Armado Yoani:Armado Sierra 1/28/10 1:13 PM Page 1 · y rasguña las piedras hasta mí. Apenas...

53

Transcript of Armado Yoani:Armado Sierra 1/28/10 1:13 PM Page 1 · y rasguña las piedras hasta mí. Apenas...

Armado Yoani:Armado Sierra 1/28/10 1:13 PM Page 1

Rasguña las piedrasIntérprete: Sui GenerisAutor: Charly García

Detrás de las paredes que ayer te han levantado te ruego que respires todavía. Apoyo mis espaldas y espero que me abraces atravesando el muro de mis días.

Y rasguña las piedras, y rasguña las piedras, y rasguña las piedras hasta mí.

Apenas perceptibles, escucho tus palabras se acercan las bandas de rock and roll y sacuden un poco, las paredes gastadas y siento las preguntas de tu voz.

Y rasguña las piedras, y rasguña las piedras, y rasguña las piedras hasta mí. Y si estoy cansado de gritarte es que solo quiero despertarte.

Y por fin veo tus ojos que lloran desde el fondo y empiezo a amarte con toda mi piel.Y escarbo hasta abrazarte y me sangran las manos pero qué libres vamos a crecer

Y rasguña las piedras, y rasguña las piedras, y rasguña las piedras hasta mí. Y rasguña las piedras, y rasguña las piedras, y rasguña las piedras hasta mí.

47

Bajo un mismo cielo

El fin de Onganía. Levingston-Lanusse. Luche y vuelve. Y vuelve. Rucci y el paraguas. Cámpora al gobierno, Perón al poder. Los

montos. La Triple A. Estúpidos imberbes. Luche y muere: 1º de julio de 1974. Isabelita y López Rega. 24 de marzo de 1976, 3.21 a.m.: El país se encuentra bajo el poder operativo de las Fuerzas Armadas. Videla, Massera, Agosti.

La noche sigue su fiesta al ritmo de la historia que no ignora, como un espacio paralelo donde se permite para algunos un momento de olvido, una amnesia temporal necesaria para encarar el próximo día.

Perdidos en la noche, allí en su oscuridad peligrosa surge un cam-po de batalla donde chupan gente. Treinta mil. Mientras algunos bai-lan, beben, ríen sin importarles nada. Otros resisten, otros se exilian, no pueden bailar, reír, celebrar.

Algunos de los que se quedan dicen que no saben o hacen lo que pueden. Rasguñan las piedras.

La noche se alza para ellos como un paréntesis difuso. En los rinco-nes de la noche el tiempo planta un disimulo de minutos suspendidos. Hay tribus concentradas, hay tribus desbandadas, hay tribus asesinas. Todos conviven bajo el mismo cielo de estrellas, nubes y luna.

Fue más o menos así. Quizás…

Ramos Mejía, esa locura

“Nunca fui ahí”, dice Mario Salcedo como si se tratase de una bajeza. Él seguirá en el Centro, más concretamente en el Bajo, pero me lo cuenta después, porque ahora la noche setentista tiene una

48

nueva estrella que encandila a la vez que ensombrece las movidas de la gloriosa y rebelde década anterior.

Ramos. Es, sin duda, el espacio y la palabra que marca la inau-guración de un circuito hasta entonces inédito. Entre otras cosas, los 70 son la marcha “ramense”, un túnel glorioso y sensual que se abre a pocos kilómetros de la ciudad y se engulle la noche.

Estos años abren la puerta del Lejano Oeste, que se convierte en cercano cuando caravanas, literalmente caravanas, acuden en proce-sión a dar el giro por Ramos Mejía. Es el ritual alucinado y tumultuo-so que marca la noche de esta década y se inicia con ella.

Efectivamente Ramos no es porteña, pero los porteños acuden en tumulto a buscar los pasos desenfrenados de la música disco, los espacios gigantes con múltiples pistas y arquitecturas delirantes, a vanagloriarse de entrar al templo indiscutible de la época: Pinar de Rocha. A seducirse bailando, porque el baile todavía es seducción. “Faltan años para bailar solos, para las raves, el trance y el house”, explica Alejandro Pont Lezica, el maestro de todos los DJs, cuando la abreviatura todavía no quiere decir nada y las palabras “disc jockey” aún suenan a sofisticación.

“El baile de los 60 a los 80 es un ritual de seducción y de con-quista”. Así es, ahora la música disco agita los cuerpos en un rito de sexo y orgía. Todos quieren amarse, tocarse, sentirse.

Ramos llega a reunir a 50 000 personas en una sola noche en sus boliches construidos prácticamente uno al lado del otro. Es la movida nocturna más importante no solo de Argentina, sino de toda Améri-ca. Una muchedumbre que invade la calle apretujándose para entrar al boliche elegido y apretujándose también adentro, donde todo es sudor y movimiento.

Haydee Morales, una maestra recién recibida, vive en Villa Pueyrredón. Cada viernes a la nochecita empieza el rito del maquillaje. Sombra ce-leste, rubor rosado, a tono con el labial, pestañas postizas, pantalones apretados en la cola y sueltos en la patas, alguna túnica con volados atada a la cintura para mostrar la panza de ombligo perfecto. Aros gi-gantes de bijou barata y el pelo suelto y lacio, producto de una “toca” nocturna que le alisa las ondas de su cabellera castaña. En Constitu-yentes y Monroe se encuentra con sus tres amigas, las infaltables en cada salida hacia Ramos. Ella maneja el Fiat 1500 que le presta su padre y emprenden el camino hacia el Oeste, más de cuarenta minutos de adoquines y avenidas transitadas.

49

Los que van a Ramos hacen tribu divididos solo por su fanatismo por Los Beatles o los Stones, el Boca-River de la noche.

Son sobre todo chicos y chicas de 18 a 25 años. Por allí pasa todo el mundo: oeste, este, norte, sur, estrellas internacionales, porteños, rockers. El universo entero que asoma por Argentina en esos años; las bandas emergentes y los disc jockeys que empiezan a convertirse en los sacerdotes de la noche. Y los jóvenes que hacen colas en manadas, “aprietan” en los apartados de pubs, clubs, golfitos y discos y esperan ansiosos el viernes, allí cuando arranca la fiesta.

Los espacios son numerosos, pero nadie duda de que el tour co-mienza en la avenida Gaona. Hacia allí marchan Haydee y sus amigas. Llegando desde la Capital, el primer boliche con el que se encuentran es Barbazul, un castillo feudal, en la exacta esquina donde se cruzan Gaona con General Paz. Unos metros más adelante, el Bowling West espera a los más jóvenes para una práctica muy de moda en estos tiem-pos, voltear palos o bolos, donde los equipos contrincantes, mayorita-riamente divididos en hombres por aquí y mujeres por allá, se disputan el pleno. Las chicas menos avezadas son acusadas de hacer “canale-tas”, pero vivas leyendas cuentan que no es una práctica exclusiva del género femenino. La diversión y la competencia, el coqueteo al estilo “el que gana, besa; paga una vuelta de cerveza, decide dónde se sigue la noche”, todos constituyen pactos que van aumentando la temperatura de los cuerpos. Los 70 arrancan calientes.

Los bowlings son marca 70 y Ramos tiene el suyo: top y concurrido. Luego del bowling la marcha sigue en Cepo, en Gaona y República, o en El Golfito o en Búrlate o en Notte.

Bares predisco, tempraneros y aceitados para ir arrimando a la media noche y llegar al dancing.

Pero en vez de Gaona, también se puede elegir la ruta de Rivadavia. Allí la primera parada es Camelot, una suerte de castillo medieval con portón levadizo incluido. Su público, algo mayor que el de las paradas anteriores, está entre los 25 y los 30 años, es el boliche de los “vetera-nos”. Justo al lado se planta Cíclope, es la cita obligada antes de Came-lot: tragos, guiños, elección de parejas, para no llegar solo al dancing y los recovecos del apriete de Camelot o a los besos desenfadados de la pista mientras se baila cualquier ritmo: disco por sobre todo. “La música disco llega por esa época a la Argentina y es el ritmo favorito de Ramos”, apunta Alejandro Pont Lezica. En la esquina de Necochea y Rivadavia abre sus puertas Christopher, un lugar estrictamente para ir “de levante”.

50

Es donde paran Haydee y sus amigas. Relojeos, escotes, los mejores za-patos, minis o palazzos para ellas; camisas de flores, llaveros llamativos para las llaves del auto y onda tuerca para ellos. Se hace el pacto y se parte. En la barra se acodan los pibes en un remedo del viejo estaño, para observar a las chicas y allí, de barra a mesas, tiene lugar la transa. Ellos se acercan, pagan, alardean, y ellas, como siempre, dicen sí o no.

Algunas cosas nunca cambian.Lograr una mesa en Christopher para un hombre implica toda

una dificultad. No cualquiera puede obtenerla, tan es así que los mo-zos atienden a la gente aun cuando no tienen mesa y no solo en el interior del local, también en la vereda, y nadie se va sin pagar una buena propina por el privilegio de poder poner la cola en alguna silla para hacer lo que hay que hacer: llevarse una chica. Al lado, exacta-mente en Necochea 23, se encuentra Capricho, cuyo eslogan es: “Tu cita íntima y elegante de Ramos. Whiskería, snack bar, café concert. De 17 a ...”. “No hay límite de horario –afirma Haydee–, desde la tarde hasta que consigas lo que vas a buscar: alguien que te acompa-ñe hasta la madrugada, alguien de quien quizá te enamores o al que quizá eyectes al día siguiente. En ese mismo plan se encuentra Miko’s, a solo una cuadra de Christopher. Nosotras vamos a cualquiera de los dos, depende del ánimo”.

Con sus letras de madera sobre un salpicré blanco en el frente, se presenta Juan de los Palotes, un verdadero templo de la noche ramen-se. Simplemente “Juan”, para quienes son habitués. Entrar a Juan es sumergirse en un túnel abovedado desde el cual se ingresa a la pista. Cerca, a la izquierda, se encuentra la primera barra. Los reservados rodean las pistas de baile y nadie vigila. Pasa de todo: sexo, drogas y el rock and roll alrededor.

El tránsito a lo largo de Rivadavia es a paso de hombre, ese recorrido es conocido como la “vuelta del perro”. Tener auto constituye un adicio-nal a la hora de la conquista. Ventanillas abiertas en primavera y verano y piropos de todos los estilos se sueltan de las bocas machas hacia las chicas que coquetean a conciencia mientras se deslizan por las veredas. Ramos es caza, uno de los objetivos de cualquier noche desde que el mundo es mundo.

Sobre esa misma avenida Rivadavia se apiña otra serie de boliches: Poupe, Sie Thao, Capote y Yesterday, confiterías con poca luz y priva-dos en los que el mozo suele atender con una linterna en la mano; el legendario Palo 1 y el bailable Jonas&Co son los más zarpados.

51

Ramos, apriete, telo encubierto, algo de merca, cero porro por el olor y mucho whisky para ellos y cócteles (con el tierno nombre de “trago largo”) aparentemente inofensivos para ellas. Terminar borra-cho es un orgullo y un deber, el orgullo de haber transitado del mejor modo la noche ramense; el deber cumplido de haberse comportado a la altura de lo que la noche manda.

Ayeres es otro tema. Trabaja con los elegantes de la zona. La copa a “cuatrocientos pesos viejos los días de semana”, una pequeña fortuna, algo así como cincuenta pesos en 2010. En la misma cuadra de Ayeres, el bar exclusivo, abre sus puertas BOA, que ofrece espectáculos con nú-meros en vivo. Pasan por su escenario y son promocionados como “La noche del debut de la Desfirevista, con la comicidad de Triky y Almirón, con el show estelar de Reina Reech y Juan Bautista, acompañados en la pasarela por Muñeca Moure – Ester Noemí y Fernando Mazzei”.

Un boliche íntimo es Tiny’s, ideal para el mimo y la charla: dos pisos de techos bajos cobijan a las parejas. Los contertulios vienen desde Olivos, Martínez, Lanús y hasta de Nueva Pompeya, y llegan –sin ser mal vistos– en traje de calle.

Al 14 300 de Rivadavia asoma Il Corno. Posters de Los Beatles, muebles de acrílico rojo y verde; aspecto juvenil en dos plantas. Abre a las siete de la tarde y se llena de adolescentes, considerados los más blandos de la movida, porque Ramos es mayoritariamente Stone.

A metros se encuentra Tua Pizza, tal vez la primera pizzería que ofrece pizza por metro. Allí se presentan “los viernes de jazz” donde suele tocar la Original Jazz Orchestra.

Jonas, otro boliche, tiene una fachada muy original: todo su fren-te es el corte transversal de un barco tipo galeón.

Antes de rumbear para el lado norte, es obligación hacer una pasada por Avenida de Mayo y Belgrano, ya que aquí, frente a la sucursal del Banco Provincia, se encuentra Nathan Pool y, sobre la avenida, Jet Set y Saloon.

En Hansen, Álvarez Jonte 395, predominan las “maxis” y los “palazzos”; ellos visten de sport.

Crash tiene como particularidad sus pistas circulares, rodeadas por una escalera, junto a la que se distribuyen asientos reservados.

Lord Byron y Viejo Café marcan nuevas tendencias: el primero es un café tipo inglés, en cambio el segundo es uno de los primeros piano-bar con cerveza y cáscaras de maní que tapizan el suelo.

