Arqueología de la infancia: una perspectiva...

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TRABAJOS DE PREHISTORIA 55, n." 2, 1998, pp. 5 a 19 ARQUEOLOGÍA DE LA INFANCIA: UNA PERSPECTIVA ETNOARQUEOLÓGICA ARCHAEOLOGY OF CHILDHOOD: AN ETHNOARCHAEOLOGICAL PERSPECTIVE GUSTAVO G. POLITIS (*) RESUMEN La producción material de los niños no ha sido habitual- mente considerada en el análisis del registro arqueológico de los cazadores-recolectores, a pesar de que los datos et- nográficos muestran que los niños son generadores impor- tantes de cultura material, especialmente en los campamen- tos residenciales. En este trabajo se resume la información obtenida entre el grupo indígena Nukak, de la Amazonia colombiana, respecto a la participación infantil en la pro- ducción de objetos. A partir de esto, y de información de otros grupos cazadores-recolectores, se derivan expectati- vas arqueológicas que se confrontan con los materiales de los sitios arqueológicos de la región Pampeana de Argen- tina. Se propone una metodología para la identificación de la actividad infantil en los contextos arqueológicos, como un primer paso para discutir la agencia de actores sociales diversos en las sociedades del pasado. ABSTRACT The material production of children has not usually been considered in the analysis of the hunter-gatherer ar- chaeological record. However, ethnographic data shows that children are significant producers of material culture, especially in residential camps. In this paper, information about the activity of children among the Nukak from the Co- lombian Amazon, is summarized. Based on this, and on (*) CONICET-INCUAPA Universidad del Centro (UNC) y Universidad de La Plata (UNLP). Facultad de Ciencias Sociales, Del Valle 5737, (7400) Olavarría, Argentina. El artículo fue remitido en su versión final el 7-VIII-98. data from other hunter-gatherers, archaeological expecta- tions are generated and compared with the archaeological record of the Pampean Region of Argentina. A methodology for the identification of children's activity is proposed as a first step towards the discussion of diversity in the agency of social actors in past societies. Palabras claves: Etnoarqueología. Arqueología de la in- fancia. Cazadores-recolectores. América del Sur. Key ví^ords: Ethnoarchaeology. Archaeology of childhood. Hunter-gatherers. South America. INTRODUCCIÓN En términos generales, en la interpretación tanto de los sitios de cazadores-recolectores, como de otro tipo de sociedades más complejas, se asume que los restos materiales recuperados (fundamen- talmente los elementos tecnológicos y los desechos derivados de su confección y uso) han sido produ- cidos por adultos. Los agentes son adultos por au- sencia {default) de otros actores sociales. A partir de esta asunción implícita se han realizado inferencias sobre las conductas del pasado y se han propuesto modelos de diverso orden referentes a organización tecnológica, secuencia de producción y uso, maxi- mización de materia prima, área de descarte, etc. Dentro de este marco, la forma, tecnología de pro- ducción y el tamaño de algunos artefactos (por ej. puntas de proyectil) son considerados como una expresión idiosincrásica y utilizados para la recons- trucción histórico-cultural o como una medida de T. P., 55, n." 2, 199,8 (c) Consejo Superior de Investigaciones Científicas Licencia Creative Commons 3.0 España (by-nc) http://tp.revistas.csic.es

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TRABAJOS DE PREHISTORIA 55, n." 2, 1998, pp. 5 a 19

ARQUEOLOGÍA DE LA INFANCIA: UNA PERSPECTIVA ETNOARQUEOLÓGICA

ARCHAEOLOGY OF CHILDHOOD: AN ETHNOARCHAEOLOGICAL PERSPECTIVE

GUSTAVO G. POLITIS (*)

RESUMEN

La producción material de los niños no ha sido habitual-mente considerada en el análisis del registro arqueológico de los cazadores-recolectores, a pesar de que los datos et­nográficos muestran que los niños son generadores impor­tantes de cultura material, especialmente en los campamen­tos residenciales. En este trabajo se resume la información obtenida entre el grupo indígena Nukak, de la Amazonia colombiana, respecto a la participación infantil en la pro­ducción de objetos. A partir de esto, y de información de otros grupos cazadores-recolectores, se derivan expectati­vas arqueológicas que se confrontan con los materiales de los sitios arqueológicos de la región Pampeana de Argen­tina. Se propone una metodología para la identificación de la actividad infantil en los contextos arqueológicos, como un primer paso para discutir la agencia de actores sociales diversos en las sociedades del pasado.

ABSTRACT

The material production of children has not usually been considered in the analysis of the hunter-gatherer ar­chaeological record. However, ethnographic data shows that children are significant producers of material culture, especially in residential camps. In this paper, information about the activity of children among the Nukak from the Co­lombian Amazon, is summarized. Based on this, and on

(*) CONICET-INCUAPA Universidad del Centro (UNC) y Universidad de La Plata (UNLP). Facultad de Ciencias Sociales, Del Valle 5737, (7400) Olavarría, Argentina.

El artículo fue remitido en su versión final el 7-VIII-98.

data from other hunter-gatherers, archaeological expecta­tions are generated and compared with the archaeological record of the Pampean Region of Argentina. A methodology for the identification of children's activity is proposed as a first step towards the discussion of diversity in the agency of social actors in past societies.

Palabras claves: Etnoarqueología. Arqueología de la in­fancia. Cazadores-recolectores. América del Sur.

Key ví̂ ords: Ethnoarchaeology. Archaeology of childhood. Hunter-gatherers. South America.

INTRODUCCIÓN

En términos generales, en la interpretación tanto de los sitios de cazadores-recolectores, como de otro tipo de sociedades más complejas, se asume que los restos materiales recuperados (fundamen­talmente los elementos tecnológicos y los desechos derivados de su confección y uso) han sido produ­cidos por adultos. Los agentes son adultos por au­sencia {default) de otros actores sociales. A partir de esta asunción implícita se han realizado inferencias sobre las conductas del pasado y se han propuesto modelos de diverso orden referentes a organización tecnológica, secuencia de producción y uso, maxi-mización de materia prima, área de descarte, etc. Dentro de este marco, la forma, tecnología de pro­ducción y el tamaño de algunos artefactos (por ej. puntas de proyectil) son considerados como una expresión idiosincrásica y utilizados para la recons­trucción histórico-cultural o como una medida de

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variabilidad y distancia cultural. En estas recons­trucciones, basadas en supuestos agentes adultos, los niños no han sido visualizados como actores sociales y su producción material no se ha tenido en cuenta en el estudio arqueológico de los grupos cazadores-recolectores. Hay algunas excepciones que han propuesto que determinados objetos, pin­turas rupestres de manos, o conjuntos artefactuales, especialmente líticos, fueron confeccionados o usa­dos por niños (por ejemplo Frison, 1970; Gradin, 1981-1982; Bodú^í a///, 1990; Fisher, 1990; Dawe, 1997; Park, 1998). En términos generales, el origen infantil se distinguía por "...the game-like and non-utilitarian character of poorly knapped pieces, dis­playing less skill than novice'' (Finlay, 1997: 207). A pesar de estos ejemplos aislados, casi no se han desarrollado programas de investigación dirigidos a identificar y evaluar sistemáticamente la produc­ción infantil dentro del registro arqueológico (para excepciones ver Dawe, 1997; Park, 1998) y a exa­minarlas connotaciones socioculturales de esto.

