Bachmann, Stefan - [Los Distintos 01] Los Distintos [15035] (r1.2 Rocy1991)

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En los barrios bajos de Bath, en el gueto de los duendes, Bartolomeo y su hermana Queta,vivían bajo esa terrible regla. Como son sustitutos, distintos, ni los duendes ni loshombres quieren saber nada con ellos. Un día una hermosa dama de morado asomó por elCallejón del iejo Cuervo y Bartolomeo vio cómo se llevaba a su vecino, un distinto

como !l. Entonces olvidó las reglas y se dejó notar. "rimero, por la dama de morado,luego por una criatura llamada #altimb$n, manipulada por un duende malvado y poderoso y, m$s tarde, por %rturo &elliby, alguien que 'por otras ra(ones' tambi!n trata de pasar inadvertido.

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#te)an Bachmann

Los Distintos

*os +istintos ' -

e"ub r-.

/ocy-00- 1.-.-2

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3ítulo original4 The Peculiar 

#te)an Bachmann, -

3raducción4 5artín #chi)ino

Editor digital4 /ocy-00-

e"ub base r-.

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% mi mam$ y a mi hermana, que lo leyeron primero

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Prólogo

C%6%7 plumas del cielo.

Como nieve negra, bajaban )lotando sobre una vieja ciudad llamada Bath. #earremolinaban sobre los tejados, se apilaban en las esquinas de los callejones yoscurecían y silenciaban todo, como un día de invierno.

*os habitantes se e8tra9aron. %lgunos se encerraron en el sótano. :tros corrieron a laiglesia. *a mayoría abrió el paraguas y siguió con sus cosas. % las cuatro de la tarde, ungrupo de ca(adores de p$jaros tomó el camino hacia ;entish 3o<n, tirando de un carrocargado de jaulas. =ueron los >ltimos en ver Bath tal como había sido, los >ltimos en irse.En alg>n momento de la noche del veintitr!s de septiembre se oyó un gran estr!pito,como de alas y voces, de ramas quebradas y vientos huracanados, y a continuación, en unabrir y cerrar de ojos, Bath se es)umó y solo quedaron ruinas, mudas y desoladas bajo lasestrellas.

 7o hubo llamas. 7i gritos. 3odo el mundo desapareció en cinco leguas a la redonda, asíque a la ma9ana siguiente nadie pudo hablar con el alguacil que llegó montado en uncaballo chueco. 7adie humano.

Un granjero lo halló unas horas m$s tarde, de pie en un campo apisonado. El caballo sehabía es)umado y las botas del alguacil estaban gastadísimas, como si llevara varios díascaminando.

 ?=río ?dijo, con la mirada distante?. *abios )ríos y manos )rías y qu! cosa tan perotan rara.

Entonces empe(aron los rumores. #e susurraba que de las ruinas de Bath surgíanmonstruos, diablillos delgados como huesos y gigantes altos como colinas. En las granjasaleda9as, la gente clavó cabe(as de ajo en los marcos de las puertas y cerró los postigoscon cintas rojas. 3res días despu!s de la destrucción de la ciudad, llegaron unoscientí)icos de *ondres para estudiar el sitio donde antes estaba Bath, y se los vio por>ltima ve( en la copa de un roble nudoso, con los cuerpos blancos y e8ang@es, laschaquetas atravesadas por ramas. +espu!s de eso la gente echó llave a las puertas.

"asaron semanas, y corrieron rumores de cosas peores. *os ni9os desaparecían de suscamas. "erros y ovejas de pronto quedaban rengos. En Aales, la gente se metía en el bosque y nunca m$s reaparecía. En #<ainsic se oyó un violín en medio de la noche, ytodas las mujeres del pueblo salieron en camisón y siguieron el sonido. 7adie nuncavolvió a verlas.

"ensando que aquello era qui($s obra de uno de los enemigos de nglaterra, el"arlamento envió de inmediato una brigada de soldados a Bath. *legaron los soldados y,aunque no hallaron rebeldes ni )ranceses entre los escombros, sí encontraron uncuadernito manoseado que había pertenecido a uno de los cientí)icos a los que la muertehabía sorprendido en la copa del roble. 7o tenía m$s que unas pocas p$ginas escritas a

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vuela pluma, muy manchadas, pero causó sensación en todo el país. #e lo publicó en pan)letos y periódicos, y se lo estampó en los ioscos de revistas. *o leyeron carniceros ytejedores de sedaD lo leyeron alumnos, abogados y duques, y los que no sabían leer pidieron que se lo leyeran en rondas multitudinarias.

*a primera parte estaba llena de cuadros y )órmulas, me(clados con garabatossentimentales sobre una tal *i((y. "ero a medida que se avan(aba, las observaciones delcientí)ico se ponían m$s interesantes. +escribía las plumas que habían caído en Bath, queno eran plumas de ning>n p$jaro conocido. +escribía huellas misteriosas y misteriosascicatrices en la tierra. "or >ltimo describía un largo camino que se desdibujaba entre unavoluta de a(u)re, y retrataba a unas criaturas que solo se ven en )$bulas. Entonces secon)irmaron los peores temores de todos4 los peque9os, la gente oculta, los  sidhe, habían pasado de su mundo al nuestro. *os duendes habían llegado a nglaterra.

"or la noche se acercaron a los soldados goblins y s$tiros, gnomos, espíritus y p$lidosseres )r$giles y sutiles de ojos a(abache. +e inmediato, el o)icial de aspecto almidonadoque estaba al mando de los ingleses, un tal Briggs, les dijo que eran sospechosos degrandes crímenes y que debían ir a *ondres para ser interrogadosD pero eso era ridículo,como decirle al mar que se lo ju(garía por los barcos que se había tragado. *os duendeshicieron oídos sordos a esos hombres torpes vestidos de rojo. #e pusieron a correr a sualrededor, abuche$ndolos y provoc$ndolos. Una mano p$lida se estiró para pelli(car unamanga roja. En la oscuridad se disparó un arma. entonces empe(ó la guerra.

#e la llamó la Auerra #onriente por la cantidad de cr$neos, blancos y risue9os, quequedaron esparcidos en los campos. Fubo pocas batallas verdaderasD nada de marchastriun)ales ni descargas )lamígeras que luego inspiraran epopeyas. "orque los duendes noeran como los hombres. 7o respetaban las reglas, ni )ormaban )ilas como soldaditos de plomo.

*os duendes invocaron a las aves para que arrancaran a picota(os los ojos a los soldados.nvocaron a la lluvia para que humedeciera la pólvora y pidieron al bosque que levantarasus raíces y )uera por la campi9a de un lado a otro para con)undir los mapas ingleses."ero al )inal la magia de los duendes no pudo contra los ca9ones y la caballería ni contrala marea inagotable de casacas rojas que les cayó encima. En un montecito llamadoColina 7egra, los brit$nicos convergieron sobre los duendes y los avasallaron. % los quesalieron corriendo los derribaron a tiros. %l resto Gy eran muchos, pero muchosH losreunieron, los contaron, los bauti(aron y los pusieron a trabajar en )$bricas.

Bath se convirtió en su nuevo hogar en ese país nuevo. %l resurgir de los escombros, la

ciudad creció como un sitio oscuro. El lugar donde había aparecido la carretera, dondetodo había sido destruido por completo, se convirtió en 7ueva Bath, un enjambre decasas y calles con una altura de m$s de ciento cincuenta metros, lleno de chimeneasennegrecidas y de )inos puentes que colgaban sobre un amasijo de basura apestosa yhumeante.

El "arlamento, mientras tanto, dictaminó que la magia que habían traído consigo losduendes era una suerte de desgracia y que había que esconderla con vendajes y

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ung@entos. Una lechera de 3o<nbridge descubrió que, cuando sonaba una campana, a sualrededor cesaban todos los sortilegios y los setos paraban de susurrar y los caminosvolvían a llevar adonde siempre habían llevado, de manera que se promulgó una ley queobligaba a todas las iglesias del país a doblar las campanas cada cinco minutos en ve( decada quince. +esde hacía tiempo se sabía que el hierro protegía contra los hechi(os, y de

ahí en m$s se introdujeron limaduras de ese material en todo, desde los botones de la ropahasta las migas de pan. En las grandes ciudades, se araron los parques y se derribaron los$rboles, porque se suponía que los duendes eran capaces de e8traer poder de las hojas ydel rocío. %braham +arby, en su disertación Las propiedades del aire, propuso la )amosahipótesis de que los mecanismos de relojería actuaban como una especie de antídotocontra la naturale(a rebelde de los duendes, y por ello los pro)esores y )ísicos y todas lasgrandes mentes volcaron sus es)uer(os en la mec$nica y en la industria. Empe(ó entoncesla Era de Fumo.

Con el tiempo los duendes pasaron simplemente a )ormar parte de nglaterra, una parteinseparable, como los bre(os en los p$ramos grises, como las horcas en las cimas de lascolinas. *os gnomos y genios salvajes no tardaron en comportarse como ingleses. ivíanen ciudades inglesas, respiraban humo ingl!s y, en poco tiempo, no estaban ni mejor ni peor que los miles de humanos pobres que trabajaban a su lado. "ero los líderes de losduendes ?los p$lidos, silenciosos sidhes de aspecto )urtivo y chalecos ce9idos? nocedieron con tanta )acilidad. 7o olvidaban que habían sido amos y amas en sus propios ygrandes salones. 7o perdonaban. *os ingleses habrían ganado la Auerra #onriente, perohabía otras )ormas de luchar. Una palabra podía causar una revuelta, la muerte de unhombre podía escribirse con tinta, y los sidhes conocían esas armas como la palma de sumano. Claro que las conocían.

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Capítulo I

*o m$s pero lo m$s hermoso

B%/3:*:5E: "erol la vio en el momento en que se )undía con las sombras delCallejón del iejo Cuervo4 era una gran dama vestida de terciopelo color ciruela, queavan(aba con estampa de reina por la calle en)angada. Era de suponer que nunca saldríade allí. Qui($s en la carretilla del juntacad$veres o en una bolsa, pero casi seguro no porsus propios medios.

Bartolomeo cerró el libro que había estado leyendo y apretó la nari( contra la ventanasucia. En los guetos de Bath donde vivían los duendes no se era amable con losdesconocidos. En un momento podías hallarte en una avenida bulliciosa, esquivandoruedas de tranvías y pilas de esti!rcol, procurando que no te devoraran los lobos quetiraban de los carruajes, y al siguiente descubrirte en un laberinto de callecitas estrechas)lanqueadas por casas que se escoraban en lo alto, ocultando el cielo. #i tenías la mala

suerte de cru(arte con alguien, lo m$s probable era que )uese un ladrón. no de losdelicados, como los espíritus de dedos )inos que hay en *ondres. 5$s bien de esos quetienen mugre en las u9as y tambi!n hojas en el pelo y que, si consideraran que vale la pena hacerlo, no dudarían ni un segundo en rebanarte la garganta.

% Bartolomeo le pareció que la dama muy bien valía la pena. #abía que se mataba pormenos. % ju(gar por los cad$veres enjutos que sacaban a rastras de las cunetas, se mataba por mucho menos.

Era muy alta y e8tra9a y, engalanada como iba, parecía e8tranjeraD daba la impresión deocupar todo el callejón opaco. *levaba las manos en)undadas en largos guantes del color

de la medianoche. *e brillaba la garganta enjoyada y en la cabe(a tenía una galerita conuna enorme )lor morada. Como la galera estaba inclinada, hacía sombra sobre sus ojos.

 ?Queta ?susurró Bartolomeo, sin alejarse de la ventana?4 en a ver, Queta.

En el )ondo de la habitación se oyeron pasitos r$pidos. % su lado apareció una ni9a. Eramuy )lacucha, de cara huesuda y piel p$lida, con un tinte a(ulado por )alta de lu( solar.=ea, como !l. #us ojos enormes y redondos eran charcos negros que se )ormaban en loshuecos de su cr$neo. 3enía las orejas en punta. Con un poco de suerte Bartolomeo podía pasar por un ni9o humano, pero Queta no. Era evidente que por sus venas corría sangrede duende. "orque donde Bartolomeo tenía un nido de pelo casta9o, Queta tenía las

ramas suaves y desnudas de un $rbol joven.3ras sacarse una rama caprichosa de delante de los ojos, soltó un grito ahogado.

 ?:h, BartiI ?suspiró, a)err$ndole la mano?. Es lo m$s pero lo m$s hermoso que vien mi vida.

Jl se arrodilló a su lado, de manera que las caras de los dos asomaban justo por encimadel al)!i(ar carcomido.

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"or cierto, la dama era muy hermosa, pero había algo e8tra9o en ella. %lgo oscuro yagitado. 7o llevaba maletín, ni capa, ni siquiera una sombrilla con que protegerse delcalor de )ines del verano. Como si hubiera salido de la quietud sombría de un salóndirecto al distrito de los duendes de Bath. Caminaba de manera envarada y a lassacudidas, como si no supiera utili(ar muy bien las e8tremidades.

 ?KQu! crees que hace aquíL ?preguntó Bartolomeo, y empe(ó a mordisquearselentamente la u9a del pulgar.

Queta )runció el ce9o.

 ?7o s!. % lo mejor es una ladrona. 5am$ dice que se visten bien. K"ero no es un pocollamativa para ser una ladronaL K7o es comoI ?Queta lo miró deprisa, y el miedo brilló en sus ojos? Icomo si estuviera buscando algoL

Bartolomeo paró de mordisquearse el pulgar y miró a su hermana. +espu!s le apretó lamano.

 ?7o nos busca a nosotros, Queta.

"ero al decirlo sintió que, de la inquietud, el estómago se le retorcía como una raí(. Eraobvio que la dama buscaba algo. #us ojos, medio escondidos en la sombra de susombrero, barrían, estudiaban las casas a medida que pasaba por delante. Cuando lamirada se posó en la casa donde vivían ellos, Bartolomeo se agachó bajo el al)!i(ar.Queta ya estaba ahí abajo. No te hagas notar y nadie te colgará. Era la regla m$simportante de todas para los sustitutos. Era una buena regla.

*a dama de morado caminó hasta el )ondo del callejón, donde la esquina doblaba hacia la

#enda de la ela 7egra. %rrastraba las )aldas por los adoquines, llev$ndose la mugreaceitosa que lo cubría todo, pero eso no parecía importarle. *uego se dio la vuelta conlentitud y desanduvo lo andado por el callejón, inspeccionando las casas de la veredaopuesta.

3ras recorrer el Callejón del iejo Cuervo de arriba abajo unas seis o siete veces, sedetuvo delante de la casa que estaba justo en)rente de la ventana de Queta y Bartolomeo.#e trataba de una casa en )alsa escuadra, de tejados en punta, con chimeneas y puertasque asomaban por entre la piedra en lugares e8tra9os. Estaba apretujada entre dos casasm$s grandes, y m$s retirada que las otras del callejón, tras un alto muro de piedra en cuyocentro había un arco. En el suelo yacían los restos retorcidos de una puerta de hierro. *amujer pasó sobre ellos y entró en el jardín.

Bartolomeo sabía qui!n vivía en esa casa. Una )amilia de mesti(os, la madre duende y el padre herrero, que trabajaba en la )undición de ca9ones de la Calle *eechcra)t. Fabíaoído que se llamaban Buddelbinster. En una !poca tenían siete hijos sustitutos, yBartolomeo los había visto jugar detr$s de las ventanas y los marcos de las puertas. "erotambi!n otra gente los había visto, y una noche vinieron y se los llevaron por la )uer(a.%hora solo quedaba uno, un ni9o de apariencia enclenque. Bartolomeo y !l eran amigos.%l menos, eso le gustaba creer a Bartolomeo. % veces, cuando el Callejón del iejo

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Cuervo estaba muy tranquilo, el ni9o se escapaba a la calle de adoquines y luchaba conun palo contra cucos invisibles. %l darse cuenta de que Bartolomeo lo miraba )ijo por laventana, el ni9o lo saludaba con la mano. Bartolomeo le devolvía el saludo. Estaba porcompleto prohibido eso de saludar a la gente por la ventana, pero hacerlo era tan)ant$stico que Bartolomeo a veces olvidaba la prohibición.

*a dama de morado dio unas (ancadas por el parque cubierto de escombros y golpeó a la puerta m$s cercana al suelo. +urante un tiempo larguísimo no pasó nada. *uego la puertase abrió hasta donde lo permitía su cadena, y una mujer )laca, con cara amarga, se asomó por la rendija. Era la hermana solterona del padre. ivía con los Buddelbinster, a quienesayudaba en sus tareas. Eso incluía atender la puerta cuando alguien llamaba. Bartolomeola vio poner los ojos como platos al beber con la mirada a la e8quisita desconocida. %brióla boca para decir algo, pero pareció pens$rselo mejor y le cerró la puerta en las narices.

*a dama de morado se quedó muy quieta un momento, como si no entendiera qu! había pasado. +espu!s volvió a llamar con tal )uer(a que el golpe resonó m$s all$ del jardín, por todo el Callejón del iejo Cuervo. En una casa un poco alejada, )lameó una cortina.

%ntes de que Bartolomeo y Queta pudieran ver qu! pasaba, la escalera e8terior quellevaba a las habitaciones donde vivían empe(ó a crujir sonoramente. %lguien subía atoda marcha. "oco despu!s entró una mujer de mejillas coloradas, resoplando ylimpi$ndose las manos en su delantal. Era de talla peque9a e iba mal vestida, y aunque bien alimentada habría sido un encanto, nunca había bastante comida, así que su piel parecía quedarle demasiado grande. %l verlos en el suelo se llevó las manos a la boca y pegó un grito.

 ?7i9os, al!jense de la ventana ?cru(ó la habitación en tres pasos y se los llevó a larastra del bra(o?. Bartolomeo, Mlas ramas de tu hermana asomaban por el vidrioN KEs

que quieres que los veanL

*os empujó al )ondo de la habitación y echó el cerrojo a la puerta que daba al pasillo. #evolvió hacia ellos. #us ojos se posaron en una estu)a pan(ona, en la que la ceni(a seescapaba por las rendijas de la porte(uela.

 ?%h, pero miren eso ?dijo?. 3e pedí que la vaciaras, Barti. 3e pedí que cuidaras a tuhermana y le dieras cuerda al rodillo de la ropa. 7o has hecho nadaI

En un instante Bartolomeo olvidó a la dama de morado.

 ?5adre, perdón por haberme olvidado de las ramas de Queta, pero descubrí algo, y tuveuna muy buena idea, y tengo que e8plic$rtela.

 ?7o quiero oírla ?dijo ella, cansada?. Quiero que hagas lo que te pido.

 ?"ero es eso, Mno va a hacer )altaN ?carraspeó, se paró derecho, e8tendi!ndose hastaalcan(ar el metro que medía, y dijo?4 5adre, por )avor, porfa, Kme dejas invocar a unduende dom!sticoL

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 ?KUn qu!L "ero Kde qu! hablasL KQu! pasa en el jardín de los BuddelbinsterL

 ?+om!stico. Que vive en las casas. Quiero llamar a un duende sirviente. *eí sobre eltema en distintas partes y aquí dice cómo hacerlo ?Bartolomeo levantó tres libros viejosque estaban detr$s de la estu)a y los puso bajo la nari( de su madre?. K"or )avor, madreL

 ?"ero caramba con el vestido. Barti, baja esos libros, que no me dejas ver bien.

 ?5adre, un duende, Mpara la casaN

 ?+ebe costar unas veinte libras, Ky qu! hace la sonsaL a y lo arrastra por toda esamugre. #eguro tiene unos cuantos tornillos )lojos en la cabe(a. 7o, ni uno bien puestodebe de tener.

 ? si me consigo uno bueno, y lo trato bien, va a hacer todo tipo de tareas para nosotrosy ayudarnos a bombear agua yI

#u madre ya no espiaba por la ventana. #e le habían puesto los ojos como de piedra ymiraba )ijo a Bartolomeo.

 ?Iy darle cuerda al rodillo ?concluyó !l d!bilmente.

 ? si te toca uno maloI ?no era una pregunta. *a vo( de su madre se le metió porentre las costillas como una esquirla de hierro podrido?. 3e dir! qu!, Bartolomeo "erol.M+!jame decírteloN #i tenemos suerte, echar$ la leche a perder, se comer$ todo lo que hayen la alacena y se escapar$ con cualquier cosita brillante a la que eche mano. #i no, nosahorcar$ mientras dormimos. 7o, mi peque9o. 7o. Nunca invites a un duende a cru(aresa puerta. Est$n arriba y abajo y al otro lado de la pared. 7os rodean por ilómetros yilómetros a la redonda, pero aquí no entran. 7o de nuevo, KentendidoL

+e pronto pareció muy vieja. *e temblaban las manos sobre el delantal y las l$grimas brillaban en los bordes de sus ojos. Queta, solemne y en silencio como un )antasma, seretiró hacia su cama'armario y se trepó a ella, para cerrar la puerta con una miradaacusatoria. Bartolomeo se quedó mirando a su madre. ella a !l. Entonces Bartolomeosalió corriendo al pasillo.

*a oyó gritarle, pero no se detuvo. No te hagas notar, que no te vean. #us pies descal(osno hicieron ruido al escapar por la casa, pero ojal$ hubiera podido gritar y dar pisotones.Quería un duende. 5$s que nada en el mundo. Fabía imaginado e8actamente cómoocurriría todo. Faría la invitación, y al día siguiente habría un geniecillo con alas de

 p!talos agarrado a la cabecera de su cama. 3endría una sonrisa est>pida y orejas largas, yno se daría cuenta de que Bartolomeo era peque9o y )eo y distinto de los dem$s.

"ero no. #u madre siempre arruinaba todo.

En el piso superior de la casona que compartían con varios ladrones y con asesinos yduendes, había un $tico amplio y laberíntico. #e e8tendía en todas direcciones bajo losaleros abombados y, cuando Bartolomeo era peque9o, había estado lleno de muebles

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rotos y de todo tipo de trastos interesantes y e8citantes. 3odo lo interesante y e8citantehabía desaparecido4 los trastos se habían usado como le9a durante los duros meses deinvierno o intercambiado por chucherías que vendían los duendes traperos. % veces lasmujeres subían allí para poner la ropa a secar sin riesgo de que se la robaran, pero salvo por ellas el $tico estaba a merced del polvo y de los (or(ales.

de Bartolomeo. Fabía un sitio donde, con mucho cuidado, podía colarse por una brechaentre una viga y la piedra rugosa de una chimenea. 3ras mucho culebrear y retorcerse,llegaba a un espacio abandonado bajo un tejado. *o habían tapiado a9os atr$s, yBartolomeo ignoraba por qu! ra(ón. "ero se alegraba de que lo hubieran hecho. %hora le pertenecía.

*o había decorado con bagatelas recogidas por ahí4 un )elpudo de paja, unas ramas secas,unos gajos de hiedra y una colección de botellas rotas a las que había atado en unalamentable imitación de una guirnalda para la =iesta de ule, sobre la que había leídoalgo en un libro. "ero lo que m$s le gustaba del $tico era la ventanita redonda, como lasde los botes, que daba al Callejón del iejo Cuervo y a un mar de tejados. 7unca secansaba de mirar por ella. +esde ahí, en lo alto y escondido, podía ver el mundo entero.

Bartolomeo hi(o un es)uer(o para pasar por la brecha y cayó rendido al suelo, con larespiración entrecortada. Facía calor bajo las tejas del techo y a)uera el sol caía a plomo,volvi!ndolo todo )r$gil y de)inido. 3ras correr por setenta y nueve escalones hasta la punta de la casa, !l se sentía como una peque9a hoga(a de pan, horne$ndose bajo eltejado.

3an pronto como recuperó el aliento, se arrastró hasta la ventana. eía por encima delmuro al otro lado del Callejón del iejo Cuervo. eía directamente el jardín delantero dela casa de los Buddelbinster. *a dama seguía ahí, una mancha brillante y morada entre los

techos marrones y el pasto ralo y quemado por el sol. *a mujer con cara amarga habíavuelto a abrir la puerta. %l parecer escuchaba con hastío a la dama, mientras sus manossujetaban y soltaban por turnos la tren(a gris que caía sobre su espalda. En eso la dama demorado le entregó algo. ¿Una carteritaL mposible ver bien. *a agria mujer volvió adesaparecer dentro de la casa, $vida y encorvada, como una rata que acaba de encontrarun tro(o de carne y est$ resuelta a no compartirlo con nadie.

%penas se cerró la puerta, la dama de morado entró en actividad. #e dejó caer al suelo,con las )aldas arremolinadas en torno a ella, y e8trajo algo de su galerita. Con el re)lejodel sol, una botella brilló en su mano. *a dama mordió el corcho, la destapó y empe(ó avaciar el contenido a su alrededor.

Bartolomeo se inclinó hacia adelante, achinando los ojos para ver mejor a trav!s delgrueso cristal. #e le ocurrió que, en ese momento, era el >nico que veía a aquella )igura.:tros ojos la habían seguido desde que había puesto un pie en el callejón. Bartolomeo losabía. "ero ahora la dama estaba en el )ondo del jardín, y cualquiera de los dem$scuriosos del callejón solo vería el muro alto y descascarado. *a dama de morado habíaelegido la casa de los Buddelbinster a propósito. No quiere que la vean.

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3ras vaciar la botella, la sostuvo en alto y la hi(o tri(as con los dedos, para dejar caer los peda(os de vidrio en el suelo. *uego se levantó de golpe y se quedó mirando la casa, conla calma y la elegancia de siempre.

"asaron varios minutos. *a puerta volvió a abrirse, con cierta descon)ian(a. Esa ve(

asomó la cabe(a un ni9o. Era el sustituto, el amigo de Bartolomeo. Como en el caso deQueta, su sangre de duende se transparentaba sin asomo de dudas en su piel blanquísima.En su cabe(a crecía una mata de (ar(as. 3enía las orejas largas y en punta. %l pareceralguien le dio un empujón desde atr$s, porque salió de la puerta de un trope(ón y cayó alos pies de la dama. #e la quedó mirando, con los ojos dilatados.

Entonces ocurrieron muchas cosas a la ve(. Bartolomeo, con la mirada )ija en ellos,inclinó la cabe(a de manera que la punta de su nari( ro(ó el cristal de la ventana. , en elmismo momento, hubo un movimiento r$pido y brusco en el jardín, y la dama estiró lasmanos y se apartó los tirabu(ones de la parte de atr$s de la cabe(a. % Bartolomeo lehirvió la sangre. %hí abajo, mir$ndolo directamente a !l, había otra cara, una caradiminuta, morena, )ea como una raí( retorcida, llena de arrugas y de peque9os dientesa)ilados.

Con un gritito ahogado, empujó la ventana para alejarse y se pinchó las palmas conastillas. La cosa esa no e vio, no e vio! No había fora de que supiera que yo estabaahí .

"ero lo había visto. Esos h>medos ojos negros habían mirado directo a los suyos. "or unmomento se habían llenado de una )uria tremenda. luego la criatura había estirado suslabios y le había sonreído.

Bartolomeo yacía sin aliento sobre las tablas del sueloD le palpitaban las venas de la

cabe(a. "stoy uerto! #ien, bien uerto. 7o tenía mucha pinta de sustituto, KnoL +esdeall$ abajo seguro parecía un chico com>n y corriente. Cerró )uerte los ojos. Un chicoco$n y corriente que la espiaba.

5uy de a poco levantó la cabe(a hasta el nivel de la ventana, sin alejarse de la (ona desombra. En el jardín, la dama de morado se había apartado del chico. #u otra cara, lahorrible, estaba de nuevo oculta bajo su pelo. E8tendía una de sus largas manos envueltasen guantes de terciopelo hacia el amigo de Bartolomeo, llam$ndolo.

El chico la miró, miró de nuevo su casa. "or un instante, a Bartolomeo le pareció ver aalguien en una de las habitaciones superiores, una sombra encorvada, con la mano al(ada

contra el vidrio en se9al de despedida. +esapareció en un parpadeo, y la ventana quedóvacía.

En el jardín el chico temblaba. #e volvió hacia la dama. %sintió y )ue acerc$ndosele,hasta tomar su mano e8tendida. Ella lo estrechó contra sí. Entonces hubo un estallido deoscuridad, una tormenta de aleteos negros, que e8plotó alrededor de ambos y ascendió alcielo, chillando. "or el aire pasó una onda. +espu!s desaparecieron, y el Callejón deliejo Cuervo volvió a sumirse en el sue9o.

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Capítulo II

Un enga9o secreto

%/3U/: &elliby era un joven muy amable, lo que qui($ le había impedido convertirseen un gran político. Era miembro del "arlamento, no porque )uera especialmente listo nihabilidoso en algo, sino porque su madre era una princesa del Estado de Fesse muy bienconectada y le había conseguido el puesto durante un juego de croquet con el +uque de 7or)ol. +e manera que, mientras que los )uncionarios no cabían en sus trajes deambición, intrigaban en pos de la ruina de sus rivales mientras cenaban ostras o, cuandomenos, se in)ormaban sobre los asuntos de Estado, al se9or &elliby le interesaba muchom$s pasar largas horas en su club de 5ay)air, comprar chocolates para su linda esposa osimplemente dormir hasta el mediodía.

Eso mismo hi(o cierto día de agosto, y por eso la citación urgente para asistir a unConsejo #ecreto en el "arlamento lo tomó completamente desprevenido.

Bajó a los tumbos las escaleras de su casa de "la(a Belgravia, desenred$ndose lo mejor posible el pelo con una mano y luchando con los botoncitos de su chaleco color cere(acon la otra.

 ?M:)eliaN ?llamó, intentando poner vo( alegre.

#u mujer apareció en la puerta que daba al salón, y !l se9aló con gesto de disculpa lacinta negra de seda que colgaba mustia de su cuello.

 ?El valet no est$, y Brahms no sabe cómo hacerlo, y yo Mno puedo at$rmelo soloN "or

)avor, querida, ha(me el nudo, KsíL K con una sonrisaL ?%rturo, no tienes que dormir tanto ?dijo :)elia con severidad, dando un paso al )rente para anudarle el pa9uelo de cuello. El se9or &elliby era un hombre alto, de hombrosanchos, y ella era bastante menuda, así que tuvo que ponerse en puntas de pie.

 ?%h, pero hay que dar el ejemplo. magina los titulares4 OMAuerra evitadaN M5iles devidas salvadasN El "arlamento ingl!s durmió durante la sesiónP. El mundo sería un lugarmucho m$s agradable.

*a )rase no le sonó todo lo ingeniosa que le había parecido en su cabe(a, pero :)elia rióde todos modosD y el se9or &elliby, sinti!ndose muy gracioso, se aventuró hacia el tumulto

de la ciudad.

Era un lindo día, trat$ndose de *ondres. Eso signi)icaba que era un día apenas menos propenso que otros a so)ocarte y envenenarte los pulmones. *a lluvia de la noche anterior había dispersado la negra cortina de humo que largaban las chimeneas de la ciudad. Elaire a>n olía a carbón, pero unos rayos de lu( traspasaban las nubes. %utómatasgubernamentales avan(aban por las calles haciendo rechinar sus articulaciones o8idadas,empujando el )ango con escobas y dejando charcos de aceite a su paso. En la calle, un

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grupo de )aroleros daba de comer avispas y lib!lulas a los duendes decaídos y hoscos,que permanecían sentados dentro de los )aroles hasta el atardecer.

El se9or &elliby dobló hacia la Calle de la Capilla, al(ando la mano para conseguir unta8i. "or encima de su cabe(a, se arqueaba un enorme puente de hierro, que chirriaba y

soltaba chispas cuando pasaban con estruendo los trenes tirados por locomotoras devapor. Cualquier otro día el se9or &elliby habría ido sentado en uno de ellos, con lacabe(a contra el vidrio, mirando distraído la ciudad. : qui($ le hubiera pedido a Brahms,el criado, que lo ayudara a subir a su )lamante bicicleta y le diera un empujón para echara andar por los adoquines. "ero no era un día cualquiera. Ese día ni siquiera habíadesayunado, de manera que todo le parecía estropeado y acelerado.

#e detuvo a recogerlo un carruaje conducido por un gnomo viejo de dientes )ilosos y pielverde como una piedra mohosa. El gnomo conducía como si sus caballos )uesen una pareja de caracoles gigantes, y, cuando el se9or &elliby golpeó el techo del carruaje con el bastón y gritó que apurara el paso, recibió por respuesta una parra)ada de maldicionesque lo dejó pegado al asiento. El se9or &elliby )runció el ce9o y pensó en todas lasra(ones por las que no deberían hablarle así, pero no abrió la boca por el resto del viaje.

El reloj de la nueva y alta torre de estminster daba los treinta y cinco minutos de la horacuando se apeó en or /oad. %y ay ay. *legaba tarde. Cinco minutos tarde.

Corrió escaleras arriba a #t. #tephenRs "orch y pasó delante del portero hacia el amplioespacio del hall central. *os hombres se api9aban en grupos por doquier, y sus vocesreverberaban hasta las vigas del techo. El aire apestaba a lima y pintura )resca. Enalgunas $reas había andamios adheridos a las paredes, y parte del embaldosado a>nestaba por terminarse. El palacio de estminster no llevaba siquiera tres meses abierto para las reuniones. El viejo edi)icio había quedado reducido a una pila de ceni(as despu!s

de que un espíritu malhumorado hubiera estallado en mil peda(os en los sótanos.

El se9or &elliby caminó aprisa escaleras arriba y apuró el paso por un pasillo )lanqueadode l$mparas donde todo retumbaba. #e alegró un poco al ver que no era el >nico quellegaba tarde. 3ambi!n &uan enceslao *icerish, *ord Canciller y primer sidhe enocupar un cargo en el gobierno brit$nico, corría detr$s de las manecillas apuradas de sureloj. +obló una esquina desde un lado, el se9or &elliby desde el otro, y chocaron concierta )uer(a.

 ?M:h, se9or *icerishN 5il perdones ?rió &elliby, ayudando al caballero duende a ponerse de pie y limpi$ndole el polvo imaginario de las solapas?. 5e temo que estoy un

 poco torpe esta ma9ana. K#e encuentra bienLEl se9or *icerish )ulminó a &elliby con la mirada y se apartó de sus manos con un leveaire de desagrado. ba vestido de manera impecable, como siempre, cada botón en susitio, cada reta(o de tela nuevo y hermoso. *levaba un chaleco de terciopelo negro. El pa9uelo de cuello era de tela de plata, estaba intachablemente anudado, y, al echarle unaojeada, el se9or &elliby atisbó bordados, medias de seda y un algodón tan almidonado quese hubiera podido romper con un martillo. No hace ás que real&ar la suciedad , pensó.

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3uvo que morderse la lengua para no sonreír. El duende tenía medialunas de suciedad bajo las u9as, como si hubiera estado ara9ando la tierra )ría.

 ?K5a9anaL ?dijo el duende. #u vo( era suave. Un susurro, como viento entre ramasdeshojadas?. &oven &elliby, ya no es de ma9ana. 7i siquiera es mediodía. Casi es de

noche.El se9or &elliby pareció con)uso. 7o sabía e8actamente qu! acababa de decir el duende, pero no le parecía de muy buena educación que lo llamara OjovenP. Era muy posible queel caballero no )uera ni un día mayor que !l. *a verdad, era di)ícil saberlo. El se9or*icerish era un duende encumbrado, y como todos los duendes encumbrados tenía latalla de un ni9o, era por completo calvo y su piel era tan blanca y lisa como el m$rmolque pisaban.

 ?Bueno ?dijo el se9or &elliby de buen humor?. +e cualquier manera, llegamos muytarde ?y para gran molestia del caballero duende, le siguió el paso durante todo elcamino que llevaba hacia la c$mara secreta, conversando amablemente del clima y de

mercaderes de vino y de cómo el viento por poco había volado al mar su chalecito deCardi)).

*a sala donde se esperaba que se reuniera el Consejo #ecreto era peque9a, de panelesoscuros, y estaba en el centro del edi)icioD sus ventanas de vidrios romboidales daban aun patio en el que había un espino. =ilas de sillas de respaldo alto llenaban la sala, todasocupadas menos dos. El presidente del Consejo, un tal *ord Foracio . Esto'o'lo'de'm$s'all$ Gel se9or &elliby nunca recordaba su nombreH, estaba sentado en el centro, en unaespecie de podio adornado con ingeniosas esculturas de )aunos y racimos pesados deuvas. %l parecer el presidente se había quedado dormido, porque se incorporó de golpecuando ellos entraron.

 ?%h ?dijo, cru(ando los bra(os sobre su amplia barriga y )runciendo el ce9o?. "areceque despu!s de todo el se9or &elliby y el *ord Canciller han decidido honrarnos con su presencia ?los miró sombríamente?. 3omen asiento, por )avor, así empe(amos de unave(.

*os presentes re)un)u9aron, se acomodaron y recogieron las piernas mientras el se9or&elliby avan(aba entre las )ilas hasta uno de los asientos vacíos. El duende eligió el queestaba en la punta opuesta de la habitación. Una ve( que se sentaron, el presidentecarraspeó.

 ?#e9ores del Consejo #ecreto ?empe(ó?, buenos días a todos.Una de las cejas delgadas del duende político se arqueó al oír eso, y el se9or &ellibysonrió para sí. G% )in de cuentas no era de ma9anaD era de noche.H

 ?Estamos aquí reunidos para ocuparnos de un asunto muy grave y perturbador.

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 %y de nuevo. El se9or &elliby suspiró y metió las manos hasta el )ondo de los bolsillos. 7o le gustaba ocuparse de asuntos muy graves y perturbadores. +e ser posible, le dejabaeso a :)elia.

 ?#upongo que la mayoría de ustedes habr$ visto los titularesI ?los interpeló el

 presidente con su vo( grave y l$nguida?. KEl >ltimo asesinato de un sustitutoL#e levantó un murmullo en la reunión. El se9or &elliby se retorció en su asiento. 'h, no,un asesinato no. K"or qu! la gente no era amable con los dem$sL

 ?"ara quienes no est!n in)ormados, permítanme resumir. El se9or &elliby sacó un pa9uelo y se limpió la )rente. Ni falta que hace, pensó, un poco irritado. El calor estabaaumentando hasta lo insoportable. 3odas las ventanas estaban cerradas, y no parecíacorrer ni un soplo de aire en la sala.

 ?#olo en el mes pasado hubo cinco muertes ?dijo el presidente?. En total van nueve.%l parecer casi todas las víctimas son de Bath, pero es di)ícil saberlo porque nadie ha

venido a reclamar los cuerpos. Como sea, las víctimas aparecen en *ondres. En el3$mesis.

Un caballero menudo y de aspecto severo que estaba sentando en la primera )ila hi(o unruido con la nari( y al(ó la mano con un gesto de )uria.

El presidente lo miró impaciente, despu!s asintió y le cedió la palabra.

 ?+elitos menores, se9or presidente. 7ada m$s. Estoy seguro de que #cotland ard est$haciendo todo lo posible. KEs que el Consejo #ecreto no tiene nada m$s importante dequ! ocuparseL

 ?*ord Farness, vivimos tiempos di)íciles. Estos Odelitos menoresP, como usted losllama, podrían tener consecuencias ne)astas en un )uturo pró8imo.

 ?En ese caso nos encargaremos de ellas cuando nos salgan al paso. *os sustitutos nuncahan sido populares. 7i con su gente ni con la nuestra. #iempre se cometer$n actosviolentos contra ellos. 7o veo motivo para dar a estos incidentes m$s importancia de laque merecen.

 ?#e9or, usted no sabe de qu! est$ hablando. *as autoridades creen que hay relaciónentre los asesinatos, que )ueron planeados y cometidos con deliberada malevolencia.

 ?KEso creenL Bueno, supongo que de alguna manera tienen que justi)icar el sueldo quese les paga.

 ?*ord Farness, no es momento para esas cosas ?un asomo de inquietud perturbó eltalante adormecido del presidente?. *as víctimas sonI ?vaciló?. #on todas ni9os.

*ord Farness habría podido decir4 OK con eso qu!LP, pero no habría sido de buenaeducación. En ve( de ello, dijo4

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 ?#eg>n tengo entendido, hay pocos sustitutos que no son ni9os. En general no duranmucho.

 ? la manera de matarlos tambi!n es la misma.

 ?Bueno, a ver, Kcu$l esL ?*ord Farness parecía decidido a demostrar que aquellareunión era una absoluta y ridícula p!rdida de tiempo. 7adie quería oír hablar desustitutos. 7adie quería mencionar sustitutos, o siquiera pensar en sustitutos. "ero menosa>n querían oír cómo habían muerto, por lo que los es)uer(os de *ord Farness )ueronrecompensados con una tormenta de miradas )ulminantes por parte de los dem$scaballeros. El se9or &elliby estuvo tentado de taparse las orejas.

*a nari( del presidente se movió nerviosamente.

 ?*as autoridades no est$n seguras.

%h, gracias al cielo.

 ?K entonces cómo pueden a)irmar que hay relación entre los asesinatosL ?la vo( de*ord Farness era $cida. 3enía el pa9uelo en la mano y parecía como si quisieraestrangular al presidente con !l.

 ?Bueno, Mlos cad$veresN Est$nI Caramba, est$nI ?+ígalo de una ve(, hombre,Kest$n qu!L

El presidente miró directo al )rente y dijo4

 ?Est$n huecos, *ord Farness.

+urante unos cuantos momentos la sala quedó en un completo silencio. Una rata corrió por debajo del piso de madera y sus patitas apresuradas resonaron como una r$)aga degrani(o.

 ?KFuecosL ?repitió *ord Farness.

 ?acíos. #in huesos ni órganos internos. #olo la piel. Como una bolsa.

 ?Cielo santo ?susurró *ord Farness, y se desplomó en su asiento.

 ?a lo creo ?los ojos del presidente recorrieron a los dem$s caballeros de la sala, como

desa)i$ndolos a interrumpir la asamblea?. *os periódicos no dicen nada de eso,KverdadL Es porque no lo saben. gnoran muchas cosas, y por el momento tenemos queasegurarnos de que siga siendo así. Fay algo e8tra9o en estos asesinatos. %lgo maligno einhumano. Ustedes no lo han oído, pero esos sustitutos tenían la piel toda escrita. +e piesa cabe(a. 5arquitas rojas en lengua de duendes. #e trata de un dialecto muy antiguo ydi)erente que no han podido desci)rar los criptógra)os de #cotland ard. #in duda ustedesse dar$n cuenta de los disgustos a los que puede conducirnos el caso.

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 ?#í, claro ?)ar)ulló el Conde de =it(<atler por debajo de su bigote de morsa?. creoque est$ bastante claro qui!n es responsable. #on los sindicatos antiduendes, ni qu!decirlo. Ficieron asesinar a unos desamparados y luego garabatearon unas palabras deduendes para culpar a los sidhes. Est$ clarísimo.

"or respuesta recibió abucheos y otros tantos asentimientos de cabe(a. %pro8imadamentela mitad del Consejo pertenecía a alg>n grupo antiduendes. *a otra mitad pensaba que ser anticualquier cosa era pura estreche( de miras, y consideraba )ascinante a la magia y a losduendes, la llave del )uturo.

 ?Bueno, Mqu! duda cabe de que es obra de los duendesN ?protestó el anciano *ord*illicrapp, y golpeó tan )uerte con su bastón en el suelo que le sacó chispas a una astillade madera?. "eque9as bestias. +emonios salidos del n)ierno, a mi entender. #on lara(ón de que nglaterra est! como est$. 5iren a este país. 5iren a Bath. "urainsubordinación, sí se9or. "ronto tendremos que lidiar con una rebelión, Ky entoncesadónde llegaremosL Convertir$n nuestros ca9ones en rosales y se adue9ar$n de la ciudad. 7o entienden nuestras leyes. 7o les importa el asesinato. KUnos cuantos muertos aquí yall$L ?dijo el hombre con desd!n?. "ara ellos no tiene nada de malo.

arias cabe(as asintieron tras el e8abrupto. El se9or &elliby se apretó el puente de la nari(y rogó que todo terminara pronto. +eseaba estar en otra parte, en un lugar alegre yvocinglero, de ser posible donde hubiera co9ac y gente que hablara del tiempo y decomerciantes de vinos.

% continuación habló el %r(obispo de Canterbury. Era un hombre alto de aspecto severoy rasgos macilentos, y su traje de pa9o ?ya no muy nuevo? contrastaba con lascorbatas y los chalecos coloridos de los dem$s caballeros.

 ?o no emitiría un juicio tan apresurado ?dijo, inclin$ndose hacia adelante en su silla ?. *os sustitutos siempre han sido un problema en nuestra sociedad. *a glesia los llamaOdistintosP, y puedo asegurarles que es una de las maneras m$s amables de llamarlos.O+emonios p$lidosP es una muy arraigada. O*os sangre blanca.P O*os ni9os del +iablo.PEn las aldeas m$s remotas siempre los cuelgan. *os humanos los toman por maldicionesen )orma de ni9os. % los duendes les repugna su )ealdad y tienen la costumbre deenterrarlos vivos debajo de los sa>cos, por las dudas de que sean contagiosos. Creo quelos dos bandos son lo bastante est>pidos e ignorantes como para matar.

Fasta entonces, el se9or *icerish había escuchado de manera calma la discusión. "ero aloír las palabras del ar(obispo se puso tieso. %pretó la boca. El se9or &elliby lo vio meter

la mano en el bolsillo de su chaleco. ntrodujo los dedos, que temblaron y luego seaquietaron.

El duende se puso de pie. %l se9or &elliby le pareció oler tierra mojada. %l aire ya no losentía cerrado4 solo viejo y h>medo y dul(ón, como podrido.

#in pedirle permiso al presidente del Consejo, el se9or *icerish tomó la palabra.

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 ?Caballeros, estas cuestiones son de lo m$s perturbadoras. "ero Kdecir que los duendesasesinan a los sustitutosL Es deplorable. 7o me quedar! sentado en silencio cuando seculpa a los duendes de otro m$s de los pesares de nglaterra. M#on ciudadanosN M"atriotasNK%caso ustedes han olvidado aterlooL K+ónde estaría nglaterra sin nuestras valientestropas de duendesL En manos de 7apoleón, junto con su imperio. K el continente

americanoL #i no )uera por los incansables es)uer(os de los trolls y de los gigantes, que)orjan nuestros ca9ones y mosquetes en medio del calor in)ernal de las )$bricas, queconstruyen los barcos de guerra y las armas de !ter, seguiría siendo una nación rebelde.+ebemos mucho a los duendes ?la cara del se9or *icerish no se había alterado, perosus palabras tenían un e8tra9o atractivo, lleno de matices y de un sutil )ervor. Fasta losmiembros del Consejo que eran antiduendes recalcitrantes se irguieron en sus asientos.

#olo el hombre que estaba junto a &elliby ?un tal *ord *octo<er? hi(o un ruido con lalengua.

 ?#í, incluyendo el cuarenta y tres por ciento del crimen en nuestro país.

El se9or *icerish se volvió hacia !l y mostró sus dientes en punta.

 ?Eso es porque son muy pobres ?dijo. #e quedó quieto un momento, estudiando a *ord*octo<erD luego giró bruscamente y se dirigió a los caballeros que estaban al otro ladode la sala?. MEs porque los e8plotanN

5$s asentimientos y unos pocos abucheos. El olor a humedad era ahora muy )uerte. *ord*octo<er hi(o una mueca de disgusto. El se9or &elliby lo vio sacar un pesado y viejoreloj del bolsillo y estudiarlo con una mirada )uriosa. El reloj era una antig@edad, con)iruletes y hecho de hierro. %l se9or &elliby le pareció un poco pasado de moda.

El duende político empe(ó a dar pasos de un lado a otro. ?%sí ha sido desde que llegamos ?dijo?. "rimero nos masacraron, luego nosesclavi(aron, luego volvieron a masacrarnos. K ahoraL %hora somos un chivoe8piatorio, y se nos acusa de crímenes que ustedes consideran demasiado desagradables para culpar a su propia gente. K"or qu! nos odia nglaterraL KQu! hemos hecho para quenos aborre(can tantoL 7o estamos aquí por gusto. 7o hemos venido para quedarnos. "eroel camino que llevaba a casa ha desaparecido, la puerta se ha cerrado.

El duende dejó de dar pasos. 5iraba a la asamblea de caballeros con mucha atención.Con una vo( )inita, dijo4

 ?&am$s volveremos a ver nuestro hogar.

%l se9or &elliby aquello le pareció de una triste(a insoportable. #e descubrió asintiendosolemnemente junto a la mayoría de los dem$s.

"ero el se9or *icerish a>n no había terminado. +io unos pasos hasta el centro de la sala,adonde estaba el podio del presidente, y agregó4

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 ?Femos su)rido muchísimo en manos del destino. %quí vivimos encadenados,encerrados en guetos, entre hierro y campanas que nos trastornan hasta la esencia mismade nuestro ser. K7o les alcan(a con esoL %h, no. 3ambi!n tenemos que ser asesinos.%sesinos de ni9os inocentes, ni9os que llevan nuestra misma sangre ?negó con lacabe(a una ve( y sus rasgos, sesgados por la lu(, parecieron cambiar, volverse m$s

suaves. a no parecía )río. +e pronto parecía tr$gico, como los $ngeles que lloran en el parque )rente al palacio de #t. &ames?. #olo espero que al )inal se haga justicia.

El se9or &elliby miró al duende político con la esperan(a de transmitirle su honda ysentida benevolencia. *os dem$s caballeros chasquearon la lengua y resoplaron. "eroentonces *ord *octo<er se paró y dio un pisotón.

 ?Ma bastaN ?gritó, )ulminando a todos con la mirada?. Esto no es m$s que quejas ylloriqueos. 7o pienso aceptarlo ?un caballero que estaba sentado dos sillas m$s all$intentó callarlo, pero solo logró que subiera el volumen. ntervinieron otros hombres.*ord *octo<er empe(ó a gritar, con la cara toda colorada. Cuando el Barón de#omerville trató de retenerlo en su asiento, *ord *octo<er levantó un guante y loabo)eteó con )uer(a.

"areció como si toda la habitación hubiera inspirado hondo. *uego se desató el pandemonio. *as sillas se volcaron hacia atr$s, los bastones cayeron al suelo y todo elmundo se puso de pie, a los gritos.

El se9or &elliby se dirigió a la puerta. *os lores y los duques iban de un lado a otro, a losempujones y a los coda(os, y alguien gritó4 OM%bajo nglaterraNP. El se9or &elliby se vioobligado a apartarse, y al hacerlo vio de nuevo al se9or *icerish. El duende estaba de pieen medio de la conmoción, como un barco p$lido en un mar de caras rojas y sombrerosnegros agitados. #onreía.

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Capítulo III

%las negras y viento

B%/3:*:5E: estaba hecho un ovillo en el suelo del $tico, inmóvil como una piedra.El día se iba agotando. El sol empe(aba a hundirse tras la masa imponente de 7uevaBathD la lu( que entraba por la ventana estiraba sus dedos cada ve( m$s rojos, cada ve(m$s lejos, por sobre su cara, y !l seguía sin moverse.

Un miedo duro y )río se había instalado en su estómago, y no había )orma de e8pulsarlo.

En su mente, volvía a ver una y otra ve( a la dama de morado caminando por el callejón.3enía el pelo apartadoD la carita lo miraba, oscura y nudosa, y el ni9o del pelo de (ar(aentraba con ella en una sombra con )orma de alas.  (oyas, y sobreros, y faldas oradas!Una ano a&ul que pulveri&aba vidrio! )$edos o*os negros y, deba*o, una sonrisahorrenda, pero horrenda en serio.

%quello lo sobrepasaba. Fabía ocurrido demasiado r$pido, un torrente de ruido y )uror,como si el tiempo se acelerara. +esde la ventana del $tico Bartolomeo había vistoladrones, un autómata sin piernas, uno o dos cad$veres p$lidos, pero aquello era peor. Era peligroso, y lo habían visto. ¿% qu+ vino la daa ¿- por qu+ se llev. a i aigoL *edolía la cabe(a.

#e quedó mirando las maderas del suelo tanto tiempo que pudo ver cada agujerocarcomido. #abía que no se había amedrentado por la magia. +esde siempre, la magia)ormaba parte de Bath. En alguna parte de *ondres, hombres importantes habían decididoque lo mejor sería esconderla, mantener las )$bricas en marcha y las campanas de las

iglesias doblando, pero no había servido de gran cosa. *a magia seguía presente.#implemente, estaba bajo la super)icie, oculta en los rincones secretos de la ciudad. Cadatanto Bartolomeo veía a un gnomo de ojos brillantes por el Callejón del iejo Cuervo,que arrastraba tras de sí una raí( con )orma de ni9o. *a gente abría la ventana para mirar,y cuando alguien le arrojaba al gnomo un penique o un bollo de pan, este ponía a la raí( a bailar y la hacía dar volteretas y cantar. Una ve( cada muerte de obispo, el viejo roble dela Calle +espist$polis murmuraba pro)ecías. era bien sabido que la duende de la )amiliaBuddelbinster podía convocar a los ratones de entre las paredes y hacerlos revolver lasopa e hilvanar la lana en su rueca.

%sí que a ojos de Bartolomeo un torbellino de oscuridad no era algo espantoso. *o

horrendo era que había ocurrido ahí, dentro de los límites barrosos de su callecita, y quele había sucedido a alguien como !l. que lo habían visto.

El sol se había ocultado por completo. *as sombras empe(aban a colarse desde detr$s delas vigas, y eso hi(o que Bartolomeo se levantara. #alió del $tico a rastras y )ue haciaabajo, tratando de que el crujir de la casa hundida no lo delatara.  No te hagas notar ynadie te colgará.

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Bartolomeo se detuvo ante la puerta de las habitaciones de su )amilia. "or debajo se)iltraba una lu( amarilla y aceitosa. En el pasillo, el sonido rítmico del rodillo mec$nico para escurrir la ropa resonaba amortiguado.

 ?amos, Queta ?decía la madre de los ni9os?. 3oma el caldo de una ve(, y despu!s a

la cama. % la l$mpara no le quedan m$s de quince minutos, y me hace )alta por otras dosnoches.

#e oyó un sorbido. Queta murmuró4

 ?7o tiene gusto a nada.

 "s que es pura agua, pensó Bartolomeo, apoyando la cabe(a en el marco de la puerta./on gotitas de cera para hacernos creer que hay carne dentro. +e ahí que los platos delos candeleros siempre estuvieran vacíos por la ma9ana. #u madre cuidaba de que no senotase, pero !l lo sabía.

