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321 BIOGRAFÍA Y PRODUCCIÓN BIBLIOGRÁFICA DE RAMÓN RODRÍGUEZ PEREA E L U C I D A R I O Biografía y producción bibliográfica de Ramón Rodríguez Perea R E S U M E N S U M M A R Y FRANCISCO JESÚS MARTÍNEZ ASENSIO Hablar de Ramón Rodríguez Perea es hablar de un nuevo descubrimiento en la historia de los personajes de Villanueva del Arzobispo. Nada se había escrito por parte de los cronistas de la existencia de este hombre de letras, que aunque nacido en Cabra del Santo Cristo, realizó en Villanueva la mayor parte de su servicio docen- te, así como gran parte de su labor periodística y literaria. Nacido en 1831 en Cabra del Santo Cristo 1 , siendo aún un muchacho, se traslada a Guadix. Su padre, un industrial granadino, Agustín Rodríguez, se había casado en Cabra con doña Juana de Dios Perea, natural de dicho munici- pio; los asuntos profesionales del padre proba- blemente hacen que la familia se traslade a Guadix, donde Ramón conocerá a la que será su esposa, doña Concepción Rodríguez Rodríguez. En esta localidad nacerán dos de sus hijas, Cán- dida y Torcuata, esta última seguirá los mismos pasos que su padre, dedicándose también a las tareas docentes. La Guía Picatoste de 1898, refi- riéndose a los maestros que imparten docencia en Villanueva, señala como titulares a Ramón, a su hija Torcuata y a Juan de Cárdenas. Otros datos que nos dan una idea más o menos aproximada de su estancia en Villanueva Tal vez sea su dedicación a la Enseñanza lo que le haya valido a este maestro ocupar un puesto digno dentro de nuestra tierra, y particularmente en Villanueva del Arzobispo, lugar éste donde se le quiso de verdad, proponiéndole sus habitantes para la concesión de la medalla de Alfonso XII gracias a los méritos contraídos con su profesión, el magisterio, el cual siempre defendió allá por donde fue. También dirigió com- pañías de teatro infantil, y escribió obras de teatro que se representaron en varios lugares de la geografía provincial. Igualmente colaboró con regularidad en El Pueblo Católico, donde sus escritos eran muy apreciados, sobre todo por el tono intimista e irónico con que los envolvía. Puede decirse que muchos de estos artículos eran pequeñas autobiografías que encerraban siempre alguna lección moral. Perhaps, it is the commitment to Education what has made this teacher to occupy a worthy position in our homeland and particularly, in Villanueva del Arzobispo, where he was really loved. Due to this reason, the inhabitants of this village proposed him for the awarding of the Alfonso XII s medal thanks to the merits contracted with his profession, Teaching, which he defended every where he went. He also directed children s theatre companies and wrote theatre works that were performed in several places of the provincial geography. In the same way, he often took part in the Pueblo Católico (Catholic Village), where his works were really appreciated, mainly due to the intimist tone that he used when writing them. It can be said that most of these articles are short autobiographies that always hide a moral lesson. 1 El Pueblo Católico. 1907. Enero. Dice don Ramón en su artículo que titula UNA BRUJA ENCANTADA: «Han de saber mis queridos lectores, que yo soy hijo de Cabra; pero con mis 75 años no tengo ya edad de choto». Me explicaré: yo soy hijo de Cabra del Santo Cristo. IEG. En la Parroquia de Nuestra Señora de la Expectación, de Cabra del Santo Cristo, en el Libro de Bautismo nº 15, pág. 31, se dice: «Nació a las 6 de la mañana del 9 de Diciembre de 1831». ELUCIDARIO. Nº 1 (Marzo 2006). págs. 321 a 332 Seminario bio-bibliográfico Manuel Caballero Venzalá E

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BIOGRAFÍA Y PRODUCCIÓN BIBLIOGRÁFICA DERAMÓN RODRÍGUEZ PEREA

ELUCIDARIO

Biografía y producción bibliográfica deRamón Rodríguez Perea

R E S U M E N

S U M M A R Y

FRANCISCO JESÚS MARTÍNEZ ASENSIO

Hablar de Ramón Rodríguez Perea es hablarde un nuevo descubrimiento en la historia delos personajes de Villanueva del Arzobispo. Nadase había escrito por parte de los cronistas de laexistencia de este hombre de letras, que aunquenacido en Cabra del Santo Cristo, realizó enVillanueva la mayor parte de su servicio docen-te, así como gran parte de su labor periodística yliteraria.

Nacido en 1831 en Cabra del Santo Cristo1,siendo aún un muchacho, se traslada a Guadix.Su padre, un industrial granadino, AgustínRodríguez, se había casado en Cabra con doñaJuana de Dios Perea, natural de dicho munici-pio; los asuntos profesionales del padre proba-blemente hacen que la familia se traslade aGuadix, donde Ramón conocerá a la que será suesposa, doña Concepción Rodríguez Rodríguez.

En esta localidad nacerán dos de sus hijas, Cán-dida y Torcuata, esta última seguirá los mismospasos que su padre, dedicándose también a lastareas docentes. La Guía Picatoste de 1898, refi-riéndose a los maestros que imparten docenciaen Villanueva, señala como titulares a Ramón,a su hija Torcuata y a Juan de Cárdenas.