Esto ha llevado a que los niños hayan sido re­cientemente equiparados con las mujeres, ya que, como consecuencia del sesgo adulto masculino, ambos han sido "invisibles" en la reconstrucción de las sociedades del pasado (Baker, 1997:187). Los intentos actuales para identificar la conducta infan­til dentro de la arqueología surgen como respues­ta al reconocimiento de esta situación, y como una continuación natural de la cada vez más intensa investigación de la arqueología del género (i.e Conkey y Spector, 1984; Gero y Conkey, 1991; Claassen, 1992; Scott,-1997). Las similitudes déla feminidad y la infancia han sido también señaladas por Amorós (1997:279): "[ambas] se nos muestran de este modo como dos reductos estamentales de la modernidad, según los cuales se configuró el espa­cio privado de la familia. Con todo, la infancia apa­rece como una característica adscriptiva temporal; la feminidad lo es de por vida". Debe recordarse que el concepto de infancia de nuestra sociedad es un producto moderno ya que fue Rousseau quien de­sarrolló una ideología alrededor de la niñez y de la "pureza" e "inocencia" infantil (Amorós, 1997: 276-279).

El naciente interés en examinar la participación infantil en la cultura material es también una deri­vación de la consideración de los niños como acto­res sociales significativos (James y Prout, 1990). Dentro del campó de la antropología social se ha planteado también esta sub-representación infantil y el hecho de que casi siempre son incorporados al

análisis como parte de la esfera doméstica de los adultos, pero no como casos de estudio en sí mis­mo (Aguilar, 1994: 29).

En un trabajo anterior comencé a plantear que los niños (de aquí en adelante, salvo cuando se ex­prese lo contrario, "niños" será usado en sentido amplio, incluyendo tanto varones como mujeres) son generadores importantes de residuos materia­les dentro de los campamentos de cazadores-reco­lectores y que su actividad ha sido subestimada en el análisis e interpretación de los depósitos arqueo­lógicos (Politis, e.p.). En este artículo me propon­go desarrollar esta idea y aportar elementos para la identificación de la actividad infantil en el contex­to material, como un primer paso para entender la dinámica social de los cazadores-recolectores del pasado y cómo las sociedades reproducen sus reper­torios culturales. Algunos de estos puntos ya fueron discutidos previamente por Lillehammer (1989) en base a una revisión de la arqueología escandinava, en un artículo pionero dentro del tema. Dentro de esta misma línea de análisis una serie de trabajos ha arribado a conclusiones similares desde perspecti­vas diferentes. Entre estos aportes se destaca el li­bro recientemente editado por Moore y Scott ( 1997) sobre aspectos teóricos y metodológicos y las con­tribuciones de Dawe (1997) y Park (1998) con ori­ginales análisis de casos de estudio arqueológicos de las llanuras norteamericanas y de los Inuit de Canadá. El resultado de estos estudios indica que los productos de la actividad infantil pueden ser reconocidos si se desarrolla una metodología apro­piada. Para la construcción de esta metodología la argumentación analógica juega un papel central y las principales fuentes deben buscarse en los grupos humanos actuales, y en la información histórica y etnográfica. Este trabajo apunta a contribuir al de­sarrollo de instrumentos metodológicos para iden­tificar e interpretar el agente infantil en las socieda­des del pasado y se basa en una argumentación analógica usando como fuente a los indígenas Nukak.

La información obtenida entre los Nukak, un grupo cazador- recolector-pescador de la Amazo­nia Colombiana (Fig. 1), entre 1990 y 1996 (7 tem­poradas de campo, 185 días en total) permite gene­rar expectativas materiales de la actividad infantil y evaluar bajo qué condiciones se puede esperar, en sociedades análogas del pasado, un contexto simi­lar. Utilizando este caso de estudio etnoarqueológi-co como eje, los objetivos de este artículo son: a) analizar la conducta de los niños Nukak y compa-

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Dib, CA.Tremouillas

Fig. 1. Mapa de América del Sur con la localización de los grupos indígenas mencionados en el texto y la ubicación de los sitios arqueológicos de la región Pampeana de Ar­gentina.

rarla con la de otros grupos cazadores-recolectores con el objeto de identificar algunos patrones recu­rrentes, b) examinar el tipo de producción material que estas conductas generan y evaluar bajo que condiciones puede que ocurran, c) confrontar estas expectativas con un caso de estudio: el registro ar­queológico de algunos sitios prehistóricos de caza­dores-recolectores de las llanuras pampeanas de Argentina y explorar la posibilidad de que una clase de artefactos haya sido producido por la actividad infantil.

Para los fines de este trabajo, cuando me refie­ro a los niños Nukak estoy incluyendo a los indivi­duos cuyo rango de edad varía desde el tiempo que empiezan a caminar, hasta la pubertad. En términos de años esto correspondería al período entre uno a dos años y 12 a 13 años. Con anterioridad a este lapso los bebés dependen enteramente de sus padres y no generan ningún tipo de artefacto (aunque sí hay algunos que son confeccionados para ellos como

por ejemplo los collares de diente de mono); en la mayoría de los casos aún no tienen nombres y se los llama genéricamente jim^bú o tóm'bú según el sexo. A partir de la pubertad, los jóvenes Nukak salen de cacería y realizan todas las actividades de los adultos aunque aún no hayan completada el pro­ceso de aprendizaje. En términos económicos, su rol es similar al de los adultos, a pesar de no perte­necer aún a ese grupo de edad y aunque socialmente todavía tengan diferencias con estos. A los 15 o 16 años un joven Nukak es económicamente tan pro­ductivo como un adulto. En el caso de las púberes ocurre lo mismo, aunque como forman pareja más temprano, el rol social que desempeñan se transfor­ma más rápidamente, aproximándose más al de mujeres adultas (están casadas, pueden quedar em­barazadas, realizan todas las tareas femeninas en el campamento, etc.).

El rango de edad que abarca la infancia parece ser variable e;itre las sociedades indígenas. En al­gunos casos es muy semejante a los Nukak, como por ejemplo entre los Guayaquí (Clastres, 1972), Yamanas (Gusinde, 1983), Sirionó (Holmberg, 1978) y Ayoréo (Bórmida, 1973). Para estos últi­mos la palabra disiehóde significa "niños" y abar­ca desde el nacimiento hasta el comienzo de la pu­bertad, cerca de los 12 años (Bórmida, 1973: 64). Por el contrario, entre los Hadza orientales, Hawkes et alii (1995: 689) incluyen bajo la denominación "children" a varones de hasta 17 años, una edad en la cual un joven Nukak ya es plenamente productivo y utiliza artefactos semejantes a los de los adultos. Por otro lado. Draper y Cashdan (1989) denominan "children " a niños entre 4 y 14 años.

