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CuPAUAM 27, 2001, pp. 125-151 Arqueología e impacto ambiental: análisis del paisaje y "medidas correctoras" J.L. Sánchez Meseguer C. Galán Saulnier Departamento de Prehistoria y Arqueología. UAM. Resumen Con frecuencia la primera intervención arqueológica necesaria ante el impacto ambiental derivado del desarrollo socioeconómico del mundo actual es la propia prospección, es decir, la búsqueda y localización de los yacimientos arqueológicos que pudieran verse afectados. La consecuencia inmediata de ello es la necesaria valoración de esos yacimientos a fin de diseñar las “medidas correctoras” del impacto ambiental previsto, de forma que ambas actua- ciones, prospección y valoración de los yacimientos arqueológicos, suponen hoy un reto para la Arqueología, espe- cialmente para la denominada “arqueología de gestión”. El presente trabajo es una propuesta metodológica destina- da a facilitar la tarea del arqueólogo para lograr un más rápido, completo y objetivo conocimiento del Patrimonio Arqueológico que agilice su recuperación, investigación y preservación. Sumary Very often the first archeological intervention to face the environmental impact derived from the socioeconomic development of the current world is prospection, that is, searching and locating the archaeological sites that could be affected by this impact. Thus, the most inmediate consequence of prospecting is the necessary evaluation of these sites in order to design “corrective measures” for the environmental impact foreseen. In this way, both prospecting and evaluating archaeological sites pose a challenge to Archaeology, particularly to the branch named “management archaeology”. The current work/paper is a methodological proposal intended to ease the task of the archaeologist and thus, to have a faster, more complete and more objective knowledge of the Archeological Heritage, what implies a rapid recuperation, investigation and preservation of our heritage. Uno de los más importantes dilemas que se nos presentan con frecuencia a los docentes al planificar el desarrollo de un curso de carácter monográfico, dirigido, por ejemplo, a los estu- diantes que preparan su Doctorado, es el de si debemos orientar nuestras enseñanzas funda- mentalmente hacia la investigación, puesto que los receptores de las mismas son alumnos del último ciclo universitario e investigadores por tanto de los temas sobre los que preparan sus res- pectivas tesis doctorales, o preferiblemente debe- mos enfocar nuestra docencia hacia la prepara- ción de quienes aún son alumnos para su inme- diato futuro profesional y su incorporación al mundo laboral. Conjugar ambas premisas no es fácil, sobre todo cuando la experiencia personal nos ha obli- gado a constatar que, desgraciadamente, los planteamientos metodológicos y los modos de actuación que conllevan ambas posibilidades no pueden ser idénticos. Al menos en el caso de la Arqueología, cuan- do trabajamos como investigadores sensu stricto, al desarrollar y ejecutar un proyecto de trabajo planificado en función de la investigación histó- rica, no podemos hacerlo de la misma forma que cuando llevamos a cabo nuestra actividad profe- sional en el marco de los condicionamientos impuestos por otros criterios tan distintos como son los que subyacen tras la política de gestión de los recursos culturales y que, en definitiva, son determinantes a la hora de plantear la metodolo- gía del proyecto y de la actuación, obligando al profesional de la reconstrucción del Pasado a desarrollar su actividad no como "arqueólogo de investigación", definición que más bien es una redundancia, sino como "arqueólogo de gestión", denominación que sólo deberían utilizar aquellos que llevan a cabo su actividad profesional al mar- gen de la docencia y, en muchos casos, también de su línea de investigación personal. No obstante, en el ánimo de poner nuestro trabajo al servicio de nuestros alumnos, sea cual sea la orientación de su futuro profesional, pro-

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CuPAUAM 27, 2001, pp. 125-151

Arqueología e impacto ambiental: análisis del paisaje y "medidascorrectoras"

J.L. Sánchez MeseguerC. Galán SaulnierDepartamento de Prehistoria y Arqueología. UAM.

Resumen

Con frecuencia la primera intervención arqueológica necesaria ante el impacto ambiental derivado del desarrollosocioeconómico del mundo actual es la propia prospección, es decir, la búsqueda y localización de los yacimientosarqueológicos que pudieran verse afectados. La consecuencia inmediata de ello es la necesaria valoración de esosyacimientos a fin de diseñar las “medidas correctoras” del impacto ambiental previsto, de forma que ambas actua-ciones, prospección y valoración de los yacimientos arqueológicos, suponen hoy un reto para la Arqueología, espe-cialmente para la denominada “arqueología de gestión”. El presente trabajo es una propuesta metodológica destina-da a facilitar la tarea del arqueólogo para lograr un más rápido, completo y objetivo conocimiento del PatrimonioArqueológico que agilice su recuperación, investigación y preservación.

Sumary

Very often the first archeological intervention to face the environmental impact derived from the socioeconomicdevelopment of the current world is prospection, that is, searching and locating the archaeological sites that could beaffected by this impact. Thus, the most inmediate consequence of prospecting is the necessary evaluation of thesesites in order to design “corrective measures” for the environmental impact foreseen. In this way, both prospecting andevaluating archaeological sites pose a challenge to Archaeology, particularly to the branch named “managementarchaeology”. The current work/paper is a methodological proposal intended to ease the task of the archaeologist andthus, to have a faster, more complete and more objective knowledge of the Archeological Heritage, what implies arapid recuperation, investigation and preservation of our heritage.

Uno de los más importantes dilemas que senos presentan con frecuencia a los docentes alplanificar el desarrollo de un curso de caráctermonográfico, dirigido, por ejemplo, a los estu-diantes que preparan su Doctorado, es el de sidebemos orientar nuestras enseñanzas funda-mentalmente hacia la investigación, puesto quelos receptores de las mismas son alumnos delúltimo ciclo universitario e investigadores portanto de los temas sobre los que preparan sus res-pectivas tesis doctorales, o preferiblemente debe-mos enfocar nuestra docencia hacia la prepara-ción de quienes aún son alumnos para su inme-diato futuro profesional y su incorporación almundo laboral.

Conjugar ambas premisas no es fácil, sobretodo cuando la experiencia personal nos ha obli-gado a constatar que, desgraciadamente, losplanteamientos metodológicos y los modos deactuación que conllevan ambas posibilidades nopueden ser idénticos.

Al menos en el caso de la Arqueología, cuan-

do trabajamos como investigadores sensu stricto,al desarrollar y ejecutar un proyecto de trabajoplanificado en función de la investigación histó-rica, no podemos hacerlo de la misma forma quecuando llevamos a cabo nuestra actividad profe-sional en el marco de los condicionamientosimpuestos por otros criterios tan distintos comoson los que subyacen tras la política de gestión delos recursos culturales y que, en definitiva, sondeterminantes a la hora de plantear la metodolo-gía del proyecto y de la actuación, obligando alprofesional de la reconstrucción del Pasado adesarrollar su actividad no como "arqueólogo deinvestigación", definición que más bien es unaredundancia, sino como "arqueólogo de gestión",denominación que sólo deberían utilizar aquellosque llevan a cabo su actividad profesional al mar-gen de la docencia y, en muchos casos, tambiénde su línea de investigación personal.

No obstante, en el ánimo de poner nuestrotrabajo al servicio de nuestros alumnos, sea cualsea la orientación de su futuro profesional, pro-

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pusimos en su momento a la UniversidadAutónoma de Madrid la inclusión del cursoMetodología de la "Arqueología de Gestión": laEvaluación de Impacto Ambiental y su repercusión enel patrimonio arqueológico en el programa de doc-torado "Prehistoria y Arqueología de laPenínsula Ibérica", y fruto de su imparticióndurante el curso académico 1999 – 2000, sonestas páginas en las que el lector tendrá ocasiónde enfrentarse, como nosotros lo hicimos enton-ces, a dos problemas que no serán desconocidosni para los colegas que se hayan decantado fun-damentalmente por la investigación arqueológi-ca, ni para quienes, en su lugar o además de ello,lo hayan hecho hacia la comúnmente denomina-da "Arqueología profesional" o "Arqueología degestión": la localización de yacimientos arqueo-lógicos y la evaluación de la "entidad" o "impor-tancia" de un yacimiento, arqueológico o paleon-tológico, en función del diseño de futuras actua-ciones sobre él.

Así, en las páginas siguientes expondremos,por una parte, un conjunto de reflexiones acercade los aspectos en que, pensamos, el arqueólogodebe fijar su atención cuando en su búsqueda deyacimientos - prospección - se sitúa ante un pai-saje en el que no siempre es fácil ver la huella dela actividad humana, en ocasiones ni siquiera sila ha habido, y por otra parte presentamos unapropuesta metodológica que permite cuantificarlas posibilidades de que un determinado lugar deese paisaje contenga un yacimiento arqueológi-co; así mismo, como complemento de ello y encierto modo también como consecuencia de esasy otras reflexiones, expondremos nuestros plan-teamientos y propuesta metodológica para laresolución de un problema íntimamente ligado ala localización de yacimientos a algo tan deactualidad como es el impacto ambiental, espe-cialmente de las obras públicas: el diseño de las"medidas correctoras".

¿UN LUGAR, UN YACIMIENTO ARQUEOLÓGI-CO?

Los "modelos" de ocupación territorial y los"patrones" de asentamiento identificados hasta elmomento presentan unas características queindican que el hombre del Pasado, utilizase laforma de asentamiento que utilizase (campamen-to temporal, asentamiento estable) y el modo deocupación/utilización del territorio que fuese(hábitat concentrado/disperso, etc.), siempreconjugó una serie de variables que, sopesadas yvaloradas en función de su experiencia y grado ymodo de desarrollo cultural (con lo que ambascosas implican en relación con factores tanto

económicos como sociales, políticos y religiosos),le llevaron a utilizar determinados lugares parafines diferentes (instalación del grupo, explota-ción de recursos, instalación de necrópolis y/ocomplejos de culto, instalación de "puntos deactividad industrial” ...).

Ahora bien, como lógicamente la conjuga-ción de esas variables implicó la valoración delas mismas, en cada caso en función de la activi-dad o actividades que el grupo humano preten-día llevar a cabo en cada lugar concreto, el resul-tado de todo el proceso, muchos años después, esla presencia en el paisaje de conjuntos de restosdel Pasado de los que, en ocasiones, aún hoy nosabemos siquiera dónde están, situación ante laque el arqueólogo que, por la razón que sea, seplantea realizar una prospección, no puede sinoplantearse al mismo tiempo, y como únicaopción que proporcione un resultado verdadera-mente real, la necesidad de analizar el terreno"palmo a palmo" a fin de:

- constatar la existencia de los yacimientosya conocidos y

- detectar la presencia de otros cuya existen-cia o bien ni siquiera se sospecha, o bien"se intuye" de algún modo en función dedatos más o menos precisos, como puedenser vagas y lejanas noticias o tradicionesoralmente transmitidas, o incluso en fun-ción de planteamientos metodológicos máscientíficos, como pueden ser los resultadosobtenidos a raíz de prospecciones llevadasa cabo mediante muestreos bien planifica-dos y correctamente interpretados.

En otro orden de cosas hemos de señalar querecientemente diferentes autores han puesto demanifiesto la innegable influencia del grado deexperiencia de los prospectores en los resultadosde la prospección arqueológica y, otros, se hanreferido también a la problemática específicaque esta actuación arqueológica, la prospección,presenta en el ámbito de la denominada"arqueología de gestión", y así las cosas, han sidoprecisamente ambas "situaciones" las que nosllevan hoy a plantearnos algo sobre lo que desdehace tiempo trabajamos, y a hacerlo tanto desdela óptica de la docencia de la metodologíaarqueológica como desde la posición de quienes,como profesionales de la Arqueología, tambiénnos hemos enfrentado a la realización de pros-pecciones tanto en el marco de la "Arqueologíade gestión" como en el de la docencia y la inves-tigación.

Nos referimos concretamente a dos preguntasque tienen mucho que ver no sólo con la locali-zación de yacimientos arqueológicos, fin primor-

dial de la prospección en sí, sino también con lasmedidas a tomar en función de los resultadosobtenidos en ésta, medidas que, en terminologíaactual, serán "correctoras" del impacto ambientalprevisto si actuamos en función de éste, peroque, en cualquier caso, siempre serán medidas deactuación arqueológica que en modo alguno pue-den desligarse de la labor investigadora delarqueólogo que se considere realmente un profe-sional, y ya se trate, según el caso, de las habi-tualmente denominadas, también en terminolo-gía actual, “intervenciones arqueológicas” enforma de sondeos de prospección, excavacionesprevias o excavaciones sistemáticas.

La primera de esas preguntas nos la podemoshacer incluso antes de situarnos de hecho en elpaisaje. Simplemente ante los mapas topográfi-cos y bien sea ante la perspectiva de una pros-pección intensiva, no dirigida y de coberturatotal - planteamiento siempre deseable pero nosiempre posible - o bien ante la necesidad deplantear una prospección por muestreo impuestapor la muy frecuente limitación de los mediosdisponibles (económicos, temporales ...), anteuna porción de territorio el arqueólogo se puedepreguntar: ¿dónde están los yacimientos, si esque realmente existen? O dicho de otra forma,¿es posible que haya algún tipo de yacimientoarqueológico en cualquier lugar? Y si esta incóg-nita "la volvemos por pasiva" y la planteamos noatendiendo al investigador sino a los diferenteslugares del paisaje investigado, nos preguntaría-mos: ¿qué posibilidades hay de que todos y cadauno de esos lugares contengan restos arqueológi-cos, sean yacimientos?

Y el problema no estriba solamente en encon-trar respuesta, sino en encontrar una respuestaconcreta, objetivando en la medida de lo posiblelos datos que realmente quedan implícitos en loscalificativos de "muchas", "pocas" o "muy pocas"con que podemos adjetivar esas posibilidades deque en un lugar haya un yacimiento arqueológi-co, calificativos que han de ser necesariamente laplasmación de nuestros conocimientos y expe-riencia, pero también de un metódico y científi-camente planteado sistema de trabajo.