Otros datos que nos dan una idea más omenos aproximada de su estancia en Villanueva

Tal vez sea su dedicación a la Enseñanza lo que le haya valido a este maestro ocupar un puesto dignodentro de nuestra tierra, y particularmente en Villanueva del Arzobispo, lugar éste donde se le quiso deverdad, proponiéndole sus habitantes para la concesión de la medalla de Alfonso XII gracias a los méritoscontraídos con su profesión, el magisterio, el cual siempre defendió allá por donde fue. También dirigió com-pañías de teatro infantil, y escribió obras de teatro que se representaron en varios lugares de la geografíaprovincial. Igualmente colaboró con regularidad en El Pueblo Católico, donde sus escritos eran muy apreciados,sobre todo por el tono intimista e irónico con que los envolvía. Puede decirse que muchos de estos artículoseran pequeñas autobiografías que encerraban siempre alguna lección moral.

Perhaps, it is the commitment to Education what has made this teacher to occupy a worthy position inour homeland and particularly, in Villanueva del Arzobispo, where he was really loved. Due to this reason, theinhabitants of this village proposed him for the awarding of the Alfonso XII s medal thanks to the meritscontracted with his profession, Teaching, which he defended every where he went. He also directed childrens theatre companies and wrote theatre works that were performed in several places of the provincial geography.In the same way, he often took part in the Pueblo Católico (Catholic Village), where his works were reallyappreciated, mainly due to the intimist tone that he used when writing them. It can be said that most of thesearticles are short autobiographies that always hide a moral lesson.

1 El Pueblo Católico. 1907. Enero. Dice don Ramón ensu artículo que titula UNA BRUJA ENCANTADA: «Hande saber mis queridos lectores, que yo soy hijo de Cabra;pero con mis 75 años no tengo ya edad de choto». Meexplicaré: yo soy hijo de Cabra del Santo Cristo. IEG.

En la Parroquia de Nuestra Señora de la Expectación,de Cabra del Santo Cristo, en el Libro de Bautismo nº 15,pág. 31, se dice: «Nació a las 6 de la mañana del 9 deDiciembre de 1831».

ELUCIDARIO. Nº 1 (Marzo 2006). págs. 321 a 332

Seminario bio-bibliográfico Manuel Caballero Venzalá

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como maestro los extraemos de unacarta del escritor Nula Grueso; en lamisma se habla de un monjeagustiniano, Miguel Anastasio, na-tural de Villanueva, que fue ase-sinado en Filipinas 1899, a laedad de 36 años, y en que dice:«Miguel recibió la instrucción pri-maria del digno profesor de estavilla Don Ramón RodríguezPerea». Por tanto, de aquí po-demos deducir que nuestromaestro arribó a Villanueva,como poco, a lo largo de ladécada de 1870, quedándoseinstalado definitivamente en elpueblo hasta su muerte.

Aunque querido y admiradoen Villanueva, él nuca perderá elcontacto con el pueblo que lo vio na-cer; como demostración de que esto es así,enviará a un amigo querido su producción tea-tral, para que se represente en dicha localidad.En el número 575 de El Pueblo Católico escribe:

«Dedicado a D. Antonio Jerez y Fernán-dez, vecino de Cabra del Santo Cristo: Miquerido Antonio, al poner el teatro de ac-ción de mis humildes escritos en Cabra delSanto Cristo, nuestro querido y alegre pue-blo, y aún más, dentro de tu misma casa, séque sólo a ti debo dedicarte esta prueba dela amistad que desde la infancia nos unió; sila admites, es un verdadero placer para elamigo que te aprecia».-Ramón.

Escribe, por tanto, lo mismo artículos perio-dísticos que obras de teatro, representándoseéstas en su pueblo natal, como se representanigualmente algunas de ellas en Villanueva. Diri-giéndose a su alumno Nula Grueso, escribe:

«Aun cuando la ocasión no es muyoportuna, no huelga que le recuerde unepisodio de nuestra vida. Tú conoces midrama en dos actos (como que creo quetrabajaste en él cuando niño) que lleva portítulo El hijo del carpintero o efectos de laeducación2».

De entre las obras de teatro que han llegadoa nuestras manos hemos de destacar una come-

dia manuscrita en dos actos y en prosaque lleva por título La Cruz de Bri-

llantes o en La Huerta del Tío Gaspar3.El librito es un cuaderno origi-

nal y en octavo que conservalas tapas y que consta de 24páginas sin numerar; el totalde personajes que participanen la obra es de 8, lo que de-muestra la complejidad dela obra al hacer intervenir atantos actores; hay que ha-cer mención de que no lle-va fecha alguna.

El asunto de esta pieza esbien sencillo; el señorito del

lugar deja preñada a la criadaque lo cuida, para más tarde,

abandonarla a su propia suerte. Lajoven madre, enferma, antes de morir,

deja a la criatura recién nacida en el quicio de lapuerta del Tío Gaspar; y esta familia acogerá a lacriatura como si fuese un hijo propio, creciendoel muchacho al amparo de una familia humildey honrada. Pero con el tiempo, el padre, un au-téntico tarambana, reclamará el derecho que leasiste como progenitor. Para ello recurre a la cruzde brillantes que regaló en su día a la madre delniño, y que ésta dejó entre los pañales de su hijoal depositarlo, poco antes de morir, en la casa deGaspar. La comedia, debido al espíritu religiosoque asiste en todo momento a su autor, terminafelizmente, con un padre que asume todas susculpas pasadas y un hijo que reconoce como ver-daderos padres a aquellos que han cuidado de éldurante su vida. En esta obra, eminentementemoral, se respira el aire propio del caciquismode la época, aunque nuestro autor adopte al fi-nal una postura redentora y de perdón hacia aaquellos que obran mal en la vida.

