Belleza y drama en todo su esplendor - Labayru Fundazioa · 2018. 1. 10. · Javier Novo González...

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Bilbao 38 2018ko urtarrila la belleza, vuelve a ponerse de manifiesto, en un uso de recursos literarios pensados para lograr el mayor impacto en los oyentes (hoy lectores). Como señala Kal- zakorta de Frantziako anderea, cuando el señor va a matar a la es- posa, ella está embarazada y se lo dice. “Son frases muy duras, muy dramáticas. Tal vez sea esa sus- tancia la que ha permitido que pervivan las baladas”. El ‘Pintor de detalles’ Nadie escribió una balada sobre el pintor bilbaino Eduardo Zama- cois y Zabala, pero tal vez en otra época a alguien se le hubiera ocu- rrido. Y es que el Pintor de deta- lles –como el historiador del Arte Javier Novo González ha titulado su biografía sobre el artista nacido en el Casco Viejo– tuvo una vida breve, muy breve, y podría decirse que intensa, por lo menos en lo que se refiere al impacto que su obra tuvo. Fue el primer artista vasco de éxito internacional. Charles Dickens, José Martí, Ma- tilde Bonaparte, Vincent Van Gogh y muchas grandes fortunas de finales del XIX y comienzos del XX se interesaron por sus cua- dros, que llegaron a cotizar al alza en el circuito artístico. Novo González –licenciado en Historia del Arte y jefe de Colec- ciones del Museo de Bellas Ar- tes– comienza describiendo una reunión de la alta sociedad de EEUU que ilustra muy bien hasta dónde llegó Zamacois (2 de julio de 1841-12 de enero de 1871). En una de las fiestas de disfraces ve- raniegas celebradas en Bar Har- bour, Maine, a la viuda del multi- millonario Astor (sí, el que murió en el hundimiento del Titanic) se le ocurrió vestirse como en una pintura del bilbaino y el New York Herald escribió que fue “la actua- ción más aplaudida”. “(...) un tipo de pintura anecdótica, de ambien- tación historicista, que no conte- nía una excesiva carga intelectual y en la que predominaba el detalle y la precisión técnica” era la mar- ca de la casa, explica el biógrafo. En su propia casa, la marca fue el binomio educación más arte, un ambiente que propició desde su niñez el desarrollo de su talento. El padre era un maestro de origen francés que se dedicó a la enseñanza en Bilbao y que tuvo muchos hijos de dos matrimonios. Ca- si todos ellos cultivaron su vena artística y fue la carrera musical de una de las chicas, Elisa, pri- mogénita del segundo matrimonio y hermana por parte de padre y de madre de Eduardo, la que hizo que la familia se trasladara a Madrid en 1856. Para entonces, el pintor se matri- culó en la Real Academia de Be- llas Artes de San Fernando, don- de le dio clase, entre otros, José de Madrazo. De nuevo la vida de Elisa marcaría el siguiente paso: un escándalo sentimental hace que la familia se mude y los hijos escojan caminos. Eduardo se va a estudiar a París, por entonces una ciudad “deslumbrante y eferves- cente”. Era 1860, y hasta 1863 se formó, expuso y obtuvo su primer encargo de la Corte de Isabel II, la galería de reyes para el Príncipe de Asturias, el que llegaría a ser Alfonso XII. Fue alumno de Meissonier, el pintor más prestigioso del Segun- do Imperio francés, y esto, unido a un pensionado de la Diputación vizcaina, lanzó su carrera –para lo que contó también con el apoyo de la empresa pionera en el co- mercio de arte Goupil & cie–. Za- macois tuvo tiempo de casarse y tener dos hijos –aunque a la se- gunda no llegó a conocerla– y de ganar la Medalla de Oro del Salón Oficial de París por La educación de un príncipe, por citar algunos hitos de su biografía, antes de mo- rir en Madrid a los veintinueve años. hay una preponderancia de las que tienen a las mujeres como prota- gonistas y coprotagonistas. En es- te sentido, muchas hablan de vio- lencia del hombre contra la mujer, y como señala el editor de Muelle de Uribitarte, José Ramón Blanco, es sorprendente encontrar este ti- po de versos que datan de tiempo tan lejano. “El hermano acude en su ayuda, a rescatarla o a vengar- la”, explica. La crueldad, junto a Elena Sierra “CREO que las frases más impac- tantes de las lengua vasca están en las baladas”. Así de claro lo tiene el filólogo vasco y profesor en la Universidad de Deusto Ja- bier Kalzakorta, académico de número de Euskaltzaindia y estu- dioso de los diferentes géneros y exponentes de la literatura popu- lar vasca, sobre todos de los ora- les –refranes, cuentos, baladas y bertsos–. Euskal baladak / Bala- das vascas, la antología publicada recientemente por la editorial Muelle de Uribitarte, es un libro para entender por qué dice esto Kalzakorta. Las baladas escogi- das, publicadas tanto en la narra- ción original en euskera como en su traducción al castellano, algu- nas en las diferentes versiones que han sobrevivido al paso de los siglos, contienen “frases be- llas y crueles” casi por igual. Las baladas era una de las for- mas en que nuestros antepasados se contaban historias y lo hacían cantando; algunas en determina- das épocas del año, “ritualiza- das”, y otras muchas en los ratos de ocio; las había, además, que se cantaban –o contaban– acompa- ñadas de danzas. “Era el cantar contando o contar cantando” que no solo fue propio de la lengua vasca, sino que puede encontrarse en muchas latitudes. El mismo Kalzakorta se recuerda, de peque- ñito, memorizando en clase ro- mances castellanos como el de “¡Abenámar, Abenámar, moro de la morería, el día que tú naciste grandes señales había!...”, que aún puede recitar. Había baladas que contaban con un pequeño re- lato explicativo que contextuali- zaba el cómo, el dónde y el quién, y que hoy en día sirven casi de guía por la geografía vasca. Abar- caban todo tipo de temas y de emociones, las había por todos los rincones de los territorios don- de se hablaba euskera y sobrevi- vieron al paso del tiempo sin ne- cesidad de recurrir a la escritura. No todas perduraron, eso es cierto. Las estrofas datan, algu- nas, de la primera mitad del siglo XV. Ya varios autores a finales del XIX y a lo largo del XX (co- mo Azkue y Aita Donostia) se de- dicaron a rescatarlas yendo de pueblo en pueblo entrevistando a quienes aún podían cantarlas o re- citarlas, porque muchas de ellas acabaron siendo transmitidas co- mo poemas orales, sin música. En la antología realizada por Kalza- korta se recogen unas cuarenta, algunas de ellas en varias versio- nes –que cambian según la zona de procedencia, como es el caso de El marinero raptor, con tres textos distintos–, y se presentan agrupadas por temas. Cantares épicos, baladas históricas, amor, honor, retorno, religiosas... Un poco de todo. En esta “selección de autor” –en su tesis doctoral analizó 75– Las baladas eran “el cantar contando o el contar cantando”, tal y como señala Jabier Kalzakorta Bufones jugando al ‘cochonnet’, Eduardo Zamacois El profesor de Deusto y académico de número de Euskaltzaindia, Jabier Kalzakorta Zamacois, cuya vida ha sido rescatada por Javier Novo, fue el primer artista vasco de éxito internacional Muelle de Uribitarte publica ‘Euskal baladak / Baladas vascas’, de Jabier Kalzakorta, y la biografía del pintor Eduardo Zamacois, ‘Pintor de detalles’, de Javier Novo González Belleza y drama en todo su esplendor

