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AQUÍ EDUCAMOS TODOS Las circunstancias de hoy en día – con sus prisas y sus múltiples ocupaciones – ha- cen que debamos ser conscientes de la importancia de entender que todos hacemos posible que el proyecto familiar salga adelante, que es responsabilidad compartida y que estará más completo si nos implicamos globalmente. Por eso tiene sentido acudir a la ayuda de otros miembros de la familia en determinadas circunstancias, y no sólo como último recurso, sino – dentro de lo posible y sin abusar – como medio educati- vo: abuelos, tíos, primos y otros familiares cercanos, amigos de la familia, cuidadores, el colegio,… Al hablar de educación, cada uno de los miembros de la familia puede entender una cosa diferente, por eso los padres han de establecer correctamente sus principios edu- cativos y, a la luz de ellos y con la prudencia necesaria, ver en qué y quiénes pueden ayudarnos. Para los padres, plantearse la educación de sus hijos supone, en la prác- tica, diseñar estrategias que permitan alcanzar su mayor desarrollo físico, su pleno crecimiento intelectual y su mejor ejercicio de la libertad y la voluntad a la que están llamados, así como su afectividad, moldeada según las emociones, afectos y estados de ánimo que se adquieren con la vida. Las responsabilidades que los padres no deberían delegar en ningún momento debe- rían ser, entendemos: las creencias (la idea de Dios y la relación que hemos de tener, como cristianos, con Él); los valores y virtudes que se creen importantes y sobre los que se quiere fundamentar la vida de los hijos; la formación de la conciencia; las normas básicas de educación y de comportamiento (tanto en casa como fuera) y el sentido del dolor y cómo afrontarlo como cristianos. Los abuelos son una parte importantísima de la educación de los hijos ya que, con su experiencia, dan una visión más realista de los problemas a enfrentar y permiten ver, con la perspectiva de toda una vida, problemas de fondo que pueden presentar. Ellos guardan la memoria de la familia y son los mejores transmisores de su historia. Son, pues, una fuente educativa de primer orden, aunque, a veces, con la mejor voluntad, adoptan papeles que no son de su competencia y pueden llegar a extralimitarse. Al hablar de familiares cercanos estamos pensando en miembros de la familia que están próximos a nosotros, con los que tenemos contactos más o menos periódicos y con pareceres y formas de entender la realidad de forma similar a la nuestra. Se trata de tíos, cuñados y primos, matrimonios jóvenes aún sin hijos, parientes solteros, familiares de los abuelos..., pero también podemos pensar en determinados amigos de plena confianza con los que el trato es muy cercano y frecuente y con los que compar- timos parte de nuestras preocupaciones y alegrías. En la relación con el colegio es importante partir de que su propia elección esté fun- damentada en dar continuidad a los valores que los hijos vivan en casa. De ahí que sea importantísimo conocer y valorar el ideario del centro y su proyecto educativo. Como padres será fundamental involucrarse en las actividades y las campañas que a lo largo del curso se celebren y no rehuir el contacto frecuente con los tutores y profesores ya que, además de orientar y ayudar a nuestros hijos intelectualmente, pueden advertir la presencia de problemas o dificultades que, en un momento determinado, afecten al estudio o al propio desarrollo humano y que tienen recursos para intervenir en ello. En los casos en los que existan niñeras o cuidadoras en la familia, hay una máxima que deberíamos emplear: que el final del día, sea para los padres. En términos genera- les, sería conveniente procurar no cambiar mucho de cuidadora; que esté en sintonía con las prioridades educativas de la familia; que se le implique, dentro de lo posible, en la educación de los hijos y que ellos no la asocien como un sustitutivo de sus pa- dres. Está claro que nos corresponde a los padres establecer las sanciones que corrijan determinadas acciones de nuestros hijos. Esta es una función innegociable. Es más, si no lo hacemos y delegamos estas funciones en otras personas, por muy familiares que sean, quedará mermada nuestra propia autoridad. Y con ella nuestro papel de refe- rente. Sin olvidar en ningún momento que al hablar de castigos debemos afrontarlos siempre desde un punto de vista educativo: han de ayudar a los hijos a darse cuenta de lo que han hecho y darles la oportunidad de mejorar en el futuro. Ser corresponsables en la educación moral y trascendente implica, lo primero de todo, reafirmarnos en nuestra escala de valores, adquiriendo a diario el compromiso que supone vivir de acuerdo con ella: si somos cristianos, lo somos en todos los sitios, sin miramientos y sin tapujos, sin miedo “al qué dirán”. Y nuestro compromiso y, sobre todo, nuestro ejemplo, han de ser la guía primordial para nuestros hijos, su referencia y su fundamento. Exige, igualmente, actuar con mucha firmeza, pero con mucha cer- canía. Supone establecer límites pero sin dejar de acompañarles ni tenderles la mano en los momentos necesarios, marcando la pauta en muchos aspectos cotidianos.

