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EN LA GRACIA DE LOS ORÍGENES Apuntes para una reflexión en el Centenario de la congregación Queridas hermanas: Hemos llegado al año de “nuestro” Centenario. La luz del Espíritu que ha inspirado al joven Alberione y ha depositado en él la semilla y la gracia de la fundación, llega también a nosotras, y nos llama a: - reavivar la memoria, recordar el camino que el Señor nos ha hecho recorrer (cf. Dt 8,2), contemplar la historia como una magnífica obra de Dios; - asombrarnos y sorprendernos por las riquezas recibidas y juntas, llegar a ser comunicadoras apasionadas; - abrirnos al futuro, volviendo a poner toda nuestra confianza en el Señor y dejándonos llevar por la brisa del Espíritu. ANTORCHAS PROFÉTICAS QUE PASAN DE MANO EN MANO El carisma es una realidad espiritual y viva. Si se lo vive, nunca envejece, es siempre actual. El carisma paulino, gracias a nosotras, crece de manera dinámica a lo largo de la historia. Cada día se renueva aquel mismo don de gracia que ha investido a don Alberione y ha involucrado a Maestra Tecla, a las primeras hermanas y a los primeros hermanos. Nosotras somos aquellas almas generosas de las cuales hablaba el Fundador, que sienten lo que él sentía. Este sentir es un don del Espíritu:

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EN LA GRACIA DE LOS ORÍGENES

Apuntes para una reflexión

en el Centenario de la congregación

Queridas hermanas:

Hemos llegado al año de “nuestro” Centenario. La luz del

Espíritu que ha inspirado al joven Alberione y ha depositado en

él la semilla y la gracia de la fundación, llega también a

nosotras, y nos llama a:

- reavivar la memoria, recordar el camino que el Señor

nos ha hecho recorrer (cf. Dt 8,2), contemplar la historia

como una magnífica obra de Dios;

- asombrarnos y sorprendernos por las riquezas recibidas y

juntas, llegar a ser comunicadoras apasionadas;

- abrirnos al futuro, volviendo a poner toda nuestra

confianza en el Señor y dejándonos llevar por la brisa del

Espíritu.

ANTORCHAS PROFÉTICAS QUE PASAN DE MANO EN MANO

El carisma es una realidad espiritual y viva. Si se lo vive,

nunca envejece, es siempre actual. El carisma paulino, gracias a

nosotras, crece de manera dinámica a lo largo de la historia.

Cada día se renueva aquel mismo don de gracia que ha

investido a don Alberione y ha involucrado a Maestra Tecla, a

las primeras hermanas y a los primeros hermanos. Nosotras

somos aquellas almas generosas de las cuales hablaba el

Fundador, que sienten lo que él sentía. Este sentir es un don del

Espíritu:

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Dios renueva en nosotras el don del Espíritu que concedió al

padre Alberione, para que lo hagamos vivo y operante en la

Iglesia y en el mundo (Const. 4).

Se establece así entre nosotros y el Fundador un vínculo

creado por el Espíritu: una relación de paternidad y de filiación.

Don Alberione, como Pablo, puede decirnos: «… he sido yo

quien los engendré a la vida en Cristo Jesús mediante el

Evangelio» (1Cor 4,15).

Se trata, pues, de «recibir una herencia, conservar una

memoria, (…) reavivar una presencia», para dar futuro a la

profecía.

Nosotras somos responsables de emanar las energías del

carisma, de hacerlo vivo en nuestras personas. Son antorchas

proféticas que pasan de una generación a otra. Son muchas

aquellas que en estos años lo pasan. Para que no se apaguen las

profecías deben ser muchas las que tienden las manos para que no

caigan en la tierra y sean pisoteadas1.

Reavivar una presencia significa preguntarnos si Jesús es

verdaderamente nuestro único amor; significa recordar «los

meses pasados… los días de la juventud» de los que hablaba

Job, en los cuales Dios lo protegía y su antorcha alumbraba

sobre su cabeza (cf. Job, 29-5). La vida consagrada es una

relación, una vocación que parte del amor y tiende a una

configuración, a una identificación total entre el amante y el

Amado.

