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1 AYUDAS MONTESSORIANAS APLICADAS EN EL HOGAR COMO COMPLEMENTO A LA CATEQUESISDEL BUEN PASTOR María Teresa López G. Manizales, Noviembre de 2015 II Encuentro Nacional de Catequistas del Buen Pastor En mi experiencia como guía Montessori y como catequista del Buen Pastor, cada vez reconozco la importancia y urgencia de realizar un trabajo mancomunado con los padres de familia de los niños que van a nuestras Casas de niños o a nuestros Atrios. Me cala muy en lo profundo del corazón esta frase que Sofía Cavalletti dice en el libro del Potencial religioso del niño acerca de la importancia de la comunidad: “Son muchas y nada fáciles las tareas que el adulto debe realizar, si quiere ayudar al niño a vivir su relación con Dios; todo lo que hemos tratado de describir es – en nuestra opinión muy importante y necesario, pero en ello no se agota la tarea del adulto. El adulto debe preparar el ambiente para el niño en el sentido preciso de un lugar, pero también, y sobre todo, en el significado amplio de la palabra, es decir en la acepción de comunidad de fe. En el atrio el niño vive ya – como hemos observado una vida comunitaria, pero limitada a la comunidad de los niños, que no puede ser suficiente, sobre todo cuando el niño comienza a crecer. La semilla de la Palabra de Dios que el niño recibe, tiene necesidad de Hortus conclusos (jardín secreto) del atrio, pero también del oxigeno corroborante de la comunidad de los adultos. Uno no puede ser sustitutivo del otro; uno integra al otro, en una función complementaria, inseparable e insustituible. En ausencia de un ambiente de fe en el cual el niño pueda vivir, en el cual pueda sentirse insertado y casi conducido, tendremos el riesgo de cultivar en el atrio flores de invernadero, incapaces de resistir la crudeza del clima exterior. Por otra parte, sin un lugar en donde el niño pueda entrar en contacto con la realidad religiosa de una manera y a un ritmo adecuado a él, existe el riesgo de pasar al lado de grades cosas, sin lograr comprenderlas, sin interiorizarlas ni hacerlas suyas. La iniciación de un niño a la vida cristiana no es tarea que pueda ser absorbida solo por el catequista y solo por los padres. Es toda la comunidad cristiana la que anuncia a Cristo, y es con toda la comunidad cristiana con la que el niño debe entrar en contacto. El trabajo precioso que el catequista desarrolla debe ser sostenido y corroborado por una comunidad, que vive lo que anuncia”. 1 Es importante diferenciar los dos espacios: el de la catequesis donde los niños viven su proceso de iniciación cristiana con anuncios bíblico litúrgicos en un proceso orgánico y sistemático, respondiendo a sus exigencias vitales, según la etapa de desarrollo en que se encuentran y que han sido hallados en los 61 años de existencia de la CBP. Por otra parte, en el ambiente familiar los niños viven su vida de fe junto con sus padres, hermanos u otros, y en la cotidianidad van experimentando esa compañía constante y permanente de Dios. 1 Cavalletti, Sofía. El Potencial religioso del niño xxxxxxxxxxxxxxxxxxx

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AYUDAS  MONTESSORIANAS  APLICADAS  EN  EL  HOGAR  COMO  COMPLEMENTO  A  LA  CATEQUESISDEL  BUEN  PASTOR  

María  Teresa  López  G.    Manizales,  Noviembre  de  2015  

II  Encuentro  Nacional    de    Catequistas  del  Buen  Pastor    

En  mi  experiencia  como  guía  Montessori  y  como  catequista  del  Buen  Pastor,  cada  vez  reconozco  la  importancia  y  urgencia  de  realizar  un  trabajo  mancomunado  con  los  padres  de  familia  de  los  niños  que  van  a  nuestras  Casas  de  niños  o  a  nuestros  Atrios.    Me   cala   muy   en   lo   profundo   del   corazón   esta   frase   que   Sofía   Cavalletti   dice   en   el   libro   del  Potencial  religioso  del  niño  acerca  de  la  importancia  de  la  comunidad:    “Son  muchas  y  nada  fáciles  las  tareas  que  el  adulto  debe  realizar,  si  quiere  ayudar  al  niño  a  vivir  su  relación   con   Dios;   todo   lo   que   hemos   tratado   de   describir   es   –   en   nuestra   opinión-­‐   muy  importante  y  necesario,  pero  en  ello  no   se  agota   la   tarea  del  adulto.  El   adulto  debe  preparar  el  ambiente   para   el   niño   en   el   sentido   preciso   de   un   lugar,   pero   también,   y   sobre   todo,   en   el  significado  amplio  de   la  palabra,  es  decir  en   la  acepción  de  comunidad  de   fe.  En  el  atrio  el  niño  vive   ya   –   como   hemos   observado-­‐   una   vida   comunitaria,   pero   limitada   a   la   comunidad   de   los  niños,  que  no  puede  ser  suficiente,  sobre  todo  cuando  el  niño  comienza  a  crecer.  La  semilla  de  la  Palabra  de  Dios  que  el  niño  recibe,  tiene  necesidad  de  Hortus  conclusos  (jardín  secreto)  del  atrio,  pero   también   del   oxigeno   corroborante   de   la   comunidad   de   los   adultos.   Uno   no   puede   ser  sustitutivo   del   otro;   uno   integra   al   otro,   en   una   función   complementaria,   inseparable   e  insustituible.   En   ausencia  de  un  ambiente  de   fe   en  el   cual   el   niño  pueda   vivir,   en  el   cual   pueda  sentirse   insertado   y   casi   conducido,   tendremos   el   riesgo   de   cultivar   en   el   atrio   flores   de  invernadero,   incapaces   de   resistir   la   crudeza   del   clima   exterior.   Por   otra   parte,   sin   un   lugar   en  donde   el   niño   pueda   entrar   en   contacto   con   la   realidad   religiosa   de   una  manera   y   a   un   ritmo  adecuado   a   él,   existe   el   riesgo   de   pasar   al   lado   de   grades   cosas,   sin   lograr   comprenderlas,   sin  interiorizarlas  ni  hacerlas  suyas.  

La   iniciación   de   un   niño   a   la   vida   cristiana   no   es   tarea   que   pueda   ser   absorbida   solo   por   el  catequista  y  solo  por   los  padres.  Es  toda  la  comunidad  cristiana  la  que  anuncia  a  Cristo,  y  es  con  toda  la  comunidad  cristiana  con  la  que  el  niño  debe  entrar  en  contacto.  El  trabajo  precioso  que  el  catequista   desarrolla   debe   ser   sostenido   y   corroborado   por   una   comunidad,   que   vive   lo   que  anuncia”.  1  

Es  importante  diferenciar  los  dos  espacios:  el  de  la  catequesis  donde  los  niños  viven  su  proceso  de  iniciación   cristiana   con   anuncios   bíblico-­‐   litúrgicos   en   un   proceso   orgánico   y   sistemático,  respondiendo  a   sus  exigencias  vitales,   según   la  etapa  de  desarrollo  en  que   se  encuentran  y  que  han  sido  hallados  en  los  61  años  de  existencia  de  la  CBP.  Por  otra  parte,  en  el  ambiente  familiar  los  niños   viven   su   vida   de   fe   junto   con   sus   padres,   hermanos   u   otros,   y   en   la   cotidianidad   van  experimentando  esa  compañía  constante  y  permanente  de  Dios.  

                                                                                                                         1 Cavalletti, Sofía. El Potencial religioso del niño xxxxxxxxxxxxxxxxxxx

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En  la  medida  en  que  catequistas  y  padres  se  comuniquen  y  complementen  serán  una  mejor  ayuda  en  la  relación  del  niño  con  Dios.  

Es  por  esto  que  se  proponen  reuniones  periódicas  con  los  padres  de  familia,  cuyos  objetivos  son:  

• Sensibilizar,   tomar   conciencia   y   profundizar   en   la   visión   nueva   del   niño,   según   María  Montessori.  

• Reflexionar  sobre  la  función  del  adulto  que  el  niño  necesita  y  sus  actitudes  hacia  él.  • Brindar  herramientas  que  permitan  a  los  padres  respetar  y  acompañar  la  relación  del  niño  

con  Dios.    Propondré   una   serie   de   ayudas   que   podrán   ser   aplicadas   en   el   hogar   y   que   como   catequistas  daremos   a   conocer   a   los   padres   en   las   reuniones   periódicas   que   debemos   tener   con   ellos.  Sabemos  la  importancia  de  ayudarlos  a  ellos  en  su  relación  personal  con  Jesús,  Buen  Pastor  que  en  muchos   casos  es   iniciar   con  ellos   su  proceso  de   Iniciación   cristiana,   o   con  otros,   reiniciarlos.  De  esto  se  nos  ha  hablado  aquí  y  por  tanto  solo  me  enfocaré  en  lo  relacionado  con  la  visión  del  niño  según  María  Montessori  que  es   tan  necesaria,   ya  que  como  ya  ella  nos   lo  decía  a  principios  del  siglo   XX   el   niño   es   un   ser   desconocido,   y   lo   cual   sigue   siendo   hoy   una   realidad,   ya   que   no  conocemos  al  niño  en  su  verdadera  naturaleza,  creado  a  imagen  y  semejanza  de  Dios.    La  primera  ayuda  es  ayudarlos  a  Tomar  conciencia  de  su  misión  como  padres.  “El   niño   no   es   un   ser   extraño   que   el   adulto   puede   considerar   desde   el   exterior,   con   ciertos  objetivos.  El  niño  es  la  parte  más  importante  de  la  vida  del  adulto.  Es  el  constructor  del  adulto”  El  bien  o  el  mal  del  hombre  maduro  tiene  una  relación  muy  estrecha  con   la  vida   infantil,  que   lo  formó.   Sobre  el   niño   recaerán   todos  nuestros   errores   y   él   recogerá   los   frutos.  Moriremos,   pero  nuestros  hijos  sufrirán   las  consecuencias  del  mal  que  habrá  deformado  su  alma  para  siempre.  El  ciclo   es   continuo   y   no  puede   interrumpirse.   Tocar   al   niño   es   tocar   el   punto  más   sensible   de  un  todo  que  tiene  sus  raíces  en  el  pasado  más  remoto  y  se  dirige  hacia  el  infinito  del  porvenir.  Tocar  al  niño,  es  tocar  el  punto  más  delicado  y  vital  donde  todo  puede  decidirse  y  renovarse,  donde  todo  está   lleno   de   vida,   donde   se   hallan   encerrados   los   secretos   del   alma,   porque   allí   se   elabora   la  educación  del  hombre”2    “El   padre   actuó   dando   únicamente   una   célula   invisible;   la   madre   además   de   una   célula  germinativa,  ofreció  el  ambiente  vivo  adecuado  con  todos  los  medios  de  desarrollo  y  protección.  El  esfuerzo  oculto  de  la  infancia  debe  considerarse  sagrado:  esta  laboriosa  manifestación  merece  una   expectativa   acogedora,   porque   en   este   periodo   de   formación   se   determina   la   personalidad  futura  del  individuo.  De  estas  responsabilidades  nace  el  deber  de  estudiar  y  penetrar  con  espíritu  científico  en  las  necesidades  síquicas  del  niño,  y  prepararle  un  ambiente  vital”3.      

