Bilenio

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JG Ballard

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1 BILENIO J.G. Ballard DURANTE TODO EL DIA, y a menudo en las primeras horas de la maana, se oa el ruido de los pasos que suban y bajaban por la escalera. El cubculo de Ward haba sido instalado en un cuarto estrecho, en la curva de la escalera entre el cuarto piso y el quinto, y las paredes de madera terciada se doblaban y crujan con cada paso en las vigas de un ruinoso molino de viento. En los tres ltimos pisos de la vieja casa de vecindad vivan ms de cien personas, y a veces Ward se quedaba despierto hasta las dos o tres de la maana, tendido de espaldas en el catre, contando mecnicamente el nmero de inquilinos que regresaban del estadio cinematogrfico nocturno a tres cuadras de distancia. A travs de la ventana alcanzaba a or unos largos fragmentos de dilogo amplificado que resonaban sobre los techos. El estadio no estaba nunca vaco. Durante el da la gra alzaba el vasto cubo de la pantalla, despejando el terreno donde se sucederan luego los partidos de ftbol y las competencias deportivas. Para la gente que viva alrededor del estadio el estruendo deba de ser insoportable. Ward, por lo menos, disfrutaba de cierta intimidad. Haca dos meses, antes de venir a vivir a la escalera, haba compartido un cuarto con otros siete en un piso bajo de la calle 755, y la marea incesante que pasaba junto a la ventana le haba dejado un agotamiento crnico. La calle estaba siempre colmada de gente: un clamor interminable de voces y de pies que se arrastraban. Cuando Ward despertaba a las seis y media, y corra a ocupar su sitio en la cola del bao, las multitudes ya cubran la calle de acera a acera, y los trenes elevados que pasaban sobre las tiendas de enfrente puntuaban el estrpito cada medio minuto. Tan pronto como Ward vio el anuncio que describa el cubculo decidi mudarse, a pesar de lo elevado del alquiler. Como todos se pasaba la mayor parte del tiempo libre examinando los avisos clasificados en los peridicos, cambiando de vivienda por lo menos una vez cada dos meses. Un cubculo en una escalera seria con certeza algo privado. Sin embargo, el cubculo tena tambin sus inconveniencias. La mayora de las noches los compaeros de la biblioteca iban a visitar a Ward, necesitando descansar los codos luego de los apretujones de la sala de lectura. El piso del cubculo tenia una superficie de poco ms de cuatro metros cuadrados y medio, medio metro cuadrado ms del mximo establecido para una persona, los carpinteros haban aprovechado, ilegalmente, el hueco dejado por el tubo de una chimenea empotrada. Esto haba permitido poner una sillita de respaldo recto entre la cama y la puerta, de modo que no era necesario que se sentara ms de una persona por vez en la cama. En la mayor parte de los cubculos simples el anfitrin y el husped tengan que sentarse en la cama uno al lado del otro, conversando por encima del hombro y cambiando de lugar de cuando en cuando para evitar que se les endureciera el cuello. 2 Has tenido suerte en encontrar este sitiono se cansaba de decir Rossiter, el ms asiduo de los visitantes. Se reclin en la cama sealando el cubculo. Es enorme, una perspectiva que da vrtigos. No me sorprendera que tuvieras aqu cinco metros por lo menos, quiz seis. Ward mene categricamente la cabeza. Rossiter era su amigo ms ntimo, pero la bsqueda de espacio vital haba desarrollado reflejos poderosos. Slo cuatro y medio. Lo he medido cuidadosamente. No hay ninguna duda. Rossiter alz una ceja. Me asombras. Tiene que ser el cielo raso entonces. El manejo de los cielos rasos era un recurso favorito de los propietarios inescrupulosos. E] alquiler se estableca a menudo por el rea del cielo raso, e inclinando un poco hacia afuera las particiones de madera terciada se incrementaba la superficie del cubculo, para beneficio de un presunto inquilino (muchos matrimonios se decidan por este motivo a alquilar un cubculo simple) o se la reduca temporalmente cuando llegaba algn inspector de casas. Unas marcas de lpiz limitaban en los cielos rasos las posibles reclamaciones de los inquilinos vecinos. Si alguien no defenda firmemente sus derechos corra el peligro de perder la vida literalmente exprimido. En realidad los avisos "clientela tranquila" era