Arturo Perez-Reverte - Una Historia de España (I - XXII)

36
Arturo Pérez-Reverte Una historia de España (I) XLSemanal - 06/5/2013 Patente de corso Érase una vez una piel de toro con forma de España -llamada Ishapan: tierra de buenos conejos :-) , les juro que la palabra significaba eso-, habitada por un centenar de tribus, cada una de las cuales tenía su lengua e iba a su rollo. Es más: procuraban destriparse a la menor ocasión, y sólo se unían entre sí para reventar al vecino que (a) era más débil, (b) destacaba por tener las mejores cosechas o ganados, o (c) tenía las mujeres más guapas, los hombres más apuestos y las chozas más lujosas. Fueras cántabro, astur, bastetano, mastieno, ilergete o lo que se terciara, que te fueran bien las cosas era suficiente para que se juntaran unas cuantas tribus y te pasaran por la piedra, o por el bronce, o por el hierro, según la época prehistórica que tocara. Envidia y mala leche al cincuenta por ciento (véanse carbono 14 y pruebas genéticas de Adn). El caso es que así, en plan general, toda esa pandilla de hijos de puta, tan prolífica a largo plazo, podía clasificarse en dos grandes grupos étnicos: iberos y celtas. Los primeros eran bajitos, morenos, y tenían más suerte con el sol, las minas, la agricultura, las playas, el turismo fenicio y griego y otros factores económicos interesantes (véanse folletos de viajes de la época). Los celtas, por su parte, eran rubios, ligeramente más bestias y a menudo más pobres, cosa que resolvían haciendo incursiones en las tierras del sur, más que nada para estrechar lazos con las iberas; que aunque menos exuberantes que las rubias de arriba, tenían su puntito meridional y su morbo cañí (véase Dama de Elche). Los iberos, claro, solían tomarlo a mal, y a menudo devolvían la visita. Así que cuando no estaban descuartizándose en su propia casa, iberos y celtas se la liaban parda unos a otros, sin complejos ni complejas. Facilitaba mucho el método una espada genuinamente aborigen llamada falcata: prodigio de herramienta forjada en hierro (véase Diodoro de Sicilia, que la califica de magnífica), que cortaba como hoja de afeitar y que, cual era de esperar en manos adecuadas, deparó a iberos, celtas y resto de la peña apasionantes terapias de grupo y bonitos experimentos colectivos de cirugía en vivo y en directo. Ayudaba mucho que, como entonces la península estaba tan llena de bosques que una ardilla podía recorrerla saltando de árbol en árbol, todas aquellas ruidosas incursiones, destripamientos con falcata y demás actos sociales podían hacerse a la sombra, y eso facilitaba las cosas. Y las ganas. Animaba mucho, vamos. De cualquier modo, hay que reconocer que en el arte de picar carne propia o ajena, tanto iberos como celtas, y luego esos celtíberos resultado de tantas incursiones románticas piel de toro arriba o piel de toro abajo, eran auténticos virtuosos . Feroces y valientes hasta el disparate (véanse el No-do de entonces y los telediarios

Transcript of Arturo Perez-Reverte - Una Historia de España (I - XXII)

Arturo Prez-Reverte

Una historia de Espaa (I)XLSemanal -06/5/2013 Patente de corso

rase una vez una piel de toro con forma de Espaa-llamadaIshapan: tierra de buenos conejos :-) , les juro que la palabra significaba eso-, habitada por un centenar de tribus, cada una de las cuales tena su lengua e iba a su rollo. Es ms: procuraban destriparse a la menor ocasin, y slo se unan entre s para reventar al vecino que (a) era ms dbil, (b) destacaba por tener las mejores cosechas o ganados, o (c) tena las mujeres ms guapas, los hombres ms apuestos y las chozas ms lujosas. Fueras cntabro, astur, bastetano, mastieno, ilergete o lo que se terciara, que te fueran bien las cosas era suficiente para que se juntaran unas cuantas tribus y te pasaran por la piedra, o por el bronce, o por el hierro, segn la poca prehistrica que tocara. Envidia y mala leche al cincuenta por ciento (vanse carbono 14 y pruebas genticas de Adn). El caso es que as, en plan general, toda esa pandilla de hijos de puta, tan prolfica a largo plazo, poda clasificarse en dos grandes grupos tnicos: iberos y celtas. Los primeros eran bajitos, morenos, y tenan ms suerte con el sol, las minas, la agricultura, las playas, el turismo fenicio y griego y otros factores econmicos interesantes (vanse folletos de viajes de la poca). Los celtas, por su parte, eran rubios, ligeramente ms bestias y a menudo ms pobres, cosa que resolvan haciendo incursiones en las tierras del sur, ms que nada para estrechar lazos con las iberas; que aunque menos exuberantes que las rubias de arriba, tenan su puntito meridional y su morbo ca (vase Dama de Elche). Los iberos, claro, solan tomarlo a mal, y a menudo devolvan la visita. As que cuando no estaban descuartizndose en su propia casa, iberos y celtas se la liaban parda unos a otros, sin complejos ni complejas. Facilitaba mucho el mtodo una espada genuinamente aborigen llamadafalcata: prodigio de herramienta forjada en hierro (vase Diodoro de Sicilia, que la califica de magnfica), que cortaba como hoja de afeitar y que, cual era de esperar en manos adecuadas, depar a iberos, celtas y resto de la pea apasionantes terapias de grupo y bonitos experimentos colectivos de ciruga en vivo y en directo. Ayudaba mucho que, como entonces la pennsula estaba tan llena de bosques que una ardilla poda recorrerla saltando de rbol en rbol, todas aquellas ruidosas incursiones, destripamientos con falcata y dems actos sociales podan hacerse a la sombra, y eso facilitaba las cosas. Y las ganas. Animaba mucho, vamos. De cualquier modo,hay que reconocer que en el arte de picar carne propia o ajena, tanto iberos como celtas, y luego esos celtberos resultado de tantas incursiones romnticas piel de toro arriba o piel de toro abajo, eran autnticos virtuosos. Feroces y valientes hasta el disparate (vanse el No-do de entonces y los telediarios de Teleturdetania), la vida propia o ajena les importaba literalmente un carajo; moran matando cuando los derrotaban y cantando cuando los crucificaban, se suicidaban en masa cuando palmaba el jefe de la tribu o perda su equipo de ftbol, y las seoras eran de armas tomar. O sea. Si eras enemigo y caas vivo en sus manos, ms te vala no caer. Y si adems aquellas angelicales criaturas de ambos sexos acababan de trasegar unas litronas decaelia-cerveza de la poca, como la San Miguel o la Cruzcampo, pero en basto-, ya ni te cuento. Imaginen los botellones que liaban mis primos. Y primas. Que en lo religioso, por cierto, a falta todava de monseores que pastoreasen sus almas prohibindoles la coyunda, el preservativo y el aborto, y a falta tambin del baador de Falete y deSlvamepara babear en grupo, rendan culto a los ros -de ah procede el refrn celtberode perdidos, al ro-, las montaas, los bosques, la luna y otros etcteras. Y ste era, siglo arriba o siglo abajo, el panorama de la tierra de conejos cuando, sobre unos 800 aos antes de que el Espritu Santo en forma de paloma visitara a la Virgen Mara, unos marinos y mercaderes con cara de pirata, llamados fenicios, llegaron por el Mediterrneo trayendo dos cosas que en Espaa tendran desigual prestigio y fortuna: el dinero -la que ms- y el alfabeto -la que menos-. Tambin fueron los fenicios quienes inventaron la burbuja inmobiliaria adquiriendo propiedades en la costa, adelantndose a los jubilados anglosajones y a los simpticos mafiosos rusos que bailan los pajaritos en Benidorm. Pero de los fenicios, de los griegos y de otra gente parecida, hablaremos en un prximo captulo. O no. Arturo Prez-Reverte

Una historia de Espaa (II)XLSemanal -20/5/2013 Patente de corso

Como bamos diciendo, griegos y fenicios se asomaron a las costas de Hispania, echaron un vistazo al personal del interior -si nos vemos ahora, imagnennos entonces en Villailergete del Arvaco, con nuestras boinas, garrotas, falcatas y dems- y dijeron: pues va a ser que no, gracias, nos quedamos aqu en la playa, turisteando con las minas y las factoras comerciales, y lo de dentro que lo colonice mi prima, si tiene huevos. Y los huevos, o parte, los tuvieron unos fulanos que, en efecto, eran primos de los fenicios -Venid, que lo tenis fcil, dijeron stos aguantndose la risa- y se llamaban cartagineses porque vivan a dos pasos, en Cartago, hoy Tnez o por all. Y bueno. Llegaron los cartagineses muy sobrados a fundar ciudades: Ibiza, Cartagena y Barcelona -esta ltima lo fue por Amlcar Bara, creador tambin del equipo de ftbol que lleva su apellido y de la famosa fraseCartago is not Roma-. Hubo, de entrada, un poquito de bronca con algunos caudillos celtberos (socios del Madrid segn Estrabn, lo que puede explicarlo todo) llamados Istolacio, Indortes y Orisn, entre otros, que fueron debidamente masacrados y crucificados; entre otras cosas, porque all cada uno iba a su aire, o se aliaba con los cartagineses el tiempo necesario para reventar a la tribu vecina, y luego si te he visto no me acuerdo (me parece que eso es Polibio quien lo dice). As que los de Cartago destruyeron unas cuantas ciudades: Belchite -que se llamaba Hlice- y Sagunto, que era prspera que te rilas. La pega estuvo en que Sagunto, antigua colonia griega, tambin era aliada de los romanos: unos pavos que por aquel entonces (siglo III antes de Cristo, echen cuentas) empezaban a montrselo de gallitos en el Mediterrneo. Y claro. Se li una pajarraca notable, con guerra y tal. Encima, para agravar la cosa, el nieto de Amlcar, que se llamaba Anbal y era tuerto, no poda ver a Roma ni por el ojo sano, o sea, ni en fotos, porque de pequeo lo haban obligado a zamparseQuo Vadisen la tele cada Semana Santa, y acab, la criatura, jurando odio eterno a los romanos. As que tras desparramar Sagunto, reuni un ejrcito que daba miedo verlo, con nmidas, elefantes y crueles catapultas que arrojaban pelculas de Pajares y Esteso. Adems, bajo el lemaVente con Anbal, Pepe, alist a 30.000 mercenarios celtberos, cruz los Alpes -sa fue la primera mano de obra espaola cualificada que sali al extranjero- y se pase por Italia dando estiba a diestro y siniestro. El punto chulo de la cosa es que, gracias al tuerto, nuestros honderos baleares, jinetes y acuchilladores varios, precursores de los tercios de Flandes y de la seleccin espaola, participaron en todas las sobas que Anbal dio a los de Roma en su propia casa, que fueron unas cuantas: Tesino, Trebia, Trasimeno y la final de copa en Cannas, la ms vistosa de todas, donde palmaron 50.000 enemigos, romano ms, romano menos. La faena fue que luego, en vez de seguir todo derecho hasta Roma por la va Apia y rematar la faena, Anbal y sus huestes, hispanos incluidos, se quedaron por all dedicados al vicio, la molicie, las romanas caprichosas, las costumbres licenciosas y otras rimas procelosas. Y mientras ellos se tiraban a la bartola, o a la Bartola, segn, un general enemigo llamado Escipin desembarc astutamente en Espaa a la hora de la siesta, pillndolos por la retaguardia. Luego conquist Cartagena y acab ponindole al tuerto los pavos a la sombra; hasta que ste, retirado al norte de frica, fue derrotado en la batalla de Zama, donde se suicid para no caer en manos enemigas, por vergenza torera, ahorrndose as salir en el telediario con los carpetanos, los cntabros y los mastienos que antes lo aplaudan como locos cuando ganaba batallas, amontonados ahora ante el juzgado -actitudes ambas tpicamente celtberas- llamndolo cobarde y chorizo. El caso es que Cartago qued hecho una piltrafa, y Roma se calz Hispania entera. Sin saber, claro, dnde se meta. Porque si la Galia, con toda su vitola irreductible de Astrix, Oblix y dems, Julio Csar la conquist en nueve aos, para Espaa los romanos necesitaron doscientos. Calculen la risa. Y el arte. Pero es normal. Aqu nunca hubo patria, sino jefes (lo dice Plutarco en la biografa de Sertorio). Uno en cada puto pueblo: Indbil, Mandonio, Viriato. Y claro. A semejante pea haba que ir dndole matarile uno por uno. Y eso, incluso para gente organizada como los romanos, lleva su tiempo. Arturo Prez-Reverte

