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Bases para la utilización de la inestabilidad en los programas
de acondicionamiento físico saludable (Fitness)
Juan Ramón Heredia
Guillermo Peña
Felipe Isidro
Fernando Mata
Susana Moral
Fernando Martín
Marzo Edir Da Silva Grigoletto
¹ IICEFS-Instituto Internacional Ciencias Ejercicio Físico y Salud
Correo:coordinació[email protected]
Resumen:
Durante la última década han emergido con enorme aceptación y aplicación entre los
profesionales del ejercicio propuestas en base al desarrollo de movimientos integrados y
multiplanares que implican aceleración conjunta, estabilización (incrementando en
ocasiones las demandas mediante el empleo de materiales inestables) y desaceleración,
con la intención de mejorar la habilidad del movimiento, de la fuerza de la zona media y
la eficiencia neuromuscular. Este desarrollo es justificado en su posible mayor
aplicación para las actividades cotidianas y a lo que se ha venido a denominar (quizás
no de la forma más adecuada, aunque no es el objetio del presente artículo)
“entrenamiento funcional”.
En el presente artículo revisaremos los conceptos estabilidad- inestabilidad
estabilización y todo cuanto se deriva para su utilización con el mayor rigor, se
detallarán los efectos recogidos en la investigación respecto a adaptaciones agudas y
crónicas en el uso de materiales desestabilizadores y se analizarán los criterios para
proporcionar estímulos que optimicen la capacidad de estabilización a distintos niveles
y su integración en los programas de acondicionamiento físico para la salud.
Palabras clave: estabilización, lumbar, raquis, fuerza
Introducción y conceptualización
Si se analiza el concepto de “estabilidad” se podría entender como la capacidad de un
cuerpo para mantener el equilibrio o evitar ser desaquilibrado. Ello admite (al contario
que el concepto de equilibrio) gradaciones y rangos, desde muy estable a muy inestable.
La estabilidad es tanto antinómica como complementaria de la movilidad. Antinómica
porque, en general, las situaciones estáticas se consideran más estables que las
dinámicas (aunque lo estático implique que no se mueve y lo estable implica que no
sufre alteraciones ante una determinada perturbación). Se olvida que cuando un sistema
es inestable, solo la movilidad permite controlar el desequilibrio y adaptarse al
comportamiento estabilizador (Dufour y Pillu, 2006).
Así en nuestro campo debemos extender y aplicar este concepto a nivel funcional y
también a nivel más local (articulaciones: rodilla, raquis, etc..), regiones corporales
(estabilidad central o lumbo-pélvica) y ello exige cierta precaución con el sentido que se
le da al término de estabilidad. A menudo, este término se utiliza sin precisar su
naturaleza, lo que lleva a confusiones de comprensión. Nosotros vamos a proponer la
siguiente clasificación de estabilidad (teniendo como referencia inicial el sistema de
referencia que es el propio sujeto):
Estabilidad Interna (EI): vendrá determinada, principalmente, por las estructuras
anatómicas. Consideraremos:
- La Estabilidad Interna Pasiva (EIP), determinada por la configuración
anatómica articular (principales estructuras: huesos, elementos de congruencia y
ligamentos).
Todas las articulaciones no poseen los mismos niveles de estabilidad.
Así por ejemplo las articulaciones escapulohumerales y coxofemorales son
esferoideas, aunque la primera es no congruente y, por tanto, menos estable y la
segunda congruente y, por tanto más estable. Del mismo modo la articulación
humerocubital y la femoro-rotuliana son ambas ginglimoides, aunque la primera
es estable, mientas la segunda no lo es (Dufour y Pillu, 2006).
Es necesario un conocimiento amplio de las bases anatomo-funcionales y
biomecánicas para garantizar una correcta prescripción de ejercicio físico.
- La Estabilidad Interna Activa, vendrá determinada por la estructura músculo-
tendinosa (su estado de equilibrio/desequilibrio, tono muscular, respuesta
neuromuscular, etc…).
A partir de aquí debemos comprender que los niveles de estabilidad interna deberán ser
considerados y adecuadamente valorados en cada sujeto, de manera que como primera
premisa, no se debería añadir inestabilidad externa a una situación de inestabilidad
interna.
La Estabilidad Externa (EE) viene determinada por las situaciones que rodean al
sistema de referencia (sujeto) y que podrán poner en compromiso los niveles de
estabilidad y requerir determinados niveles de estabilización (normalmente a nivel
interno-activo). Determinadas prácticas o ejercicios también pueden suponer un riesgo
para los niveles de estabilidad interna pasiva, pero ello siempre supondrá un elemento a
valorar para poder minimizar o eliminar el mismo.
Figura 1. Se deben considerar los aspectos relacionados con el nivel de estabilización externa al
respecto a incrementar o disminuir las demandas de estabilización interna activa en las progresiones de
los ejercicios y tareas.
El riesgo que potencialmente puede suponer la realización de ejercicios con alta
demanda de estabilización activa, entre iniciados y poco, entrenados es un factor a
considerar por el técnico que podrían aconsejar proceder a un acondicionamiento
general previo por medio de métodos menos intensos y a la enseñanza adecuada de la
técnica en estas situaciones, previo al trabajo de mayor estabilización activa. Esta
cuestión debería ser tenida en cuenta, especialmente, a la hora de plantear propuestas de
tareas y ejercicios en sesiones colectivas con material desestabilizador.
Además, como será analizado posteriormente, cuando los niveles de estabilización
activa requeridos son altos, supondrá el manejo de resistencias inferiores a las realizadas
en condiciones de mayor estabilidad. Ello nos hará plantear las estrategias para la
inclusión de dicha metodología en el proceso global de entrenamiento.
La otra cuestión viene dada por el, en ocasiones tal y como ya veremos, poco apropiado
e inadecuado uso del entrenamiento en superficies inestables y, en concreto en este
primer punto, por la terminología asociada a dicho concepto de estabilidad-
inestabilidad.
Otra cuestión que quisiéramos dejar patente es lo relativamente apropiado de
utilizar la palabra “inestable” para definir algunos materiales o elementos que
añaden inestabilidad en algunos ejercicios o tareas. Quizás, por esa razón (y no por
el hecho de que dicho material sea en si mismo estable o inestable) pudiera ser más
adecuado utilizar el término “material desestabilizador”, pese a lo cual y lo
difundido del término utilizaremos indistintamente ambas acepciones.
Estabilidad Central (Lumbo-pélvica)
Durante los años 80, el profesor A. Bergmark formuló la noción de estabilidad sobre un
modelo de columna vertebral con rigidez articular y 40 músculos (ÇBergmark, 1987
pag 534). En dicho trabajo este autor eestableció matemáticamente los conceptos de
rigidez, estabilidad, inestabilidad, etc..Este trabjao seminal pasó, tal como bien expone
el profesor McGuill en su mayor parte inadvertido, sobre todo porque los ingenieros,
que entendían de mecánica, no tenían una perspectiva biológico-clínica y a los clínicos
les cotaba interpretar la mecánica. Este esfuerzo pionero, junto con la evolución
continuada por otros autores, lo ha sintenizado con detalla McGuill y su grupo (2002).
El sistema osteomuscular de los vertebrados es, en esencia, una estructura inestable
estabilizada por el SNC. Así autores como McGuill (2001) o Gracovetsky (2008) en
libros de ingeniería, encontrando que los ingenieros se ocupan de máquinas construidas
con material bastante homogéneo que no se deforma de modo apreciable con el tiempo.
El problema en este caso es que los seres humanos estamos hechos de materiales
viscoelásticos que se deforman con el tiempo, y no está claro hasta qué punto las
hipótesis subyacentes a estas teorías de estabilidad de ingeniería son apropiadas para
estructuras viscoleásticas.
Además, los conceptos vigentes de estabilidad osteomuscular han sido desarrollados sin
considerar las ventajas de ser una estructura inestable estabilizada por un sistema de
control complejo (Gracovestky, 2008)
Curiosamente los ingenieros construyen de modo intencionado máquinas inestables. El
moderno avión de combate es un ejemplo. Esta máquina puede volar porque docenas de
ordenadores dirigen la máquina inestable en un vuelo estable ¿Por qué no diseñar un
avión de combate estable? La supervivencia es la escueta respuesta: un avión de guerra
estable no sería suficientemente ágil para escapar de un misil. Lleva menos tiempo
ejecutar una maniobra dejando ir una máquina inestable que dirigir un avión de guerra
estable en una maniobra evasiva con un coste energético considerable (y es este un
concepto clave en la compresión de estabilidad)
La muerte elimina los genes de los sistemas estables, pero más lentos, del conjunto de
los descendientes. Si la inestabilidad ofrece una respuesta más rápida, mayor
probabilidad de evitar los depredadores, la inestabilidad prevalecerá con el tiempo. Se
trata de una ventaja evolutiva en sentido darwiniano, y para mantener esta ventaja, el
problema no es intentar estabilizar una estructura inherentemente inestable a cualquier
coste, sino aprender a controlar la inestabilidad (otra de las claves a la hora de poder
comprender la presente propuesta). Aunque todo error tiene su precio. Debido a la
inestabilidad inherente del sistema osteomuscular, la pérdida de control podría causar un
daño considerable en la estructura viscoelástica inestable (por ello debemos considerar
el criterio de seguridad tal y como se expondrá a continuación y garantizar una
adecuada progresión metodológica en la aplicación-asimilación de los ejercicios)
Básicamente todas las teorías de estabilidad están fundadas en un principio de ahorro de
energía. Un sistema alcanzará una posición estable si la energía almacenada en el
sistema es la menor posible. Por consiguiente, el sistema permanece en un punto o en
una trayectoria específica, porque cualquier desviación de la posición óptima requiere
más energía.
