Arqueología y Prehistoria del 02 02-7.pdf · 2015-05-16 · ARPI. Arqueología y Prehistoria del...

28
Arqueología y Prehistoria del Interior Peninsular 02 2015

Transcript of Arqueología y Prehistoria del 02 02-7.pdf · 2015-05-16 · ARPI. Arqueología y Prehistoria del...

Page 1: Arqueología y Prehistoria del 02 02-7.pdf · 2015-05-16 · ARPI. Arqueología y Prehistoria del Interior peninsular 02– 2015 108 VIVIENDAS DEL BRONCE FINAL E INICIOS DE LA EDAD

Arqueología y Prehistoria del

Interior Peninsular

02

2015

Page 2: Arqueología y Prehistoria del 02 02-7.pdf · 2015-05-16 · ARPI. Arqueología y Prehistoria del Interior peninsular 02– 2015 108 VIVIENDAS DEL BRONCE FINAL E INICIOS DE LA EDAD

ARPI 02

Arqueología y Prehistoria del Interior peninsular

Publicación Anual: 2015 ISSN: 2341-2496 Dirección: Primitiva Bueno Ramírez (UAH) Subdirección: Rosa Barroso (UAH) Consejo editorial: Manuel Alcaraz (Universidad de Alca-lá); José Mª Barco (Universidad de Alcalá); Cristina de Juana (Universidad de Alcalá); Mª Ángeles Lancharro (Universidad de Alcalá); Estibaliz Polo (Universidad de Alcalá); Antonio Vázquez (Universidad de Alcalá); Pie-dad Villanueva (Universidad de Alcalá). Comité Asesor: Rodrigo de Balbín (Prehistoria-UAH); Margarita Vallejo (Historia Antigua- UAH); Lauro Olmo (Arqueología- UAH); Leonor Rocha (Arqueología – Uni-versidade de Évora); Enrique Baquedano (MAR); Luc Laporte (Laboratoire d'Anthropologie, Université de Rennes); Laure Salanova (CNRS). Edición: Área de Prehistoria (UAH)

Page 3: Arqueología y Prehistoria del 02 02-7.pdf · 2015-05-16 · ARPI. Arqueología y Prehistoria del Interior peninsular 02– 2015 108 VIVIENDAS DEL BRONCE FINAL E INICIOS DE LA EDAD

SUMARIO Editorial

04-13

Arqueologia Profissional versus Arqueologia de Investigação: a situação portuguesa.

Rocha, Leonor

14-31

A atividade arqueológica e a salvaguarda do patrimonio arqueológico em avaliação de impacte ambiental.

Branco, Gertrudes

32-50

Los espacios divulgativos del patrimonio arqueológico de la comunidad de Madrid: el Plan de yacimientos visitables.

Hernández Garcés, Carlos

51-67

Las Navas de Tolosa: Musealizando su campo de batalla.

Ramírez Galán, Mario

68-89

Regreso a la cueva de Los Casares (Guadalajara). Un nuevo proyecto de investigación para el yacimiento del Seno A.

Alcaraz-Castaño, Manuel; Weniger, Gerd-Christian; Alcolea, Javier; de Andrés- Herrero, María; Baena, Javier; de Balbín, Rodrigo; Bolin, Viviane; Cuartero, Felipe; Kehl, Martin; López, Adara; López-Sáez, Jose Antonio; Martínez-Mendizábal, Ignacio; Pablos, Adrián; Rodríguez-Antón, David; Torres, Concepción; Vizcaíno, Juan e Yravedra, José.

90-107

Manifestaciones gráficas en la Cueva-Sima del Castillejo del Bonete (Terrinches, Ciudad Real).

Polo Martín, Estíbaliz; Bueno Ramírez, Primitiva; Balbín Behrmann, Rodrigo; Benítez de Lugo Enrich, Luís y Palomares Zumajo, Norberto

108-132

Viviendas del Bronce Final e inicios de la Edad del Hierro en la Cuenca Superior del Tajo.

Coroba Peñalver, Juan Ramón

133-145

Paisaje visigodo en la cuenca alta del Manzanares (Sierra de Guadarrama): Análisis arqueopalinológico del yacimiento de Navalvillar (Colmenar Viejo, Madrid).

López Sáez, Jose Antonio; Pérez Díaz, Sebastián; Núñez de la Fuente, Sara; Alba Sánchez, Francisca; Serra González, Candela; Colmenarejo García, Fernando; Gómez Osuna, Rosario y Sabariego Ruiz, Silvia.

146-164

El Proyecto de investigación “ Los paisajes culturales de la ciudad de Toledo: Los Cigarrales”. Criterios de actuación y metodología de trabajo

Carrobles Santos, Jesús; Morín de Pablos, Jorge; Rodríguez Montero, Sagrario y Sánchez Ramos, Isabel M.

Page 4: Arqueología y Prehistoria del 02 02-7.pdf · 2015-05-16 · ARPI. Arqueología y Prehistoria del Interior peninsular 02– 2015 108 VIVIENDAS DEL BRONCE FINAL E INICIOS DE LA EDAD

ARPI. Arqueología y Prehistoria del Interior peninsular 02– 2015 108

VIVIENDAS DEL BRONCE FINAL E

INICIOS DE LA EDAD DEL HIERRO EN

LA CUENCA SUPERIOR DEL TAJO.

Juan Ramón Coroba Peñalver (1)

Resumen

En el siguiente artículo se analizan los restos estructurales de las posibles viviendas documentados en el

territorio de la Cuenca Superior del río Tajo, para los periodos del Bronce Final e inicios de la Edad del Hierro. El

objetivo del mismo era establecer una comparación entre los posibles cambios apreciables dentro de los siste-

mas constructivos de las viviendas documentadas, poniendo todo ello en relación con los cambios socioeconó-

micos acaecidos en el transito del Bronce Final al Hierro I.

Palabras clave: viviendas, Cogotas I, Hierro I, transición Bronce Final- Hierro, Tajo.

Abstract

In the following paper we will study the structural remains of the possible documented homes, in the ter-

ritory of the upper basin of river Tajo, in Late Bronze Age and First Iron Age. Our aim is to stablish a comparison

between potential appreciable changes within the building systems in our documented homes, putting all in

relation to socioeconomic changes occurring in the transit of late Bronze Age to early Iron Age.

Key words: houses, Cogotas I, Early Iron Age, Late Bronze Age, Tagus River

(1) [email protected] El texto que sigue hace referencia de manera resumida al Trabajo Fin de Máster titulado como el

presente artículo . Fue leído en la Universidad de Alcalá en septiembre del 2013.

Page 5: Arqueología y Prehistoria del 02 02-7.pdf · 2015-05-16 · ARPI. Arqueología y Prehistoria del Interior peninsular 02– 2015 108 VIVIENDAS DEL BRONCE FINAL E INICIOS DE LA EDAD

ARPI. Arqueología y Prehistoria del Interior peninsular 02– 2015 109

1.– INTRODUCCIÓN

El tema a tratar en este artículo, abarca el

periodo final de la Edad del Bronce y su transición

a la Edad del Hierro, concretamente el marco tem-

poral iría desde el último tercio del II milenio a.C.,

hasta los comienzos del siglo VI a.C., siendo su

escenario geográfico el eje marcado por la cuenca

Superior del río Tajo, abarcando las provincias de

Madrid, Guadalajara y norte de Toledo.

Tanto los momentos Finales de la Edad

del Bronce, como los inicios de la Edad del Hierro

en el centro de la Península Ibérica, han tenido una

historia complicada con desarrollos de investiga-

ción arqueológica más retrasados que los de otras

áreas peninsulares (Torres 2005). Es por esto que

las lagunas e interrogantes que ofrece este lapso

temporal de la prehistoria reciente sean mayores

que para otras regiones mucho mejor estudiadas,

cuyos avances han sido mayores. Es ahora cuando

la alta concentración de yacimientos que se apiñan

sobre todo en el área madrileña, aportan una can-

tidad de datos excepcional, permitiendo acercar-

nos al proceso de cambio que se registra entre am-

bos horizontes. De hecho, uno de los objetivos de

la investigación que más problemas plantea en los

estudios de Prehistoria reciente, es el de estable-

cer límites entre los distintos horizontes culturales,

ya que los cambios o variaciones indicativas de

cada etapa no aparecen de forma coetánea en to-

dos los lugares. Estamos pues ante procesos evolu-

tivos muy prolongados, en los que el impacto ex-

terno no suele ser directo y rápido, ni de permeabi-

lidad homogénea (Blasco 2007).

El principal problema a resolver es el de

determinar cuáles son las causas que propician el

cambio, y en qué medida afectan a la formación

del nuevo orden, algo que no resulta en absoluto

fácil de solucionar, más cuando entran en juego

otros aspectos tales como las incidencias que tie-

nen en estos procesos las influencias externas, y el

papel que juega el propio desarrollo interno de

unas sociedades en proceso de transformación.

El propio término “transición” precisa ser

matizado. Su propia naturaleza nos dice que es un

término arbitrario, definido como un segmento

temporal, durante el cual se reconocen cambios

culturales y sociales importantes que rompen con

una trayectoria anterior, manifestándose en dife-

rentes aspectos tales como el mundo funerario, los

patrones de asentamiento, los sistemas económi-

cos y sociales, junto con elementos de la cultura

material. Las transformaciones de esta índole de

tan larga duración, tienen incluido un carácter de

cese de un ciclo y comienzo de un nuevo modelo,

manteniendo rasgos antiguos junto a otros com-

pletamente nuevos.

En general, la transición tiene lugar en los

primeros momentos del Primer milenio a.C., y hay

que colocarlo en sincronía con la liquidación del

Horizonte Cogotas I, que está presente en la zona

centro desde mediados del II milenio, en lo que se

conoce como su área nuclear de desarrollo y que

cuya desaparición parece relativamente brusca. Se

conocen yacimientos como, Ecce Homo (Almagro

y Fernández 1980) y la Dehesa de Alcalá, que pre-

senten rasgos de estos dos horizontes, aunque la

escasez de estratigrafías verticales nos impide sa-

ber si estas ocupaciones se sucedieron de manera

ininterrumpida, o por el contrario se trata de episo-

Page 6: Arqueología y Prehistoria del 02 02-7.pdf · 2015-05-16 · ARPI. Arqueología y Prehistoria del Interior peninsular 02– 2015 108 VIVIENDAS DEL BRONCE FINAL E INICIOS DE LA EDAD

ARPI. Arqueología y Prehistoria del Interior peninsular 02– 2015 110

dios discontinuos de ocupación. Por tanto, el pun-

to de partida es el mundo de Cogotas I en la Mese-

ta sur, que da paso a unas comunidades que prota-

gonizan en el Tajo, el final de la Edad del Bronce y

el comienzo de la Edad del Hierro.

Se ha planteado un final de Cogotas I ha-

cia el 1000 a.C. (Delibes et al. 1995: 156 y 1998:

195). Sus cerámicas características tiene una conti-

nuidad que va más allá de esas fechas, por lo que

algunos autores proponen una prolongación de

Cogotas I hacia finales del siglo X a.C. (Abarquero

2005), mientras que otros autores propugnan una

continuidad hasta la primera mitad del siglo IX a.C.

