Ardientes en el Espiritu - Iglesia Evangélica del Vallés ... · Web viewFue el Espíritu Santo el...

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ÍNDICE Prólogo................... 2 Prefacio a la primera edición 2 Prefacio a la segunda edición 4 Conociendo al Espíritu Santo 6 La voluntad de Dios para mí 10 El camino de Dios para mí 19 El bautismo en el Espíritu Santo 27 Por qué Dios escogió las lenguas 42 Los dones paralelos de Dios 56 El papel de la fe......... 77 Suelte su fe.............. 92 Un encuentro con el Bautizador 116 Apéndice..................128

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ÍNDICEPrólogo............................................ 2

Prefacio a la primera edición........... 2

Prefacio a la segunda edición ....... 3

Conociendo al Espíritu Santo.......... 4

La voluntad de Dios para mí........... 7

El camino de Dios para mí ........... 13

El bautismo en el Espíritu Santo .. . 18

Por qué Dios escogió las lenguas 28

Los dones paralelos de Dios........... 37

El papel de la fe.............................. 51

Suelte su fe...................................... 61

Un encuentro con el Bautizador .... 77

Apéndice......................................... 85

PROLOGO

Muchos cristianos participan de una relación vital con Jesucristo como su Salvador, pero tienen poca experiencia con el poder de Dios, que es esencial para que esta vida se exprese en forma consecuente y efectiva. Nuestro Padre celestial nos ha prometido poder para este mismo fin. La promesa está personificada en Jesús como el poderoso Bautizador en el Espíritu Santo. El poder espiritual es el privilegio de todo creyente que procura ser un cristiano lleno hasta rebosar y que cumple así el glorioso plan de Dios para su vida. Estimado lector: Este libro se ha escrito con el fin de comunicarle la sencillez con que la promesa de Dios se puede convertir hoy mismo en una realidad personal en su vida.

PREFACIO A LA PRIMERA EDICIÓN

Todo libro, como toda vida, debe tener una razón de ser. Los últimos años han sido testigos de un soberano y sostenido movimiento del Espíritu Santo, movimiento que ha traído la frescura del primitivo cristianismo del Nuevo Testamento a las almas sedientas y que se ha extendido a través del país y aun de muchas partes del mundo. Ha sido nuestra creciente convicción que el significado de este movimiento de Dios debe hallar clara expresión desde el punto de vista de su amor por su Hijo. Toda manifestación del Espíritu Santo tiene significado sólo cuando tiene relación con Jesucristo.

Es el expreso deseo del Padre que conozcamos el propósito fundamental de sus caminos en estos importantes días que tenemos por delante. Seguramente Dios está edificando su iglesia para que sea un poderoso testigo del tiempo del fin, poco antes del retorno de nuestro Señor. Ahora mismo, dondequiera que se le permita al Espíritu Santo la libertad de moverse como quiere, se les está dando forma a las "piedras vivas" de este Edificio Santo y se las está acomodando en el lugar que les corresponde. Dentro de tal perspectiva, cada vida tiene una parte importante que desempeñar en el cumplimiento del perfecto plan de Dios para estos últimos días.

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Qué importante llega a ser entonces ser tan llenos de la presencia de Dios, que su plena voluntad se exprese cada vez más por medio de nuestras vidas individuales. Con este fin, ha sido nuestro deseo comunicar tanto el significado como la simplicidad de entrar por fe en la vida llena del Espíritu. Es nuestra oración que cada lector llegue a conocer la realidad de un Pentecostés personal en su vida antes que termine de leer las últimas páginas de este volumen. Y ojalá que el poder del bautismo en el Espíritu Santo se convierta en una fuerza que motive y purifique nuestras vidas, pues así procuraremos apresurar el día de su aparición.

PREFACIO A LA SEGUNDA EDICIÓN

Han transcurrido siete años desde que se escribió la primera edición en inglés de "Ardientes en el Espíritu". Durante este tiempo, Dios ha apretado el paso y por toda la tierra el soplo de su Espíritu se está moviendo con poder vivificante y de un modo que no tiene precedentes en la historia de la iglesia. Las respuestas procedentes de todas partes de nuestro país, así como de diversas partes del mundo, han rebasado las esperanzas del autor, en el sentido de que muchos de los lectores hallarían su propio Pentecostés personal antes de que terminaran de leer las últimas páginas de este libro.

Aquellos que han compartido sus experiencias con nosotros son personas que proceden de diferentes credos religiosos, incluso católicos, ortodoxos y protestantes. Todos están reconociendo la comunión de que podemos disfrutar unos con otros en la vida de Jesús, por medio del poder unificador del Espíritu Santo. En las páginas siguientes compartiremos con ustedes algunas de estas experiencias.

Cada capítulo se ha ampliado con conocimientos e ilustraciones adicionales que se han obtenido durante estos últimos siete años. Se ha añadido un capítulo especial que trata del encuentro con Jesucristo como el bautizador en el Espíritu Santo, a fin de ayudar al candidato que está dispuesto a participar en su propio Pentecostés personal. Se han aumentado en número y contenido los capítulos de la primera edición que se referían a nuestro andar y nuestra vida en el Espíritu, los cuales ahora se publican en un volumen separado intitulado "Overflowing Life" (Vida desbordante). Ambos libros se complementan entre sí y se han escrito con el fin de ayudar al creyente a entender cuáles son sus privilegios y responsabilidades espirituales como miembro terrenal de la familia celestial de Dios.

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CAPITULO ICONOCIENDO AL ESPÍRITU SANTO

"Hace años que asisto a la iglesia y a la Escuela Dominical; pero hasta ahora el Espíritu Santo era para mí solamente ¡el fin de la doxología! Los cristianos modernos estamos perdiendo una gran oportunidad (sabemos de todas las piezas de un motor, menos del botón de arranque y del acelerador). ¡Qué máquina más inútil!" Tal fue el cándido comentario que escribió una joven ama de casa en una carta que hace poco llegó a mi escritorio.

Otra persona hizo una vez la siguiente observación: "¡Para mí, el Espíritu Santo no es nada más que algo así como un halo blanco y oblongo!" No hablaba con irreverencia, sino con honradez. Muchos cristianos, si se los apremiara con insistencia, tendrían que confesar que el Espíritu Santo es algo vago e impersonal para ellos. Conocen a Dios Padre. Conocen a Dios Hijo. Pero Dios Espíritu Santo les es desconocido en cualquier forma viva y personal. Se lo considera solamente como una fuerza o influencia vaga, difícil de aprehender y entender. ¡Para muchos, es el miembro menos conocido y más olvidado de la Santa Trinidad!

Otros han estudiado cuidadosa y sistemáticamente la naturaleza del Espíritu Santo. Se dan cuenta de que sus obras y atributos divinos lo colocan en una categoría coordinada con el Padre y el Hijo. Es coigual con ellos y de la misma esencia. Sin embargo, en ministerio, él es el miembro ejecutivo de la Divinidad. O, como también se ha expresado, Dios nunca se mueve separado de su Espíritu. Es muy posible profundizar en los aspectos teológicos del Espíritu Santo y, no obstante, conocerlo sólo como una doctrina. Los primitivos creyentes del Nuevo Testamento nunca tuvieron el privilegio o la ventaja de contar con un curso de teología sistemática. Sin embargo, conocían al Espíritu Santo en una forma muy poderosa y personal. Ellos estaban "ardientes en el Espíritu, sirviendo al Señor (Romanos 12:11, Versión Amplificada). Dios no espera menos de nosotros hoy si ha de cumplirse su voluntad para nuestra generación.

¿Lo conoce usted como ellos lo conocieron? Si no es así, puede conocerlo, y sin demora, pues Dios ha provisto todo lo necesario para que tengamos una experiencia en la plenitud del Espíritu Santo, que sea tan fresca y real como la de ellos. En años recientes, miles de cristianos

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sedientos de Dios, de todas la denominaciones religiosas, han respondido al llamamiento del Espíritu y han encontrado una comunión con él, que les ha revelado nuevas dimensiones en la alabanza y el poder, dimensiones que han superado sus mayores expectativas. Dios no hace acepción de personas, y la comunión que ellos han tenido con el Espíritu Santo puede ser la experiencia suya hoy.

Cuan imposible seria tal comunión si el Espíritu Santo mismo no fuera una persona—¡una persona afectuosa y maravillosa! Como es de esperar, hay cierto número de pasajes bíblicos que se refieren claramente a las muchas características de su personalidad. Descubrimos que el Espíritu Santo tiene mente, voluntad y puede sentir (Romanos 8:27; 1 Corintios 12:11; Efesios 4:30). Puede hablar, enseñar, guiar y consolar (Apocalipsis 2:7; Juan 14:26; 16:13; 14:16). Estas y muchas otras referencias indican con claridad que el Espíritu Santo es una persona real, y ésta es la razón por la cual podemos conocerlo en forma personal.

Hace algún tiempo, mientras visitábamos algunos viejos amigos de nuestra familia en Portland, Oregon, la conversación pasó al tema del ministerio del Espíritu Santo en nuestras vidas. Nuestra anfitriona, una piadosa madre, ahora ya de edad muy avanzada, hacía memoria de la fidelidad de Dios durante los días en que acababan de iniciar su negocio de lechería. Las demandas, tanto físicas como espirituales, que acompañaron un tiempo especialmente difícil, le produjeron un estado de agotamiento nervioso. Era uno de esos "valles de sombra" por los cuales han pasado creyentes de todos los tiempos en su andar con Dios.

Mientras relataba su experiencia, me sentí profundamente conmovido por uno de sus comentarios sobre el ministerio del Espíritu Santo, que cual Buen Pastor, la guió durante sus horas más negras. Con voz suave y firme, dijo:

— ¿Sabes, Roberto? No sé qué habría hecho yo durante el período más grave de esa experiencia, si no hubiera sido por la fidelidad de mi bendito Consolador.

Hubo ocasiones en que su liberación vino únicamente por medio de la oración intercesora del Espíritu Santo en su favor.

Pensé en esto más tarde y comencé a darme cuenta de que ella estaba familiarizada con su "bendito Consolador" en una forma muy

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íntima y personal. Cuan fría y sin vida habría sido una comprensión meramente intelectual de la doctrina del Espíritu Santo en un tiempo como ése. Su relación con él era de corazón y el Espíritu estaba tan unido a ella como la vida misma. A través de los años, su comunión con el Espíritu Santo había permanecido tan fresca y real como siempre lo había sido. ¡El resplandor de su rostro daba testimonio de la amorosa comunión de que disfrutaba dentro de su corazón!

Este privilegio de tener comunión íntima con el Espíritu Santo es profundo en su significado (2 Corintios 13:14; Filipenses 2:1). Hay en esto algunos aspectos emocionantes y fascinantes que trataremos en los capítulos siguientes. En este punto, es interesante notar que la palabra "comunión" viene del vocablo griego neo-testamentario "Koinonía", que significa una participación conjunta en torno a un interés común. Comunión significa literalmente unión en torno de algo que se comparte en común. Evidentemente esto suscita una pregunta. Si vamos a disfrutar de comunión con el Espíritu Santo, ¿cuál será el interés común que será compartido? La respuesta a esta pregunta se refiere al mismísimo propósito de nuestra existencia. Y haremos una investigación más minuciosa de este pensamiento en nuestro siguiente capítulo.

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CAPITULO IILA VOLUNTAD DE DIOS PARA MI

Hace muchos años que el autor enseña Ciencias Naturales en la Universidad. En las conferencias preliminares dictadas a los estudiantes de primer año, surgen preguntas relativas al qué, cuándo, dónde, quién y cómo de la vida. |La pregunta conclusiva es siempre el "porqué" de la vida! ¿Por qué estamos vivos? ¿Cuál es el propósito de nuestra existencia? ¿Hay una respuesta a "por qué estamos aquí"? ¿Tiene algún significado personal la vida? Si no podemos contestar estas preguntas, no tenemos respuestas para las preguntas más importantes de toda la vida.

Cierta vez recibí una carta de un estudiante universitario que confesaba el sentimiento de futilidad que experimentaba al vivir la vida día tras día sin ninguna relación con un propósito eterno. Para él, la vida era un círculo inexorable de cosas sin sentido. Al leerla, no pude menos de preguntarme cuántos cristianos profesantes están igualmente atrapados en una especie de existencia rutinaria, sin ningún sentido real de destino divino que vincule su vida con la eternidad.

Hace algunos años yo no habría tenido respuesta al interrogante más importante de la vida, porque yo mismo aún la estaba buscando. Hoy, por la gracia de Dios, ya se ha encontrado la respuesta. Fue descubierta en la Palabra de Dios. Leí que Dios tiene un plan, un propósito, un destino divino para cada cristiano. Y cuando la vi, fue muy evidente que había hallado la respuesta correcta. ¡Hay una sola respuesta! En realidad, no podría haber más que una, porque esa respuesta se centra en el unigénito Hijo del Padre—¡la grandeza del amor de Dios por su Hijo!

Desde la eternidad pretérita, Dios el Padre ama al Hijo con todo su amor. En el griego del Nuevo Testamento, éste es el amor "ágape", un amor divino que es provocado por la preciosidad y los méritos inherentes del objeto amado. Jesús estaba consciente del amor de su Padre y su gran deseo fue que sus discípulos, y los que en los siglos venideros llegaran a serlo, supieran también de este amor. Aquí lo tenemos en sus propias palabras, como fueron expresadas, poco antes de su crucifixión, en su oración intercesora por todos nosotros:

"Padre, quiero que estén conmigo (éstos que me has dado) para que vean mi gloria. ¡Tú me diste la gloria, porque me amaste desde

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antes que empezara el mundo!" (Juan 17:24, Evangelios Vivientes).

El Padre mismo, al ver que su Hijo unigénito hacía obedientemente su voluntad en la tierra, como la habían planeado juntos en el cielo, no pudo abstenerse de compartir con nosotros su sincero amor por Jesús. Uno puede percibir ese profundo sentimiento que fue expresado cuando en dos ocasiones Dios se abrió paso hasta la tierra con este conmovedor mensaje: "Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia" (Mateo 3:17; 17:5).

El Espíritu Santo, hablando por medio de los profetas de la antigüedad, confirma igualmente el supremo gozo y satisfacción que siempre halla el Padre en el Hijo:

"He aquí mi siervo, yo le sostendré; mi escogido, en quien mi alma tiene contentamiento; he puesto sobre él mi Espíritu" (Isaías 42:1).La eternidad de esta clase de amor está expresada poéticamente por

el escritor de los Proverbios. Considere la belleza de estas maravillosas palabras :

"Eternamente tuve el principado, desde el principio, antes de la tierra. Con él estaba yo ordenándolo todo, y era su delicia de día en día, teniendo solaz delante de él en todo tiempo" (Proverbios 8:23,30).Solamente en Jesús puede hallar nuestro Padre celestial el gozo, el

placer, y el deleite que satisfacen su gran corazón amante. Este es el punto central en que descansa todo el cristianismo. Esta es la fuente de la que manan la voluntad y el propósito de Dios para toda la humanidad. Esta es la llave que abre y revela el misterio relativo al significado del hombre. ¡Cualquier cosa que responda al corazón del Padre debe relacionarse en alguna forma con el Hijo a quien ama!

COMO EL SIGNIFICADO DEL HOMBRESE ORIGINA EN EL AMOR DE DIOS

POR SU HIJO

Desde la eternidad pretérita estuvo escondido en el corazón de Dios su gran plan de amor que fue misericordiosamente trazado para incluirnos a usted y a mí. Este deseo de los siglos fue mantenido como un misterio para la mente del hombre, encerrado como él está en las limitativas dimensiones de lo que es natural, terreno y temporal. Se necesita el poder liberador y revelador del Espíritu Santo para elevar al hombre a los cielos, desde donde el tiempo, como bien lo sabemos, no opone ninguna barrera a nuestra comprensión del propósito eterno de

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Dios.

La posibilidad de tal revelación al hombre podría considerarse nada más que un sublime idealismo o un anheloso pensamiento si no fuera por el hecho de que ocurrió realmente. Y le aconteció a un hombre que registró fielmente lo que vio. Esa revelación cambió su vida, pues nunca más él fue el mismo. ¡Y cambiará también nuestra vida, porque el amor de Dios obra precisamente de esa manera!

Escuchemos en nuestro corazón cómo el antes mencionado hombre describe esta experiencia y la revelación que recibió:

"Hace catorce años fui llevado de visita al cielo. No me pregunten si mi cuerpo estuvo allí o si solamente mi espíritu, pues no lo sé; sólo Dios puede contestar eso. Pero de todos modos estuve allí, en el paraíso y oí cosas tan asombrosas que el hombre es incapaz de describir . . ." (2 Corintios 12:2-4, Cartas Vivientes).

"Hace mucho tiempo, antes que hiciera el mundo, Dios nos escogió para que fuéramos suyos, por medio de lo que Cristo haría por nosotros. Entonces decidió hacernos santos delante de él, sin una sola falta, para que estemos ante él cubiertos de su amor. Siempre ha sido su plan inmutable adoptarnos en su familia enviando a Jesucristo a morir por nosotros. ¡E hizo esto sólo porque quiso hacerlo! Ahora alaben todos a Dios por su maravillosa bondad con nosotros y por su favor que derramó sobre nosotros, porque pertenecemos a su Hijo muy amado. Tan sobreabundante es su bondad hacia nosotros, que quitó todos nuestros pecados mediante la sangre de su Hijo, por quien somos salvos. Y él ha derramado las riquezas de su gracia sobre nosotros, pues en todo tiempo nos comprende muy bien y sabe lo que es mejor para nosotros. Dios nos ha contado el secreto motivo que tuvo al enviar a Cristo: un plan que en su misericordia decidió llevar a cabo mucho tiempo atrás. Y éste fue su propósito: que cuando se cumpla el tiempo, nos reunirá a todos de dondequiera que estemos (en cielo o en la tierra) para que estemos con él (en Cristo) para siempre. Además, por lo que Cristo hizo llegamos nosotros a ser regalos para Dios en los que él se deleita, pues como parte del soberano plan de Dios, fuimos escogidos desde el principio para ser suyos, y todas las cosas suceden exactamente como antes lo determinó" (Efesios 1:4-11, Cartas Vivientes).

"Y sabemos que todo lo que nos sucede obra para nuestro bien, si

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amamos a Dios y si nos acomodamos a sus planes. Porque desde el mismo principio Dios determinó que los que vinieran a él (y siempre supo quiénes vendrían) llegaran a ser como su Hijo, de modo que su Hijo fuera el primero, con muchos hermanos" (Romanos 8:28-29, Cartas Vivientes).

Hay cierto sentido de destino divino en estas palabras del apóstol Pablo. Habla con la convicción de un hombre que tiene una revelación. En efecto, es evidente que siempre ministró desde una ventajosa posición celestial que dominaba una perspectiva eterna con respecto al supremo propósito de Dios. ¡Mirando retrospectivamente a través del túnel del tiempo hasta llegar a la eternidad pretérita, vio que el supremo deseo del corazón del Padre se halla en su amor por su Hijo!

EL DESEO DEL PADRE DE TENER UNA FAMILIA

El Espíritu Santo le reveló, pues, a Pablo la gloriosa intención del Padre de ampliar la hermosa vida de Jesús para incluir una familia eterna de muchos hijos, cada uno de los cuales manifestaría en forma exclusiva el carácter de su Hermano Mayor. ¡Tan infinitamente rica y abundante es la vida de nuestro maravilloso Señor, que se requerirá toda la eternidad futura para entender cabalmente esta magnífica expresión del amor y la gracia de Dios!

Esta es la razón por la cual Dios creó los cielos y la tierra y todo lo que hay en ellos. Esta es la razón por la cual Dios plantó un huerto al oriente, en Edén, y puso en él a la misma corona de su creación, una criatura hecha a su imagen y conforme a su semejanza. Esta es la razón por la cual Dios le dijo entonces al hombre que fructificara, se multiplicara y llenara toda la tierra de vida. ¡Dios quería una familia que para siempre fuera una deleitosa y reveladora expresión personal de su infinito amor y sabiduría!

Sí; el hombre fue creado originalmente a la imagen de Dios, con el potencial de realizar la plena voluntad del Padre, como se halla en Cristo Jesús. Sin embargo, el pecado entró en el corazón del hombre y esa imagen se estropeó y distorsionó. Sólo Dios sabe el dolor y la desilusión que él experimentó cuando el hombre y la mujer escogieron ser desheredados de los privilegios del propósito divino para sus vidas.

No obstante, Dios nunca ha cambiado de idea. Todavía va a tener un pueblo. Y todavía su voluntad será, hecha aquí en la tierra como hace

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mucho tiempo fue preordenada en el cielo. Nosotros llegamos a ser parte de ese plan cuando "nacemos de nuevo" por obra del Espíritu de Dios de vuelta a la familia del Padre celestial.

El Evangelio de Juan simplifica todo el asunto en las siguientes palabras:

"Pero a todos los que le recibieron (a Jesús), les dio el derecho de llegar a ser hijos de Dios. Todo lo que tenían que hacer era creer que él los salvaría. Y todos los que creyeron esto renacieron; pero no fue éste un renacimiento físico, que resulta de la pasión o plan humano, sino de la voluntad de Dios" (Juan 1:12-13, Evangelios Vivientes).

La base de tal renacimiento es clara. Jesús dice que él es la Vida! (Juan 14:6). Y más adelante Juan declara:

"¿Y qué es lo que ha dicho Dios? Que él nos ha dado vida eterna y que esta vida está en su Hijo. Así que el que tiene al Hijo de Dios, tiene la vida; el que no tiene a su Hijo, no tiene la vida. Les he escrito esto a ustedes que creen en el Hijo de Dios, para que sepan que tiene vida eterna" (1 Juan 5:11-13, Cartas Vivientes).

En otras palabras, al recibir a Jesucristo como nuestro Señor y Salvador, recibimos la Vida de Dios que nos introduce en su familia.

LA VOLUNTAD DEL PADRE PARA USTED

Sí; como hemos visto, Dios ha provisto en su gracia una manera por la cual podamos una vez más ser conformados a la imagen de su Hijo. En un pasaje antes citado (Romanos 8:28-29), el apóstol Pablo nos asegura muy enfáticamente que nuestro destino divino es realmente llegar a ser como nuestro Hermano Mayor, el Señor Jesús. La Versión Amplificada expresa esto como sigue:

"Estamos seguros y sabemos que... todas las cosas colaboran y son (ajustándose a un plan) para bien de los que aman a Dios y son llamados conforme a (su) designio y propósito. Porque a los que antes conoció ... también los destinó desde el principio... para ser moldeados a la imagen de su Hijo... para que él fuera primogénito entre muchos hermanos" (Las palabras en cursiva son del autor).

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Jesucristo es el supremo bien hacia el cual convergen todas las cosas en la vida del cristiano. Tenemos que mirar continuamente y reflejar como espejos la gloria del Señor y ser constantemente transformados "en su misma imagen en un siempre creciente esplendor y de un grado de gloria a otro" (2 Corintios 3:18, Versión Amplificada). ¡Este es el propósito de nuestra existencia! Esta es la voluntad del Padre.

Es asombroso y fantástico cuando realmente llegamos a comprender el pleno significado del plan de Dios para nuestra vida. ¡Ser conformados a la imagen del Hijo de Dios significa que tenemos que llegar a ser como fue Jesús, obrar como obró Jesús, pensar como pensó Jesús y hablar como habló Jesus cuando estuvo aquí en la tierra! En efecto, el Señor prometió que haríamos obras aún mayores que éstas (Juan 14:12).

A medida que por el Espíritu de Dios seguimos mirando la gloria de nuestro Señor, su imagen divina se hace cada vez más nítida. El ser de Jesús nos habla de su carácter y belleza perfectos. Jesús es el todo codiciable (Cantares 5:16). El obrar de Jesús se refiere a sus obras, su poder y su autoridad. Jesús fue poderoso en obras y actuó con autoridad (Mateo 13:54; 21:23-24; Lucas 4:36). Los pensamientos de Jesús pertenecen a la sabiduría de Dios. Jesús es la sabiduría personificada (Proverbios 8:12, 14, 22-23). Las palabras de Jesús hablan de la mente y la voluntad de Dios. Jesús es la Palabra personificada (Juan 1:14).

La palabra cristiano significa ¡como Cristo! Tenemos que reflejar su belleza, hacer sus obras, pensar sus pensamientos y hablar sus palabras. Esto es lo que significa llegar a ser conformados a la imagen de Jesucristo. ¿Entendemos realmente a qué nos comprometemos' cuando cantamos "Ser como Cristo . . . Todo lo que pido es ser como él"? Efectivamente, estamos pidiendo todo lo que es Jesús: su carácter, su obra, su mente, su palabra, su belleza, poder, sabiduría y voluntad. ¡Esta es una gran orden; pero es nuestro destino!

Esto es todo lo que significa la vida. Perder esto es perderlo todo. Ganar esto es poseer la respuesta al interrogante más grande de la

vida. ¡Cristo es la respuesta! Dios la planeó así. ¡La voluntad de Dios el Padre para usted está centrada en su Hijo!

