Arte Rupestre y Microespacios en Chile central

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PROCESOS SOCIALES PREHISPÁNICOS EN EL SUR ANDINO LA VIVIENDA, LA COMUNIDAD Y EL TERRITORIO Compilado por Axel E. Nielsen M. Clara Rivolta Verónica Seldes María Magdalena Vázquez Pablo H. Mercolli

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significador de la complejidad del espacio doméstico en vez de cumplir un rolprescriptivo de la conducta doméstica (Allison 1999).

Conclusiones

En la primer parte del trabajo desarrollé los conceptos principales de una“arqueología de la práctica” que permiten acercarnos al espacio doméstico. Vimos acontinuación a través de un ejemplo etnográfico cómo los rituales llevados a cabodurante la construcción de la casa Qaqachaka operan como una lógica práctica quereproduce corporalmente un habitus relacionado con la cosmovisión aymara. Dentrode este esquema, la casa cumple un rol fundamental en cuanto se sitúa en el centro deuna serie de oposiciones complementarias entre, por un lado, los principios masculinosy femeninos, y por el otro la familia, la federación y el Estado. La complementariedadde los principios masculinos y femeninos, materializada en la casa, es para los aymarala manera de reproducir la sociedad. Por lo tanto, la construcción de la casa se relacionacon la continuidad y reproducción de la sociedad como un todo.

Los diferentes niveles sociales que se articulan en la construcción de la casa vanmás allá de las funciones propuestas para la “unidad doméstica” por la ArqueologíaProcesual. Tampoco es posible reducir sus funciones a un ámbito meramente simbólicoo de reproducción de sistemas de símbolos. Es debido a estos puntos que propongodescartar la noción de “unidad doméstica” como una categoría de análisis a priori, yfocalizar en las prácticas llevadas a cabo en el espacio doméstico.

Un enfoque basado en las prácticas asociadas al espacio doméstico ofrece variasventajas. La primera de ellas es que no limita “lo doméstico” a un espacio o tiempopredeterminado, sino que permite acceder a la manera en que las sociedadesconstruyen lo doméstico, tal vez articulando actividades que se desarrollan en tiemposy lugares diferentes. Para ello resulta rentable el concepto de sistemas de actividadesy de escenarios propuesto por Rapoport (1990b), y la noción de taskcape de Ingold(1993). Otra ventaja que a mi entender posee la arqueología de la práctica es que abreun abanico de posibilidades para entender de qué manera las actividades cotidianasde los agentes construyen, refuerzan o cuestionan principios relacionados con latradición transmitidos en el habitus. Y esta pregunta cobra relevancia fundamentalmentecuando queremos encarar problemáticas relacionadas con el cambio social. Paradecirlo de otra manera, el análisis de las prácticas y su estructuración permite entenderde qué manera el cambio social es producido, o de qué manera es experimentadopor los agentes.

Otro tema de importancia que se desprende de un análisis de las prácticas es elrol de la cultura material en la creación de subjetividades diferentes a la occidental ymoderna (Fowler 2004). El mecanismo de incorporación propuesto por Bourdieuque relaciona a los agentes sociales con la cultura material permite evaluar cuáles sonlos principios que se enfatizan en la construcción de la subjetividad. Retomando el

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PROCESOS SOCIALESPREHISPÁNICOS EN EL SUR ANDINO

LA VIVIENDA, LA COMUNIDADY EL TERRITORIO

Compilado por

Axel E. NielsenM. Clara RivoltaVerónica Seldes

María Magdalena VázquezPablo H. Mercolli

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© Editorial Brujas

1 ° Edición.

Impreso en Argentina

ISBN: 978-987-591-106-2

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Procesos sociales prehispánicos en el sur andino : la vivienda, la comunidad

y el territorio / María Clara Rivolta ... [et.al.] ; dirigido por Axel E. Nielsen. -

1a ed. - Córdoba : Brujas, 2007.

410 p. ; 25x17 cm.

ISBN 978-987-591-106-2

1. Historia Precolombina0. I. Rivolta, María Clara. II. Axel E. Nielsen, dir.

CDD 980.012

| DE VUELTA A LA CASA. ALGUNAS CONSIDERACIONES SOBRE EL ESPACIO DOMÉSTICO |

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Cultura Material e Incorporación

Como ya desarrollé anteriormente, el proceso de incorporación del habitus pro-puesto por Bourdieu (1977) es un proceso que opera principalmente en un nivel nodiscursivo, es decir, a través de la relación del cuerpo de los agentes con el espacio.De esta manera, la arqueología en tanto ciencia de la cultura material puede hacer unacontribución importante para entender la manera en que este proceso es llevado acabo en distintas sociedades. Pero para ello es necesario dejar de lado la noción de“unidad doméstica” como una unidad social limitada y focalizarnos en las prácticasllevadas a cabo en el espacio doméstico. El aporte distintivo de la arqueología en estesentido sería proveer información sobre la conducta doméstica del pasado a partirde su materialidad, ya que los lugares de habitación son los lugares principales deconsumo de cultura material (Allison 1999).

La arqueología de la práctica, a partir de poner énfasis en los sistemas de activi-dades junto con sus sistemas de escenarios (sensu Rapoport 1990b) permite recuperarla estructura de las actividades para luego ponerla en tensión en diferentes niveles deanálisis. Es en esta tensión donde pueden interpretarse algunos significados asociadosa las prácticas. En este punto, coincido con Hodder (1999) en que los significados dela cultura material son contextuales y específicos, pero el proceso de significación esposterior al reconocimiento de las prácticas y su estructuración. Al reconocer losprincipios que estructuran las actividades domésticas a partir de su materialidad po-demos llegar a esbozar una interpretación y definición de “lo doméstico” que seasensible a variaciones culturales, espaciales y temporales. Es necesario tener en cuentatambién que los objetos presentes en el espacio doméstico no se relacionan necesa-riamente con las actividades llevadas a cabo en ese espacio; y la cultura materialpresente en contextos domésticos puede ser el resultado de diferentes fases en lahistoria de vida de la casa (La Motta y Schiffer 1999). Por lo tanto, lo más probablees que el registro sea el producto de secuencias de ocupación prolongadas, relaciona-das con la historia del grupo que habitó el espacio y con procesos deposicionales ypost deposicionales.

De todas maneras, la relación entre las actividades y sus elementos fijos y semifijos, junto con el escenario en el cual se desarrollan, nos pueden brindar datos sus-tanciales para interpretar el proceso de incorporación (Bourdieu 1977, 1999) en lassociedades del pasado. El ejemplo qaqachaka discutido anteriormente nos permiteevaluar la materialidad de este proceso, a partir de la estructuración de la culturamaterial relacionada con lo doméstico en los rituales de construcción de la casa y ensu posterior uso de acuerdo a los mismos esquemas generativos. Es en la redundan-cia de la operación de la lógica práctica en diversos ámbitos donde podemos hallarla manera de recuperarla a partir de la cultura material. El caso aymara presentado esademás ilustrativo en el sentido que cada movimiento y posición en el espacio tieneun significado preciso asociado, y son las oposiciones entre los significados las queestructuran a la cultura material. La etnografía puede ser empleada como un

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Mientras se coloca el techo, se dirigen ch´allas hacia el monte como fuente de lamadera. Existe una analogía entre el techo y los cerros y una asociación de la casa conuna persona, donde el techo corresponde a la cabeza y la paja a los cabellos. LosQaqachakas distinguen entre dos tipos de elementos en el techo: la madera de lostirantes, asociada con los hombres y la paja vinculada con las mujeres. También enesta etapa se continúa con la construcción de la casa como metáfora de tejer. Lascuatro esquinas parecen sostener a la casa como un telar horizontal gigantesco. Laviga central de la casa con sus sogas y tijerales es vista como una zona liminal entre elcielo y la tierra, entre el cuerpo y el espíritu, y entre el interior y exterior del techoconsiderado un cerro.

La división conceptual del techo en elementos de género se continúa en la divisiónde tareas. Las mujeres desenredan, desmarañan y amontonan la paja mientras que loshombres construyen las paredes y colocan las vigas del techo. La paja de la coberturadel techo también es diferenciada por género. La paja de arriba y más liviana esmasculina, y en oposición, la paja más pesada y mezclada con barro de los aleros deltecho es femenina.

Al finalizar la ceremonia de construcción, las cuñadas de la nueva ama de casallevan regalos de despensas de semillas en miniatura para colgarlos dentro del espaciodel techo de manera que nunca falte alimento en la casa de su hermano. El últimopaso constituye la colocación sobre la punta del techo de una olla usada quebradadentro de la cual se encaja una cruz confeccionada con paja brava trenzada. A la ollay a la cruz junta se las denomina el “ángel guardián” de la casa protegiéndola de lastempestades y los malos espíritus. Este ángel guardián se relaciona con la VirgenMaría y por lo tanto posee género femenino, mientras que la cruz es de géneromasculino. De esta manera se produce una oposición complementaria entre la parejadivina de los cielos, la Madre Luna y el Padre Sol con la pareja del mundo de abajo,la Tierra Santísima y el Inka. Del mismo modo y como se mencionó anteriormente,la punta del techo se asocia con una cabeza, con una calavera que tiene el poder decomunicarse con las voces de los muertos.

Una vez terminado el techado, se ofrece un banquete a los participantes en elque los hombres se sientan en el lado derecho del cuarto recién construido sobre unbanquillo, mientras que las mujeres se sientan a la izquierda en el suelo. En este momentose recuerdan las ch´allas a la casa, dedicadas al orden de creación de la casa en sutotalidad.

Arnold (1998) concluye indicando que la noción de la nueva casa como “madrenido” y su simbolismo femenino posee una función mediadora en el centro de unaserie de dualismos y oposiciones: entre la casa y el Estado o la federación mayor, enel interior de una parentela bilateral, entre las relaciones consanguíneas y de parentesco,entre la relación hombre y mujer, esposo y esposa y entre las mitades que conformanel sistema de organización social dual.

