Batalla de Mty Narrado

download Batalla de Mty Narrado

of 109

description

Batalla de mty

Transcript of Batalla de Mty Narrado

  • 1

    La Invasin Americana

    1846 a 1848

    Apuntes del Subteniente de Artillera

    Manuel Balbontin

    Advertencia

    Estos apuntes que hoy ven la luz pblica, yacan confundidos con multitud de papeles

    que los aos fueron acumulando. Desempolvados y puestos en orden, me he decidido

    publicarlos, porque creo que podrn arrojar alguna claridad sobre los acontecimientos que se

    refieren; y tambin, porque sealado varias de las faltas cometidas que produjeron nuestras

    desgracias, prepararn los jvenes militares para precaverse de incurrir en ellas, cuando les

    llegue la ocasin de ejercer un mando superior.

    Hecha esta advertencia, no me queda otra cosa que manifestar, sino que este libro no

    tiene pretensiones de ningn gnero, sino que antes bien, solicita la indulgencia del pblico.

    El Autor.

  • 2

    Ao de 1846

    Capitulacin de la Ciudad de Monterrey de Nuevo-Len

    Sumario

    Invasin del Territorio Nacional.-Primeras batallas.-Nuestras tropas se replegan Monterrey.-

    Pronunciamiento de Guadalajara.-Salida de tropas de Mxico para sofocarlo.-

    Pronunciamiento de la Capital de la Repblica a favor del General Santa Anna.-Cada del

    Presidente Paredes.-Se ordena las tropas que marchaban sobre Guadalajara, que se dirijan

    Monterrey.-Llega Veracruz el General Santa Anna.-Llegada de las tropas Monterrey.-

    Embestida de la Plaza.-Ataques de los fortines de la Tenera, del Rincn del Diablo, del

    Puente de la Pursima, y del Obispado.-Concentracin de las tropas la tercera lnea.-

    Combates en las calles.-Capitulacin.-Evacuacin.-Marcha San Luis Potos.-

    Observaciones.

    El Ejrcito Americano por causas conocidas de todos, haba invadido el Estado de

    Tamaulipas, avanzando hasta la orilla izquierda del Ro Bravo del Norte, donde acamp

    enfrente de la ciudad de Matamoros.

    Agotados por diplomacia los medios pacficos, fue necesario apelar las armas, En

    consecuencia, el Gobierno Mexicano declar la guerra los Estados-Unidos.

  • 3

    Nuestro Ejrcito pas el Ro Bravo, sostuvo con gloria la batalla de Palo Alto ante una

    artillera poderosa el da 8 de Mayo, y al da siguiente fue derrotado en la Resaca de la Palma.

    No pudiendo sostenerse despus en la ciudad de Matamoros, tuvo que emprender una

    penosa retirada por Linares, y refugiarse en Monterrey de Nuevo-Len, donde comenz

    fortificarse.

    El General D. Mariano Paredes, que mandaba en Mxico como Presidente de la Repblica,

    se haba dedicado con tesn la organizacin, disciplina instruccin del Ejrcito, con nimo

    de ponerse su cabeza y marchar combatir los invasores.

    Por desgracia, haba estallado un pronunciamiento en Guadalajara, corriendo mala suerte

    una brigada que march sofocarlo, al mando del General Gonzlez Arvalo, quien muri en

    la accin.

    El General Paredes tuvo la mala idea de marchar con toda la fuerza que haba en la Capital

    para reducir Guadalajara, lo cual si llegaba conseguir, se dirigira la frontera para detener

    los americanos que avanzaban sobre Monterrey.

    Para realizar aquel plan, comenzaron moverse las fuerzas que haba en Mxico,

    principios de Julio, en el orden siguiente:

    March la primera, una brigada las rdenes del General graduado D. Jos Mara Garca

    Conde.

    La componan:

    El Batalln de Aguascalientes con 500 hombres

    El Batalln de Quertaro con 300

    Dos Escuadrones del 3 de lnea con .... 250

  • 4

    Tres Piezas de 8 de batalla con .. 30

    Suman 1,080 hombres.

    Al da siguiente da, march otra abrigada los rdenes del Teniente Coronel D. Florencio

    Azpeitia.

    La componan:

    El Batalln nmero 3 de Lnea con . . . . . . . . . . . 500 hombres

    Dos Escuadrones Lanceros de Jalisco . . . . . . . . . 200

    Dos Escuadrones Regimiento de Guanajuato . . . 200

    Siete caones de batalla de los calibres de

    8 y de 12, cuyos artilleros y la Ambulancia

    formaran un total de . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 100

    Suman . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1,000

  • 5

    Julio 26.

    En la noche fui relevado de la batera de Palacio, para marchar al da siguiente.

    Julio 27.

    las doce del da, bajo una fina lluvia, sali de Mxico la Tercera Brigada, al mando del

    General graduado D. Simen Ramrez.

    La componan:

    El Batalln 3 Ligero con . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 400 hombres.

    El Batalln 4 Ligero, con . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 600

    Dos caones de batalla del calibre de 12, uno de

    8, y tres obuses de 7 pulgadas, servido todo por . . . . . 60

    Suman . . . . . . . . . . . . 1,060 hombres.

    El total, pues, de la divisin puesta en marcha, constaba poco ms o menos, de tres mil

    ciento cuarenta hombres, con diez y seis piezas de campaa.

    Las tropas que an quedaban en Mxico, deberan salir pocos das despus, al mando del

    General Paredes.

  • 6

    Nuestra salida tuvo un mal pronstico; apenas dejamos las calles de la capital, cuando la

    lluvia se convirti en un gran aguacero que nos empap por completo.

    El camino que seguamos, es el que conduce de la garita de Vallejo, al pueblo de

    Tlalnepantla. El piso, que es de tierra, y la construccin de poco relieve, lo hacen en extremo

    atascoso; y el aguacero lo haba puesto intransitable. Los soldados caminaban con mucha

    dificultad; puede asegurarse que hubo muy pocos que dejasen de caer en el lodo, cuya

    circunstancia, como es consiguiente, produjo un gran desorden en la marcha.

    La artillera, tirada por mulas medio domar, conducida por cocheros carreteros bisoos,

    sin instruccin ni disciplina militar, se atascaba cada momento, constando gran trabajo

    sacarla.

    Esta arma ha fijado poco la atencin del Gobierno, y su organizacin deja mucho que desear.

    No tiene ganado, ni trenistas propios; de ambas cosas la proveen contratistas que no siempre

    cumplen con exactitud. De esto proviene, que nuestra artillera no sea apta para las maniobras,

    y por lo mismo, que no pueda prestar todos los servicios que debe, en los campos de batalla.

    La infantera cuidaba poco de que los caones quedasen atascados, de lo que naturalmente

    result que llegase tomar cuarteles Tlalnepantla, mientras que las piezas quedaron

    detenidas en distintos lugares.

    Despus de mil afanes, la artillera pudo, al caer la tarde, incorporarse con la infantera. Se

    haba caminado, cuatro leguas en seis horas y media, no sin accidente, porque un artillero

    sufri la fractura que en una pierna le caus una rueda.

    El estado de embriaguez de la tropa y de los carreteros era insoportable.

  • 7

    Julio 28

    Mayores trabajos nos aguardaban. Los aguaceros, que se haban repetido durante la noche

    anterior, pusieron de manera el camino, que tal vez hubiese sido prudente suspender la

    marcha.

    La tropa caminaba con el lodo hasta las rodillas; los caones se atascaban cada momento,

    sin que lograran sacarlos los artilleros, que en vano corran de un lado al otro hasta agotar sus

    fuerzas.

    As se vencieron tres leguas hasta Cuautitlan, donde se dio un ligero descanso la tropa para

    que almorzara.

    Al salir de Cuautitlan, el camino estaba casi seco, pero ms adelante, el agua corra en

    arroyos, causa de haberse desbordado el ro que lleva el nombre del pueblo. All se aument

    la dificultad de caminar con la artillera, sucediendo como el da anterior, que las piezas

    quedaron atascadas y la infantera sigui su marcha.

    En el pueblo de Coyotepec, mand el general cuatro yuntas de bueyes al Teniente coronel,

    Capitn de artillera, D. Patricio Gutirrez, que se hallaba en el punto llamado las Animas,

    trabajando en sacar un obs que se haba hundido en el lodo hasta los cubos de las ruedas.

    Algo ms adelantado estaba el segundo Ayudante D. Jos Terroba, haciendo intiles

    esfuerzos para sacar del fango otro obs, por lo que fue necesario auxiliarlo con dos de las

    cuatro yuntas.

    Cuando recibi las otras dos el Capitn Gutirrez, el agua cubra el eje de la curea. Pegadas

    las yuntas, result que los bueyes no podan hacer tiro, porque al hacer esfuerzo los suspenda

    el agua.

  • 8

    En vano se trabaj hasta la cada de la tarde; lo nico que se consigui fue, desprender el

    armon y conducirlo la Venta de las Animas, dejando el obs en medio del agua.

    El Capitn Gutirrez envi parte al General de lo acontecido.

    La noche era muy oscura y el agua volva caer.

    El gua que conduca al enviado del Capitn, al llegar Coyotepec, se rehus seguir

    adelante, manifestando que el ro de Huehuetoca deba de ir muy crecido, y no sera posible

    vadearlo en la noche.

    Como el comisionado del Capitn insistiera en seguir adelante, y el gua se negara

    absolutamente acompaarlo, se entabl entre los dos una disputa que termin por la cada del

    oficial, que con caballo y todo, descendi al fondo de un barranco. Auxiliado y conducido por

    el gua un jacal inmediato: all pasaron la noche.

    Julio 29

    Muy de maana sigui el comisionado su camino, llegando Huehuetoca en el momento

    mismo en que se pona en marcha la brigada.

    Mand el General, un capataz con un tiro de mulas, en auxilio del Capitn Gutirrez, y

    dispuso que se pidiesen en Coyotepec las yuntas y peones que fuesen necesarios.

    El Alcalde de aquel pueblo, proporcion algunas yuntas y unos veinte peones. Con estos

    elementos y el tiro de mulas, el Capitn Gutirrez logr sacar el obs la cada de la tarde y

    tom el camino de Jalpam, hasta llegar Huehuetoca. All dio un corto descanso que sirvi

    para que la tropa tomase algn alimento, continuando la marcha en seguida, ya entrada la

    noche.

  • 9

    No dejaba de ser penosa aquella marcha, tanto por la lluvia que caa, como porque estando

    trazado el camino sobre lomas tepetatosas incultas, era muy difcil distinguirlo en la

    oscuridad.

    Por fin, las dos de la maana se hizo alto en el Rancho de Bata, donde duras penas se

    pudo conseguir algn pienso para el ganado.

    Julio 30

    Muy de maana se continu la marcha, llevando la pieza con yuntas de bueyes, porque las

    mulas estaban incapaces de hacer tiro.

    Despus de almorzar en Tula se sigui la jornada, pero al subir la cuesta, los bueyes cejaron

    bruscamente y rompieron la lanza. El capitn Gutirrez envi anunciar al General de la

    brigada este nuevo contratiempo.

