Autores_Touraine, Alain - Entre Bachelet y Morales, Existe Una Izquierda en AmErica Latina- [2006]

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América Latina en tiempos de Chávez TEMA CENTRAL

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  • Amrica Latinaen tiempos de Chvez

    TEMA CENTRAL

  • Alain Touraine: socilogo francs, Director de Estudios de la Escuela de Altos Estudios en Cien-cias Sociales (Pars). Entre su vasta e influyente produccin terica se encuentra Sociologa de la ac-cin (Ariel, Madrid, 1969). Su ltimo libro traducido al espaol es Un nuevo paradigma para com-prender el mundo de hoy (Paids, Buenos Aires, 2006).Palabras clave: democracia, desigualdad social, izquierda, Amrica Latina.Nota: traduccin de Silvina Cucchi. La versin en francs de este artculo puede consultarse en.

    Entre Bachelet y Morales,existe una izquierda enAmrica Latina?

    Alain Touraine

    Las categoras de izquierda y derecha, aplicables a los regmenes parlamentarios, pierden sentido en Amrica Latina. Lo central aqu es si lospases logran encontrar una expresin poltica para sus profundos problemas sociales, es decir, si consiguen ubicar las luchas sociales dentro de un marco institucional y democrtico.Despus de repasar la realidad de diferentes pases, el artculo sostiene que la clave no pasa hoypor la Venezuela de Hugo Chvez,un modelo dbil de transformacinsocial, sino por dos tendenciasopuestas: la globalizacin exitosa de Chile y el modelo msradical que, a pesar de su fragilidad, est tomando formaen la Bolivia de Evo Morales.

    El resultado de muchas de las elecciones realizadas en Amrica Latina enlos ltimos meses ha llevado a numerosos observadores, quizs a la ma-yora, a hablar de una victoria de la izquierda, o a describir la evolucin delcontinente en su conjunto, ms all de las diferencias entre pases, hacia unaizquierda alejada de las posturas estadounidenses, que se apoyara en secto-res sociales que podramos llamar populares.

  • Pero resulta poco provechoso emplear expresiones que han sido inventadas yutilizadas para un contexto totalmente diferente. Si se trata de Gran Bretaao Francia, los trminos derecha e izquierda se sitan en un rgimen par-lamentario. Es en Gran Bretaa donde esta oposicin tiene ms sentido. Encambio, el lenguaje correspondiente a un rgimen parlamentario se aplica ne-cesariamente mal a uno presidencial o semipresidencial. En el caso latinoame-ricano, se ajusta tan mal que creo tener buenas razones para defender unapostura muy alejada de la que se expresa ms frecuentemente. Que Alan Gar-ca haya ganado las elecciones en Per y que finalmente Felipe Caldern, elcandidato del Partido Accin Nacional (PAN), se haya impuesto en Mxicopor algunos votos sobre Lpez Obrador, no significa, evidentemente, queAmrica Latina avance hacia la derecha.

    Descartemos entonces este vocabulario tanto para describir una evolucin enun sentido como en el opuesto. La hiptesis que creo debiera formularse esque el continente en su conjunto se aparta cada vez ms de un modelo si noparlamentario, al menos apoyado en mecanismos de oposicin entre gruposde intereses y de ideologas diferentes. Hoy Amrica Latina parece ms lejosde encontrar una expresin poltica para sus problemas sociales que hacetreinta aos. En eso radica lo esencial: eso es lo que est en juego y ah est elfracaso. No se ha constituido un lazo entre los movimientos sociales, fundadosen los trabajadores, en sectores urbanos o incluso en grupos tnicos, y los par-tidos polticos que acepten colocar claramente las luchas sociales dentro de unmarco institucional que podramos llamar, al menos formalmente, democrtico.