Aníbal, un habitué fanatizado con Ramos a tal punto que dejó

52

sus estudios por participar de la movida, la recuerda así: “Conocí Ra-mos cuando tenía quince años, en 1975, y quedé tan fascinado con la noche que abandoné los estudios en poco tiempo y los terminé años más tarde. Yo paraba en Stadium (Bailapple), la música era increíble, ya a la tarde, temprano, tipo seis o siete, podías entrar al boliche para hacer la previa y escuchar buena música. Recuerdo el interior como un gran espacio con distintos niveles y balcones desde donde podías ver las pistas, barra y reservados. La primera vez que entré, a la tar-decita, estaban pasando la overtura de Tommy de Los Who y me hice fiel al boliche por su música (incluía, además de la música bolichera de entonces, bastante música rock de la época).

”De todas formas esto se repetía en todos los boliches de Ramos, luego a las tres o cuatro de la mañana podías recorrer los demás luga-res y te dejaban entrar sin problemas. La previa era reunirse en algún golfito, que los había en Ramos y Ciudadela, o en el bowling Palo5 de Liniers, o algún otro un poco más chico mismo en Ramos. También se habían puesto de moda las churrerías, había una en la plaza. Antes o después del boliche podías comprar algunos churros bien hechos y con distintos rellenos. Y es verdad, las chicas eran unas muñecas, todos estábamos bien vestidos, no recuerdo peleas o problemas se-rios, los chicos íbamos vestidos de sport para Crash, Stadium, Notte, Jonas o elegante sport para For Export, Juan de los Palotes y Camelot que eran para gente más grande”.

Haydee me cuenta qué pasa adentro de los lugares de Ramos por los que transita. “La droga del momento es emborracharse con whis-ky. Todas las mujeres además tomamos anfetaminas. Muchas empie-zan a los trece, catorce años y, en general, recomendadas por sus ma-dres, que les dicen ‘tomate esta pastillita que te va a dar energía’. Mi vieja nunca me dio. La pastilla más común es el obesín, de venta libre, las comprás como las aspirinas. Causan palpitaciones, alucinaciones, euforia, energía extrema. A veces me tomo alguna porque sé que pue-den producir adicción. Cuando la tomo, no como, no tengo hambre. Una vez llegué al punto de creer que los perros, la televisión y las luces me hablaban, me daban mensajes. Sentía que Dios me hablaba, un gran misticismo. En cuanto a la ropa, nosotras preferimos las polle-ras kilt, zapatos Kickers o plataformas. Minifaldas, mucho maquillaje –incluso pestañas postizas de día y de noche–, y para ellos: camisas, jeans blancos con patas de elefante y montgomerys. También están de moda los zapatos bicolores (blancos y marrones) importados. Mucha

53

chomba Lacoste para los que tienen más plata. Los jeans nevados son una marca de exclusividad, no todos pueden comprarlos. Son caros. Salimos siempre en grupo, más que nada porque son las reglas de los viejos. Ellos se quedan tranquilos si salimos con un grupo de gente que conocen. Solemos llegar entre las diez y las once de la noche y nos vamos a las cuatro de la mañana, como mucho, pero no siempre nos vamos a dormir. Vamos a la casa de alguna de las chicas y tomamos mate con bizcochos hasta las seis. Recién entonces volvemos a casa. No nos vamos con ningún chico que hayamos conocido. Nos pasa-mos los teléfonos y arreglamos para otro día. Al menos mis amigas y yo hacemos eso”.

Si Ramos Mejía hubiese tenido casinos y negocios con tragamo-nedas, se la podría considerar como una suerte de “Las Vegas” nacio-nal, donde todo es desenfreno, adrenalina por ganar (un hombre, una mujer), discotecas con arquitecturas delirantes y ostentosas, multitu-des por las calles en busca de pura diversión. Si bien ellos no juegan al punto y banca o no ponen sus fichas sobre paños verdes, juegan a otro juego: la ruleta rusa de la seducción. Esa es la apuesta más fuerte de sus tribus y lo que sobrevive ahora en el recuerdo de quienes han caminado sus calles.

Pero toda la movida ramense es como una procesión para llegar a la Meca del Oeste, la competencia del Conurbano de Mau Mau, lo que hace top a Ramos: Pinar de Rocha; ahí sobre segunda Rivadavia, donde Ramos ya le da paso a Haedo.

Pinar de Rocha: La más exclusiva del Oeste

Dardo Rocha jamás habría podido ni soñar que su estancia, inaugurada en 1864, se convertiría después de más de cien años en una boite de moda. Pinar de Rocha, o simplemente Pinar como la llaman todos, cuenta en su jardín con una jaula en la que permanece encerrado un puma. En los primeros 70, se recomienda que bien vale la pena pa-gar unos 500 pesos de entonces por un trago de lunes a jueves; o unos 700 los viernes y domingos. Los primeros viernes de cada mes, por 3000 pesos la pareja, hay canilla libre. Ser habitué de Pinar se premia con una distinción: “La Llave del Pinar”. Un logro, un orgullo, la idea que siempre circula por la noche: pertenecer. Hay colas para entrar y nadie se queja. Lo dicho: pertenecer tiene sus privilegios.

54

Son los hermanos Fabre, Oscar y Ricardo, los que inventan la mo-vida. Así lo cuenta Ricardo, el mismo que diez años después inventará otro espacio nocturno inolvidable, New York City: “Nosotros creíamos que si aparecía un lugar al que pudieras ir a bailar solo, sin pareja, tenía que funcionar. Y arrancamos en Pinar de Rocha, que tenía una estructu-ra fantástica, enorme, que económicamente facturaba muy mal porque lo que facturaba no le alcanzaba, no era suficiente, y caímos justo en el momento en que ellos necesitaban ingresos. Lo nuestro era más popular. Ellos estaban quizás un sábado con público de Barrio Norte, porque la gente se trasladaba, y el domingo era más popular, más Ramos Mejía, más Gran Buenos Aires. En septiembre del 72 hicimos cuatro fiestas los domingos, quedó gente en la calle, un éxito brutal”.

Marcelo Ohienart, en su libro Nostalgias de un tiempo que pasó. Crónicas ramenses, recuerda a quienes pasaron por Pinar en sus años de esplendor y que se extendieron hasta la década siguiente: “Desem-polvar las tarjetas de los boliches guardadas después de tantos años, me deparó una grata sorpresa: la calidad de los espectáculos que la noche de Ramos ofrecía por aquellos años. Entre ellas, una vieja tar-jeta de Pinar anunciaba para un domingo en ‘Exclusivo (en vivo)’ a Gloria Gaynor. Otros que participaron de los espectáculos de aquellos años fueron Chassman y Chirolita, José Marrone, Juan Carlos Cala-bró, Litto Nebbia, Charly García, Nito Mestre, los Blue Jeans, Jorge Porcel, Juan Marcelo, Juan Verdaguer, Valeria Lynch y Víctor Heredia, por citar solo algunos. También supo destacarse por los desfiles, por sus pasarelas se mostraron Pata Villanueva, Graciela Alfano, Adriana Constantini, Antoine y Carlos Iglesias. En las fiestas de estudiantes, organizadas para recaudar dinero para el viaje de egresados, donde se debían vender entradas y armar a pulmón los shows, eran invitados músicos de la talla de Invisible, Mantra y Los Bárbaros”.

Divagario: Rock & Ramos

Divagario es el espacio del rock en la movida ramense. La refe-rencia en el Oeste del incipiente movimiento rockero que se gestaba en el país. Quedaba en Avenida de Mayo 37, en la planta alta de la farmacia Social.

Juan Ávalos, más conocido como “el Piojo”, recuerda que jun-to con Haydee, su mujer, ambos con apenas dieciséis, concurrían a

55

Divagario, y según él “era un lugar para divagar y zapar, al que caía la cana y la rutina era bajar con el DNI en la mano, previo paso por el baño que quedaba lleno de porquerías”.

“Además –agrega–, al que veían con barba y pelo largo, le decían Pappo, para ellos, todos éramos Pappo”. El Piojo Ávalos recuerda también las improvisaciones del primer Manal en el Club Estudiantil Porteño, de Barcala 716.

“Divagario fue un lugar creado por un grupo de amigos –sigue Ohienart–, un intento alternativo para tocar música nacional y lle-var adelante las ideas creativas. El rock en ese momento venía de la mano con la política, los sindicatos obreros independientes, todas las artes, el Mayo Francés y la guerra en Vietnam. Cuando se habla de ‘movimiento rock’, era justamente eso, un movimiento ligado a todo lo que fuera cambiar el mundo y despertar conciencias. Esto también se escuchaba. Nada de ‘blandos’ ni ‘cancioncitas’ (odiábamos a Sui Generis). El habitué de Divagario amaba a Hendrix, Cream, Zepp, Neil Young, Kerouac y Dylan”.

A Divagario llegaban todos. Pappo, Willy Gardi (El Reloj), el

Ser habitué de Pinar de Rocha se premiaba con una distinción: “La Llave de Pinar”. El resto debía conformarse con una foto souvenir: “Recuerdo de Pinar”.

Gent

ileza

de

Silv

ia A

rmoz

a

56

“Bocón” Frascino (Pescado Rabioso), toda gente del Oeste. El Piojo Ávalos recuerda una anécdota con la Policía: “Una noche cayó la cana y se llevó como a cuatrocientos, entre los cuales estaban Pappo y muchos otros personajes de la época. Tuvieron que sacar las má-quinas de escribir al patio de la comisaría para tomar datos. A mí me metieron en un cuarto que estaba lleno de carpetas y papeles; estaba tan loco que no podía parar, y desarmé todo el cuarto. Cuando me vinieron a buscar no me mataron a palos, todavía no sé por qué”.

Quienes llegaban despiertos a las cinco o seis de la mañana y tenían ganas de marcha, se dirigían a un bar conocido como “Vómito” por el olor agrio que emanaba, producto de las destilaciones de la noche.

Isidoro: Playboy modelo 70

Isidoro Cañones, padrino de Patoruzú, puede considerarse como el auténtico playboy de la noche porteña de la década del 70. Adora la vida fácil, las carreras de caballos, los autos deportivos y el Chivas Regal, que lo acompaña permanentemente. Es un fiel representante del típico “chanta porteño” según su propio creador. Generalmen-te viste polera negra, saco cruzado, mocasines relucientes, pelo a la gomina, y un vaso de whisky para entonarse. Isidoro va de fiesta en fiesta buscando diversión y viviendo la vida a su manera, cambia de chica pero de algún modo es siempre fiel a Cachorra, la verdadera lista de la historia. La que lo atrapa en sus redes y le susurra al oído cómo ser el más patán.

Según Néstor Giunta, creador de la web Todo Historietas, una de las razones del éxito del personaje se debe a que, a diferencia de los otros héroes de cómic, Isidoro tiene una vida como la de muchos de los lectores. Del mismo modo en que Patoruzú, también creado por Quinterno, encarna todas las virtudes humanas casi hasta el aburri-miento, Isidoro se reserva para sí una gran cuota de verosimilitud y realismo. “Otro de los aciertos de la historieta –afirma Giunta– fue hacer constantes alusiones a las marcas y lugares de moda, lo que acentuaba aún más el realismo y la consiguiente identificación por parte de los lectores”.

De este modo la historieta despliega una Buenos Aires que existe, que no es cartón pintado. Isidoro recrea el prototipo del hombre de la noche, del hombre que todos los hombres quieren ser. Es un ideal,

57

admirado hasta en sus perrerías. Los hombres sueñan con vivir la vida como él, una vida que, en sus comienzos, representa a todo un sector del país que, sin ser de la elite económica, vive y conoce el Bue-nos Aires nocturno y disfruta de las fiestas de la alta sociedad. Pero hay algo más que contribuye tanto a la admiración como a la iden-tificación. Aquellos que no pueden concurrir a los lugares a los que asiste Isidoro Cañones viajan con él, acceden de su mano al jet set y a su glamour. Algunos testimonios recopilados por Giunta dan la clave del éxito de Isidoro Cañones como prototipo del playboy de los 70.

Según el escritor Luis Guzmán, “Isidoro era un playboy de otro tiempo y hacía gala de un cinismo casi inocente; era un tarambana, y a su vez un antihéroe algo querible a partir de sus fracasos, nunca demasiado malo ni demasiado cínico como para juzgarlo”. Por su parte, el filósofo Omar Bello expresa que “nadie sintetizó mejor al porteño y, por añadidura, al argentino promedio: un chanta irres-ponsable, pero increíblemente carismático. Ladrón, pero sin sangre ni violencia. Estafador del ingenio”. Andrés Accorsi, especialista en comics, afirma que “Isidoro no estaba del lado de los buenos: esta-ba del lado de Isidoro. Si descubría las fallas del sistema, era en su propio beneficio y no para cambiar una situación injusta. La suya era una revolución frívola, que bien justificaba las infames estafas de las que se valía con tal de obtener guita, chapa y chicas”. Según Oscar Steimberg, “Isidoro tenía el optimismo del pequeño triunfador a quien le importa lo que pasa hoy y no mañana”.

Isidoro Cañones, el personaje creado por Dante Quinterno, es un fiel habitué de Mau Mau. A principios de los 70 aparecen dos discos llamados La discoteca de Isidoro con tapas diseñadas por su creador.

58

Isidoro es un habitué de Mau Mau que sigue palpitando con un ritmo tan acelerado como el de la década anterior y, como en aquel entonces, acomodándose a los cambios políticos del momento.

La popularidad del personaje creado por Dante Quinterno, Isidoro Cañones, es tal que, entre los años 1973 y 1974, aparecen dos discos llamados La discoteca de Isidoro, con tapas diseñadas por su creador. En una se puede apreciar a Isidoro solo, vestido en tonos de azul y negro, con un séquito infinito de mujeres detrás, su coro de las Nerei-das, sus admiradoras incondicionales que sonríen eternamente felices de verle el trasero al rey de la noche, el playboy más excelso creado por las ficciones de la época. En la segunda, con espíritu más fiestero, Isidoro viste un pantalón gris con una polera de morley blanca y baila rodeado por una rubia y una morocha capaces de producirle un infarto a un niño de cinco años. Ambas con sendos escotes hasta los pechos, cabello largo, vinchas en el pelo y look psicodélico.