Reavivar una presencia quiere decir, experimentar la mística

del vivir juntas en la alegría del encuentro, de la acogida, del

respeto, de la ayuda recíproca, de la comprensión y del perdón.

Quiere decir reencender la fe. Maestra Tecla repetía

continuamente: «Nuestra congregación está fundada sobre la

fe».

1 Así se ha expresado el padre Carlo Molari, en el “Convenio de estudio sobre don Alberione

realizado en Ariccia en noviembre de 2014.

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Celebrando el centenario, estamos en profunda sintonía con

el año de la Vida consagrada. De hecho, el Papa Francisco,

afirma en la Carta a los consagrados:

El primer objetivo del año es mirar el pasado con gratitud…

recorrer el camino de las generaciones pasadas para captar en ellas

la chispa inspiradora, la idealidad, los proyectos, los valores que

la han movido… Es también un modo para tomar conciencia de

cómo se ha vivido el carisma a lo largo de la historia, cuál

creatividad ha irradiado, cuáles dificultades ha debido afrontar y

cómo han sido superadas… Narrar la propia historia es dar

alabanza a Dios y agradecerle por todos sus dones.

La obra de Dios en nuestra congregación es una maravilla de

gracia, y la memoria de la herencia recibida es el estímulo más

fuerte para creer que el Señor continúa guiándonos, con su

mano tierna y fuerte, también en el tiempo presente; tiempo

delicado y fatigoso, porque la crisis de sentido que atraviesa

cada contexto toca también a la vida consagrada; pero también

tiempo de esperanza: de hecho, el Espíritu nos empujan a un

testimonio más evangélico, nos llama a ir, como Pablo, a la

plaza de Atenas y hablar del Dios desconocido para los

gentiles (cf. Hch 17,22-24), valorizando las posibilidades

ofrecidas por la cultura de la comunicación.

El recuerdo del camino recorrido y el contacto con aquel

inagotable “documento”, que es la vida de las primeras

generaciones, puede infundir también en nosotras una fe y un

impulso renovados. «Sabemos en quien hemos creído» y

tenemos la certeza que «Aquel que ha iniciado en nosotras esta

obra, la conducirá al complimiento».

MIRAR EL PASADO CON GRATITUD

Las primeras comunidades paulinas están animadas por la

claridad de un ideal que sostiene una vida comprometida en

todos los niveles. Con los primeros chicos y chicas Alberione

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construye, en los años Veinte, cuatro casas, el Templo a san

Pablo; desempeña un trabajo apostólico vastísimo: 2200

bibliotecas populares, 500 boletines parroquiales; varios

periódicos, colecciones de libros, centros de difusión y fiestas

del Evangelio en centenares de parroquias…

El impulso que sostiene a aquellos jóvenes y la carga de

entusiasmo es doble: la tensión a la santidad y un fuerte ideal

apostólico, que se expresan en la generosidad, en la atención

espiritual para evitar el pecado, progresar y vivir de Jesús para

comunicarlo. Existe la convicción que «en cada esfuerzo se

debe progresar por diez; y ¿por qué esto? Porque el Señor llama

a una santidad altísima»2.

La actividad apostólica está ritmada por la oración, que

viene casi gritada en los repartos de apostolado entre el rumor

de las máquinas, una oración en la cual están ya contenidos los

elementos característicos del carisma.

Existe, además una confianza absoluta en el Fundador y en

san Pablo. Refiriéndose a la experiencia de Susa, Maestra Tecla

narraba:

San Pablo era el patrón de casa: se había puesto en el negocio

el cuadro grande, se había preparado un altarcito y siempre se

tenía una lámpara encendida y el altarcito adornado con flores.

Los escolares de la ciudad, especialmente alguna llevaba cada

tanto las flores y las ofertas a san Pablo. Todo esto nos daba

placer porque hubiéramos querido que san Pablo entrase en todas

partes. (...) Habíamos experimentado muchas veces su especial

protección3.

