Barenblitt, Gregorio. El Inconciente Institucional
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EL INCONCIENTE INSTITUCIONAL
Este libro consta de cuatro mesas redondas,cuatro espacios donde se juegan las claves de un "usopositivo de la negatividad".
Los dilogos que constituyen los laberintos de estevolumen buscan esclarecer la historicidad de lasdiversas lneas que componen el Anlisis
Institucional, el Psicosocioanlisis, la ConcepcinOperativa de Grupos y el Enfoque Psicodramtico.Pero a este intento se aade la exigencia de unareactualizacin conceptual, la cual incorpora nocionesnovedosas (implicacin, institucin efmera,disolucin, etc.), limita otras y recupera todosaquellos aspectos que puedan contribuir a unaformulacin ms acabada del inconciente institu-cional. Y esto no es simplemente una necesidadterica, sino la orientacin primordial de las inter-venciones grupales que las diferentes tendenciaspostulan.
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Otros ttulos de esta Editorial
BIMA Y SCHIAVONNI. El mito de la dislexiaARMANDO BAULEO. Contrainstitucin y gruposBLAKE Y HAROLDSEN. Taxonoma de los conceptos de la comunicacinFERDINAND DE SAUSSURE,Curso de lingstica general
FEDERICO ENGELS, El origen de la familia, la propiedad privada y elEstadoPLATN. Dilogos
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EL INCONCIENTE CONSTITUCIONAL
Coordinador
GREGORIO BAREMBLITT
Participantes:ARMANDO BAULEO - HELIANA CONDE RODRIGUES JOSE AUGUSTO
GUILHON DE ALBUQUERQUE - RENE LOURAU LUIS FERNANDO DE
MELLO CAMPOS - GERAR MENDEL EDUARDO PAVLOVSKY - OSVALDO
SAIDON ALEJANDRO SCHERZER
Prlogo:
JUAN CA RL OS DE BRA SI
Ediciones Nuevo Mar S.A.deC.V.
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EDICIONES NUEVOMAR, S.A. de C.V.Dallas 57 - Colonia NpolesC.P. 03810 - Mxico, D.F.
Miembro de la Cmara Nacional dela Industria Editorial, No. 515
Primera edicin: septiembre de 1983
Prohibida la reproduccin total o parcialde esta obra, por cualquier medio, sinpermiso expreso de los editores
ISBN: 968-469-037-1
IMPRESO EN MEXICOPRINTED IN MEXICO
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I N D I C E
Prlogo a la primera edicin..9
Presentacin del coordinador... 17
Participantes. 19
Introduccin..21Mesa UnoESTADO ACTUAL DELPSICOANALISIS INDIVIDUAL Y GRUPAL 33
Mesa DosPANORAMA ACTUAL DELMOVIMIENTO INSTITUCIONALISTA.97
Mesa TresARTICULACIONES CRITICO-PRODUCTIVAS
ENTRE INTERVENCION INDIVIDUAL,GRUPAL E INSTITUCIONAL...135
Mesa CuatroESTADO ACTUAL DE LAINSTITUCION DE LA PSIQUIATRIA Y DELOS ESTABLECIMIENTOS PSIQUIATRICOS ....185
Bibliografa219
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A G R A D E C I M I E N T O S
Queremos aqu testimoniar nuestro reconocimiento a
diversas entidades y personas que posibilitaron la reali-
zacin del evento.
Al Consejo Nacional de Desenvolvimiento Cientficoy Tecnolgico que apoy' econmicamente la realizacin
del Simposium y del escrito.
A la Comisin Organizadora del II Simposium de
Psicoanlisis, Grupos e Instituciones, integrada por G.
Baremblitt (Presidente), Luis Fernando de Mello
Campos (Vice-Presidente), Francisco Eduardo
Vasconcelos (Secretario General), Osvaldo Saidon
(Secretario Cientfico), Rosamara de Mendonqa e
Almeida (Secretaria Financiera).
A los profesores, alumnos y funcionarios de
IBRAPSI que colaboraron en la realizacin del
Simposium.
A los participantes en el Simposium Interno, que ce-
dieron generosamente sus intervenciones para integrar
el presente volumen.
Al equipo de desgrabacin de IBRAPSI, dirigido por
Katia Granato, que escribi los manuscritos.
Al equipo de traduccin que trabaj durante el Sim-posium.
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PROLOGO A LA PRIMERA EDICION
Este libro llega despus del habla, es resultado de un
coloquio. Pero no es un habla cualquiera, sino aquella
que se reivindica desde "el uso positivo de la
negatividad", desde la posibilidad de su autodisolucin.Extrao y paradojal reclamo, el mismo que exiga
Hlderlin para toda poesa que anudara sus palabras
con races. Donde Edipo fuera captado por el poder (era
rey) de su deseo productivo, el mismo que lo converta en
un visionario.Su aforismo "Quizs el rey Edipo tengaun ojo de ms", podra servir como aserto de este
prlogo. Acabemos de hacerlo rebotar contra el muro del
incesto. De igual forma es preciso terminar con ellenguaje en sus versiones nominalistas.
La negatividad, entonces, bajo su dimensin
positiva, se nutre de los enigmas y paradojas que destila.
Y ellas son, apenas, los signos de mltiples sucesos que
acontecen.Sin embargo se podra caer en la fascinacin de
volcar los acontecimientos en las "seriescomplementarias" u otro artefacto metodolgico, para
convencernos de que la poli- causalidad histrica se
transparent en los mismos. Pero no se trata de una
simple correlacin de "factores" endgenos o
exgenos que permitiran entender ciertos hechos y
sus conexiones. Las relaciones son, por el contrario,
irradiadas, antitticas, crispadas. Entre ellas no existeninguna complementariedad. Todo ocurre exactamente
a la inversa del mundo de las ideas, pues los"esquemas", "modelos", etc., deben plegarse a los eventos
que buscan abstraer, agrupar o clasificar. Cualquier
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torsin de los mismos sera nicamente la "aspiracin"
de una lgica probable, la cual estara forzada a
competir y alternar con otrasprobabilidades lgicas.Yadems con un agravante: quedaran automticamenteidentificadas con ese ladrn del devenir, el sistemacombinatorio que funde y aniquila los acontecimientosen una determinada axiomtica.
Ahora comprendemos que las oposiciones pertenecen
al campo de los sucesos, en l se dispersan o se vinculan
de manera imprevisible. Asimismo, sabemos que loscontrarios no tiene por qu ser contradictorios.Y que losemejante no es precisamente lo similar. Tambin quelas paradojas se concretan en distintos niveles de
lenguaje, dejando que la lgica de los sucesos busquerutas propias y adquiera "consistencia" desde sus
inagotables superficies.
Quizs ese sea el sentido no formal de la resolucinpositiva del uso de la negatividad. Ello es la sntesis de
un itinerario a seguir.En tal condensacin las contradicciones se vuelven
heridas ntimas y el movimiento que las mantiene
operantes se transforma en dialctica inmanente. Sus
conflictos interiorizados sern los puentes de las
distintas mesas. Y en stas se reactualiza vivamente laproblemtica de los veneros grupales e institucionales.
La doble gnesis (conceptual y socio-histrica) que los
constituye est lcidamente desarrollada en la
"Introduccin" del texto conjunto.
ESPACIOS DEL DIALOGO
Las mesas que forman el libro no son "algo
alrededor de lo cual" uno se rene, ni tampoco madera
arrancada al bosque, sino elespacio dialgicoque poneen curso un pensamiento sobre aspectos poco explorados
o "no dichos " hasta el presente.
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Ellas se significan por aquello que las desborda, o sea:
desde las ex-posiciones. Cada una arroja sus puntos de
fuga sobre un problema, o indica cmo, con el paso deltiempo, se ha convertido en dilema (un claro ejemplo es
el del "analizador dinero" para el AnlisisInstitucional). Si algo est excluido de sus reflexiones esel apaciguamiento del lenguaje principista. En
principio todo y "el todo" en particular queda
cuestionado. Cadaestar fuera(ex) abarca unaposicin
definida, la cual a veces resta sobreentendida, y enocasiones se expresa repetidamente. Igual que el grito
nietzscheano, "Dios ha muerto", los conceptos se reiteran
de modo circular, sospechando los integrantes (Lourau
lo seala cuando distingue las nociones de "encargo"y"demanda") que han sido bastante odos, aunque pocoescuchados.
La figura del dilogo es el equivalente fundamentalde las mesas. A su manera, mordiendo en los estilos
peculiares, teje las concreciones que en ellas intentan
darse. Sin embargo, tal intercambio es elusivo. Rehuye
el "centro" que producira la unidad ilusoria de las
intervenciones y lo combate con una finalidad
fragmentadora. Por eso rechaza las definiciones
inequvocas, las vocaciones propeduticas, lasestandarizaciones lingsticas. En su lugar busca
ramificaciones desde los bordes y acercamientos
tentativos donde podran haberse deslizado
estipulaciones irreprochables.Las mesas aparecen, en suma, como fotografas
coloquiales. Cada punctum de las diversas
instantneas que van plasmando los participantes,remite al acontecer regional, laboral o personal, a las
elaboraciones que orientan sus prcticas organizativas,
a los obstculos que se interponen continuamente, etc.
As brota con fluidez uncontrapunc- tum que incorpora
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un espectro de vivencias contrapuestas o de crticas
pertinentes.
Nuevamente observamos cmo en el Simposium secomparte un habla dialctica, sin decretos, animadadesde los mrgenes. Es recorrida tanto por los senderos
laterales como por los caminos trazados, aunque no
corresponde a ninguna de esas instancias, sino
justamente a la relacin opositiva de ambas.
Ahora una breve caracterizacin de los "espacios
dialgicos".El primero tiene una gran fuerza "intimista", es unbanquete del vocablo y el recuerdo, atravesado por deli-
mitaciones conceptuales que tienden a especificar ciertos
fenmenos individuales y de grupo.El segundo y tercero recurren a las actualizaciones,
explicaciones y avances impostergables en materia insti-
tucional, con acotaciones que golpean en lasincertidumbres de los enunciados grupales.El cuarto narra una serie de experiencias
condicionadas por las diferencias nacionales y las
aperturas o cierres que propician.Mientras ubicaba algunas propiedades de esos
"lugares" notaba como un hecho fortuito (la
desaparicin del coordinador), poda articularse conuna "mediacin circunstancial" que requiere ser
pensada. Me refiero al pasaje de la coordinacin a laautogestin que se manifiesta en la primera mesa, elcual nos revela, en hueco y simultneamente, una cara
mtica de la autogestin: que ella es realizable y
productiva slo entre iguales.