En los años setenta se propuso que las articulaciones podrían tener una zona “neutra” en
la que se pueden mover sin esfuerzo. Este sistema podría volverse inestable, porque es
posible el movimiento sin limitaciones de energía. También se propuso que la anchura
de la zona neutra estaba relacionada con la estabilidad articular. Estas conclusiones
proceden de experimentos en cadáver y modelos matemáticos en los que hay que
provocar daños considerables a la articulación antes de obtener una respuesta inestable,
Por tanto, el argumento de la zona neutra ha obtenido respaldo (Gracotvetsky, 2008)
Además hemos de considerar que si existiera una posición “estable” no podría
mantenerse mucho tiempo. Los materiales biológicos se deforman al aplicar una fuerza
porque son viscoelásticos. La deformación resultantes provocará dolor y este dolor
obliga al SNC a descargar el material sobrecargado, colágeno por lo general. La
estabilidad de un sistema viscoelástico sólo puede considerarse como un conjunto de
posiciones relacionadas adoptadas y modificadas con rapidez gracias al Sistema
Nervioso Central (SNC).
La postura no es estática. La postura es un concepto dinámico. La postura que
intentamos mantener es consecuencia de una oscilación entre diferentes combinaciones
de músculos y ligamentos. Es necesario ejercitar cada modo de oscilación tanto desde
un punto de vista motor como sensitivo. Una excitación constante acaba por degradar la
información sensorial. A diferencia de las máquinas que trabajan mejor con carga
contínua, las máquinas biomecánicas viscoelásticas no aprecian la uniformidad y
demandan una carga a impulsos (Gracotvestky, 2008)
La carga y descarga contínua del colágeno obliga al SNC a reorientar las fuerzas con
rapidez y nos podría hacer pensar en la necesidad de conseguir y garantizar un adecuado
entrenamiento mediante muchos y variados ejercicios (con adecuado control de la
dosis), cuestión esta que será abordada de forma más amplia en el siguiente apartado.
Autores como Gratcovetsky (2008) argumentan que la necesidad de cambiar de una
combinación muscular a la siguiente está determinada por las propiedades del colágeno.
Algunos estudios (Kazarian, 1968) observaron que el colágeno tiene una respuesta
compleja a la carga dependiente del tiempo. Al parecer el factor más importante para
esta explicación es el hecho de que el colágeno tiene al menos dos constante de tiempo
(una de alrededor de 20 minutos y otra de alrededor de 1/3 de segundo).
Dormir puede ser un buen ejemplo de este impacto de la constante tiempo de 20
minutos del colágeno. Dormir anula el control muscular activo de la postura. El campo
gravitatorio aplica fuerzas pequeñas y deforma el cuerpo viscoelástico relajado. La
constante de tiempo de 20 minutos determina el período de tiempo en el que podemos
permanecer inmóviles con una deformación lenta de nuestras articulaciones en el campo
gravitatorio. Cuando el colágeno se estira demasiado, la deformación de una
articulación es excesiva y el dolor activa al SNC que cambia de postura. Al hacer esto,
el colágeno deformado queda sin carga y se carga otra estructura. Este ciclo se repite
has que nos despertamos. El mismo principio se aplica cuando estamos despiertos. En
circunstancias de carga elevada, predomina la constante tiempo de un 1/3 de segundo, el
colágeno se deforma con rapidez y de modo continuo. Esta es la razón por la que para
levantar cargas pesadas, hay que hacerlo con rapidez para acabar el movimiento antes
de que el colágeno de la fascia toracolumbar (FTL) sufra un estiramiento excesivo a
pesar de que la aceleración del a carga sea perjudicial para el que la levanta
(Gracovetsky, 2008)
El objetivo fundamental que se pretende conseguir cuando se diseña un programa de
entrenamiento para la zona media es la mejora de la fuerza y estabilidad central o
lumbo-pélvica. Sin embargo, según Hibbs y col. (2008), los investigadores de las áreas
de la rehabilitación y del rendimiento deportivo no han ofrecido distinciones claras entre
los términos de “estabilidad central” (core stability) y “fuerza central” (core strength),
las cuales pueden ser conceptualmente interpretadas de forma diferente.
Kibler y col. (2006), en referencia a patrones dinámicos, definen la estabilidad central
como la capacidad de control de la posición y movimiento del tronco sobre la pelvis
para permitir una óptima producción, transferencia, y control de la fuerza a los
segmentos distales. Si bien, esta conceptualización hace referencia al aspecto funcional
del término, no debemos olvidar las virtudes preventivas sobre la salud raquídea que
supone disponer de una columna estable y fuerte, es decir, protegida, lo que requiere de
un complejo lumbo-pélvico bien entrenado. Desde un punto de anatómico y mecánico,
Akuthota y Nadler (2004) consideran la estabilidad espinal o central como el producto
de la rigidez pasiva, la cual es proporcionada por las estructuras óseas y ligamentosas, y
la rigidez activa, la cual es producida por la contracción muscular.
Faries y Greenwood (2007) se refieren a la fuerza central (core strength) como la
capacidad de la musculatura del core para contraerse y proporcionar estabilidad al
raquis. Igualmente, para diferenciar la fuerza de la estabilidad central, Cholewicki y col.
(2000) sostienen que la fuerza central es más un control activo de la estabilidad espinal
conseguido por la regulación de la fuerza de los músculos circundantes. Cuando se
utiliza el término “estabilidad central”, se está haciendo referencia a la estabilidad del
raquis per se, pero no a la estabilidad de los propios músculos. En la investigación no se
hace referencia sobre la mejora de la estabilidad de un músculo, sino sobre su capacidad
de activarse/contraerse. Sin embargo, cuando se utiliza el término “fuerza central” o del
core, se está haciendo referencia a la capacidad de un músculo o grupo de músculos
para estabilizar el raquis a través de la fuerza contráctil y la presión intra-abdominal
(Faries y Greenwood, 2007).
Por tanto, podemos sugerir que la fuerza central es una necesidad para la estabilidad
central, lo que significa que no se pueden dar una sin la otra.
Criterios para el entrenamiento de la capacidad de estabilización
lumbo-pélvica.
La finalidad del para la mejora de la capacidad de estabilización lumbo-pélvica, radica
en intentar generar estímulos que lideren la acción muscular simultánea (co-
contracción) de los músculos que cruzan una dichas articulaciones y que generan
distintos mecanismos que garantizan el mantenimiento de la neutralidad fisiológica y
estructural tanto en las actividades de la vida diaria (AVD) como de la vida diaria
laboral (AVDL).
En este sentido, ha sido justificado como carácter funcional de los PANM la aplicación
de ejercicios para incrementar la estabilidad de la región lumbo-pélvica (Colado et al.
2008), puesto que aparece como una zona donde las demandas cotidianas exigen una
adecuada activación muscular global para mantener unos adecuados niveles de
estabilidad. Estas demandas son cubiertas por co-activaciones de la pared abdominal
moderados, lo que McGill (1999) ha denominado como estabilidad suficiente. Dicha
estabilidad se consigue con activaciones moderadas y permiten mantener la curvatura
lumbar fisiológica durante las tareas de la vida cotidiana (McGill 1999) y actividades
que generen perturbación a la columna lumbar (McGill 1998).
La mejora de la capacidad estabilizadora de la región lumbar puede prevenir los tan
extendidos dolores de espalda baja (Hides y col. 1994, Daneels et al. 2001; Willson et
al. 2005; Hewett y col., 2005; Lehman, 2005; Abt y col., 2007; Myer y col., 2008), debido a que la inestabilidad espinal clínica está relacionada con un movimiento
inadecuado intervertebral y con el dolor de espalda baja (Panjabi, 2003). Además,
resulta ser un factor preventivo sobre lesiones de los miembros inferiores (Leetun et al.
2004; Willson et al. 2005), y factor profiláctico durante las tareas de la vida cotidiana
(McGill 1999). Debemos considerar que se han registrado segmentos con hipo o
hipermovilidad tanto en población con dolor lumbar como en quien no lo sufre (Friberg,
1987; Pearcy y Shepherd, 1985; O´Sullivan, 2006).
Para poder desarrollar los ejercicios de estabilización se debe atender al significado de
estabilidad de la zona media. En esta región el concepto de estabilidad está íntimamente
relacionado con el de zona neutral, establecido por el profesor Panjabi (1992, 1994), el
cual define este concepto como la parte del ROM dentro del cual hay mínima resistencia
a la movilidad articular (Panjabi 2003). En esta línea de investigación, Panjabi
conceptuó que la estabilidad espinal estaba basada en tres subsistemas, el subsistema de
control neuronal (principalmente el cerebelo), el subsistema pasivo (vértebras, cuerpos
vertebrales, ligamentos) y subsistema activo (músculos del torso) (Panjabi, 1992,1994).
