubrí mis orejas con mis manos y empecé a cantar ruidosamente,

tratando de ahogar la voz que todavía encontró su camino dentro de mis

pensamientos.

¿Él habría hecho la misma elección por ti?

—Ugh… ¿te detendrás? —disparé en la luz interminable.

—Bueno… ¿lo haría él?

Ella se detuvo en frente de mí, su rostro exactamente el mismo

como lo había sido la última vez que vino hacia mí de esta forma. Su

cabello espeso y negro colgaba suelto alrededor de sus hombros y llevaba

un simple vestido de algodón blanco. Ella sonrió y asintió hacia mí. Miré

hacia abajo y gruñí interiormente.

—¿Necesito llevar uno también?

—¿No te gusta? Es justo como el mío... un set a juego madre-hija.

—Mira, no has estado exactamente alrededor los pasados once

años así que realmente no sabes, pero no me gustan los vestidos. Creo que

nunca lo harán. Y si esto es un sueño, y si éste es mi sueño, entonces creo

que debería estar usando lo que normalmente uso.

Ella ondeó su mano hacia mí con poco cuidado.

—Las chicas deberían usar vestidos. No es femenino usar jeans y

camisetas todo el tiempo.

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—Mamá, usaré lo que quiera, ¿está bien? Además, sólo eres un

producto de mi imaginación.

—¿Lo soy?

Miré alrededor y asentí.

—La última vez que viniste hacia mí así, estaba desmayada sobre el

suelo. ¿Qué más podrías ser excepto el trabajo de una mente sobre

estresada?

Ella se me acercó con sus manos en sus caderas, una sonrisa

divertida pegada en su rostro.

—¿No olvidaste lo que pasó la última vez? ¿Eso fue el resultado de

mí siendo un producto de tu imaginación o soy más que eso?

¿Cómo podría olvidar lo que había pasado la última vez? Fue el

principio del final para mí. Simplemente no lo sabía.

—Te dije que tomaras una decisión entonces, ¿cierto? Te dije que

tuvieras cuidado con tu decisión, que afectaría a las generaciones por

venir.

Asentí, incapaz de mirar lejos de la expresión decepcionada que

comenzó a tomar forma en su frente, estrechando sus cejas juntas,

bajando las esquinas de su boca.

—No hiciste la decisión correcta, Grace.

—¿Qué quieres decir con que no hice la decisión correcta? ¿Qué

decisión iba a tomar supuestamente? No me dijiste eso, sólo dijiste que

fuera cuidadosa.

—Porque pensé que habrías escogido seguir tu corazón. En su

lugar elegiste seguir tu orgullo testarudo. Desperdiciaste tanto tiempo

estando enojada y resentida y ¿qué ganaste con eso? Estás a punto de

renunciar a todo por lo que has luchado, todo lo que siempre has querido

y ¿por qué?

La miré, incrédula porque ella no supiera.

—Por amor. Amo a Robert. Lo amo en maneras que parecen

imposibles para mí, pero lo hago. Y no creo, ni por un segundo, que hice

una elección equivocada. Si simplemente lo hubiese perdonado y olvidado

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todo, todavía hoy sería ignorante acerca de los sacrificios que él ha hecho

por mí, y terminaría perdiéndolo. No puedo hacer eso, ¿no lo ves? No

puedo vivir sin él. Tuve que dejarlo para darme cuenta de eso, para darme

cuenta de que la razón de eso es porque no estaba predestinada a estar

aquí para amarlo…

»Ésa es la única cosa que no puedo ignorar por encima de todo. Se

supone que tenía que morir contigo. Todo lo que ha pasado desde esa

noche es el resultado de un desastre colosal y no puedo dejar a papá,

Graham, Robert o a alguien más morir debido a ello. Los amo demasiado.

Sus ojos rodaron en molestia y estuve sorprendida por el gesto.

—Has desperdiciado un tiempo precioso con Robert, y ahora que

tienes la oportunidad de estar con él en la forma en que quieres, una vez

más la desperdicias y, ¿por qué? ¿Para convertirte? ¿Qué hace ese logro?

Vivirás para siempre… hasta que dejes que Sam te mate. Todo parece

inútil para mí.

—No es inútil —sostuve—. No es inútil porque eso significa mucho

para Robert. También nos permitirá estar juntos sin arriesgar su vida. Si

te hubiese escuchado, si de alguna manera lo hubiera convencido de

olvidar las reglas, él habría muerto.

—¿Y crees que simplemente convertirte lo hará bien? ¿Olvidaste

que más se requiere de ti, lo que la madre de Robert te dijo que

necesitabas hacer para evitar que la ira de los ancianos cayera sobre

ustedes dos?

Sorteé a través de los pensamientos en mi cabeza y busqué la

respuesta, un gemido desesperado procediendo de mi profundo interior

cuando la encontré.

—Tengo que comprometerme con él, prometer mi vida a él.

—¿Y qué significa eso exactamente?

—Significa prometerle amarlo por siempre. Estoy renunciando a mi

vida por él; creo que he hecho la cosa del compromiso, ¿no estás de

acuerdo?

—Prometes amarlo para siempre. Estás prometiendo compartir el

resto de tu existencia con él, jurar amarlo sólo a él hasta que la muerte los

separe. ¿Eso suena familiar para ti?

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Sentí mi rostro volverse frío mientras la sangre se drenaba.

—No… eso no es… no.

Ella asintió triunfante hacía mí.

—Pero no he hecho eso —susurré.

—Y estaría mal.

La miré, aturdida por su respuesta.

—¿Por qué estaría mal?

—Porque sólo hiciste eso para tener sexo, lo que es la peor razón

posible. Y por la cual no lo apruebo como un yerno. Él puso tu vida en

peligro, te mintió, y ahora estás planeando entregarle tu vida para salvar la

suya. El hombre que merece tu mano debería estar dispuesto a enfrentar

el fuego por ti.

—Pero está haciendo eso justo ahora. Él ha estado arriesgando su

vida desde el momento en que me conoció —grité—. ¿Cómo no puedes ver

eso? Él arriesgó todo por mí.

—¿Lo hizo? ¿Realmente ha arriesgado todo por ti?

La miré y asentí enérgicamente, su ataque a la integridad de Robert

trayendo un estado de ánimo defensivo dentro de mí.

—No lo dudo ni por un segundo.

—Pero lo hiciste.

Mi boca se abrió para refutar su declaración, pero no podía.

—Eso fue diferente.

—¿Por qué? ¿Por qué no sabías acerca de la verdadera naturaleza

de su llamado? ¿Qué ha cambiado desde entonces? ¿El hecho de que te

mintió simplemente se borró? No, no lo hizo.

—¿Por qué estás haciendo esto? Tú eres la que quería que

durmiera con él. ¿Por qué es que cuando él me estaba mintiendo, tú

querías que saltara a sus huesos, pero ahora que la verdad finalmente ha

salido y he compuesto mi mente acerca de todo, él repentinamente no es

suficientemente bueno?

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Ella agarró mis brazos con una fuerza que contradecía su tamaño

diminuto.

—Porque él existe sólo para matarte. No se supone que mueras. No

puedes morir, ¿entiendes eso?

La mirada en sus ojos era enloquecida. Quería soltarme de ella,

decirle que estaba siendo ridícula, pero era demasiado fuerte. Comenzó a

sacudirme, mi cabeza bamboleándose atrás y delante de la violencia.

—Deja morir a Robert, déjalo sacrificarse para que tú puedas vivir.

Otro ángel tomará su lugar, justo como él hizo. Eres la única que es

irremplazable. No hagas esto, Grace. No cedas a morir. ¡No cedas a la

Muerte!

Con un grito irregular, me desgarré lejos de ella, asombrosamente

lejos y caí en un montón en el piso blanco. Pude verme reflejada en la

superficie brillante. ¿Por qué no había notado eso antes?

—No puedo dejarlo morir. No sé por qué, pero no puedo. No puedo

perderlo… la sola idea se siente como si estuviera ahogándome. —Mis

lágrimas empezaron a empozarse en mis ojos, amenazando con

desbordarse en cualquier momento. Las limpié airadamente mientras le

lanzaba una mirada acusatoria a ella, su expresión hosca, su postura

descuidada y apática—. Se supone que eres mi madre, se supone que

debes querer evitar que sea lastimada.

—¿Y entonces con el fin de demostrártelo, se supone que te diga

que está bien para ti cometer suicidio?

—Tú, se supone que debes apoyarme y confiar en mis decisiones.

No estoy haciendo esto porque sea alguna adolescente estúpida, testaruda

que hace todo basado en cómo se está sintiendo en el momento. Si lo

fuera, habría estado muerta hace mucho tiempo esta conversación entera

no estaría pasando. Nada de esto estaría pasando en absoluto si no fuera

por Robert.

Los labios de mi madre se curvaron en un gruñido sorprendente, la

furia estropeando sus facciones, distorsionándolas en algo más aterrador

que real.

—¿Y qué te ha dado a excepción de una sentencia de muerte

retardada?

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Levanté mi barbilla desafiante, indispuesta a dejarla romper mi

razonamiento.

—Él me ha dado tiempo.

—¿Tiempo? ¿Qué bien tiene cuando ahora estás en posición de

perder todo?

—¡Significa todo! Llegué a arreglar las cosas con papá y con

Graham. Conseguí conocer a mi hermano menor, fui a una cita y me

enamoré. Me preguntaste qué bien tiene el tiempo… no tendría nada para

perder en absoluto si no hubiera tenido ningún tiempo para comenzar.

No podía mirarla más, su rostro rígido con obvio disgusto a mi

argumento. Miré fijamente al piso una vez más, mi corazón pesado con la

carga de saber que mí tiempo se agotaba y estaba atascada en algún lugar

de mi propio subconsciente discutiendo con mi madre en lugar de estar

con Robert.

—Pensé que verte de nuevo, ser capaz de hablarte de nuevo me

tranquilizaría acerca de lo que estaba haciendo, que estaba tomando la

decisión correcta —le dije, mi voz apenas audible.

—Bueno, me alegra que hayas vuelto a tu sentido y vieras que no lo

estás —dijo ella detrás de mí, su cuerpo cerniéndose sobre el mío, sin

proyectar sombra.

Cerré mis ojos y suspiré.

—Eso es todo. Lo hiciste, sólo que no en la forma que pensaba.

Imaginé estúpidamente algún tipo de momento especial madre-hija entre

nosotras, pero olvidé que no eres realmente mi madre. Eres sólo la última

chispa de un recuerdo que murió hace once años. No puedo confiar en que

me ayudes a través de esto porque no eres real.

—¿Cómo puedes creer en ángeles, erklings y otros monstruos pero

no en tu propia madre? ¿Qué está mal contigo? —Sus manos agarraron a

mis hombros para arrastrarme y mis ojos volaron abiertos ante el asalto.

—¡Déjame ir! —Me retorcí lejos de ella y caí, duro, en mi pecho, mi

barbilla golpeando el suelo. Sentí la picadura metálica de sangre llenando

mi boca, mi lengua pulsando de haberla mordido. Gotas carmesí cayeron

sobre la superficie blanca, brillante y mi mano se acercó a mis labios,

limpiando lo que quedaba para unirse a las otras.

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Mis manos se congelaron cuando vi mi reflejo.

Estaba mirando abajo a mí misma, reconociendo el incómodo

rostro que miraba de vuelta. Pero el reflejo de la mujer que estaba a mi

lado era nada excepto…

El cabello de ébano se había ido, en su lugar un halo de mechones

dorados, perfectamente drapeados sobre un hombro masculino. Los ojos

sombríos se habían desvanecido, reemplazados ahora con platos dorados

que brillaban con la alegría de ver mi sangre derramada una vez más.

—No —susurré, sin querer creerlo—. No es posible.

—¿Qué no es posible, Grace?

La voz de mi madre. Todavía era su voz, aunque eran los labios de

Sam los que hablaron, y me volví para mirarla, peleando contra el miedo

que se multiplicaba dentro de mí.

—No me respondiste, Grace. ¿Qué no es posible?

Mis ojos se ampliaron, y cerré mi boca que había caído abierta a la

realización de que él no podía leer mis pensamientos, no aquí en los

profundos recovecos de mí subconsciente.

Habían sido meses desde que incluso me había molestado tratando

de bloquear mis pensamientos de Robert o Lark, así que saber que todavía

era capaz de protegerme a mí misma de esta manera me tranquilizó, un

pequeño consuelo pero uno al que me aferraba mientras miraba a la

persona que estaba delante de mí. Mi madre, formada a partir de los pocos

recuerdos que me habían quedado de ella que no habían estado perdidos

para mí, no eran más que el brillo que cubría una manzana envenenada.

—Tengo que irme —dije apresuradamente, empujándome en mis

pies, mi mano untando la sangre en el piso, el tinte rojo profundo,

destacándose como una advertencia.

—¡No! No puedes irte todavía. Tienes que prometerme que no te

entregarás a Sam. ¡Prométemelo, Grace!

Miré a los ojos de mi madre y sentí un retorcijón en mi estómago

mientras las motas doradas bailaban en el cálido chocolate de un ojo que

comenzó a aumentar en tamaño, ahogando al marrón profundo hasta que

sólo él se mantuvo, una sugerencia de que más yacía justo debajo de la

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superficie. ¿Cómo podía haberme perdido tal cosa? Sólo sabía que

prometer algo así a este monstruo era la última cosa en la tierra que

quería hacer.

—No voy a hacer eso —dije desafiante—. Ya me he hecho una

promesa de que haría las cosas bien, y lo haré, cueste lo que cueste.

—No sabes lo que estás haciendo aquí, Grace —me dijo ella con

una creciente furia en su voz.

—Sé exactamente lo que estoy haciendo. Estoy arreglando tu error.

Sentí un jalón contra mí, como si una línea invisible que había

estado conectada a mí estuviera siendo recogida y vagué mientras la luz

comenzaba a decaer, la imagen del rostro de mi madre con los ojos de Sam

volviéndose más borrosa.

El jalón continuó mientras las paredes a mi alrededor cambiaron, y

podía sentir el peso de una barbilla presionada contra la cima de mi

cabeza. Mis brazos todavía estaban envueltos alrededor de la cintura de

Robert, su pecho todavía absorbiendo el innaturalmente rápido latido de

mi corazón.

—¿Robert? —susurré, notando que el zumbido no había regresado,

ni las vibraciones.

—¿Grace? ¿Estás bien?

—¿Cuánto tiempo he estado fuera?

Sentí su cabeza levantarse de la mía y se alejó de mí un poco para

así poder mirarme, sus ojos llenos con confusión a mi pregunta.

—¿Qué quieres decir?

—Me refiero a, ¿cuánto tiempo he estado inconsciente? ¿Se ha

terminado? ¿Está listo? Porque si lo está, tengo que decirte algo.

—Ni siquiera hemos comenzado, Grace. Aprecio estas distracciones,

lo hago, pero si sigues hablando, nunca seré capaz de convertirte.

Lo miré en shock.

—¿Qué quieres decir? Me desmayé. Estabas zumbando y todo el

lugar temblaba y…

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Él sacudió su cabeza, la confusión esparciéndose a su frente y

boca.

—Grace, te acabo de decir que ni siquiera hemos comenzado. Nada

de lo que describes pasó. ¿Qué está pasando?

Sus manos se juntaron alrededor de mis antebrazos y los retiró de

su cintura. Él tomó mis palmas en las suyas y entonces me miró con

genuina preocupación.

—Tus manos están sudorosas y tu ritmo cardíaco es

peligrosamente rápido. O estás a punto de desmayarte o…

Lo corté.

—Te lo dije, ya lo hice. Parece que han sido horas… pero eso no

puede ser… ¿puede?

—¿Qué pasó? Dime todo —insistió.

Y así lo hice.

Y entonces las cosas fueron de mal en peor.

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26 La Elegancia del

Vacío Traducido por Elenp y Whiteshadow

Corregido por Zeth

ienes que estar absolutamente segura de esto, Grace.

—Estoy segura. Por alguna razón, Sam está

fingiendo ser mi madre. No sé por qué no lo vi,

primero los ojos de mi madre no tienen esa luz, y nunca me animó a hacer

las cosas que ella hizo, pero esta vez, todo era diferente.

Robert paseaba por la habitación, con una mano se rascaba la

cabeza, la otra colgando lánguidamente a su lado, aparentemente inútil

mientras repasaba a través de todo lo que le había dicho, todo lo que le

había mostrado.

—Si Sam está realmente tomando la forma de tu madre en tu

mente, y ahora está diciendo que no te entregues a él, entonces algo ha

cambiado.

Se detuvo en el extremo de la pequeña habitación, un pequeño

escalofrío corría por la longitud de sus alas, arco iris de colores brillantes

fuera de las plumas negras. Levantó el brazo flácido, su codo

balanceándose de atrás a adelante antes de que todo el brazo se lanzara

hacia adelante clavándose en el suelo blando y maleable.

—T

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El agua comenzó a llegar alrededor de su antebrazo, convirtiendo el

piso de tierra en barro muy rápidamente.

—Tenemos que volver a la casa. Tengo que hablar con mi madre.

Todo esto ha ido demasiado lejos.

Cerró los ojos y la sombra del movimiento por debajo de los

párpados me dijo que estaba hablando con alguien. No sabía quién era.

Los árboles comenzaron a vibrar con una enorme cantidad de

energía, hojas y ramas caían sobre nosotros con cada estertor. Robert

agarró mi mano y medio tiró de mí, casi arrastrándome fuera de un

pequeño bosque, mis pies tropezando para alcanzarlo y nunca llegando a

hacerlo antes de que ya no estuvieran en el suelo.

Robert había saltado, el movimiento mucho menos suave de lo

habitual, con los brazos sosteniéndome por la cintura, dejando los pies

colgando por debajo de mí. Envolví mis brazos alrededor de su cuello y

hundí mi cara en su hombro, las vistas que nos rodeaban se movían

demasiado rápido para hacer cualquier cosa, pero me revolvían el

estómago con vértigo.

No dijo nada durante el corto vuelo y luché contra la tentación de

preguntarle si era porque estaba demasiado ocupado tratando de

averiguar lo que había sucedido o si estaba preocupado por el hecho de

que Sam había estado dentro de mi cabeza y se había apoderado de una

parte de ella, contaminándola de alguna manera. Lo miré y esperé a que él

respondiera a mis pensamientos, agradecida de no tener que expresar las

preguntas en absoluto.

Cuando se mantuvo estoico, fruncí el ceño. ¿Era la respuesta así de

mala? ¿Realmente piensa que mi mente está contaminada por la infección

del engaño de Sam?

Abrí la boca para decirle que me respondiera, pero no pude. No

hubo tiempo suficiente para hacer otra cosa que prepararme para el

aterrizaje que vino a continuación, áspera e inflexible para mi cuerpo

humano. Mis pies golpearon el suelo y apenas tuve tiempo suficiente para

enderezarme cuando fui una vez más arrastrada por la puerta principal,

empujada dentro del salón en el que ahora estaba Ameila y...

—¿Dr. Ambrose?

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El pálido hombre, de pelo castaño rojizo se puso de pie y asintió

hacia Robert antes de ofrecerme una media sonrisa que era más por

cortesía que otra cosa. Su comportamiento amistoso había sido sustituido

por una tensión que sólo pude asumir fue a causa de la proximidad de

Robert.

—Hola, Grace —me dijo en voz baja y firme mientras sus ojos se

movían con cautela entre Robert y yo.

—¿Por qué está aquí? ¿Es Stacy? ¿Cómo está?

Era una cosa tan insignificante, pero si no hubiera sabido dónde

estaba, y por quién estaba rodeada, lo hubiera desestimado cuando vi el

parpadeo plateado de los ojos de Ameila, y las pupilas dilatadas del Dr.

Ambrose, convirtiendo a sus ojos ya oscuros en casi negros.

—Algo está pasando. ¿Qué ha pasado? —Mi voz se había quebrado

un poco, el temor que había perdido de alguna manera su borde mientras

estaba asegurada con Robert, incluso con Sam dentro de mi cabeza.

Estaba de regreso.

Robert me miró y negó con la cabeza, sus manos tomando un

asimiento de las mías en un esfuerzo para ofrecerme el apoyo que no sabía

que necesitaba.

—Prometí no más secretos, Grace. El Dr. Ambrose está aquí porque

Stacy está en coma.

Lancé ojos acusadores al pálido doctor y exigí saber lo que pasó,

sobre todo cuando ella había estado perfectamente bien la última vez que

la había visto. Apartó la mirada en un primer momento, un signo casi

seguro de culpabilidad, y luego, lentamente, su mirada volvió a la mía

cuando contestó en una voz firme y honesta.

—Fue por su prueba semanal ayer. Mientras se vestía, algo pasó.

Una enfermera la encontró inconsciente en el piso. Hemos hecho un gran

número de pruebas pero no se puede encontrar ninguna causa médica

para ello, sin justificación razonable que puede ser explicada por ninguno

de los resultados, lo cual me lleva a creer que esto tiene más que ver

contigo que lo que lo hace con el cáncer.

Mis manos se crisparon en bolas apretadas a mi lado.

—¿Cree que... cree que esto... esto es mi culpa?

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Él negó con la cabeza y miró nerviosamente a Robert, sus manos

temblando mientras hablaba.

—No, no. No creo que esto sea culpa tuya en absoluto. Sólo sé que

no hay nada más que pueda hacer por Stacy. Su familia está angustiada,

como se puede esperar. No han dejado su lado ni una vez, y no puedo

ofrecer ningún consejo o consuelo en cuanto a qué hacer ya que no poseo

la capacidad de ver lo que está pasando en su mente, no sé hasta qué

punto va su inconsciencia.

—¿Así que está aquí para pedir ayuda de Ameila?

Miró a Ameila y luego negó con la cabeza.

—Me temo que incluso si supiera lo que está pasando en la cabeza

de Stacy, no sería suficiente para determinar un tratamiento que sería

suficiente para satisfacer a sus padres. Han estado siendo preparados

para este momento desde que Stacy era una niña, en sus mentes, ella ya

se ha ido.

Mi cuerpo gritó en negación silenciosa mientras comprendí lo que él

me estaba diciendo. Lo golpeé en el pecho, cada golpe en la fría piedra de

su cuerpo enfatizando mi dolor.

—¡No! ¡No, no, no! Tiene que convencerlos de que ella va a estar

bien. Dígales que va a despertar, ¡dígales que ella va a estar bien!

Ameila se metió entre el Dr. Ambrose y yo, y me tomó las manos,

sosteniéndolas todavía hasta que no pude luchar más, dejándolas caer a

los costados como pesos muertos. Con cuidado, deslizó sus manos suaves

en las mías, el calor llenando e irradiando profundamente en mi piel,

calentando mi sangre y adormeciéndome en una calma no deseada.

—¡No! —grité, retirando mis manos de ella y volviéndome a Robert,

agarrando sus brazos, agitando mi cabeza con furia negando, mientras las

lágrimas corrían por mi cara—. No, esto no se supone que debe ocurrir.

Nada de esto se supone que suceda. Se supone que debemos ir al baile en

dos días, ella se tomó tantas molestias para encontrarme el vestido

perfecto. Graham consiguió esa corbata a juego...

»Y se supone que él se mudará a Florida y vivirá feliz para siempre

con Lark, es por lo que se convirtió, es por qué hizo esa elección. Y nada de

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eso va a suceder ahora y todo es por mi culpa. Todo esto está sucediendo

por mí, todo es mi culpa.

Las manos de Robert encontraron mis hombros, apretándolos con

fuerza, en apoyo.

—Esto no es tu culpa. No pediste nada de esto, no hiciste nada que

pudiera justificar que algo de esto ocurra. No te culpes.

—Todo esto es el resultado del error de Sam. No podrías haber

causado algo de esto si lo hubieras planeado tu misma —agregó Ameila.

Llenó la curva de su palma de la mano con mi barbilla mientras me

obligaba a mirarla, sus ojos suaves y cálidos, a pesar de la plata helada

que me recibió—. ¿Crees en el destino, Grace?

Me miró a través de la bruma borrosa de las lágrimas, la confusión

sólo contribuyendo a la imagen distorsionada que tomé de ella.

—Sí creo en ti, tengo que hacerlo, ¿verdad?

Ella sonrió, con la cabeza rebotando hacia arriba y hacia abajo en

acuerdo.

—Bueno, hay muchos tipos diferentes de destino. El destino no es

siempre un camino conjunto. A veces, el destino es la necesidad para que

puedas tomar decisiones que de otra manera no harías. Si no haces esa

elección, tu vida se desvía en otro camino, a veces para bien, otras no.

—Pero, ¿qué tiene eso que ver con lo que Sam está haciendo a mis

amigos?

—Tienes que recordar que ellos están pasando por esto contigo. Tu

decisión de estar con Robert le dio a Graham la opción de estar con Lark.

Stacy decidió ser amiga tuya, y a su vez, optó por hacerse amiga de Lark.

Cuando se enteraron de lo que somos, tuvieron la opción de poner fin a

sus lazos con nosotros, pero no lo hicieron.

»Los seres humanos tienen el lujo de elegir, y como resultado, el

destino no los obliga a seguir los mismos caminos como lo hace con

nosotros. No puedes echarte la culpa de sus decisiones, Grace. El destino

es muchas cosas pero nunca es una mentira.

Sus palabras causaron un temblor de shock corriendo a través de

mí.

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—¿Estás haciéndolos a ellos culpables?

—Estoy diciendo que cuando decidieron convertirse en parte de un

mundo del que no sabían nada, ellos mismos se abrieron a sus peligros.

—Y ellos lo aceptaron —dijo el Dr. Ambrose, su voz llena de

convicción.

—No me vengan con eso —repliqué, alejándome de todos y luego

parándome en una esquina solitaria cerca de una de las estanterías

altas—. No hay manera de que Graham esté de acuerdo en ser secuestrado

y que su vida sea intercambiada por la mía. Y Stacy no estaría de acuerdo

en que su cáncer regresara para luego luchar contra él, sólo para terminar

en un estado de coma. Y ¿qué pasa con Katie? Ella no sabía nada, no tiene

nada que ver con esto. Estaba simplemente en el lugar equivocado en el

momento equivocado.

—¿Y qué ejemplo más perfecto del destino podría haber que la

ejecución de esa frase exacta? —preguntó Ameila—. No hay tal cosa como

estar en el lugar equivocado en el momento equivocado. Todo sucede por

una razón, Grace. Todo. No parece así, porque la mayoría de los seres

humanos no pueden ver más allá de sus emociones, pero cada acción,

cada decisión que llevó hasta ese punto lo convierte en el lugar correcto en

el momento adecuado.

La lógica en su explicación no aliviaba en modo alguno mi

sentimiento de culpa, logrando sólo contribuir a endurecer mi

determinación de hacer la única cosa que sabía que podría ayudar a salvar

las vidas de aquellos que me importaban, los que yo amaba.

—¿Dónde está Lark? Quiero terminar con esto tan pronto como sea

posible para que nadie más salga lastimado.

—Ésa es la razón principal por la cual estoy aquí —comentó el Dr.

Ambrose detrás de mí.

—¿Qué? ¿Por qué? —Me volví de cara a él.

—Necesito a Lark para ver en la mente de Stacy.

—¿No pudo Ameila hacer eso?

Él sacudió la cabeza con decepción.

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—Ella ya ha probado. No hay nada allí.

Robert, quien parecía estar perdido en sus pensamientos, ladeó la

cabeza hacia un lado.

—¿Qué quieres decir con eso?

Ameila colocó una mano en el brazo de su hijo, intercambiando un

millón de pensamientos en ese simple toque. Ella me miró y habló en voz

alta lo que sabía que yo iba a entender.

—Fui al hospital a ver a Stacy a petición de Ambrose, pero no

encontré signos de vida dentro de su mente. Ella no está muerta… su

mente está intacta, más saludable de lo que pudo haber estado alguna vez,

pero está vacía, vacía de pensamiento o memoria como si hubiese sido

limpiada de todo lo importante en su vida.

—¡Eso justo lo que pasó con Erica! Pero, ¿cómo? —pregunté, con

los ojos rebotando entre los suyos, Robert, y el Dr. Ambrose—. ¿Y qué

puede hacer Lark que tú no puedas?

Ameila suspiró y miró a Robert una vez más. Sólo entonces vi la

oscuridad que había llenado sus ojos mientras miraba fijamente al Dr.

Ambrose, quien ahora estaba mucho más cerca de mí de lo que había

estado momentos antes, y su piel mucho más pálida, si tal cosa fuera

posible.

—Alguien, más concretamente, un ángel, ha manipulado la mente

de Stacy. La mente humana es tan frágil que no se necesita mucho para

vencerla hasta el punto de ruptura.

—Pero si su mente está en blanco, ¿qué hará Lark?

—Ella encontrará a Stacy.

Hay algunas cosas que puedo entender con pocas explicaciones,

algunas cosas que puedo llegar a averiguar por mi cuenta después de

analizarlas un poco, y luego hay cosas que me dejan totalmente pérdida y

sin palabras. Ésta era una de esas cosas.

Viendo esto, Ameila continuó:

—La mente de cada ser humano es como una casa. Hay puertas y

ventanas en ella que dejan pasar la luz e información. Con el tiempo, lo

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que está dentro de la casa sale a través de nuestras acciones, nuestras

palabras, lo que creamos, pero siguen dejando detrás sus huellas, sus

recuerdos.

»A veces, estas casas se rompen. El daño varía, pero las reparas,

limpias las cosas y sigues adelante. La prueba de que el ser humano es

resistente se puede encontrar cuando el trauma cambia la percepción de

todo a su alrededor, sólo para volver a caer en un estado de paz después

de un tiempo de curación.

»Pero luego hay momentos en que estas casas se queman hasta

quedar destruidas por completo. Intenso dolor, enfermedad y la privación

de cosas necesarias para el ser humano para sobrevivir son sólo algunas

de estas causas, pero los resultados finales son los mismos. Las casas

tienen que ser reconstruidas. Pero, ¿cómo? ¿Por dónde empezar? No hay

planos para la mente humana.

»Ahí es cuando se descubre que algunas mentes, como las casas,

poseen una caja fuerte profundamente escondida dentro de sí misma,

protegiendo los activos más valiosos de los propietarios: recuerdos muy

preciados e importante como para ser olvidados, información que es

esencial a la esencia misma del alma humana, y el amor que puede

mantener el espíritu humano dispuesto a empujar más allá de la vacuidad.

»La capacidad de Lark para escuchar los pensamientos de los seres

humanos y los ángeles por igual, sin importar la distancia, pude encontrar

estos pensamientos si es que existen dentro de Stacy. La profundidad es,

después de todo, sólo una medida de distancia. Stacy tenía una mente

fuerte y un corazón fuerte, y creemos que todavía está allí... en alguna

parte.

Mis ojos se iluminaron con esta noticia.

—¿Eso significa que Stacy puede ser salvada? ¿Ella despertará y

todo estará bien?

Sentí la punzada helada de una mano sin sangre en mi brazo y

volví la cabeza para ver la cabeza del Dr. Ambrose agitándose una vez más.

—¿Qué? Si Lark puede encontrar a Stacy y ayudarla con sus

recuerdos, entonces las cosas estarán bien. ¿Cierto?

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—Grace, aunque Lark sea capaz regresar a Stacy del coma, ella

todavía va a morir de cáncer. —La voz del Dr. Ambrose tenía un tono

sombrío que no me gustaba. Sentí mis ojos estrecharse en una mirada que

imitaba a la de Robert.

—Entonces, ¿cuál es el punto? Si sólo va a morir, ¿por qué incluso

traer esto a colación? ¿Por qué dar esperanza a alguien? ¿Cuál es el punto

en dar esperanza, si no importa lo que se haga, ella todavía va a terminar

muerta?

—Ameila y yo hemos acordado que si Lark puede determinar que la

mente de Stacy todavía posee cierta capacidad para comprender y procesar

pensamientos, puede ser que haya una manera de salvar su vida.

Mi cabeza voló a Robert, su expresión se había tornado mucho más

sombría, sus alas alborotadas con agitación.

—No estás salvando su vida —dijo entre dientes—. La estás

convirtiendo en comida.

—¡Robert! —Ameila se quedó sin aliento.

—¡No pretendas que no es verdad, madre! Su plan podría permitirle

a Stacy existir más allá de lo que su cuerpo mortal se lo permite, pero no

va a tener su vida, y ella definitivamente no va a tener su humanidad. ¡Va

a ser un monstruo, como tú! —Sus ojos se encontraban llenos de asco

cuando miró el Dr. Ambrose.

—¡Robert! —lo amonestó Ameila, sacudiendo la cabeza con

disgusto—. Condené a Stacy a morir cuando convertí a Graham. Pero

Ambrose le ofrece otra solución. No es la mejor, pero es mejor a que ella

sea convertida sin permiso y tal vez acabe como algo peor. Tú sabes lo que

puede pasar…

—Te pedí que la cuidaras, para protegerla y mantenerla a salvo —

gruñó Robert, la ira haciendo que el negro profundo de sus pupilas se

estrechara sobre su irises de plata hasta que sólo un débil anillo de luz se

podía ver—. Si tomas su vida sólo la condenarás a una eternidad como

una bestia come carne como tú...

—No voy a tomar su vida —dijo el Dr. Ambrose desafiante, con su

nariz y la barbilla elevadas para hacer frente al desafío de Robert—. Si ella

decide que lo que tengo que ofrecer es lo que quiere, voy a estar dándole su

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vida. Mi cuerpo puede no estar vivo, mi corazón puede no latir, pero eso no

quiere decir que esté muerto. Tú deberías saberlo mejor que nadie.

Los ojos de Robert se abrieron, y yo respiré con alivio cuando la

oscuridad comenzó a apartarse de ellos, el punto del Dr. Ambrose había

dado en el blanco.

—He llegado a conocer bastante bien a Stacy. Ella aceptó el hecho

de que se estaba muriendo, sin pasar por la negación y la ira todo junto, y

ella ha demostrado una enorme cantidad de humildad también. Incluso

tomó el asunto con cierto sentido del humor, lo cual me parece bastante...

sorprendente. Creo que, dada su actitud despreocupada acerca de la

muerte, va a ser muy susceptible a mi oferta. Y te prometo que si ella está

de acuerdo, mi esposa y yo veremos a que aprenda a controlar sus

impulsos, que aprenda a vivir una vida tan normal como sea posible entre

los seres humanos, de la forma en que yo lo hago —prometió el doctor.

Vi como Robert comenzaba a calmarse, abriendo y cerrando los

puños a los costados, mientras que las puntas de sus alas arrastraban por

el suelo de madera.

—Esto va en contra de todo lo que creo, en contra de todo lo que he

sido educado para creer... Nosotros los toleramos, porque fueron creados

antes que las nuevas leyes. Si fuera por mí, todos ustedes estarían

extintos.

—No eres diferente de lo que soy —respondió el Dr. Ambrose, su

valor recientemente descubierto lo reforzaba de una manera que le hacía

parecer casi tan terriblemente sombrío como Robert acababa de serlo

momentos antes—. Tú tomas las vidas de personas inocentes, tanto como

la de los culpables, y al hacerlo destruyes a sus familias, sus esperanzas,

sus sueños. Cuando los matas, no sólo tomas sus almas, sino que haces

daño en las almas de las personas que se preocupan por ellos. Cuando

tomo una vida, yo por lo menos les dejo su alma, permitiéndoles elegir qué

hacer con ella.

—Nunca he tomado una vida que no estaba destinada a ser

tomada, y nunca he dejado un alma volverse más y más oscura hasta que

no queda nada de ella para enviar a cualquier lugar —gruñó Robert.

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—Pero sabes que no va a ser así para ella —le recordó el doctor—.

Ella tiene opciones ahora, las opciones que yo no tuve. Y conmigo

ayudándola, puedo evitar que se convierta en el monstruo que temes.

—No me gusta tampoco, pero hay que ver que ésta es la única

manera de salvarla —intervino Ameila—. No tiene mucho tiempo, Robert.

Sin sus recuerdos para aferrarse a ellos, el cuerpo de Stacy comenzará a

rendirse e incluso si de alguna manera lo combate, sus padres no lo

harán. Ya han tomado la decisión de desconectar el soporte vital que las

máquinas proveen.

Robert se volvió hacia mí, el tormento y la angustia enmascarando

sus rasgos.

—No parece justo, ¿verdad? Todo el mundo tiene una segunda

oportunidad, menos nosotros. ¿Qué quieres hacer?

No lo dudé.

—Si eso significa salvar la vida de Stacy, entonces yo digo que lo

hagamos.

Ameila y el Dr. Ambrose suspiraron con alivio.

—Tenemos que encontrar a Lark —anunció Ameila—. ¿A dónde te

ha dicho que se iba, Grace?

—No sé.

Volvió su rostro terriblemente enojado hacia Robert.

—Y tú —gruñó—. ¡Estabas a punto de quebrantar la ley de los

Nephilim! ¿Estás tan desesperado por morir?

Los ojos de Robert se volvieron fríos y duros.

—Sé que mi lugar es estando con Grace. Morir es sólo el viaje para

llegar allí.

Mi corazón se estremeció ante esas palabras.

Ameila volvió la cabeza para mirarme, la ira que iluminaba su

rostro fue suficiente para causar que diese un paso hacia atrás.

—Júrame que no romperás nuestra ley, Grace. Júralo.

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—¡No lo hagas! —nos gritó Robert a ambas.

—L-lo juro —tartamudeé.

Satisfecha, el rostro de Ameila se suavizó, el brillo etéreo regresó a

sus rasgos perfectos.

—Gracias —dijo, se desmaterializó de manera casual antes de

pasar a estar al lado de su hijo, tendiéndole la mano para consolarlo—.

N'Uriel, debes entender por qué…

Robert la interrumpió, alejándose de la mano extendida con

disgusto.

—No tienes derecho. Ser Serafín te da dominio sobre mí, pero no

sobre Grace. ¡Sus opciones no son las tuyas!

Corrí hacia él, puse mis manos sobre su pecho y le rogué que se

calmara antes de que su ira creciera fuera de control.

—Robert, por favor. Esto no va a ayudar a nadie. Tuve la opción de

decir no y no lo hice. Tu madre no tiene más opción, desea salvar tu vida…

eres su hijo.

—¡Ella no tenía derecho, Grace. No tenía ningún derecho!

—Está bien —le susurré.

—Tú y yo sabemos que no lo está.

Sonreí con tristeza, mi corazón roto cuando noté el dolor en sus

ojos, en su voz. Dejé que mis manos se movieran a su alrededor, tirando

de él cerca de mí, suspiré con alivio cuando completó el círculo y me

sostuvo en contra de él, lo más apretado que era posible.

—Grace...

Mi cabeza giró de manera que Ameila estuviera en mi línea de

visión.

—¿Sí?

—Lo siento. Siento por lo que estás pasando, pero hay una razón

para todo esto...

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Mi cabeza se balanceó una vez, reconociendo su disculpa, pero no

dije nada. Sabía la razón por la cual todo esto estaba sucediendo. Todos lo

sabíamos. Hasta el pobre Dr. Ambrose, que había vivido bajo el radar

durante quién sabe cuánto tiempo, sólo para acabar ahora no sólo

expuesto a la amenaza de ser descubierto, sino también a aquellos que

podría terminar, si no su vida, entonces seguramente con su existencia.

—Estás callada —dijo Robert para mí en voz baja, con la mano

subiendo por mi espalda para tocar y suavizar la maraña que era mi

cabello.

—Sólo pensaba —murmuré contra su cuello.

—Ésa es una respuesta típica… en absoluto lo que esperaría de ti.

Sabes que tu mente está tan en blanco como un cuaderno vacío.

—Es cierto —argumenté—. Hay mucho que pensar, tantas cosas

que ordenar en mi cabeza, y no sé cuánto tiempo más tengo para hacer

eso...

—Grace, te digo que tu mente está tranquila… es como si

estuvieras en medio de un sueño sin sueños.

El reconocimiento de lo que estaba pasando me llegó como un rayo

de luz, sólo que en lugar de venir a mí desde el cielo, vino a mí desde lo

más profundo.

—Lo estoy haciendo de nuevo. Te estoy bloqueando fuera de mis

pensamientos.

—Lo has estado haciendo de manera intermitente durante un

tiempo —coincidió Robert—. Pero no creo que no fueras consciente de ello.

—¿Creías que estaba haciéndolo a propósito?

Sentí el asentimiento sin necesidad de verlo.

—Pensé que era porque todavía estabas indecisa acerca de confiar

en mí. No quería traerlo a colación y hacer que te enfadaras.

Levanté la cabeza y observé las líneas fuertes del rostro de Robert,

los ojos de plata que se arremolinaban y se expandían como la plata

fundida, los labios engañosamente suaves y capaces de hacerme olvidar de

todo salvo lo que se sentía al tenerlos sobre los míos.

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—Ahh...

Robert sonrió, una sonrisa lenta, perezosa que hizo que mi

estómago se convirtiera en un nudo grande que pesaba dentro de mí.

—Te escucho ahora.

—Así que cuando estoy pensando en cómo me siento acerca de ti,

mis pensamientos son claros, pero cuando no estoy...

—Tu mente está vacía.

—Si tan sólo eso fuera cierto —suspiré antes de colocar la cabeza

hacia abajo, acurrucándome y quedándome allí en ese raro momento de

calma que precedía todo lo que temía demandaría mi atención.

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27 Compulsión

Traducido por Lorenaa

Corregido por Lizzie

l agotamiento me obligó a subir hasta la habitación de

Lark, donde me dormí durante varias horas, me

desperté justo pasada la media noche. A pesar de que

había querido que Robert se quedara conmigo, sabía que tenía mucho de

lo que hablar con su madre, aún más, tenía que llegar a una solución con

los términos que ella y el Dr. Ambrose habían averiguado para Stacy. Él

dijo que se quedaría conmigo hasta que me durmiera, en un momento de

rara armonía entre los dos que incluía en no preocuparse o temer el mudo

exterior.

Cuando emergí de la habitación, descansada y refrescada después

de una ducha rápida, la casa estaba inundada de luz. Bajé las escaleras y

entré en el gran salón, sorprendida por lo que me esperaba ahí.

—¿Dormiste suficiente, Grace?

Miré al Dr. Ambrose y asentí cortésmente antes de girar mi

atención a aquellos que ocupaban la habitación ahora.

Ameila caminó hacia adelante con una mujer que reconocí de la

boda a la que me había llevado Robert en nuestra primera cita. Su cabello

plateado había sido recogido encima de su cabeza y luego en una cacofonía

de trenzas que colgaban como cuerdas metálicas más allá de sus oídos.

Ahora estaba suelto, en una cascada de luz cayendo por su espalda

contrastando con el negro del vestido que se le ceñía a su cuerpo.

E

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—Grace, permíteme presentarte a Sera —dijo Ameila con una

conocida sonrisa—. Sera es mi madre.

Mis ojos volaron de madre a hija, sus características tan diferentes

y aun así similares… ¿Cómo no había visto esto antes? Cuando sonrió

hacia mí, el morado profundo de sus pupilas se espesó, y el tono violeta

brilló, con una alegría que parecía fuera de lugar, dadas las circunstancias

que probablemente justificaban su llegada.

—He visto tu rostro muy a menudo en los pasados meses y debo

confesar, que las visiones que he visto de ti desde mi nieto palidecen en

comparación a verte en persona. Ha pasado un tiempo, ¿no es así?

Su voz teñida de algún extraño acento que no pude ubicar, pero las

palabras fluyeron de su boca como el agua de un manantial, libres y

suaves, pero con un propósito y dirección. Me sentí obligada a caminar

hacia ella, empujada por algo invisible contra lo que no podía luchar. En

vez de eso, ayudé acelerando mis pies, corriendo hacia ella y

respondiéndole, solo por oírla hablar otra vez.

—La vi en la boda —escupió mi boca, el sonido duro e incómodo

como un cartón para el refinado satín de su respuesta.

—Sí, había esperado que nosotras hubiéramos podido hablar

entonces, pero no era el momento correcto.

Asentí torpemente, mi cabeza subiendo y bajando como si estuviera

en el gran manantial. Ella sonrió con la sonrisa más impresionante que

jamás había visto, y empecé a sentir como un líquido caliente se esparcía

dentro de mí, como si me acabara de beber una taza de chocolate caliente

e iba aliviado en su camino el frío de mis huesos.

—Qué raro; justo como lo hacías entonces, guardas algunos de tus

pensamientos como tesoros secretos listos para ser encontrados. ¡Qué

chica tan inteligente eres! —me dijo antes de girarse hacia Robert, que

estaba parado a mi lado, con sus manos descansando protectoramente

contra mi cintura—. Está bien. N’Uriel. Ella vale la pena.

—¿Valer la pena para qué? —Miré hacia los dos, mis ojos

parpadeando de ida y vuelta, esperando por una respuesta.

—Mi abuela cree que ahora tú vales la pena para morir.

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—Oh, siempre he pensado eso. Lo supe en el primer momento que

te vi, dulzura. Eres mucho más especial de lo que N’Uriel da crédito. Eres

capaz de resistir tan bien la presión de los de nuestra clase… mi

encantamiento apenas funciona en ti.

—¿Era eso lo que estaba sintiendo? Oh no, su encantamiento

funcionó muy bien… hubiera hecho volteretas si me lo hubiera pedido —

solté antes de golpearme la boca con mi mano.

Sera rió, la misma risa musical a la que había estado

acostumbrada por Lark y Ameila.

—Oh, Grace, tengo tantas ganas de llegar a conocerte mejor, pero

ese momento llegará. Por ahora, debemos centrarnos en el terrible acto

que ha sido hecho al esposo de Lark.

—¿Esposo? —Me atraganté.

—Sí, su esposo —dijo ella con una sonrisa astuta—. Lo admito,

cuando me enteré de que estaba planeando tomar a un humano como

pareja, estuve bastante sorprendida. Pero han pasado siglos desde que

uno de nuestra clase ha encontrado una pareja, y viendo cómo fue su

última unión con uno de los nuestros, sentí que era necesario que se le

permitiera esta felicidad. Además convertir a un humano es una cosa

trivial… él es bueno para ella y la ama. ¡No hay nada trivial en eso!

—¿Esposo? —chillé, incapaz de aceptar completamente el término.

—Sé que ellos se casaron muy rápido, pero dadas las

circunstancias para no hacerlo, creo que hicieron la elección correcta.

Además Lark ha tenido la mitad de un milenio para hacerse a la idea…

—¡Pero Graham sólo tiene dieciocho años! —grité, mi voz

elevándose lo suficiente para que cada cabeza se girara a mirarme en

estado de shock e incredulidad—. Él nunca ha tenido tiempo para hacerse

a la idea… nunca ha pensado sobre ello siquiera.

—Te equivocas al entender que no importa si él ha pensado sobre

ello o no, Grace.

No entendía por qué Graham me había hablado sobre convertirse

pero no sobre casarse. ¿Y por qué no descubrí esto por mi cuenta?

Conocía las reglas, sabía lo que era necesario. Y aun así la idea de que él

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tuviera que casarse para estar con Lark íntimamente nunca había cruzado

mi mente.

—¿La razón por la que estás tan enfadada por esto es porque te

estás sintiendo celosa, Grace? Si es eso, es entendible, debo admitir, que

después de mil quinientos años, me gustaría pensar que mi N’Uriel estaría

preparado para asentarse, pero dadas las circunstancias…

—¿Dadas las circunstancias, es mucho mejor que no se case con

una muerta andante? —Terminé por ella.

—Bueno, no es eso exactamente, pero siempre hay tiempo para

discutir esto después.

—¿Va a parar de hablar como si pensara que tengo todo el tiempo

del mundo? —repliqué, llegando finalmente al límite—. No soy como usted.

No soy como Graham. No soy como el Dr. Ambrose. Tengo un temporizador

en mi vida que está a punto de apagarse. Aquí no va a haber ningún

“llegaremos a conocernos mejor” o “lo discutiremos después”, así que pare

de fingir, ¿de acuerdo? No me hace sentir mejor… me hace sentir peor.

La sonrisa de Sera no vaciló, pero el brillo en sus ojos disminuyó

un poco con mis palabras.

—No quería molestarte. Perdóname si lo he hecho.

—Está bien —murmuré, antes de darme la vuelta para hacerle

frente a los otros, muchos de los cuales no reconocía para nada, otros

rostros me eran muy familiares.

Robert empezó a hacer las presentaciones, con cada individuo

levantándose para conocerme como si yo fuera la invitada de honor.

—Esta es Naomi. Ella es un EP, pasa la mayor parte de su tiempo

en Cleveland, y este es su esposo Theo.

Naomi y Theo, parecían dos estatuas de bronce, sus cuerpos

estaban esculpidos en músculos eso me dio una pausa para pensar por

qué necesitarían estar en tan buena forma física, su cabello estaba cortado

extremadamente cerca del cuero capilar, sus ojos marrones profundos y

curiosos cuando sonrieron y saludaron. Me gustaron inmediatamente.

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Robert me llevó hacia una mujer mayor con el cabello rubio rojizo,

con su cara tan salpicada de pecas que hacían que se encendieran sus

ojos olivinos.

—Esta es Linda. Una amiga cercana de la familia.

Cuando Robert no incluyó lo que era Linda exactamente, me

encargué yo misma de preguntar. Ella sonrió y me palmeó la mejilla,

respondiendo con un acento muy pronunciado.

—Nada especial, cielo. Sólo una amiga de la familia. Eso es todo.

—Recuerdas a Hannah de la boda, ¿verdad?

Hannah… la preciosa morena, que se había casado con su príncipe

encantador delante de los ángeles, electus patronus, y un simple

humano… se levantó y me dio la mano.

—Hola, Grace —dijo con una sonrisa amigable—. Lamento que no

pudiéramos hablar en la boda, pero las cosas eran una locura… es bueno

que finalmente sea capaz de verte y agradecerte por ayudar a hacer de mi

boda y el último día de mi abuela muy especial.

—Hannah está acompañando a Sera y a Lem —explicó Ameila

cuando un hombre más alto que los demás al cual nunca había visto antes

se aproximó hacia mí. Mis ojos lo recorrieron con una intensa inspección,

incapaz de mirar hacia otro lado, hasta que había tomado cada centímetro.

Su cabello lucía como tiras de seda que habían sido manchadas

con vino rojo oscuro. Estaba cortado a la altura de las orejas, con largos

mechones que se rizaban por delante. Se parecía al cabello de Robert en

todos los sentidos, excepto por el color, e hice una mueca cuando me di

cuenta de que mis dedos se morían por jugar con los mechones perdidos

que colgaban sobre una cara demasiado bonita.

Tenía la mandíbula obstinadamente tensa, fuerte y cuadrada como

una piedra pulida. Su generosa boca tiraba de un lado en una sonrisa

torcida que hizo que mi estómago diera un pequeño sobresalto,

sorprendiéndome y encendiéndome las mejillas con culpa. Rápidamente

elevé mis ojos para admirar la orgullosa nariz y finalmente sus ojos que

miraban hacia mí con el mismo interés.

Y fue cuando sus ojos finalmente me hicieron jadear con sorpresa,

por haberlos visto antes. Uno era claro, como la plata helada, mientras el

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otro brillaba en calor, como el oro líquido. Éste era el ángel de mis

pesadillas. El que había ordenado tomar las alas de Sam y la ejecución de

su alma gemela. Él era el “Lem” que había seguido siendo un misterio para

mí, ahora estaba parado delante de mí en carne y hueso.

Tomé su mano y escuché una rápida exhalación —¿provino de

mí?— antes de soltarla rápidamente de su fuerte agarre y dejarla caer a mi

lado, solo para ser llenada una vez más por el maravilloso Robert.

—Todo lo que he escuchado sobre ti es verdad. Eres bastante

aceptable… para un humano.

Sera encontró este comentario tan divertido como para romper en

una carcajada que flotó por encima de todo, bloqueando mí habilidad de

sentir nada más que diversión.

No me gustaba.

—Lem, eres tan particular. Ella es más que aceptable. Es

excepcional y, ¿por qué no debería serlo? Mi nieto es un chico muy

brillante con gustos exquisitos.

Cuando Lem contestó, su voz fue mucho más fuerte y profunda en

mi mente despierta de cómo había sido cuando estaba dormida. Habló con

autoridad, a pesar de que hubo una ligera vacilación que me dio una pista

de algún tipo respecto a Sera que estaba curiosa y deseaba que tuviera

tiempo para investigarlo.

—Tienes razón, Sera. Es una elección deliciosa. No puedo encontrar

ningún fallo en la decisión del joven N’Uriel de convertirla en su

compañera.

Intenté ocultar mi enfado por estar siendo discutida como si fuera

algún plato principal al que ellos le estaban dando vueltas pero era muy

difícil, especialmente cuando de fondo podía escuchar las campanas del

reloj —dos fuertes estruendos— que instantáneamente me recordaron que

esto no era una bienvenida a cambio de nada.

—Lamento si estoy siendo brusca, pero ¿puede alguien explicarme

que está pasando, por qué están todos aquí?

Todos los ojos se fijaron en mí, la habitación en silencio una vez

más cuando nadie se atrevió a hablar… todas las opiniones guardadas en

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sus pensamientos, que se mezclaban entre ellos, dejándome fuera del

bucle…

—Les pedí que vinieran, así podríamos discutir lo que está pasando

con Samael —habló Ameila al final.

—¿Qué hay que discutir?

—El hecho de que lo que está haciendo está mal —dijo Lisa con

veneno.

—O que está actuando por venganza, en lugar de hacerlo por deber

—fue la respuesta mordaz de Hannah.

—Pero la causa más importante es que mató a un inocente y ahora

ha tomado a otro con poca intención de devolverlo sano —dijo Lem para

concluir.

—¿Cómo saben eso? —Mi pregunta vino justo después de un jadeo

que no fue mío. Sentí que una ola inmensa de alivio me bañaba cuando vi

a Lark parada en la puerta, con una expresión de dolor a través de su

rostro.

—Respóndanle —insistió y caminó hacia nosotros, con sus manos

presionadas delante de ella, apretadas en puños desesperados que la

hacían parecer engañosamente delicada.

—Lo hemos visto —respondió Sera en un tono sombrío—. Este

intercambio con Grace no traerá los resultados que ustedes dos deseaban.

Él no solo está tras la vida de Grace, sino también por su sufrimiento.

—Pero ¿por qué? —chillé, sintiendo las pocas esperanzas que me

quedaban dentro de mí, porque el retorno seguro de Graham se

extinguiese en cenizas—. ¿Por qué mi muerte es tan condenadamente

importante para que él tuviera que hacer esto? Él es un maldito arcángel

de la muerte; ¿por qué no simplemente me mata ya?

Un siseo llenó la habitación y caí sobre mis rodillas cuando un

familiar dolor punzante entró en mi cabeza, cada corte una repetición del

anterior, desvaneciéndose después de cada corte hasta que el dolor

disminuyó, pero no antes de que la sangre saliera a borbotones por mi

nariz y por la boca hacia mi ropa y cayendo al suelo debajo de mí.

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Si hubiera pasado en una casa humana, una gran conmoción

habría explotado, y harían las llamadas nerviosas por ayuda que siempre

se producen. Pero esta no era una casa humana y las reacciones variaron

desde el aburrimiento a la curiosidad cuando Robert presionó una mano

sobre mi cabeza, facilitando el latido residual que siempre ocurre después

de estos ataques.

Levanté la mirada y vi la preocupación que cubría sus ojos y me

sentí increíblemente estúpida y culpable, todo al mismo tiempo. Solo fue

peor cuando escuché a Robert gruñir con desaprobación.

—Grace, sólo cuida tu lenguaje —susurró hacia mí.