Las polaridades circulan por el texto delSimposium, inhibiendo cualquier clausura, sea
intencional o no. Los antagonismos marcan el ritmo de
su constitucin. Agujeros profundos, grietas ondulantes
o filtraciones sutiles son metforas que indican los
puentes tendidos entre una y otra locucin. Pero no hay
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trnsitos llenos, homogneos, pues cada interlocutor
exige para s las diferencias que caracterizan a este
apasionante juego creativo, tambin agonal.
LAS TENSIONES PARTICULARES
Desde el comienzo estuvimos apuntando la nocin
procesual, "uso positivo de la negatividad que organiza
todo el evento. Tratamos de figurrnosla en sus propios
espacios coloquiales, de esbozar algunos nombres de suinteriorizacin progresiva y de enfatizar ciertos rasgos.
Aunque, por otro lado, desde el inicio eludimos
concebirla en la idea transcursiva de "momento ", y
menos abarcarla en los tres ms consagrados: universal,
particular y singular. No slo por rechazar
caprichosamente un esquema secularizado, sino porque
nos asaltan serias dudas cuando releemos la granLgica del pensamiento occidental (sin menoscabar laextraordinaria importancia de Hegel o sus precursores).
Se trata de tres momentos, de uno que subsume a los
dos siguientes, o realmente de uno desdoblado?Claro que ste no es el punto indicado para despejar
la interrogacin, aunque ello no evita dejarla planteada
y derivar otras. Podemos reducir la dialctica a su
concepcin ms generalizada y exitosa? No existir el
riesgo de ubicarse en la "totalidad" arguyendo lo
contrario? An ms, utilizando tales postulados para
un boceto de "lgica de lo real", no estaremos ante la
fantasa bsica de institucionalizar, grupalizar,
falicizar, o lo que se quiera, la produccin social
deseante? Por qu no ubicar en su sitial dialcticas
mltiples, anillares?, como por ejemplo: polaridad de
efectos, reconocimiento de las diferencias, irona de
leyes, disolucin de las esencias, y as las que vayamos
bosquejando para los mbitos especficos de teorizacin
e intervencin.
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S que lo anterior no excede en mucho a la consigna.
Sin embargo, dejmonos orientar por ella para ubicar
fugazmente los pasajes que otorgan movimientosinditos a las mesas. Esto, a la vez, entraa ciertas
claves de lectura.El primer recorrido apunta a demarcar una
"frontera" en las concepciones y manejos grupales(terapia-aprendizaje, coordinador-terapeuta, "engrupo"-
"degrupo", etc.),1* as como el imperativo de "disolver"
tal lmite.Habra que agregar algo que los integranteslateralizan.
La frontera o su disolucin requieren el poder deanularla y la dispersin del poder que anida detrs del
imperativo. Puesto que la utilidad o futilidad de
mantenerlo depender de los fines que el terapeuta-
coordinador, el colectivo- institucional, o ambos enconjunto, se fijen.
El segundo itinerario establece una tensin entre la
"historicidad" que atraviesa la formacin del AnlisisInstitucional, el Psicosocioanlisis, sus divergencias,
semejanzas, aparentes concordancias, etc.; y el"reconocimiento" de ciertas barreras en las
elaboraciones conceptuales (dificultades evidentes en laformulacin de la categora de "clase efmera", o del
mismo "inconsciente institucional", como se afirma a lo
largo de las intervenciones) y en los distintos niveles de
las prcticas asumidas.La tercera senda alienta un contrapunto crtico
entre "implicacin" y "explicacin". As se tiende a
superar la elucidacin global de los fenmenos, endiferentes fases de la intervencin, por las nociones detransferencia y contratransferencia Si bien ellas dan
*He preferido sustantivar las preposicionesen y decomo referencia a una vieja
polmida en la teora grupal.
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cuenta de una serie de modalidades, endosos y
devoluciones catextizadas, no bastan para explorar
reas donde las incidencias son indirectas (Lourau).Tanto una como otra responden a situaciones
localizadas (consultorio, hospital psiquitrico, etc.),
pero resultan insuficientes cuando se trata de
estructuras muy complejas (por ejemplo, las
investigaciones "puras" y "aplicadas").Por otra parte, adems, es preciso justificar la
importacin de los conceptos mencionados, pues en estecaso, han sido desplazados del dominio de la
Psicoterapia Institucional al del Anlisis Institucional y
de tendencias cercanas a sus preocupaciones.La ltima va moviliza la contradiccin estructurante
del "adentro" y el "afuera".Las remisiones del estable-cimiento psiquitrico a la comunidad y viceversa se
enlazan mediante la ancdota o el relato experiencial.Intramuros y extramuros se articulan con la cuestin de
la identidad y la alteridad del individuo des-encadenado.Se trata de contextos donde elpacienteesrecuperado o donde se pierde definitivamente? Lo social
aparece, entonces, como el lugar de un problema para el
sujeto y no como el mbito imaginario de su resolucin.
El adentro muestra de qu manera se ejecutansentencias dictadas en otro lado. Y elafueraevidencia"lo mismo" que su contrario, slo que percibido desde un
amplio reverso: As la multireferencia de uno a otro
impide cualquier solucin feliz, progresista o
reaccionaria, del asunto fundamental.
POSTLOGOToda lectura propone un libro invisible, y de ese
modo se transforma en fantasma de un mensaje que,
quizs, nadie reciba. Es otro texto, armado con tiempos,
ritmos y miradas. Es un determinado verosmil que
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puede servir de apoyo a posibles reconstrucciones. Sin
embargo que stas sean realizadas o queden escritas en
el agua, seguramente no interrumpir la digestin denadie. Como de antemano el "territorio nico" haquedado disuelto, cualquier ordenamiento es el efecto de
cierta decisin, de un deseo pasajero y la eleccin de un
punto de vista. As se cuela un deafo al lector. Mientras
tal impulso creativo no ser ms que la interpretacin
de una obra que leyndose permanece ignorada en cada
nueva lnea.
JUAN CARLOS DE BRASI
Agosto de 1983
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PRESENTACION DEL COORDINADOR
En octubre de 1982 se realiz en Rio de Janeiro el II
Simposium Internacional de Psicoanlisis, Grupos e
Instituciones. El evento fue organizado por IBRAPSI
(Instituto Brasilero de Psicoanlisis, Grupos e
Instituciones) con el apoyo del CNPQ (Consejo Nacional
de Desenvolvimiento Cientfico y Tecnolgico).El primer Simposium, similar al presente, se realiz
en octubre de 1978 y fue una especie de acto de
fundacin de IBRAPSI. En aquella oportunidad
estuvieron reunidas las ms prominentes
personalidades del psicoanlisis y la psiquiatra
alternativas. En esta ocasin fueron invitadas otras, no
menos importantes, que no pudimos convocar al primer
Simposium. El subttulo de este II Simposium fue: "La
institucin negada", en homenaje pstumo a la figura
del gran psiquiatra italiano Franco Basaglia, uno de
cuyos libros lleva ese nombre.Este Congreso se dividi en dos partes. Una interna,
cuyas actas reformuladas constituyen el presente libro, y
otra externa. En la primera participaron cuatro
invitados internacionales y tres miembros de IBRAPSI.
Sus respectivos ttulos curriculares ms caracterizantes
constan al final de esta presentacin.En la segunda parte expusieron los mismos que en
la primera, a ms de muchos otros de diferentes partes
del BrasilEste libro est integrado por la versin fonomagntica
dactilografiada de las cuatro mesas que compusieron el
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Simposium Interno. Las exposiciones de los
participantes de habla francesa y espaola fueron
traducidas en primer trmino al portugus y luegoretraducidas ntegramente por m al castellano. Por
razones de orden editorial me permit efectuar
correcciones para poder pasar adecuadamente de la
forma oral a la escrita. Tuve as que eliminar ciertas
repeticiones y algunas referencias personales de los
participantes que comparten una antigua amistad y
hubieran sido incomprensibles para el lector. Con todopuse especial cuidado en conservar el sentido polmico
del texto. Por razones de tiempo los participantes no
pudieron revisar la versin definitiva. Cualquier
infidelidad a lo acontecido es de mi responsabilidad.
G.B.
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P A R T I C I P A N T E S
GREGORIO BAREMBLITT
Mdico, Psiquiatra y Psicoanalista.
Miembro Fundador del Grupo Plataforma Argentino.
Director Tcnico y Fundador de IBRAPSI (Instituto Brasilero de
Psicoanlisis, Grupos e Instituciones).
ARMANDO BAULEO
Mdico, Psiquiatra y Psicoanalista.
Miembro Fundador del Grupo Plataforma Argentino.
Miembro Fundador de la Red Psiquitrica Alternativa.
Miembro Fundador del Centro Internacional de Investigacin en
Psicologa Social y Grupal.
HELIANA CONDE RODRIGUESPsiclogo y Psicoanalista.
Jefa del Departamento de Psicologa de la Universidad Santa
Ursula.
Profesora de IBRAPSI (Instituto Brasilero de Psicoanlisis, Grupos
e Instituciones).
JOSE AUGUSTO GUILHON DE ALBUQUERQUE
Doctor en Sociologa.
Profesor de Sociologa de la Universidad de San Pablo.
Investigador y ensayista en numerosos temas de Sociologa de las
Instituciones.
RENE LOURAU
Socilogo y Profesor en Letras.
Fundador de la corriente de Anlisis Institucional.Profesor de Sociologa en los Departamentos de Ciencias de la Educacin y
Ciencias Polticas de la Universidad de Paris VIII (Vincennes).
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LUIS FERNANDO DE MELLO CAMPOSMdico, Psiquiatra, Psiclogo. Bachiller en Derecho.
Miembro Fundador y Director Organizativo de IBRAPSI.Ex Presidente de APPIA de Rio de Janeiro.
GERARD MENDELMdico, Psiquiatra y Psicoanalista.
Fundador del Socio-Psicoanlisis Institucional.
Director de la coleccin "Sciences de l'homme" de Ed. Payot.
Conductor del Grupo Desgenettes de Investigacin y Trabajoen Psicosocioanlisis.
EDUARDO PAVLOVSKYMdico, Psiquiatra, Psicoanalista, Psicodramatista, Actor,
Dramaturgo.
Miembro Fundador del Grupo Plataforma Argentino.
Miembro Fundador del Movimiento Latinoamericano de
Psicodrama.
OSVALDO SAIDONMdico, Psiquiatra, Psicoanalista.
Miembro del Grupo Plataforma Argentino.
Profesor y Analista Formativo de Grupo de IBRAPSI.
Ex Director del Departamento de Investigaciones de
IBRAPSI.
