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Autobiografía: P. Salvador García OCD

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ÍNDICE

LA VOCACIÓN.

MI VOCACIÓN AL CARMELO

POR QUE NO DAR LE VIDA A DIOS =

POR QUE SER SACERDOTE =

¿QUE CIRCUNSTANCIAS FAVORECIERON MI VOCACIÓN?

MI PADRE ME INVITA A VOLVER A CASA

LO MAS IMPORTANTE: CUMPLIR LA VOLUNTAD DE DIOS-=

ESTUVE EN VARIAS ESCUELAS

MI CAMINO: LA FE

EXPERIENCIA DE DIOS

¿ QUE ES SER SACERDOTE -

EL MISTERIO DEL PECADO --

TENME EN PIE -

AGONÍA

VOLVER A CRUCIFICAR A CRISTO-----------------------

A LOS OJOS DE DIOS NO HAY ACCIDENTES:

¿COMO FUE EL ACCIDENTE -----------

EN EL HOSPITAL--------------------------------------

BUSCANDO LA REHABILITACIÓN--------------------------

PACIENTE EN EL INSTITUTO MEXICANO DE REHABILITACIÓN-

INTENTANDO VOLVER A ESCRIBIR------------------------

EN DIOS NO HAY ACCIDENTES---------------------------

QUE MI FAMILIA NO SUFRIERA--------------------------

QUE YA ME MURIERA LA HUMILDAD ES UN CAMINO--------

EL DOLOR Y LA ENFERMEDAD DESDE LA EXPERIENCIA-------

VALOR REDENTOR DEL SUFRIMIENTO------------------------

¿ QUE ES LO QUE ME HA AYUDADO A VIVIR CON PAZ ESTA SITUACIÓN --------

LA FRATERNIDAD TAMBIÉN ME HA AYUDADO A VIVIR----------

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¿COMO LLEGUE A LA FRATERNIDAD ----------------------

POBRE ABUELA JOSEFINA, COMO HUBIERA QUERIDO CONSOLARTE CON

APARATOS ORTOPÉDICOS COMO UN QUIJOTE EN OTRO ROCINANTE-----

COMO ME DUELE EL DOLOR DE LOS NIÑOS ---------------I

NO PODEMOS SER UNOS RESIGNADOS --------------------

LA QUE FUE MI AMIGA EN EL APOSTOLADO -----------------

¿QUIERES SABER DE PENAS...? SAL FUERA Y VE LAS AJENAS --

¿COMO TE RECIBIÓ TAYOLTITA ? ------------------------

LA FRATERNIDAD ME HA DADO MUCHAS SATISFACCIONES --~---

NOSOTROS, ENFERMOS, AGENTES DE LA EVANGELIZACIÓN -----

ORACIÓN DE ACCIÓN DE GRACIAS -------------------------

LA EVANGELIZACIÓN DESDE NUESTRA SITUACIÓN DE ENFERMOS

NOSOTROS ENFERMOS ------------------------------------

NUESTRO CARISMA: LOS ENFERMOS MAS OLVIDADOS ----------

¡FELIZ TU, FRATERNISTA - ----------------------------

EVANGELIZACIÓN

COMO ERA YO ------------------------------------------

MI FAMILIA -------------------------------------------

MI PRIMERA EXPERIENCIA -------------------------------

EN EL SEMINARIO --------------------------------------

ATENTO A LA REALIDAD ---------------------------------

LA CATEQUESIS EN SAN JOAQUÍN -------------------------

"CANTARE ETERNAMENTE LAS MISERICORDIAS DEL SEÑOR Y

PROCLAMARE SU FIDELIDAD POR TODAS LAS EDADES"

Qué penitencia es para mí, escribir estas páginas no entiendo por qué me causa

repugnancia el hablar de mí mismo.

No debiera causarme todo esto al recordar a que esencialmente voy a compartir

especialmente con el Padre Fr. Francisco Javier Jaramillo, siendo Visitador General, O.C.D.,

que me obligó hacerla, las misericordias del Señor y proclamar su fidelidad.

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Podría decir que no tengo ninguna experiencia de manejar la pluma. Me he dado

muy poco tiempo para escribir, a pesar de que siempre me gustó mucho, pero he invertido

más mi tiempo en proclamar el Evangelio, en escuchar al que necesita un consejo o a quién

ayude a reconciliarse con Dios. Sin embargo, trataré de cumplir con esta obediencia, de la

que no me quiso librar el Padre General actual Camilo Maccise y me pidió que hiciera un

esfuerzo y que hiciera lo que pudiera.

No sé cómo empezar ni cómo terminar. Haré de verdad lo que pueda.

LA VOCACIÓN.

1.- Mi vocación al Carmelo.

La vocación esencialmente es un misterio. Es la irrupción de Dios en la vida de los

hombres. Los llama, se comunica con ellos y les da una misión. Algunas veces se manifiesta

a ellos con signo extraordinarios, como a Abraham, a Moisés, a los Jueces, a los profetas;

pero las más de las veces Dios llama y da una misión en la forma más sencilla, silenciosa,

ordinaria.

¿Cómo nació mi vocación al Carmelo y al Sacerdocio ministerial? Mi madre regresó

entusiasmada un día, después de terminar sus Ejercicios Espirituales cuaresmales. El

predicador había pedido a todas las madres que oraran para que Dios les diera un hijo

Sacerdote, porque faltaban Sacerdotes en la Iglesia de Dios. Mi madre me preguntó: ¿No te

gustaría ser Sacerdote? Yo le contesté: "No". No creía que el Señor pudiera llamarme a un

servicio así, tan especial. Ciertamente me gustaban mucho las cosas de Dios, y aunque tenía

entonces solamente 13 años, pensaba que algún día podría casarme y tener un hogar, una

familia.

En mi interior, sin comunicarlo a nadie, quería ser como el sacristán. Era un hombre

gordito, lleno de familia, que preparaba las vinajeras, el cáliz, los ornamentos; que apagaba

las velas, que cerraba la Iglesia y cuidaba del Santísimo Sacramento. Yo me conformaba con

ser como él.

Mi escuela en esos días era la José María Morelos, instalada en los claustros del

convento de las Capuchinas, junto al templo de Nuestra Señora del Rosario, a media cuadra

de la casa donde yo vivía y a donde yo solía asistir a la Misa dominical, a las Horas Santas y

a la Misa con 1os niños de la Cruzada Eucarística los jueves; y en donde también visitaba al

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Santísimo Sacramento al salir de la escuela; casi siempre éramos 5 o 6 los que teníamos esa

costumbre.

Fue en 1947 cuando mi madre me llevó al Carmen en el mes de julio. Las fiestas se

celebraban allí en grande. Mi madre, llena de amor a la Virgen, me invitó a pertenecer como

ella a 1a Cofradía de Nuestra Señora del Monte Carmelo. Ese día el P. Lara, agustino,

bendijo y me impuso el Santo Escapulario. Como rezó en latín no le entendí nada, pero en

esa oración el padre pedía a Jesucristo que bendijera ese escapulario que yo, por el amor a El

y a la Santísima Virgen había resuelto llevar, y que por intercesión de la misma Virgen

María, perseverara hasta la muerte. Estaba lejos de entender todo el significado y la

trascendencia que esto podría tener y tiene en mi vida.

Recuerdo muy bien que me inscribieron en una libreta gruesa, me explicaron mis

nuevas obligaciones y las gracias que podía recibir llevando el escapulario devotamente. La

imagen de la Santísima Virgen del Carmen que se venera en Sa1vtierra, es una escultura

hermosamente labrada del siglo XVI o XVII; tiene un rostro lleno de bondad, de ternura;

uno, al verla, puede adivinar la comprensión, la paciencia y la misericordia de la Madre de

Dios, su preocupación por nosotros. Es realmente cautivadora.

Las obligaciones eran asistir semanalmente a la Misa sabatina y al Santo Rosario el

mismo día, los días 16 y acompañar a la imagen de la Santísima Virgen en una procesión

que se hacía alrededor del templo.

Escuché más de una vez: San Simón Stock, siendo Superior General de la Orden,

suplicaba con insistencia la ayuda de la Santísima Virgen con esta oración: Flor del Carmelo

viña florida esplendor del Cielo Virgen fecunda

y singular.

¡Oh madre tierna!

intacta de hombre

a los carmelitas

proteja tu nombre (da privilegios)

Estrella del mar.

En 1251 se realizó el prodigio. Un santoral del siglo XIV así lo cuenta: 'Se le

apareció la Bienaventurada Virgen María, acompañada de una multitud de ángeles, llevando

en sus benditas manos el escapulario de la Orden y diciendo estas palabras:

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[3] Este será mi privilegio para ti y todos los Carmelitas: quién muriere con él no

padecerá el fuego del infierno, es decir, el que con él muriese se salvará.

Yo, su Madre de Gracia, bajaré el sábado después de su muerte y a cuantos

religiosos, terciarios y cofrades- hallare en el Purgatorio los libraré y los llevaré al monte

santo de la vida eterna.'

Este participar constante en estas devociones fue despertando en mí un especial amor

sensible de adolescente a la Santísima Virgen María.

Ya en casa de mis padres hice un altar a la Sanísima Virgen del Carmen. Coloqué en

el centro una estampa de la Santísima Virgen que tenía en el reverso unos versos de mi

padre dedicados a Ella. Los versos llevan este título:

"A nuestra Reina y Madre en su poética advocación del Carmelo."

A nuestra Madre, Reina y Soberana

cantemos sin cesar de noche y día

las glorias de Vos, Virgen María

tus hijos de esta tierra mexicana.

Dignos hijos de Ti queremos ser

llevando al cuello hermoso relicario,

siendo de Vos el Santo Escapulario

y virtudes quisiéramos tener.

Influye en nuestras almas Madre mía

y haz que el mortal no viva en el pecado,

ofendiendo a tu Hijo muy amado

y asístenos en nuestra última agonía.

No apartes de nosotros vuestros ojos

sé siempre nuestra dulce guía,

para llegar algún día

y a tus plantas postrarnos de hinojos.

Versos sencillos los de mi padre en los a la Santísima Virgen María, invitándonos a

llevar al cuello su Santo Escapulario y una vida sin pecado. Que expresa su amor, a cantar

noche y día sus glorias.

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Adorné aquel pequeñísimo altar con una cadena de papel de china. Me gustaba

contemplarla, prenderle algunos cabos de vela y recitar algunas Avemarías. Antes de

dormir, procuraba que no se me olvidara rezar los 7 Padrenuestros y 7 Avemarías

acompañadas de unos versos que fueron populares y tenían como estribillo después de cada

estrofa: "Pues eres nuestro consuelo y medianera con Dios, ruega Señora por nos, Virgen del

Monte Carmelo."

Ese mismo año un vecino amigo mío entró Seminario de los al Carmelitas

Descalzos; y por esos mismos días, recuerdo como un sueño, fue un H. Marista a hablarnos

de la vida religiosa y de la vida sacerdotal. Fue entonces cuando pensé: ¿Por qué no darle la

vida a Dios? Y este deseo fue creciendo dentro de mí.

2.- ¿Por qué no darle la vida a Dios?

Repito que la vocación esencialmente es un misterio: el misterio de 1a programación

del Señor en la vida de cada hombre, del mundo y de la historia. No recuerdo qué teólogo

dice que Dios programa 1a historia de los hombres, ayudado de 1a 1ibertad de los hombres.

Y empecé a pedirle a la Santísima Virgen del Carmen que intercediera por mí y me

alcanzara de Dios la vocación sacerdotal, y en su fami1ia, la de los Hermanos de 1a Orden

de Nuestra Señora del Monte Carmelo, aunque yo no conocía a los carmelitas.