    Es cierto que Amrica Latina no se ha aproximado casi nunca a un modelo de-mocrtico. Evidentemente, en Chile y en cierta medida en Uruguay se desa-rrollaron, desde fines del siglo XIX, esquemas polticos semejantes a los de Eu-ropa occidental, incluso por la importancia otorgada al enfrentamiento entreel clericalismo y el laicismo. Pero el nico caso de un pas de la regin que ini-ci cambios profundos dentro de un marco institucional democrtico es el deChile durante el breve periodo que va desde el Frente Popular de 1938 hastala superacin del conservadurismo de Jorge Alessandri por la DemocraciaCristiana de Eduardo Frei y, despus, por la Unidad Popular liderada por Sal-vador Allende, los comunistas y la Central nica de Trabajadores.

    El eco suscitado por el gobierno de la Unidad Popular (1970-1973) se justificaperfectamente: hasta ese momento, en ningn otro pas haba llegado tan le-jos la asociacin entre un movimiento social de mltiples dimensiones y laelaboracin de una nueva frmula de gobierno. Chile no pudo escapar de la

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  • debilidad a la que sus instituciones condenaban a todos los presidentes:Allende lleg al poder solo gracias a un acuerdo con la Democracia Cristianay, cuando sta le retir el apoyo, cay ante el levantamiento del Ejrcito, lahostilidad de sus antiguos aliados, el fracaso econmico y algunas reaccionesconservadoras ampliamente respaldadas por Estados Unidos.

    La diferencia entre Chile, por una parte, y Argentina y Uruguay, por otra, erainmensa. En estos dos ltimos casos, la debilidad desde el punto de vista delas condiciones democrticas de los regmenes derrocados por los golpes deEstado impidi que la imagen de una democracia asesinada, que describebien el caso chileno, se aplicara tambin a ellos, a pesar de que fueron gober-nados por dictaduras casi en los mismos aos.

    En verdad, sera necesario remontarse bastante en el tiempo para encontrarotro ejemplo tan impresionante de un vnculo fuerte entre movimientos socia-les y acciones propiamente polticas de transformacin de las instituciones yla sociedad. Este caso sera el de Bolivia, con los grandes movimientos cam-pesinos surgidos antes incluso de la revolucin de 1952, y su relacin con elrgimen de Vctor Paz Estenssoro.

    Mxico es considerado una excepcin en el continente, ya que ha vivido casitoda su historia posrevolucionaria bajo la direccin de un partido de Estado.Esto fue as hasta que la reforma poltica separ al Estado del partido y lleval poder al candidato del PAN, Vicente Fox. Si me guo por el imaginario msque por la realidad, podra anticipar la hiptesis, sostenida por muchos, deque la llegada al poder del candidato del Partido de la Revolucin Democr-tica (PRD), Manuel Lpez Obrador, habra marcado probablemente una es-trechsima asociacin de fuerzas sociales y polticas, desconocida en el pashasta el momento al menos en la forma a la que aludo aqu, ya que LzaroCrdenas tuvo seguramente bases slidas, pero su rgimen no perteneca ala categora que podramos llamar democrtica.

    El reducido margen entre el vencedor y el vencido en la reciente eleccin pre-sidencial muestra hasta qu punto Mxico se ha acercado a un modelo degestin democrtica de los cambios sociales. Es necesario incluso ir ms allde esta aparente simetra, pues el gobierno de Lpez Obrador tendra cier-tamente como tarea principal reintroducir en el sistema poltico a una par-te importante de la poblacin que hoy se encuentra excluida. Desde esepunto de vista, es preciso reconocer el fracaso de Marcos y los zapatistas. Sibien es comprensible que no haya querido unirse al PRD o a la campaa de

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    Nueva Sociedad / Mara Delia Lozupone 2006

  • Lpez Obrador, la hostilidad hacia este candidato parece tan irrisoria comoerrada. La campaa de Marcos no le quit muchos votos a Lpez Obrador, nopotenci la defensa de las comunidades indgenas, ni reforz la necesidad deun proyecto democrtico mexicano elementos que engrandecieron al movi-miento zapatista hasta la marcha sobre Mxico, lo que finalmente dej a loszapatistas en una situacin de extrema debilidad. La importancia simblicadel zapatismo justifica la trascendencia del fracaso de su postura. La gran no-vedad de la accin zapatista hizo nacer la esperanza de una profunda renova-cin de la vida poltica en el continente. Pero ha sucedido lo contrario. Nosolo el candidato del PAN venci a Lpez Obrador, sino que la propia espe-ranza nacida del alzamiento zapatista ha desaparecido, y no se ve cmo po-dra renacer en un futuro prximo.

