ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA - ARQUEOLOGIA...

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EDITORIAL

Habría que pensar que el tiempo es un espa-cio polimorfo lleno de sentido; un mundo parala reflexión de lo que somos y no somos, de loque podemos llegar a ser y de lo que, quizás,no fuimos; un inmenso paraguas bajo el cualnos cobijamos, bajo el cual nos encontramosy nos perdemos. Habría que pensar que el tiem-po no sólo es devenir sino también lugar; quesus brazos nos tocan, nos abrazan y, a veces,nos separan. Habría que pensar. Como inda-gación sobre el tiempo y sobre las identidades(sobre la forma como su interrelación llena ydibuja la vida social) la arqueología es un in-menso edificio en movimiento cuyos ladrillosson puestos por muchos sujetos desde muchoslugares. Arqueología del tiempo, entonces,pero también el tiempo de la arqueología. Larevista es también espacio, paraguas, lugar; unconocido café donde nos encontramos a con-versar de cosas que nos gustan y nos preocu-pan (con la preocupación desenfadada de quienestá seguro de lo que hace, aunque no tanto).La revista crece, se desenvuelve, llama. Bus-ca puertas por donde entrar, cuartos donde que-darse. Busca comunidades o quiere crearlas.Los empeños colectivos nos libran de la malajugada de la soledad. Así estamos. Así vamos.

Presentamos ahora nuestro tercer número(aquel mítico umbral que separa las intencio-nes de las realidades en materia de publica-ciones periódicas) y nos gustaría jugar a serpretenciosos: Arqueología Suramericana havenido para quedarse. Pero también ha veni-do para llevarnos hacia donde nuestra imagi-nación inercial y domesticada no nos habíainvitado. La topografía política que nos in-cumbe nos presenta otras voces que, grata

sorpresa, suenan familiares. Iniciamos en estenúmero una sección de diálogos con otrasvoces que se inaugura con un sugerente textode Alinah Segobye. Esperamos que este seaun espacio de encuentro de proyectos cerca-nos más allá de los mares. Ojalá reconozca-mos imágenes conocidas, espejos que nos de-vuelvan aquello que miran nuestros mismosojos.

Dedicamos este número a la memoria deJames Petersen

*

Deveríamos pensar que o tempo é um espaçopolimorfo cheio de sentido; um mundo para areflexão do que somos e não somos, do quepodemos chegar a ser e do que, talvez, nãofomos; um imenso guarda-chuva sob o qualnos refugiamos, sob o qual nos encontramos enos perdemos. Deveríamos pensar que o temponão é somente devir, mas também lugar; queseus braços nos tocam, nos abraçam e, porvezes, nos separam. Deveríamos pensar. Comoindagação sobre o tempo e sobre as identida-des (sobre a forma como sua inter-relaçãopreenche e desenha a vida social), a arqueologiaé um imenso edifício em movimento, cujostijolos são colocados por muitos sujeitos a par-tir de muitos lugares. Arqueologia do tempo,então, porém também o tempo da arqueologia.A revista é também espaço, guarda-chuvas,lugar; um café conhecido onde nos encontra-mos para conversar de coisas das quaisgostamos e pelas quais nos preocupamos (coma despreocupação de quem está seguro do que

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faz, mesmo que nem tanto). A revista cresce,desenvolve-se, chama. Busca portas por ondeentrar, quartos onde ficar. Busca comunidadesou quer cria-las. Os esforços coletivos noslivram do mau juizo/mala jugada (no sentidode elegir algo que no es bueno?) da solidão.Assim estamos. Assim vamos.

Apresentamos agora nosso terceiro nú-mero (aquele mítico umbral que separa asintenções das realidades quando se trata depublicações periódicas) e gostaríamos debrincar, sendo pretensiosos: Arqueologia Sul-americana veio para ficar. Porém tambémveio para levar-nos até onde nossa

imaginação inercial e domesticada não noshavia convidado. A topografia política quenos incumbe apresenta-nos outras vozes que,grata surpresa, soam familiares. Iniciamosneste número uma secção de diálogos comoutras vozes que se inaugura com um suges-tivo texto de Alinah Segobye. Esperamos queeste seja um espaço de encontro de projetossemelhantes/cercanos mais além dos mares.Quiçá reconheçamos imagens conhecidas,espelhos que nos devolvam aquilo que vêmnossos mesmos olhos.

Dedicamos este número a memória deJames Petersen

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ARQUEOLOGÍA, ESPACIO Y TIEMPO: UNAMIRADA DESDE LATINOAMÉRICA1

Carlo Emilio Piazzini SuárezInstituto de Estudios Regionales, Universidad de Antioquia

Este artículo explora los presupuestos e implicaciones de lo que sería el desarrollo de una onto-logía del espacio y las materialidades en arqueología empleando diversos planteamientos delpensamiento social contemporáneo sobre espacio-tiempo así como el examen de formulacionesteóricas efectuadas desde la arqueología sobre espacialidades y cultura material. Como unamanera de situar la reflexión desde Latinoamérica se vislumbra un análisis de la geopolítica delconocimiento coherente con el enunciado de que la arqueología es una práctica socialespacialmente mediada.

Este artigo explora os pressupostos e implicações do que seria o desenvolvimento de uma ontologiado espaço e das materialidades em arqueologia, empregando diversas proposições do pensamentosocial contemporâneo sobre espaço-tempo, bem como examinando formulações teóricas efetuadasa partir da arqueologia sobre espacialidade e cultura material. Como uma maneira de situar areflexão a partir da América Latina, busca-se uma análise da geopolítica do conhecimento coerentecom o enunciado de que a arqueologia é uma prática social mediada espacialmente.

This paper explores the conceptual bases and the implications towards the development of anontology of space and materiality in archaeology using diverse insights from contemporary so-cial thought about space and time; the paper also examines the theoretical formulations ofarchaeology on space and material culture. An analysis of a geopolitics of knowledge, coherentwith the proposal that archaeology is a spatially-mediated social practice, is a way to situate thereflection from the Latin American context.

En 2003 fue publicado en American Antiquityy Latin American Antiquity un texto delarqueólogo argentino Gustavo Politis, Thetheoretical landscape and themethodological development of archaeologyin Latin America (este título puede ser tra-ducido como El paisaje teórico y el desarro-llo metodológico de la arqueología en Amé-rica Latina). Me interesa esta idea de un pai-saje teórico que puede referirse a una metá-fora espacial que sirve al propósito de pre-sentar un cuadro, una suerte de imagen sín-tesis de la diversidad de enfoques que carac-

terizan la arqueología latinoamericana, o ala existencia, en sentido literal, de una espa-cialidad de los saberes arqueológicos enLatinoamérica. En el texto se plantean algu-

1 Este artículo se basa en una conferencia pre-sentada en el III Congreso Colombiano deArqueología realizado en la Universidad delCauca, Popayán, en diciembre de 2004, yavanza sobre la propuesta de creación de laMaestría en Estudios Socioespaciales del Ins-tituto de Estudios Regionales de la Universi-dad de Antioquia, INER (Piazzini 2004).

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nas cuestiones que abren camino a esta últi-ma interpretación. Politis reconoce diferen-cias importantes entre las trayectorias de lapráctica arqueológica en los países que con-forman la geografía latinoamericana y asu-me una posición crítica sobre la situación deestas trayectorias respecto de la importaciónde enfoques teórico-metodológicos y la ex-portación de datos desde y hacia otras regio-nes del planeta. Aun cuando Politis no lo plan-teó de manera explícita podría pensarse quetales enunciados no pueden descansar másque en una consideración sobre la afectaciónde las espacialidades en el pensamiento ar-queológico.

Las relaciones entre arqueología y espa-cio han sido abordadas, fundamentalmente,desde una perspectiva que enfatiza el trata-miento metodológico de este último. La ela-boración de datos sobre localización, distri-bución y relación espacial de las evidenciasarqueológicas es condición de posibilidadpara el ejercicio de la investigación; los aná-lisis espaciales, incorporados y ajustados apartir de modelos desarrollados por la geo-grafía y la ecología, son un acervometodológico de la disciplina. No obstante,el planteamiento de estas relaciones en el pla-no epistemológico y ontológico no ha sidofrecuente; esto parece relacionarse con unaconcepción implícita del espacio en su ver-sión cartesiana, como extensión y soportegeofísico en el cual se desarrollan las prácti-cas y procesos sociales, y de la geografía yla ecología como saberes positivos sobre eseespacio y sus contenidos. Salvo algunos plan-teamientos recientes los arqueólogos no sue-len interesarse por establecer conexiones en-tre el ejercicio de la disciplina y las espacia-lidades en las cuales se encuentraninvolucrados como actores sociales; tampo-co en la reconstrucción de las experienciasespaciales de las sociedades que estudian.

El tratamiento instrumental que la arqueo-logía ha hecho del espacio deriva, como enlas demás ciencias sociales, de la configura-

ción de las experiencias del espacio-tiempoen la modernidad. En este artículo quieroabordar las consecuencias que ha tenido parala arqueología el pensamiento del espaciocomo exterioridad subordinada al tiempo ylas claves de lo que sería una recomposiciónde la jerarquía ontológica del espacio y lasmaterialidades en el pensamiento social. Deotra parte, quiero situar el enunciado de afec-tación espacial del pensamiento en el campode la geopolítica del conocimiento para refe-rirme a la arqueología latinoamericana.

Antes de proseguir debo señalar dos va-cíos con los cuales tendré que contar en estareflexión. El primero tiene que ver con el esta-blecimiento de las experiencias de espacio-tiempo que se han configurado enLatinoamérica pues si bien es cierto que lamodernidad es inconcebible sin incorporar loque ha significado esta región del planeta parael desarrollo del colonialismo (cf. Mignolo2002), también es cierto que las elaboracio-nes teóricas sobre lo que podría denominarseuna geografía de las experiencias y concep-ciones del espacio-tiempo de la modernidad(i.e. Soja 1989; Jameson 1991; Giddens 1994;Harvey 1998) no son explícitas en lo que tie-ne que ver con trayectorias que no se reducena la geo-historia europea. Ello señala una difi-cultad que está en la base de esta reflexiónpero, además, permite vislumbrar una líneade indagación que la arqueología regional,conjuntamente con otros campos disciplina-rios, debería ser capaz de abordar hacia futu-ro: cómo se han constituido las experiencias yconcepciones de espacio-tiempo de las socie-dades latinoamericanas.

El segundo vacío plantea, en primera ins-tancia, más una limitación personal que unadeficiencia estructural. Los argumentos quevoy a exponer no descansan sobre un análi-sis amplio de la literatura arqueológica lati-noamericana en parte debido a la dificultadde acceder a la producción regional. Esteartículo no puede ser leído como una tentati-va por sistematizar la manera como el espa-

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cio ha sido abordado por los arqueólogoslatinoamericanos; más bien debe ser aborda-do, apenas, como una invitación para avan-zar por sendas de indagación a propósito deelaboraciones teóricas sobre el espacio, eltiempo y las materialidades. En segunda ins-tancia este vacío corresponde a la localiza-ción de un sujeto que habla desde un lugarde enunciación precariamente situado en lared interdiscursiva de la arqueología mun-dial; desde esta situación es más expeditoacceder a la producción anglosajona que a laproducción latinoamericana. Con ello quie-ro dejar servido un asunto sintomático de lageopolítica del conocimiento arqueológico:la cartografía de las redes interdiscursivasde la disciplina no corresponde a la contigüi-dad espacial que supone hacer arqueologíaen países vecinos, con problemáticas y con-textos de investigación muchas veces afines.De hecho, conocer la reflexión de Politis quehe utilizado como introducción para este tex-to ha sido posible por la intermediación de unnodo de información situado en Norteamérica,en lengua inglesa, y no a la existencia de redesque conecten directamente los pensamientoslatinoamericanos.

La arqueología en el espacio-tiempo de la modernidadLa restricción al plano instrumental que, fre-cuentemente, han hecho los arqueólogos dela cuestión espacial corresponde a las expe-riencias y concepciones del espacio-tiempoen la modernidad, particularmente en tressentidos: en primer lugar, una concepción delespacio como «telón de fondo» de lo social;en segundo lugar, una hegemonía del pensa-miento del tiempo sobre el pensamiento delespacio como parte de una geopolítica decontrol de la alteridad; y, en tercer lugar, unaidea de las materialidades, conjuntamente conel espacio, como exterioridades.

En el pensamiento social moderno espa-cio y tiempo han sido tratados como catego-

rías independientes y, hasta cierto punto,opuestas. No obstante, debe reconocerse unaíntima relación entre ambas que, dependien-do de las circunstancias, ofrece diferentesmodos de articulación o experiencias de «es-pacio-tiempo»; esta noción, lejos de resultaren una simple fusión de términos, define elcontexto de configuración de los procesos yprácticas sociales (Wallerstein 1998; Giddens2003:384). La modernidad es una experien-cia particular del espacio y del tiempo quecombina el sentido de existencia en lugares ymomentos particulares con un sentido indi-vidual y colectivo de contemporaneidad quetrasciende las especificidades espacio-tem-porales (Soja 1989:25; Berman 1995:1); estemodo de ser implica una discontinuidad conexperiencias previas -o paralelas- de espa-cio-tiempo.

Durante el Medioevo europeo la relaciónentre espacio y tiempo era inseparable —«elcuando estaba casi universalmente conecta-do al donde» (Giddens 1994:29)—, de talmanera que el ejercicio de la memoriainvolucraba, activamente, las espacialidadesy, concretamente, los lugares en donde lasinteracciones sociales se desarrollaban caraa cara, de manera presencial. A la declara-ción «yo estuve allí» se unía la afirmación«eso ocurrió antes, durante, después, desde,durante tanto tiempo» (Ricoeur 2003:202).Con la modernidad se operaron dos trans-formaciones: primero, el sentido de lugar seseparó del sentido del espacio alincrementarse las relaciones entre ausentes:«Los aspectos locales son penetrados en pro-fundidad y configurados por influencias so-ciales que se generan a gran distancia deellos» (Giddens 1994:30). Segundo, espacioy tiempo se separaron en la medida en quetomó fuerza la regulación de las actividadessociales conforme a un tiempo homogéneoque no dependió de su localización: «El tiem-po estuvo conectado al espacio (y al lugar)hasta que la uniformidad de la medida deltiempo con el reloj llegó a emparejarse con

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la uniformidad en la organización social deltiempo» (Giddens 1994:29).

Este «vaciamiento» de los contenidos es-pecíficos y plurales del espacio y el tiempopreparó el camino para una transformaciónestructural, una «compresión espacio-tempo-ral»2. Mientras los mundos medievales des-plegaron lógicas espacio-temporales afinesa la rutina de las prácticas cotidianas de cadaterritorio, interconectadas sólo por la poten-cia de los calendarios cristianos, las empre-sas puntuales de colonización y los imagina-rios sobre los espacios que constituían losconfines del mundo conocido, a partir delRenacimiento y durante la Ilustración cadalugar se volvió vulnerable a las dinámicaseconómicas, políticas y culturales de un mun-do más vasto, constituyéndose gradualmen-te la imagen de un tiempo y un espacio ho-mogéneos que tendían a la sincronización delos ritmos entre sociedades hasta entoncesdistantes. Además, con el capitalismo se in-trodujo en cada una de estas sociedades unafuerte demarcación espacial y una mayorregulación temporal de las actividades delocio y la producción en lugares y momentosespecíficos (Harvey 1998:267).

De forma paralela, y por contraste conlas cualidades sensibles de las representacio-nes espaciales del Medioevo, la invención dela perspectiva como una nueva mirada delmundo permitió el desarrollo de cartografíasabstractas del planeta y sus regiones comouna extensión potencialmente cognoscible:mapamundis, cartas y paisajes pictóricosfueron posibles gracias a la perspectiva deun sujeto situado fuera de ellos (encima o al

frente), distanciado de lo observado comocondición para alcanzar una imagen de tota-lidad e imparcialidad (Thomas 2001); estascartografías fueron herramientas centralespara la economía y la política de la primeraglobalización (Harvey 1998:277).

A la par de estas transformaciones seinstauró una hegemonía o primado del pen-samiento del tiempo sobre el pensamiento delespacio (cf. Soja 1989:13; Pardo 1992:249;Harvey 1998:229; Koselleck 2001:96) quecorresponde, en términos generales, a lo queFoucault denominó edad de la historia, pro-vista de una filosofía «consagrada al Tiem-po, a su flujo, a sus retornos... presa en elmodo de ser de la Historia» (Foucault1985:216). Desde finales del siglo XVIII lasespacialidades fueron ordenadas de confor-midad con una teleología temporal afín a lasideas de progreso y civilización y, más tarde,de evolución y desarrollo.

La Filosofía de la historia de Hegel(1985) es reveladora de la génesis de esteprimado del tiempo. Para Hegel Europa espura historia mientras Asia, África y Amé-rica son pura geografía; se trata de un orde-namiento del espacio por medio del tiempofundamentado en una teleología que otorgaal devenir humano un sentido de perfectibili-dad que va desde la naturaleza hacia la his-toria. Esta teleología permite explicar las ten-siones modernas entre tiempo y espacio ensu articulación con viejas oposiciones entreespíritu y materia y memoria y olvido me-diante el recurso a la distancia temporal.Desde las puras espacialidades sujetas al rit-mo cuasi-inmóvil de la naturaleza se habríatransitado por caminos únicos o paraleloshacia temporalidades recargadas de historia,sujetas al cambio dirigido por el espíritu delos pueblos, producto de la consciencia quehan adquirido de sí mismos a partir de unamemoria que otorga sentido a su devenir. Estacronopolítica actuó como fundamento ideo-lógico para el despliegue de una geopolítica,de la temporalización del espacio y de la

2 Según Harvey (1998:267) la modernidad secaracteriza, por lo menos desde el siglo XIX,por una «compresión espacio-temporal» aúnen marcha en el sentido en que «el espacioparece reducirse a una aldea global» y «loshorizontes temporales se acortan hasta elpunto de convertir el presente en lo únicoque hay».

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historización de la diferencia que definieronlas representaciones de la alteridad (Fabian1983:144; Duncan 1994:46).

Esta debilidad ontológica del espacio res-pecto del tiempo implicó una fractura en laconceptualización del primero: por una par-te está el espacio matemático-físico, objeti-vo y verdadero, dado como una exterioridaddel ser, y por otro el espacio sensible, apa-rente y subjetivo, interior al ser y supeditadoa la conciencia del tiempo. En esta fracturalas metodologías de las ciencias físicas ynaturales devinieron como las formas de co-nocimiento autorizadas para tratar el espa-cio como una exterioridad mesurable ycuantificable mientras el espacio sensible, entanto subjetivo, aparente, accesorio yontológicamente reductible a la cuestión tem-poral, no podía constituirse en objeto centralde estudio de las ciencias sociales (Soja1989:122; Pardo 1992).

Las materialidades comparten con el es-pacio esta debilidad ontológica: los sereshumanos aparecen como auto-evidentemen-te dotados de una inteligencia, una mente yun alma que existen por fuera del espacio yla materialidad (Thomas 2001:167); el pen-samiento se pretende a-espacial e in-mate-rial. En el esquema hegeliano la materia com-parte un lugar afín al espacio pues, al fin y alcabo, constituye sus contenidos. La materiay el espacio son tratados como exterioridadespor oposición al espíritu y el tiempo comointerioridades. En el espíritu que es pensan-te, auto contenido, libre, unificado y centra-do reside la memoria. La materia que es in-consciente, fuera de sí, grávida, plural ydescentrada es proclive al olvido. En conso-nancia con la cronopolítica de la moderni-dad esta oposición fue ordenada temporal-mente en una secuencia gradual que va delas técnicas más rudimentarias que se con-funden con la naturaleza (toscos artefactos,ideogramas y artesanías) a las manifestacio-nes materiales más excelsas y cercanas alespíritu (escritura, arquitectura y bellas ar-

tes) (Hegel 1985). La vieja oposiciónjudeocristiana entre materia y espíritu sufrióun re-acomodamiento para alinearse en tor-no de una relación entre espacio y tiempo;este último se erigió como categoríahegemónica que permitió ordenar y codifi-car las prácticas espaciales, políticas, eco-nómicas, sociales y discursivas.

Si en las ciencias sociales el espacio hasido tratado como un telón de fondo lasmaterialidades han sido consideradas comomeros soportes o espejos de la vida social.Su abordaje se ha efectuado desde una mi-rada mecánica, interesada por las sustan-cias, las mercancías y las funciones, o des-de una mirada espiritual interesada por lamanera como lo social se refleja en los cuer-pos, los objetos, las cosas y sus relaciones,entendidos como «expresiones» de la socie-dad y la cultura (cf. Debray 1997:39). En-tre filósofos y científicos sociales la mate-ria pertenece al mundo de los medios y delo abyecto (Debray 1997:159; Dagognet2000:14) y la escisión entre lo animado y loinanimado, entre lo humano y lo no huma-no, ha obstruido el pensamiento sobre ellugar que ocupan las materialidades en lavida social (Latour 1992). Los estudios dela cultura material y de la técnica han sidoescasamente integrados a los estudios delespacio y la geografía (Santos 2000:27) pesea que las materialidades pueden ser consi-deradas como parte constituyente del espa-cio, aún desde una concepción mecánica deeste último. Estas experiencias y represen-taciones del espacio-tiempo fueron definiti-vas para que la arqueología se configuraraen la modernidad en medio de una dobletensión: una ciencia de la cultura materialque, en ausencia de una ontología de lasmaterialidades, fundamenta su pertinenciapara producir conocimiento en una ontolo-gía del tiempo que es, a su vez, hegemónicafrente al pensamiento del espacio.

Pese a que la arqueología es, práctica-mente, la única ciencia social dirigida a dar

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cuenta de las materialidades sociales, una delas pocas que ha incorporado de manera ru-tinaria herramientas geográficas en su pro-cedimientos y a que se define, a menudo,como una ciencia de campo que requiereponerse en contacto con su objeto de estudioin situ, ha encontrado su condición de posi-bilidad en el esquema moderno de primadodel tiempo sobre el espacio y lasmaterialidades. En la modernidad la arqueo-logía emergió, sobre todo, como ciencia dela pre-historia, como ejercicio ordenador dela cultura material en torno de lastemporalidades evolutivas y los espacioscartesianos. La arqueología aspiró a forma-lizar su conocimiento a la manera de las cien-cias positivas, especialmente de la geologíay la biología, y fue pre-histórica no única-mente por plegarse a una temporalidad ante-rior a la aparición de la escritura (un legadode la época clásica) sino porque ordenó susanálisis conforme a temporalidades que nose consideran contingentes y que, en esa me-dida, son exteriores al ser humano.

Fabian (1983) identificó el recursoantropológico de conversión de las distan-cias espaciales en distancias temporales comouna estrategia para naturalizar la alteridad,negando el principio de contemporaneidadentre el «nosotros» europeo y el «ellos» delresto del planeta. Este tratamiento de laalteridad signó el surgimiento y desenvolvi-miento del conocimiento antropológico comoel conocimiento de un Otro situado siempreen el pasado:

«Cuando la opinión popular identifica atodos los antropólogos como manipula-dores de huesos y piedras no se puedehablar de un error. Ello evidencia el rolde la antropología como proveedora dedistancia temporal» (Fabian 1983:29).

Esta singular forma de recobrar la identidadentre antropólogos y arqueólogos indica queestos últimos también operan bajo la lógicade manejo del espacio como supeditado altiempo (cf. Shanks y Tilley 1994:9). En el

caso de la arqueología los criterios tempora-les fijaron de manera más eficaz y duraderael ámbito de estudio de la disciplina porqueni siquiera se permitió estudiar la culturamaterial del presente, e incluso, abordó demanera leve, o supeditada a los registroshistoriográficos, las evidencias de socieda-des que se situaban en la cercanía del espa-cio-tiempo de la historia occidental.

La idea de prehistoria es particularmentereveladora al respecto. En el marco de lasteleologías del progreso, de la evolución y deldesarrollo, sólo una mirada dirigida al grandistanciamiento temporal que supone unaalteridad llevada a los extremos del origen, delo remoto y de lo exótico, podía permitirse eltratamiento de las materialidades para darcuenta de lo social porque las sociedades pre-históricas, es decir, aquellas que no tienen his-toria porque no desarrollaron aparatosescritutarios (sensu De Certeau 2000), aque-llas con ritmos lentos o cuasi-estáticos de cam-bio, similares a los de una naturaleza que lasdomina, eran virtualmente las únicas suscep-tibles de ser estudiadas mediante las «expre-siones» materiales de su existencia. La pre-historia se situó en el umbral entre el tiempode la naturaleza y el de la historia, entre lainconsciencia de la materia (el olvido) y laconsciencia del espíritu (la memoria)3. Por ellolo que se conoce como arqueología histórica(Orser 2000) e, incluso, lo que pudiera seruna arqueología del presente sólo pueden re-presentar una fractura con la cronopolítica dela modernidad en la medida en que logrenespacializar la tensión entre la escritura y otrasmaterialidades de la vida social. De lo contra-rio lo que puede ocurrir es que se supediten

3 La ubicación de la arqueología entre lostiempos de la naturaleza y de la historia hasufrido oscilaciones. Así, por ejemplo, elacercamiento a las teorías de la historia quecaracteriza los enfoques posprocesuales seerige sobre un alejamiento previamente cul-tivado por las arqueologías procesuales(Patterson 1989).

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sus «hallazgos» a las narrativas históricas quehan relegado la cultura material y las espacia-lidades al segundo plano de los soportes y losescenarios.

Arqueología, cartografía ygeopolítica del conocimientoLa fisura entre espacio objetivo y subjetivoy el primado del tiempo sobre el espacio con-tribuyeron a estructurar dentro de la carto-grafía moderna del pensamiento social unadistribución de los objetos de estudio en re-lación con el grado de cercanía que tuvieranrespecto del eje central de la historia y de susexpresiones espaciales por excelencia: Occi-dente, lo estatal y lo urbano. Mientras unasdisciplinas se aplicaron, esencialmente, alconocimiento de realidades situadas en lacercanía del espacio-tiempo occidental (eco-nomía, ciencia política, historia y sociología)otras se retiraron a estudiar sus periferias(antropología y arqueología)4. Mientras quela geografía quedó alineada del lado de lasciencias físicas y naturales y se dedicó a ladescripción de las características y diferen-cias regionales de la superficie terrestre comosimple soporte físico de los fenómenos so-ciales. Sus esfuerzos por posicionar lo espa-cial como aspecto relevante para compren-der los procesos históricos y sociales(antropogeografía de finales del XIX e ini-cios del XX) desembocaron en determinismosambientales o discursos geopolíticos que so-portaron regímenes totalitarios, lo que a la

larga acabó minando su prestigio y su capa-cidad de interlocución con otros pensamien-tos sociales (Ortega 2000:150). A esta car-tografía disciplinaria habría que sumar losefectos de la oposición entre espíritu y mate-ria en la modernidad, visible en la maneracomo los artefactos, los objetos, las técnicase, incluso, los cuerpos recibieron una aten-ción secundaria, cuando no inexistente, departe de las ciencias sociales. La arqueolo-gía fue, virtualmente, la única en abocarsedirectamente a su estudio, por las razonesque señalé.

La estructuración del espacio-tiempo dela modernidad implicó que en el proceso dereordenamiento de los saberes y laspositividades acaecido en el siglo XIX la ar-queología quedara alineada en el polo de lasexterioridades dentro de un sistema jerárqui-co de oposiciones. En primer lugar, sin dejarde ser fiel a la hegemonía del tiempo se situómás cerca de la naturaleza que de la historia,de los tiempos geológicos, biológicos, cícli-cos e inmutables (estructurales, diría Braudel,y eternos Wallerstein); se encontró en la es-fera del pasado «inconsciente», de las «so-ciedades sin historia» y, en esa medida, delolvido. En segundo lugar, quedó alineada dellado de las espacialidades, cerca de la praxisgeográfica y de los protocolos de investiga-ción de campo que, por lo demás, se refie-ren, mayoritariamente, a un distanciamientoen el espacio que corresponde a un viaje enel tiempo (Fabian 1983). En tercer lugar,pertenece al ámbito de la materia y, por lotanto, se dirige, fundamentalmente, al mun-do de los objetos, los cuerpos y la técnica.Lo que pudiera ser el carácter puramente fi-gurativo de esta cartografía de la arqueolo-gía en relación con las disciplinas de pensa-miento se desvanece al tener en cuenta que laarticulación entre tiempo y espacio en lamodernidad también ha definido unageopolítica del conocimiento.

La geopolítica es claramente un indicio afavor de la manera como las espacialidades

4 Esta distribución epistemológica de las cien-cias sociales en el espacio-tiempo de la mo-dernidad sigue, parcialmente, los plantea-mientos de Wallerstein (1998) sobre un sis-tema de oposiciones o «fisuras» entre dife-rentes ideas del espacio-tiempo (episódicoy eterno). Wallerstein no incluyó la arqueo-logía en su análisis pero es claro que com-parte una situación similar a la que propusopara la antropología y el orientalismo.

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afectan el pensamiento; puede ser entendidacomo un orden hegemónico que articula prác-ticas materiales y discursivas en torno a laproducción y reproducción de espacialida-des en el ámbito de la economía políticamundial (Tuathail 1998). La producción deconocimiento se relaciona estrechamente coneste orden porque el lugar de enunciación delos discursos siempre se encuentra localiza-do respecto de una geografía política; ade-más, las prácticas discursivas contribuyen deforma activa a reproducir o transformar di-cha geografía y, en últimas, a fortalecer laespacialización de los poderes.

En consonancia con la concepcióncartesiana del espacio y el primado del tiem-po la «imaginación geopolítica de la moder-nidad» (Agnew 1998, citado por Tuathail1998) ha definido una división espacial delugares fijos y esenciales (Estados-naciones)que, en virtud de una jerarquización tempo-ral (barbarie-civilización, premoderno-mo-derno, subdesarrollado-desarrollado, primer-tercer mundo), otorga a la producción deconocimiento efectuada en los centros me-tropolitanos (Norte América y Europa occi-dental) una investidura de autoridad y uni-versalidad que no aplica para la producciónproveniente del resto del planeta. Esto esparadójico porque en la modernidad la vali-dez de las formas de conocimiento ha residi-do, en buena medida, en su a-espacialidad,esto es, en su capacidad de hallar tesis quesuperan la especificidad de las realidades lo-cales a través de generalizaciones y leyes.No obstante, esta paradoja se disuelve al te-ner en cuenta que la geopolítica de la moder-nidad concede a Occidente un lugarepistémico privilegiado desde el cual orde-nar el conocimiento sobre el mundo(Maldonado 2004), siendo los enunciados a-espaciales una suerte de trampa que encubreel poder colonial.

La arqueología no escapa a estageopolítica del conocimiento. Al igual que laantropología la arqueología es una conse-

cuencia del colonialismo (Gnecco 1999;Gosden 2001) y ha jugado un rol central enla fundamentación de narrativas colonialis-tas de la alteridad y de los proyectos nacio-nales (Trigger 1996; Kohl 1998). La rele-vancia de la arqueología viene dada por elinterés expreso en abordar los testimoniosmateriales del pasado ligándolos aterritorialidades específicas y re-presentan-do esta articulación entre espacio y tiempoen la puesta en escena de las materialidades;ello la hace un dispositivo sumamente eficazpara sustentar la espacialización del poder adiferentes escalas territoriales.

En relación con las narrativas globales laarqueología ha recreado, tal vez como nin-guna otra disciplina social, las teleologías delprogreso y la evolución porque aborda lasdiferentes etapas de desarrollo que confor-man la imagen moderna del tiempo lineal oporque dibuja con su interés en el pasadoremoto y la pre-historia el negativo de la ima-ginación moderna de civilización y desarro-llo. En relación con las narrativas del Esta-do-nación ha suministrado (de maneraconciente o inconsciente) claves para funda-mentar histórica y territorialmente la idea desoberanía, elemento central a la geografíapolítica de consolidación y expansión de losEstados modernos.

Esta espacialización del poder queterritorializa las ruinas y los artefactos anti-guos se hace particularmente visible en losmuseos que, conjuntamente con las bibliote-cas, «se proponen registrar el pasado y des-cribir la geografía a la vez que romper conella» (Harvey 1998:300). La eficacia estéti-ca y discursiva de las exposicionesmuseográficas, las representaciones pictóri-cas y los textos de los arqueólogos fue capi-talizada por la geopolítica de la modernidadpara re-presentar el ordenamiento de la geo-grafía del mundo mediante las llamadas ex-posiciones internacionales y para naturali-zar la jerarquía escalar de los Estados, las

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regiones y los lugares en las exposicioneslocales.

Existen suficientes indicios acerca de laocurrencia de una reconfiguración en mar-cha de estas cartografías y geopolíticas delconocimiento en las últimas tres décadas. Deuna parte puede observarse un reconocimien-to explícito o implícito de que las espaciali-dades afectan la producción de pensamientoen un conjunto importante de pensamientosposmodernos, periféricos, epistemologíasregionales, estudios poscoloniales y, para elcaso latinoamericano, teorías críticas de lageopolítica cultural de Occidente que no aca-ban de definir su nombre: estudios cultura-les, latinoamericanistas, subalternos o pos-occidentales (cf. Castro y Mendieta, eds.,1998). Ello se encuentra en consonancia conuna transformación de los procesos y prácti-cas espaciales ligados a la globalización cuyogrado de discontinuidad con la geopolíticade la modernidad se encuentra en debate apropósito de formulaciones sobre el debilita-miento de los Estados-nación, ladesterritorialización de las prácticas políti-cas, económicas y sociales, la desapariciónde las fronteras, el re-escalamiento de las je-rarquías territoriales y la compresión del es-pacio-tiempo, por mencionar sólo algunos delos temas clave de la geopolítica contempo-ránea (Tuathail 2000).

Desde una mirada enfocada hacia el cam-po disciplinario esta activa y compleja diná-mica espacial ha complicado la manera comose representa la diversidad de formas de ha-cer arqueología. Las historias de la arqueo-logía, por lo menos hasta el trabajo monu-mental de Trigger (1992), eran ordenadas enuna progresión temporal de enfoques no sóloporque primaba una estructura cronológicade la narrativa sino porque se considerabaque la historia de la disciplina era una sola yacumulativa; aunque se reconocían enfoques«paralelos» o «tradiciones regionales» ellono llegaba a comprometer la organizaciónlineal de las historias. La dificultad de dar

cuenta del pasado de la disciplina sin perderde vista desarrollos teórico-metodológicos ycontextos sociales geográficamente diversosse pone de manifiesto en la ambigüedad conla cual Trigger tuvo que definir el orden na-rrativo de su Historia del pensamiento ar-queológico:

«...el presente estudio no tratará las di-versas tendencias de interpretación ar-queológica desde una perspectivaespecíficamente cronológica, geográfi-ca o subdisciplinaria... al contrario, in-tentará investigar una serie de orienta-ciones interpretativas en el orden más omenos cronológico en el que se origina-ron» (Trigger 1992:23; cursivas agrega-das).

Este «más o menos cronológico» responde ala imposibilidad de mantener una perspecti-va exclusivamente temporal en medio decartografías disciplinarias y geopolíticas delconocimiento que cada día son más comple-jas. Es quizá por ello que la expresión «pai-saje teórico de la arqueología» (i.e. Preucel yHodder 1996a; Hegmon 2003; Politis 2003)puede resultar más cómoda y afortunada, auncuando no descanse siempre sobre una con-sideración explícita de las relaciones entre elconocimiento arqueológico y las espaciali-dades. Precisamente en la perspectiva deavanzar hacia un manejo más integral, críti-co y explícito de las consecuencias que tienepara el pensamiento arqueológico contem-poráneo la cuestión espacial desarrollo a con-tinuación los elementos básicos de lo que seríauna ontología del espacio y algunas de susimplicaciones.

Ontología del espacio (y lasmaterialidades)Buena parte de los argumentos que he em-pleado para tratar de hacer visible el lugarde las espacialidades en el pensamiento mo-derno proviene de elaboraciones críticas quehan tratado de re-configurar la cuestión es-pacial en relación con el tiempo y el ser en

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las últimas décadas (i.e. Soja 1989; Pardo1992; Castro 1997; Harvey 1998; Santos2000). Aun cuando dispares en sus alcancesy diferentes en sus contextos de provenienciaestas elaboraciones podrían ser acogidas enlo que Foucault (1967) visualizó como laépoca del espacio, sucedánea de la época dela historia o en lo que Jameson (1991:154)denominó giro espacial para referirse a unacrisis de las experiencias previas de espacioy tiempo que habría desembocando en unamayor relevancia de las categorías espacia-les en el pensamiento de la posmodernidad.

En la perspectiva de avanzar desde la críti-ca del pensamiento moderno hacia laprefiguración de las bondades que obtendría elpensamiento social luego del giro espacial laconstitución de una ontología del espacio apa-rece como una tarea central: ¿qué es el espacioy cómo es posible conocerlo?;¿cómo replan-tear sus articulaciones con el tiempo, lasmaterialidades y lo social? En primer lugar se-ría necesario partir de una consideración delespacio como sujeto y del sujeto como algoespacializado (Castro 1997:396) tratando deconstituir un «pensamiento del afuera», de las«formas de la exterioridad», que parta de con-siderar que nuestra existencia es forzosamenteespacial, que somos cuerpos que ocupamos unespacio, que pensamos en el espacio y a loscuales el espacio pre-ocupa. Entre la creciente«muchedumbre de cosas» (objetos, útiles, má-quinas y constructos estéticos) las prácticassociales y las técnicas de espacialización pro-ducen nuevas espacialidades, es decir, determi-nadas formas de disposición, distribución, dis-tanciamiento y relación entre los entes en el es-pacio (paisajes, territorios, lugares, cuerpos yartefactos) (Pardo 1992). En esta medida seprefigura una transformación de la compren-sión de las relaciones entre espacio y sociedadque supera la forma tradicional de considerarel primero como un contenedor físico sobre elque se derraman las actuaciones sociales y dever las espacialidades como simples expresio-nes, epifenómenos o revestimientos de algo más

esencial como lo histórico, lo económico, lopolítico o lo cultural. En segundo lugar se tra-taría de problematizar la oposición entre espa-cios objetivos y subjetivos. Empleando una me-táfora visual Soja (1989:121) consideró que setrata de corregir la «miopía» de las miradasempiristas y cartesianas que se han detenido enla superficie formal de las espacialidades, tra-tándolas como colecciones de cosas, como apa-riencias sustantivas que pueden estar vincula-das con aspectos sociales pero que sólo soncognoscibles en la medida en que se las natura-liza como cosas en sí mismas. Tampoco se tra-ta de alimentar la «hipermetropía» de las mira-das que pretenden trascender la superficie for-mal de las espacialidades para hacerlas trans-parentes, explicando su existencia como re-pre-sentaciones, mapas cognitivos en los cuales laimagen mental posee una precedenciaepistemológica sobre lo tangible y lo material.La apuesta de Soja, retomando los planteamien-tos pioneros de Lefevbre (1991), es por unainterpretación materialista del espacio comoproducto y productor de lo social en la cualambos, «el espacio material de naturaleza físi-ca y el espacio ideacional de naturaleza huma-na, deben ser vistos como socialmente produ-cidos y reproducidos. Cada uno debe ser teori-zado y comprendido entonces, ontológica yepistemológicamente, como parte de la espa-cialidad de la vida social» (Soja 1989:120). Entercer lugar el «giro espacial» no debe ser to-mado por una inversión en el orden de prece-dencia epistemológica entre espacio y tiempo.Seguir el camino sugerido por el giro espacialno implica la aniquilación del tiempo sino elejercicio de repensar las relaciones entre espa-cio y tiempo de tal forma que, no obstante lasbondades heurísticas que en determinado mo-mento concede el tratamiento separado de lastrayectorias de cambio histórico, bien del espa-cio o del tiempo social, no se debe perder devista que, en última instancia, se trata del espa-cio-tiempo social (Wallerstein 1998; May yThrift, eds., 2001). Como señaló Koselleck(2001:105) «la bella expresión espacio de tiem-

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po no sería sólo una metáfora de la cronologíao de la clasificación por épocas sino que ofre-cería la posibilidad de estudiar la remisión recí-proca del espacio y el tiempo en sus concretasarticulaciones históricas»

En la misma medida como las geografíashistóricas han pensado el espacio como unaentidad sujeta a transformaciones diacrónicases necesario plantear una «geografía del tiem-po» que parta de considerar la «multiplici-dad de historias que son el espacio» (Massey2000, citado por Amin 2002:391). En otraspalabras, y sin desconocer los valiosos apor-tes que hayan podido realizar las geografíashistóricas a partir de una diferenciación delos espacios en virtud del tiempo, sería nece-sario avanzar en un ejercicio más complica-do como el acercamiento a la forma comolos procesos espaciales se relacionan con losprocesos temporales para producircronopolíticas y geopolíticas que definen lasmemorias, los olvidos, los imaginarios defuturo o la cancelación de los sentidos deldevenir por parte de los actores sociales.

Pero «¿cómo ir más allá del discurso quepredica la necesidad de tratar paralelamenteel tiempo y el espacio?; ¿cómo traducir encategorías analíticas esa mezcla que hace queel espacio sea también el tiempo y vicever-sa?» (Santos 2000:44). Buscando una sali-da práctica Santos propone emplear las ca-tegorías de espacio y tiempo segúnparámetros comparables; esto puede lograsemediante una «empirización» del tiempo cuyoarraigo en el principio de sucesión, y no desimultaneidad (como ocurre con el espacio),lo hace más abstracto. Tal empirización deltiempo sería posible al aproximarse a la ma-terialidad de las técnicas como «dato consti-tutivo del espacio y el tiempo operacional ydel espacio y el tiempo percibidos» (Santos2000:48). En este argumento se hace eviden-te la íntima conexión de las materialidadescon el problema general del espacio-tiempoen una perspectiva que involucra directamen-te a la arqueología. Soja (1989:129) consi-

deró como uno de los elementos centrales desu ontología del espacio, que «laestructuración espacio-temporal de la vidasocial define cómo las acciones y relacionesson materialmente constituidas, concreta-das». En este sentido se puede esperar que,en principio, el estudio arqueológico de lasmaterialidades pueda conducir, a través dela interpretación de las relaciones y prácti-cas sociales en las cuales intervienen los ar-tefactos, a la comprensión de experienciasespecíficas de espacio-tiempo.

La arqueología tiene una larga carrera enla tarea de materializar y espacializartemporalidades. Desde la temprana incorpo-ración de la estratigrafía, pasando por lastécnicas de seriación hasta el desarrollo dedataciones físico-químicas, los arqueólogoshan considerado que los indicadores tempo-rales son fundamentales para elaborar susinterpretaciones y explicaciones. El suminis-tro de temporalidad a las expresiones espa-ciales de los datos arqueológicos es condi-ción de posibilidad para dinamizar las pre-guntas por el cambio social y las relacionesentre las sociedades y el medio ambiente(González y Picazo 1998). Pero estas forta-lezas no suelen ser lo suficientemente explo-radas en su potencialidad para abordar di-mensiones del espacio-tiempo que no se ago-tan en las secuencias cronológicas y la loca-lización y distribución cartesiana de las evi-dencias.

Es posible que el desarrollo de una onto-logía de las materialidades logre sobrepasarestas limitaciones en la medida en que pro-mueva el acercamiento a las evidencias ar-queológicas al mismo nivel de complejidadque las temporalidades y las espacialidadessociales, es decir, que conceda a los artefac-tos la capacidad de intervenir activamente enla construcción de las experiencias espacio-temporales de una sociedad. En esta direc-ción pueden identificarse algunas propues-tas generales. Appadurai (1991) trató de su-perar el enfoque de las mercancías como

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meros portadores de valor al proponer queexiste una «vida social de las cosas», mien-tras que Latour (2000) consideró que el es-pacio se constituye por redes entre «actantes»,categoría que incluye tanto a entes humanoscomo no-humanos y desdibuja la línea deruptura entre lo orgánico y lo inorgánico, elespíritu y la materia. Finalmente, y como sín-toma de lo que podría ser una nueva miradade la oposición entre materialidad y escritu-ra, en sus estudios históricos sobre la lecturaChartier (2000) redefinió los textos comoparte de la cultura material y planteó que lascaracterísticas del soporte físico del lenguajeescrito no son un aspecto secundario en laconformación histórica de los hábitos de lec-tura y escritura.

En arqueología se reconoce un desarrolloactivo hacia el abordaje expreso, crítico y re-flexivo de la cultura material y lasmaterialidades desde enfoques posprocesualeso interpretativos. La tesis pionera de Hodder(1982) sobre el desempeño activo de la cultu-ra material en las prácticas y estrategias so-ciales llamó la atención sobre el hecho de quelas evidencias arqueológicas venían siendo tra-tadas como reflejos directos y pasivos de algoacontecido en el pasado. La idea de Shanks yTilley (1994:132) sobre la cultura materialcomo objetivación del ser social señaló unarelación dialéctica entre lo social y la culturamaterial en cuanto esta última es

«...un recurso estructurado y estruc-turante... un elemento integral activa yrecursivamente involucrado en la vidasocial [que] juega un importante rol enla constitución y transformación de losmarcos de significado. Cada totalidadsocial es caracterizada por diferentes prác-ticas, estrategias y estructuras que sonespacial y temporalmente articuladas. Lacultura material hace parte de esa articu-lación».

Thomas (1999) trató de trascender la ambi-güedad que entraña la idea de cultura mate-rial (como esencia localizada en el mundo delas ideas o en el mundo de las presencias físi-

cas) y de su tratamiento como simple pro-ducto o reflejo de la sociedad y planteó quelas materialidades hacen parte inherente delas relaciones sociales y que los artefactosestán implicados en la forma como creamos,damos sentido y transcurrimos en la vidacotidiana.

Sobre la base de estos y otros plantea-mientos afines se han puesto en marcha, es-pecialmente en el ámbito británico, progra-mas de investigación y proyectos académi-cos explícitamente centrados en el estudiointerdisciplinario de la cultura material5. Larelación entre estas perspectivasinterpretativas de la cultura material y el abor-daje de la cuestión espacial puede verse enlas recientes arqueologías del paisaje. Porcontraste con enfoques que habían adoptadola perspectiva del paisaje como medio am-biente o como sistema los enfoques críticoshan desarrollado la idea de paisaje comopoder y como experiencia (Preucel y Hodder1996b:32). En el primer sentido los paisajesson vistos como parte de relaciones de domi-nación o resistencia porque pueden naturali-zar la espacialidad de las inequidades socia-les y contribuir con su perpetuación o trans-formación (i.e. Bender 1992). En el segundosentido los paisajes tienen que ver con lamanera como los sujetos, en tanto cuerpos,experimentan el mundo que los rodea y a tra-vés del cual discurren, simbolizándolo o per-cibiéndolo (i.e. Thomas 2001). En amboscasos la noción tradicional de paisaje, fuer-temente anclada en las narrativas espacialesde la modernidad, es objeto de un ejerciciode desconstrucción como condición de posi-

5 Me refiero, por ejemplo, al Material andvisual research group de University Collagede Londres, a la serie editorial Materialcultures. Interdisciplinary studies in mate-rial construction of social worlds y alJournal of Material Culture; en estos pro-yectos participan arqueólogos como DanielMiller, Christopher Tilley, Victor Buchli yBarbara Bender.

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bilidad para aproximarse a diferentes percep-ciones del espacio. En este sentido podríadecirse que la idea de paisaje, una vez some-tida a la crítica cultural de su génesis comoparte de un discurso espacial de dominación,ha sido re-significada por los arqueólogospara acceder a los paisajes «invisibles» o«subalternos» y, con ello, a experiencias al-ternativas de espacio y tiempo.

Aproximaciones similares al paisaje per-miten establecer la importancia de estudiarla producción social del espacio para com-prender el cambio social en el ámbito másamplio de la transformación de las experien-cias de espacio y tiempo. Como señaló Cria-do (1995:194):

«... las transformaciones sociales impli-can un cambio en la administración dela racionalidad espacial al interior de lassociedades involucradas. El cambio pue-de, en el mismo sentido, implicar nue-vas formas de conceptualizar tiempo yespacio como correlatos básicos de nue-vas estrategias sociales que implican laconstrucción del paisaje».

Muchos de los planteamientos efectuados porlas nuevas arqueologías del paisaje son sub-sidiarias de los enfoques interpretativos dela cultura material ya mencionados pero debereconocerse que desbordan el escenariogeopolítico de tensión entre arqueologíasprocesuales (de origen norteamericano) yposprocesuales (de origen británico), ofre-cen una mayor apertura teórica y son desa-rrolladas en un ámbito académico más am-plio que incorpora planteamientos efectua-dos desde otros países de Europa, América yOceanía (Ashmore 2004). De estas arqueo-logías del paisaje me interesa resaltar el de-sarrollo de una idea de monumento comomaterialidad vinculante de las espacialida-des y las temporalidades sociales. En lo quepodría ser identificado como un argumentosimilar al efectuado en su momento porFoucault acerca de que «todo documento esmonumento», es decir, que todo testimonio

histórico es, en cierta medida, producto delas relaciones de poder de las sociedades quelo produjeron y de aquellas que permitieronsu conservación o provocaron su deterioro(Le Goff 1991:227; Foucault 1997:10), esteacercamiento a los monumentos arqueológi-cos se interesa por comprender la maneracomo hacían parte activa de formas deespacialización de poder y de las relacionessociales en el pasado, procurando mediantesu visibilidad, su tangibilidad y su correla-ción espacial con otros ítems un desplieguede sentidos de igualdad, pertenencia y conti-nuidad o de desigualdad, exclusión y cam-bio (cf. Criado 1999;Thomas 2001).

Buena parte de los planteamientos men-cionados sobre materialidad y paisaje en laarqueología contemporánea descansan sobrela idea de cultura material como un cuasi tex-to que hay que decodificar y del arqueólogocomo un lector que construye sentido yendoy viniendo del texto al contexto. Los alcan-ces de esta analogía no son claros. Hodder(1988:150) consideró que «en muchos aspec-tos la cultura material no es, en absoluto unlenguaje; es, sobre todo, acción y práctica enel mundo»; en su opinión los símboloslingüísticos son más precisos, abstractos, uni-codificados, lineales y no arbitrarios porqueson realizados mediante prácticas discursivasy conscientes; en cambio los símbolos mate-riales son más flexibles y ambiguos, multi-codificados y multidimensionales porque sonrealizados mediante prácticas que, a menu-do, son subconscientes o no-discursivas(Hodder 1988:149ss; Preucel y Hodder1996c:299ss). El problema de fondo puedeestar relacionado con la falta de claridad con-ceptual: «... aún no estamos completamenteseguros de qué es lo que entendemos exacta-mente por texto y a qué datos podemos apli-car apropiadamente la comparación» (Buchli1995:183). De hecho, la analogía es estable-cida unas veces con el lenguaje oral y otrascon el lenguaje escrito, sin que medie ningu-na aclaración. El empleo de metáforas o ana-

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logías entre cultura material y texto ha servi-do, más allá de su aplicación cabal, para re-conocer que las materialidades están simbó-licamente constituidas y, sobre todo, que es-tán activamente involucradas en la dinámicasocial:

«El propósito principal de plantear queen algunos aspectos la metáfora del tex-to es apropiada para la cultura materiales llevar a los arqueólogos lejos de laidea que los datos son un registro pasi-vo con sólo un significado» (Hodder1992:84).

Mirado en perspectiva este recurso a la ana-logía del texto se encuentra en estrecha rela-ción con el acercamiento de los arqueólogosposprocesuales a otros pensamientos socia-les luego de la relación casi exclusiva que lasarqueologías procesuales y funcionalistashabían establecido con las ciencias natura-les. El «retorno» a la historia y la hermenéu-tica, paralelo al influjo de planteamientosestructuralistas y posestructuralistas que ca-racterizan a las arqueologías posprocesuales(Patterson 1989), hizo valiosas las analogíastextuales pero no deja de ser paradójico quela arqueología, usualmente referida al estu-dio de las sociedades sin escritura, haya aco-gido la metáfora de la escritura para definirun asunto de la mayor importancia para ladisciplina: la ontología de la cultura mate-rial. Para buena parte de los arqueólogosposprocesuales la arqueología es una disci-plina histórica en contraposición a los plan-teamientos abiertamente anti-historicistas quedominaron el escenario anglosajón durantelas décadas de 1960 y 1970. Por contrastecon la relevancia dada al tema del tiempo yla historia un examen de los temas o proble-mas considerados por los autores pertene-cientes al «núcleo duro» de la arqueologíaposprocesual o interpretativa como consti-tuyentes de su pensamiento o centrales parael desarrollo de las agendas de investigaciónindica que, por lo menos en los años inicialesy hasta bien entrada la década de 1990, el

asunto de las espacialidades no constituyóun tópico especial (cf. Hodder 1992:86;Shanks y Tilley 1994:259; Shanks y Hodder1995:5). El tema espacial no puede ser con-siderado como una tensión relevante entreprocesualismo y posprocesualismo, comotampoco uno de los rasgos que caracterizanlas diferencias entre tendencias al interior deeste último (Patterson 1990). El esfuerzo porconstituir una ontología de las materialidadesen las arqueologías posprocesuales se hizosin avanzar en una desconstrucción paralelade las relaciones entre espacio y tiempo; poreso la reflexión siguió efectuándose en elmarco moderno del primado del tiempo so-bre el espacio. Si esto fue así habría que pre-guntarse si las arqueologías posprocesualesno han transitado, siguiendo la metáfora deSoja, desde la miopía hacia la hipermetropíadel espacio al otorgar a las materialidadesun estatuto que está fundamentado en la in-terioridad del lenguaje: la ontología de lasmaterialidades habría estado mediada máspor un «giro lingüístico» (sensu Rorty) quepor un giro espacial. Apropiando elementosvinculados a las tesis estructuralistas sobreel lenguaje y posestructuralistas sobre el textolos arqueólogos posprocesuales habrían re-suelto mediante un «exceso de subjetividad»el problema básico del registro arqueológicocomo un sistema de signos incompleto (Cria-do 1995:202). No obstante, la relevancia otor-gada al paisaje como tema que desborda ladinámica de las arqueologías posprocesualespuede ser vista como el preludio hacia unabordaje integral de la trilogía espacio-tiem-po-materialidades. Ello debería conducir ha-cia una apertura conceptual dentro de la cualel paisaje es sólo una categoría espacial allado de otras como el cuerpo, el lugar, el te-rritorio y la frontera; también sería necesa-rio abrir el panorama de las problemáticascon las cuales se vinculan esas categorías enel pensamiento socioespacial contemporáneocomo, por ejemplo, la geopolítica del cono-

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cimiento y los procesos de (des) (re)-territorialización y re-escalamiento.

Espacio-tiempo de la arqueologíalatinoamericanaDentro de las historias y paisajes teóricos dela arqueología latinoamericana el abordajereflexivo y crítico de la cuestión espacial noes particularmente visible. En las diferentestendencias teórico-metodológicas reconoci-das por Politis (2003) sólo en el enfoque his-tórico-cultural se aprecia el afán de producirsistematizaciones espacio-temporales quecorresponden a una concepción cartesiana detiempo y espacio en la cual este último es,fundamentalmente, una extensión sobre lacual se ubican los hallazgos y se mapeanáreas culturales. Dentro de las metodologíasasociadas al influjo local que tuvo la nuevaarqueología solamente puede identificarse laintroducción de modelos de análisis espacial,siempre sobre la base de una concepcióncartesiana del espacio.

La idea del espacio y, por extensión, de lospaisajes y monumentos arqueológicos comoproductos sociales no es nueva en las arqueo-logías latinoamericanas; muchos de los estu-dios preocupados por las relaciones seres hu-manos-ambiente, la arquitectura ceremonial, elcambio y la complejización social se refieren,frecuentemente, al medio ambienteculturalmente transformado, a la socializaciónde la naturaleza y al control político del espa-cio. No obstante, el enunciado del espacio comoproducción social no constituye por sí sólo labase de una ontología del espacio. Es la idea delas espacialidades y, por extensión, de lasmaterialidades como elementos que afectan lasdinámicas sociales, incluidos el pensamiento ylas temporalidades, lo que puede ser considera-do como indicativo fundamental de un giro enel pensamiento del espacio y la cultura mate-rial. Ello es lo que diferencia el abordaje delespacio y las materialidades como simples re-cursos, manifestaciones, expresiones o medios

para el despliegue de lo social y lo cultural desu consideración como agentes activos en laconstrucción social de la realidad.

Los tratamientos del primer tipo puedenconducir, aun cuando no de manera expedi-ta, hacia un abordaje más consciente del es-pacio como producción y elementoestructurante de lo social, como puede verseen algunos análisis espaciales asociados aestudios sobre la economía política de lassociedades precolombinas. Más allá del es-tablecimiento de patrones de asentamiento enlos cuales las jerarquías en el tamaño, densi-dad y complejidad arquitectónica de los si-tios son tomadas como reflejo de determina-das formas de organización social el recono-cimiento de relaciones espaciales estableci-das de forma intencional por parte de las elites(por ejemplo, entre sitios ceremoniales y cen-tros de poder) puede desembocar en un abor-daje explícito de que la producción social delespacio juega un rol definitivo en la configu-ración de sistemas políticos y económicos y,aún, en el tipo de trayectorias de cambio so-cial (i.e. Curet y Oliver 1998; Siegel 1999).Los análisis espaciales de tipo instrumentalpueden conducir hacia la valoración de losmonumentos y perspectivas visuales del pai-saje en términos de la constitución deterritorialidades (i.e. Dever 1999; López2001). Los estudios efectuados desde pers-pectivas más simbólicas, en los cuales el abor-daje del espacio no constituye el ejeinterpretativo, pueden conducir a plantea-mientos sobre las espacialidades como cons-trucciones culturales. Existe una amplia se-rie de estudios sobre arquitectura, estatuaria,arte rupestre y prácticas funerarias en la cual,a partir de presupuestos semióticos oestructuralistas, se proponen claves acercade la manera como las representacionesmíticas y cosmológicas inscritas en la mate-rialidad ordenan y dan sentido a los espaciosfísicos e, incluso, a las temporalidades (i.e.Velandia 1994; Llanos 1995)

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Es necesario destacar estudios recientes enlos que puede identificarse un interés expresopor situar la cuestión de las espacialidades y lasmaterialidades como eje interpretativo del traba-jo arqueológico. En algunos casos la reflexiónteórica es provocada desde planteamientos de lageografía crítica y las teorías sociales de la praxisy la estructuración de tal forma que los aportesposprocesuales son abordados en un horizonteteórico más amplio, permitiendo cierta autono-mía crítica y capacidad de innovación (cf. Acuto1999a, 1999b; Lazzari 1999a, 1999b, 2005).Los planteamientos sobre la cultura materialcomo agente activo en las relaciones sociales yel paisaje como parte de narrativas ideológicashan sido aplicados al análisis de la relación entreprácticas de la representación y representaciónde las prácticas en la construcción de narrativassobre el paisaje (Haber 2000).