En ese tiempo atendían la Iglesia del Carmen los PP. agustinos Por cierto no olvido

que un día, mientras el P. Lara predicaba su sermón mariano (un sábado o un día 16), yo me

puse a contar moviendo la cabeza, los focos de la cornisa y de las columnas y él, al terminar

su explicación, sus sugerencias para una vida mejor, pasó junto a mí y con la mano hecha

puño me dio un coscorrón. Eso no me desalentó en mi asistencia a mis obligaciones de

cofrade carmelita; seguía yendo, pero ya no me le ponía cerca.

3.- ¿Por qué ser sacerdote?

Y, ¿por qué quería ser sacerdote? Esta fue una pregunta que me hizo el Director del

Seminario, P. Rafael Checa, en el primer test que nos aplicó a todos los que ingresamos el 7

de diciembre de 1948. Mi respuesta fue: "Para dar catecismo a los niños"; y prometía

pasarles películas para que vinieran más. Ahora comprendo que lo que me preocupaba desde

entonces era, en mis palabras de adolescente, anunciar el Evangelio, proclamar el Reino de

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Dios, contagiar mi fe, las convicciones religiosas que había recibido y hacer que este mundo

fuera mejor. Es una gracia entender desde la fe, que Dios necesita de los hombres para

salvar a los hombres que necesitamos de Dios. Ciertamente Dios, en Sí mismo, no necesita

de nada ni de nadie; simplemente en su economía de la salvación ha querido tener necesidad

de nosotros para salvarnos a nosotros.

Expresé mi deseo de ser carmelita y sacerdote a mi madre. Ella se alegró mucho y se

lo comunicó a la mamá de mi amigo, que había sido maestra. Y cuando estuve seguro de mi

deseo, esa señora me ayudó a redactar mi carta y solicitud para ingresar al Seminario de los

carmelitas, que en ese tiempo estaba en Toluca.

Me contestaron afirmativamente. Fue el P. Elías García, Director del Seminario en

esos días, lo que me alegró mucho; y se lo comuniqué a mis padres. Mi padre se disgustó

muchísimo y me dijo muy claramente que no podría irme sino hasta que terminara la

Primaria. Su negativa me produjo una gran tristeza y lloré inconsolable; sin embargo, él no

desistió.

Mi madre intercedió diciéndole:

"José, déjalo ir.

Si tiene vocación se quedará y si no, ya se vendrá." Mi padre no le contestó; me miró

fijamente y me dijo con mucho disgusto: "Lárgate, siempre has hecho lo que te da la gana."

Y este permiso, aunque dado así, me dio paz y la alegría de poder tener la oportunidad de

realizar mi propósito, mi sueño. En mi interior agradecía a Dios y a la Santísima Virgen del

Carmen la intercesión de mi madre. Y, así, finalmente, mi padre me daba permiso.

A las 7 de 1a mañana de1 día 7 de diciembre, víspera de la fiesta de 1a Inmaculada

Concepción de María, otro muchacho de mi [6] edad (14 años), que venía de Yuriria y yo,

tomamos el tren; la Srta. Guadalupe Ponce nos acompañó en el viaje y nos llevó al

Seminario. Llegamos a las tres de la tarde. Ese día entramos 26 muchachos al Seminario, de

los cuales quedamos hasta el día de hoy, el P. Gerardo López, Javier Espinosa, Mario

Muñoz y yo.

El día 8 de diciembre de 1948 ha sido un día inolvidable, muy especial en mi vida

religiosa y sacerdotal. Agradezco a Dios y al Virgen de la capa blanca, la Inmaculada del

Carmelo, que nos haya acogido ese día. La Misa solemne le dio un toque muy especial a

nuestra entrada.

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4.- ¿Qué circunstancias favorecieron mi vocación?

Desde luego el ambiente familiar y la escuela. Nací en una familia cristiana; estar

siempre unidos ha sido una gracia que Dios nos ha concedido; dentro de las limitaciones que

tenemos cada uno, siempre nos hemos apoyado. El triunfo de uno, lo consideramos de

todos; el sufrimiento de uno, lo sentimos también todos. Nunca en mi familia se

conformaron con la Misa dominical; siempre procuramos todos participar de los actos de

piedad de la Iglesia a la que pertenecíamos: horas santas, trisagios, rosario, procesiones,

fiestas, etc. Mi madre fue una mujer de oración y con una profunda experiencia de Dios.

Durante muchos años participó en las celebraciones Eucarísticas tan frecuentemente como

se lo permitían el cuidado de una casa y de 8 hijos, a más de su trabajo, hacía tortillas para

vender a dos o tres familias y con el fruto de ese trabajo poder ayudar a mi padre.

Seguir la llamad a de1 Señor, es decir, poder realizar ese deseo de servirle en la

Evangelización donde El me pusiera, desde luego en la Orden del Carmen y en el ministerio

sacerdotal, lo viví no sin miedo, no sin angustias. Los primeros cuatro años fueron de

discernimiento. Siempre me atrajo la posibilidad de formar un hogar, de tener una familia.

En el Colegio Preparatorio siento que no crecí espiritualmente. Cumplí con la rutina de la

vida de piedad, pero casi no me decía nada; sabía que Dios estaba allí, pero no sentía su

presencia. Nunca fueron más grandes mis dudas sobre la vocación, nunca fue más grande mi

cobardía para darme [ ] y seguir al Señor que en ese tiempo. Cuando mi angustia era más

profunda, lloraba sin poder contener las lágrimas; entonces visitaba a Jesús, realmente

presente en la Eucaristía y salía reconfortado y con ánimo de seguir buscando, esperando y

con 1a esperanza de ver algún día más claro que era lo que me pedía el Señor, y la Santísima

Virgen con cara de niña que teníamos en la capilla del seminario me consoló siempre.

Sin embargo me llenaban las cosas de Dios y pensaba que desde mi vocación

sacerdotal y religiosa podría servirle a mucha gente, hoy, aquí, mañana allá y luego más allá.

Mi miedo era muy natural, me conocí a mí mismo, débi1, frági1 y capaz de todas 1as

torpezas; pero siempre acudí en aquellos días al Director del Colegio, que era para mí, mi

Director Espiritual. Me pidió no tomar una decisión en aquellos años de adolescente, me

pidió que esperara, y supe esperar.

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5.- Mi padre me invita a volver a casa.

En el Noviciado, la experiencia de Dios fue mucho más fuerte, y por las gracias que

el Señor me concedió, sobre todo en la oración, deseé solo una cosa: darle mi vida a Dios en

el cumplimiento

de Su Voluntad. Mi padre, que al darme permiso para ir al Seminario no quiso darme la

bendición, seguía en desacuerdo con mi decisión y cuando la familia iba a visitarme al

Noviciado en Querétaro, [él] no me hablaba. Sin embargo, un día, con el rostro lleno de

sufrimiento, me dijo: "Salvador, estoy desesperado. Tengo tantos problemas que he deseado

ya varias veces arrojarme del puente al río. Ven a ayudarme. Me dejó mudo; y después de

mi silencio le dije que Dios les iba a ayudar. Yo no sabía cómo, pero que iban a salir

adelante. De todos modos, esto me inquietó mucho y pensé entonces volver a casa. Cuando

vino el Confesor y Director Espiritual de esta etapa de formación, le conté lo que mi padre

me había dicho y que los problemas económicos en ese momento eran de lo más deplorable.

Mi madre tenía 10 años enferma con cálculos en la vesícula que le provocaban un dolor tan

fuerte, que algunas veces se desmayaba. Mi hermano Juan heredó la misma enfermedad,

heredó los cólicos. Mi hermana Josefina empezó a estar mal de un oído; mi padre tuvo un

accidente de trabajo y se lastimó una mano.

[8] El padre confesor me dijo que volviera a la casa con la familia, que primero era la

obligación de cumplir con los mandamientos de Dios; y uno de ellos es honrar a los padres y

cumplir nuestras obligaciones de hijos con ellos, y después, seguir los consejos evangélicos.

Al día siguiente busqué al P. Maestro Pedro Tomás Guzmán y le conté lo que el P.

Confesor me había sugerido. Yo deseaba estar sí, 3 o 5 años en casa para ayudar a mis

padres y luego volver, pero conociéndome, no estaba seguro, yo no me lo creía. El P.

Maestro me dijo que yo no podía irme a mi casa, puesto que yo tenía vocación a la vida

religiosa y al sacerdocio. Entonces yo le pedí que conversaran los dos y se pusieran de

acuerdo, que yo quería descubrir la Voluntad de Dios en la decisión que ellos tomaran. Los

dos hablaron largo rato, y como disentían, acordaron que el P. Provincial decidiera mi

situación.

El entonces P. Provincial, P. Juan Vega, me escribió una carta en la que me decía

que la vocación es una flor muy delicada que había que cuidar, y que yo debía tomar la

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decisión. Si yo decidía quedarme en la Orden, que mis padres dijeran en qué podían

ayudarles económicamente, para que me permitieran seguir adelante.

Por esos días me visitaron mi madre y mi hermana mayor y les dije lo que sentía

entonces: que yo sufría al ver cómo sufrían ellos, que yo no podía estar tan tranquilo, tan

contento, mientras ellos padecían tantas cosas. La respuesta de mi madre fue inmediata:

Hijo, haz lo que quieras hacer; nuestra casa es tu casa como siempre. Si no quieres seguir

adelante, no sigas. Pero no pongas como pretexto nuestra pobreza. Yo sé que con la ayuda

de Dios, vamos a salir adelante, y yo sé que soy capaz de pedir limosna para sacar a mis

hijos adelante. Mi hermana Lucha me prometió que si yo me quedaba, e11a trabajaría duro

para ayudar a mis padres; y apoyada también en Dios, sabía que superarían los problemas

que en esos momentos tenían. Y las dos consideraron que no era necesario recibir la ayuda

que el P. Provincial ofrecía. Yo les agradecí que me permitieran seguir el camino en el que

estaba convencido que Dios me conducía.

[10] 6.- Lo más importante: cumplir la Voluntad de Dios.

Desde entonces ha sido muy c1aro que lo más importante en la vida, es cumplir la

Voluntad de Dios. Antes de mi profesión de votos perpetuos, escribí una carta al P.

Provincial y a su Consejo, pidiendo ser aceptado en la Orden del Carmen con un para

siempre; sin embargo, la forma de expresarlo posiblemente fue muy extraña. En esa carta le

decía que si yo no tenía vocación en esa Familia Religiosa, que si vieran que la tenía para el

Clero Secular, me iría con gusto a otro Seminario, no por irme, sino porque ellos descubrían

la Voluntad de Dios. Que si ellos me decían que mi vocación era el matrimonio, con mucho

gusto me iría, no porque me fuera, sino porque ellos descubrían la Voluntad de Dios. No me

comentaron la carta; simplemente me aceptaron, no sin darme algunas recomendaciones de

actitudes que tenía que mejorar.

Desde entonces el ideal de cumplir la Voluntad de Dios, ha sido una de las gracias

que Dios me ha concedido. Comprendo que lo más grande que hizo Jesús fue hacer la

Voluntad del Padre, haciéndose obediente hasta 1 a muerte y una muerte de Cruz. Lo más

grande que podemos hacer nosotros los mortales, es hacer la Voluntad del Padre como la

cumplió su Hijo Jesucristo. De conocer cuál es la Voluntad de Dios sobre nosotros es andar

errantes, sin brújula. La vida cristiana como la vida religiosa, es todo un fracaso si no se

hace lo que Dios quiere que hagamos. Cumplir la Voluntad de Dios con humildad y en un

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esfuerzo de perfección es la clave de toda paz, serena alegría y felicidad; todos tenemos la

experiencia de habernos sentido más felices, cuando nos hemos esforzado por no cumplir

nuestra voluntad, sino la Vo1untad del Padre.