¿Cómo conseguirlo? Pues pensamos queintentando hacer lo que los seres humanos hanhecho siempre, es decir, intentando valorar loselementos del paisaje que el hombre siempre hatenido en cuenta a la hora de ocupar un territo-rio y evaluar la relación de cada lugar con todosy cada uno de ellos y cuantificar el resultado deesa relación sin duda existente entre los diferen-tes lugares que, junto con su entorno inmediato,componen ese "mosaico" de elementos diferen-tes que denominamos paisaje.

Ahora bien, hemos de tener en cuenta que elmodo de vida humano no es ni ha sido siempreigual y que, en consecuencia, al hombre no siem-pre le han interesado lugares con las mismascaracterísticas, y esto no sólo porque en determi-nadas épocas de la Historia no supiese aún culti-var los campos o explotar los metales, sino tam-bién porque, incluso si analizamos un únicoperiodo, observamos cómo no todos los gruposhumanos contemporáneos vivieron exactamentede la misma manera.

Es más, si a esto sumamos el hecho de que,salvo en casos de prospecciones dirigidas o noprobabilísticas, cuando el arqueólogo acomete latarea prospectora lo hace predispuesto a encon-trar cualquier tipo de yacimiento arqueológico, ymás aún si esa tarea está íntimamente relaciona-da con el futuro inmediato de algunos o muchosde los yacimientos por localizar, entonces, a lavista de todo ello, el lector podría plantearse quévalorar, habida cuenta de que, aún cuando yaconozca algunas características de yacimientospreviamente conocidos, sin embargo general-mente no puede conocerlas todas, a menos quehaya sido totalmente excavados, y desde luego,lo que no puede es adelantar la inexistencia deposibles yacimientos aún por descubrir.

Pues bien, si aceptamos que el interés delhombre por ocupar un territorio puede no habersido siempre el mismo y que los factores que lellevaron a ocupar los mismos o distintos lugarestambién fueron diferentes a lo largo de laHistoria, pero si aceptamos también que un pai-saje ha podido ser atractivo para grupos diferen-tes y en momentos diferentes, tengamos o noindicios de ello, es fácil entonces concluir quehabremos de ponderar todas las variables, ante elconvencimiento de que las realmente determi-nantes de las decisiones tomadas por el hombredel Pasado fueron unas, en unos casos, y otras enotros, pero de que muchas de ellas fueron sope-sadas en su momento, valoradas y jerarquizadaspor quienes en cada ocasión decidieron ocuparun lugar con uno u otro fin. Y ante esa situación,al plantearnos cómo hacerlo, bien podemos con-cluir también que podremos ponderar esas varia-bles en el convencimiento de que será válido yefectivo, por objetivo, un método de cuantifica-ción como el que planteamos, que nos permitiráacercarnos al conocimiento del modo de actua-ción humana en cada caso en tanto que nos per-mitirá constatar cómo el hombre paleolítico lógi-camente no dio importancia alguna a la existen-cia de minerales metálicos en un determinadolugar, y sin embargo sí valoró, aunque de dife-rente forma, la visibilidad de un determinadoenclave y su proximidad al agua potable, o cómo

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en épocas posteriores el hombre instaló algunosasentamientos en lugares cuyo valor estratégicoestribaba, en diferente grado según los casos, enla explotación del suelo y/o de determinadosrecursos y/o incluso estuvo en función de facto-res que aún hoy no somos capaces de identificar.

LAS "VARIABLES" Y SU VALORACIÓN

Al hilo de lo que acabamos de exponer, diga-mos ahora que esas variables a que nos venimosrefiriendo, esos factores que de una u otra formahan influido en la elección de determinados luga-res para el desarrollo de diferentes actividades yque, en consecuencia, podemos valorar paradetectar y cuantificar las posibilidades de que enun determinado punto geográfico haya un yaci-miento arqueológico, son:

- su ubicación concreta,- su accesibilidad,- su altura,- su insolación y- su proximidad a agua potable, pasos/vías

naturales de comunicación, recursosexplotables, suelos cultivables y pastosnaturales.

• Ubicación.

No olvidamos que en ocasiones el hombre hasupeditado lo práctico a lo ideológico, pero ennuestra opinión es evidente que, a lo largo de laHistoria, la Humanidad ha procurado siempreconjugar en la medida de lo posible sus necesi-dades espirituales con sus posibilidades materia-les, sus prioridades conceptuales con su tecnolo-gía y, en definitiva, es innegable que el hombreha buscado siempre las soluciones más económi-cas – a nivel de la economía de medios, trabajo yesfuerzo -, para los que, en cada momento y paracada grupo, fueron los principales problemas aresolver durante su vida y, a partir de unmomento y estadio cultural aún no bien deter-minado, también después de la muerte.

Desde esta óptica y en relación con la posibleubicación de los yacimientos arqueológicos pre-sumiblemente existentes en un determinado pai-saje, podemos preguntarnos:

¿Dónde es más cómodo instalar un campa-mento o un asentamiento permanente? ¿Dóndees más fácil excavar una fosa sepulcral o cons-truir un monumento funerario?

Lugares llanos (situados en llanuras interiores olitorales, fondos de valle o terrazas fluviales), cue-vas y abrigos rocosos, mesetas, lomas y cerretes, cerrosaltos e islas son los tipos de lugares que en gene-

ral, en diferentes épocas y por distintos motivos,el hombre ha ocupado con finalidades tambiéndiferentes.

Indudablemente, por causas tan diversascomo la facilidad de acceso, ocupación y tránsi-to, o la comodidad para construir desde una sim-ple choza a la más compleja edificación, los luga-res llanos han sido, con diferencia, los más fre-cuentemente elegidos por el hombre, en laAntigüedad y hasta la actualidad, y para realizaruna muy variada gama de actividades, de talmanera que a priori puede pensarse que cual-quier punto topográfico con esas característicaspuede alojar algún yacimiento arqueológico decualquier época, ya se trate de lugares situadosen amplias llanuras (interiores o litorales), en fon-dos de amplios valles o terrazas fluviales.

Estas razones llevan a considerar esos lugarescomo los que tienen más probabilidades de con-tener yacimientos, y junto a ellos hemos de situarnecesariamente las cuevas y abrigos rocosos,numéricamente mucho menos numerosos perorespecto a los cuales podemos afirmar que, salvoexcepciones - que por supuesto existen y que tie-nen muy diferente explicación - han sido utiliza-dos por el hombre desde el Paleolítico Inferiorhasta nuestros días y con muy diferentes propó-sitos (habitación, culto, enterramiento ...).

Todo parece indicar que hemos de consideraren segundo lugar a las mesetas más o menos ele-vadas, más o menos amplias y con accesos más omenos fáciles, pero generalmente accidentesgeográficos que, entre los lugares elevados sobreel llano circundante, no resultan demasiado incó-modos para instalarse e incluso para construirsobre ellos, mientras que consideramos tambiéncon bastantes posibilidades de contener yaci-mientos arqueológicos, pero con menor probabi-lidad que los anteriores porque numéricamenteson menos entre los casos conocidos, las lomas ycerretes, lugares a los que no resulta tan cómodoacceder transportando cargas y cuya topografíacondiciona la construcción de estructuras aéreas,pero que sin embargo ofrecen a menudo, entreotras ventajas, una visibilidad suficiente para elcontrol del entorno próximo.

Y si a menudo la estrategia primó sobre lacomodidad, ha habido también ocasiones, másespecíficas pero menos frecuentes, en que laestrategia aconsejó instalar asentamientos enpuntos aún más elevados, en los que en ocasio-nes es difícil determinar si el factor decisivo fuela búsqueda de una defensa natural o la necesi-dad de un amplio control visual del territorio, detodos los recursos disponibles o de alguno/s muyespecífico/s, desde la Prehistoria Reciente y sin

olvidar que en ocasiones la razón de la ocupa-ción de un cerro alto no fue sino la explotaciónde determinadas materias primas.

Finalmente, podemos convenir que las islas,mejor dicho, los islotes localizados en las tierrasinteriores (anchos ríos, lagos, lagunas) o muypróximas al litoral, han sido a lo largo de laHistoria los lugares menos atractivos para la ins-talación de los grupos humanos, por múltiplesrazones (disponibilidad de recursos en el entornoinmediato, aislamiento, ...), pero hemos de reco-nocer también que en ocasiones muy concretasde momentos muy diferentes y en paisajes muydistintos, también algunos islotes fueron específi-camente seleccionados para instalar asentamien-tos tan diferentes como lo fueron las "motillas",en la Edad del Bronce peninsular, o las coloniasfenicias, ya en la Edad del Hierro, todo lo cualnos lleva a concluir que esos accidentes geográfi-cos tienen muy pocas pero sí algunas posibilida-des de cobijar yacimientos arqueológicos.

• Accesibilidad

En consonancia con lo que acabamos deexponer, resulta evidente la necesidad y posibili-dad de valorar y evaluar el grado de dificultad deacceso a un determinado lugar en diferentessituaciones (personas y animales con y sin carga,ganado, carros, etc.), en función de su alturasobre el llano, así como de las peculiaridades desu topografía y de sus suelos y de las pendientesde sus laderas, partiendo de la base de que, aúnexistiendo yacimientos arqueológicos en lugaresde muy difícil o difícil acceso y con diferentescaracterísticas (asentamientos fortificados, esta-ciones con arte rupestre), son muchos menos quelos localizados en lugares de accesibilidad regular(lomas, cerretes, islas), fácil (mesetas) o muy fácil(llanuras).

• Visibilidad

Ni siempre la amplitud de las zonas de visibi-lidad desde un determinado punto topográfico esmayor cuanto mayor sea la altura de éste sobresu entorno, ni el hombre ha necesitado "versiempre lo mismo", o, dicho de otra forma, elanálisis de la visibilidad de y desde un determi-nado lugar, ha de enfocarse desde la óptica delcontrol visual que de ese entorno necesitaron ypudieron tener quienes se instalasen allí, peroteniendo en cuenta también la posibilidad de quealguien buscase, en determinados momentos ypor razones muy concretas, lugares "escondi-dos”, que fuesen difíciles de detectar, y sin olvi-dar tampoco la existencia de lo que podríamos

denominar "situaciones intermedias", es decir,situaciones en las que esta "variable" pudo serponderada pero no determinante (asentamientosespecíficamente agrícolas o ganaderos, necrópo-lis, ...).

Con todo, es obvio que, numéricamentehablando, son muchos más los yacimientos loca-lizados en puntos con muy amplia o al menosamplia visibilidad que los ubicados en lugares devisibilidad media, reducida o muy reducida, quizá, almenos en parte, porque son más los ubicados enllanos, mesetas y pequeñas lomas o cerretes, loque nos lleva a pensar que es más posible la exis-tencia de yacimientos arqueológicos en los pun-tos de un paisaje que se encuentre en el primercaso que aquellos que respondan al segundo.

• Insolación

No parece que precise especial comentario elplanteamiento de tener en cuenta la cantidad dehoras de insolación y la intensidad de la mismarespecto a un lugar concreto, en tanto que es evi-dente la larga lista de factores que pueden opudieron intervenir en su elección, por diferen-tes motivos y para diferentes fines.

No cabe duda de que, a lo largo de laHistoria, el hombre ha buscado siempre la mejormanera de aprovechar al máximo la luz y elcalor del sol, y de que a medida que progresó ensu desarrollo cultural y tecnológico pudo liberar-se paulatinamente de su dependencia del astrorey, del mismo modo que es claro también queen tanto el hombre no fue capaz de controlar elfuego, tampoco lo fue de ocupar sistemáticamen-te el interior de las cuevas pues, aún siendo, des-pués del fuego, lo mejor que la Naturaleza le haofrecido siempre para protegerse, sin embargo laocupación y utilización de las cavidades, a menu-do disputada por otros seres vivos, siemprehubiera tenido un límite: la incapacidad delhombre para ver en la oscuridad.

Ahora bien, aún cuando el hombre ya eracapaz de suplir el calor del sol mediante la utili-zación del fuego y de vestidos y estructuras sufi-cientemente aislantes, y aún cuando el desarrollode las técnicas constructivas le había llevado aser capaz de sobrevivir tanto en lugares siempreen sombra como en otros en los que la cantidadde horas de insolación y la intensidad de éstaobligan a adoptar diferentes sistemas de protec-ción (personal, para el ganado, viviendas, etc.,),podemos constatar cómo a lo largo de la Historiael hombre ha utilizado muy diversos tipos delugares, algunos para nosotros demasiado insola-dos (un cerro elevado sobre la llanura manchega,como el de La Encantada) y otros muy protegi-

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dos de los rayos solares pese a encontrarse al airelibre (Los Tolmos de Caracena, p.e.), sin dudaporque otros factores “compensaron” en sumomento los valores extremos de una variableque, sin duda también, tuvo en cuenta en cadacaso al seleccionar, para desarrollar diferentesactividades, lugares a veces con insolación total oalta y en ocasiones sin embargo media, baja oincluso muy baja.

• Altura.

De acuerdo con lo planteado hasta aquí, esinnegable que la altura de un determinado lugarha sido con frecuencia uno de los factores másdeterminantes a la hora de elegirlo o rechazarlopara instalar un asentamiento, lo que no implicala inexistencia de yacimientos arqueológicos enlugares “muy altos” o “muy bajos”, puesto que,como es bien sabido, ni todos los yacimientosfueron en su día asentamientos sensu stricto, ni elhombre ha ocupado diversos puntos de un terri-torio con un mismo fin, ni la altura fue obstáculocuando fue conveniente salvarla si no a diario sícon cierta regularidad (“talleres de sílex”, santua-rios, p.e.).

Ahora bien, es evidente que, como indicamosal referirnos tanto a la ubicación como a la acce-sibilidad y visibilidad de los lugares “sospecho-sos” de contener restos culturales, la variable“altura” ha de analizarse no en términos absolu-tos, ya que si la prospección es una tarea a des-arrollar en un territorio previamente delimitado,de nada serviría a los fines propuestos en funciónde la realización de dicha tarea la constatación dela altura de distintos puntos topográficos respec-to al nivel del mar, salvo evidentemente en elcaso de que se trate de prospecciones a llevar acabo en territorios costeros y/o litorales. Porrazones obvias, esta variable ha de evaluarsedesde una doble perspectiva: la altura sobre elentorno inmediato (coincidente con el nivel delmar en el último caso citado ) y las característicasde la pendiente que salva esa diferencia entre elpunto más alto del lugar y el llano sobre el quese eleva.