Una historia de Espaa (III)XLSemanal -10/6/2013 Patente de corso

Estbamos con Roma. En que Escipin, vencedor de Cartago, una vez hecha la faena, dice a sus colegas generales Ah os dejo el pastel, y se vuelve a la madre patria. Y mientras, Hispania, que an no puede considerarse Espaa pero promete, se convierte, en palabras de no recuerdo qu historiador, ensepulcro de romanos: doscientos aos para pacificar el paisaje, porque pueblos tipo Astrix tuvimos a punta de pala. El sistema romano era picar carne de forma sistemtica: legiones, matanza, crucifixin, esclavos. Lo tpico. Lo gestionaban unos tos llamados pretores, Galba y otros, que eran cnicos y crueles al estilo de los malos de las pelculas, en plan sheriff de Nottingham, especialistas en engaar a las tribus con pactos que luego no cumplan ni de lejos. El mtodo funcion lento pero seguro, con altibajos llamados Indbil, Mandonio y tal. El ms altibajo de todos fue Viriato, que dio una caa horrorosa hasta que Roma soborn a sus capitanes y stos le dieron matarile. Su tropa, mosqueada, resisti numantina en una ciudad llamada Numancia, que aguant diez aos hasta que el nieto de Escipin acab tomndola, con gran matanza, suicidio general (eso dicen Floro y Orosio, aunque suena a pegote) y dems. Otro que se puso en plan Viriato fue un romano guapo y listo llamado Sertorio, quien tuvo malos rollos en su tierra, vino aqu, se hizo caudillo en el buen sentido de la palabra, y estuvo dando por saco a sus antiguos compatriotas hasta que stos, recurriendo al mtodo habitual -la lealtad no era la ms acrisolada virtud local- consiguieron que un antiguo lugarteniente le diera las del pulpo. Y as, entre sublevaciones, matanzas y nuevas sublevaciones, se fue romanizando el asunto. De vez en cuando surgan otras numancias, que eran pasadas por la piedra de amolar sublevatas. Una de las ltimas fue Calahorra, que ofreci heroica resistencia popular -de ah viene el antiguo refrn Calahorra, la que no resiste a Roma es zorra-. Etctera. La parte buena de todo esto fue que acab, a la larga, con las pequeas guerras civiles celtberas; porque los romanos tenan el buen hbito de engaar, crucificar y esclavizar imparcialmente a unos y a otros, sin casarse ni con su padre. Aun as, cuando se presentaba ocasin, como en la guerra civil que trajeron Julio Csar y los partidarios de Pompeyo, los hispanos tomaban partido por uno u otro, porque todo pretexto vala para quemar la cosecha o violar a la legtima del vecino, envidiado por tener una cuadriga con mejores caballos, abono en el anfiteatro de Mrida u otros privilegios. El caso es que paz, lo que se dice paz, no la hubo hasta que Octavio Augusto, el primer emperador, vino en persona y le parti el espinazo a los ltimos irreductibles cntabros, vascones y astures que resistan en plan hecho diferencial, enrocados en la pelliza de pieles y el queso de cabra -a Octavio iban a irle con reivindicaciones autonmicas, mis primos-. El caso es que a partir de entonces, los romanos llamaron Hispania a Hispania, dividindola en cinco provincias. Explotaban el oro, la plata y la famosa triada mediterrnea: trigo, vino y aceite. Hubo obras pblicas, prosperidad, y empresas comunes que llenaron el vaco que (vase Plutarco, chico listo) la palabra patria haba tenido hasta entonces. A la gente empez a ponerla eso de ser romano: las palabrashispanus sum, soy hispano, cobraron sentido dentro del civesromanus sumgeneral. Las ciudades se convirtieron en focos econmicos y culturales, unidos por carreteras tan bien hechas que algunas se conservan hoy. Jvenes con ganas de ver mundo empezaron a alistarse como soldados de Roma, y legionarios veteranos obtuvieron tierras y se casaron con hispanas que paran hispanorromanitos con otra mentalidad: gente que saba declinarrosa-rosaey estudiaba para arquitecto de acueductos y cosas as. Tambin por esas fechas llegaron los primeros cristianos; que, como monseor Rouco an no haba sido ordenado obispo -aunque estaba a punto-, todava se dedicaban a lo suyo, que era ir a misa, y no daban la brasa con el aborto y esa clase de cosas. Prueba de que esto pintaba bien era la pea que naci aqu por esa poca: Trajano, Adriano, Teodosio, Sneca, Quintiliano, Columela, Lucano, Marcial... Tres emperadores, un filsofo, un retrico, un experto en agricultura internacional, un poeta pico y un poeta satrico. Entre otros. En cuanto a la lengua, pues oigan. Que veintitantos siglos despus el latn sea una lengua muerta, es inexacto. Quienes hablamos en castellano, gallego o cataln, aunque no nos demos cuenta, seguimos hablando latn.Arturo Prez-Reverte

Una historia de Espaa (IV)XLSemanal -7/1/2013 Patente de corso

Pues aqu estbamos, cuatro o cinco siglos despus de Cristo, en plena burbuja inmobiliaria, viviendo como ciudadanos del imperio romano; que era algo parecido a vivir como obispos pero en laico, con minas, agricultura, calzadas y acueductos, prsperos y tal, con el ltimo modelo de cuadriga aparcado en la puerta, hipotecndonos para ir de vacaciones a las termas o comprar una segunda domus en el litoral de la Btica o la Tarraconense. Viviendo de puta madre. Y con el boom del denario, y la exportacin de nforas de vino, y la agricultura, la ganadera, las minas y el comercio y las bailarinas de Gades todo iba como una traca. Y entonces -en asuntos de Historia todo est inventado hace rato- lleg la crisis. La gente dej el campo para ir a las ciudades, la metrpoli absorba cada vez ms recursos empobreciendo las provincias, los propietarios se tornaron ms ambiciosos y rapaces atrincherados en sus latifundios, los pobres fueron ms pobres y los ricos ms ricos. Y por si ramos pocos, pari la abuela: nos hicimos cristianos para ir al Cielo. Ah echaron sus primeros dientes el fanatismo y la intransigencia religiosa que ya no nos abandonaran nunca, y el alto clero hispano empez a mojar en todas las salsas, incluida la gran propiedad rural y la poltica. A todo esto, los antiguos legionarios que haban conquistado el mundo se amariconaron mucho, y en vez de apiolar brbaros (originalmente,brbarono significa salvaje, sino extranjero) como era su obligacin, se metieron tambin en poltica, poniendo y quitando emperadores. Treinta y nueve hubo en medio siglo; y muchos, asesinados por sus colegas. Entonces, para guarnecer las fronteras, el limes del Danubio, el muro de Adriano y sitios as, les dijeron a los brbaros de enfrente: Oye, Olaf, qudate t aqu de guardia con el casco y la lanza que yo voy a Roma a por tabaco. Y Olaf se instal a este lado de la frontera con la familia, y cuando se vio solo y con lanza llam a sus compadres Sigerico y Odiln y les dijo: Venid pac, colegas, que estos idiotas nos lo estn poniendo a huevo. Y aqu se vinieron todos, afilando el hacha. Y fue lo que se llamaron invasiones brbaras. Y para ms Inri (que es una palabra romana) dentro de Roma estaban otros inmigrantes, que eran los teutones, partos, pictos, nmidas, garamantes y otros fulanos que haban venido como esclavos, por la cara, o voluntarios para hacer los trabajos que a los romanos, ya muy tiquismiquis, les daba pereza hacer; y ahora con la crisis esos desgraciados no tenan otra que meterse a gladiadores -que no tenan seguridad social- y luego rebelarse como Espartaco, o buscarse la vida aun de peor manera. Y a sos, por si fueran pocos, se les juntaron los romanos de carnet, o sea, las clases media y baja empobrecidas por la crisis econmica, enloquecidas por los impuestos de los Montorus Hijoputus de la poca, asfixiadas por los latifundistas y acogotadas por los curas que encima prohiban fornicar, ltimo consuelo de los pobres. As que entre todos empezaron a hacerle la cama al imperio romano desde fuera y desde dentro, con muchas ganas. Imagnense a la clase poltica de entonces, ms o menos como ahora la clase dirigente espaola, con el imperio-estado hecho una piltrafa, la corrupcin, la mangancia y la vagancia, los senadores Anasagastis, la pea indignada cuando todava no se haban puesto de moda las maneras polticamente correctas y todo se arreglaba degollando. Aadan el slvese quien pueda habitual, y ser fcil imaginar cmo aquello cruji por las costuras, acabndose lo dePara frenar el furor de la guerra, inclinar la cabeza bajo las mismas leyes(que escribi un tal Prudencio, de nombre adecuado al caso). Las invasiones empezaron en plan serio a principios del siglo V: suevos y vndalos, que eran pueblos germnicos rubios y tal, y alanos, que eran asiticos, morenos de pelo, y que se haban dado -calculen, desde Ucrania o por all- un paseo de veinte pares de narices porque haban odo que Hispania era Jauja y haba dos tabernas por habitante. El caso es que, uno tras otro, esos animales liaron la pajarraca saqueando ciudades e iglesias, violando a las respetables matronas que an fueran respetables, y haciendo otras barbaridades, como el sustantivo indica, propias de brbaros. Con lo que la Hispania civilizada, o lo que quedaba de ella, se fue a tomar por saco. Para frenar a esas tribus, Roma ya no tena fuerzas propias. Ni ganas. As que contrat mano de obra temporal para el asunto. Godos, se llamaban. Con nombres raros como Atalfo y Turismundo. Y eran otra tribu brbara, aunque un poquito menos.Arturo Prez-Reverte