Cristo pervive en la historia como modelo de adhesión. En el seno de la Trinidad, el

Verbo no hacía otra cosa que dar gloria al Padre, ser la alegría del Padre en el Espíritu

Santo. La primera palabra que el Verbo hecho hombre pronunció aquí en la tierra fue: Heme

aquí, Señor, que vengo a hacer tu Vo1untadll (Heb la, 7-9) He descendido del cielo no para

hacer mi voluntad, sino la Voluntad del que me ha enviado. (Jn 6,38).

[10] Siempre trato de rezar el Padrenuestro con toda la sinceridad de que soy capaz, sobre

todo cuando le pido que se haga Su voluntad, pero llegada la hora de la verdad, muchas

veces me desdigo y me hecho para atrás; sin embargo, el hágase Tu voluntad, sigue siendo

mi ideal, sigue siendo mi oración. ¡Señor, enséñame a cumplirla voluntad del Padre como la

cumpliste!

7.- Estuve en Varias escuelas.

Estuve en dos escuelas, en aquel tiempo se llamaban escuelas a escondidas, en las

que una maestra daba clases de l° a 3° y algunas veces, hasta 6° año. Solían ser grupos

pequeños los que asistían a este tipo de escuelas. En la pizarra y [con] pizarrín, que eran

muy comunes en ese tiempo, y en 1as pocas semanas en las que asistí, porque luego nos

cambiamos de casa, sólo recuerdo haber conocido el silabario de San Miguel y en él, las

letras vocales y 1as consonantes. La segunda escuela en 1a que estuve también unas

semanas, me horrorizó. El primer día que asistí a clase, estaban en dos rincones dos niños

sosteniendo medio ladrillo en cada mano; se me hizo un nudo en la garganta, me senté en

una silla chaparrita de tule y continué absorto. No supe de que trató la clase. No quise volver

a la escuela y una vez me sacaron de debajo de la cama, y un muchacho por mandato de mi

madre, me llevó arrastrando media cuadra. Nos cambiamos de domicilio y ya no volví a esa

escuela.

Entré entonces a cursar Primer Año en la escuela Artículo 123 de la Reforma; allí

aprendí a leer y tuve el gozo de aprender cosas nuevas. Desde entonces amé 1a escuela y

todo lo que es lograr nuevos conocimientos.

Estaba en 4° año de Primaria, cuando conocí la primera persona que se decía atea.

Era mi maestra, una mujer resentida con Dios, porque en los primeros años de su vida la

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atacó la poliomielitis y le dejó secuelas en una pierna, que le impedían caminar

normalmente.

Su resentimiento con Dios lo pagábamos nosotros, los alumnos. Repetía de muchas

maneras, que Dios no existía, que para qué íbamos a Misa, que como entrábamos allí, así

salíamos, que era algo [11] bastante inútil. Sus castigos, como era frecuente en aquel tiempo,

eran golpearnos con una regla de fierro o con una vara de membrillo en las pa1mas de las

manos, o en 1as pantorrillas; a1guna vez prefería jalarnos el cabello de las sienes hacia

arriba. Por sus actitudes de rencor a Dios, por castigarnos de esa forma cuando llegábamos

tarde, sobre todo los viernes primeros, en que muchos participábamos en la Misa por

devoción al Sagrado Corazón de Jesús, cambié de escuela interrumpiendo mi 4° año.

Entonces entré a un colegio católico, y allí continué con más fervor mi hábito de la

Reconciliación y Comunión frecuentes. El Sr. Cura José María Chávez, era el confesor Fue

en ese tiempo, cuando como ya lo dije en otra parte Iba atendernos cada ocho y en mi nació

vocación sacerdotal,

8.- Mi camino: la fe.

Mi vocación no tuvo nada de extraordinario. Mi camino ha sido la fe; que ha sido

como una lámpara encendida que me ha llevado a descubrir a Dios y ya desde aquella época

a través de los signos sacramentales, especialmente 1a Eucaristía y la Reconciliación y

también en el misterio de la oración.

Ojalá todos los hombres descubran el plan que El tiene sobre nosotros. El quiere que

seamos felices viviendo nuestra vocación, que es ser y comportarse como hijos de Dios,

como hermanos de Cristo, como templos del Espíritu Santo; que permanezcamos libres de

toda esclavitud de pecado, porque el pecado siempre nos entorpecerá y echará a perder

nuestra vida, porque el pecado no será nunca el camino para una verdadera y auténtica

felicidad.

Ojalá todos descubramos que nuestra vocación en el mundo y en la Iglesia, es ser

agentes de evangelización y por lo mismo agentes de cambio, capaces de crear un mundo

nuevo por el amor y por la libertad.

Mi Profesión de Votos Perpetuos (24 de noviembre de 1956), fue como la

ratificación de lo que yo había creído: que es Voluntad [12] de Dios que yo viva, al estilo

del Señor Jesús, una vida llena de trabajos y de humildad, de oración, de intimidad con el

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Padre y de servicio a los hombres. Dios me ha concedido la gracia de nunca volver a dudar

de mi vocación.

9.- Experiencia de Dios.

Mi experiencia de Dios, ha sido una experiencia de encuentro, de cercanía, de

seguridad de que Dios me ve, me escucha, me reprende. De niño viví esta experiencia en los

momentos de oración antes de dormir, los ratos que pasaba frente a la imagen de la Virgen

del Carmen que estaba en el altarcito hecho por mí y sobre todo en los minutos de adoración

frente al Santísimo expuesto solemnemente en los jubileos de las 40 horas en la iglesia de

Nuestra Señora del Rosario, conocida como iglesia de Las Capuchinas.

El Señor me concedió una gracia muy grande, lo había deseado siempre: ser acólito;

aunque lo fui solamente por tres meses, porque luego entré al Seminario. Me gustaba mucho

ayudar al Padre en la Celebración Eucarística; cansaba al padre, en aquel tiempo Fr. Eliseo

Anaya, con mis preguntas sobre la Eucaristía: ¿Qué es la Misa? Ser sacerdote, intuía

después de las explicaciones del padre, es s e rostro Cristo, con 1a diferencia que hay entre

lo infinito y lo finito, pero de todos modos, alguien que bendice y que consagra; que se

inmola y se sacrifica; ser apóstol de la verdad, de la justicia, del amor; el compromiso de ser

otro Cristo, es compromiso de mansedumbre, de humildad, de sencillez, abnegación,

disponibilidad para amar como El amó, expresando siempre el amor en la paciencia, en el

perdón y en la misericordia.

10.- ¿Qué es ser sacerdote?

Más tarde, ya siendo estudiante de Filosofía, me entusiasmó esta página de Lemoine:

"Ser sacerdote, es ser un alma ofrecida a Dios por todos sin distinción, ofrecida día y noche:

por los pobres y los ricos, por los grandes y los pequeños.

Ser sacerdote es vivir el ofertorio y la consagración de cada día. Es llevar ante el

altar todas las injusticias, las impurezas, [13] todos los pecados de la parroquia, con sus

propios pecados y ofrecerse en expiación por ellos, por sí mismo, por la salvación del

mundo entero.

Ser sacerdote es cargar con las faltas ajenas, con dulzura la incomprensión, la

contradicción, es aceptar el insulto de aquellos a quienes ama, por quienes vive cada día; es

hacer violencia al corazón. Ser sacerdote es ser Cristo; y si es Cristo, es ser santo."

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En el noviciado escribía a un amigo seminarista y le preguntaba: ¿Por qué hay tan

pocos sacerdotes santos? Y yo mismo contestaba: porque muchas veces, han llegado los

jóvenes al Seminario con el deseo de ser sacerdotes, pero no con el deseo de ser santos; eso

significa dar lo mejor de sí mismo al Señor, en el servicio humi1de y generoso a los

hermanos; significa renovar el don total de sí mismo al Señor, todos los días en la oración y

concretarlo en una vida de conversión constante.

Siempre me importaba un texto, Mt 9, 35-38: La mies es mucha, mas los obreros son

pocos; rogad al Señor de la mies que envíe obreros a su mies". Y motivaba mi vocación,

saber que hacen falta sacerdotes. Conservo una nota de estudiante de Teología:

"Necesitamos sacerdotes para convertir a las muchedumbres paganizadas por el

influjo del laicismo y materialismo; para elevar el nivel intelectual de tantas inteligencias,

hoy y más que nunca preocupadas por la ambición de las riquezas y el éxito en los negocios

temporales; para contener a la juventud en el borde mismo del precipicio del que se arroja

alocada, para sumergirse luego en un torbellino de placeres mundanales; para que puedan

oírla Palabra anunciadora de 1 a paz..."

Estudiaba con entusiasmo con el deseo de prepararme cada día mejor para recibir el

ministerio sacerdotal y convertirme en servidor humi1de de mis hermanos. Entendí a que ser

sacerdote no era sólo se ministro del culto, sino educador y maestro, como carmelita,

mistagogo, "director" de espíritus, guía de la sociedad, constructor de un nuevo pueblo de

Dios, una nueva nación, [14] de una América Latina diferente y de un mundo donde haya

más justicia, amor y fraternidad.

10.- El misterio del pecado.

He deseado siempre, en mis ilusiones de adolescente y joven, y ahora hombre de

edad madura, ser santo. Conservo este ideal, no lo he vivido sin dificultades, sin peligros, sin

tropiezos. Por eso escribí: "Tenme en pie" y "Agonía", que ahora transcribo:

TENME EN PIE...

Señor, tenme en pie.

No permitas que mis pies tropiecen

con las piedras del camino...

Están ya sangrando.

Señor, tenme en pie;

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sintiendo siempre

lo que soy: pecador.

¡Que no anhele otra cosa

que anhelos siempre nuevos

de una vida santa!

¡Esfuerzos siempre renovados

de realizar mi entrega

a Ti y al mundo!

Señor, tenme en pie...

y si caigo

en medio de la fatiga por alcanzarte,

Tú mismo

dame otra vez la mano;

Tú mismo otra vez

levántame. . .

AGONÍA.

Llevo

el alma mordida,

rasgada

y sucia como el vestido de una mendiga.

Voy

tambaleándome y sin rumbo con el pelo

sobre las orejas y la cara huyendo.

Queriendo

gritar mi1 cosas

que me ahogan

como un nudo invisible en 1a garganta.

Asco,

pus, vómitos podredumbre es la vida

cuando se vive en pecado,

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sin Dios.

Llevo

los pies desnudos sangrando

sigo alejándome en la playa.

Tropecé como ayer,

como tantas veces;

caí hiriéndome la cara...

¡Oh flaqueza!

Sé:

lo malo no es caer

sino

el no levantarse... ¡Oh cobardía!

Sigo

con los pies y las rodillas hundidas

en la negra arena

de la oscuridad de la noche.

Agonía.

Muero esta noche. El mar

en el devenir de sus olas

grita conmigo mi última oración.

Eres justicia

también eres perdón;

eres justicia

también gracia, misericordia, amor. . .

Sigue

mi alma destruida y desolada arrastrándose

en la playa azul y transparente de mi aurora.

Sueño

en la mano amiga que me ayudará

mañana,

en la barquilla misteriosa del amanecer

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que llegará a mi orilla.

Agonía.

Sufro delirios, quimeras,

[17]

me muero,

¡Señor, misericordia!

Dibujé

una cruz en la arena,

cal,

desvaneciéndome en ella.

Ilusiones.

Mi verdad.

Luego se borró aquella cruz,

desapareció aquel hombre oscuro

entre las aguas azules

y transparentes de mi aurora.

Este,

fue mi sueño de ayer,

esta fue mi pesadilla, mi agonía.

Siempre he vivido la tensión entre querer ser santo y no dejar de ser pecador, por lo

menos esta ha sido mi historia. Siempre advertí en mí el deseo de ser bueno, puro, santo,

perfecto y no acabar de lograrlo. El Señor me ha permitido muchas veces sentir mi

fragilidad, mis debilidades, mi impotencia, que al mismo tiempo la considero perfectamente

responsable.