(Ruiz Zapatero 2007).La propuesta mayoritaria

sigue manteniendo su continuidad hasta la transi-

ción del siglo IX al VIII a.C., usando como argu-

mento la pervivencia de algunos estilos decorati-

vos propios de Cogotas I junto a cerámicas pinta-

das y grafitadas.

La idea de una continuidad tan prolonga-

da de las cerámicas de Cogotas I, va asociada a la

coexistencia de sus clásicas cerámicas con otras

tipologías distintas, pertenecientes a otros grupos

culturales, tales como los de Pico Buitre, mezclán-

dose ambas tradiciones en otros yacimientos co-

mo La Muela de Alarilla, San Juan del Viso y el ya

mencionado Ecce Homo. Parecería que estos dos

mundos se solapasen.

2.– OBJETIVOS Y PLANTEAMIENTO DEL TEMA

El objetivo del presente artículo es anali-

zar la información proporcionada hasta el momen-

to para el estudio de las viviendas o estructuras

habitacionales que el registro arqueológico nos

permite recopilar en nuestra área de estudio, con

el fin de establecer una exposición de los distintos

procesos constructivos, las tipologías, y sus rela-

ciones con el amplio proceso de cambio que carac-

teriza la etapa de transición entre la Edad de Bron-

ce y la Edad del Hierro.

En este sentido, la labor que se aborda es

la de establecer una línea visible de evolución

atendiendo a los posibles cambios apreciables

dentro de las viviendas documentadas en el regis-

tro arqueológico dentro del espacio geográfico y

temporal que nos ocupa, poniendo todo ello en

relación con los aparentes cambios socioeconómi-

cos que concurren en el tránsito del Bronce Final a

la Primera Edad del Hierro. Es el ámbito de lo in-

mediato y lo cotidiano, el que crea y sustituye las

estructuras e instituciones. Por todo ello nos servi-

mos del hogar como objeto de estudio, por ser

esta categoría sensible a los cambios sociales y

simbólicos.

La vivienda ha sido un elemento de estu-

dio que tradicionalmente poco o nada ha tenido de

importante a la hora de caracterizar a los grupos

que ocuparon un territorio, a lo largo de un perio-

do de tiempo muy amplio que abarca un proceso

tan convulso como lo pueda ser un cambio de era.

En la Meseta, el periodo que ocupa este

trabajo, ha sido mejor y más estudiado en la plani-

cie septentrional. Pese a ello, podemos hacer un

recorrido historiográfico que ya desde temprano

comienza en nuestra zona de estudios con los tra-

bajos de Pérez de Barradas a comienzos del siglo

XX, con los hallazgos en los Areneros del Manza-

nares sobre el emplazamiento tardío de Cogotas I,

Page 7: Arqueología y Prehistoria del 02 02-7.pdf · 2015-05-16 · ARPI. Arqueología y Prehistoria del Interior peninsular 02– 2015 108 VIVIENDAS DEL BRONCE FINAL E INICIOS DE LA EDAD

ARPI. Arqueología y Prehistoria del Interior peninsular 02– 2015 111

o los trabajos del Marqués de Cerralbo, que pone

de manifiesto la importancia de un mundo plasma-

do en las necrópolis de incineración de la Edad del

Hierro de la zona de Guadalajara. Vemos por tan-

to, que en las dos provincias vecinas las priorida-

des científicas son distintas.

Estas iniciativas independientes, termina-

rán por generalizarse en todas las provincias con la

formación de los Museos provinciales, que supu-

sieron un fuerte impulso para la investigación, pe-

ro que no tuvieron un programa definido como

hubiera sido deseable.

Los años 70 son un momento clave en la

zona, comienza la actividad arqueológica en Alcalá

de Henares, en la que aparte de sus yacimientos

romanos o visigodos ya conocidos, ganará impor-

tancia el yacimiento del Ecce Homo, gracias a la

figura de M. Almagro Gorbea. A la par, se inician

las revisiones de los materiales excavados por Ce-

rralbo y depositados en el MAN, junto a la reexca-

vación de una de las necrópolis de la Edad del Hie-

rro en Aguilar de Anguita en Guadalajara.

No será hasta la década de los 80, cuando

estas iniciativas se unan a la de los investigadores

universitarios, materializándose en proyectos in-

terdisciplinares amplios, de carácter espacial y

temporal. De esta manera parece que la organiza-

ción va dando sus primeros resultados, materiali-

zándose en la realización de varios congresos y

simposios castellano- manchegos y madrileños, en

los que se ve un claro predominio por los estudios

de la Edad del Hierro y el Bronce de la Mancha, y

un vacío investigador para el Bronce Final.

Tanto en Madrid, como en el resto de la

Meseta Sur, la segunda mitad de la década de los

80 verá aumentar el número de excavaciones. Pico

Buitre, Muela de Alarilla y Ecce Homo, son algunas

de ellas, que permiten ya identificar el Bronce Fi-

nal. Incluso se empieza a perfilar un momento de

transición a partir de hallazgos como los de La

Torrecilla o Perales de Tajuña.

Toda esta avalancha de datos no se trató

del todo bien, y es que muchas de estas excavacio-

nes fueron contrarreloj, casi de urgencia, en terre-

nos muy deteriorados por la explotación de arene-

ros y con claras deficiencias de planificación.

Pero también hay grandes logros con res-

pecto a la información obtenida de Cogotas I, que

hace que por vez primera se intente realizar un

estudio modélico en Arenero de Soto (Martínez

Navarrete y Méndez 1983), en el que su buen plan-

teamiento, une datos del registro estratigráfico y

material con datos palinológicos, edafológicos y

faunísticos, con el fin de determinar la funcionali-

dad de los fondos, esas estructuras de carácter tan

repetitivo que ya habían sido dadas a conocer por

Pérez de Barradas. Casi a la par, ya en la provincia

de Guadalajara, se pondrá en práctica el mismo

modelo de excavación de cuidada metodología

con la que se había trabajado en Arenero de Soto,

en este caso en el yacimiento de La Muela de Ala-

rilla (Méndez y Velasco 1986).

El final de los años 80, vendrá marcado

por la aparición de algunas síntesis que irán estruc-

turando esta información como la de M.D. Fernán-

dez Posse (1998), que secuencia el mundo de Co-

gotas I en tres fases aun hoy útiles.

Page 8: Arqueología y Prehistoria del 02 02-7.pdf · 2015-05-16 · ARPI. Arqueología y Prehistoria del Interior peninsular 02– 2015 108 VIVIENDAS DEL BRONCE FINAL E INICIOS DE LA EDAD

ARPI. Arqueología y Prehistoria del Interior peninsular 02– 2015 112

Tanto en Madrid como en Guadalajara, la

importante labor de prospección y concienciación

de la riqueza arqueológica que albergan, da como

resultado la creación de las primeras cartas ar-

queológicas en ambas provincias.

Los años 90 no proporcionan grandes no-

vedades en el conocimiento de la cultura de Cogo-

tas I. La única verdadera novedad procede del yaci-

miento de Caserío de Perales del Río (Iniesta 2003).

En general, se aprecia un cierto inmovilismo a la

hora de investigar. Uno de los trabajos de esta dé-

cada, reestructura Cogotas I, según las fechas cali-

bradas de los yacimientos peninsulares (Castro et

al. 1995), ubicándola entre los siglos XVII-XI cal

ANE. Las escasas novedades en la investigación,

estuvieron enfocadas hacia el mundo de la cerámi-

ca característica de Cogotas I, y a su gran expan-

sión por toda la península. Fenómeno que no esta-

ría relacionado a una dispersión territorial humana,

sino más bien a una divulgación de unos estilos

decorativos que responden a fines estéticos y que

utilizan planteamientos de tipo social, relaciona-

bles con el intercambio de mujeres, la celebración

de banquetes, o el intercambio de regalos

(Abarquero 2012).

En la actualidad el gran número de yaci-

mientos nuevos, excavados con los últimos méto-

dos, están proporcionando una cantidad de datos

importantísima, evolucionando la visión que se

tenía sobre estos periodos. Motivadas todas exca-

vaciones por el desarrollo de proyectos de las car-

tas arqueológicas, la ingente cantidad de datos

está haciendo que las hipótesis sobre el pobla-

miento y la ocupación del territorio que se habían

venido barajando hasta ahora, deban ser contras-

tadas con esta nueva realidad.

En este sentido, pensamos que el cambio

desde la Edad del Bronce a la Edad del Hierro, con-

lleva una transformación social, que implica la di-

solución total de un modelo cultural, y su suplanta-

ción por otro completamente nuevo, que a su vez

conservará alguna clase de pervivencias de la fase

anterior.

Como sería de suponer, las viviendas, al

ser un elemento tangible, producto de las gentes

que las habitan, deberían incluir en su configura-

ción material la huella cultural de su constructor.

Es el lugar donde vive y actúa un grupo. En ellas

descansan, pero también trabajan. Por tanto estas

tendrán que ser adaptadas a las características

sociales y económicas que rijan la cultura de ese

grupo que las hizo.

En el Bronce Final, los poblados documen-

tados, por lo general se componían de grandes

extensiones en las que se abrían subestructuras,

que tradicionalmente los investigadores han veni-

do llamando “fondos de cabañas” (Díaz del Río

2001), una tradición frecuente ya en el Bronce Me-

dio. Poco a poco, nos hemos ido dando cuenta, de

que estos hoyos no eran las verdaderas viviendas

en las que habitaban estas comunidades. Junto a

estos pretendidos fondos de cabaña, se levantaban

ciertas estructuras que por el contrario sí eran iden-

tificadas como áreas de hábitat.

Llegado este punto, deberíamos matizar

que entendemos por hábitat, y remitiéndonos a su

definición obtenida del diccionario de la Real Aca-

demia, solo podemos decir que se trata de un lugar

Page 9: Arqueología y Prehistoria del 02 02-7.pdf · 2015-05-16 · ARPI. Arqueología y Prehistoria del Interior peninsular 02– 2015 108 VIVIENDAS DEL BRONCE FINAL E INICIOS DE LA EDAD

ARPI. Arqueología y Prehistoria del Interior peninsular 02– 2015 113

que cumpla unas condiciones apropiadas para que

viva en su interior un organismo. En este caso, el

organismo es el ser humano, y como tal, no puede

vivir en unos simples hoyos excavados en la tierra.

Su hábitat debe de tener un mínimo de comodi-

dad, debe de ser un área preparada para ello.

Las verdaderas cabañas del mundo de

Cogotas I siempre han sido muy huidizas en cuanto

a su localización y visibilidad arqueológica (Blanco

2010). Pocas son las ocasiones en las que estas se

dignan a sorprendernos con su presencia. Y es por

esto que rápidamente los investigadores han queri-

do establecer ciertas relaciones entre el carácter

tan exiguo de estas viviendas y la cultura de las

gentes que las habitaron y construyeron.