UN MOMENTO FUNDAMENTAL

DE NUESTRA HISTORIA

2 Cf. Diario de don Giaccardo, p. 71. 3 Le nostre origini, p. 19.

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A las primeras hermanas que se reunieron en Alba para

hacer el bien con la prensa, don Alberione proyectó

inmediatamente la vida religiosa, por ellas acogida con

particular entusiasmo. Escribía Maestra Tecla, en 1923:

Cuando encontré por primera vez al Sr. Teólogo, me habló de

la nueva institución de hijas que habrían de vivir como

hermanas… me entusiasmé enseguida.

Entre las fechas a recordar, ella anotó con cuidado el 29 de

junio de 1916, día en el cual emitió los votos privados

temporales. Más tarde, en 1947, escribía a su hermano:

Querido hermano: todavía no estoy segura de ir para tu 25° de

Misa, así por lo menos con un miserable escrito quiero estar a tu

lado. Recuerdo el día de tu ordenación (1922): yo estaba en Susa

y vine justamente para esto, cuántas cosas desde entonces en

adelante para mí y para ti…

Yo estoy muy agradecida, deja que al menos una vez te lo diga y

agradezca. Es por ti que soy Hija de San Pablo. ¿Recuerdas que has

sido tú quien me has hecho conocer al Teólogo? Soy contentísima

de mi vocación, quisiera tener mil vidas para dedicarlas a este noble

apostolado, aunque con muchos inconvenientes y dificultades…

Podemos volver a pensar en la alegría de las primeras

hermanas cuando, al final del curso de ejercicios espirituales,

predicados por el can. Francesco Chiesa y por Mons. Ugo

Mioni, se ligaban a Dios con voto público. Leemos en el

boletín Unione Cooperatori Buona Stampa, de agosto de 1922:

El 22 de julio de 1922 es para las Hijas de San Pablo, una

fecha histórica. Después de siete años de prueba, de trabajo

escondido, de sacrificio humilde, de oración incesante, de vida

religiosa ignorada, el sábado 22 de julio, terminábamos la semana

de ejercicios espirituales, dábamos el gran paso, se consagraban

perennemente a Dios y a la misión de la Buena Prensa con voto

público constituyendo la Pía Sociedad de las Hijas de San Pablo…

El primer grupo es de nueve: desde hoy comienza su expansión.

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Las nueve Hijas prometen dedicarse por toda la vida al

apostolado de la Buena Prensa para vivir la vida del Divino Maestro, bajo

la mirada de María Reina de los Apóstoles, con la guía de san Pablo

apóstol.

En aquella ocasión, don Alberione impone a Teresa Merlo

un nombre nuevo Tecla, en memoria de la discípula del apóstol

Pablo.

La vida religiosa fue considerada por el Fundador como

esencial para la identidad de las Hijas de San Pablo y de la

Familia Paulina. En 1910, en una mayor luz, don Alberione dio

un «paso definitivo» hacia la comprensión del proyecto de

Dios:

Escritores, técnicos, propagandistas sí; pero religiosos y

religiosas… Formar una organización, sí; pero religiosa; donde las

fuerzas están unidas, donde la entrega es total, donde la doctrina

será más pura…» (cf. AD 23-24).

La «mayor luz» de 1910 constituye el verdadero proyecto

paulino. La misión ha dado un color particular a la vida

religiosa a través de estructuras flexibles, de gran respiro

apostólico (pensemos en la vida itinerante de las

propagandistas). Y la vida religiosa ha enriquecido el ejercicio

del apostolado con una fuerte interioridad, expresada en una fe

heroica, fundada en el Pacto, en la adhesión vital al Maestro

divino.

EL «MARTIROLOGIO DE LA CARIDAD»

La gracia de los orígenes nos remite a releer con verdadera

conmoción el testimonio de nuestras hermanas que han dado la

vida por el Evangelio. Lo testimonia el Fundador en 1954:

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Las Hijas de San Pablo tienen una especie de martirologio que

es el martirologio de la caridad. Ya muchas han pasado a la

eternidad por haber dado todas sus fuerzas al apostolado4.

Si escribiéramos la historia de nuestra santidad, cuánto

heroísmo encontraríamos. Cada hermana tendría su propia

historia por narrar: esta vitalidad continúa a alimentar y a hacer

fecunda a la congregación.