Ramón Rodríguez Perea, desde Villanueva,nos narra también, a través de la prensa ysiendo ya un hombre metido en la vejez, sus ex-

2 El Pueblo Católico. Enero 1905. Instituto de EstudiosGiennenses.

3 Manuscrito de R. Rodríguez Perea. Ver fotografía.

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periencias juveniles –no olvidemos que en susartículos se da un alto componente autobiográ-fico–:

«Ya era yo Maestro elemental, y estu-diaba el tercero en la Normal de Granada,cuando a propuesta del Sr. Director de aque-lla, nombrome el Presidente General de lasEscuelas dominicales, del tercer distrito delas mujeres; cargo que, aunque gratuito, des-empeñé con sumo gusto hasta que salí deaquella hermosa ciudad. Era la víspera deNochebuena, del año 65, cuando se presen-tó en mi casa un criado de casa grande conuna tarjeta, que decía: La Presidenta Gene-ral y Señoras de la Asociación de las Escue-las dominicales, desean a usted felices Pas-cuas».- Ramona del Pulgar.

Pero la tarjeta no iba sola. Acompañábanleuna gran caja, que contenía una culebra de ma-zapán de Toledo, y un bonito porta-monedas,que albergaba una moneda de cinco duros. Pero

he aquí lo que son las cosas. Aquella noche mereuní con tres compañeros, como yo faltos dealegrías, y convidélos para el día siguiente a unacomida de fiambres, pero de príncipes.

Acudieron con puntualidad exactísima, ynos comimos lo que se puso, incluso la culebrade mazapán; y con el ponche, en que podía na-vegar una barquilla, nos elevamos a 50 gradosReamur. Y ¡pícara condición humana! losReamur nos llevaron a una tonelera, y de allí aotra tonelera del Albaicín, y luego a otra frenteal presidio de Belén, y después a otra, no re-cuerdo dónde. Lo que sí recuerdo es que entra-ba a mi casa a las cuatro de la mañana, llevadopor alguien que no me quería mal.

La intención de las buenas señoras de lasEscuelas Dominicales, fue que mi familia y yopasáramos unas felices Pascuas; pero tiré por otrocamino y torné en tormento la felicidad. A cua-tro quintas partes de los hombres les pasa lomismo. Dios manda a la criatura una tarjeta conla vida, que dice: «El Presidente de la Asocia-ción Universal te desea felices Pascuas». Y a estatarjeta lo acompañan más o menos bienes, parapasarlas regular. Pero los hombres, en devaneosy en cosas perjudiciales al alma y al cuerpo, con-vertimos en desgraciadas las felices Pascuas, y lamanifiesta voluntad de Dios, por nuestra puravoluntad, no se cumple.

Y yo digo: «Ojo, mucho ojo; que si los bie-nes son elementos de salvación, nosotros los con-vertimos en elementos de perdición eterna. Y sila muerte es segura, la salvación…». RamónRodríguez Pera4.

En casi todos los artículos de nuestro maes-tro se observa, en sus conclusiones, una mora-leja; hombre de profundas convicciones religio-sas, sabe que siempre hay tiempo para la re-flexión y rectificación de los malos hábitos, loscuales, en su caso, son motivo de estudio y deenmienda; solucionarlos a través del prisma dela doctrina cristiana será la única fórmula de sal-vación para él.

4 El Pueblo Católico. 1899. Diciembre. Instituto deEstudios Giennenses.

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Pero una de las quejas más comunes queencontramos en sus artículos trata de su profe-sión de maestro de escuela. En aquellos años deldiecinueve y comienzos del siglo veinte, la figu-ra del maestro es una figura ambigua; bien con-siderado en el aspecto social, no lo es tanto en elaspecto económico. Unido indisolublemente ala figura del párroco, del médico, del alcalde…,no obstante, materialmente está más cerca delpueblo llano que de aquellos con los que tal vezmás se relaciona. Son tantas las quejas vertidasen sus artículos en que lucha por salvar la dig-nidad de esta profesión, que me ha sido indis-pensable hacer una parada en este asunto, y darlela voz a nuestro protagonista. En El Pueblo Cató-lico del 29 de Julio de 1899, dice:

«En Julio del 87 se instaló una máqui-na gubernamental para confeccionar jubila-ciones, viudedades y orfandades para losmaestros de escuela y sus pobres familias, yonce años justos han bastado para que a di-cha máquina se le aflojen todos los tornillosy cada pieza salga al escape en direcciónopuesta. Y para que esta máquina puedamarchar unos cuantos años más, se ha pre-sentado una proposición de ley por unoscuantos Diputados, entre los cuales apareceel Sr. Murayte; y yo, el más solo y humildede los profesores que forman el honrado ypaciente Magisterio español, hago saber: Queno quiero ningún beneficio en el que inter-venga el Sr. Murayte, y rechazo sus favorescon la misma indignación que el célebremadrileño rechazó la limosna en nuestra glo-riosa epopeya de la Independencia; cuadroque, representando esta escena, existe ennuestro Museo de Pinturas, y que es cono-cido con el nombre de EL HAMBRE».

En El Pueblo Católico de 1900, leemos otrolamento de D. Ramón que titula «Gritos delMagisterio»:

«Aprended, maestros de mí, lo que vade ayer a hoy: A dos carrillos comí, y ahoracon el pan no doy.

Hoy han pasado muchos años…y al fi-nal de mi vida y mi larga carrera de profe-sor, caigo en cama, porque no tengo cincoduros, ni culebra de mazapán, ni batatas…Yesto se lo debo a un señor Ministro que vie-

ne a arreglar el cotarro del Magisterio. Se-ñor Ministro, muchísimas gracias, que laúltima Navidad del siglo XIX la pasemos tran-sidos de dolor y oyendo el ruido de las man-díbulas de V. E. que come con la mayortranquilidad pavos, pescados… ¡Y aún hayinocentes que se entusiasman, oyendo lavana palabrería de los hombres que han lle-vado a esta infortunada Nación a la ruina, aldesorden y a la vergüenza!».