*os limpiaban con la cuchara de cocina.

 ?5ami, Barti todavía no vuelve.

 ?5mmI

 ?%)uera est$ oscuro. Es hora de ir a dormir, KnoL

 ?5mm.

 ?#ospecho algo, madre.

 ?K%h, sí, mi amorL

 ?KQuieres saber lo que sospechoL

 ?7o tenemos m$s sal.

 ?7o, eso no. #ospecho que lo agarró un monstruo acu$tico y se lo llevó a su po(o sin)ondo.

Bartolomeo se alejó antes de poder oír la respuesta de su madre. En cuanto terminara de ponderar la sal ine8istente, se pondría a escuchar a Queta. #e daría cuenta de que !lllevaba horas )uera del departamento. Empe(aría a desesperarse. 3enía que volver antesde que pasara eso.

Bajó el resto de la escalera de puntillas, pegado a la pared que llevaba a la puerta de calle.% un lado había un duende sentado sobre un banquito, pro)undamente dormido.Bartolomeo se desli(ó delante de !l y buscó a tientas el picaporte de la puerta, que teníauna cara4 mejillas y labios gordos, y ojos dormilones que salían de la madera gris ygastada. #u madre le decía que en una !poca la puerta pedía escarabajos a la gente que

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quería entrar y escupía los cascarones a la que quería salir, pero Bartolomeo jam$s lahabía visto siquiera pesta9ear.

#us dedos encontraron el cerrojo. *o descorrió. *uego pasó por debajo de la cadena ysalió a la calle de adoquines.

Era e8tra9o estar a cielo abierto. El aire ahí a)uera era denso y h>medo. 7o había paredesni techos, solo el callejón que se bi)urcaba en m$s callejones, y así sucesivamente haciael ancho mundo. +aba la sensación de ser inmenso, aterrador e in)initamente peligroso."ero Bartolomeo creía no tener opción.

Cru(ó corriendo el callejón hasta el arco del muro de los Buddelbinster. El jardín estaba aoscuras, la casa desvencijada tambi!n. Fabían abierto sus muchas ventanas que parecíanmirarlo.

#altó por encima del portón roto y se apelotonó contra la pared. 7o hacía )río, pero aunasí tembló. *a dama de morado había estado ahí, hacía tan solo unas horas, invitando a su

amigo con sus dedos de guantes a(ules.

Bartolomeo se sacudió y se alejó del muro. El círculo que había tra(ado la dama en elsuelo seguía ahí, a pocos pasos hacia la derecha del sendero. +esde la ventana del $tico,Bartolomeo lo había visto con claridad, pero de cerca era muy tenue, casi invisible si nose lo sabía ahí de antemano. #e arrodilló y quitó de en medio unos hierbajos parae8aminarlo. =runció el ce9o. El anillo estaba hecho de hongos. Fonguitos negros que nose parecían a ning>n hongo que !l tuviera ganas de comer. %rrancó uno. "or un momento palpó con las yemas de los dedos su )orma, blanda y suave. *uego la cosa empe(ó aderretirse, hasta que solo quedó una gota de líquido negro que manchaba la blancura desu piel.

#e miró la mano con curiosidad. *a puso dentro del círculo. 7o pasó nada. *a otra manoy la )rente. 7ada de nuevo. "or poco rió. a no surtía e)ecto. %hora eran solo hongos.

3ras ponerse de pie, hundió el dedo gordo de su pie descal(o en el suelo )río, dentro delanillo. *uego pisó unos cuantos hongos. 7o estaba seguro, pero le pareció oír una risitasuave al hacerlo, como una multitud de susurros, a la distancia. #in pensarlo m$s, saltó yaterri(ó en medio del anillo de hongos.

Un griterío espantoso estalló a su alrededor. +e pronto todo )ue oscuridad y aparecieronalas por todos lados, batiendo contra su cara, golpe$ndolo. Caía, volaba, y un viento)urioso y helado le tironeaba del pelo y de la ropa gastada.

 ?MdiotaN ?gritó?. "eda(o de imb!cil, en qu! estabas pensandoI ?pero erademasiado tarde. *a oscuridad ya amainaba. lo que vio no )ue el Callejón del iejoCuervo o el jardín de los Buddelbinster. 7o estaba en ninguno de los dem$s guetos de losduendes. Entre las alas, como reta(os de sol, destellaban la tibie(a, el lujo, el brillo delcobre y la madera lustrada, y pesadas cortinas verdes con hojas estampadas. En alg>nsitio cercano había una chimenea. Bartolomeo no podía verlo, pero sabía que estaba ahí,crepitando.

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Con una sacudida desesperada, intentó librarse de la oscuridad. Por favor, por favor,ll+vene de vuelta adonde estaba. *a magia no podía haberlo llevado muy lejos en esos pocos segundos, KnoL Qui($s unos cuantos ilómetros, pero si se apuraba encontraría elcamino de regreso antes de que los duendes y los ingleses salieran a las calles.

*as alas se alejaron de su cara. "or un momento, la ley de gravedad pareció vacilar, y !l pensó que su plan había dado resultadoD se elevaba, ingr$vido. entonces las alasdesaparecieron. Cesó el griterío. #e golpeó la cabe(a contra la madera pulida y se quedósin aire en los pulmones.

5areado, Bartolomeo se incorporó sobre los codos. Estaba en el suelo de la habitaciónm$s hermosa que había visto jam$s. 3enía cortinas verdes, que se recortaban contra lanoche. 5$s all$, el hogar y las llamas. "or la chimenea escapaba un humo que olía amadera, y el aire era tibio y espeso. *as paredes estaban cubiertas de libros. Unasl$mparas con pantallas de seda pintada proyectaban un suave relumbre contra ellos.Cerca de donde Bartolomeo había caído, había un círculo de ti(a dibujado con esmerosobre el parqu! desnudo. El círculo estaba rodeado por un anillo de escritura, con letras)inas y entrela(adas que parecían girar y bailar mientras las miraba.

0e suponía que tenía que aterri&ar ahí , pensó, sintiendo el chichón que crecía en sucabe(a.

#e puso de pie con un titubeo. *a habitación era una especie de estudio. Un pesadoescritorio de madera ocupaba la mayor parte de un e8tremo. 3enía ranas y sapos bulbosostallados y parecía como si todos estuvieran comi!ndose unos a otros. Encima delescritorio, en una )ila ordenada, había tres p$jaros mec$nicos. Cada uno de ellos era de untama9o apenas distinto al del otro, y estaban construidos para parecer gorriones, con alasde metal y diminutas ruedas de latón que asomaban entre las l$minas. Estaban totalmente

inmóviles, con sus ojos de obsidiana clavados en Bartolomeo.

+io unos pocos pasos hacia ellos. Una vocecita dentro de su cabe(a le decía que salieracorriendo de la habitación lo m$s r$pido posible, pero se sentía atontado y a>n le dolía lacabe(a. Unos pocos minutos no cambiarían nada, KnoL ahí era todo tan agradable, tanc$lido y relucienteI

#e acercó un poco m$s a los p$jaros. 3enía unas ganas enormes de estirar la mano y tocaruno de ellos. Quería sentir  una de esas per)ectas plumas de metal, la maquinaria delicaday los penetrantes ojos negrosI +esencogió los dedos.

Bartolomeo quedó parali(ado. %lgo se había movido en el interior de la casa. Una maderadel suelo o un panel. luego no oyó otra cosa que el clip'clip de unos pasos que seacercaban r$pidamente desde el otro lado de la puerta que estaba en la punta de lahabitación.

#e le contrajo el cora(ón, con dolor. %lguien e ha oído. %lguien había oído el ruido yahora venían a investigar. Fallarían a un sustituto en sus habitaciones, a un indigente delgueto de los duendes claramente metido en su casa. endría un policía, lo molería agolpes. "or la ma9ana estaría colgado del cuello en el aire tórrido de la ciudad.

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Bartolomeo cru(ó la habitación a toda velocidad y sacudió el picaporte de la puerta conmano desesperada. Estaba cerrada con llave, pero ellos la tendrían. 3enía que salir de ahí.

olvió corriendo al círculo de ti(a, dio un salto y cayó justo en el centro. #us talonesgolpearon el suelo dolorosamente, y el impacto repercutió en sus piernas.

 7o pasó nada.

5iró desesperado la puerta. *os pasos se habían detenido. %lguien estaba justo ahí, alotro lado, respirando. Bartolomeo oyó una mano posarse sobre el picaporte, que empe(óa girar. /lic. Cerrado con llave.

El p$nico se desli(ó por su garganta.

 "stoy atrapado. M3engo que salirN M3engo que salirN

"or un momento la persona que estaba a)uera permaneció en silencio. *uego el picaporte

empe(ó a traquetear. "rimero lentamente, pero despu!s con mayor insistencia, cada ve(m$s )uerte, hasta que toda la puerta temblaba contra el marco.

Bartolomeo dio un pisotón. 12aosN, pensó desesperado. 1)a&lo3 10ácae de aquí NEmpe(ó a dolerle el pecho. %lgo le aguijoneaba el )ondo de los ojos, y por un momentosolo quiso echarse a llorar como cuando era chico y se había soltado de la mano de sumadre en el mercado.

*a persona de a)uera empe(ó a golpear la puerta brutalmente.

+e nada serviría llorar. Bartolomeo se limpió la nari( con la mano. 3ambi!n colgarían aun ladrón lloroso. 5iró las marcas que lo rodeaban e intentó pensar.

 %*á. Una sección del círculo de ti(a del suelo estaba borroneada. El círculo ya no secerraba. +ebía de haberlo estropeado al aterri(ar.

+e rodillas, se puso a juntar el polvo de ti(a para )ormar una línea desigual quecompletara el círculo.

En la puerta, un chasquido leve. *a madera. MQuienquiera que est! a)uera va a romper la puertaN

Bartolomeo no iba a poder copiar todas las marquitas y los símbolos, pero al menos

completaría el círculo. 4ápido, rápidoI #us manos hacían ruido al )rotar el suelo.*a puerta cayó hacia adentro con un estruendo espantoso.

"ero entonces las alas rodearon a Bartolomeo, la oscuridad aulló a su alrededor y elviento le tironeó la ropa. Con una di)erencia. %lgo andaba mal. #intió cosas en medio dela negrura, cuerpos )ríos y delgados que se le echaban encima y tocaban su piel. Bocasque oprimían sus orejas, vocecitas oscuras que susurraban. Una lengua )ría y h>meda

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lamió su mejilla. a continuación solo sintió dolor, un horrendo dolor pun(ante, quedesgarraba sus bra(os y se le metía en los huesos. Contuvo el grito hasta que lahabitación empe(ó a desaparecer tras el torbellino de sombras. Entonces aulló con elviento y las alas )uriosas.

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Capítulo IV

Casa #impar 

*% Casa #impar parecía un barco4 un enorme barco de piedra, salido de una pesadilla,que hubiera encallado en el )ango de *ondres en la (ona norte del puente de Blac)riars.#us techos dentados eran las velasD sus chimeneas cubiertas de liquen, los m$stiles, y lasvolutas de humo parecían banderas hechas jirones, )lotando al viento. Cientos deventanitas grises moteaban las paredes. Una puerta hundida en el muro daba a la calle.5$s abajo pasaba el río, nutriendo los manojos de verdín que trepaban por los cimientosde la construcción y le daban a la piedra un tinte negro y viscoso.

Un carruaje se abría paso hacia la casa por entre el ajetreo vespertino de la Calle =leet. 7o paraba de llover. Empe(aban a encenderse los )aroles de la calle, que se re)lejaban enlos costados bru9idos del carruaje, arrojando lenguas de lu( contra las ventanas.

+e pronto el carruaje se detuvo )rente a la Casa #impar, y el se9or &elliby salió de !l,saltando por sobre un charco para guarecerse de la lluvia bajo el alero de la puerta. %l(ósu bastón y golpeó dos veces contra la negra madera carcomida. *uego se abra(ó el torsoy )runció el ce9o.

Estaba ahí en contra de su voluntad. Fubiera pre)erido estar en cualquier otra parte. 3eníaen su casa, esparcidas sobre su escritorio, gran cantidad de tarjetas con bordes dorados einvitaciones con monogramas que le daban acceso a muchísimos salones alegres y demoda. , en cambio, estaba en medio del viento y la lluvia ante la puerta de la casa delse9or *icerish, el duende político. *as situaciones así tendrían que estar prohibidas porley.

/aray con estas tertulias cervecerasI Eran una tradición muy antigua, pero no por esoal se9or &elliby le gustaban. *os miembros del Consejo #ecreto se daban cita, de a dos otres, en las residencias de uno u otro para beber algo y conversar, con la esperan(a degenerar compa9erismo y respeto por las opiniones divergentes. El se9or &elliby )runció elce9o a>n m$s. 1(a, copa5erisoN Qui($ lo hubieran )omentado hacía cuatro siglos,cuando los miembros a>n bebían cerve(a. "ero en estos días solo se servía t!, y lastertulias eran asuntos inconducentes4 an)itriones e invitados las temían por igual.

El se9or &elliby endere(ó los hombros. %l otro lado de la puerta traqueteaban lascerraduras. "or lo menos tenía que dar la impresión de no querer estar en ninguna otra

 parte. *evantó el mentón, dobló los guantes sobre la empu9adura de su bastón y asumióuna e8presión de agradable curiosidad.

3ras un >ltimo y seco sonido met$lico, la puerta se abrió. %lgo muy alto y delgado asomóla cabe(a y miró parpadeando al se9or &elliby.

El se9or &elliby parpadeó a su ve(. *a criatura que surgía del portal en sombras debía demedir dos metros y pico, pero era tan huesuda y tenía tal pinta de )am!lica que apenas parecía capa( de soportar su propio peso. *a piel p$lida de sus manos era seca, delgada

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como la corte(a de un abedul y se tensaba sobre los peque9os nudillos. El duende Gelse9or &elliby se dio cuenta de que era un O!lPH llevaba un traje gastado que terminabavarios centímetros por arriba de sus tobillos, y el aire que lo rodeaba olía ligeramente acementerio. "ero eso no era lo m$s e8tra9o. En un lado de su cara portaba una red delatón, con piececitas y pistoncitos que (umbaban y cliqueaban con un movimiento

constante. Un monóculo )ijo de vidrio verde le recubría un ojo. Cada pocos segundosvibraba, y un lente pasaba tras !l como un parpadeo. *uego un hilo de vapor salía dedebajo de un tornillo )ijado al marco.

 ?K%rturo &ellibyL ?preguntó la criatura. 3enía una vo( atiplada y suave, y su otro ojo ?el sesgado, propio de los duendes? se cerraba casi del todo cuando hablaba.

%l se9or &elliby eso no le gustó nada.

 ?%hI ?dijo.

 ?"ase, por )avor ?el duende lo hi(o pasar con un agraciado gesto de la mano. El se9or

&elliby dio un paso adelante, procurando no mirarlo )ijo a la cara. :yó un porta(o a susespaldas, y de inmediato quedó sumido en el silencio. #e es)umó el ruido de la Calle=leet. *a lluvia se oía muy lejana, solo un d!bil tamborileo en el borde de lo perceptible.

El abrigo del se9or &elliby goteaba sobre las baldosas blancas y negras. #e encontraba enun hall alto y lleno de ecos, y las sombras se cernían sobre !l, pesadas y h>medas en losrincones y en los umbrales. 7o se veía una sola mecha encendida, ni una bujía de gas, niuna vela. En los revestimientos de madera había largas y verdes tra(as de hongos. +e las paredes colgaban tapices desvaídos, que apenas se veían en la penumbra. Un reloj de piecon caritas en lugar de n>meros permanecía en silencio contra la pared.

 ?"or aquí, por )avor ?dijo el duende, adentr$ndose en el recibidor.El se9or &elliby lo siguió, a)errando con incertidumbre sus guantes. El mayordomotendría que haberlos tomado. En una residencia decente lo habría hecho, junto con elsombrero y el abrigo del se9or &elliby. +e pronto se volvió consciente del ruido quehacían sus (apatos al golpear el suelo mojado. 7o se atrevía a comprobarlo, pero imaginóque iba dejando a su paso una estela resbaladi(a sobre las baldosas, como una enorme babosa.

El duende mayordomo lo condujo hasta un e8tremo del hall y subieron las escaleras.Estas eran una masa enorme de madera podrida y tenían esculturas de sirenas de unaspecto tan cruel que al se9or &elliby le dio miedo apoyar la mano en la barandilla.

 ?El se9or *icerish lo recibir$ en la biblioteca verde ?le dijo el mayordomo porencima del hombro.

 ?%h, muy amable ?dijo el se9or &elliby, que no sabía qu! m$s decir. En alguna parte dela casa gimió el viento. #in duda había quedado alguna ventana abierta, olvidada.

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*a e8tra9e(a de la Casa #impar lo inquietaba cada ve( m$s. Era obvio que aquel no eralugar para humanos. *os cuadros de las paredes no mostraban paisajes o ancestrosce9udos como en la casa del se9or &elliby, sino cosas simples, como una cuchara opaca,una jarra con una mosca posada encima, y una puerta rojo intenso en un muro de piedra. sin embargo todos estaban pintados con tanta sombra que parecían decididamente

siniestros. #e diría que habían usado la cuchara para matar a alguien, que la jarra estaballena de veneno y que la puerta roja daba a un jardín atestado de plantas carnívoras. 7ohabía )otogra)ías ni adornos, pero sí muchos espejos y cortinas, y arbolitos que crecían enlas grietas de los revestimientos.

Estaba casi en la cima de la escalera cuando vio a un duendecito encorvado que avan(aba por el balcón que daba al hall. %lgo tintineaba en sus manosD el duende se paraba antecada puerta, haciendo sonidos met$licos, y el se9or &elliby vio que las estaba cerrandocon llave una por una.

En el segundo piso la casa se volvió un laberinto, y el se9or &elliby perdió el sentido de laubicación. El mayordomo lo condujo primero por un pasillo, despu!s por otro,haci!ndolo pasar por salones y arcos y por galerías largas y l>gubres, y subir m$sescalones en dirección al interior de la casa. Cada tanto el se9or &elliby percibíamovimientos en la oscuridad. :ía pasitos que corrían y risitas contenidas. "ero en cuantose volvía no veía nada. )an de ser los criados, pensó, pero no estaba seguro.

Unos minutos despu!s pasaron por la entrada de un pasillo largo y muy estrecho, como elde un vagón de tren. El se9or &elliby )renó en seco, para mirar adentro. El pasillo estabamuy iluminado. En las paredes chisporroteaban l$mparas de gas, lo que le daba el aspectode un t>nel de oro en llamas que se internara en la oscuridad de la casa. Fabía en !l unamujer que se alejaba a toda prisa, y en su apuro parecía volar como un p$jaro, con las)aldas moradas )lotando tras de sí como alas. %l instante el mayordomo tomó al se9or

&elliby del codo y lo llevó por una escalera retorcida, y de nuevo se hallaron entre lassombras.

 ?K+isculpeL ?dijo el se9or &elliby, solt$ndose del apretón del duende?. +isculpe,mayordomo. KEl se9or *icerish tiene esposaL

 ?KEsposaL ?dijo el mayordomo en su vo( dul(ona y pegajosa?. K"ara qu! iba a teneruna esposaL

El se9or &elliby )runció el ce9o.

 ?BuenoI En )in, no lo s!, pero vi unaI ?%quí estamos. *a biblioteca verde. #e servir$ el t! en un momento.

#e habían detenido delante de una alta puerta en punta hecha de paneles de vidrio verdecon )orma de anguilas, de algas y de serpientes acu$ticas, que se retorcían y se enredabanunas alrededor de otras.

El mayordomo golpeó contra una de ellas con sus largas u9as amarillas.

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 ? ¿6i 0athir L ?gimió?. 7ath eccis elar . Fa llegado %rturo &elliby.

% continuación se dio la vuelta y se perdió en la oscuridad.

*a puerta se abrió en silencio. El se9or &elliby estaba seguro de que el duende políticoasomaría la cabe(a para recibirlo, pero nadie lo hi(o. En cambio, se asomó !l. %l )rente see8tendía una sala muy largaD era una biblioteca, pero no parecía muy verde. Fabía unascuantas l$mparas encendidas, lo que le daba un aire acogedor si se la comparaba con elresto de la casa. %l)ombras y sillas y mesitas ocupaban el suelo, y cada palmo de las paredes estaba revestido deI %*á. *os libros eran verdes. 3odos ellos. Eran de muchas)ormas y tama9os distintos y, a media lu(, le habían parecido iguales a libroscualesquiera, pero ahora que sus ojos se adaptaban veía que, en e)ecto, esa era una biblioteca de libros verdes. +io unos pasos, sacudiendo incr!dulamente la cabe(a. #e preguntó si en esa e8tra9a casa habría tambi!n una biblioteca a(ul de libros a(ules, o una biblioteca borgo9a de libros aborgo9ados.

En el e8tremo opuesto de la sala, contra el resplandor de una chimenea, se recortaban tres

)iguras.

 ?Buenas noches, joven &elliby ?lo llamó el duende político cuando !l se acercó. =ueuna r!plica dicha en vo( baja, con gran )rialdad. El se9or *icerish no ocultó el hecho deque allí el se9or &elliby no era bienvenido.

 ?Buenas noches, *ord Canciller ?dijo el se9or &elliby y se es)or(ó por sonreír a medias ?. #e9or *umbidule, se9or 3hrogmorton, encantado de verlos ?hi(o una peque9areverencia y ellos inclinaron a su ve( la cabe(a. %l parecer tampoco iban a ocultar nada.% )in de cuentas, pertenecían al partido opuesto. El se9or &elliby tomó asientor$pidamente en una de las sillas vacías.

Fabían servido re)rigerios en una mesa baja. El duende mayordomo entró con una teterade plata, y entonces todo cobró un aspecto muy respetable e ingl!s. #in embargo, lacomida no sabía como la inglesa. 7i siquiera como la )rancesa. *o que a primera vista parecía un s$nd<ich de pat! tenía el gusto de la brisa )ría de oto9o. El t! olía aescarabajos, y la tarta de limón era amarga de modo nada alimonado. "ara peor, había unsuntuoso incensario de óni8 a cada lado de los reunidos, que despedía un humo verdoso.Era de lo m$s empalagoso y le hacía pensar al se9or &elliby en )ruta podrida, moho ymoscas (umbonas. Casi igual al aroma que había olido en la c$mara del Consejo #ecreto,despu!s de que el se9or *icerish agitara los dedos en el bolsillo de su chaleco.

El se9or &elliby apartó su tarta de limón. 5iró de reojo a los otros dos caballeros. 7o parecían en absoluto incómodos. #orbían su t! de escarabajos, sonriendo y asintiendocomo para demostrar que todo era de su agrado. Cuando abrían la boca, era para deciralgo tan vano que a los dos segundos el se9or &elliby ya lo había olvidado. El duende, por su parte, permanecía inmóvil en su asiento, de bra(os cru(ados, sin comer ni beber.

El se9or &elliby inspiró, boqueando. El humo verde serpenteaba en su garganta y le dabala sensación de que le estaban llenando los pulmones de seda. Una niebla empe(ó aa)ectar su visión peri)!rica. +e pronto le pareció que la habitación temblaba. El suelo se

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mecía, se sacudía, como olas de madera en un mar de madera. agamente oyó al se9or3hrogmorton preguntarle al se9or *umbidule por el peso de su jabalí mec$nico de ca(a.

 ?Fay que dispararle con un tipo especial de ri)leI ?decía el se9or *umbidule?D tienesangre verdadera, carne verdadera y, si uno se cansa de darle ca(a, se recuesta en su

espalda de hierro yIEl se9or &elliby no soportó m$s. 3ras pasarse un pa9uelo por la )rente, dijo4

 ?+isculpe, se9or *icerish, pero me siento indispuesto. KFay un cuarto de ba9o por aquícercaL

*os otros dos hombres interrumpieron la ch$chara un instante para sonreírle consu)iciencia. El se9or &elliby apenas lo notó. Estaba demasiado concentrado en hacer unes)uer(o por no vomitar.

*a boca del duende dio un tirón. Este miró al se9or &elliby severamente por un momento

y luego dijo4

 ?"or supuesto que hay un cuarto de ba9o. % la i(quierda de la puerta encontrar$ elllamador de una campana. %lguien lo acompa9ar$.

 ?:hI ?el se9or &elliby abandonó con brusquedad su asiento y se alejó a los tumbos delas sillas. *a cabe(a le daba vueltas. %l cru(ar la habitación le pareció que volcaba algo ?oyó el ruido y sintió que algo delicado se hacía a9icos bajo sus pies?, pero estabademasiado mareado para detenerse.

#alió de la biblioteca a los tropie(os y buscó el llamador a tientas. #us dedos ro(aronunos )lecos. Cerró la mano en torno a una gruesa cuerda de terciopelo y jaló con toda su)uer(a. En lo pro)undo de la casa tintineó una campana.

Esperó, prestando oídos al sonido de pasos, a una puerta que se abriera, a una vo(. 7ada.*a campanada se e8tinguió. olvió a oírse la lluvia que tamborileaba sobre el techo.

&aló de nuevo. +e nuevo un tintineo. +e nuevo nada.

 6uy bien. Buscaría el e8cusado solo. +e cualquier manera, a)uera de la biblioteca verdese sentía mejor. *a cabe(a empe(aba a aclar$rsele y ya no sentía el estómago revuelto.Un poco de agua )ría y estaría lo m$s bien. olvió sobre sus pasos, bajó por la escalerasinuosa y trató de abrir cada puerta que pasaba para ver si detr$s había un e8cusado.

olvió a pensar en el pasillo iluminado, en la mujer que corría por !l. KQui!n seríaL 7oera una criada. 7o con esa ropa suntuosa. 3ampoco le había parecido una duende.

El se9or &elliby llegó al )inal del hall y entró en otro. Era el mismo donde se habíaencontrado hacía menos de veinte minutos, pero ahora que estaba allí !l solo le parecióalgo m$s oscuro e imponente. +aba a una sala sucia, con muebles cubiertos con s$banas.Esa sala llevaba a otro hall, que a su ve( conducía a una sala llena de jaulas para p$jarosvacías y luego a un salón )umador, estancias que no se parecían en nada a las que había

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cru(ado. #e dio cuenta de que ya no estaba buscando un e8cusado. Buscaba el pasillo delas l$mparas de gas, y se preguntaba si la mujer seguiría ahí y si podría descubrir qui!nera. Estaba a punto de dar la vuelta y de buscar por otra parte cuando una habitación seabrió hacia otra y se encontró a la entrada del pasillo brillante.

Fubiera jurado que antes estaba en otro lugar. K7o había un jarrón con rosas marchitas asu i(quierdaL K un aparador con una )rutera color hueso encimaL "ero ahí estaba el pasillo largo y estrecho que tanto se parecía a los de los vagones. 7o podía habersemovido.

El pasillo estaba vacío. *as puertas estaban cerradas por ambos ladosD sin duda, el duendeal que había visto antes les había echado llave. #e adentró un paso, con los oídos atentos.El golpeteo distante de la lluvia desapareció. 7o había sonido alguno4 solo una ligeravibración, un (umbido que no se oía sino que se sentía. Estaba dentro del revestimientode madera, en el suelo y le hacía cosquillas en el interior de la )rente.

%van(ó hasta el )ondo del pasillo, ro(ando con la mano cada puerta que pasaba. *a

madera de la >ltima puerta estaba tibia. +ebía de haber un )uego encendido en la sala deadentro. %cercó un oído a la puerta. %l otro lado se oyó un golpe pesado, como si unobjeto grande hubiera caído al suelo. ¿La u*er estará ahí dentro ¿0e habrá caídoL Qu! problema. Cabía suponer que se había resbalado de una silla al querer alcan(ar algo yahora estaba tirada con un hueso roto. Airó el picaporte de la puerta. Estaba cerrada conllave. %garró el picaporte con las dos manos y empe(ó a sacudirlo. #e oyó otro sonidodetr$s de la puerta4 una respiración agitada y algo así como un raspado. Empe(ó a golpear la puerta. La u*er no está inconsciente! Pero ¿estará sorda ¿6udaL 3al ve( tendría queir a buscar a un criado de una corrida. "ero antes de que pudiera plantearse bien esa idea,oyó un tremendo estr!pito de madera rota, y la puerta quedó hecha tri(as a sus pies.+elante de sus ojos se reveló una habitación iluminada por un hermoso )uego y en la que

había un escritorio con sapos tallados. Estaba vacía. 5uy, muy lejos, oyó un grito. 3anlejos que no supo si lo estaba imaginando.

entonces apareció el mayordomo a la entrada del pasillo, con su ojo verde echandochispas y la maquinaria de su cara sacudi!ndose a lo loco.

 ?KQu! es estoL ?gritó?. "ero Kqu! ha hechoL

El mayordomo empe(ó a correr, con los largos bra(os e8tendidos al )rente como lasgarras de un horrible insecto.

 ?:h, oh, cielo santo ?tartamudeó el se9or &elliby?. 5il perdones. 7o era miintenciónI

 ?M#e9or *icerishN ?se desga9itó el mayordomo?. 10athir, el egulie pa8 N ?su vo(se hi(o tan aguda que la >ltima palabra casi le reventó los tímpanos al se9or &elliby. Enalguna parte de la casa se abrió una puerta, despu!s otra. #e oyeron pasos por los pasillosy las escalerasD no eran )uertes, pero se acercaban aprisa.

Qu+ problea, pensó el se9or &elliby.

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El mayordomo llegó hasta !l y lo tomó del bra(o, acerc$ndole tanto la cara que el se9or&elliby pudo oler su aliento )!tido.

 ?Menga conmigo ahora mismoN ?casi ordenó el mayordomo?. uelva a la casa ?y por poco lo sacó a rastras del pasillo iluminado, hasta llegar a la sólida oscuridad que

quedaba m$s all$. %lguien los esperaba allí. Un grupo )ormado por varios OalguienP. Else9or 3hrogmorton y el se9or *umbidule, el se9or *icerish con los ojos dilatados y,entre las sombras, un corrillo de duendes de menor rango, que susurraban 9pa8, pa8 Pentre ellos.

 ?7oI no era un e8cusado ?dijo el se9or &elliby d!bilmente.

El se9or 3hrogmorton soltó un ladrido de risa.

 ?%h, Mqu! sorpresaN aun así echó la puerta abajo. #e9or &elliby, las puertas de lose8cusados se cierran con llave por buenas ra(ones, si no me equivoco. #e cierran cuandoest$n en uso, cuando no se los debe usar o cuando no son, de hecho, un e8cusado.

El se9or 3hrogmorton volvió a reírD le temblaban los labios gruesos. El se9or *umbidulese le unió. *os duendes solo observaban, con e8presión inescrutable.

+e repente el se9or *icerish batió las palmas, produciendo un sonido claro y severo. %los dos políticos se les atragantó la risa.

El duende se volvió hacia el se9or &elliby4

 ?Es hora de que se vaya ?y su vo( hi(o que el se9or &elliby deseara encogerse y caer por entre las grietas del suelo de madera.

5$s tarde el se9or &elliby no recordaría cómo regresó al hall de la escalera con sirenas.#olo recordaba caminar, caminar por pasillos interminables, con la cabe(a gacha paraocultar su verg@en(a. luego se veía ante la puerta, y el mayordomo lo invitaba a salir."ero antes de salir de un tropie(o a la desdicha interminable de la ciudad, recordaba haber vuelto la vista hacia las sombras de la Casa #impar. ahí dentro, en el descanso de laescalera, estaba el duende político, un destello de blanco en la oscuridad. :bservaba alse9or &elliby con las manos p$lidas cru(adas sobre los botones plateados de su chaleco.#u cara era una m$scara plana e inescrutable. "ero sus ojos seguían bien abiertos. alse9or &elliby se le ocurrió que un duende con los ojos bien abiertos no era un duendesorprendido. Era un duende )urioso.

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Capítulo V

nvitar a un duende

B%/3:*:5E: abrió los ojos. El aire apestaba. Estaba en su propia cama y la lu(entraba a chorros por la ventana. #u madre se inclinaba sobre !l. Queta se agarraba a sus)aldas, mir$ndolo como si )uera un animal salvaje.

 ?KBartiL ?la vo( de su madre temblaba?. K bien, BartiL

ntentó incorporarse, pero el dolor estalló en sus bra(os, y se desmoronó, so)ocando ungrito.

 ?Bueno, Kqu! pasa, madreL ?preguntó en vo( baja.

 ?7o te hagas el tonto conmigo, Bartolomeo "erol. KQui!n te hi(o estoL K%l menos viste

qui!n te hi(o estoL

 ?KFacer qu!L ?le dolía la piel. K"or qu! le dolía tantoL El tormento llegaba al hueso, lo pinchaba y latía como si tuviera gusanos debajo, mordi!ndolo.

#u madre apartó la vista y gimió con la cara en las manos4

 ?M/ayos y centellas, est$ amn!sicoN

+espu!s se volvió hacia Bartolomeo y dijo pr$cticamente a gritos4

 ?3e han hecho jirones a los ara9a(os, eso te hicieron. MFan dejado a mi beb! hecho

 jironesN ?levantó la esquina de la manta de lana de Bartolomeo.

Queta ocultó su cara.

Bartolomeo tragó saliva. 3odo al )rente de su cuerpo, por sus bra(os y su pecho, habíarayas color rojo sangre, ara9a(os )inos que se retorcían y se arremolinaban por su piel blanca. Eran muy ordenados. =ormaban una )igura, como la escritura que estaba en lahabitación de los p$jaros mec$nicos. +e un modo violento y aterrador parecían casihermosos.

 ?:hI ?suspiró?. :h, no. 7o, no, yoI

 ?K=ueron duendes o personasL ?había miedo en la vo( de su madre. 5iedo vivo,desesperado?. K%lguno de los vecinos descubrió que eras un sustitutoL K&uan5ediaslargas, o la mujer esa, 5alitaL

Bartolomeo no respondió. #u madre debía de haberlo encontrado en la calle. /ecordabahaber salido a rastras, medio entumecido por el dolor, del jardín de los Buddelbinster. Losadoquines ro5osos contra la e*illa.

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 6e preguntaba si no e pasaría por encia un carrua*e. 7o podía contarle a su madresobre la mujer del vestido ciruela. 7o podía contarle sobre el sustituto, los hongos, ni los p$jaros. #ería para peor.

 ?7o me acuerdo ?mintió. "robó de )rotarse los ara9a(os, como si el rojo )uera a

 borrarse. El dolor se hi(o m$s agudo, al punto que se le nubló la vista. *as líneas, vivas ycontinuas, no se alteraron.

%l(ó la mirada. Queta lo espiaba. *a cara de su madre estaba demacrada, la bocaarrugada para evitar temblar, el miedo de sus ojos a punto de propagarse en un nuevoataque de histeria.

 ?3engo que salir, madre ?dijo?. % preguntarle a alguien. *o arreglar! todo.

#e levantó, tambale$ndose un poco cuando el dolor lo golpeó con toda su )uer(a. %garrósu ropa sucia, que colgaba de la cabecera de la cama. +espu!s se dirigió a la puerta,cojeando tan r$pido como podía.

#u madre intentó detenerlo, pero !l la apartó de un empujón, salió del departamento yavan(ó por el pasillo.

 ?M"or )avor, BartolomeoN ?gimió su madre desde la puerta?. uelve adentro. KQu! pasar$ si alguien te veL

Bartolomeo se echó a correr. ba a invocar a un duende. 3enía que hacerlo. +e repenteestaba claro como el agua. Un duende dom!stico le diría qu! era un anillo de hongos,adónde llevaba y por qu! las criaturitas aladas habían escrito sobre su cuerpo. 3al ve( losmantuviera seguros y les trajera suerte. sería su amigo. Un amigo real que hiciera m$s

que saludar por la ventana.%rreglar! todo.

#ubió cojeando al $tico. "or la ma9ana, cuando los pasillos estaban vacíos y las motas de polvo daban lentas volteretas en medio de los rayos de lu( que entraban por la ventana, lacasa inspiraba seguridad. "ero no era segura. En el gueto de los duendes nadie dormíadespu!s de las cinco, si es que dormía, y Bartolomeo pre)ería no saber qu! cosas ocurríandetr$s de las paredes carcomidas. Un brusco ruido met$lico llenaba el pasillo que ibahacia la puerta de 5ediaslargas, y del otro lado se oía lo que parecían cuchillos)rot$ndose entre sí. En el departamento de +edipincho corrían y chillaban unos  pis8is. Enel tercer piso, el olor a nabos hervidos y a ropa de cama mohosa era as)i8iante, hacía m$s

calor y el aire parecía espeso como algodón.

+elante de Bartolomeo se abrió una puerta, y apenas consiguió esquivarla. #alió unamatrona duende, que cerró la puerta de un puntapi!.

% Bartolomeo se le contrajo la garganta. "ncia de todo, eso.

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Estaba muy cerca. Bartolomeo veía cada arruga de su delantal, las )lorecitas a(ules bordadas en su gorra desvaída y arrugada. "or un aciago momento, la duende se detuvo,con la cabe(a al(ada, como prestando oídos. #i giraba los ojos aunque )uera un pelito, lovería ahí parado, inmóvil en medio del pasillo. ería su cara en punta y, en sus bra(os, elhilv$n sangriento de los rasgu9os.

Uno, dos, tresI

%l )inal la duende vieja resopló y se alejó pesadamente por el pasillo. 3ras ella, unosruidos, despu!s un golpe. #e detuvo en el acto y se volvió.

"ero los talones de Bartolomeo ya habían desaparecido por la trampilla que llevaba al$tico.

Una ve( dentro del tejado secreto, tomó de su escondite entre las vigas un viejo ta(ón delata y volcó su contenido en el suelo.

#u madre le había prohibido invitar a un duende dom!stico, pero qu! sabía ella. #olo letenía miedo a los duendes. %sí había sido desde que el padre sidhe de los ni9os se habíaido durante la noche, para no volver. %unque eso era di)erenteD Bartolomeo se dabacuenta. #u padre había sido un duende encumbrado, artero y egoísta, y había apartado asu madre de su compa9ía de teatro cuando era joven, bonita y viva(. #u madre habíaabandonado todo para huir con !l. despu!s, cuando ella perdió su cara bonita y se leajaron las manos por e)ecto de la lejía, e iba de un lado a otro para alimentar a los ni9os,!l simplemente se había ido. +esde entonces su madre no había hablado con ning>nduende. Bartolomeo apenas recordaba a su padre, pero sabía que había tenido miedo aesos ojos negros que siempre lo en)ocaban con disgusto y, qui($, con un atisbo deinterrogación. Una ve( su padre le había hablado en un idioma e8tra9o, durante un rato

que pareció durar horas, y cuando terminó y Bartolomeo simplemente se quedó ahí de pie, mudo y con los ojos bien abiertos, su padre se en)ureció y arrojó todos los platos desu madre contra la pared. *os duendes dom!sticos no eran así, pensó Bartolomeo. 7adatan )río y vol$til. 5$s bien eran como animales, decidió, como aves muy inteligentes.

5iró sombríamente los objetos que tenía delante, procurando ignorar el dolor de sus bra(os. El duende no los ahorcaría dormidos. Claro que no. En uno de los libros deBartolomeo, dibujada en tinta negra, había un criaturita temblorosa, no m$s alta que elcandelero contra el que se tenía de pie. El duende llevaba una gorra con una pluma y ensu espalda crecían p!talos de campanilla. Era una monada.

Bartolomeo recogió una de las ramitas y la dejó caer. ¿Por qu+ i adre e prohíbecosasL %sí era peor. #e equivocaba. a se daría cuenta cuando el duende dom!sticoresolviera todos sus problemas. +espu!s de que Bartolomeo hiciera que el duende le borrara los rasgu9os y le dijera cosas y jugara con !l al escondite en el $tico, lo pondría atrabajar. %yudaría a remendar, a llevar recados y a limpiar la estu)a pan(ona en la quecalentaban agua para lavar. #u madre no tendría que trabajar tanto, y qui($s un día podrían salir de allí y vivir en una habitación hermosa como la de las cortinas verdes y lachimenea.

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a vería su madre.

3ras cerrar de un golpe un volumen polvoriento, Bartolomeo se dispuso a invitar a unduende.

El duende dom!stico, o Oduende hogare9oP, es un ser m$gico proveniente del "aís%ntiguo, situado tras la puerta de los duendes. Es inmaterial y capa( de mani)estarse entodas )ormas y tama9os. *a apariencia de tu duende depender$ por completo de sucar$cter y de su humor.

"ara invitar al duende debes encontrar un lugar tranquilo, apartado y muy silencioso. *oshuecos mohosos y oscuros que se )orman cerca de los bosques son especialmente aptos.G7o temas, el duende te seguir$ hasta tu casa.H /ecoge un montoncito de hojas, paja,ramitas y dem$s )ibra vegetal. Entrel$(alas )ormando un montículo hueco, y deja unaabertura en la base. GEsta es la puerta para que entre el duende.H Enreda tro(os de comidanatural Gcomo bayas de sa>co y anísH en las paredes de la morada. "on dentro4

Una cuchara Gpero 7: de hierroH.

Una cinta de color vistoso.

Un dedal.

Un peda(o de vidrio.

"edacitos de comida dom!stica Gcomo pan o quesoH.

"or >ltimo, agrega por encima una pi(ca de sal. *os duendes aborrecen la sal por sobretodas las cosas, pero al poner un poco sobre tu o)renda le in)undir$s respeto. #inembargo, no pongas +E5%#%+% sal, o el duende te tendr$ m$s miedo que al mismo+iablo y no te servir$ para nada.

 7ota4 cuanto mejor sea la calidad de cada artículo, m$s alta ser$ la probabilidad de atraeral duende. %dem$s, la calidad de los artículos es directamente proporcional a la calidaddel duende que se deja atraer por ellos. Con una cuchara de plata y una cinta de seda es bastante probable obtener un duende amable y bueno.

despu!s, en una letrita descolorida4

E8tracto de la original Enciclopedia de duendes, de &ohn #pense, -SS0. 3histleby T #ons

*td. no garanti(a la e)icacia de los actos arriba consignados ni se hace responsable porcualquier resultado indeseable.

Bartolomeo había leído eso tantas veces que casi podía recitarlo de memoria, pero lo leyóde nuevo una >ltima ve(. *uego recogió los ingredientes y puso manos a la obra. *ehabía llevado meses reunir los artículos que se mencionaban, busc$ndolos y ocult$ndolosen su caja de tesoros. *as hojas provenían de la hiedra que trepaba por el muro trasero de

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la casa. *a paja la había tomado de su almohada. Fabía sustraído de la cocina unacuchara, mendrugos, tres cere(as secas y lo que quedaba de sal.

einte minutos m$s tarde, Bartolomeo se limpió las manos y se sentó a estudiar su obra.*a morada del duende no parecía muy atractiva. +e hecho, era deprimente, como si

alguien hubiese vaciado un cubo de basura en el suelo. Empe(ó a preguntarse si aquellono sería una tontería imposible. *a piel le dolía muchísimo. 7o sabía cu$nto tiempo lellevaba a un duende encontrar una morada así, y tampoco sabía si debía esperarlo o sidebía irse y regresar m$s tarde. K qu! pasaría si el duende no lo ayudabaL KQu! pasaríasi no quería ser su amigo y echaba a perder la leche, como había dicho su madreL CuantoBartolomeo m$s pensaba en eso peor se sentía, hasta que sacudió lastimosamente lacabe(a y )ue a sentarse junto a la ventana redonda. %bra($ndose las rodillas, miró haciaa)uera.

Un perro negro y sarnoso paseaba cerca de la cuneta, en busca de una hoja de repollo ode un hueso. En el )ondo del callejón, dos hombres conversaban bajo la sombra a(uladade unos aleros. +el tajo del cielo bajaba una lu( color miel. En)rente, la casa de losBuddelbinster se arrellanaba sobre sí misma. *a mujer con cara amarga estaba en el jardín, con un cesto de ropa lavada apoyado en la cadera. Estaba tendiendo las s$banassobre la hierba para que se secaran. Una, dos, die( veces, pasó arrastrando los pies pordonde había estado el círculo de hongos, pero nada ocurrió. 7i alas ni viento. %quello yano surtía e)ecto. *a magia había desaparecido.

*a mirada de Bartolomeo se paseó por la casa. %lgo se agitaba en la ventana m$s alta. #e puso tenso, esperando a medias que apareciera una ve( m$s la silueta oscura que habíavisto allí el día en que se llevaron a su amigo. +e pronto la ventana se abrió y alguienapartó unas cortinas delgadas. Era la madre duende, que estaba sentada en una silla rectade madera, con la cabe(a en alto y las manos en el rega(o, mirando por la ventana.

Bartolomeo se alejó de la suya. /ara ve( la había visto. %unque, la verdad, rara ve( veía anadie. *a mujer era una criatura del bosque, peque9a y delicada, con una corona de astasen la cabe(a. Era casi bonita. % e8cepción de los ojos, que eran planos y sin vida yen)ocaban el jardín como si )ueran canicas ciegas. Fabía estado llorando.

"erplejo, Bartolomeo se la quedó mirando. ¿":tra5aba a su hi*o ¿Lo habían raptadoLJl casi se había convencido de que la dama de morado era una especie de maga, una pariente, y que se había llevado al ni9o a su casa para darle una vida mejor. "ero, de pronto, dudaba. %quella no era la cara de una madre que se siente sola. Era la cara vacía eincr!dula de alguien que carga con tanto su)rimiento que nada puede hacer con !l, alguien

con tal puntada en el cora(ón que ni todo el llanto ni los gritos del mundo la podríanaliviar nunca.

En el jardín, la mujer con cara amarga seguía tendiendo la ropa lavada. *e daba la cara ala casaD incluso pasó bajo la ventana varias veces, pero ni una levantó la vista para mirar ala duende. Qu+ persona tan aleducada y iserable, pensó Bartolomeo. olvió a mirar ala madre duende.

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#u boca empe(aba a moverse. #us labios )ormaban palabras, pero !l estaba demasiadolejos para oírlas. *a mujer cru(aba y descru(aba las manos sobre su rega(o. +e a pocoempe(ó a mecerse en su silla. *a mujer con cara amarga seguía tendiendo la ropa,convirtiendo el jardín en un tablero de ajedre( hecho de )undas para almohadas y dehierba marchita.

Bartolomeo se acercó m$s al vidrio. #e estaba levantando brisa. *as volutas de la cortina blanca )lotaban cerca de la cara de la duende, delante de sus astas y de sus ojos. Ella nose movió de su silla.

*a brisa cobró )uer(a. *as s$banas y otra ropa de cama empe(aron a moverse,desli($ndose por la hierba del jardín. "asó una sombra. Bartolomeo al(ó la vista y notóque el cielo estival había descendido y se en)urecía, oscureci!ndose de pronto. *ass$banas se arrugaron y acabaron todas revueltas.

*a mujer con cara amarga seguía atareada y tendía m$s s$banas, pese a que las otras seretorcieran en el jardín. En el )ondo del Callejón del iejo Cuervo los hombres seguían

conversando. El perro había encontrado alguna porquería y la mordisqueaba con pere(a. 7inguno parecía percatarse de la oscuridad que se cernía sobre ellos.

%hora la brisa era un viento que revolvía las s$banas, las agitaba y las levantaba en elaire. *as cortinas se desgarraban y )lameaban en la ventana tras la que permanecíasentada la duende madre, ocult$ndola y e8hibi!ndola alternadamente en contraste con su blancura.

+e pronto se oyó un chillido espantoso, como cuando el metal )rota metal. *a cara de laduende e8plotó a solo centímetros de la suya, apretada contra el otro lado de la ventanade Bartolomeo. *os ojos de la duende eran enormes, negros como la muerte, y hundidos.

"or sus mejillas corrían l$grimas, demasiadas l$grimas. #u boca estaba abierta.

Bartolomeo gritó. 3rató de apartarse del vidrio, pero no pudo moverse. 3enía el cuerpo)río, duro como la bomba de agua en invierno. *a boca de la duende se abrió a>n m$s yemitió un horrendo gemido pla9idero.

 ?7o lo oir$s venir ?gritaba, y sus ojos se pusieron en blanco.

Bartolomeo lloraba, temblando, con los pulmones constre9idos por el terror.

 ?7o oir$s nada. *as pe(u9as en el suelo de madera. *a vo( en la oscuridad. endr$ a buscarte, y no oir$s nada.

Bartolomeo tapó la ventana con las manos, desesperado por cubrir esa cara.

"ero ella soltó una risa angustiosa y luego empe(ó a cantar4

O7o lo oir$s tocar a tu puerta. 7o lo sabr$s hasta que sea demasiado tarde, demasiadotarde, Mdemasiado tardeNP.

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Espantado, Bartolomeo cayó hacia atr$s y se golpeó la cabe(a contra el suelo.

% la ma9ana siguiente, cuando Bartolomeo a>n estaba en cama, su madre entró con unaolorosa cataplasma y con un pa9o h>medo para su )rente. %l pensar en lo anterior ?lacasita del duende en el $tico, la ventana redonda y la cara?, Bartolomeo se sintió mil

veces peor. ?K5adreL ?dijo en vo( baja?. 5adre, Koíste algo sobre los BuddelbinsterL

 ?K*os BuddelbinsterL ?estaba casi tan ronca como !l?. 7o te preocupes por ellos. a bastante mala suerte tenemos. 7o necesitamos la de nadie m$s.

 ?K5ala suerteL ?Bartolomeo se incorporó un poco?. K"or lo de su hijoL

 ?#hhh, Barti, recu!state. 7o, el hijo no. *a madre. #e volvió loca de dolor, dice5arinube, pero son rumores. *o m$s probable es que haya muerto de cólera. "arece queen *ondres hay una epidemia.

#u madre terminó de aplicar la cataplasma y salió. *a puerta chata se cerró y acontinuación lo hi(o la de calle. Bartolomeo oyó a Queta caminando por la cocina, y eltintineo de un cuenco. Unos minutos despu!s su hermana entró en la habitación diminuta,con los bra(os desnudos. Fabía e8primido las bayas que su madre utili(aba para darlecolor a la ropa al lavarla, y se había pintado rayas torpes y entreveradas en los bra(os.

 ?Fola, Barti ?dijo, y le sonrió.

Bartolomeo se la quedó mirando. Estuvo a punto de gritarle4 Qu+ tontería has hecho!1Qu+ tonta eres y qu+ poco sabesN

Queta no paraba de sonreír.

 ?K%dónde )ue mam$L ?preguntó !l al rato.

Queta dejó de sonreír y se trepó a la cama.

 ?=ue a buscar r$banos para el desayuno. 7o pasa nada, Barti.

Bartolomeo miró los bra(os de ambos4 los de Queta llenos de rojo, al lado de los suyos,con sus delicados rayones. Entendió por qu! ella lo había hecho.

 ?Caramba, Ka que somos los m$s lindos de BathL ?dijo, y despu!s )ueron hasta la ba9era y !l la ayudó a lavarse la tintura. Cuando la madre volvió con los r$banos los dosestaban sonriendo.

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Capítulo VI

5elusina

 P%/, sust .4 "alabra duende que signi)ica Oalguien de nari( largaP o OespíaP. G7ocon)undir con el tipo de duende llamado OpucP o OpucaP, maligno ser que cambia de)orma y cuya astucia y su escandalosa )alta de reserva moral ilustran una ve( m$s lanaturale(a corrupta del duende.H

El se9or &elliby cerró el diccionario y se agarró la cabe(a, dejando que el volumenencuadernado en piel resbalara por su rega(o. Cayó en la al)ombra y quedó allí, con ellomo hacia arriba y las p$ginas arrugadas.

#us labios soltaron un gemido grave. "ensaban que había estado espiando. El se9or*icerish, *ord Canciller de la /eina, lo creía un espía. % +l, nada enos. #in duda personas como 3hrogmorton y *umbidule no tendrían reparo en echar abajo una puerta o

dos para enterarse de los asuntos de los dem$s. "ero el sospechoso resultaba ser el se9or&elliby, que se cansaba solo de levantarse de la cama y no sentía deseos de meterse en loque no le incumbía. 7o estaba acostumbrado a que descon)iaran de !l, y eso lo alterabamucho.

3ras su vergon(osa partida de la Casa #impar, estuvo de un humor de perros durante días.:)elia se dio cuenta casi al instante, pero cuando le preguntó qu! le ocurría !l no le dijonada. +ejó de ir a su club. +ejó de recibir a las visitas que acudían a su casa de "la(aBelgravia. En el estreno de la ópera 0eiraide estuvo ausente del palco )amiliar, y hastase quedó en casa en ve( de ir a misa el domingo por la ma9ana. Cuando por )in :)elia le planteó cara a cara que una de sus queridas amigas le había contado lo sucedido y que no

había de qu! preocuparse, se encerró en su estudio y se negó a salir.

Jl conocía a las Oqueridas amigasP de :)elia. aya si las conocía. Eran unas chismosas.#e ocupaban de saberlo todo sobre todo el mundo y luego se arrojaban la in)ormaciónuna a otra como )lores en una boda. #i habían obtenido alguna noticia escandalosa, seríala comidilla de todos los salones de *ondres. Qu! humillación. Qu! deshonra para sunombre. *a gente siempre lo había considerado una persona agradable y un pocodistraída. *a clase de persona a la que se puede invitar a reuniones sin temor a que vaya asacar temas como la integración de los duendes o las novelas de Charles +icens. 7adiele había prestado nunca mucha atención al se9or &elliby, pero al menos no habían pensado mal de !l. K ahoraL %hora inventarían historias descabelladas. En su mente vio

una bandada de ocas de cuello largo, con enaguas y miri9aques, sentadas en salones malventilados, hablando de !l.

 ?K#abías, Aertrudis, que echó abajo una puertaL M%sí como lo oyesN En casa del *ordCanciller. 5ira, detr$s de esa pinta suya de buen mo(o y de todas sus sonrisas debe deocultarse un tipo bastante violento.

 ?Casi seguro que sí, 5uriel. En su pro)esión es necesario. solo el cielo sabe cómo selas arregla la pobre :)elia con esa espada de +amocles pendiendo sobre su cabe(a. Es un

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$ngel4 nunca se queja y solo dice cosas buenas de !l. "obrecita. es obvio que !l es unvil espíaI

eso no era lo peor. *o aterraba completamente la pró8ima reunión del Consejo #ecreto.El se9or *icerish estaría presente. los dem$s miembros estarían presentes, todos muy

 bien in)ormados, todos pregunt$ndose si trabajaba para los norteamericanos, para los)ranceses o para alguna organi(ación antiduendes. 3odos pregunt$ndose cu$nto le pagaban.