                                                                                                                         2 Montessori, María. El niño el secreto de la infancia. Pag. 3 Montessori, María. El niño el secreto de la infancia. xxxxxxxxx

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Reconocer  que  sus  hijos  son  presencia  de  Dios,  son  seres  por  quienes  la  vida  de  Dios  pasó,  dando  nueva  vida  y  que  por  tanto  no  son  dueños  de  esta  vida,  sino  que  están  al  servicio  de  ella.  En   este   sentido   su   misión   también,   como   la   del   catequista,   es   ser   “siervos   inútiles”,   siervos   al  servicio  de  la  vida  humana,  la  cual  hace  parte  del  Misterio  de  Dios.    María  Montessori    indica    que  los  padres  tienen  una  importante  misión:  “solo  ellos  pueden  salvar  a  sus  hijos….  Sus  conciencias  deben  sentir   la  fuerza  de  la  misión  que  les  ha  confiado  la  naturaleza;  una   misión   que   les   sitúa   por   encima   de   la   sociedad   que   les   hace   dominadores   de   todas   las  situaciones  materiales,  porque  entre  sus  manos  está  el  futuro  de  la  humanidad:  la  vida”  4  Así  mismo  nos  dice  que  el  papel  del  padre  es  ser  un  guardián,  no  un  creador,  y  es  un  guardián  del  mismo  momento  de  la  concepción  y  del  nacimiento,  cuando  ya  requiere  de  una  ambiente  externo  que   favorezca   su  desarrollo.   “lo  que   la  madre   crea  es  el   recién  nacido,  pero  es  el   recién  nacido  quien  produce  el  hombre.  Si  la  madre  muere,  el  niño  crece  igualmente  y  completa  la  construcción  del  hombre.  Reconocer  esta  gran  obra  del  niño  no  significa  disminuir   la  autoridad  de   los  padres;  cuando  estos  se  convenzan  de  que  no  son  los  constructores,  sino  simplemente  los  colaboradores  de   la   construcción,   podrán   cumplir   mejor   su   propio   deber   y   ayudarán   al   niño   con   más   amplia  visión.  Esta  ayuda  solo  se  plasmará  en  una  buena  construcción  si  se  presta  convenientemente;  así  la  autoridad  de  los  padres    no  se  basa  en  una  dignidad  fija  por  sí  misma,  sino  en  la  ayuda  que  dan  a  sus  hijos,  y  esta  es  la  verdadera  y  gran  autoridad  y  dignidad  de  los  padres”.5    Reconocer  esta  misión   supone  varias  acciones  por  parte  de   los  padres   y/o  adultos  bajo  quienes  está  el   cuidado  del  niño  y  de  nosotros   como  catequistas  al   servicio  de   la   creatura  predilecta  de  Dios  al  darlas  a  conocer:  

1. Conocer   al   niño:   Las   principales   ayudas   que   podemos   dar   a   los   padres   y/o   adultos   que  conviven   con   los   niños   que   acuden   a   nuestros   atrios   como   complemento   de   la   CBP   la  encontramos  en  la  Colección  DIOS  Y  EL  NIÑO.  Los  5  libritos  que  la  componen  proporcionan  herramientas  sencillas  e  importantes  sobre  cómo  complementar  los  anuncios  del  mensaje  cristiano  que  los  niños  reciben  en  los  encuentros  semanales  de  catequesis.  

2. Desarrollar  el  poder  de  observarlos,  disfrutarlos,  aceptarlos.  3.  4. Ser  humildes  al  ver  lo  maravilloso  del  espíritu  del  niño  y  aprender  lo  que  el  niño  nos  puede  

enseñar  5. Respetar  su  ritmo  y  sus  esfuerzos.  

“Al   ver   al   niño   hacer   grandes   esfuerzos   para   realizar   un   acto   totalmente   inútil   que   el  mismo  podría  realizarlo  en  un   instante  y  mucho  mejor,  el   (el  adulto)  se  siente  tentado  a  ayudar….;   el   adulto   se   irrita,   no   solo   porque   el   niño   intenta   realizar   inútilmente   una  acción,   sino   también  por  el   ritmo,  por   la  manera  de  moverse,   tan  distinta  de   la   suya”  El  adulto  puede  soportar  el  movimiento  que  representa  agilidad,  el  ritmo  acelerado  del  niño;  en   este   caso   puede   soportar   el   desorden   y   trastornos   que   el   niño   vivaz   transmite   al  

                                                                                                                         4 Ibid pag 335 5 Montessori, maría. La mente absorbente del niño. Pag. 29

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ambiente,   “armándose   de   paciencia”   porque   se   trata   de   cosas   claras   y   externas;   y   le  voluntad  del  adulto  siempre  es  capaz  de  actuar  sobre  los  actos  conscientes.  Pero  cuando  el   ritmo   del   niño   es   lento,   entonces   interviene   irresistiblemente   con   la   sustitución.   En  lugar  de  prestarle  auxilio  en  sus  necesidades  síquicas  más  esenciales,  el  adulto  sustituye  al  niño   en   todas   las   acciones   que   él   quiere   realizar   por   sí   mismo,   cerrándole   todos   los  procesos   de   actividad   y   constituyéndose   en   el   obstáculo   más   poderoso   contra   el  desarrollo  de  su  existencia”.6    

6. Preparar  el  ambiente  del  hogar  adecuado  para  él.  Hay  errores  profundos  existentes  en  la  organización  de  la  vida  infantil  y  cómo  el  adulto  por  el  bien   de   los   niños,   va   contra   sus   necesidades   inconscientemente,   siguiendo   instintos   de  defensa,  que  podría  vencer  fácilmente.  El  adulto  debería  interpretar  las  necesidades  del  niño  para   comprenderlas,   preparándole   un   ambiente   adecuado.   De   esta  manera   podría   iniciarse  una   nueva   era   en   la   educación,   la   del   auxilio   a   la   vida.   Es   absolutamente   necesario   que  termine   la   época   en   que   el   adulto   consideraba   al   niño   como   un   objeto   que   se   toma   y  transporta   a   cualquier   sitio,   cuando   es   pequeñito;   y   cuando   mayorcito,   no   tiene   más   que  obedecer  y  seguir.  Este  concepto  erróneo  es  el  obstáculo  invencible  para  que  la  vida  del  niño  sea  más   racional.   Es   preciso   que   el   adulto   quede  persuadido  de   que  ha   de   ocupar   un   lugar  secundario,  esforzándose  en  comprender  al  niño,  con  el  vehemente  deseo  de  convertirse  en  un  auxiliar  suyo.  Esta  es  la  verdadera  orientación  educativa  que  deberían  seguir  las  madres  y  sus   educadores.   Si   la   personalidad   del   niño   debe   ser   auxiliada   en   su   desarrollo   por   la  personalidad   del   adulto,   que   es   poderosa,   es   necesario   que   esta   sepa   ser   indulgente;   y  tomando  como  punto  de  apoyo  las  directrices  facilitadas  por  el  niño,  considere  como  un  honor  el  poder  comprenderle  y  seguirle”.  7  

 7. Evitar  el  conflicto  entre  los  deseos  de  los  padres  y  las  necesidades  de  los  niños  8.  “Es   preciso   remover   cosas   estáticas   incrustadas   en   el   espíritu   del   hombre   y   que   le   han  incapacitado   para   comprender   al   niño   y   adquirir   el   conocimiento   intuitvo   de   su   alma.   La  ceguera  impresionante  del  adulto,  su  insensibilidad  hacia  sus  hijos  –  frutos  de  su  propia  vida-­‐  tienen  ciertamente  raíces  muy  profundas,  que  se  han  extendido  a  través  de  las  generaciones,  y   el   adulto   que   ama   al   niño,   pero   lo   desprecia   inconscientemente,   provoca   en   éste   un  sufrimiento   secreto,   espejo   de   nuestros   errores   y   advertencia   para   nuestra   conducta.   Todo  ello  revela  un  conflicto  universal,  inconsciente,  entre  el  adulto  y  el  niño.  La  cuestión  social  de  la  infancia  nos  hace  penetrar  en  las  leyes  de  la  formación  del  hombre  y  ayuda  a  crearnos  una  conciencia  nueva,  y  por  consiguiente,  a  dar  una  nueva  orientación  a  nuestra  vida  social”    

 9. Proporcionar  al  niño  cosas  que  puedan  ayudarle  a  hacer  cosas  por  sí  mismos.  10. Escucharlo  y  ayudarle  a  la  escucha.  11.  

                                                                                                                         6 pág. 146 - 147 7 Montessori, María ibid pag 128

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 Citas  del  libro        El  niño.  El  secreto  de  la  infancia.  María  Montessori    “El   adulto   se   ha   hecho   extraño   respecto   al   niño,   no   egoísta   pero   extraño,   pues   considera   todo  cuanto   se   refiere   al   niño   síquico,   como   si   se   refiriera  a   él  mismo,   logrando   la   incomprensión  del  niño.  Y  este  punto  de  vista  hace  considerar  al  niño  como  un  ser  vacío  que  el  adulto  debe  llenar  con  sus  propios  esfuerzos;  como  un  ser  inerte  e  incapaz  para  el  cual  el  adulto  todo  lo  debe  hacer;  como  un   ser   sin   guía   interior,   que   el   adulto   debe   guiar   desde   el   exterior.   En   fin,   el   adulto   es   como   el  creador  del  niño  y  considera  el  bien  y  el  mal  de  las  acciones  del  niño  desde  el  punto  de  vista  de  sus  relaciones  con  él.  El  adulto  es  piedra  de  toque  del  bien  y  del  mal.  Es  infalible,  es  el  bien  sobre  el  que  debe  modelarse  el  niño:  todo  cuanto  en  el  niño  se  aleja  del  carácter  del  adulto,  es  un  mal  que  éste  se   apresura   a   corregir.   En   esta   forma,   que   inconscientemente   anula   la   personalidad   del   niño,   el  adulto  actúa  convencido  de  su  celo,  amor  y  sacrificio”.  (pág.  39)  “El  recién  nacido  no  es  solo  un  cuerpo  dispuesto  a  funcionar;  es  un  embrión  espiritual  provisto  de  directrices   síquicas   latentes.   Sería   absurdo   pensar   que   precisamente   el   hombre,   perfectamente  caracterizado,  distinto  de  las  demás  criaturas  de  la  creación,  por  la  grandiosidad  de  su  vida  síquica,  fuese  el  único  ser  que  no  poseyera  un  propósito  de  desarrollo  síquico”  El  espíritu  puede  hallarse  tan  profundamente  latente  que  no  se  manifieste  como  el  instinto  de  los  animales,  pronto  a  revelarse  en  sus  acciones  establecidas.  El  hecho  de  no  ser  movido  por  instintos  fijos  y  determinados  como  en  los  animales,  es  el  signo  de  un  fondo  de  libertad  de  acción  que  exige  una   elaboración   especial,   casi   una   creación,   dejada   al   desarrollo   de   cada   individuo   y   por  consiguiente,  imprevista,  delicadísima,  difícil  y  oculta.  Es,  pues,  un  secreto  del  alma  del  niño  que  no  es  posible  penetrar   si  él  mismo  no   la   revela,  a  medida  que  va  construyéndose  a  sí  mismo”  Y  por  esto  solamente  el  niño  puede  hacernos  revelaciones  sobre  la  misión  natural  del  hombre”  (pag  45)  Sobre  el  recién  nacido.  “la   naturaleza   despliega   sus   energías   protectoras   providenciales   solamente   cuando   los   seres  pueden  desarrollar  libremente  las  directrices  intimas  de  los  instintos  fundamentales.  En  el  instinto  hallamos   una   lógica   clara   y   simple:   el   recién   nacido   de   los   mamíferos   ha   de   ser   cuidado  especialmente  en  sus  primeros  contactos  con  el  ambiente  exterior  y  por  ello  hay  que  distinguir  un  primer   periodo   extremadamente   delicado,   que   es   el   correspondiente   a   su   llegada   al   mundo,   al  descanso  necesario  después  del  enorme  esfuerzo  del  nacimiento  y  el  comienzo  simultaneo  de  todas  las  funciones.  Después  de  ello  se  inicia  la  llamada  primera  infancia  o  sea  el  primer  año  de  vida;  la  lactancia,  o  sea  la  primera  vida  en  el  mundo”  pag  61  “se  podría  decir  que  la  diferencia  síquica  entre  el  animal  y  el  hombre  es  ésta:  el  animal  es  como  el  objeto  fabricado  en  serie,  cada  individuo  reproduce  rápidamente  los  caracteres  uniformes  de  toda  la  especie.  En  cambio,  el  hombre  es  como  el  objeto  fabricado  a  mano:  cada  uno  es  distinto  del  otro,  cada  uno  tiene  un  espíritu  creador  propio  que   lo  convierte  en  una  obra  de  arte  de   la  naturaleza.  Pero   el   trabajo   es   lento   y   prolongado.   Antes   de   que   aparezcan   los   efectos   externos   existe   un  trabajo  íntimo  que  no  es  la  reproducción  de  un  tipo  fijo,  sino  que  es  la  creación  de  un  tipo  nuevo:  y  por  ello  constituye  un  enigma,  un  resultado  sorprendente.  Permanece  oculto  mucho  tiempo,  como  ocurre  con  la  obra  de  arte  que  el  autor  conserva  en  la  intimidad  de  su  estudio  antes  de  exponerla  al  público.     El   trabajo   a   través   del   cual   se   forma   la   personalidad   humana   es   la   obra   oculta   de   la  