Por último, se debe mencionar que la influencia de los niños en el registro arqueológico ha sido planteada desde hace tiempo, aunque desde una perpectiva distinta. Hammond y Hammond (1981) y Wilk y Schiffer (1979) han visto a los niños como perturbadores del registro no sólo modificando la distribución espacial de los residuos sino reinsertan-do en el "contexto sistémico" objetos que supues­tamente habían ya pasado al "contexto arqueológi­co". La perspectiva planteada en este trabajo es totalmente diferente ya que en los dos artículos ci­tados se asumía que existe un contexto previo, "nor­mal," el producido por los adultos, que es perturba­do o distorsionado por los infantes. En la presente contribución se considera a unos y a otros produ­ciendo el registro arqueológico en un mismo nivel de jerarquía, lo que implica asumir que los niños no perturban sino que generan.

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CARACTERÍSTICAS GENERALES DE LOS NUKAK

Los Nukak son indígenas de filiación Makú (Metraux, 1948; Silverwood-Cope, 1972; Reid, 1979) que habitan la Amazonia Colombiana, en el interfluvio de los ríos Guaviare e Inirida, en el Departamento del Guaviare. En un territorio de aproximadamente 10.000 km ,̂ viven entre 400 y 500 Nukak que se agrupan en bandas de unos 20 a 30 individuos (en el sector nororiental hay agrupa­ciones mayores que pueden llegar a 50 personas). Esta región es una zona de divisoria entre las cuen­cas del Orinoco y el Amazonas con cobertura ve­getal típica de la foresta tropical lluviosa, aunque se observa una período seco entre diciembre y mar­zo. Las precipitaciones fluctúan entre 2.500 y 3.000 mm. anuales.

Si bien hasta 1988 había algún conocimiento sobre la existencia de indígenas de filiación Makú en el interfluvio Guaviare-Inirida (ver Reichel-Dolmatoff, 1967 e Informes Inéditos de la Asocia­ción Nuevas Tribus de Colombia), es recién en ese año cuando los antropólogos y el público en gene­ral tuvieron las primeras noticias de la existencia de los Nukak (Chaves y Wirpsa, 1988). A partir de fi­nes de la década de los 80, los Nukak comenzaron contactos regulares con los colonos (campesinos de otras regiones de Colombia), llegando incluso hasta la capital departamental, San José del Guaviare. Desde ese momento se aceleró el proceso de acul-turación y transformación de los patrones tradicio­nales de los Nukak (Ardila, 1992; Ardila y Polids, 1992; Cabrera et alii, 1994: 426-436; Polifis, 1996b: 355-378).

A partir de los primeros contactos, se iniciaron diferentes estudios antropológicos que han esboza­do las características generales de la etnía y han realizado una suerte de "etnografía de rescate" ante la velocidad de transformación de los patrones tra­dicionales. Entre los más importantes merecen des­tacarse las investigaciones sobre el territorio (Mon-dragón, 1991; Torres, 1994; Cárdenas y Politis, e.p.), organización social y parentesco (Cabrera et alii, 1994; Franky et alii; 1995), subsistencia (Po­litis y Rodríguez, 1994; Cabrera et alii, 1994; Politis, 1996b; Politis et alii, 1997; Mondragón, 1991), movilidad y asentamiento (Politis, 1992, 1996a,b), lingüística (Reina, 1990; Mondragón, 1991; Cabrera ^í alii, 1994) e ideología y cosmo-visión (Cabrera (?í a///, 1994; Polids, 1996b). Asi­mismo se debe mencionar la copiosa información

recogida por los misioneros de la Asociación Nue­vas Tribus de Colombia, quienes hicieron los pri­meros contactos con bandas Nukak del oriente a fines de los 70.

El ciclo anual de subsistencia ha podido ser re­construido a partir de los trabajos citados y se ha es­timado que la economía de los Nukak se basa en la caza (monos, pecaríes, aves etc.), la recolección de especies silvestres y de otros productos animales como la miel, los huevos de tortuga y el mojojoy (larvas de coleópteros del género Rhynchophorus). Hasta el presente se han identificado 123 especies vegetales utilizadas (Cárdenas y Politis, e.p.). La pesca y la horticultura en pequeña escala comple­mentan las actividades económicas, con variada im­portancia según las estaciones. En forma creciente, en los últimos años, los Nukak están incorporando también alimentos que obtienen de los colonos. Sin embargo, durante el período de estudio la subsisten­cia ti;adicional se basó esencialmente en la explota­ción de recursos vegetales y animales no domesti­cados (Polids, 1996b: 58).

Los campamentos residenciales son los más fre­cuentes dentro del sistema de asentamiento. Duran­te el invierno, estos campamentos están cubiertos con hojas de platanillo y tienen una planta aproxi­madamente geométrica regular (triangular, cua-drangular y pentagonal); son pequeños y compac­tos (n=12, min=32,5 m ,̂ max=l 14 m ,̂ x=3,89 rn^l persona). En el verano, la planta es irregular y no existe la cobertura de hojas. En esta estación los campamentos tienen dimensiones levemente supe­riores a los del invierno (n=8, min=45 m ,̂ max= 129,9 m ,̂ x=4,46 m^/persona). En los casos en que hay mas de una banda residiendo juntas, los asentamientos se hacen más compactos (n=4, min=99 m ,̂ max=130 m ,̂ x=2,61 mVpersona).

La movilidad residencial de los Nukak es muy alta y se ha estimado que la mudanza del campa­mento residencial se produce entre 70 y 80 veces al año. Durante nuestros trabajos de campo hemos registrado distancias entre campamentos residen­ciales (el abandonado y el nuevo) que varían entre 0,9 y 18,1 km (n=25, x=6,25 km, ver Tabla 3.1 en Polids 1996b).

Los Nukak están organizados en bandas autóno­mas, vinculadas a grupos mayores de afiliación, denominados íWMWM, que tienen nombres definidos en referencia a su ubicación dentro del territorio. Cada banda está formada por pocas familias, usual-mente no más de 5 y excepcionalmente hasta 8. En ocasiones especiales dos bandas (o segmentos)

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pueden acampar juntas por pocos días, llegando a reunir hasta 50 individuos residiendo en el mismo campamento.

LA PRODUCCIÓN MATERIAL DE LOS NIÑOS

Los niños Nukak forman una parte importante de la población de los campamentos residenciales, llegando a formar en algunos casos el 50% de los habitantes. En una muestra de 357 individuos (un alto porcentaje de la población total) se identifica­ron 135 menores de 10 años (37,80%); esta cifra aumenta a 175 (49%) si se considera los menores de 15 años (Franky et alii, 1995). Estos niños, espe­cialmente los del primer grupo, pasan una gran parte del día dentro del campamento o en su entorno inmediato (esto es frecuente en otros grupos caza­dores-recolectores, por ejemplo los !Kung, Draper, 1976). En general, los niños juegan y recorren los alrededores dentro de una distancia máxima esta­blecida por la posibilidad de ser oídos desde el cam­pamento. Debido a lo cerrado del bosque, los adul­tos pierden rápidamente el contacto visual con los infantes, por lo que, es necesario oírlos para poder ejercer alguna vigilancia.