ALEJANDRO SCHERZERMdico, Psiquiatra y Psicoanalista.
Fundador de la Sociedad Uruguaya de Psicoterapia
Familiar.
Docente en Psiquiatra y Psicoterapia Infantil y Psicologa
Social en diferentes instituciones.Miembro Fundador del CEP Centro de Estudios
Psicoanalticos de Montevideo.
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I N T R O D U C C I O N
Entre un mundo que para conservar la propiedad de los medios
de produccin y dominacin, contra otro que para mantener losmedios de decisin... nos amenazan con el fin del mundo... eltercer mundo sobrevive como un submundo.
La metfora hegeliana, aquella de que "El bho deMinerva slo levanta su vuelo al anochecer", adquiere, en lostiempos actuales, ambiguas resonancias. Por una parte, nuestroetnocentrismo de intelectuales, con razn o sin ella, nos hace
sentir que jams ha existido en mayor proporcin que ahora laposibilidad de lucidez. Por otro lado, ella misma nos exacerba,junto al deseo de transformarlo todo, la angustia frente a undestino planetario cada vez ms incierto.
No es extrao, pues, que empleemos el saber y susprebendas como defensas contra la angustia.
Dicho de otro modo: si al saber puede aplicrsele aquello
de "ms vale tarde que nunca", el problema radica en sabercundo es demasiado tarde.
Mas, tal vez se sea un pseudo-problema, visto que decualquier manera nada reconforta tanto como continuar laaventura del conocimiento y la lucha junto a cuantos,heterogneamente, la emprenden.Sea cual sea la forma del saber y del quehacer crticos que
practiquemos, y en la medida en que tambin nos loapliquemos a nosotros mismos, el goce de la produccinsiempre trazar su estrategia en contra o por fuera de loinstituido.
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Se ha dicho que nos tom mucho tiempo entender lo quees la explotacin y la mistificacin, y que recin comenzamos
a conocer en qu consiste y cmo opera la dominacin.Se ha insistido tambin en pronosticar que an no hemosvisto nada en lo que se refiere a la capacidad humana de"usar", controlar y engaar.
Es de temer la profunda veracidad de esas afirmaciones.Claro est que las mismas presuponen un formidable opti-mismo en cuanto se evale la potencia incalculable que
implican las condiciones de posibilidad de este estado decosas.Cunta energa, cunta inventiva, cunto coraje, en suma:
cunta VIDA ha sido invertida en esa colosal sucesin demquinas histricas dispendiosas y opresivas! Y cuntaVIDA ha sido imposible de impedir a pesar de ellas!
Todava no hemos visto nada de cuanto el hombre puede
crear apenas se lo permita a s mismo. No es necesario invocarpara demostrarlo las infinitas perspectivas an no exploradas.Bastara con la elemental redistribucin de las potencialidadeshoy inmovilizadas en la siniestra parafernalia de artefactosque, desde el Estado hasta el Edipo,seobstinan en desangraral orbe.
En la incesante bsqueda entre los saberes y quehaceres
revolucionarios que propician esa mudanza, aquello que nospermitimos llamar "Movimiento Institucionalista" o "Anti-Institucionalista", presenta un valor nada despreciable.
Quiz no est suficientemente difundido que se trata deuna corriente iniciada ya hace ms de un cuarto de siglo,
principalmente en Europa. Para hacer tal delimitacinconvendremos en excluir, por razones expositivas, a unasorprendente multiplicidad de precursores. Pensamos que suinusitada amplitud, relativizada por la imprecisin de susfronteras, as como por disidencias internas que son fruto desingularidades asumidas, no impiden su caracterizacin. Sinembargo es de suponer que puntualizar sus comienzos,similitudes y diferencias, tanto cuanto clasificar la gama de
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sus inspiradores, protagonistas y seguidores, involucra unatoma de posicin que podr no ser compartida por ellos
mismos. Esta salvedad sirve por lo menos para anticipar que,de ser coherente con sus principios, intentar describir esteMovimiento exige algunos recaudos.
En primer lugar estas tendencias no deberan tener"representantes", visto que uno de sus ms caros fundamentoses el de una crtica radical a la categora de "representacin"...tanto como operacin discursiva cuanto como dispositivo
organizacional. Ninguna escuela "representa' a la otra ni, porsupuesto, al conjunto. Ningn "lder' Quiere decir nada "ennombre de sus seguidores". Ninguna de sus teoras pretende"representar" a la realidad sobre las que acciona ni a lastcnicas con que lo hace. Por el contrario, todo eso funcionaformando parte de la realidad misma, aunque en diferentesespecificaciones.
En segundo lugar, debera no estar indicado totalizarla,puesto que otra de sus propuestas es la de negarse a segregarde s a quienes la practican sin saberlo, sin quererlo y sinquerer saberlo... parcialmente... ocasionalmente, etc.
Evidentemente: si sus centros son mviles, sus mrgenesson fluidas.
En tercer lugar, sea cual fuere la descripcin emprendida,
debera incluir en su definicin tanto las prcticas tericas,como las tcnicas, como las modalidades concretas de suejercicio, su "insercin" econmica y poltica (tanto en unsentido jurdico como laboral, monetario, libidinal y dems...).Es decir, con trminos que le son propios, en toda su estructuray proceso Institucional y Organizacional. Ninguno de esosaspectos es separable para esta corriente.En cuarto lugar nos parece que sera lgico explicitar nuestraimplicacin, compromiso, o como se llame, en el anlisis deeste campo, escogido aqu como "campo de anlisis". Y esclaro que esta tarea debera ser realizada segn las mismasnormas que parecen ser denominadores comunes de las citadasorientaciones.
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Absurdo sera en una introduccin pretender cumplir conesos objetivos segn esos requisitos, pero permtaseme
procurar algn ordenamiento intentando esbozar una gnesisconceptual y otra socio-histrica del movimiento.I. Gnesis Conceptual
Un ensayo de arqueologa terica de estas disciplinas nopuede menos que mencionar la heterodoxia de los anti-filsofos antiguos, especialmente los sofistas y estoicos. Suvertiente antiplatnica y (a su manera) anti-idealista y anti-
racionalista los coloca en una posicin especial contra lainstitucin de la Idea como supremo bien y del sabio comoestadista. Fundamental tambin es la influencia de Spinoza,cuyo pantesmo inmanentista y concepcin de la tica levalieron ejemplares excomuniones.
Los utopistas como Moro, Campanella, Erasmo y pos-teriormente en relacin con la revolucin burguesa, el
enciclopedismo y el iluminismo: Rabelais, Saint-Simn yRousseau son precursores asumidos, as como Fourier. Todosellos tienen su papel a travs de un desigual cuestionamientode las instituciones sexuales, religiosas y sociales, y la
proposicin de un nuevo mundo segn una originalconcepcin de la Utopa.
Si se acepta la arbitraria eleccin de la trada Descartes,
Kant y Hegel como los pilares de un racionalismo crticoidealista que tie todo el pensamiento occidental con lascategoras de sistema (cerrado, omniabarcativo,autosuficiente) y de un proceso dialctico (ms o menos linealy predeterminado), el institucionalismo se ubica en susantpodas. A pesar de que algn integrante retoma produc-tivamente los momentos de la Lgica Hegeliana, en generaltodos se inscriben en la posicin de sus tres grandescuestionadores: Marx, Freud y Nietzsche. Otro vector, nomenos importante, es el del peculiar ideario anarquista (quetratar en la gnesis socio-histrica) y el peso que losinstitucionalistas adjudican al saber de la produccin artstica,al que procuran empeosamente incorporar, especialmente en
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los casos en que est amalgamado con el de la "sinrazn" o lalocura.
Por un camino demasiado complejo como para desan-darlo aqu el institucionalismo re trabaja al MaterialismoHistrico y al Dialctico as como al Socialismo Cientfico...
pero para reformular la teora de la Sociedad, la Historia y laorganizacin del Movimiento Revolucionario. Los puntos msatacados son los lugares adjudicados al Modo de Produccin(infra y superestructura) al papel del Estado, al Derecho, al
Partido, a la Ideologa, a la Familia, etctera.Por otra parte, del acervo psicoanaltico, el institucio-nalismo "hereda" (a mi entender an no demasiado escla-recidamente) los conceptos de Inconsciente libidinal, Deseo,Represin, etc... pero intenta insistentemente superar el"individualismo" y la a-historicidad de esas entidades
procurando postular un Ello inmanente a lo socio-poltico-
econmico.De la fecundidad irreverente de un. Nietzsche, el insti-tucionalismo est fuertemente imbuido en la GenealogaCrtica de la Moral Judeo-Cristiana y la meditacin sobre el
poder, como mvil ubicuo de toda la vida social. Lagravitacin de esa gran trada ha incidido en el institucio-nalismo directamente, o a travs de ilustres continuadores
tales como Sartre, Lefevbre, Marcuse, Gramsci, Althusser yPoutlanzas (en la lnea, por as decirlo, materialista dialctica).Reich, Lacan, Leclaire, Green, Manonni (en la lneafreudiana), Foucault y Klossovsky (en la lnea nietzscheana).Cabe, sin embargo, diferenciar cierto antagonismo en relacina la orientacin estructuralista de algunos de estos autores.
Como ya dije, es notoria la reivindicacin que elinstitucionalismo hace del Dadasmo, o de Artaud, H. Miller,D.H. Lawrence y otros "malditos", en el terreno esttico.
La relacin del institucionalismo con los filsofosempiristas (Locke, Hume) y con las sociologas biologistas(Tarde-Le Bon), positivistas (Comte, Weber, Durkheim,Pareto) as como con los estructural-funcionalistas (Parsons,
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Merton, Lewin) es de clara discrepancia. Sin embargo rescatande ellos muchos recursos, en especial para la metodologa de
la intervencin. Tal aprovechamiento puede apreciarse atravs del legado de la Biosociologa del Trabajo (Taylor), lade las Relaciones Humanas (Elton Mayo, Etzioni), la delDesarrollo Organizacional, etctera.
Lo mismo acontece con ciertos exponentes delCulturalismo (Kardiner, Malinowsky, Fromm), psicoanalistaskleinianos (Bion, Elliot Jacques), los difcilmente clasificables
psicosocilogos freudo-marxistas de la escuela argentina(Pichon-Rivire, Bleger).En antropologa los institucionalistas se interesaron por
Morgan, Mauss y Levy Strauss, pero prefieren en general aGodelier, Terray y particularmente a Clastres, sobre todo en lamedida en que se basan en este ltimo para cuestionar launiversalidad de ciertas formas de las relaciones de
parentesco, el valor heurstico de los ritos y mitos, as como larelacin entre la Familia y el Estado.En lingstica y semitica han trabajado a Derrida, Rossi-
Landi, el ncleo de "Tel Quel" (Kristeva, Barths) y aHjemslev. Se inclinan menos por el formalismo estructuralistaque por una pragmtica smica poltica que ve en los sistemassimblicos dispositivos y flujos de Deseo, Produccin y
Poder.En Pedagoga, han partido preferentemente de losinnovadores, tales como Pestalozzi, Dewey, Mead, Freinet,Freire.