Por otra parte, parece obvio también quetuvieron que ser razones distintas las que lleva-ran a elegir lugares bastante altos pero con sua-ves pendientes que hacían cómodo su acceso, olugares menos elevados pero con laderas escar-padas, como lo es así mismo que el propio relie-ve natural ofrece muchas situaciones “interme-dias” y que, en cualquier caso, ambos aspectos–altura sobre el entorno inmediato y pendiente–hubieron de tenerse en cuenta simultáneamen-te, como dos “elementos de juicio” complemen-

tarios, por lo cual la valoración y evaluación deesta variable habrá de contemplarlo asumiendoun único resultado que implique la suma de losdos parciales, respectivamente, es decir, suman-do la valoración referente a si el lugar se hallamuy alto, alto, elevado, ligeramente elevado o muypoco/nada elevado y la relativa a si la pendienteasociada a esa elevación es muy fuerte, fuerte,media, suave o muy suave/ninguna.

• Proximidad a ...

Finalmente también consideramos necesariovalorar algo que una de las facetas o modalidadesde la Arqueología, la Arqueología Espacial, ponecada vez mas en evidencia, como es la proximi-dad o lejanía de un determinado lugar a todosaquellos recursos que la Naturaleza ha ofrecido alhombre desde su aparición sobre la Tierra y queéste ha ido aprendiendo a aprovechar, primero, ya explotar, después, en función siempre de lascondiciones medioambientales en que vivió y desu grado de desarrollo tecno – cultural.

Hoy sabemos que el interés por el aprovecha-miento y explotación del medio no fue el mismoni siempre ni para todos los grupos humanos,pero lo que a priori no podemos saber es cual ocuales de los recursos que ofrezca un determina-do territorio pudieron ser mucho, poco o nadaatractivos para algún o algunos de los gruposhumanos que presuntamente pudieron haberseinstalado en alguno o varios de los lugares de esaporción de paisaje a cuya prospección nosenfrentamos, y no lo podemos saber porque apriori, y valga la insistencia, no sabemos quiénesocuparon ese territorio (si la investigaciónarqueológica del mismo hubiese sido exhaustiva,no tendría sentido plantear su prospección ...).

En base a estos argumento no podemos pormenos que plantear ahora la necesidad de valo-rar la mayor o menor facilidad que pudo tenercualquier hombre, de cualquier época y en fun-ción de la distancia a los mismos medida desdeel lugar analizado como posible yacimientoarqueológico, para acceder a los cinco tipos derecursos básicos agua potable, pasos/vías naturalesde comunicación, recursos explotables, suelos cultivablesy pastos naturales, obviamente unos más necesa-rios/importantes que otros, según el momento, yrespecto a los que los yacimientos arqueológicosse encuentran siempre muy alejados, alejados, dis-tanciados, próximos, o muy próximos si atendemos alos factores a que a continuación nos referimos.

Agua potable.

Siendo el elemento indispensable para la

supervivencia humana, su presencia supone una“pista” en el paisaje para detectar la de fauna yvegetación asociadas a su misma existencia, sibien hay que tener en cuenta que si en ciertoscasos puede ser mejor obviar una excesiva pro-ximidad a esos recursos acuáticos (áreas inunda-bles, pantanosas, etc., p.e.), en otros una excesivalejanía también puede representar un grave pro-blema, habida cuenta de la cantidad de activida-des domésticas e industriales para las que el aguapotable es necesaria.

Pasos / vías naturales de comunicación.

En este caso se trata, pensamos, de un recur-so natural cuya importancia no precisa comenta-rio, por evidente, pero cuya proximidad sí hubode valorarse en su momento y habremos de eva-luar ahora. En este sentido, sólo consideramosnecesario recordar que la relación del hombrecon los pasos y/o vías naturales de comunicaciónfue especialmente importante desde la másremota Prehistoria, habida cuenta de que fueronlos cauces utilizados por los animales, en ocasio-nes abiertos por ellos mismos, las vías y pasospor los que aprendió a recorrer el territorio ya elhombre del Paleolítico Inferior cuando fue enpos de aquellos, si bien es cierto que con fre-cuencia esa relación se analiza y valora máscuando se estudian los desplazamientos pastori-les, migratorios, comerciales, etc...

Recursos explotables.

Aunque evidentemente el agua potable, lospasos naturales, los suelos cultivables o los pastosson recursos naturales explotables y explotadospor el hombre, sin embargo generalmente seviene utilizando el término “recursos explota-bles” más bien en relación con aquellos recursosnaturales que, en terminología muy actual, talvez deberíamos denominar “recursos consumi-bles”. Nos referimos pues a toda una serie de ele-mentos presentes en la Naturaleza, muy des-igualmente aprovechados y/o explotados, tantocuantitativa como cualitativamente, desde laPrehistoria Antigua hasta hoy y que, analizadosindividualmente, resultan siempre “prescindi-bles” en tanto que es evidente que el hombre noha necesitado para sobrevivir ni siempre ni entodas parte los vegetales, los animales, los mineralesno metálicos ni los minerales metálicos -, etc. (loseskimo no comen vegetales durante largos perio-dos; otros grupos se alimentan sin cazar ni pes-car; todo parece indicar que antes que la piedra,como útil para fabricar otros, se utilizaron ramas,hojas, huesos, etc. a modo de útiles; laHumanidad vivió muchos más años antes de uti-

lizar los metales que los que lleva vividos desdeque empezó a hacerlo ...).

¿Cómo valorar y evaluar entonces la proxi-midad o lejanía a este tipo de recursos? No esfácil encontrar un “edén”, un lugar donde cual-quier hombre tuviese cerca todo lo que hubiesepodido necesitar, en mayor o menor grado, encualquier momento de la Historia, y tampocopodemos “jerarquizar” esa proximidad porquecualquiera de esos recursos pudo haber sido fun-damental o nada importante según el caso (losvegetales representan alimento, pero tambiénmaterial de construcción y/o combustible; losanimales ofrecen alimento – alternativo o com-plementario del vegetal – pero también materiasprimas para el vestido, las viviendas, el utillaje,etc.; los minerales representan materia primapara diversos usos – construcción, utillaje, ador-no, etc. – pero también suponen la posibilidad deuna explotación con fines comerciales ...).

En consecuencia pues, y en aras de recurrir ala máxima objetividad posible, nuestra valora-ción de la proximidad a todos esos recursos debebasarse en la constatación de su existencia, eva-luando con el mismo baremo el hecho de quedesde un determinado lugar se constate o no laproximidad a alguno o varios de los múltiplesrepresentantes conocidos en la Naturaleza.

Suelos cultivables.

Si los acontecimientos realmente se desarrolla-ron tal y como la Historia lo ha “reconstruido”,hoy todo apunta hacia el convencimiento de quela práctica de la agricultura fue el hecho determi-nante del asentamiento definitivo del hombre enlugares concretos, fenómeno que evidentementeconllevó la necesidad de instalar esos asentamien-tos en lugares, por una parte situados en los para-jes donde más y mejor se pudiese cultivar (valo-rando en los suelos “condiciones“ tales como elgrado de la pendiente, susceptibilidad al peligrode inundaciones, drenaje, posible erosionabilidad,etc...), y siempre en función del grado de desarro-llo tecnológico de los distintos grupos humanos, ypor otra desde donde mejor se pudiesen controlarlos campos cultivados (complementos de subsis-tencia primero, base económica después) y desdedonde fuese más cómodo acceder a ellos (enten-diendo ahora el término “comodidad” referido nosólo a la distancia, sino también al tiempo).

Ahora bien, al valorar la mayor o menor pro-ximidad de un lugar a suelos cultivables no pode-mos tener en cuenta solamente la distancia arecorrer que, sumada al tiempo invertido en ello,puede ser rentable por larga que sea si el benefi-cio que se obtiene es suficiente, sino también la

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132 J. L. Sánchez Meseguer y C. Galán Saulnier CuPAUAM 27, 2001

calidad de esos suelos cultivables más o menospróximos, calidad que evidentemente es necesa-rio relacionar con el o los productos potencial-mente cultivables y con el modo de agricultura apracticar, pues a nadie escapa que hay suelosóptimos para el cultivo de cereales pero dema-siado pesados para una agricultura de arado, porsólo citar un ejemplo.

En base a estos argumentos, planteamos puesla evaluación de la variable “proximidad a sueloscultivables” teniendo en cuenta esos dos aspectosmencionados, la distancia y la calidad de los sue-los, entendiendo que en la situación óptima – ypor tanto con el mayor número de probabilida-des de contener un yacimiento arqueológicofechable al menos desde el Neolítico – se encon-traría un lugar “muy próximo” a suelos deTIPO/CLASE I, y consecuentemente que esas posi-bilidades van disminuyendo progresivamente enfunción de la distancia de esos lugares respecto asuelos de TIPO/CLASE II, III, IV o V, respectiva-mente.

Pastos naturales.

En principio hemos de plantear que la justifi-cación del cómputo de la evaluación de estavariable se basa en los mismos argumentos queen el caso de los suelos cultivables, si bien apun-taremos dos aspectos a tener en cuenta, especial-mente a la hora de interpretar los resultados glo-bales obtenidos: por una parte, que hemos decontemplar la existencia de pastos útiles tanto enfunción de la posible cría de animales domésti-cos como en función de la vida en el territorio deespecies salvajes, pues sin duda la existencia depastizales a los que éstos acudiesen normalmentefue uno de los factores determinantes del asenta-miento de grupos humanos, sobre todo de loscazadores – recolectores, en los alrededores delos mismos; habremos de tener en cuenta portanto que al valorar la “calidad” de unos pastos,es preciso atender no sólo a su bondad como ali-mento animal, sino también a su utilidad para elhombre, en tanto que siempre serán más atracti-vos, para instalarse en sus proximidades y con-trolarlos en la medida de lo posible, los terrenoscon pastos permanentes que aquellos en los quecrece una vegetación útil pero estacional.

Así pues y en base a todo ello, proponemosatribuir la máxima evaluación a aquel lugar quese halle “muy próximo” a pastos muy buenos, dis-minuyendo consecuente y progresivamente esavaloración en función de la mayor o menor pro-ximidad del lugar objeto de análisis a pastos bue-nos, regulares, malos o muy malos, respectivamente.

VARIABLES Y VARIANTES: UN MÉTODO PARACUANTIFICAR Y VALORAR.

Tal y como acabamos de exponer, en nuestrointento de abstracción, síntesis y objetivación delos factores que pudieron llevar a cualquiergrupo humano de cualquier época a ocupar undeterminado lugar, fuese cual fuese la finalidadde hacerlo, hemos reducido a 6 (ubicación, accesi-bilidad, visibilidad, insolación, altura y proximidad alos recursos explotables) las variables que, de una uotra forma el hombre ha tenido en cuenta a lolargo de la Historia a la hora de decidir dóndeinstalarse no a nivel individual, sino a nivel degrupo social, pero, como también hemos señala-do, algunas de esas variables implican la existen-cia de varios elementos a tener en cuenta si pre-tendemos valorarlas y cuantificar el resultado deesa valoración.

Por otra parte, es evidente que nos enfrenta-mos a variables de distintas características, algu-nas cualitativas, y por ello fácilmente jerarquiza-bles, aunque no siempre, pero otras cuantitativas,y que requieren por ello la determinación debaremos en función de los cuales establecer sucalificación.

Esa jerarquización y esa calificación son endefinitiva la base sobre la que podemos estable-cer nuestra posterior evaluación de las posibili-dades de que un determinado lugar contenga unyacimiento arqueológico, pero para construir esabase debemos tener presente desde un principioalgo que, aun siendo evidente, sin embargopuede resultar contradictorio con nuestro propó-sito de objetivación de la información, y es queaunque una cueva siempre será una cueva, aun-que la visibilidad y la pendiente se pueden mediren grados, la insolación en horas/año, la alturaen metros y la distancia en kilómetros, y aunqueexisten clasificaciones generalmente aceptadasde la calidad de suelos y pastos, pese a todo, loatractiva que pudiera ser esa cueva para el hom-bre, lo dificultoso que pudiera resultarle accedera un determinado lugar, lo buenos o malos quepudieran parecerle determinados suelos o pastoso lo cercana o lejana que pudiera estar para élpor ejemplo una fuente de agua, son factores queno podemos cuantificar de un modo genéricopor dos razones: porque no todos los paisajes songeomorfológica y climáticamente similares, yporque el hombre no ha ponderado esas varia-bles siempre de la misma manera, sino en fun-ción de su grado de desarrollo tecnológico y cul-tural y de su “modo de vida”, con todo lo queeste concepto implica.

Tan evidente es que en la Polinesia muchasislas tienen un 100% de probabilidades de conte-

ner yacimientos arqueológicos, como que la ava-luación del grado de insolación de un determi-nado lugar no puede hacerse con el mismo bare-mo ante un paisaje ártico que ante otro tropical,y tan evidente es también que los campesinosneolíticos ocuparon nuestras cuevas, como que elpueblo ibérico las utilizó más con fines ritualesque de habitación, y ni siquiera todas las dispo-nibles, o que determinadas pendientes permitenel tránsito de personas a pie pero no de carros,etc., etc..... ¿y entonces?

Parece obvio que no es posible establecerunos baremos de valor universal a partir de loscuales calificar la altura, la visibilidad, la insola-ción, etc. de un determinado lugar, pero ello noimplica que no podamos hacerlo con carácter derelatividad, es decir, de tal forma que podamos“medir” las variables que nos ocupan teniendosiempre en cuenta que el calificativo que asocie-mos después a esas mediciones estará siempre enrelación directa con las características del paisajeanalizado.