Es cierto que los materiales que emplea-

ban para su construcción no eran los más adecua-

dos para que estas estructuras perdurasen en el

tiempo hasta que nosotros pudiéramos analizarlas.

Este no era uno de los cometidos en los que sus

constructores pensaron a la hora de realizarlas. Por

eso, los diversos autores siempre han creído que la

falta de pervivencia y de estabilidad que ofrecían

los materiales con los que se construían estas cho-

zas, era característica de su modelo social y econó-

mico y por ello propusieron explicaciones en este

sentido que hablaban de la movilidad de estos gru-

pos, de su estacionalidad, de su economía ganade-

ra trashumante, etc.

Precisamente la remarcada falta de regis-

tro sobre viviendas, es lo que ha marcado las vías

de estudio de las mismas. Es paradójico que se

llegue a proponer un modelo de poblamiento gra-

cias a la inexistencia de este. Es decir, la poca pre-

sencia de evidencias estructurales de cabañas para

Cogotas I, se ha convertido en característica misma

de su modelo (Díaz del Río 2001).

El panorama sobre la vivienda en los

inicios de la Edad del Hierro, es bastante diferente.

En primer lugar el registro es mucho mayor. Las

excavaciones e investigaciones de los últimos años

han contribuido a favor de completar un registro

muy pobre, pero que a día de hoy, gracias a los

nuevos métodos de excavación en extensión, nos

ha permitido saber más, con la consiguiente multi-

plicación de datos para el conocimiento de la épo-

ca en general.

En lo referente a las evidencias arqueoló-

gicas, tenemos que añadir muchos más ejemplos

de estas últimas décadas a los tradicionalmente

conocidos. Los antiguos yacimientos, debido a las

técnicas utilizadas y a las circunstancias de las ex-

cavaciones, que en muchos casos ni siquiera llega-

ban a excavar las estructuras en su totalidad, ha-

bían proporcionado datos parciales, que no podían

ser tomados en conjunto para la elaboración de un

modelo.

Muy a nuestro pesar, tampoco la amplia-

ción de este registro ha permitido establecer un

modelo de poblamiento basado en términos for-

males, ya que este aumento, lo que ha dejado en-

trever es una heterogeneidad tremenda entre las

diversas cabañas y viviendas. Estas son abundantes

y de complejidades variables.

El estudio de las viviendas, de uno y otro

periodo cobra un cierto protagonismo a lo hora de

argumentar y de inferir en ciertas preguntas que se

Page 10: Arqueología y Prehistoria del 02 02-7.pdf · 2015-05-16 · ARPI. Arqueología y Prehistoria del Interior peninsular 02– 2015 108 VIVIENDAS DEL BRONCE FINAL E INICIOS DE LA EDAD

ARPI. Arqueología y Prehistoria del Interior peninsular 02– 2015 114

hace la arqueología a día de hoy, y que pretende

ahondar en las diferencias y los cambios entre lo

que podemos considerar distintas eras o etapas de

la prehistoria reciente.

¿Su mayor número supone a la vez un

aumento demográfico? ¿El qué se hayan conserva-

do más y mejor es síntoma de un carácter de per-

duración en el tiempo imprimido por sus construc-

tores? Si es así ¿podemos hablar de sedentariza-

ción definitiva?, ¿Esta sedentarización conlleva

cambios en las características socioeconómicas de

estos grupos? ¿Existen otro tipo de estructuras en

los poblados? ¿Qué pasó con los clásicos fondos de

cabaña? ¿A qué corresponde tan variado tipo de

viviendas?

La vivienda es reflejo directo de la visión

del mundo que tiene aquel que la construye y la

habita, y en este sentido es posible observar cuales

son las variaciones que se han podido ir producien-

do en las estructuras respecto el estadio anterior,

a la vez que se pueden ir poniendo en relación con

posibles cambios de mayor calado en la configura-

ción cosmológica de estos grupos.

3.- METODOLOGIA.

Para ver los reflejos de los cambios ocurri-

dos en el mundo de las viviendas y su arquitectura

tenemos primeramente que elaborar un listado

ordenado de todos los ejemplos de estructuras y

viviendas con las que contemos, para posterior-

mente ir analizando las diferencias o similitudes

que vayan observándose. Para ello, he desarrolla-

do un catálogo en el que enumero y describo los

yacimientos en los que se han documentado res-

tos de estructuras.

De manera general, la investigación en

torno al problema de la vivienda y el espacio do-

méstico en la Prehistoria se puede organizar en

dos grandes bloques: por un lado el referido a las

pautas de organización del espacio a lo largo del

proceso de hominización, sobre todo durante el

Paleolítico Superior. En segundo lugar, el que a

nosotros más nos interesa aquí, y que tiene que

ver con el proceso de sedentarización y la arqui-

tectura de las sociedades agrícolas. En ambos ca-

sos las respuestas de la investigación se han verifi-

cado de forma distinta, ya que el estudio se corres-

ponde con sociedades en las que los medios de

producción, las relaciones sociales y el desarrollo

tecnológico manifiestan importantes cambios y

diferencias.

La limitación de la arqueología respecto al

problema de la vivienda viene determinada por un

lado por la conservación del registro arqueológico

y la dificultad de su interpretación. En este sentido

determinar las estructuras de habitación es algo

controvertido para la época prehistórica que esta-

mos tratando. Al respecto hay que señalar el con-

cepto de suelo de ocupación, que servirá de punto

de partida en el análisis del registro a la hora de

evaluar su conservación, pudiendo diferenciar en-

tre lo realmente interesante y lo ocasionado por

posibles procesos postdeposicionales. A su vez el

propio concepto nos ayudará a interpretar el regis-

tro.

Nos encontramos ante evidencias inmue-

bles de difícil interpretación, debido principalmen-

te al mal estado de conservación en el que se en-

Page 11: Arqueología y Prehistoria del 02 02-7.pdf · 2015-05-16 · ARPI. Arqueología y Prehistoria del Interior peninsular 02– 2015 108 VIVIENDAS DEL BRONCE FINAL E INICIOS DE LA EDAD

ARPI. Arqueología y Prehistoria del Interior peninsular 02– 2015 115

cuentran estos restos. Aun así, los investigadores

son capaces de indagar en sus características para

así poder establecer posibles interpretaciones fun-

cionales.

La riqueza del registro nos permite clarifi-

car algunos aspectos relacionados con los compo-

nentes funcionales y constructivos de los lugares

de habitación. Sin embargo, la creciente compleji-

dad cultural de las sociedades se traduce en una

mayor complejidad de los patrones de asenta-

miento, arquitectónicos y domésticos (Vela 1995).

Aspectos más específicos como la estructura y

composición de las unidades familiares, los crite-

rios de distribución interna de las viviendas, o los

procedimientos y técnicas constructivas emplea-

das de manera sistemática en la solución de las

cimentaciones, los muros, los cerramientos y so-

bre todo en las cubiertas, quedan aún definidos

parcialmente (Vela 1995). Por ejemplo el problema

de la estructura familiar de los grupos humanos

que habitaron estos asentamientos es un tema

que la investigación pretende aclarar. Los datos

con los que trabajan los investigadores a este res-

pecto, se corresponden con las dimensiones de las

cabañas. Se piensa que las viviendas de menos de

50 metros cuadrados corresponderían a estructu-

ras familiares de tipo nuclear (Vela 1995). En cual-

quier caso es un elemento de análisis más que te-

ner en cuenta a la hora de abordar la investigación.

Otro de los problemas que plantea la in-

vestigación es el de las viviendas circulares, el cual

pretende aclarar si existe algún modelo evolutivo

dentro de la arquitectura de las viviendas que ten-

ga como punto de partida estas cabañas de ten-

dencia circular. Parece relativamente aceptado y

parcialmente probado que la vivienda circular pre-

cedió a las cuadrada y rectangular (Vela 1995).

En nuestro caso, los yacimientos de la

Edad del Bronce son característicos por la presen-

cia de subestructuras en el suelo, que no son más

que manchas de distinta coloración, de tamaños y

formas variadas. Frecuentemente se denomina a

este tipo de estructuras como fondos de cabañas,

término que ya de por sí lleva implícita la funciona-

lidad de la estructura. Es decir el significante y sig-

nificado son uno. El concepto, por sencillo que

parezca es erróneo. El juego de palabras, o el sig-

nificante, nos lleva a imaginarnos su significado

literal, que lleva implícita ya la funcionalidad de la

estructura. Pero el propio término es una trampa,

no todas las estructuras excavadas en el suelo son

fondos de cabaña en sentido estricto del término.

Numerosos estudios han constatado que la funcio-

nalidad de estos hoyos es muy variada. Por tanto

debemos de atender a otro tipo de características

para identificar estas estructuras como viviendas.

A causa de este error semántico, creemos

necesario hacer un paréntesis para establecer que

entendemos por cabaña. De manera general, po-

dríamos decir que bajo el término cabaña, estarían

incluidas cualquier tipo de estructuras que reunie-

sen una característica básica; su condición de habi-

tabilidad. En este sentido la cabaña debería enten-

derse como cualquier estructura habitable, en la

que pueden desarrollarse diversas actividades co-

tidianas tales como la cocina, el dormitorio, alma-

cén, taller, etc, bien de forma exclusiva, bien com-

binando diversas de estas funciones entre sí.

En cuanto a las técnicas constructivas,

estarían relacionadas con muy variados criterios,

Page 12: Arqueología y Prehistoria del 02 02-7.pdf · 2015-05-16 · ARPI. Arqueología y Prehistoria del Interior peninsular 02– 2015 108 VIVIENDAS DEL BRONCE FINAL E INICIOS DE LA EDAD

ARPI. Arqueología y Prehistoria del Interior peninsular 02– 2015 116

circunstanciales en su mayoría, como pudiera ser

la proximidad a materias primas, la estructura so-

cioeconómica del grupo, los aportes externos, el

número de miembros que la habitan. Por lo que es

tremendamente difícil establecer un modelo o

patrón para todas las cabañas.

Los aspectos a los que atenderemos en

este trabajo y que nos ayudarán a identificar las

distintas estructuras como áreas de habitación son

los siguientes: el primer aspecto a tratar es el del

tipo de materiales empleados en la construcción

de las cabañas, que por la fragilidad de sus ele-

mentos, su documentación se hace realmente

difícil. El barro y el adobe se constituirá como el

elemento fundamental que junto con la madera

conformaran el armazón principal de estas caba-

ñas. A lo largo de todos los ejemplos que se mues-

tran en este trabajo, vamos a poder observar la

presencia de este material en diversos yacimien-

tos y desempeñando funciones distintas. Entre

ellas podemos destacar su uso para recubrir entra-

mados vegetales a modo de manteado, convertido

en adobes para recrecer muros o para la construc-

ción de bancos corridos. A su vez y relacionado

directamente con el barro está el uso de la made-

ra, de la cual no es frecuente encontrar testigos

directos. Por el contrario, su presencia la podemos

atestiguar gracias a los negativos impresos en las

pellas de barro que recubrían estos entramados

vegetales, o incluso en las huellas dejadas por los

postes o las vigas caídas una vez colapsada la vi-

vienda. Relacionado con el uso de la madera está

la aparición de los hoyos donde se introducirían los

postes que conformarían las estructuras. La pre-

sencia de alineaciones de hoyos, con piedras y

fragmentos cerámicos en su interior, actuando a

modo de calzadores de los postes, es muy frecuen-

te en la documentación. En muchos casos, la canti-

dad de estos hoyos, permiten delimitar unos de-

terminados espacios que configurarían la forma de

las plantas que tendrían las viviendas, mostrando

incluso reformas y modificaciones estructurales de

las cabañas. Estos hoyos además de conformar la

estructura principal de muchas cabañas, también

funcionaban como sustento para las techumbres,

y en momentos más avanzados su presencia en el

interior de las viviendas se interpreta como señales

de una posible compartimentación interna a base

de parapetos o biombos de madera.