    Solo resta decir que he colocado el caso mexicano al comienzo de este anli-sis porque el fin del partido nico, la realidad de la reforma poltica y sobretodo el debilitamiento del Partido Revolucionario Institucional (PRI) y la fuer-te bipolaridad entre lo que casi se podra llamar una derecha y una izquierda,ponen de manifiesto una evolucin profundamente diferente de la de los de-ms pases. Todo ha sucedido como si la fuerza que super el estatismo detantos aos no hubiera sido el catolicismo ultraconservador de Guadalajarasino la influencia creciente de Monterrey, reforzada de forma acelerada poruna emigracin masiva que ha debilitado mucho la capacidad de accin pol-tica de los sectores ms desfavorecidos. En ese sentido, aun si la victoria deCaldern no resulta en verdad significativa, ya que el triunfo de LpezObrador estuvo igualmente cerca de concretarse, se afirma sin embargo elempuje de los sectores econmicos modernos que, desde la eleccin de Fox,ejercen una gran influencia en la poltica mexicana.

    Pero, ms all de los resultados electorales recientes, cmo ignorar la rapidezy el carcter extremo de los cambios ocurridos en Brasil? Pongo nfasis en elcaso de Brasil dada la importancia de este pas en el contexto poltico y sociallatinoamericano, por las inmensas esperanzas colocadas, incluso fuera de susfronteras, en la victoria de Lula. No es ste el lugar para volver sobre la com-paracin entre Lula y Fernando Henrique Cardoso, ya que si bien es ciertoque este ltimo llev a cabo muchas de las reformas esperadas y prometidas,no puede decirse que haya logrado crear un sistema poltico slido y capaz deacompaar los grandes debates sociales. Al igual que Lula, Cardoso no dispu-so de una mayora parlamentaria propia y, por lo tanto, debi formar alianzasque lo debilitaron. Su presidencia, que se extendi por diez aos, marc unarecuperacin del Estado y de la capacidad de gobernar. Sin embargo, aunque

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  • obtuvo muchos resultados sociales positivos, Brasil no ha reencontrado elcrecimiento perdido desde hace tiempo. En contraste con Cardoso, el Partidode los Trabajadores (PT) busc desde el comienzo definirse en trminos dife-rentes de los propiamente parlamentarios. Todo anunciaba que la presidenciade Lula tendra una importancia decisiva, comenzando por el hecho de que elnuevo presidente haba sido antes un lder sindical con una capacidad de mo-vilizacin social excepcional; todo anunciaba, en definitiva, que se producirafinalmente la asociacin entre el cambio social y una construccin o transfor-macin del sistema poltico. Tratndose de un pas tan importante, se preveaque este logro generara resultados anlogosen muchos otros lugares. Por esta razn, loque habra que denominar la gran decep-cin de la presidencia de Lula ha sido su re-nuncia a elaborar un proyecto a la vez polti-co y social de cambio. Esto nos obliga a hablarde un fracaso fundamental de las solucionesque podramos llamar de izquierda en elconjunto del continente.

    El xito destacable de Ricardo Lagos en Chile no es una excepcin a lo queacabo de mencionar, ya que su adversario no eran los partidos de derechasino Pinochet, cuya sombra ha seguido cubriendo a toda la derecha chilena,que est lejos de volverse tory, a la inglesa, o de convertirse en un partidorepublicano como el estadounidense.