En Psiquiatra uno vacila en decidir si la Antipsiquiatrainglesa (Laing y Cooper), la Psiquiatra institucional y deSector francesa (Daumezon, Bonnaf, Jean Oury) y la espaola(Tosquelles) son predecesoras o integrantes del movimientoactual.
Mucho menos interesado en la exhaustividad y justiciade esta taxonoma que en poner al lector lego en contacto conestas ideas y nombres ilustrativos haremos una seleccin de
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orientaciones actuales. Preferiremos a los que ms fuerza haninfundido a nuestra praxis.
Separaremos (de seguro arbitrariamente) a aquellos cuyoaporte ha sido prevalentemente terico de quienes hancontribuido principalmente en el plano operativo. Entre los
primeros colocaremos a Castel, Baudrillard, Donzelot,Gantheret y otros. Entre los segundos, los ms conspicuos (ysi aceptamos emplear ese ttulo) los fundadores, cabe situar:en Francia a Ardoino, Lapassade, Lourau, Mendel, Deleuze y
Guattari; en Italia a Basaglia y Jervis; en EE.UU. a Goffman,Szazs y Becker.Por razones obvias reservamos un lugar especial para los
brasileos: Guilhon de Albuquerque, Celio Garca, GilbertoVelho, Madel Luz, Roberto Machado, Rose Marie Muraro,Jurandir Freire Costa, Mara E. Chau y, desde otraorientacin, a Henrique de Escobar y Leandro Konder.
Probablemente algunos de ellos se sorprenderan de serconsiderados institucionalistas. En Mxico mencionaremos aIvan Illich, Miguel Matrajt, y J.C. De Brasi; en Cuba a J.C.Volnovich; en Venezuela a Len Rozitchner.
Finalizando esta enumeracin corresponde recordar enArgentina a Armando Bauleo, Ricardo Malfe, Hugo Vezzetti,Fernando Ulloa, E. Pavlovsky y Emilio Rodrigu... todos
ellos complejamente diferentes entre s.II. Gnesis Histrico-SocialResulta igualmente complicado decidir un comienzo para laserie de esta determinacin. Precisar todos los grandes y
pequeos acontecimientos que pueden haber incidido en lageneracin del Institucionalismo. Un camino podra ser el detratar de hacer una genealoga de todos los ensayosautogestivos, incluso los ms olvidados, erigidos en contradel poder centralizado de cualquier movimiento en innmerascoyunturas:
La comunidad primitiva, la rebelin de Espartaco, lascomunidades medievales, los consejos obreros europeos, lasexperiencias autogestivas yugoeslavas, hngaras, checo-
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eslovacas, argelinas y hasta las israeles. Pocos recuerdan a loscomuneros del Paraguay o la increble gesta de los quilombos
negros brasileros tales como el de Palmares.Vale la pena estudiar la influencia, o mejor an, lanegacin de la influencia de los idelogos y activistasanarquistas y las respectivas luchas que protagonizaron... enlas corrientes institucionalistas, desde la Primera Internacionalhasta los consejos obreros y la guerra civil espaola. Lo ciertoes que Godwin, Bakunin, Kropotkim, Malatesta, Proudhom,
Stirner y Fourier, Berkman y Volim, gravitaron ms de lo quelos institucionalistas reconocen. Tal parentesco es asumido enla obra de Castoriadis y el grupo de Socialismo o Barbarie. Amanera de puente entre marxismo y anarquismo puedeordenarse a Trotsky, Rosa Luxemburgo y el contemporneoGoldman. Por marcar encrucijadas estelares en esa trayectoriaes imposible no privilegiar los acontecimientos de la
Revolucin Rusa y otros subsiguientes como la LiberacinArgelina, y el Mayo Francs, para el institucionalismoeuropeo, tanto como el breve gobierno popular del 73 enArgentina y la inclinacin hacia la Social Democracia enMxico y Brasil.
Muy peculiar es la situacin del Institucionalismo nor-teamericano inspirado ms en los ideales del liberalismo
humanista que en una aspiracin revolucionaria. Como se sabeel mismo est ligado a la protesta de las minoras tnicas,sexuales y generacionales, as como a las del pacifismo yecologismo.
A modo de resumen digamos que el MovimientoInstitucionalista se ha desarrollado generalmente como opcinno-oficial dentro del Capitalismo Monopolista, del Capitalismode Estado, de las diversas Social Democracias, de los sistemasde transicin al socialismo, etc. Creo que es importante tratarde discriminarlo de las modalidades del participacionismo, delas cuales la Teora "Z", de origen japons, es la expresin msflagrante.
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No tendr la pretensin de transformar esta introduccinen un sustituto del debate que la sigue ni en un manual sobre
la corriente Institucionalista. Concluir con una enumeracinde ciertos temas crticos caractersticos y contribucionesigualmente notorias que le son propias.
lo.) La adopcin a ultranza de la tesis de que todo saberinvolucra un poder y el propsito de investigar y evidenciaresa inmanencia de uno en otro de los trminos de la relacin.
2o.) La conclusin de que cuanto mayor es el acumulo
social de saber y ms dividido est en especialidades la tesisanterior se torna ms opaca para sus usuarios y agentes.3o.) La constatacin de que esa opacidad conduce al
monopolio del saber y el poder por elites tecnocrticas que asu vez se subordinan a aquellas que detentan el saber y el
poder sobre la organizacin, administracin y decisin, esdecir las camarillas burocrticas y ejecutivas.
4o.) La conviccin de que la racionalidad en nombre de lacual tecncratas y burcratas ejercen el poder totalitariamentetiende a presentarse como neutra, instrumental y excluyente,condenando cada vez ms eficazmente a los saberes,quehaceres y condiciones diversos como desviantes,irracionales, aberrantes, delincuentes o subversivos.
5o.) La certeza de que una de las consecuencias de ese
desarrollo hipertrfico es que lo as instituido se consolidacada vez ms mostrndose como la mejor o nica opcin,paralizando toda la productividad y el deseo instituyentes yencaminndolos por canales inmutables, reproductivos yantiproductivos.
6o.) Esa deformacin conduce a una creciente desvalo-rizacin del papel, del saber y el poder inherente a la masalega cuya capacidad intelectual, operacional y esttica... ensuma: su espontaneidad revolucionaria, es invalidada ocolocada enteramente del lado de lo regresivo y disruptivo.
7o.) La disociacin de los saberes y quehaceres encompartimentos estancos basados en axiomticas a-crticas da
por resultado; A) Un teoricismo academicista que posterga
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eternamente las aplicaciones concretas; o bien B) Unpragmatismo tecnologicista que ignora la teora o no crtica la
que emplea C) Un especificismo que se niega a considerar losprincipios y fundamentos amplios articulantes a los que sirve yque funciona al azar de su diversificacin; o bien D) Unainterdisciplina que no es sino un pacto mutuo de no-cuestionamiento. E) Un distanciamiento entre la institucin deun saber (teora) y de un quehacer (mtodo y tcnica) de lasotras instituciones que atraviesan y regulan su lgica y el
funcionamiento de las organizaciones que objetivan suexistencia. Esta lejana legitima ciertas pretensiones, talescomo la que afirma que basta con la coherencia einteligibilidad de una teora especfica para garantizar lacorreccin del mtodo y la eficiencia de la tcnica. Todaevidencia acerca de la pobreza de los resultados o los efectoscontraproducentes del ejercicio de la disciplina es atribuida as
a la imperfeccin de los agentes y sus organizaciones que"recuperan" la pureza del procedimiento. F) Talesracionalizaciones llevan a colocar los dispositivos de saber yquehacer a servicio incondicional de las clases, sectores ygrupos dominantes, y a configurar nuevas elites que entran aformar parte de esos estratos.
8o.) El institucionalismo sostiene que las explicaciones
demasiado abarcativas y totalizantes de la realidad, tipo:"Modo de Produccin", o las rgidamente circunscriptas decada disciplina, a menudo no sirven para dar cuenta desituaciones sociales complejas y concretas tales como porejemplo la de "esta escuela", "esta fbrica", "esta crcel", "estesindicato"..., etc., contextuadas en "este Pas", "este Estado","esta coyuntura"... En consecuencia se trata deelaborar recursos para entender e intervenir en cada camposingular.
9o.) Si el complejo socio-econmico-poltico-ideolgico-deseante es descompuesto en Instituciones interpenetradas ycristalizadas en formas organizacionales, se torna posibleinvestigar su imprescindibilidad aparente y sus alternativas
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posibles, para comprender y transformar lo que registrancomo eu-funciones o disfunciones reformulndolas y
optimizndolas.10o.) Ese propsito, por ms complejo y difcil queparezca, puede dispararse hasta alcanzar lmites imprevisiblessi se instaura un campo de anlisis e intervencin colectivos,en los cuales la produccin de conocimiento y dereorganizacin, se realiza en plena accin compartida,incluyendo a todos los interesados y catalizando la asuncin
de su propio desvendamiento y destino. La tarea, casintegramente abordada en los lugares "naturales" de prcticasocial de cada actividad, exigir del equipo interventor untrabajo similar ejercitado sobre s mismo en aquella rea deinterseccin que se reactiva durante el anlisis colectivo. Esoimplica, a su vez, denunciar y renunciar, en cada operacin, ala realimentacin negativa inherente a su estatuto tcnico y a
los poderes espreos de su saber y quehacer.En el espectro de posiciones que integran lo que deno-minamos Movimiento Institucionalista puede encontrarse unagama variada en lo que hace a alcances, propsitos yresultados.
Desde la propuesta de un cierto psicoanlisis aplicado,an respetuoso en demasa de la especificidad y la
profesionalidad del procedimiento, hasta lo que pretende seruna nueva concepcin general de la naturaleza, la sociedad yla historia.
Cmo aquilatar el valor de estas tendencias?No ser por cierto en funcin al nmero y la magnitud de
sus intervenciones, que contina siendo reducida encomparacin, por ejemplo, con las corrientes norteamericanasde cuo empresarial.
Su produccin bibliogrfica, en cambio, ha alcanzadouna calidad que, en algunos casos, llega a ser apasionante.
