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    El personaje. Esta es la imagen más conocida del líder, la

    que proyectó en innumerables giras proselitistas por todo el

    país.

    [Primera entrega] 

    La voz del “Negro”:un testigo deexcepciónGeovani Galeas, especial para La Prensa Gráfica

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    INTRODUCCIÓN 

    Echar luz sobre unpersonaje del perfil deRoberto d’Aubuissonno es tarea fácil,resulta para muchosarriesgado, para otrosinnecesario y paraalgunos inclusoimposible. Pero es unejercicio de justiciahistórica dejar de vivirentre preguntas y tratarde dibujar el rostro deuno de los personajesmás polémicos –y lapalabra se quedacorta – de la historiareciente salvadoreña.Un ser hacia quien las

    opiniones no tienentérminos medios, paraquien todo el mundoparece tener un juicio,pero al fin un ser consu propia historia. Unaque, como muchasotras historias de lasúltimas tres décadas,permanecen bajo

    La pequeña placa dorada montada sobre una base de maderatiene una inscripción: “Para mi hermano ‘el Negro’, el mejor delos salvadoreños”; en la parte inferior la bandera de ElSalvador, la bandera ARENA y la firma del mayor Robertod’Aubuisson Arrieta. Fernando “el Negro” Sagrera no hamostrado nunca a nadie ese homenaje a su persona. Su

    nombre tampoco aparece en la lista de los dir igentes delpartido gobernante, ni su imagen en las fotos históricas. No haejercido cargos públicos y en las grandes ocasiones de gala,para celebrar triunfos o aniversarios, tampoco se ha sentado enla mesa de los areneros ilustres.

    Cuando me propuse indagar la historia de Robertod’Aubuisson, sin embargo, tanto en las fuentes bibliográficas yen los archivos periodísticos como en las numerosasentrevistas con los protagonistas visibles de esa historia, meencontré con su nombre repetidamente. “Al ‘Negro’ no le gustahablar, pero quién quita y tú tengas suerte”, me dijo Walter

     Araujo, y me dio un número telefónico. Tuve suerte.

    En la sede central de ARENA me encontré con unaimpresionante mole humana que llega o parece llegar a los 2metros de estatura. Su trato no obstante es caballeroso ypuede llegar a ser cálido. Le expliqué los motivos y el plan demi trabajo. Le dije que ya había hablado con familiares deRoberto d’Aubuisson, amigos, compañeros de armas, socios yadversarios políticos. Él me preguntó entonces cuáles eran mis

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    infranqueables velos,así sean dignas de sercontadas, aunque urgeque sean contadas.

    LA PRENSA GRÁFICAtoma este reto sindeseos de convertir laretrospectiva en unbanquillo. El objetivomás importante de estetrabajo dereconstrucción,idealista si se quiere,es disipar sombras,para bien o para mal.

    ¿Por qué Robertod’Aubuisson? ¿Por quéahora? Porque ya eshora de abrir puertas a

    la memoria, porque poralgo hay que empezary porque el indiscutiblepeso de este personajesobre la realidadsalvadoreña no puedeser ignorado. Hoy seinicia la serie deentregas sobre la vidade Robertod’Aubuisson, su familia,sus inicios políticos,sus días de oscuridad yde luz. Más allá del

    mito, ésta es suhistoria.

    conclusiones hasta ese momento.

    Hablé de dos de ellas: la primera, que había detectado que enciertos momentos la dirigencia arenera parecía avergonzarsede su fundador y de sus propios orígenes históricos: ARENAtiene cuatro mandatos presidenciales consecutivos y no hay

    una calle o una plaza dedicada a la memoria de Robertod’Aubuisson. Su estatua no está al sol en un lugar público, sinoencerrada en un local del partido.

    La segunda, que en torno a la historia de ARENA,particularmente en relación a sus orígenes y sus pioneros,había mucha oscuridad y confusión y que ello, en gran medida,alimentaba la creencia de una ligazón directa con losescuadrones de la muerte.

    -Todo eso es una distorsión de la verdad –dijo don Fernando –.Lo que sucede es que hay mucha gente contando mentiras porignorancia o por interés de protagonismo político. Yo le voy acontar la realidad, pero sepa que es la primera vez que cuentoesta historia. Y también será la última. Es la historia de Robertod’Aubuisson: el hombre y el líder, mi amigo. Y también es lahistoria de ARENA. Roberto d’Aubuisson fue el filósofo, elarquitecto y el albañil de ARENA. Fue el general y el soldado almismo tiempo.

    Y lo primero que Fernando Sagrera pone en claro es que enesta saga ni están todos los que fueron ni fueron todos los queestán: “ARENA no nació en la Casa Presidencial salvadoreñani en el hotel Cortijo Reforma, de Guatemala, sino en la mentey el corazón de Roberto d’Aubuisson. Tampoco nació en cuna

    de oro y en medio de ríos de dinero, como se ha dicho: estepartido es el producto de un esfuerzo titánico hecho con lasuñas y a salto de mata, mientras nos perseguían y noscalumniaban. Nació en la dureza de clandestinidad, de lacárcel, de la lucha y el exilio. Nació en los cantones y loscaseríos más remotos de nuestra patria, y sus pioneros ymejores hombres fueron miles de campesinos anónimos quearriesgaron y hasta perdieron sus vidas”, asegura 

    Primera entrega] 

    El Día del GolpeGeovani Galeas, especial para La Prensa Gráfica

    Fotos de LA PRENSA/cortesía de la familia d’Aubuisson  

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    El guardia  Fernando “el Negro” Sagrera tomó el teléfono la tarde de aquel15 de octubre de 1979, sin saber que aquella llamada lecambiaría para siempre la vida. Momentos antes había visto en

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     Al salir de la Escuela

    Militar, Robertod’Aubuisson fueasignado a la GuardiaNacional en calidad deinstructor.

    La boda. En plena juventud, vestido contraje militar de galadurante su casamientocon Yolanda Munguía.

    Inédito. D’Aubuisson jamás usó barba nibigote. Era lampiño.Pero no pocas veces se

    la televisión que unos militares afirmaban haber depuesto de lapresidencia de la república al general Carlos HumbertoRomero.

     Al “Negro” no le gustaba la política ni la entendía. Tenía 37años y su profesión era la de piloto agrícola. Tampoco tenía

    simpatía por los uniformados, aunque había estudiado elbachillerato en la Georgia Military Academy, de EstadosUnidos, y aunque su amigo de infancia, Roberto “el Chele”d’Aubuisson, era precisamente un oficial de la Fuerza Armada. 

    -¿Qué está pasando, “Chele”? —preguntó.

    -Nos jodimos. Me urge verte, esperame en 15 minutos frente ala casa de Mena Lagos —le respondió d’Aubuisson, quieninmediatamente colgó el teléfono y salió casi corriendo de laEscuela de Comando y Estado Mayor de la Fuerza Armada,donde ejercía como catedrático de Guerra Política.

     Alfredo Mena Lagos era un joven y adinerado empresariocorredor de autos deportivos y germanófilo (“nonecesariamente nazi”, explica él mismo). Las unidades de suflota pesquera habían sido bautizadas con los nombres de losgenerales alemanes que combatieron contra las tropas delEjército Rojo de José Stalin. Además era amigo cercano delgeneral José Alberto Medrano, el líder más visible delnacionalismo anticomunista salvadoreño hasta entonces. Ytambién tenía una estrecha relación con el nicaragüense PabloEmilio Salazar, el legendario “comandante Bravo”, un coronelde la guardia somocista que luego se convirtió en jefe supremode los antisandinistas alzados en armas.

    Preocupado por lo que consideraba un vacío de autoridad en elpaís, que a su juicio había dejado crecer a sus anchas lasubversión izquierdista, Mena Lagos había fundado con susamigos —entre ellos el Dr. Armando Calderón Sol—, elMovimiento Nacionalista Salvadoreño (MNS). Y habíapublicado en los periódicos algunos campos pagadosreclamando un “basta ya” al desorden social, una mano durapor parte del Estado y Fuerza Armada.

    No se extrañó en absoluto cuando d’Aubuisson y Sagrerallegaron a su casa. El mayor d’Aubuisson se le había acercadoinformalmente en las semanas anteriores, manifestandoafinidad con el pensamiento del MNS. Pero ninguno de losdirigentes del movimiento confiaba en el militar. Más biensospechaban que ese acercamiento era un intento deinfiltración al grupo por parte del general Carlos HumbertoRomero, quien a su juicio debía ser sustituido por un líder másenérgico.

    El “Negro” los oyó discutir y por fin entendió lo que sucedía. Elgolpe de Estado, según d’Aubuisson, era una maquinación de

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    vio obligado a cambiarde nombre y disfrazarse.

    El retoño. Eladvenimiento deRobertío, el primer hijo,llenó de felicidad elhogar de losd’Aubuisson. 

    Luna de miel. Yolanda yRoberto en su viaje deboda por algunas playasy ciudadescentroamericanas.

    El padre. Robertod’Aubuisson, a laderecha, en brazos dedon Carlos, quien

    civiles y militares afines a la izquierda, y el nuevo gobiernosería copado por militantes encubiertos del Partido Comunista.Mena Lagos, poco afecto a los rodeos y más bienimpolíticamente directo, le manifestó a d’Aubuisson ladesconfianza que su grupo le tenía, y le pidió una prueba delealtad. “Pronto le voy a dar esa prueba”, respondió

    d’Aubuisson, y abandonó la casa junto a Sagrera. 

    Esa noche, apoyados por un par de amigos, fueron a sustraersubrepticiamente los archivos de la gubernamental AgenciaNacional de Seguridad Salvadoreña (ANSESAL), centro desdeel cual se empeñaba d’Aubuisson en una tenaz lucha contra lasguerrillas izquierdistas. En una camioneta tipo “van” trasladaronlos archivos a la casa del empresario Orlando Llovera Ballete,en la colonia Utila de Santa Tecla, y luego llevaron parte de losdocumentos a Mena Lagos. “Aquí está la prueba de lealtad quequería”, le dijo el militar al empresario. 

    Diagnóstico Vaky 

    El general Carlos Humberto Romero era un hombre de manodura, pero políticamente ineficaz. Hacia mediados de 1979 sugobierno estaba enfrentado a una creciente oleada izquierdistay a la política de derechos humanos de la administraciónCarter, y había perdido incluso el apoyo de los grupos másrepresentativos de la derecha.

     A principios de septiembre, poco más de un mes y mediodespués de que los sandinistas tomaran el poder en Nicaragua,el corresponsal del “New York Times” para América Central,

     Alan Riding, advertía en su periódico que Carter sólo tenía dos

    alternativas para El Salvador: “O espera el resultado de una  confrontación cercana entre las extremas de izquierda yderecha o interviene más abiertamente en un esfuerzo paraimpulsar una solución centrista”. 