Una historia de Espaa (V)XLSemanal -15/7/2013 Patente de corso

Y fue el caso, o sea, que mientras el imperio se iba a tomar por saco entre brbaros por un lado y decadencia romana por otro, y el mundo civilizado se parta en pedazos, en la Hispania ocupada por los visigodos se discuta sobre el trascendental asunto de la Santsima Trinidad. Y es que de entonces (siglo V ms o menos), datan ya nuestros primeros pifostios religiosos, que tanto iban a dar de s en esta tierra antao frtil en conejos y siempre frtil en fanticos y en gilipollas. Porque los visigodos, llamados por los romanos para controlar esto, eran arrianos. O sea, cristianos convertidos por el obispo hereje Arrio, que negaba que el Padre, el Hijo y el Espritu Santo tuvieran los mismos galones en la bocamanga; mientras que los nativos de origen romano, catlicos obedientes a Roma, sostenan lo de un Dios uno, trino y no hay ms que hablar porque lo quemo a usted si me discute. As prosigui ese tira y afloja de las dos Hispanias, nosotros y ellos, quien no est conmigo est contra m, tan espaol como la tortilla de patatas o el paredn al amanecer, con los obispos de unos y otros comindole la oreja a los reyes godos, que se llamaban Atalfo, Teodoredo y tal. Hasta que en tiempos de Leovigildo, arriano como los anteriores, consiguieron que su hijo Hermenegildo se hiciera catlico y liaron nuestra primera guerra civil; porque el niato, con el fanatismo del converso y la desvergenza del ambicioso, se sublev contra su papi. Que en lneas generales estaba resultando ser un rey bastante decente y casi haba logrado, con mucho esfuerzo y salivilla, unificar de nuevo esta casa de putas, a excepcin de las abruptas tierras vascas; donde, bueno es reconocerlo histricamente, la pea local segua belicosamente enrocada en sus montaas, bosques, levantamiento de piedras e irreductible analfabetismo prerromano.El caso es que al nene Hermenegildo acab capturndolo su padre Leovigildo y le dio matarile por la que haba liado; pero como el progenitor era listo y conoca el pao, se qued con la copla. Esto de una lite dominante arriana y una masa popular catlica no va a funcionar, pens. Con estos sbditos que tengo. As que cuando estaba recibiendo los leos llam a su otro hijo Recaredo -la monarqua goda era electiva, pero se las arreglaron para que el hijo sucediera al padre- y le dijo: mira, chaval, ste es un pas con un alto porcentaje de hijos de puta por metro cuadrado, y su naturaleza se llama guerra civil. As que hazte catlico, pon a los obispos de tu parte y unifica, que algo queda. Si no, esto se va al carajo. Recaredo, chico listo, abjur del arrianismo, organiz el tercer concilio de Toledo, dej que los obispos proclamaran santo y mrtir al capullo de su hermano difunto, desaparecieron los libros arrianos -primera quema de libros de nuestra muy inflamable historia- y la iglesia catlica inici su largo y provechoso, para ella, maridaje con el Estado espaol, o lo que esto fuera entonces; luna de miel que, con altibajos propios de los tiempos revueltos que trajeron los siglos, se prolongara hasta hace poco en la prctica (confesores del rey, pactos, concordatos) y hasta hoy mismo (vase la simptica cara de monseor Rouco) en las consecuencias. De todas formas, justo es reconocer que cuando los clrigos no andaban metidos en poltica desarrollaban cosas muy decentes. Llenaron el paisaje de monasterios que fueron focos culturales y de ayuda social, y de sus filas salieron fulanos de alta categora, como el historiador Paulo Orosio o el obispo Isidoro de Sevilla -San Isidoro para los amigos-, que fue la mxima autoridad intelectual de su tiempo, y en su influyente enciclopediaEtimologas, que todava hoy ofrece una lectura deliciosa, resumi con admirable erudicin todo cuanto su gran talento pudo rescatar de las ruinas del imperio devastado; de la noche que las invasiones brbaras haban extendido sobre Occidente, y que en Hispania fue especialmente oscura. Con la nica luz refugiada en los monasterios, y la influyente iglesia catlica moviendo hilos desde concilios, plpitos y confesionarios, los reyes posteriores a Recaredo, no precisamente intelectuales, se enzarzaron en una sangrienta lucha por el poder que habra necesitado, para contarla, al Shakespeare que, como tantas otras cosas, en Espaa nunca tuvimos. De los treinta y cinco reyes godos, la mitad palmaron asesinados.Y en eso seguan cuando hacia el ao 710, al otro lado del Estrecho de Gibraltar, reson un grito que iba a cambiarlo todo:No hay otro Dios que Al, y Mahoma es su profeta.Arturo Prez-Reverte

Una historia de Espaa (VI)XLSemanal -29/7/2013 Patente de corso

En el ao 711, como dicen esos guasones versos que con tanta precisin clavan nuestra historia: Llegaron los sarracenos / y nos molieron a palos; / que Dios ayuda a los malos / cuando son ms que los buenos. Suponiendo que a los hispano-visigodos se los pudiera llamar buenos. Porque a ver. De una parte, dando alaridos en plan guerra santa a los infieles, llegaron por el norte de frica las tribus rabes adictas al Islam, con su entusiasmo calentito, y los bereberes convertidos y empujados por ellos. Para hacerse idea, siten en medio un estrecho de solo quince kilmetros de anchura, y pongan al otro lado una Espaa, Hispania o como quieran llamarla -los musulmanes la llamaban Ispaniya, o Spania-, al estilo de la de ahora, pero en plan visigodo, o sea, cuatro millones de cabrones insolidarios y cainitas, cada uno de su padre y de su madre, enfrentados por rivalidades diversas, regidos por reyes que se asesinaban unos a otros y por obispos entrometidos y atentos a su negocio, con unos impuestos horrorosos y un expolio fiscal que habra hecho feliz a Mariano Rajoy y a sus ms infames sicarios. Unos fulanos, en suma, desunidos y bordes, con la mala leche de los viejos hispanorromanos reducidos a clases sociales inferiores, por un lado, y la arrogante barbarie visigoda todava fresca en su prepotencia de ordeno y mando. Aadan el hambre del pueblo, la hipertrofia funcionarial, las ambiciones personales de los condes locales, y tambin el hecho de que a algn rey de los ltimos le gustaban las seoras ms de lo prudente -tampoco en eso hay ahora nada nuevo bajo el sol-, y los padres, y tos, y hermanos y tal de algunas prjimas le tenan al lujurioso monarca unas ganas horrorosas. O eso dicen. De manera que una familia llamada Witiza, y sus compadres, se compincharon con los musulmanes del otro lado, norte de frica, que a esas alturas y por el sitio (Mauretania) se llamaban mauras, o moros: nombre absolutamente respetable que han mantenido hasta hoy, y con el que se les conocera en todas las crnicas de historias escritas sobre el particular -y fueron unas cuantas- durante los siguientes trece siglos. Y entre los partidarios de Witiza y un conde visigodo que gobernaba Ceuta le hicieron una cama de cuatro por cuatro al rey de turno, que era un tal Roderico, Rodrigo para los amigos. Y en una circunstancia tan espaola -para que luego digan que no existimos- que hasta humedece los ojos de emocin reconocernos en eso tantos siglos atrs, prefirieron entregar Espaa al enemigo, y que se fuera todo a tomar por saco, antes que dejar aparte sus odios y rencores personales. As que, aprovechando -otra coincidencia conmovedora- que el tal Rodrigo estaba ocupado en el norte guerreando contra los vascos, abrieron la puerta de atrs y un jefe musulmn llamado Tariq cruz el Estrecho (la montaa Yebel-Tariq, Gibraltar, le debe el nombre) y desembarc con sus guerreros, frotndose las manos porque, gobierno y habitantes aparte, la vieja Ispaniya tena muy buena prensa entre los turistas muslimes: frtil, rica, clima variado, buena comida, seoras guapas y dems. Y encima, con unas carreteras, las antiguas calzadas romanas, que eran estupendas, recorran el pas y facilitaban las cosas para una invasin, nunca mejor dicho, como Dios manda. De manera que cuando el rey Rodrigo lleg a toda candela con su ejrcito en plan a ver qu diablos est pasando aqu, oigan, le dieron las suyas y las del pulpo. Ocurri en un sitio del sur llamado La Janda, y all se fueron al carajo la Espaa cristianovisigoda, la herencia hispanorromana, la religin catlica y la madre que las pari. Porque los cretinos de Witiza, el conde de Ceuta y los otros compinches crean que luego los moros iban a volverse a frica; pero Tariq y otro fulano que vino con ms guerreros, llamado Muza, dijeron Nos gusta esto, chavales. As que nos quedamos, si no tenis inconveniente. Y la verdad es que inconvenientes hubo pocos. Los espaoles de entonces, a impulsos de su natural carcter, adoptaron la actitud que siempre adoptaran en el futuro: no hacer nada por cambiar una situacin; pero, cuando alguien la cambia por ellos y la nueva se pone de moda, apuntarse en masa. Lo mismo da que sea el Islam, Napolen, la plaza de Oriente, la democracia, no fumar en los bares, no llamar moros a los moros, o lo que toque. Y siempre, con la estpida, acrtica, hipcrita, fantica y acomplejada fe del converso. As que, como era de prever, despus de La Janda las conversiones al Islam fueron masivas, y en pocos meses Espaa se despert ms musulmana que nadie. Como se vea venir. (Continuar).Arturo Prez-Reverte

Una historia de Espaa (VII)XLSemanal -12/8/2013 Patente de corso

Estbamos en que los musulmanes, o sea, los moros, se haban hecho en slo un par de aos con casi toda la Espaa visigoda; y que la pea local, acudiendo como suele en socorro del vencedor, se convirti al Islam en masa, a excepcin de una estrecha franja montaosa de la cornisa cantbrica. El resto se adapt al estilo de vida moruno con facilidad, prueba inequvoca de que los hispanos estaban de la administracin visigoda y de la iglesia catlica hasta el extremo del cimbel. La lengua rabe sustituy a la latina, las iglesias se convirtieron en mezquitas, en vez de rezar mirando a Roma se mir a La Meca, que tena ms novedad, y la Hispania de romanos y visigodos empez a llamarse Al Andalus ya en monedas acuadas en el ao 716. Calculen cmo fue de rpido el asunto, considerando que, slo un siglo despus de la conquista, un tal lvaro de Crdoba se quejaba de que los jvenes mozrabes -cristianos que an mantenan su fe en zona musulmana- ya no escriban en latn, y en los botellones de entonces, o lo que fuera, decan Qu fuerte, ta en lengua morube. El caso fue que, con pasmosa rapidez, los cristianos fueron cada vez menos y los moros ms. Cmo se pondra la cosa que, en Roma, el papa de turno emiti decretos censurando a los hispanos o espaoles cristianos que entregaban a sus hijas en matrimonio a musulmanes. Pero claro: ponerte estrecho es fcil cuando eres papa, ests en Roma y nombras a tus hijos cardenales y cosas as; pero cuando vives en Crdoba o Toledo y tienes dirigiendo el trfico y cobrando impuestos a un pavo con turbante y alfanje, las cosas se ven de otra manera. Sobre todo porque ese cuento chino de una Al Andalus tolerante y feliz, llena de poetas y gente culta, donde se beba vino, haba tolerancia religiosa y las seoras eran ms libres que en otras partes, no se lo traga ni el idiota que lo invent. Porque haba de todo. Gente normal, claro. Y tambin intolerantes hijos de la gran puta. Las mujeres iban con velo y estaban casi tan fastidiadas como ahora; y los fanticos eran, como siguen siendo, igual de fanticos, lleven crucifijo o media luna. Lo que, naturalmente, tampoco falt en aquella Espaa musulmana fue la divisin y el permanente nosotros y ellos. Al poco tiempo, sin duda contagiados por el clima local, los conquistadores de origen rabe y los de origen bereber ya se daban por saco a cuenta de las tierras a repartir, las riquezas, los esclavos y dems parafernalia. Asomaba de nuevo las orejas la guerra civil que en cuanto pisas Espaa se te mete en la sangre -para entonces ya llevbamos unas cuantas-, cuando ocurri algo especial: como en los cuentos de hadas, lleg de Oriente un prncipe fugitivo joven, listo y guapo. Se llamaba Abderramn, y a su familia le haba dado matarile el califa de Damasco. Al llegar aqu, con mucho arte, el chaval se proclam una especie de rey -emir, era el trmino tcnico- e independiz Al Andalus del lejano califato de Damasco y luego del de Bagdad, que hasta entonces haban manejado los hilos y recaudado tributos desde lejos. El joven emir nos sali inteligente y culto -de vez en cuando, aunque menos, tambin nos pasa- y dej la Espaa musulmana como nueva, poderosa, prspera y tal. Organiz la primera maquinaria fiscal eficiente de la poca y alent los llamadosviajes del conocimiento, con los que ulemas, alfaques, literatos, cientficos y otros sabios viajaban a Damasco, El Cairo y dems ciudades de Oriente para traerse lo ms culto de su tiempo. Despus, los descendientes de Abderramn, Omeyas de apellido, fueron pasando de emires a califas, hasta que uno de sus consejeros, llamado Almanzor, que era listo y valiente que te rilas, se hizo con el poder y estuvo veinticinco aos fastidiando a los reinos cristianos del norte -cmo crecieron stos desde la franja cantbrica lo contaremos otro da- en campaas militares o incursiones de verano llamadas aceifas, con saqueos, esclavos y tal, una juerga absoluta, hasta que en la batalla de Calataazor le sali el cochino mal capado, lo derrotaron y palm. Con l se perdi un tipo estupendo. Idea de su talante lo da un detalle: fue Almanzor quien acab de construir la mezquita de Crdoba; que no parece espaola por el hecho inslito de que, durante doscientos aos, los sucesivos gobernantes la construyeron respetando lo hecho por los anteriores; fieles, siempre, al bellsimo estilo original. Cuando lo normal, tratndose de moros o cristianos, y sobre todo de espaoles, habra sido que cada uno destruyera lo hecho por el gobierno anterior y le encargara algo nuevo al arquitecto Calatrava.Arturo Prez-Reverte