Pienso en las primeras hermanas que «surgieron sin nombre,

sin casa, sin que alguno se diera cuenta… en aquellos años en

los cuales la fe y el amor a Dios sostuvieron a aquellos

primeros…». Pienso en las hermanas que en un grupo de dos o

tres, con una enorme carga de fe y de pobreza recorrían

caminos aún no trazados para ir a las ciudades indicadas por el

Fundador y establecerse los primeros “sagrarios”: Salerno,

Bari, Verona, Cagliari… Filiales que en poco tiempo se habrían

multiplicado en todo el mundo: Brasil, Argentina, Estados

Unidos, Francia, Polonia, China… Los grandes ideales

misioneros se encarnaban en la experiencia de Belén en la

pobreza absoluta de medios, de idioma y de acogida.

Entre todas, nuestra mirada se posa sobre algunas hermanas

que han ayudado a Maestra Tecla con particular

responsabilidad, acompañándola en el camino de la

Congregación.

« ¡Quiero que tú vivas en mí!»

Maestra Nazarena entró en Susa en 1919, murió en Alba el

5 de junio de 1984. Fue la primera redactora de Famiglia

Cristiana, maestra de las novicias por más de treinta años,

traductora de las obras de santa Teresa de Ávila, consejera

general por varios mandatos, vicaria general, superiora local y,

en la ancianidad, nuevamente en Alba en el apostolado técnico.

4 FSP54 p. 252.

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Como ya la Primera Maestra, M. Nazarena se hizo cargo del

camino de la congregación y de la Iglesia en un periodo

particularmente difícil. El 11 de julio de 1972 ofrecía su vida al

Padre:

Señor, amo mi congregación más que mi vida, deseo que todas

vivamos en plena coherencia los compromisos de nuestra

consagración, estoy atormentada por la pena de ver tantas cosas

que turban el rostro de las almas que tú has llamado y son amadas

con un amor de predilección, y temo que sea ofendido tu corazón

divino y que esta Familia que tú has querido, suscitado y guiado

no corresponda a tus designios de amor.

Por esto, Señor, guiada y solicitada por tu Espíritu, te ofrezco toda

mi persona como pequeña víctima. Me ofrezco; por tu mayor gloria,

por toda la Iglesia, por el Papa, por los Sacerdotes, por los Religiosos y

las Religiosas y por toda la Familia Paulina, de manera especialísima

por las Hijas de San Pablo. Me ofrezco en reparación: de todas las

defecciones, deficiencias, contestaciones, murmuraciones... Señor,

estoy preparada para aceptar de tus manos paternas todo cuanto quieras

disponer de mí para realizar esta mi oferta.

Maestra Nazarena ha sido siempre guiada por una Palabra

convertida en su programa: «Cristo vive en mí». Y ha

encontrado, en la indicación del Fundador, la orientación

decisiva para su camino espiritual:

¿Para qué me ha llamado el Señor? Para su gloria, para mi

santificación haciendo vivir en mí Cristo (1973).

Señor, te agradezco que desde varios años haz hecho sentir a

mi alma esta invitación: vivir en Cristo, vida de identificación con

Cristo (1973).

Para mí, vivir es Cristo ‒ Ya no soy yo quien vive: es Cristo

quien vive en mí: es este el núcleo esencial de la espiritualidad

paulina. Esta es mi gran aspiración. Es a esta meta que quiero

llegar... Soy consciente de mi pequeñez y pobreza, pero siento

cada vez más vivo el deseo de corresponder a tu invitación mi

vivir es Cristo (1981).

Quiero seguirte, no sólo caminando detrás de ti, sino vivir

como tú, y aún más, quiero que tú vivas en mí. Que tú vivas en mi

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mente, en mi corazón y en mi voluntad. Quiero llegar al «ya no

soy yo quien vive, es Cristo que vive en mí».

Maestra Nazarena asume el tiempo del post-Concilio, de la

muerte de Maestra Tecla y del Fundador, de la preparación del

Capítulo especial, como un tiempo de gracia y de crecimiento

espiritual. Escribía en sus libretas:

Tú has guiado a tu pueblo con mano paterna y fuerte... Creo que

haces otro tanto con nuestra congregación. No veo claramente tu

mano paterna, pero adoro, creo, acepto, espero y amo... La

congregación es tuya, yo soy tu hija, mis hermanas están en tus

manos.