Isidoro aparece como una suerte de DJ de los dos discos que re-copilan los hits de la época. Las colecciones incluyen desde Roll over Beethoven, de Electric Light Orchestra, hasta Who was, de Hurricane Smith, Miss Ruth Ann, del conjunto Gallery, o Mama Loa, de los Humphries Singers. Temas irresistibles que recalaban en la música disco, en el soul y el lounge.

Mau Mau: Más cerca del ocaso

Los 70 tienen toda la efervescencia de la militancia pero también de la represión. “Patria o muerte” se grafitea por la noche mientras Mau Mau sigue con su marcha de fiestas, no tan ajenas a lo que sucede en el país. El blue jean y los pantalones oxford con zapatos de platafor-ma entran por la puerta de Arroyo y dejan atrás los vestidos largos y las corbatas sobrias. La decoración también cambia: el arquitecto Juan José Saavedra tiñe paredes y pisos de bordó y negro. En esos años Mau Mau se vuelve una pasarela gigante donde desfilan las modelos más importantes. Emilio Pucci presenta allí su colección de temporada. La AMA (Asociación de Modelos Argentinas) hace en la boite su desfile anual y Chunchuna Villafañe, Claudia Sánchez, Kooka, Liliana Cal-dini y Mora Furtado prestan cuerpos y caras para la ocasión. Susana Giménez es invitada casi por obligación (son los días en que el ¡Shock! del aviso de jabón Cadum enloquece a los hombres argentinos) y viste

59

un escote en la espalda, que según Lata Liste “se pasa de la raya” [sic] y que causa revuelo e indignación entre las modelos.

Al mismo tiempo, Aramburu es asesinado por los Montoneros. Lanusse trabaja en la Casa Rosada y algunos generales siguen yen-do a Mau para las fiestas de polo o de esgrima. También es habitué Diego Muñiz Barreto Bunge, un particular aristócrata amigo de los peronistas. Cuenta la leyenda que varias veces aparece acompañado del dirigente montonero Rodolfo Galimberti, al que José Lata Liste jura y jura no haber visto jamás. Me lo jura a mí en la entrevista que le hago en el bar del Hotel Alvear cincuenta años después.

Poco después, Muñiz Barreto Bunge es electo diputado por el pe-ronismo y ocupa una banca hasta el golpe del 76. Nunca más se sabe de él hasta treinta años más tarde, cuando gracias a la tenacidad de sus hijos puede conocerse que ha sido asesinado por la dictadura. También sucede de noche. No hay música, solo el silencio de los verdugos.

Como un desafío o por pura diversión, también pasan por Mau Vicente Solano Lima, vicepresidente de Héctor Cámpora, y Raúl Lasti-ri, yerno de López Rega, el ex ministro de Bienestar Social de Cámpora e Isabel Perón.

En 1970, los Lata Liste habían inaugurado el Mau Mau de Marbella y, dos años después, el de Madrid, aunque ninguno de los dos alcanza el esplendor del original. En España se asocian con el príncipe Adolfo de Hohenlohe y con el torero Luis Miguel Domin-guín. Pero el primer gran derrumbe del imperio no sucede hasta 1977, cuando muere Alberto Lata Liste y, percatado de la caída, José intenta revitalizar su casa incorporando el jet set europeo a su fauna. La idea hace ruido, pero los cachets convierten al propósito en un manotazo desafortunado. Aun así, Mau sigue siendo Mau. En noviembre del 79, el día en que el empresario Francisco Soldati es asesinado por los Montoneros, Lata Liste cierra su disco en señal de luto. Sólo después recibe al entonces comandante de la Marina, Emilio Massera, sobre quien, todavía hoy, Lata Liste sostiene opiniones ambiguas: “Fue un hombre que pudo haber hecho un proceso enorme, pero no cumplió, no lo supo hacer”.

Franquear la puerta de Mau Mau, ya fue dicho, es una bata-lla difícil. Hasta el 74 hay que pasar por la mirada recriminatoria del portero Julio Fraga, después, por la mirada entrenada de Andrés Fredes o El Negro Fredy, su discípulo, que termina arrestado por la División de Toxicomanía de la Policía Federal. Es acusado de poseer

60

setenta gramos de cocaína. El Negro dice que se lo plantaron: “Me dijeron: ‘Esto es suyo’. Yo dije que no y me sugirieron que dijera que era de Lata Liste y me dejaban ir. Y como no lo dije, tuve que ir pre-so. Estuve cinco meses en Devoto y me largaron. Lata Liste dice que yo lo defraudé porque tiene que mantener su nombre limpio. Pero yo no entro en esa”. La versión de José Lata Liste es otra: “Yo veía movimientos raros. En la puerta tenía al hijo esperando en un taxi y desde ahí vendía, me lo decían todos. Me resultaba increíble, pero fue así. Fredes fue una persona que traicionó la disciplina. Esas cosas no tenían que pasar”.

Los años gloriosos de Mau definitivamente comienzan a marcar su cuenta regresiva.

Le Club y Afrika: Los nuevos sonidos del downtown

Le Club es la disco que comienza a hacerle sombra a Mau sobre comienzos de la década y aun durante la dictadura. Fundada por Miguel Schapire –que luego abre una posada con el mismo nombre en Punta del Este–, el lugar se planta en Recoleta, en Quintana 111, esquina Parera. Un portón verde de lata con un ojo de buey y una chapa dorada que tiene grabado el nombre “Le Club” anuncian que allí pasa algo. Se sube una escalera tipo loft y ahí ya se llega a la pista, más atrás, la barra y al fondo, los baños. Se entra con tarjetas y por estricta invitación.

El ambiente es más distendido y reventado que el de Mau. Ro-berto, un habitué que ahora me encuentro apreciando obras en la Fundación Klemm, recuerda que el lugar tiene muchos “‘mataderos’, lugares para hacer todo tipo de cosas, con discreción, pero todo tipo de cosas: el piso de arriba y el baño, sobre todo”.

Mario Salcedo por fin encuentra su lugar en la noche. En los alre-dedores de Le Club suele estacionar su Alfa Romeo blanco para luego perderse tras el portón verde e ir por su cuota de diversión.

En plena dictadura, Marta Minujín organiza la fiesta del dólar. Ella misma se viste de dólar y todo es verde: el chocolate, el champagne, la ropa. Pata Villanueva, Claudia Sánchez y el Nono Pugliese son de la partida. Cuando Bo Dereck visita Buenos Aires elige Le Club como su disco de preferencia. El toque de distinción se mantiene, pero se suma la posibilidad de hacer todo lo que uno quiera sin ser censurado

61

David Carradine junto a una diosa porteña. Todo el jet set que pasaba por Buenos Aires hacía su parada, obligatoriamente, en Le Club.

Gent

ileza

de

Mig

uel S

chap

ire

Olé!!! Jovencísimos Imanol Arias, Ana Belén y Manuel Banderas junto a Miguel Schapire, mano derecha de Regine, que luego instaló la exclusiva Le Club en el mismo espacio que ocupó el malogrado club de la francesa, reina de la noche mundial que empezó limpiando baños.

Gent

ileza

de

Mig

uel S

chap

ire

62

o advertido. Le Club desentumece la noche que Mau quiere encorse-tar. Hace concursos donde se elige a Miss Le Club, toda una carta de presentación para cualquier chica joven, distinguida y algo frívola de la época.

Le Club se instala en el mismo espacio donde funcionó el Club Regine’s dirigido por la mítica madame francesa y reina de la noche del jet set mundial, Regine, que hace sus primeros pasos en la noche parisina como cuidadora de baños. Regine’s, todo lujo y glamour, completamente decorado de rosa, dispara precios carísimos y poco competitivos para la época de Martínez de Hoz. El exclusivo club –en realidad una sociedad entre Jean Paul Belmondo, Alain Delon y Ursu-la Andrews– no funciona en Buenos Aires. Se derrumba. Su manager, Miguel Schapire, proviene de una familia de editores progresistas y él mismo es editor hasta que se da cuenta de que durante la dictadura editar libros no es negocio: los textos van a parar bajo tierra o a una hoguera. El business de la noche se le presenta como más atractivo y seguro: decide encararlo con excelencia. Aprovecha su vínculo con

El príncipe Felipe de España mucho antes de conocer a Leticia, la plebeya que aspira al trono español. Vestido con ropas “de faena”, se sabe que luego se cambió y se convirtió en un joven más en los atractivos pasillos de Le Club.

Gent

ileza

de

Mig

uel S

chap

ire

63

Regine y es así como abre Le Club, un espacio exclusivo y demencial que incluye restaurante con chef francés y tarjeta vip para el ingre-so. Es atendido por mujeres hermosas, dotadas de los atributos de cualquier chica Playboy. Pupi Echave es el DJ y su ayudante es Dany Nijensohn, que realiza allí su primer trabajo pasando música que le resulta totalmente desconocida. “No fue una traición para mí pasar esa música que no me gustaba –afirma–. Estaba aprendiendo una profesión. Pupi quería un suplente, alguien que lo reemplazase cuan-do estaba cansado y eso fue lo que hice yo”.

“Los ‘mataderos’ de adentro… no sabíamos que afuera había otros mataderos –asegura Mario Salcedo–. Yo tampoco en los prime-ros años sabía lo que pasaba mientras nos refugiábamos allí durante el estado de sitio. La noche metía miedo, pero entrando a Le Club ingresabas a un lugar donde te olvidabas de todo, un mundo encap-sulado, distanciado del peligro de las calles”.

Afrika, la disco del Alvear, es otra de las paradas del dancing porteño. Pero nunca llega a los estándares de Mau o Le Club, ni por cantidad de público, ni por actitud. Pasa inadvertida en el recuerdo de quienes pisan las pistas.

Entre unas y otras pasa, sin embargo, todo el mundo: de la os-tentación al reviente con glamour y dinero. Sobre todo dinero o la moneda de la fama que todo lo paga: los tragos, las tarjetas vips y la pertenencia.

Algunas otras cosas tampoco nunca cambian.

Rock & roll: Plano - contraplano

Crisis, separaciones, rechazos, éxitos encandilados y reuniones fugaces transitan casi con el mismo peso al ritmo de la noche don-de se urden las canciones, las alianzas, las peleas, los ensayos y los conciertos. Se crea más, se naufraga menos. Proyectos ambiciosos llevados a cabo por jóvenes que ven pasar la historia con interés y compromiso, metiendo los pies en el barro con la astucia de sus metá-foras, “qué se puede hacer salvo ver películas”, canta Charly García con su grupo La Máquina de Hacer Pájaros, mientras León Gieco escribe “todas las abejas y todas las ovejas fueron masacradas por la gran araña” y Moris aúlla en De nada sirve: “Es muy tarde, / son las tres de la mañana. / Los bares están cerrados, / las mujeres duermen, /

64

los cines también están cerrados, / la guitarra no se puede tocar, / sino el vecino se va a despertar”.

Los músicos se adueñan de la noche de estos años donde el rock nacional llega para quedarse y crecer y crecer. ¿Qué otra cosa sino tocar y componer? ¿Qué otra cosa sino planear ir a sus recitales? La dictadura no los detiene, sigue la marcha, siguen creando aunque la censura se cuele, aunque los malentendidos los salven. Ellos, como tribu, sortearon con sus letras sesgadas y su bendita imprudencia las noches de fuego y muerte. Ellos sobrevivieron con su música y su estirpe. Con su vida y sobrevida dejan el rastro poderoso de una ge-neración con la que compartieron el cielo más oscuro de todas las noches de las noches que miles de sus contemporáneos no tienen el privilegio (¿acaso se puede elegir una suerte?) de seguir disfrutando. Sin proponérselo, los rockeros construyen la memoria de los que ya no podrán leer este libro que relata también sus noches, algunas de ellas. El rock se convierte en ese mullido refugio donde no entumecer ni el corazón ni el cerebro. Y todo eso pasa de noche, parafraseando a Moris, porque “es muy tarde, son las tres de la mañana” y no hay otra cosa que hacer si militás o no te exiliás. Ningún diario publica su necrológica. Para muchos los 70 en el mundo del rock nacional abren/cierran con la mala noticia de la muerte de Tanguito.

Con los brazos rotos por los pinchazos de las anfetaminas inyec-tables a las que se había hecho adicto, alejado de la banda de La Cue-va que lo cobijó durante la década anterior y rodeado de groupies, la banda de los valerios, Tanguito graba algunos temas en 1970 en los estudios TNT donde Manal, Moris y Vox Dei, entre otros, comien-zan a registrar sus primeros discos para Mandioca, el sello de Jorge Álvarez, Pedro Pujó, Rafael López Sánchez y Javier Arroyuelo. Esos registros son hechos como bocetos, acompañado únicamente por su guitarra, para aceitar la ingeniería de un nuevo álbum, pero ese tra-bajo no llega a completarse.

El vagabundeo y las detenciones nocturnas son cada vez más fre-cuentes. La persecución policial es despiadada y lo conduce muchas veces a un calabozo de Devoto bajo la acusación de contravenir edic-tos policiales: ebriedad, mendicidad y vagancia o disturbios en la vía pública.

Según el periodista Víctor Pintos, su mejor biógrafo, “después de una de esas numerosas detenciones, en febrero de 1971, llegó a ser pre-sentado por la división Seguridad Personal de la Policía Federal como

65

cabecilla de una banda de narcotraficantes. En aquellos días comien-za una serie de periódicas reclusiones en la Unidad Penitenciaria del Hospital Borda, donde por otro lado se pone en marcha un servicio de atención a drogadictos. Luego de un período de meses tras las rejas, en el que es sometido a tratamientos con electroshocks y shocks insu-línicos que prometen cortar de cuajo el síndrome de abstinencia a las anfetaminas, en mayo de 1972 es trasladado a la Unidad 13 del mismo centro asistencial, destinada a la internación de enfermos mentales.