Una historia de Espaa (VIII)XLSemanal -26/8/2013 Patente de corso

Al principio de la Espaa musulmana, los reinos cristianos del norte slo fueron una nota a pie de pgina de la historia de Al Andalus. Las cosas notables ocurran en tierra de moros, mientras que la cristiandad bastante tena con sobrevivir, ms mal que bien, en las escarpadas montaas asturianas. Todo ese camelo del espritu de reconquista, el fuego sagrado de la nacin hispana, la herencia visigodo-romana y dems parafernalia vino luego, cuando los reinos norteos crecieron, y sus reyes y pelotillas cortesanos tuvieron que justificar e inventarse una tradicin y hasta una ideologa. Pero la realidad era ms prosaica. Los cristianos que no tragaban con los muslimes, ms bien pocos, se echaron al monte y aguantaron como pudieron, a la espaola, analfabetos y valientes en plan Curro Jimnez de la poca, puteando desde los riscos inaccesibles a los moros del llano. Don Pelayo, por ejemplo, fue seguramente uno de esos bandoleros irreductibles, que en un sitio llamado Covadonga pas a cuchillo a algn destacamento moro despistado que se meti donde no deba, le coloc hbilmente el mrito a la Virgen y eso lo hizo famoso. As fue creciendo su vitola y su territorio, imitado por otros jefes dispuestos a no confraternizar con la morisma. El mismo Pelayo, que era asturiano, un tal igo Arista, que era navarro, y otros animales por el estilo -los suplementos culturales de los diarios no deban de mirarlos mucho, pero manejaban la espada, la maza y el hacha con una eficacia letal- crearon as el embrin de lo que luego fueron reinos serios con ms peso y protocolo, y familias que se convirtieron en monarquas hereditarias. Prueba de que al principio la cosa reconquistadora y las palabras nacin y patria no estaban claras todava, es que durante siglos fueron frecuentes las alianzas y toqueteos entre cristianos y musulmanes, con matrimonios mixtos y enjuagues de conveniencia, hasta el extremo de que muchos reyes y emires de uno y otro bando tuvieron madres musulmanas o cristianas; no esclavas, sino concertadas en matrimonio a cambio de alianzas y ventajas territoriales. Y al final, como entre la raza gitana, muchos de ellos acabaron llamndose primo, con lo que mucha degollina de esa poca qued casi en familia. Esos primeros tiempos de los reinos cristianos del norte, ms que una guerra de recuperacin de territorio propiamente dicha fueron de incursiones mutuas en tierra enemiga, cabalgadas y aceifas de verano en busca de botn, ganado y esclavos -una algara de los moros lleg a saquear Pamplona, reventando, supongo, los Sanfermines ese ao-. Todo esto fue creando una zona intermedia peligrosa, despoblada, que se extenda hasta el valle del Duero, en la que se produjo un fenmeno curioso, muy parecido a las pelculas de pioneros norteamericanos en el Oeste: familias de colonos cristianos pobres que, echndole huevos al asunto, se instalaban all para poblar aquello por su cuenta, defendindose de los moros y a veces hasta de los mismos cristianos, y que acababan unindose entre s para protegerse mejor, con sus granjas fortificadas, monasterios y tal; y que, a su heroica, brutal y desesperada manera, empezaron la reconquista sin imaginar que estaban reconquistando nada. En esa frontera dura y peligrosa surgieron tambin bandas de guerreros cristianos y musulmanes que, entre salteadores y mercenarios, se ponan a sueldo del mejor postor, sin distincin de religin; con lo que se lleg al caso de mesnadas moras que se lo curraban para reyes cristianos y mesnadas cristianas al servicio de moros. Fue una poca larga, apasionante, sangrienta y cruel, de la que si furamos gringos tendramos maravillosas pelculas picas hechas por John Ford; pero que, siendo espaoles como somos, acab podrida de tpicos baratos y posteriores glorias catlico-imperiales. Aunque eso no le quite su inters ni su mrito. Tambin por ese tiempo el emperador Carlomagno, que era francs, quiso quedarse con un trozo suculento de la pennsula; pero guerrilleros navarros -imagnenselos- le dieron las suyas y las de un bombero en Roncesvalles a la retaguardia del ejrcito gabacho, picndola como una hamburguesa, y Carlomagno tuvo que conformarse con el vasallaje de la actual Catalua, conocida como Marca Hispnica. Tambin, por aquel entonces, desde La Rioja empez a extenderse una lengua magnfica que hoy hablan 450 millones de personas en todo el mundo. Y que ese lugar, cuna del castellano, no est hoy en Castilla, es slo uno de los muchos absurdos disparates que la peculiar historia de Espaa iba a depararnos en el futuro.Arturo Prez-Reverte

Una historia de Espaa (IX)XLSemanal -9/9/2013 Patente de corso

Estbamos en que la palabra Reconquista vino luego, a toro pasado, y que los patriohistoriadores dedicados a glorificar el asunto de la empresa comn hispnica y tal mintieron como bellacos; as como tambin mienten, sobre etapas posteriores, ciertos neohistoriadores del ultranacionalismo perifrico. En el tiempo que nos ocupa, los enclaves cristianos del norte bastante tenan con arreglrselas para sobrevivir, y no estaban de humor para soar con recomponer Hispanias perdidas: unos pagaban tributo de vasallaje a los moros de Al Andalus y todos se lo montaban como podan, a menudo hacindose la pueta entre ellos, traicionndose y alindose con el enemigo, hasta el punto de que los emires musulmanes del sur, dndose con el codo, se decan unos a otros: tranqui, colega Mojam, colega Abdal, que no hay color, dejemos que esos cantamaanas se desuellen unos a otros -lo que demuestra, por otra parte, que como profetas los emires tampoco tenan ni puta idea-. Cmo estaran las cosas reconquistadoras de poco claras por ese tiempo, que el primer rey cristiano de Pamplona del que se tiene noticia, igo Arista, tena un hermano carnal llamado Muza que era caudillo moro, y entre los dos le dieron otra soba despus de Roncesvalles a Carlomagno; que en sus ambiciones sobre la Pennsula siempre tuvo muy mal fario y se dira que lo hubiese mirado un tuerto. El caso es que as, poco a poco, entre incursiones, guerras y pactos a varias bandas que incluan alianzas y tratados con moros o cristianos, segn convena, poco a poco se fue formando el reino de Navarra, crecido a medida que el califato cordobs y los musulmanes en general pasaban por perodos -espaolsimos, tambin ellos- de flojera y bronca interna, en un perodo en el que cada perro se lama su cipote, dicho en plata, y que acab llamndose reinos de taifas, con reyezuelos que, como su propio nombre indica, iban a su rollo moruno. Y de ese modo, entre colonos que se la jugaban en tierra de nadie y expediciones militares de unos y otros para saqueo, esclavos y dems parafernalia -eso de saquear, violar y esclavizar era prctica comn de la poca en todos los bandos, aunque ahora suene ms bien raro-, la frontera cristiana se fue desplazando alternativamente hacia arriba y hacia abajo, pero sobre todo hacia abajo. Sancho III el Mayor, rey navarro, uno de los que le haba puesto a Almanzor los pavos a la sombra, peg un soberbio braguetazo con la hija del conde de Castilla, que era la soltera ms cotizada de entonces, y organiz un reino bastante digno de ese nombre, que al morir dividi entre sus hijos -prueba de que eso de unificar Espaa y echar de aqu a la mahometana morisma todava no le pasaba a nadie por la cabeza-. Dio Navarra a su hijo Garca, Castilla a Fernando, Aragn a Ramiro, y a Gonzalo los condados de Sobrarbe y Ribagorza. De esta forma se fue definiendo el asunto: los de Castilla y Aragn tomaron el ttulo de rey, y a partir de entonces pudo hablarse, con ms rigor, de reinos cristianos del norte y de Al Andalus islmico al Sur. En cuanto a Catalua, entonces feudataria de los vecinos reyes francos, fue ensanchndose con gobernantes llamados condes de Barcelona. El primero de ellos que se independiz de los gabachos fue Wifredo, por apodo el Pils o Velloso, que adems de peludo deba de ser piadoso que te rilas, pues llen el condado de magnficos monasterios. Ciertos historiadores de pesebre presentan ahora al buen Wifredo como primer rey de una supuesta monarqua catalana, pero no dejen que les coman el tarro: reyes en Catalua con ese nombre no hubo nunca. Ni de coa. Los reyes fueron siempre de Aragn, y la cosa se lig ms tarde, como contaremos cuando toque. De momento eran condes catalanes, a mucha honra. Y punto. Por cierto, hablando de monasterios, dos detalles. Uno, que mientras en el sur morube la cultura era urbana y se centraba en las ciudades, en el norte, donde la gente era ms bestia, se cultivaba en los monasterios, con sus bibliotecas y todo eso. El otro punto es que por ese tiempo la Iglesia Catlica, que iba adquiriendo grandes posesiones rurales de las que sacaba enormes ingresos, invent un negocio estupendo, que podramos llamar truco o timo del monje ausente: cuando una aceifa mora asolaba la tierra y saqueaba el correspondiente monasterio, los monjes lo abandonaban una larga temporada para que los colonos que se buscaban la vida en la frontera se instalaran all y pusieran de nuevo las tierras en valor, cultivndolas. Y cuando la propiedad ya era prspera de nuevo, los monjes reclamaban su derecho y se adueaban de todo, por la cara.Arturo Prez-Reverte