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CAPITULO IIIEL CAMINO DE DIOS PARA MI

La voluntad revelada de Dios para nuestra vidas es tan maravillosa y tan perfecta, que nos produce asombro y a la vez, si somos honrados, un poco de desaliento. Quizás todo el tiempo hemos tenido una secreta sospecha de que la verdadera vida cristiana está fuera de nuestro alcance, salvo del de unos pocos individuos "superespirituales" que al parecer están hechos de un material diferente al de nosotros. Al fin y al cabo, hemos hecho la prueba, repetidas veces luego de ser suficientemente estimulados por algún persuasivo orador; pero siempre, a los pocos días o semanas todo se disipa, y a veces hemos quedado en peores condiciones espirituales que antes. Simplemente no parece haber en nuestras vidas un "poder permanente" que día tras día nos ponga y mantenga centrados en la voluntad de Dios. Con qué rapidez se acaba el empuje inicial una vez que bajamos de las nubes del entusiasmo y chocamos contra la tierra de la diaria existencia.

Cuántas veces hemos oído, en una forma u otra, la historia de gente que tenía un profundo deseo de hacer la plena voluntad de Dios, pero que estaba casi convencida de que esto jamás sería para ellos. ¡Pues bien, tal convicción es completamente contraria a las Escrituras! En ninguna parte de la Biblia encontramos base alguna que sustente la idea de que la vida cristiana victoriosa sea solamente para unos pocos escogidos. En un sentido, no hay cristianos superespirituales, sino sólo cristianos que han aprendido a depender del poder sobrenatural de Dios. En realidad, sucede a veces que cuanto más "común" es el cristiano, tanto más fácil le es aprender a apoyarse firmemente en su Dios, pues está muy consciente de sus debilidades. La Biblia está llena de ejemplos de gente común que vivió una vida muy extraordinaria porque aprendió el secreto del método que Dios utilizó para llevar a cabo su voluntad en ellos y por medio de ellos.

En realidad, es aquí donde se encuentra el problema: Siempre estamos sustituyendo los métodos de Dios por nuestros métodos. Cuanto más lo hacemos, tanto mayor es nuestra frustración y fracaso. Porque sus caminos no son nuestros caminos, ni los nuestros los suyos (ver Isaías 55:8). El Señor, pues, espera con paciencia que lleguemos al fin de nuestro camino (cuando ya no tenemos más recursos), para poder mostrarnos el suyo. El individuo que, desesperado, confiesa finalmente que está a punto de desistir de sus esfuerzos por procurar

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vivir la vida cristiana, está mes cerca del camino de Dios que nunca antes. Si mira atentamente, descubrirá que su callejón sin salida es en realidad una encrucijada. La senda de "mi camino" está próxima a su fin, pero la de "su camino" está a punto de comenzar.

¿Cuál es el camino de Dios? Tal como la "voluntad" del Padre está centrada en una persona, la persona-de Dios I lijo, así también el "camino" del Padre está centrado en una persona. Esta es la persona de Dios Espíritu Santo. ¡El Espíritu Santo es el camino de Dios para realizar su voluntad en la vida de usted y por medio de ella!

En Romanos 8:28-29 descubrimos que es la voluntad de Dios y nuestro destino ser conformados a la imagen de su Hijo. Y vemos que esta verdad está confirmada en 2 Corintios 3:18. En las últimas palabras de este pasaje descubrimos también el camino de Dios: "Transformados... en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor."

En el versículo 17 del mismo capítulo, leemos: "Y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad." Esto significa que por medio de la persona del Espíritu Santo tiene que haber una liberación, un desencadenamiento, una soltura. ¿De qué? ¡De Jesús! De todo lo que él es; todo lo que hace; todo lo que piensa; todo lo dice... en nosotros y por medio de nosotros. ¡Por esto somos conformados a su imagen!

La persona y la obra del Espíritu Santo comienza ahora a tomar un nuevo y estimulante significado. Aquí está el camino escogido del Padre y el único camino que él tiene para hacer que su Hijo sea real para nuestra vida y por medio de ella. Jesús reconoció el importante papel que el Espíritu Santo iba a desempeñar en la vida de sus discípu-los (y en nosotros), cuando habló con ellos poco antes de su muerte (Juan 14,15 y 16). Entonces explicó que era necesario que él se fuera, o si no el Consolador (el Espíritu Santo) no vendría. Jesús también sabía que el camino de salida le costaría la vida. El don del Espíritu, que nosotros recibimos gratuitamente, le costó a Dios todo lo que tenía en su Hijo. ¡No es un don barato!

Además, el Señor les explicó cuidadosamente el propósito para el cuál sería enviado el Espíritu. Estaba a punto de dejarlos. Con respecto a su persona, pronto iba a estar situado a la diestra del Padre en el cielo. Qué extraña contradicción de los labios del que iba a decir: "He aquí yo estoy con vosotros todos los días." Extraño hasta que comprendemos el ministerio del Espíritu Santo. Porque Jesús les dijo entonces que cuando viniera el Consolador, él testificaría (daría pruebas) de él (de

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Jesús). Es decir, recibiría y atraería lo que pertenece a Jesús y se transmitiría y revelaría a ellos en una forma que les hiciera su presencia y poder más reales que lo que jamás habían experimentado antes. Su relación con ellos estaba limitada por su presencia física. Sin embargo, entonces estaría con ellos por la acción del Espíritu Santo, viviendo plenamente su vida por medio de ellos. ¡Fantástico, pero cierto! Cierto, en una forma transformadora de vidas.

Para ilustrar esto, obsérvese la descripción de Pedro antes y después de la venida del Espíritu Santo el día de Pentecostés. Ese día memorable, un cobarde jactancioso y vacilante se convierte de repente en humilde pero poderoso predicador. En efecto, con los ojos del Espíritu uno ya no ve a Pedro, sino sólo a Jesús. ¡Este es el poder transformador y conformador del Espíritu Santo!

No es extraño que Jesús aconsejara a sus discípulos que no salieran en su nombre a predicar el evangelio, hasta que no hubieran recibido personalmente el Espíritu Santo en su plenitud. ¿Cómo podrían predicar el evangelio pleno antes que les llenara primero sus vidas? Esto es lo que hace 2.000 años sucedió en ese primer Pentecostés y sigue sucediendo hoy en la misma forma.

Jesús dijo: "Recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos" (Hechos 1:8). Uno no puede ser testigo de algo que no ha visto ni experimentado. Atestiguar algo significa verlo, oírlo o experimentarlo directamente. Entonces uno puede testificar o dar pruebas personalmente de lo que ha visto y oído. La palabra griega para referirse a un testigo es martus. Nuestra palabra "mártir" se deriva de la misma raíz. Ser un verdadero testigo es haber experimentado algo tan real, que estaríamos dispuestos a morir por ello.

En otras palabras, Jesús estaba diciendo: "El Espíritu Santo les hará tan real todo lo que soy, que estarán capacitados para salir a testificar de mí aun cuando esto les cueste la vida". ¡Esta es una experiencia sumamente poderosa! No hay que extrañar entonces que los primitivos creyentes trastornaran el mundo conocido de su época por Jesucristo. ¿Y qué de nuestro mundo? ¿Y qué de nuestra experiencia?

La sustancia de nuestro testimonio consiste en manifestar la belleza y el poder de la obra y Palabra de nuestro Señor, a medida que progresivamente nos vamos asemejando a él. Nuestra vida tiene que manifestar su carácter, su obra y su mensaje. En nosotros mismos somos completamente incapaces de vivir esa vida y nos volvemos rápi-

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damente a la provisión que Dios ha hecho por medio de la persona del Espíritu Santo. Vamos a descubrir que es por su fruto y sus dones que somos transformados en la imagen del Hijo de Dios. Exploraremos esto más adelante.

Una mirada al fruto del Espíritu, como aparece parcialmente registrado en Gálatas 5:22-23, indica que éstas son características de la personalidad del Señor Jesús: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza. Todas ellas son vividos cua-dros verbales del carácter de Cristo.

Este pasaje y otros, que así describen el carácter de nuestro Señor, nos muestran cómo él trae verdadera consistencia a nuestra fe cristiana. El fruto es más que meramente pensamientos hermosos. ¡Es lo que es Jesús! El es amor, gozo, paz...Lo inverso es cierto también y acrecienta aún más nuestro aprecio por esta verdad. El amor es más que un sentimiento. El Amor es una persona. De igual modo, el Gozo es una persona; la Paz es una persona. ¡Esa persona es Jesús! El cristianismo abstracto se vuelve objetivo en Cristo. El amor de Dios es tan real como lo es el Hijo de Dios.

También se piensa en la tercera persona de la Trinidad como el Espíritu de amor, de gozo y de paz. Esto es un reflejo de su ministerio al impartirnos el carácter de Cristo. Es su gran deseo que lleguemos a ser como Jesús. ¡Si honramos al Espíritu de Dios en nuestra vida, él honrará al Hijo de Dios!

Veamos ahora los nueve dones del Espíritu Santo como aparecen bosquejados en 1 Corintios 12:7-10:

"Pero a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para provecho. Porque a éste es dada por el Espíritu palabra de sabiduría; a otro, palabra de ciencia según el mismo Espíritu; a otro, fe por el mismo Espíritu; y a otro, dones de sanidades por el mismo Espíritu. A otro, el hacer milagros; a otro, profecía; a otro, discernimiento de espíritus; a otro, diversos géneros de lenguas; y a otros, interpretación de lenguas". Otra vez vemos la provisión de Dios que nos capacita aquí para pensar sus sapientísimos y juiciosos pensamientos, orar y decir sus maravillosas palabras y manifestar sus poderosas obras. Qué maravilloso es de parte de Dios equiparnos así para que su voluntad en Cristo sea hecha por medio de nosotros.

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Entendiendo, pues, el significado y el propósito del fruto y de los dones espirituales, deberíamos tener cuidado de no despreciarlos jamás en ningún sentido. El propósito fundamental de su expresión es hacernos semejantes a Cristo en lo que concierne a su carácter, su mente, su palabra y su obra. Tanto el fruto como los dones son necesarios para la perfecta voluntad de Dios. Es posible manifestar cualquiera de los dos sin el otro; pero es imposible que uno de ellos tenga plena expresión sin el otro. Ambos son expresiones del amor de Dios y siempre deben ser considerados como tales.

En el capítulo 13 de la primera epístola a los Corintios se indica claramente que un individuo que ejerce cualquiera de los dones sin amor, no es nada más que un cero a los ojos del Padre. Sin embargo, cuando se los ejerce como expresiones del amor de Dios, su voluntad se hace manifiesta en nuestra vida y por medio de ella. Qué sencillo es entender la voluntad y el camino de Dios, cuando los vemos relacionados con su Hijo y con su Espíritu.

Todo lo que hasta aquí se ha dicho presupone que uno ya ha recibido el Espíritu Santo en su plenitud y que disfruta de tal comunión personal con él, en torno del Señor Jesús. Tal como en los primeros días de la iglesia, ésta es un experiencia definida que tiene consecuencias definidas. La pregunta de Pablo a los efesios "¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando creísteis?" exige una respuesta definida (ver Hechos 19:2). Algo hacía falta en sus vidas y Pablo lo detectó rápidamente. Ese "algo" era la belleza y el poder de Jesucristo que siempre irradian de una vida verdaderamente llena del Espíritu. El diagnóstico de Pablo sobre su necesidad fue tan definido como específica y personal fue su pregunta.

En uno de los capítulos siguientes trataremos de cómo puede usted recibir el Espíritu Santo en su plenitud, tal como lo recibían en los primeros días de la iglesia. ¡Por todo el mundo miles de corazones sedientos, de todo origen y denominación religiosa, están descubriendo que Dios quiere decir lo que dice cuando promete que si pedimos recibiremos! El camino de Dios Padre para usted está centrado en su Espíritu.

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CAPITULO IVEL BAUTISMO EN EL ESPÍRITU SANTOJESUCRISTO COMO NUESTRO SALVADOR Y BAUTIZADOR

En todo tiempo el deseo del Espíritu Santo es relacionar nuestras vidas con Jesucristo. Antes de nuestra conversión a Cristo, fue el Espíritu quien nos convenció de nuestros pecados y de nuestra necesidad de un Salvador. Estos son los elementos del verdadero arrepentimiento. Fue el Espíritu Santo el que entonces nos llevó a los pies de la cruz donde miramos la gracia salvadora de Dios en Jesucristo. Cuando lo aceptamos como nuestro Salvador personal, fue el Espíritu Santo quien nos introdujo en el Cuerpo de Cristo y vino a morar en nosotros con la vida que es Cristo. En este sentido el Espíritu Santo mora en todos nosotros. Permanecemos en él, y él mora en nosotros. Somos nuevas criaturas en Jesucristo. Esta es la obra regeneradora del Espíritu Santo. Las aguas del bautismo significan la nueva vida en Cristo que es nuestra. Ahora conocemos personalmente a Jesucristo como nuestro Salvador.

Sin embargo, debemos conocerlo también como nuestro Bautizador personal, el "poder" del Espíritu de Dios si ha de hallar expresión en nuestras vidas. Juan el Bautista proclamó que él a la verdad bautizaba en agua, pero que iba a venir uno más poderoso que él, y nos bautizaría en Espíritu Santo y fuego (ver Lucas 3:16). Jesús se refirió a esta experiencia como la "promesa del Padre", sin la cual sería incompleto nuestro poder para un testimonio pleno.

"Y estando juntos, (Jesús) les mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre, la cual, les dijo, oísteis de mí. Porque Juan ciertamente bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días...

"Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra" (Hechos 1:4-5,8).

¡Con mucho énfasis se nos muestra que este bautismo es para tener poder!

El día de Pentecostés, 120 personas expectantes estaban sentadas

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en el aposento alto, cuando de repente, procedente del cielo, el Espíritu Santo entró y reposó sobre cada una de ellas. Todos fueron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en otras lenguas como el Espíritu les daba poder para expresarse. San Lucas registra este acontecimiento tan sorprendente con las siguientes palabras:

"Ahora bien, habían pasado siete semanas desde la muerte y resurrección de Jesús, y llegó el día de Pentecostés. Mientras los creyentes estaban reunidos ese día, hubo de repente un sonido como el estruendo de un poderoso ventarrón en el cielo y encima de ellos, el cual llenó la casa donde estaban reunidos. Entonces aparecieron como llamas o lenguas de fuego que se asentaron sobre sus cabezas. Y todos los que estaban presentes fueron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en lenguas que no conocían, porque el Espíritu Santo les daba esta facultad.

"Había ese día en Jerusalén muchos judíos piadosos que habían llegado desde muchas naciones para las celebraciones religiosas. Y cuando oyeron el estruendo del cielo sobre la casa, vino corriendo una multitud a ver de qué se trataba; y estaban pasmados al oír ellos que los discípulos estaban hablando sus propias lenguas.

"¿Cómo puede ser esto?—exclamaron— . ¡Porque todos estos hombres son de Galilea y, sin embargo, les oímos hablar todas las lenguas vernáculas de las tierras donde nacimos!...

"—¡Y todos nosotros oímos a estos hombres hablar en nuestras propias lenguas de los poderosos milagros de Dios!

"Y estaban allí asombrados y perplejos, preguntándose unos a otros: —¿Qué puede significar esto?

"Pero otros en la multitud se burlaban, diciendo: — ¡Están borrachos; eso es todo!" (Hechos 2:1-8, 11-13, Evangelios Vivientes).

El apóstol Pedro explicó entonces que lo que ellos "veían y oían" era el don prometido... Considere esta emocionante explicación en las propias palabras de Pedro:

"—¡Escuchen todos ustedes, visitantes y residentes de Jerusalén! ¡Algunos de ustedes están diciendo que estos hombres están borrachos! ¡No es cierto! ¡Es demasiado temprano para eso! ¡La

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gente no se emborracha a las 9:00 de la mañana! ¡No! Lo que ustedes ven esta mañana fue predicho hace siglos por el profeta Joel: 'En los postreros días', dijo Dios, 'derramaré de mi Espíritu sobre toda la humanidad, y sus hijos e hijas profetizarán, y sus jóvenes verán visiones y sus ancianos soñarán sueños. Sí; el Espíritu Santo vendrá sobre todos mis siervos, hombres y mujeres, por igual y profetizarán. . .'

"...¡Oh, hombres de Israel, escuchen! Dios respaldó públicamente a Jesús de Nazaret, haciendo, como bien lo saben, grandes milagros por medio de él. Pero Dios, siguiendo su plan que había trazado de antemano, les permitió a ustedes utilizar el gobierno romano para clavarlo en la cruz y asesinarlo. Luego Dios lo libró de los horrores de la muerte y lo volvió nuevamente a la vida, por cuanto la muerte no podía mantener a este hombre en su poder... todos nosotros somos testigos de que Jesús se levantó de los muertos. Y ahora está sentado, cerca de Dios, en el trono de supremo honor en el cielo. Y tal como fue prometido, el Padre ha en-viado al Espíritu Santo, con los resultados que ustedes están viendo y oyendo hoy... Cada uno de ustedes debe apartarse del pecado, volverse a Dios, y ser bautizado en el nombre de Jesucristo para recibir el perdón de sus pecados. Entonces ustedes también recibirán este don: el Espíritu Santo. Porque Jesucristo lo prometió a cada uno de ustedes que haya sido llamado por el Señor nuestro Dios, y a los hijos de ustedes y hasta a los que están en tierras lejanas." (Hechos 2:14-18,22-24, 32-33, 38-39, Evangelios Vivientes).

Una versión (Rieu) traduce la frase "tierras lejanas" en el pasaje recién citado, como "lugares y tiempos lejanos". Evidentemente éste es un pasaje profético que se extiende hasta nuestros días. En otras palabras, es una promesa en tiempo presente que nos incluye a usted y a mí.

RELATOS BÍBLICOS DE EXPERIENCIAS PERSONALES CON EL ESPÍRITU SANTO

Examinemos en todo el libro de los Hechos de los Apóstoles los relatos adicionales en que se da testimonio de la experiencia del bautismo en el Espíritu Santo. "Por el testimonio de dos o tres testigos" se establecerá un asunto. (Ver Deuteronomio 19:15.)

Más o menos un año después de la venida del Espíritu Santo a los

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creyentes que estaban reunidos en el aposento alto en Jerusalén, Felipe bajó a la ciudad de Samaria y les predicó a Cristo (ver Hechos 8:1-15). Muchos creyeron y como evidencia externa de la obra regeneradora del Espíritu, fueron bautizados en agua. Entonces Pedro y Juan vinieron desde Jerusalén y les impusieron las manos, porque todavía no habían recibido el Espíritu Santo en su plenitud. Se presume que éstos (excepto Simón) eran personas que habían creído en Jesús con "todo su corazón", como lo hizo el etíope cuya experiencia se registra en el mismo capítulo. "Felipe le dijo: Si crees de todo corazón, bien puedes (ser bautizado en agua). Y respondiendo, (el etíope) dijo: Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios" (Hechos 8:36-37).

Es interesante notar que la palabra "recibir" se deriva del vocablo griego "lambano". No es de naturaleza pasiva y significa literalmente tomar para sí. Aquí tenemos un hermoso ejemplo del principio de que la fe se expresa activamente.

Uno tras otro recibieron el Espíritu Santo a medida que cada uno se sometía a la imposición de las manos de los apóstoles. "Entonces les impusieron las manos y uno por uno recibieron el Espíritu Santo" (Hechos 8:17, traducción de Williams). Qué alentador es notar que todos los recipientes eran conversos nuevos y que todos recibieron uno por uno.

El relato de Simón el mago es interesante en el sentido de que indica que la plenitud del Espíritu Santo fue acompañada por alguna evidencia tangible que cautivó su atención y despertó sus ambiciones por lo "asombroso" (ver Hechos 8:12-25, traducción de Wuest). Con toda probabilidad vio y oyó la misma evidencia que asombró a los espectadores de Jerusalén el día de Pentecostés.

En Hechos capítulo 9 leemos el relato de la conversión de Saulo. Cegado por una visión del Señor, Saulo ora y espera en Damasco a que Ananias venga y le imponga las manos para ser lleno del Espíritu Santo y recibir la vista. Ananias es un hombre poco conocido; nunca se oyó de él antes ni después de esta ocasión. Nada más que un hombre "común" pero con una misión "extraordinaria" que cumplir. Qué alentador puede ser esto para la mayoría de nosotros. Obediente a la dirección del Espíritu, Ananias visita a Saulo, se dirige a él como a su hermano en Cristo, y le impone las manos para que él también entre en la plenitud del Espíritu Santo. Profunda impresión nos causa observar el deseo del Espíritu Santo de llenar inmediatamente con su presencia a los nuevos conversos.

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Unos seis años después el Espíritu Santo instruye a Pedro (algo contra sus deseos) para que lleve el evangelio completo de la gracia de Dios a un pueblo que siempre había sido considerado inmundo (ver Hechos 10). En su asombroso amor, Dios siempre mira más bien a los corazones de los hombres que a la barrera de apariencias externas que a veces nos separa con tanta facilidad. La familia gentil de Cornelio de Cesárea tenía corazones receptivos y mentes abiertas al mensaje de Pedro. Esto era todo lo que se necesitaba para que Dios honrara su Palabra en sus vidas. E hizo honor a su Palabra; pues mientras Pedro hablaba, el don el Espíritu Santo en su plenitud fue derramado sobre "todos los que oían el discurso" (Hechos 10:44-45).

Era la misma experiencia que tuvo Pedro el día de Pentecostés, porque también hablaban en lenguas y magnificaban a Dios (ver Hechos 10:46). Pedro estaba satisfecho de que la experiencia de esta gente era genuina; así que los bautizó inmediatamente en agua. Sin embargo, los judíos de Jerusalén se mostraron escépticos hasta que Pedro les contó lo que habían "visto y oído" (ver Hechos 11:1-18). Luego, la Escritura declara que "callaron y glorificaron a Dios". ¡Qué hermoso ejemplo para que todo el pueblo de Dios lo siga, pues una vez más vemos que en nuestros días el Espíritu de Dios se está derramando sobre toda carne!

El último relato de nuestra serie ocurre veinte años después de la venida inicial del Espíritu Santo en su plenitud, a los 120 que estaban reunidos en el aposento alto en Jerusalén. Se encuentra en Hechos 19:1-7.

El apóstol Pablo se detiene en Éfeso en su viaje a Jerusalén para completar su tercero y último viaje misionero. Allí encuentra un grupo de doce discípulos en cuyas vidas falta una dimensión. Con agudo discernimiento espiritual, Pablo diagnostica rápidamente la necesidad y de repente les hace una pregunta sencilla pero directa: "¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando creísteis?"

¿Qué motivó tal pregunta? ¿Qué era lo que tan evidentemente faltaba? Hay una belleza y un poder en la vida que llegan por medio de la gozosa alabanza a Dios. ¡El Espíritu Santo es el Espíritu de alabanza y poder! Me pregunto si acaso la reunión puede haber sido un poco gris, débil y triste. Tal vez Pablo percibió que faltaba el "aceite de la alegría" y el "poder del Espíritu".

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Pronto confesaron que en verdad la persona del Espíritu Santo les era extraña. Habían recibido el bautismo de arrepentimiento de Juan y se habían vuelto del mundo, pero no habían entrado en la vida abundante de alabanza y de poder que Jesús había prometido. Uno se pregunta cuántos cristianos de hoy día no han avanzado más allá de esta etapa parcial a mitad de camino.

Pablo les predica a Jesús y luego se bautizan en el nombre de Jesús como testimonio externo de su nueva vida en Cristo. En seguida procede a presentarlos a la persona del Espíritu Santo en su plenitud. Después de imponerles las manos, el Espíritu Santo desciende sobre ellos y... "hablaban en lenguas, y profetizaban". Una vez más vemos repetido el modelo ahora ya de veinte años. "Arrepentíos.. bautícese.. y recibiréis..." (Hechos 2:38).

EL TRIPLE FUNDAMENTO DE DIOS PARA LA REDENCIÓN

Uno se siente impresionado con la manera muy natural en que las Escrituras unifican nuestro concepto de la salvación, uniendo los elementos de arrepentimiento (conversión) bautismo (agua) y recepción (el Espíritu Santo en pleno poder). Este parece ser el patrón del Nuevo Testamento: arrepentimiento— bautismo— recepción. El fundamento de la redención en su pleno sentido, teológica y experimentalmente, es incompleto sin los tres. Cada elemento no es más que un segmento de una gran obra de gracia.

La regeneración se relaciona con el arrepentimiento en la experiencia de la conversión. En este momento, como se indicara anteriormente, El Espíritu Santo entra a morar en nosotros como el Espíritu de Cristo. Se nos infunde la "vida" de Cristo. También somos bautizados por el Espíritu Santo en el Cuerpo de Cristo (ver 1 Corintios 12:13). Por este medio entramos en una estrecha relación interpersonal con nuestro Señor. El permanece en nosotros y nosotros en él. El Espíritu Santo nos has identificado con la vida y la persona del Hijo de Dios. Es interesante notar que en la experiencia de la conversión es el Espíritu el que nos bautiza en Cristo.

En el bautismo en agua, un miembro del Cuerpo de Cristo bautiza en agua al nuevo creyente. Este es un testimonio que consuma la fe de uno en Cristo y simboliza el lavamiento de regeneración que ocurre en la conversión. También es un cuadro de la muerte y sepultura del "hombre viejo" con Cristo Jesús y la aparición como nueva criatura con

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él en la vida de resurrección.

El bautismo en agua es también un cuadro profético del bautismo en el Espíritu Santo, que debiera seguir inmediatamente después. Según Juan el Bautista, hallamos que Cristo ha de bautizar en el Espíritu Santo al nuevo creyente. "Yo a la verdad os bautizo en agua para arrepentimiento... pero... él (Cristo) os bautizará en Espíritu Santo" (Mateo 3:11). El nuevo converso no sólo ha de pasar a ser morada del Espíritu Santo, sino que también ha de ser lleno por dentro e inundado por fuera. "Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos..." (Hechos 1:8). "Y todos fueron llenos del Espíritu Santo, y hablaban con denuedo la palabra de Dios" (Hechos 4:31).