Esta es la razón por la que no podemos espe-cificar aquí la altura concreta a partir de la cualdebemos considerar un lugar como “muy alto”, ola distancia que indique si un sitio específico estásimplemente “distanciado” de un determinadotipo de recurso, y esta es la razón también por laque, conscientes de que ciertas variables sonmensurables, proponemos la clasificación siste-mática de sus medidas en 5 categorías (“muy fácil/ amplia / alto, etc.”, “fácil / amplia / alto, etc”,“regular / media / elevado, etc.”, “difícil / baja /ligeramente elevado, etc.” y “muy difícil / muybaja / muy poco o nada elevado”, etc.”) quesiempre se podrán establecer aún cuando losbaremos utilizados en cada caso sean diferentes,del mismo modo que 5 son los grandes tipos delugares con yacimientos arqueológicos (llanura /fondo de valle / terraza fluvial / cueva, meseta,loma / cerrete, cerro alto e isla / islote) y 5 sontambién las grandes clases de suelos diferencia-das en función de su calidad.

En resumen pues, el conjunto de variables delas que estamos tratando supone la existencia de:

- Variables cualitativas cuyas variantes, porhaber sido calificadas previamente (dediferentes modos y en función de factoresdiversos), resultan ahora fácilmente jerar-quizables. Este es el caso de la variable ubi-cación, cuyas variantes - los tipos de lugarescon yacimientos arqueológicos – son,como hemos visto, claramente clasifica-bles en función de su “frecuencia de apari-ción”, pues sabemos que hay muchos másyacimientos localizados en llano que en

cerros altos, etc., y es el caso también delas modalidades “calidad” de los suelos y“calidad” de los pastos de las variantes“suelos cultivables” y “pastos naturales” dela variable proximidad a..., modalidadespara las que bien podemos utilizar las cla-sificaciones más conocidas y aceptadas.

- Una subvariable cualitativa cuyas varian-tes no podemos jerarquizar porque sugrado de incidencia no depende de suspropias características sino de la importan-cia que el hombre haya dado a cada unade esas variantes en los diferentes momen-tos de la Historia, como es el caso de lasubvariable “recursos explotables” de lavariable proximidad a ..., caso en el que,por las razones ya indicadas anteriormen-te, no podemos jerarquizar los recursos(vegetales, animales, minerales, etc.) que laNaturaleza haya podido ofrecer en dife-rentes puntos del Planeta, y por último

- Variables y subvariables cuantitativas, omejor, cuantificables, que podemos con-vertir en cualitativas en función de losbaremos apropiados y jerarquizar así enbase a que su cualificación es consecuenciade medidas objetivas. Obviamente este esel caso de las variables accesibilidad, visibili-dad, insolación, altura y de la variable proxi-midad a... en las subvariables “proximidada suelos cultivables” y “proximidad a pas-tos naturales”.

Ahora bien, ese conjunto de variables yvariantes resulta un tanto heterogéneo cuando seobserva con vistas a su valoración, puesto que,como consecuencia directa de lo indicado enlíneas anteriores en relación con las característi-cas de cada una de las variables contempladas:

· algunas de esas variables presentan varian-tes que podemos considerar independien-tes, o incluso excluyentes, en el sentido deque, ante un caso concreto solamentepodemos encontrar una de las variantes deuna determinada variable (p.e., la visibili-dad no puede ser “amplia” y a la vez “redu-cida”, ni la accesibilidad “muy fácil” y“regular”, etc.), y que son claramente jerar-quizables de mayor a menor, mientras que

· ciertas variables presentan variantes cuyajerarquización depende de la suma de dosfactores (para valorar la variable altura hayque tener en cuenta la “altura sobre elllano circundante” y la “pendiente”, almismo tiempo, o para valorar la variableproximidad a..., en lo que respecta a “sueloscultivables” y “pastos naturales” hay que

CuPAUAM 27, 2001 Arqueología e impacto ambiental… 133

134 J. L. Sánchez Meseguer y C. Galán Saulnier CuPAUAM 27, 2001

tener en cuenta tanto la distancia como lacalidad de los mismos), y

· en el caso de la subvariable “recursosexplotables” de la variable proximidad a ...,no es posible categorizar la importancia delos diferentes recursos por las razonesexpuestas en su momento (diferente inte-rés para diferentes hombres).

Pues bien, pensando que este complejo pano-rama de elementos a tener en cuenta a la hora devalorar las posibilidades de que en un determi-nado lugar hubiese algún yacimiento arqueológi-co, es de alguna forma el reflejo – y creemos quebastante fiel a la realidad - del conjunto de facto-res que el hombre del Pasado tuvo que valorarpara decidir qué sitios ocupar, pasamos de inme-diato a considerar que de las 6 variables contem-pladas, una de ellas, concretamente la que hemosidentificado como Proximidad a..., debió ser sinduda la más influyente y por ello la determinan-te, en la mayoría de los casos, puesto que debióserlo a la hora de decidir dónde instalar los asen-tamientos y éste es, también sin duda y en todasu amplia gama de variedades, el tipo de yaci-miento arqueológico más abundante.

Esta observación aclaraba bastante el panora-ma a que nos referíamos, y nos llevó a su vez aconsiderar que si identificábamos como un“todo” el conjunto de factores ponderados ydeterminantes, esa variable bien podía represen-tar la “mitad” de ese “todo”, una “mitad” com-puesta por la suma de 5 subvariables (proximidada... “agua potable”, “pasos/vías naturales decomunicación”, “recursos explotables”, “sueloscultivables” y “pastos naturales”, respectivamen-te), que seguramente siempre, salvo en situacio-nes muy especiales, influyó en las decisiones delos distintos grupos humanos más que otros fac-tores (ubicación, accesibilidad, etc.), sin que elloimplique, evidentemente, que éstos no fuesentenidos en cuenta en su momento.

Pues bien, partiendo de estas premisas ya noresultaba tan complicado valorar las “posibilida-des arqueológicas” de un determinado lugar,puesto que para ello sólo era necesario:

- por una parte, tener presente que ubicación,accesibilidad, visibilidad, insolación y alturason factores igualmente importantes per se,valorados de diferente forma a lo largo dela Historia porque diferentes fueron lasnecesidades y prioridades del hombre decada época, y que por tanto para nosotrosson ahora variables a considerar pero a lasque hemos de atribuir valores similares sipretendemos que nuestro método de obje-tivación tenga una aplicación de carácter

general, del mismo modo que, por elmismo motivo, hemos de atribuir valoressimilares a las distintas subvariables (“aguapotable”, pasos/vías naturales de comuni-cación”, etc.) de la variable proximidad a ...,al margen de que consideremos que, en suconjunto, es la variable más importante einfluyente;

- por otra parte, que en los casos de varia-bles cuyas variantes vienen determinadaspor la conjunción de dos factores, la valo-ración dependerá necesariamente de laponderación de ambas.

¿Y cómo cuantificar esa valoración para obje-tivarla? Pues tampoco resultaba tan complicado.

Si tenemos un “todo”, que bien puede estarrepresentado por el valor “100”, y una variableque constituye “la mitad de ese todo”, a esavariable evidentemente podemos adjudicarle unvalor de “50”, y si las otras 5 variables han detener valores iguales, resulta obvio que a cadauna de ellas podemos adjudicarle un valor “10”,tal y como representamos en la figura 1.

Así mismo, si ahora tenemos en cuenta quecada variable presenta, como hemos visto, 5variantes, en el caso de las variantes mensurablesy por tanto jerarquizables, resulta obvio que lamedida mayor debe tener el máximo valor, esdecir, que si calificamos la variante en función dedicha medida, la calificación más alta corres-ponderá al valor de la propia variable y la másbaja al resultado de dividir el valor total de lavariable, es decir “10”, entre el número devariantes contempladas, es decir “5” , y por tantoa esa calificación debe atribuírsele el valor “2”,valor que, por otra parte, debe atribuirse obvia-mente también a todas las variantes de unamisma variable cuando, como en los casos yamencionados, esas variantes no pueden ser jerar-quizadas.

Y en esa misma línea de razonamiento, evi-dentemente las variables cuyas variantes depen-dan de 2 factores complementarios, pueden servaloradas si el valor total asignado a la variablese distribuye equitativamente entre las medidasde esos dos elementos que, sumadas, darán lugara las 5 variantes; así, las calificaciones derivadasde cada una de esas dos mediciones pueden serjerarquizadas atribuyéndoles los valores com-prendidos entre “5” y “1”, respectivamente, a lasmedidas máxima y mínima de cada uno de esosdos elementos ponderados, con lo que la sumade los dos valores máximos respectivos daríatambién un valor igual al de la propia variable -“10” -, mientras que la suma de los dos mínimoscorrespondientes daría de nuevo el valor resul-

tante de la división del valor total de la variableentre el número de variantes contempladas, esdecir, de nuevo el valor “2”.

Así, el método que proponemos permite valo-rar todas y cada una de las variantes de las varia-bles contempladas (fig.2), de forma objetiva ysusceptible por tanto de ser computada a efectosde obtener un resultado numérico suficiente-mente indicativo que no sólo permitirá a su vezidentificar lugares con más o menos posibilida-des de contener yacimientos arqueológicos, sinotambién comparar situaciones derivadas del aná-lisis de un determinado territorio si atendemosademás al carácter de sincrónicos/diacrónicos delos yacimientos posteriormente identificados y,por supuesto, también al tipo de restos culturalesconservados en ellos.

UN SOPORTE PARA LA EVALUACIÓN

Una vez individualizados los elementos a eva-luar y determinado el modo de hacerlo, sóloqueda presentar un modelo de soporte materialque permite recoger la valoración de cada una de

las variables contempladas para, sumando losvalores parciales, obtener una valoración final delas posibilidades de que un lugar concreto guar-de algún tipo de restos del Pasado.

El modelo que presentamos es una ficha(ficha nº 1) a la que evidentemente se incorpora-rán los datos relativos a cada uno de los lugaresa evaluar, cuya observación permite comprobarcómo la valoración global de las posibilidades“arqueológicas” de un determinado punto de unpaisaje nunca podrá ser obviamente menor de“20” – valor de la suma de los valores mínimosasignados a las variables determinantes -, y cómoesa valoración global alcanzará un valor “100”cuando los valores computados sean por el con-trario los máximos atribuidos a dichas variables.

O dicho de otra forma, el método que propo-nemos contempla la realidad de que siempre hayal menos un 20% de probabilidades de que en unlugar haya un yacimiento arqueológico, comopodría ser el caso de puntos en los que si no esimposible, puesto que debemos ser conscientesde que se han producido hallazgos aislados (deun solo restos cultural o de pequeños conjuntos

CuPAUAM 27, 2001 Arqueología e impacto ambiental… 135

Figura 1

136 J. L. Sánchez Meseguer y C. Galán Saulnier CuPAUAM 27, 2001

VVARARIABIAB LELE

UBICACIÓN

Llano/Fondo valle/Terraza fluvial/CuevaMesetaLoma/cerreteCerro altoIsla/islote

108642

ACCESIBILIDAD

Muy fácilFácilRegularDifícilMuy difícil

108642

VISIBILIDAD

Muy ampliaAmpliaMediaReducidaMuy reducida

108642

INSOLACIÓN

ALTURA

PROXIMIDAD A ...

Sobre el llano

Muy altoAltoElevadoLigeramente elevadoMuy poco/nada elevado

Pendiente

Agua potable

Pasos/vias naturalesde comunicación

Recursos explotables

Suelos cultivables

Proximidad

Calidad

Proximidad

Calidad

Muy próximoPróximoDistanciadoAlejadoMuy alejadoMuy buenosBuenosRegularesMalosMuy malos

5432154321

Pastos naturales

Muy fuerteFuerteMediaSuaveMuy suave/ninguna

Muy próximoPróximoDistanciadoAlejadoMuy alejado

Muy próximoPróximoDistanciadoAlejadoMuy alejadoVegetalesAnimalesMinerales no metálicosMinerales metálicosOtros

Muy próximoPróximoDistanciadoAlejadoMuy alejado

TotalAltaMediaBajaMuy baja

108642

54321

54321

108642

1086422222254321

VVarianteariante VValoralor

Tipo ITipo IITipo IIITipo IVTipo V

54321

Figura 2

de ellos), sí es muy improbable que existan restosde actividades humanas pretéritas, mientras queen los casos de lugares realmente óptimos paraser utilizados por el hombre, esas probabilidadesse pueden elevar hasta el 100%, y en esos casospensamos que realmente habría que plantearseque bien puede tratarse de yacimientos conpotentes conjuntos estratigráficos, pues lo másprobable es que un lugar con tanto atractivo pordiversas causas, haya sido utilizado durante lar-gos periodos de tiempo.

Y para diseñar las denominadas “medidascorrectoras” ...

Si útil puede resultar calcular las probabilida-des de que en el paisaje a prospectar haya más omenos yacimientos arqueológicos (útil a la horade proyectar, planificar y presupuestar económi-camente el trabajo de la prospección y también ala hora de distribuir el trabajo entre los miem-bros del equipo en función de su formación yexperiencia, ante la existencia de zonas más ymenos “conflictivas”), no menos útil puede resul-tar valorar y evaluar la “entidad” de los yaci-mientos localizados.

A nadie escapa que ni todos los yacimientosson iguales, ni su importancia, evaluable desdediferentes puntos de vista, es idéntica, y, hoy másque nunca, evaluar esa importancia es no sólocontribuir a un mejor y más completo conoci-miento histórico de la zona, y por tanto aportarnueva información a los correspondientes cam-pos de investigación, sino también una tarea queresulta totalmente necesaria desde el momentoen que, en cumplimiento de la legislación vigen-te, dicha evaluación es requisito imprescindiblecuando la intervención humana en la modifica-ción de un paisaje afecta a uno o varios yaci-mientos arqueológicos.

