Aspecto financiero y aspecto humano de la empresa

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ASPECTO FINANCIERO Y ASPECTO HUMANO DE LA EMPRESA VITTORIO MATHIEU C U A D E R N O S EMPRESA Y HUMANISMO I N S T I T U T O 1

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s característico del hombre no perseguir sus propios fines de modo directo y disperso, sino organizarlos en proyectos complejos, emprendidos con procedimientos indirectos y, generalmente, colectivos: las empresas.

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ASPECTO FINANCIEROY ASPECTO HUMANO DE LA EMPRESA

VITTORIOMATHIEU

C U A D E R N O S

EMPRESA Y HUMANISMOI N S T I T U T O

1

1. Es característico del hombre no perseguirsus propios fines de modo directo y disperso,sino organizarlos en proyectos complejos,emprendidos con procedimientos indirectos y,generalmente, colectivos: las empresas.

Para la empresa se necesitan instrumentosmateriales y colaboradores humanos, unidospor un medio de acción absolutamente típicodel hombre: el dinero. Este puede incluso noentrar de modo explícito, en forma de mone-da, en la empresa, pero siempre entra, almenos, en su función esencial; la de “medidade valor”. Efectivamente, al estudiar un pro-yecto empresarial se comparan, al menosimplícitamente: a) los valores de los diversosobjetos que se pueden obtener con los mismosmedios; b) el valor de los medios empleados yel del fin por alcanzar (costes y ganancias).

Pero el dinero desempeña también unasegunda y más importante función en laempresa: permite transformar los valores en eltiempo (sin lo cual, ni siquiera se podrían com-parar). La ganancia se sigue a distancia mayoro menor del empleo de los medios, y los dosextremos no serían enlazables sin el dinerocomo “depósito de la riqueza”. También aquí

el dinero puede no aparecer explícitamentecomo moneda, pero aparece igualmente comocrédito. El proveedor o el colaborador “conce-den crédito” al empresario, en vista del valorque tendrá su producto: y este crédito, bajo laforma de una suma de dinero, o también desimple confianza, constituye el capital finan-ciero necesario a la empresa Gozar de créditoo gozar de dinero es la misma cosa; o mejor, lamoneda sustituye a la confianza, cuando laconfianza directa falta.

La capacidad del dinero de transportar ytransformar la riqueza en el tiempo está ínti-mamente conectada con su naturaleza ideal, osea, con su capacidad de obrar a través derepresentaciones. El dinero no sólo no es algomaterial, sino que ni siquiera es un símboloque esté en lugar de una cosa material. Puedenacer, eso sí, como un paquete de tabaco, ocomo recibo dado por un paquete de tabaco,pero se convierte en dinero cuando comienzaa circular sin referencia a aquel origen. Delmismo modo, el oro adquiere un valor mone-tario en la medida en que cesa de servir comomercancía; y el billete de banco, aunque pro-mete un “pago” en oro, no es el símbolo de un

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oro-mercancía, sino de un oro como crédito, ocomo expectativa de que alguien haga algo acambio de aquel oro. En este sentido, AdamSmith decía que el dinero “demanda trabajo”.Yo diría, paralelamente, que el dinero es “tra-bajo en forma potencial”.

Precisamente por esto, el dinero permiteemprender. El futuro está “representado”, ohecho presente, por el dinero como símbolo,no de algo que existe, sino de algo que toda-vía no existe. Si la facultad representativa nopermitiese al hombre hacer presente el futuroy, por tanto, proyectar, no habría empresas.

2. Característica del dinero, respecto a otrasformas posibles de anticipación, es su natura-leza cuantitativa: la expectativa está cuantifi-cada, no cualificada. Lo que se obtendrá con eldinero permanece indeterminado, pero suvalor está determinado de antemano respectoa una unidad de medida convencional. Poresto, al programarse mide por medio del dine-ro el valor del producto futuro, descontado alvalor de hoy.

Pero ¿qué es el valor de un producto?Después de Ricardo es tradicional conmensu-rarlo con el trabajo necesario para producirlo.

Y para mercancías fungibles y de constanteconsumo, como el grano, esta definición fun-ciona. Pero para bienes de otro tipo ha sidofácil objetar que, de hecho, no funciona. Elvalor de un cuadro, por ejemplo, no está enrelación alguna con el trabajo que ha sidonecesario para producirlo y conservarlo.