EL BAUTISMO EN EL ESPÍRITU SANTO

Es muy interesante que la palabra griega para "bautismo" se usó en los escritos antiguos en el sentido mecánico de un barco hundido que está completamente sumergido en el mar. La descripción es la de un barco que no sólo está completamente sumergido en el agua, sino que además el agua llena completamente el barco. Hay un sentido en el cual no solamente estamos en el río del Espíritu de Dios, sino que el río está dentro de nosotros. "De lo íntimo de su ser fluirán (continuamente) manantiales y ríos de agua viva" (Juan 7:38, Versión Amplificada). ¡Qué reconfortante promesa!

Esta experiencia con Jesús en el Espíritu Santo debería seguir normalmente y de muy cerca al bautismo en agua. Sabemos de una iglesia de California que tenía un notable ministerio entre los obreros agrícolas japoneses que estaban aquí con visas de corto plazo. Dios venció maravillosamente la barrera del idioma y muchos llegaron a encontrar al Señor Jesús como su Salvador. Asimismo descubrieron muy rápidamente que también era su Bautizador, pues la mayoría de ellos eran llenos del Espíritu Santo cuando salían de las aguas bautismales. Era un hermoso espectáculo verlos salir alabando y magnificando a Dios en otras lenguas como el Espíritu les daba que hablasen.

Desde entonces hemos sabido que ésta es una experiencia bastante común dondequiera que se le conceda al Espíritu Santo la libertad de manifestarse en forma carismática. Los servicios bautismales que casi todas las semanas tienen lugar en la Iglesia del Centro Cristiano de

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Anaheim, California, se caracterizan generalmente por el hecho de que muchos reciben el Espíritu Santo en su plenitud, respondiendo gozosos a Dios en lenguas celestiales de alabanza.

Hace poco tuvimos el privilegio de visitar la Cárcel de San Quintín, donde Dios se está manifestando maravillosamente por su Espíritu Santo. Muchos de los hombres que están bajo el ministerio de Rdo. Todd Ewald, Rector de la Iglesia Episcopal Santos Inocentes, de Corte Madera, han sido maravillosamente bautizados por Jesús en el Espíritu Santo de poder y alabanza. Cuando dos de los conversos más recientes recibieron el sacramento del agua bautismal, fueron inmediatamente llenos del Espíritu hasta rebosar, y gozosos respondieron con lenguas celestiales de alabanza y adoración pentecostales. ¡Su genuino entusiasmo en el Señor fue deleitosamente contagioso!

De veras toda la reunión se caracterizó por una poderosa alabanza y sinceras expresiones de adoración a Dios. Era evidente que muchos de los presos habían descubierto una "libertad" mucho mayor en el Espíritu de Cristo, que la que muchos cristianos "de afuera" han experimentadoen toda su vida.

Una dama que recientemente fuera llena del Espíritu Santo, lo expresó de esta manera en una carta que recibimos:

"Hasta ahora mi principal motivo de queja con respecto a la iglesia ha sido su sofisticada manera de considerar la religión—todos tienen miedo de demostrar sus sentimientos hacia Jesús. Ahora sé que esto ocurre no solamente en nuestras iglesias, sino también en nuestras vidas. No vivimos; simplemente existimos. ¡Cada uno de nosotros podría ser una persona activa, vibrante, viva con el Espíritu!"

Es notorio que Dios está produciendo un reconfortante retorno al triple modelo básico de la redención, como lo encontramos descrito en el libro de los Hechos.

Tal como el patrón no estaría completo si el arrepentimiento no fuera seguido por el bautismo, así también ese patrón está incompleto si el bautismo no va seguido por la recepción del Espíritu de Dios en su plenitud para recibir poder. Este era el procedimiento normal y esperado en el primitivo cristianismo del Nuevo Testamento. Aunque cada elemento de la redención puede estar separado (y generalmente

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lo está) brevemente por el tiempo en lo que se refiere a la participación y apropiación personales, los mismos son, no obstante, nada más que diferentes aspectos de una gran obra de salvación. Quizás ésta es la razón por la que a veces las epístolas no hacen mucha distinción entre bautismo en el Cuerpo de Cristo, bautismo en agua y bautismo en el Espíritu Santo. Teológicamente todas éstas son partes integrantes del mismo fundamento redentor sobre el cual ha de edificarse la vida cristiana.

¡El Espíritu que mora en nosotros trae vida; pero la plenitud del Espíritu trae poder! Desgraciadamente este último elemento del patrón neotestamentario básico está faltando en la mayor parte del cristianismo moderno. Se frustra la fuerza completa de la gran obra redentora de Dios. Se expresa débilmente la vida de la iglesia. En la práctica, se ha puesto un punto después del arrepentimiento y el bautismo. Ya no sigue al bautismo la imposición de manos para recibir la plenitud del Espíritu de Dios en poder. El rito sigue de muy cerca la forma; pero aun en este caso nadie espera realmente recibir y res-ponder como lo hicieron los discípulos de Éfeso bajo el ministerio de Pablo (ver Hechos 19:1-7).

El actual derramamiento del Espíritu Santo en plenitud para recibir poder está completando una vez más el fundamento sobre el cual ha de edificarse la iglesia. Hay un solo fundamento para la iglesia. Y ese fundamento es Cristo. Una vez más se está reconociendo su doble papel de Salvador y Bautizador, como personalmente esencial para que el propósito redentor de Dios se cumpla plenamente.

CUATRO OBSERVACIONES IMPORTANTES

Al repasar de nuevo los diversos relatos del libro de los Hechos de los Apóstoles, en los cuales se da testimonio de la experiencia del bautismo en el Espíritu Santo, surgen varios aspectos interesantes que llaman nuestra atención. En primer lugar, en cada caso todos los que eran re-ceptivos y buscaban, fueron llenos. Todos y cada uno de los 120 de Jerusalén; todos los de Samaria; todos los que estaban en la casa de Cornelio, y la totalidad de los doce de Efeso. Nadie fue excluido. Era para todos; ¡y todavía lo es! "Porque para vosotros es la promesa... y para todos los que están lejos" (Hechos 2:39).

En segundo lugar, después del día de Pentecostés vemos que en todos los demás relatos cada individuo era un nuevo converso que acababa de ser bautizado en agua o era bautizado en seguida después de recibir la plenitud del Espíritu Santo. Es como si Dios tratara de

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impresionarnos con el hecho de que desde el mismo principio de nuestra vida cristiana él no puede realizar cabalmente su voluntad en nuestras vidas sin llenarnos primero de su Espíritu. Tan sencillo, tan evidente, tan directo; sin embargo, ¿cuántos cristianos pueden contestar definida y afirmativamente la pregunta de Pablo a los efesios?

En tercer lugar, descubrimos que el Espíritu Santo en su plenitud siempre fue recibido por fe después (o a la vez) que se ministraba la Palabra del Señor. ¡El Espíritu Santo confirma nuestra fe en la Palabra de Dios!

Por último, en cada caso directamente registrado o indirectamente implicado descubrimos que, relacionado con la experiencia que llena del Espíritu, había una evidencia externa de alabanza en una lengua desconocida enviada del cielo. ¿Por qué escogería Dios en reiteradas ocasiones relacionar únicamente esta manifestación particular del Espíritu con la experiencia inicial de llenar de su poder? Tenemos derecho a inquirir, como lo hicieron los espectadores del día de Pentecostés acerca de lo que vieron y oyeron: "¿Qué quiere decir esto?" Hay un gran significado en la respuesta a esta pregunta, como lo veremos brevemente. En efecto, no pasamos por alto inten-cionadamente ningún modelo determinado que Dios escoja revelar. Hay significado y fuerza de expresión en las preferencias de Dios y en definitiva sabemos que se relacionarán con el Señor Jesucristo, el Hijo de su amor.

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CAPITULO VPOR QUE DIOS ESCOGIÓ LAS LENGUAS

El hombre es la forma suprema de la grandeza creativa de Dios. Sólo el hombre fue creado a su imagen. Sólo el hombre tiene la facultad del pensamiento conceptual. Sólo el hombre tiene el poder de proyectar su mente para comunicarse inteligiblemente con otros. La facultad de pensar y de comunicarse con otros se relaciona con la capacidad del hombre de integrar símbolos verbales. El registro del Génesis muestra que cuando Dios creó al hombre, lo dotó del don del pensamiento con-ceptual y del habla. Aquí está el símbolo del alma. "Porque cual es su pensamiento en su corazón, tal es él" (Proverbios 23:7). "Porque de la abundancia del corazón habla la boca" (Mateo 12:34). Aquí tenemos el instrumento divinamente dado por el cual el hombre, como agente moral libre, puede bendecir o blasfemar, alabar o maldecir. ¡No es extraño entonces que el apóstol Santiago dé a entender que el poder que puede domar la lengua puede domar al hombre! (Santiago 3). Cuando Dios relacionó la manifestación de las lenguas con la plenitud del Espíritu en el libro de los Hechos de los Apóstoles, escogió una evidencia que desciende y llega hasta la misma "cuidadela" del ser humano. ¡Qué hermoso y poderoso cuadro: la completa rendición del alma al control del Espíritu! "Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen" (Hechos 2:4).

Más adelante el apóstol Pablo describe este don como una expresión edificante del Espíritu, que es un misterio para la mente humana:

"Porque el que habla en lenguas no habla a los hombres, sino a Dios; pues nadie le entiende, aunque por el Espíritu habla misterios.

"El que habla en lengua extraña, a sí mismo se edifica... (y) a la verdad, bien das gracias...

"Porque si yo oro en lengua desconocida, mi espíritu ora, pero mi entendimiento queda sin fruto. ¿Qué, pues? Oraré con el espíritu, pero oraré también con el entendimiento; cantaré con el espíritu, pero cantaré también con el entendimiento" (1 Corintios 14:2,4,17,14-15).

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En otras palabras, las Escrituras definen el hablar en lenguas como una expresión dirigida divinamente y que no es conocida ni entendida por le mente del participante. Sin embargo, tiene gran valor y significado como un ejercicio del Espíritu que tiene relación con las muchas formas de la oración. De esto se tratará más adelante en otro capítulo.

El hablar en lenguas no es un discurso extático, como erróneamente lo han descrito algunos. Puede estar o no acompañado por una gran emoción. La forma oral puede tener una estructura muy simple o puede ser altamente desarrollada con una diversidad de expresión (por ejemplo, "diversos géneros de lenguas", 1 Corintios 12:10). Puede que, lingüísticamente, no haya una contraparte, terrenal (por ejemplo, una lengua "angélica", "celestial", 1 Corintios 13:1), o en ocasiones especiales puede haber una lengua real, no aprendida, pero terrenal (ver Hechos 2:6).

El autor ha conversado directamente con cierto número de personas que han hablado en "diversas lenguas", en las cuales era muy evidente el cambio en las diversas formas de expresión. En cierta ocasión, esto tuvo relación con la oración intercesora por diversos países del mundo.

Mi tío habló en chino cuando fue bautizado en el Espíritu. Estaban presentes algunos misioneros chinos que reconocieron las palabras de alabanza al oírlas de sus labios. El tuvo una visión del pueblo chino en la que éste, con los brazos en alto, pedía auxilio. Posteriormente se dirigió como misionero para los chinos de Hong Kong. Aunque más adelante le fue necesario aprender el idioma, esto lo logró con gran facilidad, aun cuando era una persona bastante mayor. El me contó como en varias ocasiones los chinos alabaron a Dios en inglés cuando fueron bautizados en el Espíritu Santo.

Recuerdo a un piadoso hombre de Dios, ya de edad madura, que me contó cómo el Señor lo había utilizado para aconsejar a un muchachito indio. En esa ocasión sintió deseos de hablar en lenguas, sólo para descubrir después, que el Espíritu le había hablado directamente al jovencito en su propio dialecto, Había exhortado al muchacho a entregar su vida a Dios.

Se podrían citar algunos relatos más, incluso una de las experiencias del autor que será narrada más adelante, que ilustran la base sobrenatural de estas manifestaciones del Espíritu.

El propósito principal de las expresiones de hablar o cantar en

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lenguas es alabar y adorar a Dios. "Les oímos hablar en nuestras lenguas las maravillas de Dios" (Hechos 2:11). "Porque los oían que hablaban en lenguas, y que magnificaban a Dios" (Hechos 10:46). Además, este privilegio de la "alabanza inspirada divinamente" tiene que hallar continua expresión diaria en nuestra vida devocional.

Aunque no a todos se les puede pedir que en la adoración pública ejerzan por fe los dones de lenguas e interpretación, para la edificación del Cuerpo de Cristo (ver 1 Corintios 12:30), Pablo indica claramente que el uso de las "lenguas devocionales" es para todos. Tal como la evidencia externa inicial fue para todos los de Jerusalén, Samaria, Cesárea y Éfeso, así también Pablo deseaba que todos sus oyentes pudiesen cantar y orar en el Espíritu en su adoración privada (ver 1 Corintios 14:5, 15). ¡Este es un medio que Dios nos da y por el cual nuestra fe siempre hallará expresión en la fidelidad del Espíritu Santo! Es un medio divinamente dado para impedir que una experiencia se convierta en un caso que ocurre una vez y luego se desvanece a medida que pasa el tiempo. Al contrario, aquí hay un diario contacto con Dios, que mantiene fresco en nuestras mentes y real en nuestros corazones el significado de su Hijo.

QUE SIGNIFICADO TIENEN PARA EL HOMBRE LAS LENGUAS EN LA ADORACIÓN PRIVADA

Desarrollemos un poco más este pensamiento. El apóstol Pablo indica que hay un doble significado en las lenguas que se usan en la adoración privada. En primer lugar, desde el punto de vista humano, Pablo declara que traspasamos la barrera constituida por las limitaciones de nuestras mentes, pues por el Espíritu hablamos "mis-terios" (ver 1 Corintios 14:2). Con cuánta frecuencia nuestra mayor ventaja puede convertirse en nuestra mayor desventaja cuando llegamos a ciertas dimensiones en el Espíritu. Uno de los mayores dones que Dios ha dado a la humanidad es la mente humana. Sin embargo, qué barrera puede ser a veces cuando se trata de los caminos de Dios. He descubierto que uno de nuestros mayores problemas en la vida cristiana se relaciona con nuestros esfuerzos por dejar a Dios fuera de nuestros planes, de nuestras conjeturas, de nuestros pensamientos y hasta de nuestras oraciones. En términos muy claros, Isaías define el problema en las palabras del Señor mismo: "Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos... Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos... y mis pensamientos más que vuestros pensamientos" (Isaías 55:8-9).

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El apóstol Pablo, nuestro gran campeón de la fe, declaró una vez que había una cosa de la que sentía gran temor. Y expresó su preocupación en una advertencia a la iglesia de Corinto: "Pero temo que como la serpiente con su astucia engañó a Eva, (así también) vuestros sentidos (mentes) sean de alguna manera extraviados de la sincera fidelidad a (simplicidad en) Cristo" (2 Corintios11:3, las palabras en cursiva y los paréntesis son del autor). El orar en lenguas es una manera de mantener una simplicidad en el Espíritu, que nos guarda de la sutil elevación del intelecto en cuanto a las cosas de Dios. ]No es extraño que esta manifestación del Espíritu sea una ofensa tan grande para el enemigo de nuestras almas!

Hay otras ocasiones en que estamos muy conscientes de que necesitamos la sabiduría divina en nuestras oraciones. ¡Qué bueno es Dios al proporcionarnos un medio de su elección por el cual podemos sobrepasar nuestro limitado entendimiento cuando no sabemos orar! Con gran sensibilidad, Pablo nos participa esta verdad con las si-guientes palabras:

",. .el Espíritu también nos ayuda en nuestra debilidad, pues no sabemos orar como debiéramos; pero el Espíritu mismo ruega por nosotros con anhelos indecibles; y el que escudriña nuestros corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque ruega por su pueblo conforme a la voluntad de Dios" (Romanos 8:26-27, traducción de Williams).

En otra ocasión Pablo refuerza este pensamiento cuando indica claramente que es nuestro privilegio, así como nuestra responsabilidad, "orar con el Espíritu" y también "con el entendimiento" (1 Corintios 14:15).

Ha habido ocasiones quizás en que todos nosotros hemos sido movidos por pesadas cargas de confesión o de intercesión, y los profundos anhelos de nuestro corazón sobrepasaron nuestras facultades de expresarlos en forma articulada alguna. Y aun cuando los hubiéramos podido expresar, no habríamos sabido orar "conforme a la voluntad de Dios". Qué bondadoso es Dios al proporcionar a todo creyente lleno del Espíritu un "camino celestial", cuando la oración en lenguaje terrenal deja de transmitir el profundo gemido de nuestro corazón. En verdad, en tales ocasiones sólo puede haber verdadera satisfacción cuando "lo profundo llama a lo profundo" (un abismo llama a otros...) y el Espíritu mismo intercede por nosotros.

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Recuerdo a uno de nuestros íntimos amigos, quien me confió que después de la súbita muerte de su esposa le sobrevinieron a él y a su pequeña familia una variedad de desalentadores y deprimentes problemas. Hubo momentos de tanta desesperación que sólo podía obtener alivio cuando se rendía al Espíritu Santo en oración. Mediante un lenguaje de amor enviado del cielo, Dios trajo repetidas veces la paz a su corazón. ¡Cuan grande es la gracia de Dios!

También conocemos el testimonio de una ama de casa por medio de quien Dios intercedió en una forma extraordinaria. Estaba lavando los platos cuando sintió una pesada carga de intercesión. Se secó las manos y de inmediato comenzó a orar en una lengua celestial. Sabía que oraba por alguien de cierto lugar a quien no conocía. Por fin llegó el alivio y sintió que Dios había contestado la oración que el Espíritu le había inspirado. Poco tiempo después un misionero que había regresado le contó que a esa hora especial habían clamado al Señor pidiendo que los librara. |Cuán maravillosos y sabios son los caminos de Dios al satisfacer las necesidades de su pueblo!

Hay otro aspecto de las lenguas que se usan en la adoración privada y que también es muy significativo para el hombre. Las Escrituras indican que la oración en lenguas es un medio que Dios ha dado al creyente para que se edifique a sí mismo (1 Corintios 14:4). Es interesante notar que la fraseología que usa el apóstol Pablo en este pasaje indica que hay algo que, por el Espíritu de Dios, podemos escoger para hacer que eso nos edifique en Jesucristo. Esta es una manera en que el Espíritu forma progresivamente nuestras vidas a la imagen del Hijo de Dios. Además, Dios nos hace conscientes de su toque conformador sobre nuestras vidas cuando oramos en el Espíritu. Esto es algo que no puede analizarse objetivamente, sino sólo experimentarse subjetivamente.

La frescura de la presencia de Dios durante esos períodos de oración privada evita que se "añeje" nuestra experiencia cristiana. ¡Aquí hay una verdadera fuente de "poder permanente"! Es con bastante razón que uno percibe un espíritu de determinación en las palabras de Pablo cuando él declara: "Oraré... cantaré con el espíritu, pero... también con el entendimiento" (1 Corintios 14:15).

Hay aún otra dimensión desde el aspecto humano que es digna de nuestra consideración. La Biblia declara que "donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad" (2 Corintios 3:17). ¿Liberación de qué? Bien;

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según nuestros comentarios anteriores, es evidente que lo único que el Espíritu Santo tiene interés en liberar es la belleza y el poder de Jesucristo en nosotros. Ahora bien, esta libertad comienza con nuestra adoración. Hay en la alabanza un poder liberador que ejerce su influencia sobre todo nuestro ser y se extiende a todas las facetas de la experiencia humana. El Espíritu Santo es el espíritu de adoración, y la sustancia del lenguaje celestial consiste principalmente en la alabanza a Dios durante los periodos de devoción.

Si su vida parece apretada y tensa, usted puede hallar descanso y liberación en la alabanza. La oración en lenguas es un medio de liberar nuestro espíritu, y cuando el espíritu está libre, puede venir después la liberación del corazón y de la mente.

Recuerdo a una joven que hace un par de años llegó de visita a una reunión de oración y testimonio que se celebraba en nuestra casa. Cuando llegó el tiempo de orar, entró de inmediato en la plenitud del Espíritu Santo por fe y espontáneamente prorrumpió en alabanzas en una lengua celestial. Luego siguió un cambio muy pronunciado en toda su personalidad. Ella, que antes tenía el espíritu atado y el corazón desanimado, experimentó al instante una nueva vida de libertad. Esto fue evidente para sus condiscípulos, sus profesores y su familia. Dejó de asistir a las reuniones de orientación del psicólogo de su colegio, pues ya no las necesitaba. La última vez que la visitamos más de dos años después, ella continuaba gozosa en el Señor y crecía en la bondad de Dios. ¡En verdad, donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad!

Es el ministerio del Espíritu Santo traer esa liberación a nuestra vida cuando por fe le permitimos llenarnos hasta rebosar, de alabanzas al que nos puso en libertad. "Si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres" (Juan 8:36). Podemos decirlo de nuevo. "Hay un poder liberador definido en la alabanza." No es de extrañar que el apóstol Pablo exclame con gran emoción: "¡Doy gracias a Dios que hablo en lenguas más que todos vosotros!"

QUE SIGNIFICADO TIENEN PARA DIOS LAS LENGUAS EN LA ADORACIÓN PRIVADA

Dirijamos ahora nuestra atención al significado de las "lenguas devocionales" en su relación con el punto de vista divino. En los inspirados escritos de Pablo descubrimos asimismo que "bien damos gracias" al Señor con su Espíritu (1 Corintios 14:16-17). Esa alabanza y

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adoración al Hijo de Dios, divinamente dirigidas, son muy agradables al Padre. ¡La alabanza es agradable a Dios!

Hace tiempo escudriñé las Escrituras en busca de otros pasajes que indicaran cómo se siente Dios con respecto a la adoración. Al principio me sentí desilusionado, porque sólo encontré unos pocos versículos que parecían ser pertinentes. Pero una noche uno de mis alumnos llegó a nuestra casa pidiendo que mi esposa y yo le diéramos un consejo espiritual. Iba a citarle algunos pasajes de los Salmos en la Versión Amplificada, cuando el Señor me impulsó claramente a citarle pasajes selectos del Cantar de los Cantares de Salomón. Al hacerlo, nos dimos cuenta súbitamente de que teníamos aquí todo un libro que trata del profundo deseo de Dios de que su gran amor por nosotros encuentre su consumación y reciprocidad en nuestra adoración. El joven pastor y su novia presentan un hermoso cuadro de Cristo y su novia, la iglesia. Tal como el corazón del joven pastor anhelaba oír la voz de su amada, así también el Señor Jesús se deleita en oír las palabras de amor que le expresamos por medio de nuestras alabanzas. "Como panal de miel destilan tus labios, oh esposa; miel y leche hay debajo de tu lengua" (Cantares 4:11). El "sacrificio de alabanza" y el "fruto de nuestros labios" son como incienso oloroso a nuestro maravilloso Señor(Hebreosl3:15; Salmo 141:2).

No hay nada más satisfactorio o significativo en la vida que reconocer y expresar la excelencia del Dios Todopoderoso. Sin embargo, ¿quién no ha descubierto, en tiempos de profunda devoción, que era incapaz de hallar palabras para expresar los grandes anhelos que su alma sentía para Dios? ¡Qué bueno es Dios al darnos un don tan hermoso! ¡Qué maravillosa expresión de su amor hacia nosotros, que en reciprocidad nuestro amor por él pudiera hallar plena expresión!

Hace tiempo tuvimos en mi oficina el privilegio de guiar a un joven seminarista y su prometida a la plenitud del Espíritu de Dios. Después de un grato tiempo de adoración y alabanza en el Espíritu, el joven comentó:

— Muchas veces en mis devociones estuve muy cerca de este alivio celestial. Solía llegar a un punto donde se acababan las palabras y todo lo que podía hacer era suspirar en el Espíritu. Si entonces hubiera sabido lo que sé ahora, le habría entregado fácilmente mis labios y mi lengua a Dios para que expresaran esta alabanza celestial.

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El Señor se "complace" en gran manera con nuestras expresiones de alabanza y adoración; y a veces pienso que mucho más de lo que nos imaginamos. En efecto, Proverbios 15:8 nos dice que Dios se "goza" realmente con nuestras oraciones. ". . . la oración de los rectos es su gozo." A Dios le es muy significativa la dimensión de la alabanza en "lenguas devocionales", porque "a la verdad, bien das gracias" (1 Corintios 14:17). Nuestra alabanza es muy agradable al Padre. Y estoy seguro de que el apóstol Pablo sería uno de los primeros en unir su voz a la nuestra en las palabras del magnífico himno "¡Oh!, que tuviera lenguas mil, para cantar las alabanzas de mi Redentor!"

UN SÍMBOLO DE RENDICIÓN

Pero aún hay otro significado simbólico en esta manifestación del Espíritu Santo escogida y dada por Dios. ¡Es el del control divino! Al leer la historia del primer Pentecostés, vemos que hablaban "como el Espíritu les daba que hablasen" (Hechos 2:4). Que hablaran no era sobrenatural; se trataba de sus labios, sus lenguas, sus voces. Pero lo que hablaban sí era sobrenatural, porque el Espíritu estaba en el control divino. Esta es un poderosa descripción de cómo el Espíritu de Santidad desea tomar y dominar no sólo éste nuestro miembro más indócil, sino también cada miembro de nuestro ser para la alabanza, la honra y la gloria del Hijo de Dios. Aquí vemos una "boda" de todo lo que Dios es con todo lo que somos (y lo que no somos), para cumplir su divino propósito. En su gran misericordia, él ha escogido manifestar su perfección por medio de nuestra imperfección, si nos sometemos sin reservas al poder perfeccionador de su Espíritu.