    El General, que pernoctaba en la Hacienda de la Goleta, mand al Subteniente D. Ignacio

    Hernndez Xicolalpa con dos obreros de maestranza, para reponer la lanza rota.

    Julio 31

    Despus de haber caminado todo este da, logr el capitn Gutirrez incorporarse la

    brigada en la Hacienda de Arroyozarco.

    Agosto 1

    De Arroyozarco San Juan del Ro.

  • 10

    Jornada bastante larga que se rindi tarde.

    Agosto 2

    De San Juan del Ro la Hacienda del Colorado.

    Jornada molesta y escasa de recursos.

    Agosto 3

    Del Colorado Quertaro.

    Se pas la revista de Comisionario.

    Agosto 4

    De Quertaro Apaseo.

    Pueblo triste y de pocos recursos.

    Agosto 5

    De Apaseo Celaya.

    Agosto 6

    Pronta la brigada para marchar, recibi orden de volver sus cuarteles.

  • 11

    Poco despus se divulg la noticia de que en Mxico se haban pronunciado proclamando

    Federacin y Santa-Anna, y que el General D. Simen Ramrez haba recibido una

    comunicacin del Presidente Paredes, en la cual le ordenaba permaneciese en Celaya, donde

    se le incorporara.

    Las noticias recibidas causaron grande alarma en la brigada; todo el da se pas en corrillos

    y secretos.

    Agosto 7

    El General Ramrez, en vista de lo acontecido, determin formar una junta en su alojamiento

    con los jefes y oficiales de la brigada. Dadas las rdenes al efecto, concurrieron la cita la

    mayor parte de los nombrados.

    Tom el General la palabra, exponiendo brevemente las angustiadas circunstancias que se

    hallaba reducido en Mxico el Gobierno. Dijo: que le pareca conveniente que la brigada

    continuase su marcha con el objeto de unirse con las que iban adelante, para que formando un

    cuerpo de tropas numeroso, pudiera contrariar la revolucin acatar la voluntad nacional si

    sta se pronunciaba abiertamente por el Plan de la Ciudadela.

    Aquella proposicin fue desechada por la mayor parte de los jefes y oficiales, para quienes

    tena simpatas la revolucin, y pidieron al General que permaneciese la brigada en Celaya en

    observacin de los acontecimientos.

    El General inst y an suplic que se continuase la marcha sobre Guadalajara.

    Los jefes y oficiales en su mayor parte se rehusaron esta proposicin, dividindose cada

    vez ms los pareceres sobre el partido que se haba de tomar.

  • 12

    Un oficial manifest, que segn l pensaba, la brigada debera permanecer extraa todo

    movimiento revolucionario, marchando sin prdida de tiempo la frontera, defender la

    Repblica.

    Aceptado este pensamiento, al parecer con entusiasmo, se comenz escribir en el sentido

    propuesto, una acta que deba ser enviada Mxico.

    Mientras esto pasaba, varios jefes y oficiales formaron corrillos y comenzaron ponderar los

    padecimientos y la miseria que aguardaban al ejrcito en la frontera y el ningn fruto que de

    sus sacrificios sacara.

    Aquellas peroraciones produjeron tal efecto, que cuando se llam firmar la acta, fueron

    muy pocos los que quisieron suscribirla.

    Molesto el General, dispuso que se habriese un registro en el que constase el voto de cada

    uno, para averiguar en qu sentido estaba la mayora.

    As se hizo: pero antes de que terminara aquella votacin, apareci en la junta D. Andrs

    Zenteno, que llegaba de Quertaro. Vena provisto de proclamas y comunicaciones, y traa la

    noticia del pronunciamiento de aquella ciudad, de donde invitaban al General Ramrez que

    se pronunciase con la brigada.

    Este nuevo incidente introdujo tal desorden en la junta, que se hizo necesario disolverla.

    Agosto 8

    La aparicin de Zenteno en Celaya, produjo su efecto. El Ayuntamiento se pronunci, y el

    Tercero Ligero levant su acta en la noche.

  • 13

    H aqu la mitad de la brigada pronunciada y la otra mitad la obediencia del Gobierno. Sin

    embargo, vivamos como buenos camaradas, obedeciendo el Tercero al General; pero tal

    situacin, en un momento dado, poda producir resultados funestos.

    Agosto 9

    Se tuvo noticia de la cada del General Paredes.

    Marchamos de Celaya Apaseo, por disposicin del nuevo Gobierno.

    Desert el Subteniente de la Ambulancia D. N. Solares. Despus se dijo que al presentarse

    en Mxico fue ascendido.

    Agosto 10

    De Apaseo Chamacuelo.

    Se supo que las brigadas que nos precedan recibieron orden de dirigirse Monterrey.

    Agosto 11

    A San Miguel de Allende.

    En esta ciudad se pronunci al fin, el General Ramrez con el Cuarto Ligero y la artillera;

    aunque hubo jefes y oficiales que rehusaron firmar el acta. Entre ellos deben contarse, el

    teniente coronel de infantera, Capitn de artillera D. Patricio Gutirrez, el Comandante de

    batalln D. Antonio Nieto, el Subteniente de artillera D. Ignacio Hernndez y el que suscribe.

  • 14

    Agosto 12

    De Allende la Hacienda de la Venta, lugar desprovisto de todo recurso.

    Inmediato la hacienda corre un arroyo que se pasa con el agua al tobillo. As lo pasaron el

    Tercero Ligero y la artillera; ms consecuencia de haber llovido, vino repentinamente una

    creciente tan formidable, que el Cuarto Ligero que marchaba retaguardia, tuvo que quedar en

    la orilla opuesta donde pas la noche.

    Con gran dificultad pudo la brigada proveerse de alimentos.

    Agosto 13

    la Villa de San Felipe

    Agosto 15

    la Hacienda del Jaral.

    Agosto 16

    la Hacienda de Las Pilas.

    Agosto 17

    San Luis Potos.

  • 15

    Agosto 18, 19, 20, 21 y 22

    Permanecimos en San Luis, haciendo provisiones, para pasar el desierto que meda entre esta

    ciudad y el Saltillo.

    Agosto 23

    Salimos de San Luis. El Tercero Ligero, que recibi un destacamento que tena en Lagos,

    aument su fuerza hasta seiscientos hombres.

    Tambin se incorporaron la brigada, ciento cincuenta lanceros del Regimiento de San Luis

    Potos.

    El Cuarto Ligero march rumbo Tula de Tamaulipas.

    Pernoctamos en la Hacienda de Bocas.

    Agosto 24

    De Bocas al pueblo de la Hedionda.

    Agosto 25

    Al amanecer se hizo una salva de veintin caonazos, para celebrar el arribo Veracruz del

    General Santa-Anna, verificado el da 16 del mismo mes.

    Continu la marcha la Villa del Venado.

  • 16

    Agosto 26

    Del Venado la Hacienda de Charcos.

    Desde este punto comienzan las jornadas largas, la escasez y mala calidad del agua, la falta

    de vveres, y los campamentos.

    Agosto 27

    la Hacienda de Sols.

    Agosto 28

    De Sols Matehuala.

    Se caminaron diez y seis leguas.

    En la tarde llovi mucho, con lo que el camino se puso atascoso.

    La brigada lleg tarde y muy cansada.

    Agosto 29

    Al Cedral.

    Mala clase de agua.

    Agosto 30

  • 17

    la Noria de las nimas.

    Quince leguas.

    Aqu existi un rancho que destruyeron los comanches, incendindolo y matando sus

    moradores.

    La brigada la pas al aire libre, sufriendo el agua que cay toda la noche. La tropa,

    hambrienta y sobre el suelo mojado, entretuvo sus penas cantando.

    Agosto 31

    la Hacienda del Salado.

    Agua salobre y escasa. Falta de vveres.

    Esta hacienda fue destruida por los comanches, y los habitantes fueron asesinados.

    Los salvajes se presentaron de paz con el pretexto de comerciar, y candorosamente fueron

    recibidos.

    Hoy, la casa est aspillerada, y tiene un pequeo informe can para su defensa.

    Tambin tuvo all lugar otra escena sangrienta.

    El ao de 1842, haban pernoctado en la hacienda unos ciento cincuenta texanos prisioneros

    de guerra, que eran conducidos Mxico. Habiendo sorprendido la fuerza que los

    custodiaba, emprendieron la fuga, pero siendo de nuevo aprehendidos, se sortearon, y la quinta

    parte de ellos fueron pasados por las armas.

  • 18

    Septiembre 1

    Incorporado la brigada el Cuarto Ligero que se haba separado en San Luis, se emprendi

    la marcha para el rancho de San Salvador, lugar desprovisto de todo recurso.

    Al anochecer, un granadero del Cuarto Ligero, dio muerte un carretero de artillera. Fue

    necesario en la misma noche formar la sumaria respectiva.

    Septiembre 2

    la Hacienda de la Encarnacin.

    Septiembre 3

    la Hacienda de Aguanueva.

    Este lugar aparece delicioso, con su hermosa arboleda que lo sombrea, y con un caudal de

    agua pura que posee. Tal es la tristeza que se apodera del viajero, en el largo trayecto rido y

    montono, que ha dejado atrs!

    Septiembre 4

    Al Saltillo.

    Esta ciudad es de aspecto grato, de algn comercio y bastante civilizacin.

    Septiembre 5

  • 19

    Pas la brigada revista de Comisario y descans.

    Septiembre 6

    la Hacienda de la Rinconada.

    Corre el camino entre dos cadenas de montaas. Hacia la mitad, se encuentra el Paso de los

    Muertos, larga y empinada cuesta, que puede ser disputada con buen xito tropas que

    viniesen de Monterrey.

    Hallamos en aquel lugar un campamento de soldados de Zapadores, y del Segundo Ligero,

    que levantaban algunas obras de defensa.

    Estas tropas fueron las primeras que encontr la brigada, pertenecientes al sufrido Ejrcito

    del Norte.

    Poco despus, lleg el Regimiento de Caballera Nmero 7. Entre los hechos notables de

    este regimiento que echase pi tierra y que con sable en mano ocupase el bosque. El 7

    cumpli, haciendo gran destrozo entre los texanos.

    Ahora, el regimiento traa en sus filas, algunos americanos que se haban pasado nuestro

    campo.

    Septiembre 9

    El camino que llega hasta la Hacienda de la Rinconada con direccin al Norte, cambia all

    bruscamente hacia el Este, continuando as hasta llegar Monterrey, adonde se rindi la

    jornada, no sin pasar repetidas veces el Ro de San Juan, con el agua la rodilla.

  • 20

    La ciudad de Monterrey est situada precisamente, la salida de la garganta que atraviesa la

    Sierra-Madre. Un ramal de ella envuelve la poblacin por el Sur y por el Este, corriendo su

    pi el Ro de San Juan, que puede servir de foso aunque presenta algunos vados.

    Toda la parte Norte y Nordeste, es una extensa llanura con algunos manchones de bosques.