Vemos, pues, que la vida de nuestro viejomaestro no es un camino sembrado de rosas, yque ante la falta de recursos económicos, y de-bido a la avanzada edad en que se encuentra en1900 –cumple ese año los 69– se nos representetriste el panorama, recordándonos aquella viejafrase que con tanta frecuencia oímos de boca denuestros padres.

Pero la vida, generosa a veces, le tendrá re-servada, como premio por su buen hacer en elmagisterio y en el trato con la gente, una re-compensa. En Febrero de 1907, el corresponsalde El Pueblo Católico escribe:

«Para premiar los importantes serviciosque en favor de la cultura de este pueblo, haprestado el venerable profesor de la primeraescuela pública de niños, hoy jubilado poredad, nuestro leal amigo y muy queridomaestro don Ramón Rodríguez Perea y dar-le una pequeña prueba de gratitud, esteAyuntamiento, con una generosidad queennoblece a todos los individuos que lo com-ponen, ha acordado por unanimidad, con-ceder casa gratuita a dicho profesor, hasta elfin de su vida.

El Sr. Rodríguez Perea fecundo escritorcatólico que siendo pacífico por tempera-mento nunca descasa ni sale vencido en sulucha constante con el error, es hombre deuna conducta intachable, honra del magis-terio español y laboriosísimo en todos con-ceptos. Ha educado en esta villa a más de 30generaciones que hoy le respetan y le quie-ren, pudiendo decir que es en Villanueva loque el ilustre Montero en Jaén; un educa-dor incansable, que ha mantenido cátedraen la escuela con sus enseñanzas, en la pren-sa con sus moralizadores escritos llenos deun perfecto sabor humorístico, en la escena

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con sus bien cortadas producciones, en lacalle con sus buenos y prudentes consejos yen multitud de hogares víctimas de la des-gracia, con sus caritativos dones y consue-los. Enseñando por todos los medios, y máscon la práctica que con la teoría, el Sr. Ro-dríguez ha logrado infundir en los corazo-nes infantiles el amor a la virtud y al traba-jo. Por estas cualidades excepcionales sussuperiores le han dado patentes pruebas deconsideración en varias ocasiones; sus discí-pulos, y conste que tiene muchos en todaslas clases sociales, le amamos cual se mere-ce, y en estos días en que los años y el traba-jo han blanqueado su cabeza y mermado susenergías físicas, cuando la máquina del Es-tado aparta a nuestro amable viejo a queconsagró, con gran éxito, lo mejor de su exis-tencia, para que descanse oficialmente elresto de su vida, este pueblo ha vito con gransatisfacción el acuerdo adoptado por su mu-nicipio».

Ahora parece que a nuestro viejo maestrole vienen buenas las cosas por todos los frentes;un mes justo después de remitida esta carta porel corresponsal de prensa, aparece otra, pero enesta ocasión firmada por D. Ramón, y dirigida asu más querido discípulo Eleuterio Nula Grue-so:

Mi querido amigo y discípulo: No po-déis figuraros tú y todos tus compañeros ydiscípulos míos, lo que os agradezco las ges-tiones que pensais realizar para que el Go-bierno me conceda la Cruz don Alfonso XII;pero os suplico a todos que desistais de talestrabajos, por dos razones muy poderosas: laprimera, porque yo no merezco tal distin-ción, pues para el deber cumplido no haymejor recompensa que la tranquilidad de laconciencia, por practicar lo que juramos alhacernos profesores; y la segunda, porqueel hombre a quien se le han hundido ya todosu cuerpo en el camino de los 76 años, nodebe pensar en otra recompensa que no seala que Dios le dé en la Gloria, no por susméritos, que siempre son pocos, sino por lainfinitas gracias que Jesucristo trajo a la hu-manidad, derramando su sangre en el árbolde la Cruz.

Atended, pues, las razones que os ex-pongo, en la seguridad de que no os agra-

dezco menos esto, que la recompensa mis-ma que pedís para este pobre e inútil viejo.Aprovecho esta ocasión para dar mil graciastambién a la prensa, al Magisterio y a todoslos que se han ocupado de mi humilde per-sona, con motivo del acuerdo de este dignoAyuntamiento, al cual siempre estaré suma-mente agradecido, así como al pueblo deVillanueva que con tanto gusto ha visto lohecho por su Municipio.

Os saluda y aprecia vuestro maestro yamigo.

Ramón Rodríguez Perea5

Esta carta, escrita el 20 de Marzo de 1907, alos 76 años de edad, es una de las últimas pro-ducciones que escribirá este magnífico maestro;a partir de este año el número de artículos queenviará a la prensa será mucho menor. Pero estalabor que realizó durante tanto tiempo, tuvo unaapreciable consideración por parte de los lecto-res de prensa de aquellos años. Como ejemplo,Juan de Dios Negrillo, desde Andújar, escribe:

«Sr. D. Ramón Rodríguez Perea…Yo queno le conozco a usted sino por sus produc-ciones literarias, lo he venido leyendo siem-pre con mucho gusto porque no sólo ense-ña usted y moraliza con su pluma., sino quenos hace usted pasar a sus admiradores ra-tos de agradable solaz y de honesta y francaalegría. Usted mezcla lo útil del consejo conlo dulce de la forma, que generalmente esfestiva. Por esto son sus escritos de usted tanbuscados: porque instruyen deleitando…»6