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B i lbao38 2018ko urtarrila

la belleza, vuelve a ponerse demanifiesto, en un uso de recursosliterarios pensados para lograr elmayor impacto en los oyentes(hoy lectores). Como señala Kal-zakorta de Frantziako anderea,cuando el señor va a matar a la es-posa, ella está embarazada y se lodice. “Son frases muy duras, muydramáticas. Tal vez sea esa sus-tancia la que ha permitido quepervivan las baladas”.

El ‘Pintor de detalles’Nadie escribió una balada sobre

el pintor bilbaino Eduardo Zama-cois y Zabala, pero tal vez en otraépoca a alguien se le hubiera ocu-rrido. Y es que el Pintor de deta-lles –como el historiador del ArteJavier Novo González ha tituladosu biografía sobre el artista nacidoen el Casco Viejo– tuvo una vidabreve, muy breve, y podría decirseque intensa, por lo menos en loque se refiere al impacto que suobra tuvo. Fue el primer artistavasco de éxito internacional.Charles Dickens, José Martí, Ma-tilde Bonaparte, Vincent VanGogh y muchas grandes fortunasde finales del XIX y comienzosdel XX se interesaron por sus cua-dros, que llegaron a cotizar al alzaen el circuito artístico.

Novo González –licenciado enHistoria del Arte y jefe de Colec-ciones del Museo de Bellas Ar-tes– comienza describiendo unareunión de la alta sociedad deEEUU que ilustra muy bien hastadónde llegó Zamacois (2 de juliode 1841-12 de enero de 1871). Enuna de las fiestas de disfraces ve-raniegas celebradas en Bar Har-bour, Maine, a la viuda del multi-millonario Astor (sí, el que murióen el hundimiento del Titanic) se

le ocurrió vestirse como en unapintura del bilbaino y el New YorkHerald escribió que fue “la actua-ción más aplaudida”. “(...) un tipode pintura anecdótica, de ambien-tación historicista, que no conte-nía una excesiva carga intelectualy en la que predominaba el detalley la precisión técnica” era la mar-ca de la casa, explica el biógrafo.