comnmente una invitacin a actos de piratera semejantes. La pared se inclina un poco admiti Ward. Unos cuatro grados... Lo comprob con una plomada. Pero an queda sitio en las escaleras para que pase la gente. Rossiter sonri torciendo la boca. Por supuesto, John. Qu quieres, te tengo envidia. Mi cuarto me est volviendo loco. Como todos Rossiter empleaba la palabra "cuarto" para describir los cubculos minsculos, un doloroso recuerdo de los das de cincuenta aos atrs cuando la gente viva de veras en un cuarto, a veces, increblemente, en una casa. Los microfilms de los catlogos de arquitectura mostraban escenas de museos, salas de concierto y otros edificios pblicos, aparentemente muy comunes entonces, a menudo vacos, donde dos o tres personas iban de un lado a otro por pasillos y escaleras enormes. El trnsito se mova libremente a lo largo del centro de las calles, y en los barrios ms tranquilos era posible encontrar cincuenta metros o ms de aceras desiertas. Ahora, por supuesto, los edificios ms viejos haban sido demolidos, y reemplazados por edificios de habitaciones. La vasta sala de banquetes de la Municipalidad haba sido dividida horizontalmente en cuatro cubiertas de centenares de cubculos. En cuanto a las calles, no haba trnsito de vehculos desde haca tiempo. Excepto unas pocas horas antes del alba cuando la gente se apretaba slo en las aceras, las calles estaban continuamente ocupadas por una multitud que se arrastraba lentamente 3 y no poda tener en cuenta los innumerables avisos de "conserve la izquierda" suspendidos en el aire, mientras se abra paso a empujones hacia las casas o las oficinas, vistiendo ropas polvorientas y deformes. Muy a menudo ocurran "embotellamientos", cuando el gento se encontraba en una bocacalle, y a veces esto duraba varios das. Dos aos antes Ward haba quedado aprisionado en las afueras del estadio, y durante cuatro das no pudo desprenderse de una jalea gigantesca de veinte mil personas, alimentada por las gentes que dejaban el estadio desde un lado y las que se acercaban del otro. Todo un kilmetro cuadrado del barrio haba quedado paralizado, y Ward recordaba an vvidamente aquella pesadilla: cmo haba tenido que esforzarse por mantener el equilibrio mientras la jalea se mova y empujaba. Cuando al fin la polica cerr el estadio y dispers a la multitud, Ward se arrastr a su cubculo y durmi una semana, el cuerpo cubierto de moretones. O decir que redujeron los espacios disponibles a tres metros y medio seal Rossiter. Ward esper a que unos inquilinos del sexto piso bajaran la escalera, sosteniendo la puerta para que no se saliera de quicio. Eso dicen siemprecoment. Recuerdo haber odo ese rumor hace diez aos. No es un rumor admiti Rossiter. Pronto ser inevitable. Treinta millones apretujados en esta ciudad, y un milln ms cada ao. Ha habido serias discusiones en el Departamento de Vivienda. Ward sacudi la cabeza. Una resolucin drstica de ese tipo es casi imposible. Habra que desmantelar todos los cuartos y clavar de nuevo los tabiques. Slo las dificultades administrativas son inimaginables. Nuevos diseos y certificados para millones de cubculos, otorgamiento de nuevas licencias, y la redistribucin de todos los inquilinos. Desde la ultima resolucin la mayor parte de los edificios fueron diseados de acuerdo con un mdulo de cuatro metros. No puedes quitarle as como as medio metro a cada cubculo y establecer de ese modo que hay tantos nuevos cubculos. Habra algunos de no ms de una pulgada de ancho.Ward se ri.Adems, quin puede vivir en tres metros y medio? Rossiter sonri. Te parece un buen argumento? Hace veinticinco aos, en la ltima resolucin, dijeron lo mismo, cuando bajaron el mnimo de cinco a cuatro. No es posible, dijeron todos, nadie aguantara vivir en cuatro metros. Cabra una cama y un armario pero no habra sitio para abrir la puerta. Rossiter cloque. Se equivocaban. Bast decidir que desde entonces todas las puertas se abriran hacia afuera. Y as nos quedamos con cuatro metros. Ward mir el reloj pulsera. Eran las siete y media. Hora de comer. Veamos si podemos llegar al bar de enfrente. 