En realidad, la definición del valor dada porRicardo y Marx debe ser invertida respecto altiempo. El valor de un cuadro, sea bello o feo,no depende del trabajo que ha sido necesariopara pintarlo, sino del trabajo que se puedeobtener a cambio de aquel cuadro (previatransformación del cuadro en dinero, o sea,vendiéndolo). Y éste es el verdadero valor eco-nómico de cualquier objeto, incluso del granoo de los coches. Este valor no depende delpasado, sino del futuro: no de lo que ha sidohecho, sino de lo que se hará: el actual preciodel grano hace solamente suponer cuál podráser el valor del grano mañana; sin embargo,ninguna conexión es necesaria, fuera de la pre-visión confiada al “sentido de los negocios” decada uno.

Esta definición del valor explica el fin de laempresa económica, que es el “lucro”, repre-

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sentado por una suma de dinero. Lo que seespera de la acción emprendida es la conserva-ción, la transformación en el tiempo y, posible-mente, el aumento de la capacidad de generartrabajo (y, por tanto, del capital). En otros tér-minos, no la cosa en su consistencia física, sinola cosa producida en cuanto vendible, o sea,transformable en dinero: el cual tornará a“demandar trabajo” según la expresión deSmith, y así al infinito. Naturalmente tal expec-tativa puede quedar frustrada y, en tal caso, setendrá una pérdida financiera.

3. La correcta interpretación del valor eco-nómico aclara la razón por la que el capital,necesario para la existencia de la empresa, sepresenta bajo dos aspectos complementarios,que son como las dos caras de la misma reali-dad: capital real y capital financiero. El prime-ro corresponde a la organización sincrónica dela empresa, el segundo a la continuidad dia-crónica que la empresa establece en el trabajohumano.

La función de la empresa económica no sóloes, de hecho, producir físicamente cosas o ser-vicios: es producir cosas o servicios vendibles, osea, transformables en dinero. Gracias a esta

transformación el ciclo continúa, en el conjun-to de la sociedad, aun cuando se concluya elconcreto trabajo de una empresa -por ejem-plo, la construcción de un túnel-. El dineroobtenido con la venta es, efectivamente, tra-bajo potencial, que el producto actual ha pro-curado, y que producirá, a su vez, trabajoactual. Si el resultado financiero no se obtiene,la finalidad de la empresa no es alcanzada:pero, si se obtiene, pone en marcha un proce-so análogo al precedente (aunque se dirige aun trabajo diverso), y la cadena no se interrum-pe hasta que la vida organizada socialmenteno se pare.

En la empresa se conjugan, pues, dos proce-sos en cadena, tan largos como toda la historiade la humanidad Bajo el aspecto del capitalreal, la empresa de hoy es el último anillo deun proceso de capitalización, cuyo origen sepierde en la noche de los tiempos. Los instru-mentos con que la empresa trabaja (compren-didos los colaboradores) han sido producidospor otros instrumentos, y éstos de otros que lospreceden, hasta los hombres primitivos y losfragmentos naturales de sílex, que los primiti-vos han comenzado a tallar y a modelar. Bajo

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el aspecto del capital financiero, la empresa esun potencial, apto para reproducir y, posible-mente, acrecentar otro (trabajo) potencial,hasta el fin de los tiempos, o sea, hasta el díadel Juicio, en que cesará toda actividademprendedora. La cadena que se remontahacia atrás y, sobre todo, la que procede haciadelante puede interrumpirse o romperse.Hacia atrás la naturaleza no suministra másque la “tierra”, en el significado económico dela palabra; pero la cadena descendente puedeinterrumpirse, como una familia que, si bienha tenido abuelos y bisabuelos, puede notener hijos y nietos. En otros términos, el pro-ducto de la empresa, aunque existe físicamen-te, puede permanecer estéril cuando, invendi-do o inutilizado, no pone en marcha el ciclo.Pero, por cada cadena que se interrumpe,otras pueden seguir. Cada empresa, aun cuan-do parezca aislada en sus propios fines, formaparte de un sistema total, que dura toda la his-toria, pues allí donde se manifiesta un éxito, seregenera un capital financiero, disponible paraotras empresas.

Pero el éxito no es jamás seguro: las empre-sas fallan y generan una dispersión, en lugar

de una capitalización El capital financiero -jus-tamente porque representa un futuro, inciertopor naturaleza- está expuesto a perderse; y esnecesario precisamente para cubrir las pérdi-das eventuales.