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encarnación.   El   hombre   debe   encarnarse   con   ayuda   de   su   propia   voluntad.   El   espíritu   humano  animador  debe  encarnarse  para  actuar  y  abrirse  paso  en  el  mundo.  Todo  esto  constituye  el  primer  capítulo  de  la  vida  del  niño”.  Pag  67  y  68)    “El  hombre  todo  lo  puede;  su  inercia  aparente  prepara  la  sorpresa  maravillosa  de  la  individualidad.  Su  voz  sin  articulación,  hablará  un  día,  pero  no  sabemos  cuál  será  su   lenguaje.  Hablará   la   lengua  que  sabrá   recoger  del  ambiente  que   le   rodea,  prestando  atención  continuada,   construyendo   los  sonidos   con   esfuerzos   incalculables,   las   sílabas   y   por   fin,   las   palabras.   Será   un   constructor  voluntario  de   todas   sus   funciones  de   relación   con  el   ambiente;   será  el   constructor  de  un  nuevo  ser”  (pag  69)  “El  niño  que  se  encarna  es  un  embrión  espiritual  que  debe  vivir  a  expensas  del  ambiente,  pero  del  mismo  modo  que  el  embrión   físico  necesita  un  ambiente  especial  que  es  el   seno  materno,  este  embrión   espiritual   necesita   ser   protegido   por   un   ambiente   exterior   animado,   cálido   y   amoroso,  abundante   en   alimentos;   un   ambiente   en   el   que   todo   sea   acogedor   y   nada   obstaculice   el  desarrollo.  Una  vez  comprendida  esta  realidad,  el  adulto  debe  cambiar  su  actitud  hacia  el  niño.  La  figura  del  niño,  embrión  espiritual  que  se  está  encarnando,  debe  preocuparnos,  debe  imponernos  nuevas  responsabilidades.  Hay  un  canje  entre  el  embrión  espiritual  y  el  ambiente;  a  través  de  este  canje   se   forma   el   individuo   y   se   perfecciona.   Donde   hay   creación   siempre   en   acción,   hay   una  energía  constructiva  de  lo  nuevo,  contribuyendo  a  la  obra  perpetua  de  la  encarnación  spiritual.  Así  se   forma   por   sí   sola   la   personalidad   humana,   como   el   embrión,   y   el   niño   se   transforma   en   el  creador  del  hombre,  en  el  Padre  del  hombre.      “renunciar  a  sus  propias  necesidades  y  adaptarse  a  las  del  ser,  en  vías  de  formación,  es  la  línea  de  conducta  que  debe  seguir  el  adulto  consciente”  Pag  129.  ANDAR.   El   adulto   anda   para   alcanzar   una   meta   y   va   directamente   a   ella,   siguiendo   su   ritmo  establecido,   que   desarrolla   casi   mecánicamente.;   el   pequeño   anda   para   desarrollar   sus   propias  funciones,  tiene  una  finalidad  creadora  que  cumplir.  Es  lento,  todavía  no  ha  establecido  su  ritmo,  ni  tiene  finalidad  alguna;  las  cosas  que  le  rodean  le  atraen.  El  auxilio  que  debía  procurarle  el  adulto  sería  el  de  renunciar  a  su  ritmo  propio,  a  sus  finalidades.(pag  132)  LA  MANO  “Cuando  el   niño  ha  de  moverse  de  modo   constructivo  haciendo  uso  de   sus  manos  para  ejecutar  una  labor,  necesita  cosas  externas  que  manejar;  mejor  dicho,  necesita  que  en  el  ambiente  existan  “motivos  de  actividad””El  niño  no  se  mueve  al  azar;  construye  las  coordinaciones  necesarias  para  organizar   los   movimientos   guiados   por   su   ego,   que   manda   en   su   interior””El   movimiento  constructivo  se  inspira  en  acciones  que  el  niño  ha  visto  ejecutar  a  su  alrededor  En  el  adulto  hay  un  sentimiento  de  defensa  de  los  objetos.  La   primera  manifestación   del   instinto   de   trabajo   en   el   niño   es   el   fenómeno  mas   desconcertante  para  el  adulto,  que  ha  comprendido  su  importancia.  La  actividad  de  la  mano  infantil  es  una  necesidad  vital  El  niño  cuando  ha  de  moverse  de  modo  constructivo,  haciendo  uso  de  sus  manos  para  ejecutar  una  labor,   necesita   cosas   externas   que   manejar;   mejor   dicho,   necesita   que   en   el   ambiente   existan  “motivos   de   actividad.””El   movimiento   constructivo   se   inspira   en   acciones   que   el   niño   ha   visto  ejecutar   a   su   alrededor.   Sus   acciones,   tanto   en  movimiento   como   en   lenguaje,   no   son   imitación  

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inmediata,  sino  son  producto  de  una  observación  registrada  o  de  un  conocimiento  adquirido”  (pag  139)  El  adulto  cuando  el  ritmo  del  niño  es  lento,  interviene  irresistiblemente  con  la  sustitución.  En  lugar  de  prestarle  auxilio  en  sus  necesidades  síquicas  más  esenciales,  el  adulto  sustituye  al  niño  en  todas  las   acciones   que   él   quiere   realizar   por   sí   mismo   ,   cerrándole   todos   los   procesos   de   actividad   y  constituyéndose   en   el   obstáculo   más   poderoso   contra   el   desarrollo   de   su   existencia”.   ¿   quién  pudiera   suponer  que  esta  ayuda   inútil   facilitada  al  niño  es   la   raíz  de   todas   las   represiones   y  por  consiguiente,  causa  de  los  peligrosísimos  daños  que  el  adulto  ocasiona  al  niño?  Pag  147    CAP  17  La   figura   del  maestro:   es   el  maestro   pasivo   que  destruye   ante   el   niño   el   obstáculo   de   su   propia  actividad,  que  se  complace  en  borrar  su  propia  autoridad  para  desarrollar   la  actividad  del  niño  y  que  se  muestra  plenamente  satisfecho  cuando  le  ve  obrar  solo  y  progresar  sin  atribuirse  el  merito  a  sí  mismo.  Tiene  que  inspirarse  en  los  sentimientos  de  san  Juan  Bautista:  “conviene  que  él  crezca  y  yo  disminuya”        “¿Quién  de  vosotros  tiene  un  siervo  arando  o  pastoreando  y,  cuando  regresa  del  campo,  le  dice:  Pasa  al  momento  y  ponte  a  la  mesa?  ¿No  le  dirá  más  bien:  prepárame  algo  para  cenar,  y  cíñete  

para  servirme  hasta  que  haya  comido  y  bebido,  y  después  comerás  y  beberás  tú?  ¿Acaso  tiene  que  agradecer  el  siervo  porque  hizo  lo  que  le  fue  mandado?  De  igual  modo  vosotros,  cuando  hayáis  hecho  todo  lo  que  os  fue  mandado,  decid:  somos  siervos  inútiles:  hemos  hecho  lo  que  debíamos  

hacer”  Lucas  17,  7  -­‐  10  Meditando  este  texto  del  “siervo  inútil”  y  quienes  otros  traducen  como  “pobre  siervo”  pienso  que  nosotros,  catequistas  del  Buen  Pastor  somos  llamados  a  serlo  y  este  es  un  gran  don.  Al  saber  que  Jesús,   Buen  Pastor   nos   llama  por   nuestro   nombre   a   ser   “sus   siervos   inútiles”  me   llama   tanto   la  atención  cómo  Jesús  nos   llama  a  ser   lo  que  El  ya  ha  sido.  Al  meditar   la  voz  del  Buen  Pastor,  sus  consejos,  siempre  me  impresiona  que  los  consejos  que  El  nos  da,  El  ya  los  ha  vivido.  Si  Él  nos  dice  “perdonarás   no   solo   siete   veces,   sino   setenta   veces   siete”,   El   lo   hace   vida   cuando   perdona   a  quienes  lo  están  crucificando;  cuando  nos  dice  “ama  a  tus  enemigos”,  El  ofrece  al  buen  ladrón  el  Paraíso;   cuando   dice:   “cuando   vayas   a   orar…”,     el   siempre   busca   el   lugar   y   el  momento   donde  pueda   orar   a   su   Padre   en   lo   secreto.   Así,   Jesús   nos   invita   a   ser   sus   siervos   inútiles,   porque   El  también  fue  siervo,  el  siervo  sufriente  del  Padre  en  Quién  se  realizó  la  plenitud  de  la  humanidad.  Como  nos  invitó  el  santo  Padre  a  meditar  en  esta  Navidad:  “Sólo  en  Jesús  se  revela  plenamente  el  proyecto  de  Dios  sobre  el  ser  humano:  Él  es  el  hombre  definitivo  según  Dios.  El  Concilio  Vaticano  II  lo   reitera   firmemente:   "En   realidad,   el  misterio   del   hombre   solo   se   esclarece   en   el  misterio   del  Verbo  encarnado…  Cristo,  el  nuevo  Adán,  manifiesta  plenamente  el  hombre  al  propio  hombre  y  le  descubre  la  sublimidad  de  su  vocación"  (Gaudium  et  spes,  22;  Cf.  Catecismo  de  la  Iglesia  Católica,  359).   En   ese   niño,   el   Hijo   de   Dios   contemplado   en   Navidad,   podemos   reconocer   el   verdadero  rostro,  no  solo  de  Dios,  sino  el  verdadero  rostro  del  ser  humano;  y  solo  abriéndonos  a  la  acción  de  su  gracia  y  tratando  todos  los  días  de  seguirle,  realizamos  el  plan  de  Dios  en  nosotros,  en  cada  uno  de  nosotros”.  (palabras  pronunciadas  en  el  Ángelus  el  día  de  la  Epifanía).  

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Por  otra  parte,  Francesca  nos  comentaba  en  la  charla  que  nos  dio  el  año  pasado  durante  el  Primer  Encuentro   Nacional   de   Catequistas   en   Bogotá,   cómo   cuando   meditaban   la   parábola   del   buen  samaritano  con   los  niños,  meditaban  cuántas  cosas  hace  el   samaritano  y  que  si  miramos  son  10  acciones:  se  detuvo,  se  bajó,..etc,  las  cuales  podrían  equivaler  a  los  10  mandamientos,  para  llegar  a  ver  que  el  cumplimiento  de  la  ley,  como  lo  dice  Pablo  es  el  amor.    

Pensé,   entonces,   preparando   esta   charla,   considerar   también   10   “herramientas”   que   debemos  tener  en  cuenta  en  nuestro  ser  “siervos  inútiles”  e  irlas  relacionando  con  las  32  características  de  la  CBP,   las  cuales  son   las  que  deben  orientar  siempre  nuestro  trabajo  como  catequistas,  y  como  formadores  de  catequistas.  

1. CONOCER  AL  PATRÓN:  permanecer  en  El;  alimentarnos  de  Su  Palabra,  de  su  Cuerpo  y  de  su  Sangre.  

2. CONOCER   A   LA   CREATURA   A   QUIEN   SIRVE:   el   conocimiento   del   niño   nos   orienta   toda  acción   que   realicemos;   estudiar   y   profundizar;   observarlo   siempre;   reconocerlo   como  nuestro  maestro,  dejarnos  enseñar  y  guía  por  él.  

3. PREPARAR  EL  AMBIENTE:  ser  guardianas  del  ambiente.  4. DISPONER  Y  CUIDAR  LOS  MATERIALES:  que  favorezcan  el  encuentro  de  Dios  y  el  niño,   la  

polarización  de  su  atención,  siendo  fieles  a  los  materiales  ya  experimentados.    5. DISPONER  SU  SER  PARA  EL  SERVICIO:  darnos  cuenta  qué  hay  en  nosotros  que  ayuda  a  esta  

relación  de  Dios  y  el  niño  y  qué  hay  en  nuestro  ser  que  la  obstaculiza.  6. EL   SILENCIO   Y   EL   AUTOCONTROL:   El   silencio   es   esencial   para   la   oración,   para   el   diálogo  

interior  en  el  cual  se  escucha  a  Dios  y  se  habla  con  El,  al  igual  que  el  unir  armoniosamente  el  cuerpo  y  la  mente.  

7. LA  ESENCIALIDAD:  se  requiere  del  adulto  (es)  un  espíritu  de  pobreza,  que  le  permita  poner  en  evidencia  el  mensaje  que  lleva,  buscando  desaparecer  detrás  de  él.  

8. RESPETAR  EL  RITMO:  Saber  esperar,   ir  al  ritmo  del  pequeño  que  es  mucho  menor  que  el  nuestro,  ir  al  ritmo  del  Espíritu  que  no  tiene  prisa  

9. LA  COMUNIDAD:  saber  que  todo  lo  anterior   lo  vivimos  en  una  Comunidad.  Jesús  para  su  misión  se  valió  de  12  apóstoles;  necesitamos  tanto  de  Dios,  como  de  nuestros  hermanos  catequistas,  nuestros  hermanos,  formadores  y  aprender  unos  de  otros.  

Reflexionemos  cada  una  de  ellas  a  la  luz  de  las  32  características  de  la  CBP  y  de  lo  que  nos  dicen  las  que  de  modo  auténtico  supieron  ser  “siervos  inútiles”:  María  Montessori,  Gianna  y  Sofía.  