”De aquel siniestro lugar, Tanguito se escapa una madrugada. Unas horas después, a las 10.50 de ese día, el 19 de mayo de 1972, muere bajo las ruedas del tren del Ferrocarril San Martín, pocas cua-dras antes de la estación Palermo. Era el tren que podría haberlo llevado de regreso a su casa en Caseros City”.

Tanto Pintos como su amigo Fernando Noy –que por esos años se está desintoxicando de los excesos de los 60 en París– descartan la teoría de la conspiración, del asesinato por parte de la Policía y hablan de un accidente fatal. Es otoño.

En la primavera del mismo año, Sui Generis –la banda que define la década– graba su primer álbum, Vida. La dupla Charly García y Nito Mestre produce dos vinilos más y se separa en 1975. Se despiden dando dos conciertos inolvidables en el Luna Park el 5 de septiembre. Resignifican para siempre un espacio vinculado históricamente a los matchs de boxeo, abriendo allí una brecha para la música y los re-citales. Los dos conciertos consecutivos de despedida reúnen alrede-dor de 27 000 personas. La censura ya comienza a presentarse como un fantasma inconsciente. En la remasterización de los shows que se hace veinte años después se descubre que en el primer concierto solo cantan el estribillo del tema Botas locas: “Yo formé parte de un ejército loco, / tenía veinte años y el pelo muy corto, / pero mi amigo hubo una confusión, / porque para ellos el loco era yo”; en el segundo show arremeten con la canción entera, como si hubiesen tomado co-raje. Desde el punto de vista técnico, es el espectáculo más completo de la época en materia de sonido: se utilizaron 5000 watts de ampli-ficación. Es, además, filmado por un equipo dirigido por Leopoldo Torre Nilsson y grabado en vivo para el sistema cuadrafónico. Hay histeria e idolatría, pero no desmanes. Cuenta Víctor Pintos que a la salida, León Gieco –que se encuentra en la platea junto a su mujer, Alicia– va caminando por Corrientes y se cruza en una pizzería con Charly y Nito comiendo solos. No entra. No hay fans, ni amigos, ni

66

otros músicos. “Tal es el estado del rock por ese entonces”, describe Víctor Pintos y deja en suspenso la idea de desasosiego.

Es el mismo Gieco quien en 1976, ya en plena dictadura, sufre al menos dos episodios penosos que también pueden leerse, quizá por la perspectiva histórica, con cierta gracia. Una noche lo detiene el per-sonal de Informaciones de la Policía Federal. El día anterior habían asesinado al jefe de la Policía Federal, Alberto Villar, y ese mismo día Gieco había cantado en un programa de tevé su canción John el cowboy, que dice: “Johny mató al sheriff / y entre otras cosas cantó libertad”. La Policía entiende que León da una orden cifrada desde Canal 7 de mandar a matar a Villar. La detención no pasa a mayores.

Es también durante 1976 cuando Charly García compone para León el tema El fantasma de Canterville. Allí, tal vez por primera vez, la censura afila sus tijeras de una manera nada obvia. En el álbum, que se edita un año después, Gieco se ve obligado a cambiar un verso en la canción que le da el nombre. En vez de decir “he muerto muchas veces acribillado en la ciudad”, dice “he muerto muchas veces rodando so-bre la ciudad”. La cosa es que en la primera edición se cuelan 500 álbu-mes con la versión original, el resto se edita con la versión censurada.

Los recitales de rock son el desahogo más importante que tiene la juventud. “Más allá del rock, no hay mucho para hacer en esta ciu-dad encorsetada”, afirma Mario Salcedo, aunque no va con su coche blanco a ningún recital.

Así es, la movida está en el rock. Muchos concurren a los con-ciertos con almohaditas porque saben que a la salida es muy posible que haya una redada de la Policía y terminen la noche en el calabozo. No les importa. Igual van. Con el rock no se meten más que hasta ahí. Hay grados de insidia. A los rockeros y a sus seguidores pueden censurarlos o intimidarlos; si sos militante te pueden matar o desapa-recer. La gradación de la represión es clara.

Durante el 76 se separa Invisible, la tercera banda liderada por Luis Alberto Spinetta, luego de Almendra y Pescado Rabioso. Ya no pueden cantar Las golondrinas de Plaza de Mayo que, como muchos otros temas del cancionero nacional, forman parte de una lista de te-mas censurados por el COMFER (Comité Federal de Radiodifusión).

Es también durante una noche que Spinetta es detenido por averi-guación de antecedentes. En la celda donde lo demoran encuentra un graffiti con la letra de su tema grabado como solista, Cementerio Club, del álbum Artaud: “Justo que pensaba en vos, nena, caí muerto. / ¿Qué

67

le dio al pequeño dios / del centro gris del abismo? / Sólo sé que no soy yo a quien duerme. / Sólo sé que no soy yo a quien duerme / Dime, nena, ¿adónde ves ahora / algo en mí que no detestes? /Qué solo y triste voy a estar en este cementerio. / Qué calor hará sin vos en verano”.

Los fans también sufren detenciones. Entre tantas otras, una de ellas tiene lugar una noche en una casa de Belgrano. Un grupo de seguidores de Genesis, la banda de rock inglesa, se reúne para ver un documental casero de la banda sincronizado con discos. Aprovechan que los padres del dueño de casa no están y arman una fiesta. Son unos cuarenta. Un vecino, de esos que tampoco faltan durante esos tiempos donde la delación es un mal hábito, denuncia a la Policía que en su cuadra está teniendo lugar una reunión de terroristas. Llegan camiones con soldados. Las casas del barrio se cierran a cal y canto. Cero solidaridad. Los pibes son llevados a la comisaría de Olleros y Cabildo. Allí pasan la noche hasta que, cuando empiezan con las identificaciones, se dan cuenta de que entre los detenidos se encuen-tran el hijo del presidente del club River Plate y los hijos de la familia Rocca, dueña de Techint. Los sueltan y allí no pasa nada. El poder económico manda callar a los canas.

Con todo, el Luna Park sigue funcionando como escenario de

En noviembre de 1977, Charly García organiza el Festival del Amor y dibuja este afiche para promocionarlo.

68

conciertos que se llenan de público ávido por un espacio de libertad, un lugar que las calles bloqueadas por el estado de sitio les niega. El Fes-tival del Amor, organizado por Charly García en noviembre de 1977, es el evento rockero más poderoso de la década, tanto por su duración –más de cuatro horas– como por la cantidad de músicos importantes que reúne. Así lo recuerda Víctor Pintos: “Tuvo lugar en las horas más tenebrosas de la historia argentina reciente, cuando la dictadura, im-punemente, secuestraba, torturaba y asesinaba. Y se llamó El Festival del Amor… Mucho tiempo después advertimos la paradoja –admite Víctor Pintos–. Sucedió el 11 de noviembre de 1977 en el Luna Park por iniciativa de Charly García y su amigo y nuevo socio de ese momen-to, David Lebón, y tuvo mucho éxito: casi sin publicidad masiva –por entonces nadie podía imaginar una ciudad con afiches ni avisos en la tele anunciando un concierto de rock, como hoy es habitual–, convocó 15 000 personas (el estadio, en aquella época, estaba acondicionado para el boxeo de tal forma que tenía esa capacidad). La ocasión sirve para que Charly despida a La Máquina de Hacer Pájaros, el grupo con el que venía tocando desde hacía poco menos de dos años. También para reunir a Sui Generis, su dúo con Nito Mestre, que había conclui-do oficialmente su historia en septiembre del 75 en ese mismo Luna Park, y al fugaz supergrupo PorSuiGieco. Y fundamentalmente para reunir a sus amigos, que no casualmente eran parte de las más grandes figuras del rock de ese tiempo: León Gieco, Gustavo Santaolalla, Raúl Porchetto y los ya citados Mestre y Lebón. La historia no contada en ese momento dice que García y Lebón lo hicieron porque no tenían un peso, pese a que ya eran famosos y reconocidos en el ámbito del rock, y querían irse del país, por un tiempo al menos, para respirar mejo-res aires. Ese viaje terminaría en Brasil con excelentes resultados: fue en Buzios donde unos meses después fundarían Serú Girán. El concierto, que dura cuatro horas, es grabado para un disco sin buenos resultados: por acoples y desajustes técnicos diversos, muchos registros en vivo no se pudieron recuperar. No obstante, algunos sirvieron. Con ellos, y con grabaciones hechas en estudio entre enero y febrero de 1978, se editó un disco doble en el invierno de 1980. El álbum se llamó Música del alma y tuvo en la portada un inolvidable dibujo de Renata Schussheim, artista plástica que al momento de esa edición estaba muy cercana a Charly”.

El conflicto limítrofe con Chile por el canal de Beagle y el Mundial de fútbol ponen a los músicos en alerta y muchos deciden irse. García y Lebón parten a Brasil, Litto Nebbia a México, Gustavo Santaolalla

69

a Los Ángeles, Moris a España y Gieco a Colombia y luego a Los Ángeles, pero antes compone Sólo le pido a Dios ante la inminencia de la guerra con Chile. Todos van y vuelven, menos Santaolalla, que desarrolla el resto de su carrera en Estados Unidos.

La grasa de las capitales, que aparece en 1979, es el disco que cierra la década con una síntesis casi perfecta de lo que sucede. La tapa, una parodia de la revista Gente y el tema que da nombre al álbum interpelan ese mundo cerrado, peligroso y negro, donde todo es camuflaje. De día, una aparente calma y normalidad; de noche, detenciones, policías y militares, gente que camina cabizbaja y con miedo, evitando mirarse a los ojos, esquivando el contacto. En efecto, no se aguanta más: “¿Qué importan ya tus ideales / que importa tu canción? / La grasa de las capitales / cubre tu corazón”.

La calle Corrientes: El eje de la política

Ni baile ni música, quizá sí seducción. Las mesas arden antes del 76. Debates, enfrentamientos y exhibicionismos de todo tipo tienen lugar a lo largo de los bares de la calle que nunca duerme.

Según recuerda el economista y periodista Alejandro Horowicz, por ese entonces secretario de Relaciones Internacionales de la Federación Universitaria de Buenos Aires (FUBA), el bar La Paz –Corrientes esquina Montevideo–, al igual que en la década ante-rior, continúa siendo el eje de las conversaciones hiperpolitizadas, el espacio favorito de la inteligentzia y de la sofisticación. Allí se reúnen David Viñas, Jacobo Timmerman, Rodolfo Walsh, Jorge Di Paola, Cristina Forero (hoy María Moreno), Marcelo Moreno, Germán García y Susana “Pirí” Lugones, recordada por su famosa frase: “Soy la nieta del poeta y la hija del torturador”. Se refiere respectivamente a Leopoldo, el escritor, y a Polo, quien introdujo el uso de la picana eléctrica en el país. Pirí, como la llama todo el mundo, y sus amigos son muy elitistas. No comparten la mesa con cualquiera y no son amables a la hora de hacer amigos. “Pirí era una persona especialmente desagradable –recuerda Horowicz–, aunque había una suerte de sistema de cooptación. Es decir, si al-guien te invitaba, podías sentarte, pero era impensable llegar y así, por las tuyas, aunque conocieses a alguien, acercarte y sentarte. No estaba bien visto y directamente no se hacía”.

70

El Foro (Corrientes esquina Uruguay) y La Giralda (Corrientes entre Uruguay y Paraná) son bares de militantes, allí se hacen citas para salir a encuentros más o menos secretos o para reunirse luego de las marchas, en los típicos controles que realizan los partidos para confirmar que ninguno de sus militantes ha caído preso.

El Ramos (en diagonal a La Paz) se convierte en un bar donde se desgranan charlas de todo tipo, menos anquilosado, más variopinto y más mezclado: artistas y militantes, periodistas y estudiantes pueden refugiarse tras una ginebra o un café durante horas y luego partir a una fiesta sin sentir culpas por pensar en un futuro más justo. De eso se tratan las discusiones, del futuro: un mundo con justicia, igualdad de oportunidades, erradicación de la pobreza. Todos coinciden en los objetivos, pero no en el modo de alcanzarlos. Si la vía armada, si la vía pacífica, si siguiendo el modelo chino o cubano o ruso, si…

El regreso de Perón se encuentra en la boca de todos, “los plan-teos del momento se centran en si entrar o no a la lucha armada o si seríamos capaces de realizar una movilización general del pueblo argentino, un argentinazo, hijo del Cordobazo que cierra la década anterior”, recuerda Horowicz.

En el Ramos se lo suele ver a Roberto Goyeneche y a otros tan-gueros. Goyeneche toma una ginebra en la barra, va vestido con saco negro, polera blanca o marfil, pantalón gris y mocasines Perugina.

En los bares, de forma rotativa y según los días, se reúnen antes o después de estudiar en una casa algunos de los alumnos de los grupos de León Rozitchner, Oscar Masotta y Raúl Sciarreta. Todo estudiante de Economía, Sociología o Psicología que se precie pasa inexorablemente por allí. Son grupos míticos de los cuales hasta hoy, quienes han concurrido, los destacan como parte fundacional de su formación intelectual.

Sin embargo, el tour de Corrientes admite encontrar a cualquiera en cualquier bar, aunque siempre haya uno favorito.

Además de política, se hablaba del cine que se ve en el Lorraine: Jean Luc Godard, Ingmar Bergman y los franceses de la Nouvelle Vague.

