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noé
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arca de noé
HUGO ENRIQUE SAÉZ A.
a peste es un fantasma amenazante que pende
sobre la vida de las comunidades humanas des-
de tiempos antiguos, aunque las ilustraciones más
célebres del fenómeno provienen de la Edad Media, época de
origen de la danza macabra, en la que se mezclan ricos y
pobres, reyes y mendigos, sacerdotes y mujeres, campesinos
y soldados, acechados todos por “calacas” similares a las que
dibujó Posadas en México. En aquel entonces el miedo colectivo
al exterminio determinaba que la gente se encomendara a un
sólo recurso, ajeno al control humano: la voluntad de algún dios.
El término médico para la peste es epidemia, de la que
deriva pandemia, situación en la que la enfermedad se ha
extendido a un espacio geográfico muy amplio. En México
padecimos entre abril y mayo de 2009 una severa alerta sani-
taria a raíz del peligro de contagio de la influenza tipo A/H1N1.
La repercusión social de la emergencia suscitó numerosas y
contradictorias opiniones que se difundieron por la prensa
escrita, la radio, la televisión y mediante correos electrónicos
así como páginas de Internet. En julio de 2009 (fecha de redac-
ción de este artículo) esta gripe azota a países de Sudamérica,
donde la expansión del virus resulta favorecida por el invierno
austral. A continuación expongo algunas consideraciones des-
de el punto de vista social y político con el propósito de con-
tribuir a la discusión sobre el problema.
1. La coyuntura económica y política
Es importante tener en cuenta el contexto en que hizo apari-
ción la alarma por la epidemia. Así, en abril de 2009 la rece-
sión ya se había instalado en el país. La imprudencia de las
autoridades económicas mexicanas había conducido a que,
por despreciar la magnitud del problema generado por las
hipotecas impagadas en los Estados Unidos, no se tomaran
precauciones para contenerlo y el bautizado como “catarrito”
empezaba a convertirse en pulmonía. Ya se estimaba que ha-
bría una caída del producto interno bruto (PIB) de alrededor
del 3 por ciento en el curso del año. Hoy las estimaciones
sobre el desplome de ese indicador oscilan entre 8 por ciento
y 10 por ciento. Las tres principales fuentes de divisas (turis-
mo, petróleo y remesas) se hallaban en franco retroceso. De
hecho, en mayo los envíos de remesas descendieron 20 por
ciento con respecto a mayo de 2008. Menor producción de
petróleo y precios 50% por ciento o más inferiores a los de
2008, aunadas a una ocupación hotelera baja configuraban un
cuadro preocupante. A la captación de impuestos no le iba
mejor: en algunos rubros se habían derrumbado más de 20 por
ciento. El desempleo ya se ubicaba en 5 por ciento de la fuer-
za laboral del mercado de trabajo, cifra atemperada por el
empleo informal. En julio la desocupación ya se eleva a un
índice cercano al 10 por ciento y se calcula que en total habrá
un millón de personas que pierdan su trabajo en 2009. Su-
perior al 30 por ciento era la devaluación del peso frente al
dólar, situación que no desanimó a los publicistas del Partido
Acción Nacional ya que en sus spots de campaña se ufanaban
de que el presidente “había impedido la devaluación del peso”.
Palabras de la novela 1984: dictadura significa democracia y
mentira quiere decir verdad.
En el plano político, la propaganda oficial insistía en exhi-
bir invisibles éxitos en su lucha contra el narcotráfico. Me ima-
gino las risotadas del Chapo Guzmán si por error escuchaba
L
esas vacías declaraciones. La inseguridad ciudadana campea-
ba en el horizonte cotidiano de las familias, mientras los se-
cuestros, asesinatos y otros delitos se multiplicaban. Se infor-
mó que de 100 delitos denunciados sólo se resolvían dos en
promedio, amén de los casos no denunciados por la falta de
credibilidad en las corruptas autoridades. Muy común es ente-
rarse de que los mismos encargados de reprimir el crimen son
los que dirigen o participan en bandas dedicadas a la rapiña
humana. El gobierno federal adolecía de una virtual parálisis
en materia de planes para enfrentar la crisis económica, a la
que entonces se definía como proveniente del exterior sin
admitir que la economía mexicana forma parte de la economía
estadounidense mientras no se tomen medidas para adoptar
un modelo distinto. Ya despuntaban los lances de enfrenta-
miento entre partidos con miras a las elecciones de julio. La
corrupción gubernamental seguía en ascenso; los políticos en
el poder actúan con la convicción de que el patrimonio públi-
co es objeto de apropiación privada, tanto por ellos como por
familiares, compadres y cómplices. Al desempeñarse por enci-
ma de la ley quienes son los encargados de hacerla cumplir, se
agrava la vulnerabilidad del tejido social frente a cualquier
eventualidad de dimensiones trágicas, como en junio ocurrió
con el incendio en la guardería de Hermosillo.
Como se aprecia al revisar este rápido panorama, el con-
texto político y económico de la nación no era el más apropia-
do para que además se descargara sobre la sociedad el ataque
de un virus que podía ser mortal.
2. Ensayo de un estado de excepción
La noche del 23 de abril el Secretario de Salud, José Ángel Cór-
doba, informó que se venían registrando distintos casos de
“influenza estacionaria” y que se había decidido implantar una
serie de medidas extraordinarias para prevenir el contagio,
entre las que figuraba la suspensión de clases en todos los
niveles en la zona metropolitana del Distrito Federal. Al día
siguiente se dio a conocer el decreto presidencial respectivo,
en el que se establecían disposiciones extremas para enfrentar
la emergencia. La población quedó atónita por la dureza de las
medidas y cundió la desconfianza frente a la información ofi-
cial, aunque todavía no se implantaban las restricciones más
rigurosas. El decreto de marras contiene atribuciones alar-
mantes adjudicadas al poder ejecutivo. Por ejemplo, se esta-
blece “el aislamiento de personas que puedan padecer la enfer-
medad y de los portadores de gérmenes”. Asimismo, en el
documento se autoriza el “ingreso a todo tipo de local o casa
habitación para el cumplimiento de actividades dirigidas al
control y combate de la epidemia”. En suma, desde el punto de
vista formal se implantaba un virtual estado de sitio o estado
de excepción.
El estado de excepción es una figura jurídica que suspen-
de las garantías individuales y por razones de necesidad, a par-
tir de la excepción, pone en hibernación el funcionamiento de
las restantes leyes, además de que virtualmente se dicta la
preeminencia del poder ejecutivo sobre el judicial (no se re -
quiere orden de cateo, por ejemplo) y el legislativo (el decre-
to no se discute en las cámaras). Veamos qué dice Giorgio
Agamben respecto de una amenaza muy actual para la demo-
cracia:
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Jusúe
Frente a la imparable progresión de lo que ha sido defini-
do como una “guerra civil mundial”, el estado de excep-
ción tiende a presentarse cada vez más como el paradigma
de gobierno dominante en la política contemporánea. Es-
ta conversión de una medida provisional y excepcional en
técnica de gobierno supone la amenaza de transformar
radicalmente –y de hecho la ha transformado ya sensible-
mente- la estructura y el sentido de las distinciones tradi-
cionales de las formas de constitución. El estado de ex-
cepción se presenta más bien en esta perspectiva como
un umbral de indeterminación entre democracia y absolu-
tismo.1
El estado de excepción pone en peligro el derecho sobre
la vida, dado que otorga facultades excesivas para el nivel de
preparación profesional y humana de quienes las ejercen. Pre-
cisamente, en los lugares donde el ejército se encarga de esta-
blecer retenes para combatir el narcotráfico se han registrado
impunes crímenes contra personas inocentes que en aparien-
cia no acataron o no advirtieron la orden de alto. Si se identi-
ficó a los culpables, estos fueron juzgados por militares y no
por los jueces del fuero común. Este tipo de decretos con fuer-
za de ley constituyen una medida de policía extraordinaria que
altera las relaciones sociales, al tiempo que su conocimiento
anuncia la aparición del terror anómico, concretado en una
especie de desorientación en situaciones marginales. En defi-
nitiva, se impone un aumento de la acción reguladora del esta-
do sobre la conducta de los individuos.
Que quede claro, el decreto del 24 de abril no se asimila
inmediatamente al estado de excepción pero guarda una cier-
ta analogía con este régimen, sobre todo porque la sombra
del ejército se proyecta detrás de los encargados de controlar
el orden. El antecedente más patético de la implantación de un
estado de excepción es el decreto por el que en 1933 Hitler sus-
pendió las garantías individuales, y así gobernó hasta su derro-
ta y muerte en 1945.
3. Comunicación y violencia simbólica
A partir de la puesta en vigor de las medidas de precaución, que
con el correr de los días se fueron agudizando hasta llegar a
una virtual parálisis de todas las actividades, la gente se fue
encerrando en sus casas, objetivo sobre el que se descargó un
auténtico bombardeo de noticias, a menudo imprecisas y con-
tradictorias. Así se supo que un primer caso de la “gripe esta-
cionaria” se habría registrado en un niño de la población de La
Gloria, en el municipio de Perote, Veracruz, aunque después
también se conoció de infecciones provenientes del sur de los
Estados Unidos. La Gloria es un pequeño poblado en el que la
empresa Grupo Carrol explota la cría porcina, sin ningún tipo
de supervisión por parte de las autoridades, lo que se refleja en
el mosquerío existente en el lugar y en la ingente acumulación
de basura, situación que propicia una fuente de contagio muy
intensa para la propagación de cualquier enfermedad. Ahora
bien, una vez restablecido el niño Edgar Hernández Hernán-
dez, el gobernador del estado se mostró en público con él y
anunció que mandaría erigir una estatua en su honor con el
título de “niño cero”, emulando la existente en Bruselas, Bél-
gica, llamada Manneken Pis, que muestra a un pequeño ori-
nando en una fuente.