1. ORACIÓN:    

Reconocernos  como  siervos:  para  esto  nos  ayuda  mucho  la  concepción  de  siervo  que  nos  presenta  Sofía  en  el  libro  La  historia  del  reino  de  Dios  que  corresponde:  “a  la  del  pueblo  de  Dios,  el  pueblo  de  Israel  y  que  es  muy  diferente  al  nuestro,  ya  que  cuando  nosotros  decimos  siervo,  expresamos  sobre   todo   un   concepto   de   dependencia;   en   cambio   el   término   hebreo   pone   en   evidencia   el  concepto  de  trabajo,  siendo  más  exacto  traducirlo  con  el  término  “trabajador”.  El  siervo  es  quien  trabaja  no  por   su   cuenta,   sino  para  una  persona  y   con  una  persona.   “Trabajar   con  una  persona  significa   que   patrón   y   empleado   trabajan   juntos,   uno   dirigiendo   y   sosteniendo,   el   otro  

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contribuyendo   según   sus   propias   capacidades;   el   resultado   del   trabajo   del   siervo   no   puede  atribuirse  todo  a  su  mérito,  sino  que  es  necesario  reconocer  la  aportación  determinante  de  la  obra  del   patrón”.   En   la   historia   de   la   salvación   Dios   acompaña   en   el   desarrollo   de   su   tarea,  perfeccionando  poco  a  poco  su  adhesión  a  la  invitación  inicial.  Trabajar  para  una  persona  significa  que  el  propósito  de  la  actividad  no  está  en  la  persona  que  lo  desempeña,  sino  en  la  intención  que  el  patrón  se  propone”.  En  la  Biblia  son  llamados  “siervos  de  Dios”  Abraham,  Moisés,  los  profetas,  etc.  todos  son  hombres  que  recibieron  de  Dios  la  invitación  a  colaborar  de  una  manera  especial  en  la  historia  de  la  salvación;  ellos  aceptaron  su  tarea  y  la  desarrollaron  comprometiendo  en  ella  toda  su  vida.  Finalmente,  en  el  umbral  de  los  tiempos,  un  lugar  especial  en  la  serie  de  los  “siervos”  de  Dios  corresponde  a  la  Madre  de  Dios,  que  se  llamó  a  sí  misma  “esclava  del  Señor”  (Lc  1,  38)  Cada  vez   que   el   don   de   Dios   se   encuentra   con   una   respuesta   libre   y   plena   de   parte   de   la   creatura  humana,  la  salvación  se  realiza.  A  excepción  de  la  de  Jesús,  la  respuesta  de  María  al  don  de  Dios  ha  sido   la  más  perfecta  que  Dios  haya  recibido  nunca  de  creatura  humana;  María  fue  transformada  en  el  cuerpo  y  en  el  espíritu,  y  por  su  sí,  la  historia  de  la  salvación  alcanza  su  punto  culminante”.    

Llegada   al   vértice,   la   historia   de   la   salvación   no   se   detiene   sino   espera   aún,   para   difundirse,   la  colaboración  de   la  humanidad.  Si  el  plan  divino  no  se  desarrolló  en  el  Antiguo  Testamento  sin   la  colaboración  del  pueblo,  si   la  Encarnación  misma  no  se  realizó  sin  la  participación  de  la  creatura,  así   la   salvación   continuará   realizándose   en   la   era   en   que   vivimos   con   la   contribución   de   la  humanidad,  con  su  libre  y  plena  respuesta  al  don  de  Dios.  A  cada  uno  le  es  ofrecido  un  trabajo  que  cumplir  en  la  historia:  se  espera  que  Dios  sea  todo  en  cada  uno,  en  espera  de  que  “Dios  será  todo  en  todo”.    

(Sofía  Cavalletti.  Historia  del  Reino  de  Dios  De  la  creación  a  la  parusía  pág.  16  a  18)  

Además,    María  Montessori  nos  invita  a  orar  diciendo  con  ella:    

“Ayúdanos  oh  Dios  a  penetrar  en  el  secreto  del  niño,  a   fin  de  que  podamos  conocerlo,  amarlo  y  servirlo,  siguiendo  Tus  leyes  de  justicia  y  Tu  divina  voluntad”.    (La  mente  absorbente  del  niño,  pag  359)  

2. CONOCER  AL  PATRÓN:    

Característica  Nº  6:   La  Palabra   se  anuncia   respetando  de   la  mejor  manera  posible  el   texto,  para  que  las  palabras  del  adulto  no  se  interpongan  indebidamente  entre  Dios  que  habla  y  sus  criaturas,  sino  que  sean  sólo  un  discreto  servicio  a  la  escucha,  en  obediencia  a  la  palabra  del  Evangelio:  “Mi  doctrina  no  es  mía,  sino  de  aquél  que  me  ha  enviado”  (Jn  7,16).  

Este  conocimiento  nos  lo  da  el  permanecer  en  El;  alimentarnos  de  Su  Palabra,  de  su  Cuerpo  y  de  su  Sangre.  Tantas  veces  hemos  reflexionado  con  los  niños  la  Vid  Verdadera  y  todo  el  significado  de  “permanecer”,   de   cómo   permanecer   donde   ya   estamos.   Y   personalmente  me   encanta   y  me   ha  servido  mucho   la   reflexión  que  hace  Francesca  en  Formación  moral,  en  que  nos  ayuda  a  ver   las  Máximas   como   un   elemento   de   la   formación   moral   para   los   niños   mayores   de   6   años   (y   para  nosotros,  también)  en  que  no  se  trata  de  imitar  a  Jesús,  sino  dejarlo  ser  en  nosotros:  Ella  escribe:  

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“Cuando   en   el   Evangelio   de   San   Juan   (Cap.   13,   34)   leemos   lo   que   llamamos   el   mandamiento  nuevo:  “Que  se  amen   los  unos  a   los  otros  como  yo   los  he  amado”  sabemos  que  esto  es  posible  porque  Jesús  da  estos  mandamientos  después  de  habernos  anunciado  la  Vid  Verdadera.  Si  somos  sarmientos  de  la  Vid,  desde  luego  que  no  podemos  amar  de  otra  manera  sino  como  El  ama.  Sería  absurdo  que  nos  dijera  ámense  como  yo  les  amo  si  fuéramos  personas  fuera  de  Él,  si  Jesús  fuera  un  modelo  a  imitar.  Jesús  nunca  es  un  modelo  a  imitar,  porque  el  modelo  es  algo  que  está  fuera  de  nosotros;  yo  puedo  imitar  a  otra  persona,  pero  a  Jesús  no  lo  vamos  a  imitar  como  un  modelo  porque  Jesús  está  dentro  de  nosotros  y  nosotros  somos  parte  de  Él.  Es  el  misterio  de  las  gotas  de  agua   que   ponemos   en   el   cáliz   y   de   la   levadura   en   la  masa   que   tanto   hemos  meditado   con   los  niños.  “Aunque  nos  ayude  hablar  en  términos  de  imitación  y  de  Jesús  como  modelo,  es  importante  qué   entendamos   que   este   modelo   no   se   sitúa   fuera   de   nosotros.   Lo   que   El   nos   pide   sería  inimitable   si   El   estuviera   fuera  de  nosotros   ¿cómo   íbamos   a  poder   ser   perfectos   como  el   Padre  celestial  si  El  estuviera  en  el  cielo  y  nosotros  aquí?    

Los   niños   nos   dicen   que   “permanecemos   en   Jesús”   a   través   de   la   oración,   la   Eucaristía,   la  confesión   la   lectura  de   la   Palabra   y   creo  que  esta   es   la  mejor  manera  de   conocer   al   patrón,   de  relacionarnos  con  El.  

Sabemos  que   la  máxima  oración  es   la   Eucaristía,   por   tanto  nuestro  amor   y  participación  en  ella  debe  ser  constante.  En  una  carta  escrita  por  Sofía  en  1986  sobre  las  características  del  catequista  nos   decía:   “si   la   Eucaristía   es   un   eje   en   la   experiencia   religiosa   del   niño   y   si   esto   es   cierto,   la  Eucaristía  es  también  el  eje  en  la  vida  espiritual  del  catequista.  Si  nos  atrevemos  a  hablar  de  una  espiritualidad  eucarística,  cómo  nutrirla  es  el  problema  que  surge.  

Por  una  parte,  Sofía  considera  que  el  retiro  de  la  primera  comunión  es  el  retiro  del  catequista;  “es  el  momento   cuando   los   niños   se   preparan  para   su   primer   encuentro   eucarístico   y   nosotros   nos  preparamos  para  nuestros  encuentros  eucarísticos  repetidos”.  

Por  otra  parte,  nos  propone  meditar  una  y  otra  vez  los  temas  eucarísticos  y  ser  muy  cuidadosos  en  no   hacerlo   como   repetición   mecánica   de   cosas   que   parecieran   ya   conocidas.   “Es   de   vital  importancia   meditar   tanto   textos   bíblicos   eucarísticos   como   litúrgicos,   por   ejemplo   las   varias  oraciones   eucarísticas,   leyéndolas   una   y   otra   vez,   meditando   sobre   ellas   fuera   de   las  celebraciones,  comparar  unas  con  otras,  buscando  los  puntos  comunes,  las  diferencias,  los  vacios  y  los  defectos.  Creo  que  la  más  importante  preparación  para  la  Eucaristía  es  la  Eucaristía.  Es  en  la  Eucaristía  donde  todo  toma  vida,  es  el  encuentro  donde  Cristo  nos  educa  de  un  modo  especial  y  nos  ayuda  hacer  de  nuestras  vidas  “una  ofrenda  permanente  al  Padre”.  

Considero  que  para  María  Montessori   era   tan   importante   la   Eucaristía   que   escribió   el   libro:   “La  Santa  Misa  explicada  a   los  niños”  queriendo  así  que  esta  máxima  oración   tuviera  un   lugar  en   la  vida  de  los  niños,  siendo  visionaria  en  su  tiempo.  

También  Sofía,  en  un  artículo  titulado  la  Oración  comunitaria  de  Noviembre  de  2001,  nos  habla  de  la   oración,   la   cual   puede   inspirarse   en   la   de   Jesús,   quién   a   su   vez   se   inspiraba   en   la   del   pueblo    hebreo,  superándolas  y  ella  nos  ayuda  a  ver  su  importancia:  “Siete  veces  al  día  el  hebreo  se  acerca  

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a   su   Señor   para   leer   su   Palabra,   escucharla   y   dialogar   con   Él.   Los   primeros   cristianos  también  lo  hacían  mediante  la  oración  de  maitines,  laudes,  vísperas,  nona,  tercia,  etc.  Desde  entonces,   nuestra  madre   y  maestra,   la   Iglesia,   recogió   esa   tradición   de   "escuchar"   para   llegar   a  "pertenecer"   y  a   "permanecer".   Y   todos   los   sacerdotes,   órdenes   y   congregaciones   religiosas,  recitan  comunitariamente  o  de  manera   individual,  cuando  no   les  es  posible  hacerlo  juntos,  el  breviario.    El  Concilio  Vaticano   II  nos  propuso  a   los   laicos  el   rezo  de   laudes,  vísperas  y  completas.  Toda   oración,   es   actividad   del   Espíritu   en   nosotros,   es   actuación   recreadora   del   Espíritu   de  contemplación  y  de  santidad  y  tiene  por  finalidad  el  discernimiento  de  la  voluntad  de  Dios.  

Si   examinamos   la   oración   de   Jesús,   vemos   que   ésta   se   enraíza   en   las   tradiciones   judías,   pero   las  supera.  El  hebreo  llama  a  Dios  "Señor",  pero  Jesús  le  llama  y  nos  enseña  a  llamarle  "Abba":  Padre .   A l  usar   esta   pa labra ,   Jesús   nos   descubre,  algo  nuevo:   la  relación  de  Dios  con  nosotros  en  una  relación   de   Padre   amantísimo   y   quiere   también   que   nosotros   respondamos   considerándonos   sus  hijos,   conscientes   de   su   inmensa   bondad   y   amor   y   capaces   de   experimentar   su  maravillosa  paternidad.  La   oración   de   Jesús,   a   la   que   debemos   ajustar   la  nuestra,  revela   la  presencia  de  Dios  en  su  vida  y  la  increíble  capacidad  de  comunión  a  la  que  en  Él,  estamos  llamados:  La  comunión  con  el  Señor  de  la  historia.  