El particular tipo de continuidad históricadada por el capital financiero se encuentrasólo en la empresa “económica”, que tiene finde lucro. Otras empresas, por ejemplo, una dealpinistas (o cualquiera “sin afán de lucro”)podrá entrar en otro tipo de continuidad his-tórica, pero no en el típico de la empresa eco-nómica, o sea, en el ciclo: “capital (trabajopotencial) -trabajo actual-ganancia financiera(o sea, de nuevo, trabajo potencial)”. Esto nodepende de la estructura organizativa: unaasociación para distribuir sopa a los pobrespuede estar organizada con criterios empresa-riales, como otra para vender alimentos a losricos; pero, al no reacumular el capital, nosuministra un producto que “haga trabajar”,como ocurriría si la comida fuese vendida y,por tanto, los compradores, o alguien, en vezde ellos, debiesen trabajar para comprarla.Esta usa el trabajo pasado, que compra, pero

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no produce trabajo futuro. Es una “administra-ción de distribución”.

4. La distinción señalada es útil para caracte-rizar la inversión, que permite a la empresaconstituirse. Hay en los sistemas productivos,tanto en el Este como en el Oeste, una retóricay cuasi mística de la inversión, que, no com-prendiendo qué es lo que caracteriza a lainversión en cuanto tal, juzga útil “invertir”,no importa en qué; y, de buena o mala fe, des-pacha como “inversiones” desembolsos, quecaen bajo una categoría de gastos totalmentedistinta.

En realidad, no hay caracteres constantes oreglas generales que permitan distinguir lainversión económica de los otros empleos dedinero, En ciertos casos, la intención de quiengasta la suma sirve como criterio: es una inver-sión aquel empleo del que se espera que eldinero retorne (como “rédito”). Por eso, no seconsidera como inversión la construcción, porejemplo, de un barco para regatas. Sin embar-go, el que la emprende puede proponerseresarcirse de los gastos gracias a la publicidad;y los gastos para publicidad son una inversión.(En el límite, un empresario, que había perdi-

do en el juego una suma tan enorme quetodos los periódicos habían hablado de él,observó que, si hubiese debido pagar aquellapublicidad, habría gastado mucho más. En estesentido, incluso una suma perdida en el juegopuede revelarse como una inversión).

Pero ni siquiera las intenciones explícitas sonde fiar, Gastos de placer, como mantener unayeguada de caballos, pueden hacerse pasarpor publicidad, por razones fiscales. Otrasveces, fundaciones “sin afán de lucro” enmas-caran actividades comerciales económicas ver-daderas y propias. En fin, los casos más intere-santes son aquellos en los que ni siquiera elmismo empresario conoce sus propias intencio-nes. Muchos empresarios se lanzan al mundoeditorial como si fuese “una empresa como lasotras”, sólo porque no osan confesarse a sí mis-mos que lo hacen por otras ambiciones. Esraro, de hecho, que publicar libros regenere uncapital financiero.

Más banal psicológicamente. pero muchomás importante económicamente, es el casode empresas que se enmascaran como empre-sas económicas, pero que no alcanzan dehecho el resultado de “producir un producto

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que haga trabajar ulteriormente”, Me refieroa las empresas “ocupacionales”, que miran atener ocupados a los trabajadores, incluso conpérdidas. Estas deben ser rigurosamente dis-tinguidas de las empresas asistenciales (comola de distribuir sopa a los pobres), que, con suproducto, no miran a hacer trabajar ulterior-mente, sino sólo a ayudar, momentáneamenteo siempre, a quien no puede trabajar. Debenser distinguidas también de otras iniciativasque no conectan la ocupación con una activi-dad productiva: como cuando se tienen ocupa-dos a los niños para que no fastidien, o a lossoldados para que no se pudran en la inacción.La pretensión de las empresas ocupacionales,por el contrario, es producir, aunque sea conpérdidas, incluso cosas diversas a las que pro-ducirían si se fiasen del mercado. Estas empre-sas, para producir, hacen trabajar efectivamen-te a los ocupados (no los hacen jugar, o ejerci-tarse en vacío) pero el ciclo se para ahí. Su pro-ducto no hace trabajar ulteriormente, o hacetrabajar menos de lo que lo haría un productoexigido por el mercado, porque o no lo com-pran, o lo hacen a coste inferior al de produc-ción. Así, la mantequilla de la CEE hace traba-jar a los campesinos, fabricantes de quesos, ins-

talaciones frigoríficas, pero no produce unciclo de trabajo contínuo, sino una pérdida,prevista y pensada. La pretendida finalidadocupacional, por tanto, se traduce en una dis-minución de la ocupación. Y las pretendidasinversiones hechas con este fin, son consumosenmascarados de inversión: frecuentementemás costosos que si fuesen desembolsados afondo perdido .