En virtud de que la sociedad quedó atomizada frente al
aparato de radio o al televisor, conviene aclarar los efectos de
esta condición. Un estudioso contemporáneo ilustra con preci-
sión en qué consiste la comunicación de masas:
En un sentido amplio, podemos concebir la comunicación
de masas como la producción institucionalizada y la difu-
sión generalizada de bienes simbólicos por conducto de la
transmisión y la acumulación de información / comunica-
ción. Al concebir la comunicación de masas en términos
de producción y difusión de bienes simbólicos, deseo su-
brayar la importancia de considerar la comunicación de
masas en relación con las instituciones dedicadas a la
mercantilización de las formas simbólicas. Lo que ahora
describimos como comunicación masiva es una serie de
fenómenos y procesos que surgieron históricamente a tra-
vés del desarrollo de instituciones que buscaban explotar
nuevas oportunidades para fijar y reproducir las formas
simbólicas.2
Los espacios de noticias difundidos por el duopolio de la
televisión mexicana (Televisa y TV Azteca) están orientados por
una visión mercantilista predominante y gozan de una ínfima
credibilidad entre la población; además, es sospechoso que a
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menudo sus versiones de los hechos coincidan con el sesga
do punto de vista oficial. De ahí que incluso se llegara a dudar
de la existencia de la epidemia. Una comprensión más cabal de
sus efectos se logra si vinculamos la comunicación con la idea
de la violencia simbólica que elaborara Bourdieu:
Todo poder de violencia simbólica, o sea, todo poder que
logra imponer significaciones e imponerlas como legíti-
mas disimulando las relaciones de fuerza en que se funda
su propia fuerza, añade su fuerza propia, es decir, propia-
mente simbólica, a esas relaciones de fuerza. 3
En suma, la comunicación no consiste sólo en difusión de
significados sino que impacta en el receptor como un poder
que influye sobre la conducta. Aun en la comunicación cara a
cara, la información fluye con efectos sobre la mente y sobre
el resto del cuerpo. Un halago se traduce en un estado de bien-
estar que eleva las energías del cuerpo, mientras que una ofensa
las hace descender. La repetición de la información por todos
los medios (quizá siguiendo la máxima de Goebbels “una men-
tira dicha muchas veces termina convirtiéndose en una ver-
dad”) se reflejó en diversos comportamientos del público que
se analizan más adelante.
4. Resultados del período de emergencia
Durante el pasado siglo XX se desencadenaron tres grandes
pandemias: en 1918, 1957 y 1968; en 1977 se presentó otra pan-
demia pero de menor extensión. La pandemia de 1918 es con-
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Contreras
siderada como la más severa ya que se estima una mortandad
de 40 millones de habitantes del planeta, y el grupo de edad
más afectado fue el ubicado entre los 20 y los 50 años. Las
pandemias de 1957 y 1968 afectaron a todos los grupos de
edad, aunque con mayor énfasis a las personas de más de 65
años y las que ya tenían padecimientos crónicos; la que más
defunciones provocó fue la de 1957 con cerca de 2 millo
nes de defunciones en el mundo. La mayor virulencia en 1977
se notó en la población menor de 5 años de edad, pero no
ocasionó un gran incremento en la mortalidad. En 2009 se
cuenta con mayores recursos médicos para contener los efec-
tos devastadores del contagio y de hecho la Organización
Mundial de la Salud (OMS) sólo elevó hasta el grado 5 la aler-
ta sanitaria durante el período de emergencia registrado en
México.
Las medidas de prevención se recrudecieron en el trans-
curso de los días hasta llegar a la prohibición de todos los
espectáculos públicos y al cierre de restaurantes. En ese con-
texto se dieron múltiples manifestaciones de un miedo colecti-
vo in crescendo. Los hospitales y centros de salud se vieron
atestados de personas que presentaban síntomas muy disími-
les y que sólo en contados casos podían relacionarse con la
temida gripe. Mediante diversas entrevistas y encuestas se han
detectado severos casos de depresión psicológica. En cierto
momento surgieron las compras de pánico, que no causaron
un desabastecimiento de víveres pero sí de ciertas medicinas y
barbijos, que en el mercado negro llegaron a cotizarse a un
precio 1,000 por ciento por encima del habitual, típico brote
especulativo de egoísmo social que aparece en las tragedias
colectivas.
Otro efecto del miedo colectivo se aprecia en la aparición
de leyendas urbanas entre los distintos grupos de la pobla-
ción. En el campo de las creencias religiosas cabe mencionar
las de tipo apocalíptico, que juzgaban la epidemia como un
castigo divino por los pecados de la gente. Leyendas políticas
se difundieron vía Internet acusando al gobierno de tender
una cortina de humo para aprobar ciertas leyes al amparo de
desviar la atención hacia la epidemia. Hechos más lesivos
para la nación han ocurrido con conocimiento del público sin
que se manifestara una reacción masiva de rechazo, por
ejemplo, el inicio del Plan Mérida. Una leyenda criminal se
concretó en la acusación de bioterrorismo instrumentado por
laboratorios que difundieron el virus para obtener ganancias
millonarias con sus vacunas. El costo total de la emergencia
en México se ubica, según cálculos conservadores, en 4,000
millones de dólares. Sin intención de defender a los labora-
torios, resulta absurdo que esta alarma mundial fuera impul-
sada por intereses tan pequeños frente al conjunto de la eco-
nomía.
A diferencia del sismo de 1985, en que ante la pasividad
oficial la sociedad civil salió a las calles y encabezó las tareas
de rescate y reconstrucción, en esta emergencia la sociedad
resultó atomizada y neutralizada en sus acciones. Las mani-
festaciones de protesta no se verificaron en ningún caso y
la resistencia frente al poder omnímodo del gobierno fede-
ral no pasó de actitudes individuales de desobediencia o indi-
ferencia hacia las medidas de prevención difundidas por do-
quier.
Por supuesto, en este análisis no se exculpa a los intere-
ses gubernamentales sino que se trata de evaluar su verdade-
ra dimensión. En lugar de estar atentos a ejercer las funciones
para las que fueron elegidos, los funcionarios sólo se preocupan
de incrementar su capital político, tanto cayendo en actitudes
vicarias como el oportunista gobernador veracruzano, como
explotando el sentimiento nacionalista, intención pa-tente en
la declaración del presidente Calderón, que se erigió en “sal-
vador del mundo”. Asimismo, las aberrantes medidas del
gobierno chino al retener aislados con crueldad a visitantes
mexicanos provocaron encendidos discursos chauvinistas de
informadores que, casi con seguridad, tienen depositados sus
dineros en bancos extranjeros. Habrá que esperar el rebrote
de la infección viral anunciado para los meses de septiem-
bre u octubre. ¿Estaremos mejor organizados en esos mo-
mentos?
1Giorgio Agamben (2004), Estado de excepción. Homo sacer II, 1, Valencia,España, Pre-Textos, pág- 11.
2 John B. Thompson (2006), Ideología y cultura moderna. Teoría críticasocial en la era de la comunicación de masas, México, Universidad AutónomaMetropolitana, Unidad Xochimilco, pág. 319
3 Pierre Bourdieu y Jean-Claude Passeron (1981), La reproducción,Barcelona, Editorial Laia, pág. 44.
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MARTHA CHAPA
l misterio de la vida y la muerte, nos invita a la refle-
xión entre otros temas, y a profundizar en donde el
tiempo transcurre como un suave viento y se lleva
poco a poco a los seres humanos.
Nuestro medio cultural no es la excepción. Esta finitud ha
rondado en tiempos recientes en las artes plásticas, llevándose
consigo a dos grandes pintores mexicanos: Raúl Anguiano y
Juan Soriano.
Pero ahora rozó también al mundo de las letras, con el
lamentable deceso de Salvador Elizondo.
Por tanto, en primer término quiero extenderle mi pésame
–a la vez que transmitirle la esperanza de que existe una vida
mejor para quienes dejan coyunturalmente la Tierra–, a su
esposa Paulina Lavista, la gran fotógrafa mexicana.
Todavía recuerdo los momentos en los que convivimos
fraternalmente en distintas reuniones en mi propia casa, pues
Paulina y Salvador siempre conformaron una gran pareja: vita-
les, sensibles, talentosos.
Desde luego, recuerdo las intervenciones de Salvador, con
su aguda inteligencia y toque irreverente, sobre política, cine y
literatura.
Por cierto, en una comida reciente que tuvimos mi compa-
ñero Alejandro y yo con nuestros queridos amigos Emmanuel
Carballo y Beatriz Espejo, evocamos al querido Salvador e hici-
mos un recuento de su destacada trayectoria para rememorar
desde sus primeros tiempos como creador imbuido en la pintu-
ra, para luego incursionar en el cine y más tarde instalarse en
definitiva dentro de la literatura, bien fuera como narrador, tra-
ductor, ensayista, dramaturgo o poeta.
También abordamos inevitablemente el caso de su novela
Farabeuf o la crónica de un instante, que acaparó todo el inte-
rés, reconocimientos y análisis diversos desde que se publicó,
en 1965.
Un talento literario que se extendió a un número impor-
tante de obras, como los libros de relatos Narda o el verano
(1966) y El retrato de Zoe (1969) o sus ensayos en Cuaderno de
escritura (1969) y Teoría del infierno.
En las obras de Salvador Elizondo transita lo mismo el
humor y la sátira que una visión tan peculiar que motivó que
algunos colegas y críticos llegaran a catalogarlo como el es-
critor más original de su generación o bien “un escritor para
escritores”, lo cual contribuyó a hacerlo merecedor del máximo
galardón de las letras en México, el Premio Nacional de Lite-
ratura, así como del Premio Xavier Villaurrutia.
Salvador también dejó su huella en la academia, como
maestro en la Facultad de Filosofía y Letras, además de ser ase-
sor literario del desaparecido Centro Mexicano de Escritores y
jurado en prestigiados certámenes literarios.
Nos queda su palabra escrita, perviven sus libros y conser-
vamos sus enseñanzas. Es decir, atesoramos su obra, lo cual, en
todo caso, es lo más rescatable de nuestro paso por la vida.
Por eso, hoy, aquí, le damos un cálido abrazo a Paulina,
asimismo a su prometedor hijo con todo mi reconocimiento al
talento y aportaciones de Salvador.
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ROBERTO BRAVO
ste año pródigo en homenajes nos ha devuelto a
escritores de todos los tamaños, y es que la literatu-
ra, como una madre generosa, no hace distingos,
aunque el talento no se exprese o se haya manifestado por
igual en sus autores. El reconocimiento a un escritor en Mé-
xico frecuentemente está dado, más por su posición en el apa-
rato burocrático privado o público de la cultura que por sus
méritos, eso lo sabemos, no obstante somos testigos también
de autoreconocimientos de escribidores que son al mismo
tiempo el objeto y sujeto de la valoración de su trabajo. Esto
que ha sido un lugar común (obligado) en quienes practican la
política ha permeado también a los intelectuales.