Una historia de Espaa (X)XLSemanal -23/9/2013 Patente de corso

Mientras Al Andalus se estancaba militarmente, con una sociedad artesana y rural que cada vez era menos inclinada a las trompetas y fanfarrias blicas, los reinos cristianos del norte, monarquas jvenes y ambiciosas, se lo montaban ms de chulitos y agresivos, ampliando territorios, estableciendo alianzas y jugndose unos a otros la del chino Fumanch en aquel tira y afloja que ahora llamamos Reconquista, pero que entonces slo era buscarse la vida sin miras nacionales. Prueba de que an no haba conciencia moderna de Espaa ni sentimiento patritico general es que, ya metidos en el siglo XII, Alfonso VII reparti el reino de Castilla -unido entonces a Len- entre sus dos hijos, Castilla a uno y Len a otro, y que Alfonso I dej Aragn nada menos que a las rdenes militares. Ese partir reinos en trozos, tan diferente al impulso patritico cristiano que a los de mi quinta nos vendieron en el cole -y que tan actual sigue siendo en la triste Espaa del siglo XXI-, no era ni es nuevo. Se dio con frecuencia, prueba de que los reyes hispanos y sus nios -aadamos una nobleza tan oportunista y desnaturalizada como nuestra actual clase poltica- iban a lo suyo, y lo de la patria unificada tendra que esperar un rato; hasta el punto de que todava la seguimos esperando, o ms bien ya ni se la espera. El ejemplo ms bestia de esa falta de propsito comn en la Espaa medieval es Fernando I, rey de Castilla, Len, Galicia y Portugal, que en el siglo onceno hizo un esfuerzo notable, pero a su muerte lo ech a perder repartiendo el reino entre sus hijos Sancho, Alfonso, Garca y Urraca, dando lugar a otra de nuestras tradicionales y entraables guerras civiles, entre hermanos para variar, que tuvo consecuencias en varios sentidos incluido el pico, pues de ah surgi la figura de Rodrigo Daz de Vivar, el Cid Campeador, cuya vida qued contada en una buena pelcula -Charlton Heston y Sophia Loren- que, por supuesto, rodaron los norteamericanos. En esto del Cid, de quien hablaremos con detalle en el siguiente captulo, conviene precisar que por aquel tiempo, con los moros locales bastante amariconados en la cosa blica, poco amigos del alfanje y tibios en cuanto a rigor islmico, empezaron a producirse las invasiones de tribus fanticas y belicosas que venan del norte de frica para hacerse cargo del asunto en plan Al Qaida. Fueron, por orden,los almorvides, los almohades y los benimerines: gente dura, de armas tomar, que sobre todo al principio no se casaba ni con su padre, y que a menudo dio a los monarcas cristianos cera hasta en el carnet de identidad. El caso es que as, poquito a poco, a trancas y barrancas, con altibajos sangrientos, hacindose pirulas, casndose, alindose, construyendo cada cual su catedral, matndose entre s cuando no escabechaban moros, los reyes de Castilla, Len, Navarra, Aragn y los condes de Catalua, cada uno por su cuenta -Portugal iba an ms a su aire-, fueron ampliando territorios a costa de la morisma hispana; que aunque se defenda como gato panza arriba y traa, como dije, refuerzos norteafricanos para echar una mano -y luego no poda quitrselos de encima-, se replegaba despacio hacia el sur, perdiendo ciudades a chorros. La cosa empez a estar clara con Fernando III de Castilla y Len, pedazo de rey, que tom a los muslimes Crdoba, Murcia y Jan, hizo tributario al rey de Granada, y reforzado con tropas de ste conquist Sevilla, que haba sido mora durante 500 aos, y luego Cdiz. Su hijo Alfonso X fue uno de esos reyes que por desgracia no frecuentan nuestra historia: culto, ilustrado, pese a que hizo frente a otra guerra civil -la ensima, y las que vendran- y a la invasin de los benimerines, tuvo tiempo de componer, u ordenar hacerlo, tres obras fundamentales: laHistoria General de Espaa-ojo al nombre-, lasCantigasy elCdigo de las Siete Partidas. Por esa poca, en Aragn, un rey llamado Ramiro II el Monje, conocedor de la idiosincrasia hispana, sobre todo la de los nobles -los polticos de entonces- tuvo un detalle simptico: convoc a la nobleza local, los decapit a todos y con sus cabezas hizo una bonita exposicin -hoy lo llamaramos arte moderno- conocida comoLa campana de Huesca. Por esas fechas, un plumilla moro llamado Ibn Said, chico listo y con buen ojo, escribi una frase sobre los bereberes que no me resisto a reproducir, porque define perfectamente a los espaoles musulmanes y cristianos de aquellos siglos turbulentos, y tambin a buena parte de los de ahora mismo:Son unos pueblos a los que Dios ha distinguido particularmente con a turbulencia y la ignorancia, y a los que en su totalidad ha marcado con la hostilidad y la violencia.(Continuar).Arturo Prez-Reverte

Una historia de Espaa (XI)XLSemanal -7/10/2013 Patente de corso

Tena pensado hablarles hoy del Cid Campeador, en monogrfico, porque el personaje es para darle de comer aparte. De l se ha usado y abusado a la hora de hablar de moros, cristianos, Reconquista y tal; y en tiempos de la historiografa franquista fue uno de los elementos simblicos ms sobados por la pea educativa en plan virtudes de la raza ibrica, convirtindolo en un patriota reunificador de la Espaa medieval y dispersa, muy en la lnea de los tebeos del Capitn Trueno y el Guerrero del Antifaz; hasta el punto de que en mis libros escolares del curso 58-59 figuraban todava unos versos que cito de memoria:La hidra roja se muere / de bayonetas cercada / y el Cid, con camisa azul / por el cielo azul cabalga.Para que se hagan idea. Pero la realidad estuvo lejos de eso. Rodrigo Daz de Vivar, que as se llamaba el fulano, era un vstago de la nobleza media burgalesa que se cri junto al infante don Sancho, hijo del rey Fernando I de Castilla y Len. Est probado que era listo, valiente, diestro en la guerra y peligroso que te rilas, hasta el punto de que en su juventud venci en dos picos combates singulares: uno contra un campen navarro y otro contra un moro de Medinaceli, y a los dos dio matarile sin despeinarse. En compaa del infante don Sancho particip en la guerra del rey moro de Zaragoza contra el rey cristiano de Aragn -la hueste castellana ayudaba al moro, ojo al dato-; y cuando Fernando I, supongo que bastante chocho en su lecho de muerte, hizo la estupidez de partir el reino entre sus cuatro hijos, Rodrigo Daz particip como alfrez abanderado del rey Sancho I en la guerra civil de ste contra sus hermanos. A Sancho le revent las asaduras un sicario de su hermana Urraca; y otro hermano, Alfonso, acab hacindose con el cotarro como Alfonso VI. A ste, segn leyenda que no est histricamente probada, Rodrigo Daz le habra hecho pasar un mal rato al hacerle jurar en pblico que no tuvo nada que ver en el escabeche de Sancho. Jur el rey de mala gana; pero, siempre segn la leyenda, no le perdon a Rodrigo el mal trago, y a poco lo mand al destierro. La realidad, sin embargo, fue ms prosaica. Y ms tpicamente espaola. Por una parte, Rodrigo haba dado el pelotazo del siglo al casarse con doa Jimena Daz, hija y hermana de condes asturianos, que adems de guapa estaba podrida de dinero. Por otra parte, era joven, apuesto, valiente y con prestigio. Y encima, chulo, con lo que no dejaban de salirle enemigos, ms entre los propios cristianos que entre la mahometana morisma. La envidia hispana, ya saben. Nuestra deliciosa naturaleza. As que la nobleza prxima al rey, los pelotas y tal, empezaron a hacerle la cama a Rodrigo, aprovechando diversos incidentes blicos en los que lo acusaban de ir a su rollo y servir sus propios intereses. Al final, Alfonso VI lo desterr; y el Cid -para entonces los moros ya lo llamabanSidi, que significa seor- se fue a buscarse la vida con una hueste de guerreros fieles, imagnense la catadura de la pea, en plan mercenario. Como para ponerse delante. No lleg a entenderse con los condes de Barcelona, pero s con el rey moro de Zaragoza, para el que estuvo currando muchos aos con xito, hasta el punto de que derrot en su nombre al rey moro de Lrida y a los aliados de ste, que eran los catalanes y los aragoneses. Incluso se dio el gustazo de apresar al conde de Barcelona, Berenguer Ramn II, tras darle una amplia mano de hostias en la batalla de Pinar de Tvar. As estuvo la tira de aos, luchando contra moros y contra cristianos en guerras sucias donde todos andaban revueltos, acrecentado su fama y ganando pasta con botines, saqueos y tal; pero siempre, como buen y leal vasallo que era, respetando a su seor natural, el rey Alfonso VI. Y al cabo, cuando la invasin almorvide acogot a Alfonso VI en Sagrajas, hacindolo comerse una derrota como el sombrero de un picador, el rey se trag el orgullo y le dijo al Cid: Oye, Sidi, chame una mano, que la cosa est chunga. Y ste, que en lo tocante a su rey era un pedazo de pan, campe por Levante -de paso saque la Rioja cristiana, ajustando cuentas con su viejo enemigo el conde Garca Ordez-, conquist Valencia y la defendi a sangre y fuego. Y al fin, en torno a cumplir 50 tacos, cinco das antes de la toma de Jerusaln por los cruzados, temido y respetado por moros y cristianos, muri en Valencia de muerte natural el ms formidable guerrero que conoci Espaa. Al que van como un guante otros versos que, stos s, me gustan porque explican muchas cosas terribles y admirables de nuestra Historia:Por necesidad batallo / y una vez puesto en la silla / se va ensanchando Castilla / delante de mi caballo.(Continuar). Arturo Prez-Reverte

Una historia de Espaa (XII)XLSemanal -28/10/2013 Patente de corso

Para el siglo XIII o por ah, mientras en el norte se asentaban los reinos de Castilla, Len, Navarra, Aragn, Portugal y el condado de Catalua, los moros de Al Andalus se haban vuelto ms bien blanditos, dicho en trminos generales: casta funcionarial, recaudadores de impuestos, ncleos urbanos ms o menos prsperos, agricultura, ganadera y tal. Gente por lo general pacfica, que ya no pensaba en reunificar los fragmentados reinos islmicos hispanos, y mucho menos en tener problemas con los cada vez ms fuertes y arrogantes reinos cristianos. La guerra, para la morisma, era ms bien defensiva y si no quedaba ms remedio. La clase dirigente se haba tirado a la bartola y era incapaz de defender a sus sbditos; pero lo que peor vean los ultrafanticos religiosos era que los preceptos del Corn se llevaban con bastante relajo: vino, carne de cerdo, poco velo y tal. Todo eso era visto con indignacin y cierto cachondeo desde el norte de frica, donde alguna gente, menos barnizada por el confort, miraba todava hacia la pennsula con ganas de buscarse la vida. De qu van estos mierdas, decan. Que los cristianos se los estn comiendo sin pelar, no se respeta el Islam y esto es una vergenza moruna. De manera que, entre los muslimes de aqu, que a veces pedan ayuda para oponerse a los cristianos, y la ambicin y el rigor religioso de los del otro lado, se produjeron diversas llegadas a Al Andalus de tropas frescas, nuevas, con ganas, guerreras como las de antes. Peligrosas que te mueres. Una de estas tribus fue la de los almohades, gente dura de narices, que proclam la Yihad, la guerra santa -igual el trmino les suena-, invadi el sur de la vieja Ispaniya y le dio al rey Alfonso VIII de Castilla -otra vez se haba dividido el reino entre hijos, para no perder la costumbre, separndose Len y Castilla- una paliza de padre y muy seor mo en la batalla de Alarcos, donde al pobre Alfonso lo vistieron de primera comunin. El rey castellano se lo tom a pecho, y no descans hasta que pudo montarles la recproca a los moros en las Navas de Tolosa, que fue un pifostio de mucha trascendencia por varios motivos. En primer lugar, porque all se fren aquella oleada de radicalismo guerrero-religioso islmico. En segundo, porque con mucha habilidad el rey castellano logr que el papa lo proclamase cruzada contra los sarracenos, para evitar as que, mientras se enfrentaba a los almohades, los reyes de Navarra y Len -que, tambin para variar, se la tenan jurada al de Castilla, y viceversa- le hicieran la pueta apualndolo por la espalda. En tercer lugar, y lo que es ms importante, en las Navas el bando cristiano, aparte de voluntarios franceses y de duros caballeros de las rdenes militares espaolas, estaba milagrosamente formado por tropas castellanas, navarras y aragonesas, puestas de acuerdo por una vez en su puta vida. Milagros de la Historia, oigan. Para no creerlo ni con fotos. Y nada menos que con tres reyes al frente, en un tiempo en el que los reyes se la jugaban en el campo de batalla, y no casndose con lady Di o cayndose en los escalones del bungalow mientras cazaban elefantes. El caso es que Alfonso VIII se present con su tropa de Castilla, Pedro II de Aragn, como buen caballero que era -haba heredado de su padre el reino de Aragn, que inclua el condado de Catalua-, fue a socorrerlo con tropas aragonesas y catalanas, y Sancho VII de Navarra, aunque se llevaba fatal con el castellano, acudi con la flor de su caballera. Falt a la cita el rey de Len, Alfonso IX, que se qued en casa, aprovechando el barullo para quitarle algunos castillos a su colega castellano. El caso es que se juntaron all, en las Navas, cerca de Despeaperros, 27.000 cristianos contra 60.000 moros, y se atizaron de una manera que no est en los mapas. La carnicera fue espantosa. Parafraseando unos versos de Zorrilla -deLa leyenda del Cid, muy recomendable podramos decir eso de:Costumbres de aquella era / caballeresca y feroz / donde acogotando al otro / se glorificaba a Dios. Ganaron los cristianos, pero en el ltimo asalto. Y hubo un momento magnfico cuando, vindose al filo de la derrota, el rey castellano, desesperado, dijo aqu morimos todos, pic espuelas y carg ciegamente contra el enemigo. Y los reyes de Aragn y de Navarra, por vergenza torera y no dejarlo solo, hicieron lo mismo. Y all fueron, tres reyes de la vieja Hispania y la futura Espaa, o lo que saliera de aquello, cabalgando unidos por el campo de batalla, seguidos por sus alfreces con las banderas, mientras la exhausta y ensangrentada infantera, entusiasmada al verlos llegar juntos, gritaba de entusiasmo mientras abra las filas para dejarles paso. (Continuar).Arturo Prez-Reverte