4 Gruendo ante la perspectiva, Rossiter se levant de la cama. Salieron del cubculo y bajaron por la escalera. Las pilas de valijas, bales y cajones dejaban apenas espacio libre junto al pasamano, pero algo ms que en los pisos bajos. Los corredores, bastante anchos, haban sido divididos en cubculos simples. Haba olor a cerrado, y en las paredes de cartn colgaban ropas hmedas y despensas improvisadas. En cada una de las cinco habitaciones de cada piso haba doce inquilinos y las voces reverberaban atravesando los tabiques. La gente estaba sentada en los escalones del segundo piso, utilizando la escalera como vestbulo informal, aunque esto estaba prohibido en las normas contra incendios, y las mujeres charlaban con los hombres que esperaban turno frente a los baos, mientras los nios se movan alrededor. Cuando llegaron a la planta baja, Ward y Rossiter tuvieron que abrirse paso entre los inquilinos que se apretaban en los ltimos escalones, alrededor de los tableros de noticias, o que venan empujando desde la calle. Tomando aliento, Ward seal el bar del otro lado de la calle. Estaba slo a treinta metros, pero la multitud flua calle abajo como un ro crecido, de derecha a izquierda. La primera funcin en el estadio comenzaba a las nueve, y la gente ya se haba puesto en camino para no quedarse afuera. No podemos ir a otra parte?pregunt Rossiter, torciendo la cara. No slo encontraran colmado el bar, de modo que pasara media hora antes que los atendieran, sino que la comida era adems insulsa y poco apetecible. El viaje de cuatro cuadras desde la biblioteca le haba abierto el apetito. Ward se encogi de hombros. Hay un sitio en la esquina, pero me parece difcil que podamos llegar. El bar estaba a doscientos metros calle arriba, y tendran que luchar todo el tiempo contra la corriente. Quiz tengas razn. Rossiter apoy la mano en el hombro de Ward. Sabes, John, lo que ocurre contigo es que no vas a ninguna parte, no pones inters en nada, y no ves qu mal andan las cosas. Ward asinti. Rossiter tena razn. A la maana, cuando sala para la biblioteca, el trnsito de peatones se mova junto con l hacia el barrio de oficinas; a la noche, de vuelta, flua en la otra direccin. En general no dejaba esta rutina. Criado desde los diez aos en una residencia municipal de pupilos haba ido perdiendo contacto con sus padres, poco a poco. Vivan en el extremo este de la ciudad y no podan ir a visitarlo, o no tenan ganas. Habindose entregado voluntariamente a la dinmica de la ciudad, Ward se resista a rebelarse en nombre de una mejor taza de caf. Por fortuna, el trabajo en la biblioteca lo pona en contacto con mucha gente joven de intereses afines. Tarde o temprano se casara, encontrara un cubculo doble cerca de la biblioteca, e iniciara otra vida. 5 Si tenan bastantes hijos (tres era el mnimo requerido) hasta podran vivir un da en un cuarto propio. Ward y Rossiter entraron en la corriente de peatones, se dejaron llevar unos veinte o treinta metros, y luego apresuraron el paso y fueron avanzando de costado a travs de la multitud, hasta llegar al otro lado de la calle. All, al amparo de los frentes de las tiendas, volvieron hacia el bar, cruzados de brazos para defenderse de las innumerables colisiones. Cules son las ltimas cifras de poblacin?pregunt Ward mientras bordeaban un kiosco de cigarrillos, dando un paso adelante cada vez que descubran un hueco. Rossiter sonri. Lo siento, John. Me gustara decrtelo, pero podras desencadenar una estampida. Adems, no me creeras. Rossiter trabajaba en el departamento municipal de seguros, y tena fcil acceso a las estadsticas del censo. Durante los ltimos diez aos estas estadsticas haban sido clasificadas como secretas, en parte porque se consideraban inexactas, pero sobre todo porque se tema que provocaran un ataque masivo de claustrofobia. Ya haban sobrevenido algunas crisis de pnico, y la poltica oficial era ahora declarar que la poblacin mundial haba llegado a un nivel estable de veinte mil millones. Nadie lo crea, y Ward pensaba que el crecimiento anual del tres por ciento segua mantenindose desde 1960. Durante cunto tiempo se mantendra as era imposible decirlo. A pesar de las sombras profecas de los neomaltusianos, la agricultura haba crecido adecuadamente junto con la poblacin mundial, aunque los cultivos intensivos haban obligado a que el noventa y cinco por ciento de la poblacin viviera permanentemente encerrada en vastas zonas urbanas. El rea de las ciudades haba sido limitada al fin, pues la agricultura haba reclamado las superficies