Barriga Verde

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Barriga Verde A fines del siglo pasado, vagaba por la calles de esta histórica y “muy noble de Santo Domingo, un pobre muchacho que pareca ser peninsular, sin paradero fi!o alma cristiana que por "l fuese# $o se saba cu%ndo ni cómo ni donde haba arribado a estas hospi Solamente se aseguraba que haba sido robado en &spa'a y trado aqu, no se sabe motivos, en alg(n buque de los que por rare)a se aparecan por estos puertos# Su edad dicen que no pasara de cinco o seis a'os, aunque acaso llegara a di inclemente clima de la isla haba hecho f%cil presa en el abandonado ni'o* y las calenturas que le consuman, rela!ando su organismo le haban proporcionado protu vientre y mortal color a su fisonoma# +, o porque estaba cubierto con camisa hecha !irones que de!aban ver sus venas a) verdeando sobre el blanqusimo cutis de su vientre, seg(n opiniones, o , lo que e corriente, porque vesta un vie!o y raido chaleco de pa'o verde* el caso es que l muchachos de la "poca, con su habitual malignidad de gamins, bauti)aron a su ind colega con el ridculo y e presivo mote de Barriga Verde y con el calificativo de tamborí , nombres por los cuales era generalmente conocido# -n da, un pacifico habitante de la Ciudad Antigua, hombre de color, y de los qu entonces llevaban holgada vida a(n estando en concepto de pobre, pero de los sano piadosos e!emplos de hombra de bien tradicional que en esos tiempos traba!aba activamente en su taller de )apatera en que se hacan aquellas chancla cordob%n que usaban ricos y pobres como el me!or cal)ado, los (ltimos singularmen .tros dicen que era sastre# /unto al taller, tena un tenducho o pulpera, y hay quien diga que era hombre ac 0oraba por el hoy llamado calle!ón de la &speran)a, en una de esas casitas terrer que a(n forman la mayor parte del casero de la 1apital, y que se ve todava pasa

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Es un cuento tradicional de una antología de cuentos de Cesar Nicolas Penson.

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Barriga VerdeA fines del siglo pasado, vagaba por la calles de esta histrica y muy noble ciudad de Santo Domingo, un pobre muchacho que pareca ser peninsular, sin paradero fijo y sin alma cristiana que por l fuese.

No se saba cundo ni cmo ni donde haba arribado a estas hospitalarias playas. Solamente se aseguraba que haba sido robado en Espaa y trado aqu, no se sabe por qu motivos, en algn buque de los que por rareza se aparecan por estos puertos.Su edad dicen que no pasara de cinco o seis aos, aunque acaso llegara a diez. El inclemente clima de la isla haba hecho fcil presa en el abandonado nio; y las fuertes calenturas que le consuman, relajando su organismo le haban proporcionado protuberante vientre y mortal color a su fisonoma.Y, o porque estaba cubierto con camisa hecha jirones que dejaban ver sus venas azuladas verdeando sobre el blanqusimo cutis de su vientre, segn opiniones, o , lo que es ms corriente, porque vesta un viejo y raido chaleco de pao verde; el caso es que los ociosos muchachos de la poca, con su habitual malignidad de gamins, bautizaron a su indigno colega con el ridculo y expresivo mote de Barriga Verde y con el calificativo de barriga de tambor, nombres por los cuales era generalmente conocido.Un da, un pacifico habitante de la Ciudad Antigua, hombre de color, y de los que para entonces llevaban holgada vida an estando en concepto de pobre, pero de los sanos y piadosos ejemplos de hombra de bien tradicional que en esos tiempos no escaseaban, trabajaba activamente en su taller de zapatera en que se hacan aquellas chanclas de cordobn que usaban ricos y pobres como el mejor calzado, los ltimos singularmente. Otros dicen que era sastre.Junto al taller, tena un tenducho o pulpera, y hay quien diga que