Biblioteca Palafoxiana

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Tesis de doctorado BUAP

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Page 1: Biblioteca Palafoxiana

I

Del manuscrito a la imprenta,

el nacimiento de la librería moderna en la Nueva España:

la Biblioteca Palafoxiana

Amado Manuel Cortés

Julio de 2009

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II

ÍNDICE

Presentación…………………………………………………………………………… 1

Introducción……………………………………………………………………..…….. 4

Capítulo 1. Las Colecciones de libros en la era del manuscrito…………..… 11

1.1. Libros, lectores y colecciones de libros en la antigüedad tardía…………..… 12

1.2. La cultura escrita en el monasterio: el scriptorium……………………..……… 23

1.3. La cultura escrita en la época de las catedrales………………………………. 38

1.4. El libro encadenado: las colecciones universitarias

en el mundo medieval………………………………………………………….. 50

Capítulo 2. Reunir y ordenar los saberes.

La Biblioteca en la Edad Moderna........................................................... 62

2.1. La aparición de la imprenta: cambios de sensibilidad

en la escritura y la lectura……………………………………………………… 62

2.2. Oralidad, escritura manual y lectura en la Edad Moderna…………..……….. 76

2.3. La biblioteca en los albores de la Imprenta……………………………..……… 90

2.4. La Biblioteca del Escorial:

prototipo de las librerías en la Edad Moderna……………………….……… 99

Page 3: Biblioteca Palafoxiana

III

2.5. Bibliotecas con influencia de El Escorial……………………………………….108

Capítulo 3. Orígenes de la Librería de los

Seminarios Tridentinos de Puebla……………………………………….. 118

3.1. Antecedentes europeos: El Concilio de Trento………………………………. 119

3.2. Fundación del Colegio de San Juan…………………………………………. 123

3.3. Fundación del Colegio de San Pedro………………………........................... 129

3.4. La reforma educativa de Fabián y Fuero

en los Colegios Tridentinos de Puebla………………………………………………137

3.5 El libro en la Nueva España…………………………………………………...…152

3.6 La formación de la librería de los Colegios Tridentinos……………………….157

Capítulo 4. La librería se transforma:

el advenimiento de la Biblioteca Palafoxiana……………………..….… 172

4.1. Las bibliotecas españolas y sus

transformaciones culturales en el siglo XVIII…………………….………… 172

4.2. El nacimiento de la Biblioteca Palafoxiana:

entre el orden y lo sublime…………………………………………………… 180

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IV

4.3. La Biblioteca de la Universidad de Salamanca

como prototipo de la Biblioteca Palafoxiana……………………………….. 201

4.4. La transformación de una biblioteca colonial

a una biblioteca liberal…………………………………………………..……. 211

Capítulo 5. La conformación del acervo Palafoxiano…………………………. 220

5.1. Los primeros libros. Siglos XVI y XVII…………………………………………. 222

5.2. Nuevos libros, nuevas lecturas. El siglo XVIII…………………………..……. 248

5.3. Libros de la Compañía de Jesús…………………………………….………….270

5.4. La colección de Francisco Pablo Vázquez……………………………….…… 287

Consideraciones finales……………………………………………………………. 292

Fuentes…………………………………………………………………………………297

Anexos………………………………………………………………………………… 310

Índice de imágenes……………………………………………………..…………… 335

Page 5: Biblioteca Palafoxiana

1

Presentación

Hacer una narración historiográfica sobre la Biblioteca Palafoxiana no es fácil, ya

que presupone, sobre todo, poner en tensión demasiados tópicos, ya que otros

discursos sobre este lugar se han establecido como “verdadero absoluto”. Sin

embargo, con las reflexiones que han aportado los historiadores de la talla de

Roger Chartier y Fernando Bouza sobre la historia de la lectura y las

apropiaciones que los individuos hacen de los textos, nos permitieron discutir

sobre esos convencionalismos muy acentuados en la práctica de la historia. Por

lo tanto, este trabajo es una nueva forma de observar este tipo de instituciones.

Dicho lo anterior, he de señalar que esta aventura se empezó a gestar a

partir del año 2000, fecha en la que se conformó el cuerpo de analistas-

catalogadores de la Palafoxiana, del cual formé parte activa. La labor de este

grupo multidisplinario no sólo se dedicó a la función de conformar fichas y

catálogos, sino también se encargó de la limpieza y numeración de cada uno de

los libros, así como de la planeación de temáticas del material bibliográfico para la

exposición al público. Tras cuatro años de hojear el material y de recorrer los

rincones más apartados del edificio, me permitieron tener una visión en conjunto

de la biblioteca.

El constante contacto con el material bibliográfico me permitió trazar líneas

de investigación, que culminaron en un primer momento con la elaboración de la

tesis de maestría titulada Análisis historiográfico de la obra Idea de una nueva

historia general de la América Septentrional de Lorenzo Boturini Benaduci.

Page 6: Biblioteca Palafoxiana

2

Posteriormente, ese contacto derivó en otra vertiente. Así, el resultado final de

toda la investigación, es la que el lector tiene plasmada en esta narración.

Esta tesis debe en mucho a instituciones y personas que fueron parte vital

en su conformación. Primeramente, al Instituto de Ciencias Sociales y

Humanidades “Alfonso Vélez Pliego” de la Benemérita Universidad Autónoma de

Puebla, encabezado por el entonces coordinador del área de historia, el Mtro.

Roberto Vélez Pliego, y ahora dirigido por el Dr. Miguel Ángel Cuenya Mateos, por

su apoyo institucional. Agradezco también al Consejo Nacional de Ciencia y

Tecnología (CONACYT), que sin su apoyo financiero, no hubiese sido posible el

desarrollo de la investigación.

Asimismo, quiero agradecer a la directora de la Biblioteca Palafoxiana, Dra.

Blanca Estela Galicia Domínguez, por permitirme consultar el material bibliográfico

y documental de este lugar. De igual forma, también agradezco a María del

Carmen Martínez Zanella, asistente personal de la Dra. Galicia, porque siempre

tenía el material listo para aquel que lo requiriera.

Deseo agradecer profundamente al Dr. Alfonso Mendiola Mejía por las

constantes pláticas y sugerencias que me brindaba en la Universidad

Iberoamericana.

Agradezco al comité dictaminador por la lectura paciente y las

recomendaciones para mejorar esta tesis: a la Dra. Lilián Illades Aguiar, Dra.

Carmen Aguirre Anaya, Dr. Ricardo Téllez-Girón López, Dr. Agustín Grajales

Porras, y en una primera etapa a la Dra. Columba Salazar Ibargüen. Mucho

agradezco y aprecio las sugerencias del Mtro. Marco Antonio Velázquez Albo.

Page 7: Biblioteca Palafoxiana

3

Hago especial mención y reconocimiento a todo el personal que trabaja en

la biblioteca “Ernesto de la Torre Villar” del Instituto de Ciencias Sociales y

Humanidades, al Dr. Masae Sugawara por facilitar el material a su cargo. Tengo

una deuda enorme con Lourdes Maldonado Ramos por facilitarme material con

referencia a la Biblioteca Palafoxiana. Por último, agradezco a la secretaria del

área de historia, Magdalena Olivares Molina, por llevar siempre con atino los

expedientes administrativos de la maestría y del doctorado en historia.

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4

Introducción

Esta es la historia de una biblioteca excepcional, considerada por diversos

especialistas como una de las maravillas heredadas del mundo colonial. Es tal su

importancia que la UNESCO la declaró recientemente “Memoria del Mundo”. No

obstante, a pesar de su relevancia, los estudios que dan cuenta de ella están más

encaminados ser simples folletos turísticos para ensalzar su belleza, que

verdaderos trabajos reflexivos sobre los procesos que permitieron su

conformación y desarrollo. Otras veces, la Biblioteca Palafoxiana sirve de pretexto

para hacer apologías a favor del obispo Juan de Palafox y Mendoza.

La presente tesis no pretende seguir los caminos arriba señalados, al

contrario, nuestra investigación parte desde un plano descriptivo-analítico, que

permita indagar sobre las huellas que ha dejado el pasado sobre estos espacios

del saber. Es decir, el análisis de la Biblioteca se centra en desentrañar cómo el

recinto se va modificando a partir de los cambios que se producen en las diversas

colecciones de libros, pues los contenidos de cada uno de ellos establecerán el

orden y conformación de la librería. Junto a lo ya señalado, es preciso destacar

que las apariciones en los nuevos hábitos de lectura también contribuyeron a la

transformación del inmueble.

Inclusive, es necesario poner énfasis en que cuando se trabaja sobre una

biblioteca antigua, gran parte de la terminología utilizada en la época estudiada, ya

no corresponde a nuestras formas de conocimiento; ya que, como destaca

Fernando Bouza, el historiador contemporáneo carga de categorías actuales a su

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5

objeto de estudio, lo que entorpece la comprensión del sentido que tuvieron estas

colecciones.1

Además de los anacronismos, también se suscita el problema de pensar

que las antiguas librerías o bibliotecas son la continuación de las presentes

bibliotecas; es decir, que las preceden porque los fondos han sobrevivido y forman

parte de los acervos actuales. Y como nuevamente señala Bouza, lo anterior ha

llevado a los investigadores contemporáneos a sugerir un orden y clasificación

totalmente descontextualizados.

Por regla general se suele buscar en ellas el esbozo de las que hoy

disponemos y en consecuencia, son analizadas desde la perspectiva de lo que

les falta, o lo que les sobra para alcanzar las clasificaciones contemporáneas,

olvidando que las series de disciplinas altomodernas pueden ser la génesis de

lo que después conoceremos, pero responden autónomamente a un orden

irrepetible y exclusivo que corremos el riesgo de no entender si le imponemos el

que es el nuestro, pero no el suyo.2

Un ejemplo de estas imposiciones que descontextualizan el acervo de la

biblioteca, es lo expresado por el actual secretario de cultura del estado de

Puebla, Alejandro Montiel Bonilla, quien en entrevista a la revista Proceso, señaló

que de los 42 mil libros con los que actualmente cuenta la Palafoxiana, sólo se

digitalizarán, para ser consultados en la red, cerca de 50 libros “que incluya lo más

raro”, es decir, de acuerdo al gusto personal de este funcionario y lejos de un

1 Fernando J. Bouza Álvarez. Del escribano a la biblioteca. La civilización escrita europea en la alta

Edad Moderna (siglos XV-XVII). Madrid, Síntesis, 1999, p. 124. 2 Ibid., p. 125.

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6

estudio crítico de las colecciones, se “selecciona” material que en realidad nada se

sabe sobre su circulación en el medio social y cultural de la época.3

Regresando a esta parte introductoria, si este trabajo trata sobre una

biblioteca que se gestó en los primeros siglos de la Edad Moderna, lo más

conveniente sería explicar qué es lo que se entendía por este concepto en las

primeras etapas de la modernidad. Para ello, recurramos a la expresión utilizada

por un personaje de la época, como fue el erudito Sebastián de Covarrubias, cuya

definición destacaba lo siguiente en su Tesoro de la Lengua Castellana o

Española: “Librero: El que tiene tienda de libros. Librería: la dicha tienda. Librería

es cuando es pública, se llama por nombre particular biblioteca, como en Roma, la

Biblioteca Vaticana”.4

Covarrubias indica así las dos formas como la gente de los siglos XV y XVII

designaban a estos lugares. Por un lado, el término de biblioteca se deriva

etimológicamente del griego que designa la biblioteca como librería, y por el otro,

el latino, el de librería como biblioteca. Pero esencialmente el concepto de

“librería” es como solía decirse en esos momentos. También llama la atención

que Covarrubias destaca a la biblioteca como “lugar público”. Es decir, que estaba

dirigida a lectores externos. Por su parte, la librería podía colocarse en el espacio

privado. Por ejemplo, utilizando el término apuntado por Covarrubias, se podía

señalar la Biblioteca Pública Vaticana, abierta a todos aquellos que pudieran leer.

Y por el otro lado, se encontraba la Librería del Conde Duque de Olivares, o la

3 “La Palafoxiana se digitaliza”. Entrevista aparecida en la revista Proceso, México, no. 1675, 7 de

diciembre de 2008, p. 61. 4 Sebastián de Covarrubias Orozco. Tesoro de la lengua castellana o española. Turner, 1984,

(Madrid, 1611), p. 764.

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7

Librería en la Torre Alta del Alcázar de Madrid, ambas destinadas para el uso

exclusivo de sus creadores.

Si pensamos que la acepción que Covarrubias utiliza sobre “biblioteca”, es

única para la época estamos equivocados, pues Roger Chartier, al estudiar el

Dictionnaire de Futiére de 1690, destaca que éste iniciaba con la acepción más

tradicional, para posteriormente designar a las otras dos desde la misma palabra,

y estas son:

Biblioteca, Apartamento o lugar destinado a colocar en él los libros; galería,

construcción llena de libros. Dícese así mismo de los libros que están

ordenados en este espacio”. Luego viene un segundo sentido que designa ya

no un lugar sino un libro (señala Chartier). “Biblioteca es también una Selección,

una Compilación de varias obras de la misma naturaleza, o bien, de Autores

que han compilado todo aquello que puede decirse sobre un mismo tema […]

Se denomina así mismo Biblioteca a los libros que contienen los catálogos de

los libros de las Bibliotecas. Gesner, Possevin, Photius han hecho biblioteca

[…] El padre Labbé, jesuita, ha hecho la Biblioteca de las Bibliotecas en un

libro in-8 que contiene solamente el Catálogo de los nombres de aquellos que

han escrito Bibliotecas.5

Como observamos, el término “biblioteca” no sólo se aplica a las librerías,

sino a un compilado de obras o a los catálogos de libros y autores, que

atinadamente Roger Chartier ha designado como “bibliotecas de piedra” y

“bibliotecas de papel”. Estas derivaciones del concepto atiende a diversos

motivos; por un lado, la construcción de librerías intentará evitar la pérdida parcial

o total de los libros; y las segundas, para concentrar todos los saberes que le

5 Roger Chartier. Lectores, autores, bibliotecas en Europa entre los siglos XIV y XVIII. Barcelona.

Gedisa, 1996, pp. 72-73.

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8

fueran posibles en un solo ejemplar. Aunque los tres términos en realidad

buscaron el sueño de abarcar todo el conocimiento universal, fue la de piedra que

lejos estuvo de alcanzar lo señalado, como bien ha destacado el mismo Chartier.

Vemos entonces que la diferentes acepciones atribuidas al término “biblioteca

manifiestan agudamente una de las tensiones mayores que ha habitado y

desgarrado a los hombres de letras de la primera modernidad. Una biblioteca

universal (al menos en un orden del saber) no podía sino ser inmaterial,

reducida a las dimensiones de un catálogo, de una nomenclatura, de un

inventario. Inversamente, toda biblioteca instalada en un lugar y formada por

obras bien reales, dispuestas para la consulta y la lectura, sólo podía brindar,

cualesquiera fueran sus riquezas, una imagen truncada de la totalidad del saber

acumulable. La distancia irreductible entre inventarios, idealmente exhaustivos,

y colecciones… ha sido vivida como una intensa frustración.6

Como muestra de lo ya señalado, la Biblioteca Palafoxiana cuenta con

algunos ejemplares, entre estos destacan por ejemplo, la Biblioteca Hispana de

Nicolás Antonio, editadas en Roma de 1672 a 1690; la Biblioteca Saneta de Six de

Sienna, publicada en Frankfurt en 1575 y la de Colonia en 1576; sin olvidar la obra

de Antonio Possevino llamada Biblioteca Selecta qua agitor de ratione studiorum

in historia, in diciplinis, in salute omnium procuranda, editada en Roma en 1593.

De esta manera como se observa, convive tanto una biblioteca de piedra como

una de papel.

Si la Biblioteca Palafoxiana forma parte de estos espacios del conocimiento,

cuya pretensión era reunir toda la sabiduría entera durante la Alta Edad Moderna,

¿cuáles fueron los antecedentes de estos lugares?

6 Ibid., p. 89.

Page 13: Biblioteca Palafoxiana

9

Para atender esta pregunta, el capítulo uno presenta una descripción que

abarca los primeros tiempos del cristianismo hasta la aparición de la imprenta. En

esta parte, el lector podrá ver cómo a partir de los cambios materiales que

conforman al libro, éstos a su vez modifican los espacios que los albergan, que

este autor no llamará “bibliotecas”, sino más bien, concordando con el prestigioso

historiador Armando Petrucci, simple y llanamente “colecciones de libros”, pues

como se verá en esta época, realmente no hay espacios exclusivos para la

conservación de los libros y menos aún para la práctica de la lectura.

Por el contrario, el capítulo dos se centra en detallar cómo se conformaron

esas bibliotecas, llamadas en su momento “librerías”, y esto gracias a la

configuración del nuevo libro confeccionado por la imprenta. Estas librerías se

construyeron para dar fama y prestigio a su fundador. En esta época nace el

prototipo de biblioteca que se heredará a los tiempos contemporáneos, es el

prototipo de biblioteca-salón, que no está hecha para informar solamente, sino

también para mostrar lo que existe.

Para entender cómo se establecieron y organizaron las bibliotecas del siglo

XVI y XVII, este capítulo también hace un recuento de cómo el libro impreso dio

paso a la conformación de las colecciones, pues gracias a la producción en serie,

propiciaron las extensiones de las librerías.

Con los antecedentes señalados, el capítulo tercero se centra en describir

las condiciones que permitieron la edificación de los colegios tridentinos, pues esto

dará paso a la creación de la primera librería, conformada por el obispo Juan de

Palafox y Mendoza. A través de una nueva interpretación de los documentos

existentes sobre la conformación de la librería, este apartado intenta señalar una

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10

nueva propuesta, que permita ver las posibilidades de cómo pudo configurarse

este lugar.

El cuarto capítulo se centra en la explicación de cómo es que realmente la

Biblioteca Palafoxiana nace hasta muy entrado el siglo XVIII. Y que salvo los

fondos librarios que se destinaron en tiempos de Palafox y Mendoza, esta nueva

biblioteca efectivamente ya no tenía huella de la antigua librería. Asimismo, se

detalla las influencias arquitectónicas de la Biblioteca de Salamanca en la

construcción de la Palafoxiana. De igual forma, se relatan las vicisitudes que se

dieron con el cambio de régimen, esto es del sistema colonial a la conformación

de una nueva nación.

A diferencia de los que han hecho en su gran mayoría los trabajos en torno

a la Palafoxiana, que sólo numeran los libros existentes, sin prestar mayor

atención en sus temáticas y sobre todo, a su procedencia, el quinto capítulo, por lo

tanto, tiene como objetivo el exponer de forma integral la conformación del acervo,

las temáticas que probablemente pudieron haber leído los colegiales, así como

sus visitantes frecuentes. Además, se destacan los lugares de procedencia de los

fondos que han conformado a la Biblioteca Palafoxiana.

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11

Capítulo 1

Las colecciones de libros en la era del manuscrito

Han sido múltiples las definiciones sobre el concepto de biblioteca, que van desde

un conjunto organizado de libros, la denominación del edificio donde se

resguardan éstos o también se emplea para designar una colección de obras,

entre otras diversas acepciones que designa el concepto de “biblioteca”. Ahora

bien, si a algún individuo se le pidiera describir lo que entiende por biblioteca,

inmediatamente señalaría una sala con estantes repletos de libros, mesas o

pupitres donde el lector realiza su interacción con el libro. Sin embargo, esta

imagen moderna nada tiene que ver con las épocas pasadas, pues estos espacios

que hoy sirven a la práctica de la lectura, antiguamente no estaban designados

para esta actividad, ni remotamente los edificios guardan alguna similitud con los

nuestros.

Lo anterior pone de manifiesto que la idea que tenemos respecto de lo que

una biblioteca significa no es funcional para todas las épocas. Esta primera parte

intenta reconstruir cuáles eran las características de estos lugares. De igual

forma, se analizan las transformaciones materiales de los textos, pues no

olvidemos que los cambios que se provocan en un libro obligadamente van a

modificar también los espacios que los albergan (las mismas bibliotecas). Para

complementar los aspectos funcionales de las “bibliotecas” es imprescindible

estudiar las formas las formas de leer, por lo que también forman parte de este

estudio las prácticas de la lectura que se hacían en cada época.

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12

Para sintetizar este apartado de la tesis, partiremos de la época del

cristianismo primitivo hasta antes de la llegada de la imprenta. Este orden se

establece debido a que con la consolidación del cristianismo también se forjan

grandes transformaciones en la forma de los libros; es decir, el códice desplaza al

rollo o volumen en los procesos de escritura y lectura, mientras que la imprenta va

a traer nuevas modificaciones en la materialidad del texto y por ende, en las

bibliotecas. Precisamente a esta etapa histórica pertenece la creación y el

funcionamiento de la Biblioteca Palafoxiana, de la que ya daremos cuenta en los

capítulos siguientes.

1.1. Libros, lectores y colecciones de libros en la antigüedad tardía

Durante los primeros siglos de la era cristiana y en pleno Imperio Romano, se

inició el desplazamiento de los soportes de la escritura; es decir, del uso que se

hacía en la antigüedad clásica del famoso rollo o volumen, se pasa a utilizar el

códice. Así, el acto de la lectura en rollo dio pie al funcional y menos costoso

códice. Pero antes de adentrarnos en profundidad en estos aspectos tecnológicos

de la escritura y la lectura, es preciso señalar que el códice no fue una innovación

por parte de los cristianos, ya que este soporte de la escritura había sido utilizado

por los romanos, pero la consolidación del códice sí fue producto del cristianismo.

Para distinguir los cambios en las tecnologías de los soportes de la escritura,

referiremos algunos relatos atribuidos por la tradición a Jesús, y que están

enmarcados en el cristianismo primitivo: cuando Jesús muere sus discípulos se

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13

dispersan para predicar con las enseñanzas de su maestro, recorren grandes

porciones de tierra desde Oriente hasta Occidente, y llegan incluso a predicar en

la misma Roma, capital del Imperio. Muy pronto, una segunda generación de

cristianos dará inicio a la construcción de iglesias o asambleas organizadas en

donde realizaban su culto. Estamos entrando a la etapa donde aparece ya una

Iglesia organizada y que se ha extendido a lo largo del Imperio; al mismo tiempo

que se ha afianzado, se desatan las persecuciones en contra de sus feligreses.

Diversos motivos ocasionaron que los emperadores iniciaran su acoso, por

ejemplo, Nerón acusó a los cristianos de incendiar la capital romana. Por otro

lado, el recelo por parte de los judíos hacia los cristianos suscitó que los primeros

los calumniaran acusándolos de traidores al imperio y de practicar el incesto y el

canibalismo. Sin embargo, el problema más grave fue no tomar al emperador

como una deidad, manteniéndose fieles a Jesús, lo que provocó preocupación en

los emperadores como Trajano y Marco Aurelio, quienes veían en los cristianos un

factor de desunión en la sociedad imperial. Estos y los siguientes emperadores ni

tardos ni perezosos empezaron la persecución de cristianos y de todo lo que oliera

a cristianismo.

Bien pronto los cristianos tuvieron que replegarse para evitar los ataques de

los soldados romanos y las continuas persecuciones que se perpetuaban en su

contra. A pesar de las masacres, los seguidores de Cristo mantuvieron su fe en

alto, realizando sus oficios en catacumbas. La clandestinidad permitió que se

conservaran las ceremonias del culto, e inclusive muchos textos que

posteriormente fueron utilizados por los altos jerarcas religiosos de la época.

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14

La suerte del cristianismo primitivo cambió radicalmente gracias al

emperador Constantino, quien revirtió la política de hostigamiento ordenado por

los anteriores emperadores, como Diocleciano. Constantino, a través del llamado

Edicto de Milán, ordenó que en todas las provincias romanas se mostrara

tolerancia a todos aquellos que habían consagrado su fe al culto cristiano y

además revocó todos los anteriores decretos anticristianos. Los lugares de culto y

todas las confiscaciones se devolverían a sus antiguos dueños. Es, pues, con el

Edicto de Milán que el cristianismo fue legalmente reconocido por las autoridades

romanas.

Lejos de las persecuciones, los primeros pasos de los cristianos y del

cristianismo fue el de asentarse como una religión predominante; para ello

modificó y eliminó las costumbres religiosas que le daban sustento al mundo

antiguo. También desencadenó cambios en el aspecto político y social que

provocaron la disolución del Imperio. Pero como también ha señalado Sergio

Pérez Cortés, el cristianismo transformó toda la cultura escrita:

En efecto, la Iglesia de Cristo no únicamente modificó la concepción del libro

que, de instrumento de cultura se convirtió en signo precioso de misterio y objeto

de culto, sino que también alteró la relación entre la escritura, el escritor y el

libro. En líneas generales, el proceso consistió en el monopolio gradual y luego

definitivo de la escritura, ejercido por monasterios y catedrales, cuyo

complemento era un creciente analfabetismo y una mayor inhabilidad para

escribir entre los laicos, incluida la nobleza medieval…7

7 Sergio Pérez Cortés. La travesía de la escritura. De la cultura oral a la cultura escrita. México,

Taurus, 2006, p. 70.

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15

Así, al mismo tiempo que el cristianismo daba sus pasos para consolidarse

como la religión predominante en el Mundo Occidental, la escritura inicia una

nueva revolución en sus soportes, ya que se pasa del rollo o volumen al códice.

Vale la pena aclarar que los cristianos de los primeros siglos no eran más letrados

que los romanos, como señala Sergio Pérez Cortés, la lectura en esta etapa del

cristianismo tuvo una importancia excepcional que superaba a la escritura, pues el

creyente recibía el mensaje que debía quedar escrito en su memoria y en su

corazón a través de la lectura vocalizada.8 No se nos debe olvidar que Jesús,

siendo el máximo guía espiritual predicó con la palabra, pero no escribió nada.

De esta forma, los pocos escritores cristianos de los primeros siglos

copiaban en rollo o volúmenes de papiro las enseñanzas bíblicas. Pero

posteriormente a la etapa de represión por parte de los romanos, los cristianos

empezaron a utilizar el códice. Prácticamente podríamos señalar que el

cristianismo fue parte determinante para que el códice se consolidara, pues como

ha destacado Guglielmo Cavallo, fue tal el privilegio que se le concedió a este

nuevo formato que la mayoría de los libros de su religión son de esta naturaleza.9

Pero, ¿cuáles fueron los cambios más notables entre el rollo o volumen y el

códice, que permitieron que este último se convirtiera en el soporte de la escritura

por excelencia? Además, ¿cómo el códice modificó sustancialmente la forma de

leer en estos siglos, y que sin duda fue bien utilizada por el cristianismo?

8 Ibid., p. 129.

9 Guglielmo Cavallo. “Entre el volumen y el códex. La lectura en el mundo romano”, en Guglielmo

Cavallo y Roger Chartier, Historia de la lectura en el mundo occidental. Madrid, Taurus, 2001, p. 43.

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16

Las diferencias entre el rollo y el códice fueron muy grandes; por un lado, el

rollo o volumen se formaba gracias a la unión continua de muchas hojas de papiro

o pergamino. Para la escritura, el rollo se extendía y se dividía en columnas que

simulaban una forma de páginas; terminada la escritura, el rollo se envolvía en

una especie de varilla en forma cilíndrica, elaborada de metal o madera. Por sus

características, el rollo era sumamente frágil, ya que cuando se desenrollaba o se

enrollaba, si no era correctamente sostenido, éste tendía a desgarrarse con

mucha facilidad.

Por otra parte, el códice era diametralmente opuesto al rollo, pues era

elaborado a través del pergamino; era plano y cuadrado, su formato se debió a la

influencia de las tablillas de madera usadas frecuentemente por los romanos. A

diferencia del rollo, en el códice se podía escribir a dos columnas por las dos caras

de las hojas, que eran dobladas para dar la forma. El conjunto de las hojas se

unían y se formaban una especie de cuadernillo, esto gracias a la costura de las

mismas. Cuando se culminaba la escritura, por lo regular se tendía a

encuadernarlo con tapas de madera, lo que contribuyó a que se conservara en

mejor estado.

El códice también contribuyó a modificaciones importantes que

posteriormente serían adaptadas por la imprenta. Así, por ejemplo, se tiene el

incipit que era la fórmula con la que el copista iniciaba la escritura; el explicit, que

era básicamente la parte final donde se ponía el título o colofón. Además, en esta

parte podía ir la fecha de la conclusión de la obra, o el agradecimiento mediante

una oración a Dios. Es útil hacer notar que, en los primeros siglos de la era

cristiana, el título como ya señalamos, aparecía al final de la obra. Sin embargo, a

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17

partir del siglo V empieza a colocarse al principio del libro. Otra aportación que

inclusive llega hasta nuestros días, fue la de foliar o paginar los códices, cuestión

que en el rollo era innecesario por la forma en que se desplegaba.

Una más de las diferencias entre el rollo y el códice es que el primero

organizaba una cantidad menor de texto, por ejemplo, una obra podía abarcar

desde uno o varios rollos, mientras que el códice, por su forma, tenía la capacidad

de abarcar el texto completo. Además, Guglielmo Cavallo ha destacado que el

códice podía reunir en un solo encuadernado diferentes unidades textuales de un

mismo autor, hasta una miscelánea de obras diferentes.10 A esto habría que

agregar que con la aparición del códice, el costo en la elaboración de libros se

redujo bastante, sin aumentar el número de lectores que ya existía en la antigua

Roma.

Los cambios tecnológicos en la materialidad de los textos propiciaron

también nuevas formas de leer. La lectura en rollo era sumamente incómoda,

pues como señala Frédéric Barbier, había que desenrollar y enrollar a la vez, lo

cual impedía el uso de muchos rollos para su consulta11 y esto principalmente

porque el lector sostenía con las dos manos el rollo o volumen. De tal forma, el

manuscrito exigía una lectura continua con muy pocas pausas. Por lo tanto, el

lector del rollo leía sólo una porción de texto que le era permitido cada vez que lo

iba desenrollando. Y por mantener las manos ocupadas para sostener el libro,

lejos estaba de hacer alguna anotación.

10

Guglielmo Cavallo. op. cit., p. 148. 11

Frédéric Barbier. Historia del libro. Madrid, Alianza Editorial, 2005, p. 25.

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18

Por su parte, el códice modificó los gestos que imponía la lectura de rollo,

ya que el códice, por su trazado, posibilitaba que el lector lo sujetara con una sola

mano para posteriormente realizar el cambio de hoja, lo que hacía factible la

elaboración de anotaciones en los márgenes o en alguna otra zona libre del libro.

Aunque una cosa hay que aclarar: en los primeros siglos de la era cristiana,

cuando el códice daba sus primeros avances para consolidarse, el formato

permitió que el usuario lo manejara con una sola mano; posteriormente, con el

intento de concentrar un mayor número de conjuntos textuales, el libro sufrió

cambios importantes en su tamaño. Como escribe Guglielmo Cavallo:

Así pues, si el códice, en el momento de su primera difusión había sido el

instrumento de la lectura ágil, más libre en los movimientos, pues requería una

sola mano para su lectura, más tarde por el contrario, en la Antigüedad, época

de inquietudes sociales y espirituales, con tendencia a salvar, organizar y

conservar la herencia pagana y cristiana su capacidad utilizada al máximo,

terminó por producir un libro de dimensiones imponentes en el que se recogían

los libros de la Biblia con sus respectivos comentarios, los corpora legislativos y

jurisprudenciales, los clásicos adoptados por los cánones de la escuela, reunidos

variadamente: un libro de uso incómodo y cuya utilización estaba pues, orientada

no tanto a la lectura como a la consulta, operación a veces facilitada por la

numeración de las páginas o por los dispositivos de diferenciación textual.12

Este comentario de Cavallo sin lugar a dudas confirma que las

transformaciones de un texto modifica los hábitos de lectura: ahí está el caso del

rollo o volumen que podía representar una sola obra, mientras que el códice

acogía diversos textos. Y es así que la lectura en rollo era de forma lineal

12

Ibid., p. 149.

Page 23: Biblioteca Palafoxiana

19

continua, donde el lector pasaba inmediatamente, sin interrupción, de una

columna a otra. El códice, al contrario, con la división interna de los textos, dio pie

a una lectura más pausada y sobre todo, secuencial: “Esto favorecía una lectura

fraccionada, realizada página tras página y, por lo tanto, por segmentos de texto

que, en el caso concreto de las Sagradas Escrituras a menudo se fraccionaba

posteriormente mediante una subdivisión del texto en breves secuencias…”13

De esta forma, se tiene al códice como el impulsor de una lectura

fragmentada y secuencial, pero también, y esto es fundamental, se dio paso de

una lectura libre y recreativa que establecía el rollo, a una lectura orientada y

normativa, en la que el placer del texto fue sustituido por una labor lenta de

interpretación y de mediatización, como bien ha señalado Guglielmo Cavallo.14

Sobre todo, podríamos señalar que los textos se elaboraban para que no hubiese

una interpretación individual, sino que la interpretación estuviera regulada por vía

de las autoridades que se encargaban de este fin.

Y es que debemos considerar que el códice en los primeros tiempos del

cristianismo fue parte fundamental de un sector no privilegiado económicamente,

que paulatinamente se convirtió en libro de pocos. Hay que recordar que al rollo

siempre se le vinculó con las altas esferas de la sociedad romana, e inclusive

como Christian Vandendorpe ha comentado en su obra, que las personas de

suficiente fortuna no leían sino que se hacían leer el rollo por un esclavo

especializado.15 Esto nos lleva a señalar que el códice era en un primer momento

13

Ibid., p. 150. 14

Ibid., p. 151. 15

Christian Vandendorpe. Del papiro al hipertexto. Ensayo sobre las mutaciones del texto y la lectura. Argentina, FCE, 2002, p. 9.

Page 24: Biblioteca Palafoxiana

20

el instrumento de conocimiento para las capas medias de la población, y su

aceptación generalizada se debió al bajo costo de su producción.

En suma, podemos señalar que a pesar de que su orientación doctrinaria se

dio mediante la palabra, el cristianismo estableció su liturgia a través de la

escritura, nada mejor para esto que el códice como instrumento para plasmar el

mensaje religioso. Pero como señala Antonio Castillo Gómez, el códice fue

revestido de un gran valor simbólico que incluso fue elaborado como un libro de

lujo, confeccionado en pergamino purpúreo, recubierto de piedras preciosas; no

obstante, el libro estaba destinado más a ser visto y reverenciado, que a ser

leído.16 Esto provocó que se estableciera una lectura intensiva, donde se leían

pocos textos, siendo la Biblia el libro de una constante repetición en la lectura.

Ante lo que ya se ha descrito, se puede señalar que la materialidad del

códice produjo una nueva forma de leer y comprender el texto; es decir, en el

mundo de la antigüedad grecorromana, el rollo a través de su hilo narrativo

continuo dio menos importancia a la lenta interpretación, cuestión que sí fue

posible gracias a la aparición y consolidación del códice. Ahora bien, si el códice

modificó las prácticas de la lectura, necesariamente también modificaría los

espacios físicos que lo resguardaban; estamos hablando de las “bibliotecas” de

esa época, que como he señalado, nada tienen que ver con las nuestras.

Adentrémonos a observar esos espacios físicos.

Durante el Imperio Romano, los lugares que resguardaban los libros tenían

diversas características de acuerdo a la condición social de sus dueños. Se

16

Antonio Castillo Gómez. Historia mínima del libro y la lectura. Madrid, Siete Mares editorial, 2004, pp. 38-39.

Page 25: Biblioteca Palafoxiana

21

podían encontrar las bibliotecas destinadas a los emperadores, que por lo regular

contenían un buen número de rollos, escritos en lengua griega y latina. Estaban

las que pertenecían a las clases más acaudaladas en la esfera romana. Pero

también había las reservadas a las clases menos pudientes, ubicadas junto a los

baños públicos. Alfonso Muñoz Cosme ha destacado algunas similitudes en las

bibliotecas romanas, que van desde la separación entre biblioteca latina y griega,

los nichos para empotrar las estanterías, espacios amplios y bien iluminados con

ventanas en la parte superior.17

También por algunos datos que han arrojado los estudios arqueológicos,

varias de estas bibliotecas se construyeron en los sitios más adecuados para

proteger los libros del deterioro, pues muchos arquitectos, al parecer seguían los

consejos del sabio Vitruvio, quien sugería que “los dormitorios y las bibliotecas

deben estar orientados al levante, porque el uso de ellos requiere luz matinal, y

además porque en las bibliotecas los libros no se echan a perder tan fácilmente,

pues todo lo que mira a mediodía o al poniente se estropea por la polilla y la

humedad, ya que los vientos que llegan húmedos hacen nacer y propagarse la

polilla e infunden en los volúmenes aires húmedos que los deterioran y

enmohecen”.18

Las ideas de Vitruvio fueron importantes en su época y sumamente

estudiadas durante la Edad Moderna. Por ejemplo, algunos edificios romanos

tenían acceso de luz por levante, que como hemos visto fue una sugerencia de

Vitruvio, aunque al parecer algunas salas eran iluminadas de forma artificial. En

17

Alfonso Muñoz Cosme. Los espacios del saber. Historia de la arquitectura de las bibliotecas. España, Ediciones Trea, 2004, p. 36. 18

Tomado de Muñoz Cosme. Los espacios del saber..., p. 33.

Page 26: Biblioteca Palafoxiana

22

cuanto al mobiliario interno, la mejor descripción nos la ha dado Hipólito Escolar

Sobrino, quien lo describe de la siguiente forma:

Las librerías y las bibliotecas depositaban los libros en estanterías, llamadas

Plutei y, si estaban fijas a las paredes, pegmata. Los huecos que formaban los

elementos verticales y horizontales recibían por asociación de imágenes el

nombre de nidos, nidi, y foruli y loculamenta, por su parecido a las celdillas de un

panal19.

Frédéric Barbier ha destacado que cuando los rollos o volúmenes eran de

un número bajo, estos se guardaban enrollados en los jarros de cerámica o

cestos, cajas o cofres, donde se depositaban.20 Para identificar el contenido de

los rollos, se les colocaba una etiqueta en sus extremos. Además de estos

repositorios se usó la armaria o armarios que permitieron guardar rollos y códices.

El armario fue el instrumento que mejor sirvió para guardar los códices por parte

de los cristianos de los primeros tiempos. Sobre este punto, Hipólito Escolar

señala que en las modestas iglesias primitivas, la biblioteca junto con los

elementos de la sacristía, se reducían a sendos armarios colocados en el ábside,

embutidos en los muros. En estos se guardaban los libros, los vasos y los

ornamentos sagrados.21

De la clandestinidad, el cristianismo fue imponiéndose lentamente en lo

cultural y político. Por su parte, el Imperio romano se encontraba agonizando y

junto con esto sus bibliotecas, que eran extinguidas por el fuego y los continuos

19

Hipólito Escolar. Historia de las bibliotecas, Madrid, Fundación Germán Sánchez Ruipérez, 3ª ed. 1990, pp. 98-99. 20

Frédéric Barbier. op. cit., p. 25. 21

Hipólito Escolar. op. cit., p. 105.

Page 27: Biblioteca Palafoxiana

23

saqueos de sus libros. Los escritos de la antigüedad que dieron forma a la

sociedad romana fueron consumidos por las llamas y, sobre todo, despreciados

por el cristianismo, pues para los cristianos sencillamente eran una simple

literatura pagana se contraponía con las “verdaderas” enseñanzas que contenían

los libros de la Biblia. Con esto, los estudios de carácter secular poco a poco iban

desapareciendo. Ahora las instituciones de enseñanza estaban controladas por el

ámbito religioso, y para ello fueron fundamentales los nacientes monasterios,

como veremos a continuación.

1.2. La cultura escrita en el monasterio: el scriptorium

La Iglesia Cristiana muy pronto pasó de la persecución a formar parte de la pompa

del Imperio, gozando de diversos privilegios y prebendas que desvirtuaron su

camino inicial de austeridad. Muchos obispos se aprovecharon del cargo

eclesiástico para enriquecerse y obtener honores públicos a costa de la misma

feligresía. Esto motivó que muchos cristianos se alejaran de toda esta

suntuosidad para dedicarse a una vida simple, pero llena de una gran

espiritualidad, que es la base de la vida monástica.

Así, las primeras noticias que se han recibido de los primeros monjes

cristianos, se remontan a la vida de San Pablo Ermitaño y de San Antonio,

quienes marcharon al desierto para seguir una vida de contemplación.

Rápidamente, sus formas de vida fueron inspiración para otros cristianos, de los

cuales tenemos a San Basilio el Grande, quien es considerado como el fundador

Page 28: Biblioteca Palafoxiana

24

monástico por excelencia. San Basilio, a través de sus continuos viajes por

Palestina y Egipto observó la vida de otros monjes, a los que clasificó en cuatro

categorías: los anacoretas solitarios, los que viven en grupos, los que viven en

comunidad y finalmente los ascetas itinerantes.22

El estudio de la vida de los monjes y su propia experiencia hizo que San

Basilio concibiera una colección de Reglas para la vida Monástica en Oriente.

Éstas reglas se componían de cincuenta y tres preguntas con sus respectivas

respuestas apoyadas en las Sagradas Escrituras. De esta forma, en sus escritos

señalaba que los monjes debían imitar a Jesús y a los apóstoles aún hasta en las

más pequeñas cosas. Además tendrían que estudiar las Escrituras, pero sólo los

que estuviesen preparados y que fueran escogidos por el superior. Finalmente,

los monjes más versados escogerían a un superior mediante un consejo, que

serviría para interpelar al superior en caso de que cometiera alguna injusticia.23

Las ideas de San Basilio y San Antonio muy pronto llegaron a Occidente,

siendo San Benito de Nursia quien junto con otros monjes decidió buscar la

soledad para la contemplación. San Benito posteriormente funda el monasterio de

Montecassino, en este lugar dio a conocer su famosa Regla monástica, donde

encomiaba a los monjes la obediencia, el silencio y la humildad. La Regla de San

Benito fue la pieza angular de las futuras congregaciones monásticas de

Occidente, pues prácticamente todos los monasterios la aplicaron para regir su

funcionamiento.

22

Tomado de Historia Universal. El auge del Cristianismo. Lima, Salvat Editores, 2005, p. 365. 23

Ibid., pp. 367-368.

Page 29: Biblioteca Palafoxiana

25

Hay que destacar que los primeros monasterios se erigieron lejos de las

antiguas ciudades romanas; es decir, con la fundación de los monasterios se

empezaba a gestar una sociedad distinta de la que funcionaba en las ciudades;

numerosas personas de clase privilegiada se unían a otras personas con

posibilidades económicas precarias para formar una comunidad de monjes. Peter

Brown también ha destacado que las familias aldeanas y urbanas acomodadas

daban a sus hijos a los monasterios al servicio de Dios la mitad de las veces para

mantener la herencia familiar indivisa y libre de un número excesivo de hijos.24 De

esta forma en los siglos VI y VII los monasterios empezaron a crear sus

comunidades.

Los monasterios, junto con la lengua latina, se extendieron por amplias

regiones como Irlanda e Inglaterra. Fue en Irlanda donde la vida monástica cobró

gran relevancia, pues desde la llegada de San Patricio en el año 432, fue

constante la aparición de monasterios y abadías en este lugar. Además de fundar

estos centros religiosos, los monjes irlandeses se diseminaron en muchos lugares

de Europa Occidental, como el caso del abad irlandés Columbano, quien instituyó

en el norte de Italia el monasterio de Bobbio. Fue tal la influencia de este monje

que en la mayor parte de los monasterios en Bretaña, el código ascético de

Columbano reemplazó a la Regla de San Benito. De esa forma, los monjes

irlandeses fueron quienes mayor influencia ejercieron en la Europa Occidental,

hasta que apareció la Orden de Cluny.

24

Peter Brown. “La Antiguedad Tardía”, en Philippe Ariés y Georges Duby (directores). Historia de la vida privada. Madrid, Taurus, 2ª ed. 2003, p. 281.

Page 30: Biblioteca Palafoxiana

26

Efectivamente, en el siglo X se da un gran movimiento de reforma en la vida

monástica y surge el monasterio de Cluny, ubicado en la Borgoña francesa. Pero

Cluny no tan sólo fue el gran impulsor de la renovación religiosa, también impulsó

sobremanera la cultura en Europa. La renovación del monasterio de Cluny

consistió en retomar la Regla de San Benito, ya que con las diversas donaciones y

la acumulación de riquezas, la conducta de los monjes se relajó, por lo tanto se

estableció la máxima de “rezar y trabajar”, de tal forma que los hermanos de la

congregación tenían que dedicar parte de los oficios divinos al trabajo manual y al

estudio. El regreso a la sencillez y a la austeridad propició una nueva oleada de

fundaciones de monasterios por Europa. Sin embargo, en el siglo XII inicia su

etapa decadente, ya que las cuantiosas donaciones por parte de los europeos

envilecieron la vida de los monasterios.

La decadencia moral de la Orden de Cluny propició la última oleada de

construcciones monacales. Esto se da gracias a diversos hombres religiosos

como Robert de Molesta y Bernardo de Claraval, quienes decidieron nuevamente

reformar la vida del monasterio. Así, fundan la Orden del Císter para recuperar los

ideales de San Benito y poner énfasis en el ascetismo. Estos monjes blancos,

llamados así por el color de sus hábitos, pronto multiplicaron los monasterios

cistercienses por toda Europa. Por lo regular sus monasterios se fundaban en

lugares inhóspitos, alejados de la vida mundana, ya que nada debía desviar su fe

en Dios. Pero este modelo fue paulatinamente disgregándose, sobre todo porque

al igual que la Orden de Cluny, empezaron a abandonar su modelo reformador de

vida austera; a esto se agregaron los continuos saqueos a las abadías por las

constantes guerras, además de las malas cosechas y las diversas hambrunas que

Page 31: Biblioteca Palafoxiana

27

los conflictos bélicos provocaban. Y, finalmente, en el siglo XIV en plena

decadencia de los monasterios, el derecho que se les confería de nombrar a los

abades, ahora era impuesto por el Papa o los reyes de cada región. Estos

factores dieron fin a la vida monástica, pero fueron en estos sitios donde la

escritura y la lectura se desarrollaron al declinar las ciudades.

Efectivamente, a partir de las invasiones bárbaras y con el inicio del

desmoronamiento del Imperio Romano de Occidente, la cultura letrada empieza a

menguar en las ciudades para encontrar refugio en los monasterios, donde se

conservan los restos de la cultura clásica y el vertiginoso ascenso de la cultura

cristiana. De los siglos V al XI hay numerosos cambios en los formatos de los

libros. Principalmente, los cambios más importantes son los que conciernen a las

formas en la escritura. A partir del desarrollo de la cultura monástica, el latín fue

abriéndose paso como el principal campo de estudio; se retoman algunos de los

rasgos de la escritura romana y aparece la llamada escritura cursiva latina. Pero

como ha señalado Hipólito Escolar Sobrino, la escritura de este siglo se va

modificando un poco de acuerdo a cada región.

Las difíciles comunicaciones y el aislamiento consiguiente, así como la escasez

de centros de enseñanza, condujeron a diversificaciones locales en los tipos de

letras, que se conocen con el nombre genérico de precarolingias, anteriores a

Carlomagno, y con nombres específicos unos geográficos, como insular aplicada

a la letra de Irlanda y Gran Bretaña, y Benaventana, de la ciudad de Benavente,

también llamada longobarda, para el sur de Italia. Igualmente toman el nombre

del pueblo que las utiliza, como el caso de la mencionada longobarda, la

Page 32: Biblioteca Palafoxiana

28

merovingia por la monarquía francesa, y la visigoda por el pueblo que dominaba

la Península Ibérica.25

La escritura, durante esta época se realizaba en los llamados scriptorium;

éstos se ubicaban en una habitación alejada totalmente de los ruidos que

provenían de las naves principales de los monasterios. Aunque estos scriptorium

son parte de la cultura monástica, no todas las órdenes religiosas le dieron

importancia, pues como señala Sergio Pérez Cortés, las grandes salas de

escritura pertenecían a los seguidores de la Regla de San Benito. Mientras que

los cartujos o los cistercienses preferían las celdas o escritorios individuales, los

monasterios en Inglaterra hacían de las celdas un lugar de excepción para los más

letrados.26

El escriba monástico efectuaba su actividad después de haber realizado los

oficios litúrgicos matutinos. Aquél se encargaba de copiar los textos tanto de la

antigüedad, o los provenientes de los Padres de la Iglesia, pero sobre todo de la

reproducción de las Sagradas Escrituras. Muchas veces se elaboraban costosos

ejemplares en hojas de pergamino, con bellas ilustraciones en miniatura ricamente

decoradas. Sven Dahl detalla así la actividad producida por el escriba:

Cuando el monje se disponía a escribir, cortaba primero el pergamino con ayuda

de un cuchillo y una regla, operación conocida como quadratio; después se

satinaba la superficie y se rayaban las hojas para la cual previamente se

indicaban en el borde la distancia entre las líneas haciendo pequeños agujeros

con un compás. El rayado se hacía con un punzón o con tinta roja o más tarde

25

Hipólito Escolar Sobrino. Manual de historia del libro. Madrid, Gredos, 2000, p. 134. 26

Ibid., p. 92.

Page 33: Biblioteca Palafoxiana

29

con frecuencia con un lápiz de grafito. Cuando por fin comenzaba propiamente a

escribir, el escriba o calígrafo, tomaba asiento ante un pupitre inclinado, en el

que se encontraban dos tinteros de cuerno con tinta negra y roja, y equipado con

su pluma y su raspador se disponía a la tarea. La tinta roja se utilizaba para

trazar una raya vertical a lo largo de las iniciales; es lo que se conocía como

rubricar (de rebrum, rojo). Cuando el escriba había terminado el manuscrito, le

daba fin con varias líneas (llamadas suscripción o colofón), en las que se

encontraba el título del libro. El título del libro se colocaba también al comienzo,

en cuyo caso se iniciaba el texto con las palabras hic incipit (aquí comienza, para

después informar de qué materia trataba…27

Ahora bien, sobre el proceso de escritura que concernía al monje, Sergio

Pérez Cortés ha destacado las diferencias de los procesos de copiar entre el

escriba antiguo y el escriba monástico, pues en la antigüedad el escriba tomaba

notas gracias a la voz viva de un dictator para que después las transcribiera. El

escriba monástico estaba obligado a copiar fielmente el texto, tenía prohibido

corregir, incluso si el ejemplar era erróneo. “De hecho un buen escriba era aquel

que reproducía, sin inmutarse, incluso las faltas de su modelo, y un mal escriba

aquel que, no siguiendo las reglas de la copia, se sentía en libertad de enmendar

en el mismo momento en el que realizaba el manuscrito”.28 De esta forma, el

escriba prácticamente tenía la misión a través de la escritura, de preservar el

legado de los textos importantes para la vida religiosa, sin ser alterados en su

contenido.

El monje realizaba su trabajo con sus instrumentos, es decir, el cálamo y

posteriormente la pluma de ave, acompañados de las tintas y, por supuesto, de la

27

Sven Dahl. Historia del Libro. Madrid, Alianza Editorial, 4ª reimpr. 2006, p. 134. 28

Ibid., pp. 253-255.

Page 34: Biblioteca Palafoxiana

30

hoja de pergamino que trazaba con escrituras llamadas precarolingias que era una

combinación de letras cursivas usadas en la antigüedad. Las letras precarolingias

fueron utilizadas en los siglos VI y VII d.C., siendo reemplazada por la minúscula

carolingia a partir del siglo VIII. Este tipo de lectura permitía una mejor legibilidad,

era una letra más dibujada que escrita, donde se exigía al monje copista una

caligrafía precisa. Sergio Pérez Cortés ha señalado que la aparición de la

minúscula caroligia fue un paso más para que los monasterios acapararan el

monopolio de la escritura:

A decir verdad, el predominio de la minúscula carolingia es un aspecto más del

proceso que había llevado a concentrar la manufactura de libros casi por

completo en los Scriptoria de los monasterios. Debido a este monopolio,

“escribir” se había convertido en sinónimo de “copiar”, y el copista monástico se

había hecho sinónimo de “escritor”. “Escribir” significaba reproducir una y otra

vez libros espléndidos y deslumbrantes, que debían servir esencialmente de

apoyo a las lecturas públicas en la vida litúrgica y pastoral. Resulta

comprensible que esta bella escritura, que movía a piedad a sus ejecutantes y

que entre nosotros suscita la admiración, en cambio despertara tan poco

entusiasmo fuera de los ambientes monásticos.29

Por lo tanto, se puede considerar que en esta etapa, la mayor parte de los

intelectuales no escriben sus libros, sino que mayoritariamente dictan sus obras,

de tal forma que la escritura no funciona como un medio de comunicación como

en la actualidad, más bien era un medio de anotación de las mejores cosas de la

“fe”.

29

Ibid., p. 263.

Page 35: Biblioteca Palafoxiana

31

Las obras más reproducidas por los copistas religiosos fueron los libros que

componían el Antiguo y el Nuevo Testamento, los textos de los Padres de la

Iglesia en lengua griega, como Clemente de Alejandría, Eusebio de Cesárea, San

Basilio, San Gregorio, San Niceno y San Juan Crisóstomo. De la patrología latina

encontramos a los primeros teólogos cristianos, como San Cipriano, San Ambrosio

de Milán, San Jerónimo y el santo ibérico San Isidoro de Sevilla, con sus

destacadísimas Etymologiae. Pero la obra más reproducida era la del mayor

influyente de la cristiandad, San Agustín, con sus escritos La Ciudad de Dios y Las

Confesiones.

Si en el proceso de escritura había cambios, también los hubo en el acto de

la lectura. En la Alta Edad Media el proceso de lectura se fue modificando; se

pasó de la lectura en voz alta, que era la forma predominante en la Antigüedad, a

una lectura silenciosa, que se hacía de esta manera con el fin de comprender el

texto adecuadamente. Pero no hay que olvidar que la lectura en voz alta continuó

gracias a la liturgia. Además, esta forma de lectura era practicada por aquellos

que incursionaban en ella por primera vez, ya que con esto, el maestro de lectura

podía corregirles sus defectos. Sin embargo, como señala Malcolm Parkes, es a

partir del siglo VI cuando se le concede mayor importancia a la lectura en silencio:

En la regla de San Benito encontramos referencias a la lectura individual y a la

necesidad de leer para uno mismo con el fin de no molestar a los demás.

Puesto que este tipo de lectura debía ser supervisada para garantizar que el

Page 36: Biblioteca Palafoxiana

32

lector no se relajase ni se distrajera, de ello se deduce que la lectura en silencio

no era frecuente en esas circunstancias.30

La relevancia que la Iglesia le dio a la lectura fue mayúscula, y trajo como

consecuencia que la escritura quedara relegada. De esta forma la práctica de la

lectura formaba parte de la iniciación en la educación eclesiástica, que cobra

realce en la vida monástica junto con la oración. Pérez Cortés menciona que a la

forma de la lectura en el monasterio se le llamó lectio divina, porque establecía un

rechazo al libro pagano para concentrase en el estudio exclusivo de la Biblia, pues

era el elemento imprescindible, ya que para el monje era el camino de su diálogo

con Dios.

La lectura transcurría en los actos colectivos de los oficios, en las comidas o

en la realización de los ejercicios espirituales. Pero fue tal su importancia que la

alta jerarquía monástica no se conformó con la recepción simple de ésta, que se

empezó a idear una lectura individual que penetrara con mayor fuerza los

contenidos del texto. Este novedoso estilo coexistió con la lectura pública. El

prestigio atribuido a la escritura fue de tal magnitud en la vida monástica que en el

siglo IX se estableció una regulación para que la mayoría de los monasterios la

siguieran. Sobre esta regulación de las horas que los monjes tenían que seguir,

Pérez Cortés señala lo siguiente:

Los hermanos leían en total tres horas al día, en horarios cambiantes de acuerdo

con la estación del año: en invierno (desde las calendas de octubre hasta la

Cuaresma), la lectura ocupaba dos horas, de la hora prima hasta el final de la

30

Malcolm Parkes. “La Alta Edad Media”, Historia de la lectura en el mundo occidental. op. cit., p. 160.

Page 37: Biblioteca Palafoxiana

33

segunda (seis y siete de la mañana) y una hora en la tarde, un poco antes de

vísperas. En Verano (del fin de la Pascua a las calendas de octubre), debido al

calor, los monjes le dedicaban dos horas al final de la mañana, entre la hora

cuarta y la sexta (diez y doce de la mañana) y los que lo deseaban todo o parte,

del tiempo para la siesta. Cuaresma era un tiempo penitencial dedicado

exclusivamente al trabajo y a la lectura, la cual se realizaba desde la hora prima

hasta el final de la tercia (seis a nueve de la mañana) para luego dedicar el resto

de la jornada, hasta la hora décima, al trabajo manual. El domingo, día dedicado

por entero al Señor, la lectura debía llevarse a cabo todo el tiempo disponible

entre los oficios.31

La lectio sagrada realizada por los monjes, que era practicada con mucha

constancia e intensidad, no debe entenderse como una lectura acumulativa de

textos e información, sino que era una constante con el mismo texto que lo

impulsaba al límite de las emociones; es decir, el monje más que leer establecía

un diálogo con la divinidad, para que le fuese transmitida toda la sabiduría que

ayudara en todos sus momentos. Y como bien ha señalado Pérez Cortés, la lectio

divina sobre las Escrituras evadía la interpretación de las mismas porque no era

un objeto de examen, sino de reverencia. Por lo tanto, podemos señalar que este

tipo de lectura era más contemplativa y generativa, que de reflexión y

comprensión.

Como he venido explicando a lo largo de este texto, si los soportes de la

escritura cambiaron, las formas de la lectura también lo hicieron. Por lo tanto, los

espacios donde se realizaban esta actividad obviamente, se transformaron. El

lugar de trabajo formaba parte de una unidad donde se encontraba el scriptorium y

lo que podríamos llamar con sus reservas, la “biblioteca”. Pérez Cortés ha

31

Ibid., pp. 156-157.

Page 38: Biblioteca Palafoxiana

34

destacado que los scriptoria o scriptorium solían ser simultáneamente la biblioteca

de la comunidad, pero que ésta no tenía el significado actual de “sala de lectura”,

sino más bien de “lugar de custodia de los libros”.32 Este sitio se encontraba a un

extremo de la Iglesia, y estaba separado por una división de madera. Por lo

regular siempre había un ventanal para permitir el paso de la luz con el fin de

realizar la actividad de la lectura sin obstáculos visuales.

Ante esto, es necesario recalcar que para la época donde se desarrolló el

monasterio, el término de biblioteca era utilizado para designar a la bibliotheca

sacrae, o christianae, es decir, los diversos textos que componía la Biblia eran

designados de esta forma. Como refiere Pérez Cortés, en los mismos catálogos

medievales nunca aparece una sola referencia al término bibliotheca para

designar al conjunto de libros que se reseñan. Sin embargo, cuando se cita la

Biblia, siempre es designada como Bibliotheca integra o Bibliotheca in duos

voluminibus.

El nombre mismo de bibliotheca, que era una herencia de la cultura latina

clásica, al inicio de la Edad Media, fue largamente restringido hasta significar

sobre todo la Biblia, y no perdió este sentido especial sino hasta los siglos XII y

XIII d.C., cuando las escrituras empezaron a ser designadas con el término de

Biblia…33

Por lo anterior, es necesario matizar algunos aspectos para entender por

qué el término Biblioteca no significa lo mismo para nosotros que para la gente de

esa época. Primero, lo que debemos entender es que casi toda la cultura escrita

32

Ibid., p. 252. 33

Ibid., p. 163.

Page 39: Biblioteca Palafoxiana

35

se situó en torno al monasterio. No podemos olvidar que en la antigüedad las

bibliotecas eran fundadas por la élite gobernante. Pero cuando esta forma de

organización decae y pasa a las manos eclesiásticas, no se introducen drásticas

trasformaciones como las experimentadas en la antigüedad. Segundo, para el

religioso, el libro casi nunca representaba una fuente de conocimiento, sino que se

le veía como un instrumento para la salvación; antes bien, a través de la grafía se

encontraba la palabra del Creador. Ante esto, se puede señalar que en los

monasterios no se hacía acopio de libros como en la antigüedad, sino que se

reformaban las colecciones de acuerdo a las necesidades de cada orden.

Un ejemplo de lo ya señalado es el caso del monasterio de Vivario, en el

que como explica Fred Lerner, los manuscritos que ahí se copiaban eran

principalmente libros religiosos para uso del mismo monasterio, pues básicamente

este lugar fundado por Capiodoro, era para estudiar la palabra de Dios, de ahí que

se ponía énfasis en preservar los textos antiguos que podían servir para los fines

religiosos.34

Por lo tanto, podemos recapitular y señalar que el término de biblioteca se

reservaba para simbolizar los textos que componían la Biblia, y que hasta el siglo

IX d.C. las palabras arca, pero sobre todo armarium correspondían para significar

una colección de libros o documentos de archivo como biblioteca. El término

armarium fue utilizado por los monasterios cistercienses principalmente; de este

lugar se tomaban los libros para leer. El armarium era un nicho abierto en el muro

del claustro, cerca de la puerta de la Iglesia; los nichos solían estar forrados de

34

Fred Lerner. Historia de las bibliotecas del mundo. Desde la invención de la escritura hasta la era de la computación. Argentina, Troquel, 1999, p. 51.

Page 40: Biblioteca Palafoxiana

36

madera para aislar la humedad y estaban divididos en estantes.35

Paulatinamente, al aumentar el número de libros, se le destinó una pequeña

estancia en uno de los ábsides de la iglesia, donde se colocaban los armarios.

En cuanto al número de libros o códices que guardaban los armarios en los

monasterios, no superaban el millar de ejemplares, pues no existía el comercio de

libros, por lo que la mayoría de las colecciones de libros eran elaboradas en

escritorios del monasterio. Algunas veces también se solicitaban préstamos de

códices a otros conventos para copiarlos. En otros casos, algunos fieles con

recursos les donaban algún libro a los monjes, pero por lo regular ellos mismos

reproducían las copias de éstos.

Al encargado de resguardar la colección de libros se le llamó

bibliothecarius, armarius, custos o antiquarius. El encargado también fue el

responsable de custodiar los archivos del monasterio, aunque posteriormente sólo

se encargó del oficio de bibliotecario. Su labor fue sumamente valiosa para el

desempeño de la vida monástica, ya que muchas veces era el responsable de

verificar el copiado de los libros, pero sobre se encargaba de conservarlos.

Además, le correspondían las tareas de establecer las obras que se tenían que

realizar durante las comidas, los oficios y todo el servicio religioso. Sobre la forma

de proceder con los libros por parte del bibliotecario, hay una descripción del siglo

IX hecha por un comentador de la época:

35

Alfonso Muñoz Cosme. Los espacios del saber..., op. cit., p. 57.

Page 41: Biblioteca Palafoxiana

37

El bibliotecario, ayudado por los hermanos, lleva todos los libros a la reunión de

la confraternidad. Allí extienden una alfombra y sobre ella colocan los libros.

Después que han concluido los oficios regulares de la reunión, el bibliotecario lee

la lista de títulos y los nombres de los monjes a quienes les fueron prestados el

año anterior. Cada monje deposita su libro sobre la alfombra. Luego el

prepósito, o aquel en quien se ha delegado la tarea, recoge uno por uno los

libros interrogando a los hermanos para ver si los estudiaron diligentemente. Si

la respuesta es satisfactoria, le pregunta al hermano qué libro considera útil para

leer este año y se lo entrega. No obstante, si el abad considera que un libro

pedido no es adecuado para el hermano, no se lo entrega y elige cuál darle que

sea adecuado. Si el interrogatorio determina que un hermano fue negligente en

su estudio, no se le entrega un nuevo libro sino que se le pide que estudie el

mismo durante un año más. Pero, si el abad considera que el hermano ha

estudiado con diligencia y no alcanza a comprender, le da otro libro. Cuando los

hermanos han abandonado la reunión, el abad verifica que las listas registran

todos los libros y si hay alguno no registrado lo busca hasta que lo encuentra.36

Como observamos, la labor del bibliotecario fue fundamental en la

organización del monasterio. Este secretarium, archivium o notarius como

también se les llamó, fue el responsable de todo lo referente al scriptorium, pues

siempre supervisaba el trabajo de los copistas, y era el único que podía corregir

los manuscritos. A estos hombres se debe la sobrevivencia de muchas obras, a

pesar de las calamidades que producían los fenómenos naturales como las lluvias

o el creciente factor de destrucción de libros como los roedores y los insectos, sin

olvidar los desastres provocados por la guerra. El bibliotecario, de anónima y

callada labor, en un primer momento fue responsable de tener al día todo lo

referente al armarium y poco a poco sólo dedicó su esfuerzo a las colecciones de

libros, dejando en otros la responsabilidad del archivo y del escritorio.

36

Tomado de Fred Lerner. Historia de las bibliotecas del mundo..., op. cit., p. 58.

Page 42: Biblioteca Palafoxiana

38

Éstas son algunas características del libro y la lectura en la vida monástica,

que preservaron la unidad religiosa en las diversas regiones europeas. También

observamos cómo se transforman los espacios donde se albergan las colecciones

de libros, que hoy llamamos bibliotecas. No obstante, a partir del siglo XII y XIII,

se empieza a diversificar la cultura escrita, a partir del auge de las catedrales en el

mundo medieval, como veremos a continuación.

1.3. La cultura escrita en la época de las catedrales

Gracias al incipiente comercio que se dio en el siglo XII en la Europa Occidental,

se permitió el desarrollo de algunos centros urbanos. Poco a poco estos centros

urbanos crecieron hasta convertirse en verdaderas ciudades, con grandes

monumentos arquitectónicos, dentro de los que sobresalen las catedrales. La

catedral, como señala Georges Duby, es la iglesia del obispo, por lo tanto es la

iglesia de la ciudad.37 El estilo gótico va a ser el puntual de la nueva arquitectura,

donde los grandes arcos ojivales son su muestra principal.

Son, pues, las ciudades las que entre los siglos XI y XII lograron recuperar

su nivel económico y demográfico, debido a las continuas guerras contra los

diversos grupos de bárbaros. Y como apunta Jacques LeGoff, las ciudades, antes

de este esplendor solamente habían quedado exclusivamente para la función

pública y administrativa, a diferencia de la antigüedad romana, donde a partir de

37

Georges Duby. La época de las catedrales. Arte y sociedad. 980-1420. Madrid, Cátedra, 1997, p. 99.

Page 43: Biblioteca Palafoxiana

39

estas funciones tenían un vital desarrollo económico y cultural.38 Pero estas

ciudades antiguas desaparecieron, dando paso a unas ciudades más pobres en

todos los aspectos.

Las nuevas ciudades que se formaron muchas veces a un lado del antiguo

centro urbano romano, fueron creciendo merced a la emigración del campo a la

ciudad, que junto con los comerciantes, los diversos grupos de artesanos y el clero

conformaban todo el conglomerado. Este último grupo no se nos debe olvidar,

tenía la función de administrar la economía de todo el gremio episcopal, así como

la de regular todo lo referente a los monasterios. Estos elementos favorecieron en

gran medida al impulso de las ciudades.