Y esta es la mejor definición que se puededar de su obra; sus artículos, que son pequeñoscuentos de 40 líneas escasas, están llenos dehumor, de consejos sabios y de ternura, dondeen su prosa no suena nunca la estridencia ni lasoberbia. Si alza en alguna ocasión la voz másde la cuenta, será para protestar por el trato quereciben los maestros por parte del Estado. Sussueldos paupérrimos no les dan ni para adquiriruna vivienda; pero no debemos olvidar que esta

5 El Pueblo Católico. 1907. Marzo. Instituto de EstudiosGiennenses

6 El Pueblo Católico. 1899. Octubre. Juan de DiosNegrillo. Instituto de Estudios Giennenses.

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situación no sólo se circunscribe al ámbito delMagisterio; España, la España de aquellos años,vive sumida en una profunda crisis que afecta aun amplio sector de la población. En lo que hacereferencia a la enseñanza, sólo en Villanueva delArzobispo, en los primeros años del siglo veinte,el índice de analfabetos ronda el 70 por cientode la población, lo que nos da una idea aproxi-mada de cómo funcionan las instituciones enaquellos años y de las condiciones en las queviven sus habitantes.

Este panorama político y social de Españatampoco escapa a la pluma de nuestro protago-nista, que aprovecha la tribuna que le concedela prensa para denunciar lo que él cree injusto oescandaloso; sus profundas convicciones religio-sas le llevarán en más de una ocasión a defen-der al clero frente a aquellos que lo atacan ta-chándolo de involucionista y apegado al poderdel más fuerte:

«No hace mucho días que en un comer-cio de esta villa, que los tiene muy buenos,estaban dos viajantes o mostruarios; y almismo tiempo que llegaba yo donde elloshablaban, por la puertas del establecimien-to pasaron dos RR. PP. Trinitarios. Uno delos viajantes, en tono enfático y magistral,dijo:

— Estos pajarracos de mal agüero dicenmal en España en la agonía del siglo XIX, yson una negación evidente de la ilustraciónactual.

Al oír estas necedades me indigné, yrepliqué de este modo:

— Ni usted sabe lo que está diciendo, nilo que se pesca, ni esa es la lana de cienborregos. Poco trabajo costaría probar a ustedque en muchas heroicas acciones de nuestrasublime historia, se mezcla el nombre dealgún religioso o el de alguna comunidad.El nombre de Fray Juan Pérez de Marchenava unido al de Colón en el descubrimientode un mundo…»7.

Los desengaños de la política tampoco es-capan a su pluma:

«¡Vive Dios, mis respetables lectores,que si hubiéramos de juzgar a la pobre

España por el resultado de las elecciones,tendríamos que confesar que era un paísinconsecuente, veleta y tornadizo!

Pega un partido el barquinazo, y subeotro al poder; este disuelve las Cortes, con-voca a elecciones, y en ella saca de mayoríalos diputados que quiere. A los seis meses,otro partido le echa la zancadilla, y este hacelo que el anterior: disuelve y convoca, y enlas nuevas elecciones, el partido imperantesaca una mayoría tan nutrida como le place;y si mil veces se repite la escena, siempresale igualita. ¿Y esto prueba que España esun país sin estabilidad en sus creencias? Estoprueba otra cosa que ya diré después»8.

Este párrafo anterior, lleno de ironía, resu-me bastante bien la política que España vienearrastrando durante el siglo XIX: la alternanciapactada entre conservadores y liberales pararepartirse el pastel del gobierno. Pero nuestrohombre también tiene sus ideas políticas, y a lahora de opinar sobre ellas, se inclinará por lasconservadoras, por ser estas las que le ofrecenmayores garantías de respeto frente a las emer-gentes ideas anticlericales. No podemos olvidarque nuestro protagonista es un hombre del si-glo diecinueve, que vive su etapa de formacióncomo hombre bajo el reinado de Isabel II, y alque las nuevas ideas, incluidas las pedagógicas,le pillan ya bastante a tras mano:

«…Pues lo mismo exactamente pasa enEspaña con el partido liberal y todos sus afi-nes. En los mítines, en los periódicos, en susasambleas, y hasta por el lenguaje mímico,expresan sus pensamientos y dicen de unamanera terminante: Unámonos al bloque; yunidos nuestros pensamientos y nuestrasfuerzas, gritemos: ¡Abajo los curas, abajo laReligión, abajo los clericales! Y entonces Es-paña será feliz…‘como lo viene siendo haceya muchos años, añado yo’. ¡Pueblo espa-ñol, a cuándo esperas para desengañarte!Aquí no es cuestión monárquica, ni repu-blicana, ni nada…».

7 El Pueblo Católico 1899. Número 567. Instituto deEstudios Giennenses

8 El Pueblo Católico 1899. Abril. Instituto de EstudiosGiennenses.

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Pero aquí sería conveniente hacer una sal-vedad; vemos a nuestro maestro que lucha con-tra aquellas ideas que pretenden cambiar lamoral cristiana por otra de carácter laico; perocuando se enfrenta a los adelantos técnicos,nuestro hombre, no pone objeciones, todo locontrario, él ve el progreso como elemento ne-cesario e indispensable para el mejoramiento dela sociedad. Veamos ahora un ejemplo de estesu pensamiento:

Hace unos cuantos años, que con motivo deno haber habido postores en la primera subastapara la construcción de la línea de Linares aAlmería, yo escribía una carta en el ilustradoperiódico El Industrial (que en aquella época aúnno había contraído matrimonio) y cuya carta ter-minaba de esta manera:

«¡Adelante provincias hermanas! (Gra-nada, Almería y Jaén) ¡adelante y decidcomo el Cardenal de Borbón al empezar aconstruir el Canal Imperial de Aragón. Comolos naturales del país le hicieron observar queno tendría medios materiales para su cons-trucción, teniendo dicho Señor fe en la bon-dad de pensamientos les contestó con lamayor energía: El día que falten materialespara construir el Canal, lo concluyo con ca-bezas de aragoneses. El Canal se construyó,y hoy es un ramo de riqueza de aquel país.Yo decía en dicha carta: ¡Adelante y cons-trúyase la línea férrea de Linares a Alme-ría, aunque para sentar los raíles tengan quesentarse sobre las cabezas de los enemigosde tan importantes mejoras.