Se discute el boom latinoamericano y la historia argentina desde la perspectiva de Abelardo Ramos, José María Rosa o Rodolfo Puiggrós.

Con el golpe, la calle Corrientes se vacía y enmudece. Sus más ex-celsos habitantes son blanco de persecuciones y los bares, el espacio obvio donde iniciar la caza. El estado de sitio deja la noche en stand by al menos por algunos meses.

71

Pirí Lugones desaparece, Rodolfo Walsh desaparece y es asesina-do a un año del golpe luego de su famosa carta a la Junta Militar. La tierra tiembla, se abre y engulle con voracidad a sus hijos pródigos.

Otros bares se abren, pero allí ya no se discute de política ni se habla de nada, el sonido del jazz parece también convertirse en una música de resistencia, que resiste sin letra, calmando o alejando del dolor con su sonido que arrulla o ensordece.

Jazz&Pop

El 6 de abril de 1978 se inaugura Jazz&Pop en el barrio de San Telmo, en Chacabuco y Venezuela, lo que será el templo del jazz por esos años, recordado para siempre como un espacio mítico. Lo crean a pulmón Gustavo Alezzio, Néstor Astarita y Jorge González, los dos últimos músicos que habían formado banda con Litto Nebbia, habitué y también autor de memorables actuaciones en el lugar. Es un club oscuro y sórdido, las paredes están pintadas de negro o al menos eso parece. Hay unas diez mesitas esparcidas por el lugar, donde cer-veza o whisky y maní tostado con cáscara son las únicas alternativas gastronómicas. El escenario es pequeño y bajo, con lo cual a veces parece que el pianista está tocando con el público en su propia mesa.

Escribe Roberto Pettinato en una nota del Expreso Imaginario, una revista de la época, que le contó Alezzio: “Antes eran otras épocas. Yo trabajaba con Los Náuticos, más conocidos como Los Náufragos, y vivo de la música desde los dieciséis años. Recorrí toda América Latina y acá se puede vivir de la música hoy. Le conté mi idea a Astarita y le pareció muy buena. Buscamos lugares en la calle Corrientes pero no encontramos. Y así fundamos esta cueva. Nos pareció importante que el lugar estuviese definido por un estilo de música: el jazz”.

Sus dueños se niegan a hacer publicidad y a vender el lugar como una parada de turistas. La gente va y bebe. Paga su consumición y lo que ganan menos el cachet de los músicos se lo reparten entre los tres dueños.

Jazz&Pop es un refugio, un espacio creado por amor a la música que calma y ayuda a no enloquecer con lo que sucede afuera.

Se llega sobre las once de la noche y lo más probable es terminar la velada en la comisaría 33ª. La Policía suele irrumpir pidiendo do-cumentos, su modo de controlar e intimidar, pero la excusa es buscar

72

drogas, encuentren o no, se llevan a los parroquianos a la 33ª o a Toxicomanía, un sitio de terror en la avenida Madero. En una de las tantas noches de Jazz&Pop, la Policía irrumpió cuatro veces, porque sí.

El público –casi todos fieles habitués– no tiene problemas en vol-ver al día siguiente aunque sepan cómo pueden terminar la noche. No les importa, como canta más o menos por esa época Litto Nebbia: “Solo se trata de vivir”.

El músico Gillespi, habitué de la primera hora, recuerda: “Allí vi muchas veces a la pareja estable conformada por el ‘Negro’ Jorge González y Néstor Astarita –en contrabajo y batería respectivamente– quienes oficiaban de anfitriones de las jam sessions, y además acom-pañaban al ochenta por ciento de los artistas. El lugar también era frecuentado por gente del rock: el ‘Mono’ Fontana –con el que tomé clases de piano–, ‘Jota’ Morelli, Lito Epumer, el ‘Pollo’ Raffo, etcétera.

”Por ese mítico ámbito pasaron una cantidad de músicos céle-bres que terminaban zapando allí, con artistas locales (Dino Saluzzi, Horacio Larumbe, ‘Baby’ López Furst, Litto Nebbia) después de sus funciones en el teatro Gran Rex, o el estadio Luna Park; algunos nombres: Chick Corea, Randy Brecker y Hermeto Pascoal, un genio que se pasaba horas arriba del escenario. Tengo un entrañable recuer-do de Jazz&Pop, un lugar emblemático sin lugar a dudas”.

En los altos de Corrientes, casi esquina Callao, pegado a la his-tórica disquería Zival’s, se planta Music Up, otro bar de jazz de la época, con menos mística que Jazz&Pop, cuyo mayor valor es hacer el aguante a la adormecida calle Corrientes hasta que despierte.

Experiment: Llega la disco

“El clima social de la década de los 70, en algunos aspectos, fue la continuidad de la revolución sexual de los años 60 y de los nuevos movimientos sociales –en particular el feminismo y los varios movi-mientos de emancipación sexual–, y cambió para siempre el modo de vivir la noche en Occidente –afirma Carlos Engaña, propietario y creador de la disco más innovadora de la década, Experiment, ubi-cada en el fondo de una galería situada en Carlos Pellegrini y Suipa-cha–. La vieja fórmula de la salida nocturna en parejas, legítimas o tramposas, en lugares reservados con anticipación y con asignación de mesas, seguía teniendo su expresión porteña en lugares como Mau

73

Mau, Afrika, Le Club, además de los locales de Olivos, Vicente Ló-pez y Ramos Mejía. Mientras tanto los gays y los singles –solo los de género masculino– se automarginaban en bares periféricos que eran objeto de frecuentes razias policiales”.

La discoteca o disco, en cambio, rompe este modelo integrando lo que había estado rígidamente separado hasta mediados de la déca-da. Y la disco llega a Buenos Aires de la mano de Experiment.

La palabra “disco”, además, no se refiere únicamente al espa-cio físico para bailar y divertirse, sino que se extiende a otros com-ponentes culturales, como el nuevo formato musical y audiovisual de estos espacios, y la moda colorida y joven que en “aquel tiempo exportaban diseñadores jóvenes como Fiorucci desde Milán –aporta Egaña– respondiendo a la demanda de la calle de los grandes centros urbanos. Así, hubo una música, una moda y un arte disco, caracte-rísticos de un clima social que celebraba, bajo nubes de tormenta, el fin de una época”.

La disco facilita el cambio de actitud de los asistentes: pasa a ser el lugar para ver y ser visto, no desde el sillón de espectador, sino desde

El cartel rojo con el nombre de la disco fue su marca registrada. Cuando su dueño, Carlos Egaña, se lo vendió a un grupo de policías, el trato fue que ese cartel jamás podría volver a ser usado. Y claro: lo volvieron a usar e inventaron la Experiment trucha.

Gent

ileza

de

Carlo

s Eg

aña

74

el protagonismo de la pista de baile y de la libre circulación interna. “Esta compulsión a expresarse y ser notado exige una selección más o menos estricta en el ingreso”, admite Egaña.

A mediados de la década, la célebre discoteca Studio 54 de Nueva York –no hay dueño de algún boliche de la noche que no la mencio-ne como faro– encuentra un modo original de resolver el problema: su cara visible, Steve Rubell, se coloca sobre una pequeña tarima en el hall externo de un viejo teatro –transformado en disco–, frente a medio millar de personas que se linchan por entrar. Desde allí, les se-ñala a sus patovicas quién entra y quién no, basándose en un criterio arbitrario del que alardeaba.

“La discoteca rompe con la costumbre de concurrir en pareja –explica Carlos Egaña, que antes de inventar Experiment vive largos años en Nueva York, período en el que acumulará la experiencia para abrir su espacio–, permitiendo la asistencia de gente sola, por fuera del modelo tradicional. Para poder ‘filtrar’ de algún modo el ingre-so de los singles y evitar las inevitables patotas, borrachos y peleas, nosotros en Experiment otorgábamos tarjetas de ‘adherente’, que ga-rantizaban el libre acceso al lugar y nos permitían llevar un registro de ‘socios’. El resultado fue un elenco variopinto que desafiaba la clásica división por estratos socioeconómicos, por apellido o grado de celebridad, o por la orientación sexual de los clientes”.

Experiment facilita un proceso de integración, fundiendo en un único espacio no solo las caras más significativas de la noche porte-ña, habitués de los clubes más tradicionales, sino también a turistas, modelos, gente del deporte, la música y el arte, promoviendo el con-tacto fácil, más allá de quién quiere levantarse a quién. Inclusive los menores de edad tienen allí sus tardes, reservadas a los colegios y grupos de teens.

La llegada de la música disco propicia los cambios en las pistas y alrededores. “Esto comienza en los Estados Unidos –afirma Egaña, coincidiendo con Alejandro Pont Lezica– con el movimiento soul y el sello Motown, en particular con Donna Summer (Love to Love you, Baby), Barry White, Lou Rawls, Harold Melvin and the Blue Notes, Three Degrees, Temptations, Savannah Band y muchos otros músi-cos ‘serios’ que provenían del rock, el jazz, o el rythm&blues como Quincy Jones, Patty Labelle, Aretha Franklin y Rod Stewart. La po-sibilidad de superponer acompañamientos rítmicos desde la conso-la y de mezclar unos discos con otros sin solución de continuidad

75

Fiestas temáticas, música disco, solos y solas. Pista sin mesas. La primera barra de la noche. La estética pop llega para quedarse.

Gent

ileza

de

Carlo

s Eg

aña

Gent

ileza

de

Carlo

s Eg

aña

76

(mixing) transforman la importancia del disc jockey que empieza a convertirse en la estrella de la noche y protagonista de un relato musi-cal cuya función era mantener la pista cubierta hasta la madrugada”.

Por Experiment pasan tres DJs: Juan Marcelo Bravo, Miguel Án-gel Rodríguez y Juan Ibarguren. También hay DJs externos, como el mencionado Pont Lezica, quien trae su propia tropa y estilo en las noches de los miércoles. La música disco, también, pone fin a las baladas, boleros y “lentos” en general –que encuentran su espacio en los hoteles alojamiento, los ascensores empresarios y los domicilios privados–, en favor de ritmos más festivos y animados.

Experiment no se identifica con una “decoración”, mucho menos con un tema fijo (como las pieles, bambúes y otros acentos exótico-coloniales de Mau Mau o Afrika). El espacio es despojado, sigue la corriente minimalista en arquitectura, y está cubierto de elementos decorativos móviles y cambiantes, con luces de diferentes intensida-des, concentraciones y filtros de color, para permitir crear ambienta-ciones diferentes.

El objeto que preside el salón es una barra de quince metros de largo, enmarcada por un gigantesco espejo posterior. En la mitad de la pared espejada, un cartel de cinco metros en difuso neón colorado y gráfica simple y elegante anuncia el nombre del lugar. No existen las mesas, sino largas banquetas que dibujan el perímetro de todo el espacio, las cuales se extienden a la pista y forman gradas en altura, permitiendo un contacto más fluido entre los asistentes. Globos, guir-naldas, flores, cañas, ramas verdes y una distinta iluminación –depen-diendo del tipo de evento–, se convierten en el revestimiento portátil que noche a noche se modifica. “El objetivo es generar sorpresa y la sensación de circular cada vez por distintos espacios –cuenta Egaña–. También hacemos fiestas temáticas, en las que se les pide a los clientes que concurran, por ejemplo, con trajes ‘típicos’ argentinos, o caribe-ños, o de color blanco, negro, colorado, o siguiendo consignas, como la fiesta tropical, la de azul y blanco (por la celebración del Mundial del 78), la fiesta del esquí, y tantas otras. Paralelamente, los diseña-dores y boutiques ‘de onda’ promocionan sus colecciones en desfiles vespertinos”.

Luego de vivir y trabajar en Milán y Nueva York, Carlos Egaña tiene la idea de abrir su propio boliche, subiéndose a la ola celebra-toria de los años 70, e inspirado por el suceso de las mega discotecas neoyorquinas Studio 54 y Flamingo. Interesó en el proyecto a sus

77

hermanos Alicia y Mariano y convenció a John, su compañero, de rearmar la valija y partir a la Argentina. “Decidimos bautizar el lugar ‘Experiment’ –cuenta– porque de eso se trataba. En 1976, Buenos Aires vivía momentos de convulsión, muy lejos del espíritu frívolo, permisivo y superficial del Norte. Uno idealiza a la patria, a la distan-cia, pero lo que nos esperaba fue una dura realidad. Lo curioso es que a pesar de la existencia de un clima social militarizado y opresivo, había entusiasmo en los interlocutores cada vez que mencionábamos nuestro proyecto de abrir una discoteca. Parecía haber una necesidad de romper con la opresión, el espanto y la tristeza, aunque fuera tan solo de noche, cuando duermen los demás, bebiendo y bailando hasta el amanecer. En este sentido, y montado sobre esta paradoja, puede decirse que Experiment fue un éxito antes de ser inaugurado”.

No les fue fácil encontrar un local. Finalmente David Baigún, el agente inmobiliario, les consigue un doble subsuelo en una galería comercial de Carlos Pellegrini y Santa Fe. Amateurs en el asunto de los boliches, no sabían que en Buenos Aires no se trata solo de alquilar,

Experiment fue la primera disco que empleó mozas mujeres contra toda ley; y así logró imponer la tendencia que hoy continúa. Una marca más de su actitud pionera.

Gent

ileza

de

Carlo

s Eg

aña

78

tirar paredes y alistar un local cualquiera; los problemas técnicos y fiscales, la burocracia y la lluvia de inscripciones y habilitaciones también les pesarán enormemente. Cuando el lugar está finalmente listo, no pueden abrir “por causa del capricho de los burócratas porteños. Todo debe hacerse por izquierda –afirma Egaña–. Iniciar un trámite, acelerarlo y finalmente obtener tal o cual certificado, habilitación o aprobación. No faltan tampoco los ofrecimientos eso-téricos: el lugar debía ser ‘curado’, limpiado, bendecido, para quitarle la ‘mala onda’. Así, mientras esperábamos el cambio de humor y de ritmo de las oficinas municipales de turno, entre sahumerios y ple-garias, decidimos inaugurar el local con una fiesta privada, el 28 de diciembre de 1977”.

