BITÁCORA DE LA COTIDIANIDAD La dictadura de Satanás

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10A EL NUEVO SIGLO MIÉRCOLES 16 dE OCtubRE dE 2019 Gral (r.) Ernesto Gilibert “Esmad está para enfrentar vandalismo y disturbios” Fernando Navas Talero “Algunos no resisten a poderes del Diablo” Jaime Pinzón López “Fanatismo impide el conocimiento de propuestas” OPINIÓN T odas las religiones, básicamente, se fundan en la creencia de valores sobrehumanos a través de los cuales, instintivamente, se procura convi- vir fraternalmente asegurando la paz y la eterna felicidad de los vivien- tes, incluso después de sus días. La obligatoriedad de sus normas “toté- micas” blindadas con la implantación de los principios del homo sapiens al comienzo de la existencia del indivi- duo, se acogen cuando todavía no se ha invadido la conciencia a consecuencia del mal ejemplo del común. La condena social la impone la ma- lignidad que compite con los manda- mientos de la ley del Dios. Es la pola- rización causada por la competencia entre el Creador y su rival: el Diablo, cuyos poderes algunos por su débil voluntad no los resisten. En La Candelaria, en la esquina de la calle 10 con la carrera 5ª, estuvo el Liceo Pío XI, dirigido por el doctor José Ignacio Rosillo Jácome, colegio escolar hasta 5° de primaria, en el cual, no obstante su dogma religioso, el maestro predicaba, partiendo de la convicción de lo ventajoso, las con- ductas útiles para no sufrir las culpas traumáticas. Admitía un relativo “libre albedrío” pero no omitía la exposición de sus consecuencias: partiendo de la egolatría y la lucha por la satisfacción de los deseos incontrolados. En ese colegio varios alumnos se educaron y las lecciones recibidas los engrandecieron cuando crecieron. Recuerdo entre ellos a Gabriel Melo Guevara, ex ministro y ex director de El Siglo; Ricardo Baquero Nariño, Secre- tario de Gobierno del Distrito, concejal de Bogotá, congresista, director de la Beneficencia, pupilo de Carlos Lleras; Eduardo Fajardo, celebre ginecólogo obstetra dedicado a la atención de las mujeres pobres; los hermanos Valde- rrama magníficos y horrados sastres de Las Cruces y Las Nieves y otros más que siguieron las pautas que el maestro les enseñó, para promover la salud política y social. Uno más: Germán Navas Talero. Nunca descarriló el pecado, lo in- hibió instruyendo sus consecuencias. Por ejemplo, censuraba a la prostitu- ta para evitar las contaminaciones de la sífilis y la gonorrea, tan corriente en esas épocas en la calle 10 con la 10. Reprobaba el robo anunciando la consecuencia del descrédito; la justicia la enseñaba como garantía individual y así, filosóficamente, hacia la predica de las ley de los mandamientos. Alabando a jueces y jurados de conciencia creía en la autoridad. Nada de ese colegio se predica en estas épocas. El fútbol ahora es estí- mulos a los niños, en ese liceo el único deporte era el ejercicio de la mente culta. Para respetar la autoridad, al igual que en la antigua Grecia, todos los alumnos eran un día custodios de la disciplina y al día siguiente era súbditos. La fiesta popular era el “Día de los Reyes Magos”, celebrada en la iglesia del barrio Egipto y jamás se aludió el Halloween, homenaje a las brujas y a los muertos, especulado comercialmente y que al fin de este mes invita a los niños al desorden en el vecindario. Q ue la protesta social es parte in- tegral de la democracia no deja dudas, pues es un recurso contra actividades injustas, que con cla- mor popular la sociedad demanda, defendiendo derechos atropellados por grupos u organismos que se desenfocan de sus objetivos. En otra columna hablamos del control que las autoridades deben ejercer cuando de protestas públicas se trata, agotando una serie de requisitos, establecidos a fin de asegurar el orden durante el desarrollo del evento. Hasta ahí todo es claro, pero per- mítanme recurrir a mi experiencia personal para preguntar, ¿Cómo se lograría evitar alteraciones del orden público provocadas por participantes en las protestas? Me cupo en algunos momentos de mi vida profesional la responsabilidad de participar en mar- chas, cumpliendo la misión de evitar alteraciones del orden público e iden- tificar y neutralizar personas ajenas a la organización, que pretendieran sabotear el acto. Aquí mis observaciones: la marcha inicia su desplazamiento portando carteles, voceando arengas, canticos y consignas, las dirigencias se miran y reconocen, pero durante el despla- zamiento van brotando personas que muestran su compromiso con la causa y ayudan en dinamizarla animando a participar. Cuando preguntábamos a los organizadores por la identidad de éstos, la renuencia a informar se hacía evidente, parecía invadidos de temor, y cuándo buscábamos proximi- dad a los