La línea indicada se ha construido, y hoyes un venero de riqueza para toda estaregión»9.

Como esa línea férrea que él tanto anhelóentre Linares y Almería, igual podríamos decirde su magisterio, que fue un símbolo de buenhacer como ejemplo para muchos de sus segui-dores los maestros.

Tenemos algunos datos más que nos confir-man la trayectoria profesional de este hombre alo largo de varios lugares de nuestra geografíajienense y también granadina. Milagrosamentehemos podido rescatar una pequeña hoja suelta

de lo que constituye una carta o, yo diría másbien, un diario de D. Ramón. En esta hoja volan-dera, que afortunadamente ha sobrevivido a latragedia del tiempo, nos dice su autor:

«…La ley del 57, dada por el señor D.Claudio Moyano, me trajo al Magisterio,pues para prepararme practiqué en la escuelade beneficencia de la ciudad de Guadix yluego en la superior que dirigía D. Juan JoséPérez, que tanta gloria tenga de Dios, comointerés se tomó por mi humilde persona»10.

¿Pero cuándo comenzó realmente nuestromaestro a ejercer la profesión del magisterio?Fue sin duda en la década de los 60. Sabemosque su incorporación a la docencia fue tardía,porque en el año 1862, a la edad de 31 años,estudia en la Escuela Normal de Granada. En ElPueblo Católico de 1899, en el número 634, nosdice:

9 El Pueblo Católico 1899. Junio: Instituto de EstudiosGiennenses.

10 Manuscrito de Ramón Rodríguez Perea.

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«Era el 5 de Enero del 62; yo estudiabaen la Escuela Normal de Granada y regresabade vacaciones desde Guadix. Marchaba enel tren exprés de mis piernas, porque yahabía anochecido».

Más tarde, durante esa misma década de1860, lo vemos instalado en Granada, ejerciendocomo maestro elemental en las Escuelas domini-cales del tercer distrito de las mujeres, mientrasestudiaba el tercero en la Normal de Granada.

Por un artículo firmado por él y fechado enEnero de 1899 en El Pueblo Católico, sabemos queestuvo también de maestro en Marmolejo:

«...¡Marmolejo! esa capital en miniatu-ra, con sus casas tan limpias, adornadas contoda clase de hermosas flores y verdes na-ranjos que, a la nobleza de sus habitantes,une la distinguida finura con que trata a todoaquel que entra en su recinto buscando laperdida salud, que halla en el manantial desu prodigiosa fuente. Yo, que recuerdo conindecible placer el poco tiempo que allí ejer-cí mi humilde profesión, hoy la saludo concariñoso respeto...».

Otro de los lugares en que nuestro maestroejerció su profesión fue en Villanueva de la Rei-na, lugar que sin duda tuvo que dejar en él ungrato recuerdo de su paso por aquel pueblo. Enotra de sus obras manuscritas que ha llegado amis manos, El hijo del artesano o La buena educa-ción11, en la dedicatoria se dice:

«Mis queridos discípulos: al decidirmea escribir la comedia que a todos hoy os de-dico, no tuve otro pensamiento ni me ani-ma a ello otra ambición que la que siempreestá fija en mi mente, que es la de contribuircon mis escasas fuerzas a desarrollar vuestratierna imaginación e imprimir en vuestroscorazones las sublimes máximas de honra-dez y trabajo, las que sostenidas por unaverdadera virtud cristiana, son las únicas quedan al hombre la verdadera felicidad en estavida, y le preparan para gozar en la otra lasdelicias indescriptibles que Dios nos tienepreparadas. Acogedla como prueba del amorque os profesa vuestro maestro».

«Escrita por D. Ramón Rodríguez Perea. Pro-fesor de instrucción primaria y regente de la 1ª

escuela pública de Villanueva de la Reina hoyde la de Villanueva del Arzobispo».

Esta comedia en dos actos y escrita en ver-so, la sitúa su autor en la ciudad de Granada; latrama o asunto de la historia se refiere a la vidade dos familias, una de las cuales proviene dehumilde condición: la familia de un artesanozapatero que con su trabajo y mucho esfuerzologra que su hijo Fernando se haga un huecoimportante en la sociedad; se convertirá, des-pués de muchos años de estudio, en Rector dela Universidad de Madrid. Su novia, una humil-de hilandera de Granada, será un día su esposa,por lo que este joven nunca renegará de la con-dición social de la que proviene. Su autor nosrepresenta a este joven como un ser honesto,honrado y trabajador, condiciones estas indis-pensables para lograr la felicidad.