Aun cuando estos trabajos están, general-mente, relacionados con los planteamientosposprocesuales sobre la condición simbólica dela cultura material reconocen la necesidad deavanzar en un tratamiento crítico de la metáforatextual. Así, por ejemplo, Haber (2000:29) se-ñaló que:

«El paisaje no está enteramente allí paraser conocido sin más, [si no que] el supues-to de la naturaleza natural naturalmentenaturaliza las prácticas de apropiación. Peroel paisaje tampoco está enteramente aquísurgiendo de la pura imaginación pues,como se ha visto, la imaginación tambiénes una práctica social y, como tal, se vincu-la a realidades concretas de apropiación».

Lazzari (2005) considera que «admitir la capa-cidad de los objetos para crear, modificar y aúndistorsionar prácticas y significados implica en-focarse hacia los objetos rechazando tanto eldeterminismo causal del construccionismo comodel materialismo». En este sentido propone que«más que un texto para leer o decodificar elmundo es una ‘textura’ para sentir y utilizar; unafabrica de ritmos y relaciones comprendidas através de la praxis» (Lazzari 2005).

En otros trabajos realizados recientemen-te se emplean, recurrentemente, los conceptos

de paisaje y monumento desarrollados porFelipe Criado en España que tienen la ventajade encadenar las nociones de espacio, tiempoy materialidades. Troncoso (2001, 2004) haabordado el estudio de arte rupestre chilenocomo elemento articulador de las relacionesentre espacio, cultura material y poder paraproponer interpretaciones sobre territorios yfronteras. Pintos (2000) y Gianotti (2000)abordan los montículos o cerritos de Uruguaycomo monumentos que transforman la natu-raleza y, en consecuencia, las relaciones so-ciales y las concepciones de espacio y tiempo.Curtoni (2000) se interesa por diferentes for-mas de espacialización de las identidades cul-turales en la Pampa argentina.

En la perspectiva de la arqueología históricase puede observar el interés creciente por la cues-tión de la cultura material y su relación con ladocumentación escrita. La necesidad de conce-bir la cultura material como elemento socialmenteactivo se convierte en un imperativo porque espreciso agotar su potencial para abordar aspec-tos sociales que, de otro modo, ya estarían di-chos en la historiografía. En Brasil Funari y Orserhan efectuado excavaciones en asentamientos denegros cimarrones (kilombos), resaltando el he-cho de que «la arqueología histórica puede desa-fiar narrativas oficiales de poder que son fre-cuentemente representadas en los documentos»(Orser y Funari 2001:69). En Argentina una ar-queología de las arquitecturas (Zarankin 1999a,1999b; Senatore 2004) permite vincular laspremisas sobre cultura material de la arqueolo-gía histórica a la mirada de los espacios comodispositivos de control político y social. En Co-lombia Therrien (2004) ha enfatizado la cons-trucción de paisajes industriales como táctica delas elites para domesticar los espacios urbanos.

Una mirada parcial (seguramente hay másejemplos de los citados) permite identificar queel pensamiento crítico y reflexivo sobre las espa-cialidades y las materialidades está presente, auncuando de manera dispersa, en las arqueologíaslatinoamericanas. Dar un paso más allá, en laperspectiva de considerar el ejercicio arqueoló-

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gico como una práctica discursiva espacialmentemediada, podría conducir a hacer más claro elpaisaje teórico de las arqueologías latinoameri-canas en la perspectiva de comprender mejornuestra situación y posibilidades en el mapageopolítico del conocimiento.

ConclusionesUna inversión o, por lo menos, un «aplanamien-to» del esquema de precedencia entre tiempo,espacio y materialidades debe conducir, necesa-riamente, a una reconfiguración ontológica yepistemológica de los objetivos de la disciplina yde sus relaciones con otros campos de conoci-miento dentro de lo que sería una nueva carto-grafía del pensamiento social. La arqueología,lejos de definir su campo de acción en términostemporales (prehistoria-historia), debería desple-gar el potencial que le permiten sus vínculos conla cuestión espacial, abordando las espacialida-des más allá del plano puramente instrumental;también debería ser capaz de contribuir a la cons-trucción de una ontología de las materialidadesporque son su fortaleza y campo de acción comodisciplina. Estas perspectivas abren la posibili-dad de ampliar el trabajo tradicional de registrode las evidencias arqueológicas en el espacio-tiempo de las coordenadas y las dataciones ha-cia la reconstrucción de las experiencias y con-cepciones de espacio y tiempo y susinterrelaciones con la cultura material en los pro-cesos sociales que estudia la arqueología. Comoseñaló Harvey (1998:243) «la historia del cam-bio social está capturada en parte por la historiade las concepciones del espacio y el tiempo y losusos ideológicos para los cuales se esgrimen aque-llas concepciones».

Recurriendo a la terminología lingüística setrataría de abordar, de manera complementariapero crítica, la producción etic y emic del espa-cio-tiempo. Así, por ejemplo, la pregunta por elcambio social no sólo debería incorporar el aná-lisis de los factores estrictamente ecológicos, eco-nómicos, demográficos o políticos que incidenen la transformación social sino, además, análi-

sis encaminados a comprender la manera comoel cambio social fue producido, concebido y/omanipulado por parte de los actores sociales apartir del manejo político de las memorias, lasterritorialidades y la cultura material. Como su-cede con los historiadores que «tratan de recons-truir las llamadas realidades del pasado sin tra-tar de reconstruir las antiguas concepciones delespacio [y del tiempo- agregado mío]» (Koselleck2001:98) los arqueólogos hemos desplegado tec-nologías refinadas para elaborar espacio-tempo-ralmente nuestros datos pero poco hemos hechopara tratar de comprender las experiencias yconcepciones del espacio y el tiempo propias delas sociedades que estudiamos.

Dado el modo reflexivo de las tendencias másrecientes en arqueología la incorporación deformulaciones teóricas de alto nivel ha tenido eldoble efecto de definir sustantivamente lo quedebe ser materia primordial de estudio y enmar-car la comprensión del ejercicio de la disciplina.El retorno a la historia y el acercamiento a lasteorías del lenguaje han definido una preocupa-ción creciente por abordar el registro arqueoló-gico en cuanto histórica y simbólicamente me-diado; además, una arqueología que se compren-de históricamente contingente y cambiante estáabocada a un ejercicio de interpretaciónlingüísticamente pre-definido. En ese sentido se-ría posible y deseable que el creciente interés porlas espacialidades y la cultura material no sólocondujera a una tentativa de acercamiento a lasexperiencias espaciales y materiales de las so-ciedades que estudia el arqueólogo sino, además,a una comprensión de la práctica arqueológicacomo espacial y materialmente mediada.

Indicios a favor de ello se observan en unaserie de posturas que van de lo implícito a loexplícito, desde el empleo de metáforas espacia-les para referirse a la práctica disciplinaria (comopaisajes teóricos), pasando por el reconocimien-to de las implicaciones que han tenido latangibilidad y visibilidad de las representacionesmuseográficas en la constitución de percepcio-nes sobre el pasado y la espacialidad de lo polí-tico, hasta lo que parece ser un reconocimiento

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de que la producción de conocimiento arqueoló-gico se encuentra fuertemente vinculada a lageopolítica. En cierto sentido el desarrollo de lastendencias regionales de la arqueología latinoa-mericana parece corresponder más a unageopolítica del conocimiento que a un procesode evolución histórica. Transitar por ese caminode manera explícita y crítica podría conducir auna situación menos dependiente, en términosintelectuales, de los arqueólogos latinoamerica-nos respecto de la producción teórica ymetodológica que se realiza en Europa y NorteAmérica. Develar la «trampa» a-espacial delpensamiento moderno implica tomar conscien-cia de las relaciones entre lo que se dice, desdedónde se dice y la autoridad de lo que se dice.Los anhelos de lo que pudiera ser una arqueolo-gía latinoamericana que, además de producirdatos y escuchar, logre dialogar con criteriospropios en las redes interdiscursivas de la ar-queología mundial debe pasar por una geopolíticacrítica del pensamiento que ajuste los términosen que han operado los intercambios.

Pero hay aún otra implicación de lo que seríauna arqueología espacialmente mediada. La for-ma como los objetos y discursos arqueológicospueden ser abordados por el público depende, enbuena medida, de la manera como éste experi-menta su devenir en el tiempo, su habitar en elespacio y su interacción con los objetos. En estecontexto las materialidades tendrían la particu-laridad de hacer visible el tiempo en relación conlas espacialidades (Walsh 1997:133), lo que lesotorga una condición única y activa en la pro-ducción del espacio y el tiempo social con con-secuencias importantes en cuanto a la constitu-ción de nuevas memorias y territorios.

En el contexto de una creciente proliferaciónde teorías que pretenden explicar la pos-moder-nidad, la tardo-modernidad o la sobre-moderni-dad en términos de compresiones y

distanciamientos espacio-temporales (Harvey1998; Castells 1999) o de aceleraciones del tiem-po y encogimientos del espacio (Augé 1996)como nuevas teleologías de la globalización esnecesario avanzar hacia un mejor conocimientode las experiencias previas o paralelas de espa-cio-tiempo y sus articulaciones (May y Thrift,eds., 2001), tarea en la que puede y debe partici-par una arqueología preocupada por las espa-cialidades y las materialidades.

Quiero cerrar este ensayo trayendo a co-lación una frase de Antanas Mockus (1992),por entonces vice-rector de la UniversidadNacional de Colombia, pronunciada en laapertura del seminario preparatorio para elSegundo Congreso Mundial de Arqueolo-gía, realizado en Paipa, Colombia, en 1990:«Ustedes los arqueólogos devuelven metó-dicamente al tiempo lo que encuentran en elespacio». Es cierto; los arqueólogos han sa-bido, quizá como ningún otro estudioso delo social, cómo producir tiempo a partir delespacio y las materialidades. Esta invitaciónes a hacer posible un manejo más integralde estas tres categorías, devolviendo metó-dicamente al espacio lo que hemos ordena-do fundamentalmente en el tiempo. La invi-tación es a perder un poco de tiempo re-considerando el lugar del espacio y lasmaterialidades en arqueología.

AgradecimientosAl grupo de investigadores del INER que haparticipado, activamente, en la formulacióndel proyecto de Maestría en EstudiosSocioespaciales, así como a los editores yevaluadores anónimos de la revista, quienesconsideraron pertinente la temática y contri-buyeron con recomendaciones para mejorarsu estructura y presentación.

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LA FASE AÇUTUBA: UM NOVO COMPLEXOCERÂMICO NA AMAZÔNIA CENTRAL

Helena Pinto LimaPrograma de Pós-Graduação em Arqueologia, Museu de Arqueologia e Etnologia,

Universidade de São Paulo

Eduardo Góes NevesMuseu de Arqueologia e Etnologia, Universidade de São Paulo

James B. PetersenDepartment of Anthropology, University of Vermont

«I prefer to draw pottery rather than to talk about it»Warren DeBoer (1996)

Este artigo apresenta resultados preliminares sobre a cronologia cerâmica da Amazônia central,particularmente os complexos mais antigos ali identificados. Os dados aqui apresentados resultamde levantamentos e escavações por nós realizados desde 1995 em uma área de pesquisa localiza-da junto à confluência dos rios Solimões (Amazonas) e Negro, na Amazônia central, bem como detrabalhos realizados por outros autores em regiões adjacentes. As informações atualmentedisponíveis indicam que os primeiros sítios com cerâmicas parecem surgir repentinamente naAmazônia central ao redor de 300 AC. Tais evidências contrariam diretamente as hipóteses quesugerem ter sido essa região um antigo centro de produção cerâmica no continente com datasrecuando a 4.000 AC. Além do mais, as cerâmicas antigas da Amazônia central, que propomospertencer a uma nova fase cerâmica, denominada fase Açutuba, parecem ter relações formais,estilísticas e cronológicas muito fortes com cerâmicas identificadas na bacia dos rios Nhamundáe Trombetas, no baixo Amazonas, pertencentes à fase Pocó. Propomos que as cerâmicas das fasesPocó e Açutuba devem ser integradas a uma categoria mais ampla, ainda hipotética cuja validadeheurística deverá ser testada por pesquisas futuras na região.

Este artículo presenta resultados preliminares sobre la cronología cerámica del Amazonas Cen-tral, particularmente sobre los complejos cerámicos más tempranos identificados allí. Los datospresentados en este trabajo son el resultado de reconocimientos y excavaciones realizados desde1995 en el área de confluencia de los ríos (Solimões) Amazonas y Negro y en áreas adyacentes.Los datos disponibles muestran que las ocupaciones cerámicas más tempranas en el área apare-cen, repentinamente, ca. 300 AC; esa evidencia contradice las hipótesis que proponen que elAmazonas Central fue un centro temprano de producción cerámica en Suramérica con fechasque, supuestamente, se remontan a 4000 AC. Más aún, las cerámicas tempranas del AmazonasCentral, que pertenecen a una fase no reportada previamente que hemos llamado Açutuba, pare-cen estar relacionadas con complejos del Bajo Amazonas fechados en la misma época, pertene-cientes a la fase Pocó. El artículo propone que las cerámicas de las fases Pocó y Açutuba deben

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ser integradas en un grupo más amplio, cuya validez heurística debe ser comprobada por trabajosfuturos en la región.

This article presents preliminary results about the ceramic chronology of the Central Amazon,particularly about the earliest ceramic complexes identified there. Data presented here result fromsurveys and excavations carried on since 1995 in the area of confluence of the (Solimões) Amazonand Negro rivers, in the Central Amazon, as well as from work done by other authors in adjacentareas. Available data show that the earliest ceramic occupations in the area appear suddenlyaround 300 BC. Such evidence contradicts hypotheses that proposed that the Central Amazon wasan early center of ceramic production in South America, with dates going back supposedly to 4.000BC. Moreover, early ceramics from the Central Amazon, which belong to a previously unknownphase, Açutuba, appear to be related to other complexes dated from the same time found in thelower Amazon, belonging to the Pocó phase. The paper proposes that ceramics from the Pocó andAçutuba phases should be integrated into a wider group, whose heuristic validity needs to be testedby further research in the Central and Lower Amazon.

IntroduçãoDesde os trabalhos pioneiros realizados noEquador, Colômbia e litoral amazônico nasdécadas de cinqüenta e sessenta, sabe-se queno norte da América do Sul - num grandearco que vai desde a bacia de Guayas, noEquador, até a foz do Amazonas, no Brasil -estão localizados os centros mais antigos deprodução cerâmica no novo mundo (Evans eMeggers 1957; Simões 1981; Reichel-Dolmatoff 1997). Essa tendência inicial foireforçada por pesquisas realizadas nos anosnoventa do século passado, quando foramidentificados complexos no litoral doEquador, norte da Colômbia e baixo Ama-zonas com datas que remontam a 4.000 ACou mais (Oyuela-Caycedo 1995; Roosevelt1995; Staller 2001). O entendimento dasrelações históricas entre tais complexoscerâmicos, bem como a própria aceitação dealguns dos contextos datados, são, no entanto,foco de um intenso debate. Para alguns au-tores, a ocorrência aparentemente simultâneade diferentes centros de produção antigaespalhados por uma ampla área indicaria queo início da produção cerâmica teria ocorridode forma independente nesses locais (Hoopes1994; Raymond et al. 1994). Já outros auto-

res trabalham com uma hipótese alternativa,qual seja, a de que teria havido um únicocentro de produção antiga, localizado naregião do baixo rio Magdalena, no norte daColômbia a partir da qual as idéias e técni-cas relativas à produção cerâmica teriam sedifundido para o resto do continente (Meggers1997; Williams 1997).

A resolução desse problema não é o focodeste artigo. Pretendemos, no entanto, con-tribuir para o debate ao apresentar os resul-tados preliminares sobre a cronologiacerâmica da Amazônia central, particular-mente os complexos mais antigos ali identi-ficados, e discutir as relações aparentes en-tre tais cerâmicas e outras cerâmicas antigasidentificadas na Amazônia e norte da Améri-ca do Sul. Nossa perspectiva é que, naAmazônia, apesar dos avanços realizados naidentificação de complexos cerâmicos antigose do relativo bom estado de conhecimentodisponível sobre as cerâmicas produzidas nosperíodos imediatamente anteriores ao inícioda conquista européia, pouco se conhece so-bre aquelas cerâmicas produzidas nos perío-dos imediatamente anteriores ao início da eraCristã, ou seja, ao redor de dois mil anos

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atrás. Sendo assim, pode-se dizer que há umaimensa lacuna a ser preenchida, de modo quese esclareçam as relações históricas entre asprimeiras indústrias cerâmicas da região eas cerâmicas produzidas a partir do séculoV DC.

Os dados aqui apresentados resultam delevantamentos e escavações por nós realiza-dos desde 1995 em uma área de pesquisalocalizada junto à confluência dos riosSolimões (Amazonas) e Negro, na Amazôniacentral (Heckenberger et al. 1998, 1999;Neves 2000, 2003; Petersen et al. 2001,2003, 2004; Costa 2002; Donatti 2003; E.Lima 2003; Neves et al. 2003, 2004; Lima2005; Machado 2005; Neves e Petersen2005) bem como de trabalhos realizados poroutros autores em regiões adjacentes (Hilbert1968; Simões 1974; Hilbert e Hilbert 1980;Simões e Kalkmann 1987). As informaçõesatualmente disponíveis indicam que osprimeiros sítios com cerâmicas parecem sur-gir repentinamente na Amazônia central aoredor de 300 AC. Tais evidências contrariamdiretamente as hipóteses que sugerem ter sidoessa região um antigo centro de produçãocerâmica no continente com datas recuandoa 4.000 AC (Lathrap e Oliver 1987). Alémdo mais, as cerâmicas antigas da Amazôniacentral, que propomos pertencer a uma novafase cerâmica, denominada fase Açutuba,parecem ter relações formais, estilísticas ecronológicas muito fortes com cerâmicasidentificadas na bacia dos rios Nhamundá eTrombetas, no baixo Amazonas, pertencentesà fase Pocó (Hilbert e Hilbert 1980). Sugeri-mos que as cerâmicas das fases Pocó eAçutuba devem ser integradas a umacategoria mais ampla, ainda hipotética, cujavalidade heurística deverá ser testada porpesquisas futuras na região, principalmentena área que vai do baixo Amazonas àAmazônia central.

O argumento será desenvolvido da seguintemaneira: primeiramente apresentaremos umabreve revisão sobre a discussão em torno da

cronologia da Amazônia central; em segundolugar apresentaremos as características geo-gráficas e as intervenções realizadas nos sítiosarqueológicos da área de pesquisa; posterior-mente apresentaremos as característicascontextuais e tipológicas que nos levaram àcriação da fase Açutuba; finalmente, conclui-remos com uma discussão acerca dassemelhanças entre as cerâmicas Açutuba ePocó e dessas cerâmicas com outroscomplexos amazônicos e norte da América doSul.

A cronologia cerâmica daAmazônia Central no contexto dasterras baixas da América do SulA publicação, em 1948, do Handbook ofSouth American Indians, editado por JulianSteward deu um impulso às pesquisas ar-queológicas e antropológicas nas terrasbaixas da América do Sul. Foi através doHandbook que primeiramente se lançou omodelo de cultura da floresta tropical (TFC),definida por Lowie através da presença detraços tão diversos como o uso de redes dedormir, a navegação fluvial, a cerâmica, aagricultura incipiente, especialmente o culti-vo de tubérculos, e a ausência de elementosarquitetônicos ou metalúrgicos (Lowie 1948).Foi também através do Handbook que selançou uma perspectiva, ainda forte naarqueologia sul-americana, que enxerga aAmazônia como uma área periférica nahistória cultural do continente (ver, porexemplo, Wilson 1999). Um dos aspectosdessa questão diz respeito à definição de cen-tros antigos de produção cerâmica, já quepara alguns autores influentes a Amazôniateria sido recipiente de inovações ocorridasem outras partes do continente, principalmen-te do noroeste (Meggers e Evans 1961:386;Meggers 1997). Donald Lathrap (1970)apropriou-se do conceito de cultura da flo-resta tropical de maneira diferente,apresentando um quadro alternativo para a

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arqueologia amazônica. A constituição dochamado «modelo cardíaco» (Lathrap 1970;Brochado e Lathrap 1982; Lathrap e Oliver1987; Brochado 1989) colocou a Amazôniacentral como uma região chave para acompreensão da historia pré-colonial dasterras baixas da América do Sul, sugerindoser ali um centro onde se desenvolveram ini-cialmente processos como o adensamentodemográfico, resultante de adaptações agrí-colas e ribeirinhas bem sucedidas, e aemergência da complexidade sócio-política,resultantes de uma duradoura ocupação hu-mana. Segundo a hipótese de Lathrap, aAmazônia central teria sido um dos prováveiscentros de origem e expansão da Cultura daFloresta Tropical e da agricultura no conti-nente, bem como o centro de dispersão ini-cial das populações ancestrais dos atuaisfalantes de línguas dos troncos Arawak e Tupi(Lathrap 1970a:72, 1977). O período inicialdesse processo seria datado ao redor de 4000AC (Brochado e Lathrap 1982; Lathrap eOliver 1987).

A identificação, na década de 90, decomplexos cerâmicos antigos no baixo Ama-zonas - nos sítios de Taperinha e Pedra Pinta-da, próximos à cidade de Santarém – trouxeum apoio à hipótese de Lathrap, já que, seconfirmadas, tais datas colocam essascerâmicas entre as mais antigas do continen-te, nesse caso em um centro de produção dis-tante do noroeste da América do Sul (Rooseveltet al. 1991; Roosevelt 1995). No entanto, aseqüência cerâmica da região de Santarém émuito mal conhecida e aparentemente cheiade lacunas e hiatos, o que impede que seentenda melhor, por exemplo, a relação entretais cerâmicas antigas e complexos maisrecentes, da Tradição Incisa e Ponteada, quedatam de períodos imediatamente anterioresao século XVI DC (Meggers 1997; Gomes2002). Nas áreas litorâneas próximas à fozdo Amazonas, cerâmicas com formas simples,engobo vermelho e tempero de conchas moídasforam identificadas por Simões (1981) em

sambaquis associados à chamada fase Minae datadas em cerca de 3.500 AC. As cerâmicasda fase Mina aparentam ser, no entanto, bas-tante diferentes das cerâmicas identificadas nossítios Taperinha e Pedra Pintada, o que impedeque se possa inferir algum tipo de relação his-tórica entre elas. Por outro lado, é na regiãoda foz do Amazonas e ilha do Marajó que seencontra a seqüência arqueológica mais longaconhecida na bacia Amazônica. Tal seqüênciase inicia com a fase Mina, há 3.500 AC, esegue, com lacunas, até as fases Aruã, Aristée Maracá, datadas em 1500 DC ou até emépocas mais recentes (Meggers e Evans 1957;Meggers e Danon 1988; Guapindaia 2001;Schaan 2004).

Na Amazônia central - um suposto cen-tro de produção cerâmica de acordo comLathrap - uma seqüência cronológica paraas ocupações cerâmicas foi proposta há quasequarenta anos por Peter Hilbert (1968). Àépoca, Hilbert contou para elaborá-la ape-nas com algumas datações radiocarbônicase com o estudo da estratigrafia dos sítios,muitos deles multicomponenciais. Acronologia de Hilbert para a Amazônia cen-tral é composta por quatro conjuntoscerâmicos distintos associados, respectiva-mente, às fases Manacapuru e Paredão, daTradição Borda Incisa, à fase Guarita, daTradição Policrômica da Amazônia, e à faseItacoatiara, da Tradição Incisa e Ponteada(Hilbert 1968); a cronologia de Hilbert é sin-tetizada na Tabela 1.A seqüência de Hilbert difere bastante dahipótese de Lathrap, uma vez que indica da-tas muito mais recentes para as cerâmicasda área. Como conseqüência, foi duramentecriticada (Lathrap 1970b). Os conjuntoscerâmicos descritos por Hilbert ocorrem portoda a Amazônia central e foram por eledatados dos séculos V ao XVI DC. Adiscussão abaixo apresenta brevemente ascaracterísticas dessas cerâmicas, começandopela mais antiga, a fase Manacapuru.

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Cerâmicas da fase Manacapuru sãocompostas por vasos de formas variadas,normalmente temperados com o cauixí. Adecoração consiste essencialmente namodelagem de figuras abstratas, zoomorfase antropomorfas, incisões simples e parale-las retilíneas e curvilíneas e engobo vermelho,entre outros elementos. Característicasmarcantes são: a presença de flanges labiais,normalmente usadas como suporte paradecoração incisa, em linhas simples ou pa-ralelas, com motivos curvilíneos e retilíneos;a aplicação, nos lábios, de apêndices mode-lados zoomorfos ou antropomorfos e apresença de lábios planos (Hilbert 1968,Lima 2005). Na Amazônia central, a FaseManacapuru está presente em sítiosunicomponenciais e multicomponenciais cujamatriz sedimentar é composta por solosorgânicos de coloração escura, as chamadasterras pretas de índio (TPI) (Mora et al.1991; Lehmann et al. 2003; Neves et al.2003; Glaser e Woods 2004). O surgimentodas TPI é interpretado como um marcadorcronológico e social, indicador do aumentoda densidade demográfica e doestabelecimento de assentamentos sedentáriosao longo da bacia Amazônica (Petersen etal. 2001; Neves et al. 2003). Na Amazôniacentral, tal fenômeno está inicialmenteassociado ao estabelecimento de ocupaçõescom cerâmicas da fase Manacapuru.

A fase Paredão foi também definida porHilbert (1968), com datações absolutas en-

tre os séculos VII e XI DC (Donatti 2003,Neves 2003). Distribui-se pela região deManaus e área de confluência dos rios Ne-gro e Solimões. A variabilidade formal épequena, principalmente quando compara-da com outros complexos cerâmicosamazônicos. As formas mais comuns são osvasos com alça (fruteiras), cuias, algumascom pedestais, e grandes urnas funerárias. Adecoração é feita através de pintura vermelhacom motivos geométricos em espiral e emgregas, e apêndices antropomorfos (sempreaplicados nas urnas). O tempero mais utili-zado é também o cauixí.

A ocupação mais recente identificada porHilbert na seqüência da Amazônia central -cujos vestígios são encontrados em grandequantidade pela superfície de muitos sítiosarqueológicos - é a chamada fase Guarita,da Tradição Policrômica da Amazônia(TPA), com datas entre os séculos IX e XVIDC (Hilbert 1968; Heckenberger et al. 1998).Cerâmicas da fase Guarita estão dispersaspor sítios encontrados em toda a Amazôniacentral, desde o oeste da ilha deTupinambarana até a região de entorno dacidade de Tefé, no rio Solimões (Hilbert1968), sendo caracterizadas pela pinturapolicrômica (vermelho e preto) sobre engobobranco, pela presença de vasos típicos comflanges mesiais e decoração acanalada e

Tabela 1: Cronologia cerâmica da Amazônia central(de acordo com Hilbert 1968: 256)1

Fase Tradição Datas 14C

Itacoatiara Incisa e Ponteada Sem datas

Guarita Polícroma da Amazônia Sem datas

Paredão Borda Incisa 880 ± 70; 870 ± 70 DC

Manacapuru Borda Incisa 425 ± 58 DC

1 Todas as datas apresentadas no artigo sãonão calibradas.

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também por urnas funerárias antropomorfas.O tempero mais utilizado é o caraipé. Ascerâmicas associadas à tradição Polícromada Amazônia distribuem-se desde a ilha deMarajó até o alto Amazonas (Meggers eEvans 1957, 1983; Evans e Meggers 1968;Hilbert 1968; Lathrap 1970; Herrera et al.1981). Cerâmicas da tradição Polícromaforam produzidas através de técnicascomplexas de decoração e estão associadasa sepultamentos em urnas identificados emsítios normalmente de grande porte e deocupação longa.

A filiação cultural e a posição crono-esti-lística da fase Manacapuru são temas de de-bates na arqueologia amazônica. Trata-se deum embate teórico-metodológico cuja origemestá na contraposição de dois modelos dis-tintos, que dizem respeito ao seudesenvolvimento e dispersão, bem como so-bre sua relação com a fase Guarita naAmazônia central, em termos de continuidadeou ruptura.

Segundo a primeira vertente, a FaseManacapuru estaria enquadrada na TradiçãoBorda Incisa, o segundo de quatro Horizon-tes-Estilísticos (ou Tradições) definidos paraa Bacia Amazônica, cujas datas variam en-tre 100 e 800 d.C. (Meggers e Evans 1961;Hilbert 1968). A tradição Borda Incisaenglobaria algumas fases cerâmicas no Ama-zonas e outras no médio Orinoco, Venezue-la. Dentre as fases representadas naAmazônia, estão Manacapuru (na Amazôniacentral), Boim (médio Amazonas), Japurá(rio Japurá/Caquetá) e Mangueiras (na Ilhade Marajó), entre outras. No Orinoco, atradição Borda Incisa se manifestaria atravésdas fases Nericagua, Cotua e Los Caros.Cotua e Los Caros foram incluídas no perío-do III da cronologia proposta por Cruxent eRouse para a Venezuela, que corresponde aointervalo entre 350 e 1150 DC. Os autoresreconheceram tratar-se de um conjunto aindapouco conhecido, já que «a ocorrência dostraços diagnósticos nessas seis fases é me-

nos consistente e menos proeminente do queem qualquer dos outros horizontes propostos,conseqüentemente o horizonte Borda Incisaé o mais hipotético dos quatro» (Meggers eEvans 1983:378). Embora julguem havercorrelação destes materiais com as seqüênciascronológicas da Venezuela, Meggers e Evansnão aceitam tratar-se de uma manifestaçãona Amazônia da tradição Barrancóide.

Por outro lado, o quadro apresentado porLathrap (1970a), de uma longa e duradouraocupação humana, teria como correlato ar-queológico a ausência de rupturas entre oscomplexos cerâmicos na estratigrafia. Assimsendo, a tradição Barrancóide, encontrada naVenezuela e Caribe, teria se desenvolvido naAmazônia central, e posteriormente migradopara o Norte da América do Sul (Lathrap1970a:130-132). No que refere à seqüêncialocal, propôs que a fase Guarita surgiu comoum desenvolvimento antigo da faseManacapuru. O autor atribui a ocorrênciade complexos com característicasBarrancóides na periferia Noroeste daAmazônia às dispersões provenientes daAmazônia Central (Lathrap 1970a:132,1970b:500). Assim, onde Meggers via rup-tura, Lathrap acreditava haver indícios decontinuidade. As cerâmicas da faseManacapuru e da fase Guarita deveriamapresentar influências mútuas: flanges labiaisteriam migrado até o bojo dos vasos, asincisões teriam se transformado em acanala-dos e os motivos incisos seriam similares aosmotivos pintados. As implicações de um oude outro quadro têm relevância para aconstrução da história cultural da Amazônia.

A breve revisão acima apresentadaindicava um quadro ambíguo para acronologia cerâmica da Amazônia central. Porum lado, as hipóteses de Lathrap, Brochado eOliver propunham ser essa área um dos cen-tros iniciais de produção cerâmica em toda aAmérica do Sul. Por outro, as evidênciasobtidas por Hilbert em seu levantamentosugeriam uma cronologia muito mais recente.

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A necessidade de ampliar a base de dadosempíricos para o esclarecimento de tais pro-blemas deu origem, em 1995, ao ProjetoAmazônia Central (PAC). Os principais ob-jetivos do PAC são a reconstrução de tamanhoe forma de assentamentos, e o refinamento dacronologia da área de confluência dos riosNegro e Solimões, no Estado do Amazonas.Até o momento, cerca de 90 sítios foram le-vantados, dos quais cinco foram intensamen-te trabalhados através de mapeamento,delimitação e escavações sistemáticas. Oprojeto já gerou uma bateria de quase cemdatações radiocarbônicas, que têmpossibilitando um refinamento da cronologiade ocupação dos sítios (Heckenberger et al1998, 1999; Abreu 2000; Neves 2000, 2003;Costa 2002; Donatti 2003; E. Lima 2003;Petersen et al. 2004; Lima 2005; Machado2005). Em linhas gerais, nossos trabalhos têmindicado que a cronologia de Hilbert éessencialmente correta, com exceção da faseItacoatiara, que deve ser eliminada, conformejá proposto por Lathrap (Lathrap 1970b;Heckenberger et al. 1998)2. No entanto,informações recentemente obtidas têm indi-cado que o componente mais antigo dessacronologia, composto pela fase Manacapuru,é composto por duas unidades distintas, o quenos leva a propor que seja dividido. Asdiferenças por nós observadas dizem respeito

a três fatores básicos: à própria variabilidadeda cerâmica, aos diferentes contextos dedeposição dessas cerâmicas distintas e às di-ferentes datas às quais elas estão associadas.

A área de pesquisaOs dados por nós obtidos resultam de pes-quisas realizadas em uma área de cerca de900 km2, localizada próximo à cidade deManaus, no Estado do Amazonas, Brasil.Delimitada ao sul pelo rio Solimões, ao nor-te e leste pelo rio Negro e a oeste pelo rioAriaú, trata-se de uma região de diversidadeecológica, caracterizada por ecossistemas deáguas pretas e brancas. Tais ecossistemas têmdiferentes características quanto àprodutividade primária, sendo os rios de águabranca mais produtivos que rios de águaspretas. Essas diferenças já haviam sido ob-servadas nos anos cinqüenta por Sternberg(1998), em seu clássico estudo sobre ageografia humana na ilha do Careiro, próxi-mo à área de pesquisa. Sternberg observou,por exemplo, diferenças em termos deprodutividade pesqueira (Sternberg 1998:44),carga sedimentar (Sternberg 1998:54-55) eaptidão agrícola (Sternberg 1998:58) entreos ecossistemas de águas brancas e pretas.Na área de pesquisa, as planícies aluviaisadjacentes ao rio Solimões formam clássicasvárzeas amazônicas, compostas por diferen-tes habitats incluindo lagos sazonalmenteinundados, meandros abandonados, canaisem diferentes tipos de atividade, restingas,praias e ilhas (Latrubesse e Franzinelli 2002).A cobertura vegetal da várzea incluicapinzais, igapós e florestas (Pires e Prance1985:126-130). Como em outras partes daAmazônia, a várzea é também tradicional-mente um local preferencial para agriculturae criação de gado (Sternberg 1998; Shorr2000). Na área de pesquisa, na margem nor-te do Solimões, a extensão da várzea variade alguns metros a vários quilômetros. Namargem oposta, a várzea é ainda mais ex-

2 A fase Itacoatiara é composta por cerâmicassemelhantes às da fase Manacapuru. Aocorrência dessas cerâmicas sobre ocupaçõesGuarita no sítio-tipo - provavelmente resul-tado de processos pós-deposicionais - a fal-ta de datações de 14C para ancorar acronologia, o uso de cauixi como tempero ea influência da classificação das cerâmicasamazônicas em quatro horizontes (Meggerse Evans 1961) levaram Hilbert a classificá-las como parte de um complexo maisrecente, pertencente à Tradição Incisa ePonteada. O fato, no entanto, é que não hácerâmicas da Tradição Incisa e Ponteada naAmazônia Central.

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tensa, chegando a dezenas de quilômetros(Latrubesse e Franzinelli 2002). A bacia dorio Negro não forma várzeas. Sua planíciede inundação é relativamente poucodesenvolvida na área de pesquisa sendocoberta por matas de igapó ou por praias deareia branca (Goulding et al. 1988:20;Franzinelli e Igreja 2000). Ao contrário dasvárzeas dos rios de águas brancas, matas deigapós são anualmente inundadas pelas águasácidas e pobres em nutrientes dos rios deáguas pretas. A carga de sedimento arenosotrazida por esses rios é também depositada,formando as extensas praias de areia brancacaracterísticas da bacia do rio Negro(Oliveira et al. 2001:204).

Apesar das diferenças em produtividadeprimária entre as bacias dos rios Solimões eNegro, o curso do baixo rio Negro - ou pelomenos uma faixa de 50 km rio acima a partirde sua foz, portanto dentro da área de pes-quisa - tem ainda uma influência do rioSolimões em termos da diversidade e núme-ro de espécies de peixes (Goulding et al.1988:100). Talvez isso possa explicar adiferença significativa entre as grandesdimensões dos sítios arqueológicos do baixorio Negro e as pequenas dimensões dos sítiosdo alto rio Negro (Neves 1998), uma vez queas populações que ocuparam a região dobaixo rio Negro tiveram acesso direto eindireto aos abundantes recursos das várzeasdos rios Solimões e Amazonas. Outro aspectonotável de ecossistemas de águas pretas nestaparte da Amazônia é a ocorrência de exten-sas áreas de areias cobertas por vegetaçõestípicas, as campinaranas.

Em locais adjacentes às planícies deinundação do Solimões e do Negro há altosbarrancos expondo depósitos Cretáceos daformação Alter do Chão erodidos pela açãofluvial (Franzinelli e Igreja 2002). Sobre essesbarrancos é comum a ocorrência de sítios ar-queológicos, um padrão de assentamento des-crito por Denevan (1996) para outras partesda Amazônia. Desse modo, na Amazônia cen-

tral os sítios «de várzea» não estãotecnicamente localizados sobre a várzea, masadjacentes a ela no alto dos barrancos muitoacima da variação anual dos níveis dos rios,mesmo na época da cheia. Assim, flutuaçõesnos níveis dos rios não devem ser vistas comofatores limitantes ao estabelecimento depopulações humanas em ambientes de várzea,como proposto por Meggers (1996).

As áreas de interflúvio são compostas porcolinas e morros, com encostas de declividadevariável, periodicamente cortados porigarapés. O levantamento arqueológico rea-lizado por E. Lima (2003) indica que os to-pos de colinas eram locais preferenciais paraa ocupação humana pré-colonial. Os solosda região são majoritariamente oxisolsamarelos e argilosos com pH ácido e baixaaptidão agrícola. É também comum aocorrência de lateritas na superfície. Alémdos oxisols, há também áreas de areaiscobertas por podzols e as terras pretasantrópicas associadas aos sítios arqueológi-cos.

A cobertura vegetal original da área temuma grande diversidade de espécies, como éo padrão na floresta amazônica. Nos 10.000hectares da reserva Ducke, próximo aManaus, foram registradas 2.200 espéciespertencentes a 150 famílias de plantas: 1.300espécies de árvores, 300 de cipós, 250 deervas terrestres, 170 de epífitas e 60 dehemiepífitas (Vicentini 2001:177).Atualmente, o desmatamento e a formaçãode pastos levam ao aumento da concentraçãode algumas espécies de palmeiras, principal-mente o tucumã (Astrocaryum aculeatum) eo inajá (Attaleia maripa). Nas áreas de terrapreta, por outro lado, é notável a altadensidade da palmeira caiuá ou dendê (Elaeisoleifera). Nas baixadas e áreas alagadas,prevalecem concentrações de buritis(Mauritia flexuosa).

O clima tropical chuvoso e úmido daregião caracteriza-se por elevadas tempera-turas durante o ano todo (média anual de

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27,1° C). Já o regime das águas se divide emduas estações: o inverno, com alto índicepluviométrico, e o verão, quando as chuvasse escasseiam e o nível dos rios aumentaconsideravelmente. Atualmente, ao longo dorio Solimões, as áreas de menor altitude sãoocupadas periodicamente durante as épocasde vazante, seja pelo plantio de sementes comcrescimento rápido, como o milho, feijão eamendoim, seja pela criação de gado. Nacheia, esses locais ficam submersos e sãoabandonados. A distribuição dos vestígiosarqueológicos indica que no passado, essasmesmas áreas foram também ocupadas porgrupos indígenas. A reutilização dos mesmoslocais ao longo do tempo indica que oscritérios de assentamento não mudaramdrasticamente a partir do período pré-colo-nial. Estes se situam majoritariamente emlocais não inundáveis, mas próximos aoscursos d’água, e corroboram o modelo de

uso do espaço proposto por Denevan(1996:661), que pressupõe interações sociaisentre a várzea e a terra firme

O contexto arqueológico dosdepósitos cerâmicos. A cronologiarelativaOs dados analisados provêm de cinco sítiosarqueológicos escavados na área de pesquisa:Açutuba, Osvaldo, Lago Grande, Hatahara eCachoeira (Figura 1). A metodologia aplica-da em campo seguiu os procedimentos padrãoadotados pelo PAC, descritos em detalhe porNeves (2000). A topografia dos sítios foi feitacom uma estação total, que gerou mapasdigitais detalhados para cada sítio estudado.As tradagens foram feitas com trado manualcom copo de 20cm de diâmetro e alcance máxi-mo de 100cm de profundidade, garantindouma intervenção rápida e de baixo impacto.

Figura 1 – Localização dos sítios arqueológicos citados no texto(02 – Açutuba; 03 – Cachoeira; 09 – Osvaldo 09; 12 – Lago Grande; 13 – Hatahara).

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Este procedimento é útil na avaliação daprofundidade, da variabilidade da densidadedos vestígios enterrados e na delimitação dossítios. As unidades de escavação obedecem auma grade de coordenadas cartesianas e têmgeralmente 1m2. As escavações e sondagenssão normalmente abertas em níveis artificiaisde 10cm. Todo o material coletado em campo- cerâmicas, amostras de sedimento, carvõese líticos - recebe uma identificação com o nomee sigla do sítio, identificação da unidade deescavação à qual pertence e um número deproveniência. Os procedimentos da escavaçãoe coleta são sistematicamente registrados emfichas: listas de números de proveniência; fi-chas de tradagens e sondagens, que contêminformações tais como a cor e textura do sedi-mento; tipos de materiais coletados. Ao finaldas escavações, são realizadas coletas deamostras de solo para análise micro-morfológica nos diferentes estratos, bem comonas feições identificadas.

Os sítios arqueológicos estudados foramselecionados a partir de vários critérios. Emprimeiro lugar, todos estão localizados na áreade pesquisa do PAC, representando uma boaamostra regional. Em segundo lugar, os sítiosapresentam níveis de ocupação em contextosuni e multi-componenciais, permitindo oestabelecimento de comparações. Finalmen-te, os sítios já foram alvo de pesquisas siste-máticas, com trabalhos de campo e delaboratório, que possibilitaram a obtenção deinformações básicas sobre seu tamanho,densidade e cronologia de ocupação (Abreu2000; Neves 2000, 2003; Lima 2003; Ma-chado 2005). As características dos sítios sãodiscutidas a seguir.

Açutuba: trata-se de um sítio arqueológicoque se estende por aproximadamente 3Km aolongo da margem direta do baixo rio Negro.Suas dimensões estimadas são 3000x400m e aprofundidade dos depósitos chega a mais de130cm. O sítio foi dividido em três setores de-nominados I, II e III, de acordo com suas ca-racterísticas geomorfológicas. Identificado em

1994, este é um dos sítios mais intensamentetrabalhados pelo PAC, com etapas deescavações em 1995, 1997, 1999, 2002 e 2004.As escavações permitiram a identificação decontextos arqueológicos intactos bem como oestabelecimento de uma hipótese sobre suacronologia de ocupação (Heckenberger et al.1999; Lima 2003). Açutuba é um sítio chaveem toda a área de pesquisa do PAC devido, emparte, à suas grandes dimensões (cerca de 90hectares de área), e por ser multicomponencial,com uma estratigrafia que indica a ocorrênciaregular de pelo menos quatro ocupações distin-tas. De fato, a seqüência crono-estratigráficado sitio Açutuba fornece o parâmetro para acronologia regional.

Os depósitos cerâmicos no sítio Açutubasão encontrados em dois contextos distintos:com e sem terras pretas. Os depósitos comterras pretas, mais recentes, contêm cerâmicasdas fases Manacapuru, Paredão e Guarita. Ascerâmicas relacionadas à fase Manacapuru seencontram dispersas pelos setores I e II dosítio e estão datadas entre os séc. IV ao IXD.C. No setor I, detectou-se a presença decerâmicas associadas à fase Paredão e em2002, uma série de urnas funerárias foi expostaem um corte do barranco, indicando tratar-se,possivelmente, de um cemitério. A ocupaçãomais recente do sítio tem datas entre os séc.IX ao XV (Heckenberger et al. 1998), comfragmentos cerâmicos dispersos por umaampla área, associados à fase Guarita daTradição Policrômica Amazônica. A essaocupação se associam depósitos comespessuras que superam 1m, indicando inten-sas atividades antrópicas. As datações e aanálise dos vestígios em superfície indicam quedurante esse período o sítio foi ocupado portoda sua extensão.

Os depósitos sem terras pretas contêmcerâmicas inicialmente consideradaspertencentes também à fase Manacapuru. Paraentender melhor a cronologia de ocupação dosdepósitos dessas cerâmicas com e sem terraspretas, uma série de escavações foram abertas.

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Uma primeira unidade, denominada TU20, foiescavada na área central do sítio, no setor II, eapresentou cerâmicas associadas à ocupaçãoManacapuru, entre 35 e 50cm de profundidade,depositadas num espesso estrato de Terra Preta(Figura 2). A este nível se sobrepõem materiaiscorrespondentes à ocupação mais recente dosítio, com cerâmicas Guarita, que sofreramperturbações recentes. Apesar das perturbações,o material cerâmico proveniente dos níveis maisprofundos apresentou um contexto relativamen-te bem preservado, com fragmentos grandes eremontáveis, o que pôde ser observado tantopelo perfil, quanto na análise em laboratório.

Paralelamente, duas outras unidades deescavação, denominadas T9 e T10, foramabertas em áreas sem terras pretas. Essas uni-dades foram abertas em áreas periféricas dosítio, no seu limite sul, sem associação comterras pretas em nenhum dos níveis. Aescavação da unidade T9 detectou um nívelde ocupação supostamente Manacapuru numcontexto bem preservado, bastante profundo,entre 70 e 110cm de profundidade, selado por

uma espessa camada de solo arenoso estéril.O mesmo padrão foi identificado na unidadeT10 (Figura 3). Os perfis estratigráficosdemonstram que as unidades T9 e T10cortaram partes de uma mesma estrutura, ca-racterizada por um denso agrupamento decerâmicas, conjuntos líticos queimados elateritas. A unidade T9 interceptou uma de suasmargens, enquanto que a escavação de T10atingiu sua região central. Inicialmente essaestrutura foi interpretada como uma lixeira,mas a análise do material cerâmico nos levoua descartar essa hipótese devido à altadensidade de cerâmicas cuidadosamente de-coradas e o baixo índice de remontagens. Emsua região central, a estrutura é interceptadapor uma feição circular com 30 cm dediâmetro, composta por sedimento acinzentadopouco compacto circundado por um anel com2cm de espessura de raízes em decomposição.A associação entre a estrutura e a feição écorroborada pela disposição do material ar-queológico e pela estratigrafia, ocorrendo namesma profundidade, entre 40 e 70 cm. Pode

Figura 2 – Perfil estratigráfico da unidade TU20escavada no sítio Açutuba.

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Figura 3 – Perfis estratigráficos das unidades T9 e T10,escavadas no sítio Açutuba.

tratar-se de um buraco de esteio que, após suadecomposição, concentrou matéria orgânicareocupada por raízes provavelmente depalmeira. A análise química dos sedimentosinternos e externos da feição poderá ajudar aresolver essa questão. Para compreendermelhor o contexto das cerâmicas localizadasem depósitos sem terras pretas, estabelecemos

uma malha de tradagens, sobre a qual realiza-mos um total de 17 intervenções, com 25 mde espaçamento. As linhas de tradagem foramtraçadas com a estação total em quatrodireções a partir de T9 e T10, nos sentidosNorte-Sul e Leste-Oeste. A partir dessas sériesprincipais, outras linhas perpendiculares a elasforam traçadas. As tradagens indicaram a

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continuidade da ocupação relacionada à faseAçutuba ao longo de uma área de pelo menos300 m2 a partir do local onde foram inicial-mente identificadas.

O contexto estratigráfico dos depósitos dafase Açutuba - recobertos por uma espessacamada arenosa estéril até a superfície - indi-ca que o final da ocupação da aldeia foi segui-do por um longo período de abandono. O sítiosó voltou a ser intensamente habitado algunsséculos depois, quando já se verifica aconstituição das terras pretas associada àsocupações da fase Manacapuru. A quantidadee intensidade de intervenções arqueológicasrealizadas no sitio Açutuba forneceram umasérie informações inéditas. Em primeiro lu-gar, a correlação entre cerâmicas da faseManacapuru com a terra preta se confirmou,apresentando clara semelhança com outrosdepósitos unicomponenciais de ocupaçãoManacapuru na área de pesquisa, como ossítios Osvaldo e Cachoeira. Essas ocupaçõessão datadas entre os séculos IV e VII DC erepresentam as primeiras ocupaçõesefetivamente associadas às terras pretas, mar-cando cronologicamente e tambémculturalmente o surgimento desse tipo de de-pósito na Amazônia central. A cronologia re-lativa dos depósitos - baseada nos contextosestratigráficos - demonstra que no sítioAçutuba, a fase Açutuba é anterior à faseManacapuru, um padrão confirmado pelasdatações de C14, conforme se verá adiante.

Osvaldo: o sítio se localiza na região cen-tral da área de pesquisa, junto ao lago doLimão, que recebe sazonalmente águas dosrios Negro e Solimões. A área do sítio é deaproximadamente 700 x 250 m e o depósitoarqueológico chega até a 1m de profundidade.Este é um dos poucos sítios arqueológicosconhecidos na área de pesquisa que apresentaum depósito unicomponencial, que permiteo estudo detalhado de padrões deassentamento associados a culturas arqueo-lógicas conhecidas (Figura 4). Trata-se nestecaso de uma ocupação da fase Manacapuru,

depositada numa espessa camada de terrapreta. A seqüência de datas obtidas para estaocupação sugere um processo intenso, con-forme atestado pela Terra Preta, com duraçãode uma ou duas gerações, durante o final doséculo VII e o início do século VIII DC(Abreu 2000; Neves et al. 2004).

O trabalho de campo realizado neste si-tio ocorreu em 1999 e compreendeu adelimitação e topografia detalhada de suaárea, estabelecimento de linhas de tradagens,escavação de sondagens de 1/2 m2, e de umaunidade de 1m2 cujos materiais são o nossoobjeto de estudo. O exame do perfil daunidade de escavação e a análise dos vestígioscerâmicos confirmaram tratar-se de umaocupação unicomponencial, apresentandoalta densidade de vestígios cerâmicosassociados à fase Manacapuru, depositadosaté uma profundidade de cerca de 90 cm.Tanto o contexto de deposição, quanto ascerâmicas escavadas neste sítio são muitosemelhantes à área do sítio Açutuba onde seescavou a unidade TU20. Novamente se ob-serva a associação de cerâmicas Manacapuruaos depósitos de terras pretas. A seqüênciade datas obtidas sugere um processo inten-so, mas relativamente curto de ocupação,conforme atestado pela Terra Preta, comduração de uma ou duas gerações, durante ofinal do século VII e o início do século VIIIda era Cristã (Neves et al. 2004).

Hatahara: o sitio está implantado sobreum alto terraço na margem esquerda do rioSolimões, num local onde a várzea é poucoextensa. Suas dimensões são de 400 x 400m. Este sítio se caracteriza pela presença deuma série de montículos associados àsocupações Guarita e Paredão, com funçõesainda indeterminadas, embora aparentementefunerárias (Machado 2005). Identificado em1997, este sítio vem sendo sistematicamenteescavado desde 1999.

O material cerâmico considerado nesteestudo é proveniente de uma unidade deescavação de 1m2, denominada N1152

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W1360. Esta unidade se localiza em ummontículo funerário que apresenta a seguinteseqüência estratigráfica: 1) latossolo amareloestéril; 2) camada com cerâmicas, mas semterras pretas; 3) camada com cerâmicas eterra preta; 4) camada de formação do mon-tículo, composta por cerâmicas e terras pretasem contexto secundário de deposição; 5) ca-

mada superficial, perturbada por atividadesagrícolas recentes.

Decidiu-se trabalhar com as cerâmicasda camada 2 por tratar-se de uma ocupaçãoanterior à formação da terra preta e do mon-tículo, depositada no latossolo amarelo. Osprocedimentos analíticos são os mesmos apli-cados nos demais sítios. O resultado daanálise indicou tratar-se de um componente

Figura 4 – Perfil estratigráfico da unidade S710 E1965/1966, face Sul,escavada no sítio Osvaldo.

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associado à fase Açutuba, colaborando paraa definição e caracterização dessa fase. Asdatas obtidas confirmam o padrãocronológico. Apesar de haver camadas deocupação com cerâmicas Manacapuru nosítio, sempre associadas às terras pretas, taiscamadas não foram identificadas na área deabertura do perfil.

Lago Grande: tem aproximadamente 200x 200 m e está localizado sobre uma penín-sula coberta por mata secundária situada namargem norte do lago homônimo, um típicolago de várzea do rio Solimões. Foi identifi-cado em 1999 e tem sido escavado desdeentão por apresentar alta densidade de mate-rial arqueológico associado à terra preta, bemcomo estruturas preservadas como valasartificiais, com função defensiva, e lixeirasdomésticas. Trata-se de uma antiga aldeiacom formato de ferradura (Donatti 2003). Aesmagadora maioria das cerâmicas quecompõem os depósitos no sítio pertence à faseParedão, apesar de haver uma consistente,embora pequena, freqüência de fragmentosda fase Manacapuru ao longo dos depósitosescavados, alguns deles com espessura demais de 180 cm.

A ocorrência predominante de cerâmicasda fase Paredão nos contextos escavadossugeriu inicialmente que a formação do sítioresultou de um processo de ocupação contínuo,gerando um depósito unicomponencial, data-do do final do século VII ao início do séculoXI DC. Tal hipótese é embasada por 18 datasem 4 unidades escavadas, localizadas em di-ferentes partes do sítio (Donatti 2003, Neves2003; Neves e Petersen 2005). Uma das da-tas, no entanto, obtida para uma amostra decarvão (LG 566) coletada na base de umaunidade de escavação na extremidade sul dosítio, a 100 cm de profundidade, parecia serinicialmente aberrante por sua antigüidade,tendo sido por isto descartada (Neves 2003).No entanto, análises posteriores realizadascom as cerâmicas escavadas nesse nívelindicaram tratar-se de material da fase

Açutuba, o que é compatível com as datasantigas (Tamura 2005).

Cachoeira: se localiza num terraço alto eplano às margens de um igarapé que deságuana margem direita do rio Negro. Suasdimensões estimadas são de 224 x 70 m. Aprofundidade dos depósitos chega a pelomenos 75cm. O sítio foi localizado em 1997,mas nunca foi sistematicamente mapeado ouescavado. Os dados aqui obtidos provêm daescavação de uma sondagem de 5m2 e 80 cmde profundidade e de coletas de superfície.No entanto, apesar da pequena quantidadede trabalhos realizados e da reduzida áreaescavada, o sítio Cachoeira foi um dos úni-cos locais onde vasos inteiros da faseManacapuru foram escavados em toda áreade pesquisa e por isso é aqui discutido. Assimcomo o sítio Osvaldo, a sondagem escavadaindica que o sítio Cachoeira apresenta umaúnica ocupação da fase Manacapuru, depo-sitada em terra preta areno-argilosa.

Diferenças e semelhanças entre ascerâmicas das fases Açutuba eManacapuruA análise das cerâmicas foi realizada em duasetapas: a primeira, quantitativa, foi baseada nosdados de uma ficha; a segunda, qualitativa, tevecomo objetivo a definição e descrição detalhadade categorias de artefatos3. Os elementos consi-derados na definição dos tipos aproximam nossométodo à análise modal (Raymond 1995).Estabelecidas as categorias gerais de forma, todaa gama de atributos - técnicos e decorativos - é aelas correlacionada, sendo assim definidos os ti-pos. Tal abordagem se aproxima também daanalise de «tipo-variedades» desenvolvida porMeggers (1990), com a diferença que, em nossocaso, o tempero não é o elemento definidor dostipos. Se, por um lado, hierarquizamos os mo-dos de forma, estes não são os únicos fatores

3 Descrições mais detalhadas podem ser encon-tradas em Lima (2005).

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definidores dos tipos, devendo ser consideradosem conjunto com os demais atributos.

Na análise, os seguintes aspectos foram con-templados: seleção, coleta e preparação dasargilas; o processo de fabricação do vasilhame,incluindo os tratamentos de superfície; as técni-cas e motivos da decoração; processos desecagem e queima; e evidências de utilização,reutilização e descarte. No processo depreparação das argilas, o temperopreponderantemente identificado nas cerâmicasAçutuba e Manacapuru foi o cauixi, emboraoutros tipos de tempero tenham sido tambémidentificados, como o caraipé (entrecascasqueimadas de árvores do gênero Licania), cacosmoídos e argila. Tais temperos aparecem emproporções reduzidas e apenas em parte dos frag-mentos. No entanto, é importante ressaltar quehouve preponderância do caraipé em alguns frag-mentos da fase Açutuba, em associação cons-tante com determinados tipos de argila. Os doistipos de técnicas de manufatura mais freqüentessão a roletagem e a modelagem. Elas ocorremna mesma proporção nas cerâmicas da faseAçutuba e da fase Manacapuru.

Cerâmicas das fases Açutuba e Manacapuruapresentam padrões de queima variados, maspercebe-se que cerâmicas Manacapuruapresentam, na maioria dos fragmentos, queimanão oxidada, enquanto que na fase Açutuba, amaior parte dos potes são oxidados. Taisdiferenças não têm conseqüências sobre aqualidade da queima, já que neste caso, ascerâmicas com queima não oxidada parecem termaior grau de dureza.

Mais de metade das bases analisada contémmarcas de folhas em sua face externa. O métodode análise morfológica do vasilhame foi adapta-do de Shepard (1956). Trata-se de uma análiseestrutural que propõe uma classificação formalcom implicações funcionais. Inicialmenteclassificam-se os vasos de acordo com a forma(estrutura), que pode ser aberta ou fechada. Apartir daí, cada uma dessas categorias gerais deforma é subdividida de acordo com o contorno,que pode ser simples, infletido ou complexo.