No puedo olvidar el texto de San Pablo a los Romanos, 7,14-25: "Yo soy carne

vendida al poder del pecado. Realmente, mi proceder no lo comprendo; pues no hago lo que

quiero sino que hago lo que aborrezco... en realidad, ya no soy yo quien obra, sino el pecado

que habita en mí... querer el bien lo tengo a mi alcance, mas no el realizarlo, puesto que no

hago el bien que quiero, sino que obro el mal que no quiero... ¡Pobre de mí! ¿Quién me

librará de este cuerpo que me lleva a la muerte?

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[18] Decía que después de mi profesión de votos perpetuos, no volví a dudar de mi

vocación; sin embargo, me hacía sufrir el conocerme. No olvido el día de mi Ordenación

Sacerdotal. Entré llorando a Catedral con la casulla doblada en el brazo izquierdo y con un

cirio grande y blanco en mi mano derecha. Lloraba de miedo, de miedo a mí mismo.

11.- Volver a crucificar a Cristo.

El concepto que tenía del pecado era volver a crucificar a Cristo; se entiende, del

pecado mortal. Tal vez el P. Farfán, a quien escuché este concepto en unos ejercicios

espirituales siendo niño, tal vez tenga relación con el texto de la carta a los Hebreos 6,6:

"Pues crucifican por su parte de nuevo al Hijo de Dios y le exponen a pública infamia".

Lloraba, pues, al pensar que podía desdecirme de mis propósitos y serle infiel a Dios.

Yo había repetido a mis confesores, a mi director espiritual, que daba el paso adelante, que

aceptaba la responsabilidad de lo que significaba mi vocación, porque confiaba en el Señor

y El no me permitiría fallarle gravemente, porque El es fiel por excelencia.

Conocía bien el texto de Job 7,1: La vida sobre la tierra es de continua lucha; y tenía

muy presente el consejo de San Pablo, 1 Cor 10, 12-13: "Así pues, el que crea estar en pie

mire no caiga" y el texto siguiente me consolaba: "No habéis sufrido tentación superior a la

medida humana. Y fiel es Dios, que no permitirá seáis tentados sobre vuestras fuerzas.

Antes bien, con la tentación el Señor os dará modo de poderla resistir con éxito". Y he

caminado con la seguridad de que Dios es fiel y así lo he experimentado siempre.

Considero que el seguimiento de Cristo no pueda realizarse sin luchas, sin angustias,

sin oscuridades, sin momentos de desaliento, momentos que pueden convertirse en días o

meses de desesperanza o desconsuelo. Considero que es normal sufrir una tensión entre [19]

lo que uno vive y lo que se le antojaría o quisiese; es normal el miedo a un compromiso de

por vida; es normal la tentación de una vida de confort y egoísmo, de trivialidad. Sólo Dios

nos da su gracia para superar todas 1as tentaciones; y si tropezamos El mismo nos da la

mano y nos pone otra vez en pie.

Siempre he deseado que las personas no sufran tanto; y el pecado es una fuente de

insatisfacción, de angustia, de dolor. Dios no quiere que los hombres sufran. Dios tampoco

quiere el pecado. Dios quiere que seamos felices, por eso nos da su PALABRA, su VERBO

a su Hijo Jesucristo para que le escuchemos, para que nos dejemos guiar por ella, para que la

vivamos.

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[20 ]DIOS NOS AMA.

Otra pregunta que con frecuencia me hacen, es: Recién accidentado, ¿qué es lo que

más le hizo sufrir?

- Desde luego mi cuadriplejia, mi parálisis total; y algo que me hacía llorar profundamente,

como un niño que no encuentra a su madre, era que me recordaran que Dios me amaba.

Esta era la primera verdad que yo daba en mis charlas de ejercicios espirituales.

Estaba profundamente convencido de ello, pero ahora en que me tocaba sufrir el drama

humano de una aparente inutilidad, no podía dudar de ese amor infinito que Dios nos tiene a

todos los hombres. Estaba profundamente convenido que si Dios permitía mi accidente, era

porque me amaba; humanamente era una tragedia, para la mayoría de la gente, un accidente

no tiene sentido y están muy lejos de pensar que Dios los permite porque nos ama.

El amor de Dios a través de todas las cosas. En el cielo y en el mar, en la luna y en el sol, en

los pájaros, en las flores y en la sonrisa de los niños, en el agua cristalina de la fuente y en el

agua fresca que nos cae del cielo, en las nubes y el viento, y en la brisa, y en la mano que

aprieta nuestra mano, y en el anciano que se apoya en nosotros; y en el enfermo que nos

mira complacido; y en 1a risa de una alegre convivencia; y en el entusiasma, la ilusión de

unos fraternistas que se empeñan en servir a los demás. Encontrar a Dios en todo esto es

fácil; es más difícil encontrarlo en la enfermedad, en el accidente, en la tragedia, en los

problemas morales.

Los que encontramos a Dios a través de todo esto, podemos decir con San Juan: " Nosotros

somos los que hemos creído en e1 amor. El amor consiste, no en que nosotros hayamos

primero amado a Dios sino en que El nos amó primero a nosotros."

[21] EN DIOS NO HAY ACCIDENTES.

1.- ¿Como fue el accidente?

Voy a contestar a una pregunta que me hacen con muchísima frecuencia:

"¿Cómo fue su accidente?"

No podré olvidarlo nunca, lo tengo grabado en una cinta imborrable. Fue el Día del

Maestro, el 15 de mayo de 1969. Iba a empezar a comer con la familia Paredes Bazúa,

cuando pasó una camioneta de carga con algunos maestros que me invitaron a ir de paseo y

a comer con ellos.

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Yo, ni tardo ni perezoso, acepté la invitación y me fui con ellos. Bajamos unos

kilómetros por el río Piaxtla, y después de unos minutos, tal vez veinte, llegamos al lugar

que algunos maestros ya habían escogido para refrescarnos en ese día caluroso del mes de

mayo.

Antes de comer quisimos nadar y chapotear un poco en el agua. La temperatura en

ese tiempo, en ese lugar, es de 40 y más grados. Hubo un momento en que empezamos a

"echarnos clavados" desde las rocas. No sé si fue de dos o tres metros de donde me lancé a

aquel río angosto y no muy profundo, pegándome en la cabeza y seccionándome

instantáneamente la médula espinal. Ya no salí del agua; no perdí el conocimiento, contuve

todo lo que pude la respiración, y al verme los maestros flotando sin movimiento, me

sacaron inmediatamente.

Sí, tragué agua, pero no perdí el conocimiento. Los maestros intentaron ponerme de

pie, tenían la impresión de que me faltaba el aire; pero yo estaba convertido en un muñeco

de trapo, desde ese momento sin movimiento en las extremidades superiores e inferiores. Se

dieron cuenta de que mi caso era grave; yo también lo entendí y les dije: "Me despido con

un hasta nunca, porque solo Dios sabe lo que va a pasar.".

2.- En el hospital.

De ese lugar me llevaron al Hospital de Tayoltita, donde me atendió [22] tendió el Dr.

Antonio Elizondo. Su diagnóstico fue: "Su caso es grave. El padre no va a vivir ni cinco

horas".

La señoras que se encontraban allí, se echaron a llorar y yo junto con ellas; el Dr.

Elizondo habló con un piloto que tenía un pequeño avión y conversando vieron la necesidad

de sacarme de 1 a sierra inmediatamente. Tuvieron que quitar una de las portezuelas para

poder introducir la camilla en queme transportaban y me llevaron a Durango. Se

comunicaron a la Cruz Roja de esa ciudad para que una ambulancia fuera a recogerme al

aeropuerto. Y así sucedió.

En Durango fue a recibirme el P. Eduardo Piza; en la avioneta pude confesarme y

reconciliarme con Dios. Dentro de la ambulancia inmediatamente me trasladaron a la clínica

de traumatología del Dr. Rodarte, quien después de examinarme dio la misma opinión que el

Dr. Elizondo. Mi situación era de suma gravedad. El no podía hacer nada; pidió que me

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llevaran a México y que se buscaran los especialistas que fueran necesarios para conocer mi

situación.

Dormí esa noche en el sanatorio y al día siguiente, a las seis de la mañana, salimos al

aeropuerto; en una avioneta de tres plazas, el capitán Valverde me transportó hasta la ciudad

de México, sin antes dejar de dar casi una vuelta al Cristo del cerro del Cubilete.

Fue en el sanatorio Santa Elena, donde me atendieron varios neurólogos. Me

hicieron una melografía y el diagnóstico del Dr. Ramos Murguía fue: "Sección medular total

física e irreversible". Dicho de otra manera, que no tenía remedio; que por lo pronto me

dedicara a 1a rehabi1itación; y que ya se vería 1o que se pudiera lograr.

3.- Buscando la rehabilitación.

Los PP. Carmelitas, el P. Provincial en esos días, Dionisio Victoria y su Consejo,

decidieron mandarme a Estados Unidos, al Rancho de los Amigos, un importante centro de

rehabilitación en ese país. Ya me estaban poniendo el pijama para ir al aeropuerto, cuando

llegó el P. Eduardo Piza con el Sr. Basauri, que según él, había sido terapista en los Estados

Unidos durante veinte años y [23] prometía levantarme y ayudarme a vivir una vida normal

después de un año de rehabilitación. El P. Provincial después de escucharlo me preguntó

cual era mi decisión. Yo les pedí que ellos tomaran la decisión por mí. porque yo no la tenía

clara en ese momento y decidieron dejarme en Durango, primero en el Dispensario de las

Madres Carmelitas Misioneras de Santa Teresa, para que allí fuera el Sr. Basauri a hacerme

los ejercicios . Después, 1esión se agravó y pasé al Hospital Civil de esa ciudad; después de

algunas semanas, me pasaron a la Cruz Roja, donde fui atendido por las Madres Carmelitas

del Sagrado Corazón, con toda caridad, delicadeza y paciencia durante dos años, de junio de

1969 a junio de 1971.

4.-Paciente en el Instituto Mexicano de Rehabilitación.

El 28 de junio de 1971 llegue al convento de las Madres Carmelitas de Tlalpan. El P.

Provincial había pedido a 1a Comunidad me permitieran ocupar una de las casitas que tienen

antes de la entrada al convento y que tienen todos los servicios. Las Madres Carmelitas

Descalzas, después de estudiar mi caso, aceptaron prestarme la casa; y allí me quedé

acompañado de una religiosa enfermera de las Carmelitas Misioneras de S. Teresa y una

señorita que atendía la puerta del convento.

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Al día siguiente, fiesta de San Pedro y San Pablo, concelebré la Misa con el P. Pedro

Estrada y al día siguiente me llevaron al Instituto Mexicano de Rehabilitación, un centro que

en ese tiempo era de los más importantes de América Latina. Allí estuve asistiendo casi a

diario a rehabilitación durante dos años.

Yo pedí a mis Superiores el favor de permitirme dejar la Cruz Roja y venir a este

Centro de Rehabilitación, porque deseaba conocer a otras personas enfermas o impedidas

físicamente con quienes pudiera intercambiar la experiencia de esa nueva situación que

estaba viviendo..

5.- Intentando volver a escribir.

Viví con puntualidad y con buen humor los ejercicios de rehabilitación y de terapia

ocupacional. Cuando empecé a intentar escribir con un bolígrafo, me sentía otra vez en

Kinder, como en los [24] primeros años de mi escuela. Gocé mucho cuando pude escribir las

primeras letras y 3 o 5 líneas, hasta que llegué a escribir una página entera. La primera

página que escribí fue esta:

Cuando el dolor te apriete reza:

Porque lo mandas y quieres

porque es tuyo mi dolor,

bendita sea Señor

la mano con que me hieres... (Miguel Beltrán.)