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INDICE

Presentación ................................................................................................................ 9

1. José María VaquerDe vuelta a la casa. Algunas consideraciones sobre el espaciodoméstico desde la arqueología de la práctica. ........................................ 11

2. Adriana CallegariReproducción de la diferenciación y heterogeneidad social enel espacio doméstico del sitio Aguada Rincón del Toro (La Rioja,Argentina). ....................................................................................................... 37

3. Inés GordilloDetrás de las paredes… Arquitectura y espacios domésticos en elárea de La Rinconada (Ambato, Catamarca, Argentina). ....................... 65

4. Pablo J. CruzHombres complejos y señores simples. Reflexiones en torno a losmodelos de organización social desde la arqueología del valle deAmbato (Catamarca). ................................................................................... 99

5. Gustavo M. Rivolta y Julián SalazarLos espacios domésticos y públicos del sitio “Los Cardones”(Valle de Yokavil, Provincia de Tucumán). ............................................... 123

6. M. Clara RivoltaLas categorías de poblados en la región Omaguaca: una visión desdela organización social. .................................................................................... 143

7. María Ester Albeck y María Amalia ZaburlínLo público y lo privado en Pueblo Viejo de Tucute. ............................. 163

8. Leonor Adán, Mauricio Uribe y Simón UrbinaArquitectura pública y doméstica en las quebradas de Pica - Tarapacá:asentamiento y dinámica social en el Norte Grande de Chile(900-1450 d. C.). .............................................................................................. 183

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9. Beatriz Cremonte y Verónica I. WilliamsLa construcción social del paisaje durante la dominación Inka en elNoroeste Argentino. ..................................................................................... 207

10. Martín Orgaz, Anabel Feely y Norma RattoLa cerámica como expresión de los aspectos socio-políticos,económicos y rituales de la ocupación Inka en la Puna de Chaschuily el Valle de Fiambalá (Departamento de Tinogasta,Catamarca, Argentina). ................................................................................. 237

11. María del Pilar BabotOrganización social de la práctica de molienda: casos actuales yprehispánicos del Noroeste Argentino. ..................................................... 259

12. María C. ScattolinEstilos como recursos en el Noroeste Argentino. ................................... 291

13. Laura Quiroga y Verónica PuenteImagen y percepción: iconografía de las urnas Belén. ColecciónSchreiter. .......................................................................................................... 323

14. Diego E. Rivero¿Existieron cazadores-recolectores no igualitarios en las SierrasCentrales de Argentina? Evaluación del registro arqueológico. ............ 347

15. Sebastián Pastor“Juntas y cazaderos”. Las actividades grupales y la reproducción de lassociedades prehispánicas de las Sierras Centrales de Argentina. ................. 361

16. Lorena R. Sanhueza y Fernanda G. FalabellaHacia una inferencia de las relaciones sociales del Complejo Llolleodurante el Período Alfarero Temprano en Chile Central. ...................... 377

17. Andrés R. Troncoso MeléndezArte rupestre y microespacios en el Valle de Putaendo, Chile: entre lamovilidad, la visibilidad y el sentido. .......................................................... 393

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Al comenzar el ritual, se establece la primera división al separarse los hombresde las mujeres. Los primeros ocupan el lado derecho, mientras que las segundas elizquierdo. Los hombres se ubican de su lado, arriba en una banqueta confeccionadade adobe, mientras que las mujeres se ubican del lado izquierdo más abajo directamentesobre el suelo. La división de actividades por género en general también adopta esteesquema. Los hombres ofrecen ch´allas por separado a la pared derecha y las mujeresa la pared izquierda. Esta división se mantiene hasta el final del ritual –la construccióndel techo– donde hombres y mujeres entrelazan sus libaciones.

La casa es considerada parte de la Tierra Virgen y del dominio interior debajodel suelo, ya que los elementos constructivos son extraídos de la tierra: el barro de losadobes y la paja del techo. En consecuencia, la primera ch´alla se dirige a la TierraVirgen, en carácter de matriz elemental de los niveles más profundos de los cimientos,donde provienen y a su tiempo volverán todas las cosas. En esta etapa se realizantambién ch´allas a los cerros pequeños que según la creencia envían los elementosnecesarios para la construcción.

El primer paso en el proceso de construcción es colocar cuatro estacas unidaspor un hilo para marcar las cuatro esquinas. Cuando se comienza la construcción, secolocan varias ofrendas en los cimientos destinadas a los aspectos telúricos de laTierra Virgen consistentes en cosas crudas, cosas que se sacan de las entrañas comofetos de animales, grasa y resinas vegetales. A veces se coloca en los cimientos un fetode llama junto con ofrendas de q´uwa que se entierran en el suelo de la casa. Lasesquinas son un componente vital en la construcción, ya que las mismas poseen unarelación con la tierra y el linaje ancestral. Estas esquinas son consideradas de génerofemenino, en oposición a los espíritus de los cerros que son masculinos.

Luego se procede a la colocación de piedras grandes como cimientos bajo lascuatro paredes de la casa. Estas piedras son denominadas “Inka”, relacionándolascon la vara del Inka e invocando su poder para que las paredes de la casa se paren.Para ello se hace referencia al pasado mítico, a la época de los chullpas cuando laspiedras andaban moviéndose a su voluntad hasta que el Inka las detuvo con su vara1.

Una vez construidas las paredes y antes de colocar el techo se sacrifica un corderoy se rocían con su sangre las cuatro esquinas. En este punto, Arnold (1998: 54) asociael hecho de rociar las paredes con sangre con un principio general de descendenciaandina que establece que los lazos verticales consanguíneos siguen la línea materna.La sangre asocia al rito de construcción con el marcado de animales enfatizando lareproducción de matrilinajes humanos y animales.

En este momento del proceso, la casa se encuentra construida hasta los tirantesdel techo. La casa rectangular es percibida también como un tejido desplegado sobreel suelo con sus dos esquinas opuestas orientadas hacia arriba en dirección a lostirantes. La asociación con el tejido y los diseños enfatiza la concepción de la casacomo una “madre-nido de envolturas concéntricas, enteramente asignadaal género femenino” (Arnold 1998: 56).

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Traspasada esta concentración y la respectiva ascensión a la pequeña ladera, seda una inflexión significativa en la producción de este espacio rupestre. Por un lado,nos encontramos con el que corresponde al principal bloque grabado en el sitio,soporte 22, correspondiente tanto al soporte que presenta más números de figura,pero también al soporte que presenta un número mayor de orientaciones, abarcan-do un amplio abanico de posibilidades de este a oeste vía dirección norte (Figura 6).

Una primera inflexión se da, por tanto, por encontrarnos ante el bloque máscomplejo. Una segunda inflexión proviene de ser este un espacio micro en el que si segenera una interesante concentración de bloques rocosos que juegan con una intere-sante oposición visible/no visible, presencia/ausencia, grande/pequeño. Mientras elBloque 22 es de gran tamaño y claramente visible desde múltiples espacios, el con-junto de bloques que lo acompañan son de un tamaño muy pequeño, invisibles enuna primera mirada y que antes que aparecerse al observador, deben ser buscados.Se origina un espacio de contraste, de juegos visuales entre los bloques que no hacenmás que funcionar como dispositivos que acentúan la monumentalidad del bloque22 a través de sus notables y significativas diferencias.

De hecho, este espacio genera una pequeña falsa área de saturación visual. Falsa,porque a pesar de darse un buen número de grabados y soportes, su invisibilidadimpide crear tal saturación. Se origina un espacio que podríamos denominar deaglomeración rupestre y que produce un cambio en la linealidad de la movilidad,pues ahora la apreciación de los bloques requiere, por un lado, un recorrido en tornoal soporte 22 para su contemplación total, pero por otro, requiere otro movimientocircular para apreciar los otros bloques rocosos allí emplazados.

Pero todo este proceso de inflexión se representa en el último eslabón, cual es lavisibilidad que hay desde el soporte. Antes de llegar a este punto del sitio, encontra-mos que la visibilidad zonal disponible desde cada uno de los soportes se remitía alsector este de la rinconada y al valle, en específico al área de Casa Blanca donde seencuentran el cementerio Ancuviña El Tártaro y el sitio Casa Blanca 10. Una vezarribado al soporte 22 la visibilidad zonal cambia, se mantiene la vista hacia el sectoreste de la rinconada, pero ahora ya no se observa el valle y, por el contrario, se generauna relación visual con el sector más oeste de la quebrada y los sitios Casa Blanca 14,punto central de este espacio sagrado, y 33, punto final de este espacio (Figura 7).

El soporte 22 actúa, por tanto como un monumento que define un umbral, unquiebre en la construcción del espacio, materializado tanto en la producción de losotros soportes, en la configuración del propio bloque, en la movilidad en tal puntoy en las condiciones de visibilización. Nos encontramos ahora ante el soporte máscomplejo, un espacio de alta concentración de soportes y con fuertes oposiciones yjuegos entre ellos, un espacio de movilidad circular y no lineal, un área donde lavisibilidad elimina la panorámica de la vida cotidiana, de lo habitacional, lo diario y setransforma en una visibilidad exclusiva y única de lo rupestre, pero de lo rupestremás significativo y nuclear en esta disposición, el sitio Casa Blanca 14. El soporte 22

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ARTE RUPESTRE Y MICROESPACIOS EN EL VALLE DE PUTAENDO,CHILE: ENTRE LA MOVILIDAD, LA VISIBILIDAD Y EL SENTIDO

Andrés Troncoso M.∗

El arte rupestre ha sido una de las evidencias materiales del pasado que menosse ha visto relacionada con la comprensión de los procesos sociales del mundoprehispánico. Sea por estar etiquetada bajo el término arte, sea por la imposibilidadde ser datada confiablemente por medio de métodos absolutos o bien, por lassupuestas dificultades teórico-metodológicas que conlleva su estudio, éste ha tendidoa ser considerado un epifenómeno de la realidad social.