11 Obra de teatro manuscrita de Ramón RodríguezPerea. Ver fotografía.

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Con respecto a la otra familia, la visión quede ella se nos ofrece será una visión totalmenteopuesta a la primera; Leandro es un muchachoque ha sido criado en la abundancia de bienesque otorga una buena posición social; consenti-do por un padre que todo se lo concede, hará desu hijo una criatura voluble, tornadiza, dueñaúnicamente de sus instintos y caprichos, y queterminará su vida de una manera trágica, sien-do al final, como castigo, asesinado por sus múl-tiples pendencias. Esta obra, enmarcada dentrode los cánones que regían la dramaturgia del si-glo diecinueve, es toda una declaración de in-tenciones; sobre los personajes que intervienenen la escena, en el propio ambiente que el autorcrea en torno a ella, se respira esa crítica socialcontra el caciquismo, ese mal endémico que tan-to costó a España desprenderse de él. Quizás seaeste el punto más destacable a tener en cuenta ala hora de valorar las cualidades de esta pieza.Pero también es cierto que esta obra, en sus as-pectos formales, es una obra bien acabada, don-de los personajes son coherentes con sus ideas yen donde todo sucede con naturalidad.

Esta obra moralizante, si nos atenemos a lainformación que nos facilita el autor, fue repre-sentada en Villanueva del Arzobispo en la déca-da de 1880, siendo uno de los actores que la re-presentó su querido alumno y más tarde escri-tor Nula Grueso12.

De este maestro de maestros, sólo podemostransmitir consideraciones favorables, pues fuequerido y respetado por todas las clases sociales,a las que sin duda trasmitió sus buenos conoci-mientos del magisterio. No sólo fue honrado conuna vivienda que el Ayuntamiento de Villanuevadel Arzobispo le otorgó en la calle San Francis-co, también pretendieron los que fueron su an-tiguos alumnos que se le concediera la medallade Alfonso XII como tributo por su buen haceren la escuela.

De su aspecto físico no nos ha quedado cons-tancia a través de fotografías, sólo sabemos queen la vejez su pelo pintaba cano, y no nos cuestaningún trabajo imaginárnoslo caminando por elPaseo, por la calle Fuenclara o subiendo al San-

tuario por la vieja carretera, toda sombreadapor numerosos árboles, a la caída de la tarde,apoyado en un bastón y hablando, more socráti-co, con cualquiera. O asistiendo a las veladas li-terarias que se organizaban en el Colegio deNuestra Señora de la Fuensanta, cuyo directorera su viejo alumno y amigo Eleuterio NulaGrueso; en aquellas veladas literarias sepergeñaban los artículos que posteriormentese editaban en la revista del pueblo, de la queera director Eleuterio. Sólo hemos podido res-catar de aquella revista la mitad de una páginaque ha sobrevivido al tiempo, y en ella hemosencontrado una poesía firmada por nuestro per-sonaje y que es una plegaria a la Virgen de laFuensanta.

A aquellas reuniones, como hemos dicho,asistía también Victoriano Muñoz, vecino deVillanueva y colaborador de prensa en El Pue-blo Católico, Enrique Martínez Ibáñez, quienpublicó en la revista que se editó en Jaén en1898 en homenaje a Bernardo López, o los her-manos de Eleuterio, Juan Antonio y José Ma-ría. Pero fue en 1900 cuando un suceso ines-perado impidió la celebración de una de aque-llas veladas; y así fue como nos lo narró en laprensa:

«Sr. Director de El Pueblo Católico.

Muy Sr. Mío y respetable amigo: Cuan-do uno presencia ciertos acontecimientosocurridos a las personas en este valle de lá-grimas, echa uno su imaginación a volar, ydice: ¿Estos acontecimientos son justos oinjustos? Pero enseguida se nos presenta lafe, y por consiguiente la verdadera religión,y nos dice: esos acontecimientos son el ver-dadero premio que Dios nos manda a las al-mas buenas, y el crisol donde se aquilatan elverdadero valor y la resignación de los quesiguen las huellas de Jesucristo.

Ayer fue un día de sentimiento unáni-me para el pueblo de Villanueva del Arzo-bispo, no porque ocurriese uno de esos ca-sos extraordinarios que afectan a la vida de

12 El Pueblo Católico. Enero. Instituto de EstudiosGiennenses.

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los pueblos, ni tampoco porque se lamentela muerte de un magnate, político de talla oun sabio erudito. Nada de eso, Sr. Director,ayer acompañamos al cementerio los restosmortales del que en vida se llamó DomingoNula Grueso, honradísimo obrero de cuaren-ta y cuatro años, modelo acabado de lo quedebe ser el artista cristiano.

El que acaba de finar era hermano denuestros queridos y cariñosos amigos D. JuanAntonio, D. José María, D. Eleuterio y D.Francisco Nula Grueso.

Domingo Nula, desde los albores de suniñez, fue un modelo de hijos obedientes ytrabajadores; se unió a su padre; y en uniónde este ha realizado una obra de titanes.Llegó la época en que el D. Juan Antoniotuviese que tomar carrera o profesión y elhermano dijo: Vamos a ver si a losmuchachos podemos hacerlos hombres decarrera. Y el D. Juan Antonio fue sacerdote,hoy coadjutor de esta; el D. José María fuetambién presbítero y hoy Párroco de una delas Diócesis de Toledo; el D. Eleuterio acabade terminar la carrera de licenciado en

Filosofía y Letras, no tardará en terminar lade leyes y es castizo escritor católico tanconocido en esta Diócesis; y el D. Francisco,sigue la de Telégrafos, y desempeñainterinamente esta estación telegráfica.

Una vez colocados todos sus hermanos,hace pocos meses que me dijo: ahora mecaso, y voy a tomar una vida tranquila y so-segada. Y, al efecto, contrajo matrimonio conuna graciosa joven, hija de una honrada fa-milia de esta población, y ¡oh secretos in-sondables de la Providencia! a los seis díasde haberlo contraído, por efecto de un cóli-co hepático, este honrado artista muere ro-deado de su cariñosa familia, dejando uninmenso vacío en ella, y gratos recuerdos asus verdaderos amigos. ¿Y cuándo se verifi-ca la muerte? La noche de la Purísima; no-che designada por su hermano Eleuterio parauna velada literaria en el Colegio que tandignamente dirige.