    Por esos mismos días, el secretario adjunto para AsuntosInteramericanos del Gobierno de los Estados Unidos, Viron P.Vaky, comparecía ante el Congreso norteamericano luego dehaber examinado en el terreno la explosiva situaciónsalvadoreña, y declaraba: “La economía salvadoreña secaracteriza por una extrema desigualdad en la distribución delos ingresos, la riqueza y la tierra. En la agricultura, el 2% de lapoblación posee el 60% de la tierra. Una pequeña oligarquíacontrola mucho de la industria y de la agricultura, y tiene unagran influencia en el gobierno militar; la estructura de clases esuna de las más rígidas en América Latina. Las violaciones a losderechos humanos han sido serias…”. 

    Su diagnóstico concluía de la siguiente manera: “Gran parte dela América Central está sometida a fuertes presiones decambio, terrorismo potencial y radicalización. Estos factores deinestabilidad se hallan arraigados en vulnerabilidades y básicos

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    falleciera cuando el niñotenía apenas once años.

    problemas estructurales (…) Los movimientos que ejercenpresión a favor de la modernización o de demandas másfundamentales de equidad se han visto frecuentementefrustrados por la manipulación electoral y la violencia (…) Unfactor que complica la situación es que los grupos marxistas-castristas se han aprovechado de estas aspiraciones legítimas.

    Por lo tanto, ellas pueden exacerbar las tensiones y laviolencia, pero no son las que las originan”. 

    En El Salvador, mientras tanto, un grupo de jóvenes oficialesde la Fuerza Armada entendieron claramente el mensaje. Conel discreto apoyo de la CIA, y en simultáneas consultas con lospadres jesuitas de la Universidad Centroamericana (UCA), ycon monseñor Óscar Arnulfo Romero, complotaron el golpe deEstado y establecieron la nueva política que, al final, sedesnaturalizó y terminó en lo que algunos denominaroningeniosamente “reforma y garrote”. 

    Un hombre acosado 

    Evadiendo retenes militares y equipos especiales deseguimiento asignados a su detección, captura oaniquilamiento, que igual podían provenir de la guerrilla o desus enemigos en el nuevo gobierno, el mayor Robertod’Aubuisson avanzó por las calles de Santa Tecla en undestartalado volkswagen color crema.

    En la colonia La Sultana giró sobre el pasaje Las Dalias y sedetuvo frente a la casa número 33. Ahí se bajó del auto y tocóel timbre. Amada Milla de Angulo abrió la puerta y sesorprendió cuando vio a Roberto d’Aubuisson, su compadre y

    amigo de tantos años. Aquel hombre hiperactivo y fibroso,siempre alegre y dicharachero, estaba ojeroso y demacrado,hosco, como si el peso de una derrota definitiva le agobiara loshombros. Tenía 36 años, pero en ese momento parecía unviejo acabado.

    La última semana la había pasado a salto de mata, con lapistola siempre al alcance de la mano y bala en boca, atento almenor movimiento a su alrededor. Era la tarde del 22 deoctubre de 1979. La situación en el país no podía ser máscaótica. El nuevo gobierno, conformado por civiles y militares,prometía el cese de la represión mientras que, al mismotiempo, tropas combinadas del Ejército y los cuerpos deseguridad, asaltaban a sangre y fuego barrios periféricostomados militarmente por las guerrillas, o fábricas y fincastomadas por los trabajadores, y disolvían violentamente lasmanifestaciones callejeras que en repudio a esas accionesorganizaba cotidianamente la izquierda.

    Una semana después del golpe, Amnistía Internacionalreportaba lo siguiente: “El nuevo gobierno es responsable demás de 100 asesinatos de manifestantes y trabajadores

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    huelguistas”. Por su parte, la izquierda armada habíaintensificado su campaña de aniquilamiento contra “los orejas”del régimen anterior. De hecho, once agentes encubiertos de

     ANSESAL, que constituían el equipo contrainsurgente especialde d’Aubuisson, habían sido asesinados uno a uno por lasguerrillas, en operaciones que evidenciaban filtración de

    información.

    -Deme un “racumín” y déjeme solo por favor, comadr e –dijod’Aubuisson.

    “Racumín”, la marca de un famoso matarratas, o “aclaragallo”,eran las palabras que d’Aubuisson solía utilizar para referirse alvodka Smirnoff. Se tumbó en una hamaca que estaba al fondodel patio y comenzó a fumar y beber a pausas largas mientrascaían las sombras de la noche.

    Ni don Ernesto Angulo ni su hijo Netío quisieron interrumpirlo.El muchacho, que rondaba los 17 años, vio a prudentedistancia cómo el mejor amigo de la familia jugaba con lapistola entre sus manos, absorto en quién sabe qué sombríascavilaciones. Dos años antes ese hombre le había dicho con sucaracterístico tono golpeado de militar:

    -Mirá, cipote ojudo, me han dicho que no andás bien en tusestudios, ¿qué te pasa?... Yo sé que te gustan las armas y quequisieras tener una pistola como la mía. Prometeme que salísde bachiller a como dé lugar y el día que te gradués te regalomi pistola.

    “El problema debe ser muy serio”, pensó Netío, sin poder quitar

    la vista de aquella anhelada pistola, cuyo cañón paseaba elhombre ensimismado por su frente con evidente pesadumbre.Pasó una hora y media de minutos larguísimos... ¿Qué estaríapensando el mayor Roberto d’Aubuisson?...

    El 18 de octubre, tres días después del golpe, cuando los tresmiembros civiles de la primera Junta de Gobierno llegaron aCasa Presidencial para asumir sus funciones, un coronel leordenó a d’Aubuisson, que en esos tiempos manejaba desde lasede presidencial las operaciones de la Agencia Nacional deSeguridad Salvadoreña (ANSESAL), mostrarles lasinstalaciones y prepararles una conferencia de prensa. Élcumplió la orden. En la conferencia, los nuevos gobernantes,incluidos los coroneles Abdul Gutiérrez y Adolfo Majano,prometieron entre otras cosas fortalecer los lazos con laNicaragua revolucionaria y restablecer las relaciones con Cuba.

    Terminada la conferencia, y ahí mismo en su oficina de CasaPresidencial, d’Aubuisson se vistió de civil y colgó su trajemilitar en una percha. Al verlo vestido de esa manera el coronello recriminó. El mayor d’ Aubuisson tomó su traje militar ymientras lo dejaba caer en un basurero le dijo al desconcertado

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    coronel: “A mí me dan la baja o me matan… Pero no me voy aprestar a esta payasada, y mucho menos a servirle a loscomunistas”.

    Horas después, ya en su casa, d’Aubuisson le dijo a su esposa:“Nos va a tocar comer mierda, Yolanda, pero yo para los

    comunistas no trabajo”. Ello implicaba dejar la Fuerza Armada,institución a la que había servido durante casi 20 años, y a laque ahora consideraba traicionada por algunos jefes y oficialesdispuestos a rendirse a lo que él denominaba la expansión delcomunismo internacional.

    El nuevo gobierno había anunciado la disolución de laOrganización Democrática Nacionalista (ORDEN), y de

     ANSESAL. Roberto d’Aubuisson había ayudado a fundar yconsolidar ambos organismos, que ahora eran acusados de serlos máximos responsables de la represión política.

     Además, el nuevo gobierno se había hecho eco de lasexigencias que, desde la izquierda, reclamaban elenjuiciamiento de los jefes de ORDEN Y ANSESAL, y él erauno de ellos. De modo que tenía razones para sentirseperseguido ya no sólo por las guerrillas, sino también poralgunos de sus propios compañeros de armas.

    Pero es que todo parecía estarse configurando en contra de ély sus convicciones, hasta la política internacional de losEstados Unidos, que a su juicio había permitido el avance de laexpansión soviética en el mundo entero y en los alrededoresmás próximos: Cuba, Granada y Nicaragua, al tiempo que lasguerrillas crecían en Guatemala y Honduras y parecían estar

    ya a punto de tomar directamente el poder en El Salvador, enun aparentemente imparable efecto de dominó.

    Después de casi tres horas de aquel ensimismamiento,Roberto d’Aubuisson llamó a los miembros de la familia Anguloy les dijo: “Los comunistas ya comenzaron la caza de brujascontra nosotros. Tienen el apoyo hasta de los gringos, ya noqueda nada que podamos hacer”. 

    -¿Y entonces? -preguntó don Ernesto.

    -Entonces vámonos a la mierda, compadre –respondió

    d’Aubuisson.

     Acto seguido explicó que tenía noticias ciertas de que en elnorte de Brasil estaban ofreciendo tierras a quien quisieracultivarlas. Él tenía algunos contactos que facilitarían suintroducción en ese proyecto. Pero no quería irse solo. Todosguardaron silencio. Roberto d’Aubuisson volvió a ensimismarsecon la cabeza agachada.

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    “Que yo sepa, usted no es hombre que se raje y salgacorriendo a las primeras de cambio”, le dijo don Ernesto, máspara hacerlo reaccionar que por otra cosa. Robertod’Aubuisson empuñó la pistola, la mostró a don Ernesto y dijo:“Si el problema se resolviera con esta mierda yo me quedo.Pero el comunismo es una idea, compadre, y contra eso no hay

    balas que valgan. Aquí el problema es político y deorganización”. 

    -¿Y por qué no fundás un movimiento político? – le dijo donErnesto.

    Roberto d'Aubuisson se recompuso en la hamaca, pidió que lellevaran un teléfono y comenzó a llamar gente: Eduardo yRoberto Lemus O’byrne, Jorge Palomo, Marta Díaz Fontan,Nena Wrigth de Ávila, Alberto Bondanza, Eusebio Argueta yotros... la idea era reunirse para comenzar el esfuerzo deunificación de la derecha dispersa.

    ¿Qué le pasó a d’Aubuisson esa noche en casa de los Angulo,se quebró? -le pregunto a Fernando Sagrera.

    -Él era un hombre como todos nosotros —me responde—,ajeno a esos mitos que lo ponen como ángel o como demonio.Tenía una esposa y unos hijos pequeños, tenía un futuro militartruncado, tenía temor por su patria y por su propia vida... ¿quétiene de raro que un hombre, aun cuando como en el caso demi amigo d’Aubuisson tuviera unos cojones del tamaño decatedral, tenga a veces momentos de debilidad? Lo admirablees que aun con esos temores y esas inseguridades hayadecidido quedarse y dar la lucha.

    Un muchacho inquieto 

    Roberto d’Aubuisson ingresó casi de carambola a la EscuelaMilitar. Su hermana mayor, doña Carmen, recuerda que siendoun adolescente, él leyó algo en el periódico a propósito de laoceanografía, y se entusiasmó a tal punto que anunció a sufamilia que eso es lo que estudiaría.