Me siento diversa... mentalidad, estilo de vida. ¿Camino en el

camino justo o tendré que cambiar? Tú Señor eres quien me debe

cambiar, si lo ves necesario. Yo no lo sé. Por estos motivos me

parece estar en un desierto... ¿Es al desierto donde conduce a las

almas a las cuales quiere revelarles o es un desierto al cual me

entrego yo? ¡Habla, Señor! Hay una gran confusión interna. Quien

dice una cosa, quien dice otra. No comprendo, estoy perpleja,

algunas veces me parece que un alud inmenso me arrastre. Y sin

embargo espero en ti, me confío a ti. Medito tus palabras: «No

teman. Yo estoy con ustedes. Desde aquí quiero iluminar». Tú

estás conmigo, aunque camine por valles oscuros y tenebrosos. Tú

eres mi Pastor, mi Maestro, mi todo... Si soy de impedimento para

tu obra, quítame, ponme en un rincón a orar, trabajar y sufrir5.

He sido llamada para ser toda de Dios»

Reportamos el testamento que trazó una hermana que

pertenecía al primer grupo de las Hijas de san Pablo, Maestra

Agnese Manera (1895-1982). Ella lo escribió para el folleto-

recuerdo a publicar después de su muerte:

En el pueblo de Serravalle Langhe he sido llamada para ser

toda de Dios: un llamado especial que el Señor me ha dirigido a la

edad de quince años.

5 Cf. Il tuo volto, io cerco, pp. 94-95.

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He dejado todo cuanto tenía en curso con un lindo sí y un lindo

gracias. Pero he retardado mucho en realizar la vocación porque

los motivos han sido muchos. Dios ha guiado bien cada cosa.

Entrada en congregación he hecho el oficio de tapa agujeros. He

hecho cada pequeña cosa con gran amor tratando de no molestar.

Todo por Dios, la congregación, las almas; en obediencia de mis

superioras, el Primer Maestro y la Primera Maestra Tecla, y los

otros superiores. El que está con los superiores está con Dios. A

todos les agradezco y recuerdo en Dios que es Amor.

«Maestra Ignazia: copia viviente de la Primera Maestra»

Maestra Ignazia Balla (1909-2003) ha sido una mujer de

gran bondad, delicadeza, gran sabiduría. Íntima colaboradora

de Maestra Tecla, ha sabido estar a su lado con humildad,

discreción y creatividad para iluminar e interpretar el espíritu y

el pensamiento del Fundador y transmitirlo con fidelidad y

sabiduría a las Hijas de San Pablo esparcidas en el mundo.

En el tiempo en que nos hemos dedicado a profundizar el

significado “docente” de nuestra vocación, es bello recordar su

intenso trabajo para favorecer la formación intelectual de las

hermanas. En las actas de las reuniones de las enseñantes,

redactadas por ella diligentemente durante tres años (1957-

1960), aparece una casi perfecta organización de cursos de

estudio, un cuidado asiduo del desarrollo regular y proficuo de

los programas, un atento acompañamiento de las enseñantes,

siempre preocupada que el estudio fuese adecuado a las nuevas

aperturas apostólicas. Ella misma es autora de la Oración del

enseñante, una admirable síntesis del significado de los

estudios en la vocación paulina.

Bajo su dirección, en 1961, fue preparado el opúsculo I

nostri estudi nel pensiero del Primo Maestro, y en 1962 dio

inicio la revista Scuola e vita paolina, una guía para la

comprensión de la naturaleza de los estudios, para mejorar la

didáctica y la unión entre los estudiantes de las diversas

naciones. En 1962 tuvo la alegría de inaugurar, en Roma, el

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estudiantado “Santa Tecla”, con aulas, una buena biblioteca, un

gabinete científico y un museo.

Asumió la guía del Instituto en 1964. Conservó y desarrolló

el rico patrimonio carismático recibido de Maestra Tecla y

preparó la congregación para entrar en el espíritu del Concilio a

través de la convocación y la cuidadosa preparación del

Capítulo especial. Su elección fue para todas las hermanas una

«gozosa noticia», porque era considerada la persona más apta

para recoger la valiosa herencia de la Primera Maestra. Todas

recordaban las palabras que algunos años antes, don Alberione

había dicho: «Maestra Ignazia es una copia viviente de la

Primera Maestra… una paulina fidelísima».