5. Esta mistificación conecta con una seriede errores conceptuales –en parte formales, enparte circunstanciales– acerca de la noción de“inversión”.

Comencemos por los primeros, más fácilesde clarificar. Por una convención contable, sepone el rédito (igual a la producción) comoigual a la suma de consumos e inversiones (Y =C+I), no distinguiendo entre “inversión” y“ahorro”. Toda la producción que no es consu-mida constituye, por definición, una inversión.De hecho, si un producto no es vendido va aengrosar las reservas, que forman parte delcapital: por tanto, resulta una inversión. Laempresa, sin embargo, no se proponía aumen-tar sus reservas: por tanto, se trata de una

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“inversión no deseada” (expresión que seremonta a la escuela keynesiana).

El razonamiento es tan cómico que maravi-lla que aparezca. sin crítica, en libros de econo-mía. Y, también desde un punto de vista conta-ble, es perfectamente inútil, La identidadY=C+I permanece, sin que sea necesario consi-derar lo invendido como una “inversión nodeseada”. Es suficiente considerar en qué con-siste el primer término. Este término significa“rédito” o “producción”: pero ésta debe serentendida como producción económica, o sea,vendible al precio (incluso negativo) al quepuede ser efectivamente enajenada, y nocomo producción física, La identidad, enton-ces, sigue siendo siempre verdadera, no por-que al segundo miembro se hinche con una“inversión no deseada”, sino porque el prime-ro tiene un valor inferior al que se desearía.Por ejemplo, un stock de libros invendiblesvale como papel usado: y ningún contable ensus cabales lo inscribiría de otro modo en elbalance.

El falso razonamiento formal oculta un errorsustancial más profundo: la confusión entreproducción física y producción económica.

Puesto que ha habido una transformación físi-ca -por ejemplo, se han producido láminas deacero-, se piensa que ha habido una produc-ción económica, pero la producción económicatiene lugar solamente cuando el producto esvendido, o sea, se retransforma en dinero (Dehecho, también en la jerga comercial, “produc-tor” designa al vendedor).

En los manuales de economía se lee, a veces,que la producción puede ser positiva o, al lími-te, nula, pero no negativa, porque no se pue-de producir menos de nada. Pero, si se hablade producción económica, la afirmación es fal-sa. Así como hay una producción física negati-va, o sea, destrucción (o bien, aumento deentropía física), así también hay una produc-ción económica negativa, o sea, un aumentode entropía económica (que pronto intentare-mos explicar). Puede suceder que esto distor-sione el uso de ciertas matrices macroeconómi-cas (donde comparecerían valores negativosdifíciles de interpretar), pero la respuesta es:tanto peor para las matrices. Se tiene unaumento de entropía económica cada vez queel sistema, a consecuencia de una transforma-ción, resulte menos capaz que antes de hacer

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trabajar como ocurre, precisamente, en el casode las administraciones puramente ocupacio-nales. En microeconomía la situación es másdifícil de individuar, hasta el punto de que,aveces, se niega que pueda tener lugar. La másantigua negación explícita de esto la he encon-trado en los escritos de John Law, según elcual, aunque el individuo trabaje con pérdidas,el conjunto gana siempre algo. Se dice estoporque se supone que la transformación obte-nida con el trabajo, aunque “rinda” poco,“produce” siempre, económicamente, algo.

6. Sin embargo, cuando un grupo de elefan-tes, hartos de trabajar para una empresa deconstrucción, erigió por la noche, con ladrillosy cal, un muro transversal respecto al camioque iba a la obra, su construcción (que, comoproducción física, era irrefutable) no fue consi-derada en absoluto como una producción eco-nómica. Ahora bien, lo que no es económico sies hecho por elefantes, no lo resulta si eshecho por hombres, sólo porque los hombresestén menos dotados de sense of humour.