De 1922 a 1959, año de su muerte, Alfonso Reyes sostu-
vo una correspondencia epistolar con Jaime Torres Bodet que
Fernando Curiel recopiló en el libro Casi Oficios (1994). El cuer-
po de Casi oficios es la correspondencia entre dos poetas, dos
intelectuales, dos funcionarios que en su madurez alcanza-
ron el más alto reconocimientos del mundo cultural de su
época.
Con el tiempo el nombre de Alfonso Reyes ha adquirido
mayor resonancia que el de su compañero epistolar Jaime
Torres Bodet, esto se explica por la proyección internacional
que tuvo la obra de Reyes, por los cargos que detentaron
ambos al final de su carrera y quizá, es fundamental, el carác-
ter discreto y demasiado respetuoso de Torres Bodet: “Dice
usted que no soy epistolar, sino cumplido solamente. Le doy
la razón” responde Torres B. a Reyes cuando éste lo incita a un
intercambio más íntimo, petición en la que no fue complacido
el autor de Visión de Anáhuac.
No obstante, las razones anteriores pueden ceder ante lo
que consigna José Emilio Pacheco (Torres Bodet y sus contem-
poráneos. Nota sobre el destierro de Destierro, Boletín edito-
rial Núm. 54 del Colegio de México, p.6.): “En aquella época
las relaciones entre Alfonso Reyes y los Contemporáneos eran
de hostil cordialidad. Reyes fue muy cauto al escribir acer-
ca del grupo. Sin embargo en su revista personal Monterrey
celebró Destierro [Torres Bodet, 1926] como ‘una crisis’ y ‘un
salto’. En su libro, Torres Bodet ‘aparece todo abierto de ven-
tanas, cruzado de ráfagas y sólo en apariencia deshecho... ha
tenido sus tres estados necesarios: primero andar, después
correr, ahora volar’”.
Nada más atinado en este volumen que el título Casi
Oficios porque como dice Fernando Curiel “son las 178 cartas
cruzadas, desde 1922 hasta 1959, por un joven Torres Bo-
det, que termina en prohombre olvidado, y un no tan joven,
Reyes, que acaba por encapillarse. Como apunto en otro si-
tio, más semejan estas cartas un intercambio oficial (de un
profesional de las letras a otro, de un funcionario del servicio
exterior a otro, del director de la UNESCO al presidente de El
Colegio de México, de un caudillo cultural a uno de sus pares),
que un epistolario en sentido estricto. Lista interminable de
asuntos: acuses de recibo, traducciones, recomendaciones, ho-
menajes, colaboraciones para revistas, remozamientos de re-
Protagonistas de la literatura mexicana
E
cintos académicos, adquisición de bibliotecas...”, baste el
ejemplo siguiente:
“Mi querido Alfonso:
Con motivo del homenaje que se organizó reciente-
mente en honor del pintor Diego Rivera, me gustaría publicar
en Nouvelles du Mexique la página que escribió usted sobre él.
¿Querría usted proporcionármela?
Espero que no hallará inconveniente en hacer este envío,
que lejos de representar una interferencia en los trabajos
hechos en México, contribuiría a mi juicio a darles publicidad
en el ambiente europeo.
Confío, como siempre, en su benevolencia incansable y
e renuevo todos mis votos para 1957. Su muy adicto amigo
JAIME TORRES BODET”
“Mi muy querido Jaime:
Aunque es una bobería, aquí le mando mis palabras
sobre Diego Rivera, según me lo pide en su carta del 28 de
diciembre último.
Nuestros mejores votos para el año que empieza. Un abra-
zo afectuoso.
ALFONSO REYES”
Palabras que cruzan el océano, que van de un continente
a otro para expresar escuetamente la solicitud y el envío de una
colaboración. ¿No había algo más qué decirse? En entrevista
dada a Emmanuel Carballo para Protagonistas de la literatura
mexicana (Lecturas Mexicanas Núm. 48, segunda serie) y que
el entrevistado contestó las preguntas por escrito. Torres Bodet
menciona, en sus extendidísimas respuestas, solamente una
vez a Alfonso Reyes y ésta en medio de una veintena de auto-
res a quienes consideraba sus influencias.
Pudo más el rencor por aquella “amable hostilidad” a la
que alude J.E. Pacheco de parte de Reyes hacia los contempo-
ráneos o a la personalidad de Torres Bodet que podemos de-
ducir de lo que Emmanuel Carballo reseña de los seis to-
mos de las memorias de este último:”Son libros bien escritos
(unos más que otros), pudorosos, respetuosos y en algu-
nos momentos mentirosos. Constituyen la defensa de un hom-
bre fino, inteligente y sutil a quien le costó grandes esfuerzos
reconocer sus errores; sus aciertos, en cambio, los consignó
con recatada satisfacción. Escritos y pensados desde el apara-
to administrativo están destinados naturalmente a los hom-
bres del aparato burocrático y en segundo término a los escri-
tores y a los lectores comunes y corrientes.”
Mientras Alfonso Reyes se refugia en su obra, la carrera
dentro del gobierno de Torres Bodet se acentúa alcanzando las
más “altas” responsabilidades.
-Las altas tareas, administrativas y diplomáticas, que
usted ha desempeñado para bien del país, ¿le han robado
libros al escritor o, por el contrario, le han permitido am-
pliar su concepto de hombre, mundo y arte? le pregunta E.
Carballo. Este aspecto Fernando Curiel en Casi oficios, lo
hace ver al comparar el declive de la carrera administrativa de
Reyes con el incremento de su productividad, siendo lo contra-
rio en el caso de Torres Bodet. La respuesta a Carballo fue:
“–Nunca tuve la impresión de estar sacrificando una
página al atender los trabajos (diplomáticos o administra-
tivos) a que usted acaba de referirse. No entiendo muy
bien a los escritores que quieren sentirse sólo escritores:
escritores a toda hora, en todo momento, durante todos los
días del año y a lo largo de todo los años de su existencia.
“Cuanto más nos obliga la vida a un trabajo no literario,
más nos incita (en el fondo) a ir depurando nuestra actitud
frente a la existencia y a ensanchar las perspectivas de los
géneros literarios en que pretendemos manifestar nuestra
personalidad. No sé lo que piensen, a este respecto, mis
compañeros. A mí, los deberes no literarios me han servido
mucho. Entre otra cosa, porque me han ayudado a sentir la
inquietud de mis semejantes, a quererlos, conpadecerlos y
respetarlos más hondamente, a apreciar sus problemas, y a
comprender que , entre el mundo y la torre de marfil, lo que
importa es el mundo, siempre.”
Un epistolario verdaderamente singular entre (valga la
expresión) dos protagonistas de la literatura mexicana.
Curiel, Fernando (encargado de la edición); Casi oficios, El Colegio de
México/ El Colegio Nacional/ Centro de Estudios Lingüísticos y Literarios/ Se-
rie Literatura Mexicana/ Cátedra Jaime Torres Bodet III; México, 1994, 298 pp.
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MARCO AURELIO CARBALLO
¿A quién le toca?
etrás de la propuesta de inutilizar el voto hay inte-
reses desconocidos, y nadie se ha aplicado en des-
cubrirlos. Se escuchan opiniones a favor o en con-
tra y cuando preguntas ¿por qué? las respuestas van desde el
balbuceo hasta el trillado argumento de frotarles en la cara a
los políticos el desprecio de los ciudadanos. La propuesta ha
caído en el terreno fértil de quienes dejan a otros decidir por
ellos. Se sacudirán una dependencia para caer en otra despro-
vista de cara. Pero, ¿qué piensan hacer los jóvenes ante las
urnas por primera vez?
Me he abstenido de pedirle a mi hijo de dieciocho años el
mantenimiento de la tradición paterna: el anarquismo pacífi-
co. Pero él no ha tenido vivencias infantiles para seguir ese
camino. El origen de ciertos anarquistas es la experiencia
en carne propia de capotear al padre autoritario. Lo cual pudo
haber dado origen a papá gobierno.
En mi caso voté la primera vez y después me abstuve
durante sexenios. Cuando fue necesario, contribuí a desratizar
Los Pinos. Desde siempre, si no encuentro la oportunidad de
escarnecer a la autoridad, la desprecio. ¿Formarme en la cola
horas para apuntalar a un gobierno? La única fila que hacía
era para el cine, y ahí no se hace cola ya.
Mucho influye la condición humana en el ejercicio del
poder. Pues ¿qué tal los paisanos aferrados a un ridículo pues-
to de mando? El jefe inmediato. El pomposo capitán de mese-
ros. La señora fruncida en la recepción de una oficina. El
embrutecido chofer de microbús. La miserable policía opro-
biosa en Atenco. El góber precioso. La primera dama insacia-
ble. El presidente pernicioso.
Le dije a mi crío un discurso de media cuartilla. Debía dis-
cernir entre la derecha, la izquierda y la corrupción. Después
votar a favor de una fuerza que mantenga a raya en el congre-
so al grupo montonero. Omitir el voto es secundar como ciuda-
dano a los partidos omisos. Si siguen ese camino, ¿de qué otro
modo podrían los muchachos engrandecer el país desde las
trincheras de la política, rebalsadas ahora de podredumbre?
Él guardó silencio. ¿Pensó que aparte del voto sus ideas
políticas deben ser igualmente secretas? Si mi hijo lo nulifica
está bien. La decisión le aportará alguna enseñanza y actuará
con mayor conciencia en las presidenciales. Yo mantendré lo
mío, despreciando el mando, en espera de otra fumigación.
Tuvieron ya su oportunidad dos corrientes. Le toca a la iz-
quierda.
Sostiene Salinas
Sexenios van y sexenios vienen y de cuando en cuando leo
cualquier nota respecto a la partida secreta del presidente de
Luis Argudín
D
la República. Por más esfuerzos imaginativos no la visualizo.
