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¿Qué balance hace del veinte aniver- sario de la Conferencia Mundial de la Mujer en Beijing? La plataforma de Beijing fue un marco muy importante, que tocó las áreas más sustanciales de la transformación. Si los países hubieran cumplido todas esas promesas, hoy estaríamos viendo un gran progreso en materia de igualdad. Estaríamos hablando de la igualdad para las mujeres en todos los ámbitos y esta- ríamos ante un mundo más equilibrado, próspero y pacífico. Y, sin embargo, aun- que ha habido avances, no han sido los avances que se pretendían hace veinte años. Es decir, no se ha dado la transfor- mación clave que nos marcamos enton- ces. Probablemente por varias razones. Por un lado, ha habido un avance legis- lativo, pero esas leyes no se han cum- plido en su espíritu, no se han llegado a implementar. Otras veces ha habido falta de financiación: se han hecho las leyes, pero no se ha dotado de recursos para que se pueda producir su ejecución. Otro problema que va más allá del mar- co de las leyes es la necesidad de cam- biar barreras estructurales, estereotipos que conllevan muchas generaciones. Y cambiar las prácticas es mucho más di- fícil que cambiar las leyes. Por eso, aho- ra se ve claro que hay que abordar los cambios culturales antes que nada. ¿Cómo se puede llegar a ese cambio? No es fácil, pero es que los acuerdos internacionales no sirven si los contra- dice la práctica local. Los niños y niñas están legalmente protegidas contra el matrimonio precoz por los Derechos del Niño. Sin embargo, en todo el mun- do, alrededor de una de cada cuatro mujeres tienen que casarse antes de los 18 años, principalmente en el sur de Asia. El matrimonio precoz impide el desarrollo de una chica, tanto en ma- teria de salud como de aislamiento so- cial y le expone en mayor medida a la violencia doméstica. Cuando esas niñas se casan, interrumpen los estudios, lo cual limita sus oportunidades en la vida y las condena a la pobreza. Lo que está claro es que no pode- mos seguir hablando de mujeres sin A veinte años de la histórica Cuarta Conferencia Mundial de la Mujer en Beijing, que consiguió que 189 líderes mundiales se comprometieran a llevar a cabo en sus países una Plataforma para la Acción en materia de igualdad de derechos entre hombres y mujeres, es hora de hacer balan- ce. La actual Directora de la División de Políticas de ONU Mujeres, Begoña Lasagabaster, habló de lo acontecido en estas dos décadas durante su in- tervención en el seminario de preparación del Foro para la Igualdad 2015 organizado por Emakunde en Bilbao. Abogada especializada en Derecho Comunitario, Derecho Civil y Dere- cho Internacional Privado, Lasagabaster (Irun, 1962) fue durante doce años diputada del Congreso de los Diputados y fue portavoz del Grupo Mixto en esa cámara. Comenzó a trabajar en Naciones Unidas en 2008, primero en UNIFEM (Fondo de Desarrollo de las Naciones Unidas para la Mujer) y después en diferentes puestos dentro de ONU Mujeres, al frente de cuya división de Políticas hoy reclama una agenda de desarrollo post-2015 que se elabore en base a la plataforma Beijing +20. EMAKUNDE 01 BEGOÑA LASAGABASTER Directora de la División de Políticas de ONU Mujeres Texto Karolina Almagia Fotos Jon Hernáez “Cambiar las prácticas culturales es mucho más dicil que cambiar las leyes”

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¿Qué balance hace del veinte aniver-

sario de la Conferencia Mundial de la

Mujer en Beijing?

La plataforma de Beijing fue un marco muy importante, que tocó las áreas más sustanciales de la transformación. Si los países hubieran cumplido todas esas promesas, hoy estaríamos viendo un gran progreso en materia de igualdad. Estaríamos hablando de la igualdad para las mujeres en todos los ámbitos y esta-ríamos ante un mundo más equilibrado, próspero y pacífico. Y, sin embargo, aun-que ha habido avances, no han sido los avances que se pretendían hace veinte años. Es decir, no se ha dado la transfor-mación clave que nos marcamos enton-ces. Probablemente por varias razones.