Tratese de cuadros de una exposición o delcafé quemado en la locomotora o de la mante-quilla de la CEE, el elemento que permite

deducir si ha habido o no una producción eco-nómica siempre es solamente la adquisiciónpor parte del mercado. Entonces, a cambio delproducto, se obtiene dinero, o sea, trabajopotencial, para el cual alguno ha debido tra-bajar, y con el cual se hará, a su vez, trabajar aotros.

Qué sea físicamente el producto que obtie-ne este resultado, no tiene ninguna importan-cia. Puede tratarse de alimento, del grito de uncantautor o de un anillo de nariz.Recientemente ha sido vendida, por segundavez, la deyección de un artista. Por mucha quesea la idiotez que tal adquisición muestre en elcomprador, ésta (y sólo ésta) hace de esa pro-ducción una producción económica.

Al contrario, los laminados de acero que noencuentran mercado, y entorpecen los almace-nes, aunque físicamente muy consistentes,como variaciones de riqueza deben ser regis-trados en la columna del “menos”, no en la del“más”. No cuenta nada que, en otros tiempos,la producción del acero fuese un indicio deriqueza: la riqueza es la capacidad de hacertrabajar en el futuro, no en el pasado; si no,valdría igualmente suponer que sirva para

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enriquecernos el producir una gran cantidadde miriñaques.

En los países del “socialismo real”, la confu-sión entre producción física y producción eco-nómica podría explicarse, en parte, por el pre-juicio materialista. Pero la misma confusióntiene lugar en nuestros países. Sin embargo,hoy debería estar claro que la riqueza consistecada vez más en conocimiento, en informacio-nes, no en cosas materiales. Cuando la mate-ria, incluso transformada, permanece econó-micamente inerte y no induce ya a trabajar, elsistema económico se ha empobrecido, y laempresa tiene la misión de hacer que eso noocurra: que la cadena, que une el presente alfuturo, no se rompa.

En conclusión, el empleo de dinero en unaempresa puede llamarse “inversión” sólo siobtiene el resultado de no dejar que la cadenase interrumpa Esto no se puede saber a priori,basándose en las intenciones, sino sólo con elresultado. La habilidad del empresario consisteen prever tal resultado, siempre expuesto alriesgo, como todo acontecimiento futuro.

7. La observación de que el valor económicodepende del futuro, permite satisfacer varias

cuestiones, a las que la economía habitual-mente enseñada en las escuelas responde demodo incongruente y decepcionante: a) ¿quées, esencialmente, una empresa económica?,b) ¿cómo valorar el rédito nacional?, c) ¿cómovalorar la aportación que al “producto nacio-nal bruto” (PNB) hacen los entes públicos? ; d)¿cómo valorar, en términos reales, el valor dela moneda y su variación en el tiempo?

Una respuesta a a) ha sido ya esbozada. A b)dio ya una respuesta exacta, si bien formal,Hicks en 1939: el producto nacional bruto es lasuma de los “valores añadidos” (VA) derivadosde las actividades de las diversas empresas.Para concretar la respuesta, es necesario saberqué es una empresa que produce valor añadi-do. El valor añadido es la diferencia entre laganancia de la venta del producto y el gastopor la adquisición de los materiales que setransforman. Con la diferencia, la empresapaga los factores de producción. El cálculoimplica que el producto sea vendido y vendi-ble, y esto sólo se puede saber probando aponerlo en venta. No tendrá, por tanto, senti-do hablar de valor añadido, si no es paraempresas que vendan productos. Cuando esto

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ocurre, se las somete, casi en todas partes, a un“impuesto sobre el valor añadido” (IVA), de talmodo que el cálculo del IVA puede servir paracalcular el producto nacional bruto.Qué activi-dades están sujetas al régimen del IVA es, sinembrago, de nuevo una cuestión resuelta for-malmente, basándose en la legislación fiscal.Un mismo servicio, por ejemplo, de limpieza,puede ser realizado por una agencia que fac-tura el importe a los usuarios y paga el IVA, opor un privado, que recibe un salario y no tie-ne registro de IVA. A veces la elección quedaen manos de quien proporciona la prestación(por ejemplo, los publicistas).