    Por este lado deban aparecer los americanos.

    Los restos del Ejrcito del Norte mandados por el General D. Pedro Ampudia, haban

    buscado refugio en Monterrey, que fortificaban la sazn con obras de tierra.

    La parte del Este, (vase el croquis nm. 1), se cubri con tres obras pequeas abiertas por la

    gola, capaces de alojar cada una de ciento cincuenta doscientos infantes, con dos tres

    piezas de artillera.

    Tambin se cubrieron con dos lneas de parapetos y fosos, las calles centrales que ven

    aquel rumbo.

    Del lado del Norte, se construyeron dos flechas capaces de contener cada una de cincuenta

    sesenta hombres.

    la izquierda de estas flechas, en el Puente de la Pursima, se levant una obra irregular

    segn lo permita la localidad.

    Detrs de esta lnea, se cubrieron igualmente con parapetos las calles que desembocaban

    ella.

    Fuera de la ciudad, siempre al Norte, en el llano, y alrededor de los muros de una Catedral

    empezada construir, se levant un fuerte cuadrado, con bastiones. Esta obra, la que se le

    dio el nombre de Ciudadela, era la nica cosa seria que haba en Monterrey.

    Algo adelante del punto en que concurran prolongndolas, las lneas que pasaban por las

    obras del Norte y del Este, se construy un fortn de forma irregular cubriendo una tenera,

    cuyo nombre llev.

  • 21

    Por el rumbo del Oeste, la salida para el Saltillo, sobre las alturas, uno y otro lado del

    camino, haba dos obras avanzadas, de poca importancia.

    En el cero llamado del Obispado estaba la ms formal, que consista en una especie de

    bonete que miraba la ciudad, y en una pequea flecha colocada sobre un creston, situado la

    espalda del edificio del Obispado, y que lo dominaba.

    Tomado este creston, el Obispo estaba perdido, porque la obra que miraba la plaza de nada

    servira. Sin duda, el ingeniero que la traz, se propuso que cuando la plaza se perdiera

    continuara defendindose el Obispado, sin sospechar siquiera, que el enemigo pudiera atacar

    aquel punto antes de penetrar la plaza.

    La otra obra, era un simple reducto cuadrado sin fuegos flanqueantes, construido sobre

    Loma Blanca, incapaz en su aislamiento de ofrecer una resistencia formal. Se le llam Fortn

    de la Federacin.

    Las calles que desembocaban al Oeste, tambin se cortaron con parapetos y fosos.

    Hacia el Sur, solamente haba parapetos en las calles que daban al ro.

    Cuando la Brigada del General Ramrez lleg a Monterrey, ya se haban terminado algunas

    de las obras referidas, y las dems se hallaban en construccin.

    Diariamente se nombraban en la orden general, los batallones que deban trabajar en las

    lneas, y los que haban de dar la guarnicin.

    As estaban las cosas, cuando se supo que el Ejrcito Americano se mova de Camargo.

    El General Torrejon, sali con una brigada de caballera para molestar al enemigo durante su

    marcha, y el General D. Manuel Romero, con una seccin de infantera y una compaa de

    lanceros, se haba situado de observacin en Marn.

    Mientras tanto, se segua trabajando en la plaza con nimo de hacer una defensa esforzada.

    En la tropa no faltaba entusiasmo, pero la discordia se haba introducido en la guarnicin.

  • 22

    Desde la retirada de Matamoros, el Ejrcito se haba dividido en dos bandos. Uno de ellos,

    estaba conforme con que tuviese el mando el General D. Pedro Ampudia; pero el otro,

    pretenda que lo tomase el General D. Francisco Meja.

    Estos partidos, de que apenas se aperciban los oficiales subalternos ni la tropa, eran la

    preocupacin de los generales y jefes, y en mi concepto, tuvieron una funesta influencia en los

    acontecimientos.

    Entre los oficiales, haba rivalidades de otro gnero, que no hubo cuidado de cortar en su

    origen.

    Los veteranos del antiguo Ejrcito del Norte, se denominaban, bocas de palo, por que haban

    perdido la costumbre de comer.

    los que llegaron Matamoros con el General Ampudia, les pusieron, los polkos.

    Y por ltimo, los que acababan de llegar de la capital, los llamaron, los redentores.

    Siempre que haba alguna reunin de oficiales, estos cambiaban entre s, picantes epigramas

    que solan producir disgustos.

    El General Ampudia dict algunas disposiciones que causaron desagrado. Fue una de ellas,

    el haber nombrado inspector de las obras de defensa al general graduado D. Simen Ramrez,

    persona muy versada en el conocimiento de las tcticas de lnea y ligera as como en el

    servicio y manejo de un regimiento; pero incompetente, sin duda, en materia de fortificacin.

    Como era de esperarse, cometi este general varios desaciertos, pero el mayor de todos,

    consisti en mandar demoler el Fortn de la Tenera.

    Cuando esto pasaba, ya estaban los americanos en las goteras de la ciudad.

    El general Romero regres de Marn, y el enemigo Torrejon se repleg tambin, sin causar

    ningn dao al enemigo.

  • 23

    En semejantes circunstancias se hizo necesario tomar algunas medidas para la defensa. Se

    cubrieron los puntos con la fuerza indispensables, y se form una reserva compuesta de los

    batallones Tercero Ligero, Cuarto Ligero y Aguascalientes, con una batera de ocho caones.

    Esta reserva, deba de obrar en combinacin con las fuerzas de caballera situados en los

    puntos A.A; (vase el croquis)

    La guarnicin constaba poco ms menos, de cuatro mil infantes y dos mil caballos, con

    cuarenta y seis piezas de artillera de batalla, muchas de ellas en mal estado.

    En toda la fuerza se contaran unos mil hombres de Guardia Nacional de Monterrey y la

    frontera, siendo una gran parte de caballera de la llamada de correitas.

    Sucedi, que para poder cubrir todos los puntos, fue preciso que quedasen dbiles; pero sus

    guarniciones confiaban en la accin combinada de la reserva y de la caballera.

    Veamos ahora el diario de las operaciones que practic el enemigo sobre la plaza, y el de la

    resistencia que sta opuso.

    Septiembre 19

    Los americanos comenzaron sus reconocimientos.

    Algunos caonazos disparados desde la Ciudadela, pusieron en alarma la poblacin.

    Las guerrillas de caballera condujeron algunos prisioneros.

    Septiembre 20

    El enemigo continu sus reconocimientos.

  • 24

    Al anochecer, el General Wort, con una brigada de infantera, con carros, avanz hacia la

    espalda del cerro del Obispado, desde cuya cresta se le hicieron algunos disparos de can, sin

    resultado.

    Nuestra caballera de la izquierda se dividi en dos trozos. Uno al mando del General

    Torrejon, se retir hasta el punto B; y el otro, las rdenes del General Juregui, entr la

    ciudad, con lo que los americanos tuvieron el paso libre para el camino del Saltillo.

    Habiendo manifestado D. Luis Robles, distinguido oficial de ingenieros, al General en Jefe,

    la necesidad que haba de reconstruir el Fortn de la Tenera, que se estaba demoliendo, el

    General dispuso que la misma Guarnicin que lo cubra, trabajase toda la noche en repararlo.

    Con efecto, toda la noche se trabaj pesar de la lluvia, que no por ser fina, dejaba de causar

    gran prejuicio.

    Septiembre 21

    Al amanecer, los parapetos estaban casi concluidos, aunque se haba tenido que completarlos

    con sacos tierra, que tenan el grave defecto de ser de gnero ordinario de algodn; pero el

    foso, sin terminar, no tena la anchura ni la profundidad necesarias, hallndose adems las

    escarpas con escalones que facilitaban su descenso y escalamiento.

    Sobre las plataformas para la artillera, colocada barbeta, no se haban establecido

    explanadas de madera; y semejante falta, debera producir dificultades en el servicio de los

    caones, sobre la tierra recientemente amontonada y humedecida por la lluvia.

    La obra, pues, se hallaba sin concluir.

    La Guarnicin, la componan unos doscientos infantes de los batallones Segundo Ligero y

    Quertaro, repartidos entre el fortn y la casa de la Tenera, que quedaba la espalda.

  • 25

    La artillera, constaba de una pieza de ocho, una de cuatro y un obusito de montaa, que

    no tena dotacin de artilleros.

    Mandaba el fortn el coronel del Segundo Ligero D. Jos Mara Carrasco, y la artillera el

    Jefe de Divisin D. Juan Espejo.

    La capital de la obra, se inclinaba de N. E. S. O. La cara y flanco de la derecha estaban

    protegidos por la casa de la Tenera y por el ro de San Juan. La cara y flanco de la izquierda

    miraban la campaa, haca el rumbo que traa el enemigo.

    Por descuido, por falta de tiempo, no se haban limpiado los aproches, y un campo de maz

    cuyas caas estaban crecidas, algunos rboles, magueyes y nopales, favorecan grandemente

    los asaltantes.

    El trazo del fortn era una luneta; pero en uno de los flancos se haba construido una pequea

    cara, como para ocultar un poco la gola que quedaba descubierta.

    El trazo, pues, podra representarse como aqu se ve.

    La gola se apoyaba en una arboleda con algunos jacales, en el camino que conduca al

    puente de la Pursima.

    Es indudable que aquella lnea de rboles y jacales, deba haberse ocupado slidamente,

    ligndola con el puente de la Pursima. Apoyada as el ala izquierda, que sera flanqueada por

    la Ciudadela, y con una fuerza respetable de caballera con que se contaba, hubiera presentado

    los americanos un obstculo que no hubiesen podido vencer, les habra costado grandes

    sacrificios.

    Pero nada de esto se hizo, y la Tenera tuvo que atenerse sus propios esfuerzos.

    La maana del 21 amaneci lluviosa y triste. A la tropa se le dio un trago de mezcal, para

    confortarla un tanto, de las fatigas de la noche.

    Seran las siete, cuando el enemigo comenz organizar su ataque la Tenera.

  • 26

    Para cubrirlo, situ una batera en el punto C, con la que bati unos veinte minutos la

    Ciudadela.

    El General D. Francisco Meja, que se hallaba en estos momentos en la Tenera, le dijo al

    coronel Carrasco, que se preparase, porque el ataque la Ciudadela era fingido y el verdadero

    vendra sobre aquel punto.

    En efecto, tres columnas, aprovechando las sinuosidades del terreno y la vegetacin,

    siguiendo las lneas de puntos D D D, avanzaron paso acelerado. La de la derecha se dirigi

    ocupar la arboleda y solares que terminan la ciudad por el N. E. La del centro se detuvo

    quedando en reserva, y la de la izquierda, precedida de una nube de Tiradoes, carg sobre la

    Tenera.

    El enemigo, sin detenerme contestar el vivo fuego que se le haca, lleg hasta las

    inmediaciones de la obra, y all, cubrindose con todos los accidentes que proporcionaba el

    suelo, y ocupando algunos jacales, rompi un fuego nutrido y certero.