suburbanas de todo el mundo, y el exceso de habitantes haba sido confinado en los ghettos urbanos. El campo como tal ya no exista. En cada metro cuadrado de tierra creca algn tipo de planta comestible. Los prados y praderas del mundo eran ahora terrenos industriales tan mecanizados y cerrados al pblico como cualquier rea de fbricas. Las rivalidades econmicas e ideolgicas se haban desvanecido ante el problema fundamental: la colonizacin interna de la ciudad. Ward y Rossiter llegaron al bar y entraron a empellones unindose al montn de clientes que se apretaba en seis filas contra el mostrador. Lo malo con este problema de la poblacinle confi Ward a Rossiter es que nadie ha tratado nunca de enfrentarlo de veras. Hace cincuenta aos un nacionalismo miope y la expansin industrial alentaron el crecimiento de la poblacin, y aun ahora el incentivo oculto es tener una familia numerosa para ganar as una cierta intimidad. La gente soltera es la ms castigada, pues no slo es la ms numerosa sino que adems no se la puede meter adecuadamente en cubculos dobles o triples. Pero el villano de 6 la historia es la familia numerosa, que necesita el auxilio de una logstica de ahorro de espacio. Rossiter asinti, acercndose al mostrador, preparado para gritar su pedido. Demasiado cierto. Todos deseamos casarnos para conseguir los seis metros propios. Dos muchachas se volvieron y sonrieron. Seis metros cuadrados dijo una de ellas, una muchacha morena, de bonito rostro oval. Me parece que es usted la clase de joven que necesito conocer. Decidido a entrar en el negocio inmobiliario, Peter? Rossiter sonri con una mueca y le apret el brazo. Hola, Judith. Estoy pensndolo de veras. Me acompaas en esta empresa privada? La muchacha se apoy contra Rossiter mientras llegaban al mostrador. Bueno, me agradara. Necesitaramos un contrato legal, sin embargo. La otra muchacha, Helen Waring, una ayudanta de la biblioteca, tir de la manga de Ward. Oste la ltima noticia, John? A Judith y a m nos echaron del cuarto. Estamos literalmente en la calle. Qu?grit Rossiter. Juntaron las sopas y los cafs y fueron al fondo del bar . Qu diablos ha pasado? Helen explic: Recuerdas el armarito de las escobas frente a nuestro cuarto? Judith y yo estbamos utilizndolo como una especie de refugio, y nos metamos all a leer. Es tranquilo y cmodo, si te acostumbras a no respirar. Bueno, la vieja nos descubri y arm un alboroto, diciendo que quebrantbamos la ley y cosas parecidas. Helen hizo una pausa. Luego supimos que alquilar el armario como cuarto para uno. Rossiter golpe el borde del mostrador. Un armario de escobas? Alguien va a vivir ah? Pero a la vieja no le darn un permiso. Judith mene la cabeza. Ya se lo dieron. Tiene un hermano que trabaja en el Departamento de Vivienda. Ward ri inclinado sobre la sopa. Pero cmo podr alquilarlo? Nadie querr vivir en un armario de escobas. 7 Judith lo mir sombramente. Lo crees de veras, John? Ward dej caer la cuchara. No, supongo que tienes razn. La gente vivir en cualquier sitio. Cielos, no s quin me da ms lstima. Vosotras dos, o el pobre diablo que vivir en ese armario. Qu vais a hacer? Una pareja a dos manzanas de aqu nos subalquilan un cubculo. Han colgado una sbana en el medio y Helen y yo dormimos por turno en un catre de campaa. No es broma; nuestro cuarto tiene sesenta centmetros de ancho. Le dije a Helen que podramos subdividirlo tambin en dos y subalquilarlo al doble de lo que nos cuesta. Todos rieron de buena gana, y Ward se despidi y volvi a su casa. All se encontr con problemas parecidos. El administrador se apoy en la puerta endeble, moviendo en la boca una colilla hmeda de cigarro, y mirando a Ward con una expresin de fatigado aburrimiento. Usted tiene cuatro metros setenta y dos dijo cerrndole el paso a Ward que estaba de pie en la escalera. Dos mujeres de bata discutan tironeando furiosamente de la pared de bales y valijas. De cuando en cuando el administrador las miraba enojado. Cuatro setenta y dos. Lo medi dos veces. Lo dijo como si esto eliminara toda posibilidad de discusin. Techo o piso? pregunt Ward. Techo, por supuesto. Cmo podra medir el piso con todos estos trastos? El administrador pate la caja de libros que asomaba debajo de la cama. Ward se hizo el distrado. La pared est bastante inclinada dijo. Tres o cuatro grados por lo menos. El administrador asinti vagamente. Ha superado usted el lmite de los cuatro. Es indiscutible. Se volvi hacia Ward que haba descendido varios escalones para dar paso a una pareja. Yo podra alquilarlo como doble. Qu? Un cuarto de cuatro y medio?dijo Ward, incrdulo. Cmo? El hombre que acababa de pasar junto a Ward mir por encima del hombro del administrador y vio todos los detalles del cuarto en una ojeada de un segundo. 