Cerâmicas Açutuba e Manacapuru têm umavariação formal bastante ampla. De maneirageral, a região próxima da borda (o pescoço oua flange) é sempre mais espessa do que o corpoda vasilha. Esta região é preferencial para aaplicação da decoração. Quando a decoraçãoocorre no bojo dos vasos, esta é uma extensãodos motivos das bordas, relacionada àcomposição da decoração da borda. Percebe-seque na fase Manacapuru prioriza-se formas fe-chadas, enquanto que na fase Açutuba aquantidade de formas abertas é visivelmente pre-dominante. As cerâmicas da fase Açutuba dãomaior ênfase também à expansão externa dolábio, como nos casos das flanges labiais, e aosdiferentes tipos de decorações aplicadas nestaparte do vaso. Os elementos formais mais ca-racterísticos dessa indústria são as flanges labiais,apliques e apêndices modelados e estatuetas mo-deladas (Figura 5).

As flanges labiais são muito freqüentes entreos materiais da fase Açutuba, podendo ser con-sideradas como um traço diagnóstico. Ocorremnas mais variadas formas: desde vasos muitofechados até pratos. A parte superior das flangeslabiais é preferencialmente utilizada como suportepara a aplicação de uma variada gama de técni-cas e motivos decorativos. De fato, todas as

Figura 5 – Fragmentos cerâmicos dafase Açutuba, decorações

mais recorrentes.

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flanges analisadas são decoradas. As decoraçõesmais utilizadas são incisões e modelagens que,muitas vezes, se associam a apêndiceszoomorfofos. Os lábios são sempre planos ecortados. Na fase Açutuba são geralmente incisose modelados, na fase Manacapuru são ponteadose ungulados na maioria dos casos.

Cerâmicas da fase Açutuba apresentamtambém flanges mesiais, um atributo comum àfase Guarita. Nas cerâmicas Açutuba, as flangesmesiais são formadas pela adição de um ou maisroletes à meia altura da parede externa dos va-sos, dando-lhes uma forma bastante singular. Éinteressante, neste caso, notar como um elemen-to definidor da fase Guarita ocorre também emcerâmicas Açutuba, mais antigas, e nãoManacapuru, mais recentes, como seria de seesperar se houvesse um longo processo demudança local, como sugerido por Lathrap(1970b).

Nas cerâmicas Açutuba e Manacapuruverificam-se largamente o uso da modelagemcomo recurso decorativo. Trata-se geralmentede apêndices aplicados na borda ou no lábio dosvasos, representando figuras antropomorfas,zoomorfas (especialmente répteis e aves) eabstratas. Estão sempre associados a outras téc-nicas decorativas, como incisões e todos os tiposde pintura. Em pratos ou vasilhas muito abertosos apêndices são uma extensão modelada deflanges labiais. Ocorrem também em grandestigelas, provavelmente adquirindo funçãoutilitária como alça.

Todos os fragmentos da fase Manacapuruanalisados receberam algum tipo de tratamentode superfície. No material da fase Açutuba nãofoi possível verificar todos os fragmentos, devidoao pior estado de conservação que se encontra omaterial. Todos os fragmentos analisados foramalisados em pelo menos uma de suas faces. Aplasticidade é a característica mais marcante dascerâmicas das fases Açutuba e Manacapuru. Amodificação formal das bordas para a obtençãode flanges e pescoços, anteriormente menciona-da, pode ser considerada como um elemento de-corativo, uma vez que a intenção de tal

modificação é criar um suporte visível para aaplicação da decoração. Existe uma amplavariação de técnicas de decorações plásticas uti-lizadas que sempre ocorrem em associação. Asincisões de todos os tipos - finas, largas, simples,duplas ou múltiplas - são o elemento decorativomais recorrente na cerâmica, estando presentesna quase totalidade dos fragmentos decorados,geralmente associados a outras técnicas decora-tivas como a modelagem e a pintura. Excisões,por outro lado, ocorrem apenas entre os frag-mentos associados à fase Açutuba. O acanala-do, do mesmo modo, ocorre apenas nos frag-mentos da fase Açutuba, geralmente aplicadosna face externa dos vasos, na regiãoimediatamente abaixo da flange labial ou dopescoço. Podem ser recobertos por pintura ouengobo vermelho. Já o ponteado, o ungulado, oescovado e o digitado ocorrem apenas na faseManacapuru, sendo praticamente ausentes nafase Açutuba.

No que se refere à decoração plástica, as fa-ses Açutuba e Manacapuru apresentam algunspontos em comum, como as incisões e amodelagem. No entanto, outras técnicas marcamsensivelmente suas diferenças. A cerâmicaManacapuru prioriza a decoração incisa - sim-ples ou dupla - em linhas finas, formando moti-vos geométricos. O ponteado é também larga-mente utilizado. Já nas cerâmicas da fase Açutubaverifica-se maior ênfase na modelagem, no aca-nalado e na excisão, enquanto que as incisõespriorizam motivos curvilíneos e espiralados. Defato, o ponteado é raríssimo na fase Açutuba,assim como não ocorre excisão na cerâmicaManacapuru.

Na decoração pintada, o engobo vermelhoé um complemento de técnicas decorativaspresentes em ambas fases, não devendo,portanto, ser utilizado isoladamente comocritério definidor de tipos. Cabe ressaltar, noentanto, que nas cerâmicas da fase Açutubao engobo vermelho está associado à excisãoformando motivos em baixo relevo, uma téc-nica verificada posteriormente apenas entreas cerâmicas da fase Marajoara, na foz do

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Amazonas. Já o engobo branco, apesar deser um traço diagnóstico das cerâmicasassociadas à fase Guarita, é uma caracterís-tica diagnóstica também da fase Açutuba,definindo, juntamente com outros atributos,essa indústria. A alta incidência de engobobranco em contextos unicomponenciais dafase Açutuba, bem preservados e caracteri-zados, e sua aplicação em cerâmicas cujoselementos tecnológicos são muito distintosdos materiais correspondentes à fase Guarita,excluem, no entanto, qualquer possibilidadede intrusão. Assim, consideramos o engobobranco como traço diagnóstico também dafase Açutuba. O engobo branco ocorretambém na fase Mancapuru, em menorquantidade.

A policromia foi detectada entre osmateriais associados à fase Açutuba nos sítiosAçutuba, Hatahara e Lago Grande. Essa téc-nica consiste na aplicação de pintura em di-ferentes tonalidades de vermelho ou pretosobre uma camada de engobo branco. Aobservação dos fragmentos pintados nospermitiu inferir a seqüência de operações re-queridas à realização desta decoração. Umaprimeira camada de engobo branco era apli-cada ao pote já constituído e parcialmenteseco. O engobo branco pode ser obtido apartir de um tipo específico de argila, ocaulim, bastante comum na região. A essacamada sobrepõe-se uma fina e delicada pin-tura, que pode ser preta, ou de diferentes to-nalidades de vermelho. Essas cores compõemmotivos geométricos, retilíneos e/oucurvilíneos. A etapa seguinte consistia naqueima dos vasos, que deve ter ocorrido sobalta temperatura em ambiente fechado, já quea pasta tem coloração clara e homogênea.Finalmente, uma última camada de pinturaalaranjada podia ser aplicada, completandoa composição final do motivo.

A pequena quantidade de fragmentospolícromos na amostra impossibilitou aidentificação das formas específicas de va-sos aos quais essa técnica era aplicada. No

entanto, percebe-se que ocorria uma seleçãode argilas específicas para a decoração dospotes com esta técnica. A policromia é apli-cada preferencialmente a vasos bastante fi-nos e leves, constituídos por uma pasta decoloração alaranjada ou branca, e temperadoscom cauixi ou caraipé. Ocorre tanto em frag-mentos de contorno simples, como em for-mas mais complexas com flanges mesiais eapêndices modelados. A pequena proporçãodesses fragmentos e sua associação a um tipoespecífico de vasos sugerem que a policromianão era uma técnica amplamente disseminadanessa indústria. Com exceção da fase Pocó,no baixo Amazonas, até o presente momentonão havia registros da presença de policromiatão antiga na Amazônia brasileira (Hilbert eHilbert 1980). No caso da decoraçãopolícroma, mais uma vez nota-se a presençade características típicas da fase Guaritaocorrendo em cerâmicas da fase Açutuba, queé pelo menos 600 anos mais antiga. Umexame mais detalhado mostra, no entanto,que os resultados das decorações polícromasnessas fases são bastante distintos.

A escavação das unidades T9 e T10 nosítio Açutuba forneceram três fragmentos deartefatos que pensamos ser estatuetas. Umdeles representa nitidamente as pernas de umafigura feminina, os outros dois têm uma for-ma parecida, porém estão bastante fragmen-tados, sendo visíveis apenas os pés.Resumindo os resultados da análise cerâmica,percebem-se algumas diferenças claras en-tre as cerâmicas das fases Açutuba eManacapuru (Tabela 2).

Os resultados da análise corroboraram, emparte, as descrições feitas por Hilbert para afase Manacapuru, porém mostraram que avariabilidade destas cerâmicas, em termos deformas, técnicas e motivos decorativos é muitomaior do que anteriormente reportado por esteautor. A partir das análises pudemos detectarvariações significativas nos materiaiscerâmicos supostamente correspondentes afase Manacapuru na Amazônia central, nos

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obrigando a repensar seu significado históri-co-cultural. Tais diferenças apontam mais umavez que a fase Manacapuru deve ser desmem-brada, confirmando os padrões contextuais ecronológicos já verificados. Mantivemos adenominação de Hilbert para o conjunto maisrecente, fase Manacapuru, enquanto que oconjunto mais antigo foi chamado de faseAçutuba, nome do sítio arqueológico onde foiinicialmente detectada. Os padrões contextuaise de variabilidade cerâmica são também con-firmados pela cronologia absoluta, conformemostraremos a seguir.

As datas - a cronologia absolutadas ocupações Açutuba eManacapuruOs dados obtidos para os sítios arqueológi-cos anteriormente apresentados indicam aocorrência de pelo menos dois contextos deocupação, distintos do ponto de vista espa-

cial e estratigráfico, mas inicialmente rela-cionados à fase Manacapuru na cronologiacerâmica da Amazônia central (Hilbert 1968).Com base nessas diferenças propomos,portanto, que tais contextos devam ser sepa-rados em categorias classificatórios distin-tas, denominadas, por ordem de antigüidade,fases Açutuba e Manacapuru.

Depósitos da fase Açutuba ocorrem emmatrizes indiferenciadas das característicasnormais dos solos da região, seja eles argilosos,como nos sítios Hatahara e Lago Grande, sejaeles arenosos, como no sítio Açutuba. Asmatrizes, em ambos os casos, não têmmodificações antrópicas visíveis, implicandonuma baixa intensidade de ocupação. Adelimitação de um assentamento da fase Açutuba,localizado no sítio homônimo, apontou para umabaixa densidade de fragmentos cerâmicosespalhados por uma área não muito ampla, indi-cando tratar-se de um assentamento deproporções reduzidas. Nos casos onde a

Tabela 2: Quadro comparativo entre as cerâmicas das fases Açutuba e Manacapuru.

Atributos Fase Açutuba Fase Manacapuru

Queima Oxidada Não-oxidada

Cauixi como tempero Presente Presente

Caraipé como tempero Presente Ausente

Formas abertas Mais freqüentes Menos freqüentes

Formas fechadas Menos freqüentes Mais freqüentes

Incisões retilíneas simples ou duplas Ausentes Presentes

Incisões curvilíneas simples ou duplas Mais freqüentes Menos freqüentes

Excisão sobre engobo vermelho Presente Ausente

Ponteado Ausente Presente

Acanalado Presente Ausente

Apêndices zoomorfos modelados Presente Presente

Flanges Labiais Presentes Presentes

Flanges Mesiais Presentes Ausentes

Engobo vermelho Presente Presente

Engobo branco Presente Raro

Pintura polícroma Presente Ausente

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densidade de material arqueológico é visivelmentemaior, estes são agrupamentos intencionais. Nossítios Açutuba, Hatahara e Lago Grande as ca-madas associadas à fase Açutuba são normal-mente profundas, variando de 60 cm a mais de100 cm abaixo da superfície. As datas

radiocarbônicas obtidas para as ocupaçõesAçutuba são listadas na Tabela 3.

Por outro lado, as ocupações da faseManacapuru (Tabela 4) presentes nos sítiosAçutuba, Osvaldo e Cachoeira são bastantesemelhantes em vários aspectos. Estão sempre

Tabela 3: Sítios Açutuba (Ac), Hatahara (Hat) e Lago Grande - Datasradiocarbônicas de ocupações da fase Açutuba (Neves 2003).

NoAmostra Proveniência Prof. Data (1?) No Lab.

Ac 2611 T10 65 cm 1590±40 BP Beta 178908

Ac 2652 T10 77 cm 1610±90 BP Beta 178909

Ac 2230 T9 90-100 cm 2280±100 BP Beta 178910

Ac 1A U2 70-80 cm 1800±80 BP Beta 90724

Hat 1860 N1152 W1360 170-180 cm 2310±120BP Beta 143597

LG 566 N508 E596 100 cm 1940±60 BP Beta 178920

Tabela 4: Sítios Açutuba (Ac), Osvaldo (Osv) e Hatahara (Hat). Datasradiocarbônicas de ocupações da fase Manacapuru (com terras pretas).

No Amostra Proveniência Prof. Data (1?) No Lab.

Ac II-B U1 30-40 cm. 1270±60 BP Beta 90723

Ac II-B U1 40-50 cm. 1230±70 BP Beta 106437

Ac II-B U1 50-60 cm 1590±60 BP Beta 106438

Osv 332 S700 E1895 SE 20-30 cm 1350±40 BP Beta 143627

Osv 581 S845 E2046 SE 40-43 cm 1100±40 BP Beta 143626

Osv 170 S710 E1966 50-60 cm 1350±30 BP Beta 143616

Osv 435 S710 E1966 61 cm 1340±40 BP Beta 143617

Osv 505 S710 E1966 66 cm 1350±40 BP Beta 143618

Osv 270 S845 E1921 SE 60-70 cm 1260±30 BP Beta 143623

Osv 456 S710 E1966 73 cm 1320±60 BP Beta 143619

Osv 457 S710 E1966 76 cm 1310±40 BP Beta 143620

Hat 1892 N1152 W1360 155 cm 960±40 BP Beta 143595

Hat 1855 N1152 W1360 160-170 cm 1070±70 BP Beta 143596

Hat 1869 N1152 W1360 180-190 cm 1080±40 BP Beta 143598

Hat 1873 N1152 W1360 192 cm 1300±40 BP Beta 143599

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depositadas em matrizes antrópicas compostaspelas Terras pretas de indio, que se formam namesma intensidade, tanto em solos arenosos(sítios Açutuba e Cachoeira), quanto em solosargilosos (Osvaldo). A densidade de materialarqueológico é, na maioria dos casos, superioras ocupações da fase Açutuba. Embora asocupações das fases Açutuba e Manacapurusejam semelhantes em vários aspectos, a relaçãoentre elas ainda não está clara. A faseManacapuru é pelo menos trezentos anos maisrecente. As datas obtidas para a unidade S710E1966 do sítio Osvaldo indicam um rápidoprocesso de formação da terra preta, o que maisuma vez sugere uma mudança de modo de vidade uma ocupação para a outra. Esta mudançaimplica em, pelo menos, aumento da densidadedemográfica na região.

Outra fonte potencial para determinar acronologia das ocupações da fase Manacapuru

corresponde às datas obtidas para a unidadeN500 E500 do sítio Lago Grande (Tabela 5),já que fragmentos cerâmicos Manacapuruestão sistematicamente presentes, embora empequena quantidade, em todos os níveis daunidade, com freqüências que variam deacordo com a freqüência das cerâmicas da faseParedão ali escavadas (Donatti 2003).

Em todos os casos, observamos que opadrão de variabilidade da indústria cerâmicaestá positivamente correlacionado ao contextode deposição e à cronologia. As cerâmicas dafase Manacapuru localizadas nos ricos solosde origem antrópica, chamados Terras Pretasde Índio (TPI), são sempre distintas daquelasprovenientes das matrizes naturais da área nãomodificados intensamente por ação humana. Avariabilidade cronológica das ocupações dasfases Açutuba e Manacapuru na Amazôniacentral é sumarizada na Tabela 6.

Tabela 5: Sítio Lago Grande - Datas 14C dos carvões do perfil da unidade 1(N500 E500).

No Amostra Prof(cm) Data - (1?) Nº Laboratório

319 36 1050+-40 BP Beta 143600

324 75 950+-40 BP Beta 143601

326 83 950+-30 BP Beta 143602

321 89 960+-30 BP Beta 143607

325 118 1130+-40 BP Beta 143604

322 123 1150+-40 BP Beta 143603

329 142 1100+-30 BP Beta 143605

330 158 1260+-40 BP Beta 143606

Tabela 6: Variabilidade cronológica das ocupações das fases Açutubae Manacapuru na Amazônia central.

Fase Variação cronológica aproximada

Manacapuru 600 - 1000 DC

Açutuba 300 AC - 360 DC

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Trabalhos posteriores deverão verificara precisão e a resolução destes intervalos. Écurioso notar que a data obtida por Hilbertpara uma ocupação da fase Manacapuru(425±58 DC) escapa dos intervaloscronológico por nós delineados. Pesquisasfuturas contribuirão para refinar o quadrocronológico preliminar aqui proposto.

Discussão e conclusõesOs dados contextuais, cronológicos e devariabilidade cerâmica aqui examinadoslevaram à subdivisão da fase Manacapuruem duas fases cerâmicas distintas, aqui de-nominadas Açutuba e Manacapuru, comdatas, respectivamente, entre 300 BC e 360DC e 600 e 1000 DC.

A fase Açutuba pode ser umarepresentação na Amazônia central dastradições (ou séries) Saladóide e Barrancóide,identificadas no norte da América do Sul eCaribe (Rouse e Cruxent 1963; Boomert2000; Gassón 2002; Petersen et al. 2003).As cerâmicas são caracterizadas por umaampla variabilidade formal e são decoradasatravés de várias técnicas, como modelagem,incisões, excisões, engobo vermelho e pintu-ra policrômica (várias tonalidades devermelho e/ou preto) aplicada sobre camadade engobo branco ou diretamente sobre asuperfície. A validez de tal hipótese deveráser testada. Menos especulativa parece ser arelação entre as cerâmicas da fase Açutuba eas cerâmicas antigas dos sítios Pocó e BoaVista, dos rios Trombetas e Nhamundá, nobaixo Amazonas (Hilbert e Hilbert 1980).Se corretas, tais correlações implicariam naocorrência de uma outra tradição cerâmica,situada cronologicamente entre as jáconhecidas tradições Zonada Hachurada eBorda Incisa.

As cerâmicas da fase Manacapuru têmrelações estilísticas claras com as da faseJapurá, localizada no rio Japurá/Caquetá emenos óbvias com as da fase Mangueiras,

na ilha de Marajó (Meggers e Evans 1957,pranchas 45-47; Hilbert 1968). Nesse senti-do, uma área chave para o estudo dos padrõesde distribuição de tais cerâmicas seria a regiãodo baixo Amazonas, no entorno da cidade deSantarém. A relação entre a fase Manacapurue a fase Açutuba ainda não está clara. Porum lado, a semelhança entre ambas, que têmcomo unidade uma modificação plástica naregião próxima das bordas e lábios forman-do suportes para a aplicação da decoração,poderia sugerir um desenvolvimento localocasionado por uma mudança dos modos devida desses povos. Essas mudanças culturaisestariam refletidas no surgimento da terrapreta e na própria cerâmica. Por outro lado,o intervalo cronológico entre estas duas fa-ses, bem como o surgimento das terras pretas,podem indicar um processo de ruptura naAmazônia central. Tal questão só poderá serelucidada à luz de estudos detalhados emoutras áreas da Amazônia onde este hiatocronológico é menor.

Tais lacunas não são apenas visíveis na áreade pesquisa. Na bacia do Orinoco, há cada vezmais evidências para uma cronologia cerâmica«curta», o que aumentaria o intervalo de tempoentre as ocupações pré-cerâmicas do Holocenoantigo e as ocupações ceramistas iniciaisassociadas à série Barrancóide (Barse 2000;Boomert 2000). No baixo Amazonas, Rooseveltidentificou evidências de produção cerâmica hácerca de 7.000 anos ou mais, associadas emalguns casos a sambaquis fluviais (Rooseveltet al. 1991; Roosevelt 1995). No entanto, nobaixo Amazonas parece haver uma lacuna nasocupações ceramistas, uma vez que a seqüênciasó é retomada com as datas de cerca de 2.000AP para as ocupações identificadas nos sítiosPocó e Boa Vista, nos rios Nhamundá eTrombetas (Hilbert e Hilbert 1980). De fato, aúnica parte da Amazônia onde aparentementese verifica uma seqüência contínua e ininterruptadesde o Holoceno médio até a chegada doseuropeus é a região compreendida pelo estuário,ilha de Marajó e litoral do Salgado, no Pará.

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Essa seqüência se inicia com as datas para ascerâmicas da fase Mina, associadas asambaquis litorâneos, e culmina com as dife-rentes cerâmicas das fases Aristé, Maracá,Aruã, Mazagão, etc. (Simões 1981).

As datas obtidas tanto para as fases Açutubae Manacapuru são mais recentes do que a ex-pectativa do modelo de Lathrap (Heckenbergeret al. 1998) Conseqüentemente, a proposta dedispersão populacional partindo da Amazôniacentral não se confirma. Do mesmo modo, ascaracterísticas que poderiam indicarcontinuidade entre as tradições Borda Incisa ePolicrômica da Amazônia ocorrem na faseAçutuba, que é mais antiga que faseManacapuru, e bem mais antiga que a faseGuarita. Deste modo, a reavaliação do signifi-cado histórico e cultural das fases Açutuba eManacapuru tem implicações importantes tantono aspecto local quanto numa escala mais re-gional, no contexto das terras baixas sul-ame-ricanas.

Finalmente, é importante ressaltar que adiscussão aqui apresentada não tem um objeti-vo meramente classificatório ou tipológico. Aocontrário, ao refinar cronologias regionais ediscutir relações estilísticas, cronológicas econtextuais entre complexos cerâmicos o obje-

tivo final é contribuir para a elucidação de umdos problemas de pesquisa mais importantesdas terras baixas da América do Sul, que é odas relações históricas entre a Amazônia e onorte do continente.

AgradecimentosAs pesquisas que geraram os dados aquiapresentados foram financiadas por recur-sos da Fundação de Amparo à Pesquisa doEstado de São Paulo (processos 99/02150-0, 02/02953-7, 03/03434-0). Agradecemosa nossos colegas do Projeto Amazônia Cen-tral, principalmente Fernando W. S. Costa,Juliana S. Machado, Claide P. Moraes, Car-los Augusto da Silva, Gilmar H. Pinheiro Jr.,Manuel Arroyo-Kalin, Patrícia B. Donatti,Anderson T. Tamura, Levemilson Mendonça,Cláudio R. P. Cunha, Ricardo Chirinos eRobert Bartone pela participação nostrabalhos de campo e discussão de idéias nolaboratório. Agradecemos também aossenhores Yodi Ideta, José Ricardo, OsvaldoGomes e Adilson Rodrigues pelahospitalidade e permissão de trabalho em suasterras. Mapas e desenhos foram feitos porMarcos Castro.

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PROSPECTANDO CACIQUES: TEORÍAS YMÉTODOS ACTUALES PARA EL ESTUDIO

DE LAS SOCIEDADES COMPLEJASEN EL NORTE DE SURAMÉRICA1

Rodrigo Navarrete SánchezEscuela de Antropología, Universidad Central de Venezuela

El tema de las sociedades complejas iniciales tardías-usualmente caracterizadas como cacicales ojerárquicas- en el norte de Suramérica y el Caribe ha sido recurrente y se ha manifestado coninsistencia en la literatura arqueológica en las últimas tres décadas. Esta ponencia intenta desarro-llar una revisión crítica de los procedimientos teóricos y metodológicos para la detección y análisisde evidencias materiales y documentales asociadas a sociedades complejas en la región, a la luz delos hallazgos y reflexiones originadas durante la realización del proyecto en desarrollo «Arqueolo-gía y etnohistoria en la región de la Depresión del Unare (Llanos Orientales venezolanos)».

O tema das sociedades complexas iniciais tardias – usualmente caracterizadas como cacicados(cacicais não existe em português) ou sociedades hierárquicas - no Norte da América do Sul e noCaribe tem sido recorrente e se manifestado com insistência na literatura arqueológica nas últi-mas três décadas. Este artigo busca desenvolver uma revisão crítica dos procedimentos teóricose metodológicos para a detecção e análise de evidências materiais e documentais associadas asociedades complexas na região, a luz dos achados e reflexões originadas durante a realizaçãodo projeto em desenvolvimento «Arqueologia e etnohistória da região da Depressão do Unare(Llanos Orientais venezuelanas)».

Discussions on late initial complex societies -usually characterized as chiefdoms or hierarchicalorganizations- in Northern South America and the Caribbean has been pervasive and insistent inthe archaeological literature during the last three decades. This paper attempts to develop acritical review of the theoretical and methodological procedures for detecting and analyzingmaterial and documentary evidences related to complex societies in the region, on light of thefindings and reflections originated from the development of the on-going project «Archaeologyand ethnohistory of the Unare Depression region (eastern Venezuelan llanos)».

1 Este artículo es una versión extendida de la conferencia con el mismo nombre presentada en elacto de clausura del III Congreso de Arqueología en Colombia, Popayán, 11 de diciembre de2004.

Por fortuna —pero también desafortunada-mente— el camino de las certezas arqueoló-gicas parece haberse terminado o, al menos,desdibujado en el trayecto; desafortunado

porque cada día perdemos más la platafor-ma sobre la cual hacíamos reconstrucciones,interpretaciones o versiones del pasado con-fiadamente; afortunado debido que se han

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abierto muchas rutas y trochas, incluso den-tro de la teoría procesualista, muchas de ellasempinadas y empedradas pero siempre esti-mulantes e iluminadoras, para la interpreta-ción de las situaciones y de las prácticas so-ciales pretéritas. El estudio de las sociedadesiniciales, pre-estatales, intermedias, jerárqui-cas o cacicales (o como se les desee denomi-nar según la posición teórica o tradición aca-démica esgrimida) es un caso ejemplar deesta transformación; puesto que fue catego-ría o estadio social sin nombre por muchotiempo (recordemos la premisa foucaultianade que lo que no tiene nombre no existe en larealidad cultural) requirió de una cuidadosaconstrucción por parte de la teoríaantropológica a partir del estudio etnográficoe histórico de la particularidad de las socie-dades del norte de Suramérica y el Caribe yde Polinesia (Service 1972; Earle 1987, 1991,1997; Spencer 1987).

Oberg (1955) y Steward y Faron (1959)elaboraron la etiqueta para esas sociedadesintermedias geográfica y culturalmente (porencontrarse entre las áreas nucleares, así comoentre las tribus tropicales y los Estadosandinos) y establecieron los límites diagnósti-cos para su comprensión, pero también parasu encasillamiento. De la descripciónprimigenia, sin intenciones evolucionistas ex-plícitas, surgió una definición evolutiva mo-delo que ha servido para englobar toda situa-ción social que se encontrara entre la tribuigualitaria y la sociedad de clases, a veces ol-vidando las particularidades de las transfor-maciones socioculturales de cada contexto. Eneste sentido este trabajo propone una revisióncrítica de los postulados teóricos y procedi-mientos metodológicos para la detección yanálisis de evidencias materiales y documen-tales asociadas a sociedades complejas en elnorte de Suramérica, usualmente caracteriza-das como cacicales o jerárquicas, a la luz delos hallazgos y reflexiones derivadas del pro-yecto Reconstrucción arqueológica yetnohistórica del poblamiento indígena tar-

dío de la región de la Depresión del Unare,Llanos Orientales venezolanos (siglos XV-XVII) (Navarrete 2000).

Los limitados casos de estudios a que haréreferencia provienen del territorio venezola-no porque es el marco de evidencias que co-nozco más directamente y sobre el cual se hadiscutido con menos frecuencia en el contex-to arqueológico suramericano por su supuestocarácter periférico o intermedio entre zonasnucleares como los Andes, Centro Américao el Caribe. En primer lugar presentaré, demanera general, las propuestas que se hanhecho en Venezuela con respecto al tema ylas revisiones o reconsideraciones teórico-metodológicas más actuales; después sinte-tizaré los productos preliminares del proyec-to arqueológico que se lleva a cabo en la re-gión del Bajo Unare y terminaré con una se-rie de consideraciones y cuestionamientosteóricos, metodológicos y técnicos que ser-virá para revisar críticamente la concepcióny aplicación de la noción de complejidad so-cial al pasado del norte de Suramérica.

Caciques venezolanos: primerosacercamientos a la cuestión de lacomplejidad social prehispánica enVenezuelaLos epicentros geográficos principales deldesarrollo de investigaciones arqueológicasrelacionadas con el problema de la compleji-dad cultural en Venezuela, ambos en el occi-dente del país, han sido los Llanos Occiden-tales y el piedemonte andino larense yfalconiano, especialmente el área vinculadacon los valles de Quíbor y Sicarigua y susáreas de influencia. Un tímido anexo orien-tal a esta discusión sería la interpretaciónrealizada por Roosevelt en el Orinoco Me-dio a partir de las evidencias en Parmana(Figura 1).

Aun cuando en la historia del pensamientoarqueológico venezolano ha habido una fuerteinfluencia histórico-cultural la introducción

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del pensamiento ecológico-cultural, del ma-terialismo histórico y de una escasa (peropotente) influencia procesual o, al menospost-normativa dio sentido, cargó de infor-mación y legitimó el uso del estudio cacical(Navarrete 2004). En los Llanos Occidenta-les venezolanos los trabajos de Zucchi yDenevan (Zucchi y Denevan 1974, 1989;Denevan y Zucchi 1978; Zucchi 1978, 1985,1991) en la década de 1970 sentaron la baseempírica para el desarrollo de la teoría decacicazgos regionales; sus excavaciones in-tensivas en sitios como La Betania, La Cal-zada y Caño Ventosidad incluyeron el estu-dio de la transformación del medioambientelocal por las sociedades prehispánicas,enfatizando la existencia de construccionesartificiales de tierra en la zona conjuntamen-te con estudios estilísticos cerámicos. A fina-les de esa década Garson (1980) formuló laexistencia de un patrón de asentamiento di-ferencial en la región en La Calzada, entresitios monticulares que varían en cantidad,tamaño y forma en sus construcciones artifi-ciales de tierra; su análisis no se enfocó en lacerámica sino prestó atención al patrón de

asentamiento regional y a la producción dealimentos y determinó que las aldeas, lejosde ocupaciones aisladas, eran espaciosinterconectados y que las variaciones en lacantidad, especies y tamaño de los recursoszoológicos aprovechados regionalmente de-pendían de esta jerarquía y de las variacio-nes estacionales del ambiente llanero.

A finales de la década de 1980 Spencer yRedmond (Spencer 1986; Redmond ySpencer 1990, 1994; Redmond 1992) desa-rrollaron una tesis general sobre la jerarquíaen la región. A partir de sus trabajos en va-rios sitios del área de los altos llanos (cuencadel río Gaván) y el piedemonte andino (cuen-ca del río Curbatí) en Barinas establecieronla presencia de dos tradiciones interactuantes,Gaván y Curbatí; basándose en las eviden-cias etnohistóricas de los grupos Caquetíosy Jirajaras para la zona postularon la exis-tencia de un sistema de subordinación políti-ca de los segundos por los primeros. De estamanera definieron una jerarquía deasentamientos intra e inter-tribal en la cualsobresalió un sitio principal en los llanos,Gaván, que presenta complejas estructuras,

Figura 1. Ubicación relativa de áreas de interéspara el estudio de las sociedades complejas en Venezuela

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una calzada circundante y calzadas que loconectan con otros sitios monticulares desegundo orden y áreas productivas. Ellosplantean que entre 500 y 600 DC surgió unasociedad cacical caracterizada por los si-guientes rasgos: jerarquía de asentamientosde tres niveles, concentración demográfica,diferenciación de status en las viviendas yenterramientos, redes de intercambio a largadistancia y actividades bélicas constantes.Teniendo como marco una visiónneoevolucionista supusieron que la necesi-dad de control y gerencia sobre el excedenteproductivo, sobre las actividades comunalesmasivas (como las construcciones artificia-les de tierra), sobre las redes comerciales ysobre las actividades bélicas inter-tribalesconstantes requirió el surgimiento de una es-tructura de toma de decisiones con una auto-ridad centralizada permanente que, paulati-namente, fue formalizándose desde la emer-gencia del «gran hombre» y conformando unaestructura social permanente (Spencer 1990a,1990b, 1993).

Roosevelt (1980, 1987, 1993) ha sugeri-do la presencia de sociedades complejas tar-días en la región del Orinoco Medio a partirde la introducción de la semicultura en la re-gión; sus trabajos en Parmana le permitierondefinir un asentamiento con una alta concen-tración demográfica para el períodoCamoruco, alrededor de 500 DC, que evi-dencia la producción de un excedente y unaorganización social y espacial compatible conestructuras jerárquicas. Su tesis se basa enel supuesto de que la introducción de la tec-nología del maíz desde el occidente por partede los grupos de la tradición Camoruco per-mitió superar las limitaciones ambientales yproductivas de la subsistencia basada en elcultivo de la yuca en tierras bajas tropicalesy permitió la concentración demográfica y eldesarrollo tecnológico necesario para el sur-gimiento de la complejidad social en elOrinoco Medio.

Otra línea de interpretación, de tradiciónmaterialista histórica, la arqueología sociallatinoamericana, produjo una visión alterna-tiva, también dentro del espíritu moderno.Paradójicamente esta visión se asentó sobrepresupuestos cientificistas similares a losprocesualistas pero enfocó el problema esen-cial de la interpretación del pasado desde unaperspectiva social más compleja (Navarrete1999, 2004). Su centro geográfico de trabajofue el área de los valles y el piedemontelarenses. Desde la década de 1980 Sanoja,Vargas, Molina y otros (Sanoja y Vargas 1979,1987; Sanoja 1981; Molina 1982, 1985;Toledo y Molina 1987) desarrollaron traba-jos de investigación intensivos en el valle deQuíbor que les permitieron formular la tesisde la existencia de sociedades cacicales en esteterritorio alrededor de 1000 DC. Ellos argu-mentan la existencia de complejas necrópolisen el valle, ofrendas funerarias diferenciales(algunas de las cuales incluían adornos deconcha marina altamente elaborados), presen-cia de aldeas monticulares y distinción entrealfarerías culinarias y rituales comoindicadores determinantes y principales de unproceso de complejización social catapultadopor las posibilidades de producciónexcedentaria que podía ofrecer en la región unmodo de vida vegecultor. Desde una perspec-tiva marxista se concentraron, más que en elproblema de la formación de un liderazgo, enla constitución de un sistema productivo quese complejizó a partir de la redistribución y elconsumo diferencial del excedente producti-vo tribal y que propició un sistema de subor-dinación y diferenciación jerárquica intra einter-tribal a nivel regional.

En otras regiones de Venezuela, como losAndes, la cuenca del lago de Valencia y lacosta falconiana, aun cuando las evidenciasapuntan hacia la presencia de sociedadescomplejas durante el período prehispánico,las investigaciones para la determinación decacicazgos no han sido conclusivas.

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Nuevos caciques venezolanos:aproximaciones actuales a lacomplejidad social prehispánica enVenezuelaDesde las tradiciones positivista y marxista(con puntos de convergencia, divergencia,yuxtaposición y conciliación) nuevos auto-res han tratado de enfocar en Venezuela elproblema desde propuestas más diversas yflexibles, no sólo cuestionando los modelosy los postulados teóricos sino, también, lasmetodologías de recolección de la evidenciay de construcción del dato y la naturaleza delas reconstrucciones e interpretaciones tra-dicionalmente ofrecidas bajo la influencia denuevas vertientes y modelos teóricos ymetodológicos ofrecidos por la arqueologíanorteamericana de las últimas décadas(Navarrete 1995).

Las dos tesis básicas de la interpretaciónprocesual tradicional, el carácter universal delos modelos y la naturaleza adaptativa de lasorganizaciones políticas, han sido cuestiona-das desde dentro y desde fuera de la confianzacientificista (Yoffee 1993). La variabilidad ycomplejidad estructural de los casos de estu-dio ha demostrado que la diferenciación so-cial presentaba condiciones específicas en cadacultura estudiada; en consecuencia, han sur-gido alternativas a los paradigmas vigentes yhegemónicos desde distintas direcciones y condiferentes agendas. Una tendencia revisionistadentro de la visión procesual, por ejemplo, haproducido críticas internas, evaluando y refi-nando la visión neoevolucionista pero mante-niendo su esencia. A partir de sus trabajos enlos llanos occidentales Spencer (1993) yRedmond (1998) dieron un vuelco a su teoríadel surgimiento y continuidad de las estructu-ras jerárquicas que derivó en una propuestamás dinámica y adaptada a los procesos delas tierras bajas suramericanas; ellos incor-poraron la tesis de que los cacicazgos de estasregiones, más que estructuras permanentes,podrían haber conformado cacicanías cíclicas

en las cuales el liderazgo centralizado se dilu-yó pero pudo volver a constituirse según lasnecesidades sociopolíticas circunstanciales. Elproceso permanente de centralización y des-centralización fue condición integral de su ines-tabilidad política. Estos ciclos pueden habermarcado ritmos y trayectorias de evolución einvolución diferenciales en los distintos gru-pos que formaron el sistema de relacionespolíticas regionales y haber definido distintostipos de relaciones políticas circunstanciales.

Gassón (1998) incorporó la economíapolítica en el contexto llanero. Al no encon-trar evidencias de presión demográfica nimedioambiental en su estudio del potencialproductivo de El Cedral y demostrar que loscampos agrícolas vinculados con el lugarcentral regional podían mantener los más al-tos estimados demográficos planteó que lacompetencia cacical regional podría haberinvolucrado mecanismos más complejos. Apartir de la exploración del registro arqueo-lógico y etnohistórico propuso que el lugarcentral parece haber sido el espacio de desa-rrollo de actividades de interacción políticay simbólica social, como festines rituales yceremonias políticas. Las calzadas circun-dantes e interconectantes a nivel regionalpodían cumplir la función de facilitar estacomunión tribal y propiciar la competenciasociopolítica entre líderes y comunidades. Losfestines, el intercambio a larga distancia y laactividad bélica han sido reportados por losdocumentos coloniales en los llanos para so-ciedades no jerarquizadas y algunosarqueólogos argumentan que son caracterís-ticas de jefaturas débiles. Es por esto queGassón (2003) cuestionó la certeza de quelos modelos aplicados en la región reflejen lacomplejidad de la situación política, econó-mica y simbólica particular porque represen-tan esquemas centrados en tipologías cerra-das y excluyentes que no consideran las va-riaciones y gradaciones internas como posi-bles entidades históricas.

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En la región de Lara trabajos como losde Arvelo (1995) han puesto en duda la con-fianza en las evidencias arqueológicas comoindicadores de complejidad. El estudio depatrón de asentamiento regional que realizóen el valle de Quíbor no arrojó evidenciasconclusivas sobre la presencia de jerarquíasregionales por lo que planteó la existencia desociedades igualitarias con elementos tendien-tes a la complejización (como las redes deintercambio comercial a larga distancia, es-pecialmente las basadas en productos comola sal y la concha marina).

Los trabajos que desarrollan Tarble yScaramelli en el Orinoco Medio, actualmen-te, se enfocan en la expresión material de loscambios en la organización política y en laidentidad cultural de los grupos indígenas bajolos modelos colonialistas impuestos por loseuropeos; en contraposición a los postuladosde Roosevelt para la región proponen que eldesarrollo de jefaturas aborígenes parece es-tar asociado a la introducción de la complejared comercial inter-tribal autóctona de la re-gión en el naciente sistema capitalista mun-dial; el intercambio y comercio de bienes lo-cales y europeos comenzó a conformar un sis-tema político desigual y jerárquico según las

necesidades del nuevo mercado regional e in-cidió en la definición y redefinición de las iden-tidades indígenas (Scaramelli 2005)

¿Había caciques orientales?Cuestionando la noción decacicazgos prehispánicos para eloriente venezolanoMi trabajo de investigación se desarrolla des-de 1995 en un área geográfica distinta y pre-senta particularidades interpretativas. La De-presión del Unare (Figura 2) es la principalcuenca hidrográfica de los Llanos Orientales;conjuntamente con la de los ríos Pao, Zuata yCaris forma una vía de penetración idónea delos grupos prehispánicos del Orinoco hacialas costas venezolanas y el Caribe (Lathrap1970; Meggers 1971; Meggers y Evans 1983;Tarble 1985; Zucchi 1985).

Como modelo general la literatura de etnolo-gía antigua de Venezuela, siguiendo lasgrandilocuentes narraciones europeas sobre losgrupos locales para el período de contacto (es-pecialmente sobre los Palenque), asumió la ideade que en este territorio existían las únicas socie-dades complejas tardías del oriente venezolano,quizás con cierta influencia de los cacicazgos

Figura 2. Ubicación geográfica de la Depresión del Unare y sus sub-áreas

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occidentales. Estos grupos, aun cuando pertene-cientes al tronco lingüístico Caribe, como lamayoría de los grupos indígenas igualitariosorientales venezolanos en el período de contac-to, poseían ciertos elementos de organizaciónpolítica y cultural que parecían reflejar la influen-cia de los grupos arawakos complejos del occi-dente del país (Acosta 1983; Rodríguez 1992);sin embargo, hasta el desarrollo de la investiga-ción no se habían realizado trabajos arqueológi-cos en la región para verificar estas hipótesis.

El trabajo de obtención de evidencias en elbajo Unare se ha basado en tres fases de cam-po consecutivas. Primero, una prospecciónintensiva radial por transectas intercardinalesde 6 kilómetros en las que se realizaron pozosde prueba de pala y recolecciones superficia-les alternadas cada 100 metros a partir de doscentroides de información histórica significa-tiva para el período de contacto, época para lacual los documentos coloniales tempranos re-fieren la existencia de poblados indígenas prin-cipales en Clarines y en la confluencia de losríos Unare y Güere. Segundo, a partir de laubicación de puntos con potencial arqueoló-gico durante la prospección se desarrolló unaestrategia prospectiva radial similar a la ante-rior en cada sitio para recolectar material diag-nóstico e información contextual y determi-nar la extensión de los yacimientos. Finalmen-te, en aquellos sitios donde el material resultóser diagnóstico y abundante, como MadreVieja y Matiyure, se excavó intensivamentepara obtener información contextual yestratigráfica. Esta estrategia se combinó conel análisis cartográfico y de fotografía aérea yla revisión crítica de fuentes históricas yantropológicas (Navarrete 2000).

Aunque la obtención de evidencias de com-plejidad social durante este proyecto ha sidoproblemática la abundante y variada cerámicaregional ha arrojado interesantes resultados. Porun lado, se han definido variantes estilísticasregionales para el Alto Unare (área dePariaguán) que combinan rasgos barrancoides,arauquinoides y valloides orinoquenses; para

el Unare Medio (área de Zaraza y Onoto) pre-sentando rasgos memoides pero con aplicacio-nes y tiras finas múltiples en intersecciones, asasy figurinas; para el Bajo Unare (área de Clari-nes-Matiyure, donde se centra la investigación);y para el río Guaribe (área de Guaribe), con eltípico patrón cerámico memoide. Por otro, pre-liminarmente se han reconocido microvariantesintraregionales en el Bajo Unare que expresandiferentes grados de interacción estilística delos elementos memoides con otras tradicionestardías costeras occidentales y orientales yorinoquenses. De esta manera se ha logradodeterminar que la colección presenta, de mane-ra diferencial según los sitios, influenciasorinoquense tardía (valloide), costera centro-oriental (valencioide, ocumaroide, guayabitoide)y occidental (dabajuroide, tierroide) (Figura3). Estas filiaciones culturales no sólo mues-tran una compleja dinámica de movilidad cul-tural sino una interacción intersocial con posi-bles implicaciones sociopolíticas. Aunque noson determinantes estas evidencias presentanciertos rasgos diagnósticos, probablemente aso-ciados a sociedades cacicales occidentales tar-días, quizá dabajuroides. El extenso horizontedabajuroide costero venezolano, originado enDabajuro (Falcón), se extendió, rápidamente,a partir de 1000 DC a lo largo de las costasvenezolanas hasta alcanzar las costas de Sucrey la isla Margarita; es posible que esta influen-cia estilística dabajuroide se asociara a rasgossociopolíticos, lo que nos llevaría a reconsiderarel proceso de «arawakización» local.

Asumo que la relación entre series muydefinidas (como la dabajuroide o valencioide),otras menos claras (como la memoide yocumaroide) y algunas más difusas (como laguayabitoide) es expresión de una complejared de interacciones sociopolíticas y cultura-les que precedieron y se intensificaron con lapresencia europea en Venezuela. Es posibleque la serie ocumaroide en el occidente deVenezuela sea el equivalente estilístico a lamemoide oriental por su combinación o hi-bridación estilística de múltiples influencias

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occidentales y orientales y por su ubicaciónintermedia entre estilos más definidos delmismo período, como los dabajuroides,tierroides y valencioides. También es posibleque la indefinición estilística sea consecuen-cia de la escasa evidencia que existía en cier-tas regiones cuando fue escrita Arqueologíacronológica de Venezuela.

Los hallazgos que realizó Wagner enCampoma (área de Cariaco, Estado Sucre) en1971, que presentan francas similitudesestilísticas con nuestro material, «sugieren quedurante el período IV protohistórico la dicoto-mía cultural que Rouse y Cruxent habían pos-tulado para la Venezuela de la época Neo-Indiase fue atenuando, produciendo una fusión einter-influencias de diversos rasgos y comple-jos culturales tanto occidentales como central yorientales» (Wagner 1977:21). A esto hay queagregar estilos históricos como Nueva Cádiz,en los cuales la mezcla de estilos tardíos de di-versas regiones, incluyendo memoides, parecehaber sido consecuencia de la movilización for-zada de contingentes indígenas de distintas fi-liaciones hacia los enclaves coloniales europeosdel período de contacto temprano. Sin embar-go, aun cuando el proyecto aún está en curso,

no ha sido posible verificar, fehacientemente,ninguno de los indicadores tradicionales de com-plejidad social aplicados en el occidente de Ve-nezuela. Quizás uno de los únicos marcos dereferencia que acerca, indirectamente, a la dis-cusión de la posible complejización es de ca-rácter colateral y está reflejado por las similitu-des estilísticas de la cerámica regional con ho-rizontes cerámicos tardíos provenientes del oc-cidente venezolano, como el dabajuroide, paralos cuales se han hipotetizado la presencia deestructuras cacicales. Si esta filiación estilístico-cultural puede ser verificada es posible supo-ner que también existieran influencias en lasestructuras sociopolíticas locales; sin embar-go, esta evidencia es aún muy débil como paracorroborar el cacicazgo Palenque. Por el mo-mento esta debilidad informativa fortalece enotro sentido porque obliga a ir más allá de lospresupuestos para la región y cuestionar las tesispreexistentes sobre la complejidad cultural lo-cal, hacer uso de nuevos propuestas teóricas ymetodológicas y poner en tela de juicio la apli-cación de los estudios de complejidad socialtradicionales en el norte de Suramérica, inclu-yendo nuestros propios procedimientos y argu-mentaciones.

Figura 3. La región del Bajo Unare y sus diversas áreas de influencia.

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Caciques invisibles: reflexionessobre los límites y posibilidades deluso del concepto de complejidadsocial prehispánica en el norte deSuraméricaMás que asumirla como un fracaso o clausu-rar de manera definitiva la posibilidad de in-terpretar la complejidad en la región he utili-zado esta evidencia negativa como un reto parareflexionar sobre los límites teórico-metodológicos del estudio de sociedades com-plejas en las tierras bajas suramericanas y elCaribe. Uno de los primeros elementos a eva-luar es el uso e interpretación de las fuenteshistóricas. La mayoría de las fuentes utiliza-das por los etnólogos para el caso Palenquecorresponde a cronistas muy tempranos, comoCastellanos (1952) y Aguado (1987), en loscuales la inteligibilidad y la traducción cultu-ral fueron (y son) problemáticas. Más quecomo descripciones etnográficas las crónicasdeben ser entendidas como narraciones y re-presentaciones que responden más a la visióneuropea del mundo para aquel momento y alas necesidades específicas de los agentes so-ciales que a las condiciones reales de la cultu-ra en cuestión (Hulme 1974); por esto no sólose hace necesario un análisis hermenéutico delas fuentes coloniales sino una suerte de eva-luación, desde la teoría crítica, de las interpre-taciones que los antropólogos hacen de ellas(Navarrete 2000).

Por otro lado está el problema del uso de laanalogía etnográfica como proyección de con-diciones actuales en el pasado. Aun cuando re-presenta el único recurso que tenemos para en-tender el pasado desde el presente —a menosque podamos retroceder en el tiempo yemplazarnos en el contexto sistémico vivo—no todas las analogías, como planteó AlisonWylie (1985), son iguales ni comportan el mis-mo nivel descriptivo o interpretativo; inclusoteniendo el cuidado de utilizar referentesetnográficos de la misma región y cercanosculturalmente corremos el riesgo de asumir,

acríticamente, parámetros de tradición y conti-nuidad que paralizan la evolución de las socie-dades aborígenes y, probablemente, imponenfuertes distorsiones sobre el pasado. En estesentido prefiero asumir las analogías sobre lajerarquía aborigen en su carácter heurístico yno descriptivo o histórico, es decir, como ilus-traciones evocativas sobre eventuales —¿hipo-téticas?— situaciones sociales pretéritas.

Otro grave problema, asociado con lahistoria del pensamiento arqueológico enVenezuela, consiste en el establecimiento decorrespondencias entre estilos cerámicos ygrupos étnicos específicos, en este caso losPalenque. A diferencia de algunas tradicio-nes andinas la arqueología venezolana siem-pre ha mantenido una cauta distinción entreel registro arqueológico y los grupos indíge-nas referidos históricamente para las regio-nes; este hecho ha devenido en una arqueo-logía con nomenclaturas que no hablan depueblos sino de cerámicas (Cruxent y Rouse1982). Lo mismo funciona en relación conlas evidencias coloniales europeas (Deagan1987). En el caso que analizo la escasa in-formación precedente no permite establecerclaramente esta equivalencia; el controlestratigráfico y de dataciones absolutas, asícomo la filiación con otros estilos tardíosorientales venezolanos, sirven de guía pero,aún así, mantengo la sensación de duda.

También es necesario considerar, seria-mente, en este tipo de trabajos la congruen-cia técnico-metodológica de las estrategiasde obtención del dato arqueológico con lasintenciones del proyecto. Las técnicas deprospección aplicadas, tradicionalmente, encontextos más abiertos y menos obstructoresque las tierras bajas suramericanas puedenarrojar resultados que no favorecen, necesa-riamente, la representatividad del registro(Shott 1980; Drennan 1985; Nance y Ball1986; Erickson 1995; Siegel 1995; Zeidler1995). En esta prospección aplicamos unaestrategia de transectas radiales intensivasque, aunque dolorosamente realizables, no

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siempre pudieron ser efectuadas a cabalidadpor la accidentada topografía local y la in-trincada cobertura vegetal de algunos secto-res, lo que implica un cierto grado de desvia-ción estadística de la evidencia por surepresentividad desigual en el territorio cu-bierto. Estos procedimientos son herramien-tas que, además, no están exentas de presu-puestos teóricos, por lo que la detección deun patrón de asentamiento jerarquizado, ennuestro caso, dependería de la existencia deun lugar central, al estilo de la «teoría dellugar central» desarrollada por Christallerpara entender el flujo de bienes y serviciosen sociedades modernas capitalistas(Flannery 1972; Kristiansen 1991).

Finalmente, debo destacar la correspon-dencia teórico-metodológica necesaria. En esteestudio supongo que la utilización de losparámetros que miden la manifestación mate-rial de la complejidad en otros contextos geo-gráficos y culturales, especialmente los deloccidente venezolano, ha incidido en la for-mación de una serie de presupuestos teóricosy metodológicos que debería ser adaptada alas condiciones locales. La complejidad no semanifiesta siempre de la misma manera y esprobable que en el caso Palenque, si las cróni-cas han sido debidamente interpretadas, losindicadores arqueológicos de dicha estructu-ra social sean cualitativa y cuantitativamentedistintos a los de otros paisajes culturales. Porejemplo, la existencia de un patrón de asenta-miento jerárquico tribal regional manifestadopor distintos tipos y grados de construccionesartificiales de tierra no debería ser, necesaria-mente, una expresión de complejidad socialen la topografía y ambientes del oriente vene-zolano, lo cual se evidencia en la ausencia deeste tipo de evidencias en el análisiscartográfico y de fotografía aérea. En este sen-tido sólo una aplicación crítica y flexible delos modelos y reconstrucciones existentes pue-de asegurar el éxito interpretativo. De cual-quier manera existen a nivel mundial otrosenfoques teóricos y metodológicos que podrían

alimentar más estas reflexiones actuales y queno han sido aplicados o desarrolladosexhaustivamente en la región circumcaribeña,al menos para la comprensión arqueológicade las sociedades aborígenes.

El concepto de etnogénesis, desarrolladopor autores como Jonathan Hill (1996) y NeilWhitehead (1988, 1989, 1994) para estudiosetnohistóricos en la región pero aún pocoaprovechado por los arqueólogos, no definelos cacicazgos como un estadio natural deldesarrollo social sino como una consecuen-cia del colonialismo europeo y, por lo tanto,un aspecto más del desarrollo del sistemamundial. En este sentido la introducción einducción de nuevos sistemas de relacionesde poder entre las dinámicas intertribales in-dígenas pre-existentes generó mecanismosestratégicos endógenos e impuso nuevas pau-tas de relación con el poder colonial quereconfiguraron y propiciaron el surgimientode jerarquías locales.

El planteamiento de la arqueologíaprocesual dual complejiza el panorama desdeuna visión que incorpora la economía políticay la agencia humana porque define dos tiposde poder que no se excluyen sino que se alter-nan históricamente: uno exclusionario, cen-trado en el individuo y en las necesidades decontrol de las elites sobre bienes suntuarios, yuno corporativo que se orienta a la comuni-dad y se expresa en las acciones y construc-ciones públicas. De esta manera la satisfac-ción de las necesidades de ciertos individuospor la concentración del poder y de los pro-ductos supone, al mismo tiempo, la toma dedecisiones para favorecer a la comunidad,como la redistribución y la construcción deobras de carácter comunal (calzadas,camellones, terrazas, campos drenados). Enel balance entre la satisfacción de las necesi-dades individuales y las colectivas se legitimael poder centralizado (Blanton et al. 1996).Teorías como la del faccionalismo y laheterarquía podrían agregar matices interesan-tes a la discusión. La teoría del faccionalismo

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reacciona contra la visión de las elites comohomogéneas, enfatizando la competencia in-terna entre facciones, y confronta la monolíticavisión marxista de la clase social, introducien-do la idea de la diversidad interna (Brumfiel yFox, eds.,1994). En este caso los conflictosinternos entre las elites generan la competen-cia entre facciones o sectores asociados al po-der, lo cual catapulta el desarrollo de estrate-gias cada vez más complejas de competenciay organización. El concepto de heterarquíasupone que los procesos de complejidad so-cial no siempre están relacionados con la ver-ticalidad o centralización del poder (jerarquía)sino que la especialización de los roles y acti-vidades sociales puede darse en estructurascon mecanismos horizontales o noestratificados. Esta complejidad de tipo hori-zontal, más que centrada en la jerarquización,se realiza en estructuras rizomáticas en lascuales la diversificación productiva osociopolítica está asociada al acceso diferen-cial interaldeano o intertribal sobre ciertos re-cursos, procesos productivos o informacióncruciales (Brumfiel 1995; Crumley 1995).

Las discusiones dentro del ámbito marxistapodrían ser aprovechadas, como las relacio-nadas con la dialéctica de la dominación y laresistencia, porque plantean que la jerarquíay la igualdad interactúan constantemente demanera contradictoria y ambigua en la expe-riencia vivida cotidiana en las sociedades pre-téritas por lo que la coerción y la cohesión, elconsentimiento y el resentimiento se comple-mentan (Paynter 1981, 1989; McGuire 1983;Crumley 1987; Patterson 1987; Bender 1988,1990; Trigger 1990; McGuire y Saitta 1994).Los estudios sobre el papel de la ideologíacomo construcción ideacional que enmascarala desigualdad social y desarrolla una estrate-gia cohesiva y coercitiva para mantener elpoder han sido muy exitosos en otras latitu-des y serían beneficiosos en nuestra zona paraentender asuntos como el de la sacralizacióndel líder y la legitimación mediante laperformatividad ceremonial (Pauketat 1994).

La crítica feminista, centrada en elcuestionamiento de los presupuestosuniversalistas y androcéntricos sobre los mo-tores del cambio social, sobre las organiza-ciones específicas (como la familia) y sobre laatribución unilateral genérica de las activida-des sociales (Leacock 1983), también podríaaportar elementos conceptuales nuevos a ladiscusión. Un caso interesante de estudio es eldesarrollado por Cooper (1997) en Saint Croixsobre la diferenciación por rangos y géneroentre los Kaliganos a partir del uso de varia-ciones dialécticas jerarquizadas y excluyentesen la vida cotidiana.

Algunos individuos, como Bender (1988)y Rowlands (1989), han analizado las raíceshistóricas del concepto de complejidad occiden-tal; su crítica postprocesual radical plantea quela producción histórica del discurso sobre lacomplejidad está relacionada con premisasmorales cristianas como bien y mal, nosotros yotros, caos y orden, y cuestiona que la desigual-dad social, incluyendo la de género y clase, seauna consecuencia natural de la complejidadsocial. Así suponen que debemos descomponerel paradigma cognoscitivo total y tratar de leer,críticamente, no sólo el registro arqueológico yetnohistórico sino los modelos culturales y sim-bólicos que usamos para entenderlo.