"ero el día llegó, m$s all$ de que !l lo quisiera, y cuando :)elia acercó la oreja a su puerta y le dijo que debía prepararse, !l le gru9ó que enviara al valet en su lugar con unanota.

 ?Eso no har$ m$s que empeorar las cosas, %rturo ?dijo ella, apoyando la cabe(a en la puerta?. M3ienes que en)rentarte a ellosN 7o hay nada que temer ?esperó una respuesta,y al no obtener ninguna agregó con suavidad?4 o no creo que estuvieras espiando alse9or *icerish. t> sabes que no lo hacías. 7o hiciste nada malo salvo ese peque9o

accidente con la puerta, y ya le envi! una sincera disculpa al se9or *icerish, con seisguineas para el arreglo.

El se9or &elliby re)un)u9ó y ati(ó las ceni(as )rías de la chimenea.

 ?#eis guineas. #eis guineas no arreglar$n mi reputación. 7unca m$s podr! asomar lacara en p>blico. Aracias a tus tontas amigas es como si hubieran publicado todo en la primera plana del Ties.

:)elia suspiró.

 ?%y, %rturo, le est$s dando m$s importancia de la que tiene. M*a gente siempre hablaN#iempre inventa y adorna las cosas para que pare(can m$s interesantes. #in dudarecuerdas la ve( que me puse el vestido a(ul en ve( de guardar luto por el )allecimientode mi padre, y aunque lo hice por error, de todos modos corrió la historia de que pap$ noera mi padre y de que me habían adoptado en la ndia. MEn la ndia, queridoN *o >nicoque se puede hacer es no prestar atención a esas cosas. "res!ntate con alegría y con)ian(ayI

3uvo que seguir en esa vena por unos buenos quince minutos, recon)ort$ndolo con paciencia mientras !l re(ongaba y re)un)u9aba. "ero pocas cosas son tan persuasivascomo el tiempo, y al )inal el se9or &elliby dijo4

 ?%h, Mal diablo con todoN ?y se vistió, se peinó y salió de la habitación con cautela,como si esperara que toda la casa se abalan(ara sobre !l apenas pisara el recibidor. Casise sorprendió al ver que la criada solo le hacía una reverencia, Brahms estaba de buenhumor y el gnomo anciano que, para su desgracia, tenía de cho)er no se mostraba peordispuesto hacia !l que de costumbre.

Ese día las carretas y los carruajes de vapor taponaban las calles m$s que el humo, pero elgnomo dio un rodeo por la Calle Colinot y el se9or &elliby llegó a estminster con

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tiempo. #e apeó del carruaje )rente a la "uerta #ur y se quedó quieto unos momentos, enmedio de la muchedumbre de mani)estantes y vendedores de periódicos que solíareunirse allí. *as ceni(as de las chimeneas se posaron en su abrigo. nspiró hondo y entródecidido al )río hall.

3odo el aliento que le había dado :)elia se evaporó en cuanto pisó aquellas enormes baldosas de piedra. +e pronto volvió a ser un ni9o, el alumno nuevo que entra en elcomedor del internado por primera ve( y siente que cada risita y cada mirada de soslayole provocan pun(adas de verg@en(a en las sienes. Caminó con los ojos )ijos en sus(apatos, deseando ser capa( de pasar volando delante de todas esas caras entrometidas.#olo cuando se sentó en el rincón m$s alejado y oscuro de la sala del Consejo #ecreto seatrevió a levantar la vista. Un criado lo miró desde donde lustraba las patas de una silla."or un momento se contemplaron el uno al otro. *uego el criado se encogió de hombrosy volvió a ocuparse de su tarea. El se9or &elliby se dejó caer hacia atr$s. /aray. 7o habíanadie m$s en la sala. Fabía llegado ridículamente temprano.

 7o podía quedarse ahí sentado veinte minutos. 7o mientras )ueran entrando los lores ylos barones con la nari( en alto y los ojos perplejos. #e levantó y salió, y atravesó el hall a buen paso para que cualquiera que lo viese pensara que iba a alg>n sitio. En el nuevo palacio había ilómetros de pasillos, todos muy anchos y algo oscuros pese a los )arolesde gas alineados en las paredes. %l principio halló gente por todas partes y el aire lleno devoces, pero cuanto m$s se alejaba m$s desiertos se volvían los pasillos, hasta que no oyónada salvo el lejano tictac de un reloj que resonaba al ritmo de sus pasos. 3ras variosminutos empe(ó a sentirse medio sonso caminado aprisa por un pasillo vacío tras otro. #edetuvo ante una puerta, escuchó y, al no oír nada, entró.

*a habitación era peque9a, del tama9o de un guardarropa si se la comparaba con otrasc$maras del palacio. En la pared que daba al río había un gran ventanal, y el resto estaba

cubierto de estanterías vacías, e8cepción hecha de un enorme armario de nogal, junto a la puerta. 7o había cortinas, papeles ni )otogra)ías. El se9or &elliby supuso que sería unao)icina que a>n no habría ocupado uno de los empleados. 3anto mejor. #e sentó en el pisode madera desnuda, decidido a esperar. En die( minutos regresaría aprisa a la c$mara delConsejo y pasaría desapercibido entre la multitud de caballeros.

Era una habitación muy silenciosa. *a ausencia de libros en los estantes le daba un airehueco y, de alguna manera, )alto de vida. #acó su reloj y esperó que se moviera elminutero. Tic. #e puso a tamborilear con los dedos en el suelo. Tic. "asaron dos personas por el pasillo. O+e lo m$s inapropiadoIP, oyó antes de que las voces desaparecieran. Tic.5$s pasos. #e acercaba otra persona por el pasillo, a pasitos ligeros. El se9or &elliby se

 puso de pie y se estiró. *os pasos se acercaron. ¿0e hacían ás lentos 'h, cielos, no podían detenerse! 0eguirían de largo! Tenían que seguir de largo.

*os pasos se detuvieron, justo ante la puerta de la o)icina vacía.

El se9or &elliby apretó con tal )uer(a su reloj que casi quebró la es)era de vidrio. #us ojosrevolotearon por la habitación. ¿Qu+ hacer L "odía ir a la puerta y dar la cara antequienquiera que estuviese por entrar. : podía esconderse. Esconderse en el armario y

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esperar con las m$s grandes esperan(as a que quienquiera que )uese se )uera r$pido y notuviera el menor inter!s en los armarios de nogal. El se9or &elliby optó por el armario.

#e trataba de uno de esos e8tra9os armarios de o)icina que son en realidad una diminutarec$mara, con cajones y compartimentos para tinta y sobres en las paredes. 3enía un

 banquito acolchonado y una l$mpara de eros!n. En la puerta había un panel de vidrioesmerilado. El se9or &elliby se metió con prisa y torpe(a y, cuando estaba bien al )ondo,cerró la puerta.

&usto a tiempo. *a puerta que daba al pasillo se abrió sin hacer ruido. El se9or &ellibycontuvo el aliento. &uan enceslao *icerish entró en la habitación.

%l se9or &elliby le llevó un segundo hacerse una idea de su mala suerte. 3enía que ser unsue9o. 3al ve( había una p!rdida en el palacio y había aspirado gases, o se habíainto8icado con la comida, y el e)ecto se presentaba ahora en )orma de alucinaciones ydolor de cabe(a. "ero no. #e trataba de la vida real. El hecho lo hi(o montar en cólera.

16aldita sea3 1%l diablo con todoN "or supuesto que era el duende político. porsupuesto que ese insu)rible cabe(a hueca elegía esa habitación entre los cientos dehabitaciones que había en estminster. #i ahora lo descubrían, el se9or &elliby no solosaldría humillado. *o investigarían, le negarían la entrada a su club y a sus salones)avoritos, y tal ve( hasta lo arrestaran. Esconderse en el mobiliario de una c$mara privadadel "arlamento pocos días despu!s de que se rumoreara que era un espía no se prestaba ainterpretaciones )avorables. Con unas pocas palabras bien elegidas, sus adversarios podrían echarlo del "arlamento para siempre. El se9or &elliby pensó en salir del armariode golpe y gritarle al duende que le traía una mala suerte inmensa y que no quería tenernada que ver con !l. "ero, desde luego, nunca se habría atrevido a hacerlo. #e quedó ahísentado, atornillado al banco, mirando por el panel de vidrio.

El duende )ue hasta el centro de la habitación y miró a su alrededor. #e acercó a la ampliaventana con partelu( que daba al 3$mesis, descorrió el pestillo y la abrió. #acó una mano.%lgo se movió en su palma4 plumas de metal y resortes. Un gorrión mec$nico. *evantóvuelo desde la palma de *icerish, aleteando por un instante en el aire. El se9or &ellibyvio cómo una c$psula de latón re)lejaba el sol y el brillo de una patita. *uego el ave cru(óel río al vuelo y se perdió entre las cintas de humo que despedían los techos de la ciudad.

El se9or &elliby inspiró con mucho cuidado. Una cápsula. +e manera que llevaba unmensaje. El p$jaro era un p$jaro mensajero, como los que habían usado sus abueloscuando no e8istían las m$quinas de hablar y los tel!gra)os. Con la di)erencia de que los

que usaban sus abuelos tenían cora(ones palpitantes y plumas suaves. Un artilugio comoel que acababa de lan(ar el duende no era barato. En casa del se9or &elliby no habíaninguno. :)elia no se llevaba bien con esas cosas, so)isticada como era, y le interesabam$s la magia que la maquinaria. "ero !l los había visto a menudo al salir de paseo4autómatas en )orma de perros, cuervos e incluso gente, mirando con ojos redondos y brillantes desde las vitrinas de las re)inadas tiendas de mecanoalquimia situadas en Calle&ermyn. *os caballos mec$nicos eran el >ltimo grito de la moda. Forrendos y ruidosos,despedían vapor por todas las articulaciones y se parecían m$s a rinocerontes que a

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caballos, pero el /ey de =rancia tenía un establo lleno, y la /eina de nglaterra, para noser menos, había comprado su)icientes para ocupar un campo entero, y pronto todos losduques y miembros de la baja noble(a tuvieron al menos una diligencia tirada por uncaballo mec$nico.

El duende cerró la ventana y se volvió para irse, mirando de nuevo en torno a lahabitación. Estaba a pocos pasos del pasillo cuando la puerta se abrió nuevamente y casile rompió un par de sus )ilosos dientes.

+esde su escondite en el armario, el se9or &elliby no veía al visitante, pero sí vio que lacara del *ord Canciller se contraía, sus ojos se endurecían y sus manos estiraban la telade su saco. Era alguien conocido. %lguien a quien el duende no quería ver.

 ?"eda(o de cera maloliente ?chilló el se9or *icerish?. KQu! haces aquíL M7o debenvernos juntos, 5elusinaN M7o en p>blicoN

Era la dama que el se9or &elliby había visto correr por el pasillo brillante de la Casa

#impar. El se9or *icerish la hi(o entrar de un tirón y cerró la puerta detr$s de ella, paraluego desli(ar con )uer(a el pasador.

*a mujer )ue hasta el centro de la habitación.

 ?7o estamos en p>blico ?dijo, volvi!ndose para mirar al duende.

El se9or &elliby se la quedó mirando. #us labios, de un rojo carmesí que resaltaba enmedio de su piel empolvada, no se habían movido. *a vo( provenía de las inmediaciones, pero no era una vo( de mujer. 7i siquiera era una vo( de hombre. Era una vo( atiplada,)ría y pere(osa que al se9or &elliby le hi(o pensar en hojas escarchadas encima de una

 piedra. Era la vo( incon)undible de un duende.El se9or *icerish pegó una patada contra el piso.

 ?5elusina, nosotrosI

 ?7o me llames así ?ladró la vo(. +e nuevo los labios permanecieron inmóviles.

*os ojos del se9or *icerish se dilataron hasta )ormar dos lunas negras. Con una prontitud salvaje, al(ó su bastón y golpeó la parte trasera de la cabe(a de la mujer. #e oyóun aullido de dolor. Ella se inclinó hacia adelante por la )uer(a del golpe, pero su carasiguió tiesa.

 ?7unca me des órdenes ?dijo el se9or *icerish, bajando el bastón. agregó?4 6elusina ?escupiendo el nombre.

 ?"erdóname, 0athir  ?la vo( era de nuevo baja?. Es el nombre de ella, no el mío. letrae recuerdos. Cosas en las que quisiera que no piense.

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El se9or *icerish iba de un lado a otro a espaldas de la mujer, que permanecía inmóvilcomo una )igura de cera, una estatua sombría en el centro de la habitación. El se9or&elliby se sobresaltó al darse cuenta de que la cara de la mujer en)ocaba directo a suescondite. Ella llevaba una galerita que le ocultaba los ojos, pero ¿lo estaba irando¿"n ese iso oentoL *a miró a su ve(, pregunt$ndose qui!n sería. En una !poca su

ropa había sido suntuosa, metros y metros de terciopelo, botones y costurasarremolinadas. a no lo era. *as )aldas color ciruela estaban mugrientas, y con cadamovimiento salían a la lu( capas y capas de encaje y enaguas, sucias y descoloridas. Unode sus guantes estaba desgarrado y salpicado con lo que parecía ser sangre seca. 3rató dedistinguir sus rasgos, pero todo lo que veía era un mentón delicado y esa boca rojísima.

 ?K% qu! has venido, #altimb$nL ?el se9or *icerish se detuvo el tiempo su)iciente para)ulminar con la mirada la espalda de la mujer?. +ilo r$pido, y m$s te vale que sea lo bastante importante como para haberme molestado. El Consejo #ecreto se re>ne enmenos de cinco minutos ?sacó un reloj de bolsillo de su chaleco y lo estudió con unamirada )ero(.

 ?5inutos ?dijo la vo(, con una me(cla de desd!n e incredulidad?. *os minutos son para los huanos.

*os ojos del se9or *icerish se dilataron una ve( m$s. *a mujer se alejó de !l un par de pasos, titubeando.

 ?7o importa ?agregó r$pido la vo(?. "or supuesto, har$s lo que tengas que hacer."ero he encontrado un esp!cimen m$s.

Fubo una pausa.

 ?*o vi el día que me llev! al 7i9o 7>mero 7ueve, al espiar desde una ventana. iveen)rente del 7ueve, en el mismo callejón.

:tra pausa. El se9or *icerish guardaba silencio.

 ?*os barrios de los duendes son de gran provecho para nosotros, 0athir . +ecenas ycientos de sustitutos listos para ser arrancados. a nadie le importa un candelero si viveno mueren ?en la habitación resonó una risa ronca y desagradable?. %l >ltimo nisiquiera tuve que robarlo. *o compr! bajo las narices de su madre. "or una bolsa deescaramujos.

%l se9or &elliby le había dado un calambre y trataba de aliviarlo por todos los medios sin

hacer ruido, pero eso no le impidió parar la oreja. 0ustitutos! ¿;.nde había oído hablarde ellos por $ltia ve&<L %h, claro. Caramba. +e manera que &uan *icerishI estabametido en eso. El *ord Canciller de nglaterra, enredado en la muerte de nueve mesti(os.

El se9or &elliby solo podía pensar en lo desa)ortunado que era enterarse de eso. 0i soloe hubiera quedado afuera de esta aldita habitaci.n. Fabría podido elegir otra puerta,o hacerse el distraído, o simplemente quedarse en la c$mara del Consejo y en)rentarse alas miradas. En unas pocas horas habría vuelto a casa y pasado una tarde agradable

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quej$ndose ante :)elia de sus muchas cuitas. es que el se9or &elliby no quería saber  qui!n era el asesino de los ni9os. % )in de cuentas, eran sustitutos. Estaban lejos, y !l nolos conocía, y tenía sus propios problemas. "ero la conversación continuó, y el se9or&elliby se vio obligado a escuchar cada palabra.

 ?7o necesito cientos ?decía el se9or *icerish, con vo( airada pero muy baja?. 7ecesito uno. Uno solo que )uncione. Estoy harto. Farto del )racaso constante. allevamos mucho tiempo, Kme oyesL El asunto llama demasiado la atención y demasiadagente se est$ enterando. *a semana pasada el Consejo #ecreto se reunió para discutir estemismo tema ?se volvió hacia la ventana con e8presión tensa?. #i prestaras algo deatención a lo que pasa a tu alrededor hubieras oído que encontraron a los sustitutos)allidos. o lo tenía previsto. El río no se guarda a los muertos mucho tiempo. "eroMqui!n hubiera pensado que se armaría semejante revueloN #olo )ueron nueve. 7uevedespreciables mocositos distintos, y todo el país se pone hist!rico. Fay que terminar.3ienes que encontrarme un sustituto que )uncione, uno que cumpla todos los requisitos. 7o quiero m$s casi. 7o m$s uy cerquita ?el se9or *icerish se paró sobre las puntasde sus (apatos lustrados y le susurró a la nuca de la mujer, tan bajo que el se9or &ellibyapenas alcan(ó a oír las palabras?4 Quiero uno que lo tenga todo, #altimb$n. 7o metraigas otro hasta estar seguro.

*a mujer se alejó de nuevo del se9or *icerish.

 ?Creí estar seguro la ve( pasada ?dijo la vo(?. "staba seguro. sin embargoI no. 7o cometer! m$s errores, 0athir . Esta ve( tomar! m$s precauciones. "ara que no quedeni sombra de duda.

*a pierna del se9or &elliby pegó un tirón. Un tironcito ín)imo, de un m>sculo o de untendón, pero que repercutió en el armario. El banquito acolchonado crujió apenas. El

se9or *icerish se dio vuelta.

 ?K:íste esoL ?susurró, paseando la mirada por toda la habitación.

El se9or &elliby palideció.

 ?#í ?dijo la vo(?. #í, lo oí.

El se9or *icerish dio un paso hacia el armario, con los labios tan apretados que parecíane8ang@es. %l(ó una mano, estirando los dedos hacia el pomo de la puerta. Era demasiado bajo para ver a trav!s del vidrio, pero eso no cambiaba nada. Un paso m$s y abriría la puerta. ería al se9or &elliby encogido en la oscuridad y entoncesI

Un espasmo en la cara de la mujer, un temblor bajo la super)icie de su cara, y de repentesu e8presión ya no estaba en blanco. #us ojos se )ijaron en los del se9or &elliby a trav!sdel vidrio. Jl los vio bien, relucientes y transidos de dolor. *uego los labios rojos seabrieron y la mujer habló con una vo( suave y cremosa y con un ligerísimo acentoe8tranjero.

 ?Es la madera, amo. #e e8pande con el calor.

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*a vo( se detuvo, pero siguió mirando al se9or &elliby, y la boca continuó movi!ndose.=ormó una palabra. Una sola palabra muda, dicha solo una ve(, que resonó como unacampana en su mente.

 %y$dee.

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Capítulo VII

Una mala

 ?5%5, Kt> tienes peniques detr$s de los ojosL

Queta ni siquiera al(ó la vista al preguntar. #us manos huesudas a)erraban un jarritodeteriorado lleno de caldo, y ella miraba algo en el )ondo.

#u madre no dijo nada. Estaba hilvanando un calcetín de lana con una larga aguja. 3eníala mente muy, muy lejos.

 ?K3ienes peniques detr$s de los ojosL ?volvió a preguntar Queta, ahora con vo( m$salta.

Bartolomeo al(ó la vista de su jarrito de caldo. "or lo general se hubiera reído de su

hermana. *a habría pelli(cado bajo la mesa y habría repetido la pregunta con vo( aguda ysonsa hasta que ella se echara a reír. "ero ya no podía hacer eso. #e sentía mayor, y conmiedo, y reír y pelli(car eran cosas de hacía mucho.

*os símbolos rojos no sanaban. #u madre se los había lavado con agua caliente, )rotadocon hojas olorosas, cubierto de cataplasmas y envuelto en las telas m$s limpias que habíaencontrado, pero incluso ahora, tras varios días, tenían m$s o menos el mismo aspecto. *acarne no estaba tan hinchada como antes, y, por raro que pareciera, solo sentía lossímbolos al oírse un sonido penetrante, como el crujido del piso de madera o el gra(nidode un p$jaro. "ero no se borrabanD tampoco cicatri(aban ni les salían cascaritas. #oloseguían ahí, una )igura de rayas rojas dando vueltas en su piel.

 ?M5am$N ?dijo Queta.

#u madre se pinchó el dedo justo debajo de la u9a y levantó la cabe(a mientras ahogabaun grito.

 ?"ero Kqu! son esas ideas, QuetaL ?se chupó el dedo?. KCómo voy a tener peniquesdetr$s de los ojosL

Queta hundió la cara en el jarro.

 ?5e lo contó una persona ?respondió, y su vo( reverberó en la sala?. 5e dijo que te

los sacara y )uera a comprar a(>car morena.

Bartolomeo se irguió en su asiento. %hora su madre le iba a gritar a Queta, iba a gritar y allorar, e iba a rogar que no )uera cierto, que Queta no hubiese hablado con desconocidos."ero no había oído la >ltima parte. lo cierto es que sus ojos se iluminaron con un brilloe8tra9o y preguntó4

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 ?K%h, síL K qui!n sería esa personaL KUn principito, qui($, montado en un jabalísalvajeL

Queta la miró con cara de reproche.

 ?7o, un andrajoso.

 ?KUn andrajosoL ?la madre golpeó su dedo herido contra la mesa, como paracomprobar que a>n seguía )uncionando, y volvió a encorvarse sobre su costura?.

 7o tiene mucho encanto.

 ?Claro que no tiene encanto, mam$, es un andrajoso ?Queta estaba de un humor muyhosco esa ma9ana. ¿Por qu+ se fastidiaba tantoL, pensó Bartolomeo. 7o había estado aun tris de que la colgaran. 7o habían raptado a su amigo, ni le habían escrito el cuerpocon magia, ni una duende muerta le había gritado un montón de sinsentidos sobre pe(u9as y voces.

*a madre miró a Queta con triste(a4

 ?%y, ay, ay.

#oltó la costura y al(ó a Queta en su rega(o.

 ?%y, ay, ay. Cómo me gustaría que pudieras tener amigos reales. Que pudieras salir a lacalle y perseguir a los diablillos de los bosques y hacer mandados en el mercado como losdem$s chicos, peroI En )in, es imposible. *a gente de a)uera no sabeI dada laoportunidadI ?la madre se interrumpió.

 ;ada la oportunidad te atarían, pensó Bartolomeo, pero su madre no iba a decirle eso aQueta. 7o iba a decirle que nunca sería capa( de jugar en la calle, o ir al mercado, o perseguir a los diablillos del bosque. %l menos no en Bath. %traparían a Queta y lacolgarían en menos de lo que canta un gallo.

 ?5e temo que habr$ que arreglarse con amigos inventados un tiempo m$s ?)ue todo loque dijo su madre.

 ?5ami, el andrajoso no es mi amigo ?la corrigió Queta con severidad.

#u madre la levantó de su rega(o y la plantó en el suelo.

 ?Bueno, Ky por qu! lo inventasteL ?dijo enseguida, y por la brusquedad con que pinchóel calcetín con la aguja quedaba claro que no deseaba saber la respuesta.

#in embargo, Queta no se dio cuenta.

 ?M7o me lo invent!N ?dijo, para ir hasta el cubo de agua que estaba junto a la estu)a yhundir el jarrito en el agua )ría y jabonosa?. ino solo. #e mete aquí todas las noches,

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 por el agujero de la cerradura ?bajó la vo(?. 5e canta canciones. Canciones largas ytristes ?el jarro tocó el )ondo del cubo con un ruido sordo?. 7o son lindas canciones.

#u madre dejó la labor lentamente. igilaba a Queta, le miraba la espalda.

 ?K+e qu! hablas, hijaL KQui!n es esa personaL

Bartolomeo vio el miedo en las arrugas de su cara, lo oyó en el tono grave de su vo(. luego todo cuanto había dicho Queta se unió en su mente. Un desconocido< entra por lacerradura< viene de noche.

#e puso de pie de un salto, haciendo ruido con el banco.

 ?El desayuno estuvo delicioso, madre. 7o le hagas caso a Queta, est$ haciendo decuenta que ve cosas. K7o deberíamos ir a buscarte un poco de arena al )ondoL K7o,QuetaL amos. %hora.

#u madre tomó de nuevo el calcetín, pero a>n le echaba el ojo a Queta.

 ?%rena. #í, tr$iganme un poco. "ero, BartolomeoI ?las manos de su madre apretabanla lana, tanto que se le acentuaban los nudillos?. #i alguien mira a Queta la traes aquícorriendo, KentendidoL *a metes derecho por esa puerta, con arena o sin arena.

 ?#í, madre, est$ bien. olvemos en un santiam!n.

*a se9ora "erol lavaba ropa para la poca gente que podía permitirse no hacerlo ellamisma, la poca gente a la que engatusaba con que tenía un verdadero servicio delavandería y a la que le ocultaba que cargaba los camisones y la ropa interior en unacarretilla verde hasta las pro)undidades del gueto de los duendes. *es compraba lejía a losvendedores ambulantes, pero desde siempre los ni9os se ocupaban de conseguir arena para re)regar en el jardín del )ondo de la casa.

Queta se ató la capucha bajo el mentón y )ue hacia Bartolomeo, aunque sin tomar lamano que !l le tendía.

 ?MBueno, vamosN ?dijo !l en vo( baja, y la agarró del hombro para empujarla hacia la puerta. +escorrió el cerrojo y se asomó para asegurarse de que no hubiera nadie. *uegosalió sigilosamente al pasillo y le hi(o se9as a Queta de que lo siguiera. En cuanto sealejaron lo bastante como para que su madre no los oyera, Bartolomeo la hi(o entrar enun hueco que estaba debajo de la escalera y se arrodilló a su lado para susurrarle4

 ?K+ónde vive, QuetaL KuelaL KEs muy amableL

Queta lo miró sin entender.

 ?K%mableL ?repitió?. #e supone que tenemos que recoger arena. K"or qu! estamosdebajo de las escalerasL

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 ?+e acuerdo, pero Kcu$ndo lo viste por primera ve(L K cómo se te ocurre darlesemejante susto a nuestra madreL ?al decirlo le sacudió el hombro?. Mamos, Queta,dímelo yaN

 ?%ntes de ayer ?dijo, sac$ndose la mano de encima?. no me (arandees, Barti. #e

me va a caer la cabe(a. "l día en que construí la orada del duende. Bartolomeo se escapó de debajo de laescalera.

 ?uelve arriba, Queta, buscaremos arena m$s tarde.

#u madre le daría un torta(o por dejar sola a Queta, pero en ese momento no podía preocuparse por eso. #u invitación había )uncionado. Fabía funcionado. Corrió por el pasillo y subió por otra escalera de a dos escalones a la ve(. por un momento, mientrasvolaba escaleras arriba, )ue )eli(. Completa y absolutamente )eli(.

*uego se internó en la oscuridad polvorienta del $tico. %l pensar en que el duende sehabía mani)estado ante Queta y no ante !l, sintió que una peque9a espina de envidia penetraba entre sus costillas. 7o tendría que haberlo visto primero ella. El duende tendríaque haber acudido a !l. Era su duende.

Cru(ó la habitación a toda prisa y se metió en su escondite secreto. *a morada del duendeestaba tal como la había dejado. *as cere(as achicharradas seguían pegadas a las paredes.*a sal que había rociado sobre el techo brillaba como nieve bajo el sol, intacta. En los>ltimos días, Bartolomeo había subido en cada oportunidad que se le presentaba, buscando el menor cambio en la peque9a habitación, el m$s diminuto indicio de quehabía llegado el duende. 7unca había nada. seguía sin haber nada.

#e arrodilló en el suelo, resoplando, haciendo que una telara9a se meciera hacia atr$s yhacia adelante, atr$s y adelante. ¿Qu+ significa esoL #i la invitación había dado resultado,Kpor qu! el duende no había comido las o)rendas de BartolomeoL Bastante le habíacostado recogerlas para esa criatura est>pida. K no tendría que haberse anunciadoL #urespiración se calmó. *a )elicidad de hacía unos minutos se e8tinguió como una vela.¿/uánto había que esperar L

"ensó de nuevo en las palabras del libro viejo sobre el duende y sobre cómo se suponíaque seguiría a su due9o hasta su casa. Jl no había visto a ning>n duende. Queta sí. siun duende podía seguirlo a casa desde el arroyo de un bosque, tendría que ser capa( deencontrar el camino por unas escaleras.

"ero Kqu! pasaba si el duende no quería anunciarseL KQu! pasaba si los duendesdom!sticos no procedían de esa manera y era Bartolomeo quien tenía que ser amable primero para ganarse su con)ian(aL El libro era muy vago en ese punto. 7o perdía nadacon probar. "odría escribirle una carta al duende, hacerle una o dos preguntas, dejar el papel dentro de la morada y esperar a que le contestara. 7i siquiera estaba seguro de quelos duendes dom!sticos supieran leer. "ero no se le ocurría qu! otra cosa hacer.

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*a primera pregunta sería qu! signi)icaban las )iguras ara9adas en su piel. Eran palabras,no tenía duda, pero Ken qu! idiomaL #e parecían mucho a la escritura que había visto enel suelo de la habitación de los p$jaros met$licos. %unque no tan complicadas. +e hecho, parecía como si hubiera solo dos o tres símbolos, repetidos una y otra ve(.

Uno de los viejos libros tenía una p$gina en blanco entre la cubierta y la portada. *aseparó del lomo, con cuidado de no romper el pegamento. 7o escribía con gran habilidad.Cuando era peque9o ?hacía muchísimo tiempo?, en el departamento de al lado vivíaun joven que vestía chalecos coloridos y siempre parecía en)ermo. Era un pintor pobrísimo que, vaya uno a saber por qu!, consideraba atractivas las calles mugrientas ylas casas desvencijadas de los distritos de los duendes. 7o era alguien como el com>n dela gente. Cuando veía a Bartolomeo subir corriendo al $tico, no se asustaba de !l ni locubría con una rama de sa>co. *e había contado historias y ense9ado a leer. *e habíaregalado los libros que ahora Bartolomeo guardaba detr$s de la estu)a. Fabía sido unaespecie de amigo. "ero al )inal se había marchado en un cajón de pino y Bartolomeohabía olvidado muchas de sus ense9an(as. Bartolomeo no escribía con gran habilidad.

"ero de todas maneras lo hacía.

3engo una pregunta importante. 5e pondr$ muy contento y te estar! muyagradecido si me contestas. KQu! signi)ican estos signosL

% continuación copió en el papel las marcas de su piel con toda la )idelidad de la que eracapa(. Era mucho m$s )$cil que escribir en su idioma. Era como dibujar, y no tenía que preocuparse por cómo enla(ar las letras o por qu! sonido hacían. *uego escribió4

5uchas gracias, y buenos días.

)irmó la carta4Bartolomeo "erol.

Fi(o un )irulete debajo de su nombre que le causó mucho orgullo, e insertó el papel concuidado en la morada del duende. +espu!s bajó a su casa y recibió un torta(o por haberdejado sola a Queta.

Esa noche, al acostarse en su catre, Bartolomeo se puso mitad a pensar y mitad a so9arcon duendes y plumas y signos de pregunta. En eso oyó un ruido. Un suave tintineo en lacocina, como un metal viejo y o8idado raspando contra otro. *a puerta del departamento.%lguien estaba hurgando en la cerradura.

#e incorporó al instante. 5$s tintineos. 3ras bajar las piernas por el borde de la cama, selevantó y )ue de puntillas hasta la puerta de su habitación. El sonido cesó. #e arrodilló ymiró por el ojo de la cerradura. *a cocina tenía un aspecto )antasmagórico, muerto. El)uego se había e8tinguido por completo. #u madre estaba pro)undamente dormida en suestrecha camita, y todas las llaves colgaban en la pared del )ondo en su lugar4 la granllave dentada de la puerta del departamento, la llave de su habitación, la llave del armariodel jabón y la de la puerta trasera, todas en un clavo metido en el revoque.

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%lgo andaba mal. #us ojos barrieron de nuevo la habitación.  La puerta de la caa=arario de Queta. Estaba entornada. , dentro, alguien cantaba.

#e le apretó el cora(ón. 7o era la vo( de Queta. 7o se parecía a ninguna vo( que hubieraoído jam$s. Era hueca y terrosa. Cantaba en un idioma atiplado y pun(ante que, por alg>n

motivo, hi(o que Bartolomeo se sintiera incómodo al escucharlo, como si no lecorrespondiera oírlo, o estuviera entrometi!ndose. "ero la melodía era parali(ante. #ubía,caía, encantaba de manera salvaje, salía serpenteando del armario hasta llenar todo eldepartamento. Bartolomeo estaba rodeado por ellaD nadaba a contracorriente de unasnegras cintas arremolinadas de sonido. *a m>sica le llenó la cabe(a, se hi(o cada ve( m$s)uerte y r$pida hasta ser todo, todo lo que !l percibía.

*os p$rpados le pesaban como plomo. En su vista )lorecían puntos de tinta. *o >ltimoque vio antes de que sus ojos se apartaran de la cerradura y de caerse redondo al suelo )uela puerta de Queta que se abría un poco m$s. Una mano oscura y nudosa la a)erraba desdeadentro. *uego la cabe(a de Bartolomeo golpeó el suelo como una piedra y se quedódormido.

Un golpe a su puerta lo despertó al día siguiente. #u madre entró en la habitación con unmontón de hilos, y la madera carcomida rebotó sonoramente contra su cabe(a.

#e levantó de un salto, gritando.

 ?Bartolomeo "erol, Kqu! haces en el sueloL /ayos y centellas, Kpara qu! tienes la camaLCaramba, me da ganas deI

Bartolomeo no se quedó para oír de qu! le daba ganas. %travesó la puerta corriendo, ysiguió corriendo escaleras arriba hacia el altillo, con sus piernas activas como pistones.

 Por favor, que haya una respuesta> por favor, que haya una respuesta. *o aterraba la ideade que el duende no le hiciera caso, de encontrar todo tal como lo había dejado.

"ero esta ve( nada estaba como lo había dejado. #e quedó sin aire al introducirse en suescondite. "arecía que una tormenta hubiera pasado por allí. *a caja de tesoros estabaabierta y su contenido, desparramado por el suelo. *a cuerda de vidrio tenía un nudoenorme, tan prieto y complicado que no imaginaba cómo podría deshacerlo. Fabíanarrancado la paja del )elpudo para embutirla entre las tejas del techo, y ahora caía, suavey dorada, a la lu( de la ventana. En cuanto a la morada del duende, estaba destro(ada. *asramitas que tantos meses le había llevado juntar estaban pisoteadas y enterradas en lasgrietas del suelo. *as cere(as habían desaparecido. 3ambi!n la cuchara.

%van(ó un par de pasos, con la mente parali(ada. "isó algo arrugado. Era su carta, mediooculta bajo una mara9a de hiedra. #e arrodilló y la desdobló con manos temblorosas.

%hí estaba su escritura, tan mala y torcida que se avergon(ó de ella, y a su alrededor, peque9as huellas dactilares como las de un ni9o peque9o. En el env!s, desdibujado en el papel crema como una mancha, había un n>mero. Un solo n>meroI -

eso era todo.

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#e lo quedó mirando, mientras la paja caía a su alrededor, y las palabras de su madre se presentaron sin que nadie las convocara. *as palabras que había dicho aquel día, semanasatr$s, cuando la dama de morado había aparecido entre las sombras del Callejón del iejoCuervo y !l le había suplicado a su madre que lo dejara invitar a un duende.

K si te toca uno maloL

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Capítulo VIII

%trapar a un p$jaro

E73E minutos despu!s de que el duende saliera de la habitación empujando a5elusina con el bastón como a una cabra sarnosa, el se9or &elliby seguía acurrucadodentro del armario, con los ojos cerrados, mientras la sangre palpitante le tatuaba lacabe(a por dentro. #entía que iba a enloquecer. *e dolía el cerebro. Estaba casi seguro deque se le escaparía por la nari( de un momento a otro, para alejarse por el suelo comomovido por tent$culos.

*a dama de morado lo había visto. *o había mirado directo a los ojos, y no había gritadoni había alertado al se9or *icerish de su presencia, como se habría esperado de la secua(de un horrendo asesino. 7o, le había implorado ayuda. /ecordaba sus labios )ormando la palabra, y la desesperación de esos ojos inteligentes y lustrosos.

 %y$dae. 3anto daba gritar. "ero Kayudarla cómoL ¿Qui+n era ellaL

Con calma y cautela, el se9or &elliby abrió la puerta del armario y se asomó. *ahabitación tenía un aspecto ridículamente agradable. El sol entraba con calide( por laventana, )ormando una )igura en el suelo. *a melancolía y la penumbra parecían haberseido con el duende y la dama de morado.

El se9or &elliby salió del armario. *e )laquearon las piernas y tuvo que agarrarse delmueble para estabili(arse, pues las rodillas se le doblaban.

 7o entendía nada. 7o entendía de dónde provenía la vo( descascarada, o lo que habían

dicho sobre escaramujos y n>meros. "ero no podía quedarse sin hacer nada. %l )in y alcabo, Kla dama no había impedido que el se9or *icerish lo descubrieraL %lgo tenía quehacer, estaba en deuda con ella. #uponía que podría rescatarla. Con mucha sutile(a, claro. 7o había necesidad de emprender actos de arrojo. :)elia no vería con buenos ojos que !lse hiciera el galante con damas e8tranjeras que llevaban vestidos sucios.

+io unos pasos para estirar las piernas y se dirigió a la puerta.

 6elusina. Qu! nombre tan raro y sombrío. K#ería )ranc!sL 7o, se lo con)undía con5!lisande. 3endría que buscarlo al llegar a casa. : preguntarle a su tía +orcas. Ella losabría. #abía todo. *a tía +orcas era la hermana de su padre, estaba casada con un)uncionario y vivía en tres habitaciones alquiladas en =it(roviaD al no tener ni por asomo

un pasar como el que hubiera deseado, se consolaba con saberlo todo acerca de la genteque lo tenía. En todo sentido, la tía +orcas era una enciclopedia sobre la alta sociedadmetida en un vestido. #i e8istía una dama medianamente importante llamada 5elusina,era seguro que la tía +orcas estaría al corriente de qui!n era.

El se9or &elliby asomó la cabe(a, miró a un lado del pasillo, luego al otro, salió y se alejóa paso r$pido y envarado. /aray, pensó tristemente. /aray, caraba y aldita sea. El

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Consejo #ecreto. Fabía comen(ado hacía un rato largo. %hora no tenía la menoroportunidad de entrar sin que los dem$s lo advirtieran.

olvió sobre sus pasos por los pasillos llenos de ecos hasta llegar al ala del edi)icio dondese encontraba la c$mara del Consejo. En el hall de entrada no quedaba nadie. "uso la

mano en el picaporte y apoyó la cabe(a en la madera )resca de la puerta. +el otro ladoresonaba la vo( monótona del director. Una )rase. Una pausa. 3res )rases y otra pausa.Una silla crujió sonoramente. 7o se discutía ni se peleaba. *o m$s probable era que todosestuvieran muertos de aburrimiento. ¿- no sería una e:citante distracci.n si el su*eto ese %rturo (elliby entrara *usto entonces, tarde por supuesto, qui&á retrasado por uno de susasuntos de espiona*eL

 7o podía abrir la puerta. Era imposible. ría a alguna ca)etería a esperar una hora detr$sde un periódico y luego se iría a casa yI :)elia no se iba a contentar tan )$cil. *e preguntaría cómo le había ido y !l tendría que contar un sin)ín de mentiras. "ero mentir parecía muchísimo m$s )$cil que entrar. *a verdad, no tenía el valor de abrir la puerta yde pasar delante de todos esos ojos curiosos. %dem$s, el se9or *icerish estaría dentro. Else9or &elliby no se creía capa( de volver a sentarse en compa9ía de esa criatura ruin.

Un se9or elegante, que llevaba un sombrero hecho con una seta gigante, dobló hacia el pasillo y al instante eliminó el dilema del se9or &elliby. #in pensarlo dos veces, se alejócaminando en la dirección opuesta.

*iberado de los muros de estminster, en medio del humo arremolinado y de la lu( deldía, rodeado por el ruido de la ciudad, el se9or &elliby se sintió casi aliviado nspiró unas bocanadas de aire contaminado. *uego se dirigió a la Calle hitehall, jugando con lacadena del reloj que salía de su chaleco.

 7ecesitaría un plan para encontrar a 5elusina. 3al ve( la habían raptado. : era víctimade un chantaje. En ese caso, la tía +orcas sin duda habría oído hablar de ella. *o m$s probable era que lo hubiera hecho de cualquier manera, pues era evidente que en una!poca la dama de morado había sido rica. 7o hacía mucho su vestido de terciopelo habríasido un espect$culo, cosido con la intención de que las cabe(as se volvieran y lasmandíbulas se desencajaran. +ebía de haberle costado una )ortuna.

El se9or &elliby se internó en el laberinto de puestos de la Calle Charing Cross, en mediode una multitud de vendedores. %penas reparó en los e8positores de juguetes a cuerda, pret(els, man(anas con caramelo y espejos de mano que mejoraban el aspecto de quien semirara en ellos. *a gente lo empujaba por todos lados. *as caras sucias aparecían cerca y

se alejaban de nuevo, perdi!ndose entre las espaldas de los transe>ntes. Una duendediminuta, de cabello verde ondulado como hierba de río, se materiali(ó delante de !l. % laespalda llevaba lo que parecía ser un hatillo de bastones.

 ?K"araguas para el se9orL ?dijo, dejando a la vista sus colmillos en punta?. K"or sillueveL

El se9or &elliby se rió. 7o era la risa alegre y despreocupada que solía soltar, pero era lomejor que tenía a su alcance.

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 ?K*loverL #e9ora, hay un sol radiante.

 ?Claro, se9or, pero no durar$ mucho. #e vienen las nubes, desde el norte. Estar$n aquí por la tarde. 5e lo contó un mirlo hace una hora.

El se9or &elliby hi(o una pausa para mirar a la duende con curiosidad. +espu!s le dio uncuarto de penique y se perdió en la multitud, apurando el paso.

#e lo había contado un mirlo. Un pá*aro. *os p$jaros sabían todo tipo de cosas. qu!sabría el p$jaro del se9or *icerish, se preguntó, ese pajarito mec$nico que había entrado por la ventana de la o)icina vacía. #uponiendo que lograba atraparlo4 Kqu! tipo demensaje llevaría en la c$psula de su pataL K a qui!n se dirigía con tanta prisaL 3al ve( el p$jaro no lo condujera directo a 5elusina, pero Kqui($s a alguien que la conocíaLKQui($s a un socioL %l menos era una pista, algo que se podía seguir.

3enía que atrapar al p$jaro. En cuanto lo tuviera, esperaba que lo guiara a 5elusina. una ve( que la rescatara y todo eso, tendría que encontrar una manera de detener al se9or

*icerish. Esa parte le gustaba menos. +e hecho, le parecía un poco peligrosa. El duende político no era un asesino violento que se escondía en un callejón de *ondres durante lasnoches de niebla. 7o se podía simplemente enviar a la policía a buscarlo. Era el *ordCanciller de la /eina. Era rico y poderoso, y si se le antojaba podía aplastar al se9or&elliby como a un bicho. *a ley no ayudaría al se9or &elliby. 7o contra un sidhe.

"ero ya basta. Basta de desanimarse y de hacerse preguntas. 3enía que atrapar al p$jaro.E8cepto que no tenía idea de c.o. #e sentó en una ca)etería, en la esquina de donde laCalle #trand desemboca en 3ra)algar #quare, y siguió d$ndole vueltas al asunto.

#uponía que podía derribarlo de un tiro. #obre la chimenea de su estudio colgaba un viejo

ri)le de ca(a. "ero el arma era bestial, e incluso si conseguía llevarla a escondidas hasta el$rea de estminster, todo *ondres oiría su detonación. 3ambi!n había unas pistolasespa9olas en el armario del recibidor. una pistolita que le habían regalado al cumplirquince a9os. *a empu9adura era de madreperla, y el ca9ón y el gatillo tenían rubíes yópalos incrustados. 7o sabía si )uncionaba. /ara ve( lo hacían las cosas así de lindas.

Un camarero vestido con anticuados pantalones de montar se acercó a la mesa del se9or&elliby, y este le pidió uno de esos nuevos tragos tropicales que, se decía, eran Odulcescomo el a(>car, )ríos como cubitos, vivaces como )lores y el doble de bonitosP. Enverano, *ondres podía ser agobiante cuando las nubes de ceni(a cerraban el cielo comouna c>pula y no soplaba ni la m$s ligera brisa desde el río. %un en esa (ona, donde las

arterias de la ciudad eran muy anchas y había casas altas y rectas a ambos lados, el aire seencontraba pr$cticamente en estado sólido y olía a cebollas, a chimeneas y a piel sucia. Else9or &elliby tenía h>medo de sudor el cuello almidonado de la camisa.

"ara cuando llegó, el trago ya no estaba muy )río4 parecía un jarro de pintura verde,espeso como jarabe y tan dulce que le hi(o doler los dientes. *e dio dos sorbos y loapartó, para )rotarse los ojos con las palmas de las manos. KEn qu! estaba pensandoL KEnun armaL El p$jaro estallaría en el aire. 3enía que atraparlo al vuelo haci!ndole el menorda9o posible, no reventarlo de un disparo. Qui($ debería ver adónde volaba. #abía que

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En cuanto la vio, el se9or &elliby echó a correr. %bandonó la bicicleta, abandonó elsombrero, abandonó a los )loristas que se reían de sus locuras y cru(ó el puente a todavelocidad.

gual que la primera ve(, el p$jaro volaba derecho al bosque de mansardas y chimeneas

del este de *ondres.El se9or &elliby se metió a toda velocidad entre el tr$)ico de *ambeth /oad, sin prestaratención a los bocina(os y a los gritos en)urecidos. Un carruaje de vapor pasó acentímetros de su nari(, pero !l no se inmutó. 7o debía perder de vista al p$jaro. 7oahora.

"or )ortuna, no era un gorrión real. #us alas de metal lo volvían pesado y lento por muchoque las batiera, y no se arrojaba en picada para atrapar gusanos e insectos como hacíanlos p$jaros de carne y plumas. El se9or &elliby casi podía seguirle el ritmo si corría a todavelocidad.

"or desgracia, la velocidad a la que corría no era muy impresionante. 7o corría desde quehabía participado de una cacería de (orros, hacía unos cuantos a9os, en la casa de campode *ord "esinboroughD el se9or &elliby había tenido un desacuerdo con su caballo encuanto a la dirección que debían tomar, y el caballo lo había dejado, para que tomara ladirección que quisiera.

Corrió por una callejuela rompi!ndose los pies contra los adoquines. #u mentón apuntabaal cielo, sus ojos estaban ciegos a todo lo que no )uera el p$jaro de metal. %lguien rebotócontra !l mientras corría y !l lo oyó caer contra la vidriera de una tienda. *a genteempe(ó a gritarle, a reírse y a burlarse de !l. Un hombre de pinta )iera y dientes met$licosle agarró el bra(o y lo hi(o girar. El se9or &elliby se lo quitó de encima, para llevarse por

delante a una dama rellenita que tenía una sombrilla. *a dama pegó un grito. El bulto que!l había creído una bu)anda reveló una boca y aulló, y una lluvia de coloridos paquetescayó alrededor de &elliby. 7o se detuvo.

 ?M"erdónN M3engo que pasarN M5il disculpasN ?gritó, apartando de un manota(o a undeshollinador cubierto de ceni(a.

%hí estaba. io un destello de latón mec$nico cuando el p$jaro pasó por la )ranja de cieloque separaba dos techos, para desaparecer de nuevo.

3enía que tomar por otra calle. 5aldición, esa iba en la dirección equivocada.

io un callejón sinuoso y oscuro que llevaba a un matorral de edi)icios, y aceleró por !l.*a ropa colgada, llena de lejía, le golpeó la cara. *os ni9os gritaban a su paso, y huían aesconderse en distintos rincones como escarabajos cuando pasa una escoba. Un peda(ode canaleta caída por poco terminó con su persecución, pero la pasó de un saltó y salió auna calle m$s ancha.

1"l pá*aro3 ¿;.nde estaba el pá*aroL #e detuvo sin aliento y, girando, barrió los techoscon la mirada.

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 %hí . El se9or &elliby se le había adelantado. El p$jaro volaba por sobre los techos hacia!l, con toda la calma del mundo. #e metió en la sombra de un portal ahuyentando a unduende sin piernas, y entró a todo vapor. Corrió escaleras arriba, cru(ó un pasillo y subióotras escaleras tan desvencijadas que, le pareció, podían venirse abajo en cualquiermomento. Tercer piso, cuarto pisoI 3enía que llegar a la cima de la casa, hallar una

ventana y atrapar al p$jaro en vuelo. Era la >nica )orma.*as escaleras terminaban delante de una puerta baja y de)orme, con la pintura blancadescascarada. Aolpeó con todas sus )uer(as y la puerta se abrió. +etr$s había una bonitahabitación. Una habitación diminuta bajo un techo inclinado, ordenada y limpia, con unarmario para la vajilla y un mantel blanquísimo sobre la mesa. #entada a ella había unamujer anciana encorvada sobre su bordado, que al verlo entrar al(ó la vista con languide(,como si su intrusión )uera la cosa m$s anodina del mundo. ?+isc>lpeme, se9ora, mevoy en un momentoD esto me da mucha verg@en(a, pero deme un momento, Kme permiteabrir la ventanaL

 7o esperó a que le contestara. Cru(ó la habitación en dos (ancadas y abrió la ventana degolpe. *os paneles de vidrio temblaron en el marco cuando este golpeó contra la pared.Jl asomó la cabe(a.

%hí estaba el p$jaro. enía derecho por la calle. En tres segundos habría pasado,aleteando por sobre la ciudad humeante. Pero podía alcan&arlo. #i asomaba todo elcuerpo y estiraba los dedos cuanto era posible, el p$jaro volaría directo hasta sus manos.

#e tambaleó en el al)!i(ar, que daba sobre la calle. Quince metros m$s abajo, la gente sedetenía y apuntaba hacia !l. %lguien gritó. El se9or &elliby vio al p$jaro que seapro8imaba. +e cerca, tenía un aspecto atemori(ante, y adem$sI 1%yN Era )uerte. Elmetal delgadísimo de sus plumas le lastimó los dedos mientras el p$jaro seguía aleteando.

*o atrajo hacia sí, meti!ndose de nuevo en la mansarda de la casa de la anciana. El p$jarose soltó y cru(ó la habitación al vuelo, duro y e8tra9o entre la suavidad color lavanda deldepartamento. #e estrelló contra una pared, cayó al suelo y ahí se quedó, vibrando)ren!ticamente.

El se9or &elliby lo miró con los ojos dilatados, respirando con di)icultad.

 ?KFeraldL ?la anciana, que se le había acercado, le apoyó la mano sobre el bra(o?.Ferald, querido, llegas muy tarde ?dijo?. Es la hora del t!.

*levó al se9or &elliby hasta la mesa. Jl no se resistió. El servicio de t! estaba ahí4 dos

ta(as, dos platos, una jarrito con crema, una a(ucarera y una tarta de grosellas, como si lohubieran estado esperando.

%sí que tomaron el t!, )rente a )rente, observando en silencio cómo el p$jaro de metal seconvulsionaba a sus pies.

Cuando dejó de aletear, soltó un maullido lastimero y tosió una gota de lu( dorada quechisporroteó y dio la vuelta, antes de apagarse como una estrella a la que alguien taparacon la mano.

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 ?:h ?dijo la anciana, dejando su plato?. Est$ muerto. Ferald, s! bueno y s$calo conla pala. 7o me gustaría que ensuciara la al)ombra estampada.

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Capítulo IX

Ceni(as

%CUC***%+: en el suelo ante su santuario arruinado, Bartolomeo "erol tomó unadecisión. Esa noche atraparía al duende rebelde. #e en)rentaría a la criatura y, ya )uera buena o mala, la obligaría a hacer las cosas para las que la había convocado. #i el duendeno quería ser su amigo, no había nada que hacerle, pero que pensara que podía jugarlemalas pasadas era el colmo. K%sí que creía que podía romper sus tesoros y asustar aQuetaL Bartolomeo no iba a tolerarlo m$s. "or la noche, cuando el duende se desli(araentre las sombras y la lu( de la luna, !l lo estaría esperando.

"ero esa noche los visitó otra persona, y Bartolomeo tuvo que posponer sus planes. #eoyó a alguien subir pesadamente la escalera, un )arol iluminó el borde de la puerta y%gnes #inner, la vecina de la casa de al lado, llegó para tomar una ta(a de t!.Bartolomeo y Queta )ueron despachados al cuartito donde dormía !l, y la puerta se cerró

a sus espaldas.

%poyado contra la pared h>meda, Bartolomeo esperó a que las voces aumentaran elvolumen en la cocina. *as visitas le daban pavor. *e parecía tonto dejar que entraragenteD era como dejar entrar a un lobo en una habitación llena de p$jaros. "ero los lobos podían ser interesantes. % veces !l oía el reta(o de una palabra, o una entera, y pensaba eneso por días. % veces deseaba poder sentarse !l mismo en la cocina para oír y tomar t!.

#iempre que el lobo no haga preguntas.

#olo unas pocas personas sabían que Betsy "erol tenía dos hijos, y %gnes #inner era una

de ellas. No te hagas notar y nadie te colgará. 7o era di)ícil que alguien los notara4alcan(aba con la piel demasiado blanca, o con un poco de mala suerte y una gansa que no pusiera huevos. *uego la gente dejaría de saludar a su madre en el pasillo. "asarían de puntillas por delante de la puerta de los "erol como si estuviera embrujada. - entoncesI

Queta era una )uente de preocupaciones. *e dolía cuando su madre intentaba podar lasramas que crecían en su cabe(a, y nada salvo una venda ocultaba su mirada de vidrionegro. #u madre le había cosido una capota verde oscuro para que pudiera salir al jardíntrasero a juntar arena, pero tenía prohibido hablar con nadie y nunca le permitían ir arribao a la calle.

#u madre hacía malabares con ellos, y Bartolomeo sentía algo de orgullo cuando pensabaen lo bien que se las arreglaba. +e mostrarse demasiado abierta, los descubriríanD siguardaba muchos secretos, la gente empe(aría a hablar, reempla(ando lo que no sabíancon sus propias y horrendas suposiciones. %sí que ella tenía unos pocos amigos,chismorreaba con los vecinos y llevaba violetas a los dem$s cuando alguien moría en su)amilia. %gnes #inner era una de sus amigas m$s antiguas. Era viuda y ladrona, y teníauna vo( entrecortada, dura y aguda, que se metía en todo. Cada tanto preguntaba por losni9os, a veces de manera tan directa que Bartolomeo dudaba de que sospechara algo.