Sin embargo, una serie de trabajos durante las últimas décadas han intentadocomenzar a modificar tal perspectiva, dándole un mayor papel al arte rupestre en lainterpretación de los procesos sociales prehispánicos (p.e. Aschero 1997; Castro yGallardo 1995-1996; Valenzuela et al. 2004). Entre estas nuevas perspectivas de aná-lisis, sin duda alguna, una de las que más popularidad ha alcanzado es el análisisespacial del arte rupestre y su relación con las estrategias y circuitos de movilidad delas poblaciones humanas (p.e. Berenguer 2004; Briones et al. 2005; Núñez 1976;Sepúlveda et al. 2005). Tal perspectiva aprovecha de buena manera una de las carac-terísticas fundamentales del arte rupestre, cual es su necesaria significación espacial encuanto materialidad inmueble que adquiere gran parte de su eficacia simbólica alestar inserto en una geografía substantiva.

El caso más conocido de esta aplicación de análisis espacial a los Andesprehispánicos es la relación establecida entre arte rupestre y rutas de caravanas, fun-cionando los primeros como marcadores de las vías de circulación de estas carava-nas (p.e. Briones et al. 2005; Núñez 1976), dentro de circuitos regionales einterregionales que varían con el tiempo.

En el presente trabajo pretendemos abordar el análisis espacial del arte rupestredesde una perspectiva inversa a la anterior; antes que considerar a los bloques graba-dos como indicadores de vías de circulación, proponemos su comprensión comoun productor, organizador y semantizador del espacio; una materialidad activa enlos procesos de construcción social del espacio y de la realidad de los gruposprehispánicos.

*Departamento de Antropología, Universidad de Chile.

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En particular, proponemos comprender al arte rupestre no sólo como un pro-ductor y organizador del espacio, sino también como un productor de movilidad,una tecnología material que a partir de su ser-en-el-espacio incita a determinadospatrones de movilidad y tránsito, por cuanto actúa como un recurso generador yarticulador de una geografía cultural. Exploramos la estrecha relación que se da entremovilidad, espacio, bloques grabados, visibilidad y figuras en la construcción designificados espaciales y la materialización de una cierta fenomenología del espacio ylo rupestre en el sector de Casa Blanca, curso medio superior del río Putaendo, Vregión, Chile central (Figura 1).

Figura 1. Mapa del área de estudio.

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que presenta dos caras grabadas, relacionado este hecho nuevamente con su particu-lar disposición en el espacio, pues el soporte se dispone en un espacio de importanciacrucial para el desplazamiento dentro del sitio, cual es la inflexión en la ruta desde unaorientación norte-sur a otra este-oeste. A partir de sus dos caras grabadas y su orien-tación, este soporte permite no sólo ser diferenciado de otros y ser visto desde laruta de movilidad, sino que al observar sus grabados, visualmente se tiene acceso alconjunto de otros bloques que se encuentran más hacia el oeste, actuando comoindicador del quiebre que se da en la organización de este espacio.

Y es aquí donde la configuración del sitio adquiere aspectos particulares. Alavanzar desde este punto hacia el oeste nos encontramos con dos hechos. Uno, quese comienza a ascender por un sector de la ladera del cerro en el que los soportesrocosos se aglutinan de una forma que lo diferencia con las áreas más al sur. Dos, seubican en este lugar representaciones antropomorfas, las cuales son posibles de servistas siempre con una orientación de la mirada hacia el sur, pero desde dos sectoresde desplazamiento diferentes, como dando la posibilidad de originarse una bifurca-ción de la ruta. No obstante esta posible bifurcación, se mantiene la orientación delos bloques hacia la que corresponde a la ruta de desplazamiento.

Una segunda hipótesis puede esbozarse, cual es que en el ingreso a este sector, sedefiniría más bien un pasadizo enmarcado por arte rupestre que encierra la movili-dad del individuo.

Figura 6. Soporte 22, sitio Casa Blanca 13.

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Discusión

A través de este conjunto básico de rasgos visuales y de conformación de lossoportes de arte rupestre, sumado a las características de la visualidad disponible encada una de las áreas, creemos que es factible avanzar en la comprensión del arterupestre desde un enfoque que combina tanto la estructura microespacial como lasformas de desplazamiento y las tecnologías visuales materializadas en el sitio.

Desde una perspectiva de la movilidad, encontramos que los soportes por nor-ma general se orientan hacia la quebrada, coincidentemente, este espacio correspon-de a la ruta natural de desplazamiento para acceder hacia el interior de la rinconada ya los otros soportes que se encuentran en el área, en específico, el sitio Casa Blanca14. La disposición de los bloques rocosos y sus caras grabadas, posibilitan que elindividuo durante su desplazamiento en un eje sur-norte esté en todo momentosiendo un observador de las producciones visuales grabadas en la roca.

Más aún, por cuanto gran parte de las rocas presentan sólo una cara grabada,podemos invertir el argumento señalando que cada roca está grabada de manera talque pueda ser observada y aprehendida desde este espacio disponible para la movi-lidad. Esta distribución, de una u otra manera, genera un esquema lineal de distribu-ción de los soportes, donde ellos son observados en el recorrido, pero sin que se deuna tendencia a la construcción de lo que podríamos denominar pequeños espaciosde múltiple observación o de captación visual de diferentes bloques rocosos. Muypor el contrario, se da una tendencia a una baja concentración de grabados y ladisponibilidad visual de tan sólo un bloque o a lo más dos o tres, pero estos últimoscasos son pocos.

Se da, entonces, una organización lineal de baja saturación visual, linealidaddefinidora y dependiente de la movilidad humana en tal espacio. Al estar ubicado enla ladera de un cerro el sitio, estos dispositivos materiales de la movilidad se ajustan aun determinado emplazamiento, sin sobrepasar una cota cual es la que ya requiereuna desviación de la ruta de desplazamiento para acceder a tales bloques.

Pero en la construcción de esta linealidad estructural, se dan algunos puntosclave que codifican cierta información con su complejidad. El primer punto lo cons-tituye el soporte 8, con sus diferentes caras grabadas que apuntan en dos direcciónbásicas y que permiten incluirlo dentro del conjunto de bloques diferentes o comple-jos.

Su particularidad estructural, pensamos, coincide con su ubicación dentro delsitio, cual es corresponder al punto de ingreso a este conjunto de bloques, funcionan-do o actuando a manera de especie de umbral que define el ingreso y salida a estaestación. Al respecto, debemos recordar que Casa Blanca 13 actúa dentro de unaruta posiblemente de ritualidad prehispánica que define un espacio sagrado y que sedemarca y construye por la presencia del arte rupestre.

Un segundo punto de diferenciación lo constituye el soporte 13, otro bloque

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Consideraciones Teóricas

Las posibilidades de un análisis del arte rupestre como agente activo en losprocesos de construcción socio-cultural del espacio, y de su constitución como dis-positivo que produce e implementa ciertas estrategias de movilidad en el espacio,estrategias cargadas de sentido y significaciones, descansa en seis premisas teóricasbásicas que constituyen los fundamentos del presente trabajo:

1- los sitios de arte rupestre presentan una estructuración interna lógica y cohe-rente, relacionada con su significado y funcionalidad. Los grabados no sedistribuyen de manera aleatoria y simple por el espacio de ocupación del sitio,sino que responden a una lógica doble, por un lado, una lógica estructuralanclada en un concepto de espacio particular a tal formación socio-cultural(Criado 2000) y, por otro, a una lógica semántica que da cuenta del significadoe intención de los bloques allí alterados por el ser humano;

2- la distribución de los soportes en el sitio no sólo guardan relación entre ellos,sino que también con el espacio circundante. La articulación significativa entrelos bloques se da también a un segundo nivel, cual es la relación entre bloquey espacio circundante. En cuanto expresión material anclada en un paisaje, losbloques rocoso se encuentran en relaciones significantes con su espacio cir-cundante. En específico, se plantea que esa relación descansa sobre un dispo-sitivo de visualidad, reproduciéndose tanto en las orientaciones de los sopor-tes, como en los campos visuales que ellos conllevan;

3- en cuanto producción visual, los petroglifos están hechos, entre otras cosas,para ser observados por el ser humano, por lo que bajo su configuración sedefinen dispositivos o estrategias de observación. En el proceso de aprehen-sión de un soporte con grabados, la observación de éste se encuentra definidapor las disposiciones y orientaciones de las superficies grabadas, así como porlos tamaños de los motivos y las condiciones de luminosidad. Por lo anterior,a través de su configuración, el arte rupestre define formas de acción especí-ficas del ser humano, así como entrega posibles indicios o significados facti-bles de ser aprehendidos por una persona;

4- producto de sus condiciones de observación, el arte rupestre incita a determi-nadas estrategias de movimiento en el espacio. En su disposición en conjuntos,el arte rupestre incita de una manera u otra a ciertas estrategias de movilidad, porcuanto la observación y aprehensión de los bloques grabados sólo se puededesarrollar a través de un desplazamiento por el lugar;

5- la estructuración de un sitio de arte rupestre, las condiciones de observación delos soportes, así como las posibilidades de movilidad, se conjugan tanto para darsignificado al sitio como para producir una experiencia de lo rupestre definida anivel fenomenológico. Todo lo anterior se articula para la construcción de unsignificado en el que se combinan las visibilidades, figuras y movilidad de losindividuos por un espacio, situación que se expresa en el nivel fenomenológicocon el rol del arte rupestre como dispositivo capaz de generar ciertas experienciasen las personas, así como en la dramatización del significado social de tal espacio;

6- en cuanto este nivel de significado del espacio descansa en los dispositivosmateriales, su organización y su relación con la visibilidad asociada, ella es posi-ble de ser abordada arqueológicamente. La lógica significativa del arte rupes-

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tre descansa sobre un conjunto de dispositivos materiales que permanecen enel registro arqueológico, por lo que el análisis detallado de ciertos atributos delos soportes rocosos posibilita acercarse a este nivel. No obstante, se recono-ce la imposibilidad de alcanzar el significado profundo de este espacio, ni lareproducción de la fenomenología del momento, pero si se acepta el acerca-miento a la lógica formal de esta organización y la posibilidad de su interpre-tación a partir de modelos antropológicos estructurales.