—Oh, para —discutí, empujándolo lejos cuando ondeé mi brazo

hacia nuestra audiencia cautiva, sin importarme que probablemente

parecía un extra en alguna película de terror de clase B—. Ellos pueden

oírte susurrar. Y lo siento si no fui criada para saber cuál es la etiqueta

adecuada alrededor de los ángeles, pero soy una humana, y mientras

todos ustedes están ahí hablando sobre órdenes y deberes, la vida de mi

mejor amigo está en peligro.

»Sé que él no es un ángel, o un EP, o… —miré hacia Linda—,

cualquier mierda que seas tú, pero es mi mejor amigo, y también se ha

casado con Lark, lo que significa que es mucho más parte de su familia

que de la mía. Ya he ofrecido mi vida por eso. ¿Qué más tengo que hacer

para que ayuden a traerlo de vuelta a salvo?

Tolas las miradas a mi alrededor empezaron a caer, miradas que no

querían darme las respuestas que estaba buscando, y gruñí en

frustración.

—No les importa salvar su vida, ¿verdad? —los acusó Lark.

—Eso no es así, Larkahd —insistió Sera, llamándola por un nombre

que yo no había escuchado hasta ahora.

—¡No uses ese nombre!

Fue algo impactante, escuchar el nombre angelical de Lark por

primera vez, y luego ver su reacción a su uso. Era casi suficiente para

olvidar lo que había dicho.

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—Si no es eso, ¿qué es? —pregunté, intentando mantener el diálogo

centrado en Graham y no en antiguos desacuerdos familiares que podían

discutir entre ellos.

Los ojos de Sera brillaron ante mi diversión, agradecida de que

pude ver la necesidad de privacidad familiar.

—La vida de Graham es importante, por supuesto que lo es, pero el

peligro en el que él está no es comparable con el potencial de las

consecuencias de lo que Samael ha hecho. Él amenazó con romper el hilo

que mantiene a los humanos y las divinidades conectados aún por

separados, y eso no puede suceder.

—Lo entiendo. Los humanos no pueden saber sobre los ángeles y

bla-bla-bla. Lo que quiero saber es ¿por qué Sam está haciendo esto?

La voz de Sera bajó, su tono fue sombrío.

—¿Puedes imaginar, siglos de existencia sin alegrías? ¿O un

encierro auto inducido del que no puedes salir? La culpa de Sam por la

muerte de Miki lo ha plagado durante siglos, pero podría aceptar su

destino mientras supiera que su decisión era la única que todos los

ángeles habrían hecho. Deber antes que amor, y amar solo por deber.

»Así que imagínate cuán enfadado estuvo cuando supo que estaba

equivocado, que un ángel desafió sus verdaderos propósitos y sacrificó su

vida por amor; amor a una humana, una humana especial.

Palidecí antes sus palabras cuando mi mente empezó a conciliar la

verdad. Sam simplemente no quería arreglar un error. Esto era personal.

Los siglos que Sam había vivido sin amar, sin sentir, sin preocuparse por

nadie; todo eso se había convertido en un sin sentido, nada más que una

mentira… y todo por mi culpa.

—No pienses que Sera te está culpando por esto, Grace —habló

Ameila, apresurándose por contener el daño que sabía que su madre había

causado, ya era demasiado tarde.

Di un paso alejándome de ella.

—No. No, ya nadie necesita disculparse por mí. Entiendo lo que

esté pasando. No es mi culpa que Sam lo jodiera todos estos años, lo

entiendo. No sabía entonces lo que estaba pasando; fue completamente

inocente.

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»Pero ahora sé lo que debería haber ocurrido pero seguí luchando

contra él. Demandé mi derecho para vivir cuando no tenía nada con lo que

empezar. Lo que le pasó a Graham y a Stacy, a Katie y todos los que

fueron heridos por Sam si es mi culpa y la única manera de terminar esto

es si yo lo termino.

Me giré para mirar a Robert y a Lark, sus rostros heridos por lo que

vieron en mis ojos, y sabía que no me podía quedar ahí mucho tiempo. No

había motivo. Ellos sólo estaban postergando lo inevitable. Lark no podía

evitarlo, era su llamado, pero Robert quería que yo lo dejara tanto como yo

quería dejarlo, y no lo podía continuar por un momento más.

Gracias a que mis pensamientos estuvieran seguramente

bloqueados, caminé despacio hacia la puerta delantera, sabiendo que cada

ojo de la habitación estaba sobre mí, cada pensamiento centrado en cuáles

eran mis motivos y por qué ninguno de ellos podía escuchar lo que estaba

pensando.

—Grace… —empezó Robert.

Sacudí mi cabeza.

—Tiene que ser de esta manera, Robert. Lo siento.

Los dejé a todos allí parados, mirándome marchar. Me sentí

ridícula a medida que avanzaba por el camino de entrada hacia la puerta,

dándome cuenta que no llevaba zapatos, mi camisa estaba rota por el

dobladillo, y mis jeans estaban llenos de agujeros, y mi cabello enredado y

todavía húmedo de la ducha. Con todo, me di cuenta, que había actuado

como…

Una impetuosa, adolescente cabezota.

Como sea.

No había razón para seguir estando en esa casa, llena con…

personas que estaban más concentradas en sus reputaciones de ángeles

que en salvar la vida de mis amigos. Necesitaba irme.

—No te vas a ir sola.

Lark estaba parada detrás de mí con sus brazos cruzados sobre su

pecho, la expresión desafiante en su rostro retándome a contradecirla.

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—Mí sitio está contigo —añadió Robert, moviéndose delante de mí y

poniendo gentilmente sus manos encima de mis hombros—. Si no lo sabes

ya, déjame probártelo.

Esas manos, esas encantadoras y maravillosas manos suyas se

movieron de mis hombros hasta justo debajo de mis brazos cuando me

levantó, con nuestros rostros al mismo nivel. Me miró con sus ojos de

mercurio intenso, la luz de su interior los llenaba con promesas que no

podía aceptar y aun así no pude evitarlo.

—Eres mi vida, Grace. Donde tú vayas, yo voy.

El destello de calor que hizo a mis huesos derretirse,

convirtiéndome en gelatina en sus brazos, vino un instante antes de que él

cerrara su boca contra la mía, y luego estallé en una bola blanca de llamas

cuando sus labios instaron a abrir los míos. En ese momento, en ese

glorioso, sereno, y en conjunto un maravilloso momento de deseo y

satisfacción, sentí cada emoción destinada para coincidir con el amor que

estaba enterrado en mi pecho con cada latido de mi corazón, tatuándolo

con su permanencia, y supe que no quería renunciar a este ángel mío.

Pero lo haría. Tenía que hacerlo, por cómo me sentía, por lo mucho que él

significaba para mí. Donde yo estaba yendo, lo que sabía que era mí final,

no tenía que ser el suyo. No podía ser el suyo.

Robert se apartó, con una profunda sonrisa de satisfacción

cruzando su rostro, ajeno a la convicción de mis pensamientos.

—Así que, tú estás a cargo ahora, Jefa. ¿Qué pasa ahora?

No sabía que es lo que íbamos a hacer a continuación, no tenía

planes, pero una cosa, era cierta.

Iba a darle a Sam lo que quería, pero iba a ser con mis condiciones.

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28 Gracias, Buen Doctor

Traducido por Elenp y LizC

Corregido por Lizzie

asaba muy poco afuera de la habitación de hospital de

Stacy, el pasillo estaba vacío de visitantes debido a las

altas horas. Robert, Lark y yo estábamos allí en el frío,

en silencio mientras trataba de imaginar cuál sería nuestro siguiente paso

en nuestro plan sin plan.

Robert había informado a Lark sobre la idea del Dr. Ambrose

mientras viajábamos, y aunque Robert había dejado claro que estaba en

contra de todo el asunto, Lark estaba a favor así como Ameila lo había

estado¸ tal vez aún más. Pero todavía estaba el asunto de los padres de

Stacy, los cuales dormían al otro lado de la puerta, cuidando a su única

hija como el precioso objeto que era.

Mi mente, afortunadamente había estado cerrada durante todo el

encuentro en la casa de Robert, ahora estaba abierta a los pensamientos

que fluían entre hermano y hermana. Escuchaba mientras ellos discutían

cómo lograr que Lark se quedara sola con Stacy tanto tiempo como

necesitaran para averiguar si el Dr. Ambrose estaba en lo cierto, que Stacy

tenía efectivamente un “seguro” en su mente que aún contenía suficientes

recuerdos de Stacy para traerla de regreso desde ésta no existencia a la

que ella había estado sentenciada.

Los Kim harían cualquier cosa que nosotros quisiéramos que

hicieran, pero no quiero encantarlos para que dejen a Stacy a solas conmigo,

ellos están pasando por suficientes cosas como para tenerme también

usando mis habilidades contra ellos.

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—¡Ya lo tengo! —dije en voz alta.

—¿Tienes qué?

—Sé como meterte allí. Trataré de ir adentro a ver a Stacy. Eso

causará la suficiente conmoción para sacarlos fuera de la habitación, ellos

me odian, me culpan por todo esto, así que por qué no usar eso en nuestro

beneficio.

La sonrisa de Lark fue amplia y brillante.

—Excelente idea, Grace.

Robert asintió una vez de acuerdo y luego desapareció con Lark en

una nube de humo blanco y negro, los mechones oscuros rizándose

alrededor de mis piernas y tobillos antes de que finalmente bajaran sobre

el suelo, colgando como una niebla fina en las afueras de la puerta. Aspiré

profundamente, preparándome para la embestida que iba a venir, y luego

toqué tranquilamente en la puerta de la habitación de Stacy.

Después de unos minutos, toqué otra vez, esta vez un poco más

insistentemente. Escuché el roce de pies y luego la puerta siendo abierta,

revelando a un demacrado Sr. Kim, su escaso cabello colgando en hilos

dispersos a través de su cuero cabelludo, bolsas oscuras colgando bajo sus

ojos enrojecidos. ¿Habría dormido algo en los pasados dos días?

—¿Qué estás haciendo aquí? —me gruñó en una voz exhausta que

quería sonar más amenazante de lo que lo hizo.

—Vine a ver a Stacy —repliqué, tratando de ocultar la pena que

estaba sintiendo al ver a un hombre tan fuerte tan venido a menos.

—¿Has venido a ver a Stacy a las tres de la mañana? No están

permitidos visitantes después de las ocho de la noche. ¿Cómo llegaste

hasta aquí?

—Me colé pasando a seguridad. Quiero ver a Stacy, ella es una de

mis mejores amigas y estoy preocupada por cómo está.

Detrás de él, una engañosamente diminuta mujer apareció, su

cabello cuidadosamente trenzado y metido dentro de un moño en la parte

superior de su cabeza, sus ojos amplios y brillantes con la energía

renovada que sólo la ira y la indignación te dan. Inició una diatriba de

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palabras extranjeras que no podía entender porque estaban en coreano,

pero eran palabras que sabía que no eran amistosas en modo alguno.

Sin un reproche de su esposo, la Sra. Kim continuó con su

andanada de insultos mientras lentamente los dos me empujaban fuera de

la puerta sólo con sus voces. Retrocedí lentamente, queriendo darle a Lark

tanto tiempo como fuera posible. La Sra. Kim tomó mi vacilación como un

desafío y se lanzó en una perorata aún en voz más alta causando que se

abrieran varias puertas a lo largo del pasillo, pacientes y sus familiares

salieron a ver la fuente de los gritos.

Con mi espalda presionada contra la pared que puso fin a mi

retirada, no tenía otra elección más que oír al Sr. kim traducir lo que la

Sra. Kim me escupía con más veneno de lo que creía posible en un ser

humano.

—Mi hija tuvo pena por ti y se convirtió en tu amiga porque ella

siempre ha tenido un buen corazón. Sabía lo que aquellos chicos en la

escuela te estaban haciendo, lo que estaban diciendo de ti y a ella no le

gustaba, siempre ha sido de esa manera, demasiado amable para su

propio bien, pero esta vez trajiste tus problemas hacia ella.

»Toda la oscuridad que te sigue, la trajiste hacia nuestra hija y

ahora ella nunca despertará por causa de eso, por causa tuya. No eres

bienvenida aquí, no eres deseada aquí. Sal, ahora. Vete antes de que llame

a seguridad y te arrojen fuera.

Sabía que estaban en lo cierto. La amistad de Stacy conmigo era la

razón por la que sus padres estaban ahora encarando la decisión de

quitarle el soporte de vida, y el por qué Lark estaba ahora en su

habitación, tratando de encontrar una razón para ayudarla a volverse un

monstruo.

—Lo siento —fue todo lo que pude decir—. Lo siento. —Una y otra

vez. Mi cabeza cayó en mis manos y lloré como un niño siendo reprendido.

Y lo estaba siendo, la única diferencia era que mi culpa iba más allá de lo

que los Kim podían siquiera imaginar.

Y así como así, estaba siendo abrazada por los padres de Stacy, sus

lágrimas tristes y sollozos de perdón uniéndose a los míos, y no lo pude

aceptar. Me quedé allí incapaz de mostrar la gratitud que debería sentir

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porque sabía, que aunque ellos sentían el peso de su propia pena

levantarse, yo no merecía un solo gramo de absolución.

Mis ojos viajaron por el pasillo, demasiado incómoda para

acercarme o mirar hacia los dos padres angustiados que se aferraban a mí

con su corazón en la mano. Vi a la multitud que se había reunido en sus

puertas, dispersarse lentamente para dar paso a un guardia de seguridad

corpulento que pisoteaba hacia nosotros con una convicción que

contrastaba con su larga demora.

Era seguido por dos enfermeras que nerviosamente agarraban los

estetoscopios colgando en sus cuellos, expresiones preocupadas

permanecían en sus caras con los ojos y boca volteadas hacia abajo.

Mientras ellos se acercaban, tosí en esa forma incómoda que indicaba que

algo había cambiado, y no para mejor. Los Kim inmediatamente me

soltaron y se enderezaron y voltearon para ver de dónde venía el problema.

—¿Perteneces aquí? —me preguntó con voz gruñona el guardia de

seguridad, su mano descansando precariamente en su… radio.

—Uhm. —Miré hacia la puerta de la habitación de Stacy, y luego a

los Kim—. Yo…

El Sr. Kim asintió rígidamente, como si eso fuera suficiente para

responder al guardia. Desafortunadamente, no lo fue.

—Bien, no me importa si lo hace o no, ya pasó la hora de visita,

este es un hospital no un club nocturno. —Agarró mi brazo y tiró de él

rudamente, forzándome a caer hacia adelante, mi cara colisionando con su

pecho y deslizando mi mejilla sobre la placa de metal que lo nombraba

como el guardia de seguridad número cuatrocientos ochenta y seis del

hospital.

El guardia me empujó. Incluso mientras presionaba mi mano

contra mi herida, y me maldijo cuando vio mi sangre en su camisa blanca,

la mancha roja esparciéndose rápidamente sobre el material absorbente.

—Estúpida, torpe p… —No hubo tiempo para que terminara de

decir la última palabra. Una mano fuerte y suave se apretó contra su

garganta, fijándolo contra la pared detrás de él mientras sus pies colgaban

a varios centímetros del piso, un zapato negro cayó para revelar un

calcetín manchado y con hoyos.

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—¿Qué ibas a decir?

Los ojos del guardia se volteaban en su cara mientras me miraba y

luego a su captor, demasiado asustado para hablar.

—Te hice una pregunta.

La boca del guardia se abrió lo suficiente para escupir un rápido

“nada” antes de que fuera liberado cayendo en el pio como un saco de ropa

sucia.

—T-tú no puedes hacer eso, e-es-esto es un asalto. —Tosió

mientras sus manos frotaban su garganta adolorida con una mano

regordeta.

—Realmente no me importa cómo lo llames. Estabas insultando a

ésta joven por atreverse a sangrar después de que tú la lastimaste sólo por

estar aquí. Tú trabajo es mantener el personal y los pacientes a salvo;

¿luce ella como si fuera capaz de causar algún daño a alguien?

Los ojos del guardia se movieron a los míos por un breve segundo y

observé como su cabeza se movió ligeramente, afirmando a lo que se le

había preguntado.

—Bien, ahora, quiero que salgas. No vengas a este piso a menos

que sea una emergencia, y aun así, solo si has sido personalmente

invitado, si veo tu cara cerca de esta joven o estos padres, personalmente

veré que seas despedido.

—Sí, Dr. Ambrose —gruñó el guardia antes de levantarse y tropezar

por el pasillo, pasando unos pocos testigos rezagados.

Con un fuerte suspiro, el doctor volteó sus ojos cansados hacia

nosotros, los Kim permanecieron en silencio y atentos todo este tiempo.

—Siento esto, Grace, señor y señora Kim a veces nuestra seguridad

puede tener un exceso de celo y se olvidan de que tienen que evaluar la

situación antes de elegir un curso de acción. Lamentablemente creo que

ese joven, probablemente habría tomado la misma decisión, sin importar

qué.

El Sr. Kim le tendió la mano y estrechó la mano que le ofrecía el Dr.

Ambrose.

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—Gracias, Dr. Bro, por ayudarnos. No puedo decir lo mucho que mi

esposa y yo agradecemos su ayuda, en todas las cosas.

El Dr. Ambrose negó con la cabeza y suspiró.

—Ojalá pudiera hacer más.

—Nosotros entendemos. Mi esposa y yo sabemos que ha intentado

todo lo posible para ayudar a nuestra hija. Pude enseñarle a luchar contra

aquellos que fueran por ella a causa de quién es, pero no pude enseñarle a

luchar contra el cáncer. Usted la ayudó a hacer eso. Es una lástima que

no tuviera tiempo suficiente para dominar eso, también.

—¿Así que han llegado a una decisión, entonces? —El rostro del

doctor se suavizó, pero me di cuenta de la preocupación en sus ojos

cuando me envió un rápido vistazo.

Este era uno de esos momentos en que ser capaz de leer la mente

sería útil. Pero entonces, sabía lo que él estaba pensando. No tenía que

leer su mente para saber que se estaba preguntando si Lark había

encontrado algún signo de vida en Stacy. Él no estaba preguntándole a los

Kim si habían tomado una decisión porque genuinamente quisiera saberlo.

Estaba preguntando para darle más tiempo a Lark.

—Hablaremos con nuestros hijos mañana, pero sí, ya hemos

tomado una decisión. No podemos observar a nuestra hija, una vez tan

sana y fuerte, ponerse débil y delgada en su cama como una flor

deshojada. Ella no hubiera querido vivir de esa forma. —Curiosamente la

voz del Sr. Kim estaba llena de orgullo mientras su esposa asentía en

acuerdo—. Peleó muy duro, pero ahora es el momento para que descanse.

Ella merece descansar.

—Entonces haremos los arreglos después de que hayan discutido

esto con sus hijos —les dijo el Dr. Ambrose, pero yo sabía que sus

palabras estaban dirigidas para mí.

¿Estaba diciendo esto porque Lark le había dicho algo desde la

habitación? ¿Encontró lo que había estado buscando? Lo miré con ojos

implorantes, queriendo que él fuera capaz de leer mis pensamientos

escritos en mi cara tan claramente como yo era capaz de ver los de él en la

suya.

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Y luego ahí estaba; un pequeño temblor en la esquina de su boca;

el más pequeño movimiento que fue completamente inadvertido por los

Kim, mientras ellos discutían los planes para el cuerpo de Stacy y los

arreglos para el funeral.

Sentí una oleada de esperanza inundar mi corazón y me esforcé por

evitar la formación de un sonrisa, temiendo fracasar, estampé mi mano

sobre la boca, relajando mis mejillas apretadas y permitiendo a una

sonrisa de éxtasis extenderse por mi boca bajo mis dedos.

—Bien es tarde, Grace. Sugiero que dejemos a los Kim pasar la

última noche con Stacy a solas.

Asentí estando de acuerdo, alejando mi sonrisa y bajando la mano

para ofrecerle a los padres de Stacy mis condolencias, los cuales me

miraban con lo que yo sorpresivamente me di cuenta era remordimiento.

—Lo sentimos Grace, que no puedas pasar el último día de Stacy

despierta con ella. Lamentaremos eso por el resto de nuestras vidas. Ella

siempre te defendió como una amiga leal, cariñosa y humilde. Lamento

que no lo hayamos visto hasta que fue muy tarde —me dijo el Sr. Kim

rechazando mi mano y en su lugar halándome para un abrazo que se

sintió tan familiar en su fuerza. Estuve inundada de mis primeros

recuerdos de Stacy, como ella me abrazaba sin importarle lo que alguien

más o yo pensáramos.

Cuando los brazos de la Sra. Kim también me rodearon de la

misma forma fuerte pero entrañable, me reí.

—Ustedes abrazan igual que Stacy —les dije explicándome cuando

ellos se apartaron sorprendidos por mi pequeño arrebato.

—Oh, bien, podríamos no vernos como gente amistosa, pero lo

somos —dijo el Sr. Kim con una sonrisa comprensiva.

La Sra. Kim palmeó mi mano y me dijo en un inglés rústico:

—Eres una buena chica, Stacy tiene buenos amigos.

—Gracias —le dije suavemente, ignorando la picadura de culpa y

duda que contradecía sus palabras en mi pecho. Con un ondeo de la

mano, seguí al Dr. Ambrose por el pasillo hacia los ascensores. Él empujó

un botón, realmente no creo que se diera cuenta de cuál estaba

presionando, y permaneció en silencio mientras esperábamos que se

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abrieran las puertas, cuando lo hicieron dimos un paso dentro. Una vez

dentro, él presionó el botón que nos llevaría al piso más alto, sin decir una

palabra hasta que las puertas se abrieron y salimos.

—Por aquí —dijo en voz baja, caminando con pasos determinados

por un pasillo poco iluminado, que conducía a una pared de ventanas con

una puerta solitaria que estaba en el medio, ya parcialmente abierta a la

oscuridad que envolvía el exterior de la ciudad.

Lo seguí a un gran balcón de cemento que estaba lleno de colillas y

cenizas, y olía vilmente a orina y moho. Sostuve mi nariz y esperé a que el

Dr. Ambrose hablara otra vez mientras caminábamos hacia un rincón

lejano, donde estaba una mesa redonda de plástico. Metió la mano en el

bolsillo y sacó un paño blanco ofreciéndomelo.

—Deberías limpiarte la cara antes de que Robert llegue.

—Pensé que estabas, ¿cómo fue que lo dijo? Ah sí, “sobrio”. ¿Ni

siquiera un poco de sangre lo hace sentir incómodo? —le pregunté

mientras me limpiaba la mejilla, haciendo una mueca ante la punzada que

sentí al pasar la suave tela.

—Tu sangre no me molesta, Grace. Mi clase no es de criaturas

voraces que se vuelven locos con el olor de la sangre. No somos vampiros.

El olor de la sangre, la vista de ella, es todo intrascendente para nosotros.

Además, preferimos la carne de los humanos. Podemos sobrevivir con

sangre, sí, pero no es deseable. Por desgracia, muchos no tienen las

mismas oportunidades que yo tengo para obtener bolsas de sangre, por lo

que se alimentan de animales. Si crees que somos feos en nuestra forma

natural cuando nos alimentamos de carne humana, deberías vernos

después de alimentarnos de los perros salvajes o las ratas.

Lo miré y traté de tragar mi disgusto ante la idea de consumir

ratas.

—Estará Stacy…

—Stacy va a estar bien. Voy a preparar un suministro de sangre

para ella para que podamos evitar el hambre el tiempo suficiente para

concluir su transformación, y mi esposa y yo entonces trabajaremos en

ayudarla a reconocer los signos.

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―Espera. Ella necesita... comer cuando esté cambiando de humano

a...

―¿Erlking? Sí, por desgracia. El cuerpo humano no tiene mucho de

algo inteligente o eficiente, para ser honesto contigo. La muerte es una de

esas cosas que nunca ocurre sin que el cuerpo gaste demasiada energía a

medida que se apaga. Por eso, cuando un ser humano se está

transformando de un mortal a cualquier otra cosa, necesita una fuente de

energía alternativa.

―Algunos escritores de terror podrían haber tenido una idea de este

pequeño hecho ya que incluyen descripciones de sus víctimas de vampiros

alimentándose de sus creadores, pero la verdad es que, Grace, ni los

vampiros ni mi clase tiene sangre en nuestras venas, sólo veneno. Estamos

transportando infecciones. Si tuviera que alimentar de puro veneno a un

ser humano, no sólo morirían, se auto-destruirían. No es un cuadro

bonito, así que te ahorraré los detalles.

―Oh, por supuesto, ahórreme los detalles ahora ―le dije, poniendo

los ojos en blanco.

Se rió, un sonido extraño, uno que se sentía como si hubiera

estado fermentándose dentro de él después de haber sido encerrado

durante tanto tiempo.

—Sabes, la última vez que tuve que explicar algo de esto fue a mi

esposa, Vanessa. Ella fue más tolerante de mis descripciones de lo que

eres.

Me quedé mirando las luces de la calle que brillaban como

luciérnagas naranja por toda la ciudad, divertida por el hecho de que

estaba teniendo una conversación con un erlking acerca de su esposa.

—¿Le explicó esto a ella antes de que la cambiara, también?

—Oh, yo no la cambié.

Me volví a mirarlo, preguntándome cómo era posible que él se

casara en primer lugar, mucho menos con alguien que ni siquiera era uno

de los suyos. Parecía saber qué era exactamente lo que estaba pensando y

sonrió con aire de suficiencia.

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—Tenemos un matrimonio mixto, ya ves. Ella no es ni erlking ni

humana. Te diría lo que es pero para ser honesto, tengo más miedo de ella

que de tu Robert.

La risa se escapó de mi boca y viajó por encima del balcón entre la

noche mientras negaba con la cabeza ante la mirada inocente que cruzaba

su rostro.

—Oh, Dr. Ambrose, voy a tener que conocer a su esposa, aunque

sólo sea para que yo pueda formar mi propia opinión, porque he visto

enfadado a Robert y dudo mucho que cualquier mujer suya pudiera ser

tan aterradora como es él.

—Es lo que dice la niña humana que nunca ha visto a la Muerte

hacer lo que se pretende que haga —dijo a su vez, aunque su voz era

menos jovial, un borde oscuro tiñéndola. Su sonrisa desapareció de

repente—. Ya vienen.

Las dos figuras esculturales que se dirigían hacia nosotros eran

una visión increíble a la vista. El halo de oro blanco de luz que los rodeaba

llenó el pasillo oscuro a medida que se acercaban y, como siempre, me

sentí impresionada por la fluidez con que se movían, como si sus pies

nunca tocaran el suelo y el aire en sí mismo simplemente flotara hacia

nosotros.

La puerta se abrió por sí misma, dispuesta en su posición por el

poder de un solo pensamiento. En el lapso de un parpadeo, Robert estaba

de pie delante de mí, una mano suave acariciando suavemente el corte en

mi rostro mientras que la otra sostenía la parte baja de mi espalda de

forma segura, empujándome tan cerca como se atrevía.

—Quería matar a ese hijo de puta por lo que hizo, por lo que iba a

decir… —dijo Robert en un tono feroz antes de que él levantara mi rostro y

presionara sus labios suaves contra la delicada piel alrededor de mi

herida—. No te voy a dejar sola otra vez. Incluso en un hospital, no estás

segura.

—Gracias, Ambrose, por venir tan rápido —dijo Lark, tomando las

manos del doctor entre las suyas—. Me diste el tiempo para encontrar qué

era lo que estaba buscando.

Esto era lo que había estado esperando escuchar. Volví los ojos a

Lark, Robert aun sosteniendo mi cabeza entre sus manos.

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—Así que la encontraste, encontraste a Stacy.

Ella me dio una sonrisa pícara y asintió.

—Sí. Está ahí y está entera.

—¿Le has dicho sobre el plan de tu madre?

Ella inclinó la cabeza hacia abajo una vez más en confirmación y

casi aplaudo con entusiasmo hasta que me di cuenta de que uno de

nosotros no estaba muy emocionado como el resto de nosotros.

—Robert… sé que no apruebas…

Apretó dos dedos contra mi boca, silenciando mi argumento.

—Shh. Sé por qué deseas esto. No me gusta, no estoy de acuerdo

con ello por mis propias razones, pero son mías. No voy a dejar que eviten

que Stacy tome sus propias decisiones.

Sus ojos no tenían nada más que la verdad, su boca, aunque

situada en una delgada línea, todavía insinuaba una suave sonrisa que

quería sentir la misma alegría que yo sentía, y así lo hizo por sus propias

razones. Me levanté en las puntas de los dedos de mis pies, removiendo mi

boca por debajo de sus suaves dedos, y dejé que mis labios cayeran en esa

insinuada sonrisa, besando la pequeña chispa de alegría que yo sabía que

él sentía por mí.

—Eres demasiado bueno. Incluso para un ángel —suspiré en

contra de la curva ascendente de su boca cuando la sonrisa finalmente

tomó forma.

—Tengo motivos para serlo —se permitió decir antes de tirar de mi

cara a la suya, completando la conexión entre nuestros labios y enviando

ondas de sensación cruda burbujeando a través de mis venas y

directamente a mi corazón, haciendo que se sumerja hacia abajo y luego

suba de nuevo de forma pronunciada, como si estuviera montando su

propia montaña rusa dentro de mi pecho.

—Bueno, suficiente los dos. No están exactamente solos aquí, así

que ¿podrían dejar de succionarse las caras para que podamos volver al

por qué estamos aquí, en primer lugar?

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Me pareció extraño entonces cuán molesta se había vuelto de

repente la voz de Lark. Ya no musical, en cambio había adquirido un tono

casi áspero, similar a la de uñas sobre un pizarrón colocado enfrente de

un micrófono lleno de retroalimentación. Los ojos de Robert se ampliaron

en estado de shock y luego se redujeron en diversión, sus irises de plata

radiantes reflejando las luces de la calle de color amarillo de nuevo en un

brillo más apagado pero resplandeciente a medida que mis pensamientos

se hicieron evidentes para él una vez más.

—Estoy de acuerdo contigo de todo corazón —me susurró entre

suaves ráfagas de risa.

Una tos irritada y el golpeteo de pies no utilizados para la creación

de tanto ruido en el suelo puso serio a Robert y a mí sólo lo suficiente para

escuchar lo que ella y el Dr. Ambrose habían acordado, su plan trazado en

su totalidad ahora que se había confirmado que los pensamientos y los

recuerdos de Stacy todavía existían.

—Una vez que la documentación esté firmada, los padres de Stacy

probablemente la sacarán fuera del soporte de vida en algún momento

mañana por la noche —explicó el Dr. Ambrose, mirándome directamente y

evitando la dura mirada de Robert con una determinación notable que

empujó a una vena casi imposible a cabo en su marmórea frente.

—Lark quitará las fichas de sus cables, desconectándola desde la

máquina y engañándola al pensar que ella está físicamente muerta cuatro

minutos después de que el proceso ha comenzado. Durante este tiempo,

Stacy está en su punto más vulnerable. Mientras que Lark es capaz de

alcanzar a Stacy dentro de los confines cerrados de su mente interior,

sacarla de allí es una historia completamente diferente. Si no se acuerda

de cómo existir, ella no será capaz de respirar por sí misma.

Lark tomó la palabra a continuación, retomando en donde el Dr.

Ambrose lo dejó.

—Stacy necesita a alguien para ayudarla a improntar sus

recuerdos de vuelta a su mente. Puedo ayudar a liberarlos, pero si trato de

ayudarla a reemplazar los recuerdos que ella ha perdido, podría inundar

su mente con la mía y eso, sin duda, la mataría.

—Entonces, ¿quién va a hacer eso? —pregunté, volviéndome para

mirar a Robert y viendo que no estaba a punto de ser voluntario tampoco.

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Por supuesto que no lo haría, no después de descubrir lo que me había

sucedido a mí—. ¿Dr. Ambrose?

—No puedo, Grace. Si bien la he ayudado en casa, me temo que no

soy un oncólogo. El doctor de Stacy será el que esté en la habitación con

ella. Además, tengo que preparar a la morgue para recibir su cuerpo.

—¿Pero no se darán cuenta de que Stacy no está exactamente

muerta?

Una sonrisa cómplice cruzó sus labios y asintió.

—Por supuesto, pero estarán esperando eso.

—Oh.

Lark puso una mano tranquilizadora sobre mi hombro y me sonrió

con una sonrisa muy tranquilizadora.

—Todo va a estar bien Grace. Vas a estar en esa habitación con

Stacy mañana. Tú eres la que va a ayudarla a improntar sus recuerdos y

mantenerla el tiempo suficiente con vida para que Ambrose haga lo que

tiene que hacer.

—¿Yo? —pregunté incrédula.

La idea de que Lark de alguna manera pensaba que yo era capaz de

hacer tal cosa se vio ensombrecida por el hecho de que yo iba a tener que

fingir que Stacy estaba muriendo delante de sus padres. Miré a Robert con

la duda claramente escrita en mi cara. Él me había visto en la clase de

teatro; él sabía que yo era tan buena en la actuación como lo era en la

mentira.

—No sé si puedo hacer eso. Nada de eso —le dije a los tres de ellos

con el pánico claramente en mi voz—. ¿Qué pasa si se dan cuenta de que

no estoy exactamente de duelo? ¿Y cómo voy a ser capaz de fingir que

estoy triste cuando se supone que tengo que estar ayudando a Stacy a

salir… cómo exactamente se supone que voy a hacer eso de todos modos?

Robert y Lark se miraron entre sí y compartieron una sonrisa

cómplice. La intensa mirada de Robert entonces cambió de lugar a la mía y

la sonrisa se desvaneció ligeramente, dando lugar a una de preocupación.

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—Yo te ayudaré. Voy a actuar como tu representante,

permitiéndote entrar en la mente de Stacy y ayudarla a reformar sus

recuerdos. Has sobrevivido a la exposición en la totalidad de la mente de

un ángel, lo que te hace la única persona capaz de hacer esto. Puedes

bloquear los pensamientos de los demás, y proteger los tuyos propios.

Puedes proteger a Stacy también. No hay nadie más adecuado para salvar

a Stacy que tú.

Eso era mucho para asimilar. Claro, podría haber sobrevivido a los

pensamientos de Robert bombardeando mi mente, pero no lo hice todo por

mi propia cuenta, la habilidad de Robert para sanar había desempeñado

un papel en eso, y no salí de ello ilesa. Pasar intencionadamente por eso

otra vez no era exactamente algo que esperaba, pero la idea de perder a

Stacy era un factor demasiado grande a dejar que mi miedo me tambalee.

—Así que mañana, entonces. —Me escuché decir antes que los

brazos de Lark se envolvieran alrededor de mí.

—No tenías que acceder, sabes —resopló en mi oreja, demasiado

abrumada para controlar el temblor en su voz—. Podrías haber dicho que

no. Podrías haber dicho que no a todo y todos habríamos comprendido.

Pero no lo hiciste, y no puedo creer que no lo hiciste. Estúpida humana

desinteresada. Gracias.

Estaba en shock. Un estado de shock absoluto, alucinante, incapaz

de hablar. Lark siempre se había mantenido distante de mí de una forma u

otra. Oh, por supuesto, ha parecido tan amable y tan preocupada como

Stacy y Graham habían sido, nuestra amistad innegable e inquebrantable.

Pero eso no borra el hecho de que todavía tenía que demostrar mi valía

para ella. Tan molesta como había estado con Robert por su engaño,

estaba molesta también ya que lo había dejado, por partida doble, porque

ella lo había visto suceder antes.

El hecho de que ella ahora estaba aquí, expresando su

agradecimiento en una forma que va más allá de las palabras...

—Acabo de recordar. Tenemos que ir a la escuela en unas pocas

horas —dijo, levantando la cabeza de mi hombro—. ¿Cómo vas a manejar

eso?

Robert me sacó de los brazos de Lark y me barrió fuera de mis pies,

entre sus propios brazos.

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—Ella no va a la escuela. Hay mucho que hacer y no un montón de

tiempo para hacerlo.

Agradecida por mi indulto, obsequié a Robert una sonrisa que

desafió la aparición repentina de agotamiento que me venció; sabía más

que nadie que había demasiado por hacer antes de mi último

enfrentamiento con Sam.

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29 El Verde no es Fácil

Traducido por Vero

Corregido por Angeles Rangel

uando era niña, no soñaba. No soñaba en absoluto hasta

que conocí a Robert. Pero una breve semana después de la

muerte de mi madre, no podía escapar de las extrañas

visiones que se escondían en mi mente poco después de que me quedaba

dormida. Un conejo blanco, el mismo que atormentaba a Alicia mientras

viajaba a través de esa tierra extraña donde ella lo había seguido, entraría

a mi habitación y me preguntaría cómo llegar a la oficina de correos;

quería enviar una carta y no tenía ninguna estampilla. Le mostraría el

camino, señalando puntos de referencia de Heath al pasar por cada uno de

ellos. Él no me diría nada hasta que llegáramos a la oficina de correos, y

fruncía el ceño cuando veía que la oficina postal estaba cerrada.

Con una contracción de su nariz blanca-rosada, se volvería hacia

mí y diría:

—Gracias por tu ayuda. Como pago por tu asistencia, conozco una

receta realmente genial de pastel de zanahoria que me gustaría probar. Si

alguna vez estás en la zona, búscame y lo voy a hornear para ti.

Nunca entendí lo que eso significaba, y nunca lo pensé de nuevo

hasta que cerré los ojos poco después de irse el Dr. Ambrose por ese

balcón del hospital.

Era como si hubieran sido todos esos años atrás, aunque yo estaba

naturalmente, más vieja, y las calles habían cambiado un poco desde

entonces. El conejo, aún de perfecto blanco y con ojos curiosos, esperó

C

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mientras nos paramos en el cruce de peatones, la señal de color rojo

parpadeando hacia nosotros como un ojo loco.

Formulé pregunta tras pregunta, los temas variando de lo

mundano hasta lo oscuro, para un conejo de todos modos, sin embargo, el

conejo se mantuvo en silencio, simplemente agarrando su carta con una

pata enfocada, mientras que las orejas gorjeaban de izquierda y derecha,

pasando por los sonidos del tráfico y la actividad a nuestro alrededor.

Esta vez, sin embargo, la oficina de correos estaba abierta y llena

de gente. Nos quedamos en la fila y esperamos pacientemente a que un

empleado estuviera libre. El conejo compró su estampilla con las monedas

que sacó de una bolsa de monedas que nunca había visto antes, imágenes

de frutas y flores en relieve en el deslumbrante exterior, y luego colocó la

estampilla en el sobre cuadrado blanco antes de deslizarlo en su camino

por la ranura de correos.

Di un vistazo rápido de lo que estaba escrito en el sobre, pero vi

que no había palabras, ni letras, sólo formas crudas y dibujos. No sé por

qué me sorprendió, se trataba de un conejo, después de todo.

Terminó con su cometido, se volvió hacia mí y sonrió, dos dientes

grandes y blancos superiores enganchados sobre los dos inferiores más

pequeños y el labio inferior muy pequeño.

—Gracias por tu ayuda. En pago por tu asistencia, conozco una

receta realmente genial de pastel de zanahoria que me gustaría probar. Si

alguna vez estás en la zona, búscame y voy a hornearlo para ti.

Nada había cambiado; todo había ido exactamente como lo había

hecho antes, con la excepción de que la oficina de correos estaba abierta.

Esperé que el resto de la rutina continuara la misma línea que había

hecho siempre. Él me invitaría por el pastel y desaparecería, después de lo

cual me despertaba con la sensación extraña de hambre por un pastel de

zanahoria.

Pero esta vez, el conejo sacudió su cabeza pequeña y blanca,

insatisfecho con lo que acababa de decir. Él me miró con ojos de color

amarillo pálido, y sonrió.

—Sabes, no sé por qué dije eso. Ni siquiera me gustan las

zanahorias. No importa.

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Con un salto, desapareció, dejándome para despertar a la luz

brillante del mediodía brillando sobre mi rostro, mientras rompía a través

de los espacios entre las sábanas que se cernían sobre mi cabeza. Una fría

y suave mano descansó sobre mi frente, mientras que la otra llevaba un

dedo errante que realizaba un recorrido hacia arriba y hacia abajo en mi

brazo, mientas yacía tendida sobre mi pecho.

¿Has dormido bien?

Un par de ojos auténticos se asomaron por encima de mi cabeza a

través de una cortina de seda negra, una cálida sonrisa acompañándolos

en el rostro más perfecto que sabía que jamás volvería a ver.

—Creo que sí. Quiero decir, supongo. Tuve un sueño extraño.

—¿Acerca de...?

—Un conejo. —A su expresión de perplejidad, le permití ver por sí

mismo qué era lo que yo había visto en mi subconsciente, la diversión en

su rostro una vez que había pasado a través de los sueños, tanto de la

infancia como el presente, obviamente, bastante gracioso para él.

—Con todo lo que tienes de que preocuparte, me alegro de que

hayas encontrado la capacidad de soñar con todo lo contrario.

—Supongo.

—¿Tienes hambre?

Pensé en eso durante un momento, pero mi estómago respondió

antes de que yo pudiera, el gruñido sordo que estalló debajo de mi camisa

provocó una sonrisa de Robert y un jadeo mortificado de mi parte.

—Voy a tomar eso como un sí —dijo mientras me ayudaba a

levantarme—. Vamos a ver que conseguimos para que comas, ¿de

acuerdo?

Cuando estuvimos en una posición más vertical, sólo entonces me

di cuenta que había estado descansando contra el árbol de Bala, sus

raíces formando una áspera tumbona que le permitió a Robert inclinarse

hacia atrás y proporcionarme un poco de comodidad mientras dormía. El

lago que proporcionaba los nutrientes que necesitaba Bala estaba en

calma, la evidencia de los hechos que habían perturbado menos de

veinticuatro horas ya no existían.

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—¿Por qué estamos aquí?

—¿Habrías preferido más bien regresar a la casa y escuchar a mi

madre y abuela discutir el tema de Sam hasta la muerte?

Sacudí la cabeza con desagrado ante la idea, pero quería saber cuál

era exactamente el propósito de la reunión en realidad.

—Los Serafines se están reagrupando, por separado al principio,

pero van a reunirse pronto para discutir los problemas que han sido

provocados por las acciones de Sam.

—Así como las tuyas —añadí.

—Sí, así como las mías.

—Así que, ¿tu madre, tu abuela y tu abuelo... están reunidos para

discutir qué hacer?

Robert barrió un montón de hojas y expuso una pequeña nevera

mientras respondía a mi pregunta.

—Mi madre y abuela están en la casa con Lem, que no es mi

abuelo, para discutir qué castigo, si hay uno, recibirá Sam por matar a

Katie en vez de ti. Sus errores son atípicos de uno de mi especie, lo que le

hace creer a mi madre que está fallando deliberadamente. Si ese es el caso,

entonces eso plantea la pregunta de por qué. Lem está en desacuerdo con

esto y me inclino a estar de acuerdo con él. Él conoce a Sam mucho mejor

que nadie.

—¿Por qué? ¿Eran amigos o algo así?

—Peor aún. Lem es el padre de Sam.

—¿Su p-padre?

—Sí —respondió Robert, sacando un contenedor de frutas y otro de

bocadillos del refrigerador, seguido por una botella de agua.

—Pero, ¡se ve tan... joven!

—Grace —rió en voz baja—. Tengo más de quince siglos de edad. Él

tiene casi tres veces esa cantidad. Si lo ves joven entonces debo parecer un

bebé ante tus ojos.

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Me atraganté con la uva que había puesto en mi boca, tosiendo de

nuevo hasta escupirla en la servilleta que me ofrecía.

—¡Deberías saber que eso no es cierto!

—Por supuesto que sí, pero tampoco puedo ignorar cómo tu

corazón se aceleró cuando lo conociste. Sé que lo encontraste... atractivo

—remarcó, esa última palabra, sonando casi estrangulada.

No dije nada por un tiempo, necesitando un momento para comer y

digerir lo que significaban sus palabras, la emoción que había detrás de

ellas. Estaba celoso. Sabía que podría ser, pero no creía que fuera posible

estar celoso de otro ángel. Agarré otra uva e hice una pausa, mirándolo

con la intención clara en mis ojos mientras mordía la piel crujiente, la

carne suave y el jugo caía sobre mis dedos y corriendo por el lado de mi

boca.

Se inclinó y lamió el jugo fuera de mi piel, una sonrisa pícara

reemplazando la expresión irritada que había empañado su rostro unos

momentos antes.

—Mmm. Mucho mejor que cualquier cosa embotellada.

—¿Oyes mi corazón ahora? —le pregunté, sin aliento.

Sus ojos se dilataron, bajó los párpados y supe que lo hacía. Podía

oír el sonido de mi corazón acelerado, mientras saltaba con cada

sobresalto de mis nervios que su tacto, incluso el recuerdo de su tacto,

instigaba.

—Podría haber encontrado atractivo a Lem, Robert —dije en un

suspiro que era apenas un susurro—. Pero sólo tú alguna vez has hecho

que me sienta de esta manera. Mi corazón late de esta manera por ti.

Agarré su mano y la llevé a mi pecho, deseando que sienta lo

mucho que me afectaba, no sólo escucharlo. Su mano vaciló milímetros

apenas por encima de la tela de mi camisa antes de finalmente apoyarla en

mí con convicción. Su mano normalmente fría era como un hierro al rojo

vivo contra mi piel, la fina camiseta no hacía nada para evitar que las

chispas se encendieran entre nosotros.

Para mi consternación, quitó su mano demasiado pronto, ahora

sólo tocándome, la sostuvo sobre mi corazón, cerniéndola como congelada

en su lugar. Pero todavía la sentía allí, presionada contra mí, y cerré los

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ojos, mordiéndome los labios en la memoria de la inesperada sensación de

lo que había pensado que era un inocente intento de demostrarle cómo me

sentía.

—Creo que deberíamos ponernos en marcha, Grace —dijo con un

estremecimiento cuando sus dedos se flexionaron, flotando por encima de

la camisa como una sombra penetrante.

Gemí en reconocimiento. Estábamos recorriendo aguas peligrosas

con cada toque, y estaba haciéndose cada vez más y más difícil recordar

qué era contra lo que estábamos luchando cuando nos aplastaba tanto el

deseo que estaba amenazando con abrumarnos a los dos.

—¿Qué hora es?

—Casi las tres. Los padres de Stacy llamarán a la casa pronto para

hablar con Lark. Ella les informará que estás con ella y que las dos se

apresurarán al hospital para que puedas estar allí antes de que le digan

adiós a Stacy.

—¿Cómo sabes todo esto?

—Te dije que algunos de nosotros tenemos la capacidad para prever

el futuro. Da la casualidad que la capacidad de mis abuelos es justamente

esa.

—Así que tu abuela te lo dijo.

—No tienes que hacerlo sonar cursi.

Un resoplido se me escapó mientras le entornaba los ojos.

—No puedo creer que acabas de decir la palabra “cursi”.

Él se detuvo y me miró con una sonrisa de satisfacción en su

rostro.

—Yo tampoco.

Robert se levantó y extendió su mano para ayudarme a estar de

pie, chasquidos y ruidos vinieron mientras extendía mis rígidas

articulaciones sólo más notables desde que no había habido ningún

sonido, cuando él se puso de pie.

—Envejeciendo allí, ¿no?

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Di un grito ahogado en fingida indignación, exagerando el efecto

con los ojos muy abiertos y una mandíbula baja y colgando.

—¡Cómo. Te. Atreves!

Traté de mantener mi expresión todo el tiempo que pude, pero el

inmediatamente arrepentido rostro de Robert destruyó mi fuerza de

voluntad y comencé a reír.

—Oh, Robert. Deberías saber a esta altura que la última cosa que

me preocupa es mi edad.

Con una sonrisa que hizo alusión a algún tipo de represalia

acompañada con alivio, presionó un beso rápido en mi frente antes de

recogerme en sus brazos, y salir a través de los árboles, sus huellas

desapareciendo tras él mientras algo perturbaba las hojas, cubriéndolas.

Antes de que la descarga brillante de luz solar bloqueara mi vista, vi la

cara verde de Bala echando un vistazo desde alrededor de un árbol, con

una sonrisa esperanzadora en su rostro.

Cerró un ojo en un parpadeo curiosamente lento, sólo para

perderse en la aguda punzada de los rayos del sol. Cerré los ojos antes de

esconder mi cabeza en el hombro de Robert.

—Está bien, entremos —lo escuché comandar cuando dejamos de

movernos. Bajó mis pies al suelo y miré fijamente al automóvil negro

estacionado frente a mí.

—¿Cómo llegó hasta aquí?

—Linda, la mujer que conociste en casa lo condujo hasta aquí,

antes de regresar.

Linda era también la única que había sido capaz de esconderme de

alguna manera la verdad acerca de lo que era. Ella no era ni humana ni

un ángel, así que, ¿qué era? No era un vampiro, eso estaba claro, y sabía a

ciencia cierta que no era una ninfa o un Erlking.

—Ni siquiera pienses en preguntar —dijo Robert, mientras sostenía

la puerta abierta para mí.

—¿Por qué? —Trepé, empujando mis piernas justo antes de que

cerrara la puerta para mí.

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Esperé hasta que llegó a la puerta del lado del conductor, y luego

presionó el botón de bloqueo.

Levantó la manija y casi me ahogué cuando lo vi arrancarlo con su

mano.

—¡Oh!

Rápidamente, alargué la mano y apreté el botón de bloqueo de su

lado. Escuchando el familiar clic, vi llegar su mano donde la manija había

estado y lo vi tirar una vez más, esta vez tirando la puerta hacia afuera, en

su lugar.

—¡Oh, querida bananas!

Inclinó su cabeza hacia abajo y me miró.

¿Es así como planeas conseguir que te diga lo que Linda es?

¿Haciéndome destruir mi auto pieza por pieza?

—¡Lo siento!

Él sacudió la cabeza ante mí y bajé la mía en turbación y

vergüenza. ¿Cómo pude haber sido tan estúpida? ¿No sabía que haría algo

como eso si la puerta no se desbloqueaba? Por supuesto que sí.

Pero realmente no me importaba.

Levanté la cabeza para mirarlo y casi me caí ante la expresión de

desconcierto que irradiaba nada más que humor y disfrute a mi gesto de

culpa súbita.

Eres linda cuando te revuelcas.

—¿Qué vamos a hacer ahora?

Abrió la puerta detrás de él y tendió la mano hacia mí, sonriendo

como un loco mientras respondía.

—Volamos.

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—No entiendo por qué no podías arreglar esa cosa estúpida —se

quejó Lark.

—¿Con qué herramientas? Soy un ángel, Lark, no un mecánico.

—Oh, por supuesto. Se podría pensar que con todos esos libros que

has leído en los pasados, ¡oh, no sé, mil años más o menos! tendrías que

haber leído por lo menos un libro sobre reparación de autos.

Robert se dio la vuelta y le disparó a su hermana una mirada

venenosa.

—¿Por qué tengo que saber cómo reparar un vehículo cuando la

única vez que he tenido uno fue cuando nos mudamos de nuevo aquí?

—Porque eres el que quería mezclarse. Los chicos saben cómo

arreglar automóviles.

—Sí, los chicos que no pueden volar.

Lark carraspeó y se escurrió en su asiento. El mismo en el que me

había pasado muchas tardes aburridas sentada, mirando por la ventana y

comiendo nada más que comida chatarra.

—Entonces, ¿cómo conseguiste que este pedazo de chatarra

funcionara de todos modos?

Robert dio unas palmaditas en el tablero del Buick de Graham y

sonrió.

—Tuvimos una conversación.

—¿Q-qué? —farfullé, mi cuerpo girando por la sorpresa, casi

estrangulando mi cintura con el cinturón de seguridad en el proceso.

—No, en serio. ¿Cómo?

La cabeza de Lark apareció de vuelta de entre los asientos,

completamente cortando cualquier vista desde donde estaba sentado su

hermano. Miró a Robert, su cabello largo actuando como una pantalla y

protegiendo las expresiones de ambos, mientras repetía mi pregunta.

Robert no contuvo la carcajada que salió, baja y profunda en su

garganta en demanda a su hermana. El sonido de la misma me hizo

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sonreír; había habido muy poco de cualquiera, sonrisa o risa estos últimos

días, y tenía que apreciarlas cada vez que podía.

—Lo tenía reparado y restaurado. Es algo así como un regalo para

Graham por ser valiente, o loco, lo suficiente como para aceptar pasar su

tiempo siempre contigo. Afortunadamente para mí, las reparaciones

mecánicas se terminaron cuando me presenté. No habían terminado con el

arreglo interior y exterior, sin embargo, por eso mismo, la condición actual

de los asientos.

Empujé el cabello de Lark fuera del camino y me maravillé con la

consideración de Robert.

—Sabías perfectamente lo que quería, este auto es probablemente

la única cosa de importancia real que su padre alguna vez le había dado.

Le va a encantar cuando esté listo, Robert. Gracias.

—Ciertamente espero que lo haga. Con la cantidad de trabajo que

ha sido reparar solo el motor, habría sido más barato directamente

comprar un auto nuevo para él.

—Como si alguna vez te hubiera importado ahorrar dinero —

bromeó Lark, de repente mostrando mucho más reconocimiento hacia su

hermano de lo que lo había hecho cuando, a través de mis ojos, captó el

primer vistazo del auto, mientras éste se detenía en la puerta principal de

su casa.

Robert me había dejado antes de recoger el auto, insistiendo en que

tenía que estar ahí cuando los Kim llamaran. Había estado en lo cierto,

pero eso no cambió lo que sentía sobre ser dejada atrás. Cuando se detuvo

en el auto de Graham, sabía que el corazón de Lark sintió el mismo ardor

que el mío sintió simplemente viendo la abollada puerta del lado del

pasajero y las manchas de óxido en todo el lateral y capó. Sirvió como un

recordatorio de que la vida de Graham seguía colgando precariamente al

borde por un caprichoso ángel enloquecido.

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30 A Través del Espejo

Traducido por Areli97 (SOS) y mariaozuna

Corregido por Angeles Rangel

éjame decirte algo. El modo en que huelen los

hospitales, la manera en que penetra el olor de flores

mezclado con enfermedad, con un poco de vendas y

comida blanda está mal. Especialmente cuando estás en una habitación

llena de personas que están en diferentes etapas de duelo, el acre olor de

las lágrimas y el calor del cuerpo de decisiones hacen incluso más

desagradable e incómoda la situación.

Los padres de Stacy, llenos de dolor por la muerte inminente de su

única hija, apenas habían notado nuestra llegada. Robert, Lark y yo

encontramos espacio en una esquina desocupada e intenté con todas mis

fuerzas en no dejar que mi nerviosismo superara la falsa cara de tristeza

que había logrado poner.

Los cinco hijos Kim se cernían alrededor de los pies de la cama,

cada uno con sus cabezas encorvadas en solemne obediencia mientras sus

padres rezaban al lado de ella, uno a cada lado, sus manos suavemente

pero posesivas acunando las suyas. Era una escena que inmediatamente

borró la falsa pena dentro de mí y lo remplazó con dolor genuino porque

sabía que lo que sea que pasara, tuviéramos o no éxito, la realidad era que

ellos estaban perdiendo una hija y una hermana hoy. Nada de lo que

hagamos prevendría que eso pasara.

La puerta de la habitación se abrió y un doctor entró, una línea

decidida excavando a través de su frente corriendo paralela a la que se

había formado en su boca. Fue seguido por una enfermera quien sostenía

en sus manos un portapapeles con varios formularios necesitando ser

D

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firmados, una pluma apretada entre sus dedos cuando notó la cantidad de

gente que llenaba la habitación.

El Sr. Kim se levantó, un rostro valiente enmascarando el dolor del

que acababa de ser testigo segundos antes, y rápidamente firmó con un

golpe de la pluma que le ofrecían. La penosa tarea de firmar la renuncia de

la vida de su hija causó que las rodillas de este hombre una vez fuerte

fallaran, y sin la ayuda de sus hijos hubiera caído al suelo, sucumbiendo a

la aflicción que se extendió por la sala como una infección de rabia.