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cada ve( que venía de visita, !l se quedaba sentado en la oscuridad, asustado como un pajarito, con el lobo al otro lado de la puerta.

*a cocina se llenó de ch$chara mientras las mujeres daban pasitos de un lado a otro. Elagua de la pava empe(ó a hervir y Bartolomeo percibió el olor del t!. :yó que se

descorchaba una botella con un plop.#ería el alcohol. En el estante m$s alto de la cocina había una botella de cristal talladoque contenía licor de ar$ndanos. Era una reliquia de la !poca en que el padre deBartolomeo a>n vivía con ellos. %quel padre solía ausentarse, sin previo aviso, a vecesdurante meses enteros, y un buen día se abría la puerta y estaba de regreso. % vecesvolvía sucio y manchado por el viajeD a veces, limpio y reluciente, vestido con unacamisa con pu9os de encaje. #iempre que volvía traía algo. % veces eran cintasD otras,repollos. Una ve( había traído un jamón y un collar de perlas oculto dentro de la camisa.El licor de ar$ndanos era uno de esos regalos e)ímeros, el >nico que su madre no habíavendido ni trocado por otra cosa. Bartolomeo no sabía por qu! lo guardaba. En )in, la>nica e8cusa ra(onable para beberlo era que hubiera compa9ía, así que ella tenía lacostumbre de agregarle un poco de licor al t!.

*as dos mujeres no tardaron en ponerse alegres. Cada tanto soltaban una cascada derisitas, y al(aban tanto la vo( que Bartolomeo escuchaba todo lo que decían.

 ?KFas visto que ha plantado rosasL ?decía su madreD !l oyó el rechinar de la maderamientras una de las dos se echaba atr$s en su silla?. M/osas, %ggyN MComo si quisieraembellecer ese jardín horrible ?rió, con un poco de amargura?. 7o crecer$n, claro. *atierra de por aquí est$ consumida por las )$bricas que )uncionan día y noche, y aunque nolo estuviera, las rosas no le harían ning>n )avor a esa casa espantosa. Que no. 5$s le va aconvenir hacer mermelada con los )rutos de la planta si insiste en comprar esas cosas tan

)rívolas. : t! ?su vo( se tornó nost$lgica?. El t! de rosas es muy ricoI

*a se9ora #inner la consoló con un ruido incoherente.

 ?7unca lo he probado, Betsy, pero te apuesto a que no tiene comparación con el nuestro.Este me calienta los huesos. #iempre.

Bartolomeo imaginó a su madre contenta al oír esas palabras, tratando de ser re)inada,tratando de hacer lo correcto, mientras agitaba las manos agrietadas por el trabajo comosi )ueran los suaves dedos blancos de una dama.

 ?3onterías, %ggy. "ero te sirvo un poco m$s, KehL %hí est$, pero cuida de que no se tesalga por la nari( cuando te cuente lo que hi(o el se9or 3rim<icI

*as voces volvieron a bajar el volumen. Bartolomeo solo oía un murmullo a trav!s de la pared. #e arrodilló y avan(ó en silencio por la habitación, buscando a tientas a Queta.Ella estaba acuclillada junto a la ventana, jugando en silencio con una mu9eca que sellamaba Calaba(a y tenía un vestido hecho con un pa9uelo a cuadros. 3ambi!n tenía un pa9uelo a cuadros por cabe(a, y bra(os y piernas de pa9uelo. 7o era m$s que un pa9ueloa cuadros.

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 ?KQu! pinta tiene, QuetaL ?la vo( de Bartolomeo era un susurro ín)imo. *a se9ora#inner no debía oírlos. "robablemente su madre le había dicho que dormían?. Queta,qu! pinta tiene el andrajoso.

 ?+e andrajoso ?dijo ella, y se llevó su pa9uelo a otro rincón. %l parecer no le

 perdonaba que la hubiera dejado debajo de la escalera. ?#hh, no hagas ruido. Bueno, Queta, perdón. a te pedí perdón, y no tendría quehaberme escapado así. K5e cuentas, por )avorL

Ella lo miró desde detr$s de sus ramas. Bartolomeo casi podía oír los engranajes girandoen su cabe(a, mientras se preguntaba si debía ignorarlo como se tenía merecido o si debíadis)rutar de la satis)acción de contarle algo que !l se moría por oír.

 ?7o se para derecho ?dijo ella tras un momento?. Est$ todo encorvado y sucio, ylleva un sombrero des)ondado. 7unca lo veo mucho, y cuando respira parece que tuviera bichos en la garganta yI ?le costaba ponerlo en palabras?. las sombrasI lo siguen

de un lado a otro.

 7ada de alas de p!talos. 7ada bueno. Qu! tonto había sido.

 ?%h, bueno. K3e dijo algoL K+e qu! hablan sus cancionesL

ncluso en la oscuridad Bartolomeo notó que la mirada de su hermana se endurecía y sedilataba.

 ?7o quiero hablar de eso ?dijo. #e alejó de nuevo y estrechó la mu9eca contra sumejilla, meci!ndola como a un beb!.

Bartolomeo se sintió muy molesto al oír eso, pero se )or(ó a sobreponerse. 7o era el>nico que se sentía mal, el >nico que temía cosas. Era su culpa que Queta se encontraraasí.

 ?"ero Kte dijo qui!n eraL K3e dijo algo, lo que sea, esa peque9a bestiaL

#e dio cuenta demasiado tarde de que había hablado en vo( m$s alta de la deseada. %lotro lado de la puerta no se oía un solo ruido. #u madre carraspeó.

Entonces habló la se9ora #inner.

 ?K cómo andan los chicos, BetsyLKBartolomeo imaginaba cosas o su vo( sonaba un poco maliciosaL

 ?+ice 5ary que >ltimamente tu hijo pasa mucho tiempo en el $tico. nadie ha visto ala ni9a en todo el verano.

 ?Fan estado en)ermos ?dijo la madre, secamente. "or un largo momento nadie habló.*uego la botella se descorchó una ve( m$s y se oyó un glugl>, y por la vo( de su madre

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Bartolomeo supo que estaba sonriendo?. "ero no hay de qu! preocuparse, van a estarcorriendo por ahí en menos de lo que canta un gallo. "ero cu!ntame de ti.

*os negocios van bien, si no me equivoco.

Bartolomeo soltó el aire de a poco. 7i siquiera se había dado cuenta de que habíaaguantado la respiración. "so está uy bien, pensó. 7ada le gustaba m$s a %gnes #inner que hablar de sus OnegociosP.

 ?%h, no hay de qu! quejarse. %unque hace unas semanas se me escapó un bocadillomuy sabroso ?suspiró la se9ora #inner?. ba toda vestida de terciopelo morado, yencorvada por el peso de las joyas. o quería agarrarla cuando saliera, pero nunca lo hi(o.#upongo que se me adelantaron.

#u madre debió de responderle algo gracioso, porque las dos mujeres se echaron a reír.*uego retomaron la conversación, cubriendo los dem$s sonidos.

Queta le tocó el bra(o.

 ?5e hi(o un montón de preguntas ?susurró?. El andrajoso. #obre ti y mam$, y sobrequi!n era nuestro padre. cuando yo ya no le quise contestar y me hice la dormida, sequedó ahí mir$ndome. #e queda muy quieto en la oscuridad. #e queda ahí hasta que ya noaguanto.

 ?Queta, es un duende, KnoL

 ?M qu! m$s va a serN 3odas las noches mam$ cierra la puerta con llave y el gnomo deabajo le pasa el cerrojo a la puerta de calle, pero el andrajoso entra igual. 5ete el dedo enlas cerraduras, entiendes, y el mecanismo se abre, así de simple ?Queta ya no jugabacon su mu9eca. "ermanecía sentada muy quieta, mirando a Bartolomeo?. 7o me cae bien, Barti. 7o me gusta cómo me mira, todo doblado, y no me gustan sus canciones.%noche me dormí mientras cantaba y tuve unos sue9os horribles.

*os ojos negros de Queta relucían, h>medos.

 ?7o pasa nada ?dijo Bartolomeo suavemente, acerc$ndosele y pas$ndole el bra(o porsobre los hombros?. =ue solo una pesadilla. a sabes que no dejar! que te pase nada.

Queta hundió la cabe(a en su camisa.

 ?7o parecía una pesadilla, Barti. "arecía real . #o9! que estaba tirada en el pasillo dea)uera, sola, y que alguien me había clavado las ramas al suelo. *os llamaba y llamaba ati y a mam$, pero nadie me oía. *a casa estaba vacía. entonces veía que todos losratones escapaban de las paredes, y tambi!n los p$jaros y los murci!lagos se ibanvolando. 7o me daba cuenta de por qu! corrían, pero lo oía, lo oía acercarse por la casa,soltando unos chillidos y un casta9eteo espantoso. Air! la cabe(a y le pregunt! a unescarabajo que pasaba a toda prisa de qu! se escapaban. el escarabajo dijo4 OEl /ey

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/ata. iene el /ey /ataP. siguió corriendo, y me dejó ahí ?Queta tomó aire?. K#abesque despu!s el andrajoso va a tu habitaciónL +espu!s de cantarme.

Bartolomeo tembló. Fasta entonces no lo sabía. Esperó a que ella dijera algo m$s, peroQueta solo cerró los ojos y se acurrucó contra !l. Bartolomeo se quedó sentado mir$ndola

 por unos minutos. *uego se acomodó !l tambi!n y, tras cubrirse y cubrir a su hermanacon la manta, intentó dormir.

Era muy tarde cuando oyó la despedida en la otra habitación. %l saludarse, las voces sevolvieron )irmes y )ormalesD luego la puerta se cerró de un golpe y los escalonescrujieron mientras bajaba la se9ora #inner. "or unos minutos Bartolomeo temió que sumadre le echara llave a la puerta y !l tuviera que esperar incluso m$s para poner enmarcha su plan. "ero despu!s de que los pasos de la se9ora #inner se perdieran por elCallejón del iejo Cuervo y otra puerta se golpeara en la noche, su madre )ue a verlos.

Queta se había dormido en el rega(o de Bartolomeo. Estaba ovillada sobre sí misma. #olose veía su pelo de ramitas, y parecía como si un arbusto hubiera terminado entre su ropa.

Bartolomeo se hi(o el dormido. :yó a su madre entrar en la habitación. /espiró adredede manera honda y regular, y se preguntó qu! e8presión tendría en la cara.

3ras un momento, la madre al(ó a Queta y se la llevó.

%penas se cerró la puerta, Bartolomeo puso manos a la obra y se acuclilló en el suelo )ríoal lado de la pared. 7o tenía que adormecerse. 7o tenía que ponerse cómodo. #u deberera atrapar a un duende. Con los bra(os en torno a las rodillas, esperó a que todo seaquietara en la otra habitación.

Esperó una eternidad. *as campanas de Bath sonaban cada cinco minutos una ve( tras

otra, los gritos resonaban en los callejones aleda9os y !l seguía oyendo a su madre en lacocina, que caminaba sobre el suelo crujiente de madera, guardaba el licor de ar$ndanosen su rincón lleno de telara9as, limpiaba ta(as de t! y molía hojas y p!talos para loslavados del día siguiente. Un rato despu!s la oyó apagar la l$mpara de un soplido. *uego,sus primeros ronquidos. Bartolomeo se puso de pie y )ue de puntillas a la cocina.

Facía buen tiempo, pero aun así su madre tenía que encender la estu)a pan(ona parahervir agua con que lavar la ropa. Bartolomeo cru(ó la sala en puntas de pie y levantó elrecipiente del carbón, en el que siempre había un buen montoncito de ceni(as, concuidado de no hacer ruido. Era pesadísimo. #olo logró dar unos pasos y tuvo queapoyarlo en el suelo. 3omó un pu9ado de ceni(a )ina y empe(ó a dispersarla. "uso un

montón delante del armario de Queta. *uego, luchando con el peso, llevó el recipiente delcarbón a su cuarto e hi(o lo mismo alrededor de su propio catre. Cuando hubo una capagruesa de ceni(a sobre el piso, llenó el cacillo con agua y, caminando hacia atr$s, la )uevertiendo sobre las ceni(as. En la oscuridad, la oyó gotear y chapotear y, cuando seinclinó para tocarla, la me(cla se le quedó )irmemente pegada a los dedos. Con esoalcan(aría. 3ras dejar el cacillo junto a la puerta para no remover la al)ombra de ceni(a,se trepó a su cama.

Estaba pro)undamente dormido cuando se abrió la cerradura del departamento.

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Cuando despertó, entraba una lu( gris por las ventanas. *a casa estaba en silencio.

#e incorporó de golpe. Las ceni&as. #i su madre veía ese chiquero no solo le daría una bo)etada en las orejas, lo llevaría de inmediato al curandero que atendía en el patiotrasero de la cantina Bolsa de Clavos, y este lo (arandearía y le haría ingerir qui!n sabe

cu$ntos menjunjes repugnantes. %ntes de que ella despertara, tenía que limpiar hasta el>ltimo copo de ceni(a.

#e sacó la manta y miró el suelo desde el borde de la cama. El agua y las ceni(as sehabían secado durante la noche, )ormando una especie de barro gris. en medio de ellas,marc$ndolas como bellotas dispersas, había huellas.

 %hora te tengo, pensó Bartolomeo. *as huellas eran peque9as, bi)urcadas, con unahendidura en el medio. Estaban alrededor de su cama, por todo el suelo, cientos de ellasque iban aquí y all$. +ejaban una estela sucia que se alejaba por debajo de la puerta.

Bartolomeo era un ni9o de ciudad. 7unca había trepado a un $rbol ni corrido por un

 prado. 7unca había visto una granja, salvo las pintadas en latas de ca)!. "ero de peque9osu madre lo había llevado al mercado, y reconocía la planta de la pata de un animal.%quellas eran huellas de cabra. "e(u9as.

/ecordó una ve( m$s las s$banas que se retorcían en el jardín de los Buddelbinster,mientas el cielo se volvía de hierro y la cara de la madre duende abría la boca contra laventana del $tico.

 7o oir$s nada, había gritado ella, y su vo( seguía resonando en la cabe(a de Bartolomeo,dolorosa, desgarradora. *as pe(u9as en el suelo de madera. *as voces en la oscuridad.endr$ a buscarte y no oir$s nada.

3emblando, se levantó y siguió las huellas hasta la otra habitación.

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Capítulo X

El mecanoalquimista

 ?%F, 5elusina, 5elusina ?la tía +orcas sacudió la cabe(a, juntó las manos sobre el barato broche de peltre que llevaba en el pecho, y puso una cara nost$lgica y de l$stima."ronunció el nombre de la dama misteriosa como si hablara de su m$s querida amiga.

:)elia levantó la vista de la mesa del comedor en la que estaba ordenando unos rollos detela que la tía +orcas había traído consigo en el carruaje de vapor. *a Calle Cur(on noquedaba tan lejos de "la(a Belgravia y el marchante siempre enviaba a un mandadero conlas compras grandes, pero como había dicho la tía +orcas4 OEs una baje(a ir a pieP. "ocoimportaba que tuviera que pedirle dinero para el ta8i al cocinero de los &elliby.

El se9or &elliby, que hasta ese punto había permanecido sentado, con cara de des$nimo,en su sillón de tela estampada, se irguió de golpe. La tía ;orcas sabe! 0abe qui+n es la

daa de orado.

El se9or &elliby carraspeó. #e ajustó los pu9os de la camisa y procurando no parecerdemasiado interesado, preguntó4

 ?KL KQui!n es, tíaL

 ?#í, Kqui!n esL ?dijo :)elia, con un atisbo de sarcasmo en la vo(.

*a tía +orcas sonrió con benevolencia.

 ?5elusina %io)e :RBaollagh ?dijo, agitando su abanico ante sus mejillas coloradas. #esuponía que el abanico debía tener el aspecto elegante de esos con un  pis8i encima de un palo que agita sus alas delgadísimas. "ero el de ella no estaba vivo. Era una pobre copiahecha de cera esculpida y algodón, y habría que ser un poco ciego para con)undirlo conun duende vivo?. rlandesa ?agregó r$pido, al ver que ellos no sabían qui!n era?. *a pobre. En )in, no era m$s que la hija de un comerciante, pero un comerciante muy peromuy rico.

El se9or &elliby parpadeó.

 ?KEraL

 ?Cayó en desgracia ?dijo la tía +orcas, con un suspiro?. Creo que )ue por culpa de suenamorado. Era el hombre m$s apuesto del mundo, por lo que dicen. Estabancomprometidos, pero hubo un incidente. %lgo muy misterioso. 7adie sabe los detalles.*o cierto es que la )amilia empe(ó a sospechar de !l y Mlos tortolitos huyeron juntosN %ella los suyos la repudiaron, y nunca se volvió a saber de la pareja. Es muy rom$ntico.

 ?#í, muyI ?dijo el se9or &elliby, reclin$ndose pensativo en su sillón.

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:)elia apartó un )ino rollo de encaje veneciano y preguntó4 ?K#e puede saber de dóndeconoces a esta apasionada criatura, %rturoL

 ?Bueno, no es que la cono(ca ?dijo el se9or &elliby, encogi!ndose de hombros con algode timide(?. :í hablar de ella. *a mencionó un caballero de estminster. KFace cu$nto

 pasó todo esto, tíaL ?%h, no hace tanto. +!jame ver ?inclinó la cabe(a y cerró los ojos. +os segundosdespu!s los abrió y dijo?4 MEl mes pasadoN El mes pasado oí a *ady #<inton hablar deltema mientras yo le hacía el dobladillo de las enaguasI Quiero decir, mientras lavisitabaI ?los miró a ambos con dure(a?. despu!s, hace dos semanas dijo algo5adame Claremont, y el martes pasado salió el tema en casa de la Baronesa de Eresby.*a verdad, est$ en boca de todos. 7o entiendo cómo no han oído nada.

 ?#í, qu! e8tra9o. Bueno, gracias, tía ?el se9or &elliby se puso de pie y le hi(o unareverencia, luego se volvió hacia su mujer y repitió la acción?. que pasen buen día,queridas. 5e temo que debo irme.

tras decirlo se alejó aprisa de la habitación.

El día anterior, apenas la anciana lo había despachado con la mano vendada en un reta(ode los piyamas de Ferald y el p$jaro mec$nico cuidadosamente recogido en una palita, else9or &elliby había vuelto directo a la ca)etería que quedaba en la esquina de la "la(a3ra)algar.

3ras darle un chelín al camarero para poder sentarse sin verse obligado a pedir bebidas decolores poco naturales, e8tendió la criatura rota en la mesa tambaleante de hierro )orjadoy se puso a e8aminarla. +e entre el enchapado de su pecho saltó un resorte que cayó

sobre la mesa. El se9or &elliby maldijo en silencio. El p$jaro había quedado muyestropeado. #us alas colgaban hechas peda(os y los ojos negros, tan penetrantes yobservadores unas horas antes, estaban opacos como el carbón. 3al ve( habría sido mejorderribarlo de un tiro.

+esprendió la c$psula de su pata y la estudió con los dedos.  "n alguna parte tenía quehaber un engarce ocultoI "asó la u9a por la super)icie y lo halló. *a c$psula se abriócon un clic y salió un rollito de papel. Era blanco inmaculado, de buena calidad. *odesenrolló con cuidado.

 "nvíalo a la Luna, decía, en una letrita de patas de hormiga. despu!s, manchado detinta y subrayado con un tra(o cruel4

a viene el 7i9o 7>mero +ie(.

El se9or &elliby parpadeó. *o leyó de nuevo. *o dio vuelta y miró el env!s. *as palabraseran raras y perturbadoras, pero no le decían nada. 7inguna dirección. 7ada de Opara=ulano de parte de 5enganoP. 7ada acerca de la dama de morado. 3anto es)uer(o pordie( palabritas que no le decían m$s que si hubieran estado escritas en alg>n dialecto

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antiguo de duendes. K"or qu! alguien tenía que enviar algo a la *unaL Era de suponer queel Correo /eal no hacía entregas ahí. K el 7i9o 7>mero +ie(L KQui!nIL

El se9or &elliby sintió un escalo)río helado en la espalda pese a la tibie(a del día. +e pronto, los sonidos de la Calle #trand, el ruido de los cascos de los caballos, los gritos de

los vendedores, el redoble de las campanas de la iglesia #t. 5artin'in'the'=ields, le parecieron ecos muy lejanos.

0olo ha habido nueveI Esas habían sido las palabras del duende caballeroD lo que lehabía dicho a la dama mientras el se9or &elliby escuchaba desde la oscuridad del armario.El 7i9o 7>mero +ie( era un sustituto. El se9or *icerish iba a matar a uno m$s.

El se9or &elliby echó una mirada a su alrededor. Era el )inal de la tarde y los ca)!s estabanmuy concurridos. Fabía muchas parejas en las terra(as de la vereda, y tambi!n un pu9adode caballeros y una de esas modernas mujeres que llevaban pantalones y se sentabansolas en los ca)!s. todos estaban mir$ndolo. Creían hacerlo con discreción, ocultos trasabanicos levantados o periódicos, por encima de los anteojos y bajo el ala de sombreros

de )lores. "ero de cualquier manera lo miraban )ijo. #olo para ver qu! iba a hacer acontinuación ese hombre apuesto con la palita.

*entamente se volvió hacia el p$jaro. "or un segundo quiso salir corriendo. +ejar el p$jaro y el ca)!, tomar un carruaje a "la(a Belgravia y beber co9ac en casa como si nadahubiera sucedido. *a gente no sabía. 7adie sabía lo que !l sabía, y a todos les daría lomismo que !l nada supiera.

"ero en alguna parte del gueto de los duendes un ni9o iba a morir. %rturo &elliby era la>nica persona en el mundo que lo sabía. #entía que se le había atragantado una piedra ytenía que empujarla con )uer(a. Era su responsabilidad. 7o solo hallar a la mujer del

vestido ciruela. 3odo. a no podía hacer de cuenta que no sabía nada.

3ras sacar un estuche laqueado del bolsillo de su chaqueta, se enganchó unos quevedosen la nari(. #e inclinó para estudiar al p$jaro m$s de cerca. En alguna parte diría dónde lohabían construido. 0i solo pudiera encontrarloI Entrecerró los ojos y dio vuelta lam$quina en sus manos. El p$jaro parecía muy )r$gil. 5ientras lo palpaba, la maquinariase movía minuciosamente, y por un segundo tuvo el impulso in)antil de aplastarlo en el pu9o y sentir cómo los resortes y las placas de metal se deshacían entre sus dedos. 7o lohi(o, claro. Bastante es)uer(o le había costado atraparlo como para hacerlo a9icos.%dem$s, ahí estaban las palabras. %cababa de verlas. Una letrita diminuta grabada conuna aguja al rojo vivo en el env!s de una pluma met$lica.

+ecía4 5cn. %lq.

despu!s, en letritas m$s peque9as4 @!-!A!

*o de 6cn! %lq. quería decir OmecanoalquimistaP. Eso el se9or &elliby lo sabía. K lo de @!-!A!L 3al ve( las iniciales de la tienda, o del )abricante mismo. "ero qu! iniciales m$se8tra9as. El se9or &elliby tendría que buscarlas en una guía al regresar a casa. ojal$ el

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mecanoalquimista hubiera puesto un anuncio. #i trabajaba en negro metido en un agujerode *imehouse nunca lo encontraría, por m$s que buscara cien a9os.

%bandonó el ca)! y tomó por la Calle /egent hacia 5ay)air, mientras buscaba con lamirada un iosco de periódicos. Era costumbre ver en ellos listas de tiendas, junto a las

capas y capas de volantes que )lameaban como los p!talos de una )lor sucia4 circos,ópera, pantomimas y espect$culos de variedades. "ero al toparse con uno encontró solodos )olletos que anunciaban mecanoalquimistas y los dos, que atendían en la CalleArovesnor, eran intimidantemente prestigiosos y no tenían una sola V, o W.

El se9or &elliby regresó a "la(a Belgravia en ta8i y entró de puntillas en la sala de sucasa. :)elia estaba sentada en su sillón pre)erido, leyendo absorta el >ltimo n>mero de )ebra de %ra5a y Botas de 4ocíoC 4evista de 6agia ;u+ndica. #intió de inmediato la presencia de su marido, pero no lo llamóD !l )ue hacia arriba, se encerró con llave en suestudio y se puso a estudiar con prisa )ebril los anuncios de los periódicos especiali(adosque guardaba.

*e llevó casi una hora hallar lo que buscaba. El anuncio era peque9o, sobrio, recortadonítidamente contra las ilustraciones suntuosas de pelucas y sardinas y criadas mec$nicas.Unos renglones negros que declaraban ?con bastante empaque pese a su aspectohumilde?4 1Las aravillas ecánicas del se5or Aerubbabel3 1Todo lo que ha so5ado yucho con lo que nunca so5., confeccionado en lat.n y ecanisos de relo*ería, hechoa ano, $nico en su tipo! #aterías du+ndicas de larga duraci.n y rendiiento ipecable! "ncargos solaente! Tarifas accesibles. luego la dirección4 Calle #tovepipe -0, quinto piso, Cleren<ell.

¿/ler8enDell L El se9or &elliby bajó el periódico. 7o era un barrio muy elegante. +ehecho, era de baja categoría. el se9or &elliby nunca había oído hablar de un

establecimiento llamado O*as 5aravillas 5ec$nicas del #e9or WerubbabelP. #e hubieradicho que un caballero en la posición del se9or *icerish acudiría a los mejoresmecanoalquimistas de *ondres en busca de artilugios. 7o a /ler8enDell . % menos que elduende no quisiera lo mejor. % menos que quisiera lo m$s tranquilo, lo m$s r$pido y lom$s secreto.

=ue en ese momento cuando sonó el timbre, la tía +orcas desembarcó en la casa, :)elialo llamó para que la saludara y demostrara buena educación, y !l hi(o las preguntas delcaso acerca de 5elusina.

"ero acababa de escapar. =ue al recibidor y recogió su saco y su sombrero de donde

esperaban para ser cepillados. *uego salió y apretó el paso por los adoquines, que estabanresbaladi(os por la lluvia.

Cleren<ell quedaba a una distancia considerable de "la(a Belgravia. +ecidió que lo m$s)$cil sería subir la interminable escalera de caracol que llevaba al tren de vapor y viajar por encima de los techos de *ondres. Eso era mejor, en cualquier caso, que buscar elcamino por entre las calles. /ara ve( se aventuraba m$s al norte del puente de aterloo,

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nunca pasaba de *udgate Fill, y ese día no tenía $nimo de lidiar con las barriadas suciasy peligrosas que mediaban entre su casa y Cleren<ell.

Cuando el se9or &elliby llegó a la cima de las escaleras, casi sin aliento, un autómata queno tenía piernas ni ojos, no se parecía en nada a un humano y, sin embargo, estaba

equipado con un bigote de latón enrulado y una galera, e8tendió hacia !l una mano en)orma de tena(a. El se9or &elliby depositó en ella un chelín. *a mano con la moneda secerró y se metió dentro del cuerpo del autómata. % continuación sonó una campanitadentro de su barriga y le e8pidió al se9or &elliby un billete. *uego el autómata lo saludóen silencio mientras pasaba a la plata)orma.

El tren de vapor llegó a su debido momento, y el se9or &elliby se sentó en uncompartimento de paneles oscuros del vagón de pasajeros. El tren empe(ó a moverse. %lotro lado de la ventanilla pasaban veletas y humo. "ese a la claridad del día, habíal$mparas de gas encendidas en las paredes, que consumían el o8ígeno. "ara cuando bajóen la estación ;ingRs Cross, se le partía la cabe(a.

El hecho de bajar por las escaleras a las calles cavernosas y llenas de humo deCleren<ell no lo alivió en nada. Entre los conventillos destartalados, el aire erarepugnante. *e llenaba los pulmones como un montón de algodón negro llenaría una botellaD lo hacía boquear. %l menos la población parecía menos peligrosa que el aire. *amayoría eran mujeres y ni9os de mejillas hundidas. 0in duda los ladrones y los vándalosestán traba*ando en partes ás pr.speras de la ciudad , pensó el se9or &elliby.

/alle 0tovepipe, /alle 0tovepipe. Cielo santo, Kno había letreros en Cleren<ellL Buscócon la vista, entre los ladrillos mugrientos, los carteles descascarados de las tiendas y delas puertas. Encontró uno solo, medio roto, atado con un peda(o de alambre a la cima deun )arol, pero no pudo leer qu! decía. %lguien había pintado encima, en letras rojas4

 ;uendilandia.

#ubió aprisa por la calle, no vio nada parecido a un mecanoalquimista, dio la vueltacuando pensó que nadie lo miraba y volvió r$pidamente sobre sus pasos. Fi(o eso variasveces antes de atreverse a pedirle indicaciones a una mujer sin dientes vestida conenaguas escarlata. Esta le se9aló un callejón oscuro que serpenteaba entre una masa deedi)icios dilapidados. a había pasado delante del callejón al menos cinco veces, y cadave( le había parecido demasiado sospechoso para arriesgarse a meterse por ahí.

"or )in lo hi(o. El aire era espeso, viscoso como alquitr$n. 5iró las casas que seinclinaban encima de su cabe(a y vio una enorme gota de agua ti(nada con hollín que

caía hacia !l. +io un paso a un lado y la gota reventó contra el suelo, produciendo un ecoentre las construcciones. 3ampoco en aquel callejón había letreros, ni siquiera carteles detiendas o tabernas. #olo casa inclinadas, negras como la noche y llenas de ventanas rotas.% mitad del callejón vio a un gnomo borracho repantigado en un umbral, y volvió a pedirindicaciones.

El gnomo hi(o una mueca bajo sus cejas pobladas.

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 ?"or ahí ?dijo con vo( ronca, se9alando con su garra una casa alta y estrecha, cerca del)inal del callejón. *a construcción se encontraba tan desvencijada como el resto. "orcierto, no era un sitio donde imaginar al *ord Canciller de visita. Jl, con sus trajese8travagantes y su per)ecta piel blanca.

El se9or &elliby le agradeció al gnomo y se acercó a la casa con cautela. %l al(ar la vistadescubrió que terminaba en una enorme mara9a de chimeneas y volutas de humo, que lerecordó una cabe(a de pelo negro y enredado. Entró por una puerta baja y subió por lasescaleras, una planta tras otra, pasando delante de inquilinos recelosos y habitaciones)!tidas, hasta que por )in llegó al quinto piso. %llí encontró un peque9o cartel pintado amano que indicaba una puertita pintada a mano en la que decía, muy sencillamente,0e5or Aerubbabel . 7ada de maravillas mec$nicas.

%l entrar el se9or &elliby, sonaron un montón de campanas o8idadas sobre la puerta. +etecho bajo, la sala se veía oscura y abarrotada4 con todos los estantes y pilas demaquinaria que había, era di)ícil distinguir su verdadera )orma. Unos esqueletos deautómatas a medio construir estaban sentados encima de cajones, con los ojos muertos)ijos en la nada. El cielo raso era un entrela(ado de rieles, y, sobre ellos, docenas dehombrecitos de lata iban de un lado a otro montados en monociclos, rechinando bajito yllevando en la mano destornilladores, martillos y vertedores de aceite brillante.

En un rincón alejado de la habitación se oyó un ruido met$lico y, cuando el se9or &ellibyse volvió, vio a un anciano encorvado sobre un escritorio, que ajustaba las cintas de uncaracol mec$nico.

El se9or &elliby se acercó un paso.

 ?K#e9orL ?dijo.

*a palabra cayó en el suelo como una bola de piel. El anciano al(ó la vista. %rrugando lanari(, escudri9ó al se9or &elliby a trav!s de sus anteojos de medialuna.

 ?KQu! se le o)receL ?dijo, dejando el caracol en el escritorio. Este (umbó contento yempe(ó a dar círculos alrededor de un jarro lleno de grasa negra.

 ?%h, Ktengo el gusto de dirigirme al se9or WerubbabelL

 ?#í, soy el se9or Werubbabel, aunque lo de tener o no el gusto corre por su cuenta ?lavo( del anciano era educada, muy incongruente con aquel taller revuelto. *levaba en lacabe(a un sombrerito negro?. Ver8es ardley Werubbabel, para servirlo.

El se9or &elliby le agradeció con una sonrisa.

 ?3engo una pie(a de mec$nica da9ada, que )ue construida en este taller. /esulta queIque se estrelló contra la ventana de mi $tico ?esa ma9ana, mientras leía el periódicodurante el desayuno, había practicado lo que iba a decir. 7o le estaba saliendo bien?. #iusted tiene la bondad de decirme adónde se dirigía, se lo llevar! de inmediato a su due9o.

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 ?%h, no es necesario, se lo aseguro. En absoluto. 3engo los nombres de todos misclientes archivados. 5u!streme la m$quina, por )avor.

El se9or &elliby empe(ó a sacar el p$jaro del bolsillo. Una garra de metal se enganchó enla tela y se desprendió con un ruido como el de una cuerda de guitarra. El anciano hi(o

una mueca de dolor. 5ientras el se9or &elliby se es)or(aba por soltar las plumas de lascosturas de su chaleco, el anciano dijo4

 ?M%hN El p$jaro del sidhe. Aracias, me asegurar! de devolv!rselo yo mismo.

 ?#í ?el se9or &elliby pareció acongojado?. Bueno, en cualquier caso, Kno me podríadecir adónde se dirigíaL

El entrecejo del ancianito se oscureció. %l hablar, )ue precavido.

 ?7o, no, creo que es mejor no hacerlo.

El se9or &elliby retorció la boca, tironeó de uno de los resortes de p$jaro, movió los piesen el lugar y despu!s dijo4

 ?+e acuerdo, esc>cheme bien. Estoy con la policía, y la criatura que le compró este p$jaro es un criminal atro(.

 ?Es un político ?dijo el anciano sin inmutarse.

 ?M"ero tambi!n es un asesinoN Fa estado matando ni9os inocentes en *ondres y en Bathy los ha dejado vacíos como $rboles muertos, y usted, como ingl!s honrado que es, tieneel deber de ayudarme.

El se9or Werubbabel gru9ó.

 ?"rimero, no soy ingl!s. #egundo, nunca en mi vida oí un cuento tan disparatado. esode la policía, MvamosN 7o le creo una palabra. por m$s que lo hicieraI ?resopló y,levantando las cejas, se puso a retocar el mecanismo del caracol?. 7o es asunto mío.

El se9or &elliby al(ó las manos, e8asperado.

 ?KCómo puedeI qu!I no tieneIL ?dejó caer los bra(os. %brió la billetera, sacó dosrelucientes monedas de oro y las agitó en las narices del viejo?. K*o puedo tentar paraque lo seaL

El viejo echó una ojeada a las monedas. %garró una y la mordió. *uego miró al se9or&elliby, se puso en puntas de pie para observar por la ventana del taller y dijo de malamanera4

 ?oy a buscar en el archivo.

Como una rata vieja, el se9or Werubbabel se metió por un agujero entre dos estantesabombados. %dentro, el se9or &elliby solo veía negrura. #alieron unos juramentos,

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seguidos por un estruendo aparatoso que sacudió la altísima casa hasta sus cimientos. +eun )rasco cercano se derramó una cascada de mosquitos mec$nicos. El viejo asomó lacabe(a.

 ?#e lo han comido. Un momento, por )avor.

+esapareció en el agujero una ve( m$s.

#e oyó otro estruendo, que sonó a garras que tamborileaban y a susurros )uriosos, y elviejo volvió a salir, esta ve( con un mapa en la mano.

 ?M%hora síN ?dijo, agitado?. eamos qu! tenemos aquí ?desplegó el mapa sobre una pila de pie(as sueltas y se puso a estudiarlo, con ojos que iban de un lado a otro comomoscas. Fabía largas líneas rojas tra(adas en !l. El se9or Werubbabel las siguió con undedo marchito.

 ?3engo a un duende a!reo para que recorra las distancias, calcule las rutas seguras,

etc!tera ?e8plicó?. denti)ica los obst$culos y mide la altura desde la que hay quesoltar los aparatos ?miró de reojo al se9or &elliby?. "ara que no se estrellen contra lasventanas de los $ticos, Kme entiendeL

El se9or &elliby asintió sabiamente.

El se9or Werubbabel volvió a su mapa, )runciendo el ce9o. Aolpeó con los dedos tresveces, en distintos lugares del mapa.

 ?Estos son los puntos que me dio. 3res p$jaros. Cada uno tiene su propia ruta. 3res p$jaros para tres rutas. todos parten de distintos puntos en *ondres ?por un momentoel se9or Werubbabel se quedó pensativo?. El que usted atrapó va desde el palacio deestminster, parece, hasta el norte de orshire. #e lo lan(a hacia el este para evitar lasceni(as de las )$bricas. El segundo vuela entre Bath y una casa en el puente deBlac)riars. al tercero nunca lo entendí. 5e hi(o calibrarlo para que volara en línearecta hacia arriba desde un altillo en slington, cien metros hacia cielo abierto. cuandoenvi! a Boni)acio ?mi duende a!reo? a )ijarse qu! había ahí, no encontró nada. #olonubes y cielo.

El se9or &elliby había dejado de escuchar. 3enía lo que necesitaba.

 ?Aracias, se9or, muchísimas gracias. K5e podría dar las re)erenciasL K*as líneaslongitudinales o como quiera que se llamenL ?le mostró otra moneda?. #e lo

agradecería muchísimo.

El viejo metió la moneda en el bolsillo y garabateó una serie de n>meros en un peda(oamarillento de papel. #e lo pasó al se9or &elliby.

 ?7o s! qu! se trae entre manos. #upongo que intentar$ arruinar a ese sujeto. KChantaje,tal ve(L Ustedes son muy parecidos, los ingleses y los duendes. Est$n tan desesperados por los e8tremos que no pueden ver nada en el medio. %h, bueno, me callo. En esta parte

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de *ondres nada habla m$s alto que la cara de una moneda y, como dije, no es asuntomío.

%l se9or &elliby no le pareció de muy buen gusto haber dicho aquello en vo( alta. Estaba por despedirse del hombre con )rialdad, cuando las campanas sonaron sobre la puerta y

entró otro cliente. qui!n entró no era otro que el duende mayordomo del *ord Canciller &uan enceslao*icerish.

*a mano del se9or &elliby apretó el p$jaro. 5uy lentamente, empe(ó a met!rselo en lamanga. *a garra se le enganchó en el pu9o.  No se soltaba. +e golpe se le ocurrió que elmayordomo, por sus bra(os y sus dedos largos, se parecía mucho a una mantis religiosa, aun mortal insecto p$lido. El duende tenía que inclinar e8tra9amente la cabe(a hacia unlado para no golpearse contra el cielo raso. *a maquinaria de latón de su cara estaba tiesa,inmóvil.

Un paso. Un paso a la derecha y el se9or &elliby quedaría oculto tras los tent$culos de un pulpo mec$nico lleno de remaches. "ero era demasiado tarde. El duende mayordomo sedio vuelta y lo vio.

 ?:h ?e8clamó, mientras los lentes de su ojo verde en)ocaron ruidosamente el p$jaroque sostenía el se9or &elliby?. "ero qu! sorpresa, usted por aquíI

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Capítulo XI

El 7i9o 7>mero +ie(

*%# huellas de la cabra se paseaban por el suelo de la cocina, de la puerta a la mesa, delas camas a la estu)a pan(ona sobre la que se secaban unas hierbas. *a madre deBartolomeo inspiraba y espiraba dormida, y la vieja cama crujía con cada inspiración. Ensu armario, Queta se movió un poco y suspiró.

Bartolomeo soltó el aire de a poco. K% qu! había venido el duendeL KQu! queríaL

:jal$ no lo hubiera invitado. :jal$ hubiera escuchado a su madre y hubiera prestadoatención a sus advertencias. *e había dicho lo que podía ocurrir. "or poco le habíasuplicado que no lo hiciera. "ero !l tenía mucha necesidad de un amigo. Quería quealguien lo protegiera y le hablara, que le hiciera sentir que no solo era e8tra9o y )eo. "eroeste no iba a ser su amigo. 7o iba a protegerlo, y tampoco iba a darle cuerda al rodillo de

la ropa. *o >nico que hacía era pasearse por la noche y meterle pesadillas en la cabe(a aQueta. Con toda probabilidad, el n>mero die( en el papel del $tico era otra de sus bromas.#eguramente el duende se reía solo en ese mismo momento.

Bartolomeo se mordió el labio y siguió las huellas hasta la puerta de entrada. #eguíacerrada. 6ete el dedo en las cerraduras, entiendes, y el ecaniso se abre, así de siple. con llave, al parecer. 3ras bajar la llave de su ganchito, la abrió. *uego, cuidando de nohacer ruido, salió de puntillas al pasillo.

*a casa estaba )ría y oscura. *as maderas del suelo, pulidas por los a9os, relumbrabancon la lu( tenue que entraba por la ventana.

El rastro de ceni(as llevaba arriba. #e hacía m$s d!bil a medida que Bartolomeo loseguía, y se borraba hasta ser apenas una e8halación sobre la madera. Cuando llegó altercer piso casi había desaparecido. *o mismo daba. #abía adónde había ido el duende.

#ilencioso como la *una, subió al $tico por la trampilla. #e agachó ante la primera viga yavan(ó a rastras, mirando hacia todas partes, en busca de una pista sobre el escondite delduende. %l encontrarlo lo mataría. El pensamiento se le ocurrió con repentina violencia.#i encontraba al monstruito, le retorcería el pescue(o. #e lo retorcería antes de que lacriatura se lo retorciera a Queta, y a su madre, y a !l mismo.

%l oír un sonido )renó en seco4 voces, susurrantes, amortiguadas bajo el tejado.

 ?%h, sí. Es un distinto como cualquier otro ?la vo( que hablaba era un bisbiseo, peroBartolomeo la reconoció de inmediato. )ueca, terrosa! La vo& que cantaba. #olo queahora, cada pocas palabras, su due9o inspiraba laboriosamente a trav!s de los dientes?.El mesti(o construyó una casa, KvesL Una casa muy in)erior, con la que atrapar a unduende. *a encontr! al e8plorar el lugar. *a rompí a patadas, claro. M&a, jaN *a hice tri(as.

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#e oyó una risa. Bartolomeo se clavó los dedos en las palmas y se apretó contra el techoinclinado. *a vo( provenía del lugar que estaba bajo el alero. #u lugar.

 ? ese est>pido sustituto sigue creyendo que )uncionó. #e cree que soy su duendeesclavo ?una inspiración?. 5e hi(o preguntas y todo. 5e escribió una carta, con

 palabras, toda muy cuidadita, y me preguntaba qu! quería decir algo en el idioma de losamos duendes y ?otra inspiración? entonces pasó lo m$s e8tra9o de todo. /esultaI

 ?7o me importa ?lo interrumpió una segunda vo(. 3ambi!n hablaba muy bajo, pero deun modo totalmente distinto. Era $spera, peligrosa y )ría?. KEs lo que necesito o noL 7o puedo permitirme m$s errores. 7i de parte tuya ni de nadie. 3e contrato para que teasegures de que los sustitutos sirven, de que son lo que el *ord Canciller necesita ?lavo( se en)ureció?. M nueve veces seguidas me has entregado basuraN *o pagar! con micuello si una ve( m$s el material resulta ser inutili(able.

 ?Bueno, tienes tantos cuellos queI

Fubo un siseo )urioso y Bartolomeo vio una sombra que pasaba r$pido sobre la viga.

 ? /állate. C$llate de una ve(. Fay demasiado en juego. K3e aseguraste con la lista que teenvió mi amoL K3e llegó siquiera, la listaL Xltimamente ha habidoI interrupciones a los p$jaros mensajeros del *ord Canciller. Jl no estaba seguro de que esta hubiera llegado adestino.

 ?#í, recibí los p$jaros ?hubo un sonido met$lico.

Bartolomeo se acercó un poquitín. "or entre las vigas distinguió apenas una )igura. #equedó sin aire. Era el andrajoso. 7o cabía duda. *a criatura respondía e8actamente a la

descripción de Queta. Era peque9o y mal)ormado, y estaba de pie muy quieto, con la barbilla pegada al cuello. 3enía un sombrero de copa roto inclinado sobre su cara. #olollevaba un chaleco y una chaqueta harapienta. 7o usaba pantalones. +e inmediatoBartolomeo vio por qu!. +e la cintura para abajo el andrajoso era una cabra. El pelaje desus ancas era espeso y negro, empastado con tierra y sangre. +os pe(u9as descascaradasasomaban debajo de la lana enmara9ada de sus patas. El andrajoso era un )auno.

 ?5uy bien ?dijo la vo( )ría?. 3e creo. %unque si tuviera tiempo lo investigaría yomismo.

Bartolomeo no podía ver al que había pronunciado esas palabras. Quienquiera que )uese,estaba oculto tras la esquina del alero, y Bartolomeo no se atrevía a acercarse m$s para

ver mejor.

*a vo( continuó en un susurro.

 ?3e lo advierto, sluagh. #i el *ord Canciller queda insatis)echo una ve( m$s con laentrega ?si el sustituto es de nuevo un )racaso?, te golpear! en la cabe(a bastante m$sque para sacarte solo un par de dientes. El andrajoso movió las pe(u9as y no dijo nada.

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 ?KEst$ claroL ?la vo( era de hielo.

Bartolomeo no esperó para oír el resto. %rrastr$ndose como antes, reculó hacia latrampilla.

3odo era di)erente. 3oda había cambiado. %quel asunto ya no era obra de un tonto duendedom!stico. 7o quería imaginarse qu! le harían esas criaturas si lo descubríanescuch$ndolas. #e descolgó en el pasillo del tercer piso y )ue a toda prisa hacia laescalera.

*a cabe(a le daba vueltas. "ntonces no funcion.! La invitaci.n! La casita laentable conlas cere&as etidas en las paredes. 7o había servido de nada. El andrajoso no era suduende. %l andrajoso lo habían contratado. "ara espiar. "ara asegurarse de queBartolomeo sirviera, )uera apropiado, a di)erencia de los otros nueve. Nueve. El chico delos Buddelbinster era uno de ellos. #in duda. ahora Bartolomeo sería el n>mero die(. "l papel del ático. #e arremangó y miró las marcas de su bra(o. 7>meros die( rojosangre en el lenguaje de los duendes. %l menos en eso, el andrajoso le había dicho la

verdad.

#e echó a correr escaleras abajo, pinch$ndose la mano con las astillas de madera de la barandilla. 7o sabía para qu! lo querían. *a criatura ?la que estaba oculta? había dichoque trabajaba para el *ord Canciller. K7o era eso buenoL K7o le estaba permitido solo ala gente m$s buena y m$s sabia ser *ord CancillerL  Pero ¿por qu+ un Lord /ancillercontrataría a duendes cuya vo& sonara coo el invierno y que aena&aran con ba*arlelos dientes a la genteL Bartolomeo no sabía qu! pensar. Estaba aterrado y e8citado almismo tiempo, y tenía la sensación de que una nube de polillas batía las alas dentro de suestómago. En su mente destelló una imagen de gente importante, duques y generalesllenos de medallas, capas de armi9o que se arrastraban sobre pisos de m$rmol, y grandes

salones con innumerables velas encendidas. Un cuchillo de plata golpeaba contra unacopa. itoreaban a alguien. Bartolomeo se dio cuenta de que lo vitoreaban a !l. Barti"erol. El 7i9o 7>mero +ie(, del Callejón del iejo Cuervo, #!ptimo +istrito +uende,Bath. Era una idea ridícula. Una idea )eli(, esperan(ada y de lo m$s ridícula, que hacíaagua por todos lados.

Casi había llegado a la puerta del departamento cuando, por la ventana del pasillo, vioalgo que le llamó la atención. Fabía algo en el callejón, una sombra m$s donde no eralugar de sombras. olvió sobre sus pasos y acercó la cara a los paneles redondos conrebordes de plomo.

Era la dama de morado. Fabía vuelto al Callejón del iejo Cuervo y estaba sentada sinmoverse en un banco de madera rugosa, contra la pared de un lugar conocido como Casadel 5usgo. *os aleros medio desmoronados llegaban tan bajo que la cubrían deoscuridad. *a mujer se recostaba contra la pared, con las manos en el rega(o y el mentónapoyado en el pecho.

"or un momento Bartolomeo se olvidó de los duendes que discutían en el $tico. #e olvidóde los salones con velas encendidas y de las capas de armi9o. K"or qu! resistirse a que se

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lo llevara la damaL %lguien ?no, no cualquiera?4 el *ord Canciller se había tomadomucho trabajo para encontrarlo. Eso quería decir que !l era importante. En el gueto de losduendes no lo era. En el gueto de los duendes era una m$s de las criaturitas )easescondidas de las que nunca se hablaba. 5oriría allí. 3arde o temprano.

"ero los horrendos duendes que estaban en el $tico, gritó una vo(, redoblando dentro desu cabe(a como la campana de un carro de bomberos. *a advertencia de la madre de losBuddelbinster, esa cara )ea en la nuca de la dama, y las pe(u9as, y las voces. Bartolomeola silenció. 7o importaba. KQu! m$s daba cuando lo >nico que hacían era llevarlo a unlugar mejorL El lugar al que pertenecía. #ería mejor para todo el mundo que !l se )uera.#u madre tendría una boca menos que alimentar, un sustituto menos del que ocuparse.Queta lloraría, y !l la e8tra9aría horrores, pero seguro que iría de visita. si la habitacióna la que había viajado a trav!s del círculo de hongos se parecía en algo al lugar adondeiba, pues le gustaría vivir ahí. "odría raspar la doradura de los muebles y su madre yQueta comerían pato y pasteles durante meses.

"ara cuando se apartó de la ventana se había decidido. En alguna parte de *ondres habíagente esper$ndolo, gente gloriosa con p$jaros mec$nicos, habitaciones hermosas ychimeneas. +ejaría atr$s el Callejón del iejo Cuervo.

%poyó la cabe(a contra la puerta del departamento y susurró4

 ?%diós, madre. %diós, Queta. oy a mejorar las cosas.

Esperó unos momentos, como si esperara una respuesta. *uego bajó las escaleras. Elgnomo estaba dormido en su banqueta. *a cara de la puerta miraba ciega, ojos de maderagris sobre mejillas de madera gris. En silencio, Bartolomeo se despidió tambi!n de ellos.*uego se desli(ó hacia los estrechos con)ines del callejón.

*as casas aleda9as eran puntas negras recortadas contra el cielo. El sol a>n no habíasalido y solo el gris de la madrugada le daba algo de lu( al callejón. % unas cuantas callesde distancia, un carro traqueteaba sobre los adoquines, con un ruido reverberante.

Bartolomeo cru(ó el callejón y se acercó a la dama con cuidado, pegado a la pared. Ella parecía incluso m$s alta de cerca, m$s oscura y m$s imponente, como si atrajera lassombras de los rincones y de los hondos portales, y estas le empaparan las )aldas. *a>ltima ve( que la había visto, Bartolomeo estaba en el $tico, detr$s del vidrio. %hora laveía en detalle. Era joven. "ara nada una gran dama, sino una muchacha de no m$s deveinte a9os. %>n llevaba la galerita inclinada sobre su cabe(a, pero ya no tenía joyas en la

garganta, y uno de sus guantes color noche estaba desgarrado, con una costra de lo que parecía ser sangre seca. El carmín de sus labios estaba algo corrido. Bartolomeo pensóque era la cosa m$s magní)ica y aterradora que había visto.

#e acercó hasta una distancia de tres pasos y se detuvo. Ella estaba muy quieta. 5uy peromuy quieta a la sombra del alero. Bartolomeo consideró la posibilidad de estirar la manoy tocar la de ella. 7o le pareció prudente.

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Estaba a punto de meterse de nuevo adentro y quedarse temblando contra la puerta hastaque se le ocurriera qu! decir, cuando la dama se movió. #us p$rpados se abrieron y dijomuy bajito4

 ?:h, hola, ni9ito.

#u vo( era aireada y et!rea, a mitad de camino entre el sue9o y la vigilia.

Bartolomeo se echó atr$s. "or un momento dudó de que le hablara a !l, porque no habíavuelto la cabe(a y ni siquiera lo había mirado. "ero el callejón estaba vacío. *a dama y !leran los >nicos que estaban ahí.

 ?K3e envía mi padreL ?preguntó ella?. KEres el nuevo valetL

Bartolomeo se quedó de pie, con la boca abierta, sin saber qu! contestar. ¿"s una especiede prueba %y, no! No tengo que ebarrarla! %lgo inteligente, debo decir algointeligente para ipresionarla. Ella seguía siendo la hechicera que se había llevado a su

amigo, la mujer con la otra cara, retorcida. "ero sus ojos eran muy amables. tenía unavo( muy linda. Bartolomeo ya ni se acordaba de la otra cara. % lo mejor pertenecía a otra persona.

 ?+ile que no dar! el bra(o a torcer ?prosiguió ella?. 5ientras el cielo sea cielo, &acser$ mío, y nada se interpondr$ entre nosotros. "ero estoy tan cansadaI KQu! es estasilla dura sobre la que estoy sentadaL K+ónde est$n mis almohadasL K+ónde est$ 5irabelcon los pEches et crFeL 7i9o, dóndeI

+e pronto sus ojos se abrieron del todo. #us pupilas en)ocaron a Bartolomeo y ella sesentó bien derecha, a)err$ndolo de las manos.

 ?:h, no ?murmuró la dama, y la vo( le tembló. En su cara se veía la desesperación ysus ojos brillaban con el )ulgor del miedo?. 7o, no. 3ienes que escapar. 7i9o, hanvenido a llevarte. 7o los dejes. Corre. Corre como el viento y nunca vuelvas la vistaatr$s.

+e inmediato se oyó un sonido, un golpeteo que se e8pandió por el callejón. enía de lostechos. Bartolomeo al(ó la vista justo a tiempo para ver que la ventanita redonda de sutejado se abría de golpe, escupiendo una nube de vidrio al aire. +e allí salió volando una)orma, una masa hirviente de negrura. Cayó en picada, mientras el vidrio destellaba a sualrededor, y aterri(ó en el callejón con un espantoso sonido a peque9os pasos.

El cora(ón de Bartolomeo dio un vuelco. *a mujer soltó un grito ahogado y dejó caer lasmanos.