era hombre acomodado. Moraba por el hoy llamado callejn de la Esperanza, en una de esas casitas terreras vetutas que an forman la mayor parte del casero de la Capital, y que se ve todava pasadas dos casas de una esquina, en la calle del Comercio, a la entrada del dicho callejn y a mano izquierda.Un da, decimos, en que estaba entregado a sus ordinarios quehaceres el artesano, su mujer, que haba salido por casualidad a la puerta de la calle entr muy compungida y llena de esa caritativa conmiseracin que inspiraba el prjimo en tiempos en que el prjimo era an persona humana.Entr pues la buena mujer, y suspendiendo el viejo su ruda tarea, oy que sta le deca:-Ay! Taita Polanco, que as le denominaban, y como llamaban entonces a padres abuelos, mira que ah, en la calzada, est un pobre muchacho blanco, enfermito, enfermito el pobre! Est tiritando de calentura. Era el dicho habitante del temperamento que aqu somos todos, es decir, generoso y hospitalario a carta cabal. As fue que dejando sus herramientas, se lleg al muchacho compasivamente, y reconocindole, movile con suavidad y le dijo:-Eh, Barriga Verde qu tienes, ests malo?El nio apenas respondi con un dbil gemido, y continuo temblando de fro.-Pobre muchacho! murmur el taita Polanco.Y ayudado de su mujer, tom por debajo de los brazos al abandonado muchacho y lo entraron en su morada, en que ya le haba hecho preparar en un aposento cmoda cama con una estera de juncos y pieles.All se rebuj en una vieja frazada el chicuelo dando diente con diente.-Pobre muchacho! Repeta el honrado taita Polanco a quien hacia coro en su compasiva exclamacin toda su digna familia, mientras mandaba disponer ciertas pcimas caseras con que se propona medicinar a su protegido.Y tal fue la virtud de las pcimas, y tales los cuidados que con el pobre chico se tuvieron en aquella humilde y bendita casa, que en breve Barriga Verde se restableci, y se quedo a vivir bajo tan hospitalario techo; prodigando su afecto a toda la familia y apellidando pap al buen hombre.Dicen que la seora se encari con l y que desde el primer momento, mand hacerle a una vecina, de unas poyeras suyas, un sayn como de muerto, cuenta uno de los que refieren esta verdica historia, a fin de trocarle por el pronto al chico sus harapos y callejero traje, por algo ms decente. Le lavaron y le peinaron esmeradamente, y como que tenia perdida la cabeza de piojos, y en vano haban probado a meter el peine en lo que fueron guedejas de rubio cabello, opt el honrado taita Polanco por llevarle a la barbera de enfrente en la cual le rasuraron.Luego satisficieron su hambre con buenas comidas de aquellas sabrosas de la poca, remojadas con suculento chocolate y jengibre de la tierra.Era el nio, al decir de unos deudos sobrevivientes del honrado menestral, lo que se llama un botn de rosa: muy blanco, sonrosado de ojos azules, pelo rubio, nariz perfilada, cara redonda y lleno de carnes. Pareca inteligente.Razn de ms eran tales prendas para acrecentar el afecto de la familia y singularmente del digno viejo hacia la abandonada criatura.Quin era sta?Ni el cont nada de su vida, porque ni siquiera saba como lo haban trado de Espaa, ni que tierra era esta ni menos persona alguna poda dar informes de l.La familia le rodeaba de atenciones y cuidados, tratndole como a un prncipe.El viejo taita Polanco se haca acompaar de su nio para ir al merado, le puso a la escuela, y maana y tarde le llevaba y le traa, como temeros de que le arrebatasen su prenda, educndole l por su parte en los rgidos principios de buena moral conforme a las costumbres de aquellos venturosos tiempos. No se apartaba un instante de su protegido, pero ni su protegido de su bienhechor, siendo el uno la sombra del otro; y as se les vea ir a misa, asistir a las fiestas religiosas del barrio y en todas partes.No hay que decir que la anciana