Sin embargo, la tendencia de las contabili-dades nacionales es a incluir en el productonacional bruto también las prestaciones nosujetas a IVA, y a preocuparse, acaso, de laimposibilidad de valorar el trabajo de las amas(le casa, Y de otros quehaceres semejantes Setiende a pasar (le una valoración formal delvalor añadido a una valoración sustancial detodo lo que tiene valor en general Pero esto esimposible. Aparte del trabajo de las amas decasa, hay una cantidad de espectáculos (porejemplo, una puesta de sol) o de servicios, que

no se venden, y que es justo no hacer entrar enel producto nacional bruto, porque no tienennaturaleza económica, aunque sean preciosísi-mos.

A mi juicio (pero aquí se trata de una pro-puesta personal), sería más coherente con ladefinición de Hicks incluir en el productonacional bruto sólo las prestaciones de lasempresas sujetas al IVA, Los servicios, tambiénlos pagados, de privado a privado -por ejem-plo, las comidas cocinadas por una empleadadel hogar, en lugar de en el restaurante- debe-rían ser excluidos. Resultaría así que un siste-ma productivo más integrado en sentido verti-cal contaría menos para el producto nacionalbruto que si estuviese menos integrado, Perosi las diferencias de criterio al calcular el pro-ducto nacional bruto fuesen sólo éstas, seríanpoca cosa. En realidad, el cómputo del produc-to nacional bruto -que debería ser uniforme.para servir de base a la contribución de cadauno de los Estados a las organizaciones inter-nacionales- sigue criterios diversísimos, espe-cialmente entre Este y Oeste. Al mismo tiem-po, se tiende a constituirlo en indicio de bie-nestar sustancial, en contraste con el carácter

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convencional de los criterios adoptados, Lascorrecciones propuestas para corregir las dife-rencias (por ejemplo, el NEW, Net EconomicWelfare) no tocan más que los problemas mar-ginales.

También convencional y subordinada a lalegislación fiscal interna es la clasificación delos operadores en “empresas” (o administra-ciones o firmas) y “consumidores” (o “fami-lias”). En realidad no tiene ningún significadoeconómico atribuir todo el consumo a las fami-lias y todas las inversiones a las empresas,diciendo: Ias empresas no consumen”. Nohablo, claro está, del consumo de energía eléc-trica o de agua. Las empresas “consumen” enotro sentido totalmente distinto: cuando des-perdician, porque invierten mal; cuando pro-ducen objetos no requeridos por el mercado.Ese desperdicio no es de hecho “inversión nodeseada”, es consumo no deseado. Y los quepiden a voz en grito “inversiones” (equivoca-das), piden en realidad consumo (mediatizadopor los salarios, retribuciones a los administra-dores, etc.), enmascarado con el pretexto deinvertir para producir. Detrás del biombo declasificaciones puramente contables y conven-

cionales se esconden errores sustanciales deeconomía, o mistificaciones interesadas delverdadero carácter de una empresa producti-va.

8. La pregunta a la que la praxis acostum-brada de muchas contabilidades da la respues-ta más disparatada es sin duda la c). ¿qué apor-tación hacen los entes públicos al productonacional bruto? No pudiéndose valorar de otromodo, se responde: su aportación debe contar-se según su costo. Resulta así que cuanto másdesperdicia el Estado tanto más crece (en elpapel) el rédito nacional. Las consideracionessobre el valor añadido del n. 7 permiten dar larespuesta exacta: el valor añadido de las pres-taciones de los entes públicos es ninguno, por-que el Estado no pone en venta sus propiosservicios.

En rigor, la dificultad se podría obviar, enrégimen parlamentario, considerando losimpuestos votados por el Parlamento corno elobjeto de un contrato colectivo, en el que elEstado pone en venta ciertos servicios, y losrepresentantes del pueblo discuten el precio.Sin embargo. no es necesario recurrir a estoque, por desgracia, sería una ficción. La dificul-

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tad no existe, porque el Estado (como los entespúblicos en general) no es una empresa econó-mica, sino un consumidor final colectivo. Nohay razón para considerar sus gastos como unrédito, más de cuanto sea necesario considerarcomo rédito los gastos del Ejército de salvacióno de una sociedad de conciertos. El rédito es dequien vende sus prestaciones al Estado. Haygastos, por ejemplo para la defensa o para elejercicio de la justicia penal, a los que los con-sumidores pueden proveer sólo por medio deentes colectivos: pero esos son gastos de con-sumo (piénsese en los enormes gastos de gue-rra), no “gastos necesarios para una produc-ción”, que no existe. El valor añadido, quenivela estos gastos, no es producido por elEstado sino por empresas que venden alEstado. Si fuese producido por el Estado, seríanecesario sustraerle el importe de los bienesque el Estado compra (así como el valor añadi-do del panadero se sustrae el gasto de la hari-na). Pero las cosas no están de este modo. Nose calcula el importe que el Estado saca del usode los carros de combate, sustrayéndole el pre-cio pagado por comprarlos. Eso puede hacerse,sólo si el Estado vende a otros sus servicios, porejemplo con tropas mercenarias, como Cuba.