Los vientos de desarrollo que se estaban dando en las ciudades, pronto

impulsaron dos ámbitos importantes en la cultura de la época: la reestructuración

de la enseñanza y el avance en las formas arquitectónicas. Así es, la forma

arquitectónica que va a dar el esplendor definitivo de las nacientes ciudades es el

estilo gótico, el nuevo arte urbano. Claro ejemplo de esto son las catedrales, cuya

muestra permite ver el desplazamiento de la vida cultural fomentada y, podría

decirse, acaparada por los monasterios. Ahora son las catedrales y todo el

ambiente urbano los receptores del impulso cultural.

Es, pues, que a partir del siglo XII que la cristiandad empieza a salir de su

largo letargo, producto de regresiones económicas, y de los diversos temores que

se inventaron sobre las fuerzas demoníacas a partir del mítico año mil. Sobre

estas penurias se elevó el impulso de renovación; uno de sus principales

propiciadores fue Bernardo de Chartres, quien dio pie a la recuperación de los

38

Jacques LeGoff. La civilización del Occidente medieval. Barcelona, Paidós, 1999, pp. 65-66.

Page 44: Biblioteca Palafoxiana

40

sabios de la Antigüedad para que sus enseñanzas fueran utilizadas en los

avances del pensamiento. Esta nueva corriente de pensamiento se cimentó pues

el abad Suger, del monasterio de Saint Denis las retomó para aplicarlas en una

nueva arquitectura de edificios religiosos.

Tradicionalmente; los edificios eclesiásticos habían sido construidos en el estilo

románico, una reelaboración del de las basílicas del mediterráneo oriental. La

nueva iglesia de San Dionisio era bastante diferente. Suger utilizó los nuevos

conocimientos arquitectónicos, que aprovechaban las matemáticas más

recientes, para crear un vasto edificio en el que el énfasis horizontal de las

iglesias románicas se reemplazaba por planos perpendiculares y la bóveda de

crucería, en la que arbotantes situados en el exterior de la construcción se

encargaban de soportar las paredes y permitían que la inmensa nave quedara

en gran parte libre de columnas, y en el que gigantescas ventanas

perpendiculares permitían que la luz se abriera camino en grandes cantidades

hacia el hasta entonces lúgubre interior y brillara sobre el altar.39

Para Suger esta nueva arquitectura en los edificios religiosos donde la luz era el

elemento primordial, permitiría a los fieles ver que Cristo era la luz del mundo y no

sombras, por lo tanto habría que reflejar esto a través de la nueva arquitectura.

“Además de la luz como concepto general, Suger introdujo varias características

adicionales. Las dos torres almenadas a la fachada tenían como objetivo

proporcionar a la catedral un aspecto militar, un símbolo de Cristianismo militante

y del papel del rey en la defensa de la fe”.40

Por encargo del abad Suger, los primeros ensayos sobre esta nueva forma

arquitectónica se efectuaron en el coro del monasterio de Saint Denis. Pronto la

39

Peter Watson. Ideas. Historia intelectual de la humanidad. Barcelona, Crítica, 2006, p. 571. 40

Ibid., p. 572.

Page 45: Biblioteca Palafoxiana

41

edificación estilo gótico se reproduciría en el resto de Francia, construyéndose por

ejemplo las catedrales de Noyon y Laon, Chartres, sin faltar, por supuesto, la de

Notre-Dame de París. La arquitectura gótica se extendió rápidamente por toda

Europa, destacando la catedral de Canterbury en Inglaterra, la catedral de Colonia

en Alemania, la catedral de Burgos y la de Toledo en la Península Ibérica, por citar

las más sobresalientes.

Es necesario señalar que las iglesias y monasterios de estilo románico eran

demasiado oscuros, concebidos principalmente por monasterios de uso exclusivo

para la comunidad religiosa. La catedral gótica, por su parte, era un edificio de uso

colectivo y es que aparte de su función principal de realizar el rito religioso, este

edificio también sirvió como lugar público de reunión. Georges Duby, señala al

referirse a la catedral de Saint-Denis, que esta representaba la unión del poder

episcopal y de la monarquía, siendo además el orgullo de la burguesía, por eso los

hombres de negocios junto con las asociaciones de oficios celebraban ahí sus

reuniones, pues consideraban a este monumento como propio.41

Aparte de usar las catedrales para la reunión de gremios y de miembros de

la feligresía, las catedrales sirvieron también como escuelas que a diferencia del

monasterio eran más abiertas, con menos restricciones mundanas. Por otra parte,

las personas ya no salían de las ciudades en busca del aprendizaje que

fomentaban los monasterios. Así, diversos grupos de laicos entre los que se

podían encontrar a hijos de comerciantes o artistas y numerosos artesanos, se

congregaron en torno a la escuela catedralicia.

41

Georges Duby. La época de las catedrales. op.cit., p. 115.

Page 46: Biblioteca Palafoxiana

42

En la escuela episcopal la enseñanza adopta un nuevo estilo. Se hace más

flexible, se abre el universo presente. Las abadías, por el contrario,

despreciaban el mundo. En el monasterio la educación no se hacía en equipo

sino en pareja: cada uno de los jóvenes seguía a un anciano que escogía sus

lecturas y sus meditaciones, le guiaba, le conducía paso a paso por el camino de

la contemplación. Inversamente, la escuela catedral es una escuadra; un grupo

de discípulos se reúne a los pies de un maestro, el cual lee para todos un libro y

lo comenta. Estos estudiantes no viven encerrados. Se mezclan con el mundo.

Andan por las calles de la ciudad…42

De esta forma, las escuelas fundadas en las catedrales enseñaban a los

alumnos algunas habilidades como la escritura y la lectura básicamente en latín,

donde los textos se comentaban y se discutían, sobre todo se estudiaban algunos

clásicos de la antigüedad como Cicerón, Ovidio y Virgilio. Sin faltar, por supuesto,

los textos sagrados. Además de estas primeras etapas del saber, Jacques Verger

destaca otros elementos en la formación del escolar:

…Los niños aprendían textos de memoria, especialmente los del salterio y otros

libros litúrgicos que tenían la ventaja de ser accesibles incluso en las escuelas

más modestas, pues bastaba con tomarlos prestados de la iglesia más próxima.

A continuación venía el estudio de la gramática propiamente dicha, que permitía

la práctica de ejercicios de un tema o de composición latinas. El viejo manual de

Donet, a veces completado con las Doctrinale de Alexandre de Ville-Dieu y

Grecismos de Evrard de Bethune, ambos más recientes, eran los libros básicos

de esta enseñanza, junto con algunas recopilaciones de pequeños textos

sencillos como los Dísticos atribuidos a Catón, la Egloga de Teodulo, la Chartula,

las fabulas de Esopo, el Floretus, etc., en los que los niños encontraban

42

Ibid., pp. 116-117.

Page 47: Biblioteca Palafoxiana

43

proverbios, fábulas y otros pequeños poemas, catecismo elemental, historias

moralizantes, Tablas.43

Las oportunidades que ofrecían las escuelas de las catedrales sirvieron

para que muchos hijos de la burguesía y de la aristocracia se formaran en ámbitos

religiosos o en la vida secular. Así, centenares de estudiantes acudían a los

diversos centros de enseñanza en toda Europa, sobre todo porque en el ámbito

intelectual los jóvenes expandían su conocimiento, pues no se detenían sólo en la

contemplación y meditación espiritual como proponían la educación del

monasterio, sino que estos nuevos estudiantes querían estudiar algo más práctico

que les sirviera par mejorar los negocios familiares o, en el caso de los eruditos,

era más importante el debatir y analizar las formas del pensamiento del momento.

El desarrollo del pensamiento contribuyó en gran medida a las ideas que se

producían en una zona de Europa, el al-Andalus en la Península Ibérica, lugar

donde se mezclaba el conocimiento religioso cristiano con el judío, y sobre todo, el

árabe. En Toledo por ejemplo, herederos de los conocimientos de los monjes de

Cluny y de la Orden del Cister, el obispo Don Raimundo permitió que las ideas de

los monjes se mezclaran con las de los musulmanes, lo que provocó que las ideas

circularan libremente. Y como ha señalado atinadamente Hipólito Escolar Sobrino,

fue en esta ciudad donde los estudiosos europeos acudían para aprender de las

ciencias árabes, pero también de autores griegos afamados, como Aristóteles y

Ptolomeo, o algunos filósofos árabes como Avicena, Algacel y Avorroes.44 Por

43

Jacques Verger. Gentes del saber en la Europa de finales de la Edad Media. Madrid, Editorial Complutense, 2001, pp. 57-58. 44

Hipólito Escolar Sobrino. Historia del libro español. Madrid, Gredos, 1998, p. 50.

Page 48: Biblioteca Palafoxiana

44

todo esto, Toledo fue la columna vertebral que proporcionó a Europa todo el

conocimiento en la medicina, astronomía y las matemáticas.

Son, pues, las catedrales, y sobre todo sus escuelas las que empiezan a

dominar la vida cultural, muchas veces hegemonizada por los monasterios. Es por

esto que muchos prelados y canónigos donaban sus pocos libros a las catedrales,

lo que provocó que estos espacios no fueran utilizados simplemente para

resguardar los libros, sino que sirvieran también para la lectura de éstos; es decir,

cuando alguien donaba un libro a la catedral, lo hacía con la expectativa de que se

conservara y que ayudara además en la formación de las personas. Es así como

empiezan a formarse las bibliotecas de las catedrales.

La biblioteca de la catedral del siglo XIII deja de ser un depósito de libros,

para funcionar ya como un lugar de lectura; por lo tanto, el espacio destinado

debería contar con una buena iluminación. Alfonso Muñoz destaca que en las

catedrales se adoptó el sistema de los monasterios con varios armarios para

depositar los libros. Sin embargo, con el crecimiento de los fondos, se destinó una

habitación, lo que llevó finalmente a realizar salas especiales como bibliotecas.45

En cuanto a los interiores, en las paredes laterales cerca de las ventanas se

ponía una tabla apoyada en unos pies, donde se ubicaban las filas de pupitres; ahí

se colocaban los libros que se sujetaban con unas cadenas. El lector, durante el

acto de lectura, descansaba los libros en otra tabla inclinada que estaba adosada

al mueble.

En los pupitres no solía haber más de una veintena de volúmenes y en los

bancos sólo cabían dos o tres lectores. La iluminación que, por miedo a un

45

Alfonso Muñoz Cosme. Los espacios del saber..., op. cit., p. 66.

Page 49: Biblioteca Palafoxiana

45

incendio no podía ser artificial, quedaba bien resuelta en las horas diurnas con la

luz de las ventanas, que daba directamente sobre la tabla donde reposaba el libro

durante la lectura.

También se idearon instrumentos ingeniosos para la lectura. Por ejemplo,

atriles giratorios, sujetos con un vástago en forma de cuatro con un solo pie, que

permitían al lector consultar varios libros sin levantarse de su asiento, haciendo

girar la mesa o atril.46

Para evitar la dispersión de las colecciones, se dispusieron una serie de

inventarios y registros de las donaciones. En los armarios se colocaban tiras de

piel para destacar los libros que estaban en el armario. Esta labor era realizada

por el bibliotecario, quien además podía prestar el libro mediante una fianza.

Existe un registro de la época por parte de Pedro de Arbon, bibliotecario

benedictino, el cual aconseja sobre cómo mantener ordenado el acervo de la

biblioteca:

Si la abundancia de libros es tan grande que la memoria no puede abarcarlos ni

retener sus nombres, permitamos que [el bibliotecario] haga una lista para sí, en

la que registrará cada libro por su nombre con ciertas distinciones, es decir,

puede asignar una página a cada autor para todos sus libros, una para Agustín,

una para Ambrosio, una para Jerónimo y lo mismo para los demás. Si haces

esto, tendrás un registro duradero de los libros, podrás saber qué tienes y qué no

tienes, y el monasterio tendrá también un testimonio.47

46

Hipólito Escolar... Historia de las bibliotecas, p. 91. 47

Tomada de Fred Lerner. Historia de las bibliotecas del mundo, op. cit., p. 112.

Page 50: Biblioteca Palafoxiana

46

Sobre el número de libros que resguardaban las bibliotecas catedralicias, la

cantidad fue muy variada, ya que por ejemplo, algunas iglesias contaban con una

Biblia, algunos libros de los Padres de la Iglesia, la liturgia y sobre aspectos

teológicos. Hipólito Escolar ha subrayado que algunas bibliotecas del siglo XII no

habían superado a las monásticas, pues alcanzaban algunas centenas y

predominaban los libros en latín y uno que otro en legua vernácula. En general las

bibliotecas de estos lugares tuvieron pocos libros, pero muy valiosos, ya que

algunos contenían obras literarias de la antigüedad clásica, sin olvidar algunos

tratados científicos.

Un caso excepcional fueron las escuelas catedrales de la región francesa,

como la catedral de Reims, en la que también se contaba con un escritorio. La de

Chartres alcanzó su esplendor en pleno siglo XII gracias al legado de Juan

Salisbury; en la biblioteca se encontraban obras de ciencias árabes, y sobre todo

textos sobre el pensamiento de Platón. Estas son las más destacadas pero no las

únicas, ya que fuera de la región se puede citar la biblioteca de Toledo, con su

valiosa colección de textos árabes.

Hasta aquí podríamos señalar los aspectos más importantes sobre la

cultura escrita y sobre el desarrollo de las bibliotecas de las catedrales. Ahora

bien, considero significativo remarcar algunos rasgos sobre las condiciones de las

órdenes mendicantes, pues sus aportaciones son sumamente importantes sobre

el conocimiento de las bibliotecas de la época, por lo que destinaremos las

páginas subsecuentes a dichas órdenes.

La evolución en la vida urbana que se desarrolló a lo largo del siglo XII y

que tiene su esplendor en la construcción de las imponentes catedrales, también

Page 51: Biblioteca Palafoxiana

47

se da en el terreno de la renovación de la misma iglesia, que empieza a

preocuparse por una revalorización de la liturgia y la predicación en los amplios

sectores de la población. A esto habría que agregar que los modelos monásticos

de Cluny y del Císter estaban agotados, por lo tanto no había una respuesta clara

para detener el avance de las ideas de los cátaros.

La respuesta que los religiosos plantearon fue la de impulsar la creación de

grupos de predicadores populares con una característica de vida arraigada en la

pobreza, y sobre todo la participación en el trabajo manual. Así es como un

clérigo castellano llamado Domingo de Guzmán inicia en la fundación de un grupo

de predicadores capaces de erradicar las “herejías” de los cátaros. La base de su

movimiento era predicar con el ejemplo de la pobreza y la santidad. De esta forma

se crea la primera Orden, con la única misión de combatir la herejía y renovar la

vida espiritual del pueblo.

Casi al mismo tiempo de la fundación de la Orden de los Dominicos, en las

campiñas italianas el hijo de un mercader de paños, llamado Giovanne Bernardote

Onombrado, también conocido como Francisco, inicia su conversión espiritual

donde la pobreza, la oración y la meditación son sus banderas para generar

conciencia. Para lograr su objetivo va a Roma con el propósito de fundar una

nueva Orden. Ante la petición, el Papa Inocencio III aprueba la creación de la

comunidad franciscana, cuyos objetivos eran vivir de las limosnas y fomentar la

oración y la predicación a todo el pueblo.

Con estas dos congregaciones religiosas se pone en marcha una

renovación profunda en la vida espiritual de la sociedad. El papado las promoverá

asistiéndolas de recursos para la construcción de conventos. Las dos órdenes

Page 52: Biblioteca Palafoxiana

48

tendrán sus roles individuales; los dominicos se enfocarán más a la orientación

clerical, centrando su participación en la predicación y el estudio. Por su parte, los

franciscanos en un principio, no le dan tanta importancia al estudio, pero sí al

trabajo manual y a la predicación popular; y como señala Norma Durán, estos

grupos religiosos, para realizar su labor pastoral toman de la historia relatos

piadosos, vidas ejemplares y fragmentos de la historia bíblica.48

Las órdenes mendicantes surgen, pues, con el fin de cubrir la

evangelización de las ciudades, que continuamente van creciendo. Y es que tanto

dominicos como franciscanos en un principio se asentaban en lugares estratégicos

como las rutas de comunicación que guiaban a la ciudad. Fue tal su impacto en la

población urbana que incluso el clero secular veía en los franciscanos y dominicos

una amenaza, ya que ellos los desplazaron de todo lo relacionado en la vida

social, y sobre todo, pastoral.

Se debe entender que sólo a través de la predicación es como se relaciona

a los frailes mendicantes con la población urbana; es la predicación lo que permite

según las órdenes, que la mentalidad evolucione. Para lograr este objetivo se

requiere tener un mejor conocimiento de la teología; son los dominicos quienes

asumen mejor este reto, dedicándole un mayor esfuerzo al estudio y al rigor

intelectual. De esta forma, las órdenes religiosas se diferencian de la vida

monástica, ya que para las órdenes el enemigo no está en los desiertos o en el

campo, sino en la vida urbana.

48

Norma Durán. Formas de hacer historia. Historiografía grecolatina y medieval. México, Ediciones Navarra, 2001, p. 204.

Page 53: Biblioteca Palafoxiana

49

Pero el convento, es aún diferente del claustro por el hecho de que la vida de los

religiosos no se reduce a él. El convento no es nada más que un refugio en el

que los frailes, una vez terminada la tarea, regresan a dormir y a compartir el

alimento recogido en los suburbios. No obstante, al igual que el claustro de las

catedrales, el convento dominico se afirma y ésta es su función principal como

un centro de trabajo intelectual, como una escuela. En cada uno de ellos, un

“lector” expone y comenta las Escrituras. Las constituciones imponen a cada

religioso poseer, escritos para él mismo, una Biblia, El libro de las Sentencias de

Pedro Lombardo, en el que se concentra la ciencia teológica, y la Historia de

Pedro el Mangeur, de la que se extraen los temas concretos de la predicación.49

Aunque son los dominicos los más aventajados en el conocimiento, bien

pronto los franciscanos son obligados por la Santa Sede a convertirse en una

milicia de sacerdotes e intelectuales, y para ello se les dota de profesores y libros

con el propósito de ser más efectivos en la predicación. Por lo tanto, franciscanos

y dominicos, por órdenes del Papa se expandieron en las diversas ciudades de

Europa, fomentando los centros de enseñanza.

En cuanto a sus bibliotecas, o mejor dicho sus colecciones de libros, las

órdenes mendicantes no contaron con estos grandes recursos, a diferencia de los

monásticos, pues por su función pastoral unos pocos libros les bastaban. Pero

entre las dos principales órdenes había una clara diferencia en cuanto a los libros;

por ejemplo, los dominicos por el interés de sus dos predicadores eminentes como

Alberto Magno y Tomás de Aquino, se guiaban más por los escritos de Aristóteles,

mientras que los franciscanos leían a San Agustín y otros Padres de la Iglesia o a

los mismos escritores franciscanos como Duns Escoto, Buenaventura y Guillermo

de Occam.

49

Georges Duby. La época de las catedrales...,op. cit., p. 141.

Page 54: Biblioteca Palafoxiana

50

Sobre el espacio, Alfonso Muñoz Cosme destaca que los conventos

construyeron salas para bibliotecas para permitir la lectura de numerosos

estudiosos y, especialmente, se siguieron las recomendaciones del dominico

Humbertus de Romanos, donde se pedía la formación de una colección de libros

encuadernados para su lectura en un lugar tranquilo del monasterio.50 Estas

recomendaciones pronto se pusieron en práctica en los conventos franciscanos y

dominicos.

Finalmente, hay que destacar que las órdenes mendicantes van a ser las

grandes impulsoras de la educación, que además formarán parte de los cuerpos

académicos de las nacientes universidades. Pero también heredaron las formas

de construir las bibliotecas en los centros universitarios, como se observará a

continuación.

1.4. El libro encadenado: las colecciones universitarias en el mundo

medieval

Como he venido explicando a lo largo de este texto, si los soportes de la lectura

escrita cambiaron, la lectura obligadamente y por lógica también tuvo que cambiar.

Pero también se modificaron los espacios donde se realizan estas prácticas

asociadas a la lectura. En un principio, la escritura y la lectura se efectuaban en

los monasterios. La escritura se realizaba en las habitaciones que estaban

destinadas para este fin. La lectura transcurría en los actos colectivos de los

50

Alfonso Muñoz Cosme. Los espacios del saber..., op. cit., p. 65.

Page 55: Biblioteca Palafoxiana

51

oficios, en las comidas o en la realización de los ejercicios espirituales. Pero poco

a poco estas actividades se ejecutaron fuera de los monasterios y catedrales,

siendo acogidas ahora en las nacientes universidades.

Las primeras universidades se erigieron gracias a la influencia de los

franciscanos y dominicos. Dentro de las más famosas se destacan la Universidad

de la Sorbona en París, la de Padua y Bolonia en Italia. La de Bolonia fue centro

de estudios sobre el Derecho romano. Posteriormente ya en el siglo XIV se

fundarían las prestigiosas universidades inglesas, la de Oxford y Cambridge,

además de las del resto de Europa. En estas universidades, aunque eran

independientes de los obispos, las concesiones y licencias de la enseñanza eran

otorgadas por el Pontífice. Sus facultades se dividían en diversas ramas de la

enseñanza, como el derecho, artes, medicina y, principalmente, la teología. El

latín fue la lengua que se utilizaba para impartir las clases. Además, el alumno en

su primera etapa obtenía el título de bachiller, y en la segunda etapa la teología

era la más alta especialidad.

Para la enseñanza en las universidades, el libro fue el instrumento básico.

Siempre se utilizaban los textos de las autoridades del cristianismo, pero a

diferencia de la lectura monástica, la lectura en las universidades se modificó de

gran forma, ya que la lectura monástica era rigurosa y lenta para que se

comprendiera mejor lo que se leía. Mientras que la lectura universitaria o

escolástica pretendía una mejor organización que permitiera una gran utilidad para

el que realizara el acto de la lectura. Pero esta nueva forma de lectura dio pie a

nuevas necesidades, tal como lo señala Jacqueline Hamesse:

Page 56: Biblioteca Palafoxiana

52

Era preciso que le lector pudiese encontrar con facilidad lo que buscaba en el

libro, sin tener que hojear las páginas. Para responder a esa exigencia, se

empezó por establecer divisiones a marcar los párrafos, a dar títulos a los

diferentes capítulos, y a establecer concordancias, índices de contenido y

alfabéticos que facilitaran la consulta rápida de una obra y la documentación

necesaria.51

Bajo el sistema organizativo de la universidad medieval, la lectura escolástica

introdujo notables cambios, pues a diferencia de la lectura monástica, que

enfatizaba la explicación y el comentario, siguió el modelo consistente en la

discusión (disputatio) y la predicación (peredicatio)52, pero sin desechar las etapas

de la lectura monástica. Finalmente, la discusión fue el elemento predominante en

la escolástica.

Hemos destacado que durante buena parte de la Edad Media, la lectura en

voz baja fue una de sus características. Pero Armando Petrucci ha destacado que

durante todo este periodo histórico fueron tres los tipos de lectura que se

desarrollaron:

En efecto, es posible distinguir tres técnicas de lectura ampliamente difundidas y

utilizadas a sabiendas desde perspectivas diferentes: la lectura silenciosa in

silentio; y la lectura en voz baja, llamada susurro o ruminatio, que servía de

apoyo a la meditación y de instrumento de memorización; y, por último, la lectura

pronunciada en voz alta que exigía, como en la antigüedad, una técnica

particular y se aproximaba bastante a la práctica de la recitación litúrgica y del

canto.53

51

Jacqueline Hamesse. “El modelo escolástico de la lectura”, en Guglielmo Cavallo y Roger Chartier (dirs.). Historia de la lectura… p. 182. 52

Ibid., p. 196. 53

Armando Petrucci. Alfabetismo, escritura, sociedad. Barcelona. Gedisa, 1999, p. 184.

Page 57: Biblioteca Palafoxiana

53

Si pensamos que durante la Edad Media la escritura iba al parejo de la lectura,

caemos en un error, ya que hasta antes del siglo XI, las funciones del lector y del

escribiente eran totalmente distintas. Por un lado, encontramos que los copistas

no tenían preocupación por la lectura; escribían los manuscritos con letras

apretadas, usaban frecuentemente mayúsculas y minúsculas sin restricciones, y

sus textos carecían de signos de puntuación para ayudar al lector. También es

necesario recordar que la mayoría de los eclesiásticos y personas laicas podían

más o menos escribir, pero la lectura estaba fuera de su alcance. Sobre esto,

Armando Petrucci ha destacado que la escritura no estaba al servicio de la lectura,

donde la escritura obedecía sus propias reglas de composición y ritmo.54 De tal

forma que la escritura y la lectura, durante gran parte de la Edad Media toman

caminos divergentes.

Pero como hemos señalado, la inercia del proceso de lectura que se

realizaba durante la Alta Edad Media, se modificó de gran manera durante la

etapa escolástica y esto debido a las nuevas condiciones generales que presenta

en cuanto al formato del libro, pues el libro escolástico universitario es de gran

formato, pesado, poco manejable y difícilmente transportable; se necesitaban

soportes fijos y sólidos para la lectura; la escritura estaba dispuesta en dos

columnas, había la cantidad exacta de texto que se disponía abarcar y

comprender de un vistazo. El texto tenía divisiones y subdivisiones, es decir,

capítulos y parágrafos para facilitar la comprensión y, sobre todo, la consulta.55

54

Ibíd., p. 185. 55

Ibid., p. 188.

Page 58: Biblioteca Palafoxiana

54

Los caracteres góticos fueron principalmente la forma de escritura que se

utilizaba en las universidades y la vida conventual. Además de las innovaciones

en la escritura, aparece un nuevo soporte que va a reducir el costo de los libros,

me refiero al papel. Así pues, los libros universitarios, aunque en forma limitada,

fueron escritos en papel y sustituyeron al pergamino. El papel, como nuevo

soporte de la escritura, tardó en difundirse en toda Europa, siendo las ciudades

españolas con influencia musulmana las que tenían mayor proporción de libros

producidos con este material.

En cuanto a las bibliotecas medievales, hay que destacar que en los

monasterios no había una sala destinada para la colocación de los libros. Éstos

se colocaban en las baldas de los armarios, que se encontraban empotrados en

las paredes de cualquier parte del monasterio, o incluso en los pasillos. Quienes

resguardaban los libros eran el bibliotecario y el jefe de escritorio. Los monjes

recurrían a éstos para solicitar el préstamo del material necesario. Obtenido el

material, los monjes se retiraban a sus celdas donde leían los libros. Así lo

describe magistralmente Armando Petrucci:

Pero, en esta época, al hablar de biblioteca, debemos entender más bien una

colección de libros más o menos ordenada antes que una institución con

funcionamiento autónomo. De hecho, en general, se trataba de una habitación

de muy reducidas dimensiones, situada junto a la iglesia, conectada o incluso

común con el lugar de escritura y en la que los libros sólo eran conservados en

uno o varios armarios especiales y no consultados ni leídos; en efecto, la lectura,

entendida como evento individual, se hacía en las celdas; entendida como

Page 59: Biblioteca Palafoxiana

55

evento comunitario y devocional en el refectorio o en la iglesia, y por último,

entendida como evento comunitario y didáctico, en la escuela.56

El espacio destinado para resguardar los libros servía además, como lugar

de conservación del archivo de documentos de la institución. Incluso servía para

realizar la actividad de la escritura, pues el erudito leía y escribía. No se nos debe

olvidar que muchos textos se componían con citas de los más doctos de la

antigüedad o la cristiandad: estamos hablando de San Agustín, y San Jerónimo; o

de los textos de los Padres de la Iglesia. Sin embargo, a diferencia de la biblioteca

eclesiástica, la biblioteca secular que aparece en el siglo XII modifica los

repertorios, que por un lado, los primeros se dedican a la colección de libros de las

Sagradas Escrituras, liturgias, y los textos de la Patrología cristiana. La biblioteca

escolástica se dedicó en un momento a la colección de libros como las Sagradas

Escrituras, la Patrología Latina, la Liturgia y algunos textos de la antigüedad. Pero

fue la aparición de los nacientes colegios universitarios, que su forma y contenido

cambió. Sobre estas transformaciones, Petrucci ha destacado lo siguiente:

Pero con el siglo XII las condiciones materiales de la producción literaria

cambiaron decididamente, a consecuencia de mayores exigencias culturales, del

desarrollo de las grandes escuelas universitarias y de la formación de un más

amplio público de personas cultas o alfabetizadas. Por lo cual, el número de

libros producidos aumentó notablemente y las bibliotecas eclesiásticas no sólo

debieron ampliar su repertorio, sino con el tiempo, modificar su misma estructura

física y abrirse a una consulta más amplia; mientras, gradualmente iban

surgiendo modelos de institución bibliotecaria distintos de los del pasado,

56

Ibid., pp. 197-198.

Page 60: Biblioteca Palafoxiana

56

también por su naturaleza jurídica y su función, como las bibliotecas de los

colegios universitarios y las privadas de los docentes laicos.57

Estas condiciones de las bibliotecas son el camino que marcaron los

cambios que modificaron el surgimiento y desarrollo de las universidades.

Además del afianzamiento de las órdenes mendicantes, permitió que a partir del

siglo XIII hubiese un nuevo orden de los libros. Y es que con las órdenes

mendicantes surgió un nuevo modelo de la biblioteca, que ya no estaba orientada

a la acumulación de materiales, sino que en esta etapa se crea un espacio que no

sólo sirve para la conservación de los libros, sino que también estaba destinado

para la consulta y la lectura de éstos. Este nuevo espacio presentaba la siguiente

disposición espacial:

Constituido por una sala oblonga, ocupada en las dos naves laterales por dos

series de bancos en varias filas paralelas y separadas en el centro por un pasillo

vacío; un modelo que se inspira naturalmente en el propio de la iglesia de nave

única y quizá también, más sutil e inconscientemente, en el visual de la página

del códice escolástico, construida sobre dos columnas de textos densas de

líneas separadas por un estrecho intercolumnio y rodeada de márgenes:

espacios complementarios dejados vacíos en el libro para la intervención manual

del lector, así como en la biblioteca los espacios laterales y centrales ponían

remedio a las necesidades de desplazamiento del público de los estudiosos.58

Esta es la nueva forma de biblioteca de origen eclesiástico y que sirvió de

modelo a las bibliotecas universitarias, donde los libros eran encadenados en los

bancos o pupitres para su lectura. También trajo cambios sustanciales en la forma

57

Ibid., p. 119. 58

Ibid., p. 200.

Page 61: Biblioteca Palafoxiana

57

de registrar el material para realizar una eficaz búsqueda, pues se realizaron

verdaderos catálogos y no simples inventarios. Esto dio pie a la colocación

correcta de los libros, además de que se llevaba un registro de los libros

prestados, pues muchos estudiantes aún leían en las celdas de descanso.

Los nuevos espacios arquitectónicos que constituían la biblioteca trajeron

cambios significativos en los ámbitos de lectura. Ya que hasta mediados del siglo

XIII convivían perfectamente la lectura oral y la lectura en silencio. Pero el nuevo

modelo de biblioteca, por su forma, sólo permitía realizar una lectura en silencio, y

en silencio se buscaba a los autores y títulos de los catálogos. Es el momento de

una lectura individualizada, tal como lo ha destacado Paul Saenger:

Fue en las bibliotecas encadenadas de finales del siglo XIII donde se expresó

por primera vez la exigencia del silencio por parte del lector... Cuando los

lectores comenzaron a leer visualmente, el ruido se convirtió en una fuente

potencial de distracción. Incluso el susurro de la lectura en los abarrotados

pupitres de las bibliotecas medievales habría dificultado considerablemente el

estudio.59

En las facultades de las universidades en los siglos XIII al XIV, las

bibliotecas contaban con pupitres facistoles, con bancos donde los lectores

compartían los textos. Pronto se establecieron reglamentos donde se prohibían

gestos que distrajeran al lector. Así es como en 1412 aparece el reglamento de

Oxford, en el cual se establece que la biblioteca es un lugar de quietud. En la

Universidad de Angers en 1431 se prohibía la conversación e incluso los susurros.

59

Paul Saenger. “La lectura en los últimos siglos de la Edad Media” en Guglielmo Cavallo y Roger Chartier (dirs.). Historia de la lectura…, op. cit., p. 239-240.

Page 62: Biblioteca Palafoxiana

58

A finales del siglo XV, la Sorbona también crea sus propios estatutos que

declaraban que la biblioteca de la facultad era un lugar sagrado donde debía

imperar el silencio.60

Este nuevo espacio destinado a la lectura que marcó el inicio, aunque

incipiente de la lectura en silencio, dio pie a la intimidad del lector con el texto,

donde ya no hay una lectura guiada o controlada. Así, el lector de esta época da

rienda suelta a las críticas de los textos, fomentando el escepticismo intelectual.

Paul Saenger ha destacado que en las universidades se inicia el proceso de

prohibir lecturas que a juicio de las altas autoridades académicas estuvieran

impregnados de herejías. De tal forma que en el siglo XIII los estatutos

universitarios vedaban la asistencia de lecturas públicas de libros prohibidos.61

Con estas nuevas medidas, los libros manuscritos que se apartaban de las

“normas” fueron destruidos.

Regresando al espacio destinado a la lectura, es preciso destacar que a

partir de la construcción de las nuevas bibliotecas en el siglo XIII, el número de

libros que resguardaban estos lugares constantemente se fue incrementando, de

tal forma que las obras de los Padres de la Iglesia y las biblias fueron

acompañadas de nuevos repertorios, como fue el caso de las obras de derecho

civil y canónico, sin faltar los de filosofía. Este aumento del material en las

bibliotecas religiosas modificaron los espacios. Pero aparte de esto, lo más

importante fue que los libros fueron colocados de acuerdo a su funcionalidad en

diversos locales.

60

Ibid., p. 240. 61

Ibid., p. 243.

Page 63: Biblioteca Palafoxiana

59

Fue así que hubo, normalmente, en las mayores bibliotecas religiosas del siglo

XIV, una colección de consulta, llamada pública, ordenada por mesas; una

colección, encerrada en armarios con estantes, llamada secreta, destinada

preferentemente al préstamo y, en general, más amplia que la anterior; un grupo

de libros litúrgicos en la sacristía; y otro grupo de libros de lecturas devocionales,

en el refectorio; a esto podían añadirse colecciones especiales en depósito

perpetuo en las celdas de hermanos de particular importancia o en otros lugares

de la casa religiosa.62

Aparte de las bibliotecas monásticas y universitarias, aparecen nuevos

centros de resguardo de los libros, éstos son las bibliotecas reales. Y es que a

finales del siglo XIII y en el transcurso del XIV, los grandes coleccionistas de libros

son los reyes, príncipes y la aristocracia reinante en los diversos territorios

europeos, de estos se pueden destacar los casos de Otón III y Federico II en la

región alemana; en Francia sobresale el caso de Felipe el Bueno.

Sobre las bibliotecas señoriales, Armando Petrucci ha destacado

basándose en la descripción de Federico II, que tienen marcadas diferencias con

las religiosas y las universitarias, ya que el repertorio no estaba destinado a la

finalidad didáctica o profesional, sino que “era una biblioteca de lectura, no de

consulta, y por eso, de escritura”,63 donde se incorporaban un sinnúmero de libros

de diferentes materias y lenguas. Es, pues, una biblioteca sin la rigidez religiosa.

Estas bibliotecas señoriales se encontraban ubicadas en los espacios seguros del

palacio o castillo. Y como se ha destacado, estos lugares no eran de estudio, sino

62

Ibid., p. 202. 63

Ibid., p. 203.

Page 64: Biblioteca Palafoxiana

60

más bien de esparcimiento, por lo que las salas estaban acondicionadas para

realizar una lectura placentera.

Junto con las bibliotecas destinadas para los reyes y príncipes, además de

toda la aristocracia, a partir del siglo XIV se desarrolla la biblioteca personal. Ésta

fue impulsada por los nacientes humanistas. Los humanistas italianos se

preocuparon por coleccionar las obras de los escritores clásicos. Es con

Francesco Petrarca donde se da el despunte de las colecciones formadas por

humanistas, pues su colección siempre fue abierta a recibir los textos que

componían los escritores de su época, así dentro de su biblioteca se podían

encontrar los textos de los Padres de la Iglesia, principalmente de San Agustín.

Pero su mayor inspiración recayó en la lectura de los clásicos, desplazando en

gran parte los textos de carácter escolástico.

En efecto, Petrarca no sólo sustituye un repertorio por otro, más bien, sustituye

la ideología de una biblioteca instrumental para la enseñanza y aculturación

profesional de los laicos y de los eclesiásticos cultos por otra, de derivación

antigua, de la biblioteca universal, thesaurus de la cultura escrita de todos los

tiempos y países, y, por eso, abierta y diacrónica.64

La colección de libros de Petrarca puede ser considerada como una de las

mejores colecciones “privadas” de su tiempo. Llegó inclusive a proponer que su

colección pasara a manos de la República de Venecia, con el fin de que se

incorporaran más colecciones y crear una biblioteca magna que fuera abierta al

público; sin embargo, estos sueños nunca se cristalizaron. Lo interesante de esto

64

Ibid., p. 207.

Page 65: Biblioteca Palafoxiana

61

es ver cómo la lectura se fue realizando lejos de los espacios religiosos y

estudiantiles, es decir, hay una formación de lectores con posibilidades de tener su

propia biblioteca. Pero estas bibliotecas particulares, como fue la del caso de

Petrarca, además de la de Boccacio, y de otros humanistas, fueron creadas con

la intención de transformarlas de privadas a públicas mediante el legado de sus

libros a algunas comunidades religiosas, con el fin de evitar su irremediable

dispersión a partir de sus muertes.

Los humanistas también modificaron la forma de la escritura. Esto surge a

partir del siglo XV, en que Coluccio Salutati y Poggio Bracciolini crearon una nueva

letra minúscula. Esta nueva letra se ha llamado “humanista”; es una letra de

forma cursiva, que ocupaba menos espacio para el texto. Esta letra cursiva y

redonda, pronto se difundió en las diversas regiones de Europa, excepto en

Alemania, donde el gótico siguió dominando.

Como se ha observado, la escritura y la lectura han modificado

sustancialmente los lugares que resguardan los objetos para realizar las prácticas

asociadas a estas actividades. Pero también las formas que le dan sustento a

estos objetos modifican los espacios. Ahora veamos las transformaciones de la

biblioteca a partir del surgimiento de la imprenta, que permitió el aumento del

material bibliográfico.

Page 66: Biblioteca Palafoxiana

62

Capítulo 2

Reunir y ordenar los saberes. La biblioteca en la Edad Moderna

2.1. La aparición de la imprenta: cambios de sensibilidad en la escritura y la

lectura

Reflexionando sobre la materialidad de los textos, es necesario ver las formas de

cómo se han transformado éstos a partir de las nuevas técnicas que los diseñaron.

Ya transitamos sobre las diferentes etapas y épocas en que se ha transformado la

escritura y la lectura, y sobre todo, los espacios que los albergan, que nosotros

llamamos bibliotecas. Ahora, detengámonos en la Edad Moderna, donde la

imprenta establece las nuevas condiciones de la materialidad del texto escrito y

sobre todo, en las modificaciones de la lectura en estos escritos.

En anteriores líneas he señalado que la producción de los materiales

escritos se realizaba desde un pupitre por un copista. Pero esto va a variar poco a

poco a finales del siglo XV. Sin embargo, hay que dejar claro que de la escritura

manual a la escritura impresa hay diferencias, pero nunca una ruptura. Y como ha

advertido Armando Petrucci, siempre han existido algunas formas de

confrontación, de intercambio y de imitación.

Johann Gutenberg a mediados del siglo XV, tras observar las formas en

que se realizaban las estampas y los libros xilográficos, ideó la manera de

multiplicar la producción de libros, que en esa época tenían demanda debido a la

profesionalización y sobre todo, al creciente número de lectores particulares, que

Page 67: Biblioteca Palafoxiana

63

no podía ser satisfecha por los copistas, por lo que Gutenberg se dio a la tarea de

construir una máquina que posibilitara la fabricación de textos sin contratiempos.

Ésta sería la primera prensa o máquina de imprimir. Frédéric Barbier ha descrito

formidablemente el modo en que funcionó esta innovación con todos sus

componentes:

El elemento fundamental de la invención de Gutenberg no fue la prensa de

imprimir sino la máquina de fundir junto con la técnica metalúrgica de la

multiplicación de caracteres tipográficos (los tipos).

Cada uno de los diseños de carácter era previamente grabado en relieve bajo la

forma de un punzón (un instrumento familiar entre los orfebres), el cual era

martillado sobre un metal extendido, generalmente cobre […]

La innovación principal constituía, pues, en la posibilidad de fabricar en serie

caracteres normalizados. El principio seguido es el del análisis lineal y seguía la

lógica alfabética, de tal manera que un número de elementos muy reducido

permitía infinitas combinaciones.65

La Biblia fue la primera obra que surge del taller de Maguncia, pues es el

texto más representativo de la cristiandad. La obra fue realizada en letra gótica.

Ésta quizá sea la obra más representativa de Gutenberg, ya que serían otros los

que terminarían explotando su invento, como Johann Fust y Peter Schöffer; ellos

imprimieron una Biblia de cuarenta y ocho líneas en 1462. Pero la obra cumbre

que marcó su taller fue su famoso Psalterio de 1457; en este ejemplar por primera

vez aparece un colofón indicando la información sobre quién lo produjo, así como

el lugar donde fue producido.

65

Frédéric Barbier. Historia del libro. Tr. Patricia Quesada Ramírez. Madrid. Alianza Editorial, 2005, pp. 99-100.

Page 68: Biblioteca Palafoxiana

64

Muy pronto la imprenta se desarrolló en otras regiones de Europa, así en

1465 en el convento de Subiaco, cerca de Roma, se establecieron los impresores

alemanes Conrad Sweynhein y Arnold Pannartz, quienes posteriormente se

asientan en Roma. Lo más destacable de estos impresores es que dejaron de

lado la letra gótica, empleando un nuevo tipo denominado romano, de forma

parecida a la letra humanística. Otros centros impresores fueron los Países Bajos,

que utilizaban la letra gótica redonda. En París la imprenta se implantó en 1470,

con Miguel Freiburguer, Ulrico Gerin y Martin Krantz; ellos fundaron un taller para

ser utilizado por la Sorbona; este taller se caracterizó por emplear los tipos con

letras góticas. En la zona española destacaron los impresores Juan Plannk y

Pablo Horus, que trabajaron en Barcelona y Zaragoza.

Sin lugar a dudas, la imprenta trajo innovaciones en la producción de libros,

pero el papel sirvió como un elemento primordial, ya que a diferencia del

pergamino, el papel fue más fácil de elaborar y con un costo inferior. Por esto,

podríamos considerar que tanto la imprenta como el papel forman parte importante

de la revolución en las comunicaciones en la Edad Moderna.

El papel, como ya se ha resaltado, fue introducido a Europa por los árabes

a través de España. Éste se producía con trapos blancos, a los que se que se

dejaba pudrir, para después comprimirlos en una pila especial hasta reducirlos a

pasta; posteriormente, se pasaba esta pasta a un bastidor, que estaba elaborado

por alambres de latón llamados corondeles y que se encontraban al fondo del

recipiente, para después pasar por otros alambres perpendiculares llamados

puntizones. La pasta se sumergía, el agua escurría por los corondeles hasta que

se secara y se solidificara. El paso siguiente consistía en que el artesano tomaba

Page 69: Biblioteca Palafoxiana

65

la hoja y la metía entre dos fieltros, buscando con esto desaparecer la primera

humedad, luego se extendía en forma de lienzo en cordeles con el fin de acabar

las pastas. Finalmente para ser utilizado, el papel se encolaba.66

Considero necesario explicar la forma en que se producían los libros, con el

fin de esclarecer los cambios entre un manuscrito y lo que implica el proceso de

construcción de una obra impresa, además de que nos ayuda a entender las

transformaciones generadas en la forma de la lectura, pues la recepción de un

texto está condicionada por la manera en que se suscita. Desentrañar los

soportes en que fue plasmada la escritura en la obra, es ya introducirse en el

mundo del proceso de la comunicación. Con este fin hemos tomado los conceptos

del investigador Julián Martín Abad.

El proceso de fabricación se inicia con un documento original manuscrito, la

obra es producida por el mismo autor, o bien, por un copista profesional. Este

documento podía ser corregido, eliminando o añadiendo renglones al texto. Tras

esta primera etapa, se continuaba con las fases de la impresión. Éstas consistían

en la composición, el casado y la imposición. La composición se desarrollaba

cuando el texto original se ponía en manos del cajista, éste por lo regular tenía

que ser un buen ortógrafo en la lengua que componía. Así, el cajista seleccionaba

los tipos necesarios para realizar una copia del texto, esto lo hacía por trozos, es

decir, no seguía en forma secuencial el proceso de impresión debido a que en la

caja no se contaba con todos los tipos. El cajista tenía que calcular el número de

66

Para una mejor comprensión de los soportes de la escritura, se puede consultar el libro de Juan B. Iguiniz, El libro. Epítome de la bibliología. México, Porrúa, “Sepan Cuantos”, núm. 682, 1998.

Page 70: Biblioteca Palafoxiana

66

renglones del texto, lo cual provocó que muchas veces el cajista eliminara o

añadiera palabras o frases enteras.

El cajista gradualmente iba completando los renglones, para después

verterlos en una galera o bandeja rectangular, que se encontraba cerrada por tres

de sus lados. Después se utilizaba una volandera que era una tabla fina, que

entraba por el lado abierto de la galera. Ahí se llevaban los renglones

correspondientes, se ataban y luego se tiraba de la volandera sobre una tabla,

donde llegaban los moldes restantes que completaban el texto.

Luego de esta primera etapa, se daba paso al casado y la imposición. La

primera etapa consistía en que después de impreso el pliego y de ser desdoblado,

las páginas se ordenaban correctamente, mientras que la imposición consistía en

colocar los moldes bien distribuidos en una rama o bastidor rectangular de

madera. Con esto se conseguía una secuencia correcta de las páginas impresas.

Esta parte servía para verificar los errores en el doblado del pliego, además de

observar que todas las palabras se hubiesen escrito. Tras estas etapas, el cajero

imprimía un ejemplar para corregir o extraer las letras equivocadas de las

planchas.67

Los primeros libros que produjeron las incipientes imprentas fueron los

llamados “incunables”, cuyo nombre proviene del latín incunabula o cuna, porque

es el principio de la imprenta. O también el nombre de paleotipos (del griego

palaiou, antiguo y typos, modelo). El término incunable es un poco ambiguo, ya

que se ha utilizado para designar los inicios de la imprenta en diversas regiones,

67

La mejor descripción que hay sobre las tipologías de los libros antiguos es la de Julián Martín Abad. Los libros impresos antiguos. Valladolid. Secretariado de Publicaciones e Intercambio Editorial Universidad de Valladolid, 2004.

Page 71: Biblioteca Palafoxiana

67

por ejemplo, incunables peruanos o mexicanos. Aquí se tomará sobre la

producción de libros a partir del inicio de la imprenta hasta el 1500

aproximadamente, fecha en que considero debe aplicarse el término sobre los

libros de esta época.

Dentro de las características generales de los incunables podemos detallar

lo siguiente: por lo regular carecen de portada, la mayoría están escritos en letra

gótica, faltan letras capitales para que posteriormente el hueco en blanco fuera

dibujado e iluminado y fueron impresos en gran formato. Las hojas eran foliadas

pero no paginadas. Hay carencia de signos de puntuación. En general puede

decirse que tienen mucho parecido a los códices. Sobre la semejanza de los

primeros libros y los códices, José Martínez de Souza ha destacado que

probablemente los dueños de las imprentas, pretendían guardar en secreto su

invención y vender los libros al precio de los manuscritos, y que incluso Johann

Fust, el antiguo socio de Gutenberg, intentaba vender en París los libros impresos

que hacía pasar por códices.68

Así pues, las primeras etapas de la imprenta se reducen a la creación de

libros con características similares a los manuscritos, donde además el papel

terminó desplazando al pergamino, pues este elemento sólo se utilizó para

elaborar ejemplares ordenados pro personas adineradas. La letra paulatinamente

se fue modificando de acuerdo a cada región; por un lado estaba la gótica con

diversas variantes, y por el otro lado estaba la letra humanística o romana,

influencia de los humanistas de las regiones italianas.

68

José Martínez de Souza. Pequeña historia del libro. Gijón, Ediciones Trea, 1999, p. 90.

Page 72: Biblioteca Palafoxiana

68

Lentamente, la imprenta se fue consolidando, y a partir del siglo XVI el libro

empieza a desvincularse del manuscrito, pero esto no fue de inmediato. Todavía

a principios de siglo, los libros tenían ciertas similitudes con los incunables. Sin

embargo, los nuevos impresores impusieron su marca tipográfica, ya no en el

colofón, sino en la portada, además de contar con el título de la obra. Estos libros

por lo regular eran escritos en lengua vulgar. En esta época destacan los talleres

del veneciano Aldo Manucio, el parisino Esteban Estiennes y el flamenco Cristóbal

Plantino.

Precisamente en el primer tercio del siglo XVI, aumentó considerablemente

el número de libros impresos. Tal aumento preocupó sobremanera a las

autoridades civiles y eclesiásticas, por lo que se dieron a la tarea de controlar los

impresos, no sin una censura preventiva, o posteriormente después de la difusión,

con la censura represiva. La censura por parte del Estado se dio mucho tiempo

atrás del estallido de la Reforma. La Iglesia, con tal de frenar el avance de las

ideas reformistas de Lutero, mandó quemar sus libros y demás escritos, que en su

sentir corrompían a “las buenas almas”.

Poco antes del movimiento luterano, en el Concilio de Letrán se dicta la

prohibición de imprimir libros sin autorización del obispo. Siguiendo estas reglas y

ya en pleno auge del luteranismo, Carlos V ordena la censura de obras

consideradas heréticas en todos sus dominios. La censura no escapa de los

ambientes universitarios, y así, la Universidad de la Sorbona en París, la de

Lovaina y la de Colonia, condenan lo que a su parecer eran libros heterodoxos y

heréticos. Pronto, muy pronto, las autoridades se dieron cuenta de que había que

implementar un instrumento que pudiera restringir las obras que no fueran

Page 73: Biblioteca Palafoxiana

69

adecuadas para el lector. Es así como nacen los ya clásicos Índices de libros

prohibidos.

Estos nuevos instrumentos de control de libros se remontan a en Roma en

1559. En la Facultad de Teología de la Sorbona aparece un índice entre 1544 y

1550, donde se prohibían 528 obras. En la Universidad de Lovaina, y por

mandato de Carlos V y Felipe II, entre 1546 y 1558, se editan tres catálogos de

obras prohibidas, de las que destacan las ediciones de la Biblia y el Nuevo

Testamento, elaboradas por los reformistas. Pero el que tuvo mayor repercusión

fue el decretado por el Concilio de Trento. Este índice fue elaborado por una

comisión de obispos, aunque, este documento tridentino no fue seguido por todos

los Estados europeos.

El índice tridentino no encontró, por ende, los obstáculos del anterior [Concilio

Luterano V] y fue aceptado sin dificultad en todos los Estados italianos.

Diferente fue la suerte que tuvo fuera de Italia. Francia no reconoció los

decretos tridentinos, los cuales en cambio fueron publicados en Portugal,

Baviera y en los Países Bajos españoles, acompañados algunas veces por

aprendices locales.69

En cuanto a los reinos españoles, los índices de libros prohibidos no

tuvieron similitud alguna con los elaborados en Roma. Basándose en el material

de la Universidad de Lovaina, en 1559, se publicó el primer índice a través del

inquisidor Fernando de Valdés. Las diferencias sustanciales entre el índice

romano y el español, de acuerdo con Mario Infelise, se enfatiza en que el índice

69

Mario Infelise. Libros prohibidos. Una historia de la censura. Buenos Aires, Nueva Visión. 2004, p. 34.

Page 74: Biblioteca Palafoxiana

70

romano era mucho más severo en sus condenas a los libros, mientras que los

índices españoles lo eran menos, por ejemplo con las obras latinas, pero ponían

mayor énfasis en la literatura en lengua vulgar.70

La problemática de la censura, sin lugar a dudas, hizo que los libros del

siglo XVI se modificaran en gran medida. De los primeros libros elaborados de la

incipiente imprenta. Jacques Lafaye en su libro Albores de la imprenta... ha

destacado que la legislación comercial y el control ideológico fueron los causantes

de la forma en que se produjeron los libros.71 Con la censura, el libro tenía que

llevar en la portada el título, el nombre del autor, los datos del impresor y la

dirección del taller. Posteriormente en las hojas que siguen aparecen las

disposiciones oficiales, tanto civiles como eclesiásticas, es decir, las famosas

licencias concedidas por el Rey y por los sensores eclesiásticos.

Para el caso español, la nueva estructura que presenta el libro fue

condicionada oficialmente por la Pragmática de 1558 donde se exigía que el

material original fuera autorizado por el Consejo Real, esto es, el Consejo recibía

un texto manuscrito, lo corregía para que se imprimiera; después el texto impreso

se cotejaba con el original para que finalmente, el Consejo estableciera la tasa,

que era el precio que se fijaba por cada pliego de papel. Vale la pena recalcar,

que como se imprimían antes los cuadernillos con su respectivo texto, para ser

revisados y corregidos por las autoridades, la portada y los preliminares que son la

Licencia, las Aprobaciones y la Censura, los Privilegios, la fe de erratas y la Tasa

se imprimían posteriormente, por lo que iban sin numerar, por esa razón se les

70

Ibid., p. 35. 71

Jacques Lafaye. Albores de la imprenta. El libro en España y Portugal y sus posesiones de ultramar (siglos XV y XVI), México, FCE., 2002, p. 50.

Page 75: Biblioteca Palafoxiana

71

agregaba una serie de signaturas, como podían ser asteriscos, calderones, letras

del abecedario, o algún otro signo de acuerdo a las posibilidades del impresor.

En lo referente a la producción librera, en pleno siglo XVI los talleres

impresores difundían tanto el pensamiento cristiano como el reformista, dándose a

la tarea de editar las diferentes Biblias, las obras de los Padres de la Iglesia, sobre

todo, a los dos pilares de ésta, como fueron San Agustín y sus Confesiones y La

Ciudad de Dios, y a Santo Tomás de Aquino y la Suma Teológica. Los talleres no

sólo se suscribieron en publicar obras de carácter religioso, sino que siguieron

dando a conocer los grandes tratados de la antigüedad. De esta forma,

sucesivamente aparecieron las obras impresas de Galeno, Ptolomeo, Jenofonte,

Eurípides, Plutarco, Píndaro, Sófocles, Homero y Platón; pero las obras que más

realce alcanzaron fueron las de Aristóteles y los clásicos latinos como Virgilio y

Horacio. Lejos, pues, estuvo la imprenta de publicar a los autores

contemporáneos, como lo ha destacado Fernando Bouza:

Frente a la idea general de que la tipografía sirvió a la causa de la moderna

revolución en el conocimiento en contra de la medieval oscuridad manuscrita,

bien expresado en el tópico que hace a Johannes Gutenberg un padre de la

modernidad, hay que decir que la imprenta de los primeros tiempos publicó ante

todo, textos de las autoridades clásicas y medievales más que obras de los

nuevos creadores y que éstos, por el contrario, eligieron muchas veces la vía

del manuscrito para la transmisión de sus descubrimientos. Recordemos como

ejemplo de ello a Leonardo da Vinci y su particular sistema de escritura en

espejo, a Nicolás Copérnico negándose a la impresión de su De revolutionibus

orbium coelestium hasta el mismo año de su muerte o a Tycho Brahe

Page 76: Biblioteca Palafoxiana

72

guardando celosamente en forma manuscrita las observaciones astronómicas

hechas en Uraniborg y Praga”.72

Por su parte, España se dedicó a la edición de libros de carácter religioso,

destacando enormemente la Biblia Regia planeada por Benito Arias Montano, e

impresa en Amberes, por el prestigiado tipógrafo Cristóbal Plantino. La Biblia

Regia o Biblia Políglota fue patrocinada por Felipe II. Su estructura consta de

ocho volúmenes en folio, escrita en hebreo, griego, arameo y latín. Por otra parte,

las disposiciones del Concilio de Trento otorgaban a España la facultad de

imprimir los textos litúrgicos, cuyos proyectos fueron encargados también a

Plantino, quien era prácticamente el impresor más prestigioso de los reinos de

Felipe II. Normalmente a estas nuevas versiones de misales, oficios y breviarios,

se les ha denominado como el Nuevo Rezado. Este material fue obligatorio para

todos los reinos españoles, incluyendo al Nuevo Mundo.

El siglo XVII se destacó por las crisis económicas y demográficas y las

constantes guerras que se sucedieron. A pesar de esto, la edición del libro mostró

la riqueza del arte influido por el barroco. En este siglo decrecen las ediciones de

los clásicos, de los Padres de la Iglesia y los autores medievales, también

disminuyeron las producciones de la Biblia. Pero por otro lado, las obras

científicas ven su esplendor. El país que más destaca en la producción de libros

es Holanda, gracias al dominio que tenía de los mares. Su éxito se debió al fino

instinto que llevó a los editores a publicar obras y colecciones originales, al

72

Fernando Bouza. Del escribano a la biblioteca. La civilización escrita europea en la Alta Edad Moderna (siglos XV-XVIII). Madrid, Síntesis, 1992, p. 48.

Page 77: Biblioteca Palafoxiana

73

conocimiento adquirido en el negocio librero, y sobre todo, a la libertad de

imprenta que no ocurría en otros países.

De los más destacados impresores podemos nombrar a Luís Elzeviro,

quien había trabajado en la imprenta de Plantino, a su muerte sus descendientes

continuaron el negocio paterno. Por ejemplo, su nieto, Isaac Elzeviro fue

nombrado impresor en la Universidad de Ámsterdam. El resto de la familia abrió

librerías en La Haya, Utrecht, Leyden, lugares donde editaron más de dos mil

obras, destacando las gramáticas de francés, hebreo, árabe, persa, griego y

español. Pero las obras que más fama les dieron fueron las colecciones de

clásicos latinos como Horacio y Ovidio, éstos en doceavo. Les dieron también

prioridad a autores contemporáneos como Hugo Grocio, Francis Bacon, Tomas

Hobbes, Pascal y Descartes.

Francia, al igual que Holanda, se convirtió en la potencia del siglo XVII

gracias a su victoria en la Guerra de los Treinta Años. En cuanto al libro, su labor

no fue muy prolija, ya que se redujo notablemente el número de impresores de

París, y es que Francia endureció severamente la censura, ya que se estableció la

pena de muerte para los que imprimieran o vendieran libros sin la autorización del

gobierno. Bajo estas circunstancias, el editor más importante fue Sebastián

Gramoisy, cuya producción llegó aproximadamente a más de dos mil quinientas

obras. Sin duda, su posición privilegiada como protegido del cardenal Richelieu

contribuyó a su copiosa actividad, pues obtuvo además el título de Director

Imprimiere Royale o Typographia Regia por parte del Rey.

El libro español no corrió con mayor suerte durante la centuria: su formato

fue deficiente en la tipografía, a excepción de los libros destinados a los reyes, que

Page 78: Biblioteca Palafoxiana

74

eran de buen papel y con bellas ilustraciones. A cuentagotas se pueden nombrar

algunos impresores de destacada labor, como Tomás Junti, quien imprimió El viaje

del rey Felipe III al reino de Portugal, del portugués Jõao Baptista Lavanha. De la

literatura religiosa se editó Fiesta de la Santa Iglesia de Sevilla al culto

nuevamente concedido al Rey San Fernando III de Castilla, que fue impreso en

Sevilla por la viuda de Nicolás Rodríguez. En el taller de Juan de la Cuesta se

imprimió la primera edición del Quijote en 1605. En Toledo, Pedro Rodríguez

publicó la Historia de España del padre Juan de Mariana.

El siglo XVII también se caracteriza por una mayor restricción al libro. Así,

los gobernantes impusieron una rígida censura con el afán de orientarlos a sus

propias conveniencias. El trato favorable que le dispensaron al inicio de la

imprenta pronto se desmoronó, llegando a imponer fuertes impuestos al papel y a

los libros importados. Por ejemplo, en el caso español, en 1610, Felipe III, a

través de una Pragmática, ordena que los naturales de Castilla no puedan imprimir

fuera de los reinos. Y para 1612 señala, a través de un mandato, que todos los

importadores de libros deben presentar a los Comisarios del Santo Oficio una lista

anual con los nombres de los autores, lugares y fechas de impresión de las obras

importadas; esta lista debía adecuarse al contenido del Index.73

En cuanto a la censura religiosa, ésta era manejada por el Tribunal del

Santo Oficio de la Inquisición, combinada en cierta medida con la Sagrada

Congregación del Índice, que servía para toda la Iglesia Católica. La Inquisición

tenía la responsabilidad de publicar la lista de los libros prohibidos y expurgarlos,

73

Teresa Santander Rodríguez. “La imprenta en el siglo XVI”, Historia ilustrada del libro español. De los incunables al siglo XVIII. Bajo la dirección de Hipólito Escolar. Madrid, Fundación Germán Sánchez Ruipérez, 2001, p. 143.

Page 79: Biblioteca Palafoxiana

75

además de los procedimientos judiciales de aquellos escritores que fueran

encontrados sospechosos de heterodoxia. Aunque hay que señalar que las

restricciones del Santo Oficio no fueron tan férreas como habían supuesto algunos

estudiosos de esta institución, como lo ha destacado Mario Infelise:

Lo que más inmediatamente asombra, a despecho de los centenares de

procesos existentes y de la tradicional “leyenda negra” que habla de un rígido

control, es la exigüidad de disposiciones relativas a la difusión y a la lectura de

textos prohibidos.

Formalmente, todos los años cada librero debía declarar al inquisidor los

textos que tenía en los depósitos, mostrar los catálogos de la feria de Fráncfort,

consignar todos los libros comprendidos en el último índice y dar noticia de toda

demanda de obras prohibidas. Sin embargo, la práctica estaba muy lejos de

seguir tales normas. En los archivos de la inquisición resultan muy pocas

declaraciones de esta clase, así también como bastante esporádicas aparecen

las huellas de intervenciones directas del Santo Oficio ante personas

encontradas en posesión de obras prohibidas. Incluso los propios libreros

madrileños no parecían espantados por las rígidas normas previstas. Sólo en lo

concerniente a las exportaciones hacia América parece haberse utilizado una

mayor severidad.74

La estructura del libro de esta centuria se caracteriza por la edición de libros

en grandes infolios que por lo regular estaban destinados a las obras de

cartografía y geográficas. Las de cuarta y octava estaban dedicadas para el uso

de sermonarios, breviarios, pero sobre todo a obras de carácter popular y de obras

de literatura (no se nos olvide que en España está en auge el llamado Siglo de

74

Mario Infelise. Libros prohibidos… op. cit., pp. 63-64.

Page 80: Biblioteca Palafoxiana

76

Oro de la literatura). Las letras predominantes son la romana o redonda, y la

cursiva o itálica.

Por lo regular, los libros están más ornamentados, en correspondencia con

el canon estético barroco; así por ejemplo, las portadas muchas veces estaban

grabadas o tenían los llamados frontispicios. Estas portadas no difieren de las del

siglo XVI, es decir, aparece el título, el nombre del autor y el pie de imprenta, por

obligación del Santo Oficio. Además, en la portada podía aparecer el escudo del

impresor y el nombre del mecenas. En las otras partes aparecen los diversos

paratextos, las licencias civiles y religiosas, la fe de erratas y la tasa; después de

estos podía encontrarse pequeños textos escritos en prosa o verso, el prólogo, la

tabla de materias, las láminas e ilustraciones fuera del texto, etc.

2.2. Oralidad, escritura manual y lectura en la Edad Moderna

Durante mucho tiempo se creyó que la transmisión del conocimiento a través de la

oralidad fue desplazada por la escritura. Sin embargo, esta forma de conocimiento

siguió vigente hasta finales del siglo XVII. Otro concepto que se mantuvo en esa

postura fue el del manuscrito, con respecto al impreso. Esta visión poco a poco ha

sido desechada, gracias a los nuevos estudios que se han hecho sobre la

funcionalidad del manuscrito en tiempos de la aparición de la imprenta. Fernando

Bouza es uno de los estudiosos más representativos que con gran visión ha

rebatido la posición de que el libro impreso fuera la única opción para expandir el

conocimiento durante la Edad Moderna. Detengámonos, pues, para revisar los

Page 81: Biblioteca Palafoxiana

77

argumentos de este autor y así tener un panorama más amplio de lo que encierra

esta problemática.

En la antigüedad, la oralidad es por excelencia la forma más usual de

transmitir los conocimientos, en la que los hombres hacían sus intercambios de

experiencias de manera frontal, es decir, cara a cara. El texto escrito simplemente

ayudaba a recordar los sucesos que la memoria no lograba retener. La oralidad, al

igual que el conocimiento icónico-visual, no desapareció con la expansión de la

escritura en las primeras etapas de la Edad Moderna, tal y como lo sostiene

Fernando Bouza:

Ante todo, hay que reconocer que ni lo oral ni lo icónico-visual como formas de

comunicación perdieron vigencia alguna durante la alta Edad Moderna

europea; de ellos hizo frecuente uso tanto la cultura popular de los iletrados

como la llamada cultura de las élites o minoría letrada.75

Una de las formas más expresivas de la oralidad como vía de conocimiento,

se suscita a partir de la relación que se establece entre un lector que lee en voz

alta y sus diversos públicos, analfabetas o letrados, esto muy frecuentemente

sucede entre los siglos XVI y XVII. Había textos que se conformaron para ser

transmitidos por la oralidad y que son complementos de la retórica imperante en

esas sociedades.

Lo que hay que destacar es que no todas las personas eran capaces de

expresarse hábilmente mediante la oralidad, los recursos visuales y, sobre todo, a

través de la escritura. La gran mayoría de la población no alfabetizada construía

75

Fernando Bouza Álvarez. Del escribano a la Biblioteca… op. cit., p. 10.

Page 82: Biblioteca Palafoxiana

78

su conocimiento a través de la práctica de la oralidad y lo icónico-visual. Pero

como señala Bouza, pensar que las clases altas accedían solamente a la escritura

es un error, ya que los estudios recientes han demostrado que muchos nobles y

clérigos eran analfabetos, habiendo también una pequeña minoría que podía

acceder a los textos.