Bueno sí, pero la desecho de inmediato. Lo primero que se me
viene a la mente es la habitación aquélla de tira cómica en la
cual Rico McPato entra y, transido de felicidad, se lanza un cla-
vado sobre las monedas y los dólares guardados ahí como lo
haría cualquier nuevo rico. De adulto supe que un militar iba
detrás del mandatario con un portafolios lleno de billetes. Los
imaginaba de a cien, cuando el peso era “fuerte” y lo defen-
díamos como perros. Ahora deben ser de quinientos y de mil.
Si alguien se acerca y solicita ayuda, sin gritos ni sombrerazos,
mejor si caquéctico, el número uno, como le llaman sus mama-
callos, le hace una seña de beisbolista al hombre del portafo-
lios y éste da la ayuda.
Ahora el tema ha vuelto a los periódicos a partir de un
pleito comadresco de la familia priista. El ex presidente De la
Madrid le dijo a la periodista Carmen Aristegui que el sucesor
Salinas se había robado la mitad de la partida secreta. ¿Cuánto
será eso? ¿Por qué no tres cuartos? El ambicioso no tiene lími-
tes. Si es secreta, ¿cómo supo que fue la mitad? ¿La mitad de
la partida de un año o de todo el sexenio? La entrevistadora
preguntó cómo es posible eso. El ex respondió: Porque es se-
creta. Le preguntaron si la fortuna del sucesor viene de ahí. Es
posible, dijo. ¿Tan cuantiosa es como para darse por bien ser-
vido? Pero ¿para qué sirve la partida? ¿Para gastarlo en chu-
chulucos? ¿De quién o para quiénes? ¿Pueden veinte millones
de miserables salir a la caza de un chuchuluco?
El sucesor hace gala de conocimientos médicos en una
carta dolorida e indignada y le dice a la entrevistadora cómo
hacer su oficio, sin duda porque los periodistas osan decirle
cómo gobernar a los políticos. Aparte la partida secreta apa-
rece en las cuentas públicas anuales, sostiene, auditadas por la
contaduría mayor de hacienda. ¡Secreto a voces!
Cierto día un reportero decidió investigar la caja “negra”
de los aviones estrellados. Resultó amarilla o naranja. ¿Cuán-
tos sexenios esperaremos para saber qué es, cómo es y de a
cómo, y para quiénes, la susodicha partida? Visualicé la punta
de una hebra entre los dedos índice y pulgar del ex. La che-
quera.
¡Auxilio!
Te confieso, estimado Enrique García Cuellar, que yo también
la pasé bomba, dirían poco más al sur del rincón del último rin-
cón de la tierruca, durante nuestra charla ante los micrófonos.
Micrófonos que manejas con destreza en tu propio escritorio
de director del Diario del Sur, flanqueado por dos lindas coste-
ñas y un observador sigiloso.
El intrincado tema de la gramática me mueve a escribir
estas líneas. He estado batallando con muchas cosas y con
entes que caminan en dos, diría la Doña, cuando debieran ha-
cerlo en cuatro. Pero vivo ya esa etapa en la cual voy haciendo
las paces con las cosas y con los entes, uno a uno.
Instruido a la soconusquense para respetar leyes y re -
glamentos so pena de ser confinado en El Criminal, lindo nom-
bre y no Cereso, procuro respetar la gramática hasta el punto
donde resulta un estorbo para crear frases eufónicas. Entonces
la mando redonda por la rectilínea cañería del carajo.
Respecto al uso correcto de “hubo” y no “hubieron” es un
error descubierto en noventa y nueve por ciento de los paisa-
nos. Quizá el uno restante llegó de otros lares. Incluso un
poeta de altos vuelos dice hubieron y no hubo. Ni hablar de
los pomposos miembros de la clase política, heredera del habla
de los caciques, sobrevivientes cual cucarachas.
¿Por qué? Por la escuela, me temo. No recuerdo nada
aprendido en la primaria y que el descubrimiento me haya
deslumbrado. Que alguien explicara en quinto año por qué
hubo y no hubieron. Con una máquina del tiempo regresaría a
los once años de edad, y si escucho decir a la profesora hubie-
ron y no hubo ¿qué?
Los periódicos no son escuelitas, dicen los jefes neuras.
Así que te ordenan por ejemplo desechar los gerundios y… es
hubo no hubieron. ¿Por qué? ¿“Caso” hay tiempo para expli-
carlo?
Recuerdo muy bien nuestro primer encuentro en Tuxtla,
Enrique. Al saber que eras un expertazo díjeme que me dije
aprovecha la oportunidad, no seas güey. El síndrome del auto-
didacto. Te pregunté cómo fundir dos frases en una, dividida
por la conjunción copulativa ye.
De ninguna manera peleo con las palabras o con la sinta-
xis. Amo a las primeras y las mimo. En cuanto a la segunda me
voy con tiento como lo hacía en el río de Barrio Nuevo, para
evitar el cara a cara con el mortífero cantil. A los doce años,
porque ahora los usaría de cinturón, je je.
Ese río se llama ¿Tescuiyapa? ¿Tescuyapan? ¿Tescuyapam?
¡Auxilio!
La máquina de narrar
Charles Bukowski (1920-1994) publicó una docena de libros.
Hay uno de cuentos, La máquina de follar. Ahora Godofredo
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Rodríguez ha parafraseado ese título al llamarme La máquina
de narrar. Tiene razón. Si me detengo a darle vueltas al tema,
aunque carezca de tiempo, suelo preguntarme ¿publico dema-
siado? Pero ¿cómo detener la máquina? Sólo bajándole el inte-
rruptor. Así que, gracias Godo.
Un detalle desagradable enfrentado en el DF, Godo, ha
sido el uso del traje y la corbata. Pagada mi cuota, después de
tres sexenios de reportero de diario, tuve la oportunidad de tra-
bajar para la revista Siempre! Entonces tiré a la basura las
corbatas y regalé los trajes cuando hubo un terremoto en
Italia. Desde entonces uso blazeres azules y playeras de cuello
alto. Mi única corbata tiene estampada a un Tribilín sonriente
y caminando… Me veías de traje porque en la revista acostum-
braban ilustrar cada texto con una foto del autor. Ahora en la
tierruca pululan las tiendas de alquiler de frac y esmoquin, a
treinta y cinco grados. ¡Horror!
Otro detalle de la gran urbe es el estrés. ¿Tendrá relación
con la máquina de narrar? Estresado calculé que el tiempo se
me acaba y pues debo escribir cuanto antes mis mamotretos.
Nueve, cubriendo otros tantos tramos de mi vida. Sin embargo,
he intercalado varios sobre la marcha. Es decir, quizá escriba el
doble…, y ¡el oficio periodístico! En las Turbo intento emplear
las técnicas narrativas. Estoy encronicado. Godo tiene ya mis
fechas, (1942-2062). ¡Cien años! Intentaré sujetarme al plan
a fin de redondear lo mejor posible la veintena de nove-
las, otro de relatos y media docena de libros de crónicas:
20-6-6.
Aunque bromeas, los manuales de buenas costumbres son
para clasemedieros. Un escritor no encaja en ninguna clase
social ni condesciende con los poderosos. Cuando mucho,
diría Chéjov, se hace política para cuidarse de los políticos.
Tampoco ningún ser mundano tiene amigos santos. Apelaré a
esa divisa si alguien reclama por qué escribí sobre él como
escribí en “Soconusquenses. Crónicas y semblanzas” (Cone-
culta-Chiapas), cuyo propósito esencial ha sido rendirle home-
naje a los amigos auténticos.
Nos vemos en el Taller, Godo. Los compañeros escuchan
con atención tus originales textos y tu análisis inteligente,
así como he leído, el ego ensanchado, tu semblanza sobre la
pertinaz máquina de narrar.
marcoaureliocarballo. blogspot.com arca
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Rocco Almazán
¿No se pacta con
la delincuencia organizada?
Muy orondo, el Secretario de
Gobernación, Gómez Mont, a
nombre del gobierno de Fe-
lipe Calderón rechazó la for-
mal negociación que le ofre-
ció La Tuta, el vocero de La
Familia, grupo de narcotrafi-
cantes, para terminar con la
cruenta lucha que se libra
en varios estados de la Repú-
blica y que ha causado nu-
merosas muertes entre las
fuerzas armadas gobiernis-
tas: ejército, policía, agentes
federales.
Luego, ya envalentona-
do, el propio Gómez Mont, a
muchos kilómetros de donde
se libran las batallas, que se-
gún parte oficial va ganando
el gobierno mexicano, y tam-
bién en medio de decenas de
guardias de seguridad, que lo
ponen a salvo retó a los nar-
cos a que se enfrentaran con
la justicia y no asesinaran a
personas inocentes.
¿Pero de veras el gobier-
no no pacta con la delincuen-
cia organizada? Entonces ¿por
qué se devuelven miles de mi-
llones de pesos de impuestos
a la plutocracía, mientras le
regatean algunos miserables
pesos a los trabajadores que
se atreven a pedirle a Ha-
cienda un reembolso al que
creen tener derecho porque
le dieron contribuciones de
más?
¿Por qué se dejan impu-
nes las decenas de muerte que
el descuido, la indolencia, la
inepcia, la falta de manteni-
miento de las minas y la caren-
cia de equipo apropiado o sim-
plemente el autoritarismo del
Grupo Minero México, causó
entre los mineros que murie-
ron sepultados en la mina Pas-
ta de Conchos, Coahuila?
¿Por qué se vende Ba-
namex, por medio de una juga-
rreta, a través de la Bolsa de
Valores, con lo cual los vende-
dores se ahorran en impues-
tos miles de millones de dó-
lares?
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Guillermo Ceniceros
¿Por qué se permite que siga fun-
cionando Banamex, si conforme a la
legislación bancaria, el hecho de que un
gobierno extranjero posea un considera-
ble número de acciones de ese banco, –se
habla del 36 por ciento, pero podría ser
todo– a través del City Group, sería causa
suficiente para que no siga operando, por
ser propiedad de un gobierno extranjero?
¿Por qué se permite que la muerte
de niños en una guardería de Hermo-
sillo, propiedad de una prima de la Pri-
mera Dama, quede impune y se anticipa
que de hallarse responsables no irán a
parar a la cárcel?
El traidor grita “¡al traidor!”