Una historia de Espaa (XIII)XLSemanal -11/11/2013 Patente de corso

En los albores del siglo XIII, el reino de Aragn se haca rico, fuerte y poderoso. Petronila (una huerfanita de culebrn casi televisivo, heredera del reino) se haba casado y comido perdices con el conde de Barcelona Ramn Berenguer IV; as que en el reinado del hijo de stos, Alfonso II (el que se bati como un tigre en Las Navas), quedaron asentados Aragn y Catalua bajo las cuatro barras de la monarqua aragonesa. Aquella familia tuvo la suerte de parir un chaval fuera de serie: se llamaba Jaime, fue el primer rey de Aragn con ese nombre, y pas a la Historia con el apodo deEl Conquistadorno por las seoras entre las que anduvo, que tambin -era muy aficionado a intercambiar fluidos-, sino porque triplic la extensin de su reino. Hombre culto, historiador y poeta, Jaime I dio a los moros lea hasta en el turbante, tomndoles Valencia y las Baleares, y poniendo en el Mediterrneo un ojo de guila militar y comercial que aragoneses y catalanes ya no entornaran durante mucho tiempo. Su hijo Pedro III arrebat Sicilia a los franceses en una guerra que sali bordada: el almirante Roger de Lauria los puso mirando a Triana en una batalla naval -hasta Trafalgar nos quedaban an seiscientos aos de podero martimo-, y en el asedio de Gerona los gabachos salieron por pies con epidemia de peste incluida. La expansin mediterrnea catalano-aragonesa fue desde entonces imparable, y las barras de Aragn se pasearon de tan triunfal manera por el que pas a ser Mare Nostrum que hasta el cronista Desclot escribi -en fluida lengua catalana- que inclusolos peces llevan las cuatro barras de la casa de Aragn pintadas en la cola. Hubo, eso s, una ocasin de an mayor grandeza perdida cuando Sancho el Fuerte de Navarra, al palmar, dej su reino al rey de Aragn. Esto habra cambiado tal vez el eje del poder en la historia futura de Espaa; pero los sbditos vascongados no tragaron, subi al trono un sobrino del conde de Champaa, y la historia de la Navarra hispana qued por tres siglos vinculada a Francia hasta que la conquist, incorporndola por las bravas a Aragn y Castilla, Fernando el Catlico (el guapo que sale en la tele con la serie Isabel). Pero el episodio ms admirable de toda esta etapa aragonesa y catalana de nuestra peripecia nacional es el de los almogvares, las llamadas compaas catalanas: gente de la que ahora se habla poco, porque no era, ni mucho menos, polticamente correcta. Y su historia es fascinante. Eran una tropa de mercenarios catalanes, aragoneses, navarros, valencianos y mallorquines en su mayor parte, ferozmente curtidos en la guerra contra los moros y en los combates del sur de Italia. Como soldados resultaban temibles, valerosos hasta la locura y despiadados hasta la crueldad. Siempre, incluso cuando servan a monarcas extranjeros, entraban en combate bajo la ensea cuatribarrada del rey de Aragn; y sus gritos de guerra, que ponan la piel de gallina al enemigo, eranArag, Arag, y Desperta ferro: despierta, hierro. Fueron enviados a Sicilia contra los franceses; y al acabar el desparrame, los mismos que los empleaban les haban cogido tanto miedo que se los traspasaron al emperador de Bizancio, para que lo ayudaran a detener a los turcos que empujaban desde Oriente. Y all fueron, 6.500 tos con sus mujeres y sus nios, feroces vagabundos sin tierra y con espada. De no figurar en los libros de Historia, la cosa sera increble: letales como guadaas, nada ms desembarcar libraron tres sucesivas batallas contra un total de 50.000 turcos, hacindoles escabechina tras escabechina. Y como buenos paisanos nuestros que eran, en los ratos libres se codiciaban las mujeres y el botn, matndose entre ellos. Al final fue su jefe el emperador bizantino quien, acojonado, no viendo manera de quitarse de encima a fulanos tan peligrosos, asesin a los jefes durante una cena, el 4 de abril de 1305. Luego mand un ejrcito de 26.000 bizantinos a exterminar a los supervivientes. Pero, resueltos a no dar gratis el pellejo, aquellos tipos duros decidieron morir matando: oyeron misa, se santiguaron, gritaronArag y Desperta ferro, e hicieron en los bizantinos una matanza tan horrorosa que, segn cuenta el cronista Muntaner, que estaba all,no se alzaba mano para herir que no diera en carne. Despus, ya metidos en faena, los almogvares saquearon Grecia de punta a punta, para vengarse. Y cuando no qued nada por quemar o matar, fundaron los ducados de Atenas y Neopatria, y se instalaron en ellos durante tres generaciones, con las bizantinas y tal, haciendo bizantinitos hasta que, ya ms blandos con el tiempo, los cubri la marea turca que culminara con la cada de Constantinopla. (Continuar).Arturo Prez-Reverte

Una historia de Espaa (XIV)XLSemanal -2/12/2013 Patente de corso

En la Espaa cristiana de los siglos XIV y XV, como en la mora (ya slo haba 5 reinos peninsulares: Portugal, Castilla, Navarra, Aragn y Granada), la guerra civil empezaba a ser una costumbre local tan tpica como la paella, el flamenco y la mala leche -suponiendo que entonces hubieran paella y flamenco, que no creo-. Las ambiciones y arrogancia de la nobleza, la injerencia del clero en la vida poltica y social, el bandidaje, las banderas y el acuchillarse por la cara, daban el tono; y tanto Castilla como Aragn, con su Catalua incluida, iban a conocer en ese perodo unas broncas civiles de toma pan y moja, que ya contaremos cuando toque; y que, como en episodios anteriores, habran proporcionado materia extraordinaria para varias tragedias shakesperianas, en el caso de que en Espaa hubiramos tenido ese Shakespeare que para nuestra desgracia -y vergenza- nunca tuvimos. Ranse ustedes de Ricardo III y del resto de la britnica tropa. Hay que reconocer, naturalmente, que en todas partes se cocan habas, y que ni italianos ni franceses, por ejemplo, hacan otra cosa. La diferencia era que en la pennsula ibrica, tericamente, los reinos cristianos tenan un enemigo comn, que era el Islam. Y viceversa. Pero ya hemos visto que, en la prctica, el rifirrafe de moros y cristianos fue un proceso complicado, hecho de guerras pero tambin de alianzas, chanchullos y otros pasteleos, y que lo de Reconquista como idea de una Espaa cristiana en plan Santiago cierra y tal fue cuajando con el tiempo, ms como consecuencia que como intencin general de unos reyes que, cada uno por su cuenta, iban a lo suyo, en unos territorios donde, invasiones sarracenas aparte, a aquellas alturas tan de aqu era el moro que rezaba hacia la Meca como el cristiano que oraba en latn. Los nobles, los recaudadores de impuestos y los curas, llevaran tonsura o turbante, eran parecidsimos en un lado y en otro; de manera que a los de abajo, se llamaran Manolo o Mojam, como ahora en el siglo XXI, siempre los fastidiaban los mismos. En cuanto a lo que algunos afirman de que hubo lugares, sobre todo en zona andalus, donde las tres culturas -musulmana, cristiana y juda- convivan fructferamente mezcladas entre s, con los rabinos, ulemas y clrigos besndose en la boca por la calle, hasta con lengua, ms bien resulta un cuento chino. Entre otras cosas porque las nociones de buen rollito, igualdad y convivencia nada tenan que ver entonces con lo que por eso entendemos ahora. La idea de tolerancia, ms o menos, era: chaval, si permites que te reviente a impuestos y me pillas de buenas, no te quemo la casa, ni te confisco la cosecha, ni violo a tu seora. Por supuesto, como ocurri en otros lugares de frontera europeos, la proximidad mestiz costumbres, dando frutos interesantes. Pero de ah a decir (como Amrico Castro, que iba a otro rollo tras la Guerra Civil del 36) que en la Pennsula hubo modelos de convivencia, media un abismo. Moros, cristianos y judos, segn donde estuvieran, vivan acojonados por los que mandaban, cuando no eran ellos; y tanto en la zona morube como en la otra hubo estallidos de violento fanatismo contra las minoras religiosas. Sobre todo a partir del siglo XIV, con el creciente radicalismo atizado por la cada vez ms arrogante Iglesia catlica, las persecuciones contra moros y judos menudearon en la zona cristiana (hubo un poco en todas partes, pero los navarros se lo curraron con verdadero entusiasmo en plan Sanfermines, asaltando un par de veces la judera de Pamplona, y luego arrasando la de Estella, calentados por un cura llamado Oillogoyen, que adems de estar como una cabra era un hijo de puta con balcones a la calle). En cualquier caso, antijudasmo endmico aparte -tambin los moros daban lea al hebreo-, las tres religiones y sus respectivas manifestaciones sociales coexistieron a menudo en Espaa, pero nunca en plan de igualdad, como afirman ciertos buenistas y muchos cantamaanas. Lo que s mezcl con la cristiana las otras culturas fueron las conversiones: cuando la cosa era ser bautizado, salir por pies o que te dejaran torrefacto en una hoguera, la pea haca de tripas corazn y rezaba en latn. De ese modo, familias muy interesantes, tanto hebreas como mahometanas, se pasaron al cristianismo, enriquecindolo con el rico bagaje de su cultura original. Tambin intelectuales doctos o apstoles de la conversin de los infieles estudiaron a fondo el Islam y lo que aportaba. Tal fue el caso del brillantsimo Ramn Llull: un nio pijo mallorqun al que le dio por salvar almas morunas y lleg a escribir, el to, en rabe mejor que en cataln o en latn. Que ya tiene mrito.(Continuar).Arturo Prez-Reverte