Los ojos de Lark se nublaron con cristal líquido, mientras que

Robert presionaba dedos determinados en sus párpados para contener lo

que las emociones de la sala estaban ocasionando que se formara detrás

de ellos. Empático a pesar de lo que debería ser, se trataba también de sus

emociones, y eran muy difíciles de suprimir. Mi mano, firmemente

entrelazada con el fuerte agarre de Robert, la apretó tranquilizadoramente.

Sus dedos se levantaron de sus ojos sombríos y me dio una tierna sonrisa.

—Gracias —me articuló antes de volver su atención hacia Lark,

quien parpadeó una vez antes de que sus ojos se volvieran planos, la

anticipación y la concentración borrando el aspecto severo que había

adoptado al entrar en la habitación.

Y entonces era el momento.

La Sra. Kim sollozando, suave y contenida dentro de su pequeño

ser, ahora dejaba escapar gemidos lastimeros mientras, con un gesto

sencillo y conciso hecho por el médico, las máquinas que mantenían el

cuerpo de Stacy artificialmente con vida se apagaron una por una.

Observé cómo las pupilas en los ojos de Lark se redujeron,

volviéndose en puntitos perdidos en el iris mercurio pálido que miraba

hacia delante, sin enfoque y sin embargo con una visión más precisa de la

que alguien pudiera imaginar. Los ojos de Robert también empezaron a

perder su oscuridad y me dio un corto asentimiento antes de apretar mi

mano. Dejé que las defensas que bloqueaban sus pensamientos cayera

llegando a los míos y al instante, como si hubiera caído en un bosque lleno

de campanas, mi mente se llenó de miles de voces diferentes.

Antes de que pudiera ser abrumada por el caos del ruido, uno por

uno, se alejó, y cerré los ojos para concentrarme en la que importaba, la

que tenía que encontrar antes de que fuera demasiado tarde.

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Por aquí, Grace.

La voz de Robert en mi cabeza se comportaba como un faro que me

llevaba a través de diferentes olas de pensamiento, pasando por las voces

de extraños, y otras que eran seriamente familiares. A medida que las

segundas desaparecían para siempre, mi sentido de urgencia creció, y

sentí a mi mente apurarse por las voces que sabía que no tenían

importancia… ninguna de ellas importaba.

Cientos de voces, miles de ellas, zumbaron una y otra vez en mi

cabeza, recuerdos que no eran míos destellando en ráfagas de luz y

emoción, era difícil mantenerme concentrada en qué era lo que tenía que

hacer. No sabía qué era lo que estaba buscando. Nadie sabía. Cada voz era

como una puerta que conducía a la mente de alguien, los secretos de

alguien más, y yo tenía que ser el lector de mentes ahora.

Podía escuchar los pensamientos obstinados del hermano mayor de

Stacy, las disculpas de enojo de su hermano gemelo, Sean. Pasé por esas

voces escuchando con más atención ahora, al oír los pensamientos

macabros de las enfermeras que pasaban, y la simpatía de alguien en otra

habitación que se había enterado de la decisión de los padres de una joven

chica de poner fin a su sufrimiento en lugar de prolongarlo.

Cada pensamiento individual era como otra piedra añadida a una

calle de adoquines que se extendía en su camino, sin final a la vista.

Estaba empezando a sentirme cansada, mi mente se llenó con mucho más

de lo que podía manejar, y aunque mis ojos estaban cerrados, pude ver los

puntos moteados en blanco y negro que siempre precedían a desmayarse

comenzando a bailar detrás de mis párpados.

Y luego, de algún rincón en la oscuridad, la escuché. Su voz estaba

cantando para mí, cada nota lentamente ahogando la cacofonía de las

palabras e imágenes que había inundado mi mente. Seguí el sonido sin

palabras, los pasos ansiosos dirigiéndome hacia adelante mientras la

atracción musical se hacía más ruidosa y fuerte. La canción, que había

empezado sólo como una melodía, ahora tenía palabras, palabras que

hablaban de lo desconocido y su maravilloso esplendor en el

descubrimiento.

Me aferré a cada nota, utilizándolas para guiar mi camino a la

puerta que me llevaría a su mente protegida. No sabía lo que tenía que

hacer una vez llegará allí, sólo que tenía poco tiempo para hacerlo, y

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entonces corrí. En mi mente corrí a través de mis pensamientos, a través

de mis miedos y dudas, y volé hacia la oscurecida ventana de la

oportunidad antes de que se cerrara sobre mí, porque tan pronto como

supe qué era lo que estaba buscando, la música, el melodioso sonido que

era el canto de Stacy estaba empezado a desaparecer.

¡Stacy!

Mi mente se acercó a ella, una mano mental hacia la canción que

me había llevado hacia ella.

Stacy, no te vayas. ¡No nos dejes todavía!

Mi cabeza empezó a latir, el dolor una amenaza casi insoportable e

inflexible a lo que tenía que hacer. Las manchas oscuras estaban

empezando a superar lo blanco detrás de mis párpados y pude ver el

resplandor rojo de la luz detrás de ellos cuando empecé a perder mi agarré

en el mundo del pensamiento y memoria que Robert había abierto para mí,

la vida de Stacy lentamente desvaneciéndose en la distancia y dejándome

atrás.

¡No!

Abrí los ojos, y me encontré de pie en un pasillo largo, una serie de

cinco puertas corrían junto a mí en ambos extremos. Las paredes en sí se

inclinaban hacia fuera en algunas áreas, como si hubieran burbujas

grandes instando a sólo abrirse de golpe detrás de ellas. Su superficie

estaba pintada en un batiburrillo de colores, sin un patrón discernible

siendo creado a medida que cada una se mezclaba en la otra, nunca yendo

juntas y, sin embargo, nunca realmente separadas unas de otras, como un

arco iris que había sido golpeado por un tornado de color.

Las puertas, sin embargo, eran algo completamente diferentes.

Cada una de ellas no se conformaban con ser un rectángulo ordinario

fijado en una pintada pared de forma extraña. No, todas estas puertas

parecían haber sido cortadas en las paredes en sí mismas, sus formas

aparentemente al azar, con imágenes igualmente aleatorias y patrones

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pintados en ellas, contrastando en gran medida con las paredes

abigarradas que las rodeaban.

Incluso sus manijas variaban, desde las perillas redondas

mundanas que generalmente adornaban la más común de las puertas, a lo

que parecía ser teteras al revés, sus surtidores y asas luciendo como orejas

no coincidentes en una misma cabeza ladeada. No parecía haber ningún

método real para los emparejamientos de las manijas de las puertas, las

formas de cada una nunca haciendo juego, sin importar lo que el pequeño

arquitecto retorcido previó de este pasillo caprichoso.

Directamente detrás de mí había una puerta en forma de flor de

loto, le faltaba la manija, una cinta roja colgando en la abertura dejada

atrás. Delante de mí pude distinguir la forma de una puerta grande y

circular en el extremo del pasillo, aunque no podía distinguir el color a

excepción de un pequeño círculo oscuro que estaba asentado directamente

en su centro. Era el único punto de color que no parecía estar allí entre el

mar de la pintura que lo rodeaba. A pesar de los colores chillones que me

gritaban desde las paredes, el propio pasillo estaba extrañamente

silencioso.

—¿Hola? —grité, escuchando mi voz volviendo a mí en un eco que

la había envejecido de alguna manera, un toque perverso de cómo nunca

sonaría—. Hoolaa —grité esta vez, exagerando cada sílaba y esperando a

que rebotara de nuevo a mí con esa misma voz extraña.

—¿Grace? —llamó Stacy.

Esto no era lo que yo había esperado.

—¿Stacy? Stacy, ¿eres tú?

—¡Sí, soy yo! ¿Dónde estás, Grace?

Su voz sonaba tensa y ahogada detrás del núcleo sólido de madera

de una de las numerosas puertas.

—Ya voy, Stacy. ¡Sigue hablando para así poder encontrarte! —

Esperé su respuesta, y al oírla, abrí una puerta en forma de hoja

inmediatamente a mi izquierda, reprimiendo un grito a lo que encontré

tumbado detrás de ella.

Era una habitación sin ventanas, sin brillo e institucional con

planas paredes grises que contrastaban dramáticamente del mundo vivo

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que se extendía más allá de la puerta. Tuve que taparme la boca y

recordarme respirar, aunque mucho más lentamente de lo posible en el

lugar que estaba delante de mí. Una mesa de acero, una de forma muy

similar a las que la escuela tenía en la cocina de la cafetería, permanecía

en medio de la habitación como una vitrina espeluznante, mostrando

conjuntos incontables de alas blancas que habían sido arrancadas de sus

propietarios, extendidas hacia fuera como azulejos adornados con plumas,

contra la superficie de metal frío.

Plumas ensangrentadas estaban esparcidas por todo el suelo de

cemento como macabro confeti, mientras que los penachos inferiores

flotaban en la sala sobrecalentada que exageraba el olor de la sangre y

penetraba el aire con su fetidez nociva, haciéndome vomitar. La escena

sangrienta de decadencia y muerte se presentaba ante mí como una obra

de arte grotesca en un lienzo que enmarcaba todo en la habitación.

Colgando de las paredes a ambos lados de mí estaban los cadáveres

de varios de los propietarios originales de las alas, con la cabeza colgando

lánguidamente hacia un lado, sus torsos desinflados y ensangrentados

clavados muy violentamente a la superficie de color pizarra mientras

rastros escarlatas caían por debajo de ellos. La pared frente a mí estaba

desnuda, excepto por una solitaria ala negra que todavía se retorcía a

medida que la última gota de vida era drenada, goteando en el suelo en un

grotesco charco en forma de corazón.

Rápidamente cerré la puerta, secándome las manos en el frente de

mi camisa y haciendo una mueca al ver la mancha de sangre que ahora

me cubría como un trazo de pintura. Miré la manija de la puerta y me

encogí estremecida cuando me di cuenta que estaba goteando con el

mismo color carmesí que ahora manchaba mi camisa. ¿Por qué no me di

cuenta que mis manos estaban cubiertas de sangre?

El grito frenético de Stacy apartó mi atención lejos del horror de lo

que había visto.

—Grace, date prisa. ¡No puedo encontrar cómo salir!

—¡Aguanta, Stacy! —Eché una última mirada a la puerta, mi

cuerpo temblando al ver el líquido rojo opaco que comenzó a rezumar por

debajo de ella, y luego corrí por el pasillo, pasando primero una puerta con

forma de pájaro, seguida por una que parecía un corazón unánime, los

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sonidos de gritos y violencia que estallaron a partir de cada una

llevándome más y más lejos—. Espera, Stacy. ¡Te voy a encontrar!

Un sonido suave de golpeteo comenzó a retumbar en mi oído. Sabía

que era porque estaba demasiado emocionada, el miedo de lo que había

visto teniendo un fuerte agarre sobre mi corazón, apretándolo y

exagerando cada latido asustado.

—¿Grace? ¿Dónde estás? —gritó la voz de Stacy, el sonido casi

histérico.

—Ya voy, Stacy… háblame, dime dónde estás. Qué puerta, Stacy,

¿detrás de qué puerta estás?

Los golpes en mi cabeza se hicieron más fuerte. Cada paso que

daba parecía un rayo golpeando la ladera de una montaña, un estallido de

ruido rugiente que envolvía todo a mi alrededor, y tuve que aferrarme a la

pared y manijas de las puertas para recibir soporte a medida que el ritmo

se hacía más fuerte y más frenético con cada batir.

Me aferré a la manija de la puerta en forma de corazón a mi

derecha, y casi caí contra ella; la puerta, la manija, todo era una ilusión

que había sido pintada para reflejar la pared opuesta, la verdadera puerta

mirándome, burlándose de mí mientras luchaba por mantener el

equilibrio. Tras una inspección más cercana llegué a determinar que cada

puerta de mi lado derecho no era más que una invención pintada,

buscando algún tipo de equilibrio al ya descentrado pasillo.

Todo hacia juego, incluso los charcos de sangre pintados en el

suelo. Con un movimiento perturbado de mi cabeza, seguí por el pasillo,

esta vez optando por permanecer justo en el medio como fuera posible.

Mis pies se volvieron pesados, arrastrándose en las baldosas bajo

ellos, como si mis huesos fueran de barras de acero pesado y el suelo era

un imán gigantesco, sosteniéndome firme hacia abajo e impidiéndome

avanzar. Luché con cada paso antes de finalmente darme cuenta que sería

capaz de moverse con mayor facilidad si deslizaba mis pies en lugar de

levantarlos, pero cada minúsculo centímetro me fatigaba, desbordaba de

sudor y caía en mis ojos, cegándome parcialmente a medida que mis

párpados se hacían pesados por el cansancio.

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—Grace —la voz de Stacy me llamaba débilmente, de alguna

manera penetrando la tormenta dentro de mi cabeza—. Grace, es

demasiado tarde. Es demasiado tarde, regresa...

Había una desesperación en su voz que me estimuló, a pesar de la

sensación de mis pies estando a punto de ser arrancados de mis tobillos y

mi cerebro se sentía como si estuviera a escasa distancia de convertirse en

gelatina.

—Stacy —gemí—. No te des por vencida conmigo, Stacy. No voy a

renunciar a ti, así que no te atrevas a renunciar a mí, ¿me oyes?

Con un último gramo de esfuerzo, llegué a la puerta final. La

mancha oscura en el centro que había visto desde el extremo opuesto del

pasillo sobresalía como un objetivo contra el círculo dorado que le rodeaba.

El color era oscuro de un negro como jamás había visto en mi vida, raso y

profundo e interminable. Levanté una mano para tocarlo y la retiré cuando

el choque de una ola de aire frío helado golpeó mi mano como si hubiese

sido apuñalada. Acuné mi mano en mi pecho e incliné la cabeza hacia un

lado, confundida.

—¿Grace?

La voz debilitada venía del círculo oscuro, ligeramente haciéndose

eco como si se hubiera originado desde el fondo de un túnel o un pozo.

—¿Stacy? —Esperé, conteniendo la respiración y apretando los

dientes ante el retumbar insoportable que siguió tronando en el interior de

mi cabeza.

La voz se hizo más fuerte.

—¡Abre la puerta, Grace! ¡Abre la puerta!

Bajé la mirada a la manija y alargué la mano, mi mano dolorida

ansiosa en su misión de liberar a Stacy de su prisión.

—Aguanta, Stacy. ¡Voy a sacarte de ahí!

—Agarra la manija y ábrela, Grace. ¡Date prisa!

Había un sentido renovado de energía detrás de la voz, y me sentí

aliviada y alarmada por igual. Mi mano se detuvo justo encima de la

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manija de la puerta mientras escuchaba las súplicas que venían de detrás

de la puerta circular.

—Grace, ¿qué estás esperando? ¡Abre la puerta, Grace! ¡Abre la

puerta y sácame de aquí!

Fue entonces cuando lo oí. El cambio.

La voz de Stacy había sonado siempre como una extraña mezcla de

rudeza y dulzura, todo en uno. Lo reconocería en cualquier forma,

cualquier silueta, brotando sin ninguna emoción.

Esta voz, sin embargo, era diferente. Todavía era Stacy, pero de una

manera que no era normal, no era... humano. Llámenme paranoica,

llámenlo simplemente conocer a mi amiga, pero mi mano se apartó de la

manija y di un paso hacia atrás mientras la voz detrás de la puerta siguió

exigiendo que la abriera.

Mis ojos se fijaron en cada parte de esta puerta, desde el anillo

exterior dorado hasta el hermético tono de color negro en su centro que

contenía algún tipo de misterio en su interior. Y entonces mis ojos vieron

la manija. No lo había notado antes porque había estado en mi mano,

cubierta por mis dedos ansiosos, pero ahora que podía verla, ver de qué se

trataba, sentí que mi mandíbula caía floja, mi boca jadeando al verla.

—Es una zanahoria... —suspiré, sorprendida.

Una zanahoria de bronce, como de dibujos animados, sobresalía de

la puerta, las hojas en la parte superior mientras que la raíz triangular

apuntaba el suelo. No había ningún charco de sangre aquí, ya sea real o

pintado; sólo el desprovisto hormigón.

—¿Stacy? —dije en voz baja, y me estremecí con el frío helado de la

comprensión que se arrastraba por mi espina dorsal, la aprehensión

empujando el frío a la punta de mis dedos de manos y pies.

Un grito recio vino de detrás de la madera dorada y negra,

sorprendiéndome y obligándome a dar un paso atrás.

—¡Abre la puerta, AHORA!

Me quedé mirando el pomo de la puerta en forma de zanahoria una

vez más y era como si pudiera ver al conejo blanco de pie a mi lado, su

cara blanca alegre sonriendo, su nariz rosa retorciéndose tanto en

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agitación como en curiosidad mientras corría para enviar por correo su

carta importante.

El conejo siempre se había concentrado en su tarea, y aunque

sabía cuáles eran sus intenciones, aun así lo había seguido, aun así le

hice las mismas preguntas una y otra vez hasta que finalmente me habló.

Cada vez había respondido, había hablado de hacer la torta de zanahoria

si alguna vez nos reuníamos de nuevo, pero cada vez que lo hacíamos, la

misma escena se repetiría en sí… hasta la última vez. Algo había

cambiado, y había afectado todo a mi alrededor, incluidos mis planes.

Miré a la puerta y contuve el aliento cuando finalmente vi la puerta

por lo que era. No era una puerta en absoluto. Era un ojo. Uno grande

amarillo pálido casi dorado que me observaba, y todavía me miraba,

cuando había dudado y luchado por encontrar a Stacy antes de que su

cuerpo finalmente cediera y ya no pudiera ser salvada.

Al ver este ojo intencionado mirándome, dándome cuenta de que

había estado observándome causó que mi ira tomara el relevo.

La voz que me había ordenado que la soltara, no era de Stacy.

Sabía, con cada célula de mi sangre ahora en ebullición, que aunque Stacy

estaba cerca, ella no estaba detrás de esa puerta.

Y entonces todo empezó a tener sentido para mí, ese sueño extraño

que nunca lo hizo. La carta era un mensaje que nunca pudo ser entregada

por correo, ya que estaba atrapada en la mente de una niña de siete años.

Cualquiera que sea el mensaje, había esperado todos estos años para

finalmente ser enviado. El receptor: Quien fuera que era yacía detrás de

esa puerta que exigía que abriera y lo dejara escapar. Y el conejo no era un

conejo en absoluto… era una advertencia. Sólo tenía que averiguar de qué

y por qué.

Pero Stacy estaba aquí. No había ninguna razón para ella no estar

allí, y yo simplemente necesitaba encontrarla. Fue con comprensión

silenciosa que me di la vuelta y supe que no estaba sola. La cinta roja,

todavía colgando de la manija de la puerta vacía en forma de flor de loto,

ondeaba como una bandera y empecé a correr hacia la misma. Me tapé las

orejas con las manos y, sorprendentemente, el latido que no me dejó salir

de su prensa tipo empuñadura cesó de repente. Sentí como si todo el

mundo se había quitado de encima de mí, mis pies eran ligeros y con

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movimientos rápidos, impulsados por las revelaciones que habían

comenzado a retorcer su red en mis pensamientos.

Me tomó unos pocos segundos para llegar a la puerta y estirar una

mano para alcanzar la cinta roja volando, desatando el incesante golpear

en mi mente una vez más. Pero esta vez, mi propósito era demasiado claro

como para ser confundido con colores brillantes y elegantes puertas y

manijas con formas, o los latidos de un corazón que ahora sabía que no

era el mío.

Agarré la cinta con la mano libre y tiré de ella, arrastrándola detrás

de mí mientras corría de nuevo hacia la puerta dorada. Se mantuvo todo,

aunque pude ver la mancha oscura que se extendía en el centro empezar a

estrecharse.

—¡Ya voy, Stacy! —le grité a la oscuridad mientras saltaba, la cinta

todavía sujeta en mi mano, mi otra mano estirándose hacia la oscuridad a

medida que me envolvía en su vacío escalofriante.

—Hay mejores maneras de hacer una entrada.

Su voz fue como un jarro de agua fría después de atravesar el

desierto durante días. Abrí los ojos para darle la bienvenida con una cálida

sonrisa.

Stacy.

O lo que parecía Stacy.

—¿Eres tú? —le pregunté, confundida. Era como mirar su reflejo a

través de un espejo roto empañado por una espesa niebla de humo

azulado. Ella estaba incompleta y descompuesta por todo lo que su mente

había pasado, el daño tan profundo, me mordí el labio para no exclamar

mi sorpresa y consternación.

El prisma que era su rostro tenía facetas que se movían

independientemente una de la otra, nunca en sincronía. Me golpeó

sacándome fuera de balance cuando me sonrió, sus ojos fragmentados se

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iluminaron en diferentes momentos. Su boca, se dividió en cuatro

diferentes paneles de vidrio espejado, levantados con una sonrisa como

una onda segmentada que estaba fuera de sincronización.

No ayudó que estuviéramos en lo que parecía el interior de un gran

espejo agrietado, las reflexiones de las dos rebotando en ángulos agudos,

distorsionando y exagerando lo que éramos, lo que fuimos. Esta era la

cáscara fragmentada interior de su mente, y era aquí que tendría que

encontrar una manera de llevarla a casa.

—¿Stacy?

—¿Quién más podría ser?

Negué con la cabeza y me reí, un sonido nervioso que me

sobresaltó. Como lo había hecho antes cuando Sam había tomado el

control de mi subconsciente, sonaba diferente, tan diferente a mi propia

voz… muy musical, melódica, sin esfuerzo. Me cuestioné; cuestioné mi

entorno y quién era la que estaba delante de mí, rota y reordenada como

una versión retorcida y pervertida de Humpty Dumpty. Hasta que vi la

increíble tristeza detrás de los ojos de color marrón oscuro de la cara

destrozada de Stacy que ninguna cantidad de fracturas podría ocultar y

sabía que ángel o no, Sam no tenía dentro de sí la capacidad de sentir tal

auténtica melancolía. Ese era un rasgo humano.

—Nos tenemos que ir, Stacy —le dije a ella de manera urgente—.

Nos tenemos que ir antes de que sea demasiado tarde.

—No sé si quiero. ¿Qué pasa si decido quedarme aquí? Estoy a

salvo aquí. No estaba a salvo allá afuera. Es peligroso allá afuera.

La calidad como de niño de la conducta de Stacy fue impactante.

Lark había dicho que sus recuerdos tenían que ser reformados, que estaba

empezando casi desde cero, y aunque no lo entendí muy bien en su

momento, ahora sabía que la mente de Stacy era como la un niño. Sin los

pensamientos y recuerdos de su mente envejecida, era tan tímida y estaba

tan asustada como un indefenso recién nacido, en contra de los temores

que ahora invadían su subconsciente. La Stacy que yo conocía nunca tenía

miedo, nunca estaba indefensa.

¿Cómo iba a convertir esta cáscara fracturada que estaba delante

de mí en una persona completa? Ni siquiera sabía cómo iba a volver... Si

podíamos volver.

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Hubo un tirón en mi mano y miré hacia abajo. La cinta roja,

todavía sostenida de forma segura en mi mano, estaba tirando urgente e

insistente. Seguí su longitud de color rojo y vi que estaba tensa, el otro

extremo tomando la holgura y animándome a seguir su ejemplo.

Comprendí su intención y rápidamente me agarré de la mano de Stacy.

—No tenemos tiempo para discutir si te quieres quedar o no, Stacy.

Si vas a venir, tenemos que irnos ahora.

—¿Pero qué si no me gusta ahí fuera? Es tan seguro aquí. Aquí no

hay nada que pueda hacerme daño.

Mi cabeza se sacudió en desacuerdo.

—Estás a salvo aquí sólo hasta que sea demasiado tarde, Stacy. Te

estás muriendo. Si no regresamos, este lugar no existirá más porque

habrás dejado de existir. Y si yo no regreso... —Me di cuenta con un

estremecimiento―... no existiré más.

—¿Quieres decir que te quedarás atascada aquí conmigo? —

preguntó inocentemente.

—No. No habrá ningún “aquí” para estar atrapadas, Stacy. Tu

mente dejará de funcionar. Este lugar, existe sólo porque todavía estás

viva, pero no queda mucho tiempo. Tu cuerpo se está muriendo, tu cerebro

está siendo privado de oxígeno y sangre. No sé cuánto tiempo más

tenemos, pero no es mucho.

El tirón de mi mano se hizo más frenético, mi mano de hierro

apretada haciéndome resbalar por el suelo.

—Stacy, por favor.

—Ve tú, Grace.

Negué con la cabeza, mi mente decidida.

—No me iré sin ti, Stacy Es mi culpa que esto esté sucediendo. El

regreso del cáncer, Érica, el coma; todo esto es mi culpa. Si no vienes, me

quedo. No dejaré que Sam gane; no voy a dejar que sienta mi dolor por tu

pérdida. No te voy a dejar aquí para morir sola.

Levantó su cabeza, su rostro de vuelta al mío y la observé,

fascinada mientras los planos fuera de foco que formaban sus ojos

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cambiaron, las líneas mezclándose entre sí hasta que pude ver a los dos

orbes de color marrón oscuro parpadear al unísono, la luz detrás de ellos

tan familiar. ¡Ella iba a volver!

—No puedes quedarte aquí, Grace. No has terminado todavía.

Asentí con entusiasmo.

—Sé que no he terminado todavía. Por eso he venido a llevarte de

vuelta. Tienes que volver, Stacy. Tienes que ayudarme a terminar esto.

Poco a poco, línea por línea prismática, el rostro de Stacy comenzó

a reformarse en sí, la neblina azul y brumosa difundida que era Stacy

empezó poco a poco a desvanecerse, dejando al descubierto la sonrisa

cálida y familiar de mi amiga, una sonrisa singular, suave y flexible que

rezumaba calidez.

La cinta en mi mano ahora me tambaleaba hacia un punto oscuro

en las paredes de cristal que nos rodeaban, y alcancé con mi mano a

Stacy, quien me dio un brusco asentimiento y se apoderó de mí, su agarre

fuerte y sano, determinado. Habíamos ganado esta batalla.

Sintiendo que finalmente había renunciado a la resistencia, la seda

roja en mi mano nos guió a Stacy y a mí a través de la oscuridad con una

velocidad electrizante, los cristales sacudiéndose nos envolvieron a las dos

en una tormenta de granizo, de sonido y bordes afilados como navajas.

Sentí el pinchazo a medida que uno por uno de los fragmentos pequeños

rasgaron a través de mi piel, cortando a través de mi ropa para

alimentarse de mis brazos y piernas, mis manos y mi cara.

Stacy, por su parte, quedó ilesa y me di cuenta en ese momento

que, por supuesto que lo haría, se trataba de su mente, sus recuerdos, sus

pensamientos que estaban lloviendo sobre nosotras. Si no nos dábamos

prisa, sabía que pronto me abrumarían y no sería capaz de traer de vuelta

a Stacy.

Con un ruido sordo estrellándose, Stacy y yo aterrizamos en el piso

frío de concreto del pasillo brillantemente pintado, la puerta ya no era

dorada con el centro oscurecido, sino ahora un gran agujero negro

creciendo que se extendía más hacia afuera, de forma rápida tragando las

vívidas tonalidades en las paredes. La unión de color rojo que se tensaba

en mi mano se extendía por el pasillo, pintando un camino directo hacia la

puerta de flor de loto directamente en frente de nosotros.

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—Por este lado —jadeé mientras junté mis pies debajo de mí y me

levanté, tirando de Stacy conmigo.

Al pasar por cada puerta, se sacudían, sus manijas girando y

dando vueltas en un intento desesperado por abrirse, vibrando con un frío,

estridente y feroz, cuando cada uno fallaba. Eché un vistazo hacia ellas

rápidamente, una puerta en forma de manzana, a continuación, una

media luna, sus marcos curvándose e inclinándose hacia la oscuridad que

se arrastraba detrás de nosotros, hambrientas en su necesidad de devorar

lo que no pertenecía aquí.

El suelo comenzó a temblar bajo nuestros pies, y mi pie resbaló

cuando me deslicé en la sangre que ahora engominaba la superficie. Stacy

no se inmutó cuando ella aterrizó muy sólidamente en el hormigón junto a

mí, y yo en silencio agradecí a Dios por eso; un miedo o aversión a la

sangre era la última cosa que necesitaba tener con el futuro al que se

enfrentaba.

Juntas, lado a lado, Stacy y yo llegamos a la última puerta, la cinta

roja ahora colgaba floja fuera al vacío, donde la manija ya no existía.

—¿Y ahora qué? —me preguntó Stacy, la miré y fruncí el ceño. No

lo sabía.

Tiré del material suelto, enrollándolo hacia arriba hasta que estuvo

tenso. Tiré de él, esperando que lo que estuviera en el otro lado tirara de él

una vez más, para nosotras salir adelante.

En cambio, la cinta se rompió. Y me caí hacia atrás, aterrizando en

el suelo, la seda roja ahora teñida de un profundo color burdeos, ya que se

hundió en la sangre que se agrupaba a mí alrededor.

—¡No! —grité—. ¡No, no, no! ¿Qué hago ahora? ¡No sé qué hacer! —

Me lancé a la puerta, golpeando en ella mientras el silbido y el traqueteo

detrás de mí me alertó sobre el peligro cada vez mayor de ser tragado por

los pensamientos de Stacy.

—¡Robert! —Sabía que él podía oírme. Sabía que podía hacerlo.

—Grace, ¿qué está pasando? ¿Cómo podemos salir de aquí?

Mis manos volaron a mi cabeza, la picadura de los cortes en mi

cara y manos, el sonido de los cristales cayendo y la madera astillada

dispersaban mis propios pensamientos, dejándome aturdida mientras

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luchaba por agruparlos, por aislar los pensamientos que importaban. Miré

a Stacy, su cara y cuerpo dividiéndose en dos antes de mezclarse de nuevo

en uno otra vez, la estaba perdiendo y no tenía tiempo suficiente para

encontrar lo que fuera que estaba desapareciendo.

—Grace, ¿estás bien?

Negué con la cabeza ante la pregunta de Stacy, sabiendo que

estaba tan lejos de estar bien cómo era posible. Estaba tan cerca.

Estábamos tan cerca y sin embargo, no podíamos salir. Esto no era lo que

se suponía que iba a suceder. No iba a morir de esta manera, no atrapada

en la mente de una de mis mejores amigas. La mire al rostro y vi la fe que

tenía en mí, a pesar de la realidad que no estaba tan segura de que

hubiéramos tenido éxito en sacarla sana y salva de la cárcel de su propia

mente.

Cerré los ojos ante la imagen vertiginosa del rostro de Stacy

dividiéndose, y me imaginé cómo estaría Robert… ¿también estaría

temeroso? ¿Escucharía mis pensamientos mientras se mezclaban con los

de Stacy?

Vi su cara, su sonrisa tan gloriosamente bella, sus alas

majestuosas y oscuras, como del reverso de la luna. Vi sus lágrimas; las

gotas de cristal que caían de sus ojos ya no eran brillantes pequeñas joyas

de diamantes, sino oscuras y similares a gotas de rubí que caían por su

rostro, colgando de ellos por pequeñas hebras de hilo de color carmesí.

Sus alas revoloteando en miseria y parecía como si ellas también goteaban

con las gotas oscuras como si su tristeza le causara un dolor tan

enormemente abrumador, todo su cuerpo parecía temblar en agonía.

Mis ojos se abrieron de golpe.

—¡Sus alas!

Stacy me miró con confusión ardiendo en sus ojos.

—¿Qué? ¿Qué pasa con sus alas?

La tomé de la mano y tiré de ella hacia la puerta en forma de hoja,

arrojándola abierta y volviéndome ante el horror de la habitación.

—¡Oh, Dios! —gimió Stacy, cubriéndose la boca con la mano en

estado de shock—. ¿Qué demonios es este lugar? ¿Todo esto está en mi

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cabeza? ¿Qué clase de mierda rara he estado observando para tener esto

aquí?

Haciendo caso omiso de su pregunta, corrí a la pared que estaba

justo en frente de nosotras y agarré el ala negra que había sido clavada

allí, las suaves plumas aún calientes, el clavo que la había clavado en la

superficie de color gris mate repiqueteo a mis pies antes de que la sangre

empapara el suelo, silenciándolo para siempre. Al instante, la habitación

comenzó a sacudirse, las fuertes vibraciones enviaron todo a nuestro

alrededor derribándolo hacia abajo. La mesa de metal se deslizó por el

suelo, su exhibición macabra desparramándose sobre el suelo y

aterrizando encima de los cadáveres que ahora lo cubrían.

—Todo va a estar bien, Stacy —le dije con una voz

sorprendentemente tranquila―. Nos vamos a casa.

—¿Cómo lo sabes? —preguntó ella, presa del pánico mientras

tomaba mi mano y se acercaba a mi lado—. ¿Cómo diablos sabes eso?

Estamos en un maldito depósito de cadáveres para aves. ¿Cómo es este el

camino a casa?

—Debido a que esta habitación, ese pasillo de fuera, es toda una

visión de Sam, todo aquí es lo que Sam ve en su mente, en lo que él ha

convertido tu mente. Estas aves muertas, lo representan y a otros como él.

Sus alas fueron arrancadas de ellos, sus libertades cortadas.

»Él se ve como la víctima aquí; todos son víctimas. Excepto éste…

—Sostuve el apéndice de negras plumas—…. mantuvo éste por separado

ya que representa a Robert. Sam no ve a Robert como perteneciente entre

sus semejantes. Él es diferente. No es sólo el color de sus alas, sino quién

es él, las elecciones que ha hecho y lo que representan.

Stacy levantó el brazo alrededor, señalando hacia el suelo con la

mano extendida.

—Entonces, ¿qué significa todo esto? ¿Estamos atrapadas en mi

mente o en la de Sam? Dijiste que si salía, iba a estar bien. Ahora estoy

atrapada en una habitación llena de pájaros muertos y me dices que todo

esto es la visión enferma dentro de la mente ese tipo Sam. ¿Vamos a estar

bien Grace? ¿En serio?

Me di cuenta que la oscuridad había empezado a rodearnos, por fin

entrando en la habitación, devorando el último trozo de color que quedaba

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en las paredes, el gris desapareciendo en el vacío negro que se acercaba

más y más cerca de donde Stacy y yo estábamos de pie. Con una sonrisa

tranquilizadora, asentí, respondiendo a su pregunta con una certeza que

sentía con tanta fuerza, arrancó un ritmo que pronto se convirtió en un

canto, repitiendo una y otra vez el nombre de la esperanza, de escapar.

—Fui capaz de entrar en tu mente a través de Robert, pero no hay

memoria de él aquí que te pertenezca a ti, sólo a Sam. La visión de Sam

sobre Robert pretendía asustarme, para que no me fuera de aquí. Él ha

estado en mi mente, me llevó a creer en cosas que no eran ciertas. Piensa

en mí como un humano patético, demasiado estúpido para poner las

piezas juntas, pero estoy empezando a entender las cosas. Él no va a

ganar, Stacy. Vamos a salir de aquí y vas a estar bien.

—¿Y ésta es la forma en que va a pasar?

Asentí, y le apreté la mano.

—Sí. Sé que no tiene sentido en este momento, pero lo hará.

Ella apretó la mía a cambio y juntas sentimos la envolvente

oscuridad comenzar a cubrirnos, tirando de nosotras y ahogándonos

mientras se hacía cargo de todo: sentimiento, sonido, vista; se tragó todo a

medida que flotábamos en este mar de oscuridad. Por un breve instante en

el tiempo, estábamos sin peso, libres de problemas o miedos. Y luego el

torrente de pensamientos que una vez habían llenado la mente de Stacy

comenzó a surgir, llenando el vacío que Sam había creado. Pieza por pieza,

recuerdo por fragmentado recuerdo, la luz estaba volviendo.

—Lo hice, Robert —murmuré cuando sentí sus pensamientos

cálidos infiltrarse en los míos, separándose de los de Stacy.

Vuelve a casa, Grace.

Ya voy.

Suspiré cuando el dolor comenzó a opacarse; los cortes y

laceraciones habían perdido su filo, su picadura ahora remplazada por un

par de brazos fuertes que me abrazaron con fuerza contra un pecho sólido.

Mis ojos se abrieron para ver un par de brillantes líquidos ojos de

color plata pura mirándome.

—Bienvenida de nuevo —dijo en voz baja.

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31 Día Frío en el Infierno

Traducido por Whiteshadow

Corregido por Lizzie

odavía estábamos en la habitación de hospital de Stacy,

ahora llena con un sacerdote y varios otros miembros de

la familia de Stacy. Para mi sorpresa, también vi a mi

padre de pie junto a la puerta, sus nudillos presionando su boca cuando

vio la escena ante él. Mis ojos se precipitaron a un hombre que estaba

junto al padre de Stacy, sus ojos fijos en un reloj, con los dedos

presionados contra la muñeca de Stacy.

Con un asentimiento brusco, otra persona con chaqueta blanca

comenzó a garabatear frenéticamente en un portapapeles. Esa fue la

silenciosa señal que desató la ola de amarga pena que se desbordó de la

madre y el padre de Stacy, quienes se arrojaron sobre su cuerpo,

incapaces de aceptar el hecho de que su hija se había ido.

El hermano mayor de Stacy, también superado por la situación, se

alejó, abriéndose camino a través del grupo de personas que se habían

reunido cerca de la puerta. Dos hermanos más, pronto lo siguieron, y por

último, desde el segundo hasta el último hijo se fueron, dejando sólo a

Sean.

Él era el gemelo de Stacy, había sido concebido con ella, habían

nacido juntos, y ahora debía vivir sin ella. No era algo que pudiera aceptar,

pero no lo estaba demostrando de la misma manera que sus padres o

hermanos. Se mantuvo estoico, aunque las líneas de tensión se podían ver

en su rostro, y obligaba a su espalda a mantenerse rígida en una imposible

línea que lucía como el acero más fuerte y el cual nadie intentaría

doblegar, en ese momento.

T

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Lark caminó hacia él y puso una suave mano sobre su hombro. Me

preparé para su reacción, esperando que arremetiera con violencia, de

alguna manera de la forma en la cual estaba acostumbrada a ver de él. En

su lugar, suspiró, y sus hombros se hundieron un poco. Pero no se dejó

caer por completo. Tenía demasiado orgullo para eso. Se parecía

demasiado a su hermana.

En su lugar, volvió a mirar a Lark. En un primer momento, como la

mayoría de los seres humanos, fue superado por su belleza como para

decir algo. Parpadeó y tragó un par de veces, incapaz de reunir sus ideas y

formar un pensamiento coherente, mucho menos una oración. Pero el

dolor y la negación son dos emociones fuertes y después de unos

instantes, el rostro de Sean pareció despejarse de su confusión y asombro,

lo que le permitió tomar una respiración profunda y luego exhalar

lentamente, sus palabras fluyendo libremente a medida que lo hacía.

—Tú la ayudaste, la quisiste. Nunca olvidaré eso.

Ella le regaló una sonrisa deslumbrante que acarreó varios

parpadeos rápidos antes de que él volviese la cabeza para mirar una vez

más a su hermana, que yacía inmóvil en la cama.

¿Cuánto tiempo hasta que vengan a retirar su cuerpo?

Miré a Robert mientras pensaba la pregunta, y él se encogió de

hombros casi imperceptiblemente.

Eso depende exclusivamente de cuánto tiempo los Kim quieran

quedarse aquí con ella. Ellos solicitaron que sus restos fueran incinerados,

lo que deja poco para que la gente de Ambrose encubra. Lark tiene a Stacy

en un estado de profunda relajación. Su corazón no latirá a menos que fuese

necesario, y su mente está en reposo por lo cual ni ella, o su cuerpo sufrirán

tensión. Ella puede permanecer de esa manera con bastante comodidad

durante unas horas, aunque será consciente de todo lo que está pasando.

Fruncí el ceño ante eso. Stacy no tenía necesidad de escuchar el

duelo de su familia por ella. ¿O sí?

Ella lo necesita, Grace. Tiene que tener ese cierre, de lo contrario su

transformación y transición serán un fracaso, y todo el riesgo que corriste no

servirá para nada.

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No estaba de acuerdo con él, y me di cuenta por la seriedad en el

rostro de Robert de que él tampoco lo estaba conmigo, pero esto era algo

sobre lo que él sabía. Entendía la complejidad de la muerte y el dolor

mucho más de lo que yo jamás podría. No me permitía ser parte de esa

faceta de su vida, pero con cada momento que pasaba, me estaba

sumergiendo cada vez más en ella. Pronto, no sería capaz de ocultarme

nada, y la mirada dura en su rostro me dijo que él lo sabía.

No nos dijimos nada el uno al otro después de eso hasta que el

cuerpo de Stacy fue finalmente retirado. Las instrucciones fueron dadas a

los dos hombres que llegaron con una camilla y montones de sábanas para

envolver su cuerpo de manera simple. Iba a ser transportada a la morgue,

donde su cuerpo sería incinerado. Esto fue recibido con gestos rígidos y, a

continuación Stacy fue llevada lejos, sus padres quienes permanecían en

la habitación, se ocuparon de la limpieza de las cosas, reordenándolas y

empacando las pertenencias de Stacy.

Sean negó con la cabeza por el comportamiento de sus padres, y se

volvió dándole un último asentimiento a Lark antes de salir,

probablemente para unirse a sus hermanos mayores. Lark suspiró y luego

se acercó a los padres de Stacy. Su voz baja no ocultó sus palabras, y la

escuché dar sus más sentidas condolencias por su pérdida. Ella estaba

diciendo la verdad, pero hizo hincapié en el hecho de que se trataba, de

hecho, en la pérdida de ellos. Nosotros no habíamos perdido a Stacy.

Todavía no, de todos modos.

Papá se acercó a mí, su cara sosteniendo una sonrisa sombría.

—Lo siento, Grace. No sabía que las cosas se habían puesto tan

mal con tanta rapidez. Graham nos dijo lo que estaba pasando y supe que

estarías aquí. Yo simplemente no quiero que atravieses esto sola.

Él miró a Robert y le dio una sonrisa incómoda.

—Quiero decir, sabía que no estarías sola, pero pensé que sería

más fácil para ti si yo estuviera aquí.

Envolví mis brazos alrededor de él, tomando nota de la delgadez

que había conseguido estos dos últimos días.

—Papá, siempre estoy contenta cuando estás cerca. Y tienes razón,

lo has hecho más fácil. Te agradezco por venir, y por estar ahí para mí

cuando te necesitaba.

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—Cualquier cosa por ti, cariño —dijo, devolviendo mi abrazo—. Sólo

deseo que esta muerte no cale profundo en ti. Esto es demasiado para

enfrentar para alguien tan joven.

Me atraganté ante las últimas palabras, y él me dio unas

palmaditas en la espalda, al parecer, pensando que había sufrido de un

ataque de tos repentino.

—Estoy bien, papá. En serio. Esto no me asusta. —Aflojé los brazos

y él lo tomó como una señal de que debía soltarme—. ¿Cómo está Janice?

Él me dio una sonrisa triste, con los ojos diciendo mucho más de lo

que probablemente hubiera podido explicar con simples palabras, aunque

lo intentó.

—Está tratando todo lo posible de mantener un rostro valiente,

pero es duro. Katie era su única verdadera familia que le quedaba, además

de Matthew. Esto se produjo tan de repente, el médico forense no sabrá

qué causó la muerte de Katie por lo menos durante otra semana, pero cree

que sufrió de algún tipo de embolia. Ahora Janice está preocupada de que

pudiera ser de origen genético y está paranoica creyendo que lo mismo

pudiera sucederle a ella.

Mis ojos se posaron lejos de los suyos, tenía miedo de que él fuera

capaz de ver la culpa en ellos, casi tanto como temía que vería lo que

estaba pensando en hacer para prevenir que los temores de Janice se

hicieran realidad.

—Entonces —dijo, tosiendo mientras miraba entre Robert y yo—.

Probablemente no debería preguntar, pero sé que mañana es el baile de

graduación y no estaba seguro de si todavía estaban pensando en ir o no,

dadas las circunstancias...

—No he pensado en ello, para ser honesta contigo —le contesté.

—Bueno, sabes que Stacy hubiera querido que fueras. Ella quería

una vida normal para ti tanto como tú lo haces. Creo que la habría hecho

feliz.

—No creo que pueda, papá. Se sentiría mal ir sin ella.

—¿Te vas a quedar esta noche con Lark? Ella se ve como si

estuviera tomando esto muy mal. ―Seguí su mirada hacia donde estaban

de pie juntas, Lark y la madre de Stacy. Lucía como si hubiera envejecido

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varios años en cuestión de segundos, y tuve que parpadear para convencer

a mis ojos que no estaba viendo una ilusión.

—Creo que sí. No puedo llevar mi dolor a la casa ahora, no después

de lo ocurrido con Katie. No sería justo para Janice.

—Bien entonces, Te amo, pequeña.

Mi voz se quebró.

—También te amo, papá.

Con un suspiro, me dio un encogimiento de hombros antes de

pasar a ofrecer sus condolencias a los padres de Stacy. Esperé hasta que

él lo hiciera antes de dar un paso adelante para ofrecerlas por mi parte.

—Lo siento mucho, Sr. y Sra. Kim —les dije, aunque mi disculpa

era para mucho más que su pérdida. Simplemente, no les podía decir que

sentía que ellos tenían razón, que mi amistad con Stacy le había costado a

su hija. No podía decirles que si todo iba según lo previsto, Stacy estaría

viva, aunque no en el sentido en el que estaban acostumbrados.

—Te quedaste a través de todo. Te quedaste cuando mis hijos no

pudieron. Eres una verdadera amiga, Grace. Stacy fue muy bendecida al

tenerte en su vida —dijo el Sr. Kim mientras su esposa sostenía mis

manos entre las suyas, acariciándolas con una mano de forma

intermitente, sollozando mientras lo hacía.

—Fui yo la bendecida por tener su amistad, Sr. Kim. Y no podría

haberme marchado, incluso si hubiera querido —le contesté con

sinceridad.

Los dos asintieron y luego se volvieron para irse, apoyándose el uno

al otro. Quería decirles la verdad, que Stacy iba a estar bien, sólo que

diferente. Pero sabía que aunque querían a su hija aún con vida, la

querían con condiciones, una de ellas era que todavía fuese un ser

humano.

Sin embargo, no está fuera de peligro, Grace. Aún hay mucho que se

tiene que hacer, y no me fío de Ambrose a solas con Stacy. Tenemos que

irnos.

Asentí y le permití sacarme de la habitación. Caminamos

rápidamente por el pasillo hacia la salida de incendios.

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—¿A dónde vamos?

—No tenemos tiempo para esperar al ascensor, Grace.

Con una vuelta rápida del pomo, Robert tuvo la puerta de incendios

abierta; su brazo se abalanzó por debajo de mis rodillas y me levantó del

suelo, y entonces él estuvo volando por las escaleras, viajando por varios

tramos de escaleras en una fracción de segundo.

—Caray —gemí, mareada por la velocidad antinatural a la que

habíamos viajado.

—Lo siento, pero era necesario.

—Lo entiendo, lo hago, pero mi estómago no lo hace. Eso sólo

añade otra complicación a las cosas.

Él se rió entre dientes.

—Una más —dijo con una sonrisa divertida.

—¡Grace! ¡Robert!

Nos dos dimos la vuelta para ver a Shawn caminando hacia

nosotros, un ramo de flores con papel celofán en sus manos.

—¡Shawn! ¿Qué estás haciendo aquí?

—Voy a visitar a mi hermana. Acaba de tener una niña, mi primera

sobrina, ¿qué hacen los dos aquí? —preguntó, con los ojos volando de

atrás a adelante sobre ambos, notando nuestras manos juntas.

—Stacy… murió hoy —le contesté, mis ojos no pudieron

permanecer en su rostro, con miedo de que él viera la mentira detrás de

ellos.

La sonrisa de Shawn se derrumbó, dejando caer el brazo a su lado

en estado de shock.

—¿En serio? ¡Pero pensé que estaba haciéndolo bien!

Robert dio unas palmaditas en el hombro de Shawn, un gesto

amistoso que estaba destinado a la comodidad y para distraer a Shawn.

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—Todo sucedió repentinamente. Cayó en coma y sus padres

decidieron sacarla de soporte de vida, en lugar de mantenerlo encendido

hasta que el cáncer finalmente acabase con ella.

Shawn se movió hacia mí y me envolvió con sus brazos alrededor

de mis hombros en un abrazo un poco extraño, su cuerpo se arqueó hacia

los lados para mantener una distancia entre nosotros.

—Lo siento mucho, Grace. Las dos eran tan unidas...

—Gracias, Shawn —murmuré—. Mira, te iba a llamar más tarde y

decirte que…

Levantó la cabeza y se alejó de mí, levantando su mano para que

dejara de hablar.

—Sé lo que vas a decir y entiendo completamente. Quieres ir al

baile de graduación con Robert. La pérdida de un ser querido puede

cambiar totalmente la forma de ver las cosas, y no te culpo por querer ir

con él en lugar de ir conmigo. Caramba, me gustaría ir con él si fuera

posible.

No pude evitarlo. Le sonreí a ese comentario.

—En realidad, Shawn, iba a decirte que no creo que pueda ir al

baile. Con todo lo que ha sucedido últimamente, la última cosa que quiero

hacer es vestirme para un baile.

Esto pareció animarlo un poco y él asintió en entendimiento.

—Eso es totalmente comprensible. Además, no creo que vaya a

haber un baile de graduación.

—¿Qué? ¿Por qué no?

—Oh mierda, no estaban en la escuela hoy, ¿verdad? Por supuesto

que no, así que no saben. Erica Hamilton atacó al Sr. Branke hoy.

Escuché la caída de mi mandíbula, escuché el hueco pop que hizo

cuando se abrió en estado de shock.

—¿Qué?

—Sí. Sucedió durante el tercer período. Erica sólo se puso loca.

Algunos de los chicos creen que probablemente algo ocurría entre ellos…

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lo cual es algo asqueroso; bien, realmente asqueroso, y Erica escuchó

hablar de la cita del Sr. Branke con que la nueva profesora, la Srta.

Violenta, y…

Lo interrumpí.

—Espera, ¿el Sr. Branke está saliendo con la Srta. Deovolente?

—Sí, supongo. Tuvieron una cita la otra noche, todo el mundo los

vio juntos. El Sr. Branke sostenía a la Srta. Violenta de la mano y…

—Deovolente. Su apellido es Deovolente.

—Sí, bueno, después de lo que pasó hoy, va a ser conocida como la

Srta. Violenta para siempre.

—¿Qué pasó?

—Todo estaba genial, ya sabes, de lujo, y entonces Erica entró en el

salón y comenzó a quejarse con el Sr. Branke en el medio de la clase. Y él

sólo se quedó allí, como un robot. Él ha estado actuando muy raro

últimamente, estoy seguro que te has dado cuenta, pero estos dos últimos

días, es como si no estuviera ahí. En realidad no. Y Erica sólo se lanzó

hacia él, gritando y siseando como una especie de gato con rabia o algo

así. Debe haber estado celosa porque seguía diciendo basura acerca de

cómo él estaba en su cabeza, y que ella no podía quitarlo de su mente, y

toda esa basura.

»De todos modos, la Srta. Viol… ehm, la Srta. Deovolente entró y

alejó a Erica del Sr. Branke, y entonces Erica se puso como loca y comenzó

a pelear con ella. El Sr. Branke sólo se quedó allí viendo, sin hacer nada.

Caray, probablemente no habría hecho nada tampoco, ¿dos chicas

peleando por mí? ¡Eso es caliente!

»De todos modos, todo el ruido debió de alertar a seguridad o algo

ya que el Sr. Kenner llegó con la Sra. Mayhew y lograron quitar a Erica de

encima de la Srta. Deovolente que luego atacó al Sr. Branke. Fue, la mejor

pelea de chicas jamás vista. ¡Y el Sr. Branke no hizo nada! Ni siquiera

esbozó una sonrisa mientras las dos se peleaban por él. Como he dicho, el

tipo es un robot.

—¿Erica dijo algo? —le pregunté.

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—Grace, tenemos que irnos. —Robert tiró de mi mano—. Lo siento,

Shawn. Me gustaría que tuviéramos más tiempo para hablar, pero tal vez

nos puedes decir todo acerca de esto el lunes.

—Uhm. Bueno, sí.

—Lo siento por el baile, Shawn —le dije mientras Robert me llevaba

a rastras—. Lo creas o no, en realidad estaba deseando que llegase. Espero

que encuentres a tiempo una cita, si es que hay un baile al cual ir.

—Ya se me ocurrirá algo. Cuídate, ¿de acuerdo? —gritó detrás de

mí, ondeando su mano antes de doblar una esquina.

—Eso fue grosero —lo regañé.

—Eso era necesario.

—Podríamos haber aprendido más acerca de lo que pasó.

Se dio unos golpecitos con el dedo en la sien y sonrió.

—Ya lo hice.

—Oh.

Cuando estuvimos afuera, Robert se volvió hacia mí.

—Necesito que subas a mi espalda y te sostengas con fuerza.

—¿Por qué? ¿Qué pasa con tus alas?

—Vamos a ser capaces de viajar más rápido de esta manera. Y no

te preocupes por mis alas. No voy a abrirlas mientras esté volando.

—¿Por qué tenemos que viajar más rápido? ¿A dónde vamos?

—A casa.

—¿Pero por qué? Tenemos que estar con Stacy, tenemos que

asegurarnos de que ella está bien.

—Grace, hay tres Serafines en mi casa ahora mismo, y más se

están reuniendo mientras hablo. A pesar de que lo más probable es que

traten de mantener este encuentro tan secreto como sea posible, habrá

interés por saber a dónde han desaparecido todos ellos, y si Sam se entera

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de esto, entonces la vida de Graham estará en peligro aún más de lo que

ya está.

»No hay nada más que podamos hacer por Stacy ahora más que

esperar. Por mucho que detesto esta elección que has tomado por ella, sé

que Ambrose se hará cargo. Lark permanecerá con ella hasta que lo peor

haya pasado. No tienes que preocuparte más por ella.

—No hice esta elección por Stacy, la hizo por sí misma —argumenté

antes de suspirar resignada a lo que ahora se encontraba delante de ella—

. ¿Cuánto tiempo tomará?

Robert envolvió mis brazos alrededor de su cuello y me subió

encima de su espalda, saltando en el cielo de la tarde antes de contestar.

Está muy enferma, su cuerpo ya está dispuesto a morir. La infección

que Ambrose le transmitirá se extenderá a través de su cuerpo en menos de

veinte minutos, bombeando a través de la sangre a su corazón. Una vez que

haya llegado a cada célula en su cuerpo, comenzará a cambiar. Esto podría

tomar desde unas pocas horas hasta varios días, dependiendo de la fuerza

del virus en el cuerpo de Ambrose.

Durante este tiempo, estará en un dolor increíble, y su cuerpo

necesitará alimentarse a fin de mantener la energía necesaria para permitir

que la transformación se complete. Lo que preocupa a Ambrose es cómo sus

células cancerígenas van a reaccionar ante el virus.

—Entonces, ¿el cáncer de Stacy podría causar que algo salga

mal...?

Su cabeza se movió una vez en un gesto sombrío.

Pero hay pocas posibilidades de que Stacy no viva. El virus es

demasiado inteligente para eso.

—¿Inteligente? Es un virus, ¿cómo puede un virus tener

inteligencia?

Grace, te olvidas de que esto no es una enfermedad humana. Por

supuesto, existió en los primeros humanos, pero no comenzó de esa manera.

Es el resultado de una creación divina mal lograda. El virus es como

cualquier otro ser humano, ya que puede volverse resistente a los factores

que tratan de debilitarlo o destruirlo, pero va más allá que eso. Se adapta al

medio ambiente en el que existe.