Curioso caso el de Cuauhtemoquito, el
junior que explota el apellido, porque
prestigio propio no tiene, que quiere que
se expulse del PRD a quien (AMLO) apoyó
a otros partidos y a otros candidatos,
supuestamente por haber traicionado al
partido, pero no considera que es trai-
ción al partido no apoyar abiertamente
al que fue candidato formal del partido
que dice defender. ¿Eso no es traición?
¿Y no es traición servir al gobierno
de otro partido –el PAN– al aceptar de
Fox, el perseguidor del candidato oficial
del PRD a la Presidencia la comisión de
coordinar los festejos del Bicentenario?
¿Y no es traición a su partido y a su
padre –única razón por la que es figura
política–, hacerse de la vista gorda fren-
te al propósito panista de vender Pemex
a los mismos a quienes su progenitor les
expropió a las compañías petroleras la
riqueza que por ley constitucional le per-
tenece al país?
¿Y puede ser “líder moral” de algo
cuando se usa la influencia para salvar de
la cárcel a un sobrinito junior a quien se
pescó infraganti robando una botella de
licor de un establecimiento comercial?
¿Y no es traicionarse a sí mismo no
haber defendido el triunfo que él mismo
había alcanzado en otros comicios pre-
sidenciales?
¿Y no es traición haber hecho un
papelón cuando fue elegido para ser Jefe
de Gobierno del Distrito Federal?
¿Y no es traición no defender al
estado de Michoacán del atropello gu-
bernamental de meter tropas al propio
Palacio de Gobierno, de un individuo,
Leonel Godoy, a quien el propio Cuauh-
temoquito promovió para el puesto de
gobernador de Michoacán, porque era
quien mejor podía cubrirle la espalda a
su hijo Lazarito, igualmente sin méritos
propios para figurar en los altos niveles
de la Polaca?
¿Y los derechos de
autor de Paul Bowles?
Como otros colegas de mentiras –es
decir publicistas al fin y al cabo– los
geniales “creativos” de American Ex-
press, aprovechando la ignorancia de
sus patrones, ahora le robaron al nove-
lista norteamericano Paul Bowles una
idea, sin darle crédito alguno: “Sé viaje-
ro, no turista”.
La frase, que estableció de manera
estupenda Bowles en su novela El cielo
protector, indicaba muy bien la dife-
rencia, que los publicistas ratas segu-
ramente no han alcanzado a compren-
der: “El turista sabe bien cuándo va a
regresar, el viajero no”. La novela, por
cierto, se llevó al cine y esto tal vez la
hizo de dominio público, porque en
apego a la verdad, no es American Ex-
press la primera en fusilarse la idea.
Para el pensamiento simplón la
idea es inextricable, puesto que tanto el
viajero como el turista deberán –de
regreso a su punto de partida– subir al
avión, al barco, al autobús, en una fecha
prestablecida, pero lo que Bowles quería
significar es que el viajero no se sujeta a
un itinerario y puede prolongar su estan-
cia o su exploración por un territorio
ajeno, el tiempo que juzgue necesario,
en tanto que el turista conoce cuáles son
los alcances de sus vacaciones o asuetos
y tiene que regresar a su país de origen,
en tanto que el viajero podría ya no re-
gresar al punto de donde salió, como le
ocurrió el propio Bowles, americano-
tangerino, que un buen día ya no volvió
a Nueva York donde residía y se quedó a
vivir en Tánger.
Vivió en París, en Alemania, en Ma -
rruecos, en varios países latinoamerica-
nos y hasta en México, pero siempre vol-
vía a su natal Nueva York, aunque en
alguna ocasión se dirigió a Tánger y de-
cidió ya no volver a la cosmopolita ciu-
dad neoyorquina.
¿Sabrán esto los publicistas o sim-
plemente tomaron la idea de Bowles, de
algún libro de frases célebres o se la pes-
caron de alguna revista que recreaba la
vida de Bowles?
Como quiera que sea es un plagio,
no de una idea, que éstas vagan por el
aire, sino de una reflexión que figura en
un libro publicado y por tanto debe con-
tar con los derechos de autor que todo
escritor tiene.
¿Alguien podrá exigir a la empresa
que tanto jugo le saca a las tarjetas de
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crédito que expide, que reconozca los
derechos que le asisten a Bowles y le
pague las regalías correspondientes o
esta empresa financiera, como tantas
otras que son las consentidas del régi-
men, podrá presumir su impunidad?
Defender a Lucía Morett
Amenazada por los gobiernos de Co-
lombia y Ecuador, Lucía Morett ha sido
abandonada por el gobierno de Cal-
derón, que juró ser presidente de todos
y sin embargo no ha manifestado el me-
nor interés en defender de la extradición
a la mexicana, que según los gobiernos
demandantes, es una peligrosa terroris-
ta, que se inmiscuyó en los asuntos de
otros países y se preparaba para inte-
grarse a las fuerzas de las FARC.
A diferencia del presidente de
Francia Nicolás Sarkozy, que intervino
en México para solicitar el traslado a su
país de Florence Cassez, una mujer pro-
cesada por un delito grave, y que no ha
quitado el dedo del renglón, a pesar de
la negativa mexicana, ni Calderón ni la
Secretaria de Relaciones Exteriores, Pa-
tricia Espinosa, han mostrado el menor
propósito de salir en defensa de Lucía
Morett, a quien no se le ha comprobado
delito alguno, porque lo único que saben
los que la acusan es que estaba en un
campamento de los guerrilleros en terri-
torio ecuatoriano, donde fueron ataca-
dos por aviones colombianos, que viola-
ron el territorio ecuatoriano y criminal-
mente atacaron a una mexicana (sin que
hubiera mediado una demanda del go-
bierno nacional).
¿Que una mexicana simpatice con
un grupo armado contrario al régimen
de un país, es delito? ¿Hubieran entrega-
do al general Lázaro Cárdenas al gobier-
no de Batista, por simpatizar con Fidel
Castro? ¿Habrían entregado a Siqueiros
al régimen franquista no sólo por simpa-
tizar con los republicanos españoles, si-
no inclusive luchar con las armas a favor
de ellos? ¿El gobierno yanqui le habría
entregado a Batista al periodista Herbert
Matthews por haber estado con Fidel
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Fernando Cid
Castro en la Sierra Maestra, para entre-
vistarlo y difundir sus ideas contrarias al
régimen establecido?
De Lucía Morett no se puede decir
que cometió algún delito, pues no for-
maba parte de la guerrilla contra el
gobierno colombiano y lo único que les
consta a los funcionarios colombianos
o ecuatorianos es que estaba en un
campamento de las FARC, pero podría
haber acudido en viaje de estudio. Es
por ello que la UNAM la defiende, pero el
gobierno mexicano no. ¡Qué bueno que
hay quien gobierne para todos los
mexicanos!
Los clásicos
Clásica respuesta del lector avezado,
del escritor profesional o del promotor
de la lectura, que quieren ser profun-
dos y trascendentes, cuando se les
pregunta qué recomiendan leer: ¡Los
clásicos!
Y aunque clásico en realidad debie-
ra entenderse como el autor que tiene
clase y cuya obra es canónica, la que da
ejemplo, la que dicta nuevas maneras de
entender la escritura, la mayor parte de la
gente destina la denominación de “clási-
cos”, a los griegos y los latinos y en el más
cercano de los casos a los escritores de
habla castellana del Siglo de Oro Español.
Aunque también a los florentinos como
Dante, los irlandeses como Jonathan
Swift, los ingleses como Shakespeare o
franceses como Molière o Racine.
Pero está bien: a los clásicos. A Ho-
mero, por ejemplo. Y a La Iliada, para no
ir tan lejos.
Pero el primer cántico desde luego
alejará al bienintencionado lector que
acate la recomendación de sus mayores.
Canta, Diosa (¿cuál Diosa?) la cóle-
ra aciaga (¿aci… qué?) de Aquiles Pelida
(¿Pelida o Pelado?), que a los hombres
de Acaya (¿los otros serán los de Allaya?)
causó innumerables desgracias y dio
al Hades (¿quién es ése que anda allí?)
las almas de muchos intrépidos héroes,
cuyos cuerpos sirvieron de presa a los
perros y pájaros de los cielos (¿los go-
rriones, las golondrinas, los aviones?);
que así los designios de Zeus se cum-
plieron desde que separáronse un
día, tras una disputa, el Atrida (¿y ése
quién era?), señor de los hombres, y
Aquiles divino
Y allí en la soledad a que se le con-
dena para que estudie, el inextricable
cántico será la mejor pomada contra la
lectura, pues si no se le guía al alumno
adecuadamente, sentirá que es un ciego
sin lazarillo y se declarará incompetente
para entender lo que a otros debe pare-
cer de lo más elemental.
Para que disfrute el texto de Ho-
mero, tendrá que entender que la Diosa
a que se hace referencia es nada me-
nos que Atenea, señora de la Guerra,
a quien le complacen las batallas, pues
tienen que encomendarse a ella los
contendientes, con sus respectivas ofren-
das; que “aciaga” significa: infeliz, des-
graciada, de mal agüero; que pelida es el
hijo de Peleo y que Aquiles fue uno de
ellos; que los de Acaya son los aqueos,
por extensión, los griegos, que el Hades
era entre los griegos la morada de los
muertos; que esos pájaros de los cie-
los eran los buitres, auras o zopilotes,
que se alimentan de los muertos; que
Atrida es el hijo de Atreo y que uno de
ellos es Menelao, el esposo de Helena, a
quien le voló la ñora Paris, más guapo y
divertido que el atrida y que por ese
motivo Menelao llevó a los griegos a una
guerra contra los troyanos, en lugar de
haberse portado como machito y pelear
de tú a tú con Paris. Eso es lo que no le
gustaba a Aquiles y por eso no le había
entrado a la guerra, hasta que los troya-
nos mataron a Patroclo, una especie de
Mouriño de aquellos tiempos.
Cuando el lector se entera de todo
este chismerío, entonces comienza a
agarrarle el gusto a la lectura y por ello
es que al descubrir que la razón por
la que los escolapios de secundaria
y bachillerato no leen, es porque no
entienden y no les agrada sufrir esa
tortura, el heterónimo de esta sección,
Héctor Anaya, decidió abrir en su taller
Abrapalabra un curso que ha denomi-
nado ENTENDER PARA QUE LEER SEA UN
PLACER.