Si tus penas no pruebo, Jesús mío,

vivo triste y penado

hiéreme pues, que el alma te he dado

y si este don me hicieres

veré mi Dios, que bien me quieres... (Anónimo).

Quien no sabe de penas

en este valle de dolores

no sabe de cosas bueras

ni ha gustado de amores

pues penas es el traje de amadores.

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(San Juan de la Cruz).

El alma que ha de asemejarse

a la imagen de su Hijo

Dios le depara una suerte

semejante a la de su Hijo

semejante hasta la desnudez

semejante hasta la sangrienta crucifixión

semejante hasta la terrible muerte

en medio del

abandono divino.

(M. Edith Stein).

Para el que ama nada es costoso

o si hay algo que cuesta

el amor goza en ello

y aún trabaja con más ardor.

Aprendí a escribir con mi propia mano. Aprendí a rodarme en el piso sobre un

colchón. Lo he logrado con mucha dificultad y duro [25] 5 o 10 minutos para poder hacerlo.

Escribir a máquina fue otro éxito.

6.- En Dios no hay accidentes.

Sonará extraño la afirmación que vaya hacer, pero la digo porque estoy

profundamente convencido: En Dios no hay accidentes, en Dios sólo hay providencia, amor.

Pero esto lo captarán especialmente los que tengan fe.

La experiencia del dolor, de la enfermedad, del accidente, lleva casi siempre a una

experiencia de Dios, de rechazo o de aceptación.

El dolor, la enfermedad, el accidente, en las formas que se presenten, llevan en sí

mismos la misión de purificarnos, de desnudarnos, de desposeernos de todo aquello que en

el correr de nuestro camino se nos pega y no nos permite descubrir la acción salvífica de

Dios en nuestra vida.

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El dolor puede ser una fatalidad, una desgracia, o puede ser el principio de una nueva

visión del mundo y de las cosas, la fuente de una fuerza vitalizadora, de una nueva

realización; todo depende del enfoque, de la visión que tengamos, de lo abierto que estemos

ante el dolor.

La experiencia de mi accidente ha sido experiencia de dolor, de soledad, de

desprotección, de abandono, pero también de liberación de la autosuficiencia, del

engreimiento, de la desordenada satisfacción de uno mismo. Una cuadriplegia, por las

desventajas en que nos pone ante los demás, nos ayuda a desnudarnos de toda vanidad y

orgullo.

7.- Que mi familia no sufriera.

No avisé a mi familia que me había accidentado, sólo lo comuniqué a mi hermano

Baltasar con la consigna de que no lo dijera a mis padres. Y, ¿por que? No quería que

sufrieran. Le pedí que avisara a la familia hasta que viniera el desenlace.

[ 26 ] 8. ¡Que ya me muriera!

En una ocasión pregunté a mi hermano Baltasar, si yo en la primera semana después

de mi accidente, me había desesperado o renegado en algún momento... El me contestó que

solamente recordaba que le pedía que me arrojara de la cama, que ya no servía para nada,

que ya me muriera... Ciertamente no tengo conciencia de esto, pero no dudo que todo mi

subconsciente lo haya gritado. Mis sentimientos eran, desde lo más profundo de mí mismo,

que era un inútil, un inválido, un hombre que ya no servía para nada.

9.- La humildad es un camino.

Jesús en una ocasión dijo: "Aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón".

La humildad es el camino para llegar a la paz interior. Es aprender a decir al Padre: Sí,

hágase en mí según tu Palabra. Esto supone un proceso de lucha y de superación; y lo

logramos desde luego, con 1a ayuda de Di os y con 1a comprensión y apoyo imprescindible

de los que están cerca de nosotros.

10.- El dolor y la enfermedad desde la experiencia.

La vida no es sino un lugar a donde todo corazón es traído para ser forzosamente

pisado... el dolor es el común destino de los hombres (Gloria Riestra), a nosotros nos toca,

por 1a gracia de Dios, escoger, dice ella, e1 que nuestra sangre sea vino de consagración ... o

quede derramada, siempre estéril". Ciertamente la vida no es nada más eso, porque el Señor

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también nos llena muchas veces de su alegría, y muchas veces, a pesar de los sufrimientos y

de las lágrimas, nos da su Paz.

Yo repito muchas veces, que una de las muestras más grandes que Dios nos puede

dar del amor que nos tiene, es participarnos de sus sufrimientos, de su pasión, de su muerte,

de todo e1 drama del Calvario; desprecios, abandonos, olvidos, días oscuros, tristes noches

de casi una desesperación como en Getsemaní, donde le pedimos casi con un alarido al

Padre: "Quita de mí este cáliz, más no se haga mi voluntad, sino 1a tuya" .

Ya Edith Stein escribió:

"El que quiera amar a Cristo y seguirle, [27] tendré la suerte de Cristo... hasta llegar

a sentir el abandono del Padre; y dicen que Santa Teresa le dijo a Jesucristo nuestro Señor

en una de sus visiones: por eso tienes tan pocos amigos.

Sin embargo, una oración que deberíamos aprender para repetirla muchas veces en

medio de la tribulación, el dolor, la enfermedad, 1a "desgracia ", puede ser esta del Tobías:

"Tú eres justo Señor,

y justas son tus obras;

misericordia y verdad son tus caminos.

Tú eres el juez del universo.

y ahora, Señor,

acuérdate de mí y mírame.

No me condenes por mis pecados,

mis inadvertencias y las de mis padres.

Hemos pecado en tu presencia,

no hemos escuchado tus mandatos.

ni caminamos sinceramente delante de ti.

Haz conmigo según tu beneplácito, quítame el aliento de vida

para que muera y me convierta en polvo; porque prefiero morir a vivir...

Haz que yo sea libertado de esta angustia para ir al eterno lugar.

No apartes tu rostro de mí."

Hay una súplica humilde a Dios, el justo y misericordioso por excelencia, el juez

único, que puede juzgar con toda justicia y verdad. Tobías acepta ser pecador y pide a Dios

que no lo condene por sus pecados. En ningún momento apela a su justicia ni afirma que ha

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caminado en la verdad, cumpliendo sus mandatos. Ruega al Señor que vea su situación de

sufrimiento, que vea la burla y el oprobio en los que están sumidos él y todos los de su

pueblo. Y a pesar de que en su aflicción pide a Dios la muerte, acepta humilde y

mansamente que Dios haga con él "lo que le plazca" que se haga plenamente en él la

voluntad de Dios.

[28] 11.- Valor redentor del sufrimiento.

San Pablo en su carta a los romanos 8,17 dice: Si padecemos con El, seremos con El

glorificados. Ya sabemos cual fue el camino para la resurrección y glorificación de Cristo, el

camino de su Pasión y de su muerte. Los discípulos de Cristo no podemos elegir otro

camino.

El Santo Padre Paulo VI cuando se ha dirigido a nosotros los enfermos, nos ha dicho:

"Tengan la seguridad de mi predilección... os llevo en las entrañas de Jesucristo; hijos

queridísimos a quienes el Señor ha querido privilegiar con el dolor, la enfermedad, los

sufrimientos, que son pruebas del amor de Dios; para nosotros los cristianos esto es una

certeza... El Espíritu Santo que vive en Uds. 1es ilumine para que entiendan que las penas y

los dolores de la vida presente son signos de gracia y no de desgracia, según lo cual, como

dice Jesús, al sarmiento que de fruto, el Padre lo podará, para que de más fruto (Jn 15,2).

Sin embargo, Dios no quiere la enfermedad, el dolor y el accidente porque son

males; Dios no quiere e1 mal, simp1emente lo permite para que, por nuestra aceptación

libre y amorosa lo utilicemos para nuestro bien.

¿Cuál ha de ser nuestra actitud ante la cruz del dolor, la enfermedad, del accidente?

Ha de ser de aceptación y amor.

De Aceptación. Cristo voluntariamente se abrazó con 1a cruz. Amor. Entender el

dolor como algo indispensable y necesario para el cristiano. Cuando más aceptamos el dolor

más nos acercamos a comprender a Cristo y a configurarnos con El. Los santos, como Santo

Tomás de Aquino, dice que la enfermedad, el dolor, los sufrimientos, nos configuran con

Cristo crucificado.

El enfermo. Sufriendo con Cristo y como Cristo, imprime a sus dolores una finalidad

redentora y santificadora para toda la Iglesia.

Se habla mucho de la trascendencia de la vida de oración... esa misma trascendencia

tiene el dolor aceptado, amado y ofrecido [29] por la salvación de todos los hombres. San

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pablo dice: sufro para que alcancen la salvación en Cristo Jesús". "Todo lo puedo en aquel

que me conforta”

12.- ¿Qué es lo que me ha ayudado a vivir con paz esta situación?

Son muchas las personas que me han ayudado a encontrarle sentido a mi vida y a

estar en paz: mis superiores, algunos religiosos carmelitas no clérigos y algunos padres

amigos de la misma Orden. Mis amigas ocupan un lugar especial en mi proceso de

superación, y tienen un lugar especialísimo las enfermeras que me han acompañado, que me

han atendido, que se han desvelado, que han llorado conmigo. Cuando digo que me han

comprendido no significa que me han consentido. Consentir a un enfermo, en el sentido

peyorativo de la palabra, no solamente sería una forma inadecuada de atenderlo, sino

grandemente perjudicial. Dios ha estado especialmente presente a través de mis hermanas

enfermeras Carmelitas del Sagrado Corazón y de las Carmelitas Misioneras de Santa Teresa.

Su afecto me lo han expresado en una vida llena de abnegación y de silencio, que habla más

con 1as obras que con 1as palabras.

13.- La Fraternidad también me ha ayudado a vivir.

También me ha ayudado a vivir la Fraternidad Cristiana de Enfermos y Limitados

Físicos, un Movimiento de apostolado seglar, en el que los enfermos e impedidos físicos

tratamos de evangelizar

nos para convertirnos después en fermento de evangelización y de cambio; un Movimiento

de la Iglesia que agradó al Papa Paulo VI; así lo expresó él en una carta dirigida al Congreso

Internacional el 20 de agosto de 1965: "Porque en él los enfermos no solamente se sienten

asistidos, sino responsables de sus hermanos de dolor".

Un Movimiento del cual el Cardenal José Salazar dijo en una ocasión "Me parece un

Movimiento oportuno, providencial, profundamente evangélico" (16-6-73).

14.- ¿Cómo llegué a la Fraternidad?

Una señora, terciaria carmelita, quería fundar el Movimiento en México y estaba

buscando personas enfermas e impedidas físicas que quisieran formar parte de él. Me invitó

5 o 6 veces pero yo

[30] estaba todavía con el deseo de volver a la sierra, a 1a Prelatura del Salto. Decía a mis

amigos: es que todavía puedo confesar. Más tarde me escribieron de España haciéndome la

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misma invitación, pero yo contesté que por lo pronto no podía, porque estaba dedicado a mi

rehabilitación; que contaran con mis pobres oraciones y sacrificios; y escurrí el bulto.

Sin embargo, cuando fue la primera reunión con el propósito de hacer este grupo,

que después entendí era un grupo de evangelización con características muy especiales, que

se sintetiza en estas tres palabras: Amistad, Superación, Servicio, me agradó el Movimiento;

me eligieron como el primer Asesor Nacional y yo acepté dar ese servicio.

Hablar de la Fraternidad en la que he vivido ya 18 años, sería muy largo. Comparto

en estas páginas algunas anécdotas que escribí hace unos años, durante mi viaje a Tayoltita y

a Tamazula.

15.- Pobre abuela Josefina, cómo hubiera querido consolarte.

Fui a visitar a la abuela Josefina, con todo el calor sofocante del medio día.