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¿Por qué crees que nunca has visto la verdadera forma de Ambrose?

¿Por qué nunca lo has visto comportarse como un animal devorador de carne

muerta? El virus, aprendió, se adaptó a cada nuevo entorno. Los primeros

erlkings y vampiros que fueron creados por Miki estaban llenos de sed de

sangre, incapaces de controlar sus impulsos ya que el virus atacó una parte

de sus cerebros, lo que les impidió pensar, sólo eran capaces de actuar por

el hambre.

La gran mayoría de las infecciones tempranas fueron causadas por

ellos durante la etapa inicial de la solitaria transformación. Los niños de

Miki estaban demasiados ansiosos por alimentase como para preocuparse

de terminar la matanza. Todo lo que necesitaban era el olor de la sangre

caliente, o el latido de un corazón vivo y la caza comenzarían de nuevo.

Estos primeros niños... eran niños en cada acto.

Pero, con cada víctima que luego se transformaba en una creación,

las debilidades que habían plagado las primeras y segundas generaciones

muy pronto se agotaron hasta lo que hoy ves en Ambrose. Muy inteligente,

capaz de existir entre los hombres sin ser detectado, y capaz de controlar

sus impulsos hasta el punto de que puede existir simplemente

alimentándose de carne cruda y sangre envasada.

Cuando mi madre y Lem entraron en contacto con Miki y sus hijos,

ya habían pasado por varias generaciones. Ambrose es el resultado de

varios miles de años de adaptación, debido a la inteligencia de este virus.

Sabe cómo sobrevivir, Grace.

No sabía qué decir a eso. La idea de que algo pudiera salir mal ya

estaba atrapada en mi mente, como un tumor que podría crecer hasta que

no tuviera la certeza de que Stacy iba a estar bien.

Grace, confía en mí. Por favor. Será un día frío en el Infierno antes de

que deje a ese monstruo dañar a Stacy. Ella también es mi amiga, recuerda

eso. Tengo tanto en juego como tú. Además, Ambrose conoce las

consecuencias si no la mantiene a salvo.

—¿Consecuencias? ¿Lo amenazaste?

Hice más que eso. Le prometí que yo personalmente velaría para que

él y toda su especie fueran eliminados si algo le sucedía a Stacy.

Escuché mi jadeo, sentí como mi pecho se elevaba con la súbita

inspiración de aire.

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—¡Robert! ¿Cómo pudiste hacer eso? ¡No ha hecho nada más que

ayudarnos! Si algo sale mal, no será porque él quiera. Sería un accidente.

No lo puedes castigar por eso.

Grace, no debería existir para empezar. ¿No te das cuenta? El hecho

de que se le permite vivir es algo que él no da por sentado, y nosotros

tampoco. Él ha dejado claro que no tiene ningún interés en perjudicar a los

humanos, pero hay otros que no comparten los mismos ideales, y sin

embargo los hemos dejado existir porque no son los monstruos de su

predecesores. Pero no hay ninguna ley entre mi especie que indique que

tenemos que hacerlo.

Sé que no entiendes la crueldad de que su especie es capaz porque

nunca has visto realmente su salvajismo. El erlking que conociste en el

bosque no era nada. Estaba enojado conmigo, y pagó su ira contra ti. Muy

rara vez un erlking actúa motivado por emociones.

Y ahora que conoces a Ambrose, lo utilizas como la base de tus

opiniones. Pero confía en mí cuando digo que ellos y los que son como ellos

se merecen su reputación, Grace. Lem y mi madre vieron de primera mano lo

que son capaces de hacer. No hay nada más que a él le gustaría que librar a

este mundo de todos y cada uno de ellos, pero no podemos seguir

castigando a los hijos por el error de los padres, no importa lo mucho que

nos gustaría hacerlo.

—Creo que estás siendo ridículo.

Y yo creo que estás siendo ingenua.

Bufé a eso, pero no pude decir nada mientras aterrizábamos en el

patio lateral, cerca de la puerta trasera de la casa de Robert. Él no dejó de

moverse mientras sus pies tocaban el suelo. Con un fluido y rápido

movimiento, al cual me había acostumbrado, me llevó a su alrededor sin

detenerse una sola vez, y me cargó a través de la puerta al abrirse por

completo por su cuenta.

Voy a ponerte en mi habitación y cuando me vaya, quiero que te

quedes allí hasta que vuelva. ¿Puedes hacer eso por mí?

Entró en su dormitorio con el sigilo de un gato merodeando, y

cuidadosamente me puso sobre su cama antes de revolotear por la

habitación en un enloquecido borrón, a través de su armario y baúl antes

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de detenerse frente a mí, poniendo sus brazos a cada lado de mí,

obligándome a descansar sobre mis codos mientras él se inclinaba.

Bueno, ¿puedes?

—Yo no…

Puso un dedo en mis labios silenciándome, antes de tocarse la sien

con el mismo dedo.

Con un suspiro, dejé caer mis párpados a mitad de camino y lo

miré fijamente.

No entiendo por qué tengo que quedarme aquí. No es como si la gente

ahí fuera no sabrá dónde estoy. Pueden oír nuestros pensamientos, ¿no?

Él se rió entre dientes.

Pueden, y no pueden. Dejas que escuchen lo que quieres, lo cual los

confunde y frustra a la vez. Lo sé porque me siento de la misma manera.

Pero, ellos no pueden escuchar lo que me estás diciendo a mí porque todos

mis pensamientos están en tu cabeza. En ningún otro lugar.

Con los ojos muy abiertos, me empujé hacia adelante.

¿Cómo es eso posible?

Tiene mucho que ver con que nosotros estando mentalmente unidos

el uno al otro, así como eres capaz de cerrar tu mente a todos los demás.

Sólo permites los pensamientos que deseas en ello, y nada más. Cuando

estoy en tu mente, mis pensamientos están allí también. Nadie más puede

oírnos cuando estamos así. Tú alguna vez te referiste a ello como intimidad

mental. Estoy de acuerdo. Es una clase de “intimidad”.

El calor se deslizó por mi rostro y rápidamente luché por contenerlo

mientras trataba de encarrilar nuevamente la conversación.

¿Por qué tengo que esperar aquí?

Sabes por qué, Grace. Hay quienes comparten las mismas creencias

que Sam. He ignorado mi llamado para mantenerte a salvo, y me he metido

con el llamado de otro ángel para hacerlo. Ha sido un beneficio para mí que

mi madre y abuela sean Serafines, pero eso no será suficiente para

controlar a los demás de querer hacerte daño ellos mismos.

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Una sacudida de miedo helado me recorrió el cuerpo ante su

declaración.

Ellos quieren verme muerta, tanto como lo hace Sam.

Él asintió una vez, el movimiento rígido y desigual, desafiante.

Pero no voy a dejar que te hagan daño, Grace, te lo juro. Has tomado

una decisión que no puedo obligarte a reconsiderar, pero no voy a dejar que

nadie lo intente tampoco. Se te debe permitir seguir tu propio camino.

Elevé mis manos y lo besé, sintiendo que todo dentro de mí

desaparecía en un estallido de llamas y calor mientras me presionaba

contra él, mis manos volaron a su cabello, mis dedos deslizándose por las

suaves y sedosas hebras. Caí contra la suave colcha y sentí el peso de su

cuerpo sobre el mío, sentí sus manos sosteniendo mi cabeza aun cuando

su boca se movió desde la mía hasta la línea de la mandíbula, besándola y

mordisqueando, mientras descendía por mi barbilla y garganta.

Tú eres mi gracia y mi tormento.

Las palabras en mi mente se repetían una y otra vez cuando sentí

sus movedizos labios y manos contra mis hombros, mis brazos, mi cara.

Escuché un suave suspiro escapar de mí cuando sentí su boca

suavemente contra la prensa del latido rápido de mi corazón, justo debajo

de la tela de mi camisa.

Tú eres mi vida y mi amor.

Levantó la cabeza hacia la mía y se cernió sobre mí, el calor líquido

que llegó a través de sus ojos de plata me sostenía la mirada, viéndome

mientras él me regalaba una sonrisa casi dolorosa.

Quería decir algo, pero mi mente se había quedado en blanco. En

su lugar, estaba contenta de permanecer atrapada entre sus brazos,

congelada en el tiempo sólo por ese instante.

Y luego se había ido.

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32 Cediendo

Traducido por Elenp y Xhessii

Corregido por Lizzie

speré a Robert por lo que parecieron horas, caminando

en su habitación y hurgando sus CDs y libros en medio

de presionar la oreja contra la puerta con la esperanza

de que escucharía algo, cualquier cosa que indicara lo que estaba pasando

a sólo unos pocos metros más allá. Por supuesto que no escuché nada.

Tenían la ventaja de poder discutir en silencio, dejando a los que no tienen

la capacidad de oír los pensamientos de los demás mirar con ávida

curiosidad la divertida imagen silenciosa que los ángeles formaban.

Una cosa de la que estaba segura sin embargo, era que estaban

definitivamente discutiendo sobre el destino de Graham, al igual que el

mío. Graham era inocente, tan inocente como Katie lo había sido, y su vida

estaba en peligro. Cualesquiera que fueran los lazos que tenía conmigo, su

unión con Lark debería ser razón suficiente para que ellos quisieran

ayudar a rescatarlo.

No dudé por un segundo que ellos le hubieran ahorrado a Robert lo

que él creía que eran delitos sancionables. Él era demasiado bueno,

demasiado el epítome de lo que un ángel se suponía que era para

reprenderlo. Había vivido durante mil quinientos años como el hijo

perfecto, el ángel perfecto. No veía cómo era posible borrar todo eso en

cuestión de meses.

Por supuesto, ahí fue cuando me golpeó que habían pasado sólo

unos pocos meses desde que Robert había entrado en mi vida. Y sin

embargo, la había cambiado tan profundamente que sabía que ninguna

cantidad de vida podría haberme alterado tanto como lo había hecho él

E

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desde el primer momento en que lo vi. ¿Cómo podía haber pensado que mi

vida estaba incompleta sin la normalidad que había anhelado una vez tan

fuertemente? Normal en ese sentido no lo incluía a él, y yo no quería saber

nada de una vida así.

Por supuesto, ¿cómo podría haber previsto que todo esto ocurriera

para empezar? Si lo miraba de forma racional, simplemente no tenía

ningún sentido que alguien como Robert me amara, pero eso no borraba el

hecho de que él lo hacía. El amor no se supone que sea racional, sólo

experimentado y sentido.

¿Cómo iba a ser capaz de dejarlo? Era una pregunta que no me

había atrevido a preguntarme, porque sabía que eso significaría aceptar

que el tiempo para hacerlo estaba casi aquí. Y a pesar de los signos que

estaban todos apuntando al hecho de que los segundos estaban marcando

la cuenta regresiva, no me veía renunciando a Robert, a nosotros.

—Oh, Dios mío, te has metido en un gran lío, Grace Anne —gemí

para mí mientras me acercaba a los grandes ventanales que ocupaban la

mayor parte de una de las paredes de la habitación.

Puse una mano en el vidrio delante de mí y suspiré. La superficie

fresca y clara por debajo de mi mano era un consuelo demasiado pobre

para el dolor que parecía resonar dentro de mí al pensar en qué era lo que

me iba a perder una vez que me hubiera entregado a Sam y finalmente él

terminara lo que había comenzado hace tantos años.

Ya estaba perdiéndome el baile de graduación, aunque nunca había

tenido la intención de ir antes de que Shawn preguntara. Sin embargo, la

idea de que no llevaría el vestido de Stacy después de todo su esfuerzo se

sentía de alguna manera decepcionante. Golpeé la cabeza contra el cristal.

—¿Realmente acabo de admitir estar decepcionada por no llevar un

vestido?

Me reí de mi propia estupidez. Por supuesto, sería decepcionante.

Había sido honesta con Shawn cuando le dije que había estado esperando

con ansias ir al baile con él. La idea de hacer algo tan normal como asistir

a mi baile de graduación me había dado algo que estaba deseando, algo

que no había planeado.

Luego estaban los otros hitos que me iba a perder. Graduarme de la

escuela secundaria, ir a la universidad. No importaba ya lo que costaría ir

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a la universidad, cualquier universidad, no iría. Finalmente no importaba,

nada importaba.

Volví la cabeza y miré el anillo que estaba en mi mano derecha, la

piedra azul que descansaba en mi dedo anular mirándome como un ojo

inquisitivo. Una sonrisa formándose sobre mis labios cuando me acordé de

la conmoción que Janice había tenido cuando lo había visto, y cómo mi

padre no lo había notado en absoluto. Supongo que fue un testimonio de

lo bien que papá me conocía, sabía lo que iba y no iba a aceptar.

Y, sin embargo, con todo este tiempo para pensar, sentí la punzada

de dolor, de pesar, descender sobre mí mientras reconocí con gran

sorpresa que quería que él hiciera la misma suposición que Janice. Quería

que él pensara que Robert quería casarse conmigo, pensar que yo valía la

pena para ese nivel de compromiso porque en el fondo, tenía la estúpida

esperanza de cuento de hadas de que Robert también lo quisiera.

—Estúpido es correcto —murmuré para mí antes de limpiar la

lágrima perdida que no me había dado cuenta que se había escapado. No

importaba lo que ninguno de nosotros quisiera.

Con un suspiro sonoro, me aparté de la ventana, a sabiendas de

que lamentándome no me iba a hacer ningún bien. Eché un vistazo a la

pared por encima de la cama de Robert y sonreí. Había añadido más fotos

desde la última vez que había estado aquí.

Me senté y subí mis pies, volviéndome hacia la puerta y esperando

el regreso de Robert, cuando me di cuenta de que la puerta del armario

estaba abierta. Nunca había visto el interior de su armario antes, y la

curiosidad me empujó hacia él como un imán.

No era un gran armario, era de tamaño medio, pero la ropa que

contenía estaba lejos de la media. Aunque sabía que la ropa de Robert era

costosa, nunca me había dado cuenta hasta qué punto. Existían etiquetas

allí que valían el salario anual de mi padre. Los colores variados, aunque

su elemento básico negro y gris se destacaba entre los azules y verdes

ocasionales, y los estilos iban desde lo clásico a lo moderno y de moda. Era

partidario de un particular estilo y reconocí inmediatamente la camiseta

que había usado cuando nos conocimos.

La arranqué de su percha y la llevé conmigo al baño de Robert.

Tenía que tomar una ducha urgentemente. El olor del hospital se aferraba

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a mí como el humo, el olor clínico casi insoportable en mi piel ahora que

estaba lejos del ambiente estéril y quería poder cambiarlo con el aroma

limpio y dulce de otra cosa más que el blanqueador y desinfectante.

Por extraño que parezca, nunca había estado en el baño de Robert

antes, y me sorprendió lo que vi. Lejos del cuarto masculino que esperaba,

era un muy tranquilo lugar relajante, con paredes de color tostado y

chocolate y pronto me di cuenta que los azulejos de cristal de hielo azul

llenando una pared entera era una gran ducha, cada extremo rodeado de

grandes paneles de cristal parcialmente oscurecidos por grabados de lo

que parecían cascadas.

Rápidamente me quité la ropa y entré en el gran espacio, girando

los diales cuadrados y suspirando cuando el líquido caliente, vaporoso,

fluyó de la pared a través de varias boquillas de forma cuadrada que se

alineaban en un extremo de la ducha. Por encima de mí, un torrente de

agua comenzó a caer, y me envolvió empapando mi cabeza con bastante

rapidez. Agarré uno de los mandos y lo giré, gritando cuando el agua se

volvió de un frío glacial antes de volver a la selección anterior y elegir otro.

Esta vez, el chorro de agua por encima de mí más lento, lo que reducía

aún más a medida que continuaba girando el dial.

—Eso está mejor —me quejé antes de llegar a una botella de

champú que me fijé descansaba sobre una repisa de vidrio escondido

contra la pared del fondo. Reconocí el olor de inmediato: era el mismo

champú que utiliza él. Sentí una sensación de cosquilleo comenzando a

parpadear dentro de mí y sonreí.

Como no quería poner demasiada importancia en sus razones para

usar un champú con olor femenino, comencé a lavarme el cabello,

frotando la pegajosa sustancia de color rosa en mi maraña de filamentos y

construyendo espuma hasta que sentí que mi cabello estaba lo

suficientemente limpio para enjuagar.

Sintiendo que estaba tomando demasiado tiempo, rápidamente

terminé mi ducha y cerré todos los diales de la ducha. Salí del gran

gabinete de vidrio y alcancé una toalla de color canela, envolviéndola

alrededor de mí y luego agarré otra para mi cabello. Me di cuenta de que la

ropa que había dejado en el suelo se había ido, y una oleada caliente de

sangre llenó mis mejillas cuando tomé la pila cuidadosamente doblada de

ropa limpia colocada en el tocador que daba a la puerta. ¿Habría sido él el

encargado de traer la ropa una vez más, o fue Ameila?

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No quería saber la respuesta en caso de que me pusiera demasiado

nerviosa para poner un pie fuera del baño, comencé a vestirme. Me puse la

ropa interior y sujetador, pero en lugar de ponerme la camiseta y la

sudadera que habían traído, opté por vestir la camiseta que había tomado

del armario de Robert.

Cerré la parte delantera, desabrochándola y volviéndola a abrochar

varias veces mientras enrollaba las mangas hasta justo por encima de mis

codos. El borde inferior colgaba muy por debajo de mi cintura, justo

rozando la parte superior de mis rodillas. Era extraño, pero el simple

hecho de algo que le pertenecía a él, algo que nos ataba a los dos juntos

me dio una fuerza que no me di cuenta que necesitaba. Sentí una

confianza erigirse dentro de mí y me alegré por ello.

Hubo un golpe en la puerta.

—¿Estás decente?

—Un poco —le contesté, sin una pizca de nerviosismo en la voz. La

puerta se abrió y Robert entró, con un cepillo de cabello en una mano. Se

detuvo justo antes de la puerta cuando vio lo que llevaba puesto, el cepillo

para el cabello cayó al suelo.

—Y-yo no creo que debas usar eso —tartamudeó, sus ojos cayendo

más y más, fijándose en mis piernas y pies desnudos.

—¿Por qué? Me pongo menos en casa: una camiseta y calzoncillos

cubre mucho menos que lo que esta camiseta lo hace.

—No entiendes, Grace…

Me acerqué a él y le acaricié la barbilla con un dedo errante.

—Entonces, ayúdame a comprender, Robert.

Caminando junto a él, casi pude escuchar las ruedas en su cabeza

mientras trataba de encontrar una manera de explicar qué era lo que

quería decir, y solté una sonrisa socarrona antes de darme vuelta y

sentarme sobre la cama, metiendo mis labios por debajo de los dientes en

un pobre esfuerzo para ocultar mi diversión.

—Con todos estos ángeles bajo un mismo techo, es difícil no sentir

empatía.

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—Lo siento. No sabía que mi uso de una de tus camisetas te iba a

poner tan molesto...

Extendí mi mano para agarrar el cepillo, viendo como él se

agachaba para recogerlo antes de caminar hacia mí lentamente, haciendo

caso omiso de mi mano extendida y en su lugar sentándose detrás de mí

en la cama. Tomó mi cabello entre sus manos y lo tocó suavemente. Al

instante sentí aflojar los nudos, los salvajes nudos liberándose. Me di la

vuelta para enfrentarme a él, incapaz de contener más mi sonrisa.

—Tramposo.

—Entonces tú también.

Fue como si una repentina ola de movimiento me hubiera golpeado

cuando me encontré tumbada en la cama, mis piernas abiertas, mi cabello

arrojado detrás de mi cabeza. Las manos de Robert sosteniendo las mías

por encima de mi cabeza, sus labios curvados en una sonrisa casi

diabólica.

—Ahora, vamos a dejar una cosa clara: no estoy molesto. Estoy tan

lejos de molesto como puede ser, aunque hay algún desasosiego

gestándose dentro mí.

Apretó su cuerpo contra el mío, el peso de él sintiéndose

deliciosamente innatural. Contuve un gemido y luché para liberar mis

manos para que pudiera tirar de su cara más cerca de la mía. Chasqueó la

lengua en señal de desaprobación, su sonrisa sólo aumentaba a medida

que me hacía cosquillas en la barbilla con su nariz.

—¿Crees que puedes salirte tan fácilmente?

—¿Estoy siendo retenida por una razón?

Su aliento se sentía caliente contra mi garganta mientras hablaba.

—¿No te gusta ser mía?

—Por supuesto... pero... ¿podrías soltar mis manos, por favor?

—¿Por qué?

—Las necesito.

—¿Para qué?

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—Bueno, tengo que cambiarme esta camisa.

—¿Te vas a cambiar?

Asentí. Su respuesta tardó en llegar.

—Está bien.

Quitó las manos de las mías y rodó sobre su costado, apoyándose

en un codo perezoso, una mirada de satisfacción en su rostro. Me senté y

me froté las muñecas mientras miraba su expresión.

—Gracias.

—No hay de qué.

Esperaba que me pusiera de pie, encaminándome hacia el cuarto

de baño y me pusiera una de las sudaderas. Pero tenía otros planes. Mis

manos se elevaron a los botones de la camisa, mis dedos rápidos con ellos

después de haber practicado en el baño.

Había conseguido desabrochar cuatro botones antes de que las

temblorosas manos de Robert calmaran las mías.

—No lo...

—¿No lo hago? ¿Cambiar tu camisa? Pero si eso es lo que querías.

—Grace —se quejó—. Por favor. Sabes que eso no es lo que quise

decir.

—Lo siento, no entiendo muy bien. Dijiste que querías que

cambiara ésta camisa, así que voy a cambiar la camisa. Hay varias más en

tu armario que podría ponerme. Vi una azul realmente bonita…

Sus ojos se cerraron y vi que estaba respirando en un intento de

calmarse antes de decir nada más.

Me esforcé para liberar las manos, frustrada de que fuera mucho

más fuerte que yo.

—Robert, vamos.

—No.

—¿No?

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—No. Lo siento, Grace. He tratado de ser fuerte, he tratado de

mantenerte a salvo, de Sam... de mí, pero no soy tan fuerte como pensaba

que era. N-no puedo seguir con esto. No puedo luchar contra esto, Grace.

Alarmada, me empujé hacia arriba, usando su asimiento en mí

como palanca.

—Robert, ¿de qué estás hablando?

La cabeza de Robert se agachó y sentí su beso presionando a través

de mí, aterrizando directamente en esa parte de mi corazón que no sabía o

no quería golpear o volar a través de mi pecho. Él me obligó a bajar, y

aterricé sin cuidado en la colcha, las manos de Robert ya no estaban

fijando las mías.

En su lugar, estaban explorando, bajando por mis brazos y

aterrizando en mis caderas, empujando sus pulgares en ellas cuando se

levantó en un movimiento reflejo que nos tomó a ambos por sorpresa y

levantó su rostro. Yo levanté los brazos para envolverlos alrededor de su

cuello, necesitando que se quedara cerca de mí, no quería que él huyera

como todas las otras veces anteriores. Lo miré a los ojos y se me cortó la

respiración cuando me di cuenta del hambre abrasador que causó que se

convirtieran en llamas de plata debajo de su cúpula cristalina.

Mis labios se entreabrieron, un gemido desesperado por escapar de

ellos deslizándose a través justo antes que su boca una vez más se

estrellara en la mía con una necesidad casi desesperada, y el mundo

comenzó a girar a medida que el aire a mi alrededor se volvía ligero… ¿o

era porque había dejado de respirar? El contacto de Robert fue haciéndose

más y más ligero. Traté de concentrarme en sus ojos, pero también,

parecían desvanecerse cada vez más oscuros, mientras que al mismo

tiempo, sus pupilas se dilataban al máximo.

—¿Robert? —suspiré, sintiendo mis brazos ir a mi pecho mientras

su cuerpo desaparecía, reemplazado por una neblina negra que flotaba

sobre mí. Me cubrió, rodando sobre mi piel como un humo de olor dulce.

Arqueé mi espalda mientras sentía los rastros suaves y sedosos

debajo de la camisa que había sido el catalizador de todo esto. Vi cómo se

alzaba el dobladillo, levantándose y ajustándose al extraño impostor

mientras se empujaba hacia mi pecho. Rastros de neblina semi-

transparente escapaba a través de las rajas entre los botones que no había

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sido capaz de liberar de sus agujeros, como bocanadas de humo que

coincidía al fuego que se construía lentamente dentro de mí.

—¿Robert, qué estás haciendo? —dije en un medio-gemido, medio-

jadeo antes de que otra ola de nervios me quitara la respiración. Como una

pluma burlona que subía y bajaba por mi piel sensible, los rizos y los

mechones de la neblina oscura viajaron sobre mí, debajo de mí, y Dios me

ayudara, se sentía como que me atravesaban.

La sedosa neblina me envolvía, acariciando mi rostro con el

delicado roce de una brisa cálida, haciéndole cosquillas a mis labios que se

sentían hinchados por el beso urgente que habíamos precedido con una

felicidad inimaginable. Si me concentraba, podía saborearlo, saborearlo a

él, y el conocimiento de esto envió una ola de sangre a cada terminación

nerviosa de mi cuerpo, volviendo mi piel sensible en un mapa de

sensaciones y sentimientos.

Mordí mi labio para evitar gemir de nuevo, pero no pude evitar el

gemido que salió mientras el movimiento continuo del sensual humo hacía

un infierno dentro de mí, en lo más profundo, causando que las cosas que

no deberían se quemaran, enviando chispas a chamuscar los confines de

mi razón, de los cuales me colgaba desesperadamente.

Podía escuchar la música de alguna canción desconocida en mi

mente, el nombre de Robert era la única letra que me importaba en cada

sonido, el cual se repetía hasta que lo dejé ir, incapaz de seguir con el

ritmo por más tiempo. Mis manos agarraron puñados del tejido, que

incluso como pequeñas hebras de humo se escapaba a través de los

huecos entre mis dedos. Durante la sensación de caos y sentimientos me

escuché gritar mientras caía de un lado, incapaz de permanecer quieta,

incapaz de contener lo que se estaba creando dentro de mí. Mi mano se

estiró y agarró el borde de la cama, necesitando tener soporte mientras mi

cuerpo se sentía levantarse, pesando menos, como si no tuviera huesos.

Jadeé por aire, la sensación de que no había suficiente causaba

que mi pecho se expandiera con mis respiraciones codiciosas. Una y otra

vez, la oscura neblina pasó sobre mí, enrollándose por mi cuerpo como

una pitón abraza a su presa. Se hizo más y más apretado hasta que casi

se podía sentir de manera tangible, fuerte pero vulnerable mientras la

neblina transparente dio paso a lo que imaginé era una piel acalorada en

los brazos de alguien que se sacudía con la enormidad de todo lo que

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estaba pasando, lo que había pasado y lo que pasaría. Sentí el inhalar y

exhalar de una respiración frenética, asombrosa.

¿Era la mía? Tenía que ser la mía: Robert no necesitaba respirar.

Así que, ¿por qué escuchaba esta respiración acelerada y sentía el

sobrecalentamiento de ella como si estuviera sobre mi oreja?

Y seguramente era mi corazón el que estaba retumbando tan fuerte

que mis oídos habían bloqueado todo la cordura y razón. No me había

dado cuenta de que seguía ahí, de alguna manera permanecía sujeto

dentro de mi pecho a pesar del sentimiento de que escapaba por un hueco

que me había tragado. Mis ojos se negaban a enfocarse, así que

simplemente los cerré, contenta de ver lo negro de mis párpados e

imaginándome al rostro de Robert tan maravillado como yo lo tenía hace

un momento.

¿Qué había pasado? Estaba asombrada y maravillada, y me dejó

sintiendo como si tuviera alas propias y me hubiera elevado más allá de la

razón y la cordura. Pero, ¿qué era exactamente? Todo a través de mí, mis

terminaciones nerviosas chispeaban como si sus recuerdos individuales

estuvieran llenas con los sentimientos residuales.

Tomé varias respiraciones en un intento de calmarme, para

disminuir el traqueteo dentro de mí, y para darme fuerzas para decir algo.

No necesitas decir nada.

Los temblorosos brazos que me imaginaba alrededor de mí, en

realidad eran, reales, sólidos y fuertes, y todavía vibraban con la

vulnerabilidad de lo que había pasado entre nosotros.

—Robert…

Por favor, Grace. No digas nada.

Y no lo hice. De todas maneras, no sabría qué decir. Este era un

momento íntimo que habíamos compartido, una experiencia que nunca

había esperado, con la que nunca había soñado. ¿Cómo podría haberlo

hecho? No entendía qué era lo que había pasado entre nosotros, lo que

había ocurrido, pero iba más allá de las palabras. Incluso el silencio

parecía un intruso. Con un suspiro de resignación, me empujé hacia él y lo

dejé sostenerme hasta que nuestra respiración se hubo normalizado y el

latido de mi corazón no podía ser escuchado dentro de mí.

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La habitación se había vuelto oscura mientras la noche se ponía

sobre Heath. Debió haber sido un momento perfecto. Debió ser un

momento perfecto, donde no había pesadas cargas que colgaban entre

nosotros, la verdad esperaba que emergiéramos de este pequeño santuario

que habíamos hecho y la encaráramos.

Tenemos que irnos pronto.

Asentí en acuerdo.

—Lo sé.

Grace…

—¿Puedes decirme? ¿Puedes decirme qué fue eso?

Yo…

Giré mi cuerpo, mi cabeza se levantó para mirarlo y vi las lágrimas

que relucían antes de caer.

—Robert, por favor.

Grace, no puedo darte lo que quieres. No puedo darnos lo que

queremos, pero puedo darte eso.

—¿Darme qué? Qué fue eso, porque sé que no era lo que

esperaba… eso definitivamente no fue sobre lo que aprendí en la clase de

salud… ¡Fue mejor!

Él se rió suavemente, el sonido lleno con más tristeza que humor.

En latín le llamamos noster nostri5, dos corazones que laten como

uno solo.

Mi mano se levantó para rosar su torso desnudo, la camisa que

había estado usando había sido desechada en alguna parte.

—Qué manera divertida de describir lo que siento cada segundo

que estoy despierta. Pero eso no es lo que pasó entre nosotros, Robert. Eso

fue… eso fue… demasiado bueno para ser… bueno —jadeé antes de que

un pensamiento atemorizante se estrellara en mi cabeza.

5 Noster Nostri: En latín, significa “nuestro de lo nuestro”/“nuestros corazones laten

como uno solo”.

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Oh querido Dios, ¿acabo de traicionar a Ameila? Le prometí que no

rompería las reglas de los Nephilim; que no tendría intimidad con Robert.

¿Qué era eso sino tener intimidad con él?

Grace, detente, deja de preocuparte, por favor. Lo que hicimos, no

está mal. No hay leyes que digan que un ángel no puede compartir el noster

nostri con los humanos. Sólo desearía que pudiera haber más.

—¿Cómo puede haber algo más que eso? —pregunté en voz alta.

Con manos gentiles, Robert acercó mi rostro al de él y puso un

delicado beso en mis labios. Mi piel estaba tan sensible que cada contacto

era como una mini explosión de recuerdos y sentimientos. ¿Cómo podía

haber más de lo que ya habíamos experimentado más que en una vida de

placer en un momento increíble?

Oh Grace, créeme, hay más. Mucho más.

—¿Y soy tu…? —No podía decirlo. Quería saber si él había

compartido este noster nostri con alguien más, pero no tenía el coraje de

decirlo. Cómo alguien podría, era incomprensible para mí… la idea de no

ser la primera en compartir un momento tan privado con alguien que

amabas, todo junto, me rompía el corazón. Robert era el primero de todo

para mí.

Grace, tú también eres la primera de todo para mí. De seguro ya

sabes eso para este momento. Cada sentimiento, cada emoción, cada toque

que he compartido contigo es por ti, y nadie nunca ha hecho, ni podrá

hacerme sentir de esa manera. Sólo tú.

Me acercó contra él y nuestras piernas se enredaron, su mano

gentilmente acariciaba mi espalda con lentos y lánguidos movimientos que

sólo incrementaban la ira que había empezado a sentir por todo mi cuerpo.

—Lo siento. No puedo evitarlo —dije de manera dócil, mirando su

barbilla—. Puedes ver lo ignorante que soy cuando se trata de estas cosas,

y el hecho de que tengas tus propias… maneras de hacer todas las cosas

hace que mi ignorancia sea más evidente. Pero no sé qué es lo que has

hecho, ni qué tan lejos has llegado con nadie más. Sólo sé lo que me has

dicho, y considerando todo, no es mucho.

Él suspiró y llevó una mano debajo de mi barbilla, empujándola y

alentándome a encarar mis miedos.

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Sabes que nunca he estado físicamente con nadie, Grace. Eso

incluye esta manera. He sostenido muchas manos, he besado muchas

mejillas, pero tú eres la única por la que he sentido, más aún, por la que me

he sentido atraído. Eres la única quien me hace desear ser un hombre

humano para darte todo lo que quieres y necesitas.

—No quiero que un humano sea todo lo que quiero y necesito.

Ningún humano podría. Tú eres todo lo que quiero, todo lo que necesito. —

Mis manos fueron a su rostro y trazaron la línea de su mandíbula, su

nariz afilada, la cima curva de sus labios. Él empezó a hacer lo mismo,

ambos ardiendo estas líneas en nuestros recuerdos, cada uno con razones

diferentes: él para mantenerlas mucho después de que me hubiera ido,

mientras que yo lo hacía para tener algo que me diera fuerza y coraje

cuando Sam finalmente ganara.

El cuerpo de Robert se tensó cuando escuchó mis pensamientos,

un temblor de coraje corrió por él y rápidamente destruyó todos los felices

momentos que habíamos compartido.

Sam no ganará, Grace. Puede que finalmente obtendrá lo que quiere,

pero no ganará.

Se giró y se sentó, su desnudez estaba de espaldas a mí; las marcas

como las de un árbol que corrían por las líneas fuertes e inclinadas de sus

fuertes hombros y columna serían una imagen intimidadora para la

mayoría de las personas, pero para mí, eran hermosas, majestuosas con la

promesa de lo que podrían llegar a ser. Me puse de rodillas y puse mis

manos en los dos omóplatos que convertían las ramas en alas, sintiendo

sus músculos tensarse por un momento antes de relajarse debajo de mis

palmas.

—¿Qué hacemos ahora?

Esperaremos hasta que los mayores hayan decidido. Esa es la razón

del por qué regresé, lo que quería decirte. Ellos ordenaron que

permanecieras aquí hasta que su decisión haya sido tomada.

—¡Pero eso podría tomar una eternidad! Me dijiste lo mucho que

tardan en tomar una decisión. ¡No tengo ese tiempo! ¡Graham no tiene ese

tiempo! —Estaba en pánico, la idea de que evitaran hacer lo que iba a

hacer, lo que en orden sabía que era para salvar la vida de Graham, tanto

como el alma de Robert, me hizo que corriera al baño.

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—¡Grace…! —gritó Robert detrás de mí.

Agarré la sudadera que seguía en la barra del baño para

ponérmela. Mis dedos temblaban con los botones de la camisa de Robert,

pero me las arreglé para quitármela, y la arrojé encima de la camiseta que

había estado allí para mí también.

—¿Qué estás haciendo?

Entré en la bañera y agarré la liga que había sostenido mi cabello y

me giré para encararlo.

—Me largo.

—¡No puedes!

Lo miré con desafío en el rostro.

—Robert, no me importa quiénes sean ellos, cuáles sean sus reglas,

o las intenciones que Sam debe tener. No soy un ángel. No pueden decirme

que me quede aquí y espere a que ellos tomen una decisión. ¿Qué pasa si

lo que sea que ellos decidan hace que Sam lastime a Graham o algo peor?

¿Qué pasa si deciden matar a Sam? ¿Entonces qué?

Su boca se abrió para decir algo, pero lo interrumpí.

—No. He terminado con el hecho de que tu especie escoja y decida

qué es lo que va a pasar con mis amigos y conmigo. Han descartado cada

decisión importante que pude haber tomado con sus reglas y sus leyes; no

me van a quitar también esta decisión. Graham es mi amigo, y él es tu…

cuñado… ¡No me pongas esa cara, es verdad!

Hice con mi cabello una desastrosa cola de caballo y traté de

caminar lejos de él, pero no me dejó. Empujé contra su pecho pero

probablemente tendría más suerte al empujar una montaña.

—Déjame ir, Robert.

—No, Grace. No entiendes con qué te estás metiendo. Sí, no eres un

ángel, pero, ¿eso alguna vez ha detenido a los de mi clase de tener dominio

sobre los tuyos? Muchas de nuestras leyes contienen consecuencias

directas hacia los humanos si son rotas. ¡Y sabes eso!

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—¿Hay una ley que dice que tengo que permanecer

obligatoriamente en la habitación de mi novio sólo porque un ángel lo

dice? —pregunté, mi pie dando golpecitos por la agitación.

—No, pero…

—Entonces, por favor, sal de mi camino.

—Grace…

—Robert, ya sea que me vas a ayudar o no, si la respuesta es un

no, al menos deja que me vaya y haga esto por mí cuenta. Tienes que

entender que no me puedo quedar sentada aquí y esperar sabiendo que

cualquier cosa que decidan, pone la vida de mi mejor amigo en peligro. —

Era una súplica, una que me dolía hacer porque sabía que cualquiera que

fuera su respuesta, sufriría por eso, pero no tenía elección.

Graham estaba afuera siendo torturado por Sam, y yo era la única

que podía evitar que todo esto continuara. Parecía ridículo pensarlo, pero

es como lo miraba. Los Serafines no iban a castigar a Sam pronto, pero

incluso si lo hacían, yo sería como una bofetada en la muñeca comparada

con lo que él les haría a personas inocentes, personas que me importaban,

personas a la que amaba.

Robert me miró con tal tristeza en sus ojos que estaba a punto de

darme por vencida.

A punto.

—Si tú te vas, entonces me voy contigo, Grace.

Había estado preparada para otra ronda de discusiones.

Físicamente peleaba una manera de salir… Bueno, eso, también. ¿Pero

esto? ¿Qué se diera por vencido tan fácilmente?

—¿En serio?

Él asintió y tomó mis hombros con sus fuertes y decididas manos,

y después los apretó gentilmente.

Te lo dije, a donde quiera que vayas, yo iré. No lo probaría de alguna

otra manera.

—Entonces, vayámonos.

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—¿A dónde?

Mi mirada se movió al collage de fotografías que estaban sobre la

cabecera de su cama. Miré la fotografía de Robert y yo que ocupaba el

centro mientras que las demás la rodeaban. Estábamos sentados en una

banca, sonriendo felizmente el uno al otro durante un rato como si el resto

del mundo no importara… ya que éramos las únicas dos personas que

estaban en él.

—Ahí —señalé.

La mirada de Robert siguió mi mano y dio un asentimiento con

sonrisa incluida.

—De acuerdo.

En una fracción de segundo, estuve de nuevo en sus brazos, y

estábamos fuera de la casa yendo al cielo.

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33 Ofrecer

Traducido por LizC y Lizzie

Corregido por Marina012

uando los pies de Robert aterrizaron bruscamente y de

manera poco habitual en la grava que cubre el

estacionamiento del refugio de su familia, el crujido que

hizo me sorprendió. Era un ruido molesto, uno con el que estaba

demasiado familiarizada, y los recuerdos de aquello mandaron un

escalofrío corriendo arriba y abajo de mi espina dorsal.

—¿Estás bien? —me preguntó Robert cuando me dejó en el suelo

con cuidado.

Tuve cuidado de no pisar muy bruscamente mientras balanceaba la

cabeza como respuesta. Con mi mano en la suya, caminamos hacia el

banco donde habíamos tenido nuestra primera conversación, donde yo

había aprendido más acerca de él de lo que habría imaginado posible. Me

senté y puse mi cabeza en mis manos, mirando al suelo y mis botas,

mientras que Robert se paseaba delante de mí.

—Así que, nunca me dijiste —empecé, con ganas de escuchar algo

diferente al sonido de mi respiración.

—¿Decirte qué?

—Qué te enteraste por Chad, de lo que pasó con el Sr. Branke,

Erica y la Srta. Deovolente.

—Oh, eso. Bueno, realmente no hay mucho que decir para ser

sincero contigo. Erica fue llevada a la oficina del Subdirector, mientras que

la Srta. Deovolente empujó al Sr. Branke en el aula. Chad no vio mucho

C

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después de eso, aunque escuchó que Erica fue suspendida

indefinidamente y no se le permitirá graduarse con el resto de nuestra

clase.

Esto fue sorprendente.

—¿Así que el Sr. Kenner en realidad castigó a Erica? Qué inusual.

Debe ser una luna llena o algo así —murmuré.

La caminata de Robert cesó.

—Grace, eso es poco benevolente.

Ignoré el tono en su voz.

—Él trató de chantajearme, Robert. Se puso del lado de Erica en

todo, incluso después de que ella enviara a Stacy al hospital. He terminado

con la benevolencia. No tengo tiempo para ello.

—Pero de eso se trata. Es lo que más vale durante tus últimos

momentos de vida. ¿Vas a dejar tú última marca en este mundo con

amargura y rencor? ¿O, te vas a asegurar de que cuando los demás te

recuerden, recuerden que fuiste la persona más amorosa, amable y

generosa que yo amo? —Se sentó a mi lado y tomó mis manos en la suya,

bajando la cabeza a mi nivel para que yo pudiera ver su cara.

—Eso no es justo —me quejé—. He pasado todos estos últimos

años lidiando con insultos y burlas sin ni una vez decir una cosa

desagradable a cualquiera de ellos. Les he ayudado con sus tareas, sus

pruebas, aun cuando sabía que tan pronto como recibieran sus buenas

calificaciones, volvería a ser Grace La Fenómeno, así que no me hables de

ser benevolente, Robert.

»No sabes lo que es tener a personas tratándote diferente por algo

que te pasó y del que no tenías absolutamente ningún control. No sabes lo

que es tener a todos burlándose y metiéndose contigo durante años por

razones que no tienen nada que ver contigo, sino con sus propios

prejuicios.

»¡Lidié con ello, lo acepté, y lo hice sin una sola queja, así que

discúlpame si por una vez me gustaría sentir un poco de falta de caridad

por una persona que estaba más preocupada por salvar la carrera escolar

de algún imbécil insípido que mantener a Stacy o a mí a salvo!

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Mi pecho subía y bajaba con ira a medida que mi respiración se

volvía agitada por los recuerdos que había tratado tanto de olvidar. Miré el

rostro sorprendido de Robert y supe que había ido demasiado lejos. No era

su culpa… él era un ángel, y la caridad y el perdón se suponía que eran

parte de su naturaleza.

—La humildad debería serlo también, Grace. Lo siento; se me

olvida a veces que eres un ser humano, con defectos humanos. Tienes

razón. No sé cómo se siente el ser objeto de burla por la mayor parte de mi

vida. Siempre he sido aceptado por lo que soy y lo que eso implica. Y sí,

tienes derecho a tus sentimientos.

»Pero sé lo que siente al ser el tercero en discordia, Grace. Cada vez

que estás con Graham, eso es en lo que me convierto. Ni siquiera puedo

tener ese tipo de relación contigo porque no soy un ser humano, y porque

no estaba allí para protegerte y apoyarte en los momentos de tu vida

cuando más importaba.

»Y lo sostuve en su contra, lo admito. Estuvo mal de mi parte,

Grace. He utilizado sus acciones pasadas, buenas y malas, para juzgarlo

cuando la única persona cuya opinión debería haber importado era la

tuya. Estaba equivocado, y lo siento. Pero no puedes permitir que lo que

sucedió en el pasado cambie quién eres.

—¿Y quién es esa persona? ¿La Grace que nunca habló sobre el

trato que recibí? ¿La Grace que se escapó de ti, Graham y todo lo demás

porque ya no podía soportar las miradas o los comentarios sarcásticos?

—No. Tú eres la Grace que ama tan profundamente y totalmente

que iría en contra de los deseos de la persona que más te ama para

salvarlo. Ninguna de esas personas que te hicieron daño jamás podrían ser

tan generosos o altruistas.

—Pero, ¿qué pasa si esa persona no es la persona que estoy

destinada a ser?

La expresión de desconcierto de Robert me dijo que él no entendía.

—Cuando estaba repasando las cosas en el ático de la habitación

de Matthew, encontré un álbum de fotos que mi mamá había hecho para

mí. Tenía fotos de miembros de la familia, fotos de mí y de mis padres

cuando era un bebé. En la última página, mi madre escribió algo que no

tenía sentido. Por lo menos, no lo tuvo en el momento.

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»Había dejado el lugar para la foto vacía, pero por debajo había

escrito “Grace y Maia: Madre e hija”. Las esperanzas de mi madre para mí

fueron escritas en una sola línea. Ella quería que yo tuviera un hijo, una

pequeña niña. Se suponía que debía ser esa persona. Se suponía que

debía ser la madre sosteniendo a esa niña, pero no lo soy, y no lo voy a ser

jamás.

—Grace…

—Robert, no hay razón para tratar de fingir. Tú y yo sabemos que

todo termina aquí. Mi futuro, nuestro futuro, todo se va a terminar

después de esta noche. Yo sólo... nunca pensé que me gustaría tener

ninguna de esas cosas. Pero ahora me doy cuenta lo que me voy a perder,

lo que nunca tendré, lo que nunca vamos a tener.

El brazo de Robert me envolvió mientras me empujaba hacia él,

presionando mi cabeza contra su pecho.

—Desearía poder darte todas esas cosas, Grace. En serio.

Una risa a medias se deslizó de mí cuando escuché eso.

—Incluso si todo esto no estuviera sucediendo, nunca seríamos

capaces de tener hijos. No legalmente por tus leyes, de todos modos. Y no

estoy exactamente segura de que me gustaría dar a luz a un gigante o

alguna criatura estilo murciélago.

—No. Eso no es posible en absoluto, no importa cuánto lo

queramos. Pero... puedo hacer una cosa por ti.

—¿Qué?

El brazo de Robert se deslizó de mí alrededor y se levantó desde el

banquillo, aterrizando de rodillas delante de mí, mi mano izquierda

sostenida firmemente en la suya.

Mi corazón pareció olvidar su ritmo, y tartamudeó en mi pecho ante

la vista.

—Robert…

—No me interrumpas, Grace. No voy a tener otra oportunidad como

esta, y sólo pienso en hacer esto una vez... por siempre, así que por favor,

déjame decir esto mientras aún hay tiempo.

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Metí mis labios entre mis dientes, sujetándolos y cerrándolos

cuando se inclinó y arrancó varias hojas de hierba de la tierra,

trenzándolas de forma rápida en un círculo verde. Reprimí una risita

mientras sus dedos inusualmente buscaron a tientas el anillo,

permitiéndole pasar unos pocos microsegundos en una suspensión

animada antes de que él lo tomara con un agarre más decidido.

—Grace Anne Shelley, dentro de ti late mi corazón. Su vida me da

la vida, su fuerza me fortalece, su amor es por lo que vivo. No me puedo

imaginar la vida sin ti en ella. Cada segundo de ser antes de conocerte se

ha vuelto insignificante, sin importancia.

»Por favor, aunque sólo sea por un momento, dame algo por lo que

seguir adelante y decir que vas a compartir tu vida conmigo. Ámame, no

sólo como tu amigo, o tu amante, sino también como tu marido. Cásate

conmigo, Grace.

Gruesas lágrimas tornaron borrosa mi visión a medida que traté de

enfocar su rostro, viendo que sus ojos estaban oscurecidos por sus propias

lágrimas. Quería saltar entre sus brazos y gritar que sí. Quería darme la

vuelta y correr tan rápido como mis piernas me llevaran. Quería llamar a

Stacy y Lark, y gritar a los cielos lo que había sucedido.

En cambio, mi cabeza se balanceó una vez en una aceptación

recatada mientras Robert deslizaba la banda trenzada en el dedo anular de

mi mano izquierda. Con un grito de alegría, me acunó entre sus brazos y

me dio la vuelta, provocando que un grito se escapara de mí mientras me

aferraba a su cuello, haciendo un gran esfuerzo para no reírme ante la

alegría desenfrenada que surgía de él.

—Oh, Grace, me has hecho la persona más feliz sobre la Tierra en

este momento —gritó mientras seguíamos girando, mi corazón

acelerándose en mi pecho ante la velocidad vertiginosa con la que nos

estaba haciendo girar.

Llenó mi rostro de besos, y me reí cuando sus pestañas me hicieron

cosquillas en la piel cuando sus besos bajaron a mi mandíbula. El ardiente

lento fuego que siempre estaba presente dentro de mí comenzó a estallar

de nuevo, pero lo comprimí por última vez y suspiré cuando sus labios se

encontraron con los míos, finalmente en su propio abrazo. Cerré los ojos,

agradecida de que hubiésemos tenido por lo menos este momento juntos.

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Cuando Robert finalmente dejó de girar, optando en lugar por

sentarse en el banco conmigo acunada en su regazo, abrí los ojos y tomé la

oportunidad para inspeccionar el círculo orgánico que ahora estaba

envuelto alrededor de mi dedo cómodamente.

—Lo siento, no estaba mejor preparado. Te mereces algo mejor que

hierba.

Me eché a reír.

—No importa de lo que esté hecho. Es la intención lo que cuenta,

¿recuerdas?

Robert puso mi mano izquierda en la suya y la sostuvo.

—Sabes, realmente eres algo único. La mayoría de las chicas se

habrían quejado de que no fuera de oro o tuviera algún diamante enorme

en él, pero tú lo aceptas.

Levanté mi otra mano y sonreí, admirando el anillo de zafiro que

estaba asentado allí en mi dedo anular.

—Bueno, ya tengo un anillo con una piedra enorme en él.

El pulgar de Robert acarició la piedra azul que reflejaba la suave

luz por encima de nosotros y suspiró.

—Sólo me gustaría saber por qué desapareció la estrella.

—Está todo bien. Estoy bien con el anillo de la manera en que es.

Con ambos.

—¿Estás segura?

Me encogí de hombros y tiré mi mano de la suya, metiéndola en mi

regazo antes de suspirar y volverme a mirar hacia fuera en el bosque

oscuro por delante.

—Los amo de la manera que son. No podría haber imaginado algo

mejor que esto.

Mi cambio en el estado de ánimo no pasó desapercibido, y llevó una

decidida mano a mi rostro, volviéndolo para que yo pudiera ver el cuidado

y la preocupación que llenaba sus ojos, volviendo la plata a un peltre

oscuro.

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—Sé cuando no me estás diciendo la verdad, Grace.

—Te estoy diciendo la verdad. Los amo, no los cambiaría en

absoluto.

Pero...

Ya había sopesado los pros y los contras de decirle la verdad.

¿Cómo podía decirle que no importaba si me gustaban los anillos de la

forma en que eran o no, porque no podía esperar a verlos en mi dedo por

mucho más tiempo? ¿Cómo podía mirarlo a los ojos y decirle que tenía que

tomar los anillos —los dos— de regreso, de modo que si un día encontraba

a alguien a quien pudiera amar tanto como me amaba —si no más—

entonces podría dárselos a ella. Yo no quería hacer frente a la idea de que

Robert podría estar con alguien más, así que, ¿cómo podría expresarlo?

—Pero nada. No vamos a arruinar este momento con la duda, ¿de

acuerdo? Por ahora, estoy contenta. ¿Podemos dejar las cosas así?

Debajo de la oscuridad en sus ojos, pude ver la lucha que estaba

pasando en su mente siempre girando. Estaba tratando de averiguar por

qué lo había bloqueado de mis pensamientos, y qué era lo que estaba

ocultando de él. Quería exigir la verdad de mí, me di cuenta, pero no iba a

hacerlo. No iría tan lejos como para confrontarme por mi mentira. No

cuando había tantas otras cosas importantes por decir y hacer.

—Está bien —recapituló. Suspiré con alivio y me relajé contra él.

—¿Vas a decirle a tu madre? ¿Lark?

—¿Acerca de pedirte que te cases conmigo? —Esperó por mi visto

bueno antes de reírse—. Ellas ya saben. Estoy seguro de que comenzaron

a planear la boda en el momento que supieron acerca de ti.

Una mueca se formó en mis labios.

—¿Incluso los ángeles tienen bodas?

—No. No tenemos los mismos requisitos que los seres humanos…

ya lo sabes. Las ceremonias humanas no son necesarias para unir a dos

ángeles. Ellos se unen y se separan como las nubes en el cielo, libres de la

obligación de la devoción y el afecto. Es muy raro encontrar uniones entre

los de mi clase que son más que una simple necesidad ya sea de procrear

o satisfacer algunas de nuestras necesidades más bajas.

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Fruncí el ceño ante esto; la idea de que los ángeles tuvieran una

capacidad para la empatía y el amor y, sin embargo, no pudieran

encontrar por sí mismos el voto de amar a otra era totalmente

contradictoria al instinto humano que ardía dentro de mí de que el amor

debe ser para siempre.

—Así que cuando Lark y Luca estuvieron juntos, fue más bien una

excepción a la regla.

Sentí su cabeza moverse en reconocimiento.

—Lark es una persona muy apasionada, muy parecida a nuestra

madre. El amor, la ira… ella es incapaz de sentir algo a medio camino,

sobre todo las más apasionadas de las emociones. Pero lo que sentía por

Luca, tan poderoso como lo era, no se puede comparar a lo que siente por

Graham. El corazón negro de Luca mantuvo a Lark en un estado de

perpetua noche, incapaz de ver la esperanza que puede venir de amar a

otra persona. Graham es, para ella, la luz que fue eclipsada por las

intenciones oscuras de Luca.

Sus palabras fueron como un asalto a mi conciencia. Lark se había

convertido en un ángel frío y amargado cuando había perdido a Luca,

quien no la había amado ni se había preocupado por ella,

comprometiéndose a no amar a nadie más. Graham había cambiado eso,

la había cambiado. ¿Qué sería de ella si yo fuera a fallar y perdía a

Graham también? ¿Qué sería eso para Ameila y Robert?

Su familia había estado a punto de perderla una vez, me di cuenta

en ese momento que entregándome a Sam no sólo estaba salvando la vida

de Graham, o incluso la de Robert. Al final, permitiéndole a Sam que

terminara lo que había empezado, mi muerte a su vez salvaría tres vidas:

la de Robert, la de Graham y la de Lark.

Esa era toda la razón que necesitaba para hacer a un lado las

dudas o segundos pensamientos. No tenía sentido el anhelo de algo más

cuando yo no tenía derecho a ello.

Me quité del seguro enclave del abrazo de Robert y me puse de pie,

frotándome mis ahora gélidos brazos mientras miraba hacia fuera en el

oscuro bosque que estaba delante de mí.

—Llama a Sam —susurré—. Vamos a hacer esto, Robert. Esto no

puede continuar por más tiempo.

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—Todavía hay tiempo... —Su voz se apagó mientras arrojaba mi

cabeza de lado a lado en un rechazo vehemente.

—No. No hay tiempo de sobra. Nunca ha habido ningún tiempo de

sobra. Cuanto más tiempo lo aplazamos, más gente será herida, y no

puedo vivir conmigo misma sabiendo eso. Llama a Sam, Robert. Ha llegado

el momento. Es tiempo de que me dé por vencida y detenga esto.

Robert se levantó.

—Grace…

Puse mi mano sobre su boca.

—Robert, por favor. He tomado mi decisión, no puedo vivir

sabiendo que el hacerlo significa que tú y Graham van a morir, o que la

felicidad de Lark será destruida.

—Sólo... sólo prométeme que vas a vigilar a mi papá, a Janice y

Matthew, cuando esto esté hecho. Mantenlos a salvo por mí. Y... no quiero

que estés aquí cuando suceda. No quiero que estés aquí cuando muera.