Los niños que acompañan a sus padres en las cacerías son los que están en la etapa final de la in­fancia y lo mismo ocurre con las niñas cuando sa­len de recolección con sus madres u otras mujeres adultas del grupo. Sin embargo la participación de ambos en las salidas de adultos es un proceso pro­gresivo desde muy pequeños. A medida que van creciendo aumenta correlativamente la frecuencia de sus salidas acompañando a los adultos, la distan­cia que recorren y la participación efectiva en tareas extractivas y productivas. El único punto de in­flexión se podría marcar tentativamente a los 7 u 8 años, ya que a partir de esa edad se observa un ace­lerado proceso de preparación específica para la vida adulta. Durante este período se nota que el proceso de aprendizaje no está basado en la imita­ción o la enseñanza generalizada de padres a hijos, sino en una actitud de enseñanza dirigida hacia ta­reas específicas de cada sexo. Por ejemplo, cuando los niños tienen alrededor de 8 ó 9 años los hombres salen con sus hijos de caminata, con dardos y cer­batanas y dejan que estos prueben puntería con aves y animales pequeños. También los incentivan para que suban a las palmeras a recoger frutos e invier­ten algún tiempo ayudándoles a preparar cerbata­

nas. Alrededor de los 10 años las niñas ya cargan con frecuencia a sus hermanos menores durante los desplazamientos y casi siempre llevan un canasto cargado con enseres. Aproximadamente a partir de esta edad empiezan a despostar los monos (una actividad exclusivamente femenina) o a colaborar en esta tarea con sus madres o niñas mayores. Tam­bién practican la fabricación de pulseras de fibra {kdn^yii), de cestas y átburup (canastos expediti­vos de hojas. Lám. I).

Lám. I. Niña fabricando un burup.

A pesar de que en la última parte de la infancia los niños pueden pasar una parte del día a cierta distancia del campamento residencial, el mayor tiempo transcurre dentro de éste y en su entorno inmediato. En este senfido, pasan mucho más tiem­po que los adultos hombres y, según la edad, algo más que las mujeres. Los hombres salen casi diaria­mente a cazar, pescar, recoger frutos y a realizar una variedad de tareas extracfivas hasta máximos de 11 has. y de 19 km. de recorrido diario. Las mujeres

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pasan mucho menos tiempo fuera del campamen­to y sus salidas se restringen a la recolección de fru­tos y tubérculos en las cercanías, a la cosecha de productos vegetales cuando el campamento está próximo a un campo de cultivo o a colaborar con los hombres en las pesca. Ocasionalmente, una mujer sin hijos pequeños puede acompañar a su marido en salidas de caza y recolección más lejanas.

Cuando los niños tienen menos de 2 años, siem­pre están cerca de las madres y éstas los llevan en las salidas afuera del campamento para recolectar, cosechar o pescar. Después de los 2 ó 3 años y en la primera parte de la infancia pueden quedarse en el campamento bajo la vigilancia de niños mayores o púberes o acompañar a sus madres. Los hermanos mayores juegan un rol importante en el cuidado de los más pequeños y pasan gran parte del tiempo a cargo de ellos. Esto es común en otras sociedades tradicionales {peer rearing, Weisner y Gallimore, 1977). En algunos casos, hay una o dos horas al día en que el campamento residencial queda ocupado sólo por un grupo de infantes cuyas edades varían entre 3 y 11 años. A partir de los 6 ó 7 años, los ni­ños pueden hacer algunos recorridos cortos cerca­nos al campamento, acompañados por niños mayo­res, durante los cuales recolectan algunos frutos accesibles, pescan y recogen cangrejos en charcas y arroyos de los alrededores o, simplemente, juegan y se divierten.

A pesar de estas salidas, solos o con sus madres, los niños pasan la mayor parte de las 12 h. diurnas, y todas las nocturas, dentro o en las inmediaciones del campamento residencial. En este lugar, usan y, eventualmente fabrican, tres clases de juguetes:

Clase 1: Artefactos exclusivamente confeccio­nados para jugar que tienen un diseño específico.

Clase 2: Artefactos que copian la forma de los de adultos pero que tienen un tamaño menor y que son usados en funciones similares a los de adulto o con fines lúdicos.

Clase 3: Artefactos de los adultos, enteros o frag­mentados, que son utilizados con fines lúdicos.

Dentro de la clase 1 se encuentran los siguientes juguetes: los aros de bejucos, los trompos de frutos, columpios de corteza o fibras y los cantos rodados. Estos no tienen artefactos homólogos entre los adultos y son fabricados por los mismos niños (a veces con la ayuda de sus padres) con modificacio­nes menores o incluso (como los cantos rodados) sin ningún proceso de formatización. Pueden in­cluir juguetes muy pequeños, como los trompos de frutos (Lám. II), hasta otros de tamaño mediano

Lám. IL Niño jugando con trompos de frutos en el campa­mento residencial. La madre le está ayudando a armar los trompos con una espina.

como los aros de bejuco de aproximadamente un metro de diámetro. Dentro de este grupo es intere-saníe mencionar los guijarros que en algunas opor­tunidades los niños Nukak traen desde el "Cerro de las Cerbatanas" cuando la banda visita estas sierras para recolectar cañas para cerbatanas (Politis, 1996b: 284). Estas rocas, que sacan del lecho de los arroyos que bajan de la formación rocosa son tras­ladados de un lugar a otro durante semanas o me­ses, hasta que finalmente se van abandonando o perdiendo en los campamentos o en sus alrededo­res. Los guijarros son usados exclusivamente por los niños para jugar y no se ha observado ninguna otra función.

La clase 2 contiene muchos más juguetes e inclu­ye prácticamente todos los instrumentos hechos por adultos, pero a escala menor. Entre éstos se desta­can: cestas, cerbatanas, dardos, arcos, flechas, ba­layes (cestas planas de trama más abierta), burup, totumos (recipientes de calabaza, de varias espe­cies), arcos, vasijas de alfarería y lanzas. En esta segunda clase hay que hacer una distinción impor­tante. Por un lado algunos artefactos son hechos por adultos, en tamaño más pequeño, para que sean utilizados por los niños, cumpliendo una función similar a la de los mayores. La única diferencia entre los artefactos de los adultos y de los niños son las dimensiones, que se adecúan a la edad y el tama­ño del niño, pero la calidad de confección y la fun­ción son las mismas. Dentro de este subgrupo se encuentran los totumos y los recipientes de alfare­ría. Por otro lado están las réplicas de los instrumen­tos de los mayores, hechos por los mismos niños o sus padres, para jugar o practicar. Estos no son usa­dos con la misma función que les dan los adultos,

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aunque a veces se aproxima, y la calidad de confec­ción es menor. Esta baja calidad se debe a dos razo­nes: a) cuando los hacen los adultos, la tecnología tiene un carácter expeditivo, debido al fin lúdico de los artefactos y no los confeccionan con el mismo esmero; b) cuando los hacen los niños, la baja ca­lidad se debe a sus limitaciones técnicas.