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AQUÍ EDUCAMOS TODOS

Las circunstancias de hoy en día – con sus prisas y sus múltiples ocupaciones – ha-cen que debamos ser conscientes de la importancia de entender que todos hacemos posible que el proyecto familiar salga adelante, que es responsabilidad compartida y que estará más completo si nos implicamos globalmente. Por eso tiene sentido acudir a la ayuda de otros miembros de la familia en determinadas circunstancias, y no sólo como último recurso, sino – dentro de lo posible y sin abusar – como medio educati-vo: abuelos, tíos, primos y otros familiares cercanos, amigos de la familia, cuidadores, el colegio,…

Al hablar de educación, cada uno de los miembros de la familia puede entender una cosa diferente, por eso los padres han de establecer correctamente sus principios edu-cativos y, a la luz de ellos y con la prudencia necesaria, ver en qué y quiénes pueden ayudarnos. Para los padres, plantearse la educación de sus hijos supone, en la prác-tica, diseñar estrategias que permitan alcanzar su mayor desarrollo físico, su pleno crecimiento intelectual y su mejor ejercicio de la libertad y la voluntad a la que están llamados, así como su afectividad, moldeada según las emociones, afectos y estados de ánimo que se adquieren con la vida.

Las responsabilidades que los padres no deberían delegar en ningún momento debe-rían ser, entendemos: las creencias (la idea de Dios y la relación que hemos de tener, como cristianos, con Él); los valores y virtudes que se creen importantes y sobre los que se quiere fundamentar la vida de los hijos; la formación de la conciencia; las normas básicas de educación y de comportamiento (tanto en casa como fuera) y el sentido del dolor y cómo afrontarlo como cristianos.

Los abuelos son una parte importantísima de la educación de los hijos ya que, con su experiencia, dan una visión más realista de los problemas a enfrentar y permiten ver, con la perspectiva de toda una vida, problemas de fondo que pueden presentar. Ellos guardan la memoria de la familia y son los mejores transmisores de su historia. Son, pues, una fuente educativa de primer orden, aunque, a veces, con la mejor voluntad, adoptan papeles que no son de su competencia y pueden llegar a extralimitarse.

Al hablar de familiares cercanos estamos pensando en miembros de la familia que están próximos a nosotros, con los que tenemos contactos más o menos periódicos y con pareceres y formas de entender la realidad de forma similar a la nuestra. Se trata de tíos, cuñados y primos, matrimonios jóvenes aún sin hijos, parientes solteros, familiares de los abuelos..., pero también podemos pensar en determinados amigos de plena confianza con los que el trato es muy cercano y frecuente y con los que compar-timos parte de nuestras preocupaciones y alegrías.

En la relación con el colegio es importante partir de que su propia elección esté fun-damentada en dar continuidad a los valores que los hijos vivan en casa. De ahí que sea importantísimo conocer y valorar el ideario del centro y su proyecto educativo. Como padres será fundamental involucrarse en las actividades y las campañas que a lo largo del curso se celebren y no rehuir el contacto frecuente con los tutores y profesores ya que, además de orientar y ayudar a nuestros hijos intelectualmente, pueden advertir la presencia de problemas o dificultades que, en un momento determinado, afecten al estudio o al propio desarrollo humano y que tienen recursos para intervenir en ello.

En los casos en los que existan niñeras o cuidadoras en la familia, hay una máxima que deberíamos emplear: que el final del día, sea para los padres. En términos genera-les, sería conveniente procurar no cambiar mucho de cuidadora; que esté en sintonía con las prioridades educativas de la familia; que se le implique, dentro de lo posible, en la educación de los hijos y que ellos no la asocien como un sustitutivo de sus pa-dres.

Está claro que nos corresponde a los padres establecer las sanciones que corrijan determinadas acciones de nuestros hijos. Esta es una función innegociable. Es más, si no lo hacemos y delegamos estas funciones en otras personas, por muy familiares que sean, quedará mermada nuestra propia autoridad. Y con ella nuestro papel de refe-rente. Sin olvidar en ningún momento que al hablar de castigos debemos afrontarlos siempre desde un punto de vista educativo: han de ayudar a los hijos a darse cuenta de lo que han hecho y darles la oportunidad de mejorar en el futuro.

Ser corresponsables en la educación moral y trascendente implica, lo primero de todo, reafirmarnos en nuestra escala de valores, adquiriendo a diario el compromiso que supone vivir de acuerdo con ella: si somos cristianos, lo somos en todos los sitios, sin miramientos y sin tapujos, sin miedo “al qué dirán”. Y nuestro compromiso y, sobre todo, nuestro ejemplo, han de ser la guía primordial para nuestros hijos, su referencia y su fundamento. Exige, igualmente, actuar con mucha firmeza, pero con mucha cer-canía. Supone establecer límites pero sin dejar de acompañarles ni tenderles la mano en los momentos necesarios, marcando la pauta en muchos aspectos cotidianos.

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PREGUNTAS PARA LA REFLEXIÓN

1. ¿Nos es fácil encontrar colaboradores de confianza a la hora de educar a nuestros hijos?

2. ¿Nos preocupa la formación y ejemplo que otras personas puedan darles? ¿Delegamos toda la responsabilidad en otras personas creyendo que así hemos cumplido como padres?

3. ¿Mantenemos contactos y conversaciones periódicas con aquéllos a los que encomendamos algún aspecto de la educación de nuestros hijos?

4. ¿Estamos dispuestos a ayudar y colaborar con otros familiares y amigos a educar a sus hijos, aprovechando nuestra experiencia como padres y lo beneficioso que resulta la asistencia la Escuela de Familias?

SUGERENCIAS: LIBROS, PELÍCULAS

Libros:• “Aquí educamos todos. Los protagonistas de la educación”. Félix Burgos y María Muñoz. Editorial San Pablo.• “Educar hoy”. Fernando Corominas. Editorial Palabra.

Películas:• Soul Surfer.• Sonrisas y lágrimas.• Tuyos, míos, nuestros. • La gran familia.