Por lo tanto, podemos resumir diciendo que esta situación de mediación

práctica entre las tres formas de comunicación y las dos tradiciones culturales

fueron mucho mayor de lo que quisieran aquellos que ven en la alta Edad

Moderna europea el imperio absoluto del racional y escritófilo homo

typographicus. La cultura de élites fue visual y oral tanto como pudo serlo

escrita.76

Como se ha visto, las tres formas de comunicación se usaron de forma indistinta o

muchas veces se complementaban entre las sociedades. Sin embargo, los

letrados sientan las bases para considerar que la escritura es el medio más eficaz

de conocimiento, en detrimento de los actos de ver y oír. Esta jerarquización de la

escritura, como lo señala Bouza, fue un reforzamiento de la condición del grupo

privilegiado. El argumento que esgrimieron los defensores de la escritura de

aquella época era que la “escritura permanece y siempre habla”, pues esta

escritura derrotaba al espacio y al tiempo.

Al hacer posible el recuerdo fehaciente, la escritura hacía posible vencer al

olvido que siempre llevaba aparejado el tiempo, permitía dejar constancia para

tiempos venideros de una situación determinada y de la voluntad o de la

inteligencia de aquel que escribía; esto la convertía en puerta de entrada al

76

Ibid., p. 29.

Page 83: Biblioteca Palafoxiana

79

derecho y a la sabiduría. Para poder transmitir un saber o probar algo, la forma

escrita era más eficaz que la oralidad o que las imágenes, a las que, por

supuesto, también se podía reunir, como en efecto se hizo.77

En anteriores párrafos ya se ha dicho que la permanencia en la

comunicación producida por la oralidad y lo icónico-visual, fueron parte

fundamental de la Europa moderna, no obstante, gradualmente la sociedad

europea se fue transformando en una civilización escrita, situación a la que

contribuyó la duplicación en serie que producía la imprenta, ya que hay que

recordar que el texto manuscrito se había valorado desde la antigüedad. Se debe

enfatizar que la imprenta no desplazó al manuscrito como la única forma de

expresión escrita en desarrollo y sumamente difundida. El manuscrito circuló en

gran medida a la par que el libro impreso.

La aparición de la imprenta trajo consigo la producción de más libros y

asimismo, su abaratamiento; es decir, se consolidó la tan renombrada “República

de las Letras”, donde el manuscrito circula desde los escritorios públicos para

servir a los iletrados o desde las escribanías reales, ya sea en forma de carta o de

una crónica lejana como podían ser las de las nuevas tierras recién conquistadas

y sometidas. El manuscrito podía circular sin tantas trabas como le sucedía al libro

impreso, que era sometido a una revisión más meticulosa por parte de los civiles y

los religiosos.

77

Ibid., p. 31.

Page 84: Biblioteca Palafoxiana

80

[…] Los controles oficiales se dirigían ante todo a la difusión de textos mediante

la censura previa de lo que iba llegando a las imprentas. Se abría, así, cierto

espacio para la transmisión de contenidos comprometidos mediante el recurso

a traslado; y a papeles de mano, cuya circulación inicial no cabía controlar con

carácter preventivo, aunque sí a posteriori por medio de la incautación o de la

entrega forzosa de las copias poseídas por particulares.78

El manuscrito, a diferencia del libro impreso, es un instrumento de

privacidad; la mecanización de la escritura es un acto de impersonalización. La

escritura manual aún hecha por amanuenses profesionales, guardaba algún grado

de intimidad que no poseía la de molde o mecánica. Por su propia procedencia la

letra de imprenta es impersonal frente a la grafía manual, ya que al manuscrito se

le asocia con las formas protocolarias y de solemnidad, mientras que la letra

impresa en sí no tiene un autor determinado. Inevitablemente, al copiar los textos

los copistas incurrían en errores, el más frecuente de ellos era transliterar de

manera equívoca. De ahí la función de los correctores para evitar las erratas en

las impresiones, ya que es más fácil modificar en el manuscrito que en el impreso.

Tras la aparición de la tipografía, que garantizaba la relativa igualdad de las

distintas emisiones de un mismo original dado a la imprenta, los autores

ganaron en individualidad al tiempo que los actos sucesivos de copia propios

de la producción del libro manuscrito se reducían en la mecánica repetida de

las prensas. Por ello, la variedad textual de los traslados manuscritos es

considerablemente superior a la observable en los impresos puesto que las

ocasiones para modificar, de forma voluntaria o no, un texto se multiplican a

medida que el original es copiado por manos diversas en momentos y lugares

distintos.

78

Fernando Bouza. Corre manuscrito. Una historia cultural del Siglo de Oro. Madrid, Marcial Pons, col. Historia, 2001, p. 63.

Page 85: Biblioteca Palafoxiana

81

En esto, el sistema de reproducción manuscrito es mucho más abierto que

el impreso, cuya actualización exige una nueva edición a no ser que recurra a

glosas y escolios que, por otra parte, han de ser manuscritos.79

Así, el traslado o copia de una obra se hacía de forma desigual con muchos

errores, por eso prácticamente la imprenta fue el remedio para evitar en demasía

los errores en los textos, pero con esto no se llegó a suprimir la circulación de

copias manuscritas de obras representativas que muchas veces eran censuradas

por la autoridades.

Como ya había mencionado en anteriores líneas, el poder político y

económico hizo de la escritura una forma representativa de su condición. Pero no

se enfocaban en aprender el oficio de las letras en el término más amplio, sino en

el uso de una escritura para la construcción de epístolas. Al respecto, Fernando

Bouza señala:

Ciñéndonos a los epistolarios nobiliarios y de corte, las cartas parecen estar

siguiendo las pautas de lo oral, pues, de esta misma manera se procedía en las

audiencias, donde las propias palabras del señor también estaban

cuidadosamente mediadas y variaban en atención a quien fuera recibido […]

En buena medida, la cultura de corte es, precisamente, ante todo una cultura

de la conversación y por ello las instrucciones para los jóvenes caballeros que

ingresan en ella están llenas de noticias sobre cómo hablar, con quién y de qué

hacerlo.80

En cuanto a la población analfabeta, el contacto con los escritos se daba

mediante la lectura en voz alta como la predicación, a través del dictado de

79

Ibid., pp. 77-78. 80

Ibid., p. 139.

Page 86: Biblioteca Palafoxiana

82

Cortes. Pensar que la población, por el hecho de no saber leer no tenía “contacto”

con los documentos es un error, pues ya se ha señalado las diversas formas en

que había de acceder a ellos. Bouza ha destacado que en algunos papeles de

relación, los testigos han declarado que no saben leer y que conocieron su

contenido porque otras personas lo pregonaban en voz alta.

Pero si pensamos que la escritura, con el sentido de que la hemos cargado

desde el siglo XVIII, de ser el instrumento del hombre para alejarse de sus

tinieblas y empezar el camino del progreso y de la “razón”, es decir, la “civilización”

pura, estamos equivocados; la escritura, hasta antes de ese siglo, no tiene esa

pretensión. Por ejemplo, Bouza ha destacado, cómo en los siglos XVI y XVII, las

llamadas cartas de toque, una especie de escritos que circulaban en el medio con

características mágicas, utilizado por los amores de tocar, sin importar las

palabras, sino la materialidad del contacto.

Como si de amuleto se tratara, esta escritura servía para la protección de

los peligros y acechos del mal, pues nuevamente nos remite Bouza que en los

cuadros de la época, que a los niños se les colgaban relicarios, sartas rojas de

hierba peonía y éstas acompañadas con oraciones y la palabra de las Escrituras.81

A estos ejemplos habría que agregar las oraciones, como la Oración de San León

que protegía a quien la portase, o la Oración de los Dichos e Ordenanzas de la

Santa Madre Yglesia. Esta escritura que desconocemos y que están lejos de

concebir nuestros conocimientos racionalistas funcionó en letrados e iletrados, que

además daban forma a un sentir de la gente de la época, como lo ha señalado

Fernando Bouza:

81

Fernando Bouza. Del escribano a la Biblioteca... op. cit., p. 99.

Page 87: Biblioteca Palafoxiana

83

Las cartas de resguardo y daño, las nóminas y demás cédulas para tocar y

traer nos ilustran sobre una dimensión creacionista de la escritura en sí misma,

en una época en la que a ésta le atribuía una eficacia que superaba –podía

ignorar– la mera exposición o trasmisión del pensamiento… Sobre su realidad

de eficaz talismán escrito se abre la posibilidad de extender una comprensión

no meramente racionalista de la escritura del Siglo de Oro a otros campos y

géneros como el poético, el de la literatura espiritual y el de la oratoria sagrada.

Representa desde luego, una escritura diferente, una heterografía para el mito

modernizador y progresista que forjó la Ilustración y sobre el que ha

descansado buena parte de la historiografía de la cultura escrita hasta el último

tercio del siglo XX. Antes, mucho antes, del alfabeto humano de Liquica, que

debería de extrañarnos tanto como lo hace la Oración de San León, escribir

podía no tener nada que ver con leer, con la recepción y comprensión de las

ideas que se nos proponen. Ya lo decía Pedro Ciruelo: “otros dicen que la

nómina no se ha de abrir ni leer, porque luego pierde la virtud y no

aprovecha”.82

Pero ¿cómo se enseñaban las primeras letras y el proceso de lectura en

aquellos que no eran los profesionales de estas actividades? Fernando Bouza ha

destacado que en el Madrid del siglo XVII había menos de un centenar de

maestros de escribir y contar, calificados para este oficio. Obviamente el número

de maestros para niñas era menor, que además de leer y escribir, les enseñaban

a elaborar a labrar, coser y bordar.83 Ahora veamos una bella descripción que nos

deja Bouza sobre los métodos de enseñanza de aquellos momentos, y que eran

las bases fundamentales para aquellos letrados que dieron funcionalidad a esa

escritura.

82

Fernando Bouza. Corre manuscrito... op. cit., pp. 107-108. 83

Fernando Bouza. Del escribano a la biblioteca, op. cit., p. 51

Page 88: Biblioteca Palafoxiana

84

Lo primero que debía hacer el maestro era que sus pupilos pronunciasen

correctamente letras y sílaba, para lo que debía proveerse de alfabetos,

silabarios y cartillas, un ejercicio recomendado era el silabeo de una oración

muy conocida, como, por ejemplo, el Padre Nuestro o el Ave María, o la

repetición de series de palabras que contuvieran determinado sonido, verbi

gracia “hacha muchacho” o la trabalenguas “ñudo, niño, nuño, muñeca”. La

prueba de que ya se sabía leer se hacía con impresos de letra redonda o

romanilla, tanto en latín como en romance, y en el aprendizaje se incluía la

resolución de las abreviaturas, tan frecuentes entonces en la escritura.

Tras la lectura se procedía a enseñar a escribir sobre papel en bastarda y en

redondilla. Desde mediados del siglo XVI, y contando con los seis tipos de

letras mencionadas por Francisco Lucas en su Arte de escribir (Madrid, 1577), la

bastarda y la redondilla habían desplazado a todas las demás hasta convertirse

en las letras ordinarias para la escritura común, quedando las llamadas grifo y

antigua para usos de curiosidad, la letra latina para epitafios, letreros y demás

títulos librescos y la redonda de libro para privilegios y códices de iglesia.84

Las formas de las letras requerían diversos soportes para plasmarla, así

para la redondilla o bastarda sólo se necesitaba papel y pluma; por otro lado, las

más sofisticadas eran elaboradas en materiales de mayor preparación como podía

ser el pergamino. El niño, mediante series de dibujar y copiar repetidamente las

letras daba inicio al proceso de su aprendizaje. Se ha señalado que para la

escritura se utilizaba el papel o pergamino, pero ¿con qué instrumento se

realizaban los caracteres? Por lo regular estos instrumentos eran de diversos

materiales, por ejemplo, la pluma de latón, que se utilizaba para efectuar los

caracteres más gruesos. Sin embargo, generalmente para la escritura manual las

plumas de aves fueron las más eficaces. El buscar un instrumental adecuado era

84

Ibid., p. 53.

Page 89: Biblioteca Palafoxiana

85

una obligación para el educado: la pluma y la tinta son instrumentos. Veamos la

descripción que hace Bouza de esto:

Pero había una operación instrumental previa (que la tarea de escribir y copiar)

que no se podía ignorar y era el “cortar y temperar la pluma hasta tomarla y

menearla a la mano”. Las plumas comunes eran de cañón de ave, aunque

había plumas metálicas por lo general de latón (azófar), que sólo se usaban

para letras de cuerpo muy grande. La mejor pluma por encima de la de cisne o

de buitre, era la sacada del ala derecha de un ganso doméstico, que cumplía

los cánones de tener un cañón grueso, redondo, duro y claro.

Después de haberle hecho una hendidura en el lomo y de recortarle la

punta “la manera de punta de gavilán” con una especie de estilete, la pluma ya

estaba cortada y preparada para la escritura y sólo faltaba ponerla en contacto

con la tinta, cuya preparación tampoco era muy complicada, pues bastaba

mezclar tinta de curtir con un poco de hiel de jibia…”85

El aprendizaje de la escritura y la lectura en la Edad Moderna significó sólo

una minoría durante los siglos XVI y XVII. Hay que recordar que el mito

progresista de la educación se va a expandir con las ideas de la Ilustración y sobre

todo por la proliferación del capitalismo.

En síntesis, el manuscrito, lejos de lo que se pensaba, siempre animó a los

hombres de los primeros siglos de la Edad Moderna a compartir espacios con la

expresión oral, como ya se ha observado. Por lo tanto, la idea predominante de

que a partir de la invención de la imprenta el libro impreso se convirtió en el único

instrumento para desarrollar el conocimiento, se desmorona por completo. A

85

Ibid., p. 54

Page 90: Biblioteca Palafoxiana

86

continuación explicaremos cómo los hombres de esta época se apropian de los

textos mediante la práctica de la lectura.

Desde el nacimiento de la imprenta hasta el siglo XVII, la lectura silenciosa

y la lectura en voz alta forman parte de la manera de apropiación de los textos; sin

embargo, la lectura silenciosa poco a poco va ganando un mayor terreno que la

lectura en voz alta, y como destaca Chartier, la lectura silenciosa, durante los dos

primeros siglos de la naciente modernidad ésta conquista lectores más

numerosos, lectores no profesionales ni cortesanos, sino a quienes les gustan las

obras de diversión.86 En cuanto al proceso de lectura en voz alta, el manuscrito

fue la forma de transmisión de conocimientos, tanto de letrados como de

analfabetos, pues existe una simbiosis que propone el texto entre lo oral y lo

auditivo. Sin embargo, los primeros textos impresos también tenían esta finalidad;

al respecto Walter J. Ong señala lo siguiente:

Las culturas de los manuscritos siguieron siendo en gran medida oral-auditivas

incluso para rescatar material censurado en textos. Los manuscritos no eran

fáciles de leer, según los criterios tipográficos ulteriores y los lectores tendían a

memorizar al menor parcialmente lo que hallaban en ellos pues no era fácil

encontrar un dato específico en un manuscrito. El aprendizaje de memoria era

estimulado y facilitado también por el de que, en las culturas de manuscrito y

con gran influencia oral, los enunciados encontrados incluso en los textos

escritos a menudo conservan las pautas mnemónicas orales que ayudaban a la

memorización […]

Mucho después de inventada la imprenta, el proceso auditivo siguió

dominando por algún tiempo el texto impreso visible […]

86

Roger Chartier. El presente del pasado. Escritura de la historia, historia de lo escrito. México, Universidad Iberoamericana, Departamento de Historia, 2005, p. 90.

Page 91: Biblioteca Palafoxiana

87

El predominio auditivo puede percibirse notablemente en ejemplos tales

como las primeras portadas impresas [...] Las portadas del siglo XVI, con gran

frecuencia dividen las palabras importantes, incluso el nombre del autor, con

guiones, y presentan la primera parte de una palabra en una línea con tipo

grande y la segunda en otra con tipo más pequeño…87

La lectura en voz alta es un proceso donde los ojos nutren a los oídos,

donde el lector era el primero en interiorizar el mensaje de lo escrito, dado que leía

y se escuchaba al mismo tiempo. Leer pues, es “pronunciar con palabras los

textos”, escribe Sebastián de Covarrubias en su Tesoro de la Lengua, debido a

que esta práctica fue muy recurrente en el Siglo de Oro. Al respecto, Margit Frenk

ha destacado en sus estudios que esta forma de expresión se encontraba en la

poesía, la narrativa, el teatro, romances y canciones.

Muchos autores del Siglo de Oro español escribirían anticipando una posible y

pronta conversión de sus letras en sonido, hablarían con sus oyentes desde un

aquí y ahora que imaginariamente compartían con ellos; hasta llegarían a

entablar con ellos una vivaz comunicación de toma y daca.88

La lectura en voz alta no se suscribía a la escritura poética o literaria,

también fue factible para los libros de historia, sin olvidar todo lo referente a la

liturgia y en muchos casos en los anuncios que ponían en los diversos comercios,

donde los diferentes estratos sociales escuchaban el mensaje del lector. Por

ejemplo, Roger Chartier señala que había lecturas dirigidas al príncipe cuando

comía o después de la cena, o las lecturas religiosas por el amo para su familia o

87

Walter J. Ong. Oralidad y escritura. Tecnologías de la palabra. México, FCE, reimpresión 2002, p. 119. 88

Margit Frenk. Entre la voz y el silencio. La lectura en tiempos de Cervantes. México. 2005, p. 51.

Page 92: Biblioteca Palafoxiana

88

sus criados, o las lecturas que hacían madre e hija, o lecturas para pasar el

tiempo.89

Debemos recordar que la lectura en silencio era ya una práctica que se

realizaba durante la etapa de la escolástica, predominante en el mundo

universitario, además de las Cortes. Con la imprenta se acentúa esta práctica que

también contribuye a la Reforma Protestante, junto con la escolástica son dos

formas que dan pie a la individualización. Frédéric Barbier destaca sobre esto:

La penetración de la imprenta contribuyó al éxito de la Reforma, alterando las

sensibilidades y las formas de análisis. Así, la cultura protestante se

corresponde con la lectura individual (hecha por uno mismo y para uno mismo) y

con el sentido de la responsabilidad (hacia sí mismo y hacia los demás) […]

Pero la lectura religiosa individual favoreció también la extensión de la cultura

libresca a otros sectores socioculturales, favoreciendo el aumento de talleres de

imprenta y a la extensión de las redes de difusión del libro, de todo tipo de

libros.90

La lectura silenciosa lentamente fue ganando adeptos que podían

comprender lo escrito sin recitarlo, así empieza a haber un gran número de

lectores que no eran ni profesionales ni cortesanos. Chartier señala que las

transformaciones de la lectura llegan incluso a designar el verbo “leer” en el

sentido de leer silenciosamente. Muy probable es que este tipo de lectura se

realizara en solitario, para el goce individual. Sin embargo, pronto esta práctica de

lectura despertó en las autoridades religiosas la inquietud, dado que la

imaginación del lector era más prominente al realizar la función lectora. Hay que

89

Roger Chartier. El presente del pasado… op. cit., pp. 93-94. 90

Frédéric Barbier…, op. cit., p. 179.

Page 93: Biblioteca Palafoxiana

89

ver que mucha literatura de ficción de esa época estaba ligada con personas que

leían en silencio.

Se consideraba, en efecto, que las historias fabulosas, cuando se leían

silenciosamente, se apoderaban con una fuerza irreprimible de lectores

maravillados y embelezados que percibían el mundo imaginario desplegado por

el texto literario como el más real que la realidad.

La condena moral y el uso literario de la fuerza engañosa de la lectura

puramente visual invirtieron la loa del silencio prudente y sabio tal como aparece

en la voz “Harpócrates” del Suplemento del Tesoro. Covarrubias comentó en

este artículo un emblema de Alciato que tenía como título Silentium. Mostró el

grabador a un lector sentado frente a un gran folio abierto sobre una mesa. Con

el dedo al labio, el lector indicaba la superioridad de callar sobre el hablar tal

como lo recomendaba Harpócrates “cuya doctrina se enderaçaba a persuadir el

silentio anteponiéndole a todos los demás preceptos de philosophía”.91

Así pues, la lectura silenciosa empieza a ser ampliamente difundida, gracias

a la multiplicación de textos elaborados en la imprenta, ya que provocó el

abaratamiento de textos, además de los cambios en las tipografías, lo que permitió

una mejor interacción entre texto y lector. A esto habría que agregar que se

empieza a disputar un mayor número de lectores selectivos y especializados. Y

como señala José Manuel Prieto Bernabé, para este lector solitario se da un

nuevo libro totalmente erudito, docto y científico, que ya no tenía nada que ver con

el libro popular.92 De esta forma tenemos dos visiones de lectores que leen en

forma silenciosa: el que hace lectura de entretenimiento que como observamos

91

Roger Chartier. El presente del pasado…. op. cit., p. 90-91. 92

José Manuel Prieto Bernabé. “Prácticas de la lectura erudite en los siglos XVI y XVII”, Antonio Castillo (Comp.) Escribir y leer en el siglo de Cervantes. Prólogo de Armando Petrucci. Barcelona, Gedisa, p. 315.

Page 94: Biblioteca Palafoxiana

90

provocaba algunos escozores en el ámbito religioso y el erudito científico, ambos

anclados en el proceso realizado con la vista para uno mismo.

Finalmente, para este apartado debemos destacar que la lectura en voz alta

siguió siendo tan representativa como lo fue en la Edad Media, y que la lectura en

silencio no entró a desplazarla, como muchos autores habían destacado. Pero sí

tomó un mayor impulso a partir de la producción mecanizada de libros, sin

embargo, no fue sino hasta el siglo XVIII cuando logró su triunfo definitivo.

Sin lugar a dudas, la imprenta logró hacer más efectiva la cultura escrita, ya

que posibilitó el abaratamiento de los costos e incrementó las tiradas, acrecentó el

número de lectores, y permitió también que la lectura en silencio se afianzara.

Ahora adentrémonos a ver las modificaciones que hace la imprenta con respecto a

las bibliotecas.

2.3. La Biblioteca en los albores de la imprenta

Ya dimos cuenta de las transformaciones que propició la imprenta a partir de su

aparición, y que fue modificando los hábitos de lectura. También observamos que

con la irrupción de esta nueva técnica de elaborar los libros, no desaparecieron

prácticas de transmisión del conocimiento como fue la oralidad y los usos de la

escritura manual, sino que conviven de forma estrecha. La supremacía de la

imprenta, por lo tanto, se dio en un periodo más largo de tiempo, pues para ser

aceptada, tuvo que vencer los recelos de los hombres de la época. Pero cuando

se instala va a producir cambios significativos en la sensibilidad del lector, y ya no

Page 95: Biblioteca Palafoxiana

91

se diga de los cambios que propició en las bibliotecas, que como veremos a

continuación, fueron sumamente significativos.

En párrafos anteriores se había destacado que con la naciente cultura

universitaria, principalmente se modificaron las formas de leer, que se orientaban

a la consulta simultánea de muchos textos para ser memorizados y discutidos.

Esta nueva forma de consulta de los textos motivó a la vez un nuevo

funcionamiento de la biblioteca, impulsado por las órdenes mendicantes,

desarrolladas por las universidades. Estas bibliotecas de las cuales ya hicimos

referencia, estaban conformadas por armarios donde se guardaban los libros,

además de contar con una hilera de bancos donde los libros estaban

encadenados para evitar los robos de las colecciones. Esta forma de biblioteca,

como lo ha destacado Sven Dahl, siguió funcionando hasta buena parte del siglo

XVI.93

Estas bibliotecas que nacen en el siglo XIII dejan de ser un simple depósito

de libros para transformarse en lugares de lectura; son impulsadas por dominicos

y franciscanos en sus conventos, merced a que estos lugares se convierten en

escuelas, y después llevan este modelo hasta la universidad. Las diferencias

entre un lugar y otro, es como bien lo ha expresado Henri-Jean Martin, las

colecciones universitarias utilizan textos que sirven para los estudios de la

facultad, como en el caso de la Sorbona, que tenía un gran número de libros de

teología y de algunos clásicos como Aristóteles, Cicerón, Séneca, entre otros. Por

su parte, las bibliotecas de órdenes mendicantes sus obras estaban más

relacionadas con las formas teológicas y todas aquellas que servían a la pastoral,

93

Sven Dahl. Historia de los libros…, op. cit., p. 173.

Page 96: Biblioteca Palafoxiana

92

siendo los escritores de la antigüedad la parte que ocupaba los espacios más

reducidos.94

De las innovaciones en las bibliotecas, las que se produjeron en los

conventos y universidades provocaron el surgimiento de nuevos sistemas

constructivos en estos lugares, sobre todo se empiezan a ampliar los locales; es

así como nace el sistema de biblioteca basilical. Fue ideada por Michelozzo para

Cosme de Médici y se emplea en el convento de San Marcos de Florencia, entre

los años de 1438 y 1443.

La innovación de Michelozzo consiste en la creación de un espacio

totalmente abovedado, tanto en su cobertura como en su sustentación, evitando el

peligro de incendio al hacerla más resistente al fuego. Para esto utiliza una parte

de una estructura edificatoria, casi seriada, sin grandes diferencias entre sus

partes constitutivas95.

Michelozzo también constituyó la biblioteca del convento de San Giorgio

Maggiore de Venecia entre 1467 y 1478. La estructura arquitectónica de la planta

basilical pronto fue imitada en otras ciudades italianas, como la del monasterio de

San Francisco de Cesena, diseñada por Domenico Malatesta Novello. A ésta

había que agregar la de los dominicos en Santa María delle Grazie en Milán o la

de San Domenico de Bolonia y la de San Giovanni Evangelista de Parma, entre

otros. Este modelo de biblioteca con planta basilical duró aproximadamente un

siglo, pues dará paso al nuevo modelo: el de la biblioteca de salón, que se instaló

en pleno siglo XVI.

94

Henri-Jean Martin. Historia y poderes de lo escrito. Gijón, Ediciones Trea, 1999, pp. 186-187. 95

Alfonso Muñoz Cosme. Los espacios del saber..., op. cit., p. 74.

Page 97: Biblioteca Palafoxiana

93

Con la aparición del libro impreso la arquitectura de las bibliotecas también

sufrió cambios significativos, pues desde estos monumentos, el libro y la

arquitectura estarán estrechamente conectados. Las nuevas bibliotecas tienen su

origen a mitad del siglo XVI, siendo las colecciones de reyes y príncipes las que

serán el prototipo de la nueva biblioteca, como lo ha destacado Alfonso Muñoz

Cosme:

En el siglo XIV asistiremos a la aparición de la biblioteca salón, especialmente

indicada para albergar las colecciones de nobles y príncipes que las crean como

elemento de prestigio y manifestación del poder. En este nuevo objetivo, las

colecciones bibliográficas dejan de tener exclusivamente una función religiosa y

formadora conectada con la vida monacal y con la predicación, como había sido

en los últimos siglos de la Edad Media, para comenzar a cumplir una función

laica y mundana, como la manifestación del poder terrenal.96

Antes de continuar en la descripción del desarrollo de las bibliotecas de la

época, es necesario aclarar que para los siglos XVI y XVII se podían utilizar los

términos de biblioteca y librería para designar los conjuntos arquitectónicos que

resguardaban los libros, aunque principalmente el de librería fue el que más se

impuso. Roger Chartier destaca que para la época se asociaba el término

etimológico proveniente del griego, donde se señalaba a la biblioteca como

librería, y a su vez el latín destacaba a la librería como biblioteca. Esta asociación

hizo que para la época se emplearan los dos términos.97

96

Ibid., p. 83. 97

Roger Chartier. “De Alejandría a Angelópolis. Bibliotecas de Piedra y Bibliotecas de Papel”, en Artes de México, Biblioteca Palafoxiana, México, 2003, pp. 24-25.

Page 98: Biblioteca Palafoxiana

94

Podemos señalar que la mayoría de las fundaciones de las librerías en

plena Edad Moderna se debió principalmente a que los reyes y príncipes, a veces

motivados por el humanismo, dieron pie a la construcción de bibliotecas, pero

muchas otras el motivo oculto era mostrar su ostentación y poderío; es así que las

colecciones se fueron uniendo hasta crear grandes bibliotecas. Algunos

aristócratas también impulsaron a éstas con la creación de las mismas. Fernando

Bouza ha expresado que para los nobles y prelados, el hecho de fundar

bibliotecas les devenía en honra, fama, grandeza y poder.

La posibilidad de vincular la inmortalidad aristocrática al saber depositado en los

libros, se extenderá mejor si se parte del hecho de que estas grandes bibliotecas

tenían un carácter universalizante, es decir, no estaban presididas únicamente

por la utilidad o por el entretenimiento que se buscaba en las lecturas

particulares, sino que con ellas se quería recrear todo el saber en el espacio

cerrado de una librería. Querían reunir por tanto, la sabiduría entera, la verdad

una y universal, y esto era, realmente, empresa digna de príncipes, prelados y

señores.98

De esta forma, la librería o biblioteca de los siglos XVI y XVII prácticamente

representaba el poder de quien la había creado. Siguiendo a Bouza, quien

también ha señalado que en estas etapas históricas se podían encontrar desde la

burda biblioteca imitativa o fingida del nuevo rico y del ennoblecido, hasta las

magníficas bibliotecas regias, con colecciones extraordinarias de códices antiguos

y obras raras.99

98

Fernando Bouza Álvarez, op. cit., p. 124. 99

Fernando Bouza Álvarez. Comunicación, conocimiento y memoria en la España de los siglos XVI y XVII. Salamanca, Seminario de Estudios Medievales y Renacentistas, 1999, p. 121.

Page 99: Biblioteca Palafoxiana

95

Las nuevas bibliotecas tienen su origen a mitad del siglo XVI, siendo las

bibliotecas reales las que impusieron el nuevo prototipo de las cuales podemos

destacar la Biblioteca Medicea-Laurenziana de Florencia, la Biblioteca Marciana

de Venecia y la Biblioteca Vaticana de Roma. Pero la de mayor realce y que más

influyó fue la Biblioteca del Escorial. Las nuevas bibliotecas por lo regular

contaban con una sala amplia, donde se colocaban a lo largo de las paredes

enormes estanterías que permitían situar los libros.

Pero lejos estamos de pensar que estos inmuebles eran simples lugares

para el resguardo de libros, ya que como apunta Fernando Bouza, la librería

altomoderna era más el orden y el asiento de los libros que los propios volúmenes

de que estaba compuesta.100 Por lo tanto, la librería era más que un lugar donde

se custodiaba un conjunto de libros.

El orden para las personas del siglo XVI estaba relacionado con la armonía

con el mundo, pues “Dios era el organizador del Universo, y nada salía de esa

armonía”. Para los hombres de esta época, el orden y la armonía eran perfectos,

dado que Dios era el gran arquitecto, para quien todas las criaturas tenían su justo

peso y medida, además de su belleza, porque fue Dios quien logró tal maravilla.

Esta fue la idea que más pesó en la forma de configurar el orden de las librerías

de estos hombres:

Valga decir, entonces, que las bibliotecas son entendidas como figuras del

mundo, un espacio y un conjunto privilegiados, en los que es fácil reflejar la

oposición básica de lo que está ordenado contra lo que no está (o de las

categorías de justicia/agravio, paz/ guerra, bien común/tiranía,

100

Fernando Bouza Álvarez. Op. Cit., p. 126.

Page 100: Biblioteca Palafoxiana

96

identidad/alteridad, comunión/exclusión, sabiduría/rusticidad, etc., que son

derivaciones de aquella primera) y, como se sabe, en esta oposición primigenia

está el rasgo definitorio de la cosmovisión de los europeos a finales del siglo

XVI.101

Los ejes principales que debían seguir para la edificación de las bibliotecas

eran el orden y la armonía, fue así como se construyeron las primeras bibliotecas

de salón. La primera que se construyó con este prototipo fue la Biblioteca

Medicea Laurenziana. Esta biblioteca fue construida en el claustro de la Iglesia de

San Lorenzo, en Florencia, pero a pesar de que fue construida en este espacio

religioso, su función era la de permitir la consulta de sus obras a personas laicas,

que nada tenían que ver con la cuestión de la prédica.

Las colecciones de los Medici, principalmente la de Lorenzo de Medici,

fueron los motores que impulsaron la creación de la biblioteca, pues entre toda la

familia habían reunido cientos de códices latinos, griegos y árabes. Pero al ser

expulsados los descendientes de Lorenzo, pues éste había muerto en 1492, sus

obras fueron a parar al convento de San Marcos, así como a las manos del Papa

León X. Sin embargo, el Papa Clemente VII, descendiente también de los Medici,

restituyó los libros a Florencia, encargando a Miguel Ángel la magna obra de

construir una biblioteca para que albergara las colecciones de libros.

Miguel Ángel, conocedor de las grandes obras arquitectónicas de la

antigüedad, ideó realizar una biblioteca al estilo de la Roma clásica, donde hubiera

una separación entre libros griegos y latinos. Para Miguel Ángel, también la nueva

101

Fernando Bouza Álvarez. Imagen y propaganda. Capítulos de historia cultural del reinado de Felipe II. Madrid, Akal ediciones, 1998, p. 175.

Page 101: Biblioteca Palafoxiana

97

estructura del edificio tenía que seguir las disposiciones de Vitrubio, donde la

biblioteca recibiera la luz por el este y el oeste, además de que el conjunto

arquitectónico estuviera alejado de los ruidos de la calle.

El espacio que crea Miguel Ángel constituye, en relación con las bibliotecas

basilicales, un cambio fundamental de concepción. El espacio de la sala se

encuentra aún ocupado por los pupitres, dejando libre tan sólo el corredor central

como circulación, pues ya no hay columnas ni otros elementos arquitectónicos

que ocupen el espacio, que puede ser abarcado en su totalidad de una

mirada.102

El espacio es lo que distingue a estas nuevas bibliotecas de las basílicas.

Por ejemplo, las bibliotecas basilicales por su estructura se dividían a través de

columnas de tres naves abovedadas, cuyo sistema arquitectónico estaba inspirado

en la construcción romana clásica. Las nuevas bibliotecas, por su parte, eran una

sala sin divisiones, o como en algunos de los conventos donde existían los

espacios de tipo basilical, simplemente se añadía el salón.

Otra importante biblioteca de salón fue la Biblioteca Marciana de Venecia,

que siguió el mismo modelo de la gran sala sin columnas. Esta biblioteca entró en

funcionamiento gracias a la donación del Cardenal Giovanni Bessarione, pues

éste legó una gran colección de obras griegas, para que se creara este espacio en

el convento de San Marcos. Así, la construcción de la biblioteca se dio a partir de

1536 bajo la supervisión de Jacobo Sansovino, quien mantenía contacto con los

artistas del momento como Miguel Ángel y Rafael. Sin embargo, tras derrumbarse

la bóveda de los primeros cinco tramos, Sansovino fue separado de las obras,

102

Alfonso Muñoz Cosme. Los espacios del saber…, op. cit., p. 88.

Page 102: Biblioteca Palafoxiana

98

quedando en su lugar Vicenio Scamozzi hasta concluirla. La Biblioteca Marciana

fue decorada totalmente en sus muros y bóveda con pinturas de grandes artistas

como Tiziano, Tintoretto y Veronesse.103

Aunque no es una librería regia, la Biblioteca Vaticana se considera como el

prototipo de las bibliotecas salón. Fue fundada por Nicolás V, esto no se nos debe

olvidar, ya que él fue un gran recopilador de manuscritos en lengua griega. Con

Sixto IV la biblioteca tomó un mayor impulso, pues la proveyó de una sede en el

antiguo palacio de Nicolás V. Esta fue la primera sede de la Biblioteca Vaticana,

la cual se dividía en cuatro salas dedicadas a los libros latinos, griegos, los

secretos y los destinados al pontificio. Pero en 1527 sufrió grandes pérdidas por

el Saco de Roma, y es que muchos soldados de Carlos V cometieron brutales

saqueos,104 perjudicándola de manera notable.

Ante esta situación, el nuevo Papa Sixto V lejos de lamentarse, ordenó la

construcción de una nueva biblioteca, ésta se construyó entre el patio del

Belvedere y el de La Piña. La decoración del inmueble fue elaborada por Cesare

Nebbia y Giovanni Guerra. Esta nueva sede se nutrió de diversos manuscritos de

Fulvio Orsini, así como los manuscritos obsequiados por Maximiliano de Baviera.

Finalmente hay que señalar que en pleno siglo XVII, el Papa Paulo V prohibió los

préstamos de libros, para después cerrar los espacios de lectura, abriendo sus

puertas hasta finales del siglo XIX.

Estas bibliotecas que se acaban de describir sentaron las bases para el

nuevo prototipo de librería, pero la que tuvo mayor realce y que más influyó en las

103

Alfonso Muñoz Cosme. Los espacios del saber…, p. 90. 104

Hipóllito Escolar. Historia de las bibliotrecas…, p. 232.

Page 103: Biblioteca Palafoxiana

99

primeras etapas de la modernidad fue, sin lugar a dudas, la Biblioteca del Escorial,

de la que a continuación se exponen algunos detalles.

2.4. La biblioteca del Escorial: prototipo de las librerías en la Edad Moderna

Como habíamos señalado en anteriores líneas, el orden y la armonía debían ser

los ejes principales para el resguardo de los libros. Con esta idea, los eruditos

españoles insistían en la necesidad de fundar una biblioteca regia, para lo que se

propusieron diversos esquemas para su elaboración. Uno de los primeros fue el

llamado Memorial de Juan Páez de Castro, sobre la edificación de la biblioteca

real. Páez de Castro inicia en este documento explicándole al rey la necesidad de

la conservación de los libros, “porque de los libros dependen todas las artes e

industrias humanas”, y en quanto peligro están de perderse si no se le dá algún

medio, para que se guarden en lugar seguro”.105

El Doctor Páez de Castro concede gran valor al libro, lo reconoce como

parte fundamental del conocimiento humano, por eso aboga por su preservación.

Pero su propósito de resguardar y conservar no queda ahí. Otro de los problemas

que manifiesta es que con la construcción de la librería se pueden juntar los libros

que estén al alcance, para que cuando fuese necesario se encomienden, pues

“según imprimen negligentemente, y según que muchos los corrompieron

antiguamente, y los corrompen aora. No solo son menester las Librerías Reales,

105

Memorial de Páez de Castro sobre bibliotecas reales. Jacques Lafaye. Albores de la imprenta. El libro en España y Portugal y sus posesiones de ultramar (Siglos XV y XVI)…, op. cit., p. 145.

Page 104: Biblioteca Palafoxiana

100

para enmendar lo publicado; pero también para suplir muchos pedazos, que les

faltan, y tratados enteros en todas professiones”.106

La conservación y el control de las ediciones son los principios que para

Páez de Castro se deben efectuar en las librerías. Además, también en este

Memorial propuso consejos sobre la conformación de la estructura del edificio. Él

consideraba que el inmueble debía tener tres salas con diversos fines:

[…] La primera para libros, los quales haviendo de ser raros y puestos por orden

de armarios cerrados, aunque sean muchos […] Serán los libros de mano

antiguos, o bien trasladados en todas las quatro lenguas principales: y si algunos

se pusieron estampados, procurarse ha, que estén corregidos; y cotejados con

buenos libros de mano […] En la segunda sala se pondra lo siguiente: Cartas

universales de marca, y cosmographia de todo lo que hasta oy se sabe del

mundo. La tercera sala será como archivo, y parte más secreta, en la qual se

pondrán las cosas; que tocan al estado y gobierno.107

Las ideas de Páez de Castro fueron concebidas a partir de la admiración de

las bibliotecas que se habían construido en regiones italianas, como fueron la

Biblioteca Mediceo-Laurenziana de Florencia, la Marciana de Venecia y la

Biblioteca Vaticana de Roma. Estas bibliotecas se destacaban por recopilar

diversos manuscritos ricamente ilustrados, ya que sus dueños se habían

empeñado en enviar gente especializada en la búsqueda de los manuscritos,

sobre todo en los lugares del desaparecido Imperio Bizantino.

Todas las bibliotecas que se construyeron en esta primera etapa de la

modernidad, le dieron gran prioridad a los libros manuscritos; el mismo Páez de

106

Ibid., p. 150. 107

Ibid., p. 151-155.

Page 105: Biblioteca Palafoxiana

101

Castro manifestaba esta misma intención; esto nos lleva a preguntarnos ¿por qué

fue el manuscrito tan importante para que fuera colocado en el sitio de honor en

una biblioteca? A esta pregunta, tenemos la respuesta que nos ofrece Fernando

Bouza:

Convertido en una auténtica cosa común, el códice había dejado de tener

sentido para muchos […] Sin embargo, no hay que olvidar que a favor de los

códices jugaban su propia antigüedad, la prosapia de autoridad que poseían y,

por último, también su rareza. Todo ello hizo que los libros manuscritos antiguos

se encarecieran mucho y que, fruto de la suma de escasez y su alto valor,

acabaran convirtiéndose en verdaderos objetos preciosos, dignos de ser

llamados tesoros. A esto es a lo que llamaremos la Reserva Preciosa.108

De la misma forma que Páez de Castro otorgaba importancia a la

adquisición del manuscrito para dar realce a la conformación de la biblioteca, el

erudito canónigo Juan Bautista Cardona en un escrito que hizo llegar a Felipe II

sugería al monarca concederle una mayor importancia al libro manuscrito por ser

considerado más fidedigno que el libro impreso. Señalaba lo siguiente:

El valor de la biblioteca residirá principalmente en la cualidad y rareza de los

libros, que consiste en que sean manuscritos antiguos de todas las lenguas y

particularmente griegos, latinos y hebreos escritos en pergamino. Habría que

recoger con satisfacción cualquier obra de los Padres antiguos que se

considerara perdida y apareciera. Debe poseer, además, el mayor número de

manuscritos, tanto los de obras no publicadas como los de las que ya lo han

sido, pues los impresos aparecen con numerosas erratas y es preciso conocer el

108

Fernando Bouza. Imagen y propaganda..., pp. 177-178.

Page 106: Biblioteca Palafoxiana

102

texto correcto. Por ello no importará tener muchos manuscritos de una misma

obra, aunque en general los más antiguos son los más dignos de crédito.109

Una tercera opinión que coincide con los planteamientos de Páez de Castro

y Juan Bautista Cardona fue la de Ambrosio de Morales, quien agregaba sobre la

importancia del libro manuscrito, la representatividad y fama que adquiriría la

biblioteca, y de esta forma aconsejaba a Felipe II:

Lo que más importa para hacer la librería insigne, y lo que se debe procurar con

más cuidado es juntar muchos originales de mano antiguos y mas escogidos.

Porque cuando de éstos tuviere muchos la librería, será aventajada sobre otras,

más que por ningunas otras muchas cualidades que en ella pudiesen concurrir.

Estos originales son los que ennoblecen las librerías y las hacen muy famosas y

celebradas en boca y escritura de todos los hombres insignes que saben y

escriben, y esto es lo que principalmente se estima en una librería, sin que nadie

le ponga en competencia otra cosa ninguna que tanto sea de preciar.110

En cuanto a la necesidad de que los libros manuscritos fueran el principal

atractivo para la formación de una librería, coinciden los tres. Ahora bien, en

cuanto a otras sugerencias, fueron las opiniones de Juan Bautista Cardona las

que más influyeron, pues éste sugería que la biblioteca se creara en el monasterio

de San Lorenzo de El Escorial. La estructura de la biblioteca tendría que contar

con diversas salas, donde una sala tendría que estar destinada para los libros de

gran valor, otra sería utilizada por los copistas y para que los libros estuvieran

encadenados. Una sala más estaría reservada a los libros de autores vivos; otra,

109

Juan Páez de Castro, citado por Hipólito Escolar. Historia de las bibliotecas... op. cit., p. 290. 110

Ambrosio de Morales, ibid., p. 292.

Page 107: Biblioteca Palafoxiana

103

para encuadernar o restaurar los libros y en otra se colocarían los globos

terráqueos e instrumentos matemáticos, y finalmente otra sala para guardar

medallas, monedas y piedras exuberantes.

Juan Bautista Cardona ¿aconseja que los libros deben ser ordenados por

facultades y dentro de cada facultad, por materias. En la entrada de la Biblioteca

se colocaría un índice por orden alfabético, en el que se debe poner primero el

nombre del autor, para continuar con la pieza, el plúteo o finalizar con el número

con que fue asignado. De igual forma sugiere que se elabore otro índice por

materias, incluido el que se debe elaborar a partir de los manuscritos que se

tengan en la biblioteca. Por último, señala que el encargado del lugar será un

superintendente o bibliotecario, y sobre este cargo Cardona destaca lo siguiente:

Ha de ser un cargo muy importante y muy bien remunerado para el cual se

escogerá un prelado, que sea persona docta y de buenas letras, con particular

afición a los libros y hombre de mucho juicio. Podría vivir en Madrid, donde

podrá ser útil consejero del rey, y sólo será preciso que se desplace a El Escorial

seis o siete veces al año…111

Éstas fueron las ideas más representativas de la época para edificar una

librería o biblioteca, algunas aplicadas para El Escorial, cuyo modelo se seguirá en

las regiones españolas y fuera de éstas, la misma Biblioteca Palafoxiana también

adoptará el modelo.

La Biblioteca de El Escorial tiene su origen a partir de que Felipe II decidió

construir un monasterio en honor de San Lorenzo; para esto se decidió construirlo

111

Juan Bautista Cardona, citado por Hipólito Escolar, ibid., pp. 291-292.

Page 108: Biblioteca Palafoxiana

104

en la zona del mismo nombre, aunque es necesario destacar que Juan Páez de

Castro mencionaba que un buen lugar podría ser la región de Valladolid. Pero

finalmente el monarca sigue el consejo de Juan Bautista Cardona. Esta decisión,

como detalla Fernando Bouza, le acarreó el epíteto de “enterrador de libros”, pues

atesoraba maravillosos libros sin darlos a conocer.112

A pesar de tener algunas voces de la época en contra, se le concedió

apoyo para la construcción de la biblioteca. Para esto fue necesario empezar a

comprar los acervos que formarían parte de la colección. La primera remesa de

libros fueron cuarenta y dos obras del mismo monarca, posteriormente fueron

adquiridos los libros de las bibliotecas de Honorato Juan y Martín de Ayala. A la

muerte de Juan Páez de Castro en 1570, se le requisaron 315 manuscritos tanto

griegos como latinos y árabes. En cambio, Pedro Ponce de León donó sus libros

a Felipe II. Y finalmente, la última gran apuntalación fue la del arzobispo de

Tarragona, Antonio Agustín, quien donó algunos cientos de libros manuscritos e

impresos.

Es así como a través de diversas colecciones se conformó el cuerpo de

libros que le dieron sustento a la biblioteca. El criterio que prevaleció fue la

selección, pues como ya se ha señalado, a los libros manuscritos se les dio mayor

importancia, relegando a un segundo término a los impresos. Teniendo los libros

“adecuados” formalmente en 1592, fue instalada la Biblioteca de El Escorial, que

Hipólito Escolar describe de la siguiente forma:

112

Fernando Bouza. Imagen y propaganda..., op. cit., p. 168.

Page 109: Biblioteca Palafoxiana

105

La biblioteca fue concebida como una sala noble, no como un lugar de trabajo.

Las estanterías, hermosa obra de estantería diseñada por el arquitecto Juan de

Herrera y labrada con maderas nobles, se apoyaban en la pared y ocupaban los

lugares entre las ventanas. En ellas reposan los libros tumbados con los cantos

dorados a la vista. La parte superior de la sala y la bóveda está adornada con

pinturas alusivas a la religión y al saber. El centro de la amplia sala, que ocupa

una extensión de 500 metros cuadrados, estaba destinado a la colección de

esferas y mesas con objetos religiosos y libros.113

Como se observa, el gran arquitecto fue Juan de Herrera, pero a él lo

acompañó el italiano José Flecha, quien se encargó de dirigir la obra, y con ellos

los ebanistas Gamboa y Serrano. Juntos lograron crear el prototipo de biblioteca

que funcionó más tarde, donde el salón mostraría a los libros a través de su

estantería de corrido, eliminando las cadenas de los pupitres que los retenían.

Pero esta forma de colocación de libros en estante no fue producto de El Escorial,

sino que tenía su antecedente en la Biblioteca Colombina.

La Biblioteca Colombina de Sevilla fue fundada por el hijo de Cristóbal

Colón, Fernando Colón, en 1509. Inicialmente la biblioteca estuvo en su casa

palacio hasta su muerte en 1539. La biblioteca quedó junto con la estantería en la

misma Catedral de Sevilla. Pero lo más importante fue la forma en que Fernando

Colón utilizaba las estanterías murales para organizar su biblioteca, como lo

destaca en su testamento: “Quanto a la horden en que an de estar los libros, digo

que yo tengo esperanza, si nuestro señor fuere servido de dar para ello vida y

posibilidad, de labrar una pieza grande, y en ella a raíz de las paredes poner

113

Hipólito Escolar. “Las bibliotecas en la Edad Moderna”, Historia Ilustrada del Libro Español. De los incunables al siglo XVIII…, op. cit., p. 527.

Page 110: Biblioteca Palafoxiana

106

caxones como agora estan, y los libros en ellos puestos de canto, cada qual con

su título de nombre e número.114

La Biblioteca del Escorial, por lo tanto, es heredera del sistema

arquitectónico de la Biblioteca Colombina, donde por primera vez se utilizó el

sistema de estanterías para colocar las colecciones de libros. Y es también la

primera en colocar el enrejado para evitar los robos de libros, eliminando el clásico

encadenamiento de éstos en los pupitres. Aunque el modelo a imitar para la

construcción de bibliotecas en Europa siempre fue el sistema de El Escorial, como

lo expresa Hipólito Escolar:

Cambiaron las instalaciones de las bibliotecas. En vez de los anteriores pupitres

perpendiculares a los muros, se fue imponiendo el sistema de El Escorial, con

estanterías adosadas a las paredes, en las que los libros no están, para impedir

los robos, defendidos con cadenas, sino con telas metálicas. El centro de la

espaciosa sala se ocupa, mejor que con estatuas antiguas, con instrumentos al

servicio de la nueva ciencia, desde globos o relojes, o con curiosidades de la

naturaleza. En los muros, sobre las estanterías, que a veces ocupan dos pisos,

continuaron los retratos de los grandes escritores.115

Antes de continuar, es preciso aclarar lo siguiente: cuando hablamos de la

“biblioteca del Rey”, no estamos hablando de los libros o de las lecturas del

monarca. Roger Chartier ha destacado y diferenciado para el caso francés, que

los libros personales que el monarca leía para sí, eran depositados en un gabinete

de libros que sólo servían para él, y que muchas veces lo acompañaban cuando

114

Alfonso Muñoz Cosme. Los espacios del saber… op. cit., p. 86. 115

Hipólito Escolar. Historia de las bibliotecas..., op. cit., p. 310.

Page 111: Biblioteca Palafoxiana

107

realizaba alguna travesía, mientras que la “biblioteca real” no tenía relación con

sus prácticas personales, sino que cumplía una función totalmente diferente:

Las colecciones así constituidas tienen una finalidad totalmente “pública”:

quieren ser conservatorios que protejan de la desaparición a todos los libros que

lo ameriten: están abiertos a los sabios y a los eruditos […] La “biblioteca real” es

entonces una realidad doble. Por un lado, y en su forma más sólidamente

instituida, no está consagrada al gusto del monarca, sino a la utilidad pública. Es

a lo que sirven a su gloria y renombre.116

Fama y gloria son lo que llevan a la creación de las “bibliotecas reales” y las

“otras”, que son para el placer y regocijo del monarca. Esta misma situación ha

sido subrayada por Fernando Bouza para el caso español, ya que para Fernando

IV, su biblioteca personal era la Torre Alta en su Alcázar, y la Biblioteca de El

Escorial era la de carácter “público”.

[…] la Torre Alta ocupa un lugar importante en la historia de las bibliotecas

hispanas. Con su carácter utilitario, centrado en las necesidades de información

y entretenimiento del Príncipe, alejada de usos bibliofílicos y dominada por las

traducciones, marca un hito entre la utopía del saber universal que define la

Regia Laurentina Escurialense…117

116

Roger Chartier. Sociedad y escritura en la Edad Moderna. op. cit., México, 1999, p. 74. 117

Fernando Bouza Álvarez. El libro y el cetro. La biblioteca de Felipe IV en la Torre Alta del Alcázar de Madrid. Salamanca, Instituto de Historia del Libro y de la Lectura, 2005, p. 16.

Page 112: Biblioteca Palafoxiana

108

2.5. Bibliotecas con influencia de El Escorial

Ya se destacó que la creación de las bibliotecas regias se dio más por la distinción

y gloria que daba a quien promoviera estas edificaciones, que por un sentido

humanista. Pero un segundo aspecto que llevó a la necesidad de construir

bibliotecas fue el temor que provocaba el libro impreso, ya que tanto protestantes

como católicos lo utilizaban para difundir sus ideas. Por ejemplo, los reformistas

ponían en tela de juicio las obras de las autoridades cristianas,

predominantemente las de los Padres de la Iglesia. Hay que recalcar que el temor

a las ideas protestantes dio pie al inicio del Índice de libros prohibidos, de tal forma

que los contrarreformistas se dedicaron a realizar ediciones canónicamente

“correctas”. Por lo tanto, en una biblioteca se hacía tanto el censo de libros como

la censura de ellos.

A estos dos aspectos habría que agregar el impulso que la imprenta le dio a

libro, pues a diferencia del libro manuscrito de baja producción debido a sus

costos, la mecanización los multiplicó en forma considerable. Este aumento

masivo de la producción de libros lógicamente modificó las condiciones de la

biblioteca, además de poner en jaque la forma de organizar el material

bibliográfico.

A medida que los libros se multiplicaban, las bibliotecas tuvieron que ser cada

vez más grandes. Y a medida que aumentaba el tamaño de las bibliotecas, se

Page 113: Biblioteca Palafoxiana

109

hacía más difícil encontrar un libro determinado en las estanterías, de modo que

comenzaron a ser necesarios los catálogos.118

Así, las bibliotecas del siglo XVII plenamente influidas por la de El Escorial,

contaban con una sala amplia, donde se ubicaban enormes estanterías, pero una

de las modificaciones permitía que en estas nuevas salas se ocupara otro piso con

estantería, como se había presentado en El Escorial. Alfonso Muñoz Cosme ha

identificado concepciones de biblioteca a partir de la de salón: “la biblioteca de

planta central, concebida como resumen del universo y abierta a estudiosos e

investigadores, y la biblioteca templo, construida a imagen de la iglesia y orientada

a la instrucción de los predicadores y clérigos. Una tercera vía, la biblioteca de

planta en cruz, se desarrollará como síntesis de ambas tendencias”.119

Del modelo de la Biblioteca de El Escorial se puede destacar la Biblioteca

Ambrosiana de Milán, auspiciada por el Cardenal Federico Borromeo, construida

entre los años de 1603 y 1609. Ésta se encuentra en la planta baja junto a la

Iglesia del Santo Sepulcro. La biblioteca contaba con diversas salas, una para la

sala de lectura, otra para los manuscritos, y otra más para los libros prohibidos y el

archivo. “De acuerdo con los deseos de su fundador (ómnibus studiorum causa

pateat) tenían acceso a ella los estudiosos, que gozaban de gran libertad para leer

libros y manuscritos, aunque se prohibía la comunicación con los que tuvieran

ideas religiosas peligrosas”.120

118

Peter Burke y Asa Briggs. De Gutenberg a Internet. Una historia social de los medios de comunicación. México, Taurus Historia, 2006, pp. 30-31. 119

Alfonso Muñoz Cosme. Los espacios del saber… op. cit., p. 98. 120

Hipólito Escolar. Historia de las bibliotecas…, op. cit., p. 322.

Page 114: Biblioteca Palafoxiana

110

Otra biblioteca con ese estilo fue la Biblioteca Mazarino, instalada en el

palacio del mismo nombre, en 1643. Su principal impulsor fue el cardenal

Mazarino, de ahí su denominación. Las colecciones que conformaron esta

biblioteca fueron posibles gracias al dinero del cardenal, además de la donación

de libros, de personas que vivían en París, y de diplomáticos y generales

franceses que buscaban libros en otros países. Pero sin lugar a dudas, quien

logró conseguir muy buenas colecciones fue el bibliotecario Gabriel Naudé, quien

a través de diversos viajes a los Países Bajos, Alemania, Italia y España logró ese

objetivo. Precisamente Naudé ha dejado testimonio de lo que a su parecer debe

ser lo primordial para el establecimiento de una biblioteca.

Ideal es establecer la biblioteca en un edificio de 4 ó 5 plantas. Debe ubicarse

en la parte más retirada de la casa, alejada de los ruidos de ésta y de los de la

calle. Ni en la planta baja, por la humedad, ni en la última, por el calor. Bien

iluminada, a ser posible los balcones deben dar a un jardín. El ambiente ha de

ser grato, el aire, puro y sin malos olores de cloacas o humos. La iluminación

preferentemente de levante.121

Las recomendaciones que dio Gabriel Naudé se rigieron por parte del

arquitecto Pierre Le Muet para la construcción de la biblioteca. Ésta se abría para

los estudiosos por tres horas en la mañana y tres en la tarde. La biblioteca se

cerró por un tiempo, ya que Mazarino fue apartado del poder, lo que provocó que

Naudé abandonara Francia. Cuando Mazarino regresó al poder se reabrió la

biblioteca, y se llamó nuevamente a Naudé, pero éste murió al regresar de París.

121

Gabriel Naudé, citado por Hipólito Escolar. Historia de las bibliotecas… op. cit., pp. 327-328.

Page 115: Biblioteca Palafoxiana

111

Finalmente, tras la muerte de Mazarino en 1661, los libros fueron trasladados al

Colegio de las Cuatro Naciones, que posteriormente se llamó Institut de France.

La Bodleian Library de Oxford fue la primera biblioteca que utilizó el sistema

de salón, y esto se debió al profesor Thomas Bodley, quien dio la orden de

restauración por el deterioro y despojo de los libros que sufrió en 1550 y 1556. En

1602 es inaugurada, aunque los libros estaban colocados en los pupitres, es decir,

a la forma antigua. Ante la insuficiencia para resguardar una gran cantidad de

libros, se optó por la ampliación, realizándose en dos etapas. Precisamente en

esas ampliaciones se impuso la forma del salón.

En cuanto a las bibliotecas de planta central, esta se dio en pleno siglo XVII

y XVIII. La idea fue desarrollada por el inglés Christopher Wren para ser utilizado

en la formación de la biblioteca del Trinity College de Cambridge, aunque nunca

se llevó a cabo. Sin embargo, el filósofo alemán Leibniz, al parecer conoció las

ideas de Wren, difundiéndolas, culminaron en la aplicación de la Biblioteca

Augusta de Wolfenbüttel, siendo ésta la primera biblioteca en desarrollar tal idea,

que bien describe Alfonso Muñoz Cosme:

Se trataba de una edificación rectangular en la que se inscribía un óvalo central

rodeado de pilastras paradas. El interior parecía más una iglesia de planta

central, tipo arquitectónico en el que sin duda se inspiró el arquitecto, que una

biblioteca. Los libros se encontraban en el doble deambulatorio que envuelve el

óvalo central.

La iluminación se realizaba por las 24 ventanas abiertas en el tambor de la

cúpula y en los deambulatorios por las ventanas laterales. Los cuartos de los

Page 116: Biblioteca Palafoxiana

112

ángulos de la edificación estaban reservados para manuscritos, libros antiguos

y catálogos.122

En la realidad son muy pocas las bibliotecas de planta central que se

construirán en el siglo XVII y XVIII, ya que este tipo de diseño se retomó a partir

del siglo XIX en algunas bibliotecas de Inglaterra y los Estados Unidos.

Por su parte, las bibliotecas templo se desarrollaron en algunos

monasterios principalmente donde se ubicaban los colegios jesuitas. Nacen de la

visión del jesuita francés Claude Clément, quien propuso una sala rectangular con

columnas adosadas en los muros, que den cabida a las estanterías. Clément

contraponía los criterios de Vitrubio, pues señalaba que al orientar la sala de este-

oeste se recibe la luz del norte y sur, lo que provocaba que el resto de la sala

quedara mal iluminada, para esto sugería que se construyeran tres ventanas en el

muro oriental y otros cuatro en los muros norte y sur. En la parte occidental

estaría situada la parte del acceso y en el lado opuesto se colocarían las

imágenes de Cristo crucificado y la Virgen.123 Esto último era sumamente

importante, pues no hay que olvidar que la biblioteca era considerada como un

lugar sagrado de estudio y oración.

La primera biblioteca construida con este estilo fue la del Colegio Jesuita de

Amberg, construida en los años de 1665 y 1669 por Wolfgang Hirschtetter. Pero

será hasta entrado el siglo XVIII que se expandirá el sistema, principalmente en

las bibliotecas de Alemania, Bélgica, Suiza y Austria.

122

Alfonso Muñoz Cosme. Los espacios del saber…, op. cit., p. 118. 123

Ibid., p. 124.

Page 117: Biblioteca Palafoxiana

113

Aunque los modelos de construcción muchas veces se imitan en algunas

bibliotecas del siglo XVII, otras tienen variantes importantes, que hacen suponer

que la forma de lectura por los usuarios se hacía de forma divergente. Por

ejemplo, en el diseño de la sala principal de la Biblioteca de El Escorial se dispuso

la construcción de algunos escritorios a una altura de 80 centímetros, con la

finalidad de que los usuarios pudieran leer sentados, a diferencia de lo que

sucedía en otras bibliotecas, en las que las personas leían de pie, como refiere

Robert Darnton acerca de la biblioteca de la Universidad de Leyden:

En la Universidad de Leyden cuelga un grabado de la biblioteca de la

Universidad fechado en 1610. Muestra los libros, pesados infolios,

encadenados a altos estantes que sobresalen de las paredes en una serie

determinada por los epígrafes de la bibliografía clásica: Jurisconsulti, Medici,

Historici, etc. Los estudiantes aparecen desperdigados por la sala leyendo los

libros en mostradores construidos a la altura debajo de las estanterías. Leen de

pie, protegidos del frío por gruesas capas y sombreros, con un pie posado

sobre un apoyo para aliviar la presión del cuerpo.124

Lo descrito nos lleva a señalar que las formas en que se construyeron esas

bibliotecas, lejos están de nuestros prototipos contemporáneos, ya que en la

mayor parte de ellas su sala principal no estaba habilitada para que el usuario

realizara el acto de lectura, sino que tenían una sala destinada para la lectura, de

ahí que muchos grabados de la época presenten el salón con los bustos de

grandes escritores, y los globos terráqueos, sin que aparezcan mesas o pupitres

124

Robert Darnton. “Historia de la lectura”, en Peter Burke (ed). Formas de hacer historia. México, 2ª edición 2000, p. 200.

Page 118: Biblioteca Palafoxiana

114

para la lectura. Podemos resumir la creación de este tipo de bibliotecas en el

siguiente párrafo de Armando Petrucci:

Estas bibliotecas del siglo XVII, ordenadas de manera moderna con los libros

dispuestos verticalmente en estantes que cubrían casi enteramente las paredes

de uno o varios salones contiguos tenían también un aspecto expositivo en el

que el factor estético era deliberadamente buscado y exaltado. En ellas, mucho

más que en las medievales y renacentistas, compartimentadas y atestadas de

mesas y de estantes, el libro asumía una función de mobiliario y de ornamento,

y su salas proporcionaban un amplio espacio en el que no sólo se podía leer,

sino también permanecer cómodamente y conversar. Eran lugares de estudio y

de trabajo, pero también de discusión, de intercambio y de sociabilidad civil.125

Y es que en un principio la creación de bibliotecas tenía como fin concentrar

y ordenar los saberes, pero el ritmo acelerado de la imprenta frustró esta

intención; como señala Roger Chartier, el sentimiento de frustración inspiró la

necesidad de crear catálogos y recopilaciones, a las que este autor llamó

“bibliotecas sin muros”. Su intención era compendiar los textos más

representativos, o bien, tomar todos los autores y libros que se habían escrito

hasta ese momento. Así se crearon Flores, Thesaurus y Polyantheae.

Las apariciones de las compilaciones dieron paso a la elaboración de más y

mejores catálogos, donde se organizaba la bibliografía que fuese pertinente.

Estas formas de organización de “bibliotecas imaginarias” en realidad fueron las

bases organizativas de las bibliotecas con muros. Así, por ejemplo, Peter Burke

destaca que el orden de la biblioteca imaginaria de Gresner proponía un espacio

125

Armando Petrucci. Alfabetismo, escritura, sociedad…, op. cit., p. 237.

Page 119: Biblioteca Palafoxiana

115

para la política, junto a materias como filosofía, economía, geografía, magia y

artes mecánicas. Esta idea fue tomada por el bibliotecario humanista Hugo Blotius

para la elaboración del catálogo de la Biblioteca Imperial de Viena.

Otro tratado que fue representativo se debió al español Francisco de Aráoz,

quien tituló su obra Cómo organizar una biblioteca, de 1631. Peter Burke señala

que Aráoz distribuyó los libros en quince “predicamentos” o categorías: en cinco

de ellas pone la cuestión religiosa en primer lugar, como los estudios bíblicos, la

teología, historia eclesiástica, poesía religiosa y las obras de los Padres de la

Iglesia. Las diez categorías restantes eran de tipo secular: diccionarios, obras

comunes, retórica, historia civil, poesía profana, matemáticas y filosofía natural,

filosofía moral, política y derecho.126

Los catálogos sirvieron en gran medida a los bibliotecarios, por lo que

debían estar atentos y actualizados acerca de los que se publicaba y de lo que se

editaba en materia de ordenación de libros. Al mismo tiempo debían tener los

suyos al día, pues esa era una de sus funciones básicas, lo que ayudaba a

eliminar lo que no fuera necesario.

No quisiera finalizar este apartado sin mencionar que durante la época

proliferaron un buen número de bibliotecas particulares. Estas bibliotecas fueron

construidas por personas con grandes recursos económicos. Una parte de la casa

se habilitaba para resguardar sus libros y para disfrutar la lectura; este lugar se

constituía en el estudio-biblioteca. Juan Manuel Prieto Bernabé ha destacado que

126

Peter Burke. Historia social del conocimiento de Gutenberg a Diderot. Barcelona, Paidós, 2002, p. 138.

Page 120: Biblioteca Palafoxiana

116

el estudio-biblioteca se fue modificando y sofisticando a lo largo del siglo XVI y

principalmente en el XVII.

Igualmente, las transformaciones experimentadas en la utilización de la

habitación-estudio durante los siglos XVI y XVII se aprecia fundamentalmente

en un cambio que afecta a la disposición separada de las lecturas, es decir,

aparecen varias dependencias, una especialmente diseñada para la ordenación

y consulta de las obras, otra, más improvisada y cómoda en donde la lectura se

convierte en un sencillo placer.127

Las bibliotecas particulares, al igual que las bibliotecas convencionales

también modificaron sus estructuras, y esto por el aumento de libros impresos, así

llegaron incluso a utilizar estantería, para mejor funcionalidad de la ordenación de

los libros, al igual que se crearon inventarios para ayudar a esta labor y para la

conservación de los mismos. Prieto Bernabé ha descrito que las formas de

organización en Madrid fue el de materias, el alfabético, los formatos de los libros,

las lenguas o la numeración de los estantes. Los cambios sociales y culturales de

las bibliotecas y del libro, como ya se ha destacado aquí, son los motores que

permiten las modificaciones en el pensamiento europeo.