desconocidos se formaban círculos humanos que los protegían, dificultando nuestra labor, la masa empezaba a crecer y el contacto vi- sual con organizadores y directivos se perdía, especialmente al pasar por instalaciones gubernamentales o puntos críticos; en ese momento las arengas cambiaban del tono y se tornaban agresivas, los directivos estaban rodeados de personas dife- rentes al común de la asistencia y aparecían capuchas, pasamontañas, palos y demás elementos necesarios para agitar la protesta, tornándose fácilmente en turba. ¿Quién pude neutralizar una actividad planeada, cuándo los mismos organizadores y líderes no se comprometen con información a la hora del problema? Ahora, no son dos ni tres aquellos agitadores que traen consignas claras y cumplibles, quienes a lo largo de la marcha están recibiendo apoyo de per- sonas instaladas en el recorrido, que de ser en serio también se incorporan al movimiento, difícil situación que se debe evalúa. De los últimos casos podíamos hacer una somera valoración, en la Distrital protestaban contra la corrup- ción y violentaron las instalaciones haciendo necesaria la presencia de la fuerza pública; en la Javeriana estu- diantes cerraron la vía, recordemos, carrera séptima, hicieron necesaria la presencia de la fuerza pública: en la Pedagógica los jóvenes se tomaron la calle 72 aparecieron las papas bomba, sin olvidar los hechos del día 10 en la plaza de Bolívar, haciendo necesaria la presencia de la fuerza pública que en todos los eventos defendía intereses de la sociedad. ¿Cómo evitar el vanda- lismo de la Distrital, abrir la vía en la Javeriana y apaciguar la Pedagógica sin el Esmad? PROTESTA SOCIAL Carta a un estudiante En medio de las movilizaciones efectuadas en varias ciudades donde anarquistas han conseguido que terminen en refriegas, la primera consideración es la disminución de la imagen de las universida- des, de estudiantes que pacíficamente concurren a ellas a la búsqueda de elevar el nivel académico, erradicar la corrupción, obtener mayores recursos, anhelos imposibles de conseguir con la turbación del orden público. Los jóvenes tienen derecho a manifestar sus inquietudes, plantear soluciones a sus problemas, pero el esfuerzo se pierde cuando el fanatismo im- pide el conocimiento de propuestas sugeridas en caóticos tumultos. La desorganización protestataria agranda enredos, las naciones progresan no con refriegas, tumbando vallas, lanzando piedras y “pa- pas bomba,” pintando grafitis, ensuciando edificios, rompiendo vidrios, lesionando gente, obstruyendo el transcurrir diario, así ello ocurra por acción de minorías bárbaras y no de la mayoría estudiantil interesada en desfilar de manera pacífica. En esto deben reflexionar los estudiantes, especialmente sus líderes involucrados en una estrategia equivocada. No se trata de controversia ideológica ni de fenómeno revolucionario, golpear la civilización, fomentar la incultura. Colombia ha tenido en los últimos lustros sucesivas generaciones frustradas, sería lamentable que igual ocurriese con los compatriotas de la era cibernética. Llamo la atención a miles de jóvenes esperanzados en un futuro digno, confundidos respecto de cómo lograrlo por falta de sentido común, de raciocinio lógico, supeditados a la violencia, exponiendo al deterioro la calidad de estudiante, abriendo la duda de si es mejor que los centros de educación superior permanezcan abiertos o se vean forzados a cerrar sus puertas para impedir la incursión de destructores en sus instalaciones. Errar, a cualquier edad es humano, perseverar en ello equivocado, situarse en lo irreal se vin- cula a la suposición de que la perfección vendrá con lo incongruente. El movimiento estudiantil forma parte del protagonismo social, mal estaría reprimirlo, el gobierno no puede exagerar en la adopción de decisiones que perjudiquen a sus integrantes. Entendemos que a los estudiantes compete mantener la solidaridad, aun cuando en veces sus apariciones sean atípicas e inesperadas. Es útil la crítica a una clase dirigente anacrónica inmersa en prácticas clientelistas, culpable de la mala utilización de recursos, responsable de delitos de corrupción, del aprovechamiento delictuoso de bienes, conviene investigar operaciones de venta de centros de educación superior en contra de la Constitución y de la Ley, es indispensable rechazar el lucro torticero pactado por debajo de la mesa en ciertas instituciones privadas. La educación es un servicio público, estamos de acuerdo en que los jóvenes se hagan sentir, sin embargo, no con desatino, permitiendo interferencias extrañas y violencia vandálica que crea más dificultades en lugar de resolver las existentes. PRISMA ¿Cómo reglamentar la protesta social? BITÁCORA DE LA COTIDIANIDAD La dictadura de Satanás