    Pero se trataba de una profesión cara que había que estudiaren el extranjero, y los d’Aubuisson estaban muy lejos de podersufragarla. El padre, don Carlos d’Aubuisson, había muerto en

    1954, cuando Roberto sólo tenía 11 años de edad. La madre,doña Joaquina Arrieta, que había quedado sola a cargo de suscuatro pequeños hijos, y apenas ganaba 325 colones comoempleada de la Inspección General de Servicios Eléctricos.

    Los hermanos d’Aubuisson (Carmen, Roberto, Carlos y MaríaLuisa) vivían en una casa alquilada por 40 colones mensualesen la 1.ª calle oriente de la entonces más bien pueblerina SantaTecla. Como doña Joaquina tenía que trabajar, los niños

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    estuvieron siempre bajo el cuidado a un tiempo firme ygeneroso de una nana indígena, doña Lucía, cuya enterafamilia vivía también con los d’Aubuisson. La casa, propiedadde doña Lili Guirola, tenía diez cuartos y un enorme patio en elque doña Joaquina mandó sembrar 38 palitos de café paraayudarse un poco con los tres o cuatro sacos que llegó a

    cosechar.

    Roberto estudiaba el plan básico en el Externado San José, delos jesuitas, y trabajaba como ayudante en la gasolinera de sutío Ricardo Salazar d’Aubuisson, por 50 colones mensuales.Don Ricardo se constituyó en su figura paterna, lo ayudócuanto pudo y sobre todo fue determinante en la forja de sucarácter. Cuando Roberto, a los 17 años, estaba por concluir elplan básico, hacia 1960, doña Joaquina fue requerida deurgencia por el director del colegio, el padre José MaríaGondra.

    -Yo acompañé a mi mamá —recuerda doña Carmen—, y fue

    terrible cuando nos dijeron que a Roberto lo habían expulsadopor haber reventado unas chispas del diablo. Mi mamá suplicóy rogó que lo perdonaran, porque lo harían perder todo un añoal pobre. El padre Gondra fue inflexible. Mi mamá se puso allorar de la desesperación. “No sea ridícula, señora, no mevenga con sentimentalismos y más bien corrija a su hijo”, le dijoel padre.

    Don Ricardo regañó, pero también consoló a Roberto. Fue élquien le sugirió entrar a la Escuela Militar, donde podíaterminar el bachillerato y luego, si se esforzaba lo suficiente,ganar una beca para estudiar oceanografía en el extranjero.

    “Sólo por eso es que entró a la milicia”, reafirma don Carlosd’Aubuisson, “hasta entonces no se le miraba ninguna vocaciónpor las armas y más bien era un muchacho bastante rebelde ala disciplina, vivaracho y bien independiente en su carácter. Mimamá y don Ricardo eran los únicos capaces de meterlo encintura sin que él saliera con alegatos”. 

    “Los que entramos a la escuela militar en 1960 éramos casitodos unos muchachos campesinos bastante cerriles”, comentael coronel retirado Sigifredo Ochoa Pérez, “Roberto nosimpresionó desde el primer momento por sus picardíascitadinas: ya sabía fumar y hasta tomar tragos y era un as entrucos de billar de baraja, ya no digamos en el arte de cortejar a

    las muchachas. Además, aunque no se esforzaba mucho enlos estudios, su inteligencia natural lo sacaba adelante y lohacía destacar. Pero sobre todo nos impresionó su sentido dela amistad. Poca gente he conocido yo con tanta nobleza ygenerosidad de espíritu”.

    Sigifredo Ochoa Pérez, Julio César Yánez, DomingoMonterrosa y Roberto d’Aubuisson, inseparables desdecadetes, formaron el grupo amistoso autodenominado “los

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    hachas”. Cuando vino la guerra, cada uno destacó a su modo.“Pero d’Aubuisson nos sorprendió cuando de pronto apareciópúblicamente como líder. Aquél muchacho pícaro y entrañable,aquel compartimentadísimo oficial de inteligencia, habíacrecido por su amor patriótico y por la fidelidad a susconvicciones a unas dimensiones extraordinarias”, dice Ochoa

    Pérez.

    Pasos clandestinos 

     A partir de aquel 22 de octubre de 1979, Roberto d’Aubuissoncomenzó una actividad febril, sumergido ya por completo en laclandestinidad. Su mano derecha desde entonces y hasta eldía de su muerte fue Fernando “el Negro” Sagrera.

    “Hace 25 años que comenzamos esta lucha, seguros de queno saldríamos vivos”, dice don Fernando. “Fue duro. Nospersiguieron y nos infamaron hasta lo indecible. En 25 años yohe guardado silencio. Ésta es la primera y la última vez que voya contar esta historia: la historia de mi amigo, del hombre y delgran líder que fue Roberto d’Aubuisson, la historia de ARENA.”Y recuerda:

    “En esa lucha fueron relevantes los hermanos Roberto yEduardo O’byrne, Antonio Cornejo Arango, Alfredo MenaLagos, los hermanos Raubush, Roberto Daglio, Orlando deSola, Willy Alemán, Ricardo Paredes, Ernesto Panamá,Eusebio Argueta, Armando y Tomás Calderón, Ricardo yPatricia Valdivieso, Mauricio Ariz, Ramón González Rivas,Ricardo Posada, Roberto R. Ávila, Mario Radaelli, TinoRampone, las señoras del Frente Femenino y tantos otros que

    mi memoria olvida… y los verdaderos héroes de ARENA:diputados, alcaldes, campesinos y obreros que fueronasesinados durante la guerra.” 

    -¿Cómo comenzó esa lucha?

    -Lo primero fue contactar al mayor número de gente quepudiera apoyarnos. Era un trabajo sin tregua de día y de noche,sin dinero y sin ninguna estructura de respaldo. A esas alturasya nos tenían en la mira la guerrilla, el Gobierno, un grupo demilitares traidores y hasta los gringos. Eramos unos idealistasen bancarrota. Hacía falta dinero, medios de transporte, casasde seguridad, armas...

    -¿Armas?

    -Sí, para poder movernos con un mínimo de seguridad. Enrealidad hacía falta todo. Y los que tenían el dinero al principiodesconfiaban de ese guardión que en el fondo nunca dejó deser Roberto d’Aubuisson, por más que, después, en algunasocasiones ya en el éxito político, le tocara vestirse muy a su

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    pesar de traje y corbata… Lo básico del plan era reconstruir laderecha salvadoreña, pero de abajo hacia arriba: una derechapopular que impulsara la reformas económicas y socialespertinentes, pero bien planificadas y realizadas, no esechapandongo de torpeza y corrupción que perpetraron losdemócratas cristianos.

    -Por ese tiempo la izquierda estaba unificándose… 

    -Claro, d’Aubuisson decía que éramos una mayoríadesorganizada bajo acoso de una minoría organizada. Habíaque sumar fuerzas bajo un solo liderazgo. Teníamos queasegurarnos el apoyo del capital y de los sectores medios, peronuestra prioridad eran las bases populares, y tambiénrecontactar a los militares amigos en los cuarteles. Pero no eracuestión de llegar y decir “yo soy el líder”. Eso había queganárselo

    Primera entrega] 

    Los otros perseguidos

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    -Ya la balacera estaba perra por estos lados y los guerrillerosvenían a buscarnos a las casas para matarnos, causa quehabíamos servido en ORDEN –recuerda Abilio, que pide noponer su nombre completo ni el cantón donde vive, “porque enestas cosas nunca se sabe, usté”. 

    -¿Cómo se sintieron ustedes después del golpe de Estado,cuando el gobierno disolvió ORDEN?

    -No sabíamos en qué iba a parar todo eso. Estábamos comodesamparados. Los guerrilleros comenzaron a matar a la gentede nosotros y la gente decía que también los del Gobierno nosandaban buscando para meternos presos. Muchos nos fuimosa huir. Sólo en la noche llegábamos a las casas con grancuidado, a ver a la familia.

    -¿Usted odia a los comunistas?

    -Miedo es que yo les tengo. Ellos nos decían que éramos

    orejas del gobierno y que por eso nos ajusticiaban. Mire, si fueuna barbaridad de gente la que mataron, usté.

    -¿Y ustedes no mataron?

    -Nuestro trabajo era informar de los movimientos de ellos,decirle a los jefes quiénes eran. Pero eso era peligroso, porqueellos tenían hasta unas grandes metralladoras, y nosotros nopasábamos de un triste “machetiyo” y cuando más algún riflito

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    22 y alguna pistola. Mire, si cuando el Gobierno nosdesamparó, ellos dijeron ésta es la mía y fue cuando agarrarona cazarnos como conejos. Vamos a matar orejas, decían.

     Aquello fue triste.

    -¿Usted es católico, don Abilio?

    -Católico, sí.

    -¿Qué piensa del asesinato de varios curas en aquellostiempos?

    -Lo que yo le sé decir es que algunos curas andaban armados,y que allí mismo en la iglesia se reunían con los guerrilleros.Eso nadie me lo ha contado, yo mismo lo vi.

    -¿Conoció usted al mayor?

    -Lo conocí... En ese tiempo que le digo que andábamosasustados y huyendo vino él. De noche vino con otros señores,y quién sabe como hizo para meterse hasta aquí, porque ya ledigo que por estos lados ya sólo los balazos nos platicaban.

    -¿A qué vino el mayor?

    -Nos dijo que no estábamos solos, que íbamos a luchar y quelos guerrilleros no iban a ganar el país, que había que hacerlehuevos, nos dijo. Y ya ve, pues, no fue paja, le hicimos... Yaquí estamos todavía.

    -¿Quién es el mayor para usted?

    -Un hombre cabal que no nos dejó perecer cuando la cosa sepuso realmente peluda. Otros nos abandonaron a nosotros y sehicieron los majes que ni nos conocían. Él puso la cara y nosorganizó

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    El exilio delingenieroGonzález Geovani Galeas, especial para La

    Prensa Gráfica

    Orlando de Sola, aquien algunosconsideran unasuerte de príncipe

    hamletiano de laoligarquíasalvadoreña, llegótarde a unaimportante reuniónde la junta directivade la AsociaciónNacional de laEmpresa Privada(ANEP). Corría elmes de noviembre

    de 1979. La reuniónde análisis de lasituación nacionalya habíacomenzado. En laantesala del salónde juntas estabasentado un hombrefornido y de estaturamediana, muyblanco, de ojosamarillo-verdosos ycara angulosa. Elhombre se puso depie para saludarlo.“No sé si merecuerda”, dijo.

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    “La zona estabasitiada por esamultitud que gritabaconsignas yagitaba banderas.

    D’Aubuisson dijoque si ellos podíanmanifestarse así,por qué nosotrosno, y sacó una deesas frases quecondensaban todoun pensamiento:‘Somos más losque queremospaz’.”