Pero también hay que enfatizar que el establecimiento de una librería

particular obedecía a las necesidades del que la poseyera; por ejemplo, Fernando

Bouza ha expresado que unos consideraban a los libros útiles en sí mismos, y

esto se refleja en los libros reunidos para su biblioteca, como eran juristas,

médicos, teólogos, eclesiásticos, consejeros letrados y los otros muchos oficios

127

José Manuel Prieto Bernabé. “Prácticas de la lectura erudita…”, op. cit., p. 330.

Page 121: Biblioteca Palafoxiana

117

vinculados al saber de las letras como profesión, en las que habría lugar para toda

la memoria letrada de su propio saber particular.128

Así, los cambios sociales y culturales tanto de las bibliotecas regias como

particulares, modifican las formas de apropiación del libro por parte de sus

lectores, estableciendo nuevos sistemas comunicativos, que permiten finalmente

que el pensamiento en general también se transforme. Estos cambios se van a

vislumbrar en la Nueva España, concretamente en la sociedad en la que se inserta

la Biblioteca Palafoxiana, objetivo principal de nuestra investigación.

128

Fernando Bouza. Comunicación, conocimiento…, op. cit., p. 120.

Page 122: Biblioteca Palafoxiana

118

Capítulo 3

Orígenes de la Librería de los Seminarios Tridentinos de Puebla

Tomando como punto de referencia el capítulo anterior de esta tesis, en la que

examinamos la evolución de las librerías o bibliotecas en la Edad Moderna, en el

presente analizaremos la Biblioteca Palafoxiana a partir de su fundación en el siglo

XVII.

Con el fin de conocer las formas institucionales que posibilitaron la

fundación de la Palafoxiana, hemos incluido un primer apartado que tiene por

objeto demostrar cómo se constituyeron los colegios tridentinos angelopolitanos

de San Juan, San Pedro y San Pablo, en los cuales dicha biblioteca fue pieza vital

para el desarrollo intelectual de los estudiantes. En la segunda parte de este

capítulo revisaremos las disposiciones de Juan de Palafox y Mendoza para la

creación e instauración de la biblioteca como apoyo a los colegiales. Asimismo,

trataremos puntualmente la controversia en torno a la donación de libros que

contribuyó a acrecentar su acervo, y los aspectos relativos a la estructura del

edificio que albergó la extensa colección de libros. Como se desprende de nuestro

trabajo, existe un estrecho vínculo entre la institución de de los Seminarios

Tridentinos y la fundación de la Biblioteca Palafoxiana; en lo subsecuente

mantendremos esta postura.

Page 123: Biblioteca Palafoxiana

119

3.1. Antecedentes europeos: El Concilio de Trento

Después del cisma que provocó la Reforma Protestante primero por Martín Lutero

y después por Calvino y Zwinglio; la Iglesia Católica emprendió un plan para evitar

un mayor resquebrajamiento dentro de su seno, por lo que convocó a un concilio

que permitiera resolver de raíz los problemas que habían generado las ideas

protestantes. El concilio también intentaba formar buenos sacerdotes con una

altísima capacidad para desarrollar una buena doctrina y moral que alejara a la

gente de las ideas reformadoras.

El Concilio de Trento se realizó durante tres periodos diferentes. El primero

fue de 1545 a 1549, durante el papado de Pablo III; el segundo se dio de 1551 a

1552, presidido por Julio III; y el último, de 1562 a 1563, ya con el papa Pio IV. El

Concilio, como apunta Gerhard Winkler, fue prácticamente una representación de

las naciones italianas y españolas, con muy poca participación de obispos de la

región alemana.129

En el primer periodo de sesiones, los concilios se dieron a la tarea de

acordar todo lo referente a la fe cristiana. En estas sesiones se planteó que las

Sagradas Escrituras fueran el fundamento de toda discusión teológica. Para esto,

también se estipuló que la versión de la Vulgata Latina debía tomarse como

auténtica para su uso en las lecciones y, sobre todo, en las disputas teológicas

ante la reforma sobre las Sagradas Escrituras y la teología. De igual modo, se

dispuso que los párrocos estuvieran obligados a predicar los domingos, así como

129

Gerhard Winker. “La reforma católica”, Historia de la iglesia católica, bajo la dirección de J. Lenzerweger P. Stockeier, K. Amon, R. Zinnhobler. Barcelona, Herder, 1989, p. 461.

Page 124: Biblioteca Palafoxiana

120

los días de fiesta, por lo que se imponía la residencia total de los obispos y

párrocos en las diócesis.

El segundo periodo de sesiones se suscitó en un clima más caótico que el

primero, ya que por las condiciones políticas de Alemania tuvo que suspenderse

repentinamente, debido a que con la alianza formada por los príncipes alemanes

Alberto de Prusia, Guillermo de Hesse y Alberto de Brandeburgo, junto con la

adhesión de Mauricio de Sajonia en contra de Carlos V, se propició la dispersión

de obispos alemanes y la huida del mismo emperador. Sin embargo, se lograron

algunos acuerdos que fueron sustanciales sobre los sacramentos de la penitencia,

que se dividía en tres partes: la contrición, la confesión y la satisfacción. Además,

se combatían las ideas reformistas, y se reforzaba la doctrina de la

transubstanciación, en la que se afirmaba la presencia del resucitado en el pan y

el vino, porque para los católicos es “verdadera, real y substancial”.

Finalmente, el tercer periodo de sesiones trató acerca de la defensa del

sacrificio de la misa, en oposición a las ideas de Lutero, quien negaba el carácter

sacrificial de ésta. También se trató sobre los problemas dogmáticos que

representaba el matrimonio, que fue considerado como un sacramento más,

aparte de que se declaró indisoluble y se reconoció a la Iglesia como la única

institución autorizada para establecer los impedimentos del mismo. Por otro lado,

se dio plena autorización para la realización de concilios provinciales en periodos

trienales y anuales para los sínodos diocesanos.130

130

José Carlos Vizuete Mendoza. La Iglesia en la Edad Moderna. Madrid, Síntesis, 2000, pp. 155-169.

Page 125: Biblioteca Palafoxiana

121

Precisamente es en las últimas sesiones del Concilio donde se abordan los

aspectos de formación sacerdotal. Como señala Javier Vergara Ciordia, a pesar

de la preocupación sobre la preparación de los clérigos, los padres concilianos se

tardaron en redactar las soluciones para este problema. Pero a pesar de su

tardanza, lograron hacer un buen frente para la nueva formación católica.131 Este

investigador señala que las ideas de los prelados no fueron tan originales:

Un primer análisis del canon pone de manifiesto que los prelados tridentinos no

se propusieron ser originales al tratar un tema tan viejo como la regulación

sacerdotal. La innovación consistió en que el seminario como institución

docente diocesana, es genuinamente tridentina; no así su espíritu, pues si se

repasa atentamente el canon, se observará que en él hay elementos tomados

del Evangelio, de las escuelas episcopales y catedralicias, de los concilios

toledanos y luteranenses, de los colegios universitarios, etc. En una palabra,

con la institución del seminario se hace universal y obligatorio lo que antes se

venía haciendo como mera iniciativa particular.132

En definitiva, la idea del Concilio de Trento con respecto a la educación de

los futuros sacerdotes consistía, sobre todo, en ampliar y guiar la vocación

sacerdotal. Así, en la Sesión XXIII Capítulo XVIII con el titulo de “Se da el método

de erigir seminarios de clérigos, y educarlos en él”, queda determinado:

[...] establece el Santo Concilio que todas las catedrales metropolitanas e

iglesias mayores que estos tengan obligación de mantener, y educar

religiosamente, e instruir en la disciplina eclesiástica, según las facultades y

extensión de la diócesis, cierto número de jóvenes de la misma ciudad y

131

Javier Vergara Ciordia. “La aportación del Concilio de Trento”, en Historia de la educación en España y América. La educación moderna (siglos XVI-XVIII). Madrid, Morata, 1993, p. 48. 132

Ibid., p. 50

Page 126: Biblioteca Palafoxiana

122

diócesis, o a no haberlos en estas, de la misma provincia, en un colegio situado

cerca de las mismas iglesias, o en otro lugar oportuno a elección del obispo.

Los que se hayan de recibir en este colegio tengan por lo menos doce años, y

sean de legítimo matrimonio; sepan completamente leer y escribir [...] Quiere

también que se elijan con preferencia los hijos de los pobres, aunque no

excluye los de los más ricos, siempre que estos se mantengan a sus propias

expensas, y manifiesten deseo de servir a Dios y a la Iglesia.133

En las sesiones referidas en la página anterior, los padres conciliares se

preocuparon de reglamentar cuidadosamente cuáles debían ser los lineamientos

para la instrucción y educación de los futuros sacerdotes, pues no debemos

olvidar que las críticas más agudas que hizo Lutero a la Iglesia Católica apuntaban

hacia la nula vocación que tenía un gran número de sacerdotes. Con las nuevas

disposiciones se pretendía poner fin a los viejos vicios, que tantos contratiempos

le habían ocasionado a la élite clerical, como lo demuestra el siguiente párrafo:

Y para que con mas comodidad se instruyan en la disciplina eclesiástica,

recibirán inmediatamente la tonsura, usarán siempre de hábito clerical;

aprenderán gramáticas, canto, cómputo eclesiástico, homilías de los santos, y

las fórmulas de administrar los Sacramentos, en especial lo que conduce a oír

la confesiones, y las de los demás ritos y ceremonias.134

El encargado de erigir los colegios y seminarios recayó en la autoridad del

obispo. A él se le encomendaba la fundación y la conservación del seminario.

133

Concilio de Trento, Sesión XXIII Capítulo XVIII, en

http://www.multimedios.org/docs2/d000436/index.html, Biblioteca Electrónica Cristiana-BEC-VE

Multimedios, [en línea, revisado el 24 de julio de 2008].

134 Concilio de Trento, Sesión XXIII Capítulo XVIII, en

http://www.multimedios.org/docs2/d000436/index.html, Biblioteca Electrónica Cristiana-BEC-VE Multimedios, [en línea, revisado el 24 de julio de 2008].

Page 127: Biblioteca Palafoxiana

123

Además, se le atribuía el nombrar a las personas que debían administrar los

colegios y nombrar a los maestros acreditados para enseñar en las facultades.

Dentro de sus responsabilidades, estaba la de obligar a los prelados de las

catedrales y de las iglesias mayores en la fundación de seminarios; si el obispo no

lo hacía, las disposiciones del Concilio imponían al arzobispo corregir la actitud de

aquél; y si esto no bastaba se recurría a los superiores del sínodo provincial.

3.2. Fundación del Colegio de San Juan

Con las disposiciones arriba señaladas por el Concilio de Trento, se iniciaron las

fundaciones de colegios y seminarios para la formación de futuros sacerdotes. En

la Nueva España se siguieron las disposiciones un poco tardíamente, aunque hay

que señalar que en la diócesis de Michoacán ya se había establecido el colegio de

San Nicolás, para la formación de futuros prelados, pero esto se dio mucho antes

de las reuniones y de lo acordado por el Concilio de Trento,135 por lo que

propiamente no se puede catalogar como un colegio formado a partir del pacto

conciliar. No obstante, sí aprovechó su infraestructura para llevar a cabo las

disposiciones del Concilio.

A pesar de que el Concilio señalaba como una obligación la de crear

colegios para la formación de sacerdotes, en la Nueva España esto no se vio

reflejado. Ante la apatía de las autoridades eclesiásticas fue necesaria la

135

Concilio de Trento, Sesión XXIII Capítulo XVIII, en http://www.multimedios.org/docs2/d000436/index.html, Biblioteca Electrónica Cristiana-BEC-VE Multimedios, [en línea, revisado el 24 de julio de 2008].

Page 128: Biblioteca Palafoxiana

124

intervención de Felipe II, quien en el año de 1592 encomendaba a los virreyes y

gobernadores crear los colegios seminarios en todas las Indias. Conforme

disposiciones, el primer colegio se fundó en la diócesis Tlaxcala Puebla, pero no

como señalan muchos estudiosos de la educación de la época colonial, acerca de

que fue Juan de Palafox y Mendoza el primero en establecer este tipo de

instituciones, sino más bien la iniciativa corrió a cargo del clérigo beneficiario de

Acatlán, Juan de Larios, quien fue el primero en establecer los parámetros de la

fundación del primer colegio tridentino, tal y como lo demuestran los párrafos del

siguiente documento encontrado en los archivos de la Biblioteca Palafoxiana:

[...] sepan cuantos esta carta vinieren como yo Juan Larios clérigo presbítero

Beneficiado del Partido de Acatlan y Piastla... Digo que por cuanto de muchos

dias a esta parte tengo deceo, y voluntad debolver y restituir a Dios Nuestro

Señor la mayor parte de los bienes temporales y Haciendas que ha sido servido

de darme haciendo con ellos alguna obra pia a gloria y honra suya de que

resulta servicio a su Santa Iglesia aumento el culto Divino y utilidad y provecho

a lo fieles christianos mis proximos y considerando que de la fundación de los

colegios que el Santo Universal Concilio de Trento llama seminarios que con

tanto cuidado manda fundar [...] por esta carta otorgo y conozco que en aquella

via y forma que aya lugar de derecho Ynstituyo, fundo y voto un colegio

Eclesiastico Seminario en esta ciudad de los Angeles para el servicio de dicha

Catedral...136

La preocupación de las altas autoridades europeas por conformar un buen

cuerpo de sacerdotes preparados en el terreno espiritual e intelectual, para que

desarrollaran su labor convincentemente, fue la misma preocupación que el

136

Copia de la Carta de fundación y dotación hecha por el clérigo Juan de Larios del Colegio de San Juan, Traslado de los autos de fundación y dotación del Colegio de San Juan. Colección de Manuscritos de la Biblioteca Palafoxiana, volumen R-474, folio 104-115.

Page 129: Biblioteca Palafoxiana

125

presbítero Juan Larios137 demostró al tomar la iniciativa en la fundación del primer

colegio, y es que en la misma escritura de donación él destacaba que en las

provincias de la Nueva España existía una enorme falta de clérigos bien

preparados. Otro punto que señaló es que hasta ese momento no se habían

fundado seminarios como lo mandaba el Concilio; estos motivos fueron los que lo

movieron a otorgar dichos beneficios, y para que esto se llevara a cabo destaca

los lineamientos que se debían seguir en la conformación del colegio.

Primeramente, quiero y ordeno que el dicho colegio tenga por advocación y se

llame el Colegio de San Juan Apóstol y Evangelista mi abogado particular y

esta sea su advocación y nombre perpetuamente y para siempre jamas. Ytem.

que el dicho Colegio se haya de fundar funde y edifique en dos solares que la

dicha Sta. Iglesia Catedral y fabrica de ella tiene en la Calle Serrada de San

Agustín [...] Ytem [...] por todos los dias de mi vida he de ser patron y

administrador del dicho Colegio y de sus bienes y como tal he de nombrar,

recibir y admitir el Rector Visrector y colegiales del dicho Colegio y para

después de mis dias nombrar y señalar por patrón y administrador del dicho

colegio segun, y como lo tengo de ser del dicho Don Diego Romano Obispo de

este dichoso obispado y después de sus dias succeda en el dicho patronasgo y

administración los obispos que le sucedieron en este dicho obispado...138

Los primeros pasos de la fundación habían sido dados en el año de 1595,

siendo a partir de 1596 los inicios de la construcción del citado colegio. Pero

realmente la fecha de inauguración del edificio y de las cátedras no se sabe,

137

Sobre Juan Larios no hay datos que nos permitan dar cuenta de la fecha de su nacimiento. Pero siguiendo a Ernesto de la Torre Villar, probablemente nació en Atlixco, que joven fue a estudiar a la Real y Pontificia Universidad de México. Se ordenó sacerdote, siendo beneficiado de Acatlán en 1578 hasta un año antes de su muerte. Su deceso ocurrió al parecer en el año de 1591. Tomado de Ernesto de la Torre Villar. El Colegio de San Juan. UDLAP, Centro de Formación de la Cultura Poblana. 2007, pp. 19-21. 138

Copia de la Carta de Fundación y Donación hecha por Juan Larios…

Page 130: Biblioteca Palafoxiana

126

porque se carece de documentación, aunque Ernesto de la Torre Villar señala que

Pedro Gutiérrez de Pisa y el canónigo Íñigo Carrillo Altamirano fueron quienes

redactaron las constituciones del nuevo plantel, inspirándose en las del Real

Colegio de Granada. Estas constituciones, señala el historiador, empezaron a

regir a partir el año 1604.139

Lo que sí queda claro es que desde el inicio del año de donación, las

noticias relativas al funcionamiento del Colegio de San Juan se tornaron

demasiado escuetas, pues desde la muerte de Juan de Larios y del Obispo Diego

Romano, los demás obispos como Alonso de la Mota y Escobar, y Gutierre

Bernardo de Quiroz, no hay noticias suficientes sobre el desarrollo y

funcionamiento del Colegio. Es hasta la llegada del obispo Juan de Palafox y

Mendoza140 que se le dotó de nuevas constituciones e infraestructura. Sobre las

constituciones son tres las propuestas por Palafox y Mendoza. La primera se

refiere al nombre del colegio, que ratifica al que anteriormente tenía.

Con el obispo Juan de Palafox y Mendoza el clero secular tomó la estafeta

en la preparación de los futuros sacerdotes; las órdenes religiosas, principalmente

la de los jesuitas, debían estar insertas en la vida conventual y dejar la labor

pastoral a los párrocos seculares, por lo que en 1644 inició la reestructuración del

Colegio de San Juan, a través de nuevas constituciones que le permitieron actuar

como ejemplo a las demás diócesis. La primera ordenanza trata sobre la

139

Ernesto de la Torre Villar…, op. cit., p. 23 140

Juan de Palafox y Mendoza nació en Fitero, Navarra en 1600. Estudió jurisprudencia en Salamanca. Posteriormente se ordenó sacerdote y fue capellán y limosnero de María de Austria. Además fue protegido del conde duque de Olivares. Fue nombrado obispo de Puebla de 1640 a 1649, también fue virrey de la Nueva España en 1642. Durante su obispado se enfrentó a la Compañía de Jesús, cuestión que le valió salir a España para no volver. Fue trasladado al obispado de Osma, donde murió en 1659.

Page 131: Biblioteca Palafoxiana

127

ratificación del nombre el Colegio: “La invocación de este colegio quiso dicho

nuestro Beneficiado, que fuera de San Juan Evangelista, a quien condignamente

escogió como patrón, para la buena educación de la Yglesia; conque también

recomendo a los colegiales la devoción de la virgen...”141

El segundo punto marcó las directrices para el ingreso y permanencia de

los colegiales, así como del número de los elegidos, pues hay que considerar que

el funcionamiento del colegio se hizo de forma modesta, mientras que con Palafox

y Mendoza se contaba con todo el poder que el rey le otorgaba, por lo que el

Colegio de San Juan se pudo abastecer con una cantidad mayor de alumnos que

pudieran ser becados. Así, las siguientes ordenanzas tratan sobre las

disposiciones del alumnado:

Mandamos, que fuera del Rector (de cuyo oficio se hablará en su lugar) no aya

en nuestro colegio de San Juan más colegiales que veinte y cuatro ni menos

que doze... No sean elegidos por colegiales, los que tuvieren menos de diez y

siete años, ni más de veinte y quatro... Ordenamos, que en caso de igualdad,

prefiera el sugeto mas pobre, al que fuere menos; el mas virtuoso, al mas

letrado, y el mas principal, o descendiente de conquistadores, al que no lo

fuere, siendo pobres entre ambos...142

Dentro de estas disposiciones se encontraba la negativa de admisión al

colegio para aquellos cuyos padres tuvieran problemas con la justicia, o fueran

descendientes de moriscos y judíos conversos. También se les prohibía la

141

Libro donde se assientan algunos puntos de reformación, decretos y diligencias para este fin, mandado para formar por el Illmo. y Rmo. Sr. Don Juan de Palafox y Mendoza Obispo de la Puebla de los Angeles del Consejo de su Magestad y el Real de Yndias Visitador General de esta Nueva España mi señor año de 1649. Colección de Manuscritos de la Biblioteca Palafoxiana, volumen R-525, f. 66.r. 142

Ibid., f. 27.v.

Page 132: Biblioteca Palafoxiana

128

incorporación a aquellos que hubiesen nacido en el extranjero, Francia, Alemania,

Portugal y la zona flamenca; es decir, el proceso de admisión comprendía

necesariamente probar la llamada “limpieza de sangre”, para lo cual se contaba

con un expediente. Si era importante la admisión de los alumnos también lo era

su vestimenta, por lo que en la tercera ordenanza se dieron disposiciones sobre

este aspecto: “Los colegiales han de ser vestidos con una ropa parda, y veca azul,

cuello blanco y limpio, mangas negras, de cosa que no sea seda”.143

En los primeros puntos se ratifica el nombre que debe llevar el Colegio y los

aspectos concernientes al número de estudiantes que debería haber en él. De

igual modo, se especifica todo lo referente a la admisión y cualidades que debería

tener el colegial que fuera admitido. Posteriormente, Juan de Palafox y Mendoza

se dio a la tarea de señalar la forma en que se debía elegir la autoridad máxima

del colegio, el rector, así como sus cualidades y obligaciones. Para esto, el obispo

dejó anotado lo siguiente:

Primeramente ordenamos, que al que huviese de ser nombrado por Rector de

este Colegio, por nosotros, o por nuestros sucesores, a quien pertenece, sea

sacerdote de virtud conocida, y de buena edad ni tan anciano, que sea inútil

para exercer con todo cuidado su oficio; ni tan mozo, que se aventure a sus

pocos años el gobierno; y que assi juntamente con esto, sea letrado, en las

facultades de Theologia, ó canones, ó bien instruido en las cosas Eclesiasticas,

debe ser preferido a otros. Y el rector sirva oficio de Mayordomo, pues basta

una persona para entreambos cuidados, y de ninguna manera ser persona

seglar...144

143

Ibid., f.28 v. 144

Ibid., f.33.v.

Page 133: Biblioteca Palafoxiana

129

Estas disposiciones establecidas por Palafox y Mendoza fueron parte vital

para la consolidación del Colegio de San Juan, además de que impulsó a nuevos

proyectos educativos.

3.3. Fundación del Colegio de San Pedro

La refundación del Colegio de San Juan fue importante porque ayudó a que

muchos jóvenes tuvieran una formación sacerdotal. Sin embargo, esto no fue

suficiente para cubrir la demanda de prelados aptos para ejercer su profesión,

pues como ya se ha destacado, muy poco caso se le hizo a las disposiciones del

Concilio de Trento; ante esta apatía, nuevamente, Juan de Palafox dio su

anuencia para la creación de un nuevo colegio que, junto con el de San Juan,

pudiera compartir la responsabilidad en la formación de jóvenes y abarcar así un

amplio sector de la sociedad angelopolitana. De esta forma, usando la facultad

que le confería el mismo Concilio y el poder depositado en él por el rey, se decidió

emitir la ordenanza siguiente, que permitió la edificación del Colegio de San

Pedro:

Por el presente eregimos y formamos y establecemos en esta ciudad de Puebla

de los Angeles un colegio y seminario de los que ordena y manda el Sancto

Concilio juzgando por aora que este solo sea bastante para todo este dicho

obispado debajo de la Inbocacion del gloriosso Principe de los Apostoles San

Pedro; y para ello señalamos las cassas que están sitas junto a la dicha Santa

Iglesia Cathedral entre nuestro Palacio Episcopal y el Colegio de San Juan para

Page 134: Biblioteca Palafoxiana

130

que en la forma que abajo ya declarado se crien y vaian criando el numero de

colegiales que heste a sustentar dice mill pesos de Renta en cada un año que

es la cantidad que ha parecido que comodamente puede tolerar las ventas

eclessiasticas y comunidades deste dicho obispado sobre que el Santo Concilio

mande se haga el repartimiento como con efecto se echo para sustentar treinta

colegiales mas o menos…145

En esta ordenanza también se manifiestan las condiciones que deben tener

los alumnos elegidos; dentro de estas se destaca la legitimidad de sangre, y sobre

todo, la demostración de pobreza, aunque no se excluyen a quienes tengan

recursos y puedan pagar su manutención. Es notoria la preferencia por aquellos

que hablaran alguna lengua indígena, como el otomí, totonaco, mixteco o

tlapaneca. La edad de admisión era de entre los once a doce años, que no se

pasaran de los diecisiete años. Así, una vez terminados los estudios en el Colegio

de San Pedro y con la edad suficiente, los colegiales pasarían al Colegio de San

Juan, sobre esto se detallaron los pormenores a través de la ordenanza siguiente:

Deven de assistir y assistan a la Iglesia solamente los dias festivos en que no

tienen licion (sic) acudiendo a sus estudios todos los demas dias y a los otros

ejercicios que les seran señalados ocupandose en ellos y en la música y canto

eclesiastico los unos y los otros desde los doce hasta los diezissiete o diez y

ocho años que ayan aprendido por lo menos la gramatica Retorica y canto llano

y passen entonces al dicho Colegio de San Juan que esta al lado donde assisten

los acolitos y alli sirven los colegiales de la situación del de San Pedro en este

ministerio todos los dias festivos y los demas acuden al estudio de la facultad

mayor conforme la inclinación que cada uno tuviere precediendo nuestro

exsamen y aprobación o el de la persona a quien lo cometieramos aprendiendo

145

La fundación original de estos Reales Colegios y Cedula de aprovacion Sr. Don Phelipe Quarto. Colección de Manuscritos de la Biblioteca Palafoxiana, volumen 425, f.9.v.

Page 135: Biblioteca Palafoxiana

131

asimismo el computo eclesiástico de los tiempos y exercitandose en las

ceremonias canto teología moral y todo lo demas que se contiene en nuestras

constituciones dadas para el Colegio de San Juan y con el mismo manto y veca

de que han ussado en el dicho colegio.146

Con la refundación del Colegio de San Juan y la fundación del Colegio de

San Pedro, prácticamente se sellaba el problema que representaba la falta de

sacerdotes bien acreditados, además de que se cumplía con lo estipulado por el

Concilio de Trento, donde se señalaba como obligación que el obispo de la

diócesis fuera el promotor de la fundación de los colegios seminarios. Pero

especialmente significó para Palafox y Mendoza el restarle a la Compañía de

Jesús autoridad en la formación de futuros prelados. No se nos debe olvidar que

los jesuitas eran especialistas en Teología Moral, que era el fundamento básico

para que el sacerdote pudiera guiar a los feligreses a través de la predicación y la

confesión. Con esta especialidad, los jesuitas eran a quienes se recurría para la

instrucción de clérigos. Pero a diferencia de las demás autoridades eclesiásticas,

para Palafox y Mendoza los jesuitas no cumplían con lo establecido por el

Concilio, como se pone de relieve en la siguiente carta:

Dijo (Palafox y Mendoza) que por quanto haviendo allado en este dicho obispado

y de falta en la educación de la juventud y direccion de sus costumbres en

especial los puestos eclesiasticos y en quanto combiene obrar y promover santa

y buena disciplina, que su Ilustrissima ha conocido que no hay seminario alguno

en todo lo dispuesto en forma que lo ordena el Santo Concilio de Trento… que

los colegios que ay de los padres de la Compañia de Jesús no suplen lo que

146

Ibid., f.10.v.

Page 136: Biblioteca Palafoxiana

132

mande dicho Santo Concilio por estarse pagando en ellos y no tener muchos

pobres comodidad para poderlo hacer…147

Con la iniciativa de erigir el Colegio de San Pedro, Palafox y Mendoza

también destaca la necesidad de fomentar un nuevo colegio que debería llevar el

nombre de San Pablo, donde estudiarían los colegiales más avanzados y que

contaran con veinticuatro años de edad. Al igual que los colegios de San Juan y

San Pedro los recursos se compartían de acuerdo a lo establecido por el obispo

de cada época. Así, tras la declaratoria de la fundación de los colegios, por Juan

de Palafox y Mendoza, éstos fueron formalmente oficializados por el rey con

cédulas de 1647 que se confirmaron con cédulas reales en 1649.

En los colegios de San Juan y San Pedro se daban oficialmente las

cátedras de Gramática, tres de Artes y cuatro de Teología moral y Escolástica.

Estas cátedras eran dictadas, es decir, el catedrático a través de la lectio o

explicación de un texto, realizaba primero un comentario redactado por él mismo;

luego ese comentario era expuesto oralmente hacia los alumnos y finalmente

éstos tomaban notas de lo que se les exponía. Este método pedagógico, de

acuerdo con Águeda Rodríguez Cruz, fue innovado en Salamanca, no sin ciertas

restricciones:

El dictado en las aulas, o costumbre de anotar las explicaciones del profesor, fue

una de las innovaciones didácticas del maestro Francisco de Vitoria en

Salamanca. Fue muy combatida tanto por la legislación universitaria como por la

corona. Pero a pesar de todas las prohibiciones y amenazas, la práctica del

147

Ibid., f.9.r.

Page 137: Biblioteca Palafoxiana

133

dictado se fue extendiendo hasta convertirse en una verdadera institución

exigida por los estudiantes.148

Es por eso que en muchas disposiciones de los colegios tridentinos y en

general de los existentes en el mundo novohispano, se designaba lectura de

cátedra a la materia que el profesor enseñaría. Este método pedagógico fue

utilizado por mucho tiempo en los Colegios de San Juan y San Pedro hasta que

con la llegada de Francisco Fabián y Fuero se modificó para algunas materias,

como veremos más adelante.

La fuerte disputa que muchas veces se tornó entre Juan de Palafox y los

jesuitas, le costó su regreso a España para presidir una nueva diócesis, pero

antes dejó un cúmulo de ordenanzas para el desarrollo de las actividades

escolares de los colegios. Y de éstas las más importantes tenían que ver con la

forma en que eran examinados y aprobados los alumnos. Recordemos que el

obispo era el encargado de toda la administración de los colegios conciliares, por

lo tanto, él era el facultado de examinar y aprobar según fuera el caso. De esta

forma, Palafox dejó la ordenanza siguiente sobre la función del examinador:

Que todos los años ocho dias anttes de San Lucas y otros ocho anttes de San

Miguel de mayo después de haverse hecho la visitta de dichos colexios por la

persona y en la forma que ordenaremos se examinen todos y cada uno de los

collejiales por los examinadores por Nos. nombrados comenzando por los de

menor hastta la mayor aunque sean pasantes escribiendose por el Secretario el

nombre del collegial la facultad que profesa el estudio en que se halla lo que á

aprovechado uno calificandole con estas cuatro vozes aprobechado muy

148

Águeda Rodríguez Cruz. “La educación institucional”, Historia de la educación en España y América…, op. cit., p. 227.

Page 138: Biblioteca Palafoxiana

134

aprovechado, reprehendido e ynutil, de suerte que el que ba aprovechando algo,

aunque no sea mucho se le ponga esta voz aprovechado y continue con sus

estudios, y a lo que aprovechare con eminencia se le califique con esta voz muy

aprovechado , ó muy hábil, que ha de ser la mayor y el que se biere no ha

aprovechando sea tres bezess en los exámenes con la voz reprehendido y si en

todas tres, esto es, un año y medio se conociere que no aprovecha a la quarta

se declare por ynutil ó ynhabil…149

Con los sucesores de Palafox y Mendoza en el obispado Tlaxcala-Puebla,

no se dieron grandes cambios en la administración de los colegios. No es sino

con la llegada del obispo Manuel Fernández de Santa Cruz que se les da un

cambio importante. Primeramente, el Colegio de San Pablo que era, de acuerdo a

Palafox y Mendoza, el “collexio de pasantes”, quedó separado de los de San Juan

y San Pedro, con el fin de que los alumnos se especializaran en Teología Moral.

Sólo eran susceptibles de impartir las cátedras mayores aquellos que fueran

alumnos del Colegio de San Pedro, y que no debieran ser más de ocho

elementos.

Esta fue una decisión muy importante, pero lo que le dio realmente

notoriedad al Colegio fue el haber solicitado al rey que los estudiantes del

Seminario Tridentino se pudieran graduar con suficiencia en las facultades de

Artes y de Teología, títulos que solamente expedía la Real Universidad de México.

Esta petición del obispo fue aceptada por el rey, pero lo que hay que

destacar es que la resolución fue favorable por encima de las peticiones del

Convento de Santo Domingo de la Habana y del de San Francisco de Caracas,

149

Instrucciones para el Obispado de Puebla y sus gobernadores durante la estancia que don Juan de Palafox y Mendoza hizo en los reinos de Castilla en 1645. Libro 3º del archivo de los reales, Pontificios y Palafoxianos colegios de San Juan, volumen 31758, folios 58, f.44.

Page 139: Biblioteca Palafoxiana

135

que habían hecho una solicitud similar. De esta forma, el decreto se dio en

octubre de 1692:

[…] por la presente ordeno y mando que a los colegiales actuales de Manto y

veca de los Seminarios de la ciudad de la Puebla que aora esten y estubieren

asistiendo en adelante a la Yglesia Cathedral de ella cursando en dichos

Colegios Reales de San Pedro y San Juan […] se les pasen los cursos en la

Real Universidad de México para que se puedan graduar por ella en las

facultades de Artes y Teología, y que los demas estudiantes que no sean

colegiales solo ganen en dicha Universidad de México cursos en la facultad de

artes cursando en dichos colegios seminarios, y que con ellos les puedan

graduar en dicha facultad entendiendose que esto no sea de entender ni

entienda a la facultad de Teología porque para graduarse en ella los estudiantes

han de cursar en la Real Universidad de México, y en esta conformidad ordeno y

mando el Rector y Claustro de dicha Universidad, observe y execute lo referido

de aquí adelante sin hacer en ello ynovación alguna…150

Sin duda, lo anterior representó un gran logro para Manuel Fernández de Santa

Cruz, ya que a partir de ese decreto los colegiales podían graduarse en Artes y

Teología, revalidando sus estudios en la Universidad de México. Pero también,

los estudiantes más avanzados se encontraban en los colegios de la Compañía de

Jesús, pero al parecer todavía existía cierto resentimiento en contra de los

jesuitas., por lo que se relegaron los conocimientos establecidos por la Compañía.

No debemos olvidar que al inicio de los seminarios los principales maestros con

los que contaban los colegios eran de esta orden, hasta que se suscitaron las

150

Cédula Real donde se ordena al rector de la Universidad de México que los colegiales de los Colegios de Puebla se puedan graduar en la Universidad. Libro R-425, fol. 12,2r.

Page 140: Biblioteca Palafoxiana

136

desavenencias entre Palafox y Mendoza y la orden; por esta causa los maestros

fueron obligados a dejar las cátedras.

Así, a partir del Decreto Real de 1682 donde se permitió que los estudiantes

se pudieran graduar en Artes y Teología, se continuó hasta entrado el siglo XVIII.

Pero a partir de la llegada del nuevo obispo a la diócesis, Domingo Pantaleón

Álvarez de Abreu, se erigieron dos cátedras más para los colegios: la de Cánones

y la de Leyes. La cátedra de Cánones ya se había solicitado en la petición que

hizo Palafox y Mendoza al rey en 1647, pero nunca se pudo fundar por falta de

recursos económicos.

El obispo Álvarez de Abreu nuevamente revivió este proyecto, y no

conforme con esto solicitó al rey que las dos cátedras fueran creadas y además

que los estudiantes se pudieran graduar por estas disciplinas en la Universidad de

México. Esta última idea fue rechazada tajantemente por el rector de la

Universidad. Ante esta situación, Álvarez de Abreu no se desmoralizó, por lo que

mandó una nueva carta al rey, señalándole que era necesaria la fundación y el

reconocimiento por parte de la Universidad, de estas cátedras. Finalmente el rey

accedió, dejándolo de manifiesto en la siguiente Cédula, en la que señaló lo

siguiente:

[…] por la presente mi Real Cedula doy y concedo licencia a los expresados

Colegios, Seminarios de San Juan y San Pedro de la ciudad de la Puebla de los

Angeles, para que se erijan y establezcan en ellos las enunciadas cátedras de

canones y leyes; y es mi voluntad que en estas facultades se graduen por la

Universidad de Mexico de grados menores y mayores, los estudiantes que la

cursaran […] y ruego y encargo al muy Reverendo Arzobispo, Obispo actual de

Page 141: Biblioteca Palafoxiana

137

la Iglesia Cathedral de la Puebla de los Angeles, á los reverendos Obispos sus

sucesores, y el Cabildo eclesiastico de la propia Iglesia, y prevengo tambien al

rector y Claustro de la Real Universidad de Mexico, que cada uno en la parte que

respectivamente le perteneciere, guarde, cumpla y execute, y haga guardar,

cumplir y ejecutar esta mi Real determinación […] y que en su execucion y

cumplimiento no ponga, ni consienta poner, con pretexto, ni motivo alguno, duda,

embarazo, ni impedimento sino que den y hagan.151

De esta manera, el obispo Álvarez Abreu consagró para los colegios las

cátedras de Cánones y Leyes, impulsando en mayor medida el prestigio que ya

tenían los colegios fuera de la capital del virreinato, pues eran los más

prestigiados. No obstante, los nuevos tiempos propiciaron una reforma en los

métodos pedagógicos, que terminaron modificando la enseñanza de las cátedras

en los colegios. El impulsor de estos cambios fue el renombrado obispo Francisco

Fabián y Fuero.

3.4. La Reforma educativa de Fabián y Fuero en los Colegios Tridentinos

A partir de la segunda mitad del siglo XVIII al Seminario Tridentino se le va a

sumar un nuevo colegio llamado San Pantaleón Mártir, fundado por el obispo

Álvarez de Abreu; este nuevo edificio fue inaugurado en el año de 1761. Con este

nuevo colegio se logró atraer la enorme demanda que registraba el Seminario; así

151

Cédula Real en la que el Rey concede licencia para la fundación y erección de cátedras de Leyes y Cánones… R-425, fol. 19, f.10.r.

Page 142: Biblioteca Palafoxiana

138

se cerraba el círculo en cuanto a fundaciones de Colegios y se pasaba de

inmediato a la reestructuración de las cátedras.

Efectivamente, en el último tercio del siglo y siendo elegido como obispo de

la diócesis de Puebla, Francisco Fabián y Fuero152 se dio a la tarea de reformar el

sistema educativo de los colegios. Para entender las transformaciones llevadas a

cabo por Fabián y Fuero, que se describirán en posteriores líneas, es necesario

remitirse a la política educativa que se suscitó en la Península Ibérica.

En las primeras décadas del siglo XVIII en España se empieza a crear una

opinión de que la Iglesia debía solamente preocuparse en formar buenos

cristianos y que no era de su incumbencia encargarse de la educación de los

ciudadanos, por lo que diversas agrupaciones denominadas Sociedades

Económicas de Amigos del País, comenzaron a realizar planes y proyectos

educativos para reformar la educación. Esta nueva coyuntura se hizo posible

porque el Estado, manejado por la monarquía borbónica, tendía a someter y

controlar todas las instituciones, incluida la Iglesia misma. Con el apoyo del

Estado, el impulso reformador pudo concretar los cambios en la legislación de la

enseñanza.

Este aliento renovador que se dio en las primeras décadas se profundizó a

partir de la primera mitad del siglo XVIII, debido a que las universidades españolas

empezaron a entrar en crisis por el atraso que tenían en sus programas de

estudios, pues se centraban en la formación de juristas y teólogos, dejando en un

segundo plano materias como la medicina y las matemáticas. Por otro lado, las

152

Francisco Fabían y Fuero nació en Terzaga, pueblo de Aragón. Fue obispo de Puebla de 1765 a 1773, durante su gestión siguió la política del rey contra los jesuitas. Posteriormente fue designado, de 1773 a 1795 arzobispo de Valencia. Murió en Torreblanca, Aragón, en 1801.

Page 143: Biblioteca Palafoxiana

139

universidades europeas, lejanas a las prácticas católicas, se inclinaban por una

ciencia experimental, hecho que dejó rezagadas a las universidades españolas, de

ahí que surgieran protestas advirtiendo este problema.

Una de las voces discordantes con la forma de enseñar en las

universidades españolas fue el caso de Luis Antonio de Verney, mejor conocido

como “El Barbadiño”: él publicó un tratado en 1746 llamado Verdadeiro método de

estudiar. En este texto criticaba el sistema de enseñanza basado en la

escolástica, que en España era el modelo a seguir. Verney, lector de Locke y

Hume, proponía que se impartieran materias útiles como la física experimental.

Pronto, este trabajo tuvo sus repercusiones, tanto a favor como en contra. Los

jesuitas fueron los más feroces detractores de este tratado, pues se sintieron más

que aludidos, ya que ellos eran los que enseñaban con el método escolástico.

Las disputas sobre la pertinencia de la enseñanza de la escolástica en las

universidades dieron pie a diversos debates; se publicaron algunas obras que

defendían las tesis de Verney e inclusive dentro del mismo entorno jesuita hubo

quienes apoyaron en algunos puntos el tratado de Verney. Y es que como han

señalaban Pagerto Saavedra y Hortensio Sobrado, los jesuitas reaccionaron

duramente porque se sentían directamente expuestos por las críticas del

portugués, pues consideraban que la Compañía había tratado de actualizar la

enseñanza a través de tener entre sus miembros a profesores avezados en la

física aristotélica y en general, de la escolástica más tradicional.153

153

Pagerto Saavedra y Hortensio Sobrado. El Siglo de las Luces. Cultura y vida cotidiana. Madrid, Síntesis, 2004, p. 56.

Page 144: Biblioteca Palafoxiana

140

Los impulsos renovadores del Barbadiño estaban ya en el ambiente, y se

habían extendido a través de los círculos intelectuales. Esto produjo que pronto

las autoridades iniciaran un proceso de reformas que consideraban indispensable.

El primer avance que se dio fue el de reformar a los colegios mayores, estos

espacios educativos controlados por las órdenes mendicantes y la Compañía de

Jesús que gozaban de cierta autonomía. Desde ese momento la Universidad se

iba a encargar de que todos los opositores a catedráticos de filosofía y teología

fueran examinados para comprobar si alcanzaban los méritos para recibir el grado.

Esta medida para controlar los colegios mayores por la Universidad estaba

especialmente dirigida a coartar y someter en su totalidad a la Compañía de

Jesús, lo cual se cumplió a cabalidad cuando el 2 de abril de 1767 se decretó la

expulsión de los jesuitas, quedando todos los inmuebles a disposición de las

universidades, e inclusive, como señala la ordenanza real del 23 de abril del

mismo año, que disponía “donde quiera que hubiera universidades podrá ser útil

agregar a ellas los libros que se hallasen en las casas de la Compañía, situadas

en los mismos pueblos”. La expulsión de los jesuitas, como destacan Pagerto

Saavedra y Hortensio Sobrado, llevó a que los dominicos y franciscanos ampliaran

su influencia, pero esto duró muy poco, pues a partir de 1771 el Consejo de

Castilla no quiso dar validez oficial a los cursos impartidos por regulares.154

Estas transformaciones más bien tuvieron tintes políticos verdaderamente

reformistas, pues sólo se quería tener un control sobre las poderosas

corporaciones religiosas. De ahí que Pedro Rodríguez de Campomanes y Pablo

de Olavide, destacan que era necesario ver a la enseñanza como un “servicio

154

Ibid., p. 54.

Page 145: Biblioteca Palafoxiana

141

público” y no como función encomendada a iniciativas particulares y obras

pías”,155 ya que al ver la enseñanza como “servicio público” se podía dar cohesión

a una sociedad dividida. Estas ideas intentaban dar el primer paso a una sociedad

secularizada, que es lo que se estaba presentando en diversos países de Europa.

Los simpatizantes de estas ideas pronto desataron una nueva andanada de

críticas a la enseñanza escolástica, además de demandar que a los religiosos

regulares se les prohibiera la enseñanza en las universidades por resultar nocivos

para la misma. Consideraban también que era necesario que se introdujeran en la

universidad los nuevos conocimientos que podían ser más útiles que los debates

escolásticos.

Las polémicas sobre la renovación de la enseñanza fueron enriquecidas

con la aparición en 1767 de la obra Idea de un nuevo método que se puede

practicar en la Enseñanza de las Universidades de España, de Gregorio Mayans y

Síscar. En este tratado se expresa la importancia de darle un espacio en la

educación al estudio de la química, la medicina y la botánica. En el ámbito del

derecho, sugería que se establecieran cátedras de derecho español y natural. El

punto culminante de este plan recayó en la sugerencia de suprimir los dictados,

utilizando buenos libros de textos, y que las explicaciones del profesor se hicieran

en castellano.156 Esta aportación de Mayans se desglosaba de la siguiente forma:

La explicación de la lición debe ser en lengua castellana. Las preguntas pueden

ser en latín o en romance en las ciencias mayores; las respuestas como quieran

los discípulos, en latín o en romance y aún es mejor en romance para ver cómo

155

Ibid., p. 63. 156

Ibid., p. 65-66.

Page 146: Biblioteca Palafoxiana

142

las entienden. Nadie debe leer sino sobre los libros aprobados por las

Constituciones. Los estudiantes deben llevar a la Universidad los libros que

estudian, porque muchas cosas se entienden mejor teniendo delante el libro que

se aprende. Mientras explica el maestro, el estudiante no debe mirar el libro

sobre que explica.157

Estos debates permitieron que se introdujeran algunos cambios en la

enseñanza universitaria; por ejemplo, se introdujo la química, la botánica y la

física, aunque con muy baja calidad. Se aprobó el estudio del derecho natural y

de gentes, y lo que antes se llamaba facultades de Cánones y Leyes, se empezó a

llamar Jurisprudencia. En cuanto a las medidas sobre la desincorporación de los

religiosos, éstos fueron paulatinamente retirados de la enseñanza universitaria.

Para el mejoramiento de la universidad, el sistema de matriculado se volvió más

vigoroso, de igual forma se obligaba a la institución a presentar exámenes de

oposición al profesorado. Las reformas incluyeron también que se hicieran las

cátedras más largas y que se establecieran Academias, que eran reuniones donde

se hacían ejercicios sobre temas de alguna profesión.

La renovación de la educación fue primordial en la política de Carlos III, por

lo que el monarca también decidió ajustar cambios en los seminarios diocesanos.

Una de las primeras medidas fue la eliminación de todas las formas doctrinales de

los jesuitas. La teología que se enseñase habría de ser “la doctrina pura de la

Iglesia, siguiendo la de San Agustín y Santo Tomás, quedando expresamente

prohibidas las doctrinas probabilistas de los jesuitas y reducidas a un justo límite

157

Ibid., p. 66

Page 147: Biblioteca Palafoxiana

143

las sutilezas escolásticas”.158 Con esto se daba el golpe final a la Compañía de

Jesús, al tiempo que el Estado asumía el control total en la formación clerical.

De tal forma que las decisiones asumidas por las autoridades para reformar

la estructura universitaria fueron muy semejantes para los colegios conciliares.

Por ejemplo, el estudiante de Teología tenía que dedicar siete años para

graduarse y debía poseer conocimiento de los diversos concilios que se habían

desarrollado en otras épocas. A los colegios se les aconsejaba que admitiera

estudiantes desde los once o doce años de edad y no más de dieciséis, para que

pudieran aprovechar mejor los conocimientos. Saavedra y Sobrado han

destacado que en los seminarios no sólo se enseñaba a los alumnos las materias

elementales de gramática, retórica y teología, sino que se les tenía que inculcar

los principios de “civilidad” y la “buena educación”, para que pudieran ejercer su

oficio con “limpieza”, “decoro” y “soltura”.159

Estos cambios en la educación fueron producto de las nuevas políticas que

el rey establecía para España, y que rápidamente se aplicaron a los dominios de

ultramar. Así, el encargado de llevarlas a cabo para el caso del Obispado de

Puebla fue Francisco Fabián y Fuero, quien las adoptó a los colegios, como

veremos a continuación.

En La Colección de Providencias, Fabián y Fuero señaló los cambios que

se debían darse en los colegios a partir de las reformas que se promovieron en

España. Así, el primer cambio incumbía al modo de enseñar, pues cuando los

catedráticos dictaban y escribían sus materias, los colegiales no tenían un buen

158

Ibid., p. 88. 159

Ibid., p. 89.

Page 148: Biblioteca Palafoxiana

144

aprovechamiento, por lo que es obvio que este modelo pedagógico resultaba

obsoleto. Fabián y Fuero, destaca que el cambio en la forma de estudiar se había

retomado de las experiencias de las universidades españolas, como las de

Salamanca, Alcalá, Valladolid, Zaragoza y Valencia. De esta forma, la primera

transformación se realiza para la cátedra de Teología:

Para el inmediato curso de este año de mil setecientos, ha de explicar y

enseñar el Catedratico de Prima las materias y Tratados Teologicos que en

dicho Manual ó Compendio corresponde al primer tomo de los grandes, quales

son los de natura et qualibus Theologico: De Natura et Attributis Divinis: De

Visione ó De Scientia: De Voluntate et Providentia Dei. El catedratico de

vísperas las que corresponde al segundo, quales son los de Praedestinatiune:

De Trinitate: De Angelis: De Homine et variis statibus naturae humanae. Y esto

mismo se observará para el subsiguiente, de suerte que en la Catedra de Prima

se explicaran las materias que pertenecen al tercer tomo, y en la de Visperas la

correspondiente al quarto, sin que en estos puedan los catedráticos variar ó

alterar ni aún el Regente de estudios podrá dispensar sobre este

establecimiento”.160

Así también, se pedía que en cada cátedra se explicara un artículo o

capítulo los días que fueran de lectura. A los catedráticos se les encargaba vigilar

las lecciones del alumno mediante la pregunta de clases que éste debería

responder de memoria. Posteriormente, el maestro debía continuar con su clase.

El catedrático estaba obligado a tener a la mano el Manual o Compendio para

corregir los errores de los educandos.

160

Colección de Providencias Diocesanas del Obispado de la Puebla de los Ángeles, Hechos y Ordenanzas por su Señoría Ilustrísima el Sr. Dr. D. Francisco Fabián y Fuero, Obispo de Dicha Ciudad y Obispado del Consejo de su Magestad. En la Imprenta del Real Seminario Palafoxiano de la expresada ciudad. Año de 1770, pp. 524-525.

Page 149: Biblioteca Palafoxiana

145

Fabián y Fuero dejó en claro en sus ordenanzas que los escolares tomarían

determinada materia; por ejemplo, los llamados colegiales estaban obligados a

asistir todo el tiempo a las clases de Teología Escolástica, mientras que los

estudiantes teólogos de segundo y tercer año estaban obligados a asistir a la

cátedra de Sagradas Escrituras. Sobre la cátedra de Teología Moral ordenó

impartirla de esta forma:

En quanto á la Catedra de Teologia Moral, de donde depende la educación de

los que han de ser Ministros de la Iglesia […] queremos y mandamos que el

Catedratico enseñe y expique la Summa intitulada Larraga Ilustrado, mandando

que los discípulos lleven y digan ó de memoria o de inteligencia y explicación,

aquella conferencia que parezca proporcionada, debiendo ser a lo menos en

cada dia lectivo dos hojas o más según le pareciere al Catedratico, el que á lo

dicho por el Discípulo añadirá su explicación, preguntando ya definiciones de lo

que se trata, ya resoluciones de casos o mandara que al que dijo primero la

Conferencia le pregunte a los demás Discípulos sobre la misma materia…161

El curso de Teología Moral era imprescindible para todo aquel que quisiera

ordenarse, ya que estaban forzados a mostrar la certificación aprobatoria por parte

del catedrático porque era el curso puntual del sacerdocio que a partir de ese

momento se obligaba a los teólogos pasantes a asistir por tres años. Solamente

eran librados de esta ordenanza los teólogos llamados “cursantes”. Con esta

ordenanza se intentaba cumplir con el objetivo de formar buenos pastores de

almas, que tanto criticaron los reformadores de la educación en España, pues

consideraban que los conocimientos teológicos tenían su base en inútiles

161

Ibid., pp. 529-530.

Page 150: Biblioteca Palafoxiana

146

controversias escolásticas, que eran sumamente inservibles para la época.

Resuelto el problema en la enseñanza de la Teología, Fabián y Fuero siguió con

las cátedras de Cánones y Leyes.

Por lo que mira a las catedras de Prima y canones y vísperas de leyes […]

mandamos que en una y otra catedra se explique por Autor definido a saber: En

la de Canones se explicará la Suma del Vallense, y en la de Leyes los dos

tomos de Arnoldo Vinnio sobre la Instituta, señalando los catedráticos para cada

dia lectivo la conferencia que contemplen proporcionada a la capacidad de los

Discipulos, quienes á lo menos de inteligencia y explicación deberán estudiarla,

y lo que es letra de la Instituta Civil, y texto canónico deberá ser de rigurosa

memoria.162

La explicación y justificación que hizo Fabián y Fuero sobre los cambios en

estas cátedras fue porque desde su perspectiva, a través de la memorización de

las partes que de los libros señaló como obligatorios, podía conseguirse “más

adelantamiento” que si lo hicieran por el método del dictado, empleado

anteriormente. Esto mismo lo va a reafirmar para la faculdad de Filosofía, como

se ve a continuación:

Mandamos que en las catedras de filosofía de dichos Nuestros Colegios no se

enseñe según el metodo que hasta aquí se ha practicado dictando los

Catedraticos y escribiendo los Discipulos… Ordenamos que desde el inmediato

curso de setenta y siete en setenta y ocho… expliquen y enseñen a sus

respectivos Discipulos el Curso filosófico del Rmo. P. Mro. Fr. Antonio

Goudin…163

162

Ibid., p. 536. 163

Ibid., p. 554-555.

Page 151: Biblioteca Palafoxiana

147

Estas son las disposiciones más importantes para las facultades de los

colegios; pero Fabián y Fuero no descuidó la materia que era la introductoria para

el inicio del aprendizaje: la Gramática Latina, base fundamental para la formación

del “buen sacerdote”. Sin embargo, hay que señalar que con la expulsión de los

jesuitas la enseñanza de la Gramática se secularizó, mas esto no mejoró la

calidad; al contrario, declinó en gran media y al mismo tiempo hubo una escasez

de personas aptas para la enseñanza de ésta. En la Península los reformadores

de la educación se dieron a la tarea de revitalizar los estudios de la Gramática,

principalmente para las profesiones que más lo ameritaban, como la

Jurisprudencia y la Teología. Situación similar se dio en la Nueva España, como

ya hemos referido renglones arriba. Para mejorar esta situación, Fabián y Fuero

ordenó lo siguiente sobre la gramática y la retórica:

Ordenamos igualmente que nuestros catedraticos de Gramatica pongan el

principal cuidado en que sus Discipulos estén bien impuestos en las

Construcciones, modos de variarlas, quantidad de Sylabas, y demás puntos de

la Gramatica que se llama Regimen, se los pregunte y repitan en el mismo

contexto de lo que se construya, pues asi se consigue sin olvidar unas cosas se

adelantan en otras; por lo que en la Catedra de Mayores y Rethorica y en la de

Medianos ha de haver diariamente quatro construcciones distintas; en la de

Rethorica y Mayores por la mañana se han de construir algunos puntos de las

Selectas de Ciceron, y varios versos del Poeta Virgilio, y por la tarde algunos

puntos de Tito Livio, y Quinto Cursio, y otros varios versos del Virgilio. En la de

medianos por la mañana se ha de construir el Catecismo del Santo Concilio de

Trento, y las Epistolas de San Geronymo, y por las tardes se repetirá el

Catecismo, y se añadirán algunos puntos de San Geronymo y finalmente en la

Catedra de Menores se construirá por la tarde y mañana el Libro que se dice

Page 152: Biblioteca Palafoxiana

148

Fabulas de Hysopo, ó si se pudiere haver á la mano, el de las fabulas de

Fedro.164

La revaloración del latín tenía relación con la formación de mejores

sacerdotes, que conocieran la doctrina de principio a fin. Pero también tenía una

connotación política: demostrar que se podía enseñar sin contar en absoluto con

el conocimiento de los jesuitas. Es necesario enfatizar que en los debates sobre

la reforma a la educación, muchas personas se pronunciaron a favor de

desaparecer o combinar la enseñanza del latín con el castellano; empero, por la

importancia para el buen desarrollo del sacerdocio, se intentó fortalecer el latín,

sobre todo en los colegios de origen tridentino, mientras que en las universidades

se dio prioridad al castellano.

Fabián y Fuero, conocedor de la relevancia del latín, modificó como ya se

ha observado, la cátedra de Retórica, y específicamente, la de Gramática. Y para

que se cristalizara de forma satisfactoria este tipo de enseñanza, consideró

pertinente la creación de una Academia de Letras Humanas, donde se pudieran

ejercitar y graduar a los futuros maestros en las cátedras. Con este fin fundó la

Cátedra de Latinidad, llamada también de Retórica y Letras Humanas. En estas

cátedras se centraría la oposición de materias, y los examinados debían explicar

primero la división de la Gramática de esta forma:

[…] la Etymologia, ortografía, síntesis, prosodia, manifestando la inteligencia de

la lengua latina, y a este fin declararán qualquiera pasage que se proponga de

los Libros de las Odas de Horacio, de Ciceron y de Salustio… En este primer

164

Ibid., p. 560-561.

Page 153: Biblioteca Palafoxiana

149

egercicio deberán los opositores a la Catedra de Latinidad, Clase de Mayores,

Rethorica y Letras Humanas dar razón, además de lo que queda dicho, de las

principales obras de Virgilio, y de todas las Lyricas y Heroycas de Horacio, y de

las Transformaciones de Ovidio, explicando lo que se les pidiere de estos

autores, y las figuras Rethoricas de que hubieran usado allí…165

La segunda parte de la oposición consistía en la creación de una Oración o

Elogio, que debía presentarse por escrito. Para esta prueba se les podía formular

a los aspirantes resoluciones y preguntas del examen. Por la complejidad del

trabajo, se les ordenó a los examinadores que las pruebas no se realizaran de

memoria, sino por escrito.

El examen de oposición para la cátedra de Latinidad y Clase de Medianos,

consistía en la construcción de una oración tomando como base las ideas de

Cicerón. El tiempo concedido para efectuar este ejercicio era de cuarenta y ocho

horas y se le proporcionaba al examinado uno o dos amanuenses para que lo

ayudaran en la redacción del texto. Por su parte, el examinador estaba obligado a

revisar la ortografía y la puntuación del escrito, además debía evaluar la

argumentación y elaborar minuciosamente las preguntas para poder dar su

veredicto.

Finalmente, sobre aquellos que fueron elegidos en las Cátedras y que de

inmediato se integraran a la Academia el primer requisito que se les pedía era que

estuviesen graduados en Filosofía o Teología. El segundo requisito consistía en

que ninguna persona podía hablar en lengua “vulgar”, sólo en latín, salvo el

Presidente de la Academia. El castellano se utilizaría si se les encargaba

165

Ibid., p. 584.

Page 154: Biblioteca Palafoxiana

150

expresamente la creación de alguna pieza. De las dos horas que estaban

destinadas a la Academia, una se utilizaba para estudiar la Oratore de Cicerón;

para cuando se concluyeran estas lecciones se pasaba a explicar las Filípicas, así

como la Retórica de Fray Luis de Granada. La segunda hora se designaba a la

defensa del escrito sobre el elogio que el catedrático hubiese señalado.

La renovación en la enseñanza del latín era una de las tareas primordiales

de Fabián y Fuero, aunque no descuidó otros aspectos que consideraba básicos

para el perfeccionamiento del sacerdote; fue así como decidió fundar para los

Colegios las Cátedras de Lengua Griega y las de Concilios, Historia y Disciplina

Eclesiástica. Este nuevo Decreto ordenaba que la Cátedra de Griego fuera

tomada por tres años. Los teólogos y juristas, de igual forma, impartirían clases

en la Academia de Bellas Letras. Mientras tanto, la Cátedra de Concilios, Historia

y Disciplina Eclesiástica, eran obligatorias para los cursantes de cuarto año, los

pasantes de Teología y los jurisconsultos.166

Estas disposiciones que mandó Fabián y Fuero para mejorar el

funcionamiento de los colegios, fueron aprobadas por las altas autoridades de la

Península, incluidas de las que dispuso el rey para que se acataran en todos sus

dominios, tal fue el caso de la Real Cédula del 25 de abril de 1769, en la que se

ordena eliminar de todas las cátedras todo lo concerniente a la forma de enseñar

de los jesuitas; en vez de utilizar a los autores de esta Compañía, se establecía el

estudio de la obra de Santo Tomás de Aquino. Entre los autores y que debían ser

suprimidas se hallaban las Doctrinas prácticas del padre Pedro de Calatayud, la

Suma Moral del Padre Busembaun y el Enigma Theologicum del padre Álvaro

166

Ibid., pp. 638-639.

Page 155: Biblioteca Palafoxiana

151

Cienfuegos. Esta Real Orden ponía especial énfasis en que se le diera

cumplimiento en sus dominios americanos, como se ve aquí:

Y habiendo representado los fiscales de mi Consejo de las Indias las razones

que concurren para que se entienda y mande observar en mis Dominios de la

América la mencionada providencia en todas las Universidades y Estudios de

Ellos, extinguiendose las Catedras de la Escuela llamada Jesuistica, y que no

se use de los Autores de Ella para la enseñanza, y mucho más quando Esta há

tomado tanto incremento en aquellos mis Reynos, ocasionando graves

perjuicios, que es justo y conveniente se remedien, para que mis vasallos

consigan las utilidades que se siguen de su extinción…167

Inmediatamente, al recibir esta Real Cédula, Francisco Fabián y Fueron

mandó a las máximas autoridades de los colegios de San Juan, San Pedro y San

Pantaleón, que su contenido fuera fielmente ejecutado. De esta manera quedaba

eliminado, de una vez por todas, todo lo concerniente a la Compañía de Jesús, y

se daba cumplimiento al ideal de Palafox y Mendoza, quien un siglo atrás había

refundado los colegios para beneficiar al clero secular.

Prácticamente, con Fabián y Fuero se efectuaron las últimas grandes

transformaciones en los colegios, porque los obispos que lo precedieron

simplemente mantuvieron las disposiciones con las que habían estado operando.

Es a mediados del siglo XIX cuando los colegios desaparecieron como

consecuencia de las Leyes de Reforma. A partir de la entrada en vigor de éstas,

todo el conjunto arquitectónico pasó a manos del Estado, e inclusive a formar

parte de las propiedades de un particular llamado Julio Ziegler. Más tarde

167

Ibid., p. 459.

Page 156: Biblioteca Palafoxiana

152

volvieron a pertenecer otra vez al Gobierno del Estado y, como señala Ernesto de

la Torre Villar, ahí se instaló la Escuela de Medicina; en 1891 fue utilizado como

Palacio de Gobierno. Finalmente, en el siglo XX una parte del edificio fue

reutilizada por el Gobierno Estatal, y en él se creó Secretaría de Cultura.168

Con lo hasta aquí referido, concluimos la primera parte de este capítulo, en

el que hemos estudiado la conformación y desarrollo de los colegios. Antes de

centrarnos directamente en la descripción de la Biblioteca Palafoxiana, es

pertinente revisar cuál fue el contexto de apropiación, recepción y circulación del

libro, así como la función de los lectores en la Nueva España, con la finalidad de

destacar la importancia de esta biblioteca en el mundo novohispano.

3.5 El libro en la Nueva España

Sobre la llegada del libro a la Nueva España no hay datos suficientes acerca de

quién o quiénes lo introdujeron por primera vez. Irving Leonard, por ejemplo,

señala en sus investigaciones que algún miembro de la expedición de Cortés bien

pudo haber traído algún libro. El mismo Leonard documenta el establecimiento de

la sociedad novohispana, como la época probable de la aparición del libro impreso

en Nueva España. Destaca que el virrey Antonio de Mendoza, dentro de sus

efectos personales, trajo una caja don doscientos libros, sin que se conocieran los

títulos de estos volúmenes.169

168

Ernesto de la Torre Villar. El Colegio de San Juan…, op. cit., p. 51. 169

Irving Leonard. Los libros del conquistador. México, FCE, 1ª reimpresión1996, p. 90.

Page 157: Biblioteca Palafoxiana

153

Casi es seguro que los primeros libros que arribaron a la Nueva España

fueron traídos por los religiosos, por tanto se tratarían primordialmente de Biblias,

libros de horas y textos litúrgicos. La necesidad de destruir las viejas prácticas de

los indígenas motivó que se estableciera una imprenta en estas tierras, para que

sirviera de apoyo en la tarea evangelizadora. Pero antes debió decretarse una

serie de legislaciones para que no proliferaran libros sin ningún control. La

primera que se otorgó fue en 1506, fue hecha por Fernando el Católico, y en ella

se prohibía la venta de libros con contenido profano en la isla de La Española. A

esta primera Real Orden le continuaría la del 4 de abril de 1531, en la que se

restringía la circulación de los famosos Amadís, así como todo género de libros de

caballerías e historias paganas. Estas recomendaciones llegaron a manos del

virrey Antonio de Mendoza “para evitar que los indígenas tuvieran libros que les

pudieran confundir”.170

La imprenta en estas tierras fue producto de las ideas de Fray Juan de

Zumárraga. Ante la petición de su implantación, el rey, a través del Consejo de

Indias dio el privilegio a Juan Cromberger para que estableciera una imprenta en

la capital del virreinato. Jacques Lafaye ha destacado que no fue extraño que se

le cediera el privilegio a Cromberger, ya que junto con Zumárraga tenía algunos

negocios.171 Así, el impresor en Sevilla designó a Juan Pablos para que iniciara

las operaciones en la Nueva España. El mismo Cromberger logró el monopolio de

la venta e impresión de libros y cartillas para esta región.

170

Pedro J. Rueda Ramírez. Negocio e intercambio cultural. El comercio de libros con América en la Carrera de Indias (Siglo XVII). Diputación de Sevilla, Universidad de Sevilla, 2005, pp. 34-35. 171

Jacques Lafaye, op. cit., pp. 94-95.

Page 158: Biblioteca Palafoxiana

154

Al terminar el monopolio de Cromberger, aparecieron nuevos impresores

como Antonio de Espinoza, Pedro Ocharte, Pedro Balli, Antonio Ricardo y Henrico

Martínez. En el siglo XVII los impresores más destacados eran Luis Ocharte

Figueroa, Diego López Dávalos, Jerónimo Balli, Juan Ruiz, Francisco Robledo y

Francisco Rodríguez Lupercio, entre otros.

