Apuntes Imperio Romano

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Historia 1° CBC – Colegio del Cerro Apuntes de uso interno LA ROMA IMPERIAL La antigua República fue reemplazada por un grandioso sistema: el Imperio, con el que Roma continuó dominando todo el mundo mediterráneo por más de cuatro siglos. En este periodo se consolidaron las conquistas realizadas durante la época republicana. Se vivieron momentos de intensa prosperidad económica, intelectual y artística. La historia del Imperio Romano puede dividirse para su estudio en dos grandes periodos llamados ALTO IMPERIO (siglos I y II d. C.) y el BAJO IMPERIO (siglos IV y V d. C.), separados por un periodo intermedio de anarquía denominado CRISIS DEL SIGLO III. EL ALTO IMPERIO (SIGLOS I Y II D. C.) El régimen imperial fue creación de Octavio, luego denominado Augusto, quien estableció en Roma una administración nueva: un sistema de carácter monárquico, pero de apariencia republicana. Decimos que se mantiene la apariencia republicana, porque las instituciones republicanas, en este periodo, no desaparecen, sino que, poco a poco, van perdiendo sus privilegios y atributos. Con el simple título de PRINCIPE (“el primero con derecho a la palabra en el Senado”) concentró todo el poder en sus manos, pero actuó con prudencia y no quiso proclamarse dictador. Se lo invistió además de las “potestades consular y tribunicia”. Es decir, acumuló en sí mismo todas las atribuciones de los magistrados, en forma vitalicia. Más tarde se lo nombró también “pontífice máximo”. Esta importante suma de poderes en el aspecto civil descansaba sobre una autoridad ilimitada en el aspecto militar. Con el título de “imperator” le fue adjudicado el mando de todas las fuerzas de tierra y mar, primero en las provincias y luego en Italia. Este título dio nombre al régimen que Augusto inauguró, desde allí en adelante se llamo Imperio a este sistema en el cual el “imperator” gobernaba sin restricciones. De esta manera, llegó a su punto culminante el proceso de creciente poder personal que había surgido durante la crisis de la república. Los dos siglos posteriores a la muerte del creador del imperio se caracterizaron por la conservación del régimen establecido: la monarquía de hecho bajo la apariencia republicana. La administración imperial se perfeccionó, pero al mismo tiempo avanzó el proceso de corrupción moral de algunos de sus principales dirigentes. De todos modos, la civilización romana vivió momentos de florecimiento. Ocuparon este

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DERECHO ROMANO

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LA ROMA IMPERIAL

La antigua República fue reemplazada por un grandioso sistema: el Imperio, con el que Roma continuó dominando todo el mundo mediterráneo por más de cuatro siglos. En este periodo se consolidaron las conquistas realizadas durante la época republicana. Se vivieron momentos de intensa prosperidad económica, intelectual y artística.

La historia del Imperio Romano puede dividirse para su estudio en dos grandes periodos llamados ALTO IMPERIO (siglos I y II d. C.) y el BAJO IMPERIO (siglos IV y V d. C.), separados por un periodo intermedio de anarquía denominado CRISIS DEL SIGLO III.

EL ALTO IMPERIO (SIGLOS I Y II D. C.)

El régimen imperial fue creación de Octavio, luego denominado Augusto, quien estableció en Roma una administración nueva: un sistema de carácter monárquico, pero de apariencia republicana. Decimos que se mantiene la apariencia republicana, porque las instituciones republicanas, en este periodo, no desaparecen, sino que, poco a poco, van perdiendo sus privilegios y atributos.

Con el simple título de PRINCIPE (“el primero con derecho a la palabra en el Senado”) concentró todo el poder en sus manos, pero actuó con prudencia y no quiso proclamarse dictador. Se lo invistió además de las “potestades consular y tribunicia”. Es decir, acumuló en sí mismo todas las atribuciones de los magistrados, en forma vitalicia. Más tarde se lo nombró también “pontífice máximo”.