El problema se presenta por tanto para laArqueología, tanto si su actuación responde úni-camente a motivos puramente científicos como sise trata de la habitualmente denominadaArqueología “de intervención” o “de gestión” oincluso “profesional” – aunque sobre esta últimadenominación habría mucho que comentar y porrazones obvias no este el lugar apropiado parahacerlo -, pues parece lógico pensar que la deci-sión de qué y cómo excavar o no excavar debie-ra tomarse siempre en función de argumentosbasados en las características de los propios yaci-mientos arqueológicos, y no simplemente en fun-ción de gustos personales por determinadostemas de investigación o de actuaciones que, aunsuponiendo un beneficio para la sociedad, pue-den suponer también un perjuicio irremediable

para algo que sin duda también es un bien social:el Patrimonio Cultural.

Nuestro planteamiento pretende pues ofreceruna solución para ese problema, un modo deactuación arqueológica metodológicamentecorrecto por científico y objetivo, y si en la pri-mera parte de este trabajo hemos intentado connuestra propuesta facilitar la labor del arqueólogoal acometer la prospección de un territorio, ahoraproponemos un método que permita, una vezprospectado ese territorio y localizados los corres-pondientes yacimientos, no sólo disponer deldato “en tal punto hay un yacimiento con restosde tal o tales épocas”, sino también poder valorarlas características del mismo, lo que, pasando alterreno de lo puramente práctico, pensamospuede resultar posteriormente sumamente útil ala hora de evaluar a su vez el impacto que unaobra proyectada pueda causar en él, proponer lasconsiguientes medidas correctoras de dichoimpacto y, porqué no, áun cuando la prospecciónse hubiese realizado únicamente en función de lainvestigación, nuestra propuesta puede facilitar ladecisión sobre cómo, dónde y en qué extensiónes preciso plantear la excavación, con las ventajasque esto conlleva a efectos también de proyectode trabajo, presupuesto económico, selección delpersonal técnico, etc., etc....

¿Cómo afrontar el problema? Pues de unmodo semejante, aunque evidentemente noigual, a como lo hicimos ante la incógnita sobrela posible localización de yacimientos arqueoló-gicos en un determinado paisaje: interrogando anuestro objeto de análisis, ahora no los diversoslugares de un territorio sino los propios yaci-mientos ya localizados, porque obviamente sóloellos pueden proporcionarnos la informaciónque precisamos.

Y desde esa perspectiva no resulta difícildeterminar que lo que nos interesa ahora saberde esos yacimientos es qué y cómo son concreta-mente, cuáles son sus características y las de suselementos constitutivos, cual es su estado actualy, en definitiva, qué representan en el panoramadel Patrimonio Cultural y cual es, o en su casocual puede ser, su aportación al conocimiento dela Historia.

Ahora bien, es cierto que normalmente losyacimientos arqueológicos guardan la mayorparte de su contenido en su interior, es decir queen la mayoría de los casos los restos culturalesque en su momento fueron quedando en el suelo– de distintas maneras y por diferentes causas - ,con el tiempo fueron pasando a formar parte delsubsuelo, como también lo es que sólo una míni-ma parte de ellos han sido recuperados y sacados

CuPAUAM 27, 2001 Arqueología e impacto ambiental… 137

138 J. L. Sánchez Meseguer y C. Galán Saulnier CuPAUAM 27, 2001

Ficha 1

PROYECTOPROYECTO

Hoja MTN nº :

Coordenadas:

Topónimo:

Municipio:

Provincia:

UB

ICA

CIÓ

NV

ISIB

ILID

AD

ALT

UR

AP

RO

XIM

IDA

DA

Sobr

eel

llan

oA

gua

pot

able

Suel

oscu

ltiv

able

s

Proximidad

Proximidad

Calidad

Calidad

Past

osna

tura

les

Meseta

Loma /cerrete

Cerro alto

Isla / islote

Muy amplia

Amplia

Media

Reducida

Muy reducida

Muy alto

Alto

Elevado

Ligeram. elevado

Muy poco/nada elv.

Muy próximo

Próximo

Distanciado

Alejado

Muy alejado

Muy próximo

Próximo

Distanciado

Alejado

Muy alejado

Tipo I

Tipo II

Tipo III

Tipo IV

Tipo V

Muy buenos

Buenos

Regulares

Malos

Muy malos

10

8

6

4

2

5

4

3

2

1

10

8

6

4

2

5

4

3

2

1

Paso

s/

vías

nat.

Muy próximo

Próximo

Distanciado

Alejado

Muy alejado

10

8

6

4

2

Rec

urso

s

Vegetales

Animales

Miner. no met.

Miner. metál

Otros

2

2

2

2

2

5

4

3

2

1

5

4

3

2

1

INS

OL

AC

IÓN

Total

Alta

Media

Baja

Muy baja

10

8

6

4

2

10

8

6

4

2

Llano / Fondo valle /Terraza fluvial /Cueva

AC

CE

SIB

ILID

AD

Fácil

Regular

Difícil

Muy difícil

10

8

6

4

2

Muy fácil

Pend

ient

e

Muy fuerte

Fuerte

Media

Suave

Muy suave / ninguna

5

4

3

2

1

Muy próximo

Próximo

Distanciado

Alejado

Muy alejado

5

4

3

2

1

100Valoración globalValoración global àààààà

a la luz, porque es obvio que los yacimientos sufi-cientemente excavados representan sólo unamínima parte de los conocidos, ni aunque a lospublicados sumásemos los detectados al realizarcartas arqueológicas no publicadas y otros traba-jos de prospección llevados a cabo por diferentesmotivos (proyectos de investigación, tesis ymemorias de licenciatura o trabajos de doctora-do, “arqueología de gestión”, etc.). Por tanto,conscientes de que no podremos conocer de unyacimiento arqueológico aquello que aún perma-nece en su interior, hemos de partir de que pararecopilar información sobre las características delos yacimientos localizados habremos de buscar-la entre los resultados de su investigación, cuan-do ésta se haya llevado a cabo y cuando aquelloshayan sido publicados - que no son todos nisiempre -, pero cuando de esos yacimientos sóloconozcamos su existencia, la información quenecesitamos habremos de buscarla en su propiasuperficie, es decir, no en el subsuelo sino en elsuelo.

No obstante, “mirando el suelo” podemosdetectar una serie de datos y situaciones quesuponen una valiosa información sobre las carac-terísticas, estado, etc. de los yacimientos, y esademás una información que se desprende delmodo en que en cada caso se presentan una seriede variables que a su vez determinan esas carac-terísticas, con lo que nos encontramos de nuevoante la posibilidad de contar con una informa-ción susceptible de cuantificación y, en conse-cuencia, de evaluación, situación que nos permi-te someter a esos yacimientos a una especie de“examen” tras el que podremos “otorgarles unacalificación” numérica, es decir, someterlos aalgo así como, valga la expresión, una “pruebade control de calidad”.

VARIABLES, VARIANTES Y VALORACIÓN

En aplicación de una metodología de trabajosemejante a la planteada anteriormente, yhaciendo abstracción ahora de los ítems que pue-den informarnos sobre las características y esta-do de una yacimiento aunque no haya sido exca-vado, hemos detectado la existencia de cuatrovariables relacionadas con esas características yestado actual de los mismos, susceptibles de valo-ración y evaluación, y variables o aspectos cuyoanálisis proponemos realizar en función de losargumentos que a continuación exponemos yque son las siguientes:

- el tipo de yacimiento,- el grado de alteración por el uso histórico del

suelo,

- el estado de conservación y- las características de los restos.

4 Tipo de yacimiento

Lógicamente, a la luz de lo que hoy sabemosdel Pasado, las decisiones que el arqueólogodeba tomar en relación con el futuro inmediato(excavación total o parcial, conservación, restau-ración, destrucción, etc.) de un yacimiento que,por las razones que sea, podamos considerarcomo una acumulación de restos de una ciudad,un poblado, un despoblado - término generalmenteutilizado en arqueología medieval pero que, enrealidad, debería aplicarse a todos aquellos asen-tamientos que, así como en un determinadomomento fueron fundados y “poblados”, en otrofueron abandonados y “despoblados” -, una ver-dadera necrópolis o un complejo de culto, un asenta-miento no urbano, un lugar de actividad industrial oun lugar de aprovisionamiento, no puede basarse enlos mismos argumentos que si se encuentra anteyacimientos de los que no tiene información sufi-ciente para identificar cual fue su razón de ser, loque impide entonces que podamos atribuirlesmás “entidad” arqueológica (en el sentido demayor importancia como fuente de información)que la que se deriva de su carácter de depósitos derestos descontextualizados – o lo que es lomismo, no directamente relacionados con nin-gún tipo concreto de yacimiento -, de hallazgosaislados, es decir, de algo que quedó en un lugarno por deposición intencionada sino casualmen-te, o, en el peor de los casos, de su carácter deindeterminados.

De cualquier forma, es evidente que “unagolondrina no hace verano”, y que aunque sólotengamos un pequeñísimo dato como pista y ele-mento de juicio, no por ello podemos descartar apriori la posibilidad de que el subsuelo contengalo que el suelo actualmente no deja “adivinar”(un solo fragmento de cerámica en la boca deuna conejera puede indicar la existencia de unpotente nivel con restos de habitación enterradobajo un suelo superficial que, si no ha sido remo-vido por causas naturales ni antrópicas, puede nodejar aflorar más restos en superficie, por ponerun ejemplo).

Conscientes pues de que la determinacióndel tipo de yacimiento de que se trate dependetotalmente de la información que tengamossobre él, y de que, en consecuencia, esta situa-ción será sensiblemente distinta según el gradode investigación de esos yacimientos (excava-ción, sondeo, prospección superficial), pensa-mos que resulta evidente la dificultad que ellosupone cuando dicho nivel de investigación sea

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el mínimo posible, es decir, en aquellos casos enlos que el yacimiento en cuestión sólo se conocecomo resultado de una “simple” prospección desuperficie, y el calificativo de “simple” lo entre-comillamos porque entendemos que una pros-pección científica, y por tanto, metodológica-mente planteada y realizada, no es precisamen-te una actividad arqueológica sencilla de des-arrollar, como tampoco es sencillo interpretarsus resultados.

En este sentido, pensamos que también resul-ta obvio que aspectos como el grado de concen-tración de restos en la superficie prospectada y laclase de éstos de que se trate – y recordamos queson otras dos de las variables aquí contempladas-, pueden ser bastante indicativos del tipo de yaci-miento subyacente, si atendemos a argumentostales como “abundantes restos humanos muyconcentrados pueden responder a un enterra-miento colectivo”, “abundantes restos humanosdispersos pueden corresponder a una necrópolisde sepulturas individuales”, “restos humanosescasos y más o menos dispersos pueden corres-ponder a una sepultura aislada y más o menosdestruida”, “cerámica muy fragmentada y erosio-nada junto a restos de cocina en estado semejan-te pueden corresponder a un basurero o aunasentamiento temporal”, “cerámica muy frag-mentada y erosionada junto a restos de cocina enel mismo estado y junto a restos constructivosinorgánicos pueden corresponder a un asenta-miento estable”, etc., etc., si bien es cierto queestas observaciones siempre habrán de conside-rarse con reservas y dejando abierta la posibili-dad de que ese contexto arqueológico superficialsea de carácter transposicional.

De cualquier manera, parece claro que cuan-do haya información suficiente para asegurarlo,la máxima “entidad” o “categoría” como sitioarqueológico se la habremos de adjudicar a aquelque contenga los restos de una ciudad, un pobla-do / despoblado, una necrópolis o un complejode culto, puesto que generalmente son los tiposde yacimientos que más información aportan,teniendo presente que hay excepciones queincluso en ocasiones se podrían calificar deespectaculares (p.e., Atapuerca no hubiera sidosino un asentamiento más del PaleolíticoInferior, sin menosprecio alguno de este tipo deyacimientos, de no haber conservado excepcio-nalmente tan gran cantidad de restos humanosde ese periodo), y bien entendido que esta cate-gorización de los yacimientos arqueológicos seplantea aquí siempre en aras de su valoración enfunción del grado de afectación que puede sufrircomo consecuencia del impacto de una obra queimplique la remoción del terreno y, en definitiva,

en relación con las “medidas correctoras” dedicho impacto a diseñar y ejecutar en un futuromuy inmediato.

Y así, al hilo de este planteamiento, lógica-mente habremos de asignar menor valoración,aunque también bastante, a aquellos yacimientosde los que, teniendo información suficiente comopara considerarlos correspondientes a antiguosasentamientos, sin embargo esa misma informa-ción nos lleva a pensar en núcleos de poblaciónde menor entidad, y decimos “entidad” y no“importancia” porque no nos referimos a surepresentatividad y significado – que en ocasio-nes podrán ser máximos si se tratase de casosúnicos o al menos no conocidos hasta el momen-to -, ni a sus dimensiones, sino a otras caracte-rísticas físicas de sus restos de las que, en defini-tiva, depende en buena parte el modo de actua-ción arqueológica que sea conveniente proponerpara corregir el impacto que en su caso puedaejercer una obra pública sobre él.

Nos referimos pues al hablar de asentamien-tos, por ejemplo a aquellos yacimientos cuyosrestos conocidos no señalan la existencia deestructuras arquitectónicas suficientemente bienconservadas, o bien indican la de restos de cons-trucciones de materiales perecederos, aunque, noobstante, los datos disponibles permitan asegurarque en ese lugar se instaló en algún momento unasentamiento cuya relevancia como fuente deinformación para reconstruir la Historia puedeser mayor o menor en función de su antigüedad,extensión, funcionalidad, potencia de su estrati-grafía, etc..

En este sentido cabe señalar que generalmen-te los restos estructurales que se han conservadohasta la actualidad - sean más o menos monu-mentales - plantean una doble problemática antecualquier intervención arqueológica en relación,por una parte, con su excavación y documenta-ción, y por otra con su posterior conservación y,en su caso, reconstrucción, pero cabe señalartambién que esta problemática afecta más a losrestos de estructuras construidas con materialesno perecederos, salvo en el caso de que su esta-do de conservación no permita ni siquiera plan-tearla, y que generalmente los restos de esascaracterísticas lo son de lo que en la terminologíaal uso se denominan habitualmente “poblados”,como “poblado” es también la denominacióncomúnmente aplicada a conjuntos arqueológicosen los que excepcionalmente se han conservadoen buenas condiciones abundantes restos deestructuras de materiales orgánicos, como puedeser el caso de los palafíticos.