Maestra Ignazia escribía a las hermanas en la fiesta de san

Ignacio de 1964:

El Señor guiará siempre la congregación; la congregación es

suya; la ha poseído desde el principio, la posee y continúa

poseyéndola siempre. Él tiene cuidado de toda la congregación

como cuida, en su providencia amorosa y sabia, a cada uno de sus

miembros.

Dejémonos conducir por el Señor, seamos dóciles… Hagamos

todas juntas la renovación de nuestra entrega. A él nos ofrecemos

por manos de María y de la Primera Maestra que desde el cielo

recibirá una vez más nuestra profesión.

En el estilo de Dios

Con profundo sentido contemplativo, sor Assunta Bassi

(1915-2012) recorría los eventos de su riquísima experiencia:

¿Qué siento pensando en el camino de la congregación? Me

pregunto: ¿cómo se ha podido hacer? Y me convenzo que Jesús,

nuestro Maestro, ha mantenido su promesa, ha estado con

nosotras y ha hecho posible la expansión de la congregación y de

sus múltiples iniciativas apostólicas. Todo ha ocurrido en el estilo

de Dios: Él hace cosas grandes en la sencillez, en la pobreza, en

el silencio… Nuestro ánimo se conmueve frente a la fidelidad y a

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la bondad infinita del Señor. « ¡No teman!». Debemos contar con

Él.

Misioneras en China

«Ser un día misionera en China»: es el germen que Dios ha

puesto en el corazón de sor Cleofe Zanoni (1912-1998) desde pequeña y que ella cultivó y desarrolló hasta el último momento.

Don Alberione intuyó en el deseo de sor Cleofe y de otras

Hijas de San Pablo, que fuese justo el tiempo de tentar la

apertura de una casa en China y, junto a Maestra Tecla, preparó

la expedición. El 10 de enero de 1937, en la nave “Conte

Rosso” dirigidas a Manila, que llevaba al Legado Pontificio

para el Congreso Eucarístico Internacional, se embarcaban tres

Hijas de San Pablo dirigidas a China: sor Cleofe Zanoni y sor

Elena Ramondetti, acompañadas por sor Edvige Soldano.

Sor Cleofe, entre las pocas cosas que llevaba, cuidaba un

cuaderno en el que su exuberante entusiasmo juvenil, narraría

las memorias del viaje de las primeras fundaciones paulinas en

el mundo oriental. Escribía, recordando los inicios de aquella

aventura:

¡Ir a China! Desprovistas e ignorantes de todo. Las dificultades

eran verdaderamente muchas y de todo tipo, tal como el clima, las

costumbres, el idioma y la falta de las cosas más elementales, las

fatigas de todo tipo para afrontar costumbres totalmente nuevas y

situaciones imprevisibles, sobre todo el rechazo de un mundo al

cual nos sentíamos mandadas. Pero nosotras estábamos tranquilas

y serenas. Aún conscientes de nuestra pobreza e insuficiencia,

sabíamos que Dios estaba con nosotras y suplía nuestras

deficiencias. El pensar que Jesús había elegido a los apóstoles

entre los pescadores, nos aseguraba que nos daría también a

nosotras la gracia suficiente y necesaria, si de parte nuestra

corresponderíamos fielmente al llamado y nos fiásemos de él. No

teníamos deseos y ambiciones particulares fuera de la alegría de

poder cumplir nuestro apostolado, o sea, llevar el Evangelio y el

catecismo a muchos hermanos.

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Nuestras credenciales eran el Evangelio, el rosario, el crucifijo

misionero, las Constituciones y la visa para poder entrar en China.

Nuestra confianza, además que del Señor, estaba en la palabra del

Fundador y de Maestra Tecla, en las cuales creíamos hasta el

fondo, también cuando toda comunicación fue truncada a causa de

la guerra. Nos daba valor y nos comprometía a la fidelidad total, a

la confianza de los superiores al mandarnos solas, tan lejos, en

condiciones tan precarias. Mientras tanto, siempre abiertas a

nuevas experiencias y nuevas esperanzas, alabábamos a Dios por

cuanto nos concedía admirar en la creación y todo nos convencía

cada vez más de la necesidad de llevar el Evangelio en aquel

mundo inmenso y desconocido.