Con todo, a nuestro entender, an no ha conseguido elgrado de difusin que se merece. Otras escuelas psicosocialesque gozan de abrumadora aceptacin en la actualidad, la
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obtienen Evidentemente haciendo, de muchas maneras, eljuego de la reaccin. Poderosas resistencias se alzan contra
este tipo de ensayos.Tal vez eso mismo sea el mejor indicador de su potenciacrtica.
Movimiento Institucionalista precisa an de muchaconfrontacin interna y externa, as como de mucha expe-riencia prctica, para acercarse a la madurez.
Por relativo que sea el veredicto del tiempo, ser decisi-
vo en la evaluacin de estos esfuerzos en pro de un mundoms justo y ms libre.
GREGORIO BAREMBLITT
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MESA UNOESTADOACTUALDELPSICOANALISIS
INDIVIDUALYGRUPAL
COORDINADORLUIS FERNANDO DE MELLO CAMPOS
PARTICIPANTESGREGORIO BAREMBLITT, ARMANDOBAULEO, EDUARDO PAVLOVSKY,
OSVALDO SAI DON
COORDINADORA. Slo algunas ideas para introducirnosen este tema. Confieso que esta problemtica me apasiona y
frecuentemente me desconcierta. El vaivn conceptual quetediosamente remite de una de esas formas a la otra yviceversa, no hace sino denunciar la pobreza de conoci-mientos que se tiene al respecto. La insistencia en su ejer-cicio clnico alternante: o bien persiste sin argumentos, o
bien se sustenta en crculos que van de una teora especficasupuestamente auto-suficiente que justifica una tcnica, o de
una tcnica presuntivamente eficaz que corrobora a suteora.Si ste es el crculo de la ideologa o debe aceptarse que
se abre por la tangente del corte cientfico, es una cuestinque no carece de inters... en cuanto nos demos porenterados de que no es el nico inters en juego. Alcontrario, ese conjunto de prcticas discursivas y no dis-
cursivas, esa semiotizacin de territorios y las adhesiones yrepulsiones que engendra, configuran en s un juego deintereses del que mal se puede dar cuenta permaneciendodentro de sus propios cdigos.
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Individuo, grupo, colectividad? Sujeto, subjetividadde grupo, subjetividad de masa? Como dicen Deleuze y
Guattari en su Antiedipo: "Qu raro es todo esto!"Doy la palabra al Dr. A. Bauleo.
A. BAULEO. Ms que un trabajo organizado para estamesa, y hacindome eco de las inquietudes del coordinador,
pens en una serie de items acerca de los cuales creonecesario preguntarse para comenzar a discutir. La formu-
lacin misma del tema me parece extraordinaria porque laspalabras "estado actual" recuerdan a la terminologa usada enlas viejas historias clnicas. Puede nuestro "paciente" serexclusivamente la "teora freudiana" o debemos incluir en sus"series complementarias'' los acontecimientos que configuransus diferentes inserciones y los efectos de las mismas durantediversos perodos y en diferentes pases?
Seguramente Uds. conocen bien el libro de Roustang cuyottulo es: "Un destino tan funesto". En ese texto el autoranaliza las relaciones entre Freud y los pioneros delmovimiento psicoanaltico. Destaca la forma cmo esosvnculos, no siempre claros, giran en torno de lainstitucionalizacin y la organizacin del pensamiento
psicoanaltico. Considerando esa historia podemos asegurar
que, para comprender este "estado actual", debemos por lomenos retrotraernos a 1910, cuando se fund la primeraAsociacin Internacional de Psicoanlisis, y se produjeron las
primeras disidencias de Adler y Jung. Cabe preguntarseacerca de la flexibilidad de este proceso deinstitucionalizacin tomando en cuenta que es el comienzo deuna larga serie de episodios similares que concluyen siemprecon el alejamiento de los representantes de diferentestendencias, generalmente los ms productivos. Eso es algo
planteado no solamente por los autores europeos, sinotambin por los norteamericanos. Estuve leyendo otro librollamado "La relacin entre el Psicoanlisis y las cienciassociales", de Reutemberg. El autor se pregunta si la exclusin
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de los disidentes y de los interesantes ncleos de sus teoraspuede haber operado slo efectos de preservacin de la
"pureza" de la teora, o si no ocasion tambin su empo-brecimiento. Roustang, a su vez, interroga si esa ideologadisgregante no se expresa por igual en la estructura de lateora y en la de la organizacin.
Entonces, como primer item a discutir, teniendo encuenta que nada existe en sociedad sin ser instituido: Culesson los efectos de la institucionalizacin en todas y cada una
de las subprcticas que integran el movimiento psicoanaltico,cmo el mismo habra sido si no fuese como fue, y cmopodra o debera ser si funcionara segn otra lgica que no lade segregacin de la diferencia?
Como segundo tem, y en relacin a la famosa "Crisisdel psicoanlisis". Muchos epistemlogos e historiadores del
psicoanlisis afirman una intrnseca y homognea oposicin
subversiva del psicoanlisis (por efecto de su produccin de"verdad") contra el Estado. En repetidas oportunidades en quela crtica de diversos orgenes denuncia la servicialidad del
psicoanlisis a ciertos objetivos del poder estatal, susdefensores sostienen que el freudismo ha sido "traicionado","distorsionado" y "recuperado" por el sistema.
En este momento, por ejemplo, en Francia est aconte-
ciendo una peculiar fase de ese proceso. Lamento mucho queel Dr. G. Mendel no participe de esta mesa porque megustara preguntarle acerca de la llamada "misin Godelier".La misma consiste en lo siguiente: el presidente Mitterand, atravs del Ministerio de Tcnica e Industria, convoca a laconstitucin de un Instituto de Investigacin en CienciasSociales y nombra como encargado de este organismo aMaurice Godelier. Godelier, a quien probablemente Uds.conocen porque tiene varios libros traducidos al portugus, esun antroplogo marxista de renombre. El mismo considera, endeterminado momento, que, en tanto ciencia social,corresponde realizar una investigacin acerca del
psicoanlisis para poder incluirlo como un recurso ms para
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el logro de los objetivos del gobierno. Eso, como Uds. seimaginan, despierta una gran discusin en la que participan
todas las tendencias psicoanalticas. Como Mendel es unintegrante de la misin, es una pena que no est aqu parapreguntarle qu significa esa iniciativa y cmo se lasarreglaron con la reaccin que provoc. Este asunto generamuchas incgnitas. En primer lugar, la forma jurdica deejercicio del psicoanlisis ha sido siempre la del profesionalliberal. Acaso esa institucionalidad est enteramente fuera o
contra el Estado? En segundo lugar, qu est pasando queuna prctica, que nunca necesit de una subvencin estatalpara existir, repentinamente se torna de inters del Estado queorganiza una investigacin acerca de ella y pretende darlesubsidios? Es interesante porque las respuestas surgidas frentea este hecho, de Leclaire, Pontalis, J. A. Miller y dems, sonde lo ms variadas.
Simultneamente en Italia tambin aparece un programaestatal. Uno de sus aspectos es una ley de organizacin de lospsicoterapeutas y las psicoterapias como parte de unareglamentacin general del campo de la Salud Mental. Surgeel siguiente problema: quin se encargar de la formacin delos psicoterapeutas? Ah aparece la propuesta de que sea laAsociacin Psicoanaltica. Entonces se presentan una serie de
problemas derivados. Para comenzar, un problema terico: sila Asociacin Psicoanaltica forma psicoterapeutas, entoncesel psicoanlisis se torna una psicoterapia? Los psicoanalistasson psicoterapeutas? Y si no son psicoterapeutas, qu son?Es interesante porque en este viraje que damos comoejemplo, tanto en Francia como en Italia, tanto en el campode la teora como en el de la clnica, se pone crudamente demanifiesto una relacin que Freud siempre neg. El
psicoanlisis nunca habra tenido nada que ver con laEducacin, con la Asistencia, en suma: con el Poder. Y es atravs de un intento de reformulacin de esas relaciones queaparece claramente la ligazn entre profesin liberal yEstado. Prximamente participaremos en" un Congreso en
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Miln acerca de Psicoanlisis y Estado, en el que todo estoestar en discusin.
Un tercer item, conectado con los anteriores, atae a lapropuesta de tratar al psicoanlisis como a las matemticas.As como hay una matemtica pura y una matemticaaplicada, se pretendera hablar de una teora psicoanaltica
pura que eventualmente podra ser utilizada en diferentescampos de aplicacin. Eso cuestionara el estatuto de laarticulacin originaria que siempre hubo entre la teora y la
prctica en psicoanlisis. Segn el mismo stas habranestado invariablemente ligadas a travs del acto clnico, esdecir, la sesin psicoanaltica y el vnculo transferencial.
Los tipos de aplicacin referidos son los que, porejemplo, se estn intentando en ciertos pases socialistascomo Nicaragua. All se est preparando a los psiquiatras ascomo a muchos otros agentes de la Salud Mental, ya no como
psicoanalistas convencionales, sino proveyndoles elementosde la teora que les permitan una lectura de las diferentesprcticas de su rea. Las doctoras Marie Langer y SilviaBerman estn llevando a cabo ese trabajo.
Un cuarto item surge en la consideracin de los proble-mas epistemolgicos del psicoanlisis. Uds. saben bien,
porque ya est traducido el libro de Jean-Paul Assoun
"Introduccin a la epistemologa freudiana", que la supuestadistancia entre la teora psicoanaltica y las ciencias naturalesest siendo cuestionada. Assoun intenta demostrar que losmodelos tomados por Freud de las ciencias naturalesformaban parte de su propsito deliberado de hacer delPsicoanlisis una de esas ciencias.
En este mismo momento, ciertas tendencias epistemo-lgicas italianas, sobre todo la de un autor llamado ...(NT. Lareferencia es inaudible en la grabacin), estudian cmo lateora psicoanaltica est tentando invadir los territorios yfundamentos de las otras disciplinas, dejando de ser unaciencia especfica para convertirse directamente en unaciencia de las ciencias o una epistemologa.