Entonces todo pareció moverse muy lentamente. El vidrio de la ventana llovió sobre elsuelo, rebotando como cientos de diamantes. *a )orma que se retorcía avan(ó hacia ellos por sobre los adoquines. la cabe(a de la mujer se volvió hacia Bartolomeo, con los ojosllenos de l$grimas.

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 ?+ile a mi padre que lo siento ?susurró?. +ile que lo siento ?y entonces la )ormaoscura se estrelló contra ella y ella se dobló en dos, sin aire.

Cuando al(ó de nuevo la cabe(a, sus ojos eran duros y negros. :jos de duende.

Bartolomeo echó a correr.

 G12e8istra ta8eshi3 12e8istraN ?gritó la dama de morado a sus espaldas?. %trapa ald!cimo ni9o.

Era la vo( de la criatura oculta en el $tico que Bartolomeo no había podido ver. ya noera tranquila y )ría.

Era chillona, desesperada.

Bartolomeo entró a toda velocidad en la casa. Un momento antes de dar un porta(o vio ala dama de morado agacharse en el pavimento, con la botella en la mano, para dejar caer

tinta negra en los adoquines. Entonces la puerta encajó en el marco y !l corrió escalerasarriba y entró en el departamento. Cerró la puerta y pasó el cerrojo.  Pasos. %lguien subía por la escalera, a los pisotones en la casa en silencio. Bartolomeo agarró la llave y lametió en la cerradura. ¿%d.nde puedo ir El grito de Oatrapa al d!cimo ni9oP a>nresonaba en sus oídos, horrendo y )inal. *a dama de morado no se lo llevaría condelicade(a como al chico de los Buddelbinster. 7o tenía intención de volar con !l asalones encantados llenos de lu( y de ropas )inas. ba a raptarlo.

 ?KQuetaL ?gritó Bartolomeo, corriendo a su cama?. Queta, despierta. M+espiertaNMEst$n por entrarN ?abrió de golpe la puerta del armario, dando manota(os en las mantas para despertarla.

Queta no estaba en su cama.

Bartolomeo soltó un alarido y corrió a la cama de su madre. *a sacudió y le golpeó laespalda con los pu9os.

 ?M5adreN ?gritó, mientras le saltaban l$grimas de desesperación?. 16adre, despiertaN ?su madre ni siquiera se movió.

*as pisadas habían llegado al pasillo. #e acercaban a la puerta, lenta y deliberadamente.¿Por qu+ no despiertaL

%briría la ventana. *a abriría de par en par y daría gritos hasta que el gueto de losduendes se levantara sobresaltado. "ero era demasiado tarde. En la puerta sonó un ín)imoclic. *a cerradura. %lguien la había abierto.

Bartolomeo se alejó de la )orma inmóvil de su madre. #us dedos se cerraron en torno a lamanija del recipiente del carbón. *o levantó, estrech$ndolo contra sí. Era muy pesado. +eser preciso, con !l podía romperle la cabe(a al duende. "egado contra la pared, esperódetr$s de la estu)a pan(ona.

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*a puerta del departamento se abrió. 5uy, muy de a poco, reveló una )igura que serecortaba contra la lu( mortecina del pasillo. *a )igura tenía patas de cabra y un sombrerodes)ondado. +os ojos de carbón encendido brillaban bajo su ala. #e pasearon por lahabitación, de un lado a otro, de un lado a otro. Ficieron una pausa. olvieron a la estu)a pan(ona. Hl no puede saber, no puede saber I ?Fola, ni9ito.

Con un enorme sollo(o de ira, Bartolomeo salió de un salto de atr$s de la estu)a, blandiendo el recipiente del carbón tan alto como podía. El andrajoso esbo(ó una sonrisa.+e sus ojos salió un intenso destello, chisporroteó por la habitación y asestó aBartolomeo un golpe en un punto sensible de lo pro)undo de su cabe(a. #u visión seapagó. #e supo ahí de pie, ciego y torpe, en el medio de la habitación. % lo lejos, oyó un batir de alas, alas oscuras que se arremolinaban y golpeaban, y el rugido de un vientohelado. #u cuerpo le pesaba mucho, como si tiraran de !l hacia abajo. Queta, pensó, antesde desmoronarse. % la que querían era a Queta! - se la han llevado.

El recipiente cayó de su mano. #e estrelló contra el suelo como un trueno. "ero en la casanadie despertó.

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Capítulo XII

*a casa y la )uria

E* #e9or &elliby era el tipo de hombre que no toma decisiones apresuradas. +e hecho,era el tipo de hombre que no toma decisiones en absoluto. "ero cuando el ojo mec$nicodel mayordomo se clavó en el p$jaro que llevaba en la mano, y cuando el duende sonriócon esa sonrisa hambrienta que tenía y dijo4 O"ero qu! sorpresa, usted por aquíP, como si)ueran e8celentes amigos, el se9or &elliby tomó una decisión muy apresurada, incluso precipitada.

Echó a correr.

3ras meterse el p$jaro en el bolsillo del pantalón, salió a toda prisa del taller y en)iló porel pasillo estrecho que llevaba a las escaleras. :yó gritos a sus espaldas. *as campanasque estaban sobre la puerta se pusieron a repicar con violencia. Jl corrió escaleras abajo,

de a cuatro escalones por ve(, y apenas esquivó a la anciana decr!pita que subía en esemomento.

Cuando el se9or &elliby salió como un bólido al aire espeso de #tovepipe /oad, )renó enseco.

'h, no. En la entrada del callejón, inmóvil como un ata>d, estaba estacionado un enormecarruaje negro que bloqueaba su ruta de escape. Fabía dos caballos mec$nicos al )rente,que pia)aban sobre los adoquines. #us cascos met$licos desprendían chispas.

El se9or &elliby echó a correr por el callejón a toda velocidad en dirección opuesta. #e

abrió camino por una conejera de callecitas, cubri!ndose la boca con la manga para quelos e)luvios apestosos no le dieran arcadas y, en cuanto pudo, dobló de nuevo hacia laavenida m$s ancha. *legó justo cuando las campanas daban las siete, anunciando el )in dela jornada laboral. *os trabajadores de las )undiciones y de las cervecerías salían entropel de los portales y taponaban las calles. #e abrió paso a empujones y subió lasescaleras que conducían a la estación del tren elevado.

Cuando llegó a la plata)orma un tren de vapor estaba por dejar la estación, haciendo sonar la bocina. El se9or &elliby abordó de un salto el balconcito de acero )orjado del >ltimovagón y se desmoronó, e8hausto, sobre la barandilla. El sudor se le metía en los ojos, pero se libró de !l parpadeando. En las calles había una muchedumbre, )ila tras )ila decuerpos cansados y mugrientos que se dirigían con paso pesado a sus pensiones o a los bares, con los ojos )ijos en el )ango que pisaban sus botas. 7o se veía ning>n duende, p$lido como la muerte y delgado como un cipr!s, avan(ar entre ellos.

El >ltimo vagón empe(aba a tomar una curva cuando el se9or &elliby vio el carruajenegro, que separaba a la multitud como un bote lustroso en medio del agua sucia. Fi(ouna breve pausa en una encrucijada. *uego siguió su camino, para desaparecer en laciudad.

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El se9or &elliby inspiró honda y lentamente. *o hi(o un par de veces, pero nada disipabael p$nico que se le había adherido a los pulmones. El duende mayordomo lo había visto.*o había visto con el p$jaro mensajero del se9or *icerish en la mano, sin duda el mismo p$jaro por el que lo habían enviado a pedir in)ormación. #i antes habían pensado que else9or &elliby era un espía, ahora con)irmarían sus sospechas. , para colmo, un ladrón.

Entonces se le ocurrió algo que lo hi(o sentirse muy e8tra9o4 ya había decidido rescatar a5elusina, detener los tejemanejes asesinos del duende político y librar a nglaterra de laconsumación de esos planes siniestros. "ero había querido hacerlo sin que nadie se )ijaraen !l, sin que lo miraran con desaprobación, sin parecer di)erente de los dem$s caballerosde estminster. "ero así no )uncionaban las cosas. %sí no )uncionaban las cosas di)íciles.%hora se daba cuenta. Claro que se )ijarían en !l. *o mirarían con desaprobación ymalicia, y tendría que ser di)erente de los dem$s caballeros. "orque los hombres como3hrogmorton y *umbidule no se ponían a perseguir p$jaros mec$nicos. 7o iban detr$s deasesinos ni ayudaban a la gente. #e ayudaban a sí mismos. así cualquiera.

El duende mayordomo comunicaría al se9or *icerish lo que había visto. Estecomprendería al instante. #e daría cuenta de que el se9or &elliby sabía cosas quesupuestamente ning>n humano debía saber. #e daría cuenta de que el se9or &elliby teníaintenciones de entrometerse. K de qu! sería capa(L %h, Kde qu! sería capa( ese duendecon el cora(ón de piedraL El se9or &elliby tembló y se inclinó contra el viento lleno deceni(as.

*legó a "la(a Belgravia justo antes del anochecer, desali9ado y manchado con la mugreque se junta al pasar a cincuenta ilómetros por hora entre las chimeneas de *ondres.3ras cerrar la puerta, pasó el cerrojo y la cadena, buscó la llave oculta en la pantalla deuna l$mpara de gas y tambi!n le dio vuelta a la cerradura. *uego se recostó contra la puerta y gritó4

 ?MBrahmsN MBrahmsN Cierra las persianas en toda la casa. corre los muebles contra lasventanas. M%horaN K:)eliaL

 7adie le respondió.

 ?M:)eliaN

En la cima de la escalera apareció una criada muy sorprendida.

 ?Buenas noches, se9or ?murmuró?. *a cocinera le ha guardado la cena caliente y sehanI

El se9or &elliby se volvió hacia ella.

 ?K&aneL K: 5argaretL Es igual. 3r$eme todas las armas de las repisas, y todas lasespadas y los cuchillos )ilosos y, ya que est$s, una sart!n o dos y todo lo que pueda usarsecomo arma, y cierra con llave la puerta del jardín. %h, y dile a la cocinera que salga acomprar una buena provisión de galletas y carne de cerdo, y que cierre las ventanas del$tico, no vaya a ser que quieran entrar por el techo, My no te olvides de las armasN

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*a criada se quedó inmóvil, con la con)usión pintada en la cara.

 ?K bienL KQu! ocurreL MFa( lo que te digoN

*a chica balbuceó algo y empe(ó a retroceder hacia el pasillo. *uego dio media vuelta yechó a correr, golpeando con los tacos en la al)ombra. #e oyó una puerta que se cerraba.5enos de un minuto despu!s, :)elia apareció en la cima de la escalera, con la criadaasomada detr$s.

 ?K%rturoL KQuerido, qu! pasaL

 ?K7o cree que habría que dormirlo de un golpeL ?susurró la criada?. 3engo entendidoque la gente queda poseída por los duendes, y entonces hay que agarrar un palo, meentiende, o ese candelero de ahí, yI

 ?a basta, Beatri( ?dijo :)elia, sin quitar la vista de la cara del se9or &elliby?. e a barrer las hojas de t! de la sala. #eguro que est$n llenas de polvo.

*a criada inclinó la cabe(a y corrió escaleras abajo. "asó a centímetros del se9or &elliby,lo miró espantada y siguió camino a la sala. :)elia esperó hasta que la puerta se cerrara.*uego ella tambi!n corrió escaleras abajo.

Con su carita arrugada de preocupación, alejó al se9or &elliby de la puerta.

 ?K%rturo, qu! ocurreL KQu! ha pasadoL

El se9or &elliby echó un vista(o atemori(ado a su alrededor y llevó a su esposa hasta unasilla, para susurrarle4

 ?Estamos en problemas, :)elia. 3remendos, tremendos problemas. %y, Kqu! va a pasarnosL KQu! va a pasarL

 ?Bueno, si me dices lo que ya ha pasado a lo mejor te puedo decir lo que pasar$ ?dijo:)elia con dul(ura.

El se9or &elliby se cubrió la cara con las manos.

 ?7o puedo contarte. 7o puedes saberlo. 7o debes. /ob! algo, Kde acuerdoL #e lo rob! aalguien importante.

ahora lo saben. M0aben que rob!N ?M%rturoN M"ero no es posibleN KCon tu herenciaL

 ?Est$n asesinando gente, :)elia. 7i9os. 3uve que hacerlo.

 ?3endrías que haber llamado a la policía. En estos casos de nada sirve robar dinero.

El se9or &elliby soltó un complicado sonido de molestia.

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 ?Esc>chame, no rob! dinero. /ob! un p$jaro. Un p$jaro mec$nico encantando.

 ?KUn p$jaroL K+e qui!nL KEl se9or *icerishL Querido, Kse trata del se9or *icerishL ?se mordió una u9a?. %rturo, Ksabes qu! me temoL 5e temo que est$s atribuy!ndolecrímenes. amos, cuelga tu abrigo ?ah, pero qu! sucio est$, Kno lo mandaste cepillarL? 

y si!ntate junto al )uego a beber un poco de t! de man(anilla. *uego te das un ba9ocaliente y a la cama, y ma9ana veremos qu! hacer. % lo mejor no hace )alta reacomodar elmobiliario.

#onaba ra(onable. %l )in y al cabo, el se9or &elliby se encontraba en el santuario de susalón principal. *a ventana daba a "la(a Belgravia, a carruajes y a gente, a las sombrasdel ocaso. *a somnolienta lu( de la tarde pintaba los techos de rosa y cobri(o. KQu! podíahacerle ahí el se9or *icerishL %)uera, en la tierra salvaje de la ciudad, podía descargarun millón de horrores sobre su espalda. "odía hacer que lo tiraran de un puente, o loempujaran debajo de un carruaje, u ordenarles a todas las ara9as de "imlico que tejieranuna tela y lo colgaran de una viga. "ero Ken su propio hogarL *o peor que podía hacer else9or *icerish era asesinarlo mientras dormía. eso era muy poco probableI

El se9or &elliby se quitó la chaqueta y )ue a beber t! de man(anilla.

Esa noche, la niebla se coló sigilosamente entre las l$pidas de la iglesia #t. 5ary, /einade los 5$rtires. :lía a carbón y a podredumbre, y se estiraba en )ormas lentas por la pendiente del camposanto. En lo alto pasaban nubes, ocultando la luna. En alguna calleladraba un perro.

El sereno estaba sentado en su garita junto a la iglesia, pro)undamente dormido a la lu(titilante de un )arol. *os robatumbas ya se habían idoD habían terminado su trabajo hacíahoras e iban camino a los consultorios m!dicos de la Calle Farley y a las casas de

algunos duendes de paladares e8igentes. 7adie oyó el repentino chillido del viento, ni viola columna de alas que se )ormó en la oscuridad. 7adie vio a la dama que salió de entreellas y miró alrededor, sacudiendo la cabe(a como un p$jaro. *a dama dio media vuelta yse dirigió al portón, arrastrando las )aldas color ciruela por el suelo h>medo.

*levaba de la mano a una ni9a peque9a, una sustituta delgaducha, con ramas por cabello.Era Queta. "or poco se dormía al caminar y trope(aba con raíces y l$pidas hundidas.Cada tanto su cabe(a se inclinaba hacia un lado, como si no supiera que estaba en uncamposanto lleno de niebla y se imaginara en su cama, donde podía acomodarse en laalmohada y dormir.

 ?+eja de retrasarte, no seas tonta ?ladró la dama, tirando de ella?. a casiterminamos.

%l hablar no movía los labios. *a niebla se tragaba todo, pero aun así la vo( de la damaera distante, como si llegara desde atr$s de muchas capas de tela.

 ?3engo que encargarme de una >ltima cosa y, despu!s, por mí puedes dormir hasta quelas u9as te cre(can hasta el suelo.

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Queta se )rotó los ojos con la mano libre y dijo algo sobre ratas y casas.

 ? cierra el pico ?la dama salió por el portón del camposanto, para tomar la Calle/etortijón. :l)ateaba el aire. % continuación empe(ó a caminar por los adoquines. Quetaapenas podía seguirla, pero la dama no le prestaba atención. %rrastró a Queta por la Calle

Bellyache hasta llegar a "la(a Belgravia. % la lu( de los )aroles, la cru(aron de prisa y ensilencio.

#e detuvieron delante de una casa alta con una bicicleta encadenada a la verja del )rente.5$s negra que el cielo nocturno, se al(aba imponente, sin una sola lu( encendida en susventanas. *a dama le echó una ojeada. *uego llevó a Queta hasta el )arol m$s cercano yla plantó debajo de !lD se9aló al duende )lamígero que estaba detr$s del cristal y dijo4

 ?7i9a sonsa, Klo vesL Kes cómo apoya las manitos anaranjadas contra los cristales y temiraL %hora no te muevas. uelvo en un segundo.

+io media vuelta y se alejó, dejando a Queta encantada bajo el )arol.

En la cima de la escalinata de entrada, la dama hi(o un alto y sacó de los pliegues de suvestido un pesado cilindro de metal. %ntiquísimo, estaba verde de moho y tenía símbolos paganos tallados. En la tapa tenía grabada una cara sonriente, de mejillas gordin)lonas yojos pícaros.

*a dama giró la tapa, d$ndole cuerda como a un reloj, y de repente la cara empe(ó acambiar. %l rotar se iba enojando, sus ojos se oscurecían y su boca esbo(aba una muecaamarga. El cilindro se abrió.

 ?%rturo &elliby ?susurró la dama, y sonrió cuando algo salió volando del cilindro,

entró por el ojo de la cerradura y se internó en la oscuridad suntuosa de la casa. Cuandono quedó nada en el cilindro volvió a met!rselo entre las )aldas y, tras volver a sujetar aQueta, volvió al camposanto de #t. 5ary.

%l se9or &elliby no lo despertó un ruido. 5$s bien )ue el e)ecto combinado de sentir )río por causa de las mantas caídas y un bulto incómodo en el colchón, a la altura del centrode la espalda, como si asomara un resorte.

#e incorporó y, en la oscuridad, buscó a tientas la )uente de su incomodidad. Estabaagotado. #i en ese momento se le hubiera aparecido un hombre de (apatos en punta y lehubiera pedido que )irmara su nombre con sangre en un libro negro, lo habría hecho contal de que le permitiera acostarse de nuevo sobre su almohada y volver a dormir.

#us dedos tocaron algo liso y )río entre las s$banas. 7o era un resorte. ¿Qu+ deoniosL 7i siquiera era de metal.

Con un quejido, se levantó de la cama y encendió la l$mpara de la mesa de noche.#osteni!ndola sobre la cama, estudió las s$banas arrugadas. *o que lo había despertadoera un peda(o de madera. Estaba bien pulido y parecía haber crecido hacia arriba desdedebajo de la cama, atravesando el colchón y el cubrecolchón, hasta agujerear la s$bana.

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+ando tropie(os con su mente adormecida, sin entender nada, el se9or &elliby se lo quedómirando. Con movimientos adormilados se arrodilló y miró debajo de la cama. Era unaenorme cama con baldaquín, tallada en madera oscura y de modo tal que parecía un bosque de sauces llorones, con las ramas entretejidas )ormando un dosel. %hora que lo pensaba, la madera que estaba entre las s$banas se parecía mucho aI

#e quedó tieso. %lgo empe(aba a envolverle el tobillo. #oltando un grito sordo, sacudió la pierna y se dio la vuelta para ver qu! era. #e oyó un ruido a cosa que se parte, como un)ós)oro. 5iró hacia abajo, y a sus pies había otro peda(o de rama, inmóvil en el suelo.

 ?K:)eliaL ?susurró en la oscuridad?. :)elia, me parece que tendrías que echarle unvista(o a esto.

"ero, mientras hablaba, otra rama se irguió detr$s de !l y le enla(ó el cuello en silencio.+e un r$pido tirón se lo apretó con )uer(a. %l se9or &elliby se le cayó la l$mpara de lasmanos. Esta se hi(o a9icos contra el suelo y se apagó. *os ojos se le salían de las órbitas.Boqueando, se agarró la garganta.

 ?M:)eliaN ?gritó con vo( ronca, y rompió la rama. %hora las ramas lo atacaban a m$svelocidad, desde la i(quierda y la derecha, crepitando al apartarse de la carpintería de lacama y serpenteando hacia !l.

 ?M:)eliaN

+e pronto, la al)ombra dio un violento tirón bajo sus pies y se escapó sola. Jl cayó alsuelo como una piedra de una tonelada. *a al)ombra dio la vuelta, se abalan(ó sobre !l yempe(ó a envolverlo, retorci!ndose y apretando. Con un grito, la apartó a patadas y searrastró desesperado hacia la puerta.

*ogró salir al recibidor, y ahí se hubiera quedado si las maderas del suelo no hubieranempe(ado a levantarse, para golpearlo en la espalda y en los bra(os. Bajó como un bólidolas escaleras y abajo se quedó temblando. Era un sue9o, seguramente. Tenía que estarso9ando.

Echó una mirada a la sala. 3odo estaba tranquilo.

=ue a la biblioteca y tomó la licorera de co9ac. En unas horas voy a despertar. *asal)ombras y las camas de sauce ser$n e8actamente como se supone que eran, y podr!I

% sus espaldas crepitó una madera. El se9or &elliby se volvió justo a tiempo para ver que

una mesa con patas en )orma de garras se le venía encima. Entonces la mesa dio un saltoy lo golpeó en el centro del pecho, empuj$ndolo hacia atr$s ?con todo y la licorera?contra la pared. *a licorera se hi(o a9icos, dejando una mancha que chorreaba en elempapelado. El se9or &elliby luchó con la mesa, resollando, demasiado sorprendido parasiquiera gritar. io el sable segundos antes de que lo atacara. enía del escudo de armasque estaba colgado sobre la chimenea, cortando el aire con la punta, en dirección a !l.*evantó la mesa como un escudo, pero el sable la traspasó, ro($ndole la mejilla, y seclavó en la pared a dos centímetros de su ojo i(quierdo.

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 ?MBrahmsN ?gritó?. K:)eliaL M+espiertaN 1;espiertaN "asó por debajo de la mesa,dejando que esta se debatiera con el sable y, medio a rastras, medio cojeando, )ue hasta elrecibidor. %rriba se golpeó una puerta. *as voces se llamaban unas a otras y los pasoscorrían por el suelo.

"ara cuando el se9or &elliby llegó a la puerta de calle, esta ya estaba movi!ndose. *osleones de caoba tallados en el marco daban tarascones, estir$ndose desde las jambas.%garró el picaporte, pero este se retorció en su mano. *o soltó con un grito. Un lagarto delatón se arrojó sobre su cara y su cola le cortó la mejilla, dejando una huella sangrienta.+esde el cielo raso, una enredadera de yeso bajó en espirales hasta su boca. Con todas sus)uer(as, !l la partió de un mordisco.

En la cima de la escalera se encendió una lu(. Brahms apareció con su gorra de dormir,sosteniendo en alto una gran l$mpara de eros!n que iluminaba un círculo de caras)antasmales. 3odas miraban con miedo y asombro la batalla que se desataba abajo.

 ?K:)eliaL ?gritó el se9or &elliby?. K:)elia est$ bienL

*a al)ombra del recibidor tambi!n estaba viva, y las panteras y los gatos salvajesdibujados en su guarda avan(aban )luidamente hacia !l.

#u esposa se abrió paso entre la ronda de criados, vestida con un camisón blanco que)lameó en la oscuridad.

 ?Estoy bien, %rturo, todos estamos bien, peroI

El se9or &elliby dio un pisotón, aplastando a un gato de ojos rojos contra el tejidoserpenteante de la al)ombra.

 ?MEs el se9or *icerishN Fa enviado a alguien. % algo para queI

:tro gato se despegó de la al)ombra. *o sintió en la pierna, el dolor de una mordida,como si le cosieran la piel con hilos. %ra9ó a la beste(uela.

 ?%rturo, aquí estamos ?gritó :)elia. Brahms hi(o adem$n de descender, pero lasescaleras se plegaron como un acordeón y dejaron al pobre criado agitando los bra(os avarios metros del suelo. *os otros lo agarraron y lo tiraron hacia atr$s, gritando de miedo.

 ?%rturo, Kqu! est$ pasandoL

3enía que salir. *a casa lo perseguía, y a !l solo, pero ninguno de los dem$s estaríaseguro hasta que !l se )uera. #i la puerta no lo dejaba salir, encontraría otra manera.%ndando con di)icultad, )ue hacia la biblioteca y luego al jardín trasero.

%hora las cosas se arrojaban contra !l desde todas partes. *os clavos se salían del parqu!,los soportes de plantas y las sillas corrían tras !l desde sus rincones. *os cuadros de las paredes soltaron a sus habitantes, y de pronto lo atacaron unos viejos de pelucas

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empolvadas, ara9ando y susurrando. Una se9ora de nari( ganchuda lo agarró del pelo y,de un tirón, lo obligó a acercar la cabe(a a su tela.

 ?K7o la visteL ?susurró en su oído?. K7o viste a esa sirvientita rayarme con unal)ilerL M no hiciste nadaN

El se9or &elliby olió la mano pintada, aguarr$s y polvo, mientras las pinceladas que)ormaban sus dedos le ara9aban la cara, en busca de sus ojos. Con un grito, rompió la telaen dos y se alejó de los retratos. Un paraguas se enredó en su pierna. 3rató de sac$rselo a patadas, pero se tambaleó contra alg>n tipo de busto, que le escupió un peda(o dem$rmol en la cara.

 ?M5i nari( no es asíN ?gritó el busto. El se9or &elliby retrocedió y tanteó la vidriera decolores que daba al jardín. #u mano halló el picaporte de la puerta. *o sacudió. Cerradacon llave. 3ras levantar el busto por el cuello, lo arrojó con todas sus )uer(as contra la puerta. *a hi(o peda(os y salió de un salto.

3odo se aquietó.

*as mesitas y las pavas alborotadas se detuvieron al borde del umbral. El busto se alejórodando hacia los matorrales.

El se9or &elliby cayó en el jardín, sin aliento, casi esperando que las plantas se levantaran para devorarloD pero el jardín estaba en silencio. 7ada de voces quej$ndose. 7ada derosas carnívoras u horrendos espíritus de los bosques. #e levantó con es)uer(o, sintiendoel )río del rocío y la tierra bajo sus pies descal(os. entonces lo oyó. En una esquina, al)ondo del jardín, crecía un ruido entre las a(aleas. El sonido de piedra contra piedra.

%lgo se movía entre las ramas. arias cosas. *as hojas crujían. Un momento despu!s, unag$rgola emergió de las sombras, arrastrando sus alas de piedra. *a siguió un enano demejillas rosadas que blandía una hachita. En la cara tenía )ija una sonrisa demente. +el)ollaje )ueron saliendo )aunos de piedra, nin)as y una enorme rana de latón, cada unoquej$ndose de sus cuitas.

 ?%hí est$s ?susurró una enus, y la vo( que emitía su garganta era sobrecogedora yrasposa?. K"or qu! no tengo bra(osL KQu! clase de ib+cil  esculpe una diosa sin bra(osL 3ienes suerte, supongo, porque si los tuviera te estrangularía.

*enta y )irmemente, las criaturas avan(aban, arrastrando los pies por el c!sped con un)ru)r>. % sus espaldas, en la casa, el se9or &elliby oía el movimiento del mobiliario, el

golpeteo de madera y m$rmol, y un tamborileo de lata. En pocos momentos estaríarodeado por completo.

3ras inspirar hondo, corrió hacia las estatuas. *a g$rgola se levantó en dos patas,mostrando los dientes. El se9or &elliby dio un salto. #u pie golpeó en la boca de lag$rgola y se catapultó por encima de ella, cru(ó el aire y cayó en el c!sped, lejos. *ag$rgola soltó un rugido chirriante, pero era demasiado pesada para darse vuelta conrapide(. El se9or &elliby llegó corriendo al muro del jardín. Empe(ó a trepar. #u pie

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encontró un enrejado, sus manos se hundieron en la anciana hiedra y subió hasta lo m$salto. Airó para mirar el jardín.

*o vigilaban. Un momento despu!s la enus se apartó de los otros y se acercó a la basedel muro. *o miró l>gubremente con sus chatos ojos de piedra.

 ?Este es tu hogar ?dijo?. %lg>n día tendr$s que volver. cuando lo hagas, temataremos por todas las injusticias que cometiste en nuestra contra.

 ?Mo no he hecho nadaN ?gritó el se9or &elliby?. o no te esculpí sin bra(os. M7omartill! los clavos contra las maderas ni pint! mal los cuadrosN

"ero la enus no lo escuchaba. #olo lo miraba, mientras su vo( monótona recitaba todaslas vile(as que, estaba convencida, !l había cometido.

El se9or &elliby maldijo y se descolgó del otro lado del muro, en el callejón estrecho quelo circundaba, que era solo una grieta torcida que lo separaba de otros jardines. Estaba

desierto. % intervalos regulares se abrían sobre !l portones de hierro )orjado y puertasdescascaradas pintadas de verde y amarillo. Fabía llovido, y la lu( de la luna relucía en el pavimento mojado, convirti!ndolo en un sendero de plata. #e oía un eco de agua quegoteaba de las ramas y de los tubos de desag@e.

El se9or &elliby volvió la vista atr$s para mirar su casa, oscura y a la e8pectativa tras elmuro del jardín. En una de las ventanas del piso superior relumbraba una l$mpara. *uegooyó voces, amortiguadas tras el vidrio. *a policía llegaría pronto, con la sirena encendida."ero no encontrarían nada. #olo una cama en )orma de sauce y cuadros desgarrados y unamesa traspasada por un sable, todo tan quieto como era posible.

%rrebuj$ndose en su bata, el se9or &elliby se perdió en la noche.

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Capítulo XIII

#alir del callejón

B%/3:*:5E: no despertó, porque en realidad no se había dormido. Fabía sentido queel recipiente del carbón se le caía de la mano, lo había oído rebotar con una larga notanítida que repercutió dentro de su cr$neo. Jl tambi!n había caído. Un dolor sordo letraspasaba el bra(o y algo había pasado en sus ojos, y aunque veía de nuevo, era demanera borrosa e inde)inida. El andrajoso estaba de pie junto a la ventana4 una mancharecortada a contralu(, saludando con la mano. *uego la ventana se había puesto negra, ya)uera las alas habían llenado el callejón. "ero todo le había parecido muy lejano. Eracomo si !l estuviera ovillado en lo pro)undo de ese cuerpo tieso y adolorido que era elsuyo y ya no lo incumbiera lo que ocurría en el mundo.

*e daba la impresión de que llevaba un a9o ahí tirado. maginó el polvo pos$ndose sobre!l y el Callejón del iejo Cuervo en ruinas a su alrededor. "ero al cabo sintió que su

voluntad volvía, propag$ndose por su cuerpo como un charco que se derrama en unaranura. %)uera el sol brillaba. *a lu( entraba por los peque9os paneles de la ventana de lacocina y le hería los ojos. #e incorporó y se limpió la nari( con el dorso de la mano.

Queta ha desaparecido. =ue un pensamiento lento y hueco. *a dama de morado vino y sela llevó, como a los otros nueve. Como a mi amigo. 7o me buscaban a mí. #oy solo unni9ito tonto que no se dio cuenta del peligro hasta que )ue demasiado tarde, que pensóque se trataba de !l y que iba a ir a *ondres y a ser importante. ahora Queta hadesaparecido.

Bartolomeo se levantó agarr$ndose de la pata de una mesa. 3enía la ropa cubierta de

ceni(a, pero no le importó. #e acercó a la cama de su madre. Ella seguía tal como la habíadejado, pro)undamente dormida, respirando de manera regular, en calma. % veces sonreíaun poco, o roncaba, o se daba vuelta como por lo general hacía al dormir. #olo que no sedespertaba.

Bartolomeo la agarró del hombro. OK5adreLP, quiso decir, pero de su garganta solo salióun sonido cascado.

%turdido, salió del departamento, prestando oídos a los vecinos al pasar delante de sus puertas. 3odo estaba en silencio. 7ing>n ni9o lloraba, no se oía un solo paso en el viejo parqu! desnudo, ni siquiera olía a nabos. =ue al piso de arriba, al de abajo, a toda la casa,

y en todas partes era igual. *o >nico que cada tanto oía eran ronquidos, o lo que sonabacomo el chirrido de un resorte de cama. Fasta el gnomo que cuidaba la puerta que daba alCallejón del iejo Cuervo estaba dormido en su banquito, con un hilo de baba brillanteen el mentón.

 ?Fola ?dijo Bartolomeo?. MFolaN ?un poco m$s alto. *a palabra escapó escalerasarriba, por entre los pasillos silenciosos y las (onas de lu(. *a escalera le devolvió un eco4Ola, la, laIP.

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3odo el mundo dormía. 3odos bajo ese techo, menos !l. *as campanas de Bath dieron lasdoce del mediodía. #alió y se detuvo en el callejón, entumecido y con los ojos bienabiertos, pregunt$ndose qu! hacer.

#e acercaban nubes, pero a>n estaba claro. #intió el sol en su piel, pero este no lo calentó.

Entre los adoquines había crecido un círculo de hongos. Eran pocos y estaban separados,y cuando Bartolomeo se paró en el centro, el aire ni siquiera se agitó. *os pisoteó uno auno y esparció el líquido negro por el suelo.

%l rato vio a un hombre que subía por el callejón. *levaba un sucio traje blanco y unacamisa de cuello a(ul. Bartolomeo supuso que sería un marinero. El hombre no lo viohasta estar a unos pocos pasos. *os ojos se le dilataron y se persignó al pasar pegado a la pared, para despu!s doblar r$pido la esquina. Con una e8presión )ría y anodina,Bartolomeo lo miró irse.

3ipo est>pido. +e repente Bartolomeo sintió odio. K"or qu! se persignó y se quedómir$ndomeL 7o es mejor que yo. 7o es m$s que un marinero est>pido y sucio, y seguro

que ni siquiera sabe leer. o s! leer. Empe(aron a dolerle los dientes y se dio cuenta deque estaba apretando la mandíbula. En su mente no paraba de golpear al hombre, le propinaba pu9eta(os en la cara hasta que, al mirarla, ya no era una cara en absoluto sinoun recipiente redondo hecho peda(os, del que se derramaba un guiso rojo.

 ?MEy, t>N ?dijo una vo( $spera a sus espaldas. Una mano lo asió con violencia delhombro e hi(o que se diera vuelta.

#e encontró ante una cara redonda, picada de viruela, parecida a un panqueque rancio. *acara pertenecía a un tipejo gordo, que pr$cticamente reventaba en su chaqueta militar.*levaba una mochila de buhonero al hombro, pero todos los ganchos de los que

normalmente colgarían cucharas y sartenes y cacerolas y mantelitos estaban vacíos.

 ?KQu! crees que haces, ehL KQu! es eso de susurrar hechi(os tras la espalda de la genteLKQu! clase de brujería tramabasL

El hombrecito atrajo a Bartolomeo del cuello hasta que estuvo a solo centímetros de sucara sucia y barbuda.

 ?%h, así que eres uno de esos hijos del +iablo ?resolló?. Un distinto. +ime, diablito,Ktu madre te daba comida para perros en ve( de lecheL

 ?7I no ?dijo Bartolomeo con vo( ronca. #u mente se despertó del letargo. El miedo

la había acelerado de golpe. No te hagas notar y nadie te colgará! No te hagasI #ehabía hecho notar.

 ?Xltimamente est$n matando a los de tu clase, KsabíasL #í, sí. *os pescan en el río,empapados y )ríos. +icen que tienen marcas rojas en los bra(os, en la piel. est$nIhuecos, )lotando como una tela en el agua sucia ?el hombrecito se rió con ganas?. M#inentra9asN M&a, jaN KQu! te parece, ehL t>, Ktienes rayas rojas en los bra(os que giran y seretuercenL ?levantó una de las mangas de Bartolomeo. *os ojitos porcinos se le

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dilataron de sorpresa, y de a poco se le achinaron de nuevo. Cuando habló su vo( eragrave y peligrosa.

 ?"ronto vas a estar muerto, diablito. Est$s marcado. KConoces al >ltimo ni9o quemurióL Era de por ac$, se parecía a ti. Binsterbull o Biddelbummer o un nombre por el

estilo. lo pescaron en el 3$mesis, sí se9or. En *ondres. tenía tus mismas marcas. #í,sí, las mismas ?el aliento del hombre apestaba a ginebra y a dientes podridos.Bartolomeo tenía ganas de vomitar?. KQu! te traes entre manosL KEh, diablitoL ?gimióel hombre cerca de su cara?. K"or qu! te quieren matarL % lo mejor te mato primero yles ahorro elI

+etr$s de ellos, alguien carraspeó.

 ?+isculpe ?dijo una vo( educada.

#in soltar el cuello de Bartolomeo, el buhonero se volvió de golpe. #oltó una risotada.

 ?K usted, qu! quiereL

 ?Quiero que suelte al joven ?dijo la vo(.

 ?5ejor empiece a correr, se9or. $yase o le doy a usted tambi!n.

El hombre no se movió.

 ?#u!ltelo o lo mato de un tiro.

Bartolomeo estiró el cuello, tratando de ver a su bene)actor. #e descubrió mirando elca9ón de un revólver. Era un peque9o revólver de plata con cachas de madreperla y

rubíes y ópalos en los costados.

El buhonero solo se dignó a escupir.

 ?KUstedL Usted no le dispararía ni a un gatito que le mordiera la nari(.

El hombre disparó. +el ca9ón salió una perla delicada y pere(osa, que cayó en losadoquines y se alejó rebotando.

 ?5aldita sea ?dijo el hombre del revólver?. 5ire, deje al chico tranquilo, KdeacuerdoL Qu!dese con el arma. ale una buena suma, supongo. le aseguro que no llevo

nada m$s. 5i dinero est$ en notas a mi nombre, así que no podr$ cobrarlas, y ni siquieratengo un reloj con cadena, así que ni se moleste en robarme ?le o)reció la pistolaenjoyada?. %hora quítele la mano de encima al chico.

El hombre de cara de panqueque dejó caer bruscamente a Bartolomeo en los adoquines.*e arrebató al otro la pistola.

 ?Est$ bien ?dijo, mirando con descon)ian(a al desconocido?. "ero este no es unchico. Es uno de esos sustitutos, es, y est$ marcado. a a morir pronto.

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*uego se )ue aprisa por el callejón.

Bartolomeo se levantó del suelo y miró de arriba abajo a su rescatador.

Era un caballero. #us (apatos negros brillaban, llevaba el cuello de la camisa almidonadoy olía muy limpio, como a jabón y a agua )resca. %dem$s era bastante alto, de hombrosanchos y rasgos sim!tricos, con una barbita rubia en su mandíbula que hacía pensar enque llevaba varios días sin a)eitarse. *o miraba con una e8presión de tímida curiosidad. %Bartolomeo no le cayó nada bien.

 ?Fola ?dijo el caballero en vo( baja?. K3> eres el 7i9o 7>mero +ie(L

 ?K 6i 0athir L Fay un problema.

*a dama de morado le daba la espalda al se9or *icerish. #us bra(os colgaban a los ladosy sus dedos elegantes se movían apenas, toqueteando el terciopelo de las )aldas. 7omovía los labios.

 ?  6i 0athir  ?dijo de nuevo la vo(. El se9or *icerish no levantó la vista. Estabaocupado escribiendo en un peda(o de papel con una pluma negra arqueadaD laconcentración se trasuntaba en sus rasgos de huesos )inos.

*a dama y el duende se encontraban en una hermosa habitación. *as paredes estabanrecubiertas de libros y las l$mparas proyectaban halos sobre ellos. Un (umbido gravellenaba el aire. #obre el escritorio del se9or *icerish había dos p$jaros de metal, conojos oscuros y penetrantes. En un rincón de la habitación, alguien había tra(ado conesmero un círculo en el suelo. Una sección del círculo parecía m$s nueva que el resto,m$s de)inida y blanca, como si la hubieran tenido que volver a tra(ar.

 ?Un problema, #athir.

El se9or *icerish soltó la pluma.

 ?#í, hay muchos problemas, #altimb$n, y uno de ellos eres t>, y otro es %rturo &elliby, yotro es el viejo se9or Werubbabel, con sus dedos lentos y retorcidos. KCu$nto tiempo setarda en construir otro p$jaro de metalL 3iene los dise9os y la ruta yI Fablando deltema, Kmataste a %rturo &ellibyL

 ?#í, est$ muerto. *o m$s probable es que lo hayan estrangulado sus s$banas porque noles gustaba que las pusieran bajo planchas hirviendo o las ahogaran en agua con jabón.

#abes, casi da pena malgastar el hechi(o de  6alundis Lavriel  tan tarde por la noche. 7ohay nadie cerca para apreciarlo. En cambio, en una calle concurrida, en pleno día, elresultado puede ser muy espectacularI "ero me estoy yendo de tema. 3enemos un problema.

*a dama de morado dio un paso a un lado, revelando a una nena ovillada en el suelo. *adama estiró un (apato a(abache de debajo de las )aldas y le dio un golpecito a la ni9a enlas costillas.

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 ?+espierta, esperpento. M+espiertaN

Queta levantó su cabe(a, adormilada. +urante medio segundo sus ojos no registraronemoción alguna, como si pensara que seguía en su casa, a salvo. *uego se incorporó. Conlos labios )runcidos, )ulminó con la mirada a la dama y al se9or *icerish, de a uno por

ve(. ?*ev$ntate las mangas, mesti(a. 5u!strale.

Fi(o lo que le decían, pero sin dejar de mirarlos. #e arremangó la tela sucia, revelandouna trama de rayas, tent$culos rojos que se enredaban en torno a sus delgados bra(os blancos.

 ?K bienL ?preguntó el duende político?. KQu! hayL 3iene un aspecto igual deespantoso que los otros nueve.

Una lengua chasqueó en se9al de molestia. 7o era la lengua de la dama, la lengua que

estaba detr$s de los labios rojo intenso. Era una lengua larga, $spera, que pasaba por unosdientes.

 ?*!elo ?gru9ó la vo(.

El duende político se inclinó sobre su escritorio. Fi(o una pausa. %sombrado, arqueó unaceja de )orma per)ecta.

 ?K:nceL K"or qu! est$ marcada onceL

 ?Fe ahí el problema. 7o lo s!. Fice el hechi(o tal como lo ordenaste, 08asrit 0ylphii, para marcar a cada uno de los sustitutos que viajaban entre las alas y abrirles la piel a lamagia. Esta tendría que estar marcada como n>mero die(.

El se9or *icerish chasqueó los dedos y se acomodó en su asiento.

 ?Bueno, habr$ estado mal contado. *a magia no es m$s inteligente que quien la usa, y t>no eres tan inteligente como crees.

 ?5i magia es e)ectiva. al menos yo todavía puedo hacer esas cosas. 7o sabes nada delas pr$cticas antiguas. Compras los hechi(os y las pociones como un ricachón mimado ? la vo( habría debido detenerse ahí, pero prosiguió, provocadora?. :, si no, prescindes por completo de ellos. % )in de cuentas, la mec$nica es mucho m$s pr$ctica. "$jaros

mec$nicos y caballos de hierro ?una risita?. gual que un humano hecho y derecho.

 ?Cierra el pico ?re(ongó el se9or *icerish?. o soy quien va a salvarte. #alvarnos atodos de la c$rcel que es este país. t> har$s tu parte como yo hago la mía. %hora ?dijo,recuperando de pronto la calma?, si el hechi(o sigue )uncionando, Kqu! puede haber pasadoL

 ?eo solo una posibilidad. %lguien m$s atravesó el círculo du!ndico.

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#e hi(o un silencio de muerte. #olo se oía aquel suave (umbido que vibraba dentro de las paredes.

*os dedos de la dama se agitaron, dando peque9as sacudidas, como las de las patas deuna ara9a justo cuando se la aplasta.

 ?%lguien ?repitió la vo(? entre el n>mero nueve y esta. *a magia tarda en disiparse.#i alguien entró por accidente, supongo que seríaI 7o, es imposible. *as síl)ides lohubieran devorado al instante, lo habrían reducido a huesos a picota(os. M"ero no tienesentidoN M#olo se puede marcar a un sustitutoN

El se9or *icerish se quedó mirando la cabe(a de la mujer. #us ojos eran duros y negros.*a vo( continuó, apresurada, precipitada.

 ?Es la >nica manera. *a magia no contó mal. El hechi(o surte e)ecto. :nce sustitutoshan viajado a esta habitación. 7ueve hallaron la muerte. Un esp!cimen, este, te loaseguro ?las manos de la dama se movían )uriosamente, ara9ando la tela como garras?,

ser$ el medio para un )in glorioso, y el otro ha de andarI ?las manos se dejaron caer?Ipor ahí.

 ?%ndar por ahí ?repitió el duende político, pronunciando la )rase lentamente?.K%ndar por ahí L Un sustituto se entrometió en mi habitación, vio vaya uno a saber qu! Kyahora se pasea tan campante por nglaterraL ?el se9or *icerish tomó una estatuilla de porcelana y la arrojó por el aire?. 1"ncu+ntraloN ?gritó?. Encu!ntralo de inmediato ym$talo.

*a dama de morado se volvió hacia el se9or *icerish. #u e8presión era neutra, con loslabios a medio abrir. #e inclinó hacia adelante con una torpe reverencia y la vo( dijo4

 ?#í, i 0athir , rastrearlo ser$ lo m$s )$cil del mundo.

Queta se había acercado adonde estaba la estatuilla hecha tri(as. &untaba los peda(os uno por uno y los miraba anonadada. El se9or *icerish se volvió hacia ella.

 ? ll!vate a esa cosa a la antesala. /uega a la lluvia y a las piedras que sea todo lo quenecesitamos que sea, o t> y tu enamorada pueden largarse en el presente estado, con totalseguridad de que no podr$ hacerse nada para cambiarlo. % propósito, est$ cada ve( m$sindecente, tu enamorada.

El caballero duende se9aló a la dama de morado.

 ?"odrías hacer que se cambiara ese vestido espantoso.

El se9or &elliby había pasado la noche en un banco de Fyde "ar. En cuanto eldeprimente cielo de *ondres clareó lo bastante como para ver, se había dirigido a su banco vestido solo con la bata y había hecho sonar la campana como un desquiciadohasta que un empleado so9oliento lo dejó entrar. "idió la pistola enjoyada y una grancantidad de dinero de la caja de seguridad de la )amilia, y cuando los obtuvo, tomó un

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ta8i hasta #aville /o<, despertó al sastre y le pagó doble a )in de salir con la chaqueta yel chaleco nuevos del Barón +REre(aby, una corbata de sat!n y una galera. Envió untelegrama a :)elia para decirle que estaba sano y salvo, que ella debía irse a Cardi)) esemismo día y que no hablara con nadie. % las ocho de la ma9ana ya iba camino a Bath.

Era un viaje agradable pese a la humedad y al )río que se colaba en todo. *a enormelocomotora de vapor volaba por la campi9a, arrastrando una pluma de humo tras de sí y pintando una acuarela borrosa de verdes y grises en la ventanilla del se9or &elliby. *legóa la estación de Bath justo antes de mediodía.

Fabía decidido que no tenía sentido ir a otra parte. *as coordenadas de *ondres no ledecían nada, y la otra dirección que )iguraba en el papel que le había dado el se9orWerubbabel quedaba mucho m$s al norte, en orshire. %dem$s, en Bath estaban lossustitutos. #i el se9or &elliby iba a hacer algo por salvarlos, tendría que ser allí.

#e bajó del vagón en medio del vapor arremolinado del and!n. Fabía oído hablar deaquella ciudad vertical y mugrienta, pero nunca había estado en ella. 7o era el tipo de

lugar al que la gente iba si podía evitarlo. *a estación de trenes había sido construidacerca de los cimientos de la ciudad, bajo una c>pula de hierro o8idado y vidrio. *osandenes estaban casi desiertos. *os je)es de estación y los guardas corrían de un vagón aotro, subiendo las escalerillas en cuanto podían, como si el suelo estuviese envenenado. 7o había ning>n duende esperando. 3ampoco muchos humanos. +e solo ver la conejeraque eran las calles y las casas que se superponían a su alrededor, el se9or &elliby seconvenció de que debía ir a buscar un ta8i.

Fabía unos pocos medios de transporte estacionados al borde de la estación4 un carruajetirado por lobos, dos caracoles gigantes con carpas sobre los capara(ones y doce botellasde una poción que, con toda probabilidad, te dejarían desmayado y sin un penique en ve(

de llevarte adonde querías ir. El se9or &elliby eligió un altísimo troll a(ul con un palanquín atado a sus espaldas e introdujo una guinea en la caja que aquel llevaba en elcinturón. *a guinea resonó al golpear el )ondo. %dentro no había ninguna otra moneda.

El troll gru9ó y resopló por la nari(, y el se9or &elliby creyó que lo iba a levantar hasta el palanquín. "ero no. Jl esperó. *uego vio los pelda9os de madera )ijados a la pierna deltroll y trepó al palanquín por su cuenta.

#e pusieron en marcha. El se9or &elliby se acomodó sobre una pila de almohadonesmalolientes y se empe9ó en no mirar la ciudad de los duendes mientras la ibanatravesando.

En las a)ueras de la ciudad, el troll se detuvo abruptamente. El se9or &elliby se asomó para quejarse, pero al ver los ojos de la criatura, oscuros como una tormenta, cerró la boca al instante. Bajó por la pierna a(ul y miró al troll meterse otra ve( en las sombras de 7ueva Bath. *uego paró un ta8i de vapor y le dio al conductor la dirección que el se9orWerubbabel le había escrito.

5enos de cinco minutos despu!s el ta8i tambi!n se detuvo. El se9or &elliby quería gritarde impotencia. %somó la cabe(a por la ventanilla.

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 ?K ahora qu! problema hayL

 ?Eso es un gueto de duendes, pasando por ahí ?dijo el cochero, se9alando con la )ustaun arco estrangulado por enredaderas que separaba a dos edi)icios de piedra?. 3endr$que hacer el resto del camino a pie.

Con una maldición, el se9or &elliby se bajó y cru(ó por debajo del arco. 3omó por unacalle )!tida, luego por otra.

"idió indicaciones varias veces, se perdió, )ue objeto de miradas y burlas, y le robaron elsombrero. "ero al )in llegó a una callecita estrecha y torcida llamada Callejón del iejoCuervo, y allí encontró al ni9o al que estaban por matar.

 ?Bueno, Klo eresL ?preguntó el se9or &elliby, procurando que su vo( sonara lo m$samable posible?. KEres el 7i9o 7>mero +ie(L ?no estaba de humor para ser amable.#us ojos se desviaban una y otra ve( hacia las orejas en punta del ni9o, hacia su caraa)ilada y )am!lica. %sí que este es el aspecto de un sustituto. =eo, a mitad de camino entre

un ni9o callejero desnutrido y una cabra. "ero en verdad nada por lo que armar tantoesc$ndalo. *a mitad de la población inglesa de duendes era m$s )ea, y nadie enterraba aesa gente bajo arbustos de sa>co. 3ampoco daba la impresión de que el ni9o )uese ahechi(ar a nadie. #olo se veía triste y maltrecho. El se9or &elliby no sabía cómoreaccionar.

 ?7o lo s! ?dijo el ni9o?. 5i madre est$ dormida y no hay )orma de despertarla.

 ?KCómo dicesL

 ?7o hay )orma de despertarla ?repitió el ni9o. "or un instante sus ojos negros habían

estudiado al se9or &elliby, leído su cara, leído su ropa. %hora se negaban a mirarlo. ?%h, en )in. Estar$ muy cansada. KQui($s has visto a una dama con un vestido colorciruelaL *leva una galerita en la cabe(a con una )lor prendida. guantes a(ules. Estoydecidido a encontrarla.

*os ojos del ni9o destellaron, y el se9or &elliby no supo si eso indicaba reconocimiento omiedo o algo por completo di)erente.

"or un momento el ni9o se quedó ahí, mir$ndose los pies. *uego, en vo( muy baja, preguntó4

 ?KUsted, cómo la conoceL

 ?*a vi una ve( ?la impaciencia le hi(o )runcir el ce9o al se9or &ellibyD le iba dibujandouna mueca en la cara, pero !l se obligó a mantener la calma. 7o tenía que espantar al ni9o ?. "arece que est$ en peligro, est$ asociada contra su voluntad con un asesino y llena de preocupaciones acerca de un pretendiente. %dem$s, creo queI

El ni9o no lo escuchaba. 5iraba a lo lejos, a trav!s de !l, con ojos penetrantes.

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 ?Fa estado aquí ?dijo. El se9or &elliby apenas podía oírlo?. ya van dos veces. #ellevó a mi amigo y luego a mi hermana. /apta sustitutos en el gueto de los duendes ydespu!sI

Bartolomeo se quedó parali(ado. *os pescan en el río, empapados y )ríos. Fuecos,

)lotando como una tela en el agua sucia. M#in entra9asN M&a, jaN M#in entra9asN*os sustitutos estaban muertos. #u amigo yI No. Queta, no. Queta no podía estarmuerta. El p$nico lo agarró del cuello con dedos huesudos.

 ?"or )avor, se9or ?susurró, mirando al se9or &elliby a los ojos por primera ve(?. *adama se llevó a mi hermana.

El se9or &elliby parecía incómodo.

 ?*o siento mucho ?dijo.

 ?3engo que volver. %>n hay tiempo. 3odavía no la deben haber matado, KnoL

5$s que una pregunta, era un s>plica.

 ?Bueno, en )in, Mno lo s!N

El se9or &elliby se estaba poniendo nervioso. Fabía llegado demasiado tarde. *a damahabía pasado y se había ido, y ya no había nada que hacer salvo dirigirse a las siguientescoordenadas del se9or Werubbabel y esperar encontrar algo allí. 7o quería oír las penasdel hermano de la ni9a. 7o quería saber cu$l era el costo de su )racaso.

 ?=ue hace solo unas horas ?decía ahora el ni9o?. % lo mejor todavía est$ cerca.

KUsted la ha vistoL

En alguna parte de la cabe(a del se9or &elliby sonó una campana.  "l caf+ de Trafalgar0quare! Una cápsula brillante y una nota garabateada con tinta. OEnvíala a la *unaP,decía.

 ?3u hermana est$ en la *una ?dijo?. Cualquiera que sea el signi)icado de esa )rase.Buena suerte. 3engo que irme.

Empe(ó a caminar. Bartolomeo lo siguió4

 ?Entonces, Kno est$ muertaL ?M7o lo s!N

El se9or &elliby apretó el paso.