El Area de Estudio y su Investigación

Los trabajos efectuados en la presente investigación se han focalizado en el cur-so medio superior del río Putaendo, V región de Chile, dentro de lo que se conocecomo la cuenca superior del río Aconcagua, región arqueológica que se caracterizapor un rico y amplio registro de arte rupestre que fue sistematizado hace ya unasdécadas por Niemeyer (1964, Mostny y Niemeyer 1983), bajo el concepto de EstiloAconcagua.

Las investigaciones realizadas los últimos años por este equipo de trabajo en laregión han permitido ampliar la conceptualización del arte rupestre en la zona, pro-poniéndose el uso de un marco teórico-metodológico anclado en la semiótica y queha posibilitado definir la presencia de dos estilos de arte rupestre para tiemposprehispánicos, el Estilo I de arte rupestre de la cuenca superior del río Aconcagua,asociado al período Intermedio Tardío, y el Estilo II de arte rupestre de la cuencasuperior del río Aconcagua, asociado al período Tardío o InKaico (Troncoso 2005a).

Para el Valle de Putaendo, los estudios se han concentrado en cinco sectores desu cuenca medio-superior (Figura 1), los que han mostrado un registro diferencial dearte rupestre en términos del índice de densidad de soportes grabados por kilóme-tro cuadrado, sugiriendo la presencia de una alta actividad de creación de arte rupes-tre en el sector de Casa Blanca (Figura 2, Tabla 1). La particularidad de este resultado,sumado a algunas características particulares de este espacio, tal como la presencia deun cementerio tumuliforme (Ta1-Ancuviña El Tártaro), la delimitación concreta deeste lugar por medio de arte rupestre y el registro de los sitios de arte rupestre mássignificativos de toda el área prospectada en Putaendo, nos han llevado a plantearque nos encontramos frente a un espacio sagrado del período Intermedio Tardío,reocupado posteriormente durante el período Tardío o Incaico e Histórico Tem-prano, constituyéndose el sitio Casa Blanca 14 como el sector central de esta particu-lar área (Figura 3) (Troncoso 2004, 2005b).

Como se indicó, el área de Casa Blanca se ubica en el curso medio-superior dela cuenca del río Putaendo, identificándose en tal espacio 10 sitios de arte rupestreque comprenden un total de, al menos, 83 bloques rocosos con grabados rupestres.A partir de las disposición de estos sitios, se ha dividido el área de Casa Blanca endos sectores, un área este donde se ubica un conjunto de bloques rupestres que hansido definidos como registros puntuales encargados de la semantización y delimita-ción de este espacio (Troncoso 2005b) y, un área oeste, foco de nuestro análisis

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Unas pocas excepciones la constituyen los bloques orientados al cenit. Asimis-mo, los análisis han permitido discriminar una ausencia de relación en las orientacio-nes de los soporte con algún rasgo orográfico particular, o bien hacia el sector oeste,correspondiente a los faldeos del cordón montañoso.

Cuarto, los atributos métricos de los bloques rocosos permiten generalmente suclara identificación desde una cierta distancia, la única gran excepción la constituyen elconjunto de soportes que se disponen en las inmediaciones del bloque 22. Al analizarlos atributos métricos de cada roca, encontramos que en términos generales no se dauna notable diferencia de tamaño entre los bloques, de hecho, para un conocedor deeste espacio es posible divisar desde un bloque un conjunto de otros soportes congrabados, o en otros casos, especialmente en el sector más al sur, se trabaja unsoporte de grandes dimensiones en el que se disponen figuras altamente visibles yque actúan a manera de indicador (Soporte 5). La única excepción a tal regla se dapor los bloques 19, 20, 21, 24, 25, 26 y 27 que rodean al 22 (Tabla 2).

Tabla 2. Características bloques rocosos con petroglifos sitio Casa Blanca 13.

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Primero, la distribución de los bloques en el sitio es diferencial espacialmente; nose da una concentración exclusiva y homogénea de arte rupestre, sino que muy por elcontrario, se definen dos áreas claras, una al sur de poca densidad rupestre y otra alnorte, de alta densidad de bloques.

Segundo, dentro de la distribución espacial de los bloques se da una significativadiferencia de éstos a partir del número de caras grabadas que presentan. Unajerarquización inicial de los bloques puede ser desarrollada a partir de una característicaintrínseca a ellos, cual es el número de caras grabadas con petroglifos, relacionadacon la cantidad de puntos desde el que las figuras de un soporte puede ser observado.Tan sólo los bloques 8, 13 y 22 presentan más de un cara grabada (Figura 4 y Tabla2).

Tercero, las orientaciones de casi todos los bloques apuntan hacia el sector de laquebrada adyacente al sitio. Las orientaciones de los bloques tienden a orientarsehacia el sector este y norte, coherentes con la disposición de la quebrada aledaña alsector, pero también con la ruta natural de desplazamiento por el área, tal como loatestiguan los senderos subactuales ahí identificados.

Figura 5. Croquis del sitio Casa Blanca 13 y orientaciones de soporte.

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donde se estudia las relaciones entre movilidad y arte rupestre a partir de la lógica delsitio Casa Blanca 13 (Figura 3).

Figura 2. Índice de densidad de soportes de arte rupestre por sector.

Tabla 1. Sitios de Arte Rupestre Identificados en el área de estudio (divididos por sector).

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Para tales efectos, se procedió al relevamiento del sitio Casa Blanca 13, paraposteriormente realizar un análisis que consideró un conjunto de variables, tales comoel número de ocupaciones que registra el bloque rocoso (definido a partir de suasignación estilística), el número de caras grabadas de cada soporte, sus orientacio-nes, sus escenarios de visibilización (espacios o lugares desde el que podían ser visto),el número de figuras grabadas en la superficie del bloque, sus cercanías espacialescon otros soportes y su relación con la visibilidad del entorno circundante, en espe-cífico con dos puntos: uno, el valle y los asentamientos allí emplazados, dos el sitioCasa Blanca 14, centro de este espacio sagrado.

Casa Blanca 13 y su Estructura Interna

El sitio de Casa Blanca 13 comprende un total de 29 bloques grabados con arterupestre, de los cuales se han trabajado solamente 27, por cuanto uno fueposteriormente eliminado y el otro corresponde a un grabado de tiempos subactuales.El sitio se ubica a los pies de la ladera este del cordón montañoso que delimita larinconada epónima por su sector oeste, emplazándose tanto en el sector inferior deesta ladera, así como en una pequeña terraza adyacente a ésta, delimitándose en susector norte por otra pequeña quebrada que corre en sentido oeste-este desde lasaltas cumbres del mencionado cordón montañoso (Figura 4).

Tabla 1. Sitios de Arte Rupestre Identificados en el área de estudio (divididos por sector). Cont.

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Al analizar la organización interna del sitio, vemos que éste se presenta como unconjunto de soportes grabados ampliamente distribuidos en el espacio, siguiendo unpatrón de distribución lineal de los bloques rocoso básicamente en un ejesur-norte, y en el que es posible observar una serie de regularidades (Figura 5).

Figura 3. Sitios de arte rupestre de la zona de Casa Blanca.

Figura 4. Vista del sitio Casa Blanca 13.

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Para tales efectos, se procedió al relevamiento del sitio Casa Blanca 13, paraposteriormente realizar un análisis que consideró un conjunto de variables, tales comoel número de ocupaciones que registra el bloque rocoso (definido a partir de suasignación estilística), el número de caras grabadas de cada soporte, sus orientacio-nes, sus escenarios de visibilización (espacios o lugares desde el que podían ser visto),el número de figuras grabadas en la superficie del bloque, sus cercanías espacialescon otros soportes y su relación con la visibilidad del entorno circundante, en espe-cífico con dos puntos: uno, el valle y los asentamientos allí emplazados, dos el sitioCasa Blanca 14, centro de este espacio sagrado.

Casa Blanca 13 y su Estructura Interna

El sitio de Casa Blanca 13 comprende un total de 29 bloques grabados con arterupestre, de los cuales se han trabajado solamente 27, por cuanto uno fueposteriormente eliminado y el otro corresponde a un grabado de tiempos subactuales.El sitio se ubica a los pies de la ladera este del cordón montañoso que delimita larinconada epónima por su sector oeste, emplazándose tanto en el sector inferior deesta ladera, así como en una pequeña terraza adyacente a ésta, delimitándose en susector norte por otra pequeña quebrada que corre en sentido oeste-este desde lasaltas cumbres del mencionado cordón montañoso (Figura 4).

Tabla 1. Sitios de Arte Rupestre Identificados en el área de estudio (divididos por sector). Cont.

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Al analizar la organización interna del sitio, vemos que éste se presenta como unconjunto de soportes grabados ampliamente distribuidos en el espacio, siguiendo unpatrón de distribución lineal de los bloques rocoso básicamente en un ejesur-norte, y en el que es posible observar una serie de regularidades (Figura 5).

Figura 3. Sitios de arte rupestre de la zona de Casa Blanca.

Figura 4. Vista del sitio Casa Blanca 13.

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Primero, la distribución de los bloques en el sitio es diferencial espacialmente; nose da una concentración exclusiva y homogénea de arte rupestre, sino que muy por elcontrario, se definen dos áreas claras, una al sur de poca densidad rupestre y otra alnorte, de alta densidad de bloques.

Segundo, dentro de la distribución espacial de los bloques se da una significativadiferencia de éstos a partir del número de caras grabadas que presentan. Unajerarquización inicial de los bloques puede ser desarrollada a partir de una característicaintrínseca a ellos, cual es el número de caras grabadas con petroglifos, relacionadacon la cantidad de puntos desde el que las figuras de un soporte puede ser observado.Tan sólo los bloques 8, 13 y 22 presentan más de un cara grabada (Figura 4 y Tabla2).

Tercero, las orientaciones de casi todos los bloques apuntan hacia el sector de laquebrada adyacente al sitio. Las orientaciones de los bloques tienden a orientarsehacia el sector este y norte, coherentes con la disposición de la quebrada aledaña alsector, pero también con la ruta natural de desplazamiento por el área, tal como loatestiguan los senderos subactuales ahí identificados.

Figura 5. Croquis del sitio Casa Blanca 13 y orientaciones de soporte.

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donde se estudia las relaciones entre movilidad y arte rupestre a partir de la lógica delsitio Casa Blanca 13 (Figura 3).