    Con ese programaen la televisión seconvirtió en la cara

    y la voz de laderechasalvadoreña.”

    Dagoberto Gutiérrez 

    Un hombre corrientey la historia

    Durante casi una horade finales de enero de1980, los salvadoreñosprácticamente nohicimos otra cosa que

    ver el rostro y escucharla voz de un talRoberto d’Aubuissonen televisión. Elhombre, desconocidopara la mayoría hastaentonces, anunciaba elinicio de una luchaanticomunista frontal,al tiempo que, apoyadoen fotografías, fichaspoliciales yorganigramas, hacíarevelaciones sobre losplanes y la estructurasecreta de la guerrilla ysus colaboradores.

    Uno de los mássorprendidos fueDagoberto Gutiérrez:“Nosotros, los delPartido Comunista ynuestros aliados,

    Orlando de Sola hizo memoria: era aquel oficial de inteligenciaque unos años antes, cuando la guerrilla secuestró a uno desus tíos, le había dado cierta información sobre los posiblessecuestradores. “¿Qué hace por aquí, capitán?”, le preguntó.Roberto d’Aubuisson no le dijo que ya había ascendido a

    mayor. “He pedido una cita con la junta directiva, pero par eceque la reunión que tienen va para largo... Lástima, porque yono tengo mucho tiempo y lo que quiero decirles es muyimportante.” Orlando de Sola le pidió que esperara un momentoy luego sugirió a los empresarios que por cortesía se atendieraprimero al “capitán d’Aubuisson”, lo que seguramente sólo lesocuparía unos pocos minutos.

    Pero según los presentes no había ningún “capitánd’Aubuisson” en la agenda, sino un tal ingeniero González. Elmalentendido se aclaró cuando d’Aubuisson les dijo que, enrealidad, él era un mayor retirado y no un capitán, y que el“ingeniero González” era sólo un seudónimo que utilizaba, yseguiría utilizando por años, por motivos de seguridad.

    Una vez invitado a explicar el motivo de su visita, d’Aubuissonhizo un balance de lo que acontecía en el país. El análisis eraclaro, preciso, detallado y específico. Sobre la pizarra de aquelsalón quedó dibujado el organigrama del incipiente FMLN.Mucho de lo que les fue revelado esa mañana acerca de lo queel mayor d’Aubuisson denominaba la conspiración comunista,ni siquiera lo imaginaban los empresarios.

    Por esas mismas fechas, en Santa Fe, en el sur de EstadosUnidos, un equipo de políticos, militares y académicos,coordinados por el general Gordon Summer, redactaba undocumento cuya primera frase era la siguiente: “El continenteamericano se encuentra bajo ataque. América Latina estásiendo penetrada por el poder soviético”. Ese documento, que

    sería publicado un año después bajo el expresivo título de “Lasrelaciones interamericanas: escudo de seguridad del NuevoMundo y espada de la proyección del poder global de EstadosUnidos”, se convertiría en la base de un giro dramático en ladoctrina de seguridad norteamericana bajo la presidencia deRonald Reagan.

    El grupo Santa Fe señalaba: “Las políticas iberoamericanas delpresidente Jimmy Carter son la culminación de un proceso deacomodamiento, por medio del cual América Latina es excluidadel interés estratégico de Estados Unidos, y los regímeneslatinoamericanos independientes son abandonados frente a losataques por parte del movimiento comunista internacional”.

    “El Salvador y otras naciones centroamericanas —

    puntualizaba— están ahora amenazadas por guerrillasrevolucionarias. Mientras tanto, el gobierno de Estados Unidoscontinúa con una clara actitud de indiferencia estratégica, a lavez que exige reformas sociales, económicas, agrarias y dederechos humanos, como si incluso la más perfecta resoluciónde estos problemas pudiera detener la expansión colonialcastroide y la subversión, y pudiera resolver las cuestionesestratégicas como un subproducto.”

    Esa concepción coincidía punto por punto con el planteamiento

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    acabábamos de salirde la primera junta degobierno, convencidosde que ese proyecto yano tenía viabilidad. Dehecho, los comunistasrecién iniciábamos el

    viraje de la lucha legala la lucha armada”.Esa noche estaba encasa de uncolaborador, en lacolonia Modelo,cuando d’Aubuissondijo por televisión: “Y elterrorista ese,Dagoberto Gutiérrez,ahora andaclandestino. Peronosotros sabemosexactamente dónde seha ido a esconder...”.

    Para Gutiérrez, curtidoen la lucha opositora,aquello no fueparticularmenteimpactante. Pero sípara el colaboradorque le había dadorefugio y que muy pocotenía que ver en esosnegocios tanpeligrosos. “Fue laprimera vez que vi ad’Aubuisson —dice

    Gutiérrez— y supe queahí nacía un líder, quees quien expresa lapsicología de una partede la sociedad. Porquela oligarquíasalvadoreña decidióhacer la guerra pero nola dirigió. Quienes ladirigieron, de uno y otrolado, fueron lossectores medios a losque pertenecíad’Aubuisson y a los

    que pertenezco yo. Loque d’Aubuisson hizofue crear el primer yúnico instrumentopolítico viable de laderecha fuera de loscuarteles. Lo habíanintentado otros, perohabían fracasado.”

    que d’Aubuisson hizo a los empresarios, y que luego completócon el mapeo de la estructura de la izquierda local, y con elanálisis de cómo esa izquierda había infiltrado ya los sindicatosy las gremiales, el campo, las universidades, la Iglesia, elEjército mismo y prácticamente toda la institucionalidadnacional.

    “Para nosotros aquello fue impresionante —recuerda DeSola— lo que d’Aubuisson proponía, en síntesis, era la alianzaque luego se conocería como Frente Amplio Nacional (FAN) yque después, ya en 1981, se convertiría en la AlianzaRepublicana Nacionalista (ARENA).”

    RUPTURA. Roberto d’Aubuisson (en la fotografía, en una

    celebración familiar acompañado de su hermana María

    Luisa, a la derecha) abandonó el Ejército, dejó el país y dio

    un quiebre a su proyecto de vida.

    Orlando de Sola no recuerda si fue ese mismo día que,estando ahí reunidos en el edificio de la ANEP, vieron desdelas ventanas el avance de una manifestación de calle de unade las organizaciones de la izquierda. “La zona estabaprácticamente sitiada por esa multitud que gritaba consignas y

    agitaba banderas. Nosotros quedamos entrampados.Entonces, d’Aubuisson dijo que si ellos podían manifestarse asíen las calles, por qué nosotros no, y sacó una de esas frasesque condensaban todo un pensamiento: ‘Somos más los quequeremos paz’. Él era muy bueno en eso. Esa frase fue laconsigna de la manifestación que organizamos días después, yque fue todo un éxito.”

    Un salto al vacío

    “Cuando d’Aubuisson sale del Ejército, después del golpe deEstado, es un hombre derrotado”, asegura DagobertoGutiérrez, ex miembro del Partido Comunista y ex comandantede la guerrilla. “Su misión como especialista encontrainsurgencia era garantizar el éxito de la guerra

    preventiva. Es decir: matar al niño en la cuna, antes que sedesarrolle. Eso era lo que ORDEN y ANSESAL tenían quehaber hecho... y que no hicieron, por lo menos noexitosamente. Su tarea era impedir que nosotros nosdesarrolláramos como fuerza político-militar... y nosdesarrollamos; era evitar la guerra... y la guerra estalló. Unavez que la guerra estalla, d’Aubuisson sale sobrando.”

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    -Pero él era un militar...

    -Un militar expulsadodel Ejército. Lo quesucede es que larepresión en losochenta tuvo dospatas: una fuera y otradentro del sistema. Loque fortaleció ad’Aubuisson fue la pataexterna. Ahí fundó suliderazgo. Adentro delsistema él sólo era unoficial más... Lo queexplica el fenómenod’Aubuisson es uncruce excepcionalentre un individuo y lahistoria. De no haberconcurrido todos los

    elementos quecoincidieron en esepreciso momento, eseoficial probablementehubiese sido unhombre común ycorriente… Fue a partirde ese primerprograma en latelevisión que seconvirtió en la cara y lavoz de la derechasalvadoreña.

    Fe de errata: 

    Por error, en la primeraentrega de estereportaje se afirmó envarias ocasiones que elpadre de Robertod’Aubuisson sellamaba Carlos. Enrealidad, su nombreera, también, Robertod’Aubuisson. 

    Igualmente, en lafotografía (abajo)publicada en la página8 de la anterior entregase asegura que uno delos 2 niños retratadoses el que fuerafundador de ARENA,cuando en realidadquienes aparecen sonsus 2 hermanospequeños, los gemelos

    SEGUNDA JUNTA. José Ramón Ávalos (izq.), el coronel

    Majano y José Antonio Morales Erlich en una conferencia

    de prensa en la que rechazaban las acusaciones de

     Amnistía Internacional, que calificaba al gobierno de

    “represor”. 

    En ese contexto, según Gutiérrez, d’Aubuisson se vedesplazado por los oficiales que asumen la dirección de lasoperaciones militares contrainsurgentes en el terreno, y se

    convierte en una especie de “botas virgas”… en otro políticomás. “Lo que d’Aubuisson no entendió y que tampocoentendieron ni sus jefes ni sus maestros anticomunistas de FortGulick y de Taiwán es la dialéctica que implica que a másrepresión más lucha. Si nos atenemos a la lógica de laevolución de las distintas fases del enfrentamiento, resultaevidente que esa batalla la ganamos nosotros. Y uno de losresponsables de esa gran derrota fue precisamented’Aubuisson”, finaliza Gutiérrez.

    Lo que Dagoberto Gutiérrez no sabe es que si d’Aubuisson sesentía derrotado aquella amarga noche del 22 de octubre, encasa de los Angulo, no era precisamente porque él hubiera sidonegligente en su misión, sino porque sus jefes militares se

    habían negado a seguir sus recomendaciones. El ahoracoronel retirado Ricardo Arango Macay, que en calidad deteniente fue subalterno de d’Aubuisson en ANSESAL, lorecuerda enteramente entregado a su trabajo desistematización y análisis de la información de inteligencia.

    INESTABILIDAD. Los sucesivos gobiernos que siguieron al

    golpe de Estado de 1979 navegaron entre sus diferencias

    internas y la creciente actividad guerrillera. En la imagen, un

    ataque a buses públicos, en febrero de 1982.

    “El mayor d’Aubuisson era capaz de sentarse en su escritorio atrabajar desde las 6 de la tarde hasta las 4 de la madrugada sin

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    María Luisa (a laizquierda) y Carlos.

    Por último, RicardoSalazar d’Aubuisson noera tío de Robertod’Aubuisson, sino suprimo hermano.Rogamos disculpas porla confusión.