El problema subsiste, sin embargo, para lasadministraciones de propiedad pública quevenden sus servicios, como las vías férreas. Paraéstas, el valor añadido es calculado del mismomodo que para las empresas privadas; salvoque, como de costumbre, es un valor añadidonegativo, porque la administración públicavende por debajo de costo.

9. Muchas distorsiones de la macroeconomíacomúnmente enseñada desaparecen, si seinterpreta rectamente la función de la empre-sa: que no es transformar materiales, sino con-servar, transportar en el tiempo y, posiblemen-te, aumentar un trabajo potencial. El resto essolamente un medio. El título de Sraffa de1960, Producción de mercancías por medio demercancías (entre las cuáles está la mercancía-trabajo) debe ser invertido: producción de tra-bajo (potencial) por medio de trabajo (actual).

En efecto, la vida de la administración serefleja en su balance, que pasa de una situa-ción patrimonial inicial, expresada en moneda,a otra, también expresada en moneda. Lo quesucede en medio mira sólo a hacer que lasegunda situación sea mejor que la primera, avalor constante de la moneda Y la situación

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patrimonial es el capital expresado en mone-da, o sea, trabajo potencial. Pero, para com-prender esta concepción, es necesario inter-pretar el valor de la moneda como se ha hechoal inicio, como equivalente ideal, no de mer-cancías, sino de un trabajo que hacer. Si derepente todos cesasen de trabajar (por ejem-plo, por convertirse a la filosofía de la antiguaescuela cínica), toda la moneda existente val-dría cero, y todos los bienes reales (como lataza que Diógenes arroja) tendrían un valorindeterminado: Q/0

Los fallos del monetarismo son menos visto-sos que los del keynesianismo -con el que, enla oposición, está emparentado sólo porquelos monetaristas recomiendan al Estado inter-venir poco; pero esos fallos existen y son debi-dos a un insuficiente análisis conceptual delvalor de la moneda. La “teoría cuantitativa”,revisitada por Friedman, peca siempre de“falacia naturalista”. En su forma más evolu-cionada es una teoría de la “demanda demoneda”, pero la razón por la que existe unademanda de moneda es tan poco clara, queFriedman la atribuye a un pretendido “rendi-

miento in natura” de la moneda misma (obje-to de no pocas ironías).

La moneda se requiere en la medida en quese piensa que hace trabajar; y si en ciertosmomentos es atesorada (obsesión, totalmentefuera de lugar, de los keynesianos), esto esdebido a que, en ciertas situaciones, es mejoresperar a emplearla, dejando que el trabajopermanezca potencial. Por ejemplo, en esperade un progreso tecnológico a corto plazo; lamoneda atesorada servirá para financiarlo, envez de emplearla demasiado pronto en tecno-logías superadas. Por otra parte, si una ciertacantidad de trabajo no permaneciese poten-cial, no habría economía: los hombres provee-rían a sus necesidades del mismo modo (direc-to) en que las proveen los otros animales.

La empresa sirve para hacer pasar el trabajodel estado potencial al actual, y viceversa. Yéste es el aspecto más propiamente humanode la empresa: para el cual el hombre es insus-tituible. Si no se ponen en estrecha relaciónestos dos aspectos, el financiero y el humano,será aún posible un balance microeconómico(porque se basa en estimaciones subjetivas) decada empresa, pero no un balance macroeco-

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nómico, de la “riqueza de las naciones”. Esteno puede hacerse, ni en referencia a la produc-ción física (que no se sabe a cuánto dinerocorresponda), ni a la cantidad nominal demoneda (que no se sabe cuánto valga). Se pue-de hacer sólo en referencia a una propiedaddel sistema dificilísima de estimar, porque estásujeta a múltiples imprevistos: a su «capacidadde hacer trabajar de modo que el productovuelva a hacer trabajar”, al infinito. Tal propie-dad del sistema se puede definir como “entro-pía económica negativa”. A paridad de condi-ciones físicas (materias primas, fuerza-trabajo,etc.), la entropía económica del sistema puedecrecer de golpe, simplemente porque disminu-ye, por causas exógenas, la gana de trabajar.En otros casos (el típico, el del Japón), la entro-pía económica disminuye gracias a la capaci-dad de organizar el trabajo de modo que suproducto vuelva a hacer trabajar, con rendi-miento creciente. Mientras no se abandone lafalacia naturista de pensar que la riquezacorresponde a una realidad física existente, yno a un estímulo del trabajo humano, las razo-nes por las que un sistema se enriquece y otrose empobrece se escapan.