Por un lado, ha habido un avance legis-lativo, pero esas leyes no se han cum-plido en su espíritu, no se han llegado a implementar. Otras veces ha habido falta de financiación: se han hecho las leyes, pero no se ha dotado de recursos para que se pueda producir su ejecución. Otro problema que va más allá del mar-co de las leyes es la necesidad de cam-biar barreras estructurales, estereotipos que conllevan muchas generaciones. Y cambiar las prácticas es mucho más di-fícil que cambiar las leyes. Por eso, aho-ra se ve claro que hay que abordar los cambios culturales antes que nada.

¿Cómo se puede llegar a ese cambio?

No es fácil, pero es que los acuerdos

internacionales no sirven si los contra-dice la práctica local. Los niños y niñas están legalmente protegidas contra el matrimonio precoz por los Derechos del Niño. Sin embargo, en todo el mun-do, alrededor de una de cada cuatro mujeres tienen que casarse antes de los 18 años, principalmente en el sur de Asia. El matrimonio precoz impide el desarrollo de una chica, tanto en ma-teria de salud como de aislamiento so-cial y le expone en mayor medida a la violencia doméstica. Cuando esas niñas se casan, interrumpen los estudios, lo cual limita sus oportunidades en la vida y las condena a la pobreza. Lo que está claro es que no pode-mos seguir hablando de mujeres sin

A veinte años de la histórica Cuarta Conferencia Mundial de la Mujer en Beijing, que consiguió que 189 líderes mundiales se comprometieran a llevar a cabo en sus países una Plataforma para la Acción en materia de igualdad de derechos entre hombres y mujeres, es hora de hacer balan-ce. La actual Directora de la División de Políticas de ONU Mujeres, Begoña Lasagabaster, habló de lo acontecido en estas dos décadas durante su in-tervención en el seminario de preparación del Foro para la Igualdad 2015 organizado por Emakunde en Bilbao. Abogada especializada en Derecho Comunitario, Derecho Civil y Dere-cho Internacional Privado, Lasagabaster (Irun, 1962) fue durante doce años diputada del Congreso de los Diputados y fue portavoz del Grupo Mixto en esa cámara. Comenzó a trabajar en Naciones Unidas en 2008, primero en UNIFEM (Fondo de Desarrollo de las Naciones Unidas para la Mujer) y después en diferentes puestos dentro de ONU Mujeres, al frente de cuya división de Políticas hoy reclama una agenda de desarrollo post-2015 que se elabore en base a la plataforma Beijing +20.

EMAKUNDE 01

BEGOÑALASAGABASTER

Directora de la División de Políticas de ONU Mujeres

Texto Karolina AlmagiaFotos Jon Hernáez

“Cambiar las prácticas culturales es mucho más

difícil que cambiar las leyes”

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tener en cuenta todas las demás cues-tiones que llevan a la desigualdad: raza, pobreza, etc. Porque, si bien puede ha-ber un avance a nivel general, cuando se analiza quién se ha quedado fue-ra de ese avance, se ve que han sido aquellas que, además de ser mujeres, son pobres, o son indígenas, o son ru-rales o tienen una minusvalía… Hace falta un plan maestro para transformar la economía hacia un desarrollo sos-tenible. Sólo eso traerá la igualdad de género, los derechos y el empodera-miento de las mujeres.

¿Por qué está resultando tan compli-

cada la implementación de las leyes a

favor de la igualdad?