    No hemos encontrado hasta ahora una respuesta satisfactoria a la preguntaque todos se plantean: a qu se debe el fracaso de Lula? Para evitar todo ma-lentendido, el fracaso al que me refiero no es necesariamente un fracaso per-sonal. Existen grandes probabilidades de que Lula sea reelegido en las elec-ciones presidenciales de octubre. Pero nadie dice con quin, para quin ycontra quin gobernar Lula durante su probable segunda presidencia.

    La pregunta planteada es tan amplia y ocupa un lugar tan central en la refle-xin sobre Amrica Latina que nadie podra pretender aportar una respuestasatisfactoria. De todos modos es necesario, aunque no sea posible aportar to-da la argumentacin necesaria, ofrecer al menos una hiptesis, que sera la si-guiente: en la mayora de los pases latinoamericanos la desigualdad se hatransformado de tal forma en un dualismo estructural, que el continente pa-rece incapaz de lograr lo que Gran Bretaa y otros pases, incluidos EstadosUnidos y Francia, pudieron crear: algo que va ms all de la democracia

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    Lo que habra quedenominar la gran decepcin dela presidencia de Lulaha sido su renuncia aelaborar un proyectoa la vez poltico ysocial de cambio

  • poltica, pero que no la destruye e incluso la refuerza, es decir, una democra-cia social fundada en el reconocimiento por la ley o la negociacin colectivade los derechos de los trabajadores. Esta imagen, que evoca la sociedad indus-trial europea y norteamericana, no es compatible con la realidad de Brasil,donde el Estado ha dirigido casi permanentemente tanto la accin econmicacomo la poltica social, desde el fracaso de las tentativas liberales anteriores a1930 y sin subestimar la importancia de la presidencia de Juscelino Kubitschek.

    El rasgo ms importante del sistema poltico latinoamericano ha sido la cons-tante incapacidad de crear tanto una democracia social como una revolucinsocial. Amrica Latina no ha sido nunca liberal ni revolucionaria, con la ex-cepcin evidente de Cuba. Pero sta es solo en apariencia una excepcin yaque, desde su ascenso al poder, Fidel Castro manifest su rechazo al modelolatinoamericano y anunci la prioridad que, siguiendo a Mart, otorgaba a lalucha por la independencia nacional, prioridad que lo condujo a asociarse conel bloque sovitico.

    Incapaz de elaborar una poltica fundada en losderechos democrticos y de emprender refor-mas estructurales profundas, Amrica Latinanunca ha logrado salir de una mezcla confusade nacionalismo y populismo cuyo ejemploms conocido ha sido el peronismo, lo cualcondujo a un doble fracaso: el hundimiento ola desaparicin del sistema poltico y la ausen-cia de transformacin social. Esto se pudo ob-servar especialmente en la crisis argentina de2001, que no represent el levantamiento de laclase obrera sino, por el contrario, la cada ma-siva de la clase media.

    Entonces, cuando todo pareca favorecer a Lula, el fracaso de Brasil obliga aconcluir que en este momento las posibilidades de una solucin a la veztransformadora y democrtica en la regin han disminuido mucho, o inclu-so desaparecido completamente. Desde hace veinte aos, se habla en todaspartes de la necesidad de dar prioridad a la lucha contra las desigualdades.En trminos generales, esa lucha no se ha producido o, en todo caso, no ha al-canzado sus objetivos. Por esta razn, debemos concluir que ese gran mode-lo virtual de poltica latinoamericana es decir, la asociacin entre una demo-cracia reforzada y una transformacin social voluntarista no tiene muchas

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    Incapaz de elaboraruna poltica fundada

    en los derechosdemocrticos y de

    emprender reformasestructurales

    profundas, AmricaLatina nunca halogrado salir de

    una mezcla confusa de nacionalismo

    y populismo

  • posibilidades reales de concretarse en el futuro. Los acontecimientos polticosque han tenido lugar en varios pases del continente no alientan de ningnmodo la idea de un movimiento general hacia la izquierda. Nuevamente seimpone la conclusin a la que he llegado, que es la opuesta: el fracaso perdu-rable y profundo de una democracia social vigorosa.