En el caso del oriente venezolano la utili-zación complementaria de algunas de estasnovedosas aproximaciones podría ofrecersoluciones al complejo panorama histórico yarqueológico que se nos presenta. La críticadeber iniciar sobre los documentos históri-cos, no sólo como expresiones políticas deuna coyuntura sino como visiones morales ysimbólicas del mundo; esto implicaría quesemblanzas como la de Castellanos deben servista más como modelos de sociedad pro-puestos que como descripciones sociales oetnográficas. Más aún, este tipo de análisisdebe ser aplicado de la misma manera a tra-bajos antropológicos modernos; en ese sen-tido, desde una visión política específicaAcosta Saignes produjo una visión comple-

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ja, pero favorable, del poder y la jerarquíaen el pasado aborigen venezolano frente a lasituación adversa de la introducción del ca-pitalismo moderno. Sin embargo, esta críti-ca no sería suficiente porque se concentraríaen la producción del conocimiento modernosobre el pasado, dejando a un lado los proce-sos concretos acontecidos en las sociedadespretéritas aborígenes americanas. La aplica-ción del concepto de heterarquía podría con-tribuir, de manera sustancial, a la discusión.Las organizaciones sociopolíticas típicas delas tierras bajas suramericanas, especialmenteaquellas asociadas a los grupos caribes quese expandieron tardíamente por todas suscuencas fluviales, difieren radicalmente deaquellas presentes en las tierras altas y lospiedemontes andinos establecidas por losgrupos arawakos en el norte de Suramérica.En gran medida la flexibilidad y periodici-dad permitidas (e impuestas) por los ambien-tes de sabanas y selvas neotropicales gene-raron en los grupos caribes de la región sis-temas de parentesco, de filiaciones y de or-ganización sociopolítica más circunstancialesy flexibles; por lo tanto, menos estables quelos estructurados en otras regiones. De estamanera la tendencia a la complejización tri-bal pudo haber estado determinada por ladiversificación productiva según el accesodiferencial a materias primas específicas y,como consecuencia, conformarse en unaamplia red de relaciones comerciales intra einter-tribales. Esto pudo generar un fuertesistemas de alianzas y guerras y el desarro-llo tecnológico consecuente. De esta manerael poder de los líderes estaría asociado a loseventos bélicos y de competencia por lo quelas organizaciones jerárquicas sólo se pro-ducirían dentro de estas circunstancias, comoen el caso de las cacicanías (Redmond 1998).

En el caso Palenque podría pensar que lacomplejidad social respondía a cierto nivelde organización heterárquica asociada conla diversificación productiva regional y, a suvez, con la organización del poder comunal/

tribal para la actividad militar frente a otrastribus o frente a la amenaza colonial. La no-ción de etnogénesis como recomposiciónsociopolítica o construcción culturalautogenerada (pero, a la vez, impuesta) porlas circunstancias coloniales podría ser útilpara el análisis; en gran medida los docu-mentos tempranos describen situaciones conlíderes posiblemente designados como talespor los propios europeos como Guaramental,Onaontal u Orocomay. La sociedad Palen-que pudo haber sido el producto de la imbri-cación de sistemas sociopolíticos de recom-posición estratégica generados por las pro-pias culturas aborígenes conjuntamente conmecanismos establecidos por los coloniza-dores sobre los sistemas de relaciones intra einter-tribales durante la conquista.

Interpretando y dialogando con elcacique: hacia una comprensión yuso de los conceptos decomplejidad social en el norte deSuraméricaYa no hay caciques inmutables, ya no hay je-fes fijos, al menos en teoría. Como planteanalgunos autores críticos (e.g., Shennan 1993;Yoffee y Sherratt 1993) después de tantas con-cluyentes —a veces arrogantes— reconstruc-ciones de cacicazgos pretéritos lo que quedaes la sensación de que tenemos que revaluarlos cacicazgos del pasado y, más aún, evaluarnuestro presente a partir de ellos En ese inten-to la teoría arqueológica se ha extraviado gi-rando en torno a categorías que no contribu-yen, necesariamente, a la formación de unacomprensión integral del pasado ni al fortale-cimiento epistemológico de la disciplina ni,mucho menos, a la conformación de su identi-dad histórica en nuestra sociedad como cuer-po de conocimiento para entender el pasado.

Me atrevo a considerar el método que aquísugiero como hermenéutico y heurístico. En-tiendo la hermenéuica en el sentido deGadamer, es decir, como el examen de las

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condiciones en las cuales tiene lugar la com-prensión. Este proceso, metodológicamente,ofrece la posibilidad de analizar la historicidadde las ideas —y del conocimiento— en su sen-tido de interpretaciones dentro de una tradi-ción cultural sin olvidar la correspondenciaque debe existir entre el dato y su interpreta-ción. El diálogo hermeneútico propuesto porGadamer se produce en la constante interro-gación y cuestionamiento que se genera entrelos distintos niveles o tipos de fuentes de in-formación y sus interpretaciones. Mientras elregistro material supone un tipo de dato y res-ponde a ciertas preguntas formuladas a partirdel dato etnohistórico su análisis deriva ennuevas preguntas que, probablemente, seránrespondidas por la fuente documental; sin em-bargo, ésta producirá nuevas preguntas quenos obligarán a recurrir al dato etnográfico yreconsiderar, críticamente, los modelosantropológicos aplicados a la región. Este pro-cedimiento incidirá en la contrastación de nues-tras teoría y metodología frente a las fuentes yotras interpretaciones y nos obligará, de nue-vo, a cuestionar su relación con las fuentes.Este proceso dialéctico y en espiral nos lleva-ría a un nuevo círculo de preguntas y respues-tas que alimentarían un conocimiento abiertoe inacabado porque comporta una nueva inte-rrogante sustancial (Gadamer 1977).

Cuando hablo de un enfoque heurísticome refiero al sentido planteado por Wylie(1985). La aplicación de la analogía en lainterpretación arqueológica como metodolo-gía traductora inevitable para comprendersociedades pretéritas, de las cuales no tene-mos sino sus restos materiales, debe superarlos niveles descriptivos o históricos paraadentrarse en una interpretación basada enla capacidad de hipotetizar situaciones so-ciales. La heurística permite, a través de lacomparación interpretativa o analogía de si-tuaciones conocidas, imaginar o hipotetizarposibles contextos similares equivalentes sinacudir a la correspondencia descriptiva ni a

la vinculación inevitable de ambas entidadespor conexiones históricas o tradicionales.

En muchos casos arqueológicos no conta-mos con los documentos históricos comple-mentarios para la interpretación porque repre-sentan situaciones históricas prehispánicas; sinembargo, aún en ellos el análisis hermenéuicoes necesario ya no en la contraposición entredocumento escrito y cultura material sino en-tre evidencia, analogía e interpretación. Di-cha interpretación no sólo refleja lo que losobjetos intrínsecamente pueden evidenciar sinolo que la sociedad actual -y el individuo comoagente social- le adscribe. Con más énfasis enestos casos, debido a la ausencia de datos es-critos, la analogía se hace aún más necesariapero, a la vez, más peligrosa porque sustitu-ye, en su totalidad, la vivencia del contextosistémico tratando de llenar de sentido al con-texto arqueológico. Por eso la aplicación desituaciones socioculturales presentes para lacomprensión del pasado debe evitar la aseve-ración conclusiva y explicitar el abanico deposibilidades abiertas por la interpretación.

Por estas razones debemos reflexionar so-bre el contexto de producción del conocimientoarqueológico en el actual ámbito social, polí-tico y simbólico de los países latinoamerica-nos. Un cuestionamiento crucial en el panta-noso y resbaladizo mundo de la interpretaciónde la complejidad es la función académica ysocial del conocimiento adquirido ¿Para quéy para quién rescatar caciques? El extraordi-nario énfasis procesual, y también marxista,por el rescate de las condiciones cacicalessuramericanas se ha basado en una gran con-fianza en las teorías y métodos arqueológicospara reconstruir esas sociedades. En muchoscasos ha prevalecido, implícitamente, la justanecesidad de reconstruir una historia abori-gen nacional o regional valorable según loscriterios políticos del momento y según lasnecesidades culturales y simbólicas de los con-tingentes sociales en acción. El empeño enbuscar el liderazgo central y la capacidad denuestras sociedades de organizarse de mane-

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ra compleja ha derivado en una reivindica-ción política de la importancia de las organi-zaciones y dinámicas tradicionales indígenas;sin embargo, la función social y política de lainterpretación del pasado en este momento dela historia de América Latina no debe apun-tar, necesariamente, hacia la legitimación delos liderazgos jerárquicos e institucionalizados.Si desarrollamos una interpretación fundamen-talmente enfocada en el poder de las elites ylíderes del pasado podríamos estar contribu-yendo a la legitimación del poder de las eliteseconómicas y políticas actuales e ignorando ysilenciando a los sectores subalternos y popu-lares y a los individuos comunes; estaríamosolvidando y marginando a quienes, probable-mente, fueron marginado por su sociedad enel pasado, a quienes fueron subyugados bajociertos liderazgos e ideologías, a quienes en-

frentaron y sufrieron desigualdades. Más dra-mático aún, estaríamos, eurocéntricamente,dejando a un lado la posibilidad histórica ycultural de que las sociedades pretéritas denuestro continente se hayan organizado deformas distintas a las experiencias complejasvividas o conocidas por el Occidente moder-no. Deberíamos, más bien, apostar por el res-cate de estructuras más dinámicas,heterárquicas y rizomáticas, como las que re-quieren las sociedades latinoamericanas ac-tualmente, como espejo desde el pasado paradesarrollar proyectos futuros. Estoy conven-cido de que lo que entendemos por sociedadescomplejas y cómo y para qué necesitamosdefinirlas no es sólo una cuestión del pasadosino, más importante aún, una reflexión cien-tífica y política para la acción en el presente.

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ENTRE LONKOS1 Y «ÓLOGOS».LA PARTICIPACIÓN DE LA COMUNIDADINDÍGENA RANKÜLCHE DE ARGENTINAEN LA INVESTIGACIÓN ARQUEOLÓGICA

María Luz Endere y Rafael Pedro CurtoniUniversidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires

La interpretación arqueológica y lo que es considerado patrimonio no es sino la resultante de unproceso de valorización en el marco de un contexto social, político e ideológico determinado. Larestitución de los restos del cacique Rankülche Panguithruz Güor (conocido como Mariano Ro-sas) es un elocuente ejemplo de ello porque fueron tomados de su tumba en nombre de la cienciaen el contexto ideológico del siglo XIX y luego, en el siglo XXI, restituidos con honores a susdescendientes como parte de una política de reconocimiento de las reivindicaciones indígenas.Esta restitución se convirtió en un hecho refundante de la identidad étnica Rankülche y constitu-yó un importante hito en la recuperación -y/o construcción- de su pasado. En este artículo sepresenta una experiencia de trabajo conjunto entre la comunidad Rankülche y un grupo dearqueólogos, desarrollada en los últimos años en el área centro-este de la provincia de La Pam-pa, Argentina. Esta experiencia pretende servir de base para desarrollar una metodología detrabajo basada en la multivocalidad y en la participación activa de la comunidad indígena en eltrabajo de campo y en la interpretación arqueológica.

A interpretação arqueológica e o que é considerado patrimônio não é senão o resultado de umprocesso de valorização no marco de um contexto social, político e ideológico determinado. Arestituição dos restos do cacique Rankülche Panguithruz Güor (conhecido como Mariano Rosas) éum exemplo eloqüente disto, pois foram tomados de sua tumba em nome da ciência no contextoideológico do século XIX e logo, no século XXI, restituídos com honras a seus descendentes comoparte de uma política de reconhecimento das reivindicações indígenas. Esta restituição converteu-se num fato refundante da identidade étnica Rankülche e constituiu um importante marco narecuperação - e/ou construção -de seu passado. Neste artigo apresenta-se uma experiência detrabalho conjunto entre a comunidade Rankülche e um grupo de arqueólogos, desenvolvida nosúltimos anos na área centro-leste da província de La Pampa, Argentina. Esta experiência pretendeservir de base para desenvolver uma metodologia de trabalho baseada na multivocalidade e naparticipação ativa da comunidade indígena no trabalho de campo e na interpretação arqueológica.

Archaeological interpretation as well as whatever we consider «cultural heritage» are not but theresult of a value assessing process in the frame of certain social, political and ideological contexts.The restitution of the Rankülche chief Panguithruz Güor (also known as Mariano Rosas) constitutesa good example of changing values on archaeological heritage. His remains, which were exhumed

1 En el mundo Rankülche los caciques principales son designados con el nombre lonko, quesignifica cabeza o jefe.

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from his tomb in the «name of the science» in the nineteenth century, were restituted with honorsto his descendants in the twenty-first century, as part of a policy of ethnic vindication. This restitutionconstituted a landmark in the re-emergency of the Rankülche ethnic identity, as much as in therecovery -and/or construction- of their own past. The aim of this paper is to present an experienceof joint work between the Rankülche community and archaeologists that was developed, in thelast few years, at the central-eastern area of La Pampa province, Argentina. This experienceseeks to contribute to the development of a new methodology of archaeology based on themultivocality approach and the active participation of the indigenous community both in fieldworkactivities as well as in archaeological interpretation.

IntroducciónSi la arqueología se desarrolla en un contextosocial determinado puede asumirse que la prác-tica arqueológica tiene, inevitablemente, con-secuencias sociales y políticas. El dilema con-siste en reconocer y dimensionar la responsa-bilidad profesional respecto de esas consecuen-cias y desarrollar la práctica disciplinar desdeuna postura activa. En las últimas dos déca-das la arqueología ha asumido un papel polí-tico más explícito que se ha puesto de mani-fiesto, particularmente, en relación con losgrupos indígenas (Layton, ed., 1989;Lowenthal 1990; Gosden 2001; Politis 2001;Ucko 2001; Green et al. 2003; Shepherd 2003;Benavides 2005; Gnecco y Hernández 2005).En la actualidad el eje de la discusión ya nogira en torno de la aceptación de la dimensiónpolítica de la disciplina sino sobre susimplicancias en la práctica, es decir, el papelque deben asumir los arqueólogos y la formade planificar la investigación. De esta manerala arqueología contemporánea se desarrollaen un contexto postcolonial en el cual la críti-ca efectuada por «otras» voces y visiones nooccidentales ha promovido el debate teóricoen relación con diferentes problemas como larestitución de restos humanos, la propiedadde la cultura material, el manejo del patrimo-nio y las interpretaciones del pasado. Esta si-tuación ha contribuido al desarrollo de alter-nativas teórico-metodológicas que contemplanla inclusión de grupos y/o individuos que hanestado al margen del sistema de conocimientocientífico, brindando un espacio para que susopiniones acerca del pasado y sus restos ma-

teriales puedan ser expresadas (Leone et al.1995; Bender 1998).

La importancia de reconocer nuevosinterlocutores ha sido afirmada por diversosautores (Hall y McArthur 1995; Preucel yHodder 1996; Avrami et al. 2000), quienes se-ñalan la necesidad de conocer y considerar lasvisiones y significados por parte de los diver-sos grupos de interés en la investigación, con-servación y manejo del patrimonio; más aún,se han propuesto nuevas modalidades de tra-bajo que son consensuadas, elaboradas y eje-cutadas en forma conjunta entre esos grupos ylos investigadores (e.g. Field et al. 2000;McEwan et al. 2000; Green et al. 2003). Algu-nos arqueólogos descendientes de pueblos na-tivos propugnan el desarrollo de una arqueolo-gía indígena en la cual las comunidades origi-narias tengan plena decisión en el manejo delos recursos culturales y en su investigación(Langford 1983; Mamani 1989; Byrne 1991;Anyon et al. 2000; Dongoske et al., eds., 2000;Watkins 2000). Estas nuevas tendencias teóri-cas impactan la práctica disciplinaria e impli-can la descentralización del arqueólogo comoactor principal y el cuestionamiento del discur-so académico (y occidental) como el único vá-lido y socialmente aceptable. Estas posturas nohacen más que enfatizar que la arqueología noes una disciplina inocente e inmune a las in-fluencias sociopolíticas de cada lugar; en el de-venir de su práctica la arqueología se encuen-tra inserta en problemáticas sociales en las cua-les puede y debe intervenir y, eventualmente,contribuir a su resolución (Lumbreras 1981;Shanks y Tilley 1987). Desde este punto de vistala perspectiva teórico-metodológica de este tra-

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bajo se centra en la multivocalidad, es decir, laaceptación de la existencia de otras visiones yvoces como forma de construir una arqueolo-gía comunitaria, reflexiva y crítica del contex-to socio-político del cual forma parte. La ar-queología se constituye, así, en un espacio don-de se encuentran distintas voces históricas esti-mulando el diálogo, la reflexión y la construc-ción pluralista (Preucel y Hodder 1996; Gnecco1999; Endere y Curtoni 2003). En este contex-to la arqueología comienza a verse «menoscomo una disciplina bien definida con claroslímites y más como un conjunto fluido deinteracciones negociables. Menos como un re-sultado y más como un proceso» (Hodder1999:19).

En este artículo se presenta una experien-cia de trabajo con la comunidad indígenaRankülche (provincia de La Pampa, Argenti-na), basada en esta perspectiva teórica, queha comenzado a desarrollar una metodologíade investigación constituida por una doble es-trategia: la recuperación de la visión Rankülcherespecto de su patrimonio cultural a través deentrevistas con miembros de la comunidad ysu participación activa en los trabajos de cam-po y en la discusión relativa a la gestión einterpretación de los materiales recuperados.Este trabajo está conformado, básicamente,por las voces, opiniones e interpretaciones delos integrantes del pueblo Rankülche en rela-ción con su historia, patrimonio y paisaje,aunque también se incluyen testimonios deotros grupos de interés y diálogos conjuntos.

La comunidad Rankülche y larecuperación de su pasadoEl pueblo Rankülche2 se distribuía sobre unavasta porción de territorio que comprendía par-te de las actuales provincias argentinas de Cór-doba, Santa Fé, La Pampa y Buenos Aires(Fernández 1999). Su origen es un fenómenocomplejo que aún estimula el debate y la dis-cusión. Desde la historia y la lingüística se hapropuesto que las primeras referencias sobre

los Rankülches en la provincia de La Pampason del siglo XVIII (Poduje et al. 1993;Fernández 1999). Aunque existe cierto con-senso académico en que su origen fue el resul-tado de un proceso de mezcla y reemplazoentre grupos locales supuestamente más anti-guos y poblaciones chilenas que ingresaron alactual territorio argentino (Poduje et al. 1993;Hux 1998) los actuales descendientesRankülches poseen sus propias versiones dela historia, transmitida por los ancianos degeneración en generación y sostenida por me-dio de la tradición oral; de esta forma con-frontan el discurso histórico que les asigna unorigen transandino y una ocupación relativa-mente reciente del territorio pampeano, soste-niendo que habitan esta región desde hacemucho tiempo (Curtoni 1999). Esta versióncoincide con los relatos de Luis De la Cruz,un viajero que cruzó en 1806 el territorioRankülche y se entrevistó con el caciqueManquel, quien le transmitió que ellos estánallí «desde tiempos inmemoriales y que así loescuchó de sus antepasados» (De la Cruz1969:243). En los últimos años algunos re-presentantes indígenas comenzaron a plasmarpor escrito la historia del pueblo Rankülche,realizando una crítica a los relatos legitima-dos desde la academia porque fueron utiliza-dos «para justificar el genocidio perpetradocontra los habitantes del Mamüll Mapü, in-tentando minimizar la presencia de habitantesoriginarios en el centro de Argentina, adjudi-

2 Preferimos utilizar Rankülche como unmarcador de identidad étnica porque a par-tir de la década de 1990 fue utilizado en elámbito público de la provincia de La Pam-pa como una transcripción fonética de lostérminos españoles ranquel, rancul oranquelino/a (Curtoni et al. 2003).Rankülche se utiliza en un sentido generalpues también se usa para referir a loMamülche, en algunas situaciones como sifueran sinónimos. Los grupos Rankülcheshablaban rankel, un dialecto de la lenguaMapuche (Fernández 1998).

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cándonos diversos orígenes menos el único yverdadero: siempre estuvimos aquí» (Canhué2003:3).

Rankülche es una denominación generalque se refiere a una extensa población que vi-vía y aún vive en estepas y bosques abiertosde caldén (Prosopis caldenia). Los grupos quedominaban y residían en el paisaje de la este-pa de pastizales fueron conocidos yreferenciados como Rankülches, que signifi-ca habitantes de los carrizales o de zonas abier-tas (che: gente; rankül: carrizal). La denomi-nación referencial para quienes ocupaban elpaisaje de bosque es Mamülches, que signifi-ca habitantes del Mamüll Mapü o País delMonte (che: gente; mamül: monte; mapü: país-tierra). Hacia mediados y fines del siglo XIXlos cacicazgos principales se localizaban enel territorio del caldenar, principalmente en laparte central de la actual provincia de La Pam-pa (Figura 1). La organización social de losRankülches estaba basada en linajes lideradospor jefes o caciques, quienes poseían territo-rios particulares y tenían a su cargo caciquessecundarios (Fernández 1997; Bechis 1998;Hux 1998). La designación de los caciques serealizaba por elección teniendo en cuenta sus

capacidades y hacia el siglo XIX se volvió unproceso de sucesión hereditaria (Bechis 1998).El liderazgo y poderío de los caciques se sus-tentaba, en parte, en las riquezas que admi-nistraban (ganados, platería, alimentos); en elmanejo de la información de que disponían(dado que los datos de relevancia se centrali-zaban en su autoridad); en las habilidades per-sonales que poseían; y en relaciones de des-cendencia (Bechis 1989; Mandrini y Ortelli1992; Hux 2003).

Para el área centro-este de la provincia seha propuesto un modelo arqueológico de te-rritorialidad para el Holoceno tardío teniendoen cuenta información sobre ocupación y usodel paisaje de los Rankülches. El modelo pre-vé una distribución circular y jerárquica deasentamientos relacionados con una organi-zación socio-política a partir de un centro prin-cipal. En el área se ha registrado una estruc-tura circular de movimientos representada porla disposición espacial de distintas «rastrilla-das» (caminos indígenas) que confluyen ha-cia determinados lugares donde residen loscaciques principales (Curtoni 1999).

Uno de los aspectos menos investigadosdel mundo Rankülche es el relacionado conlas cosmovisiones, simbología y creenciasreligiosas. La tradición oral, los relatos decuentos y el cancionero sagrado (taïel) y pro-fano (ülcantum) son fuentes de informaciónque deberían ser profundizadas para obtenerun panorama más integral de su dimensiónsimbólica (APE 1997). No obstante, se sabeque el caldén (huitrú) era (y es) un árbol quetiene un significado sagrado/mítico (Canhué2003), que ciertos lugares eran evitados porser considerados peligrosos o residencias deespíritus malignos y que había sectores es-peciales para realizar actividades decurandería y ritos de pasajes (Fernández1998). El ngüillatun o camaruco era la prin-cipal celebración ritual; duraba de tres a cua-tro días y requería un lugar especialmenteadaptado para su realización (Poduje et al.1993; APE 1997; Fernández 1998). En los

Figura 1: Mapa de ubicación delterritorio Rankülche

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últimos años ha habido varios intentos derealizar nuevas perfomances de esta ceremo-nia sagrada con el objetivo de mantener yreafirmar la significación original. La per-manencia de las leyendas en la tradición oralpermite acercarnos a algunas interpretacio-nes sobre el origen de los Rankülche:

«Una leyenda Rankül (Rankel) nos ha-bla del diluvio. Que las aguas subían. Ytambién la tierra. De día las gentes ga-naban las alturas. De noche morían al-canzados por las aguas. Pidieron aSoychü, antiguo Dios, que iluminara lanoche. Soychü habló con Antü, el Sol, ycon Ñuque Mapü, la Madre Tierra, ydecidieron que la Ñuque Mapü se des-prendiera de un enorme pedazo de símisma y lo enviara a los cielos, Antü leprestaría su luz. Y así nació Kuyen, laLuna. Pudieron salvarse. Luego lasaguas bajaron y los hombres y sus fami-lias volvieron a sus bosques y a sus pra-deras, a continuar viviendo normalmen-te» (Canhué 2003:2; cf. APE 1997).

Entre 1878 y 1884 se produjo una invasiónviolenta del territorio indígena por parte delejército nacional con el objetivo de extermi-nar las poblaciones nativas y obtener espa-cios destinados a la explotación agrícola ga-nadera. Este proceso se denominó «conquistadel desierto» y fue legitimado por el discursooficial a través de una narrativa nacional queconsideró la conquista como algo necesario einevitable. Esta situación provocó el extermi-nio de miles de indígenas, la desestructuraciónde sus organizaciones socio-políticas y la apro-piación del paisaje que ocupaban (Mandrini yOrtelli 1992). Algunos sobrevivientes de laguerra fueron relocalizados en reservas cons-truidas para tal fin (como los colonias EmilioMitre y Puelches, en La Pampa) y otros fue-ron enviados a los ingenios del norte del paíscomo mano de obra no calificada. Losasentamientos de Emilio Mitre y Puelches fue-ron creados en 1900 como colonias pastorilesy no como colonias indígenas y dependieronde la Dirección Nacional de Tierras y Colo-

nias que no reconocía la propiedad comunalni la autoridad de los caciques (Depetris yVigne 1999). En la actualidad varias familiasRankülches de la provincia de La Pampa con-tinúan viviendo en Colonia Emilio Mitre, de-dicados a la crianza de chivos y ovejas en unpaisaje semidesértico; el gobierno nacionalasignó a cada familia 625 hectáreas, cuandola unidad productiva mínima de la zona es de5000 hectáreas (Fernández 1998). Otros des-cendientes Rankülches residen en diversas lo-calidades de la provincia, como también en elcampo. La mayoría trabaja como peones ru-rales, efectúa trabajos temporarios (changas)o se encuentra desempleada; en menor medi-da se desempeña como empleados públicos ocuentapropistas. El dirigente indígena OscarGualas3 comentó:

«Al ver los problemas que están vivien-do las comunidades del oeste (ColoniaEmilio Mitre) que todavía están pelean-do la licitación para un transporte, por-que no tienen ni un colectivo, le entrauna indignación a uno por todo lo queha pasado, la discriminación y todas esascosas».

En los últimos años los Rankülches de LaPampa han pasado por un proceso de conso-lidación a nivel institucional, político y dereconocimiento social y cultural que se havisto plasmado en una mayor presencia anivel comunitaria:

«En el ´96 se organizó el pueblo rankel(Rankülche) y se eligió al Cacique Ge-neral y el Consejo de Lonkos. A su vez,hay un Consejo de Ancianos que tam-bién consultamos. Somos veintidós co-munidades pero con personería jurídicahay menos. Algunos nombres de las co-munidades están de acuerdo a la geo-grafía que tienen y otras toman el nom-bre del linaje» (Ana María Domínguez,descendiente Rankülche).

3 Las citas textuales sin referencia provienende conversaciones sostenidas con nosotrosen 2004.

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El proceso de reconocimiento de los dere-chos del pueblo rankelino comenzó muchoantes. José Carlos Depetris, un conocido his-toriador local, explicó:

«Acá no había rankeles hasta el ´63. Enesa época se inició un reclamo por lastierras en la Colonia Mitre y se generóuna situación en la que algunos rankelesfueron a prisión. Intervino FernándezAcevedo, un periodista que tenía un dia-rio propio, que empezó a defender a al-gunos indios de Mitre y el tema llegó ala prensa nacional. Ese proceso duróhasta el ´72 cuando el gobierno nacio-nal le entregó los títulos de propiedadde la Colonia Mitre a los rankeles quelos solicitaban».

El papel de algunos intelectuales e historiado-res locales interesados en el proceso de reco-nocimiento social y cultural de los Rankülchesfue también significativo. Una muestra de ellofue el libro Rostros de la tierra (Depetris yVignes 1999) en el cual se incluyó un listadode 2.100 personas indígenas que sobrevivie-ron a la conquista del desierto en La Pampa.«En este libro se muestra que la sangre indí-gena en La Pampa era mucho más de lo quese suponía». La buena difusión de este libro anivel provincial permitió a muchos pampeanosdescubrir sus raíces:

«De cada fotografía [obtenida de los ar-chivos policiales] se buscaba quien eray luego se la trabajaba genealógicamentey se lo ubicaba dentro del grupo. Tratéde diferenciarme de otros libros en quela fotografía era anónima, lo que marcauna tendencia, una visión y una ideolo-gía» (José Carlos Depetris).

El retorno del cacique PanghithruzGüor (Mariano Rosas)En el reconocimiento del pueblo Rankülcheel reclamo por los restos de Panghithruz Güor(Mariano Rosas), así como su restitución,jugaron un papel trascendental. El lonkoGermán Canhué, representante de la comu-nidad Rankülche y presidente de la asocia-

ción indígena Willy Kalkin de la provinciade La Pampa, comentó:

«Nosotros comenzamos nuestro retornoen Venado Tuerto en 1983; ahí comen-zamos a concienciar también a la gentenuestra porque decían para qué, si estoya no tiene vuelta. Nosotros creíamosque sí y en el ’89 logramos poner enmarcha la primera entidad reconocidaen La Pampa como organización indí-gena y se llamó justamente ‘Organiza-ción Aborigen Mariano Rosas’ y le pu-simos ese nombre, no por casualidad».

Panghithruz Güor, que significa zorro caza-dor de leones, fue un jefe Rankülche que, ensu niñez, fue tomado prisionero por JuanManuel de Rosas, por entonces gobernadorde la provincia de Buenos Aires, y bautizadocon el nombre cristiano de Mariano Rosas.Luego de escapar de su cautiverio se convir-tió en jefe de su pueblo y firmó un tratado depaz con el gobierno nacional en 1870 graciasa la intermediación del Comandante Lucio V.Mansilla, quien describió la personalidad deMariano en su célebre obra Una excursión alos indios ranqueles (Mansilla 1993). MarianoRosas murió de muerte natural en Leubucóen 1877. Su tumba fue encontrada por miem-bros del Ejército Nacional en las etapas fina-les de la denominada «conquista del desier-to». El periódico La Libertad reportó el ha-llazgo efectuado por el Coronel EduardoRacedo, quien descubrió la tumba el 31 deenero de 1879. Su cuerpo fue exhumado y sucráneo fue enviado a la ciudad de La Plata,donde pasó a formar parte de la colección de«Esqueletos Araucanos» del Museo de Cien-cias Naturales junto con los cráneos de otrosjefes como Gherenal, Manuel Guerra, IndioBrujo, Calfullcurá y Chipitruz, quienes fue-ron recogidos de sus tumbas o de los camposde batalla (Endere 1998, 2002). El historia-dor local José Depetris nos contó así su parti-cipación en los reclamos:

«Lo de Mariano Rosas surge en el año´89 cuando yo empecé a escribir unacolumna en La Arena [diario provincial]

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que se llamaba ‘Crónicas Ranquelinas’y empecé a investigar qué había pasadocon Mariano Rosas hasta que descubríque estaba en el Museo de La Plata. Enlas Jornadas de Historia y CulturaRanquelinas se propuso pedir sus restosy traerlos repatriados a La Pampa. Mi-guel García [arquitecto que trabaja parala provincia] se sumó a este grupo e ideóuna especie de altar de la patria, dondese iba a sepultar los restos de MarianoRosas. Allá por el ´95 viajamos en unacomitiva, con apoyo oficial, al Museo deLa Plata y obviamente nos dijeron queeso era patrimonio del museo».

Las relaciones entre la comunidad indígenaRankülche y las autoridades provinciales deLa Pampa se caracterizan, en la actualidad,por la armonía y el respeto mutuo; sin em-bargo, no siempre fue así. Germán Canhuéexplicó (cf. Clarín 27-01-97; Endere 1998):

«La provincia inició un proyecto de res-titución de varios caciques y su inten-ción era construir tres monumentos, unoal inmigrante, otro al indio y otro al crio-llo (ellos creían que el origen de La Pam-pa estaba en esos tres elementos) y po-ner en un mausoleo los restos deMariano. Nosotros nos enteramos y sa-camos una nota en el diario diciendo que‘la provincia no es entidad para recla-mar ningún resto, los únicos que lospueden reclamar son los familiares o elpueblo al que perteneció’. En esa épocano se nos consultaba. Al indígena en LaPampa no se le daba entidad, entoncesal no darles entidad, ellos hacían las co-sas como ellos querían. ¿Qué le vamos apreguntar a estos indios? ¡Qué sabenellos, decían! Muchos siguen pensandoigual pero ya ha cambiado bastante».

Según el arquitecto Miguel García la restitu-ción de Mariano Rosas:

«...fue todo un proceso de aprendizajeporque comenzamos con la propuesta dereprovincializar los restos, pero legal-mente los grupos indígenas iban avan-zando con su organización. Luego exi-gieron su participación; entonces noso-

tros abandonamos nuestra propuesta ynos sumamos. Dejamos de lado lo delmausoleo. Queríamos rescatar la idea deMariano Rosas como lo más represen-tativo de los indios pampeanos, ya quetenían una forma compleja de organiza-ción local. Canhué rescata que nosotroslos respetemos y los reconozcamos comodescendientes. Nosotros estamos traba-jando para gente de carne y hueso y nopara un pasado que es como nosotrosqueremos. Si ellos dicen que quieren queMariano Rosas esté en Leubucó, enton-ces no tenemos nada que hacer».

La restitución de Mariano Rosas se logrógracias al trabajo conjunto de las autorida-des provinciales de cultura, la comunidadRankülche y los historiadores locales espe-cializados en genealogía indígena. Los recla-mos de una supuesta descendiente de MarianoRosas fueron, finalmente, el hechodesencadenante de la restitución:

«Una hermana de Toay decía que erabisnieta de Mariano Rosas y logró apo-yo parlamentario para solicitar la devo-lución de los restos a la localidad de Toay.Entonces alguien del Congreso me con-sultó sobre este proyecto. Nosotros ledijimos que ella no era descendiente deMariano y que estábamos trabajando conCultura para llevarlo al lugar de dondelo habían sacado y de donde pertenecía.Mariano nunca estuvo radicado en Toay,nació, vivió y murió en Leubucó, excep-to el tiempo que estuvo cautivo, y co-rresponde que vuelva al lugar de dondelo sacaron. El único familiar directo esun bisnieto y vivía en la ciudad de Ge-neral Acha» (Germán Canhué).

José Carlos Depetris comentó al respecto:«En abril de 1998 fuimos con Ana Ma-ría Domínguez a la Comisión dePoblamiento de la Cámara de Diputa-dos. Les dije que Mariano Rosas nuncaestuvo en Toay y responsabilicé a la Co-misión de cometer un error histórico. Lesmostré el árbol genealógico y un fallodel 1900 donde un juez reconocía aApunau Rosas como hijo natural de

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Mariano Rosas. Luego logramos queAdolfo Rosas [el descendiente deApunau] reclamara los restos con el ries-go de meterse en un litigio cuando ha-bía vivido más de ochenta años, lo mástranquilo, sin saber que era descendien-te de Mariano Rosas. Finalmente el vie-jito aceptó y dijo: ‘si yo soy un instru-mento para devolver el cuerpo y eso sir-ve para la comunidad, me presto’...».

Finalmente en 2000 se sancionó la ley 25.276que ordenó la devolución de los restos deMariano Rosas en una «ceremonia oficial dereparación histórica al pueblo ranquel». Estaley autorizó al INAI (Instituto Nacional deAsuntos Indígenas de Argentina) a que lle-vase adelante la restitución y a la Secretaríade Cultura de la provincia de La Pampa aque decidiera, luego de consultar a la comu-nidad Rankülche, el destino final de los res-tos. La devolución del cráneo se hizo efecti-va en junio de 2001 y fue ampliamente cu-bierta por medios de prensa provinciales (LaArena, El Tribuno, 21 al 24.06.2001) y na-cionales (e.g., Clarín, La Nación, Página 12,23.06.2001) (cf. Endere 2002; Curtoni et al.2003, Curtoni 2004):

«Se hizo todo en cuatro días. El 21 dejunio fuimos al Museo de La Plata; alláestuvimos con autoridades de la Univer-sidad y nacionales. Hicieron la entregadel cráneo, se hizo el acto, hablaron loslonkos de cada comunidad que estabanpresente, hubo un discurso de uno de losdescendientes de Mariano, Adolfo Ro-sas, y de algunas autoridades. El 22 sehizo el traslado y a la noche se hizo unaguardia de honor de parte de los caci-ques en un salón de la Municipalidadde Victorica. El 23 se hizo el enterratoriosimbólico con presencia de la comuni-dad toda, indígena y no indígena, y delas autoridades. No fue sepultado, fuedejado al pie de la sepultura, lo sepulta-mos al otro día previa ceremonia a lasalida del sol, con las comunidades so-lamente; ese día coincidía con el añonuevo. El 23 también se quedaron toda

la noche esperando la salida del sol»(Ana M. Domínguez).

Esta restitución marcó un hito en el recono-cimiento social y político, a nivel nacional yprovincial, de la comunidad Rankülche ytambién sirvió para reforzarla internamente;parece, además, haber sellado una reconci-liación de la comunidad indígena con las au-toridades provinciales y los investigadoreslocales, poniendo fin a las disputas surgidascon motivo de los reclamos de restitución:

«La restitución hizo que la comunidadse concienciará/ por un lado de que se-guimos siendo indios y por otro, parahacer muchas cosas, si nos proponemos.Y luego está la leyenda de Mariano quedice que el desastre vino cuando a él lollevaron a la civilización, muerto ya,¿no? Se lo auguraron las mujeres sabias,las machis, que le dijeron que si él iba ala civilización, grandes desgracias acae-cerían al pueblo rankel, así que nuncafue. Cuando Mariano murió le llevaronel cráneo y el cuerpo, ahí viene la deba-cle rankel. Entonces nosotros pensába-mos con el mismo criterio que al retor-nar él, retornábamos nosotros, que nue-vos tiempos tienen que venir para elpueblo rankel» (Germán Canhué).

En la actualidad la comunidad indígenaRankülche está organizada regionalmente a tra-vés de un Consejo de Lonkos formado por dife-rentes jefes de distintas zonas y cuyo presidentees Oscar Gualas, descendiente de uno de los prin-cipales linajes históricos de la comunidad:

«Fue una reivindicación muy grande quetuvimos con el resto de la sociedad por-que antes de recibir los restos deMariano, nosotros andábamos golpean-do puerta por puerta y después, cuandotrajimos los restos, se nos abrieron laspuertas tanto del gobierno como de lasociedad. Fue una reivindicación muybuena, nos sirvió para decir que estába-mos vivos, que estábamos presente enla zona, en las tierras, porque habíamucha gente que decía ‘indios de mier-da’, la palabra justa, ¿no? Sirvió para elinterior de la comunidad también, hoy

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en día se están dando a conocer, se es-tán formando muchas comunidades».

La construcción del patrimoniocultural RankülcheLa restitución de los restos de Mariano Ro-sas y la construcción de su mausoleo enLeubucó permitió a los Rankülches contarcon el primer espacio de uso ritual comuni-tario después de la «conquista del desierto»;hasta entonces no habían sido consultados,como descendientes, a la hora de construirmonumentos o fijar referencias geográficasdestinadas a la conmemoración del pasadoindígena.

El mausoleo de Panghithruz Güor enel Parque LeubucóEl «Parque Indígena Leubucó» está ubicado25 kilómetros al norte de la localidad deVictorica, provincia de La Pampa, sobre uncamino vecinal de la ruta provincial 105. Hasido emplazado en tierras que pertenecieronal territorio Rankülche, específicamente enel lugar donde se realizó la célebre reuniónentre Panghithruz Güor (Mariano Rosas) yel Coronel Mansilla en 1870. En este espa-cio, declarado «lugar histórico provincial»,se ha construido en la última década una se-rie de íconos conmemorativos, además delmausoleo donde descansan los restos dePanguithruz Güor; como resultado de ello elparque está integrado por varios monumen-tos, construidos en diferentes épocas, condiversos estilos y mensajes (Figura 2). Elprimer monumento fue construido en 1992 yrepresenta el encuentro entre Mansilla yMariano Rosas (Figura 3). A poco más deun kilómetro se encuentra el segundo monu-mento que tiene la forma de un gigante dechapa que lleva en su pecho a los ocho prin-cipales jefes Rankülches con sus respectivaslanzas (Figuras 4 y 5); fue inaugurado en1999 y ha sido bautizado por los lugareñoscomo «robocop» (Curtoni 2004). A pocos

Figura 2: Croquis de los monumentos enel Parque indígena Leubucó

metros sobre la margen izquierda se empla-za el tercer monumento de base piramidalsobre la cual se han colocado dos lanzas; fueconstruido en 1994 por la Municipalidad deVictorica con motivo de la ley provincial quedeclaró a Leubucó como lugar histórico. Unaplaca colocada años después por la Agrupa-ción Gaucha Tierra y Tradición expresa:«homenaje a los caídos por la civilización»(Figura 6). Finalmente se llega al mausoleodonde descansan los restos de Mariano Ro-sas, construido en 2001 (Figura 7).

Figura 3: Monumento al encuentro entreMariano Rosas y Mansilla

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Figura 4: Vista del monumentoa los Rankülche

Figura 5: Detalle del monumentoa los Rankülche

Figura 7: Vista del mausoleo que guardalos restos de Panguithruz Güor

(Mariano Rosas)

El segundo monumento, «Robocop», esel que ha generado mayores polémicas.Germán Canhué comentó: «Sin consultarnosa nosotros, porque en esa época no se nos

consultaba, la provincia construyó un mo-numento en homenaje a los rankeles y nosinvitaron a la inauguración. Con ese monu-mento se empezaba a instalar el tema rankelen Leubucó». Ana María Domínguez señalóal respecto: «La obra la hizo el gobierno sinconsultarlos. Lo que pasa es que lo hizo unescultor y a la obra de un artista hay queinterpretarla. Cada artista busca su talentocomo lo siente... Lo hizo un escultor de pres-tigio aquí en La Pampa, como reconocimientode parte del gobierno a los rankeles. Noso-

Figura 6: Monumento a Leubucó

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tros valoramos la intención; no vamos a opi-nar si es bonito, la intención vale». JoséDepetris expresó: «Los monumentos deLeubucó son cosas demasiado caprichosas,no tendrían que desentonar con el recato quehay en la gente del lugar, de los mismos pai-sanos que hay en Victorica, que se estánreconsiderando rankelinos nuevamente, perocon mucho recato».

A diferencia de lo sucedido con el deno-minado Robocop y los otros monumentos delparque Leubucó el mausoleo de PanguithruzGüor fue el único que se construyó con laparticipación activa de la comunidadRankülche, que tuvo ingerencia en la forma,estilo y materiales con que fue construido.«Había muchos temas que cerrar con el mo-numento, qué hacíamos, qué poníamos, uncaldén, una urna, etc.» (Germán Canhué).El mausoleo está formado por una base cua-drangular de un metro de altura realizada controncos de caldén sobre la cual emerge unapirámide de similar longitud, también reali-zada en madera de caldén. Marcelo Castro,escultor y descendiente indígena que escul-pió cada uno de los lados de la pirámide delmausoleo, explicó:

«Los motivos los aportó la gente, le pe-dimos aportes. Tomamos los cuatro pue-blos o linajes principales, los más re-conocidos: el Rankel Carripilum (alnorte) [Figura 8], el Nahuel de Ramón(tigre, al sur) [Figura 9], Gualas de lafamilia Yanquetruz (pluma de pato, aloeste) [Figura 10] y el Zorro que sonlos que están al frente de la pirámide(al este, el linaje de Güor -zorro-Mariano Rosas) [Figura 11]. Todo tie-ne un significado».

En la actualidad el predio está alambrado y seestá tramitando la escrituración de las 5 hectá-reas a nombre de la comunidad. A un costadodel mausoleo se dispuso un rehue (objeto ritual)tallado en madera (Figura 12). En este prediolos Rankülches esperan el año nuevo cada 24 dejunio y lo celebran al amanecer. A los Rankülcheles preocupa que este espacio se convierta en

turístico y recreativo porque perturbaría el des-canso de Panguithruz Güor (Mariano Rosas) yse perdería la sacralidad del lugar:

«¿Por qué tanto interés con Mariano Ro-sas? ¿Por qué se lo llevaron? Al sacarlode ese descanso se interrumpe su viaje,su sueño; ellos vuelven a nosotros a tra-vés de los sueños, eso no se puede inte-rrumpir, yo no me atrevería a abrir la se-pultura de otro ser humano. Ahora dicenlos que han ido a la sepultura de Marianoque hay yuyos. Yo digo: ¡Dejá que vengael yuyal, que llueva, que crezca la vege-tación! Ellos lo dejaban así, hay que de-jarlo en paz, cuanto menos lo molesten,mejor!» (Ana M. Domínguez).

El rol de los «ólogos»A la larga lista de reclamos que la comuni-dad hace al gobierno nacional por la falta decumplimiento de la ley nacional 23.302/85de comunidades indígenas se agregan los re-clamos a los investigadores que sesgan lahistoria, confundiendo lo Rankülche con lomapuche y restando importancia a la comu-nidad en general (Canhué 2004). GermánCanhué (cf. Canhué 2004) comentó:

«Los trabajos del padre de la Cruz sonun testimonio invalorable que losantropólogos y todos los ‘ólogos’ no lotienen en cuenta. Hay cantidad de lagu-nas que había en La Pampa que indicanla cantidad de población que tenía. Ha-bía una comunidad impresionante. Bue-no, esa es La Pampa deshabitada que di-cen que había, que nos mapuchizaron,que nos araucanizaron, que nos cristia-nizaron... Todo mentira».

Con relación a su patrimonio cultural AnaMaría Domínguez comentó:

«A nosotros no nos queda lugar ni paraenterrar a los muertos. Nosotros recla-mamos lugares sagrados que pertenecena los pueblos indígenas. Hay algunos quelos han puesto como lugares del patri-monio nacional (pinturas rupestres, si-tios) que nosotros queremos que se pre-serven, que se respeten porque han per-

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Figura 8, 9, 10 y 11: Detalle de los motivos tallados en cada unade las caras de la pirámide del mausoleo

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manecido en el tiempo, como los cemen-terios indígenas porque es algo muy es-piritual, allí descansan nuestros antepa-sados. Hay muchas cosas que no hanvuelto nunca al pueblo indígena. Noso-tros estamos reclamando espacios terri-toriales que ni siquiera habitamos por-que ya no somos más los guardianes detodo eso. Pertenece al gobierno, ojalá al-guno de esos lugares vuelva a ser patri-monio de los pueblos indígenas parapoder preservarlo... Para nosotros, todoslos lugares donde hubo una poblaciónindígena hay una presencia sagrada.Sagrado es todo, todo es espiritualidadpara nosotros porque somos parte de lanaturaleza. Todo el espacio que nos ro-dea tiene espiritualidad. Cada comuni-dad tiene sus reclamos puntuales porespacios territoriales propios para reali-zar sus ceremonias. Nosotros queremoshacer un ngüillatum y tenemos que en-trar en un campo alambrado que tieneun dueño y no es nuestro, no podemos

desarrollar nuestra cultura así. Necesi-tamos un espacio propio».

El rescate del pasado indígena y la recupera-ción del paisaje cultural de sus antepasadoses una aspiración de la comunidad Rankülcheque pareciera contar con el respaldo de laSubsecretaría de Cultura de la provincia ypor algunos historiadores locales especiali-zados en el pasado indígena. En los testimo-nios recogidos a través de los descendientesy representantes de la comunidad se eviden-cia su preocupación por indagar a través defuentes históricas y localizar, por medio deinvestigaciones arqueológicas, sitios queconstituían puntos centrales del universoRankülche, así como incorporar a su patri-monio lugares de alto valor simbólico, recu-perándolos como lugares sagrados:

«Se empieza a escuchar la palabramamülche, es decir, gente del caldenar,muy contemporáneamente, es decir,1800 concretamente. Antes no hay an-tecedentes, entonces todo el mundo dice,por aventurar algo, que los Mamülchesvinieron de otro lado, siempre pertene-cen a otra etnia y no aceptan que elcaldenar estuvo poblado... desde tiem-pos inmemoriales, lo mismo que otrossectores del país. Te imaginás que si enCasa de Piedra se encuentra unenterratorio de 8.000 años atrás, enton-ces quiere decir que no hace poco quehabitaban acá. Por eso nosotros estamosdiciendo a todos que somos descendien-tes de los habitantes del caldenar, nosabemos cómo se llamaban y la arqueo-logía no nos va a ayudar a esclarecer esopero sí a través de la arqueología espe-ramos esclarecer muchas cosas que anosotros nos son sumamente útil. Si untipo de cerámica se da hace 200, hace400, hace 700 años atrás, entonces esta-mos hablando de un mismo grupo hu-mano, de un mismo origen y eso nosayudaría para reafirmar que losRankülches, antiguos Mamülches, he-mos habitado desde siempre... Creo queuna de las cosas que tenemos pendien-tes los Rankülches es que desde las co-

Figura 12: Rehue localizado a uncostado del mausoleo.

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munidades surja un proyecto de este tipo.No hay un arqueólogo entre nosotros,pero es bueno que nuestra gente se acer-que para ver cómo es, que pueda parti-cipar, ¿no?» (Nazareno Serraino, comu-nidad Rankülche).

Diálogo y participación en eltrabajo arqueológicoEn los últimos años hemos mantenido reunio-nes con miembros de la comunidadRankülche durante las cuales discutimos laposibilidad de organizar salidas de campoconjuntas para reconocer el terreno y discu-tir diferentes interpretaciones acerca del pai-saje. Los recientes hallazgos de restos óseoshumanos efectuados en el marco de un res-cate arqueológico en el valle de Chapalcó,departamento Toay, La Pampa, brindaron laoportunidad de hacer esta interacción posi-ble. La denuncia del hallazgo a la Subsecre-taría de Cultura provincial por parte de uninvestigador local amateur motivó la reali-zación de un rescate a cargo de uno de noso-tros en julio de 2004. En el rescate se recu-peraron restos de, al menos, seis individuosfragmentados y deteriorados; no obstante, fueposible recuperar dos calotas semi-comple-tas, una de las cuales pareciera presentardeformación craneana y la otra restos de ocre.Estos hallazgos permiten suponer la existen-cia de un espacio formal destinado al entie-rro colectivo. La localización del sitio en elpunto más alto y destacado del valle, con unaexcelente visibilidad del entorno y ubicadoen las cercanías de una laguna en cuya mar-gen fueron previamente hallados restos ar-queológicos (e.g. sitio Laguna de Chapalcó),permite plantear una posible jerarquizacióndel paisaje en lugares.

Ante la posibilidad de la existencia de unlugar con significado especial o sagrado y te-niendo en cuenta la metodología participativade investigación que estamos implementandodimos a conocer los hallazgos a la comunidadRankülche y recorrimos el lugar con un miem-

bro del Consejo de Lonkos y otro miembro dela comunidad. El objetivo de la visita no sólofue observar y discutir las características delhallazgo y su entorno sino, también, decidirlas medidas que se deben adoptar en el futurocon los restos humanos. De maneraconsensuada se acordó entre las autoridadesprovinciales, los Rankülches y los investiga-dores la continuación de la investigación y laentrega de los restos a la comunidad una vezhaya concluido.

En marzo de 2005 la comunidadRankülche organizó una reunión4 en la loca-lidad de Telén en la que participaron caci-ques y representantes indígenas de la pro-vincia para discutir sobre la relevancia his-tórica de la laguna denominada Curalauquen(laguna de piedra) y plantear medidas futu-ras para reclamar la tenencia del lugar. Lalaguna de Curalauquen era un importantecentro político del mundo Rankülche y lugarde residencia del cacique Carripilum, consi-derado la principal cabeza (lonko) de su pue-blo hacia los comienzos del siglo XIX. Deacuerdo a la información recopilada por lacomunidad indígena esta laguna se encon-traría ubicada en cercanías de la actual loca-lidad de Telén. La comunidad Rankülche in-vitó a participar de la reunión a historiado-res y arqueólogos para discutir posibles víasde investigación tendientes a comprobar sila laguna referenciada por la comunidad era,efectivamente, la denominada Curalauquen.En este encuentro pudieron expresarse lasdistintas voces que opinaron sobre el tema

4 En la reunión de Telén, celebrada el 10 demarzo de 2005, participaron por la comu-nidad Rankülche el lonko Germán Canhué,Nazareno Serraino, Fermín Rolando Acu-ña, lonko Curunau Cabral, Luis Silva Lima,Cristina Fiorucci; por la Municipalidad deTelén María Inés Pereira y Amador Prieto;por la Secretaría de Cultura de la provinciael arquitecto Miguel García, los investiga-dores Alicia Tapia, Graciana Pérez Zavalay los autores.

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en cuestión, reflejando diferentes posiciones,potencialmente conflictivas. Estas discrepan-cias se originaron al mencionarse la existen-cia de estudios históricos (Dellia y Mollo2002) que indicarían que la laguna deCuralauquen se encuentra en otro lugar y noen Telén. Después de discutir sobre el tema ysobre la ayuda que la arqueología puede brin-dar para identificar el asentamiento del caci-que Carripilum hubo un acercamiento deposiciones inicialmente antagónicas y se plan-tearon puntos de acuerdo. A continuaciónreproducimos algunas partes de ese diálogoy la negociación resultante:- Rankülche: «Es importante saber que nin-

guno de los que está acá está por casuali-dad; todos estamos por algo en particular.Hace dos años surgió el tema de que Telénera un centro político importante; ahí apa-reció la primera inquietud y comenzamosa recopilar material y concluimos que, efec-tivamente, Telén no sólo era Curalauquensino también donde estaba (el cacique)Carripilum».

- Rankülche: «¿Qué apoyo nos puedendar?... ¿El arqueólogo qué nos va a apor-tar? Nosotros ahora le queremos sacar eljugo a ustedes, yo a mi hijo le quiero dar laherencia rankelina».

- Arqueólogo: «...no nos pueden pedir queles digamos con certeza que la laguna deTelén sea Curalauquen porque, probable-mente, aunque podamos excavarla porcompleto no logremos probarlo...»

- Rankülche: «...en esta mesa están ella quees historiadora, ustedes que sonarqueólogos y él que es arquitecto, él quees del pueblo, nosotros que somos de lacomunidad y todos de un modo u otro lle-gamos a coincidir que acá, que este sectorera el punto de encuentro».

- Arqueólogo: «...me parece mucho más au-téntico que ustedes digan: para nosotros estees un lugar muy importante por una serie derazones. No necesitan tener la fuente exac-ta, ni la tumba de Carripilum para decir este

es el lugar... Ustedes pueden decidir que estees un lugar importante de encuentro, quehay razones históricas para decirlo, sin de-cir que esto era Curaluaquen».

- Rankülche: «...lo que hemos visto hoy [vi-sita a la laguna] refuerza un poco lo quevenimos sosteniendo: que la laguna, evi-dentemente, está sobre piedra... Pero faltalo principal, falta el reconocimiento cientí-fico, nosotros podemos decir: es acá y lemetemos y se acabó, pero no queremoshacer las cosas así, queremos hacer lascosas con fundamentos científicos, histó-ricos y orales de que esto es Curalauquen,donde estaba Carripilum».

- Arqueólogo: «...mi preocupación es que sepongan tantas expectativas en que esto esCuralauquen y después de varios años deestudiar todas las fuentes y ver toda la evi-dencia arqueológica ustedes digan no te-nemos nada».

- Rankülche: «...nosotros decimos la comu-nidad rankel a través de sus relatos históri-cos confirma que el lugar era Curalauquen;los arqueólogos que no pueden comprobar-lo físicamente no ven con malos ojos quehaya sido el lugar porque la zona estabaintensamente poblada; los historiadores pien-san que a través de las sucesivas cartas deMariano Rosas a Marcos Donati en dondecuentan que se encontraban en zonas aleda-ñas a Telén. ¿Eso es lo que tenemos quehacer? Bueno, ¿cómo, cuál es el proyecto,quién lo va a encabezar?»

- Arqueólogo: «Me parece que considerar aTelén un lugar de valor para el encuentro yla celebración es muy importante... sinabandonar la búsqueda respecto de si es ono Curalauquen. Podemos ver la informa-ción y sobre los datos ustedes pueden to-mar decisiones».

- Historiador: «Si uno piensa en la historiaRankel del siglo XIX hay movimientos todoel tiempo... no hay que pensar que uno vaa encontrar el asentamiento específico deacuerdo con los indicios que aparecen de

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la cultura material... es complicado pensaren un lugar específico si uno tiene en cuen-ta la movilidad continua del estilo de vidaRankel».

- Rankülche «Aparte de la cuestión del sectorno dejo de pensar que deberíamos ir a otroslugares más; yo la percepción que tengo esque luego de conocer las diferentes aguadas,vuelvo a repetir que es la única que por lascaracterísticas es diferente a las otras... Estatiene características diferentes en cuanto a laformación que tiene alrededor».

- Arqueólogo: «Ustedes pueden decir: noso-tros consideramos que este es un lugar im-portante para nuestros antepasados, poruna u otra razón, los arqueólogos dicenesto, los historiadores dicen esto, nuestrosabuelos dicen esto, lo que me parece queno sería serio es decir esto es la toldería deCarripilum si no hay evidencia exacta».

- Rankülche: «Podemos juntar la cosa aca-démica de ustedes y lo nuestro y ver quésacamos».

- Rankülche: «Ni ellos ni nosotros queremostrabajar independientemente; acá el traba-jo en conjunto va a ser de todos, porque lomío está en el tema rankel pero me apoyoen el arqueólogo, en el lingüista, en el queestudia geografía, antropología, en todaslas ciencias».

- Arquitecto: «¿Usted tiene la certeza que lalaguna donde estuvimos hoy esCuralauquen?»

- Rankülche: «No, no estoy seguro, no lopuedo afirmar con certeza, hasta que ha-gamos una asamblea nosotros, llevemosnuestros viejos y crucemos los datos y po-damos hablar con ellos... Yo creo que sinos unimos esto va a salir a la luz; sabe-mos que tenemos razón, yo no tengo nin-guna fuente fidedigna, yo siento que es así».

- Arqueólogo: «La arqueología puede daruna aproximación para saber si era o noun asentamiento de la época de Carripilumpero no decir con certeza que era el lugardonde estaba Carripilum».

- Rankülche: «...ya que no sabemos cuál esexactamente el lugar vamos a tratar de quela zona [área geográfica] sea reconocida,vamos a arrancar por lo que esté más cer-ca».