Francamente yo no tenía ganas de ir, pero tenía el compromiso de acompañar a una

muchachita morena, de pestañas "pixi". Llegó con su papá en una camioneta Chevrolet ya

muy golpeada y gastada por la vida.

No sé pero a un eo en la silla de ruedas, prefiero l a-ra:-l-l-e- y 1a amistad de mis

hermanos en el dolor, que estar encerrado en las cuatro paredes de mi cuarto; bueno, creo

que muchos de mis hermanos enfermos piensan como yo.

¡Pobre abuela Josefina! Llena de achaques y sufrimientos, lamentándose de todas las

desventuras de los últimos años y meses.

No sé por qué, precisamente porque soy un paralítico, hablo a las personas que

sufren, del amor de Dios. ¿Será porque esto me ha consolado a mí profundamente. ¿Será que

he comprobado muchas veces que el sufrimiento, el dolor, las lágrimas, los fracasos, 1as

noches de oscuridad, y alguna vez la misma angustia, son una [31] profunda paradoja en el

misterio del amor de Dios? ¿Será porque entender un poco mejor el amor que Dios nos

tiene, es el mejor camino para empezar a saber sufrir? ¿Será porque hay que aprender a

sufrir?

Porque no es fáci1 tener 1a paciencia que nos piden; "porque la Iglesia tiene que ser

salvada por los que sufren, por los que llevan dentro de sí, la pasión de nuestro Señor

Jesucristo", dice el Papa Paulo VI, y añade: "tendremos algo que ofrecer para la redención

del mundo! si aprendemos ese arte exclusivo de la escuela del Señor: saber sufrir".

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Autobiografía: P. Salvador García OCD

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Mi querida abuela, ojalá lo que conversamos te haya servido un poco; o por lo

menos, el haberte desahogado, te haga respirar mejor. Ahora me acuerdo otra vez de ti.

¡Cómo hubiera querido consolarte un poco!

16.-Con aparatos ortopédicos como un Quijote en otro Rocinante.

La casa de la abuela Josefina estaba solo a doscientos metros de la casa de un amigo

también paralítico; él, de la cintura a los pies.

A mí no me consta, pero dicen las malas lenguas por allí, creen que no cree... porque

antes del accidente que no lo veían en Misa como decimos allá, ni menos después del

accidente. Su señor padre, me lo encomendó al morir. Pero vino el accidente Y no tuve

tiempo de decírselo; hasta ahora lo sabe él.

Juan Manuel es un buen muchacho, contento, casado, con cinco o siete hijos, no

recuerdo; animoso, de disfrutar este gran don que es la vida, y de ayudar a sus hijos a hacer

una carrera, a tener un porvenir, estudiando.

Lo encontré montando una máquina embotelladora de refrescos, para tener la

posibilidad de una nueva forma de ingresos; de ser una fuente de sodas, que sea también una

fuente de grandes satisfacciones.

Además nuevas Tenía unos ojos más en ellos había mas 1uz y mas que la primera

vez tranquilidad; tenía que 1 o conocí; VIVOS mas alegría en [32] todo su rostro y en todo

su ser.

Me contó, con su cara de niño travieso, que se puso sus aparatos ortopédicos y se fue

a montar en un caballo viejo de un amigo suyo. Salió al campo, atravesó el arroyo y llegó al

río y terminó zambulléndose en las aguas frías, en el caudaloso río Piaxtla.

Es una hermosa lección para los que, como él, sabemos que la vida es un hermoso

don de Dios, que a pesar de todas nuestras limitaciones, y en muchas veces en medio de

grandes sufrimientos, debemos .vivir con tranquilidad, con paz interior, con alegría.

17.- ¡Cómo me duele el dolor de los niños!

Rubencito, posiblemente de apenas ocho años, estaba sentado en 1a banca fría del

atrio, so1o, con los pies bastante sueltos. Tenía en sus ojos una interrogación de cien

incertidumbres. Antíoco, su tío, lo había llevado para preguntarme que podía más hacer por

él. Conversamos.

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mente 1a mamá de Rubencito, para que Pueda atendérsele en una de las Instituciones que

hay en México!

¡Cómo me duele el dolor de los niños! Yo vivo al otro lado de un hospital de niños

"inválidos incurables". Me duelen sus caritas algunas veces deformes, sus ojos perdidos en

el vacío; y aquellos niños que jamás crecieron.

Aquellas muchachitas, ya con 18 o 20 años, que nacieron paralíticas y mudas, y que

no tienen más expresión, que sus ojos vivos, brillantes, profundos, transparentes y todo el

mundo se pregunta ¿Por qué tuvieron que nacer estos niños así?¿Quién pecó, él o sus

padres, para que nacieran así? En una ocasión preguntaron a Jesús sus discípulos, frente a un

ciego: ¿Quién pecó, él o sus padres, para que naciera ciego? La respuesta fue categórica.:

"Ni é1 ni sus padres”. ¡Para que se vea la misericordia de Dios!

Si la Cruz no fuera un misterio, si la Redención de Cristo, inocente y santísimo, que

dio la vida por nosotros, no fuera un misterio [33] no nos haría sufrir ni llorar todo lo que

ahora nos lastima y nos hace morir lenta y misteriosamente.

En los ojos de Rubén, a pesar de sus cien incertidumbres, había en el fondo una luz.

Los ojos de los niños, los llevo muy grabados en mi corazón, porque a través de ellos se

asoma Dios. Y, ¡pensar que Dios se asoma por ellos todos los días!

18.- ¡No podemos ser unos resignados!

Visité a Francisco Rivera, no fue el torero Francisco Rivera "Paquirri", sino a otro

hermano mío en el dolor, accidentado como yo hace algunos años y también en silla de

ruedas.

Conocí a Francisco hace algunos años; era un muchacho resignado; de aquellos que

aceptan sin protesta los designios misteriosos del Señor.

Esta ocasión, lo encontré diferente también resignado, pero no con una resignación

pasiva, que sabemos hace mucho daño, sino con una actitud nueva ante la vida, con más

serenidad y optimismo.

En alguna ocasión yo le decía: ¡Es que no podemos ser unos resignados! ¡Tenemos

que luchar, que trabajar, que esforzarnos! ¡Tenemos que descubrir que somos capaces

todavía de muchas cosas! ¡Que no podemos dejar de hacer lo que podemos hacer! ¡Que la

felicidad, a pesar de todo, está en la línea del amor, del trabajo, y del servicio!

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Francisco, feliz, me decía: Este año me puse a regar el jardín y esos arbolitos;

sembré unas lechugas que por falta de agua se secaron; los rábanos sí se dieron muy buenos;

a ese naranjo este año hasta los brazos se le quebraron, así estaba de cargadito... y exageraba

con las manos, las naranjas, como si fueran melones o papayas.

Espero que Francisco, nuestro amigo, visite y permanezca en esta capital para seguir

su tratamiento en el Instituto Mexicano de Rehabilitación.

[34] 19.- La que fue mi amiga en el apostolado.

¡Don Chuy, por favor, avísele a su esposa que quiero ir a visitarla mañana, alrededor

de las once de la mañana! ¡Dígale que tengo muchas ganas de verla! y don Chuy me mira

mudo y perplejo; también a él le duele mi accidente. Se aguanta; pero sus ojos se llenan de

lágrimas. De pronto interrumpe su largo silencio para suplicarme: ¡No vaya, padre! y me lo

dice muy pausadamente. Mi esposa llora mucho y no permite que nadie la vea, así como está

ahora, ciega. Me dolió hasta lo más profundo esta realidad. Esta hermana mía en el

apostolado, ahora como nunca, sufriendo y llorando.

Hace apenas siete años todavía me ayudaba a visitar a los enfermos. Ella a pesar de sus

achaques, los visitaba y me invitaba a confesarlos; después les llevábamos la comunión y

con ella, la alegría y la paz.

Tayoltita es un pueblito que, para aparecer en la tierra, tuvo que robarle espacio a los

cerros y montañas que lo rodean.

Apareció por allí un minero grandote, doblemente grande por su tamaño, sencillez y

bondad; me tomó en sus brazos cargándome hasta la casa de mi hermana en el apostolado:

ayer, en la A.C.M

y hoy en la Fraternidad.

¡Perdóname e1 gusto y el capricho de saludarte! Cayita estaba confundida y no se

cansaba de repetirme: ¡Para qué vino, padre! Ya sentados, pedí la Sagrada Escritura y leí la

Primera Carta de San Juan: "Dios es amor, y el que permanece en el amor, permanece en

Dios y Dios en él".

Luego recordamos aquel texto de San Pablo: "Nosotros completamos en nuestro

cuerpo lo que falta a la pasión de Cristo por su cuerpo, que es la Ig1esia”.

Después hablamos sobre el misterio del dolor... Hablamos de [35] otras cosas... su

ida a Estados Unidos, su estancia en Tijuana, etc. Terminamos tomado unos jugos helados.

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Ojalá pudiera venir más seguido, Padre! fue el último deseo de Cayita que ya tenía

otro rostro, más iluminado y menos triste. La Palabra de Dios y la visita de un nuevo amigo

la había dejado más paz y una nueva alegría. Había en el fondo del corazón una nueva

esperanza; la de empezar a entender mejor los designios de Dios y aceptarlos cada vez más

plenamente.

20.- ¿Quieres saber de penas...? ¡Sal fuera y ve las ajenas!

Me dolía la cintura y la espalda. Estaba en reposo, tranquilo, conversando un poco

con Alma Alicia sobre la Fraternidad, cuando de pronto llamó a la puerta un señor

desesperado y con cara de angustia me pidió que fuera a ver a su señora madre, que ya tenía

diez días de agonía, sufriendo y haciendo sufrir con una aguda meningitis.

Me hicieron el favor de transportarme en la silla de ruedas hasta el hospital. Era un

cuadro doloroso, como lo he visto tantas veces, mujeres llorando desconsoladamente

pidiendo al Señor: ¡Apiádate de ella, Señor, y de nosotros!

Uno de ellos, a pesar de estar preso, junto al lecho de la moribunda, me rogó diciendo:

padre, ruegue para que ya acabe su agonía.

La ungimos con el óleo de los enfermos y recitamos con toda nuestra fe y confianza

posibles, oraciones para encomendar su alma al Señor, las Letanías de los Santos y otras

oraciones espontáneas

y en voz alta las personas que me acompañaban.

De verdad que todas las cruces son pesadas. Las que cargamos con una enfermedad

física, una invalidez o una disminución física, cargamos ciertamente con una cruz muy

pesada.

Pero los que tienen graves problemas morales que pueden convertirse en graves

problemas psicológicos: depresión física, angustia... [36 ] cargan sin duda, cruces más

pesadas que las anteriores.

Pero cuando a las cruces primeras se suman las segundas, entonces las cruces se vuelven

aplastantes. Ojalá entonces brote espontáneamente de ese corazón destrozado, aniquilado,

aquella oración de aquel hombre del Evangelio: "Señor, apiádate de mí que soy un pecador".

Posiblemente, Tú no necesitaste del Cirineo y te dejaste ayudar. ¡Ayúdame también a mí!; Y

cuando caiga... Tú mismo, dame otra vez la mano: Tú mismo, otra vez, levántame...

21.- ¿Cómo te recibió Tayoltita?

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Creo que muy bien; me recibió el Párroco Enrique, Vega o.c.d. y uno o dos amigos míos.

¿Y a eso llamas muy bien?

Bueno, antes de añadirte otras cosas, quiero aclararte... En primer 1ugar, quiero

agradecer a1 padre Enrique, que no haya dicho a nadie que yo iba a llegar ese día, y así

evitar la triste y dolorosa impresión a mis amigos, que al verme por primera vez así,

accidentado, no dejan de llorar y se contagian.