Figura 2. Índice de densidad de soportes de arte rupestre por sector.

Tabla 1. Sitios de Arte Rupestre Identificados en el área de estudio (divididos por sector).

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tre descansa sobre un conjunto de dispositivos materiales que permanecen enel registro arqueológico, por lo que el análisis detallado de ciertos atributos delos soportes rocosos posibilita acercarse a este nivel. No obstante, se recono-ce la imposibilidad de alcanzar el significado profundo de este espacio, ni lareproducción de la fenomenología del momento, pero si se acepta el acerca-miento a la lógica formal de esta organización y la posibilidad de su interpre-tación a partir de modelos antropológicos estructurales.

El Area de Estudio y su Investigación

Los trabajos efectuados en la presente investigación se han focalizado en el cur-so medio superior del río Putaendo, V región de Chile, dentro de lo que se conocecomo la cuenca superior del río Aconcagua, región arqueológica que se caracterizapor un rico y amplio registro de arte rupestre que fue sistematizado hace ya unasdécadas por Niemeyer (1964, Mostny y Niemeyer 1983), bajo el concepto de EstiloAconcagua.

Las investigaciones realizadas los últimos años por este equipo de trabajo en laregión han permitido ampliar la conceptualización del arte rupestre en la zona, pro-poniéndose el uso de un marco teórico-metodológico anclado en la semiótica y queha posibilitado definir la presencia de dos estilos de arte rupestre para tiemposprehispánicos, el Estilo I de arte rupestre de la cuenca superior del río Aconcagua,asociado al período Intermedio Tardío, y el Estilo II de arte rupestre de la cuencasuperior del río Aconcagua, asociado al período Tardío o InKaico (Troncoso 2005a).

Para el Valle de Putaendo, los estudios se han concentrado en cinco sectores desu cuenca medio-superior (Figura 1), los que han mostrado un registro diferencial dearte rupestre en términos del índice de densidad de soportes grabados por kilóme-tro cuadrado, sugiriendo la presencia de una alta actividad de creación de arte rupes-tre en el sector de Casa Blanca (Figura 2, Tabla 1). La particularidad de este resultado,sumado a algunas características particulares de este espacio, tal como la presencia deun cementerio tumuliforme (Ta1-Ancuviña El Tártaro), la delimitación concreta deeste lugar por medio de arte rupestre y el registro de los sitios de arte rupestre mássignificativos de toda el área prospectada en Putaendo, nos han llevado a plantearque nos encontramos frente a un espacio sagrado del período Intermedio Tardío,reocupado posteriormente durante el período Tardío o Incaico e Histórico Tem-prano, constituyéndose el sitio Casa Blanca 14 como el sector central de esta particu-lar área (Figura 3) (Troncoso 2004, 2005b).

Como se indicó, el área de Casa Blanca se ubica en el curso medio-superior dela cuenca del río Putaendo, identificándose en tal espacio 10 sitios de arte rupestreque comprenden un total de, al menos, 83 bloques rocosos con grabados rupestres.A partir de las disposición de estos sitios, se ha dividido el área de Casa Blanca endos sectores, un área este donde se ubica un conjunto de bloques rupestres que hansido definidos como registros puntuales encargados de la semantización y delimita-ción de este espacio (Troncoso 2005b) y, un área oeste, foco de nuestro análisis

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Unas pocas excepciones la constituyen los bloques orientados al cenit. Asimis-mo, los análisis han permitido discriminar una ausencia de relación en las orientacio-nes de los soporte con algún rasgo orográfico particular, o bien hacia el sector oeste,correspondiente a los faldeos del cordón montañoso.

Cuarto, los atributos métricos de los bloques rocosos permiten generalmente suclara identificación desde una cierta distancia, la única gran excepción la constituyen elconjunto de soportes que se disponen en las inmediaciones del bloque 22. Al analizarlos atributos métricos de cada roca, encontramos que en términos generales no se dauna notable diferencia de tamaño entre los bloques, de hecho, para un conocedor deeste espacio es posible divisar desde un bloque un conjunto de otros soportes congrabados, o en otros casos, especialmente en el sector más al sur, se trabaja unsoporte de grandes dimensiones en el que se disponen figuras altamente visibles yque actúan a manera de indicador (Soporte 5). La única excepción a tal regla se dapor los bloques 19, 20, 21, 24, 25, 26 y 27 que rodean al 22 (Tabla 2).

Tabla 2. Características bloques rocosos con petroglifos sitio Casa Blanca 13.

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Discusión

A través de este conjunto básico de rasgos visuales y de conformación de lossoportes de arte rupestre, sumado a las características de la visualidad disponible encada una de las áreas, creemos que es factible avanzar en la comprensión del arterupestre desde un enfoque que combina tanto la estructura microespacial como lasformas de desplazamiento y las tecnologías visuales materializadas en el sitio.

Desde una perspectiva de la movilidad, encontramos que los soportes por nor-ma general se orientan hacia la quebrada, coincidentemente, este espacio correspon-de a la ruta natural de desplazamiento para acceder hacia el interior de la rinconada ya los otros soportes que se encuentran en el área, en específico, el sitio Casa Blanca14. La disposición de los bloques rocosos y sus caras grabadas, posibilitan que elindividuo durante su desplazamiento en un eje sur-norte esté en todo momentosiendo un observador de las producciones visuales grabadas en la roca.

Más aún, por cuanto gran parte de las rocas presentan sólo una cara grabada,podemos invertir el argumento señalando que cada roca está grabada de manera talque pueda ser observada y aprehendida desde este espacio disponible para la movi-lidad. Esta distribución, de una u otra manera, genera un esquema lineal de distribu-ción de los soportes, donde ellos son observados en el recorrido, pero sin que se deuna tendencia a la construcción de lo que podríamos denominar pequeños espaciosde múltiple observación o de captación visual de diferentes bloques rocosos. Muypor el contrario, se da una tendencia a una baja concentración de grabados y ladisponibilidad visual de tan sólo un bloque o a lo más dos o tres, pero estos últimoscasos son pocos.

Se da, entonces, una organización lineal de baja saturación visual, linealidaddefinidora y dependiente de la movilidad humana en tal espacio. Al estar ubicado enla ladera de un cerro el sitio, estos dispositivos materiales de la movilidad se ajustan aun determinado emplazamiento, sin sobrepasar una cota cual es la que ya requiereuna desviación de la ruta de desplazamiento para acceder a tales bloques.

Pero en la construcción de esta linealidad estructural, se dan algunos puntosclave que codifican cierta información con su complejidad. El primer punto lo cons-tituye el soporte 8, con sus diferentes caras grabadas que apuntan en dos direcciónbásicas y que permiten incluirlo dentro del conjunto de bloques diferentes o comple-jos.

Su particularidad estructural, pensamos, coincide con su ubicación dentro delsitio, cual es corresponder al punto de ingreso a este conjunto de bloques, funcionan-do o actuando a manera de especie de umbral que define el ingreso y salida a estaestación. Al respecto, debemos recordar que Casa Blanca 13 actúa dentro de unaruta posiblemente de ritualidad prehispánica que define un espacio sagrado y que sedemarca y construye por la presencia del arte rupestre.

Un segundo punto de diferenciación lo constituye el soporte 13, otro bloque

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Consideraciones Teóricas

Las posibilidades de un análisis del arte rupestre como agente activo en losprocesos de construcción socio-cultural del espacio, y de su constitución como dis-positivo que produce e implementa ciertas estrategias de movilidad en el espacio,estrategias cargadas de sentido y significaciones, descansa en seis premisas teóricasbásicas que constituyen los fundamentos del presente trabajo:

1- los sitios de arte rupestre presentan una estructuración interna lógica y cohe-rente, relacionada con su significado y funcionalidad. Los grabados no sedistribuyen de manera aleatoria y simple por el espacio de ocupación del sitio,sino que responden a una lógica doble, por un lado, una lógica estructuralanclada en un concepto de espacio particular a tal formación socio-cultural(Criado 2000) y, por otro, a una lógica semántica que da cuenta del significadoe intención de los bloques allí alterados por el ser humano;

2- la distribución de los soportes en el sitio no sólo guardan relación entre ellos,sino que también con el espacio circundante. La articulación significativa entrelos bloques se da también a un segundo nivel, cual es la relación entre bloquey espacio circundante. En cuanto expresión material anclada en un paisaje, losbloques rocoso se encuentran en relaciones significantes con su espacio cir-cundante. En específico, se plantea que esa relación descansa sobre un dispo-sitivo de visualidad, reproduciéndose tanto en las orientaciones de los sopor-tes, como en los campos visuales que ellos conllevan;

3- en cuanto producción visual, los petroglifos están hechos, entre otras cosas,para ser observados por el ser humano, por lo que bajo su configuración sedefinen dispositivos o estrategias de observación. En el proceso de aprehen-sión de un soporte con grabados, la observación de éste se encuentra definidapor las disposiciones y orientaciones de las superficies grabadas, así como porlos tamaños de los motivos y las condiciones de luminosidad. Por lo anterior,a través de su configuración, el arte rupestre define formas de acción especí-ficas del ser humano, así como entrega posibles indicios o significados facti-bles de ser aprehendidos por una persona;

4- producto de sus condiciones de observación, el arte rupestre incita a determi-nadas estrategias de movimiento en el espacio. En su disposición en conjuntos,el arte rupestre incita de una manera u otra a ciertas estrategias de movilidad, porcuanto la observación y aprehensión de los bloques grabados sólo se puededesarrollar a través de un desplazamiento por el lugar;

5- la estructuración de un sitio de arte rupestre, las condiciones de observación delos soportes, así como las posibilidades de movilidad, se conjugan tanto para darsignificado al sitio como para producir una experiencia de lo rupestre definida anivel fenomenológico. Todo lo anterior se articula para la construcción de unsignificado en el que se combinan las visibilidades, figuras y movilidad de losindividuos por un espacio, situación que se expresa en el nivel fenomenológicocon el rol del arte rupestre como dispositivo capaz de generar ciertas experienciasen las personas, así como en la dramatización del significado social de tal espacio;

6- en cuanto este nivel de significado del espacio descansa en los dispositivosmateriales, su organización y su relación con la visibilidad asociada, ella es posi-ble de ser abordada arqueológicamente. La lógica significativa del arte rupes-

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En particular, proponemos comprender al arte rupestre no sólo como un pro-ductor y organizador del espacio, sino también como un productor de movilidad,una tecnología material que a partir de su ser-en-el-espacio incita a determinadospatrones de movilidad y tránsito, por cuanto actúa como un recurso generador yarticulador de una geografía cultural. Exploramos la estrecha relación que se da entremovilidad, espacio, bloques grabados, visibilidad y figuras en la construcción designificados espaciales y la materialización de una cierta fenomenología del espacio ylo rupestre en el sector de Casa Blanca, curso medio superior del río Putaendo, Vregión, Chile central (Figura 1).