Acepto morir, lo acepto y puedo lidiar con eso, pero no si estás cerca de

mí, no si estás aquí. No quiero que veas esto, Robert. Por favor.

Sus ojos se dilataron, sus pupilas creciendo al doble de su tamaño,

sus irises oscuros como una nube gris casi de tormenta. Toscamente sacó

su mano de la mía, estaba enojado porque no habría más tiempo de

evasión, no más excusas. Me dio una seca inclinación de cabeza, el

movimiento de cabeza que llevó consigo el fin de tal manera que casi podía

oír las puertas de nuestra vida juntos cerrándose detrás de nosotros.

Luego se dio la vuelta, de espaldas a mí, fuerte y luchando con lo que yo le

había pedido. Y entonces él se había ido. Y me dolió.

Oh Dios, eso dolía. No hubo un amoroso adiós, un último beso.

Esto fue tan frío y estéril, como una despedida podía conseguirlo, y yo

quería doblarme sobre mí, con el dolor y la culpa que llevaba en gran

medida en mi corazón.

Pero no había tiempo para sentir lástima por mí. Era mejor de esta

manera. Comprendía su dolor. Lo sentía también, mucho más

profundamente de lo que él sabía. Los humanos podrían ser empático,

también.

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Aspiré profundamente, agradecida con él por tomar esta decisión

por mí. A pesar de mi anhelo, sabía que sería más fácil alejarme de él, de

la tenue promesa de un futuro que nunca había sido mío para quererlo en

primer lugar si él no estaba mirándome. Miré a la marchita banda que

estaba en mi dedo y, con sombría resolución, lo saqué y lo puse en el

banquillo.

Había cumplido su propósito… por un breve momento, fui la

orgullosa novia, disfrutando del resplandor del amor de aquél que quería

estar por siempre conmigo; y ahora merecía morir tranquilamente. Robert

sabría dónde estaba, y entendería por qué no podía llevarlo conmigo al

morir. Robert se merecía algo más que recuerdos de lo que fue. Se merecía

una oportunidad de lo que podría ser, aunque fuera con otra persona.

Otra ardiente cuchillada en mi corazón y no pude soportarlo más, di un

último y silencioso adiós.

Un leve susurro del viento obligó a mi mirada a apartarse del anillo

y la levanté hacia el cielo. Las pálidas alas blancas cortando a través de la

oscuridad arrancaron una exclamación de mis labios y di un nuevo paso

titubeante antes de hacer acopio de coraje y caminar hacia adelante.

—No hay vuelta atrás ahora —murmuré para mí.

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34 El Colapso de la

Razón Traducido por Simoriah y Xhessii

Corregido por Marina012

a voz de Sam debería haber sonado como música para mis

oídos. En cambio, los cabellos de mi nuca se erizaron y

mis dedos se curvaron hacia adentro, mis manos

volviéndose puños mientras él hablaba.

—¿Dónde está el cobarde? ¿Se esconde en algún lado, esperando

hasta que le vuelva la espalda para atacarme?

—Robert se ha ido —siseé, recelosa de él mientras caminaba hacia

mí con pasos lentos y calculados.

—¿No quiso quedarse y ver a su pequeña mascota humana morir,

eh? No me sorprende. Siempre fue demasiado sensible.

—Yo le pedí que se fuera —le corregí, incapaz de tolerar oírlo hablar

mal de Robert cuando sabía con cuanta fuerza él había peleado para hacer

justo lo que le pedí—. Se fue porque no quería que estuviera aquí para ver

esto, para verte hacer esto. Fuiste su amigo una vez, alguien que a él le

importaba mucho. No quería que te viera como realmente eres.

Sus ojos se movieron rápidamente alrededor —él dudaba de mí,

podía verlo en su rostro— mientras sus alas aleteaban detrás de él,

estiradas y listas para cualquier cosa que fuera que temiera. Su cabello

L

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dorado estaba como siempre lo había estado, suelto y fluyendo por su

espalda, el color reflejando el dorado de sus ojos que brillaban con

satisfacción.

No llevaba camisa, y pude ver que aunque la juventud había sido

restaurada en su rostro, el envejecimiento que había ocurrido en su

cuerpo permanecía, su piel arrugada y transparente, casi delgada como el

papel con un desgaste antinatural. Extendió sus brazos en exhibición,

como para mostrarme las consecuencias que venían como resultado de

intentar lastimarme.

—¿Dónde está Graham?

—Por ahí —fue su dudosa respuesta, confiado ahora que

estábamos solos.

—Quiero verlo.

La demanda lo tomó por sorpresa y sus movimientos cesaron, sus

pies quedándose inmóviles en el césped debajo de sus pies descalzos, las

piernas de los pantalones holgados humedeciéndose con el rocío que había

comenzado a colarse de las hojas perennes.

—¿Tú quieres? Esto ya no es acerca de lo que tú quieres, ¿o no te

diste cuenta de eso cuando maté a tu tía? ¿O cuando me llevé a tu mejor

amigo?

Sonrió y fue mi turno de ser tomada por sorpresa. ¿Cómo podía

olvidar cuán hermosa y desconcertantemente cautivante era su sonrisa?

Era una paradoja tal; una belleza casi insoportable, etérea y pura que

relucía en el brillo de sus ojos y la curva de sus perfectos labios,

traicionando completamente el odio oscuro y malvado que yacía detrás de

ellos. Mi mente peleó consigo misma, queriendo admirarlo y huir al mismo

tiempo, la confusión causándome un ligero latido en las sienes.

—¿Dónde está Graham? —pregunté una vez más, presionando

contra el latido debajo de mi piel.

—Estará aquí, pronto. Está un poco… indispuesto en este

momento. Pero te aseguro que estará lo suficientemente bien para volver

con su esposa —dijo con desdén, mirándome con sus ojos color ámbar.

—¿Qué le hiciste? Si lo has lastimado, Sam, si le has hecho algo…

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—¿Tú qué? —Se rió oscuramente, un sonido cortante que detuvo

mis palabras de repente—. ¿Me lastimarás? ¿Me cegarás una vez más?

Creo que hemos establecido que sin importar lo que hagas, no me voy a ir.

Puedes haber tenido la ayuda de un Guardián la última vez que nos vimos,

pero esta vez nadie va a venir a ayudarte, Grace. Estás destinada a morir…

todos los ángeles saben esto y ninguno hará una sola cosa para

detenerme.

Mi mentón se elevó desafiante, y lo miré por sobre mi nariz,

frunciendo el ceño ante la verdad en sus palabras.

—Obtendrás lo que quieres, pero no recibirás ninguna satisfacción

de ello, te lo garantizo.

—¿Oh? ¿Y qué te hace pensar que sabes lo que quiero?

Comenzó a rodearme, caminando con amplios pasos, las puntas de

sus alas arrastrándose en el piso y dejando oscuros círculos en la plateada

superficie del césped mojado. Levanté mi mirada de ellas; me recordaban

demasiado a Robert.

—Sé que tu obsesión ha causado que arruinaras las cosas.

Cometiste errores estúpidos que prueban cuán inferior eres comparado

con Robert.

—¿Qué sabes de Robert? ¿Finalmente te contó la verdad? ¿Te dijo

que matarte es su responsabilidad?

Asentí rígidamente y apreté los dientes cuando me sonrió, divertido

de que estuviera dispuesta a admitirlo.

—Él me contó todo. Es una de las principales razones por las que

estoy aquí. No lo dejaré morir por mí. Lo amo demasiado para hacerle eso.

Esperé que un comentario sarcástico viniera en una punzante

respuesta, pero en su lugar el rostro de Sam se deformó, y por un lapso

microscópico de tiempo, vi algo que lució como arrepentimiento, incluso

culpa. Y luego un gruñido salió forzado de sus labios, levantándolos en

curvas enojadas sobre sus dientes que rechinaban las emociones que

corrían dentro de él, convirtiendo el brillo que lo rodeaba de un color

similar a la miel a un borgoña profundo.

—Estúpidos humanos y sus idílicas nociones de amor y devoción…

haces esto por él porque crees que lo merece, porque crees que te ama lo

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suficiente para hacer lo mismo. Crees que se sacrificaría por ti pero,

¿dónde está?

—¿Qué importa? —demandé saber, lentamente desconfiando más

del humor ensombrecido que se apoderaba de él, haciendo que sus ojos

dorados se oscurecieran—. Sólo supéralo de una vez. Estoy cansada de

tener que lidiar con las cosas que arruinas…

No tuve suficiente tiempo para terminar la última palabra antes de

que una fría mano envolviera sus dedos largos y ágiles alrededor de mi

garganta, apretándola. Y aun así pude sentir la resistencia, el ligero

temblor que existía debajo de su piel. Mis ojos —amplios con sorpresa ante

el repentino ataque— se hicieron aún más grandes cuando me di cuenta

de esto.

¿Por qué vacilas? La pregunta que le permití oír, las palabras que

fluyeron dentro de su mente hicieron que su asidero se aflojara, que su

mano cayera a su costado mientras me miraba en silencio.

—¿Por qué te detuviste? —le pregunté mientras frotaba mi

garganta, con la voz ronca—. Estoy aquí. Deja ir a Graham, déjalo volver

con Lark y Robert y ya mátame de una vez para que podamos terminar

esto.

Me miró y casi grité cuando vi que sus ojos ahora estaban

completamente ennegrecidos, como habían estado tantos meses atrás.

—¿Sam? ¿Qué te sucede, qué te pasa?

No pude explicar de dónde venía el interés por él, me disgustaba

tanto como me sorprendía, pero levanté una mano hacia su rostro, la

expresión de terror que comenzó a formarse ahí diferente a cualquier cosa

que yo hubiera visto antes.

—¿Sam…?

—No puedo. No puedo hacerlo.

Mis hombros cayeron en derrota, mi mandíbula abriéndose con ira.

—¿Qué demonios quieres decir con que no puedes hacerlo?

Después de todo este tiempo, después de todo lo que me hiciste pasar,

todo lo que has hecho… matar a Katie, secuestrar a Graham, borrar la

memoria de Stacy… ¿vas a decirme que ahora que has obtenido lo que

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querías, no puedes hacerlo? ¿Es esto un tipo de ansiedad escénica

angelical o algo así? ¿Hay una píldora que puedes tomar para esto?

Su cabeza se inclinó hacia un lado y me miró socarronamente.

—¿Qué quieres decir con que borré la memoria de Stacy?

—No finjas que no sabes de lo que estoy hablando, Sam —

murmuré—. Hiciste que el cáncer de Stacy volviera y la pusiste en coma al

jugar con su mente de alguna manera.

La hermosamente malvada sonrisa regresó mientras su dedo

golpeteaba una esquina de su boca pensativamente.

—Tanto como me gustaría aceptar el crédito por eso, me temo que

no puedo. Verás, tan dotado como creo estar, sólo puedo afectar los

sueños de una persona, e incluso en ese momento sólo como una ilusión,

un producto de la imaginación. No puedo afectar la consciencia cuando se

está despierto así que no podría haber hecho nada para lastimarla… una

lástima.

—¡Estás mintiendo! —le acusé.

—Oh no, esta vez te estoy diciendo la verdad. No tuve nada que ver

con el… problema de tu amiguita, aunque sí tengo que decir que fue muy

bien jugado.

No quería creerle. Me dio una sonrisa tan arrogante; era difícil

creerle, casi imposible. Había visto los horribles pensamientos que se

habían apoderado de la muerte de Stacy. Sólo Sam despreciaba tanto a

Robert. Sólo Sam podría haber sentido el odio crudo que se precisaba para

crear una visión tan horrible.

—Si no fuiste tú, ¿entonces quién fue? ¿Quién le hizo eso a Stacy?

—Oh, te gustaría que te lo dijera, ¿verdad? Desafortunadamente, tu

pobre mente humana no sería capaz de entenderlo. Es intrascendente

ahora, de todos modos. Eres parte de un plan, Grace… un plan muy

intrincado que tiene que adaptarse a los cambios que tu libre albedrío ha

causado… y ahora te tengo. Todo ha caído en su lugar, tú eres la última

pieza.

Su mano me golpeó con fuerza en el rostro. Me envió hacia un lado

a tropezones, aterrizando con fuerza sobre mi pecho, mi hombro

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hundiéndose en la suave tierra, el suelo acunándome y amortiguando la

caída. Ésta era una escena muy familiar, pero no había estado preparada

para ella la última vez. El miedo se había apoderado de mí esa vez.

Ésta vez, había una necesidad para que me mantuviera en calma.

—¿Qué, no vas a gritar? ¿No vas a gritar en patética agonía

humana? —Se cernió sobre mí, como si nunca me hubiera movido, y su

expresión de desdén fue tan hermosa como repugnante.

Me empujé hasta ponerme de rodillas antes de volver a estar de pie,

sacudiendo la tierra de mi camisa y sacudiendo la cabeza.

—No voy a darte la satisfacción de oírme gritar.

—Qué mal. Simplemente te haré las cosas más difíciles, entonces.

Una vez más, levantó la mano y fui capaz de tener un vistazo de su

piel arrugada y similar al papel crepé antes de que cayera sólidamente

contra mi mejilla, su punzante fuerza causando que un gruñido de dolor

se deslizara por mí mientras caía al suelo una vez más. Había apretado los

dientes antes del impacto, y le había evitado a mis mejillas internas las

dolorosas heridas de mordidas que habían ocurrido la última vez que nos

habíamos encontrado así.

—¿Eso es lo mejor que puedes hacer? —escupí, volviendo mi

cabeza para mirarlo ferozmente—. Creerías que con todas las veces que

has arruinado esto, querrías terminarlo tan rápido como fuera posible.

—¡Estúpida! —gruñó a la vez que sus manos su hundían en mi

cabello y tiraban, levantándome por la base de mi cola de caballo—. ¡No

sabes el infierno que he pasado por ti!

Mis pies colgaron debajo de mí cuando me levantó sobre el suelo, el

dolor de cada cabello soportando mi peso forzándome a cerrar los ojos,

para bloquear el ardor que se extendía de mi cuero cabelludo al cuello.

—Tu incapacidad de morir no me ha causado nada excepto

sufrimiento. Debería matarte ahora.

—¡Entonces hazlo! —lo desafié a través de dientes apretados—.

¡Hazlo de una vez!

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Cuando caí al suelo, fue un sorprendido “Oomph” lo que escapó de

mí. Sam me había dejado ir. Una vez más.

—¿Qué te sucede? —grité, pateándolo cuando él simplemente se

quedó de pie ahí, mudo y sin moverse—. ¿Por qué no puedes hacer esto?

Sus ojos ennegrecidos me miraron y palidecí. La piel que rodeaba

las esferas había comenzado a oscurecerse también, el color pulsando

mientras se estiraba y luego se retraía, sangre negra latiendo a través de la

piel transparente.

—Sam… ¿qué le sucede a tus ojos?

No me respondió. Simplemente se arrodilló y tocó mi rostro con una

mano alarmantemente gentil. Acarició el costado de mi rostro casi

tiernamente, haciendo resonar la lengua ante la herida roja que había ahí,

bajo sus dedos sedosos.

—Sam…

Él empujó dos dedos contra mis labios para silenciarme, y temblé

ante el contacto. Se acercó y me tragué un grito cuando vi que los

pequeños capilares debajo de su piel se habían vuelto negros, creando una

red de formas hexagonales sobre su rostro. Con los grandes globos color

ónix que me escudriñaban, sentí que estaba siendo ahogada por un gran

insecto de cabello dorado cuando, para mi horror, remplazó sus dedos con

labios que eran extraordinariamente fríos, duros y bruscos, opuestos al

suave terciopelo de los de Robert.

Cerré los labios, y me esforcé para apartarlo cuando él se inclinó

más hacia adelante. Podía sentir su peso forzándome hacia atrás, y me

moví torpemente para alejarme de él, pero fue demasiado rápido y

demasiado fuerte. Mi cabeza aterrizó en el césped mojado con la suficiente

fuerza para hacer que el rocío que se aferraba a las hojas saltara hacia

arriba y cayera sobre mí como lluvia. Intenté alejar mi rostro, pero fuertes

manos forzaron a mi cabeza a permanecer quieta.

Mis pies patearon debajo del cuerpo de Sam, mis manos —que

formaban enojados puños— golpearon sus brazos, y causándome más

daño a mí que a él. El latido en mis manos comenzó casi inmediatamente,

e intenté ignorarlo, empujar más allá del dolor y el miedo que se

multiplicaba rápidamente… especialmente cuando espié que mi mano

derecha ahora se parecía a la parte interna de un panal de abejas morado.

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El dolor que iba y venía cada vez que golpeaba un ángel se encendió, y

había traído a algunos amigos con él.

¿Qué estaba haciendo Sam? ¿Por qué estaba encima de mí,

besándome cuando unos momentos antes estaba preparado para

matarme? Las preguntas giraban alrededor de mi cabeza como moscas,

cada una con hambre por obtener una respuesta, y yo no tenía nada que

darles. Sólo sabía que la boca de Sam se estaba volviendo más y más

insistente.

Sentí una mano que liberaba mi cara y que viajaba a lo largo de mí,

despiadadamente manteniéndose en mi cadera y luego levantándola hacia

arriba. Escuché el gemido que venía desde lo más profundo de él, el sonido

enviaba temblores de miedo puro y sin adulterar por mi piel, haciendo que

los vellos de mis brazos y mi cuello se erizaran con terror.

Inmediatamente, tramé mi siguiente acción: golpearlo no iba a

funcionar, y hablar sólo abriría mi boca a él, sabiendo que no tenía

manera de detenerlo, pero cualquier cosa era mejor que pensar que nada

me ayudaría.

¿Es así como te pones a prueba para Miki?

Su beso se detuvo inmediatamente, el peso de su cuerpo

inmediatamente se fue cuando se levantó, aterrizando como un animal,

mirándome con esos ojos negros vidriosos, su cara se había oscurecido y

cada momento se volvía más y más atemorizante mientras los minutos

pasaban.

—¡Cómo te atreves a decir su nombre! —siseó.

—¡Cómo te atreves a tocarme así! —le grité mientras me limpiaba la

boca con mi manga embarrada. Hice una mueca con el contacto, mis

brazos ahora eran como pasta morada que no tenía nada más que dolor y

sensibilidad.

—No pretendas que no te gustó.

Me puse de pie y escupí en el suelo.

—No me gustó. Era como besar a un cadáver, y apestas en eso.

¿Qué demonios te poseyó para que hicieras eso? Esto no es el por qué

estoy aquí.

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—Estás equivocada. ¡Eso es precisamente el por qué estás aquí!

Mi mirada se estrechó mientras él se empezaba a reír, el sonido

casi maniático, si no fuera malditamente hermoso.

—¿A qué te refieres?

—No puedo matarte… no aún. Oh, no te esperabas eso, ¿o sí? —me

preguntó cuando vio mi expresión conmocionada—. Hace unas cuantas

semanas, estaría más que satisfecho de simplemente destruirte tan rápido

como me fuera posible y terminar contigo y todo este asunto. Pero los

planes de los que eres parte… han cambiado, la estrategia se ha

modificado. Ya no es bueno para nosotros que estés muerta.

—¿Nosotros? ¿A qué te refieres con nosotros? —pregunté mientras

me alejaba de él.

—En este momento no es de tu incumbencia; ya pronto lo sabrás.

Lo importante es mantenerte con vida tanto como sea posible. —Una

sonrisa siniestra cruzó su rostro, mostrando una línea de dientes blancos

que marcaban el tono de su piel mientras levantaban una mano hacia mí,

con la palma hacia arriba, sus dedos curveándose hacia adentro,

haciéndome un gesto de que fuera hacia él.

—No. ¿Tanto como sea posible? Dime lo que estás planeando —

exigí, mientras me alejaba aún más.

—¿Y por qué haría eso? —preguntó mientras seguía haciendo el

gesto con una mano frívola.

—Porque quieres hacerlo… quieres decirme porque sabes que

decirme me herirá, y herirme es algo que disfrutas.

—Es verdad. Qué extraño que me descubras tan pronto. Entonces,

¿debería decirte? ¿Y dejar que la verdad te corroa como una herida

infectada? ¿O debería guardarla y ver cómo te retuerces por no saber?

Decisiones, decisiones.

Él se levantó y entonces me di cuenta que la extraña oscuridad que

estaba sobre su rostro había empezado a manchar el resto de su cuerpo,

su pecho sin camisa tenía un gris que estaba empezando a bajar por su

cuerpo como tinta que cae en un vaso de agua.

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—Pienso que te diré. Creo, que hará que el sufrimiento final más

agradable.

Caminó hacia mí con pasos lentos y medidos. Por un fugaz segundo

consideré correr, ir al bosque que estaba detrás de mí, pero sabía que él

me atraparía antes de que diera un paso. En cambio, cuadré mis hombros

y levanté mi barbilla.

—No te tengo miedo.

Se rió con el comentario, su cabeza se fue hacia atrás y su boca se

abrió mientras un sonido gutural salía de él hacia el silencio que nos

rodeaba. Era como la sinfonía de burlas. Y no sentí nada.

—Verás, tan importante como crees que eres, no eres nada. Tal vez

haya errado en perderte cuando maté a tu madre, pero resulta que fue lo

mejor. Sin ti escapando de mí, N’Uriel nunca habría escuchad su llamado,

y nunca se hubiera convertido en un Innominado.

»Parece que fallar es lo mejor que me pudo haber pasado. Matarte

lo hubiera librado de su llamado y nunca habría sido removido tan

fácilmente.

Se alejó de mí y vi que la mancha de tinta que teñía su piel empezó

a subir por sus alas. En lugar de pintar sus pálidas plumas de negro,

parecía causar que éstas se cayeran. En el piso debajo de él, las puntas de

sus alas dragaban pilas de plumas desechadas.

Escuché mi voz preguntar:

—Te ves muy feliz para alguien que trató de matarme hace unos

cuantos meses atrás… ¿por qué?

Su cabeza se giró para encararme, el halo dorado de cabello que lo

rodeaba me recordó que sin importar cómo se veía, todavía era un ángel,

todavía era poderoso.

—Oh, créeme. No estaba contento de que cada intento para matarte

fallara. Aunque fuera por mano humana o no, nada parecía funcionar.

Incluso intenté que quebraras las reglas con él. Ahora ya sabes eso,

¿verdad?

Asentí gravemente.

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—Infectaste mis sueños, pretendiste ser mi madre y me dijiste que

tomara a Robert para romper las reglas de los Nephilim.

—Sí. Habría salido perfecto: tú habrías sido ejecutada y él se

hubiera convertido en mortal, haciendo que fuera incluso más fácil

matarlo. Pero tampoco pudiste hacer eso, ¿o sí? No podías hacer que él te

deseara lo suficiente. —Se rió de manera burlona.

Quería decirle que él estaba equivocado, que Robert me deseaba

más allá de nuestro bien y que había sido él el que me detuvo, pero no

había ningún punto al discutir. Su locura iba más allá.

Locura… ¡eso es lo que era! Lo miré, la manera en que su cuerpo se

sacudía por la risa lunática que salía de él, la oscuridad lo había tomado y

lo había convertido en una criatura monstruosa que no tenía parecido al

hermoso ángel que se había parado junto a mí unos minutos antes. Sabía

que este era el destino que le esperaba a Robert si yo vivía.

—También eres un Innominado —susurré.

—Finalmente, lo entiende —murmuró él sarcásticamente—. Qué

irónico que mi protegido y yo recibimos el mismo llamado y ninguno

parece responderlo. Tú terminaste siendo su portadora de alas; él se

convierte en el Guardián de la entrada del Cielo al Infierno; pierdo mi

honor, mi lugar entre los de mi clase. Él obtiene todo por desafiar a lo que

es, y lo que se supone que es, ¡mientras que yo no obtengo nada!

»Di todo, todo lo que me importaba en el orden que debía ser y

como me dijeron que debería ser. Hice sacrificios que N’Uriel fue incapaz

de hacer. ¿Por qué él se beneficia de sus fracasos?

Él estaba a punto de estallar, la saliva salía entre sus dientes, un

rojo caliente, enojado y brillante lo rodeaba dándole casi una apariencia

diabólica que no hacía nada para ayudarme a levantar mi coraje mientras

daba pasos hacia atrás con terror mudo.

Se dio cuenta de eso y una risa rompió el silencio que era incapaz

de llenar con una réplica. Una mano agarró mi cara, apretando mis

mejillas y forzando a mi boca a convertirse en una mueca mientras me

miraba con una cara horripilante y vacía.

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—Quiero que sepas que todo eso cambiará. Ahora la muerte de

N’Uriel está garantizada. Él morirá por su propia mano, y será por ti. Y

verás que eso pase. Considéralo un regalo antes de que te vayas.

—Estás enfermo y equivocado —dije en una negación violenta—. Él

va a vivir, sin importar lo que hagas.

—Ahí es donde estás equivocada.

Chasqueó su lengua con desaprobación antes de que la risa

empezara a salir de él, su tono de ojos parecía oscurecerse más mientras

sus intenciones se hacían más claras.

—Oh, Grace. El plan es mantenerte con vida y torturarte… física y

mentalmente… hasta que tu dolor y sufrimiento causen que la ira de

Robert lo consuma.

»Él será incapaz de hacer nada para detenerme de hacer lo que

quiera contigo. —Trazó un dedo por mi rostro, lo corrió por mi boca, su

uña afilada cortó mi labio inferior y la sangre empezó a bajar por mi

barbilla. Él dejó su dedo caer negligentemente de mi mandíbula hacia mi

pecho donde se deslizaba hacia abajo…

»Y haré lo que quiera.

—No puedes hacer eso —grité de manera apagada, luchando para

alejarme de su agarre fuerte—. ¡No puedes!

Otra risa loca brotó de él, sacudiendo su cuerpo, las vibraciones

viajaron hacia mí, causando que mis brazos golpearan mis costados, mis

manos dolían cuando me golpeaban con cada pequeño temblor.

—¿Quién va a detenerme? ¿Tú? Tú estarás ayudándome; viendo

esto por tus ojos, sintiendo el dolor y la humillación por el que atravesarán

y que será suficiente para acabarlo.

»Estará tan abrumado con la rabia y la oscuridad dentro de él que

evitará que alguien más sea capaz de razonar con él… incluyéndote a ti.

Qué el Cielo ayude a cualquiera que esté junto a él cuando eso pase. Sólo

piénsalo; y si está rodeado de su familia, su nuevo cuñado, quizás incluso

tu familia. Oh, la carnicería que él causará…

—¿Por qué? —sollocé, incapaz de pelear contra el miedo y el coraje

por más tiempo—. ¿Por qué estás haciendo esto?

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Él sonrió de manera triunfal.

—Bueno, ahora finalmente muestras una emoción genuina. —Él

levantó mi cara y levantó su palma, capturando algunas lágrimas que

caían calientes y pesadas por mi rostro.

—Pienso que guardaré unas cuantas y se las daré a N’Uriel cuando

llegue; si es que se fue, claro. Pero si no lo hizo, eso hace una pregunta

interesante, ¿no? ¿Cómo pudo estar simplemente allí parado viendo que te

golpeé, te besé y te toqué?

—¡Cállate, sólo cállate! —grité. Él no me haría dudar de Robert de

nuevo. Había desperdiciado mucho tiempo haciendo eso y no dejaría que

sus palabras venenosas me infectaran como la última vez. No le haría eso

a Robert. Creía completamente que se había ido como se lo pedí, que él no

había visto nada.

Sam me dejó ir y suspiró cuando caí en el suelo, mis piernas eran

demasiado débiles para cargar mi peso.

—Lamento que las cosas hayan sido de esta manea. Realmente eres

única, Grace, realmente única en tu clase, y si hubiera una manera de

dejarte con vida y deshacerme de N’Uriel, tal vez lo pensaría; pareces una

buena manera de pasar el tiempo, pero me temo que simplemente no es

posible. No con lo que sabes y con lo que eres.

—¿Qué soy? ¿Odias a los humanos así de mucho? —Mi voz era

ronca, las palabras venían de tosidas intermitentes.

—No. Adoro a los humanos. Son mascotas maravillosas. Mi Miki

tiene la idea correcta. No, Grace. No odio a los humanos. Odio a los

mestizos.

—¿Eso es todo? Buen Dios, ¡imbécil santurrón! —escupí—. ¿Me

odias por algo en lo que no tuve control? No elegí a mis padres más de lo

que tu padre fue capaz de elegir a su hijo…

—Oh, así que conociste a mi padre. Apuesto que cayó de rodillas

por amor a ti, ¿verdad?

—Siento lástima por ti, Sam. Has intentado mucho hacer algo que

simplemente no eres capaz de hacer y has fallado de manera miserable.

—Y, ¿exactamente qué es?

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—En ser un ángel —contesté con suficiencia, inclinando mi cabeza

para que pudiera ver que lo desafiaba.

—Oh, ¿se suponía que eso hiriera mis sentimientos? —Se rió antes

de agarrar mi cabeza, sus dedos pasando por mis sienes, y me jaló para

ponerme de pie—. Suficiente cortesía. Nuestra audiencia ha llegado. —Él

me giró para que mirara al estacionamiento mientras dos pares de faros

giraban.

—¿Qué está pasando?

—El espectáculo está iniciando, Grace. Pon tu cara de juego, es

tiempo de que capturemos un rey.

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35 Verificación

Traducido por Little Rose y Vanehz

Corregido por Xhessii

parecieron dos autos, y los reconocí inmediatamente; la

pequeña minivan blanca especialmente me quitó el aliento

y me hizo sentir deseos de decirles que se dieran la vuelta,

que se fueran. Intenté gritar una advertencia, pero una mano cubrió mi

boca, haciendo que de mi boca saliera un gemido de desaprobación en vez

de las palabras que quería decir.

—Bueno, bueno; no podemos ser maleducados con nuestros

invitados. Han venido porque los invité. No crees que sería algo rudo de

parte de la anfitriona que les gritara que se fueran ahora mismo, ¿verdad?

Luché contra él, pero me arrastró hacia atrás, haciendo que lo

pateara, e intentara inútilmente quitar sus dedos de mi boca, pero mi

mano estaba demasiado tiesa para ser más que un trozo de carne inútil.

Finalmente, aburrido de mis intentos de escape, Sam tomó mi brazo y lo

retorció sin piedad detrás de mí, haciéndome inclinar la espalda

dolorosamente y me quedándome quieta.

—Buena chica. Ahora, sonríe para papi.

Sacudí la cabeza y cerré mis ojos, sin querer ver quién venía hacia

nosotros pero incapaz de saber quién era. Las ominosas palabras de Sam

se repetían en mi cabeza.

Estará tan abrumado con la rabia y la oscuridad dentro de él que

evitará que alguien más sea capaz de razonar con él… incluyéndote a ti.

Qué el Cielo ayude a cualquiera que esté junto a él cuando eso pase. Sólo

A

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piénsalo; y si está rodeado de su familia, su nuevo cuñado, quizás incluso

tu familia. Oh, la carnicería que él causará…

Un sollozo silencioso fue todo lo que me permití mientras oía los

pasos acercándose, el ruido de la grava y luego del césped cediendo ante

un par de pies pesados.

—¡Oh Dios mío! ¡Grace!

La voz de papá vino hacia mí y me trajo su pánico al verme en esta

situación. Quería decirle que todo estaría bien, pero sabía que no

ocurriría. Ya había visto demasiado.

Sam quitó su mano de mi boca y su tono de voz salió con olas

suaves de placer mientras hablaba.

—Bienvenido, James. Es muy agradable verte después de tanto

tiempo.

Abrí los ojos para mirar a mi padre, cuyos ojos se abrieron como

platos ante el reconocimiento de la figura que se imponía ante él.

—¿Se conocen?

La mirada de papá vino hasta mí y asintió dudosamente.

—S-Sí.

—¿Cómo?

La suave risa de Sam retumbó detrás de mí mientras aumentaba

su agarre en mi brazo.

—Oh, creo que James debería explicarte eso, ¿no es cierto, James?

Allí. Allí lo vi: la culpa en la mirada de papá. Viéndola y

reconociéndola por lo que era; eso me dejó tiesa. Y él supo que la vi, que la

entendí, y eso sólo aumentó la culpa, poniéndolo blanco. Sus hombros se

hundieron, toda su postura pasando de preocupado y defensivo, a

derrotado y arrepentido en el mismo tiempo que le tomó a mi boca abrirse.

—¿Papá?

—Grace, yo… yo no sé qué decir.

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Detrás de él, Janice estaba pálida. Parecía tan perdida como yo me

sentía, y la preocupación que se notaba en su ceño probaba que

cualquiera que fuese el secreto que tenía papá, era sólo de él.

Mis ojos captaron movimiento detrás de ella, y lo que vi fue tan

tenebroso que enfrió todo mi cuerpo. Graham estaba ahí, con el rostro

muy golpeado, el cuerpo apenas sostenido por sus piernas temblorosas.

Pero verlo así: no había esperado tanto daño, no cuando el ser convertido

le dio la capacidad de sanarse… no fue lo que me golpeó. Miré atónita a su

brazo, que estaba sosteniendo en un agarre muy fuerte de una Erica

Hamilton blanca, cuyo rostro sonreía, con una mirada vacía.

Y a su lado, llevando esa misma expresión que Erica, estaba el Sr.

Branke, con las manos a los costados, como si no supiera qué hacer con

ellas.

—¿Qué… está… ocurriendo? —Mi voz sonó ronca, pero tenía que

decirlo. Volví a mirar a papá, quien tenía una expresión de sorpresa

idéntica a la mía.

—Graham dijo que nos necesitabas, que era una emergencia. Lo

dejamos en casa con Matthew. ¿Quién cuida a Matthew, Graham? ¿Dónde

está el bebé?

Graham bajó la cabeza en silencio.

—Espera —me oí decir—. ¿Graham te dijo que vinieras aquí?

Se dio vuelta, ahora con incredulidad además de pánico en su

mirada.

—Sí. Sí, lo hizo, pero, lo juro, seguía ahí cuando nos fuimos. Lo

dejamos con el bebé… Grace, no sé qué ocurre aquí, pero sólo puedo

asumir que es mi culpa…

—Papá —comencé, tirando del agarre de Sam y gritando cuando me

retuvo. Sentí un ardor en mi hombro, supe que amenazaba con dislocarse

en cualquier momento, y me mordí el labio para no llorar—. Papá, no es tu

culpa.

—Sí, lo es Grace. Lo es. Debería haberte dicho, debería haberte

dicho cuando tu madre murió, pero no pude… habías perdido tanto,

habías pasado por tanto que no creí que fuera justo poner en ti esta carga

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—explicó, con la voz cargada de emoción. Miró a Janice e intentó calmarla

apretándole la mano, pero ella lo miró con ojos como platos.

—Antes de mudarnos aquí, mucho antes de conocer a tu madre, yo

era una persona muy diferente. Hay cosas en este mundo que no puedes

imaginarte, Grace, cosas que no se pueden explicar. Hay secretos que

podrían destruir todo lo que la humanidad aprecia, destruir a la

humanidad misma. Y… debo decirte que crecí en una familia que mantuvo

oculto esos secretos.

Podía ver el movimiento de sus labios, ver sus manos gesticulando

mientras seguía explicando, pero lo único que entendía era que mi padre

me estaba confesando saber más del mundo de Robert de lo que nosotros

podríamos imaginar siquiera.

—Eres un… —comencé, pero Sam apretó más fuerte mi brazo en mi

espalda y mi acusación fue callada por el dolor, permitiéndole continuar a

mi padre, quien no había notado que yo ya sabía lo que iba a decir.

Inspiró hondo, y exhaló lentamente, como si la gravedad de lo que

iba a revelar pudiera ser disminuida con ese gesto. Sus ojos pesaban con

culpa y oscuridad que ya había visto antes, y los círculos debajo parecían

haber aparecido mágicamente, envejeciéndolo notablemente.

—Mi familia es responsable de cuidar los secretos más oscuros que

existen, pero no pude. Simplemente no pude hacerlo, por lo que decidí

dejarlos, abandonar la vida que conocía y esto los molestó. Poco después,

conocí a tu madre y fue como una brisa de aire fresco comparada al

infierno que había visto. Y luego Sam apareció.

»Supe inmediatamente lo que era, y por qué había aparecido. Es

uno de los ángeles oscuros que sólo hace cosas malvadas. Me dijo que no

me mataría, pero sólo si hacía algo por él. Siempre y cuando me permitiera

mi libertad, dejarme vivir, estuve dispuesto a hacer lo que fuera que

quisiera.

»Había escapado del mal de mi familia y no podía abandonar la vida

de felicidad que había saboreado; habría sido como dejar de respirar. Pero

no comprendí el costo que eventualmente habría de pagar hasta que fue

demasiado tarde. Sin importar lo que lo lamenté, estuvo hecho. Le di a

Sam mi voto… le debía mi vida.

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—¿Oíste eso, Grace? —susurró Sam en mi oreja—. Tu padre

también guarda secretos. Y uno de ellos es que me pertenece.

—No —grité—. No, no es verdad.

—Oh, pero lo es —dijo Sam suavemente, su voz una caricia en mi

oreja—. Ahora, pregúntale a tu padre cuál fue el costo para mantener su

patética vida humana. Pregúntale qué otros secretos ha guardado.

Mi mirada se centró en la de mi padre, y no quise saber. No quería

saber nada. Sabía que fuera lo que fuera que me iba a decir, iba a cambiar

cómo lo veía, al padre que siempre conocí, y no quería eso.

—No.

—¡Pregúntale! —gruñó de repente Sam, volviendo a apretar mi

brazo, pero el ruido de mi hombro rompiéndose fue ahogado por el grito de

papá para que se detuviera.

—No. —Volví a gemir mientras mi brazo era liberado y me dejé caer

en el piso. Mi cabeza cayó en el césped suavemente, haciendo que los

tallos no me dejaran ver.

—Bueno, entonces, sólo habrá que hacerle decirnos, ¿verdad? —

dijo Sam divertido.

—¡James, no!

—¡Señor Shelley!

Los gritos de Graham y Janice me hicieron levantar la cabeza, y

horrorizada vi cómo el Sr. Branke forzaba a mi padre al suelo. Presionó un

pie en su espalda, mientras su mano cayó en el pelo de papá, forzándolo a

levantar la cabeza, esforzando su cuello a un movimiento antinatural.

—Ahora, cuéntale a tu hija lo que me prometiste a cambio de que

conservaras tu vida, James —le ordenó Sam en un extraño tono de voz

tranquilo.

—Grace, yo… —Me miró y cerró los ojos, incapaz de mirarme

mientras confesaba—. Le prometí que podría tomar la vida de tu madre.

—¡No!

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Oí el grito de negación, ¿pero había salido de mi boca? No podía

decirlo. Hubo tantas cosas que me hizo sentir su confesión entonces. Se

me hundió el pecho, como si hubiera sido aplastado, y luego abierto por la

verdad. Mis ojos estaban fijos en el rostro de papá mientras las emociones

que aparecen en grupo cuando tu vida ha sido alterada para siempre por

la honestidad me aplastaban. Y vi lo que hizo por la compostura de mi

papá mientras comenzaba a sollozar, la culpa siendo demasiado para

seguir.

Comenzó a sacudir la cabeza y a borbotear cosas que no tenían

sentido. Nada volvería a tener sentido, no después de esto.

—Es deprimente oír que él intercambió su vida por la de tu madre,

¿cierto? Y mira lo que ha hecho con esa vida; ahora es el gerente de una de

las franquicias de tiendas más mugrientas del estado de Ohio. ¿Acaso no

te sientes orgullosa, Grace? —rió Sam malvadamente.

Papá aumentó su tono de voz por encima de su risa.

—No, Grace, no entiendes. ¡Tu madre lo sabía! Sabía todo; siempre

lo hizo… era imposible guardarle un secreto. Le rogué que me perdonara,

que perdonara mi debilidad, y ella me pidió perdón. ¿Puedes creerlo?

Realmente pidió mi perdón. Le pregunté por qué, y me dijo que…

—¡James, DETENTE!

Una corriente de viento se envolvió alrededor de todos nosotros

como un tornado en miniatura, silbando a medida que pensaba que era la

voz fuerte que detuvo las palabras de mi padre como un cuchillo cortando

una garganta. El aire aumentó su frialdad y vi mi respiración convertirse

en vapor mientras escapaba de mis labios.

Desde donde yacía, vi al Sr. Branke perder el control, y la cabeza de

mi padre caer hacia delante ante la repentina libertad. Erica también dejó

ir a Graham, quien ahora lucía completamente ileso, sus contusiones se

habían ido. Se apresuró para ayudar a Janice, quien parecía congelada en

el lugar, no por la repentina caída de la temperatura, sino por todo lo que

acababa de oír.

Al igual que la luna repentinamente apareció detrás de una nube

oscura, Ameila estuvo ahí, parada entre nosotros. Sus alas estaban

desplegadas, como cortinas nevadas, su oscuro cabello flotando alrededor

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de su cabeza como un halo de carbón. No tocó el suelo y en cambio se

cernió sobre el césped, ambos pies apenas besando las descuidadas hojas.

—James, tú, necio e impetuoso humano; podías haberte quedado

en silencio y no decir nada. Sabes lo que Sam es, de lo que es capaz, y aun

así caíste en su trampa tan fácilmente. Eso no era lo que pretendía que

pasara cuando te envié aquí —lo reprendió.

—¿Por qué? —pregunté.

Su rostro se giró hacia mí, sus ojos estrechos y llenos de

remordimiento.

—Quizás sientes que con todas las emociones hirviendo dentro de ti

eres capaz de entender los hechos, pero no estás lista para esto, Grace.

—Estoy lista para morir. Estoy lista para morir y así mantener a las

personas que amo a salvo, así que no me digas que no estoy lista para el

infierno que sea esto —chasqueé.

—Grace —me dijo, su tono desaprobatorio—. No entiendes.

Sacrificarte a ti misma por amor toma coraje del corazón y la mente; algo

que siempre supe que tenías en abundancia; pero oír la verdad acerca de

algo que nunca quisiste saber puede matar tu misma alma. Créeme

cuando te digo que no estás lista para oír la verdad entera.

De alguna forma profundamente dentro de mí, pude oír las puertas

dentro de mi pecho cerrarse, el estruendo de metal sólido cerrándole paso

al perdón y entendimiento, dejando espacio para sólo la verdad y el

resentimiento que pude sentir construyéndose en mí.

—Lo supiste todo este tiempo. Acerca de mi padre, mi madre… Sam

—la acusé.

—Sí, Grace. Lo sé todo.

El aire alrededor de mí se sintió increíblemente caliente cuando un

helado escalofrío corrió a través de mis venas cuando una sospecha

comenzó a formarse dentro de mí.

—¿Y Robert? ¿Él lo sabe? ¿Sabía acerca de esto también?

Sacudió su cabeza con una ferviente negación.

—No. No sabía nada.

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—Grace, sé que esto es mucho con lo qué tratar, pero hay mucho

que no sabes; acerca de Robert, acerca de Ameila… —oí a mi padre tratar

de explicar, pero la réplica cortante de Graham me previno de responder.

—Ella ya sabe acerca de ellos siendo ángeles, señor Shelley. A

diferencia de usted, Robert, al menos confió en Grace lo suficiente para

decirle la verdad. No puedo creer que vendiera su propia vida de esa forma

y dejara a Grace crecer sin su madre, especialmente a un mal sujeto como

Sam.

»Hombre, y yo pensé que mi padre era malo, pero él sólo es así

cuando está con la botella. Usted no tiene excusa. —Giró su espalda a mi

padre, sus brazos cruzados en frente de él mientras sacudía su cabeza con

disgusto.

—¿Todo eso es cierto?

La pequeña voz que finalmente habló fue tímida, la obvia

incredulidad de lo que era comenzando a revelarse, mezclada con la ofensa

tácita; fue como un fuego artificial resonando en medio de un funeral.

—Janice, perdóname por haberte arrastrado en medio de todo esto.

Me prometí dejar esta vida detrás de mí después de la muerte de Abigail y

criar a Grace de la forma en que se merecía. —Papá se arrastró sobre sus

manos y pies para alcanzar a su esposa, quien estaba parada temblando

en el frío aire de la noche. Levantó sus manos hacia ella en súplica, pero

puso las suyas detrás de ella, rechazando aceptarlo.

—¿Me estás diciendo que hay ángeles, reales, ángeles vivientes

residiendo en Heath; que tu hija está saliendo con uno de ellos; y que tú…

dejaste que uno de ellos matara a tu esposa?

Estaba furiosa. Y esa furia estaba girando las tuercas en su cabeza

mientras miraba a los jugadores parados en frente de ella; viendo que era

la única ahí que había sido completamente ignorante de todo.

—¿Es por eso que murió Katie? ¿Tuvo su muerte algo que ver con

esto?

—¡No! —fue la respuesta de papá.

—Sí —confirmó Sam.

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La mano de Janice voló a su boca para ahogar un grito

consternado.

—¿Por qué?

Me empujé hacia arriba por mi cuenta difícilmente sobre mis pies,

mi brazo bueno incapaz de soportar el peso debido a mi mano lastimada.

Sin embargo, sólo me basé en la fuerza de mis piernas y mi terquedad.

—Él pensó que era yo. Quería matarme a mí, no a Katie. Su muerte

fue una equivocación… —le respondí suavemente.

La cabeza de papá dio media vuelta, una respuesta distorsionada

alojada en su garganta. La otra mano de Janice vino a encontrarse con la

otra ante la sacudida de esta nueva verdad.

—¡Tú, bastardo! —gritó papá antes de revolverse sobre sus pies y

lanzarse hacia nosotros. La mano de Ameila lo paró en frío, su pecho

rebotando en su mano aún extendida, enviándolo volando hacia atrás.

Recobrándose rápidamente, su mano se levantó señalando un dedo

acusador hacia Sam y mirando a Ameila con furia y sorpresa formando un

torrente de emociones en él.

—Trató de matar a mi hija…

—Oh, hice más que eso —dijo Sam casualmente, mirándose las

uñas negro azabache en su igualmente oscura mano mientras pensaba

que todo el asunto era demasiado aburrido como para prestar atención.

Este único hecho enfureció a mi padre.

—¡Esto no era parte del trato; esto no era parte del maldito trato!

Rompió tus leyes, Amelia… ¡sabes lo que significa!

—Cállate James —lo silenció Ameila—. A pesar de ser electus, no lo

sabes todo acerca de nosotros; y perdiste el privilegio de ese conocimiento

cuando abandonaste a tu familia, cuando rompiste tus reglas.

—¿Cómo puedes defenderlo? Tu hijo está enamorado de Grace;

¿cómo puedes defender a este monstruo que trató de llevársela, que trató

de matar a mi hija?

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Una baja y burlona risa resonó, y Sam se dobló hacia abajo, su

manos ennegrecidas sobre sus rodillas, completamente divertido por lo que

estaba teniendo lugar delante de él.

—Lo permite porque sabe que no hay nada que pueda hacer para

impedirme tomar la vida de Grace justo aquí, justo ahora… ¿cierto,

Ameila?

Cuando Ameila dio un rígido, desafiante asentimiento, Sam la

recompensó con una sonrisa asquerosamente alegre.

—Ya ves James, Ameila no puede hacer nada de nada acerca de

esto, porque Grace no debería existir.

Se elevó del suelo varios centímetros y flotó hacia Ameila, quien lo

miraba con total disgusto escrito claramente en su rostro. Él lo ignoró y

avanzó pasándola hacia mi padre. Rodeó a mi padre, y se burló de él con

sus melódicas palabras.

—Debería haber tomado a tu esposa como había planeado esa

noche. Habría evitado todo esto, pero cometí un estúpido error de juicio y

las consecuencias ahora se levantan ante mí. Todo eso termina esta noche,

de cualquier forma, y entonces puedes irte y vivir tu vida con tu nueva

esposa y tu niño. Cuán conveniente, ¿no crees? Que todo lo que he

tomado; y tomaré de ti, de algún modo te las arreglaste para reemplazarlo.

Su sonrisa creció mientras se alejaba flotando, regresando a mí

como un león vigilando a su presa. La curva siniestra de sus labios no

dejaba duda en mi mente que las palabras de Graham eran verdad: Sam

era un mal sujeto. No tenía intención de dejar a mi padre y a Janice irse.

No tenía intención de dejar ir a ninguno de nosotros… sólo yo era la única

delante de él que lo sabía.

Por el rabillo del ojo, fui testigo del placer de Sam por la forma en

que las cosas se desarrollaban, provocando sonrisas idénticas en los

rostros de Erica y el Sr. Branke, como si alguien hubiera tirado de una

cuerda invisible. Y aún a pesar de eso, no mostraban otra emoción; sus

ojos estaban planos y casi descoloridos, sus cuerpos temblando en

reacción a las influencias externas del frío, pero nada más.

—¿Qué le harás a ellos? —Quise saber mientras miraba sus rostros

en blanco con aquellas sonrisas de zombi pegadas a sus bocas,

falsificaciones de las sonrisas genuinas que había visto en ellos antes.

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—No eres buena escuchando, ¿no? —Sam chasqueó la lengua—. Te

lo dije, no puedo jugar con una mente consciente. Pero ahora que lo

mencionas, el que probablemente lo haga tiene más uso para ellos al

parecer a como las cosas están cayendo en su lugar tan agradablemente.

La chica rubia fue una elección fácil; a ti, naturalmente no te gusta, y a

ella no le gustas, lo que ya ha sido probado. Y el profesor, bien… también

proporcionó una gran distracción, ¿no?

»Bueno, ahora que hemos pasado toda esa parte del camino, es

claro que han cumplido con su propósito. —Mientras sus palabras

colgaban en el aire, miré su rostro, viendo el brillo lúgubre en su ojo…

—¡No!

Corrí hacia mi antiguo némesis, sabiendo que llegaría demasiado

tarde. Por una fracción de segundo, el reconocimiento pasó sobre su

rostro, y entonces vi a la hermosa rubia de ojos azul cristalino caer al

suelo, débil y sin vida junto a mi antiguo profesor.

—¿Por qué? —Me oí a mí misma sollozar mientras presionaba una

mano inflamada contra el cálido rostro de Erica Hamilton; sus ojos aún

estaban abiertos, sin ver y sin la paz que debían haber tenido.

—Oh, no te preocupes; realmente no estaban vivos para empezar.

Pero, ya lo sabías, ¿no?

Mi mente destelló regresando al estacionamiento en el hospital,

viendo al Sr. Branke, muerto en su auto. E incluso más allá, cuando

Robert había espiado en la mente de Erica y no había visto nada;

habíamos quedado confusos por eso, sacudidos por el hecho de que no

había estado en un estado comatoso como Stacy, pero animados y

decididos como el infierno a destruir todo sentido de normalidad que me

hubiera arreglado para reunir por mi cuenta.

Mirando sus cuerpos, sus rostros en blanco, incluso en la muerte,

me di cuenta que mi rabia hacia Erica estaba fuera de lugar. Quizás no me

había gustado, quizás incluso había merecido su reputación en la escuela,

pero no se merecía ser usada como un títere por los planes enfermos de

dos ángeles locos.

—¿Por qué los usaste? Eran personas inocentes que no se merecían

esto; nada de esto. —Mirando a mi papá y, sin importar cuán enojada

estuviera con él por lo que hizo, cuán traicionada me sentía con él por

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ocultarme todo esto, sabía que no quería esto para él. Todo esto había sido

de forma que él estuviera a salvo, así que, ¿estarían a salvo? Sacudí mi

cabeza ante lo irremediable de todo esto.

—Te lo dije, Grace; esto no es acerca de ti. Es acerca de N’Uriel —

dijo Sam con un aire casi insolente antes de volver su cabeza hacia el cielo

y lamer sus dientes, sus labios curvándose sobre ellos en un gruñido

vicioso—. Y hablando del diablo, ya es hora de que aparezcas, hermano.

Ahora las piezas están dispuestas. Vamos a jugar.

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36 Reivindicaciones

Traducido por LizC

Corregido por Curitiba

obert! —grité a medida que sus pies caían delante

de mí. Sostuvo en alto sus brazos hacia mí de

modo que me precipité en ellos, arrojando mi

único brazo útil en torno a él y sintiéndome agradecida por su presencia,

aunque enojada porque había vuelto.

—Lo siento —murmuró entre mi cabello mientras me levantaba en

su contra en un abrazo doloroso, mis pensamientos se abrieron a él, todo

abierto a él—. No podía dejarte aquí para morir. No sin mí. Te lo dije,

Grace. Eres mi vida. Sin ti, no hay ningún propósito para mí.

—Deberías haberte mantenido al margen —sollocé entre la curva de

su mandíbula—. Deberías haberte mantenido al margen y salvarte a ti

mismo. Él no piensa en dejarnos con vida.

—No hay vida sin ti. —Rozó sus labios contra mi oreja, y los movió

a lo largo de mi mandíbula hasta que finalmente los moldeó en contra de

los míos. El simple contacto entre ellos fue como un estallido de energía

que renovó el vigor y la fuerza que no sabía que había sido drenada de mí.

Hubo un aplauso lento detrás de nosotros, el ritmo lento casi lujoso

en el aire tenso que nos rodeaba. Robert alzó su rostro del mío mientras su

mano cubría la parte de atrás de mi cabeza y la sostuvo contra su pecho a

medida que se volvía para enfrentarse a su antiguo amigo. Sentí la ira

dentro de él, la forma en que hizo temblar su cuerpo con el fuego de la

misma, rabia pura, cruda que apenas ondulaba, hirviendo a fuego lento

pero aún no habiendo comenzado mientras miraba fijamente a Sam.

—¡R

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—Qué reunión tan feliz y sin embargo agridulce entre dos amantes;

qué conmovedor. Hola, hermano. Gracias por venir, finalmente; estábamos

empezando a preguntarnos si incluso te ibas a presentar —comentó

Sam—. Han pasado muchas cosas en el poco tiempo que has estado fuera.

¿Quieres que te muestre?

Sentí el cuerpo de Robert rígido, pero no podía mover mi cabeza

para ver su rostro; la mano de Robert la mantuvo firmemente en su lugar.

Oí una inhalación aguda; la de Ameila, así como la de Robert, y me quedé

sin aliento cuando me di cuenta de lo que estaba pasando.

—¡No lo hagas! ¡Basta, Sam!

Secretos. Oscuros secretos, dolorosos estaban siendo expuestos en

el silencio que nos rodeaba a todos nosotros, y sólo mi padre, Graham,

Janice y yo, éramos incapaces de darnos cuenta de la verdadera

profundidad de los pensamientos que pasaban entre los tres ángeles sin

decir palabras.

Pero lo sentíamos. La temperatura en el aire bajando grado por

grado según las confesiones y acusaciones eran lanzadas, pensamiento por

pensamiento sin piedad. La mano de Robert en la parte posterior de mi

cabeza empezó a apretar, sus dedos excavando en mi cráneo y obteniendo

un grito de dolor de mis labios.

—¿¡Grace!? —Él se apartó de mí, aturdido y avergonzado por lo que

acababa de hacer.

Hice una mueca a medida que el dolor disminuyó, y sólo entonces

se dio cuenta de la magnitud del daño que me había hecho a mí por asalto

de Sam. Me agarró las manos y las llevó a su boca. Cerré los ojos ante la

anticipación del alivio que brindaría con un gesto tan sencillo pero

encontrando que se sacudieron sin piedad sueltas cuando las manos de

Roberts fueron arrancadas de las mías.

—¡No lo hagas!

Robert me miró fijamente, y luego se volvió para mirar a su madre,

quien ahora se interponía entre nosotros.

—¿Qué?

—No, hijo. No la sanes. No le hará ningún bien.

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—¿Hablas del bien? ¿Tú, quien ocultas la verdad acerca de quién

es, lo que es de mí? ¿De ella? —gruñó, y la empujó a un lado.