En segundo lugar quiero decirte, que Tayoltita me recibió muy bien, porque sin

exagerar, "todos" hicieron esfuerzo por visitarme; niños y ancianos, jóvenes, señoras y

señores.

No olvidaré nunca la alegría de aquellos niños de kinder, que después de cantarme,

me dejaron un peso y una sonrisa, más alentadora, más grande, más satisfactoria que todos

los tesoros del mundo.

Los padres de familia, maestros y alumnos de la "Escuela Artícu1o 123" organizaron

una cena y Una fiestecita en la cual pudimos convivir todos... gustando un rico atole de

pinole y unas empanadas con dulce de calabaza y clavo.

La escuela "Miguel Hidalgo"; tuvo como en otras ocasiones, detalles de respeto y de cariño.

Los maestros y un pequeño grupo de alumnos, el teniente y su esposa, el recaudador de

rentas y su familia estuvieron presentes en la comida y en la fiesta sencilla pero llena de

alegría, en la que participamos todos, como ayer, muy unidos.

[37 ] Te doy gracias, Señor, por todas las personas de Tamazula, Tayoltita, Socavón;

por los niños y niñas de Higueritas, por los jóvenes de Coloma y Huizolista; por los que

bajaron de las montañas La Calera, el Toaste, La Ventana, El Rodeo, Chiqueritos, Lode-

diarte y no añado más, para no hacerte más larga esta letanía.

Te doy gracias, Señor, por este cielo azul de diciembre las hermosas noches

estrelladas.

Y por le doy gracias, Señor, por todo lo que recibimos a través las manos de tantas gentes: la

leche y el queso; las tortillas maíz nuevo; el pinole y los coricos de y especialmente te doy

gracias, Señor, por la salud que un día me diste y luego me la quitaste. Por el movimiento

que a todos mis miembros prestaste y un día también me pediste.

Te doy gracias, Señor, por estos cuatro años y siete meses de invalidez física... y

porque así estorbo menos en tu darte.

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Te doy gracias, Señor Dios, porque en tu bondad e inmensa misericordia siempre me

escuchas. Amén.

23.- La Fraternidad me ha dado muchas satisfacciones.

Aunque como decía, al principio la esquivé y me costó muchos trabajos empezarla

en México. En los primeros retiros que di a personas impedidas físicas, sufría al ver que la

mayoría de las personas no querían recibir el Sacramento de la Reconciliación y a algunas

otras, no les interesaba participar en la Celebración Eucarística; y esto fue varios años.

La mayoría de las personas en silla de ruedas no van a Misa porque no tienen quien

las lleve. Sus padres, sus hermanos, todos están ocupados; pero también tienen hambre de

Dios, necesidad de Dios; también quieren estar presentes y activos en las realidades

temporales; quieren dar sentido a sus vidas desde su fe, desde sus virtudes teologales. Y ya

en la Fraternidad se convencen que es necesario que estén presentes y activas en el mundo y

la Iglesia.

Gozo como un abuelo, al ver cómo los adolescentes y los jóvenes, crecen, se

superan; muchos se integran a la sociedad con una vida de trabajo; algunos también se casan

y logran hacer vidas felices.

24.- Nosotros, enfermos, agentes de la evangelización.

Nosotros, enfermos, minusválidos, tenemos la obligación, como miembros vivos de

la Iglesia, de ser agentes de la pastoral de la Salud, por la vivencia de nuestra fe y por

nuestra palabra. Tenemos

la obligación de concientizar a todos los enfermos de su compromiso misionero, para que

"sean, capaces de hacer una historia de vida según la praxis de Jesús" (DP 278), para que así

sea liberado al asumirlo con la Cruz de Cristo y convertirlo en fuente de vida Pascual (DP

374), 275, 278, 279), no sólo para ellos, sino para todos los hombres.

38

El señor recaudador "se llevó la tarde" recitando magistralmente "Garrido".

Estuve también en la cárcel. Y esta vez sí que no fui... me llevaron. Estuvieron 12 o

13 muchachos tocando guitarra y acordeón, y cantando: Ojitos verdes, Margarita, Margarita

y el Corrido de Durango, etc... Platicamos un poco y terminamos comiendo unos tacos que

1as hermanas Carmelitas del Sagrado Corazón nos habían preparado.

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Fue importante, ante todo, la participación fervorosa de todos en el Santo Sacrificio

de la Misa. Unos pidieron especialmente por la esposa y los hijos, que todavía iban a seguir

extrañados por unos meses, otros pidieron que se pasara pronto el tiempo que les quedaba...

Creo que todos adivinamos ¡cuántas necesidades tienen nuestros hermanos que están

en la cárcel. El señor Presidente Moisés Moreno y todos sus colaboradores, como la señora

Eloísa y su esposo, estuvieron espléndidos. Las pocas veces que necesité un camión para

transportarme a Tlapacoya, el lugar en donde se realizaron las convivencias, me hicieron el

favor de prestármelo con un chofer y cuatro ayudantes.

Agradezco una vez más la compasión con que me vieron mis amigos y amigas;

compasión en el mejor sentido de la palabra, (compartir significa sufrir con, o padecer con).

Sus lágrimas las llevo muy dentro de mí. ¡Me duele que les duela!

En la familia estuvieron presentes en la comida y en la fiesta sencilla pero llena de

alegría, en la que participamos todos, como ayer, muy unidos.

En la última Misa celebrada de Guadalupe... ellos en acción de gracias de mi allí, a

los pies de nuestra Madre Santísima no dejaron de llorar.

22.- Oración de acción de gracias.

Te doy gracias, Señor, por el con que apagas nuestra sed.

sol que nos i1umina y por el agua

Te doy gracias, Señor, por todo lo que en tu paso aquí dejaste,

flores amarillas, blancas, azules, y frutas que para muchos

son extrañas: papachas, ayales, guamúchiles, arrayanes y tamarindos . .

Te doy gracias, Señor, por el agua fresca de tus aguajes, arro11os y ríos. .. Y por toda 1a

tierra que fecundas con el Humaya, Tamazula, Piaxtla y con la presa de Sanalona.

Te doy gracias, Señor, por el corazón de estas montañas hechas de oro y plata, fuente

de trabajo para muchos hermanos nuestros de Tayoltita, Socavón, Guarizamey, San Dimas,

Las Palas y Carboneras

[9 ] Urge que tengamos conciencia de nuestra vocación; optemos por nuestros hermanos

más enfermos y más necesitados, por los marginados por su dolor físico o moral, o por la

difícil situación en que viven; o por la falta de atención de la sociedad.

25.- La Evangelización desde nuestra situación de enfermos.,

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Nosotros queremos unirnos a los que dan su vida en el anuncio del Evangelio;

nosotros, los enfermos, los incurables, los que cargamos silla de ruedas, bastones o muletas,

queremos llevar a otros enfermos, a otros minusválidos físicos, a otros ancianos, la luz del

Evangelio, el consuelo y la esperanza que nos da el conocimiento del amor de Cristo,

traducido en una vida al estilo de la Suya. Si en nuestra América Latina el hombre vive

preso, esclavizado, queremos llevarle la Verdad que lo hará libre (Jn 8, 32).

"El hombre, por su dignidad de imagen de Dios, merece nuestro compromiso en

favor de su liberación y total realización en Cristo Jesús. Sólo en Cristo se revela 1a

verdadera grandeza del hombre: sólo en El es plenamente conocida la realidad más

íntima".(DP 169).

Nosotros, los enfermos, queremos comprometernos, en este manea difícil que

vivimos, en la evangelización, liberación y promoción humana, como nos lo piden nuestros

Obispos reunidos en Puebla. (DP 342 y ss.).

Todos, pues, tenemos la obligación de trabajar por el Reino, solamente que de

diferentes modos. Tú, aunque te sientas imposibilitado y estés con frecuencia en un hospital,

sin poder moverte, tu también estás llamado a ser misionero.

Nuestra obligación misionera no consiste en otra cosa sino en el anuncio de Dios, la

evangelización. Evangelización significa esencialmente de la Buena Noticia: Jesús ". Jesús

de Nazaret es Hijo y Salvador y ayuda eficaz en la promoción humana en toda la extensión

dela palabra.

26.-Nosotros enfermos.

Por nuestra aceptación activa de la enfermedad o de la limitación; por nuestro anhelo

y empeño de superación, por nuestra alegría, tenemos que ser un testimonio vivo para que

los hombres de hoy, que luchan, sufren, se desesperan, no se desalienten jamás.

Es de suma importancia que este servicio a nuestros hermanos vaya en la 1ínea del

Concilio Vaticano II: " Cump1ir, antes que nada 1as exigencias del ajusticia, para que no le

cibél Ti como ayuda de caridad lo que tienen derecho por razón de justicia". (AA 8).

27.- Nuestro carisma:

los enfermos más olvidados.

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Nuestro carisma como Fraternidad Cristiana de Enfermos y Limitados Físicos, es un amor

preferencial por los enfermos más olvidados, siguiendo el consejo de Cristo, que

especialmente sirvió a los pobres y a los enfermos.

[40 ] Renovemos nuestro propósito de trabajar y, ojalá de dar nuestra vida, por los enfermos

crónicos y por los minusválidos.

Nos dice el Documento de Puebla, hablando de los pobres, y nosotros lo aplicamos a

los enfermos: "Acercándonos al enfermo más abandonado y despreciado para acompañarlo

y servirlo, hacemos lo que Cristo nos enseñó" (DP 1145).

Nosotros, como Movimiento de Apostolado Seglar en la Iglesia, como Fraternidad

de Enfermos y Limitados Físicos, tenemos la seguridad de que Cristo nos urge como a

cualquier otro cristiano, a participar en los trabajos de evangelización. Nuestra enfermedad,

nuestra situación de incurables, nuestra invalidez, lejos de ser un obstáculo para la

evangelización, nos lanza con una vocación y misión especial, que Jesucristo nuestro Señor,

hace eficaz por sus méritos.

La Evangelización bien entendida, ha sido siempre promoción integral de los

hombres. "Los centros de evangelización en la Iglesia, siempre han sido centros de

promoción humana, es decir, de desarrollo y civilización... porque la Iglesia no puede

mostrarse insensible a las necesidades; al evangelizar y ayudar al hombre... promueve

también 1a conciencia ciudadana y el progreso social" (Juan Pablo II Jornada Mundial de las

Misiones. Oct. 1980).

28. ¡Feliz tú, FRATERNISTA!

¡Feliz tú, fraternista, si con tu oración puedes ayudar a que la mies del Señor, que es mucha,

pueda ser recogida! ¡Feliz tú, si eres lo suficientemente valiente y generoso para no pensar

en ti y darte a los demás!

¡Feliz tú, fraternista, si como Teresa de Jesús, sufres cuando los hombres se pierden!

¡Mil vidas daría yo para remedio de un alma de las muchas que allí se perdían!, exclamaba

con frecuencia 1a Santa.

¡Feliz tú, fraternista, si no sabes descansar, porque "amor que descansa no es amor";

porque "el amor verdadero no puede permanecer ocioso"; porque "no es verdadero el amor

que no llega a la acción, el que no se esfuerza en servir, el que no alcanza la abnegación y el

sacrificio".

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El Concilio Vaticano II terminó con un mensaje dirigido a todos los enfermos y a

todos lo que sufren, que entre otras cosas dice: "Vosotros, si queréis, con Cristo podéis

salvar al mundo".

Hagámonos merecedores de 1a confianza que el Papa Juan Pablo II ha puesto

reiteradamente en nosotros, los enfermos. Ha dicho Su Santidad: " Yo cuento mucho con 1a

oración de los enfermos. . . Yo me acerco a ellos, consciente de que Cristo está presente en

ellos... Vosotros sois fuerza del Papa, fuerza de la Iglesia, fuerza del mundo. El Papa es

vuestro deudor. ¡Rezad por nosotros! (Juan

Pablo II, 11de febrero de 1980). .