Incluso somos testigos de la aparición de

material lítico como elemento constructivo en

algunos casos, conformando verdaderos zócalos

de mampostería, en estructuras de muros rectilí-

neos. Esta estructuras, en ocasiones, se nos pre-

sentan embutidas en el suelo mediante una zanja

de cimentación, con el objetivo de proporcionar

mayor solidez a las construcciones. Hay casos en

los que el muro ha desaparecido por motivos que

desconocemos, pero podemos rastrear su huella,

gracias a la zanja de cimentación sobre la que des-

cansaba, pudiendo así seguir el contorno de estas

paredes que delimitaban un espacio interior aisla-

do.

Otros de los elementos para la identifica-

ción de una estructura como un área de vivienda,

es la presencia de suelos preparados. Muchos son

los ejemplos de superficies con pavimentos reali-

zados de diversas maneras. Los más comunes son

los de arcilla apisonada o de placas endurecidas al

calor, pero también encontramos otros mucho

más complejos que preparan la superficie de em-

Page 13: Arqueología y Prehistoria del 02 02-7.pdf · 2015-05-16 · ARPI. Arqueología y Prehistoria del Interior peninsular 02– 2015 108 VIVIENDAS DEL BRONCE FINAL E INICIOS DE LA EDAD

ARPI. Arqueología y Prehistoria del Interior peninsular 02– 2015 117

pedrados o encachados sobre los que descansan

los pavimentos de arcilla. Junto a estos otra de las

huellas que nos podemos encontrar es la presencia

de hogares. Estos son de tipologías distintas, pode-

mos ver desde simples braseros, a otros con hue-

llas de uso muy prolongadas, pero todos ellos son

síntoma de que en esa área ha habido actividad

humana.

Como último punto, hay que señalar la

última de las características que nos pueden llevar

a interpretar una zona como área de habitación. Se

trata de la presencia de silos y fosas asociados a los

fondos y a los suelos de las habitaciones. La funcio-

nalidad nos es desconocida, pero muchos de ellos

se han interpretado como zonas de almacenaje en

el interior de las cabañas, o como sistemas de sus-

tentación para formas cerámicas grandes que ser-

virían también para almacenar.

Cuando estos elementos descritos conflu-

yen en un mismo espacio dentro de una excava-

ción, lo más probable es que estemos ante un área

de habitación. A esto, habría que sumar el estudio

del material asociado, el cual ayuda a los arqueólo-

gos en la identificación como vivienda.

4. ANÁLISIS DE LA DOCUMENTACION

El número total de yacimientos con restos

estructurales de posibles viviendas de nuestro área

de estudio, asciende a un total de 28 enclaves, re-

partidos entre las provincias de Madrid, Guadalaja-

ra y Toledo. Las cifras son de dieciocho yacimien-

tos localizados en Madrid, frente a cuatro para

Guadalajara y cinco finalmente en Toledo.(Fig. 1)

Esta marcada diferencia entre el número

de yacimientos de las distintas provincias, creemos

nada tiene que ver con la distribución y densidad

del poblamiento de las épocas prehistóricas. Es en

la zona madrileña donde se observa una mayor

concentración de hábitats debido al boom urbanís-

tico de la década de los noventa, con el consiguien-

te aumento de la actividad arqueológica, que trajo

consigo lo que se observa en el mapa, ese fuerte

contraste entre áreas, el cual debemos achacar a la

desigualdad de un registro potenciado por el desa-

rrollo y el crecimiento demográfico y urbanístico de

las zonas de la periferia madrileña.

Todos ellos se localizan en la cuenca Supe-

rior del Tajo, en las márgenes de los cauces fluvia-

les de sus principales ríos afluentes Manzanares,

Jarama y Henares ademá de en otros de carácter

secundario. Tenemos que señalar que indepen-

dientemente de los ejes principales protagonizados

por estos ríos, tenemos dos casos, La Coronilla

(García Huerta y Cerdeño 1986) y Fuente Estaca

(Martínez Sastre 1992), que revelan otro tipo de

distribución.

Según la topografía del lugar elegido co-

mo asentamiento para estos poblados, se distin-

guen dos tipologías. En primer lugar, hay una am-

plia mayoría que se localizan en las terrazas fluvia-

les bajas y medias de los principales cauces y en

otros de carácter secundario. La altitud de estas

zonas no es muy elevada, se trate de zonas bajas y

llanas que a veces ven alterada su morfología por

barrancos y cortados creados por los cauces torren-

ciales de arroyos y riachuelos cercanos. Son los

más numerosos. Por ejemplo Capanegra (Martín y

Virseda 2005) se sitúa a la margen derecha del ba-

Page 14: Arqueología y Prehistoria del 02 02-7.pdf · 2015-05-16 · ARPI. Arqueología y Prehistoria del Interior peninsular 02– 2015 108 VIVIENDAS DEL BRONCE FINAL E INICIOS DE LA EDAD

ARPI. Arqueología y Prehistoria del Interior peninsular 02– 2015 118

rranco del mismo nombre, tributario del Manzana-

res, Arenero de Soto II (Pernia y Leyra 1992), se

localiza en la margen derecha del Valle del Manza-

nares, en un nivel de terraza a 10 metros por enci-

ma del cauce y situado sobre un suelo de su terraza

fluvial de hasta cuatro metros de profundidad. Es-

tos terrenos por lo general, son zonas bien irriga-

das, que cuentan con pastos todo el año. Un sub-

grupo que podemos diferenciar dentro de este, es

el de yacimientos que pese a no estar situados a

una altitud muy elevada, si eligen para su localiza-

ción las planicies superiores de algunos cerros. Este

es el ejemplo del yacimiento de Cerro de San Anto-

nio (Blasco et al. 1991), el cual se sitúa en el distrito

de Vallecas en Madrid, y el cual elige para su em-

plazamiento la planicie superior del cerro enclava-

do en la margen izquierda del río Manzanares, a

una altura de 600 m. s.n.m., situación que permite

una amplia visibilidad.

Frente a estos tenemos un segundo gru-

po que se encuentran situados a mayor altura. El

acceso a estos poblados suele ser abrupto por al-

guno de sus lados, lo que puede hacer parecer que

Fig.1 : Mapa de dispersión de yacimientos con restos estructurales atribuibles a áreas de vivienda: 1.Las Camas (Agustí et al. 2012) 2.Puente Largo de Jarama (Muñoz y Ortega 1997) 3.La Cuesta (Flores y Sanabria 2012) 4.Muela de Alarilla (Méndez y Velasco 1986) 5. Las Lunas (Urbina y Urquijo 2012) 6.Capanegra (Martín y Vírseda 2005) 7. Varas del Palio (Rojas et al. 2007) 8.La Deseada (Martín y Virseda 2005) 9.Los Pinos (Muñoz y Ortega 1997) 10.El Colegio (Sanguino et al. 2007) 11.El Caracol (Oñate et al. 2007) 12.Pico Buitre (Crespo 1995) 13.Sector 3 (Blasco y Barrio 1986) 14.Arenero de Soto II (Pernia y Leyra 1992), 15.Cerro de S. Antonio (Blasco et al. 1991) 16.Caserío de Perales (Iniesta 2004) 17.Fuente Estaca (Martínez Sastre 1992) 18.La Capellana (Blasco y Baena 1989) 19.La Albareja (Consuegra y Díaz-del-Río 2007) 20.La Indiana (Morín et al. 1999) 21.Los Llanos II (Sánchez-Capilla y Calle 1996) 22.Zona 4 de Lerma (Rojas et al. 2007) 23.Cerrocuquillo (Baquedano et al. 2007) 24.Los Borda-les (Dávila 2007) 25.Ecce Homo (Almagro Gorbea y Dávila 1988) 26.Dehesa de Ahín (Rojas y Gómez 2012) 27.La Coronilla (García y Cerdeño 1986) 28. El Baldío (Martín y Walid 2007) . (En rojo los atribuidos a Cogotas I)

Page 15: Arqueología y Prehistoria del 02 02-7.pdf · 2015-05-16 · ARPI. Arqueología y Prehistoria del Interior peninsular 02– 2015 108 VIVIENDAS DEL BRONCE FINAL E INICIOS DE LA EDAD

ARPI. Arqueología y Prehistoria del Interior peninsular 02– 2015 119

la elección de este tipo de localizaciones lleve im-

plícita algún tipo de planificación o búsqueda de

lugares con ciertas características para cubrir algu-

nas necesidades de tipo defensivo o de control

territorial. La Muela de Alarilla en Guadalajara

(Méndez y Velasco 1984 y 1988), se emplaza en un

cerro pontiense, en una gran pradera de 60.000

metros cuadrados, con una de sus pendientes bas-

tante abrupta. El cerro está en la confluencia de los

ríos Henares y Sorbe, con una altura de 959 m.

s.n.m., lo que le confiere un aspecto de fortaleza.

A su vez, el yacimiento de Ecce Homo (Almagro

Gorbea y Dávila 1989), también se encuentra si-

tuado en una zona elevada de difícil acceso.

Es difícil aclarar, que se esconde detrás de

esta diferencia topográfica de los yacimientos.

Mientras que los emplazamientos en zonas bajas y

llanas, pueden corresponder a una búsqueda de

los entornos más propicios para desarrollar una

actividad agrícola y ganadera, los asentamientos

en altura nos invitan a pensar en todo tipo de con-

dicionantes relacionados con la ventaja del pobla-

miento en altura como la defensa o el control terri-

torial (Díaz del Río, 2001). (Tabla 1)

Dentro del total de yacimientos del que se

compone nuestro estudio, hay que diferenciar en-

tre los correspondientes a la Edad del Bronce Final

y a la Primera Edad del Hierro. La clasificación que

hemos seguido, se corresponde con la adscripción

Tabla 1: Posición hidrográfica y topográfica de los asentamientos

Page 16: Arqueología y Prehistoria del 02 02-7.pdf · 2015-05-16 · ARPI. Arqueología y Prehistoria del Interior peninsular 02– 2015 108 VIVIENDAS DEL BRONCE FINAL E INICIOS DE LA EDAD

ARPI. Arqueología y Prehistoria del Interior peninsular 02– 2015 120

cultural que cada autor ha querido establecer para

su yacimiento, siguiendo principalmente criterios

tipológicos de carácter morfológico y decorativo

de las cerámicas, y en segundo lugar las datacio-

nes obtenidas mediante C14 y la TL. De todos

ellos, pertenecientes al Bronce Final contamos con

cinco yacimientos en total, mientras que para los

momentos de transición hacia la Primera Edad del

Hierro tenemos veintitrés. (Tabla 2).