La lista original de invitados se confecciona con la ayuda de va-rios contactos de Egaña y John: Jorge “Pet” Figueroa, Nicolás García Uriburu, Willy Briones, Miguel Riglos, Enrique y Mercedes Avoga-dro y Alejandro Maglione; se agregan además una cosecha propia de parientes y amigos de la familia Egaña. Asisten más de mil personas que desbordan las expectativas y la capacidad del local. El entusias-mo es inmediato. En las noches siguientes, mientras prueban a puer-tas cerradas la música y las luces con el disc jockey Juan Marcelo, continúan acercándose docenas de personas atraídas por el boca a boca y la fama atronadora de la primera fiesta. No se los puede dejar entrar. El lugar aún no está listo para recibirlos. Tras la disculpa y la explicación, se les otorga una “tarjeta de adherente”.

Finalmente fijan una fecha oficial de apertura: enero del 78. Tienen tiempo de contratar y entrenar al personal, trece en total, y resolver los entuertos con el gremio gastronómico que no prevé ni está de acuer-do con que hubiese mozas o barmans mujeres, ya que la normativa vigente considera al servicio gastronómico como un campo de activi-dad esencialmente masculino. El manager Horacio Filgueira y Carlos Egaña se convierten en la cara visible del local, y Alejandro Maglione sustituye a Egaña cuando viaja a Nueva York a comprar música.

A pesar de ser pleno verano se forman largas colas para la inau-guración. El manejo de la puerta es un asunto difícil. Pasan por allí varios porteros hasta que llega Mariano “Tata” Lozada, unos meses antes de vender el lugar, el hombre perfecto para manejar con elegan-cia y firmeza el delicado asunto del ingreso.

“De las crónicas de la época y las columnas sociales –recuerda Egaña– retengo un puñado de nombres que protagonizaron las

79

noches más salientes del lugar: Lupita Noble, Isabel Uriburu, Pet Figueroa, Tono Pesci Bourel, Liesl Carvajo, Clara Alberdi, Eduardo y Ezequiel Ayerza, Alejandro Kuropatwa, Miguel y Mercedes Riglos, Elena Goñi, Miguel Torres Duggan. Shalimar y Victoire Reynal, Marta Acevedo y muchos más. Además asistieron Guillermo Vilas, Pablo Moret, Lía Rosa Gálvez y Jorge Bullrich, Alejandro More-no, Hugo Arias, Roy Escudero, Marta Minujín, Rosita Baylón, el “Mono” Rodríguez Jurado, Adela Rodríguez Larreta, mis primos Egaña y Rodríguez Egaña, y en un lugar destacado, el clan de los González Álzaga, conformado por César, Augusto y Mara, Bebe y Marina Larivière, y en particular Dolores, quien me acompañó en los mejores y peores momentos del lugar, con afecto, buen humor y sabios consejos”.

Para homogenizar la clientela, los dueños implementaron una suerte de carnet de pertenencia. No es que fuesen exclusivos a la hora de elegir, pero en plena dictadura era necesario mantener el control de quién entraba y quién no. Fueron de los propietarios más cuidadosos con sus clientes y con su personal al que Egaña, su dueño, solía llevar a desayunar al Sheraton luego de las largas noches.Ge

ntile

za d

e Ca

rlos

Egañ

a

80

Una habitué de los primeros tiempos, Judith Blumenthal, recuer-da que “la pista era grande y estaba rodeada de columnas redondas, por detrás de las columnas había sillones y mesitas. ¡Música disco a full! No recuerdo exactamente el look de la gente, pero sí el mío. Yo curtía un estilo, que hoy llamaríamos, hippie-chic. Un equipo, por ejemplo, era jeans, camisola de gasa bordó, con mangas largas abu-llonadas, con un chalequito de matelassé floreado, estilo provenzal: ¡todo de Fiorucci! Y con mis rulos, imaginate... Mi novio llevaba un mameluco de jean (y eso que medía casi dos metros) y botas vaque-ras. Él era un excelente bailarín de disco. También recuerdo haber usado vestidos, que hoy serían un tanto formales, de telas vaporosas y pequeños estampados. Era muy común ver a gente de la farándula. Se tomaba mucho champagne y cocaína. Una noche recuerdo que hubo una razzia de toxicomanía y se llevaron a bastante gente, pero no a nosotros. Se olvidaron de pedirnos documentos. ”Cuando me casé hice una fiesta típicamente judeo-burguesa en un hotel de Córdo-ba y Maipú y luego de la fiesta fuimos con toda la banda de amigos a Experiment a seguir la joda. Con vestido de novia y todo. Eso fue exactamente el 16 de diciembre de 1978. En mi fiesta de casamiento tocó la banda Banana, con los que nos habíamos encontrado un tiem-po antes en Experiment, y como ya estaban contratados, les pedimos que tuvieran buena onda en el show de nuestra fiesta. Años más tarde me casé por segunda vez con Willy Iturri, el baterista”.

La puja por entrar y pertenecer al lugar es intensa. A algunos les resulta fácil, como a la troupe de un circo americano que pasa por la ciudad y desembarca en Experiment con sus trajes de lentejuelas, sabiendo que tienen que brillar y llamar la atención para “ser disco”. Otros tienen que sudar un poco más, como un cliente que no logra en-trar nunca y siempre es invitado gentilmente a retirarse. Lo que no lo-gra como chico lo consigue disfrazado de mujer. La noche cuando por fin alcanza su sueño, llega disfrazado con la ropa de gala de su abuela: tacones, peluca y anteojos negros, y entonces sí, como una chica ex-travagante, consigue su pase a la experiencia más extrema de la noche.

“Quien también venía con frecuencia era Carlos Monzón –sigue recordando Egaña–. Era el momento de su separación de Susana Gi-ménez, quien vino un par de veces y salió disparada cuando se topó con su ex novio; Monzón bebía desordenadamente y solía ponerse violento: luego del segundo episodio de gritos y trompadas, muy a mi pesar, tuve que expulsarlo del lugar”.

81

La fama de Experiment es instantánea, pero más que por los tes-timonios de los conocidos que bailan noche a noche, la evidencia lle-ga con la mención del club en la historieta Patoruzú. Sugestivamente, quien invita a bailar al boliche no es Isidoro Cañones, el padrino ca-lavera habitué de Mau Mau, sino Upa, cuya vestimenta y actitud eran seguramente mucho más “disco”. Suceden otras cosas curiosas. “En una oportunidad, en tiempos de Navidad del 78, vinieron a verme –sigue contando Egaña– dos muchachos uruguayos, sobrevivientes de la tragedia de los Andes, en nombre de todo el grupo. Varios de ellos eran conocidos y amigos de Alejandro Maglione, y por este último, yo me había formado mi propia opinión sobre la mediatización del episodio, los jugosos contratos cinematográficos y editoriales y el trato desigual a los fallecidos. La negociación fue intensa. Por razones atribuibles al esoterismo propio de la época, estos jóvenes, quienes sin duda habían visto la muerte muy de cerca, querían cerrar el lugar para celebrar una ceremonia particular y privada. Pretendían alquilar el local sin personal, ni disc jockey, ni portero, solo ellos, los sobrevivientes, hasta la mañana del 25 de diciembre. Con tono mesiánico, argumentaron que la ‘mística del lugar’ era perfecta, y que querían alquilarlo para esa fecha, sí o sí, en estas condiciones ‘no negociables’. ‘Pedí lo que quieras’, era la consigna. Irritado, les comenté que no se podía, que había una fiesta de Navidad planeada, que había que respetar a la clientela regular, que teníamos que buscar una alternativa. No hubo caso: más explicaba mis razones, más aumentaban la tozudez, los dólares, el tono despreciativo y volumen de las voces. Por supuesto, no hubo arreglo”.

Experiment pasa como un suspiro –intenso pero suspiro al fin– ya que permanece abierto un poco más de dos años.

Efectivamente hay un momento de enorme éxito, el primer año. Su auge y caída tienen que ver con el papel que entonces desarrollan los servicios de seguridad de la patria militar. Hay espías por todos lados. Egaña trata, ingenuamente, de tender un puente amistoso con el comisario de la Comisaría 15ª de la calle Suipacha, pero la inex-periencia y el rechazo mutuo pueden más. El señor comisario y sus lugartenientes parecen menos entusiastas que ellos con el proyecto, y en el clima pacato y represivo de la dictadura, la noche y sus puntos de encuentro son vistos no solo como la cloaca de todos los vicios, sino como una fuente importante de prebendas e ingresos.

“En una noche cualquiera –dice Egaña indignado– entregábamos hasta una docena de botellas de whisky, todas ‘para el comisario’,

82

aunque jamás, quizá por la inexperiencia, dimos un solo peso de coi-ma. Pensábamos con esto aplacar el deseo de controlar de las fuerzas policiales, y de conjurar la presencia de los oficiales jóvenes, que acu-dían con sus novias y amigas, y se ofrecían para ‘cuidar’ el boliche. Estos oficiales llegaban e iban directamente a mi oficina, ubicada en un primer piso con vista al salón, para dejar sus pistolas en el cajón de mi escritorio. Llegué a tener tres docenas de armas apiladas entre carpetas y papeles. Luego participaban de la fiesta, disfrutando de la gratuidad de las bebidas y mezclándose con los demás clientes”.

Además del personal de la seccional 15ª, se suceden procedimien-tos encabezados por efectivos policiales de la Sección Toxicomanía y de la Sección Moralidad de la Policía Federal y hasta del mismísimo Ejército, en un par de ocasiones. Estos últimos despliegan un show de ametralladoras y cascos metálicos en la pista de baile. El procedi-miento se convierte en un clásico demorado y triste: se piden docu-mentos, se ordena detener la música y prender las luces, en ocasiones se separan a hombres de mujeres y se llevan a algunos elegidos al azar, ante la negativa contundente de Egaña y sus socios a “entregarles a algunos de los presentes”. Una noche, Isabel Uriburu, en medio de una de estas intervenciones, grita: “¡Sáqueme las manos de encima, yo soy Isabel Uriburu, nieta de tres presidentes y usted es un negro ordinario!”. Parece que en verdad dijo “negro de mierda”, pero es un detalle. Esa noche, se llevan presa hasta a la actriz Amelita Vargas. A los detenidos, en el mejor de los casos, les hacen firmar una confesión de ebriedad y los liberan. “Esto quiere decir que nosotros –explica Egaña– somos responsables por el estado etílico de la clientela por lo que debemos ir al día siguiente a pagar multas por contravenciones inexistentes”. La Policía reprime y hace negocios, así como los mili-tares secuestran personas, desvalijan casas y roban niños.

Se torna imposible, a pesar de los reclamos de muchos habitués del lugar, dar coimas para impedir las constantes inspecciones que a veces llegan a tres o cuatro por noche. Es una cuestión de correlación de fuerzas. Ellos son demasiados y la banda de Experiment no tiene a ningún “asociado” o “padrino” del lugar. “Mirando en retrospectiva –reflexiona Egaña–, pienso que a pesar de todo fue lo mejor y lo úni-co que pudimos hacer. De más está decir que la asistencia comenzaba a mermar; la gente se cansaba de los atropellos policiales: venían a bailar y divertirse, no a terminar la noche en el patio de ‘la 15’, fir-mando falsas declaraciones para poder ir a dormir”.

83

Harto de lidiar con la Policía, Egaña decide redoblar la apuesta contra las fuerzas de seguridad, y convencido de la justicia de su po-sición, presenta un recurso de amparo por “obstrucción a la libertad de comerciar”. Treinta y seis clientes, para su asombro, se ofrecen a testimoniar a su favor. De las declaraciones más salientes, surgen torturas psicológicas, amenazas, firmas forzadas, gente sin ropa en pleno invierno en el patio de una comisaría… Los secretarios del juz-gado están asombrados y ellos también. El juicio es una “victoria pírrica”: a la Policía se le ordena dejar en paz al local, una verdadera fantasía en 1980.

El desenlace de todos modos es rápido: como sucede en casos similares, se encuentra droga en el local, se trata de medio cigarrillo de marihuana. Por esta razón caen presos el disc jockey, un cliente, Pablo Videla, al cual le fuerzan una “confesión” que sindica a Carlos Egaña como traficante de drogas. Egaña permanece cinco días dete-nido y es condenado a un año de prisión en suspenso. Lo absurdo del crimen y de los cargos, sin embargo, no es explicitado hasta la segunda instancia, donde se lo absuelve de culpa y cargo.

“Harto, cansado y con el ánimo por el suelo –recuerda el dueño de Experiment–, decido con mis hermanos vender y liquidar la ope-ración. Ya habíamos rechazado algunas ofertas anteriores de compra por parte de un grupo que terminó abriendo Butterfly en la zona de Recoleta. Sacar a la venta un boliche en circunstancias tan dramáticas no fue fácil, pero el final fue inesperado y paradójico: la parte compra-dora era nada menos que un pool de policías, los mismos acusadores y represores que nos habían hecho la vida difícil desde la apertura”.

La firma del traspaso del local y de la empresa deviene un mo-mento épico. Empiezan a llegar a la escribanía más de dos docenas de policías de civil, todos ellos con un rollo de dólares en las medias, el pantalón o dentro de la camisa. La escribana se enloquece tratando de organizar el ritual del café, la lectura del convenio y la cuenta final, al contado y en billetes de todo corte. Es decir, a Experiment lo com-pran los policías que iban cada noche a robar, hacen una vaquita y se quedan con el lugar. La venganza de Egaña es que se los vende caro y estipula, además, que no podrán reutilizar el nombre comercial. El viejo Experiment pasa a llamarse Discover.