Lo primero que fallan son los recursos. Si proclamas el derecho a la educación de las niñas, tienes que reforzar toda una estructura y eso se hace invirtien-do. Si esas niñas abandonan los estu-dios a los 13 años porque tienen que ir a por agua, tendrás que poner sanea-miento y agua corriente en sus casas…. Hay que analizar por qué esas niñas no estudian, y cubrir esas necesidades bá-sicas que hasta ahora recaían en ellas. Es decir, si queremos que tengan acce-so a la educación, tendrán que tener también acceso a la salud, al trabajo, en definitiva, a una vida digna. En segundo lugar, en muchas oca-siones quienes tienen que ejecutar las leyes son personas con otra men-talidad diferente al espíritu de la ley y ahí tenemos otro problema. A esto se añade que sigue habiendo muchas le-yes discriminatorias. En muchos países las mujeres todavía no pueden heredar, no pueden acceder al crédito… Ahora a nosotras nos parece que eso es una cosa tremenda, impensable, pero yo tengo 52 años y recuerdo, allá por el 82, el momento en el que se cambió la ley en España para que las mujeres pudieran abrir un negocio o acceder a un pasaporte sin la intervención del marido. No ha pasado tanto tiempo. Eso lo hemos vivido, no nos puede sorpren-der que esté pasando en otras partes del planeta. Hemos visto en este tiempo que no se trata sólo de cambiar las leyes, sino que tiene que haber dinero para su implementación y sobre todo, tiene que haber una sociedad que empuje

hacia ello. Lo que ocurre es que las mujeres no cuentan con una voz sufi-ciente donde más se necesita, que es allí donde las leyes se votan y se apli-can. Si en 1990 había 12 mujeres jefas de Estado o de Gobierno, en 2015 hay sólo 19. Si seguimos así, costará otros 50 años alcanzar la paridad. Ocho de cada diez parlamentarios en todo el mundo siguen siendo hombres. Las mujeres estamos subrepresentadas en el lide-razgo político, no representamos más que el 22 por ciento del total.

Sabemos de los avances que se han

dado en estos veinte años. Pero, ¿ha

habido también pasos hacia atrás?

Sí. A veces por la crisis, otras por el ex-tremismo de ciertas ideologías, pero estamos viendo bastantes pasos atrás en algunos países. Hay que proteger lo que hay y conseguir avanzar, pero que no nos sorprenda que haya retrocesos.

Y no hablo solo de países en vías de desarrollo. Si analizas los presupuestos del Reino Unido, claramente observas cómo han disminuido los empleos para las mujeres, lo que está directamente relacionado con los recortes en servi-cios sociales. La crisis económica y fi-nanciera ha llevado a un retroceso de derechos que creíamos conquistados. De hecho, la economía mundial no está funcionando para las mujeres. A nivel mundial, cobran un promedio de un 24% menos que los hombres por el mismo trabajo. En Turquía, la brecha es del 75% y en Alemania es de un 49% si cuantificas el trabajo no remunerado de la casa. Esa es una causa fundamen-tal de la pobreza de las mujeres a lo lar-go de su vida. Es la llamada “penalidad de la maternidad”, que sólo afecta a las mujeres. Está claro que cuando las mu-

jeres tienen hijos, la brecha salarial se ensancha. EE.UU. es el único país de la OCDE que no proporciona una licencia retribuida por maternidad a nivel na-cional, aunque algunos estados tienen sus propias disposiciones. Cuando se da una situación en la que los servicios de apoyo y cuidado a los niños son caros y el apoyo público es mínimo, combinar trabajo remunerado y no remunerado se hace imposible, sobre todo para las personas con rentas bajas.

Según la ONU, 2014 fue un año espe-

cialmente negro...

Sí, porque registró un número particu-larmente elevado de víctimas entre las mujeres y las niñas. Hemos visto una ola creciente de extremismo violento dirigido directamente a los derechos de las mujeres, limitando su acceso la educación y la salud, restringiendo su participación en la vida económica y política, tratando de controlar sus cuer-pos y sus vidas, y aplicando una violen-cia aterradora. En África occidental, la crisis del Ébola diezmó comunidades y afectó a las mujeres de manera des-proporcionada. El año pasado también tuvo su lado positivo con nuevas resoluciones, con compromisos políticos para comba-tir la violencia sexual en los conflictos, con declaraciones sobre el empode-ramiento económico de las mujeres para la consolidación de la paz y con la inclusión de un criterio relativo a la violencia de género en el Tratado de Comercio de Armas. Pero la verdad es que necesitamos menos procesos y más resultados. Sigue ocurriendo que el tema de las mujeres, la paz y la segu-ridad se tratan como una preocupación secundaria, mientras que los hombres armados se ocupan de los llamados te-mas “reales”. Y los recursos asignados a este tema siguen siendo claramente insuficientes.