Cuando   rezamos,   tres   veces   al   día   la   oración   litúrgica,   nos   acercamos   a   la   Palabra   de   Dios  mediante  las  lecturas  del  Nuevo  y  Antiguo  Testamento  y  los  himnos  de  los  primeros  cristianos,  que  son  también,  un  canal  por  medio  del  cual  Dios  se  comunicó  y  comunica  con   los  hombres  y  les  transmite  su  Gracia,  su  don  santificador.  Le  damos  alabanza  y  gloria,  en  unión  con  toda  la  Iglesia  de  todo  el  mundo.  Esta  oración  es  diferente  a   cualquier   "rezo"  particular,  ya  que  por  medio  de  ella  oramos  unidos  toda  la  Iglesia”.  

En  nuestro  Primer  Encuentro  Latinoamericano  propusimos  unirnos  todos  los  catequistas  del  Buen  Pastor  todos  los  jueves  en  el  rezo  de  laúdes.  Es  una  oportunidad  también  para  sentirnos  unidos  a  toda   la   Iglesia   para   que   así   no   olvidemos   que   precisamente   nuestro   servicio   como   “siervos  inútiles”  es  también  un  servicio  a  la  Iglesia.  

Por   otra   parte   y   en   relación   a   este   tema   vemos   en   los   libros   de   María   Montessori,   como  continuamente  hace  alusión  a  citas  bíblicas,  a  nuestro  ser  como  Juan  el  bautista,  quien  decía:  “Que  yo  disminuya  para  que  El  crezca”  (Juan  3,30)  y  en  La  mente  absorbente  del  niño  hace  referencia  a  su   conocimiento   de   San   Pablo,   escribiendo:   “Quisiera   poder   citar   todos   los   poetas   y   todos   los  profetas  y  santos,  pero  no  los  conozco  todos,  ni  me  sería  posible  citarlos  en  sus  diversas  lenguas,  muchas  de  las  cuales  desconozco.  Permitid  que  recuerde  las  palabras  de  uno  que  conozco  y  que,  cuando  habló  del  amor  se  expresó  con  tanta  fuerza  que  hoy,  después  de  dos  mil  años,  en  todos  los  corazones  cristianos  aún  resuenan  con  vehemencia  estas  palabras  suyas:  “Si  hablando  lenguas  de  hombres  y  de  ángeles,  no  tengo  caridad,  soy  como  un  bronce  que  suena  o  címbalo  que  tañe.  Y  si  teniendo   el   don   de   profecía   y   conociendo   todos   los   misterios   y   toda   la   ciencia   y   tanta   fe   que  trasladase   montañas,   si   no   tengo   caridad,   no   soy   nada.   Y   si   repartiere   toda   mi   hacienda   y  entregare  mi  cuerpo  al  fuego,  y  éste  me  consumiera,  no  teniendo  caridad,  de  nada  me  serviría”.  (1  Cor  13,  1  –  3)  

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3. CONOCER  A  LA  CREATURA  A  QUIEN  SIRVE:  

Característica   Nº   1:   El   niño,   en   particular   su   vida   religiosa,   está   en   el   centro   del   interés   y   del  compromiso  del  catequista  del  Buen  Pastor:  

•  él  observa  y  estudia  sus  exigencias  profundas  y  sus  manifestaciones,  según  la  edad;  

•  las  vive  junto  con  él,  según  la  enseñanza  del  Evangelio:  “Yo  os  aseguro,  si  no  cambiáis  y  os  hacéis  como  los  niños,  no  entraréis  en  el  reino  de  los  cielos”  (Mt18,3)  

•  prepara  las  condiciones  necesarias  para  que  esta  vida  pueda  ser  vivida  y  desarrollarse.  

El   conocimiento  del  niño  orienta   toda  acción  que   realicemos:  estudiar   y  profundizar;  observarlo  siempre.  Sofía,  también,    al  hablar  del  papel  del  adulto  y  del  carácter  y  los  límites  de  su  función,  lo  define  como  “siervo  inútil”  porque  está  al  servicio  de  una  potencialidad  del  niño  que  no  es  suya,  y  de   una   Palabra   que   no   le   pertenece,   porque   los   resultados   de   su   trabajo   superan   siempre   las  premisas;   sin   embargo   debe   ser   “siervo”,   es   decir,   no   puede   eximirse   de   un   servicio     que   es  necesario  para   el   niño   y   también  para   la   Palabra  de  Dios,   teniendo  bien  presente  que   ante   ella  somos  todos  oyentes  de  un  mensaje  que,  a  través  de  hechos  y  palabras,  Dios  dirige  a  su  pueblo.  (S.C.  Potencial  religioso  del  niño,  pág.  21)    

Reconocer  al  niño  como  nuestro  maestro,  maestro  de  espiritualidad.  “La  vida  espiritual–dice  Franz  Marc8-­‐  citado  por  Sofía,  es  distinguir  lo  que  es  esencial  de  lo  que  no  lo  es”;  en  tal  sentido  el  niño  es  maestro  de  espiritualidad  y  puede  ser  para  nosotros  modelo  para  encontrar  el  camino  del  Reino:  “Si  no  os  hacéis  como  niños  no  entraréis  en  el  Reino  de  Dios”  (Mt  17,3).      

Saber   que   la   principal   fuente   de   conocimiento   del   niño   es   el   niño  mismo   y   por   esto   es   preciso  observarlo.   Gianna   Gobbi,   nos   habla   acerca   de   esta   preparación   diciendo:   “la   Dra.   Montessori  exalta  y  toma  como  modelo  la  figura  del  científico,  que  observando  e  investigando  la  naturaleza,  es   capaz   de   olvidarse   de   sí  mismo   por   amor   de   lo   que   observa   y   experimenta;   este   espíritu   de  paciencia   lo   califica   y   no   los   instrumentos   y  métodos   que   usa.   El   científico   ejercita   la   paciencia  porque  alcanza   su  meta   repitiendo  el   experimento,  esperando     los   resultados   cuando  vengan,   y  ejercita  la  humildad  porque  descubre  poco  a  poco  cosas  extraordinarias  cada  vez  más  profundas  y  grandiosas   ante   las   cuales   advierte   su   pequeñez,   y   se   da   cuenta   que   son   cosas   que   no   le  pertenecen”.  

También   Silvana   Montanaro   en   la   introducción   a   su   bello   libro   “Un   ser   humano”   expresa   la  importancia   de   conocer   al   niño   diciendo:   “Únicamente   el   amor   por   el   niño,   unido   a   un  conocimiento  científico,  puede  verdaderamente  comenzar  el  proceso  de  una  “nueva  educación”  capaz  de  ayudar  en  el  desarrollo  de  seres  humanos  preparados  para  nuestro  nuevo  mundo”  (pág.  12).    

                                                                                                                         

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Todos   los   esfuerzos,   que   como   formadores   de   catequistas   hagamos,   para   conocer  más   al   niño  desde   esta   visión   Montessori   y   Cavalletti   Gobbi,   partiendo   de   la   observación   y   estudiando   la  literatura  que  estas  autoras  nos  han  dejado,  no  será   inútil  para  nuestro  servicio.  Y  es  que  con  el  conocimiento  del  niño  nos  pasa  como  con  la  Palabra  de  Dios  que  es  siempre  nuevo,  no  se  agota.  Leemos   y   releemos   y   siempre   encontramos   algo  más   para   comprender   a   los   seres   humanos.   El  niño  y  Dios  son  fuentes  inagotables  en  Su  Misterio  y  gota  a  gota  se  nos  van  revelando.  

 

 

4. PREPARAR  EL  AMBIENTE:    

Característica  Nº  2:  Para  este   fin  hace  suya   la  visión  del   ser  humano,  de  María  Montessori  y  por  tanto  la  actitud  del  adulto  hacia  el  niño;  prepara  un  ambiente  que  ayude  al  desarrollo  de  su  vida  religiosa:  el  atrio.    

Característica  Nº  3:  El  atrio  es  la  comunidad  en  la  cual  los  niños,  desde  sus  primerísimos  años,  viven  junto   con   los  adultos  una  experiencia   religiosa,  que   les  ayuda  a   insertarse  en   la   comunidad  más  amplia:  familiar,  eclesial,  social;  

•  es  un  lugar  de  oración,  en  el  cual  el  trabajo  y  estudio  llegan  a  ser  espontáneamente  meditación,  oración,  contemplación  y  alegre  experiencia;  

•  es  un  lugar  en  el  cual  el  único  Maestro  es  Cristo;  niños  y  adultos  se  ponen  juntos  a  la  escucha  de  su  Palabra  y  buscan  penetrar  en  el  misterio  de  la  celebración  litúrgica.  

María  Montessori   hablaba   a   la   guía   de   ser   guardiana   del   ambiente   y   como   su   comportamiento    debe  centrarse  en   tres  aspectos   fundamentales,  aspectos  en   los   cuales   también  EL  CATEQUISTA  del  Buen  Pastor  debe  centrarse:  en  primer   lugar,  una  de  sus  funciones  más   importantes  es   la  de  preparar  el  ambiente,  es  disponer   todo  para  que  el  niño  pueda  desarrollar   todo  su  potencial;  al  respecto  ella  nos  dice:  “la  primera  tarea  de  la  educadora  es  el  cuidado  del  ambiente,  el  cual  debe  preceder   cualquier   otra   preocupación;   se   trata   de   un   trabajo   indirecto   y   si   éste   no   está   bien  cuidado,   no   se   obtendrán   resultados   eficaces   y   persistentes   en   ningún   campo:   físico,  mental   o  espiritual”.  “La  función  del  maestro  no  es  hablar,  sino    disponer  una  serie  de  motivos  de  actividad  cultural   en   un   ambiente   especialmente   preparado”.   Una   vez   que   ha   preparado   y   dispuesto   el  ambiente  para  el  niño,  incluyéndose  ella  como  parte  de  este  ambiente,  debe  dirigir  sus  esfuerzos  a  ocuparse  del  comportamiento  hacia  los  niños  y  atraer  al  niño  hacia  el  trabajo:  “debe  ser  la  llama  cuyo  calor  activa,  vivifica  e   invita”.  Debe   fascinar  a   los  niños,  ayudándolos  a  que  se   inicien  en   la  concentración.  En  tercer  lugar,  una  vez  que  el  niño  ha  logrado  interesarse  y  concentrarse  en  algún  trabajo,  (casi  siempre  ejercicios  de  vida  práctica)  la  educadora  cuidará  sus  intervenciones  para  no  intervenir  ni  afectar  esta  concentración  y  esto  lo  hará  con  tal  discernimiento,  tomando  conciencia  de  cuándo  una  ayuda  es  necesaria  y  cuando  es   inútil.  María  Montessori  nos  dice:  “la  educadora  debe  estar  muy  atenta;  no  interferir  significa  no  interferir  de  ninguna  forma.  Entonces,  es  cuando  la  educadora   comete  más  errores   con  más   facilidad”   y   continúa:   “debe   saber  que  el   interés  del  

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niño   no   se   concentra   solo   sobre   el   trabajo,   sino   más   bien   sobre   el   deseo   de   superar   las  dificultades”.  “las  alabanzas,  la  ayuda  e  incluso  solo  una  mirada  pueden  bastar  para  interrumpirlo  o   para   destruir   la   actividad;   una   vez   iniciada   la   concentración,   debe   actuar   como   si   el   niño   no  existiera,  podrá  ver   lo  que  hace  con  una  rápida  ojeada,  pero  sin  hacerse  notar’.  Así  mismo  debe  ser  también  cuidadosa  cuando  se  presentan  problemas  a  los  niños,  sin  intervenir  y  permitiéndoles  resolverlos   a   ellos   mismos;   debe   estar   atenta   a   cuando   el   niño   haya   agotado   las   actividades  posibles  con  las  que  trabajaba  y  presentarle  nuevos  objetos.  

Esta  habilidad  de  saber  cuándo   intervenir   surge  de   la  grandeza  espiritual  del  educador  y   solo  se  adquiere  con  la  experiencia,  al  reconocer  que  a  quien  se  sirve  es  al  niño,  al  espíritu  del  niño.  