Pocos son los restos estructurales que han

llegado hasta nosotros pertenecientes a Cogotas I.

En contraposición, los yacimientos pertenecientes

a la Primera Edad del Hierro en los que se han con-

servado indicios de áreas de habitación son mucho

más numerosos. Esta notable diferencia puede ser

explicada gracias al modelo poblacional con el que

ha sido relacionado el mundo de Cogotas I que

hace referencia al carácter exiguo de sus viviendas,

relacionado con las características perecederas de

sus materiales constructivos, y con una pretendida

temporalidad o estacionalidad de sus asentamien-

tos lastrando por ello el trabajo arqueológico. En

contraposición, los yacimientos de la Primera

Edad del Hierro en los que se han conservado indi-

cios de áreas de habitación son más numerosos.

La situación de los yacimientos con restos

identificados como cabañas, responde principal-

mente a una disposición en las zonas llanas de los

cauces principales de la Cuenca Superior del Tajo.

Se ve un claro aumento del número de ellos, una

vez llegada la Edad del Hierro. Esto puede atender

a un aumento demográfico, que se plasma en la

creación de nuevos asentamientos a la vez que se

documenta una creciente expansión del pobla-

miento desde los cauces principales hacia zonas

secundarias (Muñoz 1998).

El tipo de poblados a los que nos enfren-

tamos es variado. Para el Bronce Final, se caracte-

rizan por tener una arquitectura efímera difícil de

registrar. La única evidencia es el gran número de

subestructuras en forma de hoyos excavados en el

suelo, junto a los cuales existirían cabañas de ma-

teriales perecederos que hace difícil su identifica-

Tabla 2: Tabla de dataciones absolutas

Yacimientos Fechas C14 Fechas TL, a.C.

Caserío de Perales 1406±68 a.C.

Pico Buitre. 1040±90, 950±-90, 1120±100 a.C.

Ecce Homo. 1150±70;1070±70;1070±100;1040±70

a.C.

Las Camas. 2770±70; 3070±70; 2800±50; 2990±80;

2480±100; 2880±120 BP.

Fuente Estaca. 800±90 a.C.

Dehesa de Ahín. 610±170;595±210;740±196

La Coronilla. 670±80, 950±90 a.C.

La Capellana. 526±192; 528±219; 516±205

Page 17: Arqueología y Prehistoria del 02 02-7.pdf · 2015-05-16 · ARPI. Arqueología y Prehistoria del Interior peninsular 02– 2015 108 VIVIENDAS DEL BRONCE FINAL E INICIOS DE LA EDAD

ARPI. Arqueología y Prehistoria del Interior peninsular 02– 2015 121

ción (Iniesta 2004). Las gentes de Cogotas I no

suelen crear poblados de nuevo cuño, sino que se

reiteran o prolongan en los espacios ya ocupados

en momentos anteriores por gentes de su propia

cultura, véase el sustrato del Bronce Medio de La

Muela de Alarilla (Méndez y Velasco 1984 y 1988),

o incluso aún más alejadas en el tiempo como ocu-

rre en Arenero de Soto (Pernía y Leyra 1992).Estos

poblados después de un uso dilatado se volverían

a reocupar, a juzgar por los numerosos hoyos que

se reabren y por las extensas superficies ocupadas,

por lo que estos asentamientos tendrían un carác-

ter cíclico, con unas ocupaciones de permanencia

variable (Barroso 2002: 129).

Tanto la materia prima empleada, como

el esfuerzo invertido, como la trayectoria de uso

prevista han de relacionarse con el tipo de lógica

cultural que manejan estas sociedades. Esta falta

de evidencias estructurales, unida a la escasa su-

perposición estratigráfica detectada de manera

general en los poblados, ha sido entendida como

una revelación acerca del carácter móvil de estos

grupos y su falta de voluntad de permanencia. Una

movilidad relativa, ya que en nuestra zona de estu-

dio del Alto Tajo, estas comunidades volverían a

ocupar sistemáticamente los mismo espacios

(Barroso 2002: 129). Por tanto el supuesto carácter

móvil que se atribuye a las gentes de Cogotas I

debería ser matizado. Aun así contamos con una

pequeña muestra de la existencia de restos mate-

riales inmuebles que podemos identificar como

pertenecientes a zonas de hábitat contando con

los ejemplos documentados de La Muela de Alari-

lla (Méndez y Velasco 1984 y 1988), Capanegra

(Martín y Virseda 2005), Arenero de Soto II (Pernía

y Leira 1992), Caserío de Perales (Blasco et al.

1991) y por último el yacimiento de la Indiana-

Barrio del Prado (Morín et al. 1999).

El yacimiento de Capanegra (Martín y

Vírseda 2005), en el término municipal de Rivas-

Vaciamadrid, ofrece una secuencia de ocupación

de dos momentos diferentes de Cogotas I. Dos

ocupaciones estables, en las que ha sido posible

documentar una estructura de gran tamaño y pro-

fundidad en la que se produce la superposición

estratigráfica en cuatro momentos de uso. La ex-

cavación en Arenero de Soto II (Pernía y Leira

1992), posibilitó la documentación de una serie de

estructuras que se interpretan como los restos

dejados por dos grandes cabañas, donde el mate-

rial arqueológico asociado es adscrito por sus au-

tores como perteneciente al horizonte Cogotas I.

En el caso de La Muela de Alarilla (Méndez y Velas-

co 1986 y 1988), vemos una alineación de piedras

con recorrido semicircular en sentido N-S, inter-

pretada como parte de una cabaña. La alineación

no constituye un auténtico muro, sino que debió

servir de refuerzo para sujetar o afianzar una es-

tructura más ligera fabricada con ramaje y enluci-

da por adobe. En su interior hay una estructura

cuadrangular con muros de piedra formados por

cantos amorfos de tamaño medio, abierta por su

lado sur y en sentido O-E. Con unas dimensiones

de 1,8 por 1 metro aproximadamente, bien podría

formar parte de una habitación dentro de la caba-

ña. Caserío de Perales (Blasco et al. 1991) carece

de estructuras sólidas, así como de indicios sufi-

cientemente claros como para atestiguar el tama-

ño y la morfología de las posibles cabañas. Las

evidencias más fehacientes, las constituyen los

fondos excavados directamente sobre la terraza

del río. Por último, en la Indiana (Morín et al. 1999)

Page 18: Arqueología y Prehistoria del 02 02-7.pdf · 2015-05-16 · ARPI. Arqueología y Prehistoria del Interior peninsular 02– 2015 108 VIVIENDAS DEL BRONCE FINAL E INICIOS DE LA EDAD

ARPI. Arqueología y Prehistoria del Interior peninsular 02– 2015 122

encontramos un hábitat de Cogotas I, que se en-

cuentra en la zona noreste del yacimiento. Aquí

encontramos los restos de una cabaña y tres fon-

dos.

Esta escasa muestra de evidencias habita-

cionales es toda la información que manejamos en

nuestra área de estudio en este periodo concreto

del Bronce Final. De ellas, tan solo tres ejemplos

pueden ser considerados como claros. Alarilla,

Capanegra y La Indiana-Barrio del Prado ofrecién-

donos una buena información, bastante completa

de como eran las viviendas de las gentes de Cogo-

tas I. Mientras que los restos de Arenero de Soto y

Caserío de Perales son muy parciales, no pudién-

dose distinguir muy bien las cabañas.

Las plantas de este tipo de viviendas sue-

len ser de tendencia redondeada y la relación que

tenían estas cabañas con el resto del poblado es un

completo misterio. No contamos con más restos

habitacionales con los que poder vincularlas. Por

ello no podemos saber el tipo de trama urbana que

seguían estos asentamientos, sino todo lo contra-

rio, parecen carecer de ella.

De manera general las estructuras esta-

ban delimitadas por postes, o por otros elementos.

Por ejemplo la cabaña de Alarilla (Méndez y Velas-

co 1986 y 1988) delimita su contorno gracias a una

alineación de piedras. En cuanto a la organización

interna de estas estructuras comentaremos que

contamos con ejemplos de subdivisiones internas

y otras que aparentemente son diáfanas.

Existen también otro tipo de estructuras

asociadas a las cabañas, el caso de Alarilla

(Méndez y Velasco 1986 y 1988), en el cual la es-

tructura de vivienda se relaciona con hasta cinco

fondos dentro de los cuales se encontraron hoga-

res. En Capanegra (Martín y Vírseda 2005) asocia-

do a su primer periodo de ocupación, en la parte

más baja de la ladera sur, se localizaron 33 fosas,

de las cuales 14, se han identificado como silos. La

Indiana (Morín et al. 1999), tiene asociada a su ca-

baña tres fondos de boca circular y ligera forma de

cuello de botella en cuyo interior se encontró ma-

terial cerámico.

La relación de estos campos de hoyos y

las zonas de habitación estaría hablándonos de

áreas de almacenamiento comunales, interpreta-

ción respaldada por la aparente preparación del

interior de algunos de estos hoyos, con una finali-

dad impermiabilizadora. Prueba de ello es el hoyo

documentado en La Muela de Alarilla (Méndez y

Velasco 1984 y 1988), que contenía a modo de re-

vestimiento, unas lajas de piedra unidas a la pared

con un mortero ceniciento. Su uso como hogares

también está respaldado por su reiterado relleno

ceniciento y de materiales quemados, de los que

tenemos constancia en hoyos de Alarilla, Ecce Ho-

mo, o Perales del Río. La intencionalidad despren-

dida del acto de acumulación de víveres, pudiera

inferir que la tan hablada estacionalidad de estos

poblados no fuese una norma generalizada para el

modelo de poblamiento en el mundo de Cogotas I.

Es posible que no todos los poblados tuvieran una

duración tan fugaz, ni que sus desplazamientos

tuvieran lugar siempre en los mismo momentos.

No es que podamos hablar de hábitats permanen-

tes ni mucho menos, pero si matizar ese carácter

móvil con el que se ha caracterizado a estos gru-

pos, y que en realidad sus desplazamientos no es-

Page 19: Arqueología y Prehistoria del 02 02-7.pdf · 2015-05-16 · ARPI. Arqueología y Prehistoria del Interior peninsular 02– 2015 108 VIVIENDAS DEL BRONCE FINAL E INICIOS DE LA EDAD

ARPI. Arqueología y Prehistoria del Interior peninsular 02– 2015 123

tuvieran tan estandarizados ni que recorriesen

grandes distancias (Barroso 2002: 129).