Dentro de este sub-grupo se encuentran cestas, balayes, cerbatanas, dardos, arcos y lanzas. Es fre­cuente ver a niños de 5 a 10 años de edad, dispa­rando con pequeñas cerbatanas, apuntándole a cualquier objeto o confeccionando los dardos. Lo mismo sucede con los arcos y flechas que usan para arrojar al tronco de árboles o a cualquier otro blanco potencial (Lám. III). Asimismo, las niñas fabrican cestas, balayes, vasijitas de cerámica y totumos que luego usan para poner diversos objetos y jugar con ellas.

El tamaño de estos objetos está en relación al del niño y virtualmente, dentro de un rango determina-

Lám. III. Niño jugando con un arco y flecha en un campa­mento de verano.

do, pueden existir todas las medidas. En el caso de las cerbatanas, por ejemplo, la más pequeña que nosotros registramos era de 0,82 m. de longitud. De allí en adelante hay una gradación hasta las de los adultos que llegan a los 3,20 m. La diferencia en­tre la de los adultos y la de los niños se dá por la re­lación que existe entre el largo de la cerbatana y la estatura y habilidad del usuario. En los niños, la longitud de la cerbatana es en general menor que su estatura. En los púberes ambas medidas se aproxi­man (entre 1,40 y 1,60 m. aprox.) y cuando llegan a adultos y a su estatura definitiva y van adquiriendo pericia en el manejo de este arma, la longitud llega a valores cercanos a los 3 m. Finalmente, las cerba­tanas que se hacen más largas, también se confec­cionan mejor pues se van acercando a su función específica para la caza y van perdiendo su carácter lúdico y pedagógico.

La clase 3 está formada por artefactos de adultos, enteros o rotos, que son usados por los niños como juguetes de manera circunstancial. Estos objetos no son modificados y la actividad de los infantes afecta sólo a su distribución espacial. Esta clase es más utilizada por los más pequeños, que toman como juguete cualquier objeto que tengan cerca.

Los artefactos de los niños se diferencian de los de los mayores también por el lugar de descarte. En el primer caso, los juguetes son desechados dentro del campamento o en su entorno inmediato porque allí es donde llevan a cabo la mayoría de las activi­dades lúdicas. Como consecuencia de esto quedan abandonados en el piso de los campamentos peque­ños dardos y flechas (generalmente enteros), disper­sos entre las unidades domésticas o en los depósi­tos secundarios de basura (pilas de desechos que se acumulan a los costados de las entradas/salidas de los campamentos de la estación lluviosa, Politis, e.p.). Estos objetos obviamente no tienen relación con ningún evento de caza o pesca. Además, como en general estos juguetes son esencialmente expe­ditivos, se descartan en el campamento residencial cuando éste se abandona y raramente son transpor­tados de un sitio a otro. Este es también el caso de las cerbatanas y los arcos. Hay algunas excepciones, como por ejemplo las cestas, los balayes y los gui­jarros que se llevan de un campamento a otro has­ta que por ruptura, extravío o por haber dejado de ser motivo de interés, terminan quedando en algu­no de los asentamientos (pero no en el que se fabri­caron).

Otro ejemplo interesante lo constituyen los pe­queños campamentos que los niños construyen en

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los alrededores de los campamentos residenciales, y en donde pasan varias horas jugando e imitando las actividades de los adultos. En estos pequeños asentamientos se encuentran algunos postes y tra­vesanos en donde cuelgan las hamacas (que a la noche llevan de nuevo al campamento mayor) y hay algunos fogones. En estos lugares quedan en el piso, además de restos de comida, toda suerte de objetos de las tres clases, que fueron utilizados como juguetes.

A veces los niños también construyen como di­vertimento, pequeñas viviendas dentro del mismo campamento residencial. Estas son una réplica en escala menor de una vivienda de invierno: dos pos­tes, un travesano central y una hilera de hojas pe­queñas de platanillo como techo (Lám. IV).

Lám. IV. Pequeña réplica de una vivienda de invierno, cons­truida en un borde de un campamento residencial.

Es posible generar expectativas arqueológicas para reconocer por lo menos dos de las tres clases de artefactos infantiles dentro del registro arqueo­lógico. En principio, la clase 3 es indiferenciable, en cuanto a morfología, tecnología y dimensiones, pero las otras dos tienen características que permi­ten su identificación dentro de un contexto arqueo­lógico (Tab. 1).

La otra forma de identificación, que debe ser analizada en conjunto con las características prece­dentes, es el lugar de descarte. Mientras que los artefactos de la clase 1 son descartados en el lugar donde fueron usados para actividades lúdicas, en la clase 2 los objetos son desechados donde fueron usados como juguetes, que en muchos casos son diferentes al lugar donde se abandonan sus homó­logos adultos. Esto es notable en el caso de los dar­dos, las flechas las lanzas y otros objetos de hom­bres adultos que son abandonados (usualmente rotos) en sitios afuera y a cierta distancia de los campamentos residenciales, donde se llevó a cabo la cacería. En artefactos tales como vasijas, cestas, balayes etc., tantos los de adultos como los de ni­ños son descartados en el campamento residencial. Obviamente en todos los casos, el lugar de descar­te inicial puede cambiar debido a las actividades de limpieza del campamento (Politis, e.p.).

En el análisis propuesto es necesario poder dis­criminar entre el diseño pequeño y la disminución de tamaño debido al uso. En general, esta disminu­ción está acompañada de otros rasgos que permiten identificar el uso intenso (por ejemplo filos muy abruptos en los artefactos líticos) y no se dá propor-cionalmente en toda la pieza sino sólo en una di­mensión. En las cerbatanas por ejemplo es el largo, en los cuchillos líticos es el ancho, en los instru­mentos pasivos de molienda es el espesor. También es posible identificar entre artefactos de infantes y miniaturas como se ha planteado para los Inuit (Park, 1998). Esta distinción es posible porque en el caso de las miniaturas Inuit que usan los shama-nes y las que se entierran como ajuar funerario, la calidad de confección es muy alta, una caracte­rística que no tienen la mayoría de los artefactos in­fantiles.

Por último, en todos estos casos la distinción también debe basarse en el contexto de deposita-ción, que es diferente cuando se trata de artefactos infantiles que cuando son miniaturas, instrumentos pequeños o muy usados.

CLASE 1

CLASE 2

Homólogos

no

Tamaño

variable (mediano o pequeño)

más pequeños

Tecnología

baja calidad o sin modifica­

ción

menor calidad

Tab. 1. Diferencias de los artefactos de niños con respecto a los de adultos

UN CASO DE ESTUDIO: CONFRONTACIÓN CON EL REGISTRO ARQUEOLÓGICO PAMPEANO

Los materiales recuperados en varios sitios ar­queológicos prehistóricos de cazadores-recolecto­res de la Región Pampeana de Argentina son sus­ceptibles de ser analizados usando como referencia

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ARQUEOLOGÍA DE LA INFANCIA: UNA PERSPECTIVA ETNOARQUEOLOGICA 13

las expectativas generadas a partir de la información de los Nukak y de datos etnográficos de otros caza­dores-recolectores (por ej. Tehuelches de la Patago­nia, Yamanas de los canales Fueginos del extremo sur Americano, Sirionó del oriente boliviano, varios grupos de las Planicies Norteamericanas, etc.).