Un sábado por la mañana, un estudiante de medicina y su prometida estaban sentados juntos y tomados de la mano en mi oficina. Habían llegado para hacernos preguntas sobre el don del Espíritu Santo para sus vidas. Les hablamos de la seriedad de entregar nuestras vidas al control del Espíritu Santo. Les explicamos que Dios estaba dispuesto a satisfacer los deseos de su corazón de ser llenos de su plenitud, en cuanto estuvieran dispuestos a pedirle que él honrara así su Palabra. El joven se puso muy serio y luego dijo:

— Tengo miedo de que si le pido al Espíritu Santo que tome el control de mi vida él quiera que yo deje algo que no quiero dejar.

Al principio creí que se había referido a sus ambiciones por la profesión médica, pero me indicó que no se trataba de eso.

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— No— dijo— ; no es eso. Tengo miedo de que me haga dejar a ... (y dio el nombre de su prometida).

Allí estaban sentados y tomados de la mano, pero con los ojos llenos de lágrimas. Me di cuenta de que habían tomado muy en serio el significado de rendirle todo al Espíritu Santo. No estaban considerando con ligereza entrar en una experiencia sin entender el pleno significado que tenía.

Entonces les dijimos que Dios, por amor a ellos, los había dirigido a amarse mutuamente. Les explicamos que el Espíritu Santo los había unido en Cristo y que ahora les pedía que fueran siempre fieles, primero a él y luego uno a otro. De este modo siempre serían uno en la voluntad y el propósito de Dios para sus vidas. El Espíritu de unidad no los quería dividir cuando llegaran a un evento tan importante. Jesús no sólo iba a ser su Salvador, sino también su Señor para siempre jamás.

Tomados todavía de la mano, inclinaron sus cabezas en señal de sumisión a Dios y elevaron sus corazones en expectante fe para recibir la plenitud del Espíritu de Dios. La presencia de Dios llenó literalmente la sala y dos vidas jóvenes fueron unidas en un espíritu de alabanza y adoración celestiales que nunca habían experimentado juntos antes. ¡Hay una belleza santa en la rendición del alma!

Cuan absolutamente fiel es Dios a los que obedientemente "vacían" sus vidas para ser llenos de su "plenitud". En efecto, uno ve muy pronto que inicial y progresivamente la "cruz" del vaciamiento de sí mismo acompaña siempre a la "corona" de la plenitud del Espíritu. En los primeros tiempos del Nuevo Testamento, la persona orgullosa y egocéntrica jamás se habría sometido a las manos de los apóstoles para recibir la plenitud del Espíritu Santo. Sin embargo, otros lo hicieron, y entonces trastornaron el mundo conocido de su época. ¡Oh, que nuestro mundo fuera sacudido de esa manera! Hay repetidas señales de que esto puede suceder pronto, porque así como el apóstol Pablo se humilló ante las manos de Ananias para ser lleno del Espíritu Santo (ver Hechos 9:17), así también muchos se están humillando hoy ante las manos de Dios y están descubriendo, para gran gozo suyo, ¡que no ha cambiado el patrón celestial para tener la santidad y el poder espiritual!

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CAPITULO VILOS DONES PARALELOS DE DIOS

Siempre es inspirador leer de la fidelidad de Dios en las vidas de otros; pero es más maravilloso aún entender que él desea hacer lo mismo por cualquiera que simplemente crea lo que él dice en su Palabra. ¡Dios no hace acepción de personas! La paloma celestial del Espíritu de Dios aguarda expectante a que abramos nuestros corazones a la plenitud de su presencia. Y desea abrirse paso a toda área de nuestra vida, si no hacemos otra cosa que extenderle la invitación. El es muy comedido y no nos impondrá su deseo, sino que descenderá con prontitud a la vida de aquél cuya mano de fe le hace señas para que lo llene de su presencia.

Quizás usted tiene interés en la plenitud del Espíritu de Dios para su vida, pero no está seguro de que es en realidad el sencillo camino de la fe. En los párrafos siguientes nos proponemos ayudarle a soltar su fe en la Palabra de Dios. Al hacerlo, usted va a descubrir que Dios honra su fe confirmando su Palabra en su vida. Si está dispuesto, ¡él está totalmente preparado para hacer esto aun antes de que usted termine de leer este libro! Comencemos en forma sencilla comparando el don del Hijo de Dios con el de su Espíritu. Hay muchos paralelos significativos.

AMBOS SON DONES RECIBIDOS POR FE

Ambos son dones de la gracia de Dios, de los cuales uno puede apropiarse solamente por fe.

"Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe" (Efesios 2:8-9).

"¿Recibisteis el Espíritu por las obras de la ley, o por el oír con fe? Cristo nos redimió de la maldición de la ley ... a fin de que por la fe recibiésemos la promesa del Espíritu" (Gálatas 3:2, 13, 14).

No es necesario implorar a Dios un don que ya ha dado, sino más bien creer y recibir con acción de gracias el "don dado". La simplicidad

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de algo tan conveniente, tan real y tan fácil de tener es abrumadora. En efecto, el diablo inundará de inmediato nuestras mentes con una multitud de dudas y reservas, porque sabe que en el momento en que salgamos en fe, sin vacilaciones, ¡Dios cumplirá su promesa!

AMBOS DONES TIENEN RELACIÓN CON DUDAS SIMILARES

Todas las dudas e interrogantes se ajustan a un modelo similar que tiene relación tanto con el don del Hijo de Dios como con el don del Espíritu de Dios. Todas se han planeado diabólicamente para minar nuestra fe. Todas pueden ser contestadas eficazmente por la Palabra de Dios, la cual el Espíritu honra como la fuente y base de nuestra fe. ¡La fidelidad de Dios no tiene relación con lo que "pensamos" o "sentimos", sino con lo que él ha dicho! Jesús dijo:

"— Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que sigue creyendo en mí tendrá, como dice la Escritura, ríos de agua viva que fluirán continuamente de su interior.

"Con esto se refería al Espíritu que iban a recibir los que creyeran en él." (Juan 7:37-39, traducción de Williams).

EL PROBLEMA DEL TEMOR

Muchas personas carecen de los mayores dones de Dios a causa del temor. Hay quienes tienen temor de "los demás", temor de lo que digan, hagan o piensen. Ciertamente, a medida que nos asemejamos más a Jesús, podemos esperar tanto el ridículo como la persecución. Jesús lo dijo! Pero en otro pasaje de la Escritura el Señor nos alentó con la promesa de que no estaremos solos cuando tengamos que testificar de él. A nuestro lado estará "el Consolador (Consejero, Ayudador, Abogado, Intercesor, Confirmador)" (Juan 15:26-27, Versión Amplificada). Todo lo que nos acerque más a Cristo atraerá la crítica de los que no entienden. No tenemos más que mirar lo que era nuestra propia vida en tiempos pasados, cuando Dios deseaba producir en nosotros un cambio que nos asemejara a Cristo, y no entendíamos. Cuánto criticábamos al principio, hasta que por fin el Espíritu de Verdad disipó nuestras reservas y vimos una nueva dimensión de su amor. Su amor tiene una manera de llegar finalmente al éxito. Esta ha de ser nuestra única defensa: el amor de Dios. ¡Y en realidad, da resultado! Además, donde hay perfecto amor, no hay temor.

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Otros tienen temor de lo "desconocido", aun en lo que tiene relación con Dios. Supongo que hay un temor y un asombro que son naturales, y que todos hemos sentido, hacia las nuevas dimensiones en el Señor. En las Sagradas Escrituras vemos que siempre que los hombres se encontraron con la presencia de Dios, cayeron al suelo en temor reverencial. La santidad del Dios Todopoderoso nos impone respeto y obediencia, y es lo justo. No obstante, en tales ocasiones, Dios siempre reaccionó con amor. Una y otra vez se oyeron sus palabras de consuelo: "No temáis." No debemos tener temor de las nuevas experiencias con Dios que sean bíblicas, sino aceptarlas como dones de su amor. Cualquier temor que tengamos no es de él, porque "No nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio" (2 Timoteo 1:7). ¡Amar es confiar! El temor es realmente el producto de la incredulidad.

Hace tiempo tuve el privilegio de dar mi testimonio a un piadoso ministro de la Misión del Pacto y a su esposa. Había un temor que los desalentaba en su anhelo e interés por recibir al Espíritu Santo en su plenitud. En varias ocasiones, cuando él había predicado sobre Satanás y sus métodos engañosos, había sido obstaculizado por alguna enfermedad personal u otro suceso perturbador. Conociendo por experiencia propia el poder del Maligno, tenía temor de que si se sometía pasivamente al reino espiritual, se introdujera en su vida algún espíritu malo. Pronto el Señor nos dio a ambos la respuesta por la misma Palabra.

En primer lugar, no nos sometemos "pasivamente" al reino espiritual. ¡La fe es activa y definida! Se caracteriza por su objeto. Nuestra fe es en Dios y su Palabra. Vamos a él por invitación suya. Buscamos su Espíritu para glorificar a su Hijo. El Padre ha prometido dar el Espíritu Santo en su plenitud a los que se lo pidan. Dios no permitiría que un espíritu malo le hiciera daño a un creyente sincero, como un padre terrenal no le daría a su hijo una serpiente si éste le pidiera pescado (Lucas 11:9-13). Tal como en la salvación le abrimos a Jesús confiadamente la puerta de nuestro corazón, así también le entregamos sin temor nuestra vida al Espíritu de Dios para que nos llene de su plenitud.

Entonces el ministro se levantó de su escritorio, se arrodilló en oración, confesó su fe en la Palabra de Dios y de inmediato elevó su voz alabando al Señor en una lengua celestial. Después de pasar un rato adorando juntos al Señor, expresó cómo la llenadora y desbordante

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presencia de Dios tenía un calor y una suavidad que le trajeron una euforia interior de paz y descanso. ¡Cómo nos quisiera engañar Satanás, si le fuera posible, por medio del temor!

En otra ocasión, un joven atleta universitario, que en aquel entonces era uno de mis alumnos, vino a nuestra casa con el expreso interés de saber más acerca del Espíritu Santo. Durante un par de horas compartimos juntos la Palabra de Dios. Y entonces dijo:

— ¿Sabe usted? Creo que el Señor me ha traído aquí esta noche y que esto es para mí; pero siento un recelo interior.

Le aseguré que el Espíritu Santo era un caballero y que no entraría a la fuerza en su vida. Le sugerí que si quería leer más de la Palabra de Dios u orar un poco más, entendería esto. También le dije que si decidía quedarse, Dios honraría inmediatamente su fe. Se quedó e hizo unas pocas preguntas más, reflejando la preocupación que todavía lo embargaba.

Finalmente le sugerí que oráramos y que dejara que el Espíritu Santo le "limpiara completamente" su vida, quitándole el temor y la aprensión, y reemplazándolos con su gozo y su paz. Oramos juntos y el Señor, fielmente, lo llenó de su Espíritu. Durante un rato adoró suavemente al Señor en su nueva lengua en el Espíritu. Por último, levantó sus ojos y sus primeras palabras en inglés fueron éstas:

— "La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da" (Juan 14:27). Doctor Frost—continuó diciendo—, nunca en toda mi vida había experimentado una paz como ésta.

De veras aquí estaba "la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento".

Había notado que mientras el joven aprendía a responder al Espíritu de alabanza, de vez en cuando hacía una pausa y en seguida continuaba con un mayor sentido de certidumbre. Más tarde me contó lo que había sentido y pensado durante todo el tiempo que estuvimos orando juntos. Me dijo que cuando comenzamos a orar sintió que el poder de Dios se movía por todo su ser. (No todos sienten lo mismo.) Al cederle activamente su voz al Espíritu Santo para alabar a Dios con sonidos desconocidos, estaba muy consciente de que la presencia de Dios adornaba su vida en una nueva forma.

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Entonces comenzó a dudar preguntándose si la lengua que hablaba era real o si la estaba inventando. Al hacerlo, sintió que empezaba a disiparse la pacífica presencia del Espíritu. Reforzó su fe reclamando la promesa de Jesús de que si pedimos pan no recibiremos una piedra. Dijo que entonces alzó de nuevo la voz, adorando al Señor sin reservas y dirigido por el Espíritu. De inmediato, la dulce presencia del Señor le ministró su paz y su gozo.

Esto ocurrió varias veces, hasta que por fin llegó a la conclusión de que se trataba del enemigo que procuraba poner obstáculos a la vida en el Espíritu que acababa de descubrir. Resistió y reprendió los poderes de la duda y del temor con un sentimiento interior de que esta vez era definitivo, y descubrió el permanente testimonio que siempre produce la fe.

El joven expresó esta experiencia en forma de principios espirituales muy simples pero importantes.

— ¿Sabe, doctor Frost?—me dijo—, creo que cuando abrigamos las dudas del enemigo, él se introduce secretamente en nuestra vida y se disipa la conciencia de la presencia de Dios. (El está allí todavía, pero no estamos tan conscientes de su presencia.) Cuando actuamos en fe, alabando y adorando a Dios, esto presenta un cuadro tan hermoso y santo, que Satanás no puede soportar mirarlo. Por consiguiente, se vuelve atrás, llevándose consigo sus dudas y temores.

¡Qué profunda revelación es ésta para todos nosotros!

El temor al fracaso es otra actitud mental que puede paralizar eficazmente todo esfuerzo que con fe pudiéramos realizar para Dios. El resultado inevitable es un persistente patrón de repetidos fracasos, tanto en el aspecto espiritual como en otros. Esto produce un círculo vicioso de condenación y desaprobación de sí mismo, que se refuerza a medida que desciende como espiral. Satanás puede de este modo orientar nuestras vidas hacia el temor y el fracaso, para que nuestras mentes se oscurezcan a la luz de la fe, la esperanza y el amor deDios.

Si esto es un cuadro de su vida, tenga buen ánimo. Jesús está ahora mismo ante usted dispuesto a libertarlo para que sea suyo. El siempre comienza donde estamos y nos da el deseo y el poder de dar el siguiente paso hacia la libertad, ¡aun cuando éste sea pequeño! La fe

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renovada viene por oír interiormente la Palabra de Dios (ver Romanos 10:17). Escuche dentro de sí estas inspiradas palabras de esperanza escritas por el apóstol Pablo: "Porque es Dios el que en su buena voluntad obra en 5M corazón, inspirando su voluntad y su acción" (Filipenses 2:13, traducción de Goodspeed). Créalo ahora y siga leyendo con divina expectación. Este puede ser su día de liberación. ¡Dios está muy cerca!

Recuerdo que aconsejé a una joven estudiante universitaria luego de una reunión informal que se celebró en nuestra casa. Al día siguiente, muy de mañana, iba a salir de la universidad para regresar a su casa para el siguiente período de vacaciones. Su vida había estado llena de incertidumbre y de temor. Sólo recientemente había llegado a tener una prometedora seguridad de su salvación, después de un agonizante tiempo de dudas y aprensiones.

La joven reconoció su necesidad y confesó su deseo de ser llena del poder estabilizador del Espíritu Santo. ¡Sin embargo, tenía miedo de que si orábamos y no sucedía nada, su fracaso la hiciera comenzar a dudar otra vez de su salvación! Le aseguré que siempre sucede algo "dentro" de nosotros cuando acudimos a Dios con fe. Y si respondemos en forma activa, también puede suceder algo "afuera". La manifestación de alabanza en una lengua dada por el Espíritu, vendría a ser una poderosa confirmación de su fe en el poder bautizador de Jesús. ¡La misma arma que el enemigo usaba para crear temor, era mirada como una activa oportunidad de reforzar su confianza en la santa Palabra de Dios!

Luego de darle algunas instrucciones más con respecto a la simplicidad de pedir, recibir y responder a la plenitud del Espíritu Santo, la joven oró por que Dios satisficiera en ese mismo instante su necesidad. Y el dulce Espíritu de expectante alabanza comenzó a llenar silenciosamente su vida. De inmediato respondió con fe, comenzando a pronunciar simples sílabas que eran como cantos de alabanza y adoración. Al principio los sonidos eran lentos y muy vacilantes, pero ninguno de ellos se perdió para el atento oído del Padre celestial. Al co-menzar a aceptar confiadamente este ministerio del Espíritu Santo en su vida, se disipó por completo todo temor al fracaso por la fidelidad de aquel de quien se dijo: "La caña cascada no quebrará, y el pábilo que humea no apagará". ¡Una corderita había descubierto que en verdad su Buen Pastor le era fiel a ella y a su Palabra!

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EL PROBLEMA DE LA RAZÓN

Algunos se resisten porque no pueden reducir los dones de Dios a fórmulas racionales. "No lo entiendo todo" es una frase familiar. Afortunadamente, no tenemos que entenderlo todo, porque los caminos de Dios siempre sobrepasan las limitaciones de nuestro entendimiento. En su gracia, él ha provisto un camino que es razonable,

pero que no está limitado por la razón. Este es el caminode la fe. ¡La fe puede convertir en experiencia lo que la mente no puede comprender por el solo ejercicio de la razón!

Si tuviéramos que esperar hasta "comprender" todo lo que se refiere a la salvación, antes de aceptar a Cristo como nuestro Salvador, nunca podríamos convertirnos. Felizmente, es suficiente conocer nuestra necesidad y la provisión divina y aceptarlas y confesarlas activamente por fe en la Palabra de Dios. Dios hace el resto y confirma nuestra fe por medio de una experiencia. ¡La salvación se convierte en un don real y podemos saber que es nuestra posesión!

El mismo principio se aplica al don del Espíritu de Dios. Tenemos necesidad de poder espiritual y en su gracia Dios ha hecho provisión. Puede ser que no lo entendamos todo; pero por medio del camino de la fe en Dios este don puede convertirse en nuestra posesión y lo conoceremos por experiencia.

Una noche compartíamos algunos de estos pensamientos sobre el Espíritu Santo con uno de mis alumnos de la universidad. El joven hacía muchas preguntas, pues había muchas cosas que no entendía y quería una base razonable sobre la cual pudiera apoyar su fe. Por fin se dispuso a creer lo que Dios dice en su Palabra y manifestó que deseaba orar. Le impusimos las manos y oramos para que Dios le llenara la vida hasta rebosar. Al alzar su voz en expectante fe, el Espíritu Santo le dio una nueva lengua de alabanza. Durante cierto tiempo estuvimos adorando juntos al Señor en esta nueva forma; luego el joven comentó:

— ¿Sabe? Cuando llegué aquí esta noche, tenía miedo de sugestionarme con algo que no fuera real. Pero de veras es real, ¿verdad?

Qué maravilloso es que Dios siempre confirma su Palabra por medio de la experiencia.

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En otra ocasión, un joven universitario vino a nuestra casa para discutir sobre la validez de la experiencia pentecostal. También hizo muchas preguntas; pero al fin confesó que no podía entender esta experiencia. Simplemente escapaba a su comprensión.

La enseñanza que había recibido era agresivamente antagónica a la posibilidad de que Dios todavía llenara a la gente del Espíritu Santo, tal como lo vemos en el libro de los Hechos de los Apóstoles. Le sugerí que oráramos juntos y le pidiéramos a Dios que nos guiara a su plena verdad para nuestras vidas. También oramos en el sentido de que si esto era real y para él, Dios intensificara su deseo y no le diera descanso hasta que hallara su plena satisfacción en una genuina experiencia pentecostal. Asimismo oramos por que si esto no era real, perdiera el deseo e interés a medida que pasara el tiempo. Le dijimos que si Dios está realmente derramando su Espíritu, como creemos que lo está haciendo, se toparía continuamente con cristianos "llenos del Espíritu" adondequiera que fuera.

Esto ocurrió al final del año académico; pero al otoño siguiente, el joven no volvió a la universidad. Pasaron dos años antes que volvieran a cruzarse nuestros caminos. Nos habían invitado a la casa de algunos creyentes llenos del Espíritu, de la Iglesia de los Hermanos (Plymouth Brethren) de Los Angeles. En esa reunión tuvimos la agradable sorpresa de ver a nuestro joven amigo. Dios le había concedido fielmente que su vida se cruzara repetidas veces con las de otros cristianos que habían hallado esta nueva dimensión en el Espíritu Santo. El amor de Cristo que había en ellos lo había convencido de la validez de su experiencia pentecostal.

Un poco antes de irse, me contó de su hambre espiritual y de la amplitud de criterio que ahora tenía. Brevemente bosquejamos el sencillo camino de la fe hacia los dones de Dios. Me indicó que estaba dispuesto a recibir todo lo que Dios tuviera para él y que esperaba que el Espíritu Santo controlara su vida y sus labios para la gloria de Dios. Luego me preguntó si podría entrar en el Espíritu de alabanza en sus propias devociones privadas. Le aseguramos que Dios es fiel y lo animamos a creer lo que dice en su Palabra. Una vez más se separaron nuestros caminos; pero esta vez ambos sentimos un espíritu de gran expectación. Puede que algún día vuelvan a cruzarse nuestros caminos. Cuando ello suceda, sé que será una oportunidad de gozarnos juntos en el Señor por su fidelidad. En verdad, Dios tiene una manera de sobrepasar las limitaciones de nuestras mentes cuando lo buscamos

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humildemente en su plenitud.

Recuerdo otra ocasión en que estaba entrevistando a un aspirante a un cargo docente en la Universidad Oral Roberts. Era un joven bien instruido y tenía el título de Doctor en Filosofía en su campo de preparación académica. Había expresado el deseo de conocer a Jesús como su Bautizador y había pasado algún tiempo procurando construir una base razonable para su fe. Pero todavía quedaba cierta dificultad para trasladarse del sofisticado nivel de la comprensión intelectual a la simplicidad de la fe infantil.

Finalmente le conté la historia de cómo nuestra hija de cinco años había encontrado a Jesús como su Bautizador en el Espíritu Santo. Dentro de algunas semanas tenía que ser operada de una cadera y una noche sentí el deseo de orar otra vez con ella antes que se fuera a dormir. Mi esposa no estaba a esa hora en casa, así que yo estaba solo. Habíamos conversado un ratito sobre Jesús cuando me asaltó el pensamiento de que ella necesitaba realmente la plenitud del Espíritu Santo en su vida para afrontar la prueba de la tracción en alto y las semanas de pasar en un molde de medio cuerpo. El Señor nos había impresionado con anterioridad en el sentido de que si nuestros tres hijos mayores estaban bastante grandes para apreciar a Jesús como su Salvador en una sencilla forma infantil, estaban asimismo listos para conocerle como su Bautizador. Después de saber esto, vimos como Dios, por su gracia, tocó personalmente a cada uno de ellos a medida que se acercaban a él durante las reuniones familiares que celebrábamos para orar y alabar juntos al Señor.

Debo admitir, no obstante, que me pregunté si nuestra hija de cinco años entendería realmente. Le expliqué en forma tan sencilla como pude que a Jesús le gustaría llenarle su vida de amor y alabanza si se lo pedía. Le dije que el Espíritu Santo le daría también su propia lengua para que con ella amara a Jesús en los días que estaban por delante. ¡Sería una experiencia maravillosa que sería buena para ella y para Dios!

En seguida oramos juntos; y cuando comencé a orar en el Espíritu, ella lo hizo junto conmigo con sonidos sencillos y sílabas de alabanza. Recuerdo que sonreía muy dulcemente y que su rostro irradiaba un resplandor angelical que más bien podía sentirse en el Espíritu que describirse con palabras.

Más tarde comencé a preguntarme si acaso ella acababa de

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reaccionar en una forma que creía que sería de mi agrado o si su experiencia había sido genuina. Parte de un pasaje de la Escritura comenzó a dar vueltas repetidas veces en mi mente: "De la boca de los niños ..." No pude recordar el resto del versículo, así que, al fin, decidí verificar el pasaje en nuestra concordancia. Para gozo y deleite míos, leí las siguientes palabras: "De la boca de los niños . . . perfeccionaste la alabanza" (Mateo 21:16).

Sus días en el hospital y su convalecencia en casa fueron llenos de la gracia de Dios y de alabanza para él. El personal del hospital estaba asombrado de su paciencia y jovialidad durante algunas experiencias muy penosas. ¡Qué fiel es Dios!

De las muchas cosas que habíamos compartido con nuestro amigo académico, esta historia fue la clave para su Pentecostés personal. Al fin el entendimiento del hombre se subordinaba el Espíritu de Dios. Una vez más el Padre celestial oía la oración de uno de sus hijos y amorosamente cumplía su promesa de un Bendito Consolador. Cuan cierto es realmente esto: que a menos que nos volvamos como niños, jamás pasaremos por las puertas que conducen a las cosas mayores del reino de Dios.

EL PROBLEMA DE LOS "HIPÓCRITAS"

De vez en cuando la vida de los que han participado de estos dones de Dios, ha resultado ser piedra de tropiezo para los que honradamente están averiguando cuánto de realidad hay en ellos. Los incrédulos señalan a los "hipócritas" y los fracasos de las iglesias. Pero no parece justo despreciar un don, o al Dador, por causa de lo que un individuo hace o no hace con él. Esto es cierto tanto en lo que se refiere al Don del Hijo de Dios, como al de su Espíritu.