Los materiales constructivos mediante los

cuales se realizaron estas cabañas, principalmente

fueron el barro y los entramados vegetales. Las

huellas de postes y las pellas de barro con impron-

tas vegetales así lo demuestran. En la Muela de

Alarilla (Méndez y Velasco 1986 y 1988), son fre-

cuentes los adobes con restos de impronta vege-

tal, con algunos conservando en una de sus caras

los restos de un encalado y con ángulos planos que

asocian a tablas o tablones escuadrados, un posi-

ble enlucido de estas estructuras.

Los asentamientos de la Primera Edad del

Hierro han ido aumentando gracias a los estudios

de los últimos años. Contamos con un total de 23

poblados con restos estructurales identificados

como viviendas, pertenecientes a la Edad del Hie-

rro o a su periodo de transición (Fig. 1). Evidencian

notables diferencias entre ellos, yendo desde po-

blados donde se documentan cabañas semiexca-

vadas en el suelo de poco tamaño como las del

Cerro de San Antonio (Blasco et al. 1991), Los Pi-

nos (Muñoz y Ortega 1996) o Sector III (Blasco y

Barrio 1986) , hasta otros con estructuras de gran

complejidad como pueden ser los ejemplos de la

cabaña encontrada en Ecce Homo (Almagro Gor-

bea y Dávila 1988), o incluso otros en los que se

combina la utilización de diversos materiales cons-

tructivos, como Puente largo de Jarama (Muñoz y

Ortega 1997), donde se experimenta con el uso de

la piedra como materia prima (Tabla 3).

La principal de las características de esta

época es la concepción diferente del espacio se

hace ahora también tangible en la organización

interna de las propias cabañas y los poblados. En

este sentido, tendríamos que hablar de un cambio

radical de mentalidad. Si bien las actividades eco-

nómicas siguen siendo básicamente las mismas

que en las fases anteriores, este tipo de cambios

debe responder a otro tipo de motivaciones. En

este sentido se habla de implicaciones sociales

profundas que surgen y que están afectando a la

distinta manera de concebir el espacio en estos

yacimientos. La organización interna de la cabaña

de Varas del Palio (Rojas et al. 2007), el espacio es

diáfano, salvo una pequeña habitación de planta

cuadrada junto a la entrada. Otro ejemplo lo en-

contramos en la configuración del espacio interior

de la cabaña 2, de la fase A2 de Dehesa de Ahín

(Rojas y Gómez 2012), parece de un único ambien-

te abierto y diáfano. Solo la presencia de peque-

ños agujeros de postes podrían indicar la existen-

cia de una tabiquería interna. En el yacimiento de

El Colegio (Sanguino et al. 2007) debemos señalar,

la clara presencia de subdivisiones internas de la

mayor de sus estructuras.

El trabajo de los últimos años, con su nue-

va metodología de excavación en extensión ha

ayudado a definir el panorama en los inicios de la

Edad del Hierro en el que predomina un pobla-

miento rural disperso, de pequeños asentamientos

concentrados en áreas ricas en recursos y estrate-

gicamente bien posicionados, en los que se docu-

menta un único suelo de ocupación poco potente

(Ruiz, 2007). En ellos apreciamos una variedad de

estructuras, y una asociación de las mismas hasta

ahora inédita, en lo que parece ser unidades do-

mésticas amplias. El yacimiento de La Deseada

(Martín y Virseda 2005) muestra una construcción

Page 20: Arqueología y Prehistoria del 02 02-7.pdf · 2015-05-16 · ARPI. Arqueología y Prehistoria del Interior peninsular 02– 2015 108 VIVIENDAS DEL BRONCE FINAL E INICIOS DE LA EDAD

ARPI. Arqueología y Prehistoria del Interior peninsular 02– 2015 124

formada por una estructura triangular, interpreta-

da como un granero aéreo de alzado piramidal,

que también se relaciona con las demás estructu-

ras descubiertas. En el Colegio (Sanguino et al.

2007), se documentan alineaciones de postes, in-

terpretadas como construcciones exentas de me-

nor tamaño asociadas a las dos cabañas mayores.

A su vez, las dos cabañas mayores se encuentran

unidas creando un espacio abierto entre ellas, en

el que se han encontrado dos agujeros de poste,

que pudo estar techado. El yacimiento de Las Lu-

nas (Urbina y Urquijo 2012), sorprendió debido a la

cantidad enorme de estructuras documentadas y

aunque, el estudio de los restos todavía no está

terminado, sus autores piensan que existen rela-

ciones entre distintas estructuras, formando de-

pendencias de un mismo ámbito familiar.

Además todavía seguimos sin advertir un

interés defensivo en estos poblados, aunque en

algunos de ellos estemos viendo evidencias que

hablan de cercas o vallas, pero que en ningún caso

Yacimientos Forma de la Planta

Pico Buitre Posiblemente rectilínea

Cerro de San Antonio Tendencia circular

Las Camas Alargada

La Cuesta Alargada rectangular/ alargada tenencia elíptica/ circular

Dehesa de Ahín Alargada rectilínea

Las Lunas Alargada/ alargada tendencia circular/ elíptica

Zona 4 de Lerma Ovalada

Puente Largo de Jarama Cuadrada

La Deseada Cuadrangular

La Albareja Ovalada

El Colegio Alargada

El Caracol Indeterminada/ rectangular

La Capellana Indeterminada

Los Llanos II Tendencia circular

Cerrocuquillo Alargada

Fuente Estaca Ovalada

Sector III Ovalada

Ecce Homo Alargada

Los Pinos Ovalada

El Baldío Rectangular

Los Bordales Ovalada

La Coronilla Rectilínea

Varas del Palio Rectangular

Tabla 3: Forma de la planta de los restos estructurales documentados..

Page 21: Arqueología y Prehistoria del 02 02-7.pdf · 2015-05-16 · ARPI. Arqueología y Prehistoria del Interior peninsular 02– 2015 108 VIVIENDAS DEL BRONCE FINAL E INICIOS DE LA EDAD

ARPI. Arqueología y Prehistoria del Interior peninsular 02– 2015 125

podemos considerar como autenticas murallas con

una funcionalidad defensiva. En La Deseada

(Martín y Virseda, 2005) el conjunto de estructuras

estuvo protegido en su flanco meridional por una

posible empalizada, que no rodearía completa-

mente el área ocupada por el asentamiento. En El

Colegio (Sanguino et alii, 2007) también se docu-

mentaron una serie de hoyos alineados junto a la

cabaña mayor, paralelos a sus paredes y que se

prolongan unos 13 metros más allá de la longitud

definida por la vivienda.

La escasa extensión de muchas de las

excavaciones antiguas, en las que incluso no se

llega a delimitar totalmente las estructuras, lastra

la interpretación de estos yacimientos. Es imposi-

ble establecer cualquier tipo de relación entre las

cabañas, así como poder identificar estructuras

diferentes o llegar a entender la organización del

espacio interno de los asentamientos. (Tabla 4).

La heterogeneidad de los asentamientos

de la Primera Edad del Hierro, nos mostraría el

comienzo de un proceso de transformación social

que apunta hacia la consolidación de una nueva

identidad que ya no es del todo igualitaria. Habría

que pensar en una sociedad que está comenzando

a cambiar, casi de manera inconsciente, y que se

asocia a un modelo sedentario que abrirá las puer-

tas a la aparición de desigualdades y la progresiva

jerarquización social de momentos posteriores. En

este sentido es ampliamente ilustrativo el hecho

de que esta posible transformación del ámbito

social, esté representada por las diferentes solu-

ciones que adquieren los grupos de las dos etapas

en lo que al almacenamiento se refiere. Mientras

que en el mundo de Cogotas I proliferarían los silos

comunales al exterior, en los inicios de la Edad del

Hierro, este tipo de soluciones desaparecen, dan-

do paso a un almacenamiento más individualizado

centrado en la unidad familiar.

Los materiales utilizados y las técnicas si

parecen introducir alguna novedad propia de este

periodo de experimentación, ahora se potencian

elementos que mejoran la estabilidad de los edifi-

cios que en estos momentos se conciben como

permanentes. Aunque si es cierto que todavía exis-

ten reminiscencias muy fuertes de la fase anterior.

Cabe señalar también la presencia relati-

vamente estandarizada de elementos de refina-

miento interior de las cabañas. Nos referimos a

revocos o revestimientos internos de las paredes

de las viviendas. Enlucidos exteriores de yeso y un

suelo de guijarros cubiertos por arcilla apisonada y

endurecida al fuego, es lo que se documentó en

Puente Largo del Jarama (Muñoz y Ortega 1997).

En el Caracol (Oñate et al. 2007), en su conjunto

número 4, se aprecia el posible suelo de ocupación

que tendría esta estructura. Suelos de empedra-

dos también se documentan en Pico Buitre

(Crespo 1995) cubriendo el fondo de la vivienda.

En Varas del Palio (Rojas et al. 2007) se han con-

servado restos de un suelo compuesto por placas

de arcilla compactas. No se conservan revocos,

aunque la presencia de un derrumbe de arcilla muy

decantada junto a las paredes y sobre el suelo po-

dría estar indicando su presencia.

Este tipo de actuaciones podríamos decir

que solamente responde a un interés meramente

estético, por lo que aquí estaríamos ante un tipo

de comportamiento que se esta reflejando en las

Page 22: Arqueología y Prehistoria del 02 02-7.pdf · 2015-05-16 · ARPI. Arqueología y Prehistoria del Interior peninsular 02– 2015 108 VIVIENDAS DEL BRONCE FINAL E INICIOS DE LA EDAD

ARPI. Arqueología y Prehistoria del Interior peninsular 02– 2015 126

cabañas, y que se relacionan con una serie de cam-

bios en la mentalidad de sus protagonistas.

Estos aspectos novedosos, podrían estar

evidenciándonos una posible sedentarización de

los grupos que habitaban el centro de la Meseta.

Desde luego, el mayor interés mostrado en la

construcción y acondicionamiento de las estructu-

ras de habitación, puede ser interpretado como

una señal de la tendente mayor pervivencia en el

espacio de los asentamientos y por lo tanto de las

estructuras que los conforman.

5. CONCLUSIONES

Una vez llegados a este punto, estamos

en disposición de recapitular y realizar una serie de

conclusiones finales con respecto a los objetivos

marcados al inicio de este trabajo.

Yacimientos Área excavada Estructuras Secuencia vertical

Pico Buitre 1 Sí

Cerro de San Antonio 4 cuadrículas de 4x4 2

Las Camas 25.000 m2 2

La Cuesta 15 ha. 3

Dehesa de Ahín 3200 m2 5 Sí

Las Lunas 10.000 m2 Indefinidas Sí

Zona 4 de Lerma 3200 m2 1

Puente Largo de Jarama 1

La Deseada 1 ha. 4

La Albareja 17.037 m2 4 Sí

El Colegio 8500 m2 3

El Caracol 4

La Capellana 1 Sí

Los Llanos II 5000 m2 2

Cerrocuquillo 1

Fuente Estaca 2

Sector III 1

Ecce Homo 1

Los Pinos 31,7 ha. 2

El Baldío 1

Los Bordales 1 ha. 1

La Coronilla 1 Sí

Varas del Palio 200 m2 1

Tabla 4: Comparación entre las distintas áreas excavadas en los yacimientos y el número de estructuras localizas.