- Rankülche: «Nos tenemos que poner deacuerdo para hablar con nuestra gente yhacer una comisión y ver quién se va ahacer cargo de eso, quién se va a hacercargo de juntar todos los datos... Ponga-mos una fecha para juntarnos nuevamentey si hoy no sale nada en claro nos vamos ajuntar mañana también... Nos toca la par-te nuestra, ¿cuándo va a ser el próximoencuentro?»

Discusión y comentarios finalesEste diálogo pone de manifiesto muchos delos aspectos debatidos con relación a lamultivocalidad y a los desafíos que planteapara la construcción del conocimiento ar-queológico y del patrimonio cultural. Se haafirmado que en un contexto multiculturaluno de los mayores desafíos de losarqueólogos consiste en la necesidad de in-crementar su autocrítica y de mantener unaevaluación constante de los enfoques teóri-cos y metodológicos utilizados para interpre-tar el pasado (Ucko 1989:x), así como ape-lar al diálogo, la flexibilidad y la negocia-ción para reconocer e integrar múltiples in-terpretaciones.

La posibilidad de construir un diálogo detales características es, aún, una cuestión adebatir. Cuando se adoptan posiciones radi-cales en contra de la arqueología y de losarqueólogos quedan pocas posibilidades dedesarrollarlo; de hecho, la comunicación en-tre académicos y grupos indígenas es, en lamayoría de los casos, difícil de generar debi-do a barreras lingüísticas y a diferentes usosde las categorías de tiempo y espacio (Preucely Hodder 1996:108-109). Una vez que seestablece el diálogo surge la dificultad de tra-tar con múltiples y antagónicas versiones del

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pasado, así como la cuestión de la validezque pueda asignarse a cada una de ellas.Cabría, entonces, preguntar si todas las ver-siones del pasado son igualmente válidas.Preucel y Hodder (1996:612) afirman que«deberían existir parámetros para poder ar-gumentar que algunas versiones son mejoresque otras para algunos propósitos y en con-textos particulares». En este sentido se hasugerido la posibilidad de establecer un «con-junto de estándares disciplinarios» para de-terminar si esos juicios sobre el pasado «noson más que un mero apoyo u oposición aintereses políticos del presente» (Ucko1995:18).

Quienes apoyan la existencia de múlti-ples pasados y reconocen el derecho de lascomunidades indígenas a la búsqueda de supropia historia han sido acusados derelativismo moderno (Yoffee y Sherratt 1993)que, de algún modo, propicia el resurgimien-to de la intolerancia. Este argumento ha sidorebatido, enfatizando la diferencia entre plu-ralismo y relativismo. El pluralismo consis-te en el reconocimiento de los derechos y dig-nidad de los «otros» pero no significa que nopueda abrirse juicios entre los reclamos dediferentes grupos étnicos (Hodder 1999:161;Layton y Thomas 2001:17). También es im-portante cómo construir ese diálogo con «losotros» y quién lo controla; construirlo en tér-minos igualitarios entre las distintas partesinvolucradas implica un cambio paradigmá-tico en nuestra profesión porque es necesa-rio, previamente, «aprender a escuchar a losotros y aprender a hablar con -en vez de poro acerca de - los otros» (Robins 1991:33).De lo contrario corremos el riesgo de con-vertir esta instancia en una nueva forma dedominación.

La posibilidad de generar un diálogo conlos Rankülches se ha visto favorecida poruna serie de circunstancias: la cohesión in-terna del grupo y el respeto a sus represen-tantes; su experiencia previa en trabajos con-juntos con otros profesionales y con histo-

riadores locales para la consecución de obje-tivos compartidos; y la relativa confianza dela comunidad en la contribución de la arqueo-logía para el conocimiento de su pasado. Enese contexto nuestro acercamiento a algunosde sus representantes impulsó un proceso dediálogo a través de diferentes instancias sur-gidas a partir de la iniciativa de una u otraparte durante el cual se han discutido los fun-damentos históricos y arqueológicos que apo-yan el reconocimiento de un lugar como sig-nificativo para la herencia cultural de la co-munidad. A esta altura de los acontecimien-tos nuestro desafío consiste en contribuir aeste proceso de diálogo de manera conscien-te para evitar que no decaiga, asumiendo laresponsabilidad ética de brindar aquello quese puede brindar desde la arqueología y sien-do muy claros respecto de lo que la arqueo-logía no puede decir sobre el pasado. Estaúltima cuestión es particularmente sensiblecuando se trabaja con una comunidad que seencuentra en pleno proceso de auto-recono-cimiento y tiene ciertas urgencias por re-des-cubrir y construir su pasado. La desilusiónrespecto de los nuevos «ólogos» es un riesgomás que potencial si se tienen en cuenta lostiempos que lleva una investigación arqueo-lógica -sin mencionar las burocracias acadé-micas o las limitaciones de recursos con losque usualmente se opera- y la imposibilidadde garantizar resultados. En este contexto sólose cuenta con una estrategia: intensificar eldiálogo y la participación con el fin de gene-rar espacios para el entendimiento y la com-prensión mutua.

AgradecimientosA la Comunidad Rankülche de La Pamparepresentada por Germán Canuhe, Ana Ma-ría Dominguez, Oscar Gualas, NazarenoSerraino y Daniel Cabral; al arquitecto Mi-guel García, a la Licenciada María InésPoduje, a José Carlos Depetris, al personaldel Museo de Ciencias Naturales de Santa

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Rosa y a todos aquellos entrevistados quenos brindaron su tiempo y conocimientosgenerosamente. A la Subsecretaría de Cultu-ra de la Provincia de La Pampa por el apoyologístico. A Gabriela Chaparro por las suge-rencias. Estas investigaciones fueron reali-zadas en el marco del proyecto: «La visión

de los actores sociales y el manejo de los re-cursos arqueológicos en Argentina: un mues-tro de casos en diferentes regiones del país»,financiado por la Fundación Antorchas (Sub-sidio en Apoyo de Proyectos 2004 No. 14248/65) y por fondos provenientes del NúcleoConsolidado INCUAPA-UNCPBA.

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DIÁLOGOS DESDE EL SUR/DIÁLOGOS DESDE O SUL

Esta revista quiere ser un lugar para el encuentro, una incitación a dialogar. Los problemas,tragedias, felicidades y posibilidades que nos asedian y nos envuelven no son sólo nuestros(los suramericanos) sino, también, de los demás (sobre todo, aunque no exclusivamente, loshabitantes del sur geopolítico); su creatividad y capacidad de resistir y construir mundosmejores son altas medidas para conocer y, quizás, seguir. Diálogos desde el sur, la nuevasección de Arqueología Suramericana, quiere servir de sala de recibo. La sección inauguracon un artículo de Alinah Segobye sobre los usos del patrimonio en los países del sur deÁfrica, los conflictos entre los legados del colonialismo y la construcción de las sociedadespost-coloniales, el papel de la arqueología en las prácticas de descolonización y la importan-cia de la memoria en la construcción de tejido social, a pesar de que su centralidad parecedesdibujarse en contextos de marginalidad. Muchas de las preocupaciones manifiestas enÁfrica meridional resuenan en otras partes del mundo, incluyendo Suramérica. Ese es elpropósito de esta sección: ponernos en contacto, hablarnos al oído, sabernos partícipes deproblemas similares y de soluciones posibles.

Esta revista quer ser um lugar para o encontro, uma incitação ao diálogo. Os problemas,tragédias, felicidades e possibilidades que nos assediam e envolvem não são somente nossos (ossul-americanos), senão também dos demais (sobretudo, ainda que não exclusivamente, os ha-bitantes do sul geopolítico); sua criatividade e capacidade de resistir e construir mundos melhoressão altas medidas para conhecer e, talvez, seguir. Diálogos desde o sul, a nova secção deArqueologia Sul-americana, quer servir de sala de recepção. A secção inaugura com um artigode Alinah Segobye sobre os usos do patrimônio nos países do sul da África, os conflitos entreos legados do colonialismo e a construção das sociedades pós-coloniais, o papel da arqueologianas práticas de descolonização e a importância da memória na construção do tecido social,apesar de sua centralidade descortinar-se em contextos de marginalidade. Muitas daspreocupações manifestas na África meridional repercutem em outras partes do mundo, incluindoa América do Sul. Esse é o propósito desta secção: colocar-nos em contato, trocar confidencias,saber-nos participantes de problemas similares e de soluções possíveis.

HISTORIAS ESTRATIFICADAS E IDENTIDADESEN EL DESARROLLO DE LA ARQUEOLOGÍA

PÚBLICA EN EL SUR DE ÁFRICA

Alinah K. SegobyeSenior Lecturer in Archaeology, University of Botswana

(Traducción de Cristóbal Gnecco)

El legado del colonialismo ha creado una barrera en el desarrollo de la arqueología pública,particularmente en los país del sur de África, donde la reciente experiencia colonial fue brutal. Elmanejo de los recursos patrimoniales y la formación de un público amplio e incluyente que los

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aprecie, valore y conserve son enfrentados por agendas distintas de desarrollo, construcción nacio-nal y re-afirmación de identidades. Asegurar que los recursos de la educación patrimonial seanrelevantes para las identidades locales y nacionales y para los currículos escolares ha sido unatarea que los arqueólogos han abordado frecuentemente, re-escribiendo el pasado y construyendocapacidades para la arqueología. La experiencia de Botswana y de otros países de la región sugiereque la rígida historia de la disciplina seguirá siendo un reto en el proceso de involucrar públicosdistintos en los discursos sobre el pasado y en la manera como son usados en la construcción deidentidades. La experiencia del sur de África resuena en otros países del mundo en desarrollo,donde la práctica de la arqueología tiene que lidiar con su legado y con su uso contemporáneo. Apesar de estos retos la oportunidad de crecimiento de la arqueología descansa, en parte, en acercar-se al público a través de la educación patrimonial y las asociaciones compartidas para desarrollar,manejar y conservar el patrimonio; también descansa en la manera como los arqueólogos puedanfacilitar el diálogo sobre la creación de identidades plurales entre los ciudadanos y el Estado,mostrando cómo ese proceso tiene una larga historia reflejada en los restos materiales del pasado.

O legado do colonialismo criou uma barreira no desenvolvimento da arqueologia pública, particu-larmente nos países do sul da África, onde a recente experiência colonial foi brutal. O manejo dosrecursos patrimoniais e a formação de um público amplo e abrangente que os aprecie, valorize econserve são enfrentados por agencias distintas de desenvolvimento, construção nacional ereafirmação das identidades. Assegurar que os recursos da educação patrimonial sejam relevantespara as identidades locais e nacionais e para os currículos escolares tem sido uma tarefa que osarqueólogos têm assumido freqüentemente, reescrevendo o passado e construindo aptidões para aarqueologia. A experiência de Botswana e de outros países da região sugere que a rígida história dadisciplina seguirá impondo desafios no processo de envolver públicos distintos nos discursos sobreo passado e na maneira como são usados na construção de identidades. A experiência do sul daÁfrica ressoa em outros países do mundo em desenvolvimento, onde a prática da arqueologia temque lidar com seu legado e seu uso contemporâneo. Apesar destes desafios a oportunidade decrescimento da arqueologia repousa, em parte, em aproximar-se do público através da educaçãopatrimonial e das associações comprometidas em desenvolver, manejar e conservar o patrimônio(shared partnerships in heritage development, management and conservation. Associações Com-partidas/ compartilhadas em portugues não tem sentido nem em espanhol para mim). Tambémrepousa na maneira como os arqueólogos podem facilitar o diálogo sobre o tema da criação deidentidades plurais entre os cidadãos e o Estado, mostrando como este processo tem uma longahistória refletida nos restos materiais do passado.

The legacy of colonialism has created a barrier in the development of public archaeology particularly insouthern African countries where the colonial experience was brutal and fairly recent. The managementof heritage resources and developing a broad and inclusive public to appreciate, value and conserve suchheritage is often challenged by competing agendas for development, nation building and reaffirmingidentities. Ensuring that heritage education resources are relevant to local and national identities andcurricula have been tasks archaeologists had to undertake over and above rewriting the past and developingcapacity for archaeology. The experiences of Botswana and other countries in the region suggest that thechequered history of the discipline will continue to pose challenges in engaging different publics indiscourses of the past and how it will be used to construct identity. Southern Africa’s experiences resonatewith those of other countries in the developing world where developing the discipline has to contend withits legacy and contemporary use. Despite these challenges, the opportunity for archaeology to grow restsin part in winning the public to archaeology through heritage education and shared partnerships inheritage development, management and conservation. It also relies on archaeologists facilitating dialo-gue on the subject of plurality in identities’ creation between citizen and state and how such processeshave a long term history as reflected by the material remains of the past.

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IntroducciónEl desarrollo de la educación patrimonial comoun área significativa de los estudios arqueoló-gicos y de manejo de recursos culturales tuvolugar en las últimas tres décadas, en parte comorespuesta a las preocupaciones sobre la des-trucción del patrimonio cultural, las represen-taciones arqueológicas y los usos conflictivosdel pasado por parte de los Estados, losinversionistas privados y el público (Cleere1984; Cleere, ed., 1989; Stone y Mackenzie,eds., 1990; Stone y Molyneaux, eds., 1994;Stone 2004). La educación patrimonialinvolucró varios públicos en los esfuerzos porconservar lo que se consideraba como patri-monio amenazado por la aceleración del desa-rrollo. Los públicos americanos y europeosfueron abordados por discursos sobre el pasa-do y sensibilizados sobre la necesidad de ma-nejar los monumentos y los sitios para el futu-ro. Las primeras estrategias de manejo patri-monial estuvieron dedicadas a la conservaciónde los monumentos y de los sitios como resul-tado del énfasis inicial de la arqueología por laarquitectura monumental (Carman 2002;Mathers et al., eds., 2005); sólo en la últimadécada ha tenido lugar un debate activo sobreel patrimonio intangible y la necesidad de pro-tegerlo como parte del legado humano (Deacon1995; www.unesco.org). En este artículo ex-ploro la experiencia del sur de África1 en eldesarrollo de la arqueología pública; tambiéndiscuto los retos que enfrentan los países endesarrollo en términos del manejo patrimonialen contextos de diversidad cultural. Los ejem-plos que uso provienen de Botswana, dondelos intentos por desarrollar la arqueología enlas dos últimas décadas sirven para entenderlos retos y las oportunidades que enfrenta ladisciplina (véase Kiyaga-Mulindwa y Segobye1994). El artículo también revisa algunos asun-tos globales relacionados con la promoción yla producción de recursos patrimoniales.

Los orígenes de la educación patrimonialy de la arqueología pública en el sur de Áfri-ca reflejan la trayectoria de la disciplina.

Desde sus orígenes coloniales la arqueologíaha crecido para convertirse en una disciplinaconsciente de su pasado elitista pero com-prometida con involucrar distintas audien-cias en el manejo patrimonial, ampliando elinterés público en la arqueología y volviendoel pasado accesible para sujetos antes exclui-dos de la escritura de la historia. Esta tareadepende, en parte, de la manera crítica comolos arqueólogos y los practicantes del patri-monio revisen el papel de la disciplina en elcontexto de agendas de desarrollo más am-plias en las comunidades locales, los Esta-dos nacionales y las regiones (Ucko 1995).Varios de los eventos que discuto más ade-lante pueden verse como responsables deldesarrollo de la educación patrimonial en laarqueología del sur de África.

La principal influencia en el desarrollo dela agenda de arqueología pública en el sur deÁfrica fueron las actividades de construcciónnacional del período post-independentista enla región, particularmente en Zimbabwe ySuráfrica; los Estados acudieron a la arqueo-logía como un medio para crear un sentidovalorizado de identidad (botho/ubuntu)2 delpueblo, antes excluido de la escritura colo-

1 En términos geográficos el sur de África seextiende desde Zimbabwe hasta el extremosur del continente y de costa a costa, desdeAngola hasta Mozambique. Los países dela región han sido agrupados en la organi-zación de desarrollo conocida como SADC(Southern African DevelopmentCommunity), que incluye la República De-mocrática del Congo, Tanzania y las islasMauricio y Seychelles.

2 El concepto botho (Tswana) o ubuntu(isiZulu) ha venido a ser identificado comoun principio importante para significar losvalores humanos centrados, conscientemen-te, en los sujetos y niega la opresión y el mal-trato de los otros, tal como ocurrió durante elperíodo colonial; es un principio nacional enBotswana y Suráfrica que ha sido promovi-do como un valor universal ligado a la ideade la regeneración del continente.

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nial de la historia (Gosden 2001; Ndoro yPwiti 2001); aún más, los conflictos regio-nales (que, hasta hace poco, fueron respon-sables de la destrucción de monumentos ysitios y amenazaron otros recursos patrimo-niales, incluyendo el patrimonio cultural vivoque todavía no ha sido documentado)galvanizaron acciones locales e internacio-nales para la protección del patrimonio cul-tural. Varias comunidades fueron desplaza-das internamente durante el período colonialy después de la independencia enMozambique, Angola y la República Demo-crática del Congo (el antiguo Zaire). Con elfinal del conflicto violento la región enfrentala tarea monumental de reconstruir su eco-nomía, incluyendo la restauración de los ser-vicios educativos y los recursos de manejopatrimonial.

La educación es un medio para involu-crar al público en los procesos de recons-trucción y en la construcción de la paz; es unvehículo para comunicar el manejo y la con-servación del patrimonio y tiene el potencialde alcanzar audiencias amplias si se diseñacuidadosamente; también puede contribuir aformar audiencias más amplias para la edu-cación arqueológica, sobre todo en los paí-ses donde la mayor parte de las comunida-des todavía reside en áreas rurales. El diseñode estrategias de conservación y manejo delpatrimonio también ha sido influido por agen-cias internacionales y por la UNESCO; estaúltima ha financiado investigaciones arqueo-lógicas y servicios patrimoniales (Pressouyre1995)3. Estos proyectos con financiación in-ternacional no siempre tienen en cuenta lacompleja naturaleza de las relaciones entrela gente, el pasado y el medio ambiente en elcual se encuentran los sitios. Este hecho seha vuelto más evidente en el conflicto sobreel uso de los sitios seleccionados como patri-monio nacional y mundial. El problema hasido parcialmente abordado a través de lasnuevas convenciones de la UNESCO parala protección de los paisajes culturales y del

patrimonio intangible que reconocen la in-fluencia de los sistemas de conocimiento lo-cal y los sistemas de valores sobre el signifi-cado de los sitios (Cleere 2001; Ndoro 2001;Thomas 2001).

A nivel global los cambios en el sentido yel significado del patrimonio y del sector pa-trimonial durante las últimas cuatro décadashan influido la disciplina, especialmente enel desarrollo de teorías y de métodos que per-miten el manejo de recursos patrimoniales(Cleere 1984; Mathers et al., eds., 2005);más aún, la crítica consciente del significadodel «público» en el discurso arqueológico hapuesto al descubierto muchas ideas que, hastaahora, no habían sido problemáticas(Merriman 2004). El World ArchaeologicalCongress y las publicaciones resultantes delos cuatro primeros congresos produjeron unacrítica de varios paradigmas disciplinarios(cf. Ucko 1995); también condujeron a unaarqueología mundial consciente de las des-igualdades en la organización disciplinaria,sobre todo del sesgo hacia el patrimonio euro-americano que enfatizó los monumentos enla promoción de su valor y su significado(Carman 2005; Smith 2005). Entender losorígenes del conflicto sobre el patrimonio haayudado a diseñar mejores estrategias parasu manejo futuro (Rowlands 1994; Meskell1998). El reconocimiento de la multiplicidadde reclamos sobre el pasado y la posibilidadde que haya múltiples formas de conocerloha permitido que el(los) público(s) y los prac-ticantes patrimoniales enfrenten lasdisonancias en el patrimonio local y globalmientras ponen en funcionamiento nuevasaproximaciones teóricas y metodológicas

3 Los países escandinavos, sobre todo Sueciay Noruega, han financiado programas cul-turales, incluyendo trabajos arqueológicosen África oriental y del sur. A través de agen-cias como SAREC/ SIDA, NORAD y NUFUestos países han facilitado la organizaciónde museos y la conservación de recursospatrimoniales.

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para tratar con asuntos patrimoniales (Evans1995; Wylie 1995). Otros foros arqueológi-cos, como los congresos de la AsociaciónPanafricana de Prehistoria y Estudios Rela-cionados, han llamado la atención sobre lanecesidad de contextualizar la «indigenidad»y los procesos de producción de conocimien-to local para promocionar el manejo patri-monial en el continente (Pwiti y Soper, eds.,1996; Stahl, ed., 2005). Muchos investiga-dores reconocen el impacto negativo de lamercantilización de los recursos culturalesen el cambio del significado y del valor delpatrimonio cultural; desafortunadamente lasinstituciones y las comunidades africanastambién han sufrido este problema global,sobre todo con el crecimiento de los merca-dos de objetos culturales ilegales, algunos delos cuales provienen de museos en regionesde conflicto (Schmidt y McIntosh 1996).

Una breve mirada al pasado del surde ÁfricaLa historia de la investigación arqueológicaen el sur de África varía de país a país, conhistorias tempranas en algunos (en el sigloXIX) y más recientes en otros. La mayorparte de las actividades de investigación fuellevada a cabo en países angloparlantes querecibieron mayor atención de los investiga-dores a partir de los hallazgos de homínidosfósiles en Suráfrica en la década de 1920 ydel descubrimiento del sitio monumental deGran Zimbabwe. La prominencia deSuráfrica en términos de visibilidad mundialdesde comienzos del siglo XX como resulta-do de los hallazgos de homínidos fósiles ayu-dó a redefinir la historia científica de los orí-genes humanos, ya destacados por los des-cubrimientos hechos por los Leakey en eloriente de África (Robertshaw, ed., 1990);sin embargo, esas investigaciones tempranasenmascararon los eventos brutales y las pro-fundas divisiones que estaban teniendo lu-gar en los procesos de atrincheramiento de

la dominación colonial en el continente, in-cluyendo el apartheid en Suráfrica y laexpansión del nacionalismo afrikaner en laregión (Hall 1990; Mitchell 2002).Zimbabwe, apropiada por Cecil Rhodes parasu compañía, British South Africa Co, quellamó Rhodesia en honor de sí mismo, y quese pensó que poseía reinos perdidos, fue ex-plotada por sus reservas de oro mientras surico patrimonio fue alienado de las comuni-dades locales a través de la promoción deliteratura colonial y de narrativas históricasque atribuyeron la cultura de Gran Zimbabwea pueblos extranjeros; además, muchos gru-pos fueron sacados de sus tierras y alojadosen reservas creadas especialmente con esepropósito (Hall 1995; Ranger 1999; Pikirayi2001; Given 2004). Los otros países no fue-ron tratados de la misma manera porque sesupuso que no tenían recursos significativosni atracciones patrimoniales; su patrimonioarqueológico no fue documentadosistemáticamente, salvo algunas mencionesen reconocimientos hechos por oficiales co-loniales (Lane et al. 1998). Los reconocimien-tos arqueológicos sólo se han realizado enlas dos últimas décadas en Botswana yNamibia y han dejado de hacerse o son casiinexistentes en Angola y en la RepúblicaDemocrática del Congo.

El pasado del sur de África refleja la di-versidad de su población y de su medio am-biente. La región tiene un rico patrimonioarqueológico con varios sitios de homínidostempranos y algunas de las culturas más an-tiguas en la historia de la humanidad (Mitchell2002; Phillipson 2005); también tiene sitioscon diversas tecnologías e innovaciones, in-cluyendo las riquezas en petroglifos de sitiosdesignados como patrimonio de la humani-dad —Matopo Hills, en Zimbabwe; TsodiloHills, en Botswana; y Drakensberg Hills, enSuráfrica (www.whc.unesco.org). Para mu-chas comunidades la escritura de la historiade la región, hasta hace poco dominada porla experiencia colonial (Hall 1990; Schmidt

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1995; Schumaker 1996), es ambivalente ensu identificación con el pasado. La ostentosaconstrucción de monumentos por parte de losregímenes coloniales dejó un amplio legadode edificios y otros sitios que ahora son partedel patrimonio nacional de varios países yque significan un reto para quienes manejanel patrimonio (Turnbridge y Ashworth 1996;Ranger 1999; Mbunwe-Samba 2001; Funari2005). Los conflictos sobre la propiedad dealgunos de los monumentos coloniales quese sobre-impusieron a lugares sagrados paralas comunidades locales han causado resen-timiento. Los practicantes patrimoniales lu-chan por encontrar estrategias que les per-mitan acomodar un patrimonio tan dispara-tado como parte del patrimonio nacional yglobal compartido en el período post-independentista (cf. Lahiri 2001; Rao yReddy 2001). En algunos países, comoNamibia, los monumentos colonialesestratificados de diferentes poderes colonia-les compiten con historias locales y con otrossitios. La pluralidad de pasados y la necesi-dad de representarlos en los nuevos Estadosdemocráticos sugiere que los practicantespatrimoniales deben tener un entendimientoadecuado de los procesos que informaron lacreación de las historias estratificadas de laregión; además, deben diseñar políticas quecontribuyan a la creación de públicos infor-mados y que permitan salvaguardar los re-cursos patrimoniales (Clark 2005).

Las sociedades del sur de África puedenser agrupadas en cuatro categorías ampliascon base en su arribo a la región. Se cree quelos habitantes más tempranos de la regiónfueron los San, reputados descendientes delas comunidades de cazadores-recolectoresde la tardía Edad de Piedra que poblaron lamayor parte del sur de África y que fueronresponsables de una parte significativa de lospetroglifos encontrados en los países de laregión. Las comunidades Khoekhoe, queposeían animales domésticos (incluyendoovejas), arribaron más tarde, en el primero

milenio AC, y con el tiempo se cruzaron conlas comunidades San, produciendo laaculturación de ambos grupos (Sadr 1997;Smith y Ouzman 2004). Hace unos dos milaños llegaron otros pueblos con tecnologíasnuevas, incluyendo metalurgia y cerámica;estos grupos, que se cree migraron desde eloriente y el centro del continente, crearon si-tios monumentales como Gran Zimbabwe yMapungubwe (Pikirayi 2001; Connah 2004).Los dos últimos grupos de habitantes de laregión llegaron en los últimos cuatro siglos,primero con la ocupación holandesa del Caboa mediados del siglo XVII y, después, con laimportación de trabajadores asiáticosreclutados para trabajar en la emergente eco-nomía colonial (Hall 2000); así, la presenciareciente de poblaciones caucásicas y asiáti-cas en la región está ligada a la experienciacolonial que duró hasta la última década delsiglo XX con la independencia de Suráfrica.

El proceso de estratificación del patrimo-nio material e intangible del sur de África hasido documentado en otras partes (Mitchell2002; Stahl, ed., 2005). Cada ocupación sub-secuente de la región produjo restos materia-les cada vez más grandiosos, sobre todo enlos últimos doscientos años; sin embargo,algunos de los sitios más significativos deja-ron pocas evidencias materiales en el paisa-je. Con la asimilación de los grupos mástempranos por parte de los recién llegadossu cultura material y su patrimonio culturalfueron subsumidos por un nuevo repertoriocultural. Los recién llegados también apro-piaron aspectos de la cultura material de losgrupos que encontraron, como los sitios conpetroglifos que fueron incorporados en lascosmovisiones de las comunidades Bantu-hablantes (Denbow 2002; Smith y Ouzman2004). La producción colonial de la historiaresultó en apropiaciones que excluyeron alos habitantes más tempranos porque privi-legiaron el patrimonio cultural imperialistay negaron el significado del patrimonio cul-tural de los pueblos San, Khoe y Bantu

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(Gordon 1992; Kinahan 1995). La construc-ción colonial de la historia del sur de Áfricacontó la historia desde el punto de vista delimperio y aseguró que los sistemas de edu-cación de las comunidades locales glorifica-ran las culturas imperiales y presentaran lasculturas locales de manera negativa. Cuan-do se alcanzó la liberación la mayor parte delos países de la región inició programas pararecuperar, restaurar y reafirmar la importan-cia de los primeros habitantes, sobre todoinvocando la gloria de las civilizaciones pa-sadas (Ndoro 2001); sin embargo, el usonacionalista del pasado hecho en el períodoposterior a la independencia fue problemáti-co porque seleccionó, subjetivamente, losaspectos adecuados para la causa naciona-lista y silenció o apropió otros patrimoniosque no se articularon con su agenda (Zegeye2001)4; también seleccionó del espectro deculturas locales aquellas que simbolizaban,desde su perspectiva, las glorias nacionalesy destinó para una rápida modernizaciónaquellas que consideró más apropiadas parareflejar modos de producción menos progre-sistas; estas comunidades eran, sobre todo,cazadoras-recolectoras y pastoralistas quehabían resistido, a su manera, los esfuerzoshechos por los regímenes políticos para queabandonaran su modo de vida (cf. Nongoro2003).

Encontrando al público en losdiscursos arqueológicos del sur deÁfricaMerriman (2004:1-5) señaló las formas di-ferentes como la idea del «público» se invo-ca en la literatura, particularmente en el dis-curso arqueológico; notó el uso cambiantedel concepto, especialmente con las críticasrecientes de la arqueología como una disci-plina basada en una tradición occidental dela filosofía. Hoy en día la arqueología es cons-ciente de su patrimonio múltiple y ha habidoesfuerzos deliberados para cambiar los

paradigmas al respecto, desde la visióneurocéntrica dominante hacia tendenciasglobales que reconocen contribuciones no-occidentales a los recursos patrimoniales einterpretaciones distintas (Cleere 1984;Gosden 2001; Merriman 2004). Este hechoes relevante a medida que las perspectivasindígenas sobre el patrimonio y su manejodel conocimiento influyen sobre las prácti-cas actuales de la administración de recur-sos culturales y, por extensión, sobre la prác-tica arqueológica (Hodder 2003). En el surde África, donde las narrativas dominantesdel pasado fueron construídas por misione-ros, oficiales coloniales y otros escritoresextranjeros, el proceso de reconstruir el pa-sado desde la investigación arqueológica yel conocimiento local apenas está empezan-do (Gawe y Mweli 1990; Shepherd 2002;Reid y Lane 2004). Los diversos públicos dela región están en el proceso de re-definirse así mismos, sobre todo con relación a su pa-trimonio, reinterpretando las versiones sobrela historia de la ocupación regional, su cul-tura material y las formas como ha sido va-lorado su patrimonio intangible. Uno de es-tos procesos es la reafirmación de las identi-dades San, sobre todo el reclamo del patri-monio antes silenciado o excluido de sus iden-tidades contemporáneas (Hitchcock yVinding, eds., 2004; Ouzman 2005). Aun-que las identificaciones de varias comunida-des pueden ser desconcertantes para los nue-

4 El caso surafricano es interesante porque laetnicidad fue reconstruida como una herra-mienta para «dividir y reinar» al final de laera del apartheid; así se reinventó el reinoZulu a través del Inkhatha Freedom Party bajoel liderazgo de Mangosuthu Buthelezi. En elperíodo post-independentista el reino Zuluha sido invocado en el mercadeo agresivo dela provincia Kwa-Zulu Natal como un desti-no patrimonial exótico; sin embargo, estehecho ha silenciado otras identidades, comola de la comunidad asiática, mayoritariamenteconcentrada en esa provincia.

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vos Estados nacionales están demostrandola diversidad y pluralidad regionales; estehecho es importante para los educadores pa-trimoniales porque ahora la gente puede re-conocer sus historias en las construccionesnacionales del pasado y re-energizar el valorde su propio patrimonio.

La influencia de los Estados en el manejodel patrimonio arqueológico en el sur de Áfri-ca ha significado que la relación entre lospracticantes patrimoniales y la comunidadha estado basada, comúnmente, en aproxi-maciones didácticas. El Estado, como pro-pietario legal de los recursos patrimoniales,ha determinado cuáles deben ser protegidos,conservados y desarrollados para su uso pú-blico (Nzewunwa 1984; Macamo 1996;Ndoro 2001); este hecho ha determinado quésitios y monumentos se incluyen en loscurrículos educativos y cuáles se conviertenen la cara del país en la promoción del turis-mo y del Estado en la arena internacional5.Dado el interés nacionalista de la mayoría delos Estados en la época de su independenciael uso del patrimonio para reforzar los men-sajes sobre la construcción nacional fue casiinevitable e, invariablemente, privilegió si-tios monumentales y grandiosos, como GranZimbabwe, o sitios de lucha, como RobbenIsland; esos sitios también fueron los prime-ros propuestos para su designación comopatrimonio de la humanidad. Las institucio-nes legales y de custodia fueron, casi exclu-sivamente, patrocinadas por el Estado. Estehecho se tradujo en que el proceso de identi-ficación de los sitios para los listados o re-gistros de monumentos nacionales estuvierainfluido por la filosofía gubernamentalimperante; sin embargo, la mayor parte delos Estados en la región no tenía los recursoshumanos suficientes ni la capacidad finan-ciera para manejar con eficiencia los recur-sos patrimoniales ni para desarrollar el re-gistro de sitios y colecciones (Kibunjia 1996).Como resultado las bases de datos de los re-gistros estatales sólo incluyen información

provista por investigadores extranjeros o, entiempos más recientes, recuperada a travésde arqueología de rescate. Un problema in-mediato obvio fue el conflicto entre los vesti-gios del patrimonio colonial y del patrimo-nio de la liberación. Los sitios y monumen-tos con significación para las comunidadespermanecieron, en buena medida, fuera deldiscurso de las instituciones encargadas deldesarrollo del patrimonio estatal y, en mu-chos casos, no fueron documentados a pesarde su riqueza patrimonial intangible6. Sóloen años recientes, con el interés renovado enarqueología del paisaje, patrimonio intangi-ble y recursos y con las preocupaciones delconocimiento indígena sobre el renacimientode las identidades étnicas, el Estado y lasagencias internacionales han empezado adedicar recursos para el patrimonio por fue-ra de los planes institucionales del Estado (cf.Munjeri 1995; Mbunwe-Samba 2001).

Algunos países africanos intentaron de-sarrollar todos los recursos patrimoniales,

5 El uso del patrimonio cultural para promo-ver el turismo, el sector privado y las insti-tuciones es común y produce mensajes delpasado como tranquilo, próspero y armo-nioso. La Agencia de RadiodifusiónSurafricana (SABC) usualmente transmitepropagandas que usan sitios comoMapungubwe. El Departamento de Turis-mo de Botswana usa los petroglifos deTsodilo Hills para promocionar el país. Laiconografía del Gran Zimbabwe ha sido ex-tensamente usada en Zimbabwe por el Es-tado y por instituciones privadas.

6 En casi todos los países de la región SADClos servicios patrimoniales son manejados pordepartamentos gubernamentales o han sidoestablecidos como agencias paraestatales; suautonomía limitada significa que tienen pocoespacio para realizar actividades de investiga-ción y de manejo patrimonial independientes,es decir, por fuera de los planes y programaslocales y del gobierno. El caso de las políticassobre patrimonio del Museo Nacional deBotswana es un buen ejemplo; aunque tiene

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incluso aquellos de origen colonial; sin em-bargo, en algunas comunidades había resen-timiento hacia la cultural material colonial,particularmente hacia los monumentos re-cientes asociados con regímenes represivos(Meskell 2003; Whitelaw 2005). Puesto quelas autoridades coloniales colonizaron sitiossagrados o significativos para establecer sudominio (este fue el caso de la tumba de CecilRhodes en Matopo Hills) las comunidadeslos reclamaron después de su caída (Hall1994; Ranger 1999). Las autoridades quemanejan el patrimonio han tenido que enfren-tar el dilema de preservar todas las reliquiasy de restaurar los sitios violados de las co-munidades que quieren involucrarse en larevitalización y en el manejo de los recursospatrimoniales locales. El problema no sóloafectó el patrimonio cultural sino, también,el patrimonio natural; de hecho, las comuni-dades han reclamado los territorios perdidosdurante la época colonial para la creación deparques naturales y reservas de vida salvaje(Manyanga 1999; Ranger 1999). Este pro-blema es evidente en las luchas actuales porla redistribución de tierras en los nuevos Es-tados independientes de Zimbabwe, Namibiay Suráfrica. La arqueología y los recursosde educación patrimonial que abordan temasde acceso a los recursos no han sido todavíaarticulados en la literatura arqueológica re-gional. Las teorías y metodologías formula-das en Europa y Estados Unidos para mane-jar reclamos opuestos sobre los recursos,sobre todo sitios y hallazgos particularmen-te disputados, pueden ser ilustrativas; tam-bién puede ser útil la revisión de los aspectoslegales y culturales que ayudan a evitar queesos reclamos se conviertan enenfrentamientos violentos.

La negativa a tratar el asunto de la iden-tidad étnica en los Estados post-colonialesdel sur de África influyó el curso de las eco-nomías políticas regionales. La paz post-independentista duró poco en Angola yMozambique. La resistencia a lo que se per-

cibe como dominación del Estado o de gru-pos étnicos privilegiados en Botswana,Namibia, Suráfrica y Zimbabwe ha contri-buido a una articulación deficiente de losprogramas de desarrollo patrimonial. El ex-presidente de Zambia Kenneth Kaundapromocionó la filosofía de «una Zambia,una nación» para tratar de asegurar que losciudadanos de su país se identificaran conla cultura nacional y no con las identidadesétnicas o de otra clase; lo mismo ocurriócon el proceso de «aldeización» de Tanzaniabajo la filosofía de Ujamaa. Estos esfuer-zos han sido socavados por el resurgimien-to de las identidades étnicas en la economíapolítica de la región y en el uso del patrimo-nio para reafirmar las identidades individua-les y colectivas. La realidad de la etnicidadcomo un factor crítico en la auto-identifica-ción de las poblaciones del sur de Áfricaestá siendo tan reconocida como las identi-dades de género y de clase (Chabal 1996).Con respecto al manejo del patrimonio elasunto de las identidades étnicas o tribalesha sido significativo en la consideración delpúblico que debe ser objeto de educaciónpatrimonial y de otros programas de con-servación. Quienes manejan el patrimonioreconocen que la identidad étnica es cons-truida y afrontan ese hecho a la luz de losreclamos sobre el pasado y sobre sus restosmateriales asociados (Rowlands 1994). Eldesarrollo de planes de manejo para los si-tios considerados patrimonio de la humani-dad, que incluye consultas con las comuni-dades locales, no ha sido suficiente pararesolver los problemas subyacentes en lasrelaciones entre las personas y los sitios(www.unesco.org). Investigaciones en cur-

una relación de confianza excelente con lascomunidades ha adoptado políticas de con-servación y manejo del patrimonio que son,con frecuencia, incongruentes con los valo-res comunitarios y con sus expectativas parael manejo de los recursos patrimoniales.

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so en Tsodilo Hills, en Botswana7, estánponiendo al descubierto algunas identida-des contestadas al interior de las comunida-des locales con respecto a quiénes deben serresponsables del desarrollo del lugar; debi-do a la diversidad cultural del noroccidentedel país este proceso incluye la pregunta so-bre cuáles son las comunidades «auténti-cas», sobre todo con respecto a la antigüe-dad en la región y el patrimonio material.Este debate ha llevado a cuestionar la iden-tidad nacional, la iconografía usada parapromover los monumentos nacionales y losprivilegios asociados con el patrimonio delas comunidades coloniales (inglesas) oTswanage que han seleccionado el inglés yel setswana como los idiomas oficial y na-cional, respectivamente (Campbell 1998;Mazonde 2004)8.

La emergencia de coaliciones comunita-rias alrededor de identidades étnicas que usanel patrimonio como un recurso fundamentalpara el reclamo de su identidad en la regiónen el período posterior a la independencia haobtenido el apoyo de ONGs regionales e in-ternacionales (como IWGIA). El uso de laeducación patrimonial como un medio bási-co para promover la conciencia étnica entrelas comunidades que se auto-identifican comomarginadas ha puesto de relieve la decaden-cia de los recursos educativos en los patri-monios locales y regionales (Hays y Siegrühn2005; cf. Kaunga 2005; Krøijer 2005), in-cluyendo las instituciones que proveen ser-vicios patrimoniales (como los museos) y loscurrículos escolares en los programas de edu-cación nacional; de hecho, ofrecen poco másque un registro básico de los contextos de lasculturales locales, generalmente usandomuseografías anticuadas y lenguas que notienen relación con los contextos socio-cul-turales locales. Las ONGs que trabajan encampos más amplios (como derechos huma-nos, problemas de género y protección delmedio ambiente) están cada vez másinvolucradas en el ofrecimiento de educación

patrimonial y en el desarrollo de habilidadescomo parte del empoderamiento comunita-rio y como posibilidad de creación de ingre-sos económicos (Akpan 2004; WIMSA2005)9. La ausencia de contenidos coheren-tes para la educación arqueológica en estasiniciativas ha significado que los recursosarqueológicos y el conocimiento permanez-can por fuera del ámbito de la educaciónpública, con la excepción de algunas pocasinstituciones que forman parte del sistemaformal. Debido a las diferencias que existenen los servicios educativos en la región haygrandes disparidades en los contenidos rela-cionados con el conocimiento arqueológico;en los países que enfrentan la ardua tarea dereformar sistemas educativos obsoletos,como Suráfrica, este proceso ha involucradoel mejoramiento de los sistemas educativosnacionales y provinciales y la revisión de laspolíticas de manejo patrimonial (Hall 2000).

7 Varios estudiantes del Departamento de His-toria de la Universidad de Botswana hanexplorado la relación entre los sitios desig-nados como patrimonio de la humanidad ylas identidades locales usando Tsodilo Hillscomo estudio de caso.

8 El debate sobre la identidad en Botswanaha sido muy activo desde 2000 con el pro-ceso de revisión constitucional que involucróla delineación de grupos étnicos y su repre-sentación en la Cámara de Jefes; además,los debates sobre los derechos territorialesde los San han llamado la atención sobre laetnicidad y las minorías. El trasfondo histó-rico de los debates está conformado por laspolíticas coloniales británicas que crearonpoderosos Estados hegemónicos Tswana enla época de la dominación colonial y les otor-garon el derecho de auto-determinación, almismo tiempo que suprimieron los recla-mos de auto-determinación de otros grupos.

9 Este ha sido el caso con las ONGs del tipoKuru en Botswana que han adoptado unprograma de desarrollo multi-activo concomunidades San; esas ONGs, que se enfo-can en educación, empresas culturales y

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La falta de contenidos patrimoniales reflejaotras limitaciones, como la falta de indivi-duos que puedan dedicar su tiempo al desa-rrollo material de la arqueología10.

Historias codificadas, textos yoralidad en la reconstrucción de lahistoria del sur de ÁfricaLa reconstrucción de los pasados del sur deÁfrica a partir de sus restos materiales des-cansa, cada vez más, en las ricas tradicionesorales hasta ahora sólo usadas porantropólogos, etnólogos e historiadores paraestudiar las poblaciones mayoritariamentenegras de la región11. A pesar de que algunostrabajos han sido cuestionados por usaracríticamente el dato etnográfico en la cons-trucción de analogías entre el pasado y elpresente (Lane 1996, 1998) sigue siendoimportante la contribución de las tradicionesorales y de la etnografía en las interpretacio-nes de la cultura material y en la reconstruc-ción del pasado material (Lewis-Williams1984; Schmidt 1997). Aunque el uso de lashistorias locales y del patrimonio vivo en lareconstrucción del pasado arqueológico nose relaciona, de manera explícita, con la ar-queología social (Thomas 2004, 2005) hapermitido que los arqueólogos se involucrencon las comunidades y con otras disciplinasde una manera inexplorada hasta ahora(Andah 1995; Eze-Uzomaka 2000; vanSchalkwyk y Smith 2004; Simon Hall, co-municación personal). Este asunto ha posi-bilitado diálogos arqueológicos con gruposque han sido sujeto de investigación a travésde décadas de producción de conocimientoen campos como la antropología (Kuper1987). Una práctica arqueológica incluyen-te de este tipo es un paso importante en laliberación de los practicantes de la disciplinadentro y fuera de la región, sobre todo dequienes operan bajo el peso de la historiasreguladas por el Estado y por los textos so-bre el pasado. Los investigadores extranje-

ros cuyos lazos con la comunidad no se ex-tendieron más allá de su trabajo podrían apro-vechar esta circunstancia para reconectarsecon las arqueologías de sus propios traba-jos, construidas en sociedad con las comuni-dades investigadas que los acogieron.

La arqueología ha abandonado la conside-ración de los textos escritos como la verdadúltima sobre el pasado y ha empezado a usarlas historias orales locales; estos hechos hancreado otros retos porque ponen de relieve lascomplejas relaciones entre la gente y la pro-ducción del pasado (Esterhuysen, comunica-ción personal). El uso del folclore y de otrostextos mostró cómo la arqueología científicadominó el discurso a costa de otras formas deproducir conocimiento sobre el pasado (Gazin-Schwartz y Holtorf 1999; Layton 1999). Lainvención de nuevas historias y de culturas hastaahora sólo discutidas en los estudios históricosatrajo a los arqueólogos y demandó su intros-pección en las herramientas metodológicas yteóricas usadas para obtener, construir e inter-pretar el pasado (Hall 1994; Comaroff yComaroff 1997). Las implicaciones más am-plias de este proceso pueden verse en el de-rrumbe de las fronteras erigidas entre espacios

manejo y conservación del patrimonio, hancreado capacidades en las comunidades yllamado la atención sobre la necesidad deconseguir recursos para la educación patri-monial, incluyendo la educación arqueoló-gica.

10 La Universidad de Witwatersrand, enSuráfrica, es la única institución de educa-ción superior que, actualmente, tiene unarqueólogo que implementa la educaciónarqueológica en sus cursos. Las universida-des no tienen arqueólogos que desarrollencontenidos de ese tipo. En los países de laregión SADC los ministerios de educacióny las instituciones que trabajan con educa-ción y patrimonio tampoco tienenarqueólogos activos, excepto en museos yservicios de antigüedades.

11 El trabajo de Schapera ha sido muy influ-yente en este sentido.

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rurales (exteriores/tradicionales), donde vive lamayor parte de la población, y espacios urba-nos (internos/modernos), donde está la mayorparte de los recursos de investigación, inclu-yendo archivos y bibliotecas; también ha teni-do el efecto de acercar a las comunidades rura-les que viven en paisajes ricos en sitios arqueo-lógicos a la idea de un patrimonio valioso y alos contextos urbanos en los cuales se realizanesos procesos y se toman las decisiones. Aun-que estos hechos no producen, necesariamente,mayor conocimiento ni mejor transferencia deinformación a las comunidades sí aumenta suconciencia sobre el valor de su patrimonio ma-terial e intangible, sobre todo cuando los pla-nes de desarrollo en varios países aprovechanlos recursos culturales para la diversificacióneconómica y el turismo. El conocimiento ar-queológico sigue siendo producto y recurso parauna pequeña audiencia de lectores académicos,con aplicación directa limitada en la vida coti-diana de la gran mayoría de las personas(Nzewunwa 1984; van Schalkwyk 1996); sinembargo, allí donde los recursos patrimonialeshan sido usados para el turismo han surgidoproblemas en el manejo del interés público y ensu utilización de manera sostenible12.

El diseño y puesta en marcha de estrategiascoherentes de educación patrimonial tiene quetener en cuenta los escenarios que he descrito,además de reconocer el carácter efímero de al-gunas de las estrategias puestas en marcha almismo tiempo que se convierten en marginales oirrelevantes para los discursos sobre el desarro-llo o para las economías políticas actuales. Laarqueología busca pasados distantes para real-zar las historias de larga duración y la antigüe-dad de los lugares en los cuales vive la gente dela región. Cuando los arqueólogos adquieren nue-vos conocimientos y los habitantes locales nue-vas intuiciones para leer el pasado ocurre unenriquecimiento mutuo; sin embargo, el hechode que las personas demandan el acceso a recur-sos y servicios más básicos como la educación,la salud y la seguridad pareciera ocultar la rele-vancia de la educación arqueológica para sus

luchas actuales. Pero puede argumentarse quela educación arqueológica sigue estando cercade las preocupaciones de la gente y de sus nece-sidades diarias para dar forma al futuro porqueel conocimiento arqueológico, en la forma comoes producido y como modifica el pasado, el pai-saje y otros recursos, otorga a las comunidadesnuevas maneras de auto-identificación. Este pro-ceso no es uniforme en la región y depende de ladistribución y del tiempo de los equipos de in-vestigación para elevar la conciencia local. Unade las maneras más inmediatas y obvias a travésde las cuales se ha desarrollado esa conscienciaha sido la destrucción de lugares patrimoniales,sobre todo los sitios con petroglifos del sur deÁfrica, a medida que la gente trata de aprove-char su significación13. Las otras formas han sidola incorporación de conocimiento arqueológicoen las tradiciones locales y mitos y la reproduc-ción de ese conocimiento para enfrentar asuntosrelacionados con la desigualdad o la marginalidadde las comunidades que perciben que su patri-monio cultural está amenazado por las prácticas

12 No estoy sugiriendo que las comunidadesrurales o urbanas no son conscientes de loscambios en los valores y la significación delpatrimonio; por el contrario, muchas comu-nidades están dispuestas a aprovechar susbeneficios económicos. Este hecho se ponede manifiesto, por ejemplo, en el interés pormodificar el uso del suelo en Botswana cuan-do los individuos anticipan la realizaciónde nuevos proyectos de desarrollo en sus te-rritorios y distritos.

13 En varios países de la región muchas perso-nas, sobre todo jóvenes, tratan de beneficiar-se de la industria turística sirviendo comoguías informales en los sitios patrimonia-les. En Suráfrica y Botswana los jóvenesusan líquidos (como gaseosas y agua) sobrelos petroglifos para realzar su visibilidad.Estos sitios no vigilados son vulnerables; lascondiciones sólo han mejorado cuando quie-nes manejan el patrimonio diseñan planesde cuidado compartido con las comunida-des. Desafortunadamente algunos sitios fue-ron dañados de manera irremediable.

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hegemónicas o dominantes de los Estados na-cionales (Denbow 2002; Given 2004).

El fomento del turismo y de las políticasde educación ambiental, relacionado con losargumentos que he discutido, requiere apre-ciar la diversidad y la naturaleza plural delos públicos a quienes pretende llegar; estoincluye mayor atención al conocimiento lo-cal del medio ambiente y a las habilidades detransferencia de conocimientos, algunas delas cuales han sido socavadas por la urbani-zación acelerada y por la dislocación de lospatrones de asentamiento. La idea de unmercado turístico homogéneo proveniente delmundo desarrollado que viene al sur de Áfri-ca para tener una «experiencia africana» debeser reformulada si quiere informar al sectordel patrimonio cultural; para ello dene teneren cuenta la diversidad y el carácter híbridode las poblaciones locales, sobre todo las di-námicas de sus paisajes culturales. Las cul-turales locales esencializadas por el merca-do ya han sido resistidas por comunidadescomo los San, quienes están hablando, cadavez más, en contra del uso de su patrimoniocultural en la promoción regional e interna-cional del turismo. La mercantilización delas culturas San ha producido diversos re-sultados para las comunidades. La incorpo-ración de aspectos materiales e intangiblesde su patrimonio cultural por parte de unmundo global híbrido no ha estado acompa-ñada por la llegada de recursos que mejorensu calidad de vida (WIMSA 2005); de he-cho, siguen dependiendo del Estado o deONG´s para su empoderamiento y de losprogramas de mitigación de la pobreza. Másaún, su estatus en los paisajes culturales ylas imaginaciones locales y nacionales no hacambiado, por lo que siguen luchando con-tra la marginalidad; este es evidente en lasrepresentaciones museológicas que todavíamuestran el patrimonio San como parte de lanaturaleza (Gordon 1992; Skotnes, ed.,1996). Los currículos escolares y los medioseducativos todavía presentan a los San como

una reliquia cultural indiferenciada dentro delas bases de datos demográficos ylingüísticos; este hecho ha tenido un impactonegativo en el rendimiento educativo de lascomunidades y en su habilidad para derivarun sentido afirmativo del patrimonio arqueo-lógico que se les atribuye (Mazonde 2004;cf. Ucko 1994; Meskell 2003).

Arqueologías descolonizadas yeducación patrimonialLa educación ha servido como un recurso deliberación y empoderamiento en los perío-dos colonial y post-colonial; para la mayorparte de los ciudadanos del sur de África,cuya posibilidad de mejorar la calidad de vidadescansa en la obtención de educación cali-ficada y empleo formal, continúa jugando unpapel importante en el cambio de las formasde vida personales y colectivas; sin embar-go, varios sistemas educativos en la regiónno incluyen la educación patrimonial ni pro-mueven el sector cultural como un área parala adquisición de habilidades. La revisión delos currículos escolares para asegurar conte-nidos educativos y aumentar el desarrollo delas habilidades necesarias para poder llevarun modo de vida dentro del sector del patri-monio cultural no ha sido priorizada en losprogramas de educación arqueológica formaly de arqueología pública; por eso no es sor-prendente que muchas de las personas quetienen acceso a la educación formal tenganuna educación arqueológica limitada o nocontribuyan al apoyo de la educación patri-monial cuando son adultos. La idea de quelos recursos patrimoniales son propiedad delEstado aliena a la gente de la posibilidad derelacionarse con ellos por fuera de los salo-nes de clase o como empleados casuales enproyectos de investigación o de turismo pa-trimonial. En Botswana no existen requeri-mientos para que los arqueólogos que em-plean habitantes locales los entrenen; comoresultado los investigadores locales y

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foráneos no han invertido tiempo ni recursosen la enseñanza de habilidades o en progra-mas arqueológicos para sus asistentes. La«arqueología de aficionados» ha estado li-mitada a individuos blancos, activos o jubi-lados, sobre todo en Zimbabwe y Suráfrica,con un involucramiento limitado de las co-munidades que los arqueólogos encuentrancuando hacen trabajo de campo.

La idea de metodologías arqueológicasdescolonizadas implica ir más allá de los prin-cipios de la organización del trabajo de cam-po y de laboratorio que privilegian a los aca-démicos o a los trabajadores calificados delos museos. Los miembros de las comunida-des sólo son empleados como peones en lasinvestigaciones de campo o en lasexcavaciones (cf. Matos 1994; Hodder2003); más aún, su papel en el diseño y puestaen marcha de las estrategias de manejo yconservación patrimonial debe apuntalar lasestrategias nacionales y regionales en vez deque estas últimas sean impuestas desde arri-ba, tal y como sienten que sucede, actual-mente, con respecto al manejo del patrimo-nio cultural y natural de la región. Aunquepara que los Estados puedan gobernar debendesarrollar y usar políticas de agregación yhomogeneización esto no significa que nonecesiten tener en cuenta dinámicas cultura-les locales, incluyendo las identidades y suconstitución; de otra manera serán resistidospor las comunidades locales, a veces a tra-vés de conflictos que impactan los recursosarqueológicos de manera negativa (cf. Pwitiy Mvenge 1996). Si a estos conflictos se su-man las limitaciones a las libertades civiles yla pobreza el resultado puede ser abiertamentehostil, como ha señalado Meskell (2003) so-bre la compleja construcción del patrimonioegipcio; además, continuarán alienando a losjóvenes que ingresan al sistema educativo delaprendizaje y la apreciación de su patrimo-nio cultural local, reemplazándolo por unafalsa valoración del patrimonio cultural fo-ráneo, sobre todo euro-americano, que es

percibido como más dinámico, excitante ycapaz de crear oportunidades para el éxitoindividual. Este problema es evidente en losniveles nacional y regional/global con la mi-gración a áreas urbanas, metrópolis regio-nales más grandes (como Johannesburgo) yciudades globales en Europa y Estados Uni-dos. La idea de que la actualización culturalllega con la migración física a esos espaciosestá ligada al contenido de la educación pú-blica que localiza las culturas locales en unaescala más baja con relación al patrimoniocultural de Occidente (Nyamnjoh 2004). Estees el contexto al que quiero referirme parapreguntar qué pasaría si el público del surgeográfico se involucrara, activamente, endiálogos sobre el pasado y sobre la identidady la representación en el mundo moderno. Elsur metafórico es un lugar para el diálogocomo se refleja en la crítica del post-moder-nismo y la post-colonialidad que sugiere queexiste una creciente búsqueda de regenera-ción; esa búsqueda, invariablemente, miradentro del ser y contra el cosmos y dependede principios universales de bienestar en so-ciedades que se consideran menos afectadaspor los excesos de la industrialización(Friedman 1999).

Aunque en el sur de África se ha avanza-do en algunos aspectos relacionados con elmanejo de recursos culturales todavía hayotros que están retrasados en términos de larealización de estrategias regionales coheren-tes para el manejo de los recursos patrimonia-les y de la arqueología pública. La inyecciónde fondos y de políticas internacionales en laarena del desarrollo desde la década de 1980incrementó el empleo de arqueólogos enBotswana (van Waarden 1996) y el diseño decódigos de ética para los practicantes enSuráfrica (Whitelaw 2005). Aunque el uso decriterios de evaluación de impacto arqueoló-gico permitió incrementar el registro de sitiosconocidos y diseñar planes de manejo paraotros no produjo la revisión de la legislaciónsobre patrimonio en todos los países ni el me-

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joramiento de la sinergia entre ellos para elmanejo patrimonial; como resultado el mane-jo del patrimonio entre los países todavía estásujeto a legislaciones nacionales o provincia-les y a políticas que tienen impacto en la ma-nera como las comunidades (como los San)que viven en territorios fronterizos acceden asus recursos patrimoniales (Biesele yHitchcock 2001). Los arqueólogos han podi-do trabajar como consultores independientespor fuera de las universidades o las institucio-nes gubernamentales; sin embargo, esta liber-tad es precaria porque la financiación está li-mitada por una variedad de factores, inclu-yendo el clientelismo. Aunque existe una altaprobabilidad de que los proyectos con finan-ciación internacional (como los del BancoMundial) empleen arqueólogos los proyectoslocales con financiación nacional difícilmenteimplementarán criterios de evaluación de im-pacto arqueológico; más aún, la financiaciónrara vez cubre la diseminación de la informa-ción recuperada en el trabajo de campo; poreso la manera de compartirla depende de lavoluntad del investigador. La inclusión delmanejo de recursos culturales y de criteriosde evaluación de impacto arqueológico comoparte de prácticas patrimoniales adecuadassigue siendo un reto.