La evidencia de lo que Dios puede hacer en una vida no se hallará en los que han participado de los dones de Dios y luego se han vuelto atrás. En tales vidas, el Espíritu Santo se contrista y su poder y propósito se apagan. Afortunadamente, muchos prefieren avanzar, y sus vidas, bajo el continuo control del Espíritu Santo y de la Palabra, se convierten en un verdadero testimonio de la gracia y del poder de Dios. Tales personas estarán prontas a dirigir nuestra atención de sí mismos al Señor Jesús, quien es el hermoso y poderoso modelo de sus vidas. ¡Ojalá que su ideal llegue a ser el nuestro también!

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Debemos entender asimismo, como se indicó previamente, que ni el don del Hijo de Dios ni el de su Espíritu son señales de nuestra madurez. Al contrario, son expresiones de la gracia de Dios por las cuales podemos hacer progresivamente su perfecta voluntad para nuestra vida. ¡Dios nos toma donde estamos, para que por su Espíritu lleguemos a ser como él es!

EL PROBLEMA DEL MODELO , ESCOGIDO DE DIOS

Muchas veces se suscita la siguiente pregunta: "¿ Tengo que hablar en lenguas para ser lleno del Espíritu Santo?" La respuesta a la pregunta expresada en esta forma sería un enfático ¡no! El don no produce al Dador. Esto es poner el carretón delante del caballo. La siguiente pregunta será por lo general ésta: "¿Hablarán siempre en lenguas todos los que son llenos del Espíritu Santo?" Aquí nuestra respuesta necesita una explicación. Dios siempre está ligado a principios, aunque puede desviarse aun de los modelos preferidos. Pero no estoy tan seguro de que esto nos dé el privilegio de buscar una experiencia que esté fuera del significativo modelo que él ha escogido y registrado en su Palabra.

El principio al cual Dios está ligado es la ley de la fe obediente. Siempre honrará nuestra fe en su Palabra hasta donde confiemos en ella. Algunos creyentes tienen mayor confianza que otros. Si creemos en todos los dones del Espíritu, estas señalas se manifestarán en el ministerio de Dios por medio de nuestra vida. Si no creemos, no se manifestarán. ¡Dios se moverá con nosotros hasta donde vayamos con él en fe! (Ver Marcos 9:23; 16:17.)

Siguiendo el modelo hallado en las Sagradas Escrituras, una de las primeras señales que deberían seguir a nuestro bautismo en el Espíritu Santo sería una lengua de alabanza. Es mi convicción, y la experiencia me lo ha demostrado al orar con centenares de personas, que Dios siempre seguirá este modelo cuando los candidatos estén dispuestos a responder sencillamente con fe al Espíritu de alabanza. La mayoría de la gente está dispuesta a entregarse de inmediato. Otros hallarán su liberación días y hasta semanas después que el Espíritu Santo haya Comenzado su rebosante ministerio en sus vidas. De vez en cuando, se han manifestado al principio otros dones del Espíritu. Algunos han profetizado o han experimentado sanidades y otros milagros por medio de su vida, y posteriormente han descubierto que su no usado don de lenguas estaba esperando que lo manifestaran. Con este conocimiento

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vino su liberación. ¡La Palabra de Dios declara y la experiencia confirma que esta significativa manifestación es para todos los creyentes bautizados en el Espíritu Santo!

El testimonio del Rdo. Rodney Lensch es muy ilustrativo en este respecto y lo he transcrito con autorización de su folleto "A Missouri Synod Pastor Is Baptized in the Holy Spirit" (Un pastor del sínodo de Misuri es bautizado en el Espíritu Santo). El describe su experiencia con las siguientes palabras:

"A modo de instrucción me habían dicho que me pusiera en actitud de reposo en la presencia del Señor y que enfocara mis pensamientos en un simple pasaje: 'Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?' (Lucas 11:13).

"Yo había pedido. Ahora era el turno del Señor para dar. Y lo hizo en una forma muy abrumadora. "Me pusieron las manos sobre la cabeza y oraron en inglés y luego lo hicieron suavemente en una lengua desconocida. De repente, descendió el poder del Espíritu Santo sobre mí. De la cabeza a los pies sentí el poder de Dios en mi cuerpo. No sentí ningún temor, sino un regocijo maravilloso. Y junto con el poder me vino una gran efusión de amor divino. Era como si se derramara una especie de amor líquido por todas las profundidades de mi alma. En ese momento pensé en aquel pasaje de Romanos 5, donde el apóstol dice: '.. .el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado'.

"En mis días de pobreza espiritual solía rogarle a Dios que tuviera misericordia de mí y no me abandonara. Vivía bajo un yugo de condenación, porque nunca me sentí capaz de ponerme a la altura de lo que mi iglesia, mi vocación y mi conciencia me exigían. Para ser bien franco, no me sentía amado de Dios, aunque intelectualmente podía decir: 'Sí; pero la Palabra de Dios dice que lo eres, aun cuando no lo sientas.'

"Pero cuando el Espíritu Santo inundó mi alma de amor, lo sentí. No hubo necesidad de seguir citando pasajes de la Biblia. Ahora el Espíritu Santo estaba ministrando ese amor desde dentro de mi corazón, y no sólo mediante mi intelecto.

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"Junto con el poder y el amor sentí también un gran gozo santo. Antes de esta efusión del Espíritu, hallaba más gozo en la obra del Señor que en el Señor de la obra. Pero súbitamente esto cambió. Sentía deseos de gritar: '¡Aleluya! ¡Alabado sea el Señor!'

"Ahora sabía cómo Pablo pudo escribir desde una cárcel romana la exhortación: 'Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos!' (Fili-penses4:4).

"Tan lleno de gozo estaba, que sentí un nudo en mi garganta. Si me hubieran animado en ese momento, estoy seguro de que podría haber orado en lenguas. Mi copa estaba rebosando y deseaba dar toda la alabanza al Señor. Y éste es uno de los propósitos primarios de orar en lenguas: expresar lo inexpresable, soltar la alabanza y el gozo reprimidos que uno siente en su corazón por el Señor.

"Aunque no manifesté un don espiritual cuando recibí mi bautismo, seis semanas después sí lo hice. Entonces comencé a orar en una lengua desconocida en una reunión de oración donde varias personas estaban buscando la plenitud del Espíritu Santo. Mientras otros oraban, di un paso de fe y entregué mi lengua el Espíritu. Extrañas sílabas comenzaron a brotar de mis labios; no muchas al principio, pero suficientes como para saber que era el comienzo de una lengua.

"A modo de confirmación, le pedí al Señor que desarrollara la lengua y la hiciera edificar a mi espíritu, tal como lo dice la Biblia (1 Corintios 14:4). En cuestión de semanas tenía gran facilidad para expresarme en esta lengua y a medida que la ejercitaba, sentía el descanso y el refrigerio espiritual. A partir de entonces, oro en lenguas diariamente y soy ricamente bendecido. Andando el tiempo, se han manifestado algunos de los otros dones del Espíritu, como sanidades, profecía y la palabra de sabiduría (ver 1 Corintios 12:4-11).

"Este fue mi pentecostés personal. Sé que es real como lo pueden atestiguar hoy millones de otros cristianos de todo el mundo. Puede que no haya sido especialmente luterano; pero ciertamente fue muy bíblico y exaltó a Cristo sobremanera. Y, sí; en los meses y años subsiguientes ha producido lo que la Palabra de Dios dice que debe producir. "Como conclusión, pues, ojalá que le expresemos nuestras oraciones a Dios en términos que reflejen nuestra fiel expectación, algo así como 'Padre celestial, deseo participar de la misma

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experiencia pentecostal y en la misma forma pentecostal que, según veo, trazaron para mí los primitivos creyentes del Nuevo Testamento. ¡Señor, yo también creo!' "

AMBOS IMPLICAN UNA OBRA INTERIOR Y UNA EXPRESIÓN EXTERIOR

Habiendo considerado algunos de los interrogantes más comunes sobre la experiencia pentecostal, sigamos con el paralelo entre los dones del Hijo de Dios y del Espíritu de Dios. Al hacerlo, hacemos también el fascinante descubrimiento de que indudablemente ambos im-plican una "obra interior" y una "expresión exterior". Las Escrituras declaran que "con el corazón se cree para justicia" (Romanos 10:10—las palabras en cursiva son mías). Esta es la obra interior. Luego hay una confesión o evidencia externa de esta obra interior, porque el versículo continúa, diciendo que "con la boca se confiesa para salvación". Esta es la confirmación exterior de que se ha consumado la experiencia de la conversión. Es una hermosa confesión de la fidelidad de Dios.

¡Además, la confesión exterior confirma, cristaliza y cataliza la obra interior! Cada día que confesamos que Jesús es el Señor a nosotros mismos, a otros y a Dios, la obra interior se fortalece y establece cada vez más.

Lo mismo es cierto respecto del don del Espíritu de Dios en su plenitud. En primer lugar, por fe y con un corazón lleno de adoración, nos apropiamos de la divina presencia que llena de poder. En seguida, elevamos nuestra voz y la ponemos bajo el control del Espíritu Santo, quien guiará nuestra confesión celestial en una lengua de alabanza dada por Dios. "Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen" (Hechos 2:4; las palabras en cursiva son mías). Las lenguas son la evidencia exterior de la obra interior.

Además, ésta es también una activa expresión de nuestra fe que en el momento oportuno cristaliza y cataliza la obra interior. Cada día que oramos en esta forma divinamente dada, es una continua reafirmación de nuestra rendición por fe al completo control del Espíritu de Dios.

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CAPITULO VIIEL PAPEL DE LA FE

La fe es la llave que abre la puerta que conduce a los dones de Dios. La fe es la clave de toda nuestra experiencia cristiana. |Por/e somos salvos! "Porque por gracia sois salvos por medio de la fe" (Efesios 2:8). [Por fe somos llenos! "A fin de que por la/e recibiésemos la promesa del Espíritu" (Gálatas 3:14). Por/e oramos con el espíritu en lenguas devocionales. "Y estas señales seguirán a los que creen . . . hablarán nuevas lenguas" (Marcos 16:17).

LA FE FRENTE A LOS SENTIMIENTOS

La fe es el elemento esencial para apropiarse de los dones de Dios. Por lo tanto, no es sorprendente que el diablo procure socavar nuestra fe, desviando nuestra atención de "la fidelidad y los méritos" del Dador a las preguntas que se refieren a la "validez" del don. Y lo hace suscitando en nuestra mente dudas que provengan de nuestros sentimientos o de la falta de ellos. Qué alentador es entender que la fidelidad de Dios no está determinada por "lo que sentimos" o "creemos", sino por lo que él ha dicho. Dios ha DICHO: "Pedid, y recibiréis. Creed, y estas señales seguirán." La fe nunca espera los "sentimientos que la confirmen", sino que actúa fundamentada en la eterna Palabra de Dios. Los sentimientos fluctúan como las olas del mar; pero la Palabra de Dios es la sólida roca sobre la cual puede apoyarse firmemente nuestra fe. La fe nunca es pasiva. ¡Siempre actúa! En su actitud, la fe es "quieta"; pero en la acción, "poderosa". El orar en lenguas tiene un efecto quieto a la vez que poderoso sobre nuestra vida, porque es una expresión activa de nuestra fe.

Básicamente, el orar en lenguas es algo que "hacemos", no algo que "sentimos". Oramos así porque es nuestro privilegio; y Dios, en su fidelidad es digno de nuestra alabanza. Su dignidad no tiene ninguna relación con nuestros sentimientos. Lo adoramos porque es digno; no porque nos hace "sentir bien". No obstante, Dios nos creó con la facultad de reaccionar emocionalmente a su presencia. No tenemos que temer tales sentimientos. El amor es una emoción y Dios es amor. La emoción es una poderosa fuerza que motiva nuestras vidas. En vez de "tener temor" de nuestros sentimientos, dejemos que nos motiven en el camino de Dios para hacer su voluntad. No estamos procurando tener

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un sentimiento, sino una relación con una Persona. Sin embargo, una vez que tenemos esta relación, como sucede con todas las relaciones personales, ¡vamos a tener algún sentimiento con respecto a ella!

Muchas de las gracias del Espíritu tienen implicaciones emocionales. El amor, el gozo y la paz están entre los sentimientos que más se desean. ¡Qué frío y gris sería el cristianismo sin los sentimientos! El rebosamiento emocional asociado a nuestra conciencia de la presencia del Espíritu en su plenitud, puede presentarse en diferentes formas. Algunos se sienten llenos de amor; otros, de gozo o de paz. Y hasta otros sienten una cálida sensación de descanso y justicia. ¡Cuando los sentimientos se miren más bien como el producto que como la fuente de nuestra fe, tendrán un lugar significativo y legítimo en nuestra ex-periencia cristiana!

LA EXPRESIÓN DE LA FE

¡La fe actúa! Pero ¿cómo actúa? La repuesta a esta pregunta es la clave que lo llevará a recibir el don del Espíritu de Dios en su plenitud. La promesa ya ha sido dada. Todo lo que le resta es creer tranquila pero activamente lo que Dios dice en su Palabra.

Hace tiempo tuve el privilegio de participar en una conferencia carismática interdenominacional en Colorado. Se consiguieron la cafetería y el dormitorio de una escuela católica para el fin de semana. Las hermanas católicas fueron muy hospitalarias al proporcionar sus servicios y varias de ellas asistieron a algunas de las reuniones. El sábado por la noche varias de ellas llevaron sus guitarras, y todos adoramos juntos al Señor con cantos de gozo.

Una de las hermanas encargadas era muy atractiva y simpática en su manera de ser. Hacía de madre, cuidando del bienestar de todos, y siempre tenía algún alegre comentario con el cual contribuir. Todos tenemos a veces la tendencia de medir la "temperatura espiritual" de la gente por nuestras primeras impresiones. Recuerdo que me pregunté cómo podría tener mucha profundidad espiritual una persona que parecía tan despreocupada. (Por favor, no me juzguen en esto; ¡el Señor ya lo hizo!)

Al final de una de las reuniones, fue esta hermana quien expresó el deseo de que tuviéramos un tiempo de visitarnos cuando fuera mutuamente conveniente. Esto se arregló en forma sencilla y pronto

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estuvimos comprometidos en seria conversación. Nos indicó con cuánto ardor había respondido al amor y a la adoración que había sentido en las reuniones, y a la sinceridad de los testimonios que habían dado algunos de los presentes. Hubo muchas cosas a las cuales se refirió, aun cuando el carácter carismático de la conferencia le era una experiencia nueva. Con respecto a los dones del Espíritu Santo, hizo algunas preguntas significativas.

Durante las reuniones había habido algunas santas y bellas ocasiones en que todos los del grupo habían unido sus voces en la armonía del canto espiritual. (Este es un tiempo de cantar en lenguas de alabanza, según el Espíritu Santo mueve a todo el grupo en una prolongada melodía de armoniosa adoración.) La hermana había recibido una gran bendición de esto, pero no estaba segura de que el don de lenguas fuera lo más apropiado para su vida. No era una manifestación que personalmente deseara o por la cual sintiera una necesidad particular. No obstante, nos dijo también que no se oponía a ninguna cosa que Dios considerara deseable o necesaria en su vida y su servicio para él.

Al parecer, era mejor enfocar nuestro pensamiento en los propósitos fundamentales de Dios, antes que en uno de los dones del Espíritu o en las experiencias espirituales, por importantes que éstos fueran. Esto llevó nuestra conversación a la vida de Jesús y al deseo del Padre de que nos conformemos a su imagen. El placer que siente Dios al tener una amorosa familia que cumpla sus santos propósitos de adoración y testimonio, fue un tema en el que nos hallamos sinceramente de acuerdo.

Ambos comprendíamos cuan imposible sería tal ideal, personal o colectivamente hablando, sin el ministerio del Espíritu Santo. Fue desde este punto de vista que consideramos los dones del Espíritu a pesar de lo que anteriormente habíamos discutido. Ella me contó cómo años atrás el Espíritu Santo le había dado cierta liberación en sus devociones privadas cuando había manifestado un anhelo por una mayor libertad en adorar a Jesús. (¡Casualmente, me di cuenta de lo defectuoso que había sido mi "termómetro espiritual" al juzgarla por su carácter alegre y despreocupado!)

Fue dentro de este contexto de la vida llena del Espíritu, que finalmente discutimos sobre el significado y valor del don de lenguas en la experiencia del creyente. Aquí había una manifestación del Espíritu Santo que había sido planeada como expresión de nuestra fe, amor, sumisión y humildad delante de Dios. Estábamos de acuerdo en que no

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teníamos interés en ninguna experiencia de crisis emocional que se desvaneciera con el transcurso del tiempo. Más bien buscábamos una relación más profunda con el Espíritu Santo por medio de Jesucristo, relación que progresivamente revelaría más del poder y del amor de Dios en nuestras vidas.

En seguida consideramos los relatos sobre el bautismo en el Espíritu Santo como los encontramos registrados en el libro de los Hechos de los Apóstoles. Pronto reconocimos el principio de liberación del espíritu por medio de una fe activa y obediente. Esta es la fe que se abre paso en la vida de los hombres de Dios de las Sagradas Escrituras. Con frecuencia se les exigió que actuaran con fe y obediencia antes que Dios confirmara su Palabra por medio de una experiencia. Moisés tuvo que alzar su vara y golpear la peña antes que fluyeran las refrescantes aguas que darían vida a su pueblo (ver Éxodo 17). No había nada de sobrenatural en golpear la peña; simplemente se trataba de la fe obediente en acción. Moisés pudo haber dicho: "Ahora bien, quiero que en esto 'todo sea de parte de Dios y nada de mi parte'. ¡Señor, tú alzas la vara y golpeas la peña!" Si lo hubiera dicho, habría quedado mucho tiempo con sed. No era éste el camino de la fe activa. Ni era el que Dios había escogido.

Pedro vio que una noche tempestuosa el Señor caminaba sobre las aguas del Mar de Galilea (ver Mateo 14). El deseaba participar personalmente de esta maravillosa manifestación del poder de Dios. Su cabeza cuestionaba la realidad de lo que veía; su corazón percibía que en realidad era el Señor quien se abría paso en medio de la tempestad. Si en verdad era el Señor, Pedro quería que esta experiencia fuera parte de su vida. Y gritó por sobre el viento y las olas:

— ¡Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas!

Es interesante que Jesús no llevó a Pedro a una larga discusión teológica ni procuró explicarle racionalmente cómo podía ocurrir tal milagro. Simplemente le dijo:

-¡Ven!

El siguiente paso no sería del Señor, sino de Pedro.

Pedro había pedido; la Palabra del Señor había sido dada. Ahora Pedro tenía que aceptar la invitación que Dios le había hecho. Si no hubiera aceptado la Palabra, sin duda habría seguido rogándole a Jesús

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que le diera permiso para ir hacia él. Y hasta quizás hubiera hecho un gran despliegue emocional suplicando patéticamente por un don que ya se le había dado. Ni siquiera las lágrimas de un corazón frustrado y desilusionado habrían hecho que Pedro fuera a Jesús caminando sobre las aguas.

Había una parte que él tenía que desempeñar con fe. Tenía que recibir obedientemente la Palabra y respondo activamente a ella. Pide, recibe y responde era la secuencia divina que permitiría que el Espíritu Santo confirmara la Palabra de Dios en una forma manifiesta. ¡Sí; el siguiente paso sería el de Pedro!

El enfrentarse a este momento de acción decisiva, pudo haber inundado la mente de Pedro toda una hueste de dudas y reservas paralizadoras. Al fin y al cabo, se trataba de dar un paso muy tonto bajo las circunstancias naturales. Pocos pescadores sensatos considerarían con entusiasmo la posibilidad de nadar a medianoche en aguas tempestuosas. Además, no había ninguna palabra de aliento de alguno de los otros discípulos. (Uno se pregunta qué habría pasado si hubiera vacilado y les hubiera pedido su consejo sobre lo acertado de la excursión que se proponía realizar.) Pudo haber discutido con Jesús, argumentando que no sabía andar sobre el agua y después de considerarlo, quizás no era éste realmente el tiempo de Dios para hacer algo tan incierto. También pudo haber sugerido que en vez de caminar efectivamente sobre el agua, lo hiciera dentro de la barca (y para esto tenía "piernas marinas" bien desarrolladas) y así siguiera alegrando a Jesús desde un lugar familiar y seguro.

Si acaso tales pensamientos cruzaron por la mente de Pedro, éste no los tomó en cuenta, porque el relato bíblico dice que respondió de inmediato a la invitación del Señor dando un "salto de fe". Este fue un salto de fe literal, porque en un momento Pedro abandonó toda una vida de cuidado por temor del mar para lanzarse a las espumosas olas. ¡No fue hasta que salió de la barca que el agua se volvió firme debajo de sus pies!

Todo fue bien mientras mantuvo sus ojos en Jesús y se dirigió resueltamente a él con su fe claramente enfocada. Pero, como con tanta frecuencia nos pasa a todos nosotros, Pedro se distrajo por lo que puede haber sido una ola extraordinariamente grande, quizás claramente perfilada por el pavoroso destello de un relámpago. Su corazón se llenó de temor y comenzó a dudar de la realidad de su experiencia. En cuanto dejó de caminar, comenzó a hundirse. (Siempre

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nos hundimos adentro antes de hundirnos afuera.) Pedro clamó al Señor que lo salvara. Y de inmediato, Jesús lo tomó y lo sostuvo.

Entonces Jesús aprovechó el fracaso de Pedro para enseñarle una lección de fe. Sus primeras palabras fueron éstas: "¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?" En seguida volvieron a la barca caminando en medio de la tempestad. ¡Ahora vemos a dos hombres de fe! Dos hombres del Espíritu que caminan juntos uno al lado del otro, paso a paso, tomados de la mano. Lo que se había convertido en una espantosa- experiencia para un "hombre de temor", terminó como un triunfante paseo de fe de dos "hombres de Dios" que volvían adonde se hallaban los asombrados discípulos.

Solamente Pedro se atrevió a salir de la barca. ¡Sólo Pedro anduvo sobre el agua! Los otros discípulos vieron a Dios ejecutar su Palabra. ¡Pedro fue una parte de la ejecución! La fe nunca espera pasivamente; siempre se lanza activamente.

Después de departir sobre estos pensamientos con nuestra hermana católica, ella me manifestó tranquilamente pero con firmeza, que estaba dispuesta a orar y a recibir todo lo que Dios quisiera darle. Le sugerí que ella orara primero y le dijera al Señor lo que había en su corazón. Luego yo confirmaría su oración con una confesión de fe en la promesa de Dios con respecto a su Espíritu de poder y alabanza. De inmediato respondió con una oración en la que comenzó a conversar con su Señor como si realmente estuviera frente a ella. Dio gracias a Dios por su gracia salvadora y por el ministerio personal del Espíritu Santo en su vida. En seguida le pidió al Señor que le ministrara según su necesidad y conforme a su voluntad.

A continuación, le sugerí que se uniera a mí y como Pedro, respondiéramos en fe a la invitación del Señor de beber abundantemente de los pozos de agua viva. De lo íntimo de nuestro ser fluiría entonces un río de alabanza, según el Espíritu mismo nos diera que hablásemos. Su primera respuesta fue en inglés, por lo que simplemente le indiqué que uno no puede hablar dos lenguas a la vez. Si persistimos en controlar nuestras palabras, seremos como si Pedro caminara dentro de la barca. Debemos dar un salto de fe alzando nuestra voz e iniciando sonidos y sílabas que el Espíritu Santo dirigirá y perfeccionará. El entonces se los presenta al Padre en una forma que le agrada a él y nos edifica a nosotros.

Al unirnos una vez más en la belleza de la santa adoración, habló

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inmediatamente con suavidad, pero sin vacilación, en una lengua espiritual de alabanza y acción de gracias. En ese momento la santidad de la presencia de Dios era tan manifiesta, que me dejó con un tremendo sentimiento de humildad. ¡Me parecía que estábamos arrodillados ante el mismo trono de Dios!

Al cabo de un rato ambos dimos gracias al Señor por su fidelidad y por la libertad y el gozo que siempre trae a nuestra vida el Espíritu de alabanza.

Al día siguiente, antes de retirarme, la vi de nuevo. Todavía recuerdo sus palabras: "¡Alabado sea Dios! Nunca sabrá usted cuánto significa esto para mí." Me preguntó si yo quería orar para que descendiera la bendición de Dios sobre su vida y así pudiera ofrecerse un servicio mayor y expresarle una devoción más profunda a su Señor. Le puse las manos sobre la cabeza y oré para que Dios siguiera adornando su vida con la belleza de Jesús y que esta bendición se manifestara cada vez más por medio del poder de su Espíritu Santo.

Antes de terminar mi oración, el Espíritu Santo me impulsó a pedirle a la hermana que también me pusiera las manos sobre la cabeza y orara por una bendición sobre mi vida. Aún recuerdo aquella ocasión muy vívidamente y con profunda emoción. Simplemente oró que siempre fuera "ardiente" en el Espíritu de Dios y que adondequiera que fuera, llevara su bendición a otros.

Nuestras palabras de despedida fueron expresiones de alabanza y gratitud al Señor por permitirnos vernos el uno al otro como realmente somos ... un hermano y una hermana unidos por el amor cristiano en la gran familia de Dios. Cuan íntimamente nos une el Espíritu Santo cuando juntos y en fe nos dirige en nuestra devoción a Jesús.