Descanse en paz el héroe del trabajo»13.

13 El Pueblo Católico. Diciembre de 1900. Instituto deEstudios Giennenses.

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De este hombre bueno, machadianamentebueno, por los testimonios orales que me hantransmitido algunos de sus familiares, se puededecir de él que siempre estuvo alerta ante losproblemas más graves por los que atravesabanlos habitantes de Villanueva; de lo poco que ma-terialmente poseía, siempre estuve dispuesto adesprenderse de algo de lo suyo para entregár-selo a los más necesitados. En septiembre de 1904aparece impreso su nombre en el periódico LaRegeneración; el motivo un reconocimiento parael Excmo. Sr. D. José de Prado y Palacio, Direc-tor General de Agricultura; esta colecta se hacecon el fin de realizar un busto a dicho señor pordeberse a él la construcción de la Granja Institu-to de Agricultura ubicada en esta provincia.

Vemos, por tanto, que nuestro hombre estásiempre alerta ante cualquier acontecimientoque redunde en beneficio del progreso o en ayu-da de los más necesitados.

Este maestro también dejaría impronta ensu propia familia, en la cual la tradición del ma-gisterio también arraigó. Su hija Torcuata14 seríamaestra de escuela en Villanueva, y su nietoRamón también lo sería. De este último nos dice:

«Mi consejo, pues, se dirige a esa clasede profesores jóvenes que con entusiasmosiguen la carrera… Y en especial se los dirijoa mi nieto Ramón que a sus 16 años eramaestro elemental y sigue sus estudios parael grado superior…»15.

Este nieto, del cual su abuelo se sentía tanorgulloso, desafortunadamente moriría dos añosdespués, en plena juventud, con apenas 18 añosde edad.

Otro de sus nietos, D. Policronio MontoroRodrgiuez16 ejerció también el magisterio enVillanueva. Y hoy en día, que yo sepa, una desus tataranietas, Encarnita, sigue realizando loque su antepasado ejerció con tanto orgullo.

Los últimos años de la vida de nuestro per-sonaje transcurren, pues, apacibles, y aunque suproducción literaria irá mermando a medida quese acerca su fin, este trabajador incansable se-guirá con la pluma en la mano, escribiendo prác-ticamente hasta el final de su vida; y aunque sus

últimos artículos no tienen la fuerza ni el regus-to sabio de sus primeras producciones, no obs-tante, sigue palpitante su prosa, como si estu-viera recién escrita por un hombre maduro ylleno de deseos de vida; el último artículo escri-to por él data de 1909 –un año antes de su muer-te–, publicado en El Pueblo Católico. Lo titula «Demi vida de muchacho»; se trata de un pequeñocuentecito que su autor lo comienza de esta gui-sa: «Ha de saber usted mi respetable Director, que voya contarle un episodio de mis travesuras de mucha-cho...».

En el final de su vida, nuestro viejo maes-tro, se enreda en la maraña del tiempo, retor-nando a su infancia y a su pueblo, allá en laslindes de Granada, en el hermoso pueblo quelleva por nombre Cabra del Santo Cristo; comole ocurre a toda criatura cuando alcanza la ve-jez, los recuerdos más recientes se conviertenen un estorbo continuo para su mente, pero encambio, los más remotos, aquellos que tienenque ver con las primeras experiencias de la vida,surgen vívidos y transparentes, convirtiéndoseen el último reducto de la existencia del hom-bre. Y ahí lo dejaremos, en su propia juventud yen la de los muchos alumnos que pasaron porsus clases.

Su contacto con la juventud no se circuns-cribe sólo a las aulas, también nos han quedadotestimonios escritos por nuestro hombre en quese demuestra que este contacto fue más allá delaula y de la lección de gramática:

«Mi respetable Director: El tren de nues-tra vida, que, arrastrado por el vapor deltiempo, nos lleva a la estación de la muerte,junto al puente de eternidad, tiene algunasestaciones deliciosas, donde se goza la ver-dadera felicidad, entre las muchas estacio-nes de penas que hay en el tránsito de tanáspero camino; aquellas estaciones están si-

14 Torcuata Rodríguez Rodríguez (Nace en Guadix en1856 y muere en Villanueva del Arzobispo el 19 deSeptiembre de 1930, a los 74 años de edad) Ver fotografía.

15 Manuscrito de Ramón Rodríguez Perea. Verfotografía.

16 Policronio Montoro Rodríguez. Nieto de R. R. P. Verfotografía.

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tuadas en el hogar doméstico y en el senode las familias cristianas. Por eso empiezoeste escrito, diciendo: Dichosos los padresque tienen buenos hijos, y dichosísimos loshijos quienes Dios da padres honrados quemiran con celo por su buena educación.

…A todos, a todos, doy mi más cordialenhorabuena por tan fausto acontecimiento;pero en especial a las apreciables jóvenesEncarnación y Concha, que en su infanciafueron primera dama y dama joven en unade mis compañías dramático-infantiles en laque tantos aplausos cosecharon y que conel valor de aquellos enjugaron las lágrimasde los desgraciados»17.

17 El Pueblo Católico. 1899. Número 623. Instituto deEstudios Giennenses.

Don Ramón Rodríguez Perea murió enVillanueva del Arzobispo el día 20 de diciem-bre de 1910, a las diez horas, en su domici-lio de la calle San Francisco, a los 79 años deedad y a consecuencia de la senectud.

Fue, tal vez, uno de los personajes más que-ridos que haya dado nunca la historia de Villa-nueva del Arzobispo.