8 Alquila aqu un doble, Louie? El administrador lo apart con un ademn, hizo entrar a Ward en el cuarto y cerr la puerta. Equivale nominalmente a uno de cinco le dijo a Ward. Nuevas normas, acaban de salir. Ms de cuatro y medio es ahora un doble. Mir astutamente a Ward. Bueno, qu quiere? Un buen cuarto, hay espacio de sobra, casi podra ser un triple. Tiene acceso a la escalera, ranuraventana...El administrador se interrumpi. Ward se haba dejado caer en la cama y se haba echado a rer.Qu pasa? Mire, si quiere un cuarto grande como este tiene que pagarlo. Me da medio alquiler ms o se larga de aqu. Ward se sec los ojos, luego se incorpor cansadamente y llev las manos a los estantes. Tranquilcese, ya me marcho. Me voy a vivir a un armario de escobas. "Acceso a la escalera", verdaderamente un lujo. Dgame, Louie, hay vida en Urano? Por un tiempo, l y Rossiter decidieron alquilar juntos un cubculo doble en una casa semiabandonada a cien metros de la biblioteca. El barrio era sucio y descolorido, y las casas de vecindad estaban atestadas de inquilinos. La mayora de esas casas pertenecan a personas que estaban ausentes o a la corporacin municipal, y empleaban a administradores de la peor calaa, simples cobradores que no se preocupaban en lo ms mnimo por la forma en que los inquilinos dividan el espacio vital, y nunca se arriesgaban ms all de los primeros pisos. Haba botellas y latas vacas esparcidas por los pasillos, y los retretes parecan sumideros. Muchos de los inquilinos eran viejos achacosos, sentados con indiferencia en los estrechos cubculos, espalda contra espalda a los lados de los delgados tabiques, consolndose mutuamente. El cubculo doble de Ward y Rossiter estaba en el tercer piso, al final de un pasillo que rodeaba la casa. La arquitectura era imposible de seguir; por todas partes asomaban habitaciones, y afortunadamente el pasillo terminaba en el cubculo doble. Los montones de cajas llegaban a un metro de la pared y un tabique divida el cubculo, dejando el espacio justo para dos camas. Una ventana alta daba al pozo de aire entre ese edificio y el siguiente. Tendido en la cama, debajo del estante donde tenan las pertenencias de los dos, Ward observaba pensativo el techo de la biblioteca entre la bruma del atardecer. No se est mal aqudijo Rossiter, vaciando la valija. S que no hay una verdadera intimidad y que nos enloqueceremos mutuamente dentro de una semana, pero por lo menos no tenemos a seis personas respirndonos en las orejas a cincuenta centmetros de distancia. El cubculo ms cercano, uno individual, haba sido construido con cajas a lo largo del corredor, a media docena de pasos, pero el ocupante, un hombre de setenta aos, estaba postrado en cama y era sordo. 9 No se est mal remed Ward de mala gana. Ahora dime cul es el ltimo ndice de crecimiento demogrfico. Quiz me consuele. Rossiter hizo una pausa, bajando la voz. El cuatro por ciento. Ochocientos millones de personas por ao, poco menos que la poblacin total de la tierra en 1950. Ward silb lentamente. Entonces harn un reajuste. Cunto? Tres y medio? Tres. Desde los primeros das del ao prximo. Tres metros cuadrados! Ward se incorpor y mir alrededor. Es increble! El mundo est enloqueciendo, Rossiter.Dios mo, cundo pararn? Te das cuenta que dentro de poco no habr sitio para sentarse, y mucho menos para acostarse? Exacerbado, golpe la pared junto a l; al segundo golpe desprendi un pequeo tablero empapelado. Eh!grit Rossiter. Ests destrozando el cuarto. Se lanz por encima de la cama para volver a poner en su sitio el tablero que colgaba ahora de una tira de papel. Ward desliz la mano en el hueco negro, y cuidadosamente tir del tablero hacia la cama. Quin vivir del otro lado?susurr Rossiter. Habrn odo? Ward atisb por el hueco, examinando la penumbra. De pronto solt el tablero, tom a Rossiter por el hombro y tir de l hacia la cama. Henry! Mira! Rossiter