Una historia de Espaa (XV)XLSemanal -15/12/2013 Patente de corso

A los incautos que creen que los ltimos siglos de la reconquista fueron de esfuerzo comn frente al musulmn hay que decirles que verdes las han segado. Se hubiera acabado antes, de unificar objetivos; pero no fue as. Con los reinos cristianos ms o menos consolidados y rentables a esas alturas, y la mayor parte de los moros de Espaa convertidos al tocino o confinados en moreras (en juderas, los hebreos), la cosa consisti ya ms bien en una carrera de obstculos de reyes, nobles y obispos para ver quin se quedaba con ms parte del pastel. Que iba siendo sabroso. Como consecuencia, las palabrasguerraycivil, puestas juntas en los libros de Historia, te saltan a la cara en cada pgina. Todo cristo tuvo la suya: Castilla, Aragn, Navarra. Pagaron los de siempre: la carne de lanza y horca, los siervos desgraciados utilizados por unos y otros para las batallas o para pagar impuestos, mientras individuos de la puerca catadura moral, por ejemplo, del condestable lvaro de Luna, conspiraban, manipulaban a reyes y prncipes y se hacan ms ricos que el to Gilito. El tal condestable, que era el retrato vivo del perfecto hijo de puta espaol con mando en plaza, acab degollado en el cadalso -a veces uno casi lamenta que se hayan perdido ciertas higinicas costumbres de antao-; pero slo era uno ms, entre tantos (y ah siguen). De cualquier modo, puestos a hablar de esos malos de pelcula que aquella poca dio a punta de pala, el primer nombre que viene a la memoria es el de Pedro I, conocido por Pedro el Cruel: uno de los ms infames -y de sos hemos tenido unos cuantos- reyes y gobernantes que en Espaa pari madre. Este fulano meti a Castilla en una guerra civil en la que no faltaron ni brigadas internacionales, pues intervinieron tropas inglesas a su favor, nada menos que bajo el mando del legendario Prncipe Negro, mientras que soldados franchutes de la Francia, mandados por el no menos notorio Beltrn Duguesclin, apoyaban a su hermanastro y adversario Enrique de Trastmara. La cosa acab cuando Enrique le tendi un cuatro (como dicen en Mxico) a Pedro en Montiel, lo cosi personalmente a pualadas, chas, chas, chas, y a otra cosa, mariposa. Unos aos despus, y en lo que se refiere a Portugal -del que hablamos poco, pero estaba ah-, el hijo de ese mismo Enrique II, Juan I de Castilla, casado con una princesa portuguesa heredera del trono, estuvo a punto de dar el campanazo ibrico y unir ambos reinos; pero los portugueses, que iban a su propio rollo, y eran muy dueos de ir, eligieron a otro. Entonces, Juan I, que tena muy mal perder, los atac en plan gallito con un ejrcito invasor; aunque le sali el tiro por la culata, pues los abuelos de Pessoa y Saramago le dieron las suyas y las del pulpo en la batalla de Aljubarrota. Por esas fechas, al otro lado de la pennsula, el reino de Aragn se converta en un negocio cada vez ms prspero y en una potencia llena de futuro: a Aragn, Catalua, Valencia y Mallorca se fueron uniendo el Roselln, Sicilia y Npoles, con una expansin militar y comercial que abarcaba prcticamente todo el Mediterrneo occidental: los peces con las famosas barras de Aragn en la cola. Pero el virus de la guerra civil tambin pegaba fuerte all, y durante diez largos aos aragoneses y catalanes se estuvieron acuchillando por lo de siempre: nobles y alta burguesa -dicho de otro modo, la aristocracia poltica eterna-, dicindose yo quiero de rey a ste, que me hace ganar ms pasta, y t quieres a se. Mientras tanto, el reino de Navarra (que inclua lo que hoy llamamos Pas Vasco) tambin disfrutaba de su propia guerra civil con el asunto del prncipe de Viana y su hermana doa Blanca, que al fin palmaron envenenados, con detalles entraables que dejan chiquita la serieJuego de tronos. Navarra anduvo entre Pinto y Valdemoro, o sea, entre Espaa y Francia, dinasta por aqu y dinasta por all, hasta que en 1512 Fernando de Aragn la incorpor por las bravas, militarmente, a la corona espaola. A diferencia de los portugueses en Aljubarrota, los navarros perdieron la guerra y su independencia, aunque al menos salvaron los fueros -todos los estados europeos y del mundo se formaron con aplicacin del mismo artculo catorce: si ganas eres independiente; si pierdes, toca joderse-. Eso ocurri hace cinco siglos justos, y significa por tanto que los vascos y navarros son espaoles desde hace slo veinte aos menos que, por ejemplo, los granadinos; tambin, por cierto, incorporadosmanu militarial reino de Espaa, y que, como veremos en el siguiente captulo, si es que lo escribo, lo son desde 1492.Arturo Prez-Reverte

Una historia de Espaa (XVI)XLSemanal -30/12/2013 Patente de corso

Eran jvenes, guapos y listos. Me refiero a Isabel de Castilla y Fernando de Aragn, los llamados Reyes Catlicos. Los de la tele. Sobre todo, listos. Ella era de las que muerden con la boquita cerrada. Lo haba demostrado en la guerra contra los partidarios de su sobrina Juana la Beltraneja -apoyada por el rey de Portugal-, a la que repetidas veces le jug la del chino. l, trayendo en la maleta el fino encaje de bolillos que en el Mediterrneo occidental haca ya imparable la expansin poltica, econmica y comercial catalano-aragonesa. La alianza de esos dos jovenzuelos, que nos salieron de armas tomar, tiene, naturalmente, puntitos romnticos; pero lo que fue, sobre todo, es un matrimonio de conveniencia: una gigantesca operacin poltica que, aunque no fuera tan ambicioso el propsito final, en pocas dcadas iba a acabar situando a Espaa como primera potencia mundial, gracias a diversos factores que coincidieron en el espacio y el tiempo: inteligencia, valor, pragmatismo, tenacidad y mucha suerte; aunque lo de la suerte, con el paso de los aos, terminara volvindose -de tanta como fue- contra el terico beneficiado. O sea, contra los espaoles de a pie; que, a la larga, de beneficio obtuvimos poco y pagamos, como solemos, los gastos de la verbena. Sin embargo, en aquel final del siglo XV todo era posible. Todo estaba an por estrenar (como la Guardia Civil, por ejemplo, que tiene su origen remoto en las cuadrillas de la Santa Hermandad, creada entonces para combatir el bandolerismo rural; o la Gramtica de la lengua castellana de Antonio de Nebrija, que fue la primera que se hizo en el mundo sobre una lengua vulgar, de uso popular, y a la que aguardaba un esplndido futuro). El caso, volviendo a nuestros jovencitos monarcas, es que, simplificando un poco, podramos decir que el de Isabel y Fernando fue un matrimonio con separacin de bienes. T a Boston y yo a California. Ella segua siendo duea de Castilla; y l, de Aragn. Los otros bienes, los gananciales, llegaron a partir de ah, abundantes y en cascada, con un reinado que iba a acabar la Reconquista mediante la toma de Granada, a ensanchar los horizontes de la Humanidad con el descubrimiento de Amrica, y a asentarnos, consecuencia de todo aquello, como potencia hegemnica indiscutible en los destinos del mundo durante un siglo y medio. Que tiene tela. Con lo cual result que Espaa, ya entendida como nacin -con sus zurcidos, sus errores y sus goteras que llegan hasta hoy, incluida la apropiacin ideolgica y fraudulenta de esa interesante etapa por el franquismo-, fue el primer Estado moderno que se cre en Europa, casi un siglo por delante de los otros. Una Europa a la que no tardaran los peligrosos espaoles en tener bien agarrada por los huevos (permtanme la delicada perfrasis), y cuyos estados se formaron, en buena parte, para defenderse de ellos. Pero eso vino ms tarde. Al principio, Isabel y Fernando se dedicaron a romperle el espinazo a los nobles que iban a su rollo, demolindoles castillos y dndoles lea hasta en el dene. En Castilla la cosa funcion, y aquellos zampabollos y mangantes mal acostumbrados quedaron obedientes y tranquilos como malvas. En el reino de Aragn la cosa fue distinta, pues los privilegios medievales, fueros y toda esa murga tenan mucho arraigo; aparte que el reino era un complicado tira y afloja entre aragoneses, catalanes, mallorquines y valencianos. Todo eso dej enquistados insolidaridades y problemas de los que todava hoy, quinientos aos despus de ser Espaa, pagamos bien caro el pato. En cualquier caso, lo que surgi de aquello no fue todava un estado centralista en el sentido moderno, sino un equilibrio de poderes territoriales casi federal, mantenido por los Reyes Catlicos con mucho sentido comn y certeza del mutuo inters en que las cosas funcionaran. Lo del Estado unitario vino despus, cuando los Trastmara -la familia de la que procedan Isabel y Fernando, que eran primos- fueron relevados en el trono espaol por los Habsburgo, y sos nos metieron en el jardn del centralismo imposible, las guerras europeas, el derroche de la plata americana y el no hay arroz para tanto pollo. En cualquier caso, durante los 125 aos que incluiran el fascinante siglo XVI que estaba en puertas, transcurridos desde los Reyes Catlicos a Felipe II, iba a cuajar lo que para bien y para mal hoy conocemos como Espaa. De ese perodo provienen buena parte de nuestras luces y sombras: nuestras glorias y nuestras miserias. Sin conocer lo mucho y decisivo que en esos aos cruciales ocurri, es imposible comprender, y comprendernos.[Continuar].Arturo Prez-Reverte

Una historia de Espaa (XVII)XLSemanal -20/1/2014 Patente de corso

Estbamos, creo recordar, en que los dos guapitos que a finales del XV reinaban en lo que empezaba a parecer Espaa, Isabel de Castilla y Fernando de Aragn, lo tenan claro en varios rdenes de cosas. Una era que para financiar aquel tinglado haca falta una pasta horrorosa. Y como el ministro Montoro no haba nacido an y su sistema de expolio general todava no estaba operativo, decidieron -lo decidi Isabel, que era un bicho- ingeniar otro sistema para sacar cuartos a la pea por la cara. Y de paso tenerla acojonada, sobre todo all donde los fueros y otros privilegios locales limitaban el poder real. Ese invento fue el tribunal del Santo Oficio, conocido por el bonito nombre de Inquisicin, cuyo primer objetivo fueron los judos. stos tenan dinero porque trabajaban de administradores, recaudaban impuestos, eran mdicos prestigiosos, controlaban el comercio caro y prestaban a comisin, como los bancos; o ms bien ellos eran los bancos. As que primero se les sac tela por las buenas, en plan prstame algo, Ezequiel, que maana te lo pago; o, para que puedas seguir practicando lo tuyo, Eleazar, pgame este impuesto extra y tan amigos. Aparte de sos estaban los que se haban convertido al cristianismo pero practicaban en familia los ritos de su antigua religin, o los que no. Daba igual. Ser judo o tener antepasados tales te haca sospechoso. As que la Inquisicin se encarg de aclarar el asunto, primero contra los conversos y luego contra los otros. El truco era simple: judo eliminado o expulsado, bienes confiscados. Calculen cmo rindi el negocio. A eso no fue ajeno el buen pueblo en general; que, alentado por santos clrigos de misa y plpito, era aficionado a quemar juderas y arrastrar por la calle a los que haban crucificado a Cristo; a quienes, por cierto, todava uno de mis libros escolares, editado en 1950(Imprmase. Lino, obispo de Huesca), asegurabaeran objeto del odio popular por su avaricia y sus crmenes.Total: que, en vista de que se era un instrumento formidable de poder y daba muchsimo dinero a las arcas reales y a la santa madre Iglesia, la Inquisicin, que haba tomado carrerilla, sigui campando a sus anchas incluso despus de la expulsin oficial de los judos en 1492, dedicada ahora a otros menesteres propios de su piadoso ministerio: herejes, blasfemos, sodomitas. Gente perniciosa y tal. Incluso falsificadores de moneda, que tiene guasa. En un pas que acabara en manos de funcionarios -el duro trabajo manual era otra cosa- y en tales manos sigue, el Santo Oficio era un medio de vida ms: innumerables familias y clrigos vivan del sistema. Lo curioso es que, si te fijas, compruebas que Inquisicin hubo en todos los pases europeos, y que en muchos super en infamia y brutalidad a la nuestra. Pero la famosaLeyenda Negraalimentada por los enemigos exteriores de Espaa -que acabara peleando sola contra casi la totalidad del mundo- nos coloc el sambenito de la exclusiva. Hasta en eso nos crecieron los enanos. Leyenda no sin base real, ojo; porque el Santo Oficio, abolido en todos los pases normales en el siglo XVII, existi en Espaa hasta avanzado el XIX, y an se justificaba en el XX:Convencidos nuestros Reyes Catlicos de que ms vale el alma que el cuerpo, deca ese libro de texto al que antes alud. De todas formas, el dao causado por la Inquisicin, los reyes que con ella se lucraron y la Iglesia que la diriga, utilizaba e impulsaba, fue ms hondo que el horror de las persecuciones, tortura y hogueras. Su omnipresencia y poder envenenaron Espaa con una sucia costumbre de sospechas, delaciones y calumnias que ya no nos abandonara jams. Todo el que tena cuentas que ajustar con un vecino procuraba que ste terminara ante el Santo Oficio. Eso acab viciando al pueblo espaol, arruinndolo moralmente, instalndolo en el miedo y la denuncia, del mismo modo que luego ocurri en la Alemania nazi o en la Rusia comunista, por citar dos ejemplos, y ahora vemos en las sociedades sometidas al Islam radical. O, por venir ms cerca, a lo nuestro, en algunos lugares, pueblos y comunidades de la Espaa de hoy. Presin social, miedo al entorno, afn por congraciarse con el que manda, y esa expresin que tan bien define a los espaoles cuando nos mostramos exaltados en algo a fin de que nadie sospeche lo contrario:La fe del converso. Aadmosle la envidia, poderoso sentimiento nacional, como aceituna para el cctel. Porque buena parte de las ejecuciones y paseos dados en los dos bandos durante la guerra civil del 36 al 39 -o los que ahora daran algunos si pudieran- no fueron sino eso: nuestra vieja aficin a seguir manteniendo viva la Inquisicin por otros medios.[Continuar]. Arturo Prez-Reverte