Page 23: Arqueología y Prehistoria del 02 02-7.pdf · 2015-05-16 · ARPI. Arqueología y Prehistoria del Interior peninsular 02– 2015 108 VIVIENDAS DEL BRONCE FINAL E INICIOS DE LA EDAD

ARPI. Arqueología y Prehistoria del Interior peninsular 02– 2015 127

En primer lugar, el poblamiento de Cogo-

tas I, era el que se extendía por la zona del centro

peninsular durante el Bronce Final. Concretamen-

te nosotros nos centramos en el poblamiento con-

centrado en la cuenca del Tajo Superior y de sus

afluentes. Aquí hemos visto una fuerte densidad

de asentamientos en los valles madrileños del He-

nares, Jarama y Manzanares, que contrastaba con

otras zonas vacías, o menos pobladas. Esta dicoto-

mía entre áreas ha querido entenderse en la medi-

da en que el registro arqueológico no está com-

pensado. Es decir, las zonas en las que se ha detec-

tado mayor densidad del población, concuerdan

en ser las que mayor desarrollo urbanístico han

sufrido en las últimas décadas, con el consiguiente

aumento de las excavaciones y los descubrimien-

tos.

Dejando de lado estas diferencias se po-

día establecer que el poblamiento se dividía en dos

tipos, según el lugar elegido para su emplaza-

miento. Había gentes que se establecían en zonas

Tabla 5: Yacimientos en los que conocemos las dimensiones de las estructuras localizadas. [1] se refiere a la superficie total útil del espacio interior. [2] Las Lunas cuenta con estructuras con medidas que varían entre esas cifras totales. [3] En Dehesa de Ahín se superponen varias estructuras de distintas fases que aprovechan los restos de las anteriores viviendas sobre las que se asientan reformando o aumentando su espacio. No se ha documentado ninguna de las cabañas en su totalidad. [4] La estructu-ra de Puente largo de Jarama está incompleta y su dimensión total ha sido sólo estimada . [5] Las medidas de una de las caba-ñas de El Caracol son estimadas, debido a la destrucción de la estructura.

Page 24: Arqueología y Prehistoria del 02 02-7.pdf · 2015-05-16 · ARPI. Arqueología y Prehistoria del Interior peninsular 02– 2015 108 VIVIENDAS DEL BRONCE FINAL E INICIOS DE LA EDAD

ARPI. Arqueología y Prehistoria del Interior peninsular 02– 2015 128

de altura, y otro grueso que prefería los llanos para

asentarse.

Este tipo de asentamientos se caracteriza-

ba por tener un tipo de estructuras endebles, muy

efímeras, que estaban construidas mediante mate-

riales perecederos como el barro y la madera. En

estos yacimientos proliferan los llamados “fondos

de cabaña”, o hoyos excavados en el suelo, para los

cuales se han propuesto una variedad de funciones,

entre las cuales la mayormente extendida y acep-

tada es la de atribuirles una función de silos. Junto

a estos silos y en menor medida, se detectan los

restos de las auténticas cabañas. Su conservación y

documentación, parece más bien fruto de la suer-

te, ya que los materiales y la forma en la que estos

se usan, dan como resultado estructuras frágiles,

que no parecen estar diseñadas para perdurar en el

tiempo.

Sobre este tipo poblamiento se han dicho

muchas cosas, entre ellas está la idea de que sus

características y las de sus restos, corresponderían

a emplazamientos de cierta temporalidad que ven-

drían a señalar el carácter móvil de sus gentes.

Hemos podido comprobar que el registro

correspondiente a estas fechas, en lo que respecta

a restos estructurales de áreas de habitación, es

realmente escaso.

Una vez entrada la Primera Edad del Hie-

rro, el poblamiento parece responder a las mismas

características generales que tenía la etapa ante-

rior. En vista a los datos que tenemos y que hemos

expuesto, podemos afirmar que las viviendas de la

Primera Edad del Hierro, al ser más abundantes y

al estar en algunos casos mucho mejor conserva-

das, difieren con las que tenemos para el periodo

anterior. Viene al caso entonces explicar breve-

mente el primero de los resultados que se advierte

al analizar los datos ofrecidos por las viviendas.

Hablamos de la forma de poblamiento de estos

grupos. Mientras que para el Bronce Final se apun-

taba un poblamiento semi-sedentario, de cierta

movilidad, con asentamientos estacionales, la

Edad del Hierro va a traer consigo la apertura del

debate sobre la completa sedentarización de estos

grupos. Se observan nuevos patrones de asenta-

miento. Se van a ir buscando los cauces menores

en detrimento de los cauces principales como zo-

nas para establecerse, donde van a aparecer multi-

tud de nuevos enclaves.

Parece ser que estos patrones responden a

un modelo disperso de pequeños núcleos poblacio-

nales rurales, autosuficientes y que buscan de nue-

vas zonas para asentarse.

En cuanto a las estructuras podemos decir

que básicamente se siguen los mismos métodos y

la misma tradición constructiva que en Cogotas I,

pero tenemos que añadir ciertos matices que si

hacen diferentes a estas nuevas cabañas. Mientras

que el cuerpo constructivo sigue siendo el mismo,

configurado básicamente por barro y entramados

vegetales, la forma en la que se unen estos dos

elementos da muestras de ser novedosa. Atende-

mos también a las primeras experimentaciones con

nuevos materiales constructivos como la piedra, y

a su vez podemos comprobar como no hay una

homogeneidad en las técnicas ni en los modelos

constructivos, mientras que los materiales más

utilizados siguen recordándonos a los modelos

Page 25: Arqueología y Prehistoria del 02 02-7.pdf · 2015-05-16 · ARPI. Arqueología y Prehistoria del Interior peninsular 02– 2015 108 VIVIENDAS DEL BRONCE FINAL E INICIOS DE LA EDAD

ARPI. Arqueología y Prehistoria del Interior peninsular 02– 2015 129

tradicionales. Se experimentan nuevas plantas, se

construyen diversos tipos de estructuras con fun-

cionalidades diversas, las cuales se relacionan en-

tre si para formar unidades estructurales más com-

plejas que las que se veían en el Bronce Final. Es

ahora cuando apreciamos ciertos detalles que nos

obligan a pensar en un proceso de sedentarización

progresiva de estos grupos, el cual se manifiesta

en las viviendas, que en estos momentos comien-

zan a adoptar ciertos elementos funcionales que

responderían a esta mayor continuidad o perviven-

cia temporal de las cabañas. Paralelamente, pode-

mos discernir que existe un incremento en el inte-

rés por diferenciar distintos espacios dentro de las

áreas de habitación y en el conjunto territorial de

los propios poblados, en los que se construyen

vallas o cercas que compartimentan el terreno.

¿Qué extraemos de todo esto? Cierta-

mente se ven cambios tangibles en la manera de

construirse las viviendas, en su forma, en sus ta-

maños pero ¿estos cambios en las viviendas pue-

den ser interpretados como un espejo en el que se

refleja el proceso de cambio cultural?

Como comprobamos al observar de cerca

el registro, se ve una progresión en las viviendas,

pero, lo más importante, sigue siendo práctica-

mente igual. Existen pervivencias, el armazón bá-

sico para la construcción de las cabañas sigue sien-

do de cañas y barro, siguen habiendo plantas irre-

gulares de pequeño tamaño, que en nada nos re-

cuerdan a ese cambio hacia la estabilidad y la ma-

yor perdurabilidad. Además, los lugares y los pa-

trones de asentamientos seguirán siendo los mis-

mos, lo que a su vez refuerza la idea de que su es-

Fig. 2: Comparación a escala de las estructuras de la I Edad del Hierro excavadas en la Albareja (1), Sextor III (2), Los Pinos (3), Ecce Homo (4), (según Consuegra y Díaz del Río 2007).

Page 26: Arqueología y Prehistoria del 02 02-7.pdf · 2015-05-16 · ARPI. Arqueología y Prehistoria del Interior peninsular 02– 2015 108 VIVIENDAS DEL BRONCE FINAL E INICIOS DE LA EDAD

ARPI. Arqueología y Prehistoria del Interior peninsular 02– 2015 130

tructura económica tampoco cambia demasiado.

En nuestra opinión, creemos que por enci-

ma de las diferencias formales en la tipología, for-

ma y sistema constructivo de las distintas cabañas,

algo que parece responder a distintas experimen-

taciones propias de un momento de transición o

de un proceso cultural en formación, que pudo

estar a su vez influenciado por influjos culturales

provenientes de otros ámbitos peninsulares, lo

que realmente nos lleva a pensar que en las vivien-

das se materializa el proceso de cambio cultural es

en la transformación que sufre el espacio interno

de las cabañas, con esa progresiva compartimen-

tación en distintas áreas funcionales, la cual nos

esta dictando el camino para poder hablar de una

diferente concepción del espacio (Torres 2013:

181).

Los cambios en la concepción del espacio

están vinculados a cambios en la estructura social

de quien los realizan. En este sentido el cambio en

la gestión del espacio interno de los edificios apun-

ta a una separación entre las esferas comunitaria y

familiar (Torres 2013: 181). La Edad del Hierro trae

consigo una progresiva sedentarización de los gru-

pos, que se transmitirá a un modelo de vida al-

deano que impondrá un marco más estable, que

prolongará la permanencia, convirtiendo a la vi-

vienda en una célula socioeconómica y a la vez

identitaria (Blanco 2010: 164). Nuevos sistemas de

almacenamientos que parecen estar más indivi-

dualizados, diversas estructuras de distinta funcio-

nalidad que se relacionan entre sí formando unida-

des más amplias, separaciones internas dentro de

los asentamientos, compartimentaciones dentro

de las propias cabañas, en definitiva nos hablan de

la búsqueda de un espacio propio. Todo ello hace

pensar que la transformación social se está llevan-

do a cabo y que mira hacia la consolidación de una

nueva identidad que ya no es del todo igualitaria.

BIBLIOGRAFÍA

Abarquero Moras, F. J. 2005: Cogotas I. La difusión de un

tipo cerámico durante la Edad del Bronce. Arqueolo-

gía en Castilla y León, Monografías, 4. Junta de Cas-

tilla-León. Valladolid.

- 2012: Cogotas I más allá del territorio nuclear. Viajes,

bodas, banquetes y regalos en la edad del bronce

peninsular. Cogotas I. Una cultura de la Edad del

Bronce en la Península Ibérica. Universidad de Valla-

dolid: 59-110.

Agustí, E., Morín, J., Urbina, D., Lopez, F. J., Sanabria, P.

J., Lopez, G., Lopez, M., Illan, J. M., Yravedra Sainz

De Los Terreros, J., y Montero, I. 2012: El Yacimiento

de Las Camas (Villaverde, Madrid) Longhouses en la

Meseta Central. El primer milenio a.C. En la meseta

central. De la longhouse al oppidum. Vol. 1 : 112-147.

Almagro Gorbea, M. y Dávila, A., 1989: Ecce Homo. Una

cabaña de la Primera Edad del Hierro. Revista de

Arqueología 98 : 29-38.