seora estaba clueca, y que en las veladas se pona as, mientras ella hilaba o repasaba el rosario, en sondole a mascullar largusimos rezos.La gente se haba acostumbrado a ver al honrado menestral taita Polanco y su postizo hijo, y admiraba tambin el aspecto distinguido del ltimo y su preciosa carita.Falta hacer notar que tiempo despus de estar aqu el desamparado nio, llegaron unos papeles, como dicen los antiguos, que sin duda eran reales provisiones o requisitorias para que se buscase a un nio muy principal que haba desaparecido de la Corte de Espaa, requisitorias que, dicen, se dirigieron a todos los dominios espaoles; perdida ya, parece, la esperanza de encontrrsele en la pennsula.Pero se fijaran los sencillos habitantes de Santo Domingo, y muy singularmente los postizos padres del nio, en tal coincidencia?No es probable.Y aqu entra nuevamente el misterio.Llegado era el momento de la cruel separacin, en que deba restituirse al nio a su hogar y su patria.El como sucedi, nadie lo sabe. Quin conjetura que, naturalmente, las autoridades reclamaran al chico, y es lo ms seguro, o clandestinamente lo arrebataran al calor del pobre techo que le daba abrigo, cual dice que desapareci tan misteriosamente como haba apareci: el caso es que, cuando ya estaba hecho un mocito y cuando mas encariados vivan uno con otro l y su generoso protector, el mejor da aquel hogar feliz todo fue confusin y llanto.Como quiera que sea, el pjaro haba volado, tal vez para siempre!Y as hemos de hallar al buen menestral y a digna compaera, olvidados del vivir, tirados sobre sus butacas de cuero, llorando a lgrima viva, y con unos gemidos capaces de partir los callaos, como si se les acabase de morir un hijo nico.As las cosas, ocurri un incidente que vino a ligarse por extrao modo a ste que aparece cuento de Las mil y una noches, y no es sino historia pura.

Haban pasado ya muchos aos.Viva en la Ciudad Antigua un seor respetable que era Escribano y de cuyo nombre nadie se acuerda, aunque mientan el noble apellido Caro al hablarse de l. Tena entre manos un asunto que haba de resolverse en la metrpoli, y parece que no era muy bueno o en l estaba harto comprometido el Escribano.El hecho es que el tal Escribano deba pasar a Espaa forzosamente, debido a esta circunstancia.Y meditando en ello, sinti la necesidad que tena de una persona de su confianza que le acompaase en tan largo viaje.Se fij naturalmente en el hombre ms honrado de la ciudad, en el viejo menestra taita Polanco. Lo madur bastante, porque era difcil que un hombre como aquel se resolviese a dejar su pas, arriesgndose a las molestias de semejante viaje, y al fin se decidi a hablarle del asunto.Estimaba mucho al bueno viejo, y era de l respetado y querido. Polanco era muy apreciado, y los ms encopetados seores se complacan en visitar su casa.Dicen que obispos y gobernadores, entre ellos, tenan placer en formar su tertulia en la puerta de la modesta casa todas las tardes: tan sencillas eran las costumbres entonces! naturalmente, el Escribano no poda faltar.Una tarde dijo al digno artesano, tomndole aparte:-Tengo un grandsimo empeo contigo, mi querido taita Polanco; pero no me has de decir que no.-Mande su merc, seor Escribano, lo que guste; que en todo lo que pueda ser servido, y en no siendo con dinero, porque no lo tengo, le servir de buena gana.-Has de saber que no tengo persona de ms confianza que t y El digno menestral hizo una mueca expresiva como hombre que est confuso e impaciente.-Gracias sean dadas a su merc, que tanto honra a este negro, dijo con humildad, conforme al buen natural de aquella gente, y al fraseo que gastaba.-Sabrs, pues que debo irme a Espaa a asunto urgente, y necesito una persona de confianza y de bien que haga conmigo el viaje. He pensado en ti, porque creo que eres el hombre ms honrado que tiene santo Domingo.

