Berlin bleibt Berlin

1
A mugalari 592 60 ARTEA 2010 9 10 ostirala GARA Maria PTQK P obre y sexy», así define el alcalde de Berlín, Klaus Wowereit, a la ciudad que gobierna desde hace casi una dé- cada. Y es que, aunque parezca una contradic- ción, uno de los elementos que explican su dinamismo es precisamente que en Berlín no hay dinero. No es Frankfurt ni Munich, no tiene distrito financiero ni grandes empresas químicas o de auto- moción. Hoy es una ciudad de moda, pe- ro no hay que olvidar que hasta 1989 fue la capital de la otra Alemania, la extinta RDA, cuyo costoso proceso de reunifica- ción aún pesa mucho sobre la economía de todo el país. Desde la caída del muro y el consiguiente traslado de la capitalidad desde Bonn a Berlín, han sido necesarias grandes inversiones en prestaciones so- ciales –de las que aún depende buena parte de la población alemana– e infraes- tructuras de primera necesidad, como la unificación del sistema de electricidad, agua, transporte y telecomunicaciones. Las consecuencias más visibles de la historia de Berlín se han hecho patentes, por un lado, en su composición demo- gráfica –se estima que la ciudad tiene ca- pacidad para albergar al doble de habi- tantes de los que residen actualmente en ella–, y por otro, en su particular or- ganización urbanística, incomparable a la de ninguna otra ciudad. A los restos de la Segunda Guerra Mundial, muchos de las cuales todavía existen, se suma la degradación provocada por las tres dé- cadas de división, visible sobre todo en los barrios colindantes con el trazado del muro, que son precisamente los del centro. Estos terrenos, de dimensiones mastodónticas –Berlín posee una exten- sión de casi 900 km2, frente a los 40 km2 de una ciudad como Bilbo, por ejemplo–, requieren de inversiones que difícilmente pueden provenir de una municipalidad al borde de la bancarrota. Todo ello ha favorecido un desarrollo cultural singular que no ha estado presi- dido por edificios faraónicos o arquitec- tos de renombre internacional, sino por el recurso a la iniciativa ciudadana, apo- yada por una política municipal muy to- lerante con el uso del espacio público, al menos hasta hace algunos años. Así se explica el florecimiento del movimiento okupa, la escena de galerí- as alternativas y el sinfín de locales de experimentación que constituyen sus señas de identidad más reconocibles. Casas okupas de verdad, actualmente quedan pocas –la mayoría han llegado a acuerdos de uso temporal con el ayun- tamiento y otras, como la legendaria Ta- cheless, se enfrentan a violentos proce- sos de desalojo–, pero el uso de espacios desocupados no ha desaparecido. Ahí están el HBC, antigua sede del Instituto Cultural Húngaro, que ahora es un es- pacio cultural auto-gestionado en plena Alexander Platz; o el Staatbad Wedding, unas viejas piscinas municipales recon- vertidas en sede de festivales y concier- tos. Tampoco se ha desvanecido el espí- ritu del «hazlo tú mismo», patente en los numerosos cafés y clubs de música electrónica desperdigados por las ori- llas del Spree, en las raves improvisadas que se organizan en los parques duran- te los meses de calor o en los populares project raum (literalmente: espacios pa- ra proyectos) que surgen en cualquier lado y no siempre a pie de calle: la ubi- cación elegida puede ser un parking abandonado, el patio trasero de una ca- sa de viviendas o un domicilio particu- lar convertido en galería efímera. Se- guirles la pista es complicado; los lugares de moda cambian cada tempo- rada y resulta casi imposible hacer una cartografía aproximada que no se que- de obsoleta en unos meses. Como en todas partes, la especulación inmobiliaria está al acecho, y la perso- nalidad de la ciudad está cambiando a toda prisa, es cierto. Pero el exceso de espacio físico amortigua las consecuen- cias. A medida que los barrios céntricos como Mitte, Prenzlauer Berg o Frie- drichshain se gentrifican, cambiando los bares alternativos por restaurantes temáticos para turistas, otros toman el relevo: es el caso del siempre resistente Kreuzberg, que a pesar del avance del fashion generalista mantiene un salu- dable equilibrio entre barrio popular y foco de actividad creativa; o de su her- mano pequeño, el emergente Neukölln, epicentro del nuevo underground berli- nés. Allí se ha inaugurado recientemen- te un parque municipal ubicado en el terreno del antiguo aeropuerto de Tem- pelhof (construido durante el Tercer Reich y símbolo de la resistencia aliada durante el bloqueo soviético), que hoy es un verdadero crisol de la vida cultu- ral berlinesa: mientras en la terminal se celebran festivales multitudinarios y en las pistas de aterrizaje pasean las fami- lias en bicicleta, en las calles de alrede- dor emergen nuevos espacios para casi cualquier forma de expresión. Como en el resto de la ciudad, los rastros de la historia europea reciente conviven con la creación artística independiente, la cultura de tendencias y el uso desinhi- bido del espacio público en un equili- brio precario que, milagrosamente, pa- rece sobrevivir. Y es que, como reza un dicho local, a pesar de todo, «Berlin bleibt (sigue siendo) Berlin». «The Straw», intervención del colectivo de street art Mentalgassi en las calles de Berlin. MENTALGASSI Berlín mola, qué duda cabe. Ha sido capital europea del tec- no, el grafiti, el arte electrónico o el movimiento okupa, y hoy, veintiún años después de la caída del muro, parece ha- berse alzado en el trono de las ciudades más creativas del continente, por delante de las agotadas Londres o París. Estas son algunas claves de lectura de la realidad cultural berlinesa. ARTE Y CULTURA URBANA EN BERLÍN BERLÍN «BLEIBT» BERLÍN LOS RASTROS DE LA HISTORIA EUROPEA RECIENTE CONVIVEN CON LA CREACIÓN ARTÍSTICA INDEPENDIENTE, LA CULTURA DE TENDENCIAS Y EL USO DESINHIBIDO DEL ESPACIO PÚBLICO