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Un ltimo item es la cuestin del psicoanlisis grupal.Uds. saben muy bien que, resumiendo la historia de ese
campo, podemos caracterizar dos tendencias: psicoanlisis engrupo y psicoanlisis de grupo. Bion y Foulkes. Bion y suesfuerzo para elaborar una comprensin psicoanaltica de logrupal y Foulkes tratando de seguir interpretando a sujetosaislados que estn en un grupo. Menciono a esos dos autores
porque me parecen los ms importantes... Acaso hay otros?Pichn Rivire en este sentido estara ligado a la corriente
bioniana.El problema actual acerca del psicoanlisis de grupo es elde la corriente francesa. La misma sta insistiendo en efectuarun reduccionismo y una extrapolacin. Continan tratando,con recursos tal vez ms sofisticados, de entender el fenmenogrupal como un conjunto de subjetividades individuales y conla terminologa terica que da cuenta de la estructura del
sujeto. Yo no s cul es el determinismo que crea la dificultadde la cultura francesa para entender a Bion, pero si Uds. leendetenidamente sus textos pueden observar que ellos siguen
preocupados por lo que les acontece a los sujetos cuando estnen el interior de un grupo. Nunca se interesan en ese algonuevo y especfico, que es la estructura grupal, que remaneja
por completo a los sujetos y los hace funcionar de una manera
annima contribuyendo a organizara bajo formas que lleganhasta a contradecir por completo las leyes de la subjetividad.Entonces corresponde plantearse si la dinmica grupal
pertenece a la esfera psicoanlisis o si es pertinente crear unadisciplina nueva, como era la ambicin de Pichn Rivire,que podramos llamar psicologa social psicoanaltica.
Estos eran los items que yo propondra para comenzar apensar el estado actual del psicoanlisis individual y grupal.
COORDINADOR. Da la palabra al Dr.E. Pavlovsky.
E. PAVLOVSKY. Quiero referirme al tema enfatizando enla experiencia del movimiento de psicoterapia de grupo y de la
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relacin entre ste y las instituciones oficiales del psi-coanlisis en Amrica Latina.
Yo hara la siguiente discriminacin. Una cosa es unaserie de individuos que concurren con problemas clnicos aconsultar a un terapeuta que los rene en un grupo para sutratamiento. Otra diferente es si esas personas vienen comogrupo preformado. En este segundo caso ya estaramos enalgo que, para m, no es ms psicoanlisis de grupo y quecalifico como funcin institucional o sociodramtica. En el
primer caso, claro est, se trata de personas que solicitanayuda para resolver problemas de su vida cotidiana a alguienque tiene experiencia clnica. En un grupo formado por esas
personas acontecen, sin duda, procesos inconscientesgrupales, pero tambin es cierto que el deseo de esosconsultantes no es originalmente comprender que es lo que
pasa en el grupo.
A pesar de no ser ste el tema principal del que queraocuparme, hago esta observacin en referencia al problemacolocado por Bauleo. Es un cuestionamiento interesante paradiscutir porque existe una dialctica muy compleja entre loindividual y lo grupal. La experiencia muestra que cuandoalguien pide ayuda porque se siente "morir de angustia", no se
puede decir linealmente que se trata de "la angustia del
grupo", ni las personas se alivian con eso. Tal vez se puedesuponer que los franceses se ocupan ms de la clnica que delproceso grupal. Me parece mejor que colocar la cuestin entrminos de individual versus grupal.
Tambin existe una lnea grupalista bioniana en que serealizan interpretaciones de los supuestos bsicos en abstractosin que se pueda singularizar bien el papel de cada
participante en esa estructura.(NT. A partir de este momento,por problemas tcnicos, el registro de la disertacin se torna
muy confuso. La reconstruccin que aqu hacemos no puede
dar total garanta de la fidelidad de lo expuesto.)Bien, a lo que me quera referir especialmente es a las
relaciones de la institucin psicoanaltica oficial y el
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movimiento grupalista en Amrica Latina. En 1953-54 elInstituto de Psicoanlisis tena un Departamento de
Psicoterapia de Grupo. Exista tambin la Asociacin dePsicoterapia de Grupo de Buenos Aires. Funcionaba casicomo un organismo de psicoterapia "para pobres", la
psicoterapia apareca como un lugar subsidiario de la insti-tucin psicoanaltica. Los analistas trabajaban en esaAsociacin de Psicoterapia de una manera tmida, inhibida, ycuando no se poda hacer otra cosa. La APA era el lugar de
la ciencia, del poder. Aquellos pacientes que tenan pocodinero eran reunidos "vergonzantemente" para hacer grupopero con muy poco compromiso cientfico y sin grandesexpectativas clnicas. Este movimiento de psicoterapia degrupo, influenciado de esa manera por la APA, no produjoabsolutamente nada. No hizo una investigacin. No escribilibros. La nica excepcin fue un texto que se convirti en la
biblia de la psicoterapia de grupo: el de Grinberg, Langer yRodrigu. Ese texto fue como(NT. Inaudible),que se instalpara estudiar grupo. Sin embargo, seamos francos, cuandoescribieron ese libro los autores no tenan una vastaexperiencia. Poco tiempo despus la APA fue presionandode diferentes maneras hasta conseguir que dejaran de
practicar psicoterapia de grupo por completo. Resulta
paradojal, entonces, que los creadores de la disciplina enArgentina casi no tenan prctica clnica. Y es sabido que laimportancia de la clnica en psicoterapia de grupo es tangrande que es casi imposible dialogar productivamente conalguien que no tiene esa experiencia. Algunos de estosautores, por lo que yo s Langer y Rodrigu, una vezliberados de las citadas influencias retomaron activamente ycon gran versatilidad tcnica las prcticas grupalistas.
Resultan muy interesantes acontecimientos tales comoen el que protagonizo la Internacional Psicoanaltica en 1959.En Argentina la citada organizacin bajo una directivadiciendo "no" al grupo, y todos los psicoanalistas que habancomenzado a trabajar en ese campo dejaron despavoridos el
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grupalismo y volvieron al anlisis individual exclusivo. Eseepisodio demuestra claramente la fuerza del colonialismo
cultural. Muchos de nosotros funcionamos siempre "comouna filial de Londres o Pars. En proporcin a otrosmovimientos eso mantuvo a la psicoterapia de grupo enBuenos Aires siempre subdesarrollada. No puedo decircuntos libros ms han sido escritos o qu tipo de asociacinsigue funcionando, pero de lo que estoy seguro es que el
progreso ha sido poco y siempre marginal con respecto a las
instituciones oficiales. Los psicoanalistas que se interesabanpor los grupos, en Argentina y tal vez en toda Latinoamrica,deban resignarse a estudiar a solas las diferentes posicioneso a afiliarse a otras orientaciones y movimientos. Sinembargo, tambin es cierto que las ideas de Bion, al margende su aceptacin o no por parte de las entidades oficiales, hantenido gran influencia. Buena parte de la misma oper a
travs de las reformulaciones de Pichn Rivire cuyasignificacin merece un captulo aparte. Pero pienso que esindispensable poder desmitificar un poco ciertas ingerencias.Bion, no obstante su fertilidad terica, trabaj slo sietemeses en dinmica de grupo. Creo que eso implica una serialimitacin para el papel que cumple la realimentacinexperimental que todo investigador necesita. Incluso no es
indiferente la razn por la cual interrumpi su prctica.Pregunt a un amigo, Marcos Pez, que estaba bieninformado al respecto, y me dijo que fue porque MelanieKlein, a la sazn analista didctica de Bion, le interpret queese tipo de tarea significaba una actuacin psicoptica. Me
pregunto si las condiciones de esa produccin y las razonesde su interrupcin no tienen derecho a formar parte de losargumentos con los que discutimos su valor. Tenemos una
peligrosa tendencia a fetichizar nombres y nociones.Considero algunos de los recursos de Bion formidables, perome inclino a desconfiar de quien contina teorizando uncampo en el que no trabaja, sobre todo si consiente enabandonarlo en base al principio de autoridad.
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El ao pasado, estando en Caracas, un analista de laasociacin venezolana, que estaba haciendo un aprendizaje
como psicodramatista, me pidi ansiosamente: "Por favor nome comprometa, no diga que estoy haciendo psicodramaporque soy Secretario de la Asociacin".
De todos modos a lo que quiero llegar es a que algunosanalistas que pertenecamos a la Institucin Psicoanaltica, yque no formbamos parte de la Asociacin de Grupos,comenzamos a acercamos a los hospitales y a agrupar chicos.
Para realizar esa tarea no tenamos modelos de trabajo en qubasarnos. Comenzamos tomando como referencia alpsicoanlisis y, como no tenamos quien nos supervisara,adoptamos espontneamente un sistema de auto-gestin. Nosreunamos peridicamente varias personas que trabajbamoscon grupos y discutamos entre nosotros lo que veamos ennuestras clnicas o lo que leamos en algunos libros. No
procuramos un supervisor porque no tenamos confianza enque alguien que no haca psicoterapia de grupo viniese aenseamos a hacer psicoterapia de grupo. En un momentodado adoptamos las tcnicas dramticas y, de improviso,ocurri que nos encontramos formando parte de un serviciohospitalar que no atenda nios... y en el cual nosotrostratbamos a veinte grupos de nios. Realmente ramos
muchos terapeutas, que a pesar de no tener muchaexperiencia, estudibamos y trabajbamos con ese fervor queda el desafo. Eramos jvenes y entusiastas. Despus vinimosa enterarnos de que todo el "movimiento psicodramticomundial comenz con psicoanalistas de nios que decidieronagruparlos. Eso aconteci, por ejemplo, con los franceses:Lebovici, Anzieu, etc. Debemos reconocer que libros comolos de Lebovici "Diez aos de experiencia" y "El PsicodramaPsicoanaltico" de Anzieu, nos ayudaron mucho. Se tratabade estudios acerca de la misma experiencia que estbamosrealizando. A pesar de ser nosotros mismos los padres denuestro trabajo, era reconfortante comprobar que haba otrosque estaban haciendo lo mismo.
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Operamos as desde 1958 a 1965, con grupos de nios yde adolescentes, tratando de publicar todo cuanto
aprendamos. Entre nuestros escritos, que fueron relativa-mente abundantes, se contaron artculos referentes a diag-nstico y evolucin clnica de asmticos, enurticos, neurosisimpulsivas. Investigamos especialmente los tipos deagresividad en la clnica en relacin con los diferentesdiagnsticos.
En ese perodo, la prctica del psicodrama se difundi
mucho en Buenos Aires y en varias ciudades del Brasil. Unaparte de ese desarrollo tom una lnea psicoanaltica y otra laorientacin moreniana. Se produjo entonces una divisin. Poruna parte el sector moreniano, que no tuvo una repercusindemasiado marcada, y por otra la orientacin psicoanaltica,encabezada por Moccio, Martnez y yo, que fuimos unaespecie de precursores de lo que sera el Movimiento
Psicodramtico Analtico Latinoamericano. Nuestraorientacin inclua, adems de la defensa del psicoanlisis,una serie de tomas de posicin muy definidas con respecto alcontexto socio-poltico. En determinado 'momento llegamos aser unas trescientas personas trabajando en grupos de
psicodrama con orientacin psicoanaltica. Creo que la clavede ese auge fue las peculiaridades de la organizacin que nos
dimos. No adoptamos ninguna estructura rgida de formacinporque ninguno de los tres, Moccio, Martnez o yo, tenemoscondiciones ni vocacin para algo as. Fuimos formandogrupos particulares espontneos, estudiando juntos yentrenndolos con una modalidad bastante autogestiva en laque nosotros actubamos casi como asesores. El movimientoadquiri una caracterstica suelta un tanto anrquica eirregular, pero intensamente productiva. Hemos escritomucho y sabemos que" tales escritos, buenos, medios omalos, han ayudado a mucha gente que trabajaba sin apoyoninguno en las instituciones.