Conceptualizando la arqueologíapública para el surEl sur o el mundo en desarrollo (un conceptoque hace referencia a África, América Lati-na, el sureste de Asia y otras regiones quedependen de naciones más ricas) ha sido in-vestigado de muchas maneras, como unidado como parte de una unidad, en disciplinascomo los estudios sobre el desarrollo. Lasgrandes instituciones financieras y las agen-cias de las Naciones Unidas tienen agendascompartidas sobre esos países pero las his-torias de los estudios sobre su desarrollo soncortas. Las políticas realizadas en un país setransfieren (con individuos) a otros. Este fe-

nómeno es comparable a la práctica y la teo-ría antropológicas de hace unos años, intere-sadas en establecer comparaciones inter-re-gionales (Kuper 1987; Patterson 2001). Des-de un punto de vista arqueológico los paísesdel sur, a pesar de sus diferencias geográfi-cas, comparten varios asuntos, incluyendoun legado y un patrimonio colonial. Investi-gaciones arqueológicas recientes han demos-trado lazos significativos entre redes de in-tercambio que datan del primer milenio AD,sugiriendo que la globalización es anterior ala exploración europea. Estos países tienenrecursos limitados para manejar sus grandesriquezas arqueológicas14; además, en el últi-mo siglo han servido como lugares de entre-namiento y de recolección de las institucio-nes del mundo desarrollado (Gassón yWagner 1994). Su patrimonio local ha sidousado en la industria del turismo y del patri-monio global con recompensas limitadas paralas comunidades locales que, sin embargo,han mantenido ricos recursos de conocimien-to, incluyendo la diversidad del patrimoniocultural nativo.

Los países del sur han sido vulnerables alos liderazgos políticos inestables, como lasdictaduras, que han socavado la relación en-tre la gente y su patrimonio local; por eso lapromoción de la arqueología, de las institu-ciones patrimoniales y, más importante aún,de la arqueología pública sigue siendo fun-damental (Galaty y Watkinson 2004; Funari2005). India es uno de los pocos países delmundo en desarrollo que tiene sofisticadasestrategias de manejo del patrimonio arqueo-lógico. Los retos que enfrenta el desarrollode esos países se suman a sus problemas en

14 El Departamento de Arqueología de la Uni-versidad de Uppsala ha patrocinado variosprogramas doctorales en África oriental ydel sur y ha elaborado una propuesta de in-vestigación, remitido a SIDA/SAREC, parallevar a cabo un programa de investigaciónarqueológica enfocado en África, AméricaLatina, Asia suroriental y Europa.

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términos del manejo de la diversidad cultu-ral que, a veces, socava la gobernabilidaddemocrática y los derechos de los ciudada-nos. El potencial para que la arqueologíadespierte la conciencia nacional y para quetrate con temas relacionados con raza, clasey etnicidad es evidente en América Latina(Oyuela 1994). La experiencia colonial tuvoimpactos negativos en la memoria local y enla contigüidad entre el pasado y el presente.El énfasis puesto en los períodos tempranosy recientes (que se enfocan en el patrimoniocolonial) evitó las preguntas sobre las políti-cas de la identidad y la «indigenidad»; así,continúan siendo retos actuales para la cons-trucción de identidad en muchos países delsur. Los retos de encontrar al «público» einvolucrarlo en una arqueologíadescolonizada son una preocupación de lasinvestigaciones realizadas en el sur que pre-tenden hallar un balance entre la arqueolo-gía histórica y de otros períodos, con énfasisen aspectos locales e indígenas (Funari et al.,eds., 1999; Stahl 2001; Funari 2004; Hall2004; Funari et al. 2005).

Al responder la pregunta ¿cuál sur y cuálpúblico? es claro que la forma actual del mé-todo y la teoría arqueológicos permanecenamarrados al paradigma occidental y al con-cepto de modernidad (Thomas 2004); esto esevidente en la persistente definición del patri-monio cultural desde el punto de vista de lacultural material occidental y de la tradiciónintelectual de la arqueología (Hodder 2003;Clark 2005; Johnson 2005). Desde la nociónde públicos «allá afuera» el sur es percibidoen términos de mercados para las mercancíasde un norte que continúa encontrando otrosmundos en su búsqueda de consumo, conquistay apropiación. Un caso relevante es la luchaque libran las sociedades indígenas para rete-ner su patrimonio cultural, reclamándolo através de su interés en asuntos como la repa-triación o el manejo propio del patrimonio.Algunas personas argüirán que el mundo oc-cidental (el patrimonio euro-americano) tam-

bién ha sido cambiado, significativamente, porlas culturas indígenas de las sociedades en-contradas en el período colonial y que eso to-davía ocurre con las nuevas diásporas haciaoccidente (Friedman 1994; Pearson yRamilisonina 2004). El sur metafórico (loca-lizado lejos de la ciudad, el asiento del gobier-no, la tecnología de punta y los eventos cultu-rales) no deja de ser problemático en su pro-yección como un lugar excitante para que lagente se pueda involucrar en asuntos globales.En primer lugar, enfrenta el «afropesimismo»de los africanos y varias expresiones deorientalismo y latinismo que socavan las re-presentaciones de los países del sur en térmi-nos contradictorios como exóticos, despóticos,cercanos a la naturaleza y desordenados o enuna trayectoria de desarrollo que pretende«acercarse» a la del norte (Ramos 1994;Chabal 1996). En segundo lugar, el controlde la arqueología por los Estados y por prac-ticantes privados (parte de clases privilegia-das) ha significado que los arqueólogos loca-les, incluso cuando poseen buenas credencia-les en casa, sean vistos con desconfianza comomiembros de Estados percibidos como pococonfiables (Nzewunwa 1984; Mapunda yLane 2004). El encuentro de un lugar que ar-ticule las arqueologías del sur con el discursoglobal de la arqueología pública y de la edu-cación exige abandonar la concepción actualdel sur (es decir, el sur del norte desarrollado)y adoptar un nuevo eje de ideas compartidassobre el desarrollo del patrimonio cultural quepueda contribuir a una disciplina arqueológi-ca más rica.

El continente africano tiene varias hebrasde patrimonio compartido con América Lati-na, en buena parte debido a la poblaciónafrodescendiente. Como Funari (2004) seña-ló Brasil es, quizás, más conocido por el car-naval y por sus futbolistas. Estas comunida-des diaspóricas, con su patrimonio resonantede varias partes de África en formas materia-les e intangibles, obliga a considerar el carác-ter del público como híbrido cultural con iden-

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tidades distintivas, aunque interrelacionadas.En las últimas dos décadas se han llevado acabo programas de intercambio de artistas ypracticantes culturales, particularmente entrepaíses con un pasado colonial compartido,como Brasil y Mozambique15; además, losproyectos asociativos de investigación en tec-nología, medicina y manejo del medio ambien-te entre India y varios países de América Lati-na y África están creando nuevas áreas de pa-trimonio compartido que son críticas para elfuturo. Los programas compartidos, como elpatrocinado por CODESRIA y SEPHIS, pro-veen plataformas para el intercambio de aca-démicos e ideas que pueden servir de base parala realización de proyectos conjuntos en ar-queología pública.

La identidad y el patrimonio de poblacio-nes mezcladas en el sur (llamadas «colorea-das» en el sur de África, «criollas» en el Cari-be y «mestizas» en América Latina) perma-necen sin explorar y están mal representadosen la arqueología pública y en el desarrollodel patrimonio (cf. Patterson 1995; Mamdani1996; Zegeye 2001). La reciente liberaciónde Suráfrica ha llamado la atención sobre esteasunto. La politización del uso de la identidadracial para dividir y gobernar (por parte delrégimen del apartheid) y la continua ambi-güedad en su identificación como locales (in-dígenas) y privilegiadas (patrimonio europeo)en la arqueología, la literatura y las artes hanhecho de los pasados de esas comunidades unárea difusa para los estudios patrimoniales.La expresión consciente de las identidades delas comunidades indígenas (llamado«indigenismo» en América Latina) ha produ-cido tanto tensiones como sociedades cultura-les hasta ahora desconocidas (Wade 1994;Vargas 1995; Joyce 2003).

El desarrollo de movimientos socialesglobales, como la campaña Hacer de la po-breza historia (Make poverty history) del añopasado que (entre otras cosas) puso de relievelos usos y abusos del patrimonio cultural delos pueblos nativos, ha incorporado nuevos

públicos en la arena de la educación patrimo-nial. Cuando estas nuevas comunidades (si-tuadas por fuera de las fronteras de los Esta-dos, las geografías locales y las regiones) sonconsideradas junto con «comunidadesvirtuales» de personas que intercambian in-formación, redes y recursos a través de lainternet se crean nuevas audiencias para lasarqueologías públicas del sur. Su crítica delos procesos de construcción nacional, el co-lapso de los Estados y la necesidad de nuevosnichos para empoderar y proteger a los ciuda-danos de los problemas globales está prote-giendo nuevas culturas materiales y nuevosconocimientos para la educación patrimonialpor fuera de los límites tradicionales de losEstados nacionales y de las fronteras etno-geo-gráficas.

Más allá de etnicidad, raza y clase los dis-cursos sobre arqueología pública en el sur deÁfrica no han abordado la relación entre gé-nero y patrimonio; sin embargo, esta relaciónse ha vuelto prominente debido a su impor-tancia en temas cercanos, como los estudiosde manejo medio ambiental y de pobreza. Másaún, el énfasis en las mujeres en las comuni-dades indígenas ha puesto de relieve algunosde los asuntos actuales y futuros del patrimo-nio cultural público y femenino (Kipuri 1998;Meskell 2001). Lo que los investigadores hanllamado «la cara femenina de la pobreza» tam-bién ha facilitado nuevas áreas de representa-ción y de activismo femenino en la conserva-ción; además, los discursos sobre el patrimo-nio (como los que ha hecho el premio NobelWangari Maathai) han resaltado la visibili-dad del poder de las mujeres en este asunto.En América Latina el activismo de las muje-res contra las atrocidades ha alimentado la

15 El apoyo de Cuba a los movimientos de li-beración en África en las últimas tres déca-das incluyó el entrenamiento de estudiantesafricanos, sobre todo de Suráfrica. Este in-tercambio continúa con intercambios depersonal médico y deportivo con Botswanay Suráfrica.

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celebración de eventos que conmemoran lasdesapariciones (cf. Oyuela 1994). Eventos si-milares fueron parte de la lucha de liberaciónsurafricana; el activismo de las mujeres creónuevos vestigios de resistencia patrimonial y,más importante, poderosos receptáculosmnemotécnicos para mantener las identidadesde quienes desaparecieron de la memoria pú-blica. El papel de las mujeres en la creaciónde una memoria colectiva y del patrimonio(en el contexto de las arqueologías públicaslocales) está emergiendo, aunque todavía nose ha investigado en profundidad, en la ar-queología en asuntos globales actuales comoel manejo de la epidemia de VIH/SIDA y laguerra contra el terrorismo. Los procesos des-atados por la Comisión sobre la verdad y lareconciliación en Suráfrica demuestran lanaturaleza irreprimible de la memoria colecti-va en épocas de represión. La documentaciónen marcha de los legados del apartheid estámostrando cómo la gente resistió la domina-ción en términos individuales y colectivos. Lasmujeres del sur de África también han parti-cipado en otras áreas del patrimonio cultural,como en la creación de cultura material y dememoria dirigida a sus familias, especialmentepara mujeres que deben convivir con VIH ySIDA (www.achap.org; www.unaids.org ).

En conclusión, sugiero que el sur, en susignificado como mundo en desarrollo, tienevarias áreas similares y comparables en eldiseño de estrategias para hacer arqueologíapública que pueden sumarse a los debatesactuales sobre manejo de recursos culturalesy arqueologías mundiales. Muchos paísesestán ligados por patrimonios coloniales com-partidos y están cooperando a nivelinstitucional para intercambiar individuos,recursos e ideas para el manejo del patrimo-nio cultural; sin embargo, existen oportuni-dades para ir más allá de estos vínculos dealto nivel que permitan desarrollar estrate-gias de arqueología pública. Así se empeza-ría a afrontar la escasez de contribucionesteóricas y metodológicas del sur, sobre todo

en términos de las investigaciones que sur-gen de las agendas establecidas allí mismo.Los problemas de los países con limitacio-nes en capacidad y falta de recursos para laconservación y el manejo del patrimonio ar-queológico pueden ser mitigados por un au-mento del activismo de los arqueólogos en lapromoción de arqueologías públicas inter-culturales. La realización de tres congresosmundiales de arqueología en el sur ha resul-tado en varias publicaciones que reflejan estacooperación (cf. Funari et al., eds., 1999) ypreocupaciones por la arqueología pública(Merriman 2004); sin embargo, más allá delámbito académico la aplicación activa de lasestrategias de la arqueología pública parainvolucrar comunidades, sobre todo aquellasmarginadas en los actuales contextos de de-sarrollo, contribuiría a las agendas necesa-rias para la descolonización de la disciplina(Johnson 2005; Smith y Wobst, eds., 2005).Además, es necesario involucrar los recur-sos intelectuales del norte para diseñar estra-tegias de sociedades igualitarias en investi-gación y construcción de capacidades.

Los barreras idiomáticas y culturales con-tinúan impidiendo el desarrollo de progra-mas de intercambio, incluyendo la disemina-ción de la arqueología pública; no obstante,es notorio que el mundo en desarrollo (ex-cepto India, que tiene su propia industria ci-nematográfica) sigue consumiendo la cultu-ra euro-americana, sobre todo la cultura po-pular, a través del cine y de otros medios apesar de esas barreras. Muchos proyectos dedesarrollo en el sur de África favorecen esti-los arquitectónicos occidentales, que son pre-sentados como buenas oportunidades de in-versión; rara vez se usan estilos de Asia oAmérica Latina, no obstante que allí existencondiciones climatológicas similares. En elmismo sentido la idea de que el turismo estádestinado a viajeros de ingresos altos privi-legia al norte rico y no intenta cortejar a losviajeros del sur. Como resultado el sur siguesiendo extranjero e indeseable para sí mismo

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mientras el norte es deseado y obtenido cuan-do la gente alcanza los medios necesarios paracomprar un pasaje de avión que los aleje delsur; irónicamente, las crecientes presiones deEuropa y de los Estados Unidos para regu-lar la inmigración de los habitantes del surhan limitado este tipo de viajes. Parece opor-tuno, por lo tanto, que las instituciones edu-cativas y las empresas de turismo basadasen la arqueología usen este nicho para culti-var el conocimiento de las regiones del suren los sistemas de educación formal y no for-

mal. Aunque este parece un propósito inge-nuo debido a los retos que he descrito en esteartículo a largo plazo es uno de los caminossostenibles para desarrollar la arqueologíaen el sur sin depender del norte para la finan-ciación, los investigadores y todos los aspec-tos relacionados con el manejo y la conser-vación del patrimonio. Si el deseo esdescolonizar la arqueología y construir ca-pacidades el balance de escalas sugiere quela necesidad descansa en el sur y el énfasisdebe ser en esa dirección.

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RESEÑAS/RESENHAS

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Arqueologia das sociedades indígenas no Pantanal de Jorge Eremites de Oliveira. EditoraOeste, Campo Grande, 2004. Resenhado por José Luis S. Peixoto (Universidade Federal deMato Grosso do Sul).

Aproximaciones contemporáneas a la arqueología pampeana. Perspectivas teóricas,metodológicas, analíticas y casos de estudio, editado por Gustavo Martinez, María A.Gutiérrez, Rafael Curtoni, Mónica Berón y Patricia Madrid. Universidad Nacional delCentro de la Provincia de Buenos Aires, Olavarría, 2004. Reseñado por Luis Alberto Borrero(Departamento de Investigaciones Prehistóricas y Arqueológicas IMHICIHU, CONICET).

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120 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 2(1):119-160, 2006

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Los cazadores después del hielo de Mauricio Massone. Centro de Investigaciones DiegoBarros Arana, Santiago, 2004. Reseñado por Donald Jackson y Victoria Castro (Departa-mento de Antropología, Universidad de Chile).

Temas de arqueología: análisis lítico, editado por Alejandro Acosta, Daniel Loponte yMariano Ramos. Sociedad Argentina de Antropologia-Secretaría de Cultura de la Nación-Instituto Nacional de Antropologia y Pensamiento Latinoamericano-Universidad Nacionalde Luján, Buenos Aires, 2004. Reseñado por Mariano Bonomo (CONICET-Facultad deCiencias Naturales y Museo, Universidad Nacional de La Plata).

Apuntes para análisis de industrias líticas de André Pierre Prous Poirier. Monografías deArqueoloxía, Historia e Patrimonio, nº 2. Fundación Federico Maciñera, Ortigueira, 2004.Resenhado por Adriana Schmidt Dias (Universidade Federal do Rio Grande do Sul).

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Early inhabitants of the Amazonian tropi-cal rain forest: a study of humans andenvironmental dynamics/Habitantestempranos de la selva tropical lluviosaamazónica: un estudio de las dinámicashumanas y ambientales de Santiago Mora.University of Pittsburgh Latin AmericanArchaeology Reports No 3, Pittsburgh, 2003.Reseñado por Francisco Javier AceitunoBocanegra (Departamento de Antropología,Universidad de Antioquia).

Este libro forma parte de las monografías deinvestigaciones suramericanas publicadaspor la Universidad de Pittsburgh. La tradi-ción de formato bilingüe que utiliza la Uni-versidad de Pittsburgh para publicar traba-jos latinoamericanos es una política editorialloable porque es una forma de divulgar lostrabajos arqueológicos que se hacen en paí-ses de habla hispana. La publicación de estelibro es importante porque contribuye, desdela arqueología, a reivindicar una historia re-gional y autóctona para la Amazonía, apor-tando su grano de arena para desmontar la

idea de una historia fría, en el sentido usadopor Levis-Strauss, para los pueblos menoresde la Amazonía. Esta idea mantiene y repro-duce el lado más perverso y racista de la cien-cia del norte.

El libro está estructurado en dos partes.La primera incluye los primeros cuatro ca-pítulos, que son teóricos, en los cuales el au-tor presenta una síntesis sobre la historia dela Amazonía para dejar claro cuál es el apor-te que puede hacer la arqueología a la horade revisar la historia regional. En la segundaparte se presentan los resultados del proyec-to de excavación de Peña Roja, en el medioCaquetá.

El autor diagnostica muy bien los pilaresideológicos sobre los cuales se construyó lahistoria de la Amazonía: el reduccionismoambiental y la mitificación de la historia, anu-lando la dimensión temporal. El reduccionismoambiental dio más peso a la naturaleza paraexplicar la historia de la Amazonía; lo queexplica por qué la teoría de las limitacionesambientales ha sido transversal a todas las

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121Reseñas/Resenhas

posiciones teóricas, siendo muy evidente cuan-do aparece en escena el concepto de cazador-recolector; por ejemplo, Lathrap (1968), apesar de que rompió con la idea de homoge-neidad cultural y contra argumentó una histo-ria autóctona donde cabían las sociedadescomplejas, forjó la idea de descendientes de-gradados por el ambiente marginal de losinterfluvios para explicar la historia de loscazadores-recolectores de la cuencaamazónica. La otra característica del discur-so histórico fue la fusión pasado/presente,anulando el tiempo contingente de la historiacon el registro etnográfico, al mejor estilo delevolucionismo decimonónico. El registroetnográfico ayudó a consolidar, aún más, laidea de las limitaciones ambientales de laAmazonía en tanto que los factores históri-cos desde la conquista se obviaron, en ciertamanera, para enfatizar el papel de la natura-leza sobre la cultura. En el marco de estasideas el libro reclama un nuevo discurso parala Amazonía, en este caso con los aportes dela arqueología. La contribución más relevantedel estudio de Peña Roja es que se añade a lalista de sitios tempranos que están demolien-do varios mitos sobre la Amazonía, como laimposibilidad de formas de vida forrajerasantes del cultivo de plantas, el difusionismoandino de Betty Meggers para explicar elpoblamiento amazónico, las limitacionesambientales para la complejización social yla teoría de las áreas marginales propuestapor Lathrap para explicar la distribución delos cazadores-recolectores en la Amazonía.

En la segunda parte se presentan los re-sultados de la excavación de Peña Roja. Laestructura es fiel al esquema metodológicode la arqueología de sitio pero, en este caso,reduciéndose a la dimensión diacrónica. Elanálisis se reduce a histogramas para expli-car y entender los cambios temporales en eluso del sitio con base en los cambiosdiacrónicos de la densidad de carbón, de lastaxas de palmas y los tipos líticos. En estesentido la descripción de los datos (ecofactos

y artefactos) está bien lograda sin caer en unexceso descriptivo, rasgo que permite que lalectura sea ágil y comprensible.

El texto adolece de la interpretación es-pacial del sitio; aunque solamente seexcavaron unos 14 m2 (4% de los 350 m2

del depósito) al menos se podrían haber pre-sentado algunas hipótesis sobre los diferen-tes eventos de ocupación en términos de usodel sitio. Mora (p. 140) reconoce respecto alos implementos líticos que «...hubo algunaspreguntas concretas que no se formularon yque se hubieran podido formular empleandoestos materiales. Estas preguntas tienen quever con la adaptación, la movilidad logísticay residencial y la territorialidad». Desde quese inició el trabajo en 1991 creo que ha habi-do tiempo suficiente para haber realizadootros análisis para intentar responder esascuestiones. En la arqueología de cazadores-recolectores se han creado métodos de análi-sis de los artefactos líticos para analizar as-pectos como tipos de asentamientos, intensi-dad de uso de los sitios, grado de movilidado grado de anticipación y planeación en eluso de los sitios; esos métodos no son la pa-nacea universal para explicar sin ningunamargen de incertidumbre la naturaleza de lossitios pero son útiles como herramientas detrabajo para intentar explicar la conducta dela gente en el pasado en intervalos de proba-bilidad o, al menos, de posibilidad. La depo-sición final de los artefactos está relacionadacon las acciones llevadas a cabo en los sitiosy éstas definen la naturaleza de losasentamientos; como no se realizaron talesanálisis no sabemos, en el caso de los arte-factos de talla, cuál es la proporción entrenúcleos, desechos e instrumentos usados, elgrado de uso y agotamientos de los artefac-tos o la relación entre tipo de artefacto e in-tensidad de uso, aspectos que hubieran ayu-dado a interpretar el sitio. Hago estas anota-ciones porque Peña Roja representa una frac-ción de un sistema de asentamientos que,aunque nunca vamos a conocer todos, muy

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122 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 2(1):119-160, 2006

probablemente con más investigaciones enla zona aparecerán nuevos sitios que aporta-rán más información para entender el fun-cionamiento del sistema en la cuenca del ríoCaquetá. Cuando aparezcan nuevos sitiospara poder compararlos no basta, únicamen-te, con cotejar los tipos de artefactos sinoque hay que analizar otras variables paraentender las estrategias de poblamiento de lacuenca amazónica.

Otro punto que demuestra la perspectivaon-site es la forma como el autor asume elcambio. En la página 170 afirma que «estosprocesos, probablemente, se encuentran aso-ciados con cambios en otras actividades ta-les como el abandono de la Attalea racemosacomo parte de la dieta o, por lo menos, cam-bios en la forma en la cual era usada o unnuevo énfasis en otras fuentes de materiaprima para la producción de herramientas».Aunque no puedo refutar completamente es-tas hipótesis en el fondo de la interpretaciónsubyace la idea de que Peña Roja es repre-sentativo de los cambios tecnoeconómicos delas culturas que habitaron esta región; sinembargo, se trata de la fracción mínima deun sistema y es de esperar que los sitios nohayan sido utilizados de la misma forma du-rante milenios lo cual no demuestra que laAttalea racemosa haya perdido peso en laeconomía los habitantes tardíos de Peña Roja.

Además, Mora asume el cambio desde unaperspectiva dualista; utiliza la categoría caza-dor-recolector para explicar la economía de losprimeros complejos de Peña Roja y la catego-ría de agricultor para la de los grupos tardíosdel sitio. Los restos microbotánicos deCucúrbita, Lagenaria siceraria y Calatheaallouia no son datos suficientes para demostraruna economía agrícola y, menos aún (como seafirma en la página 170) para sostener que lospobladores tardíos ya eran agricultores de tiem-po completo. La gran mayoría de las socieda-des amazónicas combina el policultivo, la cazay la recolección de plantas, insectos, miel. Laforma como Mora interpreta económicamente

los datos replica los modelos más tradicionalessegún los cuales el cultivo es incompatible conel forrajeo y que sostienen que la agriculturafue una revolución tecnológica que acarreógrandes transformaciones demográficas yorganizativas. Esta posición se contradice conel planteamiento manifiesto en la página 182,en el párrafo final, donde Mora asume que losdatos de Peña Roja cuestionan los límites queimponen dichas categorías. Si es así, ¿por quélas utiliza en otra parte del libro?

En el último capítulo se describe el ma-nejo de la selva por parte de los Nukak conel fin de comprender un modelo económicosobre manejo del bosque que puede tener al-guna similitud con el practicado hace milesde años por las gentes que habitaron PeñaRoja. Creo que el autor consigue no anularla identidad del otro (como sucede en mu-chos casos cuando se aplican relatosetnográficos) pues deja claro que el manejode las palmas de los habitantes de Peña Rojapudo ser similar al que actualmente practicaeste grupo de la cuenca amazónica.

En síntesis, el hallazgo de Peña Roja, jun-to con otros como el de Piedra Pintada, enBrasil (Roosevelt et al. 1996), es muy im-portante para la historia de la Amazonía por-que reivindica una historia autóctona que seinició a finales del Pleistoceno, acabando conla idea de que las consideradas áreas margi-nales se ocuparon tardíamente desde las zo-nas andinas de Suramérica. Esta historia lainiciaron hace miles de años grupos deforrajeros que se adentraron en la selva de-mostrando, en contra de la hipótesis de lascalorías cultivadas (Bailey et al. 1989), queen los bosques húmedos tropicales sí puedenvivir grupos forrajeros. En relación con es-tos puntos el libro podría haber terminadocon una discusión de los anteriores temasplanteados en los primeros capítulos con baseen los hallazgos arqueológicos, es decir, cómola arqueología está contribuyendo a reescribirla historia de la Amazonía, que es el verda-dero objetivo del libro.

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123Reseñas/Resenhas

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Cerâmica arqueológica da Amazônia:vasilhas da coleção Tapajônica MAE-USPde Denise Maria Cavalcante Gomes. Edito-ra da Universidade de São Paulo, São Paulo,2002. Resenhado por Klaus Hilbert(Pontifícia Universidade Católica do RioGrande do Sul).

Coloquei o livro da Denise Maria CavalcanteGomes sobre minha mesa, retirei aembalagem de plástico, e passei com a pontados dedos da mão esquerda sobre a superfícieopaca e lisa da capa. Que livro bonito! Odesenho da capa é chamativo, e compostopor dois segmentos gráficos diferentes. Umsegmento mostra a metade de uma figuraantropomorfa de cerâmica sobre um fundopreto, e o outro, imitando a textura fibrosade um papel artesanal de coloração bege cla-ra, foi reservado para acomodar o título dolivro, o nome da autora, os patrocinadores ea editora. Nome e titulo são separados poruma pequena imagem de uma tigela comapêndices e desenhos zoomorfos. O contras-te entre o segmento escuro e o segmento cla-ro da capa foi visualmente minimizado pelarepetição e mistura das cores dos diferentes

segmentos. O bege claro, que serve comopano de fundo para a parte dos textos, imitaa tonalidade de partes da figura humana dosegmento escuro da capa. O ocre vermelho,a cor dominante da figura, encontra sua con-traparte na coloração das letras do titulo. Opreto se repete no nome da autora.

Levantei o livro de formato quadrado, sentio peso de suas 360 páginas de papel couchéde 150 g/m², dobrei o livro levemente entre asmãos e, aproveitando a energia armazenadana flexão, soltei as páginas debaixo do meupolegar direito, sentindo um ventinho no rostoe o aroma característico de um livro novo. Quebonito livro! Mas, uma outra surpresa meesperava. Bem no centro da margem externade cada página, e separada do corpo do texto,repetia-se a pequena imagem de uma figurahumana sentada num animal mitológico, umjacaré. A velocidade da troca das páginas davaa impressão de uma figura em movimento,que convidava o leitor para entrar no mundoda cerâmica amazônica da Denise MariaCavalcante Gomes.

Repetindo o conceito gráfico da capa, olivro foi organizado também em duas partesde igual tamanho: em texto e imagem. Masessa idéia inicial de um contraste entre oescuro da imagem e o claro do texto comoexpressado na capa, foi quebrada ao colocarna parte do texto, pequenas imagens comouma espécie de lembrete, e na parte dasimagens, textos descritivos dos objetos.

A parte do texto foi estruturada em cincocapítulos. No primeiro, a autora faz umasíntese bibliográfica sobre a arqueologia daárea dos rios Tapajós e Trombetas. Commuitos detalhes, a autora organiza, em ordemcronológica, as pesquisas arqueológicas,etnográficas e geológicas que ocorreram naregião de estudo. Nos primeiros parágrafosela cita as expedições científicas no final doséculo 19, do geólogo Charles Hartt e asinvestigações de João Barbosa Rodrigues,destaca o papel dos antropólogos CurtNimuendajú e de Erland Nordenskiöld, nas

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décadas de 1930-40, depois contextualiza ostrabalhos de Helen Palmatary e asinvestigações relativamente mais recentes deFrederico Barata e Peter Paul Hilbert, entreoutros. Trata-se de uma sólida e tradicionalrevisão bibliográfica, sem entrar em assuntosmuito polêmicos. Vale lembrar que o trabalhoavaliado é uma dissertação de mestrado quefoi defendida na USP e que depois foireadequada e publicada em forma de livro.

O segundo capítulo oferece um panoramados principais modelos sobre o desenvolvimentocultural da Amazônia. Os mais importantesprotagonistas desse debate são Betty J.Meggers, Donald Lathrap e Anna Roosevelt.Admito que esperava um encontro titânico, umafinal de campeonato, e uma avaliação criticados diferentes modelos, mas a autora, comoboa e educada anfitriã, amorteceu o impactoentre os debatedores imaginários. Ela eliminousimplesmente os pontos mais polêmicos e tãodiscutidos entre esses pesquisadores america-nos ao simplesmente constatar que esses «au-tores partilham dos paradigmas histórico-culturais, bem como da ecologia cultural» e quena verdade não existiam grandes diferençasconceituais entre eles. Será que eles sabemdisso? Tudo bem! Entendo que a autora optouno seu bonito livro por um discurso maisdescritivo, aparentemente imparcial, procuroupor um caminho mais seguro ao contornar eevitar as situações que envolvem essas questõespolêmicas do desenvolvimento cultural daAmazônia, em vez de, quem sabe, arriscar for-mular suas próprias idéias. Que pena! Afinal,depois de Helen Palmatary, poucos têmestudado a cerâmica tapajônica de forma tãodetalhada e intensiva quanto Denise MariaCavalcante Gomes. Mais de 1.200 objetos, entreesses 84 vasilhames inteiros e 34 parcialmentefragmentados foram analisados.

Já o terceiro capítulo trata da metodologiade análise e do perfil da coleção da cerâmicatapajônica do MAE. Novamente, a autoraopta inicialmente pelo caminho mais tradi-cional. Os autores consagrados do estudo da

cerâmica como Anna Shepard, Igor Chmys,José Brochado, a ajudaram formar uma basemetodológica e definir os principais critériosanalíticos e formais da análise da culturamaterial cerâmica. Depois de montar umatipologia e de definir as formas dosvasilhames cerâmicos, ela sintetiza os resul-tados dessa análise em seis quadrosilustrativos, correlacionando as formas dosvasilhames com os motivos decorativoscorrespondentes. O principal objetivo desseexercício era de definir estilos técnicos, de-corativos e culturais da coleção da cerâmicatapajônica.

O quarto capítulo trata dos resultadosdessa análise e oferece uma seqüênciacronológica hipotética. Nesse capítulo temosum excelente exemplo de aplicação de umametodologia e de uma discussão dos resulta-dos obtidos. Considero este capítulo maisautentico, onde a autora se propõe a inter-pretar a cultura material do acervo tapajônicocom a finalidade de montar uma seqüênciacronológica, mesmo sendo hipotética.

O quinto e último capítulo desenvolveuma temática específica ao tratar da questãoda existência ou não de cacicados naAmazônia. (Quem leu com atenção os cro-nistas não pode ter dúvidas sobre a existênciade estruturas sócio-políticas complexas naAmazônia!).

A parte das imagens corresponde ao catá-logo dos objetos cerâmicos da coleçãotapajônica do Museu de Arqueologia eEtnologia da Universidade Estadual de SãoPaulo. Três formas de representações são usa-das para compor o catálogo: uma imagemcolorida, dados métricos, informando sobrealtura e diâmetro da cerâmica, e um textodescrevendo o objeto e seus elementos deco-rativos. As fotos do catálogo de CláudioWakahara são de excelente qualidade. Os ob-jetos são discretamente iluminados da esquerdaà direita. O efeito de contraluz que amorteceos contrastes e que quase dissolve a sombra,também suaviza os contornos dos objetos re-

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tratados que parecem flutuar sobre um fundode cinza claro. Uma escala de três centíme-tros de comprimento e um centímetro de lar-gura em preto-e-branco, infelizmente, atraidesproporcionalmente a atenção do observa-dor. A escala poderia ser um pouco discreta.Ao publicar a coleção tapajônica do MAE,ao desencaixotar a cultura material, tirá-la docontexto de um depósito escuro e climatizado,a autora constrói um novo contexto atravésdas imagens e dos textos. Ela disponibilizarepresentações iconográficas e escritas, pron-tas para serem consumidas e interpretadas poroutros (um prato cheio para os conhecedores!).

A prática arqueológica envolve no míni-mo uma relação tripla dialética: entre amaterialidade do passado, do presente e doprocesso de construir discursos, escrevendotextos e produzindo imagens. O livro daDenise Maria Cavalcante Gomes é um catá-logo com múltiplas representações. Aprimeira parte do catálogo, a do texto comas sínteses bibliográficas, os modelos sobreo desenvolvimento cultural da Amazônia eda análise dos dados, têm caráter de uma obrade referência. A segunda parte, a do catálogodas imagens, composto por 163 pranchas,também carece de um tratamentointerpretativo que vai além de uma propostade uma seqüência cronológica.

Ambas as partes, a do texto e das imagens,tem o caráter de um catálogo de umaexposição, onde a cultura material é tratadade forma tradicional nas mãos de uma«tipóloga», gerando histórias culturaisbaseadas em tecnologias e seriaçõesestatísticas. Evidentemente, esta abordagemde trabalho ainda é importante, mas aarqueologia histórica-culturalista (que não selimita a pesquisas do início do século 20) deulugar a uma arqueologia preocupada com adinâmica das atividades humanas no passado.Cultura material, as coisas usadas pelaspessoas, permanecem um componente vitalnos estudos arqueológicos. Foi argumenta-do por diversos arqueólogos que a cultura

material pode ser vista a partir de três aspec-tos: tecnológicos, sociais e mentais. As ca-racterísticas tecnológicas refletem elementosfuncionais, elementos sociais expressamvariáveis como organização social, status, easpectos ideológicos podem tratar de fatorescosmológicos, simbólicos e outros.

O livro-catálogo da Denise MariaCavalcante Gomes não discute, nem leva emconsideração essas questões referentes aotratamento da cultura material no contextoarqueológico, etno-histórico, etnológico oumuseológico. A autora não arrisca entrar nasinterpretações e nas análises dos discursos,abordagens estruturalistas ou até pós-estruturalistas, onde palavras não são ape-nas palavras, objetos não são apenas obje-tos, onde os únicos acessos à realidadeacontecem através da linguagem. Essesafirmam que através das linguagens, criamosrepresentações da realidade que nunca sãoapenas simples reflexos de uma realidade pré-existente, mas que contribuem para aconstrução de uma realidade. Mas isto nãosignifica, evidentemente, que a realidade nãoexiste. As representações são reais, como olivro em minhas mãos, mas que ganha signi-ficado apenas através do discurso.

É um bonito livro. Além disso, é um im-portante livro que desperta interesse, que le-vanta questões e que deixa esperança a todosaqueles que estão cansados de ler as notaspreliminares, os relatórios técnicos das pes-quisas em andamento, os pareceres técnicos eos laudos dos impactos ambientais e culturais.Nada contra! Mas o que mais precisamos naarqueologia brasileira e amazônica são livrosdo potencial de um catálogo da cerâmicatapajônica da Denise Maria CavalcanteGomes. Nossos conhecimentos da pré-históriadessa enorme região amazônica ainda sãoinversamente proporcionais a suasdimensões. Fechando o livro, defronto-meagora com a outra parte da imagemantropomorfa da mesma cerâmica, daquelaque já vimos na capa, e que me faz lembrar

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com muita angústia de todo o esforço queainda precisamos fazer para tomar conta danossa profissão como arqueólogos e da nossaresponsabilidade frente à sociedade.

Los efectos del imperialismo incaico en lafrontera norte. Una investigación arqueo-lógica en la sierra septentrional del Ecua-dor de Tamara Lynn Bray. Abya-Yala /MARKA, Quito, 2003. Reseñado por Ernes-to Salazar (Escuela de Antropología, Uni-versidad Católica del Ecuador).

El Ecuador tiene en su territorio no menos deuna veintena de sitios monumentales incas,además de contar con un buen trecho delcapac-ñan y chasquihuasis adyacentes y nu-merosos sitios no monumentales. A pesar deello el país ha sufrido por décadas el «sín-drome» de Ingapirca, elevado, en el imagi-nario popular, a monumento emblemático ycasi único de la presencia inca en nuestroterritorio. El rico acervo informativo, dispo-nible en crónicas y documentos históricossobre la invasión inca, ha vuelto, equivoca-damente, casi irrelevante la corroboración deesta información con los datos de la arqueo-logía; tan cierta es esta apreciación que las«investigaciones» arqueológicas en el país nohan pasado de meras descripciones y levan-tamientos de planos de los monumentos y, enel peor de los casos, de restauraciones de es-tructuras incas con fines turísticos sin queestas acciones tengan el menor respaldo cien-tífico. En este contexto las investigacionesarqueológicas realizadas por Tamara Brayen el marco de su disertación doctoral (1991)constituyen un ejemplar enfoque teórico ymetodológico que abre nuevas vías de inves-tigación para la cultura inca en Ecuador. Estetrabajo está circulando ya en español, encoedición de Abya-Yala y Marka, traducciónde Javier Urcid y con un agradable formatode 24 x 17 cm.

El imperio inca ha sido abordado desdetantos ángulos como el número de especialis-

tas que se han ocupado de él. Además de en-foques tradicionales que ven al imperio comoun gobierno socialista o despótico los variosautores han concentrado sus esfuerzos en elaspecto militar, en la estructura piramidal delimperio, los modos de producción y la forma-ción económica-social, en fin, la introducciónde formas políticas o económicas (i.e. mitimaesy yanaconas). Al criticar estos enfoquesreduccionistas o, al menos, unilaterales Braypropone concebir el imperio inca como unproceso en el que factores culturales, natura-les, económicos y socio-políticos contribuye-ron a producir esa manifestación única degobierno andino en el momento de su mayorapogeo que coincidió, curiosamente, con elmomento de su destrucción. Este proceso, alocurrir en una zona de conflicto bélico, noestuvo sujeto a las mismas condiciones quelas que existían en el corazón del imperio. Deahí que Bray trate de destacar las condicionespeculiares de la «imperialización» de la Sie-rra Norte del Ecuador, donde hay institucio-nes culturales como la de los mindaláes y lamicroverticalidad, no existentes en otras re-giones del imperio, además de un sustrato cul-tural local «fresco» e influyente al momentode establecerse el nuevo orden.

El libro de Bray tiene varias partes. Laprimera trata, brevemente, sobre las teoríasdel estado inca y el enfoque teórico de suinvestigacion en la Sierra Norte del Ecua-dor. Luego presenta un panoramaetnohistórico de la región y un resumen delas investigaciones arqueológicas realizadasen ella. Seguidamente presenta la zona espe-cífica de estudio, su contexto geográfico y elanálisis de los materiales arqueológicos re-cuperados en su reconocimiento, con énfasisen el contraste entre vajilla cerámica local einca. Finalmente, su capítulo de conclusio-nes, acaso demasiado corto, esboza,sumariamente, los efectos de la presencia incaen las culturas locales.

La investigación gira en torno a las estra-tegias del Estado inca para ajustar a su estilo

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de gobierno las unidades políticas indepen-dientes que existían en los límites septentrio-nales del imperio. El enfoque de Bray se con-centra en la producción como causa del cam-bio histórico de las sociedades, concretamenteen la producción de cerámica artesanal localcomo medio arqueológico para visualizar loscambios producidos por la irrupción del Es-tado inca en la Sierra Norte del Ecuador. Elproyecto, llamado Guayllabamba-ElQuinche, comprendió una prospección ar-queológica superficial e intensiva de un áreade 120 Km2 en la provincia de Pichincha,unos 50 kilómetros al noreste de Quito; comoresultado se registraron 67 sitios precolom-binos y 46 áreas de actividad no especifica-da (por encontrarse los materiales arqueoló-gicos en zonas sin límites definidos). Lamuestra recuperada consistió de 1500 kilosde materiales líticos y cerámicos, incluyen-do 4500 tiestos diagnósticos.

La arqueología de la Sierra Norte ha sidoconocida, en gran medida, por trabajos dehuaquería, algunas excavaciones llevadas acabo antes de 1950 y unas pocas investiga-ciones sistemáticas de tiempos más recien-tes. No sorprende, entonces, que haya ciertaconfusión en las secuencias culturales, la cro-nología y el establecimiento de las fases cul-turales. En este contexto las síntesisetnohistórica y arqueológica de la región, queBray aborda con gran solvencia académica,son de gran interés y utilidad. El análisis dela colección arqueológica del ProyectoGuayllabamba-El Quinche es pormenoriza-do y técnico, con constantes explicacionessobre la relevancia cultural de las variablesescogidas; como resultado la autora ha pro-ducido un exhaustivo estudio morfológico yfuncional de las vajillas caranqui y panzaleo,predominantes en la región sensu lato. Departicular importancia es el esfuerzo de Braypor zanjar la confusión existente respecto alorigen de la cerámica Panzaleo, ubicua enlos sitios de la Sierra Norte del país. Defini-do originalmente por Jijón y Caamaño como

una cerámica originaria de la Sierra centraly expandida luego como objeto de intercam-bio el conjunto Panzaleo fue reivindicado porPorras como originario de las estribacionesorientales de los Andes, concretamente de laregión Cosanga (de la que adquirió su nuevadenominación Cosanga-Pillaro), de donde sehabría difundido a la Sierra por efectos deuna migración humana a través de la cordi-llera. El análisis mineralógico de pastas rea-lizado por Bray puso de manifiesto la pre-sencia de desgrasante de mica provenientede las estribaciones orientales. Aunque dan-do razón parcial a Porras Bray ha rechazadola hipótesis de la migración cosanga en fa-vor de una dispersión vía intercambio. Fi-nalmente, en cuanto a la muestra de cerámi-ca inca, esta fue tan exigua (7 tiestos) en lazona del proyecto que no merecía mayor con-sideración, razón por la cual Bray presenta,mas bien, una revisión general del conjuntocerámico inca a nivel del Tahuantinsuyu, la-mentablemente con pocas referencias a lacerámica encontrada en Ecuador (como esosconjuntos «híbridos» tan locales como losllamados Cañari-inca, Puruhá-inca, etc).

Las conclusiones de esta investigaciónapuntan hacia una presencia inca más biendiscreta en la zona de estudio, con manufac-tura de cerámica a base de arcilla local, ajuzgar por el análisis mineralógico de la pas-ta que no difiere de la del conjunto cerámicocaranqui. El hecho de que las vajillas inca ypanzaleo no aparezcan juntas en un mismositio arqueológico sugiere una restricción devajillas de intercambio y, por ende, una re-ducción de contactos interregionales con laimposición del gobierno imperial. La ubica-ción de pucaráes en sitios estratégicos delvalle del Guayllabamba y a lo largo del ca-mino entre Quito y Cayambe sugiere un con-trol más estricto de las comunicaciones lo-cales que corroboraría la idea de la restric-ción del intercambio. En suma, la paz impe-rial no habría significado, necesariamente,una paz regional de prosperidad sino una eli-

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minación, más o menos efectiva, de los nexoshorizontales de las entidades sociopolíticaslocales.

A nivel formal falta al texto una laboreditorial concienzuda; hay errores de meca-nografía, de concordancia sintáctica y dedefectuosa traducción de términos técnicos.Fuera de estos detalles el libro de TamaraBray está bien escrito y bien razonado y cons-tituye, sin duda, lectura obligada de cualquierespecialista que se interese en la arqueologíade la Sierra septentrional del Ecuador.

Ancient Titicaca: the evolution of complexsociety in southern Peru and northernBolivia de Charles Stanish. University ofCalifornia Press, Los Angeles, 2003. Rese-ñado por David L. Browman (Departmentof Anthropology, Washington University).

Esta monografía es, en buena medida, una sín-tesis de los trabajos de campo realizados porCharles Stanish y sus asociados en los últi-mos veinte años en el lado occidental (o pe-ruano) del lago Titicaca. La propuesta es ex-plícitamente procesual: Stanish argumenta quela arqueología procesual es mucho másholística, a pesar de lo que han sostenido susdetractores. El cubrimiento temporal del librocomienza con el origen de la vida aldeana se-dentaria, unos 2000 años AC, y llega hastalas unidades políticas existentes en la cuencaoccidental del lago al momento de la conquis-ta española. Puesto que el libro está basado,sobre todo, en los trabajos de Stanish y susestudiantes en la Universidad de California-Los Angeles las contribuciones que han he-cho colegas de otras universidades (como losde la Universidad de California-Berkeley o laUniversidad de San Andrés, en La Paz) a laarqueología de la cuenca del Titicaca son men-cionadas sumariamente o ignoradas; los tra-bajos hechos por bolivianos están mal repre-sentados en un libro que pretende incluirlos yse utilizan los nombres peruanos (pero no bo-livianos) de las fases arqueológicas.

La parte inicial del libro incluye los ca-pítulos «obligatorios» sobre conocimientoprevio, ecología y etnohistoria que, en miopinión, deberían haber sido eliminados oincorporados en otros capítulos. El capítulosobre ecología no está integrado en el texto.El capítulo 4, Etnohistoria, pudo haber sidomejorado si su información hubiese sido in-cluida en los capítulos 11 y 12 sobre los se-ñoríos del altiplano y la conquista y reorga-nización Inca; no siendo así el capítulo 4 noes más que una reseña de la etnohistoria re-gional, común en los reportes, sin una eva-luación crítica de las fuentes. Los detallesetnohistóricos pudieron haber mejorado lasdiscusiones sobre las pueblos del altiplano ysobre los Incas, proveyendo un contexto másrico y profundo.

El factor operativo y generativo de la evo-lución de las sociedades del Titicaca fue la eco-nomía política. En el capítulo 2, que establecela primera parte de la discusión teórica, Stanishno propone nada diferente de lo que ha venidodiciendo en sus trabajos anteriores sobre la ar-queología surandina, aunque ahora enfatiza elpapel de las fiestas competitivas en la forma-ción inicial de las sociedades complejas; porejemplo, señala que «el mecanismo inicial deldesarrollo de las elites de la cuenca del Titicacase centró en la habilidad de los líderes incipien-tes por mantener organizaciones de trabajo com-plejas a través de fiestas competitivas y otrasceremonias». Stanish considera que el cambiosubsecuente a formaciones de nivel estatal re-quirió (a) líderes hereditarios institucionalizadosque controlaron el trabajo de las unidades do-mésticas; (b) riqueza excedente para mantenera las elites; (c) medios institucionalizados parala circulación de la riqueza; y (d) una nuevaeconomía política en la cual las elites ya notuvieran la obligación de distribuir la riquezaexcedente al resto de la sociedad. Stanish creeque las fiestas competitivas fueron reemplaza-das por algún tipo de poder hereditario que per-mitió el control del trabajo en la nueva organi-zación estatal.

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Para los lectores que no están muy inte-resados en la cuenca del Titicaca los hallaz-gos hechos en un volumen de 300 páginasestán magistralmente resumidos en el capí-tulo introductorio de 17 páginas. Los lecto-res familiarizados con la región seguramen-te ignorarán los capítulos «obligatorios» ypasarán a la parte de «arqueología de ver-dad», es decir, los cinco capítulos que sinte-tizan las dos décadas de trabajo de campo deStanish, que comienzan en la página 99.

Stanish no cree que existiera desigual-dad económica o social durante el Formati-vo Temprano. Los comienzos de la desigual-dad socio-política ocurrieron con loscacicazgos del Formativo Medio que Stanishha definido con base en el inicio de la arqui-tectura pública ceremonial en losasentamientos y la distribución de estiloscerámicos asociados. Stanish define las so-ciedades Qaluyu, Huajje, Sillumocco,Ckackachipata y Titinhuayani del Formati-vo Medio en su estudio del área occidental yseñala la existencia de Titimani/Escoma,Huata y Chiripa en otras área de la cuenca.

Para el Formativo Tardío Stanish des-cribe cerca de una docena de unidades políti-cas estratificadas en el sector occidental ysugiere que otras dos docenas serán identifi-cadas, eventualmente, en el resto de la cuen-ca. La competición incesante entre las elites,acompañada de excedentes producidos porla agricultura de campos elevados, condujoa la emergencia de dos unidades políticasprimarias, Tiwanaku y Pucara, que crecie-ron a un nivel de magnitud mayor que el desus competidores.

¿Qué razones llevaron a Tiwanaku a pros-perar y a Pucara a desaparecer? Stanish creeque Pucara se desintegró debido a un sequíaque ocurrió ca. 100 DC, causando el colapsodel sistema de campos elevados, mientras enel área de Tiwanaku fue posible hacer irriga-ción con canales, lo que hizo que Tiwanakusobreviviera ese evento climático. Stanish pro-pone una nueva fase cultural, Huaña (que sig-

nifica sequía en Aymara), para la parte nortede la cuenca entre 200 y 1100 DC. Al contra-rio de la hipótesis hidráulica de Kolata, Stanishargumenta que las elites no fueron necesariaspara el manejo del sistema de campos eleva-dos que, más bien, puede ser entendido comouna forma de financiación con recursos (staplefinance, en inglés).

Un sistema de caminos que conectó lasunidades políticas debió existir en el ladooccidental de la cuenca desde hace unos 2000años. Los asentamientos más grandes de losperíodos Formativo Tardío y Tiwanaku en ellado peruano estaban situados a lo largo deun camino, aunque la evidencia al respectono se entrega al lector. Stanish considera quedurante la mayor parte del primer milenioDC Cochabamba fue una colonia deTiwanaku; su suposición se basa en las ver-siones locales (existentes en los estiloscerámicos de Cochabamba) de los motivosreligiosos Tiwanaku. Esta es una hipótesisextraña; siguiendo su lógica habría que de-cir, entonces, que el imperio Wari tambiénfue una colonia Tiwanaku.

Stanish rechaza, correctamente, la hipó-tesis tantas veces repetida (aunque sin funda-mento) por muchos lingüistas andinos de quehubo una suerte de gran movimientopoblacional tardío en la cuenca del Titicacaque produjo el colapso de Tiwanaku y la apa-rición de Aymara; también rechaza la teoríade que un colapso demográfico relacionadocon una sequía severa ocurrida ca. 1100 DCfue responsable de la caída de Tiwanaku.Stanish no encuentra evidencia de un colapsodemográfico en el reconocimiento deasentamientos; más bien, ve una dispersióngradual de la población desde grandes cen-tros nucleados hacia aldeas más pequeñas.Para Stanish el colapso de Tiwanaku fue unasunto político y de organización social, noun asunto demográfico; el colapso fue un pro-ceso gradual que ocurrió a través de variasgeneraciones, no una crisis producida por uncambio climático repentino o una migración.

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En el período Prehistórico Tardío en elaltiplano ocurrió una «balcanización» regio-nal, se construyeron pukarás fortificadosmasivos, se pasó de incursiones de baja es-cala a conflicto generalizado y se desarrolla-ron nuevas estrategias militares, incluyendola guerra sitiada. El origen de los señoríosAymara se explica como debido (a) a la dis-persión de la población después del colapsode Tiwanaku y (b) una sequía prolongadaque destruyó los sistemas de campos eleva-dos de cultivo. Ambas causas condujeron amayor pastoralismo y nuevos patrones agrí-colas; estos últimos cambiaron en tiemposde la conquista Inca pero no, arguye Stanish,debido a que los Incas introdujeron prácti-cas diferentes sino porque el inicio de la Pe-queña Edad de Hielo, hacia 1400 DC, oca-sionó bajas temperaturas y aumentó la ari-dez, lo que condujo al abandono de la tecno-logía de campos elevados.

Este libro es una excelente adición a laliteratura sobre la cuenca del Titicaca. Aun-que Stanish ha escrito varios artículos sobrelos resultados de uno u otro de sus reconoci-mientos regionales intensivos en el lado oc-cidental del lago hasta ahora no había publi-cado una síntesis tan completa y coherente.Las culturas que antes eran aisladas, comoChiripa, Pucara yTiwanaku, ahora puedenentenderse en un contexto cultural mejor de-finido, ricamente construido por la discusiónde Stanish. La compleja dinámica inter-so-cial del período Formativo no había sido re-conocida. Stanish ha hecho un trabajo exce-lente al comenzar a arrojar una luz necesariasobre las dinámicas de la formación de lassociedades estratificadas tempranas de lacuenca del lago Titicaca.

El pasado con intención. Hacia una recons-trucción crítica del pensamiento arqueo-lógico en Venezuela (desde la Colonia alsiglo XIX) de Rodrigo Navarrete. Universi-dad de Venezuela-Fondo Editorial Tropikos,Caracas, 2004. Reseñado por Carlos Andrés

Barragán (Instituto Colombiano de Antro-pología e Historia).

La reflexión sobre la trayectoria de la arqueo-logía desde distintos centros o periferias noha sido un proceso nuevo. No obstante, espreciso reconocer un creciente interés pormirar las trayectorias nacionales periféricasen términos de las condiciones desiguales deproducción y diálogo en un contexto globalmarcado por la colonialidad del saber/poder.Este esfuerzo hace parte, y es también resul-tado, de las tendencias críticas y reflexivasen el campo de las ciencias sociales sobre lalegitimidad del conocimiento, en tanto quees utilizado como una estrategia ideológicade la modernidad. En el caso específico de laarqueología la influencia de las tendenciaspost-procesuales acentúa el componentediscursivo que hay detrás de las motivacio-nes, los métodos, los textos y los usos que,consecuentemente, se hacen de esos pasadosy las consecuencias sociales y políticas quese producen. En las últimas dos décadas elnúmero de trabajos reflexivos sobre las ten-dencias teóricas y prácticas de la disciplinaen Latinoamérica ha aumentado considera-blemente (e.g., Oyuela, ed., 1994; Politis1995, 2002, 2003; Politis y Alberti, eds.,1999; Politis y Pereti, eds., 2004).

Con distintos énfasis y enfoques la pro-yección histórica de las trayectorias nacio-nales es más que bienvenida pero no hay queolvidar que las genealogías tienen lugar enun proceso de consolidación de postgrados(maestrías, doctorados) alternativo a los ofre-cidos en Europa y Norteamérica (principal-mente) y que, por lo tanto, posibilitan quecorran el riesgo de caer en una justificaciónde la disciplina como un conocimiento espe-cífico -o una verdadera exclusión- frente aotros tipos de conocimientos (locales, nodisciplinares) o, peor aún, en la legitimidadparticular de individuos sobre la forma comose debe o no orientar la teoría y la prácticade la investigación arqueológica; por ejem-

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plo, en el trabajo de Langebaek (2004) sobreColombia hay un desbalance en los últimoscapítulos de la sección «Historia de la ar-queología en Colombia» que hace que pier-da la calidad de análisis historiográfico al-canzado en los primeros (reconociendo queel libro fue pensado como un texto de divul-gación al público general y no al académico)y con el cual se termina en una visión histó-rica modernista y normativa, pensada desdelo institucional (pues esta etapa no se supe-ra, se reconfigura), sobre cómo debe hacersela investigación. Al volver objeto de estudiola forma como se han constituido en objetode estudio las sociedades del pasado por partede especialistas (científicos o no) estamossujetos a los mismos sesgos que los llevarona proyectar en el pasado su presente (y queahora, es pasado para nosotros).

Declarar «una ausencia», una «necesi-dad» y «un vacío» para sustentar un trabajode investigación histórica de una disciplina(como hace Navarrete en la página 9 del li-bro que estoy reseñando) no es una motiva-ción criticable pero demanda un esfuerzoconstante para no olvidar su carácter y evi-tar la reproducción de enfoques lineales yevolucionistas sobre qué tanto nos hemosaproximado a la verdad porque por más cla-ro que se tenga el papel de la subjetividad enla narración y en la escritura sobre el pasado-para el presente- es posible que se haganevidentes dimensiones que no se controlandel todo en el texto (en el cual se contiene esepasado) y que no responden, meramente, aformas literarias, como sucede con la narra-ción en tercera persona del plural en el tra-bajo de Navarrete («hemos», «elaboramos»,«nuestra intención», «nuestra interpretación»,«concebimos», «no visualizamos», «consi-deramos», «nos atrevemos»).

El objetivo del autor es dar cuenta de lostipos de pensamiento que han orientado elinterés «arqueológico» durante la Colonia ya lo largo del siglo XIX en Venezuela paraevidenciar que la apelación al pasado siem-

pre ha servido a los distintos presentes, inte-reses y estrategias de individuos o grupos-en los que se hace uso de éste. Esta aproxi-mación la hace con una constante demarca-ción de la influencia de los desarrollos teóri-co-metodológicos foráneos. Navarrete pro-porciona los postulados básicos y los apor-tes que han hecho los investigadores y lasconsecuencias de estos trabajos en los dosgrandes momentos de formación histórica dela nación venezolana. (Un panorama gene-ral de la antropología en Venezuela, comocomplemento y contexto al trabajo deNavarrete, se puede encontrar en la compi-lación hecha por Emanuele Amodio en 1998).