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10A EL NUEVO SIGLO miércoles 16 De ocTUBre De 2019 OPinión10A EL NUEVO SIGLO MIÉRCOLES 16 dE OCtubRE dE 2019

Gral (r.) Ernesto Gilibert

“Esmad está para enfrentar vandalismo y

disturbios”

Fernando Navas Talero

“Algunos no resisten a

poderes del Diablo”

Jaime Pinzón López

“Fanatismo impide el conocimiento de

propuestas”

OPINIÓN

Todas las religiones, básicamente, se fundan en la creencia de valores

sobrehumanos a través de los cuales, instintivamente, se procura convi-vir fraternalmente asegurando la paz y la eterna felicidad de los vivien-tes, incluso después de sus días. La obligatoriedad de sus normas “toté-micas” blindadas con la implantación de los principios del homo sapiens al comienzo de la existencia del indivi-duo, se acogen cuando todavía no se ha invadido la conciencia a consecuencia del mal ejemplo del común.

La condena social la impone la ma-lignidad que compite con los manda-mientos de la ley del Dios. Es la pola-rización causada por la competencia entre el Creador y su rival: el Diablo, cuyos poderes algunos por su débil voluntad no los resisten.

En La Candelaria, en la esquina de la calle 10 con la carrera 5ª, estuvo el Liceo Pío XI, dirigido por el doctor José Ignacio Rosillo Jácome, colegio escolar hasta 5° de primaria, en el cual, no obstante su dogma religioso, el maestro predicaba, partiendo de la convicción de lo ventajoso, las con-ductas útiles para no sufrir las culpas

traumáticas. Admitía un relativo “libre albedrío” pero no omitía la exposición de sus consecuencias: partiendo de la egolatría y la lucha por la satisfacción de los deseos incontrolados.

En ese colegio varios alumnos se educaron y las lecciones recibidas los engrandecieron cuando crecieron. Recuerdo entre ellos a Gabriel Melo Guevara, ex ministro y ex director de El Siglo; Ricardo Baquero Nariño, Secre-tario de Gobierno del Distrito, concejal de Bogotá, congresista, director de la Beneficencia, pupilo de Carlos Lleras; Eduardo Fajardo, celebre ginecólogo obstetra dedicado a la atención de las mujeres pobres; los hermanos Valde-rrama magníficos y horrados sastres de Las Cruces y Las Nieves y otros más que siguieron las pautas que el maestro les enseñó, para promover la salud política y social. Uno más:

Germán Navas Talero.Nunca descarriló el pecado, lo in-

hibió instruyendo sus consecuencias. Por ejemplo, censuraba a la prostitu-ta para evitar las contaminaciones de la sífilis y la gonorrea, tan corriente en esas épocas en la calle 10 con la 10. Reprobaba el robo anunciando la consecuencia del descrédito; la justicia la enseñaba como garantía individual y así, filosóficamente, hacia la predica de las ley de los mandamientos. Alabando a jueces y jurados de conciencia creía en la autoridad.

Nada de ese colegio se predica en estas épocas. El fútbol ahora es estí-mulos a los niños, en ese liceo el único deporte era el ejercicio de la mente culta. Para respetar la autoridad, al igual que en la antigua Grecia, todos los alumnos eran un día custodios de la disciplina y al día siguiente era súbditos. La fiesta popular era el “Día de los Reyes Magos”, celebrada en la iglesia del barrio Egipto y jamás se aludió el Halloween, homenaje a las brujas y a los muertos, especulado comercialmente y que al fin de este mes invita a los niños al desorden en el vecindario.

Que la protesta social es parte in-tegral de la democracia no deja

dudas, pues es un recurso contra actividades injustas, que con cla-mor popular la sociedad demanda, defendiendo derechos atropellados por grupos u organismos que se desenfocan de sus objetivos. En otra columna hablamos del control que las autoridades deben ejercer cuando de protestas públicas se trata, agotando una serie de requisitos, establecidos a fin de asegurar el orden durante el desarrollo del evento.

Hasta ahí todo es claro, pero per-mítanme recurrir a mi experiencia personal para preguntar, ¿Cómo se lograría evitar alteraciones del orden público provocadas por participantes en las protestas? Me cupo en algunos momentos de mi vida profesional la responsabilidad de participar en mar-chas, cumpliendo la misión de evitar alteraciones del orden público e iden-tificar y neutralizar personas ajenas a la organización, que pretendieran sabotear el acto.