Por lo tanto, queda reconocida la importancia de los músculos para aportar estabilidad
mecánica a la columna.
La importancia de la zona neutra (ZN) radica en la posición natural. Sobrepasar este
punto tanto hacia la extensión como hacia la flexión incrementará la resistencia al
movimiento, y si además dicho movimiento es realizado contra resistencias las
probabilidades de lesión son mayores. Liebenson (2004) comenta el componente lesivo
que tiene repetir movimientos de la columna lumbar al final del rango de movimiento.
Como se ha expuesto anteriormente, el control de la columna y la pelvis es complejo.
Podemos partir de la base de admitir que la columna posee inestabilidad intrínseca y
depende para su estabilidad de la contribución de varios sistemas.
Desde una perspectiva estática, como también se ha explicado, la estabilidad se asegura
si la columna mantiene o retorna a una postura de equilibrio (punto de energía potencia
mínima) en caso de perturbación (Hodges y Cholewicki, 2008). Pero, todos los
movimientos y posturas constituyen interacciones complejas del movimiento y la
estabilidad (Massion, 1992). En realidad, incluso las posturas estáticas comprenden
movimiento (por ejemplo, los pequeños movimientos cíclicos del tronco y los miembros
inferiores para compensar la variación de la postura a causa de la respiración (Gurfinkel
y cols, 1971; Hodges y cols, 2002) y este movimiento se produce en conjunción con un
sutil contexto de ajustes posturales. El movimiento altera la estabilidad como
consecuencia de la interacción entre las fuerzas internas y las externas (Massion, 1992)
En lo referente al control funcional de la columna, debemos considerar que la misma
está moviéndose continuamente, aún durante una estancia quieta. Así se han observado
pequeños movimientos repetidos de la columna y pelvis asociados a la respiración que
supuestamente contrarrestan las alteraciones del equilibrio postural causadas por la
respiración (Gurfinkel y cols, 1971 citado por Hoges y Cholewicky, 2008; Hodges y
cols, 2002) También, como será expuesto, cuando se mueve un miembro, se imponen
momentos reactivos al tronco, cuya amplitud es idéntica pero de sentido contrario, a la
del miembro en movimiento (Hodges y Cholewicky, 2008). Antes de estos movimientos
el SNC debe iniciar un patrón de actividad muscular del tronco y de los miembros
inferiores para preparar al cuerpo frente a la perturbación de estos momentos.
Así pues, al examinar la mayoría de las funciones de la columna, debe contemplarse el
control dinámico de la estabilidad tanto o más que el equilibrio estático, o sea, el SNC
debe regular la estabilidad de la trayectoria de la columna y evitar desviaciones
excesivas de la misma motivadas por perturbaciones provenientes de fuerzas internas y
externas (Hoges y Cholewicky, 2008)
La estabilidad del raquis, es decir, la habilidad de sus estructuras para permanecer en un
estado de equilibrio estable ante perturbaciones y desequilibrios (Bergmark, 1989),
depende de sus elementos osteoarticulares y ligamentosos, de los músculos y tendones y
de su adecuado funcionamiento bajo la coordinación del sistema nervioso (Panjabi,
1992). En este sentido, aunque durante el levantamiento de pesos el raquis puede
soportar cargas muy superiores a los 10000 N (Cholewicki, McGill y Norman, 1991),
estudios in vitro han demostrado que las estructuras osteoligamentosas del raquis, por sí
solas, no son capaces de soportar fuerzas compresivas superiores a 90 N (Crisco y
Panjabi, 1992; Lucas y Bresler, 1961). Este hecho, revela la importancia del sistema
neuromuscular en el control de la estabilidad de la columna vertebral
Panjabi (1992) se percató de que la estabilidad lumbopélvica se sustenta no sólo en la
aportación de los elementos pasivos (discos intervertebrales, ligamentos, cápsulas
articulares y articulaciones interapofisarias), sino también en elementos activos
(músculos) y en una necesaria y adecuada necesidad de control por el sistema nervioso.
Una disfunción de cualquiera de estos subsistemas puede producir o conducir a un
problema de integridad del raquis que debe ser compensado por los demás subsistemas.
Cholewicki y McGuill (1996) ampliaron este modelo y demostraron que la inestabilidad
de la columna o su colapso podría producirse si el nivel de cocontracción es bajo o el
patrón de activación es erróneo.
De esta manera la estabilidad debe fiarse a la rigidez derivada de las estructuras pasivas
y de los elementos activos y ambos dependen directamente y también indirectamente de
la actividad controlada por el sistema nervioso (Hodges y Cholewicky, 2008). Según
estas consideraciones el concepto de estabilidad lumbopélvica debe exponerse y
explicarse desde una óptica dinámica que integre todos estos factores.
Figura 2. Subsistemas de estabilidad lumbo-pélvica (Panjabi, 1992)
Subsistema de estabilización pasivo
Los ligamentos, disco intervertebral y otras estructuras pasivas también contribuyen a la
estabilidad de la columna lumbar actuando como muelles no lineales. Su contribución a
la estabilidad de la columna puede haber sido subestimada en el pasado.
En condiciones en las cuales la rigidez pasiva de un segmento de movimiento se
encuentra reducida, aumenta la vulnerabilidad de la columna hacia la inestabilidad
(Cholewicki y McGuill, 1996; O´Sullivan, 2006)
Sin la acción muscular, la columna lumbar ligamentosa se desestabiliza con cargas
compresivas muy bajas (Cholewicki y McGuill, 1996). El disco intervertebral es el
principal soporte de carga de la columna lumbar y está bien diseñado para soportar
fuerzas de carga verticales, pero es vulnerable a las fuerzas rotacionales y de
cizallamiento (O´Sullivan, 2006)
Como ya conocemos existe un factor de seguridad, dado que el SNC no permite (o
tolera) que la carga supere 2/3 del límite (Gracovetsky, 2008). Este hallazgo se obtuvo
al comparar la resistencia máxima del disco y el ligamento antes de la rotura en
experimentos con cadáver, con cálculos sobre lo que se estaba haciendo en realidad. No
está claro por qué el SNC deja ese margen de seguridad, pero ello puede ser una
explicación más a considerar en las razones por las cuales algunos sujetos en
condiciones extremas son capaces de sobrepasar ciertos límites.
Cuando el ligamento in vivo se somete a la carga que excede el rango fisiológico, el
microcolapso se produce incluso antes de que se alcance el límite de elasticidad. De
hecho el microcolapso parece puede iniciarse incluso antes de que se exceda el rango de
carga fisiológico y puede ocurrir a lo largo del rango fisiológico en cualquier ligamento
dado (Nordin y cols, 2004)
De alguna manera comprender que la estabilidad lumbar requerirá inicialmente rigidez
pasiva a través de las estructuras osteo-ligamentosas nos debe hacer replantearnos la
necesidad de mantener dichas estructuras en óptimas condiciones y ello supone (quizás
como primer elemento básico sobre la que desarrollar un adecuado y saludable
entrenamiento del CORE no plantear tareas que supongan un estrés excesivo sobre las
mismas, en el límite del umbral de tolerancia y no realizar acciones articulares en
rangos no saludables).
Subsistema de estabilización activo
Numerosos músculos poseen un efecto mecánico sobre la columna vertebral y la pelvis
y todos ellos son necesarios para mantener un control óptimo. Se ha argumentado que
los músculos están preparados biomecánicamente tanto para el movimiento como para
la estabilidad (Hodges, 2006). Además una simple división de los músculos en grupos
probablemente simplifique demasiado el complejo control del movimiento y estabilidad
lumbopélvica, aunque proporciona una definición útil que debe ser considerada pues
que contribuye a comprender por qué el SNC emplea diferentes estrategias para
controlar distintos grupos musculares (Hodges, 2006).
La rigidez muscular es siempre estabilizadora, pero la fuerza muscular puede contribuir
a la estabilidad o reducir esta si resulta inapropiadamente grande o pequeña (McGuill,
2008). Tal como se ha visto la idea de que los estabilizadores “locales” con más
importantes que los “globales” puede no ser lo más correcto, pues como argumenta
McGuill (2008), en general, los músculos con el brazo máximo del momento y con
capacidad de enderezamiento (los más alejados de la columna) son los mejores
estabilizadores en términos relativos. Además, los estabilizadores más importantes
cambian continuamente según se modifica la tarea, además de que los diferentes
ejercicios o tareas de estabilización determinan un grado distinto de estabilidad
raquídea. Aunque ello no resta importancia al papel de la musculatura estabilizadora
“local” puesto que ha sido la gran olvidada durante muchos años en el proceso de
entrenamiento.
De esta manera, prácticamente todos los músculos contribuirán a la estabilización, pero
su importancia en un determinado momento depende de la combinación particular de las
demandas de las tareas exigidas.
En numerosos estudios se ha modelado el control de las fuerzas deformantes para
estimar la estabilidad y la aportación muscular a la misma (Bergmar, 1989; Cholewicky
y McGuill, 1996; Crisco y Panjabi, 1991; Gadner-Morse y cols, 1995; Granata y cols,
2001).