Para    entender  un  poco  esta  misión  del  guía  María  Montessori  nos  da  el  ejemplo  del  criado  que  dispone   todo  para   su  patrón   y   luego  desaparece:   “el   criado   conserva  ordenados   los   cepillos  del  patrón,  pero  no  le  dice  cuando  usarlos,  prepara  con  cuidado  su  comida,  pero  no  le  ordena  comer,  presenta   bien   los   platos,   sin   comentarios   y   luego   desaparece.   Así   debe   actuar   el   guía   con   el  espíritu  en  formación    del  niño.  El  patrón  a  quien  sirve  la  educadora  es  el  espíritu  del  niño:  cuando  éste  manifiesta  un  deseo,  debe  estar  dispuesta  a  satisfacerlo.  El  criado  no  va  a  molestar  al  patrón  cuando  está  solo,  pero  si  este  lo  llama  acude  para  saber  que  desea  y  responderá:  sí  señor.  Admira  si  le  piden  que  admire  y  dice:  qué  bonito!  Así  no  vea  belleza  alguna.  Así  cuando  un  niño  realiza  un  trabajo  con  gran  concentración  no  debemos  interponernos,  pero  si  demuestra  deseos  de  nuestra  aprobación,  otorguémosela  generosamente”.   (Gobbi,  Gianna.  Algunos  Principios  Montessorianos  aplicados  a  la  Catequesis  de  los  niños  p.  16)  

La  guía  debe  tener  presente  que  no  se  trata  de  hacer  las  cosas  por  el  niño,  sino  de  proporcionar  los  medios  necesarios  para  que  él  las  pueda  hacer  solo.  Este  es  uno  de  los  grandes  propósitos  del  método   montessori;   ayudar   a   que   los   niños   adquieran   independencia   física   bastándose   a   sí  mismos,   independencia   de   la   voluntad   con   la   propia   y   libre   elección   e   independencia   de  pensamiento   con   el   trabajo   realizado   sólo   y   sin   interrupción.   Esta   es   su   gran  misión   al   servir   al  espíritu  del  niño.  

La   actitud   del   adulto,   del   catequista,   dependerá   en   su   mayor   parte   de   la   manera   en   la   que  nosotros  miramos  al  niño.  “Si  se  ha  visto  que  los  niños  tienen  grandes  capacidades  religiosas,  que  son   de   una   calidad   especial,   diferente   de   la   del   adulto,   esto   se   verá   reflejado   en   la   actitud   del  adulto  hacia  él.  Si   se  ve  a   los  niños  como  seres  vacíos  que  no  tienen  ni  saben  nada,  entonces  el  adulto  tiende  a  formarlos  de  acuerdo  con  su  propia  experiencia.  Si  el  niño  tiene  su  propia  especial  riqueza  religiosa,   lo  que  necesitamos  hacer  es  ayudarlos  a  cuidar  y  a  nutrir  esta  riqueza   interior.  (ACOFOREC,  El  Buen  Pastor  llama  por  el  nombre  a  sus  ovejas,  pag  15)  

5. DISPONER  Y  CUIDAR  LOS  MATERIALES:    

Característica  Nº  17:  Los  niños  tienen  a  su  disposición  un  MATERIAL  que,  por  medio  de  su  actividad  personal,  ayuda  a  la  absorción,  en  forma  meditativa,  del  tema  presentado.  

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Nº  18:  El  material  debe  ser  atractivo,  pero  muy  sobrio,  estrechamente   ligado  al   tema  que  quiere  presentar,  sin  adornos  superfluos,  que  distraerían  de  la  importancia  y  de  la  esencialidad  del  tema  mismo.   El  material   debe   ser   simple,   esencial   y   pobre,   para   así   hacer   resaltar  más   la   riqueza   del  contenido.  Nº  20.  El  material  debe  ser  fiel  a  los  modelos  experimentados  con  base  a  las  exigencias  del  niño,  según  las  fases  de  su  edad  evolutiva.  

Nº  21:  El  material  permite  al  catequista  ocupar  el  lugar  que  le  corresponde:  el  del  “Siervo  inútil”  (Lc  17,10).  Esta  expresión  del  Evangelio  se  entiende  en  el   sentido  de  que  el  adulto   tiene  una  tarea  y  una  función  que  cumplir,  cuyos  resultados,  sin  embargo,  superan  ampliamente  aquello  que  hace,  porque  el  único  Maestro  es  Cristo.  

Es   importante   tener   claridad   en   el   propósito   del   material,   considerando   que   hay   diferentes  momentos   en   la   catequesis;   el   primer  momento   de   escuchar   y   recibir   el  mensaje   y   el   segundo  cuando  el   que  escucha   “reconsidera  dentro  de   sí  mismo   lo  que  ha  oído”.   Enseñar   se   traduce  al  italiano  como  "insegnare",  que  significa  mostrar  un  camino,  señalar  a  un  punto,  para  ayudar  a  la  persona  a  dirigir   su  mirada  hacia  cierto   lugar.  Pero  para  alcanzar  este  punto,  cada  quien  debe   ir  por  sí  mismo,  oyendo,  escuchando  y  respondiendo  al  Maestro  interior.    

El  propósito  del  material  es    ayudar  al  niño  durante  este  segundo  momento  del  aprendizaje,  para  ayudarle   a   meditar   en   lo   que   le   ha   sido   anunciado,   y   para   hacerlo   a   su   propio   ritmo,   sin   la  interferencia  del  adulto,  con  el  Maestro  interior:  este  es  un  misterio  entre  Dios,  quien  habla  a  sus  creaturas,  y  el  niño.    

La  presencia  del  adulto  en  el  material  está,  ya  que  ha  sido  preparado  por  adultos  y  comprobado  de  acuerdo   con   la   observación  de   las   reacciones   del   niño   frente   a   este.   Por   tanto,   la   ayuda  que   el  catequista  ofrece  al  niño  es  indirecta  porque  en  determinado  momento  debe  apartarse  y  dejar  al  niño  tener  solo  su  propia  experiencia  de  encuentro  con  Dios.    

El  material  para  cumplir  con  este  propósito,  debe  de  ser,  lo  sabemos  bien  y  lo  debemos  transmitir  en  los  cursos,  sencillo,  íntimamente  unido  al  tema  propuesto,  es  decir  objetivo  y  sin  distracciones.  

Sofía   al   respecto   nos   dice:   “Un   buen  material   es   aquel   que   nos   lleva   a   decir   "Que   grande   es   el  mensaje   contenido  en   Él".   El  material   debe   ser   simple   y   esencial,   sin   adiciones   innecesarias,  centrado  en  el  punto  teológico.  El  material  debe  ser  "pobre" .  Un  material  que  es  demasiado  "rico"   conlleva   el   riesgo   de   atraer   la   atención   sobre   sí  mismo,  distrayendo  del  mensaje   al  que   se   supone   debe   servir.   Yo   creo   que   el   gran   impacto   que   el   material   tiene   en   los  adultos  depende  precisamente  de  su  "pobreza".  Así  pues,  me  gustaría  conocer  sus  puntos  de  vista  sobre  un  "buen"  material”.    

(ACOFOREC,  El  Buen  Pastor  llama  por  el  nombre  a  sus  ovejas,  pág.  47  -­‐  48)  

6. DISPONER  SU  SER  PARA  EL  SERVICIO:      

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Característica   Nº   23:   La   actitud   del   adulto   debe   estar   sellada   por   la   humildad   frente   a   las  capacidades   del   niño,   estableciendo   con   él   una   correcta   relación,   que   lo   lleve   al   respeto   de   su  personalidad  y  a  la  espera  de  que  él  se  revele.  

Nº  24:  Las  tareas  del  catequista  comprenden:  

•  profundizar  el  mensaje  cristiano  a  través  del  conocimiento  de  las  fuentes  bíblico-­‐litúrgicas,  de  su  vida  en  la  tradición  y  de  los  movimientos  teológicos,  ecuménicos  y  sociales  que  animan  hoy  la  vida  de  la  iglesia;  

•  preparar  y  conservar  en  orden  el  atrio  de  modo  que  sea  un  lugar  que  ayude  a  la  concentración,  al  silencio,  la  contemplación  del  niño  y  del  adulto;  

•   preparar   el   material   personalmente,   ayudándose   de   colaboradores   en   aquellos   campos   que  exceden  sus  capacidades.  

María  Montessori   y   también   Gianna   recalcan   la   importancia   del   examen   de   conciencia;   darnos  cuenta,   saber  que  nuestra  misión   requiere  de  una  preparación  muy   completa  e   integral   porque  según   la   Dra.  Montessori:   “el   educador   necesita   disponer   de   una   preparación   especial,   porque  nuestra   lógica   no   puede   resolver   los   problemas.   Debemos   conocer   el   desarrollo   del   niño   y  abandonar  nuestras   ideas  preconcebidas.  Para  seguir   la  mente  de  un  niño  de  tres  a  seis  años  se  precisa   tacto   y   delicadeza,   y   un   adulto   casi   nunca   tiene   estas   virtudes   en   grado   suficiente.  Afortunadamente  el  niño  adquiere  más  del  ambiente  que  del  educador;  pero  debemos  conocer  su  sicología  para  ayudarlo  tanto  como  podemos.  En  cuanto  este  manejo  de  material,  la  maestra  ha  de  tener  presente  que  el  material  Montessori  es  un  material  de  desarrollo  que  sirve  al  niño  y  no  un  material  didáctico  que  sirve  a  la  maestra.  Ella  es  el  enlace  entre  el  niño  y  el  material.  Así  como  el  profesor  de  un  gimnasio  ofrece  los   instrumentos  para  ayudar  al  desarrollo  físico  del   individuo,  el  material  Montessori  pone  a  disposición  del  niño  los  medios  de  desarrollo  mental  para  que  pueda  fortalecer  su  carácter  y  adquirir  un  estado  de  salud  interior.  

En  cuanto  a  la  preparación  espiritual,  el  guía  debe  llevar  a  cabo  una  profunda  preparación  interna  que  alerte  su  conciencia  para  estar  sensible  a  las  necesidades  de  los  niños  y  para  auto  conocerse.  Esta   preparación   responde   a   la   necesidad   que   el   niño   tiene   de   un   trato   apacible   y   sin   ninguna  violencia,   ya   que   algunas   veces   no   nos   damos   cuenta   de   nuestra   dureza   y   violencia.   María  Montessori   afirma:   “la   preparación   para   la   educación   es   un   estudio   de   nosotros   mismos,   y   la  preparación  de  un  maestro  que  tiene  que  ayudar  a   la  vida   implica  bastante  más  que  una  simple  preparación   intelectual;   es   una   preparación   del   carácter,   una   preparación   espiritual”.   1  (Montessori,  María.  La  mente  absorbente  del  niño.  p.  174)  

Al   hacer   un   estudio   de   sí   mismo,   el   educador   tomará   conciencia   de   aquellos   defectos   que   le  impiden   servir   al   niño   e   iniciará   un   proceso   de   transformación   interior,   de   auto   preparación,  reconociendo  su  fragilidad.  Más  que  ver  los  defectos  del  niño,  debe  caer  en  cuenta  de  los  propios  y  para  esto  necesita  de  una  ayuda  exterior,  de  tal  manera  que  deberá  ser  educado  para  realizar  su  labor  de  educar  

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Los  principales  defectos  que  la  Dra  Montessori  ve  en  el  adulto  son  el  orgullo  y  la  ira;  el  orgullo  que  nos  hace  sentir  superiores  al  niño  y  considerarlo  como  un  recipiente  vacío  esperando  ser  llenado  con  el  conocimiento  y  experiencia  del  adulto  y  no  un  ser  que  deba  desarrollar  su  propio  potencial;  y  la  ira  que  aunque  no  significa  violencia  material,  es  una  reacción  a  la  resistencia  del  niño  y  que  al  unirse  al  orgullo  asume  la  forma  de  la  tiranía,  colocando  al  adulto  como  dominador  del  niño  por  el  solo   hecho   de   ser   adulto   y   considerarse   creador   del   niño.   En   su   libro   El   niño   el   secreto   de   la  infancia,  María  Montessori  expresa  como  debe  ser  esta  preparación  de  la  guía,  refiriéndose  a  los  defectos   ya   citados:   “la  preparación  exigida  al  maestro  por  nuestro  método,  es  el   examen  de   sí  mismo.   La   renuncia   a   la   tiranía,   debe  expulsar   de   su   corazón   la   cólera   y   el   orgullo;   ha  de   saber  humillarse  y  revestirse  de  caridad.  Estas  son  las  disposiciones  del  alma  que  ha  de  adquirir,  la  base  esencial   de   la   balanza,   el   punto   de   apoyo   indispensable   de   su   equilibrio.   En   eso   reside   la  preparación  interior:  el  punto  de  salida  y  la  meta”.  Pág  238  

También   en   esta   preparación,   el   educador   empezará   a   forjar   virtudes   que   le   exige   su   tarea,   “la  educadora   montessoriana   se   enfrenta   con   un   niño   que   por   así   decirlo,   aún   no   existe.   Las  educadoras   que   acuden   a   nuestras   escuelas   deben   tener   una   especie   de   fe   en   que   el   niño   se  revelará  a  través  del  trabajo.  Deben  librarse  de  toda  idea  preconcebida  referente  al  nivel  en  que  pueden  encontrarse  los  niños”.  (Montessori,  María  La  mente  absorbente  del  niño    pág  347)  

Además  de  esta  fe,  es  precisa  la  humildad  por  parte  de  la  guía  al  reconocer  su  papel  secundario  y  esforzándose   por   comprender   al   niño,   ayudarlo   y   apoyarlo   en   su   desarrollo.   Fe,   humildad,  paciencia   y   un   respeto   profundo  para   con   el   niño   son   virtudes   que   el   guía   habrá   de   ejercitar   si  quiere  realmente  servir  al  niño  y  a  la  humanidad.    