No me parece casual el contraste existente entre nuestromovimiento y el de la Asociacin de Psicoterapia de Grupo.
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Este ltimo permanece paralizado por la dependencia de laAsociacin Psicoanaltica, sin produccin alguna que
consiga negar y superar aquel famoso libro de Grimberg,Langer y Rodrigu. Pienso que esa improductividad tienequ ver tambin con los recursos exclusivamente verbalescon los que trabajan y con la falta de una verdaderaconviccin acerca de la especificidad grupal. A pesar de ser
personas inteligentes no consiguen salir de una especie dedilema falso en el que se desgastan pensando que el
psicoanlisis es lo importante y el grupo lo subsidiario.Cuando estuve en Londres, en 1980, fui con Kesselmana la Clnica Tavistock, al Departamento de Grupos, a trabajarcon nuestra propuesta de "Las escenas temidas delCoordinador de Grupos". Nos encontramos all con personascon tal nivel de rigidez, que les resultaba completamenteimposible comprender cualquier idea que no fuesen las de
Foulkes.Por el contrario, cuando fuimos a trabajar con Berke y suscompaeros, que son seguidores de la antipsiquiatra de Laingy Cooper, vimos que su metodologa grupalista eraenteramente otra. Formada por gente joven y no dependiendode ninguna central, su propia organizacin les propiciabaejercer un tipo de psicoterapia de grupo dinmica, que
empleaba diversos recursos, y se pareca bastante a la quenosotros habamos hecho durante doce aos. Nuestrointercambio fue rico porque nos entendamos perfectamente.Yo creo que el discurso terico oficial de la AsociacinPsicoanaltica Inglesa, lejos de ser un instrumento decomunicacin- cientfica y de creatividad, se ha tornado uncredo de aclitos fanticos y temerosos. Nuevamente elefecto del mito.
No s si ustedes saben que, Terapeutas de Grupopropiamente dichos, no coordinadores de prcticas grupales,en Pars hay diez y en Londres hay otros diez. Es decir quenumricamente el movimiento es irrelevante. Lo que pasa esque escriben muy bien y tienen el control de los medios de
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publicacin. No existe proporcin entre su prestigio entrenosotros y la verdadera envergadura del movimiento, que es
relativamente pobre, y la prctica grupal, que es discontinua.Pueden preguntar al Dr. Mendel que seguramente lesconfirmar esta versin. El mismo afirma tener un grupo dediez o doce terapeutas calificados para hacer grupo, y no ssi ellos tienen alguna experiencia personal de grupo hechasobre s mismos. Nosotros, cuando vivamos en Madrid,trabajamos con gente de Gotemburgo, Suecia, que nos
prefera a los ingleses exclusivamente porque notaban unaenorme diferencia de plasticidad y experiencia clnica.Quiero insistir en el hecho de que yo tambin tengo
formacin psicoanaltica y que la misma me ha posibilitadocomprender y conducir adecuadamente una intensa prcticaclnica y an reflejarla en numerosas publicaciones. Esaactividad ha generado, junto a la de otros, un numerossimo y
fuerte Movimiento. Cul es la diferencia entre elpsicoanlisis que aplico y los dems que antes comentaba?Seguramente debe haber diferencias tericas. Pero lofundamental me parece ser que mi compromiso principal escon la tarea concreta y sus implicaciones sociales y no conninguna central multinacional. Otro buen ejemplo, en esesentido, es el libro de Simn, sobre psicoterapia de grupo. Es
notable su poco vuelo, tpico de un texto psicoanalticoligado a una institucin convencional.Pienso que la Psicoterapia de Grupo es una prctica que
permite y exige la teorizacin en trminos de un inconscientesocial-histrico compuesto de fuerzas y representacionesligadas al trabajo, al poder, al dinero, al sexo, etc. Suincidencia puede determinarse a nivel de efectos individualeso colectivos en el grupo. Cuando, coherentemente con esta
proposicin, quise presentar trabajos de Psicoterapia deGrupo Psicodramtica en Adolescentes en la AsociacinPsicoanaltica de Terapia de Grupos, se negaron a dialogarconmigo. En forma extraoficial "personas serias" de laorganizacin trataban de convencernos de que tal enfoque
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terico y tcnico era "poltica de consultorio", "actuacionespsicopticas", etc. Yo estaba comunicando una experiencia
de cuatro aos en dos grupos simultneos con adolescentes.Cuando se me hacan esas crticas era fatal descubrir quequien me cuestionaba generalmente no haba trabajado nuncaen grupo de adolescentes. No se trata de hacer otro fetiche dela experiencia clnica. Pero convengamos en que la clnicaabre espacios de los que la teora constituida no puede darcuenta y se es un factor de progreso terico. Yo mismo he
tratado de construir recursos tericos que conservando lasbases psicoanalticas (tales como transferencia, resistencia,etc.), me permitieran incorporar y aprovechar las ideas y lasmaniobras, por ejemplo, de Moreno. He escritoespecialmente procurando diferenciar lo que es un "actingout" de una dramatizacin. Durante mucho tiempo trabajdisociando los momentos interpretativos de los dramticos.
No entenda bien por qu deba hacerlo as. Hasta que fuiadquiriendo una tcnica basada en una concepcin dramticade la psicoterapia de grupo. Las sesiones son dramtico-verbales. La interpretacin trata de explicitar el proceso queest aconteciendo. Sin embargo, la dramatizacingeneralmente explora al protagonista individual, que podr ono ser un recorte parcial del proceso de grupo. Conviene no
transformar al paciente individual en un invariable emergentedel grupo; decir que lo que pasa, pasa siempre con el grupo oen el grupo. Ese es un tipo de lectura que se haceestereotipadamente en Buenos Aires. De lo que se trata es dever ' si lo que pasa con una persona est pasando con todo elgrupo, o pasa slo porque est en grupo, o porque estrelacionado a otros dispositivos que atraviesan el grupo.Todo eso tomando siempre en consideracin que el com-
portamiento y el discurso de una persona en el grupo esnico, singular e irrepetible.
Creo que el campo de la tcnica dramtica no tieneexclusivamente un nivel teraputico, sino que tambin esimportante en cuanto recurso para la enseanza de la
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psicoterapia de grupo misma, no slo del Psicodrama. Es elcaso del uso del "rol-playing". Si tomamos algunas personas
que quieran estudiar psicoterapia de grupo y las dividimos enun sub-grupo de pacientes y uno de terapeutas y registran lodramatizado durante unas cuantas sesiones, ellas puedenluego discutir tericamente el proceso que protagonizaroncon el "rol-playing". Este procedimiento ya ha sido muyutilizado con personas que no hacan psicodrama, eninstituciones en las que se precisa entrenar en tcnicas
grupales.No deseo tocar temas relacionados con el entrenamientoespecfico de lo que podramos llamar una didctica grupal,
porque me referir ms detenidamente a esto en elSimposium abierto.
Para concluir quiero solamente mencionar que elMovimiento Grupalista en Latinoamrica no se ha visto
solamente paralizado o entorpecido por su dependencia delos centros de poder psicoanalticos locales, franceses oingleses. Tambin ha sufrido la influencia
predominantemente negativa de ciertas orientacionesnorteamericanas. Las mismas han contaminado al grupalismocon una concepcin del mundo, especialmente de lasrelaciones sociales, centrada en un culto a la sensorialidad, la
sexualidad y la agresividad en s y por s mismas.Ni la cura catrtica ni la sumisin psicoanaltica harnprogresar al Movimiento Grupalista en Latinoamrica.
COORDINADOR. Da la palabra al Dr.O. Saidn.
O. SAIDON. Voy a partir de una transformacin de lamisma pregunta que Pavlovsky haba formulado: Culesson las causas deja presin que los psicoanalistas y laInstitucin Psicoanaltica hacen para que se abandonen las
practicas grupales? Podramos preguntarnos: Ser algunacaracterstica epistemolgica de la Teora y el Mtodo
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psicoanalticos? Ser una condicin estructural del modo deinstitucionalizacin del psicoanlisis? Ser un producto de
la forma en que la escuela inglesa o la francesa conciben alpsicoanlisis? Creo que un anlisis complejo de esa situacindebe partir desde el interior de nuestra propia prctica. Enella, seguramente, volveremos a encontrar las mismasfuerzas actuantes, los mismos efectos de aquellos quesealamos como un desorden, a saber: el permanente peligrode estancamiento y de desgaste de las prcticas grupalistas.
Yo me quera referir en especial a la historia de esaprctica, en Amrica Latina, bsicamente en Argentina yBrasil. Creo que la comprensin de lo que signific el augetodava un problema superficialmente tratado por la mayorade los intelectuales que se ocuparon de la cuestin.
En un determinado momento, diversos profesionales delas clases medias, junto a otros vastos sectores de las mismas
con slida formacin cultural, que no tendran de por smismos el menor acceso al poder, se unieron a un movimientopopular masivo. Eso los llev a repensar socialmente supropia prctica. Ese proceso se vena incubando a travs devarios antecedentes interesantes de articulacin entre el
psicoanlisis y el marxismo que son contemporneas, tanto alauge del psicoanlisis, como a la obra y al trabajo de Pichn
Rivire y sus principales discpulos, entre los cuales estn hoycon nosotros algunos de los ms preclaros.Esa difusin grupalista coincidi con la mayor participacin
de las fuerzas populares en la discusin y decisin sobre losproblemas sanitarios, asistenciales y educacionales. Me parecefundamental la exposicin de todo ese proceso para marcaruna radical diferencia. Se trata de no - confundir esa corrientecon lo que se llama comnmente psicosociologa, ya sea lanorteamericana, transplantada a Europa... o bien la que resultade la importacin de cierto psicoanlisis ingles a EstadosUnidos. Esos intercambios estuvieron ligados al comienzo delos clsicos movimientos de psicoterapia de grupo. El mismohizo su aparicin posteriormente en la Argentina y otros
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pases latinoamericanos pero, como estoy tratando deenfatizar, con caractersticas peculiares. Basados en el
conocimiento de esta historia, y de la peculiaridad que leatribuimos a esos movimientos en Latinoamrica y en elBrasil en particular, emprendimos una investigacin tratandode profundizar qu es exactamente lo que pasa aqu con las
prcticas grupales. Entre otros fundamentos, partimos decuestionar una afirmacin a la cual de alguna manera siempreadherimos, pero que resolvimos tratar de una manera menos
dogmtica. Quien mejor ha formulado ese principio es, sinduda, Robert Castel, que caracteriza el surgimiento de laspsicologas en general, as como las psicosociologas y delpsicoanlisis como un aparato destinado a la integracin delconjunto social de forma, que ste sea tcnica controlable.Segn ese argumento, la terapia de grupo sera un dispositivoms de control social.