 ?K5e ayudar$ a encontrarlaL K5e lleva con ustedL

El se9or &elliby se detuvo y dio media vuelta para en)rentar a Bartolomeo.

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 ?5ira, ni9o. *o siento mucho. 3e compade(co por tu p!rdida y por todos tus problemas, pero ahora no puedo ocuparme de ellos. #e est$n tramando intrigas malignas y creo quetengo muy poco tiempo para detenerlas. Encontrar a la dama es la >nica manera que seme ocurre de hacerlo. %sí que, si sabes donde vive, no dudes en decírmelo. #i no, por)avor, d!jame tranquilo.

Bartolomeo no lo escuchaba.

 ?7o voy a traerle problemas. Caminar! detr$s de usted, y ni siquiera se va a dar cuentade que estoy ahí, y despu!s, cuando encontremos a QuetaI

El se9or &elliby empe(ó a volverse, como para disculparse de nuevo.

%l verlo, Bartolomeo )ue presa de un p$nico horrendo y doloroso.

 ?M7o puede irseN ?gritó, tirando de la manga del se9or &elliby?. MElla est$ con la damade moradoN M#i la encontramos, encontraremos a mi hermanaN "or )avor, se9or, le ruego

que me lleve con usted.

%larmado, el se9or &elliby se quedó mirando a Bartolomeo. 7o podía llevarse consigo aun sustituto.

 ?3u madre ?dijo?. 3u madre nunca lo permitiría.

 ?a se lo dije. Est$ dormida. 7o s! cu$ndo despertar$. "ero si lo hace y yo estoy ac$ pero Queta no, ella no lo soportaría.

%l se9or &elliby no le gustaba la manera en que hablaba el ni9o. 3enía algo de cansino, detriste y de viejo.

 ?Bueno, pero seguro que tienes clases ?dijo, con m$s )irme(a de la que era suintención?. *as clases son muy importantes. 3ienes que prestar mucha atención.

Bartolomeo miró al se9or &elliby de un modo que decía que lo consideraba muy est>pido.

 ?7o tengo clases. 7o voy a la escuela. K%hora me deja ir con ustedL

El se9or &elliby hi(o una mueca. #e apretó el puente de la nari(. 5iró al cielo y luegomiró por encima de su hombro. %l )inal dijo4

 ?3endr$s que dis)ra(arte.Bartolomeo desapareció al instante. /egresó tres minutos despu!s, vestido con una capade lana gastada con capucha verde musgo. Era la capa de gnomo, tomada del armario del portero dormido. En los pies se había puesto un par de botas de punta roma que lequedaban grandes. #e había vendado la cara con un peda(o de tela de algodón, dejandosolo una ranura para poder ver.

%l se9or &elliby le pareció un enano leproso. #uspiró.

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 ?Buenos, vamos.

a bastante tiempo había perdido en el gueto de los duendes. ncluso por tren, lassiguientes coordenadas del se9or Werubbabel quedaban a muchas horas de Bath.

#e puso en marcha por el callejón, con Bartolomeo a la (aga.

 7o habían dado siete pasos cuando algo llamó la atención de Bartolomeo. #e detuvo,mirando hacia arriba. El cielo era color peltre. Una pluma negra caíaI "arecía como siun copo de nieve negra descendiera de las )uriosas nubes que estaban en lo alto. +e a poco, bajó en espiral hacia !l.

Bartolomeo se volvió hacia el se9or &elliby.

 ?Corra ?dijo. un momento despu!s el callejón se llenó de alas.

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Capítulo XIV

*o m$s horrible

+EB%3J7+:#E en medio de un chillido de alas, corrieron callejón abajo. Bartolomeomiró por encima del hombro justo a tiempo para ver emerger de la negrura la alta )ormade la dama de morado. *a cara de esta, medio oculta bajo la sombra de su sombrero, sevolvió hacia !l. *uego Bartolomeo dobló, corriendo con todas sus )uer(as detr$s delse9or &elliby.

 ?K"or qu! corremosL ?gritó el se9or &elliby mientras cru(aban a la carrera un patiecito, bajo las ramas de un viejo $rbol nudoso?. :ye, sustituto, Kqu! son esas alasL KQu! est$ pasandoL

 ?*a damaI ?boqueó Bartolomeo, tratando de no quedarse atr$s?. M*a dama demoradoN Fa vuelto, y seguramente no volvió porque síI

0+ que estás aquí , dijo una vo( lóbrega que se metía en la cabe(a de Bartolomeo.  Ni5o N$ero ;ie&, puedo sentirte.

Un dolor agudo estalló en sus bra(os, como si la punta de un cuchillo le abriera la piel.Casi se desmorona allí mismo.

 ?K*a dama de moradoL ?preguntó el se9or &elliby, )renando en seco.

Bartolomeo chocó contra su espalda. *evantando de un tirón la manga de la capa, vio quelas rayas rojas estaban hinchadas, sobresalían de la piel y palpitaban con una lu(colorada.

Corres, mesti(o, dijo la vo(, con algo de sorpresa. K"or qu! corresL K*e tienes miedo aalgoL En la cabe(a de Bartolomeo resonó una risita. 7o tendr$s algo que esconderme,KverdadL

 ?M"ero eso es e8celenteN ?decía el se9or &elliby?. M*levo seanas busc$ndolaN Mdijiste que tu hermana estaba con ellaN 3engo que hablar con esa dama de inmediato ? con un paso decidido, dio media vuelta.

Bartolomeo empujó con todas su )uer(as al se9or &elliby contra un portal.

 ?Usted no entiende ?dijo, apretando los dientes por el dolor que sentía en los bra(os?. 7o es siempre la misma.

Face cosas espantosas. 7o se da cuenta, Mella es la asesinaN

El se9or &elliby )runció el ce9o.

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 ?5e pidió ayuda ?dijo. +espu!s se quitó de encima a Bartolomeo y volvió sobre sus pasos, gritando?4 M#e9oritaN

M+isculpe, se9oritaN

 ?M7o puedes hacer estoN ?gritó Bartolomeo )ren!ticamente, y corrió tras !l. "ero erademasiado tarde.

Una r$)aga de alas negras llenó la bocacalle y allí apareció la dama de morado, con las)aldas de terciopelo )lameando a su alrededor. %lgo se movió nerviosamente bajo su pielcuando ella vio al se9or &elliby. %lgo así como una viborita serpenteando por el hueso ylos tendones.

 ?3> ?dijo la vo(, y esta ve( no solo en la cabe(a de Bartolomeo. *a vo( reptaba porentre las casas y le pinchaba los oídos. *a dama empe(ó a acercarse.

 ?M#e9oritaN ?dijo el se9or &elliby?. M#e9orita, tengo que hablar de un asunto de suma

urgenciaN Usted me pidió ayuda, KrecuerdaL KEn estminsterL o estaba en el armario yustedI

*a dama no se detuvo. 3ras al(ar un dedo enguantado, rasgó )ero(mente el aire que teníadelante. El se9or &elliby salió volando y se estrelló contra una pared. Bartolomeo sevolvió hacia el portal mientras algo así como una bandada de p$jaros invisibles pasabadelante de su cara.

 ?KCómo has sobrevividoL ?le re)un)u9ó la vo( al se9or &elliby. El dedo de la damaseguía se9al$ndolo y sosteni!ndolo contra la pared. *os pies del se9or &elliby colgaban avarios palmos de los adoquines?. K"or qu! sigue vivoL M7adie ha sobrevivido jam$s a

esa magiaNEl se9or &elliby, que empe(aba a ahogarse, se ara9aba el cuello con las manos.

/$pida y )urtivamente, Bartolomeo salió del portal y levantó un adoquín )lojo de la calle.*uego se acercó a la espalda de la dama, con el arma en alto.

#e oyó un grito de alarma. *a dama se llevó la mano a la cabe(a y se corrió el pelo. Else9or &elliby se desplomó. Bartolomeo quedó parali(ado.

*a otra cara, la peque9a cara correosa, miraba directo al ni9o, con dos ojitos brillantesmetidos entre los pliegues de la piel. "or entre el cabello de la dama se retorcían unos

gruesos tent$culos marrones. *a cara espantosa abrió la boca con un aire despectivo.

 ?7i9o 7>mero +ie( ?dijo?. El de la ventana.

Bartolomeo arrojó el adoquín.

Un aullido de dolor atravesó el callejón, tan )uerte que espantó a una bandada de cuervos.*a dama al(ó tres dedos, sin duda para liquidarlos a ambos de una ve( por todas, pero

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Bartolomeo ya estaba corriendo, y enseguida doblaba la esquina pis$ndole los talones alse9or &elliby.

El siguiente callejón era m$s ancho. Bartolomeo alcan(ó a ver muy brevemente que lagente dejaba lo que estaba haciendo para mirarlo, que una ventana se abría, que una

carnicería echaba despojos negros a la cuneta. *uego salieron a un espacio abierto, enmedio de la multitud y de los tranvías que traqueteaban. #obre sus cabe(as la ropacolgada se mecía al viento. El aire estaba lleno de humo y de voces. % Bartolomeo le pareció oler a nabos hervidos, como en el piso de arriba en su casa del Callejón del iejoCuervo.

 ?M3enemos que llegar a la estación de trenesN ?gritó el se9or &elliby, abri!ndose pasoentre un vendedor de agua mentolada y un duende que tenía bocas en lugar de ojos?.+ime si ves alg>n bicita8i, muchacho. "or aquí tendría que haber un hombre de a(ul.

Bartolomeo miró entre las )ranjas de tela que le cubrían la cara. % su alrededor no vionada sino piernas. "iernas que llevaban trajes, harapos, ropa de algodón, colores grises,

corriendo en toda dirección. Tanta gente. Una puntada de miedo acompa9ó a ese pensamiento. No te hagas notar! Que no te vean. Estaban por doquier a su alrededor,dedos y ojos muy cerca, peligrosos. entonces, entre las piernas, divisó un destello colormorado4 terciopelo ciruela a)errado por una mano enguantada en a(ul de medianoche.

 ?Est$ aquí ?le susurró Bartolomeo al se9or &elliby.

El se9or &elliby echó un vista(o sobre su hombro. , en e)ecto, ahí estaba la dama demorado, avan(ando con paso decidido entre la multitud. Era una cabe(a m$s alta que lacorriente de chaquetas y sombreros grises, y su cara en sombras no mostraba e8presiónalguna. Caminaba tiesa como una marioneta, a no m$s de veinte pasos detr$s de ellos, y

la brecha iba acort$ndose deprisa.

#in pensarlo, Bartolomeo y el se9or &elliby entraron por un portal y tomaron un pasadi(ode piedra gris que daba sobre una huerta. El pasadi(o los llevó a una cocina ruidosa ydesembocó en una calle )lanqueada por tiendas. Ficieron un alto para ubicarse.

 ?K"or qu! quiere matarmeL ?dijo el se9or &elliby, con una vo( a mitad de camino entreun susurro y un grito. Caminaba en círculos por los adoquines, pas$ndose los dedos por el pelo?. M5e pidió ayudaN M 6i ayuda, por todos los santosN M ahora que la encuentro por poco me mataN Unos p$jaros gra(naron sobre la canaleta de un techo.

Bartolomeo intentaba atarse los cordones de las botas.

 ?K%sí que ella le pidió ayudaL

 7o era Bartolomeo el que había hablado. El se9or &elliby se volteó. %hí, a no m$s de seis pasos, estaba la dama de morado, y sus labios no se movían. +e a poco ella dio mediavuelta. %pareció entonces la segunda cara, mir$ndolos con desd!n a trav!s de una cortinade pelo. +e un corte espantoso, que le cru(aba la boca, le chorreaba por el mentón unlíquido negro.

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 ?5elusina, peque9a traidora ?la vo( era empalagosa, pero temblaba como si estuviera por quebrarse.

El se9or &elliby miraba la cara con la boca abierta. *a cara le sostenía la mirada4 su bocaajada temblaba y sus ojitos negros se sacudían como insectos.

Bartolomeo aprovechó la oportunidad. Entró a la cocina de al lado y una ve( m$s echó acorrer.

El se9or &elliby lo vio irse y el alma se le cayó al suelo. %sí agradece i caridad , pensócon amargura. entonces la dama de morado levantó un dedo primoroso y el se9or&elliby salió volando.

#e estrelló contra la vidriera de un (apatero y cayó dentro de la tienda, que en esemomento estaba cerrada. "or un instante )lotó en el centro de la habitación, rodeado de botas y oscuridad. *uego tiraron de !l hacia a)uera, (arande$ndolo hacia el otro lado de lacalle, donde se estrelló contra una puerta con tal )uer(a que los remaches de metal se le

incrustaron en la piel.

%lgo desgarró la tela de su chaqueta de punta a punta. Un peda(o de vidrio le cortó lamano. io las gotitas de sangre ?rojo rubí, brillantes? volar por el aire.

Era el )in. El pensamiento se le ocurrió al golpearse la cabe(a contra un cartel pintado.Era el )in. %hora moriría.

"ero algo ocurría calle abajo. :yó un alboroto, pasos sobre los adoquines seguidos por ungrito desesperado4

 ?M%hí est$ la mujerN M%y>denloN M%y>denlo, que lo va a matarN

¿"l chicoL #e )or(ó a abrir los ojos. Estaba a unos dos metros y medio por sobre el suelo,enredado en el cartel met$lico de un herrero. +ebajo había dos o)iciales de uni)orme, queuna y otra ve( lo miraban y miraban a la dama de morado, con las e8presiones m$saturdidas que pudiera imaginarse en sus caras bigotudas. *a con)usión pareció durar unaeternidad. *uego corrieron hacia la dama con los bra(os e8tendidos, listos para agarrarlacomo a un ni9o.

*a dama de morado ni siquiera se inmutó. 5ientras sostenía al se9or &elliby en vilo conuna mano, hi(o un pase con la otra y apuntó, con la palma abierta, a uno de los policías.*a cara de este se aplastó como contra un vidrio y el hombre se tambaleó hacia atr$s,

tom$ndose la nari(. El otro ya casi estaba sobre ella cuando tambi!n se detuvo de golpe.Empe(ó a marchar como un soldadito a cuerda y dio de lleno contra una pared.

Una ve( m$s el se9or &elliby estaba en el aire. %lgo lo había desenganchado del cartel yahora lo levantaba, en medio de un aullido de alas y de viento. *o elevó hasta los techos,luego lo dejó caer y tiró de !l a centímetros de los adoquines. "asó volando delante de ladama. #us dedos ro(aron pelo y piel ajada.

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3uvo solo una d!cima de segundo. Una d!cima de segundo para pensar e incluso paragolpearD pero lo hi(o. *e asestó un pu9eta(o en la boca a la cara arrugada. *a dama demorado se tambaleó hacia adelante, y de repente ya nada sostuvo al se9or &elliby, quecayó en picada.

Un espantoso gemido de dolor llenó el callejón. El se9or &elliby se desplomó en lacuneta, mientras el gemido continuaba y continuaba, como rasg$ndole los huesos. *adama empe(ó a dar vueltas como una bailarina. *os bordes de sus )aldas y las puntas desus dedos se iban convirtiendo en plumas negras, brillantes y luminosas. Entonces el policía de la nari( ensangrentada saltó sobre ella y la redujo. 5ientras las dos )igurasluchaban, salían plumas negras para todos lados. *a dama gritaba y se debatía, pero nosirvió de nada. El aleteo se hi(o m$s d!bil y un momento despu!s todo terminó. *as alashabían desaparecido. 3ambi!n el viento huracanado. *a calle quedó en completo silencio.

Bartolomeo, la dama, los policías, todos parecían de piedra. *uego los rodeó el ruido dela ciudad. Aritos y bocina(os4 sonidos c$lidos y )amiliares.

*os policías )ueron los primeros en moverse. Esposaron a la dama por las mu9ecas, y unode ellos se la llevó.

El se9or &elliby salió a rastras de la cuneta, adolorido y sin aliento. Bartolomeo hi(oadem$n de meterse en el pasaje de piedra para es)umarse entre la multitud de la calleancha, pero el otro o)icial lo atrapó por la capucha de la capa.

 ?7o hemos terminado contigo, duendecito. me temo que con usted tampoco, se9or."arece que todos daremos un paseo por la comisaría.

*a comisaría del octavo distrito de Bath estaba en un edi)icio maci(o de ladrillos, justo

debajo de un puente de hierro que llevaba a la nueva ciudad y del que caían chispas yhumo. *as ventanas estaban cubiertas de hollín, los pisos sin barrer y todo, desde losarchiveros a las l$mparas, olía muy )uerte a opio.

% Bartolomeo y al se9or &elliby los hicieron tomar asiento en un despacho )río, en presencia de un secretario con cara de pocos amigos. Cada tanto la cabe(a del se9or&elliby caía hacia adelante, y a Bartolomeo le daba miedo que se )uera de bruces al suelo.3ras un largo rato, entró una joven con una gorra blanca y roja que vendó con gasa limpialas numerosas heridas del se9or &elliby. *o trató con buen humor, pero a Bartolomeo lomiraba nerviosa y siempre se ajustaba el delantal cuando se le acercaba, como si temieraque )uera a arrebat$rselo. %l rato volvió a irse. Esperaron otra eternidad. El secretario les

 ponía mala cara. +e la pared colgaba un viejo reloj de metal, y el repiqueteo de susmanecillas parecía ralenti(ar el tiempo m$s que contarlo.

Bartolomeo golpeaba el piso con el pie. Quería moverse, salir del edi)icio y correr hastaencontrar a Queta. ¿/uánto tiepo tengoL 7o mucho. 7o mucho antes de que ellaquedara como los dem$s sustitutos, callada y muerta. +e repente la imaginó en el agua.Una fora blanca boyando en la oscuridad! 0us raas architas, ustias entre lascorrientes! Queta. Bartolomeo apretó los ojos.

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 ?Aracias por venir a buscarme ?dijo de pronto el se9or &elliby, y Bartolomeo pegó unsaltito. El hombre no había levantado la cabe(a. %>n tenía los ojos cerrados. Bartolomeono supo qu! decir. "or un largo momento se quedó ahí sentado, tratando de pensar enalgo, en lo que )uera. +e golpe se abrió la puerta y entró un inspector, y Bartolomeodeseó poder hundirse en las sombras de su capa para que no lo vieran nunca.

El inspector se puso a hacerle al se9or &elliby un montón de preguntas. El se9or &elliby sesintió tentado de contarle todo. 3odo acerca del se9or *icerish, de los sustitutosasesinados y de los p$jaros mec$nicos. que ellos se ocuparan. "llos podrían hacerlo."ero sabía que sería in>til. El se9or Werubbabel no le había creído. 7i siquiera :)elia lehabía creído.

Una ve( que el inspector se convenció de que el se9or &elliby sabía muy poco del asunto,se marchó tambi!n y )ue reempla(ado por un hombrecito barbudo que llevaba un saco detDeed . El hombre era de lo m$s corriente. #u cara era corriente, su calva era corriente ysu corbata arrugada era corriente. 3odo menos sus ojos, que eran de un a(ul asombroso yg!lido, como agua de glaciar. "arecía como si quisiese comerte con ellos.

 ?Buenos días ?dijo. #u vo( era suave?. #oy el doctor Farro<, director de Estudios+u!ndicos de la Universidad de Brad)ord. *a dama que lo atacó hoy est$ poseída por unduende. %hora bien4 si usted tuviera la amabilidad de contarme en detalle todo lo querecuerde sobre sus acciones, quiero decir, las de la dama, sus reacciones, el sonido de suvo( y el car$cter de sus habilidades e8traordinarias, se lo agradecería mucho.

El se9or &elliby asintió abatido bajo los vendajes y se embarcó en una larga descripciónde cómo lo había atacado y perseguido y arrojado por los callejones. *uego, cuando ju(gó oportuno el atrevimiento, preguntó4

 ?K5e permitirían hablar con ellaL KEs seguroL Estoy convencido de que solo me haría)alta un momento.

El doctor Farro< pareció dudar.

 ?K+ice que no la conoce para nadaL

 ?7o, no la cono(co ?se apresuró a decir el se9or &elliby?. #oloI solo quiero preguntarle una cosa, si es posible.

 ?K ese es un gnomoL ?preguntó el doctor, se9alando con el pulgar a Bartolomeo?.3endr$ que quedarse a)uera. Es probable que se con)abulen entre ellos por medio de la

magia.

El se9or &elliby no lo había pensado.

 ?5uy bien ?dijo?. uelvo enseguida, muchacho.

El doctor Farro< le hi(o se9as al se9or &elliby de que lo siguiera, y los dos salieron a un pasillo y bajaron por unas escaleras de metal. %l pie de las escaleras comen(aba otro

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 pasillo, pero este era bajo y abovedado, con paredes blanqueadas y un piso de baldosasverdes. % ambos lados se sucedían gruesas puertas de hierro. El aire olía a lejía y a $cidocarbólico, de un modo tan penetrante que al se9or &elliby le quemaba la nari(, pero aunasí no cubría el hedor a humanos y a duendes mugrientos.

El doctor lo llevó hasta una de las puertas y le indicó al guardia que estaba sentado al)ondo del pasillo que la abriera.

*os hicieron pasar a una habitación muy blanca. 7o tenía ventanas ni el menor con)ort.El >nico mueble era una silla com>n de madera ubicada en el centro. sentada en ella,oscura y quieta, estaba la dama de morado.

*e habían quitado los guantes para tomarle las huellas dactilares. *e habían cortado partedel vestido. El sombrero, con todo, seguía en su lugar, ocult$ndole los ojos.

 ?El duende que habita en ella es una especie de sanguijuela ?e8plicó el doctor,rode$ndola?. Un par$sito. *os casos así son e8traordinarios. "or lo general el par$sito se

apodera de la conciencia de un animal o de un $rbol. El hecho de que se haya prendidoasí a un humano es casi inauditoI +e acuerdo con #pense, una ve( que el par$sito se hain)iltrado en su hu!sped, de a poco empie(a a consumirlo. El duende sanguijuela seapodera de la mente, se mete en la carne y en los nerviosI ?corrió el pelo de la parte deatr$s de la cabe(a, revelando una cara retorcida y machacada?. #e dice que solo lascuerdas vocales son imposibles de controlar. %sí que tenga cuidado si alguna ve( se cru(aen el camino de una vaca en silencio ?el doctor se rió de su propio chiste.

*a cara que estaba debajo del pelo era lo m$s horrible que el se9or &elliby había visto jam$s. 7o humana, apenas de duende, una masa )o)a con dientes, tent$culos y pielarrugada. 3enía la boca abierta. #us ojos estaban cerrados, casi ocultos por los chichones

que le había causado Bartolomeo con el adoquín.

 ?El duende est$ sedado ?dijo el doctor Farro<, soltando el pelo?. "or cómo se venlas cosas, lleva meses habitando en la dama. #us raíces llegan muy hondo. Cualquier cosaque coma o sienta !l, la a)ecta tambi!n a ella. +ebe de estar adormecida. +udo de que pueda decirle nada >til.

El se9or &elliby asintió. 3ras arrodillarse para poder verle la cara de la dama, dijo4

 ?K#e9oritaL K#e9orita, me oyeL

 7o hubo respuesta. #e quedó ahí sentada, una estatua oscura e inmóvil en una silla.

El se9or &elliby miró al doctor por encima del hombro.

 ?+ijo que la consume. Kivir$L K7o se puedeI e8tirpar al duende de alguna maneraL

 ?Qui($ de manera quir>rgica ?respondió con calma el doctor Farro<?. "ero no s! siella se recuperar$ del todo, si su mente volver$ a )uncionar por su cuenta, o si suse8tremidades le responder$n. Es poco probable.

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Con cara apesadumbrada, el se9or &elliby se volvió a la dama.

 ?K5elusinaL ?dijo en vo( baja.

Esta ve( los p$rpados se abrieron. *os ojos estaban negros como la muerte y relucían.

Jl le susurró con vehemencia4

 ?5elusina, me pediste que te ayudara, KrecuerdasL ?las palabras le salían r$pido y bajito?. 7o s! si te he ayudado. Espero que aquí est!s segura. "ero la verdad es que soyyo el que necesita tu ayuda. K/ecuerdas algo de los >ltimos mesesL K+ónde estuvisteLKQu! hicisteL K5elusinaL

Ella siguió mirando al )rente.

 ?7ecesito que recuerdes ?susurró !l?. K"uedes intentarloL ?a sus espaldas el doctor)runcía el ce9o, con una mano en la campana de alarma?. M+ime algoN MCualquier cosaN

%lgo se movió en los ojos de ella, hubo un cambio tras la m$scara de su cara. *a boca seabrió y soltó un suspiro pro)undo y adormilado.

 ?Fabía un pasillo ?dijo. Fabló tan de pronto que el se9or &elliby se sobresaltó?. Un pasillo que llevaba a la *una.

El se9or &elliby creyó ver algo por el rabillo del ojo. Una masa de oscuridad quehormigueaba por la pared blanca.

 ?o corría por el pasillo ?continuó la dama?. En busca de algo. había alguiendetr$s de míI de pieI mir$ndome.

El se9or &elliby miró de reojo la pared. Nada por ese lado. #e puso de pie, d$ndole laespalda a la dama.

 ?El del pasillo era yo ?dijo en vo( baja?. En Casa #impar. 7o est$bamos en la *una ?la mente de ella estaba borrada. 7o sería de ninguna ayuda.

 ?%hora tengo que irme ?dijo, dirigi!ndose al doctor Farro<?. *e agrade(co mucho por su tiempo.

El hombre barbudo hi(o una peque9a reverencia.

 ?%h, no hay de qu! ?dijo, y los ojos a(ules le brillaron con una lu( e8tra9a?. 7oIhayI deI qu! ?con un adem$n ostentoso, abrió la puerta de la celda y la sostuvo paraque pasara el se9or &elliby.

El se9or &elliby sonrió apenas. Caminó hacia la puerta. "ero justo al cru(ar el umbral, sedio media vuelta. %rrojó un pu9eta(o que le dio al doctor Farro< entre los ojos. +espu!sechó a correr por el pasillo.

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 ?K5uchachoL ?gritó, haciendo a un lado al guardia de un empujón y acelerandoescaleras arriba?. 6uchacho, 1sal de aquí N

*os labios del doctor Farro< no se habían movido.

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Capítulo XV

El mercado du!ndico

B%/3:*:5E: creyó oír algo en la pro)undidad del edi)icio, una d!bil vibración degolpes que repercutía en las tuberías y en las paredes. 5iró al secretario, que seguía concara de perro. El hombre estaba ocupado aporreando una m$quina de escribir. %l parecerno se había percatado de nada.

El ruido se iba haciendo cada ve( m$s )uerte. Bartolomeo lo oía incluso por encima delrepiqueteo de las teclas. Un pesado ruido met$lico, como de una puerta que se cierra.*uego, pasos apresurados resonando en la pro)undidad del edi)icio. Britos. %lguiengritaba a vo( en cuello, pero Bartolomeo no alcan(aba a oír las palabras. *os dedos delsecretario se parali(aron encima de las teclas. +e golpe el hombre levantó la cabe(a4 suscejas eran negras y eri(adas.

*os gritos se acercaron. Bartolomeo no se atrevía a moverse, pero se es)or(aba porescuchar, por comprender los gritos. #olo un poquito m$s cercaI

Bartolomeo y el secretario entendieron las palabras al mismo tiempo4

 ?MCorre, muchachoN ?gritaba el se9or &elliby?. 10al de aquí N

El secretario se puso de pie de un salto. Un montón de papeles salieron volando cuando pasó por encima del escritorio, pero Bartolomeo se le adelantó. #alió corriendo por la puerta y la cerró de un golpe tras de sí. #e volvió justo a tiempo para ver al se9or &ellibysubir la escalera a los tumbos, con la cara desencajada por el terror.

 ?MCorre a la calleN M7os encontramos a)ueraN

% ambos lados del pasillo de la comisaría había docenas de puertas de nogal, y todas ellas parecieron abrirse al mismo tiempo, revelando caras rojas y curiosas y corbatas )lojas.Unos cuantos o)iciales salieron a toda prisa, luchando con las hebillas de sus armas. Else9or &elliby se abrió paso a empujones. Bartolomeo se coló por entre sus piernas y losdos se encontraron a)uera, cojeando y trope(ando entre los pilares del puente de hierro.

El se9or &elliby volvió la vista por encima del hombro. El doctor Farro< había llegado ala escalinata de la comisaría. Caminaba a las sacudidas, con la nari( ensangrentada allídonde el se9or &elliby lo había golpeado. +etr$s de !l varios o)iciales de policía gritaban

y se empujaban, mirando con)undidos a las )iguras que huían. +os de ellos soplaron elsilbato y los persiguieron, pero pronto se perdieron entre la multitud vespertina, yBartolomeo y el se9or &elliby se internaron a toda prisa en la ciudad.

El se9or &elliby adivinó de inmediato por qu! la policía no hacía es)uer(os m$sdenodados por atraparlo. #abían qui!n era. Un miembro del Consejo #ecreto a)icionadoal espionaje y a los e8abruptos de violencia no iba a desaparecer así como así. En esemismo momento enviarían un cable a *ondres para alertar al je)e de policía de que

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enviara una patrulla a la casa de la "la(a Belgravia, con órdenes de arrestarlo en cuantollegara.

"ero el se9or &elliby no tenía intenciones de regresar a *ondres. 7o a>n. Fabía dosdirecciones m$s escritas en el peda(o de papel. +os vidas a las que qui($ podía salvar.

0iepre y cuando 'felia no est+ en LondresI 3enía la esperan(a de que hubiese ido aCardi)). % la pobre se le partiría el alma si se encontraba en casa cuando llegara la policía.

Cuando aminoraron la marcha lo bastante como para recobrar el aliento, Bartolomeo se le puso al lado4

 ?KQu! ha pasadoL ?preguntó, esquivando una pila de canastos de mimbre paramantenerse junto al se9or &elliby. En realidad, no quería saberlo. "robablemente se pondría )urioso. Fabían perdido muchas horas ahí dentro, y casi seguro porque elcaballero había hecho de nuevo una tontería y se había metido en problemas. "eroBartolomeo pensó que debía decir algo por haberse callado cuando el hombre le habíadado las gracias.

 ?5elusina era un títere ?dijo el se9or &elliby sin siquiera mirar a Bartolomeo. %l(ó lamano para detener a un ta8i, que iba tirado por dos lobos gigantescos. El ta8i no paró.*os lobos siguieron avan(ando, con los ojos amarillos apagados y ciegos. El se9or &elliby)runció el entrecejo al verlos pasar.

 ?#upongo que tiene sentido. *a dama estaba controlada por un duende. Como unamarioneta. apostaría mi dedo me9ique a que ese duende trabaja para el *ord Canciller."or eso ella trató de matarme, y ahora que ella est$ encerrada en la comisaría de Bath, elduende se pasó al cuerpo del barbudo. #e lo veía un poco tambaleante, KnoL Con esoganamos un poco de tiempo, espero, antes de que empiece a perseguirnos de nuevo.

El se9or &elliby le hi(o se9as a otro ta8i. Este sí se detuvo, soltando humo de carbón porcada juntura, pero se alejó haciendo un ruido tremendo en cuanto el conductor supoadónde querían ir.

El se9or &elliby maldijo y siguió caminando, hasta cru(ar un puente de piedra que pasabasobre un riachuelo de aguas blancas.

 ?3endremos que comprar provisiones. %rmas, qui($, y necesito un sombrero. 7o tengola menor idea de lo que nos espera en el lugar de las otras coordenadas, pero voy a estar preparado.

 ?KQu! coordenadasL ?preguntó Bartolomeo?. 3engo que encontrar a mi hermana.K%dónde vamosL

 ?%l norte. 7o s! decirte dónde est$ tu hermana, pero s! hacia dónde volaban los p$jarosde *icerish, y si ella est$ en alguna parte, estar$ all$. 3enemos que llegar hasta la ciudadde los duendes y subirnos a un tren en dirección a orshire. amos al norte.

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5enos de quince minutos despu!s de haber huido de la comisaría, ambos se desplomarondetr$s de la cortina de un bicita8i, que remontó traqueteando la ruta hacia 7ueva Bath. Elcarro era del tipo convencional, tirado por una bicicleta de grandes ruedas sobre la queiba un gnomo muy peque9o, que resollaba y pedaleaba con todas sus )uer(as.

El interior estaba oscuro. El se9or &elliby se estiró en el banco y gimió mientras setomaba la cabe(a dolorida. Bartolomeo se acurrucó del otro lado.

Una ve( seguro de que el caballero no le prestaba atención, corrió la cortina uncentímetro y miró sobrecogido la ciudad vertical que se desplegaba a su alrededor. Estabaa solo medio ilómetro de las callecitas estrechas del Callejón del iejo Cuervo, pero enel mundo de Bartolomeo estas )ormaban un bosque impenetrable. Jl nunca iba a ning>nlugar. Era imprudente salir de casa, peligroso bajar a la calle, y por completo insensatoaventurarse m$s all$ del gueto de los duendes. Bartolomeo no había tenido necesidad deser por completo insensato hasta hacía muy poco. %dem$s, su madre no hablaba bien de 7ueva Bath. #iempre le había dicho que era un lugar ruin y mortal, peor aun que losdistritos de duendes de la vieja ciudad. 7ueva Bath, decía, era donde los  sidhe sedescontrolaban, los duendes vivían en el salvajismo y en el desorden de su propia tierra, ydonde ni siquiera llegaba el largo bra(o de la "olicía /eal. Cuando Bartolomeo era muy peque9o, ella lo había sentado en su rega(o y le había contado que 7ueva Bath era unorganismo vivo al que un día le crecerían piernas, y que abriría sus ojos gris'nube y semarcharía a la campi9a, abandonando la ciudad.

5irando desde atr$s de la cortina, Bartolomeo casi le dio cr!dito al cuento de su madre.El carro traqueteaba por un empinado camino de piedra que parecía sostenido en el aire por las ramas de un $rbol enorme. #e acercaba la noche y aparecían lucecitas amarillas por doquier, bordeando las calles y salpicando la masa de construcciones e8tra9as congotitas de oro.

Bartolomeo se arrebujó en su capa. 3odo era tan distinto de ieja Bath. 3odo era m$ssilencioso y las sombras eran, en cierto modo, m$s hondas. Cada tanto le parecía oír un)ragmento triste de m>sica traída por la brisa, que le ro(aba las orejas como las alas deuna polilla. maginó que eran los pensamientos de la ciudad que se escapaban de sucerebro y bailaban por el aire. 7otó que, en esa (ona, no había criaturas de vapor. 7adade trolebuses o de autómatas. 7ada de tecnología. Qui($ por eso todo era tan silencioso.*as >nicas m$quinas eran las que entraban y salían de la 3erminal de 3renes de 7uevaBath, m$s abajo, en las entra9as de la ciudadD el edi)icio era una reliquia de una era pasada, cuando el gobierno había intentado conectar a la ciudad duende con el resto denglaterra. Era lo $nico que enla(aba a la una con la otra. Esos rieles. 7ada m$s.

/esoplando, el pobre gnomo que iba al volante del carro los condujo por una avenidaancha, pasando delante de torres y de casas que colgaban de cadenas, hasta llegar a loslindes de un enorme espacio abierto en el centro mismo de la ciudad.  No se parece tantoa un onstruo, pensó Bartolomeo. 6ás bien se parece a una an&ana! Una an&anaenore, negra, podrida, a la que le hubieran arrancado el cora&.n. El espacio see8tendía desde las estructuras del suelo hasta las nubes. % su alrededor serpenteaban pasarelas que se entrecru(aban en muchos niveles4 puentes, escaleras y planchas

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amarrados con cuerdas, colgantes, crepitantes, bamboleantes. % lo largo de ellos habíamiles de comercios, cho(as y carros, capullos de seda como de mariposas gigantes ytiendas coloridas con toldos que )lameaban. +e cada poste y de cada barandilla colgabaun )arol, lo que convertía a las pasarelas en cintas )lamígeras.

 ?Femos llegado ?dijo el gnomo casi sin aliento, dej$ndose caer sobre el manubrio?.El mercado du!ndico.

El se9or &elliby corrió la cortina del carro y bajó mir$ndolo todo. Bartolomeo lo siguiócon cautela.

Estaban al )inal del camino de piedra, a cientos de metros de altura, y había duendes portodas partes. 5$s duendes que los que Bartolomeo había visto en toda su vida. +uendesde todas las )ormas y tama9os, algunos p$lidos y peque9os como la se9ora Buddelbinster,algunos morenos y nudosos como 5arinube, algunos gigantescos. *os había plateados ydel color verde de las hojasD unos parecían completamente hechos de bruma y otros eranelegantes y color nue(, con alas de lib!lula en la espalda. =ormaban una corriente

constante en las pasarelas, que se arremolinaba y subía y bajaba. sin embargo en aquelespacio enorme reinaba un silencio inquietante. Fabía un sonido en el aire, pero no era lacaco)onía de los gritos y las m$quinas destartaladas que llenaban los callejones de laieja Bath. Era un bisbiseo constante, como si miles de hojas muertas se arrastraran almismo tiempo.

El se9or &elliby le dio una moneda al conductor del carro, y Bartolomeo y !l se internaronen el mercado. % su paso, docenas de ojos negros se volvían a mirarlos. oces agudas ysuspicaces se desataban a sus espaldas. Bartolomeo se mantuvo pegado al se9or &elliby,con la cabe(a gacha, deseando que su capa estuviera hecha de piedra y (ar(as, yanhelando poder re)ugiarse donde nadie lo viera. "ero a !l los duendes ni siquiera lo

miraban. #e dio cuenta de golpe. *os duendes miraban al caballero.

Continuaron por las pasarelas durante varios minutos, y por cómo el hombre empinaba elmentón y miraba )ijo al )rente, Bartolomeo se percató de que estaba nervioso.

Bartolomeo sintió un peque9o )ulgor de )uria en el pecho.  "so es lo que se siente, pensó. %hora usted tabi+n lo sabe. Era como si al remontar el camino en el carro hubiesenintercambiado lugares. Bartolomeo casi pertenecía a ese lugar e8tra9o. "odía hacer lo quehacían los dem$s, y nadie se lo llevaría por eso. 7adie siquiera se )ijaría en !l. "or unave( en su vida, !l no era el distinto.

+escorriendo un poco su capucha, miró con asombro las tiendas que lo rodeaban. Unavendía hermosas botellas negras con etiquetas que decían cosas como Ovino de latriste(aP o Otinta de pulpoP o Odestilado de odioPD otra vendía monedas, cantidades ymontones de ellas. "ero cuando Bartolomeo pasó delante y las miró con detenimiento,solo vio hojas y polvo. :tra tienda tenía hileras e hileras de moscas gordas color rojosangre, pinchadas con al)ileres en un tablero.

En un puesto vio bolitas lisas y grises y se acercó con curiosidad. +etr$s de los artículosestaba sentada una anciana, adormecida bajo una capucha carmesí. Bartolomeo inspiró

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con cautela. Estiró la mano y tocó uno de los objetos. Era muy suave, una hermosa pelotade pelaje sedoso y per)ecto. *e daban ganas de enterrar la mano yI

 ?Una hermosura de ratoncitos, KnoL ?dijo de pronto la vieja.

 7o estaba adormecida. *o había estado mirando, había clavado los ojos en !l desde laoscuridad de su capucha. Bartolomeo retiró la mano de un tirón y retrocedió, choc$ndosecon un troll. Este gru9ó )urioso. "ero enseguida el caballero acudió a su lado y lo hi(oavan(ar.

 ?MamosN 7ada de entretenerse. 7o queremos pasar m$s tiempo aquí que elabsolutamente necesario.

Cru(aron un puente de cuerdas, tomaron otra pasarela, subieron por una escalerillanudosa, y entonces el se9or &elliby se apretó los ojos y, con una vo( muy tensa, le dijo aBartolomeo que tuviera la amabilidad de pedir indicaciones. %l oírlo, Bartolomeo sintióun retortijón. El caballero debería hacerlo !l mismo. 7o era como si los duendes no

hablaran su idioma. "ero Bartolomeo no quería que el hombre lo considerara un cobarde,así que abordó a una criatura )le8ible y escamosa de manos palmípedas y ojos comovidrio, y le preguntó en vo( muy baja dónde podían comprar unas pistolas.

*os ojos di$)anos de la criatura se cru(aron con los suyos al evaluar su peque9a )iguraencapuchada. *uego respondió con vo( $spera y cavernosa4

 ?"or ahí, despu!s del vendedor de u9as y a unos veinticinco metros de las cabinas de los+onacora(ones. +obla a la i(quierda en la tienda de caramelos 7ell Curlicue. Esimposible no verla.

Bartolomeo asintió ante el duende acu$tico y se apresuró a reunirse con el se9or &elliby,que se había puesto en marcha al oír Ovendedor de u9asP. +oblaron en la tienda decaramelos que anunciaba sabores a Olu( de estrellaP, a OcicutaP y a OestalactitasP, y)inalmente llegaron a un peque9o establecimiento chillón, que tenía un cartel coloridocon la palabra Oba(arP sobre la puerta. Bartolomeo espero a que entrara el se9or &elliby yluego lo siguió.

*a tienda llamada Oba(arP era mucho m$s grande por dentro de lo que se hubiera dichodesde la pasarela. %l parecer vendía todo lo que jam$s había e8istido. El )rente de latienda tenía cosas corrientes como tarros de galletas y pepinillos en vinagre, pero cuantom$s se penetraba en ella m$s misteriosos eran los objetos a la venta. 5ientras el se9or&elliby regateaba por el precio de una br>jula, Bartolomeo se paseaba por entre lasgóndolas, intentando mirar todo al mismo tiempo. Fabía mu9ecos vestidos con reta(osnegros y rojos que parpadeaban a su paso, semillas que supuestamente se convertían engigantescas plantas de )rijoles, y anillos y broches intrincados que correteaban sobre patas de insecto bajo campanas de vidrio. %l )inal de una góndola especialmente larga setopó con una jaula de alambre en la que había algo parecido a un loro negro, envuelto ensus alas. Eran alas potentes, de oscuras plumas aceitosas que crecían de un hueso )uerte, ysobresalían en punta por encima de la cabe(a de la criatura.

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#íl)ide pen>mbrica, decía el cartel sucio en la base la jaula. #emielemental. "oco com>ny e8tremadamente m$gica. ncluso un solo esp!cimen es un tesoro muy buscado, puedeusarse para mandados casi instant$neos, entrega de mensajes, etc!tera. "recio4 2 libras'duende4 no menos que el equivalente de un bra(o y una pierna.

Bartolomeo se alejó de la jaula. Era de acero. *o sentía incluso sin tocarla, por un dolorvago en la parte de atr$s de la cabe(a. *a criatura pareció darse cuenta de que la estabanmirando. %brió las alas y una delicada cara blanca miró a Bartolomeo. 3enía la bocaancha y labios a(ules.

"or un momento se miraron en silencio. *as alas se abrieron a>n m$s. Bartolomeo vio elcuerpo de la síl)ide, desproporcionadamente peque9o al lado de sus alas, bracitos comoramas y piernas que casi se perdían entre las plumas. *uego la síl)ide mostró los dientes ysoltó un silbido de serpiente.

 ? 0ustituto ?dijo en vo( baja.

Bartolomeo alejó la cabe(a de la jaula.

 ?#ustituto ?dijo de nuevo, m$s alto.

 ?C$llate ?susurró Bartolomeo.

 ?#ustituto, sustituto, sustituto. ?"ara entonces la síl)ide iba de un lado a otro tra(andocírculos en la jaula, con la vista clavada en Bartolomeo. *uego soltó un chillido y seabalan(ó contra los alambres, quem$ndose la carne.

 ?M#ustitutoN

Bartolomeo reculó, echando al suelo una bandeja etiquetada OmentirasP. Estas cayerontambi!n y empe(aron a e8pandirse4 bulbos a(ules y esmeralda que se hicieron cada ve(m$s grandes hasta e8plotar, produciendo una lluvia de gas )!tido. +io media vuelta parasalir corriendo, pero un gnomo ya se le acercaba desde el e8tremo opuesto del pasillo.%ntes de que Bartolomeo pudiera dar dos pasos lo a)erraron unos dedos )ríos, que tirabande los peda(os de tela que le cubrían la cara. *a tela se deshi(o. El gnomo saltó haciaatr$s como si lo hubiera mordido.

 ?M=ueraN ?gra(nó?. #al de aquí antes de que te vean los clientes. ete a otra parte contu cara esperp!ntica.

Bartolomeo echó a correr. "asó delante de las semillas de )rijoles y de los mu9ecos,sosteniendo su dis)ra( con las manos. "asó delante del caballero, que lo esperaba en la puerta. El se9or &elliby cargaba en sus bra(os pistolas, un sombrero nuevo, una br>jula yun mapa muy grande. Empe(ó a decir algo, pero Bartolomeo no se quedó a oírlo. *o hi(oa un lado y salió del ba(ar a la pasarela. #e le acercaba una tropilla de duendes enanoscon sombreros rojos en punta. % sus espaldas, Bartolomeo oyó un aleteo y vocecitas quecuchicheaban. io una brecha oscura entre dos tiendas y se metió. *uego se desplomó enel suelo y se ovilló sobre sí mismo.

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Esos duendes creyeron que yo era un gnomo. "or eso no me miraban. Creían que yo eracomo ellos. "ero no era como ellos. 7o era como nadie.

El se9or &elliby lo encontró die( minutos m$s tarde. Bartolomeo tenía la cabe(a metidaentre los bra(os. 3emblaba un poco.

 ?5uchacho ?dijo el se9or &elliby en vo( baja?. 5uchacho, Kqu! pasaL K"or qu! nome esperasteL

Bartolomeo se incorporó sobresaltado. #e limpió la nari( con la mano.

 ?:h ?dijo?. 7ada. 3enemos que irnos.

El se9or &elliby lo miraba con cara rara. Bartolomeo no quería que lo miraran. Quería quelo dejaran tranquilo y deseaba que, si todo el mundo lo despreciaba, al menos se loguardaran para ellos. #e puso de pie y empe(ó a caminar.

 ?MConseguí las pistolasN ?dijo el se9or &elliby, corriendo tras !l?. un sombrero.K3ienes hambreL

Bartolomeo no había comido desde la cena del día anterior, pero no dijo nada. #iguiócaminando con la capucha puesta y la cabe(a gacha. 3uvo que hacer un es)uer(o para noespiar por encima del hombro a ver si el caballero lo seguía. "or un rato solo caminó, sinsaber adónde se dirigía. *uego el hombre apareció a su lado, con dos pasteles crocantesen la mano. *e dio uno a Bartolomeo. Bartolomeo se lo quedó mirando

 ?amos ?dijo el se9or &elliby?. MComeN

El pastel estaba lleno de grasa, muy probablemente hecho con la carne de alg>n horrendoanimal callejero, pero Bartolomeo se lo (ampó con huesos y todo, y se chupó la grasa delos dedos. El se9or &elliby tomó la costra del suyo y le pasó el resto a Bartolomeo, quetambi!n se comió ese. *e recordaba la sopa con gotas de cera y a Queta, y eso le dioganas de echar a correr de nuevo ?hacia cualquier parte? para ir en su busca.

+ejaron el mercado du!ndico a sus espaldas y prosiguieron por una pasarela que bordeaba el lado e8terno de la altísima ciudad.

 ?*a estación de trenes ?dijo el se9or &elliby? est$ cerca del suelo.

hacia ahí se dirigían.

%>n estaban a una altura de m$s de cien metrosD la vista de Bartolomeo llegaba lejísimo,hasta el campo que se encontraba m$s all$ del borde de la ciudad. El cielo se desplegabaante sus ojos adquiriendo visos cobri(os en el atardecer, mientras las nubes pasaban bajasy ominosas sobre la curvatura del mundo.

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#e detuvo a observar. Fabía algo en el cielo, aparte del interminable ocaso. Un destello.Una mancha negra, m$s oscura que las nubes, que se alejaba a una velocidad increíble dela ciudad.

Bartolomeo se inclinó contra la barandilla de cuerda.

 ?5ire ?dijo, llamando con la mano al se9or &elliby?. 5ire all$.

El se9or &elliby acudió a su lado. Entrecerró los ojos.

 ?Qu! demoniosI

 ?#on las alas ?dijo Bartolomeo en vo( baja?. #e est$n yendo. %y, Queta, pensó. '*aláest+s sana y salva.

El se9or &elliby notó el cambio en su cara.

 ?amos ?dijo?, no te preocupes. Encontraremos a tu hermana. *a rescataremos ? entonces sonrió, no con la sonrisa ancha que usaba en estminster, sino con unaverdadera?. "ero si vamos a seguir teniendo aventuras juntos, me parece que sería mejor decirnos nuestros nombres, KnoL ?le o)reció la mano a Bartolomeo?. 5e llamo %rturo,%rturo &elliby.

Bartolomeo no se movió. #e quedó mirando al se9or &elliby y su mano. *uego, concautela, la tomó, y se dieron un apretón.

 ?Bartolomeo ?dijo.

&untos se volvieron y empe(aron a bajar hacia la ciudad cada ve( m$s oscura.

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Capítulo XVI

Arinbruja

%"E7%# los pistones del tren subieron y bajaron una o dos veces, el se9or &elliby sequedó dormido.

Bartolomeo había supuesto que diría algo, que comentaría con !l sus planes, o que lecontaría m$s sobre la dama de morado, pero no lo hi(o. - bueno. El aire estaba tibio, elasiento era mullido, y Bartolomeo se acomodó en !l y pegó la nari( contra la ventanilla)ría. *a ciudad pasaba debajo de ellos como un borrón a(ul oscuro, y las torres y lostechos desaparecían tan aprisa que apenas los veía. Cru(aron el río y siguieron caminoentre las enormes chimeneas de las )undiciones donde se )abricaban ca9ones. *uego, enun abrir y cerrar de ojos, la ciudad quedó atr$s, y atravesaron los prados verdes de lacampi9a. En pocos minutos Bath quedó convertida en una mancha de tinta en elhori(onte, que se hacía m$s peque9a con cada respiración.

Bartolomeo la miró y sintió un dolor e8tra9o en el pecho. #e iba. +ejaba todo lo quehabía conocido. ba qui!n sabía adónde con un caballero que no comía cuando habíacomida y que le estrechaba la mano a un sustituto. En alg>n lugar de aquel puntomenguante estaba su madre, dormida en un departamento vacío. QuetaI Queta estabaen alguna parte. 7o ahí, pero en alguna parte.

Concentró su atención en el compartimento del tren n>mero die( en dirección a *eeds. Else9or &elliby había comprado boletos de primera clase como hacía siempre, y Bartolomeono estaba tan desorientado como para no darse cuenta de lo sumamente re)inado que eratodo. #obre los asientos colgaban cuadritos enmarcados4 escenas )elices, agradables, de

gente muy bien vestida que tomaba el t!, o paseaba en la calle, mirando vidrieras oestanques. En los paneles de madera había montadas dos l$mparas, cada una con unduende )lamígero aprisionado dentro. El que estaba del lado de Bartolomeo golpeó elvidrio para llamar su atención y se puso a hacerle muecas groseras con su cararesplandeciente. Bartolomeo lo observó un rato. Cuando volvió a mirar por la ventana, elduende se puso a aporrear el interior de la l$mpara con los pu9os y a escupir peque9asllamaradas )uriosas. Bartolomeo lo miró de reojo. Enseguida el duende se puso a hacerlemuecas una ve( m$s.

Un rato despu!s el se9or &elliby despertó. Bartolomeo apoyó la cabe(a contra la ventanay se hi(o el dormido, mientras vigilaba al caballero a trav!s de sus p$rpados entornados.

El se9or &elliby lo miró una sola ve(. % continuación, desplegó en el compartimento elmapa reci!n comprado.

*os dedos de se9or &elliby se paseaban por el grueso papel blanco, dando saltitos cuandoel tren traqueteaba. Era un mapa algo distinto de aquellos a los que estaba acostumbrado.*a sla de nglaterra se llamaba OEl *ugar %brasadorP, *ondres era O*a Aran "ila de%bonoP y orshire 7orte, OEl Casi 5undoP. "ero se entendía bastante bien. El tren losllevaba a *eeds, en orshire. #in embargo, las coordenadas que le había indicado el

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se9or Werubbabel no quedaban en *eeds. +e hecho, hasta donde podía determinar else9or &elliby, no quedaban en ning>n lugar en particular. El punto que había marcado enel mapa no era una ciudad, ni una aldea, ni una granja. #encillamente, era pleno campo.

=runció el ce9o mirando el mapa, lo dio vuelta, lo plegó y volvió a abrirlo. *eyó de

nuevo las coordenadas, recalculó la longitud y la latitud. 7o sirvió de nada. %quel sitio senegaba a ubicarse en alguna parte lógica.

Cuando el tren se detuvo en Birmingham, una se9ora mayor, vestida con un abrigo de piel plateada, abrió la puerta del compartimento con intención de sentarse. 3ras unaojeada a la cara vendada de Bartolomeo y a las pistolas que el se9or &elliby llevaba en elcinturón, se dio vuelta muy aturrullada y cerró la puerta corredi(a. 7adie los molestó porel resto del viaje.

*legaron a *eeds despu!s de medianoche. En la (ona de carga, sobornaron al conductorde una diligencia para que abandonase a los pasajeros que esperaba y los llevase tan cercacomo )uese posible del punto marcado en el mapa. 7ing>n camino llegaba a menos de

siete u ocho ilómetros de allí. Esa noche iban a tener que caminar.

#alieron de la ciudad a la lu( de la luna. *a diligencia iba tirada por un par de gigantescossaltamontes, que corrían con arrojo, arrastr$ndola de manera tan brusca por sobre piedrasy huellas que el se9or &elliby pensó que la harían peda(os. "or las rendijas laterales delcarruaje entraba un viento g!lido y las ramas golpeaban contra las ventanillas. En pocotiempo Bartolomeo y el se9or &elliby quedaron cubiertos de moretones y helados hastalos huesos. +espu!s de una hora, la diligencia se detuvo. +escendieron adormilados.

 ?Bueno ?dijo el cochero, encogido en su abrigo y mir$ndolos con ojitos relucientes?.%quí es lo m$s cerca que puedo dejarlos. Fay una posada a un ilómetro y medio por

donde vinimos. O*a *u( del "antanoP. *os espero allí.

El se9or &elliby asintió y echó un vista(o alrededor, pasando los dedos por la copa de susombrero una y otra ve(. ?7o le hable a nadie de nosotros, si es tan amable. si novolvemos antes de que amane(ca, puede dar por sentado queI que hemos encontradootro camino. Buenas noches.