El libro está estructurado en siete capítu-los. Los dos primeros corresponden al posi-cionamiento teórico del autor en el contextogeneral filosófico del conocimiento -de lamano de Jürgen Habermas- y en la discipli-na arqueológica, respectivamente. En el ter-cer capítulo presenta un esbozo general delas escuelas teóricas europea y norteameri-cana en arqueología -y el pensamiento socialen el que toman forma- y cuya influencia hasido más fuerte en Venezuela. En el cuartocapítulo Navarrete trata lo que define comolas «raíces pre-científicas» (p. 83) en el pe-ríodo colonial, entre los siglos XV a XVIII.Para este largo período de tiempo evidencialos contextos generales de representación delNuevo Mundo en el pensamiento europeo(imaginarios clásicos, medievales, cristianosantediluvianos, filosóficos) al tratar de res-ponder la pregunta por la presencia y la his-toria del «hombre» en esas tierras descono-cidas. Entrado el siglo XVIII describe la apa-rición de distintas aproximaciones al pasadoamericano -influenciadas por el pensamien-to ilustrado, el naturalismo y el determinismogeográfico- llevadas a cabo por misioneros,exploradores, viajeros y por una burguesíacriolla recién formada; en este período es in-deleble la impronta dejada por Alexander vonHumboldt en el sentido de la exploración ylos resultados que se debían extraer (p. 217).

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Navarrete señala que en la obra de este ale-mán y en la de otros coetáneos comenzó unesfuerzo por documentar y hacer el inventa-rio exhaustivo de la realidad, incluidos losindicios materiales prehistóricos para la com-prensión del poblamiento de América. Elanálisis que hace de la transición del discur-so arqueológico de la Colonia al siglo XIXestá marcado por el énfasis en los «grandesprocesos», para el primer período, y por elanálisis de trayectorias específicas de indivi-duos y de hechos históricos, en el segundo,como resultado de la disponibilidad de fuen-tes de análisis.

En el quinto y sexto capítulos Navarretedocumenta, prolijamente, el siglo XIX (cadacapítulo dividido en períodos de cinco déca-das), describiéndolo como el preámbulo parala consolidación de lo arqueológico como undiscurso científico. Durante la novel repúbli-ca se evidencia una apelación a un «pasadopropio» con el objetivo de posibilitar una co-hesión social y ideológica, claves para la con-formación del Estado moderno desde la pers-pectiva hegemónica de las nuevas elites polí-ticas; así debe verse el papel de José AntonioPáez durante su mandato (1830-1849) y eldel general Antonio Guzmán Blanco entre1870 y 1887 para el fortalecimiento de la ar-queología como una disciplina útil para lanación (pp. 148-156). Sin embargo, esta va-loración tomó lugar en un ambiente contra-dictorio, influenciado por el evolucionismosocial, el racismo y la segregación de las po-blaciones indígenas, consideradas como infe-riores o imperfectas para el progreso social.

En el capítulo siete Navarrete presentauna breve genealogía de lo que ha sido eltrabajo «científico», representado por inves-tigaciones «sistemáticas» en Venezuela du-rante las primeras décadas del siglo XX porparte de arqueólogos extranjeros (comoWendell Bennett, Alfred Kidder II y HerbertSpinden), influenciados inicialmente por eldifusionismo. De ahí en adelante en Vene-zuela tomó fuerza el análisis histórico-cultu-

ral, lo que se posibilitó la entrada del territo-rio a las agendas de investigación de los cen-tros metropolitanos de conocimiento. Poste-riormente la escuela de ecología-cultural hizoeco, de manera diferencial, en las escuelashegemónicas (la normativa y la tendenciasocial), entablando puntos de confluencia concada una. El autor afirma que la Nueva Ar-queología norteamericana no se consolidó enVenezuela debido a la confrontación que im-plicaba con los ideales socialistas y de con-testación presentes en la transición a la déca-da de 1970 y por la alta infraestructura tec-nológica que demandaba y los exiguos re-cursos para la investigación. Para las últi-mas décadas del siglo XX Navarrete señalaun desplazamiento y una fragmentación te-mática que ha dado lugar a un proceso alta-mente reflexivo en el gremio y en el cual hatenido eco la arqueología post-procesual. Unaspecto interesante del planteamiento delautor es que ese proceso no es un rechazo alas tendencias de investigación de las dosescuelas pero sí a su demarcación inflexibley a su hegemonía. El panorama que presentaNavarrete (p. 234) para la arqueología enVenezuela es promisorio debido al carácterdiverso de los enfoques y las metodologíasque se están usando.

Orientado por un énfasis en la relaciónentre conocimiento e intención Navarrete esenfático en reconocer que desde la prácticade la disciplina en Latinoamérica, en parti-cular desde la experiencia venezolana, se hanhecho contribuciones teórico-críticas, no obs-tante la subordinación al canon de produc-ción norteamericano (principalmente); entreellas menciona el contexto de la Teoría de laDependencia que marcó una visión socio-política en parte de las trayectorias indivi-duales de algunos investigadores en paíseslatinoamericanos y en movimientos como elindigenista, el nacionalista, el anti-imperia-lista y el populista, y la consolidación, du-rante la década de 1960, de una «arqueolo-gía social» en latinoamericana preocupada

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por la vinculación de sus estudios con losprocesos históricos y contemporáneos de losindígenas continentales (pp. 38, 232).

El análisis de Navarrete le permite iden-tificar en la arqueología venezolana, en dis-tintos momentos, dos grandes tendencias oenfoques teóricos, no necesariamente contra-dictorios, sobre la consideración del pasado:el primero estuvo caracterizado por una des-cripción aséptica en términos políticos («des-cripción fenomenográfica» de las evidencias);el segundo está «comprometido» con el aná-lisis crítico y políticamente ético de las so-ciedades del pasado (p. 224). El autor enfatizaque los períodos de pre-cientificidad, transi-ción y consolidación sientan las bases paraestas dos vías o énfasis de aproximación alpasado. En el capítulo 7 insinúa los alcancesde la arqueología social en Venezuela

El trabajo de Navarrete es una de las obrasindispensables para abordar la comprensión dela práctica arqueológica en Venezuela y de lainformación sobre las sociedades prehispánicasque han habitado el territorio que actualmenteocupa (como manual de consulta o base dedatos, según espera el autor); no obstante, sumejor promesa está en el diálogo que establez-camos la comunidad académica, las poblacio-nes indígenas y el público general con sus con-tenidos y que nos permita trascender la con-ceptualización de unas arqueologías naciona-les -justificada por la similitud de procesos do-cumentados, al menos, para el caso colombia-no- y llegar a aspectos más profundos sobre lamanera como comprendemos, valoramos yabordamos el pasado.

Referencias

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Routledge, Londres.Politis, Gustavo G. y Roberto D. Peretti (Edi-tores)

2004 Teoría arqueológica en América delSur. UNICEN-INCUAPA, Olavarría.

Identidades, discurso e poder: estudos daarqueologia contemporânea, editado porPedro Paulo Abreu Funari, Charles E. OrserJr. e Solange Nunes de Oliveira Schiavetto.São Paulo, AnnaBlume, 2005. Resenhadopor Fabíola Andréa Silva (Museu deArqueologia e Etnologia-Universidade de SãoPaulo).

Identidades, discurso e poder: estudos daarqueologia contemporânea é um títuloinstigante que convida à leitura deste livroque, segundo os autores, visa contribuir para«a renovação, em curso no Brasil e no mun-do, da Arqueologia, como arma delibertação». Trata-se de uma coletânea de

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artigos de especialistas em diferentes áreas(história, ciências sociais, arqueologia, eeducação) que discutem sobre temas como aprodução e a necessidade de democratizaçãodo conhecimento arqueológico, aresponsabilidade social do arqueólogo e aimportância da disciplina arqueológica paraas questões relativas às minorias étnicas esociais.

Na primeira parte do livro -Identidades econflitos- os autores procuram evidenciar queas sociedades são multifacetadas, apresentandogrupos identitários diferenciados, historicamentedinâmicos e, muitas vezes, conflitantes entre si.Cada autor, ao seu modo, critica os modelosarqueológicos normativos na medida em que,segundo eles, estes modelos negligenciam estadiversidade e o aspecto situacional dos gru-pos humanos. Lourdes S. Dominguez escrevesobre o papel que a mulher nativadesempenhou, nas Antilhas, nos primeirostempos da conquista européia da América.Seu objetivo é mostrar a sua importânciasocial e atestar sua autoconsciência étnica.Siân Jones faz uma crítica ao que ela chamade uso monolítico da noção de etnicidade queseria resultante de uma apreensão acrítica,descontextualizada e preponderante dasfontes históricas para a interpretação arqueo-lógica e da idéia de que existe uma relaçãofixa entre cultura material e identidade étnica.Para ela é necessário vislumbrar as perspec-tivas complementares e contraditórias que arelação entre os dados arqueológicos e asfontes históricas podem oferecer aoentendimento das etnicidades do passado eentender que a cultura material deve ser vis-ta enquanto expressão ativa da etnicidade enão como um índice de grupos étnicoshomogêneos. Gabino La Rosa Corzodescreve a pesquisa realizada, em Cuba, so-bre os espaços ocupados por diferentes gru-pos de resistência escrava, ou seja, sobre osrefúgios dos fugitivos e dos palenques. Eleressalta assim, a importância da arqueologiaenquanto possibilidade de recontar a história

social do Caribe. Charles E. Orser Jrapresenta um panorama sobre os estudos deetnicidade e raça (branca e negra) naarqueologia histórica americana. Ressalta aambigüidade da noção de raça e critica a suainterpretação equivocada como etnicidade.Ao mesmo tempo, demonstra que a noção deraça branca é uma construção social queresultou do jogo das relações de poder eeconômicas na sociedade americana. SolangeN. de Oliveira Schiavetto escreve sobre aarqueologia Tupi, chamando atenção para acrítica feita aos modelos interpretativos queprocuram associar cultura material, grupoétnico e língua e que, segundo ela, produzema idéia de uma identidade indígena minoritáriae homogênea caracterizada pela persistênciade determinados traços materiais - especial-mente a cerâmica. Ao mesmo tempo, apelapara o que ela chama de arqueologia decaráter local, como uma forma de tornar aprática arqueológica um exercício deengajamento social que possa contribuir paraa compreensão de nossas raízesmulticulturais e, a partir disso, fazer com quea arqueologia indígena não seja apenas oestudo do «Outro», mas se reporte a questõessobre a relação do étnico com o nacional.Glaydson J. da Silva escreve sobre como aAntigüidade Clássica foi retomada peloOcidente na construção das identidadesnacionais. Ele mostra como o Império Ro-mano foi re-apropriado e re-significado dediferentes maneiras para justificar o impe-rialismo europeu e a sua cruzada civilizatóriasobre os povos bárbaros e selvagens por eleconquistados. Ao mesmo tempo, o autortambém reflete sobre o modo como oconhecimento arqueológico foi manipuladopor diferentes grupos étnicos no poder e pordiferentes regimes totalitários americanos eeuropeus.

Na segunda parte do livro -Arqueologiapública- os autores procuram descreveralgumas experiências levadas a cabo em di-ferentes regiões e instituições do país com

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135Reseñas/Resenhas

relação à socialização do conhecimento ar-queológico para o público não acadêmico.O texto de Pedro Paulo A. Funari, Nanci V.Oliveira e Elizabete Tamanini é um relato detrês experiências vividas pelos autores comdiferentes públicos leigos. Pedro Paulo A.Funari descreve os acontecimentos que sesucederam com os ativistas negros e acomunidade local em função das escavaçõesdo quilombo de Palmares. Elizabete Tamaninifaz um relato sobre as atividades do Museudo Sambaqui, na cidade de Joinville, com acomunidade local e as crianças em idade es-colar. Nanci V. Oliveira escreve sobre o im-pacto que as escavações das valas deenterramento comum de presos políticos doregime militar, na cidade do Rio de Janeiro,causaram aos familiares das vítimas. Os au-tores tentam demonstrar com estes relatos quehá vários tipos de públicos com os quais osarqueólogos precisam lidar ao longo de suaprática científica e que cada um deles possuiinteresses e expectativas diferenciadas comrelação ao conhecimento arqueológico. Jor-ge E. de Oliveira escreve sobre temas comoa relação da universidade pública com a ini-ciativa privada e o conseqüente crescimentoda arqueologia de contrato. Ao mesmo tempo,ressalta a importância da chamadaarqueologia pública enquanto uma práticaarqueológica que pode auxiliar na conquistada cidadania e (re)construção de identidades.

A terceira parte -Arqueologia, discurso epoder- apresenta textos que refletem sobre aprodução e o uso ideológico do conhecimentoarqueológico. Lúcio M. Ferreira escreve so-bre a história da Arqueologia brasileira du-rante o período imperial e a relação da práticaarqueológica com a estruturação de umaidentidade nacional e política indigenista.Demonstra como o estudo de determinadosvestígios arqueológicos, no caso ossambaquis, possibilitou a construção de di-ferentes representações sobre os antigos ha-bitantes do território que, por sua vez, foramestrategicamente manipuladas pelo poder,

para classificar as populações indígenas elevar a cabo o seu projeto de construir umaidentidade nacional. Fábio A. Hering escrevesobre o uso político do conhecimento arqueo-lógico sobre a Grécia antiga, na elaboraçãode discursos nacionalistas nos séculos XVIIIe XIX onde as noções de raça e língua foramfundamentais para se pensar continuidadese descendências históricas. Nesta mesmalinha é o texto de Laurent Olivier que tratado uso ideológico que a pesquisa e oconhecimento arqueológicos tiveram duran-te a vigência do regime totalitário daAlemanha do 3º Reich. Ele demonstra comoa anexação de territórios franceses foi justi-ficada a partir da prática arqueológica queteria sido utilizada para atestar a germanidadedos mesmos. Tamima O. Mourad faz umrelato sobre a trajetória institucional doMuseu do Índio e a sua importância naconstrução e divulgação do conhecimentoarqueológico e antropológico. Um dos aspec-tos interessantes do texto é a demonstraçãode que o Museu do Índio nasceu a partir deuma demanda institucional, ou seja, dar apoioàs pesquisas do SPI (Serviço de Proteção aoÍndio) o que fez com que ele abrigasse umacervo que gerou diferentes pesquisas eprocessos de extroversão destesconhecimentos. Thomas C. Petterson analisacomo o evolucionismo cultural dominou aarqueologia de língua inglesa no período pós-guerra e, ao mesmo tempo, como isso tornoudifícil entender a ligação entre a elaboraçãoda especialização do trabalho e a formaçãodo Estado. Ao mesmo tempo, ele reflete so-bre a necessidade de se reconhecer asespecificidades históricas das sociedades afim de entender não apenas os aspectos rela-cionados com as transformações históricasdas relações de trabalho, mas também paraentender outros aspectos da vida cotidianana sociedade. José Alberione dos Reis escrevesobre a produção arqueológica brasileira eaponta para o que ele chama de um jogo doimplícito/explícito da teoria na maior parte

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da produção acadêmica. Através da análisede uma quantidade de teses e dissertações,produzidas em diferentes instituiçõesbrasileiras, o autor procura demonstrar quea maioria dos autores desenvolve um discur-so de pseudo-neutralidade no seu texto cien-tífico e ele se pergunta se isto seria um sinalde descaso, desprezo ou resistência à teoria.Ele finaliza o texto salientando a necessidadede se reverter esta prática e produzir trabalhosem que a teoria seja explicitamente assumidapelos pesquisadores.

Depois deste resumo do conteúdo do livro,gostaria de tecer algumas considerações so-bre os temas levantados pelos autores que, semdúvida, são de extrema relevância para a nossaprática arqueológica. Em primeiro lugar querodizer que concordo com a idéia de que a disci-plina arqueológica deva voltar parte de suaatenção para as questões relativas às minoriasétnicas e sociais, mas penso que alguns auto-res trataram desta questão de forma um tantoimatura teoricamente. Como sabemos, em di-ferentes países, onde as populações nativas seengajaram na luta pela sua auto-determinação,a arqueologia serviu como um instrumentopara reivindicar a manutenção e/ou aapropriação de territórios e locais sagrados.Infelizmente, no Brasil, ainda estamos nocomeço desta prática e carecemos dediscussões densas e aprofundadas para darconta disso que se apresenta quase como umdilema ético-moral para nós arqueólogos. Fe-lizmente, a antropologia brasileira há muitovem lidando com questões relativas asoberania e manutenção dos territórios e dasidentidades indígenas e talvez fosseinteressante a nós arqueólogos estabelecermosum diálogo mais direto com esta disciplina afim de não corrermos o risco de agirmos comoamadores em um campo de discussões e em-bates extremamente complexo. Na discussãosobre a relação das identidades indígenas coma identidade nacional, por exemplo, os estudosantropológicos vêm demonstrando que aspopulações indígenas têm clamado justamen-

te pelo reconhecimento de sua alteridade e asua inserção política, social e econômica nocontexto nacional é reivindicada a partir destanoção de diferença. Assim, me pareceinteressante que se faça uma arqueologia do«Outro» a fim de não reproduzirmos umaatitude que já foi criticada por autores comoViveiros de Castro, de transformarmos as so-ciedades indígenas em meros ingredientes dacultura/identidade nacional - se é que isto existe- em lugar de construir um conhecimento so-bre a sua trajetória histórica e a sua diversidadecultural. Neste sentido, gostaria de fazer umparêntese e chamar a atenção para aimportância do uso das fontes históricas so-bre as populações indígenas no Brasil naconstrução destas trajetórias. Que pesem ascríticas sobre o modo como estas fontes sãousadas, bem como sobre a construção de mo-delos por vezes, monolíticos ou homogêneossobre determinadas etnias não se podenegligenciar o fato de que há uma continuidadehistórica entre as populações do passado e ashistoricamente conhecidas. Há melhor argu-mento do que este para atestarmos acontribuição das populações indígenas naconstrução das identidades nacionais? Umoutro aspecto precisa ainda ser consideradoquando se trata da arqueologia indígena, ouseja, ela não pode ser confundida com aantropologia indígena, pois são duas discipli-nas distintas que nem sempre são totalmenteconciliáveis. Embora ambas possam beber dosmesmos paradigmas teóricos, seu objeto e seusmétodos são distintos e é importante que nãonos confundamos em relação a isto. Talvezpor esta razão, algumas vezes, nossas postu-ras divergentes em laudos ou outras questõesenvolvendo minorias sejam justificáveis.Temos identidades acadêmicas diferentes epenso que isto é salutar e deveria proporcio-nar um debate criativo e não o desmerecimentode uma postura ou outra. Ao meu ver, ocompromisso ético para com as populaçõesnativas e o patrimônio arqueológico deveriaser partilhado por ambas disciplinas.

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Esta questão remete a um outro tema im-portante que foi abordado pelos autores, ouseja, a responsabilidade social do arqueólogo.Neste caso, porém, o tom empregado poralguns deles me causou uma certa inquietaçãona medida em que pareceu sugerir umapositividade às arqueologias/arqueólogos pós-processualistas e uma negatividade àsarqueologias/arqueólogos não pós-processualistas. Conhecendo a erudição dosautores, estou certa de que foi apenas umaimpressão, porém, gostaria de refletir sobreisto a fim de evitar uma leitura desavisada oudesatenta do livro, especialmente por parte dosestudantes. Se observarmos a história dopensamento arqueológico, podemos dizer queo surgimento das diferentes arqueologias, cadauma em seu tempo, realizou uma crítica àspráticas anteriores e apresentou uma novaproposta de investigação e interpretação doregistro arqueológico. Neste sentido, todas elasapresentavam algum tipo de engajamento eatribuir valoração positiva às arqueologiaspós-processualistas pode ser um contra-sensodiante de todas as discussões epistemológicaslevadas a cabo nestas últimas décadas por di-ferentes pensadores do campo científico.Devemos ter cuidado para não fazermos destaa abordagem exclusiva e a única engajada epoliticamente correta, pois há formas distin-tas de construir o saber e é salutar que assimseja para que de fato haja uma produção deconhecimento diversificado. Uma prática cien-tífica democrática e, por conseqüência, sociale academicamente significativa, no meu en-tender, só pode existir a partir de idéias e pontosde vista diferentes. No que se refere àdemocratização deste conhecimento concordocom a proposta dos autores de que este devese dar através de diferentes canais, ou seja, nauniversidade, na escola pública e privada, nasaldeias indígenas, nas comunidades em gerale na mídia. Cada arqueólogo, obviamente, deveencontrar o seu modo de contribuir nesta tarefade socializar o conhecimento por eleproduzido.

Para finalizar gostaria de dizer que umdos aspectos interessantes que a leitura destelivro proporciona é a percepção de que aarqueologia é uma disciplina cuja práxis émuito diversificada no tempo e no espaço.No meu entender é isso que a torna umexercício de liberdade. Boa leitura.

Arqueologia das sociedades indígenas noPantanal de Jorge Eremites de Oliveira. Edi-tora Oeste, Campo Grande, 2004. Resenhadopor José Luis S. Peixoto (Universidade Fede-ral de Mato Grosso do Sul).

Este livro oferece uma síntese dos estudosarqueológicos e etno-históricos, acumuladoshá mais de uma década, sobre os povos indí-genas que ocuparam o Pantanal. O autor uti-liza-se de uma linguagem simples eagradável, que resulta numa comunicaçãodireta com o leitor. De início explica osconceitos utilizados pela Arqueologia e seuslimites com outras áreas da ciência. Reforçaa necessidade de a Arqueologia utilizarinformações do presente etnográfico e/ou his-tórico na elaboração de modelosinterpretativos. Entretanto, reconhece asdificuldades no uso das informações obtidasnos documentos escritos como modelosinterpretativos em estudos arqueológicos,sobretudo, porque a cultura deve sercompreendida como algo dinâmico e plural.Vale acrescentar que os documentos podemser imprecisos deliberadamente ou refletir umacontecimento que pode não condizer com arealidade de uma situação. Levando isso emconsideração, o autor apresenta uma sériede informações obtidas em documentos re-ferentes à ocupação européia na áreachaquenha e pantaneira, auxiliandosobremaneira nas interpretações dos dadosarqueológicos referente ao período pré-colo-nial. A partir dessa estratégia, o autor ofereceinformações sobre a ocupação indígena noPantanal e adjacências nos seus aspectosecológicos, históricos e socioculturais.

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Numa perspectiva histórica, discute o sig-nificado do termo Pantanal, ao longo doprocesso de conquista espanhola e portuguesae identifica os territórios dos grupos indíge-nas historicamente conhecidos. Mostra, deforma concisa, a evolução ambiental doPantanal. A fisiografia atual do Pantanal éholocênica e apresenta um intricado sistemahidrográfico, com acentuada biodiversidadede flora e fauna, com inúmeros ecossistemasentre planaltos residuais e planície deinundação. Esses ecossistemas oferecem aosseus habitantes uma diversidade de recursosambientais que possibilitam manterem-seestabelecidos por várias gerações.

Com relação à ocupação humana maisantiga do Pantanal, ao redor de 8.200 anosA.P., há mais conjectura do que dados con-cretos. Isso é justificável, pois as informaçõesprovêm de pequenas escavações. A partir domédio Holoceno há uma intensificação daocupação humana no Pantanal, com acen-tuada presença de sítios estabelecidos naplanície de inundação, denominados pelaarqueologia de Aterros. É importante escla-recer que alguns Aterros são ocupados porgrupos aceramistas com intervalos de datasradiocarbônicas entre 5.550. e 3.000 anosA.P.; outros, por ceramistas com datas entre2.800 e 1000 anos A.P.; e outros aceramistassotopostos por ceramistas. Os atributostecnotipológicos da indústria cerâmica podemser reconhecidos no vasto território das TerrasBaixas Meridionais Sul-americanas.

A distribuição dos Aterros na paisagem eo seu conteúdo cultural parecem indicar quegrupos humanos estavam estruturados demaneira a estabelecer uma organização so-cial com forte domínio territorial. Os Aterrossão um símbolo que reforça a identidadeétnica dos grupos estabelecidos na planíciede inundação, seja em períodos pré-coloniaisou ao longo da conquista européia. Noprocesso de formação dos Aterros é conve-niente separar a formação do substrato na-tural, isto é, a gênese dos capões-de-mato e

cordilheiras da formação do sítio. Comrelação ao substrato, não há um consenso nasua explicação, pois as opiniões se dividementre antigas paleodunas, paleodiques efundos de paleolagoas que secaram eprecipitaram o carbonato de cálcio, dandoorigem a camadas de concreção calcária. Poroutro lado, a formação do Aterro, sob o pon-to de vista cultural, indica ocupações de longaduração. Há um breve comentário sobre sítiosde gravura rupestre, que apresentamgrafismos com estilos geométricos e, rara-mente, figuras de pegadas humanas eanimais. Os responsáveis por essasrepresentações parecem ser os povos queocuparam os Aterros.

Posteriormente, há uma análise da relaçãoentre os povos indígenas pré-colonias e osgrupos étnicos historicamente conhecidos,tais como Guasarapo, Mbayá-Guaikuru,Payaguá e Guató. O autor enfatiza o modocomo estes os grupos distribuem seusassentamentos na paisagem, levando emconsideração as cheias do Pantanal e asinformações etno-históricas. É importanteacrescentar que o deslocamento para locaisque não são atingidos pelas águas em temposde cheia (morros e borda de planaltosresiduais), onde possivelmente os povos in-dígenas se refugiavam das inundações, con-forme dados históricos, não deve ser umcomportamento presumível para a maioriados grupos estabelecidos na planície deinundação. Os estudos arqueológicos reali-zados na região das lagoas do Castelo eVermelha, localizados a 90 km a montanteda cidade de Corumbá, local sob forteinfluência das cheias do rio Paraguai, indicamque os deslocamentos humanos em temposde cheia era em direção aos Aterros oucapões-de-mato mais altos, pois estão forado alcance das inundações. Essa mesmaestratégia é utilizada por alguns grupos fa-miliares atuais, denominados regionalmentede ribeirinhos. Dessa maneira, é possível queos deslocamentos dos povos indígenas para

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os locais mais altos, sugerido no diário de A.N. Cabeza de Vaca em 1542, possam ser paraáreas de difícil acesso, onde há Aterrosestrategicamente posicionados e seguros con-tra as cheias e grupos rivais (indígenas eeuropeus). Esses locais foram de difícil acessoaos conquistadores europeus e, ainda hoje,são locais atingidos em tempos de cheiasapenas por canoa monóxila. Acrescenta-seque estão disponíveis apenas para exímioscanoeiros conhecedores do território, poisalguns dos Aterros estão protegidos por umintricado sistema de canais fluvias, quenecessitam do conhecimento meticuloso doterritório para atingi-los.

Na segunda parte do livro há uma breverevisão sobre os grupos étnicos Guató,Guasarapo e Mbayá-Gaikuru. Apresenta-sea descrição das suas áreas geográficas, tiposde assentamentos, subsistências e culturamaterial e suas relações interétnicas. Essassão informações que podem ser obtidas, comdetalhes, na tese de doutorado do autor «Dapré-história à história indígena: (re) pensan-do a arqueologia e os povos canoeiros doPantanal». Os grupos étnicos estabelecidosna planície pantaneira, em tempos pré-coloniais e históricos, têm suas diferenças nouso dos recursos ambientais e na produçãoda cultura material, mas há alguns elemen-tos que os unem, representados pelaconstrução e/ou ocupação dos Aterros, pelaestratégia de distribuição dos assentamentosna paisagem e pelo uso da canoa monóxila.

Embora as informações historiográficasdemonstrem um intenso contato interétnicoentre os grupos indígenas, sobretudo ao longodo processo de conquista, os estudos arqueo-lógicos não identificaram esse fenômeno emtermos pré-coloniais. Sugere-se que seacentuam os estudos em várias áreas depequeno porte, com a finalidade de buscarinformações sobre as estratégias de ocupaçãode território, os processos de formação do sítio,a relação inter-sítio e intra-sítio, o aumentosubstancial nas datações radiocarbônicas, a

subsistência, os sepultamentos, entre outros.Nas páginas finais, há uma interessantediscussão sobre a existência de desigualdadesocioeconômica entre os grupos indígenasconhecidos historicamente, levando emconsideração fatores como abundância de re-cursos, pressão demográfica, relaçõesinterétnicas, intercâmbio de mercadorias delongas distâncias, organização do trabalho,cativos de guerra e domínio territorial. Essessão elementos que parcialmente se verificamnos estudos arqueológicos, mas não é possívelafirmar que os grupos indígenas pré-coloniaismantinham hierarquia social e/ou tenderiama organizar-se de forma a estabelece-la.

O texto finaliza com informações preli-minares sobre uma nova área de estudos, queestá em andamento pela equipe de Eremitesna região de Porto Murtinho, localizado naborda sul do Pantanal. As primeirasinformações indicam uma grandepotencialidade de ocorrência de sítios pré-coloniais, coloniais e nacionais. Destaca-sea presença de inúmeros Aterros com umaindústria cerâmica ligada à tradição Pantanale o surgimento de material cerâmico, comvasilhas inteiras, provavelmente pertencentesaos povos indígenas estabelecidos na regiãoem tempos coloniais. Por último, éapresentada uma bibliografia que proporcio-na ao leitor iniciar-se na pesquisa arqueoló-gica e etno-histórica das regiões pantanteirae chaquenha, principalmente no período queabrange o processo de conquista espanholae portuguesa.

Aproximaciones contemporáneas a la ar-queología pampeana. Perspectivas teóricas,metodológicas, analíticas y casos de estu-dio, editado por Gustavo Martinez, MaríaA. Gutiérrez, Rafael Curtoni, Mónica Beróny Patricia Madrid. Universidad Nacional delCentro de la Provincia de Buenos Aires,Olavarría, 2004. Reseñado por Luis AlbertoBorrero (Departamento de Investigaciones

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Prehistóricas y Arqueológicas IMHICIHU,CONICET).

Este libro es el resultado del III Congreso deArqueología de la Región Pampeana Argen-tina que se realizó en Olavarría en noviem-bre de 2002. No se trata de un clásico librode Actas, pues ningún capítulo se limita a lapresentación de materiales. El libro, como loexpresan sus editores, procura captar la va-riedad de tendencias en la investigación ar-queológica pampeana. Esto lo logran,acabadamente, a través de 32 capítulos queabarcan desde la tafonomía de guanacos has-ta discusiones sobre la percepción del pasa-do. Para muchos puede resultar sorprenden-te todo lo que está ocurriendo en un sectorrelativamente limitado de Sudamérica perose trata, simplemente, de la continuación deuna tendencia establecida durante los últimosquince años.

El libro está dividido en cuatro secciones.La primera es bastante específica y se refierea la complejidad en las sociedades pampeanas.Las demás son más generales; no las trataréen bloque sino intercalando sus capítulos deacuerdo a ciertos ejes surgidos de mi lecturadel libro. Numerosos casos pampeanos estánsiendo interpretados a la luz del concepto decomplejidad, al que este libro dedica varioscapítulos. El primero, de Gustavo Barrientos,es una exhaustiva revisión del concepto, enparticular en el marco de la biología. Barrientoshabla de la «potencial contribución a la cons-trucción de modelos arqueológicos» (p. 19),aunque es un tanto escéptico sobre la base delpoco interés demostrado en explorar con pro-fundidad el concepto y sus aplicaciones. Tam-bién se incluyen dos capítulos con aplicacio-nes concretas. Uno a cargo de Daniel Loponte,Alejandro Acosta y Javier Musali que recorrelas evidencias pertinentes al humedal delParaná inferior. Con apoyo tanto en variadasfuentes arqueológicas como históricas sugie-ren «la existencia de una gran cantidad decomportamientos usualmente asociados a los

cazadores-recolectores complejos» (p. 52).Notan la falta de secuencias arqueológicasregionales, lo que impide tratar la emergenciade esos comporamientos. Discusiones de estetipo requieren una valoración de los alcancesde la evidencia arqueológica disponible. Estoes lo que hacen Alejandro Acosta, DanielLoponte, Silvina Durán, Leonardo Mucciolo,Javier Musali, Luciano Pafundi y David Pauen un capítulo que analiza las condiciones demezcla de materiales arqueológicos y restosde animales muertos naturalmente en losalbardones, el más característico tipo de sitiodel humedal. Este estudio sirve de sustento paraargumentar que los restos de peces allí depo-sitados son mejor explicados por vía antrópica,en tanto que para otros tipos de restos se abrendiscusiones específicas en las que el resultadopuede ser variable.

Un capítulo a cargo de Leandro H. Luna,Elvira I. Baffi y Mónica A. Berón trata uncaso derivado del estudio de los materiales delsitio Chenque I, con una notable concentra-ción de restos óseos humanos en un «área for-mal de entierro». Este capítulo debe analizar-se en relación con otros ubicados en otras sec-ciones que agregan evidencias sobre este sitiousado c. 100-400 AP. Así Alberto Cimino,Marina Guastavino y Silvia Velardez se ocu-pan de los elementos de adorno asociados (enparticular de cuentas de collar) que indicanuna importante relación con la costa del océa-no, avalada por valores de isótopos establessobre huesos humanos que indican un com-ponente marítimo en la dieta. Finalmente estáel estudio de Mariana Romiti que estudia, afondo, los patrones de reutilización del áreade entierro, sus efectos sobre entierros pre-vios y sus posibles significados. Un rico re-gistro, entonces, que invita a una exploraciónprofunda. Muchas de las inferencias y obser-vaciones realizadas a partir del estudio de losmateriales de Chenque I deberán seránevaluables con el registro regional ysupraregional.

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Es útil comparar este caso con el presen-tado por Cristina Bayón, Nora Flegenheimer,Marcelo Zárate y Cecilia Deschamps; se tratade un sitio fascinante (El Guanaco) en el queresuelven muy bien las dificultades de lidiarcon un registro arqueológico muypromediado, con pozos cavados para depo-sitar a los muertos c. 2500-2200 AP y conpresencia de restos de megamamíferos. Lasasociaciones son difíciles de definir pero losautores logran una serie de resultados positi-vos para los que el papel de la geoarqueologíaha sido destacado. Natalia I. Mazzia, ClaraScabuzzo y Ricardo A. Guichón, describien-do los entierros secundarios recuperados enEl Guanaco, consideran a este como un «lu-gar calificado del paisaje» (p. 301), más omenos en el mismo sentido que Luna ycoautores hablando de Chenque I. Estas yotras evidencias de distintos sectorespampeanos (ver, por ejemplo, el capítulo deGustavo Martinez sobre el valle inferior delrío Colorado) están ya indicando un impor-tante patrón supraregional.

La sección sobre complejidad incluye,además, un texto de Magdalena Frère, quienpresenta una útil revisión tendiente a aclararun viejo tema arqueológico, el de los sitiospost-contacto que carecen de marcadoresarqueológicos claros; se vale, entre otras co-sas, de los conceptos de «territorio de con-tacto» versus «zona de frontera» como víapara aclarar estas situaciones. El trabajo deLaura Casanueva sobre arqueología de lasestancias bonaerenses es pertinente aquí. Alconsiderar las localizaciones de las estructu-ras en terrirorios de frontera agrega tantoinformación como un marco de referenciapara desarrollar discusiones como las plan-teadas por Frère. Asimismo, el trabajo deAlicia H. Tapia y Virginia Pineau, al compa-rar restos materiales vítreos y de otros tiposde una ocupación aborigen y de una militarde fines del siglo XIX, entrega una medidade la magnitud del problema al que se refiereFrère y sugiere que, en ciertos casos, el uso

del análisis espacial inter e intrasitios puedecontribuir a clarificar las diferencias.

Además del trabajo ya mencionado so-bre el humedal hay varios capítulos que dancuenta del creciente papel de la tafonomía ylos estudios de formación del registro arqueo-lógico en la región pampeana que informanacerca de una madurez creciente, pues el tra-tamiento de tantos temas acariciados por losarqueólogos contemporáneos, como el men-cionado de complejidad u otros relacionadoscon estudios de género o los comprendidosde manera general bajo el rótulo de «simbó-licos», requieren de una base de datos depu-rada. Esta no puede derivar, exclusivamen-te, del uso de técnicas minuciosas de exca-vación. A esa técnica hay que sumar un im-portante componente téorico y metodológicoque, en estos momentos, ofrece la tafonomía.El trabajo de Mariano Bonomo y AgustinaMassigoge es un buen ejemplo. El análisisde una concentración de huesos a través devariables tafonómicas sirvió para aclarar sustatus, dominantemente antrópico.

Otro ejemplo relevante es el trabajo deCristian A. Kaufmann y María A. Gutiérrez,quienes estudian la depositación de huesosde guanacos en medios fluviales y las difi-cultades para reconocer los componentesantrópicos en algunas acumulaciones óseas.Utilizan un acercamiento que combina co-nocimientos previos, trabajos experimenta-les y un planteo informado de la relevanciaregional del problema que les permite deci-dir acerca de la importancia de algunas va-riables diagnósticas para evaluar la integri-dad del registro arqueológico. Se trata demateria prima indispensable para quienestrabajan con acumulaciones óseas que inclu-yen restos de guanacos en la Pampa o en otrasregiones.

Varios estudios se dedican a aspectos tec-nológicos y funcionales. Marcela Leipus rea-liza el análisis funcional de material líticousado para madera, destacando la importan-cia de este recurso en la región pampeana.

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Bárbara R. Sacur Silvestre estudia los ras-tros de uso sobre lascas de filos naturales delsitio Anahí, quizá relacionados con accionessobre hueso. El marco del análisis es tanto elde la escasez de material lítico en el área comoel contexto mayor de los restos óseos con loscuales se encontraron asociadas las lascas.

Dos estudios comienzan a aportar datosacerca del registro lítico más antiguo de laregión. El trabajo de Aparicio Arcaos, Mag-dalena Muttoli y Sebastián Tomaduz estu-dia los restos de talla del nivel inferior dePay Paso 1, Uruguay, un sitio datado en latransición Plaeistoceno/Holoceno. Como re-sultado destacan «que Pay Paso presentacaracterísticas propias de un sitio taller» (p.225). Para el mismo período FedericoValverde analiza los restos de Cueva Tixi yAbrigo Los Pinos, Tandilia, encontrando cier-tas variaciones en el largo de las secuenciasde reducción lítica representadas en ambosconjuntos. En general se trata de indicacio-nes de variación posicional o funcional enTres Ventanas ofrecidas hacia ese momentode dispersión e instalación tempranas en laregión pampeana.

Gabriela Armentano estudia la organiza-ción tecnológica de sitios tardíos del sur dela región pampeana. Su detallado estudiodestaca algunos casos de importancia dife-rencial de actividades de molienda que tienerepercusiones en términos de asentamiento,subsistencia y otras esferas de la actividadhumana. Sobre la importancia de estas acti-vidades de molienda también hay que men-cionar el capítulo de Alicia H. Tapia y JudithE. Charlin para el caso de «las tolderíasranquelinas». El trabajo de Armentano debeentenderse en el marco del proyecto que pre-senta Gustavo Martinez dando cuenta de unacobertura intensa de la arqueología del valleinferior del río Colorado utilizando una gamade técnicas que le han permitido obtener abun-dante información en una región caracteri-zada por algunas dificultades en la visibili-dad arqueológica.

Federico Valverde y Marilina Martuccianalizan las puntas de proyectil del sitio ElAbra, Tandilia, y descubren una serie de pa-trones que los habilitan para sugerir hipóte-sis y líneas interpretativas con alcance regio-nal. Laura Pérez Jimeno presenta una com-paración de los artefactos óseos procedentesde sectores distantes entre sí en la llanuraaluvial del río Paraná y en la pampa bonae-rense. A pesar de la distancia de cientos dekilómetros Pérez Jimeno observa numerosassemejanzas de selección de materia prima yformatización. Dos capítulos se ocupan decerámica. Flavia V. Ottalagano analiza larelevancia de un marco de arqueologíaconductual para comprender la cerámica desectores aledaños al río Paraná. Maricel Pérezy Lorena Cañardo informan sobre la produc-ción cerámica en algunos de los sectores con-siderados en los capítulos de Acosta ycoautores.

Pablo P. Messineo, María P. Barros, Da-niel G. Poiré y Lucía Gómez Peral presentanun estudio acerca de la disponibilidad de re-cursos. Se trata de la caracterización de lasftanitas, de reconocido uso arqueológico enel centro de la provincia de Buenos Aires. Seune a varios trabajos previos, que son revi-sados por los autores, que sirven para entre-gar a los arqueólogos que trabajan en estaregión una base muy confiable para discutirlas procedencias de las materias primas uti-lizadas para confeccionar instrumentos.

María Luz Endere presenta el fascinantecaso de la interacción entre la comunidad deTres Arroyos, los arqueólogos y el sitio ar-queológico Arroyo Seco 2. La relación conla comunidad también está presente en elcapítulo de Mercedes Pérez Meroni y MaríaC. Paleo sobre la percepción del pasado enla comunidad de Punta Indio. El capítulo deVictoria Pedrotta, Mariela Tancredi y NoraGrosman apunta a la puesta en valor de laReserva Natural Boca de la Sierra, Azul.Rafael Curtoni presenta una discusión sobreel patrimonio arqueológico; en su artículo

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143Reseñas/Resenhas

trata dimensiones políticas, particularmenteen el marco de la llamada «conquista del de-sierto». Este trabajo agrega a la importanciadel tema la no tan difundida virtud de dispo-ner de un cuerpo de datos y ejemplos quesustentan su posición. Marcelo N. Weissel yMaría B. Marconetto utilizan análisisantracológicos para comprender el funcio-namiento de estructuras urbanas. Sandra A.Guillermo también se ocupa de la interpreta-ción de estructuras urbanas, discutiendo loscontextos depositacionales en comparacióncon una serie de expectativas. Finalmentequiero destacar un ejemplar capítulo a cargode Roberto Daniel Peretti y Susan Baxevanissobre manejo y tratamiento de coleccionesarqueológicas. Un punto central es que el tra-tamiento esencial de un resto es aquel querecibirá en su lugar de extracción, al que iden-tifican como el nodo decisivo para la poste-rior historia del resto.

En resumen, este libro es un aporte in-menso para nuestra comprensión de la ar-queología pampeana que logra cubrir -voy adecirlo en su modo pampeano- prácticamen-te todas las facetas de la arqueología con-temporánea. Por ese motivo deberá afectarmucho más allá de las pampas. Pocos librosresultantes de congresos regionales logran eseansiado estatus.

Cazadores de guanacos de la estepapatagónica de Guillermo L. MengoniGoñalons. Sociedad Argentina de Antropo-logía, Buenos Aires, 1999. Resenhado porAndré Luiz Jacobus (Museu Arqueológicodo Rio Grande do Sul).

Esta obra é a versão revisada, ampliada ecom atualização bibliográfica da Tese deDoutorado defendida pelo autor em 1997, soborientação do Dr. Hugo D. Yacobaccio, naUniversidade de Buenos Aires. Tem comoobjeto o estudo das arqueofaunas do sítioCerro de los Índios 1, situado no noroeste daProvíncia de Santa Cruz, na Argentina. A

arqueofauna predominante no sítio é deguanaco (Lama guanicoe).

A obra inicia com um prólogo de CarlosA. Aschero, daquela Universidade, que afir-ma, com propriedade, tratar-se de umtrabalho com solidez teórica e metodológica.Segundo este arqueólogo, tal solidez é o re-sultado de dois fatores fundamentais, quecaracterizam Willie Mengoni (como o autorprefere ser denominado): o rigor de umcientista e o amor de um artesão.

Na Introdução o autor chama a atençãoque o tema central da obra é estudar como sedeu o aproveitamento de guanacos, captura-dos por grupos de caçadores-coletores hojeextintos, e que foram o seu principal recursoeconômico. O aproveitamento de tal táxon édecorrente das práticas de transporte eprocessamento das presas, bem como do usodas mesmas para a subsistência. Willie des-taca que, em seu estudo, foi necessário en-tender quais são os fatores que condicionama variabilidade dos conjuntos dearqueofaunas, com o objetivo de escolher asformas mais adequadas para medir talvariabilidade. Segundo o mesmo, um estu-dioso de arqueofaunas deve procurar enten-der se as freqüências, dos diferentes elemen-tos anatômicos e as modificações neles exis-tentes, refletem realmente as decisões dosindivíduos que caçaram aqueles animais, bemcomo esclarecer se tais decisões foram regu-lares.

Quando Willie aborda o estado do pro-blema ele ressalta que a anatomia econômica,ou seja, a utilidade nutricional relacionadacom cada parte do animal, é fundamental parao entendimento de questões de transporteseletivo das presas, isto é, o que é levado paraconsumo e o que é abandonado. Tambémressalta que não são somente os fatores detransporte que promovem as decisões doscaçadores, mas também aqueles referentesao processamento para o consumo. Williealerta para o fato de que as atividades reali-zadas, durante o processamento, podem ser

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inferidas através do estudo das modificaçõesproduzidas nos espécimens de arqueofaunas.O autor também destaca a influência que apartilha das partes de um animal, entre osindivíduos do grupo que o caçou, possui so-bre a variabilidade das arqueofaunas.

Em seguida Willie trata da especificação efundamentação do tema de seu estudo,apontando que os conjuntos de arqueofaunasestudados apresentam uma grande diversidadede elementos de guanaco, que refletem umaalta intensidade na utilização das carcaçasdestes animais. Por último, quando trata dametodologia utilizada na obra, o autor ressaltaa necessidade de aplicar um estudo tafonômicopara alcançar seu objetivo principal, ou seja,obter informações relevantes para discutiratividades culturais relacionadas com oaproveitamento de guanacos pelos ocupantesdo Cerro de los Índios 1. Willie destaca, en-tretanto, que para perceber os fatores culturais,no estudo tafonômico também é necessárioanalisar os fatores naturais que contribuírampara a formação daqueles conjuntos dearqueofaunas.

No Capítulo 1 Willie aborda a questãode como se forma, e como se estuda, avariabilidade dos conjuntos de arqueofaunasproduzidos por caçadores-coletores. Paratanto o autor discorre longamente sobre osmodelos existentes. Tais modelos têm comobase estudos de etnoarqueologia entre gru-pos de caçadores-coletores e de pastores.Destes diferentes modelos o autor ressalta asquestões referentes ao transporte seletivo,bem como sobre a partilha de carcaças.Também aborda os recentes estudos detafonomia de vertebrados. Por fim ressaltaos fatores intrínsecos aos elementosanatômicos de ungulados.

O Capítulo 2 trata da metodologia utili-zada por Willie em seu estudo. Aí ele abordatemas como a identificação anatômica etaxonômica dos espécimens; as classes deidade dos animais; os padrões deprocessamento, consumo e modificações e o

registro e armazenamento de dados. O regis-tro de dados também é explicitado em quatroapêndices incluídos no final da obra. No Ca-pítulo 3 Willie trata dos métodos dequantificação, realizando uma ampla revisãoda literatura então existente. Aqui ele justificasuas escolhas dentre as diferentes unidades eíndices de quantificação disponíveis. O Capí-tulo 4 trata das marcas de origem humana,resultantes do processamento e utilização dosguanacos capturados. O autor discorre sobreconceitos gerais e a variabilidade das marcasde processamento (marcas de corte; deraspagem; de fendimento e de percussão).

No Capítulo 5 Willie aborda questõessobre fraturas e outras modificaçõesproduzidas pelos caçadores-coletores.Também faz uma ampla revisão atualizadada literatura sobre a variabilidade dos padrõesde fratura óssea; das propriedadesbiomecânicas dos ossos; dos agentes eprocessos que produzem fraturas; das técni-cas de fratura intencional e atributos utiliza-dos na análise de fraturas dos espécimens.

No Capítulo 6 o autor trata dasmodificações naturais, tais como marcasproduzidas por carnívoros e roedores ealterações produzidas pelo intemperismo. NoCapítulo 7 Willie realiza uma descrição dosítio, bem como relata a história das pesqui-sas no mesmo. Também explicita as dataçõesradiocarbônicas obtidas e discorre sobre asdiferentes unidades lito-estratigráficas e deanálise. O Cerro de los Índios 1 é um sítio acéu aberto junto a um paredão de diorito,que apresenta diaclasamento colunar. Asuperfície ocupada efetivamente foi de cercade 240 m². No paredão existe arte rupestre.O sítio encontra-se em ambiente comgramíneas e arbustos (estepe arbustiva). Acerca de 10 km ao noroeste situa-se o LagoPosadas e a cerca de 30 km ao oestedesenvolvem-se bosques de Nothofagus. Osítio foi pesquisado em quatro campanhasde campo, no período de 1977 a 1993, sob acoordenação de Aschero, tendo sido escavada

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uma área de cerca de 22 m². O Cerro de losÍndios 1 foi ocupado quatro vezes por gru-pos de caçadores-coletores entre ca. 900 e3300 anos antes do presente.

Dos Capítulos 8 ao 11 é tratado o estudodas arqueofaunas dos níveis 3a, 3b, 3c e 3e,respectivamente. Ao todo foram analisados2205 espécimens atribuídos a guanaco. Emcada um dos capítulos são abordadas asabundâncias relativas dos elementos daqueletáxon, o número mínimo de indivíduos e asclasses de idades, as evidências deprocessamento e outras modificações huma-nas, bem como modificações não humanas.Todos os capítulos são amplamente ilustra-dos por tabelas e gráficos.

Os Capítulos 12 e 13 concluem a obra.No penúltimo Willie aborda de forma magis-tral a comparação entre as arqueofaunas dosdiferentes níveis, bem como a interpretaçãoda variabilidade dos conjuntos dearqueofaunas evidenciados. Inicia tal estudocomparativo através de um arqueotafograma,isto é, representa graficamente uma vintenade variáveis analisadas nos capítulos 8 ao 11,para cada conjunto de arqueofaunas deguanaco existentes no sítio. Em seguida ex-plora a representação dos elementos do es-queleto de guanaco para cada conjunto,fazendo uso do percentual do MAU (%MAU)bem como trabalhando estatisticamente,através de um índice de correlação, estespercentuais entre as quatro ocupações.

Destaco que o %MAU é umaestandardização do MAU (número mínimode unidades de um animal), que é umaunidade quantitativa que mede asabundâncias relativas dos diferentes tiposde elementos de um táxon. Esta unidade foicriada por L. R. Binford (1978:69-72),como alternativa do MNI (número mínimode indivíduos). O MAU de cada tipo de ele-mento é calculado a partir do seu MNE (nú-mero mínimo de elementos), dividindo-opelas vezes em que este elemento existe noesqueleto de determinado táxon. Como por

exemplo, o MAU para a parte proximal dofêmur é calculado dividindo o valor do MNEdeste elemento por dois e o do atlas é calcu-lado dividindo seu MNE por um. Para ocálculo do MAU, ao contrário do que ocorrepara o do MNI, não são considerados alateralidade dos elementos, nem a idade e osexo do animal. E o %MAU é calculadoconsiderando que o maior MAU observadoem uma amostra tem valor de 100%, e os%MAUs dos demais elementos são calcu-lados em relação à ele em uma escala de0% a 100%.

Com o objetivo de melhor compreenderos resultados obtidos, ao que se refere àsquestões de transporte seletivo e/ousobrevivência diferencial, Willie também uti-liza os dados de %MAU comparados, paracada um dos quatro conjuntos dearqueofanas, com os índices de utilidade decarne e de medula óssea e a densidade ósseados diferentes elementos anatômicos daqueletáxon. Aqui também faz uso de dois índicesestatísticos de correlação entre os conjuntos.

Com a finalidade de reforçar suasinterpretações o autor também comparou,estatisticamente, o grau de similaridade en-tre os diferentes conjuntos de arqueofaunas(por ele analisadas) com o modelo criado porBinford (1978) para os elementos, de caribuse cabritos, abandonados ou daquelesselecionados para transporte entre osNunamiut do Alasca. Willie conclui assimque, em seu estudo de caso, a anatomiaeconômica dos guanacos não influiu de modoseletivo sobre o transporte de seus diferenteselementos anatômicos, ao contrário do quefoi constatado por Binford em seu estudo.

A partir daí ele aprofunda as análises sobreperfis anatômicos e busca entender os padrões ea intensidade do processamento dos elementosde guanacos nas diferentes ocupações. Para es-clarecer estes perfis ele realiza comparações en-tre partes do esqueleto apendicular (úmero, ra-dio/ulna, fêmur, tíbia e metapodiais) dos guanacose seus respectivos conteúdos de medula, índice

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de carne e densidade óssea, através de coeficien-tes de correlação entre estas variáveis. Ao cons-tatar diferenças significativas nos perfisanatômicos do esqueleto apendicular de guanaconas diversas ocupações, Willie aprofunda asanálises de padrões e intensidade deprocessamento. Faz isto comparando afreqüência de marcas de percussão nos ossoslongos e o tamanho dos fragmentos de diáfisesdos mesmos. Enfim, o autor tem a possibilidadede mostrar ao leitor que no Cerro de los Índios 1existem diferenças e similaridades entre os dife-rentes conjuntos de arqueofaunas de guanaco,que representam padrões e regularidades nautilização deste táxon pelos caçadores-coletoresque ocuparam este sítio no passado.

No último Capítulo o autor tece algumasconsiderações finais, entre as quais destaca anecessidade que teve de repensar a metodologiacomumente utilizada para estabelecer aabundância relativa dos elementos, ajustando-a às características das arqueofaunas por eleanalisadas. Willie também julgou necessárioaprofundar o estudo de padrões deprocessamento, tendo como base análises demodificações produzidas nos espécimens. Taismodificações foram o resultado das atividadesrelacionadas ao processamento e ao consumo.

O autor ressalta que sua meta foi registraras diferentes propriedades das arqueofaunas,para assim discutir os princípios organizativosgerais do comportamento de caçadores-coletores patagônicos. Estes princípiospoderiam estar condicionando as decisões to-madas e determinar, por sua vez, os padrõesidentificados naquelas arqueofaunas. E isto elealcançou, com êxito diria eu, graças ao estudoda história tafonômica daquele sítio, dareconstrução das atividades relativas aoaproveitamento do guanaco e de seu significa-do em um contexto maior.

Enfim o que posso dizer é que não tenhodúvidas de que esta obra por muito tempo seráa primeira a estar ao alcance da mão daquelesque se dedicam ao estudo de arqueofaunas naAmérica do Sul, pois é o primeiro manual de

zooarqueologia publicado no Cone Sul. Alémdisto, o texto é muito bem ilustrado com umacentena de fotografias, gráficos e tabelas.Também é de destacar que o autor fez uso detecnologia de ponta, ao utilizar microscopiaeletrônica para a análise de modificações emelementos ósseos, incluindo no Apêndice 5 adescrição da técnica do preparo das amostras.No entanto lastimo a falta de uma revisão daedição, pois se encontram alguns erros dedigitação, tais como indicação de figuras quenão existem e falhas nos cabeçalhos dealgumas tabelas e gráficos.

De todo o estudo apresentado por Willienesta obra, existe um único ponto que discordodo mesmo. Trata-se do fato de, na página 62,ele concordar com a afirmativa de Lyman(1994:61-63), de que o % de sobrevivência,criado por Brain (1981:19-21, 277), e o%MAU, por medirem a mesma propriedadede uma amostra de arqueofauna, seriamsinonímias ocultas. Certamente estas duasunidades de quantificação não poderiam estarmedindo a mesma propriedade, pois o cálculodo % de sobrevivência tem como base o MNIde determinada amostra de arqueofaunas deum táxon, unidade de quantificação que parao cálculo do %MAU é desconsiderada. Nocálculo do % de sobrevivência o MNI (Xindivíduos da amostra) é multiplicado pelonúmero de vezes em que cada elemento existeno esqueleto, com o objetivo de encontrar ovalor esperado do MNE de cada um deles. Jáno cálculo do %MAU não existe tal estimati-va, pois tem como base de cálculo o maiorvalor do MAU (de determinado elemento deum táxon) observado em uma amostra.Entendo que Lyman foi infeliz ao usar comequívoco os dados apresentados por Brain. Éfalsa sua afirmativa de que o valor do «MNIvezes o número de vezes que um determinadoelemento ocorre no esqueleto» seja o mesmoque dizer o «máximo MNE de uma amostra»,como ele quer dar a entender nos denomina-dores das equações 1 e 2 (Lyman 1994:61).Ele mesmo destaca que é o valor observado

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do MNE e não o estimado! Observando-se osdados de Brain (1981:277) para um MNI de64 cabritos, constata-se que o MNE de costelasesperado seria de 1664 (64 X 26 costelas poresqueleto) e o de mandíbulas seria de 128 (64X 2). No entanto ele observou em sua amostraMNEs de 170 para costelas e de 117 paramandíbulas, e calculou valores do % desobrevivência de 10,2% e de 91,4%, respecti-vamente. Mas Lyman cometeu grave erro aocalcular o %MAU para estes dois tipos deelementos. O MAU de costelas é de 6,54 (170/26) e o de mandíbulas é de 58,5 (117/2) e seus%MAUs são respectivamente 11,18% e100%, e não 10,2% e 91,4%, como elecalculou em suas equações 6 e 7 (Lyman 1994:62). Seu erro foi confundir o máximo MNEobservado na amostra de Brain com asestimativas de MNE dos diferentes elementos(costelas e mandíbulas) para 64 cabritos. Rei-tero que os valores usados por Lyman são osesperados, e não os valores efetivamente ob-servados por Brain na amostra que trabalhou.O cálculo do %MAU tem como base os valo-res de MNEs observados e não os esperados,e não depende do tamanho da população(MNI) estimada para uma determinadaamostra (Binford 1978:72).

Lyman também falhou em supor, comodá a entender em suas equações 2, 3, 4 e 5,que sempre o maior MNE de uma amostracorresponde ao maior MAU desta mesmaamostra. Nos dados de Brain, também utili-zados por Lyman, fica evidente que esta éuma suposição que nem sempre é verdadeira,pois como apontado acima, o maior MNEobservado foi de 170 (costelas), mas comoeste valor deve ser dividido por 26 para cal-cular o seu MAU (= 6,54), são as mandíbu-las que apresentam o maior MAU (= 58,5)da amostra, cujo MNE (= 117) é divididosomente por dois (Lyman 1994:61).

A afirmativa de Lyman de que tanto o %de sobrevivência quanto o %MAU nãoconsideram a lateralidade de determinadoelemento, para seus cálculos, não é de todo

verdadeira (Lyman 1994:62). Basta ver queBrain, ao usar o MNI (= 64) de cabritos,como base para seus cálculos de % desobrevivência, demonstrou que das 117 man-díbulas 64 eram direitas e 53 eram esquerdas(Brain 1981:18). Lyman também foi injustoao afirmar que Brain não fez uso do termonúmero mínimo de indivíduos (Lyman1994:61). Ele pode não ter utilizado a sigla(MNI), mas foi muito claro ao usá-lo porextenso e manejou adequadamente o seuconceito (Brain 1981:18-19).