Esta importante suma de poderes en el aspecto civil descansaba sobre una autoridad ilimitada en el aspecto militar. Con el título de “imperator” le fue adjudicado el mando de todas las fuerzas de tierra y mar, primero en las provincias y luego en Italia. Este título dio nombre al régimen que Augusto inauguró, desde allí en adelante se llamo Imperio a este sistema en el cual el “imperator” gobernaba sin restricciones. De esta manera, llegó a su punto culminante el proceso de creciente poder personal que había surgido durante la crisis de la república.

Los dos siglos posteriores a la muerte del creador del imperio se caracterizaron por la conservación del régimen establecido: la monarquía de hecho bajo la apariencia republicana. La administración imperial se perfeccionó, pero al mismo tiempo avanzó el proceso de corrupción moral de algunos de sus principales dirigentes. De todos modos, la civilización romana vivió momentos de florecimiento. Ocuparon este

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periodo tres dinastías de emperadores: JULIO CLAUDIOS, FLAVIOS y ANTONINOS. (Una dinastía es una serie de gobernantes de uno o distintos Estados, emparentados entre sí, o provenientes todos de una misma familia; especialmente en las monarquías)

LA CRISIS DEL SIGLO III

Durante el siglo III d. C. se produjo un colapso integral de la civilización romana. La unidad obtenida gracias a la obra de grandes emperadores se alteró por la influencia de los ejércitos fronterizos. Los jefes militares de las fronteras comenzaron a luchar por el poder y el imperio sufrió alternativas de despotismo y anarquía militar.

La caída del último emperador de la dinastía de los Antoninos, cuyo gobierno se caracterizó por el terror, fue el producto de sucesivas conspiraciones de la clase dirigente, que finalmente logró el apoyo de los ejércitos provinciales. La pugna por el poder fue encarnizada. Las luchas se extendieron por todo el Imperio. Triunfaron las legiones del Danubio con el general Septimio Severo, iniciándose así una nueva dinastía: la de los Severos.

La crisis se inició entonces con la dinastía de los Severos, época caracterizada por una monarquía militar absoluta, muy apartada del ideal de Augusto.

Septimio Severo fue un “emperador militar”, sustentado esencialmente por las filas de sus legiones. Para mantener la fidelidad de sus soldados, les otorgó grandes concesiones y mejoras. Tiempo después, cada ejército quiso que su comandante fuese emperador para recibir los beneficios (aumentos de sueldo, premios, ascensos). Esto condujo a la lucha entre cada uno de los cuerpos militares para lograr. Con los sucesores de Septimio estas condiciones se acentuaron.

El punto culminante de la crisis es la llamada “Anarquía de los 30 años”, época en la cual se sucedieron gran cantidad de emperadores. Estos últimos fueron personalidades sin ningún relieve, sostenidos por la soldadesca. Los cuerpos militares vagaban por toda Italia, ocasionaba saqueos y disturbios. Se generó entonces, además del caos militar, un caos económico: por un lado, a la inestabilidad política se le sumó la inestabilidad económica por el aumento de los impuestos; y por otro, por la falta de seguridad, los campesinos dejaron de trabajar el campo. Paralelamente se produjo una interrupción de las rutas comerciales con Oriente. La crisis del siglo III fue tan profunda que marca el fin del Alto Imperio y el comienzo del Bajo Imperio, con los emperadores ilirios que intentarán sacar a Roma de la crisis.

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EL BAJO IMPERIO

Tuvo características muy opuestas a las del Alto Imperio, fue un orden nuevo. Es considerado como el inicio del tránsito a la Edad Media. Los emperadores ilirios prolongaron por 150 años la unidad del Imperio Romano. No pertenecían a la misma familia, pero presentaban rasgos comunes: Su país de origen y la carrera militar. Todos ellos nacieron en la provincia de Iliria y se caracterizaban por un gran patriotismo y pasión por Roma. Tenían un programa común: El restablecimiento del imperio. Buscaron para eso la estabilidad política; es decir, terminar con los pronunciamientos militares que asolaron el siglo III. Para lograrlo, basaron su poder en una monarquía absoluta. Desapareció entonces la “Apariencia Republicana”. El emperador fue un monarca de pleno derecho y hereditario, no por la delegación de las magistraturas como durante de las primeras dinastías del alto imperio.