    El embajador White ylos demócratascristianos decían tenerpruebas que implicabana d’Aubuisson en uncomplot golpista y en elasesinato de MonseñorRomero. “Si se le liberanos retiramos delgobierno”, llegó aamenazar Adolfo ReyPrendes.

    El decreto n.º 153 

    Considerando:

    I.- Que de conformidadal número III delprograma deemergencia, contenidoen la proclama de laFuerza Armada de

    fecha 15 de octubre de1979, se impuso comolineamiento “adoptarmedidas queconduzcan a unadistribución equitativade la riqueza nacional,incrementando almismo tiempo, enforma acelerada, el

    parar, fumando y tomando café en cantidades industriales,totalmente concentrado en su tarea. Y a la hora de los hechosno se echaba para atrás. A mediados de 1978, tuvimos noticiasde una importante casa de seguridad de la guerrilla, en SanMiguel. A mí me tocó ir al frente de la unidad de choque. Elmayor d’Aubuisson era el jefe de la operación. Cuando entré ala casa, el enemigo abrió fuego y caí herido. Mi sorpresa fue

    cuando el mayor, que no tenía por qué estar dentro de la casa,porque él era el mando, me cargó y me sacó de la línea defuego.”

    Según el coronel Arango Macay, lo que sucede es que se hasobredimensionado la naturaleza del trabajo de ANSESAL: “Lainteligencia investiga, desenmascara y expresa al mando unasituación determinada, pero no define la respuesta. Además, elmayor nunca fue el jefe de ANSESAL. Nunca estuvo en sumano determinar la estrategia global contra la subversión. Paraeso hay en la Fuerza Armada una cadena de mando, unaestricta jerarquía. De modo que en ese aspecto no es correctoatribuir a d’Aubuisson los posibles errores de conducción”.

    Carlos d’Aubuisson, hermano del mayor, recuerda al respecto

    una circunstancia significativa. Según él, a mediados de 1979ustamente, exasperado ante el burocratismo y la falta deenergía del mando de ANSESAL, ejercido entonces por elcoronel José Santibáñez, d’Aubuisson habría tomado ladecisión de presentar por su propia iniciativa un informe alpresidente, general Carlos Humberto Romero.

    REGIÓN EN LLAMAS. En El Salvador, en Nicaragua... el

    progresivo desarrollo, en los setenta, de grupos guerrilleros

    con entrenamiento cada vez más especializado y

    financiamiento externo iba a condicionar la década que

    comenzaba.

    Ese documento contenía todo el mapeo detallado de los planesy de la estructura de la izquierda armada en ese momento:nombres legales, seudónimos, cargos, zonas de operación,

    locales de reunión y casas de seguridad, incluyendo la rutinade movimientos de muchos de sus jefes. “Roberto sostenía quela guerrilla estaría en condiciones de lanzar una ofensivageneral en pocos meses, en condiciones de ventaja. Según él,era imperativo tomar una decisión urgente. Su plan consistía enla ejecución de un golpe repentino y masivo que,desarticulando la jefatura y los cuadros intermedios,descalabrara de una vez por todas la conspiración izquierdista.”

    Según Don Carlos, el general Romero se sentía en ese

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    producto territorialbruto”, adoptandocomo instrumento parael logro de este fin, lacreación de las basesfirmes para iniciar unproceso de reforma

    agraria, garantizando elderecho de propiedadprivada en funciónsocial;

    II.- Que la actual ley decreación del InstitutoSalvadoreño deTransformación Agrariano responde al clamorde las mayoríasdesposeídas en elpaís, al crearseúnicamente polos de

    privilegio, encontraposición a losobjetivos de unverdadero desarrolloeconómico, social ypolítico; (...)

    (...) Art. 2.- Para losefectos de la presenteley se entenderá porreforma agraria latransformación de laestructura agraria delpaís y la incorporación

    de su población rural aldesarrollo económico,social y político de lanación mediante lasustitución del sistemalatifundista por unsistema justo depropiedad, tenencia yexploración de la tierra,basado en la equitativadistribución de lamisma, la adecuadaorganización delcrédito y la asistenciaintegral para los

    productores del campo,a fin de que la tierraconstituya para elhombre que la trabajabase de su estabilidadeconómica,fundamento de suprogresivo bienestarsocial y garantía de su

    momento tan aislado y presionado que no se atrevió a poner enpráctica tal recomendación. Roberto d’Aubuisson habría salidototalmente frustrado de esa reunión. Sería por esas fechas que,no sintiéndose apoyado por la jefatura militar, habría iniciadolos primeros contactos con la derecha civil, ya desesperadatambién por la ausencia de un liderazgo firme en el Gobierno yla Fuerza Armada. Y se había lanzado también a la luz pública,

    dando su rostro, públicamente, a una iniciativa que no teníaforma todavía.

    “Me impresionó desde ese primer programa en la televisión”,comenta Ricardo “el Gringo” Valdivieso. “Pedí a unos amigosque me lo presentaran, y fue así como me llevaron a unareunión con él. Lo escuché fascinado, y al final le comenté quesólo una cosa no me parecía: entendía lo que él rechazaba, ycoincidíamos en eso, pero no me quedaba claro qué era lo queproponía. Nos vimos a la mañana siguiente y, ya ve usted, mequedé desde ese día hasta su muerte junto a él en la lucha.”

    -¿Ese día le explicó d’Aubuisson a usted qué era lo queproponía?

    -No, ese día comprendí que él, al asumir el liderazgo, habíadado un gran salto al vacío. Él sabía perfectamente contra quéy contra quién había que luchar, pero esa lucha no tenía unameta definida. Había mucha gente proponiendo cosas distintasy él estaba en el centro de todo eso, bastante presionado yademás perseguido por sus adversarios. Yo había regresadohacía muy poco de los Estados Unidos, donde había estudiadodesde la infancia. Me había graduado como biólogo y habíasido paracaidista militar. Por ese tiempo me había dedicado alabores agrícolas en Atiquizaya y cuando el golpe de octubresentí que me habían robado mis derechos de ciudadano, queno había constitucionalidad.

    -¿Cuál era su posición personal frente a tantas propuestas en

    el entorno de d’Aubuisson?-Mi familia, y luego mi formación académica en los EstadosUnidos, me enseñaron los valores liberales. Eso es lo que yohabía aprendido y lo que anhelaba para mi país: el ejercicio delliberalismo como una doctrina de límite del poder.

    -¿Nada que ver con el fascismo o con el nazismo, entonces?

    -Absolutamente nada que ver. Eso favorece las nocionesestatizantes y yo más bien propugnaba lo contrario: laeconomía libre, el estímulo al esfuerzo individual y lapreeminencia de la sociedad frente al Estado. El Mayord’Aubuisson tampoco tuvo nunca la menor simpatía por elfascismo o el nazismo. Esa es otra de las patrañas que

    nuestros adversarios inventaron y que no se sustentan enningún dato objetivo.

    -Pero usted mismo reconoce que d’Aubuisson no tenía unproyecto estratégico para la nación…

    -Y así era. En ese momento predominaba el “anti” y no el “pro”.Era natural por la polarización del país y por lo cruenta que erala lucha. Roberto era un líder en formación y su pensamientopolítico estaba formándose, aunque en circunstancias nada

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    libertad y dignidad.(...)

    Ley Básica de laReforma Agraria, 5 demarzo de 1980

    Doña Yolandarecuerda: “Algunos ledecían a Roberto quehabía que rescatar alPartido de ConciliaciónNacional, que quedódestartalado tras elgolpe. Pero a él esaopción no le gustaba:‘Es más fácil parir unhijo que revivir undifunto’”, decía. 

    PRÓXIMA ENTREGA:

    La fundación de unabandera

    La gestación de unideario, los primerospasos de ARENA y lanueva vida pública ded’Aubuisson.

    Una pistola para “el

    Ojudo” Angulo 

    Desde el exilio,

    Roberto d’Aubuissonenviaba programas dedenuncia a latelevisión. A vecesesos videos eranenviados en avionetasprestadas por amigos,a veces los traíaFernando Sagrera. “Elprograma se anunciabapara las 7 de la noche,y eran las ya las 6:30 yyo venía apenascruzando la frontera enuna moto Suzuki 1,000.De modo que muchosde los programas quese anunciaban para las7 de la noche veníansaliendo a las 9. Perode todos modos lagente los veía y laespera hastaacrecentaba elimpacto”, cuenta

    propicias. El activismo y los enormes riesgos no dejabanmucho tiempo para la reflexión. Y sin embargo, al final, Robertod’Aubuisson pudo desarrollar y concretar su pensamiento ydejar a nuestro país un legado cuyas dimensiones aún novislumbran aún ni siquiera muchos areneros.

    Entre filas enemigas

     APOYO EXTERIOR. El embajador estadounidense Robert

    White (a la izquierda) firma un convenio de ayuda conrepresentantes de la segunda junta de gobierno, entre ellos

    el coronel Jaime Abdul Gutiérrez (a su lado).

    “A principios de 1980 teníamos contactos en los cuarteles —cuenta Fernando Sagrera—. Ellos nos indicaban cuándo ydónde iban a operar. Nosotros aprovechábamos y nosmovíamos paralelamente, pero sin mezclarnos. Éramos muypocos entonces: Antonio Cornejo Arango, Ricardo Valdivieso,Ernesto Panamá, d’Aubuisson y yo. El combate entre elEjército y la guerrilla se trababa por allí, digamos, y nosotros, alladito, andábamos organizando a los campesinos. La obsesiónde d"Aubuisson era reorganizar a todos los que habían sidomiembros de ORDEN. Había que recontactar a toda esa gente

    y hacerle sentir que no estaban solos.”-¿Por qué ORDEN precisamente?

    -Porque esa organización había llegado a tener más de 100 milmiembros que conocían y admiraban a Roberto. Esa tenía queser la base de nuestro movimiento, gente del pueblo, gentehumilde. Y esa es la base de ARENA justamente... En estepaís, ¿cuántos ricos hay?... Haga la cuenta y verá que nopasan de 100... ¿Dígame, entonces, de dónde salen los1,200,000 votos que tiene ARENA?

    -¿Roberto d’Aubuisson participaba personalmente en esoscontactos?

    -Es que era él quien conocía a la gente y el terreno... Recuerdeque había sido oficial de la Guardia Nacional, instructor y jefede línea desde que salió de la Escuela Militar, y quecombatiendo a la delincuencia común y a la subversión sehabía recorrido ya todo el país, municipio por municipio ycaserío por caserío... No es cosa de que él iba con nosotros,más bien era él quien nos llevaba, ¿me entiende?

    -¿Iban armados en esos viajes?

    -Por supuesto. Atravesábamos zonas que ya estaban

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    Fernando Sagrera.