Los libros que más sirvieron a los religiosos para la conversión de los

indios, y al mismo tiempo permitieron entender las primeras letras a los hijos de

los conquistadores nacidos en estas tierras, eran las Cartillas, consideradas como

el instrumento fundamental para leer. La importancia que las autoridades reales

conferían al hecho que los niños indígenas, sobre todo los hijos de los caciques se

instruyeran, hizo que las cartillas fueran impresas en territorio novohispano. De tal

forma que el 18 de marzo de 1553 y el 16 de noviembre de 1556 se ordenó que el

Hospital Real de Indios de México obtuviera el privilegio de la impresión de

cartillas, y que junto con la Catedral de Valladolid fueran los distribuidores de estos

libritos.172

Junto con las cartillas, los religiosos utilizaban catecismos escritos en

diversas lenguas indígenas para enseñar. Por ejemplo, los franciscanos utilizaban

la Doctrina Cristiana breve en lengua mexicana de Fray Alonso de Molina. Por su

parte, los dominicos y agustinos redactaban sus catecismos con algunas

diferencias para distinguirlos de los de los franciscanos, como la disminución en el

número de las citas bíblicas. Ante esta situación, el Tercer Concilio Provincial

172

Fermín de los Reyes Gómez. El libro en España y América. Legislación y censura (siglos XV-XVIII). Madrid, Arco/Libros, vol. 1, p. 74.

Page 159: Biblioteca Palafoxiana

155

Mexicano, se dio a la tarea de uniformar los criterios y hacer un texto único que

fuera obligatorio en todo el virreinato.

Mientras, con las aprobaciones establecidas en el Concilio de Trento para

que se modificara el Breviario, junto con el Misal y otros libros de la liturgia, Felipe

II impuso que las imprentas españolas elaboraran los libros del Nuevo Rezado.

En cédula de 1573, Felipe II concede al Prior y Convento de El Escorial, para que

se imprimieran y vendieran los libros en Castilla. El 9 de diciembre del mismo año,

se vuelve a dar una Real Provisión, en la que se concede al Prior y al Monasterio

imprimir y vender en las Indias el Breviario y el Misal.173

Pero no sólo fueron las imprentas locales o la importación de libros las que

hicieron posible la circulación de estos en la Nueva España. Carlos Alberto

González Sánchez, a través del estudio de los documentos llamados Bienes de

difuntos, ha destacado que algunas personas que emigraron a estas tierras traían

libros impresos con una gran variedad de temas, que iban desde la medicina, con

obras de Hipócrates y Galeno, hasta las de Aristóteles, Virgilio, Esopo, Cicerón,

Platón, Ovidio, Séneca y Homero, así como obras de Petrarca, Ficino Vives y

Alberti, además de los registros de las creaciones literarias del siglo de Oro, como

El Guzmán de Alfarache de Mateos Alemán, Las Novelas Ejemplares y El Quijote

de Cervantes, Las Arcadias y Las Comedias de Lope de Vega. Y a pesar de las

restricciones, ingresaron a la Nueva España las novelas de caballería, como El

Caballero Asicio, Los Floranis y los famosos Amadis.174

173

Ibid., p. 223 174

Carlos Alberto González Sánchez. “Cultura escrita y emigración al Nuevo Mundo: Nueva España en los siglos XVI y XVIII”, Del autor al lector. I Historia del libro en México. II Historia del libro, Carmen Castañeda (coord.), México, CIESAS/Miguel Ángel Porrúa, 2002, pp. 22-43.

Page 160: Biblioteca Palafoxiana

156

En cuanto a las bibliotecas o librerías coloniales, algunos autores refieren

que durante el primer siglo de la Conquista se fundó un buen número de éstas; por

ejemplo, señalan que hubo una en el Convento de San Francisco de México, y

una más en el Colegio de Santiago Tlatelolco y en la Real Audiencia. Sin

embargo, no tenemos un dato que refuerce estos señalamientos. Sostenemos que

más que hablar de una biblioteca, lo conveniente sería hablar de una colección de

libros con los que contaban estas instituciones, tal como Armando Petrucci ha

distinguido, cuando se refiere a algunas “bibliotecas” altomedievales, o sobre la

colección de Carlo Magno. Estos lugares simplemente contaban con una

colección de libros de muy pocos ejemplares. Y como ya se destacó en el capítulo

anterior, las librerías o bibliotecas de la época tenían sus patrones en la

construcción:

Por lo tanto, estos lugares donde se conservaban los textos en su mayoría

manuscritos e impresos, más que librerías o bibliotecas, se semejaban mucho al

scriptorium medieval, como señaló el erudito Luis Weckmann:

En la Edad Media, en consecuencia también en la Nueva España, la cultura

siempre estuvo encomendada a las corporaciones religiosas. Antes de la

invención de la imprenta existía en los conventos un lugar llamado scriptorium,

donde se copiaban, iluminaban y se guardaban los manuscritos. Entre las

actividades de los franciscanos en la Nueva España, herederas de su pasado

medieval, además de la enseñanza de las primeras letras, del canto religioso y

de la doctrina cristiana, se encontraba la iluminación de manuscritos, arte

cultivada en Santa Cruz de Tlatelolco y en otros sitios.175

175

Luis Weckmann. La herencia medieval de México. México, FCE/El Colegio de México, 2ª edición 1996, p. 468.

Page 161: Biblioteca Palafoxiana

157

3.6. La formación de la librería de los Colegios Tridentinos de Puebla

La relevancia de la Biblioteca Palafoxiana cobra fuerza por ser una de las primeras

en la América Española, con la misma infraestructura de las existentes en Europa.

Esta biblioteca iniciaría su proceso de conformación a partir de los libros donados

por el obispo Juan de Palafox y Mendoza. Sin embargo, con la aparición de

nuevos documentos, la primera noticia de donación de libros para los colegios la

hizo el fundador del Colegio de San Juan, el presbítero Juan de Larios, pues él, en

su carta de donación expresa la conveniencia de que sus libros, tras su muerte,

fueran ocupados y cubrieran las necesidades de los futuros colegiales; por lo

tanto, dejó señalado lo siguiente:

[…] le hago la dicha donacion irrevocable en la forma dicha á el dicho Colegio

para que despues de mis dias, de toda la librería que al presente tengo y tuviere

al tiempo de mi fin y muerte para que todos los dichos libros de que se hara

inventario se pongan en un aposento en el dicho Colegio que para este efecto

se ha de hacer y allí estén los dichos libros no solo para que se aprovechen de

ellos los dichos colegiales pero asimismo todos los prebendados y demas

clérigos que quisieren sin que nadie los pueda sacar de la dicha pieza de

librería y pido que para este efecto su señoria de el dicho señor Obispo o

sucessor ponga pena de descomunion late sententia.176

Con esto se tendría, aunque sin saber con exactitud como primer donador

de libros para los futuros colegios a Juan de Larios. De esta donación se carece

176

Carta de donación que hizo al Colegio el Ve. Sor. Dn. Juan de Larios… f.5r.

Page 162: Biblioteca Palafoxiana

158

de datos que nos puedan especificar con certeza el número de libros y si

efectivamente la colección de Larios pasó a formar parte, tras su muerte, del

acervo de la biblioteca. Además de esta incógnita se sumarían las siguientes

interrogantes: ¿habría algún libro manuscrito en su Fondo? Como ya se ha visto,

estos libros eran la codicia de los bibliófilos de aquella época. A esta pregunta se

agregarían también estas otras: ¿cuáles eran los títulos que la conformaban? Y

¿todos los libros eran de índole religiosa? Preguntas difíciles de contestar, porque

en el Fondo de la biblioteca no se ha encontrado algún exlibris177 que pueda

señalar la pertenencia a este religioso.

Es a partir de la refundación del Colegio de San Juan y la fundación de los

Colegios de San Pedro y San Pablo, con Juan de Palafox y Mendoza, que se

empieza a gestar la idea de formar una librería que sirviera a los mismos

colegiales. Así, el 5 de septiembre de 1646, Palafox y Mendoza donó ante notario

público la cantidad de cinco mil libros, como consta en el siguiente documento:

[…] Ressolvimos a onrra y gloria de Dios Nuestro Señor ser muy util y

combeniente huviere en esta ciudad y Reyno una Biblioteca Publica de diversas

facultades y ciencias donde todo genero de personas y en particular los

Eclessiasticos seculares y regulares y otros profesores de las letras cursantes y

passantes puedan estudiar como les combenga por la grande falta que suele

haver de libros en estas partes por traersse de otras tan remotas y no haver en

ellas numero de impresiones y comodidad de papel para poderla haver en cuya

consecuencia a nuestra costa emos adquirido y juntado una librería de diversos

177

La mejor definición sobre los exlibris nos la ha dado José Luis Checa Cremades: Se ha definido genéricamente el exlibris como cualquier marca sobre el libro que denota que es propiedad de una persona o entidad. Una segunda definición más estricta considera al exlibris como toda inscripción, motivo de arte, blasón, monograma, alegoría o emblema grabado en relieve o tinta fijado en las guardas o tras las pastas del libro como signo de posesión. En El libro antiguo. Madrid, Acento Editorial, 1999, pp. 46-47.

Page 163: Biblioteca Palafoxiana

159

autores ciencias y facultades de la Sagrada Theologia sacros canones leyes

philossofia medicina y buenas letras que consta de cinco mil cuerpos poco mas

o menos que al presente tenemos en sus estantes con su Regeria de alambre y

otras curiosidades a ella destinadas y de que se ara mención en nuestro

Palacio Episcopal.178

Sobre la donación hay que mencionar algunos aspectos que nos parecen

relevantes. Primero, en el documento de donación se señala que fueron alrededor

de cinco mil libros los que donó Palafox y Mendoza; no obstante, en un artículo

publicado en el año 2000 por Ricardo Fernández Gracia se cita un documento que

es un Memorial de Palafox al Rey, donde se señala una cantidad diferente, como

veremos a continuación:

Aviendo expermientado la necesidad que avía de copia de Ministros de Doctrina

que supiesen diversas lenguas de los indios y entre los quales se pudiese elegir

el más benemérito, consultándolo primero a Vuestra Magestad, erigio el

Seminario de San Pedro y San Pablo, que es una de insignes obras de la

Nueva España, asignando la renta conforme al Santo Concilio de Trento y

fundando Cátedras… y para mayor aprovechamiento y luzimiento de los

Maestros y Estudiantes, les agregó y donó su librería, que consta de más de

quatro mil cuerpos de libros…179

Así, en dos documentos distintos aparecen cantidades diferentes. Aun

suponiendo que la cantidad de cinco mil libros fuera la correcta, habría diversas

preguntas qué plantearse. Los estudiosos de la vida de Palafox y de la Biblioteca

178

Real Cédula sobre la fundación Reales Colegios y Cédulas de aprobación de Felipe IV, volumen R-425. A partir de la foja 33 se encuentra el documento de donación de la librería por parte de Palafox y Mendoza. 179

Tomado de Ricardo Fernández Gracia, “Don Juan de Palafox y Mendoza, promotor y mecenas de las artes”, en El Virrey Palafox. Madrid, Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, Caja Duero, 2000, p. 74.

Page 164: Biblioteca Palafoxiana

160

Palafoxiana han sostenido que los cinco mil libros que donó Palafox eran de su

biblioteca personal. Los cuestionamientos serían los siguientes: ¿Cuando llegó

Palafox a la Nueva España, traía ya tal cantidad de libros?, o ¿en cuántos viajes

trasladó tan cuantiosa librería? Si no fue así, ¿cuántos logró traer de España y

cuántos consiguió en sus casi nueve años que estuvo en la Nueva España?

Dudas razonables si tomamos en cuenta que sólo una persona con una

enorme riqueza podía adquirir una buena cantidad de libros, pues éstos a pesar

del abaratamiento que produjo la imprenta, siguieron siendo caros el común de la

gente. Por ejemplo, Maxime Chevalier, al estudiar con ciertas limitantes algunos

inventarios de bibliotecas particulares en la España de los siglos XVI y XVII,

muestra un promedio de cien hasta tres mil ochocientos ochenta libros: esta última

cifra de la librería de Diego de Arce, Obispo de Plasencia e Inquisidor General y

Consejero de Estado.180 Es decir, salvo raras excepciones, no se traspasaba la

cantidad de los mil libros, como fue el caso de Diego Sarmiento Acuña, Conde de

Godomar, quien logró reunir alrededor de quince mil libros, o el caso del Marqués

censor de Mondejar, Gaspar Ibáñez de Segovia, el cual logró reunir la cantidad de

cinco mi libros; pero éstos y algunos más fueron la excepción a la regla.

Quienes señalan los cinco mil libros que pertenecieron a la biblioteca de

Palafox hacen siempre esta observación a partir de una visión contemporánea,

pues no se ponen a pensar que el mundo del libro, para esa época, era

demasiado complicado en todos sus procesos, desde la forma de producirlo hasta

su consumo. Aunado a la complejidad del mundo de los libros se hallaba otro

180

Maxime Chevalier. Lectura y lectores en la España de los siglos XVI y XVII. Madrid, Ediciones Turner, 1976, pp. 31-36.

Page 165: Biblioteca Palafoxiana

161

problema: el de los estilos de lectura en los siglos XVI y XVII, pues los textos

impresos de leían de manera alegórica o simbólica y con un fin moralizante. Los

lectores de estos siglos realizaban en la práctica una lectura intensiva; es decir,

no poseían muchos libros sino únicamente los considerados indispensables, pero

conocían su contenido y los releían profusamente. A partir del siglo XVIII, cuando

la sociedad pasa de ser una sociedad religiosa a una laica, la lectura también se

empieza a modificar. De ser intensiva se convierte en extensiva, referencial y

crítica, caracterizada por la variedad y volumen de las obras, como lo refiere

Roger Chartier:

Otra “revolución de la lectura” se refiere por su parte al estilo de la lectura. En

la segunda mitad del siglo XVIII, a la lectura “intensiva” sucedería otra,

calificada como “extensiva”. El lector “intensivo” es confrontado con un corpus

limitado y cerrado de textos, leídos y releídos, memorizados y recitados,

escuchados y conocidos de memoria, transmitidos de generación en

generación. Los textos religiosos, en primer lugar la Biblia en los países de la

Reforma, son los alimentos privilegiados de esta lectura notablemente marcada

por la sacralidad y la autoridad. El lector “extensivo”, el de la Lesewet de la

rabia por leer que surge en Alemania en tiempos de Goethe, es un lector

totalmente diferente: consume impresos numerosos y diversos, los lee con

rapidez y avidez, ejerce a su respecto una actividad crítica que ya no sustrae

más ningún dominio a la duda metódica.181

Así, con el tránsito de una lectura “intensiva” a una “extensiva”, el lector

estaba obligado a la consulta de un copioso número de libros. Por lo tanto, pensar

que Palafox y Mendoza era un lector en extenso, y que por eso acumuló tal

181

Roger Chartier. Sociedad y escritura…, op. cit., p. 254.

Page 166: Biblioteca Palafoxiana

162

cantidad de libros, es una situación improbable si no es que imposible. Por eso

nos gustaría proponer una hipótesis que puede ayudar a desentrañar esa

problemática. Consideramos que de los cuatro mil o cinco mil libros que se

destinaron para la librería de los colegios, una parte fue reunida por Palafox y

Mendoza y el resto de los libros, en su gran mayoría fueron reunidos por los

obispos de la Diócesis anteriores a Palafox, y que al momento de la donación los

Fondos fueron agrupados en uno solo. Hay que mencionar también que para

albergar tal cantidad de libros, sólo podía hacerse en un convento o en la misma

sede del obispado.

Además, hay que señalar que los libros que se han conservado hasta la

actualidad, son pocos los que llevan el ex libris de Palafox y Mendoza, es decir, no

hay marca alguna que nos indique que tal cantidad de libros pertenecía a su

biblioteca personal.

Otro punto que es oscuro, y digno de mención, es que en la donación que

se hizo no se destaca el número de libros impresos que fueron cedidos, pues en la

misma donación Palafox señala lo siguiente: “lo primero resservamos desta

donacion los libros mani escriptos que tenemos en la dicha librería para sacarlos y

llebarlos della libremente sus originales o las copias como nos pareciere

combeniente…”. Es decir, que además de los libros impresos había también una

buena cantidad de libros manuscritos; sin embargo, no hay un dato seguro para

señalar si dentro de los “cinco mil libros” se contabilizan los manuscritos como el

total de la donación, aunque éstos se quedaran en la sede del obispado. Con esto

surge una nueva interrogante: ¿Cuántos fueron los libros que efectivamente se

incorporaron a la naciente librería?

Page 167: Biblioteca Palafoxiana

163

Además de los libros, se hizo entrega de los estantes y el enrejado de

alambre; se donaron también dos globos, uno celeste y otro terrestre, un espejo

que llaman “de quemar acero”, una piedra imán, una caja de terciopelo con

instrumentos matemáticos, dos astrolabios, mapas y las llamadas Cartas de

Marear. Prácticamente con estos instrumentos se estaba dotando a la

Palafoxiana de todo el mobiliario que una biblioteca debería de tener como

cualquier otra biblioteca de Europa. Esto nos lleva a considerar que en realidad se

desmontaba una biblioteca que estaba en el Palacio Episcopal para colocarla

ahora en los edificios de los colegios.

En cuanto a las disposiciones que se plantearon desde la misma donación,

pueden nombrarse las relativas a los libros manuscritos de los cuales ya dimos

cuenta: en el mismo documento se establecía horario para la utilización de la

biblioteca, destacándose que los futuros colegiales, eclesiásticos y aquellos

seculares que necesitaran utilizarla lo podían hacer desde las ocho de la mañana

hasta las once, y de las tres a las cinco de la tarde. Y para evitar la dispersión de

los libros, Palafox y Mendoza dejó estipulado lo siguiente:

[…] Y prohibimos yntotum que no se pueda vender ni enajenar la dicha Libreria

y su adorno ni el de la dicha capilla ni que se saque libro alguno de la dicha

Libreria por via de prestamo ni en otra manera aunque preceda licencia de los

señores Obispos que nos subcedieren ni de nuestro Benerable Dean y Cavildo

en sus bacantes de propio mutuo o a instancia de particulares por cualquier

titulo o pretexto que sea para cuya perpetuidad y observancia protestamos

ympetrar breve dessu Santidad con censura Reservada y la misma prohibicion

ponemos de que los Señores Obispos nuestros Subcessores cada qual en su

tiempo no puedan sacar para su casa ningun libro de la dicha libreria pues tiene

Page 168: Biblioteca Palafoxiana

164

puertas correspondientes a nuestro Palacio Episcopal y ssiendo servidos podra

con comodidad entrar y salir en dicha libreria y hacemos parte formal y lexetima

para pedir cumplimiento desta condicion contra los transgressores a ella a los

dos Ilustres Cavildos Eclessiasticos y Secular, desta muy noble y leal ciudad.

Rector y Thesorrero de los dichos colegios pues mira al util general que

consiste en la conserbacion perpetua de dicha Librería.182

El último punto que trata este documento de donación se refiere al

bibliotecario, cuya función principal era el cuidar la biblioteca, pero sobre todo,

vigilar que los libros no fueran sustraídos del lugar, pues de lo contrario, “perdería

el oficio el dicho Bibliotecario”. Las llaves de la librería quedaban en resguardo de

Palafox y Mendoza y en caso que él faltara, se le encomendaría al bibliotecario

que fuera nombrado, y si también a su vez éste no estuviera, se le entregarían al

rector de los Colegios.

Esta escritura de donación fue firmada por el notario Nicolás Valdivia y

como testigos aparecieron el padre Fray Buenaventura de Salinas de la

Providencia de San Francisco, el deán de cabildo Juan de Vega, don Miguel de

Poblete Maestrescuela y Fray Juan de Herrera. Siguiendo la tradición, Juan de

Palafox hizo llegar al rey la noticia de la fundación de los Seminarios, y junto con

esta primicia también le informó sobre la creación de una librería que sirviera a los

estudiantes. La respuesta del monarca le fue notificada por la Real Cédula del 30

de diciembre de 1647, en la que se aprueba el proyecto y se le agradece lo

buenos oficios para su consecución:

182

Loc. Cit. f. 34 v.

Page 169: Biblioteca Palafoxiana

165

El Rey […] Don Juan de Palafox y Mendoza Obispo de la Iglessia Catedral de la

ciudad de la Puebla de los Angeles […] Presento en el dicho mi consejo la

ereccion y fundacion que hice del dicho colegio en veinte y dos de agosto de

seiscientos y quarenta y cuatro en conformidad de lo dispuesto por el Santo

Concilio de Trento y cedulas mias y en particular por la de catorce de julio de

seiscientos y quarenta y tres; y renta que le situasteis colegiales y cátedras que

elixistis y donacion que le hicisteis de una libreria y haviendose visto por los del

dicho mi Consejo de las Yndias con lo que sobre ello pidio mi fiscal en el

atendiendo que esta obra es de tanta utilidad connunciencia al bien comun y

particular de los vecinos y naturales de vuestra diócesis e tenido por bien de

aprobar y confirmar la dicha ereccion y la fundacion en la forma y como en ella

se contiene aunque se pongan mis armas a la puerta de dicho colegio […] Y

teniendo muy presente el celo con que en esto abeis obrado que es muy

conforme a vuestro Instituto y obligaciones os doy las gracias por ello y por

haverlo executado.183

Formalmente, no se tiene un respaldo documental que permita fijar la fecha

de apertura del edificio que albergó esta primera librería. Destacamos lo anterior

porque la mayoría de los investigadores toman el 5 de septiembre de 1646 como

referente de su inauguración; pero como ya se observó, dicha fecha corresponde

a la de la donación hecha por Palafox, así que es impreciso atribuírsela a la

entrada en funciones de la librería.

Con un pie fuera del obispado, y casi de la Nueva España, Palafox y

Mendoza otorgó sus últimas ordenanzas para los colegios y para la librería. En lo

relativo a esta última, dispuso varios términos de suma importancia, pero antes de

llevar a cabo su proyecto, explicitó sus intenciones al fundar la librería:

183

Loc. Cit., f 46.

Page 170: Biblioteca Palafoxiana

166

Una de las cosas que é jusgado por muy necessaria en estas provincias y

obispado es una libreria publica y comun en donde los pobres y otros que no

tienen copia de libros puedan comodamentte estudiar…184

Sobre la cita anterior parece haber un consenso entre los investigadores de

la Palafoxiana, al considerarla como la primera biblioteca “pública”, pues la

mayoría la ha interpretado quizás demasiado literalmente. Ernesto de la Torre

Villar hace un comentario al respecto:

[…] la falta de bibliotecas públicas donde los pobres pudieran cómodamente

estudiar; la no muy abundante producción bibliográfica novohispana en su

época utilizable en los estudios; la necesidad que los alumnos de sus colegios

tenían de una biblioteca y finalmente la seguridad que él tenía de que la cultura

y sus fuentes pudiesen preservar a la Nueva España de algún trastorno político,

intelectual o religioso. Palafox no era un hombre que tuviera temor a la cultura

y a los libros, muy por el contrario, él estaba seguro de la benéfica influencia

que ellos ejercen en los hombres.185

Por lo regular, el concepto de “biblioteca pública” tiende a malinterpretarse,

debido a que con frecuencia, cuando se hacen estudios sobre estos lugares, como

aduce Fernando Bouza, se tiende a establecer categorías actuales al pasado,

como la dicotomía público/privado, que no pueden aplicarse al contexto de la

época.186 Cuando se habla de “biblioteca pública” no es acertado entenderla en el

sentido moderno que le adjudicamos a la palabra; es decir, no significa “donde

184

Instrucciones para el Obispado de Puebla. op. cit. 185

Ernesto de la Torre Villar. “Nuevas aportaciones sobre la Biblioteca Palafoxiana”, en Boletín de la Biblioteca Nacional. México, UNAM, Segunda época, número 1, tomo XI enero-marzo, 1960, p. 39. 186

Fernando Bouza. Imagen y propaganda…, op. cit., p. 173.

Page 171: Biblioteca Palafoxiana

167

conviven o leen todas las personas sin distinción de clases o condición social y de

género”. Más bien, debería comprenderse el concepto de “público” en el sentido

de que una persona que es capaz de escribir y sobre todo de leer, pero que no

pertenece a la esfera de la Iglesia ni de las instituciones civiles, puede entrar a la

biblioteca, consultar libremente los libros, sin que su condición social se lo impida.

Con esto queremos decir que la biblioteca, desde su fundación hasta la

actualidad, se halla en función de un segmento pequeño de la población, cuyos

miembros han recibido los motes de “eruditos” y que hoy se les nombra como

“intelectuales” o “investigadores”. Así, el “pueblo” queda excluido de los beneficios

de la cultura de los que sí gozan los círculos de letrados. Además de esto, hay

que destacar que las librerías de la época se podían ubicar en privadas. El mismo

Palafox deja entrever las cualidades y atributos de las personas que podrían

utilizar la librería: “Assi mismo ordeno que los que hubieren de usar de la libreria

sean personas de satisfazion”.

Podemos entender que para Palafox esas personas “de satisfazion” eran

las socialmente aceptadas por esa sociedad letrada, “por eso pueden aprovechar

mejor los libros”. Los mismos libros que se conservan en la actualidad nos

permiten corroborar lo que ya hemos señalado, pues sus temáticas distan mucho

de ser asequibles a cualquier persona común para la propia época, e inclusive

para la actual.

Volviendo a la descripción de los motivos que llevaron a la creación de esta

librería, Palafox señala cuatro ordenanzas que para él revestían gran importancia:

Page 172: Biblioteca Palafoxiana

168

La primera por que se ban consumiendo los libros que ay en estas provincias

parte con la polilla que aquí los maltratta mucho, parte con venderlos para

desazerlos en cartones y para chocolate […] La segunda por que aquí ay muy

pocas o raras impresiones ni frequencia de comercio con los de Europa y si

bien algunas vezes vienen libros pero por la mayor parte son ynutiles y assi es

nezesario se conserven para lo publico los que son utiles y combenientes. La

tercera porque estas publicas Bibliotecas en parte tan remotas pueden ser muy

nezessarias en la turbacion de las opiniones aque esta expuestta la inteligencia

humana y accidentes de los tiempos pues suelen succeder en los públicos

estados de los Reynos controbersias Generales y despertarse sismos y

dibisiones y assi siempre sera combeniente conserbar las librerias y donde no

las hubiere fundarlas. La quartta porque haviendo fundado estos collegios

estudios y cathedras muy combenientte sera dentro de ellos dejarles una

libreria donde puedan en todo genero de facultades y ciencias aprender y

ejercitarse sin costo y con comodidad y utilidad comun.187

A través del uso del lenguaje dramático, Palafox señala y justifica que sólo

la edificación de la librería podría salvar los libros y preservar así el conocimiento

que de ellos emanaba, porque había un sector de la población que “poca” o “nula”

importancia le prestaba al libro. Si este fragmento se tomara de forma literal,

como suelen hacerlo algunos “estudiosos” del tema, prácticamente estaríamos

observando que los hombres de la época compraban libros sin saber qué hacer

con ellos, y ante su incapacidad de comprender “fielmente” su contenido, los

tiraban a la calle. Más bien, sería apropiado entenderla como un despliegue

retórico de elegancia narrativa de la época, para justificar la creación de la

biblioteca.

187

Instrucciones para el Obispado de Puebla. op. cit.

Page 173: Biblioteca Palafoxiana

169

Continuando con las disposiciones de Palafox, en el siguiente apartado se

describen las funciones que debe seguir el bibliotecario, principalmente el cuidado

en evitar el hurto de libros, así como vigilar a las personas que tuvieran acceso a

este lugar. Además, para evitar la desaparición de libros, Palafox sugería que sólo

se abriera un cajón para sacar el ejemplar solicitado, volviéndose a cerrar

inmediatamente. En cuanto a la preservación e inventario de los libros, sus

recomendaciones eran las siguientes:

En cada dos meses se limpien los libros y se ponga en ellos algun algodon para

que se conserven y esto lo hagan los collegiales dándoles veynte pesos a todos

los que acudieren por el travajo.

La memoria de los libros se guarde por duplicado una por el thesorero otra por

el Bibliotecario que estte en la misma libreria y cada año se reconozca alguno

con asistencia del Prefecto de las escuelas a quien hacemos conservador de

dicha Biblioteca y del Rector Bibliotecario y thesorero a cuio cargo están los

bienes y días de los dichos collexios y estudios.188

En la parte final del documento se especifica que el acervo se debería ir

acrecentando; para esto se indicaba la cantidad de trescientos pesos para la

compra de libros en España. El proceso de las adquisiciones era supervisado por

el Real Colegio de Indias, con lo que se evitaría la compra de libros que no

aportaran ningún beneficio o provecho a los colegiales.

Por otra parte, hay que señalar que existe un gran vacío de información

acerca del espacio físico que albergó en una primera estancia la librería, pues no

se cuenta con documentos que nos permitan conocer cuales eran las

188

Instrucciones para el Obispado de Puebla, Op. Cit.

Page 174: Biblioteca Palafoxiana

170

características de este primer edificio; solamente se encuentra el testimonio del

escribano público Nicolás de Valdivia, del año de 1647, señalando que “y asi

mismo vide cubierta y enmaderada de nueva obra reciente y acabada una sala

alta en dicho colegio del Señor San Pedro que ha de servir de librería y otra pieza

alta que le sigue para capilla de dicho colegio…189

Al parecer, la librería se instalaría junto al colegio de San Pedro, pero lo que

llama la atención es que los colegios aún estaban por terminarse, por lo menos

hasta el año de 1647. A todo esto surge una duda: ¿Palafox y Mendoza

realmente estuvo en la Nueva España cuando los colegios de San Pedro y San

Pablo fueron abiertos a la gente? ¿Palafox pudo constatar el funcionamiento de la

librería, o siquiera los inicios del traslado y colocación de los libros en los

estantes? Consideramos de capital importancia señalar esto porque al parecer,

desde la donación, la biblioteca tardó en ser funcional para los colegiales, pues al

revisar la descripción de Nicolás de Valdivia, podemos darnos cuenta de que ni los

colegios, y menos la biblioteca habían sido habilitadas en el año de 1647.

Entre estas nuevas interrogantes, es preciso señalar que de las últimas

noticias que se tuvieron a lo largo del siglo XVII respecto de la librería, parece que

los obispos que sucedieron en el cargo a Palafox y Mendoza, donaron algunos

libros. Según dejó escrito Juan B. Iguíniz al citar al biógrafo del obispo Manuel

Fernández de Santa Cruz, éste amplió el edificio y aumentó el número de

estantes, donándole además una buena cantidad de libros, y el impulso de

189

Tomado de Efraín Castro Morales. La Biblioteca Palafoxiana de Puebla. México, Editorial del Gobierno del Estado de Puebla, Subsecretaría de Cultura, 1981, s.p.

Page 175: Biblioteca Palafoxiana

171

comprarlos a los navíos que venían de Europa.190 Es difícil comprobar qué tantas

donaciones se hicieron y la cantidad exacta de los libros legados, pues sólo se

recuperaron noticias de la librería hasta la llegada de Francisco Fabián y Fuero.

Si es confuso determinar las donaciones de libros desde Juan Larios hasta

Manuel Fernández de Santa Cruz que fue prácticamente el último obispo del siglo

XVII, es aún más complicado determinar cuáles y qué tipo de libros fueron los

ingresados a la librería.

Ahora demos paso a los sucesos que dieron pie a la conformación de la

Biblioteca Palafoxiana, que se han presentado desde esos tiempos hasta nuestros

días. En el siguiente capítulo nos centraremos en estudiar la conformación de la

Biblioteca Palafoxiana y las vicisitudes asociadas a ella, hasta el estado que

actualmente conserva.

190

Juan B. Iguíniz. “La Biblioteca Palafoxiana de Puebla”, en Eurindia, México, 1931, núm. 9 y 10, p. 654.

Page 176: Biblioteca Palafoxiana

172

Capítulo 4

La librería se transforma:

el advenimiento de la Biblioteca Palafoxiana

A medida que el tiempo transcurre, las noticias relativas a la librería van

atenuándose. Ante esta carencia documental, hemos dirigido nuestra atención

hacia la figura del obispo Francisco Fabián y Fuero, pues fue gracias a sus

gestiones e iniciativas es que la librería se transformó radicalmente. No sólo

porque debido a sus disposiciones se la dotó de un nuevo edificio, sino también

porque se la proveyó de todo el mobiliario indispensable para su buen

funcionamiento. De modo que, sin deslucir las tareas que en pro de la biblioteca

había impulsado su predecesor Juan de Palafox y Mendoza, a Fabián y Fuero es

a quien debe atribuírsele la magnificencia que en su época logró la librería. No

obstante, cabe resaltar que este logro no hubiese sido posible sin que las

condiciones culturales y políticas que se estaban presentando en España no

hubiesen ocurrido, como veremos a continuación.

4.1. Las bibliotecas españolas y sus transformaciones culturales en el siglo

XVIII

Con la agitada transición de la dinastía, los Borbones españoles se plantearon

como meta fundamental modificar el gobierno y la administración. En el siglo XVIII,

al igual que el resto de Europa, en España se introdujo el absolutismo y el

Page 177: Biblioteca Palafoxiana

173

despotismo. Los Borbones se inspiraron en el centralismo francés, y por medio del

Decreto de Nueva Planta abolieron los fueros de las religiones. En cuanto a las

Cortes –que habían sido el organismo político que limitaba el poder real–, con la

dinastía borbónica perdieron prácticamente su importancia. Por su parte, en lo que

atañe a la cultura, puede decirse que algunos ilustrados de ese siglo se

preocuparon genuinamente por cambiar la mentalidad de los españoles a través

de la divulgación de las nuevas preocupaciones científicas que se estaban

gestando por aquella época en Europa.

Como sabemos, en España se pusieron en boga los debates acerca de la

educación, que perseguían sentar las bases para hacer germinar una sociedad

más secular e ilustrada. Para esto era necesario romper con la subordinación del

conocimiento que había acaparado la escolástica. Para empezar a implantar los

cambios, era perentorio efectuar una radical revolución educativa, que podría

alcanzarse por medio de la asimilación de las innovaciones filosóficas y científicas.

Sin embargo, estas ambiciosas ideas no llegaron a concretarse en su totalidad.

Como las universidades españolas se encontraban en una severa crisis,

aparecieron las famosas academias que rivalizaron mucho con las universidades,

colegios religiosos y diocesanos. Una de esas instituciones era la Real Academia

Española, que fue aprobada en el año 1714; ésta se preocupaba por el buen uso

de la lengua castellana. A este organismo le siguió en el año 1738 la Academia

de Historia, creada con el fin de fomentar la investigación del pasado que

permitiera la unidad española. Poco tiempo después, en 1744, se formó la

primera Academia de Bellas Artes, surgida con la idea de conjuntar toda la

creación artística y difundir las artes hacia un mayor número de personas.

Page 178: Biblioteca Palafoxiana

174

Junto con estas agrupaciones académicas aparecieron las Sociedades de

Amigos del País. Estas últimas ejercieron una gran fuerza en la promoción de los

debates sobre la educación, pues su razón de ser se fundaba en la renovación del

pensamiento antiguo, con clara influencia de la filosofía y los pensamientos

progresistas de las Luces, que se irradiaba a todos los ámbitos del saber e incluso

de la vida cotidiana. Así, en diversas regiones de España, las Sociedades

Económicas de Amigos del País se multiplicaron, siendo las más representativas

la Sociedad Vascongada y la Sociedad Económica Matritense.

Por otro lado, hubo un incremento sustancial de lectores, que además leían

más libros; es decir, que junto a la lectura intensa, se practicaba también la lectura

extensa. Sin embargo, como anota Pagerto Saavedra y Hortensio Sobrado: “El

libro era un producto caro, y sólo quienes los necesitaban por razón de estatus o

por motivos de trabajo, o quienes se hallaban bajo la influencia de un invencible

afán por saber y veían lo impreso como algo casi sagrado, estaban en condiciones

o dispuestos a invertir en su adquisición”.191

En tanto, las imprentas españolas se encontraban igual que en la centuria

anterior, con muy poca producción y los libros que se elaboraban eran de muy

mala calidad, por lo que la circulación del material impreso se dio gracias a las

importaciones. No obstante, la situación cambió a partir de las últimas décadas

del siglo XVIII, debido a las medidas adoptadas por el rey Carlos III, quien protegió

a los impresores locales, y continuó impulsando la Imprenta Real para fomentar la

producción de libros; por esto fue que aparecieron las imprentas de Joaquín

191

Pagerto Saavedra y Hortensio Sobrado…, op. cit., p. 154.

Page 179: Biblioteca Palafoxiana

175

Ibarra, quien ha sido catalogado como el mejor impresor de España desde la

aparición de la imprenta. El otro gran impresor de la época fue Antonio Sancha.

En sus talleres surgieron notables ediciones; por ejemplo, de la prensa de

Joaquín Ibarra fueron editadas obras como El Quijote, el primer volumen del

Diccionario de Autoridades y el Breviarium Gothicum Secundum Regulan Beatisimi

Isidorio, que fue preparado por el Arzobispo Antonio de Lorenzana, y la célebre

Historia de España del padre Mariana, entre otras. De Antonio Sancha apareció la

Colección de las obras sueltas asi en prosa como en verso de D. Frey Lope Félix

de Vega Carpio, las Novelas Ejemplares de Cervantes y las obras completas de

Quevedo, en diez volúmenes. Las ediciones de estos impresores saturaron el

mercado de libros prácticamente de toda España, e inclusive de la América

Española. Por cierto, muchos de los libros de la Biblioteca Palafoxiana tienen el

sello de los talleres de estos personajes.

Otro factor importante que dio brío a las transformaciones culturales de este

siglo fue la creación de la Biblioteca Real, que sirvió de respaldo a los estudiosos

de la época. Sobre ésta, también llamada Biblioteca Nacional, Fernando Bouza

destaca que se diferenciaba de la Biblioteca de la Torre Alta del Alcázar de

Madrid, fundada por Felipe IV, en que la última servía para la información y

entretenimiento del Príncipe, mientras que la primera era abierta al público, para el

saber universal.192

La Biblioteca Real, o mejor dicho, la Real Librería Pública como se le llamó

en su tiempo, fue creada a propuesta de Melchor Rafael de Macanaz, y

confirmada por el jesuita francés Pedro Rubinet, quien según Hipólito Escolar,

192

Fernando Bouza. El libro y el cetro…, op. cit., p. 16.

Page 180: Biblioteca Palafoxiana

176

donó dos mil volúmenes de la llamada Biblioteca de la Reina Madre, y seis mil

libros que fueron traídos de Francia.193 Esta librería se instaló en el edificio del

Alcázar Real. Se abrió al “público” en 1712, pero verdaderamente el decreto real

de fundación se hizo hasta 1716. En éste se señalaba el horario de

funcionamiento: tres horas por la mañana y tres por la tarde. También se

estipulaba las disposiciones del personal y la plantilla de trabajo, que constaba de

cuatro bibliotecarios y un bibliotecario mayor, puesto al que fue nombrado el

jesuita francés Guillermo Baubeton.

La biblioteca operó bajo muchas reglamentaciones hasta el reinado de

Carlos III; entre estas nuevas ordenanzas se retomó una de Felipe V, hecha en

1716, en la que los impresores estaban obligados a entregar un ejemplar para el

acervo de la Biblioteca. Hipólito Escolar ha destacado que a los empleados de la

biblioteca se les exigía el conocimiento de la lengua latina, en tanto los

bibliotecarios, “categoría a la que se solía llegar por ascenso desde escribiente,

debían, además de tener elevada formación teológica, jurídica o canonista,

conocer griego, hebreo, árabe u otra lengua docta y ser especialista en historia,

arqueología, filosofía y buenas letras”.194

Durante muchos años, la Biblioteca Real estuvo en el edificio del Alcázar,

hasta que el edificio empezó a enfrentar serios problemas. Y es así que por

órdenes de José I se trasladó en 1809 al convento de los Trinitarios Calzados, que

se ubicaba en la calle de Atocha. Varios sitios fueron los que ocupó la biblioteca a

193

Hipólito Escolar. Historia de las bibliotecas…, op. cit., p. 375-376. 194

Ibid., p. 379.

Page 181: Biblioteca Palafoxiana

177

lo largo del siglo XIX, pero lo más importante fue que en el año de 1836 se

convierte en Biblioteca Nacional.

Volviendo al siglo XVIII, es necesario subrayar la visión de un hombre

ilustrado sobre la fundación y el funcionamiento de las bibliotecas, nos referimos al

fraile benedictino Martín Sarmiento, quien en 1743 dio a conocer su obra

Reflexiones Literarias para una Biblioteca Real y para otras Bibliotecas Públicas.

En este texto en forma epistolar se señalaba en la primera carta que la Biblioteca

Real debería llamarse Palacio de la Sabiduría, donde se podrían alojar las

diferentes Academias; además, debería contar con los talleres de impresión y

encuadernación y una librería para la venta de libros editados por la misma

biblioteca.195

En la segunda carta se señalaba la necesidad de fundar diversas

bibliotecas en todo el territorio y se debía iniciar con las ciudades que tuvieran

universidad y después con las que contaran con catedral, para terminar en los

lugares populares, donde no existía ni universidad ni catedral. Para Martín

Sarmiento la Iglesia podía costear estas bibliotecas. Al final de esta segunda

carta, invitaba a los obispos a crear bibliotecas públicas destinadas a la gente

pobre. Algo que llama la atención y que Sarmiento enfatiza, es que para estas

bibliotecas debería haber una gran cantidad de libros con diversas temáticas.

[En las] librerías ha de haber libros tocantes a la lengua castellana y a la

gramática y lengua latina; libros de historia, de moral; los juegos más

principales de filosofía y teología, según los más recibidos sistemas; libros de

medicina y de historia natural; libros de mecánica y de agricultura, etc. Sobre

195

Ibid., p. 389.

Page 182: Biblioteca Palafoxiana

178

todo, varios mapas y tablas cronológicas, y aunque haya algunos de comedias

y de novelas, también tendrán su útil, pues servirán de cebo para leer los otros

libros.196

Aunque las ideas de Martín Sarmiento no se pusieron en práctica, sí es

importante notar la forma en que algunos pensadores ilustrados estaban

adoptando una nueva manera de concebir el libro y el entorno de las bibliotecas.

Un acontecimiento que efectivamente cambió las bibliotecas españolas en

el siglo XVIII fue la expulsión de la Compañía de Jesús. El decreto de expulsión

fue aprobado el 26 de enero de 1767, por un consejo formado por los secretarios

de Estado: Grimaldi, Roda, Muniáin y Múzquiz. El 20 de febrero el rey lo firmó,

aunque fue aplicado el 31 de marzo en Madrid y el 2 de abril en el resto de las

provincias españolas. En este documento se obligaba a los jesuitas a guardar

silencio en cuanto a la Orden, de lo contrario se les quitaría la pensión ofrecida por

el rey, esta disposición señalaba lo siguiente:

VI. Declaro que, si algún jesuita saliere del estado eclesiástico (a donde se

remiten todos) o diere justo motivo de resentimiento a la Corte con sus

operaciones o escritos, le cesará desde luego la pensión que va asignada. Y

aunque debo presumir que el Cuerpo de la Compañía, faltando a la más

estrecha y superiores obligaciones, intente o permita que alguno de sus

individuos escriba contra el respeto o sumisión debida a mi resolución, con título

o pretexto de apología o defensorios, dirigidos a perturbar la paz de mis Reinos,

o por medio de emisorios secretos conspire al mismo fin, en tal caso no

esperado, cesará la pensión a todos ellos.197

196

Ibid., p. 391. 197

Fermín de los Reyes Gómez. El libro en España y América…, op. cit., p. 586.

Page 183: Biblioteca Palafoxiana

179

La prohibición de escribir o publicar la resolución real también abarcó a toda

la población; es decir, el silencio de la expulsión se promovió con el fin de evitar

más descontento entre la sociedad. Sin embargo, muchas personas lograron

imprimir panfletos en defensa de la Compañía, donde tacharon de injustas las

decisiones por parte de la Corte por la decisión de expulsarlos. Los escritos

subversivos levantaron un poco de ámpula en la gente, pero en poco tiempo el

asunto fue olvidado.

Las consecuencias que dejó la expulsión de los jesuitas fue sumamente

importante para la conformación de las bibliotecas en esta época. Primero, días

después del decreto de la expulsión, el fiscal de su Majestad, Pedro Rodríguez de

Campomanes determinó algunas instrucciones para inventariar los libros y

documentos en todas las casas de la Compañía. Como señala Hipólito Escolar,

los libros de esta Orden ampliaron en gran medida las bibliotecas de otras

instituciones:

Muchos de los libros fueron vendidos, como otros bienes, para obtener dinero;

otros fueron a parar a universidades, como la de Oviedo, la de Santiago de

Compostela, la de Valladolid, que prácticamente se inició con este lote, la de

Salamanca, que recibió más de 12,000 volúmenes, la de Granada, donde como

en Santiago y en Sevilla, la universidad se estableció en el colegio de jesuitas,

que recibió más de 10,000 obras y 30,000 volúmenes…198

Las magnitud de los libros antes descrita puede considerarse un poco

exagerada, pero hay que anotar que los colegios jesuitas contaban con imprentas

muy eficaces que permitieron editar textos religiosos y de diversas materias, lo

198

Hipólito Escolar… Historia de las Bibliotecas…, op. cit., p. 396.

Page 184: Biblioteca Palafoxiana

180

que ayudó a concentrar niveles extraordinarios de libros, que sobrepasaban a los

de las universidades. No es casual que la incautación de libros haya propiciado el

inicio de acervos bibliotecarios en diversos lugares. Ahora bien, lo que hay que

destacar es que la Biblioteca Palafoxiana se cuenta entre las instituciones que

más se beneficiaron con la confiscación de libros, como analizaremos más

adelante.

En síntesis, la cultura del siglo XVIII –principalmente la cultura libresca–

repercutió indubitablemente en el cambio de mentalidad a la que se estaba

adhiriendo la sociedad española en aquella época. No detenerse a reflexionar

acerca de las condiciones y el contexto político que lo propició nos impediría

comprender la serie de transformaciones que, de manera refleja, se suscitaron en

la Biblioteca Palafoxiana. En el siguiente apartado trataremos acerca del

surgimiento de esta biblioteca, así como las ordenanzas, disposiciones y acciones

ejecutadas para su puesta en funcionamiento.

4.2. El nacimiento de la Biblioteca Palafoxiana: entre el orden y lo sublime

Hasta la primera mitad del siglo XVIII, son escuetas las noticias sobre la librería,

es decir, desde el último año de trabajo de Manuel Fernández de Santa Cruz

hasta la culminación del obispado de Domingo Pantaleón Álvarez de Abreu.

Solamente se puede suponer que los obispos que ocuparon el cargo entre estos

personajes pudieron haber donado algunos libros. Únicamente encontramos una

noticia sumamente interesante. Se trata de una invitación hecha por Gerónimo de

Page 185: Biblioteca Palafoxiana

181

la Vaguellina (corrector de libros y calificador del Santo Oficio) por los señores

inquisidores del Santo Oficio para que aquel ayudase a Don Onofre Miguel Castillo

Villegas (comisario del Santo Oficio) a recibir las denuncias que se ofreciesen. Lo

que nos importa resaltar de este comunicado, es que Don Gerónimo de la

Vaguellina declina el cargo aludiendo primeramente a motivos de salud, y después

a que su trabajo de expurgación de libros de la librería del Colegio de San Juan

limita su tiempo para dedicarse a otras labores. A continuación reproducimos

parte del documento:

En la ciudad de Puebla de los Angeles en beinte y dos dias del mes de marzo

de mil setecientos y catorce años estando en las casas de la habitacion, y

morada del licenciado Don Geronimo de la Vaguellina Corrector de libros y

calificador del Santo Oficio, el señor Comissario licenciado Don Onofre Miguel

de Castillo Villegas, le leyo y dio a leer la Carta despacho del Tribunal del Santo

Oficio de primero de este mes firmada de los muy Ilustres señores Inquisidores,

y refrendada de Don Eugenio de las Peñas Secretario llamándole a entender la

gracia, que le hasia dicho Santo Oficio, y la honra y confiansa que le merecia de

assignarle para que ayudasse a dicho Señor Comisario reciviendo las

denuncias que se ofreciesen, y actuando como Comissario y aviendolo oído y

entendido dixo que da muy repetidas gracias al Santo Tribunal por la honra, que

se digna de hacerse, y se la retorna, de nuevo por las que le tiene hechas en

averle nombrado por su corrector, y calificador, y que en atención de hallarse

bastantemente achacoso por tener sumamente fatigada la cabesa, por los

exercicios, que estan a su cargo, como son la expurgación de la librería del

Collegio de San Juan de esta ciudad, que passa de veinte mil tomos […] en

cuya atencion se halla naturalmente imposibilitado par poder exercer dicho

ministerio, y ayudar a dicho Señor Comissionador.199

199

Manuscrito. Ramo Inquisición. Vol. 551, p. 616.

Page 186: Biblioteca Palafoxiana

182

La cifra de veinte mil volúmenes es una suma muy elevada, si tomamos en

cuenta las circunstancias que se han descrito acerca de la circulación del libro

para esta época, donde se producen pocos impresos, y la compra de libros resulta

carísima; más adelante se verán cifras muy inferiores a las ya señalada. Lo que sí

es relevante explicar es que es una de las pocas informaciones que se tienen

durante la primera mitad del siglo XVIII sobre la librería en general.

A partir de la noticia ya señalada, hay un silencio enorme en lo concerniente

a la librería, pero es a partir de la llegada de Francisco Fabián y Fuero a la sede

del obispado de Puebla que ésta se transforma. Su primera iniciativa fue impulsar

la construcción de un edificio propio para albergar los libros. Éste quedó situado

entre el colegio de San Pedro y de San Juan. Otra acción emprendida por el

obispo citado fue la donación de los libros que tenía a su disposición para

agregarlos al acervo; sobre esta donación se destacan los siguientes puntos:

[…] el Ilmo. Señor don Francisco Fabian y Fuero de el Consejo de su Magestad

[…] quien doy fe que conozco […] como tambien de que otorga que hace gracia

y donacion pura, mera, perfecta e irrevocable por contrato entre vivos conforme

a derecho, a los pontificios y Reales Colegios de San Pedro y San Juan de esta

dicha Ciudad, de todos los libros que al presente tiene y posee su señoria

ilustrisima y los demas que en lo sucesivo pueda adquirir y que se hallaren a el

tiempo de su fallecimiento en la sala de su estudio y demas partes de su

residencia, sin reservación de alguno de ellos, para que inmediatamente a dicho

fallecimiento, se pasen y coloquen a la librería de los nombrados colegios, en

donde quiere y es su deliberada voluntad que perpetuamente existan para el

uso y estudio comun de ellos […]200

200

Copia de Carta de donación que hace el Obispo Francisco Fabián y Fuero. Colección de Manuscritos, Biblioteca Palafoxiana, Vol. 3175, folios 72-73.

Page 187: Biblioteca Palafoxiana

183

Esta escritura se realizó en diciembre de 1771. Ahora bien, lo valioso de

este documento es que no precisa la cantidad de libros que el obispo dejó. Otra

duda digna de resaltar es fue si cuando Fabián y Fuero dejó el obispado y marchó

a Valencia en 1773 se remitieron o no los libros que dejó para la librería. Y aún

otra interrogante mayor: ¿Realmente en 1801, año en que murió se cumplió lo

dispuesto en la escritura de donación? ¿Si legó los libros, eran efectivamente de

su propiedad, o eran libros que se tenían en el Palacio Episcopal? Nuevamente,

más que certezas, surgen demasiadas dudas sobre esta donación.

Fabián y Fuero, aprovechando la expulsión de los jesuitas, pidió al rey que

los libros de estos pasaran a los colegios tridentinos. El monarca lo autorizó el 8

de diciembre de 1772 sin mayores complicaciones, pues no debemos olvidar que

en cédula del 23 de abril de 1767 se disponía que “donde quiera que hubiera

universidades podrá ser útil agregar a ellas los libros que se hallasen en las casas

de la Compañía, situados en los mismos pueblos”. Por lo tanto, el único lugar con

capacidad para albergar los libros de los Colegios del Espíritu Santo, San

Ildefonso, San Francisco Javier y San Jerónimo, era la librería de los Seminarios.

En nuestra opinión, fue la incorporación masiva de los libros pertenecientes

a los jesuitas lo que posibilitó la construcción de un nuevo edificio para albergar el

acervo, pues como veremos más adelante, el predominio de libros de esta Orden

era más que abrumador.

El nuevo edificio, promovido por Fabián y Fuero se dispuso entre los

colegios de San Pedro y de San Juan, y concluyó su construcción en 1773.

Además del nuevo inmueble, se colocaron los dos pisos de estantería. Esto nos

lleva a señalar qué lejos estaba aquella incipiente librería promovida por Palafox y

Page 188: Biblioteca Palafoxiana

184

Mendoza, y que realmente el mérito de Fabián y Fuero debería equipararse al del

otorgado al primer obispo, ya que la biblioteca que se conoce en la actualidad es

la ideada por el equipo de trabajo de Fabián y Fuero; en tanto es poco probable

que conserve características del diseño original de Palafox y Mendoza.

De la majestuosidad de la biblioteca y un primer acercamiento a la forma

que tuvo en su año de inauguración es la que da cuenta un par de grabados, que

fueron realizados por el artista poblano Miguel Jerónimo Zendejas, y en la

estampa en lámina por José de Nava. El primer grabado presenta la vista de la

Biblioteca desde la entrada hacia el retablo, donde se colocó la imagen de la

Virgen de Trapana, el texto que acompaña a este grabado es el siguiente:

Mapa de la suntuosa Biblioteca del insigne Seminario Palafoxiana de la Puebla

de los Angeles, erigida a beneficio comun año de 1773. Representanse

quarenta y dos baras de longitud y catorze de latitud mirando al West noroeste,

en las que se anotan las cosas siguientes: A Vra. Sra. de Trapana, cuya ymag.

coloco el Ve. Sor en la antigua Libreria. B. El Angel Maestro Sto. Tomas de

Aquino. C. Retrato del Ve. Sor. Dn. Juan de Palafox y Mendoza, en cuyo

estante se hallaran sus obras. D. Angulos, que hermosamente dispuestos en

su fabrica concavos y convexos representan el E. Puerta que corresponde el

Palacio Episcopal y el F Archivo del Seminario G Entrada para subir a los

segundos Estantes. H. Balcones al Jardin del Colegio. I. Comodos Asientos,

que con curiosas Abrazaderas se sacan de la moldura de cada Estante. L.

Alacenas por todo el ambito al pie de los Asientos.

Un segundo grabado de los mismos artistas reproduce la Biblioteca a partir

de la mitad de la sala en dirección del pórtico. Este grabado, al igual que el

primero, presenta un texto que describe el resto del conjunto:

Page 189: Biblioteca Palafoxiana

185

Continuase el Mapa de la BIBLIOTECA del SEMINARIO PALAFOXIANO en la

delineacion de dies baras de longitud, mirando al Lest-Sueste y para

complemento de las sincuenta y dos en que se limitara su admirable

Arquitectura. M. Copia puntual del Ilmo. Exmo. Ve. Sor D. Juan de Palafox y

Mendoza insigne fundador del Colegio. N. Puerta Principal de la Biblioteca

adornada por fuera con Portada de artificiosa disposicion y virtuosos relieves.

O Entrada para subir a los segundos estantes. P. Balcon al Jardín del Colegio.

Q Asientos que se sacan de la moldura de cada Estante. R Alacenas al pie de

los Asientos. Sale la luz a expensas del referido Seminario, quien para

perpetua memoria de su Illmo. Benefactor el S. D. D. Francisco Fabián y Fuero,

se lo dedica y consagra.

Ambos grabados se complementan prácticamente para formar uno solo, lo

que permite tener un panorama de la biblioteca en su conjunto. Lo que llama la

atención y que nadie ha observado, es que en la representación que se hace en

los grabados, solamente se ve en la sala una sola mesa y al parecer quien está

sentado es el bibliotecario mayor; éste se muestra sentado a la mesa leyendo y

alrededor suyo se advierten tres libros. Por otro lado, los usuarios están leyendo

de pie, apoyando el libro sólo con sus manos; sin embargo, en el segundo

grabado figura un lector que parece estar sentado y recargado en los estantes.

Estas imágenes recuerdan sobremanera lo que ya se describió en el

grabado que se encuentra colgado en la Universidad de Leyden, y que

magistralmente refiere Robert Darnton, al afirmar que los estudiantes están

leyendo de pie. Esto que señalamos nos hace inferir que la biblioteca, al ser

abierta en el año de 1773, solamente servía como sala de lectura mientras que la

práctica de la escritura era realizada por los alumnos dentro de sus habitaciones.

Page 190: Biblioteca Palafoxiana

186

¿Cuándo realmente se colocaron las mesas que supuestamente donó el bispo

Pedro Nogales Dávila? No lo sabemos con certeza.

Otra observación interesante es que las personas en el grabado aparecen

de pie, y solo un lector se encuentra sentado junto a los anaqueles, leen los libros

que se pueden sostener; es decir, libros de formato en cuarto, y solamente una

imagen es sobresaliente, porque en él se observan dos personas paradas: la del

lado izquierdo tiene un libro abierto, que por su tamaño, se puede determinar que

era un libro en formato de folio, difícil de manipular. Estamos entonces ante el

surgimiento de los nuevos formatos de libros que se utilizaron a principios del siglo

XVIII y que modificaron los gustos en la lectura.

También se puede percibir en estos grabados que la mayoría de las

personas que hacen uso de la biblioteca, por obvias razones, son los estudiantes

de los diversos colegios. Los que son visitantes se distinguen por la elegancia de

su vestimenta, que los remite a una clase social elevada. Por tal motivo,

nuevamente señalamos que ésta fue una biblioteca “pública”, a disposición de la

comunidad, pero esta comunidad se restringía a un selecto grupo de personas

privilegiadas.

Además, en las imágenes no se aprecian los cartelones que señalan las

materias y la clasificación de los libros, como se pueden ver en la actualidad, de lo

que deducimos que la forma de organizar los libros sólo era conocida por los

bibliotecarios. El sistema de ordenación se transcribía en los catálogos, no fue

sino en fechas posteriores cuando eta información se ponía a disposición de los

usuarios.

Page 191: Biblioteca Palafoxiana

187

A través de los ángulos que delinea el pintor sobre la Biblioteca se pueden

admirar en los grabados la forma total del edificio. Junto a estas representaciones

se cuenta con la descripción anónima hecha poco tiempo después de su

inauguración; ésta recreación, junto con las imágenes nos dan una idea

aproximada de las características de la Biblioteca. La descripción referida ha sido

recuperada por Ernesto de la Torre Villar; a continuación se reproduce parte del

texto:

[…] Tiene esta magnífica pieza 51 varas de longitud; y de altura desde el piso o

superficie hasta el casco de la bóveda catorce y tres cuartos de que resulta que

su figura es cuádrupla. El cañón de ésta se impone de cinco bóvedas

nombradas lunetas, a las que dividen seis arcos de punto redondo, cuatro en el

medio a tres rostros y los otros dos de los extremos que se colocan en el

grueso de los formeros […] La puerta principal que une al extremo del oriente

está colocada en la caja de la escalera del patio del Colegio de San Juan. En el

lado que mira al sur tiene dicha librería cinco puertas ventanas de tres varas y

media de alto y dos y media de ancho perpendiculares con las ventanas altas

del mismo viento […] Sigue ahora la exquisita fábrica de los estantes. Hay dos

órdenes de ellos que dan vuelta a toda la librería; uno fijo en el pavimento de

ella que sale de la pared que estriba firmemente sobre pies cubiertos con el

estante de abajo […] El mismo estante de abajo remata en su hueco inferior

toda la circunferencia en una tabla o escaño también de cedro [...] son estos de

mucho uso, ya para sentarse, ya para poner los libros […] Esta es toda la

fábrica de la suntuosa magnífica Biblioteca del Real Seminario Palafoxiano,

mejorada al presente para beneficio del público, que siempre ha servido a éste

con los volúmenes que ha tenido, y que puede encerrar ahora en su buque más

de veinte mil cuerpos de libros…201

201

Tomado de Ernesto de la Torre Villar. El Colegio de San Juan, op. cit., pp. 70-79.

Page 192: Biblioteca Palafoxiana

188

Esta es una de las descripciones más completas que se hicieron en la

época de mayor esplendor de la Biblioteca. Pero de esta descripción tan aguda

no hay nada que nos señale sobre los carteles de materias, y sobre todo, del uso

de las mesas para leer y escribir. Pareciera un poco repetitivo esto que

señalamos; no obstante, debemos tener presente que la lectura se ejecuta a

través de gestos que el cuerpo humano predispone para efectuar la operación,

pero también los objetos que acompañan al individuo para realizar la actividad son

sumamente importantes; no es lo mismo leer sentado en un banco, apoyando el

libro con las dos manos, que leer con el libro encima del escritorio. Estas

apreciaciones han pasado inadvertidamente en gran parte de los estudios

especializados en el tema del libro en general, pues para algunos investigadores,

las formas de la lectura han permanecido inalteradas. Al contrario de estas dos

posturas, Armando Petrucci ha destacado cómo los lectores de la época

contemporánea han modificado las formas que adopta el cuerpo para leer:

[…] se puede leer estando tumbado en el suelo, apoyados en una pared,

sentados debajo de las mesas de estudio, poniendo los pies encima de la mesa

(éste es el estereotipo más antiguo y reconocido), etc. En segundo lugar, los

“nuevos lectores” realizan casi en su totalidad o los utilizan de manera poco

común o imprevista los soportes habituales de la operación de la lectura: la

mesa, el asiento y el escritorio. Pues ellos (los nuevos lectores) raramente se

apoyan en el mueble abierto, sino mas bien tienden a usar estos soportes como

apoyo para el cuerpo, las piernas y los brazos, con un infinito repertorio de

interpretaciones diferentes de las situaciones físicas de la lectura. Así pues, el

nuevo modus legendi comprende asimismo una relación física con el libro

intensa y directa, mucho más que en los modos tradicionales. El libro está

enormemente manipulado, lo doblan, lo retuercen, lo transportan de un lado a

Page 193: Biblioteca Palafoxiana

189

otro, lo hacen suyo por medio de un uso frecuente, prolongado y violento, típico

de una relación con el libro que no es de lectura y aprendizaje, sino de

consumo.202

La historia de los usos de la escritura son sumamente importantes, pues

con ella podemos distinguir lo que Armando Petrucci ha denominado modus

legendi, esto es, cada sociedad a partir de su gestualidad le concede una

importancia al texto impreso. Por ejemplo, sería imposible que un lector de la

época de mayor esplendor de la Biblioteca Palafoxiana realizara la actividad de la

lectura de manera similar a las formas contemporáneas de la lectura, pues era una

sociedad que controlaba las formas del cuerpo y de los espacios a partir de sus

propias normas para el uso del libro y del texto en general. Sabemos que las

maneras de leer cambian, porque cambia la sociedad, pero se presta poca

atención a los objetos que hacen posible la forma en que leemos.

Regresando nuevamente a la descripción de la Biblioteca, tenemos el relato

que hace de ella el ilustre historiador poblano, Manuel Fernández de Echeverría y

Veytia, quien fue uno de los testigos presenciales después de su inauguración, y

que después apuntó en sus manuscritos de la Historia de la Fundación de la

Puebla de los Ángeles en la Nueva España sobre su composición. Sobre la

Biblioteca, Veytia destaca lo siguiente:

Mantúvose la librería en la misma pieza en la que colocó el ilustrísimo señor

Palafox, hasta el gobierno del ilustrísimo señor don Francisco Fabián y Fuero,

que la hizo de nuevo levantando una magnífica pieza de bóveda mucho más

espaciosa y con muy buenas luces, adornándola toda de estantes altos y bajos,

202

Armando Petrucci. Alfabetismo, escritura, sociedad…, op. cit., pp. 620-621.

Page 194: Biblioteca Palafoxiana

190

de maderas finas, claustreando la andana alta de una barandilla de las mismas

maderas, muy bien trabajada y dispuesta, los estantes, alacenas y gradas en

muy buen orden, y con el motivo de la expatriación de los jesuitas, pidió al señor

Virrey que se trasladasen a esta biblioteca la de los tres colegios de estos

religiosos, que eran copiosas, para que pudieran mantenerse y no se perdiesen

los libros por falta de uso en los referidos colegios, interin que les daba

aplicación y habiendo obtenido decreto de su excelencia de 8 de diciembre del

año de 1772, trasladó a esta biblioteca todos los libros de los tres colegios y

habiéndole hecho también donación de la suya, que no era escasa y contenía

muchos libros modernos y apreciables, quedó tan abastecida y completa, que no

tiene igual en el reino y aun en España serán pocas (fuera de las reales) las que

puedan competirla, en el conjunto de sus circunstancias. Las bellas mesas de

Tecali que tiene para el cómodo registro de los libros, las dio el ilustrísimo señor

don Pedro Nogales Dávila…203

Cuando Echeverría y Veytia destaca la belleza de la Biblioteca y la compara

con otras grandes bibliotecas, se debe a que este hombre era uno de los más

poderosos de su época, pues su padre fue oidor decano de la Real Audiencia.

Además de tener una buena posición social, los recursos económicos nunca le

faltaron. Esto permitió que Veytia conociera muchos territorios de la Península

Ibérica, así como diversos lugares de Europa, entre los que se pueden listar los

viajes realizados a Portugal, Nápoles, Roma, Inglaterra y Francia.204 Por lo tanto,

no es casual que hable con toda seguridad acerca de la grandeza de la Biblioteca,

pues seguramente su posición privilegiada le permitió consultar algunas obras en

las bibliotecas de los sitios que visitó.

203

Mariano Fernández de Echeverría y Veytia. Historia de la fundación de la ciudad de la Puebla de los Ángeles en la Nueva España, su descripción y presente estado. Edición, prólogo y notas de Efraín Castro Morales, Puebla. Ediciones Altiplano, 1963, 2 tomos, p. 500-501. 204

Amado Manuel Cortés. Análisis historiográfico de la obra: Idea de una Nueva Historia General de la América Septentrional de Lorenzo Boturini Benaducci. Tesis de Maestría. Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, 2003, pp. 25-26.

Page 195: Biblioteca Palafoxiana

191

Con la información que dejó Echeverría y Veytia, así como la que nos

proporciona la descrita por los grabados hechos después de inaugurada la

Biblioteca, sin olvidar la descripción anónima sobre ésta, podemos interpretar que

la fundación de la biblioteca fue un acontecimiento importante de su época, y ni

hablar del significado que representó para los estudiosos de la ciudad y del mismo

virreinato. Ahora, pasemos a las disposiciones dadas por su impulsor más

importante: Francisco Fabián y Fuero.

La primera disposición tiene relación con la persona más importante de una

biblioteca: el bibliotecario. En este caso, a diferencia de Palafox y Mendoza que

dejaba encargada la antigua librería a una sola persona, Fabián y Fuero designó a

dos personas que se hubiesen formado en los colegios, para que ambas la

cuidaran y estuvieran al pendiente de ella:

Y siendo constante que una de las cosas más encomendadas por nuestro

Dignisimo Antecesor el Ilmo. Excmo. Ven. Siervo de Dios el Señor D. Juan de

Palafox y Mendoza es el que dicha Biblioteca, de que hizo donación á estos sus

colegios, esté con el mayor esmero y cuidado por lo que dejó mandado que

siempre hubiera á lo menos un Bibliotecario: Hemos determinado elegir dos con

el titulo de Catedraticos de Historia literaria.205

Esta decisión de nombrar a dos personas, poniéndoles el título de

Catedráticos de Historia Literaria no es un arrebato de Fabián y Fuero, sino que

responde al Real Decreto del 19 de enero de 1770, en la que se obliga a erigir

estos títulos para la vigilancia y cuidado de las Bibliotecas en diversos lugares del

reino. Además, la función del bibliotecario era dar cuenta del contenido de los

205

Fabián y Fuero. Colección de Providencias…, op. cit., p. 643.