LA FE EN ACCIÓN

Los dos testimonios que a continuación transcribo, son de cartas que se refieren a los dos capítulos siguientes de este libro. Como usted descubrirá más adelante el "papel de la fe" puede llegar a ser su "liberación de la fe" en una forma activa y personal. El primer testimonio es de la misma carta a la que me referí en el párrafo inicial del capítulo primero. ¡Es muy evidente que la remitente descubrió el "botón de arranque" y el "acelerador"!

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"Antenoche tomé el libro 'Aglow in the Spirit' (Ardientes en el Espíritu) del Dr. Frost e inadvertidamente volví a las página del capítulo que contiene el bosquejo de los cuatro pasos para recibir el Espíritu Santo. Era maravillosamente sencillo y, sin embargo, relativamente difícil de aceptar ... a causa de la parte de las lenguas. Pude ver que este fenómeno significaba mucho para otros, pero siendo yo tan conservadora, me sentí un poco molesta ante la idea de que éste fuera un paso necesario. Cerrando el libro, cabeceé hasta quedarme dormida en mi habitual noche sin descanso. Hermán trabaja ahora en el turno de las once de la noche a las seis de la marrana. Cuando él se va, me muevo y me doy vueltas en la cama durante toda la noche, despertando espasmódicamente con cada ruido que me parezca el de su llegada.

"Y anoche leí el breve capítulo donde el Dr. Frost dirige la oración para que venga el Espíritu Santo, subrayé la frase '¿por qué luchar contra un plan natural de Dios?' y abrí mi corazón. Al principio no pasó nada, así que comencé a orar como de costumbre. De repente aparecieron . . . ¡bellas y cortas sílabas de alabanza! En mi subconsciente pensé: 'Ahora que sé que está aquí, esto se terminará.' ¡Pero no! seguían llegando, y aunque mis ojos estaban cerrados, había luz, y seguía sintiendo efluvios de calor que traspasaban mi ser! Luego de lo que debe de haber sido como diez minutos de estar sintiendo esto (aunque a mí me parecieron segundos), me relajé por completo y vinieron a mi mente las palabras: 'La paz es tuya, hija.' Nora, me quedé inmediatamente dormida y no desperté ni una sola vez hasta las 5.30 de la mañana, cuando se despertó el bebé y que es la hora cuando Hermán llega siempre a tomar el desayuno. Le conté todo esto y se alegró. Fue todo tan tranquilo y hermoso (pero también emocionante y vibrante) . . . nada de vulgar ni extravagante, como había temido. De veras Dios actúa en forma maravillosa . . . ¡alabado sea él por su amor!"

El segundo testimonio bosqueja con bastante honradez el papel de la fe que se requiere para una consecuente liberación del Espíritu de Dios en nuestra vida cotidiana. La escritora tiene una manera agradable y amistosa de compartir su fe y su experiencia con el Espíritu Santo.

"Bien, Liz, ¡la vieja Sock (y otros curiosos expletivos ingleses), tu amiga, su unió por fin completamente al movimiento! Tú eres profetisa o algo por el estilo. Tenías mucha razón al decirme que yo (y también Derek) teníamos una mente cerrada con respecto a todo ese asunto de las lenguas. Al parecer, Derek no tenía ninguna

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seguridad de que todo esto no fuera más que invención suya; así que me estaba echando atrás. El libro de Frost me dio nuevo impulso . . . Estaba lista para que me persuadieran de cualquier modo, y él es muy bíblico y persuasivo.

"Durante varios días le miré la tapa, esperando que Derek lo leyera primero, pues así no tendría que hacerlo yo; pero entonces él tomaba otra cosa. Yo todavía tenía miedo de manejar a Dios, deseando y pujando por algo que él no quería que tuviera. Al fin, lo tomé yo. ¡Cada interrogante o problema, implícito o manifiesto, fue contestado o resuelto por completo! Antes que hubiera leído un tercio del libro, estaba convencida de que Dios quería darme este don. Así pues, comencé a esperar con expectación, rechazando las tonterías de mi mente racional. No pasó nada. Pero una tarde, mientras esperaba a Derek sentada en la cocina, y casi tan impasible como siempre he sido, leí la sección que trata de dar un paso de fe embragando el aparato vocal y empujando el acelerador. Dar un paso de fe me es como una forma de vida (o como se dice también: ¡avanzar por la rama de un árbol y aserrarla por detrás de uno!, ¡o construir arcas en el traspatio bajo un cielo despejado!), así que respiré profundo, me entregué completamente a Dios, abrí la boca y por fe hablé . . . ¡primero frases cortas; luego largas! Nadie estaba más sorprendida que yo. Seguí así un rato, considerando impasiblemente lo raro de tener mi aparato vocal funcionando sin mi control. Después que me detuve, mi mente racional inició un flujo de interferencia, sugiriéndome que estaba chiflada, que esto era una tontería, etc., etc. También el enemigo tenía su mano metida en esto. A Derek no le dije nada entonces. "Esa noche di el mismo deliberado paso de fe, diciéndole a mi razón que se mandara cambiar, que esto era pan y no una piedra. Al día siguiente, cuando me hallaba sola en casa, se manifestaron las emociones: oré con vehemencia, reventando de gozo, y luego mi oración se transformó gradualmente en canto. Esto continuó por varias horas... de veras que es dulce el Señor; sólo hay que gustar y ver. ¡Alabado sea el Señor! Al cabo de una semana, mi razón se dio por vencida y dejó de procurar persuadirme de que esto era un disparate. Entonces se lo conté a Derek. Finalmente, comenzamos a utilizar juntos las lenguas en nuestro tiempo de oración. Nuestras lenguas son muy diferentes ... ¿es normal esto?

"Con cada avance espiritual que lograba, éste era seguido una semana después por otra dosis de ver la santidad de Dios y otra serie de correcciones y determinación de terminar con la vida y la

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naturaleza viejas y vestirme de Cristo. Esta vez, cuando tomé la decisión de morir, sentí que una gran paz llenaba mi ser. Jamás supe que existiera una paz como ésa ... De veras, Príncipe de Paz es Jesús, nuestro Señor. Entonces, súbitamente, la voluntad de Dios se me hizo más dulce que la miel, adorable e infinitamente deseable. Esto ha sido un cambio permanente ... ha terminando la batalla para definir quien está a cargo de mi ser. ¡Alabado sea Dios!

"He descubierto que es muy útil y provechoso orar en lenguas ... en todas las formas que Frost así como otros mencionaron. Aparte de todo lo demás, soy una mística en cierne (en la clásica tradición del misticismo cristiano) y las lenguas son útiles para anular la acción de nuestra mente consciente y concentrarnos en Dios. Esta lengua, además, me mantiene sumisa a Dios, cuando él me mete en el horno de la purificación. ¡Para él sea toda la alabanza!"

Acerquémonos ahora a los dos capítulos siguientes con un sentimiento de gozosa expectación, seguros de que Dios nos será fiel a todos en lo que concierne a su promesa de poder espiritual.

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CAPITULO VIII SUELTE SU FE

En este punto expresemos personalmente nuestros deseos en forma de pregunta. ¿Cómo puedo soltar mi fe y hallar la realidad de una experiencia pentecostal presente y personal?

Nuestro primer paso es humillarnos, pero a la vez acercarnos confiadamente a Dios como nuestro Padre celestial amante y misericordioso. En seguida podemos confesarle nuestra necesidad y su abundante provisión. En un momento llegamos a estar listos para pedirle específicamente y en fe la plenitud de su Espíritu Santo. ¡Cuando pedimos, recibiremos! Esta es su promesa. "Dios no es hombre, para que mienta, ni hijo de hombre para que se arrepienta. El dijo, ¿y no hará? Habló, ¿y no lo ejecutará? (Números 23:19).

LA RESPUESTA DE FE

Por fe vivimos en la misma vida del Espíritu de Dios hasta que somos literalmente llenos de su amor. Al hacerlo, tendremos inmediata conciencia de su presencia que nos llena. Cómo reaccionamos emocional-mente a esta conciencia de Dios es de importancia secun-daria. Cómo responderemos activa y exteriormente estará determinado por nuestra fe en la Palabra de Dios. Si realmente creemos que el Espíritu de Dios manifestará ahora y exteriormente su presencia llenadora tal como lo hizo a través del libro de los Hechos de los Apóstoles, le daremos activamente nuestros labios, nuestra lengua y nuestra voz para que él dirija nuestra alabanza celestial en una lengua divinamente dada. ¡Esto es nuestro "salto de fe"!

El Espíritu de adoración que nos llena de poder dirigirá fielmente nuestra alabanza cuando con audacia hablemos en fe. En este punto debemos entender que la fe no se expresará si hablamos en inglés o en nuestra lengua materna. En tales casos, somos nosotros los que dirigimos nuestro lenguaje. La fe cederá nuestro control al del Espíritu Santo, para que hablemos en lenguas como el Espíritu nos dé que hablemos.

Nuestra lengua materna está compuesta de sonidos que nuestros labios y lengua expresan en forma de sílabas y palabras. Lo mismo

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sucede cuando oramos en una lengua celestial. Que hablemos no es sobrenatural. Se trata de nuestra voz, nuestros labios, y nuestra lengua; no los de Dios. Pero lo que hablamos es sobrenatural, pues esto es dirigido por el Espíritu de Dios. Por lo tanto, la fe entregará nuestras facultades del habla al Espíritu Santo alzando activamente nuestras voces y permitiéndole mover nuestros labios y lengua para formular una expresión celestial.

COMO COOPERAR CON LOS DICTADOS DEL ESPÍRITU PARA EXPRESAR LA ALABANZA

Los dictados del Espíritu pueden venir en varias maneras diferentes. Algunos sienten un temblor inicial de los labios, temblor que produce un tartamudeo. Regocíjese en el conocimiento de que en este momento el Espíritu Santo le está impulsando fielmente a la alabanza. Pronuncie claramente los nuevos sonidos y sílabas moviendo enérgicamente y en fe sus labios y lengua.

Otros sienten un impulso mal definido de hablar de la abundancia del corazón. ¡Hágalo! No se preocupe por lo que "parecen los sonidos"; eso no le toca a usted, sino a Dios. Usted le da algo para que lo dirija ¡y él lo hará!

Un viernes por la noche, mi esposa y yo oramos con una estudiante universitaria en nuestra casa. La presencia del Señor era muy real y se manifestaba en una forma refrescante y tranquila. Sin embargo, nuestra amiga estudiante encontraba cierta dificultad en dejar sencillamente que el Espíritu Santo se moviera a través de su vida para expresar alabanzas celestiales. Había varias preguntas que primero tuvimos que contestar por medio de la Palabra de Dios. Por último, la joven hizo una sencilla confesión:

— Tengo miedo de que esto parezca disparatado.

Le aseguramos que a nosotros no nos parecería disparatado ni tampoco a Dios, quien responde cordialmente hasta a las débiles expresiones de nuestra fe en su Palabra. Le sugerimos que su declaración parecía un poquito orgullosa. Esto lo reconoció de inmediato y nos pidió que oráramos juntos una vez más. Cuando lo hicimos, habló humildemente en fe y encontró, para gozo suyo, una lengua celestial que vacilaba sobre sus labios. Cuanto más oraba, mayor soltura le daba Dios. Meses más tarde, tuvo el privilegio de guiar

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de igual modo a su madre en la plenitud del Espíritu de Dios.

Algunos sienten impulsos internos en forma de sonidos o sílabas en la mente. Es casi como si desde antes de hablar supieran cómo sonarán las primeras expresiones que van a decir. Además, todo lo que se necesita es hablar en fe. Echarse atrás por falta de algún sentimiento particular es arrojar dudas sobre la Palabra de Dios. Recuerdo a una joven que una noche se quedó orando hasta muy tarde en el altar de la iglesia. Siempre que procurábamos animarla, respondía que no sabía cómo rendirse al Señor a pesar de nuestra cuidadosa instrucción. Por último, dijo:

— ¿Sabe?, sigo sintiendo unas sílabas extrañas en mi mente.

Inmediatamente la animamos a que siguiera la dirección del Espíritu y que glorificara a Dios con lo que él le había-dado. Al instante respondió en fe, y fielmente el Señor le dio una hermosa lengua en el Espíritu para que con ella lo glorificara.

De vez en cuando, parece que Dios se mueve casi soberanamente en la vida de los que fervientemente le buscan y cuyo corazón está abierto a su Palabra y a su camino. Una noche tuvimos el privilegio de compartir las Escrituras que se refieren al Espíritu Santo en una reunión de oración y testimonio celebrada en Los Angeles. Una dama que estaba presente tuvo que salir antes que hubiera oportunidad de orar. Esa misma noche supimos que después el Señor la había despertado con una lengua celestial de alabanza en sus labios. ¡Ciertamente Dios se manifiesta en forma maravillosa!

Al otro extremo están los que aparentemente tienen pocos sentimientos o pocos impulsos evidentes. Pero sí tienen fe, y también la ardiente pero tranquila evidencia del Espíritu de Dios que siempre produce la fe. Esto es suficiente. Todo lo que se necesita es responder activamente a esta quieta pero muy real presencia de nuestro fiel Señor. En tal ocasión, la aventura de la fe siempre hallará la forma de expresarse por medio de la voz.

En este punto algunos vacilarían, temiendo que lo estuvieran "haciendo carnalmente". O, como alguien lo expresara: "Tengo miedo de que sea solamente yo." Bien, en cierto sentido, ¿quién más sería? Como en toda experiencia cristiana, ésta es una aventura cooperativa en la gracia de Dios. El desea controlar no solamente nuestro miembro más indócil, sino todo lo que somos para glorificar a su Hijo.

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LA FE FRENTE AL TEMOR DE LA CARNE

Para los que temen que lo estén "haciendo carnal-mente", les recordamos que es "sobre toda carne" que Dios está derramando su Espíritu. En otras palabras, son estos vasos terrenales de barro los que Dios está llenando de su Espíritu. No llamemos común lo que ha tocado el Espíritu del Dios viviente. Por fe rendimos nuestro miembro más indócil, esta carnal lengua nuestra, a la llama purificadora del Espíritu de Dios. Cualesquier sonidos y sílabas que salen a borbotones o hasta como balbuceos han sido impulsados por el Espíritu, aun cuando en gran medida son nuestra voz, nuestros labios y nuestra lengua los que él está usando en esos momentos.

Para un creyente sincero, pedirle a Dios en fe la llenura del Espíritu Santo y la hermosa confirmación bíblica de una lengua celestial, y luego recibir algo que sólo viniera de sí mismo, sería la piedra más fría y más dura en que uno pudiera pensar. Sin embargo, la Palabra de Dios afirma clara y enfáticamente que si pedimos pan ¡no recibiremos una piedra! Cuan mentiroso es Satanás al engañar a los hijos de Dios privándolos de su legítima herencia.

Supóngase que el temor de la carne hubiera sido un problema para Pedro esa noche tempestuosa cuando Jesús le dio su Palabra de que fuera a él caminando sobre las aguas. Pudo haber discutido sinceramente con el Señor, argumentando que no tenía ninguna intención de hacer algo carnalmente iniciando una cosa que sólo viniera de sí mismo. "Señor, quiero que en esta experiencia todo venga de ti y nada de mí. Si en realidad esta experiencia es para mí, estoy dispuesto a que soberanamente me traslades sobre la superficie de las aguas en un convincente despliegue de tu poder y propósito. ¡Pero yo no voy a dar un paso por mi propia voluntad!"

Recuerdo que oré con un hombre que expresó casi las mismas palabras cuándo le sugerí que oráramos y respondiera en fe al poder y la alabanza de Dios. Durante muchos años "los expertos" habían orado por él y obstinadamente había rehusado dar cualquier paso que al parecer fuera de su propia iniciativa. No vela que hay una parte que Dios exige que desempeñemos cuando se ha de dar expresión a la fe. Es sólo cuando los creyentes actúan en fe, que Dios confirma su Palabra con las señales que la siguen (ver Marcos 16:17, 20). Jamás debería haber orado con él bajo aquellas circunstancias. Los dos

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sabíamos que no pasaría nada, ¡y así fue! Lo mismo habría sido cierto en el caso de Pedro si hubiera rehusado creer en la Palabra del Señor en una forma activa.

Oré con un hombre metodista de Houston, Texas, quien pretendía que durante años había estado llevando una "piedra pesada" a pesar de que le había implorado a Dios que lo llenara de su Espíritu. Una palabra de sabiduría pasó como un relámpago por mi mente y de inmediato le repliqué:

— No; usted no ha estado llevando una piedra pesada. Durante todos estos años, usted ha estado llevando pan, pero en su duda lo ha estado llamando una piedra. No es extraño que no haya recibido ningún poder ni esperanza o sostenimiento; ¡usted no ha participado del don que Dios le dio!

Otro hombre, de la Iglesia Cristiana, había participado de la plenitud del Espíritu, pero dudaba de los balbuceos de su alabanza inicial en el Espíritu. Alguien le había advertido de la posibilidad de "hacerlo carnalmente" y se había refrenado de volver a hablar de ese modo. Cuando lo conocí, estaba profundamente desanimado. Anhelaba tanto una liberación celestial en la oración, pero tenía miedo de que en todo esto sólo estuviera actuando él mismo. Con la Palabra de Dios le aconsejé que ejercitara su fe. Otra vez pasó por mi mente una palabra de sabiduría y le expliqué cómo, en cierto sentido, él había recibido un "billete de mil dólares", pero nunca había gastado un centavo ¡porque tenía miedo de que fuera falsificado! Se dio cuenta del reparo que esto hacía al Dador y pronto le pidió que lo perdonara.

Luego lo animé a orar con gran abandono, sabiendo que podía confiar sin reservas en la fidelidad del Espíritu Santo. Inmediatamente prorrumpió en lenguas, alabando y magnificando a Dios. Con lágrimas en los ojos confesó cuantas veces había deseado alabar a Dios en sus devociones, pero tenía miedo. Al día siguiente, con el gozo y la fe que acababa de descubrir, salió a guiar un alma al Salvador. Cuando lo visité un año después, todavía estaba alabando a Dios, testificando y "ardiente en el Espíritu". ¡Dios no nos ha dado espíritu de temor, sino de fe!

LA FE FRENTE AL DESALIENTO

Algunos están tan desanimados de buscar a Dios por caminos sin fe, que no sienten nada, salvo quizás desesperación. Cuan edificante e

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instructivo llega a ser entonces el divino camino de la fe activa. Repetidas veces hemos visto esto en la vida de los que se han convertido en "buscadores crónicos". Una vez que ven que hay una parte que tienen que hacer ellos, por fe cambia toda su actitud. Al experimentar la fidelidad de Dios, por lo general reaccionan haciendo este comentario: "¡Cómo! Si solamente lo hubiera sabido, hace mucho tiempo yo me podría haber rendido el Espíritu Santo en esta forma." El divino camino de la fe infantil es tan sencillo, que la treta más grande que usa Satanás para engañar es hacernos pensar que debe de haber alguna cosa más en relación con esto. ¡Pida y responda en fe, y con toda seguridad recibirá la Promesa que ha sido dada!'

Recuerdo que en cierta ocasión oré con un joven que parecía muy desalentado. Le sugerí que conversáramos juntos un poquito y que nos hiciera cualesquier preguntas que estuvieran socavando su fe. Sólo tenía una. Era lo único que se interponía entre él y una liberación celestial en el Espíritu de Dios. Y la pregunta era ésta:

— ¿Se espera que yo mueva mis labios o lo hará Dios?

Le sugerí que en fe alzara la voz y moviera los labios y la lengua, entendiendo que de este modo estaría cooperando con el deseo del Espíritu Santo de dirigir su alabanza. Su rostro se iluminó y de inmediato alzó la cabeza hacia el cielo en actitud de expectación, abrió la boca, alzó la voz, y cuando por fe comenzó a mover los labios, como un torrente salió de ellos una hermosa lengua de alabanza. ¡Dios siempre confirma la fe activa en su Palabra!

Los repetidos "fracasos" pueden ofuscar nuestra mente y endurecer nuestro corazón a tal punto, que hasta el pensamiento de "probar otra vez" produce gran dolor en el alma. Después de probar todos los "métodos", hacer todos los "movimientos" y recibir las oraciones de toda persona prominente que llegue a la ciudad, todavía puede hacernos falta la simplicidad que sólo puede traer la luz de Dios.

Una noche, después de un servicio nocturno celebrado en una iglesia de California, estuve orando con algunas personas más y aconsejando a los que habían expresado el deseo de ser bautizados en el Espíritu Santo. El Bendito Consolador había venido en su plenitud a muchos que habían estado buscando el don de Dios con todo su corazón. Se estaba haciendo tarde; casi todos se habían ido, y yo estaba muy cansado. Una dama de vestido gris, que había estado esperando pacientemente al lado de la sala, se me acercó cuando me disponía a

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salir. Era evidente que estaba deprimida y desalentada.

Se presentó y en pocas palabras me habló de las muchas desilusiones y fracasos que había tenido en su búsqueda del don del Espíritu. Al principio, casi me resentí por su petición (quería que le diera más consejos), pues estaba sumamente cansado. Con frecuencia se requiere tiempo y gasto de energía espiritual para quebrar la resistencia que Satanás puede crear en nuestra mente contra la simplicidad de las promesas de Dios. El enemigo es un perdedor difícil y muchas veces su último esfuerzo requiere una firme oposición en el reino espiritual de la fe y la autoridad divina.

El hecho de que se había quedado hasta el final y había tenido el valor de expresar su necesidad, indicaba que todavía ardía con esperanza la trémula llama de fe que había en su corazón. ¡Cuan fiel es Dios con los que, en todo caso, insisten hasta el final en ocasiones como ésta!

La dama había hecho una observación que me pareció que era la clave de su situación. Seguí el impulso del Espíritu y le dije que sabía cuál había sido su problema y que si quería aceptar la respuesta de Dios, él estaba dispuesto a cumplir el deseo de su corazón. En su breve conversación, se había referido a las muchas veces que había buscado el bautismo de Jesús en el Espíritu Santo pero de algún modo nunca lo había podido recibir.

Hasta cuando hablaba era aparente que el Espíritu Santo estaba sobre ella, pues supe que lo había estado muchas veces antes. Todo lo que necesitaba entender era que cada vez que había ido a Dios, él había venido a ella, pero ella no aceptaba la realidad de su presencia. En otras palabras, durante cinco años Dios había estado tratando de llenarle su vida hasta rebosar, pero en vez de responder al Espíritu de Dios, ella persistía en pedirle un don que desde hacía mucho, él trataba de darle. ¡Jamás respondería con alabanzas si primero no recibía por fe! Le aseguré que Dios estaba moviéndose otra vez en su vida y que nunca podría acercarse más. Si ella aceptaba su obra y alzaba su voz en gozosa acción de gracias, el Espíritu Santo estaba dispuesto a darle una lengua celestial de alabanza.

Esto era todo lo que tenía que decir. De inmediato ella alzó su voz en fe y el Espíritu respondió con una expresión de adoración divinamente dirigida. Todo su aspecto cambió y llegó a ser literalmente "ardiente en el Espíritu". Ahora había lágrimas de gozo y de liberación; se había

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cambiado el espíritu angustiado por el manto de alegría (ver Isaías 61:3). Se excusa decir que mi espíritu cansado también había sido cambiado por el refrigerio del Espíritu de Dios.

LA FE FRENTE A LA FRUSTRACIÓN

Una noche que yo estaba en Los Ángeles oré con una dama en la casa de uno de mis ex alumnos. Su oración era tan negativa que al cabo de un rato nos detuvimos. Dios sólo puede responder a una oración de fe, y serán infructuosas las vanas repeticiones con que se le pide a Dios un don que ya concedió. En tales ocasiones, la Palaba de Dios es la única respuesta, porque ésta es nuestra fuente de fe.

Habíamos sentido un espíritu de inquieta frustración, y pronto descubrimos por qué. La dama había pasado la mayor parte de la noche anterior rogándole frenéticamente a Dios que le diera su Espíritu Santo, hasta que se le enronqueció la voz. Entonces le sugerimos que se reclinara y relajara en uno de los mullidos divanes del salón. Su amiga se sentó a su lado y comenzamos a hablarles del reposado descanso de la fe. ¡La fe es firme pero nunca febril! Pablo retrocede al ambiente del Antiguo Testamento y pone de manifiesto un hermoso ejemplo en su discusión sobre la manifestación de las lenguas (ver 1 Corintios 14:21). "Porque en lengua de tartamudos, y en extraña lengua hablará a este pueblo, a los cuales él dijo: Este es el reposo; dad reposo al cansado; y éste es el refrigerio; mas no quisieron oír" (Isaías 28:11-12).

Los caminos de Dios dan descanso y refrigerio. Jesús dijo: "Si alguno tiene sed, venga a mí . . . de su interior correrán ríos de agua viva. Esto dijo de . . . Espíritu Santo ..."(Juan 7:37-39).

Después de sentir y reconocer la presencia de Dios, le sugerimos que alzáramos otra vez nuestras voces en alabanza según nos guiara el Espíritu. Al instante comenzó tranquilamente a dar suaves suspiros en el Espíritu. Inmediatamente di testimonio de esta dulce y apacible expresión de su fe. Y también ella reconoció que los profundos suspiros inarticulados provenían del Espíritu. La animamos a mover sus labios y su lengua para formar sílabas, entendiendo en fe que éstas serían los impulsos del Espíritu de Dios. De inmediato comenzaron a hallar expresión los inicios de una nueva lengua. Más tarde su tranquila fe tuvo la recompensa de disfrutar de una mayor libertad en la alabanza espiritual durante sus devociones privadas. Desde entonces, ella misma ha guiado a muchos al bautismo en el Espíritu Santo. ¡Qué gloriosa

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reacción en cadena!