Taita Polanco dio un brinco de puro asombro.-Seor, este pobre negro ir a Espaa? Habla su Seora de veras?-Como lo oyes.-Me confunde Su Seora, balbuceo el digno anciano haciendo una humilde reverencia. Yo ir a Espaa, seor? Piense Merc que eso es imposible, aadi confundiendo y menudeando tratamientos.-De qu te asombras, buen taita Polanco? Vamos! Te decides o no? Te advierto que me haras un gran servicio.Maese Polanco se rasco la cabeza, y qued pensativo.Despus de todo, estaba satisfecho de que un principal caballero como aquel hubiese puesto su atencin en su humilde persona, y le retozaba all en lo ms recndito el deseo de ver aquella madre Espaa, que tan mal nos gobernaba, pero que en tan felices tiempos sobre el corazn los indomables hijos de esta heroica tierra.-Mire Su Seora, dijo al cabo de un rato de reflexin, esto de viajes es asunto muy grave, y, como perdn de Su Seora, a mi edad no deja de ser una locura. No debiera Su merc contar con este viejo para cosas as-Pinsalo bien, mi querido taita Polanco, replic bondadosamente el Escribano, poniendo una mano sobre el fornido hombro del menestral. Sentira que no me pudieras acompaar, por quien soy.-Pues bien. Si Su Seora se empea dijo aquel con visible turbacin y encogindose de hombros como resignado y temiendo, si insista en sus vacilaciones, dar qu sentir a su amigo. Yo lo consultare con mi mujer, si le parece a Su SeoraHay que entender que el honrado viejo era un hombre que deba consultarlo todo con su cara mitad, y sabido es que antao las mujeres tenan de verdad el gobierno de su casa y cualquier marido no haca lo que le daba la gana.-Perfectamente, contest el seor Escribano. Con que queda con Dios, aadi tomando su sombrero y su bastn estrechando la mano al buen viejo.-El sea con su merc, caballero, dijo maese Polanco acompandole hasta la calle.Y traspuesto que hubo el Escribano el umbral, el buen taita Polanco se persign como cien veces en el colmo del asombro, con no poca satisfaccin sin embargo.La excelente seora era discreta; y en honor de la verdad, no le pareci nada buena la ocurrencia de Su Seora el Escribano; aunque para ella era tan principal caballero y consecuente amigo y todo.As fue que dijo a su marido con mucha calma:-Bueno est que honre el caballero N. a su merc tomndole por hombre de toda su confianza; pero su merc debe entender que su merc no est para viajes ni nada de eso. Jess, Ave Mara Pursima! Aadi persignndose un viaje a la Corte! Y luego dejarme solitaBah! Replicaba taita Polanco, a quien no faltaban buenas ganas de ver eso, con que ni siquiera se haba permitido soar por ms de un motivo, verdad es que estoy algo viejo, pero an no chocheo, mujer. Sentira s que su merc sufriese desazn por mi ausencia.Pero qu digo al caballero?-Que no puede su merc arriesgarse a pasar la mar a su edad no le parece a su merc? Dijo con cierta tristeza y disgusto la buena mujer.Maese Polanco se encogi de hombros; junt y abult los labios y abri los ojos como quien se halla cogido y no sabe qu replicar.El seor Escribano volvi a los pocos das, y departi largo con los dos esposos. La buena mujer insista en que no estaba en el orden que el viejo se metiese en semejantes aventuras; aunque mucha pudiera ser la honra que se le siguiese.-Mire Su Seora, exclamaba con filosfica resignacin dirigindose al Escribano y qu papel ir a hacer su merc Seo Polanco entre esa realeza? Sera mejor que se quedara en su casa quietecito no?Por fin, vencidos los escrpulos de la excelente seora, qu iba a oponer a aquel buen amigo siendo tan principal persona? Se resolvi el viaje.-Seor caballero de mi alma, dijo suspirando aqulla que vaya enhorabuena con Su Seora mi marido, pero le ruego que me lo deje volver pronto.Lleg el da de la partida, que en aquellos tiempos se teman los que viajaban que fuese eterna, pues hacan testamento y confesaban y comulgaban antes de embarcarse; y hubo pucheros de parte de la pobre anciana que se resolva a igual sacrifico, a su edad.El Escribano y taita Polanco salieron de aquella casa para irse a embarcar, con las lgrimas en los ojos y doblaron la esquina de la calleja; no sin que el ltimo se volviese a mirar con tristeza el hogar que dejaba.Tras de muchos meses de navegacin, toco al fin el buque en la clsica tierra de Segunto y Numancia, acaeciendo esto acaso a principios del presente siglo.