se sac la mano de Ward de encima y acerc la cara a la abertura; enfoc lentamente la mirada y luego ahog una exclamacin. Directamente delante de ellos, apenas iluminado por un tragaluz sucio, se abra un cuarto mediano, tal vez de una superficie de cuatro metros y medio, donde no haba otra cosa que el polvo acumulado contra el zcalo. El piso estaba desnudo, atravesado por unas pocas rayas de linleo gastado; un diseo floral montono cubra las paredes. El papel se haba despegado en algunos sitios, pero fuera de eso el cuarto pareca habitable. Conteniendo la respiracin, Ward cerr con un pie la puerta del cubculo, y luego se volvi hacia Rossiter. Henry, te das cuenta de lo que hemos descubierto? Te das cuenta, hombre Cllate. Por el amor de Dios, baja la voz.Rossiter examin el cuarto cuidadosamente. Es fantstico. Estoy tratando de ver si alguien lo ha usado en los ltimos tiempos. 10 Desde luego que noseal Ward. Es evidente. Ese cuarto no tiene puerta. La puerta es donde nosotros estamos ahora. Seguramente la taparon con el tablero hace aos, y se olvidaron. Mira cunta suciedad. Rossiter contemplaba el cuarto, y aquella inmensidad le produca vrtigos. Tienes razn murmur. Bueno, cundo nos mudamos? Arrancaron uno por uno los tableros de la parte inferior de la puerta, y los clavaron en un marco, que podan sacar y poner rpidamente, disimulando la entrada. Luego escogieron una tarde en que la casa estaba prcticamente vaca y el administrador dormido en la oficina del subsuelo, e irrumpieron por primera vez en el cuarto; entr Ward solo mientras Rossiter montaba guardia en el cubculo. Durante una hora se turnaron, caminando silenciosamente por el cuarto polvoriento, estirando los brazos para sentir aquel vaco ilimitado, descubriendo la sensacin de una libertad espacial absoluta. Aunque ms reducido que la mayora de los cuartos subdivididos donde haban vivido antes ste pareca infinitamente mayor, las paredes unos acantilados inmensos que suban hacia el tragaluz. Finalmente, dos o tres das despus, se mudaron al nuevo cuarto. Durante la primera semana Rossiter durmi solo all, y Ward en el cubculo, donde pasaban el da entero juntos. Poco a poco fueron introduciendo algunos muebles: dos sillones, una mesa, una lmpara que conectaron al portalmparas del cubculo. Los muebles eran pesados y victorianos, los ms baratos que encontraron, y su tamao acentuaba el vaco de la habitacin. El orgullo principal era un enorme armario de caoba, con ngeles tallados y espejos encastillados, que tuvieron que desarmar y llevar a pedazos en las valijas. Se elevaba ahora junto a ellos, y a Ward le recordaba unos microfilrns de catedrales gticas, unos rganos inmensos que cubrian paredes de naves. Luego de tres semanas dorman los dos en el cuarto, el cubculo les pareca insoportablemente estrecho. Una imitacin de biombo japons divida adecuadamente el cuarto, sin quitarle espacio. Sentado all a las tardes, rodeado de libros y lbumes, Ward iba olvidando poco a poco la ciudad de all afuera. Afortunadamente llegaba a la biblioteca por un callejn escondido y evitaba as las calles atestadas. Rossiter y l mismo le comenzaron a parecer las dos nicas personas reales, todos los dems un inane producto lateral, rplicas casuales que ambulaban ahora por el mundo. Fue Rossiter quien sugiri pedirles a las dos muchachas que compartiesen el cuarto. Las han vuelto a echar, y quiz tengan que separarse le diJo a Ward, evidentemente preocupado de que Judith cayese en mala compana. Siempre hay congelacin de alquileres despus de una revaluacin, pero todos los propietarios lo saben y entonces no alquilan hasta que les conviene. Se est volviendo muy difcil encontrar sitio. 