Apesar de considerar esta obra de Williecomo um manual, ressalto o fato de que oautor estudou somente um táxon. Com cer-teza se torna mais complexo o estudo dearqueofaunas de sítios situados na regiãointertropical do Neotrópico. Isto devido agrande diversidade de vertebrados que asarqueofaunas podem apresentar, principal-mente de mamíferos (sem falar em aves,répteis e peixes). Portanto com certezaexistem questões a serem resolvidas nazooarqueologia do Neotrópico que não estãocontempladas nesta obra.

Também é de destacar que o guanaco éum ungulado que apresenta porte médio decerca de 100 kg e os táxons de unguladosidentificados nos sítios acima referidosapresentam portes médios bem abaixo do queo do guanaco. Como por exemplo a maiorespécie do gênero Mazama (M. americana)possui porte médio de 30 kg; o Ozotocerusbezoarticus de 35 kg; o Tayassu pecari de33 kg e o Pecari tajacu de somente 19 kg. Oúnico táxon que teria porte médio comparávelao do guanaco seria o Blastocerusdichotomus (110 kg), que no entanto é umtáxon raramente identificado em sítios, aomenos no Brasil (possivelmente a exceçãoseja em sítios da Província de Buenos Aires,na Argentina). Portanto, muitas das caracte-rísticas observadas por Willie, decorrentesde processamento e consumo ou por outrosfatores tafonômicos, nas arqueofaunas queestudou, talvez não sejam identificáveis

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naquelas de táxons com portes médios me-nores. Com certeza teremos que realizarmuitos estudos com estas outrasarqueofaunas de ungulados do Neotrópicopara enfim atingir as metas alcançadas porWillie e apresentadas nesta magnífica obra.

ReferênciasBinford, Lewis R.

1978 Nunamiut ethnoarchaeology.Academic Press, Nova York.

Brain, C. K. 1981 The hunters or the hunted? University

of Chicago Press, Chicago.Lyman, R. Lee

1994 Quantitative units and terminology inZooarchaeology. American Antiquity59(1):36-71.

Los cazadores después del hielo de MauricioMassone. Centro de Investigaciones DiegoBarros Arana, Santiago, 2004. Reseñado porDonald Jackson y Victoria Castro (Departa-mento de Antropología, Universidad de Chile).

El estudio del profesor Mauricio MassoneLos cazadores después del hielo es resulta-do de una larga tarea de investigación inicia-da desde hace más de una década en la fría yventosa estepa norte de Tierra del Fuego. AllíMassone, bajo el auspicio del Instituto de LaPatagonia de la Universidad de Magallanes(Punta Arenas), emprendió las excavacionesde lo que había sido un antiguo alero, un re-fugio para los primeros habitantes en los úl-timos confines de América, el sitio Paleoindiomás austral del continente, Tres Arroyos 1.

Trabajar con contextos de los primerospoblamientos americanos es una tarea proble-mática. Se trata de sitios con historiasdepositacionales tremendamente complejas, nosólo por la larga secuencia de eventos y pro-cesos implicados en la formación de ellos sino,también, porque son escasamente conocidos;las condiciones climáticas y ambientales erannotoriamente distintas a las actuales, la faunaexistente en la época es hoy fauna extinta, las

actuales fuentes de aprovisionamiento líticoestaban cubiertas por gruesos mantos de hie-lo y, como si fuera poco, la isla Grande deTierra del Fuego no era una isla. En el libroestán considerados estos relevantes factoresque son abordados tras la organización cohe-rente de diez capítulos bien ilustrados en tor-no al estudio de Tres Arroyos 1. En las brevespáginas del capítulo I, Buscando una antiguacurva en el tiempo, Massone reseña, a modode introducción, sus trabajos iniciales en Tie-rra del Fuego, el descubrimiento del sitio, susprimeras excavaciones y la constitución de unequipo de investigación interdisciplinario enel marco de un proyecto Fondecyt (1960027)titulado Hombre temprano y paleoambienteen Tierra del Fuego. En el segundo capítulorealiza la historia de la investigación sobre elpleistoceno final de Patagonia, precisando losmarcos teóricos y metodológicos utilizados ysintetizando los resultados obtenidos; luego seaboca a discutir los principales problemaspaleoambientales vinculados, principalmente,con la apertura del estrecho de Magallanes ylas posibilidades del poblamiento de Tierra delFuego antes de constituirse en isla. Este capí-tulo reúne información especializada y actua-lizada esencial para entender las posibles ru-tas, cronología y condiciones bajo las cualesse llevó a cabo el primer poblamiento de Tie-rra del Fuego.

En el capítulo tercero, Reflexiones teóri-cas, se plantean el marco temporal y las ca-racterísticas de los primeros poblamientoshumanos de América y de Tierra del Fuego,se puntualizan las controversias del concep-to Paleoindio y se discute si el poblamientode Tierra del Fuego fue presionado por unfenómeno de arrinconamiento poblacional ouna elección cultural. Se trata de un capítulobien logrado en torno a los principales pro-blemas de los primeros poblamientos. Supo-nemos que, por razones de espacio, no se diocurso a una discusión más amplia en tornoal modelamiento de cazadores-recolectorescon relación a su subsistencia, movilidad y

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asentamientos, lo que habría enriquecido teó-ricamente la discusión. El capítulo cuartoexpone los objetivos de la investigación y lametodología del estudio, perfilando el énfa-sis interdisciplinario (arqueología, geología,paleoambiente y conservación) y el enfoqueholístico en cuanto a los estudios que apo-yan sus resultados.

En el quinto capítulo el autor sintetiza elcontexto de las evidencias de los cazadorestempranos de Tres Arroyos 1, discutiendoaspectos ambientales y culturales y descri-biendo, sucintamente, las evidencias recupe-radas en el sitio para concluir con una inter-pretación global e integradora desde el pun-to de vista cronológico y estratigráfico delcontexto cultural de la ocupación Paleoindia.En el capítulo sexto, En torno a los fogones,se describen y analizan cinco fogones en tér-minos de sus vinculaciones estratigráficas,cronologías, sus contenidos y relaciones es-paciales con los restos culturales asociados,permitiendo segregar eventos de actividadesdiferenciados respecto de ellos y discriminarasociaciones de micro-eventos temporales enla formación del sitio, resolviendo, en parte,los problemas propios del palimpsesto de loscontextos Paleoindios, muchas veces igno-rados. Este análisis muestra una metodolo-gía, además de rigurosa, novedosa para elestudio de este tipo de rasgos, logrando unainterpretación sugerente respecto al uso delespacio y de áreas de actividad en torno a losfogones. El estudio de los fogones muestraasociaciones singulares con restos de faunaextinta. Es el caso de restos milodón conhuellas claras de exposición al fuego quepermiten, sobre la base del registro de 10 fo-gones de otros sitios paleoindios, cuestionarla hipótesis de Saxon en relación a que elmilodón no habría sido cazado en PatagoniaAustral.

El capítulo séptimo comprende un rigu-roso análisis e interpretación de los instru-mentos y desechos líticos recuperados en elcontexto, así como también de los artefactos

óseos y restos de colorantes, los que son re-lacionados con otros contextos Paleoindiosde Patagonia. El conjunto de artefactos aso-ciado a estas evidencias es sorprendementeclaro: desechos líticos con probable trata-miento térmico al interior de los fogones,núcleos y bifaces con remontaje que sugie-ren eventos discretos de talla y no perturba-dos, cuchillos bifaciales, raederas con reto-que ultramarginal y raspadores frontales,instrumentos altamente formalizados, propiosde una estrategia tecnológica conservada degrupos de alta movilidad como losPaleoindios; también están presentes un parde puntas cola de pescado, una de ellas ente-ra, artefactos altamente diagnóstico para elPaleoindio sudaméricano.

El capítulo octavo contiene los estudiosde fauna, un indicador clave para definir uncontexto Paleoindio, es decir, las relacionesentre fauna extinta y evidencias culturalesasociadas. Aquí se exponen problemas vin-culados con los estudios taxonómicos,tafonómicos y fechados taxón para variasespecies. Escasas pero nítidas huellas de cor-tes de cuchillos en restos de Hippidion sp. yDusicyon avus aseguran la intervención hu-mana en la fauna extinta, uno de los requisi-tos esenciales para atestiguar que se trata,efectivamente, de un sitio Paleoindio. En estecapítulo se aportan evidencias directas de lafauna extinta que vivió en Tierra del Fuego,desconocida hasta hace muy poco; estas evi-dencias incluyen caballo nativo (Hippidionsaldiasi), milodón (Mylodon darwinii), pan-tera (Pantera onca mesembrina) y una anti-gua especie de vicuña (Vicugna vicugna),además de la fauna actual, entre la que sedestaca el guanaco (Lama guanicoe). Esteelocuente registro no sólo aporta a la taxo-nomía de especies sino, también, a un im-portante conocimiento de la biogeografía ypaleoecológia de la fauna extinta delPleistoceno de Magallanes.

Con el cúmulo de antecedentes analiza-dos y discutidos en los capítulos precedentes

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Massone puede construir el capitulo novenoque trata sobre la tradición cultural Fell 1como una forma de vida en sur Patagonia,problema esencial con relación a su hipóte-sis inicial. En este capítulo se encuentra unaporte sobresaliente porque, por primera vezen los estudios del extremo sur de Chile, sepuede conocer cómo se constituyó, que ca-racterizó y que significó la tradición Fell 1asociada a los primeros grupos Paleoindiosque ocuparon el extremo austral del conti-nente. Sobre estas extensas bases, como ca-pítulo final, se expone una evaluación y pers-pectivas de la investigación, breves, precisasy contundentes sobre este sitio Paleoindio enel contexto de las ocupaciones iniciales delextremo sur del continente. En síntesis, TresArroyos 1 muestra evidencias irrefutables,muy bien documentadas y estudiadas, paraasegurar un sitio Paleoindio: presencia defauna extinta con claras huellas de interven-ción antrópica, instrumentos líticos y de huesomanifiestamente culturales, fogones en cu-beta propiamente tempranos, asociacionesestratigráficas confiables y datacionesradiocarbónicas (convencionales y AMS)sobre huesos de fauna extinta y fogones quesitúan esta ocupación hacia finales delPleistoceno, con seguridad entre 10.300 y10.700 años A.P. Las evidencias culturales,como puntas cola de pescado, raederasultramarginales, raspadores frontales y fo-gones en cubeta, permiten vincular, con cer-teza, la ocupación de Tres Arroyos con elcomponente cultural Fell 1 de Magallanesestableciendo lúcidas relaciones con otrosrelevantes sitios tempranos del extremo aus-tral del continente como cueva Fell, Palli-Aike, cueva del Medio y Piedra Museo. Sinlugar a dudas la reflexiva y sistemática in-vestigación de Tres Arroyos 1, expuesta eneste libro, constituye un aporte sustancial alesquivo conocimiento que tenemos sobre losprimeros poblamientos de Sudamérica.

Temas de arqueología: análisis lítico, edi-tado por Alejandro Acosta, Daniel Lopontey Mariano Ramos. Sociedad Argentina deAntropologia-Secretaría de Cultura de laNación-Instituto Nacional de Antropologíay Pensamiento Latinoamericano-UniversidadNacional de Luján, Buenos Aires, 2004.Reseñado por Mariano Bonomo (CONICETy Facultad de Ciencias Naturales y Museo,Universidad Nacional de La Plata).

Temas de arqueología: análisis lítico es el pri-mer volumen de una serie de publicaciones des-tinadas a discutir problemas teórico-metodológicos de la investigación arqueológi-ca y sus abordajes en regiones de Argentina yde Sudamérica. La lectura de los cinco capítu-los que componen esta obra constituye unabuena oportunidad para sondear y analizar dis-tintas variantes de los estudios de tecnologíalítica que se están efectuando actualmente en elpaís. Debido al alto grado de preservación delos artefactos líticos en el registro arqueológicoel estudio de esta fracción de la cultura mate-rial posee vital importancia para reconstruirgran parte de la historia de la humanidad. Laarqueología argentina ha acompañado los es-fuerzos que se vienen llevando a cabo a nivelmundial desde los inicios de la disciplina paraexplicar el comportamiento de los seres huma-nos a través de los objetos de piedra. La rele-vancia que tienen en el país las investigacionessobre materiales líticos quedó manifestada enlos últimos cinco congresos nacionales de ar-queología, en los que han presentado más de200 trabajos específicos del tema; sin embar-go, la progresiva importancia que han alcanza-do estos análisis en el país no ha sido seguidapor libros propios de la materia.

En el primer capítulo, escrito por CarlosAschero y Salomón Hocsman, se propone unavía metodológica para la clasificaciónmacroscópica de conjuntos líticos con el objetode evaluar aspectos tecno-morfológicos de laspiezas de talla bifacial y comparar las prácti-cas involucradas en la producción de artefac-

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tos. Para ello siguen los lineamientos de latipología de Aschero, ampliándola con laredefinición de algunas variables formales y laincorporación de nuevas categorías y nivelesconsecutivos de clasificación. Esta tipología,constituida por dos informes inéditos de 1975y 1983, es una de las referencias más citadasen la arqueología argentina. La consulta de estatipología, que será publicada con las sugeren-cias de los participantes de dos talleres recien-temente realizados, enriquecerá y complemen-tará la lectura de este capítulo por los investi-gadores sudamericanos que no estén familiari-zados con ella.

A lo largo de las páginas de la contribuciónde Aschero y Hocsman se tratan dificultadesanalíticas con las que se enfrentan muchos es-tudios líticos como la diferenciación entre losprocedimientos de adelgazamiento y de reduc-ción, entre piezas en proceso de elaboración,instrumentos finalizados y núcleos, así como ladiversidad de artefactos que se engloban den-tro de la categoría de biface. De los distintosniveles de abordaje planteados el aporte mássignificativo es el de la clase técnica que permi-te reconocer el grado de trabajo invertido en latalla de artefactos bifaciales y unifaciales. Ladiscriminación entre adelgazamiento y reduc-ción es un problema central del artículo que losautores resuelven de manera operativa mediantela identificación de diferencias en la extensióny superposición de los lascados sobre las carasde los instrumentos, el mantenimiento o no delespesor original del soporte, etc. Además, to-man en cuenta las particularidades de los dese-chos de talla, lo cual pude ayudar a clasificarpiezas con características ambiguas de maneracontextualizada. Los autores van más allá dela tipificación morfológica reflexionando sobreel marco social de aprendizaje, la experienciaadquirida y las intenciones del tallador que que-daron reflejadas en las secuencias manuales demodificación de los materiales.

En el segundo capítulo Eduardo CrivelliMontero y Mabel Fernández brindan una seriede índices de gran utilidad para quienes estén

interesados en extraer información tecnológicade cualquier muestra lítica. Desde un enfoqueteórico sistémico efectúan una intensiva reco-pilación bibliográfica que condensa numero-sas relaciones simples entre materiales líticosutilizadas en investigaciones realizadas, sobretodo, en Norteamérica y Europa. Entre algu-nas de las relaciones enumeradas se incluyenlos procedimientos a seguir, los supuestos delos que se parten, las interpretaciones a las quese arriban, los métodos alternativos para ex-plorar tópicos similares y las objeciones que sehan señalado a su aplicación; también seenfatiza la representación sintética de datos eideas mediante gráficos y tablas. A partir de lainformación cuantitativa derivada de los índi-ces seleccionados y algunos ejemplos dePatagonia muestran cómo pueden ser inferidasvariaciones en los conjuntos líticos de acuerdoa la funcionalidad de los sitios, las estrategiasde movilidad y tecnológicas implicadas, la dis-ponibilidad de las rocas aprovechadas, los pa-sos de la secuencia de reducción representadosy las técnicas de talla utilizadas, entre otros fac-tores económico-ambientales. Sin restar méri-to al artículo una organización estructural másclara, en la que se agrupen clases semejantesde índices, podría haber beneficiado el argu-mento, facilitando su lectura y la búsqueda rá-pida de las herramientas analíticas de interés.

El tercer y el cuarto capítulo difieren de losanteriores porque son estudios de organizaciónde la tecnología a través de casos particularescon los que se ponen a prueba modelos regio-nales de ocupación. La adopción de una pers-pectiva organizacional conduce a que ambosartículos compartan una serie de problemas yobjetivos comunes. Entre otros puntos de con-tacto en ellos se incluye una detallada revisióncrítica de las definiciones y los alcances teóri-cos de conceptos ligados a la tecnología líticade cazadores-recolectores propuestos en la li-teratura anglosajona; se destaca la importanciade la distribución, disponibilidad y accesibili-dad de las materias primas en el entorno paradiscernir sus modos de obtención y entender

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los factores que influyeron en las particularida-des de los conjuntos; también se establecen lasconsecuencias materiales de las estrategias con-servadas y expeditivas.

El trabajo de Patricia Escola es un estudioexhaustivo y con métodos sistemáticos de losconjuntos de artefactos de las sociedades agro-pastoriles tempranas (2400-900 AP) que habi-taron el desierto de altura de la Puna Meridio-nal argentina. Con un extenso corpus empíricola autora responde, de manera positiva y sóli-da, una serie de preguntas surgidas del modelopropuesto por Daniel Olivera para explicar elfuncionamiento de estos grupos humanos. En-tre otras variables dedica especial atención aponer a prueba el modo como se explotaron losrecursos líticos de fuentes primarias o secun-darias situadas en microambientes heterogéneosdesde las bases residenciales o campamentostemporales. A partir de la disponibilidad local ono local de las materias primas Escola analizasus diferentes costos de aprovisionamiento, re-ducción inicial y transporte. Esta puerta de in-greso al registro le permite distinguir variacio-nes en el estado con que ingresaron los mate-riales a sitios con distinta funcionalidad, las eta-pas de manufactura, los grados de modifica-ción y la vida útil de los instrumentos dentro deun proceso de producción lítica secuencial. Conel propósito de integrar y cruzar la abundanteevidencia generada emplea el término trayec-torias de producción, lo que le proporciona cla-ves para relacionar los recursos líticos con lasestrategias tecnológicas, la subsistencia y el sis-tema de asentamiento.

En el siguiente trabajo Nora Franco se pro-pone investigar cuáles fueron las estrategiaspriorizadas para el uso de los recursos líticospor los cazadores-recolectores que ocuparondistintos sectores del Lago Argentino, en laPatagonia Meridional, entre 10.000 y 1000 añosAP. Con esta finalidad articula información di-versa proveniente de estudios paleoambientales,de tecnología lítica y etnoarqueológicos; ade-más, enuncia sus expectativas arqueológicasen función del modelo teórico formulado por

Luis Borrero para explicar los distintos mo-mentos del poblamiento de la Patagonia. Eneste trabajo, enmarcado en la corrienteecológico-evolutiva, se observa la calidad y grancantidad de evidencia tecnológica y espacial quepuede ser obtenida de los materiales registra-dos en la superficie del terreno. En este artículose sintetizan los resultados del análisis de con-juntos localizados en posición superficial yestratigráfica en el marco de la estructura delos recursos líticos del área establecida a partirde muestreos de fuentes potenciales de aprovi-sionamiento con técnicas novedosas. Teniendoen cuenta desde qué período fue habitable cadaambiente, así como los costos y beneficios delas distintas alternativas tecnológicas seleccio-nadas, Franco analiza las tendencias en losmodos de utilización del espacio a lo largo deltiempo; para ello se basa en la distribución delas variedades de materias primas utilizadas,su tratamiento diferencial y las característicasde los núcleos e instrumentos descartados enlas distintas zonas por las cuales se trasladaronlos grupos prehispánicos en el pasado.

Cierra este volumen el quinto capítulo, enel cual Mariano Ramos y Jorge Merenzon apli-can el recurso del ensamblaje lítico al cuantio-so conjunto de artefactos del Primer Compo-nente del sitio arqueológico Túnel I, ubicado enel canal Beagle, Tierra del Fuego. Aunque al-gunos lectores (entre los que me incluyo) van apreferir el uso del término remontaje en esteartículo se considera al ensamblaje como con-cepto general que agrupa a los remontajes (aso-ciación entre positivos y negativos de lascado)y a las reparaciones (unión de superficies defractura). Este artículo es la consecuencia depacientes años de trabajos minuciosos y con-trolados desarrollados tanto en el campo comoen el laboratorio. Los resultados conseguidosson muy significativos, aunque no coincido conlos autores en que el peso sea una variable ade-cuada para medir su importancia ya que de-pende del mayor o menor volumen de las pie-zas que componen las uniones. Con los resul-tados alcanzados los autores se proponen infe-

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rir las cadenas operativas mediante las cualeslas rocas fueron transformadas en artefactos,las actividades antrópicas que generaron la dis-persión o concentración de los materiales en elpiso de ocupación definido y, en menor medi-da, los procesos postdepositacionales que ac-tuaron en el sitio. El manejo riguroso de estatécnica les permite plantear distintas posibili-dades sobre las causas de la fragmentación delas piezas, la ausencia o baja representación dedeterminados artefactos, la variabilidad que pre-senta una misma materia prima, etc. Siguiendoel esquema de contexto sistémico y arqueológi-co de Schiffer vinculan los conjuntos halladoscon depósitos líticos primarios, secundarios omúltiples con base en las proporciones de en-samblajes, la localización de los materiales y laforma de las estructuras discretas de artefac-tos. Basados en un bajo nivel de perturbacióndel contexto intentan una aproximación a esca-la etnográfica con interrogantes referidos a laposición y movimientos del tallador, sus prefe-rencias espaciales, los motivos del abandonode los artefactos y el orden de los pasos segui-dos en la confección de las piezas.

En conclusión, este libro resultará degran interés para quien esté abocado a en-tender la manera como se manufacturaron,usaron, repararon y descartaron los artefac-tos líticos en el pasado. En esta obra encon-trará numerosa evidencia, tanto empíricacomo argumental, y podrá sumergirse en lasperspectivas teóricas, herramientas concep-tuales y vías metodológicas utilizadas enparte de los estudios de tecnología lítica con-temporáneos. Si bien en la mayoría de loscapítulos se reconoce que los dominios so-ciales e ideacionales inciden en la composi-ción de los conjuntos de artefactos creo quees necesario invertir mayores esfuerzos ennuestras investigaciones para integrar estosfactores a las explicaciones económico-am-bientales predominantes en este libro; de estaforma podremos acercarnos a comprenderuna tecnología que, como nos viene mos-trando la antropología, posee un papel so-

cial activo, es un producto histórico y estácargada simbólicamente.

Apuntes para análisis de industrias líticasde André Pierre Prous Poirier. Monografíasde Arqueoloxía, Historia e Patrimonio, nº 2,Fundación Federico Maciñera, Ortigueira,2004. Resenhado por Adriana Schmidt Dias(Universidade Federal do Rio Grande do Sul).

Atuando no Brasil desde a década de 1970,André Prous é hoje a principal referência paraos estudos de coleções líticas no país. Inspira-do pelos trabalhos pioneiros de Annette Laming-Emperaire (1967) e Tom Miller (1975) e pelasoficinas de lascamento experimental etraceologia ministradas por Tixier, Flenniken eMansur nos anos 1980 Prous influenciou todauma geração de pesquisadores no país ao inte-grar a arqueologia experimental e os estudosfuncionais ao estudo das particularidades dasindustrias líticas brasileiras. Apuntes para aná-lisis de industrias líticas é o resultado de umcurso ministrado pelo autor em 2003 emOrtigueira (Espanha) e sintetiza as reflexõesapresentadas em diversos artigos publicados porProus e colaboradores ao longo das últimasdécadas (Prous 1986/90, 1990, 1996; Prous eLima 1986/90; Moura e Prous 1989).

Seu objetivo na elaboração deste manualfoi «permitir não somente uma boa leitura dosobjetos individuais (como tem sido feito, pormuito tempo, pela tipologia tradicional), senão,sobretudo, uma análise dos conjuntosindustriais - a partir de um estudo tecnológi-co». Esta perspectiva orienta-se pela noçãode que «nenhum objeto de pedra está isolado:forma parte de um conjunto lítico do que nãoé mais do que um elemento, de um complexo‘industrial’ que compreende instrumentos deoutros materiais (madeira, osso...); enfim,participa de um conjunto cultural que lhe dáum sentido específico. É preciso, emconseqüência, estuda-lo em um contexto muitomais vasto que o exclusivo da tecnologia esegundo dois eixos: diacrônico (tradições e

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rupturas tecnológicas e estilísticas) e sincrônico(reconstrução da economia e da sociedade queproduziu a indústria, no sítio, e em certa me-dida, fora do sítio arqueológico)» (p. 9).

Orientado por esta perspectiva, o livro estádividido em 4 partes, estando a primeira rela-cionada aos aspectos teóricos da análisedescritiva dos artefatos líticos. As reflexõesdo autor iniciam-se pela análise histórica daestruturação deste campo de pesquisa.Partindo das tipológicas clássicas, queprivilegiavam a evolução morfológica dosartefatos, o campo da análise lítica sofreu umredimensionamento a partir da década de 1950,através de um interesse crescente pelatecnologia de produção dos artefatos, deriva-do da noção de cadeia operatória de AndréLeroi-Gorhan. Em ambos os lados doAtlântico, a arqueologia experimental, aetnoarqueologia e a traceologia, estimularamnas décadas subseqüentes os estudos tecnoló-gicos e funcionais de industrias líticas,deslocando-se o interesse pelos objetos privi-legiados pelas tipologias tradicionais para oestudo do conjunto das coleções. Os artefatoslíticos passam a ser entendidos como resulta-dos de uma «história de vida», sendo sua leituraconstruída a partir de uma trajetória contínuaque parte das escolhas técnicas do fabricanteaté o abandono definitivo pelo usuário. Estaperspectiva deve integrar todas as etapas deanálise de um conjunto lítico, desde a escolhadas matérias primas às técnicas de manufaturaempregadas, tendo em vista as estratégias deuso e descarte as quais estes objetos estão in-tegrados. Por fim, a diferença da maioria dosmanuais sobre o tema, nos quais são tratadosapenas os artefatos lascados, Prous enfatiza anecessidade de também incorporar às análisesos blocos e seixos naturais que são coletadose utilizados, de forma ativa ou passiva, semnenhuma alteração prévia, definidos pelo ter-mo «artefatos brutos».

Tomando por base resultados dearqueologia experimental sobre sílex,obsidiana e quartzo, bem como estudos ar-

queológicos em variadas áreas, a segundaparte do livro trata dos métodos e técnicas delascamento. Em um primeiro momento sãoenfatizadas as escolhas técnicas, constituindo-se este capítulo em um verdadeiro guia práticopara experimentação arqueológica. Neste sãoanalisandas as conseqüências das escolhastecnológicas sobre a cadeia operatória emfunção do modelo de artefato desejado, do tipode percutor selecionado e dos gestos dolascador. Posteriormente, são analisados osprodutos da cadeia operatória em suas trêsdistintas etapas: o desbastamento, olascamento (ou debitagem) e o retoque. Pordesbastamento o autor define «a sucessão deoperações de lascamento cujo fim é fabricarum objeto, esculpindo a matéria prima, o quecorresponde adequadamente à fabricação dechoppers, de bifaces, de pré-formas bifaciaise poliedros» (p. 40). São descritos neste capí-tulo os processos técnicos e os tipos de resíduosde lascamento relacionados à produção de dis-tintas categorias de artefatos unifaciais,bifaciais ou poliédricos, bem como aqueleselaborados sobre blocos e seixos. Olascamento (ou debitagem) consiste em reti-rar produtos utilizáveis (lascas e lâminas) deum bloco residual (núcleo) (p. 49). A ênfaseneste tópico, portanto, centra-se na integraçãode procedimentos analíticos para o estudo dosprodutos de debitagem (lascas e núcleos), re-lacionando suas características morfológicascom as técnicas de lascamento empregadas(unipolar e bipolar), os acidentes de produção(involuntários ou intencionais) e as caracte-rísticas dos gumes desejados. Por sua vez, oretoque compreende a formatação final dosgumes ativos de determinadas peças, sendoesta etapa da cadeia operatória analisadaquanto as suas características e seus resulta-dos em relação ao uso desejado. Complemen-tando esta análise, são apresentados exemplosde estudos tecno-tipológicos associados a dis-tintos contextos arqueológicos no Brasil, naAustrália, na América do Norte, na AméricaCentral, no Oriente Próximo e na Europa.

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Com base em estudos experimentais e ar-queológicos, o autor complementa sua análisedos métodos e técnicas de lascamento tratan-do do papel da preparação térmica naconfecção de artefatos líticos, caracterizandoos processos de aquecimento intencional e osacidentes térmicos, bem como os estigmas deaquecimento, geralmente deixados de lado nasanálises tradicionais de coleções líticas. Porfim, o autor apresenta os resultados de seusestudos experimentais sobre as característi-cas tecno-tipológicas dos produtos delascamento de quartzo, matéria prima rara-mente tratada na bibliografia sobre o tema eque corresponde a base das industrias líticasassociadas a sítios de caçadores coletoresholocênicos do Brasil Central.

A terceira parte do livro dedica-se aosartefatos líticos produzidos por técnicas depicoteamento e/ou polimento, bem como portécnicas complementares como o amolado, oserrado e a perfuração, comuns a distintos con-textos arqueológicos brasileiros. Prous avalia,a partir de sua experiência pessoal, as técni-cas e o tempo de confecção destas distintascategorias de artefatos, acrescentando umanota sobre os «efeitos» físicos deste tipo detrabalho sobre o experimentador (p. 108). Oautor também apresenta uma listagemtipológica para estas categorias de artefatos,classificando-os de acordo com sua utilizaçãoenquanto artefatos ativos e/ou passivos, tematambém raramente tratado em manuais deanálise lítica, nos quais os produtos delascamento sempre recebem maior destaque.

Aspectos relativos aos critérios básicospara o desenho de artefatos líticos encerramesta parte do livro. O autor destaca aimportância do desenho na análiseinterpretativa do artefato, uma vez que «obrigaao desenhista buscar compreender toda suahistória, reconstruindo as suas razões de ser ea cronologia de formação dos estigmas defabricação» (p. 108). Desta forma sãoapresentadas ao leitor as convenções básicaspara representação de artefatos líticos, desta-

cando-se as formas de tratamento dassuperfícies, a disposição das diferentes pers-pectivas, a orientação das peças e acaracterização de seus traços tecnológicos efuncionais.

Aspectos da análise funcional dos artefatoslíticos são tratados na quarta parte do livro,destacando-se em um primeiro momento arelação entre técnicas de encabamento e ascaracterísticas de performance da parte ativa,exemplificados por casos arqueológicos eetnográficos. A seguir são analisados os mé-todos de análise funcional de artefatos líticosa partir da traceologia, apresentando-se aoleitor um histórico do desenvolvimento destecampo de análise. Partindo dos resultados deextensas experimentações realizadas pelo au-tor e colaboradores, são tratadas suasaplicações para o estudo de artefatos lascadosou utilizados sem modificação prévia(artefatos brutos), sejam estes agentes ativosou passivos da ação.

Na última parte do livro a produção e usode artefatos líticos são analisados a partir decontextos etnográficos e arqueológicos. Em umprimeiro momento, o autor trata da produção eutilização de artefatos líticos lascados no sécu-lo XX entre os aborígines australianos, bemcomo entre os Xetá do Brasil Meridional, cujascoleções foram estudadas e publicadas porAnnette Laming-Emperaire (1978) e TomMiller (1979). Também são tratados a produçãoe utilização de machados polidos por socieda-des tradicionais do Brasil e da Nova Guiné e astécnicas de confecção de pedras para tribulum(prancha com pontas de pedra arrastada porcavalo para cortar a palha e trilhar o grão),sistema conhecido deste o IV milênio aC noOriente Próximo e que se conservou ativo atéfinais do século XX na Espanha e na Turquia.Em um segundo momento, o autor apresentaos resultados de estudos arqueológicos decoleções líticas, destacando-se as análises dasindustrias de sílex de dois sítios clássicos doPaleolítico Francês (Pincevent e Etiolle), bemcomo seus estudos sobre fronteiras culturais

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no sul do Brasil através da análise de escultu-ras zoomorfas (zoolitos), associados a sítioscosteiros. A obra encerra-se com um guia resu-mido para o estudo e publicação de artefatos ecoleções líticas, destacando-se no final dovolume a apresentação de um vocabulário bá-sico de termos para análise lítica em francês,espanhol, inglês e português, fundamental parauma melhor interlocução entre pesquisadoresde distintas nacionalidades que venham a utili-zar este manual como ferramenta analítica.

Este livro é, ao mesmo tempo, um guiadidático para os que se iniciam neste tema depesquisa e uma oportunidade de reflexão maisaprofundada para aqueles que se especializaramnesta linha de análise, estando baseado nasexperiências pessoais do autor e em uma ex-tensa revisão bibliográfica que abrangeexemplos de diversos continentes, em especialdo Brasil e da Austrália, nos quais as proble-máticas de pesquisa em grande parte diferemdo Velho Mundo e da América do Norte, regiõesprivilegiadas nos manuais e artigos clássicossobre análise lítica.

ReferênciasLaming-Emperaire, Annette

1967 Guia para o estudo de indústriaslíticas da América do Sul. Manuaisde Arqueologia da Universidade Fe-deral do Paraná, nº2, Curitiba.

Laming-Emperaire, Annette, Maria-JoséMenezes e Margarida Andreatta

1978 O trabalho de pedra entre os Xetá daSerra dos Dourados, Estado doParaná. Coleção Revista do MuseuPaulista, Série Ensaios, nº 2, São Paulo.

Miller, Tom O.1975 Tecnologia lítica e arqueologia ex-

perimental no Brasil. Anais do Museude Antropologia da Universidade Fe-deral de Santa Catarina, nº 8,Florianópolis.

1979 Stonework of the Xetá Indians ofBrazil. En Lithic use-wear analysis,editado por Brian Hayden, pp 401-407. Academic Press, Nova York.

Moura, Maria e André Prous1989 Vestígios de utilização em instrumen-

tos líticos utilizados «brutos». Déda-lo 1:409-425.

Prous, André1986/90 Os artefatos líticos: elementos

descritivos classificatórios. Arquivosdo Museu de História Natural daUniversidade Federal de MinasGerais 11:1-88.

1990 A experimentação em arqueologia.Revista do CEPA 17(20):17-31.

1996 Algumas características das indus-trias de seixo do Brasil central enordestino. En Anais da VIII ReuniãoCientífica da Sociedade deArqueologia Brasiliera, pp 345-362.EDIPUCRS, Porto Alegre.

Prous, André e Marcio Lima1986/90 A tecnologia de debitagem do

quartzo no centro de Minas Gerais:lascamento bipolar. Arquivos doMuseu de História Natural daUniversidade Federal de MinasGerais 11:91-114.

Andean archaeology, editado por HelaineSilverman. Blackwell, Oxford, 2004. Rese-ñado por J. Scott Raymond (Department ofArchaeology, University of Calgary).

En 1947 un selecto grupo de arqueólogos sereunió en Nueva York para evaluar y sinteti-zar la investigación de la prehistoria perua-na. El congreso fue patrocinado por la VikingFund y el Institute of Andean Research y losartículos resultantes, editados por WendellBennett, fueron publicados en 1948 como unade las Memorias de la Society for AmericanArchaeology. Ese libro es un punto básicode referencia en la arqueología peruana y sesostuvo como la única revisión sistemáticade la arqueología peruana hecha por un gru-po activo de investigadores hasta queCambridge University publicó PeruvianPrehistory en 1988, editado por RichardKeatinge; en ese libro 13 arqueólogos fue-ron invitados a escribir artículos sintéticosque mostraran el progreso alcanzado por la

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157Reseñas/Resenhas

arqueología peruana en los últimos 40 años.Andean Archaeology es el tercer intentohechop por varios investigadores activos porsintetizar, críticamente, el estado de la inves-tigación de la prehistoria peruana; el hechode que se haya publicado apenas 16 añosdespués del libro editado por Keatinge refle-ja el actual ritmo rápido de la investigaciónen el Perú y el gran número de investigado-res involucrados. En la escogencia de los 24articulistas Helaine Silverman incluyó,intencionalmente, una mezcla de investiga-dores con trayectoria y nóveles.

Los arqueólogos cuyo interés, investiga-ción y experiencia yace más allá de las fron-teras del Perú pueden sentirse ofendidos porla apropiación del término andino en el títulodel libro, en vez de que se haya usado el tér-mino más específico Andes Centrales, comosi los Andes septentrionales y meridionalesno fueran dignos de reconocimiento arqueo-lógico; de una manera similar los EstadosUnidos usurparon, hace años, la designaciónde americanos para sus ciudadanos mientraslos de otros países del continente han tenidoque soportarlo. Es lamentable que, debido arazones que supongo de mercado, el título deun libro académico deba reflejar los prejui-cios mal informados del público en general,i.e., que la arqueología andina es equivalentea la arqueología del Perú; sin embargo, qui-zás esta es una queja insignificante.

La investigación de la arqueología de losAndes Centrales ha sido criticada, con justi-cia, por ser demasiado empírica y por negar-se a abordar temas importantes para la teo-ría antropológica. Las excelentes condicio-nes de preservación en la costa peruana y larecuperación de grandes cantidades de res-tos materiales son, quizás, responsables delas publicaciones tediosamente aburridas ydescriptivas hechas por peruanistas y de laincapacidad de los arqueólogos que trabajanen los Andes Centrales por liderar el caminoen la exploración de nuevos conceptos teóri-cos, por lo menos en comparación con sus

colegas de de Mesoamérica y Norte Améri-ca; Silverman ha enfrentado, directamente,esa preocupación de una manera admirableal solicitar contribuciones que abordan lateoría y al organizar el libro por temas. Aun-que el orden del libro sigue, en general, unatrayectoria cronológica los capítulos no es-tán delimitados por segmentos discretos detiempo. La síntesis histórica no sigue un de-sarrollo lineal; más bien, cada uno de losautores tuvo la libertad para expresar, enprofundidad, temas laterales que iluminan elregistro arqueológico en términos de dimen-siones económicas, políticas, sociales y reli-giosas. La identidad, el género, la práctica,el paisaje, los pares políticos y otros concep-tos claramente asociados con la teoríaantropológica están tejidos, explícita o im-plícitamente, a través de todo el volumen.

Silverman inicia el libro con una discu-sión sustantiva en la cual discute el estadoactual de la arqueología peruana; identificalas concepciones subyacentes que han guia-do la dirección de la arqueología peruana ylas interpretaciones de su prehistoria. En par-ticular se enfoca en los marcos temporo-es-paciales que han sido una fuente menor detensión entre los arqueólogos en los últimoscincuenta años: los peruanos y algunos nor-teamericanos prefieren usar una cronologíabasada en etapas (e.g., Arcaico-Formativo-Desarrollos Regionales...) mientras que lamayoría de los norteamericanos usa el es-quema, basado en períodos, propuesto porRowe (Período Inicial, Horizonte Tempra-no, Intermedio Temprano...). Con el númerocreciente de fechas radiocarbónicas disponi-bles el fechamiento cruzado de las secuen-cias (datadas relativamente) de las sub-re-giones del Perú ha desviado los alineamientoscronológicos; además, los nuevos datos re-cuperados en las dos últimas décadas hancuestionado algunos aspectos de las crono-logías locales basadas en seriación. El resul-tado es una especie de tremedal temporo-es-pacial del cual no existe una salida honrosa.

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158 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 2(1):119-160, 2006

Sabiamente Silverman no ha impuesto unmarco cronológico riguroso a los articulistas,permitiéndoles usar las cronologías y termi-nologías con las cuales se sienten más cómo-dos; ha pedido, sin embargo, que usen fe-chas radiocarbónicas sin calibrar, excepto queindiquen lo contrario, y varios de ellos hanaceptado esta restricción.

La prehistoria comienza con un capítuloescrito por Dillehay, Bonavia y Kaulicke quesitúa los «primeros colonos» del Perú en elcontexto más amplio de las migraciones tem-pranas a Suramérica favoreciendo, sin sor-presa, la idea de que las economías tempra-nas explotaron una variedad amplia de re-cursos y no descansaron, necesariamente, enla caza de animales de gran tamaño. El capí-tulo revisa los cambios económicos y demo-gráficos que ocurrieron hasta hace unos 4500años (incluyendo los inicios de la sociedadescomplejas): el aumento de la importanciaeconómica de las plantas cultivadas, la in-tensificación de la explotación de recursosmarinos y la domesticación de llamas, alpacasy cuyes. Los autores concluyen que las eco-nomías fueron diversificadas y variadas.

Haas y Creamer retoman la historia haceunos 5000 años y discuten los cambios queocurrieron en las sociedades peruanas duran-te lo que llaman arcaico tardío, que duró has-ta hace unos 3800 años; la parte novedosa desu capítulo es la revisión e interpretación de laarquitectura monumental que se está investi-gando, actualmente, en la región de la costacentral del Perú conocida como Norte Chico;la evidencia procedente de Caral, en el vallede Supe, será de particular interés para losestudiosos de la arqueología peruana.

En vez de intentar una revisión y síntesisamplias del horizonte Chavín, como han in-tentado trabajos anteriores sobre el fenóme-no Chavín, Rodriguez Kembel y Rick se en-focan en el sitio de Chavín de Huántar. Susinnovadoras investigaciones recientes en elsitio sugieren la interpretación de la contem-poraneidad de las estructuras, lo que los ha

llevado a un nuevo entendimiento del paisajeritual, del control del acceso al espacio ritualy de la manipulación de la imaginería (y delos cambios en estos tres aspectos a travésdel tiempo). Embebiendo su análisis en lo quellaman un modelo de «sistema para servir vssistema auto-servido» argumentan, convin-centemente, que Chavín de Huántar fue elmás efectivo de varios sitios contemporáneosque usaron la arquitectura monumental y lasimágenes para aumentar la autoridad religio-sa y, consecuentemente, el control de las elitessobre los recursos y el trabajo.

Los dos capítulos siguientes tratan,creativamente, con los dos últimos siglos ACy los cinco primeros siglos de nuestra era, unperíodo que se conoce como Desarrollos Re-gionales o Intermedio Temprano. La síntesisde este período usualmente se concentra en lacultura Nasca de la costa sur del Perú y lacultura Moche de la costa norte, a expensasde los desarrollos contemporáneos en las tie-rras altas. Al identificar tópicos temáticos,embebidos en la teoría, los dos capítulos pre-sentan una versión interesante y significativade este importante período que precedió laexpansión imperial en las tierras altas.DeLeonardis y Lau enfocan su atención enlas prácticas funerarias y la veneración de losancestros, lo que les permite adentrarse enculturas que, de otra manera, serían pobre-mente conocidas, como Recuay, y tener unadimensión comparativa inter-cultural. Bawdenenfoca su artículo en la política Moche; exa-minando el desarrollo diacrónico de laimaginería simbólica Moche (que se extiendevarios siglos antes de la prominencia Moche)y el uso de la arquitectura monumental en esacultura emplea con propiedad el concepto deagencia para explicar la expansión, relativa-mente breve, de la hegemonía de los Mochedel sur. Bawden también identifica las contra-dicciones internas de la sociedad Moche que,plausiblemente, contribuyeron al colapso dela estructura política.

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159Reseñas/Resenhas

El capítulo de Boytner, Clothing the so-cial world, es uno de los más interesantes dellibro; no está anclado en ningún período enparticular pero revisa el importante papel quejugaron los textiles en el Perú antiguo en tér-minos de género, identidad social y étnica,autoridad política, control económico ysimbolismo religioso. Boytner advierte a losarqueólogos sobre la necesidad de invertirmayor cantidad de recursos en la investiga-ción de los textiles e ir más allá de su simpledescripción y del análisis de su tecnología.

El capítulo de Cook, Wari art and society,usa los ricos conjuntos de cerámica decoradaencontrados recientemente en Conchopatapara explorar la imaginería de los roles degénero y el estatus social en las regiones inte-riores del imperio; me parece que este es unaporte refrescante al estudio de ese antiguoEstado. Igualmente interesante es el capítuloescrito por Isbell y Vranich en el cual compa-ran los medio ambientes de Wari y Tiwanaku,las capitales de dos Estados pre-incaicos; suconclusión de que fueron dos clases de ciuda-des que promovieron experiencias distintas ensus habitantes y visitantes genera preguntasimportantes sobre las diferencias que pudie-ron haber existido en las estructuras políticasde los dos Estados.

Janusek usó un estudio diacrónico de uni-dades domésticas de Tiwanaku para estudiarla composición étnica de la ciudad; su conclu-sión crea una imagen de Tiwanaku mucho máscompleja que la imagen de gran centro cere-monial aparente por los restos superficiales,esto es, una ciudad que tuvo, básicamente,elites pero, también, una etnicidad diversa.

El gran número de unidades políticas queexistió en las tierras altas y en la costa dePerú durante el período comprendido entrela caída del imperio Wari y la expansión delimperio incaico hace que este segmento de laprehistoria peruana sea imposible de sinteti-zar de manera sucinta o coherente. Conlee,Dulanto, Mackey y Stanish han enfrentadoel reto proveyendo esbozos de las sociedades

para las cuales existen, por lo menos, datosmódicos; este capítulo es, posiblemente, eltratamiento más amplio y comprensivo queexiste de este período y demuestra la grandiversidad de complejidad socio-política queenfrentaron los Incas cuando comenzaron atejer su imperio.

Los dos últimos capítulos tratan con losimperios andinos. El primero, escrito porHiltunen y McEwan, examina las bases parainterpretar las crónicas coloniales españolasque registraron las leyendas/historias oralesde los Incas. Los autores comparan dos ten-dencias de lectura de las crónicas: laestructuralista, que duda que las leyendaspuedan ser tratadas como historias en el sen-tido europeo, y la historicista, que ve «reali-dad» histórica en algunas leyendas. Hiltuneny McEwan afirman que la tendenciahistoricista está ganando terreno sobre laestructuralista pero dudo que esta larga ba-talla epistemológica sea resuelta en un futu-ro cercano.

El último capítulo fue escrito porD’Altroy, experto en el imperio Inca, ySchreiber, experto en el imperio Wari. Losautores comparan esos dos imperioscontextualizando su análisis en el cuerpo deliteratura que existe sobre la naturaleza delos imperios; reconociendo que Wari sólopuede ser conocido a través de evidencia ar-queológica y que para los Incas existe, ade-más, información etnohistórica su compara-ción se limita, básicamente, a la infraestruc-tura y a lo que puede deducirse de ella. Entrelas similitudes más obvias se encuentran laarquitectura administrativa estandarizada, lasinstalaciones para almacenamiento y los ca-minos; otras similitudes, como de diversosgrupos etno-políticos, se deducen de las ex-tensas fronteras de los dos imperios y delconocimiento de la diversidad de restos cul-turales que precedió la expansión imperialde manera inmediata. Los autores enfatizanla importancia de explorar otras líneas decomparación y el riesgo de extrapolar la or-

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160 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(2):227-238, 2005

ganización del Estado Wari desde laetnohistoria Inca.

Andean Archaeology es un digno suce-sor de la Memoria publicada por la SAA en1948 y del libro editado por Keatinge en

1988; está dirigido a una audiencia de estu-diantes de pregrado avanzados pero creo queinteresará a un público más amplio, espe-cialmente a quienes trabajan en el estudiocomparado de las civilizaciones antiguas.

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NOTICIAS/NOTÍCIAS

JAMES B. PETERSEN(2/8/1954 – 13/8/2005)

Eduardo Góes Neves (Museu deArqueologia e Etnologia,Universidade de São Paulo)No dia 13 de agosto de 2005, um sábado, porvolta das 19:00, Jim Petersen foi assassinadocom um tiro, depois de um assalto, em umrestaurante na zona rural do município deIranduba, no Estado do Amazonas, Brasil. Jimtinha 51 anos, completados onze dias antes, eestava no auge de uma brilhante carreira queincluia pesquisas nos Estados Unidos, no Ca-ribe e na Amazônia brasileira. Em poucosmeses ele iria finalmente deixar o cargo deChefe do Departamento de Antropologia naUniversidade de Vermont, nos Estados Uni-dos, o que lhe daria a chance de voltar a sededicar integralmente à pesquisa e ao ensinoda arqueologia, suas duas paixões. Jim morreufazendo o que muitos de nós fazemos quandoestamos no campo: bebendo uma cerveja efalando de arqueologia depois de um dia detrabalho sob o sol e a chuva da Amazônia. Oassalto foi rápido e Jim não reagiu: entregoutudo o que tinha para depois receber um balaçono abdome. O assassino foi capturado namesma noite: um moleque contratado por umex-policial para cometer assaltos na região. Amaneira gratuita como tudo ocorreu torna suamorte ainda mais difícil de aceitar.

Jim foi cremado e enterrado, comoferendas, em uma urna cerâmica Shipibo, emum cemitério perto da cidade de Burlington,onde vivia e ensinava. A morte de Jim, porsua estupidez e violência, mobilizou e comoveu

um grande número de arqueólogos, mesmoaqueles que não o conheciam. Algumashomenagens já foram realizadas e outras estãoprogramadas. Livros serão a ele dedicados.Tudo isso contribuirá para manter viva suamemória, o que é muito importante. Mesmoassim, passados agora quatro meses, é aindadifícil acreditar que eu esteja escrevendo seuobituário. Jim era um ser humano generoso,cheio de vida, com um refinado sendo de hu-mor, sempre pronto a atender e ajudar quemquer que se interessasse sobre um tema desua investigação ou conhecimento. Todos osque tivemos a sorte de conhecê-lo e com eletrabalhar dividimos uma mesma sensação, ade que o encontro com Jim mudou nossas vi-

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162 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 2(1):161-163, 2006

das para melhor, nos tornando, no mínimo,melhores cientistas, mas também melhorescidadãos. Jim tinha uma erudiçãoimpressionante. Ele conhecia em detalhe osmais variados aspectos da arqueologia de di-ferentes partes do continente, como tambémtinha um conhecimento avançado de toda apré-história do planeta. Sua paixão pelo ofíciose revelava ainda em um sofisticado domínioda história da arqueologia, principalmente daestadunidense, onde os autores, conhecidosnormalmente apenas pela literatura, adquiriamvida e se tornavam seres humanos reais, comtoda a grandeza e a mesquinhez quecaracterizam a espécie. O grande dom de Jimera converter esse conhecimento em algoacessível, a ser divido com qualquer um quese interessasse.

Jim inspirou pessoas onde quer que tenhatrabalhado. Os locais foram tantos, em épo-cas distintas, que é certo que todas essaspessoas não se conhecem pessoalmente e, emalguns casos, sequer ouviram falar umas dasoutras: alguns vivem de fazer arqueologia decontrato, outros são professores universitários,há ainda os que trabalham em agências deproteção ao patrimônio arqueológico e, final-mente, os índios, caboclos ou fazendeiros queo conheceram ao longo dos anos nas ilhas doCaribe, na Amazônia ou em sua nativa NovaInglaterra. Para todas as pessoas Jimdesmistificava a arqueologia, mostrando quea prática no campo e no laboratório, emboraancorada em alguns princípios metodológicosfirmes, requer, antes de tudo, bom-senso,curiosidade e honestidade intelectual. Écertamente por isso que ele contribuiu para aformação de tanta gente. Na Amazôniabrasileira, sua influência direta ou indireta podeser notada em pesquisas realizadas em distin-tas áreas como o alto Xingu e o alto rio Ne-gro, a ilha de Marajó, o rio Tapajós e a áreade confluência dos rios Negro e Solimões, ondemorreu. Nessa última região, Jim foi, em 1995,um dos criadores, com Michael Heckenbergere eu, do Projeto Amazônia Central, que tem

propiciado a formação de muitos jovensarqueólogos no Brasil. A convivência com Jimnesses dez anos de projeto foi intensa. Cons-tantemente recebíamos pelo correio, osmembros da equipe do PAC residentes noBrasil, as cópias que ele mesmo fazia de artigosque considerava de interesse para nós, sempreacompanhadas de uma pequena nota a lápisou caneta, no topo da primeira página. Todosos anos era comum - a cada etapa de campo -a intensa troca de livros, discos e fotos. Tudorepassado e copiado livremente, como deveser o fluxo de informação.

A morte de Jim priva a arqueologia ameri-cana de uma de suas figuras mais luminosas,mas nós, que com ele convivíamos, somos pri-vados de algo ainda mais raro: um amigo deverdade, generoso, inteligente, honesto que vaifazer muita falta. Para os que ficamos, amelhor maneira de celebrar sua memória émanter vivo seu espírito livre, sua curiosidadeque desprezava a covardia e o esnobismoacadêmico. Os que não o conheceram e leremeste obituário podem também tomar umacerveja em sua homenagem, algo que eleaprovaria. Jim deixou uma viúva, JennifferBrennan, de Burlington, Vermont.

ROBERT E. BELL (1914-2006)

Ernesto Salazar (Escuela deAntropología, Pontificia UniversidadCatólica del Ecuador)El 1 de enero Robert E. Bell, profesor del De-partamento de Antropología de la Universidadde Oklahoma (EE.UU), rindió su tributo a lavida a la edad de 91 años. En su larga trayecto-ria de servicio a la ciencia y a la comunidadfue, además de docente, curador del StovallMuseum de la Universidad de Oklahoma, fun-dador de la Oklahoma Archaeological Society,editor de American Antiquity y miembro de laHistorical Review Comission del Estado deOklahoma. Aunque la mayor parte de su con-tribución científica la hizo en Estados Unidos,

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163Noticias/Notícias

particularmente en el área Caddoan y de SpiroMound y en temas referentes a la prehistoria deOklahoma, Ecuador debe a Robert Bell la ini-ciación de los estudios sobre el poblamientoinicial del país. Incentivado por los hallazgossuperficiales de una rica industria de obsidianay basalto en las faldas del monte Ilaló (Pichin-cha), hechos por el geólogo estadounidenseAllan Graffham y la arqueóloga argentina ra-dicada en el país, María Carlucci de Santiana,Bell excavó en 1961 el sitio de El Inga, conoci-do hoy como uno de los asentamientos mástempranos de los cazadores recolectores pre-colombinos. Los materiales recuperados in-cluían numerosos utensilios, como raspadores,raederas, cuchillos, y una gran variedad de pun-tas de proyectil, entre las que se destacan lasllamadas «cola de pescado», conocidas ya porhaber sido halladas en el sur de Suramérica(cueva de Fell) en contextos de 11.000 años deantigüedad. Además se reportó la presencia deuna tecnología de láminas bien desarrollada yde la tecnología del buril, poco conocida enton-ces en otros sitios tempranos del continente. Ladatación de muestras de carbón indicó que ElInga fue ocupado por unos cinco mil años, des-de 7080 AC hasta 1969 AC. En 1965 la Casade la Cultura Ecuatoriana publicó su informeInvestigaciones arqueológicas en el sitio deEl Inga, Ecuador, en edición bilingüe (en espa-ñol e inglés) que, acaso por su edición limitada,se ha convertido en item raro de la bibliografíaarqueológica ecuatoriana. Por ello ha sido unagrata sorpresa que el Sam Noble OklahomaMuseum of Natural History lo haya reimpresorecientemente (2000) en formato grande quepermite destacar las excelentes ilustraciones queacompañan esta monografía. PosteriormenteBell amplió sus investigaciones con un recono-cimiento arqueológico de toda la zona del Ilalóhasta las estribaciones de la Cordillera Orien-tal, encontrando numerosos sitios precerámicos;la publicacion Investigation of the El Ingacomplex and preceramic occupations ofhighland Ecuador fue realizada por el Office

of Research Administration de la Universidadde Oklahoma (1974). Las investigaciones deBell contribuyeron a llamar la atención sobreel precerámico ecuatoriano e influyeron, direc-ta o indirectamente, en la excavación de la cue-va Chobshi por Thomas Lynch, la introduc-ción del método de datación por hidratación dela obsidiana en la arqueología del Ilaló, las nu-merosas publicaciones de William Mayer-Oakes (principalmente El Inga, a paleo-Indiansite in the Sierra of Northern Ecuador) y elanálisis de varias colecciones de superficie desitios del Ilaló (i.e. Chinchiloma, Pucara y SanCayetano) realizado por el suscrito luego de suingreso en la Graduate School del Departamentode Antropología de la Universidad deOklahoma, justamente por invitación de RobertBell. En nota personal quiero consignar miimperecedera gratitud para quien fuera mi maes-tro, mentor y amigo. La arqueología ecuatoria-na deja una chuquiragua eterna en la tumba deRobert E. Bell.

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DOCTORADO EN ARQUEOLOGÍAUNIVERSIDAD NACIONAL DEL CENTRO

DE LA PROVINCIA DE BUENOS AIRES, OLAVARRÍA

El Doctorado en Arqueología en la Universidad Nacional del Centro de la Provincia deBuenos Aires, Argentina, amplía el horizonte de formación académica de los graduados enarqueología y disciplinas afines y genera una oferta diferente y de calidad para los graduadosde Argentina y de América del Sur. Aborda temas que no son regularmente ofrecidos en otrosprogramas pero que son de crucial importancia para alcanzar una completa formación ar-queológica contemporánea (e.g. temas de teoría arqueológica actual, etnoarqueología,geoarqueología, procesos de formación de sitios, tafonomía, protección del patrimonio, etc.).Aunque el Doctorado pretende que el graduado tenga una formación universal está enfocadoa tratar temas de relevancia para la arqueología latinoamericana. El objetivo del Doctoradoes formar doctores con una sólida formación teórico-práctica, capacidad crítica y reflexiva yaptitud para desarrollar un trabajo científico original de alta calidad. Se espera, además, quelos alumnos del Doctorado desarrollen criterios éticos en relación a la práctica profesional yal respeto de los pueblos originarios de América y adopten una actitud consciente y reflexivasobre las implicaciones sociales y políticas de sus investigaciones. El Doctorado en Arqueo-logía tiene una planta estable de 20 profesores que dictan, al menos, un curso cada dos años.Este plantel se amplía anualmente con profesores invitados nacionales y extranjeros queimparten cursos en sus respectivas especialidades. El director del Doctorado es el Dr. Gusta-vo G. Politis. La inscripción está abierta de marzo a noviembre de cada año. Informes:Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional del Centro de la Provincia deBuenos Aires, Avda. Del Valle 5737 - B 7400 JWI Olavarría, Argentina. Tel.+54(0)2284450331/450115 int.315/392/306. Fax: +54(0)2284 451197 int. 301. Correo electrónico:[email protected]; sitio web: www.soc.unicen.edu.ar/posgrado

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