En aquel bullicioso Madrid, en medio del que no se reconocera sin duda el pacifico ciudadano de la muy noble Ciudad Primada de las Indias, viva ste tranquilamente en la misma casa en que se hospedaba el seor Escribano; cuando hete aqu que el da menos pensado, yendo distradamente por una calle adelante, bien rebujado en una vieja capa verde con la cual haba tenido la atencin de obsequiarle aqul, se encontr de manos a boca con un choche ricamente ataviado y con las armas de una gran casa. Tal vez el cochero ira a atropellar brutalmente a aquel americano, que juzgara algn esclavo manumitido o escapado, cuando del coche se arroja un personaje, joven de distincin y vestido con suma elegancia, quien al verle, y sin poderse contener, lanz esta exclamacin:-Pap!...-Pap! Torn a exclamar el desconocido bajando del carruaje y precipitndose en sus brazos, mi querido pap qu ya no me conoce su merc? Yo soy Barriga Verde!!El pobre taita Polanco crea que sonaba y no poda darse cuenta de lo que estaba viendo y oyendo. Separ un poco a su extrao hijo, que le caa como del cielo, y con profunda emocin reconoci a su protegido, el muchacho abandonado y enfermo de las calles de Santo Domingo, a aquel Barriga Verde mentado, a quien una casualidad afortunada haba puesto en su camino, llevndole a l como de la mano a la misma Corte.Correspondi pues a los abrazo y caricias que ste le prodigaba, pero aun absorto y confuso, cuan humilde y respetuosamente poda; hasta que el reconocido persona le conduce a su coche, esforzndose en vano para que se decida el digno menestral a acompaarle.Crese el viejo Polanco bajo el influjo de una pesadilla, y no se atreve a aceptar semejante honra, al comprender por las armas del carruaje, la librea del lacayo que iba en la trasera y el aspecto distinguido del joven, que ste deba ser un gran personaje.Por fin, entre ste y el lacayo le persuaden, le empujan, y dan con l sobre los cojines del lujoso carruaje. El coche arranc, y taita Polanco se qued lelo.Aquel pobre muchacho de marras amenazaba por lo visto con resultar ser cuando menos un grande de Espaa.Abrumaba al buen viejo a preguntas acerca de ma fulana (la mujer de ste), y de los dems miembros de la familia, as como de Santo Domingo y de cuanto constitua los recuerdos dichosos de su infancia all transcurrida.

Con las manos del taita Polanco gruesas y callosas entre las suyas finas y aristocrticas, le deca:-Que inesperado suceso! Verdad, pap? Cundo iba ni yo ni nadie a figurarse que deba tener hoy tan feliz encuentro! Y cmo ha venido su merc a la Corte? Vaya, cuntemelo.El viejo Polanco, que no volva de su asombro, se restreg los ojos como quien despierta de un sueo y contest:-Sabr Vuestra Excelencia que esto ha sido obra de la casualidad, de la pura casualidad, Yo me estaba muy tranquilo en mi rancho, y Su Seora el Escribano D. N. se empe tanto con mi mujer y conmigo, que aqu, con el favor de Dios y la Virgen, tiene Vuecelencia a este negro a los pies de Vuecelencia como su ms humilde esclavo.El generoso joven abraz nuevamente a su bienhechor.-No, mi querido pap, entienda su merc que para su merc no soy ningn Excelencia, ni nada, sino el mismo Barriga Verde de otro tiempo, el nio abandonado y recogido por su merc; ni su merc es para m ms que un padre, un verdadero padre. No vuelva su merc a hablarme en esos trminos si no quiere que me enoje.El viejo se enjug un lagrimn con la punta de su capa, de lo conmovido que lo tenan tales sorpresas.