Figura 1. Mapa del área de estudio.

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que presenta dos caras grabadas, relacionado este hecho nuevamente con su particu-lar disposición en el espacio, pues el soporte se dispone en un espacio de importanciacrucial para el desplazamiento dentro del sitio, cual es la inflexión en la ruta desde unaorientación norte-sur a otra este-oeste. A partir de sus dos caras grabadas y su orien-tación, este soporte permite no sólo ser diferenciado de otros y ser visto desde laruta de movilidad, sino que al observar sus grabados, visualmente se tiene acceso alconjunto de otros bloques que se encuentran más hacia el oeste, actuando comoindicador del quiebre que se da en la organización de este espacio.

Y es aquí donde la configuración del sitio adquiere aspectos particulares. Alavanzar desde este punto hacia el oeste nos encontramos con dos hechos. Uno, quese comienza a ascender por un sector de la ladera del cerro en el que los soportesrocosos se aglutinan de una forma que lo diferencia con las áreas más al sur. Dos, seubican en este lugar representaciones antropomorfas, las cuales son posibles de servistas siempre con una orientación de la mirada hacia el sur, pero desde dos sectoresde desplazamiento diferentes, como dando la posibilidad de originarse una bifurca-ción de la ruta. No obstante esta posible bifurcación, se mantiene la orientación delos bloques hacia la que corresponde a la ruta de desplazamiento.

Una segunda hipótesis puede esbozarse, cual es que en el ingreso a este sector, sedefiniría más bien un pasadizo enmarcado por arte rupestre que encierra la movili-dad del individuo.

Figura 6. Soporte 22, sitio Casa Blanca 13.

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Traspasada esta concentración y la respectiva ascensión a la pequeña ladera, seda una inflexión significativa en la producción de este espacio rupestre. Por un lado,nos encontramos con el que corresponde al principal bloque grabado en el sitio,soporte 22, correspondiente tanto al soporte que presenta más números de figura,pero también al soporte que presenta un número mayor de orientaciones, abarcan-do un amplio abanico de posibilidades de este a oeste vía dirección norte (Figura 6).

Una primera inflexión se da, por tanto, por encontrarnos ante el bloque máscomplejo. Una segunda inflexión proviene de ser este un espacio micro en el que si segenera una interesante concentración de bloques rocosos que juegan con una intere-sante oposición visible/no visible, presencia/ausencia, grande/pequeño. Mientras elBloque 22 es de gran tamaño y claramente visible desde múltiples espacios, el con-junto de bloques que lo acompañan son de un tamaño muy pequeño, invisibles enuna primera mirada y que antes que aparecerse al observador, deben ser buscados.Se origina un espacio de contraste, de juegos visuales entre los bloques que no hacenmás que funcionar como dispositivos que acentúan la monumentalidad del bloque22 a través de sus notables y significativas diferencias.

De hecho, este espacio genera una pequeña falsa área de saturación visual. Falsa,porque a pesar de darse un buen número de grabados y soportes, su invisibilidadimpide crear tal saturación. Se origina un espacio que podríamos denominar deaglomeración rupestre y que produce un cambio en la linealidad de la movilidad,pues ahora la apreciación de los bloques requiere, por un lado, un recorrido en tornoal soporte 22 para su contemplación total, pero por otro, requiere otro movimientocircular para apreciar los otros bloques rocosos allí emplazados.

Pero todo este proceso de inflexión se representa en el último eslabón, cual es lavisibilidad que hay desde el soporte. Antes de llegar a este punto del sitio, encontra-mos que la visibilidad zonal disponible desde cada uno de los soportes se remitía alsector este de la rinconada y al valle, en específico al área de Casa Blanca donde seencuentran el cementerio Ancuviña El Tártaro y el sitio Casa Blanca 10. Una vezarribado al soporte 22 la visibilidad zonal cambia, se mantiene la vista hacia el sectoreste de la rinconada, pero ahora ya no se observa el valle y, por el contrario, se generauna relación visual con el sector más oeste de la quebrada y los sitios Casa Blanca 14,punto central de este espacio sagrado, y 33, punto final de este espacio (Figura 7).

El soporte 22 actúa, por tanto como un monumento que define un umbral, unquiebre en la construcción del espacio, materializado tanto en la producción de losotros soportes, en la configuración del propio bloque, en la movilidad en tal puntoy en las condiciones de visibilización. Nos encontramos ahora ante el soporte máscomplejo, un espacio de alta concentración de soportes y con fuertes oposiciones yjuegos entre ellos, un espacio de movilidad circular y no lineal, un área donde lavisibilidad elimina la panorámica de la vida cotidiana, de lo habitacional, lo diario y setransforma en una visibilidad exclusiva y única de lo rupestre, pero de lo rupestremás significativo y nuclear en esta disposición, el sitio Casa Blanca 14. El soporte 22

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ARTE RUPESTRE Y MICROESPACIOS EN EL VALLE DE PUTAENDO,CHILE: ENTRE LA MOVILIDAD, LA VISIBILIDAD Y EL SENTIDO

Andrés Troncoso M.∗

El arte rupestre ha sido una de las evidencias materiales del pasado que menosse ha visto relacionada con la comprensión de los procesos sociales del mundoprehispánico. Sea por estar etiquetada bajo el término arte, sea por la imposibilidadde ser datada confiablemente por medio de métodos absolutos o bien, por lassupuestas dificultades teórico-metodológicas que conlleva su estudio, éste ha tendidoa ser considerado un epifenómeno de la realidad social.

Sin embargo, una serie de trabajos durante las últimas décadas han intentadocomenzar a modificar tal perspectiva, dándole un mayor papel al arte rupestre en lainterpretación de los procesos sociales prehispánicos (p.e. Aschero 1997; Castro yGallardo 1995-1996; Valenzuela et al. 2004). Entre estas nuevas perspectivas de aná-lisis, sin duda alguna, una de las que más popularidad ha alcanzado es el análisisespacial del arte rupestre y su relación con las estrategias y circuitos de movilidad delas poblaciones humanas (p.e. Berenguer 2004; Briones et al. 2005; Núñez 1976;Sepúlveda et al. 2005). Tal perspectiva aprovecha de buena manera una de las carac-terísticas fundamentales del arte rupestre, cual es su necesaria significación espacial encuanto materialidad inmueble que adquiere gran parte de su eficacia simbólica alestar inserto en una geografía substantiva.

El caso más conocido de esta aplicación de análisis espacial a los Andesprehispánicos es la relación establecida entre arte rupestre y rutas de caravanas, fun-cionando los primeros como marcadores de las vías de circulación de estas carava-nas (p.e. Briones et al. 2005; Núñez 1976), dentro de circuitos regionales einterregionales que varían con el tiempo.

En el presente trabajo pretendemos abordar el análisis espacial del arte rupestredesde una perspectiva inversa a la anterior; antes que considerar a los bloques graba-dos como indicadores de vías de circulación, proponemos su comprensión comoun productor, organizador y semantizador del espacio; una materialidad activa enlos procesos de construcción social del espacio y de la realidad de los gruposprehispánicos.

*Departamento de Antropología, Universidad de Chile.

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| LORENA R. SANHUEZA Y FERNANDA G. FALABELLA |

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1997. Fundamentos Prehispánicos de la Población “Promaucae” Histórica. Informe FinalProyecto Fondecyt Nº 194-0457. Ms.

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2004. Estilos Tecnológicos e Identidades Sociales durante el Período Alfarero Temprano enChile Central: una Mirada desde la Alfarería. Tesis de Magíster en Arqueología, Universi-dad de Chile. Ms.

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Notas1. La presencia del Complejo Llolleo en el Río Aconcagua es poco clara. Hay piezas cerámicas de

estilo Llolleo en el Museo de Los Andes y algunos reportes de sitios Llolleo en el área deQuillota (Avalos 1999; Avalos y Strange 1999) y en el sector de Panquehue (Pavlovic 2000). Sinembargo no se han reportado sitios Llolleo en la costa (Berdichewsky 1964; Silva 1964) ni enel curso superior del Aconcagua (Pavlovic 2000).

2. El sitio El Mercurio no presenta en principio pastas graníticas, sin embargo esto puededeberse a lo escaso de la muestra analizada.

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marca el inicio del tramo final en el acercamiento hacia el sector central de esteespacio sagrado; de hecho, traspasada esta concentración ya no se disponen otrossoportes hasta el sitio 33, unos 500 metros más hacia el este.

El soporte 22 marca por tanto, el umbral entre dos tipos de espacio. Interesantees que traspasado este bloque caminando de oeste a este, y al producirse la obviainversión visual de pérdida de visibilidad de Casa Blanca y aparición del valle y lossitios de ocupación humana, el soporte que enmarca tal visibilidad presenta figurashumanas, como indicando su relación con el reingreso a tal tipo de espacio de locotidiano, de lo humano y la habitación.

Siguiendo el recorrido lineal hacia el oeste, y traspasado Casa Blanca13, nos encontramos con el sitio Casa Blanca 34 donde todos sus soportesse distribuyen en forma lineal con una orientación hacia el este para servisibles al aproximarse desde Casa Blanca 13. El único soporte que presentauna peculiaridad es el bloque 4, situado en el extremo oeste del sitio y que presentados caras grabadas, para ser visible tanto moviéndose hacia el sitio 14 como viniendode vuelta de él, actuando posiblemente como un microumbral que define tanto lainstancia final previa a ingresar al sitio 14 o salir de su espacio de influencia.