—¿R-Robert?

Mi voz era temblorosa. Él estaba enojado, más enojado de lo que

jamás lo había visto antes.

—Robert, ¿qué está pasando?

—Has sido engañada, Grace. Ambos lo hemos sido —respondió

secamente mientras se paraba delante de mí protectoramente.

—Sé lo que hizo, Robert. Sé que ella ocultó la verdad acerca de mi

padre de mí, de ti, pero sigue siendo tu madre. Ella…

—¡No! —gruñó—. ¡No, no sabes lo que hizo, Grace!

—Sí, ella no sabe lo que hizo tu madre, ¿verdad? Pero yo sí sé. Y

ahora tú también. ¿Cómo se siente, N'Uriel, al ser traicionado por uno de

tus padres, también? ¿Te molesta?

—¿Qué hizo ella? —susurré, incapaz de comprender las acciones

que Ameila había tomado para provocar una reacción como tal de él.

Robert negó con la cabeza, no dispuesto a aceptar lo que acababa

de descubrir. Amaba a su madre; lo que fuera que ella hizo, no podía creer

que sea posible, y sin embargo no podía evitar su ira que venía como

resultado de su conocimiento.

Sam aprovechó la oportunidad para expandir el dolor de Robert.

—¿Quién crees que me llevó hasta tu padre, Grace?

—No te creo.

—Es cierto —dijo Ameila. Fue totalmente natural al respecto, casi

clínica de modo que no reconocí su voz por un segundo. Pero entonces las

emociones vinieron, una detrás de la otra. Todas ellas vertiéndose sobre

mí, aplastando mi voluntad para comprender algo de eso a medida que se

explicaba.

—Sé que no puedes entender por qué, pero hay caminos que no

puedes recorrer sin que te sean establecidos en primer lugar. Tenías que

hacer tu trato con Sam; es cómo las cosas tenían que ser, James.

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Estaba enojada. No. Estaba furiosa.

—¿Cómo tenían que ser las cosas? ¿Cómo tenían que ser? ¡Él es un

ser humano! ¡Lo obligaste a elegir entre él y mi madre! ¿Por qué? ¿Es

acerca de la cosa del libre albedrío de nuevo? —le grité a ella, caminando

alrededor de Robert, quien permaneció mudo, la traición golpeándolo en el

corazón tan profundamente como lo había hecho conmigo.

—Grace, no es eso. Por favor…

—¡No! ¡Durante todo este tiempo, todo este tiempo has ido una y

otra vez sobre cómo los ángeles se suponen deben ayudar a los seres

humanos, cómo están aquí para salvarnos, pero todo lo que he aprendido

hasta ahora es que a tu clase les gusta usarnos como marionetas!

Estamos aquí para tu diversión… ver qué puede hacer por la vida de este

ser humano, ver cómo puedo hacer que esta estúpida humana confíe mí.

¡Si no fuera por ti, mi madre todavía estaría viva!

Estaba fuera de control por el dolor, la rabia, la ira, el fuego, y... no

importaba lo demás. Sólo sabía que por primera vez, no sentía miedo

cuando miraba a Ameila. No sentía ningún temor, ni envidia. Sólo vi la

fealdad de lo que me había hecho a mí, a mi familia.

—¡Bravo, Grace! —Aplaudió Sam.

—¡Cállate! —le espeté—. Eres más culpable de lo que ella es. ¿Por

qué mi madre? ¿Por qué ella? ¿Qué te hizo para que la odiaras tanto? ¿Por

qué tenías que elegirla?

—¡No! —gritó Ameila, pero Sam se limitó a reír y le dio una

reverencia burlona antes de mirarme con una profunda satisfacción de

modo que sabía que cualquier cosa que él me dijera, podría muy bien ser

las últimas palabras que escuchara.

—¡Debido a que tu madre es la perra que mató a la única persona

que he amado!

Dejé de respirar. Todo dentro de mí se detuvo. Todo, excepto mi

corazón, el cual se tambaleó dentro de mi pecho con confusión y

perturbación.

—No es cierto —suspiré. La persona que había matado a Miki había

sido Avi, un ángel. Mi madre era Abigail Shelley. Humana.

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—Lo es —contradijo Sam—. Duda de mí si quieres, pero Ameila

puede confirmar que lo que digo es cierto. Con el tiempo, admito que mi

ira hacia ella se enfrió, pero en realidad nunca dejé de desear que sufriera

por lo que hizo.

»Y entonces ella se enamoró de un humano, y se casó con él. Y,

porque ella no lo convirtió, violaron las leyes de los Nephilim. Yo

personalmente pedí medir su castigo. Sólo un antiguo se puso de mí

lado… ¿puedes adivinar quién?

Se echó a reír cuando mis ojos, así como los de Robert se volvieron

para mirar a Ameila, quien continuó manteniendo su cabeza

obstinadamente alta. Sam se burló.

—La naturaleza humana de tu padre lo hizo demasiado fácil.

Cuando se enfrentan a la vida o la muerte, un ser humano siempre elige la

vida, sin importar lo que les cueste. Y tu padre tomó su decisión tan

rápidamente, que casi me sentí mal por Avi.

»Pero no lo suficiente para no matarla. Lamentablemente no pude

hacerlo. Sólo Tronos o Serafines pueden castigar a un ángel. Durante diez

años creí que ella había sido despojada de su divinidad y ejecutados los

dos. Y luego me enteré de que en ese tiempo no sólo ninguno de ellos

había sido castigado, sino que de su unión se había producido también un

niño. No, no un niño; una abominación.

Un Mestizo.

La palabra dio vuelta en mi cabeza como la flecha de la brújula

desesperada por encontrar al Norte en un mundo sin él. Había vivido con

el término toda mi vida; había aceptado que eso era lo que era, como había

nacido. Pero esto era diferente. Esto era algo que nunca había creído. Algo

que me negaba a creer.

—No es cierto. No soy uno de ellos, no soy un Nephilim —

argumenté con voz temblorosa.

—No lo es. Lo hubiera sabido —coincidió Robert. Se acercó a mí y

yo levanté mis ojos para echarle un vistazo rápido, amortiguando un

sollozo al ver que sus pupilas se habían dilatado tanto que había sólo una

delgada franja de plata restante rodeando los centros oscuros.

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—Estás demasiado consumido por tu deseo por ella para ver la

verdad que ha estado mirándote a la cara. —Sam soltó una carcajada—. Si

no me crees, aquí está la prueba.

La mano de Sam se levantó y arrojó algo pequeño y brillante hacia

Robert, quien lo tomó en su mano con facilidad. Sus dedos lo abrieron y

miró fijamente en su mano a su contenido.

Su silencio era inquietante.

—¿Qué es? —le pregunté, mirando en su mano y viendo dos

pequeñas gotas de cristal descansando en la palma de su mano.

La carcajada de Sam se hizo más fuerte mientras Robert las

sostuvo hacia mí para que yo pudiera verlas mejor.

—Son tus lágrimas.

—Mis... ¿qué?

—Tus lágrimas; te dije que las estaba guardando para dárselas a él.

—Miró a Robert triunfante; la corona de luz que brillaba a su alrededor un

zafiro profundo que resplandecía con dorado a medida que su felicidad y

satisfacción se combinaban, la luz emitiendo una inquietante neblina

verdosa a lo largo del brillo alquitranado coloreando sus ojos—. ¿Me crees

ahora?

—¡Detén esto, Samael!

La voz de mando de Ameila fue tan fuerte, tan poderosa físicamente

y tan audible, que me obligó arrojarme en el suelo por sólo el sonido puro.

Rodé en mi costado, gruñendo por el dolor en mi hombro y brazo, y vi que

Graham, Janice, y papá también habían sido afectados por ello y estaban

igualmente afectados por lo ocurrido, con sus cabezas sostenidas mientras

sus cuerpos yacían boca abajo en el suelo en estado de shock.

—Llamas títeres a los humanos, pero fallas en ver que no eres más

un títere de lo que ellos lo son. ¿Crees que los Tronos te impidieron matar

a Avi debido al protocolo? Lo hicieron bajo mis órdenes, tú, hijo arrogante.

Ardió, literalmente ardía con furia mientras lanzaba una mirada

asesina a Sam. El aire a su alrededor estaba sobrecalentado, el color

blanco caliente a medida que azotaba su cabello y su vestido en espiral,

girando masas de mechones blancos y negro.

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—¿Por qué harías algo así? —Sam pareció perplejo, y por una vez,

me identifiqué con él.

—Sí. ¿Por qué?

Ameila volvió la cabeza hacia mí, mi pregunta, una que no se había

previsto, y una tristeza cruda cruzó su rostro mientras contestaba:

—Porque tenía que hacerlo, pero más aún porque ella me lo pidió.

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37 Canción del Corazón

Traducido por Mariaozuna y Caami

Corregido por Samylinda

so es ridículo! —rugió Sam.

Me estremecí al ver las espinas sin plumas

que eran todo lo que quedaba de sus alas.

Sobresalían como cuernos afilados y grotescos, de un gris moteado

necrótico contra la oscuridad de su piel.

—Tal vez lo sea para ti, pero esto no es acerca de ti, Samael. Nunca

lo fue —le dijo Ameila sarcásticamente. Se dejó llevar hacia mí y extendió

las manos—. Tu madre quería que supieras la verdad, Grace, pero no así.

Nunca fue su intención que te enteraras de ésta manera.

—¿Enterarme de la verdad? ¿Qué verdad? ¿Qué diablos es verdad

cuando toda mi vida ha sido una total y completa mentira? Mi padre me

mintió, mi madre me mintió, Robert me mintió... Incluso tú me mentiste.

Sam tenía razón, todo el mundo tenía razón. Yo ni siquiera debería existir.

Soy una rareza de la naturaleza.

Me aparté de ella.

—Dijiste que mi mamá te pidió que hicieras esto. ¿Por qué?

—Debido a que era su camino. Eso es lo que tenía que hacer.

—¡Eso es una absoluta basura y tú lo sabes! —la acusé. Oí las

acometidas de pasos detrás de mí y me volví justo a tiempo para ver a mi

padre venir a mi lado. Él me dio una rápida mirada y posó su mirada en

—¡E

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Sam, temblando ante lo que vio. Sus ojos volvieron a Ameila y su voz se

volvió una súplica.

—Ameila, tú misma lo has dicho, no está preparada para esto —

comenzó, obviamente ahora incómodo con la verdad que había estado a

punto de revelar sólo unos minutos antes—. Por favor, ella ha pasado por

muchas cosas…

—No, James. Es tiempo que aprenda la verdad. Es demasiado tarde

para mantenerla en la oscuridad, y ya no hay punto en seguir haciéndolo.

Con un hundimiento derrotado de sus hombros, asintió y dio varios

pasos en retirada, deteniéndose sólo cuando se dio cuenta que no podía

estar de pie junto a Janice, cuyo rostro mostraba visiblemente las

emociones que me desgarraban por dentro. Cuando se detuvo lo miré,

incrédula de que simplemente se hubiera inclinado y escondido como…

una marioneta.

—No es eso en absoluto, Grace —aseguró Ameila—. Acabo de

comprender ahora lo que antes no pude, y lo que tu madre hizo. Sabía lo

que se esperaba de ella, lo que su camino le exigía que siguiera. No

esperaba enamorarse de tu padre. No esperaba que él fuera el encargado

de hacer que de repente todo tuviera sentido.

»Pero eso es lo que pasa cuando uno se enamora, si eres humano,

ángel o algo más. Es por eso que James no pudo entender lo que ella era, y

por qué no pudo decirle después. También es por qué no dudó en lo que

tenía que hacer.

»Fue por su insistencia que revelé a los Serafines lo que ella había

hecho, que se había casado con un humano. Como era de esperar, la

mayoría de ellos fueron indiferentes, razonando que no habría

consecuencias de ello, porque, ¿qué podría suceder con un ángel hembra y

un macho humano?

—¡Ella sucedió! —maldijo Sam, su dedo pulsando, señalándome

como un arma.

Ameila rió. Mis ojos parpadearon ante el sonido, incapaz de

comprender por qué haría tal cosa.

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—Si hubieras nacido en el momento de los Grigori, sabrías que los

Nephilim nacen sólo de la matriz humana. Un macho humano no puede

producir a un niño con un ángel hembra; no procreamos de esa manera.

»Si hubieras decidido encontrar una pareja y seguir adelante,

habrías sido testigo de esto por ti mismo. En su lugar, gastaste miles de

años, aferrándote a los recuerdos de un monstruo que pronto habría

convertido ésta tierra en un océano de zombis y alimentado a aquellos que

amas.

—Entonces... ¿cómo? —le pregunté. Yo no entendía; Ameila tenía

razón en eso. Miré hacia mi padre y vi la expresión de su rostro, vi la forma

en que ésta revelación cambió la forma en que me miró. Fue como si me

hubiera convertido de repente en una extraña para él, mucho más de lo

que él era ahora para mí.

—Mientras que Sam estaba ultimando sus planes para tu padre, tu

madre había llevado a cabo su sentencia.

—¿Sentencia? Pero…

Ella levantó una mano, una petición para poner fin a la pregunta

que colgaba en la punta de mi lengua.

—Por favor. Espera hasta que yo termine. —Sostuvo la pausa hasta

que estuvo segura de que no la interrumpiría más y luego suspiró, bajando

la mano, ambas de ellas bajando en la aceptación del hecho de que no me

sentía del todo caritativa hacia ella.

—La vida de tu padre se salvó porque la Muerte vio que no había

habido violación; James no sabía nada de lo que tu madre era en ese

tiempo, sin embargo, tu madre recibió el más duro de los castigos, ella fue

despojada de su inmortalidad. —Ameila se acercó a mi padre y vi su rostro

crecer suplicante—. Avi... Lo siento, sigo refiriéndome a ella por el nombre

que he conocido, al que mi memoria me lleva, pero no era Avi cuando

murió, ¿verdad? No. Ella era Abigail para ti, y yo debo recordar y respetar

eso.

»Abigail no tenía la intención de provocar sentimientos de culpa

sobre tu decisión, James. Fue doloroso para ella, incluso después de que

se hizo humana, mantenerte en tal engaño. Pero aunque al final te dijo lo

que había sido, no podía decírtelo todo. No podía decirte que la razón por

la que sabía acerca de la oferta de Sam era porque ella la había

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establecido. Te necesitaba para decir que sí, necesitaba que fueras

humano y no electus.

—¿Pero por qué? ¿Por qué no me dejó saber antes? ¿Por qué me

necesitó para que fuera a ella tan ignorante de todo y luego tomar

semejante decisión? —preguntó papá, con el rostro apenado por tanta

mentira; tanto de mamá como suyas.

—Debido a que necesitabas tomar la decisión por tu cuenta, como

un simple hombre que lucha por su vida.

—¿Tenía tan poca fe en mí?

—No. Ella tenía toda la fe en ti, James. Es por eso que hizo lo que

hizo.

Estiré mi mano hacia Robert, necesitando su apoyo cuando Ameila

continuó, pero él parecía estar perdido en sus pensamientos, consumido

por ellos mientras escuchaba las palabras y oía los secretos susurrados en

las mentes a su alrededor. Quería consolarlo, quería que me dijera lo que

pensaba para aliviar las cargas que pesaban sobre él, pero Ameila dijo algo

forzándome a girar mi cabeza alrededor.

—Y Samael sabe que digo la verdad, porque ella lo conocía mejor

que nadie, ¿no? Tu madre sabía mucho más de ti de lo que te preocupa

admitir, mucho más de ti mismo de lo que incluso tu eres consciente.

Mi...

—¿Madre?

El grito de indignación de mi padre, la risa burlona de Sam, y una

exclamación de Graham en shock, todas no hicieron nada para ahogar los

latidos de negación dentro de mí. No había manera, no había manera

posible de que yo pudiera estar relacionada con Sam.

—Estás mintiendo.

Los sombríos ojos de Ameila se posaron en los míos.

—No lo hago, Grace. Me pude haber guardado muchas cosas de ti,

pero nunca mentí sobre ellas y nunca lo haré. Tú y Samael comparten la

misma madre, pero tu madre dejó de ser un ángel mucho antes de que

fueras concebida.

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—Entonces eso significa…

—Sí, eso significa que no eres Nephilim.

—¡Eso es mentira! —gritó Sam mientras volaba hacia mí, su mano

negra, como garra abierta, llegando a mi garganta.

Robert se metió en su camino, un velo negro de protección frente a

mí, y lo bloqueó de alcanzar su meta.

—Atrás —gruñó Robert. Él había tomado una postura defensiva,

con las manos hechas un ovillo en puños de hierro a los costados,

mientras sostenía los brazos extendidos protectoramente, manteniendo

una distancia segura entre Sam y yo.

—Sobrepasas tus límites, hermano. ¡Es mía! —siseó Sam por

encima del hombro de Robert—. No tienes derecho a ella; renunciaste a

ese derecho cuando decidiste dar la espalda a tu llamado. Además... —Me

miró y sonrió mientras regresaba al mismo estado de relajación, no

afectado en el que había estado unos momentos antes de su estallido—…

ella prefiere mi contacto por sobre el tuyo.

Mis ojos se abrieron en estado de shock ante la mentira cuando me

di cuenta de lo que estaba haciendo. Miró a Robert y los pensamientos una

vez más fluyeron entre ellos, una corriente de odiadas indirectas e

insinuaciones, con su boca forzando a la mía.

Quería cerrar los ojos, apagar las visiones que sabía estaban

manchando la mente de Robert con su fealdad, pero no pude sacarlas

pronto de mi mente. Habían sido grabadas en mi memoria, tanto como

cualquier otro evento.

Las alas de Robert, mantenidas con calma unidas detrás de él

hasta ahora, comenzaron a desplegarse y estirarse. Las oscuras plumas

dieron un brillo de arco iris en la luz pálida, y vi como brillaban y se

estremecían con las vibraciones furiosas que parecían venir desde lo más

profundo dentro de él, tocando lo que estaba cerca con su ruido propio.

La piel de mis brazos empezó a temblar, y jadeé cuando mis ojos

vieron los moretones de color púrpura profundizándose en mis manos, el

intrincado diseño geométrico habiendo trabajado su camino hasta mi

antebrazo y ahora invadiendo más allá de mis codos.

—¿Robert?

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Lentamente rodeé la pared de plumas que había creado entre Sam

y yo, y estuve delante de él. Me miró a la cara y mi corazón se sacudió

dentro de las paredes de mi pecho mientras veía la oscuridad misma, un

panal de abejas de cintas cruzadas sobre la suave piel de su frente, la

plata en sus ojos desaparecida ahora, todo absorbido por la oscuridad que

se movía lentamente a través él, consumiéndolo.

—Robert, detente —susurré, y puse una mano hinchada en su

contra. Bloqueé el dolor mientras empujaba en su contra, tratando

desesperadamente de llegar a él para que se diera cuenta de lo que Sam

estaba haciendo.

Él puso sus manos en ti, su boca en ti… tu hermano. La idea

apuñaló mi mente, al rojo vivo con su ira, y caí de rodillas por el dolor

agudo y repentino.

—¡Grace!

Los sonidos de pies corriendo hacia mí, la sensación de brazos

extendidos para levantarme y ponerme a resguardo fueron ahogados por el

bombardeo constante de pensamientos que atacaban mi mente con su

aguijón en llamas.

Dejaste que te tocara… permitiste que te hiciera esas cosas.

¡Deberías haberlo detenido!

Mi voz sonó estridente y desesperada, mientras cada dolorosa

palabra me apuñalaba. Los brazos que me estaban arrastrando

repentinamente detuvieron su incesante tirar.

—¡Lo hice! ¡Lo detuve! ¡Nada pasó! No dejes que te haga esto,

Robert. No dejes que destruyan tu fe en mí... ¡Es lo que quiere!

Las manos de Robert fueron a su cabeza, sosteniéndola como si

mis palabras le estuvieran causando el mismo dolor indescriptible que las

suyas me habían hecho. Luché con las manos que me sostenían,

arrancándome lejos de ellas para volver a su lado, necesitando que me

creyera, necesitando que no dejara que la semilla del mal que Sam había

plantado tomara fuerza en su mente fértil.

Pero era demasiado tarde.

Y Sam se rió a sabiendas detrás de mí, la risa amarga de una

victoria sin alegría.

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—¿Ves, hermano? No estás a salvo de la traición... de nadie. Por

supuesto, eso no es todo, ¿cierto, Ameila?

Desde donde yo estaba, pude ver que el rostro de Ameila a pesar de

que había palidecido, se tornó aún más desafiante. Más secretos, más

engaños, y era muy poco lo que podía hacer para evitar que se revelaran.

—No.

Sam comenzó a hacer una especie de danza mientras flotaba por

encima del suelo, inusualmente feliz mientras rodaba su mano,

indicándole a Ameila que debía continuar.

Yo no quería que ella lo hiciera.

Ella no quería hacerlo.

Pero la verdad no se mantendría de Robert por más tiempo. Él se

volvió hacia ella y ella cerró los ojos por lo que vio, la decepción y el dolor

que sólo una madre puede sentir muy evidente en las líneas que se

cincelaban a sí mismas en su fina piel. La compostura de Ameila era difícil

de derribar.

Estaba siempre tan estoica, tan escultural en todo lo que hacía, y

sin embargo, de repente, parecía vulnerable. No me gustaba. Permaneció

inmóvil por lo que pareció una eternidad, asumí que estaba tomando un

momento para recobrar la compostura. Cuando por fin abrió los ojos, fue

para enviar una mirada gélida, plateada en la dirección de Sam,

neutralizando su expresión alegre y dibujando sobre su rostro algo

parecido al miedo.

—Samael, ¿crees que has ganado? ¿Crees que los pensamientos

robados de las personas te mejoran en todos los sentidos y te han dado la

ventaja en esto? ¿Quieres saber la verdad? ¿Quieres oír lo que tu madre

ocultaba de ti? Muy bien.

»Avi no te quería; fuiste un deber para ella, una obligación que

tenía que cumplir por ser quién era. Sólo se unió a tu padre para que

nuestros números pudieran aumentar, y siempre te vio como su único

pesar. Le dio vida al ángel más patético en toda nuestra historia. No

puedes amar correctamente y no puedes odiar correctamente. Ella fue la

mejor de nosotros y dio a luz a lo peor.

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Con un gesto de desprecio de su mano, quitó la mirada de él y

centró su atención en mí, dándome una sonrisa lamentable mientras lo

hacía.

—Grace, tu nombre, tu alma cantó en su corazón igual de fuerte

que cualquier llamado. Ella sabía que tenías que nacer. Fuiste tanto su

destino como su propia muerte, y ella no pudo escapar de ello. No quería.

Te quería a ti más que a nada. Más que la inmortalidad, más que la vida,

más que la divinidad.

»Pero necesitaba que la ayudara. Podría haber sido mortal, pero

todavía no era humana, y justo como ayudé a Hanina para concebir a

Robert, ayudé a tu madre a concebirte.

Permanecí allí, inestable en mis pies, mirando el abismo de los ojos

grises de Ameila. Qué extraño cómo unas palabras pueden convertirse

incluso en la base más sólida a partir de escombros, con sólo

pronunciarlas en combinaciones específicas. En el más corto de los

períodos de tiempo, la relación que había formado con la memoria de mi

madre se había reducido a nada más que un cuento de hadas.

Los dedos de Ameila se cerraron sobre los míos en un doloroso

recordatorio de que todavía me sostenía.

—No, no Grace. ¡Tu madre te amaba! Desde el momento en que

sintió vida dentro de ella, no pudo haber ninguna unión tan cerca o tan

pura. No te dijo nada de esto porque quería mantenerte a salvo.

»Tu vida estaba en peligro en el momento que tu nombre se

convirtió en algo más que un pensamiento. Samael todavía quería matarla.

Si hubieras sabido lo que ella había sido, lo que tu padre había sido,

habrías puesto en peligro todo lo que ella sacrificó por tenerte.

No podía concentrarme en lo que estaba diciendo mientras una

pregunta comenzó a formarse en mi mente.

—Si fui concebida de la misma manera que Robert, entonces eso

significa que…

—¡Esto es absurdo! —maldijo Sam, interrumpiéndome. Sabía lo

que estaba pensando, la idea le repugnaba—. Esa mestiza no es un ángel.

—No. Tienes razón, Samael. Grace puede haber sido concebida de

la misma forma que N’Uriel, pero no es un ángel, así como tampoco es

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Nephilim. Su nacimiento fue tan natural como el de cualquier otro

humano.

—Entonces explícate, si no es un Nephilim, por qué debe morir —

exigió Robert, su voz sonaba extraña, como si estuviera muy lejos de

nosotros, aunque estaba de pie justo a mi lado.

Sam soltó un gruñido de satisfacción mientras los ojos de Ameila

crecían con dolor, y no era de lo que veía en el rostro de Robert. Era de lo

que estaba a punto de decirle.

—Es porque a pesar de que fue concebida para nacer, no nació

para vivir.

Esto envió a Robert en una furia silenciosa; se erizó mientras un

retumbar comenzaba dentro de él. Ameila trató de aliviar su frustración,

su voz calmada actuando como un amortiguador al fuego que estallaba en

el interior de él.

—Robert, por favor entiéndeme cuando te digo esto, hice esto por ti.

Hice esto por ambos. El nacimiento de Grace era deseado, ella era muy

deseada… pero es su destino morir. Abigail sabía que Grace sería tu

portadora de alas. Sabía que Grace sería para ti. Es por eso que vine aquí

cuando lo supimos, por eso insistí en ponerte en la farsa de la escuela.

Ella es tu camino, tu destino.

—¿Mi destino? ¿Sabías que mi destino sería matarla? ¿Sabías eso

también? —La voz ronca de Robert no hizo nada para agitar a Ameila,

quien lentamente asintió en confirmación.

Un rugido de dolor llenó el campo. Las alas de Robert comenzaron

a subir y bajar, mientras el cacareo malicioso de Sam llenó el vacío que el

grito lastimero dejó atrás mientras se perdía en la noche.

—Oh, esto es mejor de lo que esperaba. Las madres apestan, ¿no?

Robert se dio la vuelta y ésta vez, no pude evitar que se me

escapara un sollozo de dolor cuando vi que su rostro y su torso habían

sido tragados por la oscuridad. Me miró como si fuera una extraña, ira en

su interior, alimentada por ésta última traición, finalmente dejándose

llevar.

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—No, Robert, no —gemí cuando pasó a mi lado, su objetivo era

claro, su objetivo pacientemente esperando a medida que él acechaba a su

presa.

—Así es, hermano —se burló Sam—. Sabes a dónde va esto. —

Tomó varios pasos lento hacia atrás, sonriendo con anticipación.

Me volví para hacerle frente a Ameila.

—Tú hiciste esto. Podrías haberle dicho la verdad antes de que esto

hubiese pasado. ¡Podrías haber evitado todo esto!

—Y entonces se habría negado volver a Heath, y todo lo que tu

madre sacrificó para asegurarse de que nacieras, y sobrevivieras al

accidente de auto habría sido en vano.

—¿Qué sacrificó mi madre para mantenerme viva? Sabía que iba a

morir antes de que siquiera hubiera nacido; lo había planeado todo por el

amor de Dios. ¡Ella no sacrificó nada más que a mí!

Ameila suspiró y me miró con lástima sin diluir en sus ojos.

—Tu juicio está nublado por la ira, tanto que no puedes ver lo que

está justo en frente de ti. ¿Por qué sobreviviste al accidente, Grace?

Mis ojos se abrieron, y mi mente pasó por todos los recuerdos que

tenía de esa noche, ambos, los que eran míos y los que habían compartido

conmigo a través de Robert. Analicé el rostro de Ameila, el pálido

resplandor de oro que la rodeaba, y luego todo encajó.

—Tú. Tú estabas allí. Fuiste el motivo por el que terminé fuera de

ese auto.

Su cabeza se balanceó hacia abajo, confirmándolo.

—Sí, yo estuve allí, pero no te salvé, Grace. No podía interferir sin

saberlo y mi camino no me permitió hacerlo. Cómo terminaste fuera del

auto no se puede explicar, pero por qué Samael no te mató fuera del auto

sí.

La miré, perpleja mientras observaba más allá de mí, sus ojos

lanzándose entre Sam y Robert, y finalmente mi padre.

—¿Por qué crees que Samael te dejó vivir todos esos años cuando

ha demostrado que no sería detenido por nada para matarte?

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—Porque es un serio cometedor de errores —le contesté, como si la

respuesta fuera la cosa más obvia en el mundo.

—No. No, Grace. Él ha estado respondiendo a su llamado por miles

de años. Habría sabido si sólo hubiera tomado una vida. Samael tomó dos

vidas con él esa noche, Grace. Dos vidas. ¿Entiendes lo que estoy

diciendo?

Negué con la cabeza. Había demasiada información nadando en mi

cabeza como para aceptar cualquier otra cosa. Especialmente ésta.

—Tu madre estaba embarazada cuando murió, Grace. De alguna

manera, por alguna razón inexplicable, su cuerpo cambió, lo que le

permitió concebir un hijo humano, aquél cuyo corazón latiente era

totalmente indistinguible por su cuenta, uno que Samael no había

esperado, no podía haberlo esperado. Él tomó dos vidas ese día. No estuvo

equivocado en eso, sino que las vidas que tomó fueron las de tu madre y tu

hermana pequeña.

Mi mente estaba en blanco. No tenía palabras, ningún

pensamiento. Sólo el vacío.

—¿Por qué le dijiste? —Oí la demanda de papá mientras se abría

camino hacia nosotros. Graham lo seguía de cerca, toda su actitud

protectora mientras se acercaba, rápidamente llevándome en sus brazos y

sujetándome contra él al tiempo que miraba entre mi padre y Ameila,

mortificado por la avalancha de secretos que no parecía tener fin—. Ella no

necesitaba saberlo —gritó mi padre enojado.

—Ya no voy a ocultarle la verdad, James —dijo Ameila en un tono

derrotado—. Ella necesita saber mientras todavía hay tiempo.

—¿Tiempo para qué? —exigió Graham.

—Tiempo de salvar a Robert —contesté.

Todos se volvieron hacia él; que estaba de espaldas a nosotros, sus

sinuosas líneas ahora tan oscuras como sus alas. Se inclinó hacia

adelante, su cuerpo tenso, apretándose como un resorte justo antes de

liberarse mientras que Samael esperaba con un tipo de entusiasmo casi

alegre que sin duda parecía fuera de lugar para todos los demás, pero yo

sabía exactamente de dónde venía y por qué.

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—Esto tiene que suceder, Grace. Lo ves ahora. Cuando hablé por

primera vez contigo sobre estar con N’Uriel, te dije que me temía que

salieras herida. No estaba mintiendo.

—Lo sé —dije en voz baja.

—Grace —interrumpió papá, pero negué con la cabeza.

—Ameila tiene razón, papá. Vine aquí para que Sam terminara lo

que empezó. Si eres realmente un EP, entonces sabes qué sucederá con

Robert. Si no muero, él lo hará, y Sam se asegurará de que él se lleve a

todos los que me importan con él.

Me di la vuelta, disgustada por mi propia explicación. Las palabras

actuaban como bilis en mi garganta y mi estómago revuelto por la visión

que se formó en mi mente si Sam conseguía lo que quería.

—Grace, por favor. Tiene que haber otra manera. Siempre hay otro

camino —declaró papá, pero no podía permitir que las cadenas que

tiraban de mi corazón me alejaran de lo que había venido a hacer aquí.

—Lo siento, papá. Siento haber tenido que mantener todo esto en

secreto de ti, pensaba que era mejor para todos, pensaba… —Era como

una banda de goma rompiéndose dentro de mí, una punzada aguda de

conocimiento—. Santa mierda.

—¿Qué? —preguntó Graham.

Me giré para hacerle frente a papá.

—No me dijiste sobre tú y mamá porque querías mantenerme a

salvo. Robert hizo lo mismo cuando me ocultó la verdad sobre Sam. Y

entonces yo lo hice por ti. Pensé que no decirte nada te mantendría a

salvo. ¡Dios, soy tan estúpida!

—No entiendo lo que está pasando, pero sé que no tienes que hacer

esto —dijo Janice en voz alta, su voz un sonido mezclado entre un sollozo

y asfixia.

La cabeza de Graham se balanceó en acuerdo.

—Sí, Grace. Podemos encontrar algo mejor. Tu papá tiene razón;

siempre hay otra manera.

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Mi cabeza se torció de la duda que sabía que nunca podría borrar

con palabras enlazadas de aquellos a los que más amaba, sin importar lo

mucho que deseaba que pudieran hacerlo.

—Tengo que hacer esto —dije con firmeza—. Papá, sabes que tengo

que hacerlo.

Mis ojos se movieron a Sam, y aunque se perdieron prácticamente

en el negro vacío que era su rostro, casi podía ver un pequeño atisbo de

satisfacción que confirmó lo que sabía no podía dejar pasar. Robert había

tenido razón. Él no ganaría.

Rápidamente, noté los movimientos de Robert y supe que mi tiempo

había terminado. Él ya no podía escuchar los pensamientos de los demás,

y éste silencio permitió a la oscuridad dentro de él gritar más fuerte. Él era

la oscuridad.

Se agachó completamente en cuclillas, una mano con los dedos

extendidos tocó el suelo. La otra se apoyaba en una rodilla doblada. Un

ruido sordo brotó de él, como un motor hambriento con el gusto propio del

poder.

Tiré mis brazos alrededor de Graham y lo besé en la mejilla. La sal

de sus lágrimas picó en el corte de mi labio, pero no me importó.

—Cuida de Lark. Te quiero, Frank —susurré contra su mejilla.

—También te quiero, Rocky —me contestó en una especie de voz

ronca.

Me aparté apresuradamente de él y me volví hacia mi padre.

—Lo siento, papá. —Me las arreglé para salir antes de que me

arrastrara en un abrazo asfixiante, su cara mojada apretada contra la mía.

—No te disculpes conmigo, cariño. No después de todo lo que pasó,

después de todo lo que he hecho. —Podía escuchar su respiración

entrecortada, los sollozos silenciosos que sacudían su cuerpo demasiado

doloroso como para soportarme más tiempo.

—Vas a tener que dejarme ir, papá —le susurré mientras me

alejaba de él.

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—Te amo, Grace. —Su voz estaba tan ponderada que no pudo decir

eso sin quebrarse. La mía propia estaba a punto de hacer lo mismo

cuando finalmente me dejó ir.

—Te amo, papá —acerté a decir antes de volverme y darle a Janice

una sonrisa triste. Había sido arrojada de cabeza en algo para lo que no se

había inscrito, y el impacto de todo podía verse en las líneas profundas

que enmarcaban su boca—. Cuida de él —susurré.

Miré a Ameila, vi la confusión en la que estaba, pero no sentí

ninguna simpatía por ella en ese momento.

—Sácalos de aquí —fue todo lo que pude decir antes de que el

sonido que había estado temiendo llenara mis oídos.

Había comenzado. Robert no podía manejar más el burlar su

llamado, y se había lanzado a su antiguo amigo, el objetivo más cercano a

él, el objetivo que lo llamaba y se burlaba de él al mismo tiempo. Eran

bolas de igual tamaño en oscuridad que gravitaban hacia el otro, cada una

luchando por consumir a la otra.

No tenía más remedio, sabía adónde me llevaría mi destino, lo

había aceptado. Le di a mi familia una última mirada, una última mirada

antes de decirles que corrieran.

Y entonces perseguí a Robert.

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38 Socio

Traducido por Caami

Corregido por LizC

obert, no! —exclamó mi voz aterrorizada mientras

él se arrojaba sobre el sonriente Sam. Mis pies no

me empujaron lo suficientemente rápido, mi brazo

inútil actuó como un ancla que me retuvo mientras mi otro brazo se movía

con fuerza a mi lado.

Me volví para lanzar una advertencia final, cuando todavía podía,

en el caso de que nadie me haya oído la primera vez.

—¡Váyanse! ¡Fuera de aquí, Ameila, por favor, sácalos de aquí! —No

me detuve para ver si alguno de ellos hacía caso de lo que dije. Tenía que

confiar en que Ameila no les permitiría quedarse, que no dejaría que Sam

consiguiera lo que quería después de todo.

El sonido del metal golpeándose uno a otro, el sólido ruido metálico

del hierro llenó la noche cuando el puño de Robert chocó contra un lado de

la cara de Sam. La cabeza de Sam salió disparada a un lado por el golpe,

pero a diferencia de cualquier escena de película, no hubo sangre ni

dientes perdidos. En cambio, la mano de Sam frotó su mentón y sonrió,

sus dientes blancos brillaban como pequeños azulejos en contra de su piel

oscura.

—¿Eso es todo? Golpeas como una niña. Una niña humana.

La mano de Sam se balanceó hacia atrás, el movimiento lento y

perezoso, antes de sacudirla hacia delante y aterrizarla por debajo de la

barbilla de Robert, lo que lo obligó a separarse del suelo y volar en el aire.

—¡R

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Fue una visión elegante, a pesar de la imagen macabra que era, esas

oscuras y negras alas de ángel, recuperándose de un golpe de gran

alcance. Dio un giro hacia atrás, las alas frenando su descenso antes de

aterrizar firmemente en el suelo.

Con un negligente movimiento rápido de sus pies, se quitó los

zapatos, enviándolos a volar hacia algún lugar, probablemente para nunca

volver a ser vistos.

—¿Y ésa fue tu demostración de cómo se debe lanzar

adecuadamente un puñetazo? Si es así, creo que prefiero tomar lecciones

de los humanos —disparó antes de impulsarse en la tierra, sus pies

desnudos dejando profundos surcos en la hierba.

Chocó contra el pecho de Sam, sus manos sobre los hombros de

este mientras lo empujaba al suelo. Las manos de Sam se echaron atrás

en un intento débil de contenerse para no caer profundamente en el suelo.

El puño de Robert se levantó y bajó rápidamente, una vez, dos veces, una

y otra vez, cada golpe hundiendo a Sam en la tierra, llevándose a Robert

con él.

Un rugido sordo procedió de Robert siendo expulsado hacia atrás.

El acto lo tomó por sorpresa, y en esta ocasión apenas se sujetó a sí

mismo a tiempo antes de aterrizar en el suelo, con una rodilla clavada en

la tierra, sus pies, empujando la hierba detrás de ellos en ondas de color

verde plateado. Sam emergió del suelo cubierto de tierra marrón.

—¿Tratando de enterrarme tan pronto? Creo que se te olvidó cómo

se supone que esto terminará, hermano —gruñó antes de saltar sobre

Robert como un cohete, la fuerza levantándolo del suelo y mandando a sus

cuerpos a volar por los aires varias decenas de metros, cayendo en una

bola de plumas y espinas.

Mi temor por la seguridad de Robert empujó a un lado cualquier

temor que sintiera por mí, mientras continuaba corriendo hacia ellos.

Luché contra la tentación de llamarlo otra vez, sabiendo que si lo distraía

podría darle a Sam la ventaja que necesitaba para superar a Robert.

Mientras, siguieron igualados, aunque la rabia que se deslizaba a través de

Robert junto con la oscuridad que lo había tomado por completo, lo hacían

poco a poco más fuerte, más rápido, determinado.

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Y esto es lo que me impulsó. Las palabras de destrucción de

Ameila, el deseo de Sam de ver eso, el voto de Robert de no vivir sin mí; no

podía dejar que nada de eso sucediera. Luché contra el ardor en mi

costado para llegar a ellos, uno totalmente ajeno a mi acercamiento, y el

otro esperando por ello alegremente.

—Creo que… —oí a Sam decir mientras llegaba a él, su cabeza

girando hacia mí—… voy a probar algo diferente.

Y entonces se había ido. La mirada de Robert viajó hacia arriba, y

la mía lo siguió, pero el cielo estaba oscuro y Sam se había perdido en el

mismo. Mis ojos no pudieron ver nada, aunque estaba segura de que él

estaba allí. Robert, sin embargo, sabía exactamente dónde estaba, con un

ruido sordo que pareció salir de él amplificado por la tranquila oscuridad,

se lanzó al cielo negro encima de nosotros.

El sonido de pies aterrizando detrás de mí me sorprendió, y una

mano tapó mi boca para ahogar mi grito de sorpresa. Lo intenté, pero no

pude darme la vuelta mientras la sensación de algo afilado se clavaba en

mis costados, bloqueándome en el lugar. Ahogué un grito, y la mano se

presionó aún más contra mi rostro, un fuerte pulgar presionando un lado

de mi nariz, el talón de la mano muy cerca de aplastar mi mandíbula, al

tiempo en que el dolor en mis costados se intensificaba.

—Qué dulce y suave carne, hermana —un susurro oscuro rozó mi

oreja. Y entonces la mano se había ido, él se había ido.

Me desplomé en el suelo y miré mis muslos, horrorizada por la

visión de la sangre que comenzó a filtrarse a través de dos agujeros que

habían sido arrancados en mis pantalones de chándal. Froté la mano

contra ellos y dejé escapar un suspiro de alivio cuando me di cuenta de

que eran sólo heridas superficiales, a pesar de que quemaban como si la

piel misma se hubiese chamuscado.

Pero no eran las únicas heridas que Sam había causado; sentí el

chorro cálido y húmedo que corrió por mis costados. Con una mano

hinchada, subí el dobladillo de mi camisa y vi que había tres agujeros más,

estos muchos más grandes y profundos, perforados en mi cadera y en el

costado de mi abdomen. No tenía que mirar para saber que había un

mismo sistema en mi otro costado, y bajé la camisa, a sabiendas de que no

tenía sentido tratar de detener la hemorragia.

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Esto iba a terminar de alguna manera, pero estaba maldita si iba a

permitir ponerle fin de la manera en que Sam quería. Con un gruñido, de

alguna manera me obligué a levantarme, estabilizándome firme contra el

suelo con mi mano apoyada en él, ahogando el grito que se formó dentro

de mí ante el dolor.

—Vas a tener que hacerlo mejor que eso, cabrón —maldije cuando

me tambaleé hacia delante con pies inestables.

Al igual que una gota de lluvia negra, Robert cayó desde el cielo y

aterrizó delante de mí con sus alas extendidas detrás de él, un manto

negro que me hizo dar un paso atrás antes de negar con la cabeza y

forzarme a caminar hacia él. No iba a tenerle miedo.

—Robert —dije con la voz más firme que pude controlar, el dolor en

mis costados impidiéndome el ascenso y caída de mí pecho mientras

respiraba—. Robert, no escuches a Sam. No hagas caso a lo que él te diga.

Escúchame, escucha mi voz. Escúchame decirte que te amo. Te amo. No

dejes que ninguna cosa interfiera con eso.

Me miró, pero no pude distinguir sus emociones, todo en él era tan

oscuro y perdido para mí. Incluso su voz parecía empañada con la

desesperanza de la rabia que supuraba dentro de él como una herida en

carne viva. Sentí su mirada en mí como una marca y supe lo que estaba

viendo, sabía que estaba viendo las manchas rojas que se extendían a lo

largo de mí, sabía que yo estaba dolorida y que luchaba contra eso por él,

porque tenía que estar con él, para mantenerlo a salvo.

—Estás herida. —Fue una observación en bruto, una que fue más

corta y seca que preocupada.

—Está bien —le aseguré—. No es grave.

—Estás mintiéndome. Puedo oír tu corazón; está estresado.

—No estoy mintiendo, Robert. Las comprobé, no son tan profundas.

Y por supuesto que es estresante, no estamos exactamente en una fiesta

aquí —bromeé, con la esperanza de que el sarcasmo cubriera la tensión en

mi voz que no podía ocultar la mentira.

Hubo un destello de algo en sus ojos oscuros y levantó la mano, la

puso contra mi costado, apretando suavemente.

—Aaah —grité antes de caer en sus brazos.

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—Éstas son graves —me dijo en tono de reproche.

—Viviré —dije bruscamente, sabiendo que esta vez, estaba

mintiendo abiertamente y odiándome por ello.

—Deja que te sane. —Presionó su mano contra la mancha de

sangre, pero negué con la cabeza.

—No hay tiempo.

—Esa no es la verdad. —Sam rió mientras se dejaba caer desde lo

alto como una nube negra de odio burbujeante, empujando a Robert lejos

de mí y arrojándolo en el aire—. Ella va a morir, N’Uriel —gritó—. La

cuestión ya no es de cuándo, sino más bien de, ¿cómo va a suceder?

¿Sangrará hasta la muerte mientras jugamos nuestro pequeño juego del

gato y el ratón, o la estrangularé? Tal vez me limitaré a romperle el cuello

como una ramita, y deshacerme de ella. ¿Qué dices, hermano? Quiero que

sea una muerte física, aunque sé qué prefieres más que sea de un tipo

instantáneo. Siempre has sido demasiado suave para tu propio bien.

Se agachó y me agarró por la garganta, levantándome en el aire, la

sonrisa enfermiza no dejando su rostro.

—Es una vergüenza que sea sólo una humana después de todo.

Podríamos haberla compartido. O podría haber tenido al menos más

tiempo para llegar a conocerla tan bien como tú lo hiciste. Sin embargo,

tiene un sabor muy dulce, te concederé eso. Quizás es porque es la fruta

prohibida, pero esas son siempre las del tipo más suculento para ju…

Un negro borrón fusionado con la más profunda oscuridad silenció

los insultos repugnantes de Sam mientras era arrancado de mí, la violenta

separación enviándome de golpe al suelo, aterrizando en mi hombro

dislocado. Un medio grito, medio gruñido de dolor escapó de mi boca

cuando la fuerza empujó todo de nuevo a su lugar con un chasquido

repugnante.

Permanecí allí por un minuto, respirando profundamente con el fin

de hacerle frente al disparo de dolor que se extendió desde mi cuello a la

punta de mis dedos. Con cautela, me senté y levanté mi brazo para

inspeccionarlo, satisfecha de que a pesar de las punzadas, por lo menos

podía moverlo; podía ignorar el dolor, me dije, siempre y cuando

funcionara.

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Lo que vi me dejó en estado de shock. La aparición de moretones

púrpuras negruzcos que se había iniciado en mis manos ahora se

apoderaba de mi brazo entero. Miré mi otro brazo y vi el mismo necrótico

color de piel extendiéndose más allá de mis codos hasta la altura de mis

hombros. No me atreví a levantar la camisa para ver hasta qué punto la

oscuridad había viajado, y en su lugar me centré en los cuerpos

abatiéndose frente a mí.

—Robert —dije en un susurro sin aliento mientras me empujaba

fuera de la tierra y corría hacia ellos, sin saber cómo iba a ser capaz de

detener esta locura, pero sabiendo que tenía que intentar algo, cualquier

cosa.

Robert, Robert, Robert.

Me detuve. La voz en mi cabeza era la mía y, sin embargo, no era

así.

Robert.

Negué con la cabeza, como si el pensamiento cayera como agua en

mis oídos tapados, pero instantáneamente la voz continuó. Empecé a

correr de nuevo, más rápido esta vez.

Robert, Robert, Robert. Una y otra vez, el nombre de Robert llenó mi

mente, el sonido del mismo, cada sílaba, cada matiz de su nombre,

convirtiéndose en un pensamiento individual. Cada pensamiento adquirió

casi un musical igual a una clase, una nota en una escala que pronto noté

era su propia canción, y estaba sonando al ritmo de los latidos que

atropellaban mi corazón a medida que competía junto con mis pies en una

necesidad desesperada de llegar a él, de ayudarlo.

Salvarlo. Salvarlo. Robert.

Vi la mirada de alegría, la sonrisa forzada que se extendió por el

rostro de Sam, casi alcanzando a sus orejas mientras sostenía el rostro de

Robert en un apretón ennegrecido y liberaba un sin fin de golpes con su

cabeza, y apaleaba con las garras que alguna vez habían sido sus alas.

Reuní la fuerza que pude y me tiré hacia él, sin importarme el dolor

punzante en mis costados, o los miembros carbonizados que se mecieron a

mi lado a medida que se impulsaban con fuerza, empujándome hacia

delante. Aterricé con fuerza contra él, mis brazos envolviéndose alrededor

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de su pecho, la fuerza de mi intrusión sin tener efecto en él, pero fue

suficiente para causar que Sam se detuviera en su asalto.

—¿Qué estás haciendo? —gritó antes de arrancarme lejos y

lanzarme a un lado como si fuera una mota insignificante de tierra—.

¡Aprende a jugar bien el juego o no juegues en absoluto!

Me tambaleé, pero no caí cuando mis pies se equilibraron seguros

en la hierba blanda, gracias a mis botas. Con obstinada determinación,

corrí hacia delante insinuándome entre ellos una vez más, esta vez

alertando a Robert de mi presencia de la única manera que sabía hacerlo.

Presioné mi boca a la suya y quise gritar por el contacto. Se sentía

como si sus labios estuvieran en llamas pero luché contra la necesidad de

retirarme, luché por el contrario contra la necesidad de mantenerlos allí,

de mantenerlo conmigo. Traté de llegar a él con mis pensamientos, pero la

voz en mi cabeza se negó a dejar salir o entrar nada, atrapándome dentro

de mí.

—Robert —susurré, mi respiración muy fresca en contra de sus

labios—. Robert, no me dejes. No me dejes, por favor.

—No va a funcionar —se burló Sam mientras me agarraba por el

cabello con dedos indiferentes, arrancando montones mientras me tiraba

lejos—. Se ha ido demasiado lejos; simplemente dile adiós.

—No, todavía hay tiempo —argumenté, agarrando su mano para

conseguir que lo dejara ir pero tuve problemas con mis propias manos,

que estaban demasiado rígidas e hinchadas como para ser de mucho uso.

—Sólo tienes que aceptarlo; llegaste demasiado tarde, pequeña

hermana. Haz fallado, al igual que nuestra madre. La única cosa que

puedes hacer es rezar para que sea más compasivo contigo. Su mano se

apretó sobre mi cráneo, el dolor casi insoportable cuando me echó hacia

atrás. Sentí el impacto de mi cuerpo contra el suelo, pero lo único que

escuché fue el rugido de ira y rabia cuando Robert se lanzó hacia Sam, un

ariete de oscuridad y furia, estrellándose contra la malvada bienvenida que

era la risa de Sam.

Sacudí la sensación de mareo que me asaltó y me levanté en mis

pies inestables justo a tiempo para ver a Sam lanzar a Robert lejos de él

con un lanzamiento descuidado de sus manos. Robert estaba demasiado

consumido por su rabia como para centrarse en su estrategia de ataque,

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así que sólo estaba atacando por el bien de hacerlo, y las consecuencias

eran evidentes.

—¡No, Robert! —grité cuando lo vi dar un golpe en su pecho que

parecía que hundiría su torso entero con él.

¡Cállate, puta entrometida!

Los pensamientos de Sam fueron como una bala que se disparó

directamente al centro de mi mente, y sentí la tierra contra mi mejilla

antes de sentir mis rodillas cediendo y desmoronarme. Mis ojos

permanecieron abiertos mientras miraba con horror fascinado como

Robert, al verme allí tendida, al ver el dolor y la angustia que llenó mis ojos

y mi cara, hizo más lento su ataque y se detuvo por un breve momento,

sus alas hundiéndose, retrayéndose, su rostro aflojándose con miseria

cuando vio qué era lo que Sam había hecho con un sólo pensamiento.

Mi mente lo buscó, como una mano extendida buscando alcanzar

una estrella fugaz. La canción que se reproducía en mi cabeza pareció

recorrer la distancia entre nosotros, un puente entre nuestras mentes,

mientras la afirmación que había dejado en su corazón buscaba

alcanzarlo.

Sin previo aviso, Robert estuvo detrás de un burlón Sam, con las

manos en la base de las alas de Sam, y con un grito de desesperación

brusca y culpa, tiró.

Vi la mirada en el rostro de Sam fallar; ya no estaba sonriendo

como alguien enloquecido. Por una fracción de segundo, vi el miedo, el

miedo real, palpable tomándolo antes que la realización de que había

perdido comenzara a instaurarse. Las manos de Robert se separaron, y

como una cortina siendo dividida para dejar entrar la luz brillante de la

mañana, la espalda de Sam se rasgó abierta, liberando un estallido de luz

cegadora.

—Todavía morirás... —gritó Sam con una voz distorsionada, casi

metálica antes de que la grieta se extendiera hasta su rostro, lo partiera a

la mitad.

Con un último rugido de angustia, las manos de Robert rasgaron a

Sam en dos, resultando una explosión de brillo inimaginable que lo envió a

navegar hacia el cielo y desaparecer de mi vista. Cerré mis ojos, pero el

fantasma dorado de lo que había visto se mantuvo; no hubo ningún

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refugio para mí detrás de mis párpados cerrados cuando el halo que se

formó detrás de ellos me abrumó. Luché por concentrarme cuando mis

ojos se abrieron pero no estaba ni la mitad de ciega todavía, pude ver

claramente que Robert se había ido y que todo lo que quedaba de Sam era

el marco espinoso que alguna vez había sostenido sus alas prístinas y

blancas.

—Grace, ¿estás bien? —Volví la cabeza para ver a Lark de rodillas a

mi lado, con la mano suavemente sobre mi hombro mientras reprimía un

grito de asombro cuando vio mis miembros oscuros—. Es muy pronto —le

oí murmurar antes de que sus ojos se elevaran a los míos.

—¿Demasiado pronto para qué?

—Nada —dijo rápidamente antes de caer y aferrándose a su

abdomen, un sonido de grito áspero se deslizó por entre sus dientes

apretados. Fue un grito de dolor. El dolor que sólo viene de una fuente.

—Estás mintiéndome —observé.

—Grace, por favor... —gimió, mientras sacudía la cabeza.

—¿Qué pasa con ella? —preguntó Stacy, apareciéndose tan de

repente, me escabullí hacia atrás y lejos de ellas.

—¿Cómo llegaron aquí? ¿Cuánto tiempo han estado aquí?

—¿De qué otra forma te parece? —respondió, inclinándose para

ofrecer una mano suave a Lark para tranquilizarla—. ¿Qué está pasando

con ella? ¿Por qué está así?

—Ella está mintiéndome sobre algo. Si no dice la verdad pronto, la

mentira la va a matar, y no creo que le den una segunda oportunidad

como a Robert.

—¿Qué le escondes a Grace, Lark? —preguntó Stacy mientras

aparataba un mechón de cabello de la cara del ángel atormentado.

—No puedo decirlo —se quejó, y comenzó a retorcerse en el suelo

de pura agonía. Había visto esto antes, vi pasarle esto a su hermano poco

antes de que su corazón dejara de latir para siempre.

No entendía por qué alguien estaría dispuesto a pasar por todo eso

por una mentira.

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—Dime la verdad, Lark. Sabes lo que sucederá si no lo haces, y lo

que eso significará para Graham.

Ella me miró con tanta angustia en sus ojos, la plata pálida casi

tragándose sus centros oscuros.

—Me odiarás —fue su respuesta en voz baja.

—¿Cuándo alguna vez me sentí detenerte de decirme algo? —Me reí

con frialdad, mientras mis costados dolían y quemaban, y mis manos

latían con dolor implacable.

—Por favor, Lark —declaró Stacy—. Somos tus amigas. No te hagas

esto a ti misma. No puedo creer que esté diciendo esto, pero no le hagas

esto a Graham.

Mi cabeza se volvió hacia donde me había despedido de mi familia,

y suspiré con la inmensa sensación de alivio que se apoderó de mí cuando

vi que el estacionamiento ahora sólo contenía un auto. El vehículo del Sr.

Branke seguía allí, así como dos bultos que, desde donde yo estaba,

parecían dos formas dormidas dispuestas a despertar en cualquier

momento y me pregunté por qué estaban allí. Tuve que luchar contra el

dolor y la culpa que sentí ante la vista, apreciando el conocimiento de que

por lo menos Graham y mi familia estaban a salvo.