Para la misión a la cual estábamos enviadas no hemos tenido

otra preparación que un normal curso de ejercicios espirituales.

No habíamos frecuentado cursos específicos, ni estudiado idiomas

o elementos de geografía. Una cosa sola nos animaba: el gran

deseo de hacer el bien a millones de personas que nunca habían

escuchado hablar de Jesús, que no conocían el Evangelio y no

eran bautizados. En la mente y en el corazón teníamos esculpidas

las simples, pero incisivas directivas del Fundador: Sean siempre

paulinas; vivan convencidas de su vocación; hagan su apostolado;

renueven a menudo el Pacto y la coronita a san Pablo; estén

siempre unidas entre ustedes y a su Centro de Roma; vayan

siempre adelante con valentía: oren, confíense a Jesús Maestro. Él

las guiará. La Reina de los Apóstoles será su Madre».

UNA LUZ ENCENDIDA SOBRE NOSOTRAS

Podríamos continuar la narración de las experiencias

deteniéndonos sobre la nuestra. También nuestra vida, en cada

uno de sus momentos, ha sido vivida a la sombra del Espíritu. Él

ha vivificado, guiado y orientado. Es importante descubrir su

acción, captar su obra en la maduración vocacional, percibir su

gemido en nosotros para reconocernos marcados a fuego por la

misión de iluminar, bendecir, vivificar, aliviar, sanar, liberar (cf.

EG 273).

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El carisma que el Espíritu ha concedido a don Alberione es

una perla que brilla con luz fulgurante, en la integración

profunda entre apostolado y consagración en el camino de los

consejos evangélicos

El Padre, que nos ha elegido en el Bautismo para vivir en su

Hijo, al llamarnos entre las Hijas de San Pablo nos consagra más

profundamente a sí para enviarnos a anunciar las insondables

riquezas del misterio de Cristo. Él renueva en nosotras el don del

Espíritu concedido al padre Santiago Alberione para que lo

hagamos vivo y operante en la Iglesia y en el mundo (Const. 4).

A Don Alberione le gustaba hablar de una luz encendida en

la profesión: una “luz”, una consagración, que «nos introduce

plenamente en el misterio de la alianza de Dios con su pueblo y

nos hace participar de modo específico en la vida y misión de la

Iglesia…» (Const. 6). Por lo tanto, toda nuestra vida se expresa

como consagración: somos y operamos siempre como

comunidad de consagradas, es decir como personas que ya no

se pertenecen a sí mismas sino a Cristo para el anuncio del

Evangelio «puestas aparte para el Evangelio», como el apóstol

Pablo y los profetas.

Nuestra fidelidad a la consagración «refuerza la vitalidad de

la Iglesia» (Const. 6) introduciendo en ella el estilo de vida, de

testimonio, de apostolado y la riqueza espiritual de la

congregación que juntas constituimos.

El ideal que los consejos evangélicos nos enuncian es el

único: Cristo Jesús. Para vivir él y de él, el Padre nos llama y

nos atrae. Es a él que estamos llamadas a irradiar en un mundo

en el cual las redes de la comunicación han alcanzado un

desarrollo inaudito.

CONFIADAS EN UNA PROMESA…

El verdadero protagonista de nuestra historia es el Padre. Él nos

llama a la comunión consigo, nos envía, sella una alianza eterna

(cf. Is 55,3), una alianza fuerte como el amor (cf. Is 54, 7); una

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alianza íntima como una boda (cf. Is 54,5). Una alianza, para

nosotras confiadas en la promesa: «No teman, yo estoy con

ustedes. Desde aquí quiero iluminar, tengan el dolor de los

pecados».

Hacer de esta promesa nuestro programa de vida significa

volver a descubrir y vivir la mística apostólica paulina, es decir

la fuerza unificadora de la espiritualidad y aquella profecía de

la misión… significa estar convencidas que «no somos nosotras

quienes conducimos la obra de la evangelización, sino Dios…»

(cf. DC 16,28).