La coactivación simultánea de muchos grupos musculares aumenta la rigidez de la
columna. Algunas investigaciones han tratado de identificar la aportación relativa de los
distintos músculos al control de la estabilidad, llegando a la conclusión de que muchos
músculos contribuyen a la estabilidad y que la contribución relativa varía con múltiples
factores, como la tarea, la postura y la dirección del momento. Es curioso observar
como parece puede lograrse una rigidez suficiente, al menos con una postura neutra, con
grados mínimos de cocontracción de los músculos abdominales y paravertebrales
(Cholewicky y cols, 1997).
Los músculos de la pared abdominal (recto abdominal, oblicuo externo, oblicuo interno,
transverso abdominal) y psoas juegan un rol fundamental en el correcto funcionamiento
del raquis lumbar (Juker y cols., 1998). El papel estabilizador de la musculatura
abdominal se basa en su capacidad para disminuir la presión intradiscal en el raquis
dorso-lumbar (Anderson y cols., 1997; Hodges y Richardson, 1999), por mediación del
aumento en la presión intra-abdominal (Hodges y cols., 2001; Cholewicki y cols.,
1999), junto a la activación de la fascia toracolumbar por la acción de los músculos
anchos del abdomen (Fritz y cols., 1998).
Existen diferencias morfológicas evidentes entre las distintas regiones de cada uno de
los músculos abdominales, en la inserciones, orientación y longitud de los fascículos, y
en el grosor muscular entre las distintas regiones del OE, OI y TVA, junto con una
innervación segmentaria y la presencia de tabiques que separan los fascículos del TVA
y OI (Uquhart y Hodges, 2006). Todo ello es fundamental para comprender las
funciones de los músculos abdominales y para evaluar el efecto mecánico de cada
músculo y región en la columna lumbar y pelvis (Uquhart y Hodges, 2006).
Todos estos hallazgos deben hacernos llegar a pensar en la necesidad de comprender
que los músculos abdominales no son entidades estructurales y funcionales individuales,
sino que son músculos con regiones anatómicamente diferenciadas y distintas
funciones. De igual manera, y es algo a considerar en nuestra propuesta, todo ello
parece apuntar hacia la importancia del uso de variadas estrategias y tareas para abordar
un entrenamiento integrado y verdaderamente funcional de toda la musculatura CORE.
Subsistema de control
El control motor de la estabilidad de la columna resulta muy complejo. Con múltiples
músculos y líneas de acción redundantes, existe un número infinito de posibles patrones
de activación muscular que satisfarían las condiciones de equilibrio, pero puede que no
se consiga necesariamente un adecuado control de estabilidad (Cholewicki y Silfies,
2006).
La dificultad para el controlador (Sistema Nervioso) es inmensa. El SNC debe
determinar los requerimientos de estabilidad y planear las estrategias idóneas para
satisfacer esa demanda. En ocasiones esa exigencia es previsible y el SNC puede
planear o escoger las estrategias de antemano, pero, cuando el requerimiento es
imprevisible, hay que emprender una actividad muscular rápida en respuesta a la
disturbación. Todo ello exige un abordaje adecuado a fin de garantizar óptimas y
adecuadas condiciones de respuesta por parte de controlador y del resto de subsistemas
en la respuesta integrada.
La información propioceptiva exacta de la posición y el movimiento de la columna
lumbar y la pelvis es condición necesaria, y debe ser considerado a la hora de buscar
progresiones en el entrenamiento que garantice una salud para el raquis, debido a que un
adecuado acondicionamiento de la capacidad de fuerza, resistencia a la fatiga, etc… en
condiciones preestablecidas, en posición neutral, estática…no será solo más que la
punta del iceberg de un problema algo más complejo.
En términos de regulación motora, el sistema nervioso posiblemente coordina la
actividad del subsistema activo (muscular) con una secuencia cuidadosamente
organizada y planificada para igualar las fuerzas internas y externas aplicadas a la
columna. De esta forma la elección de estrategias adecuadas de regulación por el SNC
se asocian, seguramente, al riesgo real o percibido para la columna.
La descoordinación o la alteración del control de los complejos patrones de
cocontracción muscular podrían lesionar los tejidos en vez de proporcionar estabilidad
(O´Sullivan, 2006; Gardener-Morse y cols, 1995; McGuill y Sharratt, 1990).
De acuerdo con las propiedades arquitecturales de los músculos del tronco los
parámetros temporales y espaciales de la actividad de los músculos superficiales del
tronco están relacionados con la dirección de las fuerzas que actúan sobre la columna
vertebral. En contraste, la actividad de los músculos intrínsecos profundos es
independiente de la dirección de las fuerzas reactivas (Hodges y Richarson, 1997). Esto
sería compatible con las propiedades arquitecturales de estos músculos para
proporcionar un incremento generalizado del control intervertebral (Hodges, 2006).
Figura 3. Se debe mantener la adecuada ATPE y nivel de estabilización lumbo-pélvica en los ejercicios
contra-resistencias a medida que se disminuye la estabilización externa.
Justificación del empleo de materiales inestables en los programas de
acondicionamiento neuromuscular
Actualmente el mercado de la actividad física y la salud ha incluido de forma
desmesurada la aplicación de materiales o medios inestables para el desarrollo de
programas de acondicionamiento neuromuscular (de ahora en adelante PANM). En este
sentido, destaca la aplicación poco planificada de ejercicios basados en la generación de
inestabilidad con el objetivo de incrementar el fitness neuromuscular. La aplicación de
entrenamiento contra resistencias con inestabilidad ha sido extrapolado del campo de la
fisioterapia y la rehabilitación (Akuthota y Nadler, 2004), y su reciente aplicación a los
PANM ha suscitado gran interés en el campo científico.
Tradicionalmente el entrenamiento sobre materiales inestables ha sido utilizado con
fines rehabilitadotes. El concepto de estabilización espinal neutral fue adoptado por El
San Francisco Spine Institute como forma de rehabilitación (Liemohn, 2005) El
concepto de estabilidad está asociado al cuidado integral del tejido musculoesquelético,
(Liebenson, 2004), y principalmente asociado al raquis. Pero debemos considerar a
dicho material como un recurso más a integrar dentro de la progresión en el
entrenamiento y no como una panacea o un estímulo adecuado en cualquier situación y
persona.
La forma primaria de generar inestabilidad es generando un torque sobre la zona
lumbar. Esta situación se puede conseguir, por un lado, manteniendo la estabilidad
espinal neutral mientras se generan patrones de movimientos (resistidos o no)
adecuados con las extremidades simultáneamente (McGuill y col., 2003; Faigenbaum y
Liatsos, 1994; Debeliso et al. 2004). Esta situación será conseguida de forma más eficaz
al realizar la maniobra de tensión o tirantez muscular frente a la del hundimiento
(Grenier y McGill 2007), aunque ambas proporcionan un apoyo seguro y efectivo para
la realización de ejercicios de contra resistencias con los extremidades (Richardson et
al. 1992).
Aunque esta aseveración aplicada al campo de los programas de acondicionamiento
neuromuscular es sugerida para movimientos que impliquen una perturbación de la
región lumbar y con cargas elevadas (Behm y Anderson, 2006), cargas que no son las
principales en los programas de acondicionamiento neuromuscular para la salud, por lo
que podría ser necesario atender a un entrenamiento más focalizado que genere un
estímulo mayor (Faigenbaum y Liatsos 1994) durante alguna fase del entrenamiento.
Sin embargo, una adecuada actitud tónico postural equilibrada (ATPE) durante la
realización de los PANM, a medida que se va eliminando los niveles de estabilización
externa (y lógicamente solicitando más estabilización interna activa) permitirá reducir
lesiones y podrá ser una progresión tras la fase inicial en el proceso de
acondicionamiento de la región lumbo-abdominal e incluso constituir un importante
elemento integrado a medida que el sujeto adquiera ya un nivel avanzado y las
demandas de estabilización interna activa sean incrementadas.
Definición, tipos y características de medios o materiales inestables.
La industria del Fitness es un sector en continua metamorfosis y evolución. La oferta de
programas de actividad física es inmensamente variada, y los objetivos pretendidos y
públicos que los consumen son aún más heterogéneos. Como en cualquier otro sector
cada producto, máquina o medio de entrenamiento tiene una vida útil determinada, hasta
que un nuevo producto consigue hacerse un hueco en la apretada oferta de productos
circunscritos al ámbito del Fitness y la rehabilitación. En los últimos 10 años la
industria del Fitness ha desarrollado más productos, tecnologías, medios de
entrenamiento, servicios y programas que en toda su historia.
Desde la aparición de las primeras pelotas de estabilidad de la mano de Aquilino
Cosani, a finales de los años 60, la utilización de éste y otros materiales inestables ha
ido creciendo exponencialmente. En la última década, las superficies inestables se han
convertido en una herramienta muy habitual y utilizada en centros deportivos, clínicas
de rehabilitación y gimnasios, empleándose para multitud de objetivos, entre los que se
encuentran el rendimiento deportivo, la salud o la prevención y recuperación de lesiones
(Benito y Martínez, 2009).