Traspasado el sitio 34 una modificación se ha de realizar en el recorrido, cual esatravesar la quebrada, por cuanto tan sólo desde la terraza norte de éste es totalmentevisible el sitio 14. Sin querer especular, creemos que esta variación no deja de tenerimportancia, por cuanto no implica solamente un quiebre en la linealidad del recorrido,sino también el tener que atravesar un rasgo natural que quiebre el relieve local. Lointeresante es que sólo traspasada esta quebrada es factible luego continuar por una

Figura 7. Campos de Visibilidad desde sitio Casa Blanca 13. 6a Visibilidad abierta antesde soporte 22, 6b Visibilidad cerrada desde soporte 22.

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ruta medianamente apta para acercarse a los dos bloques finales. Por un lado, al sitio32, que marca el límite de este espacio por su parte baja (a la misma altura que el sitioCB 14), pero desde el cual es posible acceder y ver el sitio 33, ubicado a una cota másalta y que marca el fin de esta área ritual.

Llegado al sitio 33 la estructuración visual nuevamente se altera, por cuanto, desdeeste soporte ahora es posible volver a tener un campo de visibilidad abierta que incluyelas terrazas fluviales del valle. Pero también, desde este espacio es factible ahora observarla totalidad del espacio sagrado, teniéndose una clara visión tanto del sitio CB 14, comodel soporte 22 de CB13, generándose un dominio visual total del área.

Se genera de esta manera un esquema organizacional de la visualidad cual es:inicios de Casa Blanca 13 visibilidad amplia, traspaso de soporte 22 visibilidad cerrada,sitio CB 33 visibilidad amplia. Gráficamente, podría expresarse como se ilustra en laFigura 8.

De esta manera, el arte rupestre en este sector implementa una serie de disposi-tivos orientados al desplazamiento del ser humano por el espacio, en el que la dispo-sición de los bloques, sus orientaciones y configuraciones internas entregan un con-junto de significados que construyen el espacio local, pero que a su vez lo dotan designificado y ejecutan una serie de propiedades que definen la acción humana y laexperiencia fenomenológica.

Figura 8. Esquema de visibilidades.

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La construcción de este espacio, con sus modificaciones estructurales de visibi-lidad abierta y cerrada puede explorarse en busca de sus significados a partir deciertos modelos antropológicos. En específico, nos referimos a los aportes de Leach(1993 [1976]) sobre la organización del ritual, los ritos de paso y los espacios sagra-dos. En su ya clásico modelo, Leach (1993 [1976]) propone que en todo ritual se unesquema de organización tripartita cual es: etapa I estado normal, etapa II separaciónde lo cotidiano y estado anormal, etapa III vuelta al estado normal. Pues bien, siaplicamos tal modelo a nuestra realidad, vemos que él calza a la perfección con lascondiciones de visibilidad de cada sector. En un primer momento de recorridotenemos una visibilidad zonal que abarca el valle y los espacios de ocupación, esdecir, nos encontramos en un estado social normal. Traspasada el soporte 22 (CB13),entramos en un área de visibilidad cerrada donde no hay contacto con tal espaciocotidiano de ocupación, es decir, estamos en un estado de separación social. Final-mente, recorrido ese espacio, llegado y observado el sitio CB14 con su gran soporte,se traslada el ser al sitio CB33 donde vuelve a tener una visibilidad amplia y, portanto, es una vuelta a un estado normal, de contacto con lo cotidiano. La coherenciaestructural entre los dos modelos se representa en la Figura 9.

Siguiendo los aportes del mismo autor, este modelo puede ser traducido a otroesquema propuesto por el autor para la comprensión de los espacios sagrados y quese expresa en la Figura 10.

Como se observa en la mencionada ilustración, nos encontramos en el modelocon una estructuración que propone que todos aquellos espacios transicionales, um-brales o que se disponen entre dos tipos de espacio particulares, no sólo se diferen-cian de ellos, sino que actúan también a manera de lugares sagrados producto de sucarácter central o transicional entre un área y otra (Leach 1993 [1976]).

Pues bien, aunque todo el espacio de Casa Blanca ha sido considerado un espa-cio sagrado, aplicando este modelo encontramos una reafirmación de un aspectopropuesto para la organización de este lugar sacro, cual es el carácter central quepresenta el sitio Casa Blanca 14. En particular, aplicando el modelo de Leach (1993[1976]), tenemos que esta mayor sacralidad se aplica no sólo a este soporte, sino quea todo aquel espacio de visibilidad cerrada que se dispone entre el soporte 22 de CB13 y CB33, donde todo lo que es aquel sector mencionado sería, a nuestro entender,y producto de su estructuración, relación visual con CB14 y su acercamiento a éste, el

Figura 9. Interpretación de campos de visibilidad según modelo de Leach (1993 [1976]).

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área de mayor sacralidad en todo el proceso ritual de movimiento que habría impli-cado el uso y ejecución de este espacio.

Conclusiones

Las características de los bloques de arte rupestre del sitio Casa Blanca 13, asícomo de los sitios aledaños, sugieren una importante articulación funcional y decontenido entre ellas, anclada en el rol activo del arte rupestre como materialidadconstructora no sólo de significados, sino de formas de experimentar este espacio apartir de la movilidad en su interior, así como de los campos visuales que se leasocian. A partir de la operacionalización de estos dispositivos fenoménicos y decontenidos, el arte rupestre construye un contenido de este espacio que permiteinterpretarlo como un espacio sagrado fundado en las proposiciones efectuadas alrespecto por Leach (1993 [1976]) y otros (p.ej. Giobellina Brumana 1990).

De esta manera, se materializa en este lugar una construcción fenomenológica yestructural fundada en dispositivos que actúan a manera de espectáculos visuales,

Figura 10. Diagrama interpretativo del arte rupestre en Casa Blanca, siguiendo a Leach(1993 [1976]).

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De esta manera, y dentro de los marcos conceptuales explicitados con anterio-ridad, podemos considerar al complejo Llolleo como una entidad conformada porun número indeterminado de comunidades menores, las que periódicamente se re-lacionan entre sí, permitiendo activar y reactivar una identidad grupal (incluso a nivelregional), y que manejan activamente una cultura material en este sentido.

Esto no significa, sin embargo, que exista necesariamente una instancia en que sereúnan todas las comunidades o grupos Llolleo. De hecho creemos que las regulari-dades y diferencias observadas nos hablan más bien de pequeños grupos familiaresque conforman comunidades pequeñas, que pueden tener mayor o menor relacióncon algunas otras comunidades. De esta manera, las regularidades en la cultura mate-rial que permiten identificar al Complejo Llolleo se configuran a partir de una seriede comunidades que se relacionan entre sí, aunque no necesariamente se relacionentodas al mismo tiempo, ni necesariamente cada una de ellas con todas las demás. Espor esto que ningún contexto es idéntico al otro, comportándose como una unidadarqueológica politética, y de ahí la dificultad para definir límites a los distintos nivelesde agregación social.

Recapitulación

En este trabajo hemos intentado abordar la unidad arqueológica “ComplejoLlolleo”, desde el punto de vista de su configuración y articulación interna en térmi-nos sociales. Para esto hemos utilizado diversos tipos de información que derivan dediferentes procedimientos analíticos.

De esta manera hemos propuesto que lo que llamamos Complejo Llolleo estáconformado por pequeños grupos o comunidades, con un patrón de asentamientodisperso, que se articulan entre si con mayor o menor regularidad. Esta articulacióninvolucra a grupos que habitan en áreas diferentes y que de hecho, pasan la mayor deltiempo en sus propias localidades. Este proceso de articulación puede haberse dadoa diferentes niveles y con diferentes intensidades. Mientras algunos deben haberinvolucrado sólo a algunas comunidades, otras parecen haber convocado a un ma-yor número de ellas. Esta articulación probablemente ocurre en lugares específicos,donde sin duda entran en juego conductas de alta significación que involucran el actode fumar (pipas), el consumo de bebidas (jarros) y el intercambio de bienes (jarros).

Agradecimientos. Este trabajo ha sido financiado por los proyectos FONDECYT 1030667 y1040553.

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intra-areales. Si además tomamos en cuenta que son justamente los jarros los másfrecuentemente utilizados como ofrendas en los entierros, tanto en la costa como enel interior, parece razonable sugerir que estos artefactos jugaron un rol activo en laidentificación del grupo social mayor.

La similitud en las características de los jarros Llolleo a nivel areal ha sido cons-tatada en los análisis de atributos métricos y de variables cualitativas entre los sitiosLlolleo LEP-C de la costa y El Mercurio del interior en la cuenca de Santiago (Falabella2000). Dicho análisis mostró que ambos conjuntos pueden ser considerados comoparte de una misma “población” de vasijas ya que no presentan diferenciasestadísticamente significativas. Con un enfoque similar se comparó jarros y ollas desitios de la cuenca de Santiago y de Rancagua con resultados análogos (Correa 2004).

Otra evidencia que creemos apoya la idea de que los jarros apelan a la identidadgrupal es el hecho que es la categoría de vasijas que presenta la mayor variabilidad enlas pastas, lo que sugiere que en los sitios no sólo se están utilizando jarros manufac-turados localmente, sino de otras áreas (Sanhueza 2004). En la comparación realiza-da entre los conjuntos cerámicos de costa y de interior se constató que los jarrospulidos presentan una mayor variabilidad que las ollas alisadas en sus materias pri-mas. En la costa esto se ve expresado por una notoria mayor frecuencia de pastascon áridos de origen volcánico entre los jarros pulidos, las que alcanzan una frecuen-cia cercana al 10%, en contraste con el 1-2% que representan entre las ollas alisadas.En el interior los jarros pulidos presentan un mayor porcentaje de pastas graníticasque el resto de las vasijas (8-16%, en relación a un 3-12%) (Tabla 3)2. Creemos queesto es una expresión de la circulación de vasijas que se pone en juego en contextosde estas relaciones intergrupales más amplias. En este sentido, los jarros pueden estarsiendo transportados de un área a otra, ya sea para cumplir funciones durante lasinstancias de reunión o bien como regalos.