Gianna  en  el  libro  Algunos  principios  Montessori  aplicados  a  la  catequesis  de  los  niños,  cita  a  María  Montessori   quien   nos   dice:   “En   vez   de   la   palabra   debe   aprender   el   silencio;   en   vez   de   enseñar  debe   observar;   en   vez   de   la   dignidad   orgullosa   de   quien   quiere   aparecer   como   infalible,   debe  asumir   una   vestidura   de  humildad”.   Y   complementa  Gianna:   “si   esta   es   la   actitud   correcta   para  cualquier   campo  de   educación,   tanto  más   lo   será   en   el   campo  de   la   educación   religiosa,   donde  nada  pertenece  al  adulto,  ni  el  ánimo  del  niño,  ni  lo  que  transmite,  que  pertenece  a  Dios  y  lo  que  Dios  dona  por  su  bondad  y  alegría”  (pág  16)  

Por  último,  es  de  gran  importancia  saber  que  esta  preparación  integral  de  la  guía  se  va  dando  poco  a  poco  hasta  que   la  educadora  podrá  decir:  “He  visto  al  niño  como  debe  ser  y   lo  he  encontrado  superior  a  cuánto  podría  suponer.  Esto  es  comprender  a  la  infancia;  no  basta  saber  que  el  niño  es  Juan,  que  su  padre  es  carpintero  o  algo  parecido;  la  educadora  debe  conocer  y  vivir  el  secreto  de  la  infancia.  Cuando  los  niños  manifiestan  su  espíritu,  se  comprende,  quizás  por  primera  vez,  qué  es  realmente  el  amor.  Este  espíritu  transforma  a  la  educadora  en  su  revelación”.  (  Montessori,  María  La  mente  absorbente  del  niño  p.355  )    

De   ahí   se   derivan   todas   esas   actitudes   básicas   del   científico   que   debe   poseer   la   guía:   observar,  esperar,  respetar,  admirar,  estudiar  y  repetir,  con  humildad.  

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Gianna,  a  su  vez,  nos  dice  cómo  la  Dra  Montessori  sugería  que  cada  maestra  precediera  su  trabajo  con   un   examen   de   conciencia,   reconociendo   tener   dos   pecados   capitales:   el   orgullo   y   la   ira.   El  orgullo  porque  nos  hace  sobrevalorar  nuestra  obra  en  la  formación  del  niño  y  la  cólera  que  deriva  de   ver   nuestro   alumno,   considerado   como   posesión   nuestra,   que   no   responde   a   cuanto  esperábamos  de  él.  (pág  17)  “En  la  oportunidad  de  intervenir  y  en  la  manera  de  intervenir  está  su  arte   personal   de   educador.   La   maestra   debe   dirigir   la   actividad   del   niño   de   manera   discreta,  dejándolo  actuar  por   sí   solo,   cada  vez  que  sea  capaz  y  con   frecuencia  nosotros   lo  consideramos  incapaz,  interviniendo  para  ayudarlo  y  en  realidad  alejándolo  del  camino  del  desarrollo  normal”  

María  Montessori  escribió  en  1926:  “lo  que  es  importante,  es  que  tú,  niño,  desarrolles  en  su  más  grande  plenitud  y  belleza,  el  germen  divino  que  fue  puesto  en  el  secreto  de  tu  alma  y  yo  me  haré  tu  servidora”  (Cultura  popular)  

7. EL  SILENCIO  Y  EL  AUTOCONTROL  

Característica  Nº  27:  La  catequesis  del  Buen  Pastor  quiere  ayudar  a  los  adultos  a  abrir  los  ojos  a  las  riquezas  desconocidas  del  niño,  en  particular  a  las  religiosas,  para  atraerlos  a  ponerse  a  su  servicio  y  a  aprender  de  él.  

•  No  busca  el  éxito.  

•  No  hace  ruido  (Isaías  10,33  -­‐  11,10)  

•  Es  fiel  al  espíritu  de  la  semilla  de  mostaza  (Mateo  13,31)  

•  Es  solidaria  con  los  más  pequeños  en  la  Iglesia.  

No  hacer  ruido,  actuar  en  el  silencio  propio  del  alma  que  siempre  busca  a  Dios,  que  sabe  que  el  bien  no  hace  ruido  porque  es  más  fácil  en  el  mundo  de  hoy  sentir  el  ruido  de  un  árbol  al  caer  que  el  silencio  de  un  bosque  que  crece.    

“Si  el  silencio  es  un  elemento  esencial  de  la  escuela  Montessori,  lo  es  de  manera  muy  particular  en  un   centro   de   catequesis.   No   puede   haber   oración   sin   silencio,   se   necesita   la   costumbre   del  silencio;  los  ejercicios  del  silencio  son  un  punto  de  partida  para  llegar  a  la  oración  entendida  como  un  diálogo  interior  en  el  cual  se  escucha  a  Dios  y  se  habla  con  El.  Se  debe  enseñar  a   los  niños  el  modo  de   lograr  este  ejercicio,  que  propondremos   cuando   los  niños  están   tranquilos   y  hay  poco  ruido  en  el  salón,  y  no  como  medio  de  llamar  a  la  disciplina.  Algunas  veces,  cuando  el  silencio  es  completo,  se  podrá  sugerir  en  voz  baja  y  solemne  un  versículo  de  un  salmo  o  bien  un  canto.    (G.  G.  Algunos  Principios  Montessorianos,  pág.  46)  

 El  silencio  sirve  al  niño  de  dos  formas,  la  primera  sirve  a  la  segunda.  La  primera  se  refiere  a  que  al  hacer   silencio   aumenta   el   autocontrol   del   niño,   no  para   inhibirse   en   forma  negativa,   sino   como  una  experiencia   positiva   de   consciencia.     “La   llamada”  por   su  nombre   es   una  parte   esencial   del  juego,  primero  es  el   silencio  y  después  es   la  voz  del   silencio;   su  poder  de   la  voluntad  se  pone  a  

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prueba  al  inhibir  todos  sus  movimientos  y  ser  capaz  de  escuchar  y  responder  a  la  llamada,  cuando  ésta  llega  abriéndose  paso  a  través  del  silencio  que  ellos  han  logrado.      

La  segunda  forma  del  silencio  consiste  en  que  al  hacer  este  silencio  el  niño  percibe  su  vida  interior,  que  aún  cuando  está  en  forma  inconsciente  es  muy  real.    El  silencio  de  la  inmovilidad  suspende  la  vida  normal  y  el  trabajo,  y  no  tiene  ningún  propósito;  toda  su  importancia  y  fascinación  viene  del  hecho  que  al  suspender  la  rutina  ordinaria  de  la  vida,  eleva  al  individuo  a  un  nivel  más  alto.  

María  Montessori   lo  comparaba  con  la  meditación  y  con  una  experiencia  religiosa  y  percibía  que  había  algo  más  de  lo  que  veía:  que  había  un  ser  espiritual.  

Estos   ejercicios   de   silencio   hacen   a   los   niños  más   tranquilos   y   les   disminuye   la   agresividad   y   el  desorden.  

Por  otra  parte,  en  cuanto  al  autocontrol,  debemos  no  solo  ayudar  a  que  el  niño  lo  consiga  a  través  de   los   ejercicios   de   control   de  movimiento   que   se   proponen   al   inicio   en   el   atrio,   sino   también,  debemos  procurarlo  en  nosotros.  El  que  no  está  atento  y  su  vida  su  llena  de  «movilidad»  es  que  tiene  poca  salud.  La  movilidad  no  favorece.  Sólo  la  atención  nos  puede  dar  paso  a  la  presencia  de  Dios  en  nuestra  vida.  Gianna  nos  dice  “es  necesario  para  nosotros   los  adultos  controlar  nuestros  movimientos  y  nuestros  gestos,  para  esto  es  útil  también  para  nosotros  hacer  algunos  ejercicios  de  control  de  movimiento”.  (Algunos  Principios  Montessori  aplicados  a  la  catequesis  de  los  niños,  pag  35)  También,  en  nuestros  atrios  dar  toda  la  importancia  a  los  ejercicios  de  control  de  movimientos  al   iniciar   el   trabajo   con   los  niños,   considerando  que   su  utilidad   reside  en  permitir   a   la   actividad  infantil   una   expansión   ordenada   porque   a   través   de   estos   se   unen   armoniosamente   mente   y  músculos   y   preparan   a   la   posesión   de   la   voluntad,   a   una   obediencia   natural,   lo   cual   lleva   a   la  concentración  y  finalmente  a  la  oración.  

Montessori   escribió:   “el  maestro   se  mueve   silencioso  y   suavemente;   se  acerca  a  quien   le   llama,  observa  de  manera  que  cualquiera  que  pueda  necesitarlo,  sienta  su  presencia  inmediatamente,  y  quien  no  lo  necesita,  no  se  da  cuenta  que  existe”  (El  niño  ¿??,  pág  libertda….)  

“En  el  silencio,  cuando  los  movimientos  son  ordenados  puede  desarrollarse  la  sensibilidad  interior  llamada   “sentido   religioso   o   sentido   espiritual”.   (María  Montessori,   citada   por   >Gianna   Algunos  Principios  Montessorianos…  pag  46).    

8. LA  ESENCIALIDAD:    

Característica  Nº  7:  El  catequista  del  buen  Pastor  no  mezcla  en  la  catequesis  otras  temáticas  que  estén  fuera  de  la  esencialidad  y  especificidad  de  las  exigencias  del  trabajo  con  los  niños.  

En  un  artículo  de  Sofía  Cavalletti,   titulado  Esencialidad  y  publicado  por  ACOFOREC  en  el   libro  El  buen   pastor   llama   por   el   nombre,   pág   35   encontramos   como   la   esencialidad   es   esa   severa  disciplina  que  llevó  a  que  Sofía  y  Gianna  pudieran    escoger  los  temas  a  proponer  al  niño  –  y  en  este  afirma:”  ¡las  cosas  más  grandes  darlas  a  los  más  pequeños!-­‐,  y  el  lenguaje  usado  para  presentarlas:  “nada  de  elementos  complicados,  nada  de  diminutivos.  A  veces,  aunque  sea  una  sola  palabra  de  

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más,   es   suficiente   para   desviar   la   atención   de   los   pequeños   y   molestar   la   capacidad   de  contemplación,  de  la  cual  son  ricos”.  Lo  que  se  pide  al  adulto  es  una  austeridad,  que  no  le  permita  divagar  en  expresiones  superfluas,  que  quizás  satisface  su  ambición  de  fino  orador  o  escritor”.    

“Podemos  decir  que  lo  que  se  requiere  del  adulto  es  un  espíritu  de  pobreza,  que  le  permita  poner  en  evidencia  el  mensaje  que  lleva,  buscando  desaparecer  detrás  de  él.  “Mi  doctrina  no  es  mía,  sino  de   Aquel   que  me   ha   enviado”   Jn   7,16   son   palabras   que   Juan   reporta   como   palabras   de   Jesús.  ¿Quién  es  el  catequista  ante  el  mensaje  que  lleva?...”  

“Es   precisamente   de   la   esencialidad,   de   la   austeridad,   de   la   conciencia   de   su   pobreza   que   el  catequista   alcanzará   la   alegría  más   grande.  Quitando   todo   lo   superfluo,  mirando   únicamente   el  mensaje  que  transmitimos,  lograremos  percibir  progresivamente  la  luz,  que  aparece  siempre  más  grande  y  profunda,  atrayente  y  sin  límites,  y  por  su  encanto  estaremos  cada  vez  más  capturados  y  encantados.  Entonces  el  camino  hacia  la  profundidad  del  Misterio,  será  un  camino  que  pequeños  y  grandes  recorreremos  juntos,  en  un  encanto  común”.  

“En  ambos  momentos  de  la  catequesis,  el  catequista  debe  recordar  que  es  aquel  “siervo  inútil”  y  por  tanto,  en  el  ejercicio  de  su  servicio,  debe  buscar  de  ocupar  el  lugar  más  desapercibido  posible  poniéndose   aparte   para   no   interponerse   en   la   “conversación   interior”   que   debe   nacer   entre   el  único   Maestro   y   el   discípulo   y   debe   recordar   que   es   aquel   “vaso   de   barro”   que   contiene   un  “tesoro”  del  que  habla  San  Pablo   (2  Co.  4,7).   Y  debe  ayudar  para  que   sea  hacia  el   “tesoro”  que  converja   la   mirada,   sin   que   se   distraiga   con   elementos   secundarios.   El   “vaso”   debe   ser   lo   que  estorbe   lo   menos   posible.   Cada   injerencia   personal   por   parte   del   “vaso   de   terracota”,   en  detrimento  de  su  contenido  y  por  tanto  del  “tesoro”,  llevaría  a  un  oscurecimiento  de  su  riqueza  y  de  su  belleza.  Cada  injerencia  personal  del  “siervo  inútil”  correría  el  riesgo  de  anteponerse  a  la  voz  del  único  Maestro”.  