10. La concepción humanista de la empresacoincide, por tanto, (contra muchos prejuicios),con una correcta interpretación de su aspectofinanciero. El trabajo del hombre es el términoinicial y final del proceso, mientras que la satis-facción de las necesidades mediante el produc-to es sólo el medio para conservar activo talproceso. El hombre que trabaja productiva-mente (no importa si haciendo zapatos o con-tando chistes desde un escenario) “trabaja demodo que. hace trabajar”, y la empresa es elinvento que permite a este “trabajo que hacetrabajar” prolongarse indefinidamente en eltiempo, disminuyendo o, al menos, no acre-centando, la entropía del sistema,

Desde el punto de vista de lo que ya hay y,por tanto, del pasado, el hombre mismo es elproducto de una capitalización. Su habilidades fruto de aprendizajes y, por tanto, un traba-jo capitalizado. Incluso su cuerpo es la capitali-zación de 1os gastos sostenidos para criarlo.Pero desde el punto de vista del futuro, que,como se ha visto, es el punto de vista del valoreconómico, el hombre es una fuente de inven-ciones, gracias a la cuáles el capital, físico ohumano, “rinde” efectivamente como capital,

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o sea, pone de nuevo en movimiento el proce-so que lo ha producido, en vez de conducirlo(con malas inversiones o meros consumos) a uncallejón sin salida. Que esto acontezca, no esun hecho “espontáneo , o que dependa decondiciones puramente materiales (por ejem-plo, del incremento de la industria pesada,prescrito por los primeros “planes quinquena-les”; ni tampoco de condiciones totalmenteprevisibles. El proceso prosigue sólo a través devariaciones continuas (de las necesidades, delos gustos, de las tecnologías, de las situacio-nes ambientales) y requiere, por eso, un conti-nuo trabajo de invención y de adaptación, alque es llamado el hombre como persona, y nocomo simple resultado de una capitalización.Debe inventar el empresario (en sentido lato),el científico, el ingeniero, el artesano. Perotambién el simple trabajador subordinadoentra en el proceso con una contribucióndiversa de la del capital material (comprendi-dos los más perfectos computadores), o sea,con dotes personales, no sustituibles, de aten-ción, de disponibilidad al sacrificio momentá-neo, de inteligencia y, sobre todo, de adapta-bilidad a lo imprevisto. El sistema económicoprospera si consigue premiar adecuadamente

todas estas dotes humanas, gracias a una dis-minución progresiva de la entropía económi-ca: de otro modo, los sacrificios y el esfuerzode hoy no serán compensados por un retorno(o “rédito”) adecuado, y la entropía económi-ca aumentará: cada uno se esforzará siempremenos, por el postulado fundamental de laeconomía de que cada uno se esfuerza en vistadel propio interés.

Es obvio que no toda la actividad de loshombres es interesada: pero la existencia deacciones desinteresadas no debe destruir esaparticular organización del trabajo que es laempresa, apta para hacer disminuir, en el sen-tido clarificado antes, la entropía del sistema.Disminución de la entropía económica signifi-ca que cada uno que “sirve” será capaz a suvez de hacerse servir mejor. Esta es la vía paraponer la empresa, y la economía en general, alservicio del hombre,

Si, por el contrario, a consecuencia de un“fetichismo de la mercancía”, el productor essubordinado al producto, la experiencia ense-ña (en el Oeste y, aún más, en el Este) que seva al encuentro de un desastre económico ymoral al mismo tiempo. Privado de la libertad

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de organizarse para el propio provecho, priva-do del control (o feed-back) que el mercadoejercita sobre la fecundidad o esterilidad de laproducción, el hombre resulta sometido a la

producción de lo inútil, que es destrucción delincentivo de trabajar. Una concepción pura-mente material de la economía lleva a la muer-te de la economía misma.

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