La presencia infantil ha sido identificada en muy pocos casos en la arqueología pampeana. El caso más obvio han sido los esqueletos de infantes recu­perados en varios sitios, especialmente en Arroyo Seco 2, en el grupo de entierros datados en ca. 6400 añosA.P (Politis, 1989; Barrientos, 1997). La otra evidencia proviene del sitio Monte Hermoso 1, en donde se han identificado numerosas pisadas y ras­tros asignados a niños de diversa edad (Bayón y Poliüs, 1997).

Con excepción de estos dos casos, el resto del material arqueológico fue asumido como generado por adultos y en ningún caso se ha planteado o dis­cutido la posibilidad de que alguno de las decenas de miles de artefactos y desechos hallados en los 290 sitios registrados hasta el presente en la Región Pampeana (ver inventarios en Berón y Curtoni, 1995 y Barrientos ̂ ía/á', 1996) hallan sido objetos de o para infantes. Sin embargo, en algunos sitios hay piezas que podrían corresponder a las dos cla­ses de artefactos definidas previamente.

Bolas de boleadora

Dentro de los 41 esqueletos humanos hallados en el sitio a cielo abierto, multicomponente de Arro­yo Seco 2 (Politis, 1984; Fidalgo et alii, 1986; Po­litis, 1989; Barrientos, 1997) se encuentran 9 que corresponden a infantes. La mayoría de estos esque­letos contiene ocre rojo en el sedimento que rodea a los huesos y cuentas de colmillos de cánidos, a modo de collares y pulseras, alrededor del cuello, las muñecas y los tobillos. En un caso, el enterra­miento Nro. 4 (esqueleto nro. 9, asignado a un niño de pocos años) de una antigüedad estimada en ca. 6400 años A.P., se recuperó además como ajuar funerario cerca del cráneo una pequeña bola de basalto negro (AS2/34/11) de 26 mm. de diámetro y 28 gr. de peso (Lám. V). Esta bola es similar a la de las típicas boleadoras pampeanas sin surco pero tiene dos particularidades. Una es que está confec­cionada en basalto, una materia prima raramente utilizada para este artefacto. La otra es su tamaño, sensiblemente menor al de las bolas que se hallan en abundancia en la Región Pampeana (n=126,

Lám. V. Ajuar funerario del enterramiento nro. 4 de Arro­yo Seco 2. Se destaca la pequeña bola de basalto negro (arri­ba a la derecha).

diam. x=63 mm., peso x=372,5 gr., en base a los da­tos de González, 1953).

Entre los Tehuelches de la Patagonia hay varias referencias de Musters (1997) a fines del siglo pa­sado que señalan que los niños jugaban con bolas de boleadora de menor tamaño que la de los adul­tos y que las ataban con tientos de ñandú. También se relata un accidente producido por una boleado­ra durante los juegos infantiles.

Se propone que la boleadora del enterramiento 10 de Arroyo Seco 2 corresponde a una artefacto infantil, que se incluye dentro de la clase 2 y que fue confeccionada por adultos. Las evidencias para sustentar esta hipótesis son: a) tiene un artefacto homólogo de adulto; b) es de tamaño menor; c) se encuentra en el contexto funerario de un niño; y d) hay datos etnográficos regionales que indican el uso de boleadoras pequeñas como juguetes. La buena manufactura del artefacto no encuadra totalmente con las expectativas generadas a partir del caso Nukak. Esto se explicaría parcialmente por el tipo de materia prima ya que el basalto tiene superficies pulidas naturalmente, por lo cual la confección de una pequeña boleadora sólo requeriría redondear al­gún guijarro ovoide. La fineza del acabado no sería significativa como indicador de una alta calidad de manufactura, pues, como se ha expresado, la super­ficie ya tiene un pulido natural.

Rodados costeros

En varios sitios de la Región Pampeana se han hallado rodados costeros sin ninguna modificación, especialmente en componentes del Holoceno Me-

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dio {ca. 7000 a 3500 años A.R) y Tardío {ca. des­pués del 3500 A.R)' Zanjón Seco 2, Componente Superior de La Toma y componentes Medio y Su­perior de Arroyo Seco 2. Se han registrado también en otros sitios pampeanos sin asignación temporal.

Estos rodados son de tamaño mediano o peque­ño y se encuentran naturalmente en el litoral pam­peano, disminuyendo de tamaño del suroeste al noreste. En general se hallan en la playa, cuando hay marea baja y forman bancos en los sectores rocosos. Los artefactos confeccionados sobre roda­dos, básicamente mediante la técnica bipolar, son muy abundantes en la faja medanosa litoral, en donde se encuentran abundantemente en superficie entre las dunas (de Aparicio, 1932; Austral, 1965; Politis, 1984). En base a estos materiales se ha plan­teado la existencia de grupos adaptados a la explo­tación de los recursos marinos (Bórmida, 1969). En los sitios del interior de la Región Pampeana, los artefactos sobre rodado costeros son ocasionales (Politis, 1984) y en algunos casos han sido reduci­dos por técnica bipolar.

Los rodados del sitio Arroyo Seco 2 son relati­vamente abundantes en los niveles superiores y son de tamaños mediano a pequeños (Tab. 2) (Lám. VI); no presentan ninguna modificación macro ni mi­croscópica que indique uso (Leipus, 1997). El ca­rácter antrópico de la presencia de estos cantos en el sitio está dado poï su situación contextual y por la lejanía (50 km.) a la costa marina, en donde se en­cuentran naturalmente los rodados (Fig. 1).

Teniendo en cuenta que los rodados fueron trans­portados al sitio con algún objetivo, se plantea que fueron usados para actividades lúdicas por los niños y que se pueden incluir dentro de la clase 1. Las evidencias que sustentan esta hipótesis son: a) no tienen ninguna modificación o trabajo; b) no se observan evidencias de uso para algún tipo de ac­tividad tecnológica tal como percutir, presionar, alisar o pulir; c) la baja calidad de la materia prima, que no justificaría el transporte de estos nodulos pequeños y medianos. La existencia de análogos

Nro.

50.3 33.XI.1 A36.L A39.13 50.6 64.II.2 S.r.

Unidad Estrat.

Parte sup. de Y Y X trans, con Y Parte sup. de Y Parte sup. de Y Y indet.

Long. en cms.

6,20 4,34 3,75 6,14 5,79 4,85 5,69

Ancho en cms

2,86 2,99 2,65 3,29 5,29 3,81 4,13

Peso engr.

53,2 42,9 23,1 77,7 71,1 61,4 85,7

Tab. 2. Rodados costeros de Arroyo Seco 2.

Lám. VI. Cantos rodados del sitio Arroyo Seco 2.

etnográficos (los Nukak), que trasladan y abando­nan en los campamentos residenciales guijarros sin modificar cuya función es exclusivamente lúdica infantil, indica que este tipo de conductas se registra entre cazadores-recolectores. Esto apoyaría, aunque no probaría, la hipótesis enunciada.

La alternativa de que los nodulos sean para usar como materia prima de instrumentos en el sitio es poco probables debido, no sólo a la calidad de la materia prima y a las limitaciones que impone el tamaño y la forma redondeada, sino al hecho de que no se han encontrado en el sitio núcleos agotados de esta roca ni desechos de las primeras etapas de re­ducción.