Hernando y col. (2009) definen a los materiales inestables como “cualquier material,
diseñado específicamente o adaptado, que por sus características físicas no esté
firmemente unido al suelo, pudiendo rodar, deslizarse, vibrar o realizar cualquier otro
tipo de movimiento que genere situaciones en las que sea necesaria la intervención del
equilibrio con el fin de mejorar la condición física.” Por otro lado, Isidro y col. (2006)
definen como material desestabilizador, haciendo referencia a los medios o superficies
inestables, “aquel que empleamos para aumentar los requerimientos de estabilización
activa proporcionando un entorno inestable que potencia la actividad propioceptiva y
las demandas de control neuromuscular.” Dada la gran cantidad de materiales
disponibles en el mercado que pueden ser considerados como una superficie inestable,
Benito y Martínez (2009) proponen una definición alternativa, indicando que “una
superficie inestable es una superficie o material de entrenamiento maleable, que se
deforma o desplaza por la aplicación de fuerzas que sobre él haga el ejecutante, o que
puede tener una distribución no uniforme de su masa (p. ej. cilindros rellenos de agua)
o un comportamiento dinámico antes de interaccionar con el sujeto (p. ej. plataformas
vibratorias o tapiz rodante)”.
Partiendo de las propuestas de los autores anteriormente citados, Gonzalo y col.,
redactaron en 2009 una clasificación de las superficies inestables atendiendo a los
grados de libertad que ofrecían, así como en función de la cantidad de inestabilidad que
propiciaban material (Benito y Martínez, 2009). Esta última propiedad se determinó
utilizando una escala tipo Likert por un comité de expertos, con lo que a pesar de no
presentar una validez biomecánica precisa, a nivel práctico ofrece un interesante punto
de referencia sobre el que construir progresiones de ejercicios y cuantificación de
sesiones con este tipo de material (Benito y Martínez, 2009). En ella además podemos
observar la gran cantidad de implementos que existen en el mercado, desde el clásico
plato de Bholler hasta las últimas propuestas que integran plataformas reactivas
(Reebok Core Board®) y software interactivo (MFT Challenge Disc®).
Figura 4. Clasificación de los materiales inestables atendiendo a los grados de libertad de movimiento
(Benito y Martínez, 2009)
Material Características
Fitball, pelota suiza, physioball
Pelota de plástico de gran diámetro (variable a considerar según sujetos)
Ballastball
Bosu DSL
Fitball con material pesado en su interior
Physio-roll Resulta de la suma de dos pelotas gigantes (aparentando un cacahuete)
Bosu “Both sides up”. Aparato que nace de la división de una pelota gigante. Es
decir tiene una parte de aire y otra rígida.
Body Dome: Variación del bosu en con tensores anclados para realizar
ejercicios resistidos.
Dyna disc
Wobbleboard®
Pequeños discos de goma hinchados
Tablas de inestabilidad Tablas con un elemento central más prominente
T-Bow Arco de fibra sintética (polietileno) o madera natural, con dimensiones
(70x50x17 cm.), equilibrado y con un peso reducido (de 3,2 a 4,7 Kg). Es posible utilizarlo por ambos lados (con un granulado en la parte cóncava y
una esterilla en l aparte convexa)
Core Board Plataforma (74 x 15 cm. Diámetro: 56) que se inclina, gira y torsiona en
todas direcciones, respondiendo dinámicamente a los movimientos del
usuario, si éste se mueve de un lado, la pista ejerce una fuerza que empuja hacia atrás en la dirección contraria.
Espuma de estireno (Foam Roller)
Espuma diseñada de forma tubular.
Elementos de suspensión TRX, Flying, AirfitPro
Elementos mediante los cuales el sujeto queda suspendido a nivel de
algunas de sus extremidades (miembros superiores o inferiores)
Slide board pro Superficie rectangular que permite el deslizamiento corporal hacia los
lados. Para ello se utilizan una especie de patucos realizados de un tejido que posibilita un mejor deslizamiento de los pies en el slide y que se
adquieren normalmente junto con este. A los dos lados del slide se sitúan
una especie de topes que limitan el movimiento lateral de los pies y piernas. Gliding Evolución más sencilla del slide. Dos materiales que permiten el
deslizamiento sobre la superficie de apoyo, permaneciendo el punto de apoyo (pie, mano, rodilla…) constante y firme. Se pueden encontrar en tela
(para deslizamientos sobre parqué o similar) y de goma para otras
superficies más duras. Figura 5. Tipos y características de los materiales desestabilizadores más representativos.
El material desestabilizador, es aquel que emplearíamos para aumentar los
requerimientos de estabilización activa, proporcionando un entorno inestable que
potenciará las demandas de control neuromuscular. La utilización de dicho material, su
combinación y el manejo de otras variables como pueden ser la base de sustentación,
amplitud y patrón de movimiento, velocidad de ejecución, etc., son algunas de la claves
para avanzar en las microprogresiones en integración neuro-muscular.
Este material es aquel que emplearemos para aumentar los requerimientos de
estabilización activa, proporcionando un entorno inestable que potenciará la actividad
propioceptiva y las demandas de control neuromuscular. (Heredia et al. 2006) En la
actualidad existe un gran abanico de material desestabilizador, en la tabla 2 se presentan
los más comunes
La aplicación de cada uno de los diferentes materiales implica un conocimiento del
mismo para poder aprovechar todas las posibilidades de perturbación que genera,
principalmente la dirección y amplitud de la misma.
Algunas de las tendencias actuales en lo referente al entrenamiento funcional están
orientadas hacia la utilización de ejercicios y tareas en situaciones inestables muy
variadas y, en ocasiones, poco valoradas de manera objetiva. La aplicación de
superficies inestables está siendo ampliamente estudiada en la actualidad, reportando
algunos estudios unas mayores activaciones electromiográficas y mejoras en la aptitud
neuromuscular cuando se aplica tanto sobre los ejercicios tradicionales de
entrenamiento de la zona media, como cuando son aplicados como base de sustentación
para la realización de ejercicios con las extremidades.
Por último, debe ser destacado que en muchos estudios enfocados al análisis de la
inestabilidad generada por el fitball (pelota suiza o pelota gigante) pueden tener
amenazada su validez interna, puesto que en ocasiones se olvida controlar algunas
variables que podría influir sobre los resultados encontrados, como pueden ser el
tamaño del fitball, la presión de hinchado o la separación de los apoyos que
configuran la base de sustentación. Esta carencia de información dificulta las tareas
comparativas de trabajos para la extracción de conclusiones sobre su eficacia.
Altura del practicante (m.)
Diámetro recomendado del balón (cm.)
1,40 – 1,50 45
1,50 – 1,60 55
1,60 – 1,80 65
>1,80 75
Tamaño del balón según talla del practicante
Figura 6. Selección del tamaño del fitball
Efectos agudos del entrenamiento con materiales inestables.
Numerosos autores han demostrado que al realizar ejercicios que impliquen la
musculatura del tronco sobre superficies inestables aumenta la activación muscular de
esta zona más que al realizar los mismos ejercicios en condiciones estables (Anderson y
Behm 2004; Arjmand y Shirazi-Adl 2005; Vera-García et al. 2000, 2007; Behm et al.,
2003; 2005; Marshall y Murphy, 2006a; Cosio-Lima et al., 2003; Lehman et al., 2005;
Norwood et al., 2007; Sternelicht et al., 2007; Duncan, 2009; Imai et al, 2010). Esta
mayor activación muscular (EMG) a nivel lumbo-abdominal se justifica por la
necesidad de estabilizar el raquis, ya que a mayores niveles de inestabilidad raquídea se
requiere mayor activación de la musculatura estabilizadora central.
Sin embargo, la mayor activación muscular del CORE inducida por la inestabilidad de
los estudios mencionados no ha sido comparada en muchas ocasiones con las cargas
más altas que pueden ser típicamente manejadas durante el entrenamiento con ejercicios
con pesos libres en el suelo. Hamlyn et al. (2007) demostraron que squats y pesos
muertos (al 80% de 1RM) produjeron mayores activaciones de los músculos erectores
espinales y cuadrado lumbar (34%–70%) que los ejercicios inestables calisténicos
(supérman y puente lateral), sin diferencias significativas en la implicación del oblicuo
externo y el recto abdominal. En otro estudio similar, Nuzzo et al. (2008) hallaron
mayores activaciones del longísimo y multífidos con el peso muerto y squat sobre
superficie estable que con ejercicios calisténicos sobre superficies inestables. También
Willardson et al. (2009) registraron mayor activación muscular, en sujetos entrenados,
en el recto abdominal durante el press por encima de la cabeza y en el transverso
abdominal y oblicuo interno durante el mismo ejercicio y en el curl de bíceps cuando se
levantaba el 75% de 1RM sobre suelo estable que cuando se levantaba el 50% de 1RM
sobre un Bosu. Los autores de este último estudio concluyen que, con cargas
correspondientes al 75% y al 50% de 1RM, no existe ninguna ventaja en la utilización
del Bosu, con lo que estos ejercicios pueden realizarse con materiales inestables sin
perjuicio de los beneficios potenciales de entrenamiento para la musculatura del core.
Todas estas evidencias sugieren que los ejercicios tradicionales de fuerza realizados con
intensidades medias-altas sobre una base estable pueden resultar más efectivos para el
entrenamiento de la musculatura paravertebral que otra clase de ejercicios en entornos
inestables.