    En estos momentos, lleg un refuerzo de la plaza, al mando del Teniente Coronel de

    infantera D. Joaqun Castro, que conduca ciento cincuenta hombres del Tercero Ligero, y un

    can de ocho, al mando del subteniente de la primera brigada de artillera D. Agustn

    Espinosa.

    La pieza y una parte de la infantera, entraron al fortn, y el resto de la tropa subi la azotea

    de la Tenera.

    El combate comenz ser terrible.

    Los americanos, con rodilla en tierra, agazapados, en toda clase de posturas; posesionados

    del terreno cercano al fortn, tiro de pistola y aun sobre la contra-escarpa, y cubrindose con

    cuanto encontraban; hacan un fuego muy vivo los parapetos. Otros, habiendo penetrado la

  • 27

    arboleda, descubran por la gola el interior de la obra, y heran algunos hombres por la

    espalda.

    Sin embargo, los americanos retrocedieron.

    La columna E. que hasta entonces haba permanecido inmvil, avanz apoyada por algunas

    piezas de artillera, restablecer el ataque.

    Advertido el subteniente Espinosa de que colocaban un can en el punto F, hizo dos o tres

    disparos tan certeros, que el enemigo tuvo que desistir de su intento.

    La infantera haba redoblado su fuego, y la Guarnicin de la Tenera comenzaba fatigarse.

    Repentinamente, las columnas enemigas de la derecha y del centro, se retiraron en desorden,

    lo que visto por la de la izquierda, que era la ms empeada en el ataque, no tard en imitarlas.

    Las dianas y los vtores ms entusiastas se lanzaron al aire por los defensores de la Tenera,

    que por momentos esperaban ver la columna de reserva salir sobre el enemigo.

    Pero no fue as. La causa de la retirada de los americanos, era la aparicin hacia su derecha

    de una fuerte columna de caballera que sali de la plaza, por el rumbo de la Ciudadela. Una

    carga brusca de toda aquella masa, acaso hubiera producido gran resultado; pero solamente

    cargaron unos cincuenta jinetes del Tercero, al mando del Teniente D. Joaqun Miramon.

    El no haber cargado toda la caballera, se atribuy las rivalidades que existan entre los

    generales.

    Los lanceros de Miramon alcanzaron los americanos, ocasionndoles algunas prdidas;

    pero posesionndose stos de unas cercas, obligaron retirarse los del Tercero.

    Sin temor ya la caballera, que permaneca inactiva, organiz el enemigo un nuevo ataque

    contra la Tenera.

    La Guarnicin del fortn estaba llena de fatiga, y desconsolada porque no vea aparecer la

    anhelada columna de reserva.

  • 28

    Los fusiles ardan; la pieza que mandaba el subteniente Espinosa, cada disparo rodaba

    hasta el fondo del fortn, costando gran trabajo volverla subir y poner en batera, en lo que

    ayudaba personalmente el Teniente de Ingenieros D. Joaqun Colombres.

    La otra pieza de ocho, que diriga el capitn graduado, teniente del arma D. Jacinto

    Domnguez, haca fuego con suma dificultad; porque colocada barbeta en el ngulo saliente

    del fortn, los artilleros quedaban completamente descubierto, hallndose los americanos

    alojados al otro lado del foso, desde donde los cazaban.

    En tan crticas circunstancias, Domnguez tapaba el fogn, cubrindose como mejor poda

    con la curea y con la pieza. El cabo Jos Salomo y un artillero, servan los primeros puestos,

    y ambos se haban acostado debajo de la curea. Apoyando la espalda la rodillera del

    parapeto introducan la carga en el can y la empujaban con el atacador, cuya maniobra era

    ejecutada con mucho trabajo.

    Otros artilleros, agazapados los lados de las ruedas, las empujaban cuando era necesario

    para poner el can en batera; y los cuartos artilleros, provean de municiones los primeros,

    por entre los rayos de las ruedas.

    Fuera de combate Domnguez y algunos sirvientes, despus de larga fatiga, la pieza qued

    muda, hasta que concluy la accin.

    El gnero de los sacos tierra, con que estaba revestido y terminaba el parapeto, se haba

    incendiado con el fuego de las cazoletas de los fusiles, y la tropa no poda acercarse para

    disparar.

    Dos artilleros que conducan municiones para proveer las piezas, se haban quemado, por

    habrseles inflamado los cartuchos que llevaban.

    A pesar de todo, el enemigo fue recibido en su tercer ataque con igual denuedo que los

    anteriores; pero pronto llegaron orse dos gritos cual ms aterradores.

  • 29

    Parque! Agua!

    En efecto, la tropa sufra una gran fatiga; los soldados tenan los labios negros de la plvora,

    y esta circunstancia y la agitacin del combate, les produca una sed abrasadora.

    En cuanto las municiones, nadie saba dnde hallarlas, ni pareca el jefe del punto, para

    darle parte de lo que pasaba.

    Ya no quedaban haciendo la defensa ms que los oficiales.

    En esto el fuego del enemigo aumentaba, mientras el nuestro disminua notablemente, y los

    soldados comenzaban separarse del parapeto.

    El capitn del Tercero Ligero D. Domingo Nava, reuni unos cuarenta hombres, y se dirigi

    con ellos hacia la gola, arengndolos para cargar la bayoneta; lo cual visto por los soldados

    que quedaban en los parapetos, se precipitaron tambin en direccin de la gola.

    En vano pretendieron los oficiales contenerlos, y los que se detenan, poniendo armas al

    hombro y mostrando las cartucheras vacas, exclamaban invariablemente: Mi jefe, que nos

    den parque, y nos batiremos.

    Cuando pas aquella avalancha, solamente quedaron en el fortn cinco individuos; saber: el

    Teniente de Ingenieros D. Joaqun Colombres, el Subteniente de Artillera D. Agustn

    Espinosa, un oficial de infantera llamado Cautelan, un soldado del Tercero Ligero, y el que

    suscribe.

    En la azotea de la casa de la Tenera quedaban, el Capitn del Tercero Ligero D. Juan

    Servin, el Teniente del mismo cuerpo D. Ignacio Solache, el Subteniente del Batalln de

    Quertaro D. Guillermo Moreda, y algunos soldados.

    Momentos despus del abandono del fortn, observando los americanos que el parapeto se

    hallaba desguarnecido, lanzaron tres hurras, y asaltaron la obra. El primer grupo se subi

    sobre el parapeto, lo verific por el ngulo saliente; coloc una bandera azul con el guila y las

  • 30

    estrellas americanas, y dispar algunos tiros, uno de los cuales hiri Cautelan. Otros disparos

    sobre la casa de la Tenera causaron la muerte del joven y valiente capitn D. Juan Servin.

    El enemigo, se hizo dueo de toda la artillera, de poco armamento, y tom tres oficiales y

    unos treinta soldados y arrieros prisioneros. El combate haba durado desde las siete de la

    maana hasta las doce, sin interrupcin.

    El fuego que nuestros soldados comenzaron hacer desde el Puente de la Pursima y del

    Fortn del Diablo, baaba de tal suerte el interior del Fortn de la Tenera, que los americanos

    se vieron obligados a guarecerse dentro del foso. As es, que en aquel sitio donde minutos

    antes haba tanta agitacin, no quedaban entonces ms que los muertos, rodeados de un

    silencio pavoroso.

    Tomando el fortn, los americanos no descansaron sobre sus laureles; sino que suponiendo

    que la prdida de aquel punto, habra causado grande efecto moral en la plaza, se lanzaron

    inmediatamente sobre el Fortn del Diablo.

    La columna del centro enemigo avanz violentamente sobre el fortn y parte de la tropa que

    atac la Tenera se desliz por la orilla del ro para ayudar al ataque.

    El Coronel de infantera, Capitn de artillera, D. Ignacio Joaqun del Arenal, y el jefe que

    mandaba el Fortn del Rincn del Diablo, arengaron la tropa al verse acometidos.

    La gente, entusiasmada, comenz una defensa vigorosa que oblig los que atacaban

    retroceder.

    All, como en la Tenera, no se persegua al enemigo cuando era rechazado, por lo cual, ste,

    poda fcilmente reorganizarse, y con nuevos refuerzos volver la carga, mientras los

    defensores se fatigaban y disminuan cada vez ms.

    Si se hubiera conservado la reserva, haciendo uso de ella en tiempo conveniente, tal vez no

    se hubiese perdido la Tenera, perdindose, fuera ocasionando sensibles bajas al enemigo.

  • 31

    Volvieron los americanos la carga inclinndose cuanto pudieron hacia su derecha G para

    descubrir la gola del fortn y evitar el fuego de dos piezas que all haba.

    Arenal, que lo not, baj las piezas de sus explanadas y sacndolas fuera de la obra,

    maniobr tan hbilmente con ellas, que con sus certeras punteras y con el fuego de la tropa

    del Segundo Ligero, que cubra el puesto, se logr por segunda vez hacer retroceder los

    americanos.

    Contribuyeron esta defensa, los destacamentos situados en las dos flechas intermedias,

    entre el Rincn del Diablo y el Puente de la Pursima.

    Un tercer ataque del enemigo, tuvo para l, el mismo mal resultado que los anteriores, por

    cuya causa, no volvi emprender nada sobre aquella lnea.

    Entre las prdidas de material sufridas en el fortn, debe contarse un can reventado.

    Mientras pasaba lo dicho en el N. E. de la plaza, en el N. la columna que el enemigo haba

    destacado por su derecha, aumentada con parte de las fuerzas que tomaron la Tenera,

    cubiertas ambas con tiradores llegaron hasta el punto H. Los tiradores comenzaron el ataque

    con un vivo fuego amparados con todos los accidentes que el terreno les ofreca.

    En la Pursima no haba ms que un can de 12 que mandaba el Teniente Coronel de

    Infantera capitn del arma D. Patricio Gutirrez.

    Observando este jefe que desde la caonera no poda hacer al enemigo bastante dao, sac

    la pieza de batera y la coloc pecho descubierto en I, donde se distingui en unin del

    Sargento 1 del Ejrcito del Norte Simn Mendoza y del pelotn de artilleros que sufri

    bastante.

    El fortn rechaz por dos ocasiones los asaltantes; que sin embargo acometieron por tercera

    vez.

  • 32

    En esta ltima acometida, los enemigos intentaron pasar el Ojo de Agua por I, en momentos

    en que llegaba en auxilio del punto el Batalln de Aguascalientes, que conduca su coronel D.

    Jos Ferro; y colocando ste su tropa con rodilla en tierra tras del pretil que corre la orilla

    del Ojo de Agua, oblig con su fuego al enemigo retirarse definitivamente.

    El Teniente Coronel D. Patricio Gutirrez y el Subteniente del Batalln de Quertaro D.

    Manuel Bulnes con algunos infantes, salieron del parapeto hicieron varios prisioneros. Entre

    ellos, haba dos jefes de ingenieros gravemente heridos.