Numerosos fueron los emperadores que rigieron a Roma durante estos dos últimos siglos del Imperio. Entre ellos se destacan Dioclesiano, Constantino y Teodosio.

Dioclesiano (284 – 305 DC): Gobernó con firmeza para eliminar los disturbios que afectaban la vida de Roma. Inició la TETRARQUIA (gobierno de cuatro hombres). Para esto dividió en dos al Imperio Romano, el Occidental y el Oriental, al frente de cada uno colocó a un emperador llamado “Augusto“ y, para evitar problemas de sucesión, designo a dos lugartenientes, los “césares”, que continuarían a los augustos pasados los 20 años de su proclamación. Esta nueva forma de gobierno fue un antecedente de la división definitiva del Imperio. En el ámbito económico, adoptó numerosas medidas para restablecer la situación económica. Aseguró la recaudación de impuestos, creó registro de tierras y cosechas, e impuso una novedad para la época: precios máximos para los artículos de primera necesidad.

Dioclesiano renunció al trono en el año 305 cuando se cumplían los 20 años establecidos para su mandato y se retiró a la vida privada. Pero la tetrarquía no se mantuvo por mucho tiempo. La sucesión, a pesar del sistema ideado por él, generó una serie de luchas entre los posibles candidatos. Finalmente en el año 323 el triunfador fue Constantino, quien quedó como único soberano luego de 17 años de conflicto.

Constantino (324 – 337 DC): Estableció la capital del Imperio en la antigua colonia griega de Bizancio, cuya situación era muy favorable para la navegación y el comercio. Le dio a esa ciudad el nombre de Constantinopla. Dividió al gobierno en

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cuatro prefecturas: Oriente, Galia, Iliria e Italia. En el ámbito sociocultural, aseguró la tolerancia religiosa y la libertad de culto.

EL FINAL DEL IMPERIO ROMANO

Durante todo el periodo que duró el Bajo Imperio (siglo IV y V d. C.) se produjo una penetración de elementos barbaros dentro del territorio imperial. El prestigio de Roma atraía a diversas poblaciones. Por otra parte, los emperadores necesitaban soldados y mano de obra campesina. Los bárbaros se instalaban en el Imperio por procedimientos distintos algunos lo hacían en calidad de colonos en territorios despoblados y otros se acantonaban en la frontera para su cuidado. La influencia del elemento bárbaro se hizo muy notable en el ejército romano, gran cantidad de soldados eran de este origen. Luego de la muerte de Constantino (en año 337 d.C.) se sucedieron varios emperadores de poca relevancia. La excepción fue Teodosio quien intentó restaurar el Estado moribundo y consagró como religión oficial el Cristianismo. A su muerte el Imperio quedó definitivamente dividido en dos. Teodosio dispuso en su testamento el reparto del Imperio entre sus hijos: Honorio que reinaría en Occidente, y la capital sería Roma, Arcadio gobernaría en Oriente y la capital sería Constantinopla.

En Occidente, la decadencia fue cada vez mayor se perdió el sentimiento de grandeza romana por la debilidad de los emperadores, las contiendas internas y las constantes invasiones de los barbaros. Finalmente en el año 476 d.C. el bárbaro Odoacro destituyó al último emperador romano de Occidente Rómulo Augústulo, y se hizo proclamar rey de Italia por su ejército. A partir de allí el Occidente se dividió en diversos reinos bárbaros, esta fecha será considerada como el final de la Edad Antigua y el inicio de la Edad Media.

En Oriente el Imperio subsistió durante casi 1.000 años más con los caracteres de una monarquía oriental. Tuvo el mérito de haber conservado durante la Edad Media la tradición cultural romana y transferirla luego a Europa en los siglos del Renacimiento (siglos XV y XVI de nuestra era).