El cochero gru9ó y chasqueó el l$tigo. *os saltamontes echaron a correr y la diligencia sealejó con estruendo por el camino. 3emblando de )río, Bartolomeo la miró irse.

El se9or &elliby consultó la br>jula. *uego se pusieron en marcha por un prado verde yh>medo. Una )ina neblina )lotaba sobre la hierba y los pantalones de ambos acabaronmojados hasta la rodilla. %l poco tiempo empe(ó a llovi(nar. Bartolomeo estaba mareadode sue9o y el se9or &elliby rengueaba, pero ninguno de los dos dijo nada. #iguieron sumarcha cru(ando m$s prados, sorteando colinas y vadeando peque9os arroyos, hasta queno les quedó un solo m>sculo libre de dolor.

El se9or &elliby trepó a un muro bajo de piedra, con la mirada clavada en la br>jula.

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 ?3endríamos que llegar de un momento a otro ?dijo, y se limpió la tierra de las rodillas ?. #ea donde )uere que vayamos.

/esultó que iban a un grupo de $rboles situado en medio del campo abierto. 7o era un bosque. Qui($ lo había sido alguna ve(, cuando a>n había bosques por esos lugares, pero

le habían podado todas sus e8tensiones y ahora solo quedaba un manojo de robles yolmos que se al(aba encima de la hierba. El se9or &elliby se detuvo en el linde a mirar lasramas abovedadas. *uego entró, con Bartolomeo pis$ndole los talones.

Bajo los $rboles el aire estaba h>medo, pero no como en los prados. Era una humedadmohosa, viva, cargada de olor a corte(a y a tierra mojada. El suelo estaba tapi(ado demusgo, y aunque los $rboles crecían muy cerca unos de otros, no era di)ícil caminar. %los veinte pasos desembocaron en un peque9o claro. *a lluvia era un susurro, y en eselugar la hierba crecía alta. Bajo las gotitas de agua crepitaba una pila de ramaschamuscadas. en el centro del claro, tan alegre y acogedora como podía imaginarse,había una carreta de madera con capota, pintada de rojo, con a(aleas amarillas y primaveras sobre la puerta y entre los rayos de las ruedas. Una sola ventana daba ale8terior, y unas cortinas rojas estaban corridas dentro de los paneles. 3ras ellas brillabauna lu( c$lida, que proyectaba cuadrados iluminados en la hierba.

Bartolomeo y el se9or &elliby miraron a su alrededor con inseguridad. %llí no habíaartilugios monstruosos, ni peque9as tumbas, ni síl)ides de alas negras susurrando entre lasramas. ¿Qu+ deonios podía interesarle al se5or Lic8erish en este lugar, coo para que su pá*aro hubiera venido volando tan le*osL Bartolomeo esperó, esperó condesesperación, que Queta estuviera dentro del vagón pintado. +e repente sintió unaimpaciencia tremenda.

El se9or &elliby subió los escalones que llevaban hasta la puerta de la carreta y golpeó dos

veces.

 ?MFolaN ?llamó, con lo que esperaba que sonase como un vo( imperiosa?. KQui!nvive aquíL M3enemos que hablar con ustedN

%dentro se rompió algo. Un ruido brusco y repentino, como si alguien se hubiese llevadoun buen susto y se le hubiese caído una ta(a o un cuenco de las manos.

 ?%y, no. %y no, ay no, ay no ?se quejó una vo( d!bil?. $yase, por )avor. $yase. 7otengo dinero. 7ada de dinero.

El se9or &elliby miró a Bartolomeo, pero este no le devolvió la mirada. En cambio, noquitaba la vista de la puerta.

 ?#e9ora, le aseguro que no busco dinero ?dijo el se9or &elliby?. 5e ha dado sudirección Ver8es aI un conocido en com>n. necesito hablar con usted. K#e9oraL K#eencuentra bienL

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En la puerta se abrió una mirilla y apareció una cara. El se9or &elliby se echó atr$s. Erauna cara gris y arrugada enmarcada en una mata de ramas ralas de abedul. Una duendeanciana.

 ?KUsted no ser$ de la :)icina de nspectores de +uendes, noL ?preguntó?. K: del

&u(gado de EspinasLK: del gobiernoL

 ?o, en )in, yo soy de nglaterra ?respondió est>pidamente el se9or &elliby.

*a duende soltó una risa nerviosa y descorrió el cerrojo.

 ?%h, yo no. % ver, pase y s$lgase de la lluvia. % menos que la lluvia le guste, claro. Faygente a la que le gusta.

Es bueno para los selquis, cura los granos de las nin)as, aunque, que yo sepa, no le hace

 bien aI M:hN ?al ver a Bartolomeo se llevó las manos a la boca?. M"obrecito eldistintoN MEst$ m$s )laco que una espina de pescadoN

Bartolomeo intentó ver m$s all$ de la duende, dentro de la carreta. +espu!s la miró.¿Pobrecito el distintoL #u vo( no trasuntaba asco, nada del miedo del gnomo en el ba(ar,ni de la maldad me(quina del buhonero en el Callejón del iejo Cuervo. "arecía m$s preocupada por su semejan(a con un pescado que por el hecho de que )uese un sustituto.

0í, bueno, no teneos que co+rnoslo con nabos, ¿ciertoL, pensó el se9or &ellibymientras la duende los hacía pasar a la carreta. *a sala era diminuta, apretada y c$lida, yestaba abarrotada de pergaminos y de botellas de bonitos colores. +el techo colgabanmanojos de hierbas. #obre los estantes ardían velas derretidas de )ormas )ant$sticas. *acarreta era demasiado peque9a para esconder a alguien, y Queta no estaba ahí.

*a vieja duende se puso a barrer los )ragmentos del cuenco de arcilla.

 ?%y, qu! desastre ?se quejó?. 7o tengo muchos visitantes, la verdad. 7o de los buenos, en cualquier caso.

#u gastada vo( chirriaba, un poco como la del duende mayordomo. Eso sí, m$s amable.Qui($ demasiado amable para alguien cuyo hogar alejado de todo acababa de serinvadido por desconocidos.

 ?#e9ora, venimos por un asunto de gran importancia ?dijo el se9or &elliby.

 ?K%h, síL ?echó los )ragmentos en el plato del gato, que estaba lleno de leche?. Kcómo puede una grinbruja como yo ayudar a unos se9ores tan buenos como ustedesLKEst$n en)ermosL K% alguno de los dos lo alcan(ó el cóleraL 3engo entendido que !l est$ bastante ocupado en *ondres.

El se9or &elliby se sacudió la humedad de los (apatos y se quitó el sombrero. ¿'cupadoL

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 ?7o, nada de cólera. 7ecesitamos hablarle de alguien.

*a duende se endere(ó, le sonaron las articulaciones y llevó la pava del t! a la estu)a delrincón.

 ?a no cono(co a muchos OalguienP. KQui!n podr$ serL

 ?El *ord Canciller. &uan *icerish.

*a vieja duende casi soltó la pava. #e volvió a mirarlos.

 ?:h ?susurró, mientras le temblaban los ojos?. :h, )ue sin mala intención. #ea lo quesea que haya hecho, que est! haciendo, lo mío )ue sin mala intención.

*a mano del se9or &elliby se posó en el mango de su pistola.

 ?7o hemos venido a acusarla, se9ora ?dijo en vo( baja?. 7ecesitamos su ayuda.

3enemos pruebas con)iables de que usted est$ conectada con el se9or *icerish y nosurge saber por qu!. "or )avor, Mnos urge saberloN

*a duende se metió las manos en el delantal y empe(ó a caminar de un lado a otro,haciendo crujir el suelo de la carreta a cada paso.

 ?7o lo cono(co. Casi nada. M7o es mi culpaN ?se detuvo a mirarlos?. 7o me llevar$n por la )uer(a, KnoL 7o a las ciudades con sus horrendas emanaciones. %h, no, me moriría.

 ?"or )avor, se9ora, c$lmese. 7o la llevaremos a ninguna parte. #olo necesitamos quenos diga algunas cosas. 3odo.

*os ojos de la duende en)ocaron las pistolas. 5iró al se9or &elliby, a las armas y de vueltaa su due9o. *uego regresó al lado de la estu)a. El t! humeaba cuando lo sirvió en ta(as delo(a a(ul.

 ?3odoI ?dijo?. Usted moriría de viejo antes de que le contara la mitad.

*es llevó el t! y se dejó caer en la mecedora.

Bartolomeo no tomó su ta(a. Queta no está aquí . *o >nico que había allí era una viejaduende medio loca. +eberían irse, cru(ar corriendo los prados para llegar hasta elcochero que los llevaría a *eeds. 7o beber t!. 3iró de la manga del se9or &elliby, abrió la

 boca para decir algo, pero la duende habló primero. ?%c$, la vida alejada es dura ?dijo, con vo( petulante?. *a gente de la ciudad trabajaen )$bricas. %ndan siempre entre los motores y las campanas de iglesias y el hierro.  pierden su magia. o no podría. %c$ a lo lejos me a)erro a un poco de ella. /eta(os. 7o escomo en casa. *a verdad que no. "ero casi. Es lo m$s cerca que puedo estar.

Bartolomeo sabía que hablaba de su casa en el "aís %ntiguo. *a duende debía de ser muyvieja.

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 ?M de algo hay que vivirN ?se quejó?. 7o soy m$s que una vieja grinbruja y ya nadiequiere mi ayuda. Cada tanto vienen duendes de las ciudades cuando sus peque9os tosensangre, pero no pueden pagar mucho. tuve que vender a la pobre +olly para comprar pegamento, así que ya no podía salir de gira. de algo hay que vivir, Kme entiendeL ?ensus ojos brilló una e8tra9a chispa?. El *ord Canciller me envía oro.

 ?%h, sí ?dijo el se9or &elliby con )rialdad?. K usted sabía que !l ha estado matandosustitutosL K: le paga tanto que no le importaL *e agradecería que me contara de qu! setrata todo este asunto. Con palabras sinceras. KQu! est$ planeando el *ord CancillerL

+io la impresión de que la grinbruja iba a echarse a llorar. Bartolomeo sospechó que eram$s por el tono de desaprobación de la vo( del se9or &elliby que por las palabras en sí.

 ?KUsted no sabeL ?dijo ella?. Usted intenta detenerlo, KnoL "or eso vino aquí. K nisiquiera sabe qu+ est$ intentando detenerL

El se9or &elliby tragó su t!. 7o lo sabía. 3odo lo que tenía eran )ragmentos y partes

sueltas ?el p$jaro, el mensaje, la conversación en estminster?, pero en su conjunto noera mucho.

*a vieja duende arrimó la silla un poco adonde estaba !l.

 ?Quiere abrir otro portal du!ndico, por supuesto.

El se9or &elliby parpadeó por encima del borde de su ta(a. Bartolomeo hi(o un ruiditocon la garganta, a mitad de camino entre un grito sordo y una tos.

 ?K7o lo sabíaL ?rió ella, arrim$ndose m$s a>n?. #í, el portal du!ndico. 5uy pronto,tengo entendido. 5a9ana. er$, el >ltimo ocurrió solo. Un )enómeno natural suscitado por un montón de coincidencias desa)ortunadas. #iempre ha habido grietas entre losmundos. *as cosas siempre han pasado de un lado a otro, y hay muchos cuentos dehumanos que se encontraron en el "aís %ntiguo por accidente. "ero este nuevo portal noser$ una grieta. 7o ser$ un accidente. &uan *icerish lo est$ dise5ando. :rden$ndole quee8ista. Un enorme pasaje en el medio de *ondres. En medio de la noche.

El se9or &elliby bajó su ta(a con brusquedad.

 ?M"ero eso ser$ una carniceríaN ?e8clamó, horrori(ado?. :)elia y Brahms yIM:currir$ todo de nuevo como en BathN

 ?#er$ peor ?dijo la duende, y en su cara se dibujó una sonrisa tan )ranca y dentada queal se9or &elliby se le puso la piel de gallina.

 ?7o dar$ resultado ?dijo !l, mirando con aplicación la tren(a de ajo que estaba sobre lacabe(a de la duende?. *as campanas. *as campanas lo detendr$n. 7o paran de sonar.Cada cinco minutos. El se9or *icerish no tendr$ tiempo de intercalar un hechi(o.

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 ?%aah, las campanas ?la duende siguió sonriendo?. Bath tenía campanas y no pocorelojes, y aun así voló por los aires hasta la *una. *as campanas no )uncionan contrahechi(os de ese tipo. "uede que estorben a un  pis8i que quiera darle a alguien una verrugao embrollen un encantamiento menor, pero no impedir$n que se abra un portal du!ndico,un camino al "aís %ntiguo.

 ?K entonces, qu! hacemosL ?gritó casi el se9or &elliby?. M7o podemos quedarnosaquí sentadosN KCómo lo detenemosL

 ? yo qu! s!.

%hora ella estaba muy cerca. El se9or &elliby estaba seguro de que podía olerla4 )lores yhumo y leche agria.

 ?%brir un portal du!ndico es un proceso complicado. o no lo entiendo. 7o quiero entenderlo. *o >nico que s! es que el se9or *icerish necesita un brebaje. "lantas y partesde animales. o se las doy. Es una poción vinculante, el brebaje ese. %trae a una especie

de duende llamado Osíl)ide pen>mbricaPD es capa( de dirigir a bandadas enteras de ellas yobligarlas a hacer lo que se les dice. "ero no s! para qu! necesita a las síl)ides. o soyhilo muy delgado, KentiendeL Un hilo muy delgado en una enorme telara9a.

Fi(o con los dedos el movimiento de una ara9a que corre.

 ?5e envía sus notas con un p$jaro mec$nico. Un p$jaro hecho de metal, Kalguna ve( viocosa semejanteL hago lo que me pide. "ero esos distintosI ?la sonrisa desapareció desu cara, y ella se encogió contra el respaldo de su silla. +e repente pareció triste yasustada de nuevo?. 7o s! para qu! son. "obres, pobres criaturas. 7o s! por qu! losmata. Fe enviado nueve botellas a *ondres. 3ambi!n un montón de botellas peque9as.

5uy chiquitas. I y lo >ltimo de lo que me enter! es que había habido nueve muertes.Usted es de *ondres, KnoL 5e di cuenta por la tierra de sus (apatos. % lo mejor !l llevaun tiempo tratando de abrir el portal. 7ueve veces. 7ueve veces usted podría habermuerto en su cama y se ha salvado ?la mirada de la duende se posó en la ventana?. ono quería que nadie saliera lastimado. +e veras que no. cuando me enter! del asunto delos sustitutos en el río, de inmediato supe que era !l. "ero, no, no me hagan pensar en eso.o no podía hacer nada. KQu! hubiera podido hacerL ?hi(o esa pregunta casi en )ormade ruego.

Bartolomeo al(ó la vista de sus botas. *a )ulminó con la mirada.

 ?KCómo que qu! hubiera podido hacerL

*a grinbruja se volvió sorprendida hacia !l. Bartolomeo llevaba horas sin hablar y su vo(había sonado $spera.

 ?Fubiera podido no hacer nada, eso hubiera podido hacer. Fubiera podido dejar deayudarlo. Jl ahora tiene a mi hermana, KsabíaL Ella es la pró8ima, y es culpa suya. Ustedes m$s culpable que cualquiera.

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*a vieja duende lo miró por un momento. *a lu( del )uego brillaba en sus ojos. Fablócon vo( suave.

 ?7o )ue mi culpa. a lo creo que no. El se9or *icerish es el responsable de lasmatan(as. 3odo lo que hice )ue revolver mi olla en el claro. 7o quiero pensar en eso. 1No

quiero pensar en esoNEl se9or &elliby empe(ó a ponerse de pie. *a grinbruja se volvió de golpe paraen)rentarlo. #onrió de nuevo.

 ?"ero a )in de cuentas supongo que sí es culpa mía. %h, de veras lo siento. K#abe unacosaL Cuando me enter! por primera ve( del plan de &uan *icerish, pens!4 OK"or qu!noLP. K"or qu! tendría que importarme lo que le pasara a *ondresL Es hora de que losduendes se liberen, hora de darles una lección a los ingleses. "ero cambi! de parecer.KQuiere m$s t!L 5e di cuenta de que el se9or *icerish no lo hacía por el bien de losduendes. 7o lo hacía por el bien de nadie, la verdad. E8cepto por el suyo propio. +iceque no le gustan los muros ni las cadenas, pero en realidad sí. #iempre y cuando +l  

construya los muros y )abrique las cadenas. "orque cuando se abra el portal du!ndico nova a dejar las cosas ahí. *o va a custodiar como un enorme perro guardi$n, y ser$ suyo.Quedar$ siempre abierto, pero !l decidir$ qu! entra y qu! sale.

Bartolomeo la miraba )ijo. ¿Qu+ le pasa a esta vie*aL Era como si su mente se retorcieray se empujara y se mintiera a sí misma. *a duende no paraba de mirar al se9or &elliby conesa horrenda sonrisa en la boca, mientras sus ojos y sus dedos daban peque9as sacudidas.

 ?5uchas criaturas morir$n cuando se abra ?dijo ella?. Fumanos y duendes, todosmuertos en sus camas. En Bath murieron veinte mil. Cien mil en el período posterior.K/ecuerda la Auerra #onrienteL KColina 7egra y los +ías de %hogadosL Claro que no.

Usted es demasiado joven y est$ demasiado bien alimentado. "ero yo sí me acuerdo."asaron a9os y a9os desde que el portal se abrió, y a>n seguía habiendo con)usión yderramamiento de sangre. :currir$ de nuevo. endr$n nuevos duendes, y ser$n libres ysalvajes, y bailar$n sobre las entra9as de la gente y de los duendes ingleses, tontos ycansados. es que los duendes que est$n aquí no sabr$n qu! hacer. a no recuerdancómo eran antes. o creo que todos morir$n, Ky ustedL 5orir$n junto con todo lo dem$s. el se9or *icerish lo contemplar$ todo desde alg>n lugar seguro ?miró al se9or&elliby con adoración?. "ero usted lo detendr$, Kno es ciertoIL

El se9or &elliby empujó su ta(a.

 ?7o lo s! ?dijo con sequedad, y sacó del bolsillo del chaleco el peda(o de papel que lehabía dado el se9or Werubbabel?. 3engo una dirección m$s del p$jaro mensajero. Est$en alguna parte de *ondres. KEse es el lugarL K#e lo ha dichoL Creo que los p$jarosmensajeros conectan al se9or *icerish con todos los puntos de su plan4 Bath y lossustitutos, y usted. +e ida y de vuelta a *ondres.

*a sonrisa de la vieja duende se llenó de picardía.

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 ?Usted sí que es inteligente, KehL 3an inteligente y tan alto. +ígame4 Kcómo atrapó al p$jaro mensajero del *ord CancillerL #i se llega a enterar lo mandar$ matar.

-a lo ha intentado, pensó el se9or &elliby, pero dijo4

 ?5ire, se9ora, no tenemos tiempo para tonterías. +íganos qu! aspecto tiene el portal ynos iremos a buscarlo y la dejaremos tranquila.

 ?%h, Mpero no quiero que me dejen tranquilaN M7o se vayaN 7o puedo contarle esascosas. 7o puedo, sería un desastre. : a lo mejor puedo. Qui($s un poco. 5is recuerdosde la >ltima ve( est$n muy borrosos, eso es todo. 5uy borrosos y lejanos. +espert! en micama en la copa de un $rbol yI ?los ojos de la grinbruja se nublaron?. 5am$. 5am$estaba empacando. 7os decía que nos di!ramos prisa porque estaba ocurriendo unamaravilla junto a la Ciudad de la /isa 7egra. recuerdo que caminamos, caminamos.Entonces yo era muy joven. 5e pareció que camin$bamos durante cien noches seguidas, pero no puede haber sido mucho tiempo. luego vimos una puerta en el aire. Era comouna rasgadura en el cielo y los bordes eran alas negras que batían. % nuestro alrededor

caían plumas. *a atravesamos, pero no recuerdo qu! aspecto tenía del otro lado. 7o volvíla vista atr$s. 7i una ve(. 7o hasta que )ue demasiado tarde. "uede que el portal hayasido enorme o diminuto. 5iles de nosotros pasamos por !l al mismo tiempo, pero eramagia pura, el portal aquelD puede que no haya sido m$s grande que mi nari( ?arrugó lanari(?. El portal de *ondres podría ser cualquier cosa. Estar en cualquier parte. "odríaser una ratonera o un armario. "odría ser el gran arco de m$rmol de "ar *ane.

#onrió con nostalgia, mientras )rotaba con el pulgar el borde roto de la ta(a.

 ?5e gustaría volver, KsabeL %l "aís %ntiguo. % casa.

Con sus ojos a(ules apagados y acuosos miró a Bartolomeo. +espu!s apoyó la ta(a y setapó las orejas con las manos.

 ?*o mejor es no pensar en eso. 5ejor no. 1No quiero pensar en esoN *os planes delse9or *icerish no pueden traer nada bueno. 7o para mí. 7i para mí, ni para nadie.

*a carreta quedó en silencio por un minuto. El )uego crepitaba dentro de la peque9aestu)a. %)uera, un b>ho ululó lastimeramente en un $rbol.

Entonces el se9or &elliby se puso de pie.

 ?%sí es. Es hora de irnos. Aracias por el t!.

*a grinbruja empe(ó a hablar de nuevo, levant$ndose apresuradamente de la silla y procurando retenerlos un rato m$s, pero el se9or &elliby ya estaba abriendo la puerta.#alió a la noche. Bartolomeo lo siguió, poni!ndose la capucha.

a en el claro, el se9or &elliby inspiró hondo. #e volvió hacia Bartolomeo.

 ?*oca como una cabra, la pobre. amos, que hay que salvar al mundo.

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%bandonaron el círculo de calor de la carreta y se dirigieron hacia la humedad pesada del bosque.

 ?Qu! importa el mundo ?dijo Bartolomeo a media vo(?. *o >nico que quiero esencontrar a Queta.

*a vieja duende salió de su carreta y los observó marcharse, y siguió mirando en esadirección hasta mucho despu!s de que se los hubiera tragado la noche.

"asaron horas. "ermaneció tan quieta que hubiera podido ser con)undida con un $rbol. %l)in un gorrión mec$nico descendió en el claro y se posó a sus pies en la hierba cubierta derocío. *o levantó. #osteni!ndolo en la palma de su mano, desenganchó la c$psula delatón y sacó un mensaje.

/egocíjate, hermana, decía con la letra garrapateada del se9or *icerish. *a 7>mero:nce es todo. 3odo lo que esper$bamos. "repara la poción. Fa(la m$s )uerte que nunca yenvíala a la *una. Esta ve( la puerta no )allar$. +entro de dos días, cuando salga el sol, se

erguir$ alta y orgullosa sobre las ruinas de *ondres, un heraldo de nuestra gloriosa nuevaera.

un símbolo de la caída del hombre.

El sol no saldr$ para ellos.

*a Era de Fumo ha terminado.

Una sonrisa anchísima partió la vieja cara de la duende. +e a poco enrolló la nota y lametió de nuevo en la c$psula. *uego sacó un arma de su delantal. Era nueva, compradaen un mercado du!ndico, una de un par. *a otra estaba en la carreta, donde la habíaescondido con rapide( tras la estu)a. %l(ó el arma, apuntando adonde el bosque se habíatragado a las dos )iguras.

 Pu, dijo para sus adentros, y soltó una risita.

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Capítulo XVII

*a 7ube que :culta la *una

 ?5 0athir, 1la han atrapadoN ?había un hombrecito barbudo delante del escritorio delse9or *icerish. *levaba la nari( vendada y estaba blanco como el papel, pero por lodem$s se lo veía muy tranquilo, lo que contrastaba por completo con la vo( $spera ydesesperada que había hablado?. M%presaron a mi 5elusinaN

El se9or *icerish no contestó de inmediato. 3enía delante un juego de ajedre( y, con un pincelito, estaba pintando de negro una pie(a de mar)il.

 ?KQui!nL ?preguntó al )in, mirando apenas la nueva apariencia del duende.

 ?*a policía. 7os atraparon. 7osotrosI

 ?*a atraparon a ella. 3>, parece, has escapado. Eso es bueno. KEl otro mesti(o est$muertoL KEl peque9o visitanteL

El duende que estaba dentro del cr$neo del doctor Farro< titubeó. "or un minuto enterono se oyó en la habitación m$s que el (umbido constante y el pincel del se9or *icerishque )rotaba la pie(a de ajedre(.

 ?7o ?dijo por )in?. 7o, el 7i9o 7>mero +ie( sigue vivo. %rturo &elliby tambi!n.

El se9or *icerish soltó la pie(a, que cayó sobre el escritorio con un abrupto clac y saliórodando4 dejó un rastro negro en el cuero color borgo9a.

 ? ¿Qu+L ?pronunció la palabra con asombrosa )uer(a, un sonido salvaje y gutural comoel gru9ido de un lobo. #u rostro se convirtió en una m$scara de surcos y líneas blancas yse quedó mirando al hombre barbudo con ojos brillantes y en)urecidos?. +ate vuelta ymírame, cobarde. KQu! ocurrióL

El doctor se volvió lentamente, revelando la cara oscura y arrugada que estaba sobre sucalva.

 ?Escapó. 7o s! cómo. 7o s! cómo pudo ocurrir, pero no es mi culpa. #obrevivió a lamagia y escapó, y ahora 5elusinaI

 ?%rturo &elliby no puede seguir vivo ?dijo el se9or *icerish, levant$ndose de la silla.#us largos dedos blancos temblaban y golpeteaban como huesos contra la madera de losapoyabra(os?. M7os pondr$ en peligroN #abe demasiado. +emasiado. 7o puede seguirvivo ?dijo, como tratando de convencerse.

 ?M7o es mi culpaN

El duende político giró en torno al hombre barbudo.

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 ?%h, #altimb$n, cr!eme que lo es. 3enías que matarlo. M3e dije que lo matarasN

 ?"ens! que lo había hecho. KCómo iba a saber que sobreviviríaL 0athir , hice todo lo queme pediste. 3e traje a la ni9a, KnoL *e puse un hechi(o a la casa de "la(a Belgravia yvolví a buscar al 7i9o 7>mero +ie(. M3ienes que ayudarmeN MFay que rescatar a

5elusinaN ?5elusina ?la vo( del se9or *icerish se oscureció de odio?. 5e importa el ojo de unmurci!lago lo que le pase a 5elusina. #i vive o muere es pura responsabilidad tuya."ermanecer$ en la c$rcel. 7o ir$ a ninguna parte hasta que cumplas con lo que te digo. si te toma mil a9os, se pudrir$ ahí dentro.

#altimb$n suspiró temblando y en las comisuras de sus ojos asomó algo parecido a lasl$grimas.

 ?7o ?dijo?. 7o puedes dejarla ahí. 7o sobrevivir$ sin mí. MEst$ muriendoN Envía unacarta. Un telegrama. *a dejar$n libre apenas lo digas.

 ?"ero no pienso decirlo.

#altimb$n se quedó mirando al se9or *icerish, quien le sostuvo la mirada con )rialdad.*uego arqueó una ceja y con sus dedos p$lidos recogió la pie(a de ajedre(.

 ?El 7>mero +ie(. %sí llamaste a nuestro visitante, KverdadL as a ir a buscarlo. %ambos4 a %rturo &elliby y al mesti(o. como eres el duende m$s in>til y pat!tico que hay,me los traer$s vivos, y me encargar! de ellos yo mismo.

"ara gran perplejidad del se9or &elliby, en la víspera de su destrucción *ondres tenía elmismo aspecto de siempre. Jl había esperado ver alg>n cambio durante el >ltimo día quele quedaba como la ciudad m$s grandiosa del mundo. Aente corriendo por las calles, talve(, arrastrando ba>les y platería. entanas en llamas. El aire tan lleno de p$nico que podía olerse. "ero mientras Bartolomeo y el se9or &elliby avan(aban en un carruaje por la%venida #trand, lo >nico que había en el aire era el humo negro y aceitoso que salía delas órbitas oculares de un barrendero mec$nico muy o8idadoD en cuanto a lo de la gentecorriendo, tampoco mucha lo hacía. *a corriente de sombreros ondeaba por la Calle =leettan constante como siempre. *os tranvías sucios y los ómnibus de vapor seguían yendo alas )$bricas y a los muelles. *as diligencias seguían avan(ando con solemnidad, y sus pasajeros bien vestidos seguían descendiendo con paso )irme en las puertas de ca)!s ytiendas. 7inguno de ellos sabía cu$n cerca estaba el )inal, lo pronto que las casasquedarían en ruinas, vacías las calles y los carruajes volteados de lado, con las ruedasgirando al viento.

El se9or &elliby corrió la cortina negra sobre la ventanilla y se dejó caer contra el cueroreluciente del asiento. 3emprano esa ma9ana, !l y Bartolomeo habían llegado a *eeds,mojados, con )río y muy abatidos. Fabían tomado el tren de las siete y llegado a *ondres justo cuando empe(aban a sec$rseles las medias. Fabían subido a un carruaje en una calle bulliciosa junto a la estación de "addington. El se9or &elliby había descubierto que sus

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 pistolas habían desaparecido, pero entonces tenía cosas m$s importantes de qu! preocuparse. *e ordenó al cochero que los llevara de inmediato a "la(a Belgravia.

 7o le había dicho a Bartolomeo adónde se dirigían, ni quería hacerlo. #e alivió al oír enun rincón del carruaje la respiración regular del sue9o.

El se9or &elliby le indicó al cochero que se detuvieran al borde de la pla(a. #e asomó denuevo. % solo die( metros estaba su casa4 alta, grande, blanca. *as pesadas cortinas deinvierno estaban corridas tras las ventanas. *as persianas del primer piso estabancerradas. , estacionado ante el portal, a la vista de todo el mundo, había un gran carruajenegro de vapor, cuya puerta llevaba inscrito el escudo plateado de la policía de *ondres.

En una ventana del piso superior se movió una cortina. %pareció una cara4 :)elia,mirando hacia la calle. 3enía la piel muy p$lida y se tomaba la garganta con la mano. *a>ltima ve( que el se9or &elliby la había visto hacer ese gesto había sido cuando recibió lacarta que decía que su padre acababa de morir.

El se9or &elliby maldijo y se tapó la cara con las manos. :)elia no había partido. +ebía deestar muy enojada con !l, preocupadísima y con)undida. 3oda la gente de "la(a Belgraviainventaría ra(ones para e8plicar qu! hacía la policía delante de la casa de los &elliby, ynadie acertaría. ¿Qu+ piensas que habrá hecho ahora el se5or (elliby, Bertrudisquerida -o creo que debe de haber atado a alguien! % pu5aladas.

Bueno, podían pensar de !l lo que quisieran, pero no :)elia. Quería bajar de un salto delcarruaje, correr a su casa y decirle que todo era mentira, que ella debía huir de la ciudad yque nada de lo que le hubiese contado la policía era cierto. *a puerta de entrada estaba aun tiro de piedra. "ero si se acercaba, lo atraparían. *a casa o la policía. K qui!n sabía si:)elia le creería sus delirios sobre un *ord Canciller asesino y sobre portales m$gicos y

la perdición de *ondresL *os policías se lo llevarían por la )uer(a, qui($s a unmanicomio. :)elia lo miraría salir con ojos tristes y serios. 7o, el se9or &elliby no podíair a su casa. 7o hasta encontrar la manera de detener al se9or *icerish.

3ras un largo suspiro, el se9or &elliby sacó la mano por la ventanilla y le indicó alcochero que se pusiera en marcha. El carruaje arrancó y se encaminó a Bishopgate y elrío.

rían al lugar de las >ltimas coordenadas. %l día siguiente nadie se preocuparía por loschismes y el esc$ndalo. : bien desenmascaraba al se9or *icerish como el criminal queera y se convertía en el h!roe de su !poca, o bien se abría el portal du!ndico. si se abría

el portal, !l moriría. :)elia moriría, y moriría Bartolomeo, y tambi!n su hermana, la peque9a sustituta. 5oriría casi toda la población de *ondres.

El se9or &elliby trató de no pensar en eso y se puso a estudiar el mapa.

En el rincón del carruaje, Bartolomeo empe(ó a despere(arse. #entía las e8tremidades pesadas, sólidas como las ramas de un $rbol. #e irguió en su asiento y echó un vista(o por la ventanilla.

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 Londres. #u madre le había contado cosas sobre aquella ciudad. Ese lugar enorme ylejano donde se escribía la ley y se acu9aba dinero, y donde estaban los espect$culos m$sdeslumbrantes y los vodeviles m$s ruidosos. Era un lugar de calles muy anchas donde,sin embargo, la gente tenía que levantar vuelo en globos para respirar un poco de aire)resco.

Era una ciudad muy di)erente de Bath, de eso no cabía duda, pero a Bartolomeo no le pareció muy alegre. % su madre debía de gustarle porque allí no había muchos duendes.Fabía algunos4 los de los )aroles, un gnomo arreando un reba9o de cabras y un pu9ado decriadas esprigan caminando aprisa por la vereda, con ojos cansados y cestos llenos deropa. Bartolomeo creyó ver uno o dos palos m$gicos caminantes, de los que cantan convo( dulce. "ero nada m$s. 7o había raíces dan(arinas, ni caras en las puertas, ni $rboles. 7i siquiera hiedras por las que trepar por los muros de piedra cubiertos de hollín. *aciudad parecía hecha por entero de humo y mecanismos.

 ?K=alta muchoL ?preguntó, volvi!ndose hacia el se9or &elliby. El mapa ocupaba lamitad del carruaje y estaba desplegado delante del caballero. Este tenía el ce9o )runcido,con las cejas apretadas encima de la nari(?. K#e9or &ellibyL

*a vo( de Bartolomeo era baja pero insistente. KCu$nto tiempo les quedabaL El *ordCanciller tenía en su poder a Queta, a síl)ides de alas negras y probablemente la pociónde la grinbruja. 7o debía quedar mucho tiempo.

El se9or &elliby al(ó la vista.

 ?%h, buenos días. Fice un peque9o desvío, pero no te preocupes. Estamos en camino.3odos morir$n en sus camas, dijo la grinbruja. El se9or *icerish abrir$ el portal por lanoche y a>n no son las cuatro.

KUn desvíoL "uede que el portal se abra por la noche, pero eso no quiere decir que Quetaest! sana y salva.

 ?Bueno, Kpero cu$nto )altaL

 ?Una hora, qui($ dos. +epende del tr$)ico. depende de si puedo entender esto. Fastaahora no he tenido ning>n !8ito ?el ce9o se le volvió a )runcir cuando )ijó la vista en elmapa?. *a longitud y la latitud ubicarían nuestro destino en apping, en las d$rsenasdel puerto, pero Mla altitudN MCien metros hacia arribaN 7o tiene sentido.

 ?3al ve( sea una torre ?dijo Bartolomeo, estirando lentamente sus piernas entumecidas

 ?. Foy en día construyen torres muy altas.

Empe(aba a sentirse muy mal. *e dolían las articulaciones y estaba muy cansado y sucio.Quería estar de nuevo en casa. 7o en el lugar vacío y adormecido que había dejado atr$s,sino en la casa de antes. #u madre lo dejaría ba9arse en el agua usada de lavar la ropa,mientras seguía tibia. #iempre olía a lavanda, y como a Queta le tocaba primero, tenía pedacitos de corte(a y ramitas )lotando. Bartolomeo solía armar esc$ndalos por eso. Unave( había echo llorar a Queta, que había escondido su pelo ramoso bajo una s$bana

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durante una semana. +espu!s !l se había sentido terrible, aunque peor se sentía ahora.Cuando regresara a Bath, de vuelta al lado de Queta y de su madre, nunca haría llorar denuevo a su hermana. 7o dejaría que nada malo volviese a ocurrirle.

 ?"ero no de cien metros ?dijo el se9or &elliby, con naturalidad?. Creo que el se9or

Werubbabel me lo mencionó. %lgo sobre el hecho de que la dirección estaba en el aire, yque un duende llamado Boni)acio yI ya no me acuerdo ?hi(o un ruido de en)ado con lalengua y empe(ó a plegar el mapa?. *o >nico que podemos hacer es ir a apping y verqu! hay ahí.

Bartolomeo lo miró y dijo4

 ?KQueta estar$ ahíL

El se9or &elliby dejó de manosear el mapa y le devolvió la mirada. #onrió4

 ?#í ?dijo?. Queta estar$ ahí ?y nada m$s.

Bartolomeo supo de inmediato que habían entrado a la (ona portuaria. El olor a pescado ya agua barrosa se colaba dentro el carruaje. *as calles se hicieron m$s anchas para darcabida a los inmensos vapormóviles de acero que transportaban cargas, y ya no se veíancasas4 solo había almacenes y bosques de m$stiles, cuyas puntas asomaban sobre lostechos.

 ?apping ?dijo el se9or &elliby, y apenas salieron las palabras de su boca el carruaje sedetuvo delante de un enorme edi)icio de piedra. % Bartolomeo le recordó a las estacionesde trenes que había visto, como "addington y la de *eeds, aunque aquello era m$sdesolado, sin bullicio ni locomotoras. 3enía grandes ventanas cubiertas de hollín y un

techo de chapa adornado con puntas y torretas. En el )rente había una sola puerta de unostreinta metros de ancho. Un grueso cable de acero se elevaba desde el techo hacia elcielo. #ubía y subía y subíaI

%l lado de Bartolomeo, el se9or &elliby soltó un silbido de sorpresa.

%hí estaba. *a >ltima dirección. Como una pensativa nube de tormenta, cien metros porsobre el muelle, )lotaba una aeronave. El )uselaje era amplio, de líneas elegantes, m$snegro que el humo y los cuervos, m$s negro que el resto del cielo sombrío. Un trío deh!lices giraba lentamente bajo su cabina.

 ?Cien metros ?dijo el se9or &elliby en vo( baja?. %hí arriba !l estar$ a salvo cuando

se abra el portal.

#e apearon del carruaje y se acercaron con cautela al almac!n, sin dejar de mirar laaeronave en lo alto. El almac!n estaba en una (ona muy tranquila y oscura de los muelles.*a basura se apilaba contra sus cimientos. "eriódicos y volantes rodaban por losadoquines. 7o había estibadores cerca. 7i un alma salvo un viejo marinero canoso,sentado en un barril a bastante distancia calle abajo. Con su pipa en la boca, losobservaba.

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El se9or &elliby despidió al carruaje y recorrió el )rente del almac!n. Bartolomeo loseguía, mirando con recelo a su alrededor. ntentaron espiar por una de las ventanas, peroera imposible ver nada. El vidrio era completamente opaco, como si lo hubiesen pintadode negro por dentro.

 ?3endremos que entrar por la )uer(a ?dijo el se9or &elliby, con total naturalidad?.%quí es donde el se9or *icerish abrir$ el portal. +ebe hacerse. *a puerta del almac!ndeber ser esa de ahí.

3ras poner de vigía a Bartolomeo en la esquina, el se9or &elliby se metió en el callejónque bordeaba la pared norte del almac!n. % unos metros halló un gancho en el suelo,medio escondido bajo una pila de pescados viscosos y de mirada )ija. *o agarró ygolpeteó con !l una de las ventanas del almac!n. 3rató de pegarle con delicade(a, sinhacer mucho ruido, pero al tercer golpe el panel de vidrio estalló hacia adentro. El vidrioretumbó en todo el recinto. El se9or &elliby se volvió para interrogar a Bartolomeo con lamirada. El ni9o asintió, indic$ndole que era seguro proseguir.

El se9or &elliby miró por la ventana rota. El interior estaba en penumbras. %penasalcan(aba a ver torres y acantilados de cajones de madera apilados hasta el techo. En elrayo de lu( que entraba por la ventana rota, vio tambi!n que el suelo estaba chamuscado,como tras un incendio.

*lamó a Bartomeo.

 ?M"stN KBartolomeoL MBartolomeoN MamosN

Bartolomeo echó un >ltimo vista(o al muelle. *uego corrió por el callejón.

 ?amos a entrar ?dijo el se9or &elliby. %l(ó el gancho y rompió una parte mayor de laventana, barriendo los rebordes de vidrio con la punta. Cuando consiguió un hueco bastante grande como para meterse por !l, aupó a Bartolomeo al al)!i(ar y luego subiótras !l. #altaron juntos dentro del almac!n.

%dentro todo retumbaba. El espacio era vasto y oscuro, y con cada movimiento, cadarespiración, ascendían al techo llevados por alas met$licas. Cuando los sonidos volvían aoírse, eran lejanos y )antasmagóricos, como si otras criaturas anduvieran entre loscaballetes, susurrando.

Bartolomeo dio unos cuantos pasos. Un olor e8tra9o le hi(o cosquillas en la nari(. Entrela penumbra del techo apenas se distinguían ganchos, poleas y largas cadenas. En la otra

 punta del almac!n se oía el sonido del agua lamiendo la piedra.

 ?Es una (ona de carga ?dijo el se9or &elliby?. El almac!n da directo al 3$mesis. *ossustitutos muertosI deben de haberlos echado al río desde aquí.

Bartolomeo tembló y se acercó al se9or &elliby. Queta.

5iró a su alrededor, tratando de ver algo en la negrura. ¿"lla está aquí ¿)ay algo aquí L

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+e pronto se a)erró al bra(o del se9or &elliby con tal )uer(a que el hombre pegó un salto.

 ?M"ero qu!IN ?dijo, sin que Bartolomeo lo soltara.

 ?Fay alguien ?dijo Bartolomeo con una d!bil vocecita. *evantó un dedo y se9aló unhueco estrecho que corría entre los cajones como un pasillo.

había alguien. En el )ondo de las sombras se veía una silla corriente de madera, conuna )igura reclinada en ella. Estaba sentada muy quieta, desplomada sobre la silla. Unamano colgaba la8a, ro(ando el suelo con los dedos.

El cora(ón del se9or &elliby dio un vuelco. ntentó tragar pero no pudo. *e indicó aBartolomeo que no se moviera.

 ?KFolaL ?llamó el se9or &elliby, acerc$ndose un paso a la silueta. #u vo( reverberó enla oscuridad, )ría y hueca como una campana mojada.

*a )igura de la silla permaneció inmóvil. Casi parecía dormida. 3enía las piernase8tendidas y su cabe(a estaba echada hacia atr$s sobre un hombro.

El se9or &elliby se acercó varios pasos m$s y se parali(ó. Era el doctor de la c$rcel deBath. El director de Estudios +u!ndicos. #us ojos estaban abiertos, )ijos, pero ya no erana(ules. Eran opacos e invidentes, grises como un cielo lluvioso. El doctor Farro< estabamuerto.

El se9or &elliby retrocedió, con la garganta cerrada por el horror y el asco.

 ?KQui!n esL ?susurró Bartolomeo a sus espaldas?. #e9or &elliby, qu!I

El se9or &elliby se dio vuelta. %brió la boca para decir algo. idrio roto en el suelo. Laventana por la que entraos. #e volvió hacia ella. En la ventana no había nadie, pero unmomento antes algo había pasado por ahí. Unos pedacitos de vidrio cayeron al suelo.

 ?KBartolomeoL ?bisbiseó?. Bartolomeo, Kqu! )ue esoL

 ?Entró algo ?gimió Bartolomeo. 5iraba desesperado a su alrededor, tratando deidenti)icar )ormas entre las sombras?. %quí hay algo.

En ese momento, un resplandor anaranjado iluminó el borde de una pila de cajones.Creció cada ve( m$s, e8tendi!ndose por la super)icie de madera. Entonces se vio una

silueta. El resplandor provenía de una pipa. *a pipa estaba inserta entre los labios ajadosdel viejo marinero. *os había seguido.

El marinero caminaba con paso pesado y la cabe(a gacha, y el resplandor de su pipa seacrecentaba con cada pitada. *uego se detuvo.

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%lgo se movió a sus espaldas en la oscuridad, y de pronto el hombre se desin)ló, comouna bandera cuando deja de soplar el viento. Un hervidero de sombras se posó sobre suhombro y sus ojos brillaron en la oscuridad.

 Ni5o N$ero ;ie&, dijo una vo( dentro de la cabe(a de Bartolomeo.

*a pipa cayó de la boca del marinero, pero no antes de que Bartolomeo atisbara la cosaque había hablado.

%l verla se le puso la piel de gallina. El par$sito que antes estaba en la cabe(a de la dama,la sombra del $tico, la )orma que corría por los adoquines del Callejón del iejo Cuervo,era ahora una masa de ratas. 7o tenía m$s pies que las patitas agitadas de las ratas, otrasmanos que las que se )ormaban al enredarse las colas gruesas y marrones. *a carade)orme parecía e8tenderse por los pelajes abigarrados como una m$scara.

El se9or &elliby sujetó a Bartolomeo de un bra(o y lo hi(o agacharse bajo un enormeguinche de hierro, justo cuando la mirada de la criatura giraba hacia ellos.

 ?Qu!date escondido ?las palabras del se9or &elliby )ueron como una caricia.Bartolomeo asintió, y los dos avan(aron por entre la gruta de cajones.

Es in>til huir, ni9o. 3e siento.

Bartolomeo mantuvo la vista )ija en el suelo y siguió caminando. a no quería saberqui!n estaba desplomado en la silla al )inal del pasillo. :lía la muerte en el aire y eso loaterraba.

 7i9o travieso, con el recipiente del carbón. 3endrías que estar )rito como el resto. K%rturo&elliby est$ contigoL 5e ahorraría muchos problemas si así )uera.

% Bartolomeo empe(aron a dolerle los bra(os. Bajó la vista y vio una lu( roja que setransparentaba por la tela delgada de sus mangas. +e nuevo las rayas resplandecían.

%delante, un cajón sobresalía m$s que el resto. Corrió en torno a !l y se agachó detr$s,con los ojos cerrados. El se9or &elliby intentó hacer que se pusiera de pie, peroBartolomeo negó con la cabe(a.

 ?3iene que irse ?susurró?. 5e encontrar$ en cualquier parte donde me esconda. 5etiene marcado. Encuentre a mi hermana, se9or &elliby. /esc$tela, y yo tratar! de reunirmecon usted despu!s.

K:igo susurrosL K5entiritas susurradas en la oscuridadL K3u mami no te ense9ó que nohay que susurrar tras la espalda de los dem$sL

El se9or &elliby miró a Bartolomeo con seriedad. %sintió una ve(. *uego le dio una palmada en el hombro y, tras dirigirle una sonrisa no muy convencida, )ue a rastras hastala )orma desplomada del doctor Farro<.

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%h, pero claro, gra(nó la vo(. 3u mami est$ dormida, KnoL 7o te preocupes, se despertar$dentro de unos días, )am!lica y pr$cticamente muerta de sed. pensar$ que durmió mila9os, tanto habr$ cambiado el mundo. #us ni9os queridos. *os ni9os die( y once. Cómova a e8tra9arlos. "orque tambi!n ellos habr$n cambiado. %h, sí. Fabr$n cambiadomucho.

Bartolomeo apretó m$s )uerte los p$rpados y apoyó la mejilla contra la madera $spera delcajón. 6i adre no va a e:tra5arnos, pensó. No tendrá necesidad . *os cajonestraquetearon contra la piedra cerca de ahí. Nos ireos a casa, Queta y yo! Ireos a casa,ireos a casa, ireos a casaI

 ?7o ?escupió la vo(. a no estaba dentro de su cabe(a. Estaba del otro lado del cajón,)ilosa como clavos. Una mano, de dedos hechos de colas de ratas enla(adas, se agarró del borde. *uego apareció una cara, mostrando los dientes?. 7o, Bartolomeo "erol, no lohar$s.

Un peque9o gnomo jorobado entró al estudio del se9or *icerish e hi(o una reverencia,

inclin$ndose tanto que su nari( bulbosa quedó a solo centímetros de la gruesa al)ombra.

 ?  6i 0athir  me permitir$ hablar, KsíL K 6i 0athir  me escuchar$L Fan encontrado unenorme gato negro en el almac!n de abajo. Es un gato muy e8tra9o con muchos dientes.*leva una botella alrededor del cuello. #uponemos que lo envía la grinbruja, KsíL

 ?%h ?dijo el se9or *icerish, con una sonrisa?. %sí que mi brujita lun$tica ha estadoocupada. Empe(aba a preocuparme que tuvi!ramos que esperar otro día. 3r$eme la botella. Echa de aquí a la criatura.

*as manecillas del reloj contaron casi media hora antes de que el gnomo reapareciera.

3enía la cara y las manos llenas de rasgu9os y a)erraba una botella per)ectamente redondacontra su pecho. *a botella estaba llena de un líquido oscuro. Con los ojos clavados en elsuelo, el gnomo se acercó aprisa al escritorio, dejó la botella y, sin decir una palabra,retrocedió hasta salir de la habitación.

El se9or *icerish esperó hasta que la puerta se cerrara. *uego tomó su pa9uelo yempe(ó a )rotar la botella, puliendo el vidrio grueso hasta sacarle brillo. El líquido deadentro era muy hermoso. 7o era negro ni a(ul ni morado sino una me(cla de todos esosmatices. *a levantó a contralu( para admirar los colores. *a estudió m$s de cerca. %lgo)lotaba dentro de la botella, algo apenas visible, en medio del líquido.

*os ojos se le dilataron. Era una pluma. Una per)ecta pluma de metal, con el c$lamo a>nunido a las piecitas rotas de un gorrión mec$nico.

Bartolomeo y el duende rata subían al cielo en un ascensor de vapor cuyos pistonescausaban un gran estr!pito. El ascensor trepaba por el cable que anclaba la aeronave alalmac!n. 7o tenía paredes y, cuanto m$s alto llegaba, m$s )río se volvía el aire. El vientohelado pasaba por entre el pelo de Bartolomeo, su capa y su camisa, hasta tocarle la piel.*a mano de colas de rata estaba enla(ada en torno a su mu9eca. Era tan g!lida como elviento.

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 ?Fubieras podido vivir, KsabesL ?dijo el duende, apretando las colas hasta pelli(carlo ?. 3e me escapaste en el Callejón del iejo Cuervo. 3e me escapaste en Bath, y en lacomisaría. ahora vienes a *ondres, haces semejante viaje en busca de tu hermana, solo para morir.

 No voy a orir , pensó Bartolomeo. - Queta tapoco. "ero no dijo nada. Fi(o oídossordos a la vo( del duende y se apartó de la barandilla. El ascensor estaba muy alto. eíatodo *ondres desplegado a sus pies, una negra al)ombra humeante de techos y chimeneasque se e8tendía ilómetros y ilómetros. % la distancia, las torres de estminster. Un poco m$s cerca, la gran c>pula blanca de la catedral de #t. "aul, como si )uera el pulgarde +ios.

Bartolomeo al(ó la vista y miró la imponente aeronave que se iba apro8imando. Eraenorme y su tela negra se tragaba el cielo. +ebajo colgaba una gran cabina, de dos pisosde altura, con hileras de ventanas con montantes que re)lejaban las nubes. En la proa,debajo de una )lorida e8plosión de alas negras esculpidas, decía en letras ri(adas de plata4 La Nube que 'culta la Luna.

Bartolomeo apretó los dientes para que no le casta9etearan. Qu+ nobre ás tonto parauna aeronave. Cerró los ojos. 5$s valía que el se9or *icerish tuviera consigo a Quetaahí arriba.

Cuando el ascensor entró en la pan(a de la aeronave, apenas podía sentir sus dedos. Ellujo del lugar lo envolvió como un abrigo de piel. El aire se entibió. a no había viento. %su alrededor, las l$mparas de gas daban a la carpintería y a los paneles de madera unlustre dorado. El suelo estaba cubierto por al)ombras indias. En el cielo raso habían pintado un gran mural con un p$jaro negro4 una especie de cuervo, Bartolomeo no sabíacu$l. #ostenía una botella en el pico y un ni9o en sus garras, y en su pecho emplumado

había una peque9a puerta de madera. Bartolomeo se lo quedó mirando.

 ?7o pongas esa cara de sorpresa ?ladró el duende rata, inst$ndolo a subir por unaescalera?. 7o te hagas el que nunca viste este lugar.

*a escalera los condujo a un pasillo estrecho y bien iluminado. El duende rata lo empujó por !l. #e detuvieron ante la >ltima puerta. El duende golpeó una ve( y, sin esperarrespuesta, entró.

*os ojos de Bartolomeo se dilataron. Era la habitación. *a hermosa habitación con lasl$mparas pintadas y las bibliotecas, el círculo de ti(a en el suelo y los gorriones

mec$nicos. *a misma en la que había caído desde el remolino de alas negras. #olo queahora había alguien sentado tras el escritorio. Un duende blanco y nervudo vestido denegro, que comía una man(ana rojísima.

El duende al(ó abruptamente la vista cuando entraron. El jugo de la man(ana lechorreaba por el mentón y tenía unos trocitos de c$scara roja pegados a los labios.

 ?*o tengo, *icerish. K ahora qu! hacemos con 5elusinaL

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El *ord Canciller no dijo nada. #e llevó un pa9uelo a los labios y clavó los ojos enBartolomeo, mir$ndolo intensamente.

El duende rata empujó a Bartolomeo, y docenas de boquitas le mordisquearon loshombros y la parte de atr$s de las piernas, para que se acerca al escritorio. El *ord

Canciller seguía sin decir nada. +obló el pa9uelo. *o puso a un costado. /ecogió unadiminuta pluma de metal y empe(ó a hacerla girar entre el pulgar y el dedo índice.

Cuando Bartolomeo estuvo a solo unos centímetros, el se9or *icerish se detuvo4

 ?%h ?dijo?. +e nuevo por aquí.

Bartolomeo apretó los dientes.

 ?Quiero ver a mi hermana ?dijo?. +evu!lvamela. K"or qu! no puede abrir su est>pida puerta y dejar a Queta en pa(L

*a pluma se partió en dos.

 ?K+ejar a Queta en pa(L ?el duende respiró?. %h, me temo que eso es imposible.Queta es la pie(a m$s importante. Queta es la puerta.

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Capítulo XVIII

*os distintos

E* se9or &elliby se hi(o pasar por un muerto. #e sentó en la silla, envuelto por lassombras, sin atreverse a moverse ni a respirar, esperando a que Bartolomeo y el duenderata se marcharan.