Page 196: Biblioteca Palafoxiana

192

libros, revisar las ediciones y detectar textos apócrifos. Después de recibir el Real

Decreto, Fabián y Fuero eligió de entre los colegiales a los futuros bibliotecarios:

Y pues estamos bien informados de la mucha aplicación é inteligencia que en el

manejo de libros, y noticia critica de Autores de todas facultades tienen nuestros

dos familiares los Bres. Don Francisco Vallejo, y Don Eugenio Garcia,

Colegiales de estos nuestros Colegios, profesores de Sagrada Teologia, y

Academicos de Bellas Letras, lo que han manifestado varias veces ya en los

Exámenes que nos les hemos hecho y ya también en el egercicio de cada

semana de dicha nuestra Academia.206

Tras señalar las condiciones académicas y los nombres de los elegidos,

Fabián y Fuero giró instrucciones sobre la forma en que debería conducirse todos

los aspectos de la librería, destacando principalmente el resguardo y el cuidado de

los libros, para esto dejó encargado lo siguiente:

Por la mañana desde las ocho á las doce en todos los dias de Estudio deben

estár unos de los dos en la Biblioteca, excepto aquella hora en que debe asistir

a alguna de las Catedras de Facultad mayor que entonces se tienen, por la

tarde ha de estar el Otro desde las tres á las seis en esta misma forma.

Procuraran que cada año se limpien los Libros, dos veces […] Inmediatamente

darán principio á formar Indice nuevo de todos los libros, en la forma y método

que se les prescribirá. Estos catedraticos estarán obligados á buscar y facilitar

en dicha Librería el libro ó Libros que desee ver cualquiera persona de respeto

que vaya de fuera; Pero el Colegial ó Estudiante que quiere vér ó leer alguno,

lo hará por si mismo y mandamos que lo vuelva a colocar en el mismo sitio ó

lugar de donde lo sacó, sin esconderlo en otro estante, sobre lo que cuidarán y

zelarán mucho dichos dos Bibliotecarios, y quando experimente alguna falta ó

206

Fabián y Fuero…, op. cit., p. 645.

Page 197: Biblioteca Palafoxiana

193

repugnancia en ejecutar esto, avisarán á nuestro Rector, quien castigará

severamente al Delinquente.207

Estas ordenanzas expedidas por Fabián y Fuero para la elección de los

bibliotecarios, así como las funciones que tenían la obligación de realizar, fueron

publicadas en el año 1770, para que ipso facto se pusieran en práctica en la

antigua Librería. A partir de la apertura de la nueva Biblioteca, Fabián y Fuero

formuló nuevas instrucciones en el año 1773, y así también retomó y amplió las

disposiciones anteriores. Por ejemplo, las relativas a los bibliotecarios y aquellas

personas que estarían encargadas de la limpieza de los libros:

I. Destinamos para su asistencia en las horas y forma que se expresarán,

dos bibliotecarios…

II. Se les han de señalar así mismo dos mozos para el indispensable

cuidado de barrer la librería, y sacudir el polvo a los estantes y libros;

pero no han de ser estos mozos de los llamados sanchos del colegio, ni

de los demás sirvientes, que hay en él los primeros porque como son

muchachos por lo común, y no están hechos a barrer, sacudir, ni a otras

cosas en que es preciso ejercitar los mozos[…] y los segundo, porque

teniendo otro destino en el seminario no cumplirán bien con el que al

mismo tiempo se les encargue en cuanto a la librería…208

El obispo, prácticamente no introduce cambios sustanciales entre las

primeras disposiciones y las últimas, salvo que en las primeras se señala que los

bibliotecarios deberían ser catedráticos de Historia Literaria, regla que debió seguir

siendo aplicándose hasta los últimos días del cargo de Fabián y Fuero, y mucho

207

Ibid., pp. 643-644. 208

Ibid., p. 85.

Page 198: Biblioteca Palafoxiana

194

más allá de los obispos que lo precedieron. Pero salvo algunas pequeñas

diferencias, el resto de las ordenanzas fueron más o menos parecidas a las que ya

referimos. Las nuevas disposiciones, a nuestro juicio, se dan a partir de la

ordenanza décima en adelante, que tiene relación con la forma de conformar la

organización interna de la Biblioteca; así por ejemplo, en la décima ordenanza se

destacan los rasgos que permiten a los bibliotecarios identificar cualquier libro.

A todos los libros de esta librería, además de la marca que deben tener del

Colegio, se ha de poner en los folios 10, 20, y 40, a cada uno una inscripción

que diga: Colegio de San Juan, y así mismo, se les ha de poner tarjeta impresa

del número que le corresponde en la librería, y de modo que un mismo número

no corresponda a dos, y así se facilitará el saber el lugar al que pertenece cada

uno, y con igual facilidad se echará de ver si alguno no está en el suyo, fuera de

que guardándose este modo y orden, comprenderán con mayor prontitud los

bibliotecarios el todo de la librería.209

Si en las primeras ordenanzas Fabián y Fuero puso énfasis en el cuidado

de los libros y de la estantería y exhortaba a los bibliotecarios a ocupar mozos

para que se encargaran de la limpieza del lugar, para evitar así los daños que

provocaban el polvo y la polilla, también se preocupó por establecer los horarios

en que debería abrir la librería, se estipuló un horario de 9 a 12 del día y de 3 a 5 ó

de 3 a 6 de la tarde si hubiese buen alumbrado. Propiamente, como ya se

observó, a partir de la ordenanza diez, las demás tratan acerca de los

bibliotecarios y la organización de los libros, como se ve en la ordenanza once.

209

Loc. cit., p. 85.

Page 199: Biblioteca Palafoxiana

195

XI. Para que todos los libros, estén siempre en sus correspondientes lugares, lo

que han de celar también mucho los bibliotecarios, tendrán éstos la llave en su

poder sin dejarles por ningun acontecimiento en las puertas de los estantes ni

entregarlas a persona alguna; los indices estarán prontos en sus respectivas

mesas, y luego que se pida algún libro será de su acercarse al estante en que

estuviese puesto el hacer que lo alcance uno de los mozos, y el ponerlo el

propio bibliotecario para que disponga se coloque en su debido sitio.210

Antes de continuar con las ordenanzas, resulta conveniente destacar que

en las dos perspectivas que exponen los grabados alusivos a la Biblioteca, se

muestra en el segundo piso de la estantería a una persona que está recargada

sobre la barandilla, lo que nos lleva a señalar que probablemente se tratase de

uno de los bibliotecarios esperando el término de la lectura de los usuarios para

dejar los libros en los estantes.

Retomando la narración sobre las disposiciones en torno a la Biblioteca,

transcribimos a continuación los aspectos que hacen referencia a los colegiales,

las restricciones a la entrada y uso de la biblioteca y las obligaciones que debían

tener los usuarios al momento de ingresar a la misma. Para evitar que alguien no

guardara compostura, se obligaba a los bibliotecarios a seguir las siguientes

normas:

XII. De los colegiales de nuestro seminario solamente podrán estudiar en la

libreria los que fueren maestros o pasantes, pero por ningún titulo los jóvenes

cursantes, y mucho menos los niños de gramática, porque además de que los

primeros tienen los libros que pueden necesitar en la otra libreria, y los

segundos no pueden dedicarse a otra cosa que a sus cuadernos, artes, y

210

Ibid., p. 86.

Page 200: Biblioteca Palafoxiana

196

demás libros que les señalare su maestro, ha enseñado la experiencia, que de

lo contrario, se sigue el perder, y hacer que otros no logren el tiempo, y

maltratar los libros, sus estampas y sus mesas.211

XIII. No se permita que alguno entre a nuestra biblioteca como no sea en hábito

decente […] sean eclesiásticos, o seglares, estarán también en ella sin

embargo, y los expresados maestros y pasantes, que del colegio pueden asistir

a esta librería, han de ir con bonete y mando abrochado o de ceremonia…212

Con lo que se ha descrito, se puede señalar que la nueva Biblioteca no fue

utilizada por todos los estudiantes de los colegios, sino que fue segmentada para

un grupo reducido. De lo anterior se colige, que si la biblioteca estaba restringida

para un gran grupo de la población interna, lógico sería pensar que hacia el

exterior lo estuvo aún más, pues la mayor parte de los poblanos de la época no

eran letrados. Por otra parte, si se contaba con una librería menor para los

alumnos de media escolaridad, cabe preguntarnos si ésta se trataba de la que fue

edificada por órdenes de Palafox y Mendoza. De ser así ¿cuántos libros había en

sus estantes? Y por último ¿Cuando desaparecieron los colegios, sus libros

pasaron a la Biblioteca Palafoxiana?

Todas estas son nuevas interrogantes difíciles de responder, pero que nos

disponen a dilucidarlas, ya que para muchos investigadores lo descrito en las

ordenanzas de Fabián y Fuero no han sido sopesadas en su justo valor.

Siguiendo con éstas, las siguientes se destacan por el comportamiento que debían

seguir los colegiales y quienes entraran a la Biblioteca, pues no se trataba sólo de

211

Loc. cit. 212

Loc. cit.

Page 201: Biblioteca Palafoxiana

197

cuidar los libros, sino de respetar el espacio, principalmente el lugar sagrado, que

era el altar.

XIV. No se formarán en la librería currillos o disputas ni se hablará en voz

alta, porque ser esto ocasionado a riña, embaraza el estudio al que está

destinada la biblioteca; tampoco se fumará o chupará ni se pondrá lumbre en

las mesas, ni en otra parte de ella, porque además de ser esto muy indecente

en una pieza encima de cuyo altar se venera y deben venerar a la Virgen

Santísima y el angélico Doctor, y trae los inconvenientes, que ya se han visto de

que registren los libros con cabos de cigarros…

XV. Ninguno podrá estar con el bonete puesto en la librería si fuere colegial, ni

con el sombrero otra alguna persona de cualquier estado que sea por la

reverencia debida a las sagradas imágenes colocadas en ella, y así mismo por

el respeto, y buena correspondencia, que debe guardarse entre inferiores, y

personas de dignidad, y aún entre los individuos de una misma esfera.213

El buen comportamiento por parte de los colegiales y los usuarios en el

recinto, así como el cuidado de los libros, fueron las preocupaciones constantes

tanto de Palafox y Mendoza como de Fabián y Fuero, de ahí que se mencionaran

siempre en las distintas ordenanzas sobre el funcionamiento de las librerías. Para

preservar el debido comportamiento de los usuarios, y también para el evitar el

robo de libros, Fabián y Fuero estableció criterios muy puntuales para impedir

tales:

XVI […] por lo que al dar en nuestra Santa Iglesia la hora de las doce de la

mañana, y por la tarde las de las cinco a las seis, según el tiempo que fuere, sin

que el bibliotecario tenga que trabar palabra, tocará el mozo o sirviente de la

biblioteca una campanilla en su puerta principal, y que al punto pondrán todos

213

Ibid., pp. 86-87.

Page 202: Biblioteca Palafoxiana

198

en las mesas los libros en que estaban leyendo o los devolverán al propio

bibliotecario, y se saldrán sin dilación silenciosamente, pero disponiendo

siempre del bibliotecario de semana, antes de cerrar la biblioteca, que queden

colocados en su respectivo estante, y lugar todos los libros.214

Esta ordenanza nos recuerda en mucho las formas de organización en los

monasterios bizantinos, pues en la Regla de San Teodoro Estudista, a través de

un toque de campana se avisaba el cese de actividades. La Regla en su conjunto

señalaba lo siguiente:

Se debe saber que en los días en los que no hagamos esfuerzo físico, el

bibliotecario toca la campana una vez, los hermanos se reúnen en el lugar en el

que se conservan los libros y cada uno toma uno, leyéndolo hasta la tarde.

Antes de que suene el toque para el oficio de la tarde, el bibliotecario toca la

campana de nuevo y todos vienen a restituir sus libros según la lista. Si alguno

se retrasa con algún libro está penalizado.215

Volviendo a las ordenanzas de Fabián y Fuero, la siguiente tiene que ver

con el intento de evitar el saqueo de la biblioteca; para esto señaló una durísima

resolución: “XVII. Siempre estará en público, y de modo que todos la puedan leer

la Bula en que con pena grave de excomunión mayor está prohibido al sacar libro

alguno, o papel de esta librería”.216

El miedo era una estrategia disuasiva para evitar la desaparición y el robo

de los libros, de ahí que la advertencia fuera visible para inhibir cualquier intento

de sustraer cualquier objeto, ya sea por parte de algún colegial o visitante, de ahí

214

Ibid., p. 87. 215

Alfonso Muñoz Cosme. Los espacios del saber…, op. cit., p. 53. 216

Ibid., p. 88.

Page 203: Biblioteca Palafoxiana

199

que la advertencia sobre las consecuencias de estos reprobables actos fueran

visibles. Pero por si acaso, hubiera libros faltantes en las estanterías, la obligación

de los bibliotecarios era hacer una exhaustiva revisión de la biblioteca, informando

de algún suceso adverso a las altas autoridades. Esta obligación fue explicitada

por Fabián y Fuero en la siguiente ordenanza:

XIX. Inmediatamente que se advierta la falta de algún libro, u otro documento

serán muy diligentes los bibliotecarios en buscarlos; porque si en esto hay

alguna omisión después se dificulta más, y acaso se imposibilita el hallarlo y

para que no pase mucho tiempo sin que el Rector y los bibliotecarios sepan si

falta o no algún libro, papel u otra cosa en la librería, será de cargo de los tres

hacer una vez al mes en el día que acordaran, pero sin perjuicio de las horas de

la biblioteca, un prolijo reconocimiento de los libros de toda ella, lo que con

facilidad podrán verificar por el libro índice que se debe hacer uno nuevo […]

tendrán así mismo cuidado de que se agreguen a éste, los libros que fueran

aumentando, de que igualmente se tomará puntual razón en el inventario de

que ellos es preciso tengan siempre esta biblioteca…217

Además de cuidar que no desapareciera algún libro, documento u objeto de

la biblioteca, y de tener al día el Índice o inventario de libros, los bibliotecarios

debían estar informados de los libros que se habían publicado en la Península y

que estaban llegando a la Nueva España, así como los que producían las

imprentas novohispanas.

XVIII. Será de mucha importancia y ordenamos tenga también este cuidado los

bibliotecarios, el recoger en la librería los papeles, sermones, y otras piezas,

que suelen imprimirse en el Reyno; pues se ve que en pasando algún tiempo

217

Loc. cit.

Page 204: Biblioteca Palafoxiana

200

nada se halla, y todas estas cosas hacen el caso en un país en el que aún no

se conoce la historia completa de él, a que alguna de estas obras puedan

conducir no poco; se pondrán por lo mismo en sus alacenas, o cajones, y

cuidarán los bibliotecarios igualmente de que se encuadernen luego que formen

un competente cuerpo, y de conservar en la propia librería cualesquiera otros

documentos que se puedan encontrar de la América, bien sean impresos o

manuscritos, o en caracteres de los indios.218

Con esta disposición, la biblioteca se convirtió fácticamente en el lugar

donde se atesoraba el conocimiento y, por lo tanto, todo el saber que se producía

debía ser resguardado en ella. Pero la biblioteca no sólo conservaba libros útiles,

sino también salvaguardaba un inestimable archivo de escrituras producidas

protocolizadas en la Nueva España. Así, no es exagerado afirmar que la librería

“poseía la memoria escrita” de ese momento.

La última ordenanza detalla el proceso de entrega y recepción de libros y

mobiliario que debían cumplir los bibliotecarios. Esta ordenanza también muestra

la obligación de tener en conocimiento estas disposiciones por parte del rector, los

bibliotecarios y los visitantes, ya que de esto dependía el buen funcionamiento del

lugar.

XX. Los bibliotecarios recibirán la librería por inventario como que queda toda a

su cargo, y, siempre que se remueva o mude alguno, la entregará del mismo

modo también por inventario que comprenda, no sólo los libros sino todo lo que

corresponde a su adorno, como son estantes, mesas y tinteros […] Los cuales

otras ordenanzas y cada una de por sí, mandamos se guarden, precisa y

puntualmente por el Rector en tiempo fuere de nuestro Seminario, y por los

bibliotecarios cada uno en la parte que le toca, y que hagan que las guarden, y

218

Loc. cit.

Page 205: Biblioteca Palafoxiana

201

cumplan las demás personas de cualquiera estado, condición y calidad que

fueren a la mencionada nuestra biblioteca…219

Para concluir con la descripción de la biblioteca, es necesario hacer la

siguiente acotación: en los documentos disponibles jamás se menciona el número

total de libros con los que contaba la biblioteca en ese momento. Solo sabemos,

por referencia del propio Fabián y Fuero, que en 1770, el acervo estaba

constituido por una gran cantidad de volúmenes, a los que se agregaron aquellos

que fueron expropiados a las librerías de la Compañía de Jesús. De esta forma, a

partir de la inauguración del nuevo edificio no se menciona ninguna cifra que nos

permita saber con certeza cuántos libros ingresaron a la biblioteca. Hecha esta

aclaración, en el siguiente apartado referiremos el arquitectónico en el cual se

basaron quienes diseñaron a la “Palafoxiana”.

4.3. La Biblioteca de la Universidad de Salamanca como prototipo de la

Biblioteca Palafoxiana

En el 2007 se editó el estudio titulado La Biblioteca Palafoxiana. De lo sagrado a lo

profano, cuyos autores, Elvia Carreño y Jorge Garibay dedican un capítulo a

analizar las diversas influencias arquitectónicas de las que tomó ejemplo la

edificación de la Biblioteca Palafoxiana. A continuación, transcribimos un

fragmento de este trabajo con el fin de establecer algunos contrastes entre lo

219

Ibid., p. 89.

Page 206: Biblioteca Palafoxiana

202

afirmado por estos investigadores y las conclusiones derivadas de nuestra propia

indagación:

La Biblioteca Palafoxiana fue fundada en un momento de apogeo gracias a la

edificación de las bibliotecas Vaticana y del Escorial. Con ellas se implantó un

sistema de construcción que contemplaba el espacio, la imagen y los libros;

pero para las bibliotecas escolares el paradigma en los reinos de España fue la

Biblioteca de la Universidad de Salamanca, que a diferencia de aquéllas ponía

más atención en el espacio y los libros; la imagen consecuentemente, pasaba a

un lugar secundario. Por este motivo, y a diferencia de las otras, aquí no

existirán grandes pinturas murales realizadas por pintores de caballete […] La

Biblioteca Palafoxiana se ajustó a las denominadas bibliotecas de salón, ya que

se trataba de un acervo dedicado a la formación y estudio. De allí que en un

principio estuviera dividida en dos plenos y después en tres…220

Respecto de lo aseverado en la cita anterior, coincidimos en que la

biblioteca hoy conocida como Palafoxiana se ajustó al sistema de construcción de

las llamadas bibliotecas de salón, que tuvieron por modelo la de El Escorial;

también es irrefutable que la biblioteca objeto de nuestro estudio recibió

influencias de la Biblioteca de la Universidad de Salamanca en su estilo

arquitectónico. Pero en lo que sí discrepamos es acerca de la función que

desempeñaban las bibliotecas referidas. En primer lugar, porque la Biblioteca de

El Escorial tenía una función más laica y mundana, pues la idea que sustentó su

fundación era extender simbólicamente el poderío del monarca. Además, esta

biblioteca se construyó cuando todavía no había una clara separación entre el

220

Elvia Carreño y Jorge Garibay. “Las palabras de Dios y los textos del hombre”, Biblioteca Palafoxiana. De lo sagrado a lo profano. Puebla. Secretaría de Cultura del Estado de Puebla, 2007, p. 21

Page 207: Biblioteca Palafoxiana

203

concepto de museo y el de biblioteca, por lo que en la concepción del espacio no

se preveía únicamente resguardar las colecciones de libros, sino poner a la vista

instrumentos relacionados con el mundo del saber, tales como astrolabios, mapas

e instrumentos de navegación; del mundo de la cultura y las artes, como retratos y

dibujos; y piezas ejemplares de incipientes ciencias, por lo que también se

exponían piezas de minerales.

Sin embargo, en lo que discrepo es en lo referente a la fundación de las

bibliotecas de las que hacen referencia. Primero, la biblioteca de El Escorial se

construyó con una función más laica y mundana, para satisfacer el poderío del

monarca, es decir, la composición de esta biblioteca como ya se ha señalado, se

edificó cuando todavía no existía una separación entre museo y biblioteca, así el

espacio se llena no sólo con las colecciones de libros, sino también con

instrumentos que eran apreciados por las personas de la época, como eran los

minerales, instrumentos de navegación, o los conjuntos de retratos y dibujos. La

Biblioteca de El Escorial simplemente retoma las formas que se estaban

proyectando en otras librerías regias, pues como ya comentamos en el siglo XVI

sólo los reyes y los príncipes podían construir grandes y hermosas bibliotecas.

Otro aspecto que queremos abordar es el siguiente: si bien es cierto que la

Biblioteca de la Universidad de Salamanca concedía poca importancia a los

instrumentos decorativos y en cambio centraba su atención en los libros, tal como

sucedía en la Biblioteca de El Escorial, no debe escapar a esta observación el

hecho de que las primeras bibliotecas con estilo de salón no hacían una

separación conceptual ni arquitectónica entre biblioteca y museo, y que prevalecía

en ellas la demostración de poder que ostentaba el monarca.

Page 208: Biblioteca Palafoxiana

204

Por otro lado, las bibliotecas que emulaban el prototipo de salón

privilegiaban la librería debido al auge que el libro impreso estaba alcanzando por

aquella época y, por lo mismo, preveían la construcción de dos cuerpos de

estantería, como puede apreciarse en un grabado alusivo a la Bodleian Library de

la Universidad de Oxford. La utilización de dos cuerpos de estantería inició en el

siglo XVII y se continuó empleando durante el siglo XVIII.

Como señalamos antes, de la biblioteca que se fundó por órdenes de

Palafox no se tiene una referencia que nos pudiera indicar sobre sus

características. La biblioteca que conocemos actualmente como Palafoxiana es

una edificación que se construyó casi cien años después de haberse proyectado

originalmente. Pero si la Palafoxiana tomó su forma en una centuria posterior, la

Biblioteca de la Universidad de Salamanca también adquiere su configuración

definitiva hasta mediados del siglo XVIII, pues a causa de problemas en su

estructura fue necesario cerrarla. Después de su restauración adquirió el aspecto

que hoy conserva. A continuación hacemos una breve semblanza acerca de esta

biblioteca.

Las primeras universidades aparecieron a inicios del siglo XIII, entre ellos

podemos mencionar las de París, Bolonia y Oxford. De igual forma, en la

Península Ibérica surgió la Universidad de Salamanca, con el aval del rey Alfonso

IX de León. Pero en 1254 cuando por iniciativa de Alfonso X El Sabio la

universidad obtuvo su primera Constitución. El voto favorable para su fundación y

funcionamiento fue acompañado posteriormente por la validez universal que le

otorgó el Papa Alejandro IV a través de la bula Dignum Arbitramur. Así, los títulos

que otorgaba eran reconocidos tanto por la Santa Sede como por el rey,

Page 209: Biblioteca Palafoxiana

205

concesión que pocas universidades lograban. De tal forma que pronto, la

Universidad de Salamanca empezó a labrar su prestigio, que no decaería sino

hasta pasados varios siglos.

En cuanto a lo que podría ser considerado como la biblioteca, que más bien

sería una pequeña colección de libros, también comenzó su proceso de

consolidación a partir del reinado de Alfonso X, quien a través de una Carta

Magna ordenó la creación del cargo de Estacionario o propietario de una Estación

de libros, cuya ocupación consistía entre otras, en mantener los textos

actualizados para su consulta. Al igual que las demás universidades europeas, la

de Salamanca resolvía la demanda de libros por medio del estacionario y la pecia,

que eran los cuadernos de las obras bien copiadas. Sobre estos procesos de

funcionamiento de los libros en las universidades, Hipólito Escolar señala lo

siguiente:

En las universidades, las necesidades de los libros de los estudiantes fueron

atendidas principalmente a través de los estacionarios y de la pecia. Los

primeros eran unos libreros que alquilaban cuadernos (peciae) de las obras

(exemplaria) corregidas y aprobadas por las autoridades académicas para que

fueran copiadas por profesionales o por los propios interesados alumnos o

profesores. El sistema resultaba barato, pues el lector podía copiar

personalmente los libros que precisaba, además el papel, que se impuso en el

siglo XIII para atender a la gran demanda de material de escritorio, le costaba

menos que las tradicionales pieles.221

221

Hipólito Escolar Sobrino. Historia de las bibliotecas…, op. cit., p. 202.

Page 210: Biblioteca Palafoxiana

206

Propiamente, al igual que otras universidades, la de Salamanca no contaba

con una biblioteca general donde se reunían todos los libros de las facultades,

sino que cada facultad o colegio tenía sus propios libros según sus necesidades,

de modo que no podríamos señalar taxativamente la existencia de una biblioteca

para el caso salmantino.

Prácticamente, es a partir del siglo XV cuando se emprende el verdadero

desarrollo de la biblioteca, gracias a las nuevas Constituciones otorgadas por

Benedicto XIII en 1411. En el Título III, el papa destinaba dinero para la compra

de libros y “ordenaba que se construyera una vivienda para el Estacionario que

permitiera instalar los volúmenes en un único lugar”.222 Las siguientes

Constituciones de 1422 permiten la compra sucesiva de libros por parte del

estacionario. Pero es a partir de 1471 que se plantean importantes innovaciones

tales como la instalación de volúmenes en un lugar exclusivo, pues se sugería que

se tenga una sala exclusiva para la biblioteca, ya que el número de libros se había

incrementado.

En 1471 se recoge ya, en los libros de Claustros, la primera referencia al

número de obras existentes en la Biblioteca 201, aunque no se conservara

inventario de ellas. Posiblemente esta cantidad respondía en gran parte a la

donación de manuscritos de Juan de Segovia, quien en el acta de donación

conservada en el manuscrito 211 de la Biblioteca Universitaria, con fecha de

1466, exigía que se sujetaran sus libros con cadenas y que fueran trasladados

a una sala exclusiva para biblioteca, abandonando la vivienda del Estacionario.

Además, entre los citados 201 libros, debieron incluirse también las obras

222

Margarita Becedas. “Las colecciones históricas de la Biblioteca Universitaria de Salamanca”. Rodríguez Álvarez, Ramón, El Libro antiguo en las bibliotecas españolas, Oviedo, Universidad de Oviedo, 1999. En líneabajo el título: “Breve historia de la biblioteca”, http://www.usal.es/~bgh/800/archivos/historia.pdf. [Consultado el 15 de junio de 2008], p. 2.

Page 211: Biblioteca Palafoxiana

207

compradas con la asignación que dictaban las Constituciones y cuya

adquisición reseñaron las Actas de Claustro de 1467 a 1471…223

A partir de la donación de los libros hecha por Juan Segovia y los que ya

conformaban el acervo, se construyó la sala de la biblioteca, que en sus bóvedas

tenía pintadas las constelaciones del Zodiaco. Esta sala refiere Alfonso Muñoz

Cosme, se ubicaba en la parte alta de la Capilla de San Jerónimo.224 Todavía en

este lugar se recibieron los mil 199 donados por Alonso Ortiz. Pero la biblioteca

una vez más fue trasladada de lugar a consecuencia de la instalación de un

retablo de Juan de Flandes, que ocuparía el espacio de la capilla. Con este

acontecimiento, la biblioteca debió inhabilitarse durante seis años, hasta que se le

volvió a asignar un sitio adecuado. Entre los años de 1509 a 1512 se empezó a

construir la sala, esta ocasión en la parte alta del claustro. En 1531 aparecieron

nuevos estatutos para hacer más eficientes sus actividades; en ese año se decidió

que los libros que estuvieran duplicados fueran vendidos para adquirir títulos

distintos y diversificar el material de estudio.

Se destacan también los Estatutos de 1538, principalmente el del Título LVI,

que estipulaba la creación de una Comisión que se encargaría de inspeccionar

periódicamente la biblioteca. En 1558 se dio la orden de expurgar todo libro de

contenido herético o que no fuera autorizado por las autoridades civiles y

eclesiásticas.

La biblioteca, con su nuevo local recién adquirido y sus estatutos renovados

tuvo una época dorada a lo largo del siglo XVI, en el que su colección aumentó a

223

Loc. cit. 224

Alfonso Muñoz Cosme. Los espacios del saber…, op. cit., p. 68.

Page 212: Biblioteca Palafoxiana

208

merced a las donaciones de libros, tanto manuscritos como impresos, y a las

constantes adquisiciones que se efectuaban. Entre los donadores más

distinguidos se hallaban se destacan el canónigo Alonso Ortiz, quien aportó

diversos manuscritos de Teología, Artes y Cánones; y de Hernán Muñoz de

Toledo, que hizo la donación de manuscritos e impresos de los clásicos latinos y

griegos, así como libros de historia. Un hecho curioso sobre los libros que se

entregaron a la biblioteca, fue que al Maestreescuela se le encargó la compra de

libros en Italia, pero los conservó para sí y tras su muerte, se le confiscaron.225

A pesar de que el siglo XVI y buena parte del XVII fueron provechosos para

la biblioteca, el promedio de obras a su resguardo no era muy elevado, pues en

1611 se contabilizaron entre manuscritos e impresos, cerca de 879 libros. Esta

merma de libros se debió probablemente a la venta de obras repetidas, el mal

desempeño de los encargados de la biblioteca, así como las desapariciones

constantes de libros. Ante este panorama aciago se dispusieron severas

normativas para evitar los robos y pérdidas de éstos:

Así, en 1614 se volvió a regular el préstamo de libros, pero en esta ocasión

obligando a dejar en prenda objetos personales o a presentar la garantía

personal de dos catedráticos. En la misma línea, hacia 1620 comenzaron a

preocupar seriamente las desapariciones de libros, hasta el punto de que se

abrió un proceso a uno de los bedeles, la cerradura de la sala fue cambiada, se

prohibió la multiplicidad de llaves y la Biblioteca llegó a estar cerrada durante un

tiempo. Por otro lado, en 1625 se aprobaron los nuevos Estatutos de la

Universidad que eran, en realidad, una recopilación de las normas anteriores y

que iban a mantener su vigencia hasta las reformas ilustradas del siglo XVIII y

el Plan de Estudios de 1771. El Título LV recogía la normativa sobre la

225

Becedas, Margarita…, op. cit., p. 3.

Page 213: Biblioteca Palafoxiana

209

Biblioteca, que ratificaba el horario de apertura en jornada de mañana y tarde,

confirmaba la continuidad de las “visitas” o inspecciones a la Biblioteca y creaba

dos secciones de libros: una para préstamo con textos para estudiantes y otra

de consulta restringida.226

Pero la reiterada desaparición de los libros no fue el único problema al que

se enfrentó la Biblioteca, sino que tuvo que arrastrar un problema mucho más

grave: el hundimiento de su bóveda gótica en el año de 1664. Este hecho

ocasionó que la biblioteca dejara de funcionar casi una centuria, por lo que el siglo

XVII será recordado como infausto en la historia de la Biblioteca:

Fue con estas obras cuando la Biblioteca adquirió el aspecto que presenta aún

hoy, de sala única abovedada y estanterías de pino natural, completándose con

el traslado en la misma época de los sillones de cordobán procedentes del

Colegio Mayor San Bartolomé y de las esferas o “libros redondos” adquiridos

por Diego de Torres Villarroel en París. Como testigos de la primitiva sala se

conservan tan sólo la portada gótica de piedra y la reja que la protege.227

Al igual que la de muchas universidades españolas, la Biblioteca de la

Universidad de Salamanca se benefició por la expulsión de la Compañía de Jesús

en 1767, pues fueron cerca de 12 mil volúmenes los que ingresaron a sus

estanterías. Asimismo, se formularon nuevas normas, en las que se establecía

que hubiera un bibliotecario mayor y dos estacionarios. En una Real Orden se les

obligaba a elaborar un inventario sumamente exhaustivo, así como a redactar un

reglamento para la biblioteca.

226

Loc. cit. 227

Ibid., p. 4.

Page 214: Biblioteca Palafoxiana

210

Estas son, a grandes rasgos, las circunstancias asociadas a la creación y

desarrollo de la Biblioteca de la Universidad de Salamanca, que nos lleva a

replantear lo siguiente:

Efectivamente, la Biblioteca Palafoxiana sí retomó en mucho las

características de la arquitectura de la Biblioteca de Salamanca, al igual que las

formas que presenta la estantería. Pero no debemos olvidar que son las formas

de una biblioteca del siglo XVIII y no antes, pues como ya se observó, la Biblioteca

Universitaria de Salamanca pasó por diversas contingencias hasta su

consolidación, y por lo tanto, no consideramos que ésta fuera la inspiración para

las instituciones educativas de la misma época. Cuestión que sí cumplía a partir

del siglo XVIII, porque además la Universidad siempre fue un prototipo para el

resto de Europa, y ni hablar de América, y la Biblioteca, con su restructuración

seguro que fue un modelo a imitar.

Podemos sintetizar esta parte diciendo que la Biblioteca Palafoxiana nace a

partir de la inspiración de otras bibliotecas como la de El Escorial y la Biblioteca de

la Universidad de Salamanca. Fue Francisco Fabián y Fuero la persona que dotó

a la biblioteca de un nuevo edificio, además de los dos pisos de estantería de

cedro empotrados en las paredes. En definitiva, esta es la biblioteca que

actualmente ha llegado hasta nosotros.

Es importante precisar que a instancias de Fabián y Fuero se establecieron

nuevas disposiciones que permitieron a la biblioteca su mejor funcionamiento.

Estas ordenanzas, como ya se vio anteriormente, fueron retomadas de las que él

mismo había dispuesto a partir de 1770, agregando otras que las

complementaran. Es justo señalar que gracias a su labor gestora se dispuso por

Page 215: Biblioteca Palafoxiana

211

parte de las altas autoridades de la Península, que los fondos expropiados a la

Compañía de Jesús pasaran a la biblioteca de los Colegios Tridentinos, lo cual

incrementó considerablemente los fondos originarios.

Es así que en 1773 quedó formalmente reinstalada la Biblioteca

Palafoxiana, siendo aún el rector de los colegios el renombrado José Pérez

Calama; y de acuerdo a la disposición del obispo Fabián y Fuero, el cargo de

bibliotecario mayor recayó en el catedrático de Bellas Artes don Manuel del

Castillo. Con estos cambios, la biblioteca del insigne Seminario Palafoxiano de la

Puebla de los Ángeles fue instituida.

Un asunto que es importante subrayar es que después de la partida de

Francisco Fabián y Fuero en 1773 a España, los obispos Victoriano López

Gonzalo y Salvador Biempica y Sotomayor, sus sucesores en el cargo no lograron

hacer grandes transformaciones a la biblioteca, y sólo al parecer, se incorporaron

algunos libros. Sería hasta el siguiente siglo en el que se vuelve a tener noticias

acerca de la Palafoxiana, ya con otras circunstancias.

4.4. La transformación de una biblioteca colonial a una biblioteca liberal

Para los primeros años del siglo XIX se carece casi por completo de noticias

acerca de la Biblioteca Palafoxiana. Lo que se puede rescatar de la magra

información con la que se cuenta, es que la Guerra de Independencia no la afectó.

Antes bien, la biblioteca sobrevivió a un avatar más y se adaptó a las nuevas

circunstancias históricas, al dejar de ser una biblioteca del orden colonial y

Page 216: Biblioteca Palafoxiana

212

convertirse en una biblioteca propia de la nación; es decir, pasó de ser una

extensión del vasallaje, a una biblioteca del sistema liberal.

La primera comunicación que se tiene sobre la Palafoxiana la proporciona

en 1836 el ilustre liberal Melchor Ocampo; es decir, data de una época en la que

ya se había fundado la nación mexicana. Este personaje describió detalladamente,

en una crónica de viaje a la ciudad de Puebla hecha en el año referido,

características muy específicas del recinto:

Está situada en el colegio Seminario en una pieza de 52 varas de largo y 13 de

ancho […] desde la puerta de entrada hasta el fondo opuesto corren dos

órdenes de estantes, cuyo número es de 106 divididos en 824 casillas o tablas.

Los estantes superiores tienen 2 ¾ varas de alto y 21/8 de ancho, carecen de

alambrado: los inferiores tienen 3 varas de alto y 21/8 de ancho, teniendo un

fuerte alambrado para impedir se tomen los libros sin permiso. A cada lado hay

para subir al segundo cuerpo dos escaleras con su puerta de 40 pulgadas de

ancho y el mismo alto de los estantes, cada una con tres escalones al frente

que luego se divide en dos de nueve escalones cada una…228

De esta primera parte de la descripción hecha por Melchor Ocampo se

puede inferir, que al término del obispado de Fabián y Fuero, hasta ese momento

la biblioteca no fue intervenida en su estructura, y permaneció inalterada. Sin

embargo, más adelante Ocampo señala las transformaciones más significativas,

que tenían que ver con la ausencia de la función del bibliotecario, pues por lo que

afirma, no existía una persona encargada expresamente para realizar dicha labor.

228

Descripción de la Biblioteca Palafoxiana por Melchor Ocampo, citado por Ernesto de la Torre Villar. El Colegio de San Juan…, op. cit., pp. 91-93.

Page 217: Biblioteca Palafoxiana

213

Está abierta todos los días, menos los de fiesta, de ocho a doce de la mañana y

de tres a cinco de la tarde. Todos los de la calle son admitidos, sin embargo, de

que no suben a los libros descubiertos: de los colegiales sólo los bachilleres, los

demás necesitan licencia escrita del rector.

No hay bibliotecario por ahora, y los colegiales se van turnando por semanas.

Hay excomunión mayor para el que salga dos pasos fuera de la puerta con un

libro de la Biblioteca.229

Esto que se ha escrito, llama poderosamente la atención y nos lleva a

formular ciertas interrogantes: ¿Cuáles fueron los motivos por los que las

autoridades no nombraran un bibliotecario y dejaran en manos de los colegiales tal

responsabilidad? ¿Por qué se soslayaron las disposiciones de Palafox y Mendoza

y de Fabián y Fuero al respecto? ¿Acaso la academia de Bellas Letras que fundó

Fabián y Fuero, estudios donde por decreto se provenía de los futuros

bibliotecarios estaba ya en decadencia? Al parecer fueron estos los primeros

indicios de que años después la biblioteca pasaría a un segundo orden.

El documento escrito por Melchor Ocampo hace referencia a algunos

aspectos del mobiliario; por ejemplo, destaca que en la sala se hallaban

dispuestas seis mesas de madera destinadas a los lectores, así como los asientos

que se encontraban en la parte inferior de los armarios, y una mesa de cedro

reservada para quien hiciera las veces de bibliotecario. Anexa a su descripción

una lista de los volúmenes que contenía la biblioteca, junto con la clasificación

respectiva. Según Ocampo, el acervo estaba constituido por 12,536 volúmenes,

de las materias que se presentan en el orden siguiente:

229

Loc. cit.

Page 218: Biblioteca Palafoxiana

214

Materias Volúmenes Expositores y Santos Padres 1,139 Biblia 109 Ascéticos 619 Total 1,867 Materias Volúmenes Sermones 1,030 Catequistas 957 Historia 938 Gramáticos, Anticuarios y Poetas 677 Retóricos y Oradores 108 Geografía y Matemáticas 433 Medicina e Historia Natural 309 Filosofía 234 Ética y Política 320 Teología, Dogmática y Polémica 415 Teología Escolástica 1,168 Id. Moral 1,029 Litúrgicos y ritualistas 78 Biógrafos 90 Historia Monástica 499 Intérpretes de Derecho Canónico 271 Derecho Canónico 593 Alegaciones de Derecho 93 Derecho de Indias 146 Id. Español 175 Id. Civil 537 Periódicos científicos, Literarios y políticos

579

Total 12,536

Un dato digno de mencionar, que aparece en las primeras cifras sobre las

temáticas de los libros, es que no coincide con la suma total. Melchor Ocampo

afirma que eran 12,536 libros; sin embargo, si uno realiza la suma arroja el

resultado de 12,546, diez libros más de los supuestos. Es curioso que tanto

Ernesto de la Torre Villar, como Efraín Castro Morales en sus respectivos estudios

sobre la Biblioteca Palafoxiana no hayan detectado ese pequeño error en el

conteo.

Sobre los datos que Melchor Ocampo señaló acerca del total de libros,

llama la atención la cifra de 12,536, primeramente porque al parecer fue poco el

Page 219: Biblioteca Palafoxiana

215

incremento en el número de éstos, pues si recordamos en el año de 1770, el

obispo Fabián y Fuero señalaba sobre la antigua librería que contaba con

alrededor de 8,000 volúmenes. Es decir, que hasta 1836 se incrementó el número

aproximado de 4,500 libros. Esto podría tener una explicación hasta cierto punto

razonable, si tomamos en cuenta que a partir de 1810 con el movimiento

independentista y el tortuoso camino que se dio para la creación de la Nación,

tanto la importación como la producción interna de libros tuvo que bajar por los

acontecimientos bélicos.

Aunque esta podría ser una explicación, puede quedarse aún corta, pues si

tomamos los años fundacionales en que Palafox donó los aparentes 5,000 libros,

hasta la época en que se ha tomado el dato vertido por Ocampo, el incremento fue

muy reducido. Esto nos pone a dudar sobre lo que han señalado que después de

Palafox hubo generosas aportaciones por los obispos posteriores a él, ya que

como señalamos sólo la incautación de los libros a los jesuitas incrementó en

mucho el acervo palafoxiano.

Lo que sí es cierto es que el crecimiento en el acervo no decayó a lo largo

del siglo XIX, pues a través de los ex libris se ha podido detectar un considerable

número de donantes. Uno de ellos fue José María Couto Ibea. Este veracruzano

nacido en Orizaba formó parte de los colegiales que ingresaron al Seminario

Palafoxiano, quien donó una buena cantidad de libros, entre de los que destacan

La Ilíada de Homero, y La Idea de una Nueva Historia General de la América

Septentrional, del italiano Lorenzo Boturini. Al nombre de Couto Ybea, habría que

agregar los de Vicente Rodríguez de San Miguel y el de Joaquín Meabe, entre

otros.

Page 220: Biblioteca Palafoxiana

216

No obstante, el acontecimiento más importante se dio casi a mitad del siglo

XIX, sucedió tras la muerte del obispo de Puebla Francisco Pablo Vázquez, pues

su numerosa librería pasó a formar parte de la biblioteca. A este obispo se le

debe la colocación de la estatua de Juan de Palafox y Mendoza en la biblioteca.

Según algunos datos proporcionados por la Enciclopedia de México, fue colegial

del Seminario Palafoxiano, para graduarse después en la Universidad de México.

Posteriormente, fue nombrado Ministro Plenipotenciario con el objetivo de

negociar con la Santa Sede el reconocimiento de la Independencia; aprovechando

el viaje, se consagró Obispo en 1831.230

Al parecer, durante su viaje, adquirió un significativo lote de libros que trajo

a México después de cumplir con la misión encomendada. A la muerte del obispo,

sus libros quedaron en manos de sus albaceas y, lejos de lo que muchos han

especulado, los libros nunca fueron cedidos por Francisco Pablo Vázquez a la

biblioteca, sino que gracias a los atinados procederes del canónigo José Francisco

Irigoyen se recuperaron para la biblioteca, como lo ha señalado Efraín Castro

Morales:

Los libros que había reunido [Francisco Pablo Vázquez] fueron adquiridos, a

sus albaceas, pero el canónigo José Francisco de Yrigoyen en 1850, para

cederlos a la Biblioteca Palafoxiana y que, al parecer, sumaban sólo once mil

volúmenes, todos identificables por el ex–libris del obispo Vázquez, grabado en

cobre, con una ánfora y dos pequeños angelitos que sujetan una tela en que

230

José Rogelio Álvarez (dir.). Enciclopedia de México, tomo 12, entrada “Francisco Pablo Vázquez”, México, 1982, p. 311.

Page 221: Biblioteca Palafoxiana

217

aparece su nombre, grabado que podría atribuirse, con algunas reservas, al

artista José Manso.231

Esta incrustación del riquísimo fondo de libros perteneciente al Obispo

Vázquez, fue uno de los últimos grandes momentos en la incorporación de fondos

para la biblioteca. Además, lo anterior permitió la modificación de la estructura

interna de la misma, pues fue tal el cúmulo de libros alcanzado que hubo de

construirse el tercer piso de estantería para albergar los numerosos ejemplares.

Esto nos lleva a señalar que el orden de los libros que se tenían en tiempos de

Fabián y Fuero se modificó, ya que se agregaron libros diversos con temáticas

diferentes a las establecidas en esa época.

Tan se modificó el orden que es a partir de la construcción del tercer piso,

cuando se empiezan a utilizar las cartelas232, que en la actualidad guían al

espectador y usuario para identificar la lista de materias o autores con los que

cuenta la biblioteca. El orden que guardan los letreros en lámina son los

siguientes: en el primer piso se encuentra la SCRIPTURA SACRA, S.S.

SCRIPTURA EXPOSITORES, ECCLAE PATRES ET DOCTORES y

CONCILIONUM COLLECTIONES. En la parte izquierda del primer piso, JUS

CANONICUM, TEHOLOGIA SCHOLASTICA ET DOGMATICA. En el segundo

piso lado derecho, THEOLOGIA MORALIS, DISCIPLINA ECCA. ET

CONTROVERSIA, SACRA LITURGIA, ASCETICA ET MYSTICA y ORATIO

SACRA ET CONCINATORES. En el segundo piso lado izquierdo, HISTORIA ET

231

Efraín Castro Morales. La Biblioteca Palafoxiana. Puebla, Gobierno del Estado de Puebla. Subsecretaría de Cultura, 1981, sin paginación. 232

Las cartelas son places de metal u otro material al pie de un cuadro o de un estante, en el que se inscribe el nombre del autor, temática u otra explicación referente al mismo.

Page 222: Biblioteca Palafoxiana

218

UNIVERSALIS y JUS CIVILE UNIVERSUM. En el tercer piso lado derecho,

HISTORIA PROFANA, HISTORIA BIOGRAPHICA, PHILOSOPHIA DIALECTICA

ET MORALIS, PHYSICI ET MATHEMATICI ET MEDICI, GRAMMATICAE AC

DICTIONARIA, HISTORIA NATURALIS. Del tercer piso lado izquierdo,

MISCELLANEA, GEOGRAPHI ITINERARIUM RELATIONES, HUMANITATES.

De esta forma quedó estructurada la biblioteca, con el nuevo nivel de

estanterías, acompañado de las diversas cartelas temáticas. En cuanto a los

libros, a pesar de que no dejaron de incorporarse, a lo largo del siglo XIX, el

volumen ya no aumentó demasiado.

La aplicación de las Leyes de Reforma representó tanto ventajas como

desventajas para la biblioteca. Por un lado, con la confiscación de los grandes

conventos y centros de enseñanza religiosa, muchos libros pasaron a formar parte

del acervo palafoxiano. En el presente, gracias a las marcas de fuego se puede

determinar el lugar de pertenencia. Sin embargo, los colegios fueron vendidos al

francés Julio Ziegler Esto tuvo repercusiones adversas, pues se resquebrajó el

viejo orden. Así, la antigua librería pasó en 1862 a denominarse como Biblioteca

Pública del Estado, abierta para todo público. Rectificando su error, el Gobierno

del Estado recuperó, con la suma de 15 mil pesos los antiguos colegios, por lo que

la Biblioteca Palafoxiana, en definitiva, quedó en manos del gobierno.

Habiendo estudiado el surgimiento, las filiaciones estilísticas y

arquitectónicas, así como las vicisitudes y desarrollo que han constituido la historia

de la Biblioteca Palafoxiana, desde su proyecto de creación por el obispo Juan de

Palafox y Mendoza y deteniéndonos en la valiosa intervención del obispo Fabián y

Fuero, hasta el siglo XIX en que México inició su vida como nación independiente,

Page 223: Biblioteca Palafoxiana

219

concluimos el cuarto capítulo de nuestra investigación. En el siguiente y último

apartado profundizaremos en el examen de los libros considerados piezas

fundamentales de esta biblioteca y examinaremos los tópicos que conforman su

acervo.

Page 224: Biblioteca Palafoxiana

220

Capítulo 5

La conformación del acervo palafoxiano

Bien es cierto que todos los que han escrito sobre la Biblioteca Palafoxiana

dejaron de lado lo más importante: los libros. En sus trabajos sólo se encuentran

los listados de las temáticas en que éstos fueron ubicados, pero en realidad lo que

menos se conoce es precisamente el libro, es decir, muchos estudios hablan

acerca de la belleza arquitectónica de la biblioteca; sin embargo, la materia prima

que permitió la construcción del edificio del que muchos se sienten orgullosos no

cuenta con estudios serios. No nos explican cuáles fueron los libros de teología o

los libros de derecho canónico que fueron parte vital del conocimiento de los

colegiales. Tampoco nos dicen qué libros fueron los incautados a la Compañía de

Jesús, ni demás asuntos respecto al acervo.

Ante esta situación, el siguiente capítulo tiene como finalidad el mostrar un

panorama general de los libros que probablemente fueron utilizados por los

colegiales en diversas épocas, al mismo tiempo enseñarnos a través los ex libris a

quiénes pertenecían dichos fondos. De esta forma, la primera parte de este

capítulo abarca los siglos XVI y XVII, esto se hizo ya que la anotación manuscrita

de pertenencia no nos señala algún destinatario, es decir, no hay una marca que

nos permita determinar cuáles fueron los libros donados por Juan de Palafox y

Mendoza y los obispos que continuaron incrementando el acervo. De ahí que se

haya tomado la determinación de señalar los libros editados a partir del siglo XVI y

XVII.

Page 225: Biblioteca Palafoxiana

221

La segunda parte se plantea de la misma forma, es decir, se contemplan los

libros de principios del siglo XVIII hasta los inicios del siglo XIX. Pero a diferencia

del anterior apartado, aquí se señalan cuáles libros pertenecieron a la Compañía

de Jesús y a los diversos colegios que dan forma a la Palafoxiana. Finalmente el

apartado concluye señalando los libros que integraron la colección de Francisco

Pablo Vázquez y que fueron introducidos a la Palafoxiana en la mitad del siglo

XIX.

Señalamos también que muchos libros fueron dejados de lado, primero

porque lo que pretendemos es mostrar el panorama en conjunto de los fondos que

conformaron la biblioteca que hoy conocemos, pero ubicándolos a las etapas que

les corresponden. Segundo, que estos libros que se han señalado formaron parte

del conocimiento de esa sociedad y que hoy en nuestra modernidad están

totalmente desfasados. Esto nos permite entender también lo que se ha señalado

en los capítulos anteriores, que la biblioteca que ha llegado hasta nuestros días

sólo cobra su razón de ser en el pasado y no en el contexto que se le quiere

ubicar.

Adentrémonos, pues, al mundo de los libros que conformaron a la librería

fundada por Juan de Palafox y Mendoza, que después dio pie a la construcción de

la magnífica Biblioteca Palafoxiana.

Page 226: Biblioteca Palafoxiana

222

5.1. Los primeros libros. Siglos XVI y XVII

Los libros que se integraron en los inicios de los colegios, fueron los establecidos

por el Concilio de Trento, pues debemos recordar que se buscaba formar buenos

clérigos que pudieran resolver los problemas de la predicación frente a los fieles,

así como establecer una buena dirección espiritual. Por lo tanto, las lecturas que

debían realizar los colegiales y los sacerdotes ya formados iban en esa dirección.

De esta forma, los padres conciliares se dieron a la tarea de corregir y unificar los

contenidos en los libros de devoción y liturgia.

Como bien ha destacado Dominique Julia, la actitud de la Iglesia se movió

bajo una doble política, que consistía en garantizar un control riguroso de los libros

que trataran de asuntos sagrados, y por otro lado, poner una barrera a los libros

sospechosos y peligrosos que constantemente se incrementaban en cantidad.233

Esto obligó a los impresores y libreros revisar y corregir todas las obras que

estuvieran a su cuidado, para evitar que se filtrara algún texto que pudiera ser

pernicioso.

Por obvias razones, el primer libro que debía ser uniformado para todo el

catolicismo fue la Biblia. Así en las disposiciones hechas en la cuarta sesión del

Concilio de Trento en 1546, se acordó que la Vulgata Latina tenía que ser

considerada como la versión auténtica de las Sagradas Escrituras, con esto se

pretendía evitar interpretaciones contrarias a las vertidas por la Santa Madre

Iglesia.

233

Dominique Julia. “Lecturas y Contrarreforma”, en Historia de la lectura…, op. cit., p. 418.

Page 227: Biblioteca Palafoxiana

223

Con esta lógica, España fue de las grandes impulsoras de los cambios en la

Iglesia, fue de las impulsoras, por ello produjo una Biblia que fuera utilizada en

todas sus definiciones. Es así que Felipe II encargó al humanista Benito Arias

Montano la dirección de la misma, y a Cristóbal Plantino la labor de impresión.

Esta obra que fue de las más representativas del mundo editorial español, se le

denominó Biblia Regia o Biblia Políglota de Amberes, tenía como antecedente a la

Biblia Políglota Complutense, que fue patrocinada por el famoso arzobispo de

Toledo, Francisco Jiménez de Cisneros.

La impresión de la Biblia Regia fue un trabajo difícil, ya que el Papa Pío se

mostró renuente a que saliera a la luz pública; pero su sucesor, Gregorio XIII, dio

su visto bueno, y a partir de 1572 se concedió el privilegio para imprimirse por

veinte años. La Biblia, cuyo periodo de impresión fue de 1568 a 1572, se editó en

ocho volúmenes, con textos en hebreo, arameo, griego y latín; pronto fue

distribuida por todo el reino a pesar de que muchos eruditos de la época

presentaron su recelo sobre esta obra, como fue el caso del teólogo León de

Castro, catedrático de la Universidad de Salamanca, quien denunció al director de

la obra Benito Arias Montero al Tribunal de la Inquisición.

Probablemente esta edición era uno de los libros utilizados por los

colegiales y de la cual se tiene con la siguiente descripción: Biblia Sacra Hebraiae

Chaldaiche Graece et Latine cum commento et traductione Benedicto Aria

Montano, Guidono Fabricio, Nicolas Fabricio, Augustino Itunnaes, Cornelio

Guadano, Joanne Hartenio, Cardenale Espinosa, Cardenale Gravellano, Joanne

Angelo Regla, editada en la ciudad de Antoerpia en 1569-1573, por Cristobal

Plantino.

Page 228: Biblioteca Palafoxiana

224

A esta versión habría que agregar las siguientes autorizadas por el Papa y

la Comisión del Concilio, esto son la: Biblia Sacra de 1600, Biblia Sacra Vulgatae

editionis Sixti V Pont. Max. Issus recognita atque edita cum scholiis plurinum auctis

et emedatis Joanni Marianae et notationibus Emmanuelis Sa addito Petri Lansselii,

editado en la ciudad de Antuerpiae en el año de 1624, en la ex oficina Plantiniana

apud Balthasarem Moretun, ed viduam Joannis Moretio.

Y fuera de los dominios de los talleres de Cristóbal Plantino y sus herederos

se encuentran las siguientes: Biblia Sacra cum dupliei translatione, et scholiis

Francisci Vitabli, nune denuo plurimis, quibus scatebant, erroribus repurgatii,

ductissimorom theologorum tum almae Universitatis Salmanticensis… editado en

Salamanca por Gasparem a Portonariis et Gulielmi Roviltii, en 1584; Biblia Maxima

Versionum ex linguis orientalibus pluribus sacris Ms. Codibusi innumeris fere ss. Et

veteribus patribus, et interpretibus orthodoxis, collectarum authore R. P. Joanne de

la Haye cum annotationibus Nicol de Lyra, editado por Bechet et L. Billiare, Antonii

Bertier, Simeonis Piyet, en Paris 1660.

De igual forma que para la Biblia se debía seguir una traducción correcta,

los textos de carácter litúrgico también debían seguir los procedimientos de

acuerdo a lo establecido por el Concilio de Trento. Dominique Julia, al respecto

destaca que la unidad del catolicismo tenía que recomponerse a través de los

textos bíblicos, litúrgicos y catequísticos redactados en latín.234

Es así que los Padres Conciliares recomendaron al Papa que se hiciera una

revisión profunda del Breviario, del Misal, así como de los textos del Catecismo.

Pronto salieron las nuevas versiones de los textos litúrgicos que fueran destinados

234

Ibid., p. 419.

Page 229: Biblioteca Palafoxiana

225

a los reinos católicos. En España, por ejemplo, a estas nuevas disposiciones se

les dio el nombre de Nuevo Rezado. Los libros del Nuevo Rezado por órdenes de

Felipe II fueron encomendados a Plantino, y el monopolio de la distribución se

otorgó al Monasterio de San Lorenzo del Escorial.

Como la difusión de los libros del Nuevo Rezado alcanzó todo el reino

español, no faltaron por ende, las colonias, entre ellas la de la Nueva España.

Entre los Breviarios que se leían en los colegios, estaban:

Breviarium romanum: ex sacra potissimun scriptura, et probatis sanctorum

historiis per confectum, ac denuo per eudem authorem accuratis recognitum,

eaque diligentia hoc in anno… Mendis ita prugatum, ut momi uidicium non

pertimescat, editado en Lugduni en 1556 por los herederos de Jacobi Junctae.

De igual forma también se encontraba el reformado Breviarium romanoni ex

decreto Sacro-Sancti Tridentini restituton S. Pii V Pontificis Max.

Lamentablemente, a esta edición le falta la portada que nos permitiría señalar el

año y nombre del impresor, empero, se puede inferir que éste fue elaborado de

1600 en adelante en las imprentas Plantinianas.

También se halla el Compendio de la rúbrica del Breviario, Misal Romano,

dibulgado por Pío V, recognito por Clemente VII y últimamente por Urbano VIII en

el qual se declaran y resuelven muchas dudas acerca de las rubricas del breviario

y missal y celebración de las missas, útil y provechoso para todos los

eclesiásticos, assi regulares como seculares, recopilado por el Padre Fray Lorenzo

Lobo. Este Breviario fue editado en Madrid por la Imprenta Real.

Y sobre la catequesis encontramos los siguientes libros: Enchiridion, o,

Manual de la doctrina Christiana, de fray Diego Ximénez, en la ciudad de Lisboa,

Page 230: Biblioteca Palafoxiana

226

imprenta de Martin Nucion, 1554; y la obra de Pedro Canisio, Opus Catechisticum,

sive, De Summa doctrinae Christianae, editado en Coloniae, por Gervimun

Calenium et haeredes Joanni Quenti, 1586. También se contó con: Diálogo entre

el discípulo e mestre catechicante Onde se resolvem todas las dueidas que os

iudeos obstinados costumaa fazer contra a verdade de fe católica: cum

efficacissima razoens, assi dos prophetas, santos, como de seuss mesmos

rabinos. Este libro fue editado en Lisboa en 1674.

De igual forma no podía faltar las enseñanzas de los Padres de la Iglesia, a

quienes se les conoce así por ser para esta institución como los grandes

intérpretes de las enseñanzas bíblicas, además que posteriormente sus ideas se

convirtieron en sistemas de pensamiento para las generaciones de futuros

cristianos.

Por lo tanto, hallamos las lecturas de tan singulares personajes, así se

pueden encontrar las obras de San Agustín, como De Civilitate Dei, un texto

incunable a dos columnas, que data del año de 1475; en Venetiis, editado por

Nicolaus Jenson. Pero también se tienen los siguientes libros: Opera Divi Aureli

Augustini hipponeasis episcopi, editado en Paris de 1555; y la compilación Flores

D. Augustini ex suis libris de Civilitate Dei excerpti una cum aliquot sententiis et

auctoritatibus insignioribus, ex ómnibus fillius aperibus sclectis. Editado en Lugdoni

por Guilielmun Rovillium en 1580.

De San Basilio encontramos: A panta tatou theiou cai megalou kaluo menou

basileou, texto totalmente en griego, editado en Basileae por Froben en 1551, y el

texto en griego y latín Tou en agiois patros eemoon basileious archiepiskopou

kaisareias kappadokias ta euriskomena=Basilii Magni Caesereae Cappadociae

Page 231: Biblioteca Palafoxiana

227

archiepiscopi Opera Omnia, editado en Paris por Aegedii Morellii, Claudium

Somnium, de 1637-1638.

Además de San Gregorio Nazianzeno se hallan: Tou en agiois gratos

eemoon gregoriou episkopus Nysees ta eurismkomena saneti patris nostri Gregorii

episcopi Nysseni opera. Este es un texto en griego y latín, editado en Paris por

Aegidii Morelli, en 1638. Incluso se encuetra la: Espistolae Eliquot Selectae Dive

Hieronymi, editado en Madrid por Francisco Manuel de Mena en 1662. Entre las

obras de San Atanasio está la obra con el título de Tou en agiois Patros eemoon

Athanasious archiep. Alexandreias ta curiskomena panta, editado en Paris por

Joannis Anisson en 1698. Se puede agregar la Maxima Bibliotheca veterum

patrum et antiquorum scriptorum ecclesiasticorum primo quidem a Margarino de la

Bigne en Academia Parisiensia doctore Sorbonico in lucem edita, impresa en la

ciudad de Lugdoni en el año de 1667.

Sobre los tratados de Patrología se cuentan con el estudio de Benedictus

Gononos y que lleva por título Vitae et Sententiae patrum accidentis libris VII

digesta ex gravissimis auctoribus, necnon antiquis manuscriptis codicibus et

ecclesiarium breviariis collectae, et annotationibus selectis exornatae opera et

studio Benedicti Gononi, editado por Laurentii Durand, en la ciudad de Lugdoni en

1625. Además está la obra de Francisco Combes, Graecolat patrum bibliothecae

novuum actuarium, editado en Paris por Antonio Bertier en 1648. Y la obra de

Alonso Novarino, que se titula Adagia ex Sanctorum patrum, ecclesiaticorum que

scriptorum monumentis prumpta…, editada por Laurentii Durand, en Lugduni en

1637.

Page 232: Biblioteca Palafoxiana

228

También se destacan los textos de Francisco de Garau como Deipar

elucidat ex utriusque theologiae placitis sanctorum Patrum, et Sacrae Paginae

luminobus ad splendurum, editada por Mariae Martin en Barcinore en 1600; las de

Juan López Epitomes Sanctorum patrum, per locos communes, qui ad virtutum, et

vitiorum tractationem ed at fidei nostrae mysteriorum expositionem pertinem, ad

sacras canciones ex Origene, Basilio, Chrysostomo, Hieronymo, Ambrosio,

Augustino, Gregorio, Bernardo…, editado por Evangeliste Deuchini, en la ciudad

de Taruisius en 1650; y la obra de Margarino de la Bigne llamada Magna

Bibliotheca Veterum Patrum et antiquerum scriptorum ecclesiasticorum, editada

por Joannem Billaine, Simonem Piget, Frederic Leonard, editada en 17 tomos, en

la ciudad de Paris en 1654.

Sin lugar a dudas, los libros que se encontrab del conocimiento de los

sacerdotes ya formados de los siglos XVI y XVII, y que además servían para

reafirmar su fe, se encontraban las obras de Santo Tomás de Aquino. De igual

forma, los pasajes de sus obras eran frecuentemente estudiadas por aquellos

jóvenes que se formaban en los seminarios tridentinos. Así, las obras de Aquino

halladas en la Biblioteca Palafoxiana son las siguientes: Summa theologica,

editada en varias ciudades y en diferentes años; está la editada en Roma en 1570,

por la impresora de Julium Accoltum y los herederos de Antonii Bladii y Joannem

Osmarinum; la editada en Neapoli de 1663, por Josephi Raymundi. También la

obra que aparece con el siguiente título: Summa totius theologiae, editada en

Roma en 1619 por Andreae Brugiotti.

Por otro lado, estaban los comentarios de Santo Tomás a las obras de

Aristóteles y que aparecen con este título: Expositiones Divi Thomae Aquinatis

Page 233: Biblioteca Palafoxiana

229

super libros Aristotelis, editado por los herederos de Antonii Bladii, en Roma en el

año de 1570; Thomae Aquinatis in octo physicorum Aristotelis libros

commentariae…, editado por los herederos de Hieronymi Scoti, en Venettis de

1586.

A estos se podría agregar otras obras con temáticas variadas como:

Enarratones quas cathenam vere auream dicunt, in quatuor evangelia ex

vetustissimorum codicum collatione, quantum licuit emendatione qui… hactenusin

lucem edithae, editado por Petri Galteri en Paris en 1546.

De veritate catholicae Fide contra gentiles, editado por los herederos de

Antonii Bladii en Roma, 1570; Tomos quintusdecimos in Matthaeum, Marcum,

Lucam et Joannem: catenam auream completens, editado en Roma por los

herederos de Antonii Bladii en 1570; Quaestiones disputatae S. Thomae Aquitanis

Doctoris Angelici, de potentia Dei, de malo, de spiritualibus creaturis, de anima, de

de daemonibus, de angelis, de veritate, et pluribus aliis quaestionibus, ut in tabula

contineatur, por Franciscum de Aonoratis, en Paris de 1557.

El estudio de la teología moral era indispensable para el conocimiento del

buen sacerdote, pues en la teología moral las cuestiones de la fe se aplicaban

sobre la conducta moral de los individuos. La teología era considerada como la

disciplina más importante en el mundo cristiano pues tiene todos los elementos de

Fe que deviene de la Biblia, es decir, de la palabra de Dios, por lo tanto,

“verdadero”. El mundo católico estableció que todas las Escrituras, como la misma

doctrina establecida por la Iglesia, cumplía con el objetivo de la acción salvífica de

Dios, por lo tanto el religioso en general debería tener conocimiento de todos los

aspectos teológicos para ayudar a los mortales comunes. Dos son los planos en

Page 234: Biblioteca Palafoxiana

230

que los católicos desarrollan sus ideas sobre la Fe, la Teología Dogmática y la

Teología Moral.