“Los  contenidos  de  la  catequesis  son  tan  grandes  que  no  permiten  posteriores  embellecimientos  y  cada  intromisión  de  carácter  personal  arriesgaría  el  ensombrecerlo  y  malgastarlo.  Se  requiere  del  catequista  -­‐yo  creo-­‐  una  austeridad  absoluta  frente  a   la  grandeza  del  Misterio,  una  capacidad  de  hacerse  a  un  lado,  para  que  sólo  Él  ocupe  todo  el  espacio  con  su  esplendor.  Él  se  manifestará  de  manera  cada  vez  más  grande  y  abismal  y  nos  subyugará  -­‐a  catequistas  y  catequizados-­‐  con  fuerza  siempre  creciente”.  

“El   catequista   se   encontrará   así   en   la  posición  de   aquel   o   aquella  que  al  mismo   tiempo  actúa   y  contempla”.  

(Tomado  del  Libro  El  Buen  pastor  llama  por  el  nombre,  ACOFOREC  Esencialidad.  Pág  35).    

 

9. RESPETO  AL  RITMO:    

Saber  esperar,  ir  al  ritmo  del  pequeño  que  es  mucho  menor  que  el  nuestro,  ir  al  ritmo  del  Espíritu  que  no  tiene  prisa.  

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Característica  Nº.  8:  Las  reuniones  semanales  duran  al  menos  dos  horas,  de  las  cuales  una  pequeña  parte   está   dedicada   frecuentemente,   a   la   exposición   de   un   tema,   por   parte   del   catequista   y   la  mayor  parte  a  la  actividad  personal  del  niño.  

Nº.  11:  Al  anuncio  anual  de  las  celebraciones  de  la  primera  Comunión,  los  niños  responden  según  su  deseo  y  su  madurez  personal,  que  disciernen  con  la  ayuda  de  su  familia,  de  sus  catequistas  y  del  sacerdote.  

Nº.   12:   La   celebración   de   la   primera   Comunión   está   precedida   por   un   período   intenso   de  preparación,  constituido  por  encuentros  semanales  especiales  con  los  que  van  a  hacer  su  Primera  Comunión,  además  de  los  habituales.  

Nº.  13:  El  retiro  de  la  primera  Comunión  dura  por  lo  menos  cuatro  días,  desde  la  mañana  hasta  la  tarde,  durante  los  cuales  es  esencial:  

•  la  celebración  cotidiana  de  la  Eucaristía;  

•   dejar   que   los   niños   puedan   detenerse   tranquilamente   en   todo   cuanto     conocen,   sin   dar  presentaciones  nuevas;  

•  prolongar  su  duración  hasta  la  tarde,  también  el  día  de  la  primera  Comunión,  para  que  los  niños  no  se  distraigan  demasiado  pronto  de  cuanto  han  vivido.  

Sofía,   en   un   artículo   escrito   en   1997,   titulado  EL   RITMO  DE   LA   CATEQUESIS   aprendamos   de   los  campos,  afirma  que:  “en  nuestro  mundo  todo  tiende  a  la  aceleración  y  nosotros  estamos  siempre  de   prisa.   Nos   contagiamos   de   este   movimiento   constante,   que   tiene,   evidentemente,   muchos  aspectos  positivos.  Bastaría  pensar  cuántas  posibilidades  ofrece  para  las  comunicaciones  y  para  las  relaciones.   Sin   embargo,   hay   un   campo   que   se   escapa   de   la   que   parece   ser   una   ley   general:   la  naturaleza  y  su  vegetación”.  

“Hasta  una  pequeña  planta  puesta  en  nuestra  ventana  nos  enseña  la  misma  lección:  "¡Cómo  me  gustaría   ver   a   todas   mis   plantas   florecidas!",   pero   me   dicen:   "no   es   la   estación.   Es   necesario  esperar'.  El  ritmo  de  la  naturaleza  no  se  ha  acelerado,  las  cuatro  estaciones  llenan  todavía  todo  el  año.  La  vegetación  muestra  una  sabiduría  que  deberíamos  saber  reconocer  también  en  el  campo  humano   y   especialmente   en   el   de   la   educación.   Cuando  digo   "educación"   entiendo   la   obra   que  nosotros  debemos  desarrollar  sobre  otros  y  -­‐de  modo  especial-­‐  sobre  nosotros  mismos”.  

“A  mí  me  parece  que  los  secretos  más  grandes  de  nuestro  mundo  están  escondidos  -­‐¿o  más  bien  revelados?-­‐   en   lo   cotidiano   de   la   vida,   en   esos   fenómenos   que,   justamente   por   ser   cotidianos,  corren  el  riesgo  de  pasarnos  desapercibidos”.  

“Las  parábolas  de   la   semilla  de  mostaza,  de   la   levadura,  de   la   semilla  de   trigo  que  al   caer  en   la  tierra  da  mucho  fruto  ¿no  nos  indican  quizás  los  aspectos  fundamentales  de  la  vida,  y  nos  invitan  a  detener   la  mirada  sobre   fenómenos  aparentemente  banales  que  están  constantemente   frente  a  nosotros?  Pero  para  verlos  necesitamos  tiempo.  No  basta  una  mirada  fugaz  para  ver  en  la  semilla  

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de  mostaza  el  misterio  de  la  Vida,  que  se  realiza  pasando  de  un  menos  a  un  más,  ni  para  ver  en  la  semilla  de  trigo  el  misterio  de  la  muerte  y  de  la  vida”.  

“En  nuestro  trabajo  de  catequesis,  hay  personas  que  quisieran  acelerar   los   tiempos,  abreviar   los  períodos  de  preparación,  ya  sea  personal  o  del  material.  En  estos  casos,  el  deseo  de  llegar  lo  más  rápido  posible  a  transmitir  lo  que  se  ha  recibido  es  un  mal  consejero”.  

“El   regresar   en   nuestras   reuniones   sobre   los   mismos   temas   y   ver   cómo   se   amplían"   frente   a  nosotros  conduciéndonos  siempre  más  profundamente  en  la  medida  en  que  nos  vamos  haciendo  capaces  de  concentrarnos  sobre  su  punto  más  esencial,  nos  coloca   frente  a   la  simplicidad  de   las  cosas  grandes  -­‐esa  simplicidad  frente  a  la  cual  nos  sentimos  al  mismo  tiempo  perdidos  y  atraídos,  porque  nos  hace  tocar  con  la  mano  cómo  "lo  sencillo"  no  tiene  límites.  Pero,  para  que  lo  "sencillo"  nos  revele  sus  secretos,  necesitamos  tiempo”.  

“El   tiempo   que   pasamos   con   nuestras   seguetas,   con   nuestras   agujas   de   bordar,   con   colores  realizando  un  trabajo,  (que  no  siempre  se  ve  perfecto)  ¿no  es  quizás  para  nosotros  un  tiempo  de  meditación  tranquila  en  un   justo  equilibrio  entre  corazón  y  manos?  Seguramente  un  artesano   lo  hubiera  hecho  más  bello  que  nosotros,  pero  nosotros,  ¿no  habríamos  perdido  un  tesoro?”    

(Tomado   del   Libro   El   Buen   pastor   llama   por   el   nombre,   ACOFOREC   El   ritmo   de   la   catequesis.  Aprendamos  de  los  campos.  Pág  38  y  39).    

10. LA  COMUNIDAD:    

Característica  Nº   22:   Los   catequistas   trabajan   en   armonía   y   unidad   entre   ellos   para   ponerse   en  sintonía  con  el  proyecto  de  Dios  acerca  de  la  historia  y  con  la  exigencia  de  unidad  tan  fuertemente  expresada   en   las   parábolas   del   Buen  Pastor   (Jn   10,1ss)   y   de   la  Vid   verdadera   (Jn   15,1ss).   Ponen  generosamente  al  servicio  de  todos,  las  propias  capacidades  y  experiencias.  No.  26.  El  trabajo  con  los  niños  en  el  atrio  es  el  compromiso  principal  del  catequista  del  Buen  Pastor,  compromiso  que,  sin  embargo,   lo   abre   a   la   catequesis   en   su   conjunto,   en   la   disponibilidad   a   aquellos   servicios   que  pueden  ser  necesarios.  

Nº   30:   La   Catequesis   del   buen   Pastor   ofrece   sus   servicios   a   la   diócesis   y   por   tanto   trabaja   en  comunión  con  el  Obispo.  

Nº  31:  Cada  atrio  se  apoya  en  la  ayuda  de  un  sacerdote,  que  conozca  a  los  niños  en  particular  en  su  dimensión  religiosa,  que  celebra  con  ellos  la  Eucaristía  y  el  sacramento  de  la  Reconciliación,  y  que  actúe  en  armonía  con  el  espíritu  de  la  Catequesis  del  buen  Pastor.  

La  relación  entre  el  atrio  y  la  comunidad  es  muy  importante.  Nuestra  fe  implica  la  comunidad.    

El   atrio   no   solo   es   el   lugar   para   el   niño   y   su   catequesis,   sino   que   la   comunidad   es  más   amplia  porque  incluye  a  todos  los  adultos.  Como  nos  lo  dice  Sofía:  “sus  funciones  son  complementarias,  al  atrio  sin  la  comunidad  puede  faltarle  el  oxigeno  vigorizante  necesario  para  una  vida  plena.  Como  resultado,  el  atrio  puede  llegar  a  ser  un  invernadero  para  cultivar  plantas  que  pueden  no  tener  la  

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resistencia   necesaria   para   vivir   en   el   mundo   exterior.   La   comunidad   sin   el   atrio,   como  infortunadamente  es  común  que  suceda,  contiene  un  riesgo  también.  El  riesgo  es  que  el  "o  esté  cerca  de  grandes  verdades  y   las  pase  sin  notarlas,  podría   ir  por  su  propio  camino  impasible  ante  las  maravillas  del  mundo  que  lo  rodea,  sin  ser  tocado  por  el  encantamiento  que  la  Palabra  de  Dios,  en   la   que   se   revela   El   mismo,   debe   crear   en   nosotros”.   (El   Buen   Pastor   llama   por   el   nombre,  ACOFOREC  pag.  16)    

“La  parábola  de  la  Vid  Verdadera  nos  permite  penetrar  el  misterio  de  la  comunión  de  vida  que  une  al  hombre  con  Dios  a  través  de  la  mediación  de  Cristo  y  a  la  persona  con  las  personas,  en  Cristo.  El  texto  habla  de  Cristo  que  es  la  Vid  Verdadera  y  de  las  personas  que  somos  las  ramas  y  del  Padre  que  es  el  viñador.  Así  como  la  misma  savia  corre  a  través  de  cada  parte  de  la  planta,  así  también  en  la  Vid  Verdadera,  hay  un  sólo  principio  vital,  que  es  el  mismo  en  Cristo  y  en  cada  rama  de  la  Vid:  la  vida  de  Cristo  Resucitado,  la  plenitud  de  la  Vida  de  Dios”.    

“La   Vid   Verdadera   necesita   gente   para   producir   esos   frutos   que   dan   gloria   al   Padre.   El   Pan  fraccionado   es   ofrecido   a   cada   persona,   pero   cada   una   debe   estar   preparada   para   extender   su  mano  a  todos  sin  distinción,  en  el  gesto  de  la  paz.  De  esta  manera  la  acción  del  hombre  se  inserta  en  el  vasto  designio  de  la  historia,  que  está  en  proceso  de  ser  construida,  y  si  la  historia  envuelve  a  las   personas   y   a   las   cosas   en   un   plan   de   comunión,   entonces   la   resonancia   de   las   acciones   del  hombre  son  cósmicas  también”.    

También   la   Historia   del   reino   de   Dios   -­‐   Proyecto   de   comunión,   nos   permite   ver   esos   puentes  invisibles   con   que   estamos   unidas   todas   las   ramas   de   la   vid,   en   donde   el   hombre   empieza   a  trabajar  y  ha  dejado  el  producto  de  su  trabajo  a  otros,  y  nosotros,  el  día  de  hoy,  aún  disfrutamos  el  producto  del  trabajo  de  personas  muy  distantes  de  nosotros  en  el  tiempo.