Una historia de Espaa (XVIII)XLSemanal -3/2/2014 Patente de corso

La verdad es que aquellos dos jovencitos, Isabel de Castilla y su consorte, Fernando de Aragn, dieron mucha tela para cortar, y con ella vino el traje que, para lo bueno y lo malo, vestiramos en los prximos siglos. Por un lado, un oscuro marino llamado Coln le comi la oreja a la reina; y apoyado por algunos monjes de los que habramos necesitado tener ms, de sos que en vez de quemar judos y herejes se ocupaban de geografa, astronoma, ciencia y cosas as, consigui que le pagaran una expedicin nutica que acab descubriendo Amrica para los espaoles, de momento, y con el tiempo hara posibles las pelculas de John Ford, Wall Street, a Bob Dylan y al presidente Obama. Mientras, a este lado del charco, haba dos negocios pendientes. Uno era Italia. El reino de Aragn, donde estaba incluida Catalua, ondeaba susenyerade las cuatro barras en el Mediterrneo Occidental, con una fuerte presencia militar y comercial que inclua Cerdea, Sicilia y el sur italiano. Francia, que quera parte del pastel, merodeaba por la zona y quiso dar el campanazo controlando el reino de Npoles, regido por un Fernando que, adems de tocayo, era primo del rey catlico. Pero a los gabachos les sali el cochino mal capado, porque nuestro Fernando, el consorte de Isabelita, era un extraordinario poltico que hilaba fino en lo diplomtico. Y adems envi a Italia a Gonzalo Fernndez de Crdoba, alias Gran Capitn, que hizo polvo a los malos en varias batallas, utilizando la que sera nuestra imbatible herramienta militar durante siglo y medio: la fiel infantera. Formada en nuevas tcticas con la experiencia de ocho siglos contra el moro, de ella saldran los temibles tercios, basados en una frrea disciplina en el combate, firmes en la defensa, violentos en la acometida y crueles en el degello; soldados profesionales a quienes analistas militares de todo pelaje siguen considerando la mejor infantera de la Historia. Pero esa tropa no slo peleaba en Italia, porque otro negocio importante para Isabel y Fernando era el extenso reino espaol de Granada. En ese territorio musulmn, ltimo de la vieja Al Andalus, se haba refugiado buena parte de la inteligencia y el trabajo de todos aquellos lugares conquistados por los reinos cristianos. Era una tierra industriosa, floreciente, rica, que se mantena a salvo pagando tributos a Castilla con una mano izquierda exquisita para el encaje de bolillos. Las formas y las necesidades inmediatas eran salvadas con campaas de verano, incursiones fronterizas en busca de ganado y esclavos; pero en general se iba manteniendo un provechosostatu quo, y la Reconquista -ya se la llamaba as- pareca dormir la siesta. Hasta que al fin las cosas se torcieron gacho, como dicen en Mxico. Toda aquella riqueza era demasiado tentadora, y los cristianos empezaron a pegarle vidos mordiscos. Como reaccin, en Granada se endureci el fanatismo islmico, con muchoAl Ajbary dura intolerancia hacia los cristianos que all vivan cautivos; y adems -madre del cordero- se dej de pagar tributos. Todo esto dio a Isabel y Fernando el pretexto ideal para rematar la faena, completado con la metida de pata moruna que fue la toma del castillo fronterizo de Zahara. La campaa fue larga, laboriosa; pero los Reyes Catlicos la bordaron de cine, uniendo a la presin militar el fomento interno de -otra ms, suma y sigue- una bonita guerra civil moruna. Al final qued la ciudad de Granada cercada por los ejrcitos cristianos, y con un rey que era, dicho sea de paso, un mantequitas blandas. Boabdil, que as se llamaba el chaval, entreg las llaves el 2 de enero de 1492, fecha que puso fin a ocho siglos de presencia oficial islmica en la Pennsula. Hace 522 aos y un mes justos. Los granadinos que no quisieron tragar y convertirse fueron a las Alpujarras, donde se les prometi respetar su religin y costumbres; con el valor que, ya mucho antes de que gobernaran Zapatero o Rajoy, las promesas tienen en Espaa. A la media hora, como era de esperar, estaban infestadas las Alpujarras de curas predicando la conversin, y al final hubo orden de cristianar por el artculo catorce, obligar a la pea a comer tocino -por eso hay tan buen jamn y embutido en zonas que fueron moriscas- y convertir las mezquitas en iglesias. Total: ocho aos despus de la toma de Granada, aqu no quedaba oficialmente un musulmn; y, para garantizar el asunto, se encarg a nuestra vieja amiga la Inquisicin que velara por ello. La palabra tolerancia haba desaparecido del mapa, e iba a seguir desaparecida mucho tiempo; hasta el extremo de que incluso ahora, en 2014, resulta difcil encontrarla.

Arturo Prez-Reverte

Una historia de Espaa (XIX)XLSemanal -17/2/2014 Patente de corso

Fue a principios del siglo XVI, con Espaa ya unificada territorialmente y con apariencia de Estado ms o menos moderno, con Amrica descubierta y una fuerte influencia comercial y militar en Italia, el Mediterrneo y los asuntos de Europa, paradjicamente a punto de ser la potencia mundial ms chuleta de Occidente, cuando, pasito a pasito, empezamos a jiarla. Y en vez de dedicarnos a lo nuestro, a romper el espinazo de nobles -que no pagaban impuestos- y burgueses atrincherados en fueros y privilegios territoriales, y a ligarnos reinas y reyes portugueses para poner la capital en Lisboa, ser potencia martima y mirar hacia el Atlntico y Amrica, que eran el futuro, nos enfangamos hasta el pescuezo en futuras guerras de familia y religin europeas, donde no se nos haba perdido nada y donde bamos a perderlo todo. Y fue una lstima, porque originalmente la jugada era de campanillas, y adems la suerte parecamos tenerla en el bote. Los Reyes Catlicos haban casado a su tercera hija, Juana, nada menos que con Felipe el Hermoso de Austria: un guaperas de poderosa familia que, por desgracia, nos sali un poquito gilipollas. Pero como el prncipe heredero de Espaa, Juan, haba palmado joven, y la segunda hija tambin, result que Juana y Felipe consiguieron la corona a la muerte de sus respectivos padres y suegros. Pero lo llevaron mal. l, como dije, era un cantamaanas que para suerte nuestra muri pronto, con gran alivio de todos menos de su legtima, enamorada hasta las trancas -tambin estaba como una chota, hasta el punto de que pas a la Historia como Juana la Loca-. El hijo que tuvieron, sin embargo, sali listo, eficaz y con un par de huevos. Se llamaba Carlos. Era rubio tirando a pelirrojo, bien educado en Flandes, y hered el trono de Espaa, por una parte, y del Imperio alemn por otra; por lo que fue Carlos I de Espaa y V de Alemania. Aqu empez con mal pie: vino como heredero sin hablar siquiera el castellano, trayndose a sus compadres y amigos del cole para darles los cargos importantes; con lo que li un cabreo nobiliario de veinte pares de narices. Adems, pasndose por la regia entrepierna los fueros y dems, empez gobernando con desprecio a los usos locales, ignorando, por joven y pardillo, con quin se jugaba los cuartos. A fin de cuentas, ustedes llevan 19 captulos de esta Historia ledos; pero l no la haba ledo todava, y crea que los espaoles eran como, por ejemplo, los alemanes: ciudadanos ejemplares, dispuestos a pararse en los semforos en rojo, marcar el paso de la oca y denunciar al vecino o achicharrar al judo cuando lo estipula la legislacin vigente; no cuando, como aqu, a uno le sale de los cojones. As que imaginen la kale borroka que se fue organizando; y ms cuando Carlos, que como dije estaba mal acostumbrado y no tena ni idea de con qu pea lidiaba, exigi a las Cortes una pasta gansa para hacerse coronar emperador. Al fin la consigui, pero se li parda. Por un lado fue la sublevacin de Castilla, o guerra comunera, donde la gente le ech hgados al asunto hasta que, tras la batalla de Villalar, los jefes fueron decapitados. Por otro, tuvo lugar en el reino de Valencia la insurreccin llamada de las germanas: sa fue ms de populacho descontrolado, con excesos anrquicos, saqueos y asesinatos que terminaron, para alivio de los propios valencianos, con la derrota de los rebeldes en Orihuela. De todas formas, Carlos haba visto las orejas al lobo, y comprendi que este tinglado haba que manejarlo desde dentro y con vaselina, porque el potencial estaba aqu. As que empez a espaolizarse, a apoyarse en una Castilla que era ms dcil y con menos humos forales que otras zonas perifricas, y a cogerle, en fin, el tranquillo a este pas de hijos de puta. A esas alturas, contando lo de Amrica, que iba creciendo, y tambin media Italia -la sujetbamos con mano de hierro, teniendo al papa acojonado-, con el Mediterrneo Occidental y las posesiones del norte de frica conquistadas o a punto de conquistarse, el imperio espaol inclua Alemania, Austria, Suiza, los Pases Bajos, y parte de Francia y de Checoslovaquia. Y a eso iban a aadirse en seguida nuevas tierras con las exploraciones del Pacfico. Resumiendo: estaba a punto de nieve lo de no ponerse el sol en el imperio hispano. Pareca habernos tocado el gordo de Navidad, y hasta los vascos y los catalanes, como siempre que hay viruta y negocios de por medio, se mostraban encantados de llamarse espaoles, hablar castellano y pillar cacho de presente y de futuro. Pero entonces empez a sonar el nombre de un oscuro sacerdote alemn llamado Lutero.

Arturo Prez-Reverte

Una historia de Espaa (XX)XLSemanal -10/3/2014 Patente de corso

Y ahora, ante el episodio ms espectacular de nuestra historia, imaginen los motivos. Usted, por ejemplo, es un labriego extremeo, vasco, castellano. De donde sea. Pongamos que se llama Pepe, y que riega con sudor una tierra dura e ingrata de la que saca para malvivir; y eso, adems, se lo soplan los Montoros de la poca, los nobles convertidos en sanguijuelas y la Iglesia con sus latifundios, diezmos y primicias. Y usted, como sus padres y abuelos, y tambin como sus hijos y nietos, sabe que no saldr de eso en la puetera vida, y que su destino eterno en esta Espaa miserable ser agachar la cabeza ante el recaudador, lamer las botas del noble o besar la mano del cura, que encima le dice a su seora, en el confesionario, cmo se te ocurre hacerle eso a tu marido, que te vas a condenar por pecadora. Y nuestro pobre hombre est en ello, cavilando si no ser mejor reunir la mala leche propia de su maltratada raza, juntarla con el carcter sobrio, duro y violento que le dejaron ocho siglos de acuchillarse con moros, saquear el palacio del noble, quemar la iglesia con el cura dentro y colgar al recaudador de impuestos de una encina, y luego que salga el sol por Antequera. Y en eso est, afilando la hoz para segar algo ms que trigo, dispuesto a llevrselo todo por delante, cuando llega su primo Manolo y dice: chaval, han descubierto un sitio que se llama las Indias, o Amrica, o como te salga de los huevos porque est sin llamarlo todava, y dicen que est lleno de oro, plata, tierras nuevas e indias que tragan. Slo hay que ir all, y jugrsela: o revientas o vuelves millonetis. Y lo de reventar ya lo tienes seguro aqu, as que t mismo. Vente a Alemania, Pepe. De manera que nuestro hombre dice: pues bueno, pues vale. De perdidos, a las Indias. Y all desembarcan unos cuantos centenares de Manolos, Pacos, Pepes, Ignacios, Jorges, Santiagos y Vicentes dispuestos a eso: a hacerse ricos a sangre y fuego o a dejarse el pellejo en ello, haciendo lo que le canta el gentil mancebo a don Quijote:A la guerra me lleva