    Este fue el ltimo ataque que intent el enemigo en el da 21. Haba combatido desde las

    siete de la maana hasta las tres de la tarde, sufriendo grandes prdidas, sin haber obtenido

    otra ventaja por aquel lado que la toma de la Tenera.

    Entre los heridos del enemigo se contaba el general Butler.

    He descrito fielmente el ataque que el general Zacaras Taylor en persona, dirigi el

    veintiuno de Septiembre de 1846 sobre el N. E. y N. de la ciudad de Monterrey. De una parte

    fui testigo ocular; de lo que no vi, recog relaciones de personas que me merecan confianza,

    las que compar entre s, y de este modo pude formar mi juicio.

    Me ocupar ahora de las operaciones que por el rumbo O practic el general Wort, segn los

    datos que pude adquirir.

    Ya dije, que al anochecer del da 20, el general Wort con una brigada haba pasado por

    detrs del Cerro del Obispado, dirigindose para el camino del Saltillo.

    En la maana del 21 continu su movimiento, con nimo sin duda de tomar el Forth de la

    Federacin.

    La principal fuerza que llevaba era de infantera, con algunos carros que le sirvieran de

    reductos, en el caso en que fuese atacado en campo llano y abierto por la caballera.

  • 33

    El general Torrejon, que solamente tena fuerza de esta arma, intent cerrarle el paso. De

    aqu result un sangriento choque en que los mexicanos tuvimos la peor parte.

    El enemigo, que llevaba la direccin del ro, sin duda para vadearlo y dirigirse al Fortn de la

    Federacin, se detuvo y ocup unas milpas para esperar nuestra caballera.

    El general Torrejon, que la mandaba, no vacil en ordenar la carga, que se verific con

    decisin, pero fue detenida, ms que por el fuego enemigo, por una cerca de troncos de rboles

    tras de la que se haba parapetado.

    En vano el General D. Manuel Romero haca esfuerzos para proporcionarse un portillo por

    donde penetrar; en vano el Alfrez D. Domingo Dufo, echaba pi tierra de orden de su

    general, con objeto de abrirlo.

    Mientras, los escuadrones de Lanceros de Jalisco y de Guanajuato, que fueron los primeros

    en cargar, sufran muchas prdidas.

    El brillante Teniente Coronel, jefe de Lanceros de Jalisco, D. Juan Njera, y otros tres

    oficiales, caan muertos.

    Multitud de soldados y de caballos quedaron en un momento fuera de combate.

    El Teniente Coronel D. Mariano Moret, que mandaba Guanajuato, recibi de doce quince

    balas en su persona, caballo, y montura, teniendo la fortuna de no haberle causado ninguna

    herida grave.

    En fin, no fue posible resistir ms, y la caballera retrocedi dejando el campo cubierto con

    sus despojos.

    Triunfante el general Wort, atraves el ro y atac el Fortn de la Federacin que solamente

    contaba con una guarnicin de ochenta hombres y dos malos caones.

    La resistencia que opuso fue muy dbil, si bien es cierto que la plaza no le mand auxilio

    alguno.

  • 34

    De este modo, los americanos, atacando con fuerzas muy superiores puntos aislados que la

    plaza no socorra, haban ocupado en aquella jornada, al N. E. la Tenera, al S. O. el Fortn de

    la Federacin y el camino del Saltillo.

    Los prisioneros que hizo el enemigo en la Tenera, fueron conducidos con una fuerte escolta

    al Bosque del Nogalar, donde el General Taylor tena formado su campamento; pero durante

    el trayecto, sufrieron el fuego de can que la Ciudadela hizo la escolta que los conduca,

    mientras la tuvo su alcance.

    Al llegar al campo, alojaron a los oficiales en una tienda de campaa inmediata la del

    General Quitman; y la tropa en un lugar distante debajo de los rboles.

    En la noche lleg el General Quitman, trat los oficiales con agrado, y les mand su negro

    con una charola abundantemente provista de jamn, galletas y caf, primer alimento que

    tomaban aquel da.

    Poco despus, la tienda fue rodeada por un destacamento de infantera.

    La noche era lluviosa, y como la tienda era de lona de algodn, los oficiales recibieron la

    lluvia como si estuvieran campo raso.

    No obstante, consecuencia de las fatigas del da, durmieron bien.

    Septiembre 22

    Muy de maana lleg la tienda un sargento enviado por el General Taylor, para conducir

    los oficiales prisioneros su presencia.

    Estaba el General en mangas de camisa, sentado en una silla de tijera delante de su tienda.

    Por medio de intrprete interrog largamente los oficiales sobre el estado que guardaba la

    guarnicin de Monterrey, su nmero, su moral, y si esperaba socorro. Se inform tambin de

  • 35

    la fortificacin, artillera, municiones y vveres, haciendo otras preguntas, que los oficiales

    contestaban de manera de no dar ninguna luz al General.

    Terminado el interrogatorio, dijo los oficiales que quedaban en libertad.

    Preguntado por esto qu causa deban aquella generosidad, contest: que era prctica

    admitida entre naciones civilizadas, que los oficiales prisioneros podan retirarse sus

    hogares, dando palabra de honor de no volver tomar las armas durante la guerra presente,

    hasta no ser debidamente canjeados.

    Contestaron los oficiales que agradecan mucho la proposicin de libertad que se les haca,

    pero que no les era posible admitirla, porque no podran permanecer indiferentes las

    desgraciadas de su pas, ni queran renunciar las glorias que el Ejrcito Mexicano pudiese

    adquirir. Que en consecuencia, preferan permanecer prisioneros, dejando la fortuna la

    solucin de su destino.

    Habl el General en seguida de cosas varias, y entre otras, dijo: que saba que la artillera

    mexicana estaba servida por oficiales extranjeros, hizo muchos elogios de esta arma y elogio

    el valor de las tropas.

    Concluida la entrevista, los oficiales volvieron su tienda, haciendo comentarios favorables

    su causa, fundados en las preguntas que el general les haba hecho.

    Poco despus sali el General Taylor del campo, pero no de uniforme como haba estado la

    vspera dirigiendo el ataque de la Tenera.

    Llevaba una levita de carranclan de cuadros pequeos azules, pantaln azul sin franja,

    chaleco de piqu y sombrero de paja de grandes alas.

    Ni el caballo que montaba, ni la silla, llevaban ningn adorno militar.

  • 36

    Semejante cambio no pudo menos de llamar la atencin de los primeros, quienes

    comenzaron hacer comentarios, atribuyndolo que el General, quisiera practicar algn

    reconocimiento peligroso, por s mismo.

    Habra pasado media hora, cuando los oficiales oyeron que el caoneo comenzaba de nuevo

    en Monterrey. Esto los consol, porque ignorando lo que haba pasado el da anterior, despus

    que fueron hechos prisioneros, el silencio les pareca de mal agero.

    He aqu lo que ocurra:

    Mirando el enemigo el mal resultado de los ataques que haba dirigido sobre el N. y el N. E.

    resolvi trasladar sus operaciones al O. atacando el cerro del Obispado.

    Este punto estaba cubierto por menos de doscientos hombres de varios Cuerpos, con cuatro

    caones, todo al mando del Teniente Coronel Berra.

    Tres caones se hallaban colocados en el frente que vea al camino del Saltillo, y una pieza

    de 12 la espalda, sobre una cresta donde se construy una flecha que guarnecan cincuenta

    hombres.

    Esta parte del cerro es en extremo escarpada y los fuegos de artillera no podan ofender sino

    larga distancia, con tiros fijantes, y por lo mismo de muy poco efecto, pero sin poder batir la

    subida, causa de la considerable altura y rpida pendiente.

    Los americanos pernoctaron cerca del cerro, asaltando la madrugada la pequea obra de la

    cresta, que por ser sorprendida casi no opuso resistencia. La fuerza se repleg al Obispado

    dejando algunos muertos en el campo y desbarrancando la pieza.

    Posesionado el enemigo de aquel punto, qued dominando la guarnicin del Obispado; y

    como no se haba pensado en fortificar la espalda del edificio que miraba la cresta, la tropa

    tuvo que salir hacer la defensa pecho descubierto.

  • 37

    Los americanos colocaron una pieza en la cima que ocupaban, y con otra que tenan situada

    en Loma Blanca, cruzaban perfectamente sus fuegos sobre nuestros soldados, batindolos por

    el frente y por la espalda.

    De los tres caones que quedaban, solamente uno se hallaba en buen estado de servicio. Los

    otros se haban inutilizado; el uno desmotndose, y desfogonndose el otro, cuyos

    desperfectos ocurrieron durante el fuego que el da anterior haban hecho cuando la carga de la

    caballera.

    Toda la maana hizo el enemigo fuego de can, mientras organizaba su ataque.

    El Teniente Coronel D. Francisco Berra solicit repetidas veces que fuese reforzado el

    punto, pero parece que se le contest que le bastaba con la fuerza que tena.

    Sin embargo, se asegura que se dio orden al General D. Jos Lpez Uraga para que se

    encargase de la defensa del Obispado, y que dicho general anunci que si para las doce del da

    no le mandaban por lo menos ochocientos infantes y dos piezas, no se hara cargo de la

    defensa.

    Como no lleg el refuerzo pedido la hora indicada, cumpliendo su palabra el General

    Uraga se volvi la Ciudadela.

    Entre dos y tres de la tarde, los americanos descendieron sobre el Obispado con una fuerte

    columna apoyada con multitud de tiradores.

    Nuestros soldados esperaron formados en batalla, pero al fin fueron arrollados por el

    superior nmero y el impulso del enemigo.

    El General Torrejon, que se hallaba con su brigada de caballera cerca del cerro, quiso

    auxiliarlo.

    Al efecto, mand desmontar parte de su fuerza y le orden subir pero como era natural, fue

    rechazada por la infantera, que en aquel caso tena una incontestable superioridad.

  • 38

    Advirtiendo un soldado que la bandera quedaba izada en el fuerte, volvi por ella, y logr

    arriarla y llevarla consigo, pesar del fuego que hicieron sobre l para impedirlo. No s si al

    soldado le dieron algn premio, que bien lo mereca, pero supongo que no, porque no recuerdo

    que el hecho se haya mencionado en algn documento oficial.

    Posesionados los americanos del Obispado y del Fortn de la Federacin, quedaron dueos

    del camino del Saltillo, y por consiguiente, cortada la guarnicin de Monterrey con el interior

    de la Repblica.

    Aunque esto era realmente un mal, no influa inmediatamente en la defensa de la plaza,

    porque siendo puestos aislados y fuera del recinto los que ocupaba el enemigo, tena ste que

    hacer nuevos esfuerzos para penetrar en el permetro fortificado.

    Sin embargo, en vez de preparar la defensa para el da siguiente, se orden en la noche el

    abandono de la primera lnea, donde el da 21 se haban estrellado los americanos, y corri

    igual suerte la segunda, que an no haba podido ser atacada.