El famoso cartel de neón de la barra es bajado y enviado al de-pósito, con la promesa del manager Horacio Filgueira de retirarlo lo antes posible, cosa que nunca se hace. Cuando al poco tiempo

84

abre Discover, el boliche tiene una vida fugaz. No va nadie. Frente al fracaso, aprovechando el cartel que nunca nadie retiró del depósito y gracias a triquiñuelas legales, un año más tarde Experiment reabre como boliche gay, con alta protección policial y un relativo éxito. Esa disco no es la mítica Experiment de los 70, es un engendro armado por la Policía que, encubierta en la confusión general de los tiempos, no hace nada para desmentir que el viejo Experiment ha reabierto.

“Muchas de las anécdotas ‘alucinantes’ (¿o alucinadas?) que escu-ché de gente que dice haber estado en el lugar son apócrifas o provie-nen seguramente de este período, posterior al 83 –confiesa Egaña–. He escuchado cosas que nunca hubieran podido pasar cuando yo estuve al frente, tales como historias de consumo público de estupefacientes o de ‘mujeres bailando desnudas en la barra’ y escenas de sexo en los baños. Esto es falso, y responde más a la necesidad de abrir la boca para decir ‘presente’ que a la realidad de los hechos. En efecto, en plena dictadura, con el local lleno de policías, hubiese sido estúpido y suicida permitir desbordes semejantes. Más aún, el consumo de drogas en público es imposible, aquí, en Londres y en New York, donde te hubieran expulsado inmediatamente; esto no significa que no se pue-da jalar detrás de la puerta de un retrete en el baño de un boliche, o tomarse una pastilla de éxtasis. Pero no en 1977, y menos aún en mi Experiment. Las intoxicaciones más frecuentes se traían ‘puestas’, o provenían del consumo de alcohol, entonces champagne y whisky, que algunos mezclaban con pastillas o drogas farmacéuticas. En aquellos tiempos revueltos, era poco prudente, y hasta temerario, salir de tu casa llevando drogas en el bolsillo. En fin, nos preocupaban las formas, porque sabíamos que la represión no era solo política, y hubiese sido una lástima, como finalmente ocurrió, perder un espacio donde existía un espíritu amable y de convivencia”.

Con Experiment, el verdadero, cierra una etapa fundamental de la noche porteña.

La dictadura, sin embargo, sigue poderosa hasta que un asesino al que le gusta el trago, encaramado en el poder, declara una guerra y nuestra historia cambia. Así también pasa con la noche. Y vuelven los colores.

253

Índice de nombres

Abas, Omar 105Abud, Enrique 147, 150Abuelo, Miguel 26, 28, 29, 30, 39, 125Acevedo, Marta 79Acuña, Luciana 239Aguilera, Cristina 171Aisenstein, Sergio 96-98, 159-161Alaska 185-187Alberdi, Clara 79Alberti, Charly 125Alemann, Katja 96, 97, 107, 109, 134Alezzio, Gustavo 71Alfano, Graciela 54Alfonsín, Carlos 125, 147, 148, 171,

174, 175, 177, 181, 235Alfonsín, Raúl 87, 98, 105, 133Alomar, Martín 237, 251Álvarez Insúa, Carlos 105Álvarez Nuñez, Gustavo 163Álvarez, Gaby 216Álvarez, Jorge 18, 64Álvarez, Juan José 222Álvarez, Pity 224Amaya, Jorge 188Amoroso, Marcia 145, 146, 152, 156Anderle, Carlos 25Anderson, Bibi 168Andino, Carlos 145Andrade, Orfeo 123André, Arnaldo 171Andreoli, Elvia 125Andrews, Ursula 62Angel, Dave 212Angelelli, Guillermo 115Aramburu, Pedro Eugenio 23, 59Aranosky, Luis 116

Aráoz, Daniel 126Arderius, Victoria 165Argañaraz, Diego 221, 223Arias, Hugo 79Arias, Imanol 61, 188Arias, Mariana 128, 142Arico, Liza 166-170Armentano, Poli 173-176, 235Arnedo, Diego 99Arroyuelo, Javier 64Arruga, Luciano 221Atos, Sergio 106Avello, Sergio 91, 93, 128, 129, 142,

145Avogadro, Mercedes 78Ayerza, Ezequiel 79Azema, Paul 186, 187Aznar, Pedro 137Aznavour, Charles 23

Babenco, Héctor 234Baez, Joan 102Baigún, David 77Ballesteros, Sandra 156Baltar, Amelita 189Baraj, Bernardo 25Barbieri, el Gato 25Barea, Batato 109-115, 121-124, 127,

148, 156Basile, Alfio 148Battezzatti, Ariel 159Bejerman, Gaby 211Belay, Miguel Ángel 222Bello, Omar 57Belmondo, Jean Paul 62Benavente, Saulo 123

254

Bencich, Enrique 20Bergara Leumann 167Berni, Antonio 18Berriós, Miki 167Berry, Dave 16Berti, Eduardo 101Botta, Beto 128, 129, 142, 143, 145,

151, 152, 157Big Fabio (Fabio Carlucci) 178Bigot, Diego 165, 166Blaquier, Dolores 20Bléfari, Rosario 123Blumenfeld, Carlos 178, 198Blumenthal, Judith 80Bocca, Julio 179Bogani, Gino 94Bomparola, Evangelina 176Bond, Billy 16, 25, 26Bono 171Bony, Oscar 171Bordeu, Juan Manuel 23Borgarini, Patricia 122Borges, Graciela 23, 31, 94, 187Borges, Jorge Luis 16Bosco, Marcelo 233, 234Bossé, Miguel 188Bourlot, Pablo 214Brandoni, Luis 102Bravo, Juan Marcelo 76, 94, 95Brecker, Randy 72Briante, Miguel 30Briones, Willy 78Buchholz, Walter 179Bueno, Rafael 99Bullrich, Jorge 79Bunader, Gaby 128, 129Byrne, David 239

Calamaro, Andrés 96, 194, 201Calcarami, Juan 163-166Caldini, Liliana 58Calissano, Enrique 111Cambra, Laura 226Cambre, Juan José 124Campos, Mariano 162Cantilo, Fabiana 100, 124, 155, 160,

188Capilla, Eduardo 124

Carámbula, Gabriel 239Carballo, Celeste 187Carballo, Rubén 221Carbone, Juan 218Carca 160, 163, 189Carella, Carlos 102Carniato, Stefano 170Carri, Facu 200Carvajo, Liesl 79Castagnino, Álvaro 171Castellucci, Martín 221Castrovolpe, Mayco 124Catón, Diego 230, 231Cattaneo, Hernán 182, 211-214Cavallo, Domingo 186, 188, 203Cerati, Gustavo 207, 214-216Chabán, Omar 96, 107, 108, 111,

127, 135, 150, 190, 218, 221-223, 226, 227

Chame, Gabriel 109, 115Chamorro, Diego 237Chaplin, Geraldine 23Cid, Diego 106, 216Cipolatti, Pipo 96, 99, 104Clarke, Dave 213Claudia con K 146Coe, Alexander 179Cohan, Aníbal 146, 147Cohn, Romina 187, 189, 200, 212,

214, 216Coleman, Richard 237Conde, Daniel 112Constantini, Adriana 54Constantini, Eduardo 176Conte, Guillermo 99Copeland, Stewart 88Coppola, Francis Ford 171, 234, 236Coppola, Guillermo 94, 174-176, 179,

188Corea, Chick 72Correa, Fernanda 178Correa, Josefa 164, 165Cossa, Roberto 102Costa, Pablo 146Cotta, Nico 183Coustarot, Teté 147, 187, 188Cox, Carl 179, 214Crispín 218

255

Cristal, Linda 23Crook, Willy 163Cruz, Lito 171Cubillas, Ignacio 185Cuesta, Rubén 183Cullar, René 30

D’Agostino, Marcelo 173D’Agostino, Yoryi 172Dafoe, William 234Dalila 146Darín, Ricardo 94, 175, 188Darling, Charly 147, 235De Biaggi, Denni 170, 250De Felipe, Mariano 91De Hohenlohe, Adolfo 59De la Vega, Jorge 36De Loof, Sergio 127, 128, 143, 147,

148, 150, 152, 154, 157, 186, 187De Simone, Jorgelina 208Dear, Matthew 214Del Guercio, Emilio 31Delgado, Cristian 127, 164Delgado, Elio 218Delhaye, Michel 125Dellamonica, Fabián 200Delon, Alain 23, 62Dereck, Bo 60Deró, Ezequiel 95Di Como, Marula 127, 128Di Giorgio, Marosa 115, 121Di Paola, Jorge 69Diamante, Wally 174, 175Díaz, Camila 200Díaz, Carlos 223Diedrich, Carlos 178, 198Digweed, John 214Dillon, Marta 156Divina Gloria 204DJ Bussola 200DJ Gerardo D 206DJ Marky 212DJ Tiësto 198DJ Vibe 213DJ Zuker 160, 200, 212-214, 238Dominguín, Luis Miguel 23, 59Dopazo, Fernando 112Dotto, Pancho 167, 187

Doynel, Julia 240Dr. Trincado 95, 129, 142, 143, 155,

156, 163-166, 174, 187, 190, 198, 207, 210

Dragún, Osvaldo 102Duhalde, Eduardo 143, 187, 204Dumont, Nico 200Duvall, Robert 171

Echave, Pupi 63, 106El Barba 115Emerson, Darren 212Epifanio, Mundy 126Epumer, Lito 72Epumer, María Gabriela 173Escohotado, Antonio 188Escudero, Roy 79

Fabre, Oscar 54, 87, 94Fabre, Ricardo 54, 87- 95Faena, Alan 165, 167, 188Falak, Mario 88Fanciulli, Nic 213Farina, Mark 214Fernández Bobadilla, Federico 19Fernández Moujan, Pablo 129Fernández, Ana María 222Fernández, Cristina 237Fernández, Julio 216, 217Figueiras, Mario 201Filgueira, Horacio 78, 83Filipelli, Rafael 40Fiszbin, Fabiana 222Flechner, Alejandra 114, 116, 117, 165Fletcher, Andrew 216Fombona, Sergio 125Fonseca, Mario 38Fontova, Horacio 106Forn, Juan 165Fos, Santiago 200Fraga, Julio 22, 23, 59Freire, Sebastián 211Fuentes, Lolo 215Furgiuele, Ezequiel 122Furtado, Mora 58

Gabín, Horacio 113Gabín, María José 114, 116, 117

256

Gabis, Claudio 26Gades, Antonio 23Gainza, María 122Galanternik, Carlos 126Galimberti, Rodolfo 59Galotti, Nequi 92, 93Galtieri, Leopoldo 103Gambaro, Griselda 102Gandini, Gerardo 18García Uriburu, Nicolás 78García, Charly 46, 54, 63, 65, 66, 68,

100, 102, 104, 106, 137, 149, 160, 173, 175, 179, 189, 201, 206, 216

García, Érica 204García, Germán 69García, Leo 201, 211, 215García, Martín 214García, Ricardo 38Garnier, Laurent 179, 189Gasalla, Antonio 120Gassi, Diego 101Gattas, Juliana 215Gaynor, Gloria 54Gené, Hernán 115Geoffroy, Omar 138Gersbach, Martín 147, 150Gieco, León 63, 65, 66, 68, 69, 104Gil, Gilberto 102Gillespi 72Giménez, Susana 58, 80, 92, 147, 187,

188Gómez, Cristian 221Goñi, Elena 79Gontad, Martín 182, 196, 211, 214González, Jorge 71, 72Gorostiza, Carlos 102Gough, Moira 187Goyeneche, Roberto 70Grilli, Charly 92, 95Grimaldi, Nicolás “Monoto” 215Grinbank, Daniel 88, 90, 186Grippo, Gabriel 128Gueler, Diego 178, 179, 182, 196Guetta, David 213Guevara, Nacha 120, 134, 137Guidobono, Juan Emilio 95Gumier Maier, Jorge 123, 124Guzmán, Luis 57

Haimovichi, Laura 159Halliday, Johnny 23Haydar, Aldo 147, 156, 206, 216Hermelo, Manuel 111Hermida, María Bernarda 122Holcer, Ricardo 116Holden, James 213Horowicz, Alejandro 69, 70Howells, Danny 212, 213Howie B (Howard Bernstein) 211

Ibarguren, Juan 76Ibarra, Aníbal 218, 222, 228, 229, 233Iglesias, Carlos 54Iglesias, Daniel 150Illia, Arturo 18, 36Iraola, Ignacio 239Iturri, Willy 80

Jacobs, Tommy 206, 216Jacoby, Roberto 18, 86, 122, 128, 129,

142James, Diqui 111, 136Jáuregui, Emilio Mariano 42Jáuregui, Roberto 125Johannes, Jo 233Jollins, Jason 200Junkie XL 212

Kerner, Lisa 208Kerpel, Gaby 112Kirchner, Néstor 215, 218, 237Kleinenberg, Sander 198, 212, 213Knuckles, Frankie 212Kogan, Diego 122Kooka 58Kosice, Gyula 18Kosteki, Maximiliano 204Krieger, Axel 214Kuropatwa, Alejandro 79, 147, 150,

151, 187

La Cacho 156, 189, 201Lachapelle, David 234Lacroix, Sergio 186, 187Laiseca, Alberto 122La James 147, 150Lamas, Fernando 237