    Un día de esos,Ernesto “el Ojudo”

     Angulo, hoy diputadopor ARENA, se graduópor fin de bachiller.Estaba feliz por ellogro, pero algo muyprofundo lo ponía triste.“Entendé, hijo —le dijodoña Amada Milla— Roberto andaluchando, tiene ordende captura y quiénsabe en quécondiciones estará elpobre. Ya tendrás tupistola más adelante,tené paciencia.” “ElOjudo” se resignó. Casi

    al anochecer sonó elteléfono. Era elingeniero González,que pedía que en 5minutos exactos leabrieran la cochera dela casa. Pasaron 5minutos. Llegó, abrazóefusivamente al nuevobachiller y le entregósu pistola personal.“Vos cumpliste ypalabra es palabra,cipote ojudo”, le dijo, yse marchó.

    Esa misma noche,Ricardo Valdivieso yRoberto d’Aubuissonse refugiaron en lacasa de la madre delprimero, en la coloniaEscalón. Habían tiradounos colchones en elsuelo y ahí estabanescuchando la radiocuando, como a eso dela 1 de la mañana,d’Aubuisson se

    incorporó de pronto ydijo: “Vámonos,Ricardito, moveterápido; salgamos deaquí inmediatamente”.

    Dicho y hecho. Quinceminutos después de susalida intempestiva, undesproporcionado

    controladas por la guerrilla, organizábamos entre las filasenemigas, pues. Claro, hacíamos trabajo previo de inteligenciay en cada lugar íbamos dejando tres o cuatro campesinosorganizados que, a su vez, organizaban a otros en secreto y ariesgo de sus vidas. La nuestra era una típica organizacióncelular y en cadena, muy parecida a la utilizada en lasestructuras clandestinas de la izquierda.

    GUATEMALA. Roberto d’Aubuisson y su familia, junto a la

    de Ricardo Valdivieso, a punto de pasar la noche al raso en

    la región de Izabal, en Guatemala, donde juntos habían

    arrendado una finca para sembrar arroz y trabajaron el

    cultivo sin suerte.

    -Pero también hicieron ese trabajo en los cuarteles, ¿no?

    -Y en las fábricas, los barrios, las universidades, en todoslados...

    -¿Se plantearon ustedes en ese tiempo la posibilidad de uncontragolpe de Estado?

    -No.

    -Pero por esos días el coronel Majano insistía públicamente enque eso es lo que ustedes estaban fraguando.

    -Eso es lo menos que decían nuestros enemigos como pretextopara neutralizarnos… ¿De qué no nos acusaron?

    -Sin embargo, hay gente que estuvo muy cerca de ustedes enese tiempo y que asegura, sin dudarlo, que sí hubo planes degolpe Estado.

    -Lo que pasa es que sí es cierto que hubo quienes plantearonesa posibilidad. Incluso quienes se aferraban sólo a eso. Pero

    el Mayor no estaba de acuerdo. Él decía que ése no era elcamino, porque era volver a la tradición de un golpe tras otro.Él pensaba que el camino era la organización política, y laconstitucionalidad que en ese momento había dejado de existir.Incluso, algunos amigos que nos habían apoyado al principio,comenzaron a alejarse precisamente porque él no apoyaba latesis del contragolpe.

    -¿Y qué es lo que estaban haciendo en la finca San Luis, aquél7 de mayo de 1980, cuando los capturaron bajo la acusaciónde estar maquinando precisamente un golpe de Estado?

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    operativo militar rodeóla zona. Entraron por lafuerza en la casa de lamadre de Valdivieso yregistraron hastadebajo de los ladrillos.

    x

    -Mire, sobre lo que pasó ahí se han dicho muchas mentiras. Elcoronel Majano, los demócratas cristianos y el embajadorRobert White se inventaron toda una novela paradesacreditarnos, pero sobre todo para echar una cortina dehumo sobre la atrocidad que quisieron hacer con nosotros esedía y que, casi por casualidad, no les salió. Yo estuve allí y sé

    lo que pasó. Y se lo voy a contar.

    tortura en La cárcel

     Amarrado de manos y pies y con los ojos vendados, el mayorRoberto d’Aubuisson soportó la lluvia de golpes que con unasvarillas de hierro le asestó en las plantas de los pies un oficialdel Ejército en una celda del cuartel San Carlos. Pero noaceptó hacerse cargo de ninguna de las acusaciones que lef ormulaban, ni entregó la información que se le exigía. “Robertonunca quiso hacer público eso, aunque el pobre pasó muchotiempo con sus pies horriblemente maltratados. Tampoco tomórevancha de sus torturadores, porque sabía que estabancumpliendo órdenes y porque él nunca fue un hombre deodios”, comenta doña Yolanda Munguía, que entonces era

    esposa de d’Aubuisson. Lo habían capturado el 7 de mayo, enla finca San Luis, ubicada en la salida de Santa Tecla.

    -Aprovechando que era el Día del Soldado, Roberto convocó aunos amigos civiles y militares para celebrar. Yo mismo fui enuna avioneta privada a traer a dos oficiales que estaban en LaUnión —cuenta Fernando Sagrera.

    -¿Sólo para celebrar se reunieron, don Fernando?

    -Bueno... en esas circunstancias, ¿cómo no íbamos a platicarde los problemas del país y de nuestro proyecto? Eso es muynatural, creo yo. Éramos como 25 los que habíamos llegado, yallí estábamos echándonos unos tragos y platicando cuando,

    como a eso de las 6 de la tarde, los militares irrumpieron en lafinca y nos pusieron manos arriba, contra las paredes. Elloseran casi 200. Quién iba al mando era el capitán RodríguezSosa.

    -¿Por qué tal despliegue de fuerza?

    -Los mismos oficiales estaban desconcertados por eso. Leshabían dicho que en la finca estaba un gran contingente deguerrilleros preparando un ataque. Cuando vieron que sóloéramos unos civiles y algunos oficiales, comenzaron a discutirentre ellos. En eso estaban cuando llegó una unidad especialdel cuartel San Carlos, bajo el mando del capitán León Linares.Eran como 25 hombres pintarrajeados y con pasamontañas. Laorden que el coronel Majano le había dado al capitán Linares

    era la de simular un enfrentamiento y ejecutarnos a todos.

    -¿Cómo sabe usted eso?

    -Porque un ex oficial somocista que andaba allí con ellos, comoasesor o algo así, le decía a cada rato a Linares que ya nosmataran: “Apurémonos —le decía— hay que darles mecharápido a estos hijueputas”... Cuando d’Aubuisson oyó eso y sedio cuenta cuál era la intención, se volteó y le dijo a Linares: “Elproblema es conmigo, capitán. Esta gente es inocente. Si hay

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    orden de matarme cúmplala, tenga huevos, pero hágalo ustedmismo”... Hasta ahí “el Chele” d’Aubuisson había sido mi chero,pero en ese momento fue cuando lo vi como un verdaderolíder.

    -¿Y por qué no procedieron con la ejecución?

    -Es que hubo una descoordinación entre ellos. Porque el planera que, una vez realizado el aniquilamiento, un teniente deapellido Interiano, que no estaba en la jugada, sería enviadopara reconocer los cadáveres. Pero, o el capitán Linares llegómuy tarde o el teniente Interiano llegó muy temprano. El casoes que cuando Interiano vio que no había muertos y se diocuenta de lo que pasaba, dijo: “Aquí nadie se muere, mi mayord’Aubuisson, eso se lo garantizo yo”. Entonces, Linares secomunicó por radio con Majano. Por lo que pudimos entender,Majano insistía en que nos mataran, y Linares le respondía queya no se podía.

    -¿Qué pasó después?

    -Nos subieron en un camión y nos dijeron que nos llevaban al

    cuartel San Carlos. El teniente Carlos Morales Estupinián,d’Aubuisson y yo quedamos juntos. Ya eran como las 7 de lanoche cuando salimos rumbo a San Salvador.

    -¿Iban esposados o amarrados de alguna manera?

    -No, porque con nosotros andaban más de 10 oficiales, y loscaptores decidieron guardar las formas... Pero sólo las formas,porque el camión dobló en la carretera que va para el puerto deLa Libertad... “Estos a matarnos van”, le dije a MoralesEstupinián. “Mirá —me dijo él— agarrá al soldado que va cercade vos, quitale el fusil y yo me encargo del otro... Ya de ahívemos a cómo nos toca...” En esas estábamos cuado se noscruza un camión con militares enviados por el entonces mayor

    Domingo Monterrosa, y le mandaron alto al camión en queíbamos. Fueron ellos los que obligaron a nuestros captores aregresar para el San Carlos. Ellos nos salvaron y nosescoltaron hasta el cuartel.

    -¿El aparecimiento de esos otros militares fue casual?

    -Para nada. Unos de los invitados a la finca habían salido acomprar unas pupusas cuando nos “cayeron”. Ellos se dieroncuenta de lo que pasaba y comenzaron a llamar a nuestrosamigos en los cuarteles. Monterrosa, que era chero del alma ded’Aubuisson, mandó a su gente precisamente para garantizarque no nos mataran... Es más, también de otros cuartelescomandados por amigos nuestros salió tropa con la intenciónde liberarnos a balazos si era necesario.

    -¿Qué pasó en el San Carlos?

    -Allí nos tuvieron encerrados 3 días. Recuerde usted que nosacusaban nada menos que de sedición y traición a la patria. Ad’Aubuisson lo separaron de nosotros. Yo estaba junto a

     Antonio Arango, Ricardo Valdivieso y Roberto Muyshondt enuna celda. Desde una reja vi pasar al coronel Majanodisfrazado con una peluca, después pasó el embajador White.Creo que ahí supieron lo de las tropas que venían en nuestra

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    ayuda y les entró miedo. Entonces, al tercer día a Roberto lomandaron para la Policía de Hacienda y a nosotros para laPolicía Nacional. Ya la cosa fue distinta, porque allí nostrataron bien. Los policías sabían de nuestra lucha ysimpatizaban con nosotros.

    Una vez alertada de la captura de su esposo, doña Yolanda se

    comunicó con el grupo de mujeres que apoyaba a d’Aubuissony que se agrupaba bajo el nombre de Frente Femenino. Mástardaron las mujeres en saber la noticia que en organizar unafuribunda protesta frente a la residencia del embajadorestadounidense Robert White, a quien acusaban de ser amigode los comunistas y le exigían regresar a su país. Toda lanoche del 7 de mayo y parte de la mañana siguiente estuvieronlas mujeres gritando consignas frente a la residencia de White,a quien impedían salir de su casa con un microbús volkswagenatravesado en el portón.

    El embajador, a su vez, estaba furioso contra lo que llamaba laultraderecha agrupada en el FAN, contra las manifestantes y,principalmente, contra d’Aubuisson, a quien más tarde llamaría“asesino patológico”.