Otra experiencia que recuerdo y que produjo mucha frustración, tuvo que ver con uno de mis ex alumnos a quien Dios había traído a este país procedente de las Islas Marshall, para seguir estudios universitarios. Aunque conocía a Jesús como su Salvador, nunca había oído del bautismo en el Espíritu Santo. Su interés en esta divina provisión de poder y el deseo de recibirla se le despertaron rápidamente cuando otros le participaron sus experiencias. Después se celebraron repetidas reuniones de mucha oración en las que sus condiscípulos y amigos lo alentaban con gran entusiasmo a recibir la plenitud del Espíritu Santo. Después de un aparente fracaso tras otro, su vida se llenó de frustración y resentimiento y él mismo evitó cuidadosamente toda otra sugerencia de orar en este sentido. Desgraciadamente, otros, no sabiendo qué hacer, respetaron sus deseos y no se acercaron más para hablarle de este asunto.

Un día vino a mi oficina para pedirme consejo sobre sus estudios. Después de esto, nos reunimos junto con un profesional colega mío que también estaba en ese momento en la sala. Nos contó como el Señor, en su soberanía, lo había traído a los Estados Unidos para seguir estudios superiores y de su deseo de estar completamente en la voluntad de Dios y ser utilizado por él. Le pregunté si en este respecto entendía el ministerio del Espíritu Santo para nuestras vidas. Noté que se le decayó el semblante, comenzó a hablar con vacilación y se sintió incómodo. Al explicarle amablemente el camino de la fe y contarle nuestras experiencias, fue notorio que la esperanza comenzaba a surgir dentro de su corazón.

Mi colega, que era profesor de botánica, había recibido el bautismo en el Espíritu Santo en mi oficina la primera vez que llegó a una entrevista para ocupar un cargo docente. En efecto, se había sentado en la misma silla que ahora ocupaba nuestro amigo estudiante. El también le contó cómo había buscado el bautismo en el Espíritu Santo y había orado hasta darse finalmente por vencido. La clave de su liberación había sido el entender que la experiencia no está relacionada principalmente con una gran emoción, sino con la fidelidad de Dios. Además, hay una parte que debemos hacer al responder a la presencia del Espíritu Santo, si Dios ha de manifestarse por medio de nuestras vidas. En este sentido, la manifestación de las lenguas como evidencia de la presencia del Espíritu de poder y de alabanza requerirá cooperación de nuestra parte. Mi colega le explicó, además, cómo se había rendido al conocimiento de que el Espíritu Santo lo estaba llenando, al iniciar sonidos y sílabas

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que de inmediato y en forma muy evidente quedaron bajo el control del Espíritu

Esto era todo lo que nuestro amigo estudiante necesitaba saber. Estaba listo para orar y responder en fe al Espíritu que ya le había estado dando testimonio a su espíritu, pues le habíamos contado cómo Dios ejecuta su palabra por medio de la experiencia. Al juntarnos a orar los tres, vimos una vez más la fidelidad de Jesús en sanar las heridas que pueden producir la frustración y el fracaso. Una vez más la sencilla verdad, que la fe debe aceptar, libraba a un joven del engaño del enemigo.

Después de orar un rato en la nueva lengua que le estaba dando el Espíritu, hizo una pausa, abrió los ojos y mostró una de las sonrisas más radiantes que he visto. Quizás fuera el reflejo del gozo que sentían las huestes celestiales allá arriba, pues su alabanza anunciaba enfáti-camente que otra alma había sido puesta en libertad para la gloria de Dios.

LA SUFICIENCIA DE LA SIMPLE FE

Tal vez la persona más desalentada con lo que yo haya orado fue un misionero de la Alianza Cristiana y Misionera que regresaba a su patria, luego de prestar servicios en una de las tribus más primitivas del mundo. Su vida espiritual estaba profundamente decaída y se acercaba rápidamente a lo que parecía un punto sin retorno. La noche que vino a la iglesia donde yo estaba predicando se hallaba sin recursos. Más tarde le dijo al pastor, que si Dios no se hubiera encontrado con él esa noche, jamás habría vuelto a pisar la puerta de la pequeña iglesia.

Se quedó hasta el final del servicio, y después de orar con varios más, le pregunté si podría en alguna forma compartir con él mi experiencia. Me sugirió que nos retiráramos a una de las salas laterales donde podríamos hablar. Rápidamente me informó que esto no formaba parte de sus antecedentes teológicos y que no entendía nada de ello. Al principio creí que iba a discutir; pero luego procedió a confesar su gran desesperación y falta de dirección espiritual. Le ministré la Palabra de Dios asegurándole que en ese mismo momento el Espíritu Santo quería llenar su vida de la paz, el poder y el propósito que necesitaba. Se puso de rodillas y me pidió que orara sin más dilación. Y oramos juntos para que Dios satisficiera por medio de su Espíritu los profundos deseos de su corazón.

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Luego comenzó a rogarle a Dios que llenara su vida. En este momento lo hice detenerse en su oración y le aseguré que no necesitamos pedirle a Dios más que una sola vez; acto seguido tenemos que actuar con fe en su eterna Palabra, alzando nuestras voces en alabanzas divinamente dirigidas. Me contestó con una pregunta:

— ¿Quiere usted decir que voy a orar como usted lo ha estado haciendo? (Yo había estado orando en lenguas).

— Sí— le contesté— ; permita que esto sea su expresión de fe en la divina presencia que llenará su vida. Hable claro, sin reservas y no se detenga, a pesar de las dudas o escrúpulos que le sobrevengan. ¡Confíe en él! ¡Pruebe su fidelidad!

Comenzó a hacerlo suavemente, sin mucha convicción en su expresión. ¡Pero no se detuvo! A medida que seguía, su oración se hacía más fuerte y más fácil. Finalmente, tuvo una expresión de alabanza celestial tan exuberante que se le oía hasta en el santuario principal. Ya no era necesaria mi presencia, así que me dirigí al santuario. Poco después salía por la puerta un hombre completamente diferente. Alguien sugirió que diéramos gracias al Señor por su fidelidad y otra vez el Espíritu de alabanza vino sobre él mientras se hallaba en el pasillo. Noche y día, durante la semana siguiente, pudo disfrutar del poder y la alabanza que recientemente había encontrado. El Señor lo utilizó en salvar almas perdidas, orar por los enfermos y manifestar otros dones espirituales. En nada era esto inferior a un milagro. Y es muy real en su vida hoy.

Ahora bien, la verdad interesante con respecto a la fe en todo esto vino a la luz en uno de sus comentarios cuando nos reunimos después para un tiempo de comunión.

— ¿Sabe usted?— me dijo— , cuando me sugirió que diera simplemente un paso de fe y comenzara a orar en lenguas, ¡pensé que esto era casi los más disparatado que jamás había hecho!

Entonces me di cuenta de que él no tuvo ningún "sentimiento" abrumador, sino solamente una fe desesperada que estaba dispuesta a probar a Dios en su hora de crisis. No veía otro camino que el divino camino de la fe y lo tomó. Esto fue suficiente. ¡La simple fe en la Palabra de Dios produce el milagro de la vida llena del Espíritu! "El que

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sigue creyendo en mí, como dice la Escritura, tendrá ríos de agua viva que fluirán continuamente de su interior" (Juan 7:38, traducción de Williams).

LA PROMISORIA SENDA DE LA FE PROGRESIVA

Una de las ilustraciones más hermosas del deseo de Dios de recompensar nuestra fe activa ocurrió mientras estábamos enseñando en una universidad cristiana de la Costa Occidental. Una de nuestras alumnas había venido a nuestra casa para que oráramos por una necesidad física, y mientras disfrutábamos de nuestra comunión, Dios la llenó de su Espíritu. Volvió a su casa y le contó a su madre que Dios le había llenado consigo mismo "el hoyo de su corazón".

En el otoño, la madre de la joven pasó por nuestra casa para orar y tener comunión con nosotros. Era ella una persona profundamente espiritual y había tenido maravillosas experiencias en el Señor. En ciertas ocasiones, el Espíritu Santo la había bañado literalmente con su presencia casi hasta el punto de superar su capacidad humana. Era una experimentada ganadora de almas y una fiel intercesora en oración. Estaba segura de que su vida había sido llena del Espíritu de Dios, pero deseaba tener el privilegio de orar con el Espíritu en lenguas devocionales. Y estaba dispuesta a recibir todo lo que Dios tuviera para ella.

Después de pasar un tiempo juntos estudiando la Palabra de Dios, oramos para que el Espíritu Santo le llenara su vida hasta rebosar de una lengua celestial de alabanza. Yo casi esperaba que un viento recio descendiera soplando sobre esa mujer tan notoriamente santa y que éste fuera seguido por un exuberante flujo de alabanza divina. Pero no fue esto lo que pasó. En realidad, no pasó nada. La animamos a dar un paso de fe y alzar su voz a Dios en alabanza. Después de un momento oí un pequeño sonido que sonaba un tanto como "ah". Apenas estaba preparado para un esfuerzo tan débil en la fe, pero la animé en el hecho de que éste era su paso inicial para rendirse al Espíritu Santo. Le ministré la palabra de fe y oré de nuevo. Esta vez hubo varias sílabas pronunciadas con lentitud; pero eso era todo. Me di cuenta de que pro-bablemente estaba esperando alguna experiencia sensacional como las que había tenido antes. Le aconsejé que no diera demasiada importancia a los sentimientos. Y respondió de buena gana, pues muchas veces había usado la mismas promesas de fe cuando trataba con la gente sobre el don del Hijo de Dios.

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Oramos de nuevo y esta vez hubo un par de sílabas diferentes; pero al poco rato habían desaparecido de sus labios. Entonces le conté un relato que había leído en el libro de John E. Stiles. "El don del Espíritu Santo".

Al final de uno de sus servicios, el autor oró brevemente por una mujer que había venido para recibir la llenura del Espíritu Santo. Inmediatamente alzó su voz en ferviente alabanza, pero repetidas veces pronunció solamente una pequeña sílaba. Debe de haber parecido un tartamudeo. Mientras la observaba asombrado ante tan infantil expresión de fe, el Señor le dio una visión de un pequeño renuevo que, como tallo, se abría paso hacia arriba cada vez que ella devolvía al cielo la única sílaba que Dios le había dado. Al presente había dos sílabas que ella utilizaba con gozo, sin dudar ni hacer preguntas, sino deleitándose, por sencilla que fuera, con la expresión de alabanza que recientemente había descubierto. Una ramita apareció en el tallo cuando la nueva sílaba halló expresión. Pronto hubo otras sílabas y ramas, hasta que al cabo de un rato estaba hablando con facilidad en una lengua celestial y la visión del autor mostraba un hermoso árbol simétrico. Le pidió al Señor que le revelara el significado de la visión. Y Dios le trajo a su mente el relato de las avispas que prometió utilizar para echar a los cana-neos a medida que los hijos de Israel se internaran en la Tierra Prometida. Las avispas no los echaron a todos de una vez, sino poco a poco, lo suficiente para permitir que los israelitas tomaran posesión de la tierra. "Poco a poco los echaré de delante de ti, hasta que te multipliques y tomes posesión de la tierra" (Éxodo 23:30).

La aplicación que hizo entonces el Señor es obvia. La dama se había puesto en movimiento con la medida de fe que Dios le había dado y ahora se apoderaba de un pequeño sonido. Llevó éste a su Señor sin dudar ni preguntar. No se preguntó si era algo real o si sólo era cosa suya: si era del Espíritu o si de la carne. No preguntó si esto era todo lo que iba a recibir o si iba a dudar. Simplemente alabó al Señor con lo que tenía por todo lo digno que era! Al hacerlo, se aumentó su fe y se apoderó de otra sílaba, y luego de otra y otra, hasta que tuvo una maravillosa liberación en el Espíritu de alabanza. ¡Cuanto más poseía por fe y lo expresaba activamente, tanto más le daba Dios, poco a poco, hasta que la promesa se cumplió personalmente!

Le expliqué la sencilla verdad de esta historia a la madre de nuestra alumna. "Cuanto más utilicemos lo que Dios nos da, tanto más nos

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dará." No todos se apoderan de toda la tierra de una vez. Algunos lo hacen; pero otros lo consiguen por el camino de la fe, poco a poco. ¡El resultado es el mismo! Le expliqué que jamás me desanimaba con los que iban lento. Ver y aprender el principio de la fe activa bien vale el tiempo invertido en ello.

Oramos de nuevo y esta vez hubo una súbita manifestación de varias y diferentes palabras de alabanza divinamente dadas. En todos los que estábamos presentes hubo un inmediato testimonio de la fidelidad de Dios. La hora era muy avanzada, así que le sugerí que se retirara y en sus devociones privadas consiguiera una mayor liberación en la oración.

Al día siguiente por la mañana, antes que se fuera a su casa, nos dijo que durante la noche se despertó y sintió que estas palabras daban vueltas en su mente y que sabía que esto era realidad. Luego se fue. Ese mismo día recibimos después una llamada de larga distancia en la que nos. contó el resto de la historia. Mientras conducía, se decidió a orar en su lengua de alabanza. Comenzó a orar y a cantar. Y para gran asombro suyo, Dios le dio no solamente palabras celestiales, sino también una hermosa melodía. En efecto, esta vez estaba tan extasiada adorando a Dios, que cuando el autobús que seguía viró en otra dirección, lo siguió por varios kilómetros más antes de darse cuenta de que se había extraviado. Pero era evidente que no se había extraviado del "camino celestial". Desde entonces, hemos oído de ella muchas veces y está muy agradecida al Señor por enriquecerle su vida devocional en una forma tan significativa.

Desde luego, la lección que aprendemos de esta historia es la de seguir con fe activa por la senda de la promesa. No debemos dudar del camino de Dios, sino andar en él. Es un camino maravilloso, y ahora Dios nos hace señas para que "nos vayamos con él".

ROMPIENDO EL YUGO

Las Escrituras declaran que el yugo de esclavitud puede ser roto por la unción de poder y autoridad del Espíritu de Dios. (Ver Isaías 10:27; 61:1.) De vez en cuando hay individuos que son especialmente oprimidos por el poder del enemigo al señalar que no pueden ejercer la medida de fe que Dios les ha dado. ¡Para ellos hay una gozosa y segura promesa de victoria! Conocer al enemigo y su método de ataque es saber dónde dirigir el victorioso poder de Dios. A veces basta

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reconocer al adversario como es a la clara y reveladora luz de la verdad divina, para tener liberación, en ese mismo momento. "Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres" (Juan 8:32).

Es inútil persistir en condenarnos cuando deberíamos atacar al diablo. ¡Hay poder en la familia de Dios para poner en libertad a los cautivos! Una vez oré con una joven que confesó que no podía hallar la libertad de rendirse el Espíritu de alabanza, aunque éste era el gran deseo de su corazón. Parecía que la adoración se le ahogaba en el preciso momento de la liberación vocal. Le pregunté si alguna vez se había metido en actividades ocultistas o espiritistas. (Estas incluyen las sectas que niegan el único poder limpiador que hay en la sangre de Jesús. También se incluyen aquí ciertas actividades dudosas como la adivinación, los "ouijas", (1) etcétera). A veces tales compromisos pueden abrir inadvertidamente nuestro corazón al poder de Satanás. Dios desea que abandonemos esas prácticas y pidamos perdón por cualquiera relación que hayamos tenido con las mismas en el pasado, prácticas que la Palabra de Dios declara que son abominación a los ojos del Señor.

La joven reconoció que había tenido compromisos con el espiritismo, pero que había dejado lo pasado y solamente quería seguir a Jesús. Le informé que íbamos a reprender las fuerzas enemigas que le impedían adorar a Jesús y andar con él y le aseguré que Dios iba a ponerla en libertad. Había una sensación sobrenatural de autoridad, la que el Espíritu Santo produce en tales ocasiones, y la mandamos ser libre en el nombre de Jesús. De inmediato prorrumpió en una expresión de alabanza, hablando con facilidad en una lengua celestial. Fue una ocasión de gran regocijo en el poder liberador de Jesucristo.

Muchas personas pueden reclamar y confesar su liberación directamente cuando se oponen a Satanás en el nombre de Jesús. Abandonan específicamente todo lo que el Espíritu Santo les revele con respecto a cosas pasadas en las que hubieran abierto sus corazones a Satanás. De inmediato y con seguridad confiesan el poder limpiador y liberador que hay en la sangre de Jesús. Luego atacan al Diablo en el nombre de Jesús, reclamando ahora su completa liberación. La Palabra de Dios actúa como una espada cortante que los libra del poder obs-tructor del enemigo. Cuando resistimos al diablo, ¡él huye de nosotros! (ver Santiago 4:7).

Puede que otros deseen buscar la combinación de las oraciones y la sabiduría de hermanos llenos del Espíritu, que se junten con ellos en su

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confesión de fe en el poder liberador de Dios. Algunos miembros del Cuerpo de Cristo tienen un ministerio especial en este sentido. Dios provee para todas nuestras necesidades. Fundamentalmente la respuesta está en su Hijo. Tenemos el privilegio de conocerlo no sólo como nuestro Salvador, ¡sino también como nuestro Libertador y Bautizador!

A veces podemos descubrir que hemos estado esclavizados por personalidades humanas sin que siquiera reconozcamos la influencia que se ha apoderado de nuestras vidas. Tal esclavitud necesita asimismo el poder liberador de Dios. Recuerdo que estuve orando con una anciana cuya vida entera había sido ensombrecida por el deseo de agradar a su madre y conseguir su amor; pero ella había permanecido siempre un tanto retraída. Este temor de disgustarla había ahogado hasta su vida en el Señor. Quería ser llena del Espíritu, pero nunca había hallado la liberación de la alabanza en una lengua celestial como había llegado a desear. Yo había orado antes con ella sin tener la evidencia del éxito que buscábamos. Pero tiempo después, cuando compartíamos nuestras experiencias y orábamos juntos, el Espíritu Santo nos reveló a ambos cuál era el impedimento oculto y subconsciente. ¡Ella tenía miedo de la desaprobación de su madre!

Entonces oramos por su liberación para que siguiera a Jesús en libertad. En ese momento terminó una esclavitud de años y, para gozo y placer suyos, su liberación interior fue inmediatamente evidenciada por una nueva lengua de alabanza y acción de gracias espirituales. "¡Al que el Hijo pone en libertad es verdaderamente libre!"

Todo relato que hemos compartido con usted en las páginas precedentes habla de la disposición de Dios de aceptarnos tal como somos, para que por su Espíritu nos asemejemos más a su Hijo. Si nunca ha tenido un encuentro personal con Jesús como su Bautizador en el Espíritu Santo, puede tenerlo antes que termine de leer el capítulo siguiente, ¡si además está dispuesto a soltarle su fe a Dios!

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CAPITULO IXUN ENCUENTRO CON EL BAUTIZADOR

Como lo han puesto de relieve cierto número de testimonios anteriores, muchos cristianos participan de una relación vital con Jesucristo como su Salvador, pero tienen poca experiencia con el poder de Dios, que es esencial para que esta vida se exprese en forma consecuente y efectiva. Hemos considerado con algunos pormenores el poder espiritual que nuestro Padre celestial nos ha prometido para este mismo fin. La promesa está personificada en Jesús como el poderoso Bautizador en el Espíritu Santo.

Como hemos visto, el bautismo en el Espíritu Santo es privilegio y responsabilidad de todo creyente que procura ser un cristiano que esté siempre rebosando, cumpliendo de este modo el glorioso plan de Dios para su vida. El propósito de este capítulo es presentar la sencillez con que hoy mismo puede convertirse en realidad la promesa de Dios en su experiencia personal. ¡Esta puede ser su hora de soltarle su fe a Dios y ver cómo él ejecuta su Palabra en su vida!

UN TESTIMONIO PERSONAL

Sería difícil continuar sin contarles primero mi propio testimonio. Fue durante el año 1955 que Dios comenzó a moverse en nuevas formas en nuestras vidas. Vivíamos en Houston, Texas. Por ese entonces nuestra familia se componía de tres hijos y yo era profesor de anatomía en la Facultad de Medicina de la Universidad de Baylor. Nos establecimos en nuestra nueva casa y en una iglesia independiente, cuya doctrina y práctica estaba enfocada en la Sagrada Escritura. Yo enseñaba en una clase de jóvenes en la escuela dominical, servía en la junta de diáconos y era miembro activo de la Fraternidad Misionera Varonil.

Considerando todas las apariencias externas, deberíamos haber estado muy satisfechos y contentos. Pero el Señor escudriña los corazones de los hombres y en mí halló un corazón que ansiaba tener una dimensión espiritual que le hacía falta. Yo me ocupaba en hacer muchas cosas buenas. Leía muchos libros buenos y hacía muchas oraciones buenas. No osbtante, el Señor me mostró que la vida de uno podía ser muy "buena", pero también muy "irreal". Es posible ser fríamente correcto y no tener la ardiente realidad de la manifiesta

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presencia del Señor, que caracterizaba la primitiva iglesia del Nuevo Testamento.

Además, me sentía atado por un temor que me impedía expresarme espontáneamente ante los demás. Hasta mis conferencias para la escuela de medicina las preparaba esclavizada y meticulosamente, con objeto de leerlas palabra por palabra. Esta esclavitud se extendía también a mi vida en la iglesia. Tenía que memorizar oraciones para abrir y levantar las sesiones de diáconos. Me hundía en la butaca al final de los servicios de la iglesia, para que no me llamara el pastor a orar para terminar la reunión. Una vez el pastor me llamó inesperada-mente a orar por un matrimonio joven que se preparaba para ir al campo misionero. Casi se me detuvo el corazón; me invadió el pánico, y finalmente balbucí algo con voz forzada y trémula. Con frecuencia he pensado que si fue mi oración la que tuvo que lanzarlos al servicio cristiano en el extranjero, ¡habría sido mucho más seguro que se hubieran quedado en casa!

No me sentía muy cómodo cuando algunas personas le decían a mi esposa que creían que yo era un hombre muy humilde. Sabía que pensaban que la humildad era solamente una apariencia que me excusaba de emprender algo para Dios con vigor y de todo corazón. Tenía temor de fracasar públicamente. Los cantos y testimonios de la vida cristiana victoriosa me parecían más una acusación que una invitación a tener valor. En consecuencia, los éxitos espirituales de otros sólo hacían resaltar mis propios fracasos. Aunque trataba de adaptarme al programa de la iglesia, la vida de Dios se expresaba tan débilmente por medio de mi vida, que me sentía relativamente indigno de su servicio. ¡Necesitaba el poder que solamente Pentecostés podía traer!

Al leer el libro de los Hechos de los Apóstoles, descubrí hombres que estaban llenos de fe, de sabiduría, de poder y de gozo. Estas eran las mismísimas cualidades que en forma tan evidente hacían falta en mi experiencia personal. Además, su secreto parecía tener relación con la plenitud del Espíritu Santo, pues repetidas veces encontraba que las realidades antedichas estaban ligadas a la frasecita "lleno del Espíritu Santo" (ver Hechos 6:3,5,8; 13:52). Sabía que el Espíritu de Dios moraba en mí; pero ansiaba su plenitud en forma tal que mi vida estu-viera alineada con la de ellos. No estaba contento de leer sobre algo que era real unos 2.000 años atrás. ¡Yo lo quería experimentar ahora!

El Señor jamás se burla de los corazones honrados ni frustra al que lo

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busca sinceramente. Yo no era ninguna excepción. Por medio de la Palabra de Dios, el Espíritu Santo profundizó mi deseo de saber más de la belleza y el poder de Jesucristo y plantó y nutrió dentro de mí un sen-timiento de gran expectación. Finalmente, un viernes por la mañana ya no pude resistir más y desesperado le dije al Señor que no podría seguir con esta hambre de él, sin que fuera satisfecha. Y el mismo día Dios contestó esa oración.

Me hallaba en la cocina preparando el almuerzo de los niños, luego de un tiempo de ferviente oración, cuando de pronto sentí en forma muy real y ardiente que el gran amor de Dios por mí parecía descender del cielo y ascender de adentro, todo esto al mismo tiempo. Recuerdo que no pude entender por qué él me amaba tanto, ¡pero de todos modos lo hacía! También descubrí que no tenía palabras para expresarle en reciprocidad mi profundo amor por él. En ese momento entré al pasillo y dejé que el Espíritu Santo magnificara a Dios por medio de mí en una forma divinamente dirigida, tal como había leído que lo hacían en el libro de los Hechos de los Apóstoles, cuando por fe tomaban posesión de la Promesa del Padre. "Y fueron todos llenos del Espíritu Santo y magni-ficaron a Dios en otras lenguas." Dios había contestado mi oración y progresivamente comenzaba a revelarse toda una nueva dimensión en la vida llena del Espíritu. A las pocas semanas, me vi frente a una variedad de oportunidades (tanto dentro como fuera de la iglesia) de hablar ante otros con respecto a la realidad de mi fe cristiana. En lo natural todavía tenía algo de temor; pero una nueva sensación de destino e intrepidez divinos me alentaron a aceptar cada desafío como un reto divino y una oportunidad de servir al Señor. Descubrí que con respecto a la experiencia cristiana tenía algo personal y sincero que deseaba compartir. También me di cuenta de que había llegado a tener más interés en comunicar el amor de Dios, que en lo elegante y perfecta que pudiera ser mi presentación. Ahora la realidad consistía en alcanzar a la gente con la vida de Jesús. ¡Qué libertad trajo esto a mi propia vida! Todavía me asombro ante el milagro del poder liberador de Dios. ¡Es maravilloso ser libre!