Puntas de proyectil

Existen muy pocas evidencias etnográficas de la región Pampeana de Argentina que nos permitan derivar expectativas arqueológicas para el uso de las puntas de proyectil, pero la información con respec­to a otros grupos cazadores-recolectores es relati­vamente abundante. Hay, por ejemplo, datos inte­resantes de Gusinde (1983) sobre los Yamanas, en donde relata que la manufactura de los instrumen­tos, inclusive las puntas de flecha, comenzaba a ser enseñada por los padres a sus hijos desde la edad de 3 años en adelante. Una de estas citas es muy clara al respecto: "Un adulto, generalmente el padre, les construye [a los hijos] reproducciones de las armas y utensilios de que se sirven los hombres para ca­zar... Naturalmente estas piezas se arruinan pronto o se pierden; pero infatigablemnte los adultos cons­truyen un sustituto y cuanto más crece el niño, más grandes son tales utensilios" (Gusinde, 1983:729). Entre los Sirionó, Holmberg (1978: 185) relata que

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antes de que un niño varón haya cumplido los 3 años, el padre ya le ha hecho un arco y flechas en miniatura, aunque de manera simbólica pues aún no los puede usar. Luego de esa edad, el infante co­mienza a practicar con algún tipo de arco y pasa muchas horas disparando a blancos inertes para di­vertirse y practicar; para los 8 años ya ha cazado algún animal pequeño y luego de esa edad comienza a acompañar a su padre en las cacerías. Holmberg también menciona que las flechas de los niños siempre tienen las puntas rotas y sus arcos disparan con muy poca fuerza. Un trabajo de Dawe (1997) ha recopilado abundantes citas históricas y ha demos­trado como entre diversos grupos de las llanuras norteamericanas la confección de puntas de proyec­til pequeñas, para que los niños jugaran y adquirie­ran las habilidades para la caza, era muy frecuente.

Todos los ejmplos mencionados coinciden con lo observado entre los Nukak, en cuanto al tamaño meiior del equipo y a la existencia de homólogos entre los adultos. Hay también similitud, referida a que las puntas eran hechas para los niños por los adultos (como algunos artefactos nukak) al princi­pio de la infancia y luego por los mismos infantes, y también en que había una proporción entre el tamaño del artefacto y el del niño. En este sentido, se ha ob­servado que las flechas y los arcos eran construidos dependiendo de la altura del arquero (Bourke, 1891) y por lo tanto en el registro arqueológico es espera-ble encontrar uncontinuum de tamaños de puntas de proyectil determinado, entre otros factores, por la altura del usuario (Dawe, 1997). En suma, estas observaciones permiten derivar expectativas arqueo­lógicas similares a las basadas en los Nukak, con respecto a los instrumentos de la clase 2, en sus dos variantes (confeccionado por los mismos niños o por los padres) .Tomando estas expectativas en conside­ración, se analizará el material de algunos sitios pampeanos con puntas de proyectil pequeñas: Cen^o El Sombrero (Cima), LaTomay LagunaTres Reyes.

En el sector suroriental del sistema deTandilia, Flegenheimer ( 1991,1995) ha estudiado un grupo de sitios con componentes ubicados en el Pleistoce-no Final, que han sido asignados a un mismo siste­ma cultural: Cerro La China 1,2, y 3, Cerro El Som­brero Cima y CeiTO El Sombrero Alero. Estos componentes han sido consistentemente datados entre 10.000 y 11.000 años A.P. (Flegenheimer y Zarate, 1997). Uno de estos sitios, Cerro El Sombre­ro Cima, fue interpretado como un sitio de activida­des específicas en donde se habría producido la confección de puntas de proyectil del tipo "cola de

Lám. VIL Puntas de proyectil «cola de pescado» del sitio Cerro El Sombrero Cima. El ejemplar grande es el S12.105.1. El más pequeño corresponde a la pieza S12.301.1. Foto cortesía de Nora Flegenheimer.

pescado" (también llamadas Fell 1 o Fell's Cave Stemmed) y el reemplazo de puntas rotas de los as­tiles (con lo cual se explicaría la gran cantidad de pedúnculos que se registran en el sitio). En superfi­cie y en estratigrafía se han hallado 67 puntas y pe­dúnculos descola de pescado", de variado tamaño. Las más grandes llegan hasta 95 mm. (pieza S12.105.1, Lám. VII) siendo de tamaño mayor que el promedio de este tipo de puntas en el Cono Sur (Politis, 1991). Entre las de menor tamaño, se des­tacan algunas muy pequeñas (diam. max. <30 mm.), con una calidad de manufactura notablemente infe­rior a las medianas y grandes. El caso más claro es el ejemplar S 12.301.1 (aprox. 17 mm. de largo x 10 mm. de ancho; Fig.l.c en Flegenheimer y Zarate, 1989 y Lám. VII).

Se propone que estas puntas "cola de pescado" pequeñas han sido realizadas por niños, probable­mente en la última parte de su infancia, cuando es­taban en un proceso de aprendizaje tecnológico por imitación de las actividades de sus padres. Estos artefactos se incluirían en laclase 2. Esta hipótesis se basa en las siguientes evidencias: a) artefactos homólogos en el mismo contexto b) tamaño peque­ño c) baja calidad tecnológica.

En diversos componentes del Holoceno Tardío se han recuperado puntas de proyectil bifaciales triangulares pequeñas apedunculadas. Estas puntas pequeñas están confeccionadas en cuarcita, calce-

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donia y chert y se caracterizan por la alta calidad y precisión de la técnica de fabricación. En general, estas puntas tienen una muy baja frecuencia de re­gistro en los sitios, con la única excepción de la Localidad Lobería 1 (Ceresole y Slavsky, 1985).

El componente superior del sitio La Toma ha sido considerado como un lugar de actividades múltiples datado en ca. 1.000 años A.P. (Madrid y Politis, 1991). En este componente se han recupe­rado 3 puntas de proyectil, dos fragmentadas y una tercera casi completa. Una de estas, el ejemplar LT.2/3.XVL2 es triangular de cuarzo (1 Imm. x 15 mm. X 2 mm.), está casi completa y sólo tiene el ápice fracturado. La técnica de manufactura es de menor calidad que las otras dos y tiene además los lados asimétricos.

En el Componente Superior de Laguna Tres Reyes, datado entre ca. 2200 y 1800 años A.P. (Ma­drid ̂ /tí//7, 1991 ; Madrid y Salemme, 1991), se han hallado 9 puntas de proyectil, 3 de la cuales com­parten las características de la pieza LT.2/3.XVL2. Se trata de ejemplares muy pequeños, de mala con­fección y asimétricos. Uno, lapiezaTR1.6.III.19a (13x12x2 mm.), es de cuarcita y tiene el ápice frac­turado. Otro, el ejemplar TR1.9.III.1 (13x12x3 mm.), está completo y es también de cuarcita. La tercera, TRl. 10.VL26 (15x12x2 mm.), está entera y es de calcedonia.