Evidentemente no es específicamente la pre-

sencia de un determinado tipo de material cons-tructivo el argumento en que basar la determina-ción de la “entidad” de un yacimiento arqueoló-gico, y aunque como es bien sabido, son muchosy muy importantes, por diversas razones, losyacimientos con restos de uno o varios asenta-mientos que en su época debieron ser elementosfundamentales del o los complejos culturalescorrespondientes, sin embargo también es obvioque en muchos de esos casos los restos estructu-rales conservados, bien por sus características obien como consecuencia de procesos postdeposi-cionales destructivos, ni siquiera permiten plan-tear su conservación, al menos in situ, todo locual supone que la propia excavación arqueoló-gica de yacimientos de esos rasgos implica lanecesaria destrucción de los propios yacimientosy, por tanto, un impacto sobre los mismos que enesos casos habría que considerar como un malnecesario en tanto que dicha excavación – cuyaconsecuencia sería la recuperación de restos einformación - sería la medida correctora delimpacto que la actuación no arqueológica hubie-ra provocado en ellos.

Dicho de otra forma, identificamos comoasentamientos aquellos yacimientos de los que,una vez excavados, documentada su estratigrafíay sus restos inmuebles y recuperados esos otrosrestos habitualmente denominados materialesarqueológicos, no queda más huella de ellos en elsuelo, o la que queda es tan escasa y poco signi-ficativa que no plantea problemas en cuanto a suno conservación, lo que evidentemente rebaja lacomplejidad de la actuación arqueológica a pro-poner como “medida correctora”.

Consecuentemente, pensamos que, atendien-do a todo lo expuesto, es fácil comprender nues-tra propuesta de valorar, pero concediendo eva-luaciones más bajas que en los casos anteriores,aquellos yacimientos que sólo se han identifica-do como lugares de actividad industrial - lugaresdonde sólo han quedado pues restos de una solade las actividades desarrolladas por uno o variosgrupos humanos -, o como lugares de aprovisio-namiento - sitios de los que el hombre ha extraí-do algo pero en los que generalmente no dejóapenas nada intencionadamente, y si algo quedaes precisamente lo que a ese hombre ya no le eraútil -, y finalmente, y por tanto con la mínimavaloración, aquellos yacimientos identificadoscomo depósitos / hallazgos aislados o bien decarácter indeterminado, es decir, aquellos luga-res en los que quedaron depositados, intencionalo casualmente, algunos restos culturales tal vezmuy importantes y valiosos en su momento,pero que al estar totalmente descontextualizadosno tienen para la Arqueología, y consecuente-

mente para la Historia, más importancia que laque los investigadores sepamos dar a algo aisla-do, tal vez casualmente, o a algo de carácterindeterminado.

Pero no podemos concluir nuestro comenta-rio sobre los tipos de yacimientos que puede con-tener un determinado territorio sin referirnostambién a un conjunto de yacimientos que, nosiendo arqueológicos sensu stricto, sin embargodeben ser objeto de intervenciones arqueológicasen tanto que forman parte de nuestro PatrimonioCultural: los yacimientos paleontológicos.

En efecto, es cierto que este tipo de yacimien-tos pueden no tener relación alguna con laHistoria del Hombre, aunque sí con la Historiade la Tierra, pues sólo en el caso de los más“recientes” se han detectado ocasionalmenteconjunto paleontológicos en los que se observanhuellas de alguna relación con actividades huma-nas contemporáneas, pero, de cualquier forma,también es cierto que, hoy por hoy, el mejormétodo de recuperación de su objeto de estudiocon que cuenta la Paleontología es el métodoarqueológico, por lo que en el marco de la“arqueología de gestión” es el arqueólogo quiendebe proponer las “medidas correctoras” de unimpacto ambiental previsto sobre yacimientos deesas características, lo que no sólo no excluye,sino que hace necesario que el arqueólogo cuen-te con la inclusión del paleontólogo entre losmiembros de su equipo de trabajo a la hora deproyectar, proponer y presupuestar económica-mente esas medidas.

Ahora bien, respecto a la evaluación de la“entidad”/“importancia” de un yacimiento enfunción de sus características, en el caso de lospaleontológicos es evidente que, salvo excepcio-nes, resulta ciertamente difícil, si no imposible,determinar el tipo de sitio de que se trate (anti-guo abrevadero, cazadero, etc.) y su estado deconservación (esqueletos completos o no, restosen conexión anatómica o dispersos, etc.) sola-mente a la luz de la información recogida enprospecciones superficiales e incluso en sondeosy/o excavaciones parciales. Por todo ello propo-nemos incluir esta clase de yacimientos en elmismo grupo que los arqueológicos identificadoscomo depósitos, hallazgos aislados o de tipoindeterminado, no porque realmente lo sean conseguridad sino porque sus verdadera entidadsólo podrá conocerse tras su excavación sistemá-tica, lo que supone asignar pues a los yacimien-tos paleontológicos la mínima valoración de laspropuestas para la evaluación de la variable “tipode yacimiento”, siempre conscientes de que ellono va necesariamente en detrimento de la impor-tancia cultural de dichos conjuntos, puesto que

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esta valoración puede muy bien verse sensible-mente aumentada con la evaluación de otrasvariables, como a continuación expondremos.

4 Alteración según el uso histórico el suelo

A la hora de evaluar la “entidad de un yaci-miento” con vistas a la planificación de actuacio-nes arqueológicas en él no podemos obviar elhecho de que, al margen ahora del tipo de yaci-miento de que se trate, el uso que históricamen-te se haya venido haciendo del suelo de ese lugarha tenido que ser sin duda un factor determinan-te del estado en que se encuentren los restos cul-turales inmersos en él y por debajo de él, y nosólo por la actividad o actividades que en dicholugar hayan podido realizarse, sino tambiénsegún el tiempo que haga que se realizaron odependiendo de que incluso se sigan realizando.

Bien es cierto que no siempre resulta fácilcontar con información suficiente sobre esteaspecto y que si en contados casos podemos con-tar con cartografía histórica de la zona, sonmuchos más los que habrá que investigar enarchivos documentales – civiles, militares, reli-giosos -, como también lo es que, considerandola documentación a consultar en conjunto, pre-sumiblemente siempre tendremos menos infor-mación cuanto más nos alejemos en el tiempo.

Pero en cualquier caso, hay algo que pareceevidente, y es el hecho de que sean cuales seanlas características del yacimiento ante el que nosencontremos, siempre estará mejor conservadocuanto menos haya sido utilizado el lugar, y dadosu uso, cuanto menos destructivo haya sido elmismo y cuanto más tiempo haya durado esasituación.

Por ello, siguiendo el método que propone-mos, la evaluación de esta variable supone atri-buir lógicamente la máxima puntuación a yaci-mientos ubicados en un lugares no utilizados conseguridad desde antes de 1750 por lo menos, esdecir, desde hace al menos unos 250 años, lo quesupondría que en caso de haber sufrido altera-ciones, éstas podrían haber sido debidas a laacción de agentes naturales - y la Naturalezageneralmente ha sido menos destructiva que elpropio hombre - y/o quizá antrópicos, pero decualquier forma, en el caso de que la alteracióndel terreno hubiese sido consecuencia de la acti-vidad humana lo habría sido de actividades lle-vadas a cabo con una/s tecnología/s cuyo nivelde desarrollo no conllevaba la capacidad des-tructiva de muchas de las tecnologías posterioresesas fechas.

Ahora bien, no dándose esa situación óptima,

en cuyo caso el suelo bien lo debemos calificarde no utilizado, porque sí haya habido utilización– con una sola finalidad o con varias – del lugar,hemos de tener en cuenta que dicho uso ha podi-do incidir de diferente modo en el estado de con-servación del yacimiento, por lo que hemos decontemplar la posibilidad de que, incluso desdeantes de mediados del S. XVIII el suelo en cues-tión haya sido ligeramente alterado, alterado,bastante alterado o hasta muy alterado, todo locual obviamente nos lleva a conceder el mínimovalor al evaluar la variable Alteración por uso histó-rico del suelo a un lugar del que tengamos infor-mación suficiente para saber que ya había sidomuy alterado antes de 1750 y siguió siéndoloininterrumpidamente hasta la actualidad, habidacuenta de que, de darse esta circunstancia, lológico sería pensar que aunque allí hubiese unimportantísimo yacimiento, lo más probable esque haya sufrido importantes e irreversibles alte-raciones y destrucciones.

Pero indudablemente los ejemplos más fre-cuentes no son los casos extremos, sino los quepodríamos denominar “intermedios”, y ello bási-camente por dos motivos: porque muy a menu-do no es fácil conseguir información al respectoanterior a mediados del S. XIX, y porque confrecuencia el grado de alteración del suelo havariado a lo largo del tiempo bien por haber sidodestinado a usos diferentes, alternantes o no y enocasiones de forma temporalmente discontinua,o bien porque habiéndose destinado “siempre” -al menos en los últimos 250 años - al mismo uso,sin embargo ha sufrido alteraciones de distintaintensidad en función de la evolución tecnológi-ca.

Y esta es la razón por la que consideramosconveniente diferenciar en la evaluación de estavariable “alteración por el uso histórico delsuelo” no sólo el grado de alteración del lugar (noutilizado, ligeramente alterado, alterado, bastante alte-rado o muy alterado), sino también, y en directarelación con ello, los diferentes momentos enque ello se puede constatar, dejando así abierta laposibilidad de que dicho grado de alteración nohaya sido el mismo en la época actual que en losperiodos de 1850 – 1950, 1750 – 1850 o, comoarriba señalábamos, antes de 1750.

4 Estado

Es evidente que, a efectos de proponer laspertinentes “medidas correctoras” del impactoque una obra, pública o no, pueda producirsobre un yacimiento, no podemos dejar de con-siderar el estado en que éste se encuentre, puespor razones obvias de carácter científico (meto-

dología de actuación) y también económico ypráctico (presupuestos, duración de la actuación,etc.), dichas medidas no deben ser las mismas sihay motivos para pensar que el yacimiento estásensiblemente destruido que en el caso contrarioy, en consecuencia, la actuación arqueológica aproponer no debe contar con los mismos plante-amientos metodológicos ni debe suponer lamisma inversión económica, de tiempo y de tra-bajo, en un caso que en otro.

En este sentido, también es cierto que analizarel estado de conservación de un yacimientorequiere, en nuestra opinión, tener en cuenta tresfactores determinantes no sólo del grado de bon-dad del mismo, sino también de nuestras posibi-lidades de constatarlo, pues hemos de partir de labase de que estamos hablando de un problemaque afecta más a la mayoría de los yacimientoslocalizados tras las prospecciones, a los yaci-mientos poco o nada conocidos y en ocasionessólo parcialmente excavados, lo que evidente-mente hace que el diagnóstico que podamoshacer de su estado de conservación a priori nopuede ser más que aproximativo a una realidadque sólo se podrá comprobar por medio de laexcavación.

No obstante, pensamos que el análisis de esostres factores, que son la erosión, la visibilidad delestado del yacimiento y el hecho de que ese esta-do de conservación se haya comprobado dealguna forma, puede permitirnos objetivar lainformación con la que habremos de establecerese diagnóstico y, en consecuencia, evaluar lavariable a que ahora nos referimos.

Erosión.

Es bien conocido que la erosión ocupa unpuesto destacado entre los procesos geomorfoló-gicos postdeposicionales, ya que no sólo puedellegara a alterar profundamente el estado origi-nal de un yacimiento, sino que incluso puedehacerlo desaparecer o, en condiciones evidente-mente extremas, trasladar sus restos a otro lugar.Pero nuestro interés aquí y ahora por el análisisde los efectos de la erosión en un determinadolugar no estriba solamente en su posible actua-ción durante la formación del yacimiento y trasella, sino también y casi fundamentalmente en elhecho de que es algo que podemos “medir” –atendiendo obviamente a las características geo-morfológicas del lugar y de su entorno inmedia-to, al régimen de temperaturas, lluvias y vientos,etc. – y, en consecuencia, algo cuyos efectospodemos calcular, tratándose pues de un factorcuya incidencia podemos evaluar, ya que pode-mos constatar si no ha habido ninguna, o si ha

existido pero ha sido ligera, media, fuerte o muyfuerte, y esa constatación puede muy bien indicarel previsible estado de conservación de un yaci-miento localizado en ese lugar y sometido a eseproceso erosivo y concretamente con una deter-minada intensidad.

Estado visible.

A menudo, lo que es perjudicial en un senti-do es beneficioso en otro, y así sucede con esteaspecto de los yacimientos si lo analizamos enrelación con lo que acabamos de plantear. Y esque, como apuntábamos en líneas anteriores,determinar el estado de conservación de un con-junto de restos culturales inmerso en el subsueloy sólo conocido a raíz de prospecciones superfi-ciales, es ciertamente difícil, incluso puede resul-tar arriesgado, pero no cabe duda de que la pro-pia erosión natural puede ser, junto a otros facto-res como el uso histórico del suelo, una fuente deinformación que proporcione más o menos datosprecisamente sobre ello, según la intensidad desu acción, a la hora de observar los restos visiblesen superficie pues, por razones obvias, esa ero-sión influirá indefectiblemente en la mayor omenor visibilidad de éstos.

No obstante, la relación causa – efecto entreerosión y visibilidad del estado del yacimientopuede no ser tan clara como en principio podríasuponerse, y este es el motivo de que proponga-mos valorar separadamente ambos aspectos. Enuna lógica que podríamos calificar de “elemen-tal”, cabría suponer que una fuerte erosión (eóli-ca, hídrica) supondrá a su vez una mayor y mejorvisibilidad de los restos arqueológicos y/o pale-ontológicos, en tanto que podría haber provoca-do un auténtico “pelado” y/o “lavado” del suelo,pero es evidente que no necesariamente ha suce-dido siempre así, ya que si un fuerte vientopuede “limpiar” unas ruinas, ese mismo vientopuede erosionar con su fuerza otros puntos delentorno y llevar las partículas resultantes de esaerosión hasta esas mismas ruinas que, al “parar-las”, pueden acabar cubiertas por ellas, delmismo modo que las aguas que pueden lavar losrestos dejados en un lugar por el hombre, pue-den también ser la causa de procesos naturalesque desemboquen en la ocultación de los mis-mos (coladas, derrumbes, etc.), por sólo citaralgunos ejemplos.