En su propia casa, la marca fueel binomio educación más arte,un ambiente que propició desde

su niñez el desarrollo desu talento. El padre eraun maestro de origenfrancés que se dedicó a laenseñanza en Bilbao yque tuvo muchos hijosde dos matrimonios. Ca-si todos ellos cultivaronsu vena artística y fue lacarrera musical de unade las chicas, Elisa, pri-mogénita del segundomatrimonio y hermanapor parte de padre y demadre de Eduardo, laque hizo que la familia

se trasladara a Madrid en 1856.Para entonces, el pintor se matri-culó en la Real Academia de Be-llas Artes de San Fernando, don-de le dio clase, entre otros, Joséde Madrazo. De nuevo la vida deElisa marcaría el siguiente paso:un escándalo sentimental haceque la familia se mude y los hijosescojan caminos. Eduardo se va aestudiar a París, por entonces unaciudad “deslumbrante y eferves-cente”. Era 1860, y hasta 1863 seformó, expuso y obtuvo su primerencargo de la Corte de Isabel II, lagalería de reyes para el Príncipede Asturias, el que llegaría a serAlfonso XII.

Fue alumno de Meissonier, elpintor más prestigioso del Segun-do Imperio francés, y esto, unidoa un pensionado de la Diputaciónvizcaina, lanzó su carrera –para loque contó también con el apoyode la empresa pionera en el co-mercio de arte Goupil & cie–. Za-macois tuvo tiempo de casarse ytener dos hijos –aunque a la se-gunda no llegó a conocerla– y deganar la Medalla de Oro del SalónOficial de París por La educaciónde un príncipe, por citar algunoshitos de su biografía, antes de mo-rir en Madrid a los veintinueveaños.

hay una preponderancia de las quetienen a las mujeres como prota-gonistas y coprotagonistas. En es-te sentido, muchas hablan de vio-lencia del hombre contra la mujer,y como señala el editor de Muellede Uribitarte, José Ramón Blanco,es sorprendente encontrar este ti-po de versos que datan de tiempotan lejano. “El hermano acude ensu ayuda, a rescatarla o a vengar-la”, explica. La crueldad, junto a

Elena Sierra

“CREO que las frases más impac-tantes de las lengua vasca estánen las baladas”. Así de claro lotiene el filólogo vasco y profesoren la Universidad de Deusto Ja-bier Kalzakorta, académico denúmero de Euskaltzaindia y estu-dioso de los diferentes géneros yexponentes de la literatura popu-lar vasca, sobre todos de los ora-les –refranes, cuentos, baladas ybertsos–. Euskal baladak / Bala-das vascas, la antología publicadarecientemente por la editorialMuelle de Uribitarte, es un libropara entender por qué dice estoKalzakorta. Las baladas escogi-das, publicadas tanto en la narra-ción original en euskera como ensu traducción al castellano, algu-nas en las diferentes versionesque han sobrevivido al paso delos siglos, contienen “frases be-llas y crueles” casi por igual.

Las baladas era una de las for-mas en que nuestros antepasadosse contaban historias y lo hacíancantando; algunas en determina-das épocas del año, “ritualiza-das”, y otras muchas en los ratosde ocio; las había, además, que secantaban –o contaban– acompa-ñadas de danzas. “Era el cantarcontando o contar cantando” queno solo fue propio de la lenguavasca, sino que puede encontrarseen muchas latitudes. El mismoKalzakorta se recuerda, de peque-ñito, memorizando en clase ro-mances castellanos como el de“¡Abenámar, Abenámar, moro dela morería, el día que tú nacistegrandes señales había!...”, queaún puede recitar. Había baladasque contaban con un pequeño re-lato explicativo que contextuali-zaba el cómo, el dónde y el quién,y que hoy en día sirven casi deguía por la geografía vasca. Abar-caban todo tipo de temas y deemociones, las había por todoslos rincones de los territorios don-de se hablaba euskera y sobrevi-vieron al paso del tiempo sin ne-cesidad de recurrir a la escritura.

No todas perduraron, eso escierto. Las estrofas datan, algu-nas, de la primera mitad del sigloXV. Ya varios autores a finalesdel XIX y a lo largo del XX (co-mo Azkue y Aita Donostia) se de-dicaron a rescatarlas yendo depueblo en pueblo entrevistando aquienes aún podían cantarlas o re-citarlas, porque muchas de ellasacabaron siendo transmitidas co-mo poemas orales, sin música. Enla antología realizada por Kalza-korta se recogen unas cuarenta,algunas de ellas en varias versio-nes –que cambian según la zonade procedencia, como es el casode El marinero raptor, con trestextos distintos–, y se presentanagrupadas por temas. Cantaresépicos, baladas históricas, amor,honor, retorno, religiosas... Unpoco de todo.

En esta “selección de autor”–en su tesis doctoral analizó 75–

Las baladaseran “el cantarcontando oel contar cantando”,tal y como señalaJabier Kalzakorta

Bufonesjugando al‘cochonnet’,EduardoZamacois

El profesor de Deusto y académico de número de Euskaltzaindia, Jabier Kalzakorta

Zamacois, cuya vida ha sidorescatada por Javier Novo,fue el primer artista vascode éxito internacional“

Muelle de Uribitarte publica ‘Euskal baladak / Baladas vascas’, de Jabier Kalzakorta,y la biografía del pintor Eduardo Zamacois, ‘Pintor de detalles’, de Javier Novo González

Belleza y drama en todo su esplendor