11 Ward asinti, y fue al otro lado de la mesa circular de madera roja. Se puso a jugar con una borla de la pantalla verde arsnico de la lmpara, y por un momento se sinti como un hombre de letras victoriano que llevaba una vida cmoda y espaciosa en una sala atestada de muebles. Estoy totalmente de acuerdo dijo, sealando los rincones vacos. Hay sitio de sobra aqu. Pero tendremos que asegurarnos de que no se les escapar una palabra. Luego de tomar las debidas precauciones, hicieron participar del secreto a las dos muchachas, que contemplaron embelesadas aquel universo privado. Pondremos un tabique en el medio explic Rossiter, y lo sacaremos todas las maanas. Podrn mudarse aqu en un par de das. Qu les parece? Maravilloso! Las jvenes miraron el armario con ojos muy abiertos, y bizquearon ante las infnitas irngenes reflejadas en los espejos. No tuvieron dificultades para entrar y salir. El movimiento de inquilinos era continuo y las facturas las ponan en el buzn. A nadie le import quines eran las muchachas y nadie prest atencin a aquellas visitas regulares al cubculo. Sin embargo, media hora despus de la llegada, ninguna de las muchachas haba vaciado las valijas. Qu pasa, Judith?pregunt Ward, caminando de lado entre las camas de las jvenes hasta el estrecho hueco entre la mesa y el armario. Judith vacil, mirando a Ward y luego a Rossiter, que estaba sentado en su cama, terminando de preparar el tabique de madera. John, lo que pasa es que... Helen Waring, ms directa, tom la palabra, mientras alisaba el cubrecama con los dedos. Lo que Judith est tratando de decir es que nuestra posicin aqu es un poco embarazosa. El tabique es... Rossiter se puso de pie. Por amor de Dios, Helen, no te preocupes la tranquiliz, hablando en aquella especie de susurro fuerte que todos haban cultivado sin darse cuenta. Nada de cosas raras, podis confiar en nosotros. El tabique es slido como una roca. Las dos muchachas asintieron. S explic Helen, pero no est puesto todo el tiempo. Pensamos que si hubiera aqu una persona mayor, por ejemplo la ta de Judith, que no ocupara mucho 12 espacio y no causara ninguna molestia porque es muy agradable, no tendramos que preocuparnos del tabique... ms que a la nocheagreg rpidamente. Ward lanz una mirada a Rossiter, que se encogi de hombros y se puso a estudiar el suelo. Bueno, es una solucin dijo Rossiter. John y yo sabemos cmo se sienten. Por qu no? S, claro coincidi Ward. Seal el espacio entre las camas de las muchachas y la mesa. Uno ms no se notar. Las muchachas estallaron en gritos de alegra. Judith se acerc a Rossiter y lo bes en la mejilla. Perdname que sea tan pesada, Henry.Judith sonri. Qu tabique ms maravilloso has hecho. No podras hacer otro para mi ta, uno pequeo? Es muy dulce pero se est volviendo vieja. Naturalmentedijo Rossiter. Te entiendo. Me queda madera de sobra. Ward mir el reloj.Son las siete y media, Judith. Deberas ponerte en contacto con tu ta. No s si tendr tiempo de llegar esta noche. Judith se aboton el abrigo. Oh, s le asegur a Ward. Volver en un instante. La ta lleg a los cinco minutos, con tres pesadas valijas. Es asombroso observ Ward a Rossiter tres meses despus. El tamao de este cuarto todava me produce vrtigos. Es casi ms grande cada da que pasa. Rossiter asinti rpidamente, evitando mirar a una de las muchachas que se estaba cambiando detrs del tabique central. Ahora nunca sacaban ese tabique, porque desarmarlo todos los das se haba vuelto pesado. Adems, el tabique secundario de la ta estaba pegado a ese, y a ella no le gustaba que la molestasen. Asegurarse de que entrara y saliera correctamente por la puerta camuflada ya era bastante difcil. A pesar de eso pareca improbable que los descubriesen. Evidentemente el cuarto haba sido un agregado construido sobre el pozo central del edificio, y las valijas apiladas en el pasillo circundante amortiguaban todos los ruidos. Directamente debajo haba un pequeo dormitorio ocupado por varias mujeres mayores, y la ta de Judith, que las visitaba regularmente, juraba que no oa ningn sonido a travs del grueso cielo raso. Arriba, la luz que sala por el tragaluz no se poda distinguir de los otros cientos de lmparas encendidas en las ventanas de la casa. Rossiter termin de preparar el nuevo tabique y lo levant entre su cama y la de Ward, ajustndolo en las ranuras de la pared. Haban coincidido en que eso les dara un poco ms de intimidad. 