Aunque hablé en lenguas cuando recibí el bautismo en el Espíritu Santo, en mi vida cotidiana no tenía libertad para orar en el Espíritu. Sólo en raras ocasiones, en que me sentí profundamente conmovido, tuve suficiente fe para responder espontáneamente con alabanza. Tenía miedo de actuar "fuera del Espíritu" o de hacerlo "carnalmente", como lo he considerado en el capítulo anterior.

La diaria liberación de la oración y la alabanza vino años más tarde. (En realidad, ocurrió poco antes que muchas de las experiencias

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descritas en este libro.) Fue al fin de un día especialmente duro y difícil en la universidad, y yo estaba sumamente cansado. Estaba leyendo un libro que ponía nuestro andar en el Espíritu sobre la base de la fe antes que de los sentimientos o las circunstancias. De repente vine a comprender que lo que yo creía que era el "temor de la carne", era en realidad dudar de la fidelidad del Espíritu de Dios, que moraba siempre en mí y oraba sin cesar. Había puesto más fe en mis sentimientos o en la falta de ellos, que en la Palabra de Dios.

Le pedí al Señor que perdonara mi incredulidad y confesé que aun entonces era lleno hasta rebosar del Espíritu Santo de alabanza. Recuerdo que me limité a explicarle al Señor que estaba demasiado cansado para excitarme emocionalmente y que en realidad no deseaba esa clase de experiencia. Quería tener el privilegio de orar y adorar en el Espíritu durante los "tiempos intermedios" en que vivimos la mayor parte de nuestra vida. No había más sensación espiritual inusitada que una conciencia de estar directamente alineado con la voluntad de Dios y con su Palabra.

Le dije al Señor que iba a iniciar deliberadamente sonidos y sílabas en un acto de fe, amor y adoración, reconociendo confiadamente que todo sonido sería impulsado, perfeccionado y presentado al Padre por el poder de su rebosante Espíritu. Concluí mi acto de fe asegurándole al Señor que empezaría y no me detendría hasta que hubiera expresado completamente mi deseo interior de confiar en él sin dudar. No me rendiría a las pasadas tentaciones de considerarlo todo en términos de sentimientos. Confesé cuidadosamente que esta expresión de adoración iba a ser ofrecida a Dios como sacrificio de alabanza en el poder de su Espíritu y deseaba que él la aceptara como tal.

Con esta sensación espiritual de certidumbre interior, hablé confiadamente en lo que al principio no eran más que sonidos suaves y semejantes a vocales. Al hacerlo, sentí el testimonio del Espíritu de Dios, pues cada sílaba cobró vida en una forma muy maravillosa. Además, al seguir hablando con audacia y fe, logré expresarme con más facilidad y sin esfuerzo.

Cuando me detuve, sentía aún un deseo interior de continuar, pues una nueva libertad en el Espíritu adornaba reposadamente mi vida. No era una experiencia intensamente emocional, sino más bien una tranquila liberación que ha continuado hasta el día de hoy. Con ella vino también una intrepidez para confiar en Dios en otras formas y para recibir otros dones de su Espíritu. Esto fue el comienzo de un nuevo día

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en el Señor, uno que nunca ha llegado a asentarse y que promete ser más claro a medida que la fe se hace más firme. ¡Donde al Espíritu Santo se le permite moverse, allí hay libertad para todo!

El Señor tiene maneras maravillosas de confirmar la realidad de nuestras aventuras en la fe después que son expresadas. Hace pocas semanas estuve orando con una dama para que fuera liberada de tensiones y restricciones internas. Después de orar en inglés, lo hice con mucha autoridad en lenguas bajo la dirección del Espíritu. De repente me preguntó si yo hablaba español. Le aseguré que no, y entonces ella y un amigo que estaba cerca atestiguaron ¡que yo la había mandado ser libre del poder de Satanás en idioma español!

Evidentemente, esto fue sobrenatural; pero tuvo sus comienzos en una simple expresión de fe cuando años antes decidí, como lo he descrito anteriormente, creer todo lo que Dios dijera en su Palabra y probar la fidelidad de su Espíritu Santo. El Señor me mostró una vez que una bellotita es tan real y viva como el poderoso roble en el cual puede crecer. Los pasitos de fe su pueden perfeccionar hasta convertirse en un tronco espiritual firme, si nos proponemos andar siempre con Jesús en infantil confianza y obediencia.

El Señor siempre nos ha guiado, a mi esposa y a mí, por el mismo camino en nuestra experiencia cristiana; por consiguiente, no nos sorprendimos cuando poco después de mi experiencia inicial, Dios la guió a la rebosante realidad del Espíritu Santo, de la misma manera maravillosa que a mí. Desde entonces hemos descubierto que los pro-fundos deseos de nuestro corazón por recibir la plenitud del Espíritu de Dios son también los deseos de los corazones hambrientos de todas partes. Además, Dios está derramando fielmente su Espíritu Santo sobre toda vida que llega hasta él en fe. Dios no hace acepción de personas y está dispuesto a contestar su oración ahora mismo. En efecto, si usted ora con fe en el sentido de que el Espíritu Santo honre la Palabra de Dios en su vida mientras la compartimos con usted, recibirá el Espíritu Santo en su plenitud antes que termine de leer las páginas de este capítulo. ¡Este es la promesa de Dios!

USTED PUEDE RECIBIRLO AHORA

Se podrían añadir muchos relatos más de la fidelidad de Dios para con los que se atreven a creer en su Palabra. Si siente una conmoción en su corazón en respuesta a todo lo que ha leído, haga una pausa

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ahora mismo y pídale a Dios que profundice su deseo de recibir más de él.

Las siguientes sugerencias sirven para bosquejar la sencillez con que la promesa de Dios para obtener poder puede convertirse, sin lugar a dudas, en una realidad en su vida en los próximos breves minutos que tenemos por delante:

1. Renuncie a cualquier parte de su vida pasada que pueda entristecer al Padre. Si llegara a ser necesario, el Espíritu Santo hará que su atención se dirija hacia esas cosas. Perdone a toda persona que haya pecado contra usted y reclame la liberación divina de los resentimientos ocultos, quizás hasta inconscientes, que pueda tener con otros. Hay poder perdonador, sanador y liberador en la sangre derramada de Jesucristo, a quien confesamos como Señor y Salvador nuestro.

2. Ahora reclame el perdón de Dios de todos los pecados que acaba de confesar. Su gracia es mayor que cualquier error que haya cometido. Es el poder limpiador dela sangre de Jesús que lo califica como candidato para el bautismo en el Espíritu Santo. Es esencial que usted conozca a Jesucristo como su Salvador antes que pueda conocerlo como su Bautizador. ¡Nos unimos a usted en esta gloriosa confesión de su gracia salvadora!

3. Presente su vida totalmente al Señor como un sacrificio vivo de alabanza y de amor. Esté dispuesto a "ser hecho disponible" en aquellos aspectos en que sienta una natural renuencia. Pídale a Dios que reemplace sus deseos por los de él. La vida llena del Espíritu es una vida rendida y disciplinada para el Señor. ¡Qué glorioso privilegio es tomar diariamente nuestra cruz y seguir a Jesús en su vida más abundante!

4.Propóngase en su corazón que no sólo cultivará el fruto del Espíritu, sino que también procurará en fe sobresalir en todos los dones del Espíritu que Dios escoja para expresarse por medio de su vida. Es esencial que no abriguemos reservas ni requisitos ocultos con respecto a las manifestaciones del Espíritu Santo. El debe tenerla libertad, que legítimamente le pertenece, de moverse como quiera en nuestra vida. ¡Qué esperanza y promesa trae esto a nuestra vida en el Espíritu! ¡En verdad, nos movemos en una nueva y santa aventura con Dios!

5. Ahora creamos lo que dice el Señor en su Palabra. El nos prometió

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que recibiríamos si pedíamos con audacia y fe. Pídale a Jesús que en este mismo momento lo bautice en el Espíritu Santo. Dígale al Padre que está listo para recibir el don del Espíritu Santo en su plenitud. Haga esto ahora mismo en voz alta y en sus propias palabras.

6.Confiese de inmediato lo que Dios está haciendo en este mismo momento en su vida y dele gracias por ello. Diga en voz alta como una activa expresión de fe: "Gracias, Jesús, por bautizarme . . . ahora mismo. ¡Sí que creo; sí que recibo; sí que respondo con gozo y paz en mi corazón!"

7. Cuando sienta el ardiente calor interior de la presencia del Espíritu Santo, él estará listo para ser liberado y darle un lenguaje celestial en una lengua desconocida. En respuesta a su presencia, abra la boca, eleve su voz y en fe comience a formar sonidos y sílabas con sus labios y su lengua. ¡Su pronunciación quedará inmediatamente sujeta al control cooperativo del Espíritu Santo si persiste en fe y sin interrupción!

Puede ser que algunos encuentren que les es más fácil y más natural rendirse inicialmente el Espíritu de alabanza por medio del ministerio del canto. Puede ser que la melodía que hay en su corazón se exprese dulcemente por el simple hecho de cantar las sílabas de alabanza que el Espíritu le impulsa. Como en el caso anterior, esto implica abrir la boca y vocalizar en fe cualquier tono que le dé el Espíritu Santo. ¡El canto espontáneo en el Espíritu es el privilegio de todo creyente lleno del Espíritu! Cuanto mayor sea la rendición y la audacia que demostremos en un acto de fe, tanto más libre y fácil de expresar se hará la lengua o el canto que nos da el Espíritu de Dios. ¡En cualquiera de los dos casos, la actitud interior de nuestro corazón será de alabanza y acción de gracias a Dios por su dignidad y fidelidad!

Si al principio usted no halla una completa y satisfactoria liberación en su nueva lengua, no se desanime ni se aflija. De vez en cuando, como lo hemos indicado en algunas de las experiencias precedentes, se necesita más tiempo para que la fe se desarrolle progresivamente hasta el punto de poder expresarse con libertad. Siga avanzando en fe, entregándole su voz al Señor. No dude de la obra que Dios está haciendo en su vida. Espere confiadamente que muchos de los otros ríos del Espíritu se desbordarán en los días venideros. ¡Espere lo milagroso! Muévase con un sentido de destino y determinación divina. Mientras se mueva con Dios en fe, lo que él comenzó hoy lo perfeccionará con toda seguridad.

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Si durante sus devociones cotidianas tiene dificultad para alabar libremente al Señor en su nueva lengua, no vacile en buscar la ayuda de un cristiano maduro y lleno del Espíritu. Con frecuencia los problemas personales necesitan de la sabiduría que una persona como ésta puede ministrar en el Espíritu. A veces la imposición de manos de un creyente bautizado en el Espíritu Santo nos ayuda a enfocar nuestra fe y a encontrar la completa liberación que Dios prometió. El ministerio de la alabanza y del canto espiritual produce también una atmósfera cálida y relajada, en la cual algunos hallan su plena libertad al unirse en adoración con otros que profesan una fe similar.

Por último, recuerde que así como Dios nos ministra de su Espíritu con tanta fidelidad, también tenemos el gozo y el privilegio de ministrarle a él. Nuestra oración y alabanza ascienden a él como incienso oloroso, sacrificio acepto, muy agradable ante sus ojos.

Nos regocijamos con usted en el Señor. "¡Venid; exaltemos a una su nombre!"

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APÉNDICE

UNA CORRELACIÓN DE LAS ESCRITURAS QUERELACIONAN LA PERSONA DEL ESPÍRITU

SANTO CON LA VIDA DEL CREYENTE

"Y me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón" (Jeremías 29:13).

". . . recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así" (Hechos 17:11).

I. PROMESAS PERSONALES SOBRE EL BAUTISMO EN EL ESPÍRITU SANTO

1. Y después de esto derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán visiones. Y también sobre los siervos y sobre las siervas derramaré mi Espíritu en aquellos días. (Joel 2:28-29)

2. En aquellos días vino Juan el Bautista predicando en el desierto de Judea, y diciendo: Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado ... Yo a la verdad os bautizo en agua para arrepentimiento; pero el que viene tras mí, cuyo calzado yo no soy digno de llevar, es más poderoso que yo; él os bautizará en Espíritu Santo y fuego. (Mateo 3:1-2, 11).

3. El que cree en mí (Jesús), como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva. Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él; pues aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado. (Juan 7:38-39)

4. Y yo (Jesús) rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros.

Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho. (Juan 14:16-17, 26)

5.Pero cuando venga el Consolador, a quien yo (Jesús) os enviaré del

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Padre, el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre, él dará testimonio acerca de mí. (Juan 15:26.)

6.Pero yo (Jesús) os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuese, el Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré.

Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis sobrellevar. Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir. El me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber. (Juan 16:7, 12-14)

7.Y estando juntos, (Jesús) les mandó (a los discípulos) que no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre, la cual, les dijo, oísteis de mí. Porque Juan ciertamente bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días.

Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra. (Hechos 1:4-5, 8)

II. LAS PROMESAS CUMPLIDAS PERSONALMENTE

1. Cuando llegó el día de Pentecostés, (los discípulos) estaban todos unánimes juntos. Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados; y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos. Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen.

Y hecho este estruendo, se juntó la multitud; y estaban confusos, porque cada uno les oía hablar en su propia lengua. Y estaban atónitos y maravillados, diciendo: Mirad, ¿no son galileos todos estos que hablan? ... les oímos hablar en nuestras lenguas las maravillas de Dios. Y estaban todos atónitos y perplejos, diciéndose unos a otros: ¿Qué quiere decir esto? Mas otros, burlándose, decían: Están llenos de mosto. (Hechos 2:1-4, 6-7, 11-13)

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2. Entonces Pedro, poniéndose en pie con los once, alzó la voz y les habló diciendo: Varones judíos, y todos los que habitáis en Jerusalén, esto os sea notorio, y oíd mis palabras. Porque éstos no están ebrios, como vosotros suponéis, puesto que es la hora tercera del día.

Mas esto es lo dicho por el profeta Joel: Y en los postreros días, dice Dios, derramaré de mi Espíritu sobre toda carne, y vuestros hijos y vuestras hija profetizarán; vuestros jóvenes verán visiones, y vuestros ancianos soñarán sueños; y de cierto sobre mis siervos y sobre mis siervas en aquellos días derramaré de mi Espíritu, y profetizarán. (Hechos 2:14-18)

3. Varones israelitas, oíd estas palabras: Jesús Nazareno, varón aprobado por Dios entre vosotros con las maravillas, prodigios y señales que Dios hizo entre vosotros por medio de él, como vosotros mismos sabéis; a éste, entregado por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios, prendisteis y matasteis por manos de inicuos, crucificándole; ... A este Jesús resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos. Así que, exaltado por la diestra de Dios, y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, ha derramado esto que vosotros veis y oís. (Hechos 2:22-23, 32-33)

III. EL MODELO PARA EL CUMPLIMIENTO PERSONAL

1. Al oír esto, se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos? Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare . . . Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas. (Hechos 2:37-39, 41)

2. Entonces Felipe, descendiendo a la ciudad de Samaria, les predicaba a Cristo . . Pero cuando creyeron a Felipe, que anunciaba el evangelio del reino de Dios y el nombre de Jesucristo, se bautizaban hombres y mujeres.

Cuando los apóstoles que estaban en Jerusalén oyeron que Samaria

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había recibido la palabra de Dios, enviaron allá a Pedro y a Juan, los cuales, habiendo venido, oraron por ellos para que recibiesen el Espíritu Santo; porque aún no había descendido sobre ninguno de ellos, sino que solamente habían sido bautizados en el nombre de Jesús. Entonces les imponían las manos, y recibían el Espíritu Santo. (Hechos 8:5: 12, 14-17)

3.Fue entonces Ananias y entró en la casa, y poniendo sobre él las manos, dijo: Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció en el camino por donde venías, me ha enviado para que recibas la vista y seas lleno del Espíritu Santo. Y al momento le cayeron de los ojos como escamas, y recibió al instante la vista; y levantándose, fue bautizado. (Hechos 9:17-18)

4.Cuando Pedro entró, salió Cornelio a recibirle, y postrándose a sus pies, adoró. Mas Pedro le levantó, diciendo: Levántate, pues yo mismo también soy hombre. Y hablando con él, entró, y halló a muchos que se había reunido. Y les dijo: Vosotros sabéis cuan abominable es para un varón judío juntarse o acercarse a un extranjero; pero a mí me ha mostrado Dios que a ningún hombre

llame común o inmundo. Entonces Pedro, abriendo la boca, dijo: En verdad comprendo que Dios no hace acepción de personas, sino que en toda nación se agrada del que le teme y hace justicia. Dios envió mensaje a los hijos de Israel, anunciando el evangelio de la paz por medio de Jesucristo; éste es Señor de todos. Vosotros sabéis lo que se divulgó por toda Judea, comenzando desde Galilea, después del bautismo que predicó Juan: cómo Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret, y cómo éste anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él.

Y nosotros somos testigos de todas las cosas que Jesús hizo en la tierra de Judea y en Jerusalén; a quien mataron colgándole en un madero. A éste levantó Dios al tercer día, e hizo que se manifestase; no a todo el pueblo, sino a los testigos que Dios había ordenado de antemano, a nosotros que comimos y bebimos con él después que resucitó de los muertos. Y nos mandó que predicásemos al pueblo, y testificásemos que él es el que Dios ha puesto por Juez de vivos y muertos. De éste dan testimonio todos los profetas, que todos los que en él creyeren, recibirán perdón de pecados por su nombre.

Mientras aún hablaba Pedro estas palabras, el Espíritu Santo cayó

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sobre todos los que oían el discurso. Y los fieles de la circuncisión que habían venido con Pedro se quedaron atónitos de que también sobre los gentiles se derramase el don del Espíritu Santo, porque los oían que hablaban en lenguas, y que magnificaban a Dios. Entonces respondió Pedro: ¿Puede acaso alguno impedir el agua, para que no sean bautizados éstos que han recibido el Espíritu Santo también como nosotros? Y mandó bautizarles en el nombre del Señor Jesús. Entonces le rogaron que se quedase por algunos días. (Hechos 10:25-28, 34-48)

5.Oyeron los apóstoles y los hermanos (judíos) que estaban en Judea, que también los gentiles habían recibido la palabra de Dios. Y cuando Pedro subió a Jerusalén, disputaban con él los que eran de la circuncisión, diciendo: ¿Por qué has entrado en casa de hombres incircuncisos, y has comido con ellos?

Entonces comenzó Pedro a contarles por orden lo sucedido, diciendo:... Y cuando comencé a hablar (a los gentiles), cayó el Espíritu Santo sobre ellos también, como sobre nosotros al principio. Entonces me acordé de lo dicho por el Señor, cuando dijo: Juan ciertamente bautizó en agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo. Si Dios, pues, les concedió también el mismo don que a nosotros que hemos creído en el Señor Jesucristo, ¿quién era yo que pudiese estorbar a Dios? Entonces, oídas estas cosas, callaron, y glorificaron a Dios. (Hechos 11:1-4, 15-18)

6.Aconteció que entre tanto que Apolos estaba en Corinto, Pablo, después de recorrer las regiones superiores, vino a Éfeso, y hallando a ciertos discípulos, les dijo: ¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando creísteis? Y ellos le dijeron: Ni siquiera hemos oído si hay Espíritu Santo. Entonces dijo: ¿En qué, pues, fuisteis bautizados? Ellos dijeron: En el bautismo de Juan. Dijo Pablo: Juan bautizó con bautismo de arrepentimiento, diciendo al pueblo que creyesen en aquel que vendría después de él, esto es, en Jesús el Cristo. Cuando oyeron esto, fueron bautizados en el nombre del Señor Jesús. Y habiéndoles impuesto Pablo las manos, vino sobre ellos el Espíritu Santo; y hablaban en lenguas, y profetizaban. Eran por todos unos doce hombres. (Hechos 19:1-7)

IV. LA PROMESA APROPIADA PERSONALMENTE POR LA FE

1. Esto solo quiero (yo, Pablo) saber de vosotros: ¿Recibisteis el Espíritu por las obras de la ley, o por el oír con fe?

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Para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles, a fin de que por la fe recibiésemos la promesa del Espíritu. (Gálatas 3:2, 14)

2.El que cree en mí (Jesús), como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva. Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él; pues aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado. (Juan 7:38-39)

3.Y yo (Jesús) os digo: Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá.

¿Qué padre de vosotros, si su hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿o si pescado, en lugar de pescado, le dará una serpiente? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión? Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro

Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan? (Lucas 11:9-13)

V. EL PRIVILEGIO DE LA ORACIÓN Y LA ALABANZA INSPIRADA PARA LAS DEVOCIONES PERSONALES

1.Tras mi palabra no replicaban, y mi razón destilaba sobre ellos. Me esperaban como a la lluvia, y abrían su boca como a la lluvia tardía. (Job 29:22-23)

2.Abre tu boca, y yo la llenaré. (Salmo 81:10)

3.Porque en lengua de tartamudos, y en extraña lengua hablará a este pueblo, a los cuales él dijo: Este es el reposo ; dad reposo al cansado; y este es el refrigerio; mas no quisieron oír. (Isaías 28:11-12)

4.Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen. (Hechos 2:4)

5.Mientras aún hablaba Pedro estas palabras, el Espíritu Santo cayó sobre todos los que oían el discurso. Porque los oían que hablaban en lenguas, y que magnificaban a Dios. (Hechos 10:44, 46)

6.Y habiéndoles impuesto Pablo las manos, vino sobre ellos el Espíritu Santo; y hablaban en lenguas . . . (Hechos 19:6)

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7.Y estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre echarán fuera demonios; hablarán nuevas lenguas. (Marcos 16:17)

8.Yo, (Pablo) doy gracias a Dios que hablo en lenguas más que todos vosotros (en mis devociones privadas) . . . (Porque) el que habla en lengua extraña, a sí mismo se edifica ... (y) a la verdad, bien das gracias ... el que habla en lenguas no habla a los hombres, sino a Dios; pues nadie le entiende, aunque por el Espíritu habla misterios . . . Porque si yo oro en lengua desconocida, mi espíritu ora, pero mi entendimiento queda sin fruto. (1 Corintios 14:18, 4, 17, 2, 14)

9.Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero él Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. Mas el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos. (Romanos 8:26-27)

10. Pero vosotros, amados, edificándoos sobre vuestra santísima fe, orando en el Espíritu Santo . . . (Judas 20)

11.Orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos. (Efesios 6:18)

12.Así que, ofrezcamos siempre a Dios, por medio de él, sacrificio de alabanza, es decir, fruto de labios que confiesan su nombre. (Hebreos 13:15)

13. Suba mi oración delante de ti como el incienso, el don de mis manos como la ofrenda de la tarde. (Salmo 141:2)

14. Porque los oían que hablaban en lenguas, y que magnificaban a Dios. (Hechos 10:46)

15. Engrandeced a Jehová conmigo, y exaltemos a una su nombre. (Salmo 34:3)

16. Bendeciré a Jehová en todo tiempo; su alabanza estará de continuo en mi boca. (Salmo 34:1)

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VI. DISTINTIVOS DEL CRISTIANO LLENO DEL ESPÍRITU

1.Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen. (Hechos 2:4)

2.Y ahora, Señor, mira sus amenazas, y concede a tus siervos que con todo denuedo hablen tu palabra, mientras extiendes tu mano para que se hagan sanidades y señales y prodigios mediante el nombre de tu santo Hijo Jesús.

Cuando hubieron orado, el lugar en que estaban congregados tembló; y todos fueron llenos del Espíritu Santo, y hablaban con denuedo la palabra de Dios. (Hechos 4:29-31)

3.Buscad, pues, hermanos, de entre vosotros a siete varones de buen testimonio, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, a quienes encarguemos de este trabajo. (Hechos 6:3)

4.Agradó la propuesta a toda la multitud; y eligieron a Esteban, varón lleno de fe y del Espíritu Santo ... Y Esteban, lleno de gracia y de poder, hacía grandes prodigios y señales entre el pueblo. (Hechos 6:5,8)

5.Y los discípulos estaban llenos de gozo y del Espíritu Santo. (Hechos 13:52)

6.Y el Dios de esperanza os llene de todo gozo y paz en el creer, para que abundéis en esperanza por el poder del Espíritu Santo. (Romanos 15:13)

7.No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu, hablando entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones; dando siempre gracias por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo. (Efesios 5:18-20)

ROBERTO C. FROST es el autor de "VIDA DESBORDANTE" que es una continuación de "ARDIENTES EN EL ESPÍRITU" e ideal para los que tienen interés en las aplicaciones prácticas de la vida llena del Espíritu.

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Robert C.Frost Ardientes en el Espíritu

ROBERT C. FROST es ampliamente

conocido como orador y escritor en el actual

movimiento de renovación espiritual en

los Estados Unidos de Norteamérica.

Aparte de su trabajo secular es muy

solicitado para dictar conferencias sobre

el tema del presente libro en todas

partes de su país entre gruposevangélicos y

católicorromanos.Se graduó como doctor en

biología enRice University, Houston,

Texas, en 1952.Posteriormente se desempeñó

comoInstructor de Anatomía en la

Facultad deMedicina de Baylor University,en Houston hasta 1956. Por

aquel entoncesrecibió el bautismo en el

Espíritu Santo,experiencia que abrió un

panorama totalmente nuevo para su vida. Más tarde

fue profesor de biología y director del

departamento de ciencias naturales en

varias universidades, cargos que sigue

desempeñando actualmente.

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