    Concentradas las tropas en la tercera lnea, quedaron aglomeradas en una pequea rea,

    donde los proyectiles enemigos tenan por necesidad que hacer el mayor efecto. Se cometi

    tambin la falta, de encerrar algunos Cuerpos de caballera, cuya tropa desmontada se coloc

    en las alturas para utilizarla como infantera; sin observar que con sus armas de corto alcance,

    no podan competir con los americanos, y sin tener en cuenta, las dificultades que se

    presentaran para mantener y cuidar los caballos.

    Aquellas fuerzas podan haber prestado mejores servicios en el campo, sin embarazar con

    los caballos el poco espacio con que se contaba, y sin aumentar los inconvenientes con la

    necesidad de su cuidado y manutencin.

    El sistema de defensiva absoluta que se haba adoptado, ayudaba admirablemente al

    enemigo. No solamente no se intentaba recobrar alguno de los puntos que se haban perdido,

  • 39

    ni tampoco se hacan salidas para apoyar las defensas parciales y rechazar los ataques, sino

    que innecesariamente, segn mi humilde juicio, se abandonaron dos recintos fortificados que

    habran costado muchas prdidas al enemigo.

    Septiembre 23

    Al amanecer, los americanos, como de costumbre, hicieron su reconocimiento, y notando el

    abandono de las lneas, se apresuraron ocuparlas, cuya operacin practicaron sin ser

    contrariados.

    Desde este momento, el estado de la guarnicin fue comprometido.

    Agrupada en un reducido espacio, donde convergan los fuegos de los sitiadores, sufra

    mucho con ellos.

    Por otra parte, haba quedado aislada la Ciudadela, sin poder ayudar la defensa, y cerrada

    voluntariamente la salida que deba haber conservado la guarnicin hasta el ltimo extremo.

    Todo esto engendr un profundo disgusto en la tropa, el que fue creciendo por grados, al

    verse reducida una mala situacin y no por los esfuerzos del enemigo.

    Colocaron los americanos bateras de obuses, en el Campo-Santo, y en la plazuela de la

    Carnicera, y una de caones en la altura LL.

    El fuego de estas bateras, concentrndose en nuestras posiciones, comenz causar

    estragos, sin que pudieran remediarse, pues no haba modo de contrabatirlas, por no ser vistas.

    A pesar del mal xito que los americanos haban tenido en algunos de los ataques dirigidos

    nuestras obras, organizaron varias columnas con objeto de ocupar definitivamente la plaza.

    El combate fue rudo; pero una vez ms fueron rechazados con bastantes prdidas.

  • 40

    Convencidos de las dificultades y peligros que ofrecan los ataques viva fuerza, por las

    calles, se propusieron el ir conquistando el terreno palmo palmo. As lo comenzaron

    ejecutar, derribando paredes, haciendo horadaciones, abriendo aspilleras en los muros

    intermedios, que solan servir para ambos combatientes; y de esta suerte tuvieron que ir

    ganando casa por casa.

    Al terminar el da, la guarnicin haba replegado todos sus puestos avanzados, y solamente

    conservaba las manzanas que forman el permetro de las plazas Principal, y del Mercado.

    La posicin, sin embargo, era fuerte, y el enemigo hubiera aventurado mucho al querer

    forzarla; tanto ms, cuanto que sus prdidas en aquel da haban sido considerables.

    Mientras los sucesos referidos tenan lugar en Monterrey, vase lo que pasaba en el campo

    americano.

    El General Taylor, parece que haba dado poca importancia Monterrey, cuya plaza crea

    tomar en algunas horas de combate. Su ejrcito no iba apercibido para un sitio, y su tren de

    artillera, era solamente de batalla, si bien muy superior al nuestro, pues los Estados Unidos

    haca mucho tiempo que haban adoptado el sistema de Paixhans, mientras nosotros usbamos

    el antiguo de Griveaubal.

    Se dijo, que el da 21 de Septiembre, cuando comenz el ataque, el General Taylor haba

    ordenado ir almorzar la plaza; pero que tuvo un fuerte desengao, cuando al caer la tarde,

    en cambio del Fortn de la Tenera, vio su campo lleno de heridos, y notables huecos en sus

    filas.

    Los combates de los das subsecuentes, con especialidad el del ltimo, haban aumentado sus

    prdidas considerablemente.

  • 41

    Los hospitales formados con tiendas de lona de algodn no resguardaban los heridos, de

    las lluvias tropicales que noche noche, caen en aquellas comarcas en la poca del ao en que

    estbamos.

    El campamento, situado buena distancia de Monterrey, estaba expuesto las hostilidades

    de nuestra caballera que haba quedado fuera de la plaza.

    Las provisiones que el enemigo llev consigo, naturalmente se consuman y no le era fcil

    reemplazarlas.

    En definitiva, la situacin del General Taylor no era buena.

    la plaza, mientras tanto, no le faltaban vveres ni municiones, ni haba sufrido grandes

    prdidas. Contaba con un recinto fortificado bastante fuerte y con la Catedral y las Casas

    Consistoriales en el interior, que le servan de reductos. Poda y deba haber corrido las

    contingencias de un asalto, que de todas maneras hubiera costado muy caro los americanos.

    Quedaba todava en pie intacta la Ciudadela con cuatrocientos hombres de guarnicin, y

    bien artillada.

    Haba de tenerse en cuenta la caballera que poda molestar sin cesar al enemigo, que en caso

    de mal xito, tendra que emprender una retirada de cuarenta leguas para buscar la orilla del

    Bravo, donde tena su base de operaciones.

    Acaso todas estas consideraciones, decidieron el General Taylor levantar el sitio y

    emprender su retirada. Al menos as lo daban entender los preparativos que se hacan en el

    campamento.

    Dispuso, que estuviesen prontos marchar los equipajes, los hospitales, y los prisioneros.

    estos ltimos se les mandaron suministrar cuatro das de raciones; compuestas de pan de maz,

    jamn, carne salada y caf.

  • 42

    La marcha se haba fijado para el da 25, y el ejrcito se hubiera retirado, sin duda, el 26.

    Tres das ms de energa y de constancia, y el triunfo hubiera sido nuestro.

    Septiembre 24

    Este da, como en el anterior, continu el enemigo sus ataques de detall las casas que

    ocupaba la guarnicin, pero sin obtener notable ventaja.

    Unas veces, se trataba combates de una acera otra, casi boca de jarro; otras veces, de un

    patio una azotea, de una ventana la de enfrente, de una pieza la inmediata.

    Sin embargo, lleg la noche, y los americanos, sin conseguir ventajas perdan la esperanza

    de forzar nuestra lnea.

    Parece, que varios generales y jefes superiores, fueron instarle al General Ampudia para

    que capitulara, y an se dijo, que alguno le propuso que rindiera la plaza sin condiciones. Al

    principio el General se opuso semejantes consejos, pero acab por ceder, enviando un jefe

    parlamentar con el enemigo.

    Voy apuntar lo que se dijo que haba acontecido en este caso, segn lo o referir varios

    oficiales, sin salir garante de la verdad del hecho.

    Cuando el jefe nombrado pas las lneas y marchaba en busca del General Taylor encontr

    un jefe americano que iba la plaza pedir una suspensin de armas. Ms hbil el americano,

    inquiri del nuestro el objeto que llevaba. Cuando lo supo, le manifest, que estimaba mucho

    le evitaran la comisin penosa de que estaba encargado, que era la de intimar la rendicin de la

    plaza; y lo acompa al Cuartel General.

  • 43

    Impuesto Taylor de lo acontecido, hizo el papel que le corresponda, diciendo al jefe

    parlamentario que manifestase al General Ampudia, que no admitira ms condiciones que la

    de rendirse discrecin.

    El General Ampudia se manifest indignado, y contest, que si no acceda el General Taylor

    en nombrar una Comisin para tratar con otra de la plaza, sobre una capitulacin honrosa, l

    prefera enterrarse con la guarnicin que mandaba bajo los escombros de Monterrey.

    Si la situacin de los americanos hubiese sido buena, es seguro que el General Taylor habra

    insistido en la rendicin; pero l necesitaba tambin salir del apuro en que se hallaba, y por lo

    tanto accedi que se nombrasen las Comisiones.

    Reunidas stas, se vio que la americana tena exigencias exorbitantes; pero las fue

    moderando, proporcin que hallaba resistencia y energa en la mexicana.

    Por fin, la media noche, quedaron firmadas las bases de la capitulacin.

    De la rendicin absoluta, el enemigo lleg convenir en el siguiente arreglo:

    El Ejrcito Mexicano saldra de Monterrey con tambor batiente y banderas desplegadas,

    llevando la tropa una parada de cartuchos por plaza, y una batera de batalla con los cofres

    cargados, con bala en boca, y los botafuegos con la cuerda mecha encendida.

    El Pabelln Mexicano sera saludado con veintin caonazos por la artillera americana, al

    ser arriado en la Ciudadela.

    Quedaran suspensas las mortalidades durante siete semanas.

    Habra canje de prisioneros.

    El Ejrcito Mexicano se retirara al Saltillo, pudiendo enviar destacamentos hasta la

    Hacienda de la Rinconada, cuyo punto sera neutral para ambos Ejrcitos.

    Se concedan seis das la guarnicin para evacuar la ciudad, cuya mitad al E. ocupara;

    mientras el Ejrcito Americano conservara la otra mitad al O.

  • 44

    Es probable que haya olvidado algunos detalles, pero creo que he apuntado lo sustancial.

    Arreglada la capitulacin comenz desde luego tener efecto la suspensin de armas.

    Al regresar su campo, se obsequi al General Taylor dndole por escolta el 8 de

    caballera.

    Cuando pasados los puestos avanzados, vieron los americanos entre las sombras de la noche

    aquella caballera en su campamento, cundi la alarma por todas partes.

    El desorden y la confusin se extendieron por el campo, y los oficiales prisioneros pudieron

    comprender, el efecto que hubiera producido una verdadera sorpresa.

    Pero ellos, que dorman profundamente, al despertar en aquella barahunda de gritos y

    carreras, se vieron sobrecogidos tambin de sobresalto, aunque no comprendan la causa del

    alboroto.

    Luego todo calm, el General Taylor pas su tienda, y la escolta volvi tranquila

    Monterrey.

    Este desenlace caus grande alegra en el campo americano, que estall en grandes risas y en

    gritos de jbilo.

    Septiembre 25

    Monterrey permaneca silencioso. Desde el campo americano no se escuchaba ningn rumor

    de guerra, y aquel silencio, y aquella calma, llenaba los prisioneros de ms zozobra

    inquietud, que el vivo caoneo de los das anteriores.

    Esperaban por momentos la orden de emprender su marcha Camargo, y cuando al saludar

    al General Quitman aquella maana, le preguntaron qu hora se verificara aquella; les

    contest que ya no era necesario, porque la plaza haba capitulado y de haba convenido en el

    canje de los prisioneros.

  • 45

    Ellos recibieron esta noticia con profundo desconsuelo, pues si bien sentan alejarse de sus

    compaeros y tal vez de la patria, lo hubieran sufrido todo con gusto, trueque de que los

    americanos hubieran fracasado.