description

 

Transcript of Berlin bleibt Berlin

Page 1: Berlin bleibt Berlin

A mugalari59260

ARTEA2010 9 10 ostirala GARA

Maria PTQK

Pobre y sexy», así defineel alcalde de Berlín,Klaus Wowereit, a laciudad que gobiernadesde hace casi una dé-cada. Y es que, aunqueparezca una contradic-

ción, uno de los elementos que explicansu dinamismo es precisamente que enBerlín no hay dinero. No es Frankfurt niMunich, no tiene distrito financiero nigrandes empresas químicas o de auto-moción. Hoy es una ciudad de moda, pe-ro no hay que olvidar que hasta 1989 fuela capital de la otra Alemania, la extintaRDA, cuyo costoso proceso de reunifica-

ción aún pesa mucho sobre la economíade todo el país. Desde la caída del muro yel consiguiente traslado de la capitalidaddesde Bonn a Berlín, han sido necesariasgrandes inversiones en prestaciones so-ciales –de las que aún depende buenaparte de la población alemana– e infraes-tructuras de primera necesidad, como launificación del sistema de electricidad,agua, transporte y telecomunicaciones.

Las consecuencias más visibles de lahistoria de Berlín se han hecho patentes,por un lado, en su composición demo-gráfica –se estima que la ciudad tiene ca-pacidad para albergar al doble de habi-tantes de los que residen actualmenteen ella–, y por otro, en su particular or-ganización urbanística, incomparable ala de ninguna otra ciudad. A los restos

de la Segunda Guerra Mundial, muchosde las cuales todavía existen, se suma ladegradación provocada por las tres dé-cadas de división, visible sobre todo enlos barrios colindantes con el trazadodel muro, que son precisamente los delcentro. Estos terrenos, de dimensionesmastodónticas –Berlín posee una exten-sión de casi 900 km2, frente a los 40km2 de una ciudad como Bilbo, porejemplo–, requieren de inversiones quedifícilmente pueden provenir de unamunicipalidad al borde de la bancarrota.Todo ello ha favorecido un desarrollocultural singular que no ha estado presi-dido por edificios faraónicos o arquitec-tos de renombre internacional, sino porel recurso a la iniciativa ciudadana, apo-yada por una política municipal muy to-lerante con el uso del espacio público, almenos hasta hace algunos años.