    Para poder salir de su casa, el embajador tuvo que ordenar alos marines de su seguridad que dispersaran la protesta congases lacrimógenos, y con su camioneta blindada embistió elmicrobús que le impedía el paso y salió por fin rumbo a laembajada. “Ese carrito era el único que teníamos y me lodejaron inservible”, dice doña Yolanda. “Los de la embajadaamericana no saben que me deben un carro.”

    La liberación

    El 9 de mayo, 2 días después de la captura, casi 500 jefes yoficiales del Ejército Nacional se reunieron de emergencia en elauditorio del Centro de Estudios de la Fuerza Armada (CEFA).En el fondo, el objeto de la asamblea era el malestar por la

    captura de d’Aubuisson y sus compañeros, pero el asunto nofue abordado de manera directa. “Lo que ahí se discutió — recuerda el coronel Ricardo Arango Macay— fue la situaciónanómala que para nosotros implicaba que, siendo la junta degobierno un ente colectivo, no quedaba claro quién eraefectivamente el comandante general de las Fuerzas Armadas.Eso era una especie de vacío institucional que nosotros, portradición y por formación, no podíamos ni entender ni seguirtolerando.”

    -¿Entonces, la discusión se centró sobre la designación del

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    comandante en jefe?

    -Exacto. Más claramente si esa designación recaía en elcoronel Adolfo Majano o en el coronel Abdul Gutiérrez.

    -¿No se habló para nada del caso d’Aubuisson?

    -Hubo algunas expresiones de malestar por la forma en que sehabía realizado la detención, con exceso de fuerza y hasta conpasamontañas. Todo eso era bastante irregular. Recuerde queademás de d’Aubuisson, en la finca estaban otros oficiales... sihabía algún problema con ellos bastaba con citarlosperentoriamente al Estado Mayor.

    -¿Fue muy tensa la discusión?

    -No particularmente. Nosotros somos profesionales formadosen una disciplina y unas reglas muy estrictas. Lo más graveque sucedió es que cuando algún oficial pidió la palabra paraalegar a favor del coronel Majano, algunos gritaron cosascomo: “Que se calle ese comunista”. Eso fue lo más grave,pero todo mundo fue llamado al orden y la cosa se controló

    inmediatamente.

    -¿Hubo una votación?

    -Sí, en efecto, votamos. El resultado fue aproximadamente deun 75% a favor del coronel Gutiérrez.

    -¿Eso implicaba que el coronel Majano saliera del gobierno?

    -No. Eso no se consideró. De hecho, él continuó en la junta.

    -¿Cree que ese 75% podría considerarse también un apoyo ad’Aubuisson?

    -Pero no fue eso lo que se votó. Yo creo que en ese momentoel mayor d’Aubuisson tenía la simpatía de un 85% de los jefesy oficiales, y hasta de un 95% entre la tropa. Esa es mi opinión.

    Ni el embajador White ni los demócratas cristianos estabandispuestos a aceptar que d’Aubuisson fuera liberado. Alegabanque armas y documentos encontrados en la finca San Luisprobaban su complicidad en el presunto complot golpista y enel magnicidio de Monseñor Romero, ocurrido un mes y medioantes. “Si se le libera, nosotros nos retiramos del gobierno”,amenazó Adolfo Rey Prendes, uno de los jerarcas de laDemocracia Cristiana.

    Pero el juez militar asignado al caso no encontró pruebascontra los detenidos, y el coronel Abdul Gutiérrez firmó la orden

    de libertad el día 13 de mayo. El mayor d’Aubuisson y susamigos salieron directo a una reunión de agradecimiento a lasseñoras del Frente Femenino. Inmediatamente después,d’Aubuisson y Fernando Sagrera salieron los dos solos rumboa Guatemala, en una vieja camioneta amarilla marca ScoutInternacional, que un amigo les había facilitado.

    El Exilio

     A principios de junio de 1980, uno de los hombres más ricos de

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    El Salvador abordó un vuelo de Miami a Guatemala. No bienllegó a su destino se dirigió presuroso al hotel Dorado

     Americana. Sabía que allí se reunían algunos empresariossalvadoreños que, acosados por las guerrillas y descontentoscon las políticas de la junta de gobierno, se habían establecidoen ese país. Otros tantos se habían movido hacia los EstadosUnidos.

    Encontró a sus amigos en una de las terrazas aledañas a lapiscina. Como siempre, comentaban la situación del país yproponían medidas a tomar. Pero cada cabeza era un mundo yno había consenso en el rumbo a seguir. Muchos de elloshabían perdido hasta el noventa por ciento de su patrimoniocon la reforma agraria, en curso desde el mes de marzo, y lanacionalización de la banca y del comercio exterior. Algunosestaban obsesionados con la idea de un contragolpe deEstado; otros se inclinaban tan sólo por la remota posibilidadde revertir las reformas a fuerza de presiones y chantajes.Finalmente, más de algún insensato proclamaba que el caminoera mandar a matar al mayor número posible de comunistas.En suma, todos aquellos hombres de negocios constituían algoparecido a un grupo de generales que al calor de los tragos

    planificaban fabulosas batallas, pero sin contar con soldados asu disposición.

    El hombre se sentó junto a unos amigos y pidió un doble dewhisky. Entre aquellos poderosos empresarios había uno queno lo era: Roberto d’Aubuisson, que estaba en otra mesa consus allegados más cercanos. El hombre recién llegado deMiami gritó de pronto, para que todos los presentes lo oyeran:“Ahora va a saber Napoleón Duarte quién soy yo”. Y comoquien empuña un arma ya dispuesto al combate, echó mano asu ataché, sacó la chequera y firmo un cheque por una sumamás que considerable.

    -Mayor d’Aubuisson —volvió a gritar de mesa a mesa, agitando

    en alto el cheque— aquí hay una contribución para su lucha.Roberto d’Aubuisson no se inmutó. Echado hacia atrás en susilla sonrió irónicamente y le respondió también en tono alto,también para que todos los presentes escucharan:

    -Mirá… cambiá todo ese dineral por billetes de a peso, luegolos hacés rollito y después te los metés donde mejor te quepan,pendejo.

    El hombre era uno más de los que d’Aubuisson había llamado“LC” (lameculos) en uno de sus programas televisivos. Antesde que Napoleón Duarte anunciara las reformas económicas,algunos empresarios le habían ido a pedir garantías para susnegocios e inversiones. Duarte, según ellos, los había

    engañado al ofrecerles garantías que después no cumplió.

    -Ahora que te afectan tu propia bolsa venís a ofrecer ayudapara la lucha— siguió d’Aubuisson—, ¿dónde estabas cuandola comenzamos, cuando estábamos presos y sólo las mujeressacaron la cara por nosotros? ¿Estabas negociando conDuarte?... Que te quede claro a vos y a todos que yo lucho porEl Salvador, y que no soy empleado de ningún burro cargadode pisto, ¿me entendiste bien, pendejo?

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    El mensaje quedó claro para todos. “La nuestra no fue unalucha para salvarle el capital a los ricos. Fue por la patria enpeligro. Necesitábamos el apoyo de todos los nacionalistas sinexcepción, pero ante todo estaban los principios, y Roberto eramuy claro en eso. Nunca fue un instrumento de nadie y jamásse dejó manipular ni chantajear. Quienes lo intentaron salieronsiempre mal parados, porque a Roberto nunca le tembló la voz

    ni la mano para mandar al carajo a quien quiso pasarse de vivoaprovechándose de tener dinero o poder militar o político”, dice   Antonio Arango.

    En la saga de Roberto d’Aubuisson se habla mucho del famosoGrupo Miami, un círculo de magnates salvadoreños quehabrían hecho correr ríos de dólares en apoyo a su lucha. “¿ElGrupo Miami?”, se asombra Fernando Sagrera, mientrasencoge los hombros con una mueca irónica. “Esos señoresmuy bien, gracias… pero allá en Miami. Nada que ver connuestra lucha. Si usted supiera las penurias económicas y detodo tipo que pasamos en Guatemala, no me hablaría de eso…¿Cuáles ríos de dinero, si incluso para la subsistencia personalteníamos serios problemas? Roberto vivía en un departamentoque le prestaba Eduardo Lemus O’byrne, quien era su primo

    lejano.”

     Al igual que Fernando Sagrera, Antonio Arango, RicardoValdivieso, Ernesto Panamá y otros, d’Aubuisson se habíallevado a su familia al exilio, y tenía que enfrentar los gastosque ello implicaba. “Ya sin el sueldo de Roberto no teníamosnada —recuerda doña Yolanda—, vivíamos de la ayuda que mipapá nos mandaba. Al principio a Roberto no le agradaba elclima político de los salvadoreños en Guatemala y sedecepcionó bastante.”

    “Fue un bajón de ánimo”, admite Fernando Sagrera. “Todosestábamos preocupados por los problemas económicos y deseguridad de nuestras familias, y un poco desilusionados por la

    falta de apoyo real a nuestra lucha. Incluso éramos ilegales…bueno, lo fuimos hasta que por medio de un amigo, LuisMendizábal, dueño de la boutique Emilio’s, nos contactamoscon el general Chupina. Él nos documentó con carnés deoficiales de la Policía. Eso nos facilitaba la movilización.También nos apoyó con contactos Mario Sandoval Alarcón,fundador del Partido Nacional de Liberación (PNL) deGuatemala. ”

    -¿Roberto d’Aubuisson no era el jefe único de toda la derechaen ese momento?

    -Él tenía la base en El Salvador, pero en Guatemala era otrocantar. La jefatura tuvo que ganársela. En realidad estábamostodos un poco confundidos sobre lo que había que hacer. Los

    más cercanos en ese momento nos reuníamos para discutirlo yle dábamos vueltas y vueltas al asunto. La idea de pasar delFrente Amplio Nacionalista a un partido político aún no nacía.

    Excepto d’Aubuisson, que era un militar sin trabajo, los otrosdel grupo tenían algunas comodidades económicas, pero lalucha y la sobrevivencia cotidiana requerían fondos y losahorros mermaban escandalosamente. Fernando Sagrera tuvoque regresar unos meses a El Salvador para regar algodonalescon su avioneta, y para preparar las condiciones logísticas de

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    los ingresos clandestinos de d’Aubuisson al país. RicardoValdivieso, Antonio Arango y Mauricio Ariz se asociaron,pusieron 15 mil dólares cada uno y abrieron cinco pequeñastiendas de 24 horas llamadas Happy Boys. De ahí salíabásicamente el dinero para sostener su lucha.

    ¿La bala o el voto?

    Desde el golpe de Estado habían fracasado ya dos grupos deciviles incorporados al Gobierno. Los primeros, encabezadospor Guillermo Manuel Ungo, e inclinados hacia la socialdemocracia, habían resistido dos meses y medio. Lossegundos, bajo el liderazgo de Rubén Zamora y Héctor DadaHirezi, del ala izquierda de la Democracia Cristiana, apenasmes y medio. También el coronel liberal Adolfo Majano habíasido desplazado. En la tercera junta de gobierno se mantenía elcoronel conservador Abdul Gutiérrez, ahora asociado al aladerecha de la Democracia Cristiana. El ingeniero JoséNapoleón Duarte había pasado a ser el hombre clave, sobre labase de un pacto con los militares y del apoyo decisivo departe de los Estados Unidos.