    Cuando lleg la hora de partir, el General Quitman pidi a los prisioneros que escribiesen

    sus nombres. Al hacerlo, manifestaron al general su gratitud por las atenciones de que fueron

    objeto, y le pidieron un recuerdo.

    El General mand su secretario extender un certificado honorfico para los oficiales, el

    cual firm y les entreg.

    El teniente D. Ignacio Solache, que era el de mayor graduacin entre los prisioneros;

    conserv en su poder aquel documento; pero probablemente se perdi por haber muerto el

    poseedor en la batalla de Cerro-Gordo.

    Al sucumbir Monterrey, arrastr en su cada la Ciudadela, pues aunque al principio el

    General Uraga se resista entrar en la capitulacin, tuvo al fin que ceder, convencido de la

    imposibilidad en que se hallaba para defenderse, puesto que no se haba cuidado de abastecer

    de vveres aquel punto, que tambin careca de agua.

    Septiembre 26

    A las siete de la maana se hallaba formada la Primera Brigada del Ejrcito en la plaza,

    dispuesta emprender la marcha.

    El General D. Toms Requena, nombrado por el General Ampudia, fue el encargado de la

    evacuacin de la ciudad.

  • 46

    Se present caballo en compaa del General Wort, mand toque de corneta los

    movimientos necesarios, y la primera brigada, batiendo marcha, con sus banderas flotando al

    aire, atraves la ciudad, y faldeando el Cerro del Obispado, tom el camino del Saltillo.

    El General Requena fue muy considerado por los americanos, porque indudablemente era

    uno de los oficiales generales ms ameritado de nuestro ejrcito.

    En la ciudad, quedaban los heridos que se haban improvisado durante el asedio. All los

    desgraciados soldados carecan de todo. En el corredor de una de las casas que servan de

    hospital, haba tirados sobre petates y sin ms abrigo que el algodn que cubra sus llagas,

    algunos cuerpos humanos espantosamente desfigurados. Eran los artilleros que se haban

    quemado al conducir municiones para sus piezas. Se hallaban los infelices ulcerados de pies

    cabeza, de suerte, que veinte pasos de ellos no era soportable el hedor que exhalaban.

    Septiembre 27

    Sali la segunda brigada y pernoct en Santa Catarina.

    Era una coincidencia dolorosa que en el aniversario de la entrada del Ejrcito Trigarante la

    Capital de la Repblica, entregsemos una plaza al enemigo extranjero.

    Septiembre 28

    La segunda brigada sali de Santa Catarina y pernoct en el paso de los Muertos.

    La tercera brigada sali de Monterrey, con lo cual termin la evacuacin de las tropas.

  • 47

    Septiembre 29

    Al pasar por los Muertos, qued all un destacamento de doscientos infantes.

    Septiembre 30, Octubre 1, 2, 3 y 4.

    Permaneci la divisin en el Saltillo, donde se haba verificado su reunin.

    Se distribuyeron auxilios para emprender la marcha San Luis Potos. A los subalternos les

    tocaron cinco pesos en plata, y cinco en tabaco labrado.

    Octubre 5

    Antes de emprender la marcha, la divisin form, cuadro para la ejecucin capital de un

    correo del enemigo. Terminado el acto, desfilaron las tropas saliendo de la ciudad, y fueron

    pernoctar en Aguanueva.

    Octubre 6

    De Aguanueva la Hacienda de la Encarnacin.

    Octubre 7

    Al Rancho de San Salvador.

  • 48

    Octubre 8

    A la Hacienda del Salado.

    Octubre 9

    A la Noria de las nimas.

    Octubre 9

    Al Cedral.

    Muchos individuos se haban enfermado de tercianas.

    Octubre 11

    Por Matehuala la Hacienda de la Presa.

    Octubre 12

    la Hacienda de Sols.

    Octubre 13

  • 49

    la Hacienda de Charcos.

    Octubre 14

    la Villa del Venado.

    Octubre 15

    Al Pueblo de la Hedionda.

    Octubre 16

    la Hacienda de Bocas.

    Octubre 17

    San Luis Potos.

    Octubre 18

    El Estado Mayor y la oficialidad de la divisin, se presentaron al General Santa-Anna.

    El recibimiento del General fue bastante fri. Habl de las faltas cometidas en la campaa:

    aludi al mal comportamiento de algunos: y asegur, que con una direccin ms acertada,

    cumpliendo cada uno con su deber, nuestras guilas seran coronadas por la Victoria.

  • 50

    Uno de los primeros actos del General Santa-Anna, fue el de separar del mando de sus

    cuerpos algunos jefes, y mand en seguida abrir un proceso sobre los sucesos de Monterey;

    pero pocos das orden que se suspendiera todo procedimiento, y que quedaran las cosas

    como estaban.

    OBSERVACIONES

    La defensa de Monterrey debi haberse hecho con mayor energa. La resistencia

    absolutamente pasiva que se sujet; la inaccin de la caballera, cuya mayor parte no

    hostiliz de modo alguno al enemigo; y el abandono del primero y segundo recinto

    fortificados sin habrselos hechos pagar caros los sitiadores; fueron las causas principales

    que prepararon la capitulacin.

    No obstante, el estado de la guarnicin no era de tal modo desesperado, en mi humilde

    concepto, que obligara entregar la plaza.

    Aunque no haba abundancia, no faltaban vveres, agua, ni municiones; y las prdidas

    sufridas eran relativamente pequeas, puesto que no pasaban de doscientos hombres.

    Es cierto que prolongando por ms tiempo la resistencia, cada da tena que empeorar la

    situacin de la plaza, de suerte, que la larga, el enemigo la hubiera obligado rendirse

    discrecin.

    Pero tal convencimiento no debe influir en el Gobernador de una fortaleza, quien se le

    previene, que ha de prolongar la defensa hasta por un minuto: que se le prohbe rendirla,

    menos de que tenga plena seguridad de no ser socorrido; de que el enemigo haya abierto

    brecha practicable en el cuerpo de la plaza; y que haya sido rechazado por lo menos en un

    asalto.

  • 51

    Cuando se llega tal extremo, ya se sabe, que el atacante no consiente en otras condiciones

    que en la rendicin absoluta.

    As, pues, mientras ms gracias otorgue el sitiador la guarnicin de la plaza que ataca,

    prueba ms la incapacidad en que se halla de reducirla.

    Esto fue lo que sucedi con Monterrey. Unos cuantos das ms de resistencia, que en mi

    concepto pudo hacerse sin grandes sacrificios, hubieran obligado al enemigo levantar el

    campo.

    Si esto no fuese cierto, si no bastasen las pruebas que se hallan consignadas en estos apuntes

    para demostrarlo, bastar sin duda la consideracin, de que el General Taylor al creerse con

    fuerza necesaria para obligar la plaza rendirse, no hubiera consentido en dejar libres

    cinco mil hombres de tropas aguerridas, con una batera, que pronto debera encontrar en el

    campo de batalla.

    Por otra parte, puede haber obrado en el nimo del General Ampudia, al firmar la

    capitulacin, la idea de que hallndose la Repblica desarmada, era necesario conservar todo

    trance la divisin que mandaba, para continuar la defensa.

    Pero mayores eran sin duda las ventajas que la Nacin habra sacado de la retirada del

    Ejrcito Americano, que segn todas las probabilidades, se hubiera verificado al prolongarse

    la resistencia de Monterrey.

    Hubo tambin otras causas aunque menos inmediatas, que contribuyeron la prdida de la

    ciudad. La primera fue, el estado de revolucin en que se encontraba la Repblica. Sin esta

    circunstancia, una fuerza respetable se hubiese acercado con el fin de auxiliar la plaza; la

    accin moral de esta fuerza se habra hecho sentir en los sitiados reanimndolos; en los

    sitiadores causando desaliento, y precipitando sin duda su retirada.

  • 52

    Pero la guerra civil, fue poderoso auxiliar para los invasores. ella se debi que la

    resistencia nacional no presentara mayor energa; que los triunfos le fuesen menos costosos

    los americanos; y que la paz se firmase haciendo grandes sacrificios.

    Quiera Dios que tantas desventuras, sirvan de leccin para lo futuro!

    1847

    Batalla de la Angostura

    Sumario

    Cuartel General de San Luis Potos.-Llegada del General Santa Anna.-Concentracin de

    fuerzas.-Contingente de los Estados.-Mala impresin que hacan en el Ejrcito los artculos

    que publicaba contra l la Prensa de la Capital.-Grande escasez de recursos para hacer la

    guerra.-Esfuerzos del Estado de San Luis.-Resolucin del General Santa-Anna.-Marcha del

    Ejrcito.-Lucha con los elementos.-Concentracin de las tropas en la Hacienda de la

    Encarnacin.-Marcha sobre Aguanueva.-Combate del 22 y batalla del 23 de Febrero.-

    Retirada.-Penalidades del Ejrcito.-Regres San Luis Potos.-Observaciones.

    principios de Octubre de 1846, lleg el General Santa-Anna San Luis Potos con la

    mayor parte de las fuerzas militares que haba en el interior de la Repblica, y estableci su

    Cuartel General.

    Desde luego orden que la divisin que evacu Monterrey y se hallaba en el Saltillo, se

    replegase San Luis. Esta disposicin fue acaso innecesaria, y an inconveniente. Lo primero,

    porque haba siete semanas de suspensin de hostilidades, y por lo mismo no podas temerse

  • 53

    un conflicto. Adems, que cuando el caso de una retirada llegase, se hara travs del desierto,

    por donde el enemigo ni se aventurara en una persecucin, ni aunque lo hiciera, podra

    alcanzar nuestras tropas, por los grandes trenes que conduca.

    Lo segundo, porque la presencia de aquellas tropas en el Saltillo, hubiera alentado la

    poblacin de los Estados de Coahuila, Nuevo-Len, y Tamaulipas, para formar guerrillas,

    hostilizar al enemigo, interrumpir su lnea de comunicacin con el Ro-Bravo.

    Y era conveniente que las fuerzas que formaban el Canton de San Luis Potos, no

    presenciaran un movimiento retrgrado, sino, antes bien, que ellas, avanzaran para apoyar

    los que se hallaban al frente del enemigo.

    An en el caso de que terminado el armisticio, conviniese replegar aquella fuerza avanzada,

    fcilmente se podra retirar Matehuala, en donde servira de apoyo y de refugio las

    guerrillas que hostilizaran los americanos, protegera la desercin de estos, y cubrira al

    mismo tiempo la Ciudad de San Luis.

    Otra disposicin del General Santa-Anna, fue la desocupacin del puerto de Tampico. No

    era en verdad prudente dejar una guarnicin aislada tan grande distancia, pero el modo como

    se verific la desocupacin, es sin duda censurable.

    Sin necesidad, se hizo todo con una grande precipitacin. No se quiso esperar internar el

    material de guerra antes de abandonar al Puerto. Tampoco se quiso armar los pueblos con los

    elementos que all haba; y cuando la Nacin careca de todo, se arrojaron al ro sin

    compasin, caones, armas y municiones.