Por otro lado, es interesante aclarar que la activación muscular puede verse influida por
el uso de una superficie inestable, sin embargo el aumento de activación no influye a
todos los músculos y en todas las condiciones/ejercicios (Lehman et al., 2005a, 2006).
Un buen ejemplo de ello, es el estudio de Lehman et al. (2005b) donde no se registraron
mayores activaciones musculares del recto abdominal por realizar un puente supino en
comparación con hacerlo sobre el suelo. Esto es debido a que los músculos responsables
de estabilizar la postura son específicos según la tarea realizada, y no todos los
músculos del Core serán más solicitados por hacer un ejercicio bajo condiciones
inestables que en el suelo.
Pero también sabemos que los cambios en la activación muscular con un material
inestable no provienen únicamente de la situación de inestabilidad, sino también por las
modificaciones biomecánicas del ejercicio (aumentos del brazo de palanca, del ROM,
etc.). Los materiales inestables sirven de cuñas o alzas que permiten modificar el centro
de gravedad y las longitudes de los brazos de resistencia. Tener en cuenta esto puede
ayudar sustancialmente a la hora de establecer progresiones del nivel de dificultad del
mismo ejercicio. Incluso podemos facilitar el ejercicio tanto como para que la demanda
neuromuscular sea menor que el mismo ejercicio realizado sobre el suelo.
Los ejercicios realizados sobre medios inestables pueden no sólo incrementar la
activación muscular del core por la necesidad de estabilizar el raquis, sino que también
pueden aumentar la activación y co-activación muscular en las extremidades. Por
ejemplo, la activación muscular del tríceps y deltoides fueron mayores con el push-up y
press de pecho (60% de 1RM) cuando se hicieron sobre condiciones inestables que
cuando se realizaron en condiciones de estabilidad (Marshall y Murphy 2006a, 2006b).
El sóleo (30%–40%) y cuádriceps (5%–15%) obtuvieron mayor activación durante
squats inestables (Anderson y Behm, 2005). Está documentado que tanto la cabeza
corta como la larga del bíceps braquial pueden contribuir como estabilizadores
anteriores de la articulación glenohumeral, y su papel en la estabilización aumenta a
medida que la estabilidad articular disminuye (Itoi et al. 1993). La activación de la
musculatura del tronco también puede verse incrementada en este tipo de ejercicios
como el press de banca y fondos cuando la superficie de apoyo es un fitball (Behm et
al., 2002; Lehman et al., 2006; Marshall y Murphy, 2006b), pero no hay ningún efecto
aparente cuando el ejercicio ejecutado es un press de hombros (Behm et al., 2002).
Paralelamente a este efecto agudo de aumento de la activación muscular, también se da
un descenso de la producción de fuerza en conjunción con la elevada activación
muscular de los miembros, enfatizando la función estabilizadora de la musculatura
implicada (Anderson y Behm 2004). La producción de fuerza y potencia se ve
seriamente afectada cuando se realizan ejercicios utilizando un material inestable como
soporte, asiento o punto de apoyo. Este efecto afecta tanto como para ocasionar un
descenso de entre el 20 y el 70% de la máxima potencia producida con el mismo
ejercicio realizado en un entorno estable, como han podido constatar numerosos
estudios (Behm et al., 2002; Anderson y Behm, 2004; Kornecki y col., 1994, 2001;
Drinkwater y col, 2007; McBride y col., 2006; Willarson, 2007; Koshida y col., 2008).
En el estudio de Drinkwater et al. (2007) los sujetos realizaron squats con distintas
cargas sobre suelo estable, almohadillas de espuma y un bosu. Hubo un descenso
significativo, inducido por la situación de inestabilidad, de potencia pico concétrica y
excéntrica, fuerza, velocidad y profundidad del squat. Todos estos estudios llegan a la
conclusión de que a mayores niveles de inestabilidad externa menor
producción/aplicación de fuerza y potencia de la musculatura agonista, debido al
aumento de la rigidez articular necesaria para estabilizar las articulaciones implicadas.
Por tanto, para mejorar las prestaciones de fuerza/potencia (incluso hipertrofia)
necesitamos contar con elevados niveles de estabilidad externa (Nuzzo y col., 2008),
que sólo es posible entrenando en un entorno estable como el suelo, o sobre un banco.
El aspecto donde parece haber mayor consenso científico respecto de los efectos agudos
al realizar ejercicios sobre medios inestables es el incremento de la co-activación
antagonista en el tronco (Vera-García et al., 2000), miembros inferiores (Behm y
Anderson, 2002; Fransson et al., 2007; Youdas et al., 2007) y miembros superiores
(Behm y Anderson, 2006). La co-activación muscular del tronco es una estrategia usada
por el sistema motor para estabilizar la columna (Gardner-Morse y Stokes, 1998;
Granata y Marras, 2000; McGill, 1991; Vera-García et al., 2006, 2007), y ha sido
relacionada con la prevención de lesiones (Hrysomallis, 2007), a pesar de limitar la
producción de fuerza, sobre todo en gestos deportivos.
En resumen, y a la vista de los resultados científicos, podemos decir que los efectos
agudos principales que suelen darse al realizar ejercicios con materiales inestables son
los siguientes:
- Mayor activación/reclutamiento muscular (especialmente de la zona lumbo-
abdominal) para aumentar la estabilidad articular.
- Mayor co-activación antagonista (en tronco, miembros superiores e inferiores)
para aumentar la estabilidad articular producida por la inestabilidad externa.
- Mayor participación isométrica de la musculatura fijadora/estabilizadora
(Colado et al., 2008).
- Disminución de la producción de fuerza/potencia y velocidad en las acciones
con las extremidades por el aumento de la rigidez articular que genera el
incremento de co-activación muscular.
Beneficios o efectos crónicos pretendidos por el entrenamiento
inestable.
Existe una gran cantidad de estudios científicos que tratan de vislumbrar los posibles
beneficios y utilidades del uso sistemático de medios inestables. Tratando de agrupar y
resumir la inmensa mayoría de tales estudios de algún modo útil y práctico, podemos
concluir que todos ellos se dirigen a demostrar o desmentir su posible utilidad en alguno
de los siguientes campos:
La salud. La mejora de la fuerza y estabilidad central, mediante el fortalecimiento
muscular y la mejora del control neural del raquis, puede ayudar en la prevención del
dolor lumbar crónico. También existe una gran evidencia de que el entrenamiento de
equilibrio con materiales inestables puede mejorar la capacidad de equilibrio estático
(DiStefano et al., 2009).
La rehabilitación. Para la prevención y recuperación de lesiones de los miembros
inferiores (rodilla y tobillo) y la disminución de la incidencia del dolor lumbar.
Rendimiento deportivo. Para esclarecer la posible mejora de determinados marcadores
del rendimiento deportivo relacionados con la producción de fuerza/potencia de las
extremidades inferiores por entrenar con materias inestables.
Beneficios sobre la prevención y recuperación de lesiones.
Los medios o materiales inestables han sido frecuentemente utilizadas como una
herramienta terapéutica más dentro del proceso de rehabilitación de diferente tipo de
lesiones, especialmente aquellas relacionadas con el miembro inferior. La aparición de
nuevo equipamiento, así como una creciente preocupación por la optimización de los
programas de tratamiento y prevención de lesiones deportivas, ha provocado que en los
últimos años la investigación aplicada haya crecido exponencialmente, y que de este
modo podamos acceder a diversas revisiones sistemáticas que valoran globalmente su
efecto sobre el deportista lesionado de forma aguda o crónica (Benito y Martínez,
2009).
Tomando como referencia alguna de esas revisiones (Hubscher et. al, 2010; McKeon y
Hertel, 2008) podemos destacar las siguientes conclusiones:
- 36% menos de incidencia de lesiones de tobillo.
- Más efectivo en deportistas con antecedentes lesivos.
- Mayor efecto preventivo cuanto mayor duración del programa de entrenamiento
(efecto acumulativo).
- ENTRENAMIENTO NEUROMUSCULAR GLOBAL (intervención múltiple:
propioceptivo + pliometría + estiramientos):
- 39% menos de riesgo total de sufrir una lesión en extremidad inferior,
- 51% menos de riesgo de lesiones agudas de rodilla,
- 50% menos de riesgo de esguince de tobillo.
La mejora propioceptiva de los tejidos estabilizadores de la rodilla y tobillo ha sido
amplia y tradicionalmente documentada por el uso de medios inestables (Hoffman y
col., 1995; Caraffa et al., 1996; Verhagen et al., 2004, Kidgell et al., 2007). Sabemos
por tanto que el uso de materiales inestables puede proporcionar múltiples beneficios en
el ámbito de la rehabilitación por restablecer el funcionamiento normal de la
musculatura estabilizadora y facilitar la reeducación propioceptiva de los miembros
inferiores lesionados (rodilla y tobillo).
También hay estudios que apuntan la posibilidad de disminuir la incidencia de dolor
lumbar en deportistas (Kolber y Beekhuizen 2007). Por su parte, Marshall y Murphy
(2008), aportan evidencias que apoyan la eficacia de un programa de ejercicio
supervisado de rehabilitación (12 semanas de ejercicios con fitball) para conseguir una
mejora más rápida de la discapacidad funcional y de la respuesta a la flexión-relajación
lumbar en sujetos con dolor lumbar crónico inespecífico. El mismo estudio también
señala cambios crónicos en la latencia de la musculatura profunda abdominal, lo que
puede indicar que esta medida es un marcador apropiado de la disfunción general del
sistema nervioso de la región lumbar (Marshall y Murphy, 2008).