    La verdadera pregunta en relacin con la situacin actual no concierne al rolde tal o cual dimensin de la democracia social. El problema que hay queplantearse claramente es el de las oportunidades de la nueva poltica de rup-tura inspirada por Fidel Castro y representada hoy por Venezuela. Hugo Ch-vez tiene, frente a ese modelo, las chances de un voluntarismo poltico y so-cial mucho ms radical, en particular en contraste con los pases del Cono Sur.

    Dado el fracaso de la candidatura de Ollanta Humala en Per y la complejidadde la situacin ecuatoriana y dejando de lado el caso de Colombia, que deman-dara un anlisis diferente, el lugar donde se decide la vida poltica del conti-nente y su capacidad de inventar un modelo poltico y social capaz de operarsobre una situacin extraordinariamente difcil es, sin ninguna duda, Bolivia.La opinin pblica latinoamericana lo comprendi de inmediato, y el gobiernode Evo Morales ha recibido hasta ahora un fuerte respaldo, incluso si se tienenen cuenta los conflictos de intereses con Brasil. Parece existir una conciencia ge-neral en Amrica Latina sobre la necesidad de aceptar el modelo boliviano talcomo se est conformando, en su radicalidad, su nacionalismo y su herosmo,en sus excesos de lenguaje y tambin de acciones. Estoy entre quienes piensanque el futuro poltico del continente depende hoy ante todo de las oportunida-des de Bolivia de construir y hacer realidad un modelo de transformacin so-cial y, al mismo tiempo, ganar independencia respecto de la retrica de Chvez.Es que, a pesar de los progresos logrados desde su eleccin, el de Chvez siguesiendo un modelo dbil de transformacin social, si se consideran los inmensosrecursos obtenidos por Venezuela por el aumento brutal del precio del petrleo.

    La situacin de Morales es de tal fragilidad, que la importancia del caso cre-ce an ms. No sorprende que no haya reunido la mayora necesaria para elxito del referndum, pero la oposicin de la regin de Santa Cruz sigue sien-do muy fuerte, y puede encontrar apoyos en el extranjero. Mientras tanto, lacapacidad de gobierno del nuevo equipo es probablemente ms frgil y dbilde lo que se piensa.

    En un momento en que Brasil se prepara para una probable segunda presi-dencia de Lula en un vaco casi completo de proyectos y equipos dirigentes,

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  • es en verdad en la solucin ms radical que representa la Bolivia de Moralesdonde se debe ver la posibilidad de establecer un vnculo entre la lucha con-tra la desigualdad y la lucha por la democracia. Esto es lo que est en juegode manera permanente en los debates de todo el continente, aunque hastaahora haya arrojado como saldo un fracaso casi general.

    No es por casualidad ni por error que no haya considerado hasta aqu el casode Argentina, pas cuya extrema importancia hace necesario prestarle muchaatencin. Me parece que lo ms sencillo del anlisis es dejar establecido parala Argentina, como para los dems pases, el fracaso definitivo del modelo na-cional-populista de las dcadas pasadas. Es cierto que el actual gobierno ar-gentino, al igual que el anterior, se ha definido como peronista, pero la expre-sin est prcticamente vaca de contenido y, si se trata de definir la gestinde Nstor Kirchner, es un contrasentido. Cmo se le podra pedir a Argenti-na que elabore un modelo a la vez poltico y social de un cambio que realmen-te no ha buscado? Entre tanto, el pas comienza a emerger de la catstrofe queha destruido su economa y su sociedad sin que los resultados obtenidos pon-gan de manifiesto progresos importantes en la gobernabilidad del pas, yaque la recuperacin se sostiene en tres factores: el fuerte aumento de las ex-portaciones a China, la ayuda financiera otorgada por Chvez que ha sidocompletada con las medidas tomadas contra las empresas europeas y, fi-nalmente, la rpida concentracin de poder en manos de Kirchner. Si Argen-tina tuviera que inventar un nuevo modelo de desarrollo, ste debera ser msbien de tipo liberal, dada la importancia del comercio internacional en la eco-noma y, sobre todo, dado que el futuro del pas depende en gran medida desu capacidad de dotarse de elites polticas, administrativas y econmicas que,aunque ha sido capaz de crear, no se ha preocupado por desarrollar.