Como referente arqueológico de estos lugares de “junta” se conoce el sitio LaGranja, ubicado en la cuenca de Rancagua, el que ha sido interpretado en este sentidopor la inusual cantidad de fragmentos de pipas recuperadas (más de 600), por lamayor representatividad de jarros y por el entierro de grandes bolones de río su-puestamente vinculados a la ritualidad (Falabella et al. 2001; Planella et al. 2000). Lasprospecciones que se han realizado en la cuenca de Rancagua confirman el caráctersingular de este sitio, ya que no se han registrado otros sitios de esa envergadura, nicon tal cantidad de pipas.

Nuestra interpretación de los modos de articulación dentro del complejo Llolleoes análogo a la “organización tribal”, entendida como una condición propia de cier-tos sistemas sociales a baja escala, relacionada con la integración a nivel regional osupra regional de sus unidades sociales (Falabella y Sanhueza 2005/2006). Lo centralen este tipo de integración es que se trata de lazos que potencian la cooperación sinnecesidad de una unidad política estructurada. Pueden configurarse sobre la base dealianzas temporales o alianzas negociadas y mantenidas simbólicamente a través deltiempo.

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dando origen a lo que podríamos definir como una arquitectura sin muros ancladaen la alteración de la roca y basada en el imaginario materializado en la visualidad delarte rupestre, y en particular de la alteración de la roca. Si observamos atentamentealgunos soportes con grabados rupestres nos encontramos que en ellas no sólo seregistran formas geométricas, sino que hay una serie de piqueteados aislados, que noforman figuras, ni diseños, y que sugieren que parte de la importancia de esta cons-trucción descansa en la alteración de la roca, en una práctica de golpear el bloque, asícomo en la movilidad al interior de este espacio. Se implementa en este lugar, portanto, una estrecha relación significativa entre espacio, movilidad, visibilidad, altera-ción de la roca y sentido que es posible recuperar desde la arqueología en busca deldrama de la vida social prehispánica.

Los resultados obtenidos de los análisis de visibilidad y visibilización sugierenque en la construcción de este espacio sagrado, el punto central y neurálgico es aque-lla zona de visibilidad cerrada donde se encuentra el sitio Casa Blanca 14, principalsoporte de arte rupestre de la zona, avalando ideas entregadas previamente y queindicaban que este sitio por sus características intrínsecas (el soporte de mayor tama-ño y con mayor cantidad y variedad de figuras en el área), se constituía en el lugarprincipal de este espacio sagrado (Troncoso 2004, 2005b).

Dos reflexiones nacen de las proposiciones entregadas previamente. La prime-ra, referida al tema de la construcción de este espacio, donde uno podría preguntarsesobre las etapas de creación de estos sitios, enfrentándose a dos alternativas. Una, quetodo fue creado al unísono en un solo evento o, dos, que por el contrario su cons-trucción es producto de un proceso continuo de alteración de la roca por medio degrabados. Aunque la respuesta a tal pregunta es difícil de abordar arqueológicamente,optamos por inclinarnos a la segunda alternativa, una construcción paulatina en eltiempo a través de múltiples visitas y recorridos por este espacio sagrado por partede los grupos del período Intermedio Tardío. Casa Blanca 13, y otros sitios aledañoscomo Casa Blanca 14, serían fruto de una reiteratividad en las prácticas y espacios dealteración, evidenciados en algunos bloques por las diferencias de pátinas que pre-sentan grabados de un mismo estilo, jugando con una dialéctica entre lo imaginario ylo material, mediada por las prácticas; un imaginario que define, organiza y semantizaeste espacio, pero el cual se (re) produce y concreta a partir de la materialidad del arterupestre y su inserción en un espacio sustantivo e implementada a través de las prác-ticas de movilidad de agentes por este espacio.

La segunda reflexión nace desde una perspectiva diacrónica y se refiereespecíficamente a la reocupación de tiempos Tardíos o Inca en el sitio. Como hemosavanzado en otros trabajos (Troncoso 2004, 2005b), los grabados del Período Tar-dío se disponen en puntos específicos a este espacio dentro de un proceso quehemos interpretado como de dominación y resemantización por medio de la cons-trucción de figuras fundados en un código semiótico diferente (Troncoso 2004,2005b). Lo interesante es que tal reocupación se basa en la continuación de la lógica

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de las prácticas y contenido de este espacio; los grabados de tiempos incaicos man-tienen la estructura básica aquí implementada, con sus organizaciones lineales, susjuegos de espacio y de visibilidad, manteniendo en el tiempo la lógica de unas prác-ticas sociales particulares ancladas en la movilidad, pero reproducidas en esta ocasiónpor nuevas figuras grabadas que responden a una lógica de producción de diseñosdiferente a la del período Intermedio Tardío, creando un juego de mantenimiento yredefinición en este espacio sagrado del curso medio superior del río Putaendo (Fi-gura 11).

Agradecimientos. A Felipe Criado, Daniel Pavlovic, Rodrigo Sánchez y Slabik Yacuba. A los estu-diantes de Arqueología de la Universidad Internacional SEK que participaron en el relevamientodel sitio Casa Blanca 13: Javiera Arraigada, Patricia Barría y Marco Portilla. Al Museo Chileno deArte Precolombino, institución patrocinante del proyecto FONDECYT 1040153.

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Figura 11. Soportes por Estilo sitios de Casa Blanca.

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| 387

Los resultados obtenidos muestran que los individuos de la costa tienen una con-siderable mayor cantidad de d15N que los del interior, lo que implica que los recursosmarinos están incluidos en la dieta. Los individuos del interior, por su parte, muestranniveles de d15N bastante menores, congruentes con una dieta basada principalmente enproductos terrestres, y con valores de d13C que muestran que el maíz ya comienza a serincorporado como parte habitual de sus alimentos (Figura 3) (Falabella et al. 2006).

De esta manera, tanto el análisis cerámico como los análisis de la dieta de estaspoblaciones apuntan a la existencia de una diferenciación del territorio en al menosdos grandes áreas: costa e interior, donde distintos grupos de personas permanecenla mayor parte del tiempo.

Las evidencias también sugieren que podría haber un nivel de mayor cohesiónsocial al interior de cada una de estas áreas. Esto se ve reflejado en la existencia deciertas características culturales que se presentan sólo en el interior, como por ejem-plo vasijas con modelados antropomorfos duales en el cuerpo o incisos con moti-vos complejos en el cuello y el uso de amontonamientos de bolones de río en laritualidad.

No obstante lo anterior existen grandes similitudes en la cultura material de losgrupos de ambas áreas que debe ser explicada por mecanismos sociales, que seríanlos que permiten las relaciones entre los individuos de estos dos espacios, de manerarecurrente, aunque no necesariamente continua.

El Referente Social del Complejo Llolleo

Como hemos dicho, todos los contextos Llolleo presentan similitudes en aspec-tos de los conjuntos cerámicos, de las prácticas funerarias y de los adornos. Sin duda,esto evidencia que ciertas ideas de “como hacer las cosas” son compartidas a unnivel regional, donde se enfatizan ciertos códigos relacionados especialmente conactividades no domésticas. Creemos que estas similitudes son posibilitadas y propi-ciadas en determinadas instancias sociales, donde confluyen algunos grupos costerosy del interior. Estas instancias pueden estar referidas a relaciones de parentesco yreciprocidad a nivel familiar (matrimonios, funerales, trabajos comunitarios), o biena instancias de congregación social más amplias, similares a las “juntas” descritas porlos cronistas o bien ceremonias rituales (Castro y Adán 2001; Falabella et al. 2001;Faron 1969; Planella et al. 2000). Es en estas ocasiones e instancias que se experimen-ta, actualiza y revitaliza un sentido de identidad común por sobre las diferenciasparticulares de las comunidades o de otros niveles de agregación social. Este sentidode identidad se construye en la experiencia común rodeada por un entorno físico,social y material reconocido y reconocible por todos.

En este tipo de reuniones el consumo de bebidas y comidas es usual. Los jarroshan sido el recipiente más tradicionalmente usado en estos contextos. Creemos quees por esto que es en esta categoría de vasija donde se concentran las similitudes

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Otra línea de evidencia que apoya esta misma idea, son los estudios sobre dieta.En la década del ´90 se tuvo una primera experiencia en relación al tema, mediante elanálisis de composición de elementos en restos óseos de poblaciones costeras y delinterior. En esa ocasión sólo se estudiaron individuos de dos sitios, uno de la costa yel otro del interior (LEP-C y El Mercurio respectivamente) (Falabella et al. 1995-96).Los resultados de los análisis mostraron una concentración diferencial de los elemen-tos zinc (Zn) y estroncio (Sr) para las poblaciones costeras v/s interior, lo que fueinterpretado como una diferenciación sustancial en la dieta de estas dos poblaciones.Los altos valores de zinc (Zn) en las poblaciones del interior podrían estar respon-diendo al consumo de cultígenos (legumbres y maíz), mientras que los valores pre-ponderantes de estroncio (Sr) en la costa estarían representando una dieta basadafuertemente en el consumo de mariscos (Falabella et al. 1995-96: 37).

Estos resultados, aunque limitados por la muestra analizada, permitieron pro-poner que los grupos que habitaban la costa o el interior pasaban la mayor parte deltiempo en sus respectivas localidades, lo que es coincidente con la información apartir del análisis de la cerámica.

Recientemente, análisis de isótopos estables de restos óseos humanos, que inclu-ye una muestra bastante mayor, tanto de individuos enterrados en la costa como enel interior han mostrado un patrón semejante. Si bien esta es una técnica especialmen-te utilizada para pesquisar la incorporación y la importancia del maíz en la dieta,también es muy sensible para distinguir dietas basadas en productos marinos deaquellas en la cuales estos recursos no tienen mayor importancia, a partir de losisótopos de Nitrógeno (Tykot y Staller 2002).

Figura 3. Valores isotópicos del carbono y nitrógeno del colágeno de individuos Lloleode sitios de la costa y el valle.

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