Ojalá que cada uno de nosotros, los enfermos, los limitados físicos, sepamos decirle al

Señor, con el Profeta Isaías: "Heme aquí: envíame"-(Is 6,8).

41

EVANGELIZACIÓN.

Fue el 19 de julio, mes de N. Señora del Monte Carmelo, cuando mis padres,

acompañados de los que iban a ser mis padrinos, me llevaron a la Parroquia para

presentarme al Señor y a la Sma. Virgen María bajo 1a advocación de Nuestra Señora de la

Luz. y luego me bautizaron poniéndome el nombre de José Salvador. Es posible que haya

habido un poco de fiesta, senci1la, pobre, pero 1lena de gozo y a1egría . Fue en ese día, en

el que mis padres me consagraron a Dios. Nací a una vida nueva, la de hijo de Dios y

hermano de Cristo, de temp1o de1 Espíritu Santo. Y, e1 Señor me concedió es e día la

gracia de ser, como todo cristiano: Rey, Sacerdote y Profeta. Todo esto lo supe muchos años

más tarde.

12.- Cómo era yo.

Yo era un muchacho un poco egoísta, desobediente, un poco peleonero; recuerdo con

pena que algunas veces hice llorar a mi hermana mayor; y una vez discutí con uno de mis

hermanos y nos dimos de golpes; por cierto, me ganó. Sin embargo, el Señor me llamó a

evangelizar. Puso en mi corazón el deseo y luego me dio la oportunidad de hacerlo. Todo

buen pensamiento, todo buen propósito, vienen de Dios.

Los tres años en que fui a1 Catecismo, fueron para mí años muy felices. Éramos muy pocos

los que estábamos en el Tercer año de la catequesis. En mi ingenuidad de aquellos años, yo

creía que sabía mucho como para hablar a mis amigos y a mis compañeros de quién era

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Dios, de cuántas Personas había en Dios y de que Jesucristo era nuestro Salvador y que la

Sma. Virgen María era Madre de Dios y Madre nuestra, etc., etc. Yo gozaba mucho

pensando en estas verdades.

1 3. -- Mi familia-

De las familias Rivera Ojeda y García Ruiz, no tengo noticia de que haya habido

a1gún sacerdote o a1guna re1igiosa. Sin embargo, en la familia de mi madre, varias hijas

fueron catequistas, servicio que prestaron con gusto durante varios años, [42 ] mi madre fue

miembro activo en la Unión Femenina Católica Mexicana, y ayudaba en 1as comidas o

cenas que daban a los presos. Mi madre con frecuencia hacía los tama1es y mi padre los

cargaba en botes llevándolos hasta la cárcel. Allí mismo, mi madre preparó a algunos

internos para la Primera Comunión.

13.- Mi primera experiencia.

Recuerdo la primera vez que di catecismo, posiblemente tenía 10 años de edad. Me

tocó en esa época acompañar a Mariquita que daba catecismo en la Capilla de Nuestra

Madre Santísima de 1a Luz, en Huatizindeo, preparándolos para la primera Comunión. En

aquellas ocasiones no hice otra cosa que ayudarles a aprender las oraciones. Yo les leía y

ellos repetían el Padre nuestro, el Ave María, el Gloria, etc.

14.- En el Seminario.

Ya en el Seminario, me entusiasmaba mucho 1a c1ase de Religión. Conocer más a

Dios, entrar en sus misterios; conocer a María, la Madre de Jesús y saberla nuestra Madre, y

haber1a sentido así durante toda mi vida, me alegraba y se lo agradecía a Dios. Deseaba que

todos conocieran a Dios, que todos se convencieran de su existencia, que todos lo amaran,

que todos cumplieran sus mandamientos.

Durante los cuatro años que pase en el Seminario Menor, no tuvimos 1a oportunidad

de dar catecismo; ni en e1 Noviciado, no se acostumbraba que durante 1a Fi1osofía o 1a

Teo1ogía todos tuvieran esta experiencia apostólica. Nuestras Constituciones de aquel tiem-

po decían: "Potior pars nostra, est contemplatione" Nuestra mejor parte es la contemplación.

Estoy convencido de que 1os contemp1ativos evange1izamos con la vida, damos a

conocer a Dios con el testimonio, hablamos de El y de los bienes venideros desde nuestra

consagración y vida tan especial; sin embargo en aquellos tiempos no teníamos oportunidad

de proclamar el Evangelio con la palabra.

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Autobiografía: P. Salvador García OCD

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15.- Atento a la realidad.

Me gustó vivir atento a la realidad que me rodeaba y sin pesimismos, [43 ] no he podido

nunca conformarme con la situación del hombre actual: hambres guerras; egoísmos por

todas partes; hambre, desnutrición, miseria, en África, en Oriente, en América Latina. En

muchos países de América y Europa ha aumentado el alcoholismo y la drogadicción. (O.P.

58) Parece que el hombre moderno nunca se había sentido tan solo, tan abandonado, tan

angustiado. En el fondo de todos los problemas está la falta de amor, de comprensión, de

ternura.

Una realidad para mí impactante, fue la pobreza y miseria en todos los aspectos, del

barrio de San Joaquín, donde está enclavado nuestro convento. En aquel tiempo, frente a

nuestra Iglesia, estaba una manzana de casitas improvisadas, con paredes de palos y perió-

dico o cartón, con techos de cartón petrolizado, con callejuelas de 1.50 m. de ancho

dispuestas en una especie de laberinto, donde uno podía ver niños desnutridos, ancianos

enfermos, olvidados, tristes. Con frecuencia algunos jóvenes y adultos eran sacados de allí

por la policía, por robo, pleitos. No olvido dos ocasiones muy especiales: una, en la que un

padre mata a su hijo y lo deja tirado en el basurero; otra, cuando rumbo al campo de foot

ball encontramos una mujer asesinada, tirada en el campo.

Me di cuenta de que la mayoría de los niños, de los adolescentes y algunos jóvenes, no

habían hecho la Primera Comunión, porque yo empecé a acercarme a ellos. Me gustaba

venirme en el camión de segunda clase para comunicarme con ellos; y el primer año (1955)

empezamos a tener una Misa especial para niños, para enseñarles y ayudarles a participar en

su Misa dominical. Me ayudaron dos señoritas, y la Iglesia se llenaba de niños, niñas y

algunos adolescentes.

Llegó un día el P. Provincial, como lo hacía periódicamente, para dialogar con mis

Superiores y enterarse de nuestro caminar en la Vida Religiosa de estudiantes de votos

simples, y le confesé el sufrimiento que tenía por ver que aquellos niños que no tenían quien

les hab1ara de Dios, quien 1es preparara para su Primera Comunión, quien les llevara a una

experiencia profunda con El. Y le pedí permiso para darles catecismo y, semanalmente, una

instrucción a los jóvenes del barrio.

[44] El P. Provincial se entusiasmó; el diálogo con él en aquella ocasión fue más o

menos así:- ¡Qué bueno que después de 1a formación que recibiste en el Colegio

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Preparatorio y que estás recibiendo ahora en el Colegio de Filosofía, sientas la necesidad de

hablar de Dios a los demás, especialmente a los niños y a los jóvenes! Si el futuro médico,

no se interesa por la medicina, ¿quién se va a interesar por ella? Si el que trata de ser

abogado, no se interesa por las Leyes, ¿quién se va a interesar en ellas? Si el futuro

sacerdote no se interesa (en aquel tiempo decían, por las almas) por la salvación de las

almas, ¿quién se va a interesar por ellas?

Me sentí comprendido; todo esto me dio mucha paz. El padre añadió: -Dile al P.

Maestro que en mi próxima venida quiero hablar con él sobre esto. Y así lo hice

inmediatamente.

Pasaron dos meses, tal vez tres, cuando volvió el P. Provincial y habló con el P.

Maestro. No supe qué hablaron, lo cierto es que, apenas se fue el P. Provincial, me llamó el

P. Maestro y me dijo: -¿Por qué dice V.C. que el P. Provincial le dijo que yo hablara con él

acerca de la posibilidad de que Uds. dieran catecismo? El asegura que nunca ha hablado

sobre esto con V.C.- y yo, que estaba de pie, tuve que arrodillarme y poner 1a frente en el

suelo, como acostumbrábamos en ese tiempo. Y en esa posición permanecí, mientras él

continuaba llamándome la atención. "Cuando V.C. quiera una cosa, pídala. Si V.C. quiere

dar catecismo, ¿por qué no me lo ha dicho? Levántese". Yo no podía decir que al P.

Provincial se le había olvidado nuestra conversación; era impensable. En mi impotencia, en

mi silencio, unas cuántas lágrimas rodaron por mis mejillas. En ese momento, quería

continuar la tradición tenida en nuestros Colegios: "Nuestra mejor parte es la

contemplación" y vivirla. El P. Maestro interrumpió mi silencio con estas palabras: -Le

vamos a dar permiso temporalmente, ad experimentum". En ese momento no me interesaba

el tal permiso. Pensaba en que vendrían me j o r e s día s. Mi orgu11o estaba 1astimado, ya

no quería aceptar el permiso para catequizar a los jóvenes y niños que me preocupaban. Sin

embargo, acepté.

Para el primer grupo de jóvenes, pedí al P. Provincial dos balones de foot ball. Nos

regaló uno; Y se formalizó el equipo.

[45 ] Pocas veces pude acompañarlos a jugar; una vez, sentado sobre el balón, les hablé de

Dios; no recuerdo ahora el tema. Después, seguimos jugando. El ritmo de nuestras reuniones

era una vez por semana, la tarde de los sábados. Me impresionó también 1a escuela primaria

que ocupaba parte de nuestro convento. Había alrededor de 400 alumnos en los dos turnos.

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Cada año, los alumnos que terminaban el 6° año, iban a nuestra Iglesia a celebrar su Misa de

fin de curso y casi nadie se acercaba

a comulgar. Yo no lo podía tolerar. Me impacientaba conmigo mismo.

16.- La catequesis en San Joaquín.

La catequesis se organizó con ayuda de algunas adolescentes y Jóvenes, los sábados

por la mañana. No recuerdo el texto de catecismo que seguimos en ese entonces. Una vez

organizado el grupo, las jóvenes lo atendieron; yo no me integré. Vi que esta experiencia

agradaba a los Superiores, aunque no me lo decían.

Fue entonces cuando pedí permiso para exhibir una película semanalmente a los

padres de familia, ayudado por dos Hermanos que también estaban interesados en este

servicio, los domingos por la noche, al terminar la Misa de 7. Aquellos hombres me tenían

paciencia y cargaban con las bancas de la Iglesia que son bastante pesadas, para llevarlas

hasta el salón. Les pasábamos algunos audiovisuales de acuerdo con el tiempo litúrgico.

Organizamos también el catecismo en las casas, en pequeños grupos; y dábamos la

lección mientras las señoras realizaban sus labores hogareñas.

Para ampliar el contacto con los niños de la escuela, me presenté al maestro director.

El se declaraba ateo y más de alguna vez, en las aulas, hablaba contra la Iglesia y contra

nosotros, que éramos vecinos; por eso con él, precisamente, quise entrevistarme le ofrecí

para los a1umnos, pasar a1gunos audiovisua1es y pe1ículas [46] que nos prestaban en las

embajadas, a fin de ayudarles a complementar sus conocimientos de Geografía y de las

costumbres de otros pueblos, de sus artesanías y de su arte.

El director dio el permiso y los niños pudieron pasar al salón anexo al templo.

Fueron pocas las veces que les atendí, porque nosotros tuvimos que ir a Washington a

continuar los estudios de Teología y a aprender inglés.

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Autobiografía: P. Salvador García OCD

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