El escritor, docente, promotor de la
cultura, intenta que por medio de un
análisis desmenuzador, con las herra-
mientas necesarias para este propósito y
con el contexto histórico e idiomático en
que se produjo la obra, los alumnos lle-
guen a entender porqué Borges y Cor-
tázar acordaron que “la lectura es una
forma de la felicidad”.
Héctor Anaya les invita a conocer
esta forma no sexualizada de la felici-
dad, por la vía sencilla de ENTENDER
PARA QUE LEER SEA UN PLACER. En abrapala-
bra.com.mx les aguarda más informa-
ción o pueden pedirla al 5553-2525 o
[email protected] a partir de
agosto, Radio Educación trasmitirá una
cápsula llamada Abrapalabrario, con la
temática que aquí se ha anunciado.
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CARLOS BRACHO
TRANCO I
ues resulta, queridas lectoras insumisas, que
nuestro ínclito autor, el maestro Bracho, en este
Tranco nos lleva a otra de sus pasiones: la crítica
política. Y sí, aquí, en líneas abajo se da vuelo con el garrote
o con el dardo o con la espada, que según los clásicos eso es
la pluma del escritor, y el maestro la lanza con singular ale-
gría contra los horrendos políticos mexicanos -que acá entre
nos se lo merecen-, y este siete veces H. Consejo Editorial,
respetuoso como es de la libertad de expresión, le ofrece a
ustedes este Tranco en que los dardos pegan duro en las ana-
tomías e hígados de los y las personas que se dedican al
lucrativo menester de la política. Leemos lo que nos dice
nuestro amigo Bracho:
Dice conocido refrán que “aquél que no oye consejo
nunca a viejo llegará”. Y otro más dice que “de sabios es
cambiar”. Y el de más allá advierte que “si ves las barbas del
vecino cortar, pon las tuyas a remojar”. Y esa sabiduría popu-
lar, esos dichos, esos refranes, son aplicables a muchos indi-
viduos, pues sus sentencias recogen lo que podríamos decir
que es la experiencia popular. Y la lista de este material
autóctono sigue, la lista es larga, y que, desde luego, el señor
que habita en Los Pinos ni los ve, ni los oye, y menos los lee.
México lleva tres años de su gestión –la del señor Calderón-
y la crisis está presente en todos los órdenes de la vida
nacional, los problemas graves que afectan la vida diaria de
los ciudadanos están a la orden del día. Verdad es que el
señor que llegó a la grande, llegó con la confusión y la som-
bra del fraude sobre sus espaldas, y para tratar de hacer legí-
tima su elección, fue tomando los caminos equivocados: las
bayonetas y las balas de los soldados para combatir al cri-
men organizado. Error fundamental, ese mal, el crimen, se
combate desde abajo, con acciones para fomentar la educa-
ción integral –en todos sus niveles–. Se combate ese mal con
un impulso y apoyo al deporte masivo para que sea practica-
do, sin cortapisas, por los millones de niñas y jóvenes –pero
los hermosillos, los tibios y demás fauna está allí para echar
todo a perder–, se combate destinando un presupuesto
amplio y abierto y transparente para las universidades públi-
cas; se combate el crimen organizado brindando apoyos to-
tal a los campesinos, al ejido y a los ejidatarios para que
estos tengan todos los elementos técnicos y materiales
necesarios para elevar su actividad; el combate al crimen se
da trabajando con honestidad republicana desde los puestos
P
públicos. Se combate vigilando la economía popular para que
las familias puedan adquirir la canasta básica sin sufrimien-
to alguno. Se combate respetando las luchas sindicales. Se
combate al crimen respetando la Constitución y las leyes que
de este documento básico emanen. Pero, lo sabemos, todos
los mexicas, lo sufrimos, el señor que está en Los Pinos no ha
cumplido con sus deberes constitucionales, ha privilegiado
–él y su partido– la impunidad y la violación a los derechos
humanos –recordar a los foxes, a los montieles, a las saha-
gunes, a los bribiescas, a los mineros muertos, a las niñas y
niños asesinados en la guardería infantil de la ciudad de
Hermosillo ese sí, crimen sin castigo real, todavía– este go-
bierno ha reprimido a las mujeres que luchan por tener espacios
de libertad, y le ha dado cárcel a los hombres que protestan
por la invasión y venta de sus tierras ancestrales. Y así, seño-
ras no panistas y señores juaristas, la lista de agresiones al
pueblo mexica instrumentada desde las altas esferas del po-
der, crece, se hace enorme y además, la lista de pobres que
crece día a día, y habrá que agregar la actitud pusilánime y
confusa y tardía para responder con dignidad republicana
–que no existe, claro– ante las acciones del gobierno cana-
diense –que aquí saca millones de dólares de la minería que
antes era propiedad de la nación– por el asunto de las visas;
y tantos y tantos agravios y ejemplos horrorosos que “flore-
cen” en este régimen que toca los linderos fascistas. Y, más
horrible resulta el que yo, por hacer estas críticas, por llenar-
se de rabia mi alma y por despotricar contra lo despotricable
ya no pude echarme mis tequilas blancos, ni abrazar a mi
dulce amiga María, ni le pude ver las piernas ni admirar sus
ojos pispiretos con los que me mira en Mi Oficina, y no pude
charlar con los compas de esa mi democrática cantina, y no
pude escuchar a José Alfredo Jiménez, ni gritar, ni sollozar, ni
llorar… y todo por culpa de los siniestros y desvergonzados
polacos mexicas. Ni modo. Vale. Abur.
www.carlosbracho.com arca
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Cralos Bracho
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MIGUEL BAUTISTA
icen que México está anclado a su historia
y a su pasado como filones de reservas de
ideas y costumbres pero también como pesa-
da carga respecto de sus rezagos sociales y vicios en
la actuación política de quienes se han hecho cargo de
gobernarlo. Como ejemplo de ese arsenal de ideas e
incluso ideologías podríamos citar la de un Estado fuer-
te, eficiente y popular, legítimo, viendo con interés de
gobernante y sentido de responsabilidad las palpitacio-
nes de la nación para dirigirla y gobernarla. Tendría que
ser así hoy en día que las formas de convivencia de la
sociedad y sus problemas, se han complicado. Se mani-
fiestan diversas fuerzas políticas, se vierten puntos de
vista y sólo falta la presentación de las propuestas con-
ducentes al arreglo de materias, como la inseguridad.
Ante el tiempo que pasa se siente la urgencia de los
acuerdos, los consensos, las coincidencias. Las diferen-
tes fuerzas políticas tienen tareas que ante los ojos de la
Nación aparecen como la necesidad de alcanzar un res-
piro y una distensión o relajamiento del clima de ingo-
bernabilidad que ya se palpa, en el suelo nacional. Esto
pondría en tensión las estructuras del aparato político y
a sus operadores ante la voz de alarma y el mensaje
enviado por la ciudadanía en las urnas, o acuerdo o dis-
cordias sociales y posibilidad de crisis aun mayores. El
destino de la vida y las posibilidades de felicidad y de
bienestar de las familias mexicanas están en juego.
A mayor abundamiento en un diagnóstico que se
traduce en una voz de alerta: México es un Estado falli-
do, la sociedad derrotada y la ciudadanía desmoralizada.
O dicho de otra manera nos enfrentamos a los dilemas
que encierran en sí la posibilidad de sobrevivir como
Nación Viable, en la materia de seguridad y en la posibi-
lidad de un crecimiento económico que llegara a tradu-
cirse en satisfacciones en lo laboral para amplias capas
de la población. Sin estos cambios y soluciones a nues-
tra problemática, es muy impreciso e imprevisible, el
futuro de México.
Este país no deja apresar fácilmente por la memo-
ria de sus actuales adalides. Vivimos en el eterno pre-
sente del activismo y se nos olvidan los 80 años de par-
ticipación política constructiva del partido oficial del
antes: El PRI. Se nos borran las reformas políticas de
los años 70 y 80 del siglo pasado. Los Pactos Econó-
micos, la gestión gubernativa de gobiernos priistas man-
D
tenidos bajo presión de circunstancias diversas. Y parti-
mos a empezar de cero con gestiones nuevas pero sig-
nadas por la mediocridad, la falta de honestidad. La pri-
vatización del gobierno ha sido una medida panista de
consecuencias funestas para la nación, para la pobla-
ción, y si no se detiene amenaza la constitución y la so-
brevivencia del conjunto del sistema político. México tiene
una historia política, ideas, conceptos políticos y filosó-
ficos acerca del Estado, sus funciones en un país como
el nuestro, tan proclive al fracaso de los grandes planes.
¿Se nos olvida lo anterior? ¿Por qué se gobierna con la
ambigüedad y la indecisión de los mediocres, de los par-
ticulares improvisados como políticos? La vuelta del PRI
al primer plano del escenario político está indicando no
sólo decepción hacia el pasado inmediato sino deseo de
cambio y renovación.
México como nación peculiar no se deja apresar
fácilmente por la desmemoria de sus actuales adalides
pero sin embargo se conserva grave, serio, considerable,
por factores también importantes: su historia y sus ri-
quezas naturales. Somos una economía en crisis pero de
las más importantes entre las pujantes del mundo. Tene-
mos exceso de población y atraso, pero jóvenes genera-
ciones de muchachos aguardando su Moisés que les
permita el paso del mar. Tenemos una ola criminal pero
también instituciones. Vemos hacia el Norte y ahí nos
topamos con un muro: nuestras limitaciones perceptivas
de la realidad mundial, nuestra propensión al humanis-
mo abstracto reducido a palabras, tratados, discursos.
Nuestra inefectividad para cumplir las metas del Mi-
lenio en la lucha contra la pobreza. Mezcla de lastres y
virtudes, de fervores y duelos, de esperanzas y destinos
fatales.