A nosotros, herederos de esta historia rica de fe y de valentía

se nos pide tener, como los profetas, la capacidad de escrutar la

historia y de interpretar los advenimientos: como centinelas que velan

en la noche y saben cuando llega la aurora (Papa Francesco).

Son palabras que nos vuelven a recordar el patrimonio

paulino del lanzarse hacia adelante, «manteniendo vivo el

impulso apostólico de los comienzos para responder a las

expectativas de salvación de la humanidad» (Const. 3).

Adelante, pues. Paso a paso… lanzándose siempre hacia

adelante hasta el más allá, hasta Jesús, en el Paraíso. Lanzarse

hacia adelante cada día, sin detenerse en el camino de la santidad

y en el trabajo de apostolado6.

LEVÁNTATE E ILUMINA EL MUNDO

«Despierten al mundo», repite el Papa a todos los

consagrados… «Vivan el presente con pasión.

Nosotras, primero que todos, tenemos necesidad de

levantarnos para recorrer con mayor audacia los senderos de la

nueva evangelización; tenemos necesidad de escuchar las

palabras que hacen arder los corazones

Levántate y cree en la promesa: «Levántate, recorre la tierra a

lo largo y a lo ancho, porque yo la daré a ti» (Gen 13,17).

6 FSP55, p. 185.

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Levántate y déjate revestir con mi luz. Yo te haré luz (cf. Is 60,1).

Levántate y escucha palabras de amor: «Habla mi amado y me

dice: ¡Levántate, amada mía, preciosa mía, y ven!» (Ct 2,10).

Levántate y acepta la invitación a resurgir: «Levántate y

camina…»; « ¡ánimo, levántate, que te llama!» (Mc 10,49).

Levántate para un nuevo impulso misionero: «Levántate y

entra en la ciudad» para llevar a las naciones «el esplendor del

glorioso Evangelio de Cristo» (2Cor 4,4).

« ¡Levántate y ponte de pie! Me he aparecido a ti, para hacerte

mi servidor y para que des testimonio de que me has visto y de lo

que todavía tengo que mostrarte…» (At 26,15ss).

¡Levántate para una vida más fervorosa y ardiente!

El Papa Francesco nos interroga: « ¿Tenemos grandes

visiones y empuje?... ¿Vuela alto nuestro sueño?».

Y don Alberione nos solicita, también hoy:

Ustedes son Hijas de San Pablo, deben tener una gran

confianza en san Pablo que les obtendrá la gracia de pasar de una

vida tibia a una vida fervorosa. En nuestra congregación no se

encuentran almas tibias: aquí se necesitan almas activas,

generosas, fervorosas, san Pablo quiere corazones ardientes,

mente clara, amplia, quiere generosidad7.

¡En camino!

Han tocado todos los continentes:

mientras pasaban de una nación a otra

o volaban sobre las montañas y surcaban los océanos,

no hablen de lo que han hecho.

Portadoras de Cristo, miembros vivos y operantes de la Iglesia

adelante... Lleven la verdad en caridad8.

Pablo, el Apóstol de las naciones, el gran misionero del

Evangelio nos ayude a lanzarnos hacia adelante, en camino por

los caminos del mundo de las mujeres y de los hombres de hoy.

María, Reina de los Apóstoles, nos sea guía y madre.

7 FSP51, p. 206. 8 Don Alberione, abril 1961.

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Para la reflexión personal

Contemplemos la vocación paulina, como se ha desarrollado en

la congregación y en nuestra vida con las mismas actitudes con las

cuales Alberione releía su propia historia:

conciencia de ser simples instrumentos (cf. AD 2, 6);

profundo sentido de humildad (cf. AD 2, 3, 4, 16);

abandono en la providencia (cf. AD 43);

asombro y estupor frente a la acción del Padre que envuelve

a la Familia Paulina con sus “riquezas”;

profundo sentido de gratitud (cf. AD 4, 183). En el año centenario, podemos releer el texto Las Hijas de San

Pablo. Notas para una historia, de Sor Antonietta Martini.

Ciertamente, haremos descubrimientos interesantes.