El mecanismo explicativo de esta disminución del riesgo de lesión o recaída es la mayor
y más rápida co-activación agonista-antagonista de la musculatura estabilizadora (Behm
et al., 2010), lo que sin duda mejora la estabilidad articular ante cualquier situación
prevista o inesperada resultando en un efecto preventivo-protector de lesiones con
interesante aplicación a lo largo de toda la temporada deportiva.
No obstante, el aumento de la actividad antagonista puede también influir
negativamente en la producción de fuerza y potencia al oponerse a la dirección del
movimiento (Drinkwater et al., 2007). Esto puede ayudar a explicar parcialmente por
qué el entrenamiento aislado de la musculatura del Core puede ser más útil en los
programas de rehabilitación pero menos efectivo en los programas de
acondicionamiento deportivo (Behn et al., 2010). El uso de medios inestables puede
aportar los mayores beneficios en programas tipo de rehabilitación para restablecer la
función normal de la musculatura central en deportistas lesionados o en programas de
acondicionamiento físico clásicos para mantener o mejorar la función de la musculatura
del core en sujetos desentrenados o activos de nivel recreacional (Behn et al., 2010).
Beneficios sobre la mejora del rendimiento deportivo.
Pese a que el rendimiento deportivo no es el objeto principal de este trabajo de revisión,
creemos interesante hacer una breve exposición respecto a esta apartado, a fin de
ampliar la perspectiva de conocimiento sobre la temática.
Al respecto de este tópico es preciso diferenciar entre las distintas líneas de
investigación existentes. Una de ellas es aquella que trata de comprobar qué efecto para
el rendimiento (producción y mejora de potencia y fuerza) tiene la realización de
ejercicios tradicionales de entrenamiento de la fuerza con medios inestables en
comparación con hacerlos sobre un entorno estable (suelo), y otra es aquella que trata de
comprobar si mediante un programa específico de entrenamiento para el fortalecimiento
del Core sobre materiales inestables se puede mejorar algún marcador del rendimiento.
Sobre el segundo enfoque, decir que son muchos los especialistas y científicos del
acondicionamiento físico los que consideran que la estabilidad central es un
componente clave del entrenamiento para mejorar el rendimiento deportivo (Jeffreys,
2002; Leetun et al, 2004; McGill, 2001). De hecho, el core proporciona un enlace entre
las extremidades inferiores y superiores para transferir las fuerzas (Behm et al., 2005).
Sin embargo, hasta la fecha, son muy pocos los estudios que hayan demostrado mejoras
significativas del rendimiento en sujetos entrenados mediante intervenciones que hayan
enfatizado la realización de ejercicios de fuerza sobre medios inestables (Cressey et al.
2007; Scibek et al. 2001; Stanton et al. 2004). Por el contrario, la mayoría de los
estudios han utilizado sujetos desentrenados o activos a nivel recreacional (Butcher et
al. 2007; Cosio-Lima et al. 2003; Cowley et al. 2007; Kean et al. 2006; Thompson et al.
2007; Yaggie y Campbell, 2006). Por lo tanto, es una temática poco estudiada -
especialmente cuando la intervención utiliza materiales inestables - y complicada de
demostrar. A continuación se comentan algunos de los estudios más significativos sobre
esta cuestión.
Stanton y col. (2004) desarrollaron 6 semanas de entrenamiento con fitball en sujetos
entrenados. Hubo mejora significativa de la estabilidad central (mediante el test de
Sahrmann) y el tiempo hasta la fatiga (mediante el test de estabilización prona). No
obstante, no hubo mejora de la economía de carrera (medida en VO2max.) a velocidades
submáximas, ni de la posición corporal en carrera.
Por el contrario, Sato y Mokha (2009) evaluaron la efectividad de un programa de
entrenamiento del Core con pelota suiza de 6 semanas (4 veces por semana, con 5 tipos
de ejercicios de 2 a 3 series de 10 a 15 rep.) sobre parámetros cinemáticos (fuerzas de
reacción), de equilibrio del tren inferior y de rendimiento de carrera en 5000 m. en
corredores entrenados. Apuntaron mejoras significativas mayores en el rendimiento de
la carrera y test de equilibrio en el grupo de entrenamiento del Core. Aunque esta
mejora en el rendimiento viene matizada por el hecho de que existían diferencias
significativas en el rendimiento previo entre el grupo de control y el de intervención,
que por lo tanto tenía mayor margen de mejora en el test de carrera (Benito y Martínez,
2009). La conclusión final fue que un programa de acondicionamiento del Core
centrado en un alto volumen de entrenamiento podía mejorar los tiempos de carrera.
Scibek y col. (2001), llevaron a cabo un entrenamiento de 6 semanas basado en
ejercicios con fitball en un grupo de nadadores para valorar el rendimiento en seco
(lanzamiento de balón medicinal, salto vertical, control postural) y en agua (velocidad
de nado). Tras finalizar las 6 semanas de entrenamiento con fitball, aparte de su
entrenamiento habitual en piscina, pudieron comprobar que el rendimiento específico en
natación (tiempos de nado) no había mejorado respecto al grupo control, a pesar de
haber mejorado algunas otras valoraciones (lanzamiento de balón medicinal hacia
delante y control postural). La conclusión final fue que el entrenamiento con pelota
suiza podía no ser lo suficientemente específico a los requerimientos de estabilidad de la
natación y podía haber inducido fatiga a los sujetos.
Tse et al. (2005 examinaron la efectividad de un programa de resistencia muscular del
core sobre varias medidas de rendimiento de remeros universitarios (salto vertical, test
de remo de 2000 m.). Tras 8 semanas de entrenamiento del core, el grupo experimental
que realizaba ejercicios de estabilización, mostró mejoría en el test de resistencia
muscular en decúbito lateral del protocolo de McGuill. No se hallaron diferencias
significativas en el grupo de entrenamiento del core en marcadores de rendimiento.
El estudio de Butcher y col., 2007 ha podido demostrar claramente la mejora del
rendimiento (velocidad de despegue en el salto vertical), en sujetos desentrenados, por
el entrenamiento de la estabilidad central mediante superficies inestables.
Por tanto, con los estudios realizados hasta la fecha no queda demostrado que exista una
asociación definitiva entre la mejora de la estabilización central, mediante el
entrenamiento con medios inestables, y la mejora del rendimiento deportivo. Sin duda,
algunos de los problemas pueden estar en la especificidad biomecánica y validez
científica de los tests utilizados para medir la estabilidad central, y por otro en la
inespecificidad de los ejercicios utilizados para transferir la supuesta mejora al gesto
deportivo.
Desde el otro enfoque de investigación, valorando la idoneidad de implementar un
volumen mínimo de entrenamiento inestable combinado con el entrenamiento
tradicional, Cressey y col. (2007) demostraron que la inclusión de un entrenamiento con
superficies inestables para el miembro inferior puede disminuir los efectos sobre la
ganancia de potencia. En este estudio se desarrollaron 10 semanas de entrenamiento
mediante ejercicios tradicionales (squats, squats a una pierna, lunges, peso muerto) para
la mejora de la potencia sobre discos hinchables en futbolistas. La conclusión final fue
que el entrenamiento en inestabilidad atenuaba las ganancias de potencia en
comparación con el grupo que entrenaba sólo en entorno estable al medirlo mediante
distintos tipos de saltos (CMJ, BDJ) y sprints de distancias cortas. Se pensó que los
peores resultados del grupo que entrenó sobre superficies inestables podría deberse a
una reprogramación de patrones neuromusculares que afectó crónicamente al
funcionamiento del ciclo estiramiento-acortamiento fundamental para el rendimiento de
actividades deportivas.
A la vista de las evidencias científicas comentadas en este apartado podemos realizar
algunas recomendaciones y apreciaciones interesantes:
- El entrenamiento exclusivo inestable disminuye los efectos sobre la mejora de
fuerza y potencia en sujetos entrenados.
- Por eso se recomienda la utilización de medios inestables en combinación, y
nunca de forma exclusiva, con el entrenamiento de fuerza con pesos libres.
- Ya que la mayoría de los deportes se desarrollan en entornos estables, los
ejercicios de fuerza diseñados para retar a la estabilidad espinal deberían
prescribirse de este modo (Cressey et al. 2007; Willardson 2007).
- El entrenamiento inestable del tren inferior es inespecífico de la mayoría de
actividades deportivas y por eso no produce mejoras sustanciales de fuerza o
rendimiento en tareas funcionales (Cressey et al., 2007; Bruhn y col., 2004).
- Esta justificación también es válida para la gran mayoría de actividades de la
vida diaria, que se desarrollan en entornos estables. Bajo este punto de vista, y
basándose en la investigación disponible, parece que las mejoras funcionales se
conseguirán mejor cuando la mayor parte del entrenamiento se desarrolle sobre
superficies estables (principio de especificidad).