A veces se ha dicho que “México es más grande que
sus problemas” pero hoy estos son tan desgastantes,
que amenazan con abrir una nueva época: la del Terror y
el Horror. El crimen, la delincuencia, ¿llegarán a absor-
ber todas nuestras energías? ¿El país se está convirtien-
do de país del Edén en el Paraíso de la crápula? ¿En un
cuento de horror de Horacio Quiroga saliendo por sus
fueros en el país de las nubes y los volcanes de tal modo
que ahora, en los villorrios, ciudades y poblados, habrá
que colocar en el pedestal de nuestros héroes a la figura
atractiva y siniestra de Dillinguer? El país mágico se
esfumó, hizo mutis, se presentó la pólvora y la sangre
como emisarios de todo lo que no hicimos, pensamos,
regimos, administramos…
Este ensayo está escrito como premio de consola-
ción ante la pérdida del país de antaño, el de la estabili-
dad y el gracejo de una política sexenal que, cual tradi-
ción y ritual, irrumpía cada seis años con presidentes
benefactores. Ahora se parece al país de la frustración, el
rezago social y la violencia. Si nos acostumbramos a este
tipo de nación corremos el riesgo de parar en la condi-
ción de aquel personaje de una novela de mi amigo
Arturo Azuela que, al principiar sus correrías exclama:
“Estoy despaisajado”. Y es que sociológicamente visto el
pueblo mexicano sufre hoy una regresión al padecer el
flagelo de la violencia en sus calles. A diferencia de otros
pueblos de América y del mundo, México se refugió y se
sume no sólo en el consumismo de los pobres que es el
futbol, sino en el lamento, la disgregación y la desagre-
gación social. El pueblo mexicano fue uno muy distinto
hasta que lo capturó la vorágine de la violencia que con-
sume todas sus energías sin brindarle remedios sus ins-
tituciones. ¿El desastre y el caos social a la vista? Para
algunos el país se ha vuelto inhabitable. Otros huyen,
algunos más se horrorizan. ¿Volveremos a ser corres-
ponsables, todos y de todo? ¿Seres humanos que domi-
nen su entorno en vez de ser dominados por él? ¿A quién
corresponde el papel rector, a la sociedad, a las institu-
ciones, a los Medios, a la disciplina que llegara a implan-
tar un régimen de excepción? El premio de consolación
estará en ver renacer y resurgir a México.
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Tendríamos que ver que las causas de tal estado de
cosas están aquí, nada más y nada menos. Porque en la
era de los medios, de la globalización, se tiende a ver
hacia fuera, a pedir ayuda al norte, y entonces comien-
zan los verdaderos problemas para una nación como la
nuestra, tan propensa a la frustración. Tiene también un
snobismo imitador, una manía por lo gringo, que apare-
ce como el País Ideal de la Prosperidad y esto estaría tra-
zando los signos más inmanejables e inquietantes del
destino patrio.
Es verdad que los Estados Unidos como nación y
como sociedad se manejan como una comunidad políti-
camente muy evolucionada, y una sociedad perfecta-
mente integrada. Han sabido preservar y desarrollar –al
contrario de México– sus valores de unión social, disci-
plina y valoración de los individuos como tales mientras
que el país del sur se compone de una agregación de
sectores, clases y sub-clases, que se dedican junto con
los llamados Medios a cantar el pregón de un naciona-
lismo trasnochado por la forma y la intención. Y “el
mexicano” amante del mito, la superstición, y todos los
demás valores del subdesarrollo se convirtió en un ser
mítico al margen del mundo de hoy.
Y así Estados Unidos se perfeccionó como la solu-
ción ideal. Lo es para la gente sencilla que ignora su his-
toria, nuestras respectivas trayectorias de los dos países
en cultura, instituciones y demás. Y la disciplina, el saber
y menos la tecnología, de ellos, no se nos va a dar por
ósmosis; tenemos que sacudirnos el marasmo de nues-
tra historia entendida como mito, vivir bajo nuestra pro-
pia idiosincrasia pero sobre bases de modernidad.
Un país moderno y más que moderno vivible no se
construye sin cuadros, sin ciencia y sin dirección nacio-
nal. Tal la envergadura del reto a que se enfrenta una
nación de más de cien millones de habitantes que nece-
sita encontrar un modelo de salvación. Y más que en-
contrar, construirlo. Tendríamos que volver a una es-
pecie de Renacimiento Mexicano en estas décadas para
iniciar la catarsis que nos permitiera la reflexión profun-
da y serena, el examen sustancial de nuestros problemas
y las soluciones. Y gestar una nueva conciencia, una
nueva mirada sobre las cosas de nuestra realidad, nues-
tra sustantividad como Nación. La vieja retórica sale
sobrando, el viejo discurso de los dinosaurios debe ser
sustituido por el verbo de los jóvenes y los menos jóve-
nes con experiencia que puedan marchar separados en
lo político pero juntos al trabajar unidos por México.
[email protected],[email protected]
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ANAID RUIZ MARTÍNEZ*
¿Cómo definiría al periodismo cultural?
ntiendo por periodismo cultural todo aquello que
en los medios se refiere a la cultura y el arte. En
ambos casos, parto de una amplia definición de
cultura, que incluya manifestaciones populares. De lo contra-
rio estaríamos solamente hablando de una parte sí muy desta-
cada, pero limitada de arte y cultura.
¿Qué definición de cultura se debe manejar en un suple-
mento cultural?
Eso depende de las intenciones del medio y de su direc-
tor, es decir, de la política cultural que manejen. Sin embargo,
me parece que debe ser lo suficientemente amplia como para
que encuentre cabida el cine, la música popular no comercial
y demás manifestaciones que tienen una buena aceptación.
¿Qué fue lo que permitió que los suplementos culturales
tuvieran tanto éxito en el siglo pasado?
Pienso que fue un buen momento para el periodismo cul-
tural. En principio el país tiene una fuerte tradición cultural
que se remonta al siglo XIX, en particular a la época de las
grandes luchas liberales encabezadas, entre otros, por Benito
Juárez. Es casi seguro que los mejores periodistas o los litera-
tos que se comprometieron con las causas más avanzadas, lo
hayan utilizado para combatir, para criticar, para mejor orien-
tar a los lectores. Y ya en el siglo XX, la Revolución Mexicana
desató un gran impulso cultural que se manifestó básicamen-
te con la presencia de José Vasconcelos en la Secretaría de
Educación Pública. Desde entonces, el gobierno no dejó de es-
timular y promover las artes nacionales. Claro, con la llegada
del PAN hace once años, este proceso se detuvo.
Como resultado de ese quehacer gubernamental, los
medios, es decir, en este caso los diarios y las revistas con-
centraron su atención en los temas culturales. En la época de
Cárdenas, más bien, en las postrimerías de su gobierno, El
Nacional publicó un suplemento y éste produjo en otros dia-
rios la inquietud de hacer algo semejante. En realidad los
suplementos culturales no han sido muchos o han tenido cor-
ta vida. La Revista Mexicana de Cultura, nació con Juan Rejano
y tuvo dos épocas no muy largas. Más adelante Fernando
Benítez creó un suplemento que ha sido legendario: México en
la cultura. Estaba en Novedades. Fue en verdad famoso sobre
todo porque en algún momento Benítez y su grupo (que
muchos llamaban La Mafia) chocaron con el gobierno de Díaz
Ordaz y apareció la censura. El suplemento cambió ligera-
mente de nombre y se fue a la revista Siempre!, afamada por
su apoyo decidido a la libertad de expresión. Allí sigue.
Excélsior tuvo dos interesantes: el primero era Diorama
de la cultura y el segundo El Búho. El primero tuvo varios di-
rectores, el segundo sólo uno, yo. Ambos eran interesantes.
Pero El Búho tuvo el acierto de mezclar a grandes figuras con
jóvenes y eso lo hizo atractivo para el público.
El Financiero tuvo suplemento, se llamó Comala y lo diri-
gió Humberto Musacchio. Tuvo corta vida. Algo semejante ha
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ocurrido con otros diarios. Ovaciones, Novedades y El Heraldo,
tuvieron suplementos, pero todos de reducida vida. Realmente
no les ha interesado mucho, salvo a La Jornada y a Reforma
que han sostenido a los suyos y nunca han logrado que dejen
de ser aburridos, tediosos, con muchas pretensiones.
¿Qué personas deben colaborar en un suplemento cultural?
Las mejores que uno pueda contratar. Especialistas en
cine, críticos literarios, buenos reporteros culturales, dibujan-
tes, caricaturistas, escritores de prestigio y, desde luego, aca-
démicos especializados en ciertos temas históricos, políticos
o sociológicos, pero que tengan la habilidad de no darnos
un discurso pesado. El periodismo requiere un lenguaje ágil,
ameno.
¿Cuál cree que sea la situación actual en la que se encuen-
tran los suplementos culturales en México?
Mala. Los suplementos desaparecen o algo peor, surgen
nuevos diarios, como fue el caso de Monitor y ni siquiera se
preocupan por tener un suplemento cultural. Dicen que no es
negocio. Allí está El Universal que se ha negado a tenerlo
y cuando lo tuvo, le dio una vida efímera. Era, además, fasti-
dioso. Todos allí pontificaban. Claro, así, ninguna sección es
negocio.
¿Qué ha provocado esta situación?
Imagino que la incomprensión de los dueños de los
medios, ninguno es periodista, son más bien empresarios aje-
nos a la cultura, al arte. No le encuentran el valor al periodis-
mo cultural, lo cual es absurdo. México es un país con una
enorme oferta cultural. El sol de México, para citar un caso
concreto, ha dicho que no le importa la cultura, sólo el depor-
te y la nota roja. Así las cosas, cómo puede haber ya no diga-
mos suplementos culturales, secciones que medio traten los
temas de orden cultural.
¿Las mafias culturales, son causa de que los suplementos
culturales no crezcan ni se renueven?
Las mafias culturales se adueñan de suplementos, seccio-
nes y revistas, pero no tengo datos precisos de qué tipo de rela-
ciones sostienen con los medios.
¿Cree que los suplementos culturales sean rentables?
Desde luego que lo son, hay muchas empresas culturales
y son demasiadas las instituciones culturales y editoriales que
buscan la forma de anunciarse, de promoverse. Todo es cues-
tión de buscar. Sólo la UNAM y el CONACULTA gastan fortunas en
carteleras. ¿Hay que mencionar el creciente número de edito-
riales que buscan anunciarse?
¿Qué provoca que se les considere como pérdida de tiem-
po, dinero, esfuerzo…?
La ignorancia de los empresarios, su torpeza.
¿Considera que los suplementos culturales puedan desapa-
recer y por qué?