-Ea, pues que as lo quieres, dijo de all a un rato, aqu me tienes sano y salvo, mi querido hijo, alegrndome el corazn con tu presencia y llenndome los ojos con tanta cosa nunca vista como hay en la realeza.-Bien, as me gusta, pap; que sea su merc conmigo francote, y quiero que en lo adelante se halle su merc ms satisfecho de haber venido a la Corte; y as pueda yo pagarle lo mucho que le debo.-A m, hijo? A m no me debes nada! replic el viejo con sencillez. Cumpl con los mandamientos, y san se acab.Y para mejor ocultar su emocin ech un rap enorme.-No diga su merc eso, pues que la vida le debo; y va su merc a ver cmo sabr agradecrselo mi familia y la nobleza de Espaa-Jess, muchacho! Exclam espantado el viejo, llevndose las manos a la cabeza envuelta en anchuroso pauelo de madrs. Y despus, como avergonzado de haber llegado a tal extremo de la familiaridad, aunque en un arrebato, corrigi:-Perdone Vuestra Excelencia, caballero-Vuelta a los ttulos

-Se me olvidaba, se me olvidaba, replic turbado el pobre viejo Polanco. Pero sin que eso sea contrariarte, mi querido hijo, yo creo que no es bueno mezclar a la augusta persona del rey nuestro seor (y al decir esto se quit al casco del pauelo a guisa de sombrero, porque el sombrero lo tena inadvertidamente pisado) en estos asuntos. Si te empeas t en agradecerme lo que por ley cristiana hice, no te lo impido; pero no hables de munificencias reales, hijo, por Dios; que ni soy un hroe ni valgo nada, eaY estos y otros interesantes coloquios se recorrieron el trayecto. Llegados al palacio que ocupaba el agradecido joven y su familia, la numerosa servidumbre cuajada de bordados y galones se agolp al sitio en que paraba el carruaje, y se abri respetuosamente en dos alas.Por el tratamiento que le dieron al amo de excelentsimo seor, el honrado taita Polanco vino en cuenta de que no se haba equivocado, que se trataba de grandezas tamaas, y quiso caerse del carruaje abajo, sofocado por tantas emociones.El joven nobel dio el brazo cariosamente a su bienhechor, y entraron as en el palacio con estupefaccin de cuantos presenciaban tan singular escena.En efecto, el pobre muchacho abandonado de las calles de Santo Domingo, el recogido por caridad, era nada menos que el herederos de una de las casas ms encopetadas de grandes de Espaa de primera clase y tal vez muy allegada a la Real Familia; y esto explica porqu, escapado o robado del hogar paterno sabe Dios por cuales circunstancias, se le haba buscado por todas las partes del mundo, interviniendo en ello reales recomendaciones o mandatos.El joven era como se ha dicho, grande de Espaa de primera clase, caballero cubierto y del Toisn de Oro, aaden. Era, adems, segn dicen, casado y jefe de una familia encumbradsima.Les presento luego con orgullo a su esposa y amigos, y pas a ser el humilde menestral desde aquel momento el seor de la casa y el dolo de la familia, a pesar de su color y de su modestia.Al ruido de semejante acontecimiento, que se dilat por toda la Corte despertando el inters y la admiracin, acudi Su Seora el Escribano al Palacio del joven noble, lleno ya de curiosos, dando el parabin a su buen amigo taita Polanco y se uni al regocijo de aqul.A su vez, informado el joven del objetivo del viaje del Escribano por l mismo, y de que era grave y que difcilmente se podra arreglar satisfactoriamente sin algn valimiento, dijo a su bienhechor:-Pap (porque no quera ni poda llamarle de otra manera): he aqu que su merc vino a Espaa bajo el patrocinio de ese seor Escribano; y ahora va a tener que agradecerle a su merc lo que desea obtener, y que solo que su merc influya, podr lograrlo, porque es negocio difcil de arreglar.