    Duarte decidió proyectar la imagen de un centrista acosado porlas extremas de la izquierda y la derecha. La primerarepresentada por las guerrillas, y la segunda encarnada enRoberto d’Aubuisson. El embajador norteamericano patrocinóese juego. Según White, Duarte representaba la únicaesperanza de salvación nacional y, con su plan de reformas,lograría desactivar el apoyo popular a la insurgencia armada.

    Cuando Guillermo Sol Bang junto a otros empresarios fueron avisitarlo para exponerle su preocupación por el populismoduartista y la seriedad de la amenaza comunista, el embajador,“con sus pies sobre el escritorio y en un tono totalmenteirrespetuoso hacia nosotros —dice don Guillermo— nos dijoque la única amenaza real para el país era la ultraderecha

    d’Aubuissoniana, y que ni nos preocupáramos porque a mástardar en agosto el problema de las guerrillas se iba a resolverpor completo gracias a la reforma agraria… Aquel hombre secomportaba como un procónsul, y ya ve usted el resultado quetuvo su predicción: 10 años de guerra y una reforma agrariaque arruinó por completo la agricultura nacional”.

    Mientras tanto, Antonio Arango y d’Aubuisson habían ingresadoen secreto al país y se dirigieron en un jeep hacia Santa CruzPorríos. Ahí estaba Fernando Sagrera con su avioneta de riegoagrícola. Los tres hombres se reunieron para evaluar lasituación nacional. La guerrilla, según d’Aubuisson, habíacrecido y estaba recibiendo importantes cantidades de armasprovenientes del campo socialista por medio de Nicaragua.Estaba en curso el plan de una ofensiva general y había que

    actuar con rapidez para neutralizar la posibilidad de una victoriainsurgente. Por lo pronto, era necesario que Fernando Sagreraregresara a Guatemala.

     Allá, las discusiones sobre la dirección a seguir continuaban.Doña Yolanda recuerda: “Algunos le decían a Roberto quehabía que rescatar y reorientar al Partido de ConciliaciónNacional (PCN), que había quedado destartalado después delgolpe. Pero a Roberto esa opción no le gustaba. ‘Es más fácilparir un hijo que revivir un difunto’, decía… Entonces yo le dije:

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    ‘Pues no te queda otra que fundar un nuevo partido’”. Antonio Arango y Fernando Sagrera, por el contrario, pensaban que lasalida para el país tenía que ser militar y que no quedaba otraque intentar incidir en la estrategia de la Fuerza Armada.

    -Nosotros andábamos en esa lucha por patriotismo —dice Antonio Arango—, nunca habíamos hecho política y

    desconfiábamos de los políticos. Además, Fernando y yocreíamos que no estábamos maduros como para fundar unpartido. Roberto insistía en que la salida tenía que ser política yya desde entonces mencionaba aquello de que el arma máspoderosa de los hombres libres es el voto.

    -Eran discusiones intensas —dice Fernando Sagrera—. Nosencerrábamos prácticamente el día entero en casa de Antonio

     Arango y nosotros necios que partido no, y d’Aubuisson necioque partido sí. La cosa se ponía tensa a veces y llegábamos alos gritos, pero al final salíamos todos como los amigos queéramos.

    Mientras tanto, Napoleón Duarte les había levantado orden decaptura en El Salvador y, desde el gobierno y con el apoyo de

    Robert White, acusaba a d’Aubuisson y a su grupo de ser losresponsables de la mayoría de los asesinatos políticos. Y lapersecución, el exilio, esa vida a salto de mata y sin una metaespecífica comenzaba a minar la voluntad de quienesrodeaban a Roberto d’Aubuisson. 

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    El grupo del mayor. D’Aubuisson (segundo en el agua) consus amigos. En primer plano, Hugo Barrera y Armando

    Calderón Sol.

    La fundación de unabandera Geovani Galeas, especial para La Prensa Gráfica

    Hacia agosto de 1980,Roberto d’Aubuisson y suscolaboradores más cercanoscomenzaron a sufrir enGuatemala los dolores de un

    parto que sería histórico. Esosdolores se expresaron en unacrisis que anunciaba un golpede timón en la ruta que hastaese momento habían seguido.

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    “¿Dónde viveusted?”, lepreguntó don

    Hugo. “Donde meagarra la noche.Dejé a Yolanda encasa de un amigo.Debo ir por ellosy buscar dondequedarnos.”Don Hugo y doñaCarmen Elena secruzaron unamirada y nonecesitaronpalabras. “Puesquédense aquí".

    Las fotos depersonas queaparecíandecapitadas odespellejadascirculaban en elmundo y, enmuchos casos, lasrelacionaban almayor

    El exilio y cierto estancamiento en el sentido de la batallaemprendida comenzaban a pasar su factura en términos deproblemas económicos, familiares y existenciales. Cada

    miembro del grupo reaccionó a su modo en esascircunstancias.

    La esposa y los hijos de D’Aubuisson estaban escondidos en ElSalvador desde el mes enero, en una finca que su suegro, donJosé Munguía, poseía en Usulután. Ocho meses largos deseparación habían transcurrido, pero lo que más tensionaba almayor era que sabía que sus enemigos pretendían quebrar suvoluntad de lucha mediante el secuestro de alguno de susfamiliares.

    Quienes conocieron a Roberto d’Aubuisson muy de cerca

    coinciden en que era un hombre extraordinario en muchossentidos. Un concentrado de energía pura y polifacético. Segúnellos su condición de líder era natural: combinaba firmeza yflexibilidad, don de mando y afectividad, seriedad en el trabajoy al mismo tiempo un gran sentido de todo lo festivo. Perotambién admiten que era sujeto de pasiones y debilidades, enfin, un hombre.

    En poco tiempo había logrado organizar un vasto movimiento

    http://archive.laprensa.com.sv/20040905/enfoques/enfoques8.asp#Imprimir#Imprimirhttp://archive.laprensa.com.sv/20040905/enfoques/enfoques8.asp#Imprimir#Imprimirhttp://archive.laprensa.com.sv/20040905/enfoques/enfoques8.asp#Enviar#Enviarhttp://archive.laprensa.com.sv/20040905/enfoques/enfoques8.asp#Enviar#Enviarhttp://archive.laprensa.com.sv/20040905/enfoques/enfoques8.asp#Opinar#Opinarhttp://archive.laprensa.com.sv/20040905/enfoques/enfoques8.asp#Opinar#Opinarhttp://archive.laprensa.com.sv/20040905/enfoques/enfoques8.asp#Opinar#Opinarhttp://archive.laprensa.com.sv/20040905/enfoques/enfoques8.asp#Enviar#Enviarhttp://archive.laprensa.com.sv/20040905/enfoques/enfoques8.asp#Imprimir#Imprimir

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    D’Aubuisson.”

    La elección deReagan 

    El gobierno de Reaganpronto se dio cuenta de

    que el Congreso no leotorgaría los fondospara su política enCentroamérica amenos que modificarasu intención de buscaruna salida militar a lacrisis. Enconsecuencia, elsecretario de Estado

     Adjunto para AsuntosInteramericanos,Thomas Enders, sepronunció formalmentedurante un discurso de

    en julio de 1981 por lainstauración de unrégimen de democraciapara El Salvador.

    También se pronuncióa favor de una salida“política” al conflictomediante elestablecimiento de unsistema de eleccionesen que todas lasfuerzas políticaspudieran participar.

    Según Enders, laguerrilla tendría querenunciar al uso de lafuerza paraincorporarse a la nuevademocracia enigualdad decondiciones con lasotras fuerzas políticas.

    Para la Junta deGobierno, laselecciones tambiéntendrían una gran

    importancia. Por unaparte, los golpistas deoctubre de 1979habían prometidoconvocar a eleccioneslo antes posible. Porotra, los demócratacristianos, la principalfuerza políticarepresentada en el

    anticomunista, el FAN, y le había impreso su sello y su ritmopersonal a la derecha salvadoreña, pero a esas alturas seguíasin meta definida.

    En realidad, ninguno de los de su grupo sabía a ciencia ciertahacia dónde se dirigían concretamente, y todos comenzaron a

    desesperarse.

    En el mes de septiembre, personeros de la Liga AnticomunistaMundial le organizaron a D’Aubuisson una gira de contactospor Chile, Argentina y Uruguay. En esos países sería recibidopor militares y políticos derechistas de alto nivel, con quienespodría gestionar importantes apoyos para su causa.

    El viaje por el cono sur fue un éxito en el afianzamiento de lasrelaciones internacionales del movimiento. Lo cual se sumabaal trabajo de lobby que Orlando de Sola, Alfredo Mena Lagos yotros de sus colaboradores habían realizado en Washington enlos meses anteriores, logrando una prometedora aproximacióna prominentes dirigentes de la nueva derecha estadounidense,como Jesse Helms —el influyente senador republicano porCarolina del Norte— y también con agrupaciones privadasconservadoras, como la Fundación Heritage, el ConsejoEstadounidense para la Seguridad Interamericana y el GrupoSanta Fe.

    Pero en esos momentos todo juego político estaba marcadopor la expectativa que generaban las elecciones presidencialesen los Estados Unidos. Un posible triunfo republicanorepresentaba la esperanza para las derechas. Ronald Reaganhabía prometido en su campaña poner fin al expansionismo

    soviético, particularmente en el hemisferio americano.

    Era claro que, para él, al contrario de la idea de Jimmy Carter,lo fundamental para El Salvador era la ayuda militar alGobierno y no las reformas. Y no tenía ninguna intención decondicionar lo uno por lo otro. Su tesis era exactamente lamisma que la de Grupo Santa Fe, es decir, en otras palabras,la misma del mayor D’Aubuisson: El Salvador era un campo debatalla entre el “reino de la libertad” y el “imperio del mal”, ellugar justo donde por fin y de una vez por todas “había quetrazar la línea” en el mapa geopolítico.

    De ser el “asesino patológico”, como lo había llamado elembajador Robert White, y al que la administración Carter lehabía negado incluso la visa de ingreso a los Estados Unidos,Roberto d’Aubuisson pasaría sin duda a ser un paladín de lalucha por la libertad si Ronald Reagan triunfaba… Pero paraeso había que esperar hasta noviembre.

    En El Salvador, mientras tanto, las pugnas al interior de laJunta de Gobierno y de las Fuerzas Armadas continuaban. Y lacoyuntura debilitaba a uno de los más poderosos adversarios

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    Gobierno, se habíanidentificado con