Un minuto despu!s supo que el enga9o había surtido e)ecto. +espegó un p$rpado. *a vo(del duende retumbaba en la vastedad del almac!n, y luego se perdió entre un estruendo deruidos y silbidos mec$nicos. El se9or &elliby abrió bien los dos ojos y se levantó. 3rasesquivar uno de los (apatos del doctor Farro<, cuya punta gastada y embarradasobresalía de una brecha entre dos cajones, el se9or &elliby abandonó su escondite.

%penas había dado die( pasos cuando oyó un estruendo sobre su cabe(a. Una lu(mortecina inundó el almac!n al abrirse una gran parte del techo, que reveló el cielo y la

aeronave que )lotaba en lo alto. Caía la noche. Un ascensor mec$nico subía por el cablede anclaje, meci!ndose apenas al hacerlo. El ascensor no era cerrado, y el se9or &ellibya>n veía a los dos pasajeros con claridad. El duende rata iba agarrado a la barandilla con bra(os y piernas y e8tremidades sin nombre. % su lado, agachado, estaba Bartolomeo.

El se9or &elliby salió a toda prisa de entre los cajones. %hora veía claramente el interiordel almac!n, h>medo y lleno de goteras, con monta9as de cajones cubiertos de moho ygr>as y, en uno de sus e8tremos, ganchos que colgaban sobre el agua oscura. En el centrodel almac!n había un par de (apatos de cuero. Eran peque9os ?de ni9o? y estabanchamuscados. rradiaban marcas de quemaduras como un sol carboni(ado. *as suelasestaban clavadas al piso. Cerca de los (apatos se iba desenrollando una enorme bobina de

cable, a medida que subía al cielo el ascensor. Este ya debía estar a unos die( metros porencima del se9or &elliby, y se alejaba a cada segundo.

3ras dar un salto, el se9or &elliby se a)erró al cable con las dos manos.  No ires aba*o, pensó. #i el duende rata lo veía, no creía que pudiera hacerle gran cosa. %l menos nohasta llegar a la aeronave.

El cable lo levantó en el aire. El metal )río le quemaba las manos. 3rató de ayudarse conlos pies, pero las puntas de sus (apatos resbalaban y tuvo que sujetarse con todas sus)uer(as para no caer.

#ubía cada ve( m$s alto, m$s all$ del techo abierto, hacia el cielo. El almac!nempeque9eció debajo de !l. El viento, )río y )urioso, rugía meciendo el cable. #us dedosse pusieron tiesos y a continuación perdieron la sensibilidad. "or encima de su cabe(a, elascensor (umbaba, y oyó palabras sueltas de la vo( del duende rata, que provocaba aBartolomeo.

Cerró los ojos. 7o se atrevía a mirar hacia abajo, a la ciudad. "ero tampoco se atrevía amirar hacia arriba. #i veía cu$nto le )altaba para encontrarse a salvo en la aeronave, probablemente se rendiría ahí mismo. % salvo. 7ada iba a salvarlo allí adonde iba. Casi

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seguro el se9or *icerish estaba arriba, junto con qui!n sabe cu$ntos de sus esbirrosduendes. ncluso si el se9or &elliby sobrevivía a la ascensión, las cosas irían de mal en peor.

El aire se en)rió a>n m$s cuando el dirigible proyectó su sombra sobre ellos. %brió los

ojos. *a aeronave era inmensa, llenaba el espacio4 parecía una gigantesca ballena negranadando en el cielo. Una ve(, el se9or &elliby había llevado a :)elia a volar en un globode aire caliente. /ecordaba que al acercarse a !l en Fampstead Feath lo habían miradoasombrados. #us colores ?los colores de un p$jaro tropical? eran intensos, m$sintensos que los de los $rboles y la hierba y el cielo a(ul de un día veraniego. 3anintensos que era imposible mirar cualquier otra cosa. %quel globo cabría en la cabina deeste.

%l se9or &elliby se le partían los bra(os. #entía cada tendón, cada nervio y cada m>sculotens$ndose contra los huesos. El cable lo llevó m$s arriba. Entonces vio el nombre de lanave, tra(ado en )iruletes plateados en la proa.

*a 7ube que :culta la *una.

#u hombro pegó un tirón. "or un horrible momento pensó que sus bra(os sencillamente)laquearían y caería al vacío hasta estrellarse en apping. ¿La LunaL KEso era la *unaL*a *una de la nota del gorrión. *a *una de la que hablaba 5elusina. 7o estaba loca. #etrataba de una aeronave.

#e abrió una compuerta en el vientre de la cabina. El se9or &elliby alcan(ó a ver un salón,rebosante de calide( y de lu( amarilla. El ascensor entró en !l y se detuvo. 3ambi!n elcable. % cien metros por encima de *ondres, el se9or &elliby miró a su alrededor sin saber qu! hacer.

 ;ios santo. #us ojos atisbaron el salón. El duende rata se había llevado a Bartolomeo delascensor y había desaparecido. *a compuerta empe(ó a cerrarse.

 ?7o ?jadeó el se9or &elliby, y los pulmones le rasparon como si estuviesen recubiertosde hielo?. M7oN MEsperenN

"ero incluso si lo oían desde la aeronave, lo m$s probable era que sacudieran con )uer(ael cable en ve( de ayudarlo.

Empe(ó a escalar por el cable, centímetro a centímetro. *a compuerta se cerrabalentamente, pero parecía estar muy lejos, a ilómetros de distancia. a casi no sentía

dolor en los bra(os. *os sentía muertos, sólidosI

 No. %pretó la mandíbula. 7o iba a morir allí arriba, helado en un cable como un insectoest>pido. Cinco metros m$s, eso era todo. "odía subir cinco metros. "or :)elia. "orBartolomeo y Queta.

Continuó luchando, empuj$ndose hacia arriba con pies y manos. *a compuerta seguíacerr$ndose. #i se cerraba por completo no quedaría m$s que un peque9o agujero por

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donde entraba el cable al salón. 7o lo bastante grande como para un hombre. Un etro yedio! Un etro veinte! Un poquito ásI Con un arranque )inal de )uer(as, el se9or&elliby logró pasar por la abertura. El metal le mordió los tobillos al cerrarse. *evantó las piernas de un tirón, se alejó con un grito y se tendió en el suelo, temblando y sin aliento.*a compuerta se cerró con un ruido met$lico.

+espu!s todo quedó en silencio.

*e hubiera gustado permanecer ahí tendido. *a al)ombra en la que tenía apoyada lamejilla era suave. :lía a aceite de l$mpara y a tabaco, y el aire estaba tibio. *e hubieragustado dormirse allí durante horas y horas, y olvidar todo lo dem$s. "ero se obligó alevantarse y, sopl$ndose las manos despellejadas, )ue rengueando hacia las escaleras.

#ubió a los tumbos, pegado a la pared. %rriba había un pasillo. Era largo y estaba bieniluminadoD le resultó e8tra9amente )amiliar. 7o vio a nadie ni oyó nada e8cepto el(umbido de los motores, de manera que avan(ó de a poco por !l, deteni!ndose ante cada puerta para escuchar. Estaba seguro de haber estado allí no hacía mucho. *legó al )inal

del pasillo. *a >ltima puerta se veía m$s nueva que las otras, m$s suave y m$s lustrada. entonces lo supo. Casa #impar. *a dama de morado corriendo por el pasillo iluminado.*as palabras del duende mayordomo cuando lo atrapó4 90alga de aquí ahora iso! 4egrese a la casaP. El pasillo )ormaba parte de la aeronave. El día de la tertulia cervecerase había metido sin darse cuenta en el lugar secreto del se9or *icerish. +e algunamanera, la vieja casa del puente de Blac)riars y el dirigible estaban conectados. %lgunamagia los había entretejido.

#e acercaban voces desde el otro lado de la puerta. *a vo( del se9or *icerish. *a vo( deBartolomeo, baja pero )irme. entonces empe(ó a abrirse una puerta que estaba un pocoalejada en el pasillo.

El se9or &elliby giró sobre sí mismo4 el miedo le inundó el pecho. Estaba atrapado.  Nohay d.nde esconderse, no hay d.nde. El pasillo estaba desnudo4 solo l$mparas yrevestimiento de madera. *as puertas estaban todas cerradas. Todas enos una. Una deellas tenía la llave en la cerradura. Corrió hacia ahí. Fi(o girar la llave. *a cerradura, bienaceitada, se abrió con )acilidad. Entró justo cuando un peque9o gnomo marrón salía al pasillo.

*a habitación estaba por completo a oscuras. *as cortinas tapaban las ventanas, y solo seveía una astilla de lu( roja que se )iltraba desde el poniente.

 "n la habitaci.n había alguien ás. +e pronto se dio cuenta, y se parali(ó. :íarespiraciones4 peque9as respiraciones suaves cerca del suelo.

#e llevó una mano al cinturón en busca de las pistolas, y maldijo en silencio al recordarque las había perdido. %poyó la espalda contra la puerta, tanteando para encender lasluces. #us dedos dieron con una perilla de porcelana y la hi(o girar. arias l$mparas brillaron en las paredes.

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Estaba en un salón peque9o, en el que había un armario, un so)$ otomano y gran cantidadde almohadones con borlas tirados en el suelo. había una ni9a. :villada en unalmohadón de seda verde jade, había una sustituta. 3enía la cara a)ilada y en punta. En sucabe(a crecían ramas. Estaba dormida.

*a mano del se9or &elliby soltó la perilla. ?KQuetaL ?susurró, dando unos pasos hacia ella?. KEse es tu nombre, peque9aL KEresQuetaL

*a ni9a no se movió cuando le habló. "ero era como si pudiera sentir que la observaban,incluso en sue9os, y unos momentos despu!s se incorporó sobresaltada. 5iró al se9or&elliby con sus anchos ojos negros.

 ?7o te preocupes ?dijo !l, acuclill$ndose y sonri!ndole?. Bartolomeo est$ aquí, yhemos venido a rescatarte. 7o hay nada que temer.

*a cara de la ni9a no se relajó. "or un momento solo se lo quedó mirando. *uego, en unsusurro arrebatado, dijo4 ?%pague las luces. /$pido, se9or, 1apáguelasN

El se9or &elliby la miró, con)uso. luego lo oyó !l tambi!n. #e acercaban unos pasosapresurados por el pasillo. 7o eran los pasos ligeros del se9or *icerish, ni el arrastrar de pies del gnomo jorobado. %)uera había algo pesado y )uerte, que venía directo a la puertadel saloncito.

El se9or &elliby se endere(ó de un salto y giró la perilla. *as l$mparas se e8tinguieron, y!l cru(ó volando la habitación, para esconderse tras las cortinas de las ventanas. %lguiense detuvo al otro lado de la puerta. Una mano se apoyó en la llave. *uego la retiró y se

hi(o una pausa. *a puerta se abrió de golpe.El se9or &elliby apenas tuvo tiempo de ver a la silueta que entraba antes de que la puertavolviera a cerrarse. Quienquiera que )uese no encendió la lu(. "ero la silueta tenía unalinterna. Un peque9o globo verde )lotaba en la oscuridad. Facía una especie de tictac,como un reloj. #e e8pandió un poco. +e pronto las l$mparas volvieron a encenderse. ahí estaba el duende mayordomo, con su ojo mec$nico )ijo en el )ondo de la habitación yel ce9o un poco )runcido.

 ?K"eque9aL ?dijo, con su vo( supurante y quejosa?. +ime una cosa, peque9a. KErescapa( de traspasar paredesL

Queta no lo miró.

 ?7o ?dijo, y se abra(ó a su almohada.

 ?a veo ?la vo( del duende mayordomo se oscureció?. Entonces, Kcómo es que la puerta estaba sin llaveL

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El se9or *icerish estiró un dedo largo y tocó el mentón de Bartolomeo. *uego dobló eldedo abruptamente, oblig$ndolo a mirar hacia arriba. Bartolomeo soltó un quejidoahogado y se mordió la lengua para no gritar.

 ?*os sustitutos pertenecen a los dos mundos ?dijo el se9or *icerish?. 7i9os de

hombre con sangre de duende. Un puente. Una puerta. 7o creas que voy a e8plicarte mis planes, porque no lo har!. Eres demasiado est>pido para entenderlos.

 ?#olo dígame por qu! tiene que ser Queta ?dijo Bartolomeo, retorci!ndose entre lamano del duende rata. #abía que era el )in. +i)ícilmente saldría vivo de esa habitación. ano tenía sentido mostrarse temeroso?. K"or qu! no )ue uno de los otrosL K"or qu! no )ueel chico de en)renteL

 ?KEl chico de en)renteL #i te re)ieres al 7i9o 7>mero 7ueve, pues porque era unacriatura )allada y degenerada, como los ocho que lo precedieron. +escendientes deduende in)eriores, todos. Fijos e hijas de goblins, de gnomos y de esprigans. *a puerta síse abrió para ellos. +e hecho, )uncionó. "ero era una puerta muy d!bil, muy peque9a.

se abrió dentro de ellos.

El )uego crepitaba en la chimenea. El se9or *icerish rió suavemente y soltó el mentónde Bartolomeo, para echarse atr$s en su asiento.

 ?KQui($s oíste que los sustitutos estaban huecosL #eguro que sí. *os periódicos armaronun revuelo tremendo con ese tema. 5e pregunto de qu! se escandali(aban tanto. pensar que alg>n duende del "aís %ntiguo, que andaba en sus cosas y estaba totalmentedesprevenido, de repente se encontró con una pila de entra9as humeantes de sustituto. 7o bastaron, esos nueve. Eran demasiado vulgares. +emasiado duendes, o demasiadohumanos. "ero la 7i9a 7>mero :nce, Queta, es hija de un  sidhe. Es per)ecta.

Bartolomeo tragó saliva.

 ?o soy su hermano. 3enemos el mismo padre. o ser! la puerta.

 ?K3>L

El duende pareció a punto de echarse a reír. "ero entonces hi(o una pausa y miró aBartolomeo. Bartolomeo creyó ver sorpresa en esos ojos negros. ?K+e veras quieres serla puertaL ?preguntó el duende?. KQuieres morirL

 ?7o ?dijo en vo( baja Bartolomeo?. "ero quiero que Queta viva. Quiero que vuelva a

casa. "or )avor, se9or, yo ser! la puerta, pero suelte a Queta.

El se9or *icerish lo miró un largo rato. #e le )ormó una sonrisita en la comisura de loslabios. %l )inal dijo4

 ?%y, qu! deseo m$s tonto ?y a continuación se dirigió al duende rata?4 *l!valo devuelta al almac!n y desha(te de !l. "ens! que podía ser peligroso. 7o lo es. 7i siquiera es)uerte. #olo es un distinto.

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El duende rata se quedó mirando al se9or *icerish4 las ratas se retorcían y chillaban.

 ?5elusina ?dijo en vo( baja?. KQu! hay de 5elusinaL

 ?%l almac!n, #altimb$n. a mismo.

El duende rata empujó a Bartolomeo hacia la puerta.

 ?K+ónde est$ QuetaL ?gritó Bartolomeo, resisti!ndose?. K+ónde est$ mi hermanaL

"ero por toda respuesta el se9or *icerish le dio un malicioso mordiscón a su man(ana.

El se9or &elliby permaneció inmóvil detr$s de las cortinas. *os pliegos de terciopelonegro lo ahogaban con su olor a cera vieja y a p!talos marchitos. #u )rente empe(ó asudar, y las cortinas pegadas a su cara le daban calor y le picaban. #e apretó a>n m$scontra el hueco de la ventana, hasta sentir los )ríos paneles de vidrio en la mejilla. 6aldici.n. *a puerta había estado cerrada con llave desde a)uera. El hecho de que ahora

estuviera abierta era una prueba contundente de que había alguien m$s en la habitación.

+el otro lado de las cortinas, el ojo verde del duende mayordomo miraba de un lado aotro por las paredes, cliqueando y (umbando al hacer )oco en cada cosa4 la arruga en laal)ombra, las concavidades en las almohadas, las huellas dactilares en la perilla de porcelanaI

 ?3rupan(ón, Kest$s aquíL +ime, peque9a, Kentró aquí ese gnomo degeneradoL

Queta no contestó, y el duende mayordomo no se quedó esperando una respuesta. Cru(óla habitación, mientras miraba dentro del armario, abría cajones y daba puntapi!s a lasalmohadas de seda.

 ?K#altimb$nL 10elenyo pe88al N M7o es momento para juegosN

El duende mayordomo estaba justo delante de las cortinas. El se9or &elliby oía surespiración jadeante, sentía su presencia como un gran peso al otro lado del terciopelo. Elojo verde del mayordomo se entrecerró. Estiró la mano, listo para abrir de golpe lascortinas. El se9or &elliby tenía los pu9os cerrados. Un segundo m$s y saldría de un salto,asestando pu9eta(os como un enajenado. "ero entonces una m$quina de hablar sonó en la pared, estridente y vibrante como un p$jaro en)adado.

El duende se dio vuelta y levantó el auricular.

 ? ¿6i 0athir L

En sumo silencio, el duende rata empujó a Bartolomeo por el corredor. 7ada de provocaciones ni de amena(as.

Bartolomeo había esperado que empe(ara a darle lata en cuanto se alejaran del estudio, pero la boca de #altimb$n permaneció herm!ticamente cerrada.

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Bajaron por la escalera en curva hacia el recibidor de la aeronave. El duende rata ibadetr$s de Bartolomeo, con las garras movi!ndose a toda prisa y sosteni!ndole el bra(otras la espalda.

 ?El se9or *icerish no va a ayudarte ?la vo( de Bartolomeo era perentoria?. 7o

entiendo por qu! piensas que lo har$. 7o s! qu! le pasa a la dama de morado, pero alse9or *icerish no le importa. #olo te conserva para darte órdenes.

 ?C$llate ?escupió el duende rata, y unos dientitos amarillos pincharon la espalda, lasmu9ecas y los hombros de Bartolomeo?. C$llate, mocoso, t> no sabes nadaIBartolomeo quería llorar de dolor, pero no lo hi(o.

 ?7o piensa ayudarte, Kno te das cuentaL 5orir$s cuando se abra esa puerta. 5orir$scomo todos los dem$s. %l se9or *icerish no le importas. 7o le importa nadie salvo !lmismo.

+e inmediato el duende rata empujó a Bartolomeo contra la barandilla y se desmoronó,

trope(ando y rodando escaleras abajo. Bartolomeo lo vio detenerse al pie de la escalera,una desgraciada masa temblorosa.

5iró hacia arriba. ¿0algo corriendoL 3al ve( alguien lo estaba vigilando. %lg>n pis8i  peque9ito escondido en los candelabros, o una cara de madera dentro del revestimiento.¿- hacia d.nde corroL

Bartolomeo se acercó lentamente al duende rata.

 ?KQu! le pasa a 5elusinaL ?preguntó. 3rató de hablar con vo( amable?. #i detenemosal se9or *icerish podr$s ayudarla. Esa es la $nica manera en que puedes hacerlo.

El duende rata miró a Bartolomeo. #u cara se retorció en se9al de sorpresa, luego desuspicacia, luego de con)usión. Bartolomeo pensó que diría algo, pero su boca solo seabrió y se cerró sobre sus dientes desparejos.

 ?KQui!n es ellaL ?preguntó Bartolomeo?. KQui!n es 5elusinaL

"or un instante un destello de hostilidad despuntó en la cara del duende rata. Bartolomeose echó atr$s, convencido de que aquel iba a subir y a llev$rselo consigo. "ero lahostilidad desapareció tan pronto como había llegado, para dar paso a algo queBartolomeo nunca había visto en una cara tan inhumana. Una e8presión nost$lgica, tristey ausente.

 ?*a conocí en +ublín ?dijo en tono $spero?. Ella había ido a comprar cintas a laCalle 7assau, y era tan hermosa. 3an hermosaI yo era tan )eo, espi$ndola desde lassombras. 5e hechic! a mí mismo con un poderoso encantamiento que, en un abrir ycerrar de ojos, me convirtió en la criatura m$s apuesta del mundo entero. 5e acerqu! a sulado y le dije que las cintas moradas quedarían muy bonitas con su color de cabello. 7os pusimos a hablar. 5e presentó a sus padres y me invitaron a cenar con ellosI

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Y6bamos a casarnos en mayo. "ero la est>pida criadaI una tontita supersticiosa quellevaba un anillo de hierro día y noche. : qui($ no tan tonta. 5e caló desde el primermomento. 5e vio como realmente era, un horrendo nudo de ratas que se arrastraba allado de la se9orita de la casa. "or un tiempo creyó que estaba loca. 5$s tarde se con)ió almayordomo. El mayordomo se lo dijo a la cocinera, la cocinera al ama de llaves y, al

cabo, el cuento llegó a oídos del padre de 5elusina. Era un hombre muy amable en todomomento, y quería mucho a su hija. El rumor lo perturbó. 5andaron a llamar a unca(ador de duendes a %rlo< para adivinar si había enga9os m$gicos en la casa, y el padre de 5elusina decidió tener una conversación con ella, para transmitirle sus temores."ero yo habl! con ella antes. *a puse en contra de su padre. Ella lo llamó OmentirosoP yOmonstruo desalmadoP, y huimos juntos mientras se avecinaba una tormenta, cabalgandohasta cru(ar las colinas.

Fubo una pausa durante la que la aeronave quedó en silencio. *as llamas de las l$mparasde gas parpadearon y disminuyeron. El >nico ruido era el (umbido de los motores.

*as ideas se agolpaban en la mente de Bartolomeo. No tengo tiepo para esto! Tengoque encontrar al se5or (elliby y a Queta antes de que se convierta en una horrible puerta. #e preguntó cu$ntas )uer(as le quedaban al duende rata, qu! haría si !l intentabasalir corriendo. #us manos a)erraron uno de los barrotes de la barandilla. "odíaarrancarlo, pensó, y golpear a las ratas con !l.

"ero entonces el duende lo miró de nuevo, y sus ojos estaban h>medos y perdidos einsoportablemente tristes.

 ?7os )uimos a *ondres ?dijo, aunque, en realidad, no a Bartolomeo. En realidad, anadie?. endimos sus joyas para comprar vino y bailamos hasta que nos dolieron los pies. 5e parecía que todo iba de maravillas, pero a 5elusina no. 7o a mi hermosa

5elusina. E8tra9aba a sus padres. E8tra9aba rlanda y las altas colinas verdes. % )in decuentas, es una muchacha muy joven ?Bartolomeo soltó el barrote?. entonces supeque nunca sería mía mientras durara el enga9o. 7o me amaba. %maba una ilusión y unamentira, así que un día me deshice del encantamiento. *e mostr! qu! era yo.

El duende rata apartó la vista. Cuando volvió a hablar, lo hi(o conteniendo el llanto4

 ? me odió. 5e odió por mi )ealdad. Echó a correr. Corrió hacia la puerta, llorando ygritando. "ero yo no podía dejarla ir. No podía. #abía que no dejarla ir la mataría. #abíaque las ratas la roerían por dentro y que ella nunca volvería a ser la misma, pero Kde qu!otra )orma podía retenerla conmigoL 1No podía peritirle que e de*araN ?el duende

rata se estremeció en el suelo, como si sus muchas patas estuvieran corriendo en distintasdirecciones. *uego se replegó sobre sí mismo como un caracol, escondiendo la cabe(a?."or entonces conocí al se9or *icerish ?susurró?. Una noche, en la calle. 5e contó su plan, y dijo que necesitaba a alguien que le trajera a los sustitutos. #i se abría el portaldu!ndico, dijo, todo volvería a estar en orden. En nglaterra la magia sería )uerte y yosería capa( de impedir la muerte de 5elusina. #ería capa( de hacer un encantamiento tan potente y tan pro)undo que ni siquiera el anillo de hierro de la criada la ayudaría a

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 penetrarlo. todo estoI ?levantó una mano de colas de rata y la agitó ciegamente?.3odo esto parecería un mal sue9o. %sí que le obedecí. Fice cada cosa que me pidió.

Bartolomeo no dijo nada. 7o le gustaba lo que había oído. Quería encontrar a Queta yquería odiar a #altimb$n. Quería poder considerarlo un monstruo por todo el dolor que

había causado. "ero una vo( desagradable se había metido en su cabe(a y le decía4 ¿Unonstruo Pero es igual que t$! Igual de feo, igual de egoísta! No eres diferente de +l!¿No atarías a un ill.n de personas para salvar a QuetaL

Bartolomeo cerró los ojos.

 ?"ero 5elusina ?dijo, tratando de hablar con calma?, ahora que la abandonastevivir$. Bath queda muy lejos. Ella estar$ a salvo.

 ?% salvo ?la vo( del duende era un susurró desnudo y agitado?. % salvo de mí. %salvo para siempre.

Bartolomeo lo miró )ijo.

 ?7adie le prestó ayuda. 7i la policía, ni el se9or *icerish, aunque se lo rogu! e hicetodo lo que me pidió. Ella debe de haber durado un día, qui($ dos, antes de morir sola enesa silla, en la blanca habitación subterr$nea.

El se9or *icerish habló apresuradamente en el aparato de latón, con un dejo dee8citación en la vo(.

 ?"or )in ha llegado el eli8ir de la grinbruja. *leva a la 7i9a 7>mero :nce al almac!n yd$selo de beber. %seg>rate de que trague hasta la >ltima gota. luego al!jate a toda prisa.*as síl)ides acudir$n pronto. 3endr$s solo unos minutos antes de que el portal empiece adestruir la ciudad. uelve a la Luna y no te retrases. 7ecesito que vuelvas al mundoma9ana.

%lejó el auricular y mordió pensativamente la punta de la cinta de su reloj.

 ? ¿0athir L ?la vo( del duende mayordomo crepitó en el aparato?. K0athir , est$ ustedahíL KQuiere decir algo m$sL

El se9or *icerish volvió a levantar el auricular.

 ?#í, sí, creo que sí. #altimb$n se ha puesto un pocoI inestable. #e dirige al almac!n en

este mismo momento. %seg>rate de que se quede allí ?y sin esperar respuesta colgó elauricular.

El duende mayordomo colgó lentamente el aparato para hablar.

 ?5uy bien ?dijo, sin dirigirse a nadie en particular y, tras echar una >ltima ojeada porla habitación, tomó a Queta de la mano y la llevó hacia la puerta?. amos, mesti(a.KQuieres beber algoL #upongo que estar$s sedienta.

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 ?*amento que haya muerto ?dijo Bartolomeo en vo( baja. +e un modo e8tra9o lolamentaba. Ella siempre le había parecido un )antasma y una bruja, un símbolo del malque había irrumpido en su vida. Ella había iniciado todo, al meterse en el callejón yllevarse al ni9o de los Buddelbinster. "ero en realidad no había sido ella en absoluto.Cuando !l se le había acercado bajo el alero de aquella casa en el Callejón del iejo

Cuervo, entonces había conocido a la verdadera 5elusina. Fabía oído su vo( suave yunas tonterías sobre valets y dura(nos y crema. Bartolomeo nunca olvidaría la pena quellameó en los ojos de 5elusina cuando vio venir al duende rata corriendo por losadoquines. ;ile a papá que lo siento, había dicho.

+ile a pap$ que lo siento.

#i Bartolomeo vivía, se lo contaría a su padre. *o encontraría y le diría cu$nto lo habíaquerido ella en sus >ltimos días, cu$nto deseaba volver a casa.

Bartolomeo se arrodilló al lado de #altimb$n. Casi e8tendió la mano para tocarlo, pero)ue incapa( de hacerlo. Cerró el pu9o y dijo4

 ?a no tienes que ayudar al se9or *icerish. 7o tienes que hacerle da9o a la gente.K#abes dónde est$ mi hermanaL K"uedes llevarme adonde est$ ellaL "or )avor, Kpuedesayudarme a salvarlaL

"or un momento #altimb$n no dijo nada. #u cara estaba oculta entre la masa hirviente de pelajes y colas. *as ratas parecían darse cuenta de que algo andaba mal. #e subían unassobre otras, ponían los ojos en blanco y les temblaban los dientecitos amarillos. "or unmomento #altimb$n no dijo nada. *uego habló con vo( so)ocada4

 ?K"or qu! te ayudaríaL K"or qu! ayudaría a alguien, ahoraL

Bartolomeo se clavó las u9as en las palmas.

 ?"orqueI ?balbuceó, pero no sabía la respuesta. 7o en ese momento. #olo podía pensar en Queta, y en su mano en la suya, y en sus est>pidas, impodables ramas?. #oloay>dame, Kpor )avorL "or )avor, Kme ayudar$sL

En el recibidor se oyó un sonido met$lico y la compuerta empe(ó a abrirse, creando unagujero enorme en la tibie(a de la sala. El viento la llenó, soplando junto a las orejas deBartolomeo. Entonces una puerta se abrió y se cerró en el pasillo de arriba. %van(aron pasos por la al)ombra.

 %lguien viene. Bartolomeo se incorporó, listo para echarse a correr. Teneos que irnos!Teneos que irnos ya mismo.

"ero el duende rata solo se sentó y se quedó mirando a Bartolomeo, que le suplicaba consus ojos negros.

 ?M3ienes que ayudarmeN ?repitió Bartolomeo desesperado?. M7o s! por qu!, perotienes que hacerloN M5i hermana morir$N %y>dame, por )avor.

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#altimb$n apartó la vista. *as ratas se estaban poniendo )ren!ticas, pero la cara delduende estaba muy quieta, casi en calma.

 ?7o ?dijo. *a palabra cayó de su boca como una piedra. luego, tras arrastrarse hastael borde de la compuerta, se arrojó al vacío de la noche. Bartolomeo no lo miró caer. #e

tapó los oídos para no escuchar a las ratas y volvió la cabe(a hacia la pared.El se9or *icerish había terminado de comer la man(ana. +ejó el caro(o y empe(ó asacar las semillas, poni!ndolas en )ila sobre su escritorio. 3ras completar la tarea a sugusto, tocó la campana y pidió al gnomo jorobado que le trajera un vaso de leche. Cuandola leche llegó, en ve( de beb!rsela el se9or *icerish barrió las semillas con la palma dela mano y las echó dentro del vaso. *uego )ue hasta la ventana y miró a)uera, con los bra(os cru(ados detr$s de la espalda.

Un tintineo d!bil lo hi(o volverse. *a habitación estaba vacía. Un p$jaro mec$nicomiraba la nada con sus ojos duros. En el vaso se había )ormado una película sobre laleche, como siempre que la leche est$ bastante )resca. 5ientras el se9or *icerish la

observaba, la película se convirtió en una piel. *a piel se hi(o m$s gruesa. de pronto elvaso se volcó y un glóbulo semisólido de leche blanquia(ul se derramó sobre elescritorio. /eptó hasta el borde. El se9or *icerish lo tomó en la mano y lo acercó a sucara. #u boca se estiró a lo ancho de sus dientes revelando una sonrisa reluciente. eíad!bilmente las semillas de man(ana en el centro de la leche4 de ellas )lorecían venitas y pulmones y un cora(ón. *uego dos semillas salieron a la super)icie para )ormar un par deojos, y el glóbulo se puso de pie sobre unas piernas como tallos. 3enía una boca enormeque permanecía abierta4 ancha, desnuda y vacía.

 ?Encantador ?dijo el se9or *icerish, sin dejar de sonreír?. #er$s mis ojos por unrato, diablillo. e r$pido al almac!n y vigila. *o que t> veas yo lo ver!, y lo que yo diga

t> lo dir$s. KComprendesL

El glóbulo de leche lo miró )ijo, con sus ojos de semilla de man(ana un poco tristes.%sintió lentamente. *uego bajó de un salto de la mano del duende y )ue bambole$ndosehacia la puerta.

El se9or &elliby encontró a Bartolomeo en el recibidor de la aeronave, intentandoesconderse bajo la al)ombra. *a compuerta estaba abierta. Era una noche )ría y sin nubes,y la ciudad se e8tendía inmensa debajo de ellos. *as calles )ormaban una telara9a brillante4 5ay)air y Figh Folborn re)ulgían iluminadas por duendes )lamígeros, mientrasque las calles m$s pobres, alumbradas con l$mparas de gas, eran solo hilos mortecinos y

titilantes, o no estaban encendidas en absoluto. *ento y negro, el río cortaba todo en dos,interrumpido solo por la lu( de los botes que recogían cad$veres.

 ?MBartolomeoN KQu! hacesL M%l!jate del bordeN ?susurró el se9or &elliby, caminando de puntillas por el recibidor?. En este mismo momento el duende mayordomo est$ con else9or *icerish. 3iene a tu hermana, y le dar$ la poción y la llevar$ abajo en el ascensor.

Bartolomeo se incorporó de un salto.

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 ?KQuetaL KFa visto a QuetaL

 ?M#íN MCon mis propios ojosN "ero tenemos que apresurarnos.

Corrió hacia el borde del piso y estiró la mano para alcan(ar el ascensor, mientras loestudiaba r$pidamente.

 ?%hí. Kes esas barras de metal debajoL "odemos escondernos ahí, creo, y salir cuandoel mayordomo est! solo en el almac!n. M/$pido, adentroN

#in decir una palabra, Bartolomeo se ubicó entre las barras de metal. *a tibie(a delrecibidor desapareció al instante. iento y ceni(a helada soplaban de un lado a otro a sualrededor, pero apenas lo notó. "l se5or (elliby la encontr.! "lla está aquí y está viva.

El espacio debajo del ascensor tenía apenas treinta centímetros de alto y estaba porcompleto abierto. #olo unas barras muy separadas impedían que cayera al vacío.  "s el portaequipa*es, pensó. Era donde se habrían puesto las maletas y las cajas de sombreros

si se le hubiera dado un uso com>n al dirigible.

El se9or &elliby tiró del cable y el ascensor descendió treinta centímetros. El portaequipajes se hundió debajo del borde de la compuerta y quedó oculto. Entonces !ltambi!n se metió debajo.

&usto a tiempo. El se9or &elliby apenas logró acomodar los bra(os y las manos antes deque se oyeran pasos en la escalera.

 ?MamosN ?la vo( jadeante del duende mayordomo entró en el recibidor?. MEres lacriatura m$s )astidiosa que pueda imaginarseN *os otros nueve no eran ni la mitad de pesados.

#e oyó que el duende arrastraba a Queta mientras ella intentaba seguirle el paso. *uego elascensor se meció cuando ellos subieron. Bartolomeo podía ver un poco a trav!s de lagrilla de metal del suelo. %penas divisaba las sombras de los pies descal(os de Queta, laslargas suelas de los (apatos del duende mayordomoI y había algo m$s. %lgo peque9o yredondo que no se quedaba quieto, y que hacía un ruido e8tra9o como agua dentro de una jarra.

Bartolomeo aguantó la respiración. Queta estaba tan cerca. % centímetros encima de !l.Quería treparse y abra(arla, y decirle que la había encontrado y que pronto se irían a casa.-a faltaba uy pocoI

El ascensor empe(ó a descender, chirriando al internarse en la noche. *a >nica lu( provenía del ojo verde del duende. El se9or &elliby rogó que no se le ocurriera mirarabajo. +e hacerlo los vería de inmediato, ahí tendidos debajo del piso. #u ojo mec$nico podía ver a trav!s del metal y en la oscuridad yI

El duende levantó la nari( y olisqueó el aire. El se9or &elliby se quedó tieso.

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 ?Fuelo lluvia ?dijo el duende, mirando con curiosidad a Queta?. *luvia y barro.

Queta no dijo nada.

El duende mayordomo tamborileó con los dedos sobre la barandilla.

 ?7o ha llovido en *ondres desde hace días.

+urante unos cuantos segundos solo se oyó el viento. +espu!s, sin previo aviso, uncuchillo dentado salió de la manga del duende, y este lo blandió en el aire y lo clavó en el piso. *a punta se detuvo, resonando, a pocos centímetros del ojo de Bartolomeo, que dejóescapar un grito. ?KBartiL ?gritó Queta, apretando la cara contra la reja.

El se9or &elliby se bajó de las barras y quedó colgado, sacudiendo las piernas a quincemetros del suelo.

 ?M#al de ahíN M#al de ahí, Bartolomeo, te matar$N

El cuchillo golpeó de nuevo, varias veces, hasta darle a Bartolomeo en el bra(o y hacerlosangrar. El ascensor había llegado al techo del almac!n. El aire se entibió a medida queentraban en el espacio cerrado.

 ?M%horaN ?gritó el se9or &elliby desde donde colgaba?. MamosN a no estamos muyalto.

Bartolomeo vio el )ilo caer sobre !l, brillante como un chorro de lluvia. Esa ve( lomataría. El duende acertaría y le atravesaría el cora(ón. "ero justo cuando la punta tocabasu piel, !l se desli(ó por entre las barras y cayó en el almac!n.

El impacto lo dejó sin aire. *as rodillas se le doblaron bajo su peso y rodó por el suelo,varias veces, hasta detenerse contra una pared de cajones. :yó que el ascensor tocaba elsuelo. *uego los pasitos de los pies descal(os de Queta y los tacos del duende resonandocontra la piedra. %l abrir los ojos, temió hallar a la criatura sobre !l, con el cuchillo listo para liquidarlo.

"ero el duende mayordomo parecía haber perdido todo inter!s en Bartolomeo. 3ampocole prestaba atención al se9or &elliby, que se había arrastrado hasta el mar de cajones yestaba allí agachado, recobrando el aliento. Con movimientos r$pidos y e)icientes, elduende metió los pies de Queta en los (apatos chamuscados y empe(ó a atarle loscordones, con varias vueltas, hasta que no quedó la menor posibilidad de que la ni9a

saliera de ellos.

Queta intentó levantar los pies, agitó las manos, pero los (apatos estaban clavados alsuelo. *os dedos largos del duende tiraron de los nudos, asegur$ndose de que )ueran)irmes. Ella se rascó la cabe(a y trató de desatarse los cordones, pero el duende le apartólas manos de una palmada.

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Bartolomeo )ue acerc$ndosele en cuatro patas. El duende seguía sin prestarle atención. Elmayordomo se puso de pie y sacó el eli8ir de su chaqueta. *o arrimó a los labios deQueta e inclinó la botella. Ella resopló una ve(, escupió, pero !l le apretó la carita con lamano y la obligó a mirar hacia arriba. Queta no pudo hacer nada salvo beber el líquido agrandes tragos.

Cuando la botella estuvo vacía, el duende la arrojó a un lado. #in decir palabra, volvió alascensor.

+e un salto, el se9or &elliby salió de entre los cajones, blandiendo un gancho de metalcomo un estoque. El duende ni se inmutó. *o esquivó con gracia, dobl$ndose hacia atr$scomo una serpiente y, tras retorcerse, le asestó un tremendo golpe al se9or &elliby en elcostado de la cabe(a. Bartolomeo vio al se9or &elliby tambalearse y corrió hacia Queta. La llevar+ a la ventana! 0aldreos ientras el duende está distraído y<

#e parali(ó. El duende mayordomo tambi!n. El se9or &elliby soltó el gancho.

+e la nada se había levantado una brisa suave que traía consigo un olor de nieve. algoestaba ocurri!ndole a Queta. Fabía empe(ado a )orm$rsele una línea negra sobre la piel,desde la punta de la cabe(a, bajando por los hombros, hasta los bra(os y las piernas.

 ?KBartiL ?dijo, con la vo( quebrada por el miedo. %lrededor de su boca, su piel p$lidaestaba te9ida de un negro'morado?. Barti, Kqu! pasaL KQu! est$s mirandoL

En el momento en que la línea alcan(ó los (apatos clavados, estos se desintegraron,convirti!ndose en copos delicados que se desperdigaron por el suelo. *a brisa se convirtióen viento, que agitaba las ramas en la cabe(a de Queta. , de pronto, a espaldas de ella yano hubo una pared, ni cajones, ni un almac!n, sino un bosque oscuro que se e8tendía

hasta el hori(onte. Estaba cubierto de nieve. *os $rboles eran negros y sin hojas, viejos ym$s altos que cualquier $rbol ingl!s. %l )ondo, entre ellos, Bartolomeo vio una casita de piedra. 3enía una lu( encendida en la ventana.

Queta se abra(ó a sí misma y lo miró, con los ojos dilatados.

 ?Est$ surtiendo e)ecto ?ceceó una vo( desde el techo. Airando sobre sí mismo,Bartolomeo miró hacia arriba y vio una )orma blanca en la oscuridad, posada en una delas cadenas colgantes. 5iraba )ijo el bosque y a Queta. #u boca era ancha y estaba vacía,y en el )ondo de su vo( )ría y h>meda se oía el susurro del se9or *icerish?. *a puertase est$ abriendo.

Bartolomeo se volteó para mirar a Queta. #í, la puerta se estaba abriendo. +e a poco lalínea negra se e8pandía, )ormando un círculo como el anillo en llamas por el que salta untigre. a medida que crecía el círculo, tambi!n crecía el marco, hasta ya no ser una líneasino una cadena ondulante de alas )uriosas y agitadas. Eran como las alas que volaban entorno a #altimb$n y a 5elusina en todas partes adonde iban, solo que m$s )uertes ymucho m$s negras. destruían todo lo que tocaban. *as baldosas del almac!n selevantaban y se quebraban apenas las ro(aban. *os cajones que estaban m$s cerca

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estallaban en una lluvia de astillas. Queta seguía clavada en su sitio, una peque9asilueta recortada contra el bosque y la nieve del "aís %ntiguo.

 ? 0í  ?dijo la vo( del se9or *icerish, suave y sibilante, a trav!s del diablillo lechoso?. 7i9a 7>mero :nce. 3e has abierto.

El duende mayordomo se precipitó hacia el ascensor, pero el se9or &elliby se le echóencima una ve( m$s, d$ndole pu9eta(os y patadas con toda su )uer(a. Bartolomeo mirabaembelesado a Queta. #entía el viento, olía el hielo y el musgo de los bosques ancianos.*a puerta no era muy grande. #u madre siempre decía que la de Bath había sido la cosam$s enorme que el mundo jam$s había visto.

 ?e a buscarla, ni9o ?dijo el diablillo lechoso desde el techo?. e a buscarla y tr$ela acasa ?su vo( ahora escondía agude(a, un cuchillo cubierto de seda?. 7o te preocupes.*as síl)ides no te har$n da9o. 7o a uno de los suyos ?el diablillo descendió del gancho ?. amos ?lo alentó?. e a buscarla.

Bartolomeo no lo pensó dos veces. Echó a correr, sorteando al se9or &elliby y al duendemayordomo. *uego Queta estaba delante de !l y !l tiraba de ella.

Queta salió despedida de entre las alas negras del portal. #us pies tocaron el suelo de piedra. Bartolomeo la sostenía de la mano, y empe(aba a correr hacia la ventana, haciaa)uera. % sus espaldas la puerta dio una tremenda sacudida. Con una velocidadescalo)riante las alas emergieron chillando y devor$ndolo todo a su paso. Bartolomeosintió que plumas $speras y huesos ro(aban su piel. "ero el diablillo no había mentido.=ueran lo que )ueren las criaturas que se escondían en esas alas, no lo lastimaron.

 ?MBartolomeoN ?gritó el se9or &elliby, esquivando el cuchillo que el duende

mayordomo agitaba por encima de su cabe(a?. M"onla donde estabaN M"onla dondeestaba o nos matar$s a todosN

%terrado, Bartolomeo empujó a Queta, pero el da9o estaba hecho. *a puerta habíallegado casi al techo del almac!n, un vasto tornado de alas que se tragaban todo lo quetocaban. Un viento con olor a nieve le golpeaba la cara. El bosque parecía llenar todo elespacio, proyectando su oscuridad m$s all$ de los cajones y del río. Unas pisadasresonaron contra la piedra ?las del se9or &elliby o las del duende mayordomo?, pero !lya no veía nada.

Queta trataba de a)errarse a !l, estirando la mano para agarrarse de su camisa. +el otrolado, el bosque ya no estaba vacío. %lgo había salido de la casita que se veía a ladistancia. *a lu( seguía encendida, pero parpadeaba cada ve( que una )igura pasaba sobreella, corriendo entre los $rboles, acerc$ndose cada ve( m$s. % sus espaldas, otras )ormasse apro8imaban por el bosque, oscuras y veloces, con ojos curiosos que brillaban a la lu(de la luna.

*os duendes. %cudían.

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 ?K7o quieres quedarte con tu hermanaL ?se burló el diablillo?. %h, querida Queta,KvesL 3u hermano ya no te quiere. 7o quiere salvarte.

Bartolomeo la miró, desesperado. 7ada quería m$s que salvarla. Fabía viajado cientos deilómetros, se había en)rentado a la policía de Bath y al mercado du!ndico y al duende

rata mientras la buscaba. "ero Queta lo miraba )ijo, con los ojos redondos y vacilantes. ?K#abesL #i la empujas, si la echas de un buen empujón al "aís %ntiguo y a ese oscuro bosque invernal, en medio de esos duendes malignos que se acercan desde todos lados, la puerta empe(ar$ a encogerse. K7o sería genialL K7o sería fantásticoL *a puerta sedesestabili(aría. Faría implosión. 7o miento. nt!ntalo. %bandona a tu querida hermana por un mundo por el que no darías un penique.

*as palabras del diablillo encendieron un recuerdo en la memoria de Bartolomeo. +e pronto, se vio en el claro de la grinbruja, alej$ndose de la carreta pintada y de la lu(alegre de su ventana. Qu+ e iporta el undo. Eso había dicho, gru9endo en vo( bajamientras caminaban pesadamente en la noche. % nadie le importaba. 7i a los duendes. 7i

a la gente. 3enían otras cosas de qu! preocuparse, como las monedas, y el pan, y ellosmismos. Bartolomeo podía dejarlos morir a todos. #acaría a Queta de allí, y las alas barrerían esa ciudad cruel y aborrecible. +estruirían todo, arrasarían con iglesias, concasas y con palacios de gobierno. El se9or &elliby se convertiría en polvo. Bartolomeoy Queta se marcharían, de la mano, entre las ruinas. Era muy sencillo.

 7o eres di)erente, dijo la vo( desagradable, m$s )uerte y $spera que nunca. 7o eresdi)erente del duende rata, ni del se9or *icerish, ni de la grinbruja, ni de toda la dem$sgente que creías odiar.

"ero Bartolomeo era di)erente. #abía que lo era. Era enclenque y )eo y no muy alto, y no

le importaba. 7o le importaba que los duendes lo odiaran, o que la gente le tuvieramiedo. Era m$s )uerte que ellos. 5$s )uerte de lo que había sido el duende rata, m$s)uerte de lo que el se9or *icerish sería nunca. Fabía recorrido lugares y tenidoaventuras, y no lo había hecho por sí mismo sino por Queta y por su madre y por el se9or&elliby, que lo había llevado consigo cuando !l estaba solo en el callejón. Ellos eran losque le daban una idea de pertenencia. 7o los duendes ni la gente. 7o tenía que ser comoestos.

%cercó su cara a la de Queta y empe(ó a susurrar, con prisa, enla(ando su mano en la dela ni9a.

 ?7o lo escuches ?dijo, entre el viento y las alas?. +ice solo mentiras. 7o tengasmiedo. 3endr$s que meterte ahí por un momento, pero en cuanto la puerta sea muychiquita vuelves aquí de un salto. #altas con todas tus )uer(as, KentiendesL =uncionar$,Queta, lo s!.

 ?KBartiL ?la vo( de Queta temblaba. entonces el viento aulló en torno a ellos y ya no pudo oírla. "ero sabía lo que estaba diciendo. #arti, no e hagas entrar ahí! No de*esque e atrapen los duendes.

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Bartolomeo intentó sonreírle, pero su cara no se movió. ncluso las l$grimas se lecongelaron, como un dolor detr$s de los ojos. %bra(ó a Queta, )uerte e intensamente,como si nunca )uese a dejarla ir.

 ?=uncionar$, Queta, )uncionar$.

Con suavidad, la empujó hacia dentro.

*os pies descal(os de la ni9a se hundieron en la nieve. El viento agitó sus ramas y susropas. "or un instante las alas se quedaron quietas, como si planearan a cielo abierto.*uego parecieron darse vuelta, chillando hacia la puerta.

 ?KQu+ hacesL ?gru9ó el diablillo lechoso, agarr$ndose de la cadena y mirando a(orado ?. KQu! haces, imb!cilL M#$cala de ahíN M#$cala de ahí o nunca volver$s a verlaN

0í, lo har+. "ero Bartolomeo sabía que no tenía sentido responder. Clavó los ojos enQueta esperando el momento justo para gritar, para decirle que entonces sí, podía saltar.

*a puerta se encogía deprisa. Cuanto m$s empeque9ecía, m$s r$pido giraban las alas,hasta que de pronto un pilar estalló verticalmente, chillando a lo largo del cable delascensor al subir hacia la aeronave. El diablillo gimió y )ue consumido. En lo alto se oyóuna e8plosión honda y reverberante.

*as alas llenaban la puerta, bloqueando todo. Bartolomeo solo podía ver reta(os de los$rboles que estaban del otro lado, atisbos de la cara aterrada de Queta, la casita, el bosquecubierto de nieve.

 ?M%horaN ?gritó Bartolomeo?. %hora, Queta, Msal de ahíN 10altaN

Queta no se movió. Fabía alguien detr$s de ella. Una )igura alta, esbelta, sombría, que leapoyaba una mano en el hombro.

Bartolomeo se echó hacia adelante. "asó el bra(o por la puerta. 3ocó a Queta, su camisónsucio, su pelo de ramitas. 3rató de agarrarle la mano para traerla hacia su lado, a *ondresy al almac!n. % casa.

 ?amos, Queta, MahoraN M#altaN

"ero las alas estaban por todas partes, golpe$ndolo e interponi!ndose. *a mano de Quetase soltó de la suya. #alió despedido hacia atr$s, volando por el aire hasta estrellarse con

una pared de cajones. Cayó al suelo, mareadísimo. %lgo tibio le chorreaba por la )rente.#u lengua sintió gusto a sangre.

Queta, pensó con los ojos empa9ados. Queta tiene que saltar . +e a poco, con dolor, sees)or(ó por ponerse de pie y moverse.

 ?MQuetaN ?gritó?. Queta, tienes queI

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3odo quedó en silencio. El viento había cesado, tambi!n el ruido. *as alas estaban parali(adas en el aireD cajones astillados, ganchos y cadenas quedaron suspendidos. *a puerta era un círculo per)ecto en el centro del almac!n. enmarcada en !l, peque9a ysola bajo los $rboles abovedados, estaba Queta.

5iró a Bartolomeo con sus ojos negros llenos de terror. *e caían l$grimas por lasmejillas. *evantó la mano.

% continuación hubo un sonido como el de una cuerda de violín al romperse. El hechi(ose había roto. 3odo volvió a moverse. *lovieron despojos por todos lados4 madera de loscajones, ladrillos de las paredes, h!lices y la tela en llamas de la aeronave. *a puertadesapareció.

Bartolomeo soltó un grito desesperado. Corrió al lugar donde había estado, ara9ó el aire,ara9ó las piedras.

 ?M#altaN ?gritó?. M#alta, Queta, salta, saltaN

"ero era demasiado tarde.

"or encima de !l hubo un tremendo estr!pito. "eda(os de techo y vigas incendiadascayeron a su alrededor, dej$ndolo atrapado. En medio del humo enceguecedor, hubo unae8plosión. Bartolomeo cayó al suelo, llorando y gritando, y la negrura lo envolvió.

 7o supo cu$nto tiempo estuvo ahí tendido. "odía haber sido un a9o o un día. *o mismole hubiera dado si estaba muerto y ese era el )in del mundo. *e llegaron ruidos desde lejosy un agua helada le mordió la piel. El negro y el plateado de los uni)ormes de los bomberos centellearon entre la niebla opaca de su visión. *uego se reunió gente a su

alrededor, que hablaba toda junta. ?Un distinto ?dijeron?. 5edio muerto. K*o dejamosL K*o dejamos ahí tiradoL

en alguna parte el se9or &elliby, )urioso, gritaba4

 ?M*o que har$n es llevarlo a un carruajeN M de ahí a toda prisa al hospital, y si les tomael resto de su vida, lo salvar$nN Jl los salvó a ustedes. 7os salvó a todos.

2áyanse, pensó Bartolomeo. ;+*ene tranquilo. Quería dormir. *a oscuridad aparecía denuevo, e8pandi!ndose debajo de !l y llam$ndolo. "ero antes de que se lo llevara, !l abriólos ojos y miró hacia arriba. io el cielo a trav!s del techo destro(ado. %manecía. El sol

se al(aba sobre la ciudad, rompiendo la espesa capa de nubes.

 ?3e encontrar!, Queta ?susurró, mientras unas manos )uertes lo ponían en una camillay se lo llevaban?. Est!s donde est!s, nos iremos a casa.

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Nota del traductor

 7:5B/E# y topónimos adaptados al castellano

#e ha decidido castellani(ar los nombres ingleses que tienen equivalentes directos.3ambi!n, para mantener un sistema onom$stico m$s o menos coherente, se han tomadolas siguientes decisiones4

Z En unos pocos casos se cambiaron los nombres por completo, aunque pensando enequivalentes socioculturales y tratando de usar nombres que e8istieran de alguna )ormaen ingl!s Gasí, &emima, un nombre anticuado, se convierte en Aertrudis, por ejemploH.

Z "ara el caso de los nombres de iglesias o cementerios se han mantenido los originalesG#t. "aul, #t. 5artin'in'the'=ields, por ejemploH.

Z En el caso de nombres inventados o con signi)icado, se )ormaron nombres nuevos a

 partir de la mor)ología del original. 3odos los nombres cambiados se consignan aquídebajo4

%rthur4 %rturo

Bartholome<4 Bartolomeo

Fettie Gdiminutivo de FenrietteH4 Queta Ga partir de EnriquetaH

;ettle4 "erol Gpara evitar "ava, que es ambiguoH

&ohn ednesday4 &uan enceslao

&ac Bo8 Ga partir de &ac'in'the'bo8H4 #altimb$n

&emima4 Aertrudis

*ongstocings4 5ediaslargas

5ary Cloud4 5arinube

5elusine4 5elusina

 7onsuch Fouse G[ none suchH4 Casa #impar 

"ric)inger G pric8  \ finger H4 +edipincho

3othill4 Colinot

+E3/# de la historia de Los distintos se encuentra el mito medieval de los changelings o ni9os cambiados, que )orma parte del )olclore celta y tambi!n del escandinavo. Endiversas leyendas europeas, un ni9o cambiado Gun sustituto, un peculiar, un distintoH es el

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hijo de una criatura )ant$stica que ha sido dejado secretamente en el lugar de un ni9ohumano que )ue robado. 3ambi!n puede conocerse con ese nombre al hijo entre unhumano y un ser )ant$stico como un hada, un el)o o un troll.