El estudio de la teología moral era indispensable en un buen sacerdote, al

fin y al cabo, pastor de almas, pues en la teología moral las cuestiones de fe se

aplicaban sobre la conducta moral de los individuos. Dentro de la teología moral,

la casuística fue sumamente importante pues ayudaba a discernir lo bueno de lo

malo; Sergio Pérez Cortés sobre la casuística acota lo siguiente:

La casuística de los siglos XVI y XVII es una doctrina cuya premisa más

general consiste en colocar la conducción del acto moral del individuo bajo la

dependencia de una guía espiritual. Los casuistas son la clase de personas

educadas que investigan casos complejos y escrúpulo de conciencia y

presenta explicaciones de ello en sus escritos. Un casuista interviene en

situación de duda y de perplejidad moral, y la casuística es justamente la

resolución, por mentes expertas, de esos difíciles casos morales.235

Una considerable cantidad de libros fueron los que se produjeron sobre la

moralidad de las acciones humanas a partir de la tradición eclesiástica, que los

buenos pastores de almas tenían que consultar para llevar bien su labor. Dentro

de esas obras se destacan las siguientes:

De Guilielmo Peraldo: Summae virtutum ac vitiorum, editado en Lugduni en

1554; Manuale sacramentorum secuandam usum alme, ecclesie, toletane moviter

impressum, cum quibusdain additionibus utilissimis, quae omnia in tabule, quae ad

finem huius operis, editado en el año de 1554 por Inclytam Granatam; Sylvestro

235

Sergio Pérez Cortés. “Guiar la conducta. Fragmento de historia de la conciencia moral”, en Historia y Grafía, México, Universidad Iberoamericana, núm. 6, 1996, p. 143.

Page 235: Biblioteca Palafoxiana

231

Prierate Sylvestrinae summae, quae summa summarum merito nuncupatur, por

Mauricium Roy y Ludovico Pesnot, en la ciudad de Lugduni en 1555; también se

encuentra la edición de 1572 del mismo año; Tomaso di Caves, Summa de

sacramenti della Chiesa, en Venecia por Pietro Deuchino en 1575. De Benito Arias

Montano: Dictatum Christianum sive, comunes et aptae discipulorum Christi

ómnium partes; en Antuerpiae por Christophori Plantini de 1575.

De Bartolomé de Medina se halla: Breve instruction de cómo se ha de

administrar el sacramento de la penitencia, dividida en dos libros, editado en

Salamanca por los herederos de Mathias Gast en 1582; de Bartolomé de

Ledesma: Summarium, en Salamanticae por los herederos de Mathiae Gustii de

1585; de Juan Blas Navarro: Disputatio De Vectigalibus, et eorum iusta exactione

in foro conscientiae, en Valentiae por Petrum Patricium Mey, de 1587; De septem

sacramentis libellus R. D. Guilielmi Parisiensi Episcopi compendium Catechismi

Romani de Septem Sacramentis, en Lugduni por Guillelmun Ravillium de 1587;

Ludovici Lopez: Instructionii conscientiae, en Lugduni por Petrum Landry de 1592;

Hector Pinto: Imagen de la vida christiana, primera y segunda parte, en Alcalá por

Juan Gracian de 1595.

En el mismo tenor, se hallan las obras de Thomae Sanchez: Opera moral in

praecepta dealogi, por Laurentii Anisson en Lugduni de 1600; Tercera parte de las

obras del Padre Maesi Juan de Avila, predicador de Andaluzia trata del Santissimo

Sacramento y del Espiritu Santo y de Nuestra Señora; de Vicente Bruni: Brevis

tractatus de Sacramento poenitentiae, cum examine generali ad confessionem de

tota vita et, meditatione una pro communione, en Lugduni por los herederos de

Guil. Rovilii de 1607; asimismo, en otras obras de Thomae Sanchez: Opus morale

Page 236: Biblioteca Palafoxiana

232

in praecepta Decalogi, en Matriti por Ludovicum Sanchez de 1613; Antonino Ponz:

Maravillas de santissimo y milagros con que el Señor las califica en confirmación

de lo que la Fe enseña de la Santa Eucharistia, en Valencia por Juan

Chrysostomo Garriz en 1613.

Del autor Gregorio Sayro: Anglo Clavis regia sacerdotum, cassum

conscientiae sive, theologiae moralis thesauris, editado en Duaci por Marci Wyon

de 1619; de Antonio Carvallo Parada: Discurso político fundado en la doctrina de

Christo Nuestro Señor y de la Sagrada Escritura. Si conviene al Govierno

Espiritual de las almas, o al temporal de la Republica aprovarse el modo de

predicar de reprehender a los Príncipes y Ministros, en Lisboa por Pedro

Craesbeeck en 1627; de Vicentii Filliucius: Question moral de Christianis officiis in

casibus conscientiae ad formam cursus qui praelegi solet in Collegio Romano

eiusdem societatis tomi duo, editado por Jacobi Cardon en Lugduni de 1633-1634.

De Juan Machado de Chaves se encuentra: Perfecto confessor i cura de

almas, asunto singular, en el qual con suma claridad, breve i científico modo, se

reduzen a principios universales, i reglas generales de ambos derechos, civil i

canonico todas las materias pertenecientes al teólogo moral…, editado por Pedro

Lecavalleria, Barcelona en 1641; de Guimenii Amadaei: Opusculum Singularia

universae fere theologiae moralis complectens, adversus quorumdam

expotulationes contra nonnullas iesuitarum opiniones morales ad tractatus De

Peccatis De Opinione probabilii. De fide. De chantate. De Justitia et Jure. De Horis

Canonici. De Sacrificio misase. De Jejunio. De Simonia. De Usuris. De Paptismo.

De Poenitentia. De Eucharistia. De Matrimonio. De Censuris, editado por Joannis

Bapt. Marsal, en Valentiae, 1654.

Page 237: Biblioteca Palafoxiana

233

Del autor Joanne Martinez de Prado: Theologiae moralis quaestiones

precipue, editado por el Collegio Sancti Thomae Pr. Didacus Garcia, Compluti

1654-1656. De Bauny Stephanus: Theologi Moralis, editado en Paris por

Michaelem Soly en 1642; Tho. Del Bene. Theologiae Moralis tractatus sextus, en

Avenione por Guillelmi Halle de 1658; de Luis de la Concepción se halla: Examen

Veritatis theologiae moralis, en la imprenta de Joannis Nogues en Matriti, en 1666;

de Joanne Martinez de Prado: Dubitationes scholastiae et morales. De poenitentia

ut virtute, et ut sacramenta eiusque partibus, en Segovia por Bernardi de H., en

1669; del mismo autor se destaca Manual de los Santos Sacramentos: conforme

al ritual de Paulo V formado por manddo del Ilustrissimo y Excelentissimo Señor D.

Juan de Palafox y Mendoza, editado en México por la viuda de Bernardo

Calderon, 1671.

De Juan de la Cruz se presenta: Directorium conscientiae i in duas partes

divisum in prima, per ordinem praeceptorum Decalogi, agitur de ómnibus materiis

moralibus. In Secunda. De Sacramentis, et censuris. Inouper aciecimus epitome

De statu, et privilegiis religiosorum cum computo annorum ab Adam ad Christum,

en Matriti por Antonio Gonzalez de Reyes, 1676; de Joanne de Cardenas: Crisis

Theologica, in qua plures selectiae difficultattes ex morali theologia ad Lydium

veritatis lapidem revocantur ex regula moruma SS. DN. Innocentio XI P. M. in

diplómate damnate sexaginta quinque propositiones, en Hispaeli, por Thomae

Lopez de Haro, 1687; Didaco de la Fuente Hurtado se halla la obra: Theologia

reformata, qua plures enodantur morales dificultades ex mente S. S. D. N.

Innocentis Papae XII, en Hispali por Thomae Lopez de Haro, en el año de 1689.

Page 238: Biblioteca Palafoxiana

234

Por otro lado, la Teología Dogmática se diferencia de la Teología Moral,

porque ésta instaura la afirmación de que la palabra de Dios expresada por

Jesucristo es la confirmación de la fe y por lo tanto, la única verdad de salvación,

siendo la Iglesia Católica la única capaz de transmitir la verdadera fe de Dios a

través de su liturgia y de toda la práctica eclesial. Por ello, sólo los más versados

en el conocimiento de las Sagradas Escrituras y del desarrollo de la Iglesia

pueden interpretar el dogma para enseñarlo. Numerosos fueron los tratados que

dieron cuenta del dogma como veremos a continuación.

Del autor Antonio de Florencia se presenta: Totius summe maions. (Libro

incunable), editado en Lugduni por Johannen Cleya en 1500; también hallamos las

siguientes obras de Dionysii Carthusiani: Opera Minores, en Coloni por Johynes

Sot., de 1532; S. Dionysii Arcopagitae Martyris, Episcopi Athenien et gallorum

Apostoli, Opera (quae quidem extent) Omnia. Colonia ex oficina hacredum Joanni

Quentel, 1556; De perfecto mundi contemptu ut. Pius, i ta utilissimus heptalogus,

cuius opuscula versa pagella declarabit, en Colonniae por Melchior Noresianus, en

1540; Super Omnes S. Dionysii Areopagitae libros commentaria, studiosis

ómnibus haetenus multum desiderata, sed nune primum utilitati publicae donata

Praeter haec adest hic qudruplex operum sanctissimi martyris graeco in latinum

translatio et una paraphrasis hoc ordine dispositae, editado en Coloniae por Petri

Quentel, en el año 1536.

De Rupertus, abad Tuitiens: De divinis officis libri XII, en Coloniae por Arnolt

Birckman, 1532; del mismo autor: Rupertis ad Batis Monasterii Tuitensis, Ordinis

S. Benedicti, theologi antiqui, opera duo, ut egreria sans, i ta diu desiderata,

multoq labore perquisita, ac sumptu haud ita modico excusa, en Coloniae, por

Page 239: Biblioteca Palafoxiana

235

Arnold Birckman, en 1540; San Cipriano: Caecilii Cypriani Episcopi Carthaginensis

et Martyris Opera, en Lugduni por Seb. Grysphium, 1550; Joan Maria Verrato

Ferrarien: De incarnatione Verbi Domini, consonantia quattuor Evangelistarum

cum his quae acta suat erga puerum lesum, ipsiusq, gestis usque ad semonam in

monte peractum. Ex quibus pulcherrime conciones eliciuntur adversus recetiores

Ecclesiae hostes, en Venetiis, 1551.

Joannes a Bononia: De aeterna Dei praedestinatione et reprobatione ex

scripturis et patrum authoritatibus deprumpta Sententia, en Lovanii por Anthonium

Mariam Bergagne, 1555; Francisco de Vitoria: Relectiones theologicae XII in duos

tomos divisae, en Lugduni por Jacobum Boyerium, 1557; Lorenzo de Villavicencio:

De recte formando theologicae studio libri quatuor, en Antuerpiae por los

herederos de Arnold Birckman, 1565; Joanis Praepositi: Commentaria in tertiam

partem St. Thomae de incernatione verbi sacramentis et censuris, en Ovaci por

Gerardum Pette, 1569; Pedro Lombardo: Magistri Sententiarum libri III, en Lugduni

por los herederos de Jacobi Juntae, 1570; del mismo autor se encuentra:

Commentaria in decem et Semper quaestiones primae partis Sancti Thomae. De

innefabili Trinitatis misterio, ubi disputantur triginta tres distinctiones primi Magistri

scatentiarum, en Compluti por Andraeas de Angulo, 1563.

De Tomás de Vio: Opuscula omnia. Thomae de Vio Caietani tituli sancti

Xysti, in tres distincta tomos, variis quaestionibus ae utilissimis annotationibus

appositis, recsns auta, atque iocupletata, quibus accessere ad objecta aliqua sane

qum acutae responsiones, alique per multa, qua sequens idex indicabit. Ítem

tractatus quídam contra modernas Marthini Litheri sectatores, et eorum praecipuos

errores nunquam antehac impresus, en Augustae Taurinonum, 1582; Pío Bentivoli:

Page 240: Biblioteca Palafoxiana

236

Compendii Theologiae D. Thomae Aquitanis ab eo, morte praevento, non perfecti,

en Venetis, 1585; Hieronymus ab Oleastro: Elenchus commentariorum in

Pentateucum, en Barcinone por Jacobi Cendrat, 1588.

Alphonsi Mendozae: Quaestiones quodlibeticae et rdectio theologicae, de

Christi regno ac dominio, en Salmanticae por Michaelis Serrani de Vargas;

Gregorio Nunnio Coronel: De vera Christi Ecclesia libri decem, en Romae por

Jacobum Lunam, 1574; Micahele Liot: Epitome sive collectio erorum ómnium quae

a Petro Lombardo sententiarum Magistro, in suis quatuor libris conscripta

reperiuntum recens edita, et sanctae theologiae studiosis vald utiles et necessaria,

en Perpianiani por Sansonen Arbus, 1594; Melchor Cano: De lucis theologicis libri

duodecim, en Salmanticae por Mathias Gastius, 1563.

Uno de los más grandes pensadores y teólogos, fue sin lugar a dudas

Francisco Suárez, quien además fue un fiel seguidor de la filosofía de Santo

Tomás de Aquino, adoptando en sus estudios. También fue un entusiasta

expositor de la doctrina de los jesuitas. Muchos de sus libros fueron la base para

las disputas teológicas de su época. En la actualidad, en la Biblioteca Palafoxiana

hay diversas ediciones, pero lo más curioso es que en los ex libris se señalan

diversos lugares de procedencia, como se observarán a continuación:

Francisco Suárez: Commentari ac disputation in tertiam partem Divi

Thomae, en Venetiis, de la Soecitatem Minimam, 1598; con ex libris Colegio de

San Agustín: Commentari ac disputation en tertiam àrtem Divi Thomae, en

Lugduni por Horatii Cardo, 1614; Commentari ac disputation en tertiam àrtem Divi

Thomae, en Moguntiae por Balthasari Lippii, 1616; con marca de fuego Covento

de Santo Domingo de Puebla: De divina gratia, en Moguntia por Hermanni Mylii

Page 241: Biblioteca Palafoxiana

237

Birckmanii, excudebat Balthasar Lippius, 1620; con marca de fuego del Convento

de Santo Domingo de Puebla: Opus de triplici virtute theologica, fide, spe, et

charitate in tres tomos, pro ipsam virtutum numero distributum, en Aschaffenburgi,

por Hermanni Birckmanni, 1622.

Continuando con los tratados de teología dogmática, tenemos a Gregorio

de Valencia: Commentatiorum theologicorum tomi quatuor: in quibus onmes

quaestiones, quae continentur in Summa Theologica D. Thomae Aquitanis, en

Lugduni por Horatii Cardon, 1603; Jacobi Gretseri: De cruce Christ, en Ingoldstadii,

por Adami Sartori, 1600-1605; Thoma Malvenda: De antichristo libri undecim, en

Romae por Carolum Vullietum, 1604; Christophori Gillii: Commentatiorum

theologiarum de suera doctrina, et essentia atque unitate Dei. Libri duo, en

Colonniae Agrippinae por Horatio Cardon, 1610; Pedro Lombardo: Magistri

scentiarum libri IV, en Lugduni por Claudii Landri, 1618; Gregorio Martinez:

Commentaria super primam secundae D. Thomae, en Toleti por Didaca

Rodriguez, 1622.

Antonio de Escobar y Mendoza: De augustissimo ineffabilis eucharistiae

arcano, moralibus mysticisque adnotationibus referato, en Vallisoleti, por viduam

Francisci de Cordova, 1624; Jacobo Granado: Commentari in summam

Theologiae S. Thomae, en Hispali por Franciscum de Lyra, 1623; Rodrigo de

Portillo: Libro de los Tratados de Christo S. N. Y de su Santissima Madre y de los

beneficios y mercedes, que goza el mundo por su medio, en Toro por Jerónimo

Morillo, 1630; Joannis Wiggers: In Priman Secundae Divi Thomae Aquitanis

Commentaria, en Lovanii por Joannem Oliverium, 1634; Juan Eusebio

Nieremberg: Del aprecio y estima de la divina gracia, en Madrid, 1638: del mismo

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238

autor: Prodigio del amor divino y finezas de Dios con los hombres: Sacado de la

Sagrada Escritura, doctrina de los Santos Padres, y consideraciones de Doctores

mistiros, en Madrid por Juan Sánchez, 1641 con ex libris del Convento de

Carmelitas Descalzos de México.

San Bernardo: Opera, en Paris e Typographia Regia, 1642; Francisco de

Oviedo: Tractatus theologici, scholastici et morales, respondentes 1ae 2ae D.

Thomae, en Lugduni, Sumpt. Haer. Petri Prost, Philip Borde et Laurentii Arnaud,

1696; Martin Becanoo: R. P. Martini Becani So. Dei. S. S. Theologicae Doctoris et

in Academia Moguntina quondam Prefessoris Opera Omnia, aucta revisa et in

duos tomos distribute, en Moguntiae, por Joannis Godefredi Schonwetteri, 1649;

Juan Martínez de Ripalda: Tractatus Theologici, et scholastici de virtulibus, fide,

spe, et charitate: Opus postholum necsessaris indicibus illustratum, en Lugduni por

Philip Borde, 1652; Marco Serra: Summa commentarium in tertiam portem S.

Thomae de Sacramentis, en Roma por Franciscum Ceballum, 1653.

Didaco de Sylva et Pacheco: Commentaria theologica in primam partem

Divi Thomae, en Matriti por S. Martinum, 1663-1665; Vicente Ferrer: Tractatus de

vitulibus theoligici et vitiis eis oppositisjusita miram doctrina Divi Thomae, en Roma

por Nicolai Angeli Tinassi, 1669; Vicente Ferrer: Tractatus theologici in primam

partem D. Thomae, en Madrid 1676; del mismo autor: Tractatus theologici in

primam partem D. Thomae a gestione prima, usque ad quartam decimam

inclusius, en Salmanticae por Melchior Estevez 1675; Vicente Contenson:

Theologia mentis et cordis, seu, Speculatio Universae sacrae doctrinae, pietate

temperata S. Patribus, Doctore pottisimum Angelico derivata, en Lugduni por

Laurentii Arnaud, Petri Burde, 1676.

Page 243: Biblioteca Palafoxiana

239

Las obras de Raymundum Lumbier: Tractatus secundus de Visione Dei, en

Caesar-Augustae por Joannis de Ybar, 1674; Tractatus primus de essentia et

attributis, Caesar-Augustay, por Joannis Ybar 1677; Tractatus dúplex de virtute

fide et de sacrosancto Incarnationis misterio, en Caesar-Augustae por Paschasium

Bueno, 1678; y finalmente: Coelestino. Nodus praedestinationis, ex SS. Litteris,

doctrinaque SS. Augustini et Thomae, quantum homini licet, dissolutus, en Venetiis

por Hieronynum Albriccium, 1698.

Otro conjunto de libros que son indispensables son los referentes a las

leyes de normas que se establecen en una sociedad. De esta forma un conjunto

de textos dedicados al Derecho Eclesiástico o Canónico y al Derecho Civil son

parte fundamental en la formación sacerdotal. El Derecho Canónico consiste en un

conjunto de normas legislativas de la Iglesia Católica, abarca rubros como el

establecimiento de leyes por parte de los Papas y los promulgados por los

Concilios. Así la Iglesia Católica en sentido práctico norma las conductas de sus

miembros internos, es decir de todos los que forman parte de la sede apostólica.

Los libros de derecho eclesiástico o canónico son los siguientes:

Petro Gregorio Tholosano: Partitiones juris canonici, seu, Pontifici in

quinque libros Digestae quae instar syntagnatis specialis totius juris ecclesiastici

sunt, en Lugduni por Joannem Pillehotte, 1594; Parnomita, abad: Consilia jurisy

responsa, ac quaestiones, en Lugduni, 1586; Gabriel Palaeoti: De sacri consistorii

consultationibus, en Venettis por Minimam Societatem, 1594; Gonzalo Suárez de

Paz: Praxis ecclesiastica et secularis i cum actionum formulis et actis procesuum

hispano sermone compositis, en Salmaticae por Cornelius Bonardus, 1586; Literae

Apostolicae, quibus variae facultates, et indulgentiae religiosis Societatis Jesu, et

Page 244: Biblioteca Palafoxiana

240

Aliis Christi fedlibus in Indiarum Orientalum et Occidentalium provinciis

concendentur, en Roma por el Collegio Societatis Jesu, 1585.

Thoma James: Bellum Papale, sive, Concordia discursus Sixtis Quinti et

Clementis Octavi, circa Hieronymianam editionem Pretaca, in quibusman locis

gravioribus halxtur comparatio utriusque, en London por Georgius Bishop en 1600;

Francisci Molini: De brachio seculari ecclesiae prastando, et mutuis judicum auxiliis

celeberrimi commentarii in tres libros distinti, en Barcinone por Joannem Simon,

1601; Flaminii Parisii: De resignatione beneficiorum tractatus: complectens totam

fere praxim beneficiariam. Decisionibus Ratae Romanae et receptis Doctorum

opinionibus attestatam et copiose comprobatam, en Venetiis por haeredem

Hieronymi Scotti, 1605; Luca Florono de Solarulo: Tractatus de prohibitione duelli,

en Venetiis por haeredem Hieronymi Scoti, 1610.

Emmanuele Roderico: Qauestiones regulares et canonicae: in quibus

utriusque juris, et privilegiorum regularium et apostolicarum constitution um novae

et veteres difficultates dispersae et confusae, miro ordine scholastico per

quaestiones et artículos quibuscunque ecclesiasticis regularibus maxim

necessariae, en Lugduni por Horatii Cardon, 1613; Sacrosanctae decisiones

canonicae, en Venetiis por haeredem Hieronymi Scoti, 1613; Joanne Filesaco: De

idolatría política, et legitimo principis cultu commentarius, en Paris por

Bartholomeaum Macaeum, 1615; Francisco Suárez: Disputation de censuris in

communi ex communicatione suspensione et interdictio, itemque de irregularitate,

en Moguntiae por Hermanni Mylii Birckmanni, 1618; Francisco Mantica: Dicisiones

Rotae Romanae, en Lugduni por Horatii Cardon, 1619.

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241

De Francisco Ortiz de Salcedo se encuentra la obra: Curia eclesiástica para

secretarios de prelados, jueces eclesiásticos y visitadores, notarios ordinarios,

apostolicos y de visita, editado en Madrid por Francisco Martinez, 1642; Paulo

Rubeo: Sacrae Rotae Romanae decisiones novissimae, en Romae typis Vaticanis,

1642; Joannis Fernandi: Disquisitio reliquiaria, sive, De suspicienda, et suspecta

aerumdem numero reliquiarum, quae in diversis Ecclesiis servantur, multitudine,

en Lugduni por Laurantii Anisson, 1647; Dominici Ursayae: De matrimonii nullitate:

ex defecto consensus contrahentis et moralis presentiae parochi dissertatio

theologico legalis, en Romae por Joannis Francisci Bavagni, 1646.

Del mismo Francisco Ortiz Salcedo se encuentra también: Curia

eclesiástica para secretarios de prelados, jueces eclesiásticos, ordinarios y

apostolicos, y visitadores, y notarios ordinarios apostolicos y de visitas, editado en

Madrid por Joseph Fernandez Buendia, en 1666; Miguel de Ibarra: Annuas

relectiones ac canonicae juris explicationes: in duas partes divisae: In quibus varia

capita magistri Gratoani Decreti Scholastic Methodo expendontur, et

sapientissimorum Doctorum tutiores doctrina afferunturi utriusque juris

incumbentibus valde utile, en Mexici, apud Viduam Bernardi Calderon, 1675.

Sobre Derecho Civil se utilizaban los siguientes textos: Francisco de Accolti

de Aretino: Celeberrimi juris utriusque Doctoris Domini Francisci de Acolti de Aretio

in prima et secundam ff. Novi partem, en Lugduni por Joannes Moylin, 1538; del

mismo autor: Domini Francisci de Accoltis Aretini Aurea. Commentaria in

secundam Digesti Veteris partem, en Lugduni por Joannes Moylin, 1538; Antonio

Augustino: Emendatorium et opinionum lib. IIII. Eiusdem ad modestimum sive. De

excus liber singularis. Ítem Laelli Taurelli, ad Gallum et legen Valleam ad Catonem,

Page 246: Biblioteca Palafoxiana

242

et Paulum de militis excasu, en Lugduni por Joannem Frellonium, 1560; Joannis

Francisi Balbi: De praescriptionibus Joannis Francisci Balbi taurensis tractatus, en

Lugduni, 1565; Francisco de Avilés: Nova diligens ac per utilis exposition capitum,

seu, legume praetorum ac judicum syndicates regni totius Hispaniae, en

Salmanticae, Vicentius Portonariis, 1571.

De Pedro Baldo de Ubaldis: In primam et secund. Importanti partem

commentaria, en Venetiis, 1580; Baldi Ubaldi: Perusini in Digestum novum

commentaria, en Venetiis, 1586; Alfonso de Azevedo: Commentari juris civilis in

Hispaniae regias constitutiones, en Compluti ex oficina Joannis Gratuani apud

Viduam, 1594; Balthazaris Ayalae J. C.: regii apud Belgas supremi juridici De jure

et officii bellicis et disciplina militari libri III, en Antuerpiae por Martini Nutii, 1597;

Andreae Angulo Cordobensis J. C.: Hispani Commentaria ad leges regias

melioratiorum, en Matriti por Ludovicum Sanctium, 1592; Fuero Real de España,

diligentemente hecho por el noble Rey Alfonso IX, sin impresor ni ciudad, 1547.

Joannis Aloysii: Aureus tractatus de amnestia, abolitione et indulti, en

Neapoli por Tarquinii Longi, 1603; Francisci Alvarez Riberae: In supremo Italiae

senato regentis pro augustissimo Phillipo II Responsum de succesione regni

Portugalliae, en Matriti por Ludovicum Sanetium, 1621; Caesare Argelo: De

axquirenda posesione et de legitimo contradictione tomi duo, en Venetiis

sumptibus Bertanorum 1655; Juan de Arechaga y Casas: Doctoris D. Joannis de

Arechaga de Cassas Extemporaneae commentationes ad textos sorte oblatos pro

petitionibus cathedranum, en Salmanticae por Josephum Gomez de los Cobos,

1666; Sumarios de la recopilación general de las leyes, ordenanzas, proviciones,

instrucciones y cartas acordadas, que por los Reyes Catolicos de Castilla se han

Page 247: Biblioteca Palafoxiana

243

promulgado, expedido y depachado para las Indias Occidentales, Islas y tierra

firme del mar Oceano, des el año de mil quatrocientos y noventa y dos, que se

descubrieron hasta el presente de mil y seiscientos y veinte y ocho, en México por

Francisco Rodriguez Lupercio, 1677.

La Apologética no debe faltar para el estudio de los religiosos. Los

discursos apologéticos son narraciones bien argumentadas para defender la fe en

contra de los llamados “herejes”. Por lo regular, siempre se recurre a las

Sagradas Escrituras como fundamento de las creencias. Estos discursos también

han sido llevados a las disputas particulares fuera del escenario religioso. A

continuación se describen los libros que tratan sobre los dos planos.

Roberto Bellarmino: Risposta del card. Bellarmino a due libretti, uno

de´quali s´intitola Risposta di un dottore di theologia, ad una lettera scrittagli dam

reverendo suo amico, sopra il breve di censure dalla Santitca di Paolo V publicate

contra il signori Venetiani. Il l´altro, trattato et resolutione sopra la validata delle

scomuniche di Gio. Gersone theologo et canciller parisino, tradotto dalla lingua

latina nella vulgare con ogni fedalta in opusculi due, en Roma por Guglielmo

Faciotto, 1606; Pulcio Carbeto: Apologetica paerenensis ad linguam sanctum, en

Antuerpiae ex oficina Plantiniana Balthasaris Moreti, 1642.

Los Concilios, normalmente llamados así por la Iglesia Católica, son las

reuniones que se realizan para delimitar el rumbo de la doctrina cristiana, así

como el de la Iglesia en general. También dentro de estos, se encuentran los

concilios diocesanos, que abarcan una región determinada, presidida por obispos.

Los seminaristas estaban obligados a conocerlos, por lo tanto una librería debería

Page 248: Biblioteca Palafoxiana

244

contar con libros que dieran cuenta de las deliberaciones y acuerdos de estas

reuniones, como se verá en los siguientes renglones.

Magnum et universale concilium Ecclesiae militantes super veritate

divinissimi Eucharistiae Sacramenti iquod instar Sacrosancti Concilii Niceni,

trecentis decem et octo patribus ortodoxis constant, en Paris por Sebastian

Nevellium, 1554; Magnum Oecumenicum Constantianse Concilium de Universali

Ecclesiae reformatione unione et fide, en Francofurti et Lipsiae, in oficina Christiani

Genschii typis Salomonis Schnorril, 1696-1699: Concilium limense: celebratum

anno 1583 sub Gregorio XIII Sum. Pont. Autoritate Sixti Quinti Pont. Max.

Approbatum, en Matriti por Petri Madrigalis, 1591.

Diversas obras con temáticas diferentes componían el resto de la librería

fundada por Palafox y Mendoza, así se encuentra en primero lugar las obras de

fray Luis de Granada, estas son:

Conciones de tempore, quae prima dominica adventus usque ad

quadragesimas initium in ecclesia haberi solent, en Salmanticae por haeredes

Marhiae Castii; Obras, en Salamanca en la Oficina de Cornelio Bonardo 1588;

Introduction ad symbolum fidei, compendium, quatuor libris comprehensi, en

Lugduni expensis Joannis Baptistae Buy 1597; R. Patris Ludovici Granatensis

Concion in Epitomen redactarum, en Lugduni por Claudium Morillon, 1609;

Memorial de la vida christiana, en el qual se enseña todo lo que el christianismo

deve hazer, desde el principio de su conversión, hasta el fin de la perfeccion, en

Barcelona por Antonio Lacavalleria, 1674.

Dentro de la Oratoria se destacan las obras de Cicerón que son: Opera M.

Tulli Ciceronis, en Paris por Carolum Stephanum, 1555; M. Tullii Ciceronis Opera

Page 249: Biblioteca Palafoxiana

245

Omnia quae exstant in sectiones, apparatui latinae locutionis respondentes,

distincta, et a Dionysio Lambino ex codicibus manuscriptis emendata, en Coloniae

Allobrogum por Petrum de la Roviere, 1616; Espistolarium libri XVI ad T.

Pomponium Atlicum, en Amstelaedami por Blaviorum et Henrici Wetstenii, 1684;

De officiis, 1687.

Julii Nigromi: Nigroni Genovensis orationes XXV, en Moguntiae por Antonii

Hierati, 1610; Madigali di Gio. Battista Leoni, en Venetia por Gio Battista Ciotti,

1594; Petri Papei Samaritaes: Comoedia de Samaritano evangelico, en Coloniae

por Joannem Gymnicun, 1540; Domingo Pereira Bracamonte: Banquete que Apolo

hizo a los embaxadores del Rey de Portugal Don Juan Quarto en cuyos platos

hallaran los Señores combidados mesclada con lo dulce de alguna poezia y

política, la conservación de la salud humana, en Lisboa por Lourenzo de Amberes,

1642; Oration a mendis, quae in prima editione irrepserant diligenter viadicatum, et

in gratiam studiosorum eloquentiae, nunc primum in lucem editum, en Lovanii por

Joannem Bogardum, 1574.

Los hechos memorables quedan fijos en el colectivo gracias a la escritura.

A través de ella la gente entendía la historia en los siglos XVI y XVII. Son tres las

formas que permitían conocer estos hechos: primero estaba la historia

eclesiástica, le seguía la historia civil y por última la historia natural.

Sobre la primera se encuentran los siguientes libros: Francisco de Padilla:

Historia Eclesiastica de España, en Málaga por Claudio Bolan, 1605; Juan de

Pineda: Monarchia eclesiástica o Historia Universal del Mundo, en Barcelona por

Jayme Cendrato; Juan de Pineda: Ad. Suos in Salomonem comentarios Salomon

Praevius, id ets, de rebús Salomonis regis, en Lugduni por Horatio Cardono;

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Calixto Niceforo: Tou Zanthopoulo ecclesiastikes istorias biblia XVIII, en Lutatiae

Parisiorum por Sebastiani et Gabrielis Cramoysi, 1630; Compendio de lo sucedido

en el Japon desde fundación de aquella christiandad y relación de los mártires que

padecieron estos años de 1629 y 1630. Sacada de las cartas que escrivieron los

padres de la Compañía que allí asisten, en Madrid en la Imprenta del Reyno 1633;

Teatro mexicano: descripción breve de los sucessos exemplares, historicos,

politicos, militares y religiosos del nuevo mundo occidental, en Mexico por Doña

María de Benavides, viudad de Juan de Ribera, 1698.

De la Historia Civil tenemos a: Polibio con Polybiou megalopolito biblia E i

Kai epitomai E., en Basileae por Joannem Hervagium, 1549, –por cierto, este libro

lleva el ex libris de Juan de Palafox y Mendoza: “Ex biblioteca Don Joannis de

Palafox” –; de Tucidides se encuentra: Thoukydidou tou olorou, peri tou

peloponneaessikou polemus i biblia oktoo, en Francofurt apud haeredes Andreae

Wecheli, 1594 –al igual que el libro anterior se encuentran en griego–; Francesco

Guicciardini: La historia d´Italia, en Venetia por Domenico Farri, 1587; de Bernal

Diaz del Castillo: Historia Verdadera de la conquista de la Nueva España. Sacada

a la luz por el P. M. Fr. Alonso de Remon, en Madrid en la Imprenta del Reyno,

1632.

Además, dentro de la Historia Natural tenemos los siguientes textos: Joseph

de Acosta: Historia Natural y moral de las Indias, en que se tratan las cosas

notables del cielo, elementos, metales, plantas y animales de ellas, y los ritos,

ceremonias, leyes, gobierno y guerra de los Indios, en Sevilla por Juan de Leon,

1590; Anselmi Boetii de Boudt: Germanarum et lapidum historia, qua non solum

ortus, natura vis et precium, sed etiam modus quo ex iis, olea, jalia, tinturae,

Page 251: Biblioteca Palafoxiana

247

essentiae, arcana et magisteria arte chymica confici possint, ostenditur, en

Hanoviae typis buechelianis, 1609; Francisco Hernandez: Rerum medicarum Nava

Hispaniae thesaurus seu, plantarum animalium mineralium mexicanorum historia,

en Romae por Vitalis Mascardi, 1649; Conradus Gesnerus: Historia animalium, en

Francofurt por Egenolpi Emmelii, 1617; Juan Eusebio de Nieremberg: Historiae

Naturae maxime pregrinae libris XVI distinctae in quibus rarissima naturae arcana,

etiam astronómica et ignota indiarum animalia, quadrupedes, aves, picis, reptilia,

insecta, zoophita, plantae, lapides et aliae mineralia fluriorumque et elementorum

conditiones, etiam cum propietatibus medicinalibus describuntur, en Antuerpiae

por Balthasariis Moreti, 1635.

Sobre Geografía tenemos: Estrabon: Strabonis De situ orbis libri XVII, en

Lugduni por Gabrielem Corerium 1557; Abraham Ortelio: Nomenclatur

ptolomaicos: Omnia locorum vocabula quae in toto ptolomae geographia ocurrent,

contines ad fidem graeci codicis purgatos et in ordinem non trinos utilem quam

elegantem digestos, en Antuerpiae por Christophorus Plantinus, 1584; del mismo

autor: Theatrum oder schambuch der quanteen velt, en Antuerpiae, 1602; Epitome

orbis terrarum, en Antuerpiae, 1601; Atlas nova orbis, en Amstelodami por

Fredericum de Wit, 1600; Gerardo Mercator: Atlas minor, en Amsterodami por

Joannis Janssonii, 1634; Gerardo Mercator: Atlas, sive, Cosmographiae

meditationes de fabrica mundi et fabrica figura, en Amsterodami por Henrici

Hondri, 1638.

Vale la pena señalar que se encuentran las obras de Aristóteles y son:

Opera Aristotelis, en Lugduni por Joannen Frellonium, 1549; Aristotelis

Rhetoricorum libri III, en Argentininae por Theodosius Rihelius, 1570.

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248

Se pueden mencionar también las siguientes obras que son fundamentales

en la literatura universal, como son: Rene Descartes: Passiones animae, en

Francofurt ad Moenum por Friderici Knochii, 1692; y Tractatus de Homine et de

formatoone poetus; Tomas de Kerapis: De la imitación de Cristo; Homero:

Homerou Ilias, en Parisii por Michaelis Vasconsani, 1547.

5.2. Nuevos libros, nuevas lecturas. El siglo XVIII

En pleno siglo XVIII, la antigua librería cambia de lugar, transformándose en una

Biblioteca que acumula una gran cantidad de libros, en su gran mayoría

pertenecientes a la Compañía de Jesús. Así los libros que formaban parte de la

primera librería se unirán a los libros comprados o donados, para formar parte

todos de una sola colección.

Así, en las siguientes páginas el lector encontrará, a partir de las diversas

colecciones de libros, cómo se conformó lo que actualmente conocemos de la

Biblioteca Palafoxiana. Con el fin de no transgredir el orden en el que actualmente

se encuentran los libros, se seguirá la clasificación establecida por temas que se

observa gracias a las cartelas con las que cuenta la biblioteca para destacar la

organización de los libros en los estantes. El orden temático es el siguiente:

I. Biblias

II. Historia Sagrada y Universal

III. Derecho Canónico

IV. Derecho Civil

Page 253: Biblioteca Palafoxiana

249

V. Teología Escolástica y Dogmática

VI. Oratoria Sagrada y Oradores

VII. Colección de Concilios

VIII. Ascética y Mística

IX. Padres y Doctores de la Iglesia

X. Liturgia

XI. Disciplina Eclesiástica y de controversia

XII. Expositores de la Biblia

XIII. Teología Moral

XIV. Historia Eclesiástica

XV. Misceláneas

XVI. Historia Natural

XVII. Geografía y Relaciones de Viajes

XVIII. Humanidades

XIX. Historia Profana

XX. Autores clásicos y poéticos

XXI. Gramática y diccionarios

XXII. Física, matemáticas y médicas

Vale la pena acotar que en la primera parte de este capítulo, sólo se

tomaron en cuenta los libros que fueron elaborados en pleno siglo XVIII

detectados gracias a las marcas de pertenencia, ya sea ex libris, manuscritos en

estampa o marcas de fuego, que señalan que efectivamente estos libros

pertenecían a los colegios.

Page 254: Biblioteca Palafoxiana

250

Dentro de las Biblias se hallan: Biblia Sacra vulgatae editiones, en Coloniae

sumptibus Heilmonni, 1700; La Biblia Sacra: vulgatae editiones Sixti V et

Clementis VIII Pont. Max. Autoritate recognita cum indicibus etiam plantiniani, en

Antuerpiae, por Joannem Baptistam Verdussen, 1715; Biblia Sacra Vulgata

editionis Sixti V Pont. Max. Iussu recognita atque edite, en Antuerpiae ex officina

Platiniana apud Balthasarem Moretum, 1624; Biblia Sacra Vulgatae editionis Sixti

V et Clem. VIII Pont. Max auctoritate recognita, en Venetiis por Nicolaum Pezzana

1731; Biblia Sacra: vulgatae editionis Sixti V et Clementis VIII Pont. Max.

Auctoritate recognita cum indicibus etram plantinianis, en Antuerpiae por Joannem

Baptistam Verdussen 1740; Biblia Sacra, en Matriti, typis Joachimi de Ibarra, 1767;

Biblia Sacra: Vulgatae editionis Sixti V et Clementis VIII Pont. Max. Auctoritate

recognita, en Bassani apud Remondi 1774; Biblia Sacra vulgatae editionis Sixti V

et Clementis VIII PP. MM. Auctoritate recognita, en Matriti typis Josephi de Urrutia

Sumptibus Societatis 1790.

Entre estos textos es pertinente mencionar el Indice General del Antiguo y

Nuevo Testamento acomodado para las tres ediciones de la Biblia traducidas por

Rmo. P. Phelipe Scio de S. Miguel al fin de se añaden treinta questiones

traducidas en latin para la general inteligencia de la Sagrada Biblia, en Madrid,

Imprenta de la Adminisracion del Real Arbitrio de Beneficencia; La Biblia: Vulgata

latina traducida al español y anotado conforme al sentido de los Santos Padres y

expositores católicos, por el ilustrísimo Señor Obispo de Segovia Don Phelipe Scio

de San Miguel, imprenta de Ibarra, de 1815 a 1819.

En Estudios sobre la Biblia mencionamos: Tractatus de Scriptura Sacra, in

quo ex ipsius revelatione, inspiratione et antiquitate evincitur contra étnicos Jesum

Page 255: Biblioteca Palafoxiana

251

Christum Esee verum messiam et ómnium librorum cum Veteris, et Novi

Testamenti quo sacro canoni accensuit Concilium Tridentinum, diva auctoritas con

haereticus asserittur, ac vindicatur, en Venetiis, por Jo. Baptistam Recurti 1735;

Bernardo Lamy: Introducción a la Sagrada Escritura, o, Aparato para entender con

mayor facilidad y claridad la Sagrada Biblia en lengua vulgar, en Madrid por Benito

Cano 1795; Las figuras de la Biblia, o, Historia del Viejo y Nuevo Testamento,

descritos doscientos sesenta y siete pasages de la Sagrada Biblia, con reflexiones

morales sacadas de los Santos Padres acomodados a todo género de personas,

en Madrid por Cano, 1798.

Respecto a la Patrología, se descubren los textos de: San Agustín: Sancti

Aureli Augustini Hipponensis Episcopi Opera, en Venetiis, por Joannis Baptistae

Albritii, 1759; Las confesiones de N. G. Padre San Agustín enteramente conformes

a la edición de San Mauro, en Madrid por Pedro Marin, 1781-1783; La ciudad de

Dios, en Madrid por la Imprenta Real, 1793-1797; Confesiones del glorioso Doctor

de la Iglesia San Agustín, en Madrid por la viuda de Barco Lopez, 1803;

Confesiones de N. P. S. Agustín, reimpreso en México por Luis Abadiano y

Valdés, 1836.

San Basilio: Tou en agiois patros eemmom basieleou, archieniskopuo

kaisareias Kappadokias, ta euriskomen Panta, en Paris por Joannis Baptistas

Corgnard, 1721; Juan Crisóstomo: Tou en agiois patros eemoon Joannou Archiep

Koonstantinoup Chrysostomos ta Euriskomen panta, en Venetiis por Francisci Di

Heri, 1740; San Irineo: Scripta anécdota graecs et latins, en Lugduni Batavorum,

1743; Cirilo de Jerusalem: Tou en agiois patros ecmoom Kirillou Jerosolymoon

Archiespiskopo ta euriskomena panta, en Venetiis ex typographia Sansoniana;

Page 256: Biblioteca Palafoxiana

252

San Jerónimo: Epistola aliquot selectae in usum et utilitatem adolescentium, qui

latine linguae dant operam, Hispali ex typographe Regia, 1722; Espistolas selectas

del máximo Rector de la Iglesia San Geronimo, en Madrid por Pedro Marin, 1783;

Divi Hieronymi stridonensis espistolae aliquod selectae, en Matriti por Raymundi

Ruiz, 1802.

Maxima Bibliotheca veterum patrum et antiquorum scriptorum

ecclesiaticorum, en Lugduni apud Anissonios 1677-1715; Collectio nova patromun

et scriptorum graecorum Eusebii Caeceriaensis, Athanasii et Cosmae Aegypti, en

Parisiis por Claudii Rigaud, 1767; Bernard Marechal: Concordance de Saints

pares de l´Eglise, grecs et latins, en Paris por Pierre Emery et Jacques Vincent,

1739; Bernard Marechal: Concordantia sanctorum patrum Ecclesiae graece utque

latinae fidei, morum et discplinae dificúltate, quae in ipsorum scriptis occurrunt

elucidans, en Venetiis ex Typographia Ballesniana; Homiliae selectae sanctorum

ecclesiae patrum Basilii Magni, Gregorii Nazianzeni et Joannis Chrysostomi in

duas partes divisae quarum prima exhibet homilías morales, secunda paregyricas

et de diversis argumentis tractatus, en Matriti por Benedicti Cano, 1793.

En la temática de Teología Dogmática y Escolástica, tras la expulsión de la

Compañía de Jesús, y al dejar un gran vacío en la enseñanza de la Teología, por

reales órdenes se obligó a todos los centros de enseñanza de la Península y de

sus dominios que se intensificara el estudio de Santo Tomás de Aquino. Las

autoridades siguieron a cabalidad esta ordenanza, por lo que los libros y tratados

sobre Santo Tomás se incrementaron.

Así, entre las obras de este autor en esta temática se encuentran: Summa

theologica, en Lugduni apud fratres de Ville, 1738; Divi Thomae Aquitanis Doctoris

Page 257: Biblioteca Palafoxiana

253

Angelici Ordinis Praedicatorum Opera, en Venetiis, de 1745 a 1760; Summa

Theologica, en Neapoli por Josephi Raymundi, de 1762 a 1769; Divi Thomae

Aquitanis Doctoris Ordinis Praedicatorum Opera, en Venetiis por Josephi Bettinelli,

1745-1760; Summa theologica, en Romae, 1773; Summa theologica, en Matriti por

Josephi Doblado, 1782; Summa theologica, en Venetiis por Simon Occhi, 1787.

Melchor Cano Opera, en Petavii por Joannem Manfris, 1727; del mismo en

los años y ciudades de: Bassani por ex typographia Remundini, 1746; en Petavii

por Joannem Mamfrs, 1762; Matriti ex typographia Regia, 1764; Bassani 1776;

Daniel Concina: Ad theologiam Christianam dogmatico-moralem apparatus, en

Romae por Simonem Occhi, 1751; Daniel Concina: Ad theologiam Christianam

dogmatico-moralem apparatus, en Romae por Simonem Occhi, 1758; Daniel

Concina: De sacramentali absolutione impartienda, aut differenda reciduis

consuetudinariis Dissertatio theologica, en Romae apud haeredes Js. Laurentii

Barbiellini, 1755; Daniel Concina: De sacramentali absolutione impartienda, aut

differenda reciduis consuetudinariis Dissertatio theologica ad Eminentissimum

Principen Nerium Cardin, en Venetiis por Simonem Occhi, 1768; Daniel Concina:

Theologica Christiana dogmatico-moralis contracta in tomo duos, en Bononiae por

Simonis Occhi, 1760.

Jacobi Platelii: Synopsis totius cursus theologici accuratissima omnem

theologiae speculativae, practicae, moralis et polemicae, en Colonniae Agrippinae

por Sebastianum Ketteler, 1698-1700; Richardi Arsdekin: Theologia tripartita

universa, en Venetiis por Joannem Jacobum Hertz, 1700; Nicolai Augustini

Chignoli: Praelectiones theologicae, en Venetiis por Simonis Occhi, 1700; Juan

Martinez de Ripalda: De usu et abusu doctrinae Divi Thomae pro Xaveriana

Page 258: Biblioteca Palafoxiana

254

Academia Colegii Sanctae Fidensis in novo regno granatiensi, en Leodii por

Guillelmum Henricum Streel, 1704; Theologia dogmatica et moralis ad usum

seminarii Catalaunensis, en Paris por Spiritum Billiot, 1712; Natalis Alexandro:

Theologia dogmatica et moralis secundum ordinem Cathechismi Concilii Tridentini

in quinque libros tributa, en Parisiis por Antonii Dezallier, 1714; Domingo Viva:

Cursus theologicus ad usum tyronum elucubratur, et quotidianis praelectionibus,

en Coloniae Agrippinae por Wilhelmi Metternich, 1716.

Blathassare Francolino: Tirocinium theologicum: quo traditur compondiaria

notitia theologicae scripturalis, theologicae scholasticae theologiae polemicae,

facultatis canonicae, theologicae moralis, ac theologiae mysticae, omnesque

harum disciplinarum tractatus, objecta, fundamente praecipua recensentur et

insupe Concilia Aecumenica, Pontifices, Patres, Patrum, scripta genuina,

controversiae, fidei, haereses, propositiones damnatae chronologies propnuntur,

en Romae ex typographia Bernab, 1717; Juan Ulloa: Theologia Scholastica

quinque tomis comprehensa, en Augustae Vindelicorum et Graescii, por Philippi,

Joannis et Martini Veith, 1719; Traite theologique adresse su clerige du diocese de

Meaux, par le Cardinal de Bissy, en Paris chez la veuve Raymond Mazieres, 1722;

Pablo de la Concepción: Tractatus theologici juxta D. Thomae et cursus

salmanticansis FF. Discalceatorum B. Mariae de Mont Carmeli primitivae

observatiae doctrinam, en Matriti ex typographia viduae Joannis Garcia Infanzon,

1722.

Joanne Polmano: Breviarium Theologicum: continens definitiones

descriptiones, et explicationes terminorum theologicorum, en Patavii por Joannem

Manfre, 1725; Antonio Arbiot: Selectae disputationes scholasticae et dogmaticae I.

Page 259: Biblioteca Palafoxiana

255

De Fide divina II. De misterio fidei, magnoque eucharistiae sacramento III De

divina scriptura IV De revolutionibus privatis, en Caesar Augustae por Petri

Carreras, 1725; José del Espíritu Santo: Cursus theologicae mystico-scholasticae,

en Hispali in Collegio Carmelitarum Excalceatorum, 1730; Honorato Tournely:

Praelectiones theologicae de sacramentis in genere quas in schotis Sorbonincis

habuit Honoratus Tournely, en Venetiis por Nicolaum Pezzana, 1731; Theologiae

R. P. Francisci Suarez Societate Jesu summa se Compendium, en Coloniae

sumptibus fialum de Tournese, 1732; Antonio Boucat: Theologia patrum

dogmatica, scholastico-positiva, en Venetiis, por Petrum Bassaleam, 1736.

Joannes Baptistaa Gonet: Clypeus theologicae thomisticae, en Antuerpiae

sumpt. Fratrum de Tournes, 1739; Martino Steyaert: Theologiae practicae

aphorismi, en Lovanii por Martin van Overbeke, 1743; Pedro Lombardo:

Setentiarum libri quatiori quibus autor ille in Divinis Scripturis exeretitatissimus,

Universae Theologiae summam ex orthodoxorum patrum decretis, atque sententiis

mirabilis compendio et arte complexus es, en Antuerpiae por Marci Michaelis

Bousquet, 1754; Ludovico Lipsin: Catechismus historico-theologico-dogmaticus, en

Venetiis por Modesto Fenni, 1766; Claudii Frassen: Scotus academicus, seu,

Universa Doctoris Subtilis Theologica dogmata, en Venetiis por Nicolaum

Pezzana, de 1744 a 1745; Dionysii Petavii: Opus de Theologicis dogmaticus, en

Venetiis ex typographia Remundiniana, 1757; Pedro Collet: Institutiones theologiae

scholasticae quas ad usum seminariorum propiis suis praelectionibus, en Lugduni

por Joannem Mariam Brysat, 1768; Joannis Opstraet: De locis theologicis

discertationes decem, en Venetiis ex tipographia Balleoniana, 1769.

Page 260: Biblioteca Palafoxiana

256

Vincentium Ludovicum Gotti: Theologia Scholastico-dogmatic juxta mentem

Divi Thomae Aquitanis, ad usum discipulorum ejusdem Angelici Praesceptoris, en

Venetiis ex tipographia Remondianiana, 1763; Antonio Goudin: Philosophia

thomistica: juxta inconcussa, tutissima que Divi Thomae dogmata, en Matriti por

Joachimi Ibarra, 1767; Joanne Baptista Gonet: Clypeus theologiae thomisticae, en

Venetiis ex typographia Balleoniana, 1772; Jacobo Benigno Bossuet: Del

conocimiento de Dios y de si mismo, en Madrid por Miguel Escribano, 1781; Daniel

Concina: Theologia Christiana dogmatico-moral compendiado en dos tomos, en

Madrid por Antonio Fernandez 1780; Vincentium Ludovicum Gotti: Theologia

scholastico-dogmatica juxta mentem Divi Thomae Aquitanis, en Venetiis ex

typographia Balleoniana, 1781.

Joannis Opstraet: Opera theologica, en Venetiis por Joan. Antonii Pezzana,

1783; Petro Annato: Apparatus ad positivam theologicam methodicus, en Matriti

por Hieronymum Ortega et filios Ibarra, 1790; Francisco Henno: Theologia dogm.

Moral et scholast., en Matriti por Benedictum Cano, 1795; Joseph Bartieri:

Theologiae dogmatique in sistema redactae pars altera, en Venetiis por Modesti

Fenti, 1797; Praelectiones dogmaticae quas in Collegio Pitton-Hall habebat

Christianus Resch, en Friburgi Brisgoviae sumptibus Herder, 1798; Caroli Renati

Billuarto: Summa S. Thomae hodiernis academiarum moribus accommodata, sive,

Cursus theologiae juxt.. mentem et in quatrum licuit, juxta ordinem et litterem D.

Thomae in sua Summa, insertis pro ve nata disgressionibus in historiam

ecclesiasticam ad usum scholarum Thomisticarum opera et studio R. P. Fr. Caroli

Renati Billuart, en Matriti ex typographia Raymundi Ruiz, 1798.

Page 261: Biblioteca Palafoxiana

257

Sobre la temática de Teología Moral se encuentran las obras de: Clemente

de Ledesma: Despertador republicano que por las letras de A. B. C. compendia los

dos compendios del primero y del segundo tomo del Despertador de noticias

teologicas morales con varias adiciones necesarias por los curas, los commisarios

de Tribunal de Santo Oficio y confessores, en México por Doña María de

Benavides viuda de Juan Ribera, 1700; Natali Alexandro: Paralipomena theologiae

moralis, seu, variae de rebús moralibus epistolae, en Delphis por Henrici Rhenani,

1701; Francisco Genetto: Theologia moralis, seu, Resolutio casuum concientiae

juxta Sacrae Scripturae, canonum et Sanctorum Patrum mentom, en Parisiis por

Andream Prelard, 1702; Pablo Ramon: Cartilla y explicación de los rudimentos de

la theologia moral, en Barcelona por Joseph Texid, 1704; La science universele de

la chaine, ou, dictionnaire moral, en Paris por Louis Guerin, 1704-1709.

Clemente Piselli ab Olibano: Theologiae moralis summa in qua per traditas

distinctiones brevia, ac facilia Firmatur theoremata ad quoslibet Conscientiae

casus resolvendos accommodata, en Romae typis Berndo 1710; Georgio Bencio:

De veras, et falsa probabilitate opinionum moralium opus tripartitum, en Romae ex

typographia Pauli Komarek, 1713; Valentin de la Madre de Dios: Fuero de la

conciencia: Obra utilissima para los ministros, y ministerio del santo sacramento

de la penitencia, en Madrid en casa de Francisco Laso, 1717; Examen theologique

de l´instruction pastorale, 1717; Jayme de Corella: Suma de la theologia moral. Su

materia. Los tratados mas principales de casos de conciencia, en Madrid por

Manuel Roman, 1718.

Francisco Joseph de Cintrueñigo: Suma de la theologia moral: su materia,

los tratados principales de los casos de conciencia su forma unas conferencias

Page 262: Biblioteca Palafoxiana

258

practicas, en Madrid por Blas de Villa Nueva, 1721; Josepho Augustini: Brevis

notitia eorum, quae scitu vel necessaria, vel valde utilia sunt confessaris in primo

ingressu ad audiendos confessiones, en Coloniae Agrippinae, por Wilh. Meternich,

1722; Francisco Larraga: Promptuario de la theologia moral, en Madrid por Manuel

Rotnan, 1726; Francisco Echarry: Directorio Moral que comprende en breve y

claro estylo todos las materias de la theologia moral, y novissimos decretos de los

Sumos Pontifices, que han condenado diversas proposiciones, en Pamplona por

Joseph Joachin Martinez, 1728; Francisco Larraga: Promptuario de la theologia

moral, en Madrid por Manuel Roman, 1729.

Thomas Francisco Rotario: Apparatus universae theologicae moralis, pro

examine as audiendas confessiones a tyrornibus sustinendo, en Venetiis ex

typographia Balleoniana, 1730; Leonardo Van Roy: Theologia moralis, en

Antuerpiae typis viduae Bartholomae Foppens, 1735; Eusebio Amort:

Controversiae novae moralis, en Augustae Vindelicorum por Martini Veith, 1739;

Instructions theologiques et morales, sur l´oraison dominicale, la salutation

anguelique, la sainta messe, et les autres prieres de Eglese par seu Monsieur

Nicole, en Paris por Guillaume Despriez, 1740; Daniel Concina: Epistolae

theologico morales, en Venetiis por Simonem Occhi, 1744; Claudio LaCroix:

Theologia moralis, en Ravennae por Nicolaum Pezzana, 1747; Joannis Marin:

Theologiae speculativa et moralis, en Venetiis ex typographia Balleoniana, 1748.

Paulo Hieronymo a S. Helena: Sacrae theologiae moralis medvila, en

Bononiae por Gulielmi Zerletti, 1750; Alfonso Maria de Ligorio: Theologia moralis,

en Mechilianiae por P. J. Hanicq, 1752; Constantino Rocaglia: Universae moralis

theologia, qua non solum principia speculativa sed etiam Regulae Practicae ad

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259

usum confessariorum explicantur, en Venetiis por Francisci Pitteri, 1753; Lamet et

Fromangeau: Dictionarium casuum conscientiae quos fecundum Moralis principia

Ecclesiasticae Desciplinae Consuetudinaes, conciliorum, et canonistarum

auctoritatem, en Venetiis por Antonium Bortoli, 1753; Bartholomaeo Mastrio de

Meldula: Theologia moralis at mentem DD. Seraphici, et subtilis concinnata et in

disputationes vigintiacto distributa, en Venetiis por Nicolaum Pezzana, 1758.

Dictionarium casuum conscientiae, en Venetiis por Antonium Bortoli, 1761;

Benedicto XIV: Casus conscientiae, en Venetiis por Josephum Bortoli, 1762;

Eusebio Amort: Dictionarium casuum conscientiae, en Augustae Vindelicorum

sumptibus fratrum Veith, 1762; Alfonso Maria de Ligorio: Theologia moralis, en

Bononiae sumptibus Romandianis 1763; Joannis Vincentii Patuzzi: Ethica

christiana, sive, Theologiae moralis ex prioribus Sacrae Scriptura Divina que

traditionis fontibus derivata, et S. Thomae Aquitanis doctrina continenter illustrata,

en Bassani por Romandini, 1770; Urbanus a S. Elisabetha: Examen theologo-

scripturisticum sive, petitiones theologicas et responsiones scripturisticae,

concernentes theologiam moralem, en Lovani por J. F. Maswiens, 1775; Vicente

Ferrer: Suma moral para examen de curas y confessores que a la luz del Sol de

las escuelas de Santo Thom., en México por Felipe de Zúñiga Ontiveros, 1778.

Cristoval de Vega: Casos raros de la confesión: con reglas y modo fácil

para hacer una buena confesión general, o particular y unas advertencias para

tener perfecta contrición y para disponerse bien en el articulo de la muerte, en

Burgos por Joseph de Astulez, 1780; Joseph Faustino Cliquet: La flor del moral,

esto es lo mas florido y selecto, que se halla en el jardín ameno, y dilatado campo

Page 264: Biblioteca Palafoxiana

260

de la theologia moral, en Madrid por Pedro Marin, 1784; Petro Seavini: Theologiae

moralis universae, en Paris por Jacobum Lecoffre, 1800.

En la temática de Liturgia se hallan los siguientes libros: Breviarium

romanum: ex decreto Sacrosanti Concilii Tridentini restitutum S. Pii V Pontificis

Maximi jussu editum, Clementis VIII prim, nunc denis Urbani Papae VIII auctoritate

recognitum in quo omnia suis locis ad longum posita sunt pro maiori recitantum

commoditate, en Matriti por Antonio de Sancha, 1774; Breviarium romanum: ex

decreto sacrosancti Concilii Tridentini restitum S. Pii V Maximi jussu editum, et

Clementis VIII prim nune denu Urbani PP. VIII auctoritate recognitum, en Venetiis

ex typographia Balleoniana, 1792; Breviarium Romanum: ex decreto sacrosancti

Concilii Tridentini restitum S. Pii V Pontificis maximi jussu editum, et Clementis VIII

prim, nune denu Urbani PP. VIII auctoritate recognitum, en Matriti typis Societatis,

1798.

Officium et missa in festo et per octavam corpuris Christi cum

commemorationibus festorum simplicium, quae infra eam accurrunt, second

missale et breviarium romanum S. Pii V Pont. Max. jussu editum ac summarum

itidem pontificum Clementis VIII et Urbani VII auctoritate recognitum, en Matriti

apud vituam et fillium Marin, 1752; Officium in festo Nativitatis domini, secundum

Missale et Breviarium romanum, Pii V Pont. Max. jussa editum Clementis VIII

primum, ad denuo Urbani VIII auctoritate recognitum, en Matriti, 1764; Officium in

Ephifania domini et per totam octavam, juxta Missale et Breviarium romanum Pii V

Pont. Max. jusso editum Clementis VIII primum ad denus Urbani VIII auctoritate

recognitum, en Matriti ex typographia Joachin Ibarra, 1765; Oficio de la Semana

Santa segun el Misal y Breviario romano, en Madrid por Joachin Ibarra, 1772.

Page 265: Biblioteca Palafoxiana

261

Cathesismo Romano traducido en castellano y mexicano, por el P. F.

Manuel Perez, en Mexico por Francisco Rivera Calderon, 1723; Cathecismos ad

ordinados, juxta doctrinam Catechismi Concilii Tridentini, en Brusiellis por Francisci

T. Serstevens, 1761; Catecismo Romano compuesto por decreto del Sagrado

Concilio Tridentino para los párrocos de toda la Iglesia y publicadas por San Pio

Quinto, en Pamplona, 1776; Catechismus ex decreto Sacrosancti Concilii

Tridentini ad parrochos Pii V Pont. Max. Jussu editos, en Venetiis por Franciscum

Pittari, 1769.

Pedro de Calatayud: Cathecismo practico, y muy útil para la instrucción, y

enseñanza fácil de los fieles, y para el uso y alivio de los señores párrocos y

sacerdotes, en Madrid por Eugenio Bieco, 1700; Juan de Santo Tomás:

Explicacion de la doctrina christiana, y la obligación de los fieles en creer y obrar,

en Valencia, 1703; Manuel Chia: El credo explicado y predicado, en Zaragoza por

Pedro Ximenez, 1729; Antonio Guillen de Castro: Despertador catequístico,

explicación dogmatica, y moral de la doctrina christiana platicas que en la Iglesia

de S. Felipe Neri de Mexico predicó el P. Antonio Guillen de Castro, en Mexico,

1734; Nicolas Turlot: Catechismus, sive, Thesaurus doctrinae christianae, en

Colonniae Agrippinae, 1737; Geronymo de Ripalda: Catecismo mexicano, que

contiene toda la doctrina christiana con todas sus declaraciones, en Mexico en la

Imprenta Mexicana, 1758.

Joseph Ortiz Cantero: Directorio cathequistico: glossa universal de la

doctrina christiana, ilustrada con erudición de letras sagradas, y humanas. Sobre

el Catecismo del Padre Geronimo de Ripalda, de la Compañía de Jesus, en

Madrid por Antonio Perez de Soto, 1766; Juan Martinez de Parra: Luz de verdades

Page 266: Biblioteca Palafoxiana

262

catholicas, en Madrid por Antonio de Sancha, 1775; Francisco Arnado Pouget:

Instrucciones generales en forma de catecismo, en Madrid por Benito Cano, 1788.

En el área de Derecho Eclesiástico, tenemos: Petro Laurentio: Forum

beneficiale, sive, quaestiones et responsa canonica, materiam de beneficiis

universam ex beneficialistarum tam antiquorum recentionum placitis complectentia,

en Coloniae Agripinae por Joannis Wilhelmi Friesiem, 1704; Petro Laurentio:

Forum ecclesiasticum, en Moguntiae por Joannis Mayeri, 1717; Francisco

Schnalzgrueber: Crimen fori ecclesiastici, seu, Decretiatium Gregori IX Pont. Max.

Liber V, en Ingolstadii por Joannis Andreae, 1718; Francisco Ortiz de Salcedo:

Curia eclesiástica para secretarios de prelados, juezes eclesiásticos ordinarios, y

apostolicos, y visitadores, y notarios ordinarios apostolicos y de visitas, en Madrid

por Juan de Ariztia, 1718; Dominico Nicolao Escolano: Nonnullae in Varia Juris

conunici capita salmanticanses elucubrationes, en Salmanticae ex typographia

Francisci Garcia y San Miguel, 1722.

Consultations canoniques sur les sacremens…, por M. Gibert, en Paris por

Jean Mariette, 1725; Francisci Monacalli: Formularium legale practicum fori

ecclesiastici, en Venetiis ex typographia Balleoniana, 1732; Francisci a Moztazo:

Tractatus de causis piis in genere, et in specie: opus quidem perutile non solum

judicibus et visitatioribus eclesiasticis, en Venetiis ex typographia Balleoniana,

1735; Francisco Schmier: Jurisprudentia canonico civilis, seu, Jus canonicum

universum, juxta V libros Decretalium nova et facili método explanatium S.

Congregationus Decretis. S. Rotae Romanae Decisionibus, Summorunque

Constitutionibus ruboratum, en Avenione por Petri Lombard, 1738; Summa

jurisprudentiae sacrae universae seu, Jus Canonicum quinque Decretalium

Page 267: Biblioteca Palafoxiana

263

Gregori Papae IX titulo explicatum: en Augustae Vindelicorum por Martin Veith,

1741.

Cherubino Mayr: Trismegistus juris pontificii Universi, seu, institutiones

canonicae second ordinem quinque liborum decretalium Gregori IX PP. Max.,

Augustae Vindelicorum por Matthiae Wolff 1742; Juan de Paz: Consultas y

resoluciones varias, theologicas, jurídicas, regulares y morales, en Amberes a

costa de los Hermanos de Tournes, 1745; Gaspar de San Nicolas de Tolentino:

Examen general de ordenantes, sacerdotes y predicadores, en Sevilla a cosat de

Gabriel Vento, 1746; Ludovico Engel: Collegium Universi Juris Canonici antehae

juxta triplex juris objetum partitum, en Salisburgi por Joannis Josephi Mayr, 1751;

Cardinaliis de Luca: Mantissa decisionum Sacrae Rotae Romanae ad Theatrum

Veritatis et justitiae, en Neapoli ex typographia Lucae Laureantii, 1758; Properi

Fragnani: Jus Canonicum, sive commentaria in quinque libros Decretalium cus

disceptatione de guangiis, en Clonia Allobrugum, Sumptibus fratrum de Tournes,

1759.

Feliciani de Oliva e Souza: Tractatus de furo Eclesiae, en Colonia Allbrogum

frattres Cramer, 1761; Theodoro M. Rupprecht: Notae historicae in universum jus

canonicum, en Barcinone por Franciscum Soria, 1772; Ludovico Thomassino:

Vetus et nova Ecclesiae disciplina circa beneficia, et beneficiarios, en Venetiis

Typis Petri Savioni, 1773; Julio Laurentio Selvagio: Institutionum canonicarum libri

tres, en Petavii apud Joannen Manfre; Justinius Fabronius: Abreviatus et

emendatus, id est. De Statu Eclesiae. Tractatus ex Sacra Scriptura, traditione et

melioris, notae Catholicis scriptoribus adronatus, en Coloniae et Francofurt, 1777;

Zegero Bernardo van Espen: Opera Omnia: jus ecclesiasticum hoderniae

Page 268: Biblioteca Palafoxiana

264

disciplinae acommodatum, en Matriti in typographia Ulloae a Ramone Ruiz, 1791;

Sacra ritum congregatione Oxomen, beatificationis et canonitationis ven. Servi Dei

Joannis de Palafox et Mendoza Episcopii prius angelopolitae postea oxomen, en

Romae typis Rev. Camarae Apostilicae, 1792.