- Los ejercicios con peso libres de cadena cinética cerrada (caracterizados por una
inestabilidad moderada y una alta producción de fuerza/potencia) presentan
mayor especificidad con la mayoría de gestos deportivos. Los levantamientos
con pesos libres en suelo deben ser la base de ejercicios para mejorar la
estabilidad central (Behn y col., 2005, 2010; Willardson, 2007).
- Los deportistas entrenados pueden necesitar un estímulo adaptativo mayor en
términos de producción de fuerza, velocidad de movimiento, y fuerza explosiva
que aquél que puede ser proporcionado mediante ejercicios de fuerza realizados
sobre medios inestables, debido a la necesidad de un volumen e intensidad
mayor para estimular adaptaciones (Baechle et al. 2008).
- Los ejercicios locales sobre superficies inestables para el core deberían
periodizarse en fases alejadas del periodo competitivo con el objetivo de
desarrollar la resistencia muscular (Behn y col., 2010).
- El aumento de la activación antagonista de las extremidades inferiores puede ser
contraproducente para tareas explosivas/potentes (Drinkwater y col., 2007).
- Además, la técnica y seguridad del ejercicio puede verse comprometida a las
intensidades necesarias para mejorar la fuerza (Drinkwater y col., 2007).
Componentes de seguridad y eficacia en el entrenamiento mediante
materiales inestables.
Por todos es sabido que algunas posiciones adquiridas en determinados ejercicios
pueden someter a la columna a elevadas cargas que pueden ser excesivas en sujetos
inexpertos, debido al torque que se genera con las extremidades superiores o inferiores
(Vera-García y col., 2000), más aún si son magnificadas por la condición inestable de la
superficie de apoyo. El entrenamiento que utilice las superficies inestables como un
medio para facilitar o añadir dificultad a la tarea desarrollada deberá cumplir una serie
de condiciones o premisas que, por un lado, salvaguarden la integridad osteo-articular
de sus practicantes (especialmente a nivel raquídeo), y por otro, cumplan el cometido u
objetivo por el que se realizan (aumentar las demandas neuromusculares y
propioceptivas).
Respecto al criterio de seguridad, que garantice proteger la integridad del sistema pasivo
del raquis, debemos prestar atención al riesgo que puede suponer la realización de
ciertos ejercicios con alta demanda de estabilización activa, pudiendo desembocar en
posiciones consideradas potencialmente lesivas, especialmente entre noveles y poco
entrenados (Colado y col., 2008). Para ello es fundamental saber adaptar la
tarea/ejercicio a las capacidades del sujeto que las ejecuta. Pero, demasiado a menudo,
comprobamos como se realizan ejercicios sobre superficies inestables demasiado
exigentes para la verdadera capacidad de estabilización del sujeto. Principios del
entrenamiento tan elementales como el de progresión e individualización no son
aplicados correctamente a la hora de establecer progresiones de dificultad, y por tanto
de demanda neuromuscular, de los ejercicios realizados. No debemos olvidar que el
ejercicio per se constituye uno de los elementos que determina la carga interna (dosis)
del entrenamiento. Por esto, es fundamental no sólo individualizar correctamente las
variables más tradicionales que definen la dosis del entrenamiento (volumen,
intensidad, frecuencia, densidad) sino también el tipo y grado de dificultad del ejercicio
propuesto. El éxito de la utilización de estos medios de trabajo sólo es posible si se
cumplen criterios de progresión e individualización de los ejercicios y dosis de trabajo
según las características y necesidades de cada persona.
Igualmente, para garantizar la seguridad del ejercicio, debemos saber cuáles son los
rangos articulares saludables de cada acción articular del raquis, y no sobrepasar
determinados rangos de movimiento que desestabilicen las articulaciones y
comprometan a alguna de las estructuras pasivas. Es necesario, para poder desarrollar
los ejercicios de estabilización de forma segura, atender al significado de estabilidad de
la zona media. En esta región, como ya ha sido comentado, el concepto de estabilidad
está íntimamente relacionado con el de zona neutral, establecido por el profesor Panjabi
(1992, 1994), el cual define este concepto como la parte del ROM dentro del cual hay
mínima resistencia a la movilidad articular (Panjabi, 2003). La importancia de la zona
neutra radica en la posición natural fisiológica. Sobrepasar este punto tanto hacia la
extensión como hacia la flexión incrementará la resistencia al movimiento, y si además
dicho movimiento es realizado contra resistencias o en situaciones inestables las
probabilidades de lesión son mayores.
Por tanto, la técnica correcta para los ejercicios de estabilización raquídea –
especialmente cuando son ejecutados sobre superficies inestables- es aquella donde se
mantiene la lordosis fisiológica dentro de la zona neutra comentada (alineación lumbo-
pélvica). Las posturas de rectificación o inversión lumbar, por el contrario, aumentan la
presión intra-discal y el estrés de cizalla anteroposterior (Wilke y col., 1999; McGill y
col., 2000). En ocasiones, la estabilización activa y equilibrio conseguido puede venir
dada por la activación de los músculos flexores de la cadera (Hildenbrand y col., 2004),
que debe ser evitada para reducir la presión intra-discal y el estrés a nivel vertebral.
Por último, comentar que la estabilización escapular es otro componente técnico
importante. Durante la ejecución de todos los ejercicios sin excepción, que pueden o no
incorporar movimientos con las extremidades superiores, se debe mantener una posición
escapular neutra o en retracción a merced de una activación isométrica. De este forma
se consigue una mayor estabilidad para el complejo articular del hombro y una mejor
postura raquídea (fisiológica).
POSICIÓN CORPORAL DECÚBITO PRONO
EJERCICIO PUENTE PRONO
ACCIÓN ARTICULARESTABILIZACIÓN
ISOMÉTRICA
PLANO DE MOVIMIENTO SAGITAL/TRANSVERSAL
GRUPOS MUSCULARESFaja lumbo-abdominal en
su conjunto
SEGMENTO FIJO
(en apoyo)
TREN SUPERIOR E
INFERIOR
SEGMENTO LIBRE
NIVEL I NIVEL II NIVEL III
PROGRESIÓN DE EJERCICIOS
Figura 7. Ejemplo de progresión de ejercicio mediante el manejo de los niveles de estabilización externa
y los incrementos en las demandas de estabilización interna activa por medio de elementos
desestabilizadores (bosu y fitball)
Conclusiones y aplicaciones prácticas
1. Todos los programas basados en ejercicios sobre superficies inestables, deberían
comenzar por un test para determinar cuál es la amplitud funcional y posibles patrones
disfuncionales o restricciones (Hyman y Liebenson, (2003) y la resistencia de la
estabilidad espinal.
2. Las respuestas a este tipo de entrenamiento son individuales (diferencias biomecánicas,
de equilibrio y del sistema propioceptivo) por lo que no se debería generalizar los
entrenamientos. Se sugiere que se atienda individualmente a los efectos del
entrenamiento con inestabilidad puesto que existen múltiples variables que pueden
afectar a la eficacia del ejercicio(Lehman y col., 2005a,b; Hildenbrand y Noble, 2004)
3. Parece ser que existe una relación directa entre el incremento de inestabilidad y el grado
de activación de los músculos estabilizadores. Sin embargo, Vera-García y col. (2000)
avisan que existe algunas posiciones y situaciones que someten al raquis a elevadas
cargas que pueden ser excesivas en sujetos inexpertos (Vera-García y col., 2000) debido
al torque que se genera al realizar ejercicios con las extremidades, superiores o
inferiores. Ante esta situación de descenso de rendimiento de fuerza se deben ajustar el
número de repeticiones para cada ejercicio (para extremidades) que se realice sobre
superficie inestable.
4. Mayores grados de inestabilidad requieren de una mayor activación de los músculos
estabilizadores del tronco, pero también lidera un descenso del rendimiento de fuerza de
las extremidades. La actividad electromiográfica no se inhibe en situaciones inestables,
aunque si lo haga el rendimiento de fuerza, esta situación permite entrenamientos con
menores cargas, pero con elevadas activaciones musculares, protegiendo, por tanto, las
articulaciones
5. El trabajo de inestabilidad lidera mejoras de equilibrio, estabilidad y capacidades
propioceptivas
6. Un programa de estabilización adecuado y progresivo puede liderar mejoras en la
estabilidad espinal y por ende, sobre la salud de la espalda, dedicando poco tiempo de
entrenamiento (recomendado de 2 a 4 días, aproximadamente 20 minutos de ejercicio)
Realizar ejercicios sobre fitball puede ser seguro para las personas que sufran patologías
de la espalda baja, puesto que este aparato permite entrenar sin causar excesivas cargas
compresivas (Lehman y col., 2005)
7. Existe una evidente necesidad de generar progresiones lógicas para incrementar el
estímulo sin que sea excesivo (Akuthota y Nadler 2004, McGill 1999, Lehman et al.
2005).
8. Existen ciertas situaciones en las que existe una mayor predisposición a lesionar la
columna lumbar, principalmente e primeras horas de la mañana (Adams et al. 1987) y
tras largos periodos de sedestación (Liebenson 2004, McGill et al. 2006). Por ello se
recomienda comenzar las clases con un calentamiento general seguido de un
calentamiento específico que incluya 5-6 cat-camels con el objetivo de reducir la
viscosidad intravertebral (McGill, 1999).
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