¿Cuál es el papel de ONU Mujeres y

cómo funciona?

Es la entidad más joven dentro de todo el sistema de Naciones Unidas. Es muy curioso, porque los países miembros quisieron que fuera una entidad que estuviera al servicio de la coherencia, que hiciera un poco de todo. Eso está muy bien, porque te permite establecer

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“No se trata sólo de cambiar las leyes, sino que tiene que haber dinero para su

implementación”

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un papel dentro de las diferentes fun-ciones de la ONU. Tenemos una función normativa, podemos ayudar a hacer nuevas normas y a monitorearlas, pero también tenemos la función de coordi-nación dentro del sistema. Tratamos de ver lo que el resto de las agencias ha-cen en tema de igualdad de género e intentamos que los países cumplan las normas.

¿Cuáles son las principales dificultades a las que se enfrentan a la hora de des-

empeñar ese papel?

La igualdad de género toca el núcleo estructural de cualquier sociedad y cualquier cosa que quieras cambiar tropieza con muchos obstáculos. ONU Mujeres nació con una gran ambición, pero nos pilló en un momento de crisis económica. Y la inversión que se reque-ría para tener un resultado cualitativo no se ha dado. Los estados miembros establecieron que era una entidad que, como mínimo, tenía que tener asigna-do 500 millones de dólares y, hoy por hoy, contamos con la mitad. Pero tene-mos un eje y un mandato claro y, por el momento, estamos contentas.

¿Qué objetivos se han marcado para

este año?

Este es un año crucial. Tenemos gran-des retos: la agenda para los próximos quince años a nivel mundial, analizar lo de Beijing, establecer lo que hay que hacer y lo que no hay que hacer, conti-nuar con nuestro estudio sobre el papel de la mujer en los conflictos y post con-flictos… En realidad, estamos incidiendo en los tres ejes de las Naciones Unidas: el desarrollo, la paz y los derechos hu-manos. Son tres ejes absolutamente ligados a nuestro mandato, porque las mujeres constituyen la mitad de la población mundial. Hay que prevenir conflictos, hay que ver qué sociedad se construye después de los conflic-tos… Hay casos muy interesantes, como el de Ruanda. En su construcción se consideró que las mujeres habían sido fundamentales en la consecución de la paz y se estableció un sistema electo-ral en el cual se reservaba el 34% de escaños para las mujeres, de tal forma que Ruanda hoy tiene un 64% de mu-jeres en el Parlamento. El papel de las mujeres es fundamental también en el desarrollo de la economía, en el tema

de la energía solar.... Todo tiene una interrelación y nosotras pretendemos trabajar con los gobiernos, con las de-más agencias de la ONU y con hombres y mujeres.

Lleva casi una década afincada en Esta-

dos Unidos. ¿Cómo ve desde la distan-

cia la situación de Euskadi en materia de igualdad? ¿Cuáles son los retos que

deberíamos marcarnos?

Yo creo que Euskadi ha avanzado bas-tante en muchas cosas. Un tema muy importante es la participación de las mujeres en los ámbitos de decisión. Si miramos al primer Parlamento Vasco y miramos al actual, la foto va del blanco y negro al color en 25 años. Y eso es vital, porque hay que estar allí donde se toman las decisiones, ya sea en el ámbito público, en la empresa priva-da o en la casa. Eso ya determina mu-chísimo. No quiere decir que no haya problemas: hay problemas en la conci-liación laboral y familiar, hay violencia… La sociedad vasca no es ajena a todos estos problemas y por trabajar en su resolución pasan los retos que hay que marcarse.

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