Mientras haya diarios, seguirán existiendo los suplemen-
tos. Cuando la Internet los haya abrumado con las nuevas tec-
nologías, los suplementos estarán en el mundo virtual. Son el
reflejo de la época, pero en todas las etapas del ser humano,
hay cultura.
¿Qué hacer para que los suplementos salgan de esta situa-
ción tan precaria?
Eso sí lo ignoro. Hay que convencer a mercaderes, a ban-
queros, a negociantes y ellos jamás se han interesado, como
en otras partes del mundo, EU, por ejemplo, en pagarle a la
cultura. Por eso aquí la mantiene el Estado y los propios inte-
resados.
¿Cómo nace la idea de crear El Búho en Excélsior?
La pensé al ver que Excélsior carecía de suplemento cul-
tural, una vieja idea que yo tenía de dirigir un suplemento de
tal índole. El nombre se lo puso Rosario, mi esposa. El director
aceptó de buena gana al darse cuenta de la importancia del
proyecto, incluso aceptó la idea de no ponerle anuncios o
el menor número posible de ellos. Lo concebí como un regalo
dominical al lector del diario.
¿Cuáles eran sus objetivos?
Hacer un suplemento nuevo, distinto, donde se pudieran
mezclar el texto literario y el dibujo. Yo veía a los demás suple-
mentos como mafias de amigos, como círculos cerrados; eran
finalmente recados a los amigos. Yo quería hacer lectores, for-
marlos. Y, a la distancia, supongo que los conseguí. Con fre-
cuencia encuentro personas que lamentan su pérdida o me
dicen que allí aprendieron a leer o de esa lectura se hicieron
escritores o simplemente les interesó la cultura.
¿Cómo se seleccionaba a los colaboradores?
Al principio del grupo de mis amigos, los más cercanos.
Luego fui invitando a intelectuales afamados, académicos de
prestigio y sobre todo, recibiendo a jóvenes con algún talento
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y amor por la cultura. Claro, hubo escritores y pintores, perio-
distas e investigadores de ciencias sociales y humanidades que
se acercaron por propio pie.
¿Cuál era el procedimiento para seleccionar los textos o
documentos que se presentarían en el suplemento?
Formé un pequeño y ágil cuerpo directivo, o consejo de
redacción, que revisaba los textos, luego yo les daba el visto
bueno. Otras veces eran aceptados por su propio peso: por la
calidad y prestigio del autor o por la importancia histórica del
texto. Así fue, por ejemplo, durante los meses en que se feste-
jó el quinto centenario del descubrimiento de América. Co-
laboraron o mejor dicho, participaron en una amplia y aguda
polémica los mejores historiadores de México, como Miguel
León Portilla, Edmundo O’Gorman y Silvio Zavala, entre
muchos otros igualmente famosos y serios.
¿Qué géneros se empleaban más en El Búho y por qué?
Buscaba más el artículo de fondo y el ensayo, la entrevis-
ta y cierto tipo de columnas juguetonas, divertidas, amenas.
Me parece que son los géneros más adecuados para el perio-
dismo cultural. Pero aceptaba todos si tenían interés para el
lector. Sólo se buscaba que no fueran textos pesados, aburri-
dos. También llegué e pedir encuestas humorísticas, como por
ejemplo qué leen los políticos, si es que leen. Tuvimos siempre
buenos resultados. Los demás suplementos tenían por divisa la
solemnidad, es decir, el tedio. Vale la pena añadir que yo le pu-
se un editorial, esto es, editorialicé el suplemento. Solía escri-
bir yo, o alguno de mis colaboradores, un editorial, la voz de El
Búho, donde explicáramos cuál era nuestra posición en tal o
cual problema de orden cultural.
¿Cuál era la razón de que se utilizaran más dibujos, carica-
turas entre otras imágenes, que fotografías?
La que señalé anteriormente, quería seguir la tradición de
mezclar el texto con las artes plásticas, pero además tenía yo
a la mano muchos pintores y caricaturistas y esa posibilidad
era fantástica. Sí usé fotografía, pero en aquellos tiempos
no reproducía con la nitidez necesaria y entonces prefería usar
línea.
¿Por qué en El Búho no se utilizaba publicidad, y esto no
repercutió en la solvencia económica del suplemento?
Esto fue una aventura que funcionó. Al principio el direc-
tor la aceptó a regañadientes. Un diario, una publicación, vive
de la publicidad, pero el éxito que tuvimos, bueno, hasta las
envidias, lo motivaron a seguir por ese camino. Sin embargo, a
veces, cuando los anunciantes así lo exigían, sí aceptábamos
publicidad. Creo que es un caso único en la historia del perio-
dismo mexicano. Habrá que añadir que en esos momentos
Excélsior era una empresa poderosa y rica.
¿Dentro de El Búho, hubo algunas etapas de mayor tras-
cendencia, como cuáles?
Hubo el desarrollo habitual. Comenzamos y poco a poco
fuimos ganando lectores y atrayendo a otros, creándolos. De
esta forma llegamos a tener gran éxito, lo sé por la multitud
de premios que recibí, entre otros, el Premio Nacional de Perio-
dismo que concedía el gobierno de la República. Luego comen-
zó la decadencia del diario, insisto, no de nosotros como
suplemento. Gradualmente el saqueo de los directivos fue em-
pobreciendo a la empresa o cooperativa. Sin embargo ello no
nos afectó. Incluso llegó una época en que la gente compraba
el diario para leernos a nosotros, porque Excélsior se había
entregado al gobierno en espera de ayuda económica para
cancelar sus muchas deudas, producto de la mala administra-
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José Alfredo Ramírez
ción y del hurto descarado. No creo, pues, que haya habido
decadencia para el suplemento. Habrá que añadir que sim-
plemente murió cuando salí, cuando me censuraron un ar-
tículo en la página editorial donde criticaba a Zedillo, deci-
dí irme y al día siguiente el director dio las órdenes a un
cubano, Lisandro Otero, para cerrar El Búho y abrir otro
suplemento al que le pusieron el desafortunado nombre
de Arena. Esto está narrado en detalle en mi libro Nuevas
recordanzas.
¿Cuáles cree que fueron los motivos del éxito de El Búho?
Los ya señalados a lo largo de tus preguntas: hicimos un
suplemento para todos o al menos para una gran mayoría de
lectores y no un simple y vulgar recadeo entre amigos o ene-
migos. Buscamos la aceptación de los lectores y no del poder
cultural.
¿Ante el declive del Excélsior, El Búho sufrió de repercu-
siones?
Ninguna. Eso es curioso. Para nosotros no parecía haber
crisis, fuimos tratados con respeto tanto por los directivos
como por la misma cooperativa. Tal vez si yo me hubiera que-
dado en lugar de ponerme digno a causa de la censura, que no
sufrí en El Búho sino en el diario, hubiésemos muerto, como
Excélsior, de inanición, a causa de las pillerías de quines se
conducían como los dueños.
¿Es cierto que el domingo, día en que se publicaba El Búho,
Excélsior vendía más ejemplares?
Esto sólo fue al final. Al principio estábamos en el mejor
diario de México, el de mayores ventas, el que no tenía com-
petencia. Pero cuando fue cayendo, cuando lo dejaron caer,
cuando la corrupción se generalizó y comenzaron a despedir
gente valiosa o a rechazarla por pura inseguridad, por miedo a
perder la dirección, ocurrió ese extraño fenómeno que también
se dio en las postrimerías de Sábado: la gente solía comprarlo
para leer el suplemento y dejar de lado un diario que se dedi-
caba a elogiar al poder político, concretamente al PRI.
¿Cómo es que sale de forma tan repentina e inesperada
este gran suplemento?
Tal como lo dije antes, por la censura a la que fui someti-
do. El diario estaba comprometido con la candidatura de
Labastida y con la presidencia de Zedillo, era su tabla de sal-
vación. Yo en cambio era muy crítico del PRI y de sus dirigentes.
Así que un día el cubano-mexicano Lisandro Otero decidió
ponerme un alto y me censuró con el permiso del director
general. Dijo que yo era el colmo, él, que venía dizque de hacer
una revolución comunista en Cuba. No acepté y de inmediato
renuncié con mucho dolor tanto a mis artículos semanales
como a mi muy querido Búho. Pensé ingenuamente que segui-
ría por su fama, pero no, decidieron borrarlo de la historia del
periodismo. Tuve que formar, con todos los que me siguieron
en la salida, que era casi el cien por ciento, salvo dos pobres
diablos, una revista, la que ya conoces, que al principio se
llamó, para no alejarnos de la idea original, Universo de El
Búho y que ahora hemos recuperado el nombre que ya desde-
ñó Excélsior. Pero el éxito no con facilidad se repite. El milagro
se debió a que antes estábamos dentro del periódico de mayo-
res ventas, y ahora la revista, para circular ampliamente, tiene
que ser regalada.
¿Por qué nunca se comentó este hecho?
No lo sé. Seguramente por la falta de solidaridad de
los colegas, por las envidias que despertaba El Búho, por los
odios y aversiones que sufro. Lo ignoro, pero no hubo ningu-
na línea, acaso de Paco Ignacio Taibo I. Pero en los demás hubo
regocijo. Por ejemplo el muy prestigiado Granados Chapa se
puso feliz y en un artículo vergonzoso escribió que nadie de-
rramaría una lágrima por la desaparición de El Búho.
Tuve que escribir yo mismo la historia para que los lecto-
res supieran las razones de mi salida y del fin del suplemento.
Lo publicó solamente una revista especializada en medios, una
de ésas que nadie lee y que fue solidaria.
¿Cuál es su opinión sobre Arena, suplemento que suplió a
El Búho?
Ya lo dije, era un tedio, era un suplemento pretencioso, ya
sin mis camaradas era falto de sentido del humor, era como su
director y fundador, Otero, pomposo y arrogante. Por cierto, al
final de sus días, dicho suplemento me dedicó palabras elogio-
sas por alguno de mis libros. Imagino que se trató de una espe-
cie de arrepentimiento, ya entonces Lisandro Otero había
muerto y Regino Díaz Redondo expulsado de Excélsior por los
cooperativistas.
* Fragmento de la tesis de licenciatura Los suplementos culturales enMéxico. México, 2009.
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