Mi mirada regresó a Lark y ella pudo ver mis pensamientos,

conocerlos y ser tan feliz por ellos como yo.

—Después de todo lo que ha pasado, merece ser feliz —murmuré—.

Se merece tener la vida que quiere. Dime la verdad, para que así puedas

hacer eso por él. No pasó a través de todo esto sólo para que mueras

porque no querías lastimar mis sentimientos.

Su boca se abrió, sus ojos vidriosos, pero apretó los labios y vi la

derrota en su agarre y empezó a hablar.

—Éste es tu llamado, Grace. Ésta es la razón por la que naciste.

Has nacido para morir, porque muriendo salvas a Robert. Cada segundo

pasado ignorando tu llamado te empuja más y más a la oscuridad misma

que lo está destruyendo. Eres, por todos los intentos y propósitos, una

Innominada, también.

—Espera, ¿entonces Grace es mitad ángel? ¿Dónde diablos he

estado? Ah, sí, es cierto. Muriendo.

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El rostro de Lark se estrujó en una expresión angustiada.

—En cierto sentido, sí.

—¿Y lo sabías, lo supiste todo este tiempo y no le dijiste?

Lark apartó la mirada, avergonzada por el tono acusatorio que

manchaba la voz de Stacy.

—Sí.

En un movimiento que era característico de Stacy, lanzó un

gruñido y levantó la mano, doblando los dedos y tirando de ellos en una

bola contra la palma de su mano. El puño de Stacy se estrelló contra el

suelo, hundiéndose en él como si lo hubiera sumergido en agua,

deteniéndose en su codo y haciéndola caer hacia delante, aterrizando en

su barbilla, la punta afilada tallando su propio nicho en la hierba suave y

suelo.

—Maldita sea —maldijo mientras se empujaba hacia arriba,

quitando el polvo de la tierra y las raíces fibrosa fuera de su brazo y cara—

. Voy a tener que aprender a controlar esto si me voy a enojar.

Miró a Lark, el dolor y la rabia que se estaba desarrollando en su

interior comenzó a tirar de sus cejas, tirando de ellas en un ceño fruncido

en su rostro, una expresión que nunca había visto antes. Se veía

traicionada.

—No puedo creer que hayas hecho esto. Todo el tiempo estuviste

odiando a Robert porque sabía acerca de Sam, estuviste escondiendo esto

de Grace. ¿Robert sabe acerca de esto, también?

Lark sacudió la cabeza, demasiado llena de culpa para hablar.

Stacy lo hizo por ella.

—Lo sabías y se lo escondiste a ambos. ¡Dios mío, todas las vidas

que arriesgaste, incluso la de Graham! La culpa que pusiste en Grace, la

tensión que pusiste en tu hermano… Y-yo creo que ni siquiera te conozco.

¿Cómo pudiste hacerles esto a ellos? ¿A las personas de las que afirmas

preocuparte?

—No entiendes. Esto tenía que suceder, no tenía más remedio que

escondérselo. Grace tenía que hacer esto, pasar por esto y tomar estas

decisiones por su cuenta. Mi especie no tuvo elección; no tenemos voz en

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nuestro propio destino. Simplemente hacemos lo que debemos porque ese

es el camino que debemos seguir. Robert iba en contra de su camino, lo

cual lo llevará a su muerte y el único propósito de que Grace naciera era

para evitar que eso sucediera.

»Si Robert hubiera sabido, nunca habría vuelto aquí, nunca

hubiera conocido a Grace, pero su llamado iba a venir sin importar qué, al

igual que el de ella, ya que ambos existen, y al destino no le importa de

dónde eres o lo que estás haciendo. Sus demandas no se pueden evitar, y

Robert y Grace morirían ambos por nada.

—Pero vi la visión de Robert, aquella que tu abuela dejó en su

mente acerca de mi vida en la que nunca nos habíamos conocido. ¿Por qué

la vio si los dos íbamos a morir? —le pregunté, indignada con todo de

repente.

—Ella no lo vio; era una visión falsa. Él le pidió ver lo que pasaría si

él no regresaba; ella le mostró una mentira. Era benigna, y no le hacía

daño a nadie.

—¡A mí me hizo daño! ¿Cómo pudiste hacerme esto a mí, a Robert?

—Estaba casi histérica mientras el sonido de mi voz se perdía en el vacío y

la tranquilidad que nos rodeaba, aunque la pérdida de sangre estaba

empezando a afectarme.

—Lo hice para salvarlo —gritó en respuesta, enojada y a la

defensiva. Se puso de pie, su cabello negro balanceándose sobre su

hombro en una gruesa trenza, su ropa impecable, moderna y limpia, ni

una sola arruga o un hilo fuera de lugar. En efecto, ella era perfecta.

Y traté de odiarla, quería odiarla, pero no pude porque tan horrible

como creía que era lo que hizo, sus razones tenían fundamento. Las había

justificado por mí cuenta cuando tuve que elegir entregarme a Sam.

—¿Y ahora qué? Sam está muerto. ¿Qué hago ahora?

—No sé —murmuró Lark, sus hombros cayendo de repente a

medida que la desesperación se apoderaba de ella—. ¿Por qué no te mató

cuando tuvo la oportunidad?

—Él dijo que los planes habían cambiado. Su socio…

—¿Socio? —El rostro de Lark de desesperación al instante se vio

ensombrecido por la preocupación y el miedo—. Si Sam tenía un socio,

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entonces eso significa que tu familia todavía está en peligro, sin importar

lo que te pase. Y Robert todavía está furioso. No sabe lo que está haciendo.

Es un peligro para todos.

Su cabeza se movió en alto y luego bajó en una ráfaga de plata y

negro, su rostro lleno de pánico.

—¡Grace, corre! —gritó mientras se lanzaba hacia delante, sólo para

ser derribada por una bola de brillante ébano.

—¿R-Robert? —Oí que mi voz temblorosa preguntaba mientras

miraba a la criatura encorvada sobre el cuerpo de Lark.

—Corre, Grace —dijo la voz apagada de nuevo mientras Lark se

empujaba fuera de la tierra, enviando a Robert a navegar hacia el cuerpo

aterrorizado de Stacy. Ella se lanzó fuera del camino con una velocidad

imposible, dejando escapar una exclamación asombrada de “virtuosa” en

sus acciones antes de dar vuelta a mirarme con los ojos muy abiertos—.

¡No te quedes ahí parada mirando! ¡Corre, Grace!

Enfrenté una mini guerra en mi interior mientras observaba a la

figura boca abajo que me miraba con los ojos ennegrecidos. No me

importaba que por primera vez se pareciera a la Muerte. Lo amaba. Estaba

dispuesta a morir por él si eso significaba salvarlo.

—¡Pero no de esta manera, Grace! —gritó Lark antes de estrellarse

contra su hermano, fijándolo a la hierba—. Si él te mata, se mata a sí

mismo. No puedes querer eso para él.

No lo hacía. No quería eso para él. Le di una última mirada. Mi

vida. Mi amor. Y entonces me di la vuelta y salí corriendo. Sólo había un

lugar a donde podía ir, sólo un lugar donde supe que perdería mi vida sin

Robert a mi lado. Sam se había ido, pero había otras opciones. Corrí tan

rápido como pude, mis costados y mis piernas doliendo, minando mis

fuerzas mientras mí sangre seguía escapando de mí. Mi boca se abrió una

vez para gritar un nombre. Era mi última oportunidad para salvar a

Robert, y me di cuenta de que sólo una persona quería ayudarlo tanto

como yo.

—¡Bala!

Y me precipité hacia la oscuridad del bosque mientras comenzaba a

aparecer a mi vista, escuchando mi llamado, mi deseo siendo bienvenido.

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39 Dejando el Curso

Traducido por LizC y Lizzie

Corregido por LizC

ra como si mis pies no pudieran seguir adelante con

suficiente rapidez. El primer signo de árboles y arbustos

fue como una pantalla de bienvenida, sus ramas

siempre verdes oscuras abriéndose hacia mí para entrar y perderme detrás

de ellas. Estaba más que dispuesta a hacer precisamente eso.

Sin la ayuda de las luces del estacionamiento, o incluso la luna, la

oscuridad en mi retiro boscoso fue casi sofocante, y amplificaba los ruidos

que surgían en mi intrusión de este mundo negro infestado. Sacudiendo el

presentimiento arrastrándose dentro de mí, seguí adelante, permitiendo

que mis pies abrieran el camino lo más rápido que se pudieran mover. Las

barras urticantes de las ramas colgando bajo, sus extremos verdosos

golpeando mis brazos y cara, manteniéndome alerta al peligro que me

amenazaba desde donde yo había entrado. A pesar de que no me distraía

de las ramas meciéndose inquietante sonando sus hojas por encima y

alrededor de mí, el sonido igual a miles de pequeños huesos resonando

juntos era una advertencia que me negaba a escuchar.

No sabía cuánto tiempo me quedaba antes de que Robert venciera a

su hermana y viniera tras mí, pero no pasaría mucho tiempo. Era más

fuerte que Lark sin la rabia corriendo por sus venas; teniendo tanta ira y

energía hirviendo en lo profundo de él era como adicionar combustible

para aviones a un incendio forestal y temía que pudiera lastimarla o algo

peor. Necesitaba encontrar a Bala, la necesitaba para que me ayudara a

poner fin a esto antes de que Robert hiciera algo de lo que se arrepintiera.

E

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Corrí. Corrí tan rápido como pude, pero la falta de luz se

comportaba como una niebla que nublaba mi visión, impidiéndome ajustar

mí vista a mí alrededor y sus obstáculos. Tropecé varias veces sobre la

superficie irregular del suelo del bosque, enderezándome antes de que

pudiera caer a la tierra, agradecida de que, de otra manera, al menos no

era tan torpe como a veces me sentía. Pude sentir el ardor en mis piernas y

brazos a medida que gastaba y tomaba prestado energía y fuerza que no

poseía con el fin de mantenerme en movimiento, adentrándome más y más

entre la oscuridad desconocida que se extendía sin cesar delante de mí.

Mis costados quemaban como si fuego fuera disparado desde las

heridas que Sam había infligido. Pero pude notar que la hemorragia había

disminuido un poco. Mi camisa se aferraba a mí, pegajosa y fría, y el olor

de mi sangre, el sabor a óxido de la misma, parecía exagerado en el aire

frío, el olor actuando como una sirena llamando a la excitación, la

ansiedad, el hambre, y los curiosos mientras viajaba más allá del camino

que dejaba atrás.

Me sacudí la preocupación que sentía y seguí adelante. Con cada

embestida fuerte de mi agitado y gastado corazón, el nombre de Robert se

hacía eco dentro de mi cabeza, corría por mis venas, y chamuscaba mi piel

con los recuerdos que esperaba que habría de hacer esta parte más fácil.

En su lugar, fue peor. Podía sentir la codicia dentro de mí crecer,

luchando contra el impulso de hacer lo que había nacido para hacer. No

quería huir de Robert. Quería correr hacia él. Quería estar con él. Él era

todo para mí, y la canción que se reproducía en mi cabeza era como una

broma cruel, una bofetada en la cara de todo lo que sentía, todo lo que

quería.

En el fragor del caos del bosque, una sonrisa estalló desde las

sombras que eran de algún modo más oscuras que incluso este mundo sin

luz, y su sonido malévolo me obligó a despejar mi cabeza.

No había tiempo, no había lugar para el egoísmo en esta lucha. No

iba a permitir que la distracción de esto me aparatara de lo que me había

comprometido a hacer. Para mantener a Graham y a mi familia segura, y

para salvar a Robert, tenía que permanecer concentrada.

—¡Bala! —grité, pero no oí nada cuando el sonido de mi voz fue

consumido rápidamente por la creciente excitación que resonó a mi

alrededor. Mis manos se extendieron delante de mí por razones

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desconocidas y entonces sentí que mi pie quedó atrapado en algo, mi

cuerpo siguió impulsado hacia adelante por mi carrera.

El chasquido inconfundible de hueso y ramas resonó alrededor en

el silencio repentino que llenó este bosque oscuro cuando caí al suelo, con

las manos extendidas capturándome e impidiéndome chocar contra la

superficie dura y áspera de lo que parecía una raíz elevada. Por supuesto,

aterricé a una velocidad tan tremenda que la fuerza de ello me hizo rodar,

golpeando mi espalda contra la base de un árbol nudoso antiguo, su

corteza lloviendo sobre mí en escamas húmedas.

—Ay —gemí cuando cuidadosamente me empujé en alto a una

posición sentada, usando el árbol que había actuado como freno para

ayudarme a mantenerme apoyada. La extraña calma que me rodeaba era

inquietante. Ni un sólo sonido se oía con excepción de mi respiración

áspera, y sin embargo la falta de ruido era casi ensordecedora en sí

mismo.

El silencio burlón actuaba muy parecido a la risa que me había

sorprendido antes y me sacudió de mis pensamientos vagando. Aparté a

un lado el temor que comenzó a meterse dentro de mí, no queriendo que se

aferrara a mi corazón. Sabía que sólo serviría para impedírmelo si lo hacía.

—¿Bala? —llamé a cabo, mi tobillo parecía que estaba perdido

entre el frío y el calor abrasador, y aunque no podía ver mucho, pude

distinguir la punta débil blanca de algo que sobresalía del costado de mi

pie, a medida que se asomaba desde la cárcel que dos raíces delgadas

habían formado alrededor de mi tobillo hinchado—. Por favor —grité en la

oscuridad, mis pulmones comenzaban a estrecharse en mi pecho—. No

dejes que me encuentre. No me preocupo por mí. No me importa lo que me

pase a mí, pero él no puede ser el que acabe con esto.

Un suave rumor comenzó por debajo de mí y sentí que las hojas y

la corteza que se habían caído encima de mí comenzaron a danzar con las

vibraciones que sacudió el suelo que estaba asentado por encima. Las

raíces que me rodeaban empezaron a desplegarse, y pronto encontré mi

pie puesto en libertad, aunque rápidamente lo lamenté cuando el dolor

cortante se disparó a lo largo de mi pierna.

—Oh, santo cielo —gemí, agarrándome la espinilla, y apretando los

dientes.

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El ruido cesó, y el silencio fue una vez más mucho más aterrador

que cualquier cosa que había imaginado. Era un sonido mortal, este

silencio.

Un nudo comenzó a apretar en mi abdomen, y miré hacia abajo

justo a tiempo para ver la capa de lodo negro-marrón cubriendo la raíz

rodeando mi cintura entera antes de que comenzara a arrastrarme a través

de los bosques a una velocidad cegadora. Pasé de gritar a tomar medidas

drásticas al morder mis labios a través de mis dientes, cada bache y

pendiente obligándome a gemir a través de ello mientras mi pie empujaba

contra el suelo y los costados donde las ramas salientes pinchaban

sobresaliendo de entre los arbustos y árboles jóvenes que se alineaban en

mi ruta de escape.

Vislumbré destellos del cielo a través de las pocas aberturas por

debajo de la cubierta por encima de mí, pero no había luz allí para

ofrecerme esperanza. Incluso las estrellas no querían ser testigos de lo que

sucedería aquí esta noche. Sentí que mi último rayo de esperanza

comenzaba a desaparecer a medida que era arrastrada lentamente, y me

encontré tumbada al lado del árbol de sauce grande que era la casa de

Bala.

La raíz que me había empujado a través del laberinto del bosque se

escabulló por lo que hice lo que pude para ponerme de pie, luchando

contra el dolor de mi pie y el vértigo que había empezado a sentir. Mi mano

se fue a mi costado y jadeé cuando me di cuenta de que estaba caliente; la

hemorragia había comenzado de nuevo, y esta vez, no parecía que iba a

parar.

—¿Necesitas mi ayuda?

Los ojos oscuros de Bala emergieron de alrededor del ancho tronco,

y chasqueó su lengua cuando me vio.

—Necesitas la ayuda de otra persona.

—No —le dije. Alcancé el árbol para sostenerme y lo sentí

estremecerse cuando mi negra y ensangrentada piel lo tocó—. No necesito

la ayuda de nadie, sino la tuya. Necesito que me ayudes a morir.

—¿Morir? No estoy segura de entender.

—Robert está tratando de matarme…

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Ella sonrió y me cortó.

—Bueno, seguramente no puedes esperar que me ponga en su

camino.

—No. No, tú no entiendes. Si él me mata, se mata a sí mismo.

—Eso es una locura. Los ángeles no mueren.

Golpeé el árbol con el puño en frustración.

—No me estás escuchando. Mi madre está muerta. Acabo de ver a

un ángel siendo rasgado por la mitad. Los ángeles mueren, Bala, y si no

me ayudas, Robert va a ser el próximo. Él va a matarse si me hiere, y si lo

hace, matará su alma.

—Piensas demasiado de ti misma, humana Grace. ¿Por qué se

suicidaría por tu muerte? ¿No puede simplemente encontrar a otra para

que te reemplace? ¿Eres tan especial?

Mi corazón se sacudió en mi pecho ante su sugerencia. Lo había

pensado. Pensé que lo había aceptado. Pero escucharlo de otra persona,

escuchar lo obvio que era para otra persona, era como tener el corazón

puesto en un férreo control y hacer que se apretara hasta que explotara.

—Espero que algún día encuentre a alguien más —dije poco a poco,

las ardientes palabras saliendo de mi boca, la mentira demasiado

desagradable para tolerarla—. Espero que él lo haga. Pero él no será capaz

de hacerlo si me mata. Por favor, ayúdame.

—No soy una asesina —dijo mientras negaba con la cabeza y

desaparecía detrás de un árbol una vez más.

—¡No! Bala, por favor. Ya estoy muriendo —tosí, mi pecho

moviéndose meros milímetros ahora. Tomé una respiración poco profunda

y muy pronto se duplicó en un ataque de tos seca que se sentía como un

millón de agujas tratando de encontrar la manera de salir de mí.

—No tienes que hacer otra cosa que mantener a Robert lejos de mí.

Sólo mantenlo lo suficientemente lejos —le susurré como pude, mientras

mi solitaria pierna cedía y me desplomaba en el suelo—. No pasará mucho

tiempo.

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Levanté la mirada, y pude escuchar el temblor de las hojas por

encima de mí, aunque no había viento. Dos esferas oscuras y una sonrisa

aparecieron formándose en la cara olivácea que pertenecía a Bala, con el

cabello girando alrededor de su cabeza en una masa de actividad.

—Está bien.

—Gracias.

Sentí sus manos tocando suavemente mi cara y me arrulló.

—Tan suave. Yo solía tener una piel como la tuya. Pecosa como la

tuya, también. N'Uriel nunca halagó mis pecas, sin embargo.

—¿Lo escuchaste? —remarqué, mi voz tan suave, preguntándome

si ella incluso me había escuchado.

—Sí. Siempre vigilo. Siempre estoy vigilando. Yo lo veo todo. Lo

quiero, también, ya sabes. Lo quiero casi tanto como odio al ángel que me

convirtió en lo que soy. N'Uriel sólo me ha mostrado bondad, ternura. No

podría aceptar su muerte. Eso dolería.

Al escucharla hablar de él con tanta reverencia, me sentí mal por

ella. No sólo quería a Robert. Ella estaba enamorada de él, y yo sabía

mejor que nadie lo que eso podría hacer al espíritu humano. Y, aunque

sabía que había pasado mucho tiempo desde que había sido humana, casi

tenía la certeza de que esa parte de nosotros nunca moría, no importa en

qué nos convirtiéramos.

—¿Lo vigilarás, Bala? —jadeé, sabiendo que la tarea, aunque

simple, era algo con lo que ella estaría de acuerdo.

—Con cada hoja y rama a mi disposición —respondió ella con un

gesto enfático de la cabeza.

—Gracias.

Ella me sonrió una vez más, y entonces mi cuerpo se levantó,

elevado por las hojas y ramas que habían logrado de alguna manera

profundizar por debajo de mí sin ser detectadas. Me acercaron a la corteza

cubierta de musgo que cubría el tronco del árbol de Bala. Una fisura

comenzó a formarse en una de las grietas, luego cada vez más larga y más

ancha, hasta que fue lo suficientemente grande para retener a una

persona pequeña. Las flores que salpicaban el árbol abriéndose y

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cerrándose rápidamente en esta actividad, y con un suave empujón, me

pusieron en la ancha abertura, una cama de musgo acunándome en su

suavidad.

—Vas a estar a salvo aquí. Siento que te estás muriendo, Grace.

Podríamos haber sido grandes amigas.

Una débil sonrisa a medias se formó en mis labios y asentí.

—Creo que ya lo somos.

—Que estés en paz —dijo antes de que la abertura comenzara a

disminuir y el mundo desapareciera detrás de una pared cubierta de

musgo.

Tomé varias respiraciones lentas y profundas mientras trataba de

acostumbrarme a los estrechos confines de donde fuera que iba a morir.

Tuve que admitir que era una opción mucho mejor que dejar que Sam

hiciera lo que quisiera conmigo.

El olor que impregnaba todo a mi alrededor era muy diferente de lo

que esperaba, ¿esperaba un olor?, traté de ubicar los diferentes olores,

mientras que mi mente todavía podía, fue una distracción bienvenida. En

lugar de húmedo y mohoso, el espacio se llenó con una ligera fragancia,

floral, y cada respiración que tomé estaba llena de ella, el aire casi húmedo

y pegajoso. El silbante silencio que podía escuchar llenando el vacío del

sonido fue seguido por más aire dulce, el dulce olor del mismo actuaba

como un sedante para mis agitados nervios.

Levanté una mano para tocar las paredes y me sorprendí de lo

suave que se sentían. Por supuesto que podría estar totalmente

equivocada y era en verdad áspera y escamosa como la corteza y no podía

decirlo porque mi piel se estaba muriendo. Pero quería creer que era

suave, quería creer que tal vez esa suavidad que Bala echaba mucho de

menos era todavía una parte de ella.

Empecé a toser y el dolor empezó a aplastarme hacía abajo con

cada violento temblor. El flujo de sangre fresca que escapaba de las

heridas en mi costado estaba caliente ya que corría por debajo de mí y se

juntaba, empapando la cama. Cada gota drenada fuera de mí, se llevaba

con ella mis temores, mis preocupaciones, mi esperanza.

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—Robert —dije, el nombre flotando fuera de mis labios mientras mi

respiración se volvía dolorosa y laboriosa—. Pronto...

Cerré los ojos y sonreí, contenta de ver a los ojos de plata de mi

corazón, llenar la cara que se concretaba en la parte posterior de mis

párpados. Me imaginé su sonrisa, la sonrisa que me daba sólo a mí, y mis

labios se abrieron mientras me imaginaba por última vez su beso. No

habrá más besos, ni más sonrisas, y mientras mi tos se llevaba la última

parte del oxígeno que había dejado en mis pulmones desinflados, suspiré

con el agridulce contenido.

Pronto estaría bien. Lo podía sentir, la garantía dentro de mí crecía

a medida que mi conciencia se desvanecía. Dejé que el pensamiento me

llevara a través de la oscuridad. Dije mi despedida.

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40 Óyeme

Traducido por Little Rose y Mariaozuna

Corregido por Angeles Rangel

obert. Robert. Robert.

Ugh. Incluso en la muerte, la voz en mi cabeza

no se callaba. Quizá si sólo esperaba un poco, se

detendría. Quizás era sólo el eco de un pensamiento, algo que pronto

moriría y me dejaría sola con la pérdida y la tragedia.

Robert.

De acuerdo, al parecer no. Esperé que el nombre siguiera, y claro

que lo hizo, cada vez más rápido, como el latido de un corazón, uno que

sabía que ya no tenía. Intenté concentrarme en otra cosa, y entonces sentí

las vibraciones. No sabía decir si tenía los ojos abiertos o no; todo a mi

alrededor era negro. Intenté sentarme y sentí que mi cabeza chocó con…

¿el techo?

—¡Ay! ¿Pero qué…? —Con la cabeza agachada me estiré y pasé mi

mano por lo que parecía una superficie suave. Mi mano bajó, poco a poco,

mientras daba una vuelta sintiendo una pared circular. Pateé el

almohadón bajo mí y se sintió pegajoso y con una textura rugosa—.

¿Musgo? ¿Por qué iba a haber musgo aquí?

Supe de inmediato donde estaba. Pero las cosas habían cambiado.

Ya no estaba tranquilo; se oía el viento de afuera, seguido por un estallido,

y el patrón se repetía una y otra vez. Puse mi oreja contra la suave pared y

escuché, oyendo una respiración rápida que no era la mía, seguida por un

sonido de golpes que al parecer venía justo del otro lado. Me hice hacia

R

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atrás y golpeé la pared a mi espalda, chocándola con mi cabeza y viendo

estrellas.

—¿Bala? —grité mientras me frotaba la cabeza, con la voz fuerte, y

el cuerpo sintiéndose extrañamente… bien—. ¿Bala, va todo bien?

La respuesta que me llegó fue un frenético gruñido que se hizo más

fuerte con cada segundo. El temblor volvió a comenzar, y me acurruqué

contra la pared curva detrás de mí mientras el sonido parecía rodearme.

Había golpes y rugidos y todo tipo de ruidos que me provocaron un grito de

pánico, pero logré controlarlo, incapaz de añadir más al miedo que era tan

palpable, que se podía oler, incluso tocar mientras se metía desde afuera.

—Grace.

Una voz sobre mí susurró mi nombre y levanté la mirada, incapaz

de ver pero sabiendo que al menos no estaba mal dirigida.

—Grace, está aquí. Sabe que estás aquí. ¿Ya estás muerta?

—¿Bala?

—Sí. ¿Ya has muerto?

—No lo creo. Al menos no podría estar hablando contigo de ser así,

¿cierto?

—Oh, esto no es bueno; esto no es nada bueno. Intenta meterse en

el árbol. Está destruyendo mis raíces, rompiendo mis ramas para llegar a

ti. No sé cuánto tiempo más podré mantenerlo lejos de ti Grace, antes de

que me destruya. Está enojado, muy enojado y no sé cuánto tiempo podré

recibir esto. Por favor apresúrate y muere.

Tenía un tono de pánico, cada palabra dejándolo en claro por el

sonido agitado y las pausas. Levanté la mano y sentí las líneas curvadas

de su mandíbula, su nariz dura y supe que no podía dejar que siguiera

arriesgando su vida así. No quería que nadie más muriera, no por mí.

—Déjame salir Bala.

—Pero… te matará.

Pensé en eso, la afirmación que era tan segura, tan definitiva.

Pensé en el miedo que vi en el rostro de Lark antes de dejarla, la sorpresa

que se dejó ver en el rostro tan sereno de Stacy, que lo volvió tenso y

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pesimista, y podía oír los rugidos desesperados que venían de afuera

mientras Robert intentaba llegar a mí desesperadamente.

¿Qué había hecho él con ellas? ¿Estaban heridas? ¿O peor? ¿Podría

vivir al menos un minuto sabiendo que les hizo algo? Sacudiendo la

cabeza, supe que no podía.

—Déjame salir, Bala. Eres tú o yo, y sé cuáles son mis

posibilidades de supervivencia, ¿pero conoces las tuyas?

Otro ruido de desgarro fue seguido por un raro gemido, y todo

comenzó a sacudirse mientras los eventos de afuera forzaban al gran árbol

que me protegía a temblar hasta las bases.

Sin advertencia, se vio un destello de luz. El pequeño rayito

grisáceo que se coló por la abertura fue demasiado brillante después de

una oscuridad absoluta, y cuando comenzó a expandirse levanté una

mano para cubrir mis ojos. Con los ojos medio cerrados, pude ver mi

brazo.

El patrón negro que lo cubría ya no estaba. No había dolor; no

había rigidez ni cosquilleo. Con poco cuidado de la luz cegadora que se

cernió sobre mí, llevé mi otro brazo junto al primero y miré, fascinada por

el aspecto normal de la carne que reemplazó la piel lastimada.

Miré mis pies y vi que mi pie ya no tenía un ángulo extraño, el

hueso que se había salido de lugar no se veía, la piel estaba suave y sin

daños. Moví los dedos, riendo cuando respondieron, y jadeando de

sorpresa cuando mi pie se movió y giró sin ningún dolor.

Sin embargo, este momento de dicha duró poco, cuando dos manos

oscuras se estiraron para sujetarme y me sacaron del hoyo. Robert. Estaba

brillando, su color alternaba de un tono muy oscuro a un rojo, casi sangre

que lo rodeaba mientras estaba frente a mí. Sus manos se cerraron en mi

garganta en un agarre que amenazaba con acabar con mi vida en

cualquier instante, pero por la forma en que sus dedos alternaban un

agarre firme y se aflojaban no prometía que fuera lento.

Era una visión: la muerte personificada, la muerte en su máximo

esplendor, la muerte en una ira que lo había consumido al punto donde no

sólo no era reconocible, sino que además no podía reconocer nada que

hiciera que la voz en su cabeza dejara ese incesante grito. Casi lo podía oír

mientras me miraba, un extraño tipo de duda que no había esperado.

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Dentro de mi cabeza, la voz que repetía el nombre de Robert sólo se

hacía más fuerte con su insistencia, y pronto comenzó a batallar con el eco

en la mente de Robert. Él inclinó la cabeza, confundido por lo que oía.

Parte de mí quería explicarle lo que debía decir para que se salvara,

creer que lo que teníamos no era lo suficiente para hacer que muriera de

culpa e ira. Pero mientras los dedos que amenazaban mi pulso

comenzaron a arder sobre mí, volviendo mi sangre un río de emociones y

recuerdos que se hundió en mí con cada momento que jamás

compartimos, cada toque, cada beso, cada promesa de amor y fe, supe que

eso estaría mal.

Podía oír su propio nombre, oírlo en mi sangre con necesidad

indomable, y sabía lo que significaba. Incluso con la oscuridad que cegaba

a lo demás, sabía que había una razón para que todos estuviéramos aquí,

sabía que estábamos unidos inexplicablemente, un lazo irrevocable que no

podía ser cortado por nadie, ni siquiera por nosotros.

Levanté mis manos a las suyas y suavemente las separé. Para mi

sorpresa; quizá ni siquiera eso, porque supongo que sabía que él lo haría,

me dejó ir. Tropecé hacia atrás, mientras el flotaba, frustrado, batiendo las

alas y sacudiendo la cabeza.

—¿Robert? —dije suavemente, intentando mantener un tono tan

tranquilo como fuera posible.

Levantó la cabeza y sus ojos negros me tragaron con su vacío. No

me respondió. Sólo miró… a través de mí.

—¿Robert, dónde está Lark? ¿Dónde está Stacy?

Él gruñó, y movió una mano, como ahuyentándome. Pero sabía lo

que eso significaba; se habían ido, ya fuera por su propia decisión o por

necesidad. Suspiré aliviada, feliz de que al menos estuvieran a salvo.

El brillo que se reflejaba de él iluminó el árbol que tenía detrás, el

árbol de Bala, y oí mi propio jadeo de sorpresa y pena ante el daño que le

causó al intentar llegar a mí. La mitad más baja de su amplio tronco

estaba desgarrada, y sus ramas ahora llenaban el suelo y regaban el lago,

disturbando la superficie. Las pequeñas flores que habían surgido del

musgo de Bala ya no estaban abiertas, con los pétalos marrones y

chamuscados.

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Había marcas profundas donde los puños de Robert habían

golpeado la suave superficie expuesta y las ramas colgaban, separadas de

sus bases, flotando sobre los cadáveres de las que no habían podido

mantenerse. El hueco en el que me oculté seguía visible, pero la entrada

estaba deformada, los bordes desfigurados y filosos y no suaves como lo

eran cuando Bala la abrió para mí.

—¿Dónde está Bala? —pregunté intentando permanecer tranquila

mientras miraba alrededor por algún signo de que seguía bien—. ¿Robert,

dónde está Bala?

—Estoy aquí —me llegó un suave susurro desde arriba. Levanté la

mirada y vi los ojos oscuros apareciendo de una rama inmune que estaba

muy alto.

—Quédate allí —le dije, la vi parpadear y desaparecer, moviendo

una rama en lo que supuse era entendimiento.

—Se supone que estés muerta —surgió un gruñido acusatorio, y

bajé la mirada para ver a Robert quien estaba agachado con las manos en

el suelo, y las rodillas inclinadas en una posición con la cual parecía listo

para saltar sobre mí en cualquier momento.

—Lo sé —respondí—. Yo también como que esperaba estarlo.

—¿Y por qué no lo estás?

Me metí levemente en esta conversación incoherente, pero sabía

que no duraría mucho, por lo que le respondí con tanta sinceridad y

rapidez como pude.

—No lo sé. Mis manos están curadas, y… —Levanté mi camiseta

llena de sangre y oí mi propio jadeo mientras mis dedos buscaban las

marcas de heridas que Sam hizo y encontraban sólo carne sanada,

bajando la mirada para confirmarlo—. Ya no estoy sangrando. No sé cómo

o por qué, pero mis heridas se han ido.

—No quiero matarte.

Era la afirmación más clara y concisa que alguien podía hacer, y mi

corazón dolió mientras él inclinó la cabeza con estas palabras, con la voz

tan claramente quebrada que fue una maravilla que no fuera corriendo a

sus brazos a consolarlo, y convencerlo de que no era necesario.

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Mi respuesta fue simple.

—Tampoco quiero que me mates.

El sonido que salió de él fue maravilloso. Casi me desmayo de la

sorpresa por ello, apenas recuperando de a poco el equilibro, cuando

comenzó a reír.

—Siempre fuiste diferente.

—¿Tenemos que volver a eso? ¿No es obvio que diferente ni siquiera

alcanza para comenzar a describirlo? —Intentaba sonar sarcástica,

intentando aferrarme a este extraño sentido del humor que liberó, pero no

tenía sentido ya que inmediatamente surgió de él un gruñido.

—Bueno. Muy bien, así que ambos estamos de acuerdo en que no

quieres matarme. Sin embargo, eso no soluciona el problema. No durarás

mucho así, y yo llevo aquí mucho más de lo que estaba previsto. Te

preguntaría si tienes un arma para dispararme a mí misma pero algo me

dice que dirás que no.

Tenía un tono controlado mientras flotaba a mi alrededor.

—¿Te suicidarías? ¿Sacrificarías tu alma para salvar la mía?

Sin dudar, asentí.

—¿Alguna vez hubo duda? ¿Alguna vez hubo un momento donde

creyeras que eras el único capaz de sacrificarse?

—Te sacrificaste por tus amigos…

—Y por ti. Amo a mis amigos, amo a mi familia, pero mi vida no

empieza y termina en ellos. Lo hace contigo. Siempre lo ha hecho. —Ahora

estaba llorando; mis lágrimas caían, con diminutos ruiditos en las hojas

secas que yacían a mis pies.

Se abalanzó hacia delante y antes de que pudiera parpadear, tenía

sus manos en mi rostro, con el suyo a pocos milímetros. Nuestras narices

se tocaban, y de nuevo, el calor de su piel retorció la mía de formas que

iban más allá de lo físico. A pesar de su apariencia, a pesar del miedo que

se formaba involuntariamente en mí al verlo, seguía siendo Robert, y

seguía afectándome de formas que nunca nadie lo ha hecho.

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—¿Así que aquí termina esto? ¿Conmigo tomando tu vida? —Su

aliento cálido me bañó y cerré los ojos e inspiré hondo, concentrándome en

su esencia a cuero, humo y dulzura. No pude responder. Sus labios

cayeron ferozmente en los míos, en un acto desesperado y consumidor,

pero no me importó. Yo también estaba desesperada.

Levanté los brazos y me envolví en él. Lo acerqué a mí, tanto como

pude, y me dejó. Me permitió meterlo en el abrazo, y me besó con una

necesidad más allá de las descripciones. Lo sabía, lo sentía; lo respiré

porque también lo necesitaba.

Mi corazón estaba corriendo contrarreloj en mi pecho, y la voz en

mi mente, el nombre que significaba todo lo que me importaba ahora

mismo, se empañó en un murmullo pacífico que armonizaba con la

canción que cantaba en mi sangre mientras sentía su fuego y todo

tocarme.

Fue con un grito torturado que Robert se alejó, aunque sus manos

se mantuvieron en mí, sus pulgares acariciando mis mejillas, borrando las

marcas de mis lágrimas.

Abrí los ojos y vi, incluso en la negrura sin fin que consumía los

suyos, que había tristeza allí. Pareció aparecer un destello plateado,

iluminando sus irises con la luz, antes de desaparecer y dejarlo, dejarme

con la negrura que esperaba que pudiéramos dominar juntos.

—Te amo, Grace.

—También te amo, Robert —le dije, con un sollozo antes de que sus

manos me dejaran.

—Lo siento —se lamentó.

—Lo sé.

Sentí sus manos recorrer mi cara, sus dedos marcar la vena de mi

garganta. Con una mano en mi cuello, y la otra en mi corazón, sintiendo el

ritmo dual mientras latían desafiando todo lo que quería detenerlos. Mis

manos fueron sobre las suyas, empujándolas, forzándolas a presionar con

más fuerzas.

Ya no podía tragar, y sentí la urgencia por toser, la restricción

empujándola hasta abajo y llenando mis pulmones de presión. Mi rostro se

enrojeció mientras la sangre se agolpaba en mis mejillas, y se me

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adormeció la lengua, levantándose hasta mi paladar antes de volver a caer

en mi boca, hacia la entrada de mi garganta. Me ahogué, pero no ocurría

nada con ello, por lo que volví a toser.

Pude oír un zumbido en mis orejas mientras se mimetizaba con el

sonido de mi corazón. Pronto comenzaron a arderme los oídos, y se me

secó la boca. Cada instinto en mi cuerpo gritaba que luchara contra esto,

pero en cambio mis manos en las de Robert se determinaron más a apretar

con fuerza, a que dejara de dudar.

Los ojos de Robert estaban cerrados. No sé cómo lo sabía, pero lo

hice. Él no podía ver, y yo no quería que él lo hiciera. No quería que él

viera, así que cerré los ojos, también. Luché a través del terror que fue

concebido dentro de mí mientras mi pecho comenzó a doler y mi cabeza

comenzó a golpear por la falta de oxígeno para que pudiera formarse en mi

mente una imagen de Robert y yo juntos. Quería que Robert viera esto

como mi último recuerdo. Quería que supiese que no lo culpaba. Me iba a

morir gustosamente para salvarlo, incluso si él era el que me mataba.

Lo siento. Perdóname.

Mis pulmones se llenaron de aire súbitamente mientras tragaba

con avidez, con una respiración que nunca había tenido la intención de

tomar, y me caí al suelo mientras mis piernas se derrumban por debajo de

mí, demasiado débil y demasiado oxígeno privados para mantenerme más.

Estaba tosiendo, una tos seca, temblorosa que obligó a la sangre que se

había acumulado en mi cabeza a permanecer atrapada allí hasta que la tos

disminuyó.

Y Robert se había ido.

—¡No! ¡No, no, no! ¡No, Robert, no! —Traté de gritar, pero la tos

regresó, mi garganta sintiéndose como si estuviera en llamas. Luché con

mis pies, una mano en mi ardiente garganta y la otra sosteniendo mi

cabeza, mientras los golpes empeoraron—. ¡Robert, vuelve! ¡Robert, vuelve,

por favor!

De repente, mi cuerpo se puso rígido. Mis brazos fueron forzados

lejos de mi cabeza y mi espalda se arqueó dolorosamente. El suelo

comenzó a hundirse lejos de mis pies. O... ¿mis pies se comenzaron a

elevarse lejos de la tierra?

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Volví la cabeza para ver a mis brazos ahora sobresaliendo hacia

fuera a los costados, mis manos y dedos extendidos abiertos. Una brisa

comenzó a soplar, calmada al principio, trayendo consigo el aroma fresco

de musgo, hojas cubiertas de rocío, y suelo húmedo. Pero entonces, como

si el ajuste de un ventilador se hubiera elevado, la brisa se volvió enojada,

contundente. Mi cabello, que hacía tiempo que había escapado de los

confines de mi banda de goma, se sacudió a mí alrededor, y mi camisa se

agitó con el dobladillo volando de arriba abajo.

Había estado así antes, en esta posición. Sentí el calor ardiente

dentro de mí esta vez, detectándolo antes de empezar a cambiar mi piel de

un color ámbar suave, antes de que los fragmentos minúsculos de luz

comenzaran a disparar desde mis dedos y hacia los oscuros confines de los

bosques, iluminándolos.

Mi cabeza estaba echada hacia atrás, y por encima de mí, donde los

árboles habían dado paso al cielo, vi la forma negra de Robert, que flotaba

fuera de alcance. Él estaba mirándome, sus alas batiendo suavemente al

ver lo que estaba sucediendo. Mi boca se abrió para llamar a su nombre,

pero mis palabras se convirtieron en luz, y lo golpearon.

¡No!

Mis pensamientos... que todavía se podían oír, salieron arrojados

en una ráfaga mientras Robert vino cayendo hacia mí, su descenso se

desaceleró por la luz que lo tenía atrapado. Un rallado, sonido metálico

fluía de su boca, y él se sacudió y tembló mientras la luz lo rodeaba,

capturándolo en una burbuja de viscosa luz.

Robert, escapa. Vete. Esto es lo que le pasó a Sam. Por favor...

En el halo dorado de luz los ojos de Robert comenzaron a

iluminarse. Él me miró y sonrió, e incluso con el brillo contundente que le

rodeaba, su sonrisa resplandeció más brillante, felicidad radiando a través

de él.

Esta es la forma en que tiene que ser. No deberías ser la que muera,

Grace. No deberías. Debería haber sido yo siempre...

No podía sacudir mi cabeza, pero podía llorar. Mis lágrimas cayeron

en rápida sucesión mientras miraba la oscuridad retroceder de él, dejando

su cabello y sus alas, llevándose consigo su juventud, envejeciéndolo a él

ante mis ojos.

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No puedo hacer que se detenga, Robert. No puedo hacer que pare y

te deje de ir. Por favor, por favor trata de luchar contra ello. Por favor. No

puedo perderte de esta manera. No me puedes dejar aquí para vivir sin ti.

Yo no soy la más fuerte. No sé cómo ser fuerte sin ti.

Su sonrisa se hizo más grande y alargó una mano hacia mí.

Siempre has sido la más fuerte, Grace. Tú eres la que me ayudó a

vivir, ¿recuerdas? Eres la que es lo suficientemente fuerte como para vivir, y

eso es exactamente lo que vas a hacer.

Traté de tomarle la mano, pero la luz me mantuvo prisionera.

Robert, no me dejes. Mi corazón no puede existir sin ti aquí. No puedo

estar sola. Me prometiste que nunca me dejarías. Prometiste que siempre

estarías conmigo.

Una chispa en sus ojos brilló hacia mí.

Yo siempre estaré contigo, Grace. Te prometí eso y lo dije en serio.

Nunca estarás sola. Tú eres mi corazón. Dónde quiera que sea, ahí es donde

estaré. Vive, Grace. Vive y se feliz. Vive y ama de nuevo, ama de la forma en

que nunca pudimos. Te amo.

Robert, no. ¡No vayas!

Adiós, Grace.

Un sonido metálico precedió a la explosión de luz que me envió

volando a toda velocidad hacia atrás y cayendo a través de las ramas y las

hojas, hasta que caí al suelo, mi cara aterrizó contra el duro bulto de una

raíz expuesta. Mis ojos se centraron en el suelo mientras las chispas

cayeron a mí alrededor, aterrizando delante de mí como diminutas

estrellas, brillando intensamente durante unos segundos antes de que su

luz se apagara.

Y como el zumbido en mis oídos se calmó, me di cuenta de que mi

mente estaba vacía. No había sonido ahora, ninguna voz gritando un

nombre, ninguna urgencia ni exigencias que se me plantearan. Era

tranquilo. Dolorosamente, distraídamente, y desgarradoramente tranquilo.

Despacio, muy despacio mi boca empezó a moverse, y con cada

respiración que se me escapó, un sollozo se fue con él. Crecieron en

volumen e intensidad hasta que estaba temblando en el suelo. Mi corazón

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se sentía como si no sólo se hubiera roto, sino que más bien desintegrado

en la nada mientras mi pecho dolía por mi pérdida. Hundí las manos en el

suelo, agarrando hojas y ramitas, y aplastando en una desesperada

necesidad de destruir lo que sea que pudiera alcanzar, para causar dolor

de la misma manera que me dolía.

Estaba enojada, con el corazón roto. Estaba desconsolada. ¿Por

qué? ¿Por qué era que yo había nacido para morir para que Robert pudiera

vivir, y aun así él había muerto? ¿Por qué mis heridas se curaron cuando

debería haber traído a Robert el alivio que necesitaba y tomado mi vida

como debería ser?

¿Por qué se me dio un breve momento para experimentar el amor

con alguien que había nacido para mí tanto como yo había nacido para él,

sólo para que todo sea quitado, y por quién? Yo no había pedido ayuda, no

quería ayuda. ¿Quién había interferido donde no se quería? ¿Quién había

hecho tal cosa?

Grité de dolor por la intrusión que había causado tanto daño.

Habían tomado de mí la cosa más preciosa en mi vida, la parte más

importante, la única parte que había sido siempre fiel y honesta. Me

empujé hacia arriba y sacudí el polvo de encima ya que mi cuerpo estaba

atormentado por el veneno del odio que se propagaba a través de mí.

—¿Grace?

Un par de ojos nerviosos se asomó desde detrás de un árbol

pequeño.

—Grace, ¿estás bien?

—Estoy bien.

—No te ves muy bien.

—Estoy segura de que no lo hago.

Ella se me acercó con cautela, con el cabello girando alrededor de

su cuerpo en ondas caóticas, y vi el daño a su árbol reflejado también en

su carne. Tenía heridas abiertas, y su piel, que había contenido una vez

varios tonos de verde, ahora tenía un tinte grisáceo en ella.

—¿Tú... tú estás viva? ¿Y Robert no lo está?

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Mi cabeza cayó hacia abajo una vez en confirmación, y ella se

deslizó hacia atrás en estado de shock.

—Pero no es así como se supone que sea. Se suponía que debías

morir.

—¿No crees que sé eso? —gruñí, mi voz sonaba extraña con un

tono feroz y vengativo en la misma—. ¿No crees que yo quería que fuera al

revés?

—Pero, ¿cómo has podido...? ¿Cómo lo has matado?

—¡No fui yo! ¡No sé quién lo hizo, pero no fui yo!

Pero no estaba tan segura de eso, y Bala podía verlo, oír la

incertidumbre en mi voz. Me miró con escepticismo escrito claramente en

el rostro, con los ojos vidriosos con temor y duda.

—Si Robert se ha ido, si él está realmente muerto, entonces

necesitas irte —dijo con firmeza, su tono repentinamente frío.

—¿Qué? ¿Por qué?

—Él es la única razón por la que he retenido al bosque de hacerte

daño. Él es la única razón por la que te tuvieron que cuidar. Si él se ha

ido, Ameila se irá, y Lark con ella. No habrá más ángeles para protegernos,

y tendremos que defendernos contra lo que ahora vendrá. Eres humana.

—De eso se trata, no sé lo que soy, yo…

Una mancha de vid envuelta alrededor de mi boca, me impidió

hablar, de terminar mi declaración.

—Eres humana, ¿lo entiendes? Eres humana. No estás segura aquí

por más tiempo. —A la vid pronto se sumaron otras, innumerables cintas

de hoja verde que se enroscaban alrededor de mí, trayendo mis brazos con

fuerza a mi cuerpo envolviendo mis piernas y capturándome.

—Voy a sacarte de aquí, pero no quiero nunca volver a verte. Estás

marcada ahora. Has matado a un ángel y aquellos que desprecian tu

especie, así como la mía no tomaran amablemente esto. Te quedarás lejos

de aquí, aléjate de mí y de mi bosque. No dejes que mis árboles te vean,

Grace. Lo siento.

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También lo lamentaba. Había perdido mucho hoy. Perder la

amistad de Bala ahora era simplemente la guinda del pastel, y no podía

discutir sus puntos. Si la muerte de Robert fue por mi culpa, era sólo

cuestión de tiempo que alguien decidiera hacer algo al respecto. Podrían

echar la culpa de la muerte de Robert y la muerte de Sam a mis pies, y

tendrían razón.

Bala dio la vuelta y las enredaderas que me retenían tiraron en mi

espalda, tirando de mí hacia abajo, y arrastrándome por entre los árboles.

Los sonidos que había a mi alrededor empezaron a crecer más fuerte, más

enojados y casi frenéticos por la decepción, el dolor y sed de algo que sabía

que sólo podía ser de sangre. No los culpé. Sólo deseaba que hubieran

actuado antes.

Sobre los baches y las piedras, las raíces anudadas y valles en la

tierra, mi cuerpo viajó hasta que fui sacada bruscamente hasta la orilla del

bosque, depositada en la hierba húmeda que rayaba el campo donde la

muerte de Sam había quemado la superficie, la negra llamarada de hierba

chamuscada un testimonio del crimen que se había cometido allí.

Me puse de pie y corrí hacia las luces que todavía brillaban en el

estacionamiento. Busqué los cuerpos de Erica y el Sr. Branke, pero ya se

habían ido, al igual que el automóvil del Sr. Branke. El estacionamiento

estaba vacío, y yo estaba sola. Mis botas pronto crujieron contra la grava y

me di la vuelta a la carretera que me llevaría a casa.

Pero, ¿cuál casa? ¿Qué era casa ahora? ¿El lugar donde mi padre y

mi madre habían vivido en una casa de mentiras? ¿O el lugar donde

Robert y yo pasamos nuestros últimos momentos felices, juntos antes de

que hubiéramos tomado el destino en nuestras propias manos?

Me dejé caer al suelo cuando me di cuenta que ninguno era casa,

no desde que Robert ya no existía. Una vez más mis lágrimas cayeron, y

enterré mi cara en mis manos, sollozando en ellas cada memoria atada, y

la agonía indujo más lágrimas.

¿Qué le diría a Ameila cuando la viera de nuevo? ¿Cómo iba a

decirle que su hijo había muerto en mi lugar, que todos los planes que ella

y mi madre habían hecho habían sido en vano?

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Y Lark... tan enojada como estaba con ella por saber tanto y no

decirme nada, ¿cómo iba a enfrentarla? Ella ya lo sabía y me culpaba, al

igual que lo hizo Bala.

¿Qué significaría para ella y Graham? Graham daría la cara por mí.

Sabía eso con tanta seguridad como sabía mi propio nombre, y eso sólo

crearía problemas entre ellos dos. Vivir sólo iba a complicar más las cosas.

—¿Grace?

Mi cabeza se levantó, y tragué otro sollozo mientras tomaba la vista

de la estructura flexible de Stacy. Ella se veía hermosa, sana, y sin

embargo, tan triste.

—Tú... ¿por qué estás aquí? —le pregunté entre hipos.

—Soy tu amiga, por eso. ¿Necesito otro motivo?

—No, pero...

—No hay peros. ¿Qué ha pasado? ¿Dónde está Robert? ¿Por qué

estás sentada al lado de la carretera?

Hice mi mejor esfuerzo para contestarle sin descomponerme, pero

mis palabras salieron en sollozos.

—Robert se ha ido. Traté de esconderme, traté de alejarme, pero él

me encontró y... no pudo hacerlo. Él no podía. Me dejó ir, pero algo pasó y

yo... yo creo que lo maté y ahora no sé a dónde ir. Si me voy a casa, voy a

tener que lidiar con la culpa de mi padre. Si voy a la casa de Rob... si voy

de vuelta a la casa de Lark, voy a tener que enfrentarla, Ameila... No tengo

a dónde ir. Ya no sé a dónde pertenezco, Stacy.

—No seas ridícula, Grace. No es como si tu familia te vio morir y

ahora estás sin hogar. Tienes un padre que te ama y una madrastra que se

preocupa por ti. Tienes un mejor amigo que movería cielo y tierra para

mantenerte a salvo, y me tienes a mí. Me salvaste, Grace. Arriesgaste tu

vida para salvarme, y si no te puedo ayudar con esto, ¿entonces para qué

tanto riesgo?

Quería discutir con ella, pero estaba demasiado cansada. Mi cuerpo

estaba exhausto. No sabía si era emocionalmente o físicamente. No me

importaba.

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—Voy a llevarte a casa, a casa de tu papá.

Asentí y no dije nada mientras ella suavemente me levantaba en un

abrazo gélido, su sorprendente fuerza, su rapidez aún más. Corrió, por el

camino, manteniéndose en la oscuridad, sin decir nada mientras se

acercaba a mi calle. Sólo cuando las luces de la calle se hicieron visibles

me bajó al suelo.

—No puedo ir más lejos, Grace. Tu padre todavía cree que estoy

muerta, bueno... lo estoy, pero ya sabes lo que quiero decir, así que te voy

a dejar aquí. Te voy a ver hasta que llegues dentro para asegurarme de que

estás a salvo.

—¿Así que es verdad, entonces? ¿Sam tiene un socio? —le

pregunté, sabiendo que ella no podía saber acerca de las consecuencias

que la muerte de Robert tendría sobre mí.

—No lo sé, pero Lark lo cree ahora. —La forma en que pronunció el

nombre de Lark lo hizo sonar como una mala palabra.

Al darse cuenta de que ella estaba esperando una respuesta,

asentí.

—Es verdad. Nunca pudo tenerme de otra manera...

Hizo un gesto con la cabeza hacia mi casa.

—Adelante. Tu padre está de luto, Grace. Piensa que estás muerta.

Dale el regalo de saber que no es así. Haz por él lo que no puedo hacer por

los míos.

—¿Te veré otra vez?

—Por supuesto. No crees que serás capaz de deshacerte de mí tan

fácilmente, ¿verdad? Estoy muerta, no desaparecida.

La abracé, ignorando el frío helado que corría a través de mí.

—Gracias, Stacy.

—En cualquier momento, Grace.

Me di la vuelta y me fui corriendo a casa los últimos pocos metros,

tomando una respiración profunda antes de girar la manija de la puerta y

entrar.

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41 Promesas Mantenidas

Traducido por Little Rose y mariaozuna

Corregido por Lizzie

o creo que necesites hacer esto, Grace.

—No es tan importante.

—No vas a lastimarlo si no vas.

—Es demasiado pronto.

Mi cabeza dio vueltas mientras miraba a la gente que estaba en mi

habitación. Papá, Janice, Graham, y Lark me miraban con expresiones

preocupadas, con las bocas abiertas para seguir hablando.

—¿Podrían todos simplemente parar? Sólo no sigan.

Habían pasado menos de diez horas desde la muerte de Robert.

Diez horas desde que llegué a casa para encontrarme con mi padre siendo

consolado por mi mejor amiga y mi madrastra. Diez horas desde que

habían rogado mi perdón antes de que yo colapsara en mi cama.

Toda mi vida luché por ser normal, y en cambio viví una vida que

era simplemente anormal. Cada decisión que tomé me empujó más y más

lejos de la vida idónea que me había imaginado, y nunca comprendí que

había sido porque así es como debería ser. Intenté tener de novio a mi

mejor amigo, y eso no funcionó. Intenté ser la hija reticente de un padre

que estaba en el medio de un nuevo comienzo, y no pude. Intenté ser la

hijastra vengativa de una mujer que sólo quería mi amistad, y tampoco

pude con eso.

—N

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El único aspecto donde las cosas parecían seguir la línea que me

había imaginado había sido en mi relación con Robert, e incluso eso ni

siquiera se acercaba a la normalidad de los estándares que me había

impuesto. Estaba más allá de lo que esperaba de un amigo, un novio, y

quizás un amante. Podría aferrarme al conocimiento de que me amaba

tanto que se sacrificó para dejar de lastimarme, incluso si eso destruía la

vacía cavidad donde antes estaba mi corazón.

No. Mi retorcido sentido de normalidad nunca podría concretarse

porque no era para mí. Robert había dicho que era diferente, y tenía razón.