257

Lamas, Luis 218Lambert, Christopher 180Lameiro, Pablo 40Lamelas, David 34Lamera, Víctor 30Lanús, Ezequiel 20, 21Lanusse, Alejandro Agustín 23, 59Larrosa, Freddy 128Larumbe, Horacio 72Lastiri, Raúl 59Lata Liste, Alberto 19-23, 59Lata Liste, José 19-23, 59, 60Lawler, Steve 212Lazarus, Damián 213Le Parc, Julio 18Lebón, David 68Lecuona, Juan 171Lemebel, Pedro 121Lemos, Willy 136, 139Lepes, Juan 133-141Lernoud, Pipo 16, 28-32, 34, 37-38Levy, Rafael 221-223Link, Daniel 190Llinás, Verónica 114López Mural, Nelson 128López Sánchez, Rafael 64López, Juan Carlos 222-224López, Julio 221 López, Marcos 165López, Wally 214Lozada, Mariano “Tata” 78Lugones, Susana “Pirí” 69Luna, Pancho 167Lupo, Tom 126Lúquez, Javier 89, 92, 151, 174, 175,

177Lynch, Valeria 54

Maas, Timo 212Machado, Diana 123Macri, Franco 175, 176Macri, Mauricio 165, 233Madame Markova 142Madelaire, Miuki 156, 167, 175Madonna 171, 186Maglione, Alejandro 78, 81Maler, Leopoldo 34Mamani, Beimar 221

Manicomio, Willy 160Manso, Leonor 102Manu Chao 160, 234Manzanedo, Popi 106, 136Maradona, Diego Armando 94, 174,

175, 179, 188Marchi, Sergio 225Maresca, Liliana 122, 123, 128Markert, Laura 114Martí, Cristina 115Martin, Billie Ray 200Martínez, Javier 16, 26, 28, 30, 32, 41Martínez, Tomás Eloy 36Masotta, Oscar 16, 18, 40, 70Massera, Emilio 47, 59Matassa, Adrián 221Maura, Mimi 163Mazza, Nico 175Medina, Alejandro 30Melero, Daniel 99, 123, 237Melingo, Daniel 98, 99, 104Menem, Carlos 133, 146, 170, 184,

195, 215Menem, Carlos Jr. 94, 176Menem, Eduardo 176Menem, Zulemita 94, 176Mercorelli, Thibault 166, 169, 173Merlo, Augusto 16Merlo, Juan 16Mestre, Nito 54, 65, 68Micharvegas, Poni 36Micky 146Millewicz, Eduardo 165Mills, Jeff 179, 212Minujín, Marta 16, 18, 33-36, 39, 41,

60, 79, 92, 94, 136, 167Mir, Lalo 136, 187Miranda, Carlos 171Molina, Ángel 189Molina, Ofelia 144Molinari, Edelmiro 31Monzón, Carlos 80Morales, Haydee 48Morena, Cris 175Moreno, Alejandro 79Moreno, Marcelo 69Moreno, María 69Moret, Pablo 79

258

Morillo, Erick 212, 213Moris 14, 16, 24-26, 28, 31, 38, 63,

64, 69Moura, Federico 86, 101Muñiz Barreto Bunge, Diego 23, 59Myers, Michael 189

Nadal, Fidel 105Nebbia, Litto 25, 28, 54, 68, 71, 72,

104Nijensohn, Daniel 63, 90, 106, 110,

142, 187, 189, 217, Noble, Lupita 79Novik, José Luis 133Noy, Fernando 24, 28, 30, 65, 120,

146, 149

Oakenfold, Paul 179, 211-213, 215Ohienart, Marcelo 54, 55Olmedo, Alberto 94, 136Onganía, Juan Carlos 18, 36, 38, 42,

47

Pacheco, Carlos 112Pandolfo, Palo 126Paola, Graciela 122Papini, Paola 126Pappo 39, 55, 56, 224Parker, Alan 171Parra, Violeta 24Pascoal, Hermeto 72Pedi Puentes, Álvaro 218Pepe, Guillermo 40Peralta Ramos, Federico 24, 40, 41, 96Perciavalle, Carlos 94, 120Perelman, Javier 167Pescador, Pipo 187Pesci Bourel, Tono 79Petelburg, Petty 173, 235Pettinato, Roberto 71Peyón, Cristian 147-152, 163, 232Piazzolla, Astor 25Piccolini, Guillermo 163Pierce, Troy 214Pierri, Duilio 99Pintos, Víctor 64-66, 68, 101Pires, Carlos 90, 92, 105, 106Piriz, Carlos 138

Pizarro, Jorge 145, 152, 158, 159Platé, Roberto 42Plotkin, Pablo 185Polesello, Roberto 171Ponce, Mariano “Pete” 162, 163Poncela, Eusebio 156Pont Lezica, Alejandro 48, 49, 74, 76Pooley, Ian 200Pop, Iggy 160Porcel, Jorge 54Porchetto, Raúl 26, 68, 104Pozo, Diego 228Prado, Adelia 121Prodan, Luca 98, 99, 101, 127Pucci, Emilio 58Pugliese, Nono 60Pujó, Pedro 64Pujol, Sergio 101Puzzovio, Dalila 18

Quinterno, Dante 56, 58

Ramírez, Ángel 136Ramos, Laura 211Rampling, Danny 211Rattazzi, Cristiano 167Ratti, Ezequiel 226Recchia, Ingrid 162Reed, Lou 171Renán, Sergio 171Rep, Miguel 165Reynal, Ginette 92, 93Reynal, Victoire 79Richards, Craig 214Riglos, Mercedes 79Riglos, Miguel 78Ríos, Antonio 187, 189Ro-K, Diego 142, 156, 163, 207, 216Rodil, Cintia 184Rodríguez, Miguel Ángel 76, 94, 106Rojas, Kito 152Rojas, Lucrecia 122Romero Brest, Jorge 16, 33, 36, 40Ros, Alejandro 189Rosales, Andrea 150Roth, Cecilia 156, 188Rotman, Sergio 163Roviralta, Huberto 188

259

Rozitchner, León 70Rubell, Steve 74Ruibal, Diana 185-190, 232, 233

Saavedra, Juan José 20, 58Sabato, Ernesto 16Salas, Máximo 116Salcedo, Mario 9, 15, 18, 20, 22, 28,

31, 37, 41, 43, 47, 60, 63, 66, 171Saldien, Andrés 128Salomón, Romina 206Saluzzi, Dino 72Sánchez, Claudia 58, 60Sancineto, Mosquito 137, 146, 147, 156Sandro (Robrto Sánchez) 16, 25Santa Gabriela 146, 156Santantonín, Rubén 34Santaolalla, Gustavo 68, 69Santillán, Darío 204Santos Fontanet, Patricio “Pato” 218,

226, 227Sarlo, Beatriz 125Satoshi Tomiie 211, 212Satragno, Leo 239Saunderson, Kevin 213Schaffhäuser, Mathias 214Schapire, Miguel 60-62Schussheim, Renata 68, 94, 136Sciarreta, Raúl 70Seaman, Dave 211Segado, Alberto 122Segni, Pedro 183, 200, 201Sergi, Alejandro 215Serrano, Javier 168Sil Vicious 118Simón, Pablo 164Smith, Christian 214Soffer, Franklin 138Sokolowicz, Fernando 217Solano Lima, Vicente 59Solari, Indio 202Soldati, Francisco 59Soriano, Marta 122Soriano, Pepe 102Spinetta, Dante 183, 184Spinetta, Luis Alberto 25, 31, 34, 66,

104, 118, 140, 225Steimberg, Oscar 40, 57

Stern, Alfredo 223Sting 88, 119Strozza, Pablo 224, 233Suárez, Julio 116, 250Suárez, Pablo 34Symns, Enrique 30, 122, 126Szperling, Cecilia 165

Tanguito (José Alberto Iglesias) 16, 25, 27, 28, 30, 32, 39, 64, 65

Tasca, Maximiliano 221Tee, Larry 200Telerman, Jorge 233Tellas, Vivi 96, 98, 99, 107, 117, 123,

124, 134, 165Tenaglia, Dany 179Testa, Clorindo 18Timmerman, Jacobo 69Tino Tinto 156Toledo, Mariano 156Tong, Pete 212Torre Loza, Jaime 186Torre Nilsson, Leopoldo 65Torrejón, Ana 103, 165Torrejón, Christian 218Torres Duggan, Miguel 79Tortonese, Humberto 115, 116, 121,

153, 155, 156, 159, 189Tosato, Franca 226

Ubaldini, Saúl 103UltraViolet 208Uman, Violeta 208Urdapilleta, Alejandro 115, 116, 121,

127, 153, 155, 156, 159, 189Ure, Alberto 124Uribelarrea, Pía 136Uriburu, Isabel 79, 82

Vanarelli, Mario 88Vargas, Amelita 82Vartan, Sylvie 23Vázquez, Eduardo 218Vena, Fabián 183Ventura, Giovanni 171, 172Verdaguer, Juan 54Vezzetti, Hugo 39Vianini, Andrea 15, 20

260

Vicentini, Cayetano 150Videla, Pablo 83Vilas, Guillermo 22, 79, 94, 136Villacorta, Ana 186Villafañe, Chunchuna 58Villalobo, Ricardo 189Villanueva, Pata 54, 60Villar, Alberto 66Villar, Mercedes 28Viñas, David 69Viñaterra, Liliana 156Viola, Omar 113-117, 240Visciglio, Alfredo 111Vivian 147Von Quinteiro, Zorrito 149, 184

Wakoluk, Lisa 124Walsh, Rodolfo 69, 71Warren, Nick 212Washington, Silvia 28Watanga 159Wink, Josh 212Woolford, Paul 213

Zabiela, James 214Zaguri, Pajarito 14, 25, 26, 38Zavaleta, Miguel 96Zieger, Helmut 96Zuker, Cristina 100

Índice

Prólogo Escaleras al cielo ............................................................................ 9

60Del 63 .......................................................................................... 15Mau Mau: Un lugar para gente fina ............................................. 19La Cueva: De antro a cuna del rock ............................................. 24Náufragos de la ciudad dormida .................................................. 26El Instituto Di Tella: Peace & Love ............................................. 32Cuando pisan los bastones largos ................................................. 36Federico Peralta Ramos: No habrá ninguno igual ........................ 40El fin de los 60 ............................................................................. 42

70Bajo un mismo cielo ..................................................................... 47Ramos Mejía, esa locura .............................................................. 47Pinar de Rocha: La más exclusiva del Oeste ................................. 53Divagario: Rock & Ramos ........................................................... 54Isidoro: Playboy modelo 70 .......................................................... 56Mau Mau: Más cerca del ocaso .................................................... 58Le Club y Afrika: Los nuevos sonidos del downtown ................... 60Rock & roll: Plano - contraplano ................................................. 63La calle Corrientes: El eje de la política ........................................ 69Jazz&Pop ..................................................................................... 71Experiment: Llega la disco ........................................................... 72

80 Con la democracia no solo se come .............................................. 87La City: Nueva York en Buenos Aires .......................................... 87

El Einstein: Como un cabaret berlinés .......................................... 96Se va a acabar esa costumbre de matar ....................................... 100“Malvinas se decidió en una noche de whisky” .......................... 103Ahora, Alfonsín .......................................................................... 105Cemento y el Parakultural: La movida del Sur ........................... 107Memorias de una chica punk ..................................................... 118Fernando Noy: El backstage de la década .................................. 120La explosión under ..................................................................... 122Salir del armario ......................................................................... 124El despertar de una calle, el despertar de los cuerpos .................. 125Bolivia: Polenta y vino en damajuana ......................................... 126

90Provoleta y Möet&Chandon ...................................................... 133Paladium: Todos somos Very Important Persons ........................ 133Las antidiscos de los genios pobres ............................................. 142Kheyvis: La primera impunidad ................................................. 143La lujuria itinerante .................................................................... 145El Dorado: Un orgullo argentino ................................................ 147Ave Porco: La chancha lujuria .................................................... 152Nave Jungla: “Una noche soñé con enanos” .............................. 159El Podestá: Un oscuro club de copas .......................................... 162La Age: La favorita de todos ...................................................... 163Pizza Piola: Rúcula por fugazzetta .............................................. 166Filo: La pizzería bohemia ........................................................... 170El Cielo: Frente al río ................................................................. 173Cumpleaños feliz ........................................................................ 177Pachá: Una sucursal de Ibiza ...................................................... 178Llegan las raves .......................................................................... 180La calle Corrientes, todavía ........................................................ 183Otras voces, otros ámbitos ......................................................... 184Morocco: Actitud 90 .................................................................. 185

00La noche en que la noche se hizo humo ...................................... 195La era de los DJs ........................................................................ 196Los nuevos templos del rock ...................................................... 201Que se vayan todos .................................................................... 202El malón ..................................................................................... 205

Casa Brandon: Orgullo lesbo ..................................................... 208Raves, agua, pastillas y sponsors ................................................ 211Miranda!: El regreso del glam rock ............................................ 215Fiestas de diseño ......................................................................... 216Cromañón .................................................................................. 217Esas voces, esos ámbitos ............................................................. 220Rock chabón .............................................................................. 224Callejeros y la felicidad .............................................................. 226Después de todo ......................................................................... 228La noche continúa: Llega Kim y Novak ..................................... 233Vuelven las fiestas ....................................................................... 237Circuito de fin de siglo ............................................................... 238El Bar Rodney, una leyenda ........................................................ 239La resurrección de las milongas .................................................. 240Reggaeton: Del Caribe al Río de la Plata .................................... 242Nuevas tribus: De Mau Mau al kiosko ....................................... 243

Gracias ....................................................................................... 247Fuentes ....................................................................................... 249Índice de nombres ...................................................................... 253