El buen viejo sonri afablemente.-Lo cree as Vuecelencia? dijo.-Pap, repuso mal enojado el caballero, ya he dicho a su merc que aqu no hay Seor ni Excelentsimo. Su merc es mi padre y debe tratarme como tal: le prohbo toda ceremonia, aadi dndole palmaditas en el hombro.-Bueno, hijo, si te parece; pero-Pero qu?-Que yo debo guardar las distancias, y qu dirn estos seores si me oyen tutear a Vuece tutearte, hijo, tutearte?-Pero es qu ya su merc ya no me quiere?-Cmo me dices eso, mi querido hijo! Replicaba taita Polanco enternecido, del mismo modo que all, lo mismo.Esta escena se repeta cada rato porque al honrado menestral lo abrumaba su propia humildad.Informado del Soberano de su noble proceder, y merced a la significacin que para el trono tena la linajuda casa de que era jefe el antiguo protegido de taita Polanco, resolvi ser con l tan soberanamente esplndido cuanto generoso se haba mostrado el digno habitante de la privilegiada Ciudad Antigua, y como poqusimas veces haba sido recompensado benefactor alguno en este pcaro planeta.Poda pues alcanzar del trono cuanto quisiese. Segn parece, se dispuso una recepcin o audiencia para presentar al favorecido.Vesta este un magnifico traje con el cual no saba qu hacerse, y que le haba dado el joven noble; y lleno de encontrados pensamientos, confuso y mohno, hubiera deseado estar cien leguas de all.Brillaba el Palacio con la multitud de elegantes damas y apuestos caballeros: bordados y uniformes, cintas y flores ostentacin y riqueza llenaban los ojos y causaban no poca admiracin al sencillo taita Polanco.Tantos como all haba llenos de cascabeles y colorines que con sus picudas narices le queran sacar los ojos a puros cumplidos, le mareaban y trastornaban.El honrado menestral con noble y reposado continente se acerco temblando al verse ante la real persona.Silencio profundo, atencin viva, ansiedad general. Se iba a recompensar la virtud como tal vez nunca lo haba sido. Adems se supona que todo sera pedir el negro viejo y concedrsele, lo que excitaba la curiosidad en alto grado.Dcese que ante todo, el rey le hizo Caballero Gran Cruz de una Orden.-Don N. Polanco, dijo el monarca con grave acento: te hacemos noble a ti y a tus descendientes, quienes gozaran de hoy en adelante del privilegio de ser oficiales de nuestros ejrcitos, desde su nacimiento, y a ti te hacemos capitn de las milicias de Santo Domingo. Tienes por tanto el derecho de ceir espada, calzar espuelas y usar guantes, as como tus sucesores. Adems, se ha solicitado para ti una gracia especial, qu deseas pues? le pregunto el monarca.Todos abrieron desmesuradamente los ojos. El dignsimo habitante de la Primada no saba qu hacerse ni responder, abrumado con tantas mercedes; aunque imagino sin embargo que podra satisfacer cierto vanidosillo deseo, que no sera cosas de provecho, pero que de otro modo hubiera sido locura ambicionar.Hubo una breve pausa.-Si S. M. me permite, balbuce el nuevo caballero.-Habla, habla, buen taita Polanco, y pide lo que quieras, le dijo el monarca con afable sonrisa.-Pues bien pero parecer excesiva mi demanda, tartamude otra vez.Su antiguo protegido estaba presente, y le anim con una mirada.-Nada temas, pap, le dijo.El buen viejo no poda ya con sus nuevos ttulos y con la emocin que tales escenas le producan; pero el gesto y el dulce nombre que le daba el joven noble, y que en su humildad el honrado ciudadano de la Primada no crea ya merecer, le dieron aliento. As fue que exclam:En primer lugar, deseo tener el privilegio de asistir con espada ceida a comulgar el Jueves Santo en compaa del Gobernador de Santo Domingo.-Concedido, dijo el monarca.Asimismo quiero que se me otorgue una gracia quizs muy grande-Cul? -Que se le conceda a la Hermandad de San Juan, en mi pas, el derecho de usar el pendn de la Cruz blanca de Malta.-Concedido. Y nada ms? Pregunt el rey, admirado de la simplicidad de aquel excelente sujeto que se conformaba con tan poco y honras sin provecho a cambio de haber salvado de segura muerte a un elevado personaje del reino y cuando poda alcanzar sealadas mercedes; sin embargo de que lo primero que peda no era una bicoca, y lo de usar el pendn de la Cruz blanca de Malta era tamaa distincin en aquellos tiempos, porque solo la nobleza poda gozar de semejante privilegio.