Sólo que no sabía cuánto hasta esta noche, y ahora, diez horas… quizás

diez años después, finalmente comenzaba a aceptarlo.

Lloré. Lloré ríos y lagos, y baldes de lágrimas, lágrimas que junté y

arrojé a la basura porque no podía soportar ver esos diminutos

recordatorios de la única diferencia que no podía y no iba a aceptar.

Y cuando terminé de llorar, cuando ya no tenía nada en mí para

disminuir la pena que ahora se aferraría por siempre a mí, me duché.

Intenté lavar lejos la mugre, las hojas, las capas y capas de heridas que no

había podido llorar. Froté mi piel hasta que ardió, y me lavé el cabello

hasta que ya no se sentía como mío. No pude usar el champú rosa que usé

toda mi vida, y en cambio usé el que estaba allí para mi hermanito.

Salí de la ducha e ignoré las marcas en mi garganta; me lavé los

dientes y peiné el cabello. Fui a mi habitación y abrí el cajón de la mesilla

para sacar el teléfono.

Fui por mi mochila, que Lark había traído en la mañana, y saqué

mi carpeta, pasando por las páginas hasta encontrar un montón de notas

en la esquiva de una hoja en blanco. Marqué los números que allí estaban

y esperé al tono.

—¿Hola?

—Hola, ¿Shawn?

—Eh… ¿sí? ¿Quién es?

—Shawn, es Grace.

—¡Grace! ¿Cómo estás? ¿Cómo lo estás llevando?

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Se me cerró la garganta mientras lo pensaba, y comprendí que se

refería al asunto de Stacy. Tragué el llanto que había subido, tosí y le

respondí:

—Estoy bien, supongo.

—Eso es genial. Quiero decir, no lo es. No es genial como, que

bueno y eso, pero ya sabes, es genial que estés bien porque, ya sabes, es

difícil perder a alguien que te importa y todo eso.

—Sí. Tienes razón —respondí, luchando por contener más lágrimas

que salían de la nada.

—¿Entonces qué hay?

—Shawn, quería saber… ¿aún quieres ir al baile de graduación?

Un silencio siguió a mi pregunta, que luego fue seguido por el

sonido del teléfono cayendo y golpeando algo. Parpadeé mientras ese

sonido era opacado por lo que supuse fue él cayendo tras el teléfono.

—¿Shawn? ¿Estás ahí?

Lo escuché buscar el teléfono, su mano contra lo que debía ser un

piso de madera estirándose hacia el aparato y haciendo que alejara el mío

de mi oreja.

—¿Grace? Grace, diablos lo lamento…

—Oh, bueno. Supongo que fue algo grosero de mi parte llamar y

cancelar y luego llamar un par de horas antes para ver si seguías

interesado. Seguro ya encontraste reemplazo, por lo que no importa.

—¡No, Grace, espera! Lamento haber dejado caer el teléfono, y lo de

caerme también. Supongo que me sorprendió que me llamaras, y mucho

más que preguntaras por el baile.

—¿Tú lo hiciste primero, recuerdas?

Él rió y casi lo veía asintiendo

—Eso es verdad. Así que sí, no tengo problema en ir si tú tampoco,

¿pero estás segura de que quieres? Quiero decir, entendí por qué

cancelaste, por lo que sí sólo vas porque no quieres decepcionarme…

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—No, quiero ir, Shawn. Además, no creo que Stacy hubiera

aprobado que no fuera después del trabajo que se tomó en encontrar mi

vestido.

—Bueno, de acuerdo entonces. ¿Te recogeré a las… seis?

—Claro.

—De acuerdo. ¡Ge-nial! ¡Nos vemos pronto!

El teléfono hizo varios clic mientras él luchaba por colgar, y no pude

evitar reír. Sonaba medio estrangulada.

Tan pronto colgué, vi a Lark de pie afuera de la ventana. Se veía

hundida, y tenía los ojos hinchados. No me dijo nada, sólo dejó dos

mochilas en mi cama y se fue, desapareciendo en una nube de humo antes

de que yo pudiera decir algo.

Miré las mochilas y supe que tenían los dos vestidos que Stacy me

eligió para el baile. Los colgué y comencé a prepararme. El ruido que hice

llamó la atención de papá y Janice, quienes vinieron a la habitación,

sorprendidos y preguntaron qué es lo que hacía antes de expresar su

desacuerdo.

—No ha pasado ni medio día, Grace. Esto no es normal —dijo papá,

con una evidente preocupación paternal de una forma que nunca antes

había visto.

—Necesitas tiempo para sanar, Grace. Salir tan pronto no le hará

bien a tu mente. Aún no superaste del todo la pérdida de Stacy, ¿y además

ahora la de Robert? Y añadiéndole todo lo que pasaste en tan poco, todos

los secretos con los que has tenido que lidiar… necesitas descansar —

insistió Janice, pero la ignoré.

Abrí el cajón de arriba y encontré algo de maquillaje que sólo podía

imaginar perteneció a Katie. Comencé a sacar los pinceles y las botellas y

unos rubores, poniéndolos en la mesita sin ceremonias.

—Grace, Janice tiene razón. Tienes que curarte. Pasaste semanas

llorando por Graham, y sé que por mucho que te importe, no se compara

con lo que sientes por Robert, así que no… llores, grites, rompas y arrojes

cosas no es un buen síntoma.

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—Tienes que llamar a Graham —le susurró Janice a papá—.

Llámalo y que venga. Quizás él podrá hacer para que entre en razón.

Vi a mi padre asentir y sentarse en la cama y usar el teléfono con el

que llamé a Shawn.

Cuando no hubo respuesta colgó, frustrado por ello.

—No está allí.

—Quizás esté con Lark —respondió Janice—. Llámala.

—No tengo el número de Ameila.

—Yo sí. Abajo en la cocina.

Janice desapareció mientras papá se volvía a mirarme mientras

examinaba los contenedores que estaban ante mí, intentando averiguar

qué eran y cómo iban en mi cara.

—Grace. Grace, preferiría que te quedaras esta noche en casa para

que habláramos. Tenemos que hablar de todo lo ocurrido anoche.

Levanté una botella que supuse era perfume y la dejé. Un pote de

algo negro, un tubo de algo que decía rímel, un lápiz negro, un contenedor

plano que tenía varios tonos de sombra de ojos, y un tubo de lápiz labial

fueron separados para uso posterior.

—¿Grace me estás escuchando? Tenemos que hablar. Tienes un

mes antes de que te gradúes y comiences tu vida como adulta no podemos

pasar todo ese tiempo sin hablar de esto.

Janice volvió, seguida por Graham y Lark.

—Ellos… ellos acaban de aparecer. Levanté el teléfono y… entonces

allí estaban, en la cocina —murmuró, pálida mientras los señalaba sobre

su hombro.

—Ya sabía que Grace iría al baile —dijo Lark en un tono que

sonaba decepcionado—. Traje a Graham porque él la conoce mejor que

todos y quizás logre convencerla de no hacer semejante estupidez.

—Bueno, dale algo de sentido común, hombre. No está pensando

bien —le dijo papá a Graham con tanta autoridad como podía, y yo intenté

no reír por su intento.

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Graham abrió la boca para decir algo, y pronto lo que sea que fuera

fue unido por todas las voces en mi habitación expresando su desacuerdo

del plan.

—¿Podrían sólo parar? Sólo deténganse —grité—. Lo entiendo. No

creen que estoy lista, ¿pero al menos podrían confiar en mi sentido de

saber si lo estoy o no? Le dije a Shawn que iría con él. Me retracté por lo

que pasó con Stacy, pero ahora Robert también se ha ido, comprendí que

la vida es muy corta, incluso para los que pueden vivir por siempre, para

quedarse en casa llorando y estar molestos por algo que no se puede

cambiar. Voy al baile de graduación. Voy a ponerme el vestido que Stacy

me eligió y voy a intentar divertirme como Robert quería, tanto por mí

como por Shawn. Si no lo aprueban, bien, ¿pero podrían dejarme sola para

que logre descifrar cómo hacer esto del maquillaje?

Papá y Graham se quedaron sin palabras. Janice parecía

confundida, y Lark estaba… bueno, ella sólo me miró con sus ojos que no

veían, percibiendo todas las perspectivas que se le aparecían por las

miradas de todos los otros en la habitación, incluyendo la mía. Levanté la

mirada y vi el resto de cinta en mi espejo y sentí dolor en mi mientras

recordaba lo que estuvo allí pegado.

—¿Necesitas ayuda con tu cabello? ¿Maquillaje?

La voz de Janice fue como una vela cálida en la fría oscuridad que

se me cernía, y asentí, agradecida por el cambio.

—Sacaré las arrugas de tu vestido —suspiró Lark, y tomó las dos

bolsas antes de irse en silencio.

Graham sacudió la cabeza y tomó el brazo de papá, arrastrándolo

también abajo.

—Vamos, Señor S. su hija es más testaruda que una mancha de

tinta.

Papá me miró una última vez antes de desaparecer. Cerré los ojos y

en silencio le agradecí a Graham por hacer eso.

—De acuerdo, veremos lo que hay aquí —dijo Janice mientras veía

los suplementos de su hermana. Noté lo difícil que esto era para ella e

intenté varias veces que sólo me dijera cómo y dónde aplicarlo, pero ella

sólo sacudía su cabeza e insistía que lo haría por mí.

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—Ella dejó los tonos que más se asemejaban a tu color de piel. ¿De

qué color es tu vestido?

—Es negro…. negro y plateado —respondí.

Ella asintió y tomó un objeto rectangular y negro de mi cajón y lo

abrió. Estaba lleno de pequeños círculos de sombras de ojos en varios

tonos de púrpura, plateado y negro.

—Este servirá —dijo antes de comenzar a cambiar mi rostro por

algo irreconocible.

La observé cubrir los círculos violáceos que se habían formado bajo

mis ojos, y hacer que las manchas rojas de mis mejillas desaparecieran.

Sus manos temblaron cuando llevó una esponja a mi cuello, frotando

suavemente las marcas negras que rodeaban mi garganta y daban

evidencia de lo cerca que estuve de no estar aquí.

Sacudió la cabeza e inspiró hondo antes de añadir un tono de color

marrón a mis mejillas, disipándolo con un gran pincel marrón.

—Cierra los ojos —dijo antes de taparme con un pincel y la paleta

de colores en la otra mano.

Unos minutos después, Lark vino con los dos vestidos en una

mano, una pequeña bolsa y una caja en la otra.

—Tengo los vestidos, y algo más.

—Gracias —susurré, pero se había ido—. No creo que alguna vez

me perdone.

—¿Perdonarte? ¿Por qué?

Miré a Janice y comprendí que a pesar de lo que sabía, a pesar de

lo que le dijeron del mundo en el que mi padre vivió toda su vida, y de la

vida que yo acepté como propia, ella no podía saber la verdad de la muerte

de Robert. Sólo sabía que se había ido.

—Nada —dije rápidamente, y parpadeé cuando me entró polvo en el

ojo.

—¡Oh lo lamento! —Se disculpó Janice, frotando mi ojo con una

servilleta que tomó de mi mesita—. Maldición, eso no debería haber

ocurrido.

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—Está bien —le dije, e intenté bloquear el dolor mientras mi visión

se aclaraba—. No es peor de lo que yo habría hecho.

Rápidamente peinó mi cabello y comenzó a empujarlo en lo alto,

atándolo con cosas que sacaba de la bolsita que Lark trajo.

—Listo. Ahora sólo necesitas rímel y puedes vestirte —dijo con una

sonrisa seca antes de darme un tubo rojo—. ¿Recuerdas cómo usarlo,

verdad?

Tomé el tubo y me encogí de hombros.

—Claro. Es como andar en bicicleta.

Me dejó para sacar los vestidos de las bolsas y me miré en el

espejo, sin reconocerme. Lo racionalicé como siendo yo misma con mucho

maquillaje, pero sabía que era que la persona en el espejo era sólo media

persona, la otra mitad murió en un bosque en manos de la persona que

más amaba.

—Bueno, tengo que concedérselo a Stacy; ciertamente sabía elegir

vestidos. Son hermosos Grace. —Janice sostuvo en alto el vestido plateado

para verlo con una sonrisa de aprobación.

Suspirando, estuve de acuerdo.

—Sí, lo hacía. —Me quité la camiseta y me pasé el vestido sobre la

cabeza, deslizando la tela por mi cuerpo e imaginando que era la mirada

plateada de alguien…

—Entonces, ¿la cosa negra va sobre esto?

—Sí. Stacy lo encontró en una tienda de antigüedades y supo que

debía ser mi vestido. Es vintage, de más de cien años. —No dije la parte de

que Robert lo compró, y permití que Janice alisara la tela negra en mis

caderas hasta mi pecho donde lo mantuvo para que pudiera pasar los

brazos. Acomodó todo y entonces comenzó el trabajo arduo de atar todos

los nudos que unían la espalda del vestido.

—Es por esto que el progreso por los derechos de la mujer tardó

tanto, nos tomábamos demasiado para vestirnos —dijo cuando

terminamos—. Bueno, date la vuelta y veamos el resultado.

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Volví a mirarme en el espejo mientras ella ponía algo en mi cuello.

Lo toqué; era el pendiente del collar que ella y papá me regalaron por mi

cumpleaños. No lo usé desde navidad.

—Creí que sería buen momento de usar esto —dijo mientras me

pasaba unos pendientes—. Supongo que al dártelos tenían mucho más

sentido del que creí.

Asentí mientras mis dedos acariciaban las plumas.

—Gracias. —Me miré los pies y noté que no llevaba zapatos. Janice

lo vio y tomó la caja de la cama.

—Toma.

Quité la tapa y vi el par de zapatos que Stacy y yo compramos

después de conseguir el vestido. Me puse las sandalias e hice mi mejor

intento para permanecer erguida en los tacones, tambaleándome un

poquito antes de recuperar el equilibrio para volver a verme en el espejo.

—Supongo que esto servirá —comenté antes de bajar.

Graham y papá se pusieron de pie, Graham ahora llevaba un traje,

el mismo que Robert me ayudó a elegirle, y papá una expresión llorosa.

—Grace, te ves hermosa —dijo antes de limpiarse los ojos con la

manga.

—Gracias —le dije, con una sonrisa ante la extrañeza que sentí

entonces. No me importaba si era hermosa o no. La persona que más me

importaba no estaba para verlo.

—¿Por qué llevas un traje? —le pregunté a Graham mientras él

comenzaba a tirarse de la corbata roja.

—Me forzaron a ir.

—¿Quién?

—Yo. —Lark apareció de la cocina con un vestido rojo oscuro que

tenía un escote en la espalda suficiente para hacer escándalo, mientras

que adelante era bastante recatado, con el cuello justo debajo de su

clavícula y mangas en los hombros. Tenía el cabello semi recogido, rizado y

atado flojamente en la cima, con rizos sueltos que caían por su espalda. No

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usaba joyería, pero su rostro estaba inmaculado con labios que

combinaban con el vestido—. No vas a ir al baile sola, Grace.

—No estaba pensando en ir sola —repliqué antes de que el timbre

de la puerta sonara.

—Eso no es lo que quise decir y lo sabes —fue la respuesta mordaz

de Lark antes de que ella pusiera una sonrisa mientras Shawn caminaba

dentro, una caja clara en su mano que sostenía algún ramillete genérico.

—Guau —dijo Shawn antes de silbar, pronunciando cada letra con

el estilo típico de Salsa—. Te ves... caliente. Ardiente caliente. Abrasador

caliente.

—¿Podrías no describir a mi hija tan caliente? —comentó papá, un

leve gruñido de desaprobación en su voz.

—Oh. Uhm, lo siento Sr. Shelley. —Se disculpó Shawn

rápidamente, su cara enrojeciendo de vergüenza.

—Gracias. Así que, ¿a dónde vas a llevar a mi hija señor...?

—Bing. Es Shawn Bing, Sr. Shelley. Y voy a llevarla al baile de

graduación, señor. Sólo al baile. Nada más. Y definitivamente no a tener

relaciones sexuales.

La frente de Shawn se perló, con la mandíbula colgando en estado

de shock por sus palabras, y me adelanté para agarrar su brazo y

arrastrarlo hacia la puerta.

—Bueno, creo que eso es suficiente para una noche, vamos a seguir

adelante. Te veré más tarde, papá. Gracias Janice —le grité antes de que

los tacones en mis pies comenzaran su repiqueteo en la acera.

—Guau. Eso fue intenso. Lamento lo que dije, tu papá es un poco...

estricto. Yo no lo veía como ese tipo de persona, ¿sabes?

—No lo es. Las cosas han sido un poco difíciles... por aquí —le dije

mientras él me llevaba a un auto modelo más nuevo que estaba parado en

la acera donde el auto Graham solía estacionarse.

—Bueno, totalmente entiendo por qué es así. Quiero decir, aquí

estoy yo, un extraño tonto que viene a llevarse a su hija al baile en vez de

su novio perfecto. Por supuesto, si él me conociera, sabría que no hay

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ninguna posibilidad en el infierno que tú y yo alguna vez conectáramos.

Esto es totalmente platónico y esas cosas, dos amigos que van al baile y

pasan un buen rato.

Extendió la caja hacia mí y me sonrió.

—Ten. Había cancelado mi pedido cuando cancelaste nuestra cita,

así que cuando fui a la floristería no había quedado nada pre-envasado. Vi

esta flor posada en el florero que la señora tenía en su mostrador y

pregunté si podía hacerte un ramillete de ella. —Abrió la tapa y me mordí

el labio mientras sacaba el mismo tipo de rosa y blanca flor moteada que

Robert me había dado la mañana de nuestra primera cita.

Sostuve mi muñeca en alto mientras ataba la cinta alrededor de

ella y luego le agradecí en voz baja, demasiado abrumada por los

recuerdos para decir algo que fuera significativo. Abrió la puerta del auto y

la sostuvo para mí mientras yo subía. Tiré de mi vestido y esperé mientras

él cerraba la puerta y corría hacia el lado del conductor, entró y arrancó el

auto con un zumbido silencioso.

—Este es el auto de mi hermana. Ella no va a estar exactamente

usándolo durante el próximo día o dos, así que pensé tomarlo prestado

para la noche. ¿Estás lista?

Asentí con la cabeza y luego nos fuimos, dejando a mi padre

preocupado despidiéndose en la puerta. Me alegré de que Shawn no

hubiera visto la sombra que parecía seguirnos desde arriba mientras nos

dirigimos hacia el gimnasio de la escuela donde el baile se celebraba.

—¿Quieres que te apueste una botella de energía?

—¿Qué?

—Dije: ¿Quieres que te traiga un vaso de ponche?

Shawn mantuvo su boca en mi oreja, su voz tan fuerte como pudo

y sin embargo era apenas lo suficientemente alta para ser escuchado sobre

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el bajo golpear que retumbaba por todo el Mylar y el papel crepé llenando

gimnasio.

—Oh, sí, claro —le respondí, y asentí por si acaso él no me había

escuchado.

—¡De acuerdo! —Él desapareció en la pista de baile llena de gente

frente a nosotros, y lancé un suspiro de alivio, volviendo a apoyar la

cabeza sobre la mesa que nos habían asignado y preguntándome por qué

me había tomado la molestia de venir a un evento como este.

Tan pronto como había llegado, la multitud de jóvenes irrumpió, las

preguntas y los chismes se derramaron fuera de sus labios. Nadie sabía

dónde estaba el Sr. Branke, quien se suponía era chaperón pero no se

presentó. Los padres de Erica denunciaron su desaparición por la

mañana, y los rumores de que Erica y el Sr. Branke se habían escapado

juntos se extendieron como un reguero de pólvora por todo el baile.

Luego vinieron las preguntas sobre mí. Nadie quería aceptar que

estaba en la fiesta de graduación con Shawn porque él había preguntado,

aun cuando juró y perjuró que era verdad. Y lo más molesto de todo, todo

el mundo quería saber cómo se veía Stacy muerta.

Dejé que Shawn me arrastrara hasta la pista un par de veces antes

de fingir un dolor en el tobillo. Él fue muy amable al respecto, y pronto se

fue a bailar con un par de chicas que habían venido solas. Lark y Graham

estaban en la pista de baile también, sus cuerpos moviéndose en una

canción que sólo ellos podían oír, con los ojos fijos en el otro, sus

pensamientos en sintonía sólo para ellos. Tomé una pequeña alegría de

eso antes de permitir que una especie de amargura se burlara con su hiel,

y luego se fue lejos cuando Shawn volvió, mi sonrisa de vuelta en mi cara.

—Aquí tienes —gritó, y me entregó un vaso de plástico lleno de

aguado líquido rojo—. Creo que ha sido enriquecido.

—¿Cómo lo sabes? —grité antes de tomar un sorbo con cuidado.

—Porque vi a Chad verter algo en el tazón de ponche antes de que

yo llegara.

—¿Qué podría echar en él?

—No lo sé, pero yo lo bebería despacio si fuera tú.

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—¿No vas a tomar un poco? —le pregunté, al ver que él no tenía

ningún vaso frente a él.

—No... Soy CD, ¿recuerdas?

Asentí y sonrió.

—¿Haces mucho de CD?

—Sí. También soy el único que tiene acceso regular a un auto, así

que ser conductor designado es casi una garantía para mí. Aunque, no me

importa. Me gusta un poco ser el responsable. Chad y Dwayne, ellos están

destinados a ser locos y esas cosas.

Sonreí y asentí una vez más, y poco a poco tomé un sorbo de la

bebida enriquecida, con la esperanza de que lo que fuera que Chad había

puesto en él me ayudaría a adormecer en el interior tanto como me sentía

entumecida en el exterior.

Una voz resonó en los altavoces e interrumpió lo que fuera que

Shawn estaba a punto de gritar en mi oreja.

—Está bien, Bulldogs de Heath. Es hora del último baile, así que

agarren a sus parejas y entren en la pista, mientras decimos adiós a un

año de recuerdos.

—¿Quiere ir ahí? ¿Una última celebración? —preguntó Shawn, sus

ojos esperanzados.

—Claro —le respondí, y le permití tirar de mí hasta la pista. Apoyé

mis manos en sus hombros mientras la música comenzaba, y mis pies se

congelaban en su lugar.

—¿Qué pasa?

Miré sobre mi hombro y vi al DJ con los auriculares sobre sus

orejas, obviamente escuchando algo distinto de lo que él estaba tocando

porque la canción que yo escuchaba en mi cabeza era algo completamente

diferente. Era una canción destinada a los amantes, a las personas

destinadas a estar juntas no para dos amigos que tienen “una última

celebración”.

—Esta canción. —Tropecé, mi labio tembloroso mientras luchaba

para contener mi dolor—. Esta canción...

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—Oye, mira, si esta canción no es lo que quieres bailar, vamos a

salir de la pista —insistió Shawn y comenzó a alejarse.

Continuó tirando de mí hasta que estuvimos fuera del gimnasio y

yo estuve de nuevo en su auto, mirando por la ventana cómo las lámparas

de la calle pasaba en borrones de luz ámbar que me llevaron a una

relajación. Shawn tomó esto como que yo tenía frío y subió la calefacción,

aunque parecía estar sofocado en su chaqueta de esmoquin. Me acerqué y

lo bajé, dándole una sonrisa de agradecimiento pero incapaz de decir

nada, me preocupaba que abrir mi boca sólo sería una señal de mi cerebro

para desencadenar mis pensamientos, como si él fuese a entender y

apreciarlos.

Llegamos a mi casa y vi que la luz en la puerta delantera estaba

encendida, pero nada más; el resto de la casa estaba a oscuras.

—Supongo que decidieron no esperar despiertos por mí —le dije

con una media sonrisa.

—Eso es porque no tienen nada de qué preocuparse, ¿recuerdas?

—respondió Shawn, su risa igualmente despiadada.

—Escucha, Shawn, quiero darte las gracias por esta noche. Sé que

no fui exactamente la mejor cita de baile de graduación, pero ayudaste a

hacer esta noche, por lo menos para mí, algo que siempre voy a recordar.

Fue exactamente lo que había esperado que fuera.

Me incliné hacia delante y le di un beso en la mejilla. Se sonrojó al

instante, y sentí el calor que golpeó su cara antes de que me apartara.

—Aww, ahora vas y me haces sentir todo caballeroso y mierda —

dijo con un leve tartamudeo.

»Sabes, te equivocas, Grace. Fuiste la mejor cita de graduación. Y

no estoy diciendo eso porque eres la única cita de graduación que he

tenido. No muchas chicas estarían de acuerdo con su cita buscando lo

mismo que yo, o bailando con otras chicas y haciendo el tonto en la pista

de baile, o teniendo amigos que enriquecen el ponche y todas esas cosas.

Si no hubieras llamado, probablemente habría estado pasando otra noche

en el hospital viendo a mi hermana mayor cambiando pañales y

escuchando a mi hermano hablar de cómo los Browns han tenido su

oportunidad este año.

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»Así que tengo que agradecerte, Grace, por ser una buena amiga

para mí y darme una de las mejores noches de mi vida. No creo que habrá

otra noche como esta para mí por un tiempo. Tal vez dos, tres días

máximo.

Esta vez, cuando me reí, estuvo llena de calidez.

—Gracias, Shawn. No te preocupes por esperar a que llegue a la

puerta. Voy a estar bien. Nos vemos el lunes.

Abrí la puerta del auto y la cerré detrás de mí, asegurándome de

despedirme con mi mano mientras me dirigía hacia la puerta principal.

Con manos suaves, di vuelta a la perilla, contenta de que mi padre no la

hubiera cerrado con llave ya que no había tomado mi llave conmigo. Me

quité los zapatos y caminé por las escaleras hacia la habitación de

Matthew.

Me asomé en ella y vi su forma dormida en su cuna. No queriendo

molestarlo, cerré la puerta y caminé a mi habitación. Encendí la luz y miré

a mi cama, viéndola ordenada y hecha, las bolsas que habían guardado

mis vestidos ahora colgando en mi armario, la caja de zapatos puesta

delante de la puerta del armario, esperando que las sandalias de tiras

estén de vuelta.

Me levanté el dobladillo de los dos vestidos y tiré de ellos por

encima de mi cabeza, demasiado cansada para molestarme siquiera en

pelear con esos ganchos súper complicados en este momento, y

poniéndolos encima del paquete en el tocador para tratar con ellos en la

mañana.

Saqué una camiseta del cajón superior que no estaba ocupado con

todo el maquillaje de Katie y quité los aretes de mis orejas mientras

caminaba hacía la ventana saltando con un sobresalto.

—¿Está todo bien aquí?

La cara de Lark flotó por encima de mi alféizar de la ventana, y yo

asentí.

—Sí. Todo está bien.

—Está bien. Buenas noches.

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Traté de decirlo de vuelta, pero ella se había ido de nuevo. No se

había presentado por preocupación, sino por el deber. Eso es todo lo que

quedaba entre nosotras ahora que Robert había muerto.

—Lo siento —susurré a la noche, con la esperanza de que llegara a

ella, a cualquier persona que sintiera el mismo amargo resentimiento. Yo

no los culpaba. Me resentía por mi cuenta.

Me senté en la cama y me recosté, apoyando mi cabeza sobre un

brazo doblado mientras miraba al techo. Me quedé así durante lo que

parecieron horas antes de levantarme y apagar la luz.

—Voy a lidiar con mi maquillaje en la mañana —murmuré antes de

golpear mi cara en una almohada y cerrar los ojos.

La brisa exterior comenzó a levantar las cortinas y estás empezaron

a soplar hacia mí, haciéndome cosquillas en el brazo y molestando lo

suficiente como para arrastrar mi cabeza fuera de los confines de mi

almohada y abrir mis ojos. La tela ondulante soplaba violentamente y me

senté, frustrada mientras adormilada incliné mi brazo hacia la ventana,

sacando la cabeza para ver la actividad pasando más allá de los confines

de mi habitación. El viento silbaba, mientras soplaba por la calle, hojas y

basura andante que habían escapado de sus cajas montando las

corrientes hacia la siguiente cuadra.

—Estúpido viento. —Cerré mi ventana y sentí el ruido de la presión

que ello creaba, y luego sentí sólo el más ligero vistazo de algo tocando mi

pie. Miré hacia abajo y vi que lo que fuera rodó debajo de la cama. Me

agaché y levanté la falda de la cama y vi la sombra de algo pequeño

cuando llegué hacia él y lo saqué.

Era el anillo de hierba trenzada que había encontrado su hogar en

mi dedo por un breve período de tiempo antes de que todo sucediera. Lark

debe haberlo encontrado y devuelto. El hecho de que hubiera sobrevivido

era un milagro. A través del rabillo del ojo, vi el movimiento de una sombra

y chillé.

—Estúpidas sombras —me quejé cuando me di cuenta de que la

sombra de una persona que vi reflejada contra mi pared era simplemente

mi propia cabeza bloqueando la luz que entraba por la ventana.

Hice rodar suavemente el anillo entre mis dedos y me pregunté si

no sería correcto ponérmelo, y si lo hacía, ¿en qué dedo debería reposar?

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Me senté en mi cama y examiné la banda en la luz de la luna antes de que

mis ojos empezaran a estar pesados. Me hundí y bajé la cabeza a la

almohada, el anillo escondido en el bolsillo de mi palma, y decidí resolver

las cosas por la mañana.

Cerré los ojos de nuevo y recé para que soñara con Robert. No sería

justo tenerlo en mis sueños, ni en ninguna otra parte. Había sobrevivido

un día sin él gracias a las distracciones que había forzado sobre mí, pero el

mañana no guardaba nada para mí. No habría ninguna rutina normal, no

habría ninguna anticipación, ningún anhelo, nada.

Suspirando, dejé a mi cuerpo relajarse y caer en un sueño sin

sueños gracias a Dios, pero la sensación de algo arañando mi rostro

pronto perturbó el tranquilo descanso. Di un manotazo al molesto

atacante y traté de volver a la tranquilidad de la mente en blanco, pero de

nuevo, el roce se convirtió en demasiado para ignorarlo y me senté una vez

más, irritada por esta inoportuna intrusión.

Salí de mi cama soñolientamente y me dirigí hacia el cuarto de

baño, encendiendo la luz y mirando medio dormida a mi cara, casi

esperando ver profundos surcos en mis mejillas y en su lugar encontrando

que mi maquillaje se había pegado a la almohada. Pues bien, ahora

tendría que lavar la ropa en la mañana.

—Fabuloso —me quejé antes de apagar la luz del baño y regresar a

mi habitación, cerrando la puerta detrás de mí y subiendo de nuevo en mi

cama, con mucho menos paciencia y más amargura que cuando la había

dejado.

Sólo que la cama no estaba vacía.

—Te lo dije, me encantan tus pecas.

Me apresuré a salir de la cama, aterrizando en el suelo con un

ruido sordo, un gruñido deslizándose por mis labios. Me empujé hacia

atrás con los pies hasta que mi espalda estuvo presionada contra la pared

debajo de la ventana. Mis manos volaron a mi boca para contener un grito

mientras miraba a la figura en mi cama que se estaba apoyando en un

codo, dos irises enmarcados en plata actuando como focos dirigidos a mí,

mientras sus labios se movían para hablar una vez más.

—Así que nos volvemos a encontrar.

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Epílogo Qué se Puede Esperar

Para lo que Será

Mañana Traducido por Caami

Corregido por LizC

uedan dos semanas para la graduación.

Los volantes estaban presumiendo el

recordatorio por todas partes, gritando el anuncio en

colores brillantes mientras los estudiantes del último año se disponían a

pasar al siguiente capítulo de sus vidas, y los de penúltimo se preparaban

finalmente para tomar el control de la escuela.

—Entonces, ¿conseguiste la carta de confirmación ya?

Graham me miró desde la mesa de la cafetería, su mano

sosteniendo la de Lark con fiereza, sus ojos llenos de emoción.

—Sí, lo hice —contesté antes de enterrar mi nariz aún más en mi

libro.

—¿Y bien? ¿Estás emocionada de ir?

—Q

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Levanté la cabeza y miré su expresión anticipada con un poco de

arrepentimiento.

—No iré.

—¿Qué?

Esta pregunta vino de Shawn quien, junto con el resto de los Chips

y Dip, ahora se sentaba con nosotros en la mesa.

—Dije que no voy a ninguna parte —repetí, mientras me miraba

como si me hubiera brotado un tercer ojo y varios cuernos hubieran

aparecido desde la punta de mi nariz.

—¡Pero eres inteligente! No eres una genio inteligente, pero eres

malditamente inteligente. ¡Eres más inteligente que yo, por lo menos!

—Madame Hidani bailando hula hula es hasta más inteligente que

tú —se rió Chad antes de eludir una patata frita volando desde la dirección

de Shawn.

—Decidí no ir a la universidad por un año —dije para responder las

preguntas antes de que crecieran en números—. Mi madrastra acaba de

perder a su hermana hace unas semanas y necesita mi ayuda con el bebé.

Además, no quiero pasar la mayor parte de mi primer año trabajando para

poder dedicar todo mi tiempo sobrante a los estudios. Así que sólo voy a

trabajar durante un año en la tienda de comestibles de mi padre, y ahorrar

algo de dinero para ir a la universidad.

El coro de desaprobación fue sorprendente, pero dos voces se

mantuvieron ausentes mientras me miraban con unos tormentosos ojos

coloreados.

¿Cuándo podré decirle a Graham la verdadera razón por la que no

irás a la escuela?

La pregunta de Lark me sorprendió. Era lo más que me había dicho

desde que se había enterado que Robert estaba vivo. Habían librado una

discusión silenciosa en mi habitación cuando ella apareció minutos

después de que yo lo había descubierto en mi cama, y luego se había ido

enojada, dejando a Robert pidiéndome disculpas por cosas de las que no

había oído hablar pero que sabía que ella había dicho antes de que él

mismo finalizará sus argumentos y aclarara las cosas que sólo él había

oído.

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No lo sé.

Robert, quien aún tenía que explicarme qué había pasado esa

noche en el bosque, meneó la cabeza.

No puedes decirle nada. Cuantas menos personas sepan, mejor.

Graham es demasiado cercano a Grace y aquellos que saben eso están

obligados a usar esto en contra de ambos.

Los ojos de Lark se estrecharon, su boca se vino abajo en un

hermoso gesto de disgusto.

Él es mi marido, Robert. No puedo ocultarle esto por mucho tiempo.

Los ojos de Robert también se entrecerraron, igualando malicia por

malicia mientras miraba a su hermana.

Estarás en Florida. Él estará demasiado ocupado con la escuela

como para saber qué preguntas hacer, y mantendrás el resto de su tiempo

libre ocupado por lo que no tendrá tiempo para pensar.

Vi a Lark agarrarse fuerte a la mesa, vi como sus dedos

comenzaban a excavar en la superficie laminada y hundirla como si fuera

simple plastilina.

Actúas como si eso fuera todo lo que hacemos.

Robert se encogió de hombros.

No me importa lo que ustedes dos hagan, mientras le impida hacer

preguntas. La seguridad de Grace y su familia son primordiales.

Quienquiera que fuera con el que Samael estaba trabajando aún está por

ahí fuera, y todavía quiere ver a Grace muerta. Los Serafines aún no me han

dictado una sentencia por la muerte de Sam, y con toda seguridad eso

incluirá estipulaciones con respecto a su vida, lo cual sabes muy bien que

puede significar sólo una cosa.

Sabiendo esto, también tendrás que reconocer que ella pronto estará

recibiendo su llamado nuevamente, así como yo. A través de algún milagro,

nos han dado una segunda oportunidad de hacer las cosas bien, y no me

importa si te insulta escuchar que tu papel en todo esto es evitar que tu

marido tenga un pensamiento libre para cualquiera excepto tú. Sobre todo si

eso significa que podemos evitar la muerte de más gente inocente.

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Gente inocente. Erica y el Sr. Branke habían sido verdaderamente

inocentes, a pesar de su reputación. La escuela había hecho un anuncio el

lunes después del baile de graduación en la que el Sr. Branke había

tomado un permiso prematuro de ausencia, y no regresaría el año

siguiente. Los padres de Erica comenzaron a pegar volantes por toda la

ciudad, incluso entregaban recompensa para quien pudiera localizarla,

pero nada resultó de ello.

Nunca se me ocurrió preguntar qué pasó con sus cuerpos, o qué

había pasado con el automóvil del Sr. Branke, y dudo que alguna vez lo

haga. Algunas cosas simplemente eran mejores dejarlas sin conocer. Sólo

esperaba que alguien pudiera traerles a sus familias un poco de paz.

Lark se puso de pie, la silla voló hacia atrás y se estrelló contra la

pared con tal fuerza que un pedazo de concreto cayó al suelo desde donde

el respaldo había golpeado. Una pata se le había doblado, y había una

grieta visible en el asiento.

—Ven, Graham. Nos vamos.

Graham estaba en medio de una broma con Dwayne cuando vio la

expresión en su rostro y se puso de pie.

—Uh, los alcanzaré más tarde. —Tomó su chaqueta y se marchó,

no sin antes darme una mirada de disculpa que me hirió ver.

—Amigo, ese muchacho está sometido —dijo Chad, sacudiendo la

cabeza con incredulidad.

—Como si no te levantarías y empezarías a lamer tus propias botas

si Lark Bellegarde fuera tu novia —respondió Dwayne.

—Oh, lo haría. Haría lo que sea que ella quiera. E incluso diría que

estoy sometido —replicó Chad, y los dos comenzaron a resoplar.

Shawn puso los ojos en blanco y luego se encogió de hombros,

mientras notaba la expresión en mi cara.

—A veces me pregunto por qué soy amigo de estos sujetos.

Le sonreí.

—Porque sin ellos, nunca conseguirías ser el responsable.

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—Eso es verdad —rió antes de agarrar sus cosas y pararse—.

Hablando de responsabilidad, vamos muchachos, tenemos que preparar el

equipo audio-visual para recoger las togas y el birrete.

—Maldición, ¿eso es hoy?

Los otros dos se pusieron de pie y se despidieron antes de salir

corriendo. Solos, Robert me sacó de mi asiento y me puso en su regazo.

—Dos semanas más hasta que estés oficialmente libre.

—Y luego desapareceré —murmuré mientras asimilaba la

realidad—. ¿Es esto realmente necesario? Quiero decir, mi papá y Janice

se quedarán aquí, pero ¿yo no? ¿Por qué?

—Porque eres la única que el socio de Sam quiere, Grace. Si estás

con tu familia, incluso en la clandestinidad, los pondrás en peligro; ya

hemos pasado por eso.

Sí. Habíamos pasado por esto. Varias veces de hecho.

Después de la graduación, Graham se mudaría a Florida con Lark,

como habían pensado originalmente. Robert y yo permaneceríamos en

Heat mientras papá, Janice y Matthew se trasladarían a un lugar más

seguro.

El plan había recibido la desaprobación inmediata de papá, quien

insistió en que tal cosa era improcedente, tanto para una mujer joven y un

ángel. Su objeción no disminuyó cuando Sera, Llehmai y Ameila

aparecieron y casualmente anunciaron el incidente en el campo, Robert

me había propuesto matrimonio y yo había aceptado.

—¿Qué hiciste qué? —resonó la voz de papá.

—Papá… papá por favor, lo hizo porque pensó que me iba a morir,

y sólo acepté porque pensé que moriría. ¡Es sin compromiso! —discutí,

pero cuando la habitación se volvió fría, con hielo formándose en las

ventanas por la reacción fría de Robert ante mi respuesta, mi padre lo

apuntó con un dedo acusatorio.

—¡Tú! Te la confié. Confié en que la mantendrías a salvo y ¿vas y le

pides que se case contigo? ¡Ella es humana!

—Es en parte humana —intervino Sera, pero papá no la escuchó.

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—Es humana. Nació de una mujer humana y fue criada como una

niña humana. Su madre era un ángel… era.

»Los ángeles sólo se casan con humanos por una razón, y me niego

a dejar que lo hagas. Ella no se volverá una de esos, esos monstruos ahí

fuera. ¡No vas a transformar a mi hija!

—¿Cómo sabes que no he cambiado ya? —exigí saber.

—Porque soy tu padre, conozco los signos, Grace. No lo permitiré.

—Ella será convertida —prometió Robert, pero negué con la cabeza,

no apreciando su interrupción.

—Papá, por favor, estás haciendo una escena. Mira, soy adulta

ahora y he tenido la oportunidad de hacer esto; tengo pensado hacerlo

después de la graduación. No me hará invencible, pero hará que me

mantenga con vida el tiempo suficiente para terminar esto. El que esté viva

justo ahora es por un golpe de suerte, papá. Tienes que saber eso.

Un golpe de suerte. Esa era la única manera de describirlo. Era

inexplicable, lo que me había sucedido esa noche. Nadie podía decirme por

qué no había muerto en el árbol de Bala, o por qué la maldición de la

Innominada había desaparecido de mi cuerpo.

La memoria de Robert de lo que había sucedido estaba fragmentada

como mucho, y le estaba tomando un tiempo reconstruirla de nuevo. Se

negó a hablar de esto con nadie, pero creo que es porque no quería

discutir lo que yo era con alguien por miedo a que el pensamiento por si

solo sería suficiente justificación para matarme. En cambio, él hizo todo lo

posible para averiguar la respuesta a este misterio por su cuenta.

Era humana en todos los conceptos menos en uno, dijo, y ese no

era suficiente para sanar mis heridas, heridas que fueron tan terribles,

Robert recordó haber sentido miedo a perderme quemando dentro de él, a

pesar de la rabia que sentía hervir. Sólo pudo decirme que cuando llegó el

momento de matarme, cuando su mano estuvo alrededor de mi garganta y

mi corazón literalmente puesto en su mano, supo que no podía hacerlo.

No podía aceptar mi muerte, incluso en la oscuridad de su propia

agonía, y por eso me dejó allí para que muriera sola, y sólo se quedó cerca

el tiempo suficiente para ver que estuviera a salvo. Cada paso que

habíamos tomado para tratar de mantener a salvo, para mantenerme con

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vida me había llevado hasta ese momento, y el hecho de que no hubiera

muerto no debía ser tomado a la ligera… por ninguna persona.

Sentí mis ojos humedecerse mientras mi padre asentía a lo que

acababa de decirle.

—Sé mejor que tú de qué son capaces de hacer los ángeles y lo que

no… los errores no son algo que ellos hagan. Es por eso que estoy tan

enojado porque aceptes esto. Pensé… pensé cuando llegaste a casa esa

noche, cuando entraste por esa puerta en el lugar de Robert, pensé que me

habían dado un regalo, una segunda oportunidad y que te habías salvado

y que llegarías a vivir una vida normal.

—Pero de eso se trata, papá. ¿Cuándo te darás cuenta de que no

estoy destinada a una vida normal?

—Lo siento, Grace. Traté de ocultarte de este mundo de ellos, pero

no pude, y ahora todo lo que tu madre y yo hicimos, todo lo que hicimos

mal te está afectando, y estás pagando el precio. Pero eso no significa que

tengas que casarte con Robert. Él es mil millones de años más viejo que

tú, con mucha más experiencia en la vida y en… ¡vivir! ¿Cómo sabes que te

ama lo suficiente para merecerte?

—Sé que Robert me ama, porque si no lo hace, no estaría aquí

mismo, discutiendo contigo acerca de esto, papá. Ninguno de nosotros

estaría aquí. Estarías de pie al lado de otra tumba… mi tumba. Además,

¡acabo de decirte que no me voy a casar con Robert! ¿No ves lo ridículo que

sería que me case con él ahora? ¡Tengo dieciocho años!

Y no vivirás para ver los diecinueve. La voz de Lem invadió mis

pensamientos ominosamente desde su rincón en nuestra encogida sala de

estar, viéndose como un homenaje a todo lo perfecto en la forma

masculina.

El llamado que exige que te sacrifiques por Robert se ha, por alguna

razón, silenciado. Lo que pasó con N’Uriel también silenció su llamado, pero

volverá, y cuando lo haga será más enojado, más necesitado, y no habrá

nada que ninguno de ustedes pueda hacer para detenerlo o posponerlo. Si

estás casada, podrás disfrutar de tus últimos días, semanas, quizás incluso

meses juntos. Pero, si no es así, simplemente seguirás siendo como eres,

juntos pero no, y rodeada de leyes que evitan que tu sociedad así como la

mía se convierta en caos.

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—¡No es justo! —soné como una llorona de tres años, pero era

exactamente lo que sentía—. Moriré, para salvar su vida, y ¿no puedo

conseguir un pase?

Quizás tú sí, pero N’Uriel no. Hablas de justicia, pero cuán justo es

que tú, una chica humana tonta será perdonada mientras uno de los

nuestros, cuya vocación es de las más altas naturalezas, ¿no lo hará? Dices

que amas a N’Uriel, y que estás dispuesta a sacrificar tu vida para salvarlo,

pero ¿te resistes al matrimonio que es ofrecido por él, alguien que arriesgó

su alma para mantenerte viva? ¿No es eso también injusto?

Fui dejada incapaz de argumentar. Todo lo que Lem decía era

verdad.

Y así es como se decidió que después de la graduación y antes de

que todos se fueran, una pequeña ceremonia civil tendría lugar, y Robert y

yo nos casaríamos.

Lo que nadie había discutido, sin embargo, era dónde encajaba

Stacy en todo esto. Sólo algunos de nosotros sabíamos lo que realmente le

había sucedido, y yo era la única persona con la que estaba dispuesta a

hablar.

Había sacado completamente a Lark de su vida después de esa

noche, y si Lark no era una parte de su vida entonces tampoco Graham. Él

todavía no tenía idea de que estaba con vida; decirle que ella estaba

muerta había caído sobre mí y me odiaba por haberle mentido.

En cuanto a Robert, Stacy sabía la animosidad que sentía por su

especie… su especie, cuán extraño era pensar tal cosa sobre Stacy. Por lo

tanto, nos reuníamos en privado con la frecuencia que podíamos, lo cual

no era tan a menudo como a cualquiera de nosotras le gustaría, pero nos

las arreglábamos. Después de un tiempo empezó a sentirse normal… lo

cual ninguno de las dos disfrutábamos especialmente.

—Así que te vas a casar, ¿eh? —preguntó una noche, mientras

Robert no estaba.

Gemí entre mis manos.

—Sí. Se supone que debe pasar un par de días después de la

graduación. Va a ser muy privado. No creo que alguien vaya a estar allí

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excepto nosotros. ¿Qué piensas, Stacy? ¿Está mal? ¿Crees que me estoy

precipitando con esto? Porque si lo haces, entonces…

—No, Grace. No, no creo que esté mal. No tienes las mismas

opciones que yo tenía para vivir. Tienes que morir; no hay vuelta atrás

hacia dónde vas, así que tienes que tomar lo que puedas conseguir ahora,

antes de que se te acabe el tiempo. Y amas a Robert, ¿no? ¿No es la mejor

razón para casarse? Además, si estuviste dispuesta a arriesgar tu vida por

él, no veo cómo puedes pensar que te estás precipitando en cualquier cosa

por casarte con él. ¿Qué…. estás teniendo segundos pensamientos?

Negué con la cabeza.

—En realidad no. Supongo que a veces, y entonces pienso sobre lo

que significa para nosotros dos estar casados, la libertad nos permitirá lo

que nunca hemos sido capaz de tener antes. Y de todos modos, no es que

él se esté haciendo más joven.

—Eso es verdad. Es hora de que hagas un ángel honesto de él, una

docena de siglos es demasiado tiempo para haber estado por ahí solo —se

rió, el sonido de su voz un extraño eco de lo que solía ser. Estaba

manchada ahora mayormente por algo más profundo, casi con un

interesante toque de oscuridad que había provisto su muerte… su

verdadera muerte.

Se fue poco después de esa conversación y esa fue la última vez

que la vi. Dijo que estaría de vuelta para la boda, pero no sabía cómo

decirle que en realidad no iba haber una, o que ni Graham, ni papá, ni

Janice sabían que no estaba muerta. Bueno, muerta en el sentido de no

caminar alrededor y hablar.

Y ahora, sentada en la cafetería antes del cuarto período, sabía que

estaba teniendo más que segundos pensamientos. Estaba teniendo

terceros, cuartos e incluso quintos pensamientos.

—Todavía no creo que tengamos que casarnos —me quejé—. Esa

cosa del humo noster nostri no está en contra de tus leyes, y eso fue

muy… satisfactorio.

La mano de Robert cubrió la mía y me estremecí al contacto. Había

regresado entero a mí, sin un sólo cabello o pluma fuera de lugar, pero

creer que había muerto por segunda vez había sólo duplicado mi reacción

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por él, cada uno de sus toques se sentía como una tormenta de fuego

desatada dentro de mí.

Puede ser que sea satisfactorio, pero no comienza a describir lo que

puede haber entre nosotros, Grace.

Mis ojos se abrieron de par en par ante la intriga de lo que estaba

diciendo, hundiendo sus garras en mí.

—¿Cómo qué?

Dale a tus más salvajes fantasías alas, Grace. Dale alas y déjalas

volar.

Solté un bufido.

—Todas ellas tienen alas, Robert. Todas. Ellas.

Sus voz fue baja, tan baja que sabía que sólo yo lo podía oír y eso

volvió mi piel de gallina, cada nervio en mi interior fulguró mientras el

prometía—: Bueno, entonces, cásate conmigo y haré que tus fantasías se

hagan realidad.

Bajé la mirada a mi mano izquierda y vi que él estaba dando

vueltas a la pequeña banda de hierba que estaba asentada en mi dedo

anular con facilidad casual.

—Pensé que ya habíamos acordado que ese era el plan.

—Estuvimos de acuerdo porque eso era lo que se nos impuso. Te

pido, Grace. Te estoy pidiendo ahora, con ninguno de nosotros muriendo

ahora o mañana, que te cases conmigo y me bendigas con tu amor y

corazón. Sé que no merezco ninguno de ellos ni los justifico, pero si me los

das libremente, si me honras con una respuesta afirmativa, te prometo

que voy a pasar el resto de nuestros días juntos haciendo todo lo posible

por hacerte feliz.

Observé cómo deslizaba el anillo de mi dedo y luego lo devolvía. No,

no lo hizo, pero algo parecido. Era una banda de plata trenzada, con dos

piedras pequeñas en forma de lágrima colocadas lado a lado, incrustadas

en el metal, sus extremos puntiagudos reunidos juntos mientras los más

anchos se desplegaban formando un diminuto corazón resplandeciente.

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Miré a nuestro alrededor para ver si alguien estaba observando, y

luego mi cabeza cayó para obtener una inspección más cercana.

—¿De dónde sacaste esto? No son diamantes, ¿verdad? —le

pregunté, presa del pánico.

—He tenido el anillo por un tiempo, en realidad. Fue un regalo, una

especie de regalo conmemorativo por recibir mis alas. No pensé en ello

porque obtuve un regalo mejor en ti, pero ahora que eso es real, ha

parecido conveniente que la persona que me dio mis alas lo use.

»Y no, no son diamantes. Son cristales, lágrimas realmente; una

tuya, y la otra mía, que incrusté después de ablandar el metal un poco.

Mis ojos se humedecieron ante el sentimiento que había puesto en

este pequeño intercambio. Mis dedos rozaron las piedras y sonreí cuando

sentí una fría mientras que la otra estaba caliente al toque.

—Entonces, ¿esto significa que sí?

Mis ojos se alzaron para encontrarse con los suyos y asentí una

vez, el movimiento tan minúsculo que tuve miedo de que no lo haya

percibido y que tendría que preguntar de nuevo. Pero debería haber sabido

mejor cuando atrajo sus labios a los míos en el más ligero de los besos.

—Gracias.

Una vez más asentí y luego metí la mano en mi bolsillo, dándome la

vuelta para terminar mi almuerzo antes de que alguien lo notara.

—No importa si alguien se da cuenta, Grace. Lo que importa es que

seas feliz, y que ansíes un futuro conmigo, tan breve como pueda ser.

Lo miré con sorpresa.

Robert, pensé que habías muerto. Por segunda vez en mi vida, te vi

morir y todavía no he asimilado las repercusiones de eso completamente,

pero puedo decirte ahora que saber que incluso tengo una hora contigo es

mucho más de lo que puedo haber esperado o soñado. Has vuelto a mí. Dos

veces. Y no pienso desperdiciar más tiempo ante la remota posibilidad que

podría haber una tercera vez.

Él sonrió y sacó mano de mi bolsillo, besando mis nudillos y

riéndose del rubor rojo que se arrastró hasta mi rostro.

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—Prométeme una cosa, Grace.

Con cautela, asentí. Su mano se extendió para frotar mi mejilla, su

pulgar suavemente pasando por la llanura debajo de mi ojo.

—No vuelvas a usar maquillaje que te cubra las pecas de nuevo.

Mi risa resonó en la cafetería abarrotada mientras asentía

alegremente.

—¡Eso lo puedo prometer!

Y esta vez, cuando me besó, no fue un beso suave. No fue ni

siquiera un beso moderadamente serio de esos que él reservaba para los

lugares públicos. Este beso fue uno que sólo dabas a alguien de quien

estabas enamorado. Alguien con quien estabas intimado. Alguien con

quien pasarías el resto de tu vida, por breve que sea. Alguien con quien

vas a casarte.

Gritos y silbidos le siguieron cuando la cafetería atestada se fijaba

en nuestra pequeña demostración y Robert se apartó, pero pude sentir la

vacilación y la renuencia allí, y me deleité con eso.

Tal vez estar casada no iba a ser tan malo después de todo. Mis

dedos tocaron las piedras caliente y fría sobre mi anillo una vez más, y

sonreí mientras la mano de Robert cubría la mía, manteniendo nuestro

secreto sólo en eso: nuestro secreto.

—No será malo en lo absoluto.

—Te amo —murmuré.

—Yo te amo más.

Fin

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Grace of Day

l último año de Grace está a punto de terminar y lo

hace de una manera que nunca se imaginó. Su mejor

amigo está a su lado, su novio es ahora su prometido, y

su vida está siguiendo su curso.

Pero las cosas buenas nunca duran.

Antes de que sepa lo que pasa, la vida de Grace está patas arriba

una vez más y se ve obligada a enfrentarse a la verdad acerca de quién y

qué es, y lo que eso significa para Robert, la única otra persona que

entiende lo que esa verdad implica. Pero eso es sólo el principio ya que las

fuerzas que quieren a Grace muerta, y los amigos y familiares que quieren

a Grace sana y salva finalmente chocan en una batalla donde el premio no

es sólo la vida, sino también la muerte.

E

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Sobre la

Autora S. L. Naeole siempre ha amado

el olor de los libros, el tacto de los

libros, y el lugar donde un libro garantiza que te llevará. Supo desde

temprana edad que su destino era escribir, crear aquellos mismos libros

que amaba tanto y prometió que algún día, lo haría.

Ahora después de casarse y empezar una familia, finalmente ha

hecho su sueño realidad. Como la autora de Falling from Grace, ha

encontrado un lugar que le permite que sus sueños se conviertan en los de

los lectores, y los transporta a mundos y vidas donde la fantasía y la

realidad se mezclan sin problemas.

S.L. Naeole escribe desde su hogar en Hawaii, con su esposo,

cuatro niños, y un gato a su lado, animándola y proveyéndole cantidades

sin fin de inspiración.

Saga Grace:

Falling from Grace

Bird Song

Black Halo

Grace of Day

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Créditos

Moderadoras: LizC Lizzie

Traductoras: LizC Andy Parth nahirr

Lizzie mariaozuna Xhessii

Vero carmen170796 vanehz

areli97 yumigood Lorenaa

Caami whiteshadow Little Rose

Elenp Simoriah

Correctores: LizC Angeles Rangel Xhessii

Lizzie Samylinda Curitiba

Zeth Marina012 NayeliR

Recopilación y Revisión: LizC Lizzie

Diseño: Lizzie

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¡Te Esperamos!