La descripcin del proceso poltico que hice al principionos debe permitir interrogarnos seriamente sobre launiversalidad y la validez de esa afirmacin. Claro est queno voy a hacer historia, no es el objetivo de nuestra reunin,
pero debemos demarcar muy bien las condiciones desurgimiento de los movimientos grupalistas y las psicologassociales en cada pas. Por ejemplo: la aparicin de la
Psicologa Social en Argentina, especialmente a travs de suprincipal representante, Enrique Pichn Rivire, tiene unsignificado bastante diferente de otros. Es sabido que lacorriente lewiniana fue financiada por el Estado americano ylas grandes empresas. De igual forma se sabe que laorientacin de Bion surge para resolver problemas de post-guerra, particularmente la necesidad de recuperar la fuerzade trabajo deteriorada por el conflicto blico.
En Argentina, por el contrario, la formacin de la Pri-mera Escuela Privada de Psicologa Social, crecida en tornode Pichn Rivire y otros, tiene un propsito muy original.Desde el principio se plantea como un movimiento que tratade articular el psicoanlisis con las determinaciones sociales.
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En el seno del mismo se genera una atmsfera contestatariade las instituciones consagradas, hasta el punto en que Pichn
Rivire, analista didacta de la Asociacin Psicoanaltica, seconvierte en el precursor de la serie de rupturas con esaentidad que hasta ahora se continan produciendo.
Es esa Primera Escuela la que comienza a cuestionar elejercicio clsico del psicoanlisis individual y a expandir portodas partes la actividad grupalista. Otros colegas que estnaqu presentes, que participaron de ese proceso, pueden tal vez
refrendar mi opinin; dudo que en ningn lugar del mundodurante los aos de 1960 se hicieran tantas prcticas grupalescomo las que esa tendencia origin. A punto de partida, o enarticulacin con ese movimiento, aparecieron variosfenmenos interesantes en el panorama argentino. Surgi laformacin gratuita en psicoanlisis organizada por lossindicatos de psiquiatras y psiclogos, la activa militancia
poltica de los trabajadores de la Salud Mental, incluyendo apsicoanalistas, etc. Conversando con Basaglia a ese respecto,l deca que algunos psicoanalistas latinoamericanos "no
parecen psicoanalistas, parecen del otro mundo". En efecto,Basaglia tena razn, somos de otro mundo, digamos: delTercer Mundo. La historia de Amrica Latina singularizanuestra insercin social, as como nuestras producciones
tericas y tcnicas, y nos obliga a pensarnosdiferenciadamente de otras trayectorias en otros lugares. Porejemplo, hace ocho o nueve aos atrs, en un trabajo queestaba efectuando con una colega, nos preguntbamos enrelacin a la formacin de un trabajador de la Salud Mental, sista deba desenvolverse fundamentalmente en la Universidad,en los Sindicatos o en los Barrios, junto a la poblacin. SUds. comparan esas preocupaciones con las que se tieneactualmente, despus del retroceso poltico en el Cono Sur,apreciarn lo que quiero decir. Hoy esa problemtica se
plantea verdaderamente en "otro mundo", pero no se trata yadel tercero ni del cuarto. Es el mundo del "passe", del"muerto", un territorio abstracto de significaciones puras que
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configura un doble del horrible entorno con respecto al cual seguarda silencio.
Pero volviendo al Brasil: nuestro pasaje, desde aquelpanorama que describimos, a ste, nos hizo comprender quenuestra procura de una articulacin entre lo psquico y losocial haba sido, en algunos afectos, demasiado ingenua. Aveces muy formal, otras demasiado humanista. Laimposibilidad de practicarla tal como estbamos acos-tumbrados nos llev a procurar otras formas alternativas que
nos permitieran continuar en esa lnea. Nos conectamos ascon la corriente institucionalista y la de la psiquiatrademocrtica italiana que, unidas a nuestra trayectoria yexperiencia anteriores, tratamos de aplicar a la comprensinde la dimensin socio-institucional de nuestro trabajocotidiano. Como parte de ese proyecto, iniciamos con ungrupo de colegas una investigacin acerca del estado actual de
la actividad grupalista en Rio de Janeiro. Nos formulamos treshiptesis que, con el curso de la investigacin creemos haberdemostrado.
De las tres hiptesis, la primera sostiene que la crecientepreocupacin por la tcnica dentro de todas las prcticasgrupales, incluidas la de orientacin psicoanaltica, gestltica,rogeriana, etc., existe en detrimento de un inters social por
un trabajo ms profundo y abarcativo de esas mismastcnicas.La segunda hiptesis afirma que cada tipo de orientacin
en la formacin de agentes grupalistas de las respectivastendencias estimula (para usar un trmino de Mendel)determinado tipo de "personalidad social". En otras palabras,cada formacin produce una cierta modalidad"caracteroptica" de percibir y actuar socialmente, que reducela capacidad de sus tcnicos para cuestionar y buscar formasde articulacin ms comprometidas con la realidad socialamplia. Su lugar y la realidad misma son definidas a travs delas estrechas pautas de la "corporacin" a la que pertenecen.
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La tercera hiptesis postulaba que todas esas escuelas,incluidas las que ms ostensiblemente hablan de prctica
grupal (por ejemplo el psicodrama), en rigor idealizan a laterapia individual como siendo "LA TERAPIA", en tanto quelos procedimientos grupales seran recursos de segundacategora. Analizando el discurso de nuestros entrevistados se
poda entender que para ellos la terapia grupal estabadestinada a quienes no precisaban demasiada atencin, que ,los tcnicos podan formarse ms rpida y fcilmente, etc.,
etc. Si bien el discurso manifiesto promova la expansin de lacorriente, la constitucin de grupos, la profundizacin de suestudio y as por el estilo... el discurso latente transmita undescrdito absoluto de la misma propuesta. En este sentidohallamos una notable coincidencia con los interesantesepisodios relatados por Pavlovsky.
Creo que esas hiptesis confirmadas, que componen las
conclusiones de nuestra investigacin, podran ser uno de lostemas de nuestra discusin de hoy, y es por eso que quieroconcluir resumindolas de otra forma.
lo.) Una lectura sintomal de la bibliografa de base de lospronunciamientos oficiales: simposiums, congresos, etc., oparticulares: entrevistas, cuestionarios; en suma: declaracionesde las diferentes tendencias en trabajo grupal, demostraron
una preocupacin fundamentalmente prctico- tcnica endetrimento de una terico-epistemolgico- institucional.2o.) Que ese tipo de preocupacin (en especial en las
escuelas de aparicin ms reciente, tales como las gestlticas olas de potencial humano) apunta a inducir en los tcnicos y enlos grupos un encubrimiento o una obturacin del sentidosocial (es decir poltico, econmico e ideolgico) de las
prcticas grupales.3o.) La carencia de una reflexin epistemolgica en
estrecha relacin con la falta de crtica acerca del sentidosocial de su prctica hace que los intercambios en el seno delas escuelas, y entre ella sean totalmente estriles y no pasende una comparacin de recetas.
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Por ejemplo, es comn escuchar en los congresos depsicoterapia de grupo interminables discusiones acerca de si
hay que trabajar en sesiones de una hora o de dos, si esconveniente dejar entrar pacientes homosexuales al grupo,etc. Lo que es imposible de or es cualquier tipo de pesquisaacerca de la implicacin, es decir de la incidencia de lasdeterminaciones institucionales inconscientes odeliberadamente ocultadas de esas prcticas profesionales.
Toda esa actitud conduce a una utilizacin acrtica de los
Recursos tcnicos que resulta sin duda servicial a laideologa dominante bajo la forma del grupismo. Los pro-blemas econmicos, polticos, ideolgicos, libidinales sonpsicologizados y psicopatologizados, y a veces ni eso, sonapenas melodramatizados en corrillos. Eso excluye todoexamen crtico del papel de la oferta, la demanda, y elejercicio de esas prcticas en la coyuntura histrica.
Espero que haya quedado claro a travs de mi exposi-cin mi conviccin de que podemos y queremos protagonizarun movimiento grupalista, si no exento, por lo menosalertado contra esas desviaciones. Recrearemos, de esamanera, una tradicin de la que venimos y a la que queremoshonrar.
COORDINADOR. Da la palabra al Dr. G. Baremblitt.
G. BAREMBLITT. Debo comenzar diciendo que, paraquienes como nosotros, intentan encarar un trabajo militanteen el campo de la salud mental, el tema de este debate es unode los ms vitales. Adjudico a la palabra "vital" una serie desentidos que van desde una forma de "supervivencia" o de
subsistencia material, hasta un "modo de vivir", es decir una"eleccin de vida", que tie todos los aspectos de la misma.Esta amplitud involucra innumerables "vivencias". Porejemplo, la de "sentirse vivo" y la de "dar vida", es decir lade desear producir, la de producir deseo, todo lo cual es unasola y misma operacin. Esta manera de vivir implica formas
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de lucha contra la muerte, pero no contra la muerte como uninstinto "natural" o como una supuesta pulsin hipostasiada
que sera inherente al Ser, sino como un mecanismohistricamente producido, que obliga al deseo a investirlo, acreer en l.
Esto nos induce a vivir nuestro trabajo de manera depreguntarnos, siempre sobre la marcha (como deca un amigonuestro actualmente radicado en Mxico y cuya aparenteausencia lamentamos), "qu hemos hecho de nuestras vidas?"
En otras palabras: dentro de una existencia siempre marcadapor el riesgo, por ese "vivir peligrosamente" que cada uno denosotros, en su estilo, ha asumido ms o menos... cuntohemos concedido? Cunto hemos sido y somos vctimas decomplejas trampas que nos han y nos hemos armado en cuantosomos puntos de interseccin de las mltiples determinacionesinstitucionales del sistema? Permtaseme una metfora
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