    Tampoco es posible, en el caso de Argentina, hablar de izquierda y derecha; lalgica de la situacin avanza ms bien hacia soluciones voluntaristas pero li-berales, que no pueden ser equilibradas por la resistencia y la capacidad am-pliada de decisin del presidente Kirchner.

    Nadie puede asegurar el triunfo o el fracaso de Amrica Latina. Por el mo-mento, el retorno de la fe ha hecho que en muchos pases se consolide, a pe-sar de las inmensas dificultades, un clima si no eufrico, al menos modera-damente optimista. En todo caso, en Amrica Latina se percibe una confianzaen el futuro que no existe hoy en ninguna otra parte, salvo en Espaa. Y enese sentido la conclusin con la que deseara comprometerme, al menos en lamedida de mi capacidad de anlisis, es que solo una radicalidad poltica

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  • mucho mayor que la del periodo reciente permitir a los pases latinoameri-canos escapar de dos aparentes soluciones que en realidad conllevan un granpeligro: por un lado, un gobierno de elites liberales apoyadas en una eco-noma mundial globalizada y, por el otro, lo que se podra llamar una ilu-sin neocastrista.

    Esta conclusin ms bien inquietante no se condice con la imagen que tienede s mismo un pas importante del continente: Chile, que se siente cada vezmenos perteneciente a Amrica Latina y que espera, de acuerdo con la clebrefrase del ex-presidente Ricardo Lagos, enriquecerse con el comercio entre elEste y el Oeste del mundo, como alguna vez lo hiciera la Repblica de Vene-cia. sta es una alternativa extrema para una de las soluciones posibles, la dela globalizacin exitosa; la otra es la que, pese a su fragilidad, toma forma enBolivia. Hoy en da me parece imposible definir otras soluciones posibles en-tre esas dos tendencias profundamente opuestas.

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    Agosto de 2006 Quito No 68COYUNTURA: El Mercosur y su encrucijada: entre la disolucin y el replanteo radical / De ho-jas de ruta a vericuetos: la reforma poltica en el Ecuador post-abril / Conflictividad socio-pol-tica Marzo-Junio 2006. TEMA CENTRAL: Los jvenes en el Ecuador / Comprender lo joven,sublimacin y condena: los desencuentros del discurso / Jvenes y territorios urbanos: la nocheen el centro paceo / Poltica vieja vs. sociedad joven / Encuentro y desencuentro entre jvenesy viejos en los cargos de autoridad / Juventud, participacin y ciudadana. Reflexiones para laconstruccin del movimiento juvenil. DEBATE AGRARIO: Inmigracin de pueblos indgenasa Espaa. Los saraguros en el municipio de Vera (Almera). ANLISIS: Ms ciudad, menosciudadana: renovacin urbana y aniquilacin del espacio pblico en Guayaquil / SalvadorAllende, narcisismo, crisis y bancarrota de la Izquierda chilena de los aos 1970 / Viabilidad dela aplicacin del derecho autonmico en la realidad ecuatoriana / Reflexiones en torno a la mi-gracin internacional. RESEAS: El Gran Ausente: Biografa de Velasco Ibarra.

    Ecuador Debate es una publicacin del Centro Andino de Accin Popular. Redaccin: Diegode Utreras 733 y Selva Alegre. Apartado areo 17-15-173-B, Quito, Ecuador. Tel.: 2 522763.Correo electrnico: .

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