-Nada ms, seor.Lo que era la sencillez de nuestras costumbres en aquellos tempos! -Concedido, pues, cuanto pide dijo el monarca. Extindansele sus pergaminos; y rndase pleito homenaje como quien es al caballero Don N. Polanco, capitn de nuestros ejrcitos. Los cortesanos se apresuraron a rodearle y a hacerle sus cumplidos con grades reverencias. Y por lo que hace a su protegido, carg con l y se lo llevo como en triunfo, seguido de brillante squito de su servidumbre y de algunos caballeros sus amigos.El tiempo que all pas, tres meses, segn versiones, fue de fiestas y expansiva alegra. Mucho se holgaba el joven noble, el antiguo Barriga Verde, en retribuir de algn modo al buen anciano el servicio inapreciable que le haba hecho, y se enorgulleca de dar delante de todos el nombre de padre a aquel hombre de color y humilde artesano. Dems est decir que la despedidita, eterna, como tena que resultar, fue tiernsima y dolorosa, no acertando el joven noble a desprenderse de los brazos del viejo.Lloraban los dos abrazados y confundidos en uno.Y qu pruebas las de la generosidad del caballero!Trajes magnficos, uniforme muy rico, dedic para el nuevo capitn, y vestidos y alhajas de gran valor para la esposa de ste, as como otros regalos primorosos para los dems miembros de la familia. Y los recuerdos para todos, un mundo.El caso es que la tradicin afirma que el flamante Don N. Polanco, antes taita Polanco, Capitn de los ejrcitos de S. M. el Rey de Espaa, Caballero Gran Cruz y ennoblecido hasta la mdula de los huesos, desembarc ostentando un magnifico uniforme, ceida rica espada, calzadas, espuelas de labrada plata, con empolvada cabellera, luciendo gregorillo de finsimo encaje en la camisa, casaca grana de ancho galn de oro, medias de seda relucientes, botas de ante, al cuello esplendida gola de oro labrada, cubierta la cabeza con el elegante tricornio, y puesta al pecho nobilsima placa. Tambin aseveran que fue grande el equipaje que trajo y en que se contena un Per de los esplendidos regalos del antiguo Barriga Verde.Desde entonces, se vio al antiguo y humilde maestro zapatero de la capital de la Primada, condecorado con el noble titulo de Don, asistir, resplandeciente de oro y pedrera, ceida espada, calzadas sus espuelas de caballero, y cubiertas las toscas manos con los guantes distintivos de gente principal, a la ceremonia de jueves Santo en la Catedral y comulgar ese da con S. E. El Seor Gobernador; siendo el nico en la colonia que comparta con el representante del monarca, honra tan grande.

Y desde entonces tambin, la Hermandad de San Juan o de los sanjuaneros, ostentaba en sus bulliciosas festividades el rico pendn de la Cruz blanca de Malta, estandarte de raso blanco con cruz de galn de oro en el centro, insignia que, como se ha dicho, slo poda usar la nobleza, y raro privilegio con el cual se adornaba y enorgulleca la Hermandad, cosa que dio motivo a aquella coplilla que, entre otras, cantaban los sanjuaneros durante sus fiestas y procesiones:El pisar de los MaltesesNadie lo puede imitar;Porque pisan menudito,Menudito y al comps.De entonces, finalmente, la familia de Se Polanco o taita Polanco, se realz con los ttulos concedidos a su jefe, siendo conocida nicamente y hasta hoy por el nombre que le dieron de Guante, derivado del uso de guantes que constitua una dignidad para l.Y en virtud de los privilegios que sobre las tres comunidades religiosas tena, las mujeres de la familia, sobre todo una sobrina llamada Altagracia Guante, ejercan actos de soberano en ciertas festividades religiosas relativas a la Reliquia, San Juan y la Columna, y singularmente hacan y deshacan en la Catedral en cuanto a los pasos que se ponan de dichos smbolos.Pero lo raro es que gran seor y todo, continu el honrado menestral taita Polanco viviendo donde le hemos conocido, con su mismo oficio y en el mismo estado. S fue ms afortunado que Colon, porque le cumplieron cuanto le haban ofrecido. Por ms seas la sobrina del Don N. Guante, capitn de los ejrcitos de S. M. el Rey de Espaa y Caballero Gran Cruz, era la Capitana de la Hermandad de San Juan , y la nica que tenia la honra de llevar el nobilsimo pendn de la Cruz blanca de Malta.