Aquí mis observaciones: la marcha inicia su desplazamiento portando carteles, voceando arengas, canticos y consignas, las dirigencias se miran y reconocen, pero durante el despla-

zamiento van brotando personas que muestran su compromiso con la causa y ayudan en dinamizarla animando a participar. Cuando preguntábamos a los organizadores por la identidad de éstos, la renuencia a informar se hacía evidente, parecía invadidos de temor, y cuándo buscábamos proximi-dad a los desconocidos se formaban círculos humanos que los protegían, dificultando nuestra labor, la masa empezaba a crecer y el contacto vi-sual con organizadores y directivos se perdía, especialmente al pasar por instalaciones gubernamentales o puntos críticos; en ese momento las arengas cambiaban del tono y se tornaban agresivas, los directivos estaban rodeados de personas dife-rentes al común de la asistencia y aparecían capuchas, pasamontañas, palos y demás elementos necesarios para agitar la protesta, tornándose

fácilmente en turba. ¿Quién pude neutralizar una actividad planeada, cuándo los mismos organizadores y líderes no se comprometen con información a la hora del problema?

Ahora, no son dos ni tres aquellos agitadores que traen consignas claras y cumplibles, quienes a lo largo de la marcha están recibiendo apoyo de per-sonas instaladas en el recorrido, que de ser en serio también se incorporan al movimiento, difícil situación que se debe evalúa.

De los últimos casos podíamos hacer una somera valoración, en la Distrital protestaban contra la corrup-ción y violentaron las instalaciones haciendo necesaria la presencia de la fuerza pública; en la Javeriana estu-diantes cerraron la vía, recordemos, carrera séptima, hicieron necesaria la presencia de la fuerza pública: en la Pedagógica los jóvenes se tomaron la calle 72 aparecieron las papas bomba, sin olvidar los hechos del día 10 en la plaza de Bolívar, haciendo necesaria la presencia de la fuerza pública que en todos los eventos defendía intereses de la sociedad. ¿Cómo evitar el vanda-lismo de la Distrital, abrir la vía en la Javeriana y apaciguar la Pedagógica sin el Esmad?

PROTESTA SOCIAL

Carta a un estudiante

En medio de las movilizaciones efectuadas en varias ciudades donde anarquistas han conseguido que terminen en refriegas, la primera consideración es la disminución de la imagen de las universida-des, de estudiantes que pacíficamente concurren a ellas a la búsqueda de elevar el nivel académico, erradicar la corrupción, obtener mayores recursos, anhelos imposibles de conseguir con la turbación del orden público.

Los jóvenes tienen derecho a manifestar sus inquietudes, plantear soluciones a sus problemas, pero el esfuerzo se pierde cuando el fanatismo im-pide el conocimiento de propuestas sugeridas en caóticos tumultos. La desorganización protestataria agranda enredos, las naciones progresan no con refriegas, tumbando vallas, lanzando piedras y “pa-pas bomba,” pintando grafitis, ensuciando edificios, rompiendo vidrios, lesionando gente, obstruyendo el transcurrir diario, así ello ocurra por acción de minorías bárbaras y no de la mayoría estudiantil interesada en desfilar de manera pacífica.

En esto deben reflexionar los estudiantes, especialmente sus líderes involucrados en una estrategia equivocada. No se trata de controversia ideológica ni de fenómeno revolucionario, golpear la civilización, fomentar la incultura. Colombia ha tenido en los últimos lustros sucesivas generaciones frustradas, sería lamentable que igual ocurriese con los compatriotas de la era cibernética. Llamo la atención a miles de jóvenes esperanzados en un futuro digno, confundidos respecto de cómo lograrlo por falta de sentido común, de raciocinio lógico, supeditados a la violencia, exponiendo al deterioro la calidad de estudiante, abriendo la duda de si es mejor que los centros de educación superior permanezcan abiertos o se vean forzados a cerrar sus puertas para impedir la incursión de destructores en sus instalaciones.

Errar, a cualquier edad es humano, perseverar en ello equivocado, situarse en lo irreal se vin-cula a la suposición de que la perfección vendrá con lo incongruente. El movimiento estudiantil forma parte del protagonismo social, mal estaría reprimirlo, el gobierno no puede exagerar en la adopción de decisiones que perjudiquen a sus integrantes. Entendemos que a los estudiantes compete mantener la solidaridad, aun cuando en veces sus apariciones sean atípicas e inesperadas. Es útil la crítica a una clase dirigente anacrónica inmersa en prácticas clientelistas, culpable de la mala utilización de recursos, responsable de delitos de corrupción, del aprovechamiento delictuoso de bienes, conviene investigar operaciones de venta de centros de educación superior en contra de la Constitución y de la Ley, es indispensable rechazar el lucro torticero pactado por debajo de la mesa en ciertas instituciones privadas. La educación es un servicio público, estamos de acuerdo en que los jóvenes se hagan sentir, sin embargo, no con desatino, permitiendo interferencias extrañas y violencia vandálica que crea más dificultades en lugar de resolver las existentes.

PRISMA

¿Cómo reglamentar la protesta social?

BITÁCORA DE LA COTIDIANIDAD

La dictadura de Satanás