13 Seguramente tendr que hacerles uno a Judith y Helen le confi a Ward. Ward se acomod la almohada. Haban devuelto los dos sillones a la mueblera porque ocupaban demasiado espacio. La cama, en cualquier caso, era ms cmoda. Nunca se haba acostumbrado del todo a la tapicera blanda. No es mala idea. Y qu te parece si instalramos unos estantes en las paredes? No hay sitio donde poner algo. La instalacin de los estantes orden considerablemente el cuarto, despejando grandes zonas del piso. Separadas por los tabiques, las cinco camas estaban dispuestas en fila a lo largo de la pared del fondo, mirando al armario de caoba. Entre las camas y el armario haba un espacio libre de poco ms de un metro, y dos metros a cada lado del armario. La visin de tanto espacio fascinaba a Ward. Cuando Rossiter coment que la madre de Helen estaba enferma y que necesitaba urgente cuidado personal, l supo en seguida dnde podran ponerla: al pie de su propia cama, entre el armario y la pared lateral. Helen rebosaba de alegra. Eres tan bueno, John le dijo; pero, te importara que mam durmiese a mi lado? Hay espacio suficiente para meter otra cama. Rossiter desarm los tabiques y los puso ms juntos. Ahora haba seis camas a lo largo de la pared. Eso daba a cada cama un intervalo de unos setenta y cinco centmetros, lo justo para sacar los pies por el costado. Tendido boca arriba en la ltima cama de la derecha, los estantes a medio metro por encima de la cabeza, Ward casi no poda ver el armario, pero nada interrumpa el espacio que tena delante, unos dos metros hasta la pared. Entonces lleg el padre de Helen. Ward golpe en la yuerta del cubiculo y le sonri a la ta de Judith mientras ella lo haca pasar. La ayud a poner en su sitio la cama que guardaba la entrada, y luego llam en el panel de madera. Un momento despus el padre de Helen, un hombre pequeo y canoso, de camiseta y tirantes sujetos con un cordel a los pantalones, apart la madera. Ward lo salud con una inclinacin de cabeza y camin por encima de las pilas de valijas que haba en el suelo, al pie de las camas. Helen estaba en el cubculo materno, ayudando a la anciana a tomar el caldo de la tarde. Rossiter, arrodillado junto al armario, transpiraba copiosamente tratando de sacar con una palanca de hierro el marco del espejo central. Sobre la cama y en el suelo haba pedazos del armario. Tendremos que empezar a sacar todo esto maana le dijo Rossiter. Ward esper a que el padre de Helen pasara y entrara en su cubculo. Se haba fabricado una pequea puerta de cartn, y la cerraba por dentro con un tosco gancho de alambre. 14 Rossiter lo mir y arrug el ceo, furioso. Alguna gente es feliz. Este armario da un trabajo enorme. Cmo se nos habr ocurrido comprarlo? Ward se sent en la cama. El tabique le apretaba las rodillas y casi no poda moverse. Mir hacia arriba mientras Rossiter estaba ocupado y descubri que la lnea divisoria que l haba marcado a lpiz estaba tapada por el tabique. Apoyndose en la pared, trat de empujarlo y volverlo a su lugar, pero aparentemente Rossiter haba clavado el borde inferior contra el suelo. Hubo un golpe seco en la puerta del cubculo que daba al pasillo: Judith que volva de la oficina. Ward comenz a levantarse y se sent de nuevo. Seor Waringdijo suavemente. Era la noche que le tocaba hacer guardia al anciano. Waring se acerc a la puerta del cubculo arrastrando los pies y la abri haciendo bastante ruido, cloqueando entre dientes. Arriba y abajo, arriba y abajo murmur. Tropez con la bolsa de herramientas de Rossiter y lanz un juramento en voz alta; luego agreg por encima del hombro, de mal humor: Si me preguntan les dir que hay aqu demasiadas personas. Abajo hay slo seis, no siete como aqu, y en un cuarto del mismo tamao. Ward asinti vagamente y se volvi a estirar sobre la cama estrecha, tratando de no golpearse la cabeza contra los estantes. Waring no era el primero en sugerirle que se fuera. La ta de Judith le haba hecho una insinuacin similar dos das antes. Desde que haba dejado el empleo de la biblioteca (el alquiler que cobraba a los dems le alcanzaba para comprarse los pocos alimentos que necesitaba) Ward se pasaba la mayor parte del tiempo en el cuarto, viendo al viejo ms de lo que deseaba, pero haba aprendido a tolerarlo. Tratando de calmarse, descubri que alguien haba desmontado la espira derecha del armario, todo lo que l haba podido ver en los dos ltimos meses. Habia sido una hermosa pieza, que simbolizaba de algn modo todo ese mundo privado, y el vendedor le haba dicho en la tienda que quedaban pocos muebles como ese. Por un instante Ward sinti un repentino espasmo de dolor, como cuando era nio y el padre le quitaba algo en un arrebato de exasperacin y l saba que nunca volvera a tenerlo. En seguida se tranquiliz. Era un hermoso armario, sin duda, pero cuando no estuviese all el cuarto parecera todava ms grande. FIN