Se propone que la punta de proyectil LT.2/3. XVL2 y las 3 del Componente Superior de Lagu­na Tres Reyes son instrumentos confeccionados y usados por niños. Esta hipótesis se basa en: a) tie­nen homólogos dentro del mismo contexto; b) son de tamaño pequeño, ubicado en el límite inferior del rango de variación de las puntas triangulares peque­ñas del HolocenoTardío de la región Pampeana; c) son de baja calidad técnica; d) son asimétricas lo que las hace aerodinámicamente ineficaces y por lo tanto inadecuadas para punta de un arma arrojadi­za como una flecha.

CONSIDERACIONES FINALES

En este trabajo he presentado uno de los aspec­tos casi inexplorado en la arqueología que es la pro­ducción material de los niños y he examinado su aporte en la formación de los sitios arqueológicos de la región Pampeana. Siguiendo la preocupación de otros autores (Lillehammer, 1989) he tratado de aportar una metodología para identificar la partici­pación infanfil en el registro material, como un paso

inicial para discutir su agencia en las sociedades del pasado. El hecho de que los infantes formen un porcentaje importante de las poblaciones de caza­dores-recolectores y que pasen la mayor parte del tiempo en o alrededor de los campamentos residen­ciales tiene dos implicaciones relevantes para la arqueología. La primera es que debemos esperar una cantidad significativa de materiales producidos por o para los niños en determinado tipo de sitio. La segunda es que la identificación de conjuntos infan­tiles diversos (especialmente correspondientes a la infancia temprana) sería un buen indicador de la función del sitio ya que la presencia de estos obje­tos sugiere al menos una proximidad al campamen­to residencial.

Teniendo en cuenta el primer enunciado es fácil imaginar la cantidad de desechos y artefactos líticos que los niños de una banda pueden producir dentro del campamento. Desechos y artefactos que no tie­nen ningún objetivo económico o utilitario (s trie tu sensu) sino que han sido generados para aprender y entretenerse. Estos elementos no siguieron la trayectoria esperada dentro de un modelo de eficien­cia de utilización de la materia prima para una tec­nología dada ni tampoco están en directa vincula­ción con la producción de los artefactos necesarios para la obtención y procesamiento de ciertos recur­sos. En base a la información etnográfica de caza­dores-recolectores, se podría anticipar que una parte significativa de los contextos líticos de los sitios arqueológicos asignados a campamentos residen­ciales ha sido generada por los niños. Esto puede incluir desde la práctica en la reducción de nodulos y núcleos, hasta el entretenimiento con lascas y desechos diversos descartados por los talladores adultos. Se abre así una gama de posibilidades para interpretar la cultura material, cuando consideramos que no todo es consecuencia de una actividad cons­ciente, dirigida y planeada hacia la obtención de los artefactos "utilitarios", sino que por el contrario, el registro arqueológico es el efecto de una multipli­cidad de causas que incluyen la enseñanza y apren­dizaje, el juego y la diversión, la búsqueda de pres­tigio y el mantenimiento de estatus.

Los niños, como así también los ancianos, hacen las cosas de modo diferente a los adultos. Los pri­meros denen como objetivo aprender y entretener­se, los segundos enseñar y mantener el prestigio. Ambos grupos de edad contribuyen significativa­mente a generar el registro arqueológico, especial­mente en campamentos residenciales. ¿Qué porcen­taje de los desechos que llevan a reconstruir cadenas

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operativas ha sido generado en un proceso lineal de producción de un equipo de artefactos utilitarios?, ¿cuánto ha derivado de la acción recurrente y cons­tante de los niños jugando y practicando dentro de los campamentos? Esto, salvo pocas excepciones (por ejemplo Bodú^í a///, 1990; Nami, 1994) no ha sido planteado en el estudio de la tecnología lítica de los cazadores-recolectores del pasado. Sin duda, la respuesta es difícil y distinta para caso de estu­dio, pero en principio la mejor forma de abordar el análisis sería desde una perspectiva que diera cabida a múltiples agentes, no todos tratando de usar la materia prima de manera óptima, no todos suficien­temente entrenados y habilidosos, no todos preocu­pados por obtener artefactos útiles y eficientes en términos tecno-económicos.

El rango de variación de tamaño y calidad de algunos artefactos (especialmente las armas de caza) según la edad y la estatura del usuario tiene también fuertes implicaciones para el análisis ar­queológico. En primer término indica que los arte­factos de adultos y los de niños no se separan en dos conjuntos discretos sino que se deben visualizar como un continuum de tamaño y calidad. En un extremo se encontrarán los instrumentos mas pe­queños y posiblemente peor hechos (como por ejemplo las puntas "cola de pescado" más pequeñas del Cerro El Sombrero Cima), en el otro los más grandes y más elaborados. En el medio, infinitas combinaciones dependiendo, entre otros factores, de la estatura, la edad y la habilidad del fabricante o usuario. En consecuencia, algunos artefactos usa­dos frecuentemente como diagnósticos en la inter­pretación arqueológica, pueden variar en la forma y las dimensiones en función de estas tres propieda­des. La variabilidad en el diseño de las puntas de proyectil, por ejemplo, ha sido ampliamente utili­zada como indicador de distinto tipo en la arqueo­logía de los cazadores-recolectores (por ejemplo etnicidad, idiosincracia, habilidad tecnológica, je­rarquía social, función, etc.). Por supuesto, no nie­go que estas u otras sean causas de la variación es­tilística y técnica de las puntas de proyectil u otros artefactos (la literatura etnográfica abunda en ejem­plos al respecto. Le. Wiessner, 1983), pero propongo que la variabilidad artefactual también es conse­cuencia del grupo de edad y que esto debe ser con­siderado en el análisis del registro arqueológico.

Las expectativas arqueológicas generadas a par­tir de la información etnoarqueológica, etnohistó-rica y etnográfica no deben ser tomadas como rece­tas de aplicación mecánica y universal sino como

guías o referencias para comenzar a explorar la cul­tural material de los niños en paisajes arqueológi­cos específicos y a partir de allí discutir la agencia infantil en las sociedades del pasado. En este sen­tido, el fin de este trabajo es contribuir a entender los contextos arqueológicos bajo estudio no sólo como una producción de una población de adultos, sino como el resultado de la actividad de actores sociales diversos en un escenario de producción y reproducción cultural.

AGRADECIMIENTOS

Los trabajos de campo entre 1991 y 1994 fueron realizados gracias a dos subsidios, nros. 5389 y 5704, de laWenner-Gren Foundation for Anthropo­logical Research. Desde 1995 en adelante el pro­yecto fue radicado en el Instituto Amazónico de In­vestigaciones Científicas SINCHI (Colombia) y financiado coin fondos de esta institución. Durante mis estadías entre los Nukak me acompañaron alter­nativamente Julián Rodríguez, Dairon Cárdenas y Gustavo Martínez. Revisaron y comentaron las pri­meras versiones de este artículo: Almudena Hernan­do, Patricia Madrid y Hugo Nami. Nora Flegenhei-mer aportó la lámina VIL Agradezco a todas estas personas e instituciones, y especialmente a los Nukak, sin cuya ayuda este trabajo no habría sido posible. Los errores y omisiones que contiene este artículo son, por supuesto, de mi exclusiva respon­sabilidad.

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