Almagro Gorbea, M. y Fernández Galiano, D., 1980:

Excavaciones en el cerro Ecce Homo (Alcalá de Hena-

res, Madrid). Madrid.

Baquedano, I., Torija, A. y Cruz, M., 2007: Algunos apun-

tes sobre las excavaciones en curso del yacimiento

de Cerrocuquillo (Villaluenga de la Sagra- Toledo).

Actas de las II Jornadas de Arqueología de Castilla-La

Mancha (Toledo 2007): 116-156.

Barroso, R. 2002: El Bronce Final y los comienzos de la

Edad del Hierro en el Tajo Superior. Colecc. Ensayos y

documentos 52. UAH- Diputación de Guadalajara.

Blanco, A. 2010: ¿Nuevos hogares para los emigrantes?

Casas y paisajes en el debate sobre el límite entre

Cogotas I y el Primer Hierro en el valle del Duero.

Zephyrus, LXVI: 155-179.

Page 27: Arqueología y Prehistoria del 02 02-7.pdf · 2015-05-16 · ARPI. Arqueología y Prehistoria del Interior peninsular 02– 2015 108 VIVIENDAS DEL BRONCE FINAL E INICIOS DE LA EDAD

ARPI. Arqueología y Prehistoria del Interior peninsular 02– 2015 131

Blasco, C. 2007: El transito del Bronce Final al Hierro

Antiguo en la cuenca baja del Manzanares. Estudios

sobre la Edad del Hierro en la Carpetania vol I. Zona

Arqueológica 10: 64-86.

Blasco, C. y Baena, J. 1989: El yacimiento de La Capella-

na (Pinto, Madrid). Nuevos datos sobre las relaciones

entre las costas meridionales y la Submeseta Sur

durante la Primera Edad del Hierro. Cuadernos de

Prehistoria y Arqueología de la Universidad Autónoma

de Madrid, 16: 211-231.

Blasco, C. y Barrio, J. 1986: Excavaciones de dos nuevos

asentamientos prehistóricos en Getafe (Madrid).

Noticiario Arqueológico Hispánico, 27: 75-142

Blasco, C., Lucas, R. y Alonso, M. A. 1991: Excavaciones

en el poblado de la Primera Edad del Hierro del cerro

de San Antonio (T. M. Madrid). Arqueología, paleon-

tología y etnografía, 2: 7-188.

Blasco, C., Calle Pardo, J. y Sánchez-Capilla Arroyo, M.

L. 1991: Yacimiento del Bronce Final y época romana

en Perales del Río (Getafe, Madrid). Arqueología,

paleontología y etnografía 1: 37-148.

Castro, P., Mico, R. y Sanahuja, M. A. 1995: Genealogía

cronológica de la Cultura de Cogotas I. Boletín del

Seminario de Estudios de Arte y Arqueología LXI: 51-

118.

Cerdeño, Mª. L. y García Huerta, R. 1986-87: Estructuras

de habitación del poblado de la Coronilla (Molina de

Aragón, Guadalajara). Zephyrus, 39-40: 337-345.

Crespo, M. L. 1995: Estructuras de habitación en Pico

Buitre (Espinosa de henares). Arqueología en Guada-

lajara. Patrimonio Histórico-Arqueología. Castilla- La

Mancha, 12: 163-178.

Consuegra, S. y Díaz Del Río, P. 2007: El yacimiento de

la Albareja (Fuenlabrada, Madrid): un ejemplo de

poblamiento disperso de la primera Edad del Hierro.

Estudios sobre la Edad del Hierro en la Carpetania vol.

II. Zona Arqueológica 10: 132-152.

Dávila, A. 2007: La Edad del Hierro en el bajo valle del rio

Henares: territorio y asentamientos. Estudios sobre

la Edad del Hierro en la Carpetania, Vol. I. Zona Ar-

queológica 10: 88-134.

Delibes, G.; Romero, F.; Fernández Manzano, J.; Ramí-

rez, Mª. L., Misiego, J.C. y Marcos, G. J. 1995: El trán-

sito Bronce Final-Primer Hierro en el Duero medio. A

propósito de las nuevas excavaciones en el Soto de

Medinilla (Valladolid). Homenaje a Ana Mª. Muñoz

Amilibia. Verdolay, 7: 145-158.

Delibes, G., Romero, F., Fernández Manzano, J., Ramí-

rez, M. L., Herran, J. I., Abarquero, F. J. 1998; Data-

tions au radiocarbone concernant a la transition en-

tre l'áge du bronze et l'áge du Fer dans la Péninsule

lberique. Actes du 3eme Congres lntemational de 14C

et Archéologie. Supplement 1999 de la Revue d’ ar-

cheomélne. Lyon: 193-197.

Díaz del Río, P. 2001: La formación del paisaje agrario.

Madrid en el III y II milenios BC. Comunidad de Ma-

drid.

Flores Fernández, R. y Sanabria Marcos, P. J. 2012: La

Cuesta, Torrejón de Velasco (Madrid): un hábitat

singular en la I Edad del Hierro. El Primer Milenio A.C.

en la Meseta Central. De la longhouse al oppidum: 149

-171.

Fernández-Posse, M. D. 1986: La cultura de Cogotas I.

Homenaje a Luis Siret (1934-1984). Junta de Andalu-

cía: 457-487.

Iniesta, J. 2003-2004: Reflexiones sobre el hábitat en

Cogotas I: una cabaña procedente del caserío de

Perales. Boletín de la Asociación de Amigos de la Ar-

queología, 43: 197-210.

Martín, A. y Virseda, L. 2005: Espacios domésticos y de

almacenaje en la confluencia de los ríos Manzanares

y Jarama. Encuentro de Jóvenes Investigadores sobre

Bronce Final y Edad del Hierro en la Península Ibérica:

181-206.

Martín, A. y Walid, S. 2007: El yacimiento de El Baldío

(Torrejón de Velasco, Madrid). Algunos aspectos

acerca de la evolución de los espacios de habitación

entre los siglos V y I a.C. de la cabaña al edificio. Es-

tudios sobre la Edad del Hierro en la Carpetania, Vol.

II. Zona Arqueológica 10: 194-214.

Martínez, V. 1992: El poblado de Campos de Urnas de

Fuente Estaca (Embid, Guadalajara). La Celtización

Page 28: Arqueología y Prehistoria del 02 02-7.pdf · 2015-05-16 · ARPI. Arqueología y Prehistoria del Interior peninsular 02– 2015 108 VIVIENDAS DEL BRONCE FINAL E INICIOS DE LA EDAD

ARPI. Arqueología y Prehistoria del Interior peninsular 02– 2015 132

del Tajo Superior. Memorias del Seminario de Hª

Antigua III. Universidad de Alcala de Henares: 67-78.

Martínez Navarrete, M. I. y Méndez, A. 1983: Arenero de

Soto. Yacimiento de fondos de cabaña del Horizonte

Cogotas I. Estudios de Prehistoria y Arqueología

madrileñas 1: 183-254.

Méndez, A. y Velasco, F. 1986: Alarilla. Una propuesta

de metodología arqueológica. Arqueología Espacial,

9: 17-32.

- 1988: La Muela de Alarilla. I Congreso de Historia de

Castilla- La Mancha, T. III. Talavera: 185-19.

Morín, J. Penedo, E., Oñate, P., Oreja, G., Ramírez, M. y

Sanguino, J. 1999: El yacimiento de la Indiana- Barrio

del Prado (Pinto, Madrid), de la Prehistoria a la Edad

Media en el sur de Madrid. Actas del XXIV Congreso

Nacional de Arqueología (Cartagena, 1997), vol. 5: 63-

76.

Muñoz, K 1998: Mirando al Suroeste de la Celtiberia:

nuevos datos sobre la Primera Edad del Hierro en la

cuenca media del Tajo. El origen del mundo celtibéri-

co. Consejería de Agricultura y Medio Ambiente de la

Junta de Comunidades de Castilla- La Mancha, Moli-

na de Aragón: 221-237.

Muñoz, K. Y Ortega, J. 1997: Elementos de inspiración

orientalizante en la cuenca media del río Tajo: el

yacimiento de Puente Largo de Jarama (Aranjuez,

Madrid). Spal, 6: 141-167.

Oñate, P., Sanguino, J., Penedo, E. y De Torres, J. 2007:

El Caracol: un yacimiento de transición en la Primera

Edad del Hierro madrileña. Estudios sobre la Edad del

Hierro en la Carpetania, Vol. II. Zona Arqueológica 10:

176-193.

Pernia, A. y Leira, R. 1992: Excavaciones de urgencia en

el Arenero de Soto II (P.K.S. + 360 AL P.K.S. + 380 del

tren de alta velocidad Madrid-Sevilla). Arqueología,

paleontología y etnografía 3: 119- 129.

Rojas Rodríguez-Malo, J. M., Gómez Laguna, A., Cáce-

res Gutiérrez, Y., De Juan Ares, J. 2007: Estructuras

de ocupación del Bronce Final Horientalizante, Hie-

rro I y II Edad del Hierro, localizadas en la Autovía de

los Viñedos CM-400. Tramo Consuegra-Tomelloso

(P.K. 0+000 A 74+600). Yacimientos de Varas del

Palio, Palomar de Doña Leonides, Zona 4 de Lerma y

Arrojachicos. En Actas de las II Jornadas de Arqueolo-

gía de Castilla – La Mancha (Toledo, 2007). CD.

Ruiz Zapatero, G. 2007: Antes del Hierro. Cultura y so-

ciedad en el centro de la meseta (ca. 1200-500 a.C.).

Estudios sobre la Edad del Hierro en la Carpetania.

Zona Arqueológica, 10, vol. 2: 38-62.

Sanchez-Capilla, Mª. L. y Calle Pardo, J. 1996: Los Lla-

nos II: un poblado de la primera Edad del Hierro en

las terrazas del Manzanares (Getafe). Reunión de

Arqueología madrileña, Madrid: 254-257.

Sanguino, J., Oñate, P., Penedo, E. y Torres, J. 2007: El

Colegio (Valdemoro): cambios materiales y estabili-

dad socioeconómica a mediados del Primer milenio

a.C. Estudios sobre la Edad del Hierro en la Carpeta-

nia, Zona Arqueológica, 10, vol. 2: 154-174.

Torres Rodríguez, J. 2005: La Carpetania: un análisis

historiográfico. Arqueoweb 7, 2.

- 2013: La tierra sin límites. Territorio, sociedad e identida-

des en el valle medio del Tajo (S. IX-I a.C.). Zona Ar-

queológica.

Urbina, D. y Urquijo, C. 2012: El Yacimiento de Las Lu-

nas, Yuncler (Toledo): una ciudad de cabañas. El

primer milenio a.C. En la meseta central. De la

longhouse al oppidum. Vol. 1: 173-194.

Vela Cossio, F. 1995: Para una prehistoria de la vivienda.

Aproximación historiográfica y metodológica al estu-

dio del espacio doméstico prehistórico. Complutum,

6: 257-276.