En el área de Derecho Civil se encuentran: Agustin Barbosa: Collectanea in

codicum Justiniani, en Lugduni por Petri Borde et Joannis Arnaud, 1701-1702; del

mismo autor: Repertorium juris civiliis et canonici in quo alphabetico ordine

principaliores, et practicae utriusque juris conclusiones colectae indicatum, en

Lugduni apud Boudet, De Claustre, De Ville et De la Roche, 1712; igualmente: J.

V. D. Lusitani, protonotarii apostolici… repertorium juis civilis et canonici, en

Lugduni sumptibus Anisson et Joannis Posuet; Antonio Joseph Alvarez de Abreu:

Victima real legal, discurso único jurídico, histórico, político sobre que los vacantes

mayores y menores de las Iglesias de las Indias Occidentales pertenece a la

Corona de Castilla y Leon, con pleno y absoluto dominio consagrado a la augusta

Soberana y católica magestad de rey nuestro señor don Felipe Quinto, en Madrid

por Antonio Marin, 1726.

Severo Aguirre: Prontuario alfabetico y cronológico por oder de materias de

las instrucciones, ordenanzas, reglamentos, pragmáticas y demás reales

resoluciones no recopiladas que han de observarse para la administración de

justicia y gobierno en los pueblos del reyno, en Madrid en la Imprenta Real por D.

Pedro Julian Pereyra, 1799-1802; Isidoro Alcaraz y Castro: Breve Introduccion del

método, y practica de los quatro juicios criminales por el contrabando de reales

rentas, en Madrid por Andres Ramirez, 1765; Alphonsi de Azevedo: De reorum

absolutione objecta crimina negatium apud equuleum: ae de hujus usu eliminando,

Page 269: Biblioteca Palafoxiana

265

praesertim ab ecclesiasticis tribunalibus, en Matriti por Joachimum Ibarra, 1770;

Isidoro Alcaraz y Castro: Breve instrucción del método y practica de los quatro

juicios, civil, ordinario, sumario de partición, executivo y general de concurso de

acreedores anotados con las especies más ocurrentes en los Tribunales, en

Madrid en la Oficina de la viuda de Manuel Fernandez, 1770.

Ignacio Jordan de Asso y del Rio y D. Miguel de Manuel y Rodriguez:

Instituciones del derecho civil de Castilla, en Madrid en la Imprenta Real de la

Gazeta, 1780; Francisco de Alfaro: Tractatus de officio fiscalis, deque fiscalibus

privilegiis, en Matriti ex Typographia Regia, 1780; Theodoro Ardemans:

Ordenanzas de Madrid y otros diferentes que se practican en las ciudades de

Toledo y Sevilla, en Madrid por Placido Barco Lopez, 1796; Nonio Acosta: De

privilegiis creditorium tractatus absolutissimus, en Genevae sumptibus haeredum

Cramer et fratrum Philibert, 1739.

En el área de Concilios se encuentran las obras: Concilium mexicanum

pronvinciale, celebratum Mexici anno MDLXXXV praecide D. D. Petro Moya de

Contreras, Achiepiscopo eiusdem Urbis. Confirmatum Romae die XXVI Octobris,

anno MDXXXIX, en Parisii, 1725; Concilium Romanum in Sacrosancta Basilica

Lateranensi celebratum anno universalis jubilae MDCCXXV, en Romae apud

haeredes Joannis Laurentii Barbiellini 1764; Sacrosanctum, Oecumenicum

Concilium Tridentinum, en Tridenti sumptibus Societatis, 1745; Concilium

Mexicanum Privinciale III celebratum Mexici anoo MDLXXXV. Praecide D. D.

Pedro Moya et Contreras Archiepiscopo ejusdem urbis, en Mexici por Josephi

Antonii de Hogal, 1770; Sacro Sanctum, Oecumenicum Concilium Tridentinum, en

Matriti ex typographia Regia, 1773.

Page 270: Biblioteca Palafoxiana

266

Sacro-sanctum. Oecumenicum Concilium Tridentinum, en Matriti ex

typographia Regia, 1778; Sacrosanctum Oecumenicum Concilium Tridentinum, en

Matriti ex typographia Regia, 1786; Sacrosanctum Concilium Tridentinum: cum

citiationibus ex utrusque testamento, juris Pontifici Constitutionibus, aliisque S.

Rom. Eccl. Conciliis, en Bassani apud Remondini, 1780.

En la temática de Apologética se hallan: Martin Sarmiento: Demostracion

critica-apologética del teatro critico universal que dio a la luz el R. P. M. por Benito

Geronymo Feijoo Benedictino: con la qual se hace patente la evidencia, certeza

probabilidad, verosimilitud, elección, exactitud harmonia propiedad de sus

discursos, noticias, opiniones, conjeturas, autores, citas, expresiones, palabras,

que en los tomos I, II, III, en alguna parte del IV, y en la ilustración apologética,

pretendi contradecir el vulgo, con diferentes papelones; por no haver entendido

hasta ahora la conexión, y la obvia significación de las voces, en Madrid por la

viuda de Francisco de Hierro, 1732; Benito Jerónimo Feijoo y Montenegro:

Ilustracion apologética al primero, y segundo tomo del Theatro Critico, donde se

notan más que quatrocientos descuidos del autor del anti-teatro y de los sesenta,

que este imputa al autor del Teatro Critico, se rebaxa los sesenta y nueve y medio,

en Madrid por los haerederos de Francisco del Hierro, 1751.

Martin de Torrecillas: Consultas, alegatos, apologías y otros tratados, assi

Regulares, como de otras materias morales, con la refutación de las proposiciones

del impío hereje Molis, en Madrid por Agustin de Gordejuela y Sierra, 1753;

Apologias a la obra de Barbadiño, intitulada Verdadero Metodo de estudiar, etc., y

respuestas a ellas dadas, en Madrid por Joachin Ibarra, 1768; Francisco de Paula

Baquero: Disertacion apologética a favor del privilegio, que por costumbre

Page 271: Biblioteca Palafoxiana

267

introducida por la bula de la Santa Cruzada goza la nación española en el uso de

los oratorios domesticos, leida en la Real Academia de Buenas Letras de Sevilla,

en 25 de octubre de 1777, por el Dr. Francisco de Paula Baquero, en Sevilla por

Josef Padrino, 1777.

En el área de Oratoria Sagrada y Oradores, están los siguientes libros:

Francisco de Mendoza: Viridarium sacrae et profanae eruditionis, en Lugduni por

Laurentii Anisson, 1649; Nicolai Caussini: De eloquentia Sacra et humana, Libri

XVI, en Coloniae Agrippinae; Leonardo Frizon: Xaverius Thaumaturgos

panegyricum poema cum operibus XV: historicis, oratoriis, theoligicis de Sancto

Indiarum Apostolo, en Burdigalae apud J. Mongironem Millangium, 1684; Petro

Maria La Torre: De arte rethorica, et poetica institutiones, en Mexici, 1753; De arte

rethorica libri quinque, en Lugduni por Andream Perisse, 1744; Calixto Hornero:

Elementos de retorica con exemplos latinos de Ciceron y castellanos de Fr. Luis

de Granada, para uso de las escuelas pias, en Madrid en la oficina de Don

Gregorio de Ortega e hijos de Ibarra, 1791; Sidronio Hossch: Las elegias de la

Pasion de Nuestro Señor Jesu-Christo, en Malaga por los herederos de Francisco

Martinez, 1795.

Entre los Autores Clásicos y Poéticos, se encuentran las siguientes:

Isócrates: Isocratis Panegyricus, en Lipsiae apud Weidmanni hered. Et Reichium,

1766; Las oraciones y cartas del Padre de la eloquencia Isocrates, en Madrid,

Imprenta Real 1789; Traduccion de las obras de el Principe de los Poetas latinos

Publio Virgilio Maron a metro castellano, en Mexico en la oficina de los herederos

de Lic. Joseph de Jauregui, 1787; Cayo Valerio Catulo Opera, en Biponte, ex

typographia societatis, 1794.

Page 272: Biblioteca Palafoxiana

268

Liceuun: Les livres de Ciceron de vieillesse, De l´amitié, les paradoxes, le

songe de Scipion: en Paris chez Barbou, 1768; Hettres de Ciceron a Atticus, en

Liege chez C. Plomteux, 1773; Los oficios de Ciceron, con los diálogos de la

Vejez, de la amistad, las Paradoxas, y el sueño de Escipion, en Madrid en la

Imprenta de D. Benito Cano, 1792. Publio Papinio Estacio: Opera, en Biponti, ex

typographia Societatis, 1785; Fedro: Fabulae Aesopiae, en Bipunti, ex tipographia

Societatis, 1784.

Dentro del área de Retórica y Oratoria Profana se hallan: Wolfgano

Schonsleder: Apparatus eloquentiae, en Coloniae apud Joh. Ludov. 1710; Antonio

Machoni: Palatti eloquentiae vestibulum, en Matriti ex thypographia viduae Petti

Enguera, 1739; Epistolae tiburtianae carminibus conscriptae hexametris elegiancis

hendecasyllabis quae antea sparsae variis voluminibus legenbantur, en Brixiae,

Joannes Maria Rizardi, 1743; Colección de la obras de eloquencia y de poesía

premiadas por la Real Academia Española, en Madrid por la viuda de Ibarra, 1799;

Francisco Pomey: Candidatus rhetoricae, en Romae por Vincentii, Joannis

Franscisci de Rubeis, 1718; Francisco Pomey: Candidatus rhetoricae, en Venetiis

por Nicolaum Pezzana, 1730.

En los temas de Historia Natural, se enlistan a continuación: Plinio Cayo el

Grande: Histoire Naturelle, en Paris chez veuve Desaint, 1771-1832; Conde de

Buffon: Historia natural general y particular, en Madrid por la viuda de Ibarra, 1791-

1798; Lorenzo Hallas y Panduro: Historia de la vida del hombre, en Madrid por la

Imprenta de Aznar, 1789-1790; José Torrubia: Apartado para la historia natural, en

Madrid por lo herederos de Agustin de Gordejuela y Sierra, 1754.

Page 273: Biblioteca Palafoxiana

269

Dentro de la Física: Isaac Newton: Philosophiae naturalis principia

mathematica, en Genevae Typis Barrillot, 1739; Isaac Newton: Opticae libri tres,

en Petavii por Joannem Manfre, 1749; Institutions newtoniennens, ou, Introduction

a la philosophie de M. Newton par M. Signoine, en Paris chez Jacques Francois

Quillau, 1747.

Obras que desde la modernidad se han considerado relevantes, y que se

encuentran en la biblioteca son: Miguel de Cervantes: El Ingenioso Hidalgo Don

Quixote de la Mancha, en Madrid, Imprenta de la Academia por la viuda de Ibarra

1787; y la de 1804, en Madrid.

Francisco Javier Clavijero: Storia antica del Messico, en Ceseña por

Gregorio Biasini, 1780, obra que debió ser introducida a la biblioteca muy

adentrado el siglo XIX, al igual que la Storia della California, en Venezia por

Modesto Fenzo, 1789.

Alonso de Molina: Vocabulario en lengua castellana y mexicana, en Mexico

por Antonio de Spinosa, 1571. También están las obras de los ilustrados del siglo

XVIII como la Encyclopedie, ou, Dictionaire raisonne des sciencies, des arts et de

metiers, par una Sociéte de Gens de lettres, en Geneve chez Jean Leonard Pellet,

1778; Oeuvres de J. J. Rousseau, en Paris chez Ledoux et Tener, 1819; Oeuvres

complétes de D´Alembert, en Paris por Bossange Fréres, 1821-1822; Oeuvres

complétes de Denis Diderot, en Paris par chez a Belin, 1818-1819; Oeuvres de

Voltaire, en Paris por Pierre Didot, 1803-1815, los libros de estos autores que no

alcanzan la categoría de libros antiguos, establecidos según algunos criterios

desde la aparición de la imprenta hasta 1800.

Page 274: Biblioteca Palafoxiana

270

También se encuentra la obra de Rene Descartes: Passiones animae, en

Francofurti ad Moenum, por Friderici Knochii, 1692, y Tractatus de humine et de

formatione factus, 1692; Homero: Homerou Ilias, en Parisiis por Michaelis

Vascunsani, 1547; Lorenzo Boturini: Idea de una nueva historia de la America

Septentrional, en Madrid por Juan de Zuñiga, 1746.

5.3. Libros de la Compañía de Jesús

La Compañía de Jesús, sin lugar a dudas fue parte vital para la consolidación del

sistema colonial en la Nueva España gracias a su labor pedagógica, donde

institucionalizó los colegios para menores y las cátedras mayores que formaban a

los futuros clérigos. Así, a lo largo del territorio novohispano, la Compañía

organizó instituciones educativas que fueron capaces de enfrentar los peligros del

ámbito reformista, que tanto impulso había tomado en Europa. Su propuesta era

simple: educar y evangelizar para enfrentar los retos que se presentaban.

Una de las ciudades donde se impulsó en gran medida el proyecto de los

Jesuitas fue la ciudad de Puebla de los Ángeles, lugar donde se establecieron

diversos colegios. Estos centros de enseñanza abarcaban diversos temas sobre la

formación educativa y religiosa del momento, como bien ha apuntado Ignacio

Osorio Romero: los Colegios de San Jerónimo y del Espíritu Santo estaban

dedicados a la enseñanza de la gramática latina, por otro lado el de San Ildefonso

Page 275: Biblioteca Palafoxiana

271

a la filosofía, el de San Ignacio a la teología y el de San Francisco Xavier a la

enseñanza de la doctrina y las primeras letras a los indios.236

Siglos más tarde, cuando se dio la supresión de la Compañía de Jesús en

la Nueva España, muchos de sus objetos pasaron a formar parte de otros colegios

de las diversas órdenes religiosas constituidas en este lugar. En el caso de la

ciudad de Puebla de los Ángeles, fueron confiscadas grandes cantidades de libros

que pasaron a formar parte de la biblioteca de los colegios tridentinos, como se

observará a continuación.

Como ya se dicho en los apartados anteriores, a partir de la marca de

pertenencia o ex libris se han conocido los datos de los libros. Hay que señalar

que son tres los colegios los que al parecer fueron a los que más libros se les

confiscaron y pasaron a formar parte de la biblioteca, estos son: El Colegio del

Espíritu Santo, El Colegio de San Ildefonso y el de San Xavier, siendo el Colegio

de San Ildefonso, de acuerdo por su ex libris del que más libros engrosaron los

estantes de la Palafoxiana.

Entre los libros con ex libris manuscrito “De la librería del Collegio de la

Compañía de Jesus de los Angeles”, se halla la Biblia Sacra: hebraica chaldaice

graece et latine, en Antuerpiae por Christoph Plantinus excud, 1569-1573.

Entre los Comentarios a La Biblia, como área temática: Roberto Belarmino:

Explanatio in Psalmos, en Lugduni por Horatii Cardon, 1612.

En la Patrología encontramos a: Phillip. S. Jacobo: Sanctorum Patrum

Bibliotheca Maxima Lugdunensis, XXVII, Voluminibus comprehensa, en Augustae

Vindelicorum Graecii, por Philiphi, Joannis et Martini Veith, 1719.

236

Ignacio Osorio Romero. Historia de las Bibliotecas en Puebla, México, SEP, 1988, p. 54.

Page 276: Biblioteca Palafoxiana

272

En los libros de Catequesis está: Tromba catechistica cicé spiagazione delle

dottrina cristiana, en Neapoli por Michele Luigi Muzio, 1713.

En el área de Derecho Eclesiástico: Joanne de la Cruz: Epitome de Statu

religionis, et de privilegiis, quibus a Summis Pontificibus est decoratus, en Matriti

por Cosmae Delgado, 1613; Prosperii Farinacii: Sacrae Rotae Romae decisionum

ab ipso recetissime selectarum et hactenus nondum editarum, partes duae, en

Lugduni por Jacobi Prost, 1613; Antonio de Souza: Opusculum circa

constitutionem Summi Pontificis Pauli V in confessarios ad actus inhonesto

foeminas in sacramentali confessione allicientis…, en Ulyssip, por Gerardi Virea,

1623.

Y en el área de Derecho Civil: Antonii Matthaei: Ve auctionibus libri duo, en

Trajecti ad Rhenum typis Johannis a Waesbage, 1653; Antonini de Amato

Panormitani: J. V. D et apud Siciliae suprema tribunalia causarum patroni Variae

resolutiones juris, forenses et practicabiles in quibus quaestiones indios fere

ocurrentes controversiae, dilucide continentur, quae juris proprii siculi

interpretatione, et descisionibus tribunalium exornatur, en Lugduni por Joannis

Antonii Huquetan, 1658.

Dentro de la Teología Dogmática y Escolástica: Joannis Medina: In titulum

de poenitentia eiusq partibus commentari, en Salmaticae excudebat Andreas a

Portonariis 1553; Ruperti abbatis tiutiensis. Libri XLII De operibus sanctae trinitatis

cum lucubentissimis capitolorum argumentis cunetisq scripturarum locis nune

demum diligenter recogniti, et pristinae integrati restituti, en Antuerpiae, expensis

viduae Arnoldi Birkmanii, 1565; Joannis Capreoli: Thomistarum princips, in libros

sententiarum amplissimae quaestiones, pro tutela doctrinaes S. Thomae ad

Page 277: Biblioteca Palafoxiana

273

scholasticum certamen egregie disputatae. Nupes castigatae et corroboratae

auctoritatibus Sacrae Scripturae, Conciliorum, et Sanctorum Patrum, en Venetiis

apud haeredem Hieronymi Scoti, 1588-1589; Philippo Diaz: Summa praedicantium

ex ómnibus locis communibus locuplentissima, en Salmaticae excudebat Joannes

Ferdinandus, 1593.

Josephi Ragusae: Commentari ac disputation in tatiam partem D. Thomae,

en Lugduni por Horatii Cardon, 1619; Didaco Alvarez: De auxiliis divinae gratiae et

humani arbitrii viribus et libertate, ac legitima eios cum efficacia eorundam

auxiliorum Concordia, librii duodecim, en Coloniae Agrippinae, por Antonium

Boetzerum, 1622; Ludovico Montesino: Commentaria in primam secundae Divi

Thomae Aquitanis, en Compluti apud viduam Gratiani de Antises, 1622; Joannis

Malderi: In primam Secundae D. Thomae commentaria, en Antuerpiae ex oficina

Plantiniana, 1623; Didaci Ruiz de Montoya: Commentaria, ac disputationes in

primam partem Santi Thomae de trinitate, en Lugduni sumptib. Ludovici Prost,

1625; Joannis Wiggers: In primam Secundae Divi Thomae Aquitanis commentaria,

en Lovanii apud Joannem Oliverium, 1629.

Petri Hurtado de Mendoza: Scholasticae et morales disputations de tribus

virtulibus theologicis, en Salmanticae por Jacinthum Taberniel, 1631; Joanne

Puncio: Integer theologiae cursus ad mentem scoti, en Parisiis por Antonii Bertier,

1652; Joanne Baptista Gormaz: Cursus theologicus, en Augustae Vindelicorum por

Goergii Schluter, 1707; Didacum Gonzales Matheo: Theologia scotica, en Matriti,

1749.

Y en el área de Teología Moral se hallan los libros de: Joanne Azorio:

Institution moral: in quibus ad conscientiam recte, aut prave factorum partinentes,

Page 278: Biblioteca Palafoxiana

274

brevitar tranctantur, en Lugduni por Horatii Cardon, 1612; Antonio del Pozo:

Monastica theologia, en Mexici por bachalaureum Joannem de Alcazar, 1618;

Suma, sive compendium ómnium operum R. P. D. Antonini Diana Panormitani, en

Matriti ex oficina Didaci Diaz de la Carrera, 1649; Leandri de Sanctissimo

Sacramento: Quaestiones morales theologicae in septem Ecclesiae sacramenta,

en Lugduni por Joannis Couronneau, 1654; Joannes Euphrates: Cynosura ne

confessariorum, seu, Praxis rite excipiendae confessionis sacramentalis quam

presbyteris publics explicuit, en Venetiis por Nicolaum Pezzana, 1713;

Bartholomaeo Mastrio de Meldula: Theologia moralis ad mentem DD. Seraphici, et

subtilis concinnata et in disputationes vigintiecto distributa, en Venetiis ex

typographia Balleoniana, 1758.

Pasando a los libros con Ex libris manuscrito “De la librería del Colegio del Espíritu

Santo de Puebla”, en el área de Patrología se encuentran: Authoritat Sacrae

Scripturae, et sanctorum patrum, quae in summae Doctrinae christianae doctoris

Petri Canisii Theologi Societatis Jesu citantur, en Venetiis ex bibliotheca Aldina,

1571; Franciscum de Pietate Maciel: Expositiones selectee sanctorum partum

doctorumq., en Neapoli ex typographia Secundini Roncalioli, 1634.

En la Catequética se halla la obra de: Pedro de Lepe: Catecismo catholico,

en el qual se contiene la explicación de los misterios de nuestra santa de católica y

las demás cosas, que debe el christiano saber para su salvación, en Madrid por

Antonio González de Reyes, 1699.

En el área de Derecho Eclesiástico encontramos: Joan Sebastian: De el

bien excelencias y obligaciones de el estado clerical y sacerdotal, en Sevilla por

Page 279: Biblioteca Palafoxiana

275

Matias Clavijo, 1620; Michaele Fierro Manrique: Resolutate quaestionum moralium

et vicaliarum, en Lugduni sumptibus Jacobi et Petri Prost, 1640.

Dentro de la temática de Teología Dogmática y Escolástica, están los libros

de: Francisco Panigarola: Lettioni supra dogmi, en Ferrasa apresso Giullio Vasalini

e Guilio Cesare Cognacini, 1585; Gregorio Nunnio Coronel: De vera Christi

Eclessia libri decem, en Romae ex typographia medicca, apud Jacobum Lunam,

1594; Francisco Suárez: Opera de divina gratia pars tertia, en Lugduni por Jacobi

Cardon et Petri Cavellat, 1624; Pedro de San José: Idea theologicae speculativae,

en Parisiis por Gergium Jusse, 1642; Didaco de Avendaño: Problema theologica,

en Antuerpiae por Engelbertum Gymnicum, 1668; Thyrso Gonzalez: Tractatus

theologicus, de certitudinis gradu, quem, infra fidem, nune habet sententia pia de

Immaculata B. Virginis Conceptione, en Matriti ex typographia Joannis Garciae

Infanzon, 1688.

En la temática de Teología Moral están las obras de: Alonso de Vega:

Suma, llamada Nueva Recopilación, y Practica del fuero interior: utilissimo para

confessores y penitentes, con varias resoluciones de casi innumerables casos de

conciencia, tocantes a todas las materias teólogas, canonicas y jurídicas,

conforme la doctrina de los Santos, y mas graves autores, antiguos, y modernos,

en Madrid por Luis Sanchez, 1606; Francisci Toleti: De instructione sacerdotum et

pecatis mortalibus libro octo, en Antuerpiae apud Petrum et Joannem Belleros,

1619; Francisci Labatae: Thesaurus moralis, en Antuerpiae, por Hieronymum

Verdussium, 1652; Leandri de Santissimo Sacramento: Quaestion moral

theologica in decem Decalogi praecepta, en Lugduni sumptibus Phil. Borde Laur.

Arnaud, et Claud. Rigaud, 1662; Joannis Bisselii: De pestiferes peccatorum

Page 280: Biblioteca Palafoxiana

276

moralium fructibus exempla trágica, per anni M. DC. LI. Quadragesimam, pro

suggetu, exposita, en Diligae por Joann Casp. Bencard, 1679.

Georgio Gobato: Opera Omnia, hoc est, experiantiarum theologicarum, sive,

Experemitalis theologiae De Septem sacramentis, en Monachii por Joannis

Jacklini, 1681; Daniel Bartoli: La eternidad, en Madrid por Juan Garcia Infanzon,

1691; Joanne Baptista Gormaz: Tractatus De poenitentia distributus in duas partes

alteram De virtute, et alteram De sacramento, en Romae por Antonii de Rubeis,

1697; Dominico Viva: Opuscula theologico-moralia, en Patavii, ex typographia

Seminarii apud Joannem Manfre, 1721.

Entre las obras creadas por los Padres de la Iglesia, se encuentran las

siguientes:

San Gregorio Niceno: Beati Gregorii Nysseni Episcopi, Fratris Basilii Magni,

opera omnia quae extant, duobus tomis comprehensa, en Parisii apud viduam

Sebastiani Nivelli, 1605; San Epifanio: Sancti Epiphanii Episcopi Constantiae

Cypri, opera extant omnia, en Coloniae Agrippinae por Antonii Hierat, 1617; San

Basilio: Origenis Adamantii Philocalia: de obscuris S. Scripturae locis, a SS. PP.

Basilio Magno, et Gregorio theologo, ex variis Origenis commentariis excerpta, en

Lutetiae Parisiorum por Sebastianum Cramoisy, 1624.

En el área de Retórica y Oratoria, se enlistan: De arte rhetorica libri tres ex

Aristotele, Cicerone et Quintiliano praecique deprompti, en Antuerpiae por Joach.

Trognaesii 1613; Marci Tulii Ciceronis Topica, en Hispali por Alfonsum

Escribanum, 1573; Pauli Josephi de Arriaga: Rhetoris Christiana, en Lugduni por

Horatii Cardon, 1619; Stanislao Rapalio: Via ad eloquentiam in duas partes divisa,

Page 281: Biblioteca Palafoxiana

277

en Coloniae Agrippinae, 1712; Dominico de Colonia: De arte rhetorica, en Lugduni

por Antonii Molin, 1733.

Entre los libros con Ex libris manuscrito de la “Librería del Colegio de San Xavier

de Puebla”, en la temática de Expositores de la Biblia se encuentra: Roberto

Belarmino: Explanatio in Psalmos, en Venetiis por Thomam Bettinelli, 1747.

En las obras de los Padres y Doctores de la Iglesia, están a la vista: San

Agustín: De natura et origine animae Epistola secunda, en Venetiis excudebat Jo.

Baptista Albizzi Hieron S. F.; Tomás de Aquino: Summa totius theologiae, en

Lugduni sumptibus Anisson et Possuet, 1701; San Jerónimo: Espistolae aliquot

selectae in usum, et utilitatum adolescentium, qui latinae lingua dant Operam, en

Antuerpiae, Cornelio Verdussen, 1720.

En el área de Catequesis, está: Juan Agustin y Orta: Doctrina Christiana

catechista, y magistralmente explicada, ilustrada por autoridades de las Sagrada

Escritura y Santos Padres, en Zaragoza por Pedro Ximenez, 1730.

En el área de Derecho Eclesiastico: Ludovico Engel: Collegium universo

juris canonici antehac juxta triplex juris objectum partitum, en Venetiis por

Josephum Bettinelli, 1733.

Y en Derecho Civil: Alphonso de Azevedo: Commentari juris civilis in

Hispaniae regias constitutiones, en Madritti ex officina Petri Madrigal, 1595.

En el área de Teología Dogmática y Escolástica, se hallaron las siguientes

obras: Petro Alagona: Sancti Thomae Aquitanis summae theologicae

compendium, en Lugduni por Horatii Cardon, 1619; Adami Tanneri: Theologia

Scholastica, en Ingolstadi, 1624; Mathia Blanco: Tractatus De Libertate creata sub

Page 282: Biblioteca Palafoxiana

278

divina scientia, et omnipotentia. Funiculus triplex. Divi Thomae praemotione, scotio

comitante decreto et scientia media Discorda concors, en Mexici typis viduae

Josephi Banardi de Hogal, 1746.

En Teología Moral: Emmanuele Sa.: Aphorismi confessariorum ex doctorum

sententiis collecti, en Antuerpiae ex officina Joachimi Trognaesii, 1599;

Emmanuele Sa.: Aphorismi confessariorum ex doctorum sententiis collecti, en

Rothomagi por Joannem Osmontium, 1618; Matthaei de Moya: Selectae

quaestiones ex praecipuis theologiae moralis tractatibus, en Matriti ex typographia

Antonii Gonzalez, 1678; Thomae Sanchez: Opera Moral in praecepta Decalogi, en

Lugduni por Laurentii Anisson, 1689; Henrique de Villalobos: Suma de la Teología

Moral y canonica, en Madrid por Melchor Sanchez, 1680; Thomae Sanchez:

Consilia seu opuscula moralia, en Lugduni sumptib. Laurentii Arnaud, Petri Borde,

Joannis et Petri Arnaud, 1681; Martin de Torrecillas: Consultas morales y

exposición de las proposiciones condenadas por nuestros muy santos Padres

Inocencio XI y Alexandro VII, en Madrid por Juan Garcia Infanzon, 1693; Antonio

Charlas: Disputatio theologica de opinionum defecto in quaestionibus moralibus,

en Romae ex typographia Reverendae Carmece Apost., 1695; Thyrso Gonzalez:

Synopsis tractatus theologici De recto usu opinionum probabiblium luce public

donati sub initium anni M. DCC. XCIV, en Amstelodani por Allardi Aaltsen, 1697;

Joanne Alloza: Flores summarum sive alphabetum morale: quo omnes-ferms

conscientiae casus, qui confessaris contigere possunt, breviter, clars, ac quantem

licet, benignis digerentur, en Caloniae Agrippinae por Jacobi Prumpper, 1705;

Gaspare Hurtado: Tractatus De Sacrametis, en Compluti ex officina Joannis de

Villodas et Orduña, 1629.

Page 283: Biblioteca Palafoxiana

279

Josepho Augustino: Brevis notitia eorum, quae scitu vel necessaria, vel

valde utilia sunt confessaris in primo ingresso ad audiendas confessiones, en

Antuerpiae por Janssonio Waesbergios, 1725; Carolo Casalicchio: Tuta

conscientia, seu, Agendorum, vel non agendarum in quibusdam selectissimis, ac

frequentius accidentibus conscientiae casibus tuta methodus moralis juxta

doctrinam, et auctoritatum Doctorum Primae Classis Noc non Decreta hucusque

emissa Summorum Pontificum, en Pampelonae por Josephi Joachin Martinez,

1737; Buenaventura Tellado: Theologia moral en claro, breve método, preguntas y

respuestas arregladas a sagradas y apostolicas, dogmas conciliares, y pontificios

decretos, padres y theologos y recogida en toda la seraphica sutil franciscana

escuela ad mentem venerabilis, subtilisque doctoris Joannis Juns Scoti, en

Salamanca por Antonio Villagordo, 1742.

Luis de Granada: Silva locorum, qui frequenter in concionibus ocurrere

solent i ómnibus divini verbi concionatoribus, en Salmanticae apud haeredes

Matthiae Gastii, 1586.

Por último, en la temática de Geografía, está la obra titulada: Novum lexicón

geographicum in quo universo orbis, en Venetiis por Homobonum Bettaninum,

1738; Methodo geographico fácil, compuesto en idioma francés por M. Francois,

en Paris a costa de Pedro Gendro, 1754.

Dentro de las obras con Ex libris manuscrito “Del Colegio de San Ildefonso de la

Compañía de Jesús Puebla”, entre las Biblias se encuentra la Sacra Biblia:

variarum translationum, en Antuerpiae, 1641.

Page 284: Biblioteca Palafoxiana

280

En el área de Catequesis: Juan de la Anunciacion: Doctrina Christiana muy

cumplida donde se contiene la exposición de todo lo necesario para doctrinar a los

indios, y administralles los sanctos sacramentos, en Mexico en casa de Pedro Balli

(texto en náhuatl y castellano), 1575.

En Derecho Eclesiástico, Summa constitutionum summorum pontificum et

rerum in Ecclesia romana gestarum Gregorio IX usque ad Sixtum V, en Lugduni

por Petri Landry, 1598; Marco Antonio Genuense: Praxis archiepiscopalis curiae

neapolitanae locupletata, en Romae por Jacobi Mascordi, 1616; Marco Paulo

Leone: Praxis ad litteras moioris poenitentiarii et offici sacrae poenitentiariae

apostolicae in quatuor partes distributa, en Romae por Ludovici Grignani, 1644;

Josephi Gibalini: Disquisitiones canonicae de clausura regulari ex veteri, et novo

jure, en Lugduni sumptib. Haer Petri Prost, Philippi Borde et Laurentii Arnaud,

1648; Josephi Gibalini: Scientia canonica et hieropolitica, en Lugduni sumptibus

Laurentii Arnaud, et Petri Borde, 1670.

Ascanio Tamburino: De jure abbatum et aliorum praelatorum tam regularium

quam secularium espiscopis interiorum, en Coloniae Agrippinae, por Joannis

Philippi Andreae, 1691; Francisco Leytam: Impenetrabilis pontificae dignitatus

Clypeus, en Romae por Joannis Jacobi Komarek, 1695.

En la temática de Teología Dogmática y Escolástica, se enlistan: Tomás de

Aquino: Summa Theologica, en Venetiis apud Juntas, 1612; Sancti Thomae

Aquitanis ex ordine praedicatorum quinti ecclesiae Doctoris angelici opera Omnia

ad fidem vetussimorum codicum mss. Et editorum emendata, aucta et cum

exemplaribus romano, véneto, ad antuerpiensi accurats collata, en Parisiis apud

Societatem bibliopolarum, 1654-1660; Sancti Thomae Aquitanis ordinis

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281

praedicatorum quinti ecclesiae Doctoris angelici Opera, en Parisiis apud

Societatem Bibliopolarum, 1660.

Joannis Turriscrematae: Summae ecclesiasticae libri quatuor, en

Salmanticae por Joannem Mariam, 1560; Dominici Soto: De natura et gratia libri III

cum apología contra reverendum episcoporum catharinum, en Salmanticae

excubedat Joannes Maria Terranova, 1566; Petri de Cabrera: Sacrae theologiae

Magistri, ex Ordine Divi Hieronymi, in tertiam partem Sancti Thomae

commentarium, et disputationum, en Cordobae apud Sanctum Hieronymum per

Andream Barrera, 1602; Blathassare Navarrete: Controversiae in Divi Thomae et

elus scholae defensionem praecipue circa tractatum de auxiliis divinae gratiae, en

Vallisoleti por Petrus Lasso Vaca, 1605; Antonio Bernaldo de Quiros: Selectae

disputationes theologicae de praedestinatione, Trinitate et angelis, en Lugduni por

Philippi Borde, Laurentii Arnaud et Claudii Rigaud, 1658.

Matthiae Borrull: Tractatus De voluntate Dei, en Lugduni por Joannis Antonii

Huguetan, 1661; Matthiae Borrul: Tractatus de Trinitate, en Lugduni sumptibus

Horatii Boissat et Georgii Remeus, 1662; Juan Martinez de Ripalda: De ente

supernatural disputationes theologicae, en Lugduni sumptib. Philippi Borde,

Laurentii Arnaud, Petri Borde, 1666; Georgii de Rhodes: Disputation theologicae

scholasticae, in quibus Christus, Delpara, sacramenta, sex tractatibus explicantur

ad tertiam partem summae theologicae Sancti Thomae, en Lugduni sumptibus

Joannis Antonii Huguetan et Guillielmi Barbier, 1671; Joanne Polmanno:

Breviarium theologicum, en Lovanii typis Hieronymi Nempaei, 1673; Martino

Becano: Summa theologiae Scholasticae, en Lugduni por Benedictum Bailly, 1683.

Page 286: Biblioteca Palafoxiana

282

Eusebio de los Rios: Tractatus theologicus de judico indifferenti requsito ex

parte actus primi ad libertatem creatam, en Matriti por Julianum de Paredes, 1694;

Francisci Sylvii a Boania Comitis, S. Theolog. Doctoris in Academia Avacenaea…

Opera Omnia, en Antuerpiae apud viduam et filium Joannis Baptistae Verdussen,

1696-1699; Carolo Antonio Casnedi: Crisis theologica, en Ulyssipone ex

typographia Regia Deslandesiana, 1711; Joanne Baptista Gonet: Manuale

thomistitarum, seu, tutius theologiae brevis cursus, en Antuerpiae Franciscum

Pitteri, 1745.

En la temática de Teología Moral, se hallaron las siguientes obras: Martini

Azpilcuetae: Opera, en Lugduni apud haeredes Gulielmi Rovilli, 1589; Jacobo de

Graffiis a Capua: Decisiones aureae casuum conscientiae in quatuor libros

distributae, en Venetiis por Damiani Zenari, 1593; Ludovicum de Beig:

Responsiones casuum conscientiae, en Barcinone 1596; Vincentio Fillucio:

Quaestion moral De Christianis officiis et casibus conscientiae ad forman cursus

qui praelegi solet in Collegio Romano Societatis Jesu, en Antuerpiae por Joannem

Keerbergium, 1623; Francisco Aguado: El cristianismo sabio, en Madrid imprenta

de la viuda de Alonso Marin, 1635; Gabrielis de Henao: Tractatio theologica

scholastica, moralis, expositiva et canonica, en Salmanticae por Sebastiani Perez,

1658-1661; Antonio de Escobar: Examen y practica de confesores, y penitentes.

En todas las materias de las theologia moral, en Paris a costa de Antonio Bertier,

1665.

Andreae Mendo.: Statera opiniorum benignarum in controversiis moralibus,

en Lugduni sumpt. Horatii Boissat, 1666; Josephi Rossell: Tractatus sive praxis

deponendi conscientiam in dubiis et scrupulis circa casus morales ocurrrentibus,

Page 287: Biblioteca Palafoxiana

283

en Lugduni sumptibus Laurentii Arnaud, Petri Borde, 1679; Josepho Cabrino:

Elucidarium casuum reservatiorum, en Venetiis por Antonium Bortolum, 1692;

Joannis Aegidii Trullench: Opus morale, en Barcinonae por Josephi Texido, 1701-

1702; Laurentio Cozza a Sancto Laurentio: Tractatus dogmatic moralis de jejunio

ecclesiastico in tres partes distributius, En Romae ex typographia Georgii Plachi,

1724.

Los libros con Ex libris manuscrito “Del Colegio de San Ildefonso de la Puebla. Ex

dono DD. Josephi de Luna”, en la temática de Derecho Eclesiástico, se hallan las

siguientes obras: Antonino Tessauro: Novae decisiones sacri senatus

pademontani, en Augustae Taurinorum, por Jo, Dominicum Tarinum, 1590;

Joannis Gutierrez: Canonicarum quaestio, utriusq, fori, tam exterioris quam

interioris animae libri duo, en Antuerpiae por Petrum et Joannem Belleros, 1618;

Francisco TT. S. Mariae de Populo: Vaticanae lucubrationes de tacitis et ambiguis

conventionibus in libros XXVII dispertitae, en Coloniae Allobrogum, por Petrum et

Jacobum Chavt, 1621; Michaele Ferro Manrique: Tractatus de praecedentiis et

praelectionibus ecclesiasticis ordine alphabetico digestus, en Lugduni, por Jacobi

et Petri Prost, 1637; Paulo Rubeo: Sacra Rotae Romanae decisión novissima, en

Romae ex typographia Rev. Cam. Aposto., Nic. Rodriguez Fermosini: Allegationes

Fiscales, ad text in cap. Vergentis X de haeret. De confiscatione bonorum un S.

Officio inquisitionis tractatus primus, en Lugduni por Horatii Boissat et Gregorio

Romeus, 1663.

Didaco Antonio Frances de Urritigoyti: Tractatus de compententiis

jurisdictionis inter curiam ecclesiasticam et saecularem, en Lugduni por Philippi

Page 288: Biblioteca Palafoxiana

284

Borde, 1667; Marci Anrtoni Sabelli: Variae juris resolutiones, en Coloniae

Agrippinae, 1707.

En la temática de Derecho Civil, se observan las siguientes obras:

Francisco de Aviles: Nova diligens, ac per utilis expositiis capitum, seu, legum

praetorum, ae judicum syndicatus regni totius Hispaniae, en Matriti por Petri

Madrigal, 1597; Andrene Angulo Cordubensis: J. C. Hispani Commentaria ad leyes

vegias meliorationum, en Madriti por Ludovicum Sanctium, 1592.

En el área de Teología Dogmática y Escolástica, se enlistan: Cursus

Theologicus: juxta miram Divi Thomae Praeceptoris Angelici doctrinam Collegi

Salmanticansis FF. Discalceatorum B. Mariae de Monte Carmeli primitivae

observantiae, en Lugduni sumptibus Anisson et Joannis Posuel, 1704.

Y en el área de Teologia Moral: Joanne Ozorio: Institutionum moralium in

quibus universae quaestiones ad conscientiam recte, aut prave factorum

pertinentes, breviter tranctatur, en Lugduni por Jacobi Cardon et Petri Cavellat,

1625; Francisco de Castro: Reformacion Christiana, assi del picador, como del

virtuoso, en Barcelona por Juan Piferrer, 1626; Nicolai Baldelli: Disputationum ex

morali theologia, libri quinque I. De Humanis actionibus in Universum II. De Vitiis,

et pecatis. III De Vitiis capitalibus. IV De conscientia. V. De legibus, en Lugduni por

Gabrielis Boissat, 1637; Nicolai Baldelli: Disputationum ex morali theologia libri

quatuor I. De fide et infidelitate. II De spe, et charitate. III De adoratione et

oratione. IV De superstitione et irreligiositate, en Lugduni sumpt. Haeredum Gabr.

Boissat et Laurentii Anisson, 1644.

Thomas del Bene: Tractatus morales, en Avenione por Guillelmi Halle,

1658; Leandri del Santissimo Sacramento: Quaestionum moralium theologicarum

Page 289: Biblioteca Palafoxiana

285

in decem Decalogi praecepta, en Lugduni por Philippi Borde, 1664; Josepho

Meade de S. Joan.: Theologica moralis de triplici bulla, scilicet, cruciate

compositioniis, et defuntorum ubi de purgatorio, de sufragiis pro mortius et horum

apparitionibus, accurate differitur, actractatur, en Matriti ex typographia Andreae de

la Iglesia, 1666; Josepho Mendez de San Juan: Theologia moralis de praeceptis

Decalogi, et Ecclesiae simul cum materiis moralibus De conscientiae, De Legibus,

et peccatis, en Matriti por Juliani de Paredes, 1669.

Stephani Fagundez: Quaestiones. De christianis officiis et casibus

conscientiae in quinque Ecclesiae praecepta theologicis, concionaturibus,

cathedracis doctoribus, animarum pastoribus, causarumque utriusque fori judicibus

ac patronis utilissima, en Coloniae Agripinae por Joannem Wilhelmum Friescm,

1671; Espejo de la juventud, moral, político y christiano del ilustrissimo señor Don

Marcos Bravo de la Serna, en Madrid por Mateo de Espinosa y Arteaga, 1674;

Thyrso Gonzalez: Fundamentum theologiae moralis, id est, Tractatus theologicus

de recto usu opinionum probabilium, en Caesar. Augustae por Dionisium Dormer,

1694; Matias de Aguirre: Consuelo de Pobres y remedio de ricos. Dividido en tres

partes en que se prueba la excelencia de la limosna, en Huesca a expensas de

Antonio de la Fuente, librero de Su Magestad, 1695.

Clemente de Ledesma: Dispensador de noticias de los Santos

Sacramentos, en Mexico por Doña Maria de Benavides, viuda de Juan de Ribera,

1695; Ludovico Nogueira: Quaestiones singulares experimentales et practicae per

quatuor disputationes distributate, en Conimbricae ex officcina Joannis Antunes,

1698; Francisco Joseph de Cintruenigo: Suma de la theologia moral, en Madrid

por Geronimo de Estrada y Junco, 1704; Jayme de Corella: Suma de la teología

Page 290: Biblioteca Palafoxiana

286

moral, su materia los tratados principales de los casos de conciencia. Su forma,

unas conferencias practicas, en Madrid por Juan Garcia Infanzon, 1705.

Entre los Autores Clásicos, se hallan las obras de: Marco Tulio Ciceron:

Orationes, en Amsteodami ex typographia P. J. Blaeu, 1699; Cayo Valerio Catulo:

Opera, en Parisiis por Frederici Leonard, 1685; C. Plini Panegyricus, en Lugduni

Batavorum ex officina Hackiana, 1675.

Y en las Obras en general, Luis de Granada: Doctrina Christiana: en la cual

se enseña todo lo que el christiano deve hazer, donde el principio de su

conversión hasta el fin de la perfeccion, en Barcelona por Geronymo Margarit,

1615; Tomas Gonzalez: De arte rhetorica libri tres, en Mexici por Joannem Ruiz

1646; Hieronymi Lagomarsinii orationes septem, en Roma typis Generosi

Salomoni, 1753.

Por último, en la materia de Geografía, se hallan: Pedro Bertius: Tabularum

geographicarum contractarum libri quinque cum luculentis singularum tabularum

explicationibus, en Amstelodami por Cornelium Nicolai, 1606; Francisco Velazquez

Minaya: Esfera forma del mundo, con una breve descripción del mapa, en Madrid

por la viuda de Luis Sanchez, 1628; Francisco de Seixas y Lovera: Descripción

geographica y derrotero de la región austral Magallanica, en Madrid por Antonio de

Zafra, 1690; Auberto Miraeo: Geographia ecclesiastica, in qua provinciae

metropoles, episcopatus, sive urbes espiscopalis illustres, alphabeti serie digestae

leguntur et de ecclesiarum maxim illustrium eriginibus, progressibus ac

vicissitudinibus breviter disserritus, en Lugduni por Antonii Pillehotte, 1620;

Francisco Suarez: Metaphysic disputation, en Moguntiae por Hermanii Mylii

Birckmanii, 1614.

Page 291: Biblioteca Palafoxiana

287

5.4. La colección de Francisco Pablo Vázquez

Quienes han escrito sobre la Biblioteca Palafoxiana nunca han señalado que

muchos libros llamados por su estructura como “antiguos”, y que descansan en las

estanterías, no pertenecieron a las colecciones que dieron pie a la fundación de la

librería por parte de Palafox y Mendoza, ni de la biblioteca fundada por el obispo

Fabián y Fuero. Este fue el caso de los libros pertenecientes al Obispo Francisco

Pablo Vázquez. Erróneamente, a esta colección se le ha tomado como parte del

acervo original, cuestión totalmente equivocada, pues como ya dimos cuenta, los

libros se integraron después de la muerte del Obispo, más allá de mediados del

siglo XIX. A continuación se reproducen algunos autores y temáticas de estos

libros.

Entre los libros con Ex libris en estampa “Francisco Pablo Vázquez”, en el área de

Biblia y Estudiosos, se halla: Biblia Sacra Veteris et Novi Testamenti juxta

vulgatam, quam dicunt, editionem, en Parisiis, apud haeredes Carolae Guillard,

1558; Paulo Fagio: Thargum, hoc est. Paraphrasis Onkell Chaldaica in Sacra

Biblia: ex chaldaeo in latinum versa, en Argentorati, 1546.

En la Patrología, Franciscus Combetis: Bibliothecae graecorum patrum

auctarum novisiimum, en Parisiis por Caroli Fosset, 1672; De optima legendorum

Ecclesiae patrum método in quatuor partes tribuna, en Matriti por Antonii de

Sancha 1774; Jacobo Benigno Bossuet: Defensa de la tradición, y de los Santos

Page 292: Biblioteca Palafoxiana

288

Padres, en Madrid por Blas Roman, 1778; SS. Patrum toletanorum quotquot extant

Opera, en Matriti por Joachimum Ibarra, 1782-1785.

En el área de Catequesis, Charles Joachim Colbert: Instructions generals

en forme de catechisme, en Paris chez Simart, 1731; Claudio Fleury: Catechisme

Historique, en Lyon chez Jean-Marie Bruyset, 1786; Pierre Joseph Henry:

Instructions familiares, dogmatiques et morales, sur les quatre parties de la

doctrine chretienne, en Paris por Richard Lallemant, 1722; Placido Rico Frontaura:

Explicacion de las quatro partes de la doctrina Christiana, o, instrucciones

dogmatico-morales en que se vierte toda la doctrina del Catecismo Romano, en

Madrid por Benito Cano, 1796; Juan Martinez de la Parra: Luz de verdades

católicas y explicación de la doctrina Christiana, en Madrid por la viuda e hijo de

Pedro Marin, 1793.

Entre los Concilios, Vetustissimum et nobilissimum Concillium Illiberritanum:

quarto incunte saeculo in Hispania celebratum, en Lugduni sumptibus Philippi

Borde, Laurentii Arnaud, Petri Borde et Guill. Barbier, 1665; Sacrosanctum

Oecumenicum Concilium Tridentinum, en Matriti por Michaelem Escribano, 1779.

En la temática de Derecho Eclesiástico: Gonzalo Suárez de Paz: Praxis

ecclesiastica et secularis, en Lugduni apud fratres Deville, 1735; Traite de la

perfection de l´etat ecclesiastique, ou, Considerations sur les devoirs du clerge, en

Saint Malo chez L. et C. H. Horius, 1781; Vincentis Petra: Commentaria ad

Constitutiones Apostolicas, seu, Bullas Singulas summorum pontificium, en

Venetiis ex Typographia Balleoniana, 1741; Philippi Soler: Concordia jurisdictionis

ecclesiasticae, et saecularis practicae quaestiones emocleatae saepius ab

utriusque in jurisdictionum praelio judicibus controversiae et nune acuurat discusae

Page 293: Biblioteca Palafoxiana

289

ad explanationem text, un cap. Pernicionam I. de offic. Jud. Ord., en Matriti por

Francisci Garcia, 1753-1754; Traite de l´autorite ecclesiastique et de la puissance

temporalle, en Paris chez Desaint, 1768.

En la Teología Dogmática y Escolástica, se hallan las siguientes obras:

Bernardo Boniaanne: Epitome in universam sacrosanctae theologiae Divi Thomae

Aquitanis summam, en Lugduni por Simphoniarum Beraud, 1579; Didaci de Tapia:

In tertiam partem Divi Thomae libri duo unus de Incernatione Christi domini, alter

de admirabilis eucharistiae sacramento, en Salmanticae por Michaelis Serrani de

Vargas, 1589; Gregorii de Valentia: De rebús fidei hoc tempore controversis libri,

en Lugduni apud haeredes Gulielmi Rovilii, 1591; Ludovico Thomassino:

Dogmatum theologicorum prior prodit de Verbi Dei Incarnatione tomus unicus, en

Parisiis por Franciscus Muguet, 1680; Miguel Godinez: Practica de la theologia

mystica, en Sevilla por Juan Vejarano, 1682; Vicente Ferrer: Epitome cursus

theologici ad mentem D. Thomae Doctoris Angelici, en Valentiae por Antonium

Bordazar, 1720.

Examen desde fauts theologiques, en Amsterdam por Meynard Wytwet,

1744; Lettere teologiche del Padre Bernardino Vestrini delle scoule Pie., en Arezzo

por Michaele Belloti, 1749; Ludovico Antonio Moratori: De paradiso regnique

coelestis gloria non expectata corporum resurrectione justis a Des Contrata

adversus Thomae Burneti britanni librum de stato mortuorum, en Venetiis

Josephum Rosa, 1755; Bourdaloue: Exhortations et instructions Chretiennes, en

Lyon por Pierre Bruy ser Phontus, 1758; Daniel Concina: Manuale concinae, sue,

Theologia christiana dogmatico moralis, en Mutinae por Simonem Occhi 1763;

Guilielmi Estii: In quatuor libros sententiarum commentaria quibus pariter S.

Page 294: Biblioteca Palafoxiana

290

Thomae summa theologicae partes omnes, en Venetiis sumptibus Societatis,

1777.

Natali Alexandro: Theologiae dogmatico. Moralis secundum, ordinem

Catechismi Concilii Tridentini, en Venetiis ex typographia Balleoniana, 1771;

Joannis Opstraet: Opera Theologica, en Venetiis sumptibus haeredis Nicolai

Pezzana, 1771; Jo. Laurentii Berti: Opus de Theologicis disciplinis, en Bassani

apud Remundini, 1776; Francisci Xaverii Alegrii: Institutionum theologicarum libri

XVIII, en Venetiis por Antonio Lattae, 1789-1791; Petro Alagona: S. Thomae

Aquitanis theologiae summae compendium, en Matriti apud Emmanuel Alvarez,

1797.

San Agustín: Les confessions de S. Agustin, en Paris por Pierre le Petit,

1680; San Dionisio: Tou en agiosis patro ecmoon Dionysiou tou apciopagitou ta

soozomena punta, en Venetiis por Antonii Zatta, 1755; San Ambrosio: Sancti

Ambrosii Mediolanensis Espiscopi Opera, en Venetiis ex typographia Balleoniana,

1781-1782.

En la temática de Teología Moral, hallamos las siguientes: Jacobo Benigno

Bossuet: Traite de l´amour de Dieu: necessaire dans le Sacramenti de penitance,

suivant la doctrine du Concile de Trente, en Paris por Barthelemy Alix, 1736;

Gaspar Diaz: Consulta theologica de lo ilícito de representar y ver representar las

comedias, como se practican el dia de oy en España, en Cádiz en la Imprenta de

la Real de Marina, 1742; Carolum Noceti: Veritas vindicata, sive, Permultae

sententiae auctorum Societatis Jesu a R. P. Daniele Concina in sua theologia

christiana, en Matriti por Antonio Perez de Soto, 1753; Petrus Collet: Institutiones

theologicae moralis, en Lugduni por Joannem Mariam Buyset, 1768; Francisco

Page 295: Biblioteca Palafoxiana

291

Genetto: Theologia moralis: juxta Sacrae Scripturae, canonum et SS. Patrum

mentem, jussu Eminentissimi et Reverendissimi Stephani Cardinalis le Camus, en

Bassani in typographia Bassanensi, 1769.

Boni Merbesii: Summa Christiana, en Augustae Taurinorum Guibert y

Orgas, 1770-1771; Dictionnaire portatir des cas de conscience, en Lyon chez Jean

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por Blasii Roman, 1780; Francisco de Ajofrin: Tratado theologico-mystico-moral,

en Madrid por Pedro Marin, 1789; Francisco Guijarro: Buen uso de la teología

moral sobre la doctrina y espíritu de la Iglesia, en Valencia por Benito Monfort,

1791-1794.

Por último, entre las obras que pertenecieron a Francisco Pablo Vázquez,

en el área de Filosofía, se encuentra la obra de: Aristóteles: Aristotelous Politikoon

Biblia 20´, en Matriti Typographum ac Bibliopolorum Matritensium. 1775.

Esto ha sido a grandes rasgos cómo se fueron conformando las diversas

colecciones que dieron pie a la formación de la Biblioteca Palafoxiana. Sin

embargo, no quisiera concluir sin señalar que varios de los miles de libros

existentes que estan en la actualidad en la Biblioteca, nada tienen que ver con las

temáticas que dieron origen a su formación, por lo tanto, se decidió dejarlas de

lado, para no romper con el probable esquema por la que ésta se creó.

Page 296: Biblioteca Palafoxiana

292

Consideraciones finales

Nuestra tesis de doctorado se inscribe en uno de los dominios más importantes de

la historia cultural: la historia del libro y de la lectura. Hemos tomando como objeto

de estudio la Biblioteca Palafoxiana, con el fin principal de resignificar su

importancia, más que resarcir ciertas lamentables ausencias historiográficas.

A lo largo de esta investigación hemos debido revisar conceptos cuyo

sentido original se han distorsionado con el tiempo y que causa equívocos a los

historiadores, pues no se emplean de manera adecuada, como sucede con el

término biblioteca. Este vocablo en la antigüedad se usaba para designar el lugar

o espacio donde los libros eran colocados; pero para los siglos XVI y XVII la

palabra adquirió otras dimensiones, pues ya no se aplicaba de manera estricta

únicamente a las “bibliotecas de piedra”, sino a las bibliotecas sin muros o de

papel, como las ha denominado Roger Chartier.

Por otra parte, si semánticamente el término sufrió cambios, de igual

manera el espacio arquitectónico al que se le asociaba también se fue

modificando en cada etapa histórica. Como hemos explicado en nuestro trabajo,

cada transformación efectuada al espacio físico en el que se albergaban los libros

obedecía estrechamente a las innovaciones tanto físicas como de función y uso

que se provocaban en los libros, de modo que cualquier cambio suscitado en el

instrumento cultural denominado libro tenía repercusiones en el espacio físico al

que se le destinaba para su custodia, así como en el mobiliario, utensilios, formas,

propósitos de lectura y características de los lectores.

Page 297: Biblioteca Palafoxiana

293

Como ejemplo de lo aquí expresado, podemos remontarnos a la antigüedad

tardía, en la que se utilizaba el rollo o volumen, el cual se leía extendiéndolo poco

a poco y al finalizar la lectura otra vez se lo volvía a plegar y se colocaba en los

huecos de los muros para guardarlo. Cuando el códice sustituyó al rollo, el hueco

de los muros resultaba ya obsoleto para almacenarlo, pues su forma cuadrada no

lo permitía, por lo que debía colocarse en armarios. Con lo anteriormente descrito

podemos constatar la revolución tan radical de las tecnologías relacionadas con

los soportes de la escritura y los mismos espacios de resguardo.

Gracias al desarrollo de la imprenta, por la que se podían producir más

libros en un menor tiempo, las que en su momento habían sido pequeñas

colecciones de libros se convirtieron paulatinamente en librerías; es decir, en

edificios monumentales que tenían la capacidad para conservarlos. No obstante el

progreso que representaron para la difusión del conocimiento, estas librerías sólo

podían ser costeadas por reyes, príncipes, nobles y prelados, cuyas metas al

conceder su construcción no siempre perseguían la intención de hacer acopio del

saber, sino más bien de reafirmar su poderío. Fue así como se gestaron la

Biblioteca Vaticana, la Biblioteca Medicea Laurenciana y la Biblioteca de El

Escorial.

Hemos reflexionado, e incluso puesto en duda informaciones aceptadas por

historiadores demasiado condescendientes con datos que no han sido

corroborados, pero que suelen admitirse como si de un dogma se tratara. Uno de

esos datos reiterados despreocupadamente por los especialistas es el que

sostiene –sin claro fundamento–, que el obispo Juan de Palafox y Mendoza donó

de su biblioteca personal la cantidad de cinco mil libros, referencia que hemos

Page 298: Biblioteca Palafoxiana

294

cuestionado puesto que para la época en que supuestamente se hizo dicha

donación sería prácticamente imposible; primero, debido al elevado costo de los

libros y, en segundo lugar, porque no se encuentra una fuente fiable que indique

cómo pudo transportarse semejante cantidad de libros de España a Puebla.

Para responder a este punto controversial, propusimos la hipótesis de que

la magnífica donación de libros que se le atribuye a Palafox y Mendoza pertenecía

a los obispos que lo precedieron en el cargo y que éste, en su privilegiada

posición, dispuso de ellos para acrecentar el acervo. Por lo demás, hasta la fecha

no se ha hallado ningún ex libris que sirva como evidencia para confirmar que

efectivamente los libros donados por Palafox fueran parte de su biblioteca

personal.

Igual de polémica resulta la afirmación –admitida con ligereza– de que la

Biblioteca Palafoxiana tenía un carácter “público”, pues para nosotros se trata de

un error inconcebible, sobre todo porque quienes defienden dicha idea interpretan

literal y anacrónicamente el término público, como si esta biblioteca hubiese sido

ideada para admitir lectores de toda laya en una sociedad incipientemente

alfabetizada y con poco contacto con el mundo de la lectura. Como hemos

aclarado en el capítulo correspondiente de esta tesis, quienes tuvieron acceso a

los libros pertenecían a un círculo privilegiado de letrados que, incluso ellos

mismos no gozaban de plena libertad para acceder a los ejemplares, ya que había

reglas muy estrictas para la entrada, permanencia y uso de la biblioteca.

Como ejemplo de esta cortedad de miras y falta de pericia para la

comprensión de documentos históricos, transcribimos enseguida la declaración

hecha por Alejandro Montiel Bonilla, Secretario de Cultura del Estado de Puebla,

Page 299: Biblioteca Palafoxiana

295

al ser entrevistado por Proceso: “Recuerda que [la Biblioteca Palafoxiana] nació

como una biblioteca pública y por ello su acervo no estaba limitado a los temas

religiosos, desde el primer momento fue uno de los mejores. Palafox fue defensor

de los indígenas y deseaba que tuvieran acceso a su conocimiento”.237

Lo que debemos tomar en cuenta es que por biblioteca pública los artífices

de ésta entendían que no solamente los religiosos y alumnos de los colegios

podían consultarla, sino también los hombres “de buena condición social”; esto

es, hombres de saber o de probada erudición; pero fuera de ellos el derecho de

admisión para otros sectores de la población estaba prácticamente vedado.

Aunado a lo anterior hay que enfatizar, como lo hemos hecho, que la práctica de

lectura más común en la época colonial era intensiva, no extensiva, que leían y

releían los pocos textos a los que tenían acceso.

También hemos tratado con especial atención las diversas circunstancias

que posibilitaron el incremento de los fondos bibliotecarios, aspecto en el que la

Compañía de Jesús tuvo una participación significativa aunque involuntaria, pues

al confiscárseles sus libros éstos pasaron a enriquecer el acervo de diversas

bibliotecas. Una de las más beneficiadas con la expulsión de los jesuitas y el

decomiso de sus textos fue precisamente la Palafoxiana. Respecto de las

compras, donaciones y adquisiciones diversas que a lo largo de la Colonia y

primera mitad del siglo XIX se gestionaron por las autoridades de los Colegios y

posteriormente por los gobernantes, igualmente hemos abundado y aportado

nuevas perspectivas de análisis, sin soslayar la complejidad que estas

237

Alejando Montiel Bonilla. “La Palafoxiana se digitaliza”, en Proceso, op. cit., p. 61.

Page 300: Biblioteca Palafoxiana

296

transacciones implicaron para los obispos y para las autoridades del México

independiente.

Finalmente, la indagación realizada nos permitió conocer que muchas obras

hoy apreciadas como parte del fondo original de la Palafoxiana, contrariamente a

lo que se ha tomado por verdad, fueron introducidas en años e incluso siglos

posteriores a los de su fundación, como los libros incautados a la Compañía de

Jesús y los pertenecientes al obispo Francisco Pablo Vázquez.

Los hallazgos y contribuciones de este trabajo son apenas rendijas que nos

han posibilitado atisbar en la gran cadena de acontecimientos que han ido forjando

la historia de esta magnífica biblioteca. Si otros investigadores deciden incursionar

en el tema, estaremos abriendo ventanas para que la luz de esta Memoria del

Mundo, como la nombró en 2005 la UNESCO, siga ocupando la importancia que

en el ámbito de la cultura se merece.

Page 301: Biblioteca Palafoxiana

297

FUENTES

Archivos

Biblioteca Palafoxiana

Cédula Real donde se ordena al rector de la Universidad de México que los

colegiales de los Colegios de Puebla se puedan graduar en la

Universidad. Libro R-425, fol. 12,2r.

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cátedras de Leyes y Cánones… R425, fol. 19, f.10.r.

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Copia de la Carta de fundación y dotación hecha por el clérigo Juan de Larios del

Colegio de San Juan, Traslado de los autos de fundación y dotación del

Colegio de San Juan. Colección de Manuscritos de la Biblioteca

Palafoxiana, volumen R-474, folio 104-115.

Carta de donación que hizo al Colegio el Ve. Sor. Dn. Juan de Larios… f.5r.

Page 302: Biblioteca Palafoxiana

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que don Juan de Palafox y Mendoza hizo en los reinos de Castilla en

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colegios de San Juan. Volumen 31758, folios 58, f.44.

La fundacion original de estos Reales Colegios y Cedula de aprovacion Sr. Don

Phelipe Quarto. Colección de Manuscritos de la Biblioteca Palafoxiana,

volumen 425, f.10.v.

La fundacion original de estos Reales Colegios y Cedula de aprovacion Sr. Don

Phelipe Quarto. Colección de Manuscritos de la Biblioteca Palafoxiana,

volumen 425, f. 34 v.

La fundacion original de estos Reales Colegios y Cedula de aprovacion Sr. Don

Phelipe Quarto. Colección de Manuscritos de la Biblioteca Palafoxiana,

volumen 425, f 46.

La fundación original de estos Reales Colegios y Cedula de aprovacion Sr. Don

Phelipe Quarto. Colección de Manuscritos de la Biblioteca Palafoxiana,

volumen 425, f.9.v.

Libro 2º del archivo de los reales, pontificios y palafoxianos Colegio de San Juan.

Vol. R-425, Colección de manuscritos de la Biblioteca Palafoxiana.

Libro donde se assientan algunos puntos de reformación, decretos y diligencias

para este fin, mandado para formar por el Illmo. y Rmo. Sr. Don Juan de

Palafox y Mendoza Obispo de la Puebla de los Angeles del Consejo de su

Magestad y el Real de Yndias Visitador General de esta Nueva España mi

señor año de 1649. Colección de Manuscritos de la Biblioteca Palafoxiana,

volumen R-525, f. 27 v.

Page 303: Biblioteca Palafoxiana

299

Libro donde se assientan algunos puntos de reformación, decretos y diligencias

para este fin, mandado para formar por el Illmo. y Rmo. Sr. Don Juan de

Palafox y Mendoza Obispo de la Puebla de los Angeles del Consejo de su

Magestad y el Real de Yndias Visitador General de esta Nueva España mi

señor año de 1649. Colección de Manuscritos de la Biblioteca Palafoxiana,

volumen R-525, f. 33 v.

Libro donde se assientan algunos puntos de reformación, decretos y diligencias

para este fin, mandado para formar por el Illmo. y Rmo. Sr. Don Juan de

Palafox y Mendoza Obispo de la Puebla de los Angeles del Consejo de su

Magestad y el Real de Yndias Visitador General de esta Nueva España mi

señor año de 1649. Colección de Manuscritos de la Biblioteca Palafoxiana,

volumen R-525, f. 66.r.

Libro donde se assientan algunos puntos de reformación, decretos y diligencias

para este fin, mandado para formar por el Illmo. y Rmo. Sr. Don Juan de

Palafox y Mendoza Obispo de la Puebla de los Angeles del Consejo de su

Magestad y el Real de Yndias Visitador General de esta Nueva España mi

señor año de 1649. Colección de Manuscritos de la Biblioteca Palafoxiana,

volumen R-525, f.28 v.

Real Cédula sobre la fundación de los Reales Colegios y Cédulas de aprobación

de Felipe IV, volumen r. 425, a partir de la foja 33 se encuentra el

documento de donación de la librería por parte de Palafox y Mendoza.

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ANEXOS

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ENCUENTRA EN LAS BIBLIOTECAS DE LA BUAP