Así se explica el florecimiento delmovimiento okupa, la escena de galerí-as alternativas y el sinfín de locales deexperimentación que constituyen susseñas de identidad más reconocibles.Casas okupas de verdad, actualmentequedan pocas –la mayoría han llegado aacuerdos de uso temporal con el ayun-tamiento y otras, como la legendaria Ta-cheless, se enfrentan a violentos proce-sos de desalojo–, pero el uso de espaciosdesocupados no ha desaparecido. Ahíestán el HBC, antigua sede del InstitutoCultural Húngaro, que ahora es un es-pacio cultural auto-gestionado en plenaAlexander Platz; o el Staatbad Wedding,unas viejas piscinas municipales recon-vertidas en sede de festivales y concier-tos. Tampoco se ha desvanecido el espí-ritu del «hazlo tú mismo», patente enlos numerosos cafés y clubs de músicaelectrónica desperdigados por las ori-llas del Spree, en las raves improvisadasque se organizan en los parques duran-te los meses de calor o en los popularesproject raum (literalmente: espacios pa-ra proyectos) que surgen en cualquierlado y no siempre a pie de calle: la ubi-cación elegida puede ser un parkingabandonado, el patio trasero de una ca-sa de viviendas o un domicilio particu-lar convertido en galería efímera. Se-guirles la pista es complicado; loslugares de moda cambian cada tempo-rada y resulta casi imposible hacer unacartografía aproximada que no se que-de obsoleta en unos meses.

Como en todas partes, la especulacióninmobiliaria está al acecho, y la perso-nalidad de la ciudad está cambiando atoda prisa, es cierto. Pero el exceso deespacio físico amortigua las consecuen-cias. A medida que los barrios céntricoscomo Mitte, Prenzlauer Berg o Frie-drichshain se gentrifican, cambiandolos bares alternativos por restaurantestemáticos para turistas, otros toman elrelevo: es el caso del siempre resistenteKreuzberg, que a pesar del avance delfashion generalista mantiene un salu-dable equilibrio entre barrio popular yfoco de actividad creativa; o de su her-mano pequeño, el emergente Neukölln,epicentro del nuevo underground berli-nés. Allí se ha inaugurado recientemen-te un parque municipal ubicado en elterreno del antiguo aeropuerto de Tem-pelhof (construido durante el TercerReich y símbolo de la resistencia aliadadurante el bloqueo soviético), que hoyes un verdadero crisol de la vida cultu-ral berlinesa: mientras en la terminal secelebran festivales multitudinarios y enlas pistas de aterrizaje pasean las fami-lias en bicicleta, en las calles de alrede-dor emergen nuevos espacios para casicualquier forma de expresión. Como enel resto de la ciudad, los rastros de lahistoria europea reciente conviven conla creación artística independiente, lacultura de tendencias y el uso desinhi-bido del espacio público en un equili-brio precario que, milagrosamente, pa-rece sobrevivir. Y es que, como reza undicho local, a pesar de todo, «Berlinbleibt (sigue siendo) Berlin».

«The Straw»,intervención delcolectivo de street artMentalgassi en lascalles de Berlin. MENTALGASSI

Berlín mola, qué duda cabe. Ha sido capital europea del tec-no, el grafiti, el arte electrónico o el movimiento okupa, yhoy, veintiún años después de la caída del muro, parece ha-berse alzado en el trono de las ciudades más creativas delcontinente, por delante de las agotadas Londres o París. Estasson algunas claves de lectura de la realidad cultural berlinesa.

ARTE Y CULTURA URBANA EN BERLÍN

BERLÍN «BLEIBT» BERLÍN

LOS RASTROS DE LA HISTORIA EUROPEA RECIENTE

CONVIVEN CON LA CREACIÓN ARTÍSTICA

INDEPENDIENTE, LA CULTURA DE TENDENCIAS Y EL

USO DESINHIBIDO DEL ESPACIO PÚBLICO