    Que esto se hizo por orden del General Santa-Anna, me induce creerlo, el que por

    semejante proceder no se exigi ninguna responsabilidad al General Parrodi, que mandaba la

    plaza.

  • 54

    Con pocos das de diferencia llegaron San Luis las fuerzas del Saltillo y las de Tampico,

    que dejaban en poder del enemigo dos Estados de la Federacin.

    Desde luego se pens en fortificar San Luis.

    Por el N. y el O. de la Ciudad se comenzaron levantar obras de poca capacidad, en terrenos

    sembrados, llenos de rboles y de construcciones, que no hubiera sido fcil destruir llegado el

    caso, para procurar un campo de tiro despejado, y quitar aquellos abrigos al enemigo.

    En el Santuario de Guadalupe, se comenz una obra ms formal. Era un fuerte cerrado, con

    bastiones y medias lunas, que formaba un pentgono regular. Aunque se avanz mucho en esta

    obra, no lleg concluirse.

    Las tropas hacan ejercicio con frecuencia. La infantera, por brigadas, al mando de sus

    generales respectivos; pero nunca vi un ejercicio general, ni siquiera de una divisin.

    La caballera, solamente maniobraba por regimientos.

    La artillera rara vez sola maniobrar, y nunca tir al blanco.

    El General en Jefe, no se presentaba en el campo de instruccin, de suerte, que no poda

    apreciar la bondad respectiva de los cuerpos que estaban su mando.

    Los domingos, las tropas iban misa, daban un paseo por la ciudad, y volvan sus

    cuarteles.

    No supe que hubiera reuniones de los jefes superiores, para conferenciar sobre las

    operaciones de la campaa, ni que se hubiese proyectado algn plan.

    Tampoco haba en todos los cuerpos, como debera ser, academias de oficiales.

    Durante los meses de Noviembre y Diciembre, llegaron reemplazos para el Ejrcito.

    Tambin llegaron las tropas levantadas en los Estado de Guanajuato y Jalisco. Estas tropas

    estaban en general mal armadas: cuerpos haba, en que se vean armas de todos tamaos, y

  • 55

    gran parte de ellas sin bayonetas, notndose muchos fusiles atados con correas, con cordeles,

    en vez de abrazaderas.

    Entre las tropas procedentes de Jalisco, se hallaban las levantadas en la ltima revolucin.

    En general, todas estaban mal vestidas y equipadas, especialmente las de Guanajuato.

    En cuanto su instruccin, era completamente rudimentaria.

    Componindose la mayor parte de reclutas, los contingentes que mandaban los Estados que

    lo efectuaron; no se cuid de que hicieran por lo menos algunos ejercicios de fuego, de

    manera, que muchos soldados fueron batirse, sin haber disparado jams un fusil.

    Entre los defectos del General en Jefe, uno de los que produca mayores males, era la

    proteccin y preferencia que daba ciertos cuerpos, que todo lo tenan en abundancia mientras

    otros carecan de lo preciso.

    El Regimiento de Hsares con su alta paga y su numerosa oficialidad, consuma mucho ms

    que los otros regimientos. Para ponerlo en alta fuerza, refundieron en l varios Piquetes de los

    que se levantaron en Guadalajara, cuando el pronunciamiento: de esto result, que aquel

    cuerpo que se distingua por su oficialidad, escogida, perdiese esta ventaja, recibiendo en su

    seno oficiales muy inferiores bajo todos conceptos.

    En infantera, los batallones 1 3 y 4 Ligeros, y el 11 de Lnea, eran protegidos.

    Zapadores, el 2 Ligero, el 1 el 3 el 4 el 5 el 10 y el 12 de Lnea estaban en poca fuerza

    y no bien equipados.

    Los Activos de Mxico, de Quertaro, de San Luis, de Aguascalientes, y de Morelia, se

    hallaban casi en cuadro.

    Los auxiliares de Guanajuato, de Len, de Celaya y de Guadalajara, aunque en buena fuerza,

    estaban casi desnudos, con un armamento malsimo, especialmente, los tres primeros.

  • 56

    Llegaron tambin algunos cuerpos de caballera, Voluntarios del Bajo pero como se ver

    despus, no prestaron ningn servicio.

    mediados de Noviembre termin el armisticio que se pact en la capitulacin de

    Monterrey, celebrndose tal acontecimiento, con dianas y msicas al romper la retreta, delante

    de la casa que habitaba el General en Jefe.

    La orden del da, era una especie de proclama las tropas.

    Orden el General Santa-Anna que en la Sierra de Tula, que segn se deca estaban

    fortificando, se formase una divisin de observacin, al mando del General D. Gabriel

    Valencia, que haba llegado de Guanajuato con las fuerzas de aquel Estado.

    El General Santa-Anna, revist las tropas que deban marchar, en el llano de Guadalupe.

    Se componan del batalln nmero 12 Batalln Fijo de Mxico, Batalln Guarda-Costa y

    Compaa Veterana de Tampico; Escuadrn de San Luis, y la Caballera Voluntarios de

    Guanajuato.

    Toda la fuerza pasara de dos mil hombres con tres caones de 8.

    Poco despus de haberse situado esta fuerza en la Sierra, una divisin americana al mando

    del General Quitman, procedente de Monterrey, marchaba por Victoria para embarcarse en

    Tampico.

    Al pasar por la vertiente de la Sierra, la marcha del enemigo era desordenada causa de los

    angostos ahiladeros por donde se prolongaba; y an se deca que muchos soldados iban en

    estado de embriaguez.

    Parece que los vecinos de Victoria y de otros lugares de Tamaulipas ofrecieron hostilizar

    los americanos si las tropas los atacaban.

    Todo estaba dispuesto para el combate, y la seccin que mandaba el General D. Manuel

    Romero la vista del enemigo.

  • 57

    Se dijo, que en aquellos momentos, el General Valencia, recibi una orden absoluta y

    terminante del General en Jefe, prohibindole bajo su ms estrecha responsabilidad, que

    comprometiese algn lance de armas.

    Los americanos siguieron su camino sin que fueran molestados; los pueblos quedaron

    entristecidos y desalentados; y las tropas con un profundo disgusto.

    Los Voluntarios de Guanajuato se desbandaron casi en su totalidad.

    Este hecho da lugar, muchas y tristes reflexiones. Con qu objeto se situaba una divisin

    en la Sierra, si llegado el caso no deba hostilizar al enemigo? Qu mal hubiera producido

    hostilizar los americanos, an cuando nuestras tropas hubieran llevado la peor parte? es

    que el General Santa-Anna no quera dejar otro General la gloria de adquirir un triunfo!

    Como resultado inmediato de este acontecimiento, adems de la prdida de la caballera del

    Bajo, tuvo lugar la separacin del mando por renuncia, del General D. Gabriel Valencia,

    quedando la cabeza de la divisin el General de Brigada D. Ciriaco Vzquez.

    Al terminar el ao de 1847, la situacin del Ejrcito era la siguiente:

    En Tula de Tamaulipas, la divisin del General Vzquez.

    Dos tres batallones de escasa fuerza, y la mayor parte la caballera, ocupaban Bocas, el

    Cedral y San Juan Vanegas.

    El Cuartel General, con la mayor parte de la infantera, la artillera, y el Regimiento de

    Hsares, estaban en San Luis Potos.

    No se puede negar que el Estado de San Luis, se ha distinguido por su patriotismo y sus

    servicios en esta guerra. Su Gobierno ha auxiliado al ejrcito, con dinero, y con el contingente

    de sangre; y el pueblo ha suministrado vveres para la tropa, y trabajos personales.

    No obstante, estaba muy lejos de notarse en la Repblica, el fuego patritico, el entusiasmo

    de un pueblo, que se levanta en masa para defender sus hogares.

  • 58

    El aspecto de la ciudad era tranquilo; y si la presencia de las tropas no le diera cierto aspecto

    marcial, no habra motivo para acordarse de que la Nacin sostena una justa guerra con los

    extranjeros que la invadan.

    El Ejrcito del Norte estaba mal pagado, como era natural, por el estado de penuria en que se

    hallaba el erario.

    No se hacan otros preparativos para la campaa, que la construccin de municiones y la

    reparacin de material de guerra.

    Tampoco se acopiaban vveres, de que carecan totalmente las comarcas que el ejrcito

    tendra que recorrer: no se organizaba un hospital ambulante, sin el cual no puede pasarse

    ningn ejrcito, ni menos se poda pensar en tiendas de campaa para la poca rigorosa del

    invierno, porque stas, nunca las han usado las tropas mexicanas.

    Algunas semanas, acaso meses, eran todava necesarios para perfeccionar la organizacin

    de aquel conjunto de tropas llegadas de diversos rumbos, muchas de ellas acabadas de

    levantar.

    Por lo tanto, no se poda pensar en poner en movimiento an, aquellas masas que tanto les

    faltaba para perfeccionarse. Pero desgraciadamente, el General en Jefe no tena toda la libertad

    de accin que le era necesaria.

    El Gobierno, impulsado por la opinin pblica que se impacientaba por que no se activaban

    las operaciones, sin calcular las dificultades que ocurran, ejerca cierta presin sobre el

    General, para que se pusiera en campaa cuanto antes.

    La Prensa, sin prever las consecuencias de su imprudente conducta, se exasperaba por la

    inaccin del ejrcito, llenndolo de improperios. Pintaba San Luis como una nueva Capua,

    donde los militares se entregaban los placeres, consumiendo los caudales de la Nacin, y

    olvidando completamente la causa de la Patria.

  • 59

    Cada correo que llegaba de la Capital, produca una explosin de disgusto en el ejrcito.

    El peridico llamado Don Simplicio, con su carcter satrico y jocoso, era uno de los que

    ms heran los militares.

    Olvidaban aquellos escritores, que los Gobiernos mexicanos, nunca tuvieron habilidad para

    organizar y atender al ejrcito: que nuestros soldados siempre estuvieron mal pagados, mal

    alimentados y mal vestidos; que en San Luis se hallaban los restos del Ejrcito del Norte, que

    haba guarnecido nuestra frontera por ms de diez aos, combatiendo constantemente, ya

    contra los indios brbaros, ya contra los texanos, sin recibir ms que de vez en cuando una

    pequea parte de sus haberes: que los jefes, oficiales y tropa, trabajaban personalmente para

    proporcionarse el sustento; pero que acudan al toque de generala, ya para combatir, ya para

    expedicionar por el desierto, sin ms sueldo ni ms raciones que una bolsa con totopo que

    cada uno se proporcionaba.

    Cuando ms se necesitaba alentar aquellos desgraciados soldados, que si no haban

    obtenido la victoria, no era ciertamente por su culpa, y que se disponan combatir con tantas

    desventajas; se les desmoralizaba con aquellos escritos, que ponan en su contra la opinin

    pblica.

    Por fin, lleg tal grado la exaltacin, que ya nadie pensaba sino en marchar.

    No se haca caso de que se careciera de cosas importantes, ni de que faltaran los vveres y el

    din