En cualquier caso, hay un hecho innegable, yes que si podemos observar restos de construc-ciones que han llegado hasta hoy en pie, aunquesólo sea parcialmente, y/o materiales arqueológi-cos o restos paleontológicos que no presentenespeciales signos de destrucción posterior a su

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“natural” fragmentación, y junto a esa situaciónno se observan indicios claros de alteracionesque hayan podido destruir restos de mayorenvergadura, en ese caso no tendremos argu-mentos para suponer que el estado de conserva-ción del yacimiento en cuestión sea especialmen-te deficiente, lo que en modo alguno implica pre-suponer que su excavación necesariamente ha deconllevar el hallazgo de restos del Pasado excep-cionalmente bien conservados, de tal forma que,en base a estas premisas, proponemos una valo-ración del estado visible del yacimiento utilizan-do para ello los conceptos de muy bueno, bueno,regular, malo y/o muy malo, conceptos que, suma-dos a un diagnóstico específico, permitirán plani-ficar, por supuesto junto a otras valoraciones, lasactuaciones convenientes.

Estado comprobado.

Y finalmente, aún conscientes de que sola-mente podremos tener constancia del estado realde sus restos en el caso de que el yacimiento encuestión haya sido excavado siquiera parcial-mente, y conscientes también de que esta situa-ción es con mucho la menos frecuente, pensamossin embargo que es necesario contemplar esteaspecto en función del diseño y planificación deactuaciones futuras, puesto que efectivamentealgunos yacimientos ya han sido excavados, o loestán siendo, y es precisamente en función de unproyecto de actuación, por lo que, una vez cons-tatado su estado de conservación visible, resultaobviamente necesario constatar también cómo seha podido proceder a esa evaluación, si la eva-luación de ese estado de conservación del yaci-miento se ha hecho con mayor o menor “conoci-miento de causa”, es decir, si la información queha permitido esa evaluación es resultado sola-mente de una prospección superficial o de simplessondeos, de excavaciones parciales o en su caso deexcavaciones in extenso.

Ahora bien, llegados a este punto nos encon-tramos con que mientras evidentemente han detener el máximo valor los datos procedentes deun yacimiento suficientemente excavado, porrepresentativos de la realidad, sin embargo real-mente debemos asignar el mismo valor, y ade-más el mínimo, a la información recabada desondeos y/o excavaciones parciales que a larecogida en prospecciones superficiales, puestoque no deja de ser en ambos casos informaciónrepresentativa de una pequeñísima parte de lascaracterísticas del yacimiento en cuestión, siendonecesario, pensamos, dejar abierta la posibilidadde que lo observado al excavar una escasa por-ción de un yacimiento sea tan representativo, y

no necesariamente más, como lo observado ensuperficie, lo cual está en estrecha relación conlas circunstancias que concurran en ésta.

4 Características de los restos culturales

Y por último hemos de analizar los aspectosrelativos a la variable que posiblemente másdirectamente influirá en la valoración de la “enti-dad” e importancia de un yacimiento, en tantoque supone un conjunto de datos indicativospero, a los efectos que aquí nos interesan, no desus características cronoculturales, sino de surelevancia como representante del o los comple-jos culturales a que corresponda.

Nos estamos refiriendo al hecho de que evi-dentemente la importancia que concedamos a unyacimiento arqueológico no puede derivar defactores como su correspondencia a una u otraépoca, la presencia/ausencia de restos arqueoló-gicos de materiales más o menos preciados, lafrecuencia de yacimientos de un determinadotipo en un determinado territorio, etc., sino desus características intrínsecas en cuanto a su pro-pio contenido, que obviamente estará siempredirectamente relacionado con el tipo de sitioarqueológico de que se trate.

Desde este punto de vista no extrañará al lec-tor que los aspectos que proponemos tener encuenta como definitorios de esta variableCaracterísticas de los restos no estén relaciona-dos, como ahora comentaremos, ni con lasdimensiones del yacimiento, ni con su adscrip-ción cultural propiamente dicha, los rasgos desus estructuras o el nivel de desarrollo tecnológi-co que puedan indicar sus restos inmuebles, sinoque nos referimos a aquellos aspectos (concen-tración, adscripción a una o varias épocas y tipode restos) que, desde nuestro punto de vista,mejor pueden indicar la entidad que puedentener los yacimientos arqueológicos o paleonto-lógicos que, dado el caso, puedan resultar afecta-dos por alguno o varios de los elementos quepuedan generar un impacto ambiental en losparajes en que se encuentren.

Concentración de los restos.

Indudablemente el grado de dispersión de losrestos culturales en la superficie de un yacimien-to puede ser indicativo de la envergadura delmismo, si bien es cierto que tanto una alta con-centración de ellos como una amplia dispersiónpueden deberse no tanto a las características delpropio yacimiento como a determinadas altera-ciones sufridas en el curso de procesos postdepo-sicionales.

Decimos que el grado de dispersión de restosculturales en superficie puede ser indicativo deltipo de yacimiento de que se trate porque, enprincipio, lo mínimo que se puede deducir deello es si se trata, o mejor, si puede tratarse porejemplo de un antiguo poblado/despoblado conestructuras no perecederas, al menos parcial-mente, - en cuyo caso presumiblemente habrá ensuperficie abundantes restos constructivos talescomo piedras (grandes o pequeñas, trabajadas ono, con formas regulares o no), adobes, ladrillos,tejas, etc., según las épocas -, o de una necrópo-lis de sepulturas con cubiertas de losas planas,pongamos por caso, si en superficie se observa lapresencia de restos de esas cubiertas y esporádi-camente de algunos restos de ajuares funerarios,e incluso humanos, “emergidos” solamentecomo consecuencia de violaciones no sistemáti-cas o alteraciones por agentes naturales.

Ahora bien, no podemos olvidar que el dato“grado de concentración de los restos culturales”ha de identificarse teniendo en cuenta dos facto-res claramente determinantes:

a) los procesos postdeposicionales que hayanpodido ser la causa de la mayor o menordispersión de esos restos en superficie(acción de animales que han podido acu-mular en la boca de sus madrigueras mate-riales removidos al excavarlas y, por tanto,que originariamente no se hallaban tan“amontonados”, laboreo agrícola, etc.), y

b) el tipo de prospección de la que procedeesa información, pues evidentementemientras que podemos tomarla sin reser-vas cuando se derive de una prospecciónsistemática, intensiva y de cobertura total,sin embargo puede no ser realmente tanrepresentativa de la realidad cuando laobservación sea el resultado de una pros-pección realizada por muestreo.

No obstante, pensamos que hay un hechoincontestable y es que, en una lógica normal unaalta concentración de restos culturales en undeterminado lugar parece indicar la existencia deun yacimiento de bastante “entidad”, ya se debaesa concentración a una densa ocupación tempo-ralmente corta, o se deba por el contrario a unautilización del lugar por uno/s grupo/s reduci-do/s pero de forma continua (o casi) a lo largo deun amplio espacio de tiempo, planteamiento queevidentemente está en la base de nuestra pro-puesta de evaluación de este aspecto, asignandovalores decrecientes según se detecte en superfi-cie una concentración muy alta, alta, media, baja omuy baja.

Adscripción cronocultural.

Somos conscientes de que los términos “enti-dad” e “importancia” pueden resultar abstractosy hasta ambiguos cuando los utilizamos referidosa un yacimiento arqueológico o paleontológico,puesto que a nadie escapa que calificar un yaci-miento como “importante” o “de poca entidad”implica una comparación previa con otros bienconocidos de tal manera que, un yacimientocomo conjunto de restos culturales será más omenos” importante”, o tendrá más o menos“entidad”, en función de un compendio de ras-gos que le hagan ser simplemente “uno más” delo los complejo o complejos culturales a que per-tenezcan sus restos – en el caso de los arqueoló-gicos – o de los paleontológicos conocidos, “unomás” entre sus contemporáneos, etc., o bien unaexcepción – por las características de sus estruc-turas, de sus materiales y/o restos óseos, su cro-nología, algún rasgo o elemento esporádico oúnico, etc. – entre los yacimientos conocidos máso menos semejantes.

No obstante, también somos conscientes dedos realidades que nos resultan evidentes:

- por una parte de que es si no imposible almenos sí muy arriesgado determinar esa“entidad” o esa “importancia” cuando elyacimiento realmente no se conoce bienpor no haber sido excavado o haberlo sidomuy escasamente, aún cuando la informa-ción recopilada tras la prospección super-ficial, y en su caso tras el sondeo o exca-vación previa, permita una aproximaciónsuficiente respecto a su clasificación cro-nológica y, en el caso de los yacimientosarqueológicos también cultural;

- por otra parte, de que no podemos obviarrespecto a la situación concreta que aquínos ocupa básicamente - la actuaciónarqueológica en el marco de la “arqueolo-gía de gestión” - el hecho de que en reali-dad esa ”entidad” y/o esa “importancia” nodeben preocuparnos tanto en función de laidentificación e interpretación del significa-do del yacimiento en cuestión, consideradocomo fuente de información de la Historia(de la Humanidad o de la Tierra), como enfunción de nuevo de la intervenciónarqueológica que habremos de proponer amodo de medida correctora del presuntoimpacto que sobre dicho yacimientopodría ejercer una obra proyectada.

Así pues, y desde esta óptica, la atención delarqueólogo que debe proponer - proyectar, pre-supuestar, realizar - dicha actuación arqueológica

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debe dirigirse mejor a un aspecto que, si bienpuede no proporcionarle información clarasobre esa "entidad" o "importancia" del yaci-miento o sobre su estado de conservación, sinembargo sí puede servirle muy bien para identi-ficar el presumible grado de complejidad quepuede presentar su excavación.

Nos referimos a la existencia de uno o variosestratos arqueológicos, hecho deducible de laconstatación de la presencia de restos de una ovarias épocas distintas, pues resulta evidente que,por sencillo que sea y poco alterado que esté elconjunto estratigráfico de un yacimiento, siempreserá más larga y complicada su excavación, yrequerirá medios más complejos (como p.e. laconcurrencia de varios especialistas), si el lugarfue utilizado en varias épocas diferentes que si lofue en una sola por parte de un solo grupo huma-no perteneciente a un único complejo cultural o,en el caso de los yacimientos paleontológicos, porparte de un solo grupo de animales y durante unosolo de los periodos o subperiodos geológicos.

En base a estas premisas, proponemos asignarla máxima valoración a este aspecto de la varia-ble "características de los restos culturales" cuan-do se detecten en el yacimiento en cuestión res-tos de más de tres épocas diferentes, reservandola valoración mínima para aquellos casos en quedicho aspecto no pueda precisarse, conscientesde que si bien el resultado de una prospecciónsuperficial, o incluso de un sondeo o excavaciónprevia, no es en absoluto "garantía" de represen-tatividad absoluta de lo oculto en el subsuelo, sinembargo esa posibilidad real de que los restosconocidos no reflejen total y fielmente las carac-terísticas del conjunto de los aún enterradosqueda "neutralizada" por el hecho de que la exis-tencia en superficie de restos de diferentes épo-cas puede ser muy bien indicativa de un altogrado de alteración del yacimiento, lo que "alargo plazo" hace disminuir su "entidad" e"importancia", puesto que un yacimiento esindudablemente más valioso - por útil parareconstruir la Historia - cuanto menos alteradohaya llegado hasta nosotros.

A tenor de todo ello, nuestra propuesta inclu-ye pues las valoraciones, de mayor a menor,correspondientes al hecho de que en el yaci-miento en cuestión haya más de 3 épocas detectadas,3 épocas detectadas, 2 épocas detectadas, 1 época detec-tada o bien este aspecto resulte en el momento dela evaluación claramente indeterminado.

Tipo de restos culturales.

La necesidad de tener en cuenta las caracte-rísticas de los restos detectados en un yacimiento

a fin de valorar y evaluar la importancia delmismo no deriva tampoco en este caso de unplanteamiento comparativo que suponga másrelevantes unos restos culturales que otros enfunción de su antigüedad, naturaleza, clasifica-ción cronocultural, etc..

Es obvio que todos y cada uno de los restosdel Pasado son importantes en tanto que todosson fuentes de información de la Historia - fun-damentales cuando esa Historia no cuenta condocumentos escritos y necesarios, por comple-mentarios, aún cuando puede disponer de ellos -, pero también lo es para el arqueólogo que tanimportantes como los propios restos culturales (eincluyamos en ellos los paleontológicos puestoque forman parte de nuestro Patrimonio cultural)son las circunstancias en que se hayan conserva-do. Es más en el ámbito de la "arqueología degestión", y de acuerdo con lo que señalábamosen páginas anteriores, pensamos que hemos detener igualmente en cuenta - a efectos de valora-ción de esa "entidad" /"importancia" del yaci-miento a que tantas veces nos hemos venido refi-riendo - la existencia de restos muebles y/oinmuebles, sean éstos de piedra, hueso, metal,etc. y, en su caso, la existencia de restos paleon-tológicos.

Nuestra propuesta para la evaluación delaspecto "tipo de restos" de la variableCaracterísticas de los restos culturales contempla larealidad de la existencia de diferentes circuns-tancias y situaciones en relación con esos restosinmuebles, muebles y paleontológicos, por loque, aún partiendo de esa "equivalencia deimportancia" en los tres casos, sin embargo con-sideramos necesario atender a los siguientesaspectos específicos de cada uno de ellos que evi-dentemente incidirán en la valoración de su pre-sencia:

* RESTOS INMUEBLES: lógicamente yen consecuencia con los planteamientospreviamente expuestos, siempre denota-rán una mayor relevancia del yacimiento -insistimos que por supuesto desde la ópti-ca de su consideración como fuente deinformación histórica - si se hallan in situque si se encuentran dispersos, y en cual-quier caso, si son de materiales no perecede-ros que si se trata de materiales orgánicos(materiales perecederos) cuyo uso general-mente está asociado a grupos humanoscon medios económicos y tecnológicosmás limitados, al menos en el caso de laPenínsula Ibérica;

* RESTOS MUEBLES: consecuentes tam-bién con los planteamientos metodológicos

ya señalados, no podemos sino conceder lamisma importancia, y por tanto evaluar dela misma forma, a la presencia de cualquiertipo de los tradicionalmente denominados"materiales arqueológicos" pues, por razo-nes obvias, su naturaleza (silíceos, orgánicos ometálicos) no es indicativa per se de la "enti-dad" del yacimiento en que se encuentren- como tampoco lo sería su repertorio mor-fológico/funcional, es decir, el hecho deque fueran raspadores o molederas, puntasde flecha o cuchillos, etc. -, pero sí puedeser indicativa por el contrario la constata-ción de la presencia de objetos fabricadoscon una sola o varias materias primas,como también puede serlo la existenciaentre ellos de alguno/s identificable/scomo objeto/s “votivo/s” (lo que inmediata-mente llevaría a pensar que puede tratarsede un lugar utilizado con fines muy especí-ficos e importantes para el grupo socialcorrespondiente) y/o como items de presti-gio, es decir, de restos cuya presencia resul-ta un claro testimonio de que quienes ocu-paron ese lugar con uno u otro fin lo hicie-ron por motivos específicos y por tantoespeciales y/o gozaban de un status socialdiferenciado, lo que, en cualquier caso,concede al yacimiento en cuestión un nivelde representatividad distinto del de otrosde su mismo “mundo”;

* RESTOS PALEONTOLÓGICOS: endirecta relación también con lo ya expues-to, resulta evidente la necesidad de asignarmenos valor como fuente de informacióna los restos que se encuentren dispersos quea aquellos detectados en conexión anatómica,si bien aún en este caso es obvio que sim-plemente su presencia implica un valiosoítem como objeto de estudio para unaciencia como la Paleontología.

VARIABLES Y VARIANTES: CUANTIFICAR YVALORAR.

En una línea metodológica muy semejante ala que nos llevó a presentar un método para eva-luar las posibilidades de que en un determinadolugar hubiese un yacimiento arqueológico, nosplanteamos que si en cierto modo el problemaque abordamos al enfrentarnos a la valoraciónde los yacimientos era semejante, en tanto quecada yacimiento se nos presenta ahora tambiéncomo un “todo” en cuyas características conflu-yen una serie de variables con desigual inciden-cia, la solución bien podría estar en la aplicación

de un método de evaluación semejante al utiliza-do en aquella ocasión y que permitiera asignar alas variantes de cada una de esas variables unosvalores computables que proporcionasen final-mente un valor global.

Así lo hicimos, y de nuevo nos encontramosante un conjunto de variables, ahora numérica-mente más reducido puesto que sólo son 4 (tipode yacimiento, alteración según uso histórico del suelo,estado y características de los restos) pero cuyasvariantes en este caso no son cuantitativas sinocualitativas, si bien son claramente jerarquiza-bles salvo en lo que se refiere a los restos mue-bles, como ya hemos señalado, y nos encontra-mos también ante variables con subvariables(definidas por los factores determinantes de lasalteraciones debidas al uso histórico del suelo,del estado de conservación de los yacimientos yde las características de sus restos, respectiva-mente), pero siempre ante variables y variantescuya valoración podía ser independiente, esdecir, que en ningún caso requería la suma delos valores atribuidos a varios factores conflu-yentes.

Este panorama por una parte nos permitía lautilización de un método de valoración semejan-te al utilizado en el caso anterior, en tanto quesólo requería asignar valores a esas variantesjerarquizables, pero por otra nos situaba antevariables y variantes no mensurables y por tantono cuantificables, lo que podría conllevar ciertasubjetividad a la hora de identificar la categoríade cada variante presente en cada caso, peroobviamente este es un problema cuya importan-cia y solución sólo dependen del nivel de losconocimientos, la formación y la experiencia delprofesional que ponga en práctica nuestra pro-puesta metodológica.

Por otro lado, también ahora nos encontrába-mos con que no todas las variables a evaluar tení-an el mismo “peso específico” sobre la entidadde los yacimientos, pues si bien las Característicasde los restos parecen ser, como comentábamosmás arriba, los factores más claramente indicati-vos al respecto, sin embargo pensamos que eltipo de yacimiento, su estado y el diferente grado dealteración según el uso histórico del suelo son tresaspectos que determinan esa entidad con ungrado similar de influencia en ella, de tal formaque considerado de nuevo cada yacimientocomo un “todo”, la valoración de los componen-tes a evaluar bien podía quedar distribuida comohemos representado gráficamente en la figura 3.

Pues bien, una vez identificadas las 4 varia-bles con sus respectivas subvariables que influ-yen en la valoración de un yacimiento y una vez

CuPAUAM 27, 2001 Arqueología e impacto ambiental… 147

148 J. L. Sánchez Meseguer y C. Galán Saulnier CuPAUAM 27, 2001

determinadas las variantes de cada una de ellas,observamos que nos hallábamos ante:

- 1 variable (Tipo de yacimiento) con 5 varian-tes;

- 1 variable (Alteración según uso histórico delsuelo) con igual incidencia que la anteriorpero con 4 subvariables - correspondientesa las etapas cronológicas ya señaladas –cada una de las cuales presenta a su vez 5variantes (no utilizado, ligeramente altera-do, alterado, etc.);

- 1 variable (Estado) con 3 subvariables delas cuales 2 (“Erosión” y estado “visible”)presentan 5 variantes cada una, mientrasque la tercera (estado “comprobado”) ofre-ce solamente 2, y por último

- 1 variable (Características de los restos) con 2subvariables (“concentración” y “adscrip-ción cronocultural” con 5 variantes cadauna, y una subvariable más (“tipo” de res-tos) que

- comprendía a su vez 3 “modalidades” delas cuales 2 (restos inmuebles y muebles)presentan 4 variantes respectivamente,

mientras que la tercera (restos paleontoló-gicos) presenta de nuevo 5 variantes oposibles situaciones a constatar.

Ante esta situación resultaba perfectamentefactible la asignación de valores numéricos atodas y cada una de las variantes contempladaspues, teniendo en cuenta los totales de variablesy variantes y lo indicado anteriormente en cuan-to a la destacada incidencia de una de esas varia-bles respecto a las demás, sólo faltaba entonces,asignando de nuevo el valor “100” al “todo”representado por un yacimiento, asignar el valor“50” al conjunto de variantes correspondientes ala variable más influyente, es decir a la que supo-ne o representa el 50% de los factores determi-nantes de la entidad de un yacimiento, distribu-yendo ese valor “50” entre sus respectivasvariantes, para distribuir posteriormente el “50”restante entre las variantes de las otras 3 varia-bles contempladas (figura 3), operación cuyoresultado es, como presentamos en la figura 4, laobtención de unos valores computables que per-miten objetivar, cuantificándola, la entidad oimportancia de un yacimiento en función de laproblemática que aquí nos ocupa.

10 Tipo de yacimiento10 Tipo de yacimiento10 Tipo de yacimiento

10 Estado10 Estado10 Estado

10 Alteración según uso…10 Alteración según uso…10 Alteración según uso…

Característicasde los restos

50

Característicasde los restos

50

Característicasde los restos

50

Valoraciónde las

variables

Valoraciónde las

variables

Figura 3

Y UN NUEVO SOPORTE PARA ESTA EVALUACIÓN...

Tras la elaboración del método de evaluaciónde la entidad o importancia de un yacimientoarqueológico, a fin de facilitar la proyección ydiseño de la actuación arqueológica más idónea

a llevar a cabo como “medida correctora” de unpresunto impacto ambiental previsto, evidente-mente pasamos también ahora a diseñar unsoporte físico con el que trabajar, es decir, en elque poder reflejar lo más rápidamente posible elresultado global de la valoración de las variablesa evaluar ante un yacimiento dado.

CuPAUAM 27, 2001 Arqueología e impacto ambiental… 149

Ficha 2

PROYECTOPROYECTO

Hoja MTN nº :

Coordenadas:

Topónimo:

Municipio:

Provincia:

TIP

O D

EY

AC

I-M

IEN

TO

EST

AD

OP

RO

XIM

IDA

D A

Ero

sión

Vis

ible

Com

pro

bado

Tipo

Ciudad/Poblado/Despoblado/Necrópolis/Complejo cultualAsentamiento

Lugar de actividad industrialLugar de aprovisionamientoDepósito/H. aislado/Indeterm.

NingunaLigera

MediaFuerteMuy fuerte

Muy buenoBueno

RegularMaloMuy maloExcavación“in extenso”

Prosp. Superficial/Sondeos/Excav.previa

Muy altaAlta

MediaBajaMuy baja

10

8642

10

8642

10

8642

10

8642

5

2.5

10

7.5

10

10

8642

ALT

ER

AC

IÓN

SE

N U

SO

HIS

RIC

O D

EL

SU

ELO

Act

ual

No utilizadoLigeramente alterado

AlteradoBastante alteradMuy alterado

10

8642

1850

- 1

950 No utilizado

Ligeramente alterado

AlteradoBastante alteradMuy alterado

10

8642

1750

- 1

850 No utilizado

Ligeramente alterado

AlteradoBastante alteradMuy alterado

10

8642

10

8642

10

8

6

4

2

Ant

es d

e17

50…

Ads

crip

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cron

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MU

EB

LE

S

MU

EB

LE

S “In situ”No perc.

Perecd.

Perecd.

No perc.Dispersos

PALEONTOLÓGICOS

No utilizadoLigeramente alterado

AlteradoBastante alteradMuy alterado

> 3 épocas detectadas3 épocas detectadas

2 épocas detectadas1 época detectadaIndeterminado

En conexión anatómica

Poco dispersos

Dispersos

Bastante dispersos

Muy dispersos

2.5

2.5

2.5

2.5

Silíceos

Orgánicos

Metálicos

“Votovos” / items de prestigio

100Valoración globalValoración global àààààà

2

150 J. L. Sánchez Meseguer y C. Galán Saulnier CuPAUAM 27, 2001

Lógicamente el resultado fue bastante seme-jante al presentado en páginas anteriores en rela-ción con el primer problema tratado en este tra-bajo, es decir una ficha (ficha nº 2) en la quebasta con señalar las variantes identificadas ysumar posteriormente sus correspondientes valo-res para obtener y reseñar la valoración globalmencionada.

No obstante hemos de llamar la atenciónsobre el hecho de que, a diferencia de lo pro-puesto respecto al cálculo de posibilidades deexistencia de yacimientos arqueológicos, en elcaso de la valoración de la entidad o importanciade un determinado yacimiento, dado que elnúmero de variantes de las variables contempla-das era diferente, el valor “100”, y por tanto lamáxima entidad, sólo puede corresponder a unconjunto arqueo-paleontológico en el que conflu-yan las variantes correspondientes a los “gradosóptimos” contemplados para cada variable y enel que a un conjunto estratigráfico con restos demás de tres momentos históricos subyazca unyacimiento paleontológico que conserve restosen posición anatómica; en consecuencia pues, unyacimiento puramente arqueológico no podráalcanzar un valor superior a “90” pero, aunquesomos conscientes de que esta es la situación másfrecuente, no podemos obviar esa presumiblesituación por esporádica que hasta ahora sea.

Y, ya para terminar, apuntar solamente quenuestra propuesta metodológica no pretendesino facilitar el trabajo del arqueólogo que, seapor motivos de investigación o sea por imperati-vos de gestión, necesita tomar decisiones respec-to a cómo desarrollar su propio trabajo, biendesde el gabinete en el que se elaboran los pro-yectos de actuación o bien desde el puesto de laAdministración Pública en el que se determinanlas características de las intervenciones arqueoló-gicas cuando así lo requiere el cumplimiento dela legislación vigente.

Los métodos de trabajo que proponemos vansimplemente encaminados a solucionar algunosde los muchos problemas a que se enfrenta laArqueología, especialmente cuando, por diversascausas, ha de intervenir en un tiempo y con unosmedios limitados por factores ajenos al ámbitocientífico pero teniendo en cuenta que, comoCiencia que es, no puede prescindir de la objeti-vidad ni debiera supeditar su actuación a los con-dicionamientos impuestos desde el ámbito políti-co, desde el económico o desde ambos.

Pensamos pues que el trabajo aquí presentadosupone una propuesta científica y metodológica-mente correcta que proporciona una base objeti-va para la toma de decisiones ante una de las

actuaciones más importantes de la Arqueología,la prospección, base a su vez de cualquier pro-yecto de intervención que necesariamente ha deapoyarse en los resultados obtenidos en ella, yque ofrece también un método objetivo paradecidir cuáles deben ser las características de esaactuación, proporcionando así una apoyaturasólida, y en consecuencia una justificación cientí-fica para la posterior realización de prospeccio-nes “dirigidas”, “no dirigidas”, “de coberturatotal” o “por muestreo”, etc. o para determinar silos yacimientos que han de ser excavados debenserlo en su totalidad o parcialmente, o si, en sucaso, sólo será necesaria la presencia del arqueó-logo para llevar a cabo lo que comúnmente sedenomina un simple “seguimiento de obra”.

Cantoblanco, febrero de 2003

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Índice de abreviaturas:

CAPA: Cuadernos de Arqueología del Paisaje

CIAA: Cuadernos del Instituto Aragonés de Arqueología

CIAPH: Cuadernos del Instituto Andaluz del PatrimonioHistórico

EPAM: Estudios de Prehistoria y Arqueología Madrileñas

RICUS: Revista